(2015) - Las villae como testimonio emblemático del mundo rural romano

July 23, 2017 | Autor: G. Rodríguez Martín | Categoría: Roman Villae, Territorio, Villae Rusticae, Roman Lusitania, Roman Archaeology, villae romana de Lusitania
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Descripción

GOBIERNO DE EXTREMADURA Consejería de Educación y Cultura

Lusitania Romana. Origen de dos pueblos - Lusitânia Romana. Origem de dois povos J. M. Álvarez Martínez, A. Carvalho, C. Fabião (Eds.)

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Lusitania Romana. Origen de dos pueblos Lusitânia Romana. Origem de dois povos J. M. Álvarez Martínez, A. Carvalho, C. Fabião (Eds.)

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Índice

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Presentación.

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CAPÍTULO 1: LA MIRADA DEL OTRO

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La mirada del otro: Lusitania prerromana. A. GUERRA

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La inscripción lusitana de Arronches. J. CARDIM RIBEIRO

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Fichas de catálogo. CAPÍTULO 2: EL CONTACTO. EL IMPACTO DE LA PRESENCIA ROMANA El contacto. El impacto de la presencia romana en Lusitania. M. SALINAS DE FRÍAS

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Fichas de catálogo. CAPÍTULO 3: LA PUESTA EN HORA DEL TERRITORIO LUSITANO. La creación romana de Lusitania. P. LE ROUX

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Red viaria y red urbana en la Lusitania imperial. V. GIL MANTAS

119

La fundación de Augusta Emerita. J.C. SAQUETE

125 141 143

Fichas de catálogo. CAPÍTULO 4: LAS CIUDADES LUSITANAS La ciudad: entre la tradición indígena y el modernismo romano. Reflexiones sobre una nueva experiencia para los lusitanos. TH. SCHATTNER

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Fichas de catálogo. CAPÍTULO 5: VIVIR EN SOCIEDAD Vivir y morir en sociedad, en la Lusitania romana. V. H. CORREIA

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Fichas de catálogo.

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CAPÍTULO 6: LA ECONOMÍA Y LAS FORMAS DE PRODUCCIÓN Los recursos económicos y las formas de producción. J. EDMONDSON

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Lusitania en el contexto de la globalización romana. C. FABIÃO

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Fichas de catálogo. CAPÍTULO 7: LA VIDA RURAL Las villae como testimonio emblemático del mundo rural romano. F.G. RODRÍGUEZ MARTÍN - A. CARVALHO

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Fichas de catálogo. CAPÍTULO 8: LAS MANIFESTACIONES RELIGIOSAS Manifestaciones religiosas en la Lusitania romana occidental. J. D’ENCARNAÇÃO

275 297 299

Fichas de catálogo. CAPÍTULO 9: LA LENTA TRANSFORMACIÓN La lenta transformación. E. CERRILLO - M. CRUZ

307 320 323

Fichas de catálogo. CAPÍTULO 10: EL LEGADO ROMANO El legado de la Lusitania romana. J.M. ÁLVAREZ MARTÍNEZ

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La monumentalización de los centros urbanos de la Lusitania romana. J.L. DE LA BARRERA

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El lenguaje escultórico en Lusitania romana. T. NOGALES BASARRATE

355

Las producciones musivas en Lusitania. J. LANCHA

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Bibliografía.

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Las villae como testimonio emblemático del mundo rural romano F.G. Rodríguez Martín - A. Carvalho

INTRODUCCIÓN La ocupación de Hispania por Roma, puso, entre otras, las bases de la organización del mundo rural. Estructuración que siguió, según la provincia, un ritmo variado atendiendo a los distintos modelos de poblamiento, que, reconocemos en lo esencial, de alguna manera, –con las diferencias que siempre destacan los investigadores–en las formas rurales que han llegado prácticamente hasta nuestros días. En el mundo rural de época romana no existía únicamente el poblamiento en villae, había más patrones, pero dado el corto espacio con que contamos, nos vamos a ceñir a este arquetipo representativo, y a los testimonios más claros de la ocupación que existía en los agrii ubicados en el perímetro exterior de la urbe. De este modo, presentaremos sumariamente otros tipos de poblamiento que también había en el mundo rural. Las haciendas que los romanos instalaban fuera de las ciudades, en los campos, podían tener varios nombres según fuese su funcionalidad. Así, a lo largo de los caminos encontramos puntos donde se podía parar para cambiar los caballos o para pernoctar (mvtatio o mansio). Algo más alejadas había, lo que denominamos unidades rurales secundarias, casas (aedificia) donde vivía relativamente aislada una familia, sin grandes recursos, con sus aperos, herramientas y animales. Y, la villa, que es un complejo habitacional, con varios edificios, de diferentes dimensiones y distintos programas arquitectónicos y decorativos, suntuosos o no, que explota un área agrícola más o menos amplia. Todo ello en función de la época, de los intereses de su propietario, y, fundamentalmente, de su poder económico. La villa pertenece a un individuo (dominvs) que vive allí, permanente o de forma temporal, con su familia, además de otras personas de diferente estrato social, que a su vez tienen su familia, y que mantienen relativos lazos de dependencia con el domivs o pater familias. Este complejo cuenta además entre las edificaciones: con termas, graneros, molinos, bodegas, establos, etc. Si bien es difícil encontrar un patrón que se repita a escala del territorio hispano, hay que señalar que en la distribución del espacio construido, donde hay muchas variables, las partes que componen dicha estructura se repiten. La villa es para los romanos un modelo funcional que conocen muy bien y, además, la forma preferente de utilización del espacio agrario. Como queda reflejado por diversos autores clásicos, que hacen referencia a algunos ejemplos de viviendas de grandes dimensiones y monumentalidad, la vila es una especie de “ciudad en el campo”.

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Fuera de las ciudades existían diferentes aglomeraciones de tipo urbano que se denominan de diversa formas. Así, un vicvs vendría a corresponder con la imagen que tenemos de una pequeña aldea. Ahora bien, si ésta se encontraba en la cima de un monte, y por tanto con unas buenas condiciones naturales de defensa, podría denominarse castellvm. Fortificación militar tipo castra . Resulta complicado asignarles a primera vista un nombre concreto a los diferentes modelos de ocupación rural, salvo que aparezca Villa romana de Milreu (Faro) explícitamente escrito en las fuentes. De ahí, que es necesario tener en cuenta una serie de factores que de alguna manera puedan identificar esos modelos. Así, debemos fijarnos en una serie de parámetros que puedan más o menos definirla, como es la función que ejercen, el origen, la dimensión y la posición que ocupa esa aglomeración en el paisaje. Retomando el concepto de villa , podríamos decir de forma generalizada que se trata de un modelo arquitectónico implantado en el campo, ya que, como sabemos, había también villae en las ciudades (villae vrbanae). En estos complejos rurales se combinaba el otivm (ocio) del propietario y su familia con la actividad productiva, esencialmente agropecuaria, aparte de otras actividades necesarias para la autosuficiencia de la hacienda y la actividad comercial que la villa realizaba con sus productos. En esta ecuación –villa de recreo y de producción-exportación– las áreas designadas tendrán distinta importancia según la época, por lo que es conveniente analizarlas en cada caso particular, para realizar una mejor clasificación. Pero a veces, el espacio está ocupado por edificios que se imponen en el paisaje por su monumentalidad arquitectónica; lo cual nos indica que están dedicados al otivm, y simplemente servían para poner de relieve el inmenso prestigio de su propietario. A pesar de estar en el campo, el lugar elegido, en cierta manera, con las mejores condiciones para las tareas de explotación agropecuarias, pudo no ser ocupado con esta finalidad, sino para instalar la pars vrbana de la villa, que debemos asumir en estos casos como lugar de materialización del prestigio. Sobre los domini es necesario puntualizar algunas cosas. En el momento inicial de la romanización, tras la conquista, para ocupar eficazmente el territorio, los lotes de tierra se distribuyeron de distintas formas a los ciudadanos romanos, tomando las referencias del modelo utilizado en la Península Itálica o de otras provincias bien integradas ya en esas fechas el Imperio Romano, caso de la provincia Betica, en el actual sur de España. A medida que avanzamos en el Imperio, comienzan a formarse también élites locales en estos nuevos territorios. Esta imagen la hemos podido reconstruir, básicamente, a partir de los datos arqueológicos recogidos en el territorio al sur del río Mondego ( Mvnda ), pero esencialmente los ubicados al sur del Tajo.

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Debemos entender que estas grandes propiedades, como hoy sucede, no pertenecieron exclusivamente a una sola familia durante todo el periodo romano. Fueron cambiando de dueño y sufrieron, como es lógico, remodelaciones, reformas que obedecían a los gustos de los nuevos inquilinos, a sus nuevos usos, o simplemente porque los materiales se habían ido deteriorando con el tiempo y necesitaban ser reparados. Actuaciones Villa romana de Pisões (Beja) que pudieron ser más o menos profundas según el estado de conservación. Sin embargo, también con bastante frecuencia, las villae fueron reconstruidas por sus nuevos propietarios tras un largo periodo en el que permanecieron arruinadas. Las villae, que jugaron un papel esencial en la organización del espacio rural, surgieron en torno a las ciudades preexistentes, ya romanizadas, o fueron fundadas ex nihilo. Procuraron que no estuvieran muy alejadas de la red viaria importante, o que pudieran tener un buen acceso a estos grandes itinerarios, aunque evitando el contacto físico o visual directo. Lo cierto es que, siempre ocuparon las tierras más fértiles, se instalaron junto a cursos de agua más o menos estables, o se asentaron cerca de recursos de innegable valor, como eran las minas. Recursos que podían ser objeto de explotación y comercialización. Y, como es de suponer, teniendo en cuenta la fuerte vinculación de los romanos a la interpretación de los signos de la naturaleza, le daban especial importancia al emplazamiento, al paisaje, siguiendo los consejos dados por los autores antiguos. Recomendaciones que se habían convertido en tradición y práctica usual a la hora de la elección del lugar. La elección del lugar, atendiendo a la tradición implicaba también, la práctica de rituales que buscaban el favor de los espíritus del lugar elegido (genivs loci). Las áreas funcionales en las que se divide este arquetipo se aglutinan en torno a los conceptos de pars urbana (área reservada para la vivienda del propietario, en el que se incluyen las termas), pars rvstica (zona de residencia de los trabajadores libres y de los siervos) y pars frvctvaria o frumentaria (espacios destinados a la transformación de la producción agropecuaria, que incluye equipamientos tales como: lagares, bodegas, graneros, almacenes, establos y corrales, etc.). De este modo, cuando hablamos de espacios funcionales de una villa, nos estamos refiriendo a los componentes que se integran en uno de los conceptos latinos mencionados. Respecto a las unidades rurales menores –agropecuarias– (casais), podemos decir que su función es diferente al del área central de la villa. Se trata en realidad de una célula unifamiliar cuya función esencial es su subsistencia, que ocupa, en muchos casos y como es de suponer, un espacio secundario del fvndvs de la gran hacienda. Es decir, se levanta dentro del territorio tutelado por la villa que explota, fijándose por tanto una dependencia económica y social.

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1. LAS VILLAS DE LUSITANIA Las villas de Lusitania presentan una serie de salvedades, propias del territorio. Señalar que, a diferencia de otras áreas peninsulares, en esta amplia provincia nos encontramos en la actualidad con una realidad territorial muy distinta a la de aquella época. Las tierras de la antigua provincia romana están en la actualidad divididas entre dos países: Portugal (la mayor parte) y España. Este basto territorio presenta un poblamiento muy desigual, encontrándonos con zonas intensamente pobladas y otras donde evidentemente se aprecia una mayor dispersión, incluso con ciertos vacíos. Estas lagunas no podemos considerarlas del todo ciertas, y debemos analizarlas con interrogantes, ya que en muchos casos la causa estriba en la falta de estudios de esas zonas, y en otros en las condiciones tan agrestes del terreno, como ocurre, por ejemplo, en las tierras de los alrededores de Conimbriga. Aunque tenemos constancia de más de 500 núcleos rurales, no podemos claramente identificar a todos ellos como villae, pues los únicos datos que poseemos proceden, normalmente de prospecciones, por ejemplo, en torno a la Villa de São Cucufate, en Vidigueira, en la zona de Pax Iulia, o en el Nordeste Alentejano. De ahí que haya que tener cautela, ya que algunos de estos establecimientos pueden corresponder a unidades rurales secundarias (casais) dependientes de una gran hacienda. Al contar con un volumen tan considerable de asentamientos rurales, hemos decidido centrarnos tan sólo en aquellos que aportaban datos muy concretos que permitan ilustrar convenientemente distintos aspectos de esta realidad. 2. CARACTERÍSTICAS DE LAS VILLAE LUSITANAS Uno de los factores que consideramos relevante para el desarrollo de los asentamientos rurales son las vías de comunicación. Las calzadas, aparte de ser una de las formas de vertebrar el territorio, eran los verdaderos nexos de unión con las ciudades y los motores para la comercialización de sus productos. Este amplio territorio gozaba de una importante red de calzadas, tanto de orden principal como secundaria, que ponían en contacto su capital, Emerita , no sólo con los puntos más extremos de la Provincia, sino con el resto de las provincias hispanas, y por ende con el resto del Imperio. Los itinerarios que surcaban el espacio que nos ocupa, según lo recogido en el Itinerario de Antonino, reflejan una clara estructuración territorial en base a la red principal de calzadas, organizada en torno a ocho grandes trazados: - En el eje Norte - Sur había cuatro vías: La vía XVI (Item ab Olisippone Bracaram Avgvstam), que discurría por el interior, paralela a la costa Atlántica y comunicaba las ciudades de Olisipo con Conimbriga y Bracara Avgvsta. La vía XXIV (Item ab Emerita Caesaravgvstam), también de recorrido interno, actualmente conocida como “la vía de la Plata”, conectaba la capital de la Lusitania con Norba, Capara y Astvrica Avgvsta. Y la última, la vía XXIII (Item ab ostio flvminis Anae Emeritam vsque), hoy día considerada como continuación de la vía de la Plata, unía Emerita con Italica e Hispalis y los puertos del Sur Peninsular. Aunque este último trazado por

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el territorio lusitano es mínimo. La cuarta calzada, en dirección noreste, la vía XXV (Alio itinere ab Emerita Caesaravgvstam), partía de la capital de la Provincia en dirección a Caesarobriga y Toletvm, para desde allí continuar su recorrido a través de la meseta hacia Caesaravgvsta; de este modo, esta zona del territorio lusitano quedaba perfectamente comunicada con su capital. - En el eje Este - Oeste, también son cuatro las vías que recorren el territorio: Hacia el Este, la vía XXIX en dirección a Caesaraugusta, cuyo trazado discurría a través de Metellinvm, Sisapo, Oretvm, para culminar en la capital del conventvs caesaravgvstanvs. Hacia el Oeste tres eran los caminos que ponían en contacto Emerita con los puertos del Atlántico. La vía XII (Item ab Olisippone Emeritam), que hemos denominado como “la ruta del mármol” por ser la principal calzada por donde circulaba este material en dirección a la capital de la Provincia proveniente de las canteras de Borba-Estremoz. Una vez pasadas las canteras, el itinerario seguía en dirección a Évora, y desde allí continuaba en busca del puerto de Salacia. La vía XIV (Alio itinere ab Olisippone Emeritam) y la XV (Item alio itinere ab Olisippone Emeritam) tras utilizar en sus inicios un recorrido común, posteriormente se bifurcaban a la altura de la mansio Plagiaria para seguir rumbos diferentes, uno en dirección a Olisipo, y otra hacia el puerto de Scallabis. Las calzadas que partían de Mérida hacia el Atlántico, no sólo van a ser el claro exponente de la necesidad de la capital de conectarse con el océano (es la única de las tres capitales provinciales de Hispania que no tiene salida directa al mar, de ahí la importancia de la red viaria), sino que, además, en el tramo que discurre por el Guadiana sirvieron para delimitar un espacio público (svbcesivae) dentro del terreno centuriado de la pertica de la Colonia. 3. SITUACIÓN DE LAS VILLAE EN LA LUSITANIA Una de las cuestiones que hay que tener presente a la hora de la ocupación territorial es el modelo sobre el que se basan, es decir, si nos hallamos en tierras centuriadas o no. Esto implica, sobre todo para el momento del reparto, que la extensión del fvndvs sea distinta en unas zonas que en otras, siendo menores y más uniformes en aquellas áreas donde existe una regulación. Este esquema no podemos aplicarlo de forma uniforme, ya que tan sólo contamos con trabajos realizados sobre la centuriación emeritense y ensayos parciales sobre alguna otra colonia, por lo que los resultados aquí obtenidos son provisionales a la espera de nuevos estudios. En el caso del territorio emeritense, Villa romana de Torre Águila (Badajoz): Termas atendiendo a este criterio, nos encontramos durante el alto imperio con villas levantadas en terreno centuriado, por tanto, con un campo de explotación más reducido. Este esquema debió cambiar radicalmente en un corto espacio de tiempo; algunos propietarios vendieron sus tierras y otros las adquirieron aumentando de este modo sus dominios. Otro

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dato a tener en cuenta es que, pasada la primera fase de ocupación y preparación de las tierras, no en todas las parcelas se va a levantar una vivienda. De la fase inicial no tenemos ningún dato, posiblemente por tratarse de residencias transitorias. Sí contamos, en una fase temprana del siglo I d.C., con restos de la siguiente ocupación en la que se edificaron casas estables, como queda atestiguado en las villas excavadas de “La Cocosa” o de “Torre Águila”, o en otras que han sido arrasadas por labores agrícolas, como la de “Las Villa romana del Rabaçal (Penela, Coimbra) Termas” o “La Vega”. Pese a estos registros seguimos huérfanos en lo que respecta a los modelos arquitectónicos empleados en esa época, a la espera que nuevas excavaciones puedan completarlo. Uno de los problemas que los romanos encontraron a la hora de plantear la división rural de la pertica emeritense fue cómo repartir las tierras situadas en las orillas del Ana, dado que la inestabilidad de este río impedía una correcta y segura explotación. La solución que adoptaron fue dejarlas para uso público (svbcesivae). Era necesario colocar unos límites que las separasen de los suelos centuriadas, unos hitos que no se pudiese mover con facilidad, y que mejor que el trazado de las calzadas que discurrían a ambos lados del río, la vía XII, por la margen izquierda y la XIV y XV por la derecha. Estas tierras públicas, sin embargo fueron ocupadas desde fechas tempranas por la casta dominante de la sociedad emeritense, edificándose en ellas lujosas haciendas, como podemos comprobar por los testimonios arqueológicos y por las fuentes. Situación que llevó, como quedó registrado por los historiadores, a continuas protestas de los ciudadanos emeritense por la ocupación y uso indebido que de ellas se estaba realizando, con la permisividad de las autoridades de la Colonia. Ante esta insostenible situación se optó en época del emperador Vespasiano por tomar una decisión salomónica, vendérselas a los que las disfrutaban. Medida que al parecer no dejo satisfecho a ninguna de las partes. Lo cierto es que las tierras fueron ocupadas desde los primeros tiempos del siglo I d.C., sin que podamos decir la intensidad de la ocupación. Podría pensarse, sobre todo para las haciendas más cercanas a la ciudad, que estas villae tuvieron un carácter más de recreo que de verdadera explotación económica; sin embargo, la feracidad de las tierras tenía el suficiente atractivo para que, pese a los desastres que con toda seguridad infringía el río Guadiana en sus múltiples avenidas y cambio de régimen, fuesen ocupadas y explotadas desde el principio. En la primera mitad del siglo I d.C, estos campos estaban ya densamente poblados, como se puede apreciar por la importante concentración de asentamientos catalogados en la cuenca del Ana. Da la impresión que tras el edicto de Vespasiano se reguló la extensión de las tierras, aproximándose en cierta medida a la otorgada para las tierras centuriadas. Sin embargo, se observa, al igual que en las parceladas, como a medida que van transcurriendo los años se va a producir un descenso de los asentamientos rurales, originándose inexorablemente un aumento de los dominios para las villas que siguieron en pie.

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Disminución que se hace más evidente entre finales del siglo II e inicios del siglo III d.C., situación que parece repetirse en otras áreas peninsulares. A finales del siglo III d.C. e inicios del siglo IV d.C. se repite, o tal vez se acentúa, el mismo proceso, un gran número de villae con su territorio van a ser absorbidas por otras, lo que en algunos casos va a suponer la edificación de una nueva vivienda de considerables dimensiones y el abandono de la precedente, o como mucho la ocupación de alguna de sus partes que pasan a convertirse en hogares dependientes -tipo unidades rurales secundarias (casais)-. En el caso Villa romana de São Cucufate (Vidigueira, Beja) de las villas excavadas -Torre Águila, Quinta das Longas, Torre de Palma, El Pesquero y la Cocosa, entre otras-, los nuevos inmuebles se construyen en el mismo lugar y sobre las ruinas de los antiguas viviendas, sin que podemos hablar ni de grandes remodelaciones, ni de aprovechamiento de edificios anteriores, tal y como ocurrió en las reformas del siglo II d.C. Son, por tanto, construcciones ex novo, en el que privan los grandes espacios de representación típicos de este período. En el terreno ocupado tradicionalmente por una praefectvra, como son las tierras de la zona de Elvas-Estremoz, puede que el planteamiento se repita al del resto de las tierras centuriadas del territorio emeritense, ya que parece ser que los campos de la praefectvra también estuvieron parcelados. Sin embargo no nos ha quedado ninguna huella de ese presumible reparto inicial, que suponemos obedeció al sistema aplicado en la Colonia. Desconocemos igualmente la evolución que pudieron tener en su desarrollo. Sabemos que estas tierras fueron ocupadas por colonos emeritenses desde los primeros tiempos, como queda atestiguado los epígrafes rescatados en la zona. Durante el Alto Imperio el poblamiento sigue groso modo las pautas observadas en el terreno centuriado, constatado con la presencia de grandes asentamientos rurales. A medida que nos acercamos a la tardoantigüedad, como ocurre en el resto de la pertica emeritense, el mapa de la ocupación del suelo cambia radicalmente. Asistimos a una disminución del número de haciendas con el consiguiente aumento del fvndvs de las que perviven. Las villae de este periodo se sitúan, siempre que la topografía lo permite, en las proximidades de ríos y arroyos para aprovechar las fértiles vegas. Se trata de grandes haciendas con potentes estructuras arquitectónicas y con ostentación del lujo y poder del propietario. Como se pone de manifiesto, para este área y zonas colindantes, en las villas de Quinta das Longas, Herdade do Correio Mor, Torre de Palma, Horta da Torre, etc... De entre todas, quizás uno de los casos más emblemáticos que no debemos pasar por alto sea la de Herdade do Correio Mor. Esta villa, aparte de contar con un extenso fvndvs y una rica vivienda, acumulaba otro tipo de construcciones muy costosas reservadas para grandes potentados como son: un gran embalse, un tanque de considerables dimensiones y un acueducto que abastecía la casa del dominvs.

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Frente a estos núcleos rurales, en los que aparte de la complejidad de la zona residencial se resalta su clara misión como centros de explotación agropecuaria, nos encontramos con otros asentamientos, una minoría, de dimensiones más reducidas, que siguen en la parte residencial los mismos patrones; con la salvedad que en este caso tienen una vocación más clara de residencia campestre de ocio. Independientemente de la explotación de los propios recursos que sin duda también llevaron a cabo, como se aprecia en la villa de Quinta das Longas. A medida que nos alejamos de la capital y abandonamos la posible praefectvra emeritensis, pese a no contar con estudios de territorio, salvo casos puntuales, el sistema de explotación de las tierras se va a caracterizar en líneas generales por grandes asentamientos con extensos fvndvs del que dependen una serie unidades rurales menores. El paisaje que se dibuja es de un hábitat muy disperso con gran dominio de la propiedad. Esta situación varía en las proximidades de los núcleos urbanos, donde podemos apreciar una mayor concentración y, por tanto, seguir las mismas pautas que las observadas en la pertica emeritense, como se aprecia en el caso de la Colonia metellinensis, o de los municipios de Capera y Conimbriga. En el último caso con una orografía poco favorable para la distribución del poblamiento rural. Colocándose las haciendas en los pocos claros que las elevaciones permite. En el litoral, zona más favorable, en el eje Olisipo – Conimbriga, se repite el esquema anterior: grandes villae con un fundus extenso –a juzgar por las grandes dimensiones del complejo de Feiria (Cascais), cuyo único paralelo en Lusitania lo encontramos en la villa de Monroy (Cáceres) – del que dependen algunas unidades rurales menores. En estas latitudes, la explotación económica y su arquitectura van a ser los elementos definidores. De este modo, en las cercanías de los núcleos urbanos, las villas compaginan una actividad lúdica (otivm), caso de las villae de Alto de Cidreira (Cascais) y de Santo André de Almoçageme (Sintra), con la de centro productor de los diversos recursos económicos, en este caso polarizado en la trasformación de productos del mar (salsas, salazones, etc.), caso de Casais Velhos (Cascais). Sin embargo, somos conscientes de que contamos, por el momento, con pocos datos para poder generalizar sobre la distribución espacial de estos establecimientos, así como para establecer un criterio indiscutible sobre la ausencia de villae a mare. Residencias que sí existieron en el área del Algarve, donde encontramos ejemplos claros, caso de Abicada (Portimão), Cerro da Vila (Albufeira), así como Montinho das Laranjeiras (Alcoutim), en la margen derecha del río Guadiana. 4. EVOLUCIÓN HISTÓRICA Durante la primera mitad del siglo I d.C., los escasos restos arquitectónicos que nos han llegado nos invitan a generalizar que las viviendas de los primeros momentos fueron de dimensiones más modestas (sobre todo en las tierras centuriadas), dedicadas más a la explotación agrícola que a la suntuosidad de la residencia dominical; con la particularidad de que no todas las parcelas debieron contar con una casa. En los casos conocidos se trataba de pequeñas explotaciones que tenían un carácter eminentemente agrícola, donde los edificios destinados al disfrute de dominvs no ocupaban, por regla general, una gran extensión. Este panorama va a cambiar a partir de finales del siglo I d.C., y sobre todo en el siglo II d.C. En esas fechas observamos como se produce un cambio en la configuración de la casa, dedicando más superficie al conjunto arquitectónico de la villa. Paralelamente se llevan a cabo importantes

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remodelaciones en las casas existentes, en las que, en unos casos, se aprovechan construcciones anteriores y, en otros, se suprimen aquellas que no van a ser útil. El resultado se hace más evidente en el espacio reservado a la vivienda del dominvs, como puede apreciarse en la villa de Torre Águila, Quinta das Longas, La Cocosa, Torre de Palma, São Cucufate, Milreu, etc. La dinámica constructiva también afectó a la pars Villa romana de Torre de Palma (Monforte): Reconstitución rvstica y frvctvaria , desarrollándose grandes complejos productivos (molinos, horreae, etc.). Esta situación conllevó, con toda seguridad, un aumento del dominio territorial de las haciendas, lo que debió dar lugar a un plano de poblamiento rural totalmente distinto, sobre todo en el terreno centuriado de la Colonia emeritense, o en los alrededores de Pax Ivlia, entre otros. A finales del siglo II d.C., asistimos en las Vegas Bajas del Guadiana a un nuevo proceso de reestructuración del territorio. Proceso natural en el que un gran número de villae desaparece. Desconocemos cuales pudieron ser las causas reales, aunque intuimos que es debido a que se produce una desestabilización económica. “Crisis” que muchas haciendas no pueden superar, lo que les lleva a vender sus tierras a possesores más acaudalados, quienes van a formar de alguna manera una elite rural más privilegiada que cuenta con un mayor dominio territorial. De este modo, como es lógico, van a configurarse fvndvs más extensos que desdibujan el anterior mapa de distribución territorial. Este proceso que se inicia en estas fechas se va a alargar durante el siglo III d.C. Es a partir de mediados de este siglo, y sobre todo a finales del mismo, cuando se va a producir un cambio en la orientación económica. Situación que posiblemente se vaya gestando con bastante antelación, coincidiendo con los desequilibrios de finales del siglo II d.C. Pudiera pensarse que el desencadenante del proceso de finales del siglo III d.C. estuviese vinculado con las conocidas incursiones moras o revueltas internas, cuestión que hay que desechar con los datos que actualmente tenemos. Lo que si parece claro es que las nuevas corrientes agrícolas y los cambios en los circuitos comerciales oleícolas –fuerte competencia con el aceite africano-, suponen para muchos hacendados no saber, o no poder, adaptarse a los nuevos tiempos. Cuestión que les llevó a un fuerte endeudamiento que culminó con una nueva venta de tierras. Crisis que no va a afectar de igual manera a los distintos posesores rurales. El resultado final es un nuevo replanteamiento del territorio, con la adquisición de fincas arruinadas y el nacimiento de nuevas y grandes viviendas –mucho más suntuosas que las de la etapa anterior y con mayor dominio del fvndvs– que reflejan de manera ostentosa el poder que atesoran y el estrato social donde se encuentran. La mayoría de las casas rurales de éste área se levantaron de nuevo cuño sobre un asentamiento rural anterior. En raras ocasiones se aprovechan de las instalaciones anteriores o se hacen grandes remodelaciones, fenómeno que si se va desarrollar en épocas posteriores. Son grandes villae tipo áulico de monumentalidad compleja, como La Cocosa, Torre Águila, Quinta das Longas, Santa Vitória do Ameixial, Torre de Palma, São Cucufate, Barros, Rabaçal, Santiago da Guarda, Milreu, Horta da Torre, o Rio Maior. Del siglo V al VII d.C. asistimos a un proceso de transformación, con un progresivo abandono de las estancias residenciales, dejadez en el mantenimiento de las construcciones, y un cambio en los modos de vida. Ahora los núcleos rurales focalizan más la atención en la explotación agrícola y ganadera, sobre todo en la primera, dejando a un lado la importancia que tuvo en siglos anteriores la residencia señorial.

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Algunas partes de la hacienda son reaprovechadas, en unos casos para crear espacios de culto, y, en otros, como almacenes anejos a la explotación agropecuaria. En este lento proceso de transformación del sistema señorial de las villae asistimos a un nuevo cambio, como hemos podido observar en las Vegas del Guadiana, en la zona de Beja, en el Algarve, o en las inmediaciones de Coimbra, en el que la vertebración territorial del mundo rural se apoya en un número reducido de villas, donde se alterna la explotación económica con la cultual. Hemos observado, mediante una prospección intensiva del territorio de las Vegas Bajas –con los riesgos que ello puede ocasionar al carecer de excavación –, que las villae que se mantienen en pie en estos siglos (VI-VII d.C), más numerosas en las proximidades de los caminos, suele tener una distancia de separación entre unas y otras en torno a los 10 km. Hay que señalar que estas haciendas continúan durante este período como centros de explotación agrícola, aparte de contar con algún edificio cultual en torno al cual se erige una necrópolis cristiana. En algunos casos la presencia del elemento cultual ha pervivido a través de los siglos en lo que conocemos como ermita. Son los casos, en la margen izquierda del Ana, de las villae de Cavliana (ermita de Cubillana), Perales (ermita del mismo nombre), Torre Águila (ermita de Barbaño), las Termas (ermita de San Isidro) o en la margen derecha, con las villas de Lacara (ermita de La Cara), villa de Montijo (iglesia de San Pedro), entre otras. Podríamos decir que a través de estos centros la iglesia controla la organización territorial, tanto desde el punto de vista económico como político. Nos encontramos en la antesala del futuro sistema parroquial, cuyo eje vertebrador se va a desarrollar a través de las grandes calzadas, en este caso con mayor incidencia en los caminos que se dirigen a Lisboa. El siglo VIII d.C., al igual que ocurre en otras zonas peninsulares, supone el final del sistema de explotación tipo villae . El panorama que se dibuja a partir de estos momentos es el de un contínuo deterioro de las instalaciones y el aprovechamiento de algunas sólidas estructuras que aún se mantienen en pie. Muros que van a servir de apoyo para levantar algún cobertizo o cabaña. Únicamente van a subsistir aquellas “haciendas” que contaban con algún edificio cultual, sobre todo las que se encontraban más cercanas a las vías de comunicación, como Santiago de Bencaliz (Cáceres), Torre Águila, Torre de Palma, São Miguel de Odrinhas, o Monte de São Pedro. En estos yacimientos incluso se levantan algunas construcciones de mala calidad junto a los hiperreutilizados y ruinosos edificios que aún mantenían en pie sus paredes. En el caso de la villa de Torre Águila se desconoce cual pudo ser la función que tuvieron las nuevas construcciones, ya que están arrasadas a nivel de cimentación, con el agravante que el terreno está muy alterado por las labores agrícolas. Sin embargo, está claro, a tenor de los datos vertidos por las excavaciones, que en el lugar se siguieron desarrollando labores agrícolas, preservándose una pequeña parte del antiguo espacio de la vivienda para residencia (tipo cortijo). Otro ejemplo lo encontramos en la villa de São Cucufate. Este yacimiento ofrece el mejor protipo de adaptación de las estructuras, en este caso, para fines religiosos. En el siglo XII se construyó, aprovechando parte de sus estructuras, un monasterio dedicado a São Cucufate. Abadía que estuvo en uso hasta el siglo XVI. 5. CONCLUSIÓN Las villas del territorio lusitano siguen en general unos patrones semejantes a los que podemos ver en otras provincias. Sin embargo, la realidad de este amplio territorio presenta unas características físicas que hacen que la ocupación del mismo se muy distinta. De este modo, vemos como en el territorio

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Vista aérea de Quinta das Longas.

emeritense, en la zona de Vegas (Altas y Bajas del Guadiana), y en Tierra de Barros, con tierras muy fértiles, el poblamiento desde la llagada de los romanos va a ser muy intenso. Bien es cierto que el tamaño de las parcelas va a ir evolucionando desde el programa centuriado hasta la consecución de grandes fvndvs. El mismo modelo se va repetir, si bien con menor intensidad, en otras tierras igualmente feroces, como pueden ser las Vegas del Alagón, Zona de Salamanca, Algarve, etc. La falta de prospecciones intensivas en buena parte del territorio lusitano nos invita a no tener una visión fidedigna de la realidad. Esta variedad tanto paisajística como orográfica hace que la distribución poblacional sea muy dispar. Así, como hemos visto, la población rural se aglomeraba en las tierras emeritenses y en la línea de costa (Algarve, Lisboa, etc), mientras que en el interior, donde los recursos eran más escasos (en el plano agropecuario), salvo en las inmediaciones de los centros urbanos (Pax Ivlia, Conimbriga, Salmantica), podemos decir que el tipo de hábitat es más diseminado, con grandes haciendas que contaban con un amplio fvndvs, como se observa en el área de la villa del Rabaçal. Distinto es el caso del territorio marítimo, donde como ocurre en la zona de vegas, el poblamiento es más intenso, siguiendo como hemos dicho un proceso similar en cuanto a la explotación y adquisición de nuevas tierras que enriquezcan la hacienda. En esta área, zona del Algarve, se van a localizar villae a mare, junto con haciendas de clara vocación agropecuaria, como es el caso de la villa de Milreu. Sin embargo, en el área de Olisipo, también bajo la influencia costera, el modelo poblacional se decanta más, al parecer (sería conveniente realizar un estudio en profundidad), hacia la explotación agraria y derivados de la pesca (salazones). Disfrutando las villae de su doble funcionalidad, agropecuaria y a mare.

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