56. SOCIEDAD, FAMILIA, ESCUELA: EDUCAR EN LAS ACTITUDES Y EN LOS VALORES

July 19, 2017 | Autor: Jorge Eduardo Noro | Categoría: Educación, Actitudes, Valores
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JORNADAS DE CAPACITACIÓN DIRECTIVOS ASUNCIÓN DEL PARAGUAY. 2011.

EDUCACIÓN, ACTITUDES Y VALORES

PROF. DR. JORGE EDUARDO NORO [email protected]

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UN RELATO, UNA QUEJA EN LA OSCURIDAD "Es tarde. Ya se han ido todos y me he quedado sola. Me espera un largo fin de semana. Hace frío, llueve y es posible que me ponga melancólica. Pero esta noche, cuando las sombras han invadido cada sector de mi estructura, cuando ha quedado flotando en el aire el eco de las conversaciones y los gritos de una semana intensa... quiero bajar al corazón de mi misma para recorrerme y revisar mi pasado y mi presente. Pienso en mis orígenes, en la construcción que me permitió convertirme en una entidad real, en una presencia familiar en la comunidad. No voy a entrar en los detalles de los planos, los movimientos de tierra, la acumulación de materiales, el laborioso trabajo de los constructores y los obreros. Fue un estreno glorioso encontrarme con las paredes nuevas, los pisos brillosos, los techos seguros, los fundamentos sólidos, las aberturas aceitadas, el mobiliario reluciente… pero todo eso sucedió, ¡hace tanto tiempo! . Me resulta difícil ver en las paredes de hoy los muros de entonces: descascaradas, manchadas, escritas, mil veces pintadas son todavía sólidas pero necesitan cada vez más cimientos confiables. Es cierto que en algunos sectores – comprobados ciertos riesgos -- hubo que rellenar grietas, agregar columnas, construir encadenado, pero en el corazón de la tierra, en un fondo oscuro y húmedo, resiste el corazón del hierro y el cemento. Las paredes protectoras no pueden arreglarse por sí mismas; no lo pudieron nunca, y menos en estos tiempos de movimientos frecuentes. Levanto la vista. Allá está techo: nadie discute su necesidad, porque es realmente lo que protege y cubre. Pero nada es para siempre, y es el que más ha sufrido cambios y transformaciones: no pudo aguantar tantas modificaciones producidas. ¿A cuántos especialistas tuvieron que llamar a lo largo de todos estos años para resolver su estado crítico, para asegurar que no se convertiría en una amenaza latente para los alumnos? Cuando aparecí en el horizonte de la ciudad era una de las construcciones más sólidas y mi fortaleza se imponía en un paisaje de casas bajas y de construcciones sencillas. A mi alrededor el escenario fue cambiando y las casitas de entonces se transformaron en las suntuosas casas de hoy, los terrenos baldíos se convirtieron en imponentes edificios de departamentos y la tranquilidad de las calles, en el infierno de la gran ciudad. Ustedes pensarán que estoy hablando de las cosas materiales. En parte sí, en parte no. Una escuela es mucho más que una construcción. Es una de esos significantes que remiten a un significado material y a “otra cosa”. La casa es la casa, el estadio es el estadio, el banco es el banco, la cárcel es la cárcel, pero la Escuela es algo más: “la escuela festeja años”, “la escuela está en crisis”, “la escuela se está renovando”. Todas estas frases reflejan mucho más que lo material. Cuando me observo a mi misma y miro los pisos, los cimientos, las paredes y los techos, estoy pensando además en otras cosas; en quienes diariamente me habitan, en los que comprometen por años su existencia y su labor profesional, en los educandos a quienes acompaño en sus crecimientos. Y pienso también en los quehaceres, que imaginariamente ubico en mi estructura: allá en el techo, los conocimientos1; aquí, en mis paredes, los contenidos procedimentales2; y abajo, en los cimientos, las actitudes y los valores.

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Los conocimientos(como el techo) son el paraguas protector y la razón de ser de la escuela... pero tienen una difícil tarea: proteger (hacia abajo) y afrontar (hacia arriba) todas las inclemencias del tiempo; no le podemos pedir una fortaleza y una eternidad para la que no fueron preparados; 2 Los contenidos procedimentales exhiben una consistencia que se afianza con los años y sobre su estructura – sólida o endeble – descansa el techo. A veces se desdibujan y parecen ocultarse, como si no existieran...

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Cuando comenzaron a erigirme como edificio, delinearon los cimientos y sobre su fortaleza comenzaron a crecer las paredes: las actitudes y los valores son los que originalmente me dieron origen y deberían seguir allí – en la oscuridad y el silencio -- dando consistencia al resto. ¿Cómo comprobarlo en el fragor de la lucha diaria y del bombardeo de problemas? Sin su acerada presencia es fácil que los muros y la mampostería se agrieten y que los techos se desplomen. Sobran experiencias al respecto. Los hábitos y las actitudes están allí abriendo las puertas, marcando el camino, tramando las condiciones de posibilidad de todo, porque sin ellos no hay forma de construir. Esa ha sido la razón de ser de mi histórica presencia. Los hierros firmes y eternos que encadenan mi estructura en las bases, se proyectan en forma de columnas en las paredes y terminan en las vigas del techo. Hay una red (oculta) que me recorre y enlaza todo, pero yo no podría sostenerme sin los cimientos. Las actitudes claramente definidas y consolidadas se proyectan en contenidos procedimentales y se cierran en la apertura hacia los siempre dinámicos contenidos conceptuales, los conocimientos. El universo de los valores recorre y sostiene desde la base; los muros del saber hacer otorgan las estructuras, y la vastedad del conocimiento (cambiante pero sistemático, variado pero organizado, expansivo pero nucleado en torno a grandes ejes) permite constituirme definitivamente en escuela. Soy la escuela. La escuela de hoy y de siempre. La escuela material que refleja la otra escuela, la íntima y profunda. Una estructura exterior que permite reconocer los secretos de mi cara oculta. La noche se ha tornado más fría. Tengo ganas de volver al interior de mí misma. Recorro los rincones de este cuerpo, y veo en las aulas, en los patios, en las amplias galerías, en los huecos de las ventanas, las historias más dispares. Las de ayer, las de hoy, las de siempre. ¡Cuántos esfuerzos para llevar adelante lo imposible! ¡Qué mezquinas y lejanas las recompensas! Casi no duermo, pero ciertas noches me sobresaltan algunos sueños. Hoy es una de esas noches. Mis pesadillas son terribles y curiosas. Me veo a mi misma como una construcción y tengo miedo de proyectar allí lo que me sucede como institución de la sociedad. Contemplo una película de escenas fugaces y sucesivas, con implacables saltos en el tiempo... y observo un proceso paulatino y devastador sobre la escuela: un deterioro progresivo, implacable, inhumano. De pronto veo que se caen los techos a pedazos, un viento huracanado arrebata las chapas, se agrietan las lozas, una lluvia intensa perfora los cielorrasos. En medio del sueño, levanto mi mirada temerosa y veo un cielo impecable, lejano, perfecto y una escuela totalmente desprotegida. Pero el sueño va y viene: primero aparecen, silenciosas, algunas grietas, pequeñas fisuras, y luego van cayendo los históricos ladrillos en un caos destructivo. Sobreviene una furiosa implosión o el juego de topadoras alocadas destruyendo todos los muros... Al final algo – terremoto seguramente – remueve, con sonido de película, los cimientos y dejan al desnudo los grandes abismos... Parece curioso, pero nada hace prever el desenlace: los controles están en orden, las planillas correctas, los registros perfectos y hasta los planos y los informes de los constructores que me habían imaginado para siempre. Corro de la realidad a los papeles, y de las certificaciones al desastre y no puedo reaccionar. Entonces, despierto enloquecida, me levanto de mi letargo y voy apresurada a mirarme: toco las paredes, observo la quietud y la firmeza del piso, la aparente seguridad del techo, y respiro tranquila. Todo ha sido un sueño, pero la inquietud no se desvanece, porque el sobresalto mayor llega siempre a la mañana siguiente. Recorro la estructura material, acerco mis oídos al imperceptible murmullo de los rincones, y observo que hay otra escuela, un espejo en el que necesariamente me reflejo, otra realidad en la que yo misma estoy padeciendo mi demolición. pero las paredes que cumplen la función de delimitar y contener, también deben brindar protección, sino, ¿qué sería de la escuela?

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El proceso destructivo se contagia de las descontroladas imágenes de mis sueños: primero me roban los conocimientos: los cambios tormentosos van desnaturalizando su presencia y terminan por hacerlos volar; las sustituciones son pasajeras e inservibles: un techo lejano e infinito se alza sobre la escuela, definitivamente desprotegida. Luego van perdiendo valor los contenidos procedimentales, los van carcomiendo la repetición y el aburrimiento y los desploman la inutilidad y la falta de imaginación. Finalmente se produce el perjuicio mayor: se deshacen las actitudes y los valores. Un estallido y miles de acciones me van quitando lo poco que me queda, la única, definitiva posibilidad de reiniciar el proceso de re-construcción. Y como escuela, siento que me quedo vacía, que ya nada puedo ofrecer. Una escuela vacía, hueca, vieja, fría no tiene ningún atractivo. A menos que me vuelvan obligatoria, me disfracen de superficiales intereses o me sostengan con otras intenciones, manifiestas u ocultas Tal vez solamente se trate de un sueño, de una pesadilla de fin de semana o de noche de lluvia. ¡Ayúdenme a despertar por favor, ayúdenme a conocer la realidad o regálenme otro sueño: la posibilidad de llegar a ser la que era, ¡y para siempre!”  Darle una mano y ayudar a la escuela significa aportar elementos para re-significarla o despertarla del sueño en el que se encuentra. Una escuela dormida o envuelta en la autodestrucción no puede ser socialmente útil ni institucionalmente significativa, y esa sensación de “escuela vacía o comunitariamente disminuida, empequeñecida, desvalorizada” recorre nuestro escenario y se introduce en el corazón de muchos de nosotros.  Como diestros integrantes de un equipo interdisciplinario convocado para resolver el problema edilicio de esta escuela, nuestra y querida, intentemos comenzar nuestro trabajo por la fundación misma del edificio, utilizado también una palabra - cimientos - cuyo significado excede lo edilicio y se instaura en lo social. Cuando uno observa la construcción de los grandes edificios, se encuentra que los primeros meses representa una larga espera en donde nada se ve: el terreno elegido se convierte en un inmenso pozo y sumergidos en él, ejército de obreros tejen la trama de acero de los cimientos mas sólidos: allí están construyendo las raíces que permitirán que el edificio se dispare seguro hacia los pisos superiores. Sin los cimientos, es imposible que los últimos y bellos pisos puedan dialogar con el cielo y con las nubes.

01. EDUCACIÓN, ACTITUDES Y VALORES  La escuela tiene un propósito netamente educativo, y educar es fundamentalmente desarrollar hábitos. Los hábitos pueden ser definidos como la segunda naturaleza de lo humano. El hábito es lo que tenemos como propio y asociado necesariamente a nosotros mismos. Es la proyección del ser en el hacer: “casi sin pensarlo hago lo que soy, porque en algún momento construí con mi pensamiento y mi voluntad la decisión”. Respondo de manera efectiva y sin esfuerzo a lo que se me presenta como compromiso o tarea. Tener hábitos (positivos) es tener entrenada la voluntad para que responda rápidamente y de manera favorable. Por ejemplo: el hábito del orden y la limpieza, el hábito del trabajo y el esfuerzo, el hábito de la disposición y la colaboración. No se delibera, se hace.  Formar educativamente hábitos significa proponer hábitos positivos, hábitos que conducen al bien. Los vicios son precisamente los hábitos negativos, los que conducen al mal: son también tendencias que no podemos resistir. Ejemplo: bebida, adicciones, respuestas violentas. Nadie arma un sistema educativo para multiplicar vicios, sino que lo prepara para la siembra virtudes.

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Aún los autores que rechazaron la formación de hábitos - Rousseau, en el siglo XVIII - para liberar al ser humano natural del lastre de las costumbres de la sociedad, insistieron en construir el camino para los verdaderos hábitos educativos y personalizantes.  Pero los hábitos vuelven estable la conducta y, por sobre los hechos circunstanciales, predisponen a enfrentar el mundo, la realidad, el obrar y las personas de un modo determinado: los hábitos se expresan en nuestras actitudes.  ¿Qué son las actitudes? Son pre-disposiciones del obrar; se muestran en el individuo “dispuesto y preparado para”, “abierto de manera permanente a”,”habituado voluntariamente”,”interesado en”. Por ejemplo si afirmamos que un alumno tiene actitudes favorables para el aprendizaje, estamos diciendo que se muestra siempre receptivo e interesado en aprender. Si muestra una actitud de respeto significa que exhibe una conducta habitual de consideración y no de avasallamiento frente a los otros. Si su actitud de es de indiferencia y apatía refleja una forma un manifiesto desinterés por todo lo que se propone. Las actitudes superan los meros hechos o episodios, para reflejarse como conductas habituales. Por eso, las actitudes como los hábitos se forman.  Las actitudes son respuestas habituales, estables, seguras que tenemos en nuestro desempeño cotidiano. Es un estado neuronal y mental que genera una pronta respuesta, según determinados valores y mediada por la experiencia (hábito, ejercitación)  La actitud es una conducta que se torna habitual y para ello requiere su progresiva constitución (desarrollo en el tiempo), una iluminación intelectiva (conocer, saber) y una decisión volitiva (querer). Es un tipo particular de hábitos que se concentra en los aspectos fundamentales de la persona y en sus relaciones con los demás. Las actitudes constituyen un sistema relativamente estable de percepciones, de sentimientos y emociones, de tendencias a la acción, y en cuanto tal, engloban elementos perceptivos, interpretativos y valorativos, y una disposición a la acción interior o exterior. Tienden a expresarse respondiendo a los siguientes caracteres específicos:

AUTONOMÍA COHERENCIA Y CONSTANCIA OPORTUNIDAD FACILIDAD

Refleja la capacidad de decidir y de elegir la conducta, sin depender de las influencias circunstancias del momento. Obra siempre de la misma manera sin esperar indicaciones o guiarse por el entorno. Se expresa en la capacidad de mantener en la conducta una dirección y un sentido constantes frente a los objetivos fijados. Las respuestas obedecen a una fuerza interior que se manifiesta siempre igual Opera en la capacidad de evaluar, decidir, reaccionar con economía de tiempo y de medios, evitando la indecisión y la insignificacia operativa. Define con eficiencia y casi de manera automática lo que debe hacer y cómo hacerlo. Se manifiesta la capacidad de aprovechar el aporte de los recursos internos en la dirección deseada, con rapidez y coherencia.

 Ejemplo: un adulto con actitudes favorables relacionadas con el sentido del trabajo y del esfuerzo: (1) siempre lo hace sin requerir ninguna influencia o motivación; (2) obra siempre de la misma manera sin que nada altere su conducta y sus decisiones; (3) es seguro, eficiente, resuelto en sus respuestas y compromisos; (4) se maneja con comodidad y con reacciones rápidas. Lo mismo puede decirse de un niño o de un adolescente, aunque debamos aludir a un proceso de formación que busca el equilibrio propio de la adultez.

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 Aquí reaparece la figura de la educación familiar, la educación escolar, la presencia de los padres y el aporte de los docentes. No hay educación sin formación de actitudes, sin contenidos actitudinales. La puesta en marcha de las actitudes positiva requieren la intervención de un acto intencional y educativo; pero, a su vez, la educación crece y se desarrolla sostenida por una conjunto de actitudes que la hacen posible. Pero no se trata de un agregado supletorio que se suma a un núcleo sustancial constituido por los contenidos conceptuales y procedimentales (los propios de la escuela y de la transmisión sistemática de la cultura), sino que funciona articulado con ellos, en diálogo permanente.  La dificultad que implica someter las actitudes a los esquemas tradicionales de evaluación puede hacer concluir - tanto a los padres como a los docentes - que es un complemento artificial y prescindible. Por el contrario: no habrá educación familiar ni habrá escuela si es que no hay una constelación de actitudes que formen a la persona misma en su centro fundamental de decisiones y que – desde ese centro – habilite la apertura a todos los conocimientos y a los procedimientos necesarios para la vida y la inserción en la sociedad.  La escuela no es la única formadora de los hábitos y de las actitudes, porque no es la única, ni la primera institución educativa. De hecho la familia es clave en la puesta en marcha de los mismos. Pero la escuela, al hacerse cargo de la educación sistemática supone la presencia de algunos hábitos y promueve y acompaña el desarrollo de las actitudes necesarias. Al mismo tiempo la educación escolar demanda la intervención activa de los padres en la formación de hábitos y actitudes en el seno de la familia- Por eso es pertinente formularnos una pregunta fundamental: ¿es esto lo que efectivamente estamos haciendo en nuestras escuelas, en nuestras clases, en nuestras aulas, en nuestras prácticas docentes o estamos preocupados por otras cosas? ¿Están los padres trabajando en esta dirección? ¿Trabajan de manera articulada las dos instituciones para lograr lo mejor de los hijos?  Pueden asignársele otros papeles a la educación o puede discutirse el grado de responsabilidad y de participación de las diversas instituciones (familia, escuela, sociedad), pero no puede ponerse en dudas que educar consiste esencialmente en esto: (1) en formar hábitos positivos y favorables, (2) en desarrollar actitudes humanizantes y humanizadoras, (3) en descubrir el universo axiológico, facilitando la incorporación de los valores. Sencilla y fundamentalmente en eso.  Esa tarea rehúye todo tipo de dispersión y reniega de la fugacidad de las modas pasajeras; se nutre de prácticas, de costumbres, de tradición, de incansables repeticiones. Los discursos que atraviesan esta propuesta educativa son redundantes, insisten en momentos oportunos e inoportunos, advierten, ejemplifican, muestran, reprenden, alientan, corrigen, sancionan, muestran el camino, sugieren, someten a crítica, instauran la duda.  Ejemplo: tanto los padres como los docentes son especialistas en discursos redundantes, porque viven repitiendo los mensajes. Y eso es lo que hay que hacer: sembrar, sembrar, sembrar hasta que algunas semillas comienzan a fructificar, y entonces, cuidar, regar, proteger para que se vuelvan plantas sólidas, autónomas, nuevas. Si uno no siembra a tiempo no lograr que las plantas germinen, y si nos las cuida, que se mantengan con vida. Si los padres quieren que sus hijos sean cuidadosos y ordenados con sus pertenencias, solamente la insistencia logra desarrollar esa actitud: no se alcanza con una advertencia por formal y seria que sea. Si un docente desea que sus alumnos cumplan con las obligaciones pactadas, extrema los recursos, reclama, insiste, repite hasta conseguir el cumplimiento de todos.

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 Hábitos y actitudes son como los buenos cimientos que prestan servicio desde las profundidades de los edificios, hunden su fortaleza en la raíz, y su consistencia – hecha de conducta estable y ya no discutida – es lo que le permite convertirlos en sostén del edificio entero. La única discusión que puede admitirse en la designación de las estrategias, los nombres que le asignamos a las tareas, cargadas de diversas connotaciones y fieles a variadas tradiciones: (1) formación en las virtudes, (2) modelos de comportamiento o adaptación, (3) procesos de maduración y de socialización, (4) disciplinas, (5) desarrollo de actitudes y descubrimiento de valores. Sin embargo lo que interesa es esta propuesta axiológica que se transforma en un “obrar permanente” y responde a ideales de humanidad.  No siempre lo obvio es lo conocido, por eso conviene recordarlo. En toda educación, la formación de actitudes es una tarea tan básica como la transmisión de contenidos u otros aprendizajes (escolares o vitales). No tanto porque -- como se cree - los contenidos se olvidan y se cambian, mientras que los esfuerzos hechos sobre la voluntad son más estables y a veces definitivos, sino - sobre todo - porque la pre-disposición en el obrar sigue siendo la pieza clave para construir el resto del edificio.  La actitudes funcionan como predisposiciones y tendencias aprendidas por formación de hábitos, son relativamente fijas y orientan la conducta y que previsiblemente se manifiesta ante una situación y objeto determinados. Pero la actitud es una predisposición del obrar que se adquiere con esfuerzo y perseverancia. Esta formación de hábitos, actitudes y valores debe comprometer no solamente a la escuela, sino principalmente a la familia, al proceder de los padres, a los dictados de la misma sociedad.  No hay un lugar, un momento del día o de la clase, un taller, una salida, un proyecto, un conjunto de actores directos que sean responsables de construir los fundamentos, de sentar las bases, de crear las condiciones para los hábitos, las actitudes y los valores. Es la escuela y es la familia en todos sus tiempos, en la totalidad de sus lugares y de sus actividades, con todos sus actores, el proyecto.  Tal vez, estratégicamente podamos optar por instalar algunos proyectos desencadenantes de valores olvidados, de actitudes silenciadas o de hábitos en desuso. Pero esta propuesta formativa involucra a la totalidad, cruza transversalmente los discursos y las prácticas, se instala en todas las dimensiones.

02. ELENCOS DE ACTITUDES NECESARIAS  Los tiempos que vivimos se fueron llevando muchas de las tareas y compromisos de la familia, entre ellas, la paciente formación de los hábitos y el trabajo articulado con la escuela. De hecho, muchas cuestiones de límite no son más que presentación y consolidación de actitudes favorables. Con la feroz circulación de la información y en el torbellino de la sociedad postmoderna, también fueron partiendo de la escuela los conocimientos significativos y quedaron solamente los conocimientos repetitivos y vacíos, luego fueron escapándose los procedimientos, y finalmente nos quedamos sin actitudes.  Los alumnos pueden o no aprender, pueden o no hacer, pero en definitiva muchos de ellos, a medida que pasan los años, se van vaciando de interés, conciencia, compromiso y terminan por desnaturalizar la tarea de los educadores y el funcionamiento mismo de la escuela. Unos y otros (asociados a un sistema cómplice) montan una gran escena y en ella desempeñan teatralmente

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roles en los que cada uno finge creer y actuar lo que en definitiva no es ni hace. Frecuentemente, ni siquiera los padres saben qué es lo que buscan cuando piensa en la educación de sus hijos.  Esta situación (que podemos observarla, padecerla, relativizarla o negarla) no se resuelve solamente devolviendo conocimientos, predicando la significatividad de los mismos, atendiendo a los intereses o a la curiosidad de los alumnos, conectando el aula con la realidad, tirando abajo los muros, poblando los espacios escolares de recursos mediáticos y virtuales, multiplicando quehaceres e imaginando aprendizajes repletos de transferencias y de aplicaciones, desorientando a los padres o aturdiendo a docentes y alumnos con multitud de proyectos especiales, sino abriendo las puertas de la escuela con el picaporte de las actitudes y de los valores. Si se desarrollan las actitudes tiene sentido recurrir a la riqueza del resto de la transformación enunciada.  Pero, ¿de qué actitudes básicas estamos hablando? Nos permitiremos enunciar algunas porque la reflexión debería llevarnos a ampliar creativamente el elenco, pero son las que cruzan el compromiso educativo entre la familia y la escuela. Se transforman, por lo tanto, en un motivo de trabajo conjunto:

01. DESCUBRIMIENTO, RESPETO, APRECIO POR EL CONOCIMIENTO Y POR EL SABER

Se trata de reconocer lo específico de la educación, de la cultura y de la escuela: el saber histórico, el ajeno, el propio; el que se recuerda, se co-relaciona, se registra, se critica, se recrea. El conocimiento aparece como un valor reconocido y respetado.

02. INTERÉS POR LO ESPECÍFICO DE LA ESCUELA

Es decir, apertura a la organización sistemática de la cultura en sus más vastas y disímiles manifestaciones; interés por aquello que socialmente constituye a la escuela: acceder al saber, estudiar, aprender, adquirir los instrumentos de civilización.

03. RECONOCIMIENTO DEL VALOR CADA UNO COMO SUJETO DE APRENDIZAJE

Cada sujeto (hijo, alumno) debe asumirse como alguien que tiene predisposición y capacidad de aprender, de perfeccionarse, de educarse, de crecer.

04. RECONOCIMIENTO DEL VALOR DE LOS AGENTES EDUCATIVOS.

Respeto del papel educativo fundamental de los padres y de la función social del docente, de su saber, de su profesión y de su vocación, de su entusiasmo y de su apasionamiento por el saber, el conocimiento y las disciplinas.

05. RECONOCIMIENTO DEL VALOR DEL OTRO QUE APRENDE, DEL COMPAÑERO DE APRENDIZAJE

El amigo o compañero de la escuela no es el objeto principal de la presencia en la misma, sino que su valor deviene de la posibilidad del aprendizaje conjunto que no descarta la competencia y la emulación.

06. VALORIZACIÓN DE

Específicamente: los libros, los materiales de trabajo, las

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LOS INSTRUMENTOS DE LA CULTURA

07. SENTIDO DE LA AUTORIDAD Y DE LA OBEDIENCIA

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propias producciones y creaciones, el resultado del empeño diario, los instrumentos audiovisuales y los de soporte informáticos

Hay un esquema de funcionamiento familiar y un contrato escolar en el que rige una relación asimétrica exigiendo el re-conocimiento del rol específico de cada uno, en un clima de construcción y de respeto mutuo. Padres y docentes tienen autoridad y exigen una obediencia racional a sus propuestas.

08. VALORIZACIÓN DEL ESFUERZO, LA VOLUNTAD, EL TRABAJO

Privilegia el valor de los aprendizajes y los verdaderos éxitos escolares, rompiendo con la cultura de la improvisación, la postergación, la copia, la sujeción a principios hedónicos, la des-acreditación de los resultados de la escuela, principalmente desterrando la tradicional “condena escolar” a quienes se dedican a ella con responsabilidad y esmero.

09. DESCUBRIMIENTO DE LAS PROPIAS FORTALEZAS Y DEBILIDADES

Es el humilde reconocimiento de las propias virtudes y fragilidades ante uno mismo y ante los demás, estableciendo relaciones sinceras con los docentes y con los padres responsables de la educación, reconociendo y comunicando tanto los éxitos como los fracasos.

10. PENSAMIENTO CRÍTICO E INTERROGANTE

Se trata de la capacidad de manifestar las propias ideas y puntos de vista, los disensos, las otras versiones o visiones, el pensamiento autónomo, los propios y fundamentados puntos de vista.

11. ESPÍRITU DE CURIOSIDAD QUE MUEVE Y QUE INQUIETA

Re-descubrir el valor de la búsqueda (para aprender y para enseñar). Lograr que el docente y los alumnos adopten una actitud dialógica, abierta, curiosa, indagadora: que ambos se asuman como sujetos existencial y epistemológicamente curiosos.3

12. APRECIO POR UN CÓDIGO COMÚN CONSENSUADO Y RESPETADO 3

Son las pautas de comportamiento que traducen en normas explícitas o implícitas la manera de convivir en el ámbito de la familia y de la escuela. Actitudes de respeto que no buscan la excepción o la justificación, sino que simplemente

FREIRE Paulo (1999) Pedagogía de la Esperanza, Siglo XXI. El buen profesor es el que consigue, mientras habla, traer al alumno hasta la intimidad del movimiento de su pensamiento. De esa manera su aula es un desafío y no una canción de cuna. Sus alumnos se cansan (porque acompañan las ideas y venidas de su pensamiento, descubren sus pausas, sus dudas, sus incertidumbres) pero no se duermen. El docente debería extender esta preocupación por la curiosidad e invitar a los alumnos a descubrir qué es lo que les despierta curiosidad y a reflexionar sobre su curiosidad.

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se ciñen a lo pautados.

13. VISIÓN REALISTA Y CONFIADA FRENTE AL FUTURO QUE SE CONSTRUYE DESDE LA ESCUELA

La visión del porvenir no aparece como un horizonte lejano e inasible, sino próximo y sujeto a las propias decisiones. Un futuro que compromete el trabajo personal en la construcción o recreación de la cultura, en la configuración de lo real.

14. SENTIDO DE LA UBICACIÓN.

Se refiere a la capacidad permanente de hacer lo que se debe hacer, de cumplir con las obligaciones y el deber, y de ejercer respetuosamente los propios derechos.

15. HABITOS BASICOS

Puntualidad, cumplimiento del horario, presencia, saludo, respeto por el otro, sentido de la oportunidad y del silencio, orden, prolijidad, cumplimiento de promesas y contratos.

 Este elenco progresivo y provisorio de actitudes y valores nos obliga a un examen de las propias prácticas y de la organización del funcionamiento y de los mensajes familiares, de las clases y de las instituciones, marcando nuestras fortalezas y nuestras debilidades, nuestras oportunidades y nuestras amenazas. Revisando serenamente lo que hacemos y lo que nos falta, lo que hemos construido y lo que aun se nos demanda, es posible ensamblar un trabajo educativo común.  Es obvio (aunque frecuentemente parece no serlo) que los primeros en adherir y respetar estas actitudes deben ser los padres y los docentes: son ellos los que deben haber formado en sí mismos estos hábitos (en tiempo y lugar adecuados) para poder transmitir y contagiar a los hijos y a los alumnos. Ejemplo: si el padre desprecia la cultura, si no confía en la autoridad de los docentes, ni en el valor de la educación escolar; si la mama no cumple en lo suyo o no es ordenada y responsable; si en la familia no hay respeto por los otros… estas actitudes son una propuesta para toda la familia y un ideal para el alumno. Lo mismo sucede con los docentes: si dicen, pero no hacen, si prometen pero no cumplen, si exigen pero no se exigen, la cosecha será muy limitada entre los alumnos. Sin buena semilla no hay terreno que fecunde. Si buen material, los cimientos de los edificios son frágiles, las padres y el techo seguramente peligran. .

ACTIVIDADES

01. Revisen los conceptos de hábitos y de actitudes, seleccione 5 (cinco) ideas fundamentales y redacten un material de trabajo para desarrollar con los padres en las reuniones de inicio de año. Propongan en cada caso, ejemplos familiares y escolares.

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02. Trabajando con la lista de sus alumnos, determinen cuáles de ellos tienen problemas de hábitos y de actitudes. ¿Cuáles necesitan una intervención de la escuela y cuáles mayor presencia de los padres y de la familia?

03. Intenten ubicar una de las siguientes películas y trabaje con los hábitos y las actitudes que se observan en cada una de ellas: SER Y TENER (Francia), ¿DONDE ESTA LA CASA DE MI AMIGO? (Irán. 1987), NI UNO MENO (China, 1999)

04. Trabajen con la tabla de actitudes propuesta en el módulo para evaluar a los propios alumnos. Elabore un informe reordenando la lista de actitudes, colocando, en primero lugar, aquellas que exigen mayor trabajo e intervención y al final, las que ya están consolidadas.

05. Confeccionen una planilla con las actitudes presentadas, para trabajar con los padres la visión de la familia y de la escuela sobre cada una de ellas. Proponer estrategias para un trabajo conjunto.

06. Piensen en otros hábitos y actitudes – familiares y escolares – que pueden sumarse. Proponga algunos ejemplos para justificarlos.

03. VALORES, EDUCACION Y TRABAJO COMPARTIDO  Las actitudes se asocian al tema de los valores porque expresan los distintos modos de situarse frente a la realidad y la vida. Entendemos el valor como una propiedad de las realidades objetivas, ideales o proyectuales, o una cualidad de ciertas formas del ser y del actuar por las cuales ciertas cosas son apreciadas, deseadas, preferidas y realizadas. Todo lo que existe además de ser, vale, pero los diversos entes tienen valoraciones diversas.  Como el valor se muestra para ser re-conocido, con explícito derecho a ser y a realizarse, se impone como una obligación que se debe respetar, atender y promover, como un ideal deseable e inagotable, como tarea y al mismo tiempo como proyecto: las actitudes deben guiarse por la apertura y la realización de tales valores.

ESCALA DE LOS VALORES

GRADO MAS ALTO Y MAS DEBIL

Se los considera los valores superiores porque permiten una apertura de la persona a la trascendencia (cualquiera sea la definición de ella), principalmente al ser supremo (Dios). Son portadores de este valor los actos, las personas, los gestos, los ámbitos en los que se hace efectiva y expresa esta relación.

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Son los actos de relación, entrega y recepción que se verifican entre las personas: amor, simpatía, compasión, amistad, cooperación, protección, asistencia, educación... Son portadoras de este valor -- de manera derivada -- las instituciones que hacen posible estas relaciones (sociedad, familia, escuela, etc.). Entre estos valores pueden distinguirse aquellos que representan una relación más amplia y general (sociedad), más orgánica y reglamentada (asociación) y más profunda y personal (amor, amistad).

Son portadores de estos valores la verdad, el conocimiento (como búsqueda interior y como producto objetivo), el saber y las diversas ciencias y disciplinas.

La naturaleza y las obras de arte son los bienes portadores del valor belleza. Es una realidad de apariencia, ya que lo bello es la apariencia sensible de una idea, que no habla al pensamiento o a la comprensión, sino que impresiona intuitivamente la sensibilidad provocando en el sujeto sensación de agrado o des-agrado

El portador de esta clase de valores es el organismo vivo y su expresión es la salud. El organismo es el bien y la salud es el valor. El sujeto lo realiza cuando privilegia en su obrar el cuidado de su bienestar psicofísico.

Buscan la realización de lo útil y son portadores de esta clase de valores las tareas productivas (trabajo) que modifican, alteran y eventualmente perfeccionan la naturaleza en vista de la satisfacción de las necesidades humanas. El dinero -- como valor económico de intercambio y de retribución --, los instrumentos del trabajo, las operaciones humanas relacionadas con la adquisición de cosas, son bienes portadores de este tipo de valor. El trabajo -- en sí mismo -- tiene una dimensión subjetiva que perfecciona a quien lo ejecuta y puede ser considerado un valor subjetivo; como producto objetivo y como directa adquisición de bienes y retribución, pertenece a este grado de la escala.

La realización del valor tiene como objeto la realización del placer, la dicha y la satisfacción. Pueden ser buscados como un valor en sí mismo, pero representan el nivel más bajo de la escala.

GRADO MAS BAJO Y MAS FUERTE

No deben considerarse un "momento" de la escala axiológica, sino una relación entre los grados de la escala. Son los que determinan la jerarquía misma y la relación que existe entre los valores, en el momento de la acción.

 Todo sujeto debe crecer también en la búsqueda, elaboración, reconocimiento de los valores, con una visión dinámica y crítica: abierto a nuevas propuestas valorativas y perspicaces frente a las diversas áreas axiológicas que puedan presentársele. Es clave, en este sentido, el papel de la

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educación en los valores. A cada paso se le abre a la persona, visiblemente, el mundo de los valores, según sea en sí misma más valiosa y se comporte con mayor adaptación al valor...pero para ello hay que despertar de la inconsciencia o del caos axiológico para reencontrarse con un ordenamiento objetiva y socialmente válido. Captar los valores es algo inherente a los seres humanos, pero también es una capacidad que crece con el tiempo y se acompaña con la educación.  Las decisiones que el hombre debe tomar a cada paso en la vida, conllevan la opción por algo favorable o desfavorable para su crecimiento como persona. Aquellos elementos favorables serán verdaderos valores, bienes en sí que resultan constructivos para la persona en su calidad de tal. De otro modo serán anti-valores. A través de sus decisiones llegará o no a ser lo que debe ser. Responderá o no al llamado esencial de la vida, el más profundo: ser hombre y sentirse tal. Todo cuanto contribuya favorablemente a su proceso de humanización o perfeccionamiento como hombre, resultará un verdadero valor, un bien en sí que es bien para la persona; de otro modo será un anti-valor. La riqueza de la vida específicamente humana, la madurez de la persona, tiene aquí las medidas para su valoración. La consistencia de la educación descansa en la adecuada disposición para los valores: en el aprendizaje de las relaciones justas y adecuadas con realidades que valen.  Las actitudes se sitúan entre los valores y las conductas, constituyendo la mediación vivida entre los primeros y las segundas. Se derivan necesariamente de los valores y orientan efectivamente la conducta, comunicándole dirección, sentido, tensión y fuerza. Si la historia personal del hombre es, en gran parte, la historia del descubrimiento, la definición, la determinación de los valores y la expresión y vivencia de los mismos en cuadros, jerarquías, proyectos y sistemas, las actitudes representan los comportamientos estables que los exhiben y expresan.  De la misma manera que clasificamos y jerarquizamos axiológicamente los valores podemos clasificar las actitudes. Hay una construcción simétrica de ambos trayectos, de tal manera que el terreno propicio para el florecimiento axiológico se debe producir en lo actitudinal, porque las actitudes favorables a los procesos de formación de los sujetos (personalizantes) son expresión de una ordenada escala de valores. 

Podemos hablar de valores y de actitudes fundamentales y de valores y actitudes derivadas.

VALORES Y ACTITUDES FUNDAMENTALES

VALORES Y ACTITUDES DERIVADAS

definen el ser radical y profundo: allí podemos encontrar la responsabilidad, la iniciativa, el respeto, la estima por sí mismo y por los otros, la justicia, la libertad, la sinceridad

son estrategias de realización de los valores y de las actitudes fundamentales: así por ejemplo, la coherencia, la consistencia en el obrar, la adaptabilidad a situaciones nuevas, la espontaneidad, el ejercicio de la propia voluntad, la capacidad de superar situaciones conflictivas, el espíritu de lucha, la creación de climas favorables

 Una escuela axiológicamente neutra, ajena, confusa o vacía, no puede pretender generar actitudes. Una familia y una escuela cuyos discursos no estén recorridos por valores (y valores claramente jerarquizados) no pueden pretender el desarrollo de conductas estables, de actitudes

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favorables. Si ambas instituciones no suman a los discursos los hechos, a las palabras, los modelos o referentes no harán florecer ni los valores ni las actitudes. Es posible que esporádicamente circulen por sus estructuras algunas conductas destacadas y fructifiquen, por azar, algunas actitudes pero no logrará sembrar la constelación de valores y de actitudes que toda personalidad, con un perfil de auténtica humanidad, requiere.  La educación – tanto en plano familiar como en el escolar y en el social - ha relegado en sus palabras y en sus estrategias este universo personal definitorio en términos de crecimiento. Es la sociedad quien paga las consecuencias, porque la trama social de relaciones se nutre de actitudes y de valores, de lo contrario – envueltos en una anarquía axiológica – no se puede construir una sociedad confiable y segura. Mientras otros aspectos son objeto de medición y de seguimiento puntual (y determinan, en definitiva, las promociones escolares), lo actitudinal y axiológico queda relegado a la improvisación, al buen saber y entender de los docentes. Todos saben que hay que hacer algo pero no hay acuerdos reales, ni estrategias efectivas para avanzar de manera sistemática en aquello que precisamente constituye el cuadro y el sistema articulado y armónico del plan personal de vida, del propio proyecto existencial (hábitos, virtudes, actitudes, valores). Preocupados por lo inmediato descuidamos lo profundo; intrigados por lo que nos desborda silenciamos el fondo de la cuestión. Y lo más lamentable: no somos capaces de reconocer que los muros de las instituciones y de la sociedad se resquebrajan y el techo se desploma porque los que están cediendo son los cimientos.  El abordaje sobre estos temas supone una estrategia transversal Aunque los transversales pueden constituir temas, núcleos problemáticos, cuestiones inter o transdisciplinarias, los transversales esencialmente apuntan a los contenidos procedimentales y son una exigencia ineludible en el ámbito de lo actitudinal. Se trata de una transversalidad que supera los límites de la escuela y se introduce en el territorio de las familias o hace que las familias atraviesen los muros para formar parte de la escuela. La totalidad de las acciones de un momento dado (año, ciclo, mes, trimestre) y la totalidad de las acciones de todo un trayecto formativo (desde el inicio hasta la finalización de la EGB, la Educación Secundaria Básica o la Secundaria Superior)  La transversalidad no es más que el “lenguaje total” que rodea las prácticas educativas escolares, es el currículum que se expande en sus alcances y que envuelve todas las acciones. En una concepción educativa de este tipo – enmarcada en un proyecto institucional coherente y dinámico, y en un proyecto curricular consecuente – cada una de las actividades y de los actores abandona la neutralidad para convertirse en factor de crecimiento y desarrollo o en factor de deterioro y retroceso. No se trata de ponderar algunas clases, momentos y acciones en desmedro de otros. Lo que algunos omiten o hacen mal incide en el proceso total. De allí que en la formación de hábitos, actitudes y valores todos y todo deben contribuir a una meta compartida.  El código de este “lenguaje total” no es sólo el discursivo (advertencias, explicaciones, consignas, palabras) sino testimonial y vital. Dentro de una humana ejemplaridad, la tanto la familia y la escuela deben reflejar en los hechos los valores y las actitudes que predica y defiende. Se requiere todo un trabajo institucional que puede planificarse para hacer ciertas explicitaciones desde determinadas disciplinas, áreas, docentes y momentos, dando coherencia a un proyecto global que necesita ponerse en marcha.  Fue un acierto – en las últimas transformaciones- pensar la formación moral y ciudadana como un transversal que recorría el sistema contribuyendo a definir las conductas y las actitudes de los alumnos (como individuos y como miembros de la sociedad). Tal vez esas mismas transformaciones hayan ignorado las situaciones de los actores y hayan postergado una clara y sincera revisión de las instituciones educativas para certificar si efectivamente se encontraban en

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condiciones de emprender un rol tan significativo y trabajoso en las condiciones reinantes. Sin pena ni gloria, muchos de los transversales reinaron solamente en los papeles, pero fueron ignorados o sepultados por la realidad.  Pero la “escuela-institución” depende en mucho de la sociedad que la rodea, que la abraza, que la cobija o que la ahoga. Y su trabajo educativo se alimenta de los aportes que realizan los padres de sus alumnos. Si antes sociedad y familia glorificaron a la escuela como puerto de salvación, hoy la relativizan y muchas veces la ignoran. Antes y después de la escuela, en los horarios y en las restantes etapas de la vida, en los espacios y en las preferencias, está la sociedad toda. Allí – en la vida misma – se juegan los torneos definitivos, las verdaderas finales.  Como docentes no debemos depreciar el valor de la institución-escuela, ni rebajar los aportes de sus educadores, pero debemos justipreciar sus alcances y demarcar sus límites. Una sociedad abierta a los verdaderos valores, defensora de actitudes humanizadoras, formadoras de verdaderos hábitos es el marco que se requiere para respaldar las limitadas posibilidades de la educación escolar. Sin bajar los brazos y sin decrecer en nuestro esfuerzo no querríamos sentirnos como Gulliver en el país de los Gigantes, porque no siempre tenemos vocación de David para enfrentar a Goliat o la astucia de Ulises para vencer a Polifemo.  Por ello, es necesario un proceso recíproco de apertura y sensibilización: la escuela, los directivos, sus docentes interactuar con las familias y deben abrirse a la sociedad para poder llegar a ellas con sus mensajes y sus demandas educativas; la presencia familiar y el entorno social deberían volverse un activo responsable de la misión educativa que le corresponde a la sociedad en su conjunto.  Tanto en las familias como en las escuelas – lo venimos repitiendo en cada tema - los mensajes que circulan en su interior deberían ser coincidentes y redundantes y no contradictorios y cambiantes. Los verdaderos mensajes surgen de un clima de encuentro y de diálogo, con sinceridad y ejercicio co-responsable de un auténtico sentido de la autoridad. No pueden cambiar según los estados de ánimo, las circunstancias o el tono de las quejas que nos formulan. Los mismos criterios deben ser defendidos y aplicados por todos: el papá y la mamá, los docentes y los directivos. Y es necesario mantener la palabra, cumplir con lo que uno anuncia. Familia y escuelan deben articular y compartir los mismos mensajes evitando los discursos contrapuestos o tironear del mismo sujeto que es, a la vez, hijo y alumno: el tema de las actitudes y los valores (como muchos otros) debe ser un eje de encuentros y de acuerdos permanentes.  Las reuniones que vinculan a las familias con los educadores y la escuela – de la que ya hemos dado cuenta anteriormente - deben ser verdaderos encuentros, plenos de contenidos, para potenciar las estrategias de intervención educativa y compartir sus experiencias. Todos tenemos riquezas y la suma voluntades fortalece la labor educativa. Se trata de planificar un crecimiento progresivo y armónico en el nivel de las exigencias para acompañar el desarrollo de cada uno de los educandos. Para esto es conveniente incorporar paulatinamente razones y motivos, convencimientos y explicaciones, para facilitar el camino hacia la autonomía en el manejo de sus actitudes existenciales.  Educar en valores no es tarea fácil dados los tiempos que corren. Transmitir a nuestros hijos, por ejemplo, la idea de que el esfuerzo es necesario para su formación integral, para construir su personalidad, se estrella en demasiadas ocasiones con el modelo de sociedad que proyectan los medios de comunicación -especialmente la televisión- y fomentan incluso el pseudo-pensamiento vigente. Se trata de un modelo basado en no renunciar a nada, vivir sin complicarse la vida y esquivar el esfuerzo, que es la mejor forma de medir la felicidad en términos de placer inmediato, aunque lleve aparejados la pereza, el egoísmo y, a la larga, el fracaso.

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 ¿Cómo ejercer entonces una pedagogía del esfuerzo cuando los valores fundamentales para la formación de nuestros hijos son devaluados por aquéllos que deberían promoverlos? La respuesta no es fácil y requiere de buenas dosis de voluntad y paciencia.  Alguien imaginó la receta para obtener una sociedad exitosa, marcando puntualmente hábitos, actitudes y valores: 1. Lo ético como principio básico. 2. El orden y la limpieza. 3. La integridad. 4. La puntualidad. 5. La responsabilidad. 6. El deseo de superación. 7. El respeto a las leyes y los reglamentos. 8. El respeto por el derecho de los demás. 9. El amor al trabajo. 10. El esfuerzo por la economía y espíritu de emprendimiento.  Tal vez se hayan olvidado de otras actitudes y valores que son necesarios para construir sociedades solidarias, comprometidas con los otros, inclusivas y justas (en el más amplio sentido de la palabra): la familia y la escuela son aun los lugares en donde estas sociedades necesarias se pueden y se deben construir.

04. RESPONSABILIDADES DE LA FAMILIA Y DE LA ESCUELA  Las actitudes no se identifican con el simple obrar o con los hechos, sino que remiten a una estabilidad en el obrar y una consistencia en los hechos. Frases como "tiene una actitud favorable", "qué mala actitud", "lo demuestra con sus actitudes no con sus palabras", "a pesar de todo es admirable su actitud frente a los demás"... están remitiéndonos a algo estable que se encarna en uno y que se muestra como propio de la personalidad. Los sujetos, los hijos, los alumnos, se expresan siempre de una manera que apreciamos (por sus buenas actitudes) o censuramos (por las malas).  No se trata de algo innato por el que unos heredan actitudes favorables y otros nacen con actitudes nocivas. Puede haber algunos condicionantes personales y sociales que predisponen pero no obligan: se trata del resultado de la inter-relación del individuo con el medio, y del trabajo sobre sí mismo. Aun en situaciones desfavorables, hay quienes reaccionan de manera inusualmente positiva, creando anticuerpos para imponerse a la adversidad (resiliencia). En ese proceso de interacciones dinámicas (familia, amigos, sociedad, medios de comunicación, padres, contextos, experiencia, palabras...finalmente también la escuela) el individuo desarrolla una serie de conductas estables que puede caracterizar su relación consigo mismo y con la realidad.  Este es el corazón del problema. La formación de actitudes es también responsabilidad de la escuela, pero no es exclusividad de la escuela, sino tarea de diversos agentes educativos, principalmente de la familia. En la escuela, la formación de hábitos y de actitudes, y la apertura a los valores está directamente relacionada con la mediación cultural. En la familia y en manos de los padres, la formación es más integral. La escuela tiene como misión social específica: la de educar a través de la transmisión sistemática, crítica y creativa de la cultura vigente. La formación educativa básica (hábitos, actitudes, valores) no constituye un fin en sí mismo – para la tarea escolar - sino que es condición de posibilidad para el ingreso del sujeto en el medio social y cultural.  Se trata de una subordinación y de una instrumentalización, que en modo alguno desvaloriza la tarea, sino que la convierte en el prolegómeno necesario para toda posible labor educativa y escolar. La escuela no puede cumplir con su función específica – y de hecho no la cumple – si no cuenta con estos presupuestos adquiridos previamente o si no contribuye a su desarrollo y a su consolidación.

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 Sin hábitos, sin actitudes, sin virtudes humanas fundamentales, sin una radical apertura al valor no hay posibilidad de aprendizaje, sino simulación, mero simulacro: el docente habla, explica, desarrolla, propone... y los alumnos memorizan, copian, transcriben, suman hojas, cumplen, zafan, aprueban, olvidan y tiran... Solamente la presencia de actitudes favorables permite descubrir el valor de la cultura, del aprendizaje, del conocimiento, de la duda, el paso de la ignorancia y el error a la certeza y a la verdad; en el contexto del valor y el interés, el conocimiento se re-vela, de de-vela, se hace manifiesto.  Algo similar sucede con lo procedimental: el alumno mecánicamente repite, imita, se aburre, hace lo de siempre... o el educando aprende, transfiere, sabe para siempre, consolida sus aprendizajes, sabe hacer definitivamente. ¿Será por eso que algunos alumnos (o grupos enteros) transitan una y otra vez por los mismos temas sin que los incorporen y sin que reparen en esa tediosa repetición? ¿Es que alguna vez lo aprenden? ¿Puede hablarse de evaluación, de acreditación, de compensación, de promoción si no se ha “despertado” en el ámbito de las actitudes el interés, la preocupación, el respeto por el conocimiento, el valor por el territorio de la cultura que cada “espacio curricular” (área, materia o disciplina) debe transmitir? ¿Cuántos pasan por la escuela sin que nada ni nadie los despierte de su letargo, sin que se apasionen por algo de la escuela misma, sin que una porción de conocimiento o saber lo atrape y los entusiasme?  Es indiscutible que la escuela debe ser formadora de actitudes y una escuela de valores. Lo es también la necesidad de encontrar la forma de fortalecer la instauración de hábitos básicos que permiten descubrir principios fundamentales de la propia dignidad personal y de la dignidad de los demás. Sin embargo, el educando no llega virgen a la escuela, sino que ya ha sido iniciado en los hábitos, las actitudes, los valores. La escuela debe profundizarlos y subordinarlos a su fin último: la mediación cultural que desempeña.  En el pasado resultaba más simple distribuir los roles: la familia y los padres educando de manera integral; la escuela y los docentes instruyendo, ocupándose específicamente del patrimonio cultural. En nuestro tiempo, navegando en un mar más turbulento, y en el contexto de una sociedad en transformación constante podemos discutir esas afirmaciones: la familia – lo venimos repitiendo una y otra vez – no es lo que era, ha modificado su estructura y sociológicamente tiene una constitución inestable: la escuela – como en tantas otras cuestiones debe hacerse cargo de muchas funciones que en el pasado reposaron en la célula básica y que ahora se descubren y desarrollan (supuestamente) en la escuela.  No deberíamos olvidar, sin embargo, que hay valores básicos y actitudes fundamentales que sólo pueden aparecer en la escuela y en torno a sus funciones vertebradoras: en el proceso del enseñar y el aprender, en el acceso a los diversos ámbitos de la cultura, en la sistemática de los conocimientos. El quehacer esencial sigue siendo ése, aunque menesterosos de las condiciones primordiales para su transmisión, su adquisición, su significatividad, su recreación y su producción debemos iniciar el camino revisando los fundamentos de toda labor educativa, y acompañar el caminar con un fortalecimiento permanente de lo actitudinal.  Por ejemplo, se requiere una creciente actitud favorable para el estudio y el aprendizaje; si esta actitud se logra adquirir y ejercer, se entenderá reflexivamente que los procesos de aprendizaje no siempre son interesantes, agradables, placenteros, y entonces, si se ha consolidado una predisposición habitual, el esfuerzo y la voluntad serán vistos como valiosos, contrariando otras pulsiones y deseos, saltando las demandas de otros valores o antivalores.

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 El buen juicio del docente nos advierte que se debe ejercer la autoridad tomando decisiones, orientando actividades, estableciendo tareas, logrando la producción individual y colectiva del grupo. Pero para que ello sea posible se requiere una actitud favorable de los educandos para que respondan a la autoridad moral e intelectual, la reconozcan como tal, y se muestren abiertos y dispuestos frente al universo cultural que se transmite, aceptando el código implícito que – paradójicamente - los “somete” para liberarlos (los obliga a incorporar determinado bagaje cultural para ejercer la autonomía social y creativa) Y ese buen docente es también el que demanda a los padres, el que solicita la intervención de la familia, el que acompaña los procesos de construcción, de re-constitución, de funcionamiento de la institución social básica.  “Como docentes debemos respetar la autonomía, la dignidad y la identidad del educando y buscar la coherencia del saber y el hacer que conlleva de manera inapelable a la creación de algunas virtudes o cualidades sin las cuales ese saber se vuelve falso, inútil, mero cumplimiento, palabrerío vacía e inoperante. Pero se necesita de alumnos con predisposición al crecimiento, al aprendizaje, a la adquisición conocimiento” (FREIRE. 1999)  Por cierto que en la escuela hay alumnos con los caracteres mencionados. Muchos recordarán o reconocerán el perfil de algunos o de muchos. Pero la escuela es realmente escuela porque asegura estas disposiciones de manera estable y progresiva en la mayor cantidad de sus usuarios. No se trata de excepciones, sino de pautas normales.

ACTIVIDADES

07. ¿Por qué – en nuestros días – solemos hablar de “crisis de valores”? Trate de justificar esa afirmación pensando en la realidad social y escolar?

08. Redacte un plan de trabajo institucional para abordar como un tema transversal que asocie además la intervención de las familias.

09. Proponga una serie de consignas para la educación en valores, proponiendo una pedagogía del esfuerzo. Organice alguna actividad para conversar y debatir el tema con los padres.

10. Organice una jornada institucional en torno a los temas desarrollados en el módulo para debatir con los docentes los temas fundamentales y revisar las actitudes y los valores que sostienen y defienden los propios docentes.

11. Redacte un capítulo del Proyecto Institucional planificando el desarrollo de las actitudes y valores en todos los años, niveles y departamentos.

12. Relacione estos temas con los módulos anteriores: LIMITES y AUTORIDAD

05. CONCLUSIONES  Cuando los hijos se esfuerzan en realizar una actividad concreta y fracasan en el intento, con demasiada frecuencia los padres tienden a solucionar el problema al que se enfrentan, en lugar

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de animarles a que sigan intentándolo. Se olvidan que aprender sin esfuerzo, una quimera. El esfuerzo es un elemento básico en el proceso de educación de los jóvenes, porque los frutos que se derivan de una pedagogía del esfuerzo son frutos profundos. Sin embargo para educar a los hijos en una cultura del esfuerzo, como un “impulso continuado a lo largo del tiempo”, se han de superar tres grandes obstáculos: (1) el paternalismo o maternalismo que sobreprotegen: los padres suelen hacerse cargo inmediatamente de lo que el hijo no puede, no sabe o no quiere resolver o afrontar, frenando los verdaderos crecimientos; (2) los modelos de niños y adolescentes que se proyectan y se instalan en los medios: jóvenes que lo consiguen todo, mientras sus padres son, en muchas ocasiones, personas grises, insignificantes, que se matan para pagar sus deudas y llegar a fin de mes con sus magros sueldos; (3) el mito según el cual, todo el mundo puede hacerlo todo si se esfuerza y esa es una idea ingenua: no todos tenemos capacidades para todo, sino que somos buenos para algunas cosas y muy limitados para otras: se necesita siempre esfuerzo, pero no basta sólo con esfuerzo.  El trabajo de educar es, esencialmente, un trabajo que corresponde al padre y a la madre. Actualmente, aún reconociendo la dificultad que conlleva conciliar la vida laboral y familiar, hay una cierta tendencia a la dejadez y a delegar muchas veces esa tarea en la escuela (playa de estacionamiento postmoderna). Y es bueno recordar que no hay una relación directa entre el esfuerzo y los resultados, de manera que suele ocurrir que lo que funcionó bien con el primer hijo no da el mismo resultado en el segundo. Los hijos tienen que asumir sus propias responsabilidades y entender que también de la contrariedad y del fracaso se logran aprendizajes genuinos.  El resultado del esfuerzo lleva a la felicidad, que no es lo mismo que placer. Es difícil encontrar a alguien que, tras un enorme esfuerzo y sacrificio que finaliza con éxito, no haya experimentado esa felicidad. Además, el estado subjetivo de felicidad que se deriva del esfuerzo da impulso para realizar un nuevo esfuerzo afrontando nuevos desafíos.

CUENTO FINAL (ADAPTACIÓN DE UN MATERIAL ORIGINAL DE JORGE LUIS BORGES) En un remoto país y en épocas extrañas, dos padres, preocupados por la educación de sus hijos, decidieron encontrar el mejor lugar en donde pudieran llegar con el paso del tiempo a ser hombres honorables y respetados por la sociedad. Uno de ellos hizo construir un laberinto, cuyo diseño le pertenecía y del que solamente él (y la gente de su confianza) tenían el plano y conocían efectivamente la forma de moverse y salir, sin quedar aprisionados por sus paredes. El otro hizo un largo viaje y llegó hasta los límites del desierto: estaba seguro que dejando a su hijo en la absoluta libertad y en la inmensidad de un paisaje sin referencias iba asegurar el crecimiento. El padre que encerró a su hijo en el laberinto le otorgó una seguridad absoluta pero lo ahogó entre sus muros, lo hizo tan dependiente de é, de sus planos y de sus conocimientos que en lugar de ayudarlo a madurar y a crecer le impidió cualquier movimiento, porque cada vez que intentaba desplazarse o salir chocaba con el juego eterno de las bifurcaciones y paredes, y debía recurrir a su padre o a los ayudantes. El padre que confió en la sabiduría del desierto lo expuso a demasiados peligros y, sobre todo, no tuvo en cuenta que sin referencias ni oposiciones es imposible construir la libertad. El hijo inició

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varios recorridos pero perdió toda orientación, desconoció el rumbo, luchó en vano por encontrar el camino de regreso y terminó perdiéndose para siempre. La historia dice que – tiempo después - hubo un tercer padre que tomó conocimiento de lo acontecido y entendió que para llegar a destino es necesario elegir un camino que al mismo tiempo funcione como límite y dirección. Le enseñó a su hijo a caminar y a interpretar las diversas señales del camino. Y para asegurar su crecimiento, como padre fue alternando diversas posiciones: primero marchó adelante para que el hijo supiera que la mejor opción era seguirlo y confiar en su experiencia, luego se le puso a la par y fueron compartiendo el paso y las decisiones, y finalmente lo dejó avanzar y – desde atrás, con una mirada protectora pero distante – fue alegrándose cuando supo que su hijo iba razonablemente eligiendo su propio camino. Y observó cómo emprendía el vuelo propio. Prof. Dr. Jorge Eduardo Noro 2011 [email protected]

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