4. Reseña. La crisis capitalista mundial y América Latina - Jairo Estrada

July 25, 2017 | Autor: Christian Parra | Categoría: Latin American Studies, Economia Política, Historia De América Latina, Crisis del capitalismo
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Temas contemporáneos de América Latina. Universidad Nacional Autónoma de México (Semestre intercambio académico) Universidad Pedagógica Nacional. Cristian Alfredo Parra G. RESEÑA # 4. LA CRISIS CAPITALISTA MUNDIAL Y AMÉRICA LATINA. Elementos de economía política de la política social en América Latina. Reflexiones a propósito de los gobiernos progresistas.1 El panorama actual del capitalismo y sus intentos por mostrarse como una apuesta viable en términos económicos y políticos a nivel mundial, no hacen más que poner en evidencia su mismo fracaso. Tras más de tres siglos de presencia, sus impactos negativos han calado en lo más profundo de la vida de todos los países, a tal punto que hoy sus estragos ya no sólo son vistos por teóricos y académicos como una crisis del modelo económico, sino como una crisis civilizatoria, es decir, una crisis amplia y global que tiene repercusiones en todo ámbito de la vida: económicos, políticos, sociales, culturales, ambientales, biológicos, etc. Así pues, en la actualidad se empiezan a vislumbrar nuevas iniciativas que buscan, por un lado, mitigar los efectos negativos del capitalismo, y por otro, posicionar un nuevo modelo que responda de manera eficaz a las realidades y necesidades de la gente. Una muestra de ello es el posicionamiento de gobiernos de izquierda en América Latina, cuyas propuestas apuntan a una sustitución completa pero gradual del modelo capitalista. Así pues, la región latinoamericana es un ejemplo perfecto de los cambios que se vienen construyendo en respuesta al capitalismo y sus políticas neoliberales; la consolidación de los movimientos sociales, las luchas populares y la reorientación de los estados, son una expresión clara de ello. En este contexto, es posible identificar que el subcontinente está viviendo un giro político hacia la izquierda, como es el caso de Venezuela, Ecuador y Bolivia. Y hacia la centroizquierda con países como Brasil, Argentina y Uruguay. Sin embargo, si bien son loables varios de los cambios que han logrado algunos países de izquierda, también es necesario prestar mayor atención a las iniciativas de la centro-izquierda, ya que de ahí surge una pregunta fundamental: ¿estamos frente a iniciativas de cambio del modelo, o simplemente nos encontramos en un momento donde la centro-izquierda busca una recomposición del poder de la clase hegemónica? Es así como el autor del texto del cual es objeto la presente reseña, Jairo Estrada, nos plantea un problema que nos invita a reflexionar sobre lo que significan las orientaciones políticas emergentes en América Latina. Para ello, propone abordar la política social con el fin de determinar a qué

Estrada Álvarez, Jairo. “Elementos de economía política de la política social en América Latina. Reflexiones a propósito de los gobiernos progresistas”, en Jairo Estrada Álvarez (coord.). La crisis capitalista mundial y América Latina. CLACSO, Buenos Aires, 2012, pp. 311 – 329. 1

intereses responden ambas perspectivas, ya que todo proyecto político tiene un diseño de políticas sociales, y allí es posible ver la tendencia a la cual se adscribe cada propuesta. Para empezar, abordaré el enfoque de la política social presente en los gobiernos de izquierda latinoamericanos. Como se menciona anteriormente, todo proyecto político está acompañado de una política social que busca responder a las necesidades de la gente. Sin embargo, se pone en cuestión el hecho de que esa política social simplemente persiga un fin asistencialista y no busque ser una forma de alcanzar una transformación estructural. Para ello, es necesario entender que se debe “formular un concepto alternativo de economía y de sentar las bases para una mayor garantía de los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales de la población” (Estrada, 2012: p, 314). En ese sentido, toda política social debe hacer parte de un proyecto amplio de desarrollo, en el cual esta no sea vista como un anexo o un paliativo para subsanar las condiciones sociales de la población, sino que debe hacer parte orgánica de esa proyección de desarrollo, “ello implicaría una redefinición sustancial del concepto mismo de política social y presumiría una transformación estructural del modelo de desarrollo imperante” (Estrada, 2012: p, 314). Los gobiernos de izquierda latinoamericanos (Venezuela, Ecuador y Bolivia) han trabajado precisamente en una nueva constitución y en nuevos marcos jurídicos que buscan una redefinición del aparato político de sus países, con el objetivo de incluir a la población en su diversidad, y así abrir nuevas vías de participación. Por ejemplo, en el caso de Ecuador, se propone redefinir la constitución política para apostar por un pluralismo jurídico, el cual: Nos remite a la existencia de diversos sistemas normativos dentro de un mismo espacio geopolítico. Esta concepción supera la visión etnocéntrica según la cual no se valoraban otras normas diferentes de las establecidas por el derecho nacional o estatal, debido a que carecían de los rasgos identificados en el derecho moderno (…) Esto significa que en el Ecuador, en tanto, Estado soberano y unitario, reconoce la existencia de sistemas jurídicos diferentes al predominante (estatal), a los cuales otorga iguales derechos y garantías, para su pleno desarrollo y vigencia, en tanto no vulneren normas constitucionales. (Velástegui. P, 3-4)

Además de los diferentes procesos de reconocimiento, se puede hablar de que, al menos Ecuador y Bolivia, apuntan hacia una refundación amplia del Estado. Con ello, se aboga también por un cambio en las formas de propiedad que despoja al capital privado y transnacional de su poderío, y devuelve al estado un mayor protagonismo, ya que “el proyecto de país debe orientarse por caminos muy distintos de los que conducen a las economías capitalistas del presente, dependientes, extractivistas y agroexportadoras” (De Sousa Santos, 2010: p, 99). Eso es importante ya que la política social adquiere su financiamiento mayoritariamente de las rentas, lo cual al pasar a manos del estado, será posible una redistribución equitativa. Esto da cuenta de que efectivamente se empiezan a vislumbrar avances de carácter estructural que hacen de la política social un medio para alcanzar el desarrollo, y no la convierten en un fin mismo desligado de lo que implica un cambio estructural. Sumado a ello, las luchas por la soberanía alimentaria, tema relacionado con la reorientación de la propiedad, constituyen un pilar fundamental que hace parte de los elementos

que componen los cambios estructurales, en tanto representan un avance en términos de acabar con el hambre a partir de un cambio sustancial, y no son simplemente políticas asistenciales. En otras palabras, desde estos gobiernos se “ha contribuido a redefinir estructuralmente las condiciones de distribución y redistribución del ingreso a favor de la sociedad y, con ello, a superar las concepciones de política social que la reducen a la lucha contra la pobreza” (Estrada, 2012: p, 316). El autor es enfático en el hecho de que los proyectos de Ecuador, Bolivia y Venezuela no son suficientes para alcanzar un cambio del modelo económico y político, con lo cual estoy de acuerdo, porque son apuestas nacientes y que no logran desligarse completamente del modelo económico capitalista y neoliberal, ya que estos países vienen de un pasado completamente inmerso en esas lógicas, por lo cual en la actualidad sus iniciativas resultan ser sólo comienzos de algo mucho más amplio y son, de una u otra forma, proyectos de no tan amplio alcance. No obstante, una de las grandes críticas que se hace a los gobiernos de izquierda, es que no son procesos que buscan transformaciones profundas, sino que sus políticas sociales no son otra cosa que un neoasistencialismo. Sin embargo, Estrada (2012) menciona que al menos en Ecuador y Bolivia la política social no ha logrado desligarse de una forma asistencialista y subsidiaria. Pero algo es cierto, y es que los gobiernos de estos países necesitan de manera obligatoria responder de alguna manera a las necesidades inmediatas de su población, por lo cual el asistencialismo puede ser una forma de aliviar esas necesidades, pero nunca se pierde de vista que esas formas de asistir a la población son transitorias y no son un fin de la política social. En resumen, es “de particular importancia el hecho de concebir la política social como parte constitutiva e integral de los proyectos político económicos, y no simplemente otorgándole una función subsidiaria, de atención a las víctimas del modelo” (Estrada, 2012: p. 318) Un ejemplo de política social no asistencialista es sin duda el caso de Venezuela y su proyecto de las misiones: Consiste en que no se conciben como compensatorios de los efectos negativos de la política económica, sino como parte integral de los cambios que también se producen en la esfera económica (…) Estos programas pretenden servir como puente para acceder a los servicios sociales básicos y, de esta manera, contribuir a universalizar los derechos sociales contemplados en la constitución, alcanzar la equidad social, superar las desigualdades políticas y las exclusiones culturales. Adicionalmente se inscriben dentro de un concepto de construcción de poder popular al articularse con procesos organizativos locales y del estímulo a formas directas del ejercicio democrático. (Estrada, 2012: p. 320)

Finalmente, aunque se consideren como neoasistencialistas a los proyectos de política social de los países de izquierda de América Latina, es realmente claro que sus apuestas buscan, por un lado, responder a las necesidades inmediatas de su población, y por otro, hacer de las formas de asistencia una parte fundamental de la política social, que se entiende como un factor dentro de la

propuesta amplia de transformación que lleva a la sustitución del modelo capitalista, pero no el único. En otras palabras, la política social, inicialmente con rasgos asistencialistas, no son más que un proceso de tránsito dentro de la consolidación total de los proyectos emancipadores del subcontinente. En cuanto a los gobiernos de centro-izquierda, algo es realmente claro: son apuestas por generar una recomposición mucho más fuerte de las élites, que actúan en favor del neoliberalismo, del asistencialismo social, y en pro de favorecer un proyecto de clase hegemónica contemplado en el ámbito global. Cuando se habla de un giro hacia la izquierda en América Latina, no solo se hace referencia a los gobiernos mencionados anteriormente, sino que, de manera peligrosa, también se pretende hacer alusión a los gobiernos de centro izquierda; es peligroso, porque discursivamente pueden llegar a confundirse los gobiernos de izquierda con los de centro izquierda, cuando no son para nada similares. La centro-izquierda, algo que según el autor va más allá de la socialdemocracia, se posiciona como una aparente alternativa del modelo, pero que no es más que una forma de “humanizar” el capitalismo, a partir de nuevas formas de actuar y hacer política; la cooptación de organizaciones sociales es parte de ello. Un ejemplo puede ser Brasil, un gobierno que actualmente empieza a hacerse expansionista con sus transnacionales, que busca hacerse potencia mundial con el fin de influir en el escenario internacional, casi que en detrimento de buscar formas de responder a la población. La política social de la centro-izquierda, no es otra cosa que una suerte de neoasistencialismo social, en el cual este se convierte en el eje rector de dicha política. Además de eso, hace parte de su estrategia de proselitismo y de alcanzar aceptación entre las bases pobres, cuya orientación no está dada a ser un medio, sino directamente un fin. En ese sentido, el proyecto político de estos gobiernos se orienta a garantizar la coexistencia del neoliberalismo, y el financiamiento de la política social se da, como lo menciona el autor, a partir de los impuestos de las clases medias y bajas. En conclusión, puede verse cómo América Latina se convierte en un territorio en disputa, donde los principales actores de la pugna son estas dos orientaciones políticas: una que aboga por un cambio gradual del modelo capitalista, y la otra que busca su recomposición y posicionamiento. Aunque el autor mencione que: Salvo los casos de Venezuela, Bolivia y Ecuador, no estamos si quiera frente a tímidos intentos de ruptura, sino más bien frente a líneas de continuidad con las políticas asistencialistas impuestas en la región por el neoliberalismo y los organismos multilaterales. El neoasistencialismo (de izquierda) se encuentra instalado en los llamados gobiernos progresistas de la región. (Estrada, 2012: p. 326)

Es necesario asumir que los gobiernos de izquierda y sus diferentes iniciativas por sustituir el modelo capitalista, incluidas las apuestas regionales, hacen parte de un proceso de transición. No podemos pretender que las izquierdas que hoy se encuentran en los gobiernos de algunos países

del subcontinente, transformen de manera inmediata sus países y permitan un cambio completo del modelo capitalista. Si bien estos países aún muestran rasgos propios del capitalismo, deben entenderse como procesos de transición, como procesos que gradualmente van construyendo un nuevo modelo. Sumado a ello, los movimientos sociales deben posicionarse como actores fundamentales en la política de sus países, que acompañen y sean determinantes en los proyectos de izquierda de América Latina, por eso es un llamado a “formar no un único frente, sino a confluir en la lucha, en una complejización de las formas de hacer política emancipadora en contra de las más diversas formas de dominación y opresión” (Cabello, 2013: P, 181)

BIBLIOGRAFÍA. 1. Cabello Ríos, Hugo Alejandro, “praxis y reconocimiento. Ir contra-y-más-allá del capitalismo desde los movimientos sociales latinoamericanos”, en Camilo Valqui Cachi, Miguel Rojas Gómez y Homero Bazán Zurita (coords.). El pensamiento crítico de nuestra América y los desafíos del siglo XXI. Tomo I. Universidad Autónoma de Guerrero, México, Universidad Privada Antonio Guillermo Urrelo-Perú, Ed. Eón, México, 2013, pp. 175 – 183. 2. De Sousa Santos, Boaventura. “La refundación del Estado y los falsos positivos”, en Refundación del Estado en América Latina. Perspectivas desde una epistemología del sur. Siglo XXI, Universidad de los Andes, Siglo del Hombre, México, 2010, pp. 79 – 135. 3. Estrada Álvarez, Jairo. “Elementos de economía política de la política social en América Latina. Reflexiones a propósito de los gobiernos progresistas”, en Jairo Estrada Álvarez (coord.). La crisis capitalista mundial y América Latina. CLACSO, Buenos Aires, 2012, pp. 311 – 329. 4. Velasteguí Ayala, Ximena. “Reconocimiento de la pluralidad jurídica en el Ecuador. Sus implicaciones y retos para las comunidades, pueblos y nacionalidades indígenas”. En http://www.juridicas.unam.mx/wccl/ponencias/7/126.pdf

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