(2015) Mierda de ciudad | Entre el determinismo y el posibilismo geográfico de la apropiación espacial. Una reflexión antropológica sobre la «recalificación» urbana de São Pedro de Afurada, Oporto.

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Descripción

Mierda de ciudad

Entre el determinismo y el posibilismo geográfico de la apropiación espacial.

Una reflexión antropológica sobre la «recalificación» urbana de São Pedro de Afurada, Oporto.20 45

Antigoni Geronta Observatori d’Antropologia del Conflicte Urbà (OACU) Departamento de Teoría e Historia de la Arquitectura, Universitat Politècnica de Catalunya (UPC)

«El arte no puede cumplir su promesa, y la realidad no ofrece promesas, solamente oportunidades». Herbert Marcuse (1998 [1978]: 50)

Introducción Durante las últimas décadas se ha hecho cada vez más evidente el abuso de determinados conceptos urbanos –políticos, éticos y estéticos– utilizados para activar y, a la vez justificar, las dinámicas de «recalificación» del espacio físico y social de las ciudades. En particular, las políticas urbanas de muchas ciudades globales insisten en convertir los espacios públicos en «espacios de calidad», con 20. Este artículo es el resultado de una primera fase de la recogida de datos que acompaña al desarrollo de mi investigación doctoral en la ETSAB-UPC, titulada «Tiempografía en São Pedro da Afurada. Construcción y composición de una villa pesquera».

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el efecto de cambiar la propia fisionomía de la urbe y trastornar la identidad de sus habitantes. Pero ¿cómo se determinaría dicha calidad? Y ¿de qué manera ésta se percibiría como parámetro objetivo e indiscutible de la «transformación urbana»? Estas preguntas apelan directamente a la necesidad de rearticular críticamente los procesos de jerarquización del espacio (Lefebvre, 2013 [1974]), así como las posibilidades y necesidades sociales que emergen de las diferentes dimensiones del espacio urbano, a saber, la privada, la pública y la común. En este sentido, el concepto de «posibilismo geográfico» (Febvre (1989 [1952]) desempeñaría un papel muy significativo, puesto que se opone al determinismo impuesto por el espacio físico y material. Hadjimichalis y Vaiou (2012: 77-82) explican que Fernand Braudel se basó justamente en dicha idea de posibilismo a la hora de desarrollar los conceptos de «larga duración» (longue durée) y «coyuntura» (conjucture) para describir la estructura y la organización espacio-temporal. En su dialéctica, Braudel aborda: a) la vida cotidiana a nivel local, b) los intercambios económicos locales y globales, y c) los monopolios capitalistas de la économie-monde. Centrándose en el área del Mediterráneo, explora como los elementos sociales, económicos y ecológicos producen la desigualdad social y espacial afirmando que «es la gente la que construye su propia historia, pero en condiciones no definidas por ellos mismos».21 A partir de esos supuestos, el presente artículo pretende ser una aproximación al caso de São Pedro de Afurada (en adelante Afurada), un pueblo pesquero cercano a la ciudad de Oporto, en el norte de Portugal. Afurada es la parroquia más joven del municipio de Vila Nova de Gaia y está situada en el margen izquierdo del río Douro, casi en su desembocadura en el Atlántico. Desde el siglo XIX, el conjunto de su población está compuesto por inmigrantes procedentes de pueblos cercanos (Espinho, Ovar y Furadouro Murtosa), los cuales se instalaron en este territorio (principalmente en el barrio de Afurada de Baixo) debido a las condiciones favorables que ofrecía para la pesca. Estos nuevos habitantes se adaptaron a las duras condiciones del lugar y, paulatinamente, crearon un ambiente propicio para vivir, hasta que en 1952 se inauguró la Freguesia de São Pedro de Afurada,22 actualmente compuesta por unos 3.500 habitantes.

21. Traducción propia. 22. Freguesia es un término administrativo equivalente a la acepción castellana de parroquia/municipio.

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Una de las características de Afurada es la fértil producción pesquera, un aspecto que llama la atención si es comparado con el estado de precariedad y pobreza que caracteriza mayoritariamente a aquel sector de la población dedicado a tal actividad. A pesar de ser denominado «Pueblo Pesquero Modelo» por el Estado Novo durante el periodo 1934-1939 (Oliveira 2002), nunca se pusieron en marcha políticas urbanísticas que trataran de mejorar la situación local (ausencia de saneamiento, conexiones viarias e inversiones). Jamás se impulsó un sistema productivo que fortaleciera la economía local garantizando su sostenibilidad económica y ecológica, por lo que las infraestructuras existentes son el resultado del mero interés político en el aumento de la producción y exportación de conservas y productos marítimos (Araújo 1992, Costa 2003). Como señala inmejorablemente la psicóloga Celeste Malpique (1990: 123): La pequeña comunidad pesquera de Afurada siempre ha sido sujeta, debido a su situación geográfica, tanto a las inundaciones del río Douro, como a las tormentas del espigón de la Barra, estando su historia marcada por las referencias a las catástrofes.23 Cerrada y aislada en sus hábitos cotidianos, Afurada era y es aun un lugar de luto y encanto, de marginalidad geográfica y simbólica. Se trata, en definitiva, de un lugar de curiosos contrastes que, a pesar de su proximidad al centro histórico de la ciudad, se ha mantenido aislada durante décadas. Sin embargo, recientemente el pueblo ha acabado siendo objeto de las grandes transformaciones en curso en el área metropolitana de Oporto, implementadas desde el año 2001 mediante una intervención financiada con capital público-privado y denominada Programa Polis.

Sobre calidad y cualidades En la introducción de la edición griega de la obra de Goffman, Encounters. Two Studies in the Sociology of Interaction, Dimitra Makrinioti (1996) hace alusión al significado que el sociólogo norteamericano asigna al lenguaje y «la organización del lenguaje cotidiano»: 23.

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el lenguaje no se plantea simplemente como un medio de comunicación entre los participantes; se percibe como una actividad que no sólo se manifiesta en el contexto específico de un encuentro sino que contribuye a la creación, el mantenimiento, la modificación o destrucción de ese contexto (Goffman 1996 [1961]: 30).24

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Ahora bien, desde un óptica más propia de la arquitectura, la validez de las intuiciones goffmanianas respecto a la función organizadora del lenguaje podría comprobarse, tanto en el diseño especifico que caracteriza a cada espacio urbano, como en el lenguaje que viene a consolidar este diseño y, por consiguiente, el espacio mismo. Así, cabe preguntarse cómo se percibe actualmente el discurso continuo sobre los «espacios de calidad» en el lenguaje urbanístico y determinar el propósito a qué éste aspira. Acercarse a la noción de espacialidad y al significado del espacio urbano pone en evidencia y, a la vez en cuestión, su llamada «calidad» –siempre singular– y sus diversas cualidades. Podríamos afirmar que esas cualidades se impregnan tanto de contradicciones como de posibilidades. Si la calidad aspira a la formación de los espacios «de sueños», las cualidades apelan a la construcción de los lugares pragmáticos. De ese modo, siempre que nos referimos a la «calidad» de un espacio construido es posible ver la incoherencia entre las pretensiones iniciales de su diseño y los resultados finales de su ejecución. Una gran abundancia de casos públicos y privados, urbanos e, incluso, rurales, manifiestan las contradicciones inherentes a las cualidades espaciales. Son éstas las que generan y alimentan la conflictividad, condición inherente, también, a la sociedad. En esta dirección, Afurada no deja de ser un caso ejemplar, como muchos otros, ya que abarca una serie de posibilidades y conflictos que se reconfigurarían de forma recíproca y en función de las dinámicas socio-espaciales que se generan en cada época. Tal y como anteriormente se ha mencionado, Afurada está hoy sufriendo un severo proceso de transformación socioeconómica debido, no sólo al declive de su actividad pesquera, sino también a su reciente tentativa de «recalificación» urbana, un proceso que es necesario analizar con cierta atención. Puesto que en el lenguaje urbanístico oficial el término «recalificación» ten24. Traducción propia.

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dería adrede a expresar un concepto ambiguo,25 el análisis de la recalificación del lugar constituirá –a efectos de la presente investigación– un elemento clave para evaluar el impacto social de la arquitectura, es decir, cuando ésta pase de representar un concepto a ejecutarse como práctica. Para este propósito examinaré el papel de las prácticas arquitectónicas y los procesos culturales presentes en Afurada. Así mismo, intentaré evaluar el impacto que las dinámicas de trasformación implementadas por el Programa Polis ejercen en la vida urbana de la comunidad local. Por otra parte, a través del método etnográfico y su intersección con el estudio histórico del lugar,26 ilustraré las condiciones que generan y justifican una determinada forma de organización, orden y uso del espacio. En este contexto, el papel de la arquitectura y, por extensión, de la planificación urbana, emergería como factor determinado y determinante, origen y fruto de la producción y reproducción de la vida cotidiana. Por consiguiente, el punto de partida de mi estudio ha sido la historia del proceso urbanístico: trama viaria y conexiones, morfología y cambios de la trama urbana, usos y producción del espacio. Estos elementos condicionarían la organización de la vida privada y pública. En definitiva, el caso de estudio presentado pretende cruzar el análisis antropológico y el arquitectónico. Desde la perspectiva de la antropología, he registrado y analizado los elementos que caracterizan la comunidad afuradense y construyen su identidad. En concreto, he examinado la identidad local tanto a través de los medios de autorepresentación –relatos, narrativas, costumbres y mitos–, como del imaginario social que designa la identidad «desde afuera», y que se revela igualmente por dichos medios. La recopilación de estos datos pondría en evidencia el papel fundamental de la memoria colectiva y la memoria selectiva, así como las instituciones y las reglas que rigen las relaciones establecidas. Por otra parte, la estructura de esta micro-sociedad ha sido analizada sobre la base de la trialéc25. En la web de Parque Expo –la empresa que gestiona el Programa Polis en 21 ciudades portuguesas-, los objetivos de la intervención urbanística implementada en Vila Nova de Gaia aparecen desglosados en cuatro ejes principales, en los cuales el término «recalificación» se menciona cinco veces (véase: http://www.parqueexpo.pt/conteudo. aspx?lang=pt&id_class=371&name=O-que-fazemos). 26. La metodología empleada se basa, en particular, en la combinación del vaciado de archivo y recopilación bibliográfica, con la técnica de la observación participante utilizada a lo largo del trabajo etnográfico desarrollado en Afurada desde el febrero de 2014. El análisis se completa con datos sociológicos (población, demografía, educación, profesión) y económicos (nivel de renta, rendimiento de la pesca, coste de vida, subsidios), recogidos paralelamente al avance del experiencia etnográfica, esto es, viviendo el día a día en el lugar.

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tica, constituida por ética, política y estética (Castodiadis 1975; Marcuse 1998 [1978]; Zizek 2008). De ese modo, he intentado consolidar o derrumbar los preconceptos que captaría la mirada inicial de un forastero cuya naturaleza es «la de lo que estando aquí, no pertenece al aquí, sino a algún allí» (Delgado 1999: 114).27 Siguiendo esas pautas analíticas, cabría preguntarse en qué medida «la comunidad» desarrolla sus valores e instituciones con respecto a estos tres parámetros, y cómo logra mantener y luchar por su identidad y su espacio hoy en día. 50

Entre «tradición» y «modernidad» Desde el principio de mi trabajo de campo me he enfrentado con un aspecto problemático de Afurada: los límites de su conformación topográfica. Existiría, de hecho, una dicotomía entre la definición administrativa de Afurada, delimitada por los mapas oficiales, y un «mapa mental» de carácter popular que mostraría una percepción y concepción espacial diferente a la primera. Actualmente, la Freguesía de São Pedro de Afurada está compuesta por tres barrios: Afurada de Baixo, lugar inicial de instalación de los pescadores inmigrantes; Bairro dos Pescadores, primer territorio de extensión de la población afuradense y donde, debido a su lejanía respecto al río, no viven pescadores, y Afurada de Cima, zona más reciente que durante la década de los ‘90 se convirtió en un barrio principalmente habitado por gente de clase media. Los tres barrios presentan considerables diferencias entre sí, apreciables tanto en su arquitectura como en su organización social. En Afurada de Baixo se encuentran viviendas de uno o dos pisos construidas en continuidad y sus fachadas están adornadas con azulejos típicos, entre los cuales a menudo aparecen composiciones de evocación religiosa o marinera. Las calles entre viviendas están pavimentadas con adoquines de granito, la denominada «calçada portuguesa». En este barrio se sitúan la Junta Comunal, la comisaría de policía, la escuela de primaria, el nuevo museo Centro Interpretativo do Patrimonio da Afurada (CIPA), los almacenes de los pescadores y los lavaderos públicos. El Bairro dos Pescadores es igual de pintoresco, pero de estilo arquitectónico distinto. Las casas son pequeñas –en su mayoría de 27. Cursivas del autor.

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apenas una planta–, blancas, adosadas, cada una con su jardín y espacio de almacenaje. En la zona se encuentra la iglesia, la guardería, el antiguo lavadero al aire libre (en desuso) y el centro médico. Afurada de Cima no tiene un carácter homogéneo. Casas antiguas deterioradas coexisten con las nuevas casas-villas de lujo, mientras la presencia predominante, debido a su escala, arquitectura y posición, es la del condominio privado de alto standing denominado Quinta das Chãs. Realmente la gente de este barrio no desarrolla una vida vinculada al mar o al río, cuestión que la propia topografía también impide. El terreno pendiente, boscoso y casi vertical, constituye una frontera natural entre Afurada de Baixo y Afurada de Cima y permite que esta última goce de esplendidas vistas al río, aunque su vida cotidiana no está relacionada con el frente costero. A efectos del presente artículo, la investigación se ha centrado en Afurada de Baixo, debido a una serie de características específicas que lo conformarían como un espacio «singular» respecto a los demás barrios. En primer lugar, debido a su proximidad, el barrio se ve directamente afectado por las nuevas urbanizaciones, aunque sigue resistiendo, de una forma u otra, las prácticas de homogeneización y modernización que se despliegan a su alrededor. En segundo lugar, Afurada es un topónimo que, en el imaginario social de los foráneos, abarca únicamente Afurada de Baixo. Esto coincide con la percepción de los afuradenses residentes en el barrio, los cuales no se identifican con los nuevos vecinos de Afurada de Cima. De hecho, ya que Afurada de Baixo representa históricamente el primer lugar de instalación de los pescadores, el barrio se configura aún hoy en día como el lugar por excelencia de una comunidad de fuerte arraigo territorial donde persisten estrechos lazos familiares y efervescentes ritos religiosos. Dentro del marco histórico de la investigación, no sólo él relacionado con la arquitectura local sino también con la actividad pesquera, es importante destacar los procesos de auto-construcción de vivienda y la manera en que éstos entran en contraste con los proyectos arquitectónicos contemporáneos. Una de las características de Afurada es su propia organización y uso del espacio común. Los usos que, desde una perspectiva etic, se llevarían a cabo en el espacio privado de la casa, suceden indistintamente en el espacio público. El umbral de las viviendas, la acera y, a veces, la misma calle, construyen el escenario donde los afuradenses cocinan, comen, lavan y tienden su ropa (Costa 2003).

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Este hábito revela un «decorado» particular preservado durante décadas. La vida privada y doméstica se transforma así en un acto colectivo, llevada a cabo en un espacio común. Efectivamente, el espacio público constituye una mera extensión de la casa. Por un lado cabe preguntarse si este fenómeno se basa en la necesidad o en el hábito. Por el otro, ¿cómo se conjugarían las antiguas exigencias sociales, económicas y espaciales con las actuales? Analizando el contexto pragmático de cada época, esto es, el estatus social, los materiales disponibles y las condiciones climáticas (Vrichea 2003), podríamos decir que la tipología de las viviendas autoconstruídas resulta ser el factor principal que produce esa peculiar organización y apropiación del espacio público. Las viviendas de este barrio, inicialmente construidas con madera y barro y, más tarde, sustituidas por viviendas de piedra, suelen ser pequeñas, disponen de pocos compartimentos y no suelen tener corredor, escaleras exteriores, jardín ni almacén. Por consiguiente, gran parte de las tareas domésticas se desarrolla en el espacio «peri-doméstico» (Tapada 2002: 49), el cual coincide con el espacio público. En esta organización espacial resulta interesante explorar cuestiones como la territorialidad, la proxémia, el acto de compartir, lo familiar y lo íntimo, así como aspectos de control social, de vigilancia (Jacobs 1992[1961]) e incluso de exhibición del bienestar social. En relación con este último aspecto, Amélia, una vecina del barrio, explica cómo el estatus social de cada familia se refleja directamente en la articulación de la planta baja de la vivienda unifamiliar. Las viviendas suelen tener tres compartimentos: el espacio mayor de la casa está situado en la parte frontal y se encuentra orientado hacia la calle. Los otros dos espacios son menores y se encuentran a continuación, avanzando hacia el fondo de la casa hasta llegar a la pared que, generalmente, se comparte con la vivienda situada justo detrás de ella. Se trata de la cocina y de la habitación destinada a los hijos. El espacio mayor constituye un espacio común para la familia, de acceso inmediato desde la entrada puesto que las viviendas no disponen de otro espacio intermedio –corredor, pasillo o galeria– entre el exterior y el interior. En este espacio común, la cama de matrimonio ocupa una posición clave con un significado altamente simbólico. Como las puertas de la vivienda suelen permanecer abiertas, las familias con una posición económica más elevada sitúan la cama de matrimonio justo delante de la puerta, y ante la vista general, como un acto de exhibición de

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su propia riqueza. La cama se convertía, entonces, en una muestra de estatus social. Serían justamente esos detalles socio-espaciales, diríamos, los que configurarían la estructura de un espacio atrapado entre lo doméstico y lo público, desvelando, a la vez, la cosmovisión de la micro-sociedad local. En el Barrio de Pescadores, construido posteriormente, las viviendas se desarrollan con zonas de jardín y almacenaje, condición que afecta, a su vez, a la vida pública. En este barrio no se experimenta la misma vida social que en las calles de Afurada de Baixo. Respecto a Afurada de Cima, las barreras entre público y privado son todavía más rígidas. Sin embargo, en Afurada de Baixo la trama urbana y el modo de vida comunitaria «tradicional» se han visto recientemente amenazados por los nuevos proyectos urbanísticos del Programa Polis, el cual apuesta por una fantasmagórica idea de «modernidad». En realidad, dicho programa constituiría una vasta operación de «recalificación urbana» a la cual se pretende someter el conjunto municipal de Vila Nova de Gaia. En concreto, la reconfiguración urbana de Afurada representa uno de los principales ejes de intervención del programa e incluye: la recalificación del puerto de pesca, la construcción de nuevos almacenes de apoyo a la actividad pesquera, una marina y la reforma de espacios públicos. En el mismo contexto se incorpora la creación de la Reserva Natural Local do Estuário do Douro para la protección y conservación de la naturaleza y de la biodiversidad, así como la inauguración del Centro Interpretativo do Patrimonio da Afurada (CIPA). Dentro del programa museológico de este último destaca «un sentido de urgencia para la preservación y divulgación del patrimonio de esta comunidad»,28 lo cual revelaría, en palabras de Ramalho (2013), «un discurso museológico sin sentido sobre una comunidad que, a fin de cuentas, todavía está viva».29

Espacio y vida comunitaria Las comunidades pequeñas, vinculadas a trabajos agrícolas o actividades pesqueras, tienden a contemplarse de modo idílico, como ancladas en lugares de tradición y bienestar. Éstas desarrollarían, además, una vida tranquila hecha de relaciones «más humanas» y en contraste con el caos urbano. Tal

28. Así aparece en el propio catálogo del CIPA. 29. Traducción propia.

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y como nos recuerda el geógrafo Alvaro Domingues, «desde el exterior, una comunidad local puede ser percibida con cierto romanticismo, pero hasta la estructura social de una pequeña localidad como Afurada estaría constituida por elites y respondería a una estratificación clásica común a la mayoría de las sociedades».30 El concepto de little community, tal y como propuesto por Robert Redfield (1960), definiría a Afurada como una pequeña comunidad cerrada que mantendría ciertos valores considerados «perdidos» en la sociedad moderna. En esta dirección, el discurso marcado por Cornelius Castoriadis (1975) en su libro La Institución Imaginaria de la Sociedad, establece un argumento pertinente sobre la construcción del imaginario social. En lo que se refiere a las instituciones y las leyes de la comunidad, Castoriadis hace alusión a que cada sociedad se auto-institucionaliza, creando sus propias instituciones. Es más, entrevistado por el programa Parascenio, en 1983, el filósofo explicaba que el lenguaje, las herramientas, la religión, los valores, la regulación de las relaciones sexuales pertenecen a la noción de la institución generada y configurada por la misma sociedad. De la misma manera, una institución es, por supuesto, la existencia de poder dentro de una sociedad y la forma en la que se implementa y se legitima este poder.31 Todas estas instituciones son lo que Castoriadis llama significados imaginarios, es decir, significados que orientan los valores y actividades de las personas que viven dentro de esa sociedad y que no pueden de ninguna manera sostenerse, justificarse o refutarse de manera lógica. De ese modo, la aproximación socioantropológica utilizada para analizar los aspectos que forman la identidad del lugar se ha basado en el modelo descrito por Tsoukala (2009: 45-48) que se remite, a su vez, al trabajo de Jennifer Cross (2001) sobre la esencia del lugar. En su análisis, Cross distingue entre dos conceptos significativos: la relación con el lugar y la fijación de la comunidad. El primero incluye seis tipos de relaciones: biográfica, espiritual, ideológica, narrativa, práctica y dependiente. El segundo, en cambio, se divide en cuatro subcategorías: rizoma, relevancia del lugar, alienación

30. Entrevista realizada el 15 noviembre de 2013 en Oporto; traducción propia. 31. Traducción propia.

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del lugar y pérdida del lugar. En otras palabras, la noción empírica del lugar, entendida como experiencia espacio-temporal, está estrechamente vinculada a la propia identidad –la afuradense–, mientras la presencia y la convivencia de identidades distintas –la del yatista, del turista, del etnógrafo–, reconstruyen dicho lugar. La configuración de la esencia del lugar, así como la relación con él, es un proceso evolutivo que se manifiesta a lo largo del tiempo y –por supuesto– de forma no homogénea para los miembros de la comunidad. Se rige mediante conceptos contradictorios: estereotipos y prejuicios, relatos de historias comunes vividas o sobrevividas a través de mitos. Todos estos son aspectos que el abordaje etnográfico logra abarcar y percibir, matizando la importancia de la observación e investigación a partir de la propia estancia en el lugar. Los conceptos de lugar y comunidad resultarían particularmente pertinentes para el presente análisis, ya que el origen de los afuradenses no es autóctono, sino fruto de diferentes oleadas migratorias de sujetos que vivían de la pesca. Muchos de ellos, antaño mozos de compañías holandesas y americanas, se han convertido hoy en los «nuevo-ricos» locales, a pesar de que en el imaginario popular se les designe todavía con el apelativo de «pescadores», «motoristas», «marineros», «inmigrados», etc. En este contexto, la vida en comunidad de la población pesquera (Brandão 1923), en tanto que «sistema cultural propio» (Fernández 1999), evocaría el estado de la liminalidad y del pasaje por los umbrales (Delgado 1999; Staurides 2002). Haciendo hincapié en el concepto de umbral, es importante destacar el papel que éste desempeña en la sociedad afuradense analizando su significado tanto a nivel antropológico (lo social), como arquitectónico (lo físico). Tal y como afirma Staurides (2010: 119): En cierto modo, la ciudad está llena de esos umbrales que en nuestras vidas hemos cruzado una vez, o que continuamos cruzando una y otra vez, como recorriendo el interior de un laberinto continuo. Cada vez que los cruzamos, somos diferentes. Les damos o nos dan un significado diferente. Son por eso umbrales de nuestra propia vida.32 La vida colectiva desarrollada en el espacio público –y estrechamente ligada al concepto de umbral– pone de relieve la práctica de la apropiación espacial, es 32. Traducción propia.

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decir, la capacidad y la posibilidad de acceso a dicho espacio y al uso del mismo. Este último aspecto resulta ser el más afectado por los procesos de aburguesamiento (Duque Calvache 2010) que se estarían actualmente produciendo en Afurada. La evidencia más representativa de dichos procesos es el hecho de que los terrenos ocupados para la construcción y gestión de la marina Douro Marina, proyecto finalizado en el verano de 2013, y su estacionamiento (área privatizada en noviembre de 2014) solían estar frecuentados por los residentes locales hasta su expropiación. De modo análogo, el área en que se sitúa la Reserva Natural Local do Estuário do Douro desde el año 2007 constituye un espacio donde los afuradenses iban regularmente para pescar en el río. Sin embargo, actualmente el acceso directo a la Reserva se considera como una verdadera «intrusión» penalizada mediante multas, puesto que la zona se ha convertido «de repente» en un área protegida a nivel local, pero no nacional. Es importante señalar, además, que se trata de un área costera de un total de 62 has., destinada únicamente a usuarios foráneos y turistas. Curiosamente, las dos realidades que conviven una al lado de la otra (barrio y marina) logran mantenerse separadas, ya que sus usos y usuarios no se interrelacionan significativamente.

Consideraciones finales Mediante la presente aproximación he intentado reflexionar alrededor de las nociones de determinismo y posibilismo geográfico de la apropiación espacial barajando pros y contras que los procesos de «transformación» y «recalificación» del lugar ofrecerían a la población de Afurada. A pesar de las dificultades de la vida local, la crisis y la pobreza, parece ser que esta «nueva realidad» genera esperanzas para la comunidad mediante la promesa de nuevos puestos de trabajo y la mejora de las condiciones de vida. Efectivamente, no podemos negar la importancia para los afuradenses de obras como el paseo peatonal a lo largo de la costa, puesto al disfrute diario de los habitantes, así como el sistema de alcantarillado o las rampas de bajadas del agua del río para evitar las inundaciones constantes. No cabe duda que la comunidad se ha beneficiado en gran parte de los proyectos del Programa Polis, lo cual explicaría la indiscutida recepción inicial por parte de los habitantes locales. Sin embargo, la especulación y el lucro del sector privado, alimentados por evidentes procesos de aburguesamiento, me obligan a mantener una postura crítica y consciente

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del impacto social de dichos procesos sobre la comunidad, la cual, tarde o temprano, acabará muy probablemente sufriendo sus efectos. Así, parafraseando la noción de posibilismo, entendemos que las transformaciones urbanísticas se presumen como una gran oportunidad de «redención social», principalmente para las áreas suburbanas y aisladas. En efecto, estas áreas marginales son «victimas» del mal gobierno del Estado, cuyas políticas urbanas desembocan en la dotación de infraestructuras deficientes y la precariedad de las condiciones de vida de sus habitantes. A menudo, las mismas se encuentran frente a una serie de urbanizaciones excesivas que tienden literalmente a devorar su espacio para transformarlo en conjuntos residenciales, centros comerciales y autopistas. Abundan los casos en los que el proceso de modernización de las áreas suburbanas se lleva a cabo de manera devastadora, derrumbando diversos asentamientos pre-existentes o, lo que es quizás peor, con la presunción de preservar su estructura «tradicional». De esta manera, se yuxtaponen múltiples espacios con diversos estilos arquitectónicos que engloban, a su vez, diferentes estilos de vida. Cabría preguntarse hasta qué punto tales lugares, similares al caso de Afurada, consiguen encontrar la manera de defender su identidad dentro de las nuevas condiciones de coexistencia. En otras palabras, ¿en qué medida logran mantener sus características específicas –las que definen las prácticas de la vida cotidiana– dentro de un marco geográfico que generaría una espacialidad de proxemia, forzada u oportuna? Así, ante este contexto y siguiendo el enfoque planteado, deberíamos subrayar la importancia del estudio y registro de los elementos –urbanos, naturales y sociales– que componen cada lugar, reivindicando la urgencia de una investigación previa a la intervención arquitectónica y urbanística. Además, cabría matizar el significado del discurso y del lenguaje que acompaña al marco teórico de los proyectos implementados, cuyo efecto se puede contemplar en las relaciones sociales que se establecen a partir del propio diseño del espacio. Dicho esto, el interés para examinar las formas de apropiación en y del espacio público parte de la premisa de que la planificación espacial no tiene siempre los efectos previstos para la población. La defensa de los propios ritmos (Lefebvre 2004 [1992]: 99) y la apropiación del espacio son cualidades que las comunidades logran inventar y, en caso que sea necesario, re-inventar. De ahí quizás podrá florecer una posibilidad «re-calificada».

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