2011: La conquista y ocupación de la frontera del Chaco entre Paraguay y Argentina. Los indígenas tobas y pilagás y el mundo religioso en la Misión Tacaaglé del Río Pilcomayo (1900-1950). Publicacions UB, AECID, Barcelona. Autores: Gabriela Dalla-Corte Caballero y Fabricio Vázquez Recalde.

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La conquista y ocupación

de la frontera del Chaco entre Paraguay y Argentina Los indígenas tobas y pilagás y el mundo religioso en la MisiónTacaaglé del Río Pilcomayo (1900-1950)

La conquista y ocupación

de la frontera del Chaco entre Paraguay y Argentina Los indígenas tobas y pilagás y el mundo religioso en la Misión Tacaaglé del Río Pilcomayo (1900-1950) Gabriela Dalla-Corte Caballero Universitat de Barcelona (UB)

Fabricio Vázquez Recalde Universidad Nacional de Asunción (UNA)

Publicacions i Edicions

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Universitat de Barcelona. Dades catalogràfiques Dalla Corte, Gabriela La conquista y ocupación de la frontera del Chaco entre Paraguay y Argentina : los indígenas tobas y pilagás y el mundo religioso en la Misión Tacaaglé del Río Pilcomayo (1900-1950) ISBN 978-84-475-3523-1 Notes. Bibliografia. Índexs I. Vázquez Recalde, Fabricio II. Títol 1. Fanciscans 2. Missions 3. Toba (Indis) 4. Pilagá (Indis) 5. Chaco (Argentina : Província)

© PUBLICACIONS I EDICIONS DE LA UNIVERSITAT DE BARCELONA, 2011 Adolf Florensa, s/n, 08028 Barcelona, tel.: 934 035 442, fax: 934 035 446, [email protected], www.publicacions.ub.edu Fotografía de la cubierta: El fortín General Bruguez (1918) en la línea de fortines para frenar a Bolivia en la frontera paraguayo-argentina. Volviendo del fortín Gral. Brugués (Chaco Paraguayo), fraile José Zurflüh. ISBN: 978-84-475- 3523-1 Depósito legal: B-28.971-2011 Impresión: Gráficas Rey, SL Impreso en España/Printed in Spain

Queda rigurosamente prohibida la reproducción total o parcial de esta obra. Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada, transmitida o utilizada mediante ningún tipo de medio o sistema, sin autorización previa por escrito del editor.

ÍNDICE

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Capítulo 1. El Chaco en el continente: el espacio interior . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1. Población autóctona: diversa y dispersa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2. Conocimiento, conquista y ocupación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3. La Guerra del Chaco: religión al auxilio de los estados ocupando los espacios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Capítulo 3. Tobas y pilagás en la Misión Tacaaglé: la imagen del fraile José Zurflüh . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1. Tobas y pilagás en la frontera argentino-paraguaya (1900-1940) . . . . . 2. Imágenes de tobas y pilagás en la Misión Tacaaglé. Digitalización de Gabriela Dalla-Corte Caballero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Capítulo 2. El origen de la Misión Tacaaglé en la frontera entre Argentina y Paraguay, Río Pilcomayo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1. Las misiones franciscanas en la Diócesis de Santa Fe . . . . . . . . . . . . . . 2. El mundo de la reglamentación legal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3. La frontera del Chaco Central: documentos de los misioneros franciscanos en la impactante Formosa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123 Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 129 Lista de fotografías y organización según José Zurflüh . . . . . . . . . . . . . . . 135 Índice de mapas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 139 Índice de cuadros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 139 Datos de la autora y el autor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141

INTRODUCCIÓN

La historiografía ha ofrecido una importante producción bibliográfica sobre el crítico estado en que quedó sumida la República del Paraguay tras la Guerra de la Triple Alianza (1865-1870) y, en menor medida, sobre las consecuencias que trajo la Guerra del Chaco (1932-1935) en el proceso de gestación de la nación y en la ampliación de las fronteras territoriales paraguayas en el Cono Sur (Dalla-Corte Caballero, 2010a; Anderson, 1997). La etapa de entreguerras que va desde 1870 a 1932 ha sido abordada en clave de recuperación de las bases económicas, políticas y demográficas del país, observando esencialmente la precaria organización de los fundamentos estatales y los conflictos políticos surgidos entre los dos partidos mayoritarios y hegemónicos durante el siglo xx: el Liberal y el Colorado. Una de las afirmaciones que encontramos con más frecuencia en las fuentes documentales del periodo de entreguerras es el grado de dependencia en que quedó sumido el Paraguay respecto a sus países vecinos en diversos ámbitos, en especial el económico y el político y, como es de esperar, sobre la situación de los pueblos indígenas. En relación con la vinculación religiosa entre Paraguay y Argentina, los estudios han sido más bien escuetos pero han insistido en la dependencia en la que quedó durante décadas el primer país respecto al segundo, un tema que ayuda a entender el singular impacto que tuvo dicho periodo de entreguerras en la conformación de la Iglesia paraguaya (Dalla-Corte Caballero, 2011c y 2011d), así como el control de poblaciones y espacios marginales hasta inicios del siglo xx. Uno de esos espacios marginales fue el chaqueño. En efecto, el control de la zona fronteriza del Gran Chaco entre países como Paraguay, Argentina y Bolivia, es el tema central de esta obra, que refiere precisamente al valor concedido a una misión franciscana fundada en el Río Pilcomayo hacia 1900 para hacer frente a la disputa por el territorio. Esta misión religiosa captó población toba y pilagá proveniente de la zona paraguaya del Río Pilcomayo, y la estableció en el Territorio Nacional formoseño con dependencia directa del gobierno argentino (Mapa 1). La fundación de la Misión Tacaaglé por parte de los franciscanos, protegidos por el gobierno nacional, fue posible gracias al Convento San Carlos de San Lorenzo, que funciona desde el siglo xviii en manos de los franciscanos (Mapas 2 y 3). En el caso de Tacaaglé, a principios del siglo xx, desempeñó un papel principal el gobernador del Territorio Nacional de Formosa, Lucas Luna Olmos.

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Mapa 1. Mapa República Argentina, Diócesis de Santa Fe, ubicación del Convento de San Lorenzo, de la Misión Tacaaglé en la provincia de Formosa, y territorios de República de Bolivia y República del Paraguay sin especificación de la pertenencia del “Chaco Boreal” o “Chaco paraguayo”.

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Mapa 2. Mapa de la Diócesis Santa Fe, República Argentina, superficie de la provincia de Formosa con 6.094 habitantes y 107.258 kilómetros. Ubicación de la Misión Franciscana del Colegio de la Merced (provincia de Formosa en la frontera con Río Bermejo); Misión Franciscana del Colegio de San Carlos (provincia de Santa Fe); Misioneros del Colegio de San Diego (provincia de Formosa en la frontera con Río Pilcomayo); División de Geodesia, Dirección General de Tierras y Colonias, República Argentina, mapa de José S. Sashuf (¿?), 1906.

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Mapa 3. Plano del itinerario seguido por el gobernador de Formosa, Lucas Luna Olmos, en los meses de junio, julio y agosto de 1904. Itinerario de la expedición. Campamentos, exploraciones de parte del personal de la comisión, Ruta de regreso del comandante Bouchard tras la búsqueda del explorador Ibarreta, y Límites de propiedades. Misión franciscana del Convento de la Merced, incluyendo el L. Tacaaglé, en el límite del Río Pilcomayo, en contacto con la “antigua jurisdicción toba”.

Con más de cien años de historia, la Misión Tacaaglé ha optado por relatar su vida. Los habitantes de Tacaaglé (Takaglé) divulgan la idea de que es un vocablo toba que significa chajá o multitud de Chajá, un término que expresaría un criadero de chajás. Los franciscanos, por su parte, indican que Formosa comenzó su labor pastoral gracias a los proyectos implementados por el delegado apostólico monseñor Luis Mattera.1 De acuerdo a este relato, esto hizo que a partir de diciembre de 1882 asumiera este trabajo el misionero Ignacio Riccioni, siendo sustituido al año siguiente por el fraile Gabriel Grotti. Los franciscanos asumieron la ocupación de Formosa procurando “cristianizar” y “evangelizar” a los indígenas, que comenzaron a ser utilizados en las diversas estancias fundadas en la zona del Río Pilcomayo fronteriza con lo que nadie disputaba que pertenecía al Paraguay. La Misión Tacaaglé, que analizamos específicamente en esta obra, se convirtió a principios del siglo xx en el centro más importante de captación de pilagás y tobas, utilizando especialmente la parroquia para bautizar tanto a “blancos colonos” como a los indígenas, en su gran mayoría procedentes del territorio que Paraguay defendía como propio frente a Bolivia (Dalla-Corte Caballero, 2007c). No fue una tarea de la Iglesia y mucho menos un interés cumplido por el Concilio Plenario de América Latina (Cárdenas, 1987). La Misión Tacaaglé es hoy un municipio del Departamento Pilagá de la provincia de Formosa. Está ubicado en la Ruta Nacional 86, a 248 kilómetros de la capital de Formosa. Como señala el propio gobierno municipal, la firma entre los hermanos franciscanos radicados en la central de la Diócesis de Santa Fe y el gobierno nacional hizo posible un intenso trabajo durante la vigencia de los Territorios Nacionales, es 1. Monseñor Luis Mattera fue expulsado por el gobierno argentino en octubre de 1884 debido a los conflictos con la Santa Sede.

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Mapa 4. Croquis trazado Ruta 11, Puerto Zapallar, Formosa. Ubicación de las “Estancias y Tierras del Pilagá” en la zona de frontera entre Argentina y Paraguay, Río Pilcomayo.

decir, en la primera mitad del siglo xx. La independencia franciscana permitió a los misioneros hacerse cargo de los indígenas tobas y pilagás hasta que fueron excluidos de esos territorios por el gobierno de Juan Domingo Perón. El territorio de la misión quedó despoblado y sin control: hacia 1991 se estimó que el número de habitantes ascendía a mil, y hacia inicios del siglo xxi fueron registrados dos mil. Sin embargo, estos datos no son del todo exactos: como señala el propio municipio Tacaaglé, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) no ha clasificado a la población rural sino que sólo ha tenido en cuenta a los habitantes de la cabecera municipal. Hoy día, el relato del municipio insiste en que la misión franciscana que funcionó hasta mediados del siglo xx pretendió siempre otorgar una nueva vida a las tribus indígenas (Mapa 4). El Gran Chaco fue diferenciado en Argentina entre el Chaco Central y el Chaco Austral. En el caso del Chaco Central hablamos del Territorio Nacional de Formosa convertido en provincia durante el gobierno de Juan Domingo Perón y tendría como fronteras “naturales” los ríos Bermejo al sur y Pilcomayo al norte. En el Chaco Central se incluyó el Territorio Nacional del Chaco y las provincias de Santiago del Estero, dos tercios orientales de Tucumán, la mitad norte de la provincia de Santa Fe, un trozo del sudeste de Salta, otro sector oriental de Catamarca y el extremo noreste de la provincia de Córdoba. Finalmente, en tercer lugar el Chaco Boreal se legitimó internacionalmente, luego de la Guerra del Chaco, como Chaco Paraguayo. Siguiendo esta distribución, desde inicios del siglo xx el presidente argentino Julio

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Argentino Roca siempre se presentó como el responsable de los Territorios Nacionales de Chaco y Formosa, que eran casi los mismos espacios que los franciscanos controlaban gracias a la Diócesis de Santa Fe. El 13 de julio de 1900, Roca autorizó a los franciscanos a hacerse cargo de la frontera que se debía defender y garantizar frente a la República del Paraguay. ¿Qué ocurrió en la gestión de la Misión Tacaaglé? El término Tacaaglé (Takaglé) significaría “del Chajá” o “multitud de Chajá” en lengua toba. Tras adoptar un término de esta naturaleza, el proyecto franciscano en la zona de frontera ocupó espacios conocidos por los indígenas de lo que hoy es el Departamento Pilagá. Como recuerda hoy el propio municipio de lo que fue la misión, los franciscanos hicieron uso de tres lugares distintos. La población local considera que el primitivo asentamiento de la Misión Tacaaglé fue el paraje Nococolda o Ñococolda, utilizado por el fraile Serafín Iturralde, y que posteriormente gestionaría el misionero analizado en este libro, José Zurflüh. Lo que sí sabemos es que el término Nococolda fue creado por el fraile Zacarías Ducci y, según la población local, el término en toba querría decir “Matanza de los muchachos”. La segunda zona de ocupación de la Misión Tacaaglé cayó directamente en manos del fraile José Zurflüh, que gestionó hacia 1916 el traslado de la misión también llamada Satalec al riacho El Porteño. El incendio del año 1925 exigió un verdadero y definitivo cambio para los tobas, pilagás y franciscanos. En efecto, en 1925 José Zurflüh recibió y atendió a más de un centenar de tobas y pilagás que venían de orillas del lado sur del Río Pilcomayo. La tercera ocupación que buscó hacer frente al incendio exigió también la llegada de nuevos grupos indígenas provenientes del espacio que ya el gobierno paraguayo defendía como propio frente a Bolivia. Esta “defensa” territorial paraguayo-boliviana contó con la interesada participación del gobierno argentino y condujo a la declaración formal de la Guerra del Chaco, un conflicto que se mantuvo entre los años 1932 y 1935 y supuso la muerte de casi cien mil personas en el área chaqueña (Dalla-Corte Caballero, 2010b). La guerra sería un conflicto bélico tan terrible para la historia de Bolivia y Paraguay en la primera mitad del siglo xx que transformaría el panorama político, económico, social y religioso del Cono Sur. Durante largos años la Misión Tacaaglé fue fotografiada constantemente por José Zurflüh, quien conservó el nombre de Tacaaglé en la mayor parte de los informes e imágenes. El fraile optó por diseñar un álbum fotográfico sobre el espacio fronterizo así como por consignar los problemas asumidos para integrar a los indígenas y asegurar la producción de nuevos alimentos. Maíz y algodón, flora y fauna, papayas y paltas… abrieron la puerta de la mayor parte de los relatos municipales que se han conservado hasta hoy día para comprender la vida en la frontera entre Argentina y Paraguay. El álbum fotográfico se cerró mostrando la Misión Tacaaglé que Zurflüh pretendía dar a conocer a través de anécdotas, historias y conclusiones científicas. El misionero, que siempre se presentó como un fraile y no como un padre, ofreció una intensa y singular manera de ver el mundo a través de los tobas y pilagás. En general se fotografió a sí mismo haciendo las mismas cosas: comiendo con ellos, vistiendo

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con pobreza y suciedad como los pilagás y los tobas, aprendiendo sus costumbres, respetando sus hábitos, riendo de sus juegos, sorprendiéndose por el afecto que sentían unos y otros. Hacia 1940 el misionero dio por concluida toda esta información que analizamos aquí, y la entregó al Convento San Carlos, en San Lorenzo, localidad al sur de la provincia de Santa Fe, que hacia inicios del siglo xx incluyó parte del norte de la antigua Diócesis de Santa Fe así como Chaco y Formosa. El recuerdo de este misionero se ha reducido a una calle en Tacaaglé que, incorrectamente, lleva el nombre de “Padre José Sufruth” (en realidad Zurflüh). En 1979, durante la terrible dictadura militar argentina, la Misión Tacaaglé fue declarada monumento histórico provincial. Diez años después recibió el calificativo de monumento histórico nacional gracias al reconocimiento del Ministerio de Educación. Las fotografías de Zurflüh conservadas por los franciscanos nos permiten observar otro elemento fundamental de lo que significó la misión: las imágenes de la Escuela Indígena de San Francisco Solano muestran a los indígenas como personas que no debían ser eliminadas ni utilizadas sino respetadas, educadas y tratadas como parte de la nación. La escuela fue de vital importancia en el desarrollo de unos habitantes que en el momento de ingresar en la misión no se sentían ni argentinos ni paraguayos, sino tobas o pilagás, miembros de grupos diversos y sin un espacio propio estable. Una de las condiciones que aceptaron los indígenas al entrar a la Misión Tacaaglé fue la permanencia en el territorio y el cumplimiento de algunas obligaciones del convenio firmado entre los franciscanos y el gobierno nacional. San Francisco Solano de Tacaaglé era uno de los ejes de transacción y negociación constantes entre el gobierno nacional y la orden franciscana, ya que se hizo cargo de los tobas y pilagás que preferían abandonar un territorio en litigio durante las primeras décadas del siglo xx: el área del Chaco disputada por Paraguay y Bolivia. La “expulsión” que sufrieron los misioneros a partir de la década de 1940 cambió la fisonomía de la misión y modificó la posibilidad de los habitantes de Tacaaglé de conocer su propio pasado. A mediados del siglo xx, algunos indígenas lograron sobrevivir empleándose en actividades económicas de las empresas tanineras y de producción de algodón, pero incluso a día de hoy no tienen aseguradas sus necesidades básicas ni han obtenido los derechos reclamados durante décadas. Los habitantes de la Misión Tacaaglé de la provincia de Formosa fueron considerados ciudadanos argentinos desde inicios del siglo xx. Sobre esta base el libro tiene dos objetivos centrales: debatir sobre la construcción de la ciudadanía en la zona chaqueña del Río Pilcomayo y observar cómo el fraile Zurflüh buscó conocer y dar a conocer la vida de los pilagás y tobas paraguayos durante las primeras décadas del siglo xx. Dividimos la obra en tres capítulos; en el primero abordamos la ocupación de las zonas periféricas y la tercerización de la ayuda católica para ocupar el espacio del “Gran Chaco”. Observamos también la intervención de los oblatos, que al igual que los franciscanos plantearon la construcción estatal y nacional a ambos lados del Río Pilcomayo, actuando en un territorio ocupado hasta entonces por los pueblos indígenas (Susnik, 1983). Los dispositivos estatales que se implementaron a lo largo

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del siglo xx tomaron como base la definición de nuevas formas de integración a localidades y pueblos hasta principios del siglo mantenidos en la periferia tanto política como geográfica, como por ejemplo sectores orientales y chaqueños.2 La evolución que ha seguido el Estado en la construcción de la ciudadanía toma como base la entrega personal a los proyectos de la patria y el Estado, en particular en el contexto de las luchas militares y los debates religiosos a lo largo del siglo xx. Desde esta perspectiva, interesa entender el peso del ámbito religioso en Paraguay, tanto por el ejercicio del poder en manos del ejército en la segunda mitad del siglo xx, como por la asunción de la presidencia del país en manos de un exsacerdote desde el año 2008. La evolución de los grupos indígenas estudiados en esta obra permite considerar durante la primera mitad del siglo xx una clara diferencia entre la zona oriental y la occidental del Paraguay, así como la presión a la que se vieron sometidos los grupos tobas y pilagás para cruzar el Río Pilcomayo durante la emergencia de nuevas regiones en el Estado paraguayo en la zona del Chaco Boreal. Desde esta perspectiva, la elección geográfica y sociológica en el estudio del Paraguay, en la zona chaqueña (Bruniard, 1993), contrasta con la experiencia paraguaya y la experiencia argentina en la vida de estos grupos. Tras explicar cuál era la ubicación de la Misión Tacaaglé, en este libro abordamos en el capítulo 1 el espacio interior del Gran Chaco a nivel continental. Se utiliza la perspectiva geográfica de la organización tardía de esta región y la manera en que se organizaron los misioneros franciscanos en la zona fronteriza del Río Pilcomayo del Chaco argentino, en contraste con los misioneros oblatos que se instalaron en lo que se consolidó como Chaco paraguayo. El capítulo 2 trata los diseños gestionados por los religiosos franciscanos desde inicios del siglo xx, así como la legislación de la época, que incluimos como ejemplo de la presión del Estado y de la negociación franciscana en la frontera argentino-paraguaya. Finalmente, en el capítulo 3 analizamos diversas fotografías seleccionadas del álbum de la Misión Tacaaglé que preparó entre 1920 y 1940 el singular franciscano José Zurflüh. A partir de la organización de los misioneros franciscanos que se vieron apoyados por el Estado nacional, en la frontera entre Argentina y Paraguay observamos el interés de Zurflüh por mostrar la singularidad de la vida indígena. Zurflüh organizó las fotografías por temas, con una clara preferencia por mostrar el mundo personal de los tobas y pilagás con los que convivió, a quienes incluso calificó de “compañeros”. También dio importancia al fortín General Bruguez, que a inicios del siglo xx se utilizaba como clave de la frontera argentino-paraguaya. La ilustración de la cubierta de esta obra indica la importancia que Zurflüh otorgó a un indígena de Tacaaglé cruzando hacia el fortín en el Chaco Paraguayo. La imagen del fraile tenía una clara intención: las fotografías tomadas en la zona del Río Pilcomayo rescatan a los

2. Desarrollo Regional Integrado del Chaco Paraguayo. Diagnóstico y Estrategia (1983), Gobierno de la República del Paraguay, Secretaría General de la Organización de los Estados Americanos, Asunción.

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indígenas que según él carecían de nacionalidad, pero con la certeza de que Bruguez pertenecía a Paraguay y ya era un espacio alejado de la contienda en que caerían Paraguay y Bolivia durante la Guerra del Chaco. Durante las primeras décadas del siglo xx en que Zurflüh dirigió la Misión Tacaaglé, los “paraguayos” que optaron por establecerse en la zona “argentina” del Territorio Nacional de Formosa merecieron la atención especial de un fraile que pretendía conocerlos y, al mismo tiempo, resguardarlos. El álbum confeccionado por el fraile José Zurflüh lo muestra interesado en presentarse a sí mismo como alguien más cercano a los indígenas que a cualquier otro grupo humano. Al mismo tiempo se interesa en mostrar su personalidad, sus actividades, sus sorpresas, sus intereses y su capacidad de burlarse y de ser objeto de burla por parte de sus compañeros de vida en la Misión Tacaaglé. Zurflüh dedicó cientos de imágenes de Tacaaglé, más que a los indígenas, al resto de frailes, y las fotografías fueron incluidas en el álbum utilizado en esta obra. Por ello presentamos una selección de aproximadamente 130 imágenes repartidas entre 21 temas generales planteados en el análisis de este libro. A mediados del siglo xx se abrió otro proceso para los indígenas tobas y pilagás de la Misión Tacaaglé. Como ocurriera en las misiones fronterizas franciscanas dirigidas a los chiriguanos en la frontera del Estado boliviano (Langer, 1998 y 2009), o a los guarayos bolivianos (García Jordán, 2006 y 2009), la secularización de las misiones transformó la relación entre los indígenas y el Estado Nacional y, especialmente, el papel de las órdenes religiosas con los pueblos originarios. En el caso del Territorio Nacional de Formosa, el gobierno de Juan Domingo Perón dio por acabado el compromiso asumido con la Comisaría General de los Misioneros Franciscanos de Tacaaglé. La misión fue incorporada a partir de 1955 al nuevo Estado provincial de Formosa y, por ende, a la organización administrativa dependiente de su gobernador. Se rompió así la mediación de los frailes aunque en los hechos se reconociera la labor educativa y la disciplina laboral propiciadas por un franciscano como José Zurflüh durante medio siglo. Sobre esta base, el presente estudio contrasta la organización política, económica, indígena y social del Chaco paraguayo-argentino en la zona de frontera del Río Pilcomayo en su salto entre la Misión Tacaaglé (Takaglé) y el fortín General Bruguez. Se profundiza en los procesos de integración de las poblaciones tobas y pilagás del área paraguaya en la Formosa argentina. Las fotografías de Tacaaglé completadas por Zurflüh en la formoseña Misión de Laishí se conservan en el archivo fotográfico del Archivo y Biblioteca Históricos de la Provincia Franciscana de San Miguel, ubicado en el argentino Convento San Carlos (ABHPFSM). En este año 2011, en que se celebra el Bicentenario de Independencia de Paraguay, deseamos que la reivindicación de sus grupos indígenas obtenga un lugar central en esta obra que, finalmente, reúne el pensamiento dispar sobre el Gran Chaco. La migración de los originarios paraguayos al territorio formoseño sigue siendo un importante tema y permite comprender la lucha que históricamente ha tenido el Paraguay para construir su propia historia. La doctora

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Gabriela Dalla-Corte Caballero agradece especialmente al provincial franciscano Gustavo Rodríguez la posibilidad de consultar la documentación del archivo del convento ubicada en San Lorenzo. También al licenciado Fernando Navarro y a la bibliotecóloga Carina Arroyo por su generosidad para reproducir documentación que fue central para entender la fundación de la Misión Tacaaglé. También al Archivo General de la Nación (AGN), Buenos Aires, y al Archivo General Histórico del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile (MRECH). La difusión de esta obra es posible gracias al apoyo otorgado por la Agencia Española de Cooperación Internacional y Desarrollo (AECID), así como por la colaboración del Taller de Estudios e Investigaciones Andino-Amazónicos (TEIAA) de la Universidad de Barcelona (UB).

CAPÍTULO 1 El Chaco en el continente: el espacio interior

El Chaco o Gran Chaco es una región ubicada en el interior de América del Sur, específicamente en el noreste de Argentina, Noroeste de Paraguay y suroeste de Bolivia. Tradicionalmente es caracterizada como una región con un ecosistema que dispone de zonas áridas, semiáridas y húmedas, con periodos alternados de sequía e inundaciones en algunas zonas, principalmente en las adyacencias de los ríos Pilcomayo, Bermejo y Paraguay. En especial interesa la zona que se reconoce desde inicios del siglo xx como “espacio vital”. Nos referimos al fortín General Bruguez (Mapa 5), que volveremos a ver citado por los propios franciscanos dedicados a incorporar en la Misión Tacaaglé de la zona argentina a los indígenas procedentes del área en disputa entre Bolivia y Paraguay hasta 1935, es decir, el Chaco norteño. El Gran Chaco se considera una gran llanura aluvial que se extiende por la región centro-meridional de América del Sur incluyendo la zona sudoriental de Bolivia, la mitad occidental de Paraguay, una porción del nordeste y centro de Argentina y una reducida zona del sur de Brasil (Souchaud, 2007). Sus límites se definen al norte y al sur, respectivamente, por los llanos del Mamoré en Bolivia (extensa área de bosques tropicales húmedos) y por una franja de transición entre el sector norte de la provincia argentina de Córdoba y el tramo de la provincia de Santa Fe por el que discurre el Río Salado; al oeste, por las sierras Pampeanas y las sierras subandinas de Argentina, y hacia el este, por el eje fluvial Paraná-Paraguay de Paraguay y Argentina, respectivamente. Este ecosistema se encuentra en un 52% en territorio de Argentina, un 30% en Paraguay, un 15% en Bolivia y sólo un 3% en Brasil, diferenciación que fue consolidada finalmente por la disputa de la Guerra del Chaco (Vázquez Recalde, 2006a; 2006b). El Gran Chaco se subdivide en función de sus características climáticas y sus formaciones vegetales en tres zonas. El Chaco boreal, la más extensa de las divisiones internas del Gran Chaco, incluye la totalidad de la región Occidental de Paraguay, también conocida como Chaco, entre los ríos Pilcomayo y Paraguay (Kleinpenning, 1987, 1992, 2003).3 El Chaco central, que se sitúa entre los ríos Pilcomayo y Bermejo en territorio argentino. Y el Chaco austral, al sur de este último, que se prolonga entre los ríos Bermejo y Salado hasta su contacto con la Llanura pampeana. En esta 3. Planificación Territorial Indicativa (2004), Cartera de Proyectos Iniciativa para la integración de la infraestructura regional Suramericana (IIRSA).

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Mapa 5. Gran Chaco, hoy. Fuente: GTZ, 2004.

línea, el primer sector está dividido entre Bolivia, Paraguay y, en menor medida, Brasil, mientras que los otros dos se hallan en territorio argentino. Otra subdivisión se realiza en función de las subunidades morfológicas: Chaco alto,4 Chaco deprimido, Chaco bajo y Diagonal fluvial de Santiago del Estero en Argentina. La llanura tiene en su conjunto un gran desarrollo horizontal, con una débil pendiente en dirección noroeste-sureste (Kolhepp, 1983). Desde un punto de vista estructural, se trata de una cuenca sedimentaria rellenada por la erosión de los macizos vecinos. Los agentes que colmataron la cuenca, especialmente el Río Pilcomayo y los paleocauces, son de origen eólico, fluvial, lacustre y marino. Predominan suelos arenosos y rocas sedimentarias arcillosas; estas últimas dan lugar a la aparición de terrenos anegadizos en el sector chaqueño oriental argentino-paraguayo. Así, durante la esta-

4. Plan de Ordenamiento Ambiental del Territorio: Departamentos de Boquerón y Alto Paraguay (2007), Secretaría del Ambiente, GTZ, USAID, BGR, Desdelchaco, Asunción.

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ción lluviosa (de diciembre a abril) los ríos inundan ese sector, lo que da lugar a la aparición de amplias áreas pantanosas. La macrorregión posee en general un clima subtropical árido y caluroso, por lo que las diferencias entre las diversas zonas vienen dadas por las variaciones de temperatura (que aumentan de sur a norte) y por una disminución de las precipitaciones de este (húmedo) a oeste (árido). A lo largo de los cauces presentes en la zona oriental crecen altas cañas de palma que dan paso tierra adentro a formaciones de monte bajo y sabana (esta última aprovechada para la puesta en marcha de explotaciones ganaderas). Al oeste se desarrolla una densa vegetación de arbustos bajos y espinosos. En el bosque chaqueño de Paraguay y el norte de Argentina crece el quebracho, en concreto su variedad roja, que proporciona madera y tanino para el curtido de pieles. En el Chaco austral, situado en Argentina, se cultiva principalmente algodón. La fauna es abundante y variada, e incluye jaguares, ocelotes, tapires, osos hormigueros, capibaras, pecaríes y agutíes. Pájaros, reptiles e insectos también están bien representados, como lo estaban en la primera mitad del siglo xx, y los observaremos en las imágenes fotográficas del franciscano José Zurflüh. Otra clasificación propone cuatro zonas principales: el Chaco húmedo, situado en la franja este, correspondiente a la cuenca de los ríos Paraguay y Paraná; el Chaco semiárido, contiguo a la zona anterior, con una orientación norte-sur; el Chaco árido en el extremo sur, situado en Argentina y, finalmente, el Chaco serrano. El Gran Chaco presenta una gran diversidad de paisajes donde sobresale un neto predominio de extensas llanuras; la porción sudoeste ocupada por sierras; grandes ríos que la atraviesan en sentido noroestesudeste hasta su confluencia con el Paraguay-Paraná; sabanas secas e inundables, esteros, bañados, salitrales, y una gran extensión y diversidad de bosques y arbustos. Este conjunto se traduce en una alta diversidad de especies animales y vegetales que hacen del Chaco una de las áreas internacionalmente clave en términos de conservación de la biodiversidad.

1. Población autóctona: diversa y dispersa La denominación de Chaco proviene, según la mayoría de las versiones, de la voz chacu, que en lengua quechua significa territorio de caza. En efecto, la población incaica que habitaba el altiplano organizaba periódicamente cacerías de animales en la zona adyacente a la zona andina. Las operaciones de búsqueda y captura de los animales consistían en el acorralamiento extenso que se cerraba. Si bien la civilización incaica había desarrollado la agricultura, principalmente diversas especies de tubérculos, en el Chaco tenían características paleolíticas, es decir una economía basada en la extracción de recursos. El Gran Chaco también estaba poblado por diferentes grupos autóctonos muy diferentes al no compartir ni la lengua ni las prácticas culturales. Entre ellos se producían fuertes luchas por el control, mantenimiento y expansión de las áreas de cacería, entendiendo que casi todos los grupos indígenas basaban su economía en la caza de

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La conquista y ocupación de la frontera del Chaco entre Paraguay y Argentina

animales, la recolección de frutos, la pesca y el rapto con el posterior vasallaje. La agricultura era casi inexistente debido al desconocimiento que tenían estos pueblos de las prácticas así como a las condiciones del suelo, clima y especialmente precipitaciones, que dificultaban en extremo esta actividad. Los suelos del Gran Chaco (Olmedo, 1966) son en su mayoría arenosos aunque el detalle para comprender el escaso o nulo desarrollo de la agricultura era la dificultad de contar con fuentes de agua potable segura, especialmente en las zonas alejadas de los ríos, donde si bien existían algunas fuentes de agua, la mayoría eran salobres, conspirando fuertemente contra la instalación duradera de la población en alguna zona específica. Por el contrario, el modelo económico se basaba más que nada en la movilidad; era preciso cada cierto tiempo, por lo general algunos meses, salir en busca de animales y plantas, lo que conllevaba el movimiento de los grupos hacia nuevas zonas de caza. A diferencia de otras zonas del continente, el Gran Chaco experimentó una colonización relativamente tardía, pues los diferentes sistemas de fuerza hispánicos, tanto provenientes del Río de la Plata como de la fachada andina, encontraron recursos que explotar y exportar en las zonas próximas a los puertos (Nauman y Coronel, 2004 y 2008). Durante el reinado de Felipe III (1598-1621), las Gobernaciones de Buenos Aires, Paraguay, Santacruz, Tucumán y la Audiencia de Charcas no consideraron que la zona del Gran Chaco constituyese un espacio atractivo para el asentamiento de población. De esta forma, la colonización y conquista lenta del espacio se concentraba más en los litorales que en el interior del continente, dejando a la población autóctona un amplio margen de maniobra y, lo más relevante, el mantenimiento de sus sistemas culturales, que en muchos casos, como en el Gran Chaco, permitieron mantener la independencia indígena hasta bien entrado el siglo xx. En el Alto Perú, el descubrimiento y transporte del oro y la plata habían propiciado el asentamiento de población hispánica con una infraestructura mínima para la exportación hacia España. Así, la llegada de Pizarro al Perú en 1542 por el océano Pacífico inauguró un camino que conecta la zona andina del continente con Europa, pero excluye precisamente al Gran Chaco. En la fachada atlántica las cosas no eran diferentes. Si bien los españoles se habían internado más rápidamente en el interior con la fundación de Asunción en 1537, no pudieron sostener ni progresar de forma estable en el interior del continente, por lo que aseguraron primero la conexión con España. De esta forma se comprende la importancia de los puertos, principalmente el de Buenos Aires, para el comercio de cuero, yerba mate y luego maderas implementado entre las colonias y la corona. América del Sur presenta, entonces, tres macroespacios de interior: el Gran Chaco en el centro, la Patagonia en el sur y la Amazonía en el norte. Estas megarregiones presentan características de población e integración muy similares: todas se sitúan a considerables distancias de ambos litorales y específicamente entre la cordillera de los Andes y el océano Atlántico, fueron ocupadas e incorporadas tardía y dificultosamente a las respectivas sociedades nacionales y disponen aún, a excepción de la Patagonia, de población indígena que se reconoce como tal.

El Chaco en el continente: el espacio interior

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A inicios del siglo xviii las sociedades indígenas se ubicaban geográficamente siguiendo un esquema doble: en primer lugar, la Mesopotamia del Chaco Occidental (Argentina), entre los ríos Bermejo y Pilcomayo, dominada por los grupos de abipones, mocovíes, pilagás y tobas, entre otros. Y, en segundo lugar, la Mesopotamia del Chaco Oriental (Paraguay) donde se radicaron entre los ríos Pilcomayo y Paraguay los guaicurúes, payaguaes y maskoys, entre otros. Las nuevas fronteras surgidas de la división administrativa, tanto desde antes como después de la independencia de los países “rioplatenses”, no habían tenido significación alguna para el Gran Chaco, que mantenía su estructura poblacional y cultural casi intacta. No obstante, el lento avance de la frontera, principalmente desde las provincias argentinas de Salta, Santiago, Jujuy, Santa Fe y Corrientes, garantizó el aumento del hato ganadero. La intensificación del control del ganado comenzó a impactar a los grupos autóctonos. Los abipones, mocovíes y tobas se convirtieron así en poderosos opositores de las explotaciones ganaderas por la presión que ejercían mediante el robo de ganado bovino y equino a través de continuos asaltos, saqueos, robos y matanzas. De forma paradójica, la ganadería implementada por los productores rurales de las provincias fue objeto de caza por parte de los indígenas. Desde esta perspectiva, la ganadería, nueva actividad económica de los grupos indígenas, era negociada mediante trueques en las provincias argentinas de Santa Fe y Corrientes, e incluso en Asunción, la capital paraguaya, aun a sabiendas de que se trataba de ganado robado. Además del ganado, el comercio de pieles de animales silvestres constituía otra fuente de obtención de objetos por el trueque con las poblaciones paraguayas y argentinas. En estas íntimas actividades indígenas, los tobas ocuparon, al menos en un primero momento, tres zonas principales. En primer lugar, el extremo norte de la franja comprendida entre los ríos Bermejo y Pilcomayo. En segundo lugar, la zona intermedia, donde se asentaría inteligentemente la Misión Tacaaglé. Y, en tercer lugar, la última zona en la porción sur donde confluyen los ríos Pilcomayo y Paraguay. En el caso de los pilagás, los mismos son también el resultado del encuentro de los indígenas tobas con los guaicurúes. La gran movilidad que desarrollaron a lo largo del siglo xix e inicios del xx está directamente vinculada a la conquista del espacio de la sociedad occidental, que fue presionando cada vez más a estos grupos hasta reducirlos geográfica y culturalmente.

2. Conocimiento, conquista y ocupación Desde Argentina se iniciaban los esfuerzos decididos de ocupación del espacio periférico y su incorporación posterior a los procesos económicos mediante la explotación forestal (Bitlloch, 1997), la agricultura y la ganadería. A finales del siglo xix se implementa la política de la conquista del desierto argentino, consistente en la aniquilación de los indígenas debido a la peligrosidad que representaban para los intereses económicos. En el caso de Paraguay, la situación presentaba diferencias

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La conquista y ocupación de la frontera del Chaco entre Paraguay y Argentina

radicales pues el estado no tuvo una política clara ni decidida de control, dominio ni integración de su porción del Chaco. No obstante, desde el siglo xvii este territorio era objeto de interés tanto por sus recursos desconocidos como por asegurar la soberanía sobre esta extensa región. Aunque los límites eran imprecisos, a mediados del siglo xviii a Paraguay le interesa la ocupación de una buena parte del Gran Chaco, especialmente de la zona comprendida entre los ríos Pilcomayo y Bermejo, sobre todo este último porque podía ser navegable y representaba una oportunidad de comunicación y comercio con las provincias argentinas del noroeste. Por su parte, el Río Pilcomayo constituía una gran atracción como potencial medio de comunicación. Se organizaron un gran número de expediciones con el objeto de conocer y cartografiar la zona, pero sobre todo para estudiar su navegabilidad. El Gran Chaco ha atraído a varios exploradores y científicos, principalmente europeos, quienes a partir de mediados del siglo xix recorrieron las diversas regiones para describirlo (Cuadro 1). De forma paulatina y con más intensidad a partir de las últimas décadas del siglo xix, los grupos indígenas fueron aniquilados o confinados en las zonas más inaccesibles, como la cuenca del Pilcomayo. En efecto, las provincias de Santa Fe primero y luego la de Formosa fueron el foco principal de las políticas públicas orientadas a incorporar estas zonas a la economía argentina. Se conformaron colonias con inmigrantes europeos al mismo tiempo que se inició el proyecto de parcelar las tierras para fines productivos, como ocurría en Paraguay. En varias zonas el Estado argentino proveía lotes gratuitamente a los colonos que lograsen edificar y cultivar en un periodo de seis meses. Con estas facilidades no fueron pocos los colonos que iniciaron una nueva vida en la parte argentina del Chaco. Por su parte, Paraguay también inició un proceso semejante de loteo de tierras públicas, aunque en otro contexto. En 1864 se desata la denominada guerra de lo que conocemos como “triple alianza”, conformada por Brasil, Argentina y Uruguay, contra el territorio sin salida al mar, Paraguay. La guerra estudiada intensamente durante el siglo xx termina en 1870 con la casi aniquilación de la población paraguaya. Los aliados incorporan a sus territorios algunas zonas que antes aparecían como paraguayas, como la porción situada entre los ríos Bermejo y Pilcomayo, que pasa definitivamente al control y dominio de Argentina y permite construir posteriormente el Territorio Nacional de Formosa, que a partir de mediados del siglo xx sería un Estado provincial. Las pretensiones argentinas incluían la porción sur del Chaco paraguayo, próxima a la localidad de Asunción. El gobierno paraguayo protestó y el conflicto fue dirimido en 1878 mediante un fallo del entonces presidente norteamericano Rutherford Hayes. El influyente Hayes favoreció al Paraguay concediéndole la zona en cuestión. A partir de este periodo, el Chaco dejaba de ser un espacio fronterizo interno para convertirse en frontera externa. En este caso, el Río Pilcomayo servía de límite político con Argentina y de frontera nacional (Dalla-Corte Caballero, 2008a y 2008b).

El Chaco en el continente: el espacio interior

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Cuadro 1. Principales exploraciones del Chaco (1542-1906) Fecha

Protagonistas

Evento

Resultado

1542 (aprox.)

Álvar Núñez de Vera Cabeza de Vaca

Nombramiento como gobernador de la Plata, expedición militar

Inicio de la política de exterminio de los guaycurúes

1554 (aprox.)

Andreas Manso

Misión enviada por el virrey del Perú para la conquista del Chaco

Luego de cruzar el Río Pilcomayo hacia el Chaco central, el grupo fue exterminado por lo chiriguanos

16701780

Gobernadores de Envío de expediciones Tucumán: Ángel Peredo, militares para exploración y Urizar, Espinosa, sometimiento del Chaco Matorras, Arias

 

1670

Misioneros jesuitas

Expediciones para evangelización de indígenas

Intentos infructuosos con pérdidas humanas

1721

Gabriel Patiño, misionero jesuita

Exploración del Río Pilcomayo desde Asunción con un grupo de 71 hombres (60 indígenas guaraníes)

Recorrido en parte a pie, llegando a una zona de esteros; contacto con dos grupos de indígenas. uno de los cuales, los tobas, mataron a un sacerdote

1741

Agustín Castañares, misionero Jesuita

Exploración del Río Pilcomayo desde Asunción

Regreso después de 83 días, “sin mayores resultados que el anterior”

1785

Félix de Azara

Exploración del Río Pilcomayo

Reportó “innavegabilidad” del río, sólo “seis pies de agua y una fuerte correntada”

1843

General Manuel Rodríguez Magariños

Exploración del Río Pilcomayo, por encargo del gobierno uruguayo

Desistió por falta de agua. Pacificó la región habitada por los tobas y los chiriguanos

1844

Enrique Van Nivel, marino belga

Exploración del Río Pilcomayo, por encargo del gobierno boliviano. En piraguas y canoas, 56 soldados y 7 civiles

Exploró 1.400 kilómetros y llegó hasta arenales que eran límites innavegables donde el río se dividía en 70 cauces. Abandono por ataque de indígenas

1863

José Gianelly, fraile franciscano

Expedición terrestre, por encargo del gobierno boliviano. Con 50 soldados

Llegó hasta donde había llegado Van Nivel. Abandonada por sublevación de los soldados

1882

Doctor Julio Nicolás Crevaux

Expedición

Fracasada, muerte del doctor Julio Nicolás Crevaux

1882

Coronel Andrés Rivas, Misión de castigo a los tobas boliviano por la muerte del doctor Crevaux

Misión fracasada, sorprendidos por los indígenas, se retiran

1882

Luis Jorge Fontana, comandante argentino

Expedición en vapor por el Río Pilcomayo. Enviados por el gobierno argentino en busca de restos del doctor Crevaux y para levantar mapa del río

Exitosa, la primera en remontar el cauce desde su desembocadura desde el Río Paraguay

1883

Doctor Daniel Campos y coronel Samuel Pareja de Bolivia. Doctor Emilio A. Thouar, del gobierno francés

Misión por tierra desde Tarija, Bolivia, en busca de salida al Atlántico y para ocupar poblaciones Teyu, Cabayurepoti y Piquyrenda y recuperar restos del doctor Crevaux

Exitosa; luego de penurias y muertes llegaron hasta el Río Paraguay y a Asunción. El gobierno paraguayo les brindó socorro y regresaron a Bolivia

(continúa)

La conquista y ocupación de la frontera del Chaco entre Paraguay y Argentina

26 (continuación) Fecha

Protagonistas

Evento

Resultado

1884

Teniente Valentín Feilberg; ingeniero Olaf J. Storm, de la Sociedad Geográfica de París

Expedición exploratoria del Río Pilcomayo, enviada por el gobierno argentino

Exitosa; fundación del Fortín Coronel Fotheringhan y mapeo de 470 kilómetros del Río Pilcomayo, en el que se comprobó su “innavegabilidad”

1885

Emilio A. Thouar

Expedición enviada por el gobierno argentino

No se menciona

1890

Capitán Juan Page

Expedición por el Río Pilcomayo para llegar a Bolivia con 84 hombres

No se cumplió el objetivo ya que el capitán Juan Page falleció durante el viaje, posiblemente de paludismo

1890

Olaf J. Storm, ingeniero hidrográfico y miembro de la Sociedad Geográfica de París

Expedición exploratoria del Río Pilcomayo por un grupo de militares, civiles y científicos que tenían como finalidad llegar a Bolivia

No completada la navegación y el uso comercial del río impracticable

1898

Enrique Ibarrieta

Expedición desde Bolivia río abajo por el Río Pilcomayo, con destino a la Argentina

No completada por varias muertes durante la travesía, incluyendo la de Enrique Ibarrieta

1898

Genulfo y Arístides Sol, ingenieros franceses

Comisión del gobierno argentino para delimitar tierras de la zona de Formosa y evaluar la importancia de los brazos del Río Pilcomayo

Confirmación del brazo sur como verdadero canal del río

1900

Teniente José Montero

Expedición por el Río Exploración del brazo sur del río hasta el Pilcomayo en busca de Enrique Estero Patiño, sin éxito en la búsqueda de Ibarrieta Enrique Ibarrieta

1903

Otto Art Fric, alemán

Exploración del Estero Patiño

Exitosa; exploró la sección noroeste hasta la sección sur del Estero Patiño

1904

Domingo Astrada, argentino

Expedición por tierra para trazar un camino a lo largo del Río Pilcomayo

Exitosa; aportó datos sobre el Alto Chaco, cuenca del Río Pilcomayo

1905

Lucas Luna Olmos, gobernador del Territorio Nacional de Formosa

Viaje de inspección y estudio del territorio

Sin datos

1906

Gunardo Lange (Gunnar Anfin Lange, geógrafo y cartógrafo, de origen noruego)

Exploración costeada por grandes propietarios del Chaco con el propósito de llegar a la intersección de Río Pilcomayo y el paralelo 22º, límite argentino con Bolivia

Confirmó la “innavegabilidad” del río por la irregularidad de cursos y caudales

1906

Capitán Elías Ayala e ingeniero Domingo Krause

Conformación de la Comisión Mixta Paraguay-Argentina; realizó trabajos para definir el brazo principal del río como límite entre ambos países

Reconfirmaron que el brazo principal del Río Pilcomayo es el del sur. El brazo norte desaparece antes del Estero Patiño

Fuente: Vázquez Recalde (2009a y 2009b).

El Chaco en el continente: el espacio interior

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Una vez finalizada la Guerra de la Triple Alianza (Gaylord Warren, 2008), el Estado paraguayo se encuentra sin recursos económicos para encarar la reconstrucción del país, sobre todo el montaje de nuevos sistemas productivos. Ante la grave crisis económica, el Estado decide la venta de las tierras públicas como estrategia de recaudación financiera. La promulgación de leyes específicas que estipulaban la venta de tierras públicas a partir del año 1883, situación repetida hacia 1885, liquidó el patrimonio de bienes inmuebles de Paraguay. Las tierras tenían diversos valores en función de su ubicación geográfica, cotizándose a más alto precio las que se encontraban más próximas a la ciudad de Asunción y a las vías de comunicación terrestre, en la región Oriental o fluvial del Chaco. Para la valoración de la tierra se incluyó la densidad poblacional y la existencia de praderas. Así, las tierras fueron clasificadas en cinco categorías según la ley de Venta de Tierras Públicas de 1885 (Niklison, 2009). Los criterios de valoración del recurso territorial fueron la conectividad con el Río Paraguay y la proximidad a Asunción. En el Chaco paraguayo las parcelas debían tener una forma rectangular para asegurar que la mayoría de ellas tuviera acceso al Río Paraguay. Otro elemento de atracción de inversionistas al Chaco fue el descuento del 50% si algún comprador lograba introducir al menos 25 familias de inmigrantes europeos de tres miembros. El Río Paraguay era el elemento que valorizaba las parcelas, mientras que el Pilcomayo estaba totalmente fuera del espacio de atracción. Si el Gran Chaco era una periferia extensa, el Chaco paraguayo constituía una hiperperiferia, especialmente las zonas alejadas del Río Paraguay, como oportunamente demostró en su obra ya clásica Carlos Pastore (1972) (Cuadro 2). Cuadro 2. Clasificación de tierras públicas para su venta Clase

Localización

Pesos/legua cuadrada

1

Tierras de los alrededores de Asunción, la zona de población más antigua

1.200

2

Una franja de 50 Km de ancho al este de las tierras de Clase 1, llegando 800 hasta los bosques y yerbales del Alto Paraná, que fueron vendidas bajo un régimen especial

3

Las tierras del Chaco colindantes con la zona asunceña

300

4

Franja de 50 Km al oeste del Río Paraguay y a lo largo de esta zona

200

5

Las tierras del oeste del Chaco

100

Fuente: Vázquez Recalde (2008a y 2008b).

A diferencia de Argentina, Paraguay no logró instalar colonos de forma sistemática en su porción del Chaco. La única experiencia exitosa fue la llegada de colonos canadienses, que se instalaron en el centro del Chaco paraguayo a partir de 1927. Esta experiencia colonizadora es la única importante aunque focalizada en algunas zonas específicas y sin impacto regional, al menos hasta la década de 1990. Las políticas que parcelaron el territorio mediante el otorgamiento de facilidades permitie-

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La conquista y ocupación de la frontera del Chaco entre Paraguay y Argentina

ron tanto en Argentina como en Paraguay la llegada de nuevos actores al Chaco, las grandes empresas que aprovecharon para controlar grandes superficies. En Argentina la Compañía Forestal, más conocida como La Forestal, logró disponer de más de 700.000 hectáreas, mientras que en Paraguay la empresa Carlos Casado contaba con más de 5.000.000 de hectáreas en el Chaco entre finales del siglo xix y principios del siglo xx (Girbal Blacha, 1995; Dalla-Corte Caballero, 2009a). Las últimas décadas del siglo xix y las primeras del xx modificaron el panorama de la economía del Gran Chaco en ambos países analizados, y ello por el descubrimiento del quebracho. Este árbol de gran porte se caracteriza por la gran dureza y resistencia de su madera y por el producto resultante de su tratamiento industrial, el tanino. Las demandas internacionales crecientes, principalmente de Estados Unidos y Europa, generaban una mayor intensidad en los procesos de extracción y transformación del quebracho. Rápidamente las empresas productoras de tanino instalaron diversas infraestructuras industriales y de logística consistentes en un sistema de extracción y transporte por vía férrea y un sistema industrial en los centros de producción, que acabaron, en la mayoría de los casos, generando la aparición de pueblos y ciudades. En ambos países la población indígena fue integrada a las labores en condiciones críticas, por los bajos salarios y por la ausencia de los estados en la aplicación de la legislación laboral. A diferencia de Paraguay, el capital extranjero en Argentina logró incorporar al Estado en sus iniciativas, especialmente en lo que concierne a las vías de comunicación. En este caso, el Estado argentino acompañó la expansión industrial con la construcción de una vía férrea que cumplía múltiples propósitos, siendo el principal la incorporación efectiva de enormes superficies en el norte del país, en especial las provincias de Chaco y Santa Fe, a la economía nacional, pero beneficiando principalmente a las empresas tanineras (Vázquez Recalde, 2005).

3. La Guerra del Chaco: religión al auxilio de los estados ocupando los espacios La indefinición de límites entre Bolivia y Paraguay sumada a los crecientes intereses de las empresas petroleras no sólo por controlar el territorio productivo en Bolivia, sino también por disponer de una vía de transporte segura y rápida, en este caso el Río Paraguay, son las principales causas de la guerra que estalla entre estos dos países entre 1932 y 1935 (Scavone Yegros, 2004). La guerra afectó a todos los actores, sobre todo a los diferentes grupos indígenas, modificando el sistema territorial de los indígenas. Bolivia y Paraguay han intentado ocupar históricamente el Chaco por diversas formas. El ejército boliviano, como el paraguayo, había utilizado a los indígenas como guías: los bolivianos a los nivaclés y los paraguayos a los chamacocos. Desde el inicio de las relaciones entre indígenas y soldados, aquéllos pasaron a ocupar el lugar más bajo en la estructura social del Chaco Boreal. Ni la

El Chaco en el continente: el espacio interior

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Guerra del Chaco, que definió los límites entre Paraguay y Bolivia (Verón, 2002), logró incrementar el interés en poblar y activar el territorio conocido ya como “Chaco paraguayo”. El estatus de hiperperiferia, así como la presencia de grupos indígenas, significó una oportunidad para que la Iglesia católica y las protestantes se instalasen e implementasen sus propios diseños de sociedad. En los estados de Argentina y Paraguay fueron muy bien recibidas en razón de la imperiosa necesidad de pacificar los diferentes grupos indígenas y facilitar la penetración territorial de fuerzas económicas nacionales. De esta forma, se asientan primero los misioneros anglicanos a partir de 1889 en el sur del Chaco paraguayo, en las cercanías de las explotaciones forestales tanineras. El pionero en entrar en contacto con los indígenas del Chaco y establecer una presencia religiosa sostenida fue el misionero inglés Wilfrid Barbrooke Grubb, autor de An unknown people in an unknown land (1911) y A church in the wilds (1914). Desde la última década del siglo xix y durante las dos primeras del xx los misioneros salesianos habían manifestado un claro interés en “conquistar las almas” de los indígenas del Chaco. Luego de varios preparativos, recién hacia 1920 inician el trabajo concreto en la zona noreste del Chaco paraguayo y en el litoral del Río Paraguay. Los mismos años en que Argentina hacía lo propio desde el sur, entregando parte de las tareas a los franciscanos (Rostagno, 1911). Una de las decisiones políticas más audaces que utilizó el Estado paraguayo para poblar el Chaco fue precisamente la ley n.º 514 del año 1921. A través de esta normativa se establecieron privilegios para que el grupo de colonos agrícolas que demostraran una reputación excelente como agricultores se mostraran al mismo tiempo como especialistas en el proceso de ocupación de espacios que calificaban de “difíciles”. Además de agricultores experimentados y exitosos, pertenecían a la religión anabaptista y se sentían obligados a salir de Canadá, pues este país les exigía que se rigiesen por el sistema civil canadiense, así como se les prohibía el uso del alemán en las escuelas. Está demostrado en la historia paraguaya que los colonos canadienses llegaron recién a finales del año 1927, luego de estudios sobre el terreno y tras haber adquirido tierras en el centro del territorio que estaba calificado como “Chaco paraguayo”. La estrategia del gobierno paraguayo para privilegiar a los colonos canadienses era la de instalar población en una zona que aún no había sido objeto de delimitación con Bolivia. De esta forma, los colonos canadienses de religión menonita fueron instrumentalizados por el gobierno paraguayo para ocupar el Chaco y quedaron durante la Guerra del Chaco literalmente en medio del fuego cruzado (Moniz Bandeira, 1998; Seiferheld, 1983). Por su parte, Bolivia, al conocer la ley de 1921 que facilitaba la migración de los menonitas al Chaco “paraguayo”, solicitó al Vaticano la presencia de misioneros católicos y así ocupar con religiosos dirigidos por el Vaticano la región del Chaco y reducir los grupos indígenas (Solares, 1926). El Vaticano pidió entonces la participación a la congregación de Oblatos de María Inmaculada (OMI), reconocida por las misiones difíciles que llevaba a cabo en diferentes partes del mundo. Posteriormente,

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La conquista y ocupación de la frontera del Chaco entre Paraguay y Argentina

en 1925, la misión católica de la congregación de Oblatos de María Inmaculada llega al oeste del Chaco para evangelizar a los indígenas. Los misioneros, todos alemanes, comienzan a trabajar con los indígenas bajo la forma de misiones, es decir, establecimientos duraderos, siendo el inicio del cambio de funcionamiento socioeconómico y territorial de los indígenas, quienes ya no basarían su economía en la caza, la pesca cuando estaban cerca del río y la recolección de frutos para combinarla en principio con la agricultura y la ganadería de supervivencia. Además de cumplir con su papel estrictamente religioso, los misioneros defendieron a los indígenas de los maltratos de los soldados bolivianos y paraguayos, convirtiéndose rápidamente en defensores de la causa indígena, del respeto de sus tierras, pero no de sus tradiciones, postura característica del antropocentrismo de inicios del siglo xx y de toda actividad misionera. Las misiones de los Oblatos de María se ubicaban en la zona fronteriza con Argentina, próximas al Río Pilcomayo. La misión San José de Esteros fue la primera en establecerse a poco de la llegada de los misioneros. Luego surgen Misión San Leonardo de Laguna Escalante y luego la de Pedro P. Peña, siempre alineados al Río Pilcomayo. La presencia de los Oblatos de María constituyó un intento de controlar un posible avance de los protestantes en el Chaco, no sólo por la presencia de los anglicanos en el sur de la región, sino sobre todo de los colonos canadienses de religión menonita que se irían instalando pocos años después. La denominación menonita tiene su origen en el líder del movimiento anabaptista, el holandés Menno Simons, tema que ha merecido mayor interés intelectual por parte de sus propios miembros (Stahl, 2007). El Chaco paraguayo se estructuraba entonces, al menos hasta 1940, por diferentes sistemas, en especial el económico y el religioso. En primer lugar el económico, ya que primaba la extracción de quebracho y la producción de tanino en el extremo este y con una ganadería en el extremo sur. Cabe señalar que incluso el clero paraguayo fue consultado por el gobierno en la toma de decisiones económicas sobre el cultivo del algodón, para promocionar otros productos que sustituyeran lentamente a partir de 1920 la ganadería y el tanino, que eran en el Chaco dos de los productos hegemónicos (Dalla-Corte Caballero, 2011a).5 En segundo lugar, el religioso, que incluía a los salesianos en el noreste, los protestantes anglicanos y menonitas en el sur y en el centro, y a los oblatos en el extremo oeste (Stoez y Stackley, 2000; Kleinpenning, 2009). Si pensamos en estos ámbitos, las misiones católicas fueron “fluviales”, es decir, se instalaron en las cuencas de los principales ríos del “Chaco paraguayo”, que son el Río Paraguay, ocupado por los salesianos, y el Río Pilcomayo, en su caso ocu-

5. También el Oficio Confidencial 5 de Legación de Chile en Paraguay, Asunción (Gonzalo Montt Rivas), “El clero, la política y el cultivo del algodonero”, 27 de agosto de 1923, Archivo General Histórico del MRECH, v. 954, de 02-01-1923 a 27-12-1923. Cabe señalar que el MRECH corresponde al Ministerio de Relaciones Exteriores, Culto y Colonización (1888-1924), Ministerio de Relaciones Exteriores (1924-1930), Ministerio de Relaciones Exteriores y Comercio (1930-1941) y Ministerio de Relaciones Exteriores de la República de Chile (desde 1941).

El Chaco en el continente: el espacio interior

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pado por los misioneros oblatos. Los protestantes anglicanos y menonitas prefirieron el interior (Durán, 2000). En Argentina la estrategia no fue diferente pero el grupo religioso fue otro. El gobierno nacional aceptó la presencia de misiones religiosas para ocupar e incorporar las zonas más aisladas a la economía del país (Gaignard, 1968, 1973, 1980). En la zona de disputa y de captación de indígenas que oscilaban entre el territorio convertido en argentino (es decir, el Territorio Nacional de Formosa, preferentemente) o se encontraban en proceso de legalizar su condición de paraguayos, el control dirigido a los tobas y pilagás cayó en manos franciscanas, como veremos en los próximos dos capítulos de este libro. Hoy día el fruto es la cooperación en algunas zonas después de un largo siglo de conflictos múltiples (Stahringer, 2007).

CAPÍTULO 2 El origen de la Misión Tacaaglé en la frontera entre Argentina y Paraguay, Río Pilcomayo 1. Las misiones franciscanas en la Diócesis de Santa Fe Podemos citar las tareas de diversos miembros del ejército argentino involucrados en el proceso de ocupación, conocimiento y apropiación de tierras del Gran Chaco en la zona argentina en las últimas décadas del siglo xix. Encontramos a Rudesindo Ibazeta, que con el Décimo Regimiento de Caballería recorrió el Río Pilcomayo; el general Benjamín Victorica, que ocupó el Chaco austral y el Chaco central (Baldrich, 1889: 69 y 286-287);6 el teniente coronel Luis Jorge Fontana (1881 y 1882), acreditado por el Instituto Geográfico Argentino como benemérito de la geografía argentina en reconocimiento a su prolífica labor científica; el ingeniero Pablo Neumayer (1876);7 o informes y reflexiones menos optimistas, como lo que asumió el teniente Baldomero Cárlsen8 (1871a, 1871b, 1871c).9 El prefecto de misiones Pedro Iturralde y el explorador J. Amadeu Baldrich (1889) redactaron propuestas de organización misional en el Chaco central desde la perspectiva de la inclusión de los pilagás y tobas a la vida “nacional”, conservando en el primer caso la privacidad de su formación en manos franciscanas. La actividad misional franciscana fue la estrategia de colonización legítima en el norte del país, en la frontera del Pilcomayo y en la del Río Bermejo. Iturralde estructuró las fases

6. Archivo General de la Nación (AGN), Buenos Aires, Argentina, Sala VII, Fondo Benjamín Victorica, Ministro de Guerra y Marina, Campaña del Chaco, 350 cartas del legajo 3.162, n.º 37, así como aproximadamente 600 cartas del Legajo 3163, n.º 38, todas del año 1884. 7. Especialmente, Archivo General de la Nación (AGN), Buenos Aires, Argentina, Fondo de Manuscritos de la Biblioteca Nacional, Legajo 383, Documento n.º 6.597: NEUMAYER, Pablo (ingeniero), Proyecto de colonización para la República Argentina, en el Gran Chaco del Medio, entre Río Bermejo y Río Pilcomayo, Buenos Aires, 11.09.1876, manuscrito. 8. AGN, Fondo de Manuscritos de la Biblioteca Nacional, Legajo 382, Doc. n.º 6596, “Informe del Teniente Primero D. Baldomero Cárlsen sobre el país y frontera del Gran Chaco, 1871, Informe que presenta el Oficial del Regimiento de Caballería de Línea ‘Nueva Creación’ que suscribe, en cumplimiento de la Comisión especial que le fue confiada por el Teniente Coronel Don Napoleón Uriburu, de que da cuenta y relación en el presente expediente”. 9. Archivo General de la Nación (AGN), Buenos Aires, Argentina, Fondo documental del Museo Histórico Nacional, tomo I (1605-1869), tomo II (1870-1879) y tomo III (1880-1889), Ministerio de Educación de la Nación, Dirección General de Cultura, Comisión Nacional de Museos y Lugares Históricos, Buenos Aires, 1952.

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del proceso de conversión y civilización de los indígenas en las misiones de San Francisco de Asís de Laishí y de San Francisco Solano de Tacaaglé, experiencias franciscanas fundadas en 1901 y dirigidas por los miembros de la orden del Convento San Carlos de San Lorenzo. Los Territorios Nacionales de Chaco y de Formosa fueron regulados por la ley 1532 de 1 de octubre de 1884, promulgada el día 16 de octubre de ese mismo año (derogada por ley 14315). El Chaco central (Gaese, 1999) y el Chaco austral empezaron a ser conocidos geográficamente combinándose también con el Chaco “paraguayo” desde el país vecino (Beck, 1994; Borrini, 1997; Borrini y Beck, 2005). A partir de 1879, Bolivia reclamó infructuosamente ante Brasil y Argentina sus derechos sobre el Gran Chaco, e impulsó sus tratados de límites con Paraguay a través de la actuación de Quijarro-Decoud en 1879, Tamayo-Hicual en 1887 y Benítez-Ichazo en 1894. En esa política, la Diócesis de Santa Fe en manos de los franciscanos incorporó guaycurúes (tobas, pilagás y mocovíes), mataco-maká (chulupí, wichí y chorote) y tupí-guaraní (chiriguanos). En 1907 se fijó la línea demarcatoria o zona statu-quo en el protocolo Pinilla-Soler, que fue cancelada en 1915 por el protocolo Ayala-Mujía (Dalla-Corte Caballero, 2006). La presencia argentina, en especial de sus autoridades nacionales y de las empresas dedicadas a la extracción de quebracho, fue cuestionada desde inicios del siglo xx en el “Chaco paraguayo”, en el cual empezaron a desembarcar las empresas argentinas, la más importante de todas propiedad del banquero y financista Carlos Casado del Alisal, quien proyectó en Argentina todas las inversiones que a finales del siglo xix llevaría adelante en el Chaco “paraguayo”.10 Al hacerse público el hecho de que el ministro argentino Estanislao Zeballos poseía una superficie de 351.562 hectáreas en la zona del Chaco paraguayo,11Aniceto Solares lo acusó de haber sido recompensado por el gobierno paraguayo por sus dictámenes como canciller (Solares, 1926: 25; Dalla-Corte Caballero, 2009a, 2009b).12 No es la única base pero sí una de las más interesantes que se combina con otros casos, empresariales y comerciales, diseñadas desde Argentina. Sobre esta base los franciscanos organizaron en la Diócesis de Santa Fe un intenso e importante número de misiones. El mapa público del Museo de los franciscanos en San Lorenzo titulado “El convento San Carlos y sus misiones. El rol evangelizador franciscano”, indica que en la provincia de Santa Fe, donde han existido las misiones más activas y seguras, podemos ubicar la Misión de Eispin (1795) (actual localidad

10. La propiedad en el Chaco Paraguayo, Talleres Nacionales de H. Kraus, Asunción, 1910. 11. Correspondiente al lote 156 de 125.000 hectáreas (padrón 683) y 39.062 hectáreas (padrón 684), y al lote 164 de 187.500 hectáreas (padrón 292). 12. Cabe señalar que el viernes 8 de abril de 2011 el diario La Capital publicó la información de que los menonitas de la colonia Fernheim de Paraguay, presidida por Gerhard Klassem, adquirieron 32.000 hectáreas de tierras en el territorio del Chaco boreal a la empresa Carlos Casado, que fue fundada a finales del siglo xix por el empresario Carlos Casado del Alisal. Al abonar 16 millones de dólares, el objetivo de los menonitas, comunidad que hoy día está compuesta por unas quince mil personas y que habitan el país desde el año 1927, es aumentar la producción agrícola y ganadera de esa colonia.

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de Espín); Misión de San Nicolás (1792); Antigua Misión Franciscana (1750) (véase Salas, 2006); Misión del Rincón Grande (1866-1868); Misión San Francisco Solano (1857); Antigua Misión San Miguel de Calchines; Misión Almagro; San Jerónimo del Sauce; Misión de San Pedro; Misión San Antonio de Obligado (1884); Misión San Pedro (1812); Misión San Martín Norte (1870); Misión San Javier (1872); Misión San Antonio de Mocoretá (1575); Misión Cayastá (1858); Misión Santa Rosa de Calchines (1855); Antigua Misión de Colastiné (siglo xvii); San Bartolomé de Chanaes (1620); Antigua Misión Nuestra Señora Rosario de Calchaquíes (1745), dependientes todas del Convento San Carlos en San Lorenzo, a cien kilómetros de la ciudad de Rosario; existe incluso una colonia no indicada por los franciscanos, la de Dolores. En lo que fue el Territorio Nacional de Formosa, hoy estado provincial, los franciscanos incluyeron la antigua Misión Franciscana (1790), la del mismo nombre y destruida en 1878, así como la ubicación de San Francisco de Tacaaglé (1901), en la frontera con el Río Pilcomayo, y la Misión San Francisco de Laishí (1901), en la frontera con el Territorio Nacional del Chaco cercano al Río Bermejo. Hacia el oeste de Formosa, las dos construcciones de la Misión Río Bermejo, destruida una de ellas por las crecidas en 1875, y la Misión de Rivadavia (1865), ubicada en dos áreas. El Territorio Nacional del Chaco, por su parte, incluyó las antiguas misiones de San Bernardo (1780), Concepción del Bermejo (1505-1621), la Antigua La Cangayé (1780-1793), la de San Buenaventura del Monte Alto (1884), y la de Nueva Pompeya (1900). Cabe señalar que las dos misiones formoseñas (Tacaaglé está ubicada a 260 kilómetros y Laishí a 70 kilómetros aproximadamente de la capital), junto con Nueva Pompeya y la del Monte Alto, fueron declaradas monumentos históricos nacionales. El prefecto misional remonta a finales del siglo xix dedicando gran parte de sus gestiones a la firma de un acuerdo y a la definición de los reglamentos y decretos necesarios para legalizar la presencia franciscana en el Territorio Nacional de Formosa. En 1898 los indígenas habían reaccionado contra los ingenios y las poblaciones de inmigrantes que se estaban apoderando de sus tierras, y el gobierno nacional propuso “regularizar la situación del indio de la República para evitar que se repitan los actos de depredación cometidos recientemente por algunas tribus indígenas del Territorio de Formosa, llevando la inquietud a las poblaciones inmediatas”. El representante del Colegio San Carlos de Misioneros Franciscanos establecido en San Lorenzo se propuso responder a la demanda gubernamental y extender al norte del Río Bermejo la acción civilizadora que hasta entonces los frailes habían desarrollado muy escasamente en la frontera norte de la provincia santafesina.13 A diferencia de este modelo, el autor de uno de los álbumes fotográficos más completos de esta zona, Gabriel Carrasco (1887), no incluyó imágenes de los pobladores indígenas ni de los misioneros, sino sólo de las industrias fundadas en la región. 13. En especial, véase la obra sobre las tribus del siglo xix de Juan María Gutiérrez (1809-1878), editado en 2006 por la Biblioteca Ayacucho.

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Iturralde formalizó los trámites para fundar las misiones fronterizas formoseñas y dirigió al obispo de la diócesis santafesina una nota en la que describió la situación, el modo de ser y la predisposición de los indios chaqueños que habitaban la zona entre el Río Bermejo y el Río Pilcomayo para integrarse a las misiones franciscanas. A partir de las referencias de los antiguos y experimentados misioneros que habían contactado con las tribus formoseñas, y de las visitas efectuadas por él mismo al Territorio Nacional, Iturralde consignó que el mayor peligro para los indios era la triste vida en los poblados fronterizos y la compañía de sus cristianos habitantes. El indio se acercaba a los establecimientos industriales de la frontera, afirmaba Iturralde, y se entregaba “a un rudo trabajo a cambio de una mezquina recompensa”, además de verse obligado a vivir a la intemperie o a dormir en miserables chozas del desierto y en condiciones que impedían en realidad la civilización de sus costumbres como seres racionales. Según el prefecto, cualquier recorrido por los obrajes o los ingenios construidos en el Territorio Nacional mostraba el rudo trabajo impuesto, el hambre y el maltrato que sufrían los tobas pese a ser los peones más dóciles, fuertes y baratos de la región.14 Conocedor de la triste condición de los indios chaqueños, el obispo de la diócesis santafesina Juan Agustín Boneo autorizó al prefecto de misiones a impulsar un acuerdo con el gobierno nacional y liderar la conversión de los tobas y pilagás desde el grupo de misioneros establecidos en el Convento San Carlos.15 Según Iturralde, era indispensable conceder a los franciscanos la autoridad y la libertad necesarias para salir airosos de los tres objetivos que creía esenciales para asegurar la supervivencia de los indígenas: primero, civilizarlos como un deber constitucional (la Constitución atribuyó al Honorable Congreso la facultad de conservar el trato pacífico con los indios, promoviendo su conversión al catolicismo); segundo, liberarlos de las explotaciones de las que eran víctimas para cumplir con una obra humanitaria y “justiciera”; y, tercero, facilitar a los establecimientos industriales los trabajadores que garantizaran el progreso de la nación y de los pueblos formoseños. Para ello, Iturralde propuso dos fórmulas alternativas a la hora de establecer las misiones formoseñas: fundar las misiones lejos de las poblaciones “de cristianos”, manteniéndolas aisladas durante un tiempo prudencial hasta que los indígenas demostrasen su integración socioeconómica y su conversión religiosa; o, como alternativa, construir

14. Archivo y Biblioteca Históricos de la Provincia Franciscana del Convento San Carlos de San Miguel, ubicado en el Convento de San Lorenzo (en adelante ABHPFSM), Caja 25, Misiones Franciscanas, Copia Fiel del Expediente sobre fundación de la Misión existente en los sótanos de la Aduana, Buenos Aires, febrero de 1913, firmado por Fr. Pedro Iturralde: “Prefecto de Misiones, Fray Pedro Iturralde, Informe al Obispo de Santa Fe, Juan Agustín Boneo, Buenos Aires, sobre las Misiones Franciscanas en la Diócesis (de Santa Fe), 12 de abril de 1898”. 15. ABHPFSM, Caja 25, Misiones Franciscanas, Copia Fiel del Expediente sobre fundación de la Misión existente en los sótanos de la Aduana, Buenos Aires, febrero de 1913, firmado por Fr. Pedro Iturralde, “Secretaría de Cámara y Gobierno, Juan Agustín Boneo, Obispo de Santa Fe, por mandato de Rafael Canale, Secretario de Visita, Buenos Aires, 22 de abril de 1898”.

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dos misiones en las cercanías de los obrajes e ingenios para albergar en ellas a los indios empleados. El prefecto de misiones explicitó los tres ámbitos de la gestión de la orden: en primer lugar, la civilización de los neófitos exigía la instrucción católica así como la asimilación “á nuestra vida nacional, enseñándoles sus deberes de ciudadanos y ejercitándolos en los diversos trabajos y cultivos propios de aquella región, para que se labren una posición social y aseguren el porvenir de sus familias”. En segundo lugar, la empresa más difícil para los franciscanos era librar a los indios de la explotación de la que eran víctimas ya que los indios se debatían entre “vivir miserablemente, sometidos a las explotaciones” o hacerlo “en su estado de salvajismo, cometiendo depredaciones que impiden el progreso de aquellas regiones”. En tercer lugar, Iturralde juzgaba imprescindible “facilitar a la industria los brazos necesarios” pero forzando a los empresarios a abandonar el hábito de viciar y embrutecer a los indígenas. En esta propuesta el prefecto de misiones se amparó en el espíritu del artículo 100 de la Ley de Inmigración y Colonización de 19 de octubre de 1876,16 así como en el acuerdo firmado por la orden con el poder ejecutivo el 23 de junio de 1896 que otorgaba a aquélla un control prácticamente absoluto del territorio otorgado. Fuese cual fuese el modelo elegido por el gobierno nacional, el prefecto de misiones advirtió que se debía asegurar la estabilidad de la misión con la finalidad de satisfacer a la opinión pública, que pedía la redención del indio a través de la ocupación pacífica, tanto militar como colonizadora, del norte argentino.17 El cuadro pintado por Iturralde insistió en los abusos e injusticias que sufrían los indígenas en manos de las instituciones y de los particulares. Se lograrían los altos fines del gobierno nacional entregando a los frailes la completa autoridad sobre los territorios y los indígenas reducidos, el derecho a nombrar las autoridades de la misión, la capacidad de prohibir la venta de bebidas alcohólicas, armas y municiones, y la preeminencia en las relaciones con los industriales. Para obtener el apoyo de las diversas autoridades del Territorio Nacional, Iturralde visitó Formosa y se entrevistó en dos ocasiones con su gobernador, el general Uriburu. Iturralde se dirigió también al ministro Felipe Yofre y le solicitó la entrega de quince leguas al noroeste de Formosa para fundar en ellas al menos dos reducciones de indios. Para ello el prefecto se refirió a los inconvenientes con los que se habían tropezado los franciscanos en las reducciones de la provincia santafesina. En Santa Rosa, San Javier y Sauce, los indígenas habían perdido sus terrenos al empeñarlos a favor de los comerciantes a cambio de bebidas alcohólicas.

16. La ley 817 fue sancionada el 6 de octubre de 1876 con el título de Ley de Inmigración y Colonización. Promulgada el 19 de octubre de 1876, se la conoce como la “ley Avellaneda” por haber sido aprobada durante la presidencia de Nicolás Avellaneda (1874-1880). 17. ABHPFSM, Caja 25, Misiones Franciscanas, Copia Fiel del Expediente sobre fundación de la Misión existente en los sótanos de la Aduana, Buenos Aires, febrero de 1913, firmado por Fr. Pedro Iturralde: “Fray Pedro Iturralde, Buenos Aires, a ministro del Interior Felipe Yofre, Buenos Aires, 24 de abril de 1898”.

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En Reconquista el padre Antonio Rossi había obtenido arados y yuntas de bueyes, pero el encargado de repartir estos instrumentos se había quedado con el 80% de los recursos y con los solares concedidos a los indios. Los neófitos de San Antonio de Obligado corrieron una suerte aún peor: sus tierras fueron entregadas como indemnización a la provincia de Santiago del Estero, y los carros, bueyes, hachas y arados enviados por el gobierno nacional y “utilizados en provecho de los que ejercían la autoridad, y hasta sucedía que el jornal de los indios cuando trabajaban en los ingenios iban a mano de los mismos especuladores”.18 En San Martín Norte o en Colonia Dolores (departamento de San Justo), los franciscanos utilizaron media legua de tierra para alojar a los “restos de la indiada”. Iturralde advirtió que aquellos obstáculos se repetirían en Formosa si expandían su huella misionera sin el amparo de un derecho completo sobre territorios y neófitos.19 La incorporación de los territorios occidentales argentinos afectó también a las poblaciones “chaqueñas” (Teruel, 2000; Trinchero y otros, 1992). Pese a justificar la represión sistemática desplegada por el ejército, Yofre reconoció que los indios eran dóciles y aptos para trabajar en los obrajes e ingenios, que no se les remuneraba suficientemente, y que su supervivencia dependía del trabajo realizado en las misiones para enseñarles sus deberes como “ciudadanos” de la nación.20 El modelo de Yofre repitió el propuesto por Castro Boedo (1873: 240-241) cuando se pensaba que la reducción chaqueña expandiría la cultura nacional en el norte del país. En esta línea, el decreto que organizó y reguló la misión indígena formoseña fue consensuado a partir de las notas e informes escritos por Iturralde entre abril y mayo de 1898, así como de la correspondencia mantenida por el prefecto con diversas autoridades religiosas y civiles del país. La primera propuesta de reglamento formulada por Yofre fue cuestionada artículo por artículo por Iturralde, quien pidió el reconocimiento de su derecho a gobernar social y políticamente la misión, no sólo a administrarla materialmente. Yofre consideraba que esta atribución no debía figurar en la reglamentación resultante porque un buen número de particulares y autoridades rechazaba la posibilidad de que los franciscanos crearan un “gobierno independiente y anticonstitucional” al estilo jesuita. Pero Iturralde creía que este derecho debía “ser expresado claramente, para evitar conflictos y dificultades en el porvenir cuando formen parte del gobierno 18. ABHPFSM, Caja 25, Misiones Franciscanas, Copia Fiel del Expediente sobre fundación de la Misión existente en los sótanos de la Aduana, Buenos Aires, febrero de 1913, firmado por Fr. Pedro Iturralde: “Fray Pedro Iturralde, Buenos Aires, a ministro del Interior Felipe Yofre, Buenos Aires, 31 de mayo de 1899”. 19. ABHPFSM, Caja 25, Misiones Franciscanas, Copia Fiel del Expediente sobre fundación de la Misión existente en los sótanos de la Aduana, Buenos Aires, febrero de 1913, firmado por Fr. Pedro Iturralde: “Fray Pedro Iturralde, Buenos Aires, a ministro del Interior Felipe Yofre, Buenos Aires, 31 de mayo de 1899”. 20. ABHPFSM, Caja 25, Misiones Franciscanas, Copia Fiel del Expediente sobre fundación de la Misión existente en los sótanos de la Aduana, Buenos Aires, febrero de 1913, firmado por Fr. Pedro Iturralde: “Felipe Yofre, Buenos Aires, a ministro de Agricultura, 25 de enero de 1900”.

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otras personas, que ignoren estos antecedentes y el alcance que ahora se da a este artículo en su forma primitiva”. Hubo una expresa discrepancia en cuanto al poder que podía ostentar la autoridad militar y política representada por un comisario: según el gobierno, el comisario debía depender del Ministerio del Interior, mientras que para Iturralde debía quedar sometido al gobernador del Territorio Nacional con la única atribución de vigilar prudentemente a los indígenas. “La razón es obvia”, escribió el prefecto, para quien: Los indios que llevan vida de absoluta independencia no se someten con facilidad a una sumisión que contraría sus hábitos y modo de ser. Sólo un sistema de gobierno paternal y lleno de consideraciones los persuade e induce al orden de una sociedad constituida y regular, pero un comisario que fuese autoridad militar y política absoluta, difícilmente se amoldaría a usar esos medios persuasivos que son indispensables para cambiar el carácter, costumbres y hábitos inveterados de los salvajes.21

Según Iturralde, los franciscanos no pretendían ejercer la autoridad sin control ni sujeción alguna; todo lo contrario, se consideraban “delegados” de un gobierno nacional que ejerciera su autoridad de manera persuasiva y paternal. Si todos coincidían en que la función del franciscano era preparar y asimilar a los indígenas a la sociedad civilizada, enseñarles de manera individual los hábitos de obediencia y sumisión, y formar su carácter para acostumbrarse al orden, al progreso y al respeto a las personas y a la propiedad, quedaba en sus manos una atribución primordial: romper los vínculos de reciprocidad comunitaria y la lógica de la tribu que reconocía como única autoridad al cacique. En palabras de Iturralde: Lo que es verdaderamente inconstitucional es el gobierno de los caciques que hoy impera entre los salvajes del desierto; y considero que no se opone ni al espíritu ni a la letra de la Constitución, que el Gobierno de la Nación constituya en funcionarios públicos y delegados suyos a los misioneros que se esfuercen en suprimirlo; mucho más cuando esos misioneros no serán independientes en su gobierno, sino que dependerán del supremo Gobierno de la Nación.

Otro debate entre el prefecto, el ministro Yofre y el gobierno nacional fue la cantidad de tierra de la que podía disponer la orden en Formosa. En principio, el gobierno pensó en otorgar a los franciscanos cuatro leguas cuadradas para construir un máximo de dos misiones a partir de la delineación de 200 lotes de diez hectáreas cada uno, prometiendo que cada nueva familia recibiese uno de los lotes, mientras que las reducidas que demostraran capacidad de trabajo autónomo se harían acreedoras de un lote de cien hectáreas como “recompensa a los agraciados y de estímulo a 21. En lo que sigue, ABHPFSM, Caja 25, Misiones Franciscanas, Copia Fiel del Expediente sobre fundación de la Misión existente en los sótanos de la Aduana, Buenos Aires, febrero de 1913, firmado por Fr. Pedro Iturralde: “Fray Pedro Iturralde, Buenos Aires, a ministro del Interior Felipe Yofre, 7 de abril de 1900”.

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los demás”. Iturralde calificó de ineficaz esta propuesta porque, dado que se aislaba a las familias como si de un común colono se tratase, no garantizaba la vigilancia de los indígenas y el control de su conversión. De acuerdo con la experiencia de los franciscanos, la mejor opción era ubicar a los neófitos en el ejido de 2.000 hectáreas construido alrededor del pueblo, donde fuesen educados en el trabajo en común a través del uso colectivo de los instrumentos de labranza. Los recursos obtenidos debían servir para socorrer a los indios que fuesen llegando, para educar a los niños y para construir caminos y puentes. Desde esta perspectiva, los indios estarían “reconcentrados” el tiempo necesario para recibir instrucción moral y material, siguiendo, aunque de manera transitoria y no permanente, el método impuesto por los jesuitas en Paraguay antes de su expulsión. Además, los indígenas reducidos no aceptaban abandonar el terreno recibido inicialmente por la orden, porque desde su cosmovisión la tierra no era una simple mercancía intercambiable. Al rechazar esa lógica, su vida estaba sobre la tierra que habitaban y, en palabras del prefecto, “una vez que la familia hubiese cultivado un lote de diez hectáreas no sería fácil inducirla a que lo abandonase por otro aunque fuese mayor, y creería que trataba de explotar su trabajo y se enemistaría con la que le sucediese en el cultivo del lote que dejaba”. El gobierno nacional propuso entregar a los indígenas los lotes en propiedad después de diez años de residencia permanente, prohibiéndoles enajenarlos durante cinco años. Iturralde, en cambio, sugirió otorgar la propiedad al prefecto de misiones para que este último entregara el título respectivo a cada familia convertida y reducida cuando lo considerara oportuno. La experiencia demostraba que “los colonos de los territorios”, es decir, los indígenas, “tropiezan con serias dificultades para obtener sus títulos de propiedad, aun después de haber cumplido con exceso las condiciones de la ley; y á veces para conseguirlo tienen que gastar más de lo que vale el terreno”. Si todo quedaba en manos de los misioneros, el gobierno nacional podía asegurarse “de que no serán defraudados los fines que se propone al fundar la Misión, se facilitará la adquisición del derecho de propiedad á los indígenas, y los Misioneros no podrán aún cuando quisieran disponer del terreno para otros fines que los de la concesión”. Quince años de permanente vigilancia ejercida por los misioneros antes de entregar el título de propiedad daba tiempo a formar a los niños en la escuela para que intercedieran ante sus ignorantes padres, que se habían mostrado hasta entonces “incapaces de conocer sus propias conveniencias”. Lo que estaba en el centro del debate era la explotación y destino de las maderas chaqueñas, así como la injerencia del gobernador del Territorio Nacional de Formosa en el trabajo de los indígenas que vivían en la misión (Scunio, 1971). El gobierno nacional propuso inicialmente que los fondos obtenidos con la venta de las maderas se emplearan en la construcción de edificios públicos, mientras los franciscanos consideraron que debían servir para ejecutar obras de utilidad común con las cuales fuese más fácil superar las dificultades de las comunicaciones y las perjudiciales demoras a causa de la distancia con

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Buenos Aires; en última instancia, los Territorios dependían del poder ejecutivo establecido en la capital del país. Tras este intenso debate, el presidente Julio Argentino Roca resolvió en abril de 1900 autorizar la creación de “misiones a fin de atraer a las tribus indígenas gradualmente a la vida civilizada” en el Territorio Nacional de Formosa.22 Dos décadas antes, cuando Roca también asumió por primera vez la presidencia del país, había afirmado durante la apertura de las sesiones del Congreso que el Estado disponía de 45.151 leguas equivalentes a 110.377.500 hectáreas de tierras fiscales y que “el Chaco desde el Rey al Pilcomayo y desde los ríos Paraná y Paraguay hasta tocar los límites con Salta” era un territorio de “selvas vírgenes aún como en los primeros tiempos de la conquista española” (Mabragaña, tomo IV, 1881-1890: 1-30). Las misiones de Laishí y de Tacaaglé recibieron el nombre de pueblos en el reglamento de principios del siglo xx, y quedaron bajo la dirección inmediata del prefecto y sin que el gobernador pudiese intervenir directamente en la administración. Al mismo tiempo, los gastos originados por la construcción de las dos misiones fueron imputados al fondo especial de tierras establecido en la ley 817 de octubre de 1876, y se les concedió a los misioneros 20.000 pesos de moneda nacional para adquirir semillas, alimentos, vestidos, animales y útiles de labor destinados a las familias indígenas de la misión, así como herramientas para construir templos, escuelas y la oficina de la administración. La administración del prefecto de misiones quedó subordinada a la autoridad del gobernador del Territorio Nacional, así como de los ministros del Interior (que resolvía en caso de conflicto) y de Agricultura. El reglamento incluyó la mayor parte de las propuestas formuladas por Iturralde entre abril y mayo de 1898, como la división de cada misión en 200 hectáreas, cada una para manzanas, subdivididas en cuatro solares para templos, escuelas, administración, plazas y oficinas públicas. Los misioneros empezaron su labor contra reloj, ya que el reglamento inicial les concedió sólo cinco años para reducir entre 200 y 250 familias indígenas. La demostración de la conversión de los neófitos garantizaba al prefecto la entrega de los títulos definitivos de propiedad del “pueblo”. Tal como sugiriera Iturralde, el gobierno nacional fue representado por un comisario sometido al gobernador del Territorio y con una mera jurisdicción militar y policial. En la sintonía de la práctica misionera con la de las autoridades del gobierno nacional, se aplicaron las penas del Código Rural de los Territorios Nacionales, norma que fuera redactada por Víctor Molina y aprobada por el gobierno argentino en agosto de 1894.23 La reglamentación 22. ABHPFSM, Caja 25, Misiones Franciscanas, Copia Fiel del Expediente sobre fundación de la Misión existente en los sótanos de la Aduana, Buenos Aires, febrero de 1913, firmado por Fr. Pedro Iturralde: “Reglamento firmado por el presidente argentino Julio Argentino Roca, y el resto de su gabinete, Felipe Yofre, Amancio Alcorta, Osvaldo Magnasco, Luis M. Campo y Martín Rivadavia, Buenos Aires, 10 de abril de 1900”. 23. Código Rural para los Territorios Nacionales sancionado por el Honorable Congreso Nacional el 14 de agosto de 1894, ley 3088, Sáenz Peña, Manuel Quintana, Edición Oficial, Imprenta y Encua-

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definitiva tuvo que esperar a 1914: con la finalidad de cumplir con el decreto de 10 de abril de 1900 (que fuera modificado por el de 20 de marzo de 1914), el prefecto J. Enrique Guernacini elevó al ministro del Interior el Reglamento Oficial de las Misiones Franciscanas Indígenas del Norte en la República Argentina, que fue aprobado definitivamente por el gobierno nacional el 24 de agosto de 1914, publicado en el primer boletín de la Dirección General de Territorios Nacionales, y archivado en la Misión Indígena de Laishí por el prefecto de misiones fray Buenaventura Giuliani.24

2. El mundo de la reglamentación legal El reglamento para las misiones indígenas del norte argentino elaborado por el prefecto franciscano J. Enrique Guernacini permite observar el inicio de una Misión como la que recibiría el nombre de Tacaaglé. En 1914 el fraile Guernacini cumplió con el decreto de 10 de abril de 1900, que fuera modificado por el de 20 de marzo de 1914, elevando al ministro del Interior el Reglamento Oficial de las Misiones Franciscanas Indígenas del Norte en la República Argentina, que fue aprobado definitivamente por el gobierno nacional el 24 de agosto de 1914. Dicho reglamento tuvo fuerza obligatoria dentro de los límites de la misión. Tomando como base el inciso 15 del artículo 67 de la Constitución del país, los misioneros franciscanos regularon las condiciones de admisión y administración de la misión de la que se encargaran. En el caso de Formosa, tanto la misión de Tacaaglé como la de Laishí. También se basaron en la organización del trabajo de tobas y pilagás, de los bienes de los indígenas y de la gestión de las escuelas, imponiendo castigos y penas a partir del argumento de que el fin era “civilizar a los indios, incorporarlos a la vida social de la nación argentina (Wright, 2008), someterlos a sus leyes, procurar su conversión al catolicismo… enseñarles a trabajar, hacerles propietarios adjudicándoles chacras… y procurarles los medios y elementos de vida y trabajo”.25 La base de esta normativa, es decir, el acuerdo firmado entre los franciscanos y el Ministerio del Interior el 10 de abril de 1910, modificado el 20 de marzo de 1914, aseguró a los indígenas la dernación Latina, Buenos Aires, 1894. Cabe señalar que, ya en mayo de 1886, Roca justificó la autorización de la instalación de gobernadores en los Territorios Nacionales como una política indispensable “para garantir la población que desea ocupar nuestros desiertos”, cerrando así los espacios federalizados (Mabragaña, tomo IV,1881-1890: 147-174). 24. ABHPFSM, Caja 25, Misiones Franciscanas: Reglamento Oficial de las Misiones Franciscanas Indígenas del Norte en la República Argentina, decretado por el Superior Gobierno de la Nación Argentina con fecha 24 de agosto de 1914, Imprenta Tourneamine y Anchea, 1926. Cabe señalar que fue publicado en el primer boletín de la Dirección General de Territorios Nacionales, y archivado en la Misión Indígena de Laishí (en el Territorio Nacional de Formosa, convertido a mediados del siglo xx en estado provincial argentino) por el prefecto de misiones fray Buenaventura Giuliani. 25. En lo que sigue utilizamos: ABHPFSM, Caja 25, Misiones Franciscanas, Reglamento Oficial de las Misiones Franciscanas Indígenas del Norte en la República Argentina, decretado por el Superior Gobierno de la Nación Argentina con fecha 24 de agosto de 1914, Imprenta Tourneamine y Anchea, 1926.

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propiedad sobre las mejoras introducidas en la chacra, así como las casas, corrales, alambrados y las plantaciones. La transformación proyectada por los franciscanos tomó al jefe de familia como sujeto principal e individual de un conjunto de nuevos derechos que observaremos a continuación. El reglamento reguló las condiciones de admisión y conversión de los “neófitos”, según el cual los adultos se obligaban a informar a los misioneros de su voluntad de radicarse. Debían cumplir las órdenes dadas en la misión a cambio de recibir educación, alimentos y vestimenta, y daban su nombre y apellido indígena mientras a los niños se los llamaba con el apellido de la madre si no tenían padre conocido. El sencillo mecanismo de admisión y administración de la misión tuvo una gran similitud con el de una típica colonia agrícola: los indígenas que se presentaban con la voluntad de radicarse en la misión eran entrevistados por el padre superior o prefecto. Daban su nombre y apellido verdadero, es decir, su designación indígena, y los niños eran registrados con el apellido del padre o con el de la madre si aquél no era conocido. Los indígenas admitidos que tuvieran necesidad de ir a trabajar temporalmente fuera de la misión, o quisieran visitar a algún pariente externo, se veían obligados a pedir un salvoconducto al padre superior “á fin de que no sean molestados como vagos”. Finalmente, quienes se retiraban de manera definitiva debían manifestar esta voluntad al misionero para obtener una autorización escrita en la que fuesen eximidos del compromiso contraído. Antes de irse devolvían las herramientas y los útiles de labor pertenecientes a la misión. Además se les prohibió recibir en su casa o en su chacra a huéspedes y agregados, tanto indígenas como cristianos, “sin permiso del padre superior”. En esta lógica el permiso se pedía “en seguida que lleguen los huéspedes, avisando cuántos son, de dónde vienen y adónde van”. Los indios o cristianos que pretendían hospedarse temporalmente en la misión debían solicitar un sitio al misionero. Desde su incorporación a la misión los varones se dedicaban al trabajo y recibían una mínima instrucción doméstica a cargo de una maestra competente designada por el prefecto, mientras las mujeres se ocupaban de los quehaceres domésticos y los niños en edad escolar, es decir, menores de 14 años, eran enviados a la Escuela Indígena, tanto de Laishí, al sur de Formosa, como de Tacaaglé, en la frontera con la República del Paraguay, para “recibir una instrucción primaria apropiada a la mentalidad del indio de Formosa y a las exigencias de la región”. La formación se completaba con instrucción moral, religiosa, civil y social impartida en los días señalados por el padre superior y con la asistencia a las misas en los días festivos. El misionero empezó a controlar las prácticas médicas de los indígenas y asumió la potestad de repartir remedios y de prohibir los juegos “bárbaros y salvajes” o peligrosos para la salud e integridad del cuerpo. Vigiló a los “curanderos, médicos o brujos” que explotaban, desde esta perspectiva, la ignorancia y superstición de los indios; a los que llevaban a los enfermos al monte para curarlos lejos de la misión; y especialmente a los que caían demasiado enfermos como para trabajar. Esta vigilancia alcanzaba también a las costumbres lúdicas. El misionero toleraba “los bailes en-

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tre los paisanos los sábados por la noche, hasta el toque de silencio”, pero era quien marcaba el sitio donde podían tener lugar los encuentros. Tenía derecho a prohibir “las reuniones estrepitosas nocturnas que molestan y privan del descanso a los trabajadores, y las de complot o de excitación a la rebelión que suelen organizar los llamados brujos o médicos”. De este modo, la salud del cuerpo se fusionó con la salud laboral del grupo al prohibir de manera absoluta la introducción de armas, municiones o bebidas alcohólicas en la misión. Sólo los indios con chacras pudieron utilizar escopetas, pólvora y munición de caza para defender los sembrados de loros, palomas, perdices y pájaros perjudiciales, pero se les prohibió prestar las armas a otros indígenas, en su mayoría tobas y pilagás. Los misioneros prohibieron la difusión de doctrinas que calificaban de “subversivas al orden y perturbadoras de la paz”, así como de ideas contrarias a la doctrina católica y a las instituciones del país. Preocupaba entonces la posibilidad de que entre los neófitos recientemente reducidos y convertidos en las misiones del norte prendieran los ideales anarquistas que el Estado observaba en el resto del país entre los sectores populares urbanos y que eran perseguidos a través de diversas leyes, como la de Residencia n.º 4144 del año 1902 (ley Cané por Miguel Cané) o la n.º 7029 denominada de Defensa Social. En la misión sólo se reconoció como autoridad civil a la emanada del gobierno nacional y por ende se prohibió a caciques, brujos, curanderos y médicos “ejercer su pretendida autoridad dentro del territorio de la misión, a excepción de los que fueren reconocidos por el Ministerio del Interior como autoridades subordinadas”. Los misioneros fueron amparados por el hecho de que los indígenas fueron calificados como menores. El artículo 55, por ejemplo, les atribuyó el cuidado de los bienes de la misión “como de bienes de menores”, pudiendo decidir tanto la venta de los bienes producidos por los indios como la compra de instrumentos de labranza para “obtener el mayor provecho posible en beneficio y utilidad de la misión y de sus neófitos”, es decir, de estas personas recién convertidas a la religión católica e incorporadas a la “colectividad”. Desde esta perspectiva, y en especial desde el concepto “colectividad” que se atribuye a la misión, comprendemos el sentido de la prohibición “a todo individuo indígena o no, perteneciente o extraño a la Misión, que saque o trate de sacar de ella a los indios, induciéndolos u obligándolos bajo cualquier forma a abandonar sus propiedades chacras o casas”. La salida de un indio era decidida, en realidad, por el fraile. La misión fue organizada como una persona moral y jurídica constituida por los indios bajo la dirección del padre misionero. El encargado de la administración y gobierno de la misión era en general quien se desempeñaba como superior, bajo la dirección del prefecto o superior de las misiones con la intervención de la Comisión Financiera y la Superintendencia de la Dirección de Territorios Nacionales. En tanto la misión estaba establecida en el espacio delimitado por el Territorio Nacional subordinado directamente al Poder Ejecutivo, pertenecían a esta colectividad las subvenciones, subsidios y asignaciones del gobierno nacional, el producto de la venta de las maderas extraídas de los bosques, el usufructo de las tierras arrendadas a extraños a la misión, y las utilidades

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provenientes del intercambio de mercaderías y productos agrícolas e industriales generados por los indios. Estos últimos conservaron la propiedad de los bienes que traían consigo en el momento de incorporarse a la misión, así como los que les eran entregados para uso personal y doméstico, y los animales y herramientas adquiridos con el fruto de su trabajo. De acuerdo con el Reglamento, no podían enajenar las chacras que se les entregaban en propiedad ni tampoco vender los productos obtenidos con su trabajo a personas extrañas a la misión. Tenían derecho a gastar su jornal, a intercambiar y vender el producto de la caza y la pesca, pero no a vender o permutar los bueyes, caballos, vacas, carros, arados y demás elementos de trabajo que recibían, salvo que fuesen autorizados por el misionero después de comprobar que nadie pretendía explotarlos. De este modo, la misión proyectada por los franciscanos recibía utilidades de la compraventa de sus productos y las invertía en el beneficio de la colectividad. En la lógica franciscana los frailes estaban al servicio de la misión. Durante su permanencia en ella no disponían de dinero ni aprovechaban los productos industriales y agrícolas en beneficio personal. No recibían asignación, salario, subsidio o regalo alguno, sólo alimentos, vestidos, medicinas y los elementos necesarios para vivir dignamente. Desde esta lógica podían entender también lo impuesto a los tobas y pilagás establecidos y en proceso de aprender sus obligaciones y derechos en Tacaaglé. Consecuentemente, los misioneros, el superior y el procurador de la misión eran supervisados mediante frecuentes visitas ordenadas por el padre prefecto de misiones. Los libros de la administración eran examinados cada año por el padre comisario provincial y su consejo, así como por los inspectores enviados por el Ministerio del Interior para inspeccionar la misión. El acuerdo firmado entre el ministro y los franciscanos el 20 de marzo de 1914, y que sirvió de base para este reglamento definitivo del mes de agosto, reguló precisamente los fines de la superintendencia y el control de las misiones, el análisis de los procedimientos empleados y los resultados obtenidos en la “civilización de los indios”. El padre prefecto quedó obligado a elevar un informe anual al Ministerio del Interior. Los misioneros daban cuenta a la Comisión Financiera Honoraria de las Reducciones de Indios de sus gestiones, de las inversiones de las utilidades provenientes del intercambio de mercaderías y de los productos agrícolas e industriales generados por los indios, mencionados más arriba. Es relativamente sencillo entender la mediación ejercida por el misionero entre los “neófitos” y los propietarios industriales y obrajeros que pretendían aprovechar esta mano de obra. De acuerdo con el reglamento, los particulares podían obtener trabajadores de la misión pidiéndoselos al superior, y este último tenía derecho a enviar indios “de entre los que aún no tienen chacras en propiedad, y voluntariamente quieran ir, conviniendo previamente el salario que les pagará”. Es posiblemente uno de los terrenos más complejos: a su vez el misionero se reservaba el derecho de presenciar el pago, por sí mismo o por intermedio de otra persona de su confianza, responsabilidad que entonces podía caer sobre las espaldas de un indio de la misión, todo de acuerdo con las disposiciones

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vigentes sobre el trabajo de los indios. Como veremos en el tercer capítulo, eso permitió a los franciscanos conocer íntimamente a los tobas y pilagás más adeptos a estas actividades productivas, laborales y comerciales. Mujeres y varones indígenas que demostraban cierta obediencia fueron mencionados por uno de los misioneros más conocidos en Formosa, el fraile José Zurflüh de la Misión Tacaaglé, que en las fotografías que sacó durante las décadas de 1920 a 1940 procuró dejar identificados a quienes le ayudaban como intermediarios con el resto de su familia, primero, y de la comunidad, después. El reglamento contempló la posibilidad de aceptar a indios infieles y no “preparados aún para la vida social”, tolerando por un tiempo prudencial tanto los usos y costumbres como el tipo de familia “natural” que aportaban a la misión. La “familia natural” derivaba en una “familia legal” a través del rito matrimonial enmarcado en las leyes civiles y eclesiásticas y “cuando los esposos, suficientemente instruidos se hallen en condiciones de apreciar y cumplir las obligaciones que dichas leyes imponen al respecto”. La normativa incluyó cierta protección a las mujeres, por ejemplo, prohibiendo el castigo y el maltrato físico. Ante la situación de abandono tanto femenino como masculino los franciscanos obligaron a la persona abandonada a informar de esta situación al superior. También resultan sugerentes las prohibiciones que afectaron a los jóvenes ya educados en la misión, que debían solicitar permiso del fraile para formar una familia. Los jóvenes solteros podían rechazar los sacramentos religiosos y formar un tipo de familia calificada como “familia natural”, la cual era registrada por el fraile en un registro especial, pero corrían el riesgo de ser excluidos del racionamiento de alimentos, de la entrega de vestidos y herramientas o de la distribución de chacras para cultivar, exclusiones que les negaban la mínima subsistencia. Durante los primeros seis meses de permanencia en la misión los indios se ocupaban de servicios de utilidad común y eran instruidos en el cultivo de las chacras “sin otra remuneración que el alimento, vestidos, medicinas y enseres domésticos”. Se ocupaban en cortar y aserrar, ayudar en los talleres o conducir madera hasta los puertos. Si manifestaban buena conducta, aprendían con rapidez o eran laboriosos, el fraile podía disminuir el tiempo de preparación a dos meses y admitirlos como trabajadores autónomos. Algunos indígenas que carecían de chacras trabajaban las que les designaba el superior o los encargados y “cada mañana al toque de la campana o del pito, se presentarán todos los que no tuvieren ocupaciones propias, a tomar el desayuno en la Misión y a que se les señale el trabajo que deberán ejecutar en el día”. Otros indígenas más exitosos obtenían una chacra de 25 hectáreas en propiedad y la trabajaban por su cuenta bajo la vigilancia del padre superior. En este segundo caso recibían en préstamo bueyes, arados, rastras y herramientas para cultivar la tierra, viéndose obligados a devolverlos en buen estado a la misión una vez terminadas las faenas, o se les adjudicaban instrumentos en propiedad que amortizaban con los productos de la cosecha. Si el indígena trabajaba una chacra sólo medio día, debía completar la jornada cumpliendo con los trabajos señalados por el fraile. Finalmente,

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cada “indio trabajador” recibía una libreta individual en la que el fraile apuntaba lo que se le entregaba así como los pagos recibidos. Observaremos en el tercer capítulo el peso que supuso la imposición de normas para el fraile José Zurflüh entre los tobas y pilagás. El superior de la misión llevaba un registro diario de la cantidad de horas y de las actividades realizadas por los indios. Tenía libertad para fijar el monto del jornal entregado al indio, pero era supervisado por la Dirección General de Territorios Nacionales. Podía pagar en efectivo o mediante cheques del Banco de la Nación, pero lo más usual era entregar órdenes a cargo de las tiendas formoseñas “cuando los indios quisieren o tuvieren que hacer compras fuera de la misión”. Las transacciones internas en la misión se efectuaban mediante cuentas corrientes y vales expedidos por los frailes a nombre personal de los jefes de familia, con el argumento de que así evitaban el robo o el juego. De acuerdo con el reglamento, las compras con vales tenían un precio fijo que quedaba escrito para que el indio pudiera cerciorarse en cualquier momento de lo que se había llevado y de lo que le quedaba, y verificar también si los empleados habían procedido correctamente. Se previó la posibilidad de que los vales fuesen falsificados a través de la alteración de la numeración o borrando, raspando y alterando su valor. En este caso, los vales eran declarados nulos y retirados de la circulación. Era el indígena varón quien gestionaba la adquisición de mercaderías mediante los vales o a través de la libreta, ya que era él quien permitía la entrega de bienes a la “madre, mujer ó parientes” o a “personas extrañas”, y siempre con conocimiento del superior. Este poder, sin embargo, tenía límites: los frailes podían negarse a entregar algún artículo a un indio si pensaban que era “para darlo en pago por pérdidas en el juego ó por curaciones clandestinas de enfermos”. Los misioneros controlaban el comportamiento de los indígenas a través del racionamiento. Mientras se demostraba que las familias no producían lo suficiente para vivir con holgura, la misión racionaba a todos los indios varones, aun a los que trabajaban por su cuenta y a sus familias respectivas, con 400 gramos de carne, 1 kilogramo de maíz y 30 gramos de yerba por persona, aunque los menores de doce años se contaban dos por uno. Los frailes se ampararon en el artículo 29 para prohibir a las mujeres dar “a extraños la comida, rompa, venda o regale la ropa propia ó de la familia o los menajes domésticos ó de trabajo”. Para retribuir el racionamiento, los indios entregaban un día semanal en trabajo de utilidad común, como arreglo de calles, caminos, alambrados o construcción de talleres. El superior concedía una ración a los enfermos y viejos que no podían trabajar. Uno de los cambios más profundos fue la introducción de la competencia entre los propios indígenas, ya que la conservación de los potreros de bueyes y montados de los indios, así como los carros e instrumentos de trabajo de propiedad de la Misión, eran responsabilidad de quienes hacían uso de ellos. Una de las principales tareas de la misión fue la organización de la escuela primaria, diurna para niños y niñas en edad escolar que vivían en el pueblo o en las chacras cercanas, y nocturna para los varones mayores de edad que lo hacían en los

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pueblos o trabajaban en los talleres. Los que vivían en chacras alejadas respecto al centro misional recibían la visita de maestros costeados inicialmente por la orden y, posteriormente, por el Consejo Nacional de Educación. Los franciscanos se mostraron verdaderamente interesados en organizar la banda de música de San Francisco de Asís de la Misión formoseña de Laishí (Dalla-Corte Caballero, 2011a y 2011b), con mayor presión que en la Misión Tacaaglé. De acuerdo con las imágenes del Convento San Carlos de San Lorenzo, es posible observar que en general se enseñó con ánimo el himno nacional argentino, que se tocaba en la plaza de las misiones en días clave de la historia del país, como el 9 de julio de 1916. Los misioneros también regularon la enseñanza de instrumentos musicales a los varones en horas de la noche. Los contenidos mínimos se adaptaban a lo que los frailes creían que era “la inteligencia de los alumnos” y eran en general impartidos en castellano. Fuera de las horas de clase los niños y las niñas eran enviados por el fraile a trabajar al taller o a la chacra para estimular el ahorro y, especialmente, la organización del tiempo. Se impuso muy pronto un sistema de castigos, ya que los niños y niñas que se adaptaban con más éxito a las exigencias de la misión eran premiados frente a los que se mostraban más reacios a estas imposiciones. En un sentido más general, la misión graduó la vigilancia ejercida sobre los indios: primero, persecución; segundo, consejo; y sólo en última instancia, expulsión de los reincidentes “incorregibles”. El superior imponía los castigos y penas en casos de menor gravedad, como la falta al trabajo sin causa justificada; el incumplimiento del envío de los hijos a la escuela; la contravención al reglamento en cuanto a la organización de bailes y diversiones nocturnas; la introducción de armas, municiones o bebidas alcohólicas; el ejercicio del curanderismo; la provocación de desórdenes, riñas y peleas sin causar lesiones graves; el juego; el robo o la estafa de menor cuantía en chacras o haciendas. Entre los castigos admitidos encontramos la privación de participar en los recreos y diversiones públicas; la obligación de trabajar en la plaza, calles y caminos públicos sin retribución durante una semana; y finalmente la expulsión de la misión, una atribución que tenía el superior para asegurar el orden interno misional. Si los indígenas cometían delitos, contravenciones o crímenes penados por el Código Penal argentino, el reglamento habilitaba la actuación de representantes policiales y militares sostenidos por el gobierno nacional en la Misión, la detención de los neófitos y su consecuente envío a la Jefatura de Policía de la capital del Territorio Nacional, Formosa. La perturbación de la paz y del orden de la misión, la incitación a la rebelión y al abandono de las chacras, o la entrega de armas, municiones y bebidas alcohólicas a los indios eran casos mixtos en los que los misioneros se articularon primero con la policía que el gobierno nacional sostenía en la misión, y luego con la Jefatura de Policía, que iniciaba el sumario y ponía a los contraventores a disposición de la autoridad judicial. Además, dado que estaba prohibido a los indígenas, empleados y personas extrañas a la misión sacar o tratar de sacar a los indios “induciéndolos u obligándolos bajo cualquier forma a abandonar sus propiedades chacras o casas”, los

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frailes podían despedir a los empleados (tras vigilar su conducta, deber y moralidad), expulsar a los indios, y acudir a la autoridad policial si se enfrentaban a “extraños” y particulares sobre los que no tenían ninguna jurisdicción. Los misioneros protegían las chacras invadidas por los animales sueltos, y acudían a los representantes policiales que el gobierno nacional sostenía en la misión. Finalmente, en la armonización de la práctica misionera con la de las autoridades dispuestas en el Territorio Nacional de Formosa, se aplicaron las penas del Código Rural de los Territorios Nacionales, norma que fuera redactada por Víctor Molina y aprobada por el gobierno argentino en agosto de 1894, para garantizar el cumplimiento del reglamento. Toda la organización en la Misión Tacaaglé formó parte de lo que popularmente se llama Gran Chaco (Gordillo, 1992, 2001, 2007; Vázquez, 2011). El Código Rural sometió a los gobernadores de los Territorios Nacionales (en nuestro caso, Formosa y Chaco) a la Oficina de Tierras y Colonias, y les encargó la regulación de la posesión de los terrenos fiscales y la entrega de concesiones con la aceptación del Gobierno Federal. El interés principal fue la preservación de los recursos naturales y los derechos de propiedad de los dueños de los terrenos. La ganadería, caza y pesca fueron reguladas en la sección primera, cuyo título uno prohibió la caza a través del uso de balas, salvo para animales feroces, y habilitó la pesca en tierras públicas. En el título dos trató la construcción de puentes y caminos nacionales y vecinales, así como las cercas y tranqueras, incorporando la jurisdicción de los jueces de paz dependientes del gobernador en el cobro de multas, la jurisdicción municipal, así como la actuación de peritos nombrados por las partes en los conflictos de medianería. En el título cuatro, el transporte, incluyendo acarreadores o troperos de ganado matriculados por el municipio o por el juez de paz, acopiadores, arrieros y conductores. En el título cinco, la ganadería en relación con el amojonamiento de los campos de estancia, la indemnización en caso de animales invasores en zanjas, cercos o plantíos, y el cuidado de los animales de raza. En el título seis, las marcas y señales registradas por el juez de paz. En el título siete, los vicios ocultos y la actuación de los amigables componedores. La venta de hacienda en los mercados y mataderos públicos en el título ocho. Y las enfermedades contagiosas e infecciosas de los ganados en el título nueve, dando jurisdicción a los alcaldes hasta la creación de la Inspección Veterinaria Nacional. La segunda sección del Código Rural se interesó por la agricultura y tuvo aplicación directa en las misiones religiosas del norte argentino. Según el título uno, quienes se dedicaron al cultivo de plantas forrajeras, textiles, cereales, viñas, olivos, morera, remolacha, caña de azúcar o árboles frutales, quedaron exentos de pagar el impuesto de contribución directa por cuatro años, y por diez años en impuestos directos nacionales y municipales en caso de introducción de máquinas, útiles, bueyes y herramientas para la agricultura. Dado que los municipios quedaron sometidos al Departamento Nacional de Agricultura, sus tareas principales eran conservar los cultivos y fomentar la formación de bosques, así como regular el régimen de las aguas de ríos y arroyos destinadas al riego para su equitativa distribución.

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Una veintena de artículos del reglamento establecían, finalmente, las atribuciones de la policía de seguridad rural en cuanto a las contravenciones, con capacidad de actuación en casos de agresión a la vida, el honor y la propiedad, según reza el Código, pero sin jurisdicción para aplicar penas. Las infracciones fueron penalizadas con multa económica a excepción de los delitos comunes, quedando el juez de paz del distrito, y a pedido del alcalde, de la policía o de los particulares damnificados, obligado a iniciar procedimiento sumario, verbal y actuado, dictando sentencia antes de transcurridas las 24 horas. Las penas pecuniarias establecidas por este Código, en caso de no ser satisfechas, se convertirán en la de arresto, a razón de un día por cada cinco pesos. Los individuos condenados por infracciones podrán ser empleados en trabajos de carácter municipal, durante ocho horas diarias como máximo. En los casos de crímenes o delitos, la policía procederá observando el Código de Procedimientos en lo criminal, con la modificación del plazo de 24 horas, que se extenderá hasta el primer correo. Los jueces de paz tenían permitido allanar un domicilio si se probaba la existencia de crimen o delito o fuese necesaria la aprehensión de un criminal. Para organizar reuniones públicas se debía informar a la policía con más de un día de anticipación. El juez de paz podía allanar las casas en las que se efectuaran juegos de azar y detener a los dueños. Persecución a los borrachos pero no a los que portaban armas, ya que la policía no podía restringir el derecho a llevarlas. Finalmente, las autoridades policiales no podían dictar reglamentos sobre la vagancia sino sólo observar a las personas sin “medios de vida”.

3. La frontera del Chaco Central: documentos de los misioneros franciscanos en la impactante Formosa Como venimos observando en el capítulo 2, dedicado a la zona fronteriza argentina del Gran Chaco en el espacio formoseño, la documentación analizada es básica para analizar los ideales tanto de las misiones de los franciscanos construidas en el seno de la Diócesis de Santa Fe, como de las autoridades significativas del Estado nacional argentino. Los informes y pedidos formulados desde el Colegio de San Carlos en San Lorenzo por el prefecto de misiones, el fraile Pedro Iturralde, nos muestran los siguientes temas: la actuación y conocimiento del ministro del Interior y el ministro de Agricultura radicados en Buenos Aires; el rol del obispo santafesino en la constitución religiosa; el papel de los caciques indígenas; el respeto o no a las lenguas indígenas…, todos temas que explicitan la incorporación de la impactante Formosa a través de los grupos tobas primero, y pilagás después del año 1925. Se consolida esta información especialmente con el reglamento oficial de las misiones franciscanas indígenas de la zona norteña de la República Argentina a partir del decreto firmado por el superior gobierno argentino el 24 de agosto de 1914. Esta documentación nos permite demostrar la importancia de las primeras décadas del siglo xx y la concesión dada por el gobierno a los indígenas de las zonas puntuales

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del Río Pilcomayo. En este caso, el prefecto de misiones fraile J. Enrique Guernacini cierra la documentación que ofrecemos en este capítulo en compañía de las autoridades del Territorio Nacional. Informe del Prefecto de Misiones, Fray Pedro Iturralde al Obispo de Santa Fe, don Juan Agustín Boneo, Buenos Aires, sobre las Misiones Franciscanas en la Diócesis (de Santa Fe). San Lorenzo, abril 12 de 1898, Ilmo. y Rmo. Señor Obispo de Santa Fe, Dr. Dn. Juan Agustín Boneo, Buenos Aires. Ilmo. y Rmo. Señor. Después de haber estudiado detenidamente la cuestión de los indios del Chaco, examinando, ya “de visu”, ya por referencias de misioneros antiguos y de otras personas experimentadas, su situación, su modo de ser y sus disposiciones, me confirmo en lo que he manifestado, repetidas veces a VS. Ima., en nuestras conversaciones al respecto, esto es: que los indios, sino todos, muchos se someterían á la vida de la civilización y que el medio para llegar a este resultado es el establecimiento de misiones con elementos suficientes para realizar la empresa y con garantías para asegurar el éxito. Nuestro indio no es tan salvage como se cree. Conoce las ventajas de la civilización y las aceptaría de buen grado si la experiencia se le enseñara que, la mayor parte de las veces, civilización es para él sinónimo de opresión. No soy yo quien lo dice. Lo decía hace ya diez años el entonces capitán D. J. Amadeo Baldrich: “La civilización es para él barbarie y tiranía; explotación, hambre y crueles tratamientos... por desgracia este punto de vista del indio sobre nosotros lo justifica siempre con los hechos” (Baldrich, Las comarcas vírgenes). Y lo que sucedía entonces, sucede hoy. Obligado por las privaciones del desierto, y atraído por el halago de ciertas conveniencias y satisfacciones que le ofrece la vida de las poblaciones fronterizas, el indio se acerca a ellas y se entrega á un rudo trabajo en cambio de una mezquina recompensa. Basta recorrer los establecimientos industriales en que se le ocupa, para conocer las injusticias con que se le trata en la mayor parte de ellos: el Sr. Gobernador de Formosa, Cnel. D. José M. Uriburu, en una circular á los propietarios de esos establecimientos se queja de que: “mantienen á ese indio, el peón más dócil, fuerte y barato, sin alojamiento, á la intemperie y obligado a vivir como vive en sus miserables chozas del desierto, en condiciones tales que no puede civilizar sus costumbres, llegando á veces á carecer hasta del alimento necesario para restablecer sus fuerzas gastadas por el rudo trabajo que se le impone” y añade “es inhumano que al indio no se le atienda como corresponde ó como merece ser tratado un ser racional; el proceder que se observa con ellos es tal, que se sujiere (sic) la idea de que hay tendencia de mantenerlos en su estado primitivo de salvagismo (sic), tal vez con el propósito insano de continuar explotando en provecho propio esa ignorancia que no les permite apreciar su trabajo ni conocer sus derechos”. Por esto, dice el Comandante Baldrich en suya citada obra: “el indio tiene tan falsa idea de nuestra civilización, como gran parte de nosotros lo tenemos respecto á las verdaderas condiciones morales del salvaje, muy superiores á la idea que de ellos nos formamos”. Por esto también parece que el indio fuera refractario á la civilización cuando en realidad es refractario á las injusticias de la civilización. En contacto con el cristiano de la frontera, trabaja con él, observa su modo de ser, ve su avaricia, se da cuenta de la falta de equidad con que recompensa su trabajo, comprende que lo explota, y si se acepta a servirlo es porque la necesidad le obliga á ello; pero tiene su corazón lleno de amarguras y aborrece por instinto á todo hombre civilizado; porque sus elementos de juicio no le permiten entender su vista más allá del estrecho vínculo en que se agita, y ni se imagina siquiera que tras aquella civilización

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opresora que él conoce hay otra civilización cristiana, justiciera y humanitaria. Y esto es lo que debe hacerse conocer al indio, para que lo vea, lo abrace y se asimile a su vida moral, política y social. Es necesario instruirlo y regenerarlo, enseñándole su dignidad y sus deberes, pero esto no se conseguirá sino por medio de nuestra Santa Religión. Sólo la fé y la gracia tienen el poder de ilustrar y regenerar al hombre. Predíquese al indio la primera, rectifíqueselo con la segunda, y ese indio instruido y regenerado moralmente será un elemento social que aportará valiosos elementos al progreso de aquella vasta región del Chaco y facilitará su engrandecimiento. Este resultado se ha de lograr cuando se establezcan misiones entre ellos, pero misiones como he dicho con elementos suficientes para realizar la empresa y con garantías para asegurar su éxito. Dadas las condiciones actuales de los indios, sólo veo dos medios de establecer estas misiones. El primero es fundarlas lejos de las poblaciones de cristianos, manteniéndolas aisladas de estos por un tiempo prudencial; y el segundo formarlas en las cercanías de los establecimientos industriales y con los indios que estos empleen en sus faenas; pero en uno y otro caso es indispensable asegurar estabilidad a la Misión y conceder a los misioneros la autoridad y libertad necesarias para llegar á estos tres resultados; que son a mi juicio los que se deben procurar: primero civilizar a los indios, segundo liberarlos de las explotaciones de que se les hace víctimas, y tercero facilitar á la industria los brazos que necesita para su desarrollo. El primero es un deber constitucional, el segundo una obra humanitaria y justiciera y el tercero una exigencia del progreso de la Nación. Para ello creo que las misiones deben fundarse en conformidad al artículo 100 de la Ley de [Inmigración] y Colonización de 19 de octubre de 1876,26 y en condiciones análogas a las del acuerdo de 23 de junio de 1898. Espero que esta idea merecerá la aprobación y el apoyo de V.S. Ilma. para proponerle al Exmo. Gobierno de la nación. Pidiendo su paternal bendición queda de V.S. Ilma. Affmo. hijo en el Señor Fr. Pedro Iturralde, Prefecto de Misiones. Buenos Aires, abril 22 de 1898. Vista la precedente nota del Rdo. Padre Prefecto de Misiones Fr. Pedro Iturralde aprobamos en cuanto a nos respecta y bendecimos con efusión tan noble y cristiana iniciativa y autorizamos al dicho Rdo. Padre Prefecto para concertar con el Exmo. Gobierno los medios más adecuados para continuar esta obra grandiosa de caridad y civilización comenzada por los celosos e infatigables misioneros franciscanos. Tómese razón en nuestra Secretaría de Cámara y Gobierno y devuélvase original a sus efectos. Juan Agustín Boneo, Obispo de Santa Fe, por mandato de S.E. Imo. Rafael Canale, Secretario de Visita. Buenos Aires, abril 24 de 1898. Exmo. Señor Ministro del Interior Dr. Dn. Felipe Yofre, Buenos Aires. Exmo. Señor: El Colegio San Carlos de Misioneros Franciscanos establecido en San Lorenzo se propone extender al Territorio Nacional de Formosa su acción civilizadora, que hasta ahora se ha desarrollado en la frontera Norte de Santa Fe. Mis antecesores los SS. PP. Fr. Vicente Calosi y Fr. Breste Constanzi han tratado de fundar misiones de indios en el Chaco durante las administraciones de los generales Dn. Manuel Obligado y Dn. Antonio Donovan; pero no lograron sus deseos debido á causas que ignoro. Hoy que un movimiento unánime de la opinión pide la redención del indio, que el Exmo. Gobierno Nacional ha resuelto la ocupación militar del Chaco por medios pacíficos, venimos nuevamente a ofrecer nuestro concurso y

26. La ley 817 sancionada el 6 de octubre de 1876 con el título de Ley de Inmigración y Colonización, promulgada el 19 de octubre de 1876 y conocida como la “Ley Avellaneda”.

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cooperación, para el cumplimiento de un precepto constitucional, la conversión del indio a la religión católica. Esta importa no sólo perfeccionamiento moral del individuo sino también progreso social de los pueblos; y aquel perfeccionamiento y este progreso deseamos promover con las misiones que nos proponemos fundar. E. Ilmo. señor Obispo de Santa Fe Dr. Dn. Juan Boneo, á cuya jurisdicción pertenece el Chaco, nos ha encargado de estas fundaciones. Pero antes de acometerlas ha querido estudiar el asunto con detención, como lo he hecho, visitando aquel territorio, conferenciando con el Sr. Gobernador de Formosa, y con otras personas competentes, y examinando las necesidades y condiciones de aquella Gobernación y de los indios de las industrias radicadas en ella. Las observaciones que se ha sujerido este estudio las he consignado en la adjunta nota al Ilmo. Señor Obispo de Santa Fe, con cuya aprobación y beneplácito vengo a proponer al Exmo. Gobierno de la Nación la fundación de colonias agrícolas indígenas, en conformidad al artículo 100 de la Ley de Colonización de 19 de octubre de 1876 y en condiciones análogas al acuerdo de 23 de junio de 1896. No dudo que V.E. dándose cuenta de la importancia que encierra esta idea le ha de prestar la atención que merece. Saludo con mi consideración más distinguida al señor Ministro. A quien Dios guarde. Fr. Pedro Iturralde. Buenos Aires, mayo 31 de 1899. Al Exmo. Señor Ministro del Interior Dr. Don Felipe Yofre, Buenos Aires. Exmo. Señor: Después de haber visitado nuevamente la Gobernación de Formosa, y con los datos obtenidos me hallo en el caso de ampliar mi nota del 24 de abril próximo pasado, y concretar los propósitos y aspiraciones de los Misioneros del Colegio San Carlos sobre la fundación de Misiones en aquella Gobernación. Nuestro propósito está consignado en mi nota de 12 de abril al Ilmo. Señor Obispo de Santa Fe, y es civilizar á los indios, liberarlos de las explotaciones de que se les hace víctimas, y facilitar á la industria los brazos que necesita para su desarrollo. Por civilizar á los indios entendemos, no sólo instruirlos en nuestra Santa Religión, sino también asimilarlos á nuestra vida nacional, enseñándoles sus deberes de ciudadanos y ejercitándolos en los diversos trabajos y cultivos propios de aquella región, para que se labren una posición social y aseguren el porvenir de sus familias. Así también se conseguirá facilitar a la industria los brazos, que no pueden conseguir de los extraños, sino a costa de sacrificios y desembolsos considerables puesto que, el indio es el peón más dócil, fuerte y barato que se encuentra allí, como lo dice muy bien el Sr. Gobernador de Formosa en la circular que cito en mi nota al Ilmo. Señor Obispo. Librar a los indios de la explotación de que se les hace víctima, es lo más difícil de nuestra empresa. Que el indio se le explota no tengo necesidad de probarlo. Las circulares del Sr. Gobernador de Formosa que deben figurar en ese Ministerio, las relaciones de los exploradores y de los agrimensores que han censurado aquellos territorios, se excusan de añadir nada á lo que digo al respecto en la nota al Ilmo. Señor Obispo de Santa Fe. Mi opinión personal sobre la condición actual de los indios es que se hallan en esta dura alternativa, ó vivir miserablemente, sometidos a las explotaciones de que he hablado, ó vivir en su estado de salvajismo, cometiendo depredaciones que impiden el progreso de aquellas regiones. Se dirá que estas explotaciones han de concluir una vez que los misioneros reúnan a los indios, funden misiones e instruyan a los neófitos, pero la experiencia nos demuestra lo contrario. Es difícil que el hombre abandone, en un día, hábitos contraídos en muchos años de una vida viciosa. Y esto que sucede entre los civilizadores, sucede con más razón entre los salvajes. Sólo paulatinamente se logra modificar sus costumbres y desarraigar sus vicios. Entretanto, la especulación fomenta esos vicios y malas costumbres; y no se podrá impedir esa especulación, ni los funestos males

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que produce, si los misioneros no cuentan con medios para ello. Esto es lo que ha sucedido hasta ahora en nuestras reducciones. No me es posible, ni intento relatar todos los hechos que pudiera en apoyo de mi afirmación: pero citaré algunos que bastan para formar idea de los inconvenientes con que han tropezado los misioneros en sus trabajos. A la indiada de San Martín, el Gobierno nacional le pasaba racionamiento, y paga a algunos indios, asimilados a los oficiales del Ejército. Pero sucedía que cuando llegaba el comisario pagador y el proveedor, casi todo iba a parar a mano de algunos bolicheros, que habían adelantado a los indios en bebidas, los sueldos y á veces hasta las raciones que les correspondían. Un jefe del fortín que había en la reducción y encargado al mismo tiempo de los indios, tuvo la previsión de economizar mensualmente algunos animales de los que el Gobierno destinaba para la alimentación de la indiada. De este modo llegó a tener cerca de 300 entre bueyes y novillos con los que hacía que los indios trabajasen cada una de sus chacras. Pero fue, después de él, otro jefe, que vendió a vil precio los animales y se quedó con el importe, esterilizando de este modo las buenas intenciones y propósitos de su antecesor. A los mismos indios el Gobierno Provincial les había donado 4 leguas de campo: pero cierta persona influyente arregló las cosas de tal modo que la indicada fuese despojada de aquel terreno. Los misioneros, por más esfuerzos que hicieron, no pudieron impedir semejantes abusos. Sólo consiguieron después de ocho años de gestiones que á los restos de la indiada se les diera media legua de campo; y aún hoy, después de once años, no se han conseguido las escrituras de él. En Santa Rosa la mayor parte de los indios han perdido sus terrenos por haberlos empeñado a los comerciantes a cambio de bebidas. Otro tanto ha sucedido aunque en menor escala en San Javier y el Sauce. Para los indios de Reconquista el P. Antonio Rossi consiguió del Gobierno Nacional 10 arados y 10 juntas de bueyes; pero el encargado de repartirlas sólo entregó 2 arados y 2 juntas de bueyes, quedándose con lo demás. De 38 solares concedidos a los indios, sólo 20 se entregaron a sus dueños, porque el padre misionero pudo pagarle las escrituras con sus ahorros. Los 66 restantes han servido a la especulación. A la indiada de San Antonio de Obligado el Gobierno Nacional le destinó 49 kilómetros cuadrados de terreno, nueve carros y una gran cantidad de bueyes, hachas, arados, etc. La mayor parte de estos objetos fueron utilizados en provecho de los que ejercían la autoridad, y hasta sucedía que el jornal de los indios cuando trabajaban en los ingenios iban a mano de los mismos especuladores. Finalmente para completar este cuadro de abusos e injusticias, los indios fueron despojados de sus terrenos, para darlos en indemnización por unos terrenos cedidos a la Provincia de Santiago. Podría extenderme sobre este tópico, pero que bastan estos datos creo para que V.E. se convenza, que sólo dando esa autoridad a los P.P. Misioneros se lograrán los altos fines que el Exmo. Gobierno y los mismos misioneros se proponen al fundar reducciones de indios. En consecuencia solicito de V.E. se conceda a los misioneros del Colegio San Carlos la concesión que fue de P. Cabanius (hoy caduca) situada unas 15 leguas al N.O. de Formosa para fundar en ella reducciones de indios en condiciones análogas a las del acuerdo de 23 de junio de 1896. También solicito que las autoridades de la reducción sean nombradas por el Exmo. Gobierno Nacional a propuesta del Prefecto de Misiones, que sean renovables cada año y que, faltando algunos de ellos por muerte ú otras causas pueda el mismo Prefecto nombrar otras en Comisión, mientras recaba del Gobierno el nombramiento efectivo, lo que deberá hacerse en un término perentorio. Finalmente, cumplo con el deber de manifestar a V.E. la conveniencia de que se dicte una ley protectora de indios y que mientras no se sancione esta, se tomen algunas medidas de carácter general, prohibiendo la venta de bebidas alcohólicas y de armas y municiones á los indios y reglamentando sus relaciones con los industriales, a fin de reprimir los abusos que

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estos cometen contra aquellos. Esperando una resolución favorable del ilustrado criterio de V.E. tengo el honor de saludar, con mi consideración más distinguida, al Sr. Ministro. A quien Dios guarde, Fr. Pedro Iturralde, Prefecto de Misiones. Buenos Aires, enero 25 de 1900. A S.E. el Señor Ministro de Agricultura: en abril del año pasado se ha presentado a este Ministerio una solicitud del P. Fr. Pedro Iturralde, Prefecto del Colegio de San Carlos en San Lorenzo, proponiendo el establecimiento de una Misión en el territorio del Chaco, y la concesión de un área de tierra, situada al N.O. de Formosa, para fundar en ella el establecimiento destinado á la reducción del indio. Como existe en ese departamento una petición de reconsideración al decreto que declarara la caducidad de la concesión del Sr. Manfredo Hertelendi, cuyas tierras son hoy solicitadas por la Misión a que se refiere, encarezco a V.E. una pronta resolución a la cual podría servir de fundamento el dictamen del Procurador del Tesoro que corre en el mismo expediente. Para poner en práctica las atribuciones que la ley confiere a este Ministerio, en cuanto se refiere al trato con los indios, es menester facilitar la obra que los misioneros se proponen ejecutar al tratar de reducir al salvaje que habita en el interior del Chaco, usando de los medios pacíficos, que le hagan comprender las ventajas de la vida civilizada, y los sustraigan de las persecuciones que por razones de seguridad se llevan contra ellos. El indio del Chaco es dócil y apto para el trabajo, como lo ha comprobado su presencia en los obrajes e injenios de esa región, en donde por lo general se ha visto mal remunerado y expuesto a exigencias que han estado lejos de consultar la equidad; y por esto es que a la par del trabajo que le produzca cuanto le sea necesario para la subsistencia, resultaría doblemente provechoso poderlo colocar en condiciones que alcance no sólo la protección de las leyes, que amparan los derechos del habitante, sino también los derechos y deberes del ciudadano. Así pues a fin de poder resolver el establecimiento de esa Misión, necesito conocer previamente si la Nación conserva o no la propiedad de las tierras que se solicitan, saludo a V.E., Felipe Yofre. Buenos Aires, abril 7 de 1900. A su E. el señor Ministro del Interior don Felipe Yofre. Exmo Señor: en cumplimiento de la indicación que V.E. se sirvió hacerme, tengo el honor de exponer por escrito las razones en que apoyo las modificaciones que juzgue convenientes introducir, en el proyecto de fundación de una Misión indígena en la Gobernación de Formosa, por los misioneros franciscanos de mi Colegio. Pero no limitaré a esto mi escrito; sino que me permitiré hacer algunas lijeras observaciones a cada uno de los artículos del proyecto a fin de que resulten mejor los propósitos de los Misioneros y la conveniencia que puede haber en secundarlos. Artículo 1.º: Este artículo está redactado en la misma forma aunque V.E. lo redactó, en el proyecto que formuló en julio del año pasado, pues la mente de V.E. es que sean los misioneros quienes funden la Misión, a fin de dejarles completa libertad de acción; y es conveniente también que así sea, para que asuman la responsabilidad de su obra, ya que ellos la fundarán y organizarán. Artículo 2.º: V.E. se propone que los misioneros administren y gobiernen la Misión: pero piensa que es mejor no expresarlo. Por eso se limita a establecer que: la administración de la Misión estará a cargo de los misioneros, etc., entendiendo dar a estos no sólo la administración material y económica de la Misión sino también la social y política. Esto mismo entiendo yo que debe hacerse; pero considero que debe ser expresado claramente, para evitar

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conflictos y dificultades en el porvenir cuando formen parte del Gobierno otras personas, que ignoren estos antecedentes y el alcance que ahora se da a este artículo en su forma primitiva. En cuanto al hecho en sí mismo, de que los misioneros gobiernen la Misión, podrán hacerles objeciones de orden legal, sosteniendo que ese gobierno es inconstitucional; porque viene a ser una especie de gobierno independiente dentro del país; y así sería en efecto si los misioneros lo constituyeran y ejercieran por su propia autoridad, y sin control ni sujeción alguna, pero si sucede esto, puesto que lo establece el Gobierno Nacional, y ellos lo ejercen como delegados de éste. Por otra parte se trata de asimilar a nuestra sociedad elementos que no están preparados para ello; y es necesario educar esos elementos; hay que formar el carácter de esos hombres, inculcarles hábitos de obediencia y su Misión a que no están acostumbrados, y enseñarles que el orden y el respeto a las personas y a la propiedad son la base de la sociedad, y causa del bien estar individual y del progreso de los pueblos; pero todo eso no puede hacerse por medio de la imposición de una autoridad, que no comprenden, sino de las persuasiones de un gobierno paternal que poco a poco y con amor se les insinúe y los persuada. Además lo que es verdaderamente inconstitucional es el gobierno de los caciques que hoy impera entre los salvajes del desierto; y considero que no se opone, ni al espíritu ni a la letra de la Constitución, que el Gobierno de la Nación constituya en funcionarios públicos y delegados suyos a los misioneros que se esfuercen en suprimirlo; mucho más cuando esos misioneros no serán independientes en su gobierno, sino que dependerán del supremo Gobierno de la Nación. Artículo 3.º: Aunque la superficie del terreno destinado a la Misión es mucha, sin embargo la parte utilizable por lo pronto es poca, y corre a lo largo de la diagonal con una longitud de más de 5 leguas por una o menos de ancho, de modo que si se estableciese un solo pueblo en el centro quedaría más de tres leguas de los extremos y no se podría vigilar ni educar a los indios. Por eso en el párrafo A) de este artículo se determina la delineación de dos pueblos, de los cuales se poblará uno por lo pronto, como se establece en el Artículo 60.º, y el otro se dejará para cuando las necesidades de la población lo exijan. En el párrafo B) del proyecto primitivo se determinaba la delineación de 200 lotes de 10 hectáreas, para ejido de los centros urbanos, y en el Artículo 5.º establecíase que á cada familia se le entregase un lote de estos para que se ejercitase en los trabajos, y en el 7.º se ordenaba que cuando los misioneros juzgasen que los indios podrían trabajar por sí solos, les dieran un lote de 100 hectáreas de fondo, los de 10 para las nuevas familias que se redujesen. Estas disposiciones ofrecían serias dificultades para la práctica. En primer lugar habría que enseñar á trabajar la tierra a cada familia aisladamente en su propio lote, lo que sería muy costoso y poco eficaz; y en segundo lugar, una vez que la familia hubiese cultivado un lote de 10 hectáreas no sería fácil inducirla a que lo abandonase por otro aunque fuese mayor y creería que trataba de explotar su trabajo y se enemistaría con la que le sucediese en el cultivo del lote que dejaba. Además serían mucho mayores los gastos que originaría la delineación de 400 lotes de 10 hectáreas que la de dos de 2.000 hectáreas. Por este motivo me parece mejor que alrededor de cada pueblo se deje 2.000 hectáreas para ejido. Así los misioneros podrían enseñar á los indios a trabajar en común, su enseñanza sería más eficaz, los productos servirán para beneficio de todos; cuando los indios puedan trabajar por sí mismos no tendrán inconveniente en aceptar el lote que se le dé, el terreno del ejido quedará siempre libre para la enseñanza práctica de las familias que se reduzcan, y cuando no sea necesario para esto servirá para el que [...] de los animales del vecindario. Los párrafos C) y D) de este artículo, así como los artículos IV y V no necesitan observación. Artículos 5.º y 7.º: El fin de estos artículos es tener a los indios reconcentrados el tiempo necesario para poderlos instruir más fácilmente tanto en lo moral como en lo material. Por

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eso se establece en el primero que se les dé la posesión de un solar en el pueblo. Aquí creo oportuno manifestar a V.E. que nuestro propósito es poner en práctica un método análogo al que usaron los RR. PP. de la Compañía de Jesús en el Paraguay, pero no como sistema permanente, sino como recurso transitorio. Es decir que pensamos reunir los indios en el pueblo y hacerlos trabajar en grupo hasta que sean capaces de trabajar solos. Cuando llegue este caso daremos á los que se distingan por su buen comportamiento y capacidad, las 100 hectáreas que prescribe el artículo 7.º, lo que servirá de recompensa a los agraciados y de estímulo a los demás. Artículos 8.º y 9.º: El artículo 8.º no necesita de aclaraciones. En el 9.º he añadido que el producto del usufructo de los terrenos que se concede a los misioneros será para beneficio de la Misión, en la inteligencia de que se podrá invertir, ya en socorrer a los indios y sus familias, ya en la educación de los niños, y ya finalmente en beneficio y obras de pública utilidad. Artículo 10.º: En el proyecto formulado por V.E. se establece que el Gobierno otorgará a los indios los títulos de propiedad después que ellos llenen ciertas condiciones impuestas por el mismo. Esto acarrearía inconvenientes en la práctica como lo enseña la experiencia; pues acontece frecuentemente, que los colonos de los territorios tropiezan con serias dificultades para obtener sus títulos de propiedad, aun después de haber cumplido con exceso las condiciones de la ley; y á veces para conseguirlo tienen que gastar más de lo que vale el terreno. Todos estos inconvenientes se remedian otorgando los títulos de propiedad al Prefecto de Misiones ó al representante legal de las mismas con la obligación de que á su debido tiempo otorguen á cada familia indígena el título de respectivo lote y con la cláusula de que no podrán ni disponer ni usar del terreno sino en conformidad con este decreto. Así el gobierno tendrá la garantía de que no serán defraudados los fines que se propone al fundar la Misión, se facilitará la adquisición del derecho de propiedad á los indígenas, y los Misioneros no podrán aún cuando quisieran disponer del terreno para otros fines que los de la concesión. Artículo 11.º: El fin de este artículo es garantir a los indios, por el mayor tiempo posible, la posesión y propiedad de sus terrenos, y para ello se establece que a los diez años de haber entrado a la Misión, se les den los títulos de propiedad, y que no puedan enajenar sus lotes en otros cinco años. Tal vez parezca excesivo el tiempo de quince años, para que los indios puedan disponer de sus propiedades; pero hay que tener en vista que, por su ignorancia completa, y su falta de previsión, son incapaces de conocer sus propias conveniencias; y es necesario que para cuando puedan vender sus terrenos tengan quienes estén en condiciones de asesorarlos; y nadie mejor que sus hijos educados en esta escuela y habituados á una vida de arraigo en la Misión. Artículo 12.º: El Gobierno necesita una garantía de que los misioneros no obrarán contra las disposiciones de la concesión, y por eso declara nulo todo lo que hagan dando a los terrenos un destino distinto al establecido en el decreto, y que en caso contrario volverán a ser propiedad del fisco. Creo que este artículo debería ser ampliado comprendiendo en sí no sólo los terrenos sino también las maderas que se explotan, de acuerdo con lo que se dispone en el artículo 14.º. Artículo 13.º: El alcance de este artículo está a la vista. Su objeto es que el gobierno pueda disponer de los terrenos de la Misión en caso de que esta no diera los resultados apetecidos. Artículo 14.º: La explotación de los bosques en la forma en que lo establece este artículo es necesaria y lógica; pero para prevenir cualquier abuso se determina el destino que debe darse a las maderas, y que el excedente sea vendido con intervención del Gobernador del Territorio. En el proyecto de V.E. se establecía que el importe de ellas debía emplearse en edi-

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ficios públicos y previa autorización de ese Ministerio. Me parece inconveniente establecer que su importe sea empleado en beneficio de la Misión; pues así podrá emplearse en edificios públicos, ó en la ejecución de otra obra de utilidad común. Para garantía de que los fondos serán invertidos debidamente creo suficiente la obligación de rendir cuenta documentada de su inversión; pues la autorización previa podría ocasionar demoras perjudiciales á causa de las distancias y de las dificultades de las comunicaciones. Artículo 15.º: En cuanto a la confección del reglamento prescrito por este artículo, nada tengo que añadir a las observaciones hechas en mis notas de 12 de abril y 31 de mayo del año pasado, por obras en el expediente respectivo. Artículo 16.º: En el proyecto de V.E. se establecía que el Comisario ó delegado especial, dependiese directamente del Ministerio del Interior. Pero se parece más conveniente que dependa del Gobernador del Territorio; pues así habrá una autoridad inmediata que lo vigile, y reprima sus abusos, en caso de que los cometa. También establecía V.E. que dicho Comisario fuese en la Misión la autoridad militar y política. La experiencia nos ha enseñado que tales autoridades han sido la causa principal del poco éxito de nuestras misiones; y la razón es obvia. Los indios que llevan vida de absoluta independencia no se someten con facilidad a una sumisión que contraría sus hábitos y modo de ser. Sólo un sistema de Gobierno paternal y lleno de consideraciones lo persuade e induce al orden de una sociedad constituida y regular, pero un Comisario que fuese autoridad militar y política absoluta, difícilmente se amoldaría a usar esos medios persuasivos que son indispensables para cambiar el carácter, costumbres y hábitos inveterados de los salvajes. Por eso creo que la acción del Comisario debe ser la de guardar el orden en la Misión, de acuerdo con los misioneros, y garantir la seguridad de la misma contra las agresiones de que pudiera ser objeto por parte de los otros indios, para ello basta que ejerza las funciones militares y policiales. Artículos 17.º y 18.º: Estos dos artículos los he redactado como V.E. los redactó. Artículo 19.º: En este artículo V.E. establecía que el Prefecto recabase fondos á medida que los necesitase y que debía rendir cuentas previamente de toda cantidad recibida para que se le pudiera entregar otra. Esta disposición se ajusta a las reglas que deben presidir a una administración bien organizada, pero en este caso hay razones especiales que aconsejan otro proceder. Se trata de reunir una indiada numerosa y de facilitarle todo lo necesario, y poco se proveerá a las necesidades que ocurran si el gobierno no facilita sino pequeñas partidas y con obligación de rendir previa cuenta de la inversión de una para conceder otra. Además con este procedimiento habría que comprar las cosas de a poco y en cortas cantidades, con aumento notable en el precio, lo que sería sumamente perjudicial y disminuiría el valor de la cantidad acordada, ya de por sí reducida, para una obra de tal magnitud. Estas solas consideraciones justifican la forma en que he creído deber redactar este artículo. Creyendo dejar satisfechos los deseos de V.E. tengo el honor de saludar con mi más distinguida consideración al señor Ministro. A quien Dios guarde, Fr. Pedro Iturralde, Prefecto de Misiones. Buenos Aires, abril 10 de 1900. Vistas las notas que anteceden del Prefecto de Misiones, Señor Pedro Iturralde en representación del Colegio San Carlos de Misioneros Franciscanos y considerando: Que es necesario regularizar la situación del indio de la República, para evitar que se repitan los actos de depredación cometidos recientemente por algunas tribus indígenas del Territorio de Formosa, llevando la inquietud a las poblaciones inmediatas; que la Constitución Nacional atribuye al Honorable Congreso la facultad de conservar el trato pacífico con

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los indios, promoviendo su conversión al catolicismo; que el artículo 100 de la ley de 19 de octubre de 1876, concordante con esa disposición, autoriza al Poder Ejecutivo para crear misiones, a fin de atraer a las tribus indígenas gradualmente a la vida civilizada; que por tanto el misionero está especialmente llamado a realizar con éxito esa obra humanitaria. El presidente de la República resuelve: Artículo 1.º: Autorízase a los misioneros franciscanos del Colegio San Carlos a fundar una Misión de indios en el Territorio de Formosa, en un terreno de 74.000 hectáreas, dentro de los límites siguientes: al N la concesión Moses, Canon y Berreta y la propiedad de F. Schieroni; al E campos fiscales y parte de la concesión Vigneau; al S campos fiscales y la propiedad de la sucesión Vernet, y al O campos fiscales y la propiedad de M. Piñero Sorondo. Artículo 2.º: La administración y gobierno de la Misión estará a cargo de los misioneros nombrados en el artículo anterior bajo la dirección inmediata del Prefecto de Misiones, y éste mantendrá las relaciones necesarias con el Gobierno Nacional por intermedio del Ministerio del Interior. Artículo 3.º: El Ministerio de Agricultura dispondrá lo conveniente para que á la mayor brevedad se verifique la mensura y división de aquella superficie como sigue: A) Formación de dos pueblos de 200 hectáreas cada uno, divididos en manzanas de una hectárea y subdivididos estos en cuatro solares; B) Alrededor de cada pueblo se delinearán 2.000 hectáreas para ejido de los centros urbanos; C) Alrededor de cada ejido se trazarán por ahora solamente 185 lotes rurales de cien hectáreas cada uno; D) El trazado de calles y caminos se hará teniendo en cuenta las condiciones generales de la ubicación. Artículo 4.º: Para el emplazamiento de esos dos centros urbanos serán consultados el Gobernador del Territorio y el Prefecto de Misiones ó la persona que allí lo represente, y en caso de divergencia resolverá el Ministro del Interior. Artículo 5.º: En los centros urbanos el Prefecto de Misiones, de acuerdo con el Gobernador del Territorio, hará la designación de solares que considere necesario conservar para templos, escuelas, administración, plazas y oficinas públicas. Artículo 6.º: Los misioneros comenzarán por poblar uno solo de los centros y a cada familia que se reduzca abandonando su tribu la pondrán en posesión de un solar en el pueblo donde ha de formar su hogar. Artículo 7.º: El terreno de los ejidos se considerará como campo de servicio común y de enseñanza práctica de las familias indígenas; y cuando los misioneros consideren que una de estas se halla en aptitud de trabajar de por sí sola que más adelante ha de constituir su propiedad, la pondrán en posesión de un lote rural de 100 hectáreas siguiendo el orden correlativo en su distribución. Artículo 8.º: Tan luego como el aumento de población de las dos colonias lo exija el P.E. dispondrá el trazado de otros 160 lotes rurales de cien hectáreas cada uno de ellos como los indicados en el párrafo C) del artículo 3.º del presente decreto. Artículo 9.º: El área de terreno que en definitiva resulte libre de división, dentro del perímetro general destinado á la creación de esta Misión indígena, así como la de los lotes rurales delineados podrán ser aprovechados en usufructo por los misioneros para beneficio de la misma Misión, mientras no se entreguen a las familias de indios reducidos. Artículo 10.º: A los 5 años de verificada la entrega a los misioneros del terreno medido y subdividido, si estos hubiesen reducido doscientas familias, por lo menos, y entregado a cada una la posesión del área determinada en el artículo 7.º, el Gobierno Nacional otorgará al Prefecto de Misiones ó al representante legal de las mismas los títulos definitivos de propie-

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dad, que serán acordados libres de todo gravamen, con la cláusula que determinen las leyes vigentes y con sujeción a las condiciones de los dos artículos siguientes. Artículo 11.º: A los diez años de residencia de cada familia en la Misión, los misioneros le otorgarán libre de todo gravamen los títulos correspondientes de propiedad con la cláusula que no podrán enajenarla durante los primeros cinco años, a contar de la fecha de su otorgamiento. Para las familias que se formen en la Misión se computarán los diez años de residencia, desde el día en que la familia del marido entre a formar parte de la misma. Artículo 12.º: Bajo ningún concepto podrán los misioneros dar á estos terrenos otro destino que el establecido en este decreto. En caso contrario los terrenos cedidos en contravención a él, volverán a ser propiedad del fisco, y el Gobierno podrá dejar sin efecto esta concesión. Artículo 13.º: Si á los cinco años de la fecha en que se haga entrega a los misioneros del terreno medido y dividido como se dispone en el artículo 10.º no se hubiesen reducido 250 familias por lo menos, el Gobierno podrá dejar sin efecto esta concesión sin que los misioneros puedan alegar derecho alguno sobre el terreno, ni sobre las mejoras introducidas. Artículo 14.º: Los bosques existentes en el terreno podrán ser explotados hasta colocar sus tierras en condiciones de ser aprovechadas en el objeto para que se destinan, utilizando las maderas en el consumo interno y obras de utilidad común, y si hubiese excedente será enajenado por los misioneros con intervención del Gobernador del Territorio y su importe empleado en beneficio de la Misión, dando cuenta documentada de la inversión al Ministerio. Artículo 15.º: El Prefecto del Colegio de San Carlos elevará al Ministerio del Interior para su aprobación un proyecto de reglamento general que ha de regir la dirección y administración de la Misión Indígena, debiendo figurar entre sus disposiciones lo relativo á la venta de bebidas alcohólicas y de armas, a los indios, así como las medidas necesarias tendentes a evitar que puedan ser explotados los indígenas de la Misión cuando prestaren sus servicios personales fuera de ella. Artículo 16.º: El Poder Ejecutivo Nacional estará representado en la Misión por un comisario o delegado especial que dependiendo del Gobernador del Territorio ejerza allí las funciones militares y policiales y tenga á sus órdenes el personal necesario para vigilar que se cumplan las disposiciones del reglamento de que habla el artículo anterior. Artículo 17.º: El Gobernador del Territorio prestará al delegado especial de la Misión el auxilio que le requiriese para la ejecución de los deberes de su cargo; y sin tomar intervención directa en el gobierno interno de la Misión, hará al Ministerio del Interior las consideraciones que creyere oportunas respecto a la marcha de la misma. Artículo 18.º: Destínese la cantidad de veinte mil pesos moneda nacional para la adquisición de semillas, alimentos, vestidos, animales y útiles de labor para las familias indígenas de la misión, y construcción de edificios para templos, escuelas y administración. Artículo 19.º: El Prefecto de Misiones solicitará oportunamente la entrega de fondos hasta cubrir el crédito acordado en el artículo anterior, debiendo rendir cuenta documentada de su inversión. Artículo 20.º: Los gastos que origine la ejecución del presente decreto imputarán al fondo especial de tierras creado por ley n.º 817 de octubre de 1876. Artículo 21.º: Comuníquese, publíquese e insértese en el Registro Nacional. Firmado: Julio Argentino Roca, Felipe Yofre, Amancio Alcorta, Osvaldo Magnasco, Luis M. Campo, Martín Rivadavia.

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Reglamento Oficial de las Misiones Franciscanas Indígenas del Norte en la República Argentina, decretado por el Superior Gobierno de la Nación Argentina con fecha 24 de agosto de 1914. “Objeto y fin de la Misión. Condiciones de Admisión. Artículo 1.º: El único fin y exclusivo de la Misión es civilizar a los indios, incorporarlos a la vida social de la Nación Argentina, someterlos a sus leyes, procurar su conversión al catolicismo, conforme al Artículo 67, inciso 15 de la Constitución Nacional, enseñarles a trabajar, hacerles propietarios adjudicándoles chacras en conformidad al acuerdo del 10 de abril de 1910, modificado por el de 20 de marzo de 1914, y procurarles los medios y elementos de vida y trabajo. Artículo 2.º: Para la consecución de estos fines, la Misión recibirá, según se lo permitan los recursos de que disponga, a los que quieran incorporarse a ella, bajo las condiciones siguientes: a) los indios que se incorporen a la Misión se comprometen a radicarse en ella, y a observar este reglamento, cumpliendo las obligaciones que le impone; b) la Misión a su vez se compromete a racionarlos, educarlos y proveerlos de lo necesario, de acuerdo con el mismo Reglamento. Artículo 3.º: Todo indio que quiera ser recibido en la Misión se presentará al Padre Superior de ella, dentro de las 24 horas de su llegada, manifestando su voluntad de radicarse. Artículo 4.º: Al ser recibido deberá dar su nombre y apellido verdadero, sirviendo para este último su nombre indígena. Los hijos llevarán el apellido del padre o de la madre, cuando no sea el padre conocido. Artículo 5.º: Cuando los indios recibidos con el compromiso del inciso a) del Artículo 2.º tuviesen necesidad o quisiesen ir a trabajar temporariamente fuera de la Misión, o a visitar a sus parientes, pedirán permiso al Padre Superior de ella, quien les dará un salvoconducto á fin de que no sean molestados como vagos. Artículo 6.º: Los indios que quisieren retirarse definitivamente de la Misión manifestarán su voluntad al Padre Superior, quien los autorizará por escrito declarándolos eximidos del compromiso contraído, y exigiéndoles la devolución de las herramientas y útiles de labor pertenecientes a la Misión. Disposiciones Generales Artículo 7.º: Desde su incorporación a la Misión los hombres serán dedicados al trabajo; las mujeres se ocuparán en sus quehaceres domésticos y los niños asistirán a la escuela. Artículo 8.º: Los indígenas mayores de 14 años, admitidos en la Misión de acuerdo con el decreto de 20 de marzo ppdo, y este reglamento, recibirán instrucción doméstica en la misma por una maestra competente designada por el Prefecto o el Superior, y los comprendidos en la edad escolar concurrirán a las escuelas de la Misión en las que se les dará instrucción primaria apropiada a la mentalidad del indio de Formosa y a las exigencias de la región. Artículo 9.º: Todos asistirán a la misa en los días festivos y en las instrucciones morales, religiosas, civiles y sociales que se dan en los días señalados por el Padre Superior. Artículo 10.º: Los que por enfermedad u otros motivos justificados no pudieren concurrir al trabajo o a las instrucciones, deberán presentarse a dar aviso oportunamente al Superior. Artículo 11.º: Se prohíbe el ejercicio de la medicina a los curanderos, médicos o brujos, que explotan la ignorancia y superstición de los indios, así como llevar los enfermos al monte para ser curados por ellos.

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Artículo 12.º: La Misión proveerá de medicamentos a los enfermos que voluntariamente los acepten. Artículo 13.º: Se prohíbe todo juego de azar, naipes, dados, etc., como las diversiones y juegos bárbaros y salvajes o que sean peligrosos para la salud e integridad del cuerpo. Artículo 14.º: Podrán tolerarse los bailes entre los paisanos los sábados por la noche, hasta el toque de silencio y en el sitio que se designe. Artículo 15.º: Quedan prohibidas las reuniones estrepitosas nocturnas que molestan y privan del descanso a los trabajadores, y las de complot o de excitación a la rebelión que suelen organizar los llamados brujos o médicos. Artículo 16.º: Ningún indio podrá recibir en su casa o chacra huéspedes y menos agregados indígenas o cristianos, sin permiso del Padre Superior, cuyo permiso se deberá pedir en seguida que lleguen los huéspedes, avisando cuántos son, de dónde vienen y adónde van. Artículo 17.º: Los pasajeros, indios o cristianos, que lleguen a la Misión, con ánimo de hospedarse en ella, se presentarán al Superior, quien les dará hospedaje o les señalará sitio donde hospedarse. Artículo 18.º: La Misión no reconoce otras autoridades civiles que las emanadas del Excmo. Gobierno de la Nación. Se prohíbe por tanto a los caciques, etc., ejercer su pretendida autoridad dentro del territorio de la Misión, a excepción de los que fueren reconocidos por el Ministerio del Interior como autoridades subordinadas. Artículo 19.º: Se prohíbe en absoluto la introducción de armas y municiones así como las bebidas alcohólicas en la Misión. Artículo 20.º: La Misión podrá facilitar a los indios que tienen chacras, escopetas, pólvora y munición de caza, para defender su sembrado de los loros, palomas, perdices y demás pájaros perjudiciales, con prohibición de darlas o prestarlas a los demás. Artículo 21.º: Se prohíbe asimismo la propaganda de doctrinas anárquicas o subversivas del orden y perturbadoras de la paz, y las contrarias a la doctrina católica y a las instituciones del país. Artículo 22.º: Se prohíbe a todo individuo indígena o no, perteneciente o extraño a la Misión, que saque o trate de sacar de ella a los indios, induciéndolos u obligándolos bajo cualquier forma a abandonar sus propiedades chacras o casas. Artículo 23.º: Cuando algún propietario, industrial o obrajero, quiera llevar indios de la Misión para sus trabajos, los pedirá al Superior de ella, quien se los podrá mandar de entre los que aún no tienen chacras, en propiedad, y voluntariamente quieran ir, conviniendo previamente el salario que les pagará, y reservándose el derecho de presenciar el pago por sí mismo o por intermedio de otra persona de su confianza, todo de acuerdo con las disposiciones vigentes sobre trabajo de los indios. Artículo 24.º: No estando los indios preparados aún, para la vida social, se les tolerará por un tiempo prudencial y mientras sean infieles, la constitución de la familia, según sus usos y costumbres. Artículo 25.º: Los indios solteros de la Misión, que constituyeren su familia en esa forma, se presentarán al Superior, acompañados de la mujer, para los efectos del artículo siguiente, sin cuyo requisito no será reconocida la familia a los fines del racionamiento, de la distribución de chacras, etc. Artículo 26.º: Las familias constituidas en esa forma que se incorporen a la Misión y las que se constituyan en esta, según el artículo anterior, serán inscriptas en un registro especial, como familias naturales.

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Artículo 27.º: Se legalizarán estos matrimonios, de acuerdo con las leyes civiles y eclesiásticas, cuando los esposos, suficientemente instruidos, se hallen en condiciones de apreciar y cumplir las obligaciones que dichas leyes imponen al respecto. Artículo 28.º: Si el hombre abandonase a la mujer, esta deberá dar cuenta al Superior de la Misión, dentro de las veinticuatro horas, a fin de que tome las medidas del caso; y si la mujer abandonase al hombre, este será quien debe dar aviso. Artículo 29.º: Se prohíbe que el hombre castigue de hecho ó maltrate a la mujer así como que esta dé a extraños la comida, rompa, venda o regale la ropa propia ó de la familia o los menajes domésticos ó de trabajo. Del trabajo Artículo 30.º: Durante los primeros seis meses de su incorporación a la Misión los indios se ocuparán en trabajos de beneficio y utilidad común y en el aprendizaje del cultivo de la tierra en las chacras de instrucción, sin otra remuneración que el alimento, vestidos, medicinas y enseres domésticos. Artículo 31.º: El Superior podrá reducir hasta a dos meses este tiempo de prueba, cuando la buena conducta, laboriosidad y preparación del indio lo hicieran acreedor a este beneficio. Artículo 32.º: Si en este tiempo de prueba, o en cualquier otro, se ocupase en trabajos productivos para la Misión, como ser corte de maderas, aserraje, y conducción de las mismas para la venta y otros trabajos de taller, será retribuido en la misma forma que los demás trabajadores. Artículo 33.º: A todo indio que se halle en condiciones de trabajar por su cuenta, a juicio del Padre Superior, y hubiere cumplido el tiempo de prueba prescripto, se le destinará en propiedad una chacra de veinticinco (25) hectáreas y se le facilitarán en préstamo o en propiedad, según él lo prefiera, los bueyes, arados, rastras y demás elementos necesarios para el cultivo de la misma. Artículo 34.º: Si dichos elementos le fueren cedidos en préstamo, los devolverá a la Misión, en buen estado, una vez terminadas las faenas. Artículo 35.º: Si, en cambio, le fueren adjudicados en propiedad, los irá amortizando con los productos de la cosecha. Artículo 36.º: A este fin, se entregará a cada indio una libreta, en la que constará lo que ha recibido y las amortizaciones que hiciere. Artículo 37.º: Todos los indios que no tuvieren trabajo en sus chacras, trabajarán en las que el Superior o sus encargados les señalaren. Artículo 38.º: A este fin, cada mañana al toque de la campana o del pito, se presentarán todos los que no tuvieren ocupaciones propias, a tomar el desayuno en la Misión y a que se les señale el trabajo que deberán ejecutar en el día. Artículo 39.º: Los que trabajen sólo medio día en sus chacras, deberán trabajar el otro medio día en los trabajos que se les señalaren. Artículo 40.º: Todos estos trabajos serán remunerados con el jornal que señale el Superior de la Misión, con aprobación de la Dirección General de Territorios Nacionales. Para ello, se llevará un registro diario de los días y clases de trabajos hechos por cada indio durante la semana. Artículo 41.º: Los pagos se harán en efectivo, o en cheques contra el Banco de la Nación, ú órdenes a cargo de comercio de Formosa, cuando los indios quisieren o tuvieren que hacer compras fuera de la Misión.

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Artículo 42.º: Para las transacciones internas en la Misión, se usarán libretas en cuenta corriente y vales expedidos a nombre personal de los interesados, con el fin de evitar el robo, el juego y otros inconvenientes. Artículo 43.º: Sólo por orden expresa del dueño y con conocimiento del Superior podrán despacharse mercaderías por vales ó a cargar en libretas a la madre, mujer ó parientes del mismo dueño, y aun a personas extrañas por justa causa. Artículo 44.º: Las compras que se hagan con vales serán en todas al dorso del mismo con su precio correspondiente, a fin de que el dueño pueda hacerlas revisar cuantas veces y por quien quiera, para cerciorarse de lo que tiene o le queda y verificar si los empleados han procedido correctamente. Artículo 45.º: Los vales que fueren falsificados o cuya numeración y valor fuesen borrados, raspados y alterados en forma que no pueda verificarse su importe, serán declarados nulos y retirados de la circulación. Artículo 46.º: Queda prohibido el expendio de cualquier artículo, aún al dueño, cuando conste que es para darlo en pago por pérdidas en el juego ó por curaciones clandestinas de enfermos. Artículo 47.º: La Misión racionará gratuitamente a todos los indios, aun a los que trabajen por su cuenta y a sus familias respectivas, con 400 gramos de carne, 1 kilogramo de maíz y 30 gramos de yerba por persona, mientras no produzcan lo suficiente para vivir con holgura. Artículo 48.º: Igualmente racionará a todo individuo recibido que, por enfermedad, vejez ú otra causa, no pudiese trabajar, aun cuando la causa sea permanente. Artículo 49.º: Cuando la causa fuere transitoria, debe ser manifestada al Superior en tiempo oportuno. Artículo 50.º: Los menores de 12 años se contarán dos por uno para los efectos del racionamiento. Artículo 51.º: En retribución de este racionamiento, los indios trabajarán un día semanal en trabajo de utilidad común, como arreglo de calles, caminos, alambrados y otro semejantes. Artículo 52.º: La conservación de los varios potreros existentes para pastores de los bueyes y montados de los indios y la de los carros y elementos de trabajo de propiedad de la Misión, estará á cargo de los que respectivamente hagan uso de ellos. De la administración de la Misión Artículo 53.º: Pertenecen a la Misión, es decir, a la persona moral y jurídica o colectividad constituida por los indios, bajo la dirección de los Padres Misioneros, los bienes siguientes: a) Las subvenciones, subsidios y asignaciones del Exmo. Gobierno Nacional; b) El producido de la venta de las maderas extraídas de los bosques; c) El usufructo de las tierras que se arrendasen a personas extrañas a la Misión, de conformidad a la segunda parte del Artículo 14.º del acuerdo de 20 de marzo de 1914; d) Las utilidades provenientes del intercambio de mercaderías y de productos agrícolas é industriales de la misma Misión. Artículo 54.º: La administración de estos bienes estará a cargo de los Misioneros, bajo la dirección del Prefecto ó Superior de las Misiones y con la intervención de la Comisión Financiera y la Superintendencia de la Dirección de Territorios Nacionales que establecen los artículos 2.º, 3.º y 4.º del citado acuerdo de 20 de marzo de 1914. Artículo 55.º: Los Misioneros cuidarán de esos bienes como de bienes de menores, y en las compras y ventas que realicen, procurarán obtener el mayor provecho posible en beneficio y utilidad de la Misión y de sus neófitos.

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Artículo 56.º: El Padre Prefecto vigilará que el Superior y el Procurador de la Misión desempeñen sus funciones con la corrección debida, practicando para ello visitas frecuentes, y anualmente informará al Ministerio del Interior sobre el progreso, estado, condiciones y necesidades de ella. Artículo 57.º: No podrán los Misioneros disponer de suma alguna de dinero, ni de los productos industriales ó agrícolas de la Misión, en beneficio suyo propio ó de la Orden, sea como asignación, salario, subsidio, ó bajo cualquier otro concepto, y mucho menos en beneficio de personas extrañas, fuera de los alimentos, vestidos, medicinas y demás necesario a la vida para los Misioneros que están al servicio de la Misión, y de los enfermos que vayan a recobrar su salud, en atención a los servicios que prestan durante su permanencia. Artículo 58.º: Los Misioneros, por intermedio del Prefecto de Misiones, darán cuenta a la Comisión Financiera Honoraria de las Reducciones de Indios de las inversiones de los bienes a que se refiere el Artículo 53. Artículo 59.º: Los libros de la Administración serán sometidos cada año al examen y aprobación de P. Comisario Provincial y su Consejo, a la vista á inspección del mismo P. Comisario cada vez que él lo creyere conveniente, y a la de los Inspectores que enviase el Ministerio del Interior, debidamente autorizados para ello. Artículo 60.º: Las funciones de estos Inspectores serán visitar é inspeccionar la administración de la Misión, a los fines de la Superintendencia y control que establece el citado Acuerdo de 20 de marzo de 1914, estudiar los procedimientos que se empleen y los resultados obtenidos en la civilización de los indios, el estudio y condiciones en que estos se hallen, é informar al Ministerio del Interior, siendo del resorte de este hecho al Prefecto de Misiones los cargos ú observaciones a que hubiere lugar. De los bienes de los indios Artículo 61.º: Pertenecen en particular a cada indio los bienes siguientes: a) Todos los objetos que lleven cuando se incorporen a la Misión, a no ser que conste que han sido mal habidos; b) Los objetos que la Misión les dé para su uso personal y doméstico; c) Los animales y herramientas que adquieran en la Misión con el producto de su trabajo; d) Los jornales que ganen y lo que compren con ello; e) Los productos de sus chacras; f) Los productos naturales, de la caza y de la pesca; g) Las chacras que se les concedan en propiedad en conformidad al Acuerdo de 20 de marzo de 1914 y las mejoras que introduzcan, como casas, corrales, alambrados, plantaciones, etc. Artículo 62.º: No podrán disponer de sus chacras, ni enajenarlas sino de acuerdo con el referido decreto de 20 de marzo de 1914. Artículo 63.º: Tampoco podrán vender los bueyes, caballos, vacas, carros, arados y demás elementos de trabajo, ni cambiarlos, sin previa autorización del Superior, quien intervendrá en las ventas ó permutas que tuvieren que hacer, para impedir que sean explotados. Artículo 64.º: Como los indios no podrán vender sus productos a personas extrañas, sino con la autorización é intervención del Superior que establece el artículo 63. Artículo 65.º: Las utilidades que la Misión reporte de la compra y venta de los productos formarán parte de los bienes de la Misión, como establece el inciso e) del Artículo 53.º de este Reglamento, y se invertirá en beneficio de ella. De las escuelas Artículo 67.º: Los niños y niñas en edad escolar, que viven en el pueblo y chacra cercana, asistirán a la escuela central diurna establecida en el pueblo.

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Artículo 68.º: Los jóvenes varones, fuera de edad escolar, que trabajan en talleres y los que viven en el pueblo cerca, asistirán a la escuela nocturna, y, además a la de música que se dedican a ella. Artículo 69.º: Los demás niños y niñas que viven lejos, en las chacras, asistirán a las escuelas que se establecen en las diversas secciones, a medida que la población se vaya diseminando. Artículo 70.º: La enseñanza será primaria y adaptada a la inteligencia de los alumnos y se dará, preferentemente, en castellano. Artículo 71.º: los niños se ocuparán, fuera de las horas de clase, en trabajos de taller, agricultura, etc., que les señale el maestro. Artículo 72.º: A fin de estimular a los niños al trabajo y al ahorro, se les señalará un jornal proporcionado, y al fin de cada mes se adjudicará un premio al que realizase mayores economías, en relación al jornal percibido. Artículo 73.º: Mientras el Consejo Nacional de Educación no establezca las escuelas que corresponden a las necesidades de la población, la Misión costeará los maestros según lo permitan sus recursos. De los castigos y penas Artículo 74.º: No se empleará el castigo en la Misión como sistema, sino sólo como recurso extremo, cuando la persecución y el consejo fueron insuficientes. Artículo 75.º: Las penas y castigos que se emplearán en la Misión serán: a) Privación de participar en los recreos y diversiones públicas; b) Trabajo en la plaza, calles y caminos públicos, por una semana como maximum, y sin retribución; c) Expulsión de los incorregibles; d) Prisión en caso de delitos, contravenciones o crímenes penados por las leyes del país. Artículo 76.º: El Superior, en su carácter de encargado de la administración y gobierno de la Misión, que le da el Artículo 2.º del acuerdo de 20 de marzo de 1914, podrá imponer los castigos y penas de los incisos a, b y c del artículo anterior, en los casos de menor gravedad que se especificarán más adelante. En los casos del inciso d, la Policía que el gobierno de la Nación sostiene en la Misión procederá a la detención de los culpables y los remitirá a la Jefatura de Policía de Formosa, con el sumario que levantará al efecto. Artículo 77.º: Los que falten al trabajo, sin causa justificada, los que no envíen sus hijos a la escuela, y los que contravengan a las disposiciones de este Reglamento, relativas al trabajo, a la asistencia a las instrucciones, a los bailes, diversiones nocturnas y demás disposiciones generales de este Reglamento, serán privados de los recreos y diversiones públicas. Artículo 78.º: Los indios de la Misión que introducen armas y municiones o bebidas alcohólicas, los que ejerzan el curanderismo y los que provoquen desórdenes, riñas o peleas, sin llegar a causar lesiones o heridas graves, los jugadores, los que cometan robos o estafas de menor cuantía y los que ocasionaron hechos de poca consideración en las chacras o en las haciendas, serán sometidos a las penas del inciso b del Artículo 75.º, y si reincidieren y su incorregibilidad fuese manifiesta, serán expulsados de la Misión. Artículo 79.º: Cuando las faltas especificadas en el artículo anterior fuesen graves y cayeren bajo la sanción de las leyes penales del país, los culpables de ellas serán sumariados por la policía que el Gobierno de la Nación sostiene en la Misión y remitidos a la Jefatura de Policía del Territorio. Artículo 80.º: Los que contraviniesen el Artículo 22 de este Reglamento, si son empleados de la Misión, serán despedidos sin más trámite sin son indios incorporados al trabajo

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público, o expulsados, y si personas extrañas a la misma, serán denunciados a la Jefatura de Policía, sin perjuicio de lo que se dispone en el artículo siguiente. Artículo 81.º: Los que fueren sorprendidos in fraganti, perturbando la paz y el orden de la Misión, o incitando a los indios a la rebelión o al abandono de sus propiedades é intereses, y los que facilitasen armas y municiones o bebidas alcohólicas a los indios de la misma, serán detenidos y sumariados por la policía que el Gobierno de la nación sostiene en la Misión, y enviados a disposición de las autoridades judiciales correspondientes. Artículo 82.º: A los dueños de animales que ocasionen perjuicios en las chacras de los indios se les aplicará las penalidades del Código Rural de los Territorios Nacionales. Para ello, la policía que el Gobierno de la Nación sostiene en la Misión procederá a verificar el daño, recoger los animales que lo hubieren causado y dará cuenta a la autoridad correspondiente. Artículo 83.º: Los empleados de la Misión cooperarán cada uno en su esfera y de acuerdo con las órdenes que reciban del Superior, a la observación de este Reglamento, y cumplirán además las disposiciones especiales establecidas para ellos, en lo relativo al trabajo, como a la conducta, deber y moralidad. Artículo 84.º: Este Reglamento tendrá fuerza obligatoria dentro de los límites de la Misión, y el Jefe del Departamento de Policía ejercerá en ella auxiliado por los representantes a sus órdenes, funciones policiales y militares, cumplan y hagan cumplir las sanciones que el que el Prefecto o Superior sancione, de acuerdo con el decreto del 20 de marzo de 1914 y este Reglamento. Artículo 85.º: El Superior de la Misión podrá tomar en casos urgentes no previstos en este Reglamento las medidas de orden interno que fuesen necesarias para la buena marcha de la misma Misión. Artículo 86.º: Las autoridades del territorio prestarán su cooperación para el cumplimiento de las disposiciones del presente Reglamento. Artículo 87.º: El Superior de las Misiones propondrá al Ministro del Interior las reformas que la práctica aconsejase introducir en este reglamento. Buenos Aires, Agosto 24 de 1914. Visto el presente proyecto de Reglamento presentado por el Prefecto de Misiones Franciscanas, Fray J. Enrique Guernacini, para las Misiones Indígenas del Norte, y atento lo dictaminado por la Dirección General de Territorios Nacionales. El Ministro del Interior RESUELVE aprobar el precitado proyecto de reglamento con las modificaciones introducidas por la Dirección General de Territorios Nacionales. Hágase saber, publíquese y archívese. Ortiz. Es copia fiel del original publicado en el número 1 del Boletín de la Dirección General de Territorios Nacionales, aparecido en setiembre de 1914 y archivado en la Misión Indígena de Laishí de que doy fe, Fray Buenaventura Giuliani, Prefecto de Misiones”.27

27. ABHPFSM, Caja 25, Misiones Franciscanas, Reglamento Oficial de las Misiones Franciscanas Indígenas del Norte en la República Argentina, decretado por el Superior Gobierno de la Nación Argentina con fecha 24 de agosto de 1914, Imprenta Tourneamine y Anchea, 1926.

CAPÍTULO 3 Tobas y pilagás en la Misión Tacaaglé: la imagen del fraile José Zurflüh

1. Tobas y pilagás en la frontera argentino-paraguaya (1900-1940) El peso de la labor franciscana y la dura reacción indígena toba y pilagá se puede observar con cierta facilidad gracias a los álbumes que hoy día conserva y resguarda el Convento San Carlos en el territorio de lo que surgió como Diócesis de Santa Fe. De todas las imágenes de indígenas y colonos conservadas en el Archivo fotográfico de San Lorenzo, Argentina, elegimos en esta obra el álbum número 30, confeccionado por el superior religioso fraile José Zurflüh, durante los años que se estableció en la zona fronteriza del Río Pilcomayo en Misión Tacaaglé. Acercándonos al papel que el misionero otorgó al álbum titulado Misión Franciscana San Francisco Solano Tacaaglé (Pilcomayo), Indios Tobas, Trabajos, Paisajes, Viajes (1920-1940). Fr. José Zurflüh, misionero, nos centramos en las muestras de la zona fronteriza y abordamos las imágenes singulares que reproducimos parcialmente en este libro. A partir del título elegido por el misionero Zurflüh, sus imágenes oponen las bondades franciscanas frente a la crueldad del poder público estatal en el que se apoyaban tanto empresarios argentinos como inmigrantes. Desde el momento en que los tobas y pilagás se incorporan a la misión y la aceptan como espacio de salvación (salvación teorizada especialmente por el oblato Miguel Fritz -1994- para la zona chaqueña paraguaya entre los nivaklé o nivaclé), las fotografías se erigen en prueba de la redención indígena y del proceso de transformación de los miembros de la tribu en individuos civilizados. Justifican en paralelo la veracidad de los reclamos de los tobas y pilagás. Los indígenas confían, en síntesis, en el valor de las fotografías, es decir, que les consigan alguna ayuda del gobierno nacional para la ocupación del espacio chaqueño y para la compleja incorporación de los pueblos originarios a la nación argentina en las “desérticas”, “vacías” e “indómitas” fronteras norteñas recientemente controladas por el Estado nacional soberano. El interés del misionero en señalar las actividades, lugares o nombres indígenas de quienes vivían en la Misión Tacaaglé antes y después del incendio de 1925 comienza con la zona de frontera argentino-paraguaya. El misionero apuntó en cada página del álbum diferentes temas y unificó fotografías siguiendo una estrategia que no es reproducida en esta obra. Algunos de los temas centrales se presentaron con las imágenes tomadas por el misionero, quien en primer plano va a caballo y paseando por Paargrandí en la frontera del Río Pilcomayo, entre Argentina y Paraguay (1. Paisajes cercanos al Río Pilcomayo).

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La conquista y ocupación de la frontera del Chaco entre Paraguay y Argentina

A partir de la zona fronteriza entre Argentina y Paraguay, se abre a los ojos del observador la vida en la Misión Tacaaglé. Tanto el patio como las zonas de los costados de la misión muestran al solitario José Zurflüh. De este modo, el viejo edificio incendiado en 1925, el mirador construido por los indígenas, la entrada, la casa-misión, el primer molino de la zona, los horcones de urunday, las tejas de palma, la colaboración de los niños... son instrumentos que inundan la escena junto a la construcción de galpones y depósitos para las cosechas a las cuales se dedican los tobas y los pilagás dependiendo de los franciscanos. Una decena de imágenes reproducen uno de los objetivos del fraile: las tareas de los indígenas y los franciscanos desde inicios del siglo xx hasta aproximadamente 1940, tanto en la antigua misión incendiada en junio de 1925, como en la reconstruida con la colaboración indígena (2. Imágenes de las dos Misiones de Tacaaglé). Finalmente, se observa claramente el uso de “bueyes caballos” cuidados y utilizados por los tobas y pilagás, así como la escuela que a la larga sería la gran justificación de la orden, con la finalidad de legalizar y justificar su presencia en la Diócesis de Santa Fe. La inclusión de las mujeres en las fotografías intenta darnos la idea de que se trata de un grupo útil. Esas tobas y pilagás vivían en la Misión Tacaaglé cuando el fraile se dedicó durante años a entregarles ropa y locro además de instruirlas con nociones básicas de español. La vida de las mujeres se diferencia respecto a la de los varones adultos y de los niños y niñas. Las mujeres mayores con varios hijos no se identifican en las imágenes. Zurflüh sólo consiguió incluir las fotografías más interesantes para él, pero no los nombres de las mujeres que se acercaban a la misión para conseguir ropa y comida cada día (3. Mujeres de la Misión Tacaaglé). En este álbum, las indígenas tobas y pilagás muestran la actividad maternal y productiva, tanto solas como en grupo familiar. Significativamente, aparece la joven Cadaasolé, que colaboró con el fraile Zurflüh y transformó su estilo de vida en la Misión Tacaaglé. Cadaasolé fue fotografiada por el misionero en diversas ocasiones y figura con su nombre indígena. Aparece con sus dos vestimentas más diversas, es decir, con la ropa que utilizaba con apoyo de los misioneros si se encontraban en familia, y con una camisa moderna acompañada de un colgante típico de los sectores más aburguesados (4. Cadaasolé, mujer adaptada a la integración franciscana). Si bien las fotos de los álbumes que conservan los franciscanos en su archivo ubicado en el Convento San Carlos profundizan la actividad económica dirigida por los misioneros, las de Zurflüh tenían otras intenciones. La vía elegida por Zurflüh registró la vida en los espacios colectivos de los hombres y niños que colaboraban en la misión, tanto de la zona que sufrió un incendio en junio de 1925 como de la reconstruida desde esa fecha, actualmente denominada Departamento Pilagá. Los indígenas realizan actividades colectivas según el deseo del misionero: limpian los rozados, construyen represas, destroncan, construyen cercos de palmas, preparan los cercos de palmas y los preparan en caso de ciclones en la zona (5. Actividades grupales de varones adultos y niños). Imágenes de familias ubicadas en la misión y que aceptan ser fotografiadas en su vida habitual aparecen reproducidas comiendo,

Tobas y pilagás en la Misión Tacaaglé: la imagen del fraile José Zurflüh

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esperando, observando, descansando, como actividades completamente normales (6. La vida de los tobas y pilagás en los toldos). Frente a las mujeres, sistemáticamente fotografiadas intentando mostrar sus diferencias generacionales (7. Mujeres de diversas generaciones en Tacaaglé), el fraile decidió conservar a las parejas que él consideraba singulares y extrañas, una de ellas creadora de un “matrimonio parejito” (8. Parejas extrañas para Zurflüh). Los niños y niñas tobas tuvieron un lugar especial a nivel general (9. Niños y Niñas en grupo), aunque sorprende la inclusión del varón del “matrimonio parejito” sin aludir a su condición de menor. Zurflüh diferenció individualmente a niños y niñas cuyos nombres y procuró incluir sus nombres: los niños, Cocholek, Cosaiquí, Tamí, Tasogoyí, Chidagre, Capiagaik; las niñas, Yesochá y Matagre... (10. Niños y Niñas de Misión Tacaaglé). Las mujeres, tanto en grupo o formando parte de la familia que trabaja en la misión, merecen una atención por la utilidad que tienen para el fraile Zurflüh en la producción de algodón y caña de azúcar (11. Actividades de sus compañeros). Una mujer es fotografiada dando de mamar mientras trabaja en el campo; en otra imagen el misionero se incluye junto a dos niños colonos blancos que portan cruces colgadas en el cuello. Por la vestimenta es difícil distinguir a unos y otros, ya que el gran aporte misionero fue el reparto de vestidos y cofias para las mujeres, y de camisas, pantalones y sombreros para los varones. El objetivo era ocupar económicamente estos espacios y producir algodón, productos de la chacra, caña de azúcar y palma (Dalla-Corte Caballero 2007a, 2007b). En la obra que Estanislao Zeballos dirigiera a los franciscanos establecidos en el Territorio Nacional de Formosa,28 estos misioneros concentran todas las actividades y dirigen la construcción de las fábricas del ingenio, la usina de luz eléctrica, el aserradero, los puentes y las “flotas” usadas en la zona del Río Pilcomayo. De este modo, los indígenas posan en grupo en función de las actividades que realizan. Cornelio Capiagaik y su familia sentada en la entrada de la vivienda; Daniel Capiagaik “hacheando” un vinal para extraer miel de abeja; cantando, bailando y bebiendo chicha de algarroba en batea de ceibo. Observamos a las “indias trabajadoras” durante la cosecha de algodón de 1924; los hombres carpiendo maíz; el rozado del monte para la chacra. A partir de entonces, el misionero identifica con nombre a los diversos indígenas que le resultan representativos del grupo, como el médico y cantor Cachagat; Calapat con su familia en la chacra de la familia, sonriendo y rodeado de su familia, representando la felicidad ante la integración personal en la actividad productiva pero practicando la caza con las armas tradicionales; Yashí en los maizales; Caatoyí en compañía de su hijo o extrayendo miel para comer (12. Indios “compañeros” de José Zurflüh). El segundo censo nacional de la República Argentina, levantado en 1895 bajo la presidencia de Luis Sáenz Peña, generó la elaboración de 921 tomos referidos a la población del país. Fue llevado a cabo por comisiones honorarias distribuidas entre 28. ABHPFSM, obra de Estanislao Zeballos (1918), Soñando con los niños del Chaco, Buenos Aires, Talleres Gráficos L. J. Rosso y Cía, Buenos Aires,

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La conquista y ocupación de la frontera del Chaco entre Paraguay y Argentina

las provincias del este o Litoral (Capital Federal, Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes); centro (Córdoba, San Luis, Santiago del Estero); oeste o Andinas (Mendoza, San Juan, La Rioja, Catamarca), y norte (Tucumán, Salta, Jujuy). Los Territorios Nacionales fueron asumidos por gobernadores vigentes en el centro (La Pampa); oeste (Neuquén); sur (Río Negro, Chubut, Santa Cruz, Tierra del Fuego), y especialmente en el norte (Misiones, Formosa y Chaco), la zona que nos interesa en esta obra. En este caso, a diferencia de Misiones, que para el Estado contaba oficialmente con más de 33.163 personas, Chaco sumaba entonces 10.422 personas ubicadas en localidades definidas, mientras que Formosa, según los datos de que disponía el Estado, no llegaba a 4.829 individuos.29 Los empadronadores llenaron los padrones levantados en Formosa y consignaron la condición del Territorio Nacional, el Departamento, el Distrito analizado y especificaron si la población era urbana (pueblo), rural (de campaña e indígena) o fluvial (buques). En el censo identificaron tres poblados rurales y demostraron el interés del gobierno argentino por contabilizar sus “indígenas argentinos” que no sabían ni leer ni escribir. Los indígenas debían informar sobre: a) el nombre; b) el sexo identificado como “¿es varón o mujer?”; c) cuántos años se calculaba que tenía en 1895; d) su condición de soltero, casado o viudo; e) la nación de pertenencia; f) el Estado provincial o el Territorio Nacional de nacimiento; g) qué relación tenía si era católico; h) la profesión, oficio, ocupación o medio de vida; i) si sabía leer y escribir; j) si iba a la escuela; k) si poseía una propiedad raíz; l) si la mujer estaba casada o viuda, cuántos hijos tenía y cuántos años de matrimonio llevaba; m) si estaba enfermo o era idiota, loco o ciego; n) si tenía conocimiento; ñ) si era un inválido por guerra o accidente; o) y, finalmente, si era huérfano de padre y madre. El empadronador Luis Wamessan asumió la tarea en una zona que se acababa de ocupar y firmó el documento, con letra clara, que se leería en Buenos Aires. Formosa, el espacio incorporado recientemente al país soberano, tenía en Coronel Freire aproximadamente 127 indígenas, la mitad de los cuales eran huérfanos de madre y padre, y algunos varones de entre 20 y 50 años se desempeñaban como “carreros”, “labradores” y “agricultores” (Cuadro 3).30 Finalmente, no aparecen datos de la condición de casados o viudos de los indígenas censados ni el nombre del cacique toba. 29. Archivo General de la Nación (AGN), Buenos Aires, República Argentina, Sala VII, Segundo Censo Nacional de la República Argentina. En el Territorio Nacional de Misiones se identificaron las localidades de Apóstoles, Campo Grande, Candelaria, Cerro Corá, Concepción, La Frontera, Monteagudo, la capital de Posadas, Santa Ana, San Carlos, San Ignacio y Corpus, San Javier, San José y San Pedro (Legajos 1370, 1371, 1372, 1373, 1374 y 1375). En el Chaco se observa Caaguazú, Florencia al Norte, Guayguru, Martínez de Hoz, la capital de Resistencia, San Bernardo y Solalindo (Legajos 1365 y 1366). A diferencia de ambos Territorios Nacionales, el de Formosa incluyó una población no censada y tres poblados indígenas (Legajos 1368, I, y 1369, II, III, IV, V). 30. Archivo General de la Nación (AGN), Buenos Aires, República Argentina, Sala VII, Segundo Censo Nacional de la República Argentina, Legajo 1368, Libreto del Censo, Territorio o Provincia de Formosa, n.º 2, Departamento Cuarto, Distrito o Pedanía de Coronel Freire, que corresponde a población rural (indígena), empadronador Luis Wamessan, 11 de mayo de 1895, Compañía Sud Americana de Billetes de Banco, Buenos Aires.

Tobas y pilagás en la Misión Tacaaglé: la imagen del fraile José Zurflüh

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Cuadro 3. 127 indígenas tobas y el cacique Pichón en el censo nacional de 1895 Nombre indígena

Sexo

Años cumplidos

Soltero, casado o viudo

Profesión, oficio u ocupación

Huérfano de padre y madre (y enfermedad)

Carrero



Florentino

V

27

S

María

M

26

S

Pedro

V

6

Lorenzo

V

2

Catalina

M

50

S



Teresa

M

30

S



Manuel

V

2

Lorenzo

V

2

Antonio

V

1

José Matalí

V

25

S

Petrona

M

17

S

Custodio

V

23

S

Magdalena

M

30

S

Chiquilincito

V

4

S

Juancito

V

1

S

Juana

M

20

S

Margarita

M

40

S

Bartolo

V

9

Juansito

V

5

Rosa

M

50

Ramoncito

V

10

Largo

V

María Antonio

Carrero



Carrero



S



30

S



M

30

S



V

2

Antole

V

35

S

Rosa

M

30

S

Margarita

M

15

S

Ñata

M

8

Josepha

M

6

José

V

9

Carape

V

40

S

Juana

M

35

S

Chilena

M

5

Juana

M

40

S

Gómez Juan

V

28

S

Margarita

M

30

S

Dolores

M

15

S

Zanzo

V

1

Pascual

V

19

Labrador

Sí Labrador

S



Muda

Labrador

Labrador

Labrador

Sí (continúa)

La conquista y ocupación de la frontera del Chaco entre Paraguay y Argentina

74 (continuación) Nombre indígena

Sexo

Años cumplidos

María

M

20

Juanita

M

4

Chiquelino

V

2

Soltero, casado o viudo

Profesión, oficio u ocupación

S

Huérfano de padre y madre (y enfermedad) Sí

Caballero

V

30

S

Patrona

M

50

S



Josepha

M

60

S



Lorenza

M

15

S

Ramoncito

V

8

Salvador

V

35

S

Gregoria

M

40

S

Hilario

V

35

S

Petrona

M

34

S

Pichona

M

5

Chiquilina

M

4

Ayudante

V

40

S

Quintana

M

18

S

Flores

V

1

Mariana

M

9

Francisco

V

38

S

Juana

M

25

S

Juan

V

2

Juancito

V

8

S

Cipriano

V

10

S

Ángel

V

40

S

Catalina

M

30

S

Porroto

V

50

S

Ana

M

55

S

Luisa

M

15

S

Francisco

V

35

S

Francisca

M

30

S

Romoaldo

V

30

S

Rosa

M

15

S

Juancito

V

10

Rivarola

V

20

S

Luisa

M

60

S

Sebastino

V

32

S

Juana

M

29

S

Carolina

M

12

S

Martín

V

3

Dolores

M

1

Capiagáy

V

30

S

Labrador



Sí (accidente) Sí (muda) Labrador

Sí Sí

Labrador

Sí Sí

Labrador Sí

Labrador Sí Labrador

Sí Sí Sí

Labrador



Labrador



Labrador



Labrador





Sí Sí

Labrador

Sí (continúa)

Tobas y pilagás en la Misión Tacaaglé: la imagen del fraile José Zurflüh

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(continuación) Nombre indígena Yocolí

Sexo

Años cumplidos

Soltero, casado o viudo

M

29

Toribio

V

8

Bnardina

M

4

Venancia

M

2

Ignacio

V

19

S

Carapí

M

16

S

Profesión, oficio u ocupación

S

Piola

V

50

S

Juana

M

35

S

Casimiro

V

18

S

Ambrosio

V

8

Silvano

V

20

S

Viuda

M

40

S

Rosa

M

18

S

José

V

10

Pablo

V

20

S

Silvaria

M

28

S

Juana

M

10

Aranda Juan

V

46

S

Chiquilín Juan

V

35

S

Josepha

M

35

S

Manuel

V

50

S

Antonio

V

8

Gregorio

V

6

Juanita

M

4

María

M

25

Natalio

V

45

S

Petrona

M

35

S

Ramoncito

V

14

Carolina

M

3

José

V

40

S

Catalina

M

30

S

Lorenzo

V

4

Aniceto

V

2

Pichón (Pogogaiquí)

V

45

S

Juanita

M

18

S

Bunita

M

1

Puyango

V

60

S

Lustiano

M

65

S

Guillermo

V

27

S

Magdalena

M

23

S

Huérfano de padre y madre (y enfermedad) Sí

Labrador Labrador

Sí Sí

Labrador Sí

Agricultor

Sí Agricultor

Sí Sí

Labrador



Labrador



S Sí

Labrador



Labrador



Sí (accidente) Sí Agricultor

Sí (continúa)

La conquista y ocupación de la frontera del Chaco entre Paraguay y Argentina

76 (continuación) Nombre indígena

Sexo

Años cumplidos

Soltero, casado o viudo

Profesión, oficio u ocupación

Huérfano de padre y madre (y enfermedad)

Labrador



Policarpo

V

10

Lorenza

M

3

Pablo

V

30

S

Margarita

M

20

S

Simona

M

60

S

Adela

M

12

Ramoncito

V

17

Sí Sí Sí

S

Labrador



Fuente: AGN, Segundo Censo Nacional de la República Argentina, Legajo 1368.

Entre los indígenas contabilizados en 1895 por el censo nacional se citó el apellido Caballero, de origen paraguayo, y el nombre “Pichón”, que pertenecía al toba Pogogaiquí, alias cacique Pichón. Dos décadas después algunos de los que aparecen en el álbum con nombre toba y pilagá fueron los mismos que en 1895 en el censo aparecen en general con nombre español. Si observamos a los 127 indígenas de Colonia Freire o al grupo de la zona rural de Dalmacia en el segundo departamento, registrado por Pablo Iniesta, por ejemplo, y contrastamos estos datos con los de la población europea dedicada a la agricultura y ganadería en Formosa, encontramos a gente procedente de Francia, Bélgica, Austria, Alemania, España y Suiza; a personas que se declaran paraguayos y suman el 50% de la población local; y a gente trasladada desde Córdoba, Entre Ríos y Corrientes. Zurflüh fotografió a los caciques y en especial a Pogogaiquí, el cacique más antiguo establecido en la Misión Tacaaglé, en imágenes tomadas entre 1915 y 1930. El fraile recuperó la vestimenta de Pichón obtenida durante la Guerra de la Triple Alianza o entregada por el ejército argentino, e incluyó una imagen a la que dio el precioso título “Dos…”, esperando que la mirada de hoy no diferencie entre Zurflüh y Pichón en la frontera entre Argentina y Paraguay (13. Cacique Pichón). Entre 1930 y 1940 los franciscanos decidieron imprimir unas tarjetas con imágenes de los indígenas en un lado y que se podían utilizar para la correspondencia. Estas tarjetas serían enviadas a diversas autoridades nacionales desde el Museo del Convento San Carlos, ubicado en San Lorenzo en la provincia de Santa Fe. Algunas de las imágenes que el misionero incluyó en su propio álbum fueron reproducidas en las tarjetas de la Unión Misionera Franciscana: Misión Tacaaglé (Chaco Argentino). Volvemos a observar a un indio toba saliendo de la misión montado en un bueycaballo; a otros jugando una partida de su “kiloque”, el juego masculino; a Zurflüh visitado por varios caciques tobas y pilagás, y con interés admitidos y fotografiados por el misionero en la misión franciscana; los tobas formados como “carreros” que conducían los rollizos al aserradero; la casa y las dependencias de los misioneros; una amplia “brigada toba” abovedando las calles de 25 metros de ancho de la misión. Pero una de las tarjetas más significativas es la que muestra a Zurflüh al lado del

Tobas y pilagás en la Misión Tacaaglé: la imagen del fraile José Zurflüh

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cacique Pichón, ambos con una vestimenta mínima y desgastada.31 Precisamente el misionero retrató el convenio con nuevos pilagás hacia 1925 y mostró un gran interés en su propia transformación personal en Tacaaglé (14. La entrega de los pilagás de Nasoqui, 1925). Las tarjetas que se dieron a conocer especialmente en Buenos Aires y en el área controlada por el Convento de San Carlos en San Lorenzo, mostraron la vida en Tacaaglé con algunas explicaciones y en especial con el sello diseñado por Zurflüh en la Misión San Francisco Solano. El escudo de las aproximadamente dos mil personas que actualmente habitan el municipio Tacaaglé lleva la cruz de la religión católica en la evangelización (Cano, 1979) y una mano franciscana por debajo, pero carece de lo que el propio Zurflüh incluyó en las primeras décadas del siglo xx. Nos referimos a una imagen de la cruz rodeada de cuatro lanzas que hacen convivir la religión franciscana con la vida indígena. Para señalar esa convivencia, el superior incluyó interesantes fotografías de otros hombres que podían heredar la función de caciques: CavioPok, o el cacique Nasoquí, alias Garcete, caciques que decidieron integrarse a la misión luego de pactar su ingreso con el misionero Zurflüh; aparecen en dos momentos distintos, ya viviendo en Tacaaglé. Uno de ellos fue el “famoso cacique pilagá Garcete”, que estuvo “enfermo de la vista y atendido por el fraile Zurflüh” (15. Los nuevos caciques en Misión Taacaglé). Juegos de los indígenas, especialmente de Caatoyí, que canta y baila gracias a la chicha que bebe junto con sus compañeros y ante la presencia del propio misionero, que se hace fotografiar con sus “compañeros” y además los fotografía dedicándose al “kiloké” o “queloqué” (16. Juegos de hombres).32 Frente a esta costumbre de emborracharse con chicha de los tobas y pilagás, el juego de los niños y niñas indígenas, parecidos al renacuajo según el fraile (17. Juegos de niños y niñas). Las diferencias de estos indígenas, en este caso con las prácticas que comienza a imponer el misionero, se evidencian en la fotografía que toma de una cremación practicada por los habitantes de la misión, frente al cementerio que Zurflüh funda y en el cual prepara en 1927 la lápida de Antonio Paulón, después de su fallecimiento producido en 1914 (18. Cremación frente a Cementerio). Si recordamos el deseo del Estado argentino de identificar a quienes se consideraban “católicos” y remarcar esta condición en el censo, también entendemos la incorporación de los indígenas al mundo religioso, que fue posible a través del permiso otorgado por el gobierno a la orden franciscana (Saranyana, 2008). Desde entonces al misionero le interesó mostrar el viaje que realiza un grupo de la misión, y lo acompaña a pescar en el Río Pilcomayo, a cazar yacarés, y convive con ellos (19. Zurflüh acompañando a los tobas a cazar). La vida en el campamento le

31. ABHPFSM, Caja 3, 116, “Tacaaglé, Cementerio, Capilla, Casa y Franciscanos. Colegio Indígenas, Juego y Diversiones”; Caja 17, Notas oficiales de José Zurflüh en Tacaaglé (1911-1940). 32. Véase también la reproducción de la Caja 28 del Archivo de Fotografías de Tacaaglé, Misión Tacaaglé, “Los indígenas para jugar el Kiloqué, centro la ronda”.

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La conquista y ocupación de la frontera del Chaco entre Paraguay y Argentina

permite ser fotografiado por sus propios “compañeros”, de los cuales, en realidad, depende (20. La vida del misionero en el campamento indígena). Siguiendo esta línea, si uno de los objetivos centrales de los franciscanos era legitimar su propia obra, la labor de las escuelas en las que se formaban los indígenas mereció una importancia creciente a partir de inicios del siglo xx, ya que aseguraba el apoyo del Estado en el proceso de conversión de los indígenas a la “nación” argentina. Es visible esta situación en Clorinda, en la propia capital de Formosa33 o en Laishí,34 las misiones formoseñas. La Escuela Indígena San Francisco Solano de Tacaaglé ofrece para el Estado la visión del orden y progreso que necesita el país y que permite a estos indígenas su propia supervivencia en tres misiones: una hasta 1917, otra incendiada en 1925 y finalmente la que pervivió hasta el inicio del gobierno de Juan Domingo Perón y acabó con el Territorio Nacional de Formosa.35 Una de las tareas de la escuela fue formar a los tobas y pilagás en la lengua castellana. Pero la lengua toba fue conservada por los propios franciscanos, tanto en la práctica escolar como en el compendio escrito por el fraile J. Enrique Guernacini en castellano y toba (21. La escuela vieja frente a la Escuela Indígena).

2. Imágenes de tobas y pilagás en la Misión Tacaaglé Digitalización de Gabriela Dalla-Corte Caballero 1. Paisajes cercanos al río Pilcomayo 1.1. “Misión Franciscana San Francisco Solano Tacaaglé (Pilcomayo), indios tobas, trabajos, paisajes, viajes (1920-1940). Fr. José Zurflüh, misionero”. 1.2. “Paisaje de Paargrandí (Pilcomayo)”. 2. Imágenes de las dos misiones de Tacaaglé 2.1. “Edificio incendiado el 24-06-1925”. 2.2. “Patio. Mirador en construcción, 1925”. 2.3. “1925”. 2.4. “Buey caballo”. 2.5. “Casa Misión, 1920 y 1922”. 2.6. “Escuela”. 2.7. “Casa Misión, 1920”.

33. ABHPFSM, Caja 1, Formosa, Parroquia Nuestra Señora del Carmen, Clorinda. 34. ABHPFSM, Caja 5, original 115, Laishí, varias con cinco sobres de mayo de 1901 y mayo 1904, con paisaje de la zona cercana al Río Salado; y Caja 10, Laishí, Ilustraciones mapas de Pilcomayo, Formosa y Diócesis de Santa Fe, incluyendo en el Río Pilcomayo Exploración 1905-1906, Territorio de Formosa y Diócesis de Santa Fe (mapas). 35. La provincialización del Territorio Nacional se produjo entre 1945 y 1957, incluyendo el nombre de Presidente Perón a la que finalmente se convertiría en Provincia del Chaco, y el de Eva Perón a la de Formosa (Maeder, 1996: 229-239).

Tobas y pilagás en la Misión Tacaaglé: la imagen del fraile José Zurflüh

2.8. “Lado oeste y vista sur de la misión”. 2.9.; 2.10. “Primer molino de la zona (Tacaaglé)”. 3. Mujeres de la Misión Tacaaglé 3.1.; 3.2. “Reparto de locro a los escolares”. 3.3. “Después del reparto de ropa”. 3.4. “Indígenas en busca de la ración diaria, Tacaaglé”. 3.5.; 3.6.; 3.7.; 3.8.; 3.9.; 3.10.; 3.11. S/d. 4. Cadaasolé, mujer adaptada a la integración franciscana 4.1; 4.2. “Cadaasolé”. 4.3. “Familia de Cadaasolé”. 5. Actividades grupales de varones adultos y niños 5.1.; 5.2. “Construyendo represas para agua”. 5.3. “Limpiando rozados”. 5.4. “Destroncando, rozado de monte para chacra”. 5.5. “Construcción de cercos de palmas”. 5.6. “Palmar abatido por un ciclón (destrozo del ciclón), costa del Bacaldá”. 6. La vida de los tobas y pilagás en los toldos 6.1. “Vida y menaje en los toldos”. 6.2. “Tolderías en el campo”. 6.3. S/d. 6.4. “Cornelio Capiagaik y familia”. 6.5.; 6.6.; 6.7.; 6.8.; 6.9. S/d. 6.10. “Estaqueando pieles de nutria”. 6.11. S/d. 6.12. “Buena pesca, indio contento”. 7. Mujeres de diversas generaciones en Tacaaglé 7.1.; 7.2.; 7.3.; 7.4.; 7.5. S/d. 8. Parejas extrañas para Zurflüh 8.1. S/d. 8.2. “Matrimonio parejito”. 9. Niños y niñas en grupo 9.1.; 9.2.; 9.3. S/d. 10. Niños y niñas de Misión Tacaaglé 10.1. “Cocholek”.

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10.2. “Casaiquí”. 10.3. S/d. 10.4. “Chidagre, Capiagaik, Cocholek”. 10.5. “Tasogoyí”. 10.6. S/d. 10.7. “Tamí”. 10.8. “Yesocná, Matagre”. 10.9.; 10.10; 10.11.; 10.12. S/d. 11. Actividades de sus compañeros 11.1.; 11.2. S/d. 11.3. “En busca de cogollos de palma”. 11.4. “Calapat en su chacra”. 11.5. “Algodón”. 11.6.; 11.7. “Cosecha de caña de azúcar”. 12. Indios “compañeros” de José Zurflüh 12.1. “Yashí”. 12.2. “Caatoyí”. 12.3. “Caatoyí saca miel (Koehlalá)”. 12.4. “Cachagat médico y cantor”. 13. Cacique Pichón 13.1.; 13.2.; 13.3. “Pogogaiquí (a) cacique Pichón”. 13.4. “Dos… (cacique Pichón y fraile José Zurflüh)”. 14. La entrega de los pilagás de Nasoqui, 1925 14.1. “Cacique Nasoqui (a) Garcete con otros caciques Pilagás. Visita a la Misión 1925”. 14.2.; 14.3. “Grupo de Pilagás que visitaron la Misión, 1925”. 15. Los nuevos caciques en Misión Tacaaglé 15.1. “Garcete”. 15.2. “Iquis”. 15.3. “Sogodí”. 15.4. S/d. 15.5. “Naenocodí”. 15.6. “Coviolek”. 16. Juegos de hombres 16.1. S/d (incluye la imagen del fraile José Zurflüh). 16.2. “Caatoyí bebe”.

Tobas y pilagás en la Misión Tacaaglé: la imagen del fraile José Zurflüh

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16.3. “Chicha de algarroba en batea de ceibo”. 16.4. “Caatoyí canta y baila”. 16.5.; 16.6. S/d. 17. Juegos de niños y niñas 17.1.; 17.2.; 17.3. “Baile de los chicos”. 17.4. “Como los renacuajos”. 18. Cremación frente a cementerio 18.1. “Cremación de un cadáver de indio”. El fraile José Zurflüh marca con una + la cabeza del indígena. 18.2. “Cementerio de la Misión. Inauguración y bendición”. 18.3. “R.P. Antonio Paulón, falleció en Punta Yajapé, 30 noviembre 1914. 8 leguas de la Misión. Cruz y lápida de mármol, colocadas en 1927”. 19. Zurflüh acompañando a los tobas a cazar 19.1. “Pesca y caza… en el asador”. 19.2. “Ciervo. Mis compañeros Ntocoy, Waenogochí, Oshiguimí”. 19.3. “Calapat-Sictakae”. 19.4. “Knud Madsen, cazador: ‘Muchos recuerdos de tu amigo Knud Madsen’, 15 de junio 1926”. 19.5. “Yacaré cazado a lazo”. 19.6. “Trofeos de caza”. 19.7.; 19.8. “Indios cazadores descansando”. 19.9. “Lobo”… 19.10. “Yacaré (Pilcomayo)”. 20. La vida del misionero en el campamento indígena 20.1. “Campamento de dos noches”. 20.2. “Mate amargo y churrasco”. 20.3. “Peluquería al aire libre. Viaje a caballo, km 204, mayo 1926”. 20.4. “Cavallería Rusticana, 3 actos”. 20.5. “Charque de pescado”. 20.6. “Estero Bacaldá”. 21. La escuela vieja frente a la escuela indígena 21.1. “Escuela indígena de Misión Tacaaglé San Francisco Solano”. 21.2. “Indias trabajadoras, cosecha 1924, en la Escuela Indígena de Misión Tacaaglé San Francisco Solano”. 21.3. “Ludovico Casali en la escuela indígena con niños y niñas tobas, pilagás y blancos”. 21.4.; 21.5. “Misión Vieja Tacaaglé, antes del traslado. 1917”.

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IMÁGENES DE TOBAS Y PILAGÁS EN LA MISIÓN TACAAGLÉ

1.1.

1.2.

1. Paisajes cercanos al Río Pilcomayo 1.1. Misión Franciscana San Francisco Solano Tacaaglé (Pilcomayo), indios tobas, trabajos, paisajes, viajes (1920-1940). Fr. José Zurflüh, misionero. 1.2. Paisaje de Paargrandí (Pilcomayo).

Imágenes de tobas y pilagás en la Misión Tacaaglé

2.1.

2.2.

2.3. 2. Imágenes de las dos Misiones de Tacaaglé 2.1. Edificio incendiado el 24-06-1925. 2.2. Patio. Mirador en construcción, 1925. 2.3. 1925

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2.4.

2.5.

2.6. 2.4. Buey caballo. 2.5. Casa Misión, 1920 y 1922 2.6. Escuela.

Imágenes de tobas y pilagás en la Misión Tacaaglé

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2.7.

2.8.

2.7. Casa Misión, 1920. 2.8. Lado oeste y vista sur de la misión.

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2.9.

2.10.

2.9.; 2.10. Primer molino de la zona (Tacaaglé).

Imágenes de tobas y pilagás en la Misión Tacaaglé

3.1.

3.2.

3.3. 3. Mujeres de la Misión Tacaaglé 3.1.; 3.2. Reparto de locro a los escolares. 3.3. Después del reparto de ropa.

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3.4.

3.5.

3.6.

3.7. 3.4. Indígenas en busca de la ración diaria, Tacaaglé. 3.5.; 3.6.; 3.7. S/d.

Imágenes de tobas y pilagás en la Misión Tacaaglé

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3.8.

3.9.

3.10.

3.11. 3.8.; 3.9.; 3.10.; 3.11. S/d.

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4.1.

4. Cadaasolé, mujer adaptada a la integración franciscana 4.1; 4.2. Cadaasolé. 4.3. Familia de Cadaasolé. 4.2.

4.3.

Imágenes de tobas y pilagás en la Misión Tacaaglé

5.1.

5.2.

5.3. 5. Actividades grupales de varones adultos y niños 5.1.; 5.2. Construyendo represas para agua. 5.3. Limpiando rozados.

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5.4.

5.5.

5.6. 5.4. Destroncando, rozado de monte para chacra. 5.5. Construcción de cercos de palmas. 5.6. Palmar abatido por un ciclón (destrozo del ciclón), costa del Bacaldá.

Imágenes de tobas y pilagás en la Misión Tacaaglé

6.1.

6.2.

6.3. 6. La vida de los tobas y pilagás en los toldos 6.1. Vida y menaje en los toldos. 6.2. Tolderías en el campo. 6.3. S/d.

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6.4.

6.5.

6.6.

6.4. Cornelio Capiagaik y familia. 6.5.; 6.6. S/d.

Imágenes de tobas y pilagás en la Misión Tacaaglé

6.7.

6.8.

6.9.

6.7.; 6.8.; 6.9. S/d.

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6.10.

6.11.

6.12.

6.10. Estaqueando pieles de nutria. 6.11. S/d. 6.12. Buena pesca, indio contento.

Imágenes de tobas y pilagás en la Misión Tacaaglé

7.1.

7.2.

7.3. 7. Mujeres de diversas generaciones en Tacaaglé 7.1.; 7.2.; 7.3. S/d.

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7.4.

7.5.

7.4.; 7.5. S/d.

Imágenes de tobas y pilagás en la Misión Tacaaglé

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8.2.

8. Parejas extrañas para Zurflüh 8.1. S/d. 8.2. Matrimonio parejito. 8.1.

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9.1.

9.2. 9.3.

9. Niños y niñas en grupo 9.1.; 9.2.; 9.3. S/d.

Imágenes de tobas y pilagás en la Misión Tacaaglé

10.1.

10.4.

10.2.

101

10.3.

10. Niños y niñas de Misión Tacaaglé 10.1. Cocholek. 10.2. Casaiquí. 10.3. S/d. 10.4. Chidagre, Capiagaik, Cocholek.

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10.6.

10.5.

10.8. 10.7.

10.5. Tasogoyí. 10.6. S/d. 10.7. Tamí. 10.8. Yesocná, Matagre.

Imágenes de tobas y pilagás en la Misión Tacaaglé

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10.9.

10.10.

10.11.

10.12.

10.9.; 10.10.; 10.11.; 10.12. S/d.

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11.1.

11.2.

11.3. 11. Actividades de sus compañeros 11.1.; 11.2. S/d. 11.3. En busca de cogollos de palma.

Imágenes de tobas y pilagás en la Misión Tacaaglé

11.4.

11.5.

11.4. Calapat en su chacra. 11.5. Algodón.

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106

11.6.

11.7.

11.6.; 11.7. Cosecha de caña de azúcar.

Imágenes de tobas y pilagás en la Misión Tacaaglé

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12.2.

12.1.

12.4.

12.3. 12. Indios “compañeros” de José Zurflüh 12.1. Yashí. 12.2. Caatoyí. 12.3. Caatoyí saca miel (Koehlalá). 12.4. Cachagat médico y cantor.

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13.1.

13.2.

13.3.

13. Cacique Pichón 13.1.; 13.2.; 13.3. Pogogaiquí (a) cacique Pichón. 13.4. Dos… (cacique Pichón y fraile José Zurflüh).

13.4.

Imágenes de tobas y pilagás en la Misión Tacaaglé

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14.1.

14.2.

14.3. 14. La entrega de los pilagás de Nasoqui, 1925 14.1. Cacique Nasoqui (a) Garcete con otros caciques Pilagás. Visita a la Misión 1925. 14.2.; 14.3. Grupo de Pilagás que visitaron la Misión, 1925.

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15.1.

15.2.

15.4.

15.3. 15. Los nuevos caciques en Misión Tacaaglé 15.1. Garcete. 15.2. Iquis. 15.3. Sogodí. 15.4. S/d.

Imágenes de tobas y pilagás en la Misión Tacaaglé

15.5.

15.6. 15.5. Naenocodí. 15.6. Coviolek.

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16.1.

16.2.

16.3.

16. Juegos de hombres 16.1. S/d (incluye la imagen del fraile José Zurflüh). 16.2. Caatoyí bebe. 16.3. Chicha de algarroba en batea de ceibo.

Imágenes de tobas y pilagás en la Misión Tacaaglé

113 16.4. Caatoyí canta y baila. 16.5.; 16.6. S/d.

16.4.

16.5.

16.6.

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17.1.

17.2.

17.3.

17.4.

17. Juegos de niños y niñas 17.1.; 17.2.; 17.3. Baile de los chicos. 17.4. Como los renacuajos.

Imágenes de tobas y pilagás en la Misión Tacaaglé

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18.1. 18. Cremación frente a cementerio 18.1. Cremación de un cadáver de indio. El fraile José Zurflüh marca con una + la cabeza del indígena. 18.2. Cementerio de la Misión. Inauguración y bendición. 18.3. R.P. Antonio Paulón, falleció en Punta Yajapé, 30 noviembre 1914. 8 leguas de la Misión. Cruz y lápida de mármol, colocadas en 1927.

18.2.

18.3.

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19. Zurflüh acompañando a los tobas a cazar 19.1. Pesca y caza… en el asador. 19.2. Ciervo. Mis compañeros Ntocoy, Waenogochí, Oshiguimí. 19.3. Calapat-Sictakae. 19.4. Knud Madsen, cazador: “Muchos recuerdos de tu amigo Knud Madsen”, 15 de junio 1926 19.1.

19.2.

19.3.

19.4.

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19.5

19.6

19.7 19.5. Yacaré cazado a lazo. 19.6. Trofeos de caza. 19.7. Indios cazadores descansando.

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19.8.

19.10.

19.8. Indios cazadores descansando. 19.9. Lobo… 19.10. Yacaré (Pilcomayo). 19.9.

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20.1.

20.2. 20. La vida del misionero en el campamento indígena 20.1. Campamento de dos noches. 20.2. Mate amargo y churrasco. 20.3. Peluquería al aire libre. Viaje a caballo, km 204, mayo 1926.

20.3.

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20.4.

20.5.

20.6. 20.4. Cavallería Rusticana, 3 actos. 20.5. Charque de pescado. 20.6. Estero Bacaldá.

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21.1.

21.2. 21. La escuela vieja frente a la escuela indígena 21.1. Escuela Indígena de Misión Tacaaglé San Francisco Solano. 21.2. Indias trabajadoras, cosecha 1924, en la Escuela Indígena de Misión Tacaaglé San Francisco Solano.

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21.3.

21.4.

21.5. 21.3. Ludovico Casali en la Escuela Indígena con niños y niñas tobas, pilagás y blancos. 21.4.; 21.5. Misión Vieja Tacaaglé, antes del traslado. 1917.

CONCLUSIONES

La percepción y convicción de que el Chaco era un desierto vacío se reveló falsa para los estados que buscaban a inicios del siglo xx el control de estos territorios. En efecto, esta gran región estaba poblada por diversos grupos indígenas que inclusive hasta finalizar el siglo xix aún seguían manteniendo sus sistemas culturales sin mayores modificaciones, por la presencia de nuevos pobladores surgidos primero de los descendientes de los colonizadores españoles y luego de los migrantes que los gobiernos argentino y paraguayo habían facilitado y fomentado. La incorporación del Gran Chaco a las sociedades nacionales por parte de Argentina y de Paraguay fue marcadamente diferente, respondiendo a las lógicas propias de dos estados disímiles. Mientras Argentina es un país a escala continental y en franca disputa del dominio económico y geopolítico con la otra potencia territorial y de creciente economía regional, Brasil, la conquista y ocupación del Chaco a finales del siglo xix y principios del xx se convertía en vital, tanto para incorporar recursos valorizables por las actividades productivas, como para ocupar y activar las zonas fronterizas. En el caso argentino, esta preocupación se materializó tanto en el norte, en la zona del Chaco, como en el sur, en la zona de la Patagonia. Las campañas militares fueron el primer paso en el proceso de control e integración de extensas zonas dominadas por los “salvajes”. En el caso de Paraguay, las condiciones y estrategias para incorporar el Chaco fueron diferentes y estuvieron marcadas por la hecatombe de la Guerra contra la Triple Alianza, que no sólo dejó diezmada la población y la economía, sino también erosionó significativamente la fuerza y eficacia de implementar políticas públicas tendientes a una organización territorial efectiva. Paraguay no dispuso nunca de un mecanismo de ocupación del Chaco, cuya única excepción es el intento de colonización francesa en el extremo sur a mediados del siglo xix, que sin embargo puede ser considerada más como una colonia vinculada a Asunción que al Chaco (Sosa, 1979). Desprovisto de los recursos humanos, materiales e institucionales para ocupar ni siquiera la porción oriental, donde se asentaba casi toda la población paraguaya y donde se situaban los principales dispositivos productivos, el Chaco era para Paraguay un espacio secundario y periférico pero estratégico. La indefinición de la frontera con Bolivia constituía un eje de preocupación y conflicto permanente, dotando al Chaco de un marcado interés geoestratégico que no se materializó nunca en acciones concretas (Foucher, 1991). En Argentina, la segunda fase de la penetración, control y uso de los recursos ya no estuvo en manos de los militares y sus operaciones violentas frente a los “salvajes”, y consistió en la cesión de la dinámica pobladora y económica a otros actores: las empresas de tanino y las congregaciones religiosas. En el caso de Paraguay, que no había aplicado la primera fase militar, las compañías extranjeras y las misiones religiosas remplazaron el papel estatal del control territorial. Esta suerte de privatización del espacio mediante la venta de tierras

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públicas se tradujo en la aplicación indirecta y descontrolada de la integración de porciones importantes del Chaco a la economía paraguaya. En cierta medida, este análisis puede ser aplicado a la Argentina, que, si bien no dilapidó todo su territorio mediante la venta de tierras como hizo Paraguay, tuvo una presencia extranjera fuerte y sostenida (inmigrantes, empresas y hasta misioneros extranjeros), aunque bajo el auspicio y control del estado. El contexto económico y tecnológico regional a principios del siglo xx se regía por las demandas internacionales y el flujo de los productos por vía fluvial. Este elemento es clave para comprender la amplitud y la eficiencia de la incorporación territorial, puesto que los barcos eran los únicos medios de comunicación rápidos, baratos y seguros que permitían conectar las diferentes zonas del Chaco con las economías nacionales. En el caso argentino, una red ferroviaria complementó rápidamente la red de transporte fluvial, pero estas infraestructuras estuvieron más al servicio de las empresas extractoras de recursos que al desarrollo. El Río Paraguay para el país homónimo, así como el Río Bermejo y el Río Pilcomayo para Argentina, eran los espacios privilegiados para las incursiones y asentamientos principales. Al igual que las compañías del quebracho y del tanino, las congregaciones religiosas representaron la segunda etapa de la construcción territorial, principalmente en Argentina (Vázquez, 2004 a y 2004 b; Maeder, 1996: 189-206). A pesar de no ser navegable, el Río Pilcomayo adquiere una relevancia mayor al convertirse en límite internacional entre Paraguay y Argentina. A ambas márgenes de este río se establecerán las misiones religiosas católicas, que trabajarán por incorporar estos territorios “hiperperiféricos” con actores poco conocidos de los sistemas nacionales. Las imágenes que presenta este libro reflejan no sólo la vida cotidiana de las misiones y actividades conexas, sino también el Chaco en sus representaciones gráficas más características, mostrándonos incluso un Chaco “literario” (Giardinelli, 1999), en este caso inventado por el fraile José Zurflüh. El Gran Chaco o los Chacos argentino y paraguayo presentan tres escenarios particulares y sobre todo paradójicos. En primer lugar, el Gran Chaco como región natural, vacía y despoblada en las representaciones e imaginarios nacionales hasta mediados del siglo xix. En segundo lugar, la zona del Río Pilcomayo como frontera internacional a finales del siglo xix. Y en tercer y último lugar, el Río Pilcomayo como espacio principal de integración a inicios del siglo xx (Soja, 1993). De esta forma, un mismo territorio era leído e interpretado por diferentes actores a escalas diversas. Mientras para los estados era considerado un espacio natural con primacía de lo físico y lo biológico sobre lo cultural, para otros consistía en un espacio de regulación política y fronteriza. Para sus únicos actores locales, los diversos grupos indígenas constituían un espacio de vida y movimiento. Para estos últimos, la frontera internacional era no sólo desconocida sino que no tenía ninguna consecuencia práctica hasta que se desató la Guerra del Chaco y el ejército paraguayo amenazó el funcionamiento económico y cultural de los indígenas. La Misión Tacaaglé se sitúa en la intersección de estos tres escenarios espacio- temporales, y sus perspectivas gráficas nos acercan a un mundo indígena en plena transición, no menos que los espacios fronterizos, que comienzan a tomar forma y generan los primeros y únicos centros urbanos en la frontera, elemento no poco importante para la lógica estatal de poblamiento. Se destaca igualmente el posicionamiento filosófico y moral de las misiones, sobre todo de la congregación religiosa en su relación con los indígenas que ya no son salvajes, sino que están en la senda de convertirse en ciudadanos. Este es el papel que el Estado argentino confió a los franciscanos y que éstos asumieron no sólo por el mandato o pedido ofi-

Conclusiones

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cial, sino también como intermediarios entre dos modelos culturales y simbólicos: el mundo indígena salvaje y el occidental y moderno por un lado, y las tinieblas y el cielo, por el otro. No obstante, se aprecia tanto en las imágenes como en los comentarios una perspectiva del otro, el indígena, mucho menos antropocéntrica que la que se puede apreciar en otras misiones religiosas católicas en el Chaco. En el caso de la Misión Tacaaglé se percibe claramente un deseo de ser incluido en la sociedad receptora indígena antes que incluir e integrar. Ni estudio antropológico, ni geográfico ni histórico, la representación gráfica de la Misión Tacaaglé nos muestra varios escenarios que pueden ser aplicados y considerados desde diversas disciplinas, donde la historia y la geografía son instrumentos de comprensión de un esquema poblacional en un sistema territorial en transición. Para acabar con esta obra, señalamos que el misionero J. Enrique Guernacini hizo constar lo que debían aprender los indígenas y los propios frailes franciscanos para ir juntos en el proceso cultural de la integración indígena de los tobas y pilagás provenientes del “Chaco paraguayo” e integrados al “Chaco argentino”: Compendio de la doctrina cristiana vertida del castellano al toba por el Fr. Enrique Guernacini”. “–¿Hay Dios? – Sí, Padre, hay Dios. –¿Cuántos dioses hay? –Un solo Dios. –¿Dónde está Dios? –En el cielo, en la tierra y en todo lugar. –¿Quién es Dios? –Un señor infinitamente bueno, Todopoderoso, Eterno, y Criador de todas las cosas. –¿Nos crió también á nosotros? –Sí, padre. –¿Para qué hemos sido criados? –Para amarle y servirle en esta vida y después ir á gozarle en la gloria. –¿Tiene Dios figura corporal como nosotros? –No, padre, él es espíritu purísimo. –¿Cuántas personas hay en Dios? –Tres personas distintas. –¿Cuáles son estas personas, y cómo se llaman? –La primera es el Padre, la segunda es el hijo, la tercera es el Espíritu Santo. –¿Cada una de estas tres personas es Dios? –Sí, padre. –¿Entonces son tres dioses? –No, Padre, son tres personas y un solo Dios. –¿Cómo se llama este Misterio de la Santísima Trinidad? –Se llama el misterio de la Santísima Trinidad. –¿Cuál de las tres personas se hizo hombre? –La segunda, que es el hijo. –¿Dónde se hizo hombre? –En el seno purísimo de María. –¿Cómo se hizo hombre? –Tomando cuerpo y alma como tenemos nosotros. –¿Por obra de quién se hizo Hombre? –Por obra del Espíritu Santo. –¿Para qué se hizo Hombre? –Para redimirnos y enseñarnos a ser buenos. –¿Quién es María, Nuestra Señora? –Es la más excelente de las mujeres, llena de virtudes, Madre de Dios y está en el cielo. –¿Cómo se llama el Hijo de Dios hecho Hombre? –Jesucristo. –¿Jesucristo es Dios? –Sí, Padre. –¿Jesucristo es Hombre? –Sí, Padre. –¿Qué hizo Jesucristo por nosotros? –Padeció y murió en la cruz, para librarnos del pecado y de la muerte eterna. –¿Cómo murió? –Murió como Hombre.

126

La conquista y ocupación de la frontera del Chaco entre Paraguay y Argentina

–¿Y el que ahora vemos en la cruz es Jesucristo? –No, es una imagen y semejanza de Jesucristo. –¿Jesucristo está vivo o muerto? –Está vivo, porque resucitó al tercer día. –¿Dónde fue después de resucitar? –A los cuarenta días subió al cielo. –¿Ha de venir otra vez acá a la tierra? –Sí, Padre, vendrá el día del juicio final. –¿A qué vendrá? –A tomarnos cuenta de todas nuestras obras. –¿Y aquel día resucitaremos todos? –Sí, Padre, con los mismos cuerpos que tuvimos. –¿En cuántas partes está Jesucristo? –En cuanto Dios, está en todas partes, en cuanto Hombre está solamente en el cielo y en el Santísimo Sacramento del Altar. –¿Qué cosa es el Santísimo Sacramento del Altar? –Es la Historia consagrada y el cáliz consagrado. –¿Quién está en la hostia consagrada, y en el cáliz consagrado? –El verdadero cuerpo y sangre con el alma y la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo. –¿Y no es pan la hostia consagrada? –Antes de consagrarse era pan, mas en la consagración el pan se convierte en el cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo, así como el vino del cáliz se convierte en sangre, quedando tan sólo los accidentes ó apariencias. –¿Cuándo se hace esta consagración? –En tiempo de la Misa, un momento antes de que el Sacerdote alce la hostia y el cáliz. –¿Qué cosa es la Misa? –Es el acto más esencial y sublime de nuestra Religión, porque es la renovación del sacrificio que Jesucristo ofreció en la cruz, muriendo por nosotros. –¿Cómo se ha de oír la misa? –Con mucha atención y reverencia, considerando sus misterios ó rezando devotas oraciones. –¿Adónde van los que mueren en gracia de Dios, habiendo recibido el bautismo? –Van al cielo a gozar de Dios para siempre. –¿Adónde van los que mueren en pecado mortal y sin bautismo? –Van al infierno á padecer para siempre en compañía de los demonios. –¿Por qué creemos todas estas cosas? –Porque Dios las ha revelado á la iglesia, y la Iglesia, maestra infalible, nos las enseña. –¿Dios perdona al pecador? –Sí, Padre. –¿Cómo puede ser perdonado el hombre por Dios? –Confesándose al Sacerdote con las disposiciones necesarias. –¿Qué se debe hacer para confesarse bien? –Examinar la conciencia, tener dolor de los pecados, tener voluntad de no pecar más, decir los pecados al sacerdote, cumplir la penitencia impuesta. –¿Es pecado no cumplir la penitencia? –Sí, Padre. –El que pecó mortalmente, si muere sin confesarse ¿podrá salvarse? –No podrá salvarse si pudiendo confesarse no lo hizo. –El que está para morir y no puede confesarse ¿irá al cielo? –Sí, haciendo un acto de perfecta contrición con propósito de confesarse. –¿Qué es la contrición perfecta? –Arrepentirse de todos los pecados como ofensa de Dios, bondad infinita. –¿Qué se requiere para hacer una buena comunión? –Estar en gracia de Dios, estar en ayuno desde la media noche, amar al Señor que se va á recibir, y dar gracias á Dios por el beneficio recibido. –¿A quién recibimos en la Sagrada Comunión? –A Jesucristo tan realmente como está en el cielo.

Conclusiones

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–¿Quién es Jesucristo? –El Hijo de Dios, hecho Hombre por nosotros. –¿Para qué sirve el Sacramento del Bautismo? –Para quitar el pecado original, hacer al hombre hijo de Dios y heredero del cielo. –¿Es muy necesario el Sacramento del Bautismo? –Sí, Padre, es necesario para la salvación, y sin él no se puede ir al cielo. –En caso de necesidad, ¿quién puede bautizar? –Cualquier hombre o mujer que tenga uso de razón. –¿Cómo se ha de bautizar? –Derramando agua natural sobre la cabeza de la criatura, con intención de bautizar, diciendo: Yo te bendigo, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. –¿Para qué el Sacramento de la Confirmación? –Para darnos el Espíritu Santo con todos sus dones, y fortalecernos en la Fé, que recibimos en el Bautismo.36

36. ABHPFSM, Caja 25, Misiones Franciscanas, Compendio de la doctrina cristiana vertida del castellano al toba por el Fr. Enrique Guernacini, mimeo.

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La conquista y ocupación de la frontera del Chaco entre Paraguay y Argentina

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Lista de fotografías y organización según José Zurflüh · Paisaje de Paargrandí (Pilcomayo). · Patio; lado oeste; vista sur de la misión. · Mirador en construcción, edificio incendiado el 24-06-1925; mirador, 1925; frente, 1922, “buey caballo”. · Casa Misión, 1920 y 1922. Escuela. · Capilla, Ludovico Casali, interior. · Reparto de locro a los escolares. Escuela. · Indias trabajadoras, cosecha 1924 (fotografiados en la escuela indígena San Francisco Solano, Tacaaglé). · Algodón; carpiendo maíz; algodón; cosecha de caña de azúcar; “Calapat” en su chacra. · Cosecha de algodón. · Rozado de monte para chacra, destroncando. · Primer Molino de la zona; Cachagat, médico y cantor; destroncando ceibos; Cornelio Capiagaik y familia. · Primer molino de la zona. · Carpiendo calles, E. y O. Terraplenando caminos, N. a S. · Yashí, Schictakae, Caatoyí; limpiando rozados; cosecha caña de azúcar. · Después del reparto de ropa; Yacaré. · Indígenas en busca de la ración diaria, Tacaaglé. · Pogogaiquí (a) cacique Pichón; Chaasiquí (a) Carapé. · Cadaasolé, Cocholek, Cosriqui. · Tasogoyí, Tamí, Chidagre, Capiagaik, Cocholek. · Yesocná, Maragre; como los renacuajos. · Baile de los chicos. · Samohú o palo borracho; papayo o mamón; mechoacán (tubérculo); cremación de un cadáver de indio. · Sogodí; Naenocodí; Coviolek. · Cacique Nasoqui (a) Garcete con otros caciques pilagás. Visita a la Misión, 1925. · Garcete; Iquis. · Grupo de pilagás que visitaron la Misión, 1925. · Caatoyí canta y baila; Caatoyí bebe; chicha de algarroba en batea de ceibo. · Chiodí-Oshiguimí; Cadacsoyí; Cachagat; Calapat-Schictakae. · Palmares, palma Caranday; campamento de viaje. · Tolderías en el campo. · Vida y menaje en los toldos. · Estaqueando pieles de nutria; en busca de cogollos de palma. · Riacho Ñokocaldá, nuestro paradero. · Laguna dentro del estero Bacaldá; Juancito Oshiguimí; bañando mi tordillo.

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· Paisajes de Ñokocaldá; sesteando; Daniel Capiagaik hacheando un vinal para extraer miel de abeja rubia; mate amargo en el Totoral. · Un descanso en la expedición; puente de indios sobre embalsado; Ñekocaldá; Palmar en el estero. · Rodeo, trabajos camperos. · Volteando y enyugando; amansando novillos. · Horcones de Urunday; haciendo tejas de palma; construcción de galpones, depósito de cosecha. · Acarreo en el palmar; cercos de palmas; construcción de cercos de palmas, transporte en camión y en carreta. · Carpida del Batatal; rajas de palma; cosecha de porotos; trillar… a garrote. · R. P. Antonio Paulón, falleció en Punta Yajapé, 30 de noviembre de 1914; Punta Yajapé, a 8 leguas de la Misión; cruz y lápida de mármol, 1927. · Capilla actual –1928– día domingo; capilla interior. · Tacaaglé: puente sobre el Riacho Porteño, 1919, 1920, 1921. · Riacho porteño; terraplenando el puente; bañadero de Montados; paisajes del Porteño. · Cavalleria Rusticana, 3 actos. · Palmar abatido por un ciclón, Costa del Bacaldá. · Otro aspecto de los destrozos del ciclón. · Destroncando palmas en los viajes. Indios compañeros de viaje, orilla del estero Paleoñí. Despejando el camino para llegar al puesto San Julián; San Julián. · Camión de la Misión en la Picada de Tapiquiolé, mayo 1927. · Mapzat. Tajamar de José Félix León. · En Palo Blanco. Tacaaglé. P. P. Ludovico Casali y José Zurflüh. En la misión, primer camión Ford de la zona del Pilcomayo. · Indios cazadores descansando. Carne silvestre al asador. Mate amargo y churrasco. · Escenas de cacería; ciervo; mis compañeros Ntocoy, Waenogochí, Oshiguimí. · Ñokocaldá; chancho del monte; ciervo; cuereando ciervo; cuereando chanchos. Totora; trofeos de caza. · Gato onza; lobo; carpincho; caguaré, oso pequeño del Pilcomayo. · Curiyú enroscada sobre un tronco; tatú mulita y familia. · Boa (curiyú); gato onza; zorro… en la trampa; gato onza en la trampa… · Tacaaglé: cigüeña “Tuyuyú cuartelero” domesticada; nido sobre la palma; pichones de cigüeña; nido. · Yacaré (Pilcomayo); Yacaré (Mapzat). · Bacaldá, confluencia con el Pilcomayo; quemazones de Totorales, Estero Bacaldá en la sequía. · Río Pilcomayo, volviendo del Fortín General Brugués (Chaco Paraguayo). · Región del Viralae; Cofeltugonagaqui; a través del Totoral; Cartorí saen Miel (Koenlalá); San Carlos; campamento.

Lista de fotografías y organización según José Zurflüh

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· Viaje por Viralae-Palcoñí; campamento de dos noches; en marcha; atravesando soledades; otro campamento (mi mosquitero; noche triste, sin agua y sin montado). · Madrugada en el Palmar (Paargrandí-Ñokocaldá); puesto Julián Gaete; Dos…; matrimonio parejito. · Viaje por tierra a Formosa (1925), aguadas, campo de Germán Cancio; por abras y picadas octubre 1925; puesto de Murdoch. · Viaje a Formosa a caballo, octubre de 1925. Piedra, paradero; puesto Oclepo, colonia pastoril; mi tordillo, sesteando bajo un timbó; camino a Dalmacia; entre el puesto “El Peligro” y la estancia San Pedro (Mihanovich). · Octubre de 1925, viaje a Formosa; escuela de mojón de fierro; puente en mojón de fierro sobre el Río Pilagá. · Octubre de 1925, viaje a Formosa a caballo; Río Monte Lindo, Paso de los Santos (S. Beterete); Riacho Formosa, Paso Maroma; casa de Jacinto Somacal, colonia Formosa. · Montados en “Buey-Caballo”; Knud Madsen, cazador (“muchos recuerdos. Su amigo Knud Madsen, 15 de junio de 1926); en el Riacho Mapzat; Pilcomayo; casa Medardo Rodríguez, costa del Chagadrik. · Río Monte Lindo, paso de carretas en el camino de la picada hacia el kilómetro 204; Riacho Tatupiré km 204; peluquería al aire libre, viaje a caballo kilómetro 204, mayo 1926; paso del Tatupiré, “Ruso Ahogado”. · Viaje a caballo al km 204, Est. Ibarreta; Lagunita de los Rusos; paso del Río Tatupiré; paso del Río Monte Lindo, dentro de la Picada de 2 leguas. · Juego de los tobas, “Queloqué”; Orilla de Monte. · Chirochilé- Puestos primitivos- Inshiagadrik; Tapiquiolé “La Urbana”, junio 1927. · Con Juancito Oshiguimí, viaje a Formosa 1926; en el riacho Chagaorik (Inshiagadrik); con P. Ludovico Casali, Formosa 1926; en familia (padre y madre), 1925; reunión de misioneros en Formosa. · Padrinazgo Presidencial, 7.º hijo de M. Lotto; visita del gobernador Jorge Yalour, 1922. · Tajamar en el Porteño “La providencia”; “Hasta aquí llegó el camión… el resto del viaje en carro”; visita del P. Pedro Y(I)turralde. El negro Anastasio Medina: “¿nos metemos en el barro… o reculamos?”. · Misión Tacaaglé; casa nueva en construcción; P. Ludovico Casali y “escueleros”; puesto de Tacaaglé. · Cementerio de la Misión, inauguración y bendición; bendición del puente Mapzat. · Pesca, y caza… en el asador; yacaré cazado a lazo; ensillando; Paargrandí; Estero Bacaldá. · Construyendo represas para agua; Tajamar (represa) Riacho Mapzat; Tajamar en tierra, Misión. · Paisajes Riacho Porteño. · Viajes; Picada Coltapikiolé; Puente de palmas; Chaikzatandí; Riacho Porteño en paraje Caí; puente en Espinillo, Habiinmilae (a. Juimilé).

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· Casa Bailón Benítez (Chaikzatandí), Amadeo Nicora, don Bailón y señora; Casa Bailón, casamiento y bautismos, parte de la concurrencia; Casa Estancia Félix Bóveda. · Tranquera al riacho Peraganagazat; “Campeando”, sin camino; Dayamikzatandi; Casa José Nicora; paraje “Caí” (mono). · Cruzando el Chaikhalá-ldá; Fortín Yunká; Estancia Yunká, señor Stall; Fortín Yunká, casino de oficiales, mi alojamiento. · Sacando “mechoacán”; sacando miel; miel de camoatí; cortando Urunday. · Despunte Laguna Grande, Tacaaglé; exploración por los palmares, Ñokocaldá; “Paradero” Ñokocaldá. · Misión Tacaaglé, casa nueva; desde el patio; corredor; base del mástil, arquitecto y albañil P. José Zurflüh; desde el jardín. · Entrada a la Misión; entrada al puente; calle; Riacho Porteño, desde el puente. · Familia indígena, charque de pescado; P. Zurflüh con alumnos tobas, 1916, Laishí; buena pesca… indio contento. · Yacarés en la orilla; cuereando; sacado a lazo; osamento y cuervos. · Juan M. Nicora “Río Cué”, bautismos; Casa Bailón Benítez “Chaikzatandí”; bendición cementerio. · San Antonio; entrada a la picada del “Salitral”; fuera de la picada. · Misión Vieja Tacaaglé, antes del traslado 1917; el P. Ludovico Casali no consigue poner orden entre las damas tobas. · Carreta de pasajeros. · Clasificó Dr. Carlos Bruch, Museo de La Plata, envió P. J. Zurflüh: galería laberíntica del nido, tamaño natural; nido arbóreo de Azteca; obreras aztecas pequeña y grande con 10 aumentos. Nido de hormiga Azteca (Alfaroi) en los árboles, variedad argentina, Tacaaglé, Formosa, 1/3 del tamaño natural, superficie externa, tamaño natural. · Viaje a Nueva Pompeya, palo borracho camino de Laguna Yema a El Pintado: Yuchán (salteño), Samohú (guaraní), Peraganagá (toba). · Misión Nueva Pompeya, patio y torre. · Isla del Cerrito, leprosario, Río Paraná, Corrientes; tomada desde el vapor; entrada a la capilla; almuerzo al año libre.

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Índice de mapas Mapa 1. Mapa República Argentina, Diócesis de Santa Fe, ubicación del Convento de San Lorenzo, de la Misión Tacaaglé en la provincia de Formosa, y territorios de República de Bolivia y República del Paraguay sin especificación de la pertenencia del “Chaco boreal” o “Chaco paraguayo”. Mapa 2. Mapa de la Diócesis de Santa Fe, República Argentina, superficie de la provincia de Formosa con 6.094 habitantes y 107.258 kilómetros. Ubicación de la Misión Franciscana del Colegio de la Merced (provincia de Formosa en la frontera con Río Bermejo); Misión Franciscana del Colegio de San Carlos (provincia de Santa Fe); Misioneros del Colegio de San Diego (provincia de Formosa en la frontera con Río Pilcomayo); División de Geodesia, Dirección General de Tierras y Colonias, República Argentina, mapa de José S. Sashuf (¿?), 1906. Mapa 3. Plano del itinerario seguido por el gobernador de Formosa, Lucas Luna Olmos, en los meses de junio, julio y agosto 1904. Itinerario de la expedición. Campamentos, exploraciones de parte del personal de la comisión, Ruta de regreso del comandante Bouchard tras la búsqueda del explorador Ibarreta, y Límites de propiedades. Misión franciscana del Convento de la Merced, incluyendo el L. Tacaaglé, en el límite del Río Pilcomayo, en contacto con la “antigua jurisdicción toba”. Mapa 4. Croquis trazado Ruta 11, Puerto Zapallar, Formosa. Ubicación de las “Estancias y Tierras del Pilagá” en la zona de frontera entre Argentina y Paraguay, Río Pilcomayo. Mapa 5. Gran Chaco, hoy.

Índice de cuadros Cuadro 1. Principales exploraciones al Chaco (1542-1906). Cuadro 2. Clasificación de tierras públicas para su venta. Cuadro 3. 127 indígenas tobas y el cacique Pichón en el censo nacional de 1895.

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DATOS ACADÉMICOS DE LA AUTORA Y EL AUTOR La Dra. Gabriela DALLA-CORTE CABALLERO es licenciada en Historia en la Universidad Nacional de Rosario (UNR) y en Geografía e Historia (UB); máster Estudios de Género (1995); becaria AECI (1995-1998); doctora en Historia de América (1999) y en Antropología Social y Cultural (2000) por la UB. Profesora Titular de Historia de América en el Departamento de Antropología Cultural, Historia de América y África, y secretaria académica y responsable de Relaciones Internacionales de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Barcelona (2010). Las líneas de trabajo son Migraciones y relaciones socio-económicas entre España y el Cono Sur, construcción del Estado nacional, Ciudadanía y ocupación del espacio americano contemporáneo. Ha sido asesora de Historia de América en la Fundación Privada de Casa América Catalunya (2004-2007), docente y secretaria de la comisión paritaria del Máster de Estudios Latinoamericanos (UB-UABUPF). Se ha desempeñado como docente de posgrado en Argentina (Rosario, Tucumán, Catamarca), Uruguay y España. Miembro de proyectos de investigación I+D, desde el año 2000 forma parte del grupo consolidado de investigación del TEIAA-UB. De sus libros de autoría citamos: Vida i mort d’una aventura al Riu de la Plata. Jaime Alsina i Verjés, 1770-1836, Publicacions de l’Abadia de Montserrat, Barcelona, 2000; Casa de América de Barcelona (1911-1947), LID, Madrid, 2005; A las puertas del Hogar. Madres, niños y Damas de Caridad en el Hogar del Huérfano de Rosario (1870-1920), Prohistoria, Rosario, 2006 (con P. Piacenza); Lealtades firmes. Redes de sociabilidad y empresas: la Carlos Casado S. A. entre la Argentina y el Chaco paraguayo (1860-1940), CSIC, Madrid, 2009; y LA GUERRA DEL CHACO, Ciudadanía, Estado y Nación en el siglo xx. La crónica fotográfica de Carlos de Sanctis, Prohistoria Ediciones y TEIAA/UB, prólogo de Sandra Fernández, Rosario, 2010, que fue reeditado en el mismo año por Editorial Intercontinental, Asunción del Paraguay, con prólogo de Fabricio Vázquez Recalde (Universidad Nacional de Asunción). Autora de seis artículos en revistas de ISI Journal Citation Reports (JCR) Arts & Humanities Citation Index; 10 artículos en revistas CARHUS PLUS; 15 artículos en revistas citadas en ICDS; y 26 capítulos de libros. También ha editado y compilado un total de 14 libros, entre ellos: Espacios de Género, 2 vols., CEHM, UNR, 1995; Sobre viajeros, intelectuales y empresarios catalanes en Argentina, Red Temática MEDAMERICA/UB, Tarragona, 1988 (con Sandra Fernández); Intelectuales rosarinos entre dos siglos: Serafín, Clemente y Juan Álvarez. Identidad local y esfera pública, Manuel Suárez editor, Rosario, 2000 (con E. Sonzognni); Lugares para la Historia. Espacio, Historia Regional e Historia Local en los Estudios Contemporáneos, UNR Editora, Rosario, 2001, reeditado en el año 2005 (con S. Fernández); Espacios de Familia. ¿Tejidos de lealtades o campos de confrontación? España y América, siglos xvi-xx, Jitanjáfora, Morelia (México), 2003 (con D. Barriera); Catalunya-Amèrica, Fonts i Documents de Recerca, Institut Català de Cooperació Iberoamericana, Col.lecció Amer&Cat, Barcelona, 2004 (con A. Lluís VidalFolch); Empresarios y empresas en América Latina, siglos xviii-xx, Serbiluz/Universidad del Zulia, Maracaibo, 2005 (con B. Vázquez). Con P. García y otros, Publicacions UB, Barcelona: Conflicto y violencia en América (2002), Relaciones sociales e identidades en América (2004), Homogeneidad, diferencia y exclusión en América (2006), Poder local, poder global en América (2008); y Sociedades diversas, sociedades en cambio. América Latina en perspectiva histórica, Barcelona, Publicación Multimedia (2010). Ha participado en la organización de las Jornadas “Educación y Ciudadanía: Difusión de valores democráticos y construcción del Estado”, realizadas por la UB en colaboración con el Parlament de Catalunya sobre Perú

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en el año 2008, en Bolivia en 2009, Ecuador en 2010 y Paraguay entre finales de 2010 y durante el año 2011. Dalla-Corte Caballero es coordinadora del grupo de investigación de Barcelona y Asunción sobre el Paraguay titulado “Educación y ciudadanía: modelos de difusión de valores, instituciones democráticas y construcción del Estado en Paraguay” que ha sido subvencionado y reconocido por la AECID durante el primer año 2009-2010 (A/023093/09) y la renovación del año 2010-2011 (A/030106/10). En colaboración con Herib Caballero Campos ha coordinado el libro Estado, Educación y Ciudadanía en el Paraguay, Universidad Nacional de Asunción, Universidad de Barcelona, AECID y TEIAA, Asunción, 2011. En el marco del Simposio Internacional “América: poder, conflicto y política”, organizado en la UB, publica el artículo “Nación, Estado y dispositivos del control social: la construcción religiosa entre Paraguay y Argentina, siglos xix-xx”, en G. Dalla-Corte Caballero (coord.), Historias indígenas, nación y Estado en el bicentenario de Independencias de la República del Paraguay (1811-2011), AECID/UB/TEIAA, Barcelona, 2011.

El Dr. Fabricio VÁZQUEZ RECALDE es ingeniero en Ecología Humana por la Universidad Nacional de Asunción, UNA (1992-1996). Doctor en Geografía y Ordenamiento Territorial (2009) por la Universidad de Toulouse (2002-2004), especialidad en Geoeconomía; tesis De una periferia olvidada a la activación de múltiples territorios: el caso del Chaco paraguayo. Máster en Desarrollo Territorial en Estudios Profundos ESSOR, Espacios, Sociedades Rurales y Lógicas Económicas, Universidad de Toulouse (2001-2002). Asesor del Proyecto de Promoción del Desarrollo de la Juventud de la Fundación Oñondivepa, UNFPA (2008); coordinador del Proyecto Piloto de Gestión Ambiental y Desarrollo Territorial de la UNFPA (2007); director de la Dirección General de Planificación del Ministerio de Agricultura y Ganadería (2006-2007); Programa de Desarrollo de Pequeñas Fincas Algodoneras, Prodesal, MAG-BID (2000); director de Proyectos indígenas y de apoyo a la salud y la educación, Vicariato Apostólico del Pilcomayo, Boquerón (2000-2001); director del Centro de Capacitación y Tecnología Apropiada, Piribebuy, Departamento de la Cordillera-Paraguay, UNA (1998-2000); Proyecto de Desarrollo Local en Colonia Independencia, Altervida (1997-1998). Consultor: JICA, Propuesta de Unidades de Análisis Territoriales de la Región Oriental del Paraguay (2009); Ministerio del Interior en temas de población (2009); programa Migraciones Brasileñas en Paraguay, dinámicas demográficas y territoriales en Canindeyú, ADEPO (2007-2008); Unión de Gremios del Paraguay en Ordenamiento Territorial (2008); consultor de GTZ en dinámicas socioeconómicas y territoriales en departamentos de Guaira y Paraguarí (2007). Docente de posgrado en temas de Desarrollo y Población en ADEPO-UNFPA, Asunción (2005-2006); coordinador de la Maestría en Manejo de los Recursos Naturales y Gestión Ambiental del Territorio (2006). Ha participado en congresos en Encarnación (2005); Campo Grande y Corumbá, Brasil (2008); Toulouse (2008); Porto Alegre (2007); Montevideo (2005). Entre sus publicaciones: (2009) “Frente pionero del ganado bovino en las márgenes del Mercosur y la emergencia territorial en la frontera ParaguayoBrasileña”, en Le bassin de la Plata dans le Mercosur: entre dynamiques transfrontalières et dynamiques transnationales, Presses Universitaires, Toulouse; (2008) “La Zicosur y la emergencia dirigida de las regiones periféricas: integración y economías subordinadas”, en Regionalismo y globalización: procesos de integración comparados, coordinado por Durán, Granato y Oddone, Universidad Abierta Interamericana; “Territorio y Ordenamiento Territorial”, en Memorándum al Gobierno 2008-2013, compilado por Borda, CADEP, Asunción;

Datos de la autora y el autor

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“Frente pionero del ganado bovino en las márgenes del Mercosur y la emergencia territorial en la frontera Paraguayo-Brasileña”, en Le bassin de la Plata dans le Mercosur: entre dynamiques transfrontalières et dynamiques transnationales, Hespérides, Toulouse; (2006) Territorio y Población. Nuevas dinámicas regionales en Paraguay, ADEPO/GTZ/UNFPA, Asunción; (2005) “La mundialización y los nuevos territorios del Alto Paraguay”, en Enclave Sojero, merma de soberanía y pobreza, Fogel y Riquelme, Ceri, Asunción; “Las reconfiguraciones territoriales del Chaco Paraguayo: entre espacio nacional y espacio mundial”, en Población y Desarrollo, n.° 28, año XVI, Asunción; “El Chaco paraguayo: entre el Mercosur de los Estados y la Zicosur de las regiones, competencia y complementación regional”, en L’Ordinaire Latinoaméricain. Actualités du Mercosur, n.° 196, Toulouse, Francia, 2004. Miembro del grupo de investigación subvencionado por la AECID y coordinado por Gabriela Dalla-Corte Caballero, es autor del artículo “Nuevas convergencias regionales entre el Chaco y la región Oriental, fragmentación del espacio y emergencia de nuevas regiones en el Paraguay”, en Gabriela Dalla-Corte Caballero y Herib Caballero Campos (coords.), Estado, Educación y Ciudadanía en el Paraguay, Universidad Nacional de Asunción, Universidad de Barcelona, AECID y TEIAA, Asunción, 2011, pp. 213-231. Participa en el Simposio Internacional “América: poder, conflicto y política”, organizado en septiembre de 2011 por la UB en colaboración con la Asociación Española de Americanistas (AEA), y publica “El Chaco paraguayo y la región Oriental, el espacio y las regiones en la zona más allá del río Paraguay”, en Gabriela Dalla-Corte Caballero (coord.), Historias indígenas, nación y Estado en el bicentenario de Independencias de la República del Paraguay (1811-2011), AECID/ UB/TEIAA, Barcelona, 2011.

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