2015 EL SISTEMA COMERCIAL EN EL CORREDOR PACÍFICO ANTES DE LA INVASIÓN EUROPEA. UNA PERSPECTIVA DESDE ECUADOR.

August 15, 2017 | Autor: A. Jaramillo Arango | Categoría: Historia Económica, Arqueología De América, Arqueología Ecuatoriana
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Descripción

El sistema comercial en el corredor Pacifico antes de la invasión europea. Una perspectiva desde Ecuador Antonio Jaramillo Arango

El Ecuador como lugar de interacción cultural

Desde que se tiene registro arqueológico en la costa de Ecuador (3000a.C), se evidencia un intenso intercambio de los pueblos allí asentados con los de los Andes Centrales. El hallazgo de concha de Spodynlus sp. en contextos arqueológicos de la costa peruana muy tempranos, como en Caral (ca. 2.600 a.C- 2.000 a.C), y serranos, como en Chavín de Huantar (1.200 a.C400 a.C), prueban que estas comunidades tenían interacción constante con sus vecinos septentrionales, pues estas conchas se encuentran regularmente en las costa de Ecuador. Es más, el complejo conocido como mullu-pututu, la unión entre Spondylus sp. y Strombus peruvianus asociado a la fertilidad y apreciable en muchas representaciones iconográficas peruanas, demuestra que para los andinos centrales las conchas provenientes de Ecuador jugaban un papel fundamental en su vida ritual. Aunque no queda claro qué productos peruanos llegaron a Ecuador en épocas tan tempranas, un buen indicio es las conocidas de piedra verde (sobre todo andesita) encontradas en el asentamiento conocido como Real Alto de la cultura Valdivia en sus fases 2 y 3 (3.200 a.C- 2.600 a.C) (Marcos, 1999: 134). Es poco probable que estas hachas fueran realmente utilitarias, pues por su constitución, la andesita pierde muy rápidamente el filo, además, por el contexto arqueológico en donde fueron encontrados estos objetos, se piensa que fueron guardados a manera de tesoro por su valor como bien exótico (Marcos, 2005: 183).

La interacción entre las comunidades ecuatorianas y las peruanas se mantuvo durante todos los períodos de la historia prehispánica de estas regiones. Sin embargo, alrededor del año 900d.C se produce un cambio importante en el intercambio de bienes entre la costa ecuatoriana y los Andes Centrales: en esta fecha, las sociedades del norte del Perú dominan

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la aleación del cobre arsenical (bronce), con la que consiguen fabricar herramientas más duraderas (Hocquenghem, 2009: 8). El cobre arsenical, tal y como se conoció en los Andes Centrales, se obtiene de menas de un elemento químico conocido cómo enargita; esta contiene grandes cantidades de cobre y arsénico y tras un proceso puede aprovecharse como un metal (Lechtman y Macfarlane, 2005). Aunque en Suramérica la enargita se encuentra desde el sur de Ecuador hasta la región central de Chile, los depósitos más importantes y grandes se ubican en el centro y norte del Perú y el norte de Chile. (Imagen 1) Objetos de cobre arsenical entraron en el intercambio entre comunidades peruanas y ecuatorianas, dependiendo estas últimas del metal proveniente de las ricas minas ubicadas en Perú y Chile, ya que las que tenían a su disposición eran insuficientes. Es importante recalcar que en la mayoría de las ocasiones, herramientas y armas de metal son mucho más duraderas y confiables que sus similares de piedra y madera, sobre todo en trabajos que requieren la dureza de los materiales, como pueden ser en el arado, el horadado y el cortado.

Imagen 1. Minas de enargita en Suramérica en gris oscuro. Tomado de (Lechtman y Macfarlane, 2005).

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Para esta fecha (ca 900d.C), la costa ecuatoriana estaba habitada por una multiplicidad de comunidades que, aunque al parecer tenían una diversidad lingüística notable, compartían

Fe de erratas:

una sola cultura material. Actualmente conocemos a este conjunto de pueblos como los

huancavilcas

manteño-huancavilcas, gracias a que los primeros exploradores españoles identificaron lenguas huancavilcas en la región norte de la costa ecuatoriana y lenguas manteñas en la región sur. Sin embargo, me gustaría recalcar que políticamente estos asentamientos obedecían a señoríos independientes que eran aliados. Esta alianza de los diferentes pueblos costeros aseguró la independencia de esta región con respecto a los poderosos imperios que a lo largo de la historia prehispánica se formaron en los Andes Centrales y que seguramente codiciaron las materias primas de la costa ecuatoriana, sobre todo sus bancos de Spondylus sp. Los manteño-huancavilca y la interacción por el Pacífico: el corredor Pacífico. La sólida alianza de los manteño-huancavilcas a lo largo de la costa ecuatoriana permitió que estos entraran en una poderosa red de interacción comercial y cultural a lo largo de la cuenca del Pacífico más allá de sus fronteras culturales, esto gracias a que desenvolvieron una serie de tecnologías propicias para su desarrollo. Esta intensa interacción, al contrario de lo que se esperaría desde teorías como la del Sistema-Mundo desarrollada por Immanuel Wallerstein (2005), no generó una unidad cultural, sino por el contrario, una notable la los pueblos involucrados en la comunicación conformaron una unidad de interacción pero no constituyeron una área cultural.

Los manteño-huancavilcas desarrollaron una de las tecnologías de navegación más sorprendentes de la América precolonial: gracias a un complejo sistema de velas triangulares y timones pudieron aprovechar la fuerza de las corrientes y los vientos para viajar hacia el sur, hasta la costa peruana, y hacia el norte, posiblemente hasta las costas de México (Szászdi, 1978; Marcos, 2005; Dewan y Hosler, 2008). Las primeras referencias a este tipo de embarcaciones las encontramos en representaciones artísticas del norte del Perú alrededor del año 1.100d.C, en dónde se representa la pesca de Spondylus sp. con

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Las lenguas

fueron identificadas en la región sur, mientras las manteñas en el norte.

llegada de los españoles, quienes realizaron una serie de detalladas descripciones, y se siguieron usando hasta entrado el siglo XVIII (Imagen 2). No me parece casualidad que las fechas del dominio del cobre arsenical en la costa norte del Perú anteceda por tan poco a los primeros registros de la navegación con vela triangular en Ecuador. Muy posiblemente el auge del comercio de cobre arsenical con los Andes Centrales, llevó a que los manteñohuancavilcas ampliaran sus horizontes comerciales, lo que a su vez les dio la posibilidad material de financiar expediciones cada vez más arriesgadas.

Imagen 2. En el punto D) se aprecia una balsa ecuatoriana con vela triangular en la bahía de Paita, Perú. Tomado de (Speilbergen, 1906: 84-85)

En Sudamérica hay dos lugares de experimentación de la metalurgia que crecieron de manera independiente: uno en el norte peruano y el otro en la región caribe colombiana. áreas

: la

,

reconocidas por su tratamiento diferenciado de los metales. Mientras que en Colombia era más común el uso de tumbaga y el vaciado de los objetos, en el Área Metalúrgica Andina se trataba al metal cómo sólido y generalmente se prefería el trabajo en frío (Plazas, 2007: 500). De manera muy interesante el tratamiento de los metales propio de la Área Metalúrgica Andina se expandió por el Pacífico ecuatoriano, colombiano y panameño, sugiriendo una difusión de esta tecnología que involucrara la navegación por la costa (Falchetti, 2008). De

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manera aún más sorprendente, el ya clásico trabajo de Dorothy Hosler ha demostrado que la tecnología metalúrgica introducida en el occidente mesoamericano proviene de técnicas usadas en Ecuador, lo que nos hace pensar en un contacto directo entre artesanos ecuatorianos y del occidente mesoamericano (Hosler, 2005). Conociendo que la avanzada tecnología de navegación de los manteño-huancavilca posibilitaba a los miembros de este pueblo a hacer largas expediciones por el mar, no habría de sorprendernos que fueran naves de la costa ecuatoriana las que pudieran difundir el conocimiento metalúrgico del Área Metalúrgica Andina a través del litoral pacífico americano hasta México.

Además de la difusión de la metalurgia, existen otros indicadores arqueológicos que sugieren una interacción constante entre los pueblos del litoral pacífico a partir del año 900 d.C como son: la tecnología de la pesca (Beltrán, 2001), el vestido (Anawalt, 1998) y el uso del Spondylus sp. (Marcos, 2005). Más allá de discutir los indicadores arqueológicos que nos permitan confirmar plenamente si estos viajes se realizaron, me gustaría analizar aquí un fenómeno económico de primer orden: la existencia de un robusto comercio atestiguado por la presencia de lo que parece ser un objeto-moneda que se utilizaba en las transacciones comerciales. Me refiero a unas hachas sin filo ni posibilidad de cortar hechas principalmente en cobre arsenical que se encuentran a lo largo de la costa del Pacífico desde Perú hasta México.

El comercio y las hachas Aunque hemos repasado brevemente algunos indicadores que parecen remitir a contactos constantes entre poblaciones de la costa del Ecuador con sus vecinos costeros del norte, tan sólo con la información que se desprende de los restos arqueológicos es difícil clasificar estas interacciones como puramente comerciales, pues no es posible determinar fielmente si estos rasgos que al parecer expanden los manteño-huancavilcas son difundidos comercial, política, religiosa o culturalmente. Afortunadamente existen documentos históricos que nos ayudan a hacer la precisión: contamos con dos escritos independientes realizados por cronistas españoles que nos hablan del segundo viaje de Francisco Pizarro a Suramérica y que describen con sumo cuidado el encuentro de una de las carabelas de la expedición al mando de Bartolomé Ruiz con una de las balsas de los manteño-huancavilcas. Entre las

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cosas que los españoles se esfuerzan por señalar es que esta embarcación era comercial y que llevaba en su interior una serie de mercancías que los ocupantes de la balsa intercambiaban en transacciones sumamente normadas. Tenemos la suerte de contar con la descripción de dichas mercancías:

Traian muchas pieças de plata y de oro por el ario de sus personas para hacer rescate con aquellas con quien iban á contratar, en que intervenian coronas y diademas y cintos y ponietes y armaduras como de piernas, y petos y tenazuelas y cascabeles y sartas y mazos de cuentas y rosecleres y espejos guarnecidos de la dicha plata, y tazas y otras vasijas para beber; traian muchas mantas de lana y algodon y camisas y aljulas y alcaceres y alaremes y otras muchas ropas, todo lo mas de ello muy labrado de labores muy ricos de colores de grana y carmesí y azul y amarillo y de todas otras colores de diversas maneras de labores y figuras de aves y animales y pescados y arboledas; y traian unos pesos chiquitos de pesar oro como hechura de romana y otras muchas cosas. En algunas sartas de cuentas venían algunas piedras pequeñas de esmeraldas y cacadonias, y otras piedras y pedazos de cristal y ánime. Todo esto traían para rescatar por unas conchas de pescado de que ellos hacen cuentas coloradas como corales, y blancas, que traian casi el navío cargado de ellas (Anónimo, 1884: 193-201).

Llevaban conchas coloradas, de que hay en Chaquira, id est sartales, como los de las islas de Canaria, que se venden al rey de Portugal para el rescate de Guinea; é por estas dan los indios todo el oro é plata é ropas que traen de rescate. Traian muchos cántaros negros é mucha ropa de diverssas colores, de lana, é camisas é ayubas, é mantas de colores muy labradas, paños blancos con franja, todo nuevo, para contractar; é lana de colores, tinta en lana é otras muchas cosas sutiles é muy primas, en que paresçia bien ser gente entendida[...] Traen toque para conosçer el oro é romana para pessarlo é pessar la plata labrada é otros metales, é conósçenlo muy bien: é traían çierta cantidad de lo uno é de lo otro, é dieron notiçia que en la tierra avia muchas piedras de valor. (Fernández de Oviedo, 2007: libro xliii, capítulo iii)

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Más allá de discutir la proveniencia de las mercancías me gustaría hacer hincapié en la tecnología que describen el autor anónimo de la relación Sámano-Xerez y Fernández de Oviedo con la que contaban los manteño-huancavilcas para pesar los metales, lo que les permitía conocer el monto exacto del metal incluso en piezas trabajadas. Esta exactitud con la que los manteño-huancavilcas procuraban realizar sus transacciones demuestra una gran habilidad para el comercio y una experiencia notable en esta materia. Sería difícil pensar en un comercio tan animado basado únicamente en el intercambio simple de productos y un conjunto de datos arqueológicos parece demostrar que existió una mercancía especialmente destinada a favorecer el comercio por el corredor Pacífico: h la función para la cual fue diseñada su forma, es decir cortar, y que se encuentran ampliamente distribuidas en todo el litoral del Pacífico en contextos que van desde el fin del primer milenio de nuestra era hasta la época del contacto. Estas hachas se encuentran en diferentes tamaños y pesos, sin embargo las más comunes son aproximadamente de 10 centímetros de largo y 1 centímetro de ancho en su parte más angosta y 2 centímetros en su parte más gruesa, aunque existen más grandes y más pequeñas. Desde Perú hasta México fueron usados este tipo de hachas sin que su función sea fácilmente comprobable desde la arqueología. Aunque su origen es incierto, me gustaría proponer una alternativa. Como ya he señalado, en la costa ecuatoriana durante la época de expansión Valdivia (3.200 a.C- 2.600 a.C) se encuentran grandes depósitos de hachas en piedra verde que remiten al atesoramiento de un bien exótico; retomando este interesante dato, todo parece sugerir que al parecer en esta región las hachas fueran el bien foráneo que se acumulaba por su valor. Al llegar la tecnología del cobre arsenical al Ecuador, durante la época de los manteño-huancavilcas, las hachas siguieron guardando su enorme valor comercial como bien obtenido mediante la interacción, sólo que el material pasó de ser piedra verde a ser reemplazado por el cobre arsenical. Esto se corresponde con los grandes depósitos encontrados en la costa del Ecuador de la cultura Milagro-Quevedo (500d.C1500d.C) de 30 kilogramos de cobre en 3.000 hachas y de 700 kilogramos en más de 13.000 hachas (Holm, 1980: 53-67). Este proceso podría compararse con aquél dado durante la antigüedad clásica, concretamente en la Grecia asiática, en la que en un momento los intercambios se daban en bueyes, y posteriormente las monedas de metal tenían una imagen de un buey que recordaba el valor original de este animal.

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Dibujo de hachas de diferentes tamaños. Tomado de (Holm, 1983: 13)

Imagen 4. Hacha arqueológica de la costa ecuatoriana. Tomado de (Marcos, 2005: 184)

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Imagen 5. Hacha arqueológica de la costa ecuatoriana Tomado de (Marcos, 2005: 185) Si fueron los manteño-huancavilcas los que comerciaron por el litoral pacífico desde Perú hasta México, no ha de sorprendernos que la forma de atesorar valor propio de la región dónde este conjunto de pueblos se asentó se expandiera por todo el corredor Pacífico. Hay varias evidencias que nos confirman el hecho de que estas hachas funcionaron como un mecanismo de acumulación del valor. Una de las más sugerentes es que por lo general estas hachas se encuentran en tamaños y pesos estandarizados y se encuentran amarradas por un cordel en grupos de cinco, diez o veinte unidades (Marcos, 2005: 184; Holm, 1983: 13). Esto advierte un tipo de equivalencia entre los tamaños, en que, cinco, diez o veinte de los del grupo de menor tamaño pudieran ser correspondientes a una de las del siguiente tamaño. Olaf Holm hizo el cálculo teniendo en cuenta más de 10 mil hachas con un peso total de casi una tonelada encontradas en dos depósitos de la costa ecuatoriana. Según los cálculos de este investigador los pesos y tamaños correspondían a una base vigesimal, en las que veinte de un tamaño menor corresponden al peso del hacha del siguiente tamaño. Holm reseña un hacha de 20 kilogramos que correspondería a 100.000 de las del menor tamaño encontrado (Holm, 1980: 53-67; 1983: 13). Otro dato de especial importancia es que muchas de estas piezas se encuentran con acanaladuras irregulares hechas en un momento posterior a su factura. Una propositiva hipótesis apunta a que estas hendiduras se realizaban para comprobar que toda la pieza estuviera manufacturada en cobre (Stemper, 1993: 50), pues las técnicas metalúrgicas prehispánicas (de ambas áreas metalúrgicas) permitían que mediante varios procedimientos una pieza tuviera una fina capa exterior de un metal mientras que su

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interior contenía un metal totalmente distinto. Esto hace pensar que al momento de la transacción lo importante era comprobar el material de la pieza mucho más que su forma o la apariencia exterior de ésta.

Algunas de estas evidencias han llevado a algunos investigadores a proponer que estas hachas eran monedas utilizadas en el comercio prehispánico. No obstante vale la pena hacer un análisis de las evidencias arqueológicas e históricas del uso de estas hachas para hacer un análisis comparativo de las características que desde la economía se le otorga a los objetos-moneda.

¿Hachas moneda? Visto desde la economía, el dinero como concepto abstracto debe cumplir con las siguientes características generales: 1) medida del valor, 2) medio de circulación, 3) medio de acumulación o de atesoramiento, 4) medio de pago y 5) dinero mundial (Borísov, Zhamin y Makárova, 1965). No quisiera adentrarme en las discusiones del dinero como mercancía, su impacto en el intercambio comercial o entrar a opinar sobre los acalorados desacuerdos sobre las diferentes teorías del valor y los precios. Visto de la manera más general posible, para que un objeto cumpla las funciones del dinero y pase a ser considerado una moneda tiene que tener ciertas características específicas. Como referencia retomaré el clásico trabajo de Carl Menger (2009 [1892]) sobre el origen del dinero, pues este autor presta especial interés a la materialidad de los objetos considerados como moneda (tal vez por la época en la que escribió dónde difícilmente se podía vislumbrar una moneda virtual). Aunque este autor no es explícito en explicar las características materiales de los objetos-moneda, sí tiene una serie de listas sobre las restricciones de liquidez de las mercancías que incluyen algunos aspectos materiales. Yo retomo estos puntos, no necesariamente en el mismo orden que Menger. Teniendo esto en cuenta voy a analizar las hachas del corredor Pacífico a la luz de estas características para poder determinar en qué medida estos objetos pueden ser considerados monedas, para poder dar paso a algunas apreciaciones antropológicas que nos permitan analizar el comercio y la interacción por el corredor Pacífico.

Lo primero que es importante recalcar es que la moneda es ante todo una convención. Para cumplir con su función de medida de valor y ser intercambiable por prácticamente cualquier

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mercancía, la moneda no puede ser un objeto estimado por su valor de uso, ya que este es valorado de manera distinta dependiendo la persona involucrada. Es más, para cumplir con su función de medio de circulación es más deseable que las monedas no tengan valor de uso, con esto me refiero a que no sirvan para algo más que el intercambio. Si los objetos monedas se usan en un trabajo específico, sería en ocasiones preferible sacarlos de circulación para usarlos, lo que afectaría las transacciones comerciales dependientes de estas. No es la forma de la moneda la que le daría su valor; es de suponerse que la forma de la moneda, o del documento empleado como moneda corriente, constituye el enigma en este fenómeno

[1892]: 11)). En este caso las hachas

prehispánicas del Pacífico cumplen con esta condición; aunque su forma remite a un objeto diseñado para cortar (es más, algunos de estos objetos se hacían más resistentes y con filo para que efectivamente pudieran cortar (Hosler, 2005: 240-241)), en la mayoría de estos objetos la carencia de filo, la fragilidad de su constitución o su elevado peso, hace que en la práctica no sirvan para tal fin. Sin valor de uso aparente, estos objetos adquieren la posibilidad de convertirse en un objeto valorado principalmente por su valor de cambio. Debo señalar que aunque la forma no es decisiva en las monedas, sí era importante que tuvieran algún grado de estandarización. A este respecto la arquitecta Silvia Arango (comunicación personal, 2015) ha hecho algunas simulaciones de cómo, a partir de una lámina circular, con un diseño simple de rombos, podía hacerse una producción estandarizada. Lo interesante de estas simulaciones es que las opciones presentadas coinciden con los diferentes diseños encontrados arqueológicamente de estas hachas de cobre; este procedimiento serviría para las hachas más pequeñas. También se han encontrado moldes de cerámica para el vaciado de las hachas de mayor tamaño. (Szászdi, 1982a: 95).

De los aspectos en los que Menger insiste más en anotar sobre los objetos que sirven de moneda es su durabilidad y resistencia: las monedas tienen que ser duraderas y no implicar muchos gastos para su preservación (Menger, 2009 [1892]): 29-32). Esto excluye a los bienes perecederos en especial los de origen vegetal. Los metales en general y en específico el cobre arsenical en las que están elaboradas las hachas del Pacífico cumplen muy bien este cometido. Prueba de ello es que aún hoy en día, luego de por lo menos mil años después de que comenzara su elaboración, es relativamente frecuente encontrarlas en buen estado de

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conservación en climas y ambientes tan diversos como lo son los diferentes parajes a lo largo de la costa Pacífica entre Perú y México. Resultan dicientes los grandes depósitos de casi una tonelada de la costa ecuatoriana (Holm, 1980: 53-67).

Los costos de almacenamiento y transporte de los objetos-moneda es otro de los aspectos que para Menger es importante a la hora de escoger un objeto para que funcione como dinero (2009 [1892]): 29-32). En este punto las hachas de cobre sí representan una ventaja notable con respecto a sus antecesoras de piedra verde. La piedra, mucho más pesada, frágil e imposible de reparar, debió haber representado un obstáculo a la hora de almacenar grandes cantidades de tesoros de hachas de este material; por el contrario, los metales presentan la oportunidad de ser livianos, reutilizables y de concentrar mucho valor en objetos relativamente pequeños. Además, con las hachas podían hacerse grandes reservas de metal (se han encontrado hasta de 20 kilogramos (Holm, 1983: 13)). Las hachas del Pacífico parecen seguir al pie de la letra las propuestas de Menger.

La relación entre la fuerza de imposición del Estado y el dinero ha sido una preocupación constante entre quienes se han ocupado de la historia de esta institución social. El propio Menger dedica el apartado final de su escrito a este tema (2009 [1892]): 51-52). No es difícil apreciar que la fuerza de un Estado que impida la falsificación, obligue a la libre circulación de la moneda y garantice la legalidad de las transacciones ayuda a consolidar y fortalecer al dinero como equivalente económico universal. Sin embargo, el dinero precede y excede la capacidad del Estado para manipularlo. La aceptación del dinero y su capacidad de favorecer las transacciones es un convenio primordialmente entre las partes involucradas que supone a un acuerdo social; con esto no quiero excluir la posibilidad real de violencia para hacer cumplir los términos del pacto que involucra el dinero. Al respecto Menger apunta lo siguiente:

El dinero no ha sido generado por ley. En sus orígenes es una institución social y no una estatal. La sanción por parte de la autoridad del estado constituye una noción que le es ajena. Del otro lado, sin embargo, por el reconocimiento y la regulación del estado, esta institución social del dinero se ha perfeccionado y ha sido ajustada a las múltiples y variadas necesidades de la evolución del comercio, así como los derechos

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que son resultado de la costumbre se vieron perfeccionados y adaptados a través de la ley. (Menger, 2009 [1892]): 51)

Una institución social antes que estatal, pero reforzada por el estado; una vez más el caso de las hachas parece seguir este patrón. Su aparición en contextos arqueológicos de comunidades con pautas culturales tan diversas y gobiernos tan disímiles nos habla de una aceptación generalizada de este objeto en los intercambios sin que mediara una represión estatal directa. Sin embargo el hecho que algunas veces se comprobara la composición material de las hachas mediante la realización de pequeños canales, nos habla también de la posibilidad de falsificación y de conflictos (posiblemente violentos) en estos casos. De la misma manera, aunque son de una forma más o menos estandarizada, las hachas arqueológicas tienen diseños que varían de un lugar a otro, lo que indica que fueron varios fabricantes quienes hicieron estos objetos. Dorothy Hosler también notó que el estilo tecnológico, es decir el proceso al que se llegó a constituir el cobre arsenical, no fue el mismo en el occidente mesoamericano y en los Andes Centrales, si bien en ambas regiones se fabricaron hachas de este material (Hosler, 2005: 73). Que los españoles notaran una tecnología para pesar los metales indica que, aunque de diferentes formas (lo que no quiere decir diferencia de peso), los manteño-huancavilcas podían pesar las hachas y esto, aunado a la posibilidad de comprobar su conformación material, les llevara a tener confianza en la transacción realizada con este tipo de objetos.

Uno de los aspectos que me parecen más interesantes y que Menger no le presta mucha atención, es la escasez relativa del objetodisponible en relación con la necesidad todavía insatisfecha (total), que se tiene de ella. (Menger, 2009 [1892]): 29). Objetos que sean muy comunes, o que por el contrario son muy escasos, no son buenas monedas, pues al ser muy valiosas o muy poco, sería difícil que representaran todos los valores de las mercancías en el mercado. Se necesitaría grandísimas cantidades de un objeto común para llegar al equivalente de una mercancía muy valiosa, y muy poco de un objeto escaso para representar el valor de una mercancía barata. El cobre arsenical es un mineral más o menos común; sin embargo la necesidad de emplear una técnica compleja para su extracción y manipulación y, sobre todo, en el caso de la costa ecuatoriana, la necesidad de importar la mayor parte, hacen que para este material tuviera

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un valor medio que le permite ser flexible para poder llegar a ser equivalente a mercancías valiosas y baratas con relativa facilidad.

El último punto que me gustaría señalar es que para que un objeto pueda ser considerado como moneda su valor tiene que ser constante y divisible (Menger, 2009 [1892]): 30); con esto me refiero a que una unidad de este objeto debe tener el mismo valor que dos medios de este. Esto es una característica especial, pues muchas mercancías, sobre todo aquellas que se consiguen mediante la recolección o aquellas que son valoradas por su función, no cumplen esta característica. No es lo mismo tener un pescado grande que dos pequeños, así cómo medio televisor no vale la mitad de un televisor completo. Los metales, y en esto el cobre arsenical no es la excepción, cumplen con esta característica a cabalidad.

No es coincidencia que todas estas características confluyan en los metales preciosos. Es más, uno de los objetivos principales del escrito de Menger está dedicado a justificar el por qué casi todas las monedas conocidas tienden a estar hechas de metales preciosos. Lo interesante en el caso de las hachas prehispánicas del corredor Pacífico es que existen varios datos complementarios que refuerzan la idea de que estos objetos fueron usados como monedas en el sentido económico de la palabra. Más allá de poder clasificar a las hachas como monedas, me gustaría añadir algunos apuntes antropológicos que complementan la perspectiva económica ya abordada.

La moneda y las relaciones sociales. La existencia de una moneda en el corredor Pacífico no quiere decir que estas sociedades entraran en una especie de capitalismo mercantil. La existencia de un comercio robusto no quiere decir que todos los medios de producción y las relaciones de producción fueran forzosamente capitalistas. El comercio, incluso un comercio tan activo como el alentado por los manteño-huancavilcas por el corredor Pacífico, se enmarcó en las construcciones de realidad propias de estos pueblos. En este sentido vale la pena acotar la función de la moneda en el Pacífico con algunos comentarios basados en los documentos arqueológicos.

No hay ningún dato que parezca indicar que los pueblos que entraron en el comercio del corredor Pacífico monetizaran toda su economía. Las transacciones más domésticas

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parecieron no hacerse con las hachas, sino que estas se reservaron para las transacciones del comercio a larga distancia. A este respecto Adam Szászdi intentó hacer complicados cálculos de la correspondencia entre hachas y granos de cacao para demostrar la unión de . (Szászdi, 1982b: 133-138). Esto no se debe, a mi parecer, únicamente a un hecho económico. Diversas corrientes antropológicas han insistido en que los objetos son condensadores de relaciones sociales (Kirsch, 2006: 28); en este sentido los objetos reconocidos como ajenos remiten una relación con pueblos foráneos y en esa medida la facilitan. Los manteños-huancavilcas iniciaron una relación comercial con otros pueblos basada en objetos que para ellos eran exóticos y valiosos (las hachas de piedra verde y posteriormente de cobre arsenical), y estos objetos se convirtieron en el medio para relacionarse comercialmente con pueblos extraños a lo largo y ancho del corredor Pacífico. Las hachas de cobre arsenical se erigieron como el medio por excelencia para la interacción entre pueblos diferentes.

Las monedas son causa y consecuencia de una intensa interacción. Gracias a la interacción constante con otros pueblos se dio la posibilidad del surgimiento de un objeto-moneda, y al mismo tiempo, la moneda favoreció la interacción con nuevos pueblos. Buscar una relación de causalidad en este proceso en un objetivo poco fértil. Sin embargo sí me gustaría indicar que la tecnología de la moneda comercial favorece un tipo de interacción muy específica. Gracias a que las hachas permiten mediar una relación pautada con la alteridad social y mantenerla dentro del terreno de lo comercial, la lidia con lo diferente es mucho menos tendiente a la homogenización que si fuera por otros medios. Al poder obtener objetos foráneos sin la necesidad de la conquista militar o un involucramiento social profundo (por ejemplo con matrimonios mixtos), se favorece una interacción constante y fluida sin que necesariamente se de una asimilación de las pautas culturales de un pueblo por otro. Es más, un tipo de relación con lo diferente tan bien condensada en un objeto moneda, favorece la diversidad de las pautas culturales, pues el comercio se beneficia de la diversidad de productos y manera de trabajarlos. Uno de los pocos elementos de unidad del corredor Pacífico, la fabricación de hachas de cobre, fue precisamente una de las tecnologías de interacción que favorecieron su diversidad. Las hachas que funcionaron como moneda nos sirven para resolver la aparente paradoja de que exista interacción constante sin que acarree homogenización cultural, tal y como se observa en el corredor Pacífico.

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Finalmente me gustaría apenas señalar la excelente oportunidad que tenemos, desde la arqueología, para entender a las hachas como índices de relaciones sociales y no como reflejos de la cultura de un único pueblo. Es una tendencia general en arqueología la de asignar una expresión material a la cultural de un pueblo, y hacer de la la expresión por excelencia de las comunidades americanas previas al siglo XVI. Desde la

Al exceder fronteras naturales y culturales, las hachas de cobre se erigen como un resto material que no se comporta como el patrimonio exclusivo de un pueblo, sino como la concreción de las relaciones sociales de interacción de los pueblos que habitaron el corredor Pacífico. Las hachas son de los manteños-huancavilca y al mismo tiempo no lo son, son la relación que estos tuvieron con pueblos que les eran ajenos concretada en un objeto.

Comentarios finales. El proceso en el cual desde la costa ecuatoriana se tejieron las complejas redes de interacción que dieron forma al corredor Pacífico involucró múltiples factores como la navegación por mar abierto, la pesca de Spondylus sp. y la innovación metalúrgica. En el presente escrito he decidido analizar el fenómeno de las hachas monedas desde una perspectiva económica porque considero que, cuanto más amplia sea la perspectiva, mejor se entiende este fenómeno. La economía permite entender procesos generales y, sobre todo, abre la puerta a la comparación con procesos análogos en otros lugares del mundo y otras temporalidades. La interlocución con la antropología da el contrapunto para comprender un caso específico a la luz de movimientos más amplios.

Determinar si hubo moneda en el corredor Pacífico permite a quienes estudiamos esta región poder establecer qué tipo de interacción se dio entre los pueblos asentados allí. Más allá de acoger teorías que pretenden predecir el tipo de indicadores arqueológicos que deberían aparecer en lugares con mucho contacto entre pueblos diferentes, podemos recorrer el sentido contrario, adaptar nuestras teorías sobre la interacción a los indicadores que surgen en el campo. Para cumplir este objetivo, la presente investigación es sólo un

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primer paso. Vale la pena hacer un estudio comparativo sistemático sobre las hachas de cobre encontradas en los diferentes sitios arqueológicos del corredor Pacífico. También valdría la pena hacer un estudio sobre el impacto que estas hachas tuvieron en la economía local de estas comunidades. Un diálogo entre disciplinas que no tienda a la subordinación de una sobre otra es un camino prometedor para la antropología contemporánea.

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