92. JUAN BAUTISTA DE LA SALLE, LAS ESCUELAS CRISTIANAS Y LA FORMACION DE LA ESCUELA MODERNA

June 7, 2017 | Autor: Jorge Eduardo Noro | Categoría: Foucault and education, Educación, Historia de la Educación, Escuela, La Salle
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MATRIZ DE LA ESCUELA MODERNA DR. JORGE EDUARDO NORO

JUAN BAUTISTA DE LA SALLE, LAS ESCUELAS CRISTIANAS Y LA MATRIZ DE LA ESCUELA MODERNA

PROF.DR. JORGE EDUARDO NORO [email protected]

 El recorrido constitutivo y genealógico de la matriz va definiendo el final de su periplo histórico. El formato de la escuela moderna va encontrando – en los albores del siglo XVIII – su configuración definitiva, aunque siga en posesión exclusiva de las iglesias de las diversas confesiones. No obedece a ninguna planificación a priori y racional, sino que su recorrido genealógico ha permitido comprobar que se ha conformando con el paso del tiempo y las condiciones del contexto histórico. La escuela encuentra su lugar en el paisaje moderno al depositar la máquina de educar en manos del Estado y al servicio de su poder y sus intereses. Si bien opera como generadora de las estructuras modernas a las que da a luz en el tiempo indicado, no parece haber anticipado su constitución como matriz, no se construye sobre la conciencia de sus posibilidades y el encadenamiento de sus decisiones y producciones, sino que se reconoce en el proceso mismo de su maternidad y de la filiación, generando se genera a sí misma y haciendo, descubre su ser.  Mientras Erasmo, Martín Lutero, Juan Calvino, el Concilio de Trento y Juan Amos Comenio PROCLAMAN LA NECESIDAD DE LA EDUCACIÓN y reclaman la reapertura, la transformación y la difusión de las escuelas, al mismo tiempo que – en mayor o en menor medido – contribuyen a definirla en términos modernos, ajustándose a las demandas del clima de la Reforma, Ignacio de Loyola, José de Calasanz y Juan Bautista de La Salle CONTRIBUYEN EFICAZMENTE A CONSTITUIRLA en los diversos estratos sociales, niveles y geografías. Con ellos la escuela se vuelve una institución reconstituida que se instala con derecho propio en el escenario de la civilización moderna. Todos ellos, sin embargo, se encuentran con la escuela: no salen a buscarla. En algunos opera un propósito netamente instrumental: en un siglo de reformas es necesario hacer uso de todo lo que pudiera transformar, expandir y consolidar las ideas y las instituciones escolares se convierten en una prolongación necesaria del púlpito y de la iglesia, de los rituales y de los preceptos, factor determinante de la nueva configuración social. En los fundadores se produce otro fenómeno compartido: todos, en algún momento, optan por una actividad pastoral y evangelizadora que los deposita al pie de las necesidades educativas y de las instituciones escolares: Ignacio Loyola deliberando con los primeros miembros de la Compañía, José de Calasanz como miembro de las Cofradías en los barrios de Roma, Juan Bautista de La Salle en Ruen. La necesidad de los más pobres, las urgencias de determinados sectores sociales, las demandas de una mejor educación en escuelas verdaderas van definiendo la voluntad de cada uno de ellos y terminan precisando y armando fundación a fundación el sentido de su actividad y el

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desarrollo del proyecto1. La escuela se erige al calor de las solicitudes y, a medida que se consolida, permite construir sobre ella nuevas estructuras: Calasanz reconoce y utiliza el aporte de los jesuitas; la Salle – casi un siglo después – no los puede desconocer a ambos, y aunque no hace mención de sus predecesores es quien le da la vuelta final al proceso.  Pero, además, la centralidad de la escuela como instrumento educativo se cristaliza en un proceso muy particular que la hace salir lentamente desde el interior de las iglesias al complejo escenario de las ciudades. (1º) Ignacio de Loyola suma a sus actividades pastorales la presencia de los miembros de la Compañía en los Colegios: la función educativa escolar no es privativa sino complementaria y fruto de discusiones internas que terminaron aceptándola como aporte necesario. (2º) José de Calasanz mantiene en sus compañeros y seguidores su carácter sacerdotal, pero a la orden la destina exclusivamente a la misión educativa en las Escuelas Pías: dignifica la tarea porque no sólo supone y exige una preparación para el ejercicio de la función como maestros, sino que presupone maestros que tienen el agregado de una vocación sacerdotal que refuerza – desde la espiritualidad y la función de pastores de la iglesia – el desempeño como educadores. (3º) Juan Bautista de la Salle, a las demandas de educación que su tiempo formula, responde con agentes religiosos (hermanos consagrados por votos) pero sin convertirlos en sacerdotes. Si Calasanz debía luchar para lograr que los miembros de su Orden no aceptaran otra tarea que la de ser educadores de los niños y de los jóvenes, La Salle clausura estas posibilidades al restringir el ejercicio de su vida religiosa consagrada a la tarea de educar en las Escuelas Cristianas. No inhabilita los vínculos con la iglesia o con los rituales del templo, pero le crea una autonomía que permite cerrar el círculo constitutivo de la matriz.  En este sentido, entre la imagen germinal de la escuela de la Reforma y de la Contra-reforma y la educación moderna en manos del Estado, las Escuelas Cristianas de Juan Bautista de la Salle representan un paso necesario y determinante para convertir aquel ideal en una posibilidad universal, a través de la figura de maestros que, aunque religiosos (como una forma de entrega absoluta a la misión) no asumían ni el valor social, ni las posibilidades pastorales de los sacerdotes. De alguna manera la escuela abandona la iglesia y se instala en el paisaje universal de la modernidad: en el contexto del siglo XVIII se vuelve una presa codiciada para un Estado absolutista, con aires de despotismo, que sueña con enriquecer sus fantasías de dominio universal con los bellos sonidos de las nuevas ideas de la Enciclopedia y la Ilustración. QUERRIEN, al proponer una profundización de la línea de su investigación, señala: “Se trata de continuar esclareciendo la cara oculta de la institución escolar. Tentativa que puede continuarse con la lectura de los manuscritos de Juan Bautista de La Salle y la clasificación de los orígenes de su institución, con el estudio de las prácticas pedagógica de los jesuitas y de otras congregaciones religiosas (…) con el análisis de la influencia efectiva de las prácticas pedagógicas en la enseñanza anterior a la Revolución”. (1979: 165) 2

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Aunque excede las posibilidades y los alcances de la presente investigación es curioso comparar los procesos que llevan a cada uno de los Fundadores a la actividad en las escuelas y a la formulación – casi al mismo tiempo – de las Constituciones internas y de los Reglamentos para las Instituciones educativas: en este sentido es oportuno revisar el período de Ignacio de Loyola y de sus seguidores, entre 1540 y 1550, los momentos claves de José de Calasanz entre 1590 y 1600, y el período decisivo de La Salle, entre 1675 y 1685. A estas deliberaciones interiores (y/o comunitarias) deberían sumárseles los acontecimientos o personajes providenciales – generalmente exagerados por los hagiógrafos – que se cruzan en la vida de cada uno de ellos y que operan como disparadores de la decisión. Además es oportuno señalar que las ideas innovadoras en el seno de las Instituciones son siempre presencias nuevas y cuerpos extraños que suele generar resistencias, condenas y persecuciones. En ningún momento la historia está aguardando la llegada de los fundadores. 2 El impacto no fue solamente cualitativo, sino también cuantitativo: Los Hermanos de las Escuelas Cristianas se convirtieron en la mayor congregación de enseñanza de Francia con 121 comunidades y mas de 1000 Hermanos. Al morir La Salle existían 36 escuelas de la orden. (BOWEN, 1985: III, 168), cifra que se sumaba a la expansiva presencia de la Compañía de Jesús por todo el mundo conocido, y a la multitud de Escuelas Pías que fueron creando los

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 Una de las razones para privilegiar la matriz eclesiástica ha sido el soporte homogéneo sobre el que trabaja. La iglesia adquirió una naturaleza universal, se extendió – a lo largo de la edad media y en la modernidad – a todas las geografías y se afincó en todos los sectores, y obtuvo una presencia legítima y uniforme en todos los ámbitos. No se trata de una estructura – como la militar o la jurídica – que se recrea en cada sitio, respondiendo al mismo patrón cultural, sino que se trata de la misma estructura con los mismos recursos que se extiende y se expresa en todos los terrenos: los templos, los sacerdotes, el credo, el cuerpo dogmático y doctrinal, la referencias morales y axiológicas, las construcciones simbólicas, las oraciones, los rituales: todo se difunde por doquier y todo mantiene el mismo formato. Aun cuando se trate de una Iglesia dividida, la combatida, discutida y finalmente conquistada libertad de confesión y de conciencia habilitó a todas las iglesias por igual, otorgándole la misma catolicidad (como derecho, no siempre de hecho). Al hablar de la matriz eclesiástica de la escuela sabemos que trabajamos con ese principio legitimador. Eso es lo que relativiza – sin desconocerlas - otras iniciativas innovadoras e igualmente importantes que se produjeron en los albores de la modernidad3.  Las órdenes religiosas crecieron al calor de esta misma catolicidad y homogeneidad: al crear las escuelas, se crearon o se re-crearon a sí mismas, y al expandirse pudieron asentar su presencia – como prolongación de la iglesia – en todos los lugares, porque las habilitaba la aprobación oficial y el formar parte de ella. Esa educación universal en escuelas universales que soñaba Comenio fue posible sobre la base del pasaporte que le otorgaba a los portadores de la novedad la institución eclesial. En el caso de las órdenes religiosas se produjo un agregado adicional: tenían autonomía, se manejaban dependiendo del poder central que le ha otorgado legitimidad al crearlas, y acordaban con las autoridades religiosas y civiles del lugar su presencia y funcionamiento. La escuela moderna nace de una matriz universal que tiene todas las credenciales para dar a luz en las más diversas geografías, y que por ello mismo se exhibe como una matriz dinámica que se recrea con las diversas producciones e innovaciones, hasta alcanzar el formato definitivo. Toda educación es un esfuerzo continuo para imponer al niño maneras de ver, de sentir y de actuar. El sistema escolar moderno es pues una de las formas históricas que adoptó estas formas de ver, de sentir y de actuar, a las que los niños no hubieran llegado espontáneamente, a partir de la Edad Moderna. ”Y en esas formas históricas tuvieron que ver directamente jesuitas, escolapios y lasallanos en un período en que las guerras de religión desgarraba a Europa”. (VARELA – URIA, 1991: 283)

01. LA SALLE Y SU PRESENCIA EN LA MATRIZ, EN LA FORMACIÓN DE LA ESCUELA  La figura de Juan Bautista de la Salle,4 a diferencia de José de Calasanz, tiene una presencia mas destacada en las Historias y en los estudios de la Educación, ya que abundan las referencias en muchos de seguidores de Calasanz, junto con otros aportes menores (iniciativa de los Obispos y de las parroquias y otras congregaciones religiosas) 3 No se pueden silenciar los aportes de Juan Sturn (1507 – 1589), Wolfang Ratque (1571 – 1635), Juan B. Andreae (1586 – 1654), Peter Ramus (1515 – 1572) y otros educadores, cuyas contribuciones no llegaron a expresarse en un verdadero sistema educativo, aunque aportaron ideas y promovieron acciones. El primer antecedente político registrado de educación obligatoria para todos desde la edad de cinco años ocurrió en el principado de Gotha en 1642, bajo el gobierno del luterano Ernesto el Pío y la inspiración de Wolfgang Ratke. Poco después, Samuel Hartlib, un mercader polaco, el mismo que convocó a Comenio para que ensayara la aplicación de sus ideas en Inglaterra, propuso al Parlamento, en su obra London's Charity Enlarged (1650), extender la educación a los pobres. 4 Para trabajar el pensamiento, los escritos y los aportes de Juan Bautista de La Salle debíamos enfrentarnos con una seria disyuntiva: multiplicar las referencias y concentrar el desarrollo, o certificar paso a paso el cruce de las fuentes primarias y secundarias consultadas. Hemos creído oportuno mantenernos fiel a nuestra metodología y aun suponiendo que el desarrollo se extendiera, consideramos necesario sumar a las numerosas referencias de FOUCAULT y QUERRIEN, el pensamiento y los escritos originales del autor para contextualizar sus afirmaciones y no fragmentarlas

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ellos (BOWEN, 1985: III, 165 – 168; ABBAGNANO-VISALBERGHI, 1979: 312; ARIES – DUBY, 1992, V: 179-191; DUSSEL-CARUSO, 1999: 72 - 79; LAMANNA P., 1964, III: 114), como una continuidad histórica de las acciones de la Iglesia Católica iniciadas por los Jesuitas en el siglo XVI. La vida de Juan Bautista de La Salle exhibe un periplo análogo al de José de Calasanz, especialmente en el descubrimiento de la misión educativa, la constitución de la orden religiosa, la expansión de las escuelas y los ataques y los conflictos que debió afrontar para defender las Escuelas y la Orden religiosa. 5 Frente a los menguados aportes que en torno a determinadas tesis que avalan procesos argumentativos específicos. Juzgamos, además, que el cruce de las fuentes habilita la circulación de pensamientos e ideas que suelen transitar por andariveles paralelos e incomunicados. No podemos dejar de señalar que resulta un verdadero hallazgo comprobar y exhibir la genealogía de los mínimos detalles que constituyen las prácticas de las escuelas modernas y que se muestran (a quienes quieren verlos) en las diversas páginas de los documentos consultados. Hemos citados las fuentes principales respondiendo al siguiente criterio: (1º) REGLAS, para mencionar las Reglas de cortesía y urbanidad cristiana (1703) con la indicación sucesiva de sus diversas partes, capítulos, artículos; y GUIA, al presentar la Guía de las escuelas cristianas (1706 y 1720) también con la indicación progresiva de sus partes, capítulos y artículos. 5 Juan Bautista de La Salle: (1º) nació en la ciudad de Reims el 30 de abril de 1651. Su padre era un hombre de Leyes, magistrado de la audiencia de Reims. En octubre de 1661 concurrió a la escuela cristiana de su ciudad natal, el colegio Des Bons Enfants, cuyas instituciones y personas iban a influir sobre él durante ocho años. (2º) A los 15 años de edad recibió el nombramiento de canónigo en el cabildo de Nuestra Señora de Reims. Aunque en las costumbres de aquel tiempo, y aún en la legislación, no se requería el sacerdocio para el canonicato, Juan Bautista prosiguió sus estudios: dos cursos de teología en la universidad de Reims. Y después pasó a París, para ingresar al seminario de San Sulpicio, que debía darle una regla, un método, una ascética. (3º) Debió abandonar el seminario porque habían muerto sus padres y tenía que hacer frente, a sus veintiún años, del cuidado de seis hermanos. (4º) El sacerdocio tardó en llegar. Hubo vacilaciones, luchas, y la intervención de personas de autoridad. El 9 de abril de 1678 recibe el presbiterado en su ciudad natal. (5º) Muerto Nicolás Roland, su protector, fue designado como su albacea. No se hizo solamente cargo de la administración de sus bienes sino eligió continuar trabajando en sus tareas; por lo que se refería a la juventud femenina, sacar adelante la Congregación de Hermanas del Niño Jesús, que el difunto había fundado; y por lo que se refería a los niños, había que hacerlo todo. Cumplir el segundo encargo iba a ser la labor de toda su vida. (6º) En 1679, tuvo un encuentro con el Sr. Adrián Nyel. Con la ayuda brindada a Nyel y a sus profesores, La Salle inició su contacto con el mundo de la escuela y de la educación. La primera escuela lasallana se abrió el 15 de marzo de 1679 en la ciudad de Reims (Parroquia de San Mauricio). El espíritu inquieto de Adrián Nyel lo llevó a abrir nuevos centros educativos en otras ciudades, lo que ocasionó el descuido y abandono de los profesores de Reims. La Salle, atento a la obra que él había ayudado a establecer, se hizo cargo de los maestros: les dio formación religiosa y pedagógica, les indicó un horario, y trató de organizarlos. (7º) El 24 de junio de 1681, el canónigo De la Salle sentó a la mesa, juntamente con sus hermanos, aquellos humildes, simples y vulgares maestros de las escuelas parroquiales de Reims. La familia se alarmó e inició una ofensiva: presionó, amenazó, insistió, volvió a la carga, quitándole derechos familiares. Al año siguiente abandonó su propio hogar para irse a vivir con sus maestros en la casita de la calle Nueve. Esa es la fecha de fundación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, aunque el nombre sea adoptado posteriormente. (8º) Al frente de aquel grupo de maestros Juan Bautista de la Salle descubrió que su cargo de canónigo le otorgaba privilegio y le robaba tiempo, y mientras los maestros tenían que mirar a su porvenir fiándose únicamente en su trabajo, La Salle tenía su beneficio y su fortuna personal para cualquier sobresalto que pudiera sobrevenir. Decidió vivir la vida de sus maestros en toda su integridad, renunciando a la canonjía y a su fortuna personal, y lo hizo llevando ambas cosas hasta las últimas consecuencias. (9º) Los maestros pidieron una regla, pero el prefirió que esta regla fuera hecha entre todos. El 9 de mayo de 1684 se abrió la primera reunión de la nueva Congregación. Como resultado de ella el 27 de mayo, doce discípulos, con Juan Bautista a la cabeza, hicieron sus primeros votos (se trataba sólo del voto de obediencia por un año). (10º) Por vez primera en la historia de la Iglesia nacía un Instituto única y exclusivamente de hermanos. Y esta nueva orden – que convocaba a los maestros convocados por La Salle para constituirse en asociación religiosa - estaba destinada a dar nueva respuesta a la educación de los niños y de los jóvenes, con un método pedagógico nuevo y con maestros especialmente preparados para esa función. (11º) En 1703, inició la Escuela Dominical para atender a los jóvenes obreros de todos los barrios de París. Además de la formación religiosa, recibían cursos de escritura, matemáticas, geometría y dibujo. En 1705, en Rouen abrió un internado para formar, cristiana y académicamente, a los jóvenes de la burguesía, la enseñanza era gratuita aunque los alumnos pagaban su pensión. A solicitud de las autoridades civiles, se abrió un centro especializado para atender a muchachos difíciles, díscolos e

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despiertan el pensamiento y las obras de Calasanz, adquiere relevancia el desarrollo que del mismo realizan Michel FOUCAULT (1989) y Anne QUERRIEN (1979) porque ambos descubren en Juan Bautista de La Salle y en los Hermanos de las Escuelas Cristianas los caracteres más destacados de la Escuela Moderna como instrumento de disciplinamiento y control. Según Foucault – que hace menciones mínimas de los representantes anteriores y desconoce la historia precedente de la escuela6 – el verdadero creador de esta escuela moderna sería Juan Bautista de la Salle, ya que consciente o involuntariamente es el supuesto mentor de una técnica o método de dominación cuya novedad se correspondía al articular obediencia y utilidad. Se trataba obtener de los individuos a cambio de una capacitación escolar, la inserción económica y social, asociada a una estrategia de sujeción y docilidad. El apogeo pedagógico del Siglo XVIII dio forma a una manera de hacer dóciles a los hombres, y con ello a la posibilidad de una regulación especial entre la utilidad, progresivamente adquirida por el individuo que aprende una profesión, y la estructura de dominación - en este mismo proceso (de aprendizaje) - por parte de los mecanismo de poder, a través de una observación hecha de detalles. 7 Juan Bautista de La Salle abrió - junto con otros religiosos – escuelas y casa para niños pobres y generó un sistema para alentar a las familias a mandar a sus hijos a las escuelas y para ello fundó en 1698 (un siglo después de la primera obra José de Calasanz y de la puesta en vigencia de la Ratio Studiorum) la Sociedad para la promoción del conocimiento cristiano. Profundizando la intratables. (12º) El Instituto se desarrollaba, crecía, se extendía por toda Francia, pero el fundador comenzó a vivir una vida de continuas persecuciones. Entró en conflicto con una serie de intereses: chocó ante todo con el monopolio de los maestros que entonces ejercitaban la enseñanza se sintieron heridos en sus intereses. Los enfrentamientos asumieron diversas formas: asaltos violentos a las escuelas, calumnias, libelos ofensivos o interminables pleitos, con sentencias desfavorables. Los maestros calígrafos, que enseñaban a escribir cobrando por ello, empezaron a quedarse sin alumnos porque los Hermanos no cobraban y enseñaban mejor. Comenzaron a molestar a los Hermanos, entrando a sus clases rompiendo y quemando mesas, bancos y todo lo demás y, finalmente, llevaron a juicio a La Salle. Se trataba de hacerles la vida imposible, poniendo en riesgo la continuidad del instituto. (12º) La Salle debió defender algo más que su derecho a ejercitar la enseñanza: la idea misma del Instituto. Lo que él intentaba hacer chocaba demasiado con las ideas vigentes y, los eclesiásticos y las autoridades civiles, muchos amigos verdaderos de las Escuelas Cristianas, intervenían para darle consejos e imponer otros criterios. (13º) En pleno período del jansenismo francés, la Obra de La Salle recibió otros ataques; se utilizaron todo: la habilidad, el halago, la argumentación doctrinal, las amenazas, la coacción, y cuando todas estas armas fallaron, el jansenismo decretó una guerra a muerte al fundador y a su Instituto. Hubo choques en Marsella, en París, en Rouen. (13º) No faltaron tampoco problemas internos que se produjeron al calor de hermanos inadecuadamente incorporados a las comunidades, o aquellos que cedían a los diversos ataques, lo abandonan e incluso lo traicionan. (14º) Evaluando la suma de las dificultades vividas, la Salle optó por retirarse del gobierno y pasó unos meses al margen de la vida de la Congregación. Una reconocida carta que los hermanos le escribieron pidiéndole que volviera a ponerse al frente de ellos, determinó su regreso: "Teniendo a la vista la mayor gloria de Dios, el mayor bien de la Iglesia y de nuestra sociedad, reconocemos que es de una extrema necesidad que usted vuelva a tomar el cuidado y la dirección de la santa obra de Dios que es también suya, pues gustó al Señor servirse de usted para establecerla y conducirla desde hace tanto tiempo” (15º) En mayo de 1717 se hizo la elección de un nuevo superior y quedó elegido el hermano Bartolomé. El capítulo continuó trabajando y se fijaron las reglas definitivas de la Congregación en 1718, estableciendo que el Superior General debía ser un Hermano y no un Sacerdote. La Salle se convirtió en un Hermano más, y el 4 de abril de 1719 murió a los sesenta y ocho años de edad. 6 Aún descubriendo en La Salle uno de los representantes más importantes en la producción de metodología de control, Foucault no hace un seguimiento de la práctica escolar anterior, de cómo estaba mal visto y en desuso toda referencia a la educación, o de la profesión también sospechada del maestro durante el siglo XVI. Enseñar era un oprobio, y el maestro no distaba mucho de ser considerado un embustero y pegador de niños. El látigo aparecerá a lo largo de los siglos XV, XVI y XVII como el símbolo constitutivo de la enseñanza. Algunos maestros conformaban su escudo con “un maestro sentado, que tiene un azote, y sobre las piernas, un libro abierto. A un lado se halla un niño arrodillado con su libro en la mano, y al otro lado, uno de pie, que dice de memoria la lección” Para el año 1597 Shakespeare estrenaba Ricardo II, y en esta obra, la Reina hará la siguiente comparación frente a la debilidad de su esposo al que pretenden usurparle la corona, "Vos como un escolar, ¿aceptáis el castigo?, ¿besáis, sumiso, el látigo, y laméis la cólera con la más vil humillación?”. (NOZICA G., 2002) 7 Cfr. NOZICA Gustavo (2002)

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metodología de trabajo de sus antecesores fue el que maximizó la relación entre el maestro y el grupo de alumnos, trabajando todos con el mismo libro y en actividades directa y simultáneamente monitoreadas por el educador. Profundiza a pedagogía del detalle, con minuciosos controles de la actividad educativa y con ritualizadas relaciones entre el maestro, el grupo y los alumnos. El silencio se convirtió en un factor determinante en el aula y en la escuela, para detectar conductas trasgresoras y para sostener el monopolio del maestro y del uso de la palabra. Establece también una serie de formas disciplinarias individualizadoras como la vigilancia constante del cuerpo infantil y del cuerpo docente, (DUSSEL – CARUSO, 1999:74) 8  “El detalle era desde hacía ya mucho tiempo una categoría de la teología y del ascetismo: todo detalle es importante, ya que a los ojos de Dios, no hay inmensidad alguna mayor que un detalle, pero nada es lo bastante pequeño para no haber sido querido por una de sus voluntades singulares.9 En esta gran tradición de la eminencia del detalle vendrán a alojarse, sin dificultad, todas las meticulosidades de la educación cristiana, de la pedagogía escolar o militar, de todas las formas finalmente de encauzamiento de la conducta. Para el hombre disciplinado, como para el verdadero creyente ningún detalle es indiferente, pero menos por el sentido que en él se oculta que por la presa que en él encuentra el poder quiere aprehenderlo. Característico de este gran himno a las cosas pequeñas y a su eterna importancia, cantado por Juan Bautista de La Salle, en su Tratado de las obligaciones de los hermanos de las Escuelas Cristianas. La mística de lo cotidiano se une en él a la disciplina de lo minúsculo. (…): cosas pequeñas, pero grandes móviles, grandes sentimientos, gran fervor, gran ardor y, por consiguiente, grandes méritos, grandes tesoros, grandes recompensas. La minucia de los reglamentos, la mirada puntillosa de las inspecciones, la sujeción a control de las menores partículas de la vida y del cuerpo darán pronto dentro del marco de la escuela, del hospital o del taller, un contenido laicizado, una racionalidad económica o técnica a este cálculo místico de lo ínfimo y de los infinito.” (FOUCAULT, 1989: 143)  La Salle se encuentra – en Francia – con un panorama muy similar al que descubrieron Calasanz en Roma y Comenio en diversos lugares de Europa. Casi todos los maestros, eran gentes sin educación, y los mejores eran aquellas personas que se habían quedado en los primeros peldaños de estudios eclesiásticos. Muchas parroquias de las grandes urbes, contaban con escuelas para niños pobres pero carecían de auténticos educadores que enseñaran a cultivar los valores cristianos. Flotaba en el ambiente el miedo por parte de los niños porque muchos maestros respiraban amargura y rencor, y generaban más rechazo que adhesión a la escuela y a la educación. Existían tres clases de escuelas populares: (1) Escuelas menores. (2) Escuelas de escritura. (3) Escuelas de caridad.10 En las dos primeras, dependientes de un delegado episcopal, tan solo se enseñaba a leer y escribir, y los maestros percibían una retribución de los propios alumnos. Las Escuelas de caridad, dependían de las parroquias y eran gratuitas, pero el sueldo de los maestros lo pagaban los propios párrocos. En cuanto a la organización y ubicación, bastaba un rótulo a la entrada de una casa: “Aquí, se enseña a leer, escribir, contar”. El sistema era individual y de esta manera, la instrucción llegaba a los 8

DUSSEL Inés, CARUSO Marcelo (1999) Cfr. Los aportes de LEIBNIZ G. (1980), con sus referencias a los mínimos componentes metafísicos de la realidad, su cálculo infinitesimal y su principio de razón suficiente que lo lleva a proclamar el optimismo absoluto con respecto al mundo, la historia y la realidad. 10 En París – como en otras ciudades francesas - las escuelas de caridad existían desde 1650: las 43 parroquias habían sido divididas en 167 distritos escolares, cada uno con una escuela para niños y otra para niñas. Pero rápidamente entraron en decadencia. En algunas parroquias, la idea volvió a surgir y abundaron las nuevas creaciones para beneficiar a los niños notoriamente pobres y mantenidas por una Asamblea de Caridad que no sólo vigilaban la asistencia de los alumnos y el cuidado de su salud, sino que visitaban a las familias para certificar el buen uso de las limosnas y de la caridad. (QUERRIEN, 1979: 24). Sin embargo, la constante de todas estas iniciativas era la falta de continuidad de los proyectos, que terminaban agotándose en pocos años. La presencia de La Salle en muchos lugares representaba una respuesta al llamado de los Párrocos o de las autoridades solicitando fundar sus Escuelas Cristianas, para sustituir iniciativas agotadas. 9

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alumnos a destiempo y de manera desordenada, ya que muchas horas quedaban sin ocupación alguna. Se generaba indisciplina y falta de asistencia. En la ciudad de Reims existían cuatro o cinco escuelas populares (una por barrio) y dos colegios de pago: el colegio de los Jesuitas y el Bons Enfants.11 Para los más privilegiados, existía una Universidad con tres facultades: Teología, Medicina y Derecho. Dos tercios de la población de Francia vivía fuera de las ciudades (pueblos y aldeas, de menos de 300 habitantes) lo que dificultaba la creación de escuelas. La pobreza y la ausencia de cualquier protección social multiplicaban la presencia de los numerosos los chicos que vagabundeaban por las calles y plazas de las ciudades. Éste fue el mundo y el contexto en el que se movió La Salle: luchó a brazo partido durante toda su vida por fundar y mantener las escuelas gratuitas para que los niños de los artesanos y los pobres recibieran educación, y tuvo que esforzarse mucho para cambiar los esquemas mentales y se este modo: (1º) se reconociera el valor de la educación y de la escuela para todos, especialmente los más desprotegidos; y (2º) se valorizara a los maestros de escuela, superando la concepción social que los juzgaba similares o menores que los siervos o lacayos.  La determinación efectiva de hacerse cargo de la Educación y de la Educación de los más pobres despertó por la presencia de Adrián Nyel, maestro de los niños recogidos en el Hospital y Administrador General del Servicio de los Pobres en Ruán: había abierto allí cuatro escuelas entre 1661 y 1669 para sustituir a las antiguas Escuelas de Caridad y utilizando como maestros a los enfermeros del mismo hospital.(QUERRIEN, 1979:23) La obra educativa y de caridad recibía el respaldo económico de numerosas familias y mujeres piadosas que contribuían en su mantenimiento. En el primer encuentro le pidió ayuda para abrir escuelas para niños pobres en Reims, replicando las que ya funcionaban en Ruán. Adrián Nyel era un buen cristiano, dotado de excelentes cualidades para la catequesis, sabía hacerse escuchar por sus discípulos y mantenía el buen orden en las escuelas. La señora de Maillefer, que había sido la mentora de la idea y que había dirigido una carta especial para La Salle, se ofreció a pagar el sueldo de dos maestros para que se abrieran dos escuelas en la ciudad. Antes de dar respuesta a la iniciativa, Nyel y La Salle visitaron al párroco de San Mauricio para proponerle el plan. La primera escuela se puso en marcha, y fue el mismo Nyel el que reclutó a los jóvenes interesados en hacerse hábiles maestros. La Salle respaldaba la iniciativa aunque su presencia fue por un tiempo de acompañamiento y mera ayuda: "Yo me había imaginado - afirmaba en un Memorial - que el cuidado que yo tomaba de las escuelas y de los maestros no dejaría de ser puramente exterior y que no me llevaría más allá de la solicitud que yo desplegaba para asegurar su subsistencia y velar porque ejercieran su empleo con piedad y aplicación. Anteriormente yo no había pensado en ello, y no ciertamente porque no me lo hubieran propuesto, pues algunos amigos habían tratado de inspirármelo. Pero la idea no había logrado penetrar en mi espíritu, ni llegué jamás a concebir la idea de realizarla. Tanto es así que si yo hubiera podido barruntar que el cuidado de simple caridad que yo tomaba por los maestros de escuela me iba a llevar hasta obligarme a vivir con ellos, lo hubiera abandonado; pues por reacción natural yo consideraba como inferiores a mi lacayos a quienes me veía precisado a emplear en las escuelas, sobre todo en los comienzos; la sola idea de que hubiese tenido que vivir con ellos me habría resultado insoportable y efectivamente experimenté gran repugnancia cuando en los comienzos les hice venir a mi casa, lo cual duró dos años. Yo creo que debió ser ésa la razón por la cual Dios, que todo lo dispone con sabiduría y suavidad y que no acostumbra forzar la inclinación de los hombres, queriendo 11

Los padres de Juan Bautista de La Salle lo matricularon en el colegio Bons Enfant, dependiente de la Universidad. Su familia no optó por el colegio de los Jesuitas aunque gozaba de mayor prestigio. El Colegio elegido cobraba una cantidad sustanciosa por la enseñanza impartida y esto lo convertía en un centro escolar de élite, al que concurrían parientes e hijos de familias conocidas. Era una prolongación de los Colegio Universitarios que repetían sus estructuras desde los últimos siglos de la Edad Media. Sólo se admitían varones y se estudiaban las materias en latín, respondiendo a una educación clásica y tradicional. Obtuvo allí el Diploma de Maestro de Arte.

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inducirme a ocuparme enteramente de las escuelas, lo hizo de modo imperceptible y en etapas sucesivas, de modo que un compromiso llevaba a otro, sin poderlo prever desde el principio". (LA SALLE, Escritos breves)  Sin pretenderlo, La Salle se vio inmerso en la organización interna de las sucesivas escuelas creadas: la de San Mauricio (atendida por Nyel y un ayudante), la de la Parroquia de Santiago (a cargo de dos maestros contratados) y en 1680 la de la Parroquia de San Sinforiano.12 Las dificultades por las que tuvo que atravesar, le fueron obligando a pensar no sólo en la organización misma de esas sucesivas escuelas y de sus maestros, sino también en métodos y programas que mejoraran la calidad de la enseñanza. Cuando finalmente se decidió a poner en funcionamiento un verdadero proyecto educativo, comprometiendo su esfuerzo y su patrimonio, y asociándose al tipo de vida de los maestros contribuyó al nacimiento de una entidad totalmente original.13 Se trataba de un grupo de maestros cristianos, dispuesto a trabajar al servicio de los niños y jóvenes sin medios económicos. Ni la escuela, ni el oficio de maestro eran un trampolín para medrar socialmente, sino que sus principios serÁn la pobreza, la entrega y el trabajo para la promoción de los hijos de los artesanos y de los pobres. Así se sembró la semilla que, pasado el tiempo, iba a convertirse en un instituto religioso: Sociedad de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. .He aquí las razones con las que él llegó a convencerse a sí mismo a cambiar el rumbo de su propia vida, al mismo tiempo que le daba forma a la nueva organización (1682): (1º) "Me hallo con la boca cerrada y sin derecho alguno para predicarles sobre la pobreza mientras yo mismo no sea pobre” ; (2º) “Sus quejas continuarán si yo sigo siendo lo que soy y ellos lo que son, pues sigue subsistiendo la causa que la origina y yo no podré remediarla. Mi confortable renta seguirá siendo para ellos un pretexto capcioso y hasta razonable para justificar su desconfianza del presente y su inquietud respecto al futuro.” (3º) Los maestros, o todos a la vez o uno tras otro, se irán y me dejarán de nuevo con la casa vacía y con las escuelas sin nadie para ocuparse de ellas. (4º) La deserción intimidará a todos aquellos a quienes podría venir la idea de hacerse maestros de escuela y su vocación quedará como congelada. (5º) Sin maestros, las escuelas desaparecerán. (6º) Es cierto que una prebenda de canónigo no constituye un obstáculo para las buenas obras, pero, ¿es seguro que puedo ser a la vez un buen canónigo y un buen Superior de una comunidad que exige presencia continua? (7º) Debo determinarme a abandonar mi canonicato para encargarme de las escuelas y de la educación de los maestros destinados a regentarlas. (8º) “Finalmente, puesto que yo no siento inclinación por la vocación de canónigo, puedo inferir que es ella la que me ha abandonado antes que yo abandone tal estado.” (LA SALLE, Escritos Breves)

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“El modo más pronto y acaso el único para dar feliz comienzo al establecimiento de escuelas cristianas y gratuitas para niños es el de ponerlo a cubierto de cualquier contradicción confiándolo a la protección de un párroco suficientemente generoso para sostenerlo. Como tiene el derecho de insistir a sus feligreses y como su título de pastor le autoriza a procurarles maestros capacitados para enseñarles la doctrina, nadie podrá impedírselo". Por esta razón La Salle formula la propuesta al párroco: "La única condición que se os pone en este asunto es la de que aparentéis ser el autor de la escuela esta y le prestéis vuestro nombre. Casi todos vuestros parroquianos son pobres; les debéis una instrucción que ellos no pueden procurarse; se la daréis por boca del Sr. Nyel y de su joven compañero a quienes os presentamos como maestros de escuela. Acogedlos, pues, como si fueran vuestros y si la ocasión se presenta, haced ver que los habéis contratado para la instrucción de vuestros parroquianos". (LA SALLE, Escritos Breves) 13 Los Maestros convocados por La Salle no lo querían sólo como un organizador, sino comprometido totalmente con el nuevo proyecto, por eso le manifiestaban: “Os es fácil hablar así pues nada os falta, poseéis una buena prebenda y un rico patrimonio y estáis al abrigo de la indigencia. Si nuestra empresa fracasa, Vos quedáis respaldado, y la ruina de nuestro estado no afectará al vuestro. Gente sin bienes, sin rentas y hasta sin empleo ¿dónde iremos nosotros? La pobreza será nuestra suerte y la mendicidad el único medio de aliviarla". (LA SALLE, Escritos breves)

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 De esta manera la formación de los religiosos (noviciado) se convirtió también en una necesaria formación de maestros, fortaleciendo y otorgándole más identidad a las iniciativas formativas de José de Calasanz: si se determinaba – como lo establecía Comenio - el método universal más oportuno para la enseñanza de los niños, resultaba imperioso preparar a los maestros para su correcta aplicación y el buen desempeño en las Escuelas. Sobre los albores del siglo XVIII se sentaban las bases de los seminarios pedagógicos y de las Escuelas Normales que fueron creados respondiendo al mismo criterio.14 Se trataba de definir un método pedagógico que permitiera mantener ocupados a un máximo de niños con un mínimo de maestros, un método colectivo, global y simultáneo de la enseñanza y del aprendizaje que representaba una verdadera economía en el esfuerzo y una probada efectividad en los resultados. (QUERRIEN, 1979: 25)  La intención de La Salle era darle una identidad especial al oficio de los religiosos consagrados y constituidos específicamente en maestros, y ésa el la razón, también, de su hábito o uniforme. Quiso que los Hermanos se diferenciaran tanto del mundo seglar como de los clérigos incluso en su vestimenta: en septiembre de 1684, determinó adaptar la sotana negra, sin botones, cerrada con corchetes hasta la cintura; el cuello blanco de dos tablas que era común a clérigos y otras personas, calzado ordinario y sombrero de alas largas y circulares. Poco después y aconsejado por el alcalde de la ciudad, se añadió una especie de capote atado al cuello con un gancho, de anchas mangas que flotaban al aire al andar por la calle. “Este hábito singular consigue que la mayoría de los que ingresan en la Comunidad no se pregunten siquiera si la misma está asentada o no. Y los seglares miran a los miembros de este Instituto como a personas separadas y retiradas del mundo, lo cual es muy oportuno para que los Hermanos no frecuenten con facilidad, ni se relacionen con desenvoltura, con la gente seglar.” El hábito representaba una verdadera separación tanto de las costumbres eclesiásticas como de las seculares, lo que obligaba a los Hermanos a refugiarse en la propia Comunidad como referencia necesaria. (QUERRIEN, 1979: 144)  Las Escuelas Cristianas recibían prioritariamente a los niños pobres, pero muy pronto la afluencia de los niños fue importante, y a los niños pobres se le sumaron los hijos de los burgueses y de los artesanos15,

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La institución que prefigura a las escuelas formadoras de maestros en Europa es la Academia de San Carlos, fundada en Lyon en 1672 por Charles Démia. Sin embargo, el término normal según Bowen (1985, III: 325) deriva quizás, del que en 1744 el abate Johann Ignaz Felbiger empleaba en Silesia para referirse a su colegio de maestros austriacos como Normalschule (escuela de la norma). Bernard Heinrich Overberg, otro eclesiástico y educador austríaco estableció en Munster en 1783, un curso de estudios teóricos y prácticos para maestros de escuela durante el verano y otoño. Esta institución era conocida como el Normalschule. Tanto Felbiger como Overberg, buscaban la formación docente sobre bases mas firmes y uniformes que ordenaran la práctica docente tan irregular y caótica que se desarrollaba en las escuelas elementales de Austria en ese entonces. Es común que en este período la denominación utilice normal schule o Seminarium praeceptorum), El término norma originalmente refería a una escuadra para arreglar y ajustar los maderos, piedras y otras cosas, es decir remite a una idea de dar forma a algo. Es quizá un término muy afortunado por una parte ya que delinea un aspecto fundamental del trabajo magisterial, la formación de personas, es decir de su normalización en el sentido de ajustar las conductas, los hábitos y los conocimientos a un perfil ideal; pero por otra parte se puede advertir el riesgo enajenante de la conversión colectiva a patrones fijos y programados que anulan a los sujetos individuales. En 1795 se fundó la escuela para la preparación de maestros, la École Normale, incorporando el sentido original del término. 15 Cuando aparecieron las primeras resistencias a la organización de las Escuelas Cristianas, los maestros perjudicados en sus intereses exigieron que solamente se limitaran a la educación de los más pobres. Interpretaban que esta novedosa máquina educativa no los afectaba si solamente se limitaban a enseñarle al pueblo los conocimientos mínimos dentro de la condición y de las ocupaciones socialmente establecidas. El derecho de los Hermanos a enseñar se debía certificar a través de un libro de matrícula que permitía verificar la nómina de alumnos que concurrían y su condición social. (QUERRIEN, 1979: 26) Si bien la congregación debía dedicarse preferentemente a los niños pobres, como había sucedido con José de Calasanz, el éxito de la enseñanza ofrecida en las escuelas atrajo a los sectores más acomodados. La Guía redactada a partir de 1706 y publicada en 1720 refleja la variedad de clases que circulan por las

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aunque frecuentemente eran separados para que no se contaminaran con sus enfermedades (físicas) y sus groserías (enfermedades espirituales). Su atractivo radicaba en la concentración en un solo lugar de todas las demandas de los niños y de sus familias: (1º) la enseñanza religiosa; (2º) la formación en la moral, en la urbanidad y en las buenas costumbres; (3º) la enseñanza de la lectura y del canto; (4º) la enseñanza de la escritura y del cálculo. Mientras para los pobres era la única oferta educativa disponible, para los artesanos y los burgueses representaba una feliz sustitución de una serie de servicios que prestaban diversos maestros en distintos lugares: la permanencia de los niños en una única escuela – alejados de la calle – representaba un verdadero reaseguro moral.

02. ESCUELAS CRISTIANAS Y LA CONSOLIDACIÓN DE LA MATRIZ  Cuando en la primera mitad del siglo XVIII, las nuevas ideas comenzaron a germinar y el poder real de Francia decidió montar la propia maquina escolar descubrió la necesidad de asignarle esa responsabilidad a cada una de las parroquias, única división territorial reconocida. Necesitado de brindar educación a todos los niños, requería que “los curas, los vicarios, los maestros y las maestras de escuelas enviaran mensualmente un registro exacto de todos los que van a la escuela, al catecismo, a las instrucciones, para hacer a continuación las diligencias necesarias”. Y aunque el rey no podía poner en marcha su propia política de escolarización, sus intendentes eran los encargados de cobrar un nuevo impuesto por cada escuela que abriera, vigilar la construcción y la habilitación de los edificios escolares y perseguir a los padres reacios a la hora de mandar a sus hijos a las escuelas. Sin embargo, fueron los Hermanos de las Escuelas Cristianas los que efectivamente pudieron responder a la iniciativa, sobre todo porque su maquinaria comenzaba con la preparación y la formación de los maestros (los obreros especializados) que debían sostener el sistema. Para fortalecer la fundación y la continuidad de cada una de las Escuelas se recurría a la obediencia a la misma regla y a la pertenencia de los maestros a la misma orden, pero también al sostén y al apoyo de las autoridades y de la comunidad que proveían a su mantenimiento material y que frecuentemente conservaban la propiedad de la casa-escuela. (QUERRIEN, 1979: 28, 92) La Salle y su congregación religiosa representan un nuevo avance con respecto a Comenio y Calasanz: asocian su propia iniciativa religiosa con las propuestas del Estado y en la disputa por el poder y el territorio, comienzan a gestar la transferencia de la estructura, recursos y metodología que la matriz eclesiástica había acumulado en los siglos precedentes. 2.1. PROPÓSITOS Y FINES DE LOS HERMANOS Y DE LAS ESCUELAS:  Las Reglas comunes de los Hermanos de las Escuelas Cristianas conocidas también como Regla segunda de los Hermanos fueron redactadas en 1694. Forman un breve volumen donde se reunieron las principales reglas y prácticas que se usaban en el Instituto, “para que facilitándoles el tenerlas a menudo ante los ojos, las guarden con fidelidad y sean el primer medio que Dios les da para procurar su salvación y la de aquellos a quienes El les ha encomendado dentro de su misión”; en ellas se mezclaban reglas y constituciones, principios y normas, que se usaban entre los Hermanos. Tanto al describir el fin y la necesidad del Instituto, como en la fórmula de los votos consagratorios propios de la orden, se señalaba que todos debían fundamentalmente ser maestros y la misión específica era enseñar: “El Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas es una Sociedad en la que se hace profesión el dar escuela gratuitamente. Los miembros de esta Instituto se llamarán Hermanos, y nunca permitirán escuelas y asigna obligaciones y exigencias para los ricos y los de escasa condición, si hacer distinciones de derechos con respecto a la educación, a la promoción, a los premios y a los castigos.

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que se les llame de otro modo. (...) El fin de este Instituto es dar cristiana educación a los niños, y con este objeto tiene las escuelas, para que, estando los niños por mañana y tarde bajo la dirección de los maestros, puedan éstos enseñarles a vivir bien, instruyéndolos de nuestra santa religión, inspirándoles las máximas cristianas, y darles así la educación que les conviene” 16 “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, prosternados con profundísimo respeto ante vuestra infinita y adorable Majestad, me consagro a Vos para procurar vuestra gloria cuanto me fuere posible y lo exigiereis de mí. Y, con este fin, yo Juan Bautista de la Salle, sacerdote, prometo y hago voto de unirme y permanecer en sociedad con (…) Para tener juntos y por asociación las Escuelas gratuitas, en cualquier lugar que sea, aunque me viere obligado para ello a pedir limosna y a vivir de pan únicamente, o para hacer en la susodicha Sociedad aquello a que sea destinado, ora por el cuerpo de la sociedad, ora por los superiores que tengan su gobierno. Por lo cual, prometo y hago voto de obediencia, tanto al cuerpo de esta Sociedad como a los superiores; los cuales votos, tanto de asociación como de estabilidad en la susodicha sociedad y de obediencia, prometo guardar inviolablemente durante toda mi vida. En fe de lo cual he firmado: dado el seis de junio, fiesta de la Santísima Trinidad del año 1694.” (LA SALLE, Escritos breves) 2.2. SELECCIÓN Y FORMACIÓN DE LOS EDUCADORES 

Uno de los aspectos más cuidados en La Salle es la preocupación por establecer los criterios de admisión de los diversos interesados en desempeñarse como maestros. Si Calasanz recomendaba que no debían ser incorporados los inconstantes, los iracundos, y “aquellos que sufrían de una cierta especie de manía religiosa o bien eran supersticiosos”17, La Salle abordará también al problema de la formación de los nuevos maestros, debiendo estos abandonar todos los hábitos y las costumbres que profesionalmente pudieran impedirle desempeñarse y desarrollando las conductas favores. Ambos se preocuparon por la formación de los maestros, determinando cómo debían actuar, qué debían decir, callar o evitar, y recomendando el semblante de gravedad que debían ostentar a fin de mantener de manera permanente el orden en la clase. Si bien es cierto que pensaron la matriz formadora de los maestros para una estructura eminentemente religiosa (las Escuelas Pías y las Escuelas Cristianas), las exigencias impuestas a las condiciones personales y a la preparación específica se proyectaron – a partir del siglo XVIII – a la configuración misma del oficio de enseñar. La vieja tradición de los primeros siglos del cristianismo preocupado por la mejor manera de extender el mensaje del evangelio en el medio de la diversidad de caracteres, posiciones e inclinaciones supo derivar en la necesidad de lograr la adaptación a la diversidad en las capacidades, defendiendo la igualdad en el trato hacia los alumnos. Pero este enseñar igualmente a todos implicaba establecer una clara demarcación entre el ámbito familiar y el escolar, entre las relaciones construidas por los afectos y las relaciones convenida sobre la obediencia, la disciplina y el control, retaceando los niveles de acercamiento y confianza: “los maestros amarán a todos sus alumnos tiernamente, pero no se familiarizarán con ninguno ni atenderán una especial amistad a no ser por vía de premios o estímulos. Mostrarán un afecto igual para todos sus alumnos.” (NOZICA, 2000) 18 16

El Papa Benedicto XVIII, en la Bula de aprobación del Instituto fechada el 26 de enero de 1725, afirma que: “El celo por la educación de la niñez según las Reglas de la ley cristiana deberá ser el principal carácter y espíritu de éste Instituto.” 17 CALASANZ José de, De las Reglas de las Escuelas Pías, citado por SANTHA G. (1956: 79) 18 LA SALLE le dedica a la conducta debida a los alumnos un capítulo especial en las Reglas de la comunidad: “No permitirán que ningún alumno permanezca a su lado mientras estén en su puesto (nº 16); No hablarán en particular a sus alumnos, sino muy rara vez y por necesidad, y cuando tengan que hablarles terminarán en pocas palabras (nº 17); No darán ningún encargo a sus alumnos (nº 18); No mandarán escribir ni copiar nada por ningún alumno, ni para sí, ni para persona cualquiera (nº19);No pedirán a los alumnos noticia alguna, ni permitirán que ellos se las den, por buenas o útiles que fueren (nº 20)”. LA SALLE, “Reglas comunes de los Hermanos”, cap. VII. Además de los recaudos vinculados

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 Con La Salle y la constitución de su Congregación de Hermanos, algunos aspectos educativos basados en las estructuras y en las prácticas religiosas sufrieron transformaciones. La administración del sacramento de la reconciliación implicaba, en la práctica, dos condiciones: (1º) No debía limitarse al puro análisis, diagnóstico y curación de los pecados confesados en el pasado, sino que, sugiriendo el confesor un proyecto de vida para el futuro debía organizar la vida del presente y del porvenir, constituyéndose en una verdadera ortopedia moral. En este sentido la confesión se instrumentó, también, como un dispositivo que clausuraba el pasado y cedía su lugar, automáticamente, a la posibilidad de un futuro de conversión, apertura de lo que el individuo podía decidir y hacer con su vida y sus costumbres; (2º) La confesión debía producirse sin que el sacerdote y el penitente se vieran entre sí, para facilitar la confianza de los niños y de los feligreses. Para la práctica de este sacramento - y la aplicación de esta estrategia - se necesitaban sacerdotes, y para las Escuelas Cristiana, La Salle pensó sólo en Hermanos - maestros, que expresamente renunciaran a la posibilidad del sacerdocio y que, por lo tanto, no tuvieran ninguna participación en la administración del sacramento de la reconciliación. Frecuentemente el problema volvía a resurgir cuando los Hermanos le reclamaban la posibilidad del sacerdocio para llegar – a través de la administración de los sacramentos – a los alumnos. Y aunque el programa de la comunidad de los Hermanos de las Escuelas Cristianas en ningún momento descartó la participación en ella de los sacerdotes como agregados o asociados a la sociedad, en la práctica el maestro tenía una función claramente diferenciada del confesor y del sacerdote, adquiriendo una autonomía educativa que debía lograr el reconocimiento de las culpas, el arrepentimiento y el cambio de conducta sin que medie una intervención de carácter formalmente religiosa.  La Sociedad de los Hermanos de las Escuelas Cristianas fue una las primeras que tuvo un sistema de formación de maestros que les permitía progresar rápidamente venciendo todas las resistencias. En 1750 estaban instalados en casi todas las ciudades de Francia y el único freno a su expansión en las pequeñas poblaciones era el precepto que los obligaba a no abrir ninguna escuela si no tenían al menos tres hermanos para que se vigilaran entre sí, pero sobre todo para que vivieran en una comunidad en la que la oración, los ejercicios religiosos, las comidas, el descanso, el trabajo y los recreos fueran comunes. (QUERRIEN, 1979: 28, 34,47, 49)  La formación de los maestros noveles implicaba la misma actitud de vigilancia y control que con los alumnos, asociando la corrección, la penitencia y el castigo si correspondieren. Se suponía que si los maestros habían adquirido las cualidades morales y personales fundamentales, su entrega a la misión de educar los obligaba aplicar con docilidad y corrección del método único, homogéneo y uniforme que caracterizaba a las Escuelas Cristianas. La formación de maestro no reposaba sobre saberes disciplinares, ni sobre estrategias didácticas, sino sobre contenidos procedimentales que constituían el sostén para el trabajo y la adecuación al método que las escuelas cristianas como escuelas ofrecían. El método no era propiedad o saber de los maestros, sino del sistema y de las escuelas mismas. ”Siempre que sea posible colocará a un maestro novel junto a otro que desempeñe bien su cometido. Es preciso obrar de tal forma que los escolares salgan siempre contentos de la escuela, de modo que no tengan nada que referir a sus padres que pudiese apenarlos. Cuando no haya orden en la escuela, es preciso que el Hermano maestro sea muy enérgico al principio, y que corrija más y con más exactitud que si hubiera orden en ella; es preciso también en esos comienzos recompensarles cuando actúen bien y no dejarles pasar ordinariamente ninguna falta sin castigo; corregir a aquéllos cuya corrección sirva de ejemplo, que son de ordinario los mayores y más indisciplinados.” (GUIA, III)

con el cuidado vigilante de los alumnos y la defensa de la justicia en las relaciones, no debe soslayarse el cuidado moral de los propios maestros y hermanos, considerando que los vínculos entre los maestros y los alumnos podían provocar diversas formas de abusos y maledicencia.

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 El criterio general para la preparación y la formación de los maestros noveles se resumía en dos puntos: (1º) En quitar a esos maestros noveles lo que tienen y no deben tener. (2º) En darles lo que no poseen y es muy necesario que posean. Quince eran los defectos que era necesario desarraigar en los maestros noveles:: (1º) El hablar demasiado por cualquier razón que sea; (2º) El activismo y el demasiado apresuramiento; (3º) La ligereza, o el reír o hacer actos ridículos o faltos de cortesía que provoquen risa en los demás ;(4º) La precipitación. (5º) El rigorismo y la dureza; (6º) La impaciencia. (7º) El desagrado respecto de algunos o la acepción de personas. (8º) La lentitud. (9º) La pesadez. (10º) La flojedad. (11º) El desalentarse fácilmente. (12º) La familiaridad, ya que engendra el desprecio, y una vez que el maestro es despreciado por sus escolares, todo lo que pueda hacer o lo que pueda decir, no les toca, todas sus enseñanzas y todas sus instrucciones no tienen peso (13º) La ternura y las amistades particulares. 19(14º) La inconstancia y versatilidad. (15º) Un exterior disipado y aéreo o quieto y fijo en un punto. (GUIA: III) La formación de los maestros noveles). Diez era las cualidades que los maestros debían conocer, aprender, desarrollar y poseer:(1º) Decisión. (2º) Autoridad y firmeza.20 (3º) Circunspección o un exterior grave y formal. (4º) Vigilancia. (5º) Atención sobre sí. (6º) Compostura. (7º) Prudencia. (8º) Aire simpático y atrayente. (9º) Celo profesional. (10º) Facilidad para hablar y expresarse con nitidez y orden, y al alcance de los niños que cada uno enseña. (GUIA: III, La formación de los maestros noveles)  La tarea de los Hermanos-maestros debía ser siempre gratuita, sin que mediara recompensa ni regalos por su actividad: la limitación en los espacios y la vigilancia constante reforzaba el cumplimiento del precepto. Su presencia en la escuela y en el aula representaba para cada uno de los alumnos un verdadero modelo a imitar, por lo que abundaban las recomendaciones sobre su comportamiento: “Los maestros (1º) irán a las clases tan pronto como se haya terminado el rosario por la mañana y después de comer; los días de ayuno por la tarde inmediatamente después de las letanías de San José, sin detenerse en ningún sitio de la casa. (2º) Caminarán con gran modestia y en silencio, con paso no 19

La insistencia de La Salle con respecto a este tema, tratándose de maestros célibes, tiende a poner límites precisos para evitar desbordes que inhabilitarían – por escándalo – toda la labor de los maestros y de las escuelas.” los maestros noveles “deben tener una caridad común e igual para con todos los escolares así como también para con todos los Hermanos y no deben nunca amar a alguno en perjuicio de los demás. Esto no significa, que no se pueda y se deba siempre preferir los pobres a los ricos (…) Esto no quiere decir que no se deba amar especialmente a los que por su piedad, su fidelidad, exactitud, docilidad y asiduidad para asistir todos los días a la escuela y puntualmente, y particularmente por sus otras buenas cualidades se vuelven dignos de estima, sino que normalmente y delante de todos, no se debe dar ninguna señal de amistad exterior a unos más que a otros. (…)Que no pongan a su lado a los que son guapos, majos, listos y lucidos; que no les hablen en particular, salvo al acabar las clases, por turno, para alentarles a que cumplan bien su deber; que corrijan con equidad a todos los que hayan merecido castigo, sin tolerar en algunos lo que no hubieran aguantado en otros; hay que obligarles, incluso, en tales circunstancias a que obren contra sus inclinaciones y contra su repugnancia. El formador les hará comprender bien que estas clases de amistades particulares ocasionan graves inconvenientes tanto para los que son así amados y acariciados como para los otros que no lo son. Los primeros aprovechan frecuentemente de esa amistad para el mal, y se vuelven insolentes, de manera que pierden todo el respeto y el temor que deberían tener a sus maestros y no se preocupan más de ello, y los demás se dejan llevar a menudo de la envidia, y conciben odio y aversión hacia los maestros y hacia los escolares que creen ser más estimados que ellos. (GUIA: III, Final) 20 “Cuando ya tengan una idea correcta de la escuela y antes de hacerles entrar en una clase para darla, es preciso obligarles a entrar en ella con un aire decidido y grave, la cabeza levantada y mirando a todos los escolares de una manera audaz, como si tuviera 30 años de experiencia. Que hagan enseguida lo que se debe hacer (…) Haga todas las cosas con tanta seguridad como si hubiera estado mucho tiempo en la escuela. (…)La firmeza consiste en hacer ejecutar lo que uno quiere en el momento, sin dilación.” (GUIA: III, Final)

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precipitado sino moderado, y manifestando en sus ojos y en todo el exterior una gran compostura. (3º) Al entrar en la Escuela se descubrirán, tomarán agua bendita con mucho respeto y llegados a su clase harán reverencia al crucifijo, se pondrán de rodillas, harán la señal de la cruz y luego una oración breve; después de hacer una reverencia al crucifijo se colocarán en su puesto. (4º) Cuando los maestros entren en la escuela, todos los alumnos de cada clase se levantarán y permanecerán en pie hasta que el maestro haya llegado a su sitio. (5º) Desde que los maestros se hayan sentado en su puesto hasta que comience la clase, se ocuparán en leer el Nuevo Testamento y permanecerán en silencio para dar ejemplo a sus escolares, vigilando sobre todo lo que ocurra en la clase para mantener el orden”. (GUIA: I, 1º, 2) “El maestro (1º) debe permanecer siempre sentado o de pie ante su sitial durante todas las lecciones, tanto las de los carteles, como las de los libros y documentos manuscritos. (2º) No debe abandonar su puesto sino cuando haya verdadera necesidad, y bastará suficiente atención sobre sí mismo para que tal necesidad resulte excepcional. (…) (3º) Para que un maestro cumpla bien con su deber debe estar formado para hacer estas tres cosas al mismo tiempo: Primero, vigilar sobre todos los alumnos para moverles a cumplir con su deber y mantenerlos en orden y silencio. Segundo, tener en la mano durante toda la lección el libro que se esté leyendo y seguir al lector con exactitud. Tercero, prestar atención a quien lee, y a la manera como lee, para corregirle cuando se equivoque. 21(GUIA: I, 3º, 2) [El maestro] (1º) “Cuidará de manifestar un exterior muy mesurado y de mantenerse con gran dignidad, sin incurrir en nada improcedente, ni en actuaciones infantiles o propias de escolares, como sería reír o hacer algo que pueda provocar la risa de los alumnos. (2º) Esta gravedad externa que se exige a un maestro no consiste en mostrar un semblante severo, ni austero, en parecer enfadado, ni en decir palabras ásperas. Sino que consiste en observar gran compostura en sus acciones y en sus palabras. (3º) El maestro estará muy sobre aviso para no familiarizarse con los alumnos, para no hablarles de manera poco viril, y para no consentir que los alumnos les hablen sino con gran respeto”. (GUIA: I, 3º, 2)  Además de estas indicaciones, la Guía de las Escuelas Cristiana definía la presencia y la función del maestro especificándola hasta en los detalles más mínimos, creando un verdadero contrato pedagógico sometido a la permanente vigilancia del Director y del Inspector de cada escuela, exigiendo del maestro una dedicación profesional y vocacional a su tarea, involucrando no sólo el tiempo escolar, sino toda su vida. Este proceso de normalización definía – por rebote - la preparación previa que los maestros debían tener, preparación que sumaba la incorporación de conocimientos básicos y comunes, la adquisición de aptitudes y un tipo de conducta que los convirtiera en idóneos para el desempeño de la tarea. La vinculación eclesiástica como Hermanos de las Escuelas Cristianas significaba la resolución ideal de la propuesta. La concepción de un verdadero sacerdocio laical asociado a una consagración religiosa a la tarea de enseña encontraba en estas prescripciones su fundamento, uniendo en una síntesis indisoluble el hacer y el ser, las palabras y los hechos, el trabajo y la vida. Para certificar el ejercicio de la misión y la función de maestros, el Inspector debía vigilar una multitud de detalles: “(1º) que los que tienen la escuela en la casa, se dirijan a la escuela inmediatamente después del rosario y que no entren en ningún lugar de la casa, sin necesidad y sin permiso. (2º) Que todos los maestros que van a las escuelas fuera de la casa, al salir del oratorio, vayan directamente a la puerta, sin pararse en ningún lugar; que recen el rosario durante todo el camino y que no hablen. (3º) Que caminen por las calles con gran modestia, y que, por su exterior sean motivo de edificación para 21

Quedan establecidas las tres tareas esenciales del maestro: (1) vigilar, (2) enseñar y garantizar que todos los alumnos están aprendiendo, (3) corregir,

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todos. (4º) Que no se lleguen a nadie en las calles y no entren en ninguna casa, bajo ningún pretexto; (5º) que si alguien se les acerca en las calles, sólo el primero responda en pocas palabras a lo que sea propuesto o pedido, en caso que pueda o deba responder, si no que se excuse cortésmente; (6º) Que todos comiencen la escuela y los ejercicios de la escuela exactamente a la hora señalada, sin atrasarse un solo momento; (7º) que en todas las clases el tiempo que deba durar cada lección esté regulada en proporción al número de escolares. (8º) Que habiendo determinado de esa manera el tiempo para cada lección, ningún maestro disminuya ni prolongue el tiempo que haya sido prescrito para cada uno. (9º) Que ningún maestro emprenda nada en su clase contra la Regla y sin orden del Director; (10º) que estén siempre sentados, o de pie delante de su sitio y que no salgan de su sitio sino por necesidad evidente; que vigilen siempre a los escolares y los tengan siempre a la vista. (11º) Que durante el tiempo de las lecciones se apliquen a lograr que los escolares lean pausada y claramente, ni demasiado alto ni demasiado bajo, sin ningún soniquete, según el orden y la regla de la lectura. (12º) Que usen siempre la señal y no hablen nunca en voz alta a los escolares, durante el tiempo de las lecciones; (13º) que sigan siempre en su libro y estén atentos para corregir durante todo el tiempo dedicado a la lectura. (14º) Que no lean en la escuela libros diferentes de los que se usan en ella, de acuerdo con los niveles; (15º) que hagan leer a todos los escolares sin ninguna excepción; que les hagan leer aproximadamente el mismo tiempo a todos. (16º) Que los maestros de escritura presten mucha atención para que el modo de tomar la pluma y la postura del cuerpo de los escribanos, sean correctos, y para corregir los errores que cometan en la escritura(…); (17º) Que se ejercite a los escolares en la letra redonda o bastardilla, según su disposición, la edad que tengan, las vacaciones que puedan tomar y el tiempo que deben frecuentar la escuela; (18º) que se apliquen con el mismo e incluso más cariño a instruir a los pobres que a los ricos, y que no descuiden a ninguno y no hagan acepción de personas. (19º) Que no tengan afecto particular a ningún escolar, que no les hablen nunca en particular, sino con pocas palabras, con motivo de una ausencia o en previsión de la misma; que nunca sienten a ninguno cerca de sí; (20º) que se preocupen en hacer aprender las oraciones a los de nuevo ingreso; que cumplan exactamente lo que exige su deber. (21º) Que ningún maestro escriba en la escuela, sino los de escritura, y solamente para corregir; (22º) que ningún Hermano hable a otro en la escuela, sino sólo al que reemplaza al Inspector; si tiene alguna cosa o alguna observación referente al bien de la escuela que lo comunique al Director. (23º) Que dé el catecismo a la hora y sobre el tema de la semana; (24º) que no diga en el catecismo nada que no haya leído en los libros debidamente aprobados y debidamente autorizados (…) (24º) Que no reciban nunca nada de los escolares, y si les recogen alguna cosa porque juguetean con ella, o por cualquier otra razón, que se la devuelvan al salir de la escuela, o si creen que sea inútil o peligrosa para los escolares, la entreguen al Hermano Director. (25º) Que no den nunca nada a ningún escolar, sino a modo de recompensa y no por amistad o simpatía. (26º) Que no se familiaricen o traben amistad con nadie, por ningún motivo; que nadie venga a visitarles en la escuela, y no hablen a nadie sino a los padres de los escolares (…); (27º) que hablen siempre muy cortésmente y en pocas palabras. (28º) Que no dejen entrar a nadie en la escuela, excepto al señor Cura de la parroquia en la que tienen las escuelas, o a alguna otra persona que tenga permiso del Director para ver las escuelas y en la manera de llevarlas. (29º) Que los maestros no salgan de su sitio sino por las necesidades comunes y ordinarias; (30º) que no se dejen llevar por la impaciencia al reprender o corregir a los escolares; (31º) que las correcciones con varas sean raras, y las de palmeta no demasiado frecuentes, y que sean siempre según la regla. (32º) Que no corrijan durante el catecismo y las oraciones; (33º) que los maestros noveles y jóvenes no corrijan con varas, sin haberlo consultado con el Inspector o el que haga sus veces, y que no empleen las palmetas demasiado frecuentemente. (34º) Que los maestros impongan las penitencias con toda seriedad, y no empleen sino las que están prescritas; (35º) que los maestros se preocupen de hacer oír todos los días la Santa Misa a sus escolares, con piedad y modestia, que los maestros no tengan ningún libro durante la Santa Misa, sino que todo su cuidado sea velar sobre los escolares,(…) (36º) Que los maestros den cuenta al volver de la escuela, de las personas que hayan acudido, sea a la

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escuela, sea a la puerta de la escuela, y de los asuntos por los que hayan venido (…); (37º) que los maestros no golpeen a los escolares con el pie, con la mano o con el puntero, procurará esmeradamente que no incurran en ese defecto; (38º) que no hablen fuerte sino en contadas ocasiones y en caso de gran necesidad, fuera del catecismo, del examen y de las reflexiones; (39º) que no salgan de su sitio, que sigan leyendo en su libro, lo que se lee, y no hagan otra cosa sino su deber en cualquier tiempo que sea. (40º) Que corrijan la escritura en el tiempo y según el modo que esté señalado. (…) Todas estas faltas revisten tanta importancia y tienen consecuencias tan graves, que no deben tolerarse en los maestros, ni tan siquiera una sola vez, y nunca deben incurrir en ellas por más razones que pudieran aducir para justificarlo.” (GUIA: III, 1º, 2)

2.3. INGRESO, CLASIFICACIÓN, ORDENAMIENTO DE LOS EDUCANDOS.  La Guía de las Escuelas Cristiana establece criterios muy claros y universales para decidir el ingreso y la matriculación de los alumnos en las escuelas de la orden. En todas las escuelas regirán los mismos principios, aplicados por las autoridades de cada casa: (1º) Responsable del ingreso e inscripción de los alumnos: “Sólo el Superior, o el Inspector de las Escuelas, si aquél está ausente, y por orden suya, recibirá a los escolares que se presenten para asistir a la escuela. Les recibirá el primer día de escuela de la semana; si únicamente hay dos escuelas en la ciudad, dependientes de una casa, recibirá los escolares para una escuela el primer día de escuela por la mañana, y los escolares para la otra escuela el mismo día por la tarde.” (GUIA: III, 2º, 1) (2º) Condiciones para la inscripción: “El Hermano Director no recibirá niños para la escuela, que no le hayan sido presentados por el padre o la madre, o la persona con quien vive, o por alguien que tenga derecho para hacerlo, o que tenga una edad razonable y que haya seguridad que se presentan de parte de los padres del niño.” (GUIA: III, 2º, 2) (3º) Clases de niños que se pueden presentar para ser recibidos en las escuelas cristianas son: los que han estado en otras escuelas; los que no han estado en ninguna escuela; los que han venido a la escuela y la han dejado, sea para trabajar o para permanecer ociosos, sea para ir a otra escuela; y los que han sido expulsados de la escuela. (GUIA: III, 3º, 4) (4º) Procedimiento para la inscripción: “Cuando el Director reciba a un escolar, se informará con la persona que lo presenta, del apellido y nombre del niño, del de su padre y del de su madre, o el de la persona que está encargada, su profesión y su domicilio, la calle, el emblema y la parroquia; la edad del niño, si está confirmado, si ha hecho la primera comunión; si ha estado ya en la escuela 22, con quién, por qué razón ha salido, si no es por razón de alguna bribonada o por haber sido castigado; si ha estado ya en las Escuelas Cristianas, cuánto tiempo; si ha sido expulsado, lo cual conocerá el Director por el Registro, si está bien cumplimentado. Si es un muchacho mayorcito, qué es lo que pretenden sus padres (…) cuáles son las buenas y malas costumbres o cualidades del niño, si tiene alguna molestia o enfermedad corporal, sobre todo (…) enfermedades que se puedan contagiar, a lo 22

El Reglamento de las Escuelas Cristiana quería evitar conflictos con otras instituciones: “Si el escolar ha estado en otra escuela, que los padres paguen al maestro con quien el niño ha estado, si no le han pagado totalmente” Y también (GUIA: III, 3º, 3): “Si el escolar deja la escuela por haber sido enseñado mal, o por algún otro motivo, en el cual aparentemente el maestro ha tenido culpa, se evitará con cuidado criticar al maestro, más bien se le excusará en cuanto sea posible.”

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cual debe prestarse mucha atención; si tiene alguna enfermedad corporal, el Director se informará si ésta le puede impedir la asistencia a la escuela. Cuánto tiempo hace que no se ha confesado, si lo hace a menudo; si no frecuenta libertinos; se preguntará al escolar, si duerme solo o con otro y con quién.” (GUIA: III, 2º, 2) (5º) Condiciones para el ingreso: “Cuando se reciba a algún escolar en la escuela se exigirá a los padres y al escolar que tenga todos los libros necesarios, y un libro de oraciones si sabe leer, o un rosario, si no sabe leer para rezar a Dios en la Santa Misa. Que sea asiduo a la escuela y no falte nunca sin permiso; que llegue puntualmente todos los días a la escuela. (…) Que no refiera nada de lo que haya pasado en la escuela, sea con respecto a algún escolar, sea respecto de sí mismo. Si refiere alguna cosa en su casa, o en otra parte, será severamente castigado. Que los padres no escuchen las quejas que sus hijos podrían presentarles, sea contra el maestro, sea contra su proceder, sino que cuando se quejen de alguna cosa, se tomen la molestia de acudir a hablar con el maestro, sin que sus hijos estén presentes, y se procurará dejarlos satisfechos. Que los padres envíen a sus hijos, así durante el invierno como durante el verano. Que el escolar lleve ropas limpias y se presente en la escuela con un atuendo adecuado y que haya sido lavado; que esté bien peinado y libre de parásitos. Cada maestro cuidará este punto en relación con todos sus escolares, especialmente los más desaseados”. (GUIA: III, 3º, 3) (6º) Criterios para negar el ingreso: no se recibirá ningún escolar que (1º) no tenga 6 años cumplidos; (2º) sea tan poco inteligente y tan tonto que no pueda aprender nada y que pueda distraer a los demás y provocar algún desorden en la escuela; (3º) padezca alguna enfermedad que se pueda contagiar, como las escrófulas, la tiña perniciosa, la epilepsia; (4º) teniendo padres sean ricos, acudan a la escuela pasado el primer día, sin tener los libros necesarios para su nivel de lectura; (5º) no pueda ser asiduo a la escuela, sea por alguna enfermedad, sea por cualquier otro motivo, y esta asiduidad consiste en no faltar más de dos veces a la escuela por semana; (6º) no quiera asistir al oficio los domingos y las fiestas, con el maestro y los escolares, y al catecismo; y si alguno no asiste asiduamente será despedido; 23 (7º) haya estado en otras escuelas sin conocer la razón que ha motivado su separación. (8º) ya ha asistido a nuestras escuelas y las haya dejado por su propia voluntad, o porque los padres son demasiado complacientes y crédulos y o se lo admitirá con grandes precauciones. (9º) Haya estado antes y haya sido expulsado; en este caso se señalará en el registro por qué causa, y después de dar a conocer a los padres los motivos importantes que se tuvieron para expulsar de la escuela a esos escolares, y después de haberles hecho esperar algún tiempo, se les recibirá, si hay esperanza de enmienda, con la condición de expulsarlo si no cambia de conducta y no recibirlo nunca más. (GUIA: III, 3º, 3)  Aunque existían diferentes clases para los diversos grados, en la misma se distinguían distintas categorías de alumnos: principiantes, mediocres, avanzados y perfectos. El paso de una categoría a otra se hacía cada mes siguiendo un catálogo en el que estaban registrados los progresos realizados por cada uno de los alumnos. (QUERRIEN, 1979: 49) En todas las escuelas regía un orden universal que distribuía a los alumnos según su edad y su preparación en diversos niveles: “(1º) En las Escuelas Cristianas habrá nueve niveles Primero, el cartel del Alfabeto. Segundo, el cartel de las Sílabas. Tercero, el Silabario. Cuarto, el Primer Libro. Quinto, el Segundo Libro, en el cual, los que saben deletrear perfectamente comienzan a leer. Sexto, el Tercer Libro, que sirve para aprender a 23

La Salle admite alumnos que tengan algunos problemas de enfermedad o alumnos que trabajen en oficios compatibles con la escuela, siempre que nos le impida romper con la normalidad establecida. “No se recibirá ningún escolar, por grande que sea, que no proceda en todo como los demás.”

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leer de corrido. Séptimo, el Salterio. Octavo, la Cortesía Cristiana. Noveno, los Documentos Manuscritos. (2º) Todos los alumnos de todos los niveles, excepto los que leen en los carteles, se distribuirán en tres órdenes: el primero, los principiantes; el segundo, los medianos; y el tercero, los avanzados y perfectos en ese nivel. (3º) A los principiantes se les llama así, no porque comiencen a estar en ese nivel, pues varios podrían quedar mucho tiempo en ese orden de nivel porque no progresa lo suficiente para pasar a un orden superior. El orden de los principiantes de cada nivel está formado por los que aún cometen muchas faltas al leer. (4º) El orden de los medianos lo estará por quienes cometan pocas faltas al leer, es decir, una o dos faltas cuando mucho, cada vez. (5º) El orden de los avanzados y perfectos en cada lección, será el de quienes leen bien y que normalmente no cometen ninguna falta en la lectura. (6º) Todos los alumnos de cada nivel seguirán en el mismo libro y la misma lección. Se hará que siempre lean primero, los menos adelantados, comenzando por el nivel inferior y terminando por el superior.”(GUIA: I, 3º, 1)  Según FOUCAULT (1982: 146 – 151) “A cada individuo, su lugar y en cada emplazamiento, un individuo” para organizar las distribuciones de los grupos, porque era necesario descomponer las implantaciones colectivas, analizar las pluralidades confusas, masivas o huidizas, imponer un sistema de jerarquización y clasificación. En la disciplina, los elementos son intercambiables porque cada uno se define por el lugar que ocupa en una serie y por la distancia que lo separa de los otros. La unidad es el rango. “Poco a poco – en el siglo XVIII – el espacio escolar se despliega; la clase se torna homogénea, ya no está compuesta sino de elementos individuales que vienen a disponerse los unos al lado de los otros bajo la mirada del maestro. El rango comienza a definir la gran forma de distribución de los individuos en el orden escolar: hileras de alumnos en la clase, en los pasillos, en los estudios. Rango atribuido a cada uno con motivo de cada tarea y cada prueba, rango que se obtiene semana a semana, de mes en mes, de año en año; alineamiento de los grupos de edad unos a continuación de los otros; sucesión de las materias enseñadas, de las cuestiones tratadas según un orden de dificultad creciente. Y en este conjunto de alineamientos obligatorios, cada alumno de acuerdo con su edad, sus adelantos y su conducta, ocupa ya un orden, ya otro”. (FOUCAULT, 1989: 149 - 150) En este contexto deben leerse las prescripciones de La Salle, sobre cuyos textos trabaja el autor “Habrá en todas las clases lugares asignados para todos los escolares de todas las lecciones, de suerte que todos los de la misma lección estén colocados en un mismo lugar y siempre fijo. (...) Habrá de hacer de modo que aquellos cuyos padres son descuidados y tienen parásitos estén separados de los que van limpios y no los tienen; que un escolar frívolo y disipado esté entre dos sensatos y sosegados; un libertino o bien solo o entre dos piadosos”. Los recién llegados solamente reciben su ubicación definitiva cuando han sido reconocidos por sus cualidades y capacidades. (FOUCAULT, 1989: 151) De la misma manera deben interpretarse las numerosas clasificaciones positivas (para premiar, distinguir y estimular) y negativas (para censurar y castigar) que reaparecen una y otra vez en el desarrollo de los reglamentos. Los rendimientos intelectuales, las capacidades, los hábitos y las costumbres, las respuestas cotidianas a las obligaciones de la escuela y de la clase habilitan una de serie de categorizaciones que ubican a cada uno de los alumnos de las diversas series que obran en los registros y en los catálogos (que además dan cuenta de los datos personales y familiares, pero sobre todo, de todos estos procesos de ordenamiento).  Por eso, podemos comprobar que el mecanismo clasificador no cesa: de manera positiva y como forma de estímulo, los alumnos – recreando el modelo precedente - se distinguían y clasificaban por las funciones que cumplían en el interior de la institución y en su estructura de funcionamiento como oficiales de la escuela, complementando y aliviando la tarea de los Hermanos maestros. “Habrá varios oficiales en las escuelas para desempeñar variadas y diferentes funciones, que los maestros no pueden o no deben ejercer por sí mismos. Todos estos oficiales serán designados por los maestros en cada clase, el primer día de clase después de las vacaciones. Cada maestro pedirá el parecer del Director o del Inspector de las escuelas, y, si luego fuera preciso cambiarlos o reemplazar a alguno, el nombramiento de éste o de los otros seguirá idéntico procedimiento. “(GUIA: II, 8º) La designación de los mismos respondía a un elenco puntual de las

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cualidades que debía reunir el elegido con la expresa posibilidad de ser removido de su cargo: (1º) Recitador de oraciones; (2º) Ministro de la Santa Misa; (3º) El limosnero; (4º) El porta-hisopo; (5º) El porta-rosarios; (6º) El campanero 24; (7º) El inspector de clase 25: (8º) Los vigilantes. 26 (9º) Los primeros de cada banco (encargados de señalar los ausentes del día); (10º) Los visitadores de ausentes; (11º) Los distribuidores y recogedores de papeles; (12º) Distribuidores y recogedores de libros; (13º) Los barredores. (14º) El portero27; (15º) El llavero. (GUIA: II, 8º, 1 -14). El sistema fiel a su estrategia, controlaba permanentemente las indisciplinas y las faltas que pudieran alterar el orden establecido, pero sabía contraponer un régimen de premios y de recompensas que incluía la designación en una serie de cargos, funciones y servicios que distinguían a los elegidos y los comprometían como instrumentos de refuerzo efectivo del mismo sistema, ya que – a diferencia de los maestros – sus cargos estaban marcados por la provisoriedad: duraban el tiempo que se mantenían vigentes las cualidades que les permitían sobresalir por sobre sus compañeros. El desempeño de cada una de estas tareas o funciones representaba además del valor de la función asignada, 24

“En cada escuela habrá un escolar cuya función será la de tocar la campana para comenzar la escuela y los ejercicios que en ella se hacen. Dará veinte campanadas sin parar al iniciar las clases y a cada hora; a las medias, dará veinte campanadas; al finalizar las clases dará también veinte campanadas, y sonará luego otras veinte para indicar que terminan las clases y que debe comenzarse la oración. Procurará escuchar la hora atentamente y de tocar, a la hora, en el momento preciso en que acaba de sonar, y a la media, en el momento en que acaba de sonar la última camp anada. (...)Este oficial debe ser muy asiduo a la escuela, cuidadoso, vigilante, exacto y muy puntual para tocar precisamente a la hora; y el maestro cuidará que no falle nunca en tocar a la hora; no se le cambiará a no ser que el maestro, con el parecer del Director, lo juzgue oportuno.” (GUIA: II, 8º, 6) 25 “Habrá inspectores en cada clase cuando se ausente el maestro, y no en otras circunstancias; a no ser en las clases de escritura, en las que habrá un inspector durante el desayuno y la merienda, que vigilará al o a los que repasan las oraciones, el catecismo y las Respuestas de la Santa Misa. El inspector no tendrá otro cuidado, en cada clase, más que de observar todo lo que sucede en clase durante la ausencia del maestro. Todo su cuidado consistirá en notar y en prestar atención a todo lo que sucede en clase, sin decir palabra, pase lo que pase, y sin dejar su puesto. Tampoco permitirá que otro alumno le hable ni se le acerque mientras ejerce su cometido. (…) No dejará de darse cuenta de cualquiera falta que cometan los escolares, anotará a los que faltan al silencio o que hagan ruido. El maestro hará que el inspector comprenda que se le ha escogido no sólo para prestar atención a cuanto acontece en la clase, sino ante todo para servir de modelo y ejemplo que los demás deben imitar. (…) [El maestro] no corregirá a los escolares acusados sino después de ver la coincidencia entre lo que el inspector ha dicho y lo que los otros le han informado. El maestro escuchará las quejas contra el inspector, particularmente si proceden de los no interesados, de los más formales; y si el inspector resulta culpable, será castigado con mayor severidad que cualquier otro que hubiera cometido la misma falta, y será depuesto inmediatamente de su oficio. Se debe escoger como inspector al más atento y al más puntual en llegar entre los primeros, que sea despierto para poder notar todo lo que pase en clase, que sea silencioso y moderado, que no sea ni ligero ni disimulado, ni mentiroso, que sea incapaz de hacer acepción de personas, de forma que pueda acusar con la misma libertad a sus hermanos, amigos, compañeros”. (GUIA: II, 8º, 7) 26 “Habrá en cada clase dos escolares que estarán encargados de vigilar cómo procede al [alumno] inspector mientras ejerce su oficio (…) El maestro tendrá cuidado de que el inspector ignore quiénes son esos vigilantes, y con este fin, no serán designados públicamente como los otros oficiales y ni aún conocerán los nombres. Los vigilantes contarán entre los escolares más juiciosos, más piadosos y más diligentes en acudir a la escuela, y que tengan suficiente ingenio para observar el comportamiento del inspector sin que éste lo note.” Se establece una curiosa cadena de vigilancia que recorre la escuela respondiendo al criterio de las miradas eficaces y el panoptismo universal de la sociedad disciplinaria. (GUIA: II, 8º, 7) 27 “Cada escuela tendrá una sola puerta por la cual se entrará; en caso de haber más de una, las otras puertas, que serán las que el Director juzgue oportuno, estarán fuera de uso y siempre cerradas. Habrá un escolar de una de las clases, según orden del director, sin embargo será ordinariamente de la clase por la que se entra, que estará encargado de abrir y cerrar esta puerta cada vez que alguien entre en la escuela, y por esta razón se llamará portero. Estará colocado junto a la puerta, para poder abrirla rápidamente; nunca la dejará abierta, y la cerrará siempre con cerrojo. No dejará entrar en la escuela más que a los maestros y a los escolares, al señor cura de la parroquia en que están las escuelas. Y no dejará entrar a otras personas, si no es por orden del director, o del maestro encargado de esta escuela en su ausencia.” (GUIA: II, 8º, 13)

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un verdadero proceso clasificador, porque todo el universo escolar leía en las designaciones las cualidades y los méritos de los elegidos.  Como contrapartida, desde el punto de vista del control de la disciplina y de la administración de los castigos, la Guía reconocía diversos tipos de personalidades y alumnos que exigían un cuidado y una atención especial para velar por su educación y resguardar el orden de las escuelas: (1º) Los viciosos, según los cinco defectos que no deben perdonarse nunca, y que deben castigarse con las varas o con el latiguillo: La mentira; las peleas; el robo; la impureza; la falta de seriedad en la iglesia. (2º) Los maleducados, caprichosos, descarados, insolentes, disipados y ligeros. (3º) Los tercos, especialmente los que son rebeldes en la corrección, resisten al maestro y no quieren soportar que se les corrija. (4º) Los niños mimados, educados de tal manera por sus padres, que les conceden todo cuanto piden, y no les contradicen en nada, ni les corrigen casi nunca sus faltas. (5º) Los que tienen temperamento manso y tímido, a quienes generalmente no hay que corregir sino atender y alentar. (6º) Los necios, que sólo arman alboroto cuando se intenta corregirles: si están a disgusto en la escuela, es preferible despedirles. (7º) Los recién llegados: hay que abstenerse de corregir a los niños recién llegados a la escuela. Hay que conocer antes su carácter, su temperamento y sus inclinaciones. (8º) Los que acusan a los otros: no darán oídos fácilmente a las delaciones y acusaciones que se hagan contra los alumnos; no rechazarán, sin embargo, a los que las hagan, sino que cuidarán de examinarlas atentamente y de no corregir a la ligera, ni inmediatamente por las acusaciones que les hayan hecho. (GUIA: II, 5º, 6)  ¿Cuáles eran los caracteres de un buen estudiante de las escuelas Cristiana? ¿Qué conductas debía observar y cuáles debía evitar? Como sucede en los escritos de los Jesuitas y de José de Calasanz, La Salle – de manera redundante – repite una y otra vez los caracteres, pero los sintetiza a la hora de especificar las observaciones y la vigilancia que deben realizar de manera permanente las autoridades. Se trataba de un compromiso que cada escolar debía producir sobre sí mismo con niveles crecientes de convicción y autonomía (subjetivación) y que los educadores debían construir en cada uno de los alumnos a través de la insistencia sobre reglas y la vigilancia sobre el cumplimiento. Entre los caracteres positivos se mencionaban: (1º) que lleguen antes de que comience la escuela, y que no se ausenten sin permiso y sin una verdadera necesidad; (2º) que sean modestos, juiciosos y edificantes en las calles; (3º) que entren en la escuela modesta y ordenadamente y permanezcan en silencio; (4º) que tengan siempre sus ojos sobre el libro, que sigan la lectura, y digan en voz baja lo que el lector dice en voz alta; (5º) que lean todos cada vez, y que todos escriban durante el tiempo de la escritura, ni muy deprisa ni demasiado lentamente y que formen bien sus letras; (6º) que sepan bien las oraciones y el catecismo e incluso las respuestas de la Santa Misa; (7º) que recen a Dios todos los días, mañana y tarde; (8º) que tengan devoción a la Santísima Virgen y a San José; (9ª) tengan piedad y rueguen siempre a Dios en la iglesia y que vayan de vez en cuando a confesarse, e incluso tan a menudo como sea posible; 28(10º) que los que comulgan lo hagan al menos una vez al mes, (11º) que sean asiduos a sus parroquias los domingos y fiestas, y que sean asiduos al catecismo; (12º) que tengan un gran respeto a su padre y a su madre y que [les] asistan con mucha humildad y gran respeto; (13º) que saluden con respeto a las 28

El papel fundamental que desempeñaba la confesión en Calasanz – incorporada como una obligación reglamentaria y reglamentada – decrece en importancia (y se circunscribe a lo religioso) en el contexto de una congregación que no tiene sacerdotes sino Hermanos religiosos a cargo de la educación. [El mestro]“Tendrá cuidado de que se confiesen a menudo, pues nunca es demasiado temprano para que adquieran ese hábito, puesto que no hay nada más apropiado para impedirles caer en pecados considerables. Aun cuando hubiese algunos entre ellos que no tengan la edad para recibir la absolución, no dejará sin embargo de hacerlos confesar a fin de prepararlos y hacer que adquieran el hábito de frecuentar los sacramentos”. (GUIA: III, 3º, 3)

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personas respetables, sobre todo a los eclesiásticos y religiosos, a sus maestros y a las personas revestidas de autoridad. (14º) Que ningún escolar vaya a los sanitarios sin tener la contraseña, que no vayan nunca dos o más juntos, y que los mantengan aseados y limpios. (15º) Que todos tengan un compañero al salir de la escuela, y que vayan siempre con él, y no se junten a otros hasta que hayan llegado a su casa. (16º) que se junten con compañeros juiciosos, reservados, honestos y que les puedan llevar al bien, con sus ejemplos y con sus palabras; (17º) que todos los que tengan oficios en cada escuela y en cada clase, cumplan su deber exactamente. (GUIA: III, 1º, 3)  Y entre los aspectos negativos o acciones desaconsejadas se marcaban: (1º) que no se aglomeren al venir a la escuela, cuando se abra; (2º) que no riñan, ni en grupo ni con otros; (3º) que no se paren en las calles, incluso para orinar; (4º) que no hagan sus necesidades en las calles, ni al venir a la escuela ni al volver; (5º) que no hablen a los maestros sin necesidad, y que cuando lo hagan, en voz baja y en pocas palabras; (6º) que no charlen con sus compañeros, y no miren para todas partes; (7º) que no frecuenten malas compañías; que eviten, sobre todo, con gran cuidado, la de las niñas.29 (GUIA: III, 1º, 3)

2.4. ORGANIZACIÓN DE LAS ESCUELAS CRISTIANAS:  A diferencia de los autores y fundadores precedentes, en este aspecto La Salle asume una visión sintética y global, y prefiere presentar la totalidad de los recursos que contribuyen a garantizar los caracteres y el funcionamiento efectivo de las Escuelas Cristianas. Sus formulaciones pueden asemejarse con las propuestas de Comenio, aunque se diferencian, otorgándoles notas específicas, el comprobar que se trata de un instrumento de uso para el sistema de las escuelas a cargo de los Hermanos de la nueva congregación. Todas las estrategias responden al principio general del orden, el control y la disciplina, pero algunas de ellas son preventivas y organizacionales, otras reglamentan las prácticas cotidianas otorgándole la homogeneidad requerida, y las restantes tienden a establecer los criterios universales para la asignación de los premios y los castigos. “Son nueve las cosas que pueden contribuir a establecer y mantener el orden en las escuelas: (1º)La vigilancia del maestro; (2º) Los signos; (3º) Los catálogos; (4º) Las recompensas; (5º) Las correcciones; (6º) La asiduidad de los escolares y su exactitud en llegar a la hora; (7º) El reglamento para los días de asueto; (8º) El establecer varios oficiales y la fidelidad de éstos en cumplir bien su cometido; (9º) La estructura, la calidad y la uniformidad de las Escuelas y de los muebles convenientes.” (GUIA: II. Introducción)  El maestro era el señor de su clase y de sus alumnos, y era allí donde debía ejercer su rol de responsabilidad y control, cumpliendo con sus funciones específicas. La clase era tal si mantenía a lo largo de su desarrollo el orden, el silencio, el trabajo, el respeto a los lugares. La misión del maestro se definía a través de las siguientes funciones: (1º) “Corregir todas las palabras que el alumno que lee diga mal. Es preciso que el maestro sea exactísimo para corregir todas las letras, todas las sílabas y todas las palabras que un escolar dice mal, cuando practica la lectura; el progreso de los escolares será tanto más grande cuanto mayor sea 29

El contacto con el sexo opuesto en una escuela que sólo recibía varones, refleja el espíritu de la época, idea que se refuerza mas adelante: que no frecuente muchachas, ni compañeros libertinos, aunque no fuese sino para jugar con ellos. No se acueste con su padre o con su madre, ni con alguna de sus hermanas, ni con alguna persona de otro sexo. Y si se acuesta así es preciso obligar a sus padres a separarlo, y, si, llegase a ser necesario, informar de ello al Sr. Cura de la parroquia en la que vive para que ponga remedio. (GUIA: III, 3º, 3)

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la exigencia del maestro en este punto ”; (2º) Garantizará el trabajo universal y simultáneo de los todos los alumnos en cada uno de los niveles: “tendrá cuidado de que todos los alumnos de un mismo nivel sigan a medida que el que lee adelanta de sílaba, o de palabra en palabra, y que si se señala a otro para que continúe, no repita ninguna de las palabras que haya dicho quien leyó anteriormente; esta práctica permite comprobar si el que lee ha seguido como se debe. El maestro no permitirá nunca que los alumnos se soplen unos a otros las letras, sílabas o palabras durante la lectura, ni tampoco las respuestas completas, en los repasos o durante el catecismo. El maestro estará muy atento a los diferentes niveles, tendrá siempre su libro, y sin embargo tendrá cuidado, de vez en cuando, de que todos los del nivel sigan. Para ser fiel a esta práctica, no tendrá nada entre las manos, durante todo el tiempo de la lección, sino la señal, el libro durante la lectura, las plumas, papeles y demás cosas necesarias para la escritura, si está en la clase de los escribanos.” 30(GUIA: II. 1º, 2) (3º) “El silencio es uno de los principales medios para establecer y conservar el orden en las escuelas, por lo cual cada maestro hará que se observe exactamente en su clase, no tolerando que ninguno hable sin permiso.”  La organización general del funcionamiento de las escuelas reposaba sobre principios básicos que debían cumplir todos los maestros, supervisados por el Hermano Director y el Hermano Inspector, basados en una disciplina rígida que imponía la vigilancia permanente y utiliza la visión panóptica: [El maestro] (1º) hará que los alumnos entiendan que deben observar silencio, no porque él esté presente, sino porque Dios los ve y esa es su voluntad. No permitirá que los alumnos hablen mientras reciben una corrección, ni les permitirá que salgan de su puesto sin permiso. Cuando algún alumno pida hablar, no se lo concederá sino en contadas ocasiones, y no le responderá sino cuando esté sentado en su silla y siempre en voz baja.31 (2º) Se cuidará de que los escolares estén colocados de tal manera que los maestros les puedan tener siempre a la vista. El maestro hará observar fácilmente el silencio, si exige que los escolares estén siempre sentados, con el cuerpo siempre derecho, con la mirada hacia el frente, ligeramente dirigida hacia el maestro, que tengan los libros en las manos, leyendo siempre en él, que coloquen los brazos y las manos de tal modo que los pueda ver bien, que no se toquen mutuamente con los pies o con las manos, que no se den nada los unos a los otros, que no se miren nunca unos a otros, que no se hablen por signos, que tengan siempre los pies apoyados tranquilamente, que no saquen los pies fuera de los zapatos o zuecos, que los que escriben no estén como echados sobre la mesa cuando terminan, ni adopten posturas descuidadas. 32 (3º) El maestro velará particularmente sobre sí mismo para no hablar sino muy rara vez, y en voz muy baja, a menos que sea necesario hacerse oír de todos los alumnos.(…) No hablará a ningún alumno en particular, ni a todos en general, sin haber examinado lo que va a decir, y sin considerar qué es necesario decir. 30

La exclusiva dedicación de todos los alumnos a la actividad de la clase exige algunas intervenciones del maestro: “Si alguno de los alumnos está jugueteando con algo en la clase, un escolar se encargará de quitárselo, y lo guardará hasta el final de la escuela, en que, habiendo salido todos los escolares, y estando presentes el alumno o alumnos a los que pertenecen las cosas que tiene en la mano, presentará esas cosas al maestro, para devolvérselas a estos escolares o disponer de ellas al instante mismo, según lo juzgue oportuno el maestro, si cree que las cosas pueden perjudicarles. Los maestros serán muy fieles en no recibir nada de los alumnos y en no guardar nada de lo que éstos hayan llevado a la escuela, bajo ningún pretexto, excepto los malos libros que llevarán al Hermano Director para que los queme; este asunto reviste mucha importancia.”(GUIA: II, 1º, 2) 31 “A los escolares que no se les permitirá hablar alto en la escuela, más que en tres ocasiones, a saber: cuando les corresponde leer, en el catecismo y cuando rezan. El maestro observará igualmente una regla semejante, y hablará alto sólo en tres momentos: para corregir a los alumnos durante la lectura, cuando sea necesario, porque ningún alumno puede hacerlo; durante el catecismo; en las reflexiones y en el examen.” (GUIA: II, 1º, 3) 32 Sólo le maestro podrá habilitar con su autorización al alumno que desee hablar o que necesite satisfacer sus necesidades, aunque ante el pedido del alumno (que levanta la mano o se pone de pie junto al banco) se reserva la posibilidad de indicarle con una señal la respuesta afirmativa o negativa. (GUIA:II, 2º, 7)

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(…)Fuera de estas tres circunstancias el maestro no hablará alto sino cuando lo juzgue necesario y procurará que esto sea pocas veces.” (GUIA: II, 2º, 3)  En sólo uno de los artículos – y como principio del ordenamiento de las instituciones – La Salle concentra los caracteres de la sociedad disciplinaria: vigilancia exterior, convencimiento interior, presencia de un Dios omnipresente, dedicación al trabajo, silencio absoluto, mínimas señales de comunicación con el maestro, aislamiento de los individuos con respecto al resto de los alumnos, corrección en la postura corporal, mirada puesta en el maestro o en la tarea (carteles, libros, escritura). La enseñanza era simultánea, pero – exceptuadas las circunstancias en que se imponía la ayuda mutua – el maestro enseñaba y atendía al mismo tiempo a cada alumno, sin que interactuara ni interfiriera el grupo como tal. “De poco serviría que el maestro se esforzase por mantener en silencio, si él mismo no lo guardase (…). Por esta razón se ha introducido el uso de las señales en las Escuelas Cristianas. Como hay muchas ocasiones en que los maestros deben hablar, y en las que se le ordena utilizar la señal en vez de la palabra, se han establecido numerosas señales de diferentes clases, para ordenarlas en alguna forma se las ha calificado en relación con los ejercicios y actividades que se practican normalmente en las Escuelas Cristianas. (…) Todas las señales serán las mismas en todas las casas, sin cambiar ni añadir nada.” (GUIA: II, 2º, 1) 33  Para cada uno de los lugares y actividades maestros y alumnos debían conocer y reconocer el sistema de señales: (1º) durante las comidas; (2º) durante la práctica de las lecturas; (3º) durante los ejercicios de escritura; (4º) durante la enseñanza del catecismo; (5º) en el rezo de las oraciones. Todos los maestros de todas las escuelas empleaban las mismas señales, entre las que se cuentan: dar un golpe con la mano sobre el libro cerrado; dar uno o varios golpes con la señal; una palmada; una palmada sobre el libro abierto; juntar las manos: golpearse el pecho; señalar a un alumno; hacer una señal con la boca, levantando la mano de derecha a izquierda; pequeño ruido con la boca y movimiento de los dedos; mirar fijamente a los alumnos y realizar la acción corporal que se debe imitar. (GUIA: II, 2º, 2 - 4)  En las Escuelas Cristianas reinaban el silencio mas riguroso y el orden absoluto: “Dado que se impone una estrategia del silencio, de un silencio tan estricto que no se oye ningún ruido, ni siquiera el de los pies, deben eliminarse los sonidos inútiles, entre ellos, la palabra, sustituyéndolas con determinados golpes o señales, cuyo código debe indicar claramente al receptor lo que debe hacer, como si fuera un ritual que se maneja con determinados automatismos y que avanza al son de las diversas señales.” (FOUCAULT: 1989: 171) “Al entrar en la escuela, (1º) todos los escolares caminarán tan suave y pausadamente que no hagan ruido alguno. (2º) Los que pasen por otras clases para ir a la suya, no se detendrán en ninguna por ningún motivo, bajo pretexto incluso de hablar con alguno, aunque fuese su propio hermano. (3º) Mientras los escolares se reúnen y al entrar en la clase, guardarán silencio, tan riguroso y exacto que no se oiga el menor ruido, ni de los pies; de manera que no se distinga quiénes van entrando, ni se note que los demás estudian. (4º) Los maestros advertirán que quienes hablen o hagan ruido en la clase durante su ausencia, serán castigados rigurosamente, y que no se perdonarán nunca las faltas que cometan contra el silencio y buen orden durante ese tiempo.” (GUIA, I. 1. 1)

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“El maestro no se servirá de la palabra, ni de ningún ruido de boca para corregir en la lectura, sino que dará dos golpecitos seguidos.” Las señales codificadas sustituyen a las palabras, cuya economía es uno de los principios de la pedagogía lasallana: si un signo o una señal puede sustituir la pronunciación de una orden, debe siempre preferírselos. (GUIA: II, 1º.1)

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 Finalmente, para garantizar la identidad y la homogeneidad de las Escuelas Cristianas y para darle aplicación universal al Reglamento de las mismas, se establecía la vigilancia sobre toda la organización y el sistema: “Habrá en todas las casas del Instituto un Inspector de las escuelas, que tendrá autoridad sobre todas las escuelas dependientes de una misma casa. El Director será el Inspector; si hay 3 ó 4 escuelas dependientes de la casa en donde es director, se le podrá dar un Hermano para ayudarle en la inspección de las escuelas, de las que será, sin embargo, responsable, de tal manera que este Hermano no hará nada sino por su mandato, y le dará cuenta de todo lo que haya hecho y de lo que haya pasado en las escuelas. El Inspector de las escuelas estará siempre en alguna de las escuelas de las que tenga la dirección, ya en una, ya en otra, no según su elección sino según la necesidad que se tenga de su presencia; de seguido y por orden, según le haya sido señalado por el Superior del Instituto. No se ausentará sin una necesidad evidente; y, si es Director, informará al Superior del Instituto del tiempo en que no haya estado, y de la necesidad y razones que haya tenido para ausentarse. Permanecerá en la misma escuela, desde la entrada hasta la salida y prestará atención a todo lo que acontezca en todas las clases; procurará que las reglas y prácticas de la escuela se observen exactamente, sin ningún cambio ni alteración.” (GUIA: III. Introducción) 2.5. CONTENIDOS Y ORGANIZACIÓN CURRICULAR DE LAS ESCUELAS.  La Guía para las Escuelas Cristianas detalla la enseñanza progresiva primero de la lectura y, luego, de la escritura, separando claramente la primera de la segunda; a la enseñanza de la lengua materna y del latín, se le adicionaba el reconocimiento y la posterior escritura de los diversos tipos de letras34. A estos contenidos que ocupaban la mayor cantidad del tiempo escolar, se le sumaba la enseñanza de los números y de las operaciones, así como la utilización de diversos y progresivos textos entre los que se encontraban los libros religiosos o litúrgicos y el Libro de Urbanidad. La presentación de los contenidos siempre se asocia a la metodología que debía ser empleada por el maestro, los recursos para mantener la atención simultánea de todos los alumnos y la aplicación a la tarea escolar, y la utilización de ejercitación variada y creciente para afianzar los conocimientos adquiridos, junto con los instrumentos indispensables para el trabajo: 35 34

Se menciona (GUIA: I, 4º, 4) la letra redondilla, la letra bastardilla y se menciona la letra gótica como mas dificultosa para la lectura. Al mismo tiempo se establecen los diversos ocho niveles de aprendizaje y de dificultad en que se divide la clase, comenzando por los que comienzan a tomar la pluma y acomodan el cuerpo para el ejercicio hasta el grado de los escribanos que escriben en caracteres de comercio y en letra rápida todo tipo de escritos: mandatos judiciales, embargos, contratos, recibos, presupuestos, contratos de obreros, arrendamientos, actas notariales (lo que se facilita para la lectura en los Registros). A los alumnos de los últimos niveles se les enseñará la ortografía y se efectuarán controles sobre la calidad de sus escritos.(GUIA :I, 6º) 35 Para la lectura eran necesario disponer de carteles, libros y registros, para la escritura los alumnos necesitan disponer de los recursos materiales que significarán la presencia progresiva de los instrumentos de trabajo en el interior de la escuela moderna, sujeta a sucesivas adecuaciones históricas y disponibilidades tecnológicas: (1º) El Papel: “El maestro cuidará que los alumnos tengan siempre papel blanco en la escuela, y para ello les indicará que lo pidan a sus padres, a más tardar cuando no les queden sino seis hojas de papel en blanco. Cuidará incluso que, si algún alumno ha olvidado de traer papel, no se lleve el que ha escrito hasta que haya traído papel en blanco. Todos los que escriben traerán cada vez, al menos, media mano de papel bueno.” (GUIA: I, 4º.2) (2º) Las plumas y cortaplumas: “El maestro exigirá que los alumnos traigan diariamente dos plumas grandes a la escuela para que siempre puedan escribir con una mientras tajan la otra. Cuidará que las plumas no sean ni demasiado finas, ni demasiado gruesas, sino cilíndricas y muy limpias, secas y de la segunda muda. (…)Todos los escribientes tendrán también un cartapacio donde puedan guardar sus plumas y cortaplumas.” (GUIA: I, 41.2) (3º) La tinta: “Se proporcionará tinta a los alumnos; con este fin habrá en las mesas tinteros de plomo que no puedan volcarse fácilmente. Se colocará uno entre cada dos alumnos. El maestro cuidará de que se distribuya la tinta necesaria y de que los encargados de recoger los papeles limpien los tinteros una

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(1º) “El primer libro que se usará en las Escuelas Cristianas será un texto seguido. Deletrearán, al menos, tres renglones cada uno, de acuerdo con el tiempo de que disponga el maestro y con el número de alumnos. (…) El segundo libro que se utilizará en las Escuelas Cristianas. Los alumnos no lo usarán para leer sino cuando sepan deletrear perfectamente. Habrá dos grupos de lectores en este libro: unos deletrearán y leerán silabeando, y otros que no deletrearán y sólo leerán silabeando. Todos seguirán la misma lección, y mientras uno deletrea o lee, todos los demás de la misma lección seguirán, tanto los que deletrean y leen como los que únicamente leen. (…) El maestro cuidará de vez en cuando de sorprender a algunos, haciéndoles deletrear algunas palabras para comprobar si en realidad siguen. (…) Los que deletrean, deletrearán más o menos tres renglones, y leerán después tanto cuanto hayan deletreado; y los que sólo leen, leerán cinco o seis renglones, según el número de alumnos y el tiempo de que disponga el maestro. (…) El tercer libro que se empleará para enseñar a leer en las Escuelas Cristianas lo leerán por párrafos y de corrido, deteniéndose sólo en los puntos y en las comas. No se colocarán en este nivel sino a aquellos que sepan leer perfectamente silabeando. (…) El maestro enseñará estas cosas a los escolares cuando lean, haciéndoles notar todas las faltas que cometen contra la pronunciación y corrigiéndolas exactamente, sin pasar por alto ninguna. Por este motivo cada maestro debe saber perfectamente el tratado de la pronunciación”. (GUIA: I, 3º, 4 – 6) (2º) “Queda claramente establecido el predominio de la lengua francesa sobre el aprendizaje del latín: “El libro en el que se aprenderá a leer el latín será el Salterio. No se colocará en este nivel sino a quienes sepan leer perfectamente en francés. Habrá dos grupos entre los que leen el latín: los principiantes que leerán únicamente silabeando y los adelantados que leerán de corrido. No se les hará leer de corrido sino cuando sepan leer perfectamente silabeando; y tanto los que leen de corrido como los que leen silabeando tendrán la misma lección; leerán, sin embargo, por separado, pero todos seguirán mientras los otros leen.” (GUIA, I, 3º, 8) (3º) “El otro cartel debe presentar la numeración francesa y romana por separado y en columnas, hasta cien mil. Para aprender todas estas cosas, se tomará un cuarto de hora al principio, dos veces por semana. El primer día de escuela de la semana, se enseñará durante ese cuarto de hora (por las tarde dos veces por semana) todo lo que presenta el primer cartel, procediendo así: El maestro señalará en el cartel y hará que varios alumnos repitan uno tras otro, las diferentes dificultades y las razones de lo que en ellas se presenta. Mientras uno explica, los otros mirarán el cartel y estarán atentos para poder comprender y retener lo que se explique. El maestro procurará preguntar a otros sobre lo que se está explicando para darse cuenta de si siguen lo que dice el compañero y si lo comprenden.” (GUIA: I, 3º. 7)

vez por semana, el último día de clase.” (GUIA: I, 4º. 2) (4º) Los modelos: “Habrá dos clases de modelos para distribuirlos a los alumnos; unos con el alfabeto, con todas las letras del alfabeto unidas. En segundo lugar, muestras presentadas en renglones, cada una debe comprender cinco o seis renglones. Los modelos que se proponen a los alumnos estarán en hojas sueltas y los maestros no trazarán las muestras en los papeles de los alumnos. Todas las muestras por renglones serán textos de la Sagrada Escritura o bien máximas cristianas sacadas de los Santos Padres o de libros de piedad.” (GUIA: I, 4º, 2) (5º) Las falsillas y los secantes: “Se darán falsillas únicamente a aquellos que no puedan escribir derecho por sí mismos. El Inspector de las Escuelas y el maestro examinarán quienes tienen necesidad de ellas, y las usarán lo menos posible. La falsilla es una hoja de papel con renglones, en sentido de lo ancho, según la longitud que deben tener; (…) sirven para regular las líneas que escriben, porque las escriben sobre los renglones de la falsilla. Cada uno de los que escriben tendrá en su cartapacio una hoja de papel gris del tamaño del cartapacio, que absorba muy fácilmente la tinta, a fin de poder secarla sin emborronarla; se llama papel secante a causa del uso que se le da.” (GUIA: I, 4º. 2)

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(4º) “Una vez que los alumnos sepan leer perfectamente tanto en francés como en latín, se les enseñará a escribir, y desde que comiencen a escribir, se les enseñará a leer en el Libro de la Urbanidad. Este libro contiene todos los deberes, así para con Dios como para con sus padres, y las reglas de la buena educación social y cristiana. Está impreso en caracteres góticos, más difíciles de leer que los caracteres franceses. En este libro no se deletreará, ni tampoco se leerá silabeando, sino que cuantos lo reciben leerán siempre de corrido.” (GUIA: I, 3º. 9) “Es necesario que los alumnos sepan leer perfectamente, tanto en francés como en latín antes de que comiencen a escribir. Con todo, si sucediera que algunos alumnos han cumplido los 12 años y aún no han comenzado a escribir, se les podrá poner a escribir antes que aprendan a leer en latín, con tal que sepan leer bien y correctamente el francés, y que se prevea que no acudirán a la escuela el tiempo suficiente para aprender a escribir satisfactoriamente. Prestarán atención a ello el Hermano Director y el Inspector de las Escuelas. Se hará de tal manera que los alumnos no aprendan a escribir antes de los diez años de edad.” (GUIA: I, 4º. 1) (5º) “El Inspector procurará que se enseñe a leer en los Registros a los que estén en el cuarto orden de letra redondilla y en el tercero de bastardilla. Para distribuir bien estos papeles o pergaminos manuscritos, que se llaman Registros36, debe haber muchos en cada casa, diferentes y que se distingan unos de otros según la facilidad o dificultad que haya al leerlos. Como los Registros que ofrecen la misma dificultad, son normalmente de un mismo autor y escritos con la misma clase o tipo de letras, particularmente los que no constan más que de una hoja o unos folios, como por ejemplo, las órdenes de comparecencia, los recibos, los contratos, etc., es muy útil hacer que los alumnos aprendan a leer en forma seguida todos los Registros de un mismo autor, porque grabándose en la memoria e imaginación su escritura y sus abreviaturas, no tendrán ya dificultad para interpretarlos, y los más difíciles y complicados llegan a hacérseles muy fáciles gracias a esa práctica. Los alumnos que leen en los Registros se distribuirán en seis órdenes, según la dificultad mayor o menor de los grupos de Registros, para que leyendo todos estos papeles seguido y por orden, adquieran al fin facilidad para leer los más difíciles, y lean por orden y seguido todos los niveles de papeles o Registros que estén en la clase.” (GUIA: I, 3º. 10) (6º) “En la lección de Aritmética habrá escolares de diferentes niveles. Unos aprenderán la suma, otros la resta, la multiplicación o la división, según el progreso alcanzado. El maestro cuidará de escribir en la pizarra una regla para cada nivel, los sábados o el último día de clase de la semana, si cayere una fiesta el sábado. (…) Se enseñará la Aritmética sólo a los que han iniciado el cuarto orden de escritura redondilla y segundo de bastardilla, y será el Hermano Director o el Inspector de las Escuelas quien coloque a los alumnos en este nivel lo mismo que en los otros. Se enseñará la Aritmética el martes y el viernes por la tarde, desde la una y media hasta las dos. (…) Para enseñar Aritmética el maestro estará sentado delante de su sitial, y un alumno de cada nivel, de pie, aplicará la regla de su nivel señalando las cifras unas tras otras, con un puntero y sumando, restando, multiplicando o dividiendo en voz alta. (…)Todos los alumnos que escriben y que no estudian aún la Aritmética, prestarán también atención. El maestro tendrá la lista de todos los alumnos que aprendan la Aritmética, agrupados por niveles, y hará que todos practiquen en la clase una regla de su nivel en la pizarra, unos después de otros, sin exceptuar a ninguno. Los escolares de cada nivel se dividirán en principiantes y avanzados”. (GUIA: I, 5º) 2.5.1. FORMACIÓN RELIGIOSA

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Se trata de libros que reúnen diversos tipos de discursos o de textos que permiten que el alumno se familiarice con el uso de la lengua en contextos sociales variados y respondiendo al uso en los diversos oficios y profesiones.

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“Se les inspirará que entren en sus clases con profundo respeto en atención a la presencia de Dios. Al llegar al centro harán una profunda reverencia al crucifijo y saludarán al maestro, si está presente, se pondrán de rodillas para adorar a Dios y rezar una breve oración a la Santísima Virgen. Una vez terminada se levantarán, repetirán la reverencia al Crucifijo y el saludo al maestro e irán pausadamente y sin ruido a su sitio ordinario”. (GUIA: I, 1º, 1)  La enseñanza del catecismo y de las partes de la misa, con sus respectivas oraciones obedecía al mismo esquema de enseñanza, repetición, memorización y recitación que el resto de los contenidos escolares. (GUIA: I, 2º.2) Pero las Reglas para el funcionamiento de las Escuelas Cristianas determinaban: las oraciones diarias que obligatoriamente se debían rezar en la escuela, las condiciones y los horarios de las mismas (7º.1); las reflexiones y enseñanzas que debían realizarse cada día de la semana (7º. 2); las oraciones que se proponen pero que no practica diariamente sino en situaciones especiales (7º. 3); Las indicaciones para la organización, el control, las prácticas religiosas y el aprovechamiento de la Misa (GUIA: 8º). A esto había que agregarle las normas específicas que determinan las posturas corporales de los maestros y de los alumnos para el rezo de las diversas oraciones, especificando las acciones y posiciones permitidas y censuradas (GUIA, I, 7º. 4) y para la celebración de la Misa: la forma de entrar a la Iglesia, la forma de comportarse durante la ceremonia litúrgica, la forma de salir. (GUIA: I, 8º)  Finalmente se presenta el plan de trabajo para la formación religiosa o para el catecismo; La función del maestro respondía al parámetro establecido para los contenidos enunciados y su tarea de control lo comprometía – en la enseñanza de la religión – a velar por la seriedad de la tarea y de los aprendizajes. “Los alumnos de todas las clases estarán divididos en seis niveles por lo que se refiere al catecismo. El primer nivel será el de los que leen en el primer cartel; el segundo, el de los que leen en el segundo cartel; el tercero el de los que leen en el silabario; el cuarto el de los que leen en el primer libro; el quinto el de los que leen en el segundo libro; y el sexto el de los que leen en el tercer libro y el de todos los otros que están en niveles avanzados. (…)El maestro no hablará a los alumnos durante el catecismo como quien predica, sino que les interrogará casi continuamente, por preguntas y subpreguntas para hacerles comprender lo que les enseña. 37 El maestro preguntará sucesivamente a varios alumnos acerca de una misma cuestión, siete u ocho, y hasta diez o doce y, en ciertas ocasiones, incluso un número mayor. Se preguntará a los alumnos y responderán uno detrás de otro, según el orden de los bancos; sin embargo, si el maestro nota que varios seguidos no pueden responder a la pregunta, o no contestan bien, podrá preguntar a uno o a varios en diferentes lugares de la clase; en tal caso, después de dar un golpe con la señal, indicará a uno para que responda, y después que uno o varios hayan contestado, hará que responda aquél a quien había preguntado anteriormente siguiendo el orden de los bancos. (…)El maestro sólo empleará en sus preguntas expresiones sencillas y palabras muy fáciles de entender, que no necesiten explicación, en cuanto sea posible, y hará que las preguntas y respuestas sean lo más cortas posible. El maestro no permitirá que le respondan palabra por palabra, sino que exigirá las respuestas completas y de corrido. Si se da el caso que algunos niños o retrasados no pudiesen dar la respuesta cabal, el maestro la dividirá de tal forma que el escolar que responda, logre realizar en tres veces lo que no podía en una. Si sucede que alguno tiene el espíritu tan corto que no puede repetir bien una respuesta que varios hayan dicho sucesivamente, para ayudarle a retenerla, hará que la repita cuatro o cinco veces, alternando primero con un alumno que la sepa bien, ofreciéndole así mayor facilidad para aprenderla. ” (GUIA: I, 9º) 2.5.2. FORMACIÓN EN LA MORAL Y BUENAS COSTUMBRES.

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Hay diferencia entre el predicar y el explicar el catecismo.

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 Si bien la escuela debía funcionar como prolongación y refuerzo de la educación familiar38, a partir de los contextos en los que se definieron los sujetos a educar en Calasanz y en La Salle, la familia lejos de ser siempre una aliada de la escuela, se convirtió provisoriamente en una enemiga a la que era necesario conquistar y civilizar, porque muchos de sus usuarios pertenecían a sectores sociales que ignoraban normas fundamentales de la convivencia y desconocían el valor de la educación. Era la escuela la primordialmente que dictaba los comportamientos que debían adoptar los niños en la misma escuela, en la sociedad y en la familia. Y esta educación de los niños representaba un proceso civilizatorio de la misma familia. La Salle trasladó los manuales de urbanidad y civilidad de las familias honestas y acomodadas a toda la población. La honestidad debía ser una condición de la totalidad de la población: educar cristianamente a los hijos era una manera de lograr que la familia entera lograra alcanzar la educación. Frente a la propuesta de las escuelas los padres se mostraban obedientes y confiaban en la eficacia de la acción educativa ya que eran testigos de sus transformaciones. El objetivo de la escuela era normalizar socialmente a todos los niños y lograr que la familia lograra reconocer su valor y adquiriera las mismas pautas de civilidad y urbanidad. (QUERRIEN, 1979: 127. ARIES – DUBY, 1992: V)39  Anne Querrien se encargó de mostrar cómo las miradas son captadas por los dispositivos de poder y organizadas para servirlos, miradas eficaces a partir de las cuales se organizan los espacios escolares. (1979: 105) Entre los Hermanos de las Escuelas Cristianas regía el lema de "las tres S”: "Sanos, Santos y Sabios". El ordenamiento de los alumnos, la distinción entre unos y otros mediante la organización de un espacio adecuado (en el que no pueden mezclarse, ni tocarse), la vigilancia permanente, dan muestras claras de este tipo de poder aplicado al cuerpo del alumno. La escuela aparece no sólo como transmisora de conocimientos, sino como la encargada de subjetivar normas, a partir de una vigilancia del cuerpo en su totalidad: limpio, sano, santo. La asociación de estos tres aspectos quedó instalada en la estructura de la escuela moderna y llegó a potenciarse con la vigencia del positivismo que acompañó a la universalización y a la obligatoriedad de la escolarización, remarcando la vigencia de (1º) la urbanidad y los controles higiénicos, (2º) el cuidado del cuerpo y de la salud y (3º) la moralidad y la vigencia de las buenas costumbres.  La Salle en sus Reglas de Cortesía y de Urbanidad Cristiana (1703)40 expresaba el sentido que tenía para los cristianos esta necesaria formación en la civilidad y en las buenas costumbres, al punto de llegar a definir la misma como una propiedad específica y necesaria de los creyentes: “Causa sorpresa comprobar que la mayoría de los cristianos considera la cortesía o urbanidad como simple cualidad humana y mundana, y(…) no la miran como virtud que muestra la relación a Dios, al prójimo y a sí mismo. Es una prueba del poco cristianismo que reina en el mundo y de las escasas que son las personas que en él viven y se conducen según el espíritu de Jesucristo. (…) Incumbe a los 38

“Los alumnos que repitan todas las cosas de que se ha hablado anteriormente, deben haberlas aprendido de memoria en su casa o en el tiempo en que están en la escuela antes de comenzar las clases. Las repiten, no para aprenderlas sino para demostrar que las saben, y en relación con las oraciones y respuestas de la Santa Misa, para aprender a decirlas como es debido.” (GUIA: I, 2º. 2) 39 Ranum O. en ARIES - DUBY (V: 179, 185, 187, 202) mencionan reiteradamente los aportes de La Salle en las cuestiones de Urbanidad y Civilidad, potenciando los aportes que originalmente había confeccionado Erasmo, en su De civilitate forum puerilium libellus, publicado en Basilea, en 1530. Las Reglas del decoro y de la civilidad cristiana publicada originalmente en 1703, tiene una difusión extraordinaria: en 1875 se cuenta ya 126 ediciones de la misma. Muchas de las observaciones que realiza, las exige en primer lugar en los Maestros – Hermanos de las Escuelas Cristianas. Puede considerarse al texto como un instrumento que fija la versión canónica de la civilidad logrando que el mismo se convierta en instrumento de uso por parte de los públicos más diversos. 40 LA SALLE Juan Bautista de, (1703), Reglas de Cortesía y Urbanidad Cristiana. Troyes. 1703. Trabajamos la versión virtual que ha volcado las documento de las Cahiers Lasalliens 19)

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padres y madres tomar esto en consideración cuando educan a sus hijos; y los maestros y maestras encargados de instruir a los niños deben prestar a ello particular atención. (…) Cuando les propongan normas de cortesía no descuiden nunca el decirles que hay que ponerlas en práctica sólo por motivos puramente cristianos, que miran a la gloria de Dios y a la salvación.“ (REGLAS, prefacio) “La cortesía cristiana es el proceder discreto y regulado que se traduce en las palabras y acciones exteriores mediante un sentimiento de modestia y respeto, o de unión y caridad de cara al prójimo, y que toma en consideración el tiempo, el lugar y la persona con la que se conversa; y esta cortesía en cuanto mira al prójimo se llama mas propiamente urbanidad”. (REGLAS, prefacio)  Para que las prácticas de urbanidad y cortesía respondieran a los parámetros socialmente establecidos, no bastaba establecer y dar a conocer solamente las reglas, sino que en cada caso se debían adaptar al tiempo, la geografía o el país propio o de visita, los ambientes concretos en que se producían, las personas con las que se establecía relación, las relaciones familiares y la diversidad de clases41; requerían una capacidad de discernimiento y adaptación (criterio o sentido común) que diera cuenta de la personalidad de quien las ponía en práctica, porque “la cortesía y la urbanidad no son en el fondo sino acciones de comedimiento y de respeto para con el prójimo, que brilla mas en las acciones ordinarias, que casi siempre se realizan delante de los demás”.  En el desarrollo y enumeración de los diversas prescripciones, LA SALLE -- que se propone tratar en la primera parte, la circunspección que debe aparecer en los modales y la compostura de las diferentes partes del cuerpo, y en la segunda, las señales exteriores de respeto o de afecto especial que deben tributarse, en las diversas circunstancias de la vida, a todas las personas ante quien se realizan y con la que se debe tratar -- obedece siempre al mismo esquema de presentación: (1º) enumera las acciones o costumbres que deben evitarse o eliminarse por inapropiadas; (2º) especifica cuáles son las conductas aconsejadas y necesarias; (3º) aborda las cuestiones particulares que atienden a situaciones específicas que requieren una formulación especial.  En cada uno de los catorce capítulos de la primera parte se ocupa de la higiene, de la manera de conservar y usar, y de las acciones convenientes para cada parte del cuerpo: (1º) Modales y compostura de todo el cuerpo; (2º) La cabeza y las orejas; (3º) Los cabellos; (4º) La cara; (5º) La frente, las cejas y las mejillas; (6º) La nariz; (7º) Los ojos y la vida; (8º) La boca, los labios, los dientes y la lengua; (9º) El habla y la pronunciación; (10º) Bostezar, escupir y toser; (11º) La espalda, los hombros, el brazo y el codo; (12º) Las manos, los dedos y las uñas; (13º) Las partes del cuerpo que se deben cubrir y las necesidades corporales; (14º) Las rodillas, las piernas y los pies. No es difícil descubrir que las normas oportunamente establecidas para el manejo de los Hermanos de las Escuelas Cristianas al definir su ingreso y su permanencia en la orden respondían a estos parámetros que La Salle universaliza a través del tratado, a los efectos de difundirlo en cada una de las Escuelas. Si muchos de los Hermanos - debido al carácter mismo del oficio de maestros de escuela y a su calidad de miembros de la iglesia sin poder disfrutar de los privilegios sociales y económicos del sacerdocio - provenían de sectores sociales menos favorecidos, era necesario sembrar en ellos las principios de la cortesía y la urbanidad para que sirvieran de ejemplo permanente de todos los alumnos. Las prácticas de civilidad, cortesía y urbanidad reproducían, para La Salle (REGLAS: I, 8), la “buena educación” que no podía ser exigida como condición previa en el ingreso de todos los alumnos a las Escuelas 41

Los escritos y las reglas de LA SALLE no tienen como destinatarios determinadas clases sociales, sino que se dirige a todos por igual, aunque no desconoce las diferencias de clases: “debe profesar sumisión a los que son superiores, bien sea por alcurnia, por el empleo o por su calidad, manifestándole mas respeto que el que les mostraría otro que fuera igual que ellos”. Se distingue al campesino del artesano y ambos del gentilhombre, así como se mencionan permanentemente las costumbres propias de los clérigos para separarlas de las costumbres de los seglares y hombres de mundo, a quienes se dirige.

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Cristianas sino que trasladaba a la educación escolarizada la responsabilidad de producir los hábitos, generar los acostumbramientos, domesticar y servir como germen de la transformación en el seno de las familias y de la sociedad. Mientras que para las clases más altas, la Reglas eran solamente un recordatorio que codificaba las prácticas de rigor, para los restantes sectores sociales que accedían a la escuela representaba un verdadero ingreso en sociedad: el buen gusto y las costumbres civilizadas. Más allá de lo que representaran otros contenidos de los que daba cuenta la escuela, este inicio en las pautas básicas de “la buena educación” significaba una verdadera promoción social porque habilitaba a los alumnos para el desempeño en cualquier medio social. El individuo honesto y bien educado será – de aquí en más – aquel que responde a las pautas sociales de la urbanidad y de la cortesía que se encuentran vigentes para una determinada sociedad, adecuación que no solamente responde a los principios de la buena convivencia entre las personas, sino que traducen en términos civilizados y modernos el mandado evangélico de la caridad y del amor al prójimo42. No sólo se trata de un aporte relevante de La Salle a la educación universal, sino que representa una verdadera marca o sello en la configuración de la escuela moderna, que será la encargada de asumir y difundir estos principios sociales, reforzando los discursos familiares o despertando en el seno de hogar las pautas sociales de rigor.  La insistencia en la higiene y la limpieza corporal refleja los requerimientos sanitarios y de cortesía del momento: (1º) Debe considerarse la limpieza del cuerpo y en particular de la cabeza, como signo exterior y sensible de la pureza del alma; (2º)Las orejas deben estar aseadas y sin aditamentos; (3º) El respeto a la Iglesia obliga a no entrar en ella si no se está limpio; (4º) El aseo pide limpiar todas las mañanas la cara con un paño blanco, para desengrasarla: no es tan conveniente lavarla con agua, pues ello la torna más sensible el frío en invierno y al bochorno en verano; (5º) Por cortesía, se debe tener siempre la boca limpia, y para ello conviene lavarla todas las mañanas.(6º) Es signo de distinción el mantener y tener siempre las manos limpias, siendo vergonzoso aparece con ellas negras y grasientas (esto no se puede consentir mas que a los obreros o aldeanos): para mantenerlas limpias y aseadas, hay que limpiarlas todas las mañanas, lavarlas inmediatamente antes de las comidas y cada vez que se hayan ensuciado, al hacer algún trabajo; (7º) Para no tener los pies sudorosos y malolientes lo que resulta muy molesto para los demás, hay que procurar que los pies estén siempre limpios. (REGLAS, I) 43  Todas las recomendaciones permiten reconstruir la insistencia permanente de la educación escolar - en la que cotidianamente convivían una número importante de niños y jóvenes que procedían de sectores sociales diversos y traducían conductas corporales variadas - a través de Reglas que se asociaban a la domesticación y al control del cuerpo y de sus necesidades naturales (ARIES – DUBY, 1992); se trataba de 42

Es curioso como La Salle insiste una y otra vez en las prácticas de urbanidad y cortesía, refiriéndolas a las costumbres en el interior de las Iglesias: “El respeto debido a estos lugares consagrados a Dios y destinados a darle el culto que se le debe, pide que se conserven bien limpios y honor, incluido el pavimento sobre el que se anda: sin embargo sucede que no hay suelo de cocina e incluso establo que esté mas sucio que el de la Iglesia, a pesar de ser la morada y la casa de Dios sobre la tierra”. (REGLAS: 10) 43 “Desde finales de la Edad Media y hasta mediados del siglo XVIII, la limpieza corporal prescinde del agua e ignora el cuerpo, con excepción del rostro y de las manos que son las únicas partes que se muestran. La atención de concentrará en lo visible: el vestido y sobre todo la ropa blanca, cuya pulcritud ostensible en el cuello y en los puños es el verdadero indicio de limpieza. (…) Existe una concepción del cuerpo que repele el agua como agente peligroso capaz de penetrar en todas partes. Por consiguiente el aseo debe ser seco y se identifica con enjugarse y perfumarse.” El agua retorna entre 1740 y 1750 y con ella las técnicas de limpieza, indicio de las nuevas distinciones sociales y rehabilitación de la intimidad corporal, asociándose con la medicina y la difusión de las normas sanitarias. En todos los casos la ropa blanca representa una barrera que divide el interior asociado a la intimidad y a lo inviolable, y el exterior objeto de la propia mirada y de la mirada ajena. RANUM O. en ARIES-DUBY, 1992: V, 190

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construir los cuerpos socialmente dóciles, tema ampliamente abordado y reflejado por FOUCAULT (1989: 139). A tal efecto, LA SALLE elabora un verdadero elenco de prohibiciones que combinan las pautas morales con las buenas costumbres (cortesía o urbanidad). 44 Pero sin llegar a los extremos mencionados, proponía un elenco de las costumbres que preferentemente debían evitarse: (1º) Afectación, laxitud, flojera, encogimiento en el cuerpo, posturas indecorosas; (2º) encerrar o hundir la cabeza entre las espaldas, girarla en todas las direcciones; (3º) no debe haber en el rostro nada severo, ni repugnante, huraño o salvaje, malhumorado, melancólico; (4º) el rostro no ha de estar arrugado, mostrando un espíritu inquieto y triste; (5º) los ojos extraviados que nunca se detienen y miran sin parar a un lado y a otro como típico espíritu ligero; (6º) la boca no debe estar ni demasiado abierta, ni demasiado cerrada, y al comer nunca debe estar llena; (7º) los dientes no deben limpiarse con cualquier instrumentos sino que sólo pueden utilizarse los mondadientes; (8º) La lengua siempre debe permanecer en el interior de la boca, encerrada por los dientes; (9º) es mala educación gritar al hablar, hablar por la nariz o pronunciar mal algunas de las letras, tener un hablar demasiado flojo, lento o lánguido, o demasiado duro y brusco. (10º) no es elegante encorvar la espalda y los hombros, como si se tuviese un fardo pesado sobre las espaldas, hay que habituarse a mantenerse siempre derechos; (11º) es deseducado meter ambas manos en los bolsillos o tocar a los interlocutores cuando se habla o gesticular ampulosamente señalando personas u objetos con la mano; (12º) debe evitarse cuidadosamente poner la mano desnuda sobre las partes del cuerpo que no están ordinariamente descubiertas y, si es necesario tocarlas, es preciso que se haga con precaución; (13º) se debe evitar el rascarse, frotarse, moverse o asumir posiciones indecorosas, porque es necesario saber soportar las pequeñas molestias que nos provoca el cuerpo; (14º) es indecoroso y descortés ver o tocar en otras personas, especialmente del sexo opuesto, lo que Dios prohíbe mirar en sí mismo45; (15º) las necesidades naturales – siempre, aun entre los niños – deben realizarse en un lugar separado, sin ser visto por los demás y sin provocarles molestias. 46(REGLAS, I, 1 – 14)

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(1º) Rascarse la cabeza es muy indecoroso e indigno de las personas bien nacidas; (2º) no se debe dejar acumular suciedad en las orejas y es descortés servirse de cualquier medio para limpiarlas; (3º) téngase sobre todo cuidado de que los cabellos no tengan parásitos ni piojos (especialmente los niños); (4º) no hay que comer con extrema avidez, mostrando una glotonería inmoderada; (5º) un hombre cuerdo nunca debe levantar la mano contra otro: abofetear a un hombre constituye una gran injuria: (6º) se considera muy grosero hurgar continuamente las narices o sonarse de una manera inadecuada (con las manos o con los vestidos); (7º) es muy descortés que los dientes se vean negros, mugrientos o llenos de suciedad; (8º) no es oportuno escupir cuando uno se encuentra en compañía de otras personas, aun cuando sea natural la necesidad de hacerlo, y nunca hay que hacerlo en el piso; (9º) es vergonzoso aparecer con las manos negras y grasientas (propio solamente de obreros y de aldeanos); (10º) no se debe dejar crecer las uñas o tenerlas llenas de porquerías; (11º) no se pueden hacer las necesidades naturales en presencia de otros; (12º) es deshonroso y vergonzoso dar puntapiés a otros en cualquier parte del cuerpo, corresponde a un hombre violento y apasionado. (LA SALLE, REGLAS, I, 1) 45 Curiosa la recomendación del autor: “las mujeres deben cubrir decentemente el cuerpo y velar el rostro ya que no está permitido exponer lo que los otros no pueden mirar libre y decentemente”. 46 “Orinar”, “cualquier otra necesidad natural que pueda tener”, ” ventosidades por arriba o por abajo”: “ciertas necesidades del cuerpo a las que la naturaleza ha sometido al hombre” (REGLAS.13) Similares recomendaciones se encuentran al concluir la primera parte de la GUIA, al reglamentar – en el capítulo 10º - el recorrido de los alumnos desde la escuela hasta sus domicilios. Esta prescripción sirve para introducir el tema de los baños y de los servicios sanitarios en las escuelas, ya que la reunión de una gran cantidad de alumnos, durante un período prolongado de tiempo imponía un sector especial destinado a ellos y una organización específica para su uso. Curiosamente no se hacen menciones a las construcciones ni al diseño de los mismos, en los escritos de los autores anteriores, aunque es de prever que fueran resueltos según las costumbres de la época, tal como lo mencionado por ARIES – DUBY (1992)

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 Y finalmente, el cultivo de la sobriedad, la modestia, la compostura, la sencillez en el porte, en las posiciones, en las posturas corporales, como espejo o reflejo del espíritu, reunía su propio elenco normativo: (1º) gravedad, mesura, sensatez, aire de altura y grandeza, cuerpo derecho, distendido al sentarse; (2º) mantener derecha la cabeza y las orejas descubiertas para poder escuchar atentamente las instrucciones en torno a la religión; (3º) se conoce al hombre cuerdo, por el aspecto de su cara, mostrándose grave y sensato, alegre, sereno sin ser demasiado libre, un rostro siempre igual, que no lo cambien ni la adversidad ni la prosperidad; (4º) los ojos revelan lo que uno lleva en el fondo del alma, los ojos deben ser dulces, pacíficos y comedidos para demostrar humildad y modestia y tener un exterior formal y sereno, natural y simpático; (5º) la nariz es el honor y la belleza del rostro; (6º) Los labios deben estar siempre juntos uno con otro, suavemente y sin fuerza; (7º) al hablar debe emplearse un tono de voz natural, pausado y bastante alto para poder ser oído por las personas con las que se habla, haciendo sonar bien todas las letras y sílabas y pronunciando separadamente todas las palabras, en un tono benevolente; (8º) es signo de cortesía abstenerse de bostezar en presencia de otros o disimularlo en caso de necesidad; (9º) la urbanidad consiste en no mostrar nada referente a quienquiera que sea, que pueda ocasionarle molestia o producirle confusión; (10º) la mansedumbre, la humildad y el respeto al prójimo tienen que animar siempre nuestra conducta; (11º) solamente la cabeza y las manos son las partes del cuerpo que pueden exhibirse porque el resto debe ser pudorosamente cubierto.47 (14º) nuestro cuerpo no es más que el templo vivo en el que Dios mora y debe ser tratado con verdadero respeto: no se lo debe tocar ni mirar sin indispensable necesidad; (15º) cuando se está acostado hay que tener una postura tan decente y modesta que los que se aproximen a la cama no puedan ver la forma del cuerpo48; (16º) la cortesía quiere que, al estar sentado, se tengan las rodillas en su posición natural, ni demasiado juntas ni muy separadas; al estar de pie, es cortés tener los pies medios hacia fuera y los talones separados y alejados unos cuatro dedos uno de otro; (17º) un cristiano siempre debe mostrar dulzura, moderación y cordura en toda su conducta. (REGLAS, I, 1 – 14) 49 47

Este acento puesto por LA SALLE en los lugares descubiertos del cuerpo, permite comprobar que la escuela moderna se construyó con estos dos instrumentos corporales de uso y comunicación, subordinando o negando el resto y potenciando su docilidad y su rendimiento: una cabeza que mira hacia el frente de la clase y tiene los ojos y los oídos atentos para seguir las explicaciones (y eventualmente para poder hablar) y la manos (preferentemente la derecha) para la escritura, son las partes habilitadas de un cuerpo que queda encerrado e inmóvil en el banco asignado. “Los alumnos deben estar siempre sentados durante las lecciones, incluso cuando lean en el cartel; tener el cuerpo derecho y los pies en el suelo y bien apoyados. Los que leen en los carteles deben tener los brazos cruzados, y los que leen en los libros deben sostener el libro con las dos manos sin colocarlos ni en las rodillas, ni en la mesa. Deben mirar hacia adelante volviéndose ligeramente hacia el maestro” (GUIA: I, 3º. 2) La educación es educación del espíritu, atenta a los principios religiosos, a la moral y a la buenas costumbres, a la civilidad y a la urbanidad, a la formación intelectual e instrumental básica. El cuerpo no es objeto de educación, sino de sometimiento y control, ya que se trata de convertirlo es un cuerpo dócil al servicio de los ideales que lo incluyen como un instrumento a su servicio. 48 Lo refuerza en la segunda parte cuando afirma: “La decencia quiere que al acostarse uno se oculte a sí mismo su propio cuerpo, y que se eviten las más mínimas miradas. (…) Apenas se mete en la cama, hay que cubrir todo el cuerpo, salvo la cara que debe quedar siempre al descubierto; tampoco se debe tomar ninguna postura indecente, para mayor comodidad ni que el pretexto de que se dormirá mejor valga más que el recato”. (GUIA: I, 1º) 49 Aunque se enfrentaron en el campo de las ideas y se disputaron la presencia en el escenario de la educación francesa, La Salle pudo haber respirado – en los cuidados y reparos con respecto al cuerpo – algunos conceptos y elementos que defendía el jansenismo. Exagerando las doctrinas de San Agustín, los jansenistas – cuyo centro mas destacado por Port- Royal - afirmaban que el pecado original había corrompido totalmente al hombre cuya voluntad estaba dominada por la detectatio terrestres, al punto tal que sin la intervención de la gracia divina, todas las acciones humanas serían pecaminosas. (REALE – ANTISERI, 1888: II, 500). No se puede olvidar que el verdadero enfrentamiento se produjo entre los jesuitas y el jansenismo en el corazón del siglo XVII, aunque las discusiones doctrinales y las

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 A su vez, en la Segunda parte La Salle desarrolla – en los diez capítulos, algunos de ellos con numerosos artículos - La cortesía en las acciones comunes y ordinarias: (1º) Levantarse y acostarse; (2º) Manera de vestirse y desnudarse; (3º) Los vestidos (los usos y las modas de los vestido; modestia y limpieza de los vestidos; el uso del sombrero; manto, guante, medias, zapatos, camisa y corbata; espada, bastón y cayado); (4º) La comida (lo que debe hacerse antes de comer; lo que se utiliza en la mesa; cómo se debe invitar, pedir, dar, recibir o tomar; manera de cortar y servir las carnes; modo de comer dignamente; modo de tomar la sopa; modo de servir, tomar y comer el pan y la sal; los huesos, la salsa y la fruta; modo de beber en la mesa; modo de servir la mesa, de levantarse y quitarla); (5º) Las diversiones (el recreo y la risa, el paseo, el juego, el canto, diversiones no permitidas); (6º) las visitas (obligaciones que imponen hacer visita y sus preparativos; modo de entrar en la casa de la persona que se visita; modo de saludar; modo de abordar a la persona que se visita, como sentarse o levantarse; modo de despedirse y salir; visitas que se reciben y modo de comportarse; modo de comportarse en una reunión); (7º) Las entrevistas y la conversación (condiciones que deben acompañar las palabras según cortesía; verdad y sinceridad que exigen las palabras; faltas contra la cortesía hablando contra la ley de Dios; faltas contra la caridad debida al prójimo; faltas por habla inconsiderada, ligera e inútilmente; cómo se debe hablar de las personas y de las cosas; varias maneras diferentes de hablar; descripciones respecto de la alabanza y la adulación; modo de preguntar, informarse, repetir y dar el parecer; cumplidos y malas maneras de hablar) (8º) El modo de dar y recibir, y comportarse cuando se encuentra a alguien; (9º) Modo de comportarse al andar por las calles y en los viajes; (10º) Las cartas. (REGLAS, II)  Una breve selección de las consignas y recomendaciones permite reconocer los criterios para ordenar el trato y el comportamiento social que La Salle codifica a partir de los escritos precedentes y de su propia experiencia como religioso cuyo origen pertenecía a una clase social acomodada: influencias ocuparon un largo período de la edad moderna. (MONTHERLANT, 1959) Se los reconocía como seguidores de la Imitación de Cristo y alejados de toda familiaridad, estímulo y reconocimiento, ya que estaban marcados por el sentimiento de culpa original y del pesimismo propio de la maldad innata de todo ser humano. “Para los jesuitas, la educación apuntaba sobre todo al desarrollo de la inteligencia; los jansenistas, por el contrario, aspiraban a desarrollar las facultades sólidas, el juicio y la razón. En los colegios jesuitas primaba la retórica y en las Escuelas de Port-Royal predominaban la lógica y el ejercicio del pensamiento. Los hábiles discípulos de Loyola se acomodaron al siglo y fueron complacientes con la debilidad humana; los solitarios de Port-Royal fueron severos para con los demás y para con ellos mismos. Los jesuitas fueron los epicúreos y los jansenistas los estoicos del cristianismo: fueron los grandes rivales del siglo XVII. Los jesuitas se extendieron en el tiempo y llegaron a un numero importante de alumnos, mientras que los jansenistas duraron unos veinte años y llegaron a pocos alumnos, aunque su influencia se extendió en el tiempo”. (COMPAYRE, 1920: 117 - 118) Aunque duraron poco tiempo, hay numerosas obras que traducen el espíritu de PortRoyal: NICOLE, Lógica. (1670), La educación de un príncipe. LANCELOT, Métodos. Lógica. Gramática general. ARNAULD, Reglamento de estudios en las letras humanas. COUSTEL (1687), Las Reglas de la Educación de los niños. VARET (1668), Educación cristiana. JACQUELINE PASCAL (1657), Reglamento para los niños. (1920: 129) Compayré – en un amplio desarrollo - presenta a los jansenistas como una alternativa superior a la de los jesuitas, mostrando clara simpatía por los primeros y animosidad por los segundos. (1920: 128 – 136). Entre los jansenistas y los jesuitas aparecieron los Oratenses u oratorianos, fundados en 1614 por Bérull de la orden del Oratorio (denominación tradicional en esos tiempos porque designaba el lugar en el que se rezaba o se atendía a una devoción particular). Tuvieron numerosos colegios entre ellos el famoso colegio Juilly y prestigiosos educadores, destacados en las ciencias y en la teología. En general tratan de introducir un tipo de educación que una el cristianismo y la libertad, religión sin abuso de religión, sólidos pero sin erudición, Tuvieron un acceso generoso a la historia y al humanismo, a la ciencia a través de laboratorios y a la geografía con sus grandes mapas murales. Hasta accedieron a la filosofía cartesiana (prohibida entre los jesuitas), ya que la consideraban como la verdadera sangre que circulaba en la filosofía. (COMPAYRE, 1920: 124 – 126)

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(1º) “Aunque la urbanidad no regule en nada la duración del sueño ni la hora de levantarse, es con todo cortés levantarse desde el amanecer, pues, aparte que es un defecto dormir demasiado, es vergonzoso e intolerable que al salir el sol nos sorprenda la cama”. (REGLAS: II, 1) (2º) “El pecado nos ha impuesto la necesidad de vestirnos y de cubrir nuestro cuerpo. (…) No debemos mostrarnos jamás no sólo sin ropa, sino sin estar enteramente vestidos: es exigencia del pudor, así como de la ley de Dios.”. (REGLAS: II, 2) (3º) “La forma de vestirse es una de las cosas que mas mira la cortesía: incluso contribuye mucho a dar a conocer el espíritu y la conducta de una persona, y da asimismo, y no sin fundamento, buena idea de su virtud. Para que los vestidos sean adecuados es precisos que le vayan bien a la persona que los usa y que sean proporcionados a su talla, a su edad y a su condición”. (REGLAS: II, 2.1) (4º) “La regla más razonable y segura en lo tocante a las modas es la de no ser el inventor de las mismas, no ser el primer en utilizarlas, ni esperar a que ya nadie las siga para dejarlas.” (REGLAS: II, 2.1) (5º) “Se debe particularmente cuidar de tener siempre los vestidos muy limpios: la modestia y la urbanidad no pueden soportar nada de suciedad ni de negligencia.(…) para ello hay que cambiarla a menudo, al menos cada ocho días y hacer de modo que esté siempre limpia”. (REGLAS: II, 2.2) (6º) “Es tan natural la inclinación del hombre a buscar el placer en la bebida y en la comida que San Pablo exhorta a los cristianos que deben hacerlo sin ofender a Dios, porque la mayoría de los hombres comen como animales y para satisfacerse. (…) Es propio del hombre sensato hablar poco de esta acción y de lo que a ella se refiere, o hacerlo con parquedad y circunspección, de modo que se vea que no hay afición alguna en ello”. (REGLAS: II, 4) 50 (7º) “En la mesa debe uno servirse de una servilleta, un plato, el cuchillo, la cuchara y el tenedor, y sería deseducado prescindir de alguna de tales cosas al comer.” (REGLAS: II, 4, 2) (8º) “El Sabio da varios consejos importantes sobre el modo de comportarse en la mesa, para comer con cordura y cortesía. Advierte que, primero, tan pronto está uno en la mesa, no hay que dejarse arrastrar por la intemperancia en el comer, mirando las viandas con avidez, como si se debiera comer todo lo que está sobre la mesa, sin dejar nada para los demás; segundo, dice que no se debe ser el primero en servirse los alimentos; que se deje ese honor y señal de preeminencia a la persona más calificada del grupo; tercero, prohíbe apresurar al comer(…); cuarto, quiero que cada uno use sobriamente lo servido, comiendo con mucho comedimiento y moderación; (…) y finalmente acabar de comer el primero por modestia, para no excederse ni caer en falta.” (REGLAS: II, 4, 5) (9º) “No hay que esperar a tener el estómago lleno de comida para cesar de comer: así como es educado comer con moderación, también lo es no comer hasta la saciedad”. “El que come poco disfruta de un sueño saludable”. (REGLAS: II, 4, 10) (10º) “Las diversiones son ejercicios a los cuales se puede dedicar algún tiempo del día, para liberar el espíritu de las ocupaciones serias, y el cuerpo de los trabajos fatigosos que se le dan durante el día”. (REGLAS: II, 5) (11º) “Es conveniente y honesto tomar todos los días algún recreo después de las comidas, con las personas con quienes se vive y con quienes se come (…). El recreo discurre normalmente conversando de manera desahogada, contando historias agradables y graciosas que provoquen la risa y la diversión del grupo”. “Hay tres cosas principalmente de las que nunca de debe reír: las cosas tocante a la religión, las palabras o acciones deshonestas, los defectos de los demás y algún accidente molesto que les haya ocurrido”. (REGLAS: II, 5.1) (12º) “El paseo es un ejercicio que contribuye grandemente a la salud del cuerpo y hace el espíritu mejor dispuesto a las actividades que le son propias; se transforma en distracción si se le añade conversaciones agradables”. (REGLAS: II, 5.2.) (13º) “el juego51 es una diversión que se autoriza a veces, aunque ha de tomarse con muchas precauciones; se 50

FLANDRIN J.L. en ARIES – DUBY, 1992: V, 267 – 309, hace una pormenorizada historia de las transformaciones en las costumbres de la alimentación: La distinción a través del gusto. Allí se presentan algunas exageraciones en las prácticas, que es lo que LA SALLE pretende censurar o “civilizar”. 51 A pesar de las referencias a los juegos autorizados, en las propuestas y actividades propias de las Escuelas Cristianas no hay referencias a los juegos de los niños, ni a su utilización con fines educativos, recreativos y de vigilancia y control del carácter. La educación se encierra en las aulas (y en los espacios cerrados) y no se atiende al desarrollo del cuerpo,

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puede dedicar cierto tiempo a esa ocupación, pero hay que poner en ello no poca discreción; son necesarias muchas cautelas para no dejarse arrastrar por alguna pasión desordenada; y requiere discreción para no entregarse del todo al juego, ni dedicarle tiempo excesivo. Hay especialmente dos pasiones que es preciso vigilar: la avaricia y la impaciencia y los arrebatos”. (REGLAS: II, 5.3.)52 (14º) El canto es un pasatiempo que no sólo está permitido, sino que es al mismo tiempo muy conveniente y puede ayudar mucho a divertir el espíritu de modo muy agradable e inocente a un tiempo. Sin embargo, el buen sentir, lo mismo que la religión, quieren que un cristiano no se deje llevar por toda suerte de canciones; y que se guarde en particular de cantar cosas deshonestas, ni otras cuyas palabras sean demasiado libres o de doble sentido.” (REGLAS: II, 5.4) (15º) “Existen otras diversiones (…) que no están permitidas al cristiano en modo alguno, ni por las leyes de la religión ni por las reglas de la cortesía. Hay unas que sólo frecuentan los ricos, como los bailes53, las danzas y el teatro. Otras son más corrientes para los artesanos y los pobres, como los espectáculos de charlatanes, bufones, volatineros, títeres, etc.” (REGLAS: II, 5.5) (16º) “Los hombres que viven en el mundo, teniendo siempre asuntos en común, se ven obligados a conversar, a hablar unos con otros; por esto, una de las cosas sobre las cuales la cortesía prescribe más reglas es la conversación; quiere que los cristianos sean extremadamente discretos en sus palabras. (…)Quiere la cortesía que el cristiano nunca profiera una palabra que vaya contra la verdad o la sinceridad, que falte al respeto a Dios o a la caridad con el prójimo, que no sea necesaria o útil, y dicha con prudencia y discreción. Estas son las condiciones que exige acompañen a todas nuestras palabras.” (REGLAS: 7) (17º) “Hablar inconsideradamente es hablar sin discreción, sin orden y sin prestar atención a lo que se dice. Para no caer en este defecto, el Sabio nos advierte que estemos muy atentos a nuestras palabras, por miedo, dice, a deshonrar nuestras almas. En efecto, no se tiene estima alguna de un hombre que habla indiscretamente, y a causa de esto debemos procurar, según el consejo del mismo Sabio, no ser ligeros de lengua, pues la razón por la cual se habla a menudo fuera de propósito y sin orden, es porque se dicen cosas sin haberlas pensado seriamente.” (REGLAS: II, 7.3) (18º) “Hay muchas maneras diferentes de hablar, que expresan varios sentimientos e inclinaciones nuestras. Estas maneras de hablar son: alabar, adular, preguntar, responder, contradecir, dar el propio parecer, disputar, interrumpir y repetir.” (REGLAS: II, 7.3.3.) (19º) “Se debe prestar atención, cuando se anda por las calles, a no ir demasiado lentamente, ni demasiado aprisa. La lentitud en el andar es señal de pesadez o de negligencia; es, sin embargo, más descortés andar demasiado aprisa, lo cual es mucho más contrario a la modestia. No es conveniente pararse en las calles54, incluso para hablar con alguien, a menos que sea necesario, y aun aun cuando se recomiende su cuidado y las prácticas de la higiene. Ni el tiempo libre, ni los espacios públicos y abiertos son abordados aun como objeto de vigilancia, acompañamiento y control. 52 “Los juegos que ejercitan el cuerpo, como el frontón, el croquet, la bocha, los bolos, el volante, son preferibles a los demás e incluso a los que ejercitan y aplican demasiado el espíritu, como son el ajedrez y las damas. (…)Hay ciertos juegos de naipes que pueden permitirse alguna vez, como el de los cientos, porque la destreza tiene su parte y no son de pura suerte; pero otros están tan subordinados al azar, como la berlanga, el sacanete, los dados y otros semejantes que no sólo los prohíbe la Ley de Dios, sino que las normas de la urbanidad no autorizan a jugar a ellos. Deben, pues, ser considerados como indignos de una persona educada.” (REGLAS: II, 5.4) 53 “Respecto a los bailes basta decir que son asambleas cuyo comportamiento no es cristiano ni honesto: se tienen de noche, como queriendo esconder a sí mismo las indecencias que se cometen en estas asambleas, y buscando las tinieblas para tener más libertad para cometer el crimen. Las personas en cuyas casas se tienen, están obligadas a abrir su puerta indistintamente a todo el mundo, lo que trae consigo que sus casas sean como lugares infames y públicos, donde los padres y madres exponen a sus propias hijas a toda clase de muchachos, que tienen la libertad de entrar en estas asambleas y se toman también la de examinar a todas las personas que las componen y de ligarse con aquellas que más les gustan; divertirlas, sacarlas a bailar, acariciarlas y tomarse con ellas libertades que padres y madres se avergonzarían de permitirles en sus propias casas.“ (REGLAS: II, 5) 54 Aun para el universo adulto, la calle es considerada un lugar desaconsejado y lleno de peligros por lo que la buena educación aconseja no frecuentarlas ni permanecer en ella. Son los domicilios particulares y los ámbitos institucionales los que – en una estructura de encierro – garantizan la seguridad física y moral de todos, principalmente de los niños.

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deberá ser por poco tiempo”. (REGLAS, II, 9.) (20º) “Así como un cristiano no debe hacer visitas inútiles, la cortesía pide también que haga de modo que no escriba cartas que no sean necesarias. Hay tres clases de cartas, en relación con las personas; pues se escribe a los superiores, a los iguales o a los inferiores. Las hay también de tres clases, vistas las cosas que se escriben, pues son cartas de negocios, familiares o de cumplidos: estas clases de cartas piden cada una su estilo y su forma particular. (…)Nunca se debe leer cartas, ni esquelas, ni papeles, ni nada, cuando se está en compañía, a menos que sea tan urgente que no pueda uno dispensarse de ello; no está siquiera permitido en presencia de otro, a menos que sea uno muy superior al mismo.” (REGLAS: II, 10)

2.6. MÉTODO UTILIZADO EN LAS ESCUELAS CRISTIANAS.  Juan Bautista de La Salle es fiel a la tradición eclesiástica que lo precede y que lo rodea (jesuitas, escolapios) y rompe con el tipo de pedagogía y con la metodología usual en las escuelas de caridad, las mismas a las que viene a socorrer, primero con su buena voluntad y luego con la organización de una nueva orden. El maestro se convierte en el eje del proceso, funcionando como un modelo de conocimientos y de disciplina que cada alumno trata de imitar, bajo la mirada del compañeros y compitiendo permanentemente con ellos. Se trata de convertir al maestro, a través de una cuidadosa formación, en una especie de alumno mayor que se instala en la clase para lograr la emulación y el progreso de todos. (QUERRIEN, 1979: 46, 47) Es por eso que el Reglamento de las escuelas se construye sobre el Reglamento de los Hermanos: si los maestros logran crear en sí mismos los caracteres necesarios (en su personalidad, en su obrar y en sus conocimientos) lograrán la reproducción de los mismos en los alumnos. Algunas de las recomendaciones hechas a los Hermanos se transforman indirectamente en un instrumento de formación de los alumnos.  Los Hermanos debían tener una conducta igual hacia todo el mundo, sin preferir a nadie; no debían hacer nada sin el permiso del Hermano Director. Todos los comportamientos de los Hermanos estaban minuciosamente reglamentados. Se imponían los siguientes criterios: dependencia jerárquica total, la especificidad del comportamiento y la solidaridad consecuente, uniformidad de funcionamiento en todos los lugares. Aun la disciplina corporal los identificaba: “Los Hermanos llevarán siempre la cabeza derecha, un poco inclinada hacia delante; no la volverán hacia atrás ni de un lado al otro, y si la necesidad les obliga a hacerlo girarán al mismo tiempo todo el cuerpo despacio y con gravedad.(…) Presentarán un rostro siempre alegre, los ojos bajos, la frente sin pliegues, la boca semicerrada, los brazos cruzados, no llevarán nunca los brazos colgando, ni las manos en los bolsillos, tendrán los pies casi juntos, no cruzarán ni separarán jamás las piernas”. (QUERRIEN, 1979: 47-48, 144)  La principal innovación de La Salle – profundizando las reformas escolares anteriores e introduciéndola en las diversas ciudades de Francia – fue la división de los escolares en grupos del mismo nivel a los que enseñaba simultáneamente un solo maestro: en las Escuelas Cristianas se impuso como organización y práctica: la comunidad de maestros, el carácter colectivo del aprendizaje de los niños, la uniformidad de los

La calle parece un territorio en el que no tienen cabida las normas de ciudadanía, urbanidad y cortesía. Calasanz y La Salle lo tomarán como norma al establecer vínculos directos entre la familia y el hogar, y los educadores y la escuela, compartiendo responsabilidades. En esta línea temática debería incorporarse la separación formulada por ARIES – DUBY (1992) V – VI, separando y oponiendo el espacio público del ámbito privado. La escuela con su estructura de protección y de encierro parece asemejarse a la familia y al ámbito doméstico, oponiéndose ambos a la desprotección y el descontrol propio de la calle. (VI, 16 – 21)

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libros, de los espacios y de las actitudes físicas. En lugar de llamar a cada uno de los alumnos, el maestro se ubicaba sobre un estrado o una tarima para solicitar a los diversos alumnos que hicieran públicamente el ejercicio de lectura: (1º) Los alumnos competían entre sí para demostrar sus capacidades; (2º) El orden y la prontitud en las respuestas determinaba una jerarquía entre los estudiantes; (3º) Todos disponían del mismo libro para poder seguir los ejercicios y las lecturas; (4º) Las correcciones que realizaba el maestro servía para todos: “Las escuelas están organizadas de tal modo que un mismo libro, un mismo maestro, una misma lección y una misma corrección sirvan para todos”. (LASALLE, 1680) Aunque el método colectivo no es el más eficaz para lograr los aprendizajes, es el que permite asegurar con el mismo número de maestros la instrucción de un mayor número de alumnos.55 Formados los maestros en cantidad suficiente y con una adecuada metodología, se hacía posible una efectiva escolarización de todos los niños. Pero con esta simultaneidad – heredada de los representantes y las organizaciones precedentes – el maestro no podía ser alguien que transfirieran individualmente sus conocimientos a quien lo recibía, sino que exigía un cuerpo de enseñanzas que dominara el arte de enseñar a muchos y de hacerse obedecer por el grupo. (QUERRIEN, 1979: 49, 26)  La metodología de trabajo de las Escuelas Cristianas privilegiaban el silencio y el trabajo permanente: se debía escribir continuamente sin perder el tiempo, porque la escritura representaba no sólo un mecanismo de aprendizaje sino un instrumento disciplinario. Si se mantenía ocupado a los niños (uno de los defectos mas criticados de las escuelas precedentes era la pérdida de tiempo de los alumnos que aguardaban la atención del maestro) no era necesario un control directo y permanente de los mismos, sino que el maestro supervisaba el trabajo en general e interrogaba a cada uno para certificar los cumplimientos. (QUERRIEN, 1979: 51) Pero además, a diferencia del sistema de enseñanza mutua56 que utilizaba las pizarras que no dejaba testimonio del trabajo en el aula, el método simultáneo instituye un sistema de control institucional compartido ya que registra en cuadernos las enseñanzas del maestro y las ejercitaciones de los alumnos para el conocimiento de la familia (ausente del ámbito escolar) y para prolongar en el propio hogar las obligaciones y los deberes. A través de este instrumento la geografía de la educación y el disciplinamiento se hacía homogénea: escuela y familia compartían al mismo sujeto y asumían solidariamente la responsabilidad, y el modelo instalado por este tipo de escuela se universalizaba. No es extraño que – un siglo después – se afirme: “La escuela es nuestra Iglesia: es la casa donde se vota, donde uno se casa, donde educa a los jóvenes enjambres de la colmena nacional; es – en una palabra – el centro de la vida comunal, política, social, la casa de los ricos y de los pobres, la casa de todos”: la matriz eclesiástica ha dejado caer como fruto maduro la escuela moderna dejando en ella impresas sus huellas indelebles. (QUERRIEN, 1979: 34, 51, 119, 83) 57 55

QUERRIEN señala (1979:50) que en seis horas de clases dadas a cuarenta niños el método individual solamente le permitía al maestro lograr que los alumnos leyeran y escribieran solamente algunos minutos bajo su control. Con el método simultáneo se ganaba mucho tiempo, respondiendo a la concepción del tiempo propia de la modernidad: si los niños son subdivididos en secciones pueden ganar tiempo para la lectura (18 minutos), la escritura (12 minutos) y el cálculo (6 minutos), bajo el control directo o indirecto del maestro. La escuela simultánea posterior se encargará de multiplicar los maestros para asignarle a cada uno de ellos la enseñanza y el control de cada una de las disciplinas. 56 QUERRIEN (1979: 55, 51,73) interpreta que los Hermanos de las Escuelas Cristianas son los vencedores, con su método simultáneo, frente a las iniciativas de aplicación del método de enseñanza mutua. Implicaba crear una articulación de todos los niños entre sí, sumando el esfuerzo de todos en la búsqueda y la transmisión del saber, y logrando que los movimientos individuales se movieran de manera organizada y sistemáticamente, renunciado a la uniformidad y optando por creatividad y los rasgos individuales: se obtenían mejores resultados, haciendo de una multitud un conjunto de individuos que podían organizarse para volverse obedientes a una misma voluntad. Como método tenía mas ventajas que el método simultáneo pero en los hechos era demasiado utópico y ofrecía ciertas dificultades de aplicación, por lo que no pudieron suplantar el modelo ya consolidado de los Lasallanos. 57 Los Hermanos de las Escuelas Cristianas se convierten en una referencia necesaria para cualquier tipo de práctica educativa, obligando aún a las iniciativas estatales y secularizadas a sumergirse en el modelo religioso y disciplinario.

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 El Reglamento (Guía) se encarga de presentar el método único y universal para la enseñanza progresiva de la lectura que avanzaba progresivamente desde el reconocimiento de las letras mayúsculas a la formación de las sílabas, y de éstas a las palabras y a la constitución de las oraciones y de los párrafos. (GUIA: I, 3º. 2) La utilización de sucesivos carteles en los primeros niveles (y la ausencia inicial de los libros) permitía utilizar un método simultáneo que, sin embargo, obligaba al maestro a realizar un seguimiento individual de cada uno de sus alumnos, o asignándole un compañero aventajado para la enseñaza compartida. “Cada escolar de este nivel leerá solo y en particular por lo menos tres veces todas las letras del renglón que le corresponde como lección, una vez de seguido y las otras dos veces sin orden, para que no las sepa sólo de carretilla. (…) Conviene recalcar que es muy importante que un alumno no deje el estudio del abecedario sino cuando lo sepa perfectamente. (…) El maestro cuidará que quien lea abra bien la boca y que no pronuncie las letras entre dientes, lo que constituye un defecto muy grande, ni demasiado de prisa ni muy lentamente; ni con alguna entonación o particularidad que manifiesten afectación, sino en forma muy natural; cuidará también que ninguno emplee un tono de voz demasiado alto al decir su lección. Basta que quien lea pueda ser escuchado por quienes están en el mismo nivel. (…) Antes de colocar a un alumno en este nivel y para que pueda acostumbrarse a seguir en su libro mientras leen los demás, el maestro cuidará de darle durante los días que sean necesarios, un compañero que le enseñe la manera de seguir, haciéndole seguir con él en el mismo libro, sosteniendo ambos el libro, uno de un lado y otro del otro.” (GUIA: I, 3º. 2) “Los alumnos leerán uno después de otro e irán de dos en dos y por turno delante del maestro, siguiendo los puestos que ocupan en los bancos donde están y los que los bancos tienen en la clase, de manera que todos los del mismo banco acudan uno tras otro, y a continuación los del banco siguiente, o colocado detrás. Los principiantes leerán unas cuatro palabras, los de los otros órdenes diez palabras más que los del orden precedente; en cada orden se aumentarán diez palabras.” (GUIA: I, 3º. 10) “[En la enseñanza de la matemática] mientras un alumno haga ejercicios sobre la regla de su nivel, el maestro le hará varias preguntas tocante a esta regla para hacérsela comprender y retener mejor, y, si el maestro se sirve de términos que no entiende el alumno, que son términos propios del arte, se los explicará todos y se los hará repetir antes de seguir adelante. El maestro preguntará también de vez en cuando, a cualquier otro alumno del mismo nivel para darse cuenta si están atentos y si comprenden. (…) En la Aritmética, lo mismo que en las otras lecciones, se comenzará por la más sencilla y se acabará por la más difícil. Cuando el escolar que aplica la regla de la primera, es decir, de la lección más fácil, haya terminado, el que deba aplicar la regla de la lección siguiente, lo hará de la misma manera, y así las demás.” (GUIA: I, 5º) 58

Pero no hacen sino reflejar el espíritu educativo, moralizador y de disciplina que rige en la época. Los jansenistas – que se enfrentaron también con los Hermanos de las Escuelas Cristianas - utilizaban una metodología similar en Port-Royal: “En ningún momento el niño permanecerá inactivo o distraído. Había numerosos maestros que no perdían nunca de vista a los alumnos, participando de sus paseos, de sus conversaciones y de sus juegos. Cada escolar tenía su armario, su silla y sus libros. No debía prestar nada a sus compañeros ni hablar con ellos. El maestro abarcaba con una sola mirada la reducida asamblea. Durante el recreo estaba prohibido salir del espacio estrictamente delimitado sin permiso.(…) Todos los escolares, príncipes o errabundos, iban vestido igual” (QUERRIEN, 1979: 73) 58 Los principios formulados en la primera mitad del siglo XVII por Comenio encuentra en el Reglamento de La Salle una aplicación directa y efectiva a través de la definición de un método único para las Escuelas Cristianas.

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“Una de las principales preocupaciones del maestro durante el catecismo, será la de procurar que todos los alumnos estén muy atentos y que retengan fácilmente cuanto se les diga. Para lograrlo mirará siempre a todos los escolares y observará todo lo que hacen; cuidará de hablar poco y preguntar mucho; No hablará sino de la materia señalada para cada día, procurando no apartarse del tema. Hablará siempre de una manera [digna], capaz de inspirar respeto y seriedad a los escolares, y no dirá nada vulgar o que pueda provocar la risa. Cuidará de no hablar de manera dejada que cause aburrimiento. En cada explicación del catecismo, señalará, sin falta, algunas prácticas a los alumnos y les instruirá, tan profundamente como sea posible, sobre cuanto se refiere a las costumbres y al modo de vivir como verdadero cristiano. (…) “Los maestros tomarán tan a pecho la instrucción de todos los escolares que no tolerarán que ninguno permanezca en la ignorancia, al menos de las cosas que un cristiano está obligado a saber, tanto en cuanto a la doctrina como en la práctica. (…) Los maestros ayudarán a los alumnos para que presten mucha atención durante el catecismo, cosa no fácil para ellos ya que se distraen con suma facilidad, y emplearán para ello los siguientes medios: (1º) Cuidarán de no desanimarlos ni intimidarlos, con sus palabras o con sus reacciones, cuando no puedan responder correctamente a las preguntas que se les hayan hecho. (2º) Les animarán e incluso les ayudarán a manifestar lo que les resulte difícil memorizar. (3º) Les prometerán recompensas, que darán de vez en cuando a los más atrasados que se hayan esforzado más para aprender debidamente.” (GUIA: I, 9º. 2 y 3) 59  Mientras que la tarea de mantener el orden era responsabilidad privativa y permanente del maestro, el quehacer de enseñar lo podían desempeñar y compartir alumnos aventajados, habilitados para la enseñanza mutua: “(1º) Quien recite los títulos de las oraciones y las preguntas del catecismo corregirá al otro en caso de que se equivoque en algo, y si no le corrige, el maestro hará sonar la señal para corregirle, y si el alumno no sabe lo que ha dicho mal, el maestro, que debe entonces vigilar, no sólo a los que recitan, sino para mantener el orden de la clase, indicará a otro alumno que corrija, como se hace en la lectura. (2º) En la clase de los que escriben, dado que el maestro está ocupado durante ese tiempo en la escritura, será un escolar en funciones de Inspector, quien realice lo que correspondería al maestro en relación con esta repetición solamente. El maestro no debe dispensarse en modo alguno de velar por el orden de la clase durante este tiempo.” (GUIA: I, 2º. 2) 2.7. REGLAMENTO Y RÉGIMEN DISCIPLINARIO60EN LAS ESCUELAS. 59

Como es de rigor, todas las metodologías de la enseñanza y del aprendizaje finaliza con las recomendaciones con respecto a las posturas corporales del maestro y, principalmente, de los alumnos al atender en las lecciones y al responder a la preguntas. (GUIA: I, 9º. 4) 60 En la película española Arriba Azaña (España, 1997. Dir. José María Gutiérrez Santos. Novela original de VAZ DE SOTO J., 1975, El infierno y la brisa), se presenta la sistematización de ciertos códigos que llaman al orden prescindiendo de la utilización de la palabra oral. Un número específico de sonidos de silbato hace que se formen filas, se cante el himno, se dispersen ordenadamente los alumnos; ante un número de palmadas se debe rezar, y otros ejemplos similares. No es más que la reproducción – en el contexto del siglo XX - del sistema de señalizaciones y signos que operaba en las Escuelas Cristianas. Estas formas de autoridad moderna trabajan sobre la internalización de las normas más que sobre la coacción exterior, para producir una obediencia interior y no superficial: los signos exteriores operaban como recordatorio de las normas debidamente conocidas e incorporadas en cada uno de los usuarios de la escuela. En la película los diversos Hermanos que se asocian como parte de un aceitado sistema traducen en sus palabras y en sus gestos el sistema de codificación de las conductas. La conducción del grupo se asocia al modelo del poder pastoral (FOUCALT, DUSSEL – CARUSO), es decir, un liderazgo ejercido sobre un rebaño por parte de un educador-pastor, con el objetivo de disciplinarlo y al mismo tiempo conducirlo hacia la salvación. Este tipo de

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 La regla vigente debía ser lo más simple posible para ser fácilmente obedecida; no debía admitir ninguna excepción ni considerar casos particulares o eventuales adaptaciones, de tal manera que la verificación y el control se pudiera hacer con facilidad. Si la conducta en la escuela - tanto la de los maestros como la de los alumnos - se normalizaba, tanto las autoridades como los actores eran los que naturalmente vigilaban su cumplimiento, porque solamente se registraban las conductas establecidas y deseadas. (QUERRIEN, 1979: 99) Como en el proyecto de José de Calasanz, la regla comenzaba a escribirse y a regir al ser colgada en las paredes y estar exhibidas para el conocimiento de todos. Es a partir de allí cuando la in-conducta es detectada y sancionada: no se necesitaban palabras, ya que los sonidos de los maestros marcaban la infracción y habilitaban el castigo. El Reglamento, el Manual o la Guía habilitaba una cadena de miradas eficaces (QUERRIEN, 1979: 105) y solidarias, porque todos participaban de la mirada de control. Los Hermanos tenían sus aulas y sus clases en sitios contiguos para vigilarse mutuamente y los lugares asignados a los alumnos no admitían ningún cambio sin la autorización de la autoridad. Pero más allá del aula, toda la vida de los alumnos y de los maestros estaba sometida a esa cadena de miradas en la que los controles se cruzaban y cada uno miraba al inferior (y también al superior o a compañero) por mandato del sistema y contribuía a su manera a la constitución y al mantenimiento del orden general. “La mirada colectiva es la garantía de la ejecución de la ley que, ahora escrita, se expone, se cuelga y, muda, exige que se la aplique, que se vigile la aplicación, que se la vigile. La ley se observa y desde entonces su interpretación, las variantes de su aplicación, no son sino desviaciones a una norma única, el texto de la ley. (…) La regla escrita, colgada, expuesta a las miradas de todos los alumnos debe ser cumplida puntualmente”. (QUERRIEN, 1979: 108)  La Guía de las Escuelas Cristianas 61 que ordenaba La Conducta de las escuelas fundadas por La Salle, estaba dividido en tres partes: (1º) Indicaciones y criterios para proceder a la apertura, al funcionamiento y al cierre de la escuela: Todos los ejercicios de la Escuela y de todo lo que en ella se practica desde la entrada hasta la salida. (De la entrada en la escuela y del comienzo de la clase; De las lecciones; De la escritura; De la aritmética; De la Santa misa; Del catecismo; De los cánticos; De la salida de la escuela) (2º) Los medios para mantener en orden la clase: Los medios necesarios y útiles que emplearán los maestros para establecer y mantener el orden en las Escuelas (De la vigilancia que el maestro debe ejercer en la escuela; De las señales que se emplean en las escuelas cristianas; De los catálogos; De las recompensas; De las correcciones; De las ausencias; De los asuetos; De los oficiales de la escuela) (3º) Criterios para la inspección de las escuelas y la formación de los maestros: Los deberes del Inspector de las Escuelas; el cuidado y aplicación que debe emplear el formador de nuevos maestros; las cualidades que los maestros deben poseer o adquirir y cómo deben proceder para cumplir bien sus deberes en la escuela (De la vigilancia; De la recepción de los escolares; De la calificación de los alumnos y de la graduación de las secciones; Del cambio de los escolares

conducción se evidencia a partir de la presencia constante de pecados y castigos. La película reproduce la estructura panóptica en la misma arquitectura escolar y ubica al Director como el observador universal que tiene la capacidad de ver desde sus prismáticos todo lo que sucede en el colegio, y con sus interrogatorio, todo lo que circula por el interior de cada uno de los alumnos (pensamientos, sentimientos, cumplimientos religiosos, respaldo familiar), anulando todo secreto y poniendo en práctica la convicción de que Dios lo ve todo, mientras los diversos educadores asumen participan de su autoridad absoluta asumiendo una mirada omnipresente. Cfr. FATTORE Natalia, PIERELLA Ma. Paula, Sugerencias desde la problemática de la autoridad. http://www.buenosaires.gov.ar/cepa/arribahazana.php 61 Para guiar efectivamente el funcionamiento de las Escuelas Cristianas La Salle había escrito, a partir de 1706, un manual que circulaba sólo en manuscrito permitiendo sucesivas e incesantes correcciones. Recién en 1720 – muerto el fundador – aparecerá la primera versión Impresa del mismo. (BOWEN, 1985: III: 167) A pesar de los recaudos tomados en la Introducción, en el desarrollo se designa como Reglamento a las Guías de las Escuelas Cristianas. Cfr. Primera parte. Cap. 3º. Art. 1º

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de un nivel a otro; Reglas del Formador de los maestros noveles).62 Este Manual o Guía se convirtió en un instrumento necesario cuando las escuelas constituyeron un verdadero sistema. La disciplina (externa o corporal e interna o de conciencia) se aplicaba tanto a los alumnos como a los docentes: las relaciones de poder se sustentaban en la capacidad de mirar / ser mirado y juzgar / ser juzgado. La disciplina operaba a través de diversas técnicas: (1º) ser observado, (2º) sentarse en el mismo lugar, (3º) permanecer quieto, (4º) la posición del alumno en la clase: cabeza y mirada siempre hacia delante; (5º) formas correctas de leer y de escribir.63 Todas eran normas posteriormente se naturalizaron y se volvieron las únicas correctas y necesarias, especialmente en el contexto en que se reprodujeron, ya que reforzaban las estrategias del Estado absolutista. (DUSSEL I., CARUSO M., 1999: 78-79) 64  Para la redacción de su Guía (1706 – 1720) La Salle utilizó un estilo claro, sencillo y directo, de fácil comprensión y se mostró preocupado en desmenuzar hasta los mínimos detalles de la vida en la escuela. Es esa pedagogía del detalle lo que lo lleva a multiplicar casos y ejemplos, y a caer deliberadamente en un discurso reiterativo y redundante, asegurándose que ninguno de los lectores (principalmente los Hermanos-

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Trabajamos la Guía de las Escuelas Cristianas, traducción del original francés de las Obras Completas, publicadas en Roma en 1993, sobre la edición princeps de 1720. Cfr también LA SALLE (1703 – 1720) Obras Completas de San Juan Bautista de La Salle. Madrid. 2001, y Vida y pensamiento de San Juan Bautista de La Salle. (1986) BAC. Madrid 63 La escritura con la mano establecida (la derecha) es una expresión más de esta ortopedia que imponía exteriormente al cuerpo e interiormente al alma los moldes al que debían adaptarse todos los alumnos sin excepción. 64 QUERRIEN (1979: 48) sugiere que La Salle adopta algunas de los principios de la organización (militar) de Carlos Demiá (1636 – 1689) pero – en general – la redacción de sus Reglamentos obedece al modelo previamente presentado de los Colegios Jesuitas y de las Escuelas Pías. Ya hemos abordado la posibilidad de una construcción racional común y paralelo del modelo escolar y del modelo militar. “Entre los hombres de iniciativa que lucharon contra el estado de cosas y que trataron de hacer adelantar las escuelas católicas debe citarse, antes que a La Salle, al sacerdote lionés Démia que, en 1666, fundó la congregación de Los hermanos de San Carlos para la instrucción de los niños pobres. En 161668 habiendo dirigido a lo prebostes de los comerciales de la ciudad de Lyon una excitativa calurosa, sus Exhortaciones para el establecimiento de escuelas cristianas para la instrucción de los pobres, Demiá obtuvo una suma anual de 200 libras y en 1675 recibió de parte del Arzobispo de Lyón el mandado expreso de la guía y dirección de las escuelas de la ciudad y de la diócesis, y redactó un reglamento escolar que fue citado como modelo en su género. Demiá seguía las indicaciones del El libro de la Escuela Parroquial dio indicaciones para el manejo de las escuelas: los que pretendían dirigirlas debían dar un examen de religión, capacidad y buenas costumbres. Allí se consideraba que “estos establecimiento son de tan importancia y de tanta utilidad que no hay en la policía que sea más digno de cuidado y de la vigilancia de los magistrados. No teniendo los pobres ningún medio de educar a sus hijos los dejan en la ignorancia de las obligaciones. La educación está completamente descuidada, a pesar de que es lo más importante para el estado: por eso más necesario sostener para ellos las escuelas públicas que para los colegios de los hijos de las familias acomodadas”. El libro había sido escrito por un sacerdote de la diócesis de París y en 1655 se convirtió en un manual escolar que se imprimió varias veces (…) El autor no hace gran caso de la profesión de instructor, a la que consideraba un empleo sin brillo, ni placer, ni gusto. No espera obtener grandes resultados de la enseñanza, de la cual sólo dice que no es completamente inútil, aunque la enseñanza es realmente muy elemental. Tiene aportes importantes sobre la necesidad del ejemplo por parte del maestro y la necesidad de conocer los caracteres de los alumnos. Pero tiene apreciaciones discutibles como suponer que el exceso en el consumo de pan embrutece el espíritu y los incapacita para aprender cosas... Se observan forma de organizar el control a través de tutores: “El maestro elegirá a dos de sus alumnos mas fieles y mas listos para evitar el desorden y las inmodestias en la escuela y en la iglesia. Inscribirán a los delincuentes y a los inmodestos en un pedazo de papel o en una tablilla para comunicarlo al maestro: esos oficiales se llaman observadores”. (COMPAYRE,1920: 209 – 212) También CLAUDIO JOLY, chantre de Nuestra señora, director y juez de las escuelas de la ciudad, arrabales y afueras de Paris, escribió en 1675 Advertencias cristianas y morales para la instrucción de los niños. Intenta ordenar administrativamente la creación de escuelas y el ejercicio de la profesión de maestros para que no quede librado a la libre iniciativa y sin control alguno. (COMPAYRE, 1920: 210 – 211)

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maestros de las Escuelas Cristianas) pudiera malinterpretar el ordenamiento establecido. Como Reglamento de las Escuelas Cristiana (1720) respondía a los siguientes criterios, expresado en la introducción: 65 (1º) UNIFORMIDAD, HOMOGENEIDAD: “Fue necesario establecerlas a fin de que hubiese uniformidad en todas las Escuelas y en todos los lugares donde hay Hermanos de este Instituto, y para que las prácticas fuesen siempre las mismas. El hombre está tan propenso a la inconstancia e incluso al cambio, que necesita tener reglas por escrito que lo mantengan en los límites de su deber y le impidan introducir novedades o destruir lo que ha sido sabiamente establecido.(…) Los Hermanos se aplicarán con muchísimo cuidado a ser fieles en observarlas todas, convencidos de que no habrá orden en sus clases y escuelas en tanto en cuanto sean exactos en no omitir ninguna, y recibiendo esta Guía como si hubiese sido dada por Dios, por medio de sus Superiores y de los primeros Hermanos del Instituto”. (2º) RACIONALIDAD Y EXPERIENCIA: “Fue redactada después de un gran número de intercambios con los Hermanos de este Instituto, los más antiguos y los más capaces de hacer bien la Escuela; y después de una experiencia de varios años no se ha consignado nada que no haya sido debidamente concertado y bien experimentado y de lo cual no se hayan sopesado las ventajas e inconvenientes y previsto, lo más posible, las buenas y malas consecuencias.” (3º) criterio de aplicabilidad: “No ha sido hecha en forma de regla, sino conteniendo varias prácticas que no se indican más que como medios de llegar a actuar lo mejor posible, y que acaso no podrán ser observadas fácilmente por los que tienen poco talento para las escuelas, por eso varias de entre ellas se acompañan y refuerzan con razones con el fin de hacerlas comprender y dar a conocer la manera de practicarlas”. (4º) COMPROMISO Y OBLIGATORIEDAD: “Los Superiores de las casas y los Inspectores de las Escuelas se esforzarán para aprenderlas debidamente y poseer perfectamente todo cuanto contienen; y procederán de manera que los maestros observen exactamente todas las prácticas en ellas prescritas, hasta las menores, a fin de procurar por este medio un gran orden en las Escuelas, una actuación bien regulada y uniforme en los Hermanos que estén encargados de ella, y un fruto muy grande con respecto a los niños que serán instruidos. Los Hermanos que trabajen en la Escuela leerán y releerán a menudo en ella, lo que les conviene para no ignorar nada, para tomar los medios de no olvidar nada de ellas, y para practicarlas fielmente.” (GUIA, introducción)  Entre el maestro que imponía la disciplina y el alumno que obedecía, la respuesta debía ser rápida: sobraban las palabras y bastaban las señales en un clima en donde lo que reinaba era el silencio total: campanas, palmadas, gestos, miradas, utensilio de madera (la señal) utilizado por los Hermanos. “El buen escolar, siempre que oiga el ruido de la señal imaginará estar oyendo la voz del maestro o mas bien la voz del propio Dios que lo llama por su nombre”. (FOUCAULT, 1989: 171) De alguna manera la Escuela de los Hermanos no sólo se convertía en un ejército ordenado que marchaba hacia el saber, sino en un verdadero taller de producción con obreros dóciles: se inculcaba el hábito del cumplimiento y de la regularidad, la autoridad no circulaba ni se diluía, sino que estaba concentrada siempre en la misma persona y en sus delegados, a través de la educación era necesario hacer a los alumnos mas capaces para lograr salir – a través del trabajo – de la miseria. Sin que fuera un propósito explícito, se trataba de gobernar y encauzar el 65

Las Reglas de las Escuelas Cristianas comparte criterios con las producciones de las Escuelas de las Compañía de Jesús (Ratio Studiorum) y de las Escuelas Pías: aparecen como fruto de la discusión y del consenso, se convierten en un reglamento único para dotar de homogeneidad a las escuela de la orden: a pesar de la diversidad, todos los actores institucionales puede leer allí la única manera de hacer las cosas en la escuela y todas las escuelas responden a un único patrón, que facilita el desplazamiento y los cambios de los Hermanos.

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deseo de aprender, ya que muchos de los ejercicios y de los aprendizajes eran verdaderos instrumentos disciplinarios, que activaban mecanismos de adiestramiento y regularidad. (QUERRIEN, 1979: 48, 61, 65) 66 Entre las razones para explicar el éxito de los Hermanos se señalan: (1º) la severa disciplina que mantienen en sus clases satisfaciendo a la opinión pública que goza con el orden perfecto y el silencio productivo, interpretando que se trata de escuelas bien dirigidas y de niños juiciosos; (2º) la gratuidad de los estudios (aun de los útiles escolares) gracias a las diversas donaciones; (3º) la protección directa del clero e indirecta del gobierno, de los poderes constituidos.67  Todos los mecanismos puestos en funcionamiento intentan normalizar el funcionamiento de la escuela, simplificando y uniformando las conductas y los procedimientos, para convertirlos en un instrumento eficaz de moralización y de disciplinamiento. El esfuerzo realizado por La Salle y por los Representantes Religiosos precedentes sienta las bases para la construcción de una escuela que traslade este esfuerzo formativo, íntimamente vinculado con la función evangelizadora y confesional, al terreno del trabajo, de la producción y de la constitución de los súbditos y de los ciudadanos. Ese descubrimiento, que desencadena un mecanismo de transposición de estrategias, es el origen de la escuela moderna que se considera como necesaria, se la universaliza, se la hace obligatoria y termina instalándose naturalmente en el paisaje moderno. 2.8. SISTEMA DE PREMIOS Y RECONOCIMIENTOS EN LAS ESCUELAS: “Los maestros darán recompensas de vez en cuando a los alumnos que hayan sido más fieles en el cumplimiento del deber, a fin de inducirlos a que lo hagan de buena gana y para estimular a los otros con la esperanza de la recompensa. Las recompensas que se darán a los alumnos serán de tres clases: (1º) recompensas por la piedad, (2º) recompensas por la capacidad, (3º) recompensas por la asiduidad. Las recompensas por la piedad serán siempre más hermosas y más valiosas que las otras, y las recompensas por la asiduidad mejores que las que se otorgan por la capacidad. Las cosas que podrán darse como recompensas serán de tres grados diferentes: (1º) libros, (2º) estampas de papel satinado, imágenes de yeso, como vírgenes, agnus y otras pequeñas obras manuales, (3º) estampas de papel y sentencias en letras grandes. Normalmente, se distribuirán sentencias a los alumnos a modo de recompensas, porque suelen ser más útiles y mejor aceptadas, y todas estas sentencias serán piadosas. (...) A los pobres se les darán únicamente los Cánticos Espirituales, las Oraciones de la escuela, el Catecismo de la diócesis, y otros libros de uso en las Escuelas, que no se darán a los que puedan comprarlos. (GUIA: II, 4º)  El sistema de premios y recompensas preveía: (1º) cada semana: reconocimiento por el esfuerzo y las respuestas del catecismo; (2º) cada mes: reconocimiento por la capacidad en la lectura, escritura, matemática (sólo un premio por nivel); (3º) anualmente (antes de las vacaciones) recompensas ordinarias para los que hayan sobresalido en todo, es decir, en piedad, en modestia, en asiduidad y en capacidad; (4º) recompensas extraordinarias creadas, asignadas y distribuidas por el Director o por el Inspector de las Escuelas. (GUIA: II, 4º) “Los maestros cuidarán, antes que llegue el día en que se puede cambiar a los alumnos de nivel, de prever quiénes son, según lo convenido con el Hermano Director o el Inspector, los que no pueden ser cambiados, sea por su bien particular, porque son muy pequeños, sea por el bien de la clase y de ese 66

FOUCAULT interpreta que la suma de estas estrategias disciplinarias se constituye en la táctica definida como “el arte de construir, con los cuerpos localizados, las actividades codificadas y las aptitudes formadas, unos aparatos donde el producto de las fuerzas diversas se encuentra aumentado por su combinación calculada”. (1989: 172) 67 Louis Arsene Reunier, citado por QUERRIEN, 1979: 65

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nivel, con el fin de que queden algunos que puedan estimular a los demás, y procederán de tal manera que estos alumnos acepten con gusto el permanecer en el nivel o en el orden de nivel en el que están. Les moverán a ello, incluso con alguna recompensa, o bien encomendándoles un oficio, como por ejemplo, el de primero del banco; haciéndoles comprender que es mejor ser el primero o de los primeros en un nivel inferior que de los últimos en otro más avanzado”. (GUIA: I, 3º, 2)

2.9. RÉGIMEN DE CASTIGOS Y CORRECCIÓN DE LAS CONDUCTAS.  Los castigos funcionaban en las Escuelas Cristianas como un mecanismo de control y de normalización para garantizar el cumplimiento de las reglas establecidas, reglas que conducían directamente al bien y a la formación de todos los miembros de la comunidad escolar. Nunca el castigo era un fin en sí mismo y no se trataba de una pedagogía brutal. Por el contrario, los castigos previstos y administrados con criterio metódico y racional solo contribuyeron a fortalecer la ortopedia o el arte el correcto crecimiento. FOUCAULT (1989: 183) señala que en todas las instituciones y también en la escuela reina una “verdadera micropenalidad del tiempo (retrasos, ausencias, interrupciones de tareas), de la actividad ( falta de atención, descuido, falta de celo), de la manera de ser (descortesía, desobediencia), de la palabra (charla, insolencia), del cuerpo (actitudes incorrecta, gestos impertinentes, suciedad), de la sexualidad (falta de recato, insolencia)” y para todas ellas se imponen una serie de procedimientos sutiles que van desde los castigos físicos leves, a privaciones, pequeñas humillaciones, frialdad en el trato, algunas preguntas, la destitución de algún puesto. Se consideraba castigo “todo lo que es capaz de hacer sentir a los niños que han cometido una falta”.  Las Reglas de los hermanos de las escuelas cristianas mencionan la corrección de los niños según el espíritu del evangelio, asociándolos a los criterios de la vida comunitaria de los hermanos-maestros y las recomendaciones del fundador sobre la mutua tolerancia y corrección de los errores. “El uno será de temperamento difícil, el otro de humor contradictorio; éste tendrá modales poco delicados; aquél, genio antipático, y el de más allá, excesiva condescendencia; quien manifestará con excesiva facilidad lo que piensa; aquel otro se mostrará en extremo reservado y cauteloso; éste será fácil a la crítica. Raro será que tales diferencias de condición e índoles tan distintas no acarreen dificultades entre los Hermanos (…) El medio de mantener la unión en el seno de la Comunidad, no obstante esta diversidad de humores, es soportar caritativamente a cada uno sus defectos, y estar dispuesto a excusar a los otros como queremos que ellos nos disculpen” (NOZICA, 2000. QUERRIEN, 1979: 81)  Los procedimientos disciplinarios no tendían a la expiación ni a la represión, sino o reparar o rehacer lo que no se había hecho o se había hecho mal: volver a hacer la tarea, volver a escuchar las lecciones, repetir el procedimiento normalizado para no alterar lo establecido, porque el castigo tenía como función reducir las desviaciones y debe ser esencialmente correctivo. Se alejaban del modelo judicial para instalar un mecanismo de ortopedia, de rectificación del crecimiento inadecuado, utilizando la conocida imagen de la planta o del árbol que crece rectamente ayudado por un tutor que le sirve de guía. (FOUCAULT, 1989: 184 y láminas 29 y 30). Por eso los castigos debían desaparecer cuando la conducta se había modificado y de allí que – en el ámbito educativo – se prefiera más la recompensa y el premio para lograr el proceso de encauzamiento de los comportamientos. “Debe evitarse, tanto cuanto se pueda, usar de los castigos; por el contrario, se debe tratar de hacer que las recompensas sean mas frecuentes que las penas”.68 68

Los Hermanos de las Escuelas Cristianas habían implementado un sistema que compensaba los méritos con las faltas, por un sistema de compensación. Quienes tenían buen desempeño acumulaban una serie de puntos de privilegios que podía ser utilizado o canjeados al momento de recibir alguna sanción, sirviendo de moneda de cambio. Las buenas y las malas acciones entraban en un proceso de equilibrio y compensación, aunque el objetivo final era la

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 La racional y detallada reglamentación de los hechos establecía una matemática clasificación de las acciones censurables, al tiempo que se mencionaban las frases que permitían justificar los de la sanción, y sin mediar palabras – solamente señales – establecer el castigo que cada alumno debía recibir para corregirse y reparar su error. “Todas las señales para las correcciones quedan reducidas a cinco, y los maestros harán que los alumnos comprendan por cuál de las cinco cosas se les corrige. Las cinco cosas por las cuales se impondrán correcciones en la escuela, serán (1º) por no haber estudiado; (2º) por no haber escrito; (3º) por haber estado ausente de la escuela; (4º) por no haber escuchado el catecismo; (5º) por no haber rezado a Dios. Habrá cinco frases en diferentes lugares de cada clase, que recordarán la obligación de hacer estas cinco cosas, cada una expresada en los términos siguientes: (1º) No hay que ausentarse de la escuela, ni llegar tarde a ella sin permiso. (2º) Hay que aplicarse en la escuela a estudiar su lección. (3º) Hay que escribir sin perder tiempo. (4º)Hay que escuchar atentamente el catecismo. (5º) Hay que rezar piadosamente a Dios, en la iglesia y en la escuela. Cuando un maestro quiera corregir a un alumno, (1º) le hará un signo señalándole con la señal, y al mismo tiempo (2º) le indicará, con la misma señal la sentencia contra la cual ha faltado, y después (3º) le hará un signo para que se acerque, si es para darle un palmetazo; si es para aplicarle la corrección, le hará un signo mostrándole con la señal el lugar donde se administra. Cuando el maestro quiera amenazar a los alumnos con alguna corrección hará una signo dando un golpe con la señal, y cuando todos le miren, señalará con la misma señal, la sentencia que marca el deber, por cuya transgresión el maestro les amenaza con la corrección, y después, con la señal otra vez, les enseñará el lugar donde se recibe la corrección, o bien tendrá la mano como se pone para recibir la palmeta. “(GUIA: II, 2º, 6)  A diferencia de lo que sucedía en la sociedad disciplinaria armada sobre la estructura policial, judicial y carcelaria, las Escuelas Cristianas recurrían directamente (simplificando el proceso) al castigo como un medio necesario pero no buscado ni preferido: “Si se quiere que una escuela trabaje como es debido y con mucho orden, hay que llegar a que los castigos sean raros. (... ) Para evitar la frecuencia de castigos, que es un gran desorden en una escuela, es necesario tener muy en cuenta que el silencio, la vigilancia y la moderación del maestro, son los que establecen y conservan el orden en la clase, y no la dureza ni los golpes.” 69 (GUIA: II, 5º, 2) Como en la totalidad del programa educativo, los castigos eran puntualmente clasificados y reglamentados (como lo eran las acciones que podían y debían ser corregidas y castigadas), disciplinando tanto a quienes debían aplicarlos (Hermanos, maestros, directores e inspectores) como a los alumnos que debían sufrir el castigo. (1º) CON LAS PALABRAS: “Como una de las principales reglas de los Hermanos de las Escuelas Cristianas es el hablar rara vez en las Escuelas el uso de la corrección con palabras debe ser muy raro; hasta parece preferible no servirse de ella. Las amenazas son a modo de corrección con palabras. Puede uno servirse de ellas, pero hay que hacerlo rara vez y con mucha circunspección, y cuando un maestro haya hecho alguna amenaza a los alumnos tocante a determinada falta, si alguno incurre en esa falta, el maestro lo castigará sin perdonarle. Nunca hay que hacer puras y simples amenazas.” (GUIA: II, 5, 1) conducta ideal ya que los puntos acumulados representaban la posibilidad de recibir premios de diversos valores. (FOUCAULT, 1989: 185) A diferencia de los procedimientos disciplinarios de la justicia, la escuela permitía darle valor acumulativo a las buenas acciones para compensar las faltas (generalmente pequeñas e involuntarias) que el sujeto pudiera producir. 69 Con qué sabiduría y precisión se establece la verdadera autoridad del maestro que no está basada en los castigos, concepto que se repite una y otra vez a lo largo de la Guía. Por el contrario, para poder aplicar los castigos es necesario disponer de una autoridad legítima y verdadera.

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(2º) CON LA PENITENCIA: La práctica de las penitencias será mucho más frecuente en las escuelas que la de la corrección; irritarán menos a los alumnos; causarán menos disgusto a los padres, y serán a menudo muy provechosas. Los maestros las emplearán para humillar a sus alumnos, y para excitar en sus corazones el deseo de corregirse de sus faltas. Serán medicinales y proporcionadas a las faltas que los alumnos hubieran cometido. (…) Cuando un maestro quiera imponer una penitencia a un alumno, le hará seña de ir al centro de la clase, de arrodillarse, teniendo las manos juntas; llevando primeramente la señal hacia el escolar, después señalando con la misma señal el centro de la clase, y luego juntando sus manos para indicar al alumno que las junte; lo cual no se hará más que cuando se imponen penitencias, para que el escolar a quien el maestro quiere imponérsela, y los demás también, sepan que si este alumno está de rodillas en medio de la clase es para recibir una penitencia. Una vez que el escolar esté de rodillas en medio de la clase, el maestro indicará con toda circunspección la penitencia, señalando la falta que la ha motivado limitándose estrictamente al contenido de la penitencia, diciendo así, por ejemplo, con voz fuerte, pausada e inteligible: por haber llegado tarde hoy, durante ocho días vendrá usted el primero a la escuela, y, si no lo cumple, usted me esperará en el lugar donde se recibe la corrección, hasta que yo llegue a la escuela.” (GUIA: II, 5, 9) (3º) CON LA PALMETA: “La palmeta es un instrumento formado por dos tiras de cuero cosidas. Tendrá [...] un mango para tomarla y la palmeta misma será ovalada (...) con la cual se golpeará en la mano; el interior de la palmeta estará guarnecido, para que no sea totalmente lisa, sino abultada por fuera. La palmeta debe hacerse de esta manera y tener esta forma. Se podrá emplear la palmeta (...) por faltas que no son considerables. Solo se debe dar un golpe de palmeta cada la vez en la mano del alumno. 70 (GUIA: II, 5, 1) (4º) CON LAS VARAS O CON EL LATIGUILLO “El latiguillo consta de un palo de 8 ó 9 pulgadas de largo, en el extremo del cual hay 4 ó 5 cuerdas, terminadas cada una de ellas con tres nudos. Debe estar hecho de esta manera. Se servirá de él para azotar a los escolares. Podrán emplearse las varas o el latiguillo para corregir a los alumnos, por varios motivos (1) Por no haber querido obedecer con rapidez. (2) Cuando alguno ha tomado la costumbre de no seguir. (3) Por haber garabateado, hecho bromas o tonterías en la hoja, en vez de escribir. (4) Por haberse peleado en la escuela o en la calle. (5) Por no haber rezado a Dios en la iglesia. (6) Por no haber guardado modestia en la Santa Misa o en el catecismo. (7) Por haberse ausentado voluntariamente de la Santa Misa y del catecismo los domingos y fiestas. (...) De ordinario no habrá que dar sino tres golpes con las varas o con el latiguillo; si alguna vez hubiera que pasar de este número, no habrá que exceder de cinco, sin orden especial del Hermano Director.” (GUIA: II, 5, 1) (5º) EXPULSÁNDOLO DE LA CLASE: “Se puede, y algunas veces se debe, expulsar a los alumnos de la escuela, pero no debe hacerse sino con el parecer del Hermano Director. Se debe expulsar a los viciosos, que pueden pervertir a los demás; a los que faltan fácilmente y con frecuencia a la escuela; a los que faltan a la misa parroquial y al catecismo los domingos y fiestas por culpa de sus padres; a los incorregibles, es decir, los que después de haber sido corregidos en repetidas ocasiones, no cambian de conducta.” 71(GUIA: II, 5, 1) 70

La Guía señala que siempre se argumentará “que se castiga por no haber rezado a Dios. Porque si los escolares dicen en su casa que se les castigó por haber enredado, reído, algunos padres no estarían de acuerdo, considerando la falta como demasiado leve, y que no merece tal castigo.” Curiosa manera de justificar los castigos y evitar las discusiones: el maestro siempre apela al valor supremo e indiscutible (Dios o lo religioso) y allí se justifican todas las acciones. 71 El concepto de fruta podrida que debe ser quitada del cajón en el que se encuentran las restantes frutas sanas es un concepto que justifica y habilita la expulsión necesaria de algunos. Cfr. El desarrollo que efectúa FOUCAULT (1989: 199)

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 La expulsión - claramente definido anteriormente por Calasanz en los Reglamentos de sus Escuelas Pías funcionaba como un mecanismo de exclusión necesario cuando algunos de los alumnos no admitía el encauzamiento necesario y amenazaba con contagiar al resto: quien era portador de germen de la corrupción y podía instalar el desorden y la indisciplina, debía ser eliminado.  Pero la aplicación de los castigos requería una serie de condiciones que los transformaban en educativos y efectivos, porque lograban el cambio en la conducta, la rectificación de las actitudes, el arrepentimiento y la conversión, y no hacían huir a los alumnos de las Escuelas Cristianas. “Para que la corrección sea provechosa, debe ir acompañada de las diez condiciones siguientes: (1ª) Debe ser pura y desinteresada, es decir, hecha únicamente por amor y para gloria de Dios, y para cumplir su santa voluntad, sin ningún deseo de venganza personal, sin que el maestro tenga ninguna consideración de tipo personal. (2ª) Caritativa, es decir, que debe aplicarse por motivo de verdadera caridad para con el alumno que la recibe y para salvación de su alma. (3ª) Justa: por lo cual hay que examinar cuidadosamente antes, si lo que motiva la corrección del maestro es efectivamente una falta, y si merece ese castigo. (4ª) Conveniente y proporcionada a la falta por la cual se aplica, es decir, que debe corresponder a la falta (...) (5ª) Moderada, es decir, que debe ser más bien menos enérgica que excesiva, guardando un justo medio, y que no debe hacerse con precipitación. (6ª) Sosegada, de forma que quien la impone no se sienta poseído por la cólera, sino que sea totalmente dueño de sí mismo y que quien la recibe la acepte de una manera serena, con tranquilidad de espíritu y compostura exterior (...). (7ª) Prudente por parte del maestro, quien debe exteriormente tener en cuenta lo que hace para no cometer ningún desacierto que pueda ocasionar malas consecuencias. (8ª) Voluntaria y aceptada por parte del alumno, procurando que la acepte libremente, haciéndole comprender que la ha merecido, haciéndole notar la gravedad de la falta y la obligación que se tiene de corregirla.(...) (9ª) Respetuosa por parte del alumno, quien debe recibirla con sumisión y respeto, como recibiría un castigo que Dios mismo le impusiese. (10ª) Silenciosa, primero por parte del maestro que no debe hablar, a lo menos en voz alta, en ese tiempo; en segundo lugar por parte del alumno, que no debe decir una sola palabra, ni gritar, ni hacer ruido alguno.“ (GUIA: II, 5, 3) 72  Pero todo maestro o encargado de castigar debía tener en cuenta algunas precauciones para no convertir la medida disciplinaria en un remedio que agravaba o producía la enfermedad: (1) Cuando se estime que una corrección no será útil sino para escarmiento de los demás y no para quien la recibe, no hay que emplearla, a menos que sea necesaria para mantener el orden en clase; (2) No hay que emplear ninguna que pueda ocasionar desorden en clase o hasta en la escuela, como, por ejemplo, la que no serviría sino para hacer gritar al niño, desanimar al escolar, o exasperarle contra el maestro, o hasta alejarle de la escuela; o inspirarle aversión por los maestros y por los escolares. (3) No habrá que dar nunca una corrección que pueda ser perjudicial a aquél que debe recibirla, porque sería proceder directamente contra la finalidad de las correcciones, instituidas únicamente para producir un bien, de manera que las quejas que haga a sus padres podrían causar el mismo rechazo en otros e impedirles de enviar a sus hijos a la escuela. (GUIA: II, 5, 4)

con respecto a la peste y a las estrategias disciplinarias de encierro, vigilancia, control y exclusión. Cfr. También NOZICA Gustavo (2002) 72 La Salle – en la Guía – enumera las faltas que deben ser castigadas en el Catálogo de las penitencias ordinarias que están en uso y que se deben aplicar (GUIA, II, 5º, 9) El elenco es un espejo de las prácticas o de las in-conductas de los escolares de aquella época: llegar tarde, comer fuera de lugar, no seguir la lectura, no escribir, falta de respeto al rezar, malas posturas corporales, distracciones o charlas en la iglesia, dedicarse a jugar en el camino de regreso a la casa…

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 El Reglamento – como si se tratara de un verdadero ritual – detallaba cuáles eran los procedimientos establecidos para la corrección y el castigo, especificando las acciones de los actores involucrados (del maestro que castiga y del alumno castigado). El aula se convertía en un verdadero escenario para la representación, donde cada uno debía desempeñar el rol que le correspondía, reproduciendo fielmente el libreto establecido: señas, palabras, desplazamientos, posiciones corporales, acciones, actitudes, intervenciones, coro. “Cuando el maestro quiera dar un palmetazo a un alumno, hará la señal ordinaria para avisarlos; después señalará con el extremo de la señal la sentencia contra la que ha faltado el alumno; luego le hará seña de que se acerque. Una vez que el escolar esté junto al maestro, hará la señal de la Santa Cruz y extenderá la mano. El maestro cuidará de que la mano esté bien extendida y bien firme, y que el alumno no la retire. (...) Cuando el escolar haya recibido la corrección con la palmeta, cruzará los brazos, saludará al maestro y volverá tranquilamente a su puesto, sin hacer ninguna contorsión con el brazo o con el cuerpo, ni nada improcedente, sin refunfuñar ni llorar fuerte. (...) Cuando el maestro quiera corregir a un alumno con las varas o el latiguillo, hará la señal ordinaria para que los alumnos le miren; después indicará con el extremo de la señal la sentencia contra la cual haya faltado el alumno; acto seguido señalará al escolar con la misma señal, el lugar donde suele recibirse la corrección. Después de esta seña, el escolar irá al medio de la clase, se arrodillará, juntará las manos, mirando hacia la sentencia contra la que ha faltado, y, sin hablar alto, pedirá perdón a Dios por la falta que ha cometido, y aceptará de buena gana, por amor a El, la corrección que va a recibir; luego el maestro le indicará que debe ir al lugar donde suele darse la corrección e irá con tranquilidad y con los brazos cruzados. Una vez llegado, se dispondrá a recibir la corrección, de modo que el maestro no tenga más que golpear cuando llegue; (...) le hará entrar en sí mismo y tomar la firme y sincera resolución de no volver a incurrir en semejante obstinación. Cuando el maestro se haya visto obligado a constreñir al escolar que ha sido corregido, volverá su puesto y el escolar irá a ponerse de rodillas modestamente delante de él, con los brazos cruzados, para agradecerle por haberle corregido, y se volverá después hacia el Crucifijo, para agradecerle a Dios y prometerle, al mismo tiempo, no volver a recaer en esa falta por la que acaba de ser corregido; lo cual hará sin hablar en voz alta. Acto seguido el maestro le hará seña de volver a su puesto. 73 (GUIA: II, 5, 7)

2.10. SISTEMA DE EXÁMENES DE LAS ESCUELAS CRISTIANAS.  En el desarrollo constitutivo de la matriz eclesiástica la presencia y la aplicación de exámenes en diversas instancias ha sido una de las constantes. No es de extrañar que los mismos se desprendan de las costumbres académicas medievales y de manera asociada de las diversas estrategias de exámenes que la Iglesia misma había instalado para el manejo y la conducción de la propia vida espiritual. Para FOUCAULT (1989: 189) “el examen combina las técnicas de la jerarquía que vigila y las de la sanción que normaliza. Es una mirada normalizadora, una vigilancia que permite calificar, clasificar y castigar. Establece sobre los individuos una visibilidad a través de la cual se los diferencia y se los sanciona. A esto se debe que, en todos los dispositivos de disciplina, el examen se halle altamente ritualizado. En él vienen a unirse la ceremonia del poder y la forma de la experiencia, el despliegue de la fuerza y el establecimiento de la verdad”. 73

El texto respira el aire de una sociedad disciplinaria que había desarmado la estructura del castigo público y que la había instalado – reglamentándola – en el interior de las instituciones, conservando los rasgos fundamentales de una ceremonia en la que todos comparten los códigos y se ajustan a las prescripciones elaboradas. No es el momento de la deliberación y del juicio, sino de la aplicación de la pena: los funcionarios y las víctimas saben qué es lo que deben hacer.

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 La escuela se convierte en una especie de aparato de examen ininterrumpido que acompaña en toda su longitud la operación de enseñanza. En las diversas instancias de exámenes, los alumnos adquieren también un rango, porque la continuidad en las pruebas permite continuamente medir y sancionar, y acrecentar permanentemente el conocimiento del maestro sobre cada uno de los alumnos. Pero además la continuidad progresiva de los exámenes garantizaba la paulatina transmisión de los conocimientos del maestro al discípulo, que tenía la obligación de dar cuenta de sus esfuerzos. A través de los exámenes los individuos ingresaban en un nuevo sistema de registro y documentación, en el que quedaban diversas y sucesivas constancias de lo realizado. Es a través de los exámenes que las diferencias individuales se transforman en una demostración objetiva ritual y científica: las notas y las calificaciones otorgan un nuevo tipo de privilegio que el sistema se encarga de premiar y de distinguir. 74 En las Escuelas Cristianas, la práctica de los exámenes era frecuente y no se limitaba a un momento específico del año escolar. El maestro proponía ante la autoridad escolar (el Inspector) a los alumnos que podían cambiar de nivel. La graduación no estaba pre-establecida en una división en niveles o grado que respondieran a medidas rígidas de tiempo sino que era el resultado de periódicos exámenes. Cada estudiante ordenaba su presencia en los sucesivos niveles, imponiéndole un ritmo según su capacidad, su esfuerzo y su aprendizaje. La existencia de niveles consecutivos no se traducía en un número análogo de años de permanencia en la escuela. “Los maestros (1º) no cambiarán, ni de nivel ni de orden de lectura a ningún alumno de su clase. Presentarán sencillamente al Inspector aquellos que consideran hallarse en condiciones de ser cambiados. (…) (2º) Para que ningún maestro se equivoque respecto a la preparación de los escolares para ser cambiados de lección, cada maestro examinará hacia el fin de cada mes, en el día que señale el Hermano Director o el Inspector de las Escuelas, a todos los alumnos de todos los niveles y de todos los órdenes de nivel que estén en condiciones de ser cambiados al final de mes. (…) (3º) Los maestros se pondrán de acuerdo con el Inspector acerca de los alumnos que podrían ser cambiados, pero que no sería prudente hacerlo en esta ocasión, porque es conveniente dejar algunos en cada nivel y cada orden de nivel, que sepan leer bastante bien, para animar a los otros y servirles de modelo para enseñarles a pronunciar bien y a expresar bien claramente o las letras, o las sílabas, o las palabras, o a hacer bien las pausas”. (GUIA: I, 3º, 2)  Había una precisa reglamentación sobre los diversos y progresivos procesos de acreditación, con los mecanismos de exámenes que acreditaban el paso de un nivel a otro a lo largo del año escolar (y no necesariamente al concluirlo): se trataba de un proceso deliberativo previo (acerca de la posibilidad) y de un examen puntual definitivo para certificar los aprendizajes. No podían dejarse de lado a los que merecían cambiar, pero no debían ser admitidos aquellos que no reunían comprobadas condiciones para hacerlo. (GUIA: III.4º 2) A las condiciones intelectuales se le sumaban la conducta y la moralidad, el cumplimiento integral de las obligaciones especialmente las religiosas, la acumulación de faltas cometidas y la corrección de las mismas. La Guía de las Escuelas Cristianas especifica al final de sus Reglas los criterios para cada una de las promociones en lectura, escritura, aritmética, religión.

2.11. ORDENAMIENTO DEL TIEMPO Y CALENDARIO ANUAL. 74

En algunos casos, las escuelas reflejaban en la indumentaria de los alumnos la diversidad de rango que surgía del lugar que ocupaban y del éxito en los exámenes. El exterior reflejaba las cualidades morales y las condiciones intelectuales de los alumnos. FOUCAULT (1989: 186 – 187) menciona las prácticas en las escuelas militares a mediado del siglo XVII.

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 Las órdenes religiosas habían sido las especialistas en la administración del tiempo, como una expresión de las disciplinas y de la ascesis, asignándole un ritmo uniforme a las actividades e imponiendo un horario rígido que le otorgaba a cada acción su tiempo y a cada división del tiempo su actividad autorizada y obligada.75 La modernidad ensambla los preceptos religiosos con los postulados económicos: “El principio que estaba subyacente en el empleo del tiempo (…) era el principio de no-ociosidad: está vedado perder un tiempo contado por Dios y pagado por los hombres”, para conjurar - en la escuela y sobre todo fuera de ella - el peligro de derrocharlo. Los ingresos y los egresos no sólo respondían a horarios estrictos y fijos, sino que la serie ritual de las acciones obedecía a un minucioso y racional cálculo del tiempo (ingresar, saludar, ocupar el lugar, rezar, sentarse, abrir los cuadernos y los libros, etc.) de la misma manera que los soldados de los ejércitos marchaban de una determinada manera con rítmicos y predefinidos movimientos, respondiendo al sonido del tambor. Cuanto más se multiplica el tiempo, cuanto más se multiplican sus subdivisiones, mejor se lo desarticula desplegando sus elementos internos, mejor se lo aprovecha y mejor se lo pude controlar. (FOUCAULT, 1989: 154 – 158) 76  El ritual de ingreso a la Escuela y a las aulas estaba perfectamente organizado, acentuando los caracteres de la pedagogía del detalle: “(1º) Se abrirá siempre la puerta de las Escuelas a las siete media por la mañana, a la una por la tarde. (2º) Los escolares dispondrán de media hora para reunirse, así por la mañana como por la tarde. (3º) Se cuidará de que no se amontonen en la calle donde está la Escuela, antes de que se abra la puerta, y de que no hagan ruido gritando o cantando. (4º) No se consentirá que se diviertan en ese lapso de tiempo corriendo o jugando por los aledaños de la Escuela, ni que molesten en modo alguno a los vecinos. Por el contrario se procurará que marchen con tal recato por la calle donde se encuentra la Escuela, y que permanezcan luego ante la puerta esperando que se abra, con tal compostura, que puedan edificar a los transeúntes. (5º) Cuando se abra la puerta se cuidará de que los niños no entren en tropel sino que lo hagan pausadamente uno detrás de otro. (6º) Al entrar en la escuela, todos los escolares (…) teniendo su sombrero en la mano, tomarán agua bendita, y después de hacer la señal de la cruz irán directamente a sus clases. (7º) Llegados a su puesto, permanecerán quietos en él, sin dejarlo por ningún motivo, hasta que haya entrado el maestro. (8º) Los maestros harán cuanto esté de su parte para que todos los alumnos estén en clase y que ninguno llegue retrasado, sino por motivos justificados y por necesidad. Estarán muy atentos para hacer observar este punto y el inspector de las Escuelas cuidará que se cumpla e indicará incluso a los padres al admitir a los escolares, que deberán llegar todos los días a la hora indicada y que se les recibe con esa condición. (9º) Las clases comenzarán siempre a las 8 en punto de la mañana, y a la una y media de la tarde. A la última campanada de las 8 y de la una y media, un alumno tocará la campana de la escuela, y, al 75

FOUCAULT (1989: 165) señala que la distribución lineal del tiempo en una continuidad progresiva y ordenada ingresan tardíamente en la estructura escolar y militar: tiene un origen religioso y responden al esquema de ejercicios rituales, místicos y ascéticos propios de los religiosos que ordenaban el tiempo terreno para poder conquistar el tiempo definitivo y la salvación. El buen uso del tiempo, al servicio de Dios, era una forma de acumulación que les aseguraba el logro de la eternidad. Nuevamente aquí la matriz religiosa aparece en la génesis de las instituciones modernas. 76 “El tiempo que debe emplear cada maestro para hacer leer a los escolares de un mismo nivel, no puede ser regulado, ni ser siempre el mismo. Pero es deber del Director o del Inspector de las escuelas regular el tiempo que deben emplear para leer los escolares en cada nivel, en todas las clases. El tiempo debe ser regulado para cada nivel de acuerdo con el tiempo que el maestro debe emplear para hacer leer o escribir”. (GUIA: III, 3º, 5) El Reglamente detalla la cantidad de alumnos que pueden ser examinados en determinada cantidad de tiempo, para poder predeterminar los alcances reales del método simultáneo que efectuaba controles individuales, algo que detalla QUERRIEN (1979) al comparar el método de los Hermanos con el método de enseñanza mutua.

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primer tañido, todos los alumnos se arrodillarán con los brazos cruzados, con una postura y un exterior modestos. (10º) En cuanto termine el toque de la campana, el presidente de oraciones comenzará la oración en tono alto y elevado, pausada y claramente. (…) Los alumnos lo continuarán con él, pero en un tono más bajo, y dirán así, junto con él, el resto de la oración como se indica en el Libro de Oraciones para las Escuelas Cristianas. (11º) Terminada la oración, los maestros darán unas palmadas y en ese momento todos los alumnos se pondrán en pie y desayunarán77 en silencio.” (GUIA: I, 1º, 1 - 2)  Y de manera simétrica, se estructuraba el ritual de egreso o salida de la clase y de la escuela,78 prolongado con la mirada y con la fuerzas de las recomendaciones el recorrido del espacio sagrado al propio domicilio: “Los alumnos de las clases inferiores saldrán antes que los de las clases superiores. Los de la clase elemental, por ejemplo, saldrán mientras que se cantan los cánticos. Los escolares saldrán de sus clases y de la escuela de dos en dos, cada uno con el compañero que le haya señalado el maestro. Los alumnos saldrán de su sitio ordenadamente.(…) Se juntarán los dos en medio de la clase, uno al lado del otro, y después de hacer una reverencia al maestro, (…) saldrán con toda compostura, llevando los brazos cruzados, y con la cabeza descubierta, hasta que hayan atravesado todas las clases.” (GUIA: I, 10º) “[Los alumnos saldrán entonando los cantos religiosos y rezando las oraciones aprendidas.] Los maestros exhortarán después a sus alumnos y procurarán convencerlos para que recen el rosario por el camino, cada uno con su compañero, hasta que lleguen a casa. Esta práctica les mantendrá en el orden durante todo el trayecto y será indudablemente muy edificante.” (GUIA: I, 10º) “Uno de los maestros, si hay más de dos en la misma escuela, vigilará la salida de los alumnos, desde la última clase hasta la puerta de la calle, estando atento también a lo que acontece en esta clase. Si hay tan solo dos maestros, uno de ellos vigilará a las dos clases, para que salgan los escolares con 77

“El maestro debe cuidar que los alumnos lleven todos los días el desayuno y la merienda, a menos que esté seguro de que sean pobres. (…) Con el fin de asegurarse que no han comido su desayuno y que lo han traído, hará que todos se lo enseñen tan pronto como se termine la oración, antes de empezar a comer. Si alguno no lo trae, debiendo hacerlo, se le castigará. (…) Hay que hacerles comprender que si se desea que coman en la escuela es para enseñarles a comer con circunspección, con modestia, y de una manera cortés, y a rogar a Dios antes y después de hacerlo. Cuidará el maestro de que los alumnos no bromeen durante el desayuno y la merienda, sino que estén muy atentos al ejercicio que se hace en este tiempo en la clase, y para cerciorarse que lo siguen, hará que alguno repita de vez en cuando lo que se haya dicho.” (GUIA: I, 2º. 1) La escuela, aunque universal y abierta preferentemente a los pobres, tiene usuarios de clases mas acomodadas, que conviven armónicamente. ¿Se trata de la escuela universal, crisol de razas y de clases sociales, que trata por igual a todos sus usuarios en su proceso expansivo del siglo XIX? “Durante el desayuno y la merienda, uno de los escolares, que será el primero de uno de los bancos que esté al principio, tendrá un cesto delante de él para recoger el pan para los pobres. Y los que hayan traído mucho pan podrán dar algún trozo o lo que les sobre después de haber comido suficientemente. El maestro sin embargo cuidará que no den tanto pan, que no les quede bastante para ellos. (…) Hacia el fin del desayuno, un poco antes de la acción de gracias, cuando se hayan recogido todas las limosnas o casi todas, el maestro tomará un trozo de pan del cesto y luego haciendo la señal de la Cruz, lo tendrá en la mano, entonces todos los pobres se levantarán y permanecerán de pie sin hacer señal alguna. Después el maestro irá a todos, uno detrás de otro, para distribuirles según su necesidad, lo que haya en el cesto”. (GUIA: I, 3º.3) 78 No se menciona – como lo encontramos en la Ratio Studiorum y en los Reglamentos de las Escuelas Pías - un horario detallado que exhiba la organización de cada día de la semana. Tampoco hay referencia a los momentos de recreo o descanso, ni se menciona la actividad y las actitudes que en los mismos debían mostrar maestros y alumnos. La matriz original parece haberse ocupado de la escuela como una actividad educativa circunscrita al aula y a sus actividades obligatorias.

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orden, y el otro vigilará en la puerta de la calle. El Director o el Inspector de las Escuelas, o uno de los maestros que tenga este encargo, estará en la puerta de la calle, y exigirá que los alumnos salgan con orden, con compostura y modestia. Cuidará de que los alumnos no se separen uno del otro en las calles, que no se tiren piedras, que no corran, que no griten, que no molesten a nadie, sino que vayan siempre en silencio [cumpliendo al detalle todas las normas de Urbanidad y Cortesía]. (…) El maestro puede ver tan sólo lo que pasa en la calle de la Escuela, el Director o el Inspector de las Escuelas, junto con los Hermanos, ordenará a algunos alumnos que observen lo que pasa en las otras calles, sobre todo en las que viven muchos alumnos, y que den cuenta fielmente de lo que hayan observado. Será preciso, sin embargo, que esos escolares observen únicamente, sin decir una sola palabra, en caso contrario serán castigados o se les impondrá una penitencia por haber hablado.” (GUIA: I, 10º)  El año escolar abarcaba la totalidad de los días de la semana, exceptuado el domingo (con sus correspondientes obligaciones religiosas) y todos los meses del año, descontado el mes dedicado a las vacaciones. Si al total de los días del año le descontamos los 52 domingos, los 52 jueves, los 30 días de vacaciones y algunos otros asuetos ordinarios y extraordinarios, el ciclo escolar sumaba un total de 200 días de clase. Sin embargo, su conclusión de cada año no representaba la clausura de una etapa, ya que las promociones y el pase de un nivel a otro se realizaban a lo largo de todo el año. La Guía consideraba importante que los asuetos y las vacaciones estuvieran siempre reglamentados de la misma manera en las escuelas, porque la continuidad en la tarea una de las cosas que contribuían más a mantener el orden debido. (GUIA: II, 7º) A tal efecto se fijaba reglamentariamente el calendario de los días de descanso y pausa en la actividad escolar: (1º) LOS ASUETOS ORDINARIOS “se darán todo el día el jueves de cada semana del año durante la cual no haya fiesta. Cuando haya una fiesta en la semana, si esta fiesta cae el lunes, el martes o el sábado, se dará asueto el jueves por la tarde. Si la fiesta ocurre el jueves o el viernes, se dará asueto por la tarde del martes. Y si cae el miércoles, no habrá asueto esa semana. (…) El día de Todos los Difuntos, habrá asueto durante todo el día. El día de la fiesta de San Nicolás, patrón de los alumnos, y el Miércoles de Cenizas; (…) el día de la fiesta de San José, que es el Patrón de la Comunidad, se dará asueto todo el día en lugar del jueves; (…) Se dará asueto desde el Jueves de la Semana Santa inclusive hasta el martes de la semana siguiente exclusive, en cuyo día se reinician las clases. (…) Los días de las fiestas de la Transfiguración de N.S., de la Exaltación de la Santa Cruz, de la Presentación y Visitación de la Santísima Virgen, se dará asueto todo el día, en lugar del jueves”. (GUIA: II, 7º, 1) (2º) LOS ASUETOS EXTRAORDINARIOS: “no se dará ningún asueto extraordinario sin evidente e indispensable necesidad, y cuando el Hermano Director de una casa se crea obligado a dar alguno, pedirá el parecer del Superior del Instituto, antes de otorgarlo, en caso de que pueda prever esto. Si no ha podido preverlo, se lo pedirá enseguida al Superior del Instituto, dándole a conocer las razones que le han obligado a ello. (…) Las ocasiones en las que se dará asueto extraordinario son las siguientes: Se dará asueto los días de Ferias cuando duran un solo día. (…) Se dará asueto el día del entierro de un Hermano, fallecido en la casa de esta ciudad. Se dará asueto los días en que haya alguna ceremonia o alguna cosa extraordinaria en la ciudad, siempre que no sea mala o que no resulte perjudicial la asistencia de los escolares, y cuando se juzgue que no se puede impedir a los escolares de ir a ver esa cosa extraordinaria, ni se puede obligar a que vengan a la escuela. Se dará asueto el día del Patrón de cada una de las parroquias en las que se tienen las escuelas; se dará también asueto los días de ciertas fiestas, que, aunque no sean días de obligación, se celebran, sin embargo, en la ciudad o en la parroquia en la que está situada la casa del Instituto en esa ciudad. Se dará también asueto el día de la octava del Santísimo Sacramento, incluso cuando haya una fiesta en esa misma semana. (…) Las ocasiones en que no se dará asueto, ni ordinario ni extraordinario, son los días siguientes. Nunca se dará asueto, en ningún lugar, el lunes y el martes que preceden inmediatamente al primer día de

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Cuaresma, y que ordinariamente se llaman el lunes y martes de carnaval. Se obligará incluso a los alumnos a ser más exactos para acudir a la escuela en esos días que en cualquier otro, y de no faltar, a menos que estén enfermos. No se dará asueto en ningún lugar, los días de Rogativas y de la fiesta de San Marcos, so pretexto de asistir a las procesiones. (…) No se dará asueto en ningún lugar los días de las fiestas de los Patronos de los oficios, sin ninguna excepción. No se disminuirá el tiempo de escuela, sino debido a una necesidad evidente e indispensable.”79. (GUIA: II, 7º, 2) (3º) VACACIONES: “Todos los años las escuelas suspenderán sus actividades durante un mes. Esta interrupción de la escuela se llama vacaciones. No se cambiará a los escolares de nivel el último día antes de las vacaciones, sino que se esperará hasta después de ellas. Se les hará comprender, sobre todo a los que son más lentos o que se aplican poco en la escuela, que, en casa, durante las vacaciones, tienen que estudiar y leer a menudo, y escribir, aunque estén aprendiendo, con el fin de no olvidar lo que hayan aprendido ; y para que no se les tenga que colocar, por su pereza, en un grado inferior de nivel, o incluso en un nivel inferior a aquél en el que están”. (GUIA: II, 7º, 3) 80

2.12. CRITERIO PARA LA DISTRIBUCIÓN Y EL CONTROL DEL ESPACIO.  La Salle insiste en conformar una estructura necesaria, asociada a la calidad y a la uniformidad de las escuelas y del mobiliario para que también la misma pueda desempeñar un papel disciplinario, como un espacio neutro que aniquile todo deseo y que traduce la presencia de un poder omnipresente y lejano que habilita las únicas actividades que pueden realizarse. (QUERRIEN, 1979: 48) El fundador interpreta que el poder pastoral necesita el momento colectivo y el individual. Para ello era necesario reunir la experiencia y los aportes de Comenio y de los Jesuitas. La ubicación en la clase reflejaba la categoría de los alumnos y la jerarquía o el orden que cada uno había alcanzado en la misma, de esta manera el espacio transformó a la masa indefinida en una serie ordenada y jerarquizada: había un lugar para cada uno y una persona en cada lugar, y la distribución no era arbitraria, sino que respondía al funcionamiento mismo de la clase. La masa de alumnos se volvió analítica, resultado de la metódica y racional articulación de las divisiones que se operaban sobre la multitud: grados, niveles, agrupamientos, lugares en la clase, bancos; con componentes que podían aislarse para su estudio y que se ensamblaban para su funcionamiento. Reinaba un código implícito pero compartido: los alumnos sabían qué significaban cada uno de los lugares y quien visitaba el aula – principalmente las autoridades – reconocían en la distribución los diversos tipos de alumnos que los habitaban y leían en ellos sus cualidades intelectuales y disciplinarias. En las clases numerosas el docente 79

Los asuetos ordinarios y extraordinarios enunciados en el calendario escolar son los del calendario litúrgico: casi no hay asueto que responda a otras razones que no sean las religiosas. Entre todos los días libres – que generalmente se asocian al asueto de los días jueves – solamente uno menciona las Fiestas de la Ciudad, poniendo los debidos reparos con respecto a las celebraciones que se realizan. El tiempo dedicado a la escuela es sagrado y no se lo debe interrumpir sino median razones inobjetables. 80 La escuela no se cierra sobre sus muros, sino que de la misma manera que vela por el regreso a casa, vigila el tiempo de descanso para que sea una continuidad del período escolar, de tal modo que el regreso devuelva a los alumnos mas fortalecidos y no empobrecidos espiritual e intelectualmente. los consejos que los maestros darán a los alumnos para pasar bien las vacaciones: “(1º) No omitir durante este tiempo, al levantarse y al acostarse, las oraciones de la mañana y de la noche que todos los días se rezan en las escuelas: (2º) Oír todos los días la Santa Misa, con devoción, y rezar las oraciones que están en el libro de ejercicios, durante la Santa Misa; (3º) Asistir todos los domingos y días de fiesta a la Misa Mayor y a Vísperas, en su parroquia. (4) Ir a confesarse, y los que comulgan que lo hagan al menos una vez durante ese período. (5) Pasar todos los días, por lo menos un cuarto de hora delante del Santísimo Sacramento. (6) Rezar todos los días el rosario para adquirir y conservar la devoción a la Santísima Virgen. (7) No frecuentar malas compañías. (8) No tomar frutos en los huertos y las viñas, lo que sería un hurto; (9) No bañarse, no jugar a las cartas, ni a los dados, ni apostar dinero.” (GUIA: II, 7º 3)

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manejaba con la mirada - desde el estrado o la tarima que simbolizaba su poder - la necesaria ubicación de sus alumnos, reconociendo diversos territorios, y arbitrando sus estrategias disciplinarias. De la misma manera que la geografía de una ciudad o de un territorio moderno, algunas zonas del aula no generaban la preocupación del maestro porque estaba habitada por los alumnos buenos, en otras se requería la atención, la presencia y la intervención docente para controlar a los alumnos más díscolos, incumplidores o con menores capacidades. El lugar del maestro guardaba un equilibrio simétrico con el de los alumnos: su lugar de dominio le permitía ver a todos los alumnos y todo su cuerpo, porque la base de su poder estaba en la mirada, en la capacidad permanente de mirar y ser mirado.  Distribución de los alumnos en la clases obedecerá a los siguientes criterios, aplicados en todas las escuelas: (1º) “escolares de los niveles más avanzados ocuparán los bancos más próximos a la pared, y los otros de seguido, según el orden de los niveles, yendo hacia el medio de la clase”. (2º) “Cada uno de los escolares tendrá su sitio señalado, y ninguno de ellos lo dejará, ni cambiará el suyo, sino por orden y con autorización del Inspector de las Escuelas.” (3º) Tendrá mucho cuidado de que los escolares estén colocados con orden y prudencia de modo que aquéllos cuyos padres son negligentes y tienen parásitos (piojos), estén separados de los que estén aseados y no tienen parásitos; que un escolar juguetón y disipado esté colocado entre dos que sean juiciosos y reposados; un cabeza hueca solo, o entre dos de cuya piedad se esté seguro; un escolar propenso a hablar, entre dos que sean silenciosos y muy atentos; y así en los otros casos. (4º) Es necesario tener en cuenta el número de escolares: “Cuando haya un número demasiado grande de escolares en una clase, en proporción a la otra u otras, si hay varias, el Inspector colocará una parte en la clase superior o en la inferior. (…) El número de escolares en cada clase será de 50 ó 60.” (GUIA: III, 3º. 1)  La clase encontraba una medida y distribución deseable que anticipaba la estructura y las demandas de una sociedad ordenada y obediente a la moralización y a la disciplina masiva. Mientras la desobediencia individual podía ser tratada y corregida, una obediencia grupal revestía una mayor gravedad, aunque la situación podía revertirse con una estructura de la clase que diferenciara y separara a los diversos grupos: para dominarla, la masa o la multitud debía descomponerse en sus elementos constitutivos. (DUSSELCARUSO, 1999: 74 – 75. QUERRIEN, 1979: 106. NEGRI, 2002) “Cada orden [o clasificación de los alumnos] tendrá su lugar designado en la clase, de suerte que los de un orden no se mezclen ni confundan con los de otro orden del mismo nivel; los principiantes, por ejemplo, con los medianos, sino que puedan distinguirse fácilmente unos de otros por el lugar que ocupan”. (GUIA: I, 3º.1) “Los alumnos (1º) deben estar siempre sentados durante las lecciones, incluso cuando lean en el cartel. (2º) tener el cuerpo derecho y los pies en el suelo y bien apoyados. (3º) Los que leen en los carteles deben tener los brazos cruzados, y los que leen en los libros deben sostener el libro con las dos manos sin colocarlos ni en las rodillas, ni en la mesa. (4º) Deben mirar hacia adelante volviéndose ligeramente hacia el maestro, quien, sin embargo, cuidará de que no giren tanto la cabeza que les permita hablar con sus compañeros, y de que no se estén volteando a uno y otro lado. (…) (5º) Todos los alumnos de un mismo nivel estarán descubiertos desde el comienzo de la lección y no se cubrirán sino después de haber leído.” (GUIA: I, 3º. 2) [Al efectuar los ejercicios de escritura] “El maestro cuidará que los alumnos mantengan el cuerpo lo más derecho que les sea posible y que lo inclinen sin tocar la mesa, de modo que colocando el codo sobre la mesa, la barbilla pueda apoyarse sobre el puño; es preciso que tengan el cuerpo un poco vuelto y libre hacia el mismo lado y que todo el peso del cuerpo caiga sobre el lado izquierdo. El maestro velará para que observen exactamente las otras indicaciones referentes a la postura del cuerpo, como se señala en las reglas de la escritura. Procurará sobre todo que no tengan los brazos

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demasiado separados del cuerpo, y que no opriman el estómago contra la mesa, porque, además de ser esto bastante desagradable de ver, esa postura podría causarles grandes incomodidades. Para mantener bien el cuerpo, el maestro colocará él mismo al alumno en la postura que debe tener. Para ello, le colocará cada miembro en el lugar que le corresponde, y cuando le vea cambiar de postura, tendrá cuidado de que la corrija.” (GUIA: I, 4º, 7) 81  La escuela se definía como una estructura anti-calle y se alimentaba de su oposición a ella: el objetivo de La Salle era fundamentalmente escolarizar a los niños que estaban abandonados en los espacios públicos de las grandes ciudades. (QUERRIEN, 1979: 82) El educador francés reproduce la reacción que frente al mismo fenómeno había inspirado a José de Calasanz. Desde el origen de la matriz eclesiástica de la escuela moderna, la calle aparece como la depositaria de todos los calificativos negativos: es el ámbito desprovisto de control en el que se concentran todos los males y acechan especialmente a los niños y jóvenes. La casa familiar, la iglesia y la escuela eran los ámbitos cerrados y seguros que clausuraban los peligros y neutralizaban las influencias negativas. Permanecer en la calle, deambular por la calle era un riesgo permanente que la educación y la escuela debían evitar. Los espacios cerrados constituían – aún arquitectónicamente – verdaderas fortalezas. Y en algunos casos, la protección se extendía de puerta a puerta, desde la puerta del hogar hasta las puertas de la escuela y desde la escuela hasta las puertas mismas de la morada familiar, cuando – como en el caso de las Escuelas Pías – los alumnos eran acompañados por su educador por las calles de la ciudad. 82 “La comunidad de los Hermanos de las Escuelas Cristianas tiene como vocación enrolar a todos los niños pobres del territorio nacional, (…) a todos los niños cuyos padres no pueden garantizar el encierro, el no-vagabundeo en la calle”. Al no poder estar el maestro presente en todas las calles a lo largo de las cuales se dispersaban los escolares para ir a sus domicilios, se confiaba en algunos escolares encargados de informar al Hermano Director sobre lo que han visto de sus compañeros, utilizando una mirada delegada, la del maestro que observaba a través de la mirada de los condiscípulos. (QUERRIEN, 1979: 99, 105) 83 Había un lugar de contacto entre la familia y la escuela, una zona de presencia y de vigilancia, alejado de las aulas y los patios: un punto de encuentro que servía de paso entre la calle y la actividad específica de la escuela, como en las Iglesias existía un espacio (atrio y entrada) 81

Esta detallada ortopedia puesta al servicio del cuerpo y de la mano que escriben, se refuerza con la pormenorizada enumeración de las condiciones para escribir bien, formar las letras y mover la mano sobre el papel. Las indicaciones se extienden sobre la forma de tajar las plumas y los controles que debe efectuar el maestro. (GUIA: I, 4º, 7) 82 Al sufrir la clausura de la orden, se recuerda y testimonia claramente esta práctica que los Reglamentos enuncian: Los miembros de la Orden que acompañaban a los alumnos a sus casas, según costumbre, eran afrentados y mortificados, sobre todo cuando se encontraban con otros muchachos que salían de otras escuelas diciendo en alta voz: "Mira los Padres de la Des-congregación; están excomulgados, desobedientes al Sumo Pontífice, dan escuela contra la voluntad del Papa". Cfr. GINER GUERRI S., 1992. Cuando el sacerdote italiano Juan Bosco – en el siglo XIX – se interesa por las cuestiones educativas, siguiendo un itinerario de búsqueda y de definiciones muy similar a los enunciados, reaccionará ante la presencia de numerosos niños y jóvenes que deambulan por las calles de Turín desprovisto de toda protección. Pero Don Bosco surge y trabaja en otro contexto: en plena revolución industrial y bajo la fuerza de la escuela universal y obligatoria en manos de los Estados. Su proyecto educativo – y debería ser objeto de una investigación específica – es darle otra vuelta de tuerca a la estructura educativa escolar y encontrar la forma de atraer realmente a todos: no es extraño que antes que fundar escuela haya recreado la figura del oratorio que no era más que la vigencia de un gran patio, con una panóptica presencia de educadores, y el patio se transforma en una calle controlada, que sabiamente une la libertad de la calle y del control disciplinario de una educación necesaria. 83 La presencia de un alumno destacado y de confianza prolonga la mirada vigilante de los Hermanos, ya que es el encargado de observa sin ser observado e informar sobre las conductas de los compañeros, poniendo en vigencias la omnipresencia del control de la escuela que se extiende más allá de sus muros, pero operando como un brazo del poder que no se identifica ni se da a conocer: “El primer maestro o inspector de las Escuelas encargará a uno de los escolares más juiciosos que observe quiénes hacen ruido mientras se reúnen. Este escolar se contentará con observar sin hablar e informará luego al maestro de lo que haya ocurrido, sin que los otros puedan percatarse de ello.” ( GUIA, : I, 1º. 1)

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que había dejado de ser calle, espacio público y contaminado para servir de tránsito al espacio sagrado e incontaminado. Se amortiguaban los ruidos, se clausuraban las miradas, se velaban por la intimidad del espacio sagrado. Con ese mismo propósito operaban los estrictos horarios de entrada y salida, para poder habilitar esos espacios de circulación y de encuentro, y lograr el desplazamiento de los mecanismos de vigilancia. (QUERRIEN, 1979: 113) 84  La Salle llegó a enunciar algunas reglas sobre las dimensiones que debían tener las salas de clase para ser utilizables y sobre la necesidad de asociar a ellas un jardín, pero en la práctica debió conformarse con la utilización de los edificios ya construidos que le facilitaban. A partir del siglo XVIII se desarrolló una preocupación progresiva por establecer racionalmente las condiciones necesarias para la construcción de aulas85 y escuelas, predeterminando el espacio mínimo que cada alumno debía ocupar y disponer, principalmente cuando las Iglesias y sus instalaciones dejaron de poder contener la expansión de una educación que se transformaba en universal y obligatoria. Los diseños arquitectónicos expresaron en estructuras edilicias los principios pedagógicos vigentes: higiene y salud, ubicación fija de los alumnos, lugar de privilegio para el maestro a cargo de la clase simultánea (tarima) y forma rectangular para poder dominar con la mirada al conjunto de los estudiantes. (QUERRIEN, 1979: 95) Paulatinamente las ideas definidas por Comenio y Calasanz se profundizan y se expanden en las sucesivas creaciones de las Escuelas Cristianas de los Lasallanos: “La escuela debe estar alejada de los lugares ruidosos, malsanos o peligrosos, de todos los lugares donde transcurre la vida pública de los padres de los niños: fábricas, mercados, cafés. Al mismo tiempo que produce la infancia, la escuela organiza la separación entre vida pública y vida privada. La escuela está ligada al hábitat y no al trabajo para el que en principio debía preparar, pero del que no reconoce mas que las formas artesanales, naturales, individuales, limpias en oposición a las formas industriales, artificiales, colectivas, sucias.” (QUERRIEN, 1979: 139) 2.13. DIVERSOS SISTEMAS DE REGISTROS Y DOCUMENTACIÓN ESCOLAR. La mejor forma de garantizar el funcionamiento del sistema era multiplicar los mecanismos de control. Las escuelas crearon sucesivos registros para supervisar y asentar de manera permanente la asiduidad y el 84

La diversidad y la multiplicidad de miradas que recorren el espacio escolar remiten de manera obligada al Panoptismo ampliamente desarrollado por FOUCAULT (1989: 199 – 230) “En un extremo, la disciplina-bloqueo, la institución cerrada, establecida en los márgenes, y vuelta toda ella hacia funciones negativas: detener el mal, romper las comunicaciones, suspender el tiempo. Al otro extremo, con el panoptismo, la disciplina-mecanismo: un dispositivo funcional que debe mejorar el ejercicio del poder volviéndolo mas rápido, más ligero, más eficaz.” (212) 85 Los carteles: “En la primera clase habrá dos grandes murales colgados en la pared, a la altura de 6 a 7 pies contados desde el borde superior de los murales al piso. Uno contendrá letras sueltas, minúsculas, mayúsculas, diptongos; y las otras sílabas de dos o tres letras. Los dos carteles serán idénticos en las casas de las Escuelas Cristianas. 85 (…) Los carteles tendrán al menos dos pies y cuatro pulgadas (de largo) y un pie y ocho pulgadas de alto. Las letras y las sílabas estarán colocadas unas sobre otras. (…) Los dos carteles con las minúsculas y las mayúsculas, tendrán una separación de aproximadamente tres pulgadas de distancia entre la última letra y el primer renglón del primer cartel.” (…) No hay referencia al pizarrón o pizarra, ni a ningún medio que le permita al maestro escribir a la hora de presentar un tema, efectuar explicaciones o proponer ejercitaciones. (GUIA, 1720: I, cap. 3º. Art. 2) Los bancos de los alumnos [que deben leer en los murales] “no estarán ni demasiado cerca ni demasiado lejos de ellos, para que los alumnos que lean en ellos puedan ver y leer fácilmente las letras y las sílabas; por este motivo se cuidará que el borde delantero del primer banco esté por lo menos a cuatro pies de la pared donde están colgados los murales. Los alumnos que leen en los murales se colocarán en frente del mural en el cual leerán, de manera que si hay 24 alumnos que leen en el mural del alfabeto, y 12 que leen en el de las sílabas, y que cada banco contiene 12 alumnos, Se les colocará en tres bancos dispuestos uno detrás del otro, y habrá en cada uno ocho alumnos que leen en el mural del alfabeto y están delante de él, y cuatro que leen en el mural de las sílabas colocados de tal manera que estén también delante.” (GUIA, 1720: I, cap. 3º. Art. 2)

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progreso de los alumnos. El registro facilitaba la tarea de las inspecciones y de las miradas vigilantes. 86 FOUCAULT (1989: 194. 200) le otorgaba un sentido particular a los sistemas de reconocimiento, ya que los diversos exámenes hacían entrar a las individualidades en el campo documental. Los registros operaban no solamente en las escuelas - donde permitían conocer las costumbres de los niños y los progresos en los diversos conocimientos - sino también en otras instituciones en las que permitían marcar y reconocer ingresos, alistamientos, presencias, desgranamientos, deserciones87, repeticiones (hospitales, cárceles, ejércitos, iglesias).  “Una cosa que puede contribuir mucho a mantener el orden en las escuelas, es que haya Catálogos debidamente ordenados; debe haberlos de seis clases. Los dos primeros serán para uso del Inspector de las Escuelas. Los maestros se servirán de los otros dos, y los dos últimos serán para uso de los alumnos.” (GUIA: II.3º, 1) Cada uno de los registros estaba puntualmente justificado y reglamentado para el uso común y uniforme en todas las Escuela Cristianas y permitía dar cuenta de cada uno de los alumnos desde el ingreso a la escuela hasta la conclusión de sus estudios. No sólo cumplía un rol administrativo, sino que determinaba los avances que se producían en los diversos grados y secciones, certificaba sus asistencias e inasistencias, daba cuenta de sus defectos y de sus cualidades, especificaba los lugares que ocupa, ofrecía un registro completo de su familia, su domicilio y sus antecedentes en materia de formación religiosa. Los minuciosos registros o catálogos que se archivaban en las escuelas instalaban un valioso sistema de información y de control, en muchos sentidos un anticipo directo de los mecanismos de control que utilizó en su momento el Estado moderno para monitorear la universalidad y la obligatoriedad de la educación escolar. Las Escuelas Cristianas ofrecían un conjunto de Registros de la información y de la vigilancia escolar que prolongaba, acrecentaba y especializaba los instrumentos ideados por los Jesuitas en la Ratio Studiorum y los propuestos en los sucesivos Reglamentos de las Escuelas Pías. En cada uno de los sistemas educativos – en la primera mitad del siglo XVIII – se acumuló un riquísimo y abundante material documental archivado en los diversos formatos de anotaciones instalados en cada una de las Escuelas. Como en otras instituciones o lugares sociales de tránsito la población dejaba sus rastros y certificaba su paso por la estructura escolar. 88 (1º) REGISTROS DE MATRÍCULA: “son aquellos en los que se anotan todos los nombres de los escolares recibidos y admitidos en las escuelas, desde el comienzo del año escolar hasta el final”. (…) “Todos los registros de todos los años estarán escritos de seguido en un libro grueso; los escolares 86

Si bien las Escuelas Cristianas reproducen los modelos de registros que ya funcionaban entre los Jesuitas y los Escolapios, un siglo después (1843) los sistemas registros invaden la escuela para ordenar de manera uniforme el funcionamiento de las escuelas y de sus actores: (1º) Registro de matrícula de los alumnos; (2º) Registro de asistencias para controlar las presencias diarias y exigir a los padres cartas de justificación; (3º) Registro de premios y recompensas; (4º) Registro de castigos; (5º) Registro de correspondencia entre autoridades; (6º) Registro de visitantes; (7º) Registro o inventario del material y de los instrumentos de la escuela; (8º) Registro de contabilidad; (9º) Registro del maestro en el que anota todo lo que hace, los deberes y las lecciones; (10º) Registro de la conducta de los alumnos para la información a las familias. (QUERRIEN, 1979: 119) 87 Los abandonos de las escuelas por parte de los alumnos tienen resonancia semánticas asociadas a los desertores de los ejércitos, ya que nadie podía abandonar las instituciones sin haber cumplido totalmente con los objetivos y las funciones propuestas por las mismas. 88 Cfr. DELEUZE Giles (1991) “Foucault situó las sociedades disciplinarias en los siglos XVIII y XIX; estas sociedades alcanzan su apogeo a principios del XX, y proceden a la organización de los grandes espacios de encierro. El individuo no deja de pasar de un espacio cerrado a otro, cada uno con sus leyes: primero la familia, después la escuela (“acá ya no estás en tu casa”), después el cuartel (“acá ya no estás en la escuela”), después la fábrica, de tanto en tanto el hospital, y eventualmente la prisión, que es el lugar de encierro por excelencia. (…) Foucault analizó muy bien el proyecto ideal de los lugares de encierro, particularmente visible en la fábrica: concentrar, repartir en el espacio, ordenar en el tiempo, componer en el espacio-tiempo una fuerza productiva cuyo efecto debe ser superior a la suma de las fuerzas elementales.” Napoleón – en los albores del siglo XIX - fue en encargado operar la conversión definitiva de una sociedad de soberanía a una sociedad disciplinaria.

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recibidos en un año, separados de los que se hayan recibido en otro año. (...) El apellido de cada escolar se anotará también en el margen, al lado del sitio donde está escrito en el registro, para que se le pueda localizar fácilmente. Al fin del registro habrá índices con los nombres y apellidos de los escolares de todos los catálogos contenidos en este registro, por orden alfabético; un índice para cada año escolar y junto a cada apellido estará marcada con un número la página del registro en el que está escrito.” 89 (GUIA: II, 3º, 1) (2º) REGISTRO O CATÁLOGOS PARA CAMBIO DE NIVELES: “Los Inspectores de cambio de nivel tendrán cada uno un catálogo en el que figuren los nombres de los alumnos, y ordenados según los niveles y según los grados de cada nivel; cada alumno estará anotado en el grado del nivel al cual pertenece. Habrá tantos catálogos de esta clase, cuantas sean las escuelas que dependen de una misma casa; y cada catálogo comenzará por los nombres de los alumnos del primer grado del nivel inferior, continuando así hasta el último grado del último nivel que es el de los registros.” (GUIA: II, 3º) (3º) REGISTRO O CATÁLOGOS PARA LOS GRADOS EN LOS NIVELES: “cada maestro tendrá un catálogo que contenga 24 folios, en el cual estarán consignados los nombres de los alumnos de su clase conforme a los grados de cada nivel; todos los nombres de los alumnos del mismo grado y nivel estarán escritos seguidos bajo el título del grado y nivel en el cual están. Cada maestro tendrá todos los años un catálogo nuevo de esta clase. El Inspector escribirá o mandará escribir todos los catálogos de los grados, y los entregará a los maestros, el primer día de cada mes, por la mañana, antes de que vayan a la escuela”.90 (GUIA: II, 3º, 3) (4º) REGISTRO O CATÁLOGOS DE LAS CUALIDADES BUENAS O MALAS DE LOS ALUMNOS: “Hacia el fin de cada año escolar, durante el último mes que se tengan las clases antes de las vacaciones, todos los maestros redactarán cada cual un registro de sus escolares, en el que señalarán las buenas y malas cualidades, según sus observaciones durante el año. Escribirán el nombre y apellido de cada escolar, cuánto tiempo hace que viene a la escuela, el nivel y el orden de nivel en los que se encuentra, el carácter de su inteligencia, si es piadoso en la iglesia y durante las oraciones, si está sujeto a algunos vicios tales como: la mentira, la blasfemia, el robo, la impureza, la gula, etc. Si tiene buena voluntad o es incorregible; cómo hay que vérselas con él, si la corrección resulta útil o no, si ha sido asiduo a la escuela, o si se ha ausentado a menudo o rara vez, por algunas buenas razones, o sin motivo, con permiso o sin permiso; si ha sido exacto o no para llegar a la hora y antes que el maestro, si se aplica en la escuela, si lo hace por sí mismo, si es propenso a hablar y bromear, si aprende bien, si ha sido cambiado habitualmente en el tiempo requerido, o cuánto tiempo ha permanecido en cada orden de 89

Otras informaciones que debían registrarse: si está confirmado y si ha hecho la primera Comunión, el nombre de su padre y de su madre, o, si es huérfano de ambos, el nombre de la persona con la cual vive, la calle, el símbolo, la habitación y la parroquia; en qué nivel y en qué orden de nivel ha sido colocado; a qué hora ha de llegar por la mañana y por la tarde, y en qué día de la semana puede ausentarse; si ha estado ya en la escuela y cuánto tiempo, si ha tenido uno o varios maestros y cuanto tiempo; será preciso dejar un espacio en blanco suficientemente amplio, para agregar posteriormente indicaciones: cuál es su manera de ser (GUIA: II, 3º 1) 90 En este libro de registros, “habrá tres columnas en cada folio de estos catálogos, las cuales estarán separadas por líneas de arriba abajo. En la primera columna, que será más estrecha, al lado de cada nombre, se anotará el mes y el día del mes en que cada uno de esos alumnos haya sido colocado en ese grado y nivel. En la columna del medio se anotarán el nombre y apellido de cada alumno de un mismo grado y nivel, todos seguidos, sin orden alguno, conforme hayan sido admitidos en la escuela o colocados en el grado y nivel en el que están, y todos los nombres estarán separados entre sí por líneas que van de un lado al otro del folio. En la tercera columna habrá cuatro cuadraditos al lado de cada nombre en los cuales se indicará, por puntillos, en el primero, cuántas veces llegó tarde el alumno; en el segundo, cuántas veces ha estado ausente con permiso; en el tercero, cuántas veces ha estado ausente sin permiso; y en el cuarto, cuántas veces no ha sabido el catecismo diocesano. “(GUIA:II, 3º, 3)

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nivel, más allá del tiempo establecido para ser cambiado; si esto ha sido por su culpa, o porque tiene una inteligencia lenta, si sabe bien el catecismo y las oraciones, o si ignora lo uno y lo otro; si es obediente en la escuela, si no es de genio difícil, terco y propenso a resistir al maestro; si no es demasiado mimado por sus padres, si no les gusta que se le corrija, si se han quejado a este respecto; si ha tenido algún oficio y cuál, y cómo lo ha cumplido”. (GUIA: II, 3º, 4) “Cada maestro al fin del año escolar, entregará al Director este registro que haya redactado, y el Director lo dará, el primer día de clase después de las vacaciones, al maestro que atenderá esa clase, si es uno diferente del año precedente, el cual se servirá del registro durante los tres primeros meses para aprender a conocer a los escolares y cómo deberá proceder respecto a los mismos.” 91 (GUIA: II, 3º, 4) (5º) REGISTRO O CATÁLOGOS DE LOS PRIMEROS DEL BANCO: “Habrá en cada clase una lista de cada banco que contenga los nombres y apellidos de todos los escolares del mismo banco. Uno de los escolares de este banco, que será colocado el 1º, y al cual se le llamará el 1º del banco, estará encargado de esa lista y su nombre será colocado el primero de los que estarán en esa lista. Los nombres de los demás escolares de este banco serán colocados a continuación según el orden que tengan después de él en ese banco.” (GUIA: II, 3º, 5) 92 (6º) REGISTRO O CATÁLOGOS DE LOS VISITADORES DE LOS AUSENTES: “Habrá en cada clase, listas para los visitadores de los ausentes, en cada una se anotarán como máximo unos 15 ó 20 escolares. Cada una de estas líneas corresponderá a los escolares de un mismo barrio para que puedan ser fácilmente visitados por los visitadores de ese barrio. Cada visitador tendrá su lista y allí señalará todos los días a los ausentes” (GUIA: II, 3º, 6) 93

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El informe anual que elabora cada maestro refleja un seguimiento puntual de la educación integral de cada uno de los alumnos, al tiempo que marca las cualidades recomendadas y los defectos combatido en el ámbito escolar Informe que sirve para el conocimiento de quien debe continuar la tarea de manera articulada, ya que las aulas constituyen una escuela en la que la empresa es continuada y común. Ejemplo: “François de Terieux, 8 años y medio de edad, viene a la escuela desde hace dos años. Está en el tercer orden de escritura desde el 1º de julio último; es de espíritu inquieto, tiene poca piedad y modestia en la iglesia y en las oraciones, a menos que se esté sobre él, pero por ligereza; su vicio particular es la inmodestia. Tiene bastante buena voluntad, es preciso ganarle y animarle para que lo haga; la corrección le sirve de poco, porque es ligero; ha faltado raramente a la escuela, algunas veces sin permiso, por juntarse con algún compañero libertino y por su comodidad no ha llegado a la hora, no se aplica más que medianamente, a menudo observa y se duerme, a menos que se le vigile. Aprende fácilmente, ha faltado dos veces antes de ser cambiado de nivel del 2º al 3º orden; falto de aplicación; sabe bien las oraciones, es sumiso en la corrección, si se la aplica con autoridad y es reticente si no se la tiene. Es sin embargo, de un carácter difícil; es preciso que se le gane y hará lo que uno quiere; es querido por sus padres y no están contentos de que le corrija, no ha estado en ningún oficio, porque no es muy capaz, es vigilante, cumplirá bien su deber, si es que no llega tarde a menudo.” 92 Como ya lo hemos señalado, la ubicación en los bancos marcaba un lugar, determina una jerarquía, constituye un instrumento de vigilancia: en la clase y en la escuela cada individuo (y quienes lo acompañan y rodean) sabe dónde puede y debe estar, para que el maestro lo pueda ubicar con la mirada. No hay libertad de manejo de los lugares y el espacio determina el rango, la jerarquía, que puntillosamente se registra y se declara. 93 El compromiso de la escuela y de los maestros con los alumnos no se reducía a esperar su arribo, sino comprometer día a día su asistencia, asegurarse la concurrencia obligatoria o ir a certificar la razón de su ausencia. La escuela se arma como una institución que convoca pero que se reserva el derecho de exigir la presencia de sus usuarios. Como señalábamos con José de Calasanz, la escuela no es obligatoria a la hora de elegir su incorporación, pero una vez en ella, la asistencia a ella y el cumplimiento de las obligaciones se convierten en compromisos ineludibles. El Reglamento de la Escuelas Cristianas se extiende en el detalle del tipo de inasistencias y de tardanzas que deben ser juzgadas y castigadas. (GUIA, II, 5º, 9)

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2.14. EQUIPAMIENTO DE LAS ESCUELAS CRISTIANAS:  Una de los capítulos de la minuciosa Guía para el ordenamiento de las Escuelas Cristianas (III, 1º, 1) permite tomar conocimiento de todos los elementos y la infraestructura que se requería para el funcionamiento de cada una de las aulas y de las escuelas. Se trataba de los recursos didácticos, en la medida que los mismos respondían a una necesidad concreta del maestro y de los alumnos. Aunque muchos de estos recursos han sufrido transformaciones tecnológicas, son numerosos los elementos que se han conservado a lo largo de todo el período de expansión de la escuela moderna o que han sido sustituidos por otros que cumplen idéntica función. “El Inspector de las escuelas velará y procurará que haya (1º) una pila de agua bendita en la puerta de cada escuela;(…); (2º) cuatro imágenes en todas las clases: un crucifijo, una imagen de la Santísima Virgen, una de San José y otra de Jesús. (…) que haya en todas las clases (3º) las sentencias que deberán ser mostradas con la señal; (4º) rosarios suficientes en cada escuela, para los escolares que no saben leer; (6º) un hisopo en cada escuela para tomar agua bendita al entrar y al salir de la iglesia; (7º) un cesto en cada clase para recoger el pan que se da a los pobres durante el desayuno y la merienda; (8º) libros para todos los niveles, cuantos sean necesarios para los pobres que no puedan adquirirlos: (9º) papel para los escribanos pobres que no puedan comprarlo; (10º) todos los libros necesarios para cada maestro; que por ningún motivo haya libros diferentes de los que se emplean en la escuela: (11º) en cada clase de los escribanos una repisa o armario, para dejar los papeles de los escribanos, los registros, los libros para los pobres; y que todos los libros estén bien ordenados; (12º) tinteros encajados en los bancos entre dos escribanos, y estén todos cubiertos; (13º) un palo con una cuerda en la extremidad por la cual se pueda pasar el brazo, y cada escolar la tome para ir a los sanitarios, y que haya solamente uno; (14º) tantas escobas para barrer como clases, y que se las renueve cuando sea necesario; (15º) un cubo, un rastrillo, una cesta para recoger la basura; (16º) un catálogo de cada banco; (17º) un manojo de varas, o una palmeta, para todas las clases de una misma escuela, y que uno de los maestros esté encargado por orden del Hermano Director”. (GUIA: III, 3º)  A su vez, para el funcionamiento de cotidiano de las clases y de las escuelas se requería que el estado de cada uno de los lugares habilitados se ajustara a las siguientes caracteres: (1º) que todo esté bien ordenado y muy limpio; (2º) que todos los bancos estén sanos y salvos, es decir en buen estado, y que se los repare cuando tengan alguna cosa pequeña para arreglar; (3º) que estén bien ordenados, siempre en la misma posición, y no se cambie ninguno sin orden del Hermano Director. (4º) que las mesas de los escribanos estén colocadas de tal modo que puedan escribir con una buena iluminación (GUIA: III, 3º, 1); (5º) que las clases estén limpias, que no haya en el suelo ni papeles, ni trozos de plumas, ni huesos ni ninguna otra cosa que pudiera ensuciarlas o afearlas; (6º) que se barran diariamente todas las clases y se las rocíe con agua al barrerlas; que no haya ni barro, ni otras inmundicias acumuladas sobre el piso de las clases, y que se las pula de vez en cuando; (7º) que los vidrios estén siempre en buen estado. (GUIA: III, 1º, 1)

03. FORMACION DE LA ESCUELA. LA MATRIZ DE LA ESCUELA MODERNA  Consideramos que, en el primer cuarto del siglo XVIII, el periplo de constitución, siembra y alumbramiento de la matriz eclesial de la escuela moderna y de su lógica habían logrado una indiscutible consolidación, y que - con la presencia y los escritos de Juan Bautista de la La Salle y de las Escuelas Cristianas - los aportes constitutivos del modelo escolar moderno habían llegado a la plenitud. Pero el recorrido y la consulta de los textos y los contextos nos revelan que en realidad no se trata de una sucesión de postas en las que el legado va pasando de mano en mano, armonizando iniciativas y propuestas para

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enriquecerlas en cada nueva formulación; se trata de una sucesión de respuestas que implícitamente se suponen (y muy ocasionalmente se refieren y se citan), pero que puntualmente no se encuentran, ni se ensamblan, no articulan los mensajes y las formulaciones, aunque comparten el suelo común y los mismos códigos. Entre 1530 y 1730 encontramos un número relevante de discursos, formulaciones, creaciones e instituciones, pero no podemos afirmar ni probar que el Concilio de Trento, Ignacio de Loyola, José de Calasanz, Juan Amos Comenio y Juan Bautista La Salle hayan obedecido a un proyecto común o a un mismo itinerario pedagógico, religioso, eclesial. Se mencionan encuentros fugaces, conocimientos ocasionales, experiencias comunes, coincidencias llamativas en formulaciones e ideas, circunstancias históricas o personales análogas, pero nunca un referente compartido. Ni siquiera la Iglesia – en el caso de los fundadores de las órdenes y las congregaciones – se constituye en un poder referente y legitimador que ordena prolijamente las respuestas: se limita a aceptar la iniciativa evangelizadora, orientar a los promotores, discutir el carácter, la aprobación y la continuidad de la obra, evaluar su presencia, bendecir y alentar sus emprendimientos. Somos nosotros los que ponemos el orden, la continuidad, el ensamble, y fieles al apriorismo reinante la Europa del momento, descubrimos continuidad, coherencia, reiteraciones, redundancia y sucesión porque dirigimos nuestra mirada armada de una búsqueda predefinida, construyendo una síntesis progresiva allí en donde sólo existen multitud de fenómenos.94  La matriz eclesiástica va constituyéndose como las sucesivas capas geológicas de la corteza terrestre o como la sedimentación que se produce en terrenos próximos a algunos ríos: la corriente los eleva, los nutre y los constituye en suelo fértil para la siembra y la cosecha: con cada representante, el territorio original se fue cultivando, humanizándose, haciéndose más apto para el trabajo y la producción. La matriz eclesiástica se constituyó en matriz, al mismo tiempo que dio a luz su producto; se hizo madre en el mismo momento en que alumbró a su hija, al crear se creó a sí misma, se reconoció como tal95. Crea los elementos claves y constitutivos de la escuela moderna y su acción de crear se deposita en las mismas instituciones religiosas y eclesiales: (1º) los colegios de la Compañía de Jesús; (2º) las Escuelas Pías; (3º) las Escuelas Cristianas. Involuntariamente comienzan a diseminar en el paisaje moderno las escuelas y las difunden como institución – en la geografía europea y en los territorios descubiertos y conquistados brotan las escuelas y los colegios subordinados a la marca de cada uno de los sistemas – y también como modelo, como trama, como molde, como referencia. Hacer una escuela, crear una escuela, organizar una clase, dar clase, diseñar un currículo, definir un sistema integral de educación escolarizada, ser alumno, ser maestro, dirigir, controlar, reglamentar examinar, promover, registrar, titular, significaba inspirarse, copiar, reproducir, traducir las experiencias exitosas y multitudinarias de los jesuitas, los escolapios, los lasallanos.  Éste es el sentido definitivo de nuestro recorrido histórico, de nuestra genealogía: dar cuenta de la escuela moderna y de sus elementos constitutivos, y des-cubrir, probar y exhibir los lugares en los que se acuñaron las prácticas que al convertirse en universales y obligatoria, se naturalizaron. La arqueología de la escuela se había propuesto – en esta investigación – recorrer pasó a paso, detalle a detalle, el nacimiento de la institución escolar, animada por el convencimiento de que era en el contexto de la iglesia y de sus instituciones en donde se podía develar la matriz. El concepto mismo de genealogía (o de arqueología) 96 94

Cfr. La constitución del objeto a partir del caos fenoménico en Kant y la defensa de la originalidad de su pensamiento al mencionar que “muchos descubrimientos son tale, después de haber señalado la dirección que debemos buscar y mirar”. HEIDEGGER M. (1967: 70) 95 Nos recuerda la atrevida relación entre el Creador y las Criatura que presenta y defiende Escoto Eriúgena en el tratado medieval División de la naturaleza (peiuphyseon) nº 453c – 455c 96 Para Foucault, las historias tradicionales estaban demasiado profundamente saturadas de nociones de continuidad, causalidad y teleología, procedentes de las formas del racionalismo moderno. En lugar de eso, las historias de Foucault se inician habitualmente con su percepción de algo está mal en el presente y de que comprender el pasado es comprender el presente. Las primeras de sus obras se llamaron arqueología y las posteriores, genealogía. Una investigación arqueológica o genealógica descubre discontinuidades y rupturas en la cronología y en los desarrollos,

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nos permite desarticular los discursos deseados para descubrir las palabras no dichas, las fuentes no abordadas. La lógica de la escuela pareciera exigir un pasado asociado a los caracteres actuales y ambos vinculados con procesos ajenos a las vertientes eclesiásticas y religiosas. (DUSSEL – CARUSO, 1999: 55) Pero el recorrido nos ha permitido desmontar un proceso que nos remite paso a paso a la matriz religiosa: aun cuando la escuela moderna y contemporánea se mueva en territorios propios, particularmente asociados a la función del Estado y absolutamente desacralizados, en los orígenes, hemos descubierto otros componentes que dan razón de su ser y de su constitución.  Cuando se produce el cambio de contexto, cuando el estado despierta de su letargo absolutista 97 y se arma con las nuevas ideas de la ilustración, cuando las demandas de los sociedades políticas y de la economía generan otro tipo de súbditos, habilitando ciudadanos, soldados, trabajadores eficientes, la escuela es el instrumento disponible, y el producto emerge de la matriz para secularizarse, para adquirir su independencia y su autonomía, pero, al mismo tiempo, la escuela conserva sus caracteres intactos, mantiene las invenciones consagradas, las formas de hacer y de responder a las situaciones y a las problemáticas. Muta el poder de referencia, se nacionaliza el poder organizador del sistema que pone en funcionamiento el conjunto de las escuelas de cada uno de los Estados, pero se salvaguarda la estructura original, preservando hasta en los detalles los principios y la rutina cotidiana de los alumnos y de los maestros jesuitas, escolapios, lasallanos, junto con las ideas propuestas por Comenio y los restantes promotores presentados.  Sin embargo es necesario destacar - íntimamente asociado a esta genealogía - otro aspecto fundamental: no se trata de una matriz eclesiástica por el simple hecho histórico que exhibe su configuración en el seno de las instituciones eclesiásticas o del pensamiento de la religión institucionalizada. La matriz eclesiástica de la escuela moderna se define, fundamentalmente, porque representa una traducción fiel de los caracteres, rituales, costumbres, preceptos, concepción de tiempo y espacio, actores propios de la iglesia al ámbito y al funcionamiento de la escuela engendrada. En cada uno de los detalles no sólo hay hombres religiosos, hombres de la iglesia, creando escuela, sino que cada detalle se estructura a imagen y semejanza de la iglesia, como arquitectura, como distribución, como ordenamiento, como administración del tiempo, como asignación de roles, como creación de códigos comunes, como modelo sobre el que se plasma la unidad del aula (o clase) que fija el punto de partida de la escuela de la modernidad. Los silencios, los rituales de saludo, el uso y la sucesión de los bancos, la dirección de las miradas, la posición del sacerdote, el lugar del altar, el desarrollo puntual de la liturgia, la administración de la palabra, el espacio cerrado y sagrado, los resguardos contra la amenaza del exterior y muchos otros aspectos se reproducen en la matriz original y, acondicionados para responder a las demandas de su funcionamiento, sobreviven en la lógica de la escuela moderna. Allí está la verdadera explicación, en la conjunción de los dos factores: por un lado los fundadores, los creadores, los productores de ideas que buscando aquello no dicho que debe ser de-velado para poder ser comprendido. HEYNING K E., en POPKEWITZ, FLANKLIN, PEREYRA (2003) 97 HAMILTON D. (2003: 202) menciona este traspaso de poderes que se opera en la modernidad y que directamente afecta a la escuela: la teología se separa de la política, las iglesias ya no pueden gobernar a sus miembros puesto que se dividen y se enfrentan, es necesario que el Estado crezca para convertirse en el único y verdadero referente del poder. El absolutismo político se gesta como una forma de unidad política y militar, amparado por la credibilidad política, sobreponíéndose como único poder, al sectarismo propio de la reforma. Además de recordar a Jean BODIN, ya abordado en nuestro desarrollo, menciona los aportes de Justus LIPSIUS (1547 – 1606) un curioso personaje que supo recorrer sucesivamente las prácticas religiosas como luterano (1572 – 1574), como calvinista (1579 – 1590) y como católico (1592 – 1606) cambiando sucesivamente las geografías. Es quien aborda la noción de disciplina en el ámbito político y la construcción del ciudadano como el habitante del Estado moderno. El estado debía convertirse en el lugar donde residiera la autoridad centralizada, la disciplina pública y el deber personal. No es difícil imaginar que la tarea de construirlo encontraba en la escolarización moderna la matriz institucional necesaria.

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gradualmente van haciendo la transposición de los modelos eclesiales a los escolares; por el otro, el registrable fenómeno que permite yuxtaponer, comparar y descubrir las semejanzas entre las dos estructuras: la iglesia y la escuela.98 Y no puede sorprendernos que esta asociación de factores intervinientes se haya producido: Erasmo, Lucero, Calvino, Loyola, Calasanz, Comenio, La Salle eran hombres de iglesia, frecuentadores de las estructuras y de los rituales eclesiales, familiarizados con su estructura y su funcionamiento: al dar una organización efectiva a una escuela para que, superando las limitaciones precedentes, llegara primordialmente a los feligreses y posteriormente a todos los hombres, no podían sino traducir, trasladar, recrear el modelo del que provenían y en el que se desempeñaban, de la misma manera que un origen militar, judicial, familiar99 o de otra índole la hubieran imaginado y constituido de manera asociada a su propio carácter.  El recorrido genealógico y hermenéutico nos ha permitido reconstruir la historia de la matriz y descubrir progresivamente las analogías, pero para certificar su adecuación debemos comprobar si la escuela moderna generada por la matriz eclesiástica, responde a los caracteres originalmente enunciados al presentar la unidad de de análisis.









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La escuela es una institución En todos los casos, las escuelas fundadas, más allá de los socialmente reconocida por la función principios religiosos que las animaban, respondían intencional y específica de brindar la prioritariamente a la necesidad de brindar educación y educación formal. como tal se estructuraron para responder a ese mandato. La educación escolarizada es definida progresivamente como un bien universal y necesario, superando las limitaciones impuestas por la geografía, la clase social y las condiciones económicas. La escuela goza de un reconocimiento Escuelas y colegios crecieron amparados por las por parte de los poderes vigentes y de autoridades religiosas y – en menor grado – por las los tutores o responsables de cada uno civiles que respaldaban a las órdenes religiosas, pero – de los sujetos que ingresan a ella. sobre todo – se expandieron rápidamente debido a las respuestas de las familias de todas las clases sociales que les confiaron voluntariamente sus hijos. La escuela lleva adelante sus funciones Aun cuando nacieron al calor de las iglesias y de las en un espacio específico y delimitado parroquias, rápidamente definieron el espacio – cerrado, ordenado y controlado – para distribuir y organizar la tarea, distinguiendo los diversos ámbitos (aulas) en los que debían atender a la diversidad de edades, capacidades y niveles. Paulatinamente cada uno de los espacios de la escuela y del aula es objeto de organización, distribución, vigilancia y control. La escuela desarrolla su actividad en un Cada uno de los fundadores y autores, en sus escritos y horario acotado y en un determinado reglamentos, se encargaron de organizar el tiempo período de tiempo. diario y semanal, determinando rigurosamente la distribución del tiempo escolar; coincidentemente definieron un calendario escolar que otorgaba continuidad y prioridad al trabajo de la escuela (cuya

Hemos reservado para el siguiente capítulo el desarrollo puntual de esta comparación y transposición de elementos. Es posible que esta estructura familiar operara en la primitiva organización de las escuelas premodernas: en ellas, los maestros – limitados en sus saberes y en sus servicios – habilitaban un espacio doméstico y amparados por ese modelo creaban un sistema de enseñanza y de aprendizaje mimetizado con la estructura familiar. 99

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La escuela se ocupa de la transmisión del patrimonio cultural, de las pautas morales y de comportamiento y del universo axiológico que las nuevas generaciones necesitan para su incorporación en la sociedad.

La escuela se muestra como una práctica comunitaria que comparten sujetos en crecimiento.



La escuela exige la presencia de educadores como los sujetos responsables del cumplimiento de las funciones asignadas a la institución.





La escuela ordena sus prácticas y sus actividades específicas, según reglas y pautas determinadas por el cumplimiento de los fines estipulados.

asistencia era obligatoria), privilegiaba los momentos claves para la promoción y los reconocimiento y distribuía los días de descanso y de asueto a lo largo del año. La vigencia de la concepción moderna del tiempo se instala en la escuela y vigila sus actividades. Todos los autores y fundadores establecieron – en mayor o en menor medida – un verdadero diseño curricular que distribuía los contenidos a enseñar y los graduaba a lo largo de la permanencia en la escuela, generalmente asociados a las normas que ordenaban la conducta personal y social. Asociado a los diversos contenidos pre-definieron una metodología racionalmente posible para su presentación y el desarrollo, metodología que debía ser fielmente aplicada por los maestros y controlada por las autoridades, de tal manera que en todas las escuelas se enseñara lo mismo y de la misma manera. Todos los modelos trabajados asumieron una metodología de trabajo común, frontal y simultánea, en la que el maestro tenía a su cargo un grupo numeroso de alumnos a quienes atendía y enseñaba, al mismo tiempo que efectuaba los controles de sus rendimientos supervisando a cada uno de ellos directamente o a través de auxiliares habilitados (monitores o alumnos ayudantes que implementaban parcialmente la enseñanza mutua). El ingreso y la división de las clases o niveles respondía a criterios reglamentariamente establecidos (edad, condiciones, capacidades, cualidades personales) y la ubicación, el desempeño y el sistema de premios y castigos definían los diversos grupos de alumnos dentro de cada clase. La función del maestro o del educador fue el mayor logro de la matriz porque reivindicó su tarea, la asoció de manera explícita con la función de evangelización y con la consagración religiosa, y exigió una preparación intelectual, moral y personal para su desempeño; en principio consolidó y privilegió su presencia sumando a los rasgos profesionales, cualidades y exigencias vocacionales. La idoneidad de los maestros se definía no tanto por la creatividad en la enseñanza, sino por su capacidad de controlar el grupo de alumnos, vigilar atentamente su comportamiento y su actividad permanente y aplicar el método de enseñanza obligatorio en el desarrollo de los contenidos pautados. La abundancia de reglamentos, guías, reglas, preceptos, indicaciones dieron muestras de la intención de ordenar metódica y racionalmente cada una de las actividades de la escuela y del funcionamiento de sus actores. Animados por la necesidad de construir sistemas

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La escuela admite diversos esquemas de organización, de graduación, promoción y acreditación.



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La escuela habilita a los usuarios para responder a diversas condiciones impuestas por la sociedad.

universales y homogéneos crearon metodologías y procedimientos únicos, aplicables en todas las instituciones. El paso del tiempo y el crecimiento en complejidad de las escuelas, los grados o niveles y del sistema, multiplicaron la normativa amparados en la necesidad de anticipar las actividades y las relaciones posibles, y las consultadas deseables. Todas las iniciativas, propuestas y creaciones distribuyeron la actividad de enseñanza, ejercitación y aprendizaje en torno a la posibilidad de determinar objetivamente – a través de exámenes – los saberes adquiridos y las acreditaciones. Un rígido y detallado sistema de registros documenta el ingreso, la permanencia y la conclusión de los estudios de cada uno de los alumnos. Defendieron la posibilidad de brindar a través de la educación escolar la preparación para ser mejores feligreses y creyentes, súbditos o ciudadanos educados, honestos y responsables, trabajadores o profesionales útiles según la clase social a la que cada uno pertenecía.

 La matriz eclesiástica de la escuela moderna y de su lógica constituye un gran relato 100, un típico relato de la modernidad, asociado con las utopías renacentistas – a las que no fueron ajenos los autores y fundadores presentados – , a las grandes formulaciones religiosas de la Reforma y de la Contrarreforma, y amparados en una producción enunciativa que depositaba en la educación todas las posibilidades de conquista y recuperación del hombre y del cristiano, de la sociedad y de las instituciones. Ese mismo relato incluye como uno de sus actores protagonista a la escuela, a la que meticulosamente instala en el escenario de la modernidad y le asigna un papel fundamental. En ese primer gran relato, los principios religiosos aportaron los constituyentes esenciales para la fundamentación y la consistencia de la teleología, de la antropología y de la metodología.  La escuela se volvió definitivamente moderna cuando se desprendió lentamente de ese relato original y – al calor de la secularización y la autonomía iluminista y positivista – construyó su propio relato, del que la escuela siguió formando parte: no abandonó el escenario, apenas si mudó su ropa y su rutina, y se limitó a reconstruir con otro campo semántico y otros referentes la estructura discursiva original.

CONCLUSION  JUAN BAUTISTA DE LA SALLE descubre la necesidad de la educación y el valor de las escuelas a calor de sus primeras experiencias pastorales (como Calasanz) pero interpreta que la mejor manera de responder a las demandas de la sociedad es fundar una congregación de Hermanos que renuncien al sacerdocio y hagan consistir la tarea evangelizadora – como religiosos - en el exclusivo trabajo en las Escuelas Cristianas. De esta manera contribuye a la dignificación de un oficio despreciado (ejercer como maestros), compromete la 100

Utilizamos el término relato en el sentido en el que lo trabaja LYOTARD Jean F. (1987), La condición postmoderna. REI. Buenos Aires, en los capítulos 8 º y 9º, y el concepto de crisis o fin de los grandes relatos que caracteriza a la postmodernidad. Y lo ampliaremos en capítulos posteriores.

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presencia religiosa entre los sectores populares y define el itinerario formativo específico de la preparación de los educadores (seminarios) proclamado por los representantes que lo preceden. Con La Salle el itinerario formativo convertía a los interesados en religiosos y maestros, la Ratio Studiorum alcanzaba su mayor grado de plenitud. Por eso podemos afirmar que el círculo constitutivo de la matriz se cierra con La Salle, porque con él los ajuste de creación / constitución del formato de la Escuela llega a su fin y porque – a partir del siglo XVIII – el estado comienza paulatinamente a interesarse y apropiarse de la educación escolarizada. Históricamente parte de una experiencia educativa rudimentaria y construye a través de sus Reglamentos y Guías un modelo homogéneo de Escuelas cristianas, basado en un minucioso ordenamiento del funcionamiento racional (a priori) del modelo (pedagogía del detalle). El grado de difusión de las Escuelas Cristianas se sumó – como otro sistema – a la presencia universal de los Jesuitas y de los Escolapios: desde mediados del siglo XVI hasta el primer cuarto del siglo XVIII, los tres sistemas educativos (y muchos otros de menor extensión y trascendencia) ocupan las diversas geografías del mundo moderno.  ESCUELAS CRISTIANAS Y HERMANOS LASALLANOS. Las escuelas se proponían asegurar la formación religiosa (pietas) a través de una sólida formación cultural (letras) en un clima de riguroso encierro y disciplina. Para esto, acentuaron los siguientes caracteres: (1) cuidadosa selección y preparación de los educadores (religiosos); (2) los maestros debían tener funciones claras y específicas y observar una conducta ejemplar; (3) ingreso, clasificación, distribución y ordenamiento de los alumnos; (4) criterios únicos y homogéneos de organización de las escuelas; (5) disciplina y control que acompaña cada acción, tiempo y lugar de la escuela; (6) distribución de los contenidos y de la organización curricular: formación religiosa, formación moral y de buenas costumbres; (7) método utilizado en el proceso de enseñanza y aprendizaje; (8) reglamento y régimen disciplinario de las clases y de las escuelas; (9) sistema de premios y de reconocimientos; (10) régimen de castigos y corrección de las conductas (conversión); (11) sistema de exámenes; (12) ordenamiento del tiempo y calendario anual de actividades; (13) criterio de distribución y control del espacio; (14) Diversos registros y documentación escolar; (15) equipamiento escolar.

ANEXO I JUAN BAUTISTA DE LA SALLE Y FOUCAULT: VIGILAR Y CASTIGAR (DISCIPLINA)

El "detalle" era desde hacía ya mucho tiempo una categoría de la teología y del ascetismo: TODO DETALLE ES IMPORTANTE, ya que a los ojos de Dios, no hay inmensidad alguna mayor que un detalle, pero nada es lo bastante pequeño para no haber sido querido por una de sus voluntades singulares. En esta gran tradición de la eminencia del detalle vendrán a alojarse, sin dificultad, todas las meticulosidades de la educación cristiana, de la pedagogía escolar o militar, de todas las formas finalmente de encarnamiento de la conducta. Para el HOMBRE DISCIPLINADO, como para el verdadero creyente, NINGÚN DETALLE ES INDIFERENTE, pero menos por el sentido que en él se oculta que por la presa que en él encuentra el poder que quiere aprehenderlo. Característico, ese gran himno a las "cosas pequeñas" y a su eterna importancia, cantado por JUAN BAUTISTA DE LA SALLE, en su Tratado de las obligaciones de los hermanos de las Escuelas Cristianas. La mística de lo cotidiano se une en él a la disciplina de lo minúsculo. "¡Cuan peligroso es no hacer caso de las cosas pequeñas! Una reflexión muy consoladora para un alma como la mía, poco capaz de grandes acciones, es pensar que la fidelidad a las cosas pequeñas puede elevarnos, por un progreso insensible, a la santidad más eminente; porque las cosas pequeñas disponen para las grandes. (…)

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La minucia de los reglamentos, la mirada puntillosa de las inspecciones, la sujeción a control de las menores partículas de la vida y del cuerpo darán pronto, dentro del marco de la escuela, del cuartel, del hospital o del taller, un contenido laicizado, una racionalidad económica o técnica a este cálculo místico de lo ínfimo y del infinito. Y una Historia del Detalle en el siglo XVIII, colocada bajo el signo de JUAN BAUTISTA DE LA SALLE, rozando a Leibniz y a Buffon, pasando por Federico II, atravesando la pedagogía, la medicina, la táctica militar y la economía, debería conducir al hombre que había soñado, a fines del siglo, ser un nuevo Newton, no ya el de las inmensidades del cielo o de las masas planetarias, sino de los "PEQUEÑOS CUERPOS", de los pequeños movimientos, de las pequeñas acciones. (…) Una observación minuciosa del detalle, y a la vez una consideración política de estas pequeñas cosas, para el control y la utilización de los hombres, se abren paso a través de la época clásica, llevando consigo todo un conjunto de técnicas, todo un corpus de procedimientos y de saber, de descripciones, de recetas y de datos. Y de estas fruslerías, sin duda, ha nacido el hombre del humanismo moderno. (…) LA DISCIPLINA EXIGE A VECES LA CLAUSURA, la especificación de un lugar heterogéneo a todos los demás y cerrado sobre sí mismo. Lugar protegido de la monotonía disciplinaria. Colegios: el modelo de convento se impone poco a poco; el internado aparece como el régimen de educación si no más frecuente, al menos el más perfecto (…) Poco a poco el espacio escolar se despliega; la clase se torna HOMOGÉNEA, ya no está compuesta sino de elementos individuales que vienen a disponerse los unos al lado de los otros bajo la mirada del maestro. El "rango", en el siglo XVIII, comienza a definir la gran forma de distribución de los individuos en el orden escolar: hileras de alumnos en la clase, los pasillos y los estudios; rango atribuido a cada uno con motivo de cada tarea y cada prueba, rango que obtiene de semana en semana, de mes en mes, de año en año; alineamiento de los grupos de edad unos a continuación de los otros; sucesión de las materias enseñadas, de las cuestiones tratadas según un orden de dificultad creciente. Y en este conjunto de alineamientos obligatorios, cada alumno de acuerdo con su edad, sus adelantos y su conducta, ocupa ya un orden ya otro; se desplaza sin cesar por esas series de casillas, las unas, ideales, que marcan una jerarquía del saber o de la capacidad, las otras que deben traducir materialmente en el espacio de la clase o del colegio la distribución de los valores o de los méritos. Movimiento perpetuo en el que los individuos sustituyen unos a otros, en un espacio ritmado por intervalos alineados. LA ORGANIZACIÓN DE UN ESPACIO SERIAL fue una de las grandes mutaciones técnicas de la enseñanza elemental. Permitió sobrepasar el sistema tradicional (un alumno que trabaja unos minutos con el maestro, mientras el grupo confuso de los que esperan permanece ocioso y sin vigilancia. Al asignar lugares individuales, ha hecho posible EL CONTROL DE CADA CUAL Y EL TRABAJO SIMULTÁNEO DE TODOS. Ha organizado una nueva economía del tiempo de aprendizaje. Ha hecho funcionar el espacio escolar como una máquina de aprender, pero también de vigilar, de jerarquizar, de recompensar. J.-B. de La Salle soñaba con una clase cuya distribución espacial pudiera asegurar a la vez toda una serie de distinciones: según el grado de adelanto de los alumnos, según el valor de cada uno, según la mayor o menor bondad de carácter, según su mayor o menor aplicación, según su limpieza y según la fortuna de sus padres. Entonces, la sala de clase formaría un gran cuadro único, de entradas múltiples, bajo la MIRADA CUIDADOSAMENTE "CLASIFICADORA" DEL MAESTRO: "Habrá en todas las clases lugares asignados para todos los escolares de todas las lecciones, de suerte que todos los de la misma lección estén colocados en un mismo lugar y siempre fijo. Los escolares de las lecciones más adelantadas estarán sentados en los bancos más cercanos al muro, y los otros a continuación según el orden de las lecciones, avanzando hacia el centro de la clase. Cada uno de los alumnos tendrá su lugar determinado y ninguno abandonará ni cambiará el suyo sino por orden y con el consentimiento del inspector de las escuelas." Habrá de hacer de modo que "aquellos cuyos padres son descuidados y tienen parásitos estén separados de los que van limpios y no los tienen; que un escolar frívolo y disipado esté entre dos sensatos y sosegados, un libertino o bien solo o entre dos piadosos" (LA SALLE)

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Al organizar las "celdas", los "lugares" y los "rangos", fabrican las disciplinas espacios complejos: arquitectónicos, funcionales y jerárquicos a la vez. Son unos espacios que establecen la fijación y permiten la circulación; recortan segmentos individuales e instauran relaciones operatorias; marcan lugares e indican valores; garantizan la obediencia de los individuos pero también una MEJOR ECONOMÍA DEL TIEMPO y de los gestos. Son espacios mixtos: reales, ya que rigen la disposición de pabellones, de salas, de mobiliarios; pero ideales, ya que se proyectan sobre la ordenación de las caracterizaciones, de las estimaciones, de las jerarquías. La primera de las grandes operaciones de la disciplina es, pues, la constitución de "cuadros vivos" que trasforman las multitudes confusas, inútiles o peligrosas, en multiplicidades ordenadas. (…) Durante siglos, las órdenes religiosas han sido maestras de disciplina: eran los especialistas del tiempo, grandes técnicos del ritmo y de las actividades regulares. Pero estos procedimientos de regularización temporal que las disciplinas heredan, ellas mismas los modifican. Afinándolos en primer lugar. Se ponen a contar en cuartos de hora, en minutos, en segundos. En el ejército, naturalmente. En las escuelas elementales, el recorte del tiempo se hace cada vez más sutil; las actividades se hallan ceñidas cada vez más por órdenes a las que hay que responder inmediatamente: "al último toque de la hora, un alumno hará sonar la campana y a la primera campanada todos los escolares se pondrán de rodillas, con los brazos cruzados y los ojos bajos. Acabada la oración, el maestro dará un golpe como señal para que los alumnos se levanten, otro para hacerles que se inclinen ante el Cristo, y el tercero para que se sienten". A comienzos del siglo XIX, se propondrá para la escuela de enseñanza mutua unos empleos del tiempo como el siguiente: 8 h 45 entrada del instructor, 8 h 52 llamada del instructor, 8 h 56 entrada de los niños y oración, 9 h entrada en los bancos, 9 h 04 primera pizarra, 9 hs 08 fin del dictado, 9 h 12 segunda pizarra, etcétera.245 La extensión progresiva del salariado lleva aparejada por su parte una división ceñida del tiempo: "Si ocurriera que los obreros llegaran pasado un cuarto de hora después de haber tocado la campana." "aquel de los compañeros a quien se hiciera salir durante el trabajo y perdiera más de cinco minutos..." La fórmula era: tiempo empleado: control ininterrumpido, presión de los vigilantes, supresión de todo cuanto puede turbar y distraer, se trata de constituir un tiempo íntegramente útil: "Está expresamente prohibido durante el trabajo divertir a los compañeros por gestos o de cualquier otro modo, entregarse a cualquier juego sea el que fuere, comer, dormir, contar historias y comedias". (…) Toda la actividad del individuo disciplinado debe ser ritmada y sostenida por órdenes terminantes cuya eficacia reposa en la brevedad y la claridad; la orden no tiene que ser explicada, ni aun formulada; es precisa y basta que provoque el comportamiento deseado. Entre el maestro que impone la disciplina y aquel que le está sometido, la relación es de señalización: se trata no de comprender la orden sino de percibir la señal, de reaccionar al punto, de acuerdo con un código más o menos artificial establecido de antemano. Situar los cuerpos en un pequeño mundo de señales a cada una de las cuales está adscrita una respuesta obligada, y una sola: técnica de la educación que "excluye despóticamente en todo la menor observación y el más leve murmullo"; el soldado disciplinado "comienza a obedecer mándesele lo que se le mande; su obediencia es rápida y ciega; la actitud de indocilidad, el menor titubeo sería un crimen". LA EDUCACIÓN de los escolares debe hacerse de la misma manera: pocas palabras, ninguna explicación, en el límite un silencio total que no será interrumpido más que por señales: campanas, palmadas, gestos, simple mirada del maestro, o también el pequeño utensilio de madera que empleaban los hermanos de las Escuelas Cristianas; lo llamaban por excelencia LA SEÑAL y debía unir en su brevedad maquinal la técnica de la orden a la moral de la obediencia. "El primer y principal uso de la señal es atraer de golpe todas las miradas de los alumnos hacia el maestro y volverlos atentos a lo que quiere darles a conocer. Así, siempre que quiera atraer la atención de los niños, y hacer que cese todo ejercicio, dará un solo golpe. Un buen

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escolar, siempre que oiga el ruido de la señal imaginará estar oyendo la voz del maestro o más bien la voz del propio Dios que lo llama por su nombre. Compartirá entonces los sentimientos del joven Samuel, diciendo con éste desde el fondo de su alma: 'Señor, heme aquí'." El alumno deberá haber aprendido el código de las señales y responder automáticamente a cada una de ellas. "Terminada la oración, el maestro tocará una vez la señal, y mirando al niño al que quiere hacer leer, le indicará con una seña que comience. Para hacer que se detenga el que lee, hará sonar una vez la señal... Para indicar al que lee que se corrija, cuando ha pronunciado mal una letra, una sílaba o una palabra, hará sonar dos veces la señal sucesiva y rápidamente. Si, después de haber recomenzado, no lo hace por la palabra que pronunció mal, por haber leído varias después de ésta, el maestro hará sonar la señal tres veces sucesivamente y con rapidez para indicarle que retroceda unas palabras y continuará haciendo este signo, hasta que el alumno llegue a la sílaba o a la palabra que ha dicho mal. La escuela de enseñanza mutua insistirá sobre este control del comportamiento por el sistema de señales a las que hay que reaccionar instantáneamente. Incluso las órdenes verbales deben funcionar como elementos de señalización: "Entren en sus bancos. A la palabra entren los niños ponen ruidosamente la mano derecha sobre la mesa y al mismo tiempo pasan la pierna por encima del banco; a las palabras en sus bancos, pasan la otra pierna y se sientan frente a sus pizarras. .. Tomen pizarras. A la palabra TOMEN los niños llevan la mano derecha hacia la cuerdecita que sirve para colgar la pizarra del clavo que está delante de ellos, y con la izquierda, toman la pizarra por la parte media; a la palabra pizarras, la descuelgan y la ponen sobre la mesa.101

ANEXO II = QUERRIEN, LA SALLE Y LOS HERMANOS DE LAS ESCUELAS CRISTIANA TRABAJOS ELEMENTALES SOBRE LA ESCUELA PRIMARIA La ruptura de Juan Bautista de la Salle con el tipo de pedagogía frecuente en las escuelas de caridad del siglo XVII consiste en recuperar la característica de la enseñanza tradicional en la relación de un maestro y un grupo numeroso de alumnos, característica de la escuela de caridad. El maestro se convertirá en el modelo al que cada uno tratará de imitar bajo la mirada del vecino y en competencia con él. Se trata pues de hacer del maestro una especie de alumno mayor, es decir, de desplazar el problema de la organización colectiva al nivel de la formación de maestros, la formación de los alumnos se desarrollará lógicamente por homotesis LA REGLA DEL INSTITUTO DE LOS HERMANOS DE LAS ESCUELAS CRISTIANAS se dirige primero al comportamiento de cada hermano, al comportamiento de los alumnos entre sí; la dirección de las escuelas es una cuestión secundaria. En vez de imponer directamente a los escolares los hábitos de disciplina monacal como hacía Démia, Juan Bautista de la Salle se los impone a los Hermanos; es seguro que los escolares, llevados por la corriente de homosexualidad pedagógica, los imitarán. Juan Bautista de la Salle no es por supuesto tan explícito sobre los resortes profundos de la instrucción que funda. Los Hermanos deben vivir en un espíritu de comunidad, hacer todo en común: los ejercicios religiosos, las comidas, los recreos, el trabajo, el sueño. Los Hermanos no tienen derecho a abrir una escuela si son menos de tres. Los locales deben estar concebidos de tal forma que cada uno pueda estar siempre vigilado, al menos por uno de los otros dos. Solamente está permitida la individualidad en la relación con el jefe jerárquico, ya que la delación sistemática tiene el rango de regla de gobierno. Los Hermanos deben enseñar gratuitamente, rechazar cualquier regalo de sus alumnos, tener un comportamiento igual hacia todos, permanecer en silencio, no interesarse por ninguno en particular. Cuanto más reprimido esté su amor por los inferiores mayor será el grado de sumisión hacia sus superiores. Los Hermanos no leerán en la escuela ningún libro que no esté en relación con su clase. La disposición material de los espacios evitará toda posible flaqueza. No podrán hacer 101

Cfr. También: CASTRO ORELLANA Rodrigo (2005), Foucault y el saber educativo. REVISTA ELECTRÓNICA DIÁLOGOS EDUCATIVOS. AÑO 5, N° 10, 2006. http://www.umce.cl/~dialogos/n10_2005/castro.swf

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nada sin permiso. Cuando deseen viajar su ruta será minuciosamente establecida por el Hermano Director. “Los Hermanos llevarán siempre la cabeza derecha, un poco inclinada hacia adelante; no la volverán hacia atrás ni de un lado al otro, y si la necesidad les obliga a hacerlo girarán al mismo tiempo todo el cuerpo despacio y con gravedad...” “Presentarán un rostro siempre alegre, los ojos bajos, la frente sin pliegues, la boca semicerrada, los brazos cruzados, no llevarán nunca los brazos colgando, ni las manos en los bolsillos, tendrán los pies casi juntos, no cruzarán ni separarán jamás las piernas.” El director de cada comunidad deberá rendir cuentas al Hermano Director sobre todas sus salidas, sus beneficios y sus gastos, redactará un informe de todo lo que hacen los Hermanos de su comunidad, así como un registro de las entrevistas con los niños. La “dirección de las escuelas cristianas” retorna algunos principios ya adoptados por Démia: organización de los movimientos exteriores a la clase, basada en el modelo militar; los maestros no deben entrar en la clase antes de que los niños estén reunidos y ordenados bajo la vigilancia de sus oficiales responsables. Numerosas páginas tratan de la postura que maestros y alumnos deben adoptar en general y durante las lecciones, concretamente a la hora de leer y escribir. Entre los “medios de establecer y mantener el orden en las escuelas” está la asiduidad de los escolares y su puntualidad, las cuales son objeto de un registro especial en función de su verificación, el reglamento de los días de vacación, y en contrapartida la práctica de las retenciones, las recompensas y los castigos, el establecimiento de varios oficiales, es decir, el apoyo de la estructura disciplinaria en el grupo mismo de niños, mediante el procedimiento de destacar en posición intermedia a los niños más conformes con la disciplina que se quiere imponer. En fin, Juan Bautista de la Salle insiste mucho en la estructura, la calidad y la uniformidad de las escuelas y del mobiliario que les conviene, es decir, en el papel disciplinario de un espacio neutro que aniquile todo deseo, que traduce la presencia de un poder lejano, no local, enmarcando así las actividades que pueden realizarse. Existen al menos dos elementos sobre los que el escolar no debe poseer ningún poder: el tiempo y el espacio. ¿Qué te queda para poder manifestar el deseo si no es el fraude? Como en Démia, la regla está en el silencio, “un silencio tan estricto que no se oye ningún ruido, ni siquiera el de los pies”. La palabra, los intercambios están reducidos al mínimo; el número de golpes dados por el maestro con su “señal”, es decir con su regleta de hierro, y la orientación misma de dicha señal, deben indicar al alumno lo que debe hacer. Si el alumno no responde a alguna de estas órdenes, el maestro le señala por medio de la regleta y después señala la máxima colgada en la pared, contra la cual ha cometido la falta. Los alumnos están pues forzados a seguir los movimientos de la señal para no ser castigados, deben tener siempre los ojos fijos en el maestro. El espacio de la clase está distribuido para facilitárselo. El espacio escolar se asemeja al de una misa permanente, la institución religiosa es la institución social de referencia para concebirlo. Pero la principal innovación de Juan Bautista de la Salle es la división de los escolares en grupos del mismo nivel a los que enseña simultáneamente un solo maestro. En lugar de llamar uno por uno, el maestro permanece en su tarima, y llama a una determinada sección para realizar la lectura. El maestro puede interrumpir a un escolar a media lectura y mandar a otro que la continúe, de este modo se asegura de que todos estén atentos. Si alguno no sabe continuar pregunta a otro; aquel que responde siempre cuando los demás no saben es el primero. La competición por el amor de un maestro distante juega más o menos siendo el principal resorte del progreso de los niños. Este método simultáneo de lectura implica que cada niño tenga su libro y que todos los libros sean iguales, lo cual acontece entonces por vez primera. En las escuelas parroquiales los niños traían cualquier libro que encontraban en su casa. Ahora “la escuela deberá estar organizada de tal forma que un mismo libro, un mismo maestro, una misma lección, una misma corrección sirvan para todos” (aviso enviado a las escuelas en 1680). Juan Bautista de la Salle emplea el futuro porque en su época todavía no era así: las divisiones creadas por él coexisten generalmente en el mismo espacio va que las escuelas siguen en todas partes concebidas siguiendo el principio: una escuela-un maestro. Los fondos no son suficientes para pagar un maestro para cada división. Será él mismo quien abra

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la posibilidad a una pluralidad de maestros al imponer que los Hermanos no se instalen si son menos de tres, dos enseñantes y un hermano que se ocupe de la dirección de la comunidad. Establece nueve niveles distintos o clases, dividido cada uno en cuatro categorías: principiantes, mediocres, avanzados y perfectos. El paso de una categoría a otra se hace todos los meses siguiendo un catálogo en el que están registrados los progresos realizados por cada uno. Comunidad de maestros, carácter colectivo del aprendizaje de los niños, gracias a la uniformidad de los libros, de los espacios y de las actitudes físicas: la innovación es de calla y el éxito también. EN 1750 TODAS LAS GRANDES CIUDADES TIENEN UNA ESCUELA DE LOS HERMANOS, las reglas elaboradas por Juan Bautista de la Salle aparecieron en 1680. La innovación se ha extendido con bastante rapidez. Las limitaciones de la institución provienen de su carácter religioso, y la gran cuestión de la Restauración y de la Monarquía de Julio, para todos los que se interesan por la educación como instrumento de sumisión, será el saber cómo recuperar la innovación de Juan Bautista de la Salle dándole un carácter laico. La educación nacional no puede estar asegurada por un grupo cuyos estatutos dicen “Los Hermanos verán siempre a Dios en la persona de su director”. Los Hermanos deben ser capaces de ver en su lugar al que detenta el poder de Estado, o mejor, al representante del poder de Estado, cuya persona concreta importa poco. ¿Cómo llegar a producir en los Hermanos un amor no personalizado hacia el representante del poder, un amor que no necesite la creencia en un ser supremo? Los primeros dirigentes de la educación nacional tenían una gran admiración por Juan Bautista de la Salle: “Buen padre que supo hasta este punto doblegar la voluntad rebelde del hombre, inmolar sin cesar el individuo a los intereses del grupo (se entiende social naturalmente) y encontrar encantos en la dependencia eterna”. Es bueno que un gobierno conozca cómo funciona esto, “por qué vías y hacia qué fines dirigen estos vigorosos remeros”.

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