A diez años de la Encíclica Fides et Ratio

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Descripción

A diez años de la Encíclica

Fides et ratio Actas de las IV Jornadas de Estudio sobre el Pensamiento Patrístico y Medieval (Tucumán, 18-20 de septiembre de 2008)

Juan José Herrera Editor

Editorial UNSTA Tucumán, 2009

A diez años de la Encíclica Fides et Ratio Actas de las IV Jornadas de Estudio sobre el Pensamiento Patrístico y Medieval Tucumán, septiembre de 2008 Juan José Herrera Editor 1º Edición: octubre de 2009 Diseño de tapa: Diego Germán Véliz Diagramación: Carla María Passarell Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723 ISBN: 978-987-1662-00-5 Editorial UNSTA Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino San Miguel de Tucumán - Argentina

Índice

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Abreviaturas ............................................................................................

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Presentación ............................................................................................. 15 Introducción ............................................................................................ 15 Ponencias Blanca A. Quiñónez Acerca de una lectura cristiana del Timeo de Platón ..................................... 29 Juan B. García Bazán La oración de Pablo (I Co 2,9) y la gnosis setiana ......................................... 39 Juan C. Alby El aborto en la literatura cristiana primitiva ................................................... 63 Patricia Ciner El problema de la participación en el Logos según Orígenes. Implicancias en la cuestión fe-razón ............................................................... 85 José M. Nieva Dignidad de vida y encuentro con Dios en Dionisio Areopagita ................ 97 Edgardo M. Morales La Homilía 17 In Matthaeum de san Juan Crisóstomo y sus implicancias pastorales y ecuménicas ..................................................... 111 Héctor J. Padrón Las imágenes del pensar. San Juan Crisóstomo .............................................. 123 Nellibe J. Bordón La memoria en el diálogo agustiniano De musica ........................................... 139 Ruth Ramasco de Monzón Fe y visión en las Epístolas 120 y 147 de san Agustín ................................... 145 5

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Francisco García Bazán El mito del Santo Grial ...................................................................................... 159 Adolfo Rengel El amor fraterno en la comunidad monástica. Una interpretación a partir de la espiritualidad de la Escuela Cisterciense................................... 171 César F. Ávila Sistere extra cogitationem ................................................................................. 191 Pablo S. Furlotti La afectividad humana y su relación con la razón y la voluntad según Tomás de Aquino ............................................................. 203 Rafael R. Cúnsulo La inteligencia y la voluntad en el desarrollo dinámico del libero arbitrio .............................................................................. 219 Amadeo J. Tonello Evidencia y asentimiento en la gnoseología tomista de la ley natural ......... 227 Mario Šilar Ars y natura en el prólogo del Comentario a la Política de santo Tomás de Aquino .................................................................. 247 Santiago Argüello La importancia de la Lectura romana para entender el cambio en la concepción tomásica de la tríada memoria, intelligentia et voluntas ..................................................................... 271 Silvana Filippi Duns Escoto y la crítica teológica a los alcances de la metafísica ................. 293 Gloria S. Elías Razón y Fe en el conocimiento de ‘Dios es trino’ según la visión de Duns Escoto ........................................................................ 309 Julio R. Méndez Fe-Razón en la patrística y el medioevo: propuesta de paradigmas .............. 321 Héctor J. Delbosco Émile Bréhier: el cristianismo y la filosofía ..................................................... 339 Adalberto F. Villecco La autonomía de la razón humana ................................................................... 353

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Jorge E. Saltor Reflexiones metacientíficas a partir de Fides et ratio .................................... 357 Pablo C. Sicouly Fe y razón en la lectura del pensamiento patrístico y medieval de Joseph Ratzinger – Benedicto XVI. Una mirada a sus primeras obras (1951-1962) ............................................... 365 Contribuciones Juan P. Maggiotti Descenso ontológico y éxtasis amoroso. Los fundamentos creacionistas del arte en la obra de Dionisio Areopagita .............................. 393 Carlos A. Taubenschlag El ambiente metafísico del platonismo medio ................................................ 411 Guillermo A. Juárez Enseñanza del Comentario a las Sentencias de santo Tomás de Aquino sobre la presencia de Dios Trinidad en todas las cosas y en los santos ........ 431 Selección bibliográfica sobre la Encíclica Fides et ratio ........................ 461

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Presentación Una fuerte crisis afecta actualmente la mediación entre la razón y la fe en orden al conocimiento de la verdad. Esta situación, que empezó a tomar fuerza ya en los albores de la Modernidad, se caracterizó por considerar a la razón como autosuficiente, como instancia suprema intolerante respecto de una autoridad doctrinal superior. Sin embargo, el panorama intelectual cambió considerablemente en los últimos tiempos. La razón dejó de estar asociada a los grandes sistemas filosóficos para afirmarse, no obstante el nihilismo reinante por la crisis del racionalismo, en una ideología de la ciencia sostenida por las conquistas técnicas. Esta nueva realidad, que alcanza nuestros días, se ve afectada intrínsecamente por una grave y devastadora inquietud: la razón duda de sí misma. La desconfianza en la capacidad natural de la razón es el elemento determinante de la crisis actual, que ha provocado una pérdida de la búsqueda del sentido de la existencia humana y nefastas consecuencias tanto para la filosofía como para la teología. En la encíclica Fides et ratio, el Papa Juan Pablo II no se limita a hacer un diagnóstico del drama contemporáneo, sino que examina en detalle los principios sistemáticos sobre los que se fundan la unión entre la razón y la fe, la mutua colaboración y el orden sapiencial jerárquico entre la filosofía y la teología, planteando con decisión un desafío radical: devolver a la razón, y especialmente a la razón filosófica, la confianza en sí misma. Es por eso que la encíclica sostiene firmemente que el hombre es un ser que busca la verdad, de modo que su razón, como facultad cognoscitiva, es capaz de alcanzar la verdad universal y absoluta, y presenta la Revelación como el camino que se ofrece a la razón para que reanude su esfuerzo especulativo. En relación a esas afirmaciones, baste con recordar el proemio del documento de Juan Pablo II: «La fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu del hombre se eleva hacia la contemplación de la verdad. Dios mismo es el que plantó en las mentes de los hombres el deseo de conocer la verdad y, en definitiva, de conocerle a Él para que, conociéndolo y amándolo, pueda alcanzar también la plena verdad sobre sí mismo». Por consiguiente, cualquier posición que separe la razón y la fe o que reduzca la fuerza de alguna de ellas para acceder a la verdad, estará reduciendo la posibilidad del hombre de conocerse de modo adecuado a sí mismo, al mundo y a Dios. 15

Presentación

Al celebrarse, en 2008, el décimo aniversario de la promulgación de la encíclica Fides et ratio, cuyo mensaje resulta crucial para el tercer mileno, las Jornadas de Estudio sobre el Pensamiento Patrístico y Medieval, organizadas por la Carrera de Filosofía de la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino, dedicaron su cuarto encuentro al estudio de la mediación entre la fe y la razón en la enseñanza de los Padres de la Iglesia y de los autores medievales. Los participantes podían abordar esa cuestión en sí misma, analizando los diferentes elementos de su configuración en la enseñanza de un autor, o a propósito de alguna problemática particular que permitiera destacarla. De esta manera se buscó profundizar el contacto entre el contenido fundamental de la Fides et ratio y el aporte precioso del pensamiento patrístico y medieval. Junto a la novedad de la encíclica se reafirmaba la actualidad doctrinal de aquellos autores. La convocatoria de las IV Jornadas recibió una positiva respuesta que colmó generosamente las expectativas. Veintiséis investigadores de reconocida trayectoria académica y numerosos asistentes animaron el encuentro que se llevó a cabo en la sede de la UNSTA, en la ciudad de san Miguel de Tucumán, los días 18, 19 y 20 de septiembre de 2008. Este volumen reúne los textos de las ponencias pronunciadas durante esos días, los cuales han sido ordenados cronológicamente según la época a la que perteneció el autor o la temática tratada. Además se publican como contribuciones tres artículos, cuyos artífices no pudieron asistir a las Jornadas, y una selección bibliográfica sobre la encíclica Fides et ratio, que será de utilidad para quienes deseen prolongar su estudio. Agradecemos cordialmente a todos los que participaron de las IV JEPPyM, de manera particular a los expositores por su disponibilidad y la calidad de sus trabajos. También queremos agradecer a quienes conformaron el Comité científico, cuidando la orientación y las exigencias que las ponencias debían satisfacer: Dr. Francisco García Bazán, R. P. Dr. Edgardo Morales, Dra. Silvana Filippi, Dr. Juan Carlos Alby, Dra. Ruth Ramasco de Monzón y Dr. Fr. Rafael Cúnsulo o.p. Extendemos nuestro agradecimiento a Susana Graneros de Terán y Fátima Salas, de la Facultad de Humanidades de la UNSTA, por el apoyo en la organización del encuentro, y a Diego Véliz, Carla Passarell, Gabriela Lombardo de Zuccarelli y María Lilia Rodríguez del Busto, de la Editorial UNSTA, por todo el esfuerzo orientado a la publicación de estas actas.

fr. Juan José HERRERA o.p. San Miguel de Tucumán, septiembre de 2009

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Introducción

Introducción

Hasta la aparición de Fides et ratio (1998), la encíclica Aeterni Patris (1879) era el único documento pontificio de esa categoría dedicado íntegramente a la filosofía. El texto de León XIII recogió y desarrolló las enseñanzas del Concilio Vaticano I sobre la relación entre la fe y la razón, mostrando cómo el pensamiento filosófico constituye un aporte fundamental para la fe y la ciencia teológica1. Persiguiendo un propósito análogo, Fides et ratio se caracterizó por una gran apertura respecto de la razón, en una época marcada por una teorización bastante influyente acerca de la debilidad de la razón. En efecto, el Papa Juan Pablo II se propuso reflexionar sobre el tema de la verdad y de su fundamento en relación con la fe, defendiendo la fuerza de la razón y su capacidad de alcanzar la verdad, y subrayando el gran interés que la Iglesia Católica tiene por la filosofía, el valor que la filosofía tiene para la comprensión de la fe, y las limitaciones a las que se ve sometida cuando olvida o rechaza las verdades de la Revelación. De esta manera, Fides et ratio puso de manifiesto el íntimo y armonioso vínculo que debe existir entre el trabajo teológico y la búsqueda filosófica de la verdad, respetando siempre la esfera de autonomía propia de cada nivel de conocimiento. Teniendo en cuenta que las IV Jornadas de Estudio sobre el Pensamiento Pa-trístico y Medieval estuvieron comprendidas entre las actividades programadas en Argentina para conmemorar el décimo aniversario de Fides et ratio, creemos que es oportuno recordar en esta Introducción, aunque sea parcialmente y utilizando en varios pasajes sus mismas palabras, el mensaje central de la encíclica. 1. El simple conocimiento de la razón no equivale a la filosofía, pero la filosofía es esencialmente obra de la razón. El conocimiento de la fe no equivale a la teología, pero la teología depende directamente de la fe. La razón como potencia cognoscitiva del espíritu humano y la fe como virtud sobrenatural son

1 Cf. los trabajos publicados en P. RODRÍGUEZ (dir.), Fe, Razón y Teología. En el I Centenario de la encíclica Aeterni Patris. Pamplona, Ediciones Universidad de Navarra, 1979.

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los presupuestos respectivos de ambas sabidurías, la filosófica y la teológica, las cuales acuden conjuntamente –sin excluirse- a dar una respuesta que satisfaga el deseo natural del hombre de conocer la verdad última de su existir. Para que pueda aceptarse sin reserva la concurrencia armónica de ambos órdenes de conocimiento, hay que reconocer una mutua necesidad entre la fe y la razón, que la encíclica explica a la luz de la sabiduría contenida en la Revelación. La verdad revelada es recibida por la fe, y si bien la fe es una gracia divina también es un acto humano, por lo cual requiere de la razón. La fe fundada en la autoridad de la Revelación divina es irreductible y superior a la razón. Lo que es de fe hay que creerlo, no por la razón, sino por la autoridad divina. Sin embargo, humanamente, la fe no es exterior ni contraria a la razón, porque requiere el asentimiento del intelecto. La fe implica la adhesión de la inteligencia a lo que se cree. Por eso los términos que sirven para transmitir las verdades sobrenaturales contenidas en la Revelación deben conservar un mínimo de inteligibilidad para la razón humana, ya que de otro modo el lenguaje de la fe se convertiría en un enigma indescifrable. Para que la fe en Dios no sea un acto ciego y meramente irracional, es preciso que la Palabra de Dios tenga algún sentido para la razón. Al mismo tiempo, la razón necesita fortalecerse mediante la fe para descubrir horizontes a los que no podría llegar por sí misma. En este sentido cabe recordar las palabras del Papa Benedicto XVI: «La verdad de la Revelación no se sobrepone a la alcanzada por la razón; más bien purifica la razón y la exalta, permitiéndole así dilatar sus propios espacios para insertarse en un campo de investigación insondable como el misterio mismo»2. La encíclica Fides et ratio presenta el misterio como el espacio ofrecido a la razón para avanzar siempre más allá de sí misma, para agudizar su mirada en la búsqueda de una verdad de la que no puede prescindir y a la que no puede agotar. Se trata de una verdad que el hombre sólo puede recibir como don y acoger en la fe. Por eso, aunque hable bajo la guía de la fe, la razón no aliena su naturaleza. Las verdades de la fe no vuelven superfluas las verdades de la razón. Y aunque esté apoyada por la razón, la fe no diminuye su autoridad. Las verdades de la razón están presupuestas en la adhesión a la fe. La fe y la razón se distinguen sin separarse, están unidas sin confundirse.

2 BENEDICTO XVI, «La fe no teme los progresos de la ciencia y le ofrece principios éticos», OR 45 (7XI-2008) p. 6. Se trata de un discurso del Papa a los participantes en un congreso sobre el tema «Confianza en la razón», al conmemorarse el décimo aniversario de la Encíclica Fides et ratio. Véase también, J. RATZINGER, «Fe, filosofía y teología», en ID., Naturaleza y misión de la teología. Ensayos sobre su situación en la discusión contemporánea, Buenos Aires, Agape, 2007, pp. 19-36.

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La fe busca la razón para entender y la razón busca la fe para creer. Pero ninguno de los dos movimientos perjudica el misterio, ni el primero al hacerlo más evidente, ni el segundo al concebirlo como algo esencial para la vida del hombre. En el primer caso resulta paradigmático el texto de Rm 1, 20, en el que san Pablo reconoce a la razón humana la sutileza para alcanzar desde lo visible de la creación lo invisible de Dios. La razón, en efecto, no está limitada al conocimiento sensible, pues argumentando a partir de los datos de los sentidos puede conocer la causa eficiente, formal y final de todo lo que existe. Juan Pablo II llega a decir que en este texto paulino se afirma la capacidad metafísica del hombre3. En relación al segundo movimiento, la encíclica propone el texto de Hch 17, 22-23, que pone de relieve la verdad de que en el corazón del hombre está el deseo y la nostalgia de Dios. Existe, pues, un camino que el ser humano, si quiere, puede recorrer, y que se inicia con la capacidad de la razón de ir más allá de lo contingente para alcanzar lo absolutamente perfecto, para conocer a Aquél que es capaz de dar respuesta y sentido a toda su búsqueda. 2. Desde los primeros siglos del Cristianismo, la verdad revelada cultivó un sólido vínculo con la filosofía. En su cuarto capítulo, Fides et ratio refiere los primeros encuentros entre el Evangelio y la filosofía, encuentros positivos como el de san Justino o Clemente de Alejandría, encuentros críticos como el de Orígenes. En la obra de cristianización del pensamiento platónico y neoplatónico, la encíclica destaca particularmente la labor de los Padres Capadocios, Dionisio Areopagita y san Agustín, cuya síntesis filosófico-teológica fue la más elevada en Occidente durante siglos. Los Padres de Oriente y de Occidente y los demás escritores cristianos -señala Juan Pablo II-, no fueron pensadores ingenuos, sino que mantuvieron una conciencia crítica con la que afrontaron, desde un primer momento, el problema de la relación entre la fe y la filosofía. Por eso sería injusto y reductivo limitar la obra de aquellos pensadores cristianos a la mera transposición de las verdades de la fe en categorías filosóficas. Tales autores fueron capaces de sacar a la luz lo que todavía permanecía implícito y propedéutico en el pensamiento de los grandes filósofos antiguos. Fides et ratio sostiene que la novedad alcanzada por los Padres consistió en acoger plenamente la razón abierta a lo absoluto que habían alcanzado los antiguos filósofos respecto de los mitos, e incorporar en ella la riqueza de la

3 JUAN PABLO II, Fides et ratio, n. 22 (AAS 91 (1999/1) p. 22): «Philosophicis vocibus dici licet in pergravi loco illo Paulino potestatem hominis metaphysicam adfirmari».

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Revelación, y esto sin identificar el contenido de su mensaje con los sistemas filosóficos contemporáneos a ellos. Ante la filosofía de su época, los Padres no temieron reconocer tanto los elementos comunes como las diferencias que presentaban con la Revelación. En la teología escolástica el papel de la razón educada filosóficamente llega a ser más visible debido a la interpretación anselmiana del intellectus fidei. Para el obispo de Canterbury la prioridad de la fe no es incompatible con la búsqueda propia de la razón, cuya tarea consiste en encontrar un sentido y descubrir las razones que permitan a todos entender los contenidos de la fe. El intelecto debe ir en búsqueda de lo que ama, cuanto más ama más desea conocer. La fe requiere que su objeto sea comprendido con la ayuda de la razón. La razón, por su parte, en el culmen de su búsqueda, admite como necesario lo que la fe le presenta. Un lugar preponderante en la historia del encuentro entre la razón y la fe corresponde a santo Tomás de Aquino. Cuando el Angélico trata acerca de la relación entre la sacra doctrina y la filosofía sostiene que la armonía entre ambas sabidurías se funda en la armonía entre lumen fidei y lumen naturale. Dicha condición es explicada a través de una analogía: así como la gracia no suprime la naturaleza sino que la supone y perfecciona, tampoco la luz de la fe anula la luz natural de la razón sino que se sirve de ella y la perfecciona4. En la reflexión de santo Tomás, «la exigencia de la razón y la fuerza de la fe encontraron la síntesis más alta que de ellos el pensamiento humano haya alcanzado jamás, ya que supo defender la radical novedad aportada por la Revelación sin menospreciar nunca el camino propio de la razón»5. En 1879, la encíclica Aeterni Patris había señalado el valor incomparable de la filosofía del Angélico, pero fue el Magisterio de la Iglesia en general el que vio y apreció en él la pasión por la verdad. Por ello se lo puede llamar, como lo hizo Pablo VI, «Apóstol de la verdad»6. La verdad contenida en la enseñanza de santo Tomás ha llevado a la Iglesia Católica a

Cf. S. TOMÁS, De Ver., q. 14, a. 9, ad 8 (ed. Leon. XXII/3, p. 464, v. 199-200); a. 10, ad 9 (Ibid., p. 468, v. 295-296); S.Th., I, q. 1, a. 8, ad 2; q. 2, a. 2, ad 1. 5 JUAN PABLO II, Fides et ratio, n. 78 (AAS 91 (1999/1) p. 66): «Eius enim in meditatione rationis postulata et fidei vis altissimam invenerunt summam ex iis quae humana cogitatio unquam attigit, quippe qui Revelationis proprietatem radicitus tuitus sit, proprium rationis cursum numquam deprimendo». 6 PABLO VI, Carta apostólica Lumen Ecclesiae (20-XI-1974), n. 8 (AAS 66 (1974) p. 683); cf. S. RAMÍREZ, De auctoritate doctrinali S. Thomae Aquinatis, Salmanticae, Apud Sanctum Stephanum, 1952; ID., Introducción a Tomás de Aquino, Biografía, obras, autoridad doctrinal, Madrid, BAC, 1975, pp. 161-313. 4

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proponerlo como maestro de pensamiento y modelo del modo correcto de hacer teología7. A lo largo de la historia también hubo impugnadores del encuentro entre la Revelación y la filosofía, quienes sostenían que la fe y la teología habían sacrificado sus dignidades frente a la sabiduría natural8. En relación a este punto, resulta muy instructiva la respuesta de santo Tomás a una objeción que, basándose en la condena de Is 1, 22, a quienes añaden agua, signo de la sabiduría natural, al vino, signo de la sabiduría sobrenatural, se opone a que los teólogos recurran a pruebas filosóficas en la ciencia sagrada. El Aquinate responde que aquellos que en la sacra doctrina utilizan argumentos filosóficos sometiéndolos a la fe, no mezclan el vino con el agua, sino que transforman el agua en vino9. Los términos presentes en los textos son mixtio y convertio. La mixtio, que es el término utilizado en la objeción, tiene lugar cuando la naturaleza de ambas cosas se altera (non reputatur mixtio, sed quando utrumque a sua natura alteratur), en cambio la convertio se da cuando sólo la naturaleza de una se altera y pasa a ser la otra. De modo que entre dos cosas, la mixtio da como resultado un tercero, mientras que la convertio reduce a uno.

Cf. JUAN PABLO II, Fides et ratio, n. 43 (AAS 91 (1999/1) p. 39); S.-Th. BONINO, «Saint Thomas d’Aquin dans l’encyclique Fides et ratio», en La Vérité vous rendra libres. Hommage au Cardinal Georges Cottier, o.p. Théologien de la Maison Pontificale. Paris, Parole et Silence, 2004, pp. 139-148. 8 Cf. E. GILSON, El espíritu de la filosofía medieval, Madrid, Rialp, 1981, pp. 376-379; ID., La filosofía en la Edad media. Desde los orígenes patrísticos hasta el fin del siglo XIV, Madrid, Gredos, 19852, pp. 47-48; 222-223; 472-473. En particular se puede recordar la defensa del uso de la filosofía por parte de CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, Stromata, I, 43, 1 (ed. Ciudad Nueva, 1996, p. 165). Más cruda resulta la crítica de S. ALBERTO MAGNO, Super Dionysii Epistulas, VII (ed. Colon., t. XXXVII/2, p. 504, v. 28-32): «quamvis quidam, qui nesciunt, omnibus modis volunt impugnare usum philosophiae, et maxime in praedicatoribus, ubi nullus eis resistit, tamquam bruta animalia blasphemantes in his quae ignorant». 9 S. TOMÁS, In De Trin., q. 2, a. 3, ad 5 (ed. Leon. L, v. 209-216): «Et tamen potest dici quod quando alterum duorum transit in dominium alterius, non reputatur mixtio, set quando utrumque a sua natura alteratur; unde illi qui utuntur philosophicis documentis in sacra doctrina redigendo in obsequium fidei, non miscent aquam uino, set aquam conuertunt in uinum». Conviene también recordar la posición de santo Tomás en relación al tipo de argumento que hay que utilizar en la disputa teológica, cf. Quodl., IV, q.9, a.3 (ed. Leon., XXV/2, pp. 339-340, v. 21-46). Los argumentos de autoridad son recomendados sólo si la disputa se ordena ad removendum dubitationem an ita sit; los argumentos racionales, en cambio, deben prevalecer en las disputas que estén destinadas ad instruendum auditores, pues a través de los razonamientos se conduce al estudiante a la raíz de la verdad (veritatis radix), haciéndole conocer por qué es verdad lo que se enseña. Si los problemas de la fe se resuelven por la sola vía de autoridad, se poseerá sin duda la verdad, pero en una cabeza vacía.

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3. Lo que el pensamiento patrístico y medieval concibió y realizó como unidad profunda entre la fe y la razón filosófica, generadora de un conocimiento capaz de llegar a las formas más altas de la especulación, empezó a desintegrarse a partir de la baja Edad Media. Debido al espíritu excesivamente racionalista de algunos pensadores, se radicalizaron las posturas, promoviendo una filosofía separada y absolutamente autónoma respecto a los contenidos de la fe. Más que afirmar la justa autonomía del filosofar, la filosofía «separada» reivindicó una autosuficiencia del pensamiento que se mostró claramente ilegítima. La razón se erigió en valor absoluto y exclusivo, creyéndose erróneamente la única fuente del conocimiento de la verdad. Al rechazar las aportaciones de verdad que derivan de la Revelación divina se cerró el paso a un conocimiento más profundo de la verdad, dañando así la misma filosofía. Según Juan Pablo II, no es exagerado afirmar que buena parte del pensamiento filosófico moderno se ha desarrollado alejándose progresivamente de la Revelación cristiana, hasta llegar a contraposiciones explícitas, haciendo aparecer la fe como nociva y alienante para el desarrollo de la plena racionalidad. En ese contexto, también hay que lamentar la herida mortal que el inmanentismo produjo a la filosofía al encerrar la razón en sí misma, viéndose ella impedida de alcanzar la verdad del ente10. El conocimiento de la verdad de las cosas dejó de ser su objetivo principal para preocuparse por establecer los límites y condiciona-mientos de ese conocimiento, factores que han llevado a la investigación filosófica a perderse en las arenas movedizas de un escepticismo general. En los decenios que nos preceden, el panorama intelectual cambió profundamente, pues la razón dejó de estar asociada a los grandes sistemas filosóficos para afirmarse en una mentalidad positivista, orgullosa de los progresos técnicos, alejada no solamente de una visión cristiana del mundo, sino principalmente de toda consideración metafísica y moral. Además, como consecuencia de la crisis del racionalismo, cobró entidad el nihilismo, que rechaza todo fundamento y niega toda verdad objetiva, que aniquila la humanidad del hombre y su misma identidad, creando una conciencia de lo fugaz y provisional, alimentando la ten10 Sobre el inmanentismo, véase el penetrante estudio de C. CARDONA, Metafísica de la opción intelectual, Madrid, Rialp, 19732, pp. 175-259. Por su parte, G. B. SALA, «El drama de la separación entre fe y razón», OR 2 (8-I-1999) 11-12 (p.11), escribe: «Con Kant el horizonte de la inmanencia se impuso definitivamente sobre la filosofía: su vuelta al sujeto se configuró como la vuelta a un sujeto confinado dentro de los límites de la experiencia sensible. Por eso, no sorprende que a ese sujeto, privado de su dinamismo ilimitado de trascendencia, Kant le reconozca sólo la capacidad de alcanzar la verdad de lo que es «apariencia». El deseo natural de ver a Dios se convierte así en la idea trascendental de Dios, fuente de una «ilusión natural e inevitable»».

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tación de la desesperación. A lo anterior se sumó un cambio en la misma filosofía, que de sabiduría y saber universal se redujo a ser una de las tantas parcelas del saber humano, cobrando fuerza otras formas de racionalidad orientadas a fines utilitaristas, de placer o de poder. Todos esos factores han terminado por ofuscar la auténtica dignidad de la razón, que ya no es capaz de conocer lo verdadero y de buscar lo absoluto. La desconfianza radical en la razón llegó a configurar una «mentalidad común», en la que se observa un amplio abandono de la búsqueda metafísica sobre las preguntas últimas del hombre11. Paradójicamente, después de siglos de defensa de la diferencia y de la superioridad de la fe con respecto a la razón contra las reivindicaciones del iluminismo, la Iglesia, en nombre de la fe, debe defender a la razón misma de los herederos del iluminismo. El Papa lo insinúa de manera marcadamente optimista: «La fe mueve a la razón a salir de todo aislamiento y a apostar de buen grado por las cosas que son bellas, buenas y verdaderas. Así, la fe se hace abogada convencida y convincente de la razón»12. 4. Frente a la situación actual, la encíclica Fides et ratio propuso y alentó nuevamente una relación armoniosa y eficaz entre la teología sagrada y la filosofía. La filosofía es un saber sistemático, que nació y se desarrolló desde el momento en que el hombre empezó a interrogarse sobre el por qué de las cosas y su finalidad. De modo que fue definida tradicionalmente como el conocimiento de la realidad finita por sus causas primeras y últimas. Dicho conocimiento deriva del asombro suscitado en el espíritu humano por la contemplación natural de las res finitae. Al respecto se pueden citar las palabras de santo Tomás: «Hay en el hombre un deseo natural de conocer la causa cuando se intuye el efecto, y de esto surge la admiración en los hombres»13. Sin asombro el hombre no puede abrirse a nuevos horizontes de conocimiento, cae en la repetitividad y se vuelve incapaz de vivir una existencia verdaderamente personal. Es el asombro frente a la realidad fuera de su mente el que impulsa al filósofo a la contemplación de la verdad, a la búsqueda del fin último y del sentido de la vida.

Cf. JUAN PABLO II, Fides et ratio, nn. 55, 61, 84 (AAS 91 (1999/1) pp. 48, 53, 71) JUAN PABLO II, Fides et ratio, n. 56 (AAS 91 (1999/1) p. 50): «Fides ipsa rationem lacessit ad omnem secessionem deserendam et ad omnia periclitanda, ut persequatur quae pulchra, bona veraque sunt. Fides sic rationis fit certus atque suadens advocatus». 13 S. TOMÁS, S.Th., I, q. 12, a. 1: «Inest enim homini naturale desiderium cognoscendi causam, cum intuetur effectum; et ex hoc admiratio in hominibus consurgit». 11

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La teología, por su parte, se organiza como scientia fidei a la luz de un doble principio metodológico: el auditus fidei y el intellectus fidei. Con el primero, asume los contenidos de la Revelación tal y como han sido explicitados progresivamente en la Sagrada Tradición, la Sagrada Escritura y el Magisterio vivo de la Iglesia14. Con el segundo, la teología quiere responder a las exigencias propias del pensamiento mediante la reflexión especulativa. La filosofía ofrece un invalorable apoyo respecto a ambos principios, pero en particular hay que señalar que si el intellectus fidei desea incorporar toda la riqueza de la tradición teológica, deberá recurrir a la metafísica del ente, que considera la realidad en sus estructuras metafísicas, causales y comunicativas15. El recurso a la filosofía por parte del teólogo no es algo sobreañadido y superfluo, sino necesario e indispensable. Dicho recurso no obedece a una insuficiencia de la teología sino a la debilidad del intelecto del teólogo, que desde las cosas que son conocidas por la razón natural, que es desde donde procede la filosofía, es conducido más fácilmente al conocimiento de las realidades que exceden su capacidad intelectual16. Este proceder tampoco implica una sumisión de la teología respecto de la filosofía, pues en el campo de la teología sagrada, la filosofía conserva siempre su rol de servidora en orden a una mayor evidencia (ad maiorem manifestationem17), dentro de lo posible, de los contenidos que se transmiten.

Cf. CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución Dogmática Dei Verbum sobre la divina Revelación, n. 10; JUAN PABLO II, Fides et ratio, n. 55, 65 (AAS 91 (1999/1) pp. 49, 55). En este orden cabe destacar la valoración que hacía el entonces Cardenal J. Ratzinger del pensamiento de santo Tomás como una filosofía abierta, capaz de acoger el fenómeno bíblico en toda su radicalidad, cf. J. RATZINGER, «La interpretación bíblica en conflicto. Sobre el problema de los fundamentos y la orientación de la exégesis hoy», en L. Sánchez Navarro y C. Granados (ed.), Escritura e interpretación. Los fundamentos de la interpretación bíblica, Madrid, Palabra, 2003, pp. 19-54 (p. 46). 15 Cf. JUAN PABLO II, Fides et ratio, n. 97 (AAS 91 (1999/1) p. 81). Para la implicancia de la metafísica tradicional en la especulación teológica, cf. C. CARDONA, Metafísica de la opción intelectual, pp. 261-283; L. CLAVELL, «La metafísica como instrumento de la ciencia teológica», en J. J. Rodríguez Rosado – P. Rodrigues García (dir.), Veritas et sapientia. En el VII Centenario de Santo Tomás de Aquino, Pamplona, Ediciones Universidad de Navarra, 1975, pp. 231-247. También puede verse M.-D. PHILIPPE, «¿Cómo la fe cristiana reclama una metafísica?», en La Filosofía del cristiano, hoy (vol.1), Córdoba, Universidad Nacional de Córdoba, 1980, pp. 359-371. 16 Cf. S. TOMÁS, S.Th., I, q. 1, a. 5, ad 2. Torrell señala que en este texto santo Tomás invita más bien a la colaboración y recuerda la ley de la manuductio, que es también la ley tanto de la Encarnación como de la creación, y que obliga a pasar por lo visible para llegar a lo invisible, cf. J.-P. TORRELL, «Le savoir théologique chez saint Thomas», RThom 96 (1996) 355-396 (pp. 370-371). Para el papel de manuductio de los afectos a la contemplación de Dios, cf. S.Th., II-II, q.180, a.4. 17 Cf. JUAN PABLO II, Fides et ratio, n. 77 (AAS 91 (1999/1) pp. 65); S. TOMÁS, S.Th., I, q. 1, a. 5, ad 2. 14

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Ahora bien, el rigor de la especulación teológica presupone la rectitud de la mirada filosófica. No puede haber una sana teología sin una filosofía verdadera. Por eso Fides et ratio enumera tres exigencias arduas y estimulantes que la fe presenta a la investigación filosófica contemporánea para que esté en consonancia con la Palabra de Dios18: a) la filosofía debe reencontrar su «dimensión sapiencial de búsqueda del sentido último y global de la vida»; b) la filosofía debe «verificar la capacidad del hombre de llegar al conocimiento de la verdad»; c) la filosofía debe tener un «alcance auténticamente metafísico, capaz de trascender los datos empíricos para llegar, en su búsqueda de la verdad, a algo absoluto, último y fundamental». En este sentido, Juan Pablo II propone como uno de los grandes retos al final del segundo milenio «el paso, tan necesario como urgente, del fenómeno al fundamento»19. Reafirmando la verdad de la Revelación, la encíclica intenta devolver al hombre contemporáneo la auténtica confianza en sus capacidades cognoscitivas y ofrecer a la filosofía un estímulo para que pueda recuperar y desarrollar su plena dignidad. Acogiendo la valiosa herencia de la Tradición de Oriente y Occidente, consideramos que el pensamiento de los Padres y de los autores Medievales puede contribuir eficazmente a ese propósito. fr. Juan José HERRERA o. p.

Cf. JUAN PABLO II, Fides et ratio, nn. 81-83 (AAS 91 (1999/1) pp. 68-70). JUAN PABLO II, Fides et ratio, n. 83 (AAS 91 (1999/1) p. 70). Más adelante, siempre en el mismo número, el Papa expresa lo siguiente: «Si metaphysicae partes tantopere extollimus, hoc ideo accidit quod persuasum Nobis habemus necessariam hanc esse viam ad statum discriminis superandum, in quo hodie philosophia magna ex parte omnino versatur, et ad quosdam improbos nostra in societate diffusos emendandos mores». 18

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