2016-Del valor-trabajo al valor de consumo

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Descripción

Del valor-trabajo al valor de consumo
Dr. Antonio Caro Almela

Existe en la actualidad la conciencia, más o menos soterrada, de que la teoría del valor-trabajo, tal como la planteó Marx con relación al capitalismo productivista de su época, resulta inaplicable a la fase que atraviesa en la actualidad el capitalismo. Y la razón de fondo estriba en que, como ha señalado entre otros Franco Berardi: «Es cada vez más difícil definir el precio sobre la base del valor y el valor a partir del tiempo de trabajo necesario"». Pues bien, es esta constatación la que ha conducido a muchos marxistas recalcitrantes a una especie de vacío epistemológico, en el marco del cual siguen sosteniendo contra viento y marea, y en ausencia de cualquier constatación empírica, que el trabajo socialmente necesario constituye la única fuente de valor. Idea esta que viene a sostener, en su reciente libro Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo (IAEN-Traficantes de Sueños, 2014) el, por otra parte admirable, David Harvey. Lo cual no le impide una especial apertura mental cuando sostiene en el prólogo del mismo libro: «Necesitamos un foro abierto –una asamblea global, por decirlo así- para analizar en qué punto se halla el capital, hacia dónde se encamina y qué debe hacerse al respecto» (ibid., p. 15). Pues bien, es a esta invitación del prof. Harvey a la que yo me atengo para tratar de salir de ese inmovilismo dogmático que afecta desde hace tiempo al pensamiento crítico.
En mi presente intervención me propongo, como digo, ir más allá de este inmovilismo; tratando de desvelar –con toda la osadía y a la vez con pleno conocimiento de causa, después de muchos años dedicados al tema- dónde reside desde mi punto de vista el valor en esta fase capitalista que muchos designan con el término –para distinguirlo del viejo capitalismo productivista analizado por Marx- "capitalismo de consumo".
Para orientarnos en esta búsqueda, hay que partir de una constatación: el trabajo material ya no constituye el núcleo de la actividad productiva en el vigente capitalismo. Dicha constatación ha sido ampliamente reconocida por todos aquellos que hablan de trabajo inmaterial, lo que en muchas ocasiones es origen del llamado capitalismo cognitivo, justamente criticado por otros, y que otras veces se pone en relación con la revolución informática o de las TIC's que estamos viviendo, o bien se relaciona con el concepto de «general intellect» que Marx esbozó, sin desarrollarlo, en sus Grundrisse. Pero, si nos atrevemos a mirar las cosas más a fondo y no quedarnos con los meros indicios, hay que llegar a la siguiente constatación, que hará saltar de sus asientos a algunos ortodoxos: una nueva producci n semiótica ha sustituido –o, si se prefiere, ha usurpado su papel- a la producción material como centro del proceso productivo en el vigente capitalismo.
Para comprobarlo, basta con hacer algunas constataciones empíricas: ¿cuánto "valen" –o, dicho con más propiedad, cuánto cuestan en el mercado- unas determinadas zapatillas deportivas de marca conocida frente a lo que ha costado su producción material? Todos sabemos que la diferencia es abismal. Algunos teóricos ortodoxos han tratado de justificar esta diferencia en términos de "renta de marca", pero estas elucubraciones se trata, desde mi punto de vista, de otras tantas maneras de desviar la cuestión y, en último término, de asumir la lógica del sistema.
Frente a tales disquisiciones, hay que coger el toro por los cuernos, como decimos en España. Y constatar que, frente a lo que nos dicen los viejos manuales, una nueva producción semiótica ha sustituido a la producción material como núcleo del proceso productivo capitalista. ¿Qué actividades forman parte de dicha producción semiótica? Todas aquellas dirigidas a dotar a lo producido de una significación que ya no provendrá de sus características materiales, ni de lo que lo producido tiene de valor de uso al servicio de la sociedad y de los individuos que lo adquieren. Para producir esta significación valen todo tipo de herramientas: la publicidad, el envasado, el diseño, la manipulación de lo producido mediante las técnicas de la obsolescencia planificada, la distribución, el precio… Esto es, todo lo que los encargados de llevarla a cabo conocen con el término de marketing; el cual viene a ser otra forma de denominar, desde el interior del sistema, lo que aquí estamos denominando con su término real producción semiótica.
Lo importante es señalar que, frente al "naturalismo" o carácter sustancial con que Marx concebía el valor de uso -cuya dimensión cultural Jean Baudrillard puso de relieve en uno de sus primeros ensayos-, la significación que se atribuye a lo producido en el marco de la producción semiótica es completamente artificial o, si se prefiere, construida en cada caso y en último término imaginaria. Dicho con otras palabras: no hay ninguna razón objetiva para que una determinada marca de cigarrillos –plasmación linguística de lo que técnicamente vamos a denominar signo/mercancía- se identificara en su momento con los significados de libertad, aventura y masculinidad; como tampoco existe la menor razón objetiva para que un determinado refresco de cola reivindique para su marca el atributo de "felicidad". Se trata en ambos casos de meras apelaciones publicitarias y de significaciones añadidas o imaginarias que tratan de diferenciar la marca-signo/mercancía frente a las competidoras y con independencia absoluta de sus cualidades "objetivas" –de su valor de uso- como resultado específico de la producción material desenvuelta en su caso.
Es así como comenzamos a apreciar la diferencia sustancial existente entre el viejo capitalismo productivista analizado por Marx –y que, por lo que ahora sabemos, solo supuso una fase en la evolución del sistema capitalista- y el vigente capitalismo que, por la centralidad que ocupa en él la producción semiótica, podemos denominarlo con propiedad semiocapitalismo o, atendiendo a su forma primordial, capitalismo del signo/mercancía. ¿Cuál es la característica primordial de esta nueva fase capitalista? Que, como acabamos de ver, la producción semiótica ha sustituido a la producción material como núcleo del sistema. Conviene insistir en las diferencias primordiales existentes entre ambas fases: ya no se trata de producir bienes útiles, tanto para quien los adquiere como para la sociedad en su conjunto o, si se prefiere, mercancías que, en función del trabajo socialmente necesario que incorporan, van a dotarse de un determinado valor de cambio. Se trata, por el contrario, de dotar como hemos visto a lo producido de significaciones imaginarias que, en función del arraigo que lleguen a tener entre sus destinatarios, se van a dotar de un determinado valor, que a su vez se traducirá en un específico precio en el mercado. De manera que lo sustancial o sólido –si queremos seguir la terminología del sociólogo Bauman- se transmuta en accidental o líquido. Dicho de otra manera: no existe, como acabamos de ver, ninguna razón objetiva para que la significación construida con relación a un determinado signo/mercancía –en su plasmación icónico-lingüística en forma de marca- "valga más" o sea superior a la atribuida a otra de la competencia. Todo dependerá, en último término, de la producción semiótica desenvuelta en cada caso. Y así llegamos a la paradoja de que dos "mercancías" que incorporan, en lo referente a su producción material, idéntica cantidad de trabajo abstracto socialmente necesario puedan tener, no obstante, un diferente "valor" en función de la producción semiótica desenvuelta en cada caso.
¿En qué medida el valor de consumo pasa a ser, como aquí sostengo, el tipo de valor vigente en esta fase del capitalismo del signo/mercancía o semiocapitalismo, sustituyendo al valor-trabajo que rigió en la fase del capitalismo productivista decimonónico o, dicho con más propiedad, usurpando el lugar que ocupaba este último? Dicha sustitución o usurpación se deduce con toda claridad de lo que hemos visto hasta el momento. Desde el instante en que una fantasmal producción semiótica sustituye a la producción material como núcleo del proceso productivo, la teoría del valor-trabajo salta literalmente por los aires, y con ella el concepto mismo de mercancía. La mercancía teorizada por Marx, cuyo valor de cambio realizable en el mercado dependía del trabajo abstracto socialmente necesario para su producción, se ve sustituida como acabamos de ver por un signo/mercancía que constituye el resultado directo de la producción semiótica desenvuelta en su caso. Ahora bien, esta significación absolutamente imaginaria con que se dota al signo/mercancía –puesto que no está anclada en la materia del producto ni guarda relación con el valor de uso que ha de constituir, como señaló Marx, el soporte material de la mercancía capitalista- solo adquirirá verdadera entidad en la medida que sea valorada por sus destinatarios. Es así como el valor de consumo sustituye al valor-trabajo en el marco del semiocapitalismo. Dicho de otro modo: las cosas –los signos/mercancías- valen en la medida que la significación imaginaria de que se les ha dotado obtienen unas determinadas expectativas de consumo entre sus destinatarios. Y el objetivo primordial capitalista consistirá, por consiguiente, en extremar las medidas a plantear en el marco de la producción semiótica, de modo que sus signos/mercancías "valgan más" que los de la competencia. (Mientras que la desvalorización del trabajo material conduce a los subcontratas en las "fábricas del mundo" que todos conocemos.)

*Algunas consecuencias: el consumo pasa a ser una víctima de la producción semiótica. Los consumidores tienden a perder la relación con sus necesidades reales, puesto que éstas están continuamente encubiertas por el velo bajo el que oculta el producto real la producción semiótica.
Mientras que, por lo demás, el consumo se constituye en referencia de sí mismo; originando el hiperconsumismo que hoy asola a las sociedades "desarrolladas" y está en trance de arruinar el planeta entero.
Y con relación a la comunicación a la que se refiere el título de este panel, pasa a formar parte de la producción de valor en cuanto componente que es de la producción semiótica.

Quito, 25 de enero de 2016.




Intervención en el Panel I: Comunicación, cultura urbana y Desarrollo local, dentro del Seminario Internacional Teoría del Valor, Comunicación y Territorio, CIESPAL, Quito, 25 enero 2016.
F. Berardi: La fábrica de la infelicidad. Madrid: Traficantes de Sueños, 2003.

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