2014 El Pueblo Maya del Siglo XIX: perspectivas arqueológicas e históricas, edited by Susan Kepecs and Rani Alexander. Centro de Estudios Mayas, Cuaderno No. 40. Universidad Nacional Autónoma de México, México, D.F.

July 1, 2017 | Autor: Rani Alexander | Categoría: Historical Archaeology, Mexico
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Descripción

EL PUEBLO MAYA DEL SIGLO XIX: PERSPECTIVAS ARQUEOLÓGICAS E HISTÓRICAS

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centro de estudios mayas instituto de investigaciones filológicas

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CENTRO DE ESTUDIOS MAYAS cuaderno 40

EL PUEBLO MAYA DEL SIGLO XIX: PERSPECTIVAS ARQUEOLÓGICAS E HISTÓRICAS

SUSAN KEPECS RANI T. ALEXANDER (coordinadoras)

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO MÉXICO, 2013

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Primera edición: Fecha de término de edición:

2013

D. R. © 2013, Universidad Nacional Autónoma de México Instituto de Investigaciones Filológicas Circuito Centro Cultural, s. n. Ciudad Universitaria, C. P. 04510, México, D. F. http://www.iifilologicas.unam.mx Departamento de publicaciones del iifl Tel.: 5622-7347, fax: 5622-7349 ISBN Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio sin la autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales. Impreso y hecho en México

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EL PUEBLO MAYA DEL SIGLO XIX: UNA INTRODUCCIÓN Rani T. Alexander New Mexico State University

Susan Kepecs University of Wisconsin-Madison

La gran mayoría de los estudios mayas está basada en las glorias del pasado prehispánico, la ruptura de la sociedad indígena del siglo xvi y las relaciones entre el pasado y la identidad cultural actual (Gabbert 2004a; García Targa y Fournier García, coords., 2009; Hernández Álvarez y Pool Cab, coords., 2010; Okoshi Harada, Izquierdo y Williams-Beck, coords., 2006; Ruz y Sellen, coords., 2010). Sin embargo, recientemente ciertos investigadores han vuelto su atención hacia las cuestiones sociales del período entre la Independencia y la Revolución mexicana. La derrota del imperio español en el siglo xix desató en Yucatán una serie de crisis política-económicas y sociales. Las autoridades políticas inventaron nuevas estrategias para vincular la península con la economía nacional de México y el sistema mundial moderno, satisfacer facciones discordantes de élites y fomentar iniciativas para aumentar la producción rural (Quezada y Ortiz Yam, coords., 2008; Güemez Pineda, 1994, 2005). La nueva agenda nacional promovió la producción de artículos de exportación lucrativos. En este contexto las leyes coloniales que habían protegido los derechos humanos de los indígenas fueron suprimidas y 5

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se desarrollaron desacuerdos complicados entre oligarcas urbanos, caudillos rurales y grupos indígenas y no-indígenas (Wells y Joseph, 1996; Pérez de Sarmiento y Savarino Roggero, 2001). Estas tensiones sociales desembocaron en una serie continua de sublevaciones y movimientos de revitalización que incluían amplias y violentas insurgencias —las Guerras de Independencia de 1810-1821, la Guerra de Castas de Yucatán que empezó en 1847 y la Revolución Mexicana de 1910 (Dumond, 1997; Reed, 2001; Rugeley, 2009)—. Es innegable la importancia de desarrollar métodos de estudio capaces de vincular el pasado con el presente, pero hasta la fecha el potencial de las investigaciones antropológicas y arqueológicas para criticar las narrativas dominantes de la historia ha sido poco explorada (Andrews, 1981; Fournier García y Miranda Flores, 1992; García Targa y Fournier García, coords., 2009). La narrativa histórica dominante en Yucatán pinta las comunidades de maya hablantes como baluartes de resistencia, una caracterización que aún influye las interpretaciones de la Revolución mexicana y los cambios al Artículo 27 constitucional, la Ley Agraria y la Ley Orgánica de los Tribunales Agrarios en el año 1992 (Eiss, 2008; Gabbert, 2004a). Además, se han trazado las raíces de la resistencia maya hacia la invasión española y la época prehispánica (Kepecs, 2005; Restall, 1998; Valverde Valdés, coord., 2007). En este volumen nuestro objetivo es revitalizar los debates históricos sobre el legado del siglo xix a base de datos arqueológicos e históricos. Las memorias sociales están ancladas en el entendimiento de los vínculos entre el presente y el pasado, y este entendimiento se refuerza a partir de interpretaciones de restos materiales (Brumfiel, 2003). Los artefactos y sitios arqueológicos ofrecen evidencias tangibles sobre las actividades de la vida cotidiana que se encuentran ausentes del registro histórico. Estas evidencias contextualizan las fuentes históricas, proporcionando un reto concreto a las perspectivas convencionales sobre el capitalismo, el colonialismo, la modernidad y las relaciones sociales entre grupos indígenas, mestizos y europeos (Orser, 1996). En El pueblo maya del siglo xix siete arqueólogos e historiadores presentan sus últimas investigaciones sobre el siglo xix 6

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y el surgimiento de la época moderna. Los cinco capítulos que comprende este volumen están basados en las ponencias presentadas en el simposio celebrado en el VII Congreso Internacional de Mayistas: Orígenes, Memoria y Alteridad de los Pueblos Mayas que tuvo lugar en Mérida, Yucatán, en agosto de 2007. De acuerdo con la temática del congreso, el libro aborda las siguientes cuestiones: • ¿Cómo están relacionados el crecimiento de la población indígena, los cambios administrativos y los patrones de asentamiento arqueológicos? • ¿Cómo respondían los mayas a las exigencias económicas y tecnológicas de la nueva república? • ¿Cuáles estrategias indígenas de las épocas anteriores aún se usaban en el siglo xix? • ¿Cómo se reflejan las narrativas contemporáneas de la modernidad y la globalización en el registro arqueológico e histórico del siglo xix? Es difícil encontrar las respuestas a estas preguntas en el registro histórico de este período, ya que los grupos indígenas, que pocas veces superaron las barreras de clase social, idioma y alfabetismo, nos dejaron pocos documentos relevantes. Por lo tanto, los estudios siguientes se dirigen hacia las evidencias etnohistóricas y arqueológicas para complementar o cuestionar la narrativa histórica dominante de los acontecimientos y procesos que se desdoblaron entre 1810 y 1910. Puesto que las respuestas indígenas a las revueltas político-económicas de este período están enclavadas en transformaciones más tempranas, cabe mencionar que algunos autores ubican su comprensión del siglo xix dentro de un contexto de largo plazo. La arqueología histórica es un campo de estudio emergente en Yucatán, y hasta la fecha se ha prestado poca atención al siglo xix. Cabe mencionar los siguientes avances y tendencias en la literatura. La mayoría está enfocada en el período colonial. En esta categoría se encuentran proyectos de reconocimiento, recolección de superficie y pozos de sondeo en pueblos rurales que proporcionan evidencias sobre las transformaciones ocasionadas por los órdenes de congregación del siglo xvi (deFrance y Han7

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son, 2008; García Targa, 2000; Millet Cámara, Ojeda Mas y Suárez Aguilar, 1993; Millet Cámara y Burgos Villanueva, 1994). Además, varios estudios etnohistóricos utilizan datos arqueológicos para examinar los efectos de congregación sobre la ubicación de asentamientos indígenas (Okoshi Harada, Izquierdo y Williams-Beck, coords., 2006). Excavaciones y restauraciones arquitectónicas de las iglesias y capillas coloniales contextualizan los procesos de cristianización (Andrews, 1991; Andrews, Benavides Castillo y Jones, 2006; Bretos, 1992; Burgos Villanueva, Medina Un y Palomo Carrillo, 2001; García Targa y Gussinyer Alfonso, 2004; Graham, 2011; Hanson, 1996; Pacheco León, Rodríguez Alcalá y Ruiz Salazar, 2005). Aún así, la arqueología histórica de Yucatán no se limita a la época colonial; algunos investigadores examinan el período his­ tórico desde una perspectiva de largo plazo. Reconocimientos in­ tensivos con recolecciones de superficie en la zona costeña del norte de Yucatán (Andrews, Burgos Villanueva y Millet Cámara, 2006; Andrews y Robles Castellanos 2009; Kepecs, 1999, 2005) nos permiten ver, a través del tiempo, cómo los cambios notados en los patrones de asentamiento, la producción salinera y la fabricación y distribución de la cerámica están vinculados a la economía regional y a los grandes cambios al sistema mundial. Rafael Burgos y sus colegas (Burgos Villanueva, 1995; Burgos Villanueva, Millet Cámara, Dzul Góngora y Estrada Faisal 2006; Burgos Villanueva, Palomo Carrillo y Dzul Góngora, 2010) han llevado a cabo estudios de la cerámica excavada en contextos urbanos, los cuales extienden la secuencia, revelan cambios tecnológicos y amplían nuestro conocimiento del intercambio interregional e internacional. Las investigaciones de los patrones espaciales de la arquitectura y los artefactos encontrados en los solares de las casas de asentamientos rurales proporcionan información diacrónica sobre la relación entre las unidades domésticas y los cambios en la ecología agraria (Alexander, 1999, 2006). En las haciendas, gracias a los recientes análisis de las fuentes documentales, las formas arquitectónicas, las distribuciones de artefactos y la química de suelos en los solares de los trabajadores entendemos mejor las relaciones de producción y trabajo 8

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(Alexander, 2003; Bracamonte y Sosa, 1993; Burgos Villanueva, Palomo Carrillo y Dzul Góngora, 2005; Hernández Álvarez, Fernández Souza y Zimmerman, 2012; Machuca Gallegos, 2010a, 2010b; Meyers, 2012; Millet Cámara, 1985). También las sublevaciones mayas, como la guerra de los Chan a mediados del siglo xvii (Kepecs, 2005, 2011) y la Guerra de Castas a mediados del siglo xix dejaron evidencias materiales (Alexander, 2004, 2011; Kepecs, 2005, 2011). Y por último, para entender por qué algunos yucatecos rurales rechazan la designación “maya” mientras otros celebran su identidad indígena, varios investigadores han escudriñado los papeles de la contingencia histórica y la materialidad en la formación de la identidad social (Alexander, 2012; Castañeda, 2004; Eiss, 2010; Gabbert, 2004b; Hernández Álvarez y Pool Cab, coords., 2010). En los siguientes capítulos continuamos estas líneas de investigación, enfatizando las transformaciones políticas, económicas y sociales de las comunidades y paisajes mayas del siglo xix. De esta forma, el primer capítulo, escrito por Rani T. Alexander, aporta un análisis de los procesos de la formación del paisaje del siglo xix en los alrededores del pueblo de Ebtún, tomando en cuenta la variación entre los sitios arqueológicos ocupados desde 1500 hasta 1900 d.C. en relación con las fuentes documentales indígenas. En la contribución siguiente, Wolfgang Gabbert analiza la economía política de los rebeldes kruso’b durante la Guerra de Castas, dando consideración a las bases materiales de la reproducción de la sociedad, las formas de trabajo y la organización política. A continuación, Allan Meyers presenta una nueva visión del peonaje que radica en la desigualdad y el control social que se evidencia en los restos arqueológicos de San Juan Bautista Tabi, una hacienda azucarera porfiriana. Luis Millet Cámara, Rafael Burgos Villanueva y Anthony Andrews consideran la importancia de la costa para el desarrollo de la economía yucateca a base de los restos materiales de las instalaciones portuarias que facilitaron el embarque de la fibra del henequén y apoyaron el comercio de la pesca, los productos agropecuarios y la sal. Además, los puertos formaron la base de la vigilancia costeña. El artículo final, escrito por Susan Kepecs, ofrece una visión de 9

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la historia de larga duración del capitalismo en la costa noreste a partir de múltiples líneas de evidencias, mostrando así las rupturas y continuidades de los procesos económicos. El libro concluye con los comentarios de John Chuchiak, quien nos aporta, desde la perspectiva del historiador, sus pensamientos sobre el valor de los estudios multidisciplinarios para la interpretación de la vida cotidiana de los mayas. El Dr. Chuchiak también reúne los temas de los artículos con otros avances recientes en el estudio del pueblo maya del siglo xix.

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RALPH ROYS DE NUEVO: LA ECOLOGÍA AGRARIA Y LA BASE ARQUEOLÓGICA PARA LOS TÍTULOS DE EBTÚN Rani T. Alexander New Mexico State University

Las investigaciones antropológicas e históricas en Yucatán han tratado de explicar las transformaciones en la cultura maya frente a los trastornos coloniales. ¿Por qué algunos pueblos de maya-hablantes en Yucatán demuestran continuidades culturales a largo plazo? En este artículo se presentan los resultados de un proyecto arqueológico de los períodos colonial y republicano de Ebtún y las comunidades relacionadas de Kaua, Cuncunul, Tekom y Tixcacalcupul. Estas comunidades tienen la fama de haber conservado sus terrenos ancestrales desde la conquista española hasta la Revolución mexicana. Se examinan los procesos de la formación del paisaje del siglo xix por medio de algunos análisis de la variación arqueológica en los pueblos y sus ranchos, haciendas y parcelas ocupados entre 1500-1900 d.C. Ebtún, Kaua, Cuncunul, Tekom y Tixcacalcupul componen un grupo único de comunidades, las cuales produjeron una serie de documentos en lengua maya fechados entre 1600 y 1833 (Roys, 1939). Ebtún y los pueblos relacionados son las comunidades descendientes de los batabilob posclásicos de los Cupul con su sede en Sací, una unidad política que comprendió asentamientos, terrenos (kaxob), cenotes, rejoyas y otros lugares si11

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tuados en los alrededores del sitio de Chichén Itzá y las áreas hacia el oriente (Quezada, 1993: 32-44, 100; Roys, 1957). Después de que llegaron los españoles a Yucatán, la gente de esta región se sometió a la política de congregación. Según Roys (op. cit.), los agricultores mayas retuvieron los derechos de cultivar los terrenos que ellos se forzaron abandonar. Sin embargo, los terrenos quedaban muy lejos de donde vivían después de las reducciones. Esta situación fomentó problemas de delimitación en la frontera con el cuchcabal vecino de Sotuta y, por consiguiente, fue común que los agricultores invadieran la propiedad ajena. Los pueblos en discordia midieron sus terrenos y negociaron los acuerdos de nuevo, lo que dio luz a los (véase también Hanks, 2010: 305-314). Por lo tanto, los habitantes de la región conservaron sus derechos por medio de seguir estrategias de vigilancia y litigio en la compra, venta, herencia y traspaso de terrenos y recursos naturales, las cuales se registraron en los documentos. Si bien la población de la región llegó a su nivel más bajo en los años 1680, la vigilancia sobre el uso de la tierra continuó por más de tres siglos. Después de la Revolución mexicana los habitantes perdieron una parte de los terrenos (kaxob), rejoyas y cenotes debido a las formaciones de nuevos municipios y comisarías en los alrededores de Chan Kom (Armstrong-Fumero, 2007; Bricker, 1994; Redfield y Villa Rojas, 1934). En los años 1930, Roys (op. cit.) inició sus estudios para lo­ calizar los asentamientos, cenotes y parcelas agrícolas (kax) mencionados en los Títulos de Ebtún. Empero, las bases materiales y los contextos espacio-temporales de los lugares quedaron desconectados de los eventos y los discursos representados en los documentos. Las estrategias que los habitantes de Ebtún y sus comunidades vecinas emplearon para ajustarse a los cambios coloniales y poscoloniales deben reflejarse en la cultura material de los sitios y sus secuencias de ocupación. Por este motivo, llevamos a cabo tres meses de prospección arqueológica en los sitios coloniales y poscoloniales de Ebtún y sus alrededores (figura 1). Localizamos más de 70 sitios y excavamos pozos de sondeo al exterior de seis iglesias coloniales con el propósito 12

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Figura 1. El área de estudio y los sitios localizados.

de aumentar el cuerpo de investigación etnohistórica para Ebtún y los pueblos circundantes con datos arqueológicos (Alexander et al., 2008). La materialidad del paisaje revela cambios en la ecología agraria que subrayan las prácticas discursivas de los Títulos de Ebtún. La arqueología de lugar en Ebtún En 1982, Lewis Binford sugirió que la mejor manera de entender la organización de los sistemas conductuales en el pasado era analizar las formas en que se organizan las actividades en 13

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referencia a lugares, que se ocupan en diferentes temporadas y que contienen conjuntos distintos de la cultura material (Binford, 1982). Según Binford, los lugares desempeñan diferentes papeles estratégicos dentro del sistema adaptativo. Porque los cambios tecnológicos y ambientales afectan el repertorio de actividades y su organización espacial, la cultura material se distribuye entre los lugares en diferentes maneras. Hoy día los arqueólogos reconocen que la reformulación del paisaje es un proceso basado en la contingencia histórica (Brumfiel, 2003; Sluyter, 2002; Smith, 2003). Este proceso crea la variación arqueológica en las historias de vida y sistemas materiales entre sitios diferentes —una arqueología de lugar (por ej. Basso, 1996; Bender, 1998; McAnany, 1994)—. En general, la identidad sociocultural nativa se destruye cuando los regímenes coloniales separan a la gente de los lugares donde residieron sus antepasados, lo que previene que ellos lleven a cabo prácticas que fijen una significación a los terrenos y elementos naturales del paisaje. De otra manera, la política colonial fomenta la autonomía cultural cuando se permite flexibilidad en las opciones residenciales (Lightfoot, 2004: 23). Más que la lengua, la clase o la etnicidad, es el lugar el que funciona como el idioma de la identidad sociocultural en Yucatán, así como en otras regiones mesoamericanas (Berdan et al., 2008; Hanks, 2010). Desde la perspectiva de la ecología histórica, hay cuatro factores principales que afectan la transformación del paisaje: 1) la densidad de la población; 2) los atributos del medio ambiente; 3) las estrategias tecnológicas y su manera del uso, y 4) la política que anima la sobreexplotación o la producción sustentable (Turner, Klepeis y Schneider, 2003). Además, estas variables se vinculan con cuatro procesos históricos. Primero, los patrones del movimiento agrícola (agricultural movement) se afectan por la variación en la densidad de la población, el agregado del asentamiento y los métodos del transporte. El movimiento agrícola se define como el patrón de movilidad entre el domicilio y las parcelas, milpas y kaxob para efectuar la producción (véase Stone, 1996: 28-56). Estos patrones también se promueven por los cambios en la tecnología del 14

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transporte —que sea a pie, por mulas y caballos, o ahora por bicicletas y camiones—. En general los agricultores ajustan la inversión de la mano de obra, el tiempo del viaje y el costo del transporte entre sus milpas y sus solares en dos maneras. Se traslada el domicilio hacia la milpa o se cambia la ubicación de la milpa respecto al domicilio (véase Wilk, 1991). El patrón de movimiento agrícola es la fuerza principal que condiciona la dispersión y el núcleo del asentamiento, tanto como la duración de la ocupación y los ciclos de habitación, abandono, reocupación y actividades de postabandono (Alexander, 2004; La Motta y Schiffer, 1999). Segundo, la introducción de nuevos cultivos y animales domésticos europeos afectó las relaciones ecológicas y simbióticas entre el cultivo de la milpa, los animales de caza y la cría de animales domésticos nativos (el perro, el pavo y las abejas) en Yucatán. La época colonial inició una revolución de productos secundarios en Mesoamérica (Sherratt, 1981), la cual introdujo la tracción por medio de animales y sus productos secundarios (por ejemplo, la lana, la leche, etc.) que aumentaron los niveles de la producción agrícola antes basada solamente en la fuerza humana. Además la introducción de animales domésticos europeos impulsó la producción y comercio en nuevos productos primarios como la carne, pieles y sebo (Pavao-Zuckerman, 2011). Los cambios en las relaciones con los animales domésticos afectaron la distribución de la infraestructura necesaria para su producción (norias y pozos, bebederos, albarradas y corrales), así como la estructura del espacio doméstico del solar y la tecnología para la producción y almacenaje de los productos secundarios (Alexander, 2004, 2012). Tercero, la introducción de nueva tecnología ―el transporte, armas de fuego, herramientas de metal, nuevas formas de moneda corriente y sistemas de crédito― modificó el proceso híbrido de la adquisición y traspaso de conocimientos ecológicos tradicionales (traditional ecological knowledge o TEK). El proceso involucra el aprendizaje social tanto como el del medio ambiente en que los agricultores observan, discuten y participan en las operaciones de cada uno (véase Sluyter, 2002: 15

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7-8; Stone, 2007: 73). En contraste, la pérdida del TEK ocurre cuando se destruye el balance entre el aprendizaje social y el medio ambiental. El declive demográfico, el movimiento y migración entre comunidades y las exigencias para la producción de bienes tributarios por parte de las autoridades civiles y religiosas afectaron el traspaso, conservación y pérdida de sistemas de conocimiento existentes, así como los procesos por los cuales se introducían y se adoptaban nuevas innovaciones (véase también Schiffer, 2000). Finalmente, la conversión religiosa forzada cambió las prácticas religiosas y los procesos de sincretismo (Chuchiak, 2002, 2005a, 2005b, 2009). En general, los antropólogos e historiadores han asumido que las prácticas católicas se llevaron a cabo en las iglesias de los pueblos, mientras que las prácticas indígenas fueron segregadas y tuvieron lugar en el monte, fuera de la vista de las autoridades. Empero, las investigaciones de la extirpación de la idolatría en Yucatán demuestran que los lugares donde se llevaron a cabo las prácticas rituales nativas no estuvieron separados de los lugares usados para las prácticas cristianas (Chuchiak, op. cit.). Y además, en el siglo xix, la sublevación de la Guerra de Castas dio como resultado una nueva religión enfocada en la veneración de la Cruz Parlante y una nueva identidad maya kruso’b (Bricker, 1981; Dumond, 1997; Gabbert, 2004a; Sullivan, 1989). El movimiento produjo un cisma entre los kruso’b y las prácticas religiosas mayas corrientes, que todavía se observa por la distribución de cruces vestidas (Dumond, 1985). Los cambios religiosos reorganizaron el paisaje ritual y la distribución de la arquitectura religiosa, los adoratorios y yacimientos rituales.

los asentamientos y sus procesos de formación

Varios lugares se describen en los Títulos de Ebtún. Estos incluyen cabeceras, pueblos, parcelas (kax), rejoyadas, cenotes, pozos, ranchos privados, ranchos independientes y haciendas (cuadro 1). 16

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Casas perecederas

Rancho Adoratorios privado

Elementos pequeños del control del agua

Parcela Cenote, Pozos o kax rejoyada, cuevas

Cuadro 1. Resumen de las características de los sitios históricos.

Corrales, bebederos, pilas

Chiqueros, gallineros

Corrales de mampostería y albarradas, chiqueros, gallineros, bebederos, pilas y eras, portones y arcos de mapostería

Bebederos, chiqueros, gallineros, pilas

Bebederos, chiqueros, gallineros

Cenote, Pozos rejoyada, cuevas

Cenote, Pozos rejoyada

Casas perecederas

Adoratorios, capillas

Rancho independiente

Noria o pozos en la plaza y los solares

Casa principal Cenote, Noria y pozos, de mampostería rejoyada pilas y aljibes sobre una plataforma, casas perece- deras para los trabajadores

Cenote, cuevas con agua (actun), rejoyadas

Noria y pozos en la plaza, pozos en los solares

Hacienda Capilla, adoratorio casero

Palacio Casas municipal perecederas pequeño

Pueblo Iglesia sin convento

Quintas de cal Cenote y canto, casas absidales y perecederas

Palacio municipal grande, de mampostería

Cabecera Iglesia grande y ornamentada, convento

Sitio Arquitectura Arquitectura Arquitectura Elementos Acceso Elementos religiosa cívica residencial geomorfológicos al agua agrícolas y cría de animales

Cabeceras Estos asentamientos miden más de 1 km cuadrado y han estado ocupados continuamente desde el siglo xvi hasta el presente. Se caracterizan por construcciones civiles y religiosas de mampostería a gran escala, situadas en una plaza central que contiene una fuente de agua modificada para servir como un pozo o una noria. La arquitectura residencial incluye tanto construcciones perecederas como de mampostería que revelan diferencias socioeconómicas. Los edificios más grandes de mampostería se localizan en el centro del asentamiento, y las calles y solares se alinean a través de una cuadrícula que se extiende hacia afuera de la plaza principal y contiene estructuras residenciales perecederas. Bajo la administración de la Villa de Valladolid, las cabeceras eran los centros político-religiosos de segundo rango de la región. Chichimilá, Tixcacalcupul y Uayma (Pacheco León, Rodríguez Alcalá y Ruiz Salazar, 2005) tienen iglesias grandes y elaboradas con conventos situados al fondo de la sacristía y camarín, lo que significa que eran las cabeceras de parroquia. Muchas de las construcciones que se ven hoy en día se fechan desde el siglo xviii, cuando se reemplazaron las pequeñas capillas enramadas con instalaciones más grandes y permanentes (Andrews, 1991; Bretos, 1992). Las iglesias tienen una sola nave, pero los muros exteriores con sus contrafuertes tienen más de tres etapas de altura y están ornamentadas con torres y espadañas, coros, retablos y otra decoración arquitectónica. Los osarios fueron construidos adyacentes a la iglesia y los cementerios se localizaron en las orillas del asentamiento. Los conventos sirvieron como residencias para los clérigos y sus funcionarios, y consisten de numerosos cuartos arreglados por un patio. En general se encuentran una noria, jardín, caballeriza y bodegas detrás de la iglesia. Los pozos de sondeo excavados en las áreas exteriores de los patios de los conventos en Chichimilá y Tixcacalcupul demostraron una secuencia estratificada de pisos estucados. En los dos casos recuperamos muestras de cerámica vidriada 18

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europea, cerámica de los grupos Yuncú y Sakpokaná, algunos fragmentos de mayólica, loza fina impresa por transferencia, vidrio, metal y huesos de animales (Alexander et al., 2008; véase Burgos Villanueva, 1995). Las especies representadas en el conjunto de fauna incluyen cerdo, cabra u oveja, pollo, conejo y perro; muchos elementos anatómicos correspondían a cortes carnosos. Los resultados sugieren que los conventos fueron espacios donde se traspasó a los habitantes rurales la nueva tecnología y los animales domésticos europeos, proporcionando ejemplos a partir de la cultura material y sus modos de empleo en acción. Los cambios en la identidad política después de la independencia en 1821 se manifiestan en la construcción de los palacios municipales, edificios de cal y canto hechos en estilo neoclásico que cuentan con una fila de cuartos detrás de un portal. La construcción de un palacio municipal correspondía al establecimiento de un ayuntamiento en la comunidad (Güemez Pineda, 2005). En general los palacios municipales de las cabeceras son más grandes que las construcciones civiles de los pueblos. Hoy día son las sedes de las presidencias municipales que administran a las comunidades políticamente dependientes. Los edificios residenciales de mampostería conocidos como quintas, que a veces ocupan toda una manzana, fueron construidos en el siglo xix. Las áreas detrás de las estructuras están cercadas por muros de mampostería y contienen estructuras adicionales de cal y canto que se usaron como dormitorios, a­doratorios, cocinas, bodegas y caballerizas. Más lejos de la plaza principal, la escala de la arquitectura residencial disminuye. Las construcciones de mampostería son más pequeñas y menos frecuentes y dan lugar a las casas absidales perecederas comúnmente encontradas por todo Yucatán. Éstas tienen una forma elíptica o cuadrada con un pretil de piedra o mampostería, muros de bajareque (a veces estucado de blanco) y un techo de guano. El solar está cercado con una albarrada y se encuentran estructuras menores como chiqueros, gallineros, apiarios, pozos y pilas hechos de piedra caliza o materiales perecederos. 19

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Pueblos Los pueblos son lugares de habitación permanente que han estado ocupados continuamente desde el siglo xvi hasta el presente y que se administraban por la República de Indios, el ayuntamiento y las autoridades religiosas (figura 2). Los habitantes mantuvieron los derechos a los terrenos privados y municipales, y se sometieron a las tasaciones civiles y eclesiásticas. El pueblo o cah permanece como el enfoque principal de la identidad y el centro de las prácticas religiosas y comunitarias. Estos asentamientos consisten en solares residenciales delimitados por albarradas y arreglados a través de una cuadrícula rectilínea en cuyo centro está la iglesia, el palacio municipal y la plaza central. En general, la fuente de agua, ya sea un cenote, pozo o noria, se localiza cerca a la plaza principal. Las entradas al pueblo por los caminos viejos se demarcan por cruces de madera construidas sobre mojoneras. Las iglesias consisten en una sola nave y a menudo se encuentra una fila de cuartos adyacentes a la sacristía. Un osario se localiza adyacente a la nave y está separado por una barda del resto del complejo religioso. A Ebtún, Kaua, Tekom y Cuncunul les faltan las grandes facilidades para mantener a los clérigos. En general, la arquitectura religiosa del siglo xvi consistió en las capillas de enramadas (Andrews, 1991) y las audiencias de las Repúblicas de Indios fueron construidas de materiales perecederos. Poco a poco se reemplazaron los materiales perecederos de las iglesias con construcciones de piedra. Las construcciones de mampostería se volvieron comunes en el siglo xix y las audiencias de la República de Indios fueron reemplazadas por los palacios municipales construidos de cal y canto. Si bien algunos habitantes construyeron edificios residenciales y comerciales usando esta técnica hacia los fines del siglo xix y el siglo xx, la mayoría de la arquitectura residencial fue perecedera. Por consiguiente, nos preguntamos si existían las evidencias arqueológicas de construcciones religiosas más tempranas de las que se ven hoy y si las evidencias indicarían que los pueblos actuales eran las comunidades descendientes de los batabiles 20

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Figura 2. Las iglesias de (a) Ebtún y (b) Cuncunul.

Cupules. Los pozos de sondeo que excavamos al exterior de los muros de las iglesias en Ebtún, Cuncunul y Tekom revelaron muros basales de construcciones anteriores, las cuales se asociaban con pisos de sascab. En todas las excavaciones recuperamos muy poco material. Los restos incluyeron cerámica de los grupos Yuncú y Sacpokaná y algunos fragmentos de vidrio y metal. 21

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Empero, en Cuncunul encontramos un yacimiento intrusivo que consistió en tierra negra fina en la base interior del muro basal de la nave. Las cerámicas recuperadas del yacimiento incluyeron tiestos grandes de una cazuela de Pizarra Sotuta y algunos fragmentos de un incensario Chen Mul, ambos típicos de la época Posclásica de Chichén Itzá. El yacimiento parece relacionarse con una práctica conmemorativa. Parcelas (kaxob) En los Títulos de Ebtún se hacen muchas referencias a los lugares particulares que eran propiedades privadas y municipales de los pueblos principales. La mayoría son parcelas que tienen elementos geomorfológicos, como cenotes, rejoyadas, pozos, cuevas o sitios arqueológicos (labcah), los cuales son buenos para los cultivos. También notamos que se habían construido mejoras al fondo de las rejoyadas como pozos, bebederos y pilas para que se cultivaran los árboles frutales y se criaran los animales. Muchas veces se hacían mejoras a los cenotes, los cuales tenían un pozo o noria para extraer el agua a la superficie. En estos lugares siempre es escasa la cultura material. Todas las parcelas tienen historias de ocupación discontinuas. Hoy día las parcelas no están habitadas y se utilizan para el cultivo, la apicultura o la cría de ganado y por consiguiente se encuentran en ellas las estructuras enramadas, mejoras u otra infraestructura para apoyar las actividades agrarias. Tontzimín es un ejemplo de una parcela cuya tenencia se peleaba desde hacía más de 180 años entre Ebtún y Cuncunul (figura 3). Aunque en los Títulos de Ebtún se describe como cenote, se encontró una rejoyada de 15 m de profundidad que tiene un ojo de agua pequeño al fondo, la cual está señalada por una cruz de madera. También se construyó una albarrada para servir como una presa para retener el agua. De las colecciones de superficie recuperamos fragmentos de ollas pertenecientes a cuatro períodos desde el Posclásico Temprano hasta la época poscolonial. En los alrededores de la rejoyada se observan varios montículos prehispánicos que indican que el sitio tuvo una ocupación per22

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Figura 3. El fondo de la rejoyada de Tontzimín, con su ojo de agua y cruz de madera.

manente antes de que los españoles redujeran a la población en Ebtún y Cuncunul. Entonces Tontzimín también era un labcah o pueblo viejo. Ranchos A mediados del siglo xviii la población se empezó a recuperar de la caída demográfica y los documentos mencionan otras comunidades en la región —los ranchos—. Los ranchos son parcelas que en general tienen cenotes, rejoyadas o pozos que se usan para la cría del ganado, la apicultura o el cultivo de milpa. Pueden ser de propiedad privada o de tipo corporativo/independiente. Los ranchos independientes fueron habitados por grupos de agricultores mayas y se les consideró comunidades no autorizadas por el régimen político. Después de la Revolución mexicana, muchas de estas comunidades introdujeron sus peticiones al gobierno para legalizar sus ejidos y formar sus comisarías. Estos lugares también tienen una historia de ocupación discontinua. En algunas épocas tenían habitación permanente, mientras 23

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que en otras se utilizaban para el cultivo y actividades agrarias más extensivas. Tzaab es un ejemplo de un rancho independiente que se fundó en las primeras décadas del siglo xix. Fue abandonado durante la Guerra de Castas y ocupado de nuevo en el siglo xx. Hace 20 años y después del huracán Gilberto se abandonó de nuevo, cuando los habitantes se mudaron a Tixcacalcupul. Actualmente se usa para el cultivo de la milpa y la apicultura, y tiene tres casas construidas de materiales perecederos. El punto central en Tzaab es el gran cenote de 20 m de profundidad. Hasta ahora se pueden observar las huellas de sogas en la orilla por donde se extraía el agua a la superficie. Las albarradas de los solares desocupados están presentes en el asentamiento. También localizamos montículos prehispánicos entre 1-3 m de altura, y encima de uno de ellos encontramos un adoratorio a la Santa Cruz, con sus cruces vestidas y orientadas al este (figura 4). Todavía la gente viene a Tzaab el 3 de mayo para celebrar su fiesta. Otros ejemplos de los ranchos independientes incluyen Yaxlé y Xanlá, que han llegado a ser municipalidades independientes. En este caso, la arquitectura civil y religiosa es reciente, a veces

Figura 4. El adoratorio dedicado a Santa Cruz en Rancho Tzaab.

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perecedera o a veces construida de block. Estos ranchos tienen pozos en la plaza principal que cubren un cenote original y a veces tienen una pila o bebedero. Es raro que tengan norias. La cultura material de la superficie es muy escasa, producto del uso de una tecnología perecedera. Los ranchos privados que se usan para el cultivo de la milpa y la cría del ganado también son comunes en la región y la mayoría de éstos fueron establecidos a finales del siglo xix después de la Guerra de Castas (figura 5). Muchas de estas propiedades son de la misma familia desde hace ya tres generaciones. En general, los lugares consisten en un pozo, pila o bebedero y un corral adyacente. Algunos están ocupados, mientras que otros no, pero mayormente tienen entre una y tres casas de construcción perecederas, usadas para el almacenaje y las actividades agrícolas. También utilizaron una tecnología perecedera. Las vasijas cerámicas útiles para el almacenaje, como la jarra olivera, aún se conservan y se reutilizan. Estos lugares también tienen cruces de madera que marcan las entradas a la propiedad y, en muchos casos (por ejemplo, San Román, Santa María y San Antonio Kulá), los dueños mantienen adoratorios privados. Haciendas Mientras que la población rural crecía en la primera mitad del siglo xix, los criollos españoles desarrollaron la agricultura comercial en la región. Las haciendas fueron propiedades en las que se fomentó la producción ganadera y los dueños recibieron una licencia para establecer el ganado mayor. En las haciendas residieron asalariados, vaqueros y luneros que proporcionaron la mano de obra para realizar la producción. La hacienda fue la unidad social en sí (Patch, 1993). Los animales a menudo se vendieron a los comerciantes en Valladolid y otros centros urbanos para el abastecimiento público en carne y pieles. Algunas haciendas cerca de Kaua, como la Hacienda Muchucux, produjeron tanto aguardiente como ganado. Si bien la hacienda ha estado asociada con la clase dominante de la Península, varios historiadores han señalado que hay mucha variabilidad en el estado socioeconómico de los due25

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Figura 5. El Rancho Santa María, (a) corral y bebedero y (b) adoratorio.

ños (Bracamonte y Sosa, 1993; Machuca Gallegos, 2011). La hacienda ganadera del siglo xix fue un vehículo para la movilidad socioeconómica entre caudillos rurales, mestizos y las élites indígenas. Los hacendados invirtieron recursos en los bienes raíces y edificios para aumentar tanto su prestigio como la producción ganadera, y esta variabilidad se refleja en el tamaño y las características de los cascos de las haciendas (Alexander, 2003). 26

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Las haciendas variaban mucho en tamaño e infraestructura (figura 6). En general tenían una noria, bebederos, corrales y arquitectura residencial hecha de mampostería. En algunas instancias, las haciendas tenían una capilla de mampostería. No obstante, la arquitectura compuesta de cal y canto fue muy modesta, a excepción de algunas propiedades al norte de Kaua, cerca de Valladolid o Uayma, o camino del sur de Tixcacalcupul. Los edificios de las haciendas más grandes, como San José Canto, se fechan para el Porfiriato. Ésta sobrevivió a la Guerra de Castas y a la Revolución mexicana, y se reconstruyó en el siglo xx para producir el henequén. La variabilidad en la cantidad de construcciones de mampostería y los patrones espaciales en las haciendas corrobora la sugerencia de Pedro Bracamonte (1990) de que las haciendas yucatecas experimentaron un ciclo de crecimiento. Es lógico que las primeras estructuras construidas fueran para adquirir y controlar el agua y el ganado. Las viviendas para el dueño, los asalariados y los trabajadores se desarrollaron después. Poco a poco las construcciones perecederas fueron reemplazadas con mampostería. Esta misma secuencia se aplica al revés a la destrucción de las haciendas durante la Guerra de Castas. En muchos casos, la casa principal y la capilla se destruían primero. El reuso de las haciendas hoy día se enfoca a los corrales, la noria y los pozos que aún se mantienen. Las capillas y casas principales no están ocupadas ni reciben mantenimiento. Si una comisaría municipal nueva fue establecida después de la Revolución mexicana en el mismo lugar de la ex hacienda, la arquitectura religiosa asociada con la hacienda permanece en un estado vacío o se le reutiliza para actividades domésticas cotidianas. Nuevas capillas e iglesias se construyen para la comunidad. Núcleo y dispersión Los patrones del movimiento agrícola de largo plazo han creado dos tipos de lugares que muestran diferencias en la intensidad de uso y sus secuencias de ocupación (Alexander, 2004, 2006). 27

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Las cabeceras y pueblos constan de lugares que se usan para la residencia permanente y han estado ocupados continuamente por más de 500 años. Por otro lado, los ranchos, haciendas y parcelas se usan para la producción agrícola. Estos lugares contienen elementos geomorfológicos como cenotes, cuevas o rejoyadas y las modificaciones a estos elementos en forma de pozos, corrales, bebederos y adoratorios. Los agricultores trasladan temporalmente sus residencias desde los pueblos y cabeceras hacia las parcelas para intensificar la producción. Si la parcela se vendió como un rancho o una hacienda, se encuentran estructuras y solares de los dueños y trabajadores. Estos sitios demuestran ocupaciones discontinuas y cortas de menos de 100 años. Los episodios de ocupación residencial se entremezclan con períodos largos del uso extensivo para la agricultura y la ganadería. El cuadro 2 muestra que el sistema de asentamiento experimentó ciclos de agregación y dispersión durante los últimos 500 años. A veces los habitantes se congregaron en las cabeceras y pueblos, mientras que las parcelas se usaron de manera extensiva. El núcleo del asentamiento ocurrió bajo los órdenes de congregación después de la Conquista (Gerhard, 1993), durante el declive demográfico causado por epidemias y hambres (Bricker y Hill, 2009) y frente a la violencia de la Guerra de Castas del siglo xix (Dumond, 1997). Recientemente, muchos habitantes han sido atraídos de nuevo a los pueblos y cabeceras por la electricidad, agua potable y servicios de transporte. Otros han perdido sus terrenos bajo las reformas neoliberales. Por contraste, en otros períodos la población vivía permanentemente en las parcelas, ranchos y haciendas. La dispersión del asentamiento coincidió con el aumento de la población, la expansión económica bajo las reformas políticas de los Borbones, y después de la Independencia y también después de la Revolución mexicana y la reforma agraria. Es probable que los agricultores respondiesen con la intensificación de la producción debido a las oportunidades económicas que se les ofrecían en estas épocas. La dispersión proporcionó la ventaja adicional de que los agricultores podían alejarse de la supervisión de las autoridades (Alexander, 2004). 28

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Crecimiento de la población, expansión de mercados regionales e internacionales Declive demográfico, migración de refugiados

1750-1847 Disperso Reformas políticas borbó- nicas, Independencia La Guerra de Castas y la Revolución mexicana Reforma agraria posrevolucionaria Reformas neoliberales, urbanización

1847-1910 Agregado

1910-1990 Disperso

1990-present Transición

Cuadro 2. El núcleo y la dispersión del asentamiento en el área del estudio.

Modernización del poder, transporte y comunicaciones

Crecimiento de la población, distribución de terreno

Declive demográfico, epidemias y sequías, extracción de recursos tributarios

tendencias

1540-1750 Agregado Invasión española, siglos xvi y xvii

hechos históricos

Los cuchcabalob del Posclásico Tardío, economías macrorregionales florecientes

asentamiento

1450-1540 Disperso Colapso de Mayapán hasta la invasión española

fecha

Los cambios del siglo xx y el porvenir Si bien la Guerra de Castas terminó en 1901, la segunda mitad del siglo xix también se caracterizó por un colapso demográfico profundo (Dumond, 1997) (cuadro 3). La violencia tampoco disminuyó con la Revolución mexicana. En los años veinte mucha gente emigró en busca de refugio, mientras que otros se alejaron de los pueblos establecidos con la esperanza de formar sus propias comisarías (Redfield y Villa Rojas, 1934). La Guerra de Castas también produjo una revitalización cultural y una nueva religión enfocada en la veneración de la Cruz Parlante que hoy día está marcada por la presencia de las cruces vestidas en la Península de Yucatán. En la región del estudio sorprende el observar que hoy en día las cruces vestidas tienen una distribución distinta. Actualmente, en Tixcacalcupul, Tekom y los asentamientos dependientes ―incluso las parcelas, haciendas y ranchos― se visten las cruces de las entradas. En cambio, los habitantes de Ebtún, Kaua, Cuncunul y sus dependencias (incluso los de Chan Kom) no tienen por costumbre vestir las cruces localizadas a las entradas de las comunidades. Año Clase de N Promedio de Total de asentamiento población población

% Declive 1841-1883

población

2 1212 2423 14.2% 1841 Cabecera 8 1302 10,419 61% Pueblo 21 215 1360 8.0% Rancho 29 94 2734 16% Hacienda 8 15 122 .7% Sitio 68 251 17,058 Total 2 678 1356 28.6% 44% 1883 Cabecera 8 342 2742 57.8% 74% Pueblo 20 11 229 4.8% 83% Rancho 10 39.5 395 8.3% 86% Hacienda 3 7.322 22 .46% 82% Sitio . 43 110 4744 72% Total

Cuadro 3. La población del siglo xix en la región de Ebtún.* * Fuente: Archivo General del Estado de Yucatán (AGEY).

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Hoy en día, los terrenos de Ebtún, Cuncunul, Kaua, Tekom y Tixcacalcupul están amenazados por la globalización. Aunque Kaua tiene un aeropuerto internacional que sirve a la zona arqueológica de Chichén Itzá, los réditos de las empresas turísticas no se quedan en la comunidad. Los habitantes de algunos municipios y ranchos quieren promover el turismo a los cenotes. El problema es que muchas de las localidades son remotas y el acceso al cenote puede ser peligroso. Además muchos de los “ecoturistas”, así llamados, no tienen una sensibilidad ecológica ni cultural y sus visitas pueden dañar los lugares.

Fondo Municipios, Libros Valladolid, Padrón General de todos los habitantes de este Municipio, 1883. Poder Ejecutivo, Censos y Padrones, vol. 2, exp. 17, 1841, Ebtún. Padrón general de habitantes del pueblo de Ebtún, partido de Valladolid, con expresión de sexos, edades y ocupaciones, 17 f., caja 1. Poder Ejecutivo, Censos y Padrones, vol. 3, exp. 25, 1841, Pueblo de Kahua (Kaua). Padrón general de habitantes del pueblo de Kahua y su comarca de haciendas, sitios y ranchos del partido de Valladolid, con expresión de sexos, edades y ocupaciones. Kahua, abril 24 de 1841, folio 12, caja 2. Poder Ejecutivo, Censos y Padrones, vol. 1, exp. 6, Pueblo de Cuncunul. Padrón general de habitantes del pueblo de Cuncunul del partido de Valladolid, con expresión de sexos edades y ocupaciones, Cuncunul, mayo 1 de 1841, fj. 10, caja 1. Poder Ejecutivo, Censos y Padrones, vol. 1, exp. 10. Pueblo de Chichimila. Padrón general del pueblo de Chichimila y su comprensión, partido de Valladolid, con expresión de sexos, edades y ocupaciones, Chichimila, agosto 25 de 1841, fj. 42, caja 1. Poder Ejecutivo, Censos y Padrones, vol. 5, exp. 70. Pueblo de Tixcacalcupul. Padrón general de habitantes del pueblo de Tixcacalcupul y su comprensión de haciendas, sitios y ranchos del partido de Valladolid, con expresión de sexos edades y ocupaciones, Tixcacalcupul, mayo 5 de 1841, fj. 41, caja 2-bis. Poder Ejecutivo, Censos y Padrones, vol. 6, exp. 73. Pueblo de Uayma. Padrón general de habitantes del pueblo de Uayma y su comarca de haciendas, sitios y ranchos del partido de Valladolid, con expresión de sexos, edades y ocupaciones, Uayma, mayo 14 de 1841, fj. 11, caja 2-bis. Poder ejecutivo, Censos y Padrones, vol. 7, exp. 59. Pueblo de Tekom. Padrón general de habitantes del pueblo de Tekom y su comarca, partido de Valladolid, con expresión de sexos, edades y ocupaciones, Tekom, mayo 4 de 1841, fj. 15.

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Otra tendencia notable es que la gente de fuera ha comprado algunos ranchos cerca de Kaua y Cuncunul. Los comisarios se preocupan de que en algunos casos estas propiedades puedan ser usadas para el narcotráfico. Son lugares de transporte de carga en los que se observa una actividad inusual por un tiempo y luego se abandonan. A veces los ranchos yermos se devuelven al municipio. En fin, el ejido de Ebtún actualmente está amenazado por el crecimiento de Valladolid y su hambre por la electricidad. Algunos ranchos históricos fueron destruidos por la construcción de los cables de alto voltaje, pero la amenaza principal viene de la termoeléctrica Felipe Carrillo Puerto, una empresa privada desarrollada por un grupo de estadounidenses, canadienses y japoneses que adquirió una parte significativa del ejido de Ebtún y cuyos pozos se extienden en un radio de 7 km de la planta central. En esta área se conectan a los cenotes, los tapan con cemento e instalan una bomba de presión para generar la electricidad termoeléctrica. Por esta razón se encuentra el letrero del cenote Cotut: “Prohibido tocar este cenote. Cualquier duda en la comisaría municipal de Ebtún” (figura 6). Consideraciones finales Los antropólogos históricos han enseñado que las cuestiones de los cambios socioculturales se han visto perjudicadas por la falta de investigaciones de los períodos Colonial y Poscolonial (Chance, 1996: 381; Wolf, 1982, 1990). Han hecho llamados para dar un nuevo énfasis a las investigaciones diacrónicas que vinculan los estudios del presente etnográfico al pasado. El objetivo de esta investigación es enfrentarse a este reto. A través del análisis de la formación del paisaje de la región de Ebtún y sus pueblos vecinos se pueden apreciar las transformaciones en la cultura maya en términos de las estrategias locales y la resistencia frente la expansión colonial y capitalista. También hay que recordar que no es posible lograr colaboraciones fuertes entre los arqueólogos y las comunidades mayas para la conservación de los recursos arqueológicos sin compren32

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Figura 6. El letrero puesto en el Cenote Cotut: “Prohibido tocar este cenote. Cualquier duda en la comisaría municipal de Ebtún”.

der cómo las historias e identidades posteriores a la Conquista se vinculan con la distribución de recursos culturales en el espacio y el tiempo. Ebtún y sus pueblos hermanos nos cuentan una historia importante sobre el manejo de los recursos agrarios, el cambio cultural y el destino de la comunidad después de la invasión española que esclarece la historia del longue durée en Yucatán. Agradecimientos La investigación se llevó a cabo con el apoyo de la Comisión México-Estados Unidos para el Intercambio Educativo y Cultural (comexus) y de una beca del US Department of Education, Fulbright-Hays Faculty Research Abroad Fellowship. La autorización para el reconocimiento arqueológico y las excavaciones de los pozos de sondeo fue otorgada por el Consejo de Arqueología del Instituto Nacional de Antropología e Historia (inah). Todas las investigaciones se llevaron a cabo de acuerdo con el Reglamento para la Investigación Arqueológica en México. 33

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Agradezco a todos los arqueólogos del Centro inah Yucatán sus finas atenciones. Cabe mencionar en especial a la Arqueóloga Federica Sodi Miranda, directora, al Arqueólogo Rafael Burgos Villanueva, coordinador, y al Arqueólogo Víctor Castillo Borges, coordinador de la sección de arqueología, así como a las Arqueólogas Sylvianne Boucher y Yoly Palomo, directoras de la ceramoteca. El trabajo de campo se facilitó por las autoridades de Ebtún, Cuncunul, Kaua, Tekom y Tixcacalcupul y los esfuerzos del equipo de campo. Quisiera agradecer de manera especial a José Díaz Cruz, Adam Kaeding, Eleuterio Un Un, Nicolás Un Camal, Florencio Un Camal y José Guadalupe Noh Canul. El análisis avanzó gracias a los esfuerzos de la Dra. Susan Kepecs y la ayuda de mis estudiantes Ruth Martínez Cervantes y Matthew Punke.

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EL DESAFÍO DE LOS CAUDILLOS: LA ECONOMÍA POLÍTICA DE LOS KRUSO’B EN EL SIGLO XIX

Wolfgang Gabbert Institut für Soziologie, Universität Hannover

El siglo xix fue un período particularmente violento en la historia de América Latina. Las instituciones políticas de la Colonia se habían desplomado sin que un gobierno central fuerte se pudiera instalar por mucho tiempo. Las guerras de independencia alcanzaron la libertad del dominio colonial; sin embargo, no produjeron un mejoramiento de las condiciones de vida de las clases bajas. Además, las nuevas élites empezaron a desmantelar las leyes coloniales que, por lo menos parcialmente, habían protegido la propiedad comunal de las comunidades indígenas. No es sorprendente que fuesen frecuentes fuertes conflictos sociales. La situación en México no difería en nada del panorama esbozado. Entre 1821 y 1857, más de 50 gobiernos diferentes trataron de establecer su dominio, variando en su forma de la monarquía o dictadura hasta la república constitucional. Especialmente desde los años 1840, docenas de levantamientos campesinos estremecieron al país. En este trabajo pretendo tratar algunos aspectos de una de esas sublevaciones, ampliamente conocida como la Guerra de Castas de Yucatán. Voy a discutir las bases materiales de la reproducción de los rebeldes, sus formas de organización de trabajo y las repercusiones de estos factores en su organización política. A la 35

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Guerra de Castas se le considera la más importante rebelión rural en México en el siglo xix, por lo menos, por tres razones: 1) Su duración. En su forma más intensa persistió por siete años, de 1847 a 1854. Después se convirtió en una sangrienta guerra de guerrillas y pillaje que se prolongó por cinco décadas. 2) Las pérdidas inmensas de vidas humanas y recursos materiales que exigió la guerra. Entre 1846 y 1854 la población de la Península de Yucatán disminuyó en más de una tercera parte (Dumond, 1997: 238; Rugeley, 2009: 116-129). 3) Las consecuencias de la guerra. Después de algunos éxitos iniciales en 1847 y 1848, los sublevados, en su mayoría campesinos de habla maya, tuvieron que retirarse a las partes surorientales de la Península, donde establecieron comunidades políticas independientes. Esto dio como resultado una guerra fronteriza sangrienta que duró décadas y permitió a los sublevados preservar su independencia de los gobiernos de Yucatán y México hasta los comienzos del siglo xx (Dumond, 1997; Gabbert, 2004a: 46-59 y 2004b; Reed, 1964). Los rebeldes y sus descendientes son conocidos como kruso’b, que quiere decir “las cruces”, término derivado de un culto religioso caracterizado, entre otras cosas, por la devoción especial a ciertas cruces milagrosas con la facultad de hablar.1 La organización política: Estado, cacicazgo o política caudillista La organización política de los kruso’b en la segunda mitad del siglo xix ha sido caracterizada de diferentes maneras. Mientras alLos rebeldes se llamaban a sí mismos normalmente cristianoo’b (“cristianos”), otsilo’b (“pobres”), o masewalo’b (“plebeyos”). El término kruso’b (“cruces”) aparece raras veces en las fuentes (véase, por ejemplo, Proclamation of Juan de la Cruz, Bricker, 1981: 188-207; Libro sagrado, Chi Poot, 1982: 277294; Juan de la Cruz, Chan Santa Cruz, 1/2/1850, Quintal Martín, 1992: 68; A. Dzul, R. Pec y A. Chi al Gobernador, 8/1/1888, en R.T. Goldsworthy confidential dispatch, 26/1/1888, Colonial Office, 123/189, en Dumond, 1997: 359). Sin embargo, el término kruso’b fue popularizado por Reed (1964) y se ha convertido en la designación más usada por los académicos y el público en general. 1

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gunos investigadores la consideran como un conjunto de cacicazgos (Dumond, 1977; Villa Rojas, 1945), otros la entienden como un estado centralizado (Hostettler, 1996: 19; Jones, 1974: 659; Reed, 1997: 523; Rugeley, 1997: 495-496; Sapper, 1895). En otro trabajo he cuestionado tales hipótesis que, a pesar de sus divergencias, coinciden en asumir la presencia de una estructura gubernamental consolidada de los kruso’b en el siglo xix (Gabbert, 2005). He sugerido que es mejor interpretar las estructuras políticas de los kruso’b como una forma de “política caudillista”. El modelo de la “política caudillista” fue elaborado por Eric Wolf y Edward Hansen (1967). Ellos la definen con los siguientes rasgos: 1) La emergencia de relaciones de patronaje fundadas en lazos personales de dominación y sumisión y en el deseo común de obtener riqueza por medio del uso de la fuerza; 2) la ausencia de procedimientos institucionalizados para la sucesión a cargos; 3) el uso de la violencia en la competencia política, y 4) el fracaso repetido de líderes de garantizar su posición como caciques (Wolf y Hansen, 1967: 169; también Riekenberg, 1998: 201). En contra de la perspectiva elaborada por Reed y otros que sugieren la existencia de una estructura política centralizada y estable entre los kruso’b, he argumentado que las fuentes indican competencia casi constante por poder y riqueza entre varios líderes. Tengo tres argumentos para fundamentar tal aseveración: 1) Un indicio para concluir que no había una estructura política estable es que la mayoría de los líderes kruso’b no murieron en batalla sino cayeron víctimas de luchas internas por el poder. Esto fue el caso de 19 o 20 de 32 líderes importantes que fueron muertos entre 1849 y 1901 (véase cuadro 1). Un viajero comentó a principios del siglo xx: Cuando muere el jefe supremo de los indígenas de Santa Cruz, el más antiguo de los jefes subalternos supuestamente debe suceder. 37

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Sin embargo, en la práctica, siempre hay rivales reclamando la je­ fatura y el jefe subalterno con la personalidad más fuerte y la mayor popularidad entre los soldados logra obtener el cargo. Casi siempre hay facciones opuestas tratando de derrocar al jefe supremo en el poder, y es raro que este último muera en la cama (Gann, 1924: 49, traducción W.G.; véase también Adrian, 1924: 237).

Nombre

Cecilio Chí

Fecha

junio 1849

Causa de muerte

Fuente (responsables

o fechas alternativas)

asesinado por su se­ cretario (Atanasio Flores)

Anónimo, 1997: 79; Ancona, 1978, IV: 260 s.

Jacinto Pat

septiembre 1849

muerto por rivales

Anónimo, 1997: 79, nota 17 (Crescencio Poot, Venancio Pec); Ancona, 1978, IV: 263 s. (Venancio Puc, Florentino Chan, Crescencio Poot); Reed, 2001: 370 (Venancio Puc, Florentino Chan); Mi­ cheltorena a Ministro de Guerra y Marina, 1/8/1850, AHM, XI/481.3/2914 (Be­ nancio Pec)

Manuel Nahuat

23/3/1851

muerto en combate

SDN 7/4/1851, p. 1; Ba­queiro, 1990, IV: 122; Reed, 2001: 372 (3/3/1851)

Pedro Dzul

Junio 1851

muerto en combate

R. Díaz de la Vega a Minis­ tro de Guerra y Marina, Mé­­­­­rida, 12/6/1851, AHM, XI/481.3/3256

Venancio Pec, Juan Bautista Yam

18/6/1852

muerto en combate

Rómulo Díaz de la Vega a Ministro de Guerra y Ma­ ri­na, Peto, 26/6/1852, AHM, XI/481.3/3300; Rugeley, 2009:109; Sapper, 1895: 197

José María Barrera

31/12/1852

enfermedad

Baqueiro, 1990, IV: 215

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abril 1853

muerto por rivales

Rugeley, 2009: 109; Angel, 1997: 532; Reed, 2001: 391 nota 1 (Isaac Pat, Zacarias May)

Paulino Pech

mayo 1853

muerto en combate

Dumond, 1997: 192

Juan Chable, Pedro Dzul

octubre? 1856

muerto por rival (Claudio Novelo)

GS 22/10/1856, p. 1

José Dolores Tec

1862

muerto por rebelar contra Puc y Zapata

NE 27/7/1863, p. 2

Agustín Barrera

diciembre 1863

muerto por rival

Reed, 1964: 287 (Venancio Puc?)

Venancio Puc Apolinario Sánchez

23/12/1863

muerto por rivales

Dumond, 1997: 254 s.; Reed, 2001: 370, 372 (Dionisio Zapata, Leandro Santos); NE 15/2/1864, p. 1

Leandro Santos

a comienzos de 1864

muerto por rivales

NE 15/2/1864, p. 4 (Dionisio Zapata); Dumond, 1997: 256 (Dionisio Zapata o Crescencio Poot, Bonifacio Novelo, Bernardino Cen)

Dionisio Zapata

10/3/1864

muerto por rivales (seguidores de Venancio Puc)

NE 17/6/1864, p. 1, 24 / 6 / 1864, p. 1; Dumond, 1997: 256; EC 30/1/1860, p. 4 (muerto en combate)

Bernardo Ueh

febrero 1864

muerto en combate

NE, 15/2/1864, p. 1

Bonifacio Novelo

1868

muerte natural

Reed, 2001: 267

Claudio Novelo

entre julio 1869 y comienzos de marzo 1873

dudoso

C. Moreno Navarrete a gobernador, Valladolid, 4/3/1873, AGEY, Poder Ejecutivo, caja 302, vol.252, exp. 41; RP 5/8/1874, pp. 1-2

Pedro Dzul

1871

muerto en combate

Chan Santa Cruz Report, LALTUL, 26, Yucatan Col­ lection: MS, Mérida, caja 2, exp. 14

39

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Alvino Aké

a finales de 1873

muerto por rivales

RP 16/12/1874, p. 2

Bernardino Cen, Juan de la Cruz Pat

13 / 10 / 1875

muerto en combate

RP 20/10/1875, p.1; Sullivan, 2004: 79, 115, 145

muerto por rival (Aniceto Dzul)

Información practicada con Saturnino Fernández et al., septiembre de 1886, AGEY, Poder Ejecutivo, caja 241; Dumond, 1997: 330

Crescencio Poot

agosto 1885

Juan Bautista Chuc

22 / 8 / 1885

muerto por rivales

Noticias…, Hopelchén, 19 / 1 / 1886, AGEC, Archivo Histórico, Gobernación, A­­ suntos Militares, caja 14; Bricker, 1981: 187 nota a línea 6; Dumond, 1997: 331; Sullivan, 2004:170 (Aniceto Dzul)

José Crescencio Puc

septiembre? 1894

muerto por rivales

Dumond, 1997: 372

Román Pec

septiembre 1896

enfermedad

Dumond, 1997: 380; Reed, 2001: 371

José María Aké, Hilario Cab, José María Canul

a comienzos de 1897

muerto por rival (León Pat a la orden de Felipe Yama)

Dumond, 1997: 380s

José María Aguilar

a fines de abril 1897

muerto por rivales

Dumond, 1997: 381

Felipe Yama

abril 1901

muerto por rivales (León Pat, Teres Cob, Prudencio May)

Dumond, 1997: 395; Reed, 2001: 371

Cuadro 1. Causas de muerte de importantes líderes de los kruso’b.

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Esto sugiere que la violencia intragrupal no era una aberración excepcional sino un rasgo fundamental de la organización política kruso’b. La violencia era uno de los medios que los caudillos podían emplear para ganar y conservar su posición de liderazgo (Riekenberg, 1998: 210-211; Wolf y Hansen, 1967: 174, 177;). Al comienzo de la guerra muchos de los jefes rebeldes habían sido batabo’b, como se llamaba a los caciques o gobernadores indígenas en Yucatán, que quiere decir hombres con “legiti­midad tradicional”, para adoptar un término de Max Weber, y algo de riqueza para atraer a sus seguidores.2 La segunda generación de los líderes, sin embargo, fueron todos “hombres de dudoso origen” que tenían éxito por “suerte, audacia, talento militar o carisma personal” (Rugeley, 1995: 486). Sin propiedad y estatus social, estos líderes tenían más necesidad de otros medios para asegurarse de la lealtad de sus seguidores que sus antecesores. Al principio, el éxito en el pillaje fue su única posibilidad de obtener riquezas para distribuirlas y ganar adeptos. El uso de la violencia, tanto en contra de enemigos como de competidores por el liderazgo, fue un medio indispensable para mantener su posición. Según fuentes yucatecas, prisioneros de los kruso’b sufrieron un tratamiento cruel.3 De vez en cuando se asesinaba a machetazos a aquellos considerados inútiles, ya sea por no ser aptos para trabajos físicos o por carecer de talentos especiales (por ejemplo, el tocar un instrumento musical). “[A] la víctima designada por las cruces, su cadáver horriblemente mutilado se arrojaba después al monte para servir de pasto a las fieras y a las aves de rapiña”.4 Sin embargo, el maltrato y muerte de prisioneros no ocurría siempre debido a estas consideracioJacinto Pat, por ejemplo, fue conocido personal del líder más importante de una de las facciones liberales de la élite criolla de Yucatán, Miguel Barbachano. Además fue un hombre educado y un terrateniente de importancia (Baqueiro, 1990, II: 140; Bricker, 1981: 98). 3 Véase, por ejemplo, EN 2/9/1862, pp. 1 s.; RP 3/3/1879, p. 2; Anónimo, 1997: 126; pero cf. RP 16/4/1879, p. 2 y 16/5/1879, p. 1. 4 Véase, por ejemplo, Anónimo, 1997: 127; véase también Elogio Rosado a gobernador, Peto, 17/5/1853, AGEY, Poder Ejecutivo, Gobernación, Milicia, caja 94. 2

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nes de tipo económico. Es muy probable que los líderes kruso’b emplearan la violencia personal también por su significado simbólico. Como David Riches (1986: 11-15) ha señalado, el uso de la violencia es muy idóneo para expresar el poder y la brutalidad del autor. Por lo tanto, se puede emplear actos violentos para mostrar la fuerza de un grupo frente a sus enemigos o para que un individuo intimide con su ferocidad a sus competidores por las posiciones de rango dentro del mismo grupo. Consecuentemente, los líderes kruso’b necesitaban tener rasgos personales específicos o, por lo menos, la capacidad de mantener la imagen del hombre fuerte, siempre dispuesto a recurrir a la violencia para defender sus intereses. Un buen ejemplo de eso es la siguiente descripción de Bernardino Cen, jefe importante de los kruso’b en las décadas de 1860 y 1870: Aunque de edad algo avanzada, la fuerza de su carácter, sus eminentes servicios y su instinto sanguinario, lo hacen temible no solo de la generalidad de los suyos sino aun del mismo Poot, respetado y temido también como Jefe de elevada graduación. Cen se permite en sus bacanales hasta la licencia de asesinar a quien se interponga a su paso...5

El consumo excesivo de alcohol ha sido interpretado en muchas fuentes como un rasgo patológico característico de los jefes kruso’b, reproduciendo así su imagen de “borrachos sanguinarios”.6 Sin embargo, el tomar mucho alcohol era probablemente una parte importante en la aserción de masculinidad dentro de una sociedad dominada por hombres.7 5 La Guerra de Castas, RP 29/3/1871, p. 2; véase también Antonio Espinosa a gobernador, Valladolid, 28/2/1871, RP, 1/3/1871, p. 1. 6 Véase, por ejemplo, Comisión del gobierno de Yucatán..., Mérida, 13/6/1864, NE, 24/6/1864, p. 2. 7 Rosado Rosado y Santana Rivas (2007) sugieren que al menos algunas mujeres jugaron un rol político y religioso importante entre los kruso’b, en especial la “reina” o “patrona” de Tulum, María Uicab. Sin embargo, parece que tal importancia fue relacionada a su calidad como esposa o hija de líderes importantes. Por lo tanto, su rol político y social fue excepcional y probablemente no reflejó el rol de las mujeres de esa época. Es más probable que las mujeres tuvieran generalmente un rol subordinado en una sociedad

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2) Mientras autores como Villa Rojas (1945), Reed (1964) y Bricker (1981) suponían que había solamente un centro ritual y que el líder religioso más alto, el patrón de la cruz, era la autoridad suprema de todos los kruso’b, Don Dumond (1985: 291; 1997: 421-422) ha notado una tendencia hacia la fragmentación no solamente en lo político sino también en el culto religioso. Después del año 1853 existían varios centros religiosos independientes en la región controlada por los kruso’b que atrajeron grupos distintos de Chan Santa Cruz, Kantunilkin, Tulum, Muyil y Chunpom. En cada uno de esos lugares había una iglesia con varias cruces, y acantonamientos para los hombres de varias comunidades que prestaban su servicio de guardia.8 Además, las fuentes indican que el “patrón de la cruz” o tatich, según el esquema de Reed la autoridad más alta de los kruso’b, no fue un título único sino que fue llevado por individuos en todos los centros rituales mencionados (Dumond, 1985: 296-297, 300-301 y 1997: 317-319, 371; Miller, 1889: 26; D. Traconis a gobernador, Valladolid, 17/2/1871, RP 22/2/1871, p. 1). 3) La importancia relativa de las posiciones religiosas, por un lado, y políticas, por el otro, no era constante.9 José Maria Barrera, generalmente considerado el fundador del culto de la Cruz Parlante, sí consiguió atraer muchos seguidores. Sin embargo, es muy dudoso que haya logrado también establecer una autoridad política reconocida por todos los rebeldes. Por lo menos en uno de los sermones tempranos de la Cruz Parlante ésta se quejó de que muchos de los líderes militares no obedecían a sus órdenes. Esto se puede interpretar como indicio del faccionalismo cuya existencia dependía en gran parte de los hombres guerreros. Además, la descripción de Villa Rojas (1945: 71) sugiere que las mujeres tuvieron un rol secundario en la vida política y ritual pública en los años 1930. Sin embargo, aún hace falta un estudio profundo de las relaciones de género entre los kruso’b del siglo xix. 8 Todo varón casado o de más de 16 años de edad tenía que seguir prestando sus servicios, vigilando los centros ceremoniales por determinados lapsos de tiempo (Villa Rojas, 1945: 24; Sullivan, 1997, II: 3). 9 Esto ya ha sido señalado por Jones (1974) y Dumond (1977, especialmente p. 126); véase también Gabbert, 2005: 317-319.

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entre los kruso’b. El sermón que ha sobrevivido en forma escrita dice lo siguiente: “... muy pocos generales han llegado porque nadie de los generales cree en mis ordenanzas y los generales dicen que no hay nada de verdad en estas ...” (Juan de la Cruz, X-Balam Nah, Xocen, Xcenil, Xocen, 11/12/1850; Villa Rojas 1945:162, traducción W.G.). Barrera murió en 1852 y tenemos poca información sobre la política entre los rebeldes en los años siguientes. Lo que parece ser claro es que en 1857 —o posiblemente antes— Venancio Puc fue el líder más importante en ambas esferas, tanto la política como la religiosa. Sin embargo, en diciembre de 1863 fue asesinado por dos de sus generales (Dionicio Zapata y Leandro Santos). Ellos cuestionaron no solamente el rol político de Puc sino también su autoridad carismática como patrón de la Cruz Parlante y, aparentemente, muchos de los elementos del culto mismo. Después de otro golpe de estado, sólo cuatro meses más tarde, la autoridad fue repartida por partes iguales entre tres nuevos líderes. Según un visitante inglés, Bonifacio Novelo actuaba como “jefe de la iglesia” mientras Crescencio Poot y Bernardino Cen se ocupaban de los asuntos militares. Probablemente cuatro años más tarde, en 1868, por razones que aún no son muy claras, Crescencio Poot se había convertido en jefe supremo. El culto había perdido mucha de su influencia política y el patrón de la cruz había dejado de dar órdenes seculares.10 La política nunca se convirtió en un asunto exclusivamente secular entre los kruso’b. Sin embargo, hay indicios suficientes para afirmar que había cambios importantes en la relación entre el poder religioso y el poder político. Mientras algunos líderes ejercieron los cargos religiosos y políticos más altos simultáneamente (por ejemplo Venancio Puc), estas posiciones fueron desempeñadas por diferentes personas en otros períodos. Durante las primeras décadas del culto, los líderes más importantes vivían en 10 Véase para los procesos mencionados, por ejemplo, LNE 15/2/1864, p 1; 25/4/1864, p. 3; 20/5/1864, p. 1; RP 20/5/1868, p. 1; EP 2/7/1869; p. 1-2, 27/7/1869, p. 5; Jones, 1974; Dumond, 1985.

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Chan Santa Cruz, pero después de 1870 no había residentes permanentes en ese lugar y los kruso’b y sus líderes vivían dispersos en las comunidades cercanas.11 En lo que sigue profundizaré la discusión sobre uno de los factores más importantes para el desarrollo político de los kruso’b. Quiero argumentar que la relativa debilidad de las bases económicas, por un lado, y un aprecio arraigado a la igualdad social entre los kruso’b, por el otro, impidieron el desarrollo de estructuras políticas centralizadas más estables en el siglo xix. La economía política de los kruso’b La agricultura de roza, tumba y quema proveía la mayor parte de los alimentos de los kruso’b, sobre todo maíz y frijoles.12 Sin embargo, los kruso’b no estaban aislados sino que intercambiaban productos con otras sociedades. De los británicos de Belice y de comerciantes yucatecos que se habían refugiado en la colonia inglesa compraron sal, jabón, ropa y otros productos.13 Además, las municiones y armas, importadas de Belice, eran indispensables14 para su sobrevivencia, no solamente para defenderse de los ataques de las tropas yucatecas sino también porque jugaron el papel de “medios de producción” en los asaltos a los pueblos de Yucatán. Sobre todo en los primeros años el pillaje de bienes de parte de los kruso’b fue lo que permitía el Véase más abajo y RP 29/3/1871, pp. 2-3; 5/8/1874, p. 4; Anonymous Report on Rebel Military Capacity, 1878, en Rugeley, 2001: 88; Miller, 1889: 25, 27; Dumond, 1977: 125. 12 Véase, por ejemplo, J. Carmichael a London, Corozal, 15/11/1867, Archives of Belize, Record 96, Rugeley, 2001: 87; Lapointe, 1983: 82. 13 Véase Correspondencia, RM 2/5/1873, p. 3; Report of José María Muñoz, n.l., 2/6/1882, LALTUL, caja 2, exp. 14; Jones, 1971: 423. 14 Véase, por ejemplo, M. Micheltorena a gobernador, Mérida, 2/4/1851, SDN 28/2/1851, p. 1; C. Hempstead a J. Buchanan, Belice, 12/7/1848 y A. Morlan a J. Parker, Belice, 27/4/1886, LALTUL, Mic 736, US. Dept. of State, Despatches from US Consuls in Belize, reel 5; Jones, 1971: 422-423; Cal, 1983: 50, 56, 58-59. 11

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intercambio con Belice.15 Durante la incursión a Tunkas en septiembre de 1861 obtuvieron 47 000 pesos (25 000 pesos en efectivo y el resto en valores de varias clases). Además se llevaron más de cien mulas y al rededor de 4 000 pesos en efectos (EC 11/9/1861, p. 4). En su asalto a los ranchos de Kaua y Uayma en 1873 se llevaron 159 prisioneros y además 50 caballos y 82 cerdos (Relación ..., RP 29/1/1873, p. 1). Parece que los niños tomados como prisioneros en los asaltos a los pueblos y ranchos de Yucatán fueron vendidos como criados a comerciantes de Belice (A. Espinosa a gobernador, Valladolid, 28/2/1871, RP 3/3/1871, p. 1). De todos modos, después de 1875, había pocas incursiones de los rebeldes en el territorio yucateco. Como ha señalado Paul Sullivan (1997, I:3), de los 51 asaltos que se pueden atribuir claramente a los kruso’b entre 1853 y 1899, 42 ocurrieron antes de 1875. Esto indica un cambio en las estrategias económicas de los rebeldes. Para poder preservar la lealtad de sus seguidores, un líder kruso’b tenía que demostrar constantemente su habilidad para organizar expediciones de pillaje. Sin embargo, ese tipo de operación implica riesgos importantes para la vida de los luchadores y además el éxito con respecto a las ganancias materiales no es muy seguro.16 Por lo tanto, no es asombroso que muchos líderes hayan tratado de desarrollar fuentes de ingresos más seguras. Desde antes de la Guerra de Castas, empresarios de Belice habían explotado la madera al norte y oeste del Río Hondo, en territorio reclamado por México, porque los recursos madereros en el territorio británico habían disminuido drásticamente. Ellos retomaron sus trabajos después de que los kruso’b habían 15 Véase, por ejemplo, R. Bolio a gobernador, Tekax, 30/6/1873, RM 4/7/1873, p. 2; Chan Santa Cruz, RM 19/12/1873, p. 2; Cal, 1983: 81; Report of José María Muñoz, n.l., 2/6/1882, LALTUL, caja 2, exp. 14; Dumond, 1997: 172; Sullivan, 1997, I: 5. 16 Véase, por ejemplo, Chan Santa Cruz, RM 20/6/1860, p. 3; José Crescencio Poot a Ignacio Chablé y Maria Uicab, [Chan] Santa Cruz, 28/12/1870; Baqueiro 1989: 32-33.

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establecido su control en el área en 1848.17 Pronto entraron en arreglos con los kruso’b proveyéndoles por lo menos algo de balas y pólvora y pagando renta también en efectivo. Parece que desde 1850, el cobro de renta para el permiso de explotar madera a lo largo del Río Hondo ganó importancia. Por lo menos desde 1860 este sistema estaba bien establecido.18 En junio de 1860, por ejemplo, el encargado de Young, Toledo y Co. aceptó pagar una renta anual de 900 pesos a los kruso’b (Cal, 1983: 92). A mediados de la década de 1880 súbditos ingleses explotaron palo de tinte con autorización de José Crescencio Puc por una retribución de 200 pesos anuales y empresarios mexicanos pagaron doce reales por cada tonelada de palo que se cortara.19 Los kruso’b también cobraban rentas de personas que querían cultivar tierras en su territorio.20 Además, los líderes kruso’b empezaron a invertir en ranchos donde se producía maíz y caña de azúcar y se criaba ganado. De la caña se preparaba el azúcar y se elaboraba ron para venderlo localmente o exportarlo a Belice y otros lugares. Sin embargo, había que resolver un problema. Los kruso’b generalmente no estaban dispuestos a trabajar como jornaleros en estos ranchos.21 Consecuentemente los líderes tenían que satisfacer su demanda de mano de obra de otra fuente. Por lo tanto, los trabajadores en los ranchos no fueron kruso’b sino generalmente prisioneros de Yucatán.22 17 Para un análisis detallado de la explotación maderera y de su importancia para los kruso’b véase el estudio de Villalobos González (2006). 18 Véase Felipe Pren a gobernador, Sotuta, 14/2/1862, EN 19/2/1862, p. 2; Jones, 1971: 421-422; 1974: 675; Cal, 1983: 60, 79, 108; Lapointe, 1983: 85s, 93-95; Dumond, 1997: 240, 252, 264-265, 353, 362, 379. 19 Véase Juzgado de Distrito de Yucatán, Mérida, 9/10/1886, RP 20/10/1886, pp. 2-3. 20 Véase Comisión del Gobierno de Yucatán..., Mérida, 13/6/1864, NE 24/6/1864, p. 3; Cal, 1983: 93-94, 108. 21 Por ejemplo, Sullivan, 1997, I: 6; pero véase Statement of José Loeza, August 1861, Archives of Belize 74, citado en Jones, 1974: 680 nota 25; Dumond, 1997: 418. 22 Para las actividades agrícolas en general véase, por ejemplo, L. Espinosa a gobernador, Tekax, 24/8/1862, EN 27/8/1862, pp. 1-2; La Guerra de

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Los prisioneros eran empleados también en los trabajos de construcción en el centro ceremonial de Chan Santa Cruz, un testigo ocular lo describió en 1860 así: Es admirable lo que han trabajado los rebeldes en esta población, pues hay una hermosa iglesia, al concluirse, de cal y canto, dos hermosas casas de portales por dentro y fuera, 29 casas ripiadas, muchísimas de paja y siete pozos abiertos, estando las calles muy bien delineadas (P. Acereto a gobernador, Chan Santa Cruz, 23/1/1860, EC 3/2/1860, p. 1).

En ese entonces existían en el pueblo talleres de carpintería, herrería, platería, zapatería, hojalatería, sastrería y otros. Sin embargo, no había ninguna tienda, sino que las ventas se hacían en las casas de los comandantes (Noticias que emite el C. Anastasio Durán ..., RP 5/9/1862, p. 2). Así, en la década de 1860, Chan Santa Cruz parecía cada vez más un pueblo típico de la Península donde la desigualdad social se reflejaba en la arquitectura y en el trazado del asentamiento. No sólo había en el centro una iglesia, sino también casas particulares de mampostería donde vivían los líderes más importantes (véase también Reed, 1964: 172-175). Los comandantes tenían un alambique para la destilación de aguardiente que vendían a la población (Comisión del gobierno de Yucatán..., Mérida, 13/6/1864, NE 24/6/1864, p. 3). Además monopolizaban la venta d e mercancías.23 Los cambios en el reparto del trabajo de los prisioneros entre fines públicos y privados indican que la importancia de la producción agrícola en los ranchos de los líderes fue aumentando. En 1862 los prisioneros hechos en Tunkas fueron destinados a picar piedra para trabajos de construcción en Chan Santa Cruz Castas, RP 29/3/1871, pp. 2-3; N. Novelo a gobernador, Peto, 13/5/1879, RP 16/5/1979, p. 1; Buhler, 1975: 9; para la preparación y la venta de ron véase, por ejemplo, Comisión del Gobierno de Yucatán..., Mérida, 13/6/1864, NE 24/6/1864, p. 3; Report of José María Muñoz, n.l., 2/6/1882, LALTUL, caja 2, exp. 14; R. Cisneros a gobernador, Izamal, 20/2/1885, AGEY, Poder Ejecutivo, caja 232. 23 Véase Noticias que emite el C. Anastasio Durán ..., RP 5/9/1862, p. 2; Chan Santa Cruz, RM 19/12/1873, p. 2; Buhler, 1975: 12.

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por cinco meses antes de ser repartidos entre los comandantes. Nueve años después los prisioneros se quedaron solamente 15 días en el pueblo antes de trabajar en los ranchos de los líderes.24 La riqueza obtenida así dejaba a los líderes recursos suficientes para prefinanciar sus expediciones a Yucatán y les permitió sobrevivir los períodos de escasez cuando el pillaje no fue posible. De esta manera la agricultura y las actividades comerciales, como la venta de ron, ayudaban a estabilizar las estructuras de autoridad. Sin embargo, la acumulación de riqueza era una espada de dos filos. La ideología kruso’b insistía en la igualdad de todos los hombres adultos.25 Aparentemente, no había propiedad privada de tierras.26 El monopolio de los líderes en la venta de mercancías y aguardiente causó descontento (Comisión del gobierno de Yucatán..., Mérida, 13/6/1864, NE 24/6/1864, p. 3). Sospechas de que el botín no se distribuía correctamente provocaban severas reacciones. En 1863, por ejemplo, algunos líderes negaron la capacidad de las cruces de hablar y demandaron que el capital de los botines, destinado para las cruces y controlado por Venancio Puc, quien había dominado la política kruso’b desde 1857, se debía distribuir. Al no suceder esto mataron a Puc y distribuyeron gran parte de su riqueza.27 Una de las motivaciones más importantes del levantamiento de los rebeldes en 1847 había sido el descontento por las altas contribuciones que exigían el gobierno yucateco y la Iglesia. Por ende, no es de extrañar que el demandar contribuciones de los kruso’b (para cubrir los gastos necesarios para fomentar el bien común o 24 Véase Noticias que emite el C. Anastasio Durán ..., RP 5/9/1862, p. 2; Correspondencia, RM 2/5/1873, p. 3. 25 Villa Rojas reportó en los años 30 del siglo xx: “No se observa en la vida cotidiana nada que deje entrever la existencia de bienes de riqueza acumulados. Todos se visten de la misma manera, tienen el mismo régimen de alimentación, viven en el mismo tipo de casa y se ocupan en las mismas actividades (1945: 65, traducción W. G.; véase también Gann, 1924: 40). 26 Véase también Bartolomé/Barabas, 1977: 35-36, y para la situación al comienzo del siglo xx, Villa Rojas, 1945: 67-68. 27 F. A. Cantón a prefecto, Valladolid, 12/2/1864, NE 15/2/1864, p. 1; Jones, 1974: 676; Dumond, 1997: 255.

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para el enriquecimiento personal) fue muy riesgoso también para los líderes kruso’b años más tarde. Sabemos que la introducción de un fuerte impuesto para las cruces ocasionaba mucho disgusto entre los vecinos de Chan Santa Cruz. Muchos se fueron y sólo quedaron las tropas que guarnecían la plaza (La Guerra de Castas, RP 29/3/1871, p. 3). Así, a partir de 1870, el pueblo quedó reducido en un centro meramente ceremonial sin una población permanente. “[L]a mayor parte de las familias de los indios sublevados están diseminadas por los bosques, formando pequeñas rancherías de seis o más familias” (Correspondencia, RM 2/5/1873, p. 3). La exhibición de riqueza provocaba la envidia de la gente, especialmente después del período de los frecuentes ataques a Yucatán. Según un informe de 1870, los que desempeñaron un cargo no conseguían ni sueldo ni otros beneficios, “pues abominan toda clase de contribución. Allí el que llega a tener un peso lo entierra, de manera que todos parecen pobres”.28 El viajero Adrian relata que al comienzo del siglo xx las tendencias hacia la nivelación de diferencias de riqueza habían llegado a tal grado que nadie quería desempeñar cargos de liderazgo: Esta anarquía particular es, en parte, el resultado del miedo de que como líder uno puede provocar la envidia de los otros ... nadie quería aceptar el título de general o destacarse de otra manera. El miedo es tal que las personas de importancia andan sin aretes de oro mientras que todos los soldados tienen un hermoso adorno de oro en su oreja izquierda.29

Conclusión Las posiciones de liderazgo entre los kruso’b se fundaban sobre todo en la lealtad personal y en relaciones “cara a cara”. ConReport of José María Muñoz, n. l., 2/6/1882, LALTUL, caja 2, exp. 14. Adrian, 1924: 237; traducción de W. G. Véase también Villa Rojas por el caso de X-Cacal: “Sin, embargo, la posesión de esta forma de riqueza [dinero] sólo puede sospecharse, pues, quienes lo poseen procuran disimularlo y guardarlo en lugar bien seguro” (1945: 65, traducción de W. G.). 28 29

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secuentemente, las posibilidades de los líderes para unificar un grupo de seguidores eran bastante limitadas tanto en el número de personas que se podían organizar, como en el tamaño del área que eran capaces de controlar (Dumond, 1985: 302). La organización política más allá del nivel local se basaba en la competencia de un número de líderes capaces de ascender a una importancia regional y transformarse en caudillos por su capacidad de organizar expediciones de pillaje a Yucatán, sus relaciones comerciales con Belice, su habilidad militar, su comportamiento agresivo masculino y posiblemente su talento oratorio. En muchos, pero no en todos casos, estas cualidades fueron completadas por el carisma de tener una relación muy especial con las cruces sagradas. Dado la debilidad de sus bases económicas, el hecho de que los kruso’b no aceptaran el desarrollo de una estructura de clases, y la importancia de la guerra como base de la jerarquía socio-política, no fue posible establecer una organización política centralizada y estable.

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LA ARQUEOLOGÍA DEL PEONAJE PORFIRIANO EN LA HACIENDA TABI, YUCATÁN Allan D. Meyers Eckerd College

A comienzos de 1915, fuerzas militares al mando de Salvador Alvarado marcharon a Yucatán para imponer la Revolución que había enviado al presidente Porfirio Díaz al exilio cuatro años antes (Lapointe, 2008: 71-77; Quezada, 2001: 184-186). Las fuerzas llegaron a San Juan Bautista Tabi, una gran hacienda azucarera en la región Puuc, donde unas 400 personas vivían bajo el sistema de peonaje. La mayoría de los trabajadores había acumulado deudas imposibles de saldar y como resultado quedaban atados a la finca de por vida. Los soldados declararon la finalización del peonaje y forzaron a los peones a abandonar sus viviendas (Rejón, 1993: 102). Prácticamente de la noche a la mañana, el pueblo de la hacienda fue abandonado. Pocos años después, el médico y explorador Thomas Gann (1924: 236) visitó Tabi y observó que “el pueblo de los trabajadores estaba cerca de la casa [principal], pero aquí como en otros lugares de Yucatán, las casitas se echaban a perder, y los peones habían abandonado el rancho por trabajo con pago mejor o para establecer sus propias fincas pequeñas”. La población de Tabi nunca volvió, y el monte lentamente reclamó todo el terreno alrededor de la casa principal. 53

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Aunque muchas haciendas, especialmente en la zona henequenera, mantuvieron la producción después de la Revolución bajo nuevas leyes laborales, éstas también eventualmente cayeron en la decadencia. No obstante, ha habido en los últimos 25 años un renovado interés en las viejas haciendas, y una gran cantidad han sido restauradas para funcionar como restaurantes, hoteles o museos (Herrera y Paredes, 1995; Lemoine y Lemoine, 2005: 178-209). Como parte de este movimiento, el gobierno del estado de Yucatán compró las 1 355 hectáreas alrededor del casco de la hacienda Tabi en 1992 y las declaró reserva ecológica. En 1994, el gobierno le entregó la administración del casco a la Fundación Cultural Yucatán, A. C., una organización que propuso medidas para la renovación arquitectónica y el desarrollo del sitio como centro educativo (Diario de Yucatán, 1998). A diferencia de renovaciones previas de haciendas en Yucatán, la Fundación incluyó la arqueología histórica en su plan de trabajo. Sin mapas del antiguo pueblo y con las memorias locales desvaneciéndose por el paso del tiempo, la Fundación tenía la esperanza de que los arqueólogos pudieran redescubrir el plano del asentamiento y ofrecer información sobre su organización social. El proyecto arqueológico en Tabi comenzó en 1996, y los esfuerzos de investigación han revelado un paisaje interesante del peonaje. Los datos arqueológicos, en combinación con fuentes de archivo e historia oral, han proporcionado información sobre la historia social de la hacienda a escalas geográficas aún más pequeñas (Meyers, 2012). En el nivel más amplio, el plano de asentamiento sugiere un entorno de construcciones diseñado para el control social (Branton, 2009: 55; Meyers y Carlson, 2002). Las manzanas residenciales dentro de la aldea tienen patrones de artefactos que indican acceso desigual a los bienes entre los trabajadores (Meyers, 2005), mientras que los solares dentro de estas manzanas ofrecen restos materiales que se ajustan a los modelos etnoarqueológicos del espacio doméstico (Meyers, Harvey y Levithol, 2008). El objetivo de este ensayo es revisar y actualizar los datos para resaltar la importancia de la arqueología como herramienta para comprender en mayor medida el pasado mesoamericano. 54

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Historia La hacienda Tabi está ubicada a 13 km al sur de Ticul (figura 1), y fue establecida como estancia ganadera después de 1733 (Rejón, 1993: 14). Para finales de la época colonial, había llegado a ser una finca de mucho éxito. Después de la Independencia de México, la producción azucarera se intensificó y la finca se expandió. Sin embargo, durante la Guerra de Castas, los sublevados invadieron a Tabi y saquearon el casco (Bracamonte, 1993: 109). Felipe Peón Maldonado adquirió la propiedad en 1855 y la producción azucarera se reanudó (Barceló, 1981: 142). En ese momento, el propietario estableció un pueblo con disposiciones coloniales para los peones acasillados. La organización del trabajo en Tabi durante el Porfiriato (1876-1911) era compleja y jerárquica. Las leyes laborales del siglo xix dividieron a los obreros del campo en clases específicas (Nickel, 1997: 384, 401). Entre los que se instalaban en la hacienda, existía una división social importante entre los asalariados y jornaleros. Los asalariados ganaban pagos fijos, mantenían puestos de mayor rango y disfrutaban de privilegios en la hacienda (Rejón, 1993: 82). Entre éstos estaban los mayordomos, así como los vaqueros, artesanos, carreteros y mayocoles (capataces del campo). Por otro lado, los jornaleros ganaban pagos según lo que hacían. Sus pagos eran fijos según la tarea, como el corte de caña o el corte de leña, y el pago dependía del número de tareas que completaba con éxito durante la semana (Rejón, 1993: 76; Wells, 1985: 168-169). José Cruz Tun, antiguo peón de Tabi, contaba al respecto: “Cuando salgamos a trabajar, lo que nos den para hacer, lo tenemos que hacer como cortar leña. La leña servía para el tacho (maquinaria del ingenio), una tarea de leña era de dos metros de largo y dos metros de altura... 37 centavos costaba una tarea de leña” (Rejón, 1993: 91). Los jornaleros eran mayormente obreros agrícolas de filiación indígena que hablaban maya. El censo de 1900 registró 851 residentes en Tabi, que en ese tiempo era propiedad de Eulogio Duarte Troncoso (Barceló, 1981: 144-145). En ese momento, la propiedad contaba con más 55

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Figura 1. La ubicación de la hacienda Tabi en la zona Puuc de la Península de Yucatán.

de 14 000 hectáreas. No obstante, durante la década siguiente la producción de la hacienda disminuyó debido a la sequía y la recesión económica, y su población residente bajó a 437. Después de la Revolución, se seccionaron las tierras de la hacienda (Rejón, 1993: 22-23). El casco y las tierras aledañas se quedaron en manos privadas hasta que fueron comprados por el gobierno del estado. En los años ochenta, la antropóloga Lourdes Rejón (1981, 1993) recopiló las narrativas de hombres que habían trabajado en Tabi durante el Porfiriato. Unos pocos años después, Antonio Benavides (1985) se fijó en Tabi como un sitio para la investigación arqueológica. Planta del asentamiento El asentamiento de Tabi cuenta con dos componentes básicos: el patio central y el pueblo (figura 2). Alrededor del patio central se encuentra la casa principal, la iglesia, la caballeriza y la 56

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Figura 2. El plano de la hacienda Tabi en el cual se indican los solares subrayados en el texto. Las letras en las Manzanas 4, 7 y 9 se refieren a las viviendas ya discutidas..

sala de máquinas del ingenio azucarero. El pueblo consiste en una plaza, una plazuela y 14 manzanas residenciales en forma de tablero. Cuatro calles principales llevan desde la plaza hacia los pueblos de Ticul y Oxkutzcab, así como también hacia las 57

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antiguas haciendas de San Francisco y Santa Ana. La fecha precisa del establecimiento del pueblo se desconoce, pero artefactos recuperados sugieren una ocupación que comenzó alrededor de 1860, que corresponde a la restauración de Tabi después de la Guerra de Castas. Hay una presencia de superficie de 124 viviendas vernáculas en el pueblo. Nueve viviendas adicionales están cerca de la iglesia y la caballeriza. La primera impresión que se obtiene es que la traza del pueblo imita la de la mayor parte de los pueblos yucatecos. Sin embargo, existen por lo menos tres diferencias sutiles entre el pueblo de Tabi y los pueblos independientes, lo que sugiere un plan predeterminado para imponer orden y subrayar el control social (Paredes, 2006: 80). En primer lugar, todas las viviendas están situadas al borde de las manzanas, y sus puertas abren hacia las calles. Históricamente, los pueblos independientes son más orgánicos, con algunas casas que dan a la calle y otras hacia atrás para permitir mayor privacidad (Dore, 1996; Wauchope, 1938: 7-8). Segundo, muchas de las casas en Tabi están colocadas de forma simétrica. Las calles sirven como ejes, y hay casas distribuidas simétricamente en ambos lados. Por ejemplo, la calle que corre al sur de las Manzanas 4 y 5 tiene siete viviendas en su lado norte y siete más en posiciones casi idénticas en su lado sur. Tercero, las albarradas en todo el pueblo son bajas y uniformes porque no presentan más de un metro de altura. Esto contrasta con los pueblos independientes del pasado y presente donde las albarradas y bardas varían considerablemente en altura y en su constitución, reflejando la libertad de los habitantes para ajustar los lotes de sus casas según su gusto personal. El plano del pueblo en Tabi sugiere que dicha libertad estaba limitada, quizás como respuesta a la Guerra de Castas. Los patrones de viviendas hacen destacar las divisiones sociales dentro de la fuerza laboral. Existen cuatro tipos de casa vernácula con techo de paja (Sánchez, 2006; Tello, 1995), y cada uno de ellos tiene diferentes calidades de materiales de construcción. Las más comunes son las casas de bajareque, mientras que las casas de mampostería son mucho menos frecuentes. Otros dos tipos de casa muestran una combinación de estos elementos. 58

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Para fines de la investigación, las casas han sido clasificadas de la A a la D, donde A representa la más duradera y D la menos duradera (figura 3). En los últimos años, se han registrado casi 100 planos de vivienda elíptica. El tamaño promedio para las casas tipo B, C y D es 31 m2, pero las casas de mampostería son aproximadamente 15% más grandes (cuadro 1). Por lo tanto, las pocas casas de mampostería no sólo son más duraderas que la mayoría de las viviendas en la finca, sino que además son más amplias.

Figura 3. Cuantificación de los tipos de vivienda vernácula en el pueblo de Tabi (N=124).

Las ubicaciones de las casas varían según la calidad de su construcción. Por ejemplo, el 75% de las viviendas de mampostería bordean las plazas y las cuatro calles principales, mientras que sólo el 18% de las viviendas de bajareque las bordean (cuadro 2). Es posible que las diferencias en las condiciones mate59

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Tipo de

Desviación

n

Mínimo

Máximo

Promedio

A

20

28.0

44.5

35.7

4.9

B

15

26.3

36.3

31.3

2.4

C

23

22.2

35.1

29.1

3.3

D

41

24.3

42.5

31.8

3.4

Total

99

22.2

44.5

31.8

4.2

vivienda

estándar

Cuadro 1. Áreas del suelo (m2) de las viviendas vernáculas en la hacienda Tabi.

Tipo de vivienda

n

Número

Porcentaje

que bordea

que bordea

A

20

15

75

B

19

13

68

C

24

9

38

D

61

11

18

Total

124

48

39

Cuadro 2. Viviendas vernáculas que bordean las plazas y calles principales en el pueblo de la hacienda Tabi. No están incluidas las nueve viviendas elípticas cerca del patio central.

riales de las casas correspondan al acceso al espacio social. Las viviendas bien construidas de ciudadanos privilegiados por su nivel económico han recibido ubicación preferencial en los pueblos de Yucatán por mucho tiempo (Goldkind, 1965: 873, 874; Nichols, 2003: 176; Redfield, 1950: 2631; Wauchope, 1938: 6). Si el pueblo de Tabi copió la organización básica de pueblos ya constituidos, entonces la ubicación en sí puede haber reflejado divisiones básicas de clase social. Los asalariados pueden haber recibido viviendas más duraderas en ubicaciones preferenciales como recompensa por mantener el control social (Katz, 1974: 29). Ubicar a unos pocos trabajadores de alto rango a lo largo 60

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de las rutas principales de acceso podría incluso haber servido como mecanismo de vigilancia. Manzanas residenciales Para examinar aún más las expresiones materiales de estas divisiones sociales, los investigadores han realizado excavaciones exploratorias en dos Manzanas residenciales del pueblo de Tabi. El estudio consiste en sobreponer una rejilla de 5 metros sobre las Manzanas 7 y 10 y excavar pozos de prueba de 30 por 30 centímetros a una profundidad promedio de 40 centímetros. El material recuperado fue mayormente cerámica, que puede dividirse en tres clases generales: vajilla burda de barro, vajilla de barro vidriado plomizo y loza fina blanca. Las marcas del fabricante en algunos de los tiestos de loza fina blanca dejan claro que éstas fueron importadas. Fuentes históricas nos dicen que la gente yucateca durante el Porfiriato consideró que la loza fina era un símbolo de la clase élite (Arnold y Frost, 1909: 338; Burgos, 1991: 73; Redfield, 1950: 44). Dada una baja frecuencia de la vajilla de barro vidriado, una comparación directa entre la vajilla burda de barro y la loza fina blanca nos permite discernir si algunos trabajadores tenían mayor acceso a cerámica de la clase élite. En la Manzana 7, donde están ubicadas una vivienda tipo A, una vivienda tipo C y cinco viviendas tipo D, aumenta la densidad (kg/m3) de vajilla burda de barro en el noroeste y en el sureste (figura 4). La distribución de loza fina blanca, por otro lado, consiste en solo una concentración, y tiene una asociación con la vivienda de mampostería. La concentración, cerca del costado oriental de la casa, es un producto de tres pozos de prueba donde fueron encontrados hasta ocho tiestos de loza fina blanca. Un patrón similar existe en la Manzana 10, que rodea una vivienda de mampostería y tres viviendas de bajareque. Se encuentran vajillas burdas de barro cerca de cada una de las casas, pero sólo dos concentraciones discretas de loza fina blanca son evidentes, y una está asociada con la única casa de mampostería (figura 5). Por lo tanto, las excavaciones exploratorias indican una separa61

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Figura 4. La distribución espacial de la cerámica en la Manzana 7: arriba, vajilla burda de barro; abajo, loza fina blanca.

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Figura 5. La distribución espacial de la cerámica en la Manzana 10: arriba, vajilla burda de barro; abajo, loza fina blanca.

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ción material entre las viviendas de mampostería y los otros tres tipos de casa. A través de los años, se ha excavado un ejemplo de cada tipo de casa de forma más intensiva,1 y los datos apoyan esta conclusión (cuadro 3). Los tiestos de loza fina blanca son siete veces más frecuentes en la casa de mampostería que en las otras tres viviendas.

A Clases de

N

cerámica

B %

N

C %

N

D %

N

%

Vajilla burda de barro

1569

91.4 2653

Loza fina blanca

120

7.0 13

0.5

Barro vidriado

27

1.6 0

0.0 10

1.2 5

0.3

Otra

0

0.0

2

0.1 0

0.0

1

0.1

1716

100

2668

100

100

1688

100

Totales

99.4 783 8

801

97.8

1663

1.0 19

98.5 1.1

Cuadro 3. Cuantificación de vajillas identificadas en la hacienda Tabi.

Antonio Benavides (1985: 51) inicialmente propuso que cada tipo de casa en Tabi representaba un rango distinto dentro de la jerarquía laboral. Las ubicaciones de los tipos de casa en el pueblo apoyan esta hipótesis, pero el tamaño de la casa y los datos sobre cerámica indican otra cosa. La evidencia sugiere en cambio que existe una diferencia fundamental en el acceso a los bienes materiales entre los ocupantes de las casas de mampostería y los Excavamos aproximadamente el 50% del interior de cada vivienda, así como cuatro pozos (1 m2) en la parte del solar que está detrás de la casa. El volumen de tierra excavada varía entre los cuatro sitios domésticos. Este volumen fue determinado en parte por la presencia de piedras de superficie y otras obstrucciones naturales y arquitectónicas. 1

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ocupantes de los otros tres tipos de casa. Dada la organización de la fuerza laboral en las haciendas yucatecas durante el Porfiriato, la distinción histórica entre asalariado y jornalero parece explicar mejor estas diferencias. El porcentaje de viviendas de mampostería en Tabi corresponde al porcentaje conocido de asalariados en algunas haciendas a mediados del siglo xix (Bracamonte, 1985: cuadro 2). Con el miedo a las insurrecciones (Wells y Joseph, 1996: 167, 208), las autoridades de Tabi pueden haber deseado una distribución desigual de recursos entre los acasillados para promover las divisiones internas y socavar la solidaridad entre los peones (Abercrombie, Hill y Turner, 1980: 124). Solares Además de las divisiones internas de clase, las concentraciones de artefactos en las Manzanas sacan a la luz patrones de desecho de basura en contextos domésticos. Por ejemplo, las concentraciones de vajilla de barro en la Manzana 10 parecen definir espacios abiertos en la parte trasera de las casas. Estas distribuciones hacen surgir preguntas sobre la forma en que los acasillados en Tabi organizaban sus espacios domésticos. Los modelos etnoarqueológicos de solares en el mundo maya ilustran un grupo central de construcciones, un patio abierto y un huerto (Hayden y Cannon, 1983; Heidelberg y Rissolo, 2006; Killion, 1990; Pierrebourg, 2003: 241-243). Las actividades de limpieza producen un patrón de pequeños artefactos en el patio mismo y grandes artefactos en la periferia (Alexander, 2004: 140; Smyth, 1990: 58). Los restos orgánicos también se acumulan en la orilla del patio, dejando huellas químicas en la tierra. Se sabe que las áreas de acumulación de residuos orgánicos producen recuentos superiores al promedio de fósforo en suelo, mientras que las actividades de limpieza dan como resultado recuentos de fósforo inferiores al promedio (Barba et al., 1995; Fernández et al., 2002: 502-505; Wells, 2004: 75). Se desarrollaron pruebas de los modelos etnoarqueológicos en dos ubicaciones utilizando la estrategia de rejilla de 5 metros para excavar pozos de prue65

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ba y recolectar muestras de tierra. Las vajillas burdas de barro recuperadas de los pozos tuvieron pesos promedios de tiestos que fueron notados a lo largo del solar. La tierra se analizó para detectar fósforo en el sitio utilizando un colorímetro (Terry et al., 2000). Las investigaciones de los solares revelaron que los peones en Tabi definían sus patios en una forma muy similar a las poblaciones etnográficas. En el sureste de la Manzana 7, por ejemplo, los pozos de prueba con tiestos que tienen pesos promedios de más de 3.9 gramos están ubicados alrededor de un espacio abierto (figura 6). La distribución de fósforo refuerza el patrón del patio vacío. Detrás de la casa hay un área con acumulación baja de fósforo, mientras que los recuentos altos se encuentran a ambos lados, lo que sugiere un espacio que se limpiaba con frecuencia.

Figura 6. En la parte sureste de la Manzana 7, los tiestos grandes de vajilla burda de barro y las concentraciones de fósforo están ubicados alrededor de un espacio abierto, que sugiere la presencia de un lugar que se limpiaba con frecuencia.

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El lado occidental de la Manzana 10 ofrece un segundo ejemplo de los espacios domésticos (figura 7). Los pozos de prueba con peso de tiesto de promedio alto (> 4.0 gramos) son comunes a lo largo de la orilla sur así como también el área hacia el norte que puede haber contenido animales o un huerto. Por consiguiente, existe un espacio con pequeños tiestos detrás de la casa. No es sorprendente el hecho de que el fósforo siga un patrón similar y agregue claridad al espacio abierto que los modelos etnoarqueológicos definirían como el patio. Es posible que el contenido alto de fósforo en el área cercada sea consecuencia de los residuos orgánicos del ganado y otros que llevan a la composta. En cualquier caso, parece haber un alto grado de continuidad en el ordenamiento espacial de los solares entre las poblaciones rurales contemporáneas y aquellas que trabajaban en Tabi.

Figura 7. En el lado occidental de la Manzana 10, los tiestos grandes de vajilla burda de barro y las concentraciones de fósforo están ubicados alrededor de un espacio abierto, que parece ser el patio del solar.

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Conclusión Reflexionando sobre sitios coloniales abandonados en Yucatán, la historiadora Nancy Farriss (1984: 403) comentó que la arqueología histórica “parece requerir una inversión de tiempo y dinero mucho mayor que la cantidad de información que puede producir”. Este tipo de opinión supone que existen registros escritos sobre la vida cotidiana, que todos los grupos sociales contribuyen a dichos registros y que los documentos en sí mismos pueden resolver su propia evidencia en conflicto (Deagan, 1989). Nuestra comprensión sobre la hacienda Tabi sugiere lo contrario. Los registros de censo de 1887 muestran que solamente el 3% de los 328 residentes con una edad de 15 años o más en Tabi sabía leer y escribir, y ninguna de esas personas tenía apellido paterno maya.2 Por lo tanto, la arqueología ha ayudado a dar voz a aquellos que tenían menos posibilidades de contribuir con un registro escrito. Al mismo tiempo, abre un diálogo con sus descendientes en las comunidades cercanas. Si bien unos pocos en Tabi podían leer y escribir, todos contribuyeron con un registro material que la arqueología está sacando a la luz. Esta capacidad especial fue reconocida por la Fundación Cultural Yucatán a mediados de los años noventa, y sigue siendo un gran beneficio en los tiempos actuales. La importancia a largo plazo de la arqueología en sitios históricos en Yucatán radica en unir la brecha entre la conducta maya contemporánea y la de tiempos prehispánicos (Wilkie, 2005: 347). Nancy Farriss (1984: 404) hizo constar que el enfoque de la antropología de volver hacia atrás en el tiempo “ha sido utilizado con mucha frecuencia para proyectar un ‘presente etnográfico’ en un pasado borroso”. El estudio del espacio de los solares en Tabi establece un vínculo sólido entre la vida doméstica rural en el presente y el pasado de la época porfiriana. La arqueología 2 Fuente: Archivo General del Estado de Yucatán (1887), Poder Ejecutivo, Padrón general de los habitantes de la hacienda Tabi, Fondo Municipios, Sección Ticul, caja 22, vol. 34, exp. 7.

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histórica mesoamericana finalmente proporcionará los datos necesarios para determinar si alguna parte del presente etnográfico merece un lugar en nuestra comprensión del pasado prehispánico. La información generada por estos esfuerzos, sin lugar a dudas compensará nuestra inversión de tiempo y dinero con los hallazgos obtenidos. Agradecimientos La Universidad de Texas A&M, la Universidad de Wisconsin, y Eckerd College proporcionaron apoyo financiero para el estudio en la hacienda Tabi. Deseo agradecer a la Arqueóloga Leticia Roche C. Fortuny, directora de la Fundación Cultural Yucatán, por su apoyo del proyecto arqueológico en la hacienda Tabi. También agradezco al Ingeniero Joaquín García Bárcena, presidente del Consejo de Arqueología del inah, al igual que Alfredo Barrera Rubio y Luis Millet Cámara, directores del Centro inah Yucatán, por autorizar los permisos arqueológicos. Otros arqueólogos en el inah, incluyendo a Tomás Gallareta Negrón y Rafael Burgos Villanueva, ofrecieron su apoyo durante este esfuerzo. La antropóloga Lourdes Rejón Patrón del Centro inah Yucatán realizó investigaciones del archivo que formaron parte del estudio actual. Extiendo un agradecimiento especial a Abelardo Marin Yam, el encargado de la hacienda Tabi, y María Brito Canché por su asistencia durante los trabajos de campo y laboratorio. Por último, gracias a Tampa Bay Translations, el Doctor Thomas DiSalvo, el Licenciado Nicolás Urcelay y los dictaminadores de la unam por su ayuda con la traducción y revisión del ensayo.

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PANORAMA HISTÓRICO DE LA COSTA NORTE DE YUCATÁN DURANTE EL SIGLO XIX Y PRINCIPIOS DEL XX Luis Millet Cámara Rafael Burgos Villanueva Instituto Nacional de Antropología e Historia

Anthony P. Andrews New College of Florida

La Costa Norte de Yucatán constituye una de las áreas más relevantes de la historia económica peninsular, aunque han sido muy pocos los estudios que han abordado su historia a partir de la llegada de los conquistadores europeos. Lo que más llama la atención en gran parte de esta región es la enorme similitud que existe entre los diferentes puntos, pues la costa es una larga franja de arena, que apenas se ve interrumpida por los manglares que se encuentran entre los puertos de Dzilám de Bravo y San Felipe. No se cuenta con puntos que permitan la construcción de puertos que presenten un abrigo eficaz contra las tormentas, ni tampoco tiene el calado suficiente para que los barcos se aproximen a la costa, pero hacia el poniente de Sisal, en el punto conocido como Punta Piedra, la costa comienza a tomar rumbo hacia el sur, y la marea va cambiando gradualmente y van desapareciendo las reventazones de las olas, por lo que ya frente a Celestún es una rada mansa y tranquila, donde antiguamente muchos buques iban a buscar refugio seguro y abrigo contra los 71

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vientos del norte, que azotan a la costa yucateca especialmente entre los meses de octubre y marzo de cada año. Atrás de esta franja de arena se encuentra un brazo de agua o estero muy salobre, con extensos manglares, donde es posible obtener la sal por evaporación (Hubbe, 1881). La inseguridad que privó en las costas y mares a partir de los siglos xvi y xvii impidió que se desarrollaran otros puertos aparte de Campeche, y en menor grado Sisal, por lo que hasta finales del siglo xviii era muy poca la población que residía de manera permanente en las costas de la Península de Yucatán, además la escasez de agua potable en muchos sitios aumentaba las dificultades para sus habitantes. Un panorama de la situación que prevalecía a principios de 1817 nos lo proporciona Miguel Molas (1845). En ese tiempo todavía estaban en pie las vigías que el gobierno colonial había establecido en diversos puntos de la costa a fin de vigilar y poder dar aviso en caso de la presencia de naves enemigas. La primera de ellas era la del Cuyo y luego le sucedía la de Holkobén o Río Lagartos, en donde residían un corto número de pescadores; después estaban las vigías de Dzilám, Santa Clara, Telchac, Ixil, Chicxulub y finalmente Chuburná. Después se llegaba a Sisal y desde ahí hasta la Punta Desconocida o Caño de las Salinas (la desembocadura de la ría de Celestún) había una distancia de quince leguas (Molas, 1845). Estas vigías son el origen de los pequeños puertos que florecieron a finales del siglo xix y principios del xx como puertos de cabotaje y puntos de embarque de los productos del interior, como ganado, maderas o sal. Existían además algunos ranchos de pesquería en diversos puntos, con la finalidad de obtener pescado para abastecer a las poblaciones del interior. Según Molas (1845), cerca del Cuyo se encontraban con facilidad las tortugas de carey y un tipo de pez del cual se obtenía una grasa que se utilizaba para alumbrar; en Río Lagartos se pescaba la lisa con abundancia y su hueva constituía uno de los manjares más apreciados en la provincia. En las Bocas de Dzilám había numerosas rancherías de pescadores que abastecían a la ciudad de Mérida. A principios del siglo xix el gobierno español habilitó Sisal como puerto menor, lo que favoreció al comercio de la ciudad de 72

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Mérida y su región (figura 1). En 1871 la aduana fue trasladada al recientemente fundado puerto de Progreso, por lo que Sisal declinó rápidamente y ya no participó de manera relevante en el comercio peninsular durante los años del auge henequenero (Frías y Frías, 1957). La diversidad de recursos con los que cuenta la costa favorecieron el establecimiento de poblaciones durante el siglo xix, a fin de obtener la sal, un producto ampliamente explotado desde la época prehispánica; igualmente, la pesca era una actividad

Figura 1. Asentamientos costeros y vías de transporte en la costa norponiente de Yucatán a fines del siglo xix y principios del xx.

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ampliamente aprovechada y a mediados del siglo se plantaron las primeras plantaciones de cocoteros. A principios del siglo xx, durante el auge henequenero, algunos de los ranchos establecidos en la costa fueron habilitados como puntos de embarque para dar salida a la producción de las haciendas del interior. Las salinas La producción de sal, recurso indispensable para la alimentación, era la actividad económica fundamental de la costa norte. Desde la época prehispánica se aprovecharon las posibilidades de su extracción en numerosos puntos de la costa, como se puede ver en los diferentes estudios arqueológicos realizados (Andrews, 1983; Andrews y Mock, 2002). Durante la época colonial la producción salinera recibió un fuerte impulso al emplearse la sal en el proceso de obtención de la plata, por lo que una parte importante de la producción fue enviada a los centros mineros de la Nueva España, especialmente los de los estados de México, Puebla e Hidalgo (Serrano Catzín, 1986, 1995, 1998) A mediados del siglo xix se consideraba que las salinas más productivas de la costa yucateca eran las ubicadas en Celestún, en la región de Progreso, la región entre San Crisanto y Mina de Oro y el Río Lagartos; pero de manera incuestionable, las más ricas eran las últimas, pues además el terreno facilitaba el trabajo de tal modo que una persona podía obtener en una jornada el doble de sal que en cualquier otro lugar (Solís León 1878, 10 de noviembre: 3). Una parte importante del proceso de la explotación de la sal lo constituía la construcción de los charcos, que son excavaciones en forma de cuadriláteros diferentes en sus dimensiones pero con la profundidad uniforme de nueve pulgadas más o menos (23 cm), donde se deposita el agua de las lluvias para que cuando llegue la época de secas, durante los meses de enero, febrero y marzo, la evaporación de las aguas deje en el fondo de los charcos las capas de sal cristalizada. Después se recoge el producto, un trabajo muy rudo que se realizaba en las 74

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noches de los meses de abril y mayo a fin de aminorar las molestias que causaba la sal a la piel de los trabajadores. El trabajo consistía en: ...levantar cuidadosamente con los dedos la capa de sal limpia, pura y sin fango de la superficie, romperla luego para ir llenando sus cestas, y después a una voz, sin más que enderezarse, trasmitirlas de mano en mano al mayoral y sus dependientes, que en la orilla misma acumulan el contenido en tareas de a 20 fanegas, que es el trabajo de 5 hombres en cada noche. Cuando se termina la cosecha, trasladase la sal extraída a las lomas cerca de las orillas del mar, y allí mas abrigo que el de unas palmas con que se cubren los montones formados…permanecen acaso muchos años (Regil y Peón, 1853: 270; ver figura 2).

La posesión de este importante recurso aparentemente estaba en manos de los pueblos del interior, quienes lo explotaban desde la época prehispánica. A mediados del siglo xix se consideraba que entre 800 y 1 000 hombres se trasladaban cada año a la costa, a fin de participar en la cosecha de la sal, con el aliciente de poder obtener un salario que era el doble del que se pagaba

Figura 2. San Benito, un rancho salinero en la costa yucateca a principios del siglo xx (cortesía de Luis Millet).

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en los trabajos del campo. Es posible que desde el siglo xviii, algunos de los charcos salineros comenzaran a pasar a manos de propietarios particulares, especialmente aquellos ubicados en la zona de Celestún, donde los intereses de los comerciantes campechanos aparecen fuertemente vinculados al comercio de la sal. La exportación de la sal a los diferentes puertos de la república se estimaba a mediados del siglo xix en 50 o 60 mil fanegas con un costo de producción de cerca de 25 o 30 mil pesos, los cuales ya en manos de los comerciantes y agregándole los fletes alcanzaban un valor de 50 o 60 mil pesos (Regil y Peón, 1853: 270). De acuerdo a la información que tenemos, los ranchos salineros ubicados en la costa constaban de numerosos charcos que en algunas ocasiones eran explotados por varios pueblos del interior, como en el caso de Chavihau, conocido desde la época colonial como Acú o Puerto de Yobaín. Sabemos que en 1884, a consecuencia del despojo por parte de un influyente político de estas ricas salinas, los pueblos de Cansahcab, Teya, Suma y Yobaín se vieron fuertemente afectados, pues cada uno de ellos disponía de algunos charcos en Chavihau de donde su población se abastecía.1 Es probable que en Chavihau existiera alguna pequeña población con casas para la gente encargada de la custodia de las salinas así como también otras casas o galerones destinados a servir de alojamiento para la gente de los pueblos que venía en la temporada a trabajar en la cosecha de la sal. Esta misma situación prevalecía en Río Lagartos, pues cuando en 1881 un particular denunció como terrenos baldíos el área donde se encontraban sus ricos charcos salineros, el periódico El Eco del Comercio se opuso a esta arbitrariedad alegando que las salinas que poseía la municipalidad de Río Lagartos desde tiempo inmemorial “se han considerado como en posesión de los pueblos del Oriente” (1881). Refiriéndose a Celestún, un autor nos dice en 1878:

VR 1916 Expropiación del rancho Chavihau. Año I (127, 14 de marzo): 5. Mérida. 1

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… por los años de 1830, solo ofrecía a la vista del navegante de nuestras costas, un pequeño y raquítico caserío compuesto de algunas chozas en que habitaban los sirvientes de las casas de comercio que negociaban en sales… Pero la riqueza de sus salinas atrajo después mas habitantes domiciliándose en esas rancherías los propietarios de los terrenos que le circundaban.2

Los ranchos de pesquería A lo largo de la costa comenzaron a surgir pequeños ranchos dedicados a la pesca (figura 3), con el fin de abastecer a las poblaciones del interior y especialmente a la ciudad de Mérida, que ya desde principios del siglo xix contaba con un mercado dedicado a la venta de pescado ubicado en el costado oriental de la fortaleza de San Benito. También se exportaba pescado salado —especialmente róbalo y pámpano—, cuyo principal mercado era Veracruz. A principios del siglo xix, Pedro Regil informa que a ese puerto se enviaban anualmente de tres a cuatro mil arrobas de estos productos (Regil, s.f.: 4). En 1845 se exportaron 2 666 arrobas de pescado con un valor de 2 704 pesos, así como esponjas y otros productos del mar con un valor de 1 451 pesos (Regil y Peón, 1953: cuadro 2). Originalmente eran en su mayoría lugares muy rústicos, seguramente muy parecidos al que poseía Luis Ruz, un vecino de Mérida en 1840. Su rancho estaba ubicado en tierras del común a cuatro leguas de distancia de Sisal hacia el este o barlovento, entre los ranchos Xcopté (San Antonio Kopté), de José Frías y Choventún, de Leonardo Mena (figura 4). Según Ruz, el rancho lo había fomentado desde su origen con su propio peculio y en él había levantado siete casas de guano: “... la principal, el oratorio, otra que sirve de asadero de peje, tres pequeñas para mozos o criados y la cocina”,3 todo lo cual estimaba que valía 150 pesos RM 1878 Celestún. Año IX (90; 1 de diciembre), p. 2. El autor avecindado en Progreso lo firmó con las siglas “M. A.”; nosotros pensamos que se trata de Miguel Acevedo. 3 AGEY Fondo Archivo Notarial C. D. 149, año 1840, foja 285. Venta de rancho de pesquería. 2

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Figura 3. Dzilám, rancho de pesquería de la costa a principios del siglo xix (cortesía Luis Millet).

en el documento de la venta realizado a favor de Román Rivera. Causa extrañeza que no se menciona con cuantas canoas o cayucos contaba el rancho para realizar sus actividades, posiblemente a causa de que esas embarcaciones ya las había vendido. Muy similar a este rancho debió de ser el denominado San Andrés,4 ubicado entre los puertos de Chelém y Progreso, que en 1847 José Eduviges Rosado le vendió al Pbro. Manuel de la Trinidad Peniche por la suma de 1 115 pesos, 4.5 reales, el cual contaba con cuatro canoas y un cayuco,5 así mismo tenía varias casas de guano construidas en terrenos del común o baldíos. Hacia 1830, Pedro Casares Armas vendió su rancho de pesquería denominado Chelém, seguramente el mismo que con el tiempo se convirtió en el puerto que lleva ahora el mismo nombre. George Baldés, residente en el pueblo de Sitpach de la parroquia de Conkal en 1855, era el propietario de un rancho llamado Xtul, 4 En el mapa de Antonio Espinosa de 1910, aparece ubicado un rancho denominado “P San Andrés” entre Fraga y Progreso. Sin embargo, como el sitio Xculucyá fue colindante con el puerto de Progreso, muy probablemente San Andrés quedaría ubicado entre Fraga y Xculucyá. 5 AGEY 1847 Fondo Archivo Notarial C. D. 167, años 1847-49, foja 77. Venta de rancho de pesquería S. Andrés.

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Figura 4. Asentamientos costeros y vías de transporte en las cercanías de Merida, Sisal y Progreso a fines del siglo xix y principios del xx.

ubicado a sotavento del puerto de Chuburná con seis canoas menores y trece charcos de sal que se hallaban en el puerto de Chuburná (Burgos y Andrews 2002: 521). Pero la documentación localizada respecto al rancho Xculucyá es la que mejor nos ilustra la evolución de algunos de estos ranchos, aumentando en la diversidad de sus actividades y su tamaño. Xculucyá se encontraba al poniente de lo que es ahora el puerto de Progreso. El dato más antiguo se remonta al año de 1831, cuando María García de la Piedra, mujer de Antonio Terán, le compró a Paula Castro los ranchos de pesquería llamados Xculucyá y Encarnación por la suma de 700 pesos, los cuales le debería pagar a la vendedora con 175 pesos anuales y dando como fianza su casa, ubicada en la capital a dos cuadras y media de la plaza mayor.6 El rancho Xculucyá pasó algunos años después a manos de la empresa de los señores Ildefonso Buñol y Compañía, quienes además poseían el rancho Fraga, el cual contaba con dos charcos para cuajar sal. Buñol tomó dinero al interés a diferentes empresarios de Mérida y en 1859, ante la imposibilidad de pagar sus créditos, se tuvo que declarar en quiebra, por lo que sus bienes fueron vendidos para satisfacer a sus acreedores.7 Los ranchos se vendieron en 1 500 pesos, 4 reales en efectivo, pero además se contabilizaron 2 199 pesos, 4 reales a que ascendía la deuda de los sirvientes, cifra extremadamente elevada para el valor de la propiedad y una de las causas por las que probablemente Buñol se tuvo que declarar en quiebra.8 Los ranchos fueron adquiridos por Ramón Coral, persona aparentemente relacionada con Buñol, y las cinco canoas con las que contaba el rancho (llamadas Sardina, S. Pedro, Sultana, Choventún y Ana, las cuatro primeras con sus velámenes y la última sin él), pasaron a manos de Tiburcio Basto por la suma de 6 AGEY 1831 Fondo Archivo Notarial C. D. 167, años 1847-49, foja 77. Venta de rancho de pesquería S. Andrés. 7 AGEY 1859 Fondo Archivo Notarial C. D. 205, año 1859, foja 113. Venta de rancho Xculucyá. 8 AGEY 1831 Fondo Archivo Notarial C. D. 129, años 1831-33, foja 48 vto. Venta de ranchos Xculucyá y Encarnación.

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300 pesos. En enero de 1862 el mismo Basto vendió las canoas que aún permanecían en Xculucyá a Eduviges Suárez de Castillo en el mismo precio en que las había adquirido.9 Aparentemente entre 1860 y 1870 el rancho debió de haberse transformado de manera radical, pues, cuando en 1871 salió a la venta, el anuncio que apareció en el periódico oficial del estado, titulado La Razón del Pueblo, decía: Por tener que ausentarse sus dueños se vende el magnífico rancho de pesca Xculucya, conocido hoy con el nombre de los Catalanes, situado junto a Progreso y diez leguas a Barlovento de Sisal. Tiene de largo como dos leguas de tierras, buenas salinas, magnífico cocal, quinientos mecates de henequén, carretas de tráfico con sus correspondientes mulas Etc. Y diez y ocho criados adeudados. La persona que desee mas pormenores e informes sobre precios y condiciones ocurra al Sr. D. Manuel Pío Castillo, frente al Sr. Font (1871).

Algunos años después el rancho volvió a salir en venta cuando en 1877 se pusieron en venta los bienes de su propietario el señor Luis Morales;10 sin embargo, luego de cuatro intentos de venderse, no se había logrado.11 Después el crecimiento urbano de Progreso fue absorbiendo el rancho hasta que finalmente desapareció y se fraccionaron sus tierras (figuras 5 y 7). La explotación del cocotero El cultivo del cocotero (figura 6) seguramente se remonta a la época colonial, pero su siembra a gran escala en la costa debió de comenzar a mediados del siglo xix, pues en la estadística de José María Regil y Alonso Peón, al referirse a la fabricación de jabón hecho en esa época a base de sebo, se dice que luego de AGEY 1862 Fondo Archivo Notarial C. D. 215, año 1862, foja 34. Venta de canoas en Xculucyá. 10 RP 1877 Venta del Rancho Xculucyá,. año I (96; 20 de agosto), p. 4. 11 RM 1887 Remate del rancho Xculucyá, año XIX (1658; 22 de septiembre), p. 1. 9

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Figura 5. Tranvía que comunicaba al rancho Xculcuyá con Progreso a principios del siglo xx (cortesía de Romero Frías Bobadilla).

Figura 6. Cocal y mesa de copra, rancho San Miguel, Cancún, 1962 (cortesía de Joann Andrews).

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Figura 7. El cocal de Xculucyá, en la actualidad parte del puerto de Progreso (cortesía de Romero Frías Bobadilla).

la Guerra de Castas había disminuido. Dichos autores esperaban que con el restablecimiento de la paz se incrementase de nuevo la producción “…aprovechando también el aceite de nuestros abundantes cocos…” (1853: 323). En el rancho Xculucyá ya existía en 1871 un magnífico cocal (figura 7), y unos años más tarde un autor, refiriéndose a Celestún, nos dice que “…la hermosa planta del cocotero forma un bosque continuado en la población, llegando el número de diez mil matas las que existen en el centro del poblado, y de cuyo fruto se hace exportación por su tamaño especial y exquisito sabor, que en nada cede al que se produce en las islas de Ruatan y de Bonaca”.12 Para finales del siglo xix en casi todos los puertos y ranchos ya existían hermosos cocales (figura 8). La exportación de madera En el oriente del estado, en las últimas décadas del siglo xix cobró importancia el corte de maderas como palo de tinte y ma12

RM 1878 Celestún, año IX (90; 1 de diciembre), p. 3.

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Figura 8. El cocal de Chlém, a fines del siglo xix, o principios del xx (cortesía de Romero Frías Bobadilla)..

deras preciosas que se embarcaban en el puerto del Cuyo hacia Europa principalmente. El origen de esta actividad se desarrolló especialmente en el área de una finca conocida como Tejas, ubicada al norte de Tizimín, y una legua al oriente del pueblo de San Fernando. En 1869 era un modesto rancho que contaba con un plantel de caña de azúcar de cinco hectáreas y algunos sirvientes que salió a remate por haber fallecido su propietario. Lo adquirió José G. Solar y lo mejoró mucho no sólo ampliando la superficie cultivada con caña, sino colocando pastizales para el ganado.13 En esa zona existían grandes bosques de los que se podía cortar cedro, palo de tinte, mora y hule, que, según su propietario, eran suficientes para poner un corte de maderas. Se comunicaba con la costa por un camino que salía a la mar por el punto conocido como Paso de San Fernando, uno de los pocos sitios donde se podía atravesar la ría con facilidad, cerca de donde antiguamente se había asentado el sitio y centro salinero prehispánico de Emal. 13

RP 1869 Remate del Rancho Tejas, año III (209; 6 de enero), p. 4.

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En 1875 el señor Soler decidió abandonar Yucatán y puso a la venta esta rica propiedad que pasó a manos del señor Ramón Ancona Bolio.14 El señor Ancona al frente de un contingente de trabajadores partió de Progreso el primero de enero de 1876, estableciendo su base de operaciones en El Cuyo. Logró interesar a inversionistas alemanes que deseaban aprovechar la abundancia de palo de tinte en la región. A fines de siglo, además de Tejas la empresa contaba con otros establecimientos agrícolas, entre ellos Solferino, Moctezuma y Yalahau, por mencionar algunos. Existían numerosos caminos que comunicaban estos centros de trabajo que tenían una población de mil quinientas personas. La empresa llegó a contar con 110 kilómetros de línea Decauville y 168 kilómetros de líneas telefónicas. Sobre el estero se construyeron sólidos puentes y un muelle de 165 metros de largo que facilitaba las operaciones para cargar los barcos. A finales del siglo xix, la invención de las anilinas arruinó la explotación del palo de tinte y los alemanes se retiraron de la empresa, por lo que el señor Ancona decidió venderla. Los nuevos dueños, un grupo de empresarios yucatecos, constituyeron la Compañía Agrícola de El Cuyo y Anexas S. A. Con la crisis económica de 1906 y 1907, la empresa tuvo necesidad de declararse en quiebra (Suárez 1977, tomo I: 213). La exportación de henequén Algunas de las más importantes fincas henequeneras llegaron a tener a principios del siglo xx un pequeño puerto en el cual podían almacenar su producto y embarcarlo con destino a Progreso, de cuyo puerto se exportaba al mercado exterior. Estas fincas llegaron a estar comunicadas con la costa por medio de vías Decauville, lo que les permitía un importante ahorro en sus fletes, al evitarles tener que mandarlos a Mérida y de ahí al puerto de Progreso. Entre esas fincas se encontraban Yaxché y Chel, propiedad de Augusto L. Peón, y que se comunicaban con el rancho 14

RM 1875a Positiva Ganga (Rancho Tejas), año VI (24; 1 de abril), p. 4.

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san Rafael Xtúl. Un poco más al oriente, los hermanos Campos Palma, ricos hacendados motuleños contaban con el rancho San Benito, que se comunicaba con sus fincas Timul, Hili y otras más (figura 9). Siguiendo hacia el oriente, un poco antes de Telchac, se encontraba Miramar, propiedad de la familia Ortega, que lo usaba para embarcar la producción de la finca San Eduardo. Por último, un poco antes de Dzilám se encontraba Mina de Oro, importante rancho salinero que servía de punto de embarque para la hacienda San Francisco, propiedad de la familia Manzanilla (figura 10). En 1914, con motivo de la visita que realizo al estado el Lic. Antonio Guerra, los señores Campos Palma lo invitaron a conocer algunas de sus fincas y posteriormente: “En el pintoresco puerto de San Benito que utilizan los poderosos terratenientes citados para la exportación de sus productos verificose un espléndido banquete”.15 Anteriormente hemos mencionado que San Rafael Xtul era un rancho de pesquería que además contaba con algunos charcos de sal desde el año de 1855. Tomás Aguilar aparece como su propietario al menos desde 1875,16 y algunos años después, siendo aún su dueño y dado el incremento de su población, solicitó al gobernador del estado se le concediera permiso para establecer un cementerio en el rancho. En 1896 los sucesores de Aguilar le vendieron a Policarpo Rivas, vecino de Progreso, esta propiedad, que tenía un poco más de ciento ochenta hectáreas, por el precio de 7 334 pesos, 6 centavos. Poco tiempo conservó Rivas la propiedad de Xtul, pues antes de finalizar el siglo ya estaba en manos de Augusto L. Peón. Las fincas de Peón ubicadas en la zona de Hunucmá eran algunas de las de mayor producción en el estado, y la principal era San Antonio Yaxché, ubicada a una distancia aproximada de 25 kilómetros de Xtul. Pronto se estableció una vía Decauville que se iniciaba en Yaxché y que permitía trasladar las pacas de henequén 15

p. 4

16

RM 1914 De Retorno (de San Benito), año XLVI (8092; 10 de febrero), RM 1875b Fuga de sirviente de Xtúl, año VI (34; 6 de mayo), p. 4.

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Figura 9. Truk y bodega de henequén en San Benito, a principios del siglo xx (cortesía de Luis Millet).

Figura 10. El rancho salinero de Mina de Oro, con su bodega de henequén, a mediados del siglo xx (cortesía de Mario Humberto Ruz).

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Figura 11. Ruta del tranvía que comunicaba a la hacienda henequenera Yaxché de Peón con el rancho de San Rafael Xtul, en las cercanías de Chuburná Puerto en la costa, a una distancia de 25 km. Xtul, rancho pesquero y salinero desde mediados de siglo, y más tarde rancho coprero, fue rehabilitado a fines de siglo como “puertito” henequenero, para la salida del henequen del interior.

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Figura 12. Tranvía que comunicaba a la hacienda henequenera Yaxché de Peón con el rancho de San Rafael Xtul en la costa (Informe practicado a líneas de tranvía, AGEY 1914).

hasta la playa (figuras 11 y 12). Debido a la distancia que existía entre los dos puntos era necesario cambiar a las mulas en un sitio llamado Sabakalal, donde se encontraba un rancho ganadero con corrales y el agua necesaria para las bestias. Más cerca de la costa se encontraba otro ranchito llamado Elená, donde seguramente también se podían cambiar las mulas (Burgos y Andrews, 2002). Al rancho Xtul también se le hicieron importantes mejoras, entre ellas la construcción de un pequeño muelle donde pudieran cargarse las pacas de henequén (figura 13). En 1914 se encontraba en construcción una gran bodega de poco más de treinta metros de largo cubierta con un techo de teja marsellesa (figuras 14 y 15). La antigua casa principal había sido incendiada en los disturbios ocurridos en 1911, con motivo del disgusto de los trabajadores y otros habitantes de la región por la construcción de la vía de la plataforma, pues eso les impedía transitar en sus canoas en busca de leña o ir de pesca. Para 1914 la casa principal era un chalet de madera, seguramente de los prefabricados que se importaban de los Estados Unidos (Burgos y Andrews, 2002). 89

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Figura 13. Plano del rancho y “puertito” de San Rafael Xtul, que incluye la bodega para almacenar henequén, el remate del tranvía del interior, muelle y casa del rancho.

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Figura 14. Bodega de henequén de Xtul a fines del siglo xix (informe practicado a líneas de tranvía, AGEY 1914).

Figura 15. La bodega de henequén de Xtul en 2002 (cortesía de A. P. Andrews).

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Consideraciones finales Una integración de datos históricos y cartográficos, aunados a la información de estudios arqueológicos, nos permite ampliar el conocimiento sobre el papel que jugó en la historia de la Península el desarrollo económico de la costa norte de Yucatán en el curso del siglo xix. En este renglón, resalta la importancia de la costa y sus recursos en los orígenes del capitalismo moderno en Yucatán y la participación yucateca en el mercado mundial a través de sus exportaciones de materias primas (Andrews, Burgos y Millet, 2006; Millet, 1984, 1990; ver también Quezada, 2001). Como hemos apuntado en otras ocasiones, resulta crítica la participación de la costa —de sus productos y sus puertos— en la historia económica de la Península. Agradecimientos Estamos agradecidos con Romeo Frías Bobadilla, Mario Humberto Ruz y Joann Andrews por habernos facilitado varias fotografías antiguas de escenas costeras, algunas de ellas incluidas en este estudio. Michel Antochiw puso a nuestra disposición varios planos del siglo xix y principios del xx, que fueron muy útiles para ubicar algunas localidades de la costa, de las cuales no hay vestigios en la actualidad.

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CUANDO CHOCAN LOS SISTEMAS CAPITALISTAS: UNA LARGA HISTORIA ECONÓMICA DEL RINCÓN NORESTE DE YUCATÁN Susan Kepecs University of Wisconsin-Madison

En este artículo considero el choque de dos sistemas capitalistas, desarrollados independientemente. Mi área geográfica es el rincón noreste del estado de Yucatán (figura 1), el territorio del siglo xvi que el gran investigador de la Institución Carnegie de Washington, Ralph Roys (1957), llamó Chikinchel, donde he llevado a cabo investigaciones a través de más de dos decenios. Más allá del período Protocolonial, el nombre “Chikinchel” no tiene relevancia histórica, pero para toda la secuencia, desde el período Clásico hasta el presente, lo uso como una designación geográfica conveniente para la zona de mis estudios arqueológicos. Esta región es ideal para investigar el desarrollo económico diacrónico porque tiene una fuente mineral exquisita y abundante —vastos llanos costeros de sal, blanca y pura. En vísperas de la invasión española las pequeñas ciudades-­ estado de las Tierras Bajas del norte de Yucatán (Kepecs y Masson, 2003; Quezada, 1993) se parecían notablemente a los pequeños reinos medievales del poniente de Europa (Kepecs, 1999, 2003a, 2005). Igual de notable, la conquista de Yucatán duró más tiempo y fue menos exitosa que en otras partes del Nuevo Mundo. En mis previos artículos he argumentado que durante el Posclásico Tardío (ca. 1200-1520 d.C.) existían las 93

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Figura 1. Chikinchel en Yucatán.

condiciones básicas del capitalismo mercantil en Yucatán, las cuales se elaboran abajo. Ahora mis preguntas son las siguientes: ¿Cómo les sirvió a los mayas su entendimiento del capitalismo prehispánico durante el período colonial? Y ¿como contribuyó el choque colonial a la actual economía de Chikinchel? En lo que sigue ofrezco algunas respuestas. Las condiciones capitalistas de yucatán en vísperas de la invasión española

La escala del capitalismo no fue idéntica en Europa medioeval y el Posclásico Tardío de Yucatán (Kepecs, 1999, 2003a), pero los indicadores en ambos casos eran éstos: 1) Sistemas bien desarrollados de intercambio de larga distancia, que aumentan la circulación de bienes y ganancias. Los beneficios del transporte marítimo sobre el terrestre dan gran ventaja a los comerciantes de áreas litorales (Drennan, 1984). 2) Estratificación social, con una clase baja de obreros —esclavos, siervos y/o asalariados— para producir excedente para el intercambio. 94

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3) Una parte de la población trabaja fuera de casa, por lo menos en temporadas, dejando la clase común dependiente, hasta cierto punto, en mercados regionales y locales que facilitan los flujos de bienes domésticos (Gills y Frank, 1991). 4) En una economía comercial, uno de los productos de muy frecuente intercambio llega a tomar el papel de dinero, permitiendo que los comerciantes establezcan valores contados (Braudel, 1984, I: 442). 5) Estas condiciones existen en cualquier economía comodificada, pero la clave en la emergencia del capitalismo original fue la aparición de fuerzas económicas independientes del estado. Estados fuertes controlan la acumulación e impedían la competencia, mientras la competencia económica florece entre entidades políticas pequeñas y débiles. De acuerdo con estas condiciones, comerciantes mercantiles en Europa medioeval subían la escala económica, desde la cual controlaban la producción y distribución del excedente (Blanton, 1985). En el Posclásico, y probablemente antes, los cuatro componentes primeros prevalecían a lo largo de Mesoamérica. Durante el Epiclásico / Posclásico Temprano (ca. 700-1150 d.C.), una gran parte del oriente de Yucatán, incluyendo a Chikinchel, fue sometida al imperio o chukabal Itzá (Quezada, 1993:25), gobernado desde su altamente centralizada capital, Chichén Itzá. El control político-económico entre Chichén y Chikinchel se logró por medio de dos cadenas de sitios administrativos secundarios ubicados a intervalos regulares de 18 km entre Chichén y la costa (Kepecs, 1997, 1999, 2003a, 2005, 2007; Kepecs, Feinman y Boucher, 1994). La economía de este período fue muy comercializada, manifestando los primeros cuatro indicaciones del capitalismo. Pero lo que merece discusión es la quinta condición. En vísperas de la invasión española la mayor parte de Mesoamérica estaba sometida al imperio tributario azteca, o, en el occidente de México, al estado muy centralizado de los tarascos (Smith y Berdan, 2003). En cambio, la estructura política en Yucatán consistía de pequeñas y débiles ciudades-estados totalmente independientes —los batabiles (Quezada, 1993)— en compe95

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tencia constante con sus vecinos sobre las fronteras de sus terrenos y sus recursos naturales. Esta característica esencial del capitalismo (condición no. 5, arriba) se desarrolló en el oriente de Yucatán con la caída del imperio Itzá (Kepecs, 2005, 2007; Kepecs y Masson, 2003), alrededor de 1150 o 1200 d.C. Mientras, en el poniente, la relativamente débil confederación —el multepal— de Mayapán ejercía cierta influencia política sobre la región hasta la caída de la capital en 1444. La competencia entre los reyes comerciantes de Mayapan1 fue la principal razón de su caída (Kepecs, 1999, 2003a). Así que en vísperas de la invasión española el capitalismo mercantil se encontró en todas partes de Yucatán, pero fue más desarrollado en el oriente, donde los españoles encontraron una resistencia inusitadamente feroz. “Chikinchel”, que quiere decir “bosque poniente” (Roys, 1957), no indica una unidad política sino un territorio geográfico, como el “Occidente Salvaje” de los Estados Unidos. La designación protocolonial “bosque poniente” proviene de lazos económicos con poderosos comerciantes más al oriente, en lo que ahora llamamos Quintana Roo. En este período, dentro de los 2 500 km2 de Chikinchel existían siete batabiles (Kepecs, 1997, 1999, 2003a, 2005; figura 2). Trabajadores en estas pequeñas unidades independientes producían excedendes de sal, algodón, copal, entre otros, para el intercambio. La cristalina sal de Yucatán se cosechaba a lo largo de la costa norte, pero las salinas más productivas se ubican en la Península de Celestún, en el occidente, y en el estero llamado Ría Lagartos,2 en Chikinchel. Estas últimas (figura 3) son las salinas más productivas del sur de México hoy en día, igual que durante Entre la clase gobernante de Mayapán habían varios comerciantes im­por­ tantes (Landa, en Tozzer, 1941: 36; Scholes y Roys, 1948: 34). Paxbo­lonacha, el gobernador de Acalán, en Laguna de Términos, también fue comerciante (Scholes y Roys, 1948: 4). Cuando se habla de Europa medioeval, donde existían condiciones económicas similares a las de Yucatán durante el Posclásico Tardío (ver Kepecs 1997, 1999, 2005), es común usar el término “reyes-comerciantes”, por lo cual lo uso aquí. 2 Vale aclarar que la Ría Lagartos es un estero; Río Lagartos es el nombre del puerto que se ubica en la bocana de la ría. 1

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Figura 2. Los asentamientos de Chikinchel en el Posclásico Tardío.

Figura 3. Salinas y población en el Posclásico Tardío.

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el Posclásico Tardío (Andrews, 1983; Kepecs, 1999, 2003b). La sal se cuaja naturalmente en el blanquizal de la Ría Lagartos, pero hay dos puntos excepcionales, ambos con sitios arqueológicos. El más grande y antiguo es Emal, ocupado durante toda la secuencia prehispánica e histórica (hoy una moderna fábrica de sal se ubica al otro lado de la ría, en el pueblo salinero de Las Coloradas). El otro sitio es Otro Sacboh, que pertenecía al batabil de Chauaca (hoy Cafetal), ubicado a 10 km tierra adentro, floreció en el Posclásico Tardío y fue reocupado en el siglo xix. La mejor información que tengo proviene de Emal y del densamente poblado capital del batabil que lo incluía, Aké (hoy San Fernando), ubicado a 12 km tierra adentro. Emal es el sitio de muchos eventos de la época colonial grabados en el Chilam Balam de Tizimín, y mi cobertura arqueológica de ambos sitios, que incluye la zona entre ellos, es más intensiva que en la zona de Otro Sacboh. Basado en mis cálculos de población prehispánica e informes sobre las cosechas coloniales de la sal hechas con tecnología tradicional, mi cálculo más conservador para la cosecha anual de sal durante la época de secas es de 5 200 toneladas métricas (Kepecs, 2003a). Arqueológicamente, las distribuciones de la cerámica cotidiana —los grupos rojos y sin engobes del Posclásico Tardío— sugieren los patrones de mercados regionales, ya que las pastas que abundan en un sitio (su probable sitio de producción) se encuentran en otros sitios, en frecuencias algo menores (Kepecs, 1997, 1998, 1999, 2003a). Seguramente, la sal de Chikinchel circulaba en mercados regionales, pero los diamantes del mar también viajaron por redes mucho más amplias. En vísperas de la invasión española los gobernantes de Emal fueron miembros del poderoso linaje Chan. Los Chan de Emal tuvieron fuertes lazos económicos con los Chan de Uaymil en la costa oriental (figura 4), quienes construyeron canoas. Ambos grupos hablaron un dialecto del Golfo de Campeche, probablemente chontal (Jones, 1989: 31, 96; Kepecs, 1999, 2003a; Scholes y Roys, 1948: 321; Thompson, 1970: 45). En los libros de Chilam Balam, a ambos grupos les dijeron “los guardianes de las arenas, los guardianes del mar” (Edmonson, 1982: 35; 1986: 212; Roys, 1973: 156). 98

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Figura 4. “Los guardianes de las arenas, los guardianes del mar”.

A través de esta alianza, la sal de Chikinchel se difundió por todas partes. Exploradores españoles del siglo xvi describieron la sal amontonada en canoas mayas yendo a los grandes mercados de intercambio panmesoamericanos en Ecab (Quintana Roo) y los Golfos de México y Honduras (Cortés [quinta Carta-Relación], 1988: 363-391; Díaz del Castillo, 1984: 29, 497; Landa, en Tozzer, 1941: 94). La sal y otros bienes de Yucatán se intercambiaron por el cacao sembrado intensivamente en los llanos húmedos que rodeaban a estos mercados (Landa, 1941: 94, también n415; Scholes y Roys, 1948: 30, 244). Aparentemente, la sal de Chikinchel llegó hasta mercados aztecas del altiplano —Huexotla, Coixtlahuaca y posiblemente otros (Kepecs, 2003a). 99

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En Emal, Otro Sacboh y los capitales de los batabiles a que pertenecieron, Aké y Chauaca, la cerámica de importación nos proporciona evidencias materiales de este intercambio de bienes perecederos. En estos cuatro sitios identificamos tiestos de las cerámicas naranjadas finas del Posclásico Tardío procedentes del Golfo de Campeche —Matillas y Cunduacán— y también el distintivo, casi de pasta fina, “verdadera” Tulum rojo de la costa de Quintana Roo (Kepecs, 1998, 1999). Cuando chocan los sistemas capitalistas: los primeros 150 años de la administración española Cuando llegaron los españoles, el sistema mundial mesoamericano (Blanton y Feinman, 1984; Blanton, Kowalewski y Feinman, 1992; Kepecs, 1997, 1999, 2003a, 2005) estaba en pleno boom económico. Los dos mundos chocaron en el encuentro, pero los españoles tuvieron la ventaja tecnológica. Escopetas, caballos y galeones les ayudaron a apropiarse de la economía indígena en muchas partes de México. Sin embargo, en Chikinchel su triunfo nunca fue completo. Enseguida, los españoles se fijaron en las gemas saladas de la costa de Yucatán. En 1542 el Adelantado Montejo mandó construir su capital administrativa, Mérida, sobre el sitio indígena de T’ho, en el occidente de la península. Pero un año después, su sobrino escogió a Chauaca para una sede administrativa en el oriente (Chamberlain, 1948: 220-221; Cogolludo, 1957 [orig. 1688]: IX). Y allí empezó el choque. En 1544, menos de un año después de su fundación, los españoles abandonaron la primera Villa de Valladolid en Chauaca, en parte, si no enteramente, por los “indios belicosos” (Garza et al., 1983; II: 218; Kepecs, 1999, 2005). Hoy el único indicador de la antigua villa española es una placa conmemorativa. Los españoles levantaron la actual Valladolid en Sací, capital de un gran batabil a 90 km al sureste de Chauaca. Desde allí impusieron una débil infraestructura administrativa (figura 5) — una delgada cadena de puestos fronterizos apostados entre Va100

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Figura 5. La administración española en el oriente de Yucatán.

lladolid y la costa, incluyendo un convento en Tizimín, 60 km al norte, una congregación en el batabil de Loche, 30 km más hacia el norte, y un pequeño puerto, Río Lagartos, 30 km más adelante, en la bocana del estero. Con otra congregación en Dzonot Aké y el pequeñísimo puerto de El Cuyo, los españoles extendieron su débil alcance hacia el oriente, pero el transporte a pie o a caballo fue lento y difícil y pocos españoles quisieron salir de su zona de seguridad en Valladolid. Por lo tanto, los capitalistas mercantiles de Chikinchel fueron relativamente libres para organizar su resistencia (Bricker, 1981; Stern, 1987; Kepecs, 1999, 2005). 101

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Basado en mis cálculos arqueólogicos (Kepecs, 1999, 2005), durante el primer siglo de la Colonia alrededor de la mitad de la población indígena de Chikinchel pereció o huyó, aunque vale notar que las fuentes documentales enfatizan las huidas (Edmonson, 1982, 1986; Farriss, 1984: 18, 72-79; Molina Solís, 1910, II: 93-94). Los mayas que quedaron incitaron rebeliones. En una coyuntura económica —a la hora de pagar el tributo en 1546— estalló la “gran rebelión” que se extendió a través del noreste de Yucatán y la costa de Quintana Roo (Bricker, 1981: 19; Brinton, 1882: 189-259; Chamberlain, 1948: 240-249; Farriss, 1984: 18). Algunos meses después los españoles lograron controlar la mayor parte del distrito, pero los rebeldes de Chikinchel resistieron y siguieron incitando a otros grupos (Chamberlain, 1948: 249). Rumores de nuevos levantamientos en la región aún circularon entre los asustados españoles en 1579 (Garza et al., 1983, II: 36). A principios del siglo xvii, todavía temerosos, ellos fortificaron su pequeño puerto en Río Lagartos (Brito Sansores, 1995: 76; Victoria Ojeda, 1995: 49; Millet, Burgos y Andrew, en este volumen). Los magnates indígenas de la sal de Emal lograron mantener control parcial de sus salinas, pero les llevó casi dos siglos sacar a los blancos por completo. Al principio, según los libros del Chilam Balam, los señores de la blanca playa estaban divididos. Facciones pro y antiespañoles pelearon ferozmente (Edmonson, 1982: 36 n. 617, 37 n. 655; 1986: xviii,141-142, 151, 157; Kepecs, 1999, 2005). Los pocos españoles que vivieron en Chikinchel, reunidos en Río Lagartos, probablemente dependieron de sus aliados indígenas para supervisar a los salineros cosechando la brillante sal de Emal. Posiblemente la mano de obra indígena fue aumentada con esclavos importados de otras partes de Mesoamérica o — ya que se han identificado los restos de esclavos negros de las últimas décadas del siglo xvi en Campeche (Price, Tiesler y Burton, 2006)— hasta de África. Pero el comercio corrió en la sangre de los Chan, y los indígenas proespañoles de Emal no hicieron nada para prevenir que sus hermanos rebeldes cosecharan la sal para el intercambio con grupos apostatas en el interior de la península. El comercio 102

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clandestino llegó a ser una forma de resistencia (Kepecs, 2005; Jones, 1982, 1989, 1998; Roys, 1957; Scholes y Roys, 1948). Los comerciantes indígenas de Emal intercambiaron la sal por el cacao, sembrado en la zona de refugio sureño donde muchos miembros del linaje Chan de Uaymil habían huido (Thompson, 1977; Jones, 1983, 1989; Rice y Rice, 2005). La huella de este intercambio de bienes perecederos se ve en la distribución de fragmentos de incensarios del estilo lacandón —idénticos a los que encontró Sir Eric Thompson (1977) a lo largo de Uaymil y la zona sureña de refugio— en los sitios costeros de Chikinchel (Kepecs, 1999, 2005). A pesar de los levantamientos, los problemas con la fuerza obrera y la sal enfocados hacia el intercambio indígena, en la década de 1570 barcos españoles con mercancías de Cuba y Honduras llegaron con frecuencia a Río Lagartos, volviendo con cargas de sal (Molina Solís, 1988 [orig. 1904], I: 135). En 1605 casi 6 000 toneladas métricas se enviaron de Río Lagartos a Cuba, Honduras y a la Ciudad de México, donde una parte se consumió en las mesas españolas, aunque la mayoría fue enviada por tierra a las minas de plata del altiplano, donde se utilizó en las operaciones de extracción de mena (Andrews, 1983: 137; Kepecs, 2005). Pero la mayor parte de la producción de 1605 —18 000 toneladas métricas— provino de las salinas antes inactivas de la Península de Celestún (Andrews, 1983: 137), cerca del corazón de la colonia española en Campeche y Mérida. El auge de las salinas del occidente se debía a la concentración de españoles en esta zona. Bajo la mano fuerte, en lugar de resistir, los mayas del occidente jugaban el juego para mantener sus tierras y sus títulos (Restall, 1998). Además, las cargas de esclavos africanos que llegaron a Campeche seguramente aumentaron la fuerza obrera en Celestún. Mientras la importancia de las salinas Celestunenses crecía, los Chan de Emal conspiraron para liberar su territorio. Un siglo después de la gran rebelión ellos llegaron al límite de su tolerancia, igual que sus parientes de Uaymil, furiosos por las excesivas demandas por el cacao y las incursiones misioneras en la zona 103

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de refugio sureño (Jones, 1983: 78-80, 1989: 18-19). En algún momento de Katún 1 Ahau (1638-58), como antes, a la hora de pagar impuestos, los Chan de Emal y Uaymil orquestaron una nueva rebelión sangrienta (Edmonson, 1982: 141; 1986: 213; Roys, 1973: 157; Kepecs, 1999, 2005). Hacia la economía actual Después de la guerra de los Chan la población de Chikinchel se desplomó. Loche, el único pueblo aún en los listados de impuestos españoles, bajó de 240 familias en 1640 a 60 en 1688 (García Bernal, 1978). Además de Loche, sólo había cinco muy pequeñas “estancias de haciendas” (García Bernal, 2006: 268-269). En todas partes de Yucatán este período fue el nadir demográfico. Pero en los mapas administrativos españoles de la época (Antochiw, 1994) se ven numerosos asentamientos en el occidente. Chikinchel, en tiempos prehispánicos una zona hormigueante de actividad económica, se muestra casi vacío. En Emal los conflictos continuaron esporádicamente. En 12 Ahau (1658-77) los chanes proespañoles aceptaron a dios, mientras los guerrilleros huyeron al bosque (Edmonson, 1982: 149). En 10 Ahau (1677-97) el dios de los comerciantes fue quemado en la playa blanca (Edmonson, 1982: 151, 1986: 220). En 8 Ahau (1697-1717) los señores aún en Emal se unieron en contra de los españoles y conspiraron para parar los impuestos con flechas y escudos (Edmonson, 1986: 158). Sin ningún aliado indígena y sin mano de obra, los españoles se rindieron. Durante el siguiente siglo, los Chan de Emal se mantuvieron silenciosos. Tengo muy poca información sobre el monte olvidado del noreste de Yucatán durante sus más de cien años de soledad— el período que abarca los últimos años del régimen español y los dos primeros decenios de la independencia mexicana. En la Península de Celestún, según un informe de 1766, poco después de que los Borbones reactivaron la industria salinera con sus reformas de libre comercio, empresarios emplearon el tra104

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bajo forzado o por salarios extramadamente bajos de mestizos, africanos y mulatos para cosechar la sal. Según el autor de este documento, existieron dos puertos comerciales en esta época: Campeche y Sisal, al norte de Mérida (Ewald, 1985: 195-196; Millet, Burgos y Andrews, en este volumen). No se dice nada de Río Lagartos, donde los españoles de tiempos anteriores enviaron la sal de Emal a mercados distantes. Indicadores arqueológicos del período colonial tardío son bastante raros en Chikinchel. En esta época la industria cerámica indígena casi no existió, con la excepción de ollas de manufactura casera3 (la cerámica Yuncú, que es diagnóstica del período que abarca los siglos xv-xix, pero dentro de este marco no es muy sensible como marcador temporal). Resultó más conveniente usar los lekes (las jícaras) para todo lo que no se cocía (Garza et al., 1983, I: 75; II: 60; Kepecs, 1999, 2005). La arquitectura y la cerámica estilo español indican que siguió la ocupación española / criolla en el asentamiento ya disminuido de Río Lagartos durante toda la secuencia histórica, pero las únicas evidencias claras de actividades en otros sitios —probablemente pequeñas industrias clandestinas de la sal— son escasos tiestos de Puebla azul sobre blanco, una mayólica de la primera mitad del siglo xviii, en Emal (Kepecs, 1999). A fines del siglo xviii la población empezó a crecer notablemente en todas partes de Yucatán (Alexander, 2004: 456, 50; Quezada, 2001: 102; Restall, 1997: 173-175). Y a pesar de que Chikinchel fue aislado de los centros de poder —dado la falta de carreteras y transporte, hasta Valladolid quedaba relativamente lejos—, el crecimiento avanzó lentamente hacia el noreste. Con la reorganización política de 1786, Tizimín fue nombrado cabecera de un partido administrativo que incluyó el territorio Roysiano de Chikinchel (Quezada, 2001: 98), y el crecimiento de población que ocurrió en el mejor documentado poniente también afectó la región. Los datos censales de este período 3 Es posible que la cerámica Yuncu también fuera hecha por especialistas, pero de manera muy localizada, ya que los materiales (la pasta y el desgrasante) son poco uniformes, en contraste con la cerámica prehispánica (Kepecs, 1998).

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son bastante problemáticos, pero, según documentos citados por Brito Sansores (1995: 6), en 1814 el partido de Tizimín tuvo 19 pueblos con una población total de 26 818. En 1821, año de la Independencia, la cabecera de Tizimín contó con una población de 2 378 habitantes; en el partido existieron 21 pueblos con una población total de 29 480 habitantes (Brito Sansores, 1995: 10). Es importante señalar que el partido de Tizimín incluyó más que Chikinchel, pero estos datos sirven para demostrar el cambio, y abajo hago referencia a los sitios de este período que se encuentran en la región de mi estudio. A principios del siglo xix, mientras los Estados Unidos, liberado de Europa, se industrializaba, Latinoamérica y el Caribe, desgarrados por las guerras de independencia, se encontraron en malas condiciones para el desarrollo económico. Y como republica naciente, México sufrió constantes conflictos entre los federalistas, que favorecieron un estado independiente, y los centralistas que quisieron someter la península al gobierno mexicano (Quezada, 2001). Yucatán, al principio, quedó bajo el poder de los federalistas. Uno de los grandes factores que incitó la ola de desarrollo nuevo en la cuasi nación-estado fue la ley de 1825, que facilitaba la compra de propiedad privada en Yucatán (Quezada 2001: 135). Las haciendas florecieron alrededor de Mérida, y en estos años se aumentó la producción salinera en la Península de Celestún (Serrano Catzín, 1986: 106). En 1829 los centralistas tomaron control de Yucatán. Por fuerza, los disidentes fueron reasentados en Tizimín, trayendo nueva gente y también la política a este rincón remoto (Brito Sansores, 1995: 79; Rivero, 1978: 125). En esta época aparecen nuevos sitios en Chikinchel. Entre el registro arqueológico, el Diccionario corográfico de Yucatán (un censo detallado y incompleto anexado a una nómina no muy sistemática de los partidos de Yucatán con sus curatos, pueblos, haciendas, ranchos y sitios, compilado, posiblemente por Pío Pérez entre 1825 y 1844), los mapas del siglo xix recolectados por Miguel Antochiw (1994) e informantes actuales en Tizimín, Río Lagartos, El Cuyo y Loche, encontré 31 asentamientos del siglo xix que puedo ubicar con certeza dentro de la región de Chikinchel (figura 6). 106

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Figura 6. Los sitios del siglo xix.

Los sitios arqueológicos varían mucho en tamaño, pero ninguno llega a la gran escala de las haciendas del siglo xix más cerca a Mérida o Valladolid. Todos los sitios que encontré tienen alguna combinación de norias, estructuras de piedra y cerámica diagnóstica —el vidriado de plomo, producido en grandes cantidades durante la época de Independencia, y algunos tiestos de gres y de loza fina diagnósticos del siglo xix (Kepecs, 1999, 2008). Entre los 31 sitios, dos por lo menos fueron haciendas antes de 1845, Kinchakam y Yaxché (inmediatamente al sur de la zona que defino como Chikinchel). Así fueron clasificados en el Diccionario corográfico, y ambos sitios aún tienen restos de casas, corrales y norias. La gran mayoría de los sitios chikincheleños se clasifican en la nómina corográfica como “ranchos.” En otros artículos (Kepecs, 2008, 2010) he proporcionado más detalles sobre estos sitios. Lo importante aquí es señalar que el crecimiento de población en la región proporcionaba nuevas fuentes de mano de obra. Nuevas industrias florecieron a lo largo de Yucatán en la década de 1840. En el occidente las haciendas henequeneras ya exportaban la fibra a los Estados Unidos (Que107

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zada, 2001: 337). En el oriente, criollos patrocinados por inversionistas extranjeros empezaron a extraer grandes cantidades de palo de tinte de los manglares de Chikinchel. En 1845, 300 000 libras de palo de tinte se procesaron en Tizimín (Suárez Molina, 1977, I: 202). También en 1845, las salinas de Chikinchel produjeron “cantidades estimables” de sal para exportación (Serrano Catzín, 1986: 84). Y los jefes tuvieron bases a lo largo de la costa para vigilar a sus trabajadores. En Río Lagartos, la presencia arqueológica de cerámica de impresión por transferencia de Inglaterra y Puebla, popular durante la primera mitad del siglo xix, indica intercambio a nivel mundial (Kepecs, 1999). No tengo información documental para la ex hacienda de Moctezuma, cercana las salinas de Otro Sacboh, en este período, pero aquí también encontré tiestos de vajillas de impresión por transferencia. El autor del Diccionario corográfico registró 42 habitantes en Emal, “rancho de la playa” (Brito Sansores, 1995: 29) en algún momento no determinado entre 1825 y 1844. Aunque el término “rancho” indica propiedad comunal, frecuentemente estos terrenos pasaban a manos particulares, siendo así una forma de facto de propiedad privada (Serrano Catzín, 1986: 80). El asentamiento arqueológico “Emal aljibe”, a 800 m al oriente del sitio prehispánico, tiene un aljibe de piedra con cal, las abrazaderas de piedra de dos casas grandes y, como en Río Lagartos y Moctezuma, tiestos de cerámica de impresión por transferencia (Kepecs, 1999). Los hijos de españoles empezaban a prosperar otra vez gracias a la sal del oriente cuando estalló la Guerra de Castas, 200 años después de la guerra de los Chan y 130 años después de la última mención de levantamientos por el pago de impuestos en Emal. Las causas de esta famosa rebelión indígena del siglo xix, por lo menos en Chikinchel, fueron económicas, y de larga duración. La gran rebelión y la guerra de los Chan estallaron en el momento de pagar impuestos, y en febrero de 1848, el líder de la Guerra de Castas, Jacinto Pat (Rugeley, 2001: 51-52), escribió que si los blancos quisieron la paz tuvieron que dividir la península en partes iguales entre ellos y los indígenas. Esto sería 108

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la indemnización para los 300 años de subyugación económica, para las muchas “contribuciones e impuestos” que los indígenas habían pagado por la fuerza. Pero me adelanto. Según una profecía en el Chilam Balam de Tizimín de los años tempranos de 11 Ahau, 1824-48 (Edmonson, 1986: 191) “se verán rifles en Tizimín y el mar se quemará” —un eco fiel de las batallas coloniales en las blancas playas de Emal. Miles de mayas, reclutados en 1839 para una exitosa sublevación federalista dirigida por el tizimileño Santiago Iman, sí recibieron rifles (Reed, 2001: 29-30; Rugeley, 2001: 9-10). Ocho años después, a fines de julio de 1847, la Guerra de Castas estalló en Tepich (Reed, 2001). Llevó un año para llegar a los chanes de Chikinchel y Uaymil. En mayo de 1848, los insurgentes indígenas destruyeron Bacalar. En junio, asaltaron Tizimín y Loche. Cuando los rebeldes llegaron a Río Lagartos los soldados blancos fueron preparados. Habían puesto cañones en el techo de la casa más alta de la pequeña vigía, aún con sus baluartes, y excavaron trincheras en las afueras de sus paredes. Según una leyenda que aún cuentan los viejos, los soldados ya habían llevado a la gente al otro lado del estero, o sea, a la playa, cuando los rebeldes, llegando desde el sureste, destruyeron las rejas de la fortaleza (Loría Trejo, 1986; Reed, 2001: 94). No tengo evidencias directas de la destrucción de Emal, aunque la Guerra de Castas efectivamente terminó la producción salinera de la Ría Lagartos. Aún existió la amenaza de levantamientos y, según los datos censales disponibles, la población del partido de Tizimín disminuyó de manera sorprendente, de 29 480 habitantes en 1821 a 6 745 en 1861 (Brito Sansores, 1995: 6, 35). Las playas blancas no volvieron a ser explotadas a nivel comercial hasta 1880 (Serrano Catzín, 1986: 47, 68, 84), cuando el asentamiento fue reconstruido o expandido con casas de madera, ya desaparecidas pero existentes en las memorias de los viejos de Río Lagartos. Tiestos de loza bandeada popular entre 1880 y 1920 y muchísimas tejas de techo de terracota con el sello “Marseilles” que servían de lastre en los barcos que llegaban durante los últimos decenios del siglo xix son indicativos de esta 109

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ocupación (Burgos, 1995; Burgos et al., 2006). Encontré tiestos de loza bandeada no solamente en Emal sino en los demás sitios importantes de la costa —Río Lagartos, San Fernando, San Fernando Orilla, El Cuyo y Moctezuma (Kepecs, 1999). La historia rápida de este patrón material de prosperidad es una nueva, aunque breve, inversión en la sal y el palo de tinte de Chikinchel durante la década de 1880 del Porfiriato, cuando el yucateco Ramón Ancona Bolio, en sociedad con una casa comercial de Alemania, importaba mano de obra de otras partes de la península para explotar los productos de la costa noreste del estado, principalmente la sal y el palo de tinte (Suárez Molina, 1977, I: 212-214). Pero la industria del palo de tinte se cayó con la llegada de colorantes químicos al final del siglo y los inversionistas se fueron de la región. El henequén, oro verde del occidente de Yucatán, existe en la naturaleza en Chikinchel, pero nadie se aprovechó de sus tierras vacías durante el boom del hilo bramante. La escasez de mano de obra y el temor de más disturbios sociales contribuyeron al subdesarrollo inmediato. Al fin y al cabo la infraestructura español / criollo nunca echó raíces en el suelo chikincheleño. Sal, ranchos de ganado y la pesca sólo empezaron a ser industrias rentables después de la Segunda Guerra Mundial (Ewald, 1985: 197-198; Quezada, 2001: 231). Hoy día, como en el pasado prehispánico, la Ría Lagartos es la fuente salinera más grande del sur de Mesoamérica (Andrews, 1983; Kepecs, 2003b). Pero Chikinchel aún tiene su ambiente de monte olvidado y tierra sin ley. Gracias a su larga historia de aislamiento, muchos de los ranchos del siglo xix están ahora en manos de los narcocarteles del siglo xxi, según los reporteros del periódico Por Esto, donde aparecen con frecuencia artículos sobre el asunto.4 En el Chikinchel de hoy la prosperidad posmoderna de escala mundial está basada en un nuevo tipo de cristales blancos y brillantes. 4 Por ejemplo, un artículo (sin autor, para protegerlo, 25 de abril, 2005) menciona los nombres de varios ranchos de la zona en manos de presuntos narcotraficantes, con un mapa de ilustración.

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Conclusiones En este artículo he discutido la economía de largo plazo de la región de Chikinchel, en el rincón noreste del estado de Yucatán. Mis estudios me llevan a concluir que las condiciones económicas actuales de esta región están basadas en las fuertes tendencias capitalistas de los indígenas prehispánicos de esta zona. A través de más de 400 años, los habitantes indígenas de Chikinchel pelearon por sus derechos autóctonos de producir y vender en lugar de rendirse ante el mercado europeo. Al fin y al cabo, no ganó ni la estrategia indígena ni la de los españoles / criollos. Hay que conceder el triunfo al desafortunado mercado negro que llena los espacios negativos donde la economía legítima y productiva ha fallado.

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ANÁLISIS MULTIDISCIPLINARIOS DE LAS DINÁMICAS SOCIALES Y ECONÓMICAS EN LA PENÍNSULA DE YUCATÁN EN EL SIGLO XIX: PERSPECTIVAS ARQUEOLÓGICAS E HISTÓRICAS John F. Chuchiak IV Missouri State University

El dinamismo social que caracteriza a la cultura maya, desde sus orígenes hasta nuestros días, ha obligado a los estudiosos e interesados en el tema a recurrir a la investigación multidisciplinaria. Es interesante observar cómo los especialistas en el área maya exitosamente utilizan diversas teorías y metodologías para ofrecer nuevas interpretaciones a problemáticas sociales pasadas o nuevas.1 De este modo, la multidisciplina valora el material arqueológico como documento histórico por medio del cual es posible tener información acerca de grupos sociales que, por distintas causas, no dejaron documentos escritos convencionales. Atrás Basta con observar el índice de los artículos contenidos en la Revista Estudios de Cultura Maya para comprobar cómo el campo de los estudios mayistas ha incorporado investigaciones multidisciplinarias desde sus inicios. La Arqueología y la Historia frecuentemente son consideradas dos disciplinas opuestas debido a la particularidad de los métodos y enfoques que cada una de ellas utiliza para estudiar su objeto de estudio. Sin embargo, en los estudios mayas se utilizan y forman una ya sea por falta de documentación histórica o por falta de contexto y estratigrafía arqueológica. 1

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quedaron las posiciones académicas que relegaban el material arqueológico a un segundo plano o que lo consideraban como una herramienta numérica poco útil para la interpretación de la vida cotidiana de las sociedades mayas. Como este volumen lo demuestra, el dinamismo histórico que caracteriza a las comunidades mayas invita a los investigadores a estudiar épocas, lugares o sujetos que han sido poco considerados en análisis previos debido a los cánones tradicionales de nuestro pasado académico, o bien a que la dificultad y carencia de documentos necesarios para su interpretación lo impedían. Tal es el caso del estudio del siglo xix en el área maya.2 La complejidad política, social y económica que caracteriza al periodo decimonónico mexicano afectó a todas las esferas sociales y regionales de la nación, incluyendo los aspectos culturales y étnicos de la población. La diversidad de hechos y realidades que son parte de este siglo genera una serie de preguntas de sumo interés para comprender su impacto en la realidad social de las comunidades mayas actuales. Considerando éstos argumentos se presentan los siguientes artículos que formaron parte de la Sesión 37 del Séptimo Congreso Con la excepción de algunos estudios sobre el papel de los mayas en la Guerra de Castas, son escasos los estudios que se han enfrentado al estudio de la historia o la arqueología del siglo xix en la Península de Yucatán. En repetidas ocasiones, la tradición de los estudios mayas favorece a los estudios entrados en el pasado clásico y posclásico mayas, en un segundo lugar se estudia al período de la Colonia, lo cual deja en clara desventaja a las investigaciones interesadas en la sociedad yucateca en el siglo xix. Cabe señalar que, a pesar de los estudios prehispánicos y coloniales, existen invaluables colaboraciones que se interesan en el estudio de la cultura durante el siglo xix. (Terry Rugeley, “The Maya Elites of Nineteenth Century Yucatan”, Ethnohistory, 42 (3), 1995: 477-493; Rugeley, “Rural Political Violence and the Origins of the Caste War”, en The Americas, 53, 4, 1997: 469-496; Victoria Reifler Bricker, “Algunas consecuencias religiosas y sociales del nativismo maya del siglo xix”, América Indígena; Alejandra García Quintanilla, “Salud y progreso en Yucatán en el xix: Mérida: el sarampión de 1882”, Siglo XIX, 1 (3), junio 1992: 29-53). Acerca del pueblo maya y el desarrollo de la economía de la Península de Yucatán anterior a la Guerra de Castas véase Alejandra García Quintanilla, “En busca de la prosperidad y la riqueza: Yucatán a la hora de la independencia”, Siglo XIX, 1, 1986: 165-188. 2

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Internacional de Mayistas, que tuvo lugar en Mérida, Yucatán en julio de 2007. El conjunto de ensayos compilados en esta sección son una muestra de los resultados que la investigación multidisciplinaria, desde un enfoque de micro y macrohistorias, ofrece para estudiar las condiciones sociales, económicas y geográficas del área maya durante el siglo xix y su influencia en las comunidades mayas actuales. La diversidad de conflictos y realidades sociales que se gestaron durante el siglo xix, y que son estudiados en este volumen, resultan en una amplia gama de perspectivas teóricas y metodológicas que brindan vigencia histórica y social a estos planteamientos. La ecología agraria, la transformación del paisaje, la explotación de los recursos naturales, la organización interna de grupos rebeldes y el estudio de sistemas económicos regionales son algunos de los temas que los autores desarrollan en estas investigaciones. Rani Alexander ofrece una interesante disertación acerca de los cambios ambientales y la formación del paisaje de cuatro comunidades mayas: Ebtún, Kaua, Cuncunul y Tixcacalcupul. Parte de los asentamientos descritos dentro del texto intitulado Títulos de Ebtún, recopilado por Ralph Roys, durante la segunda mitad del siglo xx. En el capitulo intitulado “Ralph Roys de nuevo: La ecología agraria y la base arqueológica para los Títulos de Ebtún”, Rani Alexander conjunta las metodologías propias del campo de la ecología agraria y la arqueología con el fin de trazar las continuidades de asentamiento y el cambio del paisaje demográfico de estas poblaciones mayas desde el siglo xix y hasta principios del siglo xx. Es muy común encontrar en la literatura alusiones a estos centros poblacionales como “pueblos”; sin embargo, pocos han definido el término y la constitución material de los mismos. Gracias a esta investigación arqueológica, la autora define a estas entidades territoriales como aquellas conformadas por ciertos núcleos políticos y religiosos representados de forma material en una iglesia o casa ejidal. De esta manera, la autora 115

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enumera las construcciones civiles y religiosas que se encuentran en cada pueblo y, aun más importante, define las características de cada uno de estos elementos, con el propósito de hacer una descripción detallada del paisaje que caracteriza a cada uno de estos centros. A lo largo de los siglos, la transformación del paisaje econó­ mico y poblacional de cada una de estas poblaciones estuvo determinada por las políticas económicas de los regímenes capitalistas españoles o por los modelos de producción posteriores al periodo de independencia. El seguimiento y reconstrucción de estos cambios está docu­ mentado propiamente a través de fuentes primarias correspondientes a cada sitio. El aporte de Alexander reside en el análisis hecho al cambio del paisaje de Ebtún, Kaua, Cuncunul y Tixcacalcupul a través del estudio arqueológico, usando como pautas la transformación e impacto de las políticas económicas regionales. Alexander complementa los resultados obtenidos de las investigaciones de campo con los testimonios documentales, otorgándole a cada pueblo una dimensión histórica y material par­ticular que, de no ser por el trabajo arqueológico, estaría ausente. Así mismo, y considerando el aspecto social de esta investigación, Alexander ofrece interesantes conclusiones acerca de los cambios en los patrones de asentamiento de estos pueblos, la explotación que los habitantes hicieron de sus recursos naturales y los efectos que estas prácticas económicas tuvieron en el medio ambiente. A su vez, esta información ayuda a explicar el tipo de arquitectura civil y religiosa prevaleciente en la zona, y el cambio en su soporte material. Estos estilos arquitectónicos nos ayudan a identificar su utilidad y función social. Por su parte, la arquitectura de los conventos y los cementerios permite trazar el estilo de vida de los religiosos de las comunidades y la relación que tenían con los pobladores mayas. Estos mismos patrones de asentamiento muestran cambios importantes en la identidad política de la región después del movimiento independentista de 1821, en los que la arquitectura neoclásica se popularizó. Las características de estas construcciones de mampostería de esti116

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lo neoclásico del siglo xix están estrechamente relacionadas a la realidad política decimonónica, que demuestra claramente el hecho de que las audiencias de la República de Indios, instancias coloniales, fueron reemplazadas por los palacios municipales construidos de cal y canto. Estas evidencias arqueológicas demuestran que los movimientos políticos y religiosos transformaron los asentamientos rurales, la densidad demográfica y el tipo de arquitectura civil y religiosa en la región. El paisaje económico y la densidad geográfica en la zona han estado sujetos a constantes cambios desde el periodo colonial hasta nuestros días. Actualmente, esta geografía poblacional, así como el desarrollo y las oportunidades económicas de sus habitantes continúan siendo afectados por las políticas neoliberales de los actuales gobiernos mexicanos. A pesar de la pluralidad y complejidad con que cada uno de estos pueblos han vivido a lo largo de varios siglos, es en la actualidad cuando los cambios se han vuelto vertiginosos y más radicales, por lo que el proceso de adaptación y sobrevivencia de estos núcleos indígenas es cada vez más difícil. Esta investigación nos brinda, como humanistas que somos, una explicación acerca de las transformaciones y los intereses internacionales a los cuales están sometidas la comunidades mayas de la actualidad, así como al despojo que sufren los indígenas en aras del progreso, la expansión urbana y, sobre todo, la explotación de los recursos naturales locales, de los cuales no obtienen ningún tipo de beneficio. La constante globalización y el interés desmedido de corporaciones internacionales por explotar estos sitios a costa de casi cualquier medio han dañado seriamente la identidad de dichas comunidades y los ha alienado de su propio medio ambiente. En este caso, la arqueología se vuelve una herramienta de interpretación, una ventana al pasado, que nos muestra cómo los intereses económicos de ciertos grupos políticos durante el periodo colonial, el siglo xix y en la actualidad, la influencia religiosa y el cambio de políticas económicas influyen en el desarrollo de las comunidades mayas, cambiando su paisaje geográfico y económico. 117

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Wolfgang Gabbert ofrece en su estudio titulado “El desafío de los caudillos: La economía política de los kruso’b en el siglo xix” un análisis al interior del movimiento rebelde de los seguidores de la Cruz Parlante. Esta investigación parte del análisis de las dinámicas internas de sobrevivencia del movimiento rebelde. Ejemplo de ellas son la función y desarrollo de los medios económicos que ayudaron a que el movimiento sostuviera sus jerarquías y organizaciones sociales internas hasta entrado el siglo xx. Este análisis muestra el carácter heterogéneo que existía al interior los kruso’b y los interés individuales que motivaron a los líderes del movimiento a continuar con la lucha armada. La hipótesis de este análisis es muy novedosa debido a la perspectiva teórica que se presenta. Gabbert propone que, debido a sus características de organización interna, el movimiento de los kruso’b debe estudiarse a partir del modelo teórico de “política caudillista”, en lugar de estudiarlo a través del modelo de “estado centralizado” o de “conjunto de cacicazgos”. De acuerdo con Gabbert, el modelo de “política caudillista” se identifica por la ausencia de una estructura gubernamental consolidada, lo cual fue una característica del movimiento de los kruso’b y de los caciques del periodo colonial. Con base en reportes y otros documentos de primer orden, Wolf­gang Gabbert identifica la influencia externa, es decir, aquella proveniente de agentes no mayas, en la organización poblacional y política de los krus’ob. La interacción de éstos factores indígenas y no indígenas dejan atrás el argumento tradicional que sostenía que los kruso’b fueron un movimiento aislado y determinado por sus propias modalidades internas. Por consecuencia, el autor encuentra que los líderes del movimiento también estaban expuestos a la fragmentación y discusión en cuanto a los ataques y la manera en que debía actuar el movimiento en determinadas circunstancias. Esta propuesta cuestiona premisas tradicionales que afirmaron que las células de control de los kruso’b estaban determinadas por la unidad política y ceremonial interna del grupo.3 En El trabajo del Dr. Gabbert revisa y comenta las conclusiones de otros estudios publicados anteriormente sobre el papel del liderazgo entre los 3

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cambio, el autor relaciona el comportamiento y relación que los líderes kruso’b tenían con las esferas comerciales y políticas externas al grupo, lo cual determinaba su posición de poder al interior del movimiento. Como bien lo menciona Gabbert, el estatus político de los líderes indígenas de los kruso’b estaba determinado por la relación que éstos tenían con comerciantes y terratenientes no mayas. Esta práctica cambió las características fundamentales de los líderes y su proyección ante las bases del movimiento kruso’b. Por lo tanto, los resultados de esta investigación ofrecen una nueva perspectiva a través de la cual es posible entender las dimensiones fragmentadas del movimiento de los kruso’b. Este análisis evidencia la manera en que ciertos líderes indígenas buscaron su propia sobrevivencia a través del contacto con las esferas comerciales externas al grupo y la forma en que estas mismas relaciones afectaron la organización ceremonial, religiosa y la jerarquía política que los kruso’b mantuvieron en los inicios de su formación. Esta investigación prueba que la violencia al interior de los kruso’b era la norma y no la excepción. La hipótesis demuestra que ésta organización rebelde, caracterizada por la constante violencia al interior de sus células básicas y la agresión mutua ente sus líderes, tenía la finalidad de servir como trampolín político para los líderes indígenas. Esta movilidad interna permitió a una segunda generación de líderes indígenas de “dudoso origen” que se caracterizaron por sus crueles prácticas de castigo al interior de sus comunidades, ascender a las esferas internas de poder de sus comunidades. Con base en esta actitud, la interpretación que estos líderes indígenas daban a los mensajes expresados por la kruso’b, entre los que se encuentran los estudios de Nelson Reed, “Juan de la Cruz, Venancio Puc, and the Speaking Cross”, The Americas, 53 (4), 1997: pp. 497-523. Otro de los estudios consultados es el de Terry Rugeley, “The Maya Elites of Nineteenth Century Yucatán”, Ethnohistory, 42 (3), 1995: 477493; así como el artículo de Don Dumond intitulado “Independent Maya of the Late Nineteenth Century: Chiefdoms and Power Politics”, Anthropology and History in Yucatan, Grant D. Jones (coord.), Austin, University of Texas Press, 1977, pp. 103-138.

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Cruz Parlante era completamente subjetiva y de acuerdo con sus propios intereses, lo que resultó en una ruptura entre los miembros de las comunidades y sus líderes kruso’b. De este modo, el patrón de la Cruz o Tatich, más allá de ser la máxima autoridad religiosa de los kruso’b, también era el líder de los centros rituales y gozaba de cierto poder político y económico. Sin embargo, la precaria economía que caracterizaba a las comunidades rebeldes limitó el desarrollo de estructuras políticas más centralizadas y estables que le hubieran dado una mayor proyección. La economía es un tema importante en cuanto al análisis social se refiere. A partir de documentos escritos es posible saber acerca de la vida cotidiana de ciertos grupos sociales. Sin embargo, los documentos escritos no son la única fuente de acceso para su estudio. En este caso, el material arqueológico es igualmente valioso para la interpretación histórica . Un claro ejemplo de este ejercicio es la investigación que nos ofrece el Dr. Allan Meyers. En “La arqueología del peonaje porfiriano en la hacienda Tabi en Yucatán”, Meyers nos ofrece un estudio acerca de la arqueología del peonaje en una hacienda en específico, para dar voz a aquellos que han quedado marginados de los registros escritos y de la historia oral colectiva. El autor ofrece un interesante ejercicio que consiste en utilizar diversos vestigios arqueológicos, como los materiales de construcción y la cerámica, para desentrañar la vida cotidiana de los trabajadores y peones de la hacienda porfiriana de Tabi, en Yucatán. El análisis de los vestigios que los peones, asalariados y jornaleros dejaron a su paso por esta hacienda muestra su actividad económica y sus condiciones de vida. Si bien una de las finalidades de la arqueología es reconstruir el devenir humano, Meyers enriquece esta concepción logrando crear una conexión entre los vestigios materiales, la mentalidad y las necesidades materiales de ciertos grupos de población de la hacienda de Tabi. La organización de la hacienda típicamente porfirista dividía a los trabajadores entre los asalariados y los jornaleros. Estos últimos estaban en una posición de clara desventaja económica y legal en comparación con la que gozaban los asalariados, lo cual 120

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se reflejó en el acceso que tuvieron para adquirir cierto tipo de mercancías. Este estudio demuestra que la división económica entre los trabajadores de la hacienda de Tabi es trazable a partir del estudio arqueológico de sus ámbitos domésticos. La importancia de este estudio es el de dar voz a aquellos que, incapaces de dejar documentos escritos, dejaron objetos como remanentes de su historia. Este tipo de análisis arqueológicos ayudan a recrear las condiciones de vida de ciertos grupos sociales durante la época porfiriana usando los materiales arqueológicos como documentos primarios de interpretación. Meyers muestra la manera en que la arqueología puede crear vínculos de interpretación y dotar de un carácter humano a toda esta información. En esta investigación Meyers nos presenta los testimonios materiales de aquella gente que vivió dentro de la hacienda. Finalmente, cabe mencionar que otro de los aportes del estudio de Meyers es su análisis acerca de arquitectura de la época, concluyendo que ésta era un reflejo del poder ideológico y económico dentro de la dinámica hacendaria. Este tema es tan vasto que el autor actualmente tiene varios artículos publicados y un libro reciente.4 La vida cotidiana de los pueblos mayas se construyó, y se sigue construyendo, a partir de la relación que sus habitantes mantienen con el medio ambiente, la forma en que lo modifican diariamente y lo explotan en beneficio propio. Luis Millet, Rafael Burgos y Anthony Andrews usaron esta premisa para ofrecer una amplia explicación acerca de la economía en la costa norte de Yucatán en su análisis titulado “Panorama histórico de la costa norte de Yucatán durante el siglo xix y principios del xx”. Este capítulo estudia el aspecto económico de esta región y el desarrollo que las diferentes industrias obtuvieron dentro de este aspecto. Muchas veces, cuando se habla acerca de las historias regio4 Por ejemplo, Allen Meyers, Allison S. Harvey and Sarah A. Le­vi­thol, “Houselot Refuse Disposal and Geochemistry at a Late 19th Century Hacienda Village in Yucatan, Mexico”, Journal of Field Archaeology, 33 (4), 2008: 371-388.

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nales, se recurre al estudio de la historia de bronce o los estudios que están apoyados en la historia oficial del estado. Sin embargo, existen ejemplos como el que vemos ahora, en el cual el eje de análisis es la producción regional y la manera en que la explotación y administración de los bienes materiales de cada región modificaron el paisaje social de Yucatán durante el siglo xix. Si bien la explotación de las salinas del norte de Yucatán es una de las actividades económicas más documentadas en la historia de la zona, es también sabido que la economía regional no sólo se reducía a la explotación de este producto. Los ponentes, en cambio, analizan la importancia que diversas materias primas y bienes tuvieron en el desarrollo de la economía de la península en los siglos xix y xx. Los vestigios materiales de haciendas y lugares de manufactura o industria sirven para confirmar la documentación primaria de la época. El análisis de las fuentes, como lo son las notas periodísticas y los anuncios en diarios de la región, nos ofrecen una invaluable descripción acerca de la vida cotidiana de los habitantes de la región y la importancia que ciertas industrias tenían dentro de la sociedad yucateca. El cambio del paisaje y los movimientos poblacionales durante este periodo están estrechamente relacionados con el rumbo que tomaron estas empresas. La industria del henequén, las salinas, los rancho de pesca o la industria cocotera se relacionan entre sí para brindarnos un panorama amplio de lo acontecido dentro de la región norte de Yucatán y la manera en que afectaba a la capital, dado que no se encontraban aisladas una de la otra. Como los autores de esta investigación afirman, el propósito del estudio de la economía de la península norte no es la enumeración física de sus recursos naturales, sino analizarla para valorar el impacto que tiene en las comunidades mayas. Otra contribución a este volumen sigue la investigación sobre la historia económica de la sal en la Península de Yucatán. Como podemos ver, la historia de la región que historiadores y arqueólogos denominan Chikinchel (según Ralph Roys en su libro de la geografía política de Yucatán) ha estado determinada 122

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por dos factores de desarrollo, uno de ellos es la existencia de salinas en este territorio, y el segundo es la lejanía y el difícil a la zona que ha existido desde tiempos de la colonia hasta la actualidad. Susan Kepecs analiza el desarrollo del capitalismo en el territorio poscolonial de Chikinchel a través del estudio de la importancia de las salinas como motor económico regional. “Cuando chocan los sistemas capitalistas: una larga historia económica del rincón noreste de en Yucatán” es el título de este análisis, en el cual se muestra la importancia de un elemento natural tan local como lo es la sal dentro del desarrollo de la historia de una región y su comunidad, desde la época prehispánica hasta la actualidad. Kepecs ofrece una visión por medio de la cual la sal recobra la importancia histórica y social que ha tenido desde la época prehispánica hasta finales del siglo xix, y la manera como los pueblos han desarrollado y creado su propia identidad a través de la existencia y explotación de las salinas yucatecas. Desde una perspectiva marxista, la Dra. Kepecs analiza las características del sistema económico prevaleciente en el Posclásico Tardío en el área de Yucatán, encontrando similitudes con las características del capitalismo medieval. Este trabajo sugiere la hipótesis de que el sistema capitalista ya existía en las sociedades mayas, aun antes del contacto europeo. Este argumento ayuda a la autora a identificar y explicar el funcionamiento de las clases sociales prehispánicas, de las cuales, las de mayor influencia política eran aquellas que mantenían el control económico sobre la explotación y distribución de ciertos productos. Partiendo de esta premisa, la explicación de la conquista de Yucatán se basa en el choque de los modelos capitalistas españoles y mayas. La lucha por el control de las materias primas y los productos regionales significaba, para cualquiera de los dos grupos, el control de las esferas políticas de mayor influencia. Ya durante el periodo de la Conquista, los indígenas mayas comenzaron a manipular la forma de distribución de estas salinas. Esta actividad se manifestó como una arma de resistencia directa de los rebeldes indígenas, quienes encontraron en el contrabando de la sal un medio para desestabilizar la producción, 123

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distribución y control que los españoles ejercían sobre la población nativa que prescindía de este mineral. De acuerdo con sus conclusiones, la historia de la región, desde sus orígenes prehispánicos hasta el periodo colonial, pueden ser analizados través de una perspectiva económica poco convencional. Esta va más allá de las simplistas explicaciones de luchas de clases, sino que analiza a detalle el funcionamiento de dos economías, la europea y la maya, que chocaron en un momento determinado de la historia. Esta competencia por los recursos y el control de los mercados marcó el desarrollo histórico de la región de Chikinchel. De esta manera, el estudio de esta región nos muestra los cambios constantes y paulatinos, entendidos e interpretados a manera de periodos de corta y larga duración, por medio de los cuales la región de Chinkinchel se ha mantenido como un centro vivo dentro de la historia de Yucatán. Consideraciones finales: Nuevas interpretaciones acerca del pueblo maya durante el siglo xix

La exposición de diferentes problemáticas sociales que afectaron al estado de Yucatán durante el siglo xix nos invita a una reflexión acerca del devenir histórico de las comunidades mayas que han sido las protagonistas directas de las mismas. En repetidas ocasiones la interpretación de hechos a partir de una perspectiva nacionalista u oficialista crea una imagen homogénea de la historia de las regiones, y dentro de ella se excluye a la diversidad y complejidad del estudio de la historia de los pueblos. Gracias a la investigación multidisciplinaria, la diversidad en el análisis de problemas y los conflictos sociales del área maya pueden ser analizados desde una perspectiva innovadora. La multidisciplina, como lo observamos en estos artículos, ofrece atractivos resultados que probablemente no se hubieran obtenido de seguir un esquema tradicional de investigación, Los estudios incluidos en este volumen muestran a la Penín124

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sula de Yucatán como un agente activo y en constante cambio. Así mismo, exponen una serie de problemáticas que han recibido poca atención por parte de los estudiosos, pero que, como se ha demostrado con los resultados de estas investigaciones, son de suma importancia para comprender el devenir de la historia de la Península de Yucatán y el estado actual de las comunidades mayas. Así, la diversidad de temas y propuestas aquí presentados, tanto teóricas como metodológicas, aquí presentadas, brindan a los interesados en los estudios mayas una nueva perspectiva para analizar, comprender y valorar los vestigios materiales y recursos naturales de una región desde una perspectiva histórica. Gracias a estos artículos, podemos apreciar cómo el modelo de la una macro y microhistoria regional, con ayuda del estudio arqueológico, brindan interpretaciones históricas en las que el medio ambiente y los habitantes de la Península de Yucatán son considerados agentes históricos activos. A manera de colofón, todas estas investigaciones sugieren que desde el escrutinio de las particularidades se entienden las generalidades.

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ACERCA DE LOS AUTORES Rani T. Alexander Estadounidense. Doctora en Antropología por la University of New Mexico. Es especialista en Arqueología y profesora de Antropología en el Department of Anthropology, New Mexico State University. Sus publicaciones más recientes son: “Prohibido tocar este cenote: The Archaeological Basis for the Titles of Ebtun”, International Journal of Historical Archaeology (2012); “Maya Collapse or Resilience? from the Spanish Conquest and the Caste War of Yucatán”, en The Ancient Maya of Mexico: Reinterpreting the Past of the Northern Maya Lowlands (2012); Yaxcabá and the Caste War of Yucatán: An Archaeological Perspective (2004); “Maya Settlement Shifts and Agrarian Ecology in Yucatán, 1800-2000”, en Journal of Anthropological Research (2006); en colaboración con Susan Kepecs, The Postclassic to Spanish-Era Transition in Mesoamerica: Archaeological Perspectives (2005), y, junto con Chris Kyle, Ethnohistory: Beyond the Hacienda: Agrarian Relations and Socioeconomic Change in Rural Mesoamerica (2003). Anthony P. Andrews Estadounidense. Antropólogo especializado en la Arqueología prehispánica e histórica del área maya. Recibió la Licenciatura en la Universidad de Harvard (B.A. 1972), y la Maestría (1976) y el Doctorado (1980) en la Universidad de Arizona. Desde 1981 imparte clases en New College of Florida, en Sarasota, Florida, donde es profesor de Antropología. Sus investigaciones 155

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de campo abarcan más de 20 proyectos a través de 40 años, y muchas de ellas se han enfocado sobre la arqueología, historia y cartografía de las costas de la Península de Yucatán. Ha publicado una variedad de libros y artículos; sus obras incluyen A Preliminary Study of the Ruins of Xcaret, Quintana Roo (con E.W. Andrews IV, 1975); Maya Salt Production and Trade (1983), Arqueología histórica en el área maya (coeditor con Antonio Benavides, 1985); Excavaciones arqueológicas en El Meco, Quintana Roo (coeditor con Fernando Robles, 1986); First Cities (1995) y Reconstructing the Past. Studies in Mesoamerican and Central American Prehistory (coeditor con David M. Pendergast, 2006). Rafael Burgos Villanueva Mexicano. Licenciado en Arqueología por la Universidad Autónoma de Yucatán (1990). Desde 1988 es miembro adscrito al Centro INAH Yucatán en Mérida. Ha publicado diversos libros, entre ellos El Olimpo: un predio colonial en el lado poniente de la plaza mayor de Mérida, Yucatán y análisis cerámico comparativo (1995); San Agustín de Pacabtún, arqueología de una hacienda henequenera (con Yoly Palomo Carillo y Sara Dzul Góngora, 2005); Subterráneos y pasadizos de Mérida, Yucatán: “La Casa de los Ladrillos” (con Luis Millet Cámara, Sara Dzul Góngora y José Estrada Faisal, 2006), y El Camino Real a Campeche: una perspectiva arqueológica e histórica (con Yoly Palomo Carillo y Sara Dzul Góngora, 2010). También ha publicado distintos artículos relacionados con la Arqueología Histórica. Actualmente funge como director del Proyecto Izamal. John F. Chuchiak IV Estadounidense. Doctor en Historia Colonial de América Latina por la Universidad de Tulane. Es profesor de Historia Colonial de América Latina, titular de la Cátedra Rich y Doris Young, director del programa de Estudios Latinoamericanos y 156

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del Caribe y Estudios Hispánicos de la Universidad Estatal de Misuri. Es autor del libro The Inquisition in New Spain, 15361820 (2011); coautor con Walther Kirchner del libro Western Civilization to 1500 (2006); con la Dr. Antje Gunsenheimer  y el Dr. Tsubasa Okoshi de Text and Context: Analyzing Colonial Yucatec Maya Texts and Literature in Diachronic Perspective (2009), publicado por la Universidad de Bonn, Alemania. También ha sido coeditor invitado, junto con el Dr. Pete Sigal en 2007, de la edición especial de la revista Ethnohistory: Sexual Encounters/Sexual Collisions: Alternative Sexualities in Colonial Mesoamerica (2007). Es autor de más de cincuenta artículos y ensayos publicados en varios volúmenes editados y numerosas antologías. Wolfgang Gabbert Alemán. Recibió su Doctorado en Sociología en la Universidad Libre de Berlín (1991) con un primer estudio de fondo sobre la historia social y la etnicidad de la población afrocaribeña de la costa atlántica de Nicaragua. Obtuvo su habilitación en Antropología en la misma universidad (2000) con un análisis de la relación entre la desigualdad y la estratificación social en la Península de Yucatán desde el siglo xvi (publicado en 2004). Ha trabajado sobre temas relacionados con etnicidad y nacionalismo, antropología política, antropología jurídica, movimientos sociales, poblaciones indígenas en México y América Central, y la historia y la situación actual de la Península de Yucatán. Actualmente es catedrático de Desarrollo y Antropología Cultural en la Gottfried-Wilhelm-Leibniz Universität, Hannover, Alemania. Entre sus publicaciones más importantes se encuentran: “Concepts of Ethnicity”, Latin American and Caribbean Ethnic Studies 1 (2006); “The Kingdom of Mosquitia and the Mosquito Reservation: Precursors of Indian Autonomy?”, en National Integration and Contested Autonomy: The Caribbean Coast of Nicaragua, y “Estructura social, normas y poder. El pluralismo jurídico en América Latina”, en Antropología política. Textos teóricos y etnográficos (2011). 157

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Susan Kepecs Estadounidense. Doctora en Antropología por la Universidad de Wisconsin-Madison (1999). Actualmente es miembro honorario del Departamento de Antropología de la misma institución. Su mayor interés teórico es el estudio del sistema mundial; su principal enfoque empírico es la arqueología e historia del rincón noreste del estado de Yucatán —el territorio Roysiano de “Chikinchel” (Roys, 1957)— , sobre todo dentro del marco teórico de sistemas mundiales y la economía de largo plazo de esta región a través de los siglos, desde el Preclásico hasta el presente. Entre sus últimas publicaciones se pueden mencionar Conceptualizing Macroregional Interaction: World-Systems Theory and the Archaeological Record (con Phillip Kohl, 2003); Chichén Itzá, Tula, and the Epiclassic / Early Postclssic Mesoamerican World System (2007); The Postclassic to Spanish-Era Transition in Mesoamerica: Archaeological Perspectives (con Rani T. Alexander, 2005), y Beyond the Blockade: New Currents in Cuban Archaeology (con L. Antonio Curet, 2010). Allan D. Meyers Estadounidense. Doctor en Antropología por la Universidad de Texas A&M (1998). Desde 2002 es profesor de Antropología en Eckerd College en Saint Petersburg, Florida. Desde 2008, es jefe del Collegium de Comparative Cultures, un departamento interdisciplinario.  Es autor de Outside the Hacienda Walls: The Archaeology of Plantation Peonage in Nineteenth-Century Yucatán, publicado por la Universidad de Arizona (2012). Sus artículos recientes sobre la arqueología histórica de la hacienda Tabi han aparecido en varias revistas de carácter académico como, por ejemplo, Journal of Field Archaeology (2008), Historical Archaeology (2005), e International Journal of Historical Archaeology (2002). Sigue dedicando sus investigaciones a los asentamientos humanos de plantaciones y fincas que datan de la época colonial, y se ocupa además de la geografía cultural de la antigua vida agraria. 158

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Luis Millet Cámara Mexicano. Arqueólogo procedente de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, México (1978). Es investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia desde 1977. Fue director del Centro INAH Campeche de 1980 a 1982 y del Centro INAH Yucatán de 2001 a 2006. Es autor o coautor de una variedad de libros y artículos sobre historia y arqueología prehispánica e histórica de Yucatán, incluyendo Hacienda y cambio social en Yucatán (con José Luis Sierra V., Blanca González R. y Beatriz González P., 1984), Estampas meridanas (con Víctor Suárez Molina, 1985), Mirador campechano (1994) y Subterráneos y pasadizos de Mérida, Yucatán: “La Casa de los Ladrillos” (con Rafael Burgos V., Sara Dzul Góngora y José Estrada Faisal, 2006). Ha participado en extensos recorridos de las zonas costeras de Yucatán y Campeche, en los trabajos de restauración de Izamal entre 1992 y 2005, y en las investigaciones de campo de los sitios coloniales de Tecoh y Chalamté en Yucatán. Asesora al grupo encargado de la construcción del Museo del Pueblo Maya de Mérida, Yucatán, México.

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ÍNDICE El pueblo maya del siglo xix: una introducción Rani T. Alexander y Susan Kepecs . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5 Ralph Roys de nuevo: la ecología agraria y la base arqueológica para Los Títulos de Ebtún Rani T. Alexander . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 El desafío de los caudillos: la economía política de los kruso’b en el siglo xix Wolfgang Gabbert. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35 La arqueología del peonaje porfiriano en la hacienda Tabi,: Yucatán Allan D. Meyers. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53 Panorama histórico de la costa norte de Yucatán durante el siglo xix y principios del xx

Luis Millet Cámara, Rafael Burgos Villanueva y Anthony P. Andrews . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71

Cuando chocan los sistemas capitalistas: una larga historia económica del rincón noreste de Yucatán Susan Kepecs . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93 161

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Análisis multidisciplinarios de las dinámicas sociales y económicas en la península de Yucatán en el siglo xix: perspectivas arqueológicas e históricas

John F. Chuchiak IV . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 113

Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 127 Acerca de los autores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 155

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El pueblo maya del siglo xix: perspectivas arqueológicas e históricas, editado por el Instituto de Investigaciones Filológicas, siendo jefe del departamento de publicaciones Sergio Reyes Coria, se terminó de imprimir en el de 2013. La composición tipográfica fue realizada por María de Jesús Martínez Hernández en tipos Times New Roman de 11:13, 10:12 y 9:10 puntos. La portada fue realizada por . La edición estuvo al cuidado de Marysol Alhim Rodríguez Maldonado, con la colaboración del autor, y consta de 500 ejemplares impresos en papel Cultural de 90 g.

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