[2015] La comercialización del vino de Valdepeñas en Madrid a principios del siglo XIX

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I CONGRESO NACIONAL CIUDAD REAL Y SU PROVINCIA – TOMO I

COMUNICACIONES

LA COMERCIALIZACIÓN DEL VINO DE VALDEPEÑAS EN MADRID A PRINCIPIOS DEL SIGLO XIX Carlos Javier Rubio Martínez (IESO Briocense. Brihuega. Guadalajara)

INTRODUCCIÓN Valdepeñas se caracteriza por ser una de las ciudades del vino más reconocidas de España. El origen de la fama de sus caldos puede retrotraerse al último tercio del siglo XVIII y en especial a los primeros años del siglo XIX, momentos en los que se produjo una importante conexión comercial entre esta ciudad manchega y Madrid, que fue la base para el desarrollo de una burguesía valdepeñera acogida en el sector vitivinícola. El presente artículo tratará de analizar este fenómeno a través de la vida de Pedro Sánchez Trapero, uno de los almacenistas valdepeñeros más importantes que expandieron el mercado del vino manchego en la capital del reino.

1. EL VINO DE LA MANCHA EN MADRID En La Mancha, los dos principales productos agrícolas excedentarios y con posibilidades de mercado han sido desde la antigüedad el trigo y la vid. La documentación del siglo XVI demuestra claramente cómo ya en esta época la producción de ambos frutos superaba el consumo local y servían para el abasto de comarcas próximas. Los vinos manchegos fueron elogiados por los potistas del Siglo de Oro y su fama caló en las clases populares. A finales del siglo XVI los solaneros decían que sus vinos tintos son “los mejores que se cogen en las comarcas ni en mucha parte, y son afamados en muchas partes de estos reinos”1. La abundancia y la fama del vino manchego dejaron a los naturales de aquella tierra con el estereotipo de personas ebrias, lo cual hizo amenazar el fantasma de la deshonra a la mujer. Quevedo, en un soneto, hendió en esta idea al tildar de bacantes a unas tal Isabel de Valdepeñas y Catalinilla de Almagro2. Sin embargo, también hubo quienes procuraron erradicar estas generalizaciones. Así, los informantes de las Relaciones de Campo de Criptana tuvieron el especial cuidado de aludir que en su villa “no hay diez mujeres que beban vino sino agua y estas son muy viejas”3. Y del mismo modo, el embajador marroquí al-Gassani matizó: 1

Paz, Ramón y Viñas, Carmelo (1971): Relaciones histórico-geográfico-estadísticas de los pueblos de España hechas por iniciativa de Felipe II. Ciudad Real, Madrid, Institutos Balmes de Sociología y Juan Sebastián el Cano de Geografía. p. 483. 2 “A la carrera de los sorbos/ y al apretón de los tragos/ nunca ha dado yegua el Betis/ potro que pueda alcanzarlos”. Francisco de Quevedo (2004): Poesía Original Completa. ed. José Manuel Blecua. Barcelona. Planeta Bolsillo. p. 1 162. 3 Paz, Ramón y Viñas, Carmelo (1971): ob. cit. p. 170.

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El vino es su bebida principal. Encuentras en este país [La Mancha] a muy poca gente que beba agua. Y, sin embargo, a pesar de la cantidad de vino que absorben, no encuentras a ninguno de ellos dominado por el vino, o borracho, o habiendo perdido el conocimiento. Aquel que bebe mucho hasta el punto de embriagarse es despreciado y no cuenta entre ellos absolutamente para nada. Ese vino que beben, los unos lo mezclan con agua; otros lo beben puro en pequeña cantidad4

Madrid fue la principal parroquiana de los caldos de La Mancha, y, por tanto, la mayor incubadora de rumores sobre los manchegos. El vino que llegaba a la villa y corte se apellidaba a lo largo del siglo XVIII de distinta forma según la proximidad de los viñedos. Los vinos traídos de las poblaciones próximas de la cuenca del Tajo, como la zona de la Sagra, Arganda o Tarancón, eran llamados “vinos de la tierra”, blancos en su mayoría; por su parte, aquellos que provenían de un radio mayor, como los de La Mancha Baja, de la cuenca del Guadiana, eran llamados “de La Mancha” y, a finales del siglo XVIII, “de Valdepeñas”. Éstos eran tintos colorados con la casca de la uva cencibel. Por último se encontraban los vinos “generosos”, procedentes de un radio largo y solo asequible para algunas mesas, como lo eran el jerez, el oporto o el burdeos. A lo largo del último tercio del siglo XVIII se fue extendiendo la denominación de “valdepeñas” al vino modelo que se producía en La Mancha Baja. Este fenómeno puede responder a varios motivos, de entre los cuales hay que destacar la apertura de las carreras de posta y la construcción del paso de Despeñaperros (17791783). Al quedar Valdepeñas atravesada por estas rutas centralizadas, la villa pudo beneficiarse de un mejor comercio con Madrid y Andalucía. Otro fenómeno que también pudo ayudar, y que merecería su comprobación geofísica, fue el periodo climático comprendido entre 1755 y 1807, que supuso un aumento de la pluviosidad y unos consiguientes efectos negativos en los procesos de vinificación. Valdepeñas pudo soportar mejor este periodo con una mejor infraestructura de bodegas subterráneas, como la del Marqués de Santa Cruz, calificada por Clavijo como “una de las siete maravillas de La Mancha”5; que contrasta con los problemas de conservación en Miguelturra por la proximidad del nivel freático6; o los de Moral de Calatrava o Puertollano, por falta de cuevas7. Por último hay que destacar las aportaciones técnicas de vinificación de los valdepeñeros, tanto en la selección de caldos como en su coloración8. Sobre esto último el botánico Simón de Rojas indicó cómo los valdepeñeros eran “más dados” a teñir sus caldos que los ciudarrealeños9. 4

Villar Garrido, Ángel y Villar Garrido, Jesús (1997): Viajeros por la historia: extranjeros en Castilla-La Mancha. Toledo, Servicio de publicaciones de la Consejería de Educación y Cultura de Castilla-La Mancha. p. 130 5 Viera y Clavijo, José (1995): Viaje a la Mancha en 1774. Edición crítica supervisada por Ángel Romera. Almagro. Taller de Ediciones del Instituto Clavero Fernández de Córdoba. p. 34 6 Grupo Al-Balatitha (1985): Los pueblos de la provincia de Ciudad Real a través de las descripciones del Cardenal Lorenzana. Caja de Ahorros de Toledo. Toledo. p. 187 7 id.: p. 239. Ver también Díaz-Pintado, Juan (2003): “El viñedo y la comercialización del vino de Valdepeñas a finales del siglo XVIII”. Cuadernos de Estudios Manchegos. nº 27, p. 81 8 Diario de Madrid, 24 y 26-marzo-1805, pp. 233, 341 y 345 9 Alonso de Herrera, Gabriel (1818): Agricultura general. Adicionada por la Real Sociedad Matritense. Madrid, Real Sociedad Económica Matritense. t. I, p. 538.

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Todos estos fenómenos, sumados a la liberalización del comercio del vino por el R.D. de 26 de enero de 1778, creó una protoburguesía en la villa manchega destinada al comercio de vinos, la cual sirvió de enlace entre los consumidores madrileños y los viticultores valdepeñeros. Dicho grupo social fue de transcendental importancia para el impulso publicitario del vino de Valdepeñas y para el posterior desarrollo de una burguesía en la villa manchega encorada al sector bodeguero.

2. PEDRO SÁNCHEZ TRAPERO, ALMACENISTA DE VALDEPEÑAS Un ejemplo de este fenómeno hacia el aburguesamiento desde el sector vinícola supone el caso de Pedro Sánchez Trapero. Este personaje nació en Valdepeñas en 177310. Procedente de una familia valdepeñera de sastres, se fugará del seno doméstico para acabar trabajando en Madrid, en una taberna situada en un extremo del rastro y propiedad de un paisano suyo11. Trapero casó en primeras nupcias con Josefa Madrid Pacheco (1794) y en segundas con una viuda, Águeda María Caro (1805), sobrina del dueño de la taberna12. En Madrid asentó su residencia en la calle de los Jardines, en la misma donde hacía un año Trapero había comprado un almacén para iniciar un negocio de venta de vinos de Valdepeñas al por mayor13. Pedro Sánchez Trapero abrió su almacén de la calle de los Jardines a primeros de noviembre de 1804, y unas semanas después lo anunció en el Diario de Madrid14. En dicho anuncio informaba que, a diferencia de los almacenes ya establecidos en la capital, éste únicamente vendería valdepeñas; también que él mismo lo traería de la población manchega, pues era comerciante y contaba con carros propios; y que los transportaría en barriles y no en pellejos15. El negocio tuvo que funcionarle bien, pues en diciembre instaló otro almacén en la Calle Mayor, en abril de 1805 otro en la plazuela del Ángel, y en noviembre otro más en la calle Ancha de San Bernardo. Este último almacén se trasladó en febrero a la Subida de los Ángeles y en verano al Real Sitio de San Ildefonso, donde perduró hasta el final del periodo estival16. Según el propio Trapero, sus almacenes habían necesitado en 1806 un acopio total de 32 000 arrobas de vino17. Este furor por el vino de Valdepeñas también trajo consigo la aparición de otros despachos competidores. A la altura de la Navidad de 1806 otro valdepeñero, Andrés Caravantes, había establecido otros tres almacenes en Madrid: en las calles Bordadores, Tudescos y Jardines, el último muy cerca de la residencia de Trapero18. Igualmente, en estos años un alemán llamado Müller arribó en la villa manchega con la idea 10

Archivo Parroquial de Valdepeñas Bautismos. Lib. 18. fol. 102 r. Rubio, Carlos Javier (2009): Pedro Sánchez Trapero: el comercio del vino de Valdepeñas en Madrid entre c. 1805 y 1815. Valdepeñas. Asociación Histórico-Cultural 6 de Junio. pp. 25 y 26 12 id. 13 id.: p. 26 14 Diario de Madrid, 23-noviembre-1804, p. 1 432 15 id. 16 Rubio, Carlos Javier (2009): ob. cit. pp. 26-28 17 Diario de Madrid, 3-mayo-1807, p. 326 18 Rubio, Carlos Javier (2009): ob. cit. p. 27 11

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de mejorar su vino, aplicándole las técnicas enológicas del oporto. El vino resultante se vendió en agosto de 1806, en un despacho situado en la plaza de los Capuchinos de la Paciencia al precio de 60 reales la arroba, un precio muy elevado, teniendo en cuenta que el precio de la arroba del valdepeñas en Madrid rondaba entre los 40 y los 45 rs19. La fama que logró el valdepeñas durante estos primeros años de siglo quedó patente durante la Guerra de la Independencia, como se observa en las coplillas que se vertían contra el rey Bonaparte. En unos festejos de Cádiz, el 21 de agosto de 1812 se cantaba: “De cuanto va perdiendo/ el Rey botellas/ nada le es más sensible/ que Valdepeñas”20. No obstante, los acontecimientos del verano de 1808 hicieron subir el precio de este vino en su mismo lugar de producción, de los 12 a los 26,5 reales21. Trapero mantuvo sus tres almacenes de Madrid abiertos, al menos hasta aproximadamente 1810, fecha en la que mudó su residencia a Valdepeñas, desde donde dirigió el comercio del vino y del aguardiente22. Allí, según Francisco Abad “Chaleco”, Trapero colaboró con la causa fernandina23. En cambio, las bodegas de Müller, quien había tenido que desplazarlas de Valdepeñas a Manzanares por las críticas xenófobas24, acabaron saqueadas durante la guerra y el propio alemán amenazado de muerte por las clases bajas25. Durante la marcha de Trapero, el comercio del valdepeñas en Madrid había quedado en manos de pequeños almacenes que vendían tanto vino de la tierra como de la villa manchega. En diciembre de 1813, medio año después de que las tropas borbónicas recuperaran Madrid, Trapero volvió a su almacén de la calle Jardines y pronto colocó otro en la calle de La Paz26. Para recuperar la clientela perdida, bajó el vino a 38 rs. la arroba y reinició la publicidad en el Diario de Madrid27. Sin embargo, después de esta apertura rompió con uno de los atractivos comerciales que le había caracterizado antes de la guerra, seguramente debido al lamentable estado en el que había quedado la producción en La Mancha. En febrero de 1815 comenzó a vender vinos de Membrilla y Manzanares, y también abrió un almacén más, en la calle Platerías, para suministrar vinos de segunda calidad28. En lo que respecta a la vida privada de Trapero, podemos decir que ésta empeoró a partir de la guerra. En Valdepeñas cometió infidelidades hacia su esposa con una moza con la que tuvo varios hijos. Quiso usar la legislación napoleónica para divorciarse, pero el retorno de Fernando VII paralizó sus pretensiones. A la vuelta a Madrid, Águeda volvió a la casa familiar, pero Pedro buscó alojamiento en el nº 17 de la calle Ancha de los Peligros, cerca de la residencia de su amante. Ante estos pormenores, sus

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Diario de Madrid, 18-agosto-1806, pp. 205 y 206; y 1 y 3-septiembre-1806, pp. 275, 276, 283 y 284. El Conciso, 23-agosto-1812, nº 23: 7 21 Diario de Madrid, 13-octubre-1808, p. 560 22 Diario de Madrid, 14-marzo-1809 23 Nuevo Diario de Madrid, 24-octubre-1821, p. 571. 24 Diario de Madrid, 28 y 29-octubre-1807, pp. 519, 520 25 Ford, Richard (1988): Cosas de España. Madrid, Turner. p. 164 26 Rubio, Carlos Javier (2009): ob. cit, p. 33 27 Diario de Madrid, 13-marzo-1814, p. 294 28 Diario de Madrid, 1-febrero-1815, p. 114 20

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enemigos aprovecharon en 1817 para azuzarle la Inquisición por el delito de blasfemia, proceso del que quedó absuelto por falta de pruebas29. Estos episodios no deben extrañar, pues Trapero fue una persona muy locuaz e impulsiva, muy poco comedida, y este comportamiento le acompañó en su anhelo de ascender socialmente hacia la nueva burguesía liberal madrileña. En 1819 se le formó expediente por hacer apología contra el gobierno absolutista30. En 1821, aprovechando la reinstauración de la constitución de Cádiz, fundó su propio periódico, el Nuevo Diario de Madrid, que se mantuvo en vigencia desde el 1 de enero de aquel año al 22 de mayo de 182331. Dicho periódico fue calificado de ideología masona y comunera, y por sus editoriales llevó a mantener vivos enfrentamientos con el ejército. Igual disputa mantuvo con los periódicos de otras ideologías, como El Zurriago, el cual le satirizó al editor valdepeñero con la figura de Cornelio, a través de un cuentecillo llamado “El Trapero Travieso” 32. En Valdepeñeras, el hermano de Pedro y juez de aquella villa, Juan Antonio Sánchez Trapero, fundó en la población una sociedad patriótica33. Poco sabemos del final de la vida de este personaje, especialmente una vez que Fernando VII restableciese el absolutismo.

3. LOS ARTÍCULOS DE TRAPERO SOBRE EL VINO DE VALDEPEÑAS Entre 1805 y 1815 se escribieron 22 artículos en el Diario de Madrid (cartas al editor) dedicadas al vino de Valdepeñas de las cuales solo cuatro no fueron indudablemente escritas nuestro personaje. Son las firmadas por “El Despreocupado”, “Nuevo Subscriptor”, “BGM” y “DPM”. Las demás aparecen con el nombre o la inicial de Trapero (“Pedro Sánchez Trapero”, “Almacenista de la calle de los Jardines”, “PST” y como “T”) y cinco firmadas con pseudónimo que no puede ser otra persona que Trapero o alguien muy cercano a él (“El extranjero amigo de lo bueno”, “El Español naturalote”, “El tío cazarrecetas” y tres cartas firmadas por “El Paleto”)34. Con estas cartas comprobamos cómo Pedro Sánchez Trapero fue el primer valdepeñero conocido en defender públicamente lo que hoy podemos llamar la denominación de origen del vino de Valdepeñas. Sus cartas en el diario las escribía con el objeto de que el lector mostrase una actitud crítica sobre la calidad y la procedencia del vino que compraba. Todo ello trajo consigo una polémica que benefició a sus negocios y acrecentó aún más la fama que tenían los caldos de esta villa manchega. En aquellos tiempos, el distintivo “Valdepeñas” era muy común en todas las tabernas de la villa y corte, pero dicha divisa no hacía referencia únicamente a esta población, sino a todo el 29

Archivo Histórico Nacional (AHN), Inquisición, Procesos de fe del Tribunal de la Inquisición de Corte, 1867, expediente 17. 30 El procurador general del Rey, 17-marzo-1823, p. 42 31 Rubio, Carlos Javier (2009): ob. cit. p. 34 32 El Zurriago, 1821, nº 2: 10 33 Gil Novales, Alberto (1975): Las sociedades patrióticas (1820-1823). Madrid, Tecnos, p. 154 34 Rubio, Carlos Javier (2009): ob. cit. p. 36

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vino tinto de la Mancha Baja, desde La Solana a Madridejos35. Pero, además, el prestigio que este vino fue tomando a principios de siglo hizo que los taberneros llamasen así a cualquier vino de las proximidades de la capital. Pedro Sánchez Trapero, como persona aferrada a su pueblo, quiso desligar primeramente el vino valdepeñero del de cualquier lugar próximo, aunque fuera Manzanares. Pedía al resto de los almacenistas que estableciesen garantías sobre la denominación del vino, tal como él hacía, con credenciales expedidas del ayuntamiento manchego36. ¿No es un abuso intolerable ver que no hay taberna ni almacén que no tenga el rótulo de legítimo vino de Valdepeñas, siendo así que la décima parte de vino que entra diariamente en Madrid apenas será de este último pueblo? ¿Cuántos rótulos se ven que digan: aquí se vende vino de Arganda, de Chinchón, de Ocaña, de Dos Barrios y de otros quinientos pueblos que surten a Madrid?37

Otro de los problemas del vino valdepeñero era la falta de confianza de que su composición no estuviera adulterada por los cosecheros o por los intermediarios, como los trajineros, almacenistas, taberneros e incluso los criados recaderos. Trapero combatió contra todas estas sospechas. En cuanto a los cosecheros, apeló a la honestidad de los valdepeñeros y al hecho de que él contaba en la villa con un comisionado; en cuanto a los trajineros afirmaba que contaba con carros propios; como almacenista, que sólo despachaba valdepeñas y que colgaba las credenciales del escribano la villa manchega; y en cuanto a los criados recaderos, garantizaba la ausencia de todo engaño expidiendo credenciales y aportando criados de su servicio para llevar el vino a la casa del cliente38. A pesar de los esfuerzos de Trapero por garantizar su vino, en la primavera de 1805 varios lectores del diario le hicieron ver que realmente no existían criterios objetivos con los que distinguir un valdepeñas del que no lo es, y que el propio Trapero había pecado de ingenuo o quería dejar como tal al lector cuando señaló que el valdepeñas se distinguía de los demás vinos por su paladar, fragancia, “sabrosidad” y larga duración39. Para “el Despreocupado”, uno de los críticos de Trapero, la única forma de averiguar que un vino no es un valdepeñas puro es apercibiéndose de que el precio es llamativamente barato teniendo en cuenta los costes que conlleva traerlo. Trapero se quedó con pocas palabras para rebatir este argumento y recurrió a las amenazas, apercibiendo al firmante bajo pseudónimo que conocía su identidad oculta40. Pero no satisfecho con ello, días más adelante volvió a escribir otra carta bajo el pseudónimo de “El Paleto” en un artículo en el que remarcó la incompetencia de “el Despreocupado” para hablar de vinos41. Viendo el derrotero de la polémica, Pedro María Olive, en su Miner35

Diario de Madrid, 17-noviembre-1807, pp. 595, 596 Diario de Madrid, 13-marzo-1814, p. 294 37 Diario de Madrid, 26 y 27-febrero-1815, pp. 210-211 38 Rubio, Carlos Javier (2009): ob. cit. pp. 37-39 39 Diario de Madrid, 24 y 26-marzo-1805, pp. 233, 341 y 345 40 Diario de Madrid, 16 y 17-mayo-1805, pp. 579,580, 583 y 584 41 Diario de Madrid, 25 y 26-mayo-1805, pp. 615, 616, 627 y 628 36

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va, o El Revisor General, concluía: “Estas tres cartas son muy curiosas e instructivas, por lo cual lectores, luego las hayáis leído, acudid conmigo a los almacenes para beber de lo más añejo, puro y caro; y luego una higa para los doctores martelinos”42 El “valdepeñerismo” de Pedro Sánchez Trapero también se manifestó a la hora de atacar los vinos de Müller. A ello se sumó un aire xenófobo, no solo por la procedencia alemana del vinicultor, sino también por querer traer técnicas extranjeras, que para Trapero no haría sino alterar y malograr la calidad del vino. En sus artículos, firmados como “PST” o “El Español Naturalote”, remarcaba lo ridículo que suponía querer hacer oportos en Valdepeñas, pues creía que todas estas cualidades las otorgaba el suelo de la vid, y que por la misma razón nunca se podrían conseguir valdepeñas aplicando sus reglas a los mostos de la villa de El Prado43. Trapero desacreditó los caldos del hamburgués señalando que tenían un olor desagradable y una gran aspereza, y que el proceso de elaboración no había sido otro que el de alterarlos con azufre, aguardiente y con las maderas mohosas de las cubas44. Pedro María Olive también defendió las ideas de Trapero y vio a Müller como un estafador y un charlatán que quería tomar el pelo a los españoles45. El único apoyo al vino de Müller fue a través de una carta escrita por “BGM”, con la que el autor quiso apaciguar la xenofobia vertida hacia el alemán, además de aclarar que el propósito de Müller no era conseguir oportos, sino simplemente aplicar las mismas operaciones, procedimientos y reglas higiénicas de vinificación que se hacían a aquellos caldos46.

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Minerva o el Revisor General, 1806, t. III, pp. 99-101 Diario de Madrid, 28 y 29-octubre-1807, pp. 515, 516, 519 y 520 44 Diario de Madrid, 18-agosto-1806, pp. 205 y 206 45 Minerva o el Revisor General, 1806, t. IV, p. 57 46 Diario de Madrid, 17-noviembre-1807, pp. 595 y 596 43

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BIBLIOGRAFÍA CITADA Alonso de Herrera, Gabriel (1818): Agricultura general. Adicionada por la Real Sociedad Matritense. Madrid, Real Sociedad Económica Matritense. tomo. I Díaz-Pintado, Juan (2003): “El viñedo y la comercialización del vino de Valdepeñas a finales del siglo XVIII”. Cuadernos de Estudios Manchegos. nº 27 Ford, Richard (1988): Cosas de España. Madrid, Turner. Francisco de Quevedo (2004): Poesía Original Completa. ed. José Manuel Blecua. Barcelona. Planeta Bolsillo. Gil Novales, Alberto (1975): Las sociedades patrióticas (1820-1823). Madrid, Tecnos. Grupo Al-Balatitha (1985): Los pueblos de la provincia de Ciudad Real a través de las descripciones del Cardenal Lorenzana. Toledo, Caja de Ahorros de Toledo. Paz, Ramón y Viñas, Carmelo (1971): Relaciones histórico-geográfico-estadísticas de los pueblos de España hechas por iniciativa de Felipe II. Ciudad Real, Madrid, Institutos Balmes de Sociología y Juan Sebastián el Cano de Geografía. Rubio, Carlos Javier (2009): Pedro Sánchez Trapero: el comercio del vino de Valdepeñas en Madrid entre c. 1805 y 1815. Valdepeñas, Asociación Histórico-Cultural 6 de Junio. Viera y Clavijo, José (1995): Viaje a la Mancha en 1774. Edición crítica supervisada por Ángel Romera. Almagro, Taller de Ediciones del Instituto Clavero Fernández de Córdoba Villar Garrido, Ángel y Villar Garrido, Jesús (1997): Viajeros por la historia: extranjeros en Castilla-La Mancha. Toledo, Servicio de publicaciones de la Consejería de Educación y Cultura de Castilla-La Mancha.

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