2016-_CIPIAL-_Situaciones_de_concentraci_n_y_disgr.pdf

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Descripción

Durante las últimas décadas, diversos grupos wichí se han movilizado en distintas regiones del chaco-salteño para reivindicar derechos vinculados a la cuestión territorial. En la zona más occidental, registramos tres focos de movilizaciones concentrados en lugares afectados por distintos procesos de desplazamiento que tuvieron lugar, localizados sobre los ríos Pilcomayo, Itiyuro y Bermejo. Estos desplazamientos se originaron en la historia profunda de la región y continuaron en la historia reciente. El período de estudio se circunscribe a la etapa 1984-2011: comienza con el inicio de la lucha contra la subdivisión territorial en el sector del Pilcomayo, recorre los procesos de movilización de la región y finaliza con el inicio de los reclamos en el sector del Bermejo vinculados al vencimiento de la Ley de Relevamiento Territorial. El inicio de este período, según Teubal, se caracterizó por el proceso de liberalización, apertura y desregulación agrícola iniciado en la década del ’70, a partir del que se impulsó la producción de commodities y se conformó un vasto sistema de agronegocios; de esta manera, “el sector se transformó cada vez más en un negocio de unos pocos, perdiendo su capacidad histórica de constituirse en un medio de vida para vastos sectores sociales” (2006:103). Avanzado el período, este proceso de transformación del sistema agrícola se manifestó en la concentración de la tierra en pocos propietarios, en el cambio de la producción de granos y ganado hacia los monocultivos -especialmente la soja- y en la implementación de innovaciones tecnológicas que permitieron la expansión de la frontera agrícola sobre tierras anteriormente improductivas o marginales (2006:106). El territorio semiárido de la región chaqueña, conformado por grandes extensiones de bosque espinoso, se convirtió en un espacio redituable para las grandes explotaciones agrícolas. En el chaco-salteño occidental, esto se tradujo en una reconfiguración territorial que involucró el traspaso de tierras fiscales a propiedades privadas, cercamientos, desmontes, desalojos y despojo de los bienes naturales del monte.Durante las experiencias de campo, encontramos una permanente preocupación wichí por luchar de forma colectiva, de agruparse, de movilizarse de manera conjunta, tal como lo expresaba Valentín Rivero en 2003: “Comencé ya en esos tiempos, 86’ 87’… había un encuentro por la tierra. Siempre nos juntábamos con los dirigentes y decíamos ‘bueno, pero cómo hacemos para unirnos’, siempre decíamos eso de unirnos, juntarnos, trabajar juntos”. Nos interesaron especialmente las movilizaciones vinculadas a la cuestión territorial, como eje central en torno al que giraban otras reivindicaciones identitarias, como lo expresa brevemente Miguel Montes (2013): “la necesidad principal, tengo, es la cuestión de la tierra… para poder continuar con nuestra cultura”. A partir de expresiones como estas, nos preguntamos qué características históricas tenían estas agrupaciones colectivas. En estudios anteriores, identificamos tres focos de resistencia en el chaco salteño occidental (Boffa, 2014), en donde pudimos identificar una serie de organizaciones wichí que atravesaron procesos dispares aunque la movilización fue permanente (Boffa, 2015). En el presente trabajo, específicamente, indagamos por qué se produjeron estos dispares procesos, cuáles fueron los momentos de mayor concentración social en torno a las  situaciones de disputa territorial, qué situaciones de disgregación se produjeron y por qué, qué organizaciones persistieron a lo largo del período. En términos teóricos, comprendemos a los movimientos sociales de acuerdo a la propuesta de Seoane (et al, 2009: 13), como “construcciones socio-históricas colectivas en la que participan sectores sociales o grupos que experimentan explotación, desposesión, opresión, dominación y donde la dimensión de clase cuenta como una de sus determinaciones principales aunque no única” y son resituadas en estas prácticas contestarias. El autor plantea también que la cuestión de “clase” excede a los movimientos obreros/sindicales y que es posible reelaborarla en términos de movimientos sociales emancipatorios. Esto posibilita incorporar al análisis un amplio espectro de movilizaciones que desde algún tópico particular se oponen a modelos políticos-económicos opresores, principalmente a partir del neoliberalismo. En este sentido, Seoane plantea que “resulta imposible ensombrecer la relación dialéctica entre lo social y lo político presente en las luchas emancipatorias de nuestro tiempo” (et al, 2009: 22). En las recientes conceptualizaciones de los procesos emancipatorios ocurridos en las últimas décadas del siglo XX, los movimientos indígenas son concebidos como movimientos sociales y como sujetos políticos, constituyendo así uno de los fenómenos sociales y políticos más novedosos y complejos en la historia reciente de América Latina (Dávalos, 2005:27). Desde esta perspectiva, intentamos interpretar a las movilizaciones y organizaciones wichí en sentido amplio, como movimientos sociales emancipatorios, atravesados y a la vez protagonistas de procesos políticos.Posicionamos nuestro estudio desde la etnohistoria e intentamos comprender a los movimientos organizativos como procesos de interacción, que se retroalimentan o que mantienen un vínculo dialéctico en situaciones hegemónicas entre alteridades socioculturales colectivas, que son modificadas por ese mismo proceso (Bechis, 2010: 21). Desde esta perspectiva, Bechis nos remite a pensar estos procesos como expresiones de etnicidad que “surgen como reacción a amenazas a la seguridad y a la autodeterminación… es decir, que constituyen el producto de un conflicto hegemónico” (2010: 22). Nos interesa resaltar que las marcas culturales no son la causa suficiente del conflicto, sino que el mismo esconde una brecha estructural acerca de los intereses y metas mutuamente excluyentes entre los grupos, es decir, “lo que lleva al conflicto no es la diversidad cultural sino los intereses en oposición” (2010: 22).Realizamos el presente estudio etnohistórico mediante la realización de trabajo etnográfico, el registro de historias orales y la recolección de documentación histórica; la dispersión de las organizaciones dificulta la utilización de la observación participante. El procedimiento de acercamiento al terreno está planeado desde una perspectiva empática y comprometida con los sujetos entrevistados, a partir de “la construcción del objeto de investigación; la producción de conocimiento social, reconociendo la perspectiva de los actores; la incorporación de la reflexividad de los actores y del investigador en la situación de campo y el análisis de datos; el uso de técnicas flexibles y no directivas para la obtención de información” (Guber, 2005: 209). Las técnicas de recolección de información se desarrollaron en los trabajos de campo, realizados en seis oportunidades, en la zona rural del chaco salteño, durante los años 2001, 2003, 2012, Marzo y Julio de 2013 y 2015.
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