2005 Río Loa: relaciones internacionales del confín de Atacama, Lípez y Tarapacá 1

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Río Loa: relaciones internacionales del confín de Atacama, Lípez y Tarapacá1 Por Alonso Barros

ALONSO BARROS VAN HOVELL

Firmado digitalmente por ALONSO BARROS VAN HOVELL Nombre de reconocimiento (DN): c=CL, st=METROPOLITANA, l=Santiago, o=PACHAPURI SPA, ou=., cn=ALONSO BARROS VAN HOVELL, [email protected] Fecha: 2017.04.11 12:21:53 -03'00'

Resumen: Las representaciones de límites coloniales y republicanos elaborados en torno a la cuenca del río Loa revelan la historia particular de las poblaciones entrelazadas a lo largo de sus orillas. Exploramos cómo el carácter conservador de los mapas y otros artefactos delimitadores, se vincula a la competencia por recursos en el contexto de ciclos de auge minero, con efecto conjunto en la definición de identidades étnicas en relación con el Estado. El análisis de este proceso de interrelación y mutua definición geográfica, propietaria e identitaria lleva a revalorar la cuenca del Loa en tanto protagonista central de la vida regional2.

Y no es para nada el mismo sentido de Tierra: siguiendo el modelo legal, uno nunca cesa de reterritorializar en un punto de vista, en un dominio, retomando un conjunto de relaciones constantes; pero, siguiendo el modelo ambulatorio, es el proceso de des-territorialización en sí el que constituye y extiende el territorio (Deleuze and Guattari 1980, 460). El Loa en contexto ‘Parlamentarios deben trabajar por hacer de El Loa una región’ ‘El mundo político local se une ante “El Loa región”’ ‘Comerciantes apoyan la Región El Loa’ ‘Vecinos de la ciudad se unen por la Región El Loa’ Bajadas de EL MERCURIO de Calama, 22 de Septiembre 2005 Entre las quebradas tarapaqueñas y las aguas distribuidas más espaciadamente en torno al valle de Atacama la Grande y el Salar en que se sumen, reina la hoya hidrográfica del Loa. Otrora conocida como valle de Atacama la Chica, la cuenca siempre ha sido descrita como parte esencial y característica de la territorialidad atacameña. Único curso que se vierte al océano entre Pisagua y Copiapó, su álveo de más de cuatrocientos kilómetros esposa monumentalmente la orografía escalonada en vastos pisos ecológicos que caracteriza la vertiente occidental del centrosur andino. Desde el remoto arcaico, diferentes poblaciones y sociedades se han encontrado, organizado y desencontrado en torno a la inconfundible U que forma su cuenca paralela y desdoblada. Sus aguas han sido esenciales a la evolución de actividades humanas de recolección, caza y pesca, silvo-agropecuarias, religiosas, mineras y de tráfico. Este verdadero Nilo del desierto chileno es hoy sobre-explotado a raíz del manejo deficiente, irresponsable e 1

Este artículo fue presentado en la III Jornadas Latinoamericanas de Historia de las Relaciones Internacionales “Crisis y cambios en las relaciones internacionales latinoamericanas: historia y actualidad”, Universidad de Valparaíso y Universidad de Viña del Mar, Chile, 22-26 de noviembre de 2005. Por razones diversas, entre ellas la censura, no pudo ser publicado en su formato original. 2 Investigador del Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo, Universidad Católica del Norte [email protected]. La investigación para este trabajo fue financiada por el proyecto DGIP de la Universidad católica del Norte ‘Fronteras de Atacama, Lípez y Tarapacá: un estudio de caso multidisciplinario’.

incontrolado: apenas es la sombra de lo que fue, al punto de que su caudal -y por extensión, el de sus afluentes- fue declarado oficialmente agotado en enero el año 2000, a petición de la comunidad atacameña de Chiu-Chiu. Cuesta imaginarse el río como el continuo que es, como una sola cuenca. A efectos de estudiar su vida social, sin embargo, debemos imaginárnoslo como el portentoso río de antes, respecto al cual las ‘sociedades hidráulicas’ ribereñas hicieron y deshicieron múltiples arreglos, sobre todo en zonas cercanas a placeres y yacimientos minerales, y sus diversos enclaves silvo-agropecuarios3. Los arreglos en torno a la cuenca se han expresado de diferentes formas a lo largo del tiempo. De manera principal, y es la hipotesis de investigación, creemos que se manifestaban bajo la forma de una movilidad transectal ‘loína’, relativamente restringida a los habitantes de Guatacondo, Lípez y Atacama, inmediatos a la cuenca. En efecto, la hoya del Loa y sus immediaciones ofrecía toda suerte de recursos ecológicos en distancias relativamente insignificantes, de modo que los pueblos asentados a sus orillas no debían desplazarse mucho en busca de los ‘complementos’ materiales que les pudieran faltar o para beneficiar del tráfico de sus excedentes, con agua a mano y por caminos conocidos. Procurando entender ‘arreglos’ semejantes en clave aymara, Bouysse-Cassagnes identifica como taypi de encuentro y diversidad de recursos el ‘eje acuático’ que divide el Collao y Charcas en Urco y Umasuyo. Su intersección con las valladas incorpora la cuadripartición al sistema, dando lugar a los taypis ‘secundarios’ del alaasaya (lo alto) y manqhasaya (lo bajo). Más al sur, este eje acuático se abre en un abanico acuático que tiene al Loa por extremo occidental. Para los efectos del análisis que proponemos, también abordaremos el Loa en tanto taypirana, esto es, como ‘eje acuático’ transectal que matiza la verticalidad y las dualidades puna/valle y valle/costa; esto es, consideramos al Loa en tanto unidad ecológica organizadora del acceso a recursos ubicados en los distintos pisos altitudinales que irriga. Estudiar al Loa en estos términos significa dejar de considerarlo como periferia fronteriza de diversos bloques administrativos nacionales o regionales, para devolverle su centralidad gravitante en tanto organizador de las territorialidades -altas y bajas, dulces y saladas, secas y húmedas- que entrelaza. Retomando el argumento de Odone en el sentido de que la ‘lógica territorial’ hispano-colonial procuraba fijar poblaciones móviles para ajustarlas a formas de producción zonificadas orientadas al control de excedentes para el mercado hispano (1994), postulamos que durante las épocas colonial y republicana, los cambiantes trazados realizados en un creciente número de mapas referentes al Loa reflejan ciclos de esfuerzos por controlar parceladamente y de manera indirecta, a las dúctiles poblaciones que siguieron desplazándose por este extravagante ramal del eje acuático altoandino, sobre todo en función de intereses mineros. El presente trabajo analiza algunos de estos procesos demarcatorios en textos de época, evaluando cómo las formas geopolíticas resultantes han influido en la progresiva diferenciación de las poblaciones asentadas en su única y retorcida cuenca. Los sucesivos procesos de delimitación e identificación estatal entre -y dentro de- las parcialidades aledañas a la cuenca, también nos llevan a reflexionar sobre como se ha fijado en el imaginario colectivo, la idea del Loa en tanto borrosa frontera ‘entremedio’, que no es ni forma ni fondo, una ‘agua de nadie’ o raya en el mapa que limita las 3

En el desierto del Norte Grande, los puquios, jagüeyes, aguadas, afloramientos, baños (termales y medicinales); en fin, cualquier clase de agua, sea subterránea o superficial, intermitente, permanente o eventual (o, incluso, ‘guayco’ torrencial) ha sido tradicionalmente objeto de grandes cuidados, lo que le ha valido a sus sociedades desérticas el apelativo de ‘hidráulicas’ (Pourrut, Barros, Schama).

actuales regiones de Antofagasta y Tarapacá. Intentaremos explicar cómo esta noción limítrofe refleja disputas antiguas que se apoyan en formas materiales y simbólicas producidas por diversos rituales y artefactos de función conservadora, artefactos cuya vigencia actual se manifiesta en tipos específicos de relaciones ‘fijas’ entre identidades, recursos y valores (Raffestin 1980). En fin, el análisis nos acercará necesariamente a los patrones culturales de poblamiento y diferenciación que han venido produciéndose en el entorno de la cuenca loína. Esperamos que el escrutinio diacrónico de la tradicional frontera nor-atacameña y surtarapaqueña contribuya a resolver algo más el tenaz rompecabezas histórico y geopolítico que configuran Arica, Tarapacá, Carangas, Lípez y Atacama, y los límites socioespaciales que representan. Más, si pensamos como Raimondi y Paz-Soldán, quienes intentaron, en vano, desbaratar eso de que ‘el Loa es el límite’...

1. El problema de los límites en el cierre de los mapas ‘Todos estos espacios [de la subárea circumpuneña] son esencialmente discontinuos, lo que plantea con fuerza el problema de los límites. No nos referimos a las fronteras entre los estadosnaciones de la región, ni a los límites político-administrativos nacionales, todos artificialmente impuestos, sino al manejo que hacen las propias comunidades indígenas para definir quiénes pueden y quiénes no pueden tener acceso a determinado espacio productivo...’ (Castro y Martínez 1996, 74-79)4. Hay asentamientos de larga data en los desiertos de Tarapacá, Atacama y la puna salada de Lípez, pero no es dable establecer una línea de continuidad ininterrumpida entre los lugareños del pasado y los del presente. La endonimia y la exonimia personal y social, y el desplazamiento concomitante de personas, conocimientos e ideas, son centrípetos y centrífugos a la vez, no operan como un continuo de causa y efecto, en una sola dirección. Dicho de otro modo, las creencias, lugares, artefactos, alimentos y personas no conectan necesariamente con las idas y vueltas de sus nombres. A esta problemática epistemológica fundamental se agrega la complejidad del poblamiento propio al centro sur andino, donde el control vertical archipielágico es acoplado a fenómenos de entrelazamiento que exhiben una gran adaptabilidad a oportunidades de complementariedad variables en el tiempo, incluyendo relaciones de larga distancia (Núñez 1984, Martínez 1998). Con todo, los nombres de cultígenos, los toponimos y los zoonimos pueden reflejar las continuidades de comunidades de palabra, en relación con diversas regiones, linajes, lugares, recursos, y artefactos característicos. Así, aunque no se recuerde ya el nombre atacameño que tuvo la ‘Cordillera de Domeyko’, su antecesora kunza, la ‘Serranía de Sarapana’ aparece en los mapas hasta poco después que la zona es incorporada a la soberanía chilena5. Las palabras y los nombres permiten medir la influencia territorial de sus hablantes a lo largo del tiempo: reflejan un mundo de conocimientos, afectos y relaciones particularizantes. Su mutación y eventual 4

Para una descripicón pormenorizada del problema ver también Martínez 1998 (y en éste numero), Núñez 1992, Harris 1997, Berenguer et. al. 1999 y Sanhueza 1991, 1992 y 2002. 5 Posiblemente del kunza ‘sairi’ y ‘pauna’, o ‘hijo de la lluvia’ (Wilson Galleguillos, comunicación personal).

desaparición ayuda a apreciar la expansión de actores que, como la burocracia estatal colonial y poscolonial, logran desplegar duraderamente diversos instrumentos de objetivación y subjetivación territorial, personal y social. Siguiendo a Sack, la territorialidad humana (y en último término la guerra) se entiende, en parte, como una estrategia geopolítica por medio de la cual un individuo o un grupo intenta afectar, influenciar o controlar gente, fenómenos y relaciones mediante la delimitación y aserción de control sobre un área dada. Nuestro estudio del Loa parte de la premisa de que toda definición y nombramiento territorial en relación con gentes tiene una dimensión política: la fijación de límites regula formas de competencia por recursos (avisan y previenen guerras), reflejando modos de producción y reproducción social con flujos de retornos materiales y simbólicos que si bien responden a especificidades autoreferenciales no por eso son menos ‘alteradas’. Raffestin (1980) señala que producir una representación de territorio es ya una apropiación, un control dentro de los límites de una conciencia; así , toda proyección en el espacio, construida como representación, revela la imagen de un territorio, esto es, de una red de relaciones. El territorio como imagen, como representación, es un instrumento de poder, y si el poder es ‘límites’, entonces el poder débil es su propio límite. En tanto dispositivos geopolíticos, los eficaces límites en la sintaxis euclidiana de superficie, punto y línea, son organizados en tanto instrumento de manipulación de relaciones de fuerza a través de una ordenación que diferencia y crea particiones que permiten redirigir los movimientos e interacciones en función de objetivos estratégicos. Esta cartografía de ordenación o clasificación por área envuelve comunicaciones y conocimientos diferenciados a través de varios tipos de objetos, signos y formas. Algunos, como los mapas y sus títulos, gozan de prestigio (burocrático u otro), el que a menudo se ve asociado a una serie de actividades de reforzamiento y re-estructuración que incluso puede revestir un carácter arquitectónico disciplinario (Deleuze y Guattari 1980, Barth 2002, Barros 2003 y 2004). Siguiendo a Alfred Gell, sin embargo, también consideraremos a los títulos y mapas estatales en tanto formas de arte relacionadas; es decir, en tanto componentes de ‘una tecnología del encantamiento que a su vez resulta del encantamiento que produce la tecnología’ (Gell 1999, 166). Éste encantamiento estatal va más allá del que pudiera ejercer un objeto simplemente bello o deslumbrante: su eficacia radica en la capacidad para ‘causar admiración’ que transmite la tecnología que el objeto u construcción ‘encierra’ o ‘oculta’. Ese era, explícitamente, el efecto que, por mandato real, debían producir las nuevas villas levantadas por los españoles en las tierras indígenas6. Entendiendo el proceso técnico detrás de la representación artefactual de límites en términos mágicos, aceptamos que ‘al encantarnos, hacen que los productos que resultan de estos procedimientos mágicos parezcan encerrar poderes mágicos (Ibid.). En este sentido, uno de los efectos de los títulos y mapas en tanto objetos de arte es que ‘se nos 6

Recopilacion de Leyes de los Reynos de las Indias, Tomo II, Título séptimo Libro cuarto. En Madrid: por Julián de Paredes. ‘Que durante la obra se excuse la comunicación con los naturales (FII Ord 137). Entretanto que la nueva población se acaba procuren los pobladores todo lo posible evitar la comunicación y trato con los Indios: no vayan a sus Pueblos, ni se dividan, o diviertan por la tierra, ni permitan que los Indios entren en el circuito de la población, hasta que esté hecha, y puesta en defensa, y las casas de forma, que cuando los indios las vean, les cause admiración, y entiendan, que los Españoles pueblan allí de asiento, y los teman y respeten, para desear sus amistad, y no los ofender’ (1681, 93)

presentan rodeados por un aura de resistencia que es la fuente su valor’ (Ibid. 168). Claro que no deslumbran en tanto objetos físicos, pero son un despliegue de artistería cuya resistencia y poder de persuasión puede explicarse en términos mágicos; esto es, en tanto ‘hatos de poder’ (Rose 1994, Hann 1998) cuyas consecuencias ‘propietarias’ aceptamos como ‘por arte de magia’. Pero un mapa también es inherentemente social de una manera que difiere del objeto meramente misterioso o bello: es una entidad física que media entre dos o más territorialidades. Crea, por lo tanto, un tipo específico de relaciones entre éstas, que a su vez proporciona un canal para relaciones sociales e influencias nuevas. El virtuosismo técnico intrínsico a su eficacia tiende siempre a la creación de asimetrías en las relaciones entre gentes, colocándolas en posiciones esencialmente asimétricas respecto de otros artefactos y recursos, cosas o ideas. Así que, sea por causa o efecto, por acción u omisión, los mapas y los títulos o argumentos de deslinde en que se apoyan tienen una agencia ‘secundaria’ polivalente, la que les hace llevar intensas vidas sociales (Gell 1998). Con un acercamiento semejante al de Odone, nuestras preguntas de investigación sobre el tradicional límite norte de Atacama encaran, precisamente, los repertorios territoriales e identitarios que se injertan en los mapas, representados en tanto límites. Esto también permite determinar el extremo conservador hasta el cual la artistería cartográfica marca y fija distinciones culturales al acoplarse a formas particulares de conflicto por recursos. Es más, nuestro interés radica, precisamente, en las posibilidades analíticas que ofrecen los elementos conservadores asociados a los procesos de fijación socio-territorial materializados en tanto ‘límites’ en torno al Loa: sus puntos de inflexión y fragmentación encierran densidades de ‘material’ valórico. Sean éstos físicos (a través de accidentes naturales, hitos, mojones y linderos), o por medios de representación simbólica, textual o gráfica (dibujos, líneas), los límites diseñados en torno al Loa nos acercan a las territorialidades y poblaciones que diferencian (especialmente a la atacameña), con las asimetrías y engranajes asociados al uso de diversos recursos altitudinales a larga distancia. Cada representación delimitadora elaborada en torno al Loa encierra valores y creencias comarcanos: los ritos, ciclos y objetos de que emanan ‘cierran’ o clausuran las posiciones encontradas que las generaron. Ahora bien, aunque generadas en función de características topográficas y morfológicas propias de una ecología dada, las representaciones de límites no necesariamente reflejan un principio estructurado de construcción espacial. Más bien marcan tiras y aflojes de redes de afecto y significación únicas que, aunque de carácter intrínsicamente conservador –y dependiendo del contexto socio-económico- pueden ser factores de estabilidad o de inestabilidad. Por eso, desechar las delimitaciones estatales por considerarlas artificiales significaría falsear el análisis del ‘problema de los límites’. Es así que los ‘títulos’ o argumentos legitimadores de la ‘propiedad’ y de la ‘soberanía’ que desplegados por el Estado hablan de aspectos de jure o formales de las corporatividades indígenas y estatales, han servido para entender el proceso de construcción de la identidad atacameña a la par de la (re)construcción de su territorialidad

(Barros 1998 y 2004)7. Inversamente, los recorridos rituales que asientan elementos representativos visibles o de publicidad propios de los límites de facto como los que se dibujan en los mapas, nos revelan las razones desplegadas por el estado y sus elites regionales al contener y deslindar territorialidades en beneficio propio, en función de valores y estructuras que medran gracias a parcelaciones cada vez renovadas (Odone 1994). En lugar de estudiar el ‘fondo’ nativo de asentamientos, identidades y relaciones para de ahí abordar su posibles ‘límites’, en la forma propuesta por J. L. Martínez (1998, 42), o de contrastar ‘la’ territorialidad hispano-colonial, a otra, de trinchera indígena, procuramos concentrarnos en la evolución de las ‘formas’ producidas por las delimitaciones estatales y sus textos de apoyo, como manera de desagregar información sobre la Hoya del Loa de manera coherente. Siguiendo a Barth (1969 y 2000), en la fenomenología de los límites que procuraremos desentrañar ahora, se enfatizará más lo que los demarcadores territoriales dirán o callarán sobre e Loa y sus gentes, que lo que éstos son conforme a títulos y mapas, sean éstos escritos, verbales o mentales (Brody 2004). Retomando el epígrafe, las representaciones limítrofes de la territorialización estatal nos hablarán de puntos de vista, dominios y conjuntos de relaciones que se quieren constantes, desarrollados precisamente para definir, ‘fijar’ y contrarrestar lo considerado como ambulatorio, ‘oportunísticamente’ percibido y definido como ‘diferente’, ‘bárbaro’, ‘indígena’ o ‘enemigo’, sociedades a ‘reducir’, ‘dividir’ y ‘regularizar’ en función de mantener formas jerarquizadas de poder territorial a diferentes escalas. Veremos como los rituales delimitadores del estado en el norte atacameño relacionan diversos complejos de interacción local y regional, a la fabricación de ‘límites’ intra- e internacionales. Juntos, instrumentan la distribución, circulación y fiscalización de personas, bienes y capitales en la actual ‘Región de la Minería’. Las expresiones políticas del epígrafe, que procuran redefinir la provincia de El Loa en tanto región, fragmentando la de Antofagasta, también pueden interpretarse en esa dirección, nuevamente enmarcada por una álgida competencia por recursos. Es evidente que el aspecto conservador de los límites ritualizados geográficamente no se aprecia solo en las cartas geográficas antiguas y actuales, sino que debe leerse asociado a las diversas creencias legitimadoras locales con que interactuan, como las que están detrás de cualquier representación material de la territorialidad. Por eso, al igual que reconocemos, con Nader, que ‘la política colonial establecida por la corona española en el siglo dieciséis aún informa el poblamiento indígena’ (Nader 1989, 322) -especialmente la cartográfica- concebimos que las creencias, prácticas y representaciones territoriales prehispánicas también se pueden ‘leer’ hasta nuestro días. En forma similar a la de Odone, Alan Durston pudo así contrastar en clave Foucaultiana el característico trazado urbano español con las clásicas particiones cognitivas andinas. Con todo, aquí no se trata de oponer la territorialidad estatal a la ‘étnica’ sino que observar como éstas se constituyen y diferencian mutuamente en procesos históricos concretos. Sin miramientos 7

Entre estos están los también conocidos como individuales, corporativos, colectivos, nacionales, públicos y privados, etc. La antropología de los límites reconoce un número infinito de etnocategorías. Aquí nos detendremos solamente las tejidas más destacadamente en torno al Río Loa.

a priori en favor de una versión territorial u otra, la delimitación textual y cartográfica nos interesa en tanto representaciones que ‘circulan y operan al interior y a través de sistemas legales -e incluso en tanto tales sistemas-, materializando vulnerabilidades y valores humanos’ (Greenhouse 1996, x). A esto agregamos los procesos identitarios correspondientes. Si el poder es límites, entonces nosotros procuramos hacer una etnografía del Loa delimitado bajo formas simbólicas que son persuasivas y disuasivas a la vez (Rose 1994), tecnologías de encantamiento ‘que causan admiración’ en uno u otro sentido, como las que encierran los mapas. De hecho, el Loa entrelaza una diversidad de límites históricos y actuales, entre Perú, Bolivia y Chile, entre regiones, entre provincias y entre comunas. En fin, el modo más directo de abordar el manido ‘problema de los límites’ étnicos en la zona es por medio de instancias concretas de ‘política de la diferencia’ como las materializadas en torno al Río Loa, y establecer sus relaciones con procesos socio-económicos mayores. Asentemos una premisa conservadora: los españoles se repartieron las tempranas encomiendas sobre la base de ‘términos` revelados por los qhipus qamayoqs del Inca (Pärsinnen), que no impedían la existencia de sistemas de usos compartidos entre poblados y señoríos. Estos términos deben haberse sobreimpuesto a mitos de origen diferenciadores tejidos en torno a cerros cuya función delimitadora queda de manifiesto toponímicamente, y en el de algunos linajes8. Todas estas apelaciones se entremezclan a su vez en los títulos republicanos. Esperamos poder apreciar a cada uno siguiendo de cerca su desenvolvimiento regional. Para ello nos apoyamos en numerosos textos que de la mano de distintos autores, han dado cuenta de la abigarrada antropología historica regional. Procuramos aportar nuevas informaciones concernientes al Loa, que creemos pueden echar una luz innovadora sobre el panorama regional. a) El contexto Prehispánico de los Períodos Tardíos En un documento fechado 1569, Arévalo de Moscoso, Procurador General de La Plata explica la ‘la conveniencia de que Arica y Tarapacá vayan para Charcas. Carangas confina con Arica, Tarapacá y Tacna y Sama, y tenían puestos sus mitimaes en las cabezadas e altos de aquellos valles para hacer sus sementeras de mayz por ser la tierra frigidísima, que los naturales della ninguna comida beneficiaban ny alcanzaban, a lo menos de mayz, que hera el principal sustento desas provincias.’ (Maúrtua 1907, T III: 175). Es difícil elucidar si este patrón de relaciones entre los núcleos altiplánicos y los valles occidentales del centro sur andino se dio también en la cuenca del Loa. Entender las condiciones territoriales de ‘contacto’ a las que se acoplaron las primeras medidas administrativas españolas, resulta clave para abordar el régimen de diferencias que ha venido convirtiendo el río en ‘gran diferenciador’ de Atacama, Lípez y Tarapacá9. 8

La mitología aymara constituye memoriales territoriales en estilo que difiere del boato teocrático-estatal representado en relatos del Reinka: los cerros nombrados por la tradición de lengua aymara, se inmortalizan en episodios de gigantes, donde p. e. el Tata Jachura y el Tata Sabaya se disputan los favores de Mama Huanapa, y Jachura vence, quedándose con la cabeza de su enemigo como trofeo. Hoy estos cerros están en lados opuestos de la línea divisoria boliviano-chilena (Bollaert ). 9 En la zona norte de Chile y sur del Perú, evidencias arqueológicas de la zona costera de Moquegua (Covey 2000) y Lluta (Santoro et al. 2003a) demuestran una presencia altiplánica más bien indirecta en los valles occidentales del centro sur andino, sin que se haya podido establecer la capacidad y los eventuales mecanismos que tuvieron los

Lo primero es caracterizar en forma sucinta diversas componentes de las relaciones territoriales ribereñas a lo largo de la historia. Destacan actividades especializadas de larga data asociadas a la extracción minera, con múltiples evidencias prehispánicas e históricas de ser un sector de tránsito interregional, sobre todo en un eje norte-sur. Como señala Berenguer (2004), los distintos corredores del Loa funcionaron con gran intensidad durante la prehistoria, por lo menos desde el Período Intermedio Tardío (ca. 900-1450 d.C) a través del cual se conectaron las poblaciones de los centros nodales de Tarapacá, Atacama y Lípez (Berenguer 2004). La población indígena de la zona explotaba sistemáticamente minerales en la parte del “cínturón de cobre” que, bajando desde Perú, atraviesa el Loa en los distritos de Chuquicamata-Tomic y Conchi-El Abra, y en otras partes de la Cordillera del Millo y la Sierra de Moreno, serranías con variedad de recursos metalíferos y no-metalíferos encerrados en la bolsa o U del Loa que se levanta al este de su tramo Superior10, y configura las secciones Media e Inferior (hoy repartidas entre las comunas de Calama y Ollagüe-Antofagasta y Pozo Almonte-Iquique). Además del codiciado guano, el segmento costeño Iquique-Cobija también encierra oro, plata y cobre nativo en relativa abundancia: todo era explotado en tiempos preincas (Bird 1979; Núñez 1984, 1987 y 1998; Núñez et al 2005, Salazar 2002)11. Como dice Núñez, los datos respecto a los últimos episodios preincas en el bajo Loa (Quillagua-desembocadura) demuestra una presencia simultánea de grupos provenientes del Loa Medio, de la última fase del complejo San Pedro, grupos del Complejo Pica-Tarapacá y Cultura Arica. Diferimos sin embargo de la idea de que esto significara que el Bajo Loa fuera un sector ‘limítrofe’. Creemos más bien que esta franja mutiétnica era una suerte de ‘centro’ o ‘plaza’ de integración e intercambio multicultural. Así, Núñez y colaboradores observan que los distritos del Loa Medio fueron inicialmente ocupados por mineros-caravaneros provenientes de los oasis de San Pedro de Atacama y cuenca del Loa (final del Formativo y Período Medio), detectando una creciente presencia de grupos caravaneros tarapaqueños a partir del 900 D. C. y hasta por lo menos 1300 DC. Desde esa fecha en adelante, se detecta una mayor presencia de bienes que son comunes en el Altiplano Meridional y tierras altas del Loa (p. e. Toconce, Lípez), lo que deja de manifiesto la ampliación de redes de interacción entre el Loa Medio, Superior, la costa y el altiplano aledaño. Las caravanas, guiadas por sus dueños de quebradas, de oasis y altiplánicos, transportaban sus cargas grupos altiplánicos para controlar una red política de carácter suprarregional (Covey 2000), lo que se contradice con la propuesta de Llagostera (1976), entre otros. En la cuenca alta de Moquegua (Perú), en cambio, los altiplánicos del norte del Lago Titicaca lograron establecer control directo de estos territorios en épocas preinca, bajo un típico régimen de verticalidad (Stanish 1992). Esta situación se revierte durante el Tardío, puesto que mientras los núcleos coloniales altiplánicos tienden a independizarse y desaparece, según Stanish (1992), el régimen de verticalidad, pareciera que los territorios costeros de Moquegua y Lluta continúan siendo controlados según el mismo sistema (vid Santoro et al. 2003a). 10 Hacia el norte del Loa, se le conoce como Serranía de Guatacondo. En su vertiente occidental destacan Chipana, Guatacondo, Maní, Honda, Piscala, Chijlla, Capona, Catiña, Quehuita-Sipuca. 11 Chanabayita, Chipana, Payquina en la barranca del Loa y en Calate, Calartoco y Toco, en el Loa inferior; Gatico, al norte de Cobija. La quebrada de Tocopilla se abre sobre una bahía antiguamente conocida como Algodón. De ahí a la boca del Loa, la costa hiper-árida contaba con agua dulce en Mamilla, Aña, Duendes, y al norte de la punta de Paquica. Entre Cobija y Tocopilla también los hubo (Latrille 1892).

entre el alto y esta zona, apoyadas con forraje trasladado desde los valles. Las caravanas surcaban el desierto absoluto, integrando artesanías y productos de todo el perfil regional, cruzaban productos silvoagrícolas de diversos enclaves de oasis: calabazas, zapallos, maíz, algarrobo y chañar, con obsidiana de las tierras altas o pescados y mariscos del Pacífico. El tráfico era multipropósito y el movimiento multidireccional, con traslados de cargas y recursos asociado al manejo de redes complejas de interacción transectal (Núñez et al). Aunque no siempre debió existir una armonía social fronteriza, creemos que la complementariedad actualizada por la infraestructura y los traslados transcaravánicos, fueron determinantes para la instauración de alianzas y redes de circulación de excedentes de bienes de estatus y domésticos a larga distancia.’ (Núñez et al 2005). Puede que estas operaciones hayan sido ejecutadas al margen de demarcaciones territoriales. Pero si los obrajes mineros descritos fueron labores principales para la sustentación del régimen jerárquico de los proto curacas del Loa (Núñez 1984, 406, Núñez et al); y que los mini-señoríos integraban el control del hinterland hidro-silvoagropecuarios al de las de tropas cargueras, está claro que ellos también dominaban las rutas que ponían en contacto a gentes y recursos de todo el transecto Lípez-Loa Superiorquebradas y oasis de Tarapacá y Atacama, Loa Medio-Inferior-costa hiperárida; en fin, los señoríos tardíos a ambas orillas del Loa dominaban una economía a la vez minera, agrícola, pastoril, a través de parenteleas extendidas y con enclaves costeros dependientes12. Los numerosos pucaras del Loa y sus afluentes sugieren la existencia de problemas o al menos amenazas ‘fronterizas’ latentes respecto al control exclusivo del transecto, lo que a su vez supone momentos claves de demarcación. Parte de las evidencias que han sido utilizadas para trazar distinciones culturales entre el Norte y el Sur está dada por la presencia de numerosos geoglifos en el área del Complejo Pica-Tarapacá y la ausencia de éstos en el área atacameña (Núñez 1976, 1984). Otras diferencias vendrían dadas por la mayor presencia de apachetas acopladas a una red caravánica más compleja hacia el norte, y la relativa ausencia de las mismas hacia el sur, atribuibles la mayor distancia entre las aguas que caracteriza al despoblado de Atacama. Según Núñez las apachetas y las chullpas también eran limítrofes del valle y la puna (1984, 401). Aunque no estén del todo establecidas las políticas de delimitación distintivas de Tarapacá y Atacama para tiempos preincas, o el fondo cosmológico que las sustentaban, las apachetas, los pukaras, las chullpas, y los geoglifos/petroglifos han sido interpretados convincentemente en tanto demarcadores territoriales (Núñez 1984). Esto le permite al autor postular, para períodos tardíos, la existencia de dos complejos culturales principales al norte del Loa, denominados ‘Arica’ y ‘Pica-Tarapacá’, con evidencias para ambos a orillas del Loa. Suponemos que el manejo de la cuenca del Loa implicó alguna forma de unidad o coordinación sociopolítica entre los ribereños del norte y del sur, y que esto debe de haberse visto reflejado en los documentos coloniales más tempranos. 12

Apoyado en una cadena de campamentos y rutas ligados a aldeas permanentes localizadas en el Loa Medio y Superior, el sistema de tráfico conectaba las tierras bajas y el litoral desde etapas formativas e intermedias tardías, incluso con contactos incas, hispánicos y arrieros o pirquineros aislados de tiempos subactuales. (Chu2). Esta complementariedad transcaravánica también se evidencia en los materiales asociados a las paskanas cercanas a los geoglifos de Pintados (transecto Pica-costa sur de Iquique) donde se han identificado, desde antes de los incas, restos de pescados, maíces y lingotera (Núñez y Briones 1996 Ms). También explicaría la presencia relativamente común de conchas del Pacífico en las rutas caravaneras del área (Núñez et al.).

Vías de circulación El Loa habilitaba caminos en todas direcciones. En su extremo norte, los sectores de San Pedro Quemes y San Cristobal de Lípez, Coyomiche, Colcha, Pajancha y Alota hacia el sur del Salar de Uyuni, son los de acceso más inmediatos en esta parte de la actual frontera con Bolivia.Bajando hacia el sur entre Ujina y Chiu, se abren una serie de caminos hacia Sud-Lípez. En Chiu-Chiu, considerada Posta se reunen varias vías, algunas de las cuales han sido estudiadas profusamente, como el denominado camino del Inca (Berenguer). Partiendo de Calama en el Loa Medio, es claro que otra de las vías mayores hacia el norte está asociada al agua disponible en la quebrada de Chug Chug, desde donde se orienta hacia Quillagua y hasta la boca del Loa por la ribera norte del Río13. Pero otra ruta va derecho de Calama a Guatacondo sin pasar por Chug-Chug, por la vertiente occidental de la Sierra del Millo, la que cuenta con aldeas en quebradas como Quehuita, que en mejores tiempos constituyeron verdaderos enclaves mineros y silvoagropecuarios14. Hoy abandonadas, algunas de estas quebradas al sur de Guatacondo dan la espalda al Alto Loa, y están en una posición relativamente cercana al Bajo Loa, encerradas en su U. ¿Cuál es el origen de estos pueblos desertados entre Atacama y Tarapacá? Si bien sabemos, para períodos tardíos, que la cuenca estuvo bajo la influencia principal de a lo menos cuatro complejos culturales interrelacionados (Arica, PicaTarapacá, Atacama y altiplánico de Lípez): ¿Cómo caracterizar los pueblos localizados en la U que conforman su ‘interregno’? (Núñez 1984). Creemos que esta zonas internodales llevan necesariamente a replantear la pertinencia de fijar límites étnicos en torno al Loa para replantear el río en tanto taypi en el cual se desarticulan las diferencias. Ciertamente que el Estado Inka practicó una geo-política de parcelación, amojonamiento y señalización de caminos, integrando y dividiendo las provincias del Tawantinsuyo mediante una red administrativa y comunicacional efectiva hasta nuestros días. Cieza de León nos habla del programa civilizatorio que habrían ejecutado los incas: ‘los indios, dejados los pucaraes que primeramente tenían, ordenaron sus pueblos de buena manera, así en los valles de los llanos, como en la serranía y llanura de Collao; y para que no tuvieran enojo sobre los campos y heredades, los mismos Incas les repartieron los términos, señalando lo que cada uno había de tener, en donde se puso límites, para conocimiento de los que habían y después dellos nasciesen’ (Cieza de León 1880 [s.16], 95). ‘... en el Collao... había señales de sus leguas, que eran como los mojones d’España con que parten los términos, salvo que son mayores y mejor hechos los de acá. A estos tales llaman topos, y uno dellos es una legua y media de Castilla [o sea 8,5 kilómetros]’ (Ibid. 53). 13

Hay varios campamentos y paskanas intermedias asociadas al período formativo, inmediatamente preinca e inca (Núñez y Briones 1996 Ms, citado en Núñez et al 2005). 14 Una de los resultados más importantes de la investigación realizada en la zona consiste en haber localizado y prospectado el pueblo de Quehuita, a cerca de tres mil metros de altura, que está a algunos kilómetros de la ruta que une Guatacondo y Calama. Este pueblo es representativo de muchos otros, hoy desertados, en las quebradas más meridionales del borde oriental de la pampa del Tamarugal, encajadas entre los ángulos rectos que forma el Loa, caseríos como Chipana, Sipuca, Sajasa, Chala, Catiña, Capona y Choja.

‘...de manera que, de cuatro a cuatro leguas, que era la jornada, estaba entendido que se había de hallar proveimiento...’ (Ibid. 242) ‘...por donde pasaba, mandaba edificar tambos y plazas, dando con su mano la traza; repartió los términos a muchas provincias y límite conocido, para que, por aventajallo, no viniesen a las manos’ (Ibid. 237)’. ‘... en lo más alto de los cerros, hizo hacer cuatro pirámides o mármoles de canterías, los otros dos en medio menores que los otros dos de los lados, y de dos estados de altor cada uno, cuadrados y apartado uno de otro una braza, salvo que los dos pequeños de enmedio hizo más juntos, que del uno al otro habrá media braza, los relojes eran cuatro a do salía el sol, y otros cuatro a do se ponía, do diferenciaban los transcursos y movimientos que así el sol hace en un año.’ (Betanzos 1880[s. 16], 105) La versión medievalista que conocemos del Tawantinsuyo describe una pirámide de tributación con la parentela Inca, sus orejones y administradores en la cúspide, y una fuerza esclava de yanaconas en la base: organización forzosa del trabajo y especialización. Imaginémonos esta estructura en movimiento sustentada en la compleja infraestructura de transportes que la caracterizó: ¿Cómo se organizaba espacialmente el flujo de la mayor parte de las personas, animales y bienes, en función de qué conjuntos arquitectónicos, con qué propósitos? ¿Qué productos, personas y especialidades podían ir y venir?15 Sabemos que el Estado Inca delimitó claramente sus provincias, pero no sabemos exactamente con qué preciso fin (¿para prevenir guerras con quien?): Cecilia Sanhueza señala que los mojones del Sur del Salar de Atacama, entre Vaquillas y Río Frío, en el camino que une Atacama y Copiapó, son de posible origen Inca. En el sector de la cuenca del Loa, Paz Soldán y Raimondi dan cuenta de un lindero con una estructura semejante ubicado en el punto más alto de la quebrada de Duendes (inmediatamente al Norte de Tocopilla). La relación entre los linderos y caminos que tejen el paño territorial del Tawantinsuyo y las demarcaciones pre-incaica son evidentes, y se proyectan de manera casi negativa en los límites actuales entre comunas, provincias, regiones y países, que a menudo se sobreponen a caminos: ¿Qué lección antropológica trae la perdurable fenomenología de las delimitaciones en el Loa, que sin necesariamente responder a territorialidades mutuamente comprensibles o traducibles, o separando parentelas extendidas con líneas matemáticas, demuestra tanto poder de convicción en cada momento?

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¿Estaban los tambos exclusivamente al servicio de los chasquis, rescatadores y administradores Inca, o eran mesones y paradores donde cualquier viajero podía descansar y reponerse? ¿Se comparan realmente los cattu de los indígenas peruanos a los tianguis mexicanos?15 Matienzo prohibió a los indios ‘comer todos juntos en las plaças públicamente’ para que lo hicieran ‘en sus casas como gente de razón’ (Matienzo 1910, 34-35).

b) Colonia Inmediatamente antes de la llegada española, ambas orillas del Loa formaban parte de una zona minera del Tawantinsuyo bajo la influencia de poblaciones aymara y quechua hablantes que tenían sus centros políticos en el altiplano. Pedro Pizarro dice como algunos caciques quisieron revelarle el sitio de la antigua Mina del Sol, cerca de Huantajaya: una colonia Inca-altiplánica explotaba minas allí (Pizarro 1986,189-193, Núñez 1984, 318). Por la crónica de Vivar, sabemos que Valdivia pudo reponer y reorganizar el estado de sus tropas en Tarapacá, donde él y sus numerosos acompañantes cuzqueños fueron bien acogidos. Claramente diferenciados de Tarapacá, los caperuzones, los Pica y los Guatacondo de más al sur, en lugar de buscar alianzas con los recién llegados, avisaron a los de Atacama de la llegada inminente de la amenaza común. Estos pueblos aparecen como claramente diferenciados, y por más que se conozca que hablaban un común idioma, no parece que formaran una unidad socio-política común, como lo demuestra la política de intercambio matrimonial entre estos dos pueblos durante la colonia.(villalobos) ¿Y los de Guatacondo?. Pues los habitantes de esta quebrada habrían abandonado el pueblo. También eran famosas, desde antiguo, las minas del altiplano de Carangas y Lípez. La Real Chancillería de La Plata fue eregida en Audiencia en 1559, cuando Potosí ejercía una atracción irresistible a su alrededor, contando con 120.000 habitantes en 1572, llegando a 160.000 hacia mediados del siglo XVI (Bautista 1997, 48). El proceso reduccional desarrollado por la corona habría desestructurado los ‘archipiélagos verticales’ dominados desde el altiplano (Murra 1975: 75). Pero, además de producir el efecto de dejar tierras vacas a disposición de la corona (Hidalgo Pica, 383 en Historia del Norte), el proceso reduccional establece al pueblo de indios como unidad principal de organización, limitando la capacidad de organización étnica en las zonas de altura, contribuyendo así a la desarticulación de los grandes señoríos y federaciones. Como reflejan las Visitas ordenadas por Toledo, no parece que tuvo mucho efecto en la zona al sur de Pica, y creemos que, inicalmente al menos, no hubo un cacicazgo Pica-Tarapacá, que tenía a Tarapacá por centro político, ni que Pica fuera más que Guatacondo en términos políticos. La jerarquía decreciente que Tarapacá, Pica y Guatacondo tendrían hacia el sur (formando una suerte de gran senorío con un centro en Tarapacá), reflejaría más bien el progresivo avance burocrático español, donde los primeros pueblos aliados pasan a ser cabecera en los registros de la historia y la dominación, y los últimos pueblos conquistados, pasan a ser ayllus o anexos políticamente dependientes de los primeros. Tratemos de retrazar la historia. Cuando se creó la Audiencia de Charcas o de la Plata, en 1559, se señalaron sus términos por la costa hacia el norte, desde Hatuncana en Arequipa, a la altura del Puerto de Ilo, hacia el sur con el Reino de Chile. Pero el gobierno español no tardó en separar la costa de Arica y Tarapacá, para adscribirla con sus puertos, al creciente poder de la capital Virreinal y Audiencia de Los Reyes (Paz Soldán 1879, 7). Veremos como el poder de Lima empezó a extenderse hacia el sur, para ir controlando los estratégicos puertos. Se conocen algunos de los linajes dominantes en las quebradas y oasis a que llegaron Almagro, Pizarro, Martínez y Valdivia. Pizarro le habría escrito a la Corte que el cacique de Tarapacá ‘se llamaba Sanga, y dominaba los pescadores en la costa Pachica, Tinchuca y Guaviña en el valle de CATO, bajo el cacique OPO en el valle de CARVISA está Camiña Ayvire y Taucari son

caciques, Comaguata bajo Ayvire y Diayapo bajo Chuquichambi, con 900 indios’16.17 Este cacique Taucari es sin duda el mismo señor altiplánico de Lípez cuyo nombre cita J. L. Martínez en este número (Lorendi 1940, 57), cuyos tributarios fueran originalmente encomendados en Hernán Núñez de Segura y Francisco de Tapia por el Virrey Vaca de Castro. Los indígenas de encomienda de Pica y Loa aparecen bajo otros caciques, Amastacca y Calanche, pero de acuerdo con la tradición oral contenida en autos seguidos en el s. 18 para probar los derechos al cacicazgo de Pica, aparecen otros linajes gobernantes, como el de los Caques, que se dice ser de ‘reiesuelos’ prehispánicos, los Capagaina, que gobernaban la parcialidad de Arasaia [de Pica], junto a otros tres nombrados Sacagaina, Quilagaina y Utali (Hidalgo 55). Sabemos poco de los que ocurrió con estos señoríos. En 1540, Francisco Pizarro le encomienda las poblaciones de Camiña, Aroma y Tarapacá a Lucas Martínez de Vegazo. Según Efraín Trelles (1991) y Villalobos (1979), el encomendero prosperó gracias a la plata extraída de Huantajaya, el avío de barcos y el comercio con productos europeos. Esta primera etapa de colonización duró hasta 1548, cuando Lucas Martínez pierde su encomienda en favor de Jerónimo Villegas. En 1547, Gonzalo Pizarro le otorga a Juan de Lastres [¿Castro?] la encomienda de Lípez que había sido de Núñez y Segura, con sus indios, bajo Taucari, y 100 Moyo-Moyos de servicio, sujeto al cacique Suere [¿Saire? según Núñez]. Al año siguiente, ya afirmado en el poder el virrey La Gasca, la misma encomienda de Núñez y Segura fue puesta en los hermanos Isásaga (Núñez 1992, 100), con los mismos Moyo-moyos de servicio. Se ha entendido, sin embargo, que esta encomienda se refería exclusivamente a los territorios hacia el sur del Loa, el Partido de Atacama. Siguiendo con Oscar Bermúdez, la segunda corriente colonizadora en Tarapacá habría sido gatillada por la reencontrada riqueza argentífera de Huantajaya. Su inicio coincide más o menos con la recuperación de la encomienda por Lucas Martínez al año siguiente de la muerte de Villegas, en 1556, y su expansión hacia el sur tres años después, cuando Pica y sus 4 ayllus, más el pueblo y ayllus de Guatacondo, Capuna [¿Capona?] y Chipana, se incorporan a la encomienda de Tarapacá, además del puerto de Loa (inmediatamemnte hacia el sur de la punta Chipana). Esta vasta zona fue permutada con Juan de Castro, quien la había adquirido en 155618. En el documento de permuta se refiere que Guatacondo había sido abandonado por sus moradores, que habían huído de las penurias asociadas a los obrajes de las minas de Tarapacá (Odone 1994, 108). Posteriormente, en la ‘Respuesta de S. M. a la Audiencia de Charcas sobre asuntos de gobierno’ dada el 1º de octubre de 1566, se pide ‘Averiguar si eran bacos o Patrimonio Real los siguientes casos [de encomienda de indios] ...en Carangas, que eran de Mendieta del Bosque de 16

Agrega Bollaert que, hacia 1826, en el vallecito de Mocha, había un indígena de origen quechua, exento de tributo por ser indio de familia noble, descendiente de los incas, de apellido Quispe Sugso. Relata también que, para 1850, este cacqiue se habría ido en la siga de un muletero. (p.167 del Ethnological observations, No será Antiquarian etc.?). 17 Se sabe que los Pacajes tenían mitimaes en las cabezadas o altos de los valles de Arica, pero sigue quedando planteada, a modo de hipótesis, la posibilida de que los señoríos Carangas también los ten.ían en las cabeceras de Tarapacá. (Dagnino menciona que en había estancias de coca en Azapa (1909, 22).(Yungas!) 18 A cambio de los indios Cochuna [según Hidalgo, ‘Carumas’ en Dagnino 1909, 23)] de Arequipa (Hidalgo 51)

Segovia, y en los Lipes y Condes, que eran de Tapia y Segura’ (Maúrtua 1907, T.III, 170; énfasis agregado). se ve reflejado en el señorío de Taucari. Pero que pasó con Carancha y Amastaca que menciona Núñez. El orden decreceinte de importancia que la administración colonial le atribuye a Tarapacá, Pica y Guatacondo, refleja más bien el avance y penetración española, donde los primeros aliados pasan a ser cabecera (se aprecia que Vivar que Valdivia tenía indios aliados en Tarapacá, señores Carangas como ChuquiChambe que le se laiaron rápidamente con el español, mientras los capiruzones, los Pica y los Guatacondo (guata es pago (de tierra) ). Condes en Núñes, en Martínez y en Téllez. En 1580, Lozano Machuca describe al ‘puerto de Tacama’ como adscrito a la Audiencia de Charcas, distinguiéndolo claramente de El Loa. La tercera corriente fue a partir de 1590, con el plantío de viñas que transformaron la producción económica del oasis y de las quebradas, vinculándolas más estrechamente a los ciclos económicos coloniales (y a la minería) y favoreciendo la formación de hacendados (Hidalgo ). En 1588, un cacique de Atacama aparece vendiendo doscientas fanegadas de maíz en Quillagua a un tal Juan Bautista, con la autorización rubricada del temido corregidor Velásquez Altamirano (J.L. Martínez 1998, 123)19. Tal vez por eso, el Virrey Don Luis de Velasco pudo otorgarle ‘a Alonso de la Cueva una fanegada de tierras en el sitio de Cuvija [Cobija] y 100 fanegadas en las que llaman de Quillagua y Guataconde y Mantilla [Matilla] y Algarrobales de Pisa [Pica], en la provincia de Los Lipes de Tacama. A Juan de Vera 20 fanegadas en el sitio de Capa [Azapa], distrito de Arica. A Martín de Valencia otras veinte fanegadas en dicho asiento’ (Hanke y Rodríguez (ed.)1978, 71-72, énfasis agregado)20. Pica y Guatacondo no formaron parte de la jurisdicción original de la encomienda de Tarapacá, y se puede pensar que para entonces, la Audiencia de La Plata todavía ejercía su jursidicción sobre los ‘Lipes de Tacama’. Cobija se sabe fue considerado ayllu dependiente de Chiu-Chiu a lo largo de la historia colonial: ¿Habrán también dependido de ChiuChiu, Quillagua o Guatacondo? De norte a sur, el documento menciona a Cobija, Quillagua, Guatacondo, Matilla y Pica como claramente separados de Arica, y por lo tanto de su tenentazgo de Tarapacá, por lo que podemos concluir que la provincia de Los Lipes de Tacama cubría ambas orillas del Loa. Será esta la misma punta de Tacama que aparece en el mapa de la Audiencia de Charcas al sur de Arica, y al Norte de Tarapacá (Herrera dice que está en el grado 20). ¿Hasta donde se extendía el señorío tradicional de cada parcialidad, de Pica y Guatacondo (Lípez)? Los antecedentes 19

Esta venta tiene los visos de haber sido forzada por Velásquez: son bien conocidos su interés de controlar el tráfico entre las pesquerías de la costa y Potosí. 20 El 1º de Febrero de 1613, se dan las sentencias a la residencia hecha de la gestión del virrey Don Luis de Velasco (23/6/1596-8/12/1604). En cuanto al octavo cargo, ‘que estando ordenado y mandado por S. M. por cédula de noviembre de 1599, que todas las tierras que en el reino del Perú hubiese baldías, quitadas las que fuesen menester para plazas, ejidos propios, pastos y baldíos de los lugares que estén poblados, las demás queden libres para disponer de ellas S. M. a su real voluntad, sin tener licencia y facultad dio y repartió muchas tierras y solares, así a criados suyos como a otras personas’... Respecto a las donaciones citadas ‘De dicho cargo el juez le absolvió y dio por libre’.

reseñados sugieren que Tacama formaba una unidad geopolítica con Lípez, tal como lo insinuaría el factor de Potosí en otro apartado de su informe. Esta encomienda de Lípez originalmente tuvo jurisdicción hasta la costa, la que, en asuntos de gobierno, fue paulatinamente pasando a Lima21. En asuntos de justicia, siguió dependiendo de la Audiencia de la Plata (Paz Soldán). El hecho es que la reorganización territorial de la provincia de lípez fue realizada por su corregidor, Márquez de Moscoso, primero en 1581, al efectuar el alinderamiento de su provincia en compañía de los caciques de Lipes, Carangas, Guatacondo, y luego en 1602, con la reducción de sus poblaciones a algunos pueblos (Martínez en este número). Entre los pueblos de reducción que menciona el padrón que se elaboró al efecto, aparecen Cavancha, Pica y Oja [Oje en el documento d Moscoso]. Tras quedar vacante la encomienda de Juan Martínez de Leyba (probable descendiente de Lucas Martínez) a fines del s. 16, la engrandecida encomienda de Tarapacá recae en la Corona, quien la asigna en renta al Virrey Gaspar de Zúñiga i Acevedo, Conde de Monterrey (1604-1606). Además del pueblo homónimo, la encomienda incluía a los indios del Puerto de Iquique, Loa y Pisagua, más los de Pica y sus ayllus, Quillagua, Cobija, Matilla, Guatacondo y sus ayllus. Tras la muerte del Conde en 1606, las Cajas Reales, además de volver a percibir los tributos vacos que el corregidor de Arica debía recaudar y enviarles de tanto en tanto, también ingresaron los cánones correspondientes al arriendo de los puertos de Iquique y El Loa, haciéndose los cobros en nombre de la Audiencia de Charcas (Dagnino 1909, 55)22. En 1612, todavía se consideraba que Atacama y Lípez formaban una unidad sociopolítica (Diez de Guzmán citado en Aldunate y Castro 1981, 59) Destaca que para el período ‘aquellos indígenas procedentes del territorio de Atacama [la Baja] y de la localidad de calama (al igual que los lipes procedentes del borde sur del Salar de Uyuni) se desplazaban de manera preferencial, al borde sur del territorio tarapaqueño, a la localidad de Guatacondo’ (Odone 1994, 161). Esto que Odone llama ‘movilidad sectorizada’ a nuestro juicio refleja formas de relacionamiento y distribución más restringidos o exclusivos. A modo de hipótesis, pensamos que el ‘interregno’ que representa la hoya del Loa estaba constituido por complejas alianzas ribereñas, las que se fueron desintegrando con los trazados coloniales. Cuando algunas de las familias legalizaron sus títulos a las viñas, en la visita y composición de tierras don Diego de Baños y Sotomayor en 1643, Pica, Guatacondo y Matilla claramente formaban parte del Corregimiento de Arica y estaban bajo la jurisdicción de la Audiencia de Los Reyes. Ya no aparecen adscritos a ‘Los Lipes de Tacama’, ni a la Audiencia de Charcas. Tampoco volvieron a contarse entre los ‘Lipes y Condes’. Sumada al desastre demográfico, la fragmentación tributaria que el sistema burocrático colonial sobrepuso al sistema vertical de 21

Hay dos referencias inéditas claves sobre este punto, el deslinde de los corregimientos de Toledo (1577) y el llamado alinderamiento de Lípez efectuado por Márquez de Moscoso (1581). 22 Los tributos vacos eran aquellos de los cuales disponían libremente los virreyes, correspondientes a las encomiendas vacantes o por proveerse. Durante mucho tiempo, el virrey pudo asignar libremente la renta de las encomiendas a obras pías, a personas beneméritas u otras.

control transectal ejercido tradicionalmente desde el altiplano, puede haber incidido en el abandono paulatino de Guatacondo, a su pérdida de importancia frente a Pica, y a la consolidación y preponderancia de Tarapacá como centro regional. Pero de la costa vendrían a repoblar los valles y quebradas abandonados. Elaborada a mediados de 1649, la Descripción breve del Distrito de la Cancillería de la ciudad de La Plata, pone a Lípez entre los corregimientos de última clase: ‘dábase a soldados hambrientos de Chile, y se hace estimable por las ricas minas del Nuevo Mundo. Hállase hoy con nueve cabezas de yngenios corrientes, cinco antiguos y quatro modernos. Sus minerales son Esmoruco, San Christoval, Santa Isabel y el Nuevo Mundo, donde oy se trabaja; este último es mineral de mucha duración. El mayor cuidado del Corregidor es tener en paz y concordia sus moradores y que todas las piñas se conduzcan a Potosí. Confina con Atacama y gobiernos de Tucumán y Chocaya’. Lípez y Atacama ya no formaban la Provincia de antes. Sobre el corregimiento de Atacama, el informe dice que ‘está en la costa del Mar del Sur, es pobre y pocos saben de las comodidades de un pobre. Confina con Pica jurisdicción de Arica, con el Reyno de Chile y los Lipes’ (Maúrtua 1907, 207-209)

2. Consolidación burocrática virreinal de costa a altiplano: los títulos y alinderamientos de Arica y Lipes. a) Siglos 17 y 18: el segundo auge minero No se encuentran testimonios de la explotación de las minas de Huantajaya durante casi todo el s. 17 (Gavira 2005, 205)23. Dagnino recoge el rastro de esta encomienda ‘que fue del conde de Monterrey’, cuando la renta fue reclamada por parte del Conde, a mediados del siglo (Dagnino 1909, 199). Sabemos que tras vacar la encomienda, las rentas de Tarapacá recayeron en la Corona, quedando a libre disposición del Virrey. En 1690, el Corregidor de Arica entera el monto correspondiente al año anterior para la conservación de la Armada Real del Sur, lo que sigue haciendo los cuatro años siguientes. Echeverría afirma que no se volvieron a explotar a Guantajaya hasta 1680, año en que un indio llevó a Juan de Loayza hasta el Chiflón (mina arriba del cerro). Pero fue el hijo de este último, Bartolomé, quien empezó las labores en 1718, beneficiando la plata por fundición (no era posible determinar la producción de plata sobre la base de la cantidad de azogue que se explotaba en ese caso). Casi diez años más tarde, en la parte baja del mismo cerro se reabrió otra mina antigua, llamada del Hundimiento (Hidalgo 1985). Hacia 1720, encontramos que los tributos de la encomienda beneficiaban al Doctor Don Joseph de Valverde Contreras y Alarcón y a Don Francisco Manrique de Lara.

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En 1601, el rey Felipe III abolió el servicio personal o repartimiento “de personas” (que no debe confundirse con el “repartimiento de efectos”, que se abolió a fines del siglo 18). Pero era tal la importancia de la minería, que en el corregimiento de Arica esa cédula no funcionó (Dagnino 1909, 41), y se mantuvo una suerte de mita, tanto para el acarreo del azogue (mercurio) traído de Huancavelica, (indispensable al beneficio rentable de la plata y del oro), como para hacer las “izangas” estructuras de totora que ponían arriba de las llamas para acarrearlo.

Pero subsistían diferencias entre los de Pica y los de Guatacondo, y entre estos y Atacama. En la primer mitad del s XVIII, los documentos empiezan a delinear un conflicto entre los linajes Caques y Altinas (Hidalgo 55). En 1733 se iniciaron las demandas legales por sacar a los Caques del gobierno de Pica y reemplazarlos por quien ejerciera una efectiva defensa de los intereses indígenas. Las posibilidades de contar con aliados en el sector no indígena se limitaban fundamentalmente al apoyo eclesiástico. Esto, en coincidencia con una serie de circunstancias concomitantes. Por una parte, en las primeras décadas del s. 18 varios obispos ejercieron el virreinato del Perú, con lo cual se abrió la posibilidad de una mayor influencia para la jerarquía en asuntos políticos contingentes. En el nombre del común de los naturales de Pica, como principal y acompañado en las firmas por otros cinco principales, Diego Altina le escribía al Obispo de Arequipa para pedirle la destitución del Cacique D. Joseph Caques, porque éste no había defendido las tierras indígenas, ocultado los títulos de propiedad, diciendo que los tenía el maestre de Campo Don Pedro Sanchez ‘theniente que fue deste dicho Pueblo donde no tenemos con que defendernos’. Caques habría concedido tierras de los indios a personas que no lo eran y admitido que les quitaran a sus indios las aguas necesarias para el regadío de las chacras; por lo que éstos estaban imposibilitados de pagar los tributos del Rey: en fin, por ‘estar el dicho gobernador unido con los Españoles’. Encontrándose desamparados acudían al Obispo para que éste mandara, bajo las penas de censura y excomunión mayor, que el Gobernador y Pedro Sánchez exhibieran los títulos para defenderse y que el cacique dejase el cargo por lo mal que actuaba. El Obispo acogió la solicitud a finales de 1733 ‘exortando bajo de excomunion mayor al Theniente Pedro Sanchez [tachado en el original] Joseph Nicomedes en orden a que le quite el puesto de Governador al que lo exerse con tantos perjuicios’. Hidalgo dice no saber si se cumplió la orden, pero los datos que siguen sugieren que Sánchez no fue excomulgado.

Teniente de corregidor entre al menos 1701 y 1721, el Maestre de Campo Pedro Sánchez de Rueda y Zamora, actúa como Juez de Comisión en un conflicto por límites de tierras con la vecina provincia de Atacama en 1742 (Dagnino 1909, 238 y 289 y Paz Soldán 1879, 55). Un documento fechado en 1742 da cuenta de conflictos de límites entre indios de Pica y de Atacama. En él, Diego Altina da su testimonio ante Pedro Sánchez, cuya excomunión había solicitado algunos años antes. Con más de ochenta años de edad, declara que ‘su maestre que lo enseñaba a cantar lo llevó a Atacama, en donde estuvo algunos años, y era en la ocación Cura de Chiu-Chiu D. Diego Reaño Fajardo y Corregidor D. Juan Fausto Güemes Torquemada, y estando el dicho ahí vido que el dicho Cura mandó juntar todos los principales y el Curaca, que en lasason era llamaba D. Juan Antonio Veltecoles, y los otros que se acuerda se llamaban D. Francisco Laucar, D. José Moncada y D. Pedro Pablo, y por fin otros muchos acompañaron al Cura, y este declarante, como muchacho, los acompañó, y habiendo llegado a Chacanse en un algarrobo grande se pusieron a descanzar, y le dijo D. Francisco Laucar, que era muy viejo, a este declarante que en este algarrobo mataron a tu ague.......... Altina, que vino de Capitán de los indios de Pica , y p...... muerto el dicho caudillo se partieron las tierras de....... desde una lomada que hace en dicha quebrada .....ajo son las tierras de los indios de Pica y de ahí para arriba son las tierras de Atacama, y prosiguió el cura con toda la gente hasta Tucupilla, que está en la costa, y mandó hacer una capilla que la levantaron entre todos, y oyó decir allí al

Cura como a los indios que de allí para arriba era de los Atacamas y ahí .......ra jurisdicción de Arica’ (Paz Soldán 1879, 57). De haber existido, estos hechos de violencia entre capitanías nativas ocurrieron en las primeras décadas del s. 17, y son ellas las que fijaron, entonces, un límite en Chacanse, más precisamente, en ‘una lomada que hace, en la cual hay un palo muy grueso bien acepillado formado de la gentilidad en donde está una pintura, arriba de él, que en una y otra parte hay algarrobos, los de abajo desde dicho linero pertenecen a esta jurisdicción hasta el mar y los de arriba a la de Atacama’ (Paz Soldán 1879, 56). Vilticoles y Laucar en Manríquez. En el s. 18 (1742) en Guatacondo, además de los indios y los esclavos, residen soldados como el Capitán Juan de los Ríos, o el que fue su mayordomo, capitán Juan de Zegarra de 85 años de edad, primero de los cuales trabajaba como ‘portero del Loa’. Otro capitán, Juan Ramírez de Cárdenas, fue el que arrendó luego el puerto del Loa a las Reales Cajas de Arica, pero se hacía por la Real Audiencia de Chuquisaca, lo que vuelve a plantear la sobreposición de jurisidicciones.Guatacondo era el hinterland de este puerto24. Juan de los Ríos tenía sus mulas, vacas y ganado de cerdas en Quillagua, a donde habrían sido reducidos los de Guatacondo. Al

menos en un inicio, Pica y Guatacondo eran pueblos distintos y separados, cada uno con sus ayllus. Transpira de los documentos que Guatacondo tenía sus propio linaje de caciques exentos de tributo. A modo de hipótesis, surge la idea de que, antiguamente, Guatacondo tuviera mucho más importancia en relación con Pica de lo que se suponía, algo que Odone ya insinuara respecto de la relación entre Pica y Tarapacá25. El accionar de Altina tal vez tuviera otras motivaciones que la de resistir al dominador: la intensidad de la litigación permite creer, con Dagnino, que al ir avanzando el siglo 17 y ‘al desparramarse los españoles y tomar posesión efectiva de valles y quebradas, sentían en el topo más remoto de la breña todo el vigor de las reales cédulas y de las ordenanzas’ (Dagnino 1909, 28). b) Reducción de Guatacondo y erección del Corregimiento de Tarapacá (1764-1768) Por cédula real de 2 de septiembre de 1761, la corona le consulta al Virrey Amat sobre el estado en que se encontraba la explotación de Guantajaya, las posibilidades de su riqueza, los caminos hacia el interior y la costa y el aprovisionamiento de mercancías. En consideración a su distancia de Carangas, también se le pedía su parecer sobre la conveniencia de abrir una nueva fundición y Caja Real en el mineral. A raíz del auge minero, el tenientazgo de Tarapacá pronto sería erigido en Provincia

24

Hidalgo da cuenta como en 1750, recurren ante el obispo de Arequipa los principales de Pica encabezados por don Diego Altina ‘segunda persona de los naturales de este pueblo [y] Alcalde maior perpetuo’ (probablemente un hijo del anterior). Intentan deponer a un cacique del linaje de los Caques para imponer a Francisco Guaguama, el que es finalmente nombrado gobernador y cacique de Pica con apoyo e Altina. En el memorial de linderos entre Atacama y Tarapacá que citamos más arriba, también aparece firmando Francisco Guagama. 25

Es común en el altiplano boliviano, que los ayllus se turnan la representación del suyo o marka, siguiendo un calendario conforme a la tradición o decidido por ellos mismos.

Lima, Setiembre 17 de 1764, ‘en atención a lo que informa el contador de retazas, y piden los Señores Fiscal, y Fiscal Protector General [de Indios]; y respecto de que por la ley primera, título seis, libro sesto [sobre nombrar a Protectores de Indios] de las de este Reyno, está ordenado se reduzgan los indios a población para que así gozen del beneficio espiritual y temporal, del que carecen estando divididos y dispersos por sierras y montañas, y con reflexión a lo que asienta el cura de San Andrés de Pica, en su carta de fojas siete sobre las incomodidades que padecen los indios del pueblo de Guatacondo, hallándose por esta razón doscientas veinte y nueve personas en quebradas incógnitas, careciendo de todo pasto espiritual y del Comercio racional, por lo que sería conveniente se redujesen a población en el parage de Quillagua abundante de tierras y agua: el Teniente General de Tarapacá, jurisdicción del correjimiento de Arica; o el correjidor de aquella ciudad darán los auxilios y fomentos para dicha reducción, procurando que esta se ejecute en toda forma, y según, y como previesen las leyes del título séptimo del libro cuarto, haciéndolo saber al correjidor de Atacama así como también al cura de Chiu-Chiu, para que no lo embarazen ni pongan impedimento alguno; apercibiendo al dicho correjidor con la multa de cuatro mil pesos, y las demás penas que en mí reserva, en caso que se le note la menor contravención: y que si tuviesen que pedir por lo que mira a la jurisdicción de dicho paraje de Quillagua lo hagan en este superior Gobierno sin perjuicio de dicha reducción, lo que se continuará como va prevenido y en el entretanto se ampara a dicho Teniente de Tarapacá en la posesión que se halla de estar comprendido en la jurisdicción de ese correjimiento; y consiguientemente les administrará justicia a sus vecinos, sin novedad alguna, y líbrese el despacho que corresponde, del que se tomará razón en la contaduría de retazas y demás oficinas correspondientes. -Rúbrica de su ExcelenciaMartearena. En virtud de este mandato Don Manuel de Amat (Virey) libró la correspondiente carta orden en 26 de Setiembre del mismo año de 1764, al Correjidor de Arica y al teniente General de Tarapacá para el cumplimiento y ejecución de lo mandado, y efectivamente se obedeció y cumplió en todas sus partes el 9 de Mayo de 1765’ (Paz Soldán, M. F. 1879, 57). En estecha relación con el auge minero, la tardía reducción del confín de Tarapacá seguramente fue efectuada por el irlandés Antonio O’Brien, a quién Amat había conferido el cargo de Juez Visitador y alcalde mayor de minas y registros del corregimiento de Arica, persona ‘extraña, práctica y desinteresada’ caracterizada por su ‘pericia, aplicación e integridad’ (Villalobos 127). En todo caso, como resultado de su cometido, O’Brien evacúa un informe fechado 29 de agosto de 1765, denominado ‘Descripción del Partido de Tarapacá = thenientasgo del Corregimiento de la ciudad de S. Marcos de Arica en General’, que es el que nos interesa más directamente por contener algunos valiosos antecedentes respecto al Loa y sus comarcas26. ‘El distrito de este partido comprende dos territorios, uno de temperamente frío, donde llueve truena y nieva en abundancia que esta hacie el Seste [Sudeste], y otro caliente hacia el mar, por la parte del Oeste, cuyo clima es de mayor sequedad que el de Lima, tiene de largos este partido 26

Primer capítulo de un extenso documento en diez partes conservado en la British Library (Additional Manuscripts 17587, ff 22-122)

111 leguas de N. a S. y de ancho de E. a O. por donde más 64 leguas: confina por el N. con la jurisdicción de Arica, por el S. con la Provincia de Atacama y por el Seste [Sudeste] con la Provincia de Carangas, y la de Lipes. Tiene en su costa el Puerto de Iqueyque, el de Loa, y el de Tucupilla cerca de Cobija que es una corta caleta, este poco seguro y mucho menos el de Loa , pues no se puede dar fondo en el con embarcaciones de porte porque los muchos remolinos, y corrientes la abaten a la playa, y es menester quedarse afuera de las puntas de legua y media a 2 leguas. El de Iqueyque es seguro, el único donde fondean las embarcaciones de todos tamaños que comercian con esta Provincia, tiene un solo Río que es el Loa, cuyo nombre toma el puerto dicho en donde desemboca, este nace entre los cerros nevados que llaman de Miño cerca de la Provincia de Atacama a la parte del Este y a tres leguas de su nacimiento entra en dicha provincia corriendo hacia el S. y dando diferentes bueltas buelve a este Prado hasta el Puerto de Loa, se le unen a 41/2 leguas el Río de Chela de agua dulce, a las 15 leguas de donde se junta con el de Chela, le entra el Río de la Colina, de agua dulce en la Jurisdicción de Atacama, a 11 leguas después le entra el Río de Lasquina de agua salobre y poco antes de su desembocadero, le entra el río de Guacaca [¿Calate?] que es enteramente salada, y nace entre el Tamagigal de la Pampa de Iluga: en la parte fría de este partido se crían algunos ganados de Sierra, como son Carneros de Castilla, y de la Tierra, Guanacos y Vicuñas, Biscachas, y chinchillas, Perdizes muy grandes, Patos y otras aves de temperamente frío, y se han visto algunas avestruces, hay muchos pastos y bastante leña aunque menuda, produce este territorio bastante trigo, maíz, poca Alfalfa, algunas ubas y legumbres con abundancia de papas, y algunas ocas, pero no basta a veces para mantener la Provincia. El territorio caliente produce maiz, trigo, vino, mucha alfalfa, algunas frutas, y verduras, es bastante escaso de agua, y en cuanto a frutas mucho menor que el territorio frio, y todo el de este partido es sumamente quebrado y pedregoso, los caminos son molestos, y en algunos parages de peligro; tiene este Partido muchos minerales que son el de S. Agustín de Guantajaya de Plata en actual trabajo, el de Chanabaya de plata y oro, que no se travaja, el de Pereyra bulgramente llamado Ujina [tambo incaico de Ujina, en las inmediaciones del mineral de Collahuasi] de oro, plata y cobre que se trabaja, el nuevo de Na Sa de la Purificación de Chixlla de Plata que se trabaja, y un labadero de oro que no costea el trabajo; el de Paguanta de Plata aguado, que se está desaguando la principal labor de el; el de Yabricoya, que no se travaja por aguado, y es sumamente rico este territorio de infinitas betas de todos metales, y de Piedraiman. Finalmente, el 29 de marzo de 1768, el virrey Amat desmembró y separó ‘de la jurisdicción y corregimiento de Arica, la antigua provincia de Tarapacá, erigiéndola como la erijo en gobierno distinto e independiente del citado corregimiento de Arica, bajo los términos que de ella la deslindan , y de la de Atacama y Lipes incluyéndose la capital y asiento de Sibaya, Camiña, Mamiña, Pica, Matilla, Guatacondo y los demás principales o anexos con los puertos de Iquique y Pisagua, y los famosos minerales de Guantajaya y Chanabaya’ (Dagnino 1909, 26; Paz Soldán 1879, 58) Esta súbita intensificación burocrática claramente estuvo relacionada con el auge minero de Huantajaya en el siglo 18. Guantajaya se volvió un foco de atracción para los habitantes de poblaciones circundantes: Sabemos que los carangas o los lipez (Platt 1987) cargaban sus llamas de sal y otros productos, y bajaban a surtir a los asentamientos de la costa, sobre todo a los ingenios que necesitaban gran cantidad de sal para el beneficio de la plata, y a cambio se llevaban otros productos propios de las tierras bajas, como el vino. Este

intercambio se realizaba con anterioridad a la explotación minera (Bermúdez 1987). También nos cuentan los testimonios del siglo XVIII que, durante el auge de la minería, la población ausente de Carangas estaba en Tarapacá empleándose como mano de obra o dedicándose con sus caravanas de llamas al transporte de los minerales hasta los ingenios, y claramente también, al traslado de carne, manteca, cebo, papas y demás comestibles provenientes de las regiones aledañas a Tarapacá (Gavira 2005). Para controlar en mayor medida el contrabando, Amat también decide abrir una caja y callana en Tarapacá, pero esta medida no se concretó por falta de agua y otras incomodidades (Paz Soldán 1879 y Gavira 2005). El hecho es que las disputas de Altina también se manifestaron entre las provincias de Atacama y de Tarapacá: a partir de la segunda mitad del s XVII y durante casi la totalidad del s. XVIII, en relación con el auge minero impulsado por Huantajaya y luego Santa Rosa y otras (O’Brien), surgen conflictos por tierras y sus delimitaciones. Esto parece corresponder con el fenómeno migratorio detectado en la mayor presencia de tarapaqueños en las minas de Conchi y el Abra (Melero)27. c) Efectos en Atacama Hemos intentado seguir el empuje burocrático virreinal hacia el Sur, en el progreso que la Audiencia de Los Reyes hacía para hacerse del control directo de los asientos mineros en el altiplano (Porco, Berenguela, Nuevo Mundo y Potosí, entre los más destacados). El control territorial y la delimitación geográfica se imponía por dos razones: Por un lado, servía para definir y emplazar dispositivos de la administración colonial para reprimir los contrabandos de plata piña y diversos efectos comerciales por los puertos del Pacífico como Arica (declarada ciudad en 1570). Pero el contrabando también podía salir por Iquique, El Loa o alguna de las muchas caletas abrigadas y fondeables, como Patillos, Chucumata, Chipana y otras. Y las autoridades coloniales locales podían generar y ‘ocultar’ los ingresos suplementarios obtenidos por vía del ‘repartimiento de efectos’ que superaban las tasas autorizadas para ello (Carta de Lípez). También podían ocultarse las entradas y salidas hacia Salta y Tucumán, del lado atlántico (Gavira 2005). Al sur del Loa, hacia 1536, se produce un encuentro entre los caciques atacameños y los conquistadores españoles, representados por Diego de Almagro, pero se sabe poco más, Salvo que en la década de 1540, Alonso de Monroy evita pasar por Atacama, cuyos indios estaban de guerra, para dirigirse a Porco. Con todo, desde la amnistía pactada con los caciques de Atacama a mediados del siglo, y la colonización que siguió, se hizo común referirse a las riquezas mineras de la región, algo de que dan cuenta la mayoría de investigaciones etnohistóricas. Aunque las referencias coloniales tempranas contienen informaciones sobre la presencia de minerales, son especialmente ambiguas respecto al cobre: no hay registros sobre explotaciones concretas o 27

En cuanto a las preguntas que Melero y Salazar hacen respecto a la presencia de forasteros en Conchi, parece que a los aviadores peruanos les convenía trabajar con población ‘forastera’ que no pagaba tributo en Charcas, por ende más barata. Poner a trabajar a gente en otra jurisdicción, permitía eludir el control de las cajas reales, y no se exponían a demandas por mitayos descontentos (p. 83).

minas en desuso. Lozano Machuca se limita a decir que en Atacama ‘se podrían labrar muchas minas de cobre que hay en aquella comarca, en especial en el mismo puerto de Atacama...’(1992 [1581]). Este puerto puede haber correspondido con la bahía que de la Punta Angamos se interna hacia el Este y hacia el Norte, y se conoció luego como San Luciano de Mejillones de Bolivia, o puede haber estado más al Norte del Loa, como aparece en el mapa de la Audiencia de Charcas realizado por Juan López de Velasco para la Descripción de las Indias Occidentales (1601) (Décadas de Herrera). Veamos como la Audiencia de Lima siguió avanzando hacia la Punta de Tacama, donde quiera que haya estado. El distrito minero de Conchi y El Abra fue explotado por la población local atacameña durante los siglos 16 y 17, pero se detecta una expansión de población tarapaqueña en el s. 18 (Melero 60-61). En Santa Bárbara vivía una mezcla de españoles, mestizos e indígenas forasteros provenientes, en su mayoría, de Pica y Guatacondo, a escasos tres días de viaje de Calama y Chiu-Chiu, pueblos con quiénes también hubo estrechos vínculo durante la época prehispánica (Cf. Agüero et al. 1997). El s. 18 registra presión tarapaqueña (Melero 65-66). El estudio diacrónico de los confines, comarcas y límites ha echado algo de luz sobre los procesos de delimitación asociados a fases de expansión y contracción territorial en torno al Loa. Intentamos demostrar la posible conexión entre estas fases, sus expresiones burocráticas, y los ciclos extractivos mineros. A pesar de las profundas lagunas en la información demográfica esbocemos algunos procesos claves en torno al Título de Moxo y Aguexa. El título de Moxo y Aguexa. El llamado título de Moxo y Aguexa, fechado en 1528 y supuestamente firmado por el Visorey Francisco de Toledo no es de 1528, ni de 1568, sino que corresponde a momentos de intensidad burocrática característicos del auge minero colonial. Dice haber sido elaborado para señalar los límites entre los corregimientos de Arica y de Atacama, y por ende, entre la Audiencia de los Reyes y la Audiencia de Charcas, rivales burocrática de Los Reyes (o Lima) y de La Plata (o Chuquisaca). El Virrey mandaba con autoridad casi absoluta en asunto de límites. Entre otras facultades, tuvo el poder de fijar especificaciones regionales respecto al régimen tributario de las poblaciones sujetas a la mita, a la mina o a la tierra, fiscalizando directamente todos estos ramos, a menudo por medio de ‘cómodas composiciones’. En la época colonial lo mismo que hoy, antedatar era una treta jurídica común para acreditar la posesión antigua28. Poner una fecha anterior a los hechos, a veces legitima una situación que sin el artificio temporal, sería considerada irregular, contraria a las ordenanzas, pragmáticas y otras leyes. Tales falsificaciones eran moneda corriente desde los primeros giros burocráticos de la colonia: algunos Indios especializados eran reconocidamente aptos para envejecer papeles con el tizne de velas, 28

Así, los primeros nativos que se aliaron con el invasor español obtuvieron ventajas burocráticas, aniquilando las memorias y hazañas de sus antiguos enemigos por medio de las nuevas tecnologías del papel y la escritura. Alternativamente, los pueblos que, como los chichimecas, los chiriguanos, los moxos, los mixes o los mapuche, más resistieron a los españoles, pasaron a la historia como ‘bárbaros’, caníbales, indómitos, bravos. A diferencia de sus enemigos, tempranos aliados de los españoles, éstos últimos no siempre alcanzaron a asentar sus verdades y cronologías en el papel. Documentos de factura zapoteca mencionan a Hernán Cortés haciendo algunas diligencias de deslindamiento en 1526, junto a un Alcalde Mayor nombrado en 1570, cuando le estaba prohibido a los españoles, so pena de muerte, de aliarse con nativos para hacerle la guerra a otros (Barros 2003).

procurarse pliegos de antiguo sello, y en general, fabricar todo tipo de documentos coloniales (Taylor 1972, 414 y Barros 2003). Estos anacronismos y falsificaciones invitan a reflexionar sobre las nociones temporales volcadas en los documentos, y en su proyección territorial. Veamos las famosas versiones del título en que consta el recorrido de deslinde supuestamente realizado “oy en 24 de agosto de mil quinientos veinte ocho años”, por el “General D. Alonso de Moxo y Aguexa, Corregidor de San Marcos de Arica vecino de la Ciudad de Lima, quien es Justicia mayor y capitán de las armas y gobernador de las batallas de la Ciudad de Arica” (Paz Soldán . Este encabezado tiene algo de rocambolesco si se compara con textos similares de la época: son una fabricación vernacular, no oficial. Por lo demás, Felipe Segundo solo le otorgó el título de ciudad a Arica en 1570 (Dagnino 1909, 17). Hemos hallado diferentes versiones del título que fueron utilizadas, adaptadas y acomodadas repetidamente para dirimir diversos asuntos de límites entre los actuales Chile, Bolivia y Perú (mapas de 1825 y el de 1879)29. En cada versión y entre ellas, el texto forma un palimpsesto territorial que sobrepone y (con)funde fechas, eventos y linderos de los confines, a lo largo de registros e historias cambiantes, pero siempre siguiendo un hilo común en función de imponer o “partir términos”, literales y geo-gráficos. El título fechado “oficialmente” en 1528 y en el que supuestamente se fundan los demás es anacrónico. Unos mencionan haber sido extendido bajo el rey Felipe Quinto (1700) y otros por Felipe Segundo30. Bajo diferentes reyes y siglos, aparece “firmando” el mismo virrey Francisco de Toledo (1569-1581). Risopatrón desestima esta incongruencia, atribuyéndola a un error del copista... Es inverosímil que la mención de “Santa Rosa de Lima” en el siglo dieciseis también haya sido producto de un error de copia. En efecto, Rosa nació en 1586, fue declarada patrona de Lima el 2 de enero de 1669, y no fue canonizada sino hasta 1671! Del lado de Atacama, recordemos que las guerras intestinas entre conquistadores y de estos con los nativos no amainaron sino hasta mediados del siglo 16, y que hasta sus postrimerías, no se consideraba aun pacificada la zona en disputa (Martínez J. L.). Mal pueden haber tenido los indígenas problemas de linderos que solucionar mediante autoridades virreinales, corregidores, tenientes de corregidores, gobernadores o caciques. En fin, es inconcebible que la amnistía otorgada a los caciques de Atacama y otros lugares fuera otorgada después de nuestro hipotético recorrido de linderos fechado en 1528. Ni siquiera en 1568, como interpreta Risopatrón, porque como vimos, la ciudad de Arica no gozó de ese título sino hasta 1570.

No puede parecer Fernando de Loma y Portocarrero como Corregidor y justicia mayor de la provincia de Tarapacá en 1614 años (Paz Soldán 26), cuando en 1607 era tenentazgo con sus puertos de Loa, Iquique, Pisagua y Camarones (Dagnino 27). El tenentazgo de Tarapacá dependió del corregimiento de Arica hasta 1768 (d. 26)

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Una primera variante del texto fue publicada en Paz Soldán (1878, 51-53), otra en Raimondi (1879, 88-90) 29. Risopatrón (1911) y Gundermann (Ms.) citan luego títulos emparentados obtenidos de gente de Isluga, Camiña y Cariquima, y deslindes efectuados por el Mariscal Ramón Castilla cuando era Intendente de Tarapacá. Aunque las hay fechadas en los s. 16, 17 y 18, todas son últimamente compulsadas durante el s. 19. 30

(fecha de demanda de Chiu Chiu, Audiencia de la Plata, cuando se constituyó en Charcas?). Lo que podemos hipotetizar es que el copista, ingenioso o torpe, resucita al Virrey Toledo, de más probablemente a fines del siglo 17 o principios del siglo 18, en el segundo período de auge del mineral de Huantajaya (O.Brien 1765). En el caso de marras, parece que algunos españoles e indígenas (o estos últimos solamente) titularon para aumentar su poder, expandirse quebrada arriba en alianza con los funcionarios locales (Hidalgo 2005). La fecha que proponemos se ajusta más al documento elaborado, y como prueba finalmente convincente, sabemos por Dagnino que en 1700 (Arica oficialmente erigida en ciudad, ya bien muerto el Virrey Toledo, entrando Felipe V, canonizada Santa Rosa), fue corregidor de esta última un tal Jeneral Juan de Mur y Aguerre (1700-1706). Esta coincidencia de nombres no se explica por la sola casualidad. El palimpsesto temporal que contiene el título del General de Moxo y Aguexa tal vez se despeje un poco si consideramos algunos aspectos de su vida. Debemos a Dagnino haber vinculados nombres personales y tiempos. Frézier alcanzó a conocer a de Mur y Aguerre, incluso sostuvo en su mano una de las pepitas de oro más renombradas en la época, que con sus 43 marcos (10 kilos aproximadamente), tenía la forma de un corazón de buey y curiosamente ¡tres leyes distintas! de 11, 18 y 21 quilates (Dagnino p. 85), y era de propiedad personal del General. Los diferendos parecen más bien haber surgido a fines del 17, y muy probablemente en relación con la expansión de la minería de plata en Huantajaya y Chanabaya. Pero dejemos a Dagnino describir a este afortunado funcionario de la corona. A poco de asumir Felipe V, “El 6 de Agosto de 1700, reemplazaba a Rocafull el Maestre de Campo de Infantería Española Jeneral Don Juan de Mur i Aguerre, del Orden de Santiago, a quien el Rei despachó en Madrid título de Corregidor de Arica el 17 de febrero de 1699. Este rei era Carlos II, que murió el 1º de Noviembre de 1700, legando a su sobrino Felipe de Anjou [¡Felipe V!], nieto de Luis Catorce, el trono y a su patria la guerra de doce años que concluyó con el tratado de Utrecht [era Rei de Holanda el que suscribió el tratado?] Dagnino intuye que la descripción que Frezier hace de la administración colonial se basó en el trato que este alcanzó a tener con éste. CITA Pero los títulos de Moxo y Aguexe también son “falsos” en el sentido de que sus distintas versiones contienen contradicciones insalvables entre ellas. Paz Soldán lo revela sin querer, al atribuir dos documentos sobre la misma área, con linderos diferentes, amojonados por corregidores de distinto nombre, aunque ambos bajo las órdenes del mismísimo virrey Toledo, todavía bajo Felipe Segundo! El estilo mismo en que está escrito el documento es muy revelador: se aprecia fácilmente una cierta ingenuidad en la forma de adornar el documento, llena de fiorituras y de non sequitur que no se ajustan a las formas propias de una unidad de estilo escritural bien documentada en América. Recordemos el auge de Huantajaya primero durante el s. XVI (1545?) y luego en el XVIII (Dagnino), se ve la minería asociada a la aparición de documentación burocrática, al punto que se puede decir ue pra cada auge minero, se produjo una expansión burocrática y significativamente territorial de los pueblos más cercanos a los minerales, hacia el hinterland de

los pueblos, orientados al servicio. Eso explicaría la primera expansión de títulos en la raya de Lipes. Los del otro lado, especialmente de Llica. Los pueblos más abajinos se expanden hacia arriba, los españoles especialmente. La tasa de la encomienda de Tarapacá. Los de Charcas no tenían como competir burocráticamente con todos los caciques y sus aliados funcionarios de la corona sitos ahí mismo. Ellos podían arrebatar, por medio de argucias legales, vastas extensiones directa o indirectamente ligadas a la minería, como todas las necesraias a la arriería incluyendo los vastos pastizales en la Puna, tan lejos de los centros poder de su respectiva audiencia. Lima tenía el poder político sobre Charcas, Chuquisaca solo el judicial. El virrey del Perú tenía una capacidad mucho mayor de expansión administrativa que la que tuvo la Audiencia de Charcas 31. Este es el caso de la análisis que hacen Risopatrón, sobre que los pobres de Lípes nunca volvieron con sus títulos, mientras que los de Isluga sí y de Cancosa (hacienda expansiva la peruana de los Ramos, Risopatrón)(documentos de alrededores de 1801-1810 – Qué minerales estaban en boga entonces? De lado de Bolivia, el ciclo de la plata. Pulacayo y Huanchaca en Dagnino, un río de Plata que termina en una laguna de plata sólida, Corocoro, Bolivia? Tras pasar por los ciclos del guano y el salitre (globalmente asociado a la agricultura), pasamos por el de la plata, entramos al del cobre, y nos acercamos nuevamente al oro. Calama ha surgido asociada a este último ciclo. Collahuasi quedó en Chile por eso.

Virrey García de Castro en 1565. Primero Pizarro le dió la encomienda de Tarapacá a Martínez de Vegaso, La cabecera del tenentazgo estaba en Pica (llegando incluso a denominarse, tenentazgo de pica, que era el nombre del curato, que tenía las siguientes vice-parroquias: Matilla, Huatacondo y Quillagua (Dagnino 28). Risopatrón analiza críticamente el documento de deslinde que Bolivia atribuye al “Marqués de Moscoso”, fundante de sus pretensiones frente a Chile en la delimitación del sector. El “Marqués” habría sido corregidor de Lipes bajo las órdenes del virrey Toledo. A pesar de que es desestimado por Risopatrón, el amojonamiento de la frontera de Lipez que hace el mentado Marqués está revestido de mayor veracidad que la de los documentos que el gobierno chileno heredó del Peruano. Los argumentos esgrimidos por el gobierno chileno contra Bolivia, fueron retomados de diversos expertos peruanos. Pero no hubo un marqués corregidor de Lípez: la crónica retiene, eso sí, a un tal Fernando Marquez de Moscoso, protector de naturales de la Audiencia de Charcas hacia fines del s. 16, que aparece defendiendo a ciertos Indios de los abusos de un corregidor ariqueño (Dagnino 1909, 97). El “corregidor de Lípez”” y ejemplar “protector de naturales” fue también el primer arrendador registrado del estanco de naipes de Arica (Dagnino 1909, 162). Apreciemos las diversas regiones de influencia y las sinecuras, oficios y prebendas que se turnaban diversos administradores coloniales32. Es clave entender como operaba el sistema de encubrimientos que describe Frézier y indirectamente, el que está 31

Los de Lípez eran miserables, aislados, desprotegidos, lo que para 1777 es extraño. Moscoso era un apellido de larga tradición en la burocracia virreinal, con obispos, corregidores y demás en toda la zona de Arequipa y Charcas. P. e. Luis de Velasco dio el corregimiento de Lipes a su criado Diego de Moscoso. Vid. Moscoso en Mendiburu. [y al Capitán Pedro Álvarez Olguín, teniente de su guarda, el de Atacama] (1978, 74) 32

implícito en las preguntas de residencia, y en las muy precisas normas de sanción por faltas al enterar el quinto real.

Los virreyes Luis de Velasco (1598-1604), Conde de Monterrey (1604-1606), la Real Audiencia (1606-1608), Algunos recién llegados de siempre ocupaban nichos disponibles, abandonados tras alguna epidemia o hambruna, o por una multitud de razones difíciles de determinar33. De hecho, las áreas culturales que se intentan definir para el área circumpuneña han respondido principalmente a etno-clasificaciones administrativas puestas en circulación por tecnologías del poder asociadas a la colonización española, a su vez sobrepuestas a la tradición imperial Inca. Pero la primera burocracia global se caracterizó por poner en circulación volúmenes sin precedentes de papeles, y tuvo que construir innovadoras fortalezas archivísticas, las que fueron finalmente retomadas (y quemadas) por los aparatos de gobierno postcolonial. A pesar de que se ha tratado de definir y analizar tales manifestaciones culturales en término de redes, nodos e internodos con competencias diferenciadoras (Nielsen), los “límites” etno-históricos siguen planteando un desafío metodológico y práctico. d) Postcolonia Definición de 1825, en el informe de O’Connor, menciona el punto de límite entre Lípez, Tarapaca y Atacama, entre el Licancabur y el Zapaleri dejando en Bolivia la Cordillera de Tapaquilcha y Está Aucanquilcha y ARICAquilcha. Este sector en parte aun no ha sido definido o demarcado oficialmente (Risopatrón). Luego, los títulos que fueran emitidos con ocasión del recorrido de linderos entre Perú y Bolivia que hizo Ramón Castilla en 1826-7???, cuando era Intendente de su nativo Tarapacá y en amparo al cacique Chuquichambe de Chiapa, incorporan variantes mínimas al título “del Virrey Toledo”, significativamente acomodadas a las consideraciones geopolíticas del momento. De todos ellos se desprende más la idea de mutación de fronteras asociadas a la pujanza de ciertos enclaves económicos y burocráticos, estrategias expansivas legalistas desplegadas con mayor éxito por aquello intereses, comunidades y autoridades más cercanas. Al igual que en otras partes, la expansión burocrática colonial se da a partir de la costa, donde transitan mercaderías y minerales, 33

No existen datos fidedignos ni aproximaciones convincentes respecto a cuántos habrán sido los habitantes del Puna en el momento del contacto, cuando, como un reguero de pólvora, las epidemias traídas por los que desembarcaban de Europa y África diezmaban hasta un 99,5% de los seres humanos que habitaban las contrapartes húmedas de los trópicos. Sabemos que la Puna unía el mar y la selva que separaban los Andes: ¿Cómo la habrán afectado históricamente las epidemias, que venían tanto del mar como de la selva? ¿Hasta que punto podía convertirse entonces en zona de refugio? Ver Hidalgo

o desembarcan ejércitos (la caja real de Carangas no se desplaza hacia Tarapacá, si no que se abre la posibilidad de sacar la plata por Arica, Potosí y Carangas). Habría que ver hasta qué punto el desarrollo de nuevos minerales de plata en el lado chileno en los siglos 17 y 18, no influenció la expansión de fronteras por parte de personas pujantes, como los Ramos en la hacienda de Cancosa, que necesitaba disponer de recursos altoandinos sin importarle que estuvieran bajo la protección de la audiencia de Charcas. Paz Soldán también revela esta dimensión del problema (además de proponer otro límite inca en la quebrada de duendes), y Risopatrón explica el conflicto que los de Llica llevaban con los de Tarapacá, desde hace mucho tiempo. Quillagua: Mariano PAz Soldan: las bandas, hacia arriba, hacia abajo. y Tocopilla también han representado puntos de interés divergentes. Quillagua, como frontera deja a los AtacamaCacique ALTINA los de Pica, Vilticolas de Atacama. Los topónimos revelan una liena de continuidad en la verticalidad. Ya en el siglo XIX, escribiéndole en 1874 al científico viajero italo-peruano Antonio Raimondi, D. Pedro Hoogsgaard (viajero científico danés que trabajó para el gobierno peruano hacia fines del s. XIX) le da otra ubicación al famoso algarrobo limítrofe, un poco más al norte: ‘teniendo presente los derechos de soberanía del Perú a la parte litoral que se haya al Sur de la embocadura dl Río Loa y al Norte de una línea tirada desde la quebrada de Mamiña [Mamilla, unos diez kilómetros al norte de Tocopilla] hasta Quillagua, he tratado de recoger tantos datos sobre este asunto como fuere posible... cerca de dos kilómetros al sur de la Iglesia de Quillagua en la margen izquierda del Río Loa se haya un lugar llamado la Parte o La Otra Banda, donde hay un algarrobo poco coposo, conocido con el nombre de Arbol de la Raya (el que pude ver personalmente en una escursión que hice espresamente) y que según todos los vecinos del lugar sirve de Mojón de la línea divisoria entre el Perú y Bolivia. Desde este lugar, por abajo hacia el mar todos los terrenos situados a la margen izquierda del Loa pertenecen al Perú, y sus habitanmtes no pagan tributo; mientras que los situados hacia arriba del mismo lugar llamado La Parte pertenecen a Bolivia y pagan tributo. Dias antes de mi llegada a Quillagua, un vecino de este pueblo había recibido una carta de la Prefectura de Cobija, fechado “Lamar 26 de abril de 1873, firmado Aniceto Arce y refrendado por Suárez, en que atendido los méritos del ciudadano José Carrunche, le nombraron corregidor de Quillagua”, advirtiéndole que su Jurisdicción se estendía sobre todo el territorio del rio desde Toco hasta la desembocadura.- El indio no quiso aceptar y devolvió el despacho, bajo el pretesto que era ciudadano peruano; pero el verdadero motivo fue que teniendo su propiedad en la banda izquierda del Loa un poco más abajo del lugar llamado La Parte, al aceptar el cargo se consideraba como boliviano y tenía que pagar tributo, como los que viven hacia arriba de “La Parte o Arbol de La Raya”. De lo que precede se puede deducir, que aun el gobierno no exigiendo tributo a los que viven en la margen izquierda del Loa hacia abajo de La Parte, considera este territorio como perteneciente al Perú (Citado en Raimondi 1879, 94).

El Puquio de los Quillaguas, y el de los Guatacondo (hasta la costa), dos caminos diferentes, uno para los del HAtun Quillaca, y otro para los de ¿Ujina? Por donde va el camino de los Quillaguas. Controlan de arriba hacia abajo, mientras que tras la colonia, en la era del navegación, son los de la costa los que van subiendo. ‘Los tarapaqueños no sólo pusieron sus viñas y fincas al servicio de una explotación minera a escala industrial, sino que asimilaron rápidamente las influencias ejercidas localmente por el arribo de agentes de cambios capitalistas y tecnológicos, que implantaron en este escenario las virtudes de la revolución industrial inglesa. Así era la sociedad tarapaqueña derrotada de la guerra, emprendedora y responsable del tremendo sacudón ejercido sobre las tradiciones culturales y tecnológicas, derivadas del régimen colonial y su ascenso a la más moderna explotación salitrera, como los más genuinos pioneros, constituyendo una identidad absolutamente particular, distante y distinta del resto del Perú, siempre asociada a un sentimiento de lealtad territorial sea cual fuere el destino de las campañas militares. ¿Cómo “desperuanizar” entonces a un sentimiento tarapaqueño que ya cumplía cerca de 400 años de memorias compartidas, entre oasis y desiertos aislados, en el confín más inalcanzable tanto colonial como republicano?¿Cómo destruir la imagen de pertenencia de la más autónoma y progresista comarca surperuana?’ (Núnez 2005) Explorar la microhistoria de algunos límites intra e internacionales de Chile nos acercó a los pueblos y estados del pasado, a los límites y valores que intentaron fijar. Pues bien, los límites entre Chile, Perú y Bolivia siguen planteando más de un dolor de cabeza a diplomáticos y cancilleres, porque involucran asuntos de soberanía a menudo relacionados con el acceso a recursos estratégicos (agua, minerales, hidrocarburos). Pero no me interesan aquí los límites que construyen las historias diplomáticas en tanto demarcadores actuales sino en tanto expresión de antiguos rituales de demarcación, diferenciación y manejo de recursos.

En Atacama, las historias de volcanes y cerros juegan con los astros y las sombras de los astros, pero también tienen personalidad, y es una personalidad territorial (Bastien).Gabriel Martínez nos reseñaba algunas de estas características, pero la organización en ceques sigue planteando una economía ritual compleja, con límites claros.

Intentamos explicar la antedata flagrante del título de Moxo y Aguexa, como la adaptación y manipulación de un artefacto de poder que revela una matriz indígena en la transcripción, donde se mezclan momentos fundacionales y momentos de delimitación ritual, conforme a una tradición mítica ágrafa (Barros 2003). Así la presencia quechua también destaca en la historia, asociada a mitos de fundación de tradición incaíca, en áreas cercanas a enclaves mineros. Los papeles republicanos envuelven líneas coloniales que unen puntos y caminos inca y preinca, encarnando repetidos ciclos de titulación, de exhibición y de ocultamiento (los vericuetos archivísticos están llenos de sorpresas).

3. Conclusión Damos los resultados preliminares de nuestra investigación, a modo de hipótesis, consideramos que los patrones de ocupación y asentamiento al Norte del Loa se caracterizaban por transectos asociados a quebradas de borde de Puna con escurrimientos permanentes y estacionales (Guaycos), Huaycos, terrenos aluviales, a menudo con aguas de régimen estacional, transitorias (Latrille). Pero el agua estaba cerca de los minerales, y se formaban pequeños poblados agrícolas y mineros, como Capona, o Quehuita En la banda Sur, los poblados agrícola-mineros se organizaron en torno a los ríos de la cuenca del Loa y de San Pedro de Atacama. En la actualidad también se da la tríada estado-mineras-indígenas. Las demoras crónicas en la implementación de los derechos indígenas, se contraponen a la facilidad con que entes económicos transnacionales se expanden por tierras y con aguas que, de haberse cumplido el texto de la ley (y ni digamos su espíritu), gozarían de un régimen formal de protección especial. Los límites no son claros, siempre hay intereses difusos, corrupción y contrabandos. Los límites implican políticas de poder, de regulación y de toma de decisiones sobre recursos que medran en torno a los límites formales. Diversos ‘operadores’ económicos están allí para eso, para ‘facilitar’ propiedades a cambio de una ‘pasada’. Debido al rastro que dejan, estas ‘pasadas’ dejan en evidencia dos velocidades diferenciadas de flujo de ‘reconocimiento’ o ‘transferencia’ hacia las neo-comunidades étnicas que han surgido a partir de la dictación de la ley indígena (2003). Si hemos de creer en los censos, veremos que los indígenas y otros agrupaciones humanas registran los índice más bajos en salud, educación y salario34. En este contexto de re-semantización discriminatoria y apropiación acelerada propia de la globalización actual, las propiedades diferenciadas de los indígenas se encuentran hoy una vez más envueltas en una maraña de negociaciones burocráticas, con funcionarios, papeles y registros que institucionalizan mecanismos asimétricos de definición política y territorial, igual que bajo los gobiernos español y boliviano. La burocracia le permite al estado expandirse en su propia territorialidad (todo sistema tiende a generar los entornos propicios para su reproducción). Así, mientras más se fragmente y circule la realidad en términos del tributo o de la propiedad de cuño estatal, más recursos fiscales y públicos ‘coloca’ el estado, y crece. Lógicamente va a crecer hacia donde más espera poder reproducirse y adquirir valor en el momento actual de globalización capitalista que afecta la sociedad del conocimiento. Obtiene más recaudación fiscal en la minería. La territorialidad minera también se ha manifestado cíclicamente, siguiendo con su lógica característica de enclaves y clusters de insumos y servicios. Infraestructura vial, minería y fuerza de trabajo, componentes de una región compleja como Antofagasta.

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Para medir la discriminación, los censos latinoamericanos emplean los criterios de autoidentificación, pertenencia y lenguaje. La desagregación conforme a las categorías resultantes, de datos sacados de diversos indicadores en salud, educación, trabajo, etc... demuestra una brecha de racismo estructural que, como tantas otras facetas de la inequidad a escala mayor, estigmatiza a la vez que refuerza posiciones e identidades marginales y excluidas (negros, afrodescendientes, indios, rom, mestizos, migrantes, judíos, etc.). (CEPAL 2005)

Pero agreguemos la complejidad micro-política de las migraciones y del flujo de bienes tangibles e intangibles, y de las relaciones de parentesco, donde hombres y mujeres van y vienen de un lado a otro de cualquier ‘límite’ que nos propongamos fijar35: llegamos, finalmente, al irreducible problema de la subjetividad o ‘territorialidad’ individual (Hall) y social (Liffmann 2002, Barros 2003, Bello 2004), donde los términos de relación son polisémicos y polivalentes, tan abiertos que pueden incluso cruzarse de largo, inconmensurabilidad que impide establecer límites en tanto secuencias de continuidad y cambio sin alguna medida de arbitrariedad, o criterio de fijación objetivada en el tiempo y el espacio36. Los caminos que solo ellos conocían y el momento para ir por bajo o por alto, donde hay agua y cuando. El control de Cuencas. Pascana de los Guatacondos, Casa del Inca, por el Salar de Llamara. El camino de las minas Chuquillas, Apachetas de Vicuñas, de Perdices donde se procuraba el control mono-cultural de un máximo de pisos ecológicos, de puna a costa. Los Guatacondos, tenían una franja vertical, de caleta a cerro, al igual que los Quillaguas (desde Hatun Quillagua o Quillahuaya en Reck hasta la caleta arriba de Tocopilla (estación Quillagua) dependiente del curato de Pica. Quebrada de duendes (Toco es quebrada, Calar Toco, y Calate, Puquio de los Guatacondos, puquio de los Quillagua). Quillagua (mixto-mezclado, heteróclito, multicultural) y de Guatacondo, sus puquios, sus accesos exclusivos al mar por la quebrada o río de Quillagua, al diferencia que hay entre Tocopilla (buscar las piedras paradas que señala Paz Soldán arriba de la quebrada de los Duendes) y el Loa, la ruta y el mapa de Raimondi. Qué recursos controlaban los atacameños y sobre quien reinaba Sutarcondi? Desde el cerro al mar, manejo de cuencas y quebradas esparcidas en un ambiente mucho más vasto. Mientras, hacia el sur del Loa, en el desierto más absoluto, la territorialidad parece arreglarse en función del control de ríos y diversos enclaves forrajeros y agrícolas, en señoríos localizados de oasis. El Loa representa una suerte de articulador de estos dos tipos de sistemas, siendo Quillagua, Calama, Chiu-Chiu y Santa Bárbara lugares donde se mezclan e imbrican ambas tradiciones, en el Río.

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El estudio de fenómenos endogámicos y exogámicos enfrenta desafíos de un orden similar, el de las conexiones de parentesco, asociadas a la transmisión del lenguaje territorial ‘materno’ y al poli-lingüismo de hombres y mujeres. 36 La arqueología nos ofrece una cronología estratigráfica de materiales, diseminación espacial de objetos y artefactos que implica cierta vehiculación de ideas e ideologías. Pero ¿Cuales son ideas de ida, cuáles de vuelta? El espacio, en tanto dispositivo, se puede organizar como un instrumento de manipulación de relaciones de fuerza para imponer una ordenación que diferencia y crea particiones que redirigen los movimientos e interacciones según un modelo general creado en función de objetivos estratégicos. (Foucault 1979) EN Durston Si logramos reconocer y entender mejor los límites pasados, tal vez podamos entender mejor la articulación territorial de conocimientos y prácticas que van desde la Puna a la costa. ¿Hay una direccionalidad en el flujo ‘giratorio’? Aunque podamos apreciar transformaciones y tendencias, no podemos establecer líneas de continuidad o líneas de interrupción a ciencia cierta. La fijación de continuidades, al igual que la fijación de límites o rupturas, también es construida socialmente (la historia genética da algunas pistas).

La territorialidad atacameña se ha definido tradicionalmente en una zona alta y otra baja. A la vez fraccionada por los estados y los esfuerzos de investigación, la región circumpuneña sigue vigente en tanto unidad geo-ecológica, mare nostrum de los pueblos que aún la saben navegar y habitan diversos puertos de altura, bordes y remansos en quebradas (Benedetti 2005). No se puede “esencializar” el habitante de la Puna: son contingentes humanos que han pasado y quedado, han surcando un sinnúmero de horizontes, algunos apoyados en prácticas pastoriles, agro-pastoriles y de transporte menor (p. e. pastores y arrieros), otros a las de guía (baqueanos y de turistas), de caza (con chacos y otras trampas), de tráfico mayor (conductores de buses y camiones). Como buena zona de frontera entre cuatro naciones sudamericanas que es. El andino de Puna y de oasis que intentamos evocar no es un sujeto que se pueda caracterizar por tipologías habituales, como las asociadas a unidades lingüísticas: el andino hablaba quechua, aymara, kunza, puquina o kakán. El género o la edad influyen en el movimiento de las personas. Göbel describe la vida de pastores según la cual niños y viejos incapacitados se quedan en la casa principal, según principios matrifocales, con un numero alto de “madres solteras”. Los jóvenes varones, siguiendo el modelo ambulatorio, buscan fuentes de ingreso, con suerte en minas cercanas, o en valles agrícolas, e incluso en las ciudades. Otros hacen de comerciantes y contrabandistas intra e interregionales, de navegantes de la Puna que imaginamos con mujer en cada puerto. La metáfora portuaria/marina no es tan rebuscada ni manida. En Atacama actual, el caso de Ayquina y Toconce ejemplifica los propósitos cruzados envueltos en los procesos de delimitación. El problema surge de una a raya de partición que secciona práctica antiguas donde uno dice que el limite es la senda que va bordeando el cerro, otro que es la cumbre, o el punto donde se intercambian los animales extraviados, o el punto donde tomaban agua, o en el algarrobo donde descansaban a la Virgen en su procesión hacia el pueblo contrincante, o las tierras en torno al rancho que ocupa una pareja mixta, de vástagos de ambos pueblos, matrimonio de pastores fronterizos, pareja que casa a las tierras. Algunas familias extendidas aún controlan comarcas enteras. En las planicies que circundan a Ollagüe y en la cadena de Aucanquilcha, en Chela. A. G., se mueve de una casa principal en Chela, por varias estancias, casitas o puestos diseminados en altos y bajos en torno al Miño. Así tiene casa en Caichape, Paco-Paco, Quehuita. Urrelo tiene paradas en PAjancha, en en la quebrada del Inca, y en diversos veguitas que rodean el santuario de Koska (que fue boliviana hasta 1910). En Casabindo (Argentina), Isabel C. visita a parientes repartidos en Rosario de Atacama, Susques, Tilcara y Yavi, y en otras quebradas donde sus parientes con ancestros aymara, quechua, calchaquí y chicha conservan fragmentos de idiomas ininteligibles. En San Pedro de Atacama, W. L. cuenta que su suegro J. M. de Guatin (comuna de San Pedro de Atacama), por su avanzada edad, ya no podía buscar los llamos, recorriendo los linderos de sus terrenos de pastoreo en la Puna. Les decía a sus hijos “vayan hasta tal cerro donde hay un montón de piedras, un lindero, de ahí miren para allá [gesto de mano] y ahí está el otro lindero, y de ahí otro, y así hasta dar toda la vuelta. Los linderos son puntos visibles y reconocibles por quien está en conocimiento de ellos. El Loa impone su perfecta simetría.

Mapa de baleato plano del virreinato del perú hecho del aorden de Francisco de gil y lemos en la obra de José Hipólito Unánue Guía Política Eclesiastica y Militar del virreynato del Perú, para el año de 1793. Hubo nuevas ediciones el 94-95-96-97.

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