(2010) Bidimensionalismo [Two-Dimensionalism], Revista de Filosofía, Universidad Iberoamericana, 129: 131-152, Enero-Junio. (ISSN 01853481)

July 24, 2017 | Autor: David Suárez-Rivero | Categoría: Gottlob Frege, Frege's Puzzle, Two-dimensional semantics
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Bidimensionalismo1 David Suárez Rivero Universidad de Barcelona [email protected] c/ Tallers, 61, 3-2, C.P. 08001, Barcelona, España. Teléfono (0034) 616 785 340 Fax (0034) 934 037 980

Resumen: Sirviéndome del aparato bidimensionalista presentado por Robert Stalnaker, modelo tres fenómenos semánticos, a saber: casos de mal entendimiento, casos de oraciones necesarias cuyo conocimiento es a posteriori, y casos de oraciones a las que se les atribuye diferencia en valor cognitivo, siendo éstas últimas mi principal objetivo. Modelo, además, la propuesta, bajo dicho aparato, con la que John Perry explica la diferencia en valor cognitivo en oraciones de identidad. Con ello busco, por una parte, arrojar luz al bidimensionalismo, y, por la otra, mostrar su fuerza y alcance actual. Palabras clave: mundos posibles, concepto proposicional, proposición creada, proposición expresada, valor cognitivo.

Introducción Gottlob Frege (1892) sostiene que las oraciones de la forma a=a y a=b difieren en valor cognitivo. La razón que ofrece es que ambas oraciones expresan distintas proposiciones. 1

Agradezco a Genoveva Martí sus valiosas sugerencias y sus agudos comentarios de los que se ha nutrido este ensayo. Sin estos, las ideas que defiendo otro rostro hubieran tomado. Agradezco también al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT) el apoyo económico, no para la realización de este trabajo, pero sí para el estudio de las ideas por éste presentado. 1

Esto se debe a que los términos de dichas oraciones presentan de manera distinta al referente. Puesto que el hablante accede al referente por medio de los modos de presentación, aprehende distintas proposiciones cuando escucha dichas oraciones. Por ello, ambas oraciones juegan un papel distinto en el hablante. Esta diferencia en valor cognitivo es aceptada, después de Frege, en su mayoría. Lo que no es aceptado es que tales oraciones expresen distintas proposiciones. Más aun, se rechaza que “los modos de presentación” determinen el referente. Lo que se sostiene es que las oraciones de la forma a=a y a=b, si a=b es verdadera, expresan la misma proposición, en tanto que los términos de dichas oraciones refieren directamente al mismo referente. Saul Kripke (1980), Nathan Salmon (1986), Howard Wettstein (1991), François Recanati (1993), John Perry (1988), y Robert Stalnaker (1978; 2004) son algunos, entre otros, que defienden esta propuesta, la de la referencia directa. El problema al que se enfrentan, sin embargo, es a justificar la diferencia en valor cognitivo que hay en oraciones de la forma a=a y a=b, pues, a pesar de ser oraciones semánticamente equivalentes, un hablante podría tener actitudes distintas, aceptando la primera pero dudando de la segunda, considerando a la primera trivial y a la segunda informativa. Frege justificó la diferencia en valor cognitivo apelando a los modos de presentación. De qué manera justifican la diferencia en valor cognitivo los que defienden la referencia directa, es el tema a abordar en el presente ensayo. Puesto que hay una diversidad de propuestas, me enfocaré sólo en una de ellas, aquélla que defiende Stalnaker en sus artículos de 1978 y 2004. Mi propósito consiste en modelar ciertos casos de diferencia en valor cognitivo en oraciones de identidad (§ III.), sirviéndome del aparato bidimensionalista presentado por Stalnaker. Antes de hacerlo, quiero mostrar, sin embargo, en qué consiste dicho modelo, explorando y modelando diferentes casos a los que se ha aplicado, en particular, casos de mal entendimiento (§ I.) y casos de oraciones 2

necesarias cuya impresión es de ser contingentes (§ II.). Apuntaré, asimismo, ciertas distinciones relevantes -ésta es una de las aportaciones del presente ensayo- entre dichos casos (§ IV.). Una vez realizado esto, presentaré la propuesta con la que John Perry explica la diferencia en valor cognitivo en oraciones de identidad y el modelo -una aportación más del presente ensayo- de dicha propuesta bajo el modelo bidimensionalista (§V). La finalidad de hacerlo es doble: busco, por una parte, arrojar luz al modelo bidimensionalista y, por la otra, mostrar su fuerza y alcance actual.

I. Casos de mal entendimiento Los actos de habla, principalmente las aseveraciones, fueron las iniciales motivaciones de Stalnaker (1978, p. 78) para aplicar su modelo bidimensionalista. Uno de sus intereses fue modelar casos donde el receptor mal entiende lo que dice su interlocutor en la comunicación lingüística (cfr. Stalnaker, 2007, p. 265-66). Por ejemplo, supongamos que Carlos, Pedro y Efraín sostienen una conversación. En ésta, Carlos se dirige a Pedro y le dice la siguiente oración:

(0) Usted es filósofo.

Ciertamente Pedro es filósofo, pero mal entiende lo que dice Carlos. Él cree que, al ser proferida (0), Carlos se dirige a Efraín. Efraín no es filósofo. Por ello, Pedro se enfada con Carlos, y decide dejar la conversación. Efectivamente, lo que dice Carlos, al proferir (0), es verdadero. Pedro, sin embargo, cree que lo que dice Carlos es falso. Esto se debe a que Pedro cree que el mundo es distinto. Él cree que Carlos se dirige a Efraín. Pedro es filósofo, pero Efraín no. Por ello, lo que dice Carlos, al proferir (0), es falso. Pero Carlos en realidad se dirige a Pedro. 3

Pedro es filósofo, Efraín no. Por ello lo que dice Carlos, al proferir (0), es verdadero. El mundo es, así, distinto a como Pedro cree que es. Los hechos, sin embargo, tanto como es el mundo, como Pedro cree que es, son los mismos: en ambos, Pedro es filósofo y Efraín no. Lo que cambia es que Carlos, en el mundo actual, se dirige a Pedro, mientras que en el mundo como Pedro cree que es, Carlos se dirige a Efraín. De ahí que lo que diga Carlos al proferir (0) en un sentido sea verdadero pero falso en el otro.

I. 1. Casos de mal entendimiento y su modelación Si modelásemos, bajo el modelo bidimensionalista, el mal entendimiento de Pedro con respecto a lo que dice Carlos cuando profiere la oración (0), el esquema resultaría el siguiente:

A Considerado como mundo posible → Considerado como mundo actual ↓ m m1

m

m1

verdadero falso

verdadero falso

Donde m representa el mundo donde Carlos se dirige a Pedro cuando profiere (0); y m1 representa el mundo como Pedro cree que es, en el cual Carlos se dirige a Efraín cuando profiere (0). El mundo actual es representado por m, pero Pedro cree que el mundo se comporta como es representado por m1. Por ello, aun cuando sea verdadero lo que dice Carlos, Pedro cree que es falso, pues cree que Carlos se dirige a Efraín cuando profiere (0). Esto se aprecia si se lee la tabla de manera diagonal, comenzando por la parte superior izquierda y terminando por la parte inferior derecha. Esta lectura es la lectura diagonal de la tabla con la que Stalnaker representa el mal entendimiento que tiene el 4

receptor con respecto a lo que dice su interlocutor en la comunicación lingüística. Obsérvese que tanto en m como en m1, leyendo la tabla de manera horizontal, Pedro es filósofo. Por ello, tanto en m como en m1, lo que dice Carlos, al proferir (0), es verdadero. Asimismo, tanto en m1 como en m, leyendo la tabla de manera horizontal, Efraín no es filósofo. Por ello, tanto en m1 como en m, lo que dice Carlos, al proferir (0), es falso. Pedro cree estar en m1 y no en m al mal entender lo que dice Carlos cuando profiere (0). Y esto se ve, una vez más, si se lee la tabla de manera diagonal.

II. Casos de aparente contingencia El aparato bidimensionalista ha sido utilizado no sólo para modelar casos de mal entendimiento, sino también para modelar casos de oraciones que son consideradas a posteriori pero cuya verdad es necesaria. Casos de oraciones a posteriori pero cuya verdad es necesaria, fueron las ulteriores motivaciones de Stalnaker (2004). A continuación me gustaría abordar casos de oraciones de identidad, y mostrar en qué consiste su modelación bajo el aparato bidimensionalista. Supongamos que Saul Kripke tiene razón en algunas propuestas establecidas en su libro Naming and Necessity (1980), y que los nombres propios de las siguientes dos oraciones:

(1) Héspero es Héspero, (2) Héspero es Fósforo,

son designadores rígidos -i. e., términos que refieren al mismo objeto en todo mundo posible-. Si “Héspero” y “Fósforo” refieren en todo mundo posible al mismo objeto, entonces las oraciones (1) y (2) son necesariamente verdaderas -i. e., verdaderas en todo 5

mundo posible-. Pero si “Héspero” y “Fósforo” no refieren al mismo objeto en todo mundo posible, pero son considerados designadores rígidos, entonces (1) es necesariamente verdadera, y (2) necesariamente falsa -i. e., falsa en todo mundo posible-. Supongamos también que Kripke tiene razón con respecto a que es por medio de la investigación empírica el que se conozca la verdad de la oración (2). Si la verdad de la oración (2) es un conocimiento que se adquiere por medio de la investigación empírica, entonces la oración (2) es una oración a posteriori. Sin embargo, el conocimiento de la verdad que se tiene de la oración (1) es, por el contrario, a priori -i. e., un conocimiento que se adquiere apelando sólo a los términos de la oración y al razonamiento-. La oración (1) parece no ser problemática al ser a priori y necesariamente verdadera, en tanto que toda oración a priori es necesariamente verdadera. La oración (2), por el contrario, parece problemática al ser necesariamente verdadera, o necesariamente falsa, pero a posteriori. Esto se debe a que al ser (2) una oración a posteriori, da la impresión, por el mismo hecho de serlo, de ser una oración contingente. Pero si (2) fuera una oración contingente, ¿cómo es que podría ser una oración necesariamente verdadera? Asimismo, si (2) fuera una oración contingente, ¿cómo es que podría ser una oración necesariamente falsa? Ahora bien, el que la oración (1) sea una oración a priori podría ponerse, sin embargo, en duda. Esto se debe, como lo sostiene François Recanati (1993), a que al parecer no basta apelar al razonamiento y a los términos de dicha oración, sino que se requiere apelar a la experiencia, para tener conocimiento de su verdad. Por ejemplo, los términos “Héspero” y “Héspero” de la oración (1) podrían referir a objetos distintos. Mientras que uno de ellos, el primero, podría referir a la estrella de la mañana, el otro, el segundo, podría referir al perro de mi vecino. Si esto fuera así, el conocimiento de la oración (1) 6

no se adquiriría apelando solamente al razonamiento y a los términos, sino que se requeriría algo más, a saber, de una investigación empírica. Si el conocimiento de la oración (1) requiriera de una investigación empírica, entonces dicha oración sería una oración a posteriori y no, como suele creerse, una oración a priori. Si esto fuera así, entre la oración (1) y la oración (2) no habría, en principio, diferencia alguna: ambas oraciones serían a posteriori. Consideraré, a pesar de lo argumentado, y me referiré a ellas siempre con cautela, por mor del argumento, a las oraciones de la forma a=a, como es el caso de la oración (1), oraciones cuyo conocimiento es a priori, teniendo presente siempre que dicha concepción es discutible. Pero no solamente es discutible el que la oración (1) sea una oración a priori, también lo es, como lo sostiene Nathan Salmon (1991), el que la oración (2) sea una oración a posteriori. Por ejemplo, la proposición que expresa la oración (2) tiene la siguiente estructura: . Esto se debe a que “Héspero” y “Fósforo” refieren al planeta Venus. Pero los términos de la oración (1) también refieren al planeta Venus. Por ello, la oración (1) tiene la misma estructura que la oración (2), a saber: . Y si la proposición que expresa (1) es a priori, (2), estrictamente hablando, también lo es, en tanto que (1) y (2) expresan la misma proposición. Si esto es así, entonces (2) es una oración, al igual que (1), que expresa una proposición a priori, y no a posteriori, como se suele creer. Consideraré, sin embargo, a pesar de lo argumentado, y me referiré a ellas siempre con cautela, por mor del argumento, a las oraciones de la forma a=b, como es el caso de la oración (2), oraciones cuyo conocimiento es a posteriori, teniendo siempre presente que es discutible dicha concepción. Efectivamente, Kripke mostró que puede haber conocimiento empírico de verdades necesarias. Uno de los casos utilizados por él fue el de la oración (2). Kripke acepta, sin 7

embargo, que dicha oración puede parecer contingente. Esto se debe, como bien lo señala, al exponer a Kripke, Manuel García-Carpintero y Josep Macià (2006), a lo siguiente. Supongamos que en el mundo actual un científico fija la referencia de “Héspero” y “Fósforo” por medio de las descripciones definidas “la estrella de la mañana”, para referir a Héspero, y “la estrella de la tarde”, para referir a Fósforo 2. Si apelamos a dichas descripciones, la oración que resulta es la siguiente:

(3) La estrella de la mañana es la estrella de la tarde.

La oración (3) es una oración contingente en tanto que las descripciones definidas que la conforman son expresiones no rígidas -i. e., son expresiones que pudieron ser utilizadas para fijar la referencia de cuerpos celestes distintos en situaciones distintas a las del mundo actual-. Pero si (3) es contingente, entonces parece que (2) lo es también, en tanto que las descripciones utilizadas en (3) sirven al científico para fijar la referencia de los términos en (2). Kripke asegura, sin embargo, que esto no es el caso. Aun cuando el científico se sirva de dichas descripciones para fijar la referencia de dichos términos en el mundo actual, los términos que conforman a la oración (2) son designadores rígidos, los cuales refieren al mismo objeto en todo mundo posible, independientemente de las descripciones que se utilicen para fijar su referencia en mundos distintos al mundo actual. La aparente contingencia de (2) es, entonces, concluye Kripke, una ilusión, basada en el hecho de considerar, injustificadamente, a (2) y a (3) equivalentes. 2

Aun cuando el científico utiliza descripciones definidas para fijar la referencia de “Héspero” y “Fósforo” en el mundo actual, pudo haber utilizado, en lugar de descripciones, demostraciones, señalando con el dedo índice a Venus, y emitiendo, por la mañana, “Ese es Héspero” y, por la tarde, “Ese es Fósforo”. Como se aprecia, la función que tienen las descripciones y las demostraciones en ambos casos es la de establecer la referencia en el mundo actual; así lo consideraré en este trabajo. 8

Ahora bien, independientemente de lo argumentado por Kripke -i. e., el de si la ilusión de contingencia que presenta la oración (2) se debe a considerar, injustificadamente, a (2) y a (3) equivalentes-, la oración (2), a pesar de ser una oración necesariamente verdadera, ya que en el mundo actual, y en todo mundo posible, los nombres propios “Héspero” y “Fósforo” refieren al mismo cuerpo celeste, da la impresión, por sí misma, de ser contingentemente verdadera. Por ejemplo, un hablante podría saber que los nombres propios “Héspero” y “Fósforo” refieren al planeta Venus, y que por ello la oración (2) es verdadera. Pese a esto, el hablante podría aun así creer que dichos nombres podrían referir a objetos diferentes, de tal forma que “Héspero” fuera un nombre para referir al planeta Venus, pero “Fósforo” fuera un nombre para referir a otro cuerpo celeste. Si tal fuera el caso, la oración (2), de ser verdadera, como efectivamente lo cree el hablante, da la impresión de que podría ser falsa, y por ello contingente. Efectivamente, “Héspero” y “Fósforo” refieren al planeta Venus. Pero si “Héspero” y “Fósforo” refirieran a distintos cuerpos celestes, el mundo sería distinto a como efectivamente es. El hablante, cuando cree que “Héspero” y “Fósforo” podrían referir a objetos distintos, a pesar de que sabe que “Héspero” y “Fósforo” refieren al planeta Venus, cree que el mundo podría ser distinto. Tal como el mundo es, la oración (2) es una oración verdadera. Pero tal como el hablante cree que el mundo podría ser, la oración (2) es una oración falsa. Nótese que la falsedad de la oración (2) no atenta, sin embargo, a que sea una oración necesaria, ya sea necesariamente verdadera, como es en el mundo actual, o necesariamente falsa, como el hablante cree que el mundo podría ser. Es necesariamente falsa si los nombres propios “Héspero” y “Fósforo”, en tanto que son designadores rígidos, refieren a cuerpos celestes distintos. Sin embargo, es necesariamente verdadera si los nombres propios “Héspero” y “Fósforo”, en tanto que son designadores rígidos, refieren al mismo cuerpo celeste. En el mundo actual los 9

nombres propios “Héspero” y “Fósforo” refieren a Venus. Por ello, la oración (2) es necesariamente verdadera. Pero si el mundo fuera distinto, los nombres propios “Héspero” y “Fósforo” referirían a cuerpos celestes distintos. En tal caso, la oración (2) sería necesariamente falsa. La impresión de contingencia por parte del hablante con respecto a la oración (2) sería, así, sólo una ilusión, basada en creer que el mundo podría ser distinto. Pero, como he señalado, si el mundo fuera distinto, la oración (2) seguiría siendo una oración necesaria, independientemente de su falsedad.

II. 1. Casos de aparente contingencia y su modelación Si modelásemos, bajo el modelo bidimensionalista, la aparente contingencia de la oración (2), el esquema resultaría el siguiente:

B Considerado como mundo posible → Considerado como mundo actual ↓ m m1

m

m1

verdadero falso

verdadero falso

Donde m representa el mundo donde los nombres propios “Héspero” y “Fósforo” refieren al planeta Venus, por ello la oración (2) es verdadera; y m1 representa el mundo donde no es el caso que los nombres propios “Héspero” y Fósforo” refieren al planeta Venus, por ello la oración (2) es falsa. El mundo actual es representado por m, pero el hablante cree que el mundo podría ser como m1. Por ello el hablante considera que, a pesar de que la oración (2) es una oración verdadera, podría ser falsa, y por ello contingente. Pero tal sería el caso sólo si el mundo fuera distinto. Dicha contingencia, así, es sólo aparente, ya que, como se muestra tanto en la primera como en la segunda 10

barra de la tabla, leyéndola de manera horizontal, de ser verdadera en m la oración (2), sería verdadera también en m1, y de ahí que sea necesariamente verdadera. Asimismo, de ser falsa en m1 la oración (2), sería falsa también en m, y de ahí que sea necesariamente falsa. La aparente contingencia de la oración (2) se muestra si se lee la tabla de manera diagonal, comenzando por la parte superior izquierda y terminando por la parte inferior derecha. Con dicha diagonalización Stalnaker muestra la aparente contingencia de (2).

III. Casos de ignorancia El modelo bidimensionalista puede ser empleado no sólo para los casos expuestos anteriormente -i. e., para casos de mal entendimiento o para casos de oraciones cuya contingencia es una ilusión-, sino también, apunta Stalnaker (2004), para casos de ignorancia. Casos de ignorancia son casos que caen dentro del enigma del valor cognitivo. Para poner un ejemplo, consideremos el caso de una persona, llamémosle “Ofelia”, que tiene actitudes distintas con respecto a las siguientes dos oraciones:

(4) Paola es Paola, (5) Paola es Gisela.

Supongamos que para Ofelia, Gisela es la persona que vive al lado de su casa y es una excelente jardinera con la cual diariamente conversa. Supongamos también que para Ofelia, Paola es la persona que da clases de música y es una excelsa compositora a la que cada tarde escucha por la radio. Supongamos que Ofelia desconoce que los nombres “Gisela” y “Paola” gozan del mismo referente: la persona que es una excelente jardinera y que, además, es una excelsa compositora. Supongamos también que Ofelia es un 11

hablante competente del lenguaje. Si Ofelia desconoce que “Gisela” y “Paola” gozan del mismo referente, pero es un hablante competente del lenguaje, parecer ser entonces que:

(a) Ofelia podría entender (4) y (5), pero aceptar sólo (4) y dudar de (5); y (b) Ofelia podría considerar como trivial a (4) y como informativa a (5).

Si lo anterior es así, la pregunta a considerar, entonces, es la siguiente: ¿cómo es que un hablante competente del lenguaje, como parece ser el caso de Ofelia, tiene actitudes diferentes con respecto a (4) y (5), siendo que los nombres propios de ambas oraciones comparten el mismo referente? Esto es, ¿cómo es que un hablante competente del lenguaje puede entender (4) y (5) y, al mismo tiempo, diferir con respecto a lo que expresan cada una de estas oraciones? En lo siguiente ofreceré la propuesta y el modelo con el que Stalnaker responde a esto. Hay por lo menos dos maneras en las que el mundo podría ser, al ignorar Ofelia la relación de identidad que hay entre los nombres propios “Paola” y “Gisela”: o bien que “Paola” y “Gisela” fueran nombres que refieren a la misma persona, en cuyo caso (5) sería verdadera, y por ello (4) y (5) expresarían la misma proposición; o bien que “Paola” y “Gisela” fueran nombres que refieren a personas distintas, en cuyo caso (5) sería falsa, y por ello (4) y (5) expresarían distintas proposiciones. Ofelia desconoce de qué manera es el mundo actual, desconoce si en el mundo actual los nombres “Paola” y “Gisela” refieren a la misma persona, o si los nombres “Paola” y “Gisela” refieren a personas diferentes. Al desconocer de qué manera es el mundo actual, Ofelia tiene una actitud distinta con respecto a las oraciones (4) y (5), aceptando la primera pero dudando de la segunda; considerando a la primera trivial pero a la segunda informativa. 12

Puesto que en el mundo actual los nombres “Paola” y “Gisela” refieren a la misma persona, y no a personas distintas, como se podría pensar, la oración (5) es verdadera. Hay que reinterpretar, por ello, la actitud de Ofelia con respecto a (5), para no atribuirle irracionalidad, asegurando que lo que Ofelia quiso decir, aunque lo ignore, es que (5) es verdadera, y con ello que las oraciones (4) y (5) expresan la misma proposición.

III. 1. Casos de ignorancia y su modelación Si modelásemos, bajo el modelo bidimensionalista, la ignorancia de Ofelia con respecto a la oración (5), el esquema resultaría el siguiente:

C Considerado como mundo posible → Considerado como mundo actual ↓ m m1

m

verdadera falsa

m1

verdadera falsa

Donde m representa el mundo donde “Paola” y “Gisela” son nombres que refieren a la misma persona, y por ello la oración (5) es verdadera; y m1 representa el mundo donde “Paola” y “Gisela” son nombres que refieren a personas diferentes, y por ello la oración (5) es falsa. Ofelia desconoce si el mundo actual es m o m1. Por ello duda de si la oración (5) es verdadera o falsa. Esto se logra apreciar si se lee la tabla de manera diagonal, comenzando por la parte superior izquierda y terminando por la parte inferior derecha. Con dicha diagonalización Stalnaker muestra el estado de ignorancia por parte de Ofelia con respecto a la oración (5), la cual desconoce cómo es el mundo actual. Dicho desconocimiento hace que Ofelia tenga una actitud distinta con respecto a (4) y (5), aceptando (4) pero dudando de (5); considerando a (4) trivial pero a (5) informativa. 13

Puesto que el mundo actual es m, hay que reinterpretar la actitud de Ofelia, asegurando que lo que quiso decir, aunque lo ignore, es que (5) es verdadera, y no falsa, y con ello que (4) y (5) expresan la misma proposición. Nótese que tanto en m como en m1, si se lee la tabla de manera horizontal, “Paola” y “Gisela” son nombres que refieren a la misma persona, por ello (5) es verdadera. Asimismo, tanto en m1 como en m, si se lee la tabla de manera horizontal, “Paola” y “Gisela” son nombres que refieren a personas diferentes, y por ello (5) es falsa. Pero la duda que tiene Ofelia con respecto a (5), de si es verdadera o falsa, sólo se logra apreciar en la lectura diagonal de la tabla.

IV. Tres usos distintos del modelo bidimensionalista Los tres casos presentados hasta ahora son todos ellos casos distintos. En cada caso el hablante confunde de manera distinta lo que dice su interlocutor. En el primero, la confusión del hablante consiste en mal entender lo que dice su interlocutor. Esta confusión se debe a que el hablante cree que el mundo es distinto. En el segundo, la confusión del hablante consiste en tener la impresión de que lo que dice su interlocutor, aunque es verdadero, podría ser falso. Esta confusión se debe a que el hablante tiene la impresión de que el mundo podría ser distinto. En el tercero, la confusión del hablante consiste en desconocer si lo que dice su interlocutor es verdadero o falso. Esta confusión se debe a que el hablante ignora cómo es el mundo. Estos tres casos, todos ellos diferentes, son modelados, sin embargo, como se aprecia en las tablas A B y C, por el modelo bidimensionalista. La estrategia, en dicha modelación, consiste en apelar a una semántica de mundos posibles y a un concepto proposicional, cuya función es ir de mundos posibles a valores de verdad. Con éstos, Stalnaker modela no sólo cómo es el mundo actual, modelado por la barra m, sino cómo el hablante cree que el mundo es, o podría ser, modelado por la barra m1. En el primer caso, por ejemplo, se modela cómo 14

es el mundo, y el mundo como el hablante, tras mal entender lo que dice su interlocutor, cree que es. En el segundo caso, se modela cómo es el mundo, y el mundo como considera el hablante, tras una ilusión, que podría ser. Y en el tercer caso, se modela cómo es el mundo, y cómo el mundo podría ser, en caso de ignorancia por parte del hablante. En todos estos casos, en su modelación, además de mostrar que, lo que dice el hablante, de ser verdadero, es verdadero en todo mundo posible, como lo muestra la barra m, si fuera falso, sería falso si el mundo fuera distinto, y con ello, falso en todo mundo posible, como lo muestra la barra m1. Esto se logra apreciar con la lectura horizontal de las tablas A B y C. El mal entendimiento, sin embargo, de lo que se dice, la ilusión de contingencia en oraciones necesarias pero a posteriori, y la ignorancia de no saber si lo que se dice es verdadero o falso, se aprecia en la lectura diagonal de dichas tablas. Con la diagonalización Stalnaker consigue modelar cómo efectivamente es el mundo, y cómo el hablante cree que es, o que podría ser, al mal interpretar, tener la impresión de que podría ser distinto, o ignorar lo que se dice. Concretamente, para casos de ignorancia, casos de particular interés en este trabajo, la diferente actitud que tiene un hablante con respecto a oraciones de la forma a=a y a=b, a pesar de ser un hablante competente del lenguaje y de entender tales oraciones, se debe a que ignora cómo es el mundo actual, si es m o m1, y, por ello, duda de si dichas oraciones expresan la misma proposición, como ambas oraciones lo hacen, según Stalnaker, efectivamente. Y esto se aprecia con una lectura diagonal de la tabla C.

V. Un caso más: Perry y su proposición doble En su artículo “Cognitive Significance and New Theories of Reference” (1988) John Perry sostiene tres ideas con respecto a oraciones de identidad, a saber: las oraciones de 15

la forma a=a y a=b expresan la misma proposición; el valor cognitivo de tales oraciones es distinto; y la diferencia en valor cognitivo no bloquea la equivalencia semántica entre dichas oraciones (Perry 1988, p. 241). Cuáles son las razones que ofrece Perry para sostener las anteriores ideas, en lo siguiente las desarrollaré.

V. 1. Proposición expresada y proposición creada Perry evalúa diferentes casos de oraciones antes de ofrecer una explicación del fenómeno del valor cognitivo en oraciones de identidad. Su evaluación inicia con oraciones que contienen pronombres, como por ejemplo:

(6) Tú estás derramando café sobre la mesa.

Lo que Perry sostiene es que a oraciones que contienen pronombres, como es el caso de la oración (6), se les puede asociar dos tipos de proposiciones, a saber: una proposición expresada y una proposición creada.

Proposición expresada. La proposición expresada es aquélla proposición que representa un estado de cosas -i. e., representa cómo es el mundo si la proferencia hecha por un hablante expresa una verdad-. Su componente semántico es la persona a la que el hablante se dirige, bajo cierto contexto, cuando profiere una oración deíctica (Perry 1988, p. 235). Por ejemplo, supongamos que profiero yo la oración (6) al observar a Genoveva Martí derramando café sobre la mesa mientras discutimos el modelo de Stalnaker. Puesto que (6) es proferida por mí, bajo cierto contexto, donde Genoveva Martí en un tiempo t1 derrama café sobre la mesa, la proposición que expresa mi proferencia es que Genoveva Martí está derramando café sobre la mesa. Esta 16

proposición contiene a Genoveva Martí como componente semántico. Y dicho hecho es, o pudo ser, verdadero independientemente de si yo hubiese o no proferido dicha oración.

Proposición creada. La proposición creada, por su parte, es aquélla proposición generada por la proferencia misma, de ahí su nombre, a partir del significado de los términos lingüísticos. Su componente semántico no es la persona a la que el hablante se dirige cuando profiere la oración, sino que su componente semántico es la proferencia misma, la cual puede ser empleada, tratándose de oraciones deícticas, para dirigirse a cualquier persona en general. Sus condiciones de verdad son satisfechas por la proferencia misma (Perry 1988, p. 236). Por ello, aun cuando Genoveva Martí nunca hubiese derramado café sobre la mesa, la proferencia seguiría siendo verdadera, tan pronto mi intención fuera dirigir mi proferencia a otra persona cuyo café está siendo derramado por ella.

Valor Cognitivo. La diferencia entre la proposición expresada y la proposición creada yace en que una habla del mundo y la otra habla sí misma. Perry sostiene que el valor cognitivo de la oración (6) reside no en la proposición expresada, sino en la proposición creada. Por ello, apunta Perry, para que pueda atribuírsele a un hablante competencia lingüística y entendimiento de dicha oración, basta sólo que comprenda su significado, y no en que acceda al estado de cosas por ésta representado (Perry 1988, p. 237). Por ejemplo, supongamos que al conversar yo con Mario Gómez-Torrente de cómo me fue en la discusión la semana pasada, le comento que Genoveva Martí derramó café sobre la mesa sin que ella se diera cuenta mientras discutíamos el modelo de Stalnaker. Tras percatarme yo de tal hecho, le comento a Mario Gómez-Torrente, proferí enfáticamente 17

(6). En tal momento del encuentro, pasas tú muy cerca de nuestra mesa, y además de escuchar un poco la historia, me escuchas proferir dicha oración. Tú no nos conoces de nada, ni conoces a la persona a la cual proferí (6), pero logras entender la proposición creada. Esto se debe a que eres un hablante competente del lenguaje y entiendes que hay alguien que derramó café sobre la mesa. Aún más, entiendes que de ser cierto que alguien derramó café sobre la mesa, (6) es verdadera, y que su componente semántico es la persona a la que proferí dicha oración. Pese a esto, desconoces la proposición que expresa (6), pues desconoces su componente semántico -i. e., ignoras quién es la persona-. Pero no se requiere que lo conozcas, entiendes el significado, y sabes que, de ser cierto, dicha oración es verdadera.

V. 2. La proposición doble en oraciones de identidad Perry asegura que hay un abismo entre el conocimiento del lenguaje -i. e., entre el conocimiento de la proposición creada- y el conocimiento de lo que se expresa –i. e., entre el conocimiento de la proposición expresada- cuando se profiere una oración deíctica (Perry 1988, p. 240). Este abismo se presenta no sólo en oraciones cuyos componentes son sensibles al contexto, como es el caso de la oración (6), sino que también se presenta, sostiene Perry, en oraciones que no contienen deícticos, como por ejemplo:

(5) Paola es Gisela.

En tanto que las reglas del lenguaje asignan a Paola como referente de los nombres “Paola” y “Gisela”, es ella el componente semántico de la oración (5). Y no importa, ni

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el contexto, ni la persona que la profiera, ni la persona a la que se profiera, (5) expresará en todo momento la misma proposición. Un hablante, sin embargo, al que se le atribuye competencia lingüística y entendimiento de (5), no tiene por qué saber que Paola es el componente semántico tanto de “Paola” como de “Gisela”. Su competencia lingüística demanda sólo que sea capaz de entender la proposición creada -i. e., el significado de (5)-, mas no en entender la proposición expresada por dicha oración (Perry 1988, p. 240). La falta de entendimiento que tiene el hablante de la proposición que expresa la oración (5) se debe a que no conoce, aun cuando conozca separadamente el componente semántico de “Paola” y “Gisela”, la correferencia que hay entre dichos términos, y a que es incapaz, por falta de información, de establecerla. Perry sostiene que este desconocimiento se debe a que, mentalmente, el hablante ha formado dos archivos diferentes, por falta de información, con respecto a los nombres “Paola” y “Gisela”: en uno de ellos ha ingresado información que asocia al nombre “Paola” -e. g., que es una excelsa compositora, que da clases de música, que es la persona que la deleita musicalmente cada tarde cuando escucha la radio-; en el otro ha ingresado información que asocia al nombre “Gisela” -e. g., que es una excelente jardinera, que es la persona con la que conversa cada mañana, que es la persona que vive alado de su casa, etc.-. El hablante cree que, por tener dos archivos mentales diferentes, con información diferente, Paola podría no ser el componente semántico tanto de “Paola” como de “Gisela”, pero no cuenta con información suficiente para establecerlo, por ello duda de (5) (Perry 1988, pp. 243-44) 3. Para que no dudase de dicha oración, el hablante habría de vincular ambos archivos mentales en función de nueva información. Pero es esta

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Confróntese también, para un desarrollo detallado, Perry 1993, pp. 84-89. 19

información lo que le fala para vincular ambos archivos, y para establecer una correferencia entre los nombres “Paola” y “Gisela”. Esto no parece suceder con la oración:

(4) Paola es Paola.

El hablante, al conocer el componente semántico de “Paola”, es capaz de establecer fácilmente una correferencia entre ambos términos, en función de que cree que hay un solo componente semántico para ambos términos idénticos, y en que sólo tiene un archivo mental de ellos. Pese a esto, vale la pena notar, sin embargo, que existen casos donde dicha correferencia entre términos idénticos no se presenta. Recuérdese, por ejemplo, el caso de “Héspero es Héspero”, donde el componente semántico del primero es la estrella de la mañana, mientras que el componente semántico del segundo es el perro de mi vecino. Aunque no es el caso de (4), no es tan fácil establecer correferencia alguna entre términos idénticos, aun cuando se crea conocer su componente semántico. Es tan difícil incluso, en ciertos casos, como establecer una correferencia entre los términos de (5), en tanto que no hay nada en la oración que indique al hablante que dichos términos correfieren (cfr. Wettstein 1991). Dejando de lado lo anterior, y en función de que el hablante no conoce correferencia alguna entre los términos de (5), pero sí la que hay entre los términos de (4), el valor cognitivo de (5) es distinto al de (4), a pesar de que el componente semántico de los términos de ambas oraciones es el mismo. Esto se debe, asegura Perry, a que hay un trozo de conocimiento que pertenece a (5), pero que no pertenece a (4): para aceptar (4), basta conocer el significado de dicha oración; para aceptar (5), no sólo se requiere

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conocer el significado, sino que se requiere conocer lo que expresa dicha oración (Perry 1988, p. 241). Lo que justifica, entonces, la diferente actitud de Ofelia con respecto a (4) y (5), a pesar de ser oraciones que expresan la misma proposición, en tanto que sus términos comparten el mismo componente semántico, es que, aunque conoce la proposición creada, desconoce la proposición expresada por la oración (5). Por ello, siendo un hablante competente del lenguaje y entendiendo dichas oraciones, acepta la primera pero duda de la segunda; considera a la primera trivial pero a la segunda informativa.

V. 3. Archivos mentales y proposición doble Las propuestas de Perry, la de la proposición doble y la de los archivos mentales, son propuestas, aunque complementarias, independientes. En una de ellas, la de la proposición doble, Perry dirige su atención a las oraciones, a las proferencias y a las proposiciones que expresan o crean dichas proferencias. Su tarea consiste en mostrar, como es sugerido por la distinción que realiza entre proposición creada y proposición expresada, que las oraciones cuentan con propiedades semánticas distintas, siendo una de ellas, como lo es la proposición que expresan, el valor cognitivo. En la otra, la de los archivos mentales, Perry se enfoca en el hablante, en lo que sucede en él cognitivamente cuando escucha proferir oraciones de identidad, cuyos términos son nombres propios, y cuya correferencia entre dichos términos el hablante desconoce. Ambas propuestas se entrelazan, sin embargo, en la explicación de la comprensión y la actitud distinta que tiene el hablante con respecto a oraciones de la forma a=a y a=b. Con la propuesta de la proposición doble Perry explica, por una parte, la comprensión que tiene el hablante con respecto a oraciones de identidad, y, por la otra, la diferente actitud que tiene con respecto a dichas oraciones. A la proposición creada asocia la comprensión que tiene el 21

hablante con respecto a dichas oraciones; y a su actitud distinta, el desconocimiento que tiene el hablante sobre la proposición expresada. Es aquí donde entra la propuesta de los archivos mentales, al tratar de explicar por qué el hablante, a pesar de ser un hablante competente del lenguaje, en tanto que conoce la proposición creada, desconoce la proposición expresada. Esto se debe, en explicación de Perry, a que el hablante ha formado dos archivos mentales diferentes, por falta de información, con respecto a términos que correfieren. Lo que el hablante requiere es, entonces, nueva información para vincular ambos archivos, y poder atribuirle no sólo conocimiento de la proposición creada sino conocimiento de la proposición expresada. Con éstas, sus dos propuestas, Perry resuelve dos problemas que se le imponen al defender una teoría de la referencia directa, a saber: cómo es que a un hablante se le puede atribuir competencia lingüística al desconocer el estado de cosas que representa una oración; y cómo es que un hablante puede tener una actitud distinta con respecto a oraciones que expresan la misma proposición. A la primera responde con su proposición doble, y a la segunda con los archivos mentales. Pero es con ambas propuestas que responde al valor cognitivo y a su enigma.

V. 4. La proposición doble y su modelación La propuesta de Perry, su proposición doble, puede ser modelada, sostengo, bajo el modelo bidimensionalista propuesto por Stalnaker. La idea consiste en modelar el entendimiento que tiene Ofelia de la proposición creada, pero su desconocimiento de la proposición expresada cuando escucha a alguien proferir la oración (5). El esquema sería el siguiente.

D 22

Considerado como mundo posible → Considerado como mundo actual ↓ m m1

m

m1

verdadera falsa

verdadera falsa

Donde m representa el mundo donde “Paola” y “Gisela” son nombres que comparten el mismo componente semántico. Y m1 representa el mundo donde “Paola” y “Gisela” son nombres que no lo hacen. Puesto que “Paola” y “Gisela” son nombres cuyo componente semántico es el mismo, la proposición expresada por (5) es representada por m y no por m1. Ofelia, al desconocer la correferencia que hay entre los nombres “Paola” y “Gisela”, desconoce la proposición que expresa la oración (5). Sin embargo, al ser un hablante competente del lenguaje, conoce, al conocer su significado, la proposición creada por dicha oración. Dicho conocimiento del lenguaje le permite plantearse la duda, cuando escucha a alguien proferir la oración (5), de si sus términos comparten el mismo componente semántico: si lo comparten, “Paola” y “Gisela” son términos correferenciales; si no lo comparten, la correferencia entre “Paola” y “Gisela” es nula. Esto se muestra si se lee la tabla de manera diagonal, comenzando por la parte superior izquierda, y terminando por la parte inferior derecha. Nótese además que, leyendo la tabla de manera horizontal, se muestra la necesidad de (5): si es verdadera, es necesariamente verdadera, como lo muestra tanto m como m1. Pero si fuera falsa, sería necesariamente falsa, como lo muestra tanto m1 como m. Mientras la lectura horizontal de la tabla muestra, así, la proposición que expresa la oración (5), la lectura diagonal de la misma muestra la proposición creada por dicha oración. Esta diagonalización muestra el estado de Ofelia frente a una oración, cuyo significado conoce, pero cuyo componente semántico le es desconocido. Esto justifica

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también, la diagonalización, la diferente actitud de Ofelia con respecto a las oraciones (4) y (5), a pesar de ser oraciones cuyo componente semántico es el mismo.

Conclusión El modelo de Stalnaker parece ser en efecto un modelo poderoso. No sólo es capaz de modelar casos de mal entendimiento, casos de oraciones a posteriori pero cuya verdad es necesaria, o casos de ignorancia, sino que es capaz de modelar, como lo mostré anteriormente, el doble carácter proposicional de la oración de la forma a=b con el que Perry justifica el distinto papel que juegan, cognitivamente en el hablante, las oraciones de la forma a=a y a=b. Claramente Perry y Stalnaker están ante el mismo desafío: justificar, a pesar de ser oraciones equivalentes, el papel distinto que juegan las oraciones de la forma a=a y a=b en el hablante. Perry apela, en su justificación, a dos proposiciones asociadas a las oraciones de la forma a=a y a=b: a la proposición creada y a la proposición expresada. Puesto que el valor cognitivo de las oraciones de la forma a=a y a=b corresponde con la proposición creada, un hablante competente del lenguaje podría entender la proposición creada por dichas oraciones, pero desconocer la proposición expresada por alguna de ellas. Si esto es así, como parece ser el caso, no hay nada extraño en que un hablante tenga una actitud distinta con respecto a dichas oraciones, a pesar de ser oraciones equivalentes. Stalnaker, por su parte, apela a una semántica de mundos posibles y a un concepto proposicional, cuya función es ir de mundos posibles a valores de verdad. Una oración, como lo es la oración de la forma a=b, toma, así, su valor de verdad en función de cómo sea el mundo. Puesto que el hablante desconoce la manera en la que el mundo se comporta, desconoce si la oración de la forma a=b es verdadera o falsa. Esto no pasa, sin embargo, con la oración de la forma a=a: el hablante sabe que 24

es verdadera. Por ello, a pesar de ser equivalentes, las oraciones de la forma a=a y a=b juegan un papel distinto en el hablante. Como se aprecia, la justificación que ofrece Perry y Stalnaker es distinta. Una de las principales diferencias es que Perry no considera mundos posibles, como Stalnaker lo hace, en su respuesta. Perry se enfoca en proposiciones, la creada y la expresada, y a partir de éstas ofrece una respuesta a la diferencia en valor cognitivo en oraciones de identidad. Stalnaker sí que apela a mundos posibles, y a partir de éstos ofrece una respuesta al enigma. Además, mientras que en Perry las proposiciones son entidades abstractas que se expresan o se crean en el mundo actual, sin apelar a mundos posibles, y determinan valores de verdad en distintos mundos posibles, en Stalnaker los valores de verdad, en diferentes mundos posibles, determinan a (o son) las proposiciones. Pese a tales diferencias, la tabla bidimensionalista puede ser aplicada a ambas respuestas. Para Stalnaker las barras horizontales de la tabla C representan cómo es el mundo y cómo podría ser si el mundo fuera distinto. Su barra diagonal, o su lectura diagonal, representa la confusión por parte del hablante de no saber cómo es el mundo. La modelación de la propuesta de Perry bajo el modelo bidimensionalista consiste, sin embargo, en asignar a la proposición expresada la barra horizontal de la tabla D, y a la proposición creada la barra diagonal, o su lectura diagonal, de la misma. Aunque se modela dos propuestas distintas, el modelo arroja algo en común: la lectura diagonal muestra en ambos casos la ignorancia del hablante, sea ya la de la proposición expresada, sea ya la de cómo es el mundo. La lectura diagonal justifica además la diferente actitud del hablante con respecto a oraciones de la forma a=a y a=b, a pesar de ser oraciones equivalentes. Esto, la lectura diagonal, es la fuerza con la que el bidimensionalismo logra, no sólo modelar casos de mal entendimiento, casos de oraciones a posteriori cuya verdad es necesaria, sino casos de ignorancia, sea a la Perry 25

o a la Stalnaker. Éste, la capacidad de modelar diferentes fenómenos, es el alcance de dicho modelo y su fuerza actual.

Bibliografía Frege, Gottlob, 1892, “On Sense and Reference” in Translations from the Philosophical Writings of Gottlob Frege, ed. Max Black et al, trans. Max Black, 2 ed., Oxford, Basil Blackwell, 1960. García-Carpintero, Manuel and Macià Josep (eds.), 2006, Two-dimensional semantics, Oxford University Press, Clarendon Press. Kripke, Saul, 1980, Naming and Necessity, Basil Blackwell, Oxford. Perry, John, 1988, “A Problem about Continued Belief” in The Problem of the Essential Indexical and Other Essays, Stanford: CSLI Publications, 1993. --, 1993, “Cognitive Significance and New Theory of Reference” in The Problem of the Essential Indexical and Other Essays, Stanford: CSLI Publications, 1993. Recanati, François, 1993, Direct Reference: From Language to Thought, Oxford: Blackwell. Salmon, Nathan, 1986, Frege’s Puzzle, Cambridge, Mass: MIT Press/Branford Books. Stalnaker, Robert, 1978, “Assertion” in Context and Content, Oxford, Oxford University Press, 1999. --, 2004, “Assertion Revisted” in Two-dimensional semantics, ed. Manuel García. Carpintero et al., Oxford University Press, Clarendon Press, 2004. --, 2007, “Critical Notice of Scott Soames’s case against Two-Dimensionalism”, Philosophical Review, 116 (2), 251-256. Wettstein, Howard, 1991, “Has Semantics Rested on a Mistake?” in Has Semantics Rested on a Mistake? And Other Essays, Palo Alto, Cal: Stanford University Press . 26

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