(2012) La Península Ibérica y el norte de África en los inicios del bajo Medievo: relaciones políticas y apuntes historiográficos

August 12, 2017 | Autor: M. Manzano Rodríguez | Categoría: Middle East & North Africa, Medieval Islamic History, History of Maghrib and Andalus
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Descripción

7 11-1616: de árabes a moriscos Una parte de la Historia de España

Editado por

M. Fierro • J. Martos J.P. Monferrer • M.J . Viguera

Al-Babtain Foundation Córdoba 2012

La Península Ibérica y el norte de África en los inicios del bajo Medievo: relaciones políticas y apuntes historiográficos* Miguel Á. Manzano Universidad de Salamanca

Las relaciones político-militares que mantuvieron la Península Ibérica y el Mágreb en la Baja Edad Media han sido objeto de estudio continuado por parte de los especialistas por razones fácilmente comprensibles. Mediante su análisis, se entenderá mejor un complejo proceso histórico que supuso en primera instancia la conquista cristiana del reino de Granada, pero que, en su desarrollo más amplio, marcó la posterior hegemonía de los estados europeos y el repliegue norteafricano en sus di versas formas de actuación política, ideológica o cultural. En la presente contribución intentaré esbozar algunas de las cuestiones, planteamientos y temas historiográficos abordados en la bibliografía existente, aunque limitados a los inicios del bajo Medievo, habida cuenta de la amplitud cronológica de todo el período. Uno de los más aspectos más relevantes y estudiados de estas relaciones lo constituyen, sin lugar a dudas, los conflictos militares 1 • Una conocida cita

Quiero expresar mi gratitud a los Dres. M. Fierro, J. Martas. J.P. Monferrer y M" Jesús Viguera por su invitación para participar en el presente volumen colectivo. Véase, a título de ejemplo, algunos trabajos recientes: María Dolores López Pérez, La Corona de Aragón y el Magreb en el siglo XIV: 1331-1410, Barcelona: CSIC, ú1stitución Milá y Fontanals, 1995; Francisco García Fitz, 'Estrategias internacionales en el contexto de sociedades de fronteras. La amenaza africana en las relaciones casteUano-andalusíes, siglos XI al XUI', en Francisco Toro Ceballos y José Rodríguez Malina (eds.), II Estudios de Frontera . Actividad y vida en la Frontera, Jaén: Diputación Provincial, 1998, pp. 269-92; del mfamo, Castilla y León frente al Islam: esrrategias de expansión y tácticas militares: (siglos Xl-XJII), Sevilla: Universidad, 1998; del mismo autor, Relaciones políticas y guerra: la experiencia castellano-leonesa frente al Islam: siglos XI-XI//, Sevilla: Universidad, 2002; Josep-David Garrido i Valls, 'Enemies and Allies: The crown of Aragon and Al-Andalus in the Twelfth Century', en L. J. Andrew Villalon y Donald J. Kagay (eds.), Crusaders, condottieri, and cannon: medieval warfare in societies around the Mediterranean, Leiden: Brill, 2003, pp. 175192; Jorge Ortuño Malina, 'Definiciones identitarias y conflictividad en la Edad Media. las relaciones de frontera entre los reinos cristianos de Murcia y Valencia en los siglos Xlll-XVI',Anuario de Estudios Medievales 4L:1 (2011), pp. 73-97.

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de la Crónica del Rey don Fernando IV, referida al momento de la conquista de Gibraltar por parte de este monarca en septiembre de 1309, pone de manifiesto la permanente situación de guerra y la inestabilidad territorial, consecuencia de la misma: "[ ... ] salíeron mill ciento veinte é cinco moros [de Gibraltar] , é estonce le dijo un moro de aquellos que se ivan de la villa, que era viejo: «Señor, ¿qué aviste conmigo en me echar de aquí? Ca tu bisabuelo el rey don Fernando cuando tomó á Sevilla me echó dende, é vine morar á Xerez, é despues el rey don Alfonso tu abuelo cuando tomó á Xerez echóme dende, é yo vine morará Tarifa, é , cuidando que estava en lugar salvo, vino el rey don Sancho tu padreé tomó á Tarifa, é echóme dende, é yo vine a morar aquí a Gibraltar, tenjendo que en ningund lugar non estaría tan en salvo en toda la tierra de los moros de aquende la mar commo aquí; é pues veo que en ningund lugar destos non puedo fincar, yo iré allende la mar, é me parné en lugar do 2 viva en salvo é acabe mis días"

La extrañeza y el desencanto de este musulmán vencido no es sino una mínima muestra de los efectos producidos por esta conflictividad bélica emplazada en un contexto de confrontación mayor y múltiples matices entre Europa y el Islam3- que, en su forma más directa, comprometía la conquista y defensa del territorio. En ello, ambas partes se hallaban absolutamente obligadas, puesto que, en su visión histórica de los hechos, cada una tenía por suya la tierra que le había arrebatado el enemigo. Si la conquista islámica de la Península había otorgado a los árabes el derecho de considerar ésta una prolongación más de sus dominios magrebíes, los reinos cristianos vinculaban la recuperación de aquélla y la invasión del norte de África a la guerra de las Cruzadas y su legitimidad expansionista4 . De esto último, Jaime I de Aragón constituye un buen ejemplo, al considerarse él mismo un correcto cruzado en sus conquistas de Mallorca (1229) o Valencia (1238) a los musulmanes, y en otros proyectos de mayor envergadura hacia 2

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Crónicas de los Reyes de Castilla, 1, ed. C., Rosell, Madrid: BAE, 1953,

t. 66, cap. XVII, p. 163. Bastará evocar el conocido y espléndido trabajo de John. V. Tolan , Sarracenos: el Islam en la imaginación medieval europea, trad. José R. Gutiérrez Suárez y Salustiano Mareta Yelayos, Valencia: Uruversitat de Valencia, 2007 . Resulta especialmente interesante el análisis de Francisco García Fitz, Las Navas de Tolosa , Barcelona: Ariel , 20082 , cap. VI. Los recursos ideológicos: reconquista, cruzada y yihiid, pp. 389-473, retomado por el mismo autor en su libro sobre La Reconquista, Granada: Universidad, 2010.

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Tierra Santa que no se llevaron a cabo - bastará recordar que el Libre dels feits llega a hablar de una alianza entre la Corona de Aragón y los Mongoles para recuperar el Santo Sepulcro5 . De igual modo, en fechas posteriores, Alfonso X de Castilla proyectaba hacia el norte de África una propuesta internacional de cruzada que aprobaba el Papa Alejandro IV y en el que podrían participar otros aliados europeos -corno Pisa, Marsella, o Noruega, con cuyo rey , Haakon IV, Alfonso X estrechó lazos familiares6 . Los sucesos, cuyo resultado más directo desembocó en la torna Salé en 1260 y en los ataques a Larache y Tisams en 1269, son ampliamente conocidos y han sido recientemente analizados por J. O' Callaghan7 . Las aspiraciones expansionistas castellanas se armonizaban posteriormente con las catalanoaragonesas, y en 1291 ambos reinos firmaban el tratado de Monteagudo, por el que se repartían las futuras conquistas en el norte de África: "[ ... ) Fo avengut et especificat entre los dits Reys en aquesta manera. Que del dit riu Melehuya enves Cepta, et daquela part aytant con es, es de conquesta de Castela. Et 8 del dit riu deves Bugia et Tunis aytant con es del Rey Darago [ ... ]" .

Las intenciones y los límites territoriales quedaban claros desde los reinos cristianos de la Península. Por parte de los musulmanes, es sabido que el desastre de Las Navas de Tolosa en 1212 aceleró la caída del imperio almohade, fragmentado en cuatro estados que paulatinamente se abrirían paso hacia su consolidación: los Nazaríes de Granada, los Benimerines de 5

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Se ha consultado a través de la compilación aragonesa, Libro de las gestas de Jaime/, Rey de Aragón, ed. Francisco José Martínez Roy, p. 382. Joseph F. O'Callaghan, The Gibraltar crusade: Castile and the battle for the Strait, Philadelphia: University of Pennsylvania Press, 2011, pp. 16-17. J .F. O'Callaghan, The Gibraltar crusade, pp. 25-29. Esto aparte, es destacable la producción de este autor que, además de la obra citada, está llevando a cabo una importante revisión de los enfrentamientos militares entre el Mágreb y la Península en sus últimas monografías: Reconquest and crusade in medieval Spain, Philadelphia: University of Pennsylvania Press, 2003; y The last Crusade in the West (en prensa). Entre otros trabajos recientes sobre la toma de Salé, puede consultarse asimismo José Manuel Rodríguez García, 'La marina alfonsí al asalto de África, 1240-1280. Consideraciones estratégicas e historia', Revista de Historia Naval 85 (2004), pp. 27-55; C. Cereijo Martínez, 'La política marina de Alfonso X: la toma de Salé en la Crónica de Alfonso X y en las fuentes musulmanas', Revista de historia naval 96 (2007), pp. 37-56. Memorial Histórico Español, Madrid: Real Academia de la Historia, 1852, III, p. 456.

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Fez, los Zayyaníes de Tremecén y los f:{af~íes de Túnez. Los orígenes y la independencia de estos sultanatos, con todo, fueron algo más complejos de anal izar de lo que cabría pensar a priori, y así se ha puesto de manifiesto en estudios modemos9 • De hecho, ellos mismos, que en su día formaron parte del imperio almohade tuvieron que luchar contra el modelo que habían conocido directamente, y que les iba a dejar una impronta tan profunda como duradera. Una derivación ideológica de ello era la imposibilidad de superar esta cuádruple división espacial del Mágreb y el Estrecho de Gibraltar, anteriormente unidos bajo una misma autoridad política por la dinastía de 'Abd al-Mu'min. Desde esta perspectiva, no sólo resultan explicables sus propias guerras y rivalidades en el norte de África. La misma lucha por Alandalús, inscrita en el mencionado contexto bélico que enfrentaba a Europa y el Islam, y que respondía al pulso que el Mágreb y la Península libraban desde el Califato Omeya, parecía inevitable. O Jo pareció, cuando menos, mientras hubo un equilibrio de fuerzas mantenido más o menos hasta mediados del siglo XIV. Así pues, derrotados los Almohades y en medio de los avances cristianos que reducían con rapidez el espacio de los musulmanes andalusíes, tuvo lugar la tercera invasión norteafricana de la Península: la de los Benimerines. Acerca de ella, no resultará necesario entrar ahora en pormenores, por cuanto ya me he ocupado de este tema con anterioridad 10 , y otros trabajos posteriores han revisado, ampliado o matizado la visión histórica de determinados sucesos o aspectos puntuales 11 • Pero sí conviene recordar algunos hechos que sitúan 9

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Mohamed Kably, Société, pouvoir et religion au Maroc a la .fi11 du Moyen-Age (XIVeXVe siecLe), Paris: Maisonneuve & Larose, 1986, pp. 1-80; Abdallah Laroui, Historia del Magreb desde Los orígenes hasta el despertar magrebí. Un ensayo interpretativo, trad. Isabel Romero, Madrid: Mapfre, 1994, pp. 192-198: Miguel Á. Manzano, 'Notas sobre legitimidad, hegemonía y poder político en Alandalús y el Mágreb durante los siglos XIII y XIV', Res Publica 18 (2007), pp. 12-14. Miguel Á. Manzano, Ln intervenci611 de los Benimeri11es en la Pe11í11sula Ibérica, Madrid: CSIC, 1992. Remito a los trabajos, ya citados, de Francisco García Fitz y J .F. O'Callaghan a los que, sin ánimo de ser exhaustivo, podrían añadirse: Antonio Torrcmocha Silva. Algeciras entre la cristia11dad y el Islam: estudio sobre el cerco y conquista de Algeciras por el Rey Alfonso XI de Castilla, así como de la ciudad y sus términos, Algeciras: Instituto de Estudios Campogibraltareños, I 994; Antonio Torremocha, Ildefonso Navarro y Juan Bautisra Salado, Al-Binya, La ciudad palatina meriní de Algeciras. Algeciras: Fundación Municipal de Cultura "José Luis Cano", 1999; María Jesús Viguera Molins (dir.), EL reino nazarí de Granada ( 1232-1492). Polftica, instituciones, espacio y economía

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adecuadamente el presente tema de trabajo. Por razones históricas y geográficas -reténgase la imagen del pacto de Monteagudo-, los enfrentamientos militares implicaron en mayor medida al sultanato de Fez, al de Granada y al Reino de Castilla. La Corona de Aragón, con intereses políticos y comerciales en el MediteITáneo Oriental, y los sultanatos de Tremecén y Túnez, más alejados del terreno de operaciones. quedaron en un plano distinto aunque su presencia se dejó sentir en no pocos momentos. Después de las seis expediciones militares llevadas a cabo en los casi tres cuartos de siglo que separan la primera, desarrollada por el sultán Abü Yüsuf en 1275, y la última, concluida tras la derrota de Abü 1-l:fasan en la Batalla del Salado en 1340, algunas conclusiones parecen claras. De un lado, se detuvieron los avances de Castilla y hubo contención de fronteras. Además, la posibilidad de que los Benimerines pudieran recuperar parte del territorio ganado a los musulmanes fue sentida como una amenaza real, habida cuenta de algunas incursiones por tierras manchegas en las primeras campañas y de cierto rearme naval en la última etapa. Mediante ella, los sultanes de Fez no sólo se garantizaron el dominio del Estrecho -con las ventajas comerciales que ello les otorgaba-, sino que amenazaron una invasión por Levante -no fueron infundados los temores de los reinos cristianos ante un posible ataque a Alicante, Valencia o Cartagena 12 . Por otra parte, no es menos cierto que resulta difícil precisar el control

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(Historia de España de Me11é11dez Pida/, dir. José María Jover Zamora), Madrid: Espasa Calpe, 2000, VIIT-Ill, en concreto, las pp. 91-141 de la sección de Historia Política a cargo de Francisco Vida!; Francisco García Fitz, 'La conquista de Tarifa en la estrategia de expansión castellano-leonesa del siglo XIII', en Manuel González Jiménez (ed.), Tarifa en la Edad Media, Tarifa: Ayuntamiento. 2005, pp. 103-125; Cynthia L. Chamberlin, 'The King Sent Them Very Little Relief: The Castilian Siege of Algcciras, 1278-1279', y Nicolas Agrait, 'The Experience of War in Fourteenth-Century Spain: Alfonso XI and the Capture or Algeciras (1342-1344)', ambos en L. J. Andrew Villalon y Donald J. Kagay (cds.), Crusaders, condottieri, and canno11, pp. 193-212 y 213-238; Manuel López Fernández, 'Del desastre de Getares a la victoria del Salado: la crítica situación de la zona del Estrecho en 1340', Espacio, Tiempo y Forma 20 (2007), pp. 135-162; César González Mínguez, 'Femando IV de castilla y la guerra contra los moros: La conquista de Gibraltar (1309)', Medievalismo 19 (2009), pp. 171-197; J.F. O'Callaghan, 'La cruzada de 1309 en el contexto de la batalla del Estrecho', Medievalismo 19 (2009), pp. 243-257. Miguel Á. Manzano, LA intervención, p. 240; J.F. O'Callaghan, The Gibraltar crusade. p.213.

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territorial benimerín en la Península. Más allá de las plazas del Estrecho como Algeciras-Al-Binya, Gibraltar, Tarifa -antes de su conquista por Sancho IV-, y con la salvedad, tal vez, de Ronda - hasta el reinado de Mul)ammad V-, las cuales sí parecen estar bajo la autoridad de Fez, no es seguro hablar de dominio en el sentido estricto del término. Resultará más objetivo hablar de un área de influencia benimerín cuyos límites no aparecen siempre bien dibujados. En dicha área se hallarán enclaves sobre los que las fuentes ofrecen noticias aisladas o emplazan algunas guarniciones militares. Me estoy refiriendo a una mancha geográfica irregular que comprendería poblaciones de relevancia variable: Jerez, Arcos, Alcalá de los Gazules, Morón , Olvera, Estepona, Marbella, Coín, Málaga, Comares, Almuñécar, Salobreña o Guadix. En algunos casos, se conocen los gobernadores de estas ciudades, como 'Umar b. Ya}J.ya b. Mal)allI, 'AIT b. Yüsuf b Yazgasan o Mul)ammad b. al. Abbas b. Ta}:ia9rit 13 . Se sabe incluso que reputados emires llegaron a ejercer su autoridad desde ellas, como, por ejemplo, Abü 1-Baqa' Ya 'iS, hermano del sultán Abü Sa ' Id II 14 , o Abü Mfilik · Abd al-Wal)id, hijo de Abü 1-E:Iasan al que las fuentes cristianas mencionan como rey de Algeciras y 15 Ronda . Todo ello, por lo demás, avala la idea apuntada hace ya tiempo sobre una concepción de poder centralizado y al mismo tiempo repartido mediante divisiones territoriales con las que se compensaba a las principales figuras o familias del tronco dinástico 16 . Idea esta que podría explicar asimismo otro aspecto no sencillo de la intervención benimerín en la Península: la cesión o intercambio de plazas que con relativa frecuencia se produjo entre Granada y Fez, y que en ocasiones presentaba no pocos problemas de interpretación. El historiador se enfrentará a dos problemas fundamentales. Por un lado, la identificación de estas localidades no siempre ha sido posible, si bien es cierto que algunos estudios de toponimia 13

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Ahmed Khaneboubi, Les Institutions gouvernamentales sous les Mérinides (12581465), Paris: L'Harmattan, 2008, pp. 141y148; Miguel Á. Manzano, La intervención, pp. 57-60, 134 ns. 358 y 269. Miguel Á. Manzano, la intervención, p. 193. Miguel Á. Manzano, 'Consideraciones en tomo a una biografía legendaria y difícil: Abü Malik 'Abd al-Wahid, conquistador de Gibraltar, rey de Algeciras y Ronda', en Concepción Vázquez de Benito y Miguel Á. Manzano (eds.), Actas XVI Congreso UEAI, Salamanca: AECI-CSIC-UEAI, 1995, pp. 309-322. Mohamed Kably, Société, pouvoir et religion, pp. 171-l 87 y Ahmed Khaneboubi, Les lnstitutions gouvernamentales, pp. 139-140.

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aparecidos últimamente han facilitado la tarea 17 • Por otro, la propia entrega de enclaves cuyo dominio por los sultanes nazaríes o benimerines no aparecía claramente establecido en la evolución histórica de los mismos. Una propuesta que apunté en su momento es que, cuando las crónicas hablan de entrega de territorios, más que referirse a la cesión real de éstos -no descartable, desde luego-, pueden estar haciendo referencia a la cesión de derechos o intereses políticos sobre tales territorios 18 . Salvando las distancias, parece un procedimiento similar al de los monarcas cristianos, cuando -en palabras de García Fitz- hacían "donaciones de tierras o rentas en territorio musulmán que todavía no había sido conquistado, pero cuya futura anexión se daba por supuesta." 19 De todas formas, aun con estos detalles , nos faltarán datos concretos sobre la administración o el gobierno que desde Fez se quería ejercer en la Península. La razón de tales carencias habrá que buscarla en un hecho que no puede pasarse por alto. A diferencia de Almorávides y Almohades, que se adueñaron de Alandalús, los Benimerines no consiguieron desplazar en ningún momento la autoridad política de los Nazaríes. Y este hecho comprometió el éxito de sus expediciones militares. Cuando hubo entendimiento entre granadinos y magrebíes, se consiguieron algunos triunfos notables, como la recuperación de Gibraltar a los castellanos en 1333. Ahora bien, eso no fue lo más habitual. Las desavenencias, veleidades y traiciones de los primeros sultanes de la Alhambra fueron una constante en las relaciones mantenidas entre Fez y Granada. Desde el punto de vista de esta última, se trataba de una cuestión de supervivencia, aprendida de la propia historia andalusí más reciente: a decir de Ibn Jaldiin 20 , era imposible olvidar lo que los Almorávides habían hecho con al-Mu 'tamid b. 'Abbad, 17

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Es el caso de Montecorto y Audita, cedidos por Abü Ya' qü b a Mul;lammad Il en 692 / 1293 (Miguel Á. Manzano, La intervención, pp. 149-150) e identificados por Yirgilio Martínez Enamorado, 'A propósito de un pasaje del Rawfl al-Qirtiis de Ibn Abl Zar' . Identificación de tres topónimos beréberes de la Serranía de Ronda', Estudios sobre Patrimonio, Cultura y Ciencias PolíticasIIT-IY (2001-2002), pp. 127-147. Miguel Á. Manzano, La intervención, pp. 152-153. La Reconquista, pp. 89-90. Kitiib al- 'ibar wa-d/wiin al-mubtada · wa-l-jabar Ji ayyiim al- 'arab wa-l- 'ayam wa-1barbar wa-man 'ii$ara-hu min (fawi 1-sulfiin al-akbar, Beirut: Dar al-Kutub al-' Jlmiyya, 1992, (en adelante IJ) VII, 234 / Histoire des Berberes et des dynasties musulmanes de l'Afrique septentrionale, trad. B. de Slane, 4 vols. (Argel. 1852-1856: reimpr. dir. P. Casanova, Paris: Libraire Orientaliste Paul Geuthner, 1982) (en adelante IJB) IV, 92. Véase un pasaje similar en IJ, VII, 105/IJB, lll. 362-362.

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desterrándolo y apoderándose de todo el gobierno de los musulmanes en la Península. Este tipo de relaciones basadas en la desconfianza mutua se hallan en la raíz misma de una institución granadina muy representativa. Me estoy refiriendo a los suyüj al-gu:at' tradicionalmente llamados 'jefes de los voluntarios de la/e', siguiendo la traducción acuñada por De Slane21 . ~stos :SUyüj eran destacados miembros de las diversas familias benimerines enfrentados al sultán de Fez, quien, bajo el pretexto de ayudar a la defensa de Alandalús, los enviaba a Granada para evitar rebeliones internas. Una vez allí, los sultanes de la Alhambra hacían muy buen uso de sus servicios en la guerra contra los reinos cristianos. Pero también se valían de estos emires para hacer justamente lo que se quería evitar desde Marruecos: los remitían de nuevo al Mágreb para provocar revueltas o crisis de sucesión que sacudían el majzan benimerín. En algunos casos, estos emires constituían un núcleo independiente y con la suficiente fuerza como para comprometer a ambos sultanatos. Quizá el ejemplo más representativo de esto mismo lo constituyó ' U!man b. AbI 1-' Ula y su familia. Él mismo llegó a controlar algunas plazas del Estrecho y el Rif entre 1306 y 1309 y, en fechas posteriores, tanto él como sus descendientes intervinieron en la política y en las guerras civiles nazaríes 22 . La creación de un cargo relacionado con Jos emires rebeldes sí fue una novedad de los Nazaríes en el marco de las relaciones políticas de este período. Pero, desde luego, no lo fue la captación de elementos derrotados por los avatares políticos o enfrentados al sultán gobernante. En alguna ocasión, también los reinos cristianos recurrieron a ellos para intervenir en los asuntos magrebíes si así se beneficiaban sus intereses políticos o comerciales. Un ejemplo conocido fue el del hijo del último califa almohade, Abü Malik 'Abd al-Wal:úd b. AbT Dabbüs al-Wa!iq. Tras la caída de Marrakus en 1269 emprendió junto a su hermano Abü Sa'Td 'U!man y su familia un exilio que le llevó a la Península, según se refleja en algunos documentos fechados entre 1285 y 1287, los cuales los sitúan en Calatayud y Valencia al servicio de la Corona de Aragón. El rey Alfonso IIJ, 21

Miguel Á. Manzano, 'Apuntes sobre una institución representativa del sultanato nazarí: el foyj al-guzá", Al-Qanfara Xlll ( 1992), pp. 305-322.

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Miguel Á. Manzano, ·Los Banü Abl )-'Uta: historia de una disidencia política', en Manuela Marín y Jesús Zanón (eds.), Familias Andalusíes [EOBA, V], Madrid: CSIC, 1992 'pp. 192-227.

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enfrentado por aquel entonces al sultán de Túnez, Abü }:{af~. consiguió que 'Abd al-WaJ:¡Jd se declarase pretendiente al trono de Ifriqi yya. En julio de 1287 ambos firmaron en Jaca un tratado, y un año después participaron en una expedición militar contra Túnez que resultó fallida2 . Todo ello sirve, además, para entender en su amplitud las relaciones políticas entre los sultanatos postalmohades, obligados a mantener un equilibrio de fuerzas permanente. Razones geográficas e históricas provocaron una inclinación natural al entendimiento por parte de Nazaríes y 'Abd al-Wadíes, mientras que Benimerines y I:Iaf~íes hicieron lo propio. Eso no quiere decir que no hubiera excepciones, dado que, en realidad, la desconfianza generalizada hacia las tendencias expansionistas marroquíes eran generales. La preponderancia original y nominal l).af~í fue más de tipo religioso que político2 . Según se fue consolidando el estado benimerín y su proyección exterior, los su ltanes de Fez se encontraron con un dilema por el que ya habían pasado sus predecesores: intervenir en Alandalús o conquistar el Mágreb oriental. En ambos casos, la estabilidad del propio territorio debía estar garantizada, lo cual no siempre resultaba sencillo. La existencia de estas facciones dinásticas rebeldes a las que se ha aludido, la actuación de señores o gobernadores locales que actuaban como si fueran independientes , la fidelidad de las tribus árabes o bereberes y la conflictividad de

determinadas zonas geográficas eran múltiples factores que, por ser comunes a todos estos estados en su casi totalidad, constituían una debilidad manifiesta fácilmente aprovechable. Ante Ja amenaza político-militar procedente de alguno de los estados islámicos -y mayoritariamente las amenazas provenían de Fez- , era suficiente activar alguno de estos factores de desestabilización para contrarrestarla. Cualquiera de los otros estados de Ja Península o el norte de África podía hacerlo. Los ejemplos son muy numerosos, pero tal vez pod1ia mencionarse el caso de Ceuta - bien conocida en este período gracias al estudio de Cherif, entre otros trabajos25 . Por su importancia estratégica y comercial, los 23

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Robert Brunschvig, La Berbérie Orientale sous les ~laf$ides des origines ll la fin du XVe siecle, Paris: Adrien-Maisonneuve, 1940. I, pp. 98-99, y Faustino D. Gazulla, 'Las compañías de Lenetes en el reino de Aragón (1284-1291)', Boletín de la Real Academia de la Historia 90 (1927), pp. 179-180. Ab dalah Laroui, Historia del Magreb, p. 200. Mohamed Cherif, Ceuta aux époques almohade et mérinide, Paris: L'Harmattan, 1996; véase asimismo la tesis doctoral de María del Carmen Mosquera, Ceuta en el siglo Xlll, Madrid: Universidad Complutense, 1991, dispon ible en formato electrónico:

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Benimerines intentaron controlarla directa o indirectamente a través de la dinastía local de los 'Azafíes. Con todo, ninguna de las expediciones del sultán Abü Yüsuf a la Península atravesó el Estrecho desde esta ciudad, por más que recibiera apoyo logístico desde ella. Cualquier atisbo de insumisión en esta plaza, habría entorpecido las expediciones militares. Es, de hecho, lo que sucedió en 1304, durante el largo asedio de Tremecén por parte de Abü Ya' qüb26 . Una rebelión simultánea en Ceuta y al-Man~üra - Tremecén la Nueva- acabó con el control benimerín de la primera y rompió temporalmente el bloqueo de la capital zayyaní. Dado que los rebeldes de al-Man~üra fueron arqueros ceutíes y soldados granadinos, y que poco tiempo después los Nazaríes se hicieron con el control efectivo del puerto del Estrecho27 , parece evidente que el origen de todas las maniobras militares provenía, una vez más , de la Alhambra. En fechas inmediatamente posteriores, el desequilibrio y la amenaza que suponía el control del Estrecho ejercido por Granada motivaron una coalición entre Castilla, Aragón y Fez. Esta coalición se vio favorecida por otra rebelión en la ciudad de Ceuta, que finalmente volvería a estar controlada por los Benimerines28 . Más allá de otras consideraciones, la homogeneidad de estructuras y formas característica de estos sultanatos ha de ser tenida en cuenta a la hora de abordar sus contactos, y éste también ha sido un aspecto tenido en cuenta por la historiografía moderna. Por mencionar alguna muestra de ello, cabe decir que no resultarán casuales algunos elementos propios de la nomenclatura. El uso de laqabs honoríficos como al- Musta~ir y al-Wá!f,q por los I:Iaf~íes, como hicieran los Almohades, el de al-Faqfh para Mul:iammad II, el de al-Man.$i1r bi-lláh para Abü Yüsuf y Abü 1-I:Iasan, o el tratamiento que los soberanos mamelucos dieron a este último y a su padre, al referirse a ellos como Sultán al-Muwal:z/:zidfn o Qá 'id al-Muwal:zl:zidfn,

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http://eprints .ucm.es/tesis/19911996/H/3/ AH3029001.pdf [Consulta realizada: 10/01/ 2012]. Sobre el mismo puede verse Miguel Á. Manzano, 'Tremecén: precisiones y problemas de un largo asedio (698-706/1299-1307)', Al-Qanfara XfV (1993) , pp. 417-439. Miguel Á. Manzano, La intervención, pp. 160-163. Charles-Emrnanuel Dufourcq, L'Espagrze catalane et le Maghrib aux XI/le . siecles: de la bataille de Las Navas de To losa (1212) a L'avenement du Sultan mérinide Abou-lHasan (1331) , Paris: Presses Universitaires de France, 1966, pp. 400-401; Mohamed Cherif, Ceuta, p. 58 y Miguel Á . Manzano, La intervención , pp. 176-187.

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"sultán y caíd de los Almohades" respectivamente29 , forman parte de una puesta en escena en la que se cuidaban todos los detalles. Por más que los Benimerines reclamaran para sí la herencia política -que no tanto ideológica del imperio almohade-, por más que algunos de sus sultanes llegaran a adoptar el título califal, los Nazaríes supieron guardar muy bien las distancias: desde Granada jamás se mencionó en la jutba de los viernes a ningún sultán de Fez, y se evitaron, hasta donde fue posible, las alianzas matrimoniales con ellos30 . En cualquier caso, tras el enorme despliegue de fuerzas desarrollado desde Fez para unificar de nuevo el Occidente Islámico, vino el declive marroquí y el desquite nazarí. Tras la muerte de Abü 'Inan en 1358, Granada intervino directamente en la política magrebí hasta el punto de hacerse con todos los resortes de un sultanato gobernado de facto por familias de visires. No sólo se adueñó de las últimas plazas benimerines en la Península, sino que llegó a dividir el territorio marroquí, separando Marrakus y Siyilmasa en un sultanato independiente. Las apreciaciones de Ibn Jaldün son especialmente claras: "Por aquel entonces, Mul).am.mad b. 'U1man, visir del sultán Abü 1-'Abbas , sobrestimaba a Mul)ammad V y se obraba en los asuntos del estado, conforme a sus objetivos, intenciones y caprichos, lo que Dios quería que aquél dispusiera. Los jeques benimerines más destacados y los árabes miraban siempre a Ibn al-Al;lmar, y el Mágreb era como una provincia más de Alandalús. Incluso cuando Abü 1-'Abbas 31 se levantó contra Tremecén, estos notables se dirigieron y encomendaron a él"

Al hilo de lo expuesto hasta ahora, resulta necesario esbozar sucintamente otro de los puntos de interés en el complejo entramado de relaciones políticas. Me refiero a las alianzas contrarias --0 contradictoriasentre estados enfrentados en un mismo tiempo y espacio. Que los soberanos cristianos se enemistaran por motivos sucesorios o dinásticos, o que los 29

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31

Marius Canard , 'Les relations entre les Mérinides et les Mamelouks au XIVe siecle' , Annales de l'Institut d'Études Orientales 5 (1939-1941), pp. 41-81. Se trata cuestiones ya tratadas en María Jesús Viguera (dir.), El reino nazarí de Granada (1232-1492), VIII-lll, pp. 323-324 y 331-332. Aunque fuese algo infrecuente, hay noticia del matrimonio entre una hermana del nazarí Na$r con Abü 1-Rabi' Sulayman de Fez, como condición al tratado de paz entre ambos sultanes que hizo fracasar la mencionada coalición antigranadina y los cercos de Algeciras y Almería en 1309; Mohamed Cherif, Ceuta , p. 58. IJB,VII, 415/IJB , IV, 429.

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sultanatos postalmohades mantuvieran conflictos ten-itoriales puede hallarse dentro de la lógica. Pero las alianzas de antiguos estados enemigos, enfrentados en el plano religioso, para combatir a otro estado anteriormente aliado necesita, cuando menos, de aJguna reflexión por nuestra parte. Se trata de una circunstancia muchas veces repetida y comprobada a través de las fuentes y la abundante documentación conservada. Acabo de aludir a la coalición de Castilla, Aragón y Fez contra Granada para recuperar Ceuta, pero los ejemplos podrían multiplicarse: la petición de ayuda que Alfonso X hizo a Abü Yüsuf contra su hijo Sancho IV en 128232 , la unión contra IfrTqiyya que Alfonso III de Aragón propuso en 1287 a Abü Ya' qüb y éste rechazó 33 , la alianza de Sancho IV con Jaime II y Mubammad 11 para arrebatar Tarifa a los Benimerines en 129234 , el pacto de estos dos últimos monarcas contra Femando IV en 1300 35 , el acuerdo ~ue Abü 1-Baqa' de Bugía y Jaime II establecieron para atacar Argel en 1309 6 , etc. En este sentido , conviene no olvidar el contexto histórico del período abordado. He iniciado este trabajo hablando de los múltiples matices que existieron en la confrontación entre la Europa cristiana y el Islam, y parece conveniente retomar esta idea. Porque el enfrentamiento no sólo se desan-ollaba en escenarios bélicos, sino también en el plano ideológico o conceptual. El desarrollo de las Universidades europeas que se produjo en esta época, firmemente auspiciadas desde la Iglesia y las monarquías vigentes, promovió un pensamiento especulativo, una ciencia religiosa que empleaba la fuerza de la razón contra los enemigos de la fe y que se convirtió en una seña de identidad del Cristianismo bajomedieval. Bastará evocar ilustres figuras como Tomás de Aquino (m. 1274), Roger Bacon (m. 1294), Ramón Peñafort (m . 1275), Ramón Martí (ca. 1286) o Ramón Llull (m. 1315), por citar tan sólo algunos nombres. Desde sus cátedras, sus escuelas de lenguas o sus misiones, estos representantes de la Iglesia construían una argumentación racional y sólidamente fundada contra los adversarios religiosos, judíos y musulmanes -especialmente contra estos 32 33

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35

36

Ello dio lugar a la cuarta expedición de Abü Yüsuf a la Penfnsula; Miguel Á. Manzano la intervención, p. 67 y ss. Robert Brunschvig, La Berbérie Orientale, /, pp. 96-97 y Charles-Emmanuel Dufourcq. L'Espagne catalane, pp. 212-216. Miguel Á. Manzano, La intervención, pp. 141-144. Angels Masia de Ros, Relación castel/ano-aragonesa desde Jaime 11 a Pedro el Ceremonioso, Barcelona: CSIC. 1994, I, p. 87. Robert Brunschvig, La Berbérie Orientale, J, p. 122.

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últimos que disponían de ejércitos y conquistaban las tierras de los cristianos. Habrá que insistir en la refutación doctrinal fundada y científica elaborada por estos pensadores. En su metodología, ellos edificaban su pensamiento desde el estudio de las obras y tratados árabes, promoviendo y aportando las bases de un ideal sapiencial que tendrá implicaciones políticas, como ha señalado acertadamente M.A. Rodríguez de Ja Peña37 . Por ello no es fruto de la casualidad que en esta época despunte la figura de un "Rey Sabio". Aunque con su ingente producción intelectual intentara contrapesar e] modelo científico y racional del enemigo almohade que había tenido enfrente, acaso él mismo estuviera más influido por dicho modelo de lo que pudiera suponerse a priori, según ha establecido convenientemente M. Fierro38 . Desde la perspectiva islámica, cabría argüir paralelamente que la proliferación de madrasas en el Mágreb -firmemente promovidas por los Benimerines- fortalecería la ortodoxia religiosa y el malikismo, y actuaría ya lo apuntó A. Laroui39- , como un elemento propagandístico de primer

orden. Así pues, todas estas consideraciones no acabarán de responder convincentemente al porqué de una alianza militar entre estados de religiones opuestas y con frecuencia enemigos en el campo de batalla. La única respuesta posible parece ser la razón de estado en su sentido más práctico e inmediato, la política de supervivencia antes mencionada, cuyos máximos exponentes, ya se ha dicho, fueron los sultanes nazaríes. Desde luego, el discurso oficial de ambas partes no contemplaba esta posibilidad de ningún modo. Sólo cabía hablar de conceptos que se contraponían o acercaban las posturas entre cristianos y musulmanes: guerra justa, guerra legal, guerra religiosa, guerra santa o yihad. Conceptos que, dicho sea de paso, están directamente relacionados con otro término ampliamente discutido por los medievalistas, dada su relevancia histórica para la identidad hispana: me refiero a la noción de reconquista40 . Por todo ello, la única justificación que se encontrará en los textos será siempre de orden afectivo y psicológico, aduciendo razones de carácter 37

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40

Manuel Alejandro Rodríguez de la Peña. '/mago Sapientiae: los orígenes del ideal sapiencial medieval', Medievalismo 7 ( 1997), pp. 11 -39. Maribel Fierro, 'Alfonso X 'Thc Wise': The Last Almohad Caliph?', Medieval E11counters 15 (2009), pp.175-198. Historia del Magreh, p. 210. Véase nota 4.

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universal que están por encima de cualquier concepto religioso. Así por ejemplo, el mismo Rey Sabio y con proyectos de cruzada norteafricana, ante la rebelión de su hijo , el futuro Sancho IV, justificaba en su testamento la petición de socorro que hizo a su enemigo, el sultán Abü Yüsuf, por el abandono de sus aliados cristianos y por la rápida disposición de éste a venir en su ayuda: "E veendonos desapoderados de todas cosas del mundo, si non tan solamente de la merced de Dios, entendiendo que Aben Yuzaf rey de Man·uecos, e sennor de los moros [ ... ] adelantose ante los reyes cristianos, e moros, para tener derecho a verdad, mostrando que le pesaba, e que se dolia del mal e del quebranto, que nos 41 aviamos re~ebido [ .. .]"

Por su parte, el sultán benimerín, al que las crónicas árabes retratan como un campeón del yihacf2 , aun admitiendo la enemistad y las diferencias religiosas, defendía su ayuda en términos morales absolutos: la rebelión de un hijo contra su padre era un acto condenable en todas las religiones, y ello le permitía acudir en socorro de su antiguo enemigo por encima de cualquier otra consideración, según el mismo Abü Yüsuf argumentaba en una carta dirigida en 1282 al rey de Francia, Felipe ID el Atrevido43 . Este tipo de justificaciones, con cierto distanciamiento típico de la política al más alto nivel, es lo que predomina en la correspondencia diplomática. En menos ocasiones los documentos revelan sentimientos reales de animadversión que se filtran en los textos, cuando se trata de recabar de la ayuda de terceros contra el enemigo. Una muestra de ello lo constituye lo que los enviados del sultán Abü Tabit le dijeron personalmente a Jaime II en 1308, haciendo referencia al sultán nazarí:

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43

Apud Miguel Á. Manzano, La intervención, p. 67. "Apenas si dormía pues velaba, pensando en el yihiid interna y externamente" dice alMalzüzT en su uryüza sobre los benimerines (compuesta en 1284); véase Miguel Á. Manzano, 'Del trasfondo religioso en la última invasion norteafricana de la Península: valoración y síntesis', en Carlos Carrete y Alisa Mehuyas (eds.), Creencias y culturas. Cristianos, judíos y musulmanes en la España Medieval, Salamanca: Universidad Pontificia-Universidad de Tel-Aviv, 1998, p. 136. Gisele Chovin,' Aper9u sur les rélations de la France avec le Maroc, des origines a la fin du Moyen Áge', Hesperis 44 (1957), pp. 286-287.

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La Península Ibérica y el norte de África "( ... ] que era una vergüenza que un hombre tan vil como aquél ¡el rey de Granada] 4 tuviera su tierra tan cerca de un rey tan noble como él [Jaime

nr

Personalmente no sé si ante estos documentos y otros similares cabría argumentar la debilidad de la concepción del yihod en el Occidente Islám ico en relación con Oriente, corno señalara D. Urvoy45 . Desde luego, la apreciación de que cierta ambigüedad en la idea de este deber colectivo habría llevado a los andalusíes a reclamarlo, pero delegando su cumplimiento en otros46 podría asimismo aplicarse al Mágreb, por cuanto los sultanes de Fez encontraron bastantes dificultades para movilizar los efectivos que habían de guerrear en la Península47 . Desde mi punto de vista resultan más acertadas las ideas de Laroui, directamente relacionadas con la idea de legitimidad en un período de decadencia política que será irreversible a partir de último tercio del siglo XIV. Sus planteamientos entroncan con las tesis del propio Ibn Jaldün, quien, siendo testigo directo de esa decadencia, y conociendo en primera persona los sultanatos postalmohades, intentó dar una explicación sociohistórica de la misma. Dice Laroui: "Tras los experimentos shií, almorávide y almohade, tomó cuerpo una doctrina y se impuso en un momento en el que el Estado estaba perdiendo su militancia ideológica. No en vano los alfaquíes aceptaron sin vacilar y justificaron a menudo la dualidad de un califato teórico y de un sultanato cuya legalidad dependía por entero de su habilidad para defenderse. Éste era el clima más propicio para ellos, pero si la autoridad se había convertido en una mera cuestión de fuerza, el problema de la legitimidad se tornaba insoluble. El Estado dinástico de los siglos XITI y XIV, que no era más que el fruto de tendencias sociales y psicológicas, se había convertido en su propia justificación. Por consiguiente, cuando Ibn Jaldún volvió la vista atrás, llegó a la conclusión de que la doctrina religiosa era pura y simple ideología política. La 'a$abiyya adquirió su significado precisamente a la luz de la legitimidad perdida, ya que. si hubiera existido una legitimidad, los distintos componentes del grupo habrían puesto freno a sus ambiciones, habrían desarrollado una ética de sumisión y sacrificio o habrían competido entre ellos para aportar una labor positiva 44

45 46 47

Louis de Mas Latrie, Traités de paix et de commerce et documents divers concernant les relatíons des chrétiens avec les arabes de l'Afrique septentrionale au Moyen Age, Paris: Henri Pion, 1866-1872, 11, p. 298. Dominique Urvoy, 'Sur la notion de gihiid dans l 'Espagne musulmane', Melanges de la Casa de Velázquez 9 (1973), p. 359 Dominique Urvoy, 'Sur la notion de gihiid', p. 35 l. Miguel Á. Manzano, 'Del trasfondo religioso', p. 139.

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complementaria" .

Otro apartado no menos significativo en las relaciones político-militares entre el Mágreb y la Península lo constituyen las milicias cristianas integradas en los ejércitos magrebíes. Dada su importancia, se trata de un tema de larguísima tradición historiográfica que se remonta a L. de MasLatrie y es continuada después por J. Alemany, A. Giménez Soler, F. Gazulla, Ch.E. Dufourcq, y ya en nuestros días, por C. Batllé, S. Burton, R. Salicrú, A. García Sanjuán, E. Lapiedra o Ferrer i Mallol49 . Estas milicias conformaban un cuerpo de mercenarios que se integraron en los ejércitos magrebíes ya desde la época almohade. Conviene, no obstante, distinguirlas de las primeras noticias que se tiene de la inclusión de cristianos en el ejército almorávide, dado que estos últimos habrían sido cautivos o 48

49

Historia del Magreb, p. 217. Louis de Mas Latrie, Relations et commerce de l'Afrique septentrionale ou Maghreb ave le nacions chrétiennes au Moyen Age, Paris: Firmin-Didot, 1886. pp. 266-279; José Allemany, 'Milicias cristianas al servicio de los sultanes del Almagreb', en Homenaje a don Francisco Codera en su jubilación del profesorado: estud;os de erudición oriental, Zaragoza: Mariano Escar, 1904, pp. 132-169; Andrés Giménez Soler, 'Caballeros españoles en África y africanos en España', Revue Hispanique l2 (l905), pp. 299-372 y 16 (1907). pp. 56-69; Faustino O. Gazulla, 'Las compañías de zenetes', pp. 174-196 (véase nota 23); Charles-Emmanuel Dufourcq, L'Espagne catalane, pp. 101-104, 149154, 313-315, 321 -324 y 514-520; Carmen Battle, 'Noticias sobre la milicia cristiana en el Norte de África en la segunda mitad del siglo XIII', en Homenaje al profesor Juan Torres Fo11res, Murcia: Universidad-Academia Alfonso X el Sabio, 1987, J, pp. 127137; Simon Barton, 'Traitors to the Faith? Christian Mercenaires in al-Andalus and the Maghreb, c. 1100-1300', en Roger Collins y Anthony Goodman (eds.), Medieval Spain: Culture, Conflict and Coexistence. Studies in Honour of Angus Mackay, New York: Palgrave Macmillan, 2002, pp. 23-45; Roser Salicrú i Lluch, 'Mercenaires castillans au Maroc au début du XVe. siecle', en Michel Balard y Alain Ducellier (eds.), Migrations et diasporas 111éditerra11éennes (Xle-XVle siecles), Paris: Publications de la Sorbonne, 2002, pp. 417-434; Alejandro. García Sanjuán, 'Mercenarios cristianos al servicio de los musulmanes en el norte de África durante el siglo Xlll ',en Manuel González Jiménez e Isabel Montes (eds.). La Península Ibérica entre el Mediterráneo y el Atlántico durante el siglo Xll/, Sevilla - Cádiz: Diputación de Cádiz - SEEM, 2006, pp. 435-447; Eva Lapiedra, 'Christian participation in AJmohad armies and personal guards', Journal of medieval lberian Studies 212 (201 O), pp. 235-250; Maria Teresa Ferrer i Mallol, 'Marruecos y la Corona catalano-aragonesa. Mercenarios catalanes al servicio de Marruecos (1396-1410)', Homenaje al profesor Eloy Benito Ruano, Madrid: SEEM, 2010, I, pp. 251-271. Como se refleja en los anteriores títulos, la presencia de tropas musulmanas en los reinos cristianos ha sido objeto de estudio, pero en menor medida.

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deportados y se hallarían en una situación forzosa. Las milicias cristianas cumplían dos importantes funciones en los sultanatos magrebíes. Por un lado, eran las encargadas de recaudar los impuestos, recurriendo al uso de la fuerza si era necesario, y tal posición les situaba en un papel económico relevante. Estos soldados hacían circular el dinero, bien mediante el contacto con mercaderes, bien comerciando ellos mismos directamente. Por otro, constituían una sólida base en la retaguardia de los ejércitos islámicos, habida cuenta de las técnicas de combate empleadas por éstos50 . En ambos casos, por su fuerza y su firmeza, eran tropas muy valoradas por los sultanes que las empleaban habitualmente contra árabes y bereberes, aunque no recurrían a ellas a la hora de practicar el yihad. Se corría el riesgo -ya apuntado por Ibn Jaldün- de que los cristianos se revolvieran contra su propio ejército, apoyando a los enemigos de los musulmanes51 . Justamente por su valía formaban la guardia del sultán, circunstancia esta que unida a las mencionadas funciones, debió de hacer muy impopulares a las milicias cristianas, además de provocar discusiones de carácter jurídico sobre la licitud de su empleo. Como se ha dicho, se trata de un tema ampliamente estudiado en el que no es momento de profundizar en exceso. Bastará decir que, gracias a las fuentes y a la documentación de archivo, hay no pocas noticias sobre los alcaides y sus tropas, las cuales proporcionan múltiples y variados detalles: su modo de vestir y algunas costumbres52 ; su conversión al Islam; la marcha de familias enteras que acompañaban al cabeza de familia al norte de África53 , o la petición de regreso de estas familias o algunos de sus miembros desde el Mágreb54 ; su ¡:>articipación en expediciones decisivas como el citado sitio de Tremecén 55 , o el enfrentamiento mantenido por el sultán Abü Sa' Id 'Utman lI contra su hijo Abü 'Al156 , que acabaría instaurando un sultanato rebelde en Siyilmasa-; su implicación en las intrigas palaciegas para derrocar a los su ltanes -como la revuelta que 50 51

52 53

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55 56

Alejandro García Sanjuán, 'Mercenarios cristianos', pp. 436-437. Alejandro García Sanjuán, 'Mercenarios cristianos', p. 445. José AJemany, 'Milicias cristianas', pp. 137 y 146. Louis de Mas Latrie, Traités de paix et de commerce et docwnents divers concernant les relations des chrétiens avec les arabes de l'Afrique septentrionale au Mayen Áge. Suplément et Tables, París: J. Baur et Détaille, 1872, p. 63. Andrés Giménez Soler, 'Caballeros españoles en África', p. 322. Andrés Giménez Soler, 'Caballeros españoles en África'. p. 309. Andrés Giméncz Soler, 'Caballeros españoles en África', p. 315.

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Gonzalo Sánchez Troncones promovió contra Abü 1-RabI', la de García, hijo de Antón, que costó la vida a Abü Salim57 , o la conocida noticia de la rebelión de estas milicias en Tremecén, mientras Yagmurasan b. Zayyan pasaba revista a su ejército58 . De igual modo, es preciso recordar que la procedencia de estos mercenarios condicionaba su relación con el reino de donde procedían. Así, los alcaides de las milicias de la Corona de Aragón que se establecían en Tremecén y Túnez, eran personas de cierta posición social y solían mantener buenas relaciones con ésta, aportando cuantiosos ingresos a los reyes catalanoaragoneses. Sin embargo, y aunque haya excepciones, el caso de los alcaides castellanos al servicio de los sultanes de Fez fue distinto. Como ha apuntado García Sanjuán, a veces se trataba de "caballeros desnaturados que, habiendo mantenido algún enfrentamiento con sus soberanos, tomaban la determinación de exiliarse en tierra de infieles, bien para luchar contra sus antiguos reyes o, simplemente, como forma de obtener sustento" .59

Directamente relacionados con todo lo expuesto se hallan los contactos comerciales habidos entre la Península y el norte de África en este período. Aunque bien conocidos y analizados, merced a la ingente documentación conservada, quedan fuera de los objetivos de este trabajo de modo general. Con todo, sí conviene recordar algún episodio que revela abiertamente hasta qué punto política y economía formaron parte de un entramado histórico característico en el que todos los protagonistas supieron moverse. En el contexto internacional del comercio mediterráneo bajomedieval no sólo había que tener en cuenta la política de los estados penínsulares y magrebíes. Muy pronto se hicieron patentes los intereses de Pisa, Sicilia, Venecia, Génova y Marsella para garantizar sus actividades mercantiles. Las dos últimas tuvieron especial interés en el comercio del Estrecho, y ya desde los inicios del siglo XIII buscaron hacerse con la exclusividad del mismo. Aunque las transacciones entre Marsella y Ceuta fueron constantes en la primera mitad de este siglo, los genoveses no quisieron quedarse al margen y defendieron con fuerza su presencia en la zona60 . Ello explicará la 57

lJ, VII, 371-372 I IJ B, IV, 350-35 l. ss Alejandro García Sanjuán, 'Mercenarios cristianos', pp. 438-439. 59 Alejandro García Sanjuán, 'Mercenarios cristianos', p. 441. 60 María Dolores Rodríguez Gómez, Las riberas nazarí y del Magreb (siglos Xlll-XIV). Intercambios económicos y culturales, Granada: al-Mudun, 2000, pp. 120-122.

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inclusión de la República de Génova en algunos tratados, como el de la rendición de Algeciras, tomada a los Benimerines en 134461 . Por otra parte, ya se ha aludido a los intereses políticos y comerciales de la Corona de Aragón en el Mágreb central y oriental, donde consiguió ya en 1252 el establecimiento de una alhóndiga en Túnez, a la que posteriormente se añadiría otra en Bugía, en 125962 . Los reyes catalanoaragoneses no sólo pretendieron obtener beneficios directos de las operaciones comerciales desarrolladas en Ifr1qiyya, sino que intentaron, desde su dominio de Sicilia, que los sultanes l:iaf$íeS les pagaran tributo o les cedieran parte de lo que recaudaban con las tasas marítimas. Ello dio lugar a enfrentamientos y alianzas, algunas de ellas ya mencionadas anteriormente, con objeto de atraer hacia sí a los emires más favorables para los intereses de Aragón. Por su parte, los sultanes tunecinos intentaron hacer lo propio, sembrando la discordia mediante acuerdos comerciales que pactaban o negaban según su conveniencia. Así ocurrió, por ejemplo, en 1278, cuando el embajador del rey de Mallorca, Jaime ll consiguió de Abü I:Iaf$ la libertad de comercio para sus súbditos de Baleares, el Rosellón, la Cerdaña y Montpellier. Pedro ill de Aragón, que intentó lo mismo, no tuvo el mismo trato y valencianos y barceloneses no pudieron comerciar por aquel entonces en el territorio l:iaf$í63. En relación con los productos y mercancías, cuyas noticias son muy numerosas, cabe decir, como muestra, que Abü 1-I:Iasan presionó a la Corona de Aragón, con la prohibición de exportar cueros rnagrebíes, producto este muy valorado y distribuido por los mercaderes catalanoaragoneses. Fue Abü ' Inan quien volvió a autorizar este mercado, por los grandes beneficios que ello reportaba al sultanato de Fez64 . De igual modo, las malas cosechas de cereales de Aragón llevaron a sus comerciantes a tierras magrebíes para buscar este producto que traían de Orán y algunos otros puertos como Hunayn. Sin embargo, la guen-a civil de los 'Abd alWadíes que enfrentaba en 1387 a Abü I:Iammü II y Abü Tasuffü II puso en peligro este comercio, hasta el punto de que las importaciones disminuyeron 61 62 63

64

Miguel Á. Manzano, La intervención, pp. 279-280. R. Brunschvig, La Berbérie Orienta/e, I, p. 44. R. Brunschvig, La Berbérie Orienta/e, I, p. 75. Máximo Diago Hemando, 'Relaciones comerciales de la Corona de Aragón con la Andalucía Atlántica durante el siglo XIV y primera mitad del XV', Historia. Instituciones. Documentos 27 (2000), pp. 19-54, en concreto, pp. 32-33; María Dolores Rodríguez, Las riberas nazarí y del Magreb, pp . 92-93.

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más de un veinte por ciento65 . En fin, podrían añadirse muchos más detalles, puesto que, como he dicho, se trata de un tema constantemente ampliado ante la publicación de nuevos documentos o la relectura de los ya editados. Será suficiente apuntar que este comercio marítimo enriqueció a los sultanes y sus allegados más directos, pero no tanto al resto de la población, más beneficiada en las tradicionales rutas del tráfico interior. Acaso esta circunstancia constituye un elemento más a la hora de explicar la disociación que se produjo entre los sultanes magrebíes, habituados a la ostentación y artificialidad de la Corte, y el común de los musulmanes que no se veían representados en ese modelo. Pero esto último y otros tantos temas políticos que podrían tratarse al abordar el estudio de la Península y el norte de África habrán de posponerse para posterior ocasión.

65

María Dolores Rodríguez. las riberas naz.aríy del Magreb, p. 103 y n. 90.

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CONTENIDO

Presentación ........................................................................................................... v

IDSTORIA

' Preliminar' (Jorge Aguadé) .................................................................................. 3 VIGUERA MOLINS, María Jesús Emirato, califato y taifas, un recorrido ............................................................. 11 FIERRO BELLO, Mari bel Almorávides y almohades ............................................................................... 35 VIDAL CASTRO, Francisco Al-Andalus nazarí y su historia: síntesis y balance ......................................... 53 MANZANO, Miguel Ángel La Península Ibérica y el norte de África en los inicios del bajo Medievo: relaciones políticas y apuntes historiográficos ............................... 67

LITERATURA

'Preliminar' (Concepción Castillo) ...................................................................... 89 RAMÍREZ DEL Río, José

Notas acerca de Ja investigación en España en el campo de Ja literatura árabe de al-Andalus entre los siglos VIII y XI ............................... 93 MORAL, Celia del La Literatura andalusí durante los siglos XII al XV ......... .... ..... .... ....... .... .. .. 109 GARULO, Teresa Literaturas en contacto .................................................................................. J33 BERNABÉ PONS, Luis Fernando La producción cultural de mudéjares y moriscos .......................................... 161

CULTURA Y SOCIEDAD

'Preliminar' (Ricardo Córdoba) ......................................................................... 179 GARCÍA SANJUÁN, Alejandro El hecho tribal y el concepto tributario. Tres propuestas de caracterización de Ja sociedad andalusí ........................................................ 187 FERRANDO, Ignacio Los estudios sobre el árabe andalusí: avances y estado de la cuestión ......................................................................................................... 221 GALLEGO, María Ángeles 'Entre nosotros en al-Andalus': el judaísmo andalusí y su estudio .............. 233 MONFERRER-SALA, Juan Pedro Los cristianos de al-Andalus y su estudio, situación y propuestas ............... 255

CIENCIA,JURISPRUDENCIA Y ARTE

'Preliminar' (Alfonso Carmena) ........................................................................ 283 MARTOS QUESADA, Juan Los estudios españoles sobre el mundo jmídico de al-Andalus .................... 291 RIUS, Mónica

La ciencia andalusí vista desde el siglo XXI ................................................ 309 V ÁZQUEZ DE BENITO, María de

la Concepción

La medicina en al-Andalus ........................................................................... 323

LA MEMORIA DEL 711

'Preliminar' (Juan Martos) ................................................................................. 337 AY ALA MARTÍNEZ, Carlos de La memoria del 711 en la historiografía cristiana medieval y actual ........... 343

430

GONZÁLEZ ALCANTUD, José Anto1úo

Presencia y ausencia deJ año 711 en la Andalucía contemporánea. Discursividades narrativas del 'núto bueno' de al-Ándalus ......................... 379 HERRERO, Omayra

Recordando el 711. La memoria de la conquista de aJ-Andalus en el mundo actual. Representaciones y controversias .......................................... 405

Contenido ........................................................................................................... 429

431

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