2002: \"La reconstrucción de los mercados latinoamericanos en tiempos de descolonización: viajes y viajeros de la Casa de América de Barcelona a principios del siglo XX \". Primer Encuentro \'Las Metáforas del Viaje y sus Imágenes. La Literatura de Viajeros como Problema\', UNR, Rosario, pp. 716-736.

September 24, 2017 | Autor: G. Dalla-Corte Ca... | Categoría: Historia de América, Historia Contemporánea
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Descripción

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1 Encuentro “Las Metáforas del Viaje y sus Imágenes. La Literatura de Viajeros como Problema” Agosto 22, 23 y 24 de 2002

Rosario, Argentina

Grupo de Estudio e Investigación sobre la Problemática del viaje y los viajeros Escuela de Filosofía - Escuela de Historia Facultad de Humanidades y Artes Universidad Nacional de Rosario

ISBN 950-673-327-9 0

Presentación Las investigaciones sobre viajes y viajeros se han realizado haciendo especial énfasis, por un lado en la literatura de viaje y exploraciones de europeos sobre espacios vírgenes o escasamente transitados del mundo fundamentalmente desde el siglo XV en adelante y en segundo lugar atendiendo a la producción de relatos de viaje como insumo para estudios más amplios relativos a la Historia, la Geografía, la Literatura, la Cartografía, el Medio Ambiente. Pero es durante los últimos años que la producción organizada desde las ciencias sociales y las humanidades se ha concentrado en un análisis más complejo y transdisciplinar sobre los escritos de viajeros y en esta tarea se ha accedido a una acumulación de conocimiento que permite observar estos objetos de estudio desde una perspectiva que hace hincapié en cómo se construye el relato como entidad cultural, pero fundamentalmente en los mecanismos desde los cuales ese relato concibe al espacio, legitima el tiempo y organiza la imagen del otro, de lo otro en una dialéctica constante, producto fundamentalmente del proceso especular y pendular de lo narrado, la narración y el narrador. En este sentido numerosas son las líneas de análisis que han aproximado a la problemática del viaje y de los viajeros. Tal renovación temática y metodológica ha puesto en diálogo a distintas disciplinas permitiendo que los bordes curriculares casi se borraran en pos de una producción de conocimiento basada en la renovación de las miradas en torno de esos objetos de estudio. Es así entonces que nos ha parecido pertinente intentar que ese diálogo establecido en otras instancias más generales de discusión tanto nacionales como extranjeras, pudiera trasladarse en un primer encuentro nacional alrededor de este más que interesante tema de estudio y trabajo. Las sesiones de trabajo, centradas en el tratamiento de la problemática del viaje y los relatos de viajeros, se encuentran diseñadas tanto para un abordaje disciplinar como transdisciplinar que involucre a investigadores formados y en formación en diferentes áreas curriculares como la Historia, la Filosofía, la Literatura, la Geografía, la Antropología, el Medio Ambiente, los estudios de Género, etc., así como grupos de investigación centrados en esta temática.

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Tabla de contenido PRESENTACIÓN ........................................................................................................... 1 INFORMACIÓN ............................................................................................................ 7 AUTORIDADES .......................................................................................................................... 7 COMITÉ ORGANIZADOR DEL 1° ENCUENTRO ........................................................................... 7 COLABORADORES ..................................................................................................................... 7 AUSPICIOS ................................................................................................................................. 7 AGRADECIMIENTOS .................................................................................................................. 7 GRUPO DE ESTUDIO E INVESTIGACIÓN ...................................................................................... 7 ESCUELA DE FILOSOFÍA ............................................................................................................ 8 ESCUELA DE HISTORIA ............................................................................................................. 8

CONFERENCIAS ........................................................................................................ 10 NÁUFRAGOS, DESTERRADOS Y DESERTORES EUROPEOS EN LAS COSTAS DEL BRASIL Y RÍO DE LA PLATA: APUNTES SOBRE REBELDÍA Y UTOPÍA POPULAR EN LA AMÉRICA DEL SIGLO XVI .......... 11 Luigi Avonto

Universidad de la República, Montevideo, Uruguay .............................................. 11

NUEVAS EXPEDICIONES, ITINERARIOS, MIGRACIONES, EXCURSIONES, TURISMO ................... 30 Dr. Nicolás Rosa .............................................................................................................................. 30 Director de la Escuela de Graduados de la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR ............ 30

MESA 1 - EL VIAJE UTÓPICO................................................................................. 53 EL VIAJE A ATENAS QUE CALÍMACO NO HIZO: HESÍODO, LOS PERIPATÉTICOS Y LA POÉTICA CALIMAQUEA .................................................................................................................................... 54 Daniela Antúnez

UNR ................................................................................................................... 54

EL VIAJE IMAGINARIO AL PAÍS DE CUCAÑA ............................................................................ 55 Mauro Leandro Asnes

UN del Sur ................................................................................................ 55

EL CAMINO COMO CONSTRUCCIÓN SIMBÓLICA EN EL EMERGER DE LA UTOPÍA. ARISTÓFANES, LAS AVES, VV.1-29 ............................................................................................................................ 60 Lena Balzaretti

UNR .................................................................................................................... 60

UN VIAJE ATEMPORAL: ANTONIN ARTAUD ........................................................................... 66 Fernando Navarro - Rut Pellerano

UNR ..................................................................................... 66

VIAJAR AL FUTURO. TRADICIÓN, UTOPÍA Y CONTRAUTOPÍA EN LOS VIAJES DE GULLIVER, DE JONATHAN SWIFT (1726) .................................................................................................................. 67 Rogelio C. Paredes

UBA - UNLu................................................................................................. 67

LA UTOPÍA REFLEJADA EN LOS EMPRENDIMIENTOS - ENFOQUE DESDE DIVERSAS PERSPECTIVAS ................................................................................................................................... 82 Agustín Parise

UBA ..................................................................................................................... 82

UTOPÍAS PARA NINGUNA PARTE ............................................................................................. 93 Maximiliano A. Velásquez UBA .................................................................................................... 93 Dhan Sebastián Zunino Singh UBA .............................................................................................. 93

MESA 2 - LA INVENCIÓN DE LA FRONTERA EN AMÉRICA EN EL DISCURSO DE LOS VIAJEROS (S XIX Y XX).............................................................. 104 DISCURSO CIENTÍFICO Y CREACIONES INSTITUCIONALES DE LOS VIAJEROS ARGENTINOS... 105 María Cristina Carnevale

UBA .................................................................................................. 105

VIAJES HACIA EL `ORO BLANCO´. EL ALGODÓN DEL CHACO ARGENTINO EN LOS INFORMES CIENTÍFICOS DE LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX ....................................................................... 116

2

Gabriela Dalla-Corte Caballero

Universidad de Barcelona...................................................... 116

LA CONFIGURACIÓN DEL "OUTRO" BRASIL: ESPACIOS Y HOMBRES DE LA PROVINCIA DE GOIÁS EN LOS RELATOS DE LOS VIAJEROS ...................................................................................... 117 Ledonias Franco García

Universidad Federal de Goiás (Brasil) .............................................. 117

UN VIAJE AL INTERIOR DE LA FRONTERA: GUILLERMO COX EN EL NORTE DE LA PATAGONIA, 1862-1863 ....................................................................................................................................... 118 Pedro Navarro Floria UNCo - CONICET .................................................................................. 118 Gabriela Nacach UBA ................................................................................................................ 118

CIVILIZACIÓN, BARBARIE Y FRONTERA. EL VIAJE A LOS INDIOS Y EL DESCUBRIMIENTO DEL PROGRESO EN LUCIO V. MANSILLA (1869) Y ESTANISLAO ZEBALLOS (1881) ............................... 134

Rogelio C. Paredes

UBA - UNLu................................................................................................ 134

TOPOGRAFÍAS PENDIENTES. LOS RELATOS DE VIAJE HACIA LA PATAGONIA EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX. ................................................................................................................... 149 Claudia Torre

UBA ..................................................................................................................... 149

MESA 3 - EL VIAJE Y SUS IMÁGENES ............................................................... 150 IMÁGENES DEL ARTE ESPAÑOL EN LOS RELATOS DE VIAJE DE VICENTE G. QUESADA Y EDUARDO WILDE ............................................................................................................................ 151 Maria Isabel Baldasarre

UBA - CONICET ................................................................................ 151

LA CIUDAD OÍDA: DESCRIPCIONES DE SANTA FE DURANTE EL SIGLO XVII ......................... 166 Darío G. Barriera

UNR .............................................................................................................. 166

CARTOGRAFÍA DE UN REGRESO. IMPRESIONES DE VIAJE DE PAUL GROUSSAC.................... 180 Paula G. Bruno

Universidad de San Andrés - CONICET .......................................................... 180

DOS DISCURSOS DIFERENCIADOS A TRAVÉS DE LAS IMÁGENES TAHITIANAS EN EL VIAJE DE BOUGAINVILLE Y EL SUPLEMENTO AL VIAJE DE BOUGAINVILLE DE DIDEROT .............................. 193 Enriqueta B. de Busquets UN de Tucumán ................................................................................. 193 Marcelo Figueroa UN de Tucumán ............................................................................................ 193

HACIA ROMA...DESDE ROMA: EL VIAJE DE ENEAS ............................................................... 205 Elisabeth Caballero

UBA ........................................................................................................... 205

SANTA EVITA O EL RELATO DE UN ITINERARIO. EL CUERPO MUERTO COMO METÁFORA Y REPRESENTACIÓN SOCIAL ............................................................................................................... 213 Carolina Castillo

UNMdP .......................................................................................................... 213

KAFKA Y EL VIAJE................................................................................................................. 221 Sergio Cueto

UNR – CIUNR....................................................................................................... 221

DE LOS VIAJES ESPACIALES AL SIGLO XIX, POSIBLES LECTURAS A TRAVÉS DE LOS SUSTENTOS CULTURALES ................................................................................................................ 228 Roberto De Gregorio UNR ........................................................................................................ 228 Analia Brarda UNR .................................................................................................................... 228

IMÁGENES DE LAS PAMPAS: VIAJAR PARA CONTAR / CONTAR PARA PROYECTAR. TERRITORIOS AL NORTE, 1847-1882 ..................................................................................................................... 229 Silvia Dócola UNR - CURDIUR ................................................................................................. 229 Mónica Puig UNR - CURDIUR .................................................................................................. 229 Pablo Payró UNR - CURDIUR .................................................................................................. 229

JOSÉ INGENIEROS: LOS VIAJES Y LOS SABERES ..................................................................... 246 Cristina Fernández

UNMdP – CONICET .................................................................................. 246

LA ESCRITURA COMO VIAJE .................................................................................................. 247 Celia Güichal ................................................................................................................................. 247

EL APORTE DE LAS IMÁGENES DE VIAJEROS COMO FUENTE PARA LA LECTURA DE LA HISTORIA EDILICIA DEL SECTOR PORTUARIO DE LA CIUDAD DE CORRIENTES ............................... 267 Patricia Mariño

Junta de Historia de la Pcia. de Corrientes - UNMdP .................................... 267

3

VIAJE AL INFIERNO: ALBERTO GHIRALDO EN EL PENAL DE SIERRA CHICA ......................... 284 Gabriela Mogillansky

UBA......................................................................................................... 284

MADRID EN CLAVE DE FIESTA (1898-1901): LA PARADOJA DE LOS CONTRASTES ................ 292 Andrea Pasquaré

UN del Sur - Universidad Complutense de Madrid ....................................... 292

DE LA EXPERIENCIA VIVIDA A LA EDICIÓN: TEXTOS E IMÁGENES EN LA PRIMERA EDICIÓN DE VIAJES POR LA AMÉRICA MERIDIONAL DE FÉLIX DE AZARA ......................................................... 312 Marta Penhos

UBA ..................................................................................................................... 312

EL RELATO DE VIAJES EN LA NOVELA SEMANAL: EL BUENOS AIRES DE GÓMEZ CARRILLO ........................................................................................................................................................ 329 Margarita Pierini

UN de Quilmes .............................................................................................. 329

EMERIC ESSEX VIDAL: REPRESENTACIÓN PLÁSTICA Y LITERATURA .................................. 341 María Inés Rodríguez Museo Roca - Museo Histórico Nacional ............................................... 341 Manuel Ruffo Museo Roca - Museo Histórico Nacional ............................................................ 341

"EL VIAJE" ENTRE LA HISTORIA Y LA HISTORIETA: JORNADA GEOGRÁFICA, CONCIENCIA SOCIAL E IDENTIDAD ....................................................................................................................... 351 Tzvi Tal

Universidad de Tel Aviv - Colegio Académico Sapir .................................................... 351

IMÁGENES PARA UNA NUEVA GALES: EL PAISAJE EN LAS CRÓNICAS DE LOS GALESES EN LA PATAGONIA ..................................................................................................................................... 365 Fernando Williams

UBA ............................................................................................................. 365

MESA 4 - LA ALTERIDAD Y EL DISCURSO DEL VIAJE ................................ 378 CLASICISMO Y ALTERIDAD EN LA LITERATURA DE VIAJES DEL RENACIMIENTO ITALIANO: EL EJEMPLO DE VERRAZZANO.............................................................................................................. 379 Luigi Avonto. Universidad de la República (Uruguay) .................................................................. 379

EN SU TEATRO, SOBRE EL VIENTO ARMADO ......................................................................... 392 Rosalía Baltar

UNMdP ............................................................................................................... 392

LA EMIGRACIÓN Y SU OTRO. AVATARES Y LECTURAS DE LA INDUSTRIA CULTURAL .......... 404 Ricardo Diviani UNR.................................................................................................................. 404 Carina Mengo UNR .................................................................................................................... 404

EL OLVIDADO MAPA DE RUY DÍAZ DE GUZMÁN .................................................................. 405 Loreley El Jaber

UBA - CONICET ............................................................................................. 405

QUEREMOS TANTO A GLENDA EN BUSCA DEL CAMINO ........................................................ 422 Norma V. Ferrari ........................................................................................................................... 422

ELOGIO DE LA FUGA - EN BUSCA DE LA IDENTIDAD PERDIDA .............................................. 436 Christian Kupchik .......................................................................................................................... 436

VIAJES PARA LA CIENCIA Y EL ESTADO. REPRESENTACIONES DE PATAGONIA A TRAVÉS DE LA MIRADA DE EXPLORADORES CIENTÍFICOS ARGENTINOS (FINES SIGLO XIX) .................................. 452

Susana M. López

UN de la Patagonia, sede Trelew .................................................................. 452

LÓGICAS CONTRAPUESTAS: LOS HISTORIADORES Y LA EXPERIENCIA DEL VIAJE DESDE LA PERCEPCIÓN DE LAS RELACIONES DE LOS INMIGRANTES ................................................................ 474 Dedier Marquiegui

UN de Luján - CONICET ............................................................................ 474

MESA 4 - LA ALTERIDAD Y EL DISCURSO DEL VIAJE............................................................. 494 Nación y nacionalismo en México a través de los relatos de viajeros ........................................... 494

EL VIAJE EN JOSEPH CONRAD COMO SUCESO A LA ALTERIDAD ........................................... 515 Juan Mauricio Renold

UNR........................................................................................................ 515

AYMERIC PICAUD Y LOS SALVAJES VASCOS. RELEYENDO LA PRIMERA "GUÍA DE VIAJEROS" 526

EUROPEA (SIGLO XII) ......................................................................................................................

Raúl Guillermo Rosas von Ritterstein Eusko Ikaskuntza Sociedad de Estudios Vascos Gasteiz/Vitoria Universidad Virtual de Quilmes ...................................................................................... 526

EL VIAJE INTELECTUAL DE MIGUEL CANÉ ........................................................................... 536

4

Ileana Mariela Sansoni

UNMdP................................................................................................ 536

MESA 5 - LOS USOS DE LA LITERATURA DE VIAJES COMO FUENTE HISTÓRICA ......................................................................................................................... 537 LOS DIARIOS DE VIAJEROS COMO FUENTE PARA LA LINGÜÍSTICA HISTÓRICA ...................... 538 Virginia Bertolotti

Universidad de la República (Uruguay)....................................................... 538

LA PAMPA ONDULADA EN EL SIGLO XIX, ENTRE EL AZUL DEL CIELO Y EL VERDE DE LA LLANURA ......................................................................................................................................... 543 Vilma Bidut

UNR ........................................................................................................................ 543

LOS RECURSOS LITERARIOS Y LA CONSTRUCCIÓN DE HECHOS PRESUNTAMENTE HISTÓRICOS 555

EN EL DISCURSO DEL RELATO DE VIAJES .........................................................................................

Sofía Carrizo Rueda

UCA - CONICET....................................................................................... 555

LA LITERATURA DE VIAJES COMO FUENTE PARA EL ESTUDIO DE LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XIX EN EL RÍO DE LA PLATA ................................................................................................ 563 Mariela A. Coudannes Aguirre

UN del Litoral .......................................................................... 563

TRAS LOS PRIMEROS Y ÚLTIMOS ENCUENTROS: EL REGISTRO ETNOGRÁFICO EN SANTA CRUZ 574

MERIDIONAL ....................................................................................................................................

Nelly Lucía Jiménez

UN de la Patagonia Austral....................................................................... 574

EL ÚLTIMO CRIMEN DE COLÓN, LA LITERATURA DE VIAJEROS Y LA INVENCIÓN DE LA HISTORIA ......................................................................................................................................... 587 Marcelo Leonardo Levinas

UBA ................................................................................................ 587

LA LITERATURA DE VIAJEROS COMO FUENTE PARA UNA HISTORIA DE LA ARQUITECTURA HISPANO-AMERICANA (SIGLOS XV - XIX) ......................................................................................

Fernando Martínez Nespral

604

UBA ............................................................................................... 604

CRÓNICA DE VIAJEROS PARA LA HISTORIA URBANA Y SU INFLUENCIA EN LAS COMUNIDADES LOCALES .......................................................................................................................................... 606 Ángela Sánchez Negrette

UN del Nordeste ................................................................................. 606

EL VIAJERO ENTRE LAS FUENTES: LOS VIAJEROS Y LA VIDA RURAL RIOPLATENSE .............. 607 Matías Ignacio Wilbaux

UNMdP................................................................................................ 607

PERCEPCIONES DE VIAJE EN LA CONSTRUCCIÓN CULTURAL DEL ESPACIO COSTERO. MAR DEL PLATA EN SUS ORÍGENES ................................................................................................................. 616 Graciela Zuppa

UNMdP ............................................................................................................. 616

MESA 6 - TIEMPO Y ESPACIO EN LA LITERATURA DE VIAJES ............... 617 DE LA MARAVILLA Y EL MUNDO (EL ARTE DE VIAJAR EN EL S. XIII) ................................... 618 Mariano Acosta UNR.................................................................................................................. 618 María Laura Moneta UNR.......................................................................................................... 618

LOS VIAJEROS DEL SIGLO XIX AL BRASIL: ENTRE LA CIVILIZACIÓN Y LA BARBARIE .......... 635 María Cristina Carnevale

UBA ................................................................................................. 635

LAS VÍAS DEL SENTIDO: LA ETICIDAD POLÍTICA EN LAS ALEGORÍAS DEL OTRO MUNDO ...... 636 Flavia Dezzutto

UNR .................................................................................................................. 636

ZEBALLOS, LA PARÁBOLA DE LA NARRACIÓN. UN ESTUDIO DE 'LA REJIÓN DEL TRIGO' COMO 637

LIBRO DE VIAJE ................................................................................................................................

Sandra R. Fernández UNR ......................................................................................................... 637 Fernando Navarro UNR ............................................................................................................. 637

LOS VIAJEROS EN EL PROCESO DE OCUPACIÓN Y COLONIZACIÓN DE LAS TIERRAS DEL DELTA 653

DEL PARANÁ....................................................................................................................................

Guido Galafassi

UNQ - CONICET ............................................................................................. 653

EL ESPACIO POÉTICO EN LAS CARTAS DE COLÓN ................................................................. 671 Amalia Iniesta Cámara

UBA - UN de Río Cuarto ...................................................................... 671

5

EL BARRO Y LA PIEDRA: VIAJEROS EN LA CONFEDERACIÓN ARGENTINA (1852-1862) ....... 678 Alicia Megías

UNR - CIUNR ...................................................................................................... 678

LA PUERTA CONDENADA: FORMULACIONES DEL ESPACIO DEL CUARTO DE HOTEL EN LA NARRATIVA ARGENTINA .................................................................................................................

Paola Piacenza

679

UNR .................................................................................................................. 679

LOS LABERINTOS DE LA CIUDAD, VISITA GUIADA PARA RECORRER DISTINTAS INTERPRETACIONES DE LA CIUDAD ................................................................................................. 690 Rosario Rogel Salazar

Universidad Autónoma del Estado de México ....................................... 690

JUAN ALVAREZ, VIAJERO. ENTRE EL VIAJERO "UTILITARIO" Y EL TURISTA......................... 714 Oscar Videla

UNR - CONICET .................................................................................................. 714

MESA 7 - LOS VIAJEROS Y LA "REVOLUCIÓN" EN AMÉRICA LATINA 715 LA RECONSTRUCCIÓN DE LOS MERCADOS LATINOAMERICANOS EN TIEMPOS DE DESCOLONIZACIÓN: VIAJES Y VIAJEROS DE LA CASA DE AMÉRICA DE BARCELONA A PRINCIPIOS DEL SIGLO XX .................................................................................................................................

Gabriela Dalla-Corte Caballero

716

Universidad de Barcelona...................................................... 716

UN ILUSTRE VIAJERO: EL DIARIO DE MARCHA DEL CORONEL MANUEL BELGRANO AL ROSARIO EN 1812 ............................................................................................................................ 737 Marisa Laura D´Amato UBA ...................................................................................................... 737 Gabriel Darío Taruselli UNLu ................................................................................................... 737

EL VUELO DEL ÁGUILA POR AMÉRICA DEL SUR. JOSÉ VASCONCELOS Y SU PERIPLO SUDAMERICANO (1922) ................................................................................................................... 738 Patricia Funes

UBA .................................................................................................................... 738

LA RUSIA DE LOS SOVIETS EN LOS RELATOS DE VIAJEROS LEÍDOS EN LA ARGENTINA EN LOS AÑOS VEINTE ................................................................................................................................... 739 Sylvia Saítta

UBA - CONICET.................................................................................................... 739

MESA 8 - EL VIAJE NO DESEADO (EXILIO Y MEMORIA) ........................... 757 LOS CAUTIVOS Y EL DESIERTO. RECORRIDOS FORZADOS EN LA FRONTERA PAMPEANA A FINES DEL SIGLO XVIII ............................................................................................................................. 758 José Manuel Bustamante

UNMdP .............................................................................................. 758

CUANDO LA POESÍA SE HACE CARGO DE LA MEMORIA HISTÓRICA. MOVIMIENTO DE LA NEGRITUD. UN VIAJE DE RETORNO HACIA EL FUTURO .................................................................... 772

Miguel Catalá

UNR .................................................................................................................... 772

LLEGARÁ LA PAZ. CONSIDERACIONES SOBRE LA VIVENCIA DE LA GUERRA EN INMIGRANTES A MAR DEL PLATA. UNA LECTURA DE FUENTES ORALES ............................................................... 773 Carlos Fernando Hudson

UNMdP ............................................................................................ 773

CUANDO LO PROPIO ES UNA TIERRA EXTRAÑA: LA REPRESENTACIÓN DEL EXILIO INTERNO EN LOS TESTIMONIOS DEL EXILIO EXTERIOR (ARGENTINA, 1976-1983) .............................................. 774

Silvina Jensen

UN del Sur - Centro de estudios sobre Memoria (IDES) .................................... 774

CRÓNICA DE UN RETORNO FRUSTRADO: EL VIAJE DE J. DANIEL INFANTE A ESPAÑA A PRINCIPIOS DEL SIGLO XX............................................................................................................... 794 Agustina Prieto UNR .................................................................................................................. 794 Mario Glück UNR ....................................................................................................................... 794

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Información Autoridades Rector de la Universidad Nacional de Rosario Cont. Ricardo Suárez Decano de la Facultad de Humanidades y Artes Prof. Darío Maiorana Secretario Académico Prof. Daniel Musitano Directora de la Escuela de Filosofía Prof. Olga Calvo Directora de la Escuela de Historia Dra. Marta Bonaudo

Comité Organizador del 1° Encuentro Mtr. Sandra R. Fernández, Dra. Gabriela Dalla Corte, Lic. Carina Mengo, Lic. Lilian Diodati, Prof. Fernando Navarro, Gisela Galassi, Cecilia Wingerter

Colaboradores Prof. Gustavo Alvarez, Mauricio Correa, Gabriela Contreras, Julieta López, Romina Rosso Ponce, Georgina Orué, Laura Luciani, Juan Cruz Tolarovic

Auspicios Escuela de Antropología, Facultad de Humanidades y Artes, UNR - Escuela de Graduados, Facultad de Humanidades y Artes, UNR - Escuela de Letras, Facultad de Humanidades y Artes, UNR - Revista THEOMAI, Universidad Nacional de Quilmes Revista Prohistoria - Escuela Superior de Museología, Secretaría de Cultura, Municipalidad de Rosario - Dirección de Educación, Municipalidad de Rosario

Agradecimientos Gustavo Alvarez, Esther Palmucci, Lucía Lagos, Sofía Lagos, Walter Wingerter Declarada de Interés Municipal por el Honorable Concejo Deliberante de la ciudad de Rosario Declarada de Interés Legislativo por la Cámara de Diputados de la Provincia de Santa Fe

Grupo de estudio e investigación El grupo de estudio e investigación sobre la problemática del viaje y los viajeros se encuentra contenido en un Proyecto de Investigación de la Secretaría de Ciencia y Tecnología de la Universidad Nacional de Rosario Res. 689/2001 y se ha ido constituyendo y

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fortaleciendo en función de las actividades académicas desarrolladas a partir del mismo. Quienes formamos parte de este grupo: docentes, graduados y estudiantes asumimos no sólo la tarea formalmente académica del debate sobre las líneas de tratamiento de la problemática sino la producción de conocimiento sobre el tema, y además la dimensión de pensar que el viaje en sus diferentes formas se encuentra siempre alimentado por el deseo de saber. En tal sentido nuestro grupo de estudio procura que el espacio generado desde la investigación se configure como un espejo donde mirar nuestra propia experiencia profesional, a través de un ejercicio transdisciplinario donde la producción de los viajeros no aparezca previamente modelada por la práctica disciplinar de la historia, la filosofía o la literatura; convencidos de que el conocimiento, (aún el científico) es un "modelo abierto" que transforma/modifica si llega a sintetizar nuevos puntos de vistas totalizados e integrados. Además conscientes de que la experiencia de diálogo y extensión es imprescindible para que los objetivos propuestos puedan desplegarse y formalizarse, hemos tendido a favorecer espacios de encuentro e intercambio entre diferentes colegas que directa o indirectamente, individual o colectivamente, se encuentren interesados en debatir alrededor de la problemática del viaje y sus diferentes alcances teórico-metodológicos.

Escuela de Filosofía La filosofía es un estado de interrogación permanente e inevitable. Transcurre en la construcción de una compleja trama de problemas y tensiones, cuyo abordaje y solución requiere la búsqueda de criterios y de condiciones que posibiliten una indagación histórica de la verdad, y no el hallazgo de una verdad permanente y fija. Por ésto, la Escuela de Filosofía de Humanidades y Artes (U.N.R.), tiene como finalidad formar graduados universitarios en Filosofía con un profundo conocimiento de las problematizaciones, peculiaridades y multiplicidades que su objeto propone. En esta tarea, docentes, estudiantes y graduados de la institución, intervienen activamente tanto en la discusión con otros saberes, como en las prácticas sociales que constituyen a la Filosofía como tal. El Primer Encuentro sobre "Las Metáforas del Viaje y sus Imágenes. La literatura de Viajeros como Problema" nos posibilita compartir un espacio de diálogo y compromiso. Es nuestro anhelo entonces, participar y fortalecer los vínculos con todos aquellos, que desde una reflexión comprometida con el acontecer histórico, posibiliten la producción conjunta de nuevas perspectivas de visualización y valoración de las prácticas humanas.

Escuela de Historia La Escuela de Historia de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario tiene una extensa tradición de formación de investigadores y docentes en todos los niveles del campo disciplinar desde sus orígenes en la por entonces Universidad Nacional del Litoral. Esta trayectoria, centrada historiográficamente en el campo de la Historia Social ha permitido la continuidad en la formación de graduados y estudiantes universitarios, quienes desde esta perspectiva han podido enfocar temas muy presentes en el debate público de estas últimas décadas. En tal sentido la línea de trabajo de la Escuela de Historia, en especial desde la recuperación democrática de 1983, ha sido la de ampliar el mapa del conocimiento histórico y legitimar nuevas áreas para la investigación, priorizando el 8

análisis del cambio social y la visión crítica de los procesos históricos. Institucionalmente la Escuela de Historia ha mantenido un compromiso de trabajo y formación de recursos humanos que le ha permitido mantener una presencia indiscutida en el plano de la docencia, la investigación, la extensión y la política académica dentro de la Facultad de Humanidades y Artes y la Universidad en general; incorporando y participando en diferentes instancias de formación superior y órganos nacionales de investigación.

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“Las Metáforas del Viaje y sus Imágenes. La Literatura de Viajeros como Problema”

Conferencias

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Las Metáforas del Viaje y sus Imágenes.

Conferencias

Náufragos, desterrados y desertores europeos en las costas del Brasil y Río de la Plata: apuntes sobre rebeldía y utopía popular en la América del siglo XVI Luigi Avonto

Universidad de la República, Montevideo, Uruguay

Sabido es que los primeros treinta años de la historia del Brasil, luego de que Pedro Alvares Cabral avistara tierra brasileña en las inmediaciones de Porto Seguro el 22 de abril de 1500, aún quedan envueltos en la vaguedad de ocurrencias nebulosas que la historiografía oficial poco ha hecho para esclarecer. Por cierto la investigación sobre el Brasil de las primeras décadas del siglo XVI se ha visto limitada por la escasez de documentos oficiales, lo cual ha hecho que en la mayor parte de las obras dedicadas a la historia de ese país el período que va de 1500 a 1530 se reduzca, en general, a pocos párrafos escuetos y a menudo imprecisos. Peor aún, en el intento de remediar semejante parquedad de las fuentes oficiales, se ha acudido, en algunos casos, a la construcción de ciertos mitos historiográficos que sólo han logrado entorpecer el avance de los estudios históricos. Basta pensar, a este respecto, que durante mucho tiempo la carencia de investigaciones esmeradas sobre los eventos que siguieron al descubrimiento de Cabral en el correr de los primeros treinta años del siglo XVI, hizo surgir en muchos estudiosos el mito de una historia del Brasil que sólo empezaba con la llegada de la "misión colonizadora" de Martim Afonso de Sousa en 1531: opinión errónea, por cierto, ya que está hoy comprobado que este notable navegante portugués no partió de Lisboa con el objetivo prioritario o exclusivo de fundar ciudades o dar inicio a una verdadera y sistemática colonización del Brasil, sino, sobre todo, con el de reafirmar la soberanía lusitana contra la amenaza de los traficantes franceses a lo largo de la llamada "costa do paubrasil" y de explorar el Río de la Plata 1, en ese entonces considerado como la puerta de entrada hacia las fabulosas riquezas de la Sierra de la Plata (o sea, del Imperio Inca), en cuya búsqueda alucinada se habían consumido los expedicionarios españoles de Sebastián Caboto, veneciano al servicio de España, entre 1527 y 1530 2. A pesar de la escasez de documentos oficiales sobre los primeros treinta años del Brasil, no faltan, sin embargo, referencias dispersas en varios archivos europeos, cartas y relatos de viajeros y diarios de a bordo de navegantes de la época de los grandes descubrimientos geográficos, que permiten reconstruir con suficiente aproximación lo ocurrido en las primeras tres décadas de la historia brasileña, comúnmente definidas como "las décadas perdidas" 3. Pues bien, el estudio de semejante documentación, unido al análisis de las fuentes oficiales que han logrado escapar la acción destructora de los siglos, no sólo permite conocer lo esencial del desarrollo de la actividad exploradora de portugueses y españoles a lo largo de las costas brasileñas y del Río de la Plata, sino también tomar contacto, sorprendentemente, con algunos europeos asentados entre las tribus indígenas del Brasil, cuya presencia en puntos 1

Cfr. E. BUENO, Náufragos, traficantes e degredados.As primeiras expedições ao Brasil. Río de Janeiro, Objetiva, 1998, p. 9; M. NEME, Notas de revisão para a história de São Paulo. São Paulo, Anhembi, 1959. 2 Cfr. L. AVONTO, La Sierra de la Plata y otros ensayos. Montevideo, El Galeón, 1993, pp. 129-187. 3 Cfr. E. BUENO, ob. cit., p. 8.

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estratégicos del litoral atlántico sería decisiva para la sucesiva y auténtica colonización del país. Basta pensar, entre los ejemplos más significativos para aclarar este punto, en algunos casos solamente, empezando por el núcleo poblacional constituido entre San Vicente y Cananea a partir de 1501-1502 por un blanco indianizado como el célebre "Bachiller de la Cananea", del cual me he ocupado en un reciente trabajo 4 en donde he evidenciado las relaciones de este misterioso portugués con expediciones españolas y lusitanas hasta la llegada de Martim Afonso de Sousa a Cananea en 1531. Otro grupo precozmente asentado en la costa brasileña fue el paulista que se centró alrededor del portugués João Ramalho a partir de los primeros años del Quinientos y que parece haberse especializado tanto en el rescate de indios cautivos para vender a las naves europeas de paso en esos parajes, que el ancladero de los navíos con que Ramalho y su gente traficaban pasó a ser conocido con el significativo nombre de "Porto dos Escravos". El pueblo de Ramalho, fundador de la paulistanidad, tuvo varios visitantes que lo retrataron. El aventurero alemán Ulrich Schmidl, que en 1553 visitó Santo André, población de João Ramalho, afirmó que se sentía más seguro en una aldea de indios que allí, en aquella guarida de bandidos. También informó que Ramalho era capaz de levantar a 5000 indios guerreros en un día, cuando todo el gobierno portugués de esa época sólo habría conseguido 2000. Sobre el propio Ramalho, el gobernador Tomé de Souza, lleno de admiración, así se expresó en una carta de 1553 al rey de Portugal: "[...] tiene tantos hijos y nietos, bisnietos y descendientes que no oso decir a Su Alteza. No tiene canas en la cabeza ni en el rostro y camina nueve leguas a pie antes de cenar" 5. En el mismo año, el jesuita Nóbrega, horrorizado con Ramalho, cuya vida consideraba una piedra de escándalo, añadía: “[...] es el principal estorbo para la gentilidad que tenemos, por ser muy conocido y estar muy emparentado con los indios. Tiene muchas mujeres. El y sus hijos andan con hermanas y tienen hijos de ellas, tanto el padre como los hijos. Van a la guerra como los indios y sus fiestas son de indios y así viven andando desnudos como los mismos indios. Hemos probado todo y nada sirve, hasta que desistimos” 6. Los jesuitas usaron todas las artimañas a su alcance, primero para atraer a Ramalho y su gente a su lado, después para que se fuera; hasta tal punto era indiscutible su posición de mando sobre los indígenas y nula la expectativa de que tuviera una actitud de sumisión delante de los padres. Estos, sin embargo, no podían prescindir de él frente a la amenaza que representaban los indios tamoyos, confederados contra el núcleo tupinambá de São Paulo y últimamente instigados por los franceses que se habían establecido en la bahía de Guanabara. Sólo con el apoyo de Ramalho y sus aliados indios, los jesuitas pudieron finalmente enfrentar 4

Cfr. L. AVONTO, El Bachiller de la Cananea: un misterioso “rey blanco” en los albores del Brasil, en "Cuadernos de Ultramar". Año 0. Entrega preliminar. Montevideo, 1999, pp. 11-35. 5 Carta de Tomé de Souza al rey de Portugal, 1° de junio de 1553, en J. CORTESÃO (coord.), Pauliceae lusitana monumenta historica. Lisboa-Río de Janeiro, Real Gabinete de Leitura do Rio de Janeiro, 1956, I, p. 271. 6 Carta al P. Luis Gonçalves da Câmara, 15 de junio de 1553, en M. da NOBREGA, Cartas do Brasil e mais escritos do P.Manuel da Nóbrega. Coimbra, Acta Universitatis Conimbrigensis, 1955, pp. 173-174.

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al enemigo que más horror les causaba: la presencia de la Reforma que había entrado con los calvinistas franceses allí donde ellos, hijos de la Contrarreforma, intentaban crear un reino de hombres píos. Otro grupo pionero de importancia fundamental fue el constituido por el portugués Diogo Alvares, el célebre Caramurú de los indios y "padre heráldico de los bahianos" 7. En 1510, él se quedó en Bahía, también rodeado de una numerosa familia indígena. Consiguió mantener cierto equilibrio entre los indios con los que vivía y los portugueses que fueron llegando, convirtiéndose así en la base esencial de la instalación lusitana en Bahía. Un tercer núcleo de importancia fue el de Pernambuco, en el que varios portugueses, asociados con los indios tabajaras, producirían cantidad de mestizos, incluyendo al célebre Jerónimo de Albuquerque, gran capitán de guerra en la lucha por la conquista del Maranhão, ocupado por los franceses. Los españoles, e incluso algunos italianos que integraron expediciones enviadas por ambas coronas ibéricas a las costas brasileñas, también participaron de la implantación europea en esas tierras. Los documentos que nos han llegado, nos permiten, en efecto, comprobar la presencia de individuos de tales nacionalidades a lo largo de las costas del Brasil y en el Río de la Plata que se quedaron entre los indígenas de estas tierras a raíz de las vicisitudes de varias expediciones exploradoras que precedieron la de Martim Afonso de Sousa 8: basta citar el caso de numerosos náufragos, desterrados y desertores españoles que se asociaron con sus pares portugueses en varios puntos del litoral atlántico como el Puerto de los Patos, frente a la isla de Santa Catalina, o la costa entre S.Vicente y Cananea, o la propia isla de Santa Catalina, donde encontramos, entre otros, al italiano Miguel Ginovés, del cual hablaré más adelante, quien lucha y muere a mano de un desterrado español de la expedición de Caboto (el capitán Francisco de Rojas) para defender el espacio que se había ganado con anterioridad a los recién llegados expedicionarios del veneciano 9. Atentos a estos ejemplos, podemos por tanto afirmar que si es cierto que a partir de 1500, cuando Cabral desembarcó en tierra brasileña, otras expediciones portuguesas y españolas (e incluso francesas) recorrieron el litoral del Brasil y penetraron en el Río de la Plata antes de la llegada de Martim Afonso de Sousa en 1531 10, es igualmente cierto que a partir de 1525, cuando los europeos empezaron a desembarcar con mayor frecuencia en esas costas, capitanes y marineros portugueses y españoles toparon con una extraña galería de 7

D. RIBEIRO, El pueblo brasileño. La formación y el sentido de Brasil. México, Fondo de Cultura Económica, 1999, p. 72. 8 En los documentos relativos a la expedición de Sebastián Caboto al Río de la Plata, se hace mención, por ejemplo, de varios expedicionarios españoles e italianos que se quedaron voluntariamente en el Puerto de los Patos, en S.Vicente y en tierras del Río de la Plata. Entre otros: Juan de Alzola, Cristóbal de Guevara, Gómez Malaver, Antonio Ponce, Juan de Valdés, españoles, y Juan Ginovés, Pero Veneciano y Baptista Negrón, italianos (véase al respecto J.T.MEDINA, El veneciano Sebastián Caboto al servicio de España. Santiago de Chile, Imprenta Universitaria, 1908, I, pp. 224, 243, 247, 254, 272, 278, 300, 301). 9 Cfr. L. AVONTO, La Sierra de la Plata y otros ensayos, cit., n. 85, p. 184. 10 Entre las principales expediciones portuguesas y españolas anteriores a la de Martim Afonso de Sousa, es oportuno recordar al menos las siguientes: la de 1501-1502 en que participó Amerigo Vespucci (portuguesa), la de 1513-14 de la "Newen Zeytung auss Presillg Landt" (portuguesa), de Juan Díaz de Solís (española) en 1515-16, de Sebastián Caboto (española) en 1526-30.

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enigmáticos personajes sus compatriotas, más o menos indianizados, cuya influencia, directa o indirecta, actuaría de manera considerable incluso sobre las decisiones de los gobiernos de ambos países ibéricos para establecer su respectivo dominio sobre los inmensos territorios del Brasil y del Río de la Plata. Algunos de estos hombres blancos, que vivían desde hacía tiempo entre los indígenas, "habían sobrevivido el naufragio de sus naves, otros habían desertado. Muchos habían cometido algún crimen en Portugal y habían sido proscriptos en el Brasil 11, otros habían osado discrepar de sus capitanes y habían sido desterrados. Varios de ellos se habían casado con las hijas de los principales jefes indígenas, ejercían un papel preponderante en la tribu, conocían sus usanzas y costumbres y mediaban en las relaciones entre los indígenas y los representantes de las potencias europeas" 12. Casi todos, aunque tuviesen de vez en cuando la oportunidad de volver a sus patrias de origen a bordo de naves españolas o portuguesas de paso por esas costas, preferían -según nos aseguran varios testimonios coetáneos- quedarse allí y "vivir como salvajes, que no morir desesperados en la mar" 13. Para no hablar del bien conocido caso de Francisco del Puerto, el joven grumete sobreviviente de la masacre de Juan Díaz de Solís, a tal punto indianizado que, luego de ser recogido por la expedición de Sebastián Caboto al Río de la Plata para servir como "lengua" en ella, llegó a traicionar a sus compatriotas preparando una celada en connivencia con los indios chandules, en la cual perecieron 18 españoles 14. Misterioso caso, por supuesto, de rechazo a la cultura originaria, del que no faltan sin embargo otros ejemplos, precisamente en esos mismos años, como el de un Pero -o Peró- Gallego 15, portugués, quien en torno a 1513 capitaneó un ataque de indígenas de la zona de Bahía contra los tripulantes de una carabela portuguesa, en el cual fue muerto el propio capitán de ese navío. Como justamente recuerda Darcy Ribeiro, lo que hizo posible el asentamiento estable y la que podríamos llamar "aculturación al revés" de muchos náufragos, desterrados y desertores en las costas del Brasil y del Río de la Plata, fue sin duda el cuñadío, o sea el antiguo uso indígena de incorporar extranjeros a su comunidad. Dicha institución social consistía en darles una joven india como esposa. En el momento en que un extranjero la aceptaba, automáticamente se establecían mil lazos que lo emparentaban con todos los miembros del grupo 16. Esto se lograba gracias al sistema clasificador de parentesco de los indios, que relacionaba a todos los miembros de un pueblo entre sí. De este modo, al aceptar a una joven, el extranjero pasaba a tener en ella a su temericó, y en todos los parientes de generación de sus padres, otros tantos padres o suegros. Lo mismo ocurría con su propia generación, en la que todos pasaban a ser sus hermanos o cuñados. En la sucesiva generación,

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Como el misterioso Bachiller de la Cananea. E. BUENO, ob. cit., p. 7. La traducción de la cita es de mi autoría. 13 Declaraciones de los marineros de la nao S.Gabriel en Pernambuco, 2 de noviembre de 1528, sobre los sucesos de su separación de la armada de Loaysa, en M.FERNANDEZ de NAVARRETE, Colección de los viajes y descubrimientos que hicieron por mar los españoles. Buenos Aires, Guarania, 1946 (reimpr.), V, p.290. 14 Cfr. J.T.MEDINA, El veneciano Sebastián Caboto al servicio de España, cit., I, p. 281. 15 Es oportuno recordar que en este caso Pero no es el equivalente del nombre Pedro, sino que se trata del calificativo Peró, usado por los indios para designar a los portugueses, según atestiguan autores como Jean de Léry y Hans Staden, quienes vivieron en el Brasil durante el siglo XVI. Sobre Peró Gallego, véase R.A.LAGUARDA TRIAS, El predescubrimiento del Río de la Plata por la expedición portuguesa de 1511-12. Lisboa, Junta de Investigações do Ultramar, 1973, pp. 77-78 y 84. 16 Cfr. D.RIBEIRO, ob. cit., p. 69. 12

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todos eran sus hijos o yernos. Tales términos de consanguinidad o de afinidad clasificaban a todo el grupo como personas con las que se podían relacionar incestuosamente. La documentación española, más rica sobre este tema, revela que en Asunción del Paraguay había europeos que tenían más de ochenta temericós, un hecho realmente notable pues indica que cada uno de aquellos hombres blancos contaba con una multitud de parientes que podía poner a su servicio, ya fuera para su bienestar o para la producción de mercancías. Como cada europeo que se encontraba en la costa brasileña podía realizar varios de estos casamientos, la institución del cuñadío llegó a funcionar como una forma vasta y eficaz de reclutamiento de mano de obra para los trabajos pesados de cortar palo brasil, transportarlo, cargarlo en los navíos, cazar, etc. Más aún, el cuñadío sirvió también, en ocasión de las frecuentes luchas tribales, para capturar prisioneros de guerra que podían ser canjeados como esclavos por mercancía, en lugar de dejarlos a su suerte, que era generalmente la de ser comido ritualmente en un festín de antropofagia. La función del cuñadío, a partir de la mezcla de europeos con indígenas, fue hacer que surgiera la numerosa capa de mestizos que efectivamente ocupó el Brasil. Sin esa práctica observa Darcy Ribeiro-, "la creación del Brasil habría sido imposible" 17. En efecto, los pobladores europeos que llegaron a esas costas eran unos cuantos náufragos y "degredados", dejados por las naves del descubrimiento, o marineros que habían huido para aventurar nuevas vidas entre los indios. Por sí solos habrían sido "una erupción pasajera en la costa atlántica, completamente poblada por grupos indígenas" 18. Con base en el cuñadío, se establecieron, en cambio, auténticos criaderos de mestizos en los focos en los que se asentaron náufragos, degredados, desterrados y desertores europeos a partir de los primeros años del siglo XVI. Muchos de éstos no sólo aprendieron la lengua y se familiarizaron con la cultura indígena, sino que vivieron junto con los indios en sus aldeas, adoptaron sus costumbres y vivieron como ellos, horadándose los labios y las orejas y hasta participando, en algunos casos, en ceremonias antropófagas. Con toda evidencia, la nueva vida debió de gustarles, tanto que decidieron quedarse y no volver más a Europa aún cuando tuvieron varias veces la oportunidad de hacerlo. Otros formaron unidades apartadas de las aldeas indígenas, constituidas por ellos, por sus mujeres indias y sus numerosos hijos, siempre en contacto con la incontable parentela de ellas. La supervivencia estaba garantizada por los indios en forma casi idéntica a la de ellos mismos, aunque esto dio lugar a una actividad que se revelaría altamente negativa por su impacto destructor sobre la cultura indígena: la economía mercantil, capaz de operar como agencia "civilizadora" por medio del trueque, cambiando artículos europeos por mercancías locales. Pasando ahora al motivo central del presente estudio, una pregunta surge espontánea: ¿Cuáles pudieron ser las razones que determinaron un fenómeno de "aculturación al revés" como el que acabo de señalar en el caso de aquellos náufragos, desterrados y desertores europeos que decidieron quedarse definitivamente entre los indios del Brasil y más aún en el de cuantos llegaron a asimilarse a la cultura de los naturales hasta el punto de tomar las armas contra sus propios connacionales? 17 18

Ibidem, p. 70. Ibidem, p. 70.

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Las razones que motivaron las deserciones de los europeos que se pasaron a los indios o la renuncia a volver a Europa de parte de quienes no eligieron inicialmente radicarse en las nuevas tierras, debieron ser sin duda muy variadas. No obstante, más allá de los motivos de tipo personal o circunstancial que pudieron condicionar la elección de los distintos individuos en el sentido de quedarse, la documentación que nos ha llegado con respecto a semejantes ocurrencias parecería indicar, en general, ya sea una peculiar insatisfacción con los valores de la cultura de origen, en algunos casos, o cierta disconformidad con la organización a la que había llegado la sociedad de procedencia, en otros. El tema de los europeos que experimentaron al menos en parte, cuando no completamente, aquella que he definido como "aculturación al revés", ha sido muy poco estudiado, así que una investigación de este tipo está por el momento destinada a moverse en un terreno casi virgen y generalmente complicado por la dificultad de interpretación de testimonios documentales casi siempre indirectos, además de muy dispersos. Aún con estos límites, la documentación de la que hasta ahora disponemos nos permite, sin embargo, individuar al menos, si bien con aproximación, ciertas pautas de comportamiento que confirman claramente algunas observaciones sobre "los que se pasaron a los indios", recientemente expresadas desde el ángulo antropológico por Renzo Pi Hugarte. Se dieron, por supuesto, casos muy distintos. Algunos buscaron momentáneamente refugio entre indígenas que mantenían una constante beligerancia con los invasores europeos, otros abandonaron definitivamente la sociedad de procedencia. Existieron blancos que se adaptaron del todo al modo de vida de los indios y tampoco faltaron los que ni siquiera llegaron a dominar con fluidez el idioma de los naturales: "Estas disímiles situaciones ponen de manifiesto que no todos tuvieron capacidades para mudar las bases culturales de su personalidad o que lo que rechazaban de su cultura eran apenas algunas manifestaciones circunstanciales de su organización social y política" 19. Sobre todo en los primeros tiempos de la conquista, se dio el caso de europeos "que buscaron en las sociedades indígenas las posiciones de destaque social y de fortuna de las que carecían en la suya propia, a veces a través de la unión con mujeres indias de alcurnia [...], o transformándose por variados mecanismos en señores de los naturales, condición de la que hacían ostentación" 20. Los casos de hombres como el ya aludido Bachiller de la Cananea, señor de miles de indios entre Cananea y Laguna, son sin duda elocuentes a este último respecto, pero no del todo excepcionales. De hecho, el fenómeno debió asumir proporciones de cierta entidad en muchas regiones de América, aunque con menor éxito que en Brasil, donde resultaba favorecido por el uso indígena del cuñadío, si todavía en torno a la mitad del siglo XVI Galeotto Cei, un aventurero italiano que había transcurrido catorce años de su existencia en varias partes de las Indias, podía referirse a numerosos españoles, "gente de baja condición, que para vivir en España tenían que labrar la tierra, pastar las ovejas, correr todo el día tras una mula o hacer otros oficios y artes

19

R. PI HUGARTE, Historias de aquella “Gente Gandul”. Españoles y criollos vs. indios en la Banda Oriental. Montevideo, Eudeci / Fin de Siglo, 1999, p. 92. 20 Ibidem, p. 92.

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mecánicas", quienes habían decidido pasarse a los indios y vivir como ellos con tanto de tener mujeres indígenas que los sirvieran 21. Sin embargo, más que una verdadera "aculturación al revés", semejantes casos parecerían indicar el aprovechamiento por parte de algunos individuos de determinadas circunstancias para ser en las Indias lo que en Europa jamás podrían ser. Muy distinto, en cambio -observa justamente Renzo Pi Hugarte-, el caso de renegados blancos que combatieron del lado de los indios contra la agresión armada de los europeos, aunque, salvo contados ejemplos, las crónicas de la conquista no hayan guardado sus nombres 22. En este último caso -añade el citado estudioso- parecería haber habido "un desacuerdo inconciliable con las campañas bélicas dirigidas a aplastar cualquier insumisión indígena, así como con las políticas que organizaban el avasallamiento de sociedades y la transfiguración de las culturas americanas originales" 23. Como se ve, las cuestiones planteadas por la presencia en varias partes de América, y particularmente a lo largo de las costas del Brasil, de focos en los que se asentaron náufragos, desterrados y desertores blancos destinados a desempeñar un rol de importancia trascendente en la sucesiva colonización europea de inmensos territorios, resultan sin duda extremadamente complejas. Sin embargo, más allá de la complejidad y variedad de las situaciones aludidas, quisiera destacar una característica de fondo que quizás ayude a comprender mejor dos tendencias de comportamiento, que indico a continuación, bastante generalizadas entre aquellos náufragos, desterrados y desertores europeos del Brasil de las primeras décadas del siglo XVI que resolvieron quedarse definitivamente en la nueva tierra aun cuando hubiesen tenido más de una oportunidad para volver a Europa: 1) su disidencia, aunque todavía confusa y no suficientemente racionalizada, con respecto a la organización de la sociedad europea de su tiempo y 2) el sueño vehemente de una vida mejor, ya sea desde el punto de vista material, o desde el punto de vista de la obtención de una consideración social que jamás habrían podido alcanzar en la sociedad de procedencia. De hecho, más allá de las diferentes circunstancias personales que los trajo a las nuevas tierras y de aquellas que los indujeron a quedarse en ellas definitivamente, prácticamente todos los náufragos, desterrados y desertores europeos que entre la posibilidad de un regreso a la sociedad "civilizada" y la vida entre "salvajes" optaron libremente por la segunda, resultan mancomunados por un hecho inobjetable: o sea, por su pertenencia a las capas más humildes, y en parte incluso marginadas, de la sociedad europea de principios del Quinientos. Dejando por un momento de lado la consideración de elementos socialmente marginados como los "degredados", o sea individuos condenados a muerte por graves reatos cometidos en patria, cuya pena capital había sido conmutada en proscripción en las nuevas tierras, veamos ante todo el caso constituido por los náufragos, desertores y desterrados 24 que 21

Cfr. G. CEI, Viaggio e relazione delle Indie,1539-1553. Roma, Bulzoni, 1991, p.120. La traducción de la cita es de mi autoría. 22 Cfr. R. PI HUGARTE, ob. cit., pp. 93-96. 23 Ibidem, p. 91. 24 No hay que confundir los "degredados" con los "desterrados". En cuanto a los "desterrados", hay que observar que si bien este término pueda a veces encontrarse con referencia a hombres condenados al "degredo", en el siglo XVI la palabra "desterrado" designaba más bien a marineros forzados a desembarcar y quedarse en

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aparecen con frecuencia en la documentación relativa a las expediciones portuguesas y españolas enviadas a las costas del Brasil y del Río de la Plata en las primeras décadas del siglo XVI. Estos personajes pertenecen casi todos a la que genéricamente se designaba, en aquel entonces, como "gente de la mar", un grupo que no sólo procedía del pueblo llano y era sin duda portador de los valores de la cultura popular, sino que incluso presentaba características más definidas con respecto a los demás elementos populares de tierra firme debido a que era un grupo itinerante, de conformación a menudo internacional, que vivía durante mucho tiempo en condiciones de aislamiento a bordo de los barcos en que trabajaba. Justamente Peter Burke, no sólo reconoce que este grupo estaba sin duda insertado en la cultura popular más general, sino que expresaba también un sistema de significados compartidos que podríamos definir como "subcultura marinera" 25. En primer lugar, la cultura de los marineros y de la "gente de la mar" en general, era una cultura de hombres sin mujeres, ya que incluso los que estaban casados vivían durante largo tiempo alejados de sus consortes por razón de su oficio. Ellos se distinguían además, de muchas maneras, con respecto a los hombres de tierra firme. Ante todo, por sus vestiduras (el característico gorro rojo, por ejemplo) y aún más por su modo de hablar, al que términos técnicos, jergas y juramentos convertían en un lenguaje privado. Semejante lenguaje formaba por tanto un sistema de significados compartidos de los que se excluía a los hombres de tierra firme, creando con ello una cierta solidaridad en el interior de dicha cultura. No es de extrañar, a este propósito, que marineros europeos de diferentes nacionalidades pudieran llegar a solidarizarse mejor que otras personas en situaciones de grave dificultad, de naufragio o destierro en costas desconocidas, así como les ocurrió a muchos de los que se quedaron en las costas del Brasil. Los marineros tenían también sus propios rituales, como el bautismo de las embarcaciones, el ofrecimiento de libaciones al mar en los puntos peligrosos del viaje, o el bautismo y el rasurado simulados para todos aquellos que cruzaban por primera vez el ecuador. Tenían, además, su propio floclore, con particular énfasis en las sirenas (consideradas como figuras siniestras) o sobre barcos fantasmas, y para ellos los fantasmas estaban continuamente corriendo a través del aire. Tenían su propia magia, como por ejemplo silbar para que soplase el viento cuando faltaba; su propio arte, como arcones pintados u objetos tallados en hueso; sus propios bailes, especialmente algunos indicados para bailar en solitario o en espacios limitados como los de los barcos. Tenían sus propios ritmos de trabajo y descanso, con largos períodos de aburrimiento y creciente frustración a bordo (no muy diferente de la de los condenados a prisión), alternando con breves pero intensos períodos de relajación en los puertos. Si su disponibilidad a ser pendencieros no los distinguía de otros grupos dentro de la vasta cultura popular, sí lo hacía su forma de andar, balanceándose también en tierra como estaban acostumbrados a hacerlo a bordo de sus barcos 26. En suma, su tierra sin poder proseguir el viaje, como consecuencia de alguna insubordinación o discrepancia con sus superiores. 25 Cfr. P. BURKE, La cultura popular en la Europa moderna. Madrid, Alianza Universidad, 1991, p. 85. 26 Ibidem, p. 89.

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sistema de significados compartidos casi nos induciría a definir a los marineros como una "tribu" dotada de peculiar cohesión dentro de una amplia cultura popular que en la Europa de la época era todo lo contrario que homogénea. Los individuos que pertenecían a la subcultura marinera participaban por tanto de un sistema de significados compartidos y compartían, al mismo tiempo, otros significados procedentes de una cultura más general que era precisamente la popular 27. En cuanto al grupo de los "degredados", proscriptos por graves reatos en las costas del Brasil a lo largo del siglo XVI, podemos dudar de los detalles, pero no de la existencia de una subcultura de los criminales: una subcultura que en toda época incluso se caracteriza como una "contracultura". De hecho estos personajes, no sólo se diferenciaban del mundo que los rodeaba, sino que también lo rechazaban. Es significativo, a este respecto, que el antiguo cronista Ruy Díaz de Guzmán, autor de La Argentina, al referir los intentos de colonización de la costa de Cananea por parte de los lusitanos recuerde a ese misterioso degredado portugués conocido como el "Bachiller de la Cananea", retratando su comportamiento de la siguiente manera: "[...] un bachiller [...] se les vino a meter con toda su casa, hijos y criados en su compañía, despechado y quejoso de los de su propia nación, quien había sido desterrado por el Rey Don Manuel a aquella costa, en la que había padecido innumerables trabajos, por lo cual hablaba con alguna libertad más de la que debía" 28. Del mismo modo en que habían rechazado el mundo que los rodeaba en su patria de origen, casi todos los degredados siguieron rechazándolo también en las nuevas tierras cada vez que se intentó reproducir en ellas las pautas comportamentales y el ordenamiento político, social, moral o jurídico de su sociedad de procedencia. No es casual, además, que el Bachiller de la Cananea y casi todos los degredados como él, hombres muy conocedores de la realidad brasileña de su tiempo, nunca quisiesen aprovechar las provisiones del rey Manuel I en virtud de las cuales cualquier degredado que hubiera regresado a Portugal con informaciones útiles sobre el Brasil no sólo sería absuelto de su crimen, sino que recibiría una recompensa de 500 ducados 29. Pues bien, si es cierto que todos, o casi todos, los individuos objeto del presente estudio pertenecen, de manera evidente, a grupos sociales subordinados, y en parte incluso marginados, es igualmente cierto que ellos también expresan una cultura no oficial, generalmente diferenciada de la de los grupos que formaban parte de la élite, o sea de las clases dirigentes de la sociedad europea de principios del Quinientos. Esa cultura no oficial, de la que eran portadores, se situa sin duda dentro de la vasta y matizada "cultura popular" de aquella época, a la cual los historiadores no han prestado, hasta hace muy poco, la debida atención, pues han tendido con mayor frecuencia a centrar su interés en las clases dirigentes. Por cierto, aunque el debate sobre la existencia de una "cultura popular" diferente de la de las clases hegemónicas todavía está a la espera de una solución plenamente satisfactoria, ya que 27

Sobre el concepto de "subcultura", véase M. CLARKE, On the Concept of Sub-Culture, en "British Journal of Sociology", 25 (1974); véase también J.M.YINGER, Contra-Culture and Sub-Culture, en "American Sociological Review", 25 (1960). 28 R.DIAZ de GUZMAN, La Argentina. Madrid, Historia 16, 1986, pp. 102-103. El subrayado es mío. 29 Cfr. E. BUENO, ob.cit., p. 158.

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no faltan estudiosos que sostienen la dependencia, al menos en parte, de esa cultura de la de las clases dominantes, no podemos sin embargo desestimar un hecho sumamente relevante a los efectos de una más clara identificación de los modos en que se expresa aquella cultura que ha sido definida como popular: es decir, una peculiar apropiación, modificación, o adaptación de ciertos valores de las clases dominantes por parte de las clases subordinadas. Y de hecho, ¿debe ser la hegemonía cultural de la élite dominante asumida como un factor constante, o es sólo operativa en determinados momentos y lugares? ¿Qué elementos deberíamos considerar para hablar del éxito del tal hegemonía? ¿Puede ésta establecerse sin la colaboración o la connivencia de al menos algunos de los dominados? ¿Se le puede resistir con éxito? ¿Siempre logran las clases gobernantes imponer sus valores a las clases subordinadas, o existe algún tipo de compromiso con definiciones alternativas de la situación? En este sentido, el concepto de "negociación", usado por sociólogos e historiadores sociales, puede ser de mucha utilidad en la investigación en busca de la "cultura popular". Sea como fuere, no faltan, en el caso aquí estudiado, evidencias muy claras de una disidencia de numerosos individuos procedentes de sectores subordinados de la sociedad europea de principios del siglo XVI con respecto a ciertos valores y pautas comportamentales establecidos por las clases dominantes. De la lectura de la documentación relativa a las vicisitudes y vivencias de los personajes aquí estudiados, parece en efecto poderse inferir, según se verá más adelante, la existencia de una utopía “americana” que podría definirse de marca "popular" debido a determinadas características y matices que la diferencian de manera bastante clara de la utopía mucho más conocida que la cultura erudita fue elaborando en esa misma época. En ambos casos, resulta de todos modos evidente que la utopía misma, así como fue desarrollándose a partir de los primeros años del siglo XVI, se halla estrechamente unida con la exploración europea del mundo ultramarino y con el transcurrir de la historia colonial, al punto que Kirchenheim pudo llegar al extremo de afirmar que el pensamiento sociopolítico no fue posible en Occidente hasta el descubrimiento de América 30. En efecto, no podemos subestimar el hecho de que la mayoría de los remotos Estados ideales que los viajeros ficticios de las utopías sociopolíticas renacentistas llegan a conocer gracias al inesperado azar de un suceso irrepetible, son, en ciertos aspectos, muy similares a las sociedades arcaicas (y con frecuencia copias conscientes de las mismas) que los marineros visitaron en la realidad. De esta manera, la experiencia vivida por la "gente de la mar" y los descubridores fue convertida por los utopistas cultos de Europa ni más ni menos que en el fundamento de sus visiones. En una obra publicada en 1995, ya tuve la oportunidad de interesarme en las formas de aproximación al Nuevo Mundo de refinados humanistas y cultos viajeros europeos 31 -en particular italianos-, evidenciando en ellos el surgir de una línea de pensamiento utópico al cual definí como "sueño americano" de representantes de la cultura erudita. Al finalizar ese trabajo, ponía de relieve el hecho de que esa línea de pensamiento utópico permaneció viva en el correr de los cuatro siglos que siguieron al descubrimiento de América por parte de los 30

Cfr. A. von KIRCHENHEIM, Schlaraffia politica. Geschichte der Dichtungen vom besten Staat. Leipzig, 1899, p. 63. 31 Cfr. L. AVONTO, Mirando al Otro. América en la literatura de viajes de los italianos (siglos XV-XVI). Montevideo, Universidad de la República, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, 1995.

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europeos y a las primeras visiones del Nuevo Mundo brindadas por navegantes y viajeros. En esa misma circunstancia, subrayaba además como en el caso de los inmigrantes italianos de la segunda mitad del siglo XIX -un caso que es posible extender en general a muchos otros inmigrantes europeos que se dirigieron a América- el "sueño americano" había penetrado en todos los niveles de la sociedad afectando de manera especial precisamente a los humildes y los desheredados. Ultimamente he retomado mi investigación sobre el tema del viaje y la utopía americana, esta vez con el propósito de indagar si en los sectores populares de la sociedad europea de la época de los grandes descubrimientos también existió una visión utópica de América en forma de algún modo diferenciada de la expresada por el sueño de unos cultos humanistas o viajeros dotados de cierta cultura. En otras palabras, he comenzado a ponerme algunas preguntas acerca de cómo pudieron reaccionar los representantes de los sectores populares de la sociedad europea de ese entonces frente a las novedades físicas y humanas del Nuevo Mundo. Trátase obviamente, por las razones a las que ya he aludido al comienzo de este estudio, de una investigación mucho más difícil, pues, para llevarla a cabo, no disponemos de testimonios documentales tan abundantes, y sobre todo directos -como en el caso de los escritos de descubridores, mercaderes, viajeros o misioneros dotados de cultura sin duda superior a la de simples marineros y soldados a menudo analfabetos-, que reflejen claramente las reacciones de los grupos subordinados de la sociedad europea que participaron en la empresa de las Indias. Sin embargo, vale la pena intentarla, presentando en esta circunstancia algunos ejemplos particularmente significativos, a mi juicio, de una peculiar aproximación al Nuevo Mundo por parte de algunos representantes de un importante sector popular como el constituido por la "gente de la mar" del siglo XVI, que me induce a hipotetizar la existencia entre ellos de una utopía popular reavivada por las novedades americanas y paralela, al menos en parte, al desarrollo del pensamiento utópico que iban entonces elaborando en Europa los eruditos y refinados humanistas de la mano de las primeras descripciones y relaciones de navegantes y conquistadores. Pues bien, los primeros pasos en semejante investigación parecerían revelar que por encima de todos los vicios de la inicua organización social, moral y política de la Europa oficial, tan duramente estigmatizados por los humanistas disidentes en sus escritos utópicos, existía también otra Europa disidente, representada por algunos sectores de la cultura popular, que consideraba, aunque a un nivel todavía instintivo y no suficientemente racionalizado, a la libertad por encima de la autoridad, a la igualdad por encima de la jerarquía, a la inquietud por encima de la aceptación y a la sencillez de una naturaleza generosa por encima de una artificiosa "civilización". Veamos, pues, algunos ejemplos significativos de este segundo nivel de disidencia, empezando por aquellos que nos revelan una clara disconformidad con la organización jerárquica a la que había llegado la sociedad de procedencia y con las pretensiones de transplantar semejante organización en las nuevas tierras. Al relatar su visita al núcleo poblacional de Santo André, que se había ido formando espontáneamente alrededor del portugués João Ramalho mediante la unión de blancos con indios fomentada por esa peculiar institución indígena que fue el cuñadío, el ya citado aventurero alemán Ulrich Schmidl, quien estuvo en ese lugar en 1553, así se expresa:

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"[...] El jefe que estaba en esta villa se llamaba Juan Ramalho. A este pueblo quiero reputar como una casa de latrocinio. Fue nuestra buenaventura que el jefe no estaba en casa y estaba con los otros cristianos que habitan en San Vicente, pues ellos, los cristianos, hacen en tiempos un convenio entre ellos. Los otros que viven en San Vicente y en otros pueblos cercanos son más de cerca ochocientos hombres, que todos son cristianos y súbditos del rey de Portugal. Y este Juan Ramalho no quiere estar sometido al rey de Portugal o a su lugarteniente del rey en ese concepto, pues él dice y declara que él ha estado cuarenta años en esta tierra en las Indias y la ha habitado y la ha ganado. ¿Por qué no ha de gobernar él la tierra como cualquier otro? Por eso se hacen la guerra entre ellos, pues si este Juan Ramalho quiere tener reunidos cinco mil indios, puede juntarlos en un día, tanto poder tiene él en la tierra, mientras ni el rey ni sus lugartenientes pueden reunir dos mil indios. Ahora debo decir también que sus hijos, los del sobredicho Juan Ramalho, han recibido bien a nosotros los cristianos, pero ello no obstante, tuvimos mayor recelo entre ellos que entre los indios. Ahora, como esto ha salido bien, damos gracias a Dios el Todopoderoso" 32. Pero, ¿por qué define Schmidl al pueblo de Ramalho como "una casa de latrocinio", o sea como un lugar fuera de toda ley, y no oculta el miedo que experimentó durante su visita, a pesar del buen tratamiento que en él recibió, hasta declarar que tuvo mayor recelo en esa villa que entre los propios indios? Evidentemente porque Schmidl era un europeo recién llegado quien juzgaba en conformidad con las pautas de organización social impuestas por las clases dominantes en Europa. En sus esquemas mentales no había por tanto lugar para la comprensión de tan osada rebeldía a la autoridad y la jerarquía como la proclamada por Ramalho, un hombre de humildes orígenes del cual sólo había que esperarse la misma sumisión que los individuos de clases subordinadas debían a la autoridad en el Viejo Mundo. Si frente a la resistencia de los indígenas a aceptar el plan "civilizador" de los europeos siempre existía la posibilidad de recurrir a la superioridad de las armas de las que estos últimos disponían, frente a la "novedad" subversiva representada por el caso de un europeo como João Ramalho no cabía, en cambio, otra posibilidad sino un profundo y desconcertante asombro que generaba miedo incluso en un hombre tan avezado a las más duras realidades como el lansquenete Schmidl. Con mayor razón, podemos por tanto entender el sentimiento de frustración que producía en los padres jesuitas la oposición de no poco disidentes europeos como Ramalho a sus planes de evangelización y "civilización" del Brasil, susceptibles de reproducir también en la nueva tierra la organización social, política y moral que aquellos "sediciosos" mal habían soportado cuando vivían en la vieja Europa. Tanto es así que cuando el gobierno portugués realmente quiso emprender la colonización del Brasil, no pudo hacerlo de otra manera sino negociando constantemente con hombres como Ramalho. Pasemos ahora a otro ejemplo digno de consideración, ya que no sólo atestigua la fuerza arrolladora que tuvo en todas las clases de la sociedad europea de la época de los descubrimientos un aspecto tan obvio y prosaico del "sueño americano" como el deseo de enriquecimiento rápido, sino que confirma también, de manera indirecta, pero suficientemente 32

U. SCHMIDL, Derrotero y viaje a España y las Indias. Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1944, p. 135.

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clara, aunque a un nivel de sensación todavía epidérmica, la disconformidad de muchos elementos populares con la inicua distribución de las riquezas, fruto de una injusta organización social impuesta por las clases dominantes. En las actas de los pleitos y demandas que Sebastián Caboto tuvo que enfrentar en España en 1530, luego del regreso de la expedición que bajo sus órdenes había recorrido durante tres años la inmensa cuenca platense en la búsqueda alucinada de las riquezas deslumbrantes de esa Sierra de la Plata de la cual le hablaron tanto los indígenas como los náufragos indianizados de Solís con quienes se topó el veneciano en el puerto brasileño de los Patos, encontramos en efecto varias declaraciones de testigos presenciales que resultan bastante significativas con respecto al punto que acabo de aludir. Pues bien, si como nos aseguran tales testimonios, Enrique Montes, antiguo náufrago portugués de Solís asentado en esa costa, pudo excitar la codicia del capitán general Caboto y convencerle para que emprendiera la búsqueda de las riquezas de la Sierra encantada, insistiendo en que "las naos que traía eran pequeñas para segund la cantidad de oro e plata que había que llevar" 33, es interesante observar que en esas mismas declaraciones se afirma que Montes "decía a la gente de la dicha armada que nunca hombres fueron tan bien aventurados [...] porque había tanta plata e oro en el Río de Solís que todos serían ricos, e que tan rico sería el paje como el marinero" 34. Ahora bien, la referencia de Montes a que todos serían ricos y que tan rico sería el paje como el marinero -referencia que casi suena como el estribillo de alguna antigua balada popular-, además de contener en sí misma la promesa "subversiva" de una igualdad y de una justicia distributiva que los pobres sólo podían contemplar en sus visiones alucinadas, da la neta sensación de que precisamente proceda del sueño de compensación que la utopía popular proyectaba fuera de la inicua sociedad de ese entonces, en un tiempo fuera del tiempo, en un "mundo al revés" de esa realidad indigna de ser vivida en que los pobres arrastraban sus míserables existencias. Un sueño, en otras palabras, que se convertía en antídoto de los venenos de un cuerpo social injusto y por eso enfermo. No es de extrañar, teniendo en cuenta estas observaciones, que todas las deposiciones de los testigos interrogados coincidan en asegurar que "de alegría que tenía el dicho Enrique Montes cuando decía aquello [...], lloraba" 35, ni mucho menos que al mostrarles a los tripulantes de Caboto algunas muestras de oro y plata que habían traído hasta allí unos indios sobrevivientes del desastre de una expedición hacia la Sierra de la Plata que poco tiempo antes había encabezado otro náufrago de Solís, el portugués Alejo García, al mando de miles de indígenas del puerto de los Patos y de la costa de S.Vicente 36, el mismo Montes, casi como un profeta, padre y redentor de los desheredados, hasta pudiera llamarlos hijos en tan encendida exhortación como esta que

33

Declaración del marinero Nicolao de Venecia, en J.T.MEDINA, cit., II, p. 448. Declaración del marinero Antón Falcón de Colivia, en J.T.MEDINA, cit., II, p. 382. Todos los testigos interrogados en Sevilla en 1530 repiten casi con las mismas palabras el contenido de la deposición aquí citada. El subrayado es mío. 35 Ibidem, p. 382. 36 Sobre esta expedición véase E. de GANDIA, Historia crítica de los mitos de la conquista americana. Madrid, 1929, y L.AVONTO, La Sierra de la Plata y otros ensayos, cit., pp.129-187. 34

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recuerda en su deposición otro marinero testigo de los hechos: "Mira, hijos, que desto se cargarán las naos del oro e de la plata" 37. Volviendo a las razones que debieron influir considerablemente en la elección de cuantos decidieron quedarse y no volver más a Europa, no faltan testimonios que parecerían indicar, por parte de muchos de los personajes objeto de este estudio, una interpretación de la vida indígena como una mezcla de paradisíaco estado primigenio y de idílico y jáujico bienestar. Semejante interpretación, sin duda presente también en varios representantes de la coetánea cultura de la élite, resulta sin embargo claramente diferenciada de las refinadas idealizaciones del estado natural que los cultos humanistas europeos iban entonces elaborando de la mano de los relatos de navegantes y descubridores, ya que nuestros personajes, a diferencia de aquellos humanistas, pudieron experimentar directamente, y sin ninguna complicación de tipo intelectual, la misteriosa fascinación que emanaba de los pueblos arcaicos y de su vida integrada en la naturaleza mucho antes de que la moda literaria de la utopía o cierta literatura de evasión construyeran y propagaran, a partir de las primeras décadas del siglo XVI, ese mito que sería más tarde conocido como el mito del "buen salvaje". Ya entre los marineros portugueses que en el siglo XV frecuentaron la costa de Africa Occidental hubo tránsfugas -los llamados lançados o tangos-maos- que se retiraron a los territorios del interior a vivir en comunidades tribales como consejeros o respetados médicos y brujos. En tanto que la corona portuguesa siempre toleró con comprensión la mezcla de colonos y nativos, reaccionó en cambio severamente contra los antedichos tránsfugas, puesto que su conducta ponía a todas luces en cuestión la ejemplaridad -afirmada en términos generales- de la cultura cristiano-occidental. En 1518 se decidió en Lisboa que en caso de que se les lograra atrapar, los lançados serían condenados a muerte, aunque no parece que tales sentencias fueran ejecutadas nunca. Ahora bien, si el caso análogo de los tránsfugas que se quedaron en el Brasil es quizás aún más interesante que el que acabo de citar, debido a su frecuencia y dimensión ya a partir de los primeros años del descubrimiento, semejantes ocurrencias también se dieron en otras partes del mundo y en diferentes épocas. Sabemos, por ejemplo, que entre los corredores de bosques franceses en Canadá se dio constantemente el caso de los que no regresaban jamás a sus bases, integrándose en la vida de alguna tribu indígena. El misionero jesuita Segard hace constar en sus cuadernos de notas, con pena y desaprobación, que incluso aquellos franceses educados en la fe y poseedores de una buena formación, se convertían en "salvajes" en cuanto convivían con éstos 38. Cuando a partir de 1629 Quebec pasó a ser transitoriamente posesión inglesa, no pocos franceses prefirieron la vida entre los indios -llena de privaciones pero librea un regreso a Francia. La historia registra los nombres de personajes como Olivier Le Tardif, Nicolas Marsolet, Jean Godefroy o Jean Nicolet, que no sólo se adaptaron al estilo de vida de los indígenas, sino que se sometieron también voluntariamente a las durísimas pruebas que debían preceder la aceptación en el grupo dirigente de una tribu.

37 38

Declaración del marinero Bojo de Aragujo, en J.T.MEDINA, cit., II, p. 398. Cfr. U. BITTERLI, Los “salvajes” y los “civilizados”. México, Fondo de Cultura Económica, 1982, p.

98.

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También en la zona del Pacífico se dio a menudo el caso de europeos que, al entrar en estrecha convivencia con los nativos, confirieron a su rechazo de ciertos valores de su propia tradición cultural, o a su disconformidad con la organización de su propia sociedad, un énfasis existencial. En algunos de mis anteriores trabajos, ya tuve la oportunidad de señalar tempranos casos de este tipo que se dieron en el curso de expediciones españolas que surcaron aguas del Pacífico en el siglo XVI, por ejemplo durante la expedición de Magallanes 39. Pero tales casos no fueron los únicos en esos mares, ya que sabemos que los capitanes de los navíos mercantes que frecuentaron el Archipiélago Malayo durante los tres siglos sucesivos, al zarpar de aquellas deliciosas bahías se vieron constantemente obligados a comprobar si todos los hombres de la tripulación se encontraban a bordo. Cuando en el curso de su primer viaje el capitán James Cook quiso despedirse de los acogedores habitantes de Tahití, le fue comunicado que dos marineros se habían retirado a las montañas en compañía de isleñas y que no deseaban volver. Cook, por lo común bastante considerado en su conducta hacia los indígenas, tuvo que tomar rehenes como medio de forzar la entrega de los dos indispensables miembros de la tripulación 40. Para no hablar del célebre caso del motín del Bounty, mundialmente conocido gracias a algunas versiones cinematográficas. Tarea recompensadora, aunque sin duda muy ardua, sería la de seguir las huellas de la historia -rodeada de leyendas- de tantos tránsfugas de la civilización. De cualquier forma, será suficiente referir aquí un solo caso, pero realmente macroscópico y particularmente interesante, que concierne además, de manera directa, al ámbito en que se sitúa el presente estudio. Me refiero a las vicisitudes de la tripulación de la nave San Gabriel, que en 1526, al mando del capitán español Don Rodrigo de Acuña, arribó a las costas del Brasil, luego de varias peripecias, y echó anclas en ese Puerto de los Patos, frente a la isla de Santa Catalina, en donde en 1516 ya se habían asentado varios náufragos de la malograda expedición de Solís al Río de la Plata que se habían unido a los indios del lugar. Los hombres de la San Gabriel eran expedicionarios de la armada de frey García Jofre de Loaysa, que había salido de La Coruña el 24 de julio de 1525, luego del fracaso de las conferencias de Badajoz y Yelves (1524) entre España y Portugal, para ir a tomar posesión de las Molucas por la fuerza en nombre del emperador Carlos V. La expedición, formada por unos 450 hombres y siete naves, había tenido un destino muy adverso a causa del mal tiempo en el estrecho de Magallanes. Sólo cuatro de las siete naves habían logrado ingresar en aguas del Pacífico, hasta que se habían dispersado todas ellas. A fines de abril de 1526, la San Gabriel, que regresaba del estrecho de Magallanes, llegó a la bahía de los Patos para abastecerse de agua y víveres y al poco tiempo un indio se presentó al capitán Acuña con una carta que enviaban unos cristianos, en la que éstos decían haberles noticiado los naturales del país que estaba allí una nao y que deseaban respuesta. Don Rodrigo envió por tanto al contador de la San Gabriel para que hablase con ellos, y a los tres días el oficial volvió con un 39

Cfr. L. AVONTO, I compagni italiani di Magellano. Montevideo, El Galeón, 1992, y L. AVONTO, Tripulantes gallegos en la expedición de Magallanes, ponencia presentada en el "IV Coloquio sobre Cultura Gallega", Universidad de la República, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Montevideo, 1113 de agosto de 1999 (en prensas). 40 Cfr. J.C.BEAGLEHOLE, The Journal of Captain Cook. Cambridge, Hakluyt Society,1961, II, p. 121 y ss.

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hombre blanco que dijo al capitán haberse perdido con una nave de la expedición de Solís diez cristianos, encontrándose en ese momento cuatro de ellos que habían hecho allí su asiento. Los demás compañeros estaban ausentes, pues habían ido a la guerra con indios del lugar contra enemigos de éstos. El hombre agregó que si el capitán quería bajar la nave cerca de su casa, que distaba unas 15 leguas, le daría bastimentos y podría rescatar alguna plata y otro metal que tenían 41, pequeña parte, sin duda, del botín que habían traído hasta allí los pocos indios sobrevivientes de la ya mencionada expedición de miles de indígenas de esa costa que el náufrago portugués de Solís, Alejo García, había dirigido poco tiempo antes a través de las selvas, hasta los contrafuertes andinos, en busca de la prodigiosa Sierra de la Plata de la cual le habían hablado sus amigos indígenas 42. Don Rodrigo fue por tanto con su nave hasta el lugar donde el hombre vivía y envió a tierra al contador y tesorero para que rescataran con los indios. Al ser informado de la promiscuidad en que vivían en ese paraje los antiguos náufragos de Solís, amancebados con muchas indias de la tierra, de las que habían tenido numerosa prole mestiza, el capitán español, horrorizado, envió a tierra también al capellán de su nave para que bautizara a esas criaturas, hijos de cristianos. Bien diferente, en cambio, según veremos a continuación, la reacción que dicha situación debió producir en los tripulantes de Acuña cuando a los pocos días pudieron tomar contacto con una realidad seguramente mucho más atractiva que aquella a la que estaban acostumbrados. El 4 de mayo de 1526, Don Rodrigo envió nuevamente a tierra el batel para que el tesorero y el contador metiesen en él todo lo que habían comprado y trajesen a uno de los náufragos de Solís para hacer con él la cuenta y pagarle lo que le debían de víveres, de dos arrobas de metal y dos marcos de plata. Volvía el batel con ese rescate y 23 personas a bordo, cuando a causa del mal tiempo zozobró y 15 hombres perecieron ahogados. Según nos informa Don Rodrigo, los antiguos náufragos de Solís, con la ayuda de muchos de los 4000 indios sus amigos, dieron tan buena diligencia que el batel pudo ser encontrado a cuatro leguas del lugar del infortunio, pero en condiciones tales que el capitán tuvo que enviar a tierras a varios hombres para poderlo reparar. Estuvieron éstos ocupados en tal tarea durante cinco días, al cabo de los cuales volvieron a la nave con el batel y "dijeron al capitán como el contramaestre Sebastián de Villareal suplicaba a su merced que por cuanto él se quería quedar en aquella tierra, le mandase echar su ropa en tierra, y [...] el dicho capitán dijo que enhorabuena" 43. A partir de ese momento, casi todos los tripulantes de la San Gabriel se presentaron uno a uno a su capitán pidiendo licencia para quedarse, así que en el breve lapso de diez días nueve hombres se fueron. No solamente, sino que cuando Don Rodrigo, para evitar que se quedaran "todos allí hechos salvages" 44, resolvió "desviarles de tierra y [...] zarpar las

41

Cfr. M. FERNANDEZ de NAVARRETE, ob. cit., V, doc. XI, p. 215 ("Carta de D.Rodrigo de Acuña a un Señor de estos Reinos, en Pernambuco a 15 de junio de 1527"). 42 Cfr. nota 36 del presente estudio. 43 En M. FERNANDEZ de NAVARRETE, ob.cit., V, doc. X, p. 210 ("Relación de Francisco Dávila, sobresaliente de la nao San Gabriel", 4 de junio de 1527). 44 Ibidem, doc. XI, p. 216.

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anclas" 45, muchos más hombres de los necesarios, liderados por el guardián de la nave Miguel Ginovés, quien "echó mano al machete que tenía" 46, saltaron en el batel en donde habían previamente escondido sus espadas y se fueron a tierra "porque así estaban determinados de se quedar, o por fuerza o por grado, que más querían vivir como salvages, que no morir desesperados en la mar" 47. En breve, según escribe el propio capitán español, "de setenta y tantos hombres que allí llegamos, quedaron en tierra entre muertos y quedados cuarenta y tantos" 48, y de los que aún estaban en la San Gabriel, "la mitad pensaban barrenar la nao, para quedar todos allí hechos salvages" 49. Basta recordar que durante una sucesiva escala de la nave cerca de la bahía de Río de Janeiro otros dos grumetes desertaron, huyendo a tierra con un esquife, y lo mismo hicieron cinco hombres más que Don Rodrigo había enviado para buscarlos. De la lectura de la documentación relativa a la sucesiva expedición de Sebastián Caboto, que en octubre del mismo año 1526 arribó al Puerto de los Patos, se infiere además que de un total de 32 desertores 50 de la nave de Acuña que se habían allí quedado con vida pocos meses antes, 15 todavía vivían en ese lugar junto con los indios y los demás se habían trasladado a la cercana bahía de Cananea, donde vivían algunos degredados portugueses. Pues bien, reflexionemos ahora sobre el episodio que acabo de ilustrar, muy significativo por cierto, debido a sus dimensiones, aunque no constituye un caso único en esos años, ni en años sucesivos. Pues bien, reflexionemos ahora sobre el episodio que acabo de ilustrar, muy significativo por cierto, debido a sus dimensiones, aunque no constituye un caso único en esos años, ni en años sucesivos. Si a primera vista podríamos suponer que la voluntaria fuga de la "civilización" de los hombres de Don Rodrigo que fueron "a hacerse salvajes" en el Puerto de los Patos haya sido dictada por las duras condiciones de vida de esos marineros a bordo de su nave y por los peligros del mar, un análisis más detenido de la documentación concerniente a ese episodio parecería más bien indicar que su deserción haya sido a la vez determinada por razones más fuertes aún que las penalidades y riesgos de un oficio al que, por otra parte, ellos estaban sin duda muy acostumbrados, tratándose de marineros profesionales que habían sido adecuadamente seleccionados para participar en una expedición particularmente arriesgada como la de García de Loaysa, que tenía que efectuar una extensa y peligrosísima navegación a través del temible estrecho de Magallanes y del inmenso Océano Pacífico para alcanzar las islas Molucas. Tanto es así que si bien esos hombres tuvieron la oportunidad de volver a Europa a bordo de las naves de Sebastián Caboto que regresaban de la expedición de éste al 45

Ibidem, doc. XI, p. 216. Ibidem, doc. X, p. 210, y doc. XI, p. 216. 47 Ibidem, doc. XV, p. 290 ("Declaraciones que algunos marineros de la nao San Gabriel dieron en Pernambuco a 2 de noviembre de 1528"). 48 Ibidem, doc. XI, p. 216. Los cálculos que se pueden efectuar sobre la base de la documentación relativa a los sucesos de la nave San Gabriel, permiten conocer que los desertores que se quedaron con vida en la bahía de los Patos fueron en total 32. 49 Ibidem, p. 216. 50 Véase nota 48 del presente estudio. 46

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Río de la Plata, no sólo no lo hicieron, sino que su número se incrementó debido a ulteriores deserciones de varios marineros del veneciano. Por otra parte, incluso dos antiguos náufragos de Solís que vivían en el Puerto de los Patos, como Enrique Montes y Melchor Ramírez, y el yerno del enigmático Bachiller de la Cananea, el portugués Gonzalo de Acosta, quien residía entre los indios de S.Vicente, sólo regresaron a Europa con los restos de la expedición de Caboto para poder luego volver al Brasil y al Río de la Plata con bien remunerados cargos como "lenguas" o pilotos de sucesivas expediciones que tanto Portugal como España enviaron a las costas brasileñas y al Río de la Plata en busca de las riquezas de esa Sierra encantada de la cual ellos mismos hablaban. Es evidente, pues, que en la definitiva decisión de quedarse de los hombres del capitán Acuña que se hicieron "salvajes" debió de obrar alguna motivación mucho más honda que el solo temor a arriesgar sus vidas en el mar o la dureza de la existencia a bordo de la San Gabriel. El hecho es que allí, en las costas brasileñas en donde desertaron, esos hombres seguramente encontraron, con profunda emoción -según se desprende de la misma fuerza de determinación que ellos demostraron-, algo que debió parecerles bien diferente del mundo y de la sociedad que hasta entonces habían conocido. Allí, esos hombres del Viejo Mundo, barbudos, malolientes por meses de navegación oceánica, exhaustos por las fatigas, hambrientos, enfermos, agobiados por los castigos de ese pecado original cometido por sus progenitores y oprimidos por siglos de injusticias, penurias y sumisión, contemplaron asombrados la inocencia, libertad, belleza y abundancia de un paraíso tantas veces soñado. Indios e indias, de saludables y espléndidos cuerpos, todos desnudos, acogedores y risueños, gozaban alegres de un mundo que era digno de vivirse, de una naturaleza generosa, tan rica en aves, peces, frutos, raíces, flores, semillas, que podía conceder las alegrías de la caza, la pesca, la siembra y la cosecha a cuantos quisieran quedarse. La visión de la abundancia, inocencia y despreocupación en que vivía libre esa otra humanidad debió parecerles, a aquellos hombres sufridos de la vieja Europa, una suerte de País de Cucaña, ese país del tiempo feliz hasta entonces sólo entrevisto en los sueños y los sustitutos verbales y fónicos de tristezas existenciales y miserias corporales que los juglares de sus tierras ofrecían a la pobre gente como consuelo de sus privaciones y frustraciones 51. Contra la desesperación, renació entonces en ellos la esperanza de una vida mejor. Es significativo, a este respecto, que los desertores de la San Gabriel dijeran que "más querían vivir como salvajes, que no morir desesperados en la mar". De hecho, si es cierto que esos hombres no querían "morir en la mar", es aún más cierto que después de haber conocido el modo de vida de los indios del Puerto de los Patos y ante la perspectiva de tener que retomar el viaje hacia España, ellos también pronunciaron una palabra profundamente reveladora, que ofrece la clave más apropiada para una correcta interpretación de su estado de ánimo: desesperados. Una palabra, ésta, que sin duda sugiere una total ausencia de confianza en una vida mejor en su patria por cuantos esfuerzos pudiesen hacer para regresar a ella. Así, contra la aceptación y la resignación, esos hombres optaron por la inquietud y huyeron de la "civilización", no solamente movidos por el instinto de conservación de salvar sus vidas, sino también por la 51

Sobre la utopía popular de Cucaña, véase P.CAMPORESI, El pan salvaje. México, Fondo de Cultura Económica, 1999, pp. 99-108.

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esperanza de poder sobrevivir en ese nuevo mundo de manera más digna que en su propia tierra. La fuerza de los sueños utópicos de los pobres, varias veces derrotada, pero nunca aniquilada, había pues triunfado en el Puerto de los Patos. Allí, quizás los desertores de Don Rodrigo al poco tiempo también compartieran con Enrique Montes y los demás náufragos de Solís la otra utópica promesa de que "todos serían ricos y que tan rico sería el paje como el marinero". Pero un hecho es cierto: por encima de una opresiva autoridad, había triunfado, al menos por un instante, la libertad, por encima de la desesperación o la resignación, la inquietud, por encima de las injusticias y penalidades de una "civilización" artificiosa, la generosidad espontánea de una naturaleza que alentaba la esperanza. Si el antiguo sueño consolador del jáujico país anhelado por los pobres de la vieja Europa pareció surgir de las playas del Nuevo Mundo como una auténtica e inesperada realidad ante los ojos de aquellos sufridos marineros, para dos hombres como el capellán de la San Gabriel y el hidalgo Don Rodrigo -representantes de Dios y del Rey, de un orden superior e intangible que no podía cuestionarse- esa misma realidad, con toda la desnudez, promiscuidad y subversiva despreocupación que ostentaban sus "ociosos" habitantes, debió en cambio resultar como la encarnación del peligroso "mundo al revés" de las turbas de "holgazanes y vagabundos" que amenazaban el orden y la seguridad para que la sociedad "civilizada" y temerosa de Dios precipitara en el caos. Es significativo, a este respecto, que al enterarse de que numerosos hijos mestizos de cristianos como los náufragos de Solís no estaban bautizados, Don Rodrigo enviara inmediatamente a tierra a su capellán para que recibieran de él el bautismo. En otras palabras, para reafirmar, también en esa remota parte del orbe, la supuesta ejemplaridad de la cultura cristiano-occidental. Del mismo modo, al ser detenido en Pernambuco por los portugueses en su viaje de regreso a España, Don Rodrigo escribía horrorizado al rey de Portugal pidiéndole que lo sacara de ese lugar, donde se hallaban derramados "más de 300 cristianos, hijos de cristianos, los que estarían más cerca de salvar en Turquía que aquí" 52. Y para mayor abundamiento, concluía: "Vuestra Alteza mire que los juicios de Dios son grandes, et propter peccata hominum veniunt adversitates" 53. Con llamamientos de este tipo, cada vez más frecuentes, se anunciaba así la necesidad de implementación de un doble mecanismo de conquista por parte del naciente Estado moderno que hasta entonces había tolerado, en las lejanas tierras del Nuevo Mundo, comportamientos sociales en clara contradicción con su función de agente de homogeneización: uno dirigido hacia la expansión en las tierras ultramarinas y otro hacia pautas comportamentales todavía poco disciplinadas incluso en su propio interior, como las que he tratado de evidenciar en el presente trabajo

52

En M.FERNANDEZ de NAVARRETE, cit., V, doc. XIII, p. 219 ("Carta de D.Rodrigo de Acuña al rey de Portugal desde Pernambuco, 30 de abril de 1528"). 53 Ibidem, p. 219.

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Nuevas expediciones, itinerarios, migraciones, excursiones, turismo Dr. Nicolás Rosa Director de la Escuela de Graduados de la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR El imperialismo y todo lo que conlleva desencadenaron una extraordinaria oleada de viajes, exploraciones y migraciones en todo el mundo entero, en la cual los escritores, o aquellos que iban a serlo andando el tiempo, fueron atrapados inevitablemente. Una de las consecuencias de ellos fue que muchas novelas de los últimos ciento cincuenta años, especialmente las británicas, se desarrollan en escenarios exóticos. David Lodge, "Lo exótico", El arte de la ficción Lo repito: viajando sucede lo mismo que leyendo. Lucio V. Mansilla, Una excursión a los indios ranqueles No somos turistas, somos viajeros. Paul Bowles, El cielo protector En 1492, Antonio de Nebrija, en el prólogo de su Gramática Castellana decía: "que después que Vuestra Alteza metisse debaxo de su iugo pueblos bárbaros y naciones de peregrinas lenguas... con el vencimiento aquellos tenían necesidad de recebir las leies que el vencedor pone al vencido y con ellas nuestra lengua." Una de estas "peregrinas lenguas" es el español hablado en toda América, con todas las variantes que impuso la historia. Podemos decir, que los idiomas coloniales pueden ser pensados en dos vertientes, como dialecto o "lingua franca" en sus variantes de sumisión, de dependencia de la lengua oficial, ya sea nacional, grupal o de clase, como lengua padecida, o como lengua rescatada, como lengua vernacular. Si es verdad que el concepto de "lengua materna" en los sentidos de lengua nacional o en el borde esquizoide de lengua de la madre, o en el quiebre paranoide fascista como la pensaba Fichte en el Discurso sobre la nación alemana, históricamente se constituyó a posteriori, desconociendo su posición imperialista, lo único que podemos oponerle es la "lengua vernacular". La lengua vernacular es la lengua del "domus", de la familia extendida, del grupo, de la filía, de la filiación, las lenguas de la familia que construirán las lenguas autóctonas como "lengua del lugar". Es cierto que la lengua materna fue desde siempre, o por lo menos desde Nebrija, una lengua de imposición y Carlos V bien lo sabía, como rótulo de una ascendencia de pocos. La constitución de los movimientos anticolonialistas y posteriormente poscoloniales tiene su correlato en la producción de lenguas de salvamento, lenguas de protección. Los idiomas coloniales, ya se llamen créole, pidgin, lingua franca o linga gral -dialecto tupí del Brasil- no sólo son el sostén de una relación mercantilista propia del período colonial, sino un intento de protección y defensa de la propiedad de las cosas y los utensilios a partir de su nomenclatura y también una reacción vengativa de sorna y sarcasmo

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frente a la experiencia de la dominación. Lo propio de la lengua, su "intimidad", siempre será un misterio para el viajero, para el trashumante, para el explorador, para el turista. En 1981, Fridman, un antropólogo americano, revisó la experiencia de Margaret Mead en Samoa, donde la puritana antropóloga había estudiado las consecuencias de la transición de la edad puberal de las adolescentes samoanas, textos que constituyeron verdaderos best sellers antropológicos de la época. Las conclusiones de que las adolescentes samoanas vivían placenteramente la aparición de la menarca desarraigando el mito bíblico de la sangría femenina (Cf. Julia Kristeva, Pouvoirs de l´horreur, 1980) no fueron confirmados. Vivían aún, ya ancianas, las informantes de Margaret y declararon con toda soltura que "la señorita era tan buena y tan amable que le respondían lo que ella quería". ¿La aventura antropológica es una aventura ficcional, o incluso metaficcional, si queremos pensar que la respuesta de Fridman era también un engaño elocutivo propio de toda respuesta: decirle al otro el propio mensaje invertido, que es respuesta de deseo? En la contemporaneidad, las neoglosias contribuyen a crear nuevos idiolectos territoriales dentro de las lenguas y literaturas nacionales. Nos enfrentamos a dos fenómenos: la lucha contra la universalidad de la colegiación común anterior a la confusión babélica de las lenguas y a la férrea constitución de bables idiomáticos para preservar la autoctonía. La imperialización del espacio cibernético y virtual propone el interrogante sobre el futuro de las lenguas y para nosotros el destino de la lengua española en todas sus variantes, su competencia, su servicio simbólico e imaginario y su efectuación en nuestra realidad. La estructuración fuerte de la lengua, su resistencia a las modificaciones diacrónicas, sobre todo en el campo de la sintaxis, sólo perceptibles en el nivel imaginario que evocan -el Referenteque es la lección del Quijote de Pierre Ménard, y en su vertiente opuesta, lo real consistente que es la enseñanza de "Tlon, Uqbar, Orbis Tertius", ¿puede ser afectada por la globalización de los mercados que intentan desconocer las formas de uso y de invención colonizadas por el imperialismo tecnocrático y cibernético de las computadoras anglohablantes? Las lenguas resisten, el Referente consiste y el mundo evocado insiste y en la insistencia está eso que llamamos sentido. La lengua de los inmigrantes en Hispanoamérica y en especial en la Argentina, y más allá de la vindicación indigenista de Icaza, de Rómulo Gallegos o en versión modernista, de Zorrilla de San Martín, siempre fue un elemento díscolo en el "idioma hispano", acentuado ahora por el "Spanish" fronterizo (Méjico-Estados Unidos) o el "portuñol" (Brasil-Argentina) o el lunfardo argentino, engendrando tanto literaturas resistenciales como "literaturas menores" en el sentido deleuziano del término, que afectó la lengua de los conquistadores, ya sea en el lenguaje semiinventado del criollismo como en la restitución quechua de Arguedas. La lengua gauchi-española de Martín Fierro, plagada de arcaísmos del siglo XVI, según Eleuterio Tiscornia, el español afrancesado de Güiraldes sobre todo en Raucho-, el español macarrónico de La gloria de don Ramiro de Larreta, culmina con el desfachatado y procaz español lumpen de Osvaldo Lamborghini; estas lenguas de los inmigrantes -el colorido "cocoliche" del sainete- migran en la literatura hispanoamericana intentando borrar una diferencia americana sobre el estatuto de la presunta identidad europea.

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La distinción establecida por Umberto Eco entre migración e inmigración es política (Cf. Umberto Eco, "Las migraciones del Tercer Milenio", en Cuatro textos morales, 1998), es decir, cuando un país o un gobierno elabora un plan para conseguir una población más abundante y rica de propuestas, mientras que las migraciones son fenómenos de orden simultáneamente telúricos e históricos; pero la propuesta de Eco adolece de cierto eurocentrismo estadístico: las naciones europeas establecieron, y ahora exigen, el control estadístico de la presencia de nuevos extranjeros -verdaderos extraños para la población natural-, mientras que los países latinoamericanos, sin el fondo arcaico de una cultura de explotación, propia de la órbita del capitalismo, recibieron básicamente grandes cantidades de extranjeros que les proporcionaron su lengua, su cultura, su religión, sus costumbres y mano de obra barata, y simultáneamente la conformación de un ente imaginario constituido por la lubricidad, la apetencia de dinero, manejado por el instinto y malicioso en sus relaciones sociales. La criminología y la psiquiatría de la época, larvada en los criterios de "degeneración moral" y "atavismo", en una mezcla de Lombroso y el discurso del médico alienista y del higienista social, confirma que la irrupción masiva de inmigrantes borra la distinción entre éstos y las formas torrenciales de las migraciones. Actualmente la inmigración a los países americanos es limitada y regulatoria, es nueva inmigración rica, tanto en el saber técnico como en el económico. Las migraciones actuales son la rémora del pasado y el fondo inmemorial de la historia, siempre fueron producto de dos causas: el hambre y la guerra. El 1898, aparece en la Argentina, la redacción de la Ley de Residencia que permitía la deportación de los inmigrantes indeseables -indeseables quería decir anarquistas españoles o italianos- que era la contracara siniestra de la política inmigratoria. La fundamentación fue escrita por Miguel Cané. En ella aparece una "nota de color" insólita y precursora: el temor a lo excesivo, el miedo al conglomerado, a la masificación, a lo multitudinario, que reaparecerá en la historia y en la literatura argentina en los años cincuenta frente a las masas peronistas, invasoras del espacio social y político (Cf. Manuel Gálvez, El Uno y la multitud; Beatriz Guido, El incendio y las vísperas; Ernesto Sábato, Sobre héroes y tumbas; Leónidas Lamborghini, Las patas en la fuente), núcleo semiótico de lo indiscernible que concentra la "metáfora de la invasión" fundada sobre la extrañeza de la incontrolable proliferación. En sentido amplio, el imaginario de la época retoma una larga tradición, el Oriente imaginado por Occidente desde Miguel de Montaigne, Montesquieu, Chateaubriand, Sarmiento (Cf. Viajes) y los viajeros desde Marco Polo hasta Malaspina. China resumía todas las ensoñaciones que la convertía en un objeto trascendental de la descripción. Esa tradición, en un proceso de degradación semiótica, vuelve a fines del siglo como "chinería": objetos ratos, dudosos en sus formas, esmaltados, laqueados, perfumados, de contornos fugaces, sonoridades extrañas y semitonales que proliferan en los cuartos chinos, en los jarrones y potiches o en las porcelanas Ming y también en una folletinería exótica de lugares determinados (Cf. Rubén Darío, José Asunción Silva). En Buenos Aires hay muchos barrios, pero no hay un "barrio chino" porque nunca hubo una inmigración de esa procedencia, como la hay en ciudades de la costa del Pacífico, Lima o San Francisco, o en New York, Toronto o Montréal. Lo "chino" es la extremidad de lo exótico en el momento de volverse cursi, un rebuscamiento barroco del contorno y la figura, como en Severo Sarduy (Cf. Maytreya, 1978) que se convierte en "figulina", o estentóreo en las "chinas" del Martín Fierro por su proyección figurática. Narrativamente, la oposición entre "cowboys" y "chinos" nutre el folletín estadounidense de 32

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los años treinta, síntoma del "germen amarillo" asentado en oposiciones más radicales e irreductibles entre "conquistadores" (la conquista del Oeste) y "explotadores" americanos (que en realidad eran un conglomerado de irlandeses, escoceses, polacos y judíos) y extranjeros, entre "lugar común" y "extrañeza", y en el relato de la época, consumido posteriormente por Hollywood,, entre "revólver", arma civilizada, europea, producto de la técnica, y "puñal", arma ancestral, oriental y artesanal, y precursora del relato de la droga (Kerouac, Borroughs, Huxley, Lennon) de los nuevos viajes de las frenéticas tribus nocturnas anticipado por el mercado de ensoñación del opio. Hemos pasado del tránsito al tráfico y del viajero al traficante: dos mercancías, dos culturas, dos placeres, dos substancias, quizá dos formas de exterminio. Miguel Cané, atemorizado por la cantidad, anunciaba sorprendentemente el "peligro amarillo". Quizá en un ensueño borgiano se anticipaba a Mao Tsé Tung. 1 La diferencia entre inmigración y migración no es suficiente si nos atenemos a un cálculo cuantitativo. En la época de la conquista fue una migración violenta que originó el enfrentamiento de culturas y enfrentamiento de políticas, pero también un enfrentamiento antropológico: son sujetos sociales tan distintos que debía originar la guerra o la sumisión. 1

La experiencia de vida en Europa y "algo de vida administrativa" son el caudal de conocimientos que alega Miguel Cané para justificar la redacción de la Ley que protegía al cuerpo ciudadano de los "enemigos del orden social". Los argumentos de Cané, entre subjetivos (experiencia) y legalizados por la costumbre y el derecho, pueden ser ordenados así: a) Ideas provenientes de la Revolución de 1848 sustentados por Cané dentro de un democratismo conservador, aunque señalando la "inquietud" de un "carbonarismo" explícito; b) la evidencia probatoria de ciertas colonias: Australia como "colonia penitenciaria kafkiana" de Inglaterra; c) proliferación de los ideales de preventismo formulados como regeneración social y política de los "criminales" y "asociales"; d) la excesividad de la difusión de la ilustración popular como reacción política y de clase a la "educación popular" sarmientina", "llevada más allá de los límites dentras de los cuales el pobre (sic) pierde su quietud de espíritu", el quietismo social del inmigrante localizado y sedentarizado), e) el anarquismo: el detonante fue "el feroz asesinato de la Emperatriz Isabel"; f)La conversión de la "tierra de promisión" constitucional que alcanzaba, contradictoriamente, a vagabundos y delincuentes, caracterizados como "bajo fondo social" que convierte al país en un "laboratorio de crímenes"; g) el "cuerpo social" entendido como "cuerpo anatómico" atacado por los flagelos, las plagas, las enfermedades, las pestes, las epidemias (endemias), metáforas de la enfermedad como corrupción social propias del siglo XIX: "la presencia del microbio patógeno"; h) lo exótico peligroso concretado en "lo chino", los "coolies" y la famosa batalla de las "coletas" que transitó por los juzgados estadounidenses. En 1874 el General Grant, en su mensaje presidencial al Congreso inaugura una imagen que tendrá mucho éxito en los folletines americanos de la época, tráfico y esclavitud de amarillos: "la gran mayoría de los inmigrantes chinos que llegan a nuestras costas, no vienen voluntariamente", y al referirse a las mujeres chinas señala, "porque son traídas aquí para propósitos vergonzosos". Cané argumenta con claridad meridiana: "La cuestión despojada de todo disfraz o exageración de ambos lados, era simplemente si el elemento obrero en el vasto territorio del Pacífico, sería mongólico o americano", y señala con avidez un dato curioso: "Para quienes no lo han hecho, indico también la utilidad y el placer de leer dos capítulos admirables, en los que esta cuestión chinos (sic) se habla, consagrados al Perú y a San Francisco, en "Del Plata al Niágara" de Paul Groussac". El gobierno de los EUA (1882), asustado por la proliferación amarilla, suspendió, como lo hará en la actualidad con respecto a los emigrantes árabes, por diez años la inmigración china. La cuestión "chinos" era ejemplar por su diseño y "coloratura", era "modélico" de la extranjería evidente (el otro racial) y de la extranjería latente (el otro a-social, el otro lingüístico, los "otros del humano"). El Dr. Zeballos, ministro en Washington en ese entonces, publica un informe considerado por Cané como un montaje entre la intersección del "modelo" y la "ejemplaridad": "Persecución y castigo de Anarquistas". La consecuente y reticulada figura que presidió todos los discursos (mensajes, informes, registros legislativos, fundamentaciones, etc.) fue una sola cristalización reactiva que traza el espacio social dramático de la época desde el alienado, el desequilibrado, el anómalo, el animal social ("la Bestia Humana"), el agente enfermo coagulados en la teoría microbiana del "germen patógeno" que cubre la Ley, el Derecho y el Derecho Penal, la Psiquiatría, la Criminología, el rigor disciplinarista de la Educación, y la novela de la época (Cf. Miguel Cané. Proyecto de Ley de Expulsión de Extranjeros. Justiticación del derecho de expulsión de extranjeros (1899). Buenos Aires, Imprenta de J. Larrailh; Nicolás Rosa (1999), "Razones de uso: manuales y disciplinas", en Usos de la Literteratura, Valencia (España), Universitat de Valencia.

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También se enfrentaron dos imaginarios: la "inocencia paradisíaca" de los indios americanos es un mito europeo, como la "cultura sofisticada de los europeos" es un mito colonial. La ignorancia, la estulticia y la maldad se encuentran en cualquier lugar de Europa. La barbarie es constitutiva del humano y nos enfrenta siempre al Otro. El hecho histórico de las migraciones puede ser pensado como un acontecimiento defensivo frente al ataque de los otros y simultáneamente como un destino instintivo: el animal humano como itinerante, el cuerpo humano como pura movilidad, la "ratio" como descentramiento, lo social como puro desplazamiento. La cultura -como la civilización- no es apacible, es el largo esfuerzo nunca decisiva para transformar al "animal salvaje que somos" en los frágiles humanos que pretendemos ser. Cada vez más la cultura se vuelve un hecho de nomadismo que transfiere lo local a lo universal o donde lo global aniquila el núcleo inicial y endogámico de nuestra propia intimidad. La itineración actual se ha vuelto fugacísima y vertiginosa. El espacio cultural es un espacio móvil donde el tránsito efímero deja su marca: las tribus de los viajeros, de los itinerantes, de los peregrinos, de los huéspedes, de los transeúntes, los paseantes o incluso de los errabundos son la piedra movediza donde se edificará la civilización. Colón ha sido reemplazado por los numerosos internautas y su Diario por las páginas Web. Los tránsitos acelerados de la contemporaneidad confiscan tanto el tiempo como el espacio: desayunamos en Buenos Aires, almorzamos en New York y cenamos en Milán, y para ser más cautos y menos lejanos, cenamos en Buenos Aires, almorzamos en Madrid y tomamos nuestro café en Valencia. Nos roban la tangibilidad de nuestra propia aventura y la fijan en una entidad novísima: la "aceleración quieta" que engendrará nuevos sintagmas narrativos: viaje alrededor de mí mismo, viaje por mi propio mundo, viaje por mi habitación, hasta el viaje egocéntrico alrededor del cuarto propio. (Cf. Virginia Woolf, Un cuarto propio, 1966). La decepción de Virginia, matizada de una feroz melancolía suicida, correspondía a la caída del imperio como al derrumbamiento de su estructura yoica. El otro pliegue histórico narrativo está en la decadencia que circula en la historiografía desde Gibbons hasta Spengler y es la matriz narrativa de la Decadencia del imperio americano, la película de Denis Arcand. No tenemos razones suficientes para afirmar que el cine en valor documental pueda reemplazar a la historiografía como la cámara cinematográfica no reemplazó a la cámara fotográfica, pero sí podemos afirmar que la visión dl mundo estatificada continúa siendo alterada por una visión cinemascópica. Nuestros ojos no son los mismos después de la invención del cine. (Cf. Nicolás Rosa (1999), "La producción de montaje en el discurso de la verdad textual: entre cine y discurso narrativo"). Las migraciones en el decurso de la historia, desde las tribus del Cáucaso, la movilidad imperialista de griegos y romanos, las migraciones de las huestes bárbaras, hasta la penetración del continente americano, desde California, las Antillas hasta Tierra del Fuego, la Antártida y las Malvinas, fundó nuestra civilización. La cultura, decíamos, es tarea de imposición. España tan santa, tan racial, tan abolenga, tan ella misma, no es más que un territorio donde experimenta la invasión: fenicios, cartagineses, griegos, romanos, godos, ostrogodos y visigodos, y mucho más tarde los "extranjeros nativos", los "afrancesados", y luego aún, reponiendo las leyendas más antiguas, esas tribus que venían del Africa, quizá los nuevos "tartesios" con una lengua ignota y fuera del tronco indoeuropeo, promoviendo en la tierra española nuevas diferencias, nuevas marcas, nuevas fronteras, nuevas contradicciones.

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Toda península engendra la invasión, como toda isla la anexión. En el nivel imaginario, la isla engendra nuevos territorios narrativos, desde la isla imperial de El reino de este mundo, de Alejo Carpentier, a la isla neobarroca de Lezama Lima o al orientalismo chinesco de Severo Sarduy. El enfrentamiento topológico entre continentalización e insularidad es también un enfrentamiento semiótico, son áreas de la significación que se enfrentan, dos campos semánticos que se entrecruzan, que se bordean, que se circundan, que se invaden intentando lograr la hegemonía: una guerra semiótica. La isla es un espacio cerrado que genera una estructura de relieves fractales en oposición a la continuidad topográfica del continente. Entre los bordes fractales de la costa -itsmos, bahías, penínsulas, cabos- la isla es la figuración de la separación de la integridad continental de la que guardará siempre el recuerdo geológico de su origen. En el nivel político, toda isla implica la separación y la rebelión (Creta, Sicilia, Irlanda, Cuba, Malvinas) y en el nivel literario engendra la fantasía y la fantasmatización de los perímetros limitados donde la ficción puede experimentar (la isla de Robinson, la isla del Dr. Moreau, la isla de Bustrofedón, la isla de Robert de la Grive, la isla de Morel) 2 donde el imaginario de la época convoca simultáneamente la técnica del trabajo primitivo del primer capitalismo y la filosofía redentorista y libertaria como en Daniel Defoe. El ejemplo máximo en la contemporaneidad en donde se imbrican edificación, revolución y turismo es Cuba donde se intenta reemplazar el turismo sexual por el turismo escolar y didáctico, desde la isla obscena de Tres tristes tigres de Cabrera Infante hasta los sucesivos congresos de pedagogía y de instrucción. Entre la instrucción militar de los "mariners" y "kelpers" y la instrucción educativa se debate, todavía hoy, el destino de Latinoamérica. La explotación de los recursos económicos de las colonias originó el viaje mercantilista (Cf. David Viñas (1964), Literatura argentina y realidad política) que exigen la organización de las entradas y salidas, del punto de salida al punto de llegada, puntos que aseguraban, temerariamente, los extremos de la travesía. El punto mecánico de la imaginación histórica es el puerto de Palos, desde donde partió el Almirante. En el interin, en el intermedio, estaban las borrascas, los huracanes, los tifones, los maremotos, las convulsiones volcánicas, el "antro de infierno" marítimo, es decir, la naturaleza inalterable como límite último del viaje y también de la civilización. La conquista de América, aventura que deslumbró y sigue deslumbrando en la contemporaneidad, fue el triunfo de un viaje que alcanzó lo desconocido resumiendo el 2

La "última isla" del día anterior, es una isla bibliotecaria y un islote bibliográfico, la "Enciclopedia Umberto Eco" recopila todos los accidentes de la isla: geodésicos y astronómicos, geográficos (tierra) y temperatura (clima), territorio insular y territorio continental, imperio (territorio anexado) y olvido (territorio incierto en las "brumas" del recuerdo), espacio fractal y espacio continuo, límite plácido e insurgencia volcánica (las islas Fidji), todos territorios y espacios del doblez y del pliegue terrestre y de la aventura de los acontecimientos (el narrar), de la visión anterior e indicio del objeto ausente en el límite del "giorno prima", formas de la exploración (del mar y del deseo) y explicitación (de las riquezas sumergidas y de la servidumbre colonial), la isla del Deseo fortuita e inalcanzable: una praxis educativa del viaje pero al mismo tiempo una teoría del naufragio y de la pérdida. El viajero, mediado entre el "renacer" y la "confusión barroca", entre las razones del corazón y la Razón de Estado, Robert de la Grive, el protagonista, sale del Renacimiento para envolverse en los pliegues del retruécano barroco, las "amistades particulares" de los "calembours" de las "preciosas" de Rambouillet. (Cf. Umberto Eco (1995), L´isola del giorno prima, Milano, Bompiani. Cf. Laura Milano y Rosa María Ravera, "Aproximación a L´isola del giorno prima de Umberto Eco", en Cuadernos Gritex Nº 7, Rosario, UNR Editora.

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viaje utilitario con el viaje iniciático, la posibilidad de movimiento de gentes y al mismo tiempo proporcionando nuevos materiales para una retórica distinta, engendrando una nueva cartografía del mundo y de la mente. El nuevo mundo, con la carga de los viajes al Asia, proyecta una retórica desequilibrada encabalgada entre el relato histórico y el relato literario a partir de usos diversos de la narración. En el nivel enunciativo pero también ideológico, plantean una pregunta: ¿eran conquistadores, descubridores, exploradores, expedicionarios produciendo aventuras y descripciones totalmente distintas? ¿o eran piratas, corsarios, bucaneros o explotadores que buscaban nuevas tierras y sus riquezas? El imperialismo inglés, más moderno, genera nuevos territorios propios y se aventura a conquistar el territorio conquistado por los otros, tanto en América del Norte como en América del Sur. Simultáneamente va a generar un nuevo territorio narrativo. El imperialismo inglés ofreció nuevos territorios naturales y textuales para nuevas aventuras y nuevas formas de la narración. Si el régimen imperial propone, al nivel político, el exterminio, el sometimiento y la esclavitud de las "nuevas gentes, y, estratégicamente, la consideración y el respeto distanciados, actitud consustancial a la relación entre nativo y migrante, simultáneamente produjo una "reserva narrativa" en contraste con la "reserva mitológica" de las civilizaciones mediterráneas regadas por el Tigris y el Eufrates, produciendo un imaginario mixto entre lo real y lo fabuloso que culmina con la retórica de la "aventura": la diacronía de la traslación está ordenada por el punto de partida y el punto de llegada con la disimetría consiguiente: se sabe de dónde se sale y no el punto de llegada, es un traslado entre lo conocido y lo desconocido, entre el saber sabido y el saber incierto, que es propio de toda guía intelectual sostenida por el morbo epistemofílico. La aventura terrenal y la aventura intelectual tiene la misma trama: el peligro, la duda, el combate, la defensa y el triunfo o la derrota. Los mitos europeos son mitos fabulosos, tópicos y centrales. Los mitos americanos son reales, atópicos y periféricos, son mitos terráqueos organizados por dos secuencias básicas: el viaje marítimo y el viaje terrestre y entre ellos todas las incidencias fractales: islas, penínsulas, costas, itsmos, archipiélagos, bahías, playas, todos accidentes, costeros. La aventura marítima es propia de los conquistadores españoles y portugueses de la primera época: Colón 3, El Cano, Gaboto, Magallanes; la "terrestre" fue la de Hernán Cortés, Bartolomé de las Casas, Pizarro, unos fueron isleños y costeros, los otros territoriales y mediterráneos. Inauguran políticas y retóricas distintas. La retórica de la isla es siempre fragmentaria y fractal, Colón salta de una isla a la otra, de un nombre al otro -la nomenclatura era necesaria para certificar la posesión pero también para una discriminación semiótica y esto es lo que lo separa de un corsario o de un pirata. Colón hizo, el primero, una nomenclatura y una cartografía de nombres, dio "nombres a todas las cosas", mandato bíblico, para que existiesen. Todo visionario tiene un defecto óptico, o es miope o présbita, o ve poco o ve más allá, el "visionario de las islas", el primero de agosto de 1493 descubrió la parte continental de América del Sur, creyó que era una isla y le puso de nombre Zeta. El real explorador del sur 3

El "enigma Colón" es básicamente autobiográfico, depende de su biografía (nacimiento, progenie, psicología, carácter), el más importante depende de las narraciones generadas alrededor de su "proeza", fue el de su nacimiento, a medias legendario, a medias fabuloso: ¿dónde nació Colón? ¿En Génova, España (Galicia), Portugal? ¿Cuál fue su ascendencia: sobrino y servidor de un pirata? ¿Cuál era su experiencia previa: pirata gallego, escardador genovés? La borradura de su origen propia de los "héroes maravillosos" y la exaltación del Nombre (Cristo Ferens) lo ubica en la serie de los predestinados.

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de América fue Gaboto, entre costero y mediterráneo, explora el Río de la Plata, retomando el camino de aventuras de Solís y de Irala y antes del verdadero creador de la ciencia ficción de la conquista americana, Alvar Núñez Cabeza de Vaca quien instaura el interrogante: ¿eran los indios americanos antropófagos? que nutre el territorio narratológico: Los que se comieron a Solís, de María Esther de Miguel, El Entenado, de Juan José Saer, La Historia de Martín Caparrós, Santísimas viruelas, de Eduardo Rozenvaiz, diseñados todos por la crónica-relato extraordinario de Ulrico Schmidel. En un responsable y lúcido trabajo de Blas Matamoro ("Espacios de Julio Verne"), se analizan las formas del "viaje extraordinario" en la obra de Verne como generadora de espacios textuales e intertextuales vinculada con la práctica precedente de las historias de los viajes que constituyen la "imaginación viajera" como sustrato de los traslados y ex-tradiciones sobre el esquema virtual de la "búsqueda": certificación imaginaria del objeto perdido, viaje a la búsqueda -tránsito-, disposición de los medios e instrumentos -experimentación material-, consecusión -o fracaso- de lo buscado, triunfo -o derrota- en el goce del objeto reencontrado, esquema analítico prefigurado en el esquema retórico del viaje desde Homero (La Odisea) y el regreso victorioso a la "isla" de Itaca o la del Antifer de Verne: "La atracción que este islote ejercía sobre ellos parecía cada vez más poderoso cuanto más se acercaban, conforme a las leyes naturales y en razón inversa al cuadrado de las distancias"... o "Ya no eran dueños de sí mismos, y una irresistible atracción los atraía hacia ese punto misterioso, como el imán atrae al hierro", La isla misteriosa que funda la literatura y la historiografía de la narrativa occidental del siglo XX. El viaje de Verne es tanto arqueológico (restos) como antropológico (restos humanos). (Cf. Viaje al centro de la Tierra; La Esfinge de los hielos). La "prueba de escritura" -la legitimación que da el texto escrito- inaugura la remitencia a los "libros de viajes" -contar un viaje es contar el viaje imaginado y leerlo es la materia del viaje real- es siempre ejemplificado con el reservorio de los relatos de los grandes viajeros: Colón, Vasco da Gama, Magallanes, Cook, Drake, Darwin, etc. El texto relaciona el modelo del viaje como el modelo de toda narración convirtiendo al viaje iniciático en una "anécdota". Esta posición no implica la negación de la dramatización real de la aventura humana en tanto se define la utopía como "deseable", pero por lo mismo, "inalcanzable" (inhabitable). La clasificación que ofrece Matamoro de los "espacios utópicos vernianos" modifica, en parte, la versión realista propuesta inicialmente, y si intentamos confrontar esta versión con la del más brillante y original expositor de la obra de Verne, Michel Serres, la "utopía" se diluye. Dice Michel Serres: "Nuestra ignoracia ha hecho de la obra de Verne un sueño de la Ciencia. Ella es una ciencia de los sueños. Se dice, la ficción de los Viajes es una cienciaficción. Esto es totalmente falso". Más allá de las remitencias sesgadas a la obra de Freud, Serres sostiene que ninguna de las leyes de Universo (mecánicas, naturales, físicas, de resistencia de los materiales, biológicas) son violadas en la obra de Verne. Todo lo contrario, la obra es producto de la aplicación de las reglas mecánicas del Universo y de las reglas biológicas de la Vida. La obra de Verne es básicamente científica y debe separarse de la ciencia-ficción y del régimen aleatorio de las utopías. Y si participa de la ley de anticipación es porque está regulada por la previsibilidad matemática, no corresponde al régimen de la verosimilitud, sino al de la veracidad científica, ajena al orden de lo imaginario, pero no

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exenta de error (el cálculo del error es constante en los viajes terrestres y submarinos de Verne). La regulación matemática del acontecer (momentaneidad) como las regulaciones del desarrollo (temporalidad) someten al tiempo de la narración, regulado por el acontecimiento primordial: el descubrimiento. Las novelas de Verne cumplen le ley-función de las dimensiones geométicas y de la centralización axial de la distinción de los sitios y lugares (afuera, adentro, intersticio), las formas de espaciamiento (endógeno/ exógeno, concentración/ dispersión, funcionales/ disfuncionales, localización/ desplazamiento, territorialización continental -Nación, Estado- y terrritorio fractal -la "isla" como "territorio misterioso") ordenadas por la ley del relato (concentración/ expansión, localización/ desplazamiento, tematización/ rematización) y las leyes generales de atracción -atractores- y expansión expansores- que rigen la base natural de la narración. En el nivel piscológico, los "viajes extraordinarios" de Verne, prueba efectiva de la ordenación de Serres, son viajes que cumplen la ley geodésica y la ley geometral de intersección entre lugares, saberes y epifanía que son las formas nucleares de los viajes: espaciamiento, experimentación y descubrimiento. (Cf. Michel Serres (1974), Jouvences sur Jules Verne) La imaginación geodésica y fractal de Verne lo lleva a generar espacios geográficos y políticos cuyo eje de funcionamiento está integrado por las distancias máximas y simétricas (simetría invertida y especular) entre el nadir y el cenit, entre dos polos, el Norte (Cf. Marcel Lecomte, Le thème du grand Nord, 1966) como sistema exponencial entre el fin de la Tierra donde convergen lo gélido (lo frío) y el fuego del infierno (calor) que gobierna dos ciencias del relato, la calorimetría y la hibernación (la conservación perpetua), que dio origen a un género entre surrealista y kitch en la filmografía hoollywodense vinculada con el relato de horror y a las formas opuestas de la cremación, y a la vindicación alegórica a través del fuego, consumición por el fuego (Ayesha de Rideer Haggard) y la indemnización y supervivencia frente a las llamas ("Las ruinas circulares" de Borges"). Los quasi contemporáneos Julio Verne y Mary Shelley se enfrentan al relato de lo físico puro (el investigador y el superhombre, la ciencia de la verdad y la verdad científica) y se encuentran en el mismo eje polar (axis mundis), sitio de las verdades últimas (finisterres). El polo Sur es un eje político y científico, allí donde experimenta la extracción (minería), la posesión (el imperialismo) y la ciencia espeleológica. El Norte genera misterio, guía, desvarío; el Sur, negociación, experiencia y trabajo extractivo. El otro régimen espacial (adentro-afuera y el espacio misterioso del "intersticio") traza el mapa del "centro de la tierra" (infierno, antro, caverna, ríos y mares subterráneos) y genera la aventura: la exploración y la explotación, paralelo isomorfo de la interiorización corporal y de la ciencia burguesa de la exploración catetérica y centellográfica del cuerpo. Las expediciones científicas en Verne están sujetas a los peligros intestinos del adentro de las corrientes fugiformes de las solfataras, del vómito y del hálito de los volcanes que atrae y expulsa. La diferencia fundamental entre los conquistadores españoles y los ingleses pasaba por la escritura. Los españoles narran sus aventuras, mientras que los ingleses describen sus viajes o directamente no los documentan o los callan. Los españoles no escriben comentarios, ni diarios de viaje ni bitácoras, escriben cartas y relaciones. Los viajeros ingleses dieron origen a numerosos relatos de aventuras desde Drake y Hawkins, plasma necesario para la aventura

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colonial inglesa y su literatura, aquello que deslumbró a Borges. Las variantes narrativas que van desde Jim de la selva o Kim de Rudyard Kipling hasta Nostromo de Joseph Conrad, e incluso la "manera de narrar", son producto de una visión del mundo, de una concepción de la trama de la vida y del relato de la narración. Más allá de la percepción que los escritores tenían de ese "mundo" que relataban, mediados por la retórica de la época, su estructura de profundidad y de generación y transformación era la de un mundo ambivalente entre la metrópoli y la colonia mediada por un sistema complejo de traducciones de los valores imperiales y de los valores de la cultura indígena y en la etapa del anticolonialismo, la instauración de sistemas de reproducción y subversión de esos valores. En la contemporaneidad, los servidores del turismo contemporáneo son siempre irónicos para el extranjero y burlones para los "inocentes" turistas en busca de placer. La inversión es la orden: la sujeción del dominio económico y de prestaciones se invierte en el plano comunicativo y en el nivel de los saberes. Uno de los poemas más hermosos de la poesía inglesa dice: Como el bravo Cortés, cuando con ojos de águila contemplaba el Pacífico, mientras sus hombres mirábanse absortos en raras conjeturas, silenciosos todos sobre el pico de Darién. La historia nos dice que no fue Cortés el primero que vio el Pacífico, sino Balboa, pero Keats no se equivocaba, sólo ponía en evidencia que la historia cuenta un relato de los mismos hechos que cuenta la literatura: el problema es saber qué cuota de ficción le corresponde a cada uno. La literatura es datable: es convencional, codificable, antologizable, tiene Nombre de Autor y Nombre de los Predecesores, es simultáneamente subjetiva y objetiva, sociológica e histórica. Rubén Darío inicia un sistema de compensación y equilibrio, que se consolida en desmedro de la capacidad narrativa española del que sólo escapa, extraordinariamente, Benito Pérez Galdós, que culmina con la narrativa latinoamericana desde Guimaraes Rosa hasta Juan José Saer, pasando por García Márquez. Australia, colonia blanca, como Africa, colonia negra, Oriente, colonia amarilla, son el espejo donde el blanco imperialista se ve a sí mismo como raza potente y a los otros como receptores de esa potencialidad. Las razas son la ubicación que cada pueblo tiene en el mapa imperialista y su política: los blancos son educables, los amarillos son protegibles aunque con cautela y los negros, sometibles, que generan políticas sectoriales desde la colonia imperial hasta el protectorado y el Commonwealth. La "inferioridad racial" si bien es una marca que el conquistador pone sobre su ganado humano, es sobre todo y por ello, la creación de un mercado de mano de obra. El fetichismo de la mercancía, en la línea marxista, se convierte en un fetichismo racial. Educación y sumisión van de la mano, como Bartolomé de las Casas y las "encomiendas" que el imperio español estableció en América. Los indios americanos, en la constitución del mercado de trabajo indígena fueron pensados como abúlicos, desganados y poco propicios al

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trabajo del campo fabricando los mitemas sobre el "ocio" americano, que todavía se conserva en las humoradas que los países latinoamericanos urden sobre el mestizaje mexicano, de la misma manera que la "laboriosidad" propia del ciudadano argentino es producto del afán inmigratorio y su contracara el dispendio español y la avaricia italiana. La necesidad de nuevos mercados fue, según la historiografía de la conquista, uno de los hechos capitales de los viajes de descubrimiento. Posteriormente, la duplicación de la renta de las colonias mercado de ganados, saladeros, de cosechas que reemplazan la explotación de las presuntas y fabulosas riquezas minerales de la primera etapa de la conquista, convierten e los colonos en verdaderos capitalistas produciendo la burguesía colonial: los invasores se convirtieron en inversores. La división tajante entre orientales y occidentales no poseyó nunca ningún justificativo histórico ni etnográfico, pero sí fue altamente solidaria en el registro imaginario. La inmigración y las migraciones cumplieron el fin de legislar desde siempre estas sectorizaciones, desde las migraciones bíblicas hasta la inmigración europea en América. Pongamos por caso la inmigración italiana en los Estados Unidos, en particular en New Yor: cuatro millones de italianos y sus descendientes viven en esa ciudad, sus barrios, sus comidas, sus costumbres, reticulan la ciudad. Su fisonomía, su aspecto, su gestualidad, invaden el recinto de la ciudad como la cinematografía hollywodense, entre el gangsterismo de Al Capone y el gangsterismo informático contemporáneo, estará siempre la imagen de Paul Muni y Edward G. Robinson, y entre la "maffia italiana" -la "cosa nostra"- y la "mafia japonesa" -el yudo porno de los atletas con armas telemáticas- estará siempre Marlon Brando, y entre Marlon Brandon y Brad Pitt aparecerá Al Pacino, y entre Brad Pitt y Tom Cruise se mostrará Antonio Banderas. Ellos no son ni inmigrantes ni migrantes, pero estos viajeros perfundidos han creado el magma social necesario para generar nuevas imágenes, nuevos estereotipos, nuevas y dúctiles figuras -el imaginario es soluble-, desde el "latin lover" -las llamaradas ardientes e italianas prefiguradas por el ambiguo Valentino- y la ambigüedad es constitutiva de las sociedades extremadamente heterogéneas de alta movilidad social con niveles e interese contrapuestos de gran vulnerabilidad idiomática, y el ambidextro Ricky Martin. Domingo treinta de enero del año dos mil, crónica periodística del diario madrileño El País: "China ejecuta a trece piratas mientras coreaban una canción pop de Ricky Martin". La piratería informática puede haber desplazado a los piratas y corsarios que abordaban los galeones llenos de riquezas y hermosas mujeres que organizaban una sensualidad de celuloide, pero no a la codicia y a la coerción. Como antes los italianos y los negros, los latinoamericanos se han vuelto exóticos y entran en el mercado de la carne como en el mercado imaginario del turismo. ¿Cómo hacer corresponder el beso de Katherine Hepburn y Rosanno Brazzi frente a las aguas turbias de los canales venecianos con el temblor quasifilosófico del profesor alemán Gustavo von Aschenbach frente a Tatzio en las arenas del Lido? Dos sensaciones, dos sexualidades, dos mundos, dos imaginarios narrativos y fundamentalmente, dos excursiones y dos ex-cursos retóricos. Siempre son territorios a colonizar, a civilizar, a depredar, confiscar el otro territorio y el territorio de los otros. Una excursión a los indios ranqueles de Lucio V. Mansilla es un viaje en las pampas argentinas, un viaje de colonización y de expropiación de lenguas y de imaginarios que funda un

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terriotrio narrativo explotado por César Aira en la novela Ema, la cautiva, por Luis Gusmán en el ensayo y por David Viñas en la crítica literaria. Otra de las diferencias entre viajeros españoles e ingleses fue que, los primeros, con marcada influencia de la historiografía medieval italiana, eran "cronistas", anticipándose a la publicidad massmediática, eran voceros de la industria de la constatación y de la ejemplaridad -civilizar, esclavizar, convertir-. Los ingleses fueron más osados y displicentes frente al mandato imperial, con un espíritu más empresarial que contabilizaba en primer término el rédito de la aventura colinial y el crédito en el reservorio narrativo, experimental y lucrativo. 4 Este hecho plasmó la aventura literaria colonial inglesa que se proyectará hasta Rudyard Kipling y Foster (Pasaje a la India) donde se renueva la alianza entre el rito de iniciación y el "misterio" de lo conquistado pero desconocido. Las novelas de Ridder Hagart son las dos caras de una misma moneda: unas "explotan" un misterio antropológico y las otras el misterioso desplazamiento de la aventura. El hombre de los monos como transfiguración del hombre-mono, apellidado Tarzán, más allá del sofisticado elogio del primitivismo como réplica rousseauniana y primo hermano de Robinson, es la inversión antropológica de la humanización del humano, la ficción natural de la Naturaleza que proveyó toda la materia prima literaria para la descripción de los viajeros. La evolución de las especies darwiniana está reforzada aquí por la evolución literaria de Brunetière, émulo de Darwin, anticipándose a Tinianov. Los procesos diacrónicos que van desde la conquista, la colonización al neocolonialismo se corresponden a su deriva narrativa en los registros de las secuencias de la trama: ex-cursus que van generando los recorridos, los caminos, los senderos sobre los que se movilizan la narración: el decurso narrativo de los indios que soporta el cuerpo de Frasquillo del Puerto, o el del Padre Quesada, y sus sobresaltos, hermano quizá del cronista de Indias, de la novela El entenado de Juan José Saer, interroga al discurso de la historia. Personajes semi-históricos o personajes semi-legendarios establecen un puente esquioide entre la aventura y el relato y entre la layenda y la Historia: decurso, discurso, transcurso, pertenecen al mismo orden. 5

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Los viajes de John Hawkins, entre 1562 y 1569 (traficante de esclavos), la guerra de represalias (15691578) en manos de Francis Drake (un verdadero pirata), la guerra de corsarios (1585-1595) eran distintas facetas del enfrentamiento colonial entre Inglaterra y España por las riquezas de las nuevas tierras y el dominio de los mares (Atlántico, Antillas, Pacífico). Cuando Drake desemboca en el puerto de San Julián avista la horca levantada por Magallanes, rodeada de huesos humanos en su pie. Este mortal emblema producto del enfrentamiento y de la sedición es la inversión extrema del antagonismo indígena, que en la historia y en la leyenda llega hasta las "invasiones inglesas", Argentina (1806-7). El viaje de Wooder Rogers (1701-1711), que se hizo a la mar en Bristol, comienza nuevamente un itinerario insular: isla de Cabo Verde (Africa), Ilha Grande (Brasil), Malvinas (Argentina), Isla Juan Fernández (Chile). Aquí el recorrido se traslada del plano de lo real al nivel de lo fabuloso. Desembarcados en la isla, encuentran al único habitante, un hombre vestido con pieles de cabra: era el resto náufrago de una expedición anterior, Alexander Selbirk. Se dice que el relato de Rogers fue el testimonio que sirvió a Daniel Defoe para su Robinson Crusoe (1719). Cf. Peter Bradley (1992) Navegantes británicos. Para una época posterior (1820-1850) y sólo para el territorio del Plata, consultar el sólido trabajo de Adolfo Prieto (1996) Los viajeros ingleses y la emergencia de la literatura argentina. 5 Michel de Certeau consigna, con variantes y diferencias en la constitución de la "èpistème" del siglo XVIII de Michel Foucault, las nociones centrales que configuran el "cuadrado" de la etnología engendrado en el siglo XVIII: oralidad (comunicación propia de la sociedad "primitiva", ""salvaje", o "tradicional"), la espacialidad (el marco de un sistema sincrónico sin historia), la alteridad (la diferencia originada por una ruptura cultural), y la inconciencia (un enfrentamiento o una extrañeza frente a un saber venido desde afuera). Desde la

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En la verdad de su raslado, ¿Colón era un expedicionario o un excursionista? El título de descubridor le viene del afuera del discurso, de la extraterritorialidad de la Historia y el "aventurero" le viene del adentro de la Historiografía, es su mote ideológico. Narrativamente, y más allá del temblor quasi-romántico que revela su Diario, que evidencia la autoridad literaria como fuente aunque no defina su autoría como biografía, y sus Cartas, que son ciertamente de su mano, era un expedicionario. Tenía la inquebrantable fijeza de un destino aunque fuera equivocado- y la tenacidad casi rigurosa de un delirante maníaco- ¿era un codicioso dominante o un altanero paranoico?- y si los historiadores nos dicen -más allá de las controversias que todavía concita- su texto -si nos atenemos al género- más que una crónica o un relato testimonial es un "diario íntimo". 6 La matriz literaria de sus relatos son evidentes, aquí el deslumbramiento por el territorio conquistado está mediado por la oportunidad retórica de un "locus amoenus", que exige diversas interpretaciones: lo ya conocido, lo ya visto -Italia, Portugal, España, quizá Islandia-, se organizan como un "deja-vu", como lo ya conocido, ¿era incompatible con la nueva experiencia o alcanzarían la categoría de modelo literario? El paisaje idealizado, con un "primitivismo" acentuado -agua, árboles, brisa, cantos de los pájaros- propios de la

Edad Media, y más acentuadamente en el Renacimiento, se preparaba la entrada de "un nuevo hombre mediado", a medias esclavo y libre, a medias salvaje y educable, a medias "bueno" y "malo", instintivo y perfectible: el "buen salvaje" que tomará la figura del "niño-fiera" (bosque, selva y su entrada en el recinto de la civilización: la ciudad), que en el siglo se convertirá en el concentrado de reflexiones etnológicas, históricas, sociales, propedéuticas y pedagógicas, desde Montaigne a Rousseau y desde Bartolomé de las Casas hasta San Juan Bosco, "belleza, ingenuidad y hospitalidad" en oposición a "monstruosidad, suspicacia y salvajismo" que acompañan los relatos de viajes al Nuevo Mundo. La condición de salvaje estaba acordada no tanto a su ferocidad como a su supuesta antropofagia y libertinaje. El viaje de un reformador, de un calvinista y luego pastor, Jean de Léry (1578) le permite a Michel de Certeau señalar la relación, siguiendo a Lévi-Strauss (Cf. Tristes tropiques, 1995) de la organización, refrendada por la centralidad reproductora de la escritura, del comercio, la ciencia y el proyecto colonial que conforman un espacio y la política de ocupación del mismo: civilizar y esclavizar no son antagónicos sino coalescentes. El diseño de de Certeau entre el Antiguo y el Nuevo Mundo, entre el espacio de aquí y el de allá (la exterioridad, la interioridad), entre la propia subjetividad y la subjetividad del Otro pensada como exterioridad por la primera (lo Mismo, lo Otro), entre la actividad productora moderna (ya presentida por Colón en sus descripciones comparativas) y el lenguaje teológicoconservatorio presiden el eje ideológico operado por Léry. El "nuevo mundo" era una lengua por traducir, como dice de Certeau, pero ¿cómo hacer pasar la realidad salvaje al discurso civil y civilizatorio europeo? Quizá de allí provenga el espíritu clasificatorio y hermenéutico que subyace en los relatos de los viajeros conquistadores y sobre todo en los exploradores y "científicos". La erotización del cuerpo del Otro, por extraño, por diferente, por exótico, en suma, por "ausente", es concurrente a la formación de una ética de la producción calvinista, el cuerpo como producción de ganancia de placer, pero inmune al gasto innecesario e incurable de la pasión y del goce. La fiesta de los tupí -borrachos, incestuosos y caníbales- es la marca de origen del deseo americano y simultáneamente de la expectación europea. Cf.. Jean de Léry, "Histoire d´un voyage fait en la terre du Brésil" (1880). Id. Tzvetan Todorov, La conquête de l´Amérique. La questión de l´autre (1982), Nous et les autres (1989), Michel de Certeau, L´ècriture de l´histoire (1978). Id. Urico Schmidl, Crónica del viaje a las regiones del Plata, Paraguay y Brasil. Reproducción paleográfica del manuscrito de Suttgard, traducido al castellano por Edmundo Wernicke (1948). 6 "A la primera yo fallé puse nombre de San Salvador, a conmemoración de su alta Magestad, el cual maravillosamente todo esto ha dado: los Indios la llaman Guanahani. A la segunda puse nombre la isla de Santa María de Concepción: a la tercera Fernandina: a la cuarta Isabela (Nota de la edición: isla bella), a la quinta, isla Juana (Nota de la edición: isla de Cuba) é así a cada una nombre nuevo". (Carta de Colón anunciando el descubrimiento del nuevo mundo, 15 de febrero- 14 de marzo de 1493. Reproducción del texto original español, impreso en Barcelona, Pedro Posa, 1493). Transcripción y reconstitución del mismo con notas críticas, Madrid, 1956).

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descripción paradisíaca de la infancia del mundo, era la mirada impropia que el viajero arrojaba sobre las costas. 7 América no era lo nuevo, era lo anterior a toda certeza, a toda comprobación, era el pasado remoto del mundo adornado a través de la lírica de los trovadores y de la narrativa italiana de la época introducida por Boscán y Garcilaso. Semióticamente en el texto se oponen la "descripción retórica" y la "noticia informativa" que permitiría sellar un pacto con aquellos historiadores que sostienen que el Diario no es una "crónica". El texto de Colón es un texto poético bífido: lírico y narrativo, relato y descripción, hazaña y comentario, mirada europea y objeto americano, visionario y realista, anticipador y precursor. La idealización del trópico inaugura un estilema en la descripción y un género en la transmisión, acompañado por nuevos semas: el aire tibio, arenas cálidas, vegetación lujuriosa, se añaden ahora los semas del erotismo, amores raciales, amores fáciles y prostitución organizada, paradigma que viajará desde Cuba a Santo Domingo, invirtiendo el viaje propiciador de Colón. Colón inaugura la "intimidad" de América. La descripción renacentista de la "belleza" del paisaje americano prefigura una cristalización enunciativa que se verá acentuada en el turismo contemporáneo donde se aúnan la felicidad placentera, el goce de los sentidos y la prostitución de los cuerpos. Hecho convertido en un estigma social pero valedero como provocación y deseo en la Cuba de Batista -lupanar de América- y que todavía flota en la caliente arena de Varadero, donde el topos del "locus amoenus" se amplía subjetivamente en el "beatus ille" de la propaganda turística contemporánea. Ya en 1945, Pedro Henríquez Ureña señalaba este rasgo de idealización -estetización- en los carteles propagandísticos de las agencias de turismo (Cf. Literary Currents in Hispanic America, Harvard University Press, Cambridge, 1945). Es notorio que la propaganda turística está organizada por la publicidad -es decir, poner en evidencia pública- lo ya exaltado por lo "natural pictórico", pero esa notoriedad se produce a través de una trama compleja. La extensión del registro del "descubrimiento" obliga a la construcción de una manera de velamiento, de oscurecimiento del paisaje natural para enigmatizarlo y procurar, precisamente, la ilusión del proto-descubrimiento. El relato de los conquistadores y expedicionarios españoles o bajo la bandera española en América era eminentemente subjetivo, aun cuando se tratase de una relación científica, por ejemplo los "herbolarios" y "tratados de botánica y zoología" de Luis Nee o del padre Tadeus Heenke de la expedición de Malaspina, que combinan Linneo con la precedencia de relatos míticos de 7

"Y después junto con la dicha isleta están huertas de árboles los más hermosos que yo vie tan verdes y en sus hojas como las de Castilla en el mes de abril y de mayo y mucha agua". El sistema comparativo de Colón tiene, de hecho, un referente español. Si se cita a Castilla, inmediatamente será desalojada por la "verdura" de Andalucía sobre el sintagma estereotipado: "vergel de España". El proceso es tan impregnante que rápidamente se congela remitiéndolo a lo que se llamó "primitivismo" en la pintura de la naturaleza, pero contribuye a una saturación fuerte dependiendo directamente del procedimiento retórico. (Cf. Cristóbal Colón (1946), Los cuatro viajes del Almirante y su testamento, 2da. edición, Buenos Aires, Ed. Espasa Calpe, copia del extracto de Bartolomé de las Casas). Cf. Cap. I (Escena real. Escena textual) y Nota 15 del mismo capítulo y Cap. II (Textos. Cuerpos, Miradas) en Noé Jitrik (1992), Historia de una mirada. El signo de la cruz en los escritos de Colón. Este texto es quizá el libro más "exploratorio" de la escritura de Colón, entre lo expresamente fundacional y lo puramente experimental del nuevo orbe narratológico. Cf. sobre todo "la pasión aurífera" de Colón que construirá un narrema nuclear de la escritura colonial americana hasta los "derroteros" sarmientinos. Cf. también, Nicolás Rosa (1990), "El oro del linaje", en El arte del olvido.

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anteriores expediciones. Siempre cuentan una experiencia de vida de los protagonistas del viaje, una experiencia existencial, escriben sobre lo que ven pero también sobre lo que sienten, por eso tienen una característica pictórica, que se acentúa cuando el viajero es simultáneamente un "científico" y un pintor. En el siglo XVIII, la experiencia de los viajeros era una experiencia visual donde coincidían la fugacidad de la mirada con el ejercicio volátil del pincel: el esbozo. Ver los bocetos de Bauzá, marino y pintor, que integraba la expedición de Malaspina, por ejemplo "Las pampas de Buenos Aires cuando el terreno está incendiado" o "Buenos Aires desde el río", o "Modo de enlazar el ganado vacuno en los campos de Buenos Aires", son la anterioridad pretextual de "El Matadero" de Echeverría o la transcripción de un diálogo entre dos paisanos de los viejos gauderios rioplatenses, condición de precursor del Fausto criollo. La copia, como pretextualidad, implica necesariamente un traslado, un viaje de un texto a otro precedente pero también de un texto pictórico a un texto literario. (Cf. Roland Barthes (1970), S/Z; Malaspina (1938), Viaje al Río de la Plata en el siglo XVIII). El viaje turístico está mediado por una realidad "ya vista" y enmarcada; una falsedad consustancial es la regla de la guía turística, sus lugares, sus sitios, sus travesías, sus recorridos, sus senderos siempre han sido hollados. El turista siempre experimentará la sorpresa de Robinson Crusoe sobre la "prueba de la pisada", la impresión de la planta del pie de Viernes es la certificación de la inautenticidad de lo "primitivo natural", siempre encontraremos un sendero ya recorrido, una rama cortada, una hierba aplastada, la huella del otro turista que nos precedió. El relato del viaje es la transcripción del viaje del anterior, la guía y el guía son los autores apócrifos de un relato ya experimentado. ¿Una guía turística es un texto abierto o un texto cerrado? Es abieto en relación a la expansión desmultiplicada de los "locus" y de los "itinerarios", los que se proponen y los que imagina el viajero, una circulación que se ampliará como un círculo de círculos concéntricos. La exploración de los sitios del espacio se organizan por la ley de contractualidad que marca el deseo en la sociedad capitalista: lo que el viajero propone -quiere ver- y la ley del agenciamiento de los lugares disponibles. La estructura del viaje turístico se fundamenta en una falla inicial, propia de todo deseo, un desmedro propio del viaje imaginario entre lo exótico y la referencialidad implícita de lo ya habitado, de lo ya frecuentado, de lo ya explorado: una exploración metódica de un mapa construido por el deseo y el mercado capitalista de la transitoriedad. Los tránsitos son cada vez más rápidos, más acelerados, no sólo por las dificultades económicas, sino también por "el deseo de ver más" -una pulsión escotofílica- donde se anidan la idea de experimentar con nuestras propias sensaciones y la limitada variación de las propuestas. ¿Cómo alimenta nuestras expectativas el orden satelital que promueve una nueva exterioridad y por ende nuevos tránsitos? Si las empresas turísticas venden pasajes a la Luna como una nueva forma de viaje fantástico -el viaje a la Luna de Luciano de Samosata o el Viaje a la Luna de Edmond Rostand- no es sólo porque se acrecienta nuestro deseo escópico, sino porque el mundo conocido se ha reducido no a una "aldea global" sino a una "aldea imaginaria" que hace que todo el mundo -el que viaja porque puede y el que no viaja porque no puede- "cree" viajar: nuevos eternautas, viajamos por nuevos caminos satelitales, viajamos por la internet en nuevas geografías, en nuevos territorios, en nuevas mensajerías, a través de nuevas rutas telemáticas, en nuevas formas del turismo, con una nueva orden: si quieres viajar no puedes moverte de tu sillón, ideal romántico que perfila el viaje expropiatorio de Cortés, el viaje

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libertario de Byron y el viaje científico de Verne. Aqui, por ley de isomorfismo, se confunden la ley del deseo con la ley del relato. Una taxonomía tentativa de la organización turística nos propondría esta descripción: turismo de playa, turismo rural, turismo conventual, turismo de monasterios, turismo de prisiones y cárceles, turismo cultural, turismo sexual, turismo gastronómico: unos apelan al cuerpo y otros a la mente, y ambos a la satisfacción de deseos y pulsiones. ¿El deseo de itineración corresponde realmente al viaje programado? La combinación de turismo y convención, con su performance máxima: el turismo de los congresos de turismo: una metafísica de la extranjería que apela al marcado como a la belleza de los sitios y lugares. 8 El discurso de la Historia como el de la Retórica literaria apelan al "beau site", al "belvedere", al "panorama", como experiencia cinematográfica de enfoque detenido, para mostrar los "lugares" donde los viajeros puedan contemplar, en perspectiva, la "belleza" de un lugar. 9 Esta perspectivización introduce un elemento nuevo, una organización escópica para que los turistas vean "bien" lo que hay que "ver": una predestinación escofílica organizada por la Compañía, emblema kafkiano del mercado turístico. Y cuando el turista, por desdén, cansancio o aburrimiento, se descoloca asumiendo un extrañamiento del grupo provoca la reacción desconfiada del mismo tanto como la orden perentoria del guía: ¡Vuelva al redil! Cuando Miss Archer o Daisy Miller llegan a Londres o Florencia después de un viaje intercontinental, proponen un interrogante: ¿son viajeras o turistas? El tejido jamesiano propuesto como el revés de la trama, es la confirmación de una entropía narrativa propia del turismo: reconocimiento de un lugar, interés creciente por el mismo, sospecha sobre la ambigüedad de la demografía que pueblan estas nobles ciudades -Venecia en particular por su situación incierta entre el mar y la tierra con una reflexión fractal muy distintiva: la laguna 8

La clasificación de los viajeros había sido establecida por Lawrence Sterne en Viaje sentimental por Francia e Italia. El autor de Tristam Shandy, al igual que Stendhal, era un viajero centrípeto, nunca abandonó el centro cultural europeo de la época, como Goethe, como Stendhal, como Freud; ambos dos, Sterne y Stendhal, estaban atraídos por los "amores de la ruta" y preanuncian a las "ruteras" en donde se combinan expectación, probabilidad y aventura. En realidad, el "viaje sentimental" hoy sería llamado "viaje erótico", vinculado a las atracciones de las ciudades-planetarias (Londres, París, la Viena de la época) como otros por las ciudadessatélites (Dublin, Florencia, Nápoles). La clasificación se anticipa a toda taxonomía psicológica experimental posterior: viajeros ociosos (turistas), viajeros curiosos (no contemplativos e interrogativos), viajeros embusteros (los que mienten la belleza de su procedencia), viajeros felones y delincuentes (la narrativa desde El Lazarillo de Tormes hasta la novela de aventura del siglo XVIII (Fielding) está llena de estas "psicologías de la ruta" mezclada con el travestismo (el cambio de sexos de los adolescentes para practicar el robo, el latrocinio y antes la piratería, transformismo iniciado por Daniel Defoe en su Historia de la piratería), viajeros vanidosos (la morfología egocéntrica del relato del viaje), viajeros melancólicos ("un viaje despeja la tristeza" Victoria Ocampo- Virginia Woolf), viajeros inocentes e infortunados (los viajeros de las novelas de Henry James) y simples viajeros (la coartada narcisista del "viajar por viajar"), y luego, el "viajero sentimental" que da origen a la trama: ocasional, versátil y oportunista, aquel que viaja por imperio de la necesidad (necesidad ontológica) o por el "deseo de viajar" -el texto lo dice en francés: "besoin de voyager" (mandato desiderativo). Clasificación viajera de los viajeros en tanto se la escribe viajando en un carruaje que va desde Calais, Montreuil, Amiens... (Cf. Lawrence Sterne, Viaje sentimental por Francia e Italia, Barcelona, Edicomunicación). El otro "viajero sentimental" fue Italo Svevo: Corto viaje sentimental y otros relatos. 9 Raymond Williams, The Country and the City, Oxford, Oxford University Press, 1973, pág. 127-141: "No es, en este nivel, una alteración de la sensibilidad; es estrictamente un agregado al gusto. Como en los parques artificiales, donde cada ornamento era empleado para producir un efecto natural, las regiones salvajes de las montañas y los bosques fueron, por la mayor parte, objeto de consumo estético conspicuo: haber estado en los lugares nombrados, intercambiar y comparar experiencias de viaje, fue una forma de moda social". Citado por Adolfo Prieto, Los viajeros ingleses y la emergencia de la literatura argentina. 1820-1850.

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calificación de la psicología de sus habitantes, diferenciación de los mismos en relación a sus actitudes vitales-, la Nueva Inglaterra y la vieja Europa -reflejada a veces por la débil "nobleza" de los personajes europeos con la sospecha de la compraventa de títulos nobiliariosy por último, la estafa y la decepción: el viaje acaba mal. El elemento estructural de estas "psicologías americanas" es la "perplejidad". Pagan con dinero -generalmente son ricos indianos- una alegría tamizada con ingenuidad, y reconocimiento -frente a la belleza arquetectónica europea- recorren generalmente monumentos, museos y catedrales teñidos de un neogoticismo heredado de la novela inglesa (Walpole, Jane Austen, Wilkie Collins) pero se les escapa el "misterio" casi ancestral de una cultura noble pero ahora subsidiaria y empobrecida: el dinero y el sexo -significantes flotantes en Henry James- que sólo alcanzan a rozar estas psicologías perplejas representadas en la mirada turística, ejemplar, pero que sólo ve el ocaso de las cosas, así como la mirada histórica ve su génesis. No hay turismo del futuro: este es el límite estricto de la memoria viajera. La ordenación económica que preside la frecuentación de lugares diferentes es de por sí la garantía de sus equivalencias. La modernización de los desplazamientos -buques, ferrocarriles, aviones desde el Ave al Concorde- no sólo ha extinguido el tiempo de los viajes sino que ha consumido la realidad del espacio. En el interín, están las estaciones, los controles, las aduanas: el tiempo de la espera. Los utensilios que transitaron el espacio americano se va convirtiendo en figuras narrativas: el caballo, las carretas, las diligencias, los carruajes y los esfuerzos borrosos de la planta del pie del caminante (El lazarillo de ciegos caminantes de Concolorcorvo, o el Facundo de Sarmiento), remedados hoy por los jóvenes excursionistas franceses al Machu Pichu. Atravesar la pampa (Andrews, Alberdi, Sarmiento) como antes el desierto, la selva (Henry Coster, Travels in Brazil, 1817; Theodore Pavie Fragments d´un voyage dans l´Amérique Meridionale, 1836) fue el mito europeo del viaje científico y exploratorio encarnado en la travesía. La travesía es simultáneamente una marcha y el escenario de una escritura. Se viaja para escribir y se escribe para viajar, no sólo es el móvil sino también la movilidad. (Cf. Michel Butor (1974), Repertoire IV). La travesía es el itinerario que culmina el traslado en extensiones máximas, se atraviesan el desierto, la puna, la pampa, la selva; se recorren las calles, las encrucijadas -el estupor de los caminos-, los barrios -tanto Proust como Roberto Arlt sabían mucho de esto-, los laberintos -y Henry James y Borges se entretejen en ellos: la imaginación de la travesía es topográfica, la imaginación del recorrido es topológica. La escritura de la naturaleza campestre -los bosques de Whitman, las selvas idílicas de Chateaubriand, que recuerdan las "selvas templadas" del Nuevo Mundo reponiendo un topos que viene desde Colón hasta Humboldt recalando en Darwin: la "suave y cálida brisa". Esta escritura posee una retórica privilegiada: la descripción. La escritura de la ciudad exige una preceptiva del recorrido que implica una diégesis itinerante. Hemos pasado de una dramaturgia romántica a un melodrama realista, lo que va desde Víctor Hugo hasta Roberto Arlt pasando por las escenas de la vida parisiense de Balzac. La naturaleza, en la época romántica, provoca lo "bello natural", mientras que la ciudad exige una "retórica siniestra". Freud se pierde en Nápoles, ciudad de la perdición para el buen burgués que era Freud, Sarmiento se pierde en París, ciudad de la exposición, la "ciudad-escaparate" de Walter Benjamin (Cf. Iluminaciones, 1972) y Pierre Loti se pierde en Estambul, ciudad entre dos mundos y dos deseos. Valencia tiene una topografía provincial y una topología estrellada,

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pequeños centros y plazas que revocan las esquinas de Buenos Aires y permiten un tenue desconcierto: todo está siempre en el mismo y en otro lugar, desplazado, a veces por el escueto laberinto de los Caballeros. Buenos Aires, como París, es extraña y multiforme, geométrica y matemática al mismo tiempo, lujosa y paupérrima, donde migran las emigraciones, ciudad estereofónica donde se hacen oír todas las lenguas de la Europa, aquellas provenientes del tronco indoeuropeo -el idish ha desaparecido- a diferencia de New York, Montréal y Londres, que son asediadas -como su literatura- por las lenguas islámicas, semíticas y chinas. El turismo en Europa y América del Norte -en especial en Francia, Italia, España y New York- genera "tribus iniciáticas" que se intercambian las playas de moda como antes la dirección de los museos. Los circuitos de la moda, las comunidades de turistas ya casi ancestrales -uno acaba por encontrarse con las mismas personas en distintos lugares del planeta desde el golfo de Finlandia hasta el pico del Aconquija- que construyen lo nuevo, la novedad y el reciclaje de lo usado y revisitado como Cannes o Biarritz o Granada. Los grandes supermercados de la moda y de la moda turística, en donde se consuma la relación entre lo novedoso y lo novelesco, tanto en la apariencia vestimentil de lo "retro" como en el corte sastreril -corte que si inglés es más sólido en elegancia imperial y en el fervor edificante del confort- clavados familiarmente en los centros axiales de las ciudades españolas, como antes fue Harrod´s en Londres y Buenos Aires. La mercancia vestimentaria cumple los registros de la circulación de toda mercancía de la sociedad posindustrial pero retiene, en su propia fibra, toda la fetichización que emana del cuerpo vestido. Verdaderas huestes pueblan los aviones que van y vienen -y los aeropuertos son una nueva "terra interina" para la imaginación novelesca y cinematográfica como a fines del siglo XIX fueron las estaciones de ferrocarril (recordamos la estación de la ciudad de Milán, verdadero palacio de la decrepitud, donde los inmigrantes sicilianos -en las figuras de Renato Salvatori, Alain Delon, presididos por Katina Paxinou-, llegaban a la gran ciudad industrial de la mano de Luchino Visconti)- de Miami a Buenos Aires, de París a Río de Janeiro y a San Pablo cargadas de objetos de uso prendas y perfumens- para vestir los cuerpos sudamericanos como antes los descubridores y colonizadores cargaron incandescentes bolillas de colores y de frágiles tartanes para envolver el cuerpo desnudo de los indígenas. La civilización es cuestión de investidura y el poder -ya sea militar, eclesiástico, estatal- lo demuestra. La moda comenzó con el vestido y la civilización con el travestido: hacer del indígena americano un civilizado europeo: las vestiduras de la representación europea chocaron con el plumaje mexicano, el taparrabos araucano y el estuche peniano brasileño. El internacionalismo del mercado en la lábil globalización actual pasa tanto por la Bolsa de Wall Street o de Tokyo o de Osaka como por el Faubourg Saint-Honoré: Chanel, Dior, Balenciaga se compensan con Calvin Klein, Versace o Lagerfeld. La aplicación del término de "reciclaje" -reciclaje de la basura, del vidrio, de la hojalata, de los detritus de la consumación- y en la moda, paños, satenes, sobrevestidos, el patchwork- son simultáneamente un reciclaje material y analítico. En la teoría literaria contemporánea el éxito del concepto de "reescritura" que generará inmediatamente el concepto de "relectura", ha modificado los conceptos operativos con los que se pensó la historia de la escritura literaria. Pero nos gustaría decir, siguiendo la sutileza de Michel Serres, que un texto piensa al otro, como Freud hablaba del pensamiento del sueño: ("traumgedaken"); lo repite, lo cruza, lo

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aclara, imagina su núcleo original, y lo postula imaginariamente como "invención. (Cf. Robland Barthes, Système de la Mode y S/Z). Al nivel de una realidad inmediatamente visible, la disponibilidad económica de los sectores medios les permite pagarse sus traslados cediendo a las ofertas cada vez más incitantes de las agencias y de los monopolios de la empresa. A nivel imaginario, la atracción siempre atractiva de los otros, de las imágenes de los otros inmersos en diversas culturas, de civilizaciones otras que reaparecen tanto en la superficie programada de los operadores turísticos -verdaderos magos en el arte del maquillaje social- y más profundamente todavía hoy en la excentricidad de la lejanía, de aquello que no está a la vuelta de la esquina, y que resume imaginariamente el nacimiento de las culturas primitivas (China, todavía hoy configura el misterio del exotismo), México, Perú (las culturas precolombinas como verdadero mito de origen de la especie americana), la alianza entre el trópico y la Revolución (Cuba) y las experiencias multiculturales que el sujeto individual internado en Buenos Aires y Nueva York para probar y comprobar, después del recorrido de las calles más importantes, las operaciones del mercado de las ofertas que no hace más que replicar el control de las fortunas en la Bolsa. Y también la experiencia de las lejanías culturales, pongamos por caso, Marruecos o la Praga para los amantes kafkianos de la literatura o para aquellos de alma arquitectónica, visualizando la perpendicularidad de la Prospectiva Nievsky, en la ahora San Petersburgo. Pero la Otredad absoluta que ejerce mayor atracción es la operación de confrontación y de identificación con esos otros iguales pero distintos. El turismo actual tiene una temporalidad fugacísima por los impedimentos pecuniarios, la visión del otro y de su espacio es siempre fugaz y no permite un aquilatamiento de los otros sujetos y de su ámbito, hecho que da pie a las formas vengativas de los naturales (sorna, sarcasmo, engaño, falsa inocencia, trucadas en una sonrisa mercantilista), aun de aquellos que hablan la misma lengua. El turismo social, incentivado políticamente en ciertos gobiernos (en la política social del turismo obrero de Perón y en la política de turismo del Partido Socialista en España que produjo un impacto muy marcado en los sectores de la tercera edad y de menores recursos), incrementa el carácter "paradisíaco" del viaje y estimula una confraternidad transitoria pero que se opone abiertamente a los viandantes locales: ¿esta masa de turistas que llegan a nuestra ciudad, son lo raro que se acerca a nuestra mirada cotidiana o son la presa obligatoria de nuestro mercado local? Desde otra perspectiva, pero que confirma nuestra hipótesis, los viajes del siglo XIX, por ejemplo los viajes científicos, organizados por la política napoleónica, ponen sobre la escena la coerción ideológica máxima que subyace en la dicotomía administrativa de los viajes y del turismo: explorar y explotar fundando heurísticas y hermenéuticas diferentes pero solidarias en la órbita capitalista. Si Colón y el viaje imaginario de Julio Verne, en sus dos variantes, la espeleológica al centro de la Tierra, y la estelar hacia la conquista del espacio, viajes de colonización y de conquista, viajan por profundidades desconocidas para enfrentarse a lo "raro", lo "exótico", que incita la codicia de la posesión de nuevas formas de experiencia humana, espacios de la "anonimización", de la descarga del nombre propio, para autorizar tanto el deseo de la participación, como el deseo de la comunicación, con una diferencia homeoscópica, nuestros interlocutores, sus cuerpos, su peso, su volumen, son formas fantasmáticas que buscan nuestra expectativa pero que simultáneamente incrementan nuevos deseos.

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El animal turístico El animal turístico es la representación del deseo mercantilista del capitalismo avanzado, quiere consumir los cuerpos vertiginosamente, no ya uno a uno, sino en una serie ex-temporánea donde se diluye la identidad de los mismos y donde es siempre un usufructo rentable. El deseo mercantilista es simultáneamente un trato y un tratado anatómico de los cuerpos. Toda la novela libertina, desde Sade, Las relaciones peligrosas de Choderlos de Laclòs hasta Réstif de la Brétonne y posteriormente, de Daudet a la "religiosidad" de Bataille (Cf. Marc Angenot, Le cru et le faisandé, 1986), pretende el agotamiento de su propia fuerza como la resurrección inagotable de su energía -física y libidinal- para reponerlos en la circulación de la mercancía: el turismo sexual señala, prescribe y ordena los sitios, los lugares, los encuentros y regula el valor de cambio de la mercancía corporal. Los itinerarios van desde el Asia, donde la mercadería es relativamente barata, hasta los centros axiales europeos: todo cuerpo puede ser vendido, explotado y recreado, tanto en la realidad como en la ficción. La novela realista del siglo XIX pretendía escribir lo "social" de la sexualidad prostitución, la soltera embarazada, la "demi-mondaine", la celosía, el aparato social de la sexualidad con fines didácticos y moralizantes que sustraía la circulación acelerada de los cuerpos, mientras que en el siglo XX se produce una "desclandestinización" del relato de la sexualidad -desde García Márquez, David Viñas, Severo Sarduy, con el intento de desacralizar la circulación para convertirla en una higiénica costumbre. El relato "moral" de la sexualidad moderna tiene como modelo prototípico a Madame Bovary: acceso carnal clandestino, frecuentación, degradación y muerte: el sexo culpable. Si el sexo se ha desculpabilizado en la contemporaneidad es porque se ha vuelto "frívolo" en su exposición. Si ponemos como ejemplo, un núcleo narrativo en la novela del siglo XIX era el relato de la Seducción. En la novela ¿Inocentes o culpables? de Antonio Argerich se repite temáticamente la seducción de Emma Bovary. La sexualidad porno que aparece en la cinematografía y en muchas narraciones actuales se ha vuelto "evidente" dejando el claroscuro modernista de su representación. El turismo sexual exige muchos cuerpos para producir la anonimización de todos los cuerpos, registro que sólo puede ser evaluado en la "cantidad" y nos retrotrae al otro sistema semejante de anonimización de los cuerpos en la contemporaneidad: ¿cómo identificar un cadáver en los crematorios de los campos de concentración? ¿cómo nombrar la desaparición? La mirada turística oblitera tanto la función visiva como la mnemotécnica, la memoria como el recuerdo. Es una visión in-trascendental porque debe apelar a recetas técnicas que pueden ser confundidas con una experiencia estética. A fines del siglo XVIII y en el siglo XIX, los procedimientos del retrato, el paisaje, la pintura y luego la fotografía, la postal, la cámara cinematográfica, eran la forma de captar lo visto para luego recuperarlo en el recuerdo de la escritura como en la remembranza de la fotoscopía: lo que Sarmiento ve y dice en Europa y en Estados Unidos (Cf. Viajes) es el movimiento de las grandes masas de la ciudad; lo que ve Benjamin en el París del siglo XIX es la "foule" de paseantes, lo que ve Henry James en el Londres finisecular son las masas circulantes por las calles pero focalizadas en las "turistas" americanas: son miradas estrábicas, co-funden la visión de un americano en el mapa europeo, o la visión de un europeo con un sector de la propia Europa.

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La visión turística de las masas se opone abiertamente a la visión política de las masas políticas. Las masas que asolaron el Palacio de Invierno en San Petersburgo, las masas fascistas que vitoreaban al Duce en Roma, Milán o Turín, las masas militares del Tercer Reich, o las masas de obreros que vivaban a Perón y Evita en la Plaza de Mayo, no se pueden igualar en el plano ideológico, pero sí son la prueba más clara de su enfrentamiento semiótico con las masas de turistas que pueblan la plaza de San Marcos en Venecia. Las masas políticas intentan ordenarse en el tiempo de la acción futura transformadora; las masas de turistas son heterogéneas en su composición social, maleables en su acción, son ahistóricas porque no tienen finalidad y son dispersivas en el nivel temporal: son fugaces. En ella alcanza su mayor densidad el recuerdo domesticado por la técnica. ¿La circulación humana es un subrogado de la circulación de mercancías o es su causa? La circulación humana como fenómeno de desplazamiento es un fenómeno histórico y social que va desde los primeros desplazamientos de las migraciones prehistóricas, los fenómenos de inmigración y los fenómenos de las actuales migraciones producidas por las guerras intestinas. Pero la circulación humana como consumo social, como materia prima del turismo, remite simultáneamente a un ocio perdido -el ocio actual está ocupado por el trabajo frenético del viaje-, el ocio del siglo XIX es ahora desplazado por la aceleración del visitante de ruinas, que sólo puede protegerse con una "pantallla", sea esta fotográfica o cinematográfica para consumir su propia y real presencia: la foto expuesta es la forma del enunciado: "Yo estuve allí". La ordenación económica de la frecuentación de lugares diferentes propone un sistema de equivalencias y de comparaciones en el nivel real, con enunciados como éstos: allá no lo tenemos, allá es diferente -intimidad absoluta desplazada hacia la máxima notoriedad- igual que allá, etc. La lejanía es la garantía de la existencia y al mismo tiempo de una fluctuación del deseo: nunca habrá un "único lugar" que colme nuestra visión y nuestras expectativas, que nos pertenezca, siempre serán otros lugares y el lugar de otros, siempre se apetecerán otros lugares, lo que lleva a la exhaustación de las visiones del pasado para reemplazarlas por una vertiginosa fuga de contornos. El turismo es la manera actual de generar parecidos (homogeneidad) dentro de una imaginaria diversidad (heterogeneidad). El turismo no devela el misterio de los lugares (lo exótico), sólo es un consuelo visivo de la inquietud humana contemporánea, el salirse fuera de sí, y un subrogado de otras necesidades, de otros apetitos, de otros desplazamientos históricos propios de la criminalidad de la guerra y el desamparo. Bibliografia Andermann, Jens (2000) Mapas de poder. Una arqueología literaria del espacio argentino. Rosario, Beatriz Viterbo Editora. (Cf. capítulo II: "Croquis y caminos: estructura viajera y telos topológico"). Angenot, Marc (1986) Le cru et le faisandé. Bruxelles, edit. Labor. Barthes, Roland (1967) Système de la Mode. Paris. Editions du Seuil. Barthes, Roland (1970) S/Z. Paris. Editions du Seuil.

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Butor, M., Foucault M. y otros (1965) Verne, un revolucionario subterráneo. Buenos Aires, edit. Paidós. Butor, Michel (1974) "Le point supreme et l´age d´or". En Essais sur les modernes. Paris, Gallimard. Butor, Michel (1974) Repertoires IV. Paris, Minuit. Caparrós, Martín (1999) La Historia. Buenos Aires, edit. Norma. Darwin, Charles R. (1997) Diario del viaje de un naturalista alrededor del mudno en el navío de S.M. "Beagle" (1845), Buenos Aires, El Elefante Blanco. Eco, Umberto (1994) La ricerca della lingua perfetta nella cultura europea. Roma, Laterza. Eco, Umberto (1995) L´Isola del giorno prima. Milano, Bompiani. Eco, Umberto (1998) "Las migraciones del Tercer Milenio". En Cuatro textos morales. Madrid, Lumen. Fichte, Gottlieb J. (1984) Discurso a la Nación Alemana (1807-1808). Buenos Aires, Ediciones Orbis S. A. Foucher, Michel (1991) Fronts et frontières. Un tour du monde géopolitique. Paris, Fayard. Henríquez Ureña, P. (1945) Literary Currents in Hispanic America. Harvard University Press. Cambridge. Jitrik, Noé (1992), Historia de una mirada. El signo de la cruz en las escrituras de Colón, Buenos Aires, Ediciones de La Flor. Kristeva, Julia (1980) Pouvoirs de l´horreur. Paris, Editions du Seuil. (Hay traducción española). Lamy, Michel (1984) Jules Verne initié et iniciateur. Paris, Payot. Lecomte, Marcel (1966) "Le thème du Grand Nord". En L´Arc Nº 29. Paris. Lodge, David (1999), El arte de la ficción, Barcelona, De. Península. (ed. original, 1992) Malaspina, Alejandro (1938), Viaje al Río de la Plata, Buenos Aires, "La Facultad". Mansilla, Lucio V. (1996) Una excursión a los indios ranqueles (1870). Buenos Aires, Editorial Kapelusz. Matamoro, Blas (1997) "Espacios de Julio Verne". En Revista Filología Año XXX, 112. Facultad de Filosofía y Letras.

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Moreno, Francisco P. (1997) Viaje a la Patagonia Austral. (1879). Buenos Aires, El Elefante Blanco. Pasqualino, J-P. y Jacquot, B. (1991) Tourismes. Organization, économie et action touristiques. Paris, edit. Dunod. Pereira, Susana, compiladora (1984) Viajeros del siglo XX y la realidad nacional. Buenos Aires, Centro Editor de América Latina. Prescott, Guillermo H. (1955), Historia de la conquista del Perú, Buenos Aires, Editorial Imán. Prieto, Adolfo (1996) Los viajeros ingleses en la emergencia de la literatura argentina. Buenos Aires, Editorial Sudamericana. Rosa, Nicolás (1990), El arte del olvido, Buenos Aires, Puntosur. Rosa, Nicolás (1999) "La producción de montaje en el discurso de la verdad textual, entre el cine y el discurso narrativo". En Cien años de cine. Historia, teoría del texto fílmico. (eds. José Luis Castro de Paz, Pilar Couto Cantero y José María Paz Gago). Madrid, Visor. Rosenvaig, Eduardo (1977) Santísimas Viruelas. Tucumán, Universidad Nacional de Tucumán. Said, Edward (1996) Cultura e imperialismo (1993). Barcelona, Anagrama. Sarduy, Severo (1978) Maytreya. Buenos Aires, Editorial Sudamericana. Sarmiento, Domingo F. (1981) Viajes. Colección de clásicos argentinos. Buenos Aires, Ediciones de Belgrano. Serres, Michel (1974) Jouvences sur Jules Verne, Paris, Editions du Minuit. Viñas, David. (1964) Literatura argentina y realidad política. Buenos Aires. Edit. Jorge Alvarez. Woolf, Virginia (1966) Un cuarto propio. Buenos Aires. Ediciones Sur.

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“Las Metáforas del Viaje y sus Imágenes. La Literatura de Viajeros como Problema”

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El viaje a Atenas que Calímaco no hizo: Hesíodo, los Peripatéticos y la Poética Calimaquea Daniela Antúnez

UNR

Abstract La posibilidad de que Calímaco hubiera viajado a Atenas fue propuesta, por primera vez, en 1876 por E. Rohde, sobre la base de dos testimonios: por un lado, el de Ateneo (XI 477c), según el cual el alejandrino había referido en un poema la historia de un banquete “en lo del ateniense Polis”, y por otro lado, una oscura traducción latina de la “Vita Arati” (test. 10d Pf.), según la cual Calímaco, cuando joven, habría conocido al poeta Arato gracias al peripatético Praxífenes; encuentro que, para Rohde, tuvo lugar en Atenas. En 1915 se publicaba el Pap. Oxy. 1362 (vol XI) que contenía el poema en cuestión: éste es un “aition” que ubica el banquete no en Atenas, sino en Egipto (fr. 178 Pf.) y, además, habla del poeta como “ignorante de la navegación” (v 34). Esto, sumado al conocimiento de la existencia de una obra calimaquea contra Praxífanes, debilitó la hipótesis de Rohde, y se generalizó entre los críticos la opinión contraria: Calímaco nunca habría abandonado África. A partir del “topos” del viaje, se argumentará sobre el carácter antiaristotélico de la poética calimaquea, a la que también se vinculará con la obra de Hesíodo. Finalmente, se sugerirá que el poeta de Cirene sólo viajó a Grecia en “El Sueño”: el “aition” en el que representa su encuentro con las Musas, en el Monte Helicón.

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El viaje imaginario al país de Cucaña Mauro Leandro Asnes

UN del Sur

Abstract Este trabajo se propone tratar las variaciones observables en diferentes versiones del poema medieval conocido genéricamente como “El país de Cucaña”, el cual relata el viaje hacia un lugar imaginario cuya característica esencial descansa en la subversión del orden de vida habitual medieval dentro de un marco definido por procesos de carnavalización y fiesta. Se considerarán las motivaciones ideológicas y políticas que provocan diferenciaciones en los aspectos formales y temáticos en el tratamiento del relato. Estas se deducen de las pretensiones de verosimilitud o ficción y de la definición del orden mítico-utópico que permiten ubicar este texto como una variante peculiar dentro de la literatura de viajes. El poema conlleva la noción de una oposición territorial entre dos mundos (el ficticio y el real) junto con la invitación a recorrer el trayecto que separa a éste de aquel. This work aims to deal with variations on different versions of the medieval poem generally known as “The land of Cocaigne” which tells about a journey towards an imaginary place. whose main characteristic lays on the subversion of the habitual way of medieval life. This poem is framed by procedures of carnavalisation and feast. Ideological and political motivations that cause differentiations in formal and thematic aspects will be considered in the treatment of the story. This is deduced from the pretensions of verisimilitude or fiction of the mythical – utopic order that allows to locate this text like a peculiar variant within the literature of journeys. The poem involves the notion of a territorial opposition between the fictitious and the real world. along with the invitation to cross the passage that separates them both. Introducción Un país imaginario que se caracteriza principalmente por la falta de necesidad del trabajo y la abundancia sobrenatural de alimentos constituye un tema que ha tenido bastantes manifestaciones literarias en distintas regiones y épocas. El término Cucaña aparece escrito por primera vez en un poema goliárdico de 1164, en donde se llama “abbas cucaniensis” (abad de Cucaña) al líder de un grupo de bebedores (Carmina Burana, 1970:81). La primera versión escrita sobre un viaje al país de Cucaña corresponde a un fabliau francés de mediados del siglo XIII. Posteriormente le siguieron una versión inglesa en el siglo XIV, una alemana en el XVI y varias versiones italianas de distinta magnitud entre los siglos XVI al XIX. Existen también otras versiones en alemán y holandés. Según Ackermann, quien reconoce en este tema un tronco teutónico y una derivación románica, el origen es imposible de determinar exactamente. Puede haber venido del Oriente, vía Asia menor; desde Grecia, mediante la

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literatura griega y latina; de la Biblia, gracias a canales bizantinos y hebreos, posiblemente camino de España y también de fuentes nórdicas (Ackermann, 1944:79). En líneas generales todas las versiones coinciden en describir una tierra maravillosa cuyos rasgos fundamentales son: abundancia, ociosidad, juventud y libertad (Júnior, 1998:189). El argumento del texto está constituido por la descripción que hace de esta tierra un narrador anónimo quien, o bien ha viajado él mismo o le han referido la idea. Sin embargo, lo significativo son las variaciones que va sufriendo el relato del tema a lo largo del tiempo. Las versiones posteriores a la francesa no eran meras traducciones de ésta, “sino elaboraciones que partían de un mismo núcleo mítico común, aprovechaban tradiciones orales y expresaban diferentes contextos históricos 1”. (Júnior, 1998:206). En las primeras versiones hay una marcada presencia de elementos religiosos, que se va perdiendo en los textos ulteriores y comienzan, por ejemplo, a sufrir la influencia de los grandes viajes del siglo XVI. El tema fue incorporando algunos elementos culturales y perdiendo otros pero, en definitiva, perduró la idea del relato del viaje o mejor aún la incitación a viajar a este país imaginario. La idea del país de Cucaña es una utopía. Esta afirmación reviste dos consideraciones: en primer lugar, y atendiendo a su significado etimológico, es un lugar inexistente; por otra parte, representa desde el punto de vista ideológico un “ideal” social. Me propongo en este trabajo, luego de revisar algunos elementos que caracterizan el relato, señalar de qué manera la configuración de este paraíso imaginario y la idea de una utopía social específica se articulan en el relato del viaje. Narrar el viaje Una de las características habituales en estos textos es que el relato del viaje se transforma en una invitación a realizar el viaje, una suerte de propaganda. Y “para incitar a la partida, se prosigue con una descripción imaginaria” (Boiteux, 1987: 557). De esta forma el texto suele tener un registro narrativo como primer marco en el que se presenta y se despide el narrador y, dentro de este marco, un segundo en el que se encuentra la descripción de Cucaña. Este doble registro es propio de la literatura de viajes. “Todo ‘relato de viajes’ incluye un doble registro, narrativo y descriptivo. [...]Para el que narra su viaje, este relato opera (con la pluma o con la boca) su reintegración en el mundo familiar del que se marchó. Además, el objetivo que preside su acción no es tanto analizar la realidad de este viaje como prolongar su experiencia.” (Zumthor, 1994:289) Este doble registro, descriptivo y narrativo, se corporiza en las marcas del enunciado y la enunciación respectivamente. La versión francesa 2 presenta un plano narrativo de tanta o mayor importancia que el descriptivo. Las marcas de la voz del narrador son constantes e interrumpen permanentemente con acotaciones o aclaraciones la descripción, la cual está enmarcada con un prólogo y un epílogo. En este último el narrador vuelve a hacer referencia a la veracidad de su relato y señala que pese a los placeres referidos decidió volverse de Cucaña 1

Las traducciones de textos extranjeros me pertenecen Las referencias a la versión francesa son de: La tierra de Cucaña, Traducción del fabliau francés por Adriana Llinares, Bahía Blanca, inédito. 2

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para regresar nuevamente llevando a sus amigos. La misma intención de asegurar exageradamente la veracidad del testimonio ocurre en las otras versiones y esconde, en todo caso, la intención paródica de ratificar la innecesaria existencia real del referente. Respecto a la diferencia entre ficción y realidad en el relato Zumthor opina que: “Se agudiza una tensión entre la historia (el viaje tal y como fue, y como tal, inefable) y la geografía; entre el tiempo irrecuperable y el espacio permantemente disponible. Por esta razón resulta inadmisible, en este nivel profundo, en este tema y en esta época, el criterio que opone, en nuestra mente, lo ‘real’y lo ‘imaginario’. El autor y su público eran indiferentes al criterio de credibilidad”. (Zumthor, 1994:290) La captatio benevolentiae presente en el prólogo de la versión francesa por la cual se ruega al auditorio creer en la veracidad de las palabras que van a ser escuchadas, junto con constantes alusiones a los oyentes, presentes en las restantes versiones del tema, son determinantes del carácter de la situacion de la enunciación e implican que el relato es oral. En la versión española de Chacona 3 el narrador se ubica, al principio del texto, en el territorio mismo de Chacona y hay una referencia explícita al modo enunciativo: Es un canto con guitarra acerca de la historia de esta isla: “Ahora que la guitara me sirve de voz sonora y de lengua con que pueda cantaros esta historia...” Más adelante se observa una interesante aclaración: el narrador es un habitante mismo de esa tierra: “Cada chacón de nosotros”. Pero hacia el final del poema se rompe la ilusión creada cuando expresa que en realidad no se está en la isla, sino que con un dejo de lamentación se descubre que su canto se produce en el plano de la cotidianeidad: “Y esta si que era vita bona. Vamos todos a Chacona.” En la tercera estrofa de esta misma versión se hace un comentario que explicita la oralidad del poema, de manera tal que podría interpretarse, según las propias palabras del narrador, que no de otro modo, sino bajo esta forma literaria, podría expresar el significado que encierran sus palabras: “Sabed que los de esta isla No podemos decir cosa Sin la guitarra, cantando 3

Las referencias y citas de esta versión como las restantes estan tomadas de Ackerman, 1994:155 y ss.

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A este son y de esta forma;” En una versión italiana, conocida como Libro de ventura de Faustino, hay más referencias a la oralidad. El narrador, hacia el final suspira y se refiere a las condiciones actuales de su vida en el momento de la narración: “Se mai ci audiate voy lo vederete. Quando li penso, anchora ne suspiro, E maledico la fortuna mia questo non fu bugia Quando me ne parti hebbi el cuor vano Ch’ora mi mangio el pesce mantuano.” Me interesa señalar el carácter oral progresivo que van adquiriendo los textos a lo largo del tiempo, por el hecho de que la oralidad está ligada a la cultura subalterna y popular en la Edad Media. Además, existe evidencia de que los relatos de viaje al país de Cucaña tuvieron un auge dentro de la literatura oral en el siglo XVI (Boiteux, 1987:563). También este carácter oral progresivo corre paralelo a la evolución literaria del tema. Al respecto considera Boiteux que: “El tema banalizado se reduce a un uso calificativo literario, pero también puede ser recuperado por el poder dentro de una política festiva [...] El tema de la Cucaña ha sido banalizado, convertido en un objeto festivo entre otros, ha sido recuperado por el poder y utilizado para sus fines. Se ofrece como una realidad tangible, aunque sea efímera, para el pueblo que se encuentra, de hecho, expropiado de su sueño de viaje imaginario al país de Cucaña.” (Boiteux, 1987:576) A la evolución histórica de este tema literario señalada por la oralidad progresiva también se le suma la influencia de los procesos culturales que ocurren con el paso de la Edad Media al Renacimiento: textos orales producidos en contextos festivos y recogidos por escrito por una cultura oficial letrada señalan que este género del relato del viaje al país de Cucaña es una forma de expresión de la utopía popular, que conlleva siempre la incitación a la acción, en este caso bajo la metáfora de una invitación al viaje. La posibilidad de viajar a Cucaña enunciada desde la cultura popular, es la poética/política que expresa el deseo de la insatisfacción presente o un presente de deseos insatisfechos. El relato de este viaje era aparentemente conformista en el plano descriptivo, como uno más de los tantos rituales festivos que permitían un desorden institucionalizado “a través del cual las clases subordinadas purgasen sus resentimientos y viesen compensadas sus frustraciones” (Burke, 1991:287). Pero en el plano narrativo, las marcas de la enunciación instan a la acción: es un relato subversivo, en tanto incita a la movilizacion de su auditorio a viajar a esta tierra, lo cual se traduce dentro del marco político en un cambio social. Tampoco la elección del género festivo es casual; la risa, como una máscara, puede esconder una intención diferente a la que se presenta a primera vista. En la versión italiana de Il triunfo 58

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della Cuccagna se reúnen en el verso inicial todos estos elementos: “riddendo e cantando andremo in Cucagna” Si bien algunos autores sostienen que Cucaña “traducía ‘una mentalidad de resignación, incapaz de avalar un orden del universo por la violencia’” y que era un sueño colectivo, no un estímulo a la revuelta.” (Júnior, 1998: 206), coincido con Baczko en considerarla como una utopía que porta valores inherentes de revuelta social (Le Goff, 1989:286). Para Bazcko, Cucaña es la utopía del viaje imaginario. (Le Goff, 1989:277) La cuestión de si el relato del viaje al país de Cucaña es el sueño de una sociedad futura o la expresión de una evasión conformista y temporaria se resuelve en el doble significado de la noción de utopía: el ideológico y el literario. En el tema de Cucaña la utopía, es decir el ideal que busca el cambio social, es el relato del viaje a la utopía literaria, un país imaginario. La diferencia entre acción y evasión, entre lo que se describe y lo que se hace está en el espacio que media entre enunciado y enunciación; entre el aquí y el allá, entre el lugar donde se halla el narrador, su hic et nunc, y el espacio al que aspira llegar, su alibi. En el medio, como un viaje, el relato, efímero, cíclico, imaginario, persuasivo, compensador, incitante... utópico. Bibliografía Boiteux, Martine. 1987, Voyage au pays de Coccagne, en Voyager à la Renaissance. Actes du colloque de Tours 1983, Paris. Burke, Peter. 1991, La cultura popular en la Europa moderna, Madrid, Alianza. Elfriede Marie Ackermann, 1944, Das Schalaffenland in german literature and folksong, Chicago,Illinois,Chicago University Press. Júnior, H. Franco, 1998, Cocanha. A historia de um país imaginário,1998, Sâo Paulo, Companhia das letras. Le Goff, Jacques, 1989, “L’utopie médiévale : le pays de Cocagne”, Revue Européenne des sciences sociales

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El camino como construcción simbólica en el emerger de la utopía. Aristófanes, Las aves, vv.1-29 Lena Balzaretti

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Abstract En la delgada línea del pensar pre-utópico, la Comedia Atica Antigua creó mundos políticos alternativos. La obra de Aristófanes da testimonio de ello. En Las Aves, se asiste a la sustitución de la polis real por una polis aprágmon, antinómica del modelo de Pericles. La refracción paródica contamina los significados ya desde la denominación de la nueva polis: Nefelokokkygía suena tanto Ciudad de los pajaritos en las nubes como Ciudad de los tontitos en las nubes; la resolución del conflicto redunda en beneficio del héroe cómico fundador. que acaba coronado como un rey todopoderoso. aliado de Zeus: lo que significa la anulación de toda política; la expulsión de los “indeseables” fundamenta la crítica y prefigura los grandes momentos de la sátira universal. pero las avecillas enemigas del régimen “democrático” son asadas para el banquete. No obstante este despliegue de contradicciones y paradojas, la intuición poética patentiza una instancia fundamental de la experiencia humana mediante la operación de la metáfora. El lexema que designa el ”camino” (hodós) crea un microsistema simbólico de los primeros pasos en la construcción de una utopía. instancia en que el pensamiento ya no alcanza a distinguir en la lejanía el lugar que se dejó (del que se huyó), pero aún no vislumbra el otro en cuyo suelo, por decirlo así, se quiere construir. Texto En la delgada línea del pensar pre-utópico 4, la Comedia Antigua creó mundos políticos alternativos. La obra de Aristófanes da claro testimonio de ello. En Las Aves, representada en las Dionisíacas Urbanas del año 414 A.C., se asiste a la sustitución de la polis real, gravosa carga para los ciudadanos, acosados por conflictos, pleitos e incertidumbre con respecto al futuro, por una polis apragmon, procul negotiis en su versión latina, antinómico modelo del ideal de Pericles. 5

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H.G.Gadamer, en “L’anima alle soglie del pensiero nella filosofia greca”, cap. III Platone e el pensare in utopie reitera, su interpretación del pensamiento platónico como pensare in utopie y aduce, como primer argumento, la pre-existencia del género literario de la utopía en la huella hacia “La República”: ”Ora non possiamo certo dubitare del fatto che c’è stato un genere letterario dell’ utopía. Non lo possiamo specialmente dopo che Ferdinand Dümler, in un celere lavoro, ha ricavato, como sfondo dello scritto platónico, la prehistoria delle concezioni utopiche della vita poilitica tanto dalla commedia di Aristófane quanto dalla tragedia di Euripide” pp.70-71. Gadamer ubica sin dejar rastros de duda a Aristófanes como antecedente de la utopía como género literario, cf. op. cit. p.73 5 El adjetivo apragmon, de difícil traducción, en su sentido más elemental significa negación de la actividad pública, a lo que cabe añadir tanto la obligación de la praxis cuyo modelo fija el poder. Es palabra capital ligada a la política interna y externa del gobierno de Pericles y a su modelo de democracia. El discurso de Alcibíades exhortando a la expedición a Sicilia pone de manifiesto su sentido más intrusivo y presencialista: “Y es que somos el único país que considera al que no participa no un ocioso (apragmona) sino un inútil.”, del Discurso Fúnebre de Pericles en Honor de los Caídos, Tucídides 2.40. Y del discurso mencionado de Alcibíades, Tucídides 6.18: “Finalmente, yo sé que una ciudad que no sabe de la inacción no parece que vaya a extinguirse, salvo que cambie por la inacción (apragmosyne).

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Dos viejos atenienses, Peisetero (el que persuade al otro) y Evélpides (el que buenamente espera) huyen de su ciudad en busca de Tereo 6, el ave Abubilla, y fundan en el aire otra ciudad, en alianza con el génos de las aves 7, anteriores a los hombres y por eso reyes en alguna desdibujada cosmogonía órfica en la que Eros, antisocráticamente, está en el origen. 8 La refracción paródica contamina los significados ye desde la denominación misma de la nueva polis: Nefelokokkygía suena tanto Ciudad de los Pajaritos en las Nubes como Ciudad de los Tontitos en las Nubes; la resolución del conflicto redunda en beneficio del héroe cómico fundador, que acaba coronado como un rey todopoderoso, aliado y pariente de Zeus, lo cual es lo mismo que decir que acaba en la anulación de toda política; la expulsión de la polis de “los indeseables” prefigura los grandes momentos de la sátira universal, pero las avecillas enemigas del régimen “democrático” son asadas para el banquete. No obstante este despliegue de contradicciones y paradojas, la intuición poética, mediante la operación de la metáfora, patentiza una instancia fundamental de la experiencia humana. El lexema que designa “camino” (hodós), insinuado en el primer verso de la comedia e insistentemente reiterado hasta no más allá del 29, crea un microsistema simbólico de los primeros pasos en la construcción de una utopía, de la instancia en que el pensamiento ya no alcanza a distinguir, por la lejanía, el lugar que se abandonó (o del que se huyó) pero aún no vislumbra el otro en cuyo “suelo”, por decirlo así, quiere construir. Toda construcción utópica presupone una voluntad fundacional. Los dos viejos llevan consigo sólo los elementos tradicionales indispensables para la fundación de una nueva polis: un cesto para transportar pequeños utensilios rituales, la marmita que conservaba el fuego sagrado del templo de la ciudad de origen y las ramas de mirto, planta asociada a los ritos sacrificiales. La voluntad fundacional exige un camino que transita del topos del que se parte hacia el otro topos, indeterminado aún, al que se ansía llegar. A la construcción utópica le es inherente también la pregunta por el camino. En el primer verso Peisetero pregunta al grajo: ¿Dices ir derecho, por donde se ve el árbol? (¿Qué ése es el camino, dices, donde se ve el árbol?)

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Uno de los mitos que Aristófanes incorpora a esta comedia es el de Tereo, rey de Tracia e hijo de Ares. Tereo colaboró con Pandión, rey de Atenas, en la victoria sobre el tebano Lábdaco. Pandión le otorgó a su hija Procne como recompensa. Tereo, ya en su reino, violó a Filomela, hermana de Procne, y le cortó la lengua para que no hablara, pero ésta da a conocer lo sucedido mediante el bordado de un tapiz. Procne, en venganza, mata a Itis, hijo del matrimonio, y se lo da a ingerir como vianda. Tereo, para vengarse, persigue con su espada a las hermanas para vengarse, pero los dioses se compadecen y operan una metamorfosis, de modo que Tereo pasa a ser Abubilla, ave de presa; Procne, el Ruiseñor, un sublimado símbolo del dolor, y Filomela, la Golondrina. Cabe señalar que el mito presenta resultados distintos según las variantes. Tereo, en la comedia, introduce a los dos viejos en el orbe de las aves y los salva de ser despedazados por ellas alegando que son parientes de su esposa Procne. 7 Cf. A.H. Sommerstein, edit. cit. , Introducción, p. 3: “La apoteosis de Peisetero es sólo el clímax de un modelo persistente, que encamina la obra desde el comienzo hasta el fin, de un modelo de subversión (en las palabras y en los hechos) de las jerarquías establecidas del universo con sus infranqueables abismos entre inmortales y mortales y entre hombres y animales inferiores”. 8 Leo Strauss en “Sócrates and Aristophanes”, New York,/London 1966, analiza detalladamente las innumerables vinculaciones entre la obra del comediógrafo y el pensamiento “socrático”. En sus consideraciones de la parábasis de Aves, lugar donde se expone la cosmogonía a que hacemos referencia, el autor señala: “Seguramente que uno de los puntos más oscuros en el oscuro relato de las aves sobre los orígenes es el status del aire, del principio por excelencia acordado al relato de Sócrates”, p.171

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Como puede verse en la lengua original, camino (hodós) no emerge en la estructura superficial. La costumbre de la lengua simplifica una expresión rutinaria “ir por el camino derecho, correcto” a la simple expresión del adjetivo “derecho, correcto” (orthén).La pregunta dirigida al grajo que el personaje lleva en el puño se funda en la universal creencia de que las aves conocen otras regiones de realidad vedadas al hombre. Si la pregunta es por el camino correcto, el que no yerra, es porque a la pregunta antecedió un andar contingente, sujeto al azar, es decir una errancia en el sentido de errar y también en la de su cercano sentido de error. El lugar propio del camino correcto pasaría allí donde el árbol se ofreció a ser visto por el hombre, el lugar de su epifanía. Pero la corneja que Evélpides parece decir otra cosa: “que hay que retroceder” lo que lleva a los hombres a expresar su desesperanza y a justificarse ante los espectadores y ante sí mismos por la impotencia y la derrota. Esta tensión entre la voluntad y el error se va a reiterar cíclicamente hasta el momento en que el camino se les va a ser manifiesto de una manera absolutamente no natural. El lexema “camino” emerge en la estructura superficial en el verso cuarto, desambiguado, y se reafirma en el seis, en boca de cada uno de los dos personajes: PEISETERO ¿Por qué, desgraciado de mí, vamos para arriba y para bajo? Moriremos si proseguimos el camino a lo loco? EVELPIDES ¡Que yo haga un camino de más de mil estadios de camino por obedecer a una corneja! Desde esos lugares y a partir de las relaciones simbólicas que establece, hodós va configurando una red de significaciones agrupadas en tres funciones ejes: 1- señalar los rasgos esenciales de la errancia; 2- indicar el modo de ser de su propia epifanía, 3abrir paso a las designaciones sucesivas y precisas del topos buscado.

1- señalar los rasgos esenciales de la errancia La corneja dijo: “retroceder”, luego Peisetero se pregunta el porqué del errar sin camino, hacia arriba y hacia abajo .Y afirma que los dos van a morir, a perecer totalmente si prosiguen ese camino carente de orientación, que es errancia. Euélpides, a su vez, lamenta la desmesurada extensión de lo andado, dando vueltas, perí, sobre los mismos pasos. Negada la existencia del camino por la misma experiencia, le resta al hombre sólo constatar que está en un lugar: aquí-aqui, entheutení, desde donde perdió no sólo el camino sino la patria, el lugar de origen, pues ya no alcanzan a divisarla, ni siquiera sería visible, irónicamente, por un personaje conocido que, descendiente de esclavos, adquirió la ciudadanía por cohecho. El hombre sufre en ese lugar. Se insiste en la lejanía. Peisetero da señales de un sufrimiento trágico, oimoi; su compañero semantiza el lamento en el sentido de “camino a la desgracia” y le advierte que no está dispuesto a seguirlo. En este punto, la ausencia del camino es equivalente a la muerte. Y Peisetero, que se niega a ir a la destrucción, recuerda la polis real y se rehace afirmándose en la crítica, (mal recuerda a los comerciantes pícaros que les

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vendieron aves que tan mal vaticinan, crítica que sin duda habría de contar, en el momento de la representación, con una recepción bastante favorable de parte del público). Es aceptada como evidente la no existencia del camino: aquí no hay ningún camino, ni siquiera una huella, Pero los pájaros acompañantes comienzan a dar signos de señalar el camino, a lo que sigue una nueva frustración. Y a la nueva frustración, el afirmarse en la crítica a la polis real. 2- indicar el modo de ser de su propia epifanía. El camino parece hacerse manifiesto a la vez que se oculta, y el hombre debe apelar a su reserva ética para no perecer. Peisetero se dirige a los espectadores y desarrolla una fundamentación de su actitud de repulsa y de huida, y desnuda la impotencia por no encontrar el camino. (29), última emergencia del lexema. Luego, una nueva tentativa de interrogar a las aves resulta exitosa. La corneja mira para arriba como para indicar algo (frazei) y el grajo se quedó con el pico abierto como para señalar algo (deiknus). Y al golpear de las piedras aparece un servidor de Tereo, desde el lugar del mito y de la extraña, para nosotros, mezcla de gene. El camino que creían no existir era el que, ignorantes de él, habían recorrido. De modo que podemos definir las características de existencia del objeto designado por el término hodós en el prólogo de aves como una presencia cuya existencia se oculta al hombre y cuyo manifestase se produce por sí mismo, El hombre no posee saber previo acerca de esa existencia, la búsqueda es errática, de desvío, circular. El árbol, las rocas, las aves dan indicios de su cercanía. El análisis autoriza a considerarlo relevante como símbolo en la configuración del pensamiento utópico en sus primeros momentos. 3- abrir paso a las designaciones sucesivas y precisas del topos buscado. Una vez hallado el camino sin saberlo, se está cerca de la meta, el topos atopos, al que hay que definir. La determinación de ese topos comienza al ser calificado como apragmon, metaforizado por la manta de buena lana que abriga al hombre en el lecho de invierno, manta en la que se puede meter como si en sus ensueños y necesidad de serenidad el hombre pudiera reintroducirse en el seno materno. Lo cual equivale a decir que en la polis de la cual se huye, las condiciones hacen imposible la preservación de la vida humana. Luego, ya en el plano del mito y en alianza con las aves, el lugar para el topos atopos es el polo de las aves, dicho así, y luego polis, y bautizada Nefelokokkugía, pero con Palas Atenea como divinidad políada, es decir, de nuevo Atenas. Lo que equivale decir que no se funda una nueva ciudad sino sólo poéticamente: políticamente se refunda Atenas. El análisis de estos pocos versos permite inferir la presencia de una intuición política expresada en términos poéticos, metaforizada en el lexema camino como símbolo del inicio de una utopía. Concluimos con la puntualización de las instancias de ese emerger, según el texto analizado: •

Una instancia de crítica con respecto a la polis en la que se está, crítica fundada en criterios éticos personales y transpersonales.

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Una instancia de negatividad, en la que se produce el alejamiento, escenificado en esta comedia por el lugar escarpado, sin vegetación, pedregoso, sin huellas del andar humano. Desde el punto de vista de la hermeneútica de la religión, diríase un lugar de pasaje, aledaño al emerger de lo sobrenatural. Allí es donde el hombre se ve exigido por la búsqueda del camino, que no es sino la distancia intelectual que media entre aquella realidad que negó y la otra, en proceso de creación. Es un momento de errancia y de sentimiento de la inminencia de la muerte. Una instancia de epifanía, en la que el camino, que estuvo sin ser visto, se hace patente a los hombres que, ignorándolo, lo transitaron. Anima a todo este proceso la no claudicante voluntad de fundar un orden político opuesto al orden injusto que atentó contra el hombre mismo y que hace que el hombre no perezca en lo que le es propio, la praxis entendida como acción transformadora.

LAS AVES (vv. 1 38) TRADUCCION PEISETERO al grajo ¿Que ése es el camino, dices, donde se ve el árbol? EVELPIDES a la corneja Ojalá revientes. A Peisetero Esta grazna de otra manera: retroceder, dice. PEISETERO ¿Por qué, desgraciado, vamos para arriba y para abajo? Moriremos yendo y viniendo a lo loco por el camino. EVELPIDES ¡Que yo haga un periplo de más de mil estadios de camino por obedecer a una corneja! PEISETERO ¡Que yo, desgraciado de mí, me haga polvo los dedos de los pies, por obedecer a un grajo! EVELPIDES En qué lugar de la tierra estamos, francamente no lo sé. PEISETERO ¿Podrías tú descubrir la patria desde aquí? EVELPIDES No, por Zeus. Desde aquí, ni Ejecéstides podría. PEISETERO ¡Voy al desastre! EVELPIDES A ese camino síguelo tú, viejo. PEISETERO Gran favor nos hizo el pajarero del mercado, Filócrates el loco, que nos aseguró que estos dos nos iban a señalar a Tereo, el hombre que se transformó en pájaro, y nos vendió por un óbolo a este grajo que parece el hijo de Terrélides y a ésta por tres. Pero no saben más que morder. al grajo Y ahora, ¿por qué te quedas con el pico abierto? ¿Es que hay un lugar donde nos lleves, rocas abajo? Por aquí no hay ningún camino. EVELPIDES Por Zeus, por acá, ni siquiera una huella.

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PEISETERO Y la corneja, ¿qué dice del camino? EVELPIDES Por Zeus, ahora no grazna igual que antes. PEISETERO Y del camino, ¿qué dice? EVELPIDES Nada distinto de destrozarme los dedos a picotazos. PEISETERO al público ¿No es extraño, realmente, que nosotros, que queremos ir... a los cuervos y habiendo hecho los preparativos, no podamos encontrar el camino?(v.29) Pues nosotros, varones que nos están escuchando, sufrimos de un mal contrario al de Sacas. Porque éste, que no es ciudadano, quiere serlo por la fuerza; nosotros, en cambio, estimados por la tribu y por la el clan, ciudadanos entre ciudadanos, sin que nadie nos ahuyente volamos de nuestra patria con los dos pies, y no porque odiemos a aquella ciudad, como si no fuera por naturaleza grandiosa y feliz, y libre para todos... a la hora de imponer gravámenes. Así es. Las cigarras cantan en las ramas uno o dos meses. Los atenienses, en cambio, cantan toda la vida encaramados en los procesos. Por esta razón hacemos este camino, y con un canasto, una marmita y ramas de mirto vamos errantes a la búsqueda de un lugar libre de preocupaciones donde poder establecernos para vivir. Nuestra expedición va en busca de Tereo, el ave Abubilla, preocupados por saber si acaso él en sus revoloteos vio una ciudad así. EVELPIDES ¡Eh, tú! PEISETERO ¿Qué pasa? EVELPIDES Ya hace rato que la corneja me señala algo allá arriba. PEISETERO Y el grajo se quedó con el pico abierto hacia arriba como indicándome algo. Entonces no es imposible que haya pájaros aquí. Ya lo sabremos, si hacemos ruido. EVELPIDES ¿Sabes lo que debes hacer? Golpea la roca con tu pierna. PEISETERO Y tú con tu cabeza, para que el ruido suene doble. EVELPIDES De acuerdo. Entonces toma la piedra y golpea. PEISETERO Está bien. ¡Muchacho! ¡Muchacho! EVELPIDES ¡Eh, tú! ¿Qué dices? ¿A Abubilla llamas "muchacho"?¿No hubieras debido llamarlo "epopoi"? (Traducción: L. Balzaretti)

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Un Viaje Atemporal: Antonin Artaud Fernando Navarro - Rut Pellerano

UNR

Abstract El carácter inclasificable de la obra de Artaud, permite pensar su textualidad cómo un viaje. En el presente trabajo analizaremos el relato de viaje a México. Este viaje que Artaud realiza tiene comienzos divergentes en el tiempo: el primero de ellos, se ubica en un Febrero de 1936 y su partida al encuentro con los Tarahumaras. El segundo, en una línea difusa de tensiones de búsqueda de un nuevo hombre, un nuevo sentido a la idea de cultura, quizá había comenzado en la concepción misma de poesía, de obra como absoluto. Podríamos afirmar entonces que la metáfora del viaje se cumple en Artaud, en su vida, en su obra, en su teatro, en su metafísica, en sus relaciones con el movimiento surrealista

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Viajar al futuro. Tradición, utopía y contrautopía en los Viajes de Gulliver, de Jonathan Swift (1726) Rogelio C. Paredes

UBA - UNLu

Abstract El propósito de la ponencia consiste en presentar los célebres Viajes de Gulliver (1726), de Jonathan Swift en una perspectiva que haga posible su comprensión, no sólo como la ácida crítica a la sociedad inglesa del siglo XVIII, sino también como un vigoroso alegato contra la utopía de una sociedad tecnológica anticipada por Francis Bacon e impulsada durante esos años por la Real Sociedad Científica de Londres. Aunque inspirados en los relatos satíricos de Luciano de Samosata, los Viajes de Gulliver no sólo censuran los aspectos capitales del pensamiento baconiano en lo relativo al papel de la ciencia y la técnica en la vida social y económica, sino que atacan sus fundamentos filosóficos y éticos, presentándose como un anticipado manifiesto contra la modernidad, incluso antes de su plena instalación en la sociedad inglesa de su época. A partir de esta lectura, los Viajes de Gulliver, en particular a Laputa y Lagado, aparecen como un vínculo capital entre la tradición literaria de la antigüedad y la irrupción de una «literatura de anticipación» concebida como espacio de crítica y reflexión sobre las conflictivas relaciones entre el saber y el poder del hombre. The communication’s purpose is a presentation of the celebrated Jonathan Swift’s Gulliver’s Travells (1726) not only as an acid critic of the English society in the XVIII siecle, but also as a strong diatribe against the technological society’s utopia predicted by Francis Bacon and stimulated for the Royal Society of London. The Gulliver’s Travells, conceived from the Lucian of Samosata’s satiric tales, attack not only the play of science and technology in social and economic life, principal aspect of baconian’s thought, but also their ethic and philosophical basis are censored. These aspects show the Swift’s work as an anti-modern argument, before the emplacement of the modern society on this time. From this prospect, the Gulliver’s Travells, especially to Laputa and Lagado, show a capital next between the ancient literary tradition and the bursting in of the «science’s fiction» as the place for the critic and reflection on relationship of conflict between the human knowledge and power

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Texto Con la rara excepción de los relatos de Cyrano de Bergerar (1619-1655) 9 sobre sus imaginarios viajes a la Luna y el Sol, existe un generalizado consenso con respecto a que la obra de Jonathan Swift (1667-1745), el célebre autor de los Viajes de Gulliver (1726) 10 ha sentado a través de ella uno de los pilares fundadores de la ciencia-ficción moderna. En efecto, al describir el viaje de su protagonista a la Isla Voladora de Laputa y al País de los Balnibarbi, en cuya capital, Lagado, sitúa una singular Academia cuyos inventos y descubrimientos anticipan, entre otras maravillas, los beneficios de la computación y los horrores de las policías políticas de los Estados totalitarios del siglo XX. Swift, a diferencia de Cyrano, habría creado no sólo un género de anticipación científica enteramente diferente de los viajes espaciales de aquél, sino también cierta forma de concebir el futuro de la ciencia y de la técnica como una amenaza latente para la perduración de ciertos aspectos elementales de la condición humana. La Inglaterra de Jonathan Swift, sin embargo, era el ámbito adecuado para la aparición de este particular género literario. A comienzos del siglo XVIII, la monarquía británica, su estructura productiva y sus actores sociales anticipan más de cien años los derroteros de las transformaciones que el Continente iba a recorrer hacia la modernidad. El violento y temprano crecimiento de sus ciudades, superior al de cualquiera otra de las naciones de Europa, suministraba los escenarios adecuados para que los sectores ilustrados y las plebes en proceso de creciente desplazamiento del campo a la ciudad compartieran la experiencia singular de un mutuo reconocimiento en el proceso de transformaciones materiales y culturales del período; la inesperada irrupción de una literatura testimonial y "burguesa” se mostró capaz desde muy pronto de realizar su producción artística gracias a una nueva sensibilidad colectiva, y atraviesa un período de verdadero esplendor en las obras de Daniel Defoe, Thomas Fielding, Samuel Johnson, que suministran una fuente adecuada para la comprensión de un mercado cultural que descubre muy anticipadamente los beneficios materiales y los pesados costos sociales, psicológicos y culturales de la experiencia moderna. 11 El propósito de la ponencia consiste en analizar la obra del notable autor de los Viajes de Gulliver que, en tanto producto de una sociedad que percibe los efectos de la transformación científica y tecnológica nunca antes experimentados en esa dimensión e intensidad por ninguna sociedad anterior, representa una de las más profundas y complejas construcciones literarias sobre los logros, límites y peligros de los resultados de ese proceso que su lúcida precognición le pone al alcance. En tal sentido, Los Viajes a varias naciones remotas por Lemuel Gulliver, primero cirujano y ahora capitán de navíos (1726) representan una osada y perspicaz interpretación sobre los efectos menos deseados que el autor advierte en el futuro inminente, situados, sin embargo en la módica experiencia de un típico 9

Cyrano de Bergerac, S. de: L’Autre Monde, en Oeuvres completes, Paris, Libraire Bellin, 1977, p. 353-

507. 10

Swift, J.: Gulliver’s Travels, Oxford, Oxford University Press, 1984. Introduction by Paul Turner, 379

p. 11

Amelang, J.: "El burgués", R. Villari (comp.): El hombre del Barroco, Madrid, Alianza, 1991, Hill, Ch.: De la Reforma a la Revolución Industrial 1530-1780, Barcelona, Ariel, 1980, Hill, Ch.: Los orígenes intelectuales de la Revolución Inglesa, Barcelona, Crítica, 1980.

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representante de las pujantes clases medias inglesas de su época, que adquirían poder y prestigio gracias a su constricción al trabajo y a su especializado manejo de la nueva ciencia y de la nueva técnica: el capitán Lemuel Gulliver. Aunque este trabajo procura instalar los Viajes en una larga tradición en que la literatura de viajes no sólo ha sido utilizada como un instrumento de crítica a la sociedad en particular, sino también como forma de reflexión sobre la condición humana como totalidad y sobre su naturaleza social, se propone además poner de relieve la singularidad de una empresa literaria en que, por primera vez, puede registrarse una concepción a la vez sistemática y escéptica sobre los alcances del impacto tecnológico en la sociedad futura. Este propósito se vincula, a su vez, con el intento de describir las condiciones materiales e ideológicas de producción de la obra, de modo de indicar en ella esos aspectos que movieron a este clérigo anglicano a ensayar, a la vez que una brillante descripción de los principales elementos de la modernidad tal como se le presentaban a sus ojos, una severa condena de los mismos en relación con sus expectativas sobre el futuro del mundo social que le tocaba describir y sobre el cual aspiraba a profetizar. Tradición y modernidad de los viajes La literatura de viajes opera en la consciencia de la Europa moderna al menos en dos sentidos sobre los espíritus dispuestos a nutrirse de ellos para la polémica religiosa, axiológica o política: suministra elementos de juicio para mostrar cómo se organizan las sociedades de Estados y culturas distantes y da fundamento a las críticas que se dirigen a los propios; pero se convierte a la vez en un espejo ejemplar, una utopía palpitante que espera al primer espíritu abierto que decida atreverse hasta allí, hasta ese lugar que puede convertirse en modelo viviente de los que quieren escapar de los absolutismos. 12 Sin embargo, este doble sentido moderno de la literatura de viajes parece hundir sus orígenes en la más antigua tradición cultural de Occidente, en los comienzos mismos de la cultura clásica. Así, en el libro II de sus Historias, Heródoto (484-406 a. C.) lanza una paradójica contraposición entre las costumbres de los egipcios y las de sus compatriotas griegos, 13 donde la cultura egipcia se muestra como el espejo invertido en el que la polis griega podrá encontrar, si se lo propone, los instrumentos necesarios para reflexionar sobre la universalidad de los valores y las conductas y la validez de las actitudes culturales propias, que ya comienzan a dejar de ser concebidas como las únicas legítimas o explicables. Esta relación entre inversión, extrañamiento y reflexión antropológica introducida por Heródoto en el género del relato de viaje hará su incursión más vigorosa en la Historia Verdadera de Luciano de Samosata (125-192 d. C.), 14 verdadera fuente de todos los relatos fantásticos de viajes empleados como ácidos instrumentos de crítica cultural y racionalismo antropológico lanzados contra las tradiciones literarias y las ficciones mitológicas. Las disparatadas aventuras que Luciano redacta en primera persona trata de fundarlas en su 12

La influencia de los viajes en la concepción cultural europea del hombre, la sociedad y los sistemas políticos y sociales en Hazard, P.: La crisis de la conciencia europea 1680-1715, Madrid, Alianza, 1988, y Hazard, P.: El pensamiento europeo en el Siglo XVIII, Madrid, Revista de Occidente, 1946. 13 Heródoto: Los nueve libros de la Historia, Buenos Aires, El Ateneo, 1968, libro II, p. 106-195. 14 Luciano: Obras Completas, Madrid, Gredos, 1961, tomo I, p. 172-227.

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derecho a presentar sus fantasías como verdades irrecusables, del mismo modo que lo han hecho los respetables autores hacia los cuales dirige su sátira. La descendencia de la Historia Verdadera será larga y fructífera: se proyectará por lo menos hasta Cyrano de Bergerac y casi con seguridad hasta el propio Swift. Luciano introduce de un modo mucho más explícito que Heródoto su propósito de atacar no sólo algunos valores y conductas considerados correctos desde una perspectiva etnocéntrica: su estilo y sus argumentos están claramente dirigidos contra la tradición del saber ilustrado de su sociedad, para ponerla en el banquillo de los acusados y para condenarla como enteramente falaz. Pero cuando Cyrano de Bergerac escribe su Historia cómica de los Imperios y Estados de la Luna y el Sol, el ataque contra la tradición ha tomado la forma de una virulenta crítica contra la concepción geocéntrica del Universo aristotélico y ptolemaico y de una abierta proclama racional y materialista a favor de la pluralidad de los mundos habitados y de franca asunción del carácter limitado de todos los saberes y valores humanos. Cyrano ha sintetizado mejor que nadie la tradición crítica de la antigua literatura del viaje fantástico con las aspiraciones a los nuevos saberes y los nuevos lenguajes introducidos por la Revolución Científica. Los Viajes de Gulliver aciertan a realizar una contribución decisiva en el género que luego se denominaría ciencia-ficción y tornan polémica su paternidad, igualmente atribuida a Cyrano de Bergerac y al propio Swift. En Cyrano -que como Swift escribe su historia en primera persona, pero sin que medie allí el discurso de un personaje tan nítidamente compuesto como Gulliver, claro exponente de los valores y aspiraciones de las clases medias ilustradas de Inglaterra- perduran elementos de la tradición mágica y hermética: las alusiones a Pitágoras y a Epicuro se combinan con las menciones de la sabiduría de Cardano y de Kepler y con la acción de entidades espirituales, el entramado mágico entre los elementos de la naturaleza y otros elementos todavía instalados en el paradigma de una naturaleza animada aún por una fuerza espiritual viva y perceptible. En Swift, en cambio, todo el peso de esa tradición mágica desaparece por completo y el lenguaje racionalista y objetivo de ese profesional burgués ascendente que es Gulliver no da lugar a resquicios: se trata de un relato ficticio y hasta descabellado que cumple, sin embargo, con todas y cada una de las reglas del informe de viajes y puede ser tomado como verdadero modelo de esa literatura. No hay ironías ni valoraciones en los conceptos de Gulliver -con excepción del último viaje- es un relato lineal y casi sin digresiones, ni juegos de palabras, ni siquiera alguna alusión al saber tradicional en proverbios o referencias directas a la religión. Por el contrario, el lenguaje de Gulliver es técnico y preciso: da posiciones geográficas con exactitud, explica sin inmutarse el mecanismo de vuelo de la Isla Voladora, revela los secretos del uso adecuado de la pólvora, orienta al lector en el manejo de un navío de vela. Las causas y propósitos de esta aparente paradoja hay que encontrarlas en la vida del propio Jonathan Swift, en su formación personal y en el entorno social y material que le tocó vivir a mediados del siglo XVIII, 15 en una sociedad donde los hombres como Gulliver podían 15

Quintana, R.: Swift: An Introduction, Londres, 1955; Ehrenpreis, I.: Swift: The Man, his Works and the Age, Londres, 1962-1983, tres volúmenes; Voigt, M.: Swift and the twentieth century, Detroit, 1964,-Vickers, B.: The World of Jonathan Swift: Essay for the Tercentenary, Oxford, 1968; Rawson, C.J. (ed.) Swift, Londres, 1971; Downie, J.A.: Jonathan Swift: Political Writer, Londres, 1984.

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encontrarse en las calles de Londres prosperando con rapidez mientras se dedicaban a los negocios coloniales, a la navegación y al cultivo del nuevo saber científico y técnico. De hecho, el plan de los viajes, el lenguaje técnico y documental de las descripciones y sus referencias geográficas fueron tomados o directamente copiados por Swift de los viajes de del bucanero William Dampier, que entre 1686 y 1699 realizó por lo menos dos viajes a los Mares del Sur, más allá del Cabo de Buena Esperanza, escenarios de las aventuras de su personaje. 16 Esta minuciosidad y este apetito de coherencia y verosimilitud en la preparación de una obra en última instancia fantástica y disparatada, demuestran que para Swift, Gulliver representaría la síntesis justa entre la tradición secular de la literatura del viaje fantástico y la reciente irrupción del lenguaje, la perspectiva y el saber de la ciencia burguesa; una síntesis bien empleada, precisamente, contra los cimientos que se estaban echando para ese mundo moderno en ciernes. Modernidad y mundo burgués en la Inglaterra del siglo XVIII Estudios recientes ratifican los asertos historiográficos sobre la Inglaterra posterior a la Revolución Gloriosa de 1688: no era sólo el Estado más avanzado de Europa en lo relativo a la representatividad de sus instituciones políticas; la ética y la estética burguesa habían impregnado la vida cotidiana inglesa en todos o casi todos los espacios urbanos y rurales del país. Los avances materiales e ideológicos no eran perceptibles sólo para los esperanzados extranjeros que llegaban a abrevar de esa flamante modernidad, sino aún para los propios ingleses, que creían percibir en cada momento de sus vidas cómo se articulaban en ella el desarrollo manufacturero y la expansión colonial con la aparición de una elite social y política renovada por el ascenso burgués, los avances de la política parlamentaria recién inaugurada con los cambios introducidos por una nueva forma de producir desde bienes de hierro y algodón, a cuadros, novelas, bombas hidráulicas y navíos. La enumeración de los elementos de esa transformación de la vida cotidiana puede resultar fatigosa, pero sólo a través de ella pueden verificarse los logros materiales y culturales de un orden nuevo que se amplía gradualmente a un número cada vez mayor de personas. La vida de la capital concentra y expande las transformaciones en los gustos y en las costumbres de las clases altas, pero también en los de las masas. El aumento en el consumo de bienes, cada vez más diversos y baratos, se aplicaba igualmente a varios estratos de la escala social, del mismo modo que los progresos en la higiene hospitalaria y la salud pública. El empleo de textiles ligeros y más limpios -originados en la difusión de los sistemas de industria rural doméstica instalados en la sociedad campesina- la generalización en el uso del jabón, la lenta disminución del alcoholismo, la mejor provisión de alimentos frescos a los mercados urbanos por la mejora de los medios de transporte, la creciente predisposición de la gentry y de la nobleza a perfeccionar sus explotaciones rurales y sus residencias urbanas agregando detalles a jardines, huertos y mansiones, el gusto creciente por objetos artísticos, la aparición de una actividad bursátil y bancaria incorporada a la vida cotidiana de las calles londinenses eran resultados visibles de un cambio material y social más profundo. La nueva estética de la gentry, 16

Dampier, W.: A New Voyage Round the World, Londres, 1697. Véase Bitterli, U.: Los "salvajes" y los "civilizados". El encuentro de Europa y Ultramar, México, F.C.E., 1982, cap. I.

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originada en su creciente avidez de bienes prestigiosos, impulsó a las artes inglesas a realizar cambios que, más de un siglo después, llegarían al Continente para acompañar como nuevos valores el ascenso de la burguesía. Es que la llegada de elencos de nacientes aristócratas enriquecidos en el comercio, la agricultura y la negociación política parlamentaria provoca un reemplazo en los hombres, al mismo tiempo que se mantienen los títulos, los cargos, las magistraturas, las prelaturas, las bancas, los ministerios y las profesiones de la sociedad tradicional, anteriores a la Restauración. La oligarquía whig que luego se haría cargo del poder durante el prolongado ministerio de Roberto Walpole y el reinado de Jorge I (17141727) y Jorge II (1727-1760) de Hannover, ya se había conformado como núcleo del nuevo poder económico y social. En unas décadas se adueñaría prácticamente de todo el poder político. Como tratará de mostrarlo Swift, esa oligarquía whig quiere mostrar orgullo por su presente y confianza por el futuro de Inglaterra, pero cierra los ojos a las miserias de los excluidos y se niega a admitir que su racionalismo, su objetividad y su aparente moderación no son otra cosa que hábiles artificios destinados a ocultar a los otros y ocultarse a sí misma que el suyo es un ejercicio del poder tan impiadoso, venal y egoísta como el de cualquier otro autoritarismo, en todo caso más hipócrita por presentarse a sí mismo como fundado en el libre ejercicio de la razón y en la supuesta defensa de la naturaleza humana. Entre los miembros de la más alta aristocracia inglesa, aunque sin pertenecer a ese nuevo sector de gentlemen plutócratas, tanto por su alto rango social como por la antigüedad de su linaje, brilló sir William Temple (1628-1699) que en Aquisgrán y en Nimega supo negociar las paces que limitaron las ambiciones de Luis XIV de convertirse en dueño único de la margen sur del Canal de la Mancha y atrajeron a Holanda a una alianza con su país. La experiencia de Temple en las Provincias Unidas, reflejada luego en sus Memorias (1672-1679), pero especialmente en sus Notas sobre el estado de las Provincias Unidas (1674) resultará paradójica con algunas de sus opiniones posteriores. Retirado del servicio, Sir William se hizo presente con sus Ensayos sobre el saber de los antiguos y modernos, en la polémica que a lo largo del siglo XVII invitaba a los sabios del Continente a expedirse sobre la posibilidad de que el conocimiento de esos años hubiese podido dejar atrás la tutela de los maestros griegos y latinos, polémica que concluyó en los primeros años del siglo XVIII, y que pasó a la historia como la Querella entre Antiguos y Modernos. Jonathan Swift, discípulo, protegido y secretario de Temple, redactó dos agudos ensayos a favor de la tesis de su amo, que denunciaba a la modernidad europea, y también a la inglesa, como una exasperación de la violencia, del saqueo y de la rapiña extendida ahora a toda la tierra gracias a la conformación de los imperios ultramarinos. Aunque escritos en 1697 y publicados en 1704, The Tale of a Tub y The Battle of the Books denuncian desde muy pronto la hipocresía de una sociedad que hace de su propia exaltación el mejor instrumento para esconder ante sus propios ojos la ceguera y la codicia de sus propósitos, en particular en lo relativo a lo que podría reivindicarse como un saber más exacto y veraz del hombre y de la religión.

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Es sin embargo el oficio de la literatura facciosa lo que pondrá a Swift en el centro de un rutilante conjunto de plumas asalariadas: en 1713, poco antes de que el advenimiento de Jorge de Hannover al trono como Jorge I de Inglaterra arrebatase a los torees la primacía política de que habían gozado bajo Ana, y mientras publicaba venenosos libelos en las columnas del Examiner contra los adversarios whigs de sus nuevos amos, el Duque de Oxford y el vizconde de Bolingbroke, Swift se reúne con Atterbury, Arbuthnot, Pope y Gay para formar el Scriblerus Club y reunir sus talentos en la redacción de sátiras contra las obras literarias de sus enemigos, firmadas por un ficticio Martinus Scriblerus. Durante esas reuniones se decide hacer al personaje un narrador de viajes. Cuando finalmente estas ideas tomaron forma, hacia 1727-1729 -aunque The Memoirs of Martinus Scriblerus sólo se publicaron en 1741- ya habían aparecido, en 1726, Travells to the divers and remotes Nations of the World by Lemuel Gulliver, un anticipo que Swift se había atrevido a adelantar con las inspiraciones del Club. Los Viajes de Gulliver marcan pues el momento de inflexión de la carrera de su autor, de político fracasado a genio literario. El éxito de la primera edición de Los Viajes -ya en 1735 se publicaban por primera vez sus Works incluyendo la primera versión corregida y definitiva de Los Viajes- decidió en gran medida ese destino, que era también, en cierto modo, el destino del personaje de esa colección de utopías liadas por relatos de viaje muy verosímiles, puestos en boca de un hombre cuyo estilo de narración es tan despojado, tan honesto y tan llano que a veces da trabajo creer que, efectivamente, este médico, marino y capitán, producto de la educación puritana, la Revolución Científica y la expansión marítima inglesa no haya desembarcado del otro lado del mar para visitar islas pobladas de hombres diminutos y gigantescos, o repúblicas bestiales de caballos virtuosos. Gulliver, el autor burgués Gulliver es, en efecto, un actor y un autor burgués. Tanto es así que su figura aparece desleída en el relato, a la vez portentoso y sereno, cuando se percibe con qué sencilla naturalidad se introducen descripciones alucinantes de máquinas voladoras, de bombardeos a ciudades y de computadoras, como la que se muestra en la Máquina de Pensar del sabio de Lagado. Como se ha reiterado varias veces, fue George Orwell el primero en advertir la siniestra similitud entre los yahoos de la República de los Houyhnhnms y la degradante condición de los judíos bajo el poder del Tercer Reich. Lemuel Gulliver un cronista desapasionado hace de su ramplona honestidad la más excelente de las virtudes de un narrador de viajes, pero también el arma más demoledora en la construcción de metáforas y predicciones desgraciadamente acertadas. Hijo segundón de un arrendatario próspero pero no rico, puritano, como la mayoría de su clase, educado en un colegio de esa tendencia religiosa, interesado en mejorar su fortuna a través de la participación en la empresa colonial británica, aplicado al estudio de conocimientos científicos y técnicos (medicina, matemática, física), Gulliver no sólo es un claro exponente de los sectores sociales medios a los que el desarrollo comercial inglés iba otorgando un protagonismo social y político cada vez mayor desde la Guerra Civil. Es también un representante de una clase culturalmente pujante, instruida lejos de las universidades dominadas por la teología y la filosofía, público y protagonista a la vez de los

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cambios educativos y de los progresos del empirismo y de las ciencias aplicadas, producto legítimo de la obra filosófica y profética de Francis Bacon, y de los institutos y academias controlados por los disidentes religiosos. Esos valores e inquietudes son los que Gulliver hace explícitos ante los divertidos nobles de Luggnag, cuando éstos le preguntan qué haría si le hubiese tocado en suerte nacer struldbrug, es decir inmortal. Reuniría primero una fortuna que le permitiese afrontar su inacabable existencia, luego se dedicaría a reunir todos los conocimientos que pudiese reunir en historia, política, ciencias y letras, de modo que al final de esta carrera se volviese un personaje de indispensable consulta para reyes, gobernantes y ministros. Riqueza, saber, poder, en suma: el programa de ascenso de la burguesía. Trazando su derrotero biográfico Gulliver realiza una buena parte de este trayecto hacia el poder: su fortuna mejora como médico de a bordo, en varios viajes que realiza a las Indias Orientales y Occidentales, y en esa situación se encuentra en 1699, cuando se embarca en el viaje que lo llevará a Liliput, lo mismo que en 1702, cuando llega a Brobdignang. Pero en su viaje a Laputa, en 1706, ya no necesita ofrecer sus servicios, sino que los mismos le son solicitados a cambio de grandes ventajas; su capitán, incluso, le confía la dirección de una balandra cargada de mercaderías que es asaltada por piratas, de resultas de lo cual queda abandonado en el mar, a merced de los elementos. Antes de viajar a la República de los Houyhnhnms, en 1710, está en condiciones de abandonar su oficio, y en virtud de sus avanzados conocimientos de navegación, conseguir un puesto como capitán de barco. Lo cierto es que el relato permite contemplar la dimensión del progreso social del protagonista, porque de regreso a Inglaterra, y para no extrañar a sus admirados Houyhnhnms, tiene recursos como para "comprar dos caballos jóvenes, a los que instalé en muy buen establo", con caballerizo incluido. Pero en el conjunto de la obra, la crítica va siendo cada vez más general, profunda y radical a medida que uno se adentra en la demoledora descripción de la sociedad burguesa. Esta sociedad materialista es, sin embargo la más progresista de Europa, y también la más envidiada en las demás naciones por lo avanzado de sus instituciones representativas y Gulliver, representante de la pujante clase media que Inglaterra prohíja en su expansión mercantil y en su progreso político, abjura, al final de la obra, de los valores que lo han puesto en una posición expectable respecto de una buena porción de sus compatriotas asalariados, granjeros, sirvientes y artesanos, y se convierte en un juez inflexible de la política parlamentaria, los ministerios, la judicatura, el comercio, la industria y el consumo. Pero esa abjuración resultaría incomprensible sin observar de qué manera los cimientos de la arquitectura que viene sustentando la escalera por la que trepan estos hombres: la vida urbana, la superioridad del conocimiento científico, la noción del progreso histórico. Y es aquí, en los viajes de Gulliver a Laputa y Balnibarbi, donde el relato de Swift se convierte de una sátira fantástica en un verdadero viaje al futuro. Degradación, contrautopía, modernidad Laputa, la Isla Voladora, ciudad y nave que lo rescata en el tercero de sus viajes a los Mares del Sur, es un ingenio paradójico en el que se combinan, por un lado una gran

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capacidad de sus ingenieros y astrónomos, para mantenerla y dirigirla y, por otro, la perfecta impericia de sus artesanos más modestos. Las construcciones que se levantan en su superficie resultan notables por la imperfección de su arquitectura. La ridiculez de las vestimentas de sus habitantes completa ese efecto contradictorio entre el deslumbramiento y la falta de exactitud para las operaciones más elementales, resultado del abismo existente entre las pretensiones geométricas, matemáticas musicales de esos sofisticados astrónomos y su torpeza para operar con ellas en cuestiones de mera práctica. Después de presentar el conveniente método de demoler las ciudades rebeldes o enemigas desde el aire, anticipo sagaz del empleo que en el futuro se dará a las máquinas voladoras. 17 El personaje de Swift baja a tierra en la ciudad de Lagado. Lagado, la capital de Balnibarbi y de todo el reino –que incluye la corte aérea del Rey de Laputa- es la sede de espíritus más prácticos que los de las «regiones aéreas». En efecto, mientras que en la ciudad, nave e isla, habitan junto al monarca sólo los matemáticos, los astrónomos y los músicos, en Lagado, según se informa el autor de boca de Munodi, el noble de ideas conservadoras que le sirve de anfitrión, "hacía cuarenta años ciertas personas habían ido a Laputa, algunos por negocios y otros por diversión, y después de cinco meses habían vuelto con una pequeña tintura en matemáticas, pero con el cerebro lleno de espíritus volátiles adquiridos en esas regiones de los aires. Que esas personas, a su retorno, habían empezado a ver con disgusto el manejo de cada una de las cosas en tierra firme, y se entregaron a la obra de levantar esquemas sobre una nueva base para todas las artes, las ciencias, las lenguas y la mecánica Con ese fin, recabaron una patente real para erigir en Lagado una Academia de Proyectistas.” 18 Laputa es el reinado aéreo de las ciencias puras, las que sólo ejercitan la especulación y el cálculo, Lagado y Balnibarbi representan la parte del Estado dirigido por ingenieros e investigadores, pero en una admirable presentación alegórica y literaria Swift se apresura no sólo a mostrar la íntima vinculación entre representaciones matemáticas y lógicas y aplicaciones técnicas mecánicas y concretas –aporte decisivo de la Revolución Científicasino a señalar los resultados desastrosos de esa combinación para la sociedad humana. Para comenzar, la descripción de las ciudades y los campos balnibarbos tiene un fuerte dejo a literatura de anticipación de los siglos posteriores –Blake, Zamiatin, Orwell- en la tercera década del XVIII: "Las casas son de una construcción muy extraña y en su mayoría no están bien reparadas. Los personas caminaban apresuradas por las calles, y parecían desaforadas, llevaban la mirada fija y andaban cubiertos de andrajos. Atravesamos luego una de las entradas de la ciudad y marchamos unas tres millas por el campo, donde vi muchos labradores trabajando el suelo con variadas herramientas, más no fui capaz de conjeturar lo qué hacían, ni observé perspectiva alguna de crecimiento 17 18

Swift, J.: Gulliver’s Travels, p. 168-170. Swift, J.: Gulliver’s Travels, p. 176. Traducción del autor

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de granos o de hierbas pese a que la tierra aparentaba ser excelente. No pude de dejar de asombrarme ante aquellos curiosos aspectos de la ciudad y el campo, y osé preguntar a mi compañero cuál era la causa de que habiendo tantas cabezas, manos y rostros ocupados y preocupados tanto en las calles como en los campos, no se descubriese ningún buen efecto de sus actividades, sino que, muy por el contrario, nunca había visto yo suelo tan infortunadamente cultivado, casas tan contrahechas y ruinosas, ni gentes cuyas apariencias y vestiduras delatasen tanta miseria y necesidad." 19 Esta descripción se completa luego con uno de los episodios más contundentes desde el punto de vista literario y filosófico de toda la obra: la visita del autor a la Academia de Lagado, contrautopía degradante de la Casa de Salomón propuesta por Francis Bacon en la Nueva Atlántida (1627) como instrumento indispensable para impulsar el progreso científico y material de su utopía tecnológica, y sátira directa de la Royal Society de Londres, dirigida y controlada por la monarquía. Allí Gulliver entrevista a una turba de Projectors andrajosos, delirantes y ávidos de contribuciones para sus proyectos -tanto es así que Gulliver ha sido provisto por su noble protector con una gruesa limosna con los cuales recompensar su predisposición a la excesiva comunicación y a la pedantería. La enumeración es prolija, grotesca, pero de ninguna manera caprichosa, porque combina agudamente algunas de las experiencias propuestas por los integrantes de la Royal Society con las más delirantes y escatológicas alusiones a Luciano, Rabelais y Cyrano. La investigación que pretende extraer la luz solar contenida en los pepinos es una alusión graciosa a los estudios sobre la fotosíntesis; la que se propone convertir en alimentos las substancias que componen los excrementos, es una cruda referencia a las partes más escatológicas de Gargantúa y Pantagruel; el proyecto de maleabilidad del fuego esconde una burla a las experiencias con bombas de vapor; la investigación sobre el empleo de cerdos para el cultivo de la tierra se hace eco de los numerosos tratados sobre agricultura de la época que promovían un empleo más intensivo del trabajo y el capital; en cuanto al proyecto de convertir en fibras textiles las telas de araña, el mismo figuraba entre las propuestas presentadas a estudio de la Royal Society; el «Artista universal» parece ser, abiertamente, una clara alusión a la figura de Robert Boyle (1627-1691), especialista en todo género de usos, técnicas e inventos. 20 La Máquina de Pensar, delirante instrumento destinado a promover la especulación filosófica, lingüística y científica, ha sido proclamada universalmente el antecedente directo de la computadora, y las reflexiones de los reformadores del lenguaje han sido copiadas de los estudios de la época sobre la construcción deliberada de una lengua perfecta. 21 Aquí se introduce a Gulliver entre los especialistas en ciencias sociales y políticas (political Projectors): algunos de estos proyectors proponen un imposible gobierno de los hombres honestos y desinteresados, al estilo de la república platónica; otros postulan un programa 19

Swift, J.: Gulliver’s Travels, p. 174. Traducción del autor Swift, J.: Gulliver’s Travels, notas p. 348 y ss. 21 Véase Eco, U.: La búsqueda de la lengua perfecta, Barcelona, Grijalbo Mondadori, 1996, en particular las páginas destinadas a John Wilkins, cap. XII. 20

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político que considera a las instituciones con las mismas posibilidades de ser sanadas por medio de médicos y cirujanos, de la misma manera que los individuos; algunos intelectuales proponen un sistema impositivo que se asiente sobre las cualidades más preciadas por los hombres, la galantería, la cortesía, el valor y el talento, dado que todos los hombres están convencidos de poseerlas y hacen ostentación de ellas. Para estos científicos sociales –una intuición de Swift que instala a los tratadistas políticos y a los teóricos del poder como parte de un plan de dominación más acabado y completo, anticipando las interpretaciones en ese sentido de Dostoievsky y de Foucault- Gulliver dicta una breve conferencia sobre las prácticas del espionaje, la provocación y la delación en el Reino de Tribnia (aliteración de Britania) que los nativos llaman Langden (England, Inglaterra): "Les expliqué que en el Reino de Tribnia, que los nativos llaman Langden, en el que había residido durante largo tiempo la masa del pueblo consistía... totalmente en investigadores, informadores, testigos, acusadores, perseguidores, presentadores de evidencias y escuchas responsables, cada uno con sus diversos instrumentos, auxiliares y subalternos, todos ellos bajo el mismo pabellón, factura y paga de los ministros del Estado y sus ayudantes. En aquel reino, el descubrimiento de conjuras es usualmente el trabajo de esas personas, quienes desean acreditarse como políticos profundos, restaurar nuevo vigor a una administración floja, burlar o desvirtuar el general descontento, llenarse el bolsillo de confiscaciones y alzar o aminorar la opinión de que goza el crédito público, a la vez que procurar su ventaja privada. Siempre se acuerda y conviene entre ellos qué personas serán acusadas de conspiración, tras lo cual se procede a adueñarse de sus cartas y sus otros papeles, de acuerdo a las ventajas que pueda obtenerse con ello... Los papeles se entregan a un cuerpo de técnicos muy diestros en descubrir el significado misterioso de palabras, sílabas y letras. Así, hallan que una bandada de gansos puede significar un senado; un perro cojo, un invasor; la peste, un ejército acampado; un majadero, un primer ministro; la gota, un sumo sacerdote; una horca, un secretario de Estado; una bacinilla, un comité de los Grandes: una criba, una dama de la corte; una escoba, una revolución; una ratonera, un cargo; un pozo, la hacienda pública; un cenagal, la corte; un bufón, un favorito; una caña rota, un tribunal de justicia un odre vacío, un general; una llaga abierta, la administración” 22 Esta sombría descripción de Gulliver, que anticipa los procedimientos de los Estados totalitarios y las policías secretas del siglo XX, recibe una calurosa felicitación de un sabio de Lagado. Es muy difícil que alguien haya escrito una sátira tan demoledora y definitiva sobre la ciencia como la que redactó Swift en el viaje a Laputa, no sólo por lo perdurable de la misma (la inconsistencia de las investigaciones, la lucha por los recursos para la investigación, la ceguera ética de muchos científicos al servicio de cualquier poder, la constitución de un saber destinado a perfeccionar los mecanismos de dominio y de sumisión, la articulación eficaz entre ciencia, explotación y deshumanización) sino también por estar claramente dirigida 22

Swift, J.: Gulliver’s Travels, p. 191-192. Traducción del autor.

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contra la obra del fundador de esta alianza de ciencia y técnica -esto es, entre los matemáticos, astrónomos y músicos de Laputa y los proyectistas e ingenieros de Lagado- Sir Francis Bacon, y contra buena parte de su herencia, la Royal Society, denunciada como instrumento no sólo de delirio y extravagancia, sino como recurso para consolidar un control más eficaz sobre los hombres, los recursos y los discursos. Lagado, entonces, se presenta como la contrautopía baconiana, y su Academia, la caricatura ruinosa de la Casa de Salomón, es a la vez no sólo la contemporánea Sociedad de Ciencias de la Monarquía inglesa, sino el modelo de una forma de producir conocimiento que, dominando el mundo a partir del siglo XVIII, sólo orientará la investigación en los campos provechosos para la consolidación del poder que lo respalda. Para Swift, entonces, los proyectos de la nueva ciencia, son un peligroso instrumento de caos o, más bien, una incitación a despertar apetitos de dominio y explotación del mundo y del hombre que sería mejor que siguieran dormidos. Farsa e Historia Ahora bien, para sustentar este punto de vista hace falta que Swift exponga todavía un punto de vista más radical, que selle de manera contundente la afirmación de Bacon de que el género humano, como los individuos particulares, debe considerarse a sí mismo más sabio y más experto a medida que el tiempo transcurre y se completa su conocimiento del mundo y su experiencia se hace más exhaustiva y providente. 23 En fin, hay que dar un golpe de muerte a toda noción de progreso, a todo principio de evolución. Es ésta la réplica de Swift a los argumentos del progreso, que para probar su validez echan mano de los logros más visibles de la modernidad: la navegación oceánica, las armas de fuego, las tierras de ultramar, la brújula, el reloj de cuerda, los lentes, los molinos de viento, la fundición de metales en enormes cantidades, el barómetro, la bomba hidráulica y tantos descubrimientos, inventos y transformaciones más en la geografía, la astronomía, la mecánica, la navegación, la fundición, la medicina, la minería. Y aunque el papel de la ciencia y de la técnica como instrumentos del delirio humano y de su insanable ambición de dominio ya se hayan expuesto en el viaje a Laputa y a Lagado, sólo una visita del reino de los difuntos podría aportar de manera decisiva a su convicción sobre la inexistencia del progreso, y sólo la evidencia de una concreta, terrible e interminable decadencia de la humanidad brindaría la certeza sobre la imposibilidad de todo perfeccionamiento del hombre. Al viajar Gulliver a la pequeña isla independiente de Glubbdubdrib, cuyo monarca tiene el poder de suscitar, desde el mundo de los muertos, todos los espectros que desee para su servicio y diversión, el autor y el personaje pueden trazarse un panorama satisfactorio sobre la capacidad instructiva de la historia como testimonio del progreso material y espiritual de la humanidad. Pide que se le presenten los senadores romanos junto a los parlamentarios ingleses: los primeros le parecen "una asamblea de héroes y semidioses, los segundos, una reunión de buhoneros, rateros, salteadores de caminos y rufianes". Un viejo hacendado inglés es evocado como "uno de aquellos tipos tan famosos por la sencillez de sus maneras, vida y atuendo y su justicia en los tratos; por su sincero espíritu de libertad; por su valor y amor a la patria", cuyas 23

Bacon. F.: Novum Organum. Aforismos sobre la interpretación de la naturaleza y el reino de los hombres, Barcelona, Hyspamérica, 1984, p. 54-55.

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virtudes prostituyeron sus coetáneos, los nietos de aquellos hombres, a cambio de un puñado de dinero "al vender sus votos e intrigar en las elecciones", y así "habían aprendido toda la corrupción y vicios que quepan aprender en una corte". La historia, pues, no sólo muestra una continua corrupción de las costumbres: si no fuera porque Gulliver entrevista en persona a los difuntos, continuaría engañado por un hato de mentiras, dado que los discursos ficticios sobre el pasado sólo se presentan favorables para aquellos que mejor han sabido acomodarse a las circunstancias más allá de todo defecto moral o tara intelectual, y ninguna Providencia, ni razón superior, ni programa divino preside el ciego decurso de las contingencias, los accidentes y la mala voluntad de los individuos: “Me disgustó sobre todo la historia moderna... encontré cuánto había sido desfigurado el mundo por escritores mercenarios, que adscribieron a cobardes las grandes hazañas bélicas, a necios los consejos prudentes, a aduladores la sinceridad, la virtud romana a los traidores de su nación, la piedad a los ateos y la veracidad a los delatores. Vi también cuántas inocentes y excelsas personas habían sido condenadas a muerte o destierro a causa del influjo de los grandes ministros sobre la corrupción de los jueces y la malicia de las facciones; cuántos villanos habían sido exaltados a los más altos puestos de confianza, poder, dignidad y provecho; cuánta parte en los actos de cortes, consejos y senados podían achacarse a parásitos y bufones. ¡Qué opinión tan baja formé de la integridad y sabiduría del género humano cuando fui verídicamente informado de los fundamentos y motivos de las grandes empresas y revoluciones del mundo y de los minúsculos accidentes a que debían su éxito! 24 Por cierto, no sólo la moral y la política están a merced del error, la contingencia, la ignorancia y la intriga: las letras y las ciencias no escapan a ellas. Los comentaristas de Homero, por ejemplo, sólo han agregado oscuridades al brillo de su obra. El propio Aristóteles, modelo y síntesis del saber antiguo, queda perplejo ante el avance de la ciencia, y resulta incapaz de afirmar algo sobre sus teorías en un sentido o en otro, pero es claro que no cree que alguien haya incurrido en errores, ni él mismo ni sus continuadores. "Le presenté a Homero, a Dídimo y a Eustaquio y le pedí que los tratase mejor de lo que acaso merecieran, y él vio pronto que necesitaban un genio para que entrase en el espíritu de un poeta. Pero Aristóteles perdió toda paciencia al oír lo que conté de Escoto y Ramus, cuando se los presenté, y me preguntó si el resto de su tribu eran tan grandes ineptos como ellos." 25 En cambio, al conocer a Descartes y a Gassendi, Aristóteles -con honesta franqueza- se apresuró a reconocer "...sus errores en filosofía natural, ya que procedía en muchas cosas por conjetura, como todos los hombres necesitan hacer, y opinó que Gassendi, que había hecho las doctrinas de Epicuro tan accesibles como podía serlo, y respecto de Descartes y de 24 25

Swift, J.: Gulliver’s Travels, p. 199 Traducción del autor. Swift, J.: Gulliver’s Travels, p. 197 Traducción del autor.

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sus vórtices estaba en caso igual. La misma suerte le predijo a la teoría de la atracción que tan celosos sostenedores tiene hoy entre los sabios. Dijo que los nuevos sistemas de la naturaleza no eran sino nuevas modas, que debían variar en cada edad, y que aquellos que pretendían demostrarlos por principios matemáticos no florecían sino durante un breve período, quedando luego fuera de boga cuando aquél pasara". 26 A un conjunto de migajas sin pizca de sentido ni verdad, a eso queda reducida, para Swift, la marcha de los siglos de la cual Bacon quiso derivar una ilusoria madurez para una humanidad cada vez más sabia, más virtuosa, más perfecta. Nada seguro venía del pasado: las miserias humanas se convertían en actos virtuosos y a la inversa, las grandes obras eran depredadas por comentaristas incapaces y pedantes, las ciencias no podían proporcionar ninguna certeza. Si verdades tan frágiles caían y se regeneraban cada porción de siglos al punto que sólo podían ser mantenidas por fanáticos, constituían entonces una mera opinión ni mejor ni peor que cualquier otra, en fin, una pobre apariencia de verdad. Conclusión: vanidad del saber, inutilidad del tiempo Pero para negar toda posibilidad de elevación intelectual al conjunto de los hombres, Swift se propone llegar aún más lejos, y terminar de convertir su viaje al futuro en un viaje a la extinción de la Humanidad. Para eso, para asegurar también la ineluctable verdad de la degradación física y del embrutecimiento moral echa mano de la terrible parábola de los struldbrugs, los inmortales nativos de Luggnag. Estos hombres nacidos sin la facultad para morir "...obraban como los mortales hasta los treinta años, momento desde el cual aumentaban en ellos el grado de melancolía y abatimiento, y esto se incrementaba todavía más hasta llegar a los ochenta. Al llegar a los ochenta... no sólo padecían todos los achaques y enfermedades de los otros ancianos, sino otros muchos, hijos de la temible perspectiva de no morir nunca. No sólo eran tercos, codiciosos, huraños, vanos, charlatanes, sino también incapaces de amistad y muertos para todo afecto natural, que nunca se extendía más allá de sus nietos. La envidia y los deseos impotentes eran sus pasiones prevalecientes... No recordaban nada sino lo que habían visto en su juventud y madurez, y aún esto muy imperfectamente... Los menos miserables de entre ellos parecían ser los que, chocheando, perdían por completo la memoria... “Las enfermedades a que están sujetos los ancianos continuaban en ellos, sin aumentar ni disminuir. Al hablar, olvidaban los apelativos de las cosas, y los nombres de las personas, incluso los de los más íntimos amigos y relaciones. Por la mismas razón, no podían entretenerse con la lectura, ya que su memoria no les permitía retener una frase del principio al fin, y ese defecto les privaba del único placer de que hubiesen podido disfrutar” 27

26 27

Swift, J.: Gulliver’s Travels, p. 198 Traducción del autor. Swift, J.: Gulliver’s Travels, p. 212-213. Traducción del autor.

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Despojado entonces de toda perspectiva favorable de progreso, abandonado así todo posible consuelo de un preclaro futuro ya instalado en su historia, el destino de la humanidad se presenta a Swift previsto con toda nitidez en el mito de Tithonos, el mortal esposo de Aurora que, dotado de inmortalidad por los dioses, se convirtió en un horrible anciano decrépito. La falta de esperanza en todo carácter redentor de la ciencia y de la técnica, una concepción de la historia humana que la percibe tan sólo como una suma de contingencias sin sentido trascendente ni ulterior, y la certeza de la corrupción y de la degradación de toda forma de vida son las intuiciones que Swift recoge de las opiniones optimistas de sus contemporáneos sobre el destino futuro de la sociedad humana, y que sólo se sostienen en una visión excesivamente unívoca de la prosperidad, la eficacia y el poder. Anticipando a Wells, a Zamiatin, a Orwell, a Burgess, a Foucault, el viaje de Gulliver a Laputa no sólo es un viaje al futuro en que el personaje de la narración alcanza a entrever la dinámica de alienación, manipulación y engaño que engendrará la técnica en las edades futuras; es también, para el autor, un viaje al futuro en el que sienta los tópicos de una concepción literaria y filosófica sobre el progreso que será completamente ajena –con la posible excepción de William Blakea la sensibilidad europea de los dos siglos siguientes.

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La utopía reflejada en los emprendimientos - Enfoque desde diversas perspectivas Agustín Parise

UBA

Abstract El breve ensayo tendrá como primer orden realizar una aproximación a la idea de lo comprendido por empresa utópica, ya que esto lograría delimitar el campo de actuación y ayudaría a una cabal comprensión de los temas a desarrollar. Punto seguido abogaremos para demostrar que en todo viaje utópico existe un punto de inflexión en el cual el mismo se torna irrealizable. Asimismo trataremos de definir el alcance que puede tener la mentada impotencia. Ya que el resultado que puede emanar de un viaje utópico puede conllevar una amplia gama de variedades, estas ultimas se tornan interesantes para su análisis. En el acápite que antecede a las conclusiones podemos mencionar que se anexara un amplio y rico muestrario de cuestiones que debido a su naturaleza no encuadran perfectamente en alguno de los apartados ya mencionados. Asimismo debido a su interés bien valen ser tratados de manera autónoma. Cuesta hacer mención al ultimo apartado de la ponencia a la que hacemos referencia, y vale hacer hincapié que en el se realizara una sinopsis o recapitulación de los temas tratados a lo largo del breve opúsculo. The short essay will have as first goal to realise an approximation to the idea of utopian venture, this will help to limit the field of action and to reach a more faithful comprehension of the topics to develop. Next important point is to demonstrate that in all utopian voyages there is a point of inflexion in which the voyage turns out impossible to realise. Likewise we will try to define the range that the impossibility can have. This is important because the results that can arise from an utopian voyage are very different and interesting for an analysis. In the chapter that precedes the conclusions we can mention that there will be a, wide and rich, collection of samples annexed. Due to their characteristics they don't fit exactly in any of the other chapters. Also due to their great interests it’s worthy to treat them in an autonomous way. Remains the necessity of mentioning that in the last section of the essay we will make a brief synopsis of the different items developed during the presentation.

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Texto En esto de escribir, por mucho que uno trate de mantenerse en el camino principal, algunos desvíos laterales son una tentación difícil de resistir. Voy a vagar por uno de estos desvíos. Si el lector me sigue acompañando, me alegraré 28 Herman MELVILLE (1819-1891) I. Palabras Previas Habiendo tomado conocimiento de la celebración de este encuentro es que no dudamos realizar un aporte por medio de estas someras líneas. Consideramos que la temática de los viajes, mas precisamente: Las metáforas del viaje y sus imágenes y la literatura de viajeros como problema; puede presentar y despertar enormes inquietudes dentro de los que demostramos interés por el tema. Todo viaje presenta un desafío y conforme lo pregonado por Emilio SALGARI (18631911) debe ser realizado por hombres capaces de desafiar incluso al destino 29, esto sin hacer demasiado hincapié en el hado, sino haciendo una inferencia hacia lo desconocido. Teniendo presente que el viaje presenta un desafío, tenemos que contemplar la posibilidad de que el desenlace del proyecto no sea el querido, o peor aún, que el viaje no sea realizado. Esta premisa nos impulsa a encuadrar el presente trabajo dentro de la mesa temática dedicada a los viajes utópicos, entendiendo como tales los que por alguna u otra razón no llegan a cumplir su objetivo, id est, son irrealizables. Más aún, anticipando el próximo apartado queremos acompañar unas breves líneas dedicadas a la temeridad de los que enfrentan un viaje a lo desconocido. Vale decir entonces que las expediciones descubridoras e investigadoras no son por cierto viajes de placer. Exigen hombres íntegros que no teman a Dios ni al diablo, al frío ni al calor, al hambre o a la sed, a los que no intimiden los pantanos ni las arenas del desierto, los témpanos de hielo ni los huracanes, las rocas y los aludes, las bestias y los hombres. Hombres de hierro con nervios de acero, duros para con los demás, a menudo hasta brutales y sin compasión, pero también duros para consigo mismos, hasta el sacrificio de la propia vida. Pocos son los que tienen suerte de escapar a todos los peligros y prender la victoria a su bandera. Sus nombres surgen como cometas en el firmamento de la humanidad y ya nunca más podrán extinguirse. No siempre su caída o triunfo dependen del valor, del vigor o de la energía(…) la misteriosa fuerza que nosotros llamamos suerte echa las blancas o negras cartas de la fortuna. 30 Breves, pero necesarias, son estas palabras previas que nos marcan el campo de actuación de este humilde ensayo y nos alientan a continuar con el desarrollo de los distintos acápites del mismo. 28

Melville, Herman; Billy Budd - marinero-, Madrid, Ed. Universal, 1998, pg. 21. Salgari, Emilio; Los cazadores de focas de la Bahía de Baffin, Madrid, Ed. Universal, 1998, pg. 57. 30 Pollog, Carlos; Sobre continentes, mares y polos -Tomo I-, Bs. As., Ed. Peuser, 1953, pg. 12. 29

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II. Aproximación a la idea de empresa utópica En el apartado anterior del presente opúsculo, hemos determinado como eje central de nuestro desarrollo al viaje utópico; y lo determinamos de manera somera como aquél que por alguna u otra razón no llega a cumplir su objetivo, id est, que es irrealizable. Esta primera aproximación acotadora no refleja la magnitud de lo entendido por utópico. Es por ello que nos valdremos de algunas definiciones que ayudarán a completar nuestro entender del término mentado. Asimismo realizaremos un breve análisis de su origen. La bibliografía compulsada 31 nos indica que el término utopía proviene de la unión de los términos griegos ou ( no) y topos (lugar), i.e. lugar que no existe. Es un término imaginario que fue inventado por el canciller inglés Tomas MORO (1478 - 1535), para dar título a su trabajo Utopía (c.1516) describiendo una república imaginaria. Ya antes PLATóN (428-347 a.C.) había desarrollado su concepto de un estado perfecto y con el otros filósofos y poetas. Sus ideas, siquiera desprovistas de la belleza de las concepciones clásicas, sobreviven en esencia en las teorías de Tommaso CAMPANELLA (1568 – 1639), Carlos FOURIER (1772 – 1837), Etienne CABET (1788 – 1856), y en el socialismo, comunismo y anarquismo modernos. La misma visión utópica une a través de los siglos a LICURGO (c. S IX a.C.) y Vladimir Ilich Ulianov LENIN (1870 – 1924), a Alejando MAGNO ( 356 – 323 a.C.) y Napoleón I BONAPARTE (1769 –1821), igualmente fracasados en su empeño de crear un imperio universal. Con todo, si sus aspiraciones no cristalizaron en la realidad política y social, los utópicos nos legaron la misma esperanza y la misma moral que alientan en realizaciones tenidas en otros tiempos por imposibles y que hoy representan un jalón considerable hacia un porvenir mejor. Mayor fortuna ha acompañado a las fantasías utópicas en el campo de la ciencia. Los ensayos de la alquimia han sido superados por descubrimientos físicos y químicos que exceden en importancia a la propia piedra filosofal y la inventiva de Julio VERNE (1828 – 1905) y Herbert George WELLS (1866 – 1946). Utopías fueron para nuestros antepasados muchos de los hallazgos que hoy figuran incorporados a la vida cotidiana de las sociedades cultas de todo el planeta. Corolario, podemos sostener que el afán de progreso, principalmente en el orden de la ciencia y de la política, impulsó al hombre en todas las edades a concebir aspiraciones tan altas y generosas como impracticables por estar reñidas con la naturaleza real del hombre y de las cosas. Parangón entre lo pregonado en el parágrafo anterior, y lo llevado a cabo por los viajeros a lo largo de las distintas eras, es realizable. Ya que ciertos emprendimientos tenían características de imaginarios; ergo, irrealizables. 31

Nos valimos de los siguientes volúmenes de referencia: Diccionario Enciclopédico Larousse, París, Ed. Larousse, 1926 y Enciclopedia Ilustrada de la Lengua Castellana, Bs. As., Ed. Sapiens, 1956.

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Quizá no huelgue agregar como cierre a este apartado, algunas escuetas líneas relacionadas con el término viaje. Cuando hacemos mención a viaje, lo hacemos equiparándolo a la idea de empresa, emprendimiento, trayecto y/o excursión. El término viaje tiene origen latino y proviene del vocablo viaticum. Comprende una jornada que se hace de un lugar a otro, persiguiendo algún fin. Habiendo desarrollado lo entendido por viaje, y lo comprendido por utopía podemos abordar sin dudas el próximo acápite de este breve catálogo. III. Punto de inflexión entre el viaje consagratorio y el irrealizable Toda empresa utópica presenta un momento o punto en el cual se torna irrealizable. Podemos sostener que ese punto puede existir en la gestación del proyecto o en algún momento ulterior. Contemplaremos esto infra en subsiguientes apartados. Volviendo al tema central de este acápite, id est la existencia de un punto de inflexión, es que podemos mantener que los viajeros al enfrentar el mentado instante generalmente lo presienten. Un ejemplo ilustrador lo podemos encontrar en el proceder que existió en la Expedición Británica al Monte Everest del año 1924. En dicha oportunidad, ante la adversidad y la proximidad del período de las lluvias, los miembros de la aventura tuvieron que definir si se continuaba o no con el proyecto. Entendían que estaban ante un punto que seguramente podría definir la imposibilidad de éxito o consagrarlos en su máxima extensión. Es gracias a la pluma de uno de los miembros de la expedición que podemos apreciar el hecho de que el dilema de "todo o nada" debió de dominar [el] espíritu [de los expedicionarios George Leigh MALLORY (1886 – 1924) y Anrew Comyn IRVINE (19021924)]. Entre las dos alternativas -volver la espalda por tercera vez o perder la vida- acaso juzgó MALLORY más fácil la última. La angustia de la primera resultaría insoportable a su espíritu. 32 Como se desprende de las líneas precedentes estamos ante una bisagra que determina el mentado punto de inflexión. Cabe agregar que MALLORY, junto a IRVINE continuaron con su empréstito, y dejaron la vida en las laderas del pico mas elevado del planeta. Aun se desconoce si lograron hacer cumbre, ya que los cuerpos fueron hallados en la última década del siglo XX por otra expedición. Lo que esta última expedición no pudo determinar es si los miembros de la expedición británica del año 1924 habían muerto camino a la cumbre o de vuelta de esta. Lamentablemente no hay evidencia sobre el hecho de que estos dos audaces hayan alcanzado su objetivo. Fuere cual fuera el resultado el viaje se tornó utópico.

32

Younghusband, Francisco; La Epopeya del Everest, Barcelona, Ed. Juventud, 1950, pg.150.

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La historia nos enseña otra situación en la cual un viaje se tornó utópico y el punto de inflexión se nota con claridad. Nos referimos al momento en el cual, Roberto Falcon SCOTT (1868 – 1912), divisó el estandarte noruego sobre el Polo Sur. Cabe recordar que fue en el verano del año 1912 Es en aquel punto cuando el británico notó que su empresa no llegaría a buen término. Todo el empréstito se había tornado utópico, ya que no llegar primero anulaba el objetivo de la travesía. En posteriores apartados trataremos con mayor profundidad lo vivido por SCOTT en su lucha por conquistar el Polo Sur Otra interesante situación es la que nos proporcionaron algunos de los que participaron del Premio Internacional Raymond ORTEIG. Este último había ofrecido en el año 1919 una suma de $ 25.000 en favor del primer aviador que llegue a cruzar el Atlántico en embarcación aérea, ya sea terrestre o marítima (mas pesada que el aire) desde París o el litoral de Francia hasta Nueva York, o de Nueva York a París o al litoral de Francia, sin escalas 33 Varios de estos amantes de la gloria no lograron su objetivo y tuvieron que afrontar algún matiz de utopía en su proyecto. Tal es el caso que nos relata Carlos Augusto LINDBERGH (1902 – 1974), previo a realizar su gran salto, el cual se llevo a cabo, entre el 20 y el 21 de mayo de 1927. El piloto sostiene, en su diario de viaje, que se dice que es muy probable que me estrelle durante el despegue, como les sucedió a FONCK y Noel DAVIS, o que me pierda en el mar, como Carlos NUNGESSR y Francisco COLI. 34 Podemos percibir que el punto de inflexión giraba alrededor del despegue, o en alta mar. En las dos situaciones la hazaña podía tornarse irrealizable. De lo manifestado a lo largo del apartado, podemos establecer que lo importante es conocer que todo viaje utópico conoce un punto determinante en el cual se puede adelantar la característica de utópico que puede presentar. IV. Alcance de la imposibilidad Como lo fuimos adelantando en apartados anteriores, bien vale indicar que un trayecto puede tener carácter de irrealizable desde su planificación o inicio. Por otra parte puede tornarse utópico a medida que se va desenvolviendo. Así como lo manifestamos en el parágrafo anterior, hay dos posibilidades para encuadrar el viaje utópico. La primera de ellas es la que considera que desde su gestación, o aun desde antes, el viaje puede entenderse como irrealizable. A lo largo de la historia se han realizado innumerables viajes de esta clase, debido a la poca notoriedad que alcanza un viaje de estas características se torna difícil acompañar algún ejemplo del mismo. Sin embrago se puede evocar con carácter ilustrativo lo vivido por Steve FOSSETT (1943- ) a lo largo de sus cinco intentos de sobrevolar la Tierra, en su globo Spirit 33 34

Lindbergh, Carlos A.; El águila solitaria, Barcelona, Ed. Exito, 1954, pg. 451. Idem, pg. 150

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of Freedom. Es notable el hecho de no haber alcanzado el objetivo propuesto, más aún haber conseguido notoriedad pública. Vale señalar que en su sexto intento logró el objetivo planteado, logró aterrizar triunfalmente el 2 de julio del año 2002. Por su parte la literatura universal nos ha proporcionado incontables relatos que sin lugar a dudas encuadran perfectamente en este criterio. Sin mas pasaremos a desarrollar dos de ellos. Para ilustrar esta idea se torna oportuno hacer referencia a lo manifestado por León Nicolaievich Conde de TOLSTOI (1826-1910) en su cuento Mucha tierra para un hombre. El mentado relato describe un viaje emprendido por el mujik a una lejana comarca donde la tierra fértil abundaba. La avaricia de este mujik lo obligó a imponer un desgaste físico que avasallaba sus fuerzas, y esto lo empujó a la muerte. El proyecto era utópico desde un comienzo, ya que el destino propuesto por el mujik jamás iba a ser alcanzado, su ansia por mayores latifundios jamás sería saciada. Las siguientes palabras extraídas del relato mencionado supra revisten un valor significativo; al sostener de boca del mujik que la ambición me ha perdido. He desaprovechado esta oportunidad. Me será imposible llegar antes de que el sol se ponga. 35 Notamos claramente que estamos ante un proyecto utópico, donde el protagonista del mismo recién en la etapa final nota que jamás verá alcanzado su objetivo. En el mismo orden de cosas podemos encontrar dentro de la narrativa de Herman MELVILLE, un relato que sin dudas refleja cuando un viaje tiene un objetivo utópico ad initio. Es en Moby-Dick donde encontramos las siguientes palabras emitidas por el Capitán Ahab yo lo perseguiré alrededor del Cabo de Buena Esperanza, y alrededor del de Hornos, y alrededor del maelstrom noruego y alrededor de las llamas de la perdición antes de que me dé por vencido. Y por esto es por lo que yo embarqué, ¡Hombres!, para cazar al cachalote blanco a ambos lados de la tierra y sobre todos los lados del globo 36. MELVILLE logra con estas líneas demostrar que desde un comienzo el objetivo del viaje de Ahab no estaba acotado. Solo dar muerte al cetáceo pondría fin a su odisea. En el contexto del relato podemos asumir que ese objetivo era irrealizable. A fin de encarar un viaje que desde su gestación tiene características de irrealizable, denota un afán mayúsculo por parte del que lo emprende; este afán también puede ser asimilable a un grado de locura, ya que su dificultad lo asemeja. Cabe agregar que en infinidad de proyectos se consideró a sus autores como desequilibrados, verbi gratia a LINDBERGH se lo llamó el loco del aire.

35

Tolstoi León; "Mucha tierra para un hombre" en Diez Cuentos Famosos ,Bs.As., Ed. Acme, 1949, pg.

36

Melville, Herman; Moby-Dick la ballena blanca, Bs.As. , Ed. Ediciones Selectas, 1962, pg. 150.

56.

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Ya volcando la atención a los viajes que encuadran en la segunda categoría, i.e. los viajes que se tornan utópicos a medida que se van desarrollando, podemos encontrar infinidad de ejemplos que ilustren esta postura. Remitirnos a los primeros acápites se torna necesario para poder entender que lo sufrido por SCOTT, por un lado, y MALLORY por otro, encuadra en la segunda postura del díptico de clasificación, esgrimido en el parágrafo anterior. Asimismo podemos agregar, con mero carácter ejemplificativo, lo experimentado por Fernando de MAGALLANES (1480-1521). Vale señalar que este intrépido marino encontró que su proyecto de completar la circunnavegación del globo quedó trunco cuando enfrentó la muerte en los arrecifes de la Isla Mactan bajo las huestes del cacique Lapu – Lapu. No estaría completa la reseña si no sostenemos que Juan Sebastián ELCANO (1476 –1526) pudo completar el proyecto impulsado por el osado portugués. 37 Lo experimentado por este último es uno de los mayores exponentes, cuando hacemos referencia a un viaje irrealizable o utópico. Tenemos asimismo el ribete paradójico de que fue finalmente realizado; hoc est, perdió su carácter de utópico, pero para su protagonista siempre lo fue. Epígrafe a este breve apartado, es señalar que se acompañaron diversas situaciones, con la mera intención de dejar en clara las dos posibles posiciones; hecho que consideramos alcanzado. V. Cuestiones Afines a los proyectos sujetos a estudio Habíamos adelantado ad initio que en el presente catálogo incluiríamos una sección dedicada a diversas cuestiones que presentan algún interés especial, y que debido a su carácter poco ortodoxo no podemos ubicarlos en alguno de los apartados anteriores. Ante esto pasaremos a desarrollar una multiplicidad de enriquecedoras situaciones: Es Maurice HERZOG (1919- ) quien experimentó en carne propia lo altruista y sacrificada que puede ser una expedición. Cabe recordar que este alpinista francés fue quien logró hacer cumbre por primera vez, más allá de los 8000 metros de altura, el 3 de junio de 1950.

i)

En su relato sobre la expedición al monte Annapurna (8078 mts.), nos describe con extrema crudeza el costo que presentó haber logrado vencer la montaña y evitar que el plan quedara trunco, ergo volverse utópico Cabe agregar al lector que al hacer cumbre sus dedos sufrieron síntomas de congelamiento, esto le causo inevitables amputaciones. Se desprende de su pluma fácil, que los espectáculos de cirugía de campaña, la carnicería repugnante que hacía retroceder a los más rudos indígenas, han ido embotando nuestra sensibilidad y no nos damos ya cuenta exacta de su horror; el dedo que salta con un ruido seco y es lanzado como un accesorio 37

Conforme Zweig, Esteban; Magallanes -la aventura más audaz de la humanidad, Bs.As., Ed. Claridad,

1948.

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inútil, la sangre que se derrama y que brota a chorro, el pus que esparce un mal olor insoportable, todo esto nos deja casi indiferentes 38. Queda plasmado que el espíritu del alpinista se fue curtiendo y desplazando de lado los cuidados y reparos, inclusive para con su persona. Vale volver al último párrafo del primer apartado en el que se trata de describir el espíritu de los que encaran proyectos monumentales. Se nota claramente que arriesgan inclusive su propia integridad. Ya dentro de otro proyecto cabe acompañar las palabras de Emilio FERRO, quien seguramente se encuentre entre los primeros colonos de la zona de Península Valdés ( c. 1920). En uno de sus innumerables viajes a lo largo de las amplias extensiones patagónicas podemos encontrar las siguientes líneas que describen como se pueden presentar, ante quien emprende el viaje, diversas cuestiones que manifiestan la potencial impotencia para llegar a destino. El pionero sostiene que las primeras dificultades que se [le] presentaron fueron en la preparación del itinerario, ya que las regiones, por donde [se] proponía pasar, eran casi desconocidas y no existían sino noticias vagas sobre los caminos que tenía que recorrer 39.

ii)

Seguramente no huelgue agregar que Emilio FERRO, a lo largo de su vida enfrentó diversas situaciones que tornaban casi utópicos sus viajes. Aun cuando eso fuera así, es que se caracterizó por tener el espíritu de un pionero, en una zona sobremanera inhóspita. Para este colono gran parte, sino todos, los viajes que emprendió tenían ad initio aspecto de irrealizables. Solo el tesón y la entrega lo impulsaron a invertir el carácter que estos presentaban. La historia nos deja otra enriquecedora situación. En acápites anteriores hemos hecho una somera referencia a la carrera que emprendieron hacia el Polo Sur, Roberto Falcon SCOTT y Roald Engebrecht AMUNDSEN (1872 – 1928). Cabe recordar que este último fue quien llegó en primer lugar al objetivo deseado, y que empujó el viaje de SCOTT hacia un emprendimiento utópico.

iii)

Aporta al presente mencionar que, sin embargo hubo muchos que consideraron poco decente el que un hombre emprendedor que había realizado sus preparativos en secreto (i.e. AMUNDSEN), arrebatara los laureles de la victoria sobre el Polo Sur a otro, que hacía diez años luchaba por obtenerlos. Note Bene que el noruego había dado publicidad al hecho de que su viaje tenia como objetivo el Polo Norte y que encontrándose en el Cabo de Hornos informo a su tripulación y al resto del mundo que su verdadero objetivo era el Polo Meridional. Ilustra agregar que como contrapartida a la actitud del aventurero noruego, el despreocupado aventurero Richard Evelyn BYRD (1888 – 1957) arrebató quince años mas tarde con su vuelo sobre el Polo Norte, la victoria al experimentado y bien preparado 38 39

Herzog, Mauricio; Annapurna -primer 8000- Barcelona, Ed. Juventud, 1953, pg.285. Ferro, Emilio; La Patagonia como la conocí, Bs. As., Ed. Marymar, 1978, pg. 215.

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explorador AMUNDSEN 40. quien se disponía sobrevolar por primera vez el Polo boreal. Esto fue el 9 de mayo de 1926. Volviendo a la carrera hacia el Polo austral, dedicaremos los siguientes parágrafos a describir como el explorador ingles, id est. SCOTT, reflejo en su diario de viaje la frustración al ver enarbolado el pabellón noruego sobre su añorado objetivo. Se nota claramente por su letra descendente y poco firme, que su ánimo no era el mejor. Hay que considerar que para ese tipo de empresas se torna imperioso poseer un estado físico y anímico óptimo, ya que ante cualquier flaqueza las inclemencias climáticas se sienten potenciadas. Bien vale acompañar extractos del diario de SCOTT, en los cuales queda plasmado su sentir, y se nota el punto de inflexión del que estuvimos haciendo mención ad initio. “16 de enero, martes. Ha ocurrido lo peor que podía ocurrirnos. Durante las primeras horas de la mañana habíamos avanzado magníficamente, recorriendo casi 12 km. Las observaciones de mediodía señalaron 89º 42´ de latitud. Reemprendimos la ruta de excelente humor, con plena esperanza de llegar a la meta al siguiente día. Al cabo de un par de horas de marcha, los penetrantes ojos de BOWERS descubrieron algo que manifestó ser una especie de jalón. Quedose asombrado y, finalmente, llego a la conclusión de que se trataba de un sastrugi. Media hora más tarde divisamos frente a nosotros un trazo negro, e inmediatamente comprendimos, claro está, que no podía tratarse de una formación nívea. Seguimos adelante y pronto distinguimos una bandera negra sujeta a una vara de trineo colocada verticalmente. Aparecían junto a ella restos de un campamento, y se veían asimismo huellas de trineos y esquiadores, y también, en gran numero de perros. Ya no cabía duda: ¡ Los noruegos habían alcanzado el objetivo antes que nosotros! Es una decepción terrible y, más aun que por mí, siento el rudo golpe por mis fieles compañeros. Cruzan por mi mente los más diversos pensamientos. Empezamos a deliberar. Mañana tenemos que seguir hasta el Polo y regresar luego con la máxima diligencia. Será un triste retorno para todos nosotros.” 41 Otro duro pasaje de su diario sostiene: “14 de febrero. Es inútil seguir haciéndose ilusiones. Las cosas se presentan mal para nosotros.” 42 Finalmente: “29 de marzo, Jueves. No creo que podamos esperar ninguna mejora. Resistiremos hasta el fin, pero nos debilitamos rápidamente. El fin no puede estar ya lejos. Lástima. No puedo seguir escribiendo. En nombre Dios, cuidad a los nuestros.” 43

40

Pollog, Carlos; Sobre continentes, mares y polos -Tomo I-, Bs. As., Ed. Peuser, 1953, pg. 241. Bezemer, K.W.L.; La Lucha por el Polo Sur, Barcelona, Ed. Labor, 1950, pg. 167. 42 Idem, pg. 171. 41

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Gran parte de los biógrafos de SCOTT sostienen que si este hubiese arribado primero al Polo seguramente el clima no lo hubiera vencido. Entre los cronistas y viajeros del siglo XIX podemos encontrar a Jack LONDON (1876- 1916), y siguiendo nuestro criterio de ilustrar con fragmentos de relatos reales, mechado con literatura novelada, es que encontramos interesante hacer referencia a uno de los mas difundidos cuentos del escritor norteamericano. Es en El grito del hambre 44 donde podemos apreciar como los protagonistas del viaje notan que están frente a una utopía. Esto se debe a que admiten que el hecho de ser devorados por los hambrientos lobos solo puede ser prolongado en el tiempo, pero que su concreción es innegable.

iv)

El frío los rodeaba y atacaba, el hambre los debilitaba. Para poder alcanzar su objetivo debían emplear algo mas que sus fuerzas. Conocían la limitación que enfrentaban y no podían alejar de su mente la idea de encontrar su expectativa de supervivencia acotada. Este cronistas logra demostrar en sus obras como lo irrealizable se manifiesta claramente, y como los protagonista no logran alejar la realidad inminente de su mente. VI. Recapitulación y acotaciones Habiendo concluido el desarrollo de los temas propuestos, a lo largo de los diferentes acápites que forman el presente catálogo, consideramos oportuno formular algunas conclusiones. Estas se desprenden de las premisas que fueron quedando plasmadas en las líneas precedentes. Nuestras conclusiones son: -

Los emprendimientos pueden tener puntos en los cuales se tornan utópicos; Dicho punto de inflexión puede ser intrínseco desde su gestación; Antagónicamente puede existir la imposibilidad a medida que el trayecto se desenvuelve; y La utopía puede presentar diversos ribetes, algunos de los cuales hemos desarrollado.

Nos interesa finalizar este breve muestrario utilizando las ricas palabras de Roberto L. STEVENSON (1850-1894) quien pregona que ante la determinación de emprender un proyecto se torna fundamental conocer el ánimo del protagonista. Dicho estado anímico puede presentar la clave en diversas excursiones. Sostiene el autor en una de sus más logradas novelas que: era aquella una noche, única, quizás, entre diez mil. Para realizar mi propósito 45. Concluimos el presente catálogo con la intención de reflejar que el mismo no tuvo demasiadas ambiciones; se conformaba con abrir el debate sobre algunas crónicas que pudieran presentar algún matiz interesante, ya que la discusión sobre los diversos temas enriquece y aumenta el conocimiento de los que realizan ese ejercicio. A esto debe agregarse 43

Idem, pg. 179. London, Jack; El grito del hambre, Bs. As. , Ed. Pigmeo, 1955. 45 Stevenson, Roberto L.; La Isla del Tesoro, Barcelona, Ed. Sopena, 1975, pg.150. 44

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que siempre tuvimos presente, y que ayudo a encauzar el ensayo la idea de Jacques Anatole François THIBAULT (1844-1924), quien sostenía que la utopía es el principio de todo progreso y el diseño de un futuro mejor. Bibliografía Bezemer, K.W.L.; La Lucha por el Polo Sur, Barcelona, Ed. Labor, 1950. Diccionario Enciclopédico Larousse, Ed. Larousse, París, 1926 Enciclopedia Ilustrada de la Lengua Castellana, Bs. As., Ed. Sapiens, 1956. Ferro, Emilio; La Patagonia como la conocí, Bs. As., Ed. Marymar, 1978. Herzog, Mauricio; Annapurna -primer 8000- Barcelona, Ed. Juventud, 1953. Lindbergh, Carlos A.; El águila solitaria, Barcelona, Ed. Exito, 1954. London, Jack; El grito del hambre, Bs. As., Ed. Pigmeo, 1955. Melville, Herman; Billy Budd - marinero-, Madrid, Ed. Universal, 1998. - Ídem; Moby-Dick la ballena blanca, Bs.As., Ed. Ediciones Selectas, 1962. Pollog, Carlos; Sobre continentes, mares y polos -Tomo I-, Bs. As., Ed. Peuser, 1953. Salgari, Emilio; Los cazadores de focas de la Bahía de Baffin, Madrid, Ed. Universal, 1998. Stevenson, Roberto L.; La Isla del Tesoro, Barcelona, Ed. Sopena, 1975. Tolstoi León; "Mucha tierra para un hombre" en Diez Cuentos Famosos,Bs.As., Ed. Acme, 1949. Younghusband, Francisco; La Epopeya del Everest, Barcelona, Ed. Juventud, 1950. Zweig, Esteban; Magallanes -la aventura más audaz de la humanidad, Bs.As., Ed. Claridad, 1948.

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Utopías para ninguna parte Maximiliano A. Velásquez Dhan Sebastián Zunino Singh

UBA UBA

Abstract Viajes. Tiempos. Narraciones. Soñar con un futuro mejor. Imposibilidad, sin lugar. Nuevos lugares ¿Es imposible volver a ensoñar un nuevo lugar, aventurarse a la búsqueda, a la creación, luego del tan mentado fin de la historia y por ende de la utopía? Luego de que todos los lugares de este planeta han sido descubiertos, conquistados, ¿Hay lugar para la utopía? Hay mundos mejores que éste, ¿pero están en éste? Viajar, andar, andar buscando... Islas. Comunas. Ciudades. Mundos. Metáforas. Revolución. Escapismo. Panfleto. Novela ¿Qué relación guarda el viaje y la utopía, el viajero y el utopista, Europa y América? Metáforas del viaje ¿Metáforas del cambio? Novedad. Imaginar ese otro lugar. Ir. Búsqueda. Promesa. Futuro. Intentaremos abrir un espacio de reflexión, a partir de una relectura, un volver sobre narraciones utópicas clásicas: la “Utopía” de Tomas Moro y “Noticias de ninguna parte” de William Morris, junto a la novela de ciencia-ficción de Ursula K. Le Guin “Los Desposeídos” y una narración fílmica argentina titulada “La Sonámbula”. En estas obras la metáfora del viaje es una constante, una idea-fuerza ligada al impulso utópico. Voyages. Times. Narrations. Dreams of futures. Impossibility. No place. New places, is it possible to dream about a new slate after the end of the history and the end of the utopia? After discovering and conquering the whole world, is there a place for an utopia? There are any better worlds than this one, but, are they in this very one? Traveling, walking, searching… Islands. Communes. Cities. Worlds. Metaphors. Revolution. Run away. Pamphlet. Novel. What is the relation between the voyage and the utopia, between the voyager and the utopist, between Europe and America? Metaphors of voyage. Metaphors of change? Newness. Imaginary of another place. Go. Search. Promise. Future. We intent to open a space of reflection, from onward a review of some classical utopias: the “Utopia” of Thomas Moro and “News from nowhere” of William Morris, with a sciencefiction novel by Ursula K. Le Guin named “The dispossessed” and with an Argentinean film like “The somnambulist”. In those works the metaphor of voyage is the constant, an “ideaforce” in strong union with the utopia’s impulse. Prefacio Ciudad del aquí y ahora, trampa espacio-temporal, distopía, Estado de excepción...

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Cuando los deseos y los sueños han sido performatizados como objetos de consumo por el capitalismo reciente no sólo ya no tenemos adonde viajar, sino qué también vamos perdiendo la capacidad de soñar. O mas bien, el sueño pierde impulso anticipador y la libertad se transforma de libertad de elección –de un mundo dado-, se pierde en definitiva la libertad de producción y de novedad. Y aún más, en donde la CNN nos muestra que existe un único mundo ¿podemos pensar en la existencia de otras realidades sin caer en la ficción de cierto multiculturalismo? Y si nos acercamos a nuestro lugar del globo, en donde nuestra vida transcurre en medio del imperio de la crisis, en una Argentina ejemplificadora de los pensamientos políticos del Estado de excepción de teóricos que van desde Hobbes y Maquiavelo a Foucault y Agamben, ¿cuán lejos nos queda la posibilidad de imaginar? ¿Es posible el viaje interno, esperanzado, aventurero, prometeico? -¿Podemos realizar un viaje utópico por las entrañas de esta distópica ciudad, tan real y tan pesada? ¿Por qué no atreverse? -Quizás, ese “por qué no” sea un elemento clave para empezar a aventurarse, para salir de la parálisis circulatoria de la ciudad, de sus vías y sus formas de acceso. -¿Por qué no intentarlo? entonces. Ir sin saber lo que vendrá, a encontrarse por que sí nomás con el futuro, porque algo distinto a esto debe haber... -¿Vamos a ver? Invitar, invitar-se al desafío, desafiar lo inscripto, lo que nos sujeta. Ni siquiera desviarse, sino des-sujetarse, soltarse a la deriva... dejar, no tener más que el cielo como tumba, vagabundear entre el cielo y el mar urbano, entre este cielo y este mar de gentes, entre este cielo con edificios que lo rascan y entre mares de esquinas, calles, plazas-puertos, la tapia, el vecino, la siesta, el bar... la canchita. Hacer estallar en mil pedazos las vías y su ritmo de circulación (“¿circular?”, “si, circule por favor”), entonces tal vez parar, por un rato reposar, detener la inercia del circular, la velocidad, y qué malestar ¿no? ¿Quizás porque el tiempo lento es un tiempo de reflexividad? Cuándo uno se detiene ¿el cuerpo empieza a hablar? ¿a dar señales de que algo anda mal? Mejor seguir, seguramente. Bocinear hasta el hartazgo, hasta que el coro de histéricas bocinas canten nuestro malestar. -¿Por qué no irse y ya? Abandonar la ciudad. Dejar. Cuál es el polo de atracción de esta gran urbe? Ciudad de puro mal-estar. Por un momento nos invitamos a viajar por relatos, viajes representados en el texto. Recorreremos lo que hemos visto (leído), contaremos esos otros mundos escritos, imaginados, esas maneras de viajar. Zarparemos desde aquí, desde este deseo de otra-ciudad o ciudades, por mares narrativos, sin mas brújula que la de los géneros literarios, en la nave imaginaria de nuestras miradas.

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Viajar, pensar (traspasar), sentirse Marco Polo... Viaje de-mente, que no es posible sino a través de un sueño (que se sueña despierto), viaje de relato fantástico. Sueño como medio de trasporte. Ensayar los medios. Ficción. Ficcionar la ciencia, la realidad objetiva, traspasar-la como realidad necesaria, hacerla contingente, desnaturalizarla. Poder político del verbo pensar, del ficcionar. De la promesa literaria de poder ir más allá. Escritura... o puerto esperanza. Partir con la balsa de los relatos hacia lugares imaginados, idea-imagen de un futuro otro. De un devenir descarrilado de los carriles prefijados. Devenir de una cosa otra, distinta, a lo esperado por las realidades presentes. Novedad. Lo que está por-venir, lo que aún-no-es. Pensar en ello, escribir lo “otro”, traspasar lo “esto”. -Escuchad estos relatos, parroquianos... que otros mundos han sido escritos. Levar anclas. Comenzar el viaje. Zarpar... hacia mundos-ficción, hacia mundos posibles de representar. He aquí el mapa de nuestra historia, he aquí lo que fue (o pudo haber sido) y lo que vendrá mientras estamos haciendo lo que somos. Bitácora: Enterados de la existencia de la tradición utópica fuimos en búsqueda de la obra fundante, la utopía de Tomas Moro. Nos alejamos de la seguridad del puerto con rumbo hacia utopo, la isla del sin lugar. Las imágenes geográficas de la isla y los datos que teníamos nos daban la pauta de que el nuevo mundo americano se convertía en un territorio posible de referencia para la construcción de ese paisaje utópico. Los espectros de la obra del Dante nos sobrevolaban. Una Europa del infierno, una América del paraíso, y el viaje como purgatorio. Isla Moro Rafael Hitlodeo, el viajero de Moro, es el guía -embaucador y visionario-, el navegante filósofo. En la novela moreana el viaje es un relato, el relato de un marino acompañante de Americo Vespucci, visitador de las Américas, que decidió aventurarse sólo por el mundo... (pues “a quien no tiene tumba el cielo los cubre”). Aquí, el viaje es marítimo, el lugar de llegada es una isla. En esta novela renacentista la aventura está puesta en los mares y en las tierras (de este planeta) que aún no se conocen. La idea del viaje se corresponde con la aventura de hacerse a la mar, hacia el nuevo mundo que esta del otro lado, cruzando las tempestades del océano, dejando su vida anterior, su familia, su patria, viajando con temores hacia un sueño, descubriendo. Hay mundos mejores que este, y están en este mundo, y esto lo asegura Rafael a través de sus relatos de los mundos que él mismo conoció, los que vio y vivió... verificaciones empíricas -propuestas por la razón y posibilidades para la razón- de que esos otros mundos son reales. Lo utópico sucede, aunque lejos. El relato del viaje de Rafael, reproducido por Moro, a su vez formo parte de un diálogo que mantuvieron ambos en Holanda, paradójicamente en un viaje del autor. No hay historias fantásticas de monstruos marinos, ni nada por el estilo, sino que en este primer momento del iluminismo, la razón trata de imponerse al mito, aunque lo utiliza como anclaje, y en este caso en la existencia de esa isla imaginaria obra la estructura del mito. La isla de Utopo está en

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algún lugar, pero no se devela dónde. Algunas lecturas afirman que Moro se inspira en América para la invención de la isla, por sus características geográficas hasta se puede pensar en la isla de Cuba, otros señalan la isla de Australia, pero esto no coincidiría con las lecturas que Moro tenía de los diarios de viaje de Américo Vespucci. Bitácora: Zarpamos ya y nos alejamos de aquella primera isla, de la fantasía americana que contrapone la realidad europea, y navegamos con rumbo al ex centro del mundo, Londres. Hacia la distopia de Moro, la Inglaterra de las revoluciones industriales y urbanísticas. Allí nos han hablado del sueño de un tal William Morris, de la anticipación de una era. Isla Morris El nombre del viaje es sueño. Morris apela a un viaje fantástico para narrar su Londres del futuro. No establece otro lugar simultáneo al Londres de su época, sino que viaja a través del tiempo. Inventa un Londres que ha cambiado luego de una revolución, con una nueva organización social y una nueva estética espacial. Londres es otra ciudad. Para aquello que “todavía-aún-no-es” Morris lo anticipa a través del relato de un extraño suceso. Luego de una reunión política, él se dirige a dormir y cuando despierta lo hace en un Londres revolucionado, en un tiempo otro. Aquí el viaje es temporal y el medio es el sueño. Pero sólo hacia el final de la novela, el relato devela de que todo se trataba de un sueño. Estas “noticias de ninguna parte” ya se sabe ficcional, y apela a recursos específicamente fantásticos. El autor narra este otro Londres a través de un recorrido por la ciudad, guiado por un joven londinense. Este es el viaje dentro de la ciudad futura, la soñada. Las características de este mundo se narran mientras se lo recorre, se conoce la historia a través de las voces de sus habitantes, el hombre del pasado que despierta en este mundo recorre su ciudad como un extranjero, extrañado de su propio lugar. Morris visita el futuro, una era del reposo, y su sueño se erige en constructor de ese otro modo de ser mundo. Bitácora: Nuevamente embarcados no ya en un bergantín para recorrer la mar sino en un espacio de ensoñación. Visto que en el sueño las imágenes y las formas obran de anclaje, ahora nuestra imagen es una nave que solo navega en la ciudad, tal vez porque ya todo esta descubierto y todo es urbanidad. Nos dirigimos hacia una ciudad de las Americas: Buenos Aires. El espacio y el tiempo es manejado por el séptimo arte, y allí descendemos. Isla Spiner Buenos Aires 2010, año del bicentenario de la revolución de Mayo, ciudad controlada por una maquinaria burocrática estatal y represiva (con agencias médicas y tecnológicas que operan sobre la memoria y la identidad de los habitantes), ciudad sobreviviente de una explosión en una fábrica de químicos. Por fuera de la ciudad no existe nada, la húmeda pampa se ha convertido en un desierto. En esta imagen negativa del futuro, una mujer, Eva, sueña despierta (recuerda lo que fue y lo que vendrá). Ella será la guía de Ariel Kluge, una especie de informante o delator que trabaja para el Estado y que está harto de la ciudad (“simplemente

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quiero salir, empezar de nuevo, encontrar un lugar diferente a éste”, son sus palabras), juntos seguirán esos pequeños sueños anticipatorios que los llevarán a otro espacio posible. A Eva la guían imágenes difusas de un jardín, una casa de campo de un pueblo de la provincia de Buenos Aires. Aquí el viaje se realiza en un automóvil por las rutas argentinas. Nuevamente, y en clave morrisiana, el final del relato devela que toda esa ciudad imaginada fue un sueño, el sueño de Eva. Y cuando ella despierta, despertamos en ese pueblito del interior calmo y verde, esa paz perdida, esa imagen de ficcional de la nación granero del mundo. Aquí tenemos otra visión del futuro, un viaje por el tiempo nuevamente en el mismo espacio (la ciudad de Buenos Aires), pero en este caso la anticipación es antiutópica. Bitácora: La nave de la ensoñación que nos ayudó a deambular de la ciudad al campo se transforma, ya no hay mar, ya no hay ciudad, ya no hay campo, la tierra se aleja y con ella el sol. Embarcados en un viaje cósmico a velocidades cercanas a la de la luz, nuestra nave detiene su derrotero en pequeños mundos habitados: Anarres y Urras, salidas de la mágica pluma de Ursula K. Le Guin. Isla Le Guin En el mapa del universo de Le Guin juegan simultáneamente varios mundos pero, básicamente, dos operan en la narración como contrastes: un mundo rico (capitalista) y un mundo pobre (anarquista). El viaje del anarresti Shevek, el protagonista de la novela, está guiado por la curiosidad de ése mundo rico, y aprovecha su condición de científico para lograr salir de Anarres. El mundo de Urras invita a Shevek, dado que él ha elaborado una teoría para lograr una nave que viaje la velocidad de la luz. La metáfora de la posibilidad del viaje-luz reafirma que la carrera tecnológica sigue vigente. El movimiento del viaje en esta novela es al revés de las utopías clásicas, pues la distopía parece ser este mundo organizado sobre la igualdad y sobre condiciones materiales de la escasez, que es Anarres. Es evidente que Le Guin trata de poner en tensión las “ideasvalores” de la utopía, pero sin dejar por ello de poner también en crisis el mundo capitalista. Así Shevek, recorre otros mundos, encuentra miseria en el mundo de las riquezas, participa (casi involuntariamente) de revueltas sociales, viaja por países -que podríamos asimilar a los socialismo reales-, y retorna a Anarres, y ni noticias de sus teorías científicas. La frase decisiva del protagonista: “el verdadero viaje es el retorno”, luego de su viaje por los mundos simultáneos, establece un nuevo principio o un sin fin. Bitácora: Volvemos a la tierra, muchos mundos imaginarios han pasado, muchas ideas nos vienen a la mente, otra vez el viaje nos permite un tiempo para la reflexión. Nos detenemos. Fin del viaje. Consideraciones Podemos hipotetizar que en relación a la utopía y al viaje, estamos en medio de un pasaje de lo real a lo ficcional (y con un fin aparente en la virtualidad). Hoy ya estamos pensando en un pasaje de la ciencia ficción a la ciencia fantástica, en donde la ideología

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utópica aparece como falsa esperanza, en los escenarios posmodernos del fin de la historia, de fin de los meta relatos, y de fin de la utopía social. El recurso del viaje dentro de las novelas utópicas es recurrente. Quizás porque en el género utópico hay dos grandes momentos dentro de su estructura literaria. El primero es el de la crítica o momento negativo, donde aparece la realidad contemporánea, el segundo se corresponde con ese otro mundo, el mundo feliz, esa alteridad positiva. Entre estos dos mundos hay un puente o conexión, y es en general el viaje. La aparición del mismo en las narrativas utópicas se hace necesario, dados que esos otros mundos están en otro lado al que hay que ir. ¿Pero cómo se va? Podríamos decir que las distintas las metáforas del viaje se corresponden con los estilos de las narraciones, entonces podríamos preguntarnos por esos estilos y sus contextos. La tendencia a la desaparición de modos de viajes propios de un “estar-en-el-mundo” y proyectarse sobre tiempos o espacios ficcionales es el síntoma de la imposibilidad de transformar la condiciones históricas sociales de la realidad (casi vinculada con cierta noción de distopía). Cuando se recurren a las metáforas oníricas se supone una cierta intimidad, un tiempo subjetivo que transforma el aquí y el ahora de manera simbólica, puesto en duda a partir de la posmodernidad. Siguiendo la tesis de Jameson, donde el sujeto perdió la distancia con el objeto, con ello el espacio y el tiempo se han fundido el uno con el otro, y ahora todo esta puesto en el espacio y éste está determinado por la velocidad, y no ya por el tiempo. Las metáforas espaciales y tecnológicas, nos ubican en mundos lejanos, donde las posibilidades de esos viajes también se tornan irrealizables para una sociedad mundial que tiende a dejar a la mayoría de sus poblaciones en condiciones de pobreza. En nuestro propio viaje narrativo pudimos observar que en un contexto sociohistórico que reduce la posibilidades de otros mundos posibles en esta tierra o de las revoluciones, los viajes “reales” tienden a ser reemplazados por medios fantásticos o ficcionales, como el sueño o una nave espacial. A medida que el planeta era descubierto, conquistado y dejado bajo la órbita del mercado y la civilización occidental, los otros mundos posibles como el planteado por la isla inexplorada de Moro quedan imposibilitados por la realidad geográfica. Entonces la revolución, como cambio total del aquí y ahora, se tornaba en posibilidad fundante de ese otro mundo, pero luego de los socialismos reales y de la guerra fría (con sus amenazas nucleares), la utopía devino en una sospecha (de que el futuro prometía un mundo mejor). El siglo XX dio lugar a la literatura de ciencia ficción, con su carácter antiutópico, que si bien siguió rechazando el mundo actual (momento crítico), veía en el futuro una devastación del mundo (y quizá luego de ello, sí un nueva fundación) mas que un cambio realizado por la voluntad humana. La narración utópica es un relato para convencer (es político, panfletario), es la propaganda de lo imposible que puede anticipar otros mundos o la crítica lo que ya es como mundo dado. Los primeros utópicos, eran creyentes del diálogo y del convencimiento. Sus novelas buscaban reformar la cultura de su época, estaban dirigidas a los hombres cultos que

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podían razonar y con el uso de su buena razón podían, desde sus lugares de poder, cambiar la realidad social. Algunas apuestas, y propuestas de utopías concretas, fueron presentadas a príncipes y hombres de Estado para conseguir la aprobación de la fundación de comunas o para lograr reformas sociales, económicas o políticas, a través del Estado. Ursula K. Le Guin mencionaba en una entrevista que sus primeras novelas estaban intencionalmente dirigidas a sus intereses políticos, pero ha preferido no darle al arte literario fines que lo exceden como tal, hoy prefiere ser más prudente. Su novela “Los Desposeídos”, su libro más politizado, pone en juego el tema del anarquismo, pero aclara que no trata de convencer, ni decir más de lo que el libro cuenta. El libro “¡no necesita otra respuesta!”, dice ella. Continuando con su pensamiento, que nos resulta descriptivo de esta intencionalidad de los autores de narraciones utópicas, podemos decir que el hecho de que se desplieguen elementos del anarquismo en su novela es porque es un ideal necesario para nuestra realidad, aunque ella duda de que sea posible que la anarquía se realice a escala global. Esta autora de ciencia ficción vuelve a inscribir a la utopía en el siglo XX. Las imágenes de esos otros mundos no son casuales, sino más bien sintomáticas. Pero nuestro tema no son las características de esos mundos, sino cómo se llegan a ellos. Es a partir del viaje que se estructuran, sea estos imaginarios o reales, idealizados o contrapuestos, ficcionados o narrados. Y la referencia contextual se erige en centro del análisis. Cuando Moro piensa su utopía tiene como trasfondo el descubrimiento de América, Morris y la película “La sonámbula” se vinculan con la Londres industrial y la Buenos Aires asfixiante, y Le Guin utiliza la ficción luego de que la utopía parece convertirse en distopía. Pero, ¿cómo, éstos autores, anticipan esos otros mundos? Moro anticipa el otro mundo desde la posibilidad de un otro espacio simultáneo en el tiempo. Mientras que Morris y Spiner recurren al sueño, al viaje onírico, un viaje basado en el tiempo y a partir de este recrea el espacio. La fuga del espacio y el tiempo es evidente en Le Guin, pues no sólo se sitúa en un futuro ficcional sino en otros planetas del universo, acá la fuga aparece mas compleja. Si bien el recurso de la ciencia ficción es la analogía y la extrapolación, en Le Guin parece haber una reducción del mundo, por lo que no habría tanto una fuga sino más bien una interpelación a este mundo desde la ficción. Y es que Ursula escribe en los contextos de la guerra de Vietnam y de las revoluciones tecnológicas de los ‘70. Hasta se ha llegado a comparar los mundos Urras y Anarres con la situación de New York (mundo de la abundancia y el capitalismo) y Cuba (mundo de la escasez y el socialismo). Leamos, ahora, simultáneamente la propuesta de Morris y Spiner, y empecemos por los títulos. En Morris el subtítulo de la obra enuncia un futuro otro “una era del reposo”, en Spiner es “recuerdos del futuro”, en un caso el futuro es positivo y en el otro el futuro es negativo. Parece clave para pensar la positividad que le asigna a la propuesta utópica Morris, quien era un militante socialista en una Inglaterra que se conformó como potencia económica y militar, con una clase obrera organizada y en donde Marx escribió el Capital. Es decir, donde la esperanza en la revolución socialista aún era una opción política. La película de Spiner es un producto cultural producido en la época menemista donde las nuevas tendencias del mercado global se basaron la aniquilación de la industria nacional y del estado de 99

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bienestar, donde la desocupación y la burocracia sindical acaban con una clase obrera, luego que los movimientos revolucionarios habían sido anulados con la dictadura militar. ¿La negatividad es producto del estado de la derrota? ¿Qué desear luego de ese y en ese proceso? ¿Hacía dónde apuntar el deseo cuando la nostalgia es un elemento fundamental en la química de cultura argentina? Y como producto porteño y urbano ¿dónde está el paraíso? Y si hablamos de paraíso, hablamos de abundancia, y entonces ¿dónde va a estar ese otro lugar sino es en el campo, y más precisamente en la pampa húmeda? Parece que sólo nos ha quedado la posibilidad de ficcionar un pasado de nación rica, como la frase del protagonista de la novela de Le Guin, el “verdadero viaje es el retorno”, retorno al granero del mundo. ¿Qué elemento prometedor, anticipador, utópico en definitiva, puede haber en ese retorno? Es cada vez más evidente que nuestra cultura nacional tiende a la nostalgia o a la restitución, y que claramente ha asentado sus bases arquetípicas en el campo, a pesar de que su historia se desarrolló y se desarrolla en grandes centros urbanos. -Qué nos queda, ¿abandonar la ciudad? Podemos recuperar la metáfora de Italo Calvino, en el final de su libro “Las Ciudades Invisibles”, cuando habla de los fragmentos de ciudades dentro una ciudad, de los territorios nuevos ocultos dentro de la máscara de los viejos. A partir de esa metáfora comenzar a trabajar la noción de viaje dentro de la ciudad estructurado como un recorrido a realizar. Algo que viene y está por surgir, una ciudad que está por-venir. Un sendero a transitar. En términos mesiánicos bastaría esperar a que ese halo de luz aparezca -solo abrigando la esperanza en la existencia de ese sendero- por lo que ya no sería necesario la realización espacial concreta del viaje. Sin embargo la nueva ciudad adviene con el sujeto sentado en espera o en constante movimiento. -Qué inmenso mar esta ciudad!. Qué infinita ante mis ojos... y navegar. Proponemos recorrer ahora nuestras ciudades, hilar sus fragmentos, viajar por ellas, aventurarse por este mundo diatópico, en la búsqueda de elementos utópicos. Iniciar el viaje por mares internos, mares urbanos, ¿es quizá una metáfora posible para interpelar nuestros tiempos y lugares, nuestro “estar-en-este-mundo”, o sencillamente estamos condenados a ser un producto ficcional, un elemento mas de ocio de un sistema capitalista consumista? Viaje de esperar que mañana (siquiera gritar “tierra”), viaje aventurero que espera (esperanzado) algo. Viaje ambicioso o deseoso de encontrarlo todo. La tierra prometida. La tierra que promete, relato que enuncia un futuro, lo permormatiza. Viaje que ya es, en su promesa (de esperar algo). En el imperio de la crisis Hoy contraponiéndose al clásico recurso narrativo de los utopistas ya no se recorre la ciudad -y ¿como escribir si no se practica?-, tal vez solo se circule por ella, el viaje como retorno aparece como un escape insoportable, como una prospectiva incompleta de una imagen contrapuesta. En el mundo del icono ya no se arman imágenes que anuncien, que propongan la creación de un objeto posible. Parece que la imagen como anticipación del futuro ya no se contradice con el presente, porque ni pasado, ni presente, ni futuro pueden ser

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enunciados. Así el viaje que antes era una aventura, una promesa, aparecía narrado como un discurso anticipador y centralmente político, hoy se transforma en un martirio, se asimila al viaje desesperanzado de la circulación, o al viaje obligado hacia la relación en el exterior (ejemplificado tal vez en los emigrantes argentinos hacia la tierra prometida norteamericana o española). Ahora bien, ¿por qué es distinto el viaje utópico? ¿qué pasa si se viaja por el espacio de la ciudad? ¿es posible encontrar lo nuevo dentro de lo viejo? ¿es posible pensar algo mejor desde las ruinas del presente? Podemos retornar a esa invitación del comienzo del ensayo. Creemos que hoy el viajero intenta reordenar los fragmentos urbanos, tratar de combatir el mal del ojo, la crisis de la totalidad que todos observamos. Al apropiarse del deseo (la acción de reordenar los fragmentos) también se instaura (como en toda narración, en toda enunciación) el tiempo y el espacio, y se puede entonces romper la frontera. Antes era clásica la diferenciación entre espacio urbano y espacio rural (muy visible hasta la revolución industrial), luego en el plano de la ciudad era factible pensar en centro y periferia (importante durante el siglo XX), ¿y ahora? ¿Que nos pasa cuando todo es ciudad y lo rural solo está subsumido en la imagen de la ciudad, cuando los centros están en la periferia y manchones de periferia están en el centro, cuando todas las experiencias están tamizadas por el ser urbanitas? En los tiempos de la modernidad era la ironía la que formulaba la visión de la utopía, era la contraposición de lo que existía, de lo que se vivía y a partir de una caricaturización de la misma es que se proponía lo nuevo. En los tiempos de la posmodernidad es el cinismo el que moldea la experiencia urbana y política. El pensamiento cínico se presenta como una opción mas de respuesta al caos significante, desde la formulación trágica, espuria, y escandalosa. Ya no hay metas, la actual capacidad de ensoñación no busca “llegar a” sino que lo que propone es la “deriva”. Ahora bien, ¿esa deriva es el “pensar es traspasar” de Bloch? El devenir del capitalismo nos ha alejado de la utopía hacia la distopía, el mundo tecnológico de la ciencia ficción está dejando lugar a los mundos fantásticos (y lamentablemente reales) de la dualidad, de la privatización de los espacios urbanos, de la fragmentación y segregación de la ciudad, de los cambios en los usos y costumbres, y del acentuamiento de las diferencias sociales. Las imágenes, las representaciones y las voces de la actualidad ya no hablan de reformismo o de revolucionismo, alejándose de la utopía, sino que plasman las diferencias y al narrarlas hipócritamente las acentúan, las muestran como un hecho, como un dato de la realidad imposible de cambiar. En estos momentos, Argentina parece estar viviendo en medio de la crisis (aunque la permanencia y la persistencia de la misma nos hace dudar de su verdadera existencia), tal vez sea mejor hablar de que estamos en medio de un Estado de excepción, un momento en el cual norma y práctica se contradicen y en donde el soberano todavía no ha conformado la nueva ley. En ese contexto el viaje porteño por excelencia es el escape, la huida. La película “La sonámbula” nos enseña en su ensoñación hacia lo rural ese pasaje. Pero nuestra realidad

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urbana también nos habla de los cambios de residencia de los sectores medios hacia los barrios cerrados y las torres jardín, en donde el mito de lo rural se establece como ideología urbana. Sin embargo todas nuestras conceptualizaciones relativas al viaje, al recorrido, a la deriva han sido puestas en cuestión a partir de nuestro deambular por el Estado de excepción instaurado el 19 y 20 de diciembre de 2001 a partir de un retornar a la calle, de un retornar a “lo público”. ¿Quiénes viajan hoy por la ciudad rompiendo su ritmo de circularidad? Por un lado, un protestar cacerolero que se repite en un gesto conservador de recuperar los pasados tolerables, por el otro los piqueteros se apropian de la ciudad (luego de apropiarse primero de las rutas rurales en los puntos mas alejados del país). Un tercer elemento podrían ser las asambleas y su toma pacífica de las plazas en la instauración de un precario foro, sin recorrido pero con encuentro. ¿Estos recorridos de protestas y de encuentros marcan un nuevo viaje hacia la utopía? Creemos que se trata de un ideario utópico que anticipe un futuro – revolucionario o reaccionario- sino mas bien propone un retorno moralizador basado en rechazos y peticiones (ejemplificado en slogans del tipo: devuelvan los ahorros para los ahorristas, devuelvan el trabajo para los piqueteros, devuelvan la representación de los asambleístas). Lo anticipador queda subsumido en un retornar dificultoso a un estado anterior “idílico” asimilable, en ese sentido, a las utopías que proponían retornar a la comunidad luego de que todo se había transformando en sociedad. Hoy la utopía no solo es un “no lugar” sino también un “no momento”. El viaje es una mediación entre la partida y el acontecimiento que todavía no ha ocurrido. Las movilizaciones parten esperando encontrarse con algo pero perdiendo su capacidad enunciadora. Apenas son trazos que empiezan a dar cuenta de un nuevo mapa, una nueva ciudad, pero no se atreven a configurarse aún como escritura, a ser actores del acontecimiento y no meros espectadores, a construir, a moldear. Tal vez la gran mayoría de nuestro pueblo no se moviliza por una mezcla de desidia y de miedo. Claramente no viaja por limitaciones económicas. Muchos habitantes de la ciudad no se mueven, solo practican la inercia del quehacer común, de la vida cotidiana. Las respuestas que contienen ciertos elementos utópicos parecen conformarse en tres líneas definidas: a) la creación de mundos nuevos por parte de la ciencia ficción o la ciencia fantástica ya que el mundo actual es insoportable e imposible de aprehender y de solucionar; b) el escape o la huida, es decir realizar el viaje de todas maneras alejándose de la negatividad hacia la tierra prometida, aunque planteando no querer resolver el conflicto sino simplemente dejarlo de lado y patearlo para un futuro, pero pensando en el retorno nostálgico de un mañana construido por otros, y c) quedarse a recorrer la ciudad de la excepción marchando hasta encontrarse con el estallido, una espera del momento mesiánico quilisiástico, una construcción cartográfica de la topografía en donde el viaje es la espera, una mera exploración de lo que hay. El viaje del hoy parece servir para construir el mapa e intentar reconocer el espacio, la ciudad. Permitir un punto de partida para un tipo de marcha que involucre a un todos, en un proyecto mas englobante, mas universalista, por ahora solo se queda en ciertos particularismo 102

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síntomas del momento actual (ya sea describiendo las asimetrías en comparación con, o haciendo “como si” se estuviera criticando) y así simbólicamente permite pensar cierta reconstrucción de la totalidad desde un mundo excepcional de fragmentos. El discurso de la utopía y su propuesta permanente del deseo de viajar continúa siendo un referente de una amplia gama de desarrollos que se extienden desde la invención retórica de nuevos mundos y realidades, hasta los argumentos para acciones prácticas y concretas. En el tiempo de la excepción, para desechar la idea de la crisis, es cuando mas se necesita la remisión a la solución utópica, a las “ideas-fuerzas” de un navegante que solo muñido de un catalejo y de mucho deseo se atreve a zarpar. El mar aparece amenazador, pero también lo es el puerto y la ciudad. La muerte siempre está, solo basta decidir si la enfrentamos de frente o la aceptamos resignados. Julio de 2002. Bibliografía utilizada Brennam Downs y Jameson (1997) La utopía en Ursula K. Leguin, dossier en Revista “El Rodaballo”, otoño/invierno 1997, N° 6/7, Buenos Aires. Calvino, Italo (1991) “Las ciudades invisibles”, Minotauro, Barcelona. Jameson, Fredric (2000) “Las semillas del tiempo”, Trotta, Madrid. Le Guin, Ursula K. (1998) “Los desposeídos”, Minotauro, Barcelona. Moro, Campanella & Bacon (1995) “Utopías del renacimiento”, FCE, México. Morris, William (1968) “Noticias de ninguna parte o una era de reposo”, Editorial Ciencia Nueva, Madrid. Thompson, Edwaed P. (1988) “William Morris. De romántico a revolucionario”, Edicions Alfons El Magnanim, Valencia. Velázquez y Zunino Singh (2001) Virtutupía, ponencia presentada a III Jornadas de Imaginarios Sociales, FADU-UBA. Film observado “La sonámbula. Recuerdos del futuro”, de Spiner, Argentina.

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“Las Metáforas del Viaje y sus Imágenes. La Literatura de Viajeros como Problema”

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Discurso científico y creaciones institucionales de los viajeros argentinos María Cristina Carnevale

UBA

Abstract Entre los años 1870 y 1890, se intensificaron los viajes de exploración hacia las zonas despobladas y poco conocidas del país, como Patagonia y el Chaco. Viajeros y científicos, muy vinculados con el proceso de construcción del Estado Nacional, iniciaron esta expansión hacia el sur. Estamos hablando de hombres como Zeballos, Lista, Moyano, Fontana, Fieldberg y Moreno, entre otros. Son ellos los que darán forma a la expresión institucional de esta actividad,creando primero, la Sociedad Científica Argentina, luego el Instituto Geográfico Argentino y finalmente la Sociedad Geográfica Argentina. En este trabajo, a través de la lectura del Boletín del Instituto Geográfico Argentino y de la Revista de la Sociedad Geográfica Argentina, vamos a conocer el discurso, ya que ambas definen el paradigma científico de las décadas siguientes. A través de sus publicaciones podemos acercarnos a la febril actividad exploratoria; los trabajos científicos; los intereses acerca del conocimiento geográfico, etnográfico, botánico, etc.; los intercambios con otras organizaciones del mundo; la participación en congresos internacionales, etc. Desde estos núcleos científicos partirán una serie de nuevas creaciones para el desarrollo estatal en el territorio, así como para la construcción del campo disciplinar de la geografía Introducción Así como la ficción de los siglos XIX y XX, encuentra en los viajes, una fuente inagotable de percepciones, descripciones y sentidos; la historia y la antropología, ven en la literatura de viajes, una forma de construcción de la realidad que si bien se circunscribe a un discurso específico y de época, igual nos permite aproximarnos a nuestros objetos de estudio. Los relatos de estos viajeros nos introduce a un género particular: el relato de viajes o la mirada transformada en relato. Esta mirada y los móviles que impulsan los viajes, están presentes de formas diferentes, por ejemplo: …la codicia de los bienes materiales del hombre; …la conquista económica, móvil emparentado psicológicamente con el anterior,…el comercio y la diplomacia,…la sed de aventuras y el deseo de conocer los países,…el afán de descubrir,…la exploración sistemática, que no se confunde con el propósito simple de

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Mesa 2 - La invención de la frontera en América en el discurso de los viajeros (s XIX y XX) descubrimiento; es la más típicamente científica de las empresas de viaje, …finalmente, los viajeros estimulados por el afán de evangelización y misional... 1 En nuestro país, dentro del tipo de viajes …por la exploración sistemática, se organizan una serie de expediciones, que alentadas desde el gobierno nacional, permiten conocer los territorios todavía inexplorados de la Patagonia, así como los de la zona del Chaco y Formosa. Estos viajes permitieron el avance militar y político sobre el territorio y la fijación de los límites con los países vecinos. Límites que constituyeron la condición necesaria, pero no suficiente para la existencia de la nación. En este escrito nos propusimos investigar las actividades de este grupo de naturalistasviajeros-científicos-políticos-militares, que pertenecen a un colectivo mayor formado por los viajeros científicos. La celeridad con que se realizan las demarcaciones limítrofes –cuyo caso paradigmático es la frontera patagónica- nos permite aventurar algunas hipótesis: En primer lugar, este grupo identificado con el pensamiento liberal de la época, realiza una actividad –en el ámbito de las relaciones exteriores- agresiva y fuertemente nacionalista. Paralelamente en Chile, en la misma época, identificamos un grupo de viajeroscientíficos-empresarios, que se propone estrategias y movimientos semejantes con relación al tema de la frontera patagónica. En ambos países será necesario construir la imagen del otro, del que esta-del-otro-ladode-la-frontera, como condición necesaria para la construcción de la nación. En este trabajo nos vamos a ocupar de los viajeros científicos argentinos que a su vez se constituyeron en los primeros geógrafos del país. Primero se preocuparon por las exploraciones, luego por los temas teóricos de la geografía y finalmente contribuyeron al desarrollo de la enseñanza de la disciplina. A estas actividades se sumaron la de crear sociedades científicas siguiendo el modelo de los viajeros europeos de la mitad del siglo XIX. Entre algunas de las instituciones fundadas, nos encontramos con la de organizar la primera Sociedad Científica, o instituciones geográficas vinculadas al Estado Nacional, como el Instituto Geográfico Argentino (1879) y la Sociedad Geográfica Argentina (1881); la organización académica de la disciplina Geografía; fundar el primer Museo de Historia Natural; a participar en expediciones militares contra los indígenas en el sur, etc. Entre los nombres más importantes de estos viajeros, podemos mencionar a Estanislao Zeballos, Manuel Lista, Carlos Moyano, Luis Fontana y Francisco P. Moreno, entre otros. Para la misma época e inclusive antes, del otro lado de la cordillera, otros viajeros realizan un recorrido semejante buscando la expansión chilena hacia el sur. Hombres como, Pablo Treutler 2, que inicia su viaje hacia la Araucanía, en 1859, en el momento en que se 1

F. Daus, Viajeros, geógrafos y sociedades geográficas, en Boletin de GÆA,Sociedad Argentina de Estudios Geograficos, marzo-diciembre de 1962, p. 2 y 3 2 Pablo Treutler, La Provincia de Valdivia I los Araucanos, Santiago de Chile: Imprenta Chilena, 1961

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Mesa 2 - La invención de la frontera en América en el discurso de los viajeros (s XIX y XX) producen incursiones del ejército hacia los indígenas; los que movidos por el cacique Mañil, se preparaban para una ofensiva. Treutler alcanza una alto nivel de logros en sus viajes, y a su regreso es convocado por Montt para conocer los datos y el mapa que había realizado, los que serán utilizados por la expedición militar contra los mapuches. Hans Steffen, 3 realiza a través de memorias o relaciones de viajes, la marcha de las expediciones dando a conocer los detalles topográficos y los accidentes geográficos de la región del sur chileno. Ignacio Domeyko 4, en su viaje al sur busca las causas que retardan la unión con Chille y su civilización. Francisco Fonck 5, la Sociedad Geográfica de Berlín, arregla un ciclo de discursos de viajeros miembros de la misma sociedad a beneficio del fondo de apoyo a la expedición de Petermann al Polo Norte. Recién llegado de Chile e incorporado a la Sociedad, elabora su discurso sobre su viaje por el sur. Enrique Ibar Sierra 6, empleado en 1877, en el Museo Nacional y acompaña a la misión de 1877-78, que iba a explorar la Patagonia y Magallanes. Penetra con el teniente Rogers en la Patagonia, dirigiéndose al origen del río Santa Cruz, cuyos lagos iban a estudiar, cuando reciben la orden del regreso inmediato. Allen Francis Gardiner 7, Bernardo E. Phillippi y Guillermo Cox. Viajeros y geógrafos se han fundido, ya que la mayoría de los creadores de la disciplina han sido viajeros: Humboldt, Richtthofen. Es más, en aquellos años del misterio de los ríos africanos, no se concebía a un geógrafo sino como a un hombre de viajes y exploraciones. Sin embargo, aunque la coincidencia fue benéfica no fue absoluta. De esta manera podemos considerar como dos especies diferentes a los viajeros y a los geógrafos. La Geografía adquiere un papel fundamental en la formulación de una nueva hegemonía que entrará en vigencia hacia fines de la década de 1870. En esta tarea, serán fundamentales las instituciones geográficas fundadas por estos viajeros. En este escrito consideramos la actividad del Instituto Geográfico Argentino, y como trabaja para la construcción de esta nueva hegemonía. El Instituto tuvo como modelo a las sociedades de este tipo en Europa. La primera nació en Londres, en 1788, la Asociación para la promoción del descubrimiento de las partes interiores de Africa, la que en 1830 se transformo en Royal Geographycal Society. 8 3

Viajes de esploracion I estudio en la Patagonia Occidental (1892-1902) , Santiago de Chile: Cervantes,

1909 4

Ignacio Domeyko, Araucania y sus habitantes. Recuerdo de un viaje hecho en las provincias meridionales de Chile, en los meses de enero I febrero 1845, Santiago de Chile, Imprenta chilena, 1846 5 Francisco Fonck, Chile en la actualidad. Discurso leido en Berlin el 13 de diciembre de 1869. A beneficio de la expedicion alemana al polo norte, Berlin: Imprenta de A.J. Obst, 1870 6 Enrique Ibar Sierra, Memorias sobre las aguas de Skyring y la parte austral de la Patagonia, por el comandante I oficiales de la corbeta “Magallanes”, Santiago de Chile: Imprenta nacional, 1879 7 A. Gardiner, A visit to the indians on the frontiers of Chili. London: R.B. Seely and W. Burnside, 1841

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Mesa 2 - La invención de la frontera en América en el discurso de los viajeros (s XIX y XX) Estas nuevas creaciones fueron acompañando el proceso de expansión y definición territorial de los estados europeos. En éstas se reunían miembros gubernamentales, financistas, filántropos, los que estimulaban las expediciones científicas. Las sociedades tuvieron un papel activo en esta etapa: trazaban mapas, catálogos científicos, etc. En general justificaban la necesidad de expansión colonial y la construcción de un discurso científico que legitimaba el proyecto político. 9 Estas sociedades formadas en el siglo XIX, como dice P. Zusman: “…habrían conseguido producir y socializar determinadas representaciones con respecto al territorio, sea a través de la participación de sus miembros en la elaboración y puesta en practica de determinados proyectos territoriales, en un área estrictamente política o sea en la organización de los planes, programas y libros de textos en el área educativa.” 10 Todos estos hombres tienen un elemento común entre sí, y es la filiación positivista del grupo Se reconocen como liberales en lo político y como hombres de su época de identidad positivista. Existe una importante bibliografia sobre las caracteristicas de esta teoria en Latinoamerica y Argentina 11; estos autores muestran como el positivismo fue dominante e influenció a determinados grupos y áreas del saber social: sectores políticos e intelectuales: en los sectores del liberalismo conservador, en los socialistas, en las ciencias naturales, en el derecho penal, criminología, etc. Sin embargo no se ha escrito demasiado sobre este grupo, el cual posee dos elementos fundamentales del positivismo, una actividad fuertemente cientificista –como señala Ricaute Soler- y por otro lado, trabajan vinculados a instituciones o crean instituciones, y a partir de ellas hacen llegar el orden a todo el territorio –segun lo señala Terán-. Dentro de este grupo, Estanislao Zeballos configura un personaje casi paradigmático de estos viajeros. Cursaba el primer año en la Facultad de Ciencias Exactas de Buenos Aires, cuando funda con otros la Sociedad Científica Argentina (1872); redactor de El Colegial (1869) y del Mensajero de Rosario (1874); editor –junto a los hermanos Ramos Mejía- de los Anales Científicos Argentinos (1874); fundador de la Sociedad Rural, del Club del Progreso y del Círculo de Periodistas; director del Boletín de Derecho Internacional Privado y de la Revista de Derecho, História y Letras. 8

Esta fue seguida por otras: la Sociedad de Geografía de París (1821); la de Berlín (1828); la Sociedad de Geografía y Estadística , de México (1833), etc. 9 La participación de estas instituciones en Europa, en actividades destinadas a promover la enseñanza de la Geografía fueron escasas. La excepción fue la Royal Geographical Society, de 1830, que fue una de los primeros en crearse. Se organizó como un club de viajantes y exploradores a manera de las “ societes de savantes francesa”, mantenidos por hombres de alta sociedad y con la presencia de cientificos como Darwin, Wallace y Huxley. Sus actividades principales se dirigieron hacia Africa del Sur, pero también institucionalizaron la Geografía en Cambridge y en Oxford. Perla Suzman, Sociedades Geograficas na promocao ao respeito do territorio, tesis do maestrado, USP, Sao Paulo, 1996. 10 P. Zusman, op. cit. 11 Ricaute Soler, El positivismo argentino; Berta Perelstein, Positivismo y antipositivismo en la Argentina; Oscar Teran, America Latina: positivismo y nacion.

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Mesa 2 - La invención de la frontera en América en el discurso de los viajeros (s XIX y XX) Pero es durante su actuación al frente del Instituto Geográfico Argentino entre 1879 y 1884 que Zeballos se va convirtiendo en el intelectual orgánico de un nuevo orden que empieza a representar su hegemonía en términos de un paulatino y triunfal avance territorial (…) Zeballos en su despacho de la calle Perú recibe y ordena diarios de viaje, croquis y mapas, subsidia y abastece expediciones y escribe a los comandante militares aconsejándolos sobre el trayecto de su próximo avance.terbo 12 A invitación suya se reunieron : “…un grupo de ‘amigos de la geografía’ en el Salón Redactores del diario La Prensa el 6 de febrero de 1879, a fin de cambiar ideas sobre la fundación de una sociedad geográfica en Buenos Aires. Entre las dieciseis personas presentes se encontraban, además de Zeballos, …Martin Guerrico, Manuel Jose de Olascoaga, Clodomiro Urtubei, Rafael lobos y Martin Rivadavia, el director de la Escuela Militar general Julio de Vedia, los militares Francisco Host y Jordan Wisocki, el explorador Ramon Lista, el ingeniero y profesor Emilio Rosetti, Faustino Jorge, Mario Bigg, Pedro Pico, Clemente Fregeiro y Benjamin Araoz.” 13 Les fue encargado a Zeballos, Krause, Urtubei y de la Olascoaga, la redacción de un proyecto de bases y reglamento general. Se eligió una comisión directiva provisoria con Zeballos al frente. Asi nacía el Instituto para la promoción y difusión de los estudios geográficos. El Acta decía: “…que creía necesaria la fundación de una Sociedad Geogáfica en Buenos Aires que se consagrara particularmente a promover la esploración y descripción de los territorios, costas, islas y mares adyacentes de la Republica Argentina. Que esta sociedad haría conocer el Pais en el extranjero, por medio de una revista; que podia prestar á la Nación el servicio de escribir Una Geografia Argentina, cuya deficiencia es notoria, …” 14 El Instituto Geográfico Argentino La actividad del Instituto se puede rastrear a partir del análisis de su Boletin. A través de él, podemos ver que la vida del Instituto pasó por éóocas de gran actividad a otras de decadencia, a períodos brillantes le sucedieron momentos de descenso hasta su disolución definitiva. Dos épocas se presentan con claridad. a. La primera, de 1879 a 1922: Fue el momento más brillante del Instituto:…exploraciones, conferencias, publicaciones, fundación de secciones y un

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Andermann, J.; Mapas de poder, Argentina: Viterbo, 2000, p. 105 Helga N. Goicoechea, El Instituto Geografico Argentino. Historia e indice de su Boletin (1879-1911; 1926-1928), Resistencia, Chaco: Facultad de Humanidades, Departamento de Historia, 1970, p. 7 14 B.I.G.A., Tomo I, p.79 13

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Mesa 2 - La invención de la frontera en América en el discurso de los viajeros (s XIX y XX) gran número de socios revelan a la par que la inquieta conducción de Zeballos, el interés despertado por la nueva institución y su pujanza. 15 Con la suscripción del Poder Ejecutivo a cincuenta ejemplares del Boletín, 16 el Instituto tenía una entrada fija para hacer frente a los gastos . b. La segunda de 1924 a 1930, trataron de hacerlo resurgir pero en 1934 el gobierno nacional crea el Comité Nacional de Geografía y se pasaron allí los bienes del Instituto. Finalmente el Comité se convirtió en la Dirección del Servicio Geográfico Nacional. La identidad de este grupo con un proyecto estatal puede leerse claramente en este párrafo: “Os exhorto á estimular esta faz de nuestras tareas. Las conferencias publicas son además de fuentes de prestigio, causas poderosas para el aumento del numero de socios, elementos de instrucción reciproca y publica, por la difusión de nociones practicas y de conocimientos necesarios para el progreso nacional, y un estimulo eficaz para los soldados de la ciencia, que, en países nuevos como el nuestro, cuya actividad esta principalmente comprometida en el comercio y la política, encuentran débiles puntos de apoyo, cuando no el silencio de la injusticia, o la indiferencia aparente de emulación”. 17 Los criterios que manejamos para conocer el Boletín corresponden a los utilizados para abordar el análisis institucional. Estos son: las características de la organización, la relación con otros organismos internacionales, las formas de reclutamiento, el discurso científico, la expansión patagonica, la relación con organismos internacionales y las formas de financiamiento. Dado el carácter de comunicación de este trabajo, presentaremos brevemente los temas. En primer lugar, presentaremos las características de la organización del Instituto. Se presenta como una creación semiestatal, con socios que aportan una cuota pero también recibe financiamiento estatal. Sus miembros son hombres notables del quehacer científico (naturalistas, historiadores, estadistas, geógrafos, astrónomos, etc.), burocracia estatal, profesionales, militares y otros. Se crean secciones provinciales en aquellos lugares donde existían núcleos de trabajo semejantes. Por ejemplo, la primera fue la de Córdoba, en 1882, donde existía el grupo de profesores traídos por Sarmiento, en la década anterior, y que junto con su cabeza Burmeister reorganizaron la Academia y la Universidad; entre ellos destacan Arturo Seelstrang, Luis Brackebusch, los hermanos Oscar y Adolfo Doering, Jorge Hieronymus y Eugenio Bachmann. Luego siguieron, la de Tucumán, Entre Ríos, Paraná, Rosario y Mendoza. 18

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H. N. Goicoechea, op. cit. , p. 9 Boletin del Instituto Geografico Argentino, Tomo I, 1879-1880, p. 296 17 B.I.G.A., Tomo III, Buenos Aires: Peuser, 1882, p. 159 18 J. A. Rodriguez Esteban, El conocimiento geografico en Argentina. Siglos xix y xx, en ERIA, Madrid:1991, p.31 16

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Mesa 2 - La invención de la frontera en América en el discurso de los viajeros (s XIX y XX) Con respecto a las relaciones con otros organismos internacionales. Hay una vinculación importante con los viajeros-exploradores y con los historiadores chilenos, los cuales en algunos casos forman parte del Instituto como miembros corresponsables. Por ejemplo La publicación del Diario de la exploración del Río Santa Cruz en 1867, por G.H. Gardiner, copiado del original existente en el Ministerio de la Guerra. A través de este texto, demuestran que “…Mr. Gardiner fue el primer hombre civilizado que tuvo la gloria de esplorar en toda su estension el hermoso lago que nueve años despues bautizara el señor don Francisco P. Moreno con el nombre de ‘Lago Argentino’…El lector de este trabajo vera tambien que ya en 1867 era conocido el “volcan Chalten.” 19 La cuestión patagónica también tiene su espacio, en la sección que dirige Zeballos: Bibliografía Geográfica Americana, cuando comenta el libro de Vicuña Mackenna 20; citando al autor dice: “Desarrollando estas ideas, con la tendencia fija de reducir la cosa disputada a su propia magnitud, entra de lleno el señor Vicuña Mackenna al terreno de la Geografía y sostiene, con abundancia de citas de datos conocidos o inéditos, que los terrenos de la Patagonia Oriental “son tan áridos como desprovistos de recursos”, según del diplomático argentino señor Frías; “territorio que en su mayor parte no tiene por el momento valor alguno, y es problemático lo tenga en el porvenir”, según el ex-ministro chileno señor Ibañez; “desiertos estériles”, según el ex-encargado de negocios señor Lira; y “tierras de maldición” según el ilustre naturalista Darwin”. 21 Otro punto dentro de este tema, corresponde a las vinculaciones con los movimiento geográfico. En el primer tomo se realiza un extracto de la Revista Alemana de Pettermann, de 1879, donde se realizan reseñas de libros sobre la geografía suramericana. 22 A lo largo del Boletín podemos conocer como la vinculación con otros organismos internacionales le permiten un nivel bueno de intercambio de publicaciones, a pesar de la cortas vida del Instituto. Por ejemplo, a través de un articulo de Vicuña Mackenna, donde comenta el libro de Zeballos, La conquista de quince mil leguas; allí menciona –no sin cierta sorna- los vínculos de Zeballos y del Instituto: “…y se ha puesto en relación con la mayor parte de los centros geográficos del Viejo Mundo mereciendo que una pobre revista alemana de Lahr, en Baden, le 19

B.I.G.A., Tomo I, 1879/1880, Buenos Aires: Editorial de La Prensa, 1880, p.29 V. Mackenna, Estudios Geograficos y politicos dirijidos á esclarecer la “cuestion – Patagonia”, con motivo de las amenazas reciprocas de guerra entre Chile y la Republica Argentina, Santiago: Imprenta del Centro Editorial, 1880. Habria que señalar que es miembro correspondiente del Instituto en Santiago de Chile 21 B.I.G.A., Tomo I, op. cit.,p.289 22 B.I.G.A., Tomo I, op. cit., p. 73 20

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Mesa 2 - La invención de la frontera en América en el discurso de los viajeros (s XIX y XX) ofrezca paga (50 marcos ú 8 pesos fuerte) por cada articulo de colaboración geográfica, insigne honor para un escritor sud-americano. Por lo general los europeos se imaginan que andamos vestidos con plumas, pero pocos son los que sospechan que entendemos mediocremente el arte de hacerlas correr sobre el papel, sacándolas de la aljaba”. 23 Habría que recordar que en Brasil, se había fundado tempranamente y junto con el nacimiento del Imperio, el Instituto Histórico y Geográfico de Río de Janeiro, cuyo presidente era el emperador Pedro II y el que participaba activamente del mismo. 24 Dado el carácter de modelo que éste posee, fue nombrado socio honorario del Instituto, “…S.M. el Emperador del Brasil… 25 En las exploraciones del IGA tuvieron influencia el problema de los límites con Chile, en la Patagonia y Tierra del Fuego. La primera fue la expedición al Polo sur, inicialmente organizada por Italia, es interesante para conocer el funcionamiento de esta institución con el Estado y las necesidades de expansión territorial. La expedición la inicia el teniente Bove de la marina italiana. Ya que Bove llegaría al Río de la Plata para proveerse, Zeballos propone: “…invocando los altos intereses de la ciencia geográfica, que el Instituto patrocinara esta expedición, promoviendo en el Río de la Plata un movimiento de opinión en su honor y provecho. En consecuencia, creía conveniente asociar al Instituto Geográfico Argentino todas las sociedades italianas de Buenos Aires,… El I.G.A., que es en SudAmerica la única Sociedad especialista en su ramo, ha resuelto patrocinar la iniciativa del teniente Bove, propuesta a la Europa, y particularmente a la Italia para obtener los elementos necesarios para su realización.” 26 Lucio V. Mansilla viaja a Génova como representante del IGA frente al Comité Central de Génova para la expedición italiana al Polo Sur. También el Comité directivo del Congreso de Geografía de Venezia ha resuelto abrir allí una suscripción general para esta empresa. L`Exploration de París, habla de los trabajos del Instituto en favor de esta expedición. El Cosmos de Turín publica un extenso articulo sobre el tema, de la misma manera que el Instituto Geográfico Internacional de Berna. 27 A partir de 1882, fue el territorio chaqueño el que atrae las expediciones, sin olvidarse de continuar las del sur. Así organizan las expediciones de Fontana, la de Ceferino Ramírez, 23

B.I.G.A., Tomo II, Buenos Aires: Peuser, 1881, p. 34 En 1854, se fundó el Instituto Histórico-Geográfico del Río de la Plata, dirigido por Bartolome Mitre; como sucesor del creado en 1843, en Montevideo y cuyo modelo era el de Rio de Janeiro. Aunque tuvo corta vida ya, que se disolvió en 1856. 25 B.I.G.A., Tomo III, op. cit., p 345. 26 B.I.G.A., Tomo I, p. 289, 295, 351 27 B.I.G.A., Tomo II, p. op. cit., p. 156 24

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Mesa 2 - La invención de la frontera en América en el discurso de los viajeros (s XIX y XX) Manuel Domecq García en 1885 al río Bermejo, del mayor Failberg al Pilcomayo y la de Federico W. Fernández al Aguaray-Guazú, en 1888; también las de fin trágico como la de Lista y Creveaux. Existe, un segundo periodo de las sociedades geográficas, para 1859, cuando luego de la desaparición coetánea de Humboldt y Ritter, los problemas pasaron a ser metodologicos y para esto se reunieron los primeros congresos internacionales de geografía, en Amberes (1871); en París (1875); en Venecia (1881). Fue en estas reuniones que comenzó a discutirse sobre la esencia de la geografía, como asunto teórico nuevo, tan importante como las exploraciones hacia el interior. 28 El Gobierno Argentino, encomendó al Instituto el honor de representar a Argentina en el Congreso Universal y Exposición de Geografía, a realizarse en Venecia. Este organizó una colección de cartas, publicaciones, vistas, y otros objetos geográficos para enviar a la exposición. Designaron, además, a Carlos María Moyano como representante. El Instituto es invitado por la Sociedad Geográfica Italiana “…para hacerse representar en el Congreso que se celebrará en Roma a fin de resolver el problema de la adopción de un Meridiano Universal para los trabajos geográficos.” 29 Y como consecuencia del Congreso de Venezia, la misma Sociedad invita a “…una reunión de representantes de las principales sociedades del mundo para dar satisfacción á esa sentida necesidad, de uniformar los trabajos geográficos, favoreciendo el conocimiento de los lugares y el estudio de la Geografía Universal.” 30 El Gobierno de Italia invita a tomar parte al Instituto: “…en una Exhibición y Congreso Geográfico que se celebrara en Venezia el segundo semestre del corriente año. Pide que se ponga a disposición del Ministerio [de Relaciones Exteriores], todos los trabajos que á juicio del Instituto deban figurar en dicha Exhibición.” 31 La comisión abarcó los siguientes puntos del programa: “…Obras de geografía astronómica, física, histórica, política, estadística- Viajes Cartas geográficas, hidrográficas, planos topográficos, cuadros gráficos - Vistas topográficas, panorámicas, etc., etc.de la República, colección de periódicos y

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F. Daus, op. cit., p. 7 B.I.G.A., Tomo III, op. cit., p. 408 30 ibid., p. 409 31 Se propone formar una comision que se ocupe de las colecciones correspondientes, siendo designados los señores, Calvo, Rosetti, Schwartz, Tamini, Jorge y Bunge, la conduccion esta a cargo del Dr. Carlos Moyano. B.I.G.A., Tomo II, op. cit.,p. 158 29

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Mesa 2 - La invención de la frontera en América en el discurso de los viajeros (s XIX y XX) diarios y, en fin, publicaciones oficiales relativas a cualquiera de los ramos de la geografía.” 32 Aclarando mas adelante que: “los magníficos Albums de vistas de la República Argentina y de la Ciudad de Buenos Aires fuero facilitadas por los señores fotógrafos Witcomb y Makern y Chute y Brocks y Christiano Junior.” 33 Otra de las tareas relevantes del Instituto tiene que ver con “….el servicio de trazar una carta de la República Argentina y una Geografía Nacional que salve las deficiencias de las que existen, …” 34 Esta tarea, quizás la más importante que realizó el IGA, será encomendada a Arturo Seeltrang, profesor de la Universidad de Córdoba. Y la realización de la misma será también en Córdoba. Desde mediados de la década de 1890, los intereses del Instituto se van a centrar en aspectos mas restringidos, de acuerdo con las preocupaciones científicas de la época. Por lo tanto, las publicaciones tienen que ver con estudios arqueológicos y antropológicos, con una fuerte presencia de los trabajos de Juan B. Ambrosetti. Para cerrar el texto, cito dos párrafos, donde se destaca el carácter estatalista y estratégico de la institución: “Esta expedición, señores, realizada militarmente, es sin embargo eminentemente geográfica, pues ha tenido por objeto libertar de los salvages un territorio fértil e inesplorado, para entregarlo a la acción de los esploradores que han de preparar el teatro mas tarde para que el brazo y la inteligencia del hombre lo fecunden.” 35 Territorio, exploración, viajeros, soldados, forman un todo y no se diferencian en la construcción estatalista de la nación. El segundo párrafo, muestra como habían sobrevaluado las fuerzas indigenas: “Me olvidaba decir, en cuanto a los individuos, que tomamos algunos indios de chusma y capitanejos, tomamos 150 indios de lanza; habiéndoles muerto cuarenta y tantos, entre ellos un hijo de Shayhueque…. Se decía que este era un gobernador muy fuerte; pero al fin, hemos visto que no tenia tanta importancia, que su gobierno no era tan arraigado ni tan terrible su poder, pues fácilmente pudimos derrotarlo, sin darle tiempo a pedir intervención. (Risas)” 36

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B.I.G.A., p.53 B.I.G.A., p. 54 34 B.I.G.A., Tomo III, op. cit., p. 63 35 B.I.G.A., Tomo II, op. cit., p. 36 36 B.I.G.A., Tomo II, op. cit., p. 42 33

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Mesa 2 - La invención de la frontera en América en el discurso de los viajeros (s XIX y XX) ¡Cuánto hay en estas líneas de información y cuanto de soberbia positivista! Sin embargo la pregunta que ya se vislumbra, y que se refiere a una etapa posterior será ¿qué hacer con los indios?.

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Viajes hacia el `oro blanco´. El algodón del Chaco argentino en los informes científicos de la primera mitad del siglo XX Gabriela Dalla-Corte Caballero

Universidad de Barcelona

Abstract Durante el siglo XIX, Cataluña basó su industrialización en la industria textil algodonera y logró un envidiable nivel comercial en el contexto español. En la centuria siguiente, la región -así como otros países europeos encabezados por Gran Bretaña y Franciasufrió los efectos del monopolio que ejercía Estados Unidos en la producción de materias primas destinadas a la producción textil. Mientras los estados europeos impulsaban la producción de algodón en sus colonias amparándose en la Federación Internacional de Fabricantes de Algodón, España comenzó a plantear la necesidad de encontrar nuevos centros de aprovisionamiento de algodón en América del Sur. En este trabajo se demostrará el significado que los estudios científicos concedieron al norte argentino en las reestructuración del mercado del algodón, en una línea de continuidad en las estrategias de los grupos mercantiles españoles por controlar espacios geográficos antes hegemonizados por el vínculo colonial. El discurso sobre el significado de la recuperación del diálogo internacional será el telón de fondo de este estudio en que adquieren un papel central los informes de Bialet Massé, Antonio B. Pont, Rafael Vehils y Augusto Schulz, este último destinado a la Colonia Benítez During XX century, the improvement of the textil industry of Catalunya had a direct impact in the spanish traffic. Catalunya, and other european regions, tried to stop the monopoly practiced by the United States, the main producer of cotton. Spain tried to find new spaces in South America so as to control the production of cotton. In this paper we will study the cientific informations about the north of Argentine, where the burguesy tried to control the production of cotton. The international relationships between Spain and Argentine is the context of this paper, that analyze the studies of Bialet Massé, Antonio B. Pont, Rafael Vehils and Augusto Schulz, who was destinated to Colonia Benítez

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La configuración del "outro" Brasil: espacios y hombres de la Provincia de Goiás en los relatos de los viajeros Ledonias Franco García

Universidad Federal de Goiás (Brasil)

Abstract Viajantes nacionales y extranjeros recurrieron la provincia de Goiás,a lo largo del siglo XIX, venciendo caminos inmensos em todas las direciones. Em sus relatos de viaje la Provincia apareció como um sertão (región poco poblada del interior del Brasil) que impedía la nación de estar entera. La situación de vacío de la población y aislamento de la Província com relación a las ciudades del litoral hacía el cuerpo de la nación presentarse dividido, creando uma frontera interna que separaba los espacios de origem de los viajantes de los espacios de Goiás. El viaje fue el elemento mediador que permitió que esos “dos mundos” se revelasen - el mundo familiar al viajante y los nuevos espacios de la Provincia que frecuentemente aparecieron descriptos como “desierto”. A un solo tiempo el “desierto” de la Provincia - por la pequeña población blanca, por no realizar actividades industriales que tradujesen la “dinámica de la civilización” - provocaba melancolía, soledad, abatía el espíritu, daba a los viajantes la sensación de pequeñez delante de Dios y de la naturaleza. Esas descripciones se tornaron símbolos asociados al aislamento y a la barbarie, y terminaron por marcar hondo -y para siempre- el imaginario que sostuvo buena parte de los escritos realizados posteriormente: el litoral y el interior de Brasil fueron asociados a los lugares para abrigar la civilización y la barbarie, respectivamente.

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Un viaje al interior de la frontera: Guillermo Cox en el norte de la Patagonia, 1862-1863 Pedro Navarro Floria Gabriela Nacach

UNCo - CONICET UBA

Abstract Hacia mediados del siglo XIX, Guillermo Cox puso en marcha un proyecto de establecer, desde el lado chileno, una vía de comunicación bioceánica para el poblamiento y aprovechamiento productivo del valle del río Negro. Sin embargo, el mundo fronterizo lo sorprendió y lo convirtió en inventor involuntario de la frontera. Descubrió y mostró la presencia de otros, en un panorama humano de una impactante diversidad y movilidad y poblado por quienes ya frecuentaban el camino que él se proponía abrir. Cox fue uno de los observadores más perspicaces y originales de la geografía fronteriza del sur argentino-chileno previa a la conquista militar de la Araucanía y la Patagonia por ambos Estados. Caracterizó un sorprendente mundo mestizo habitado por criollos chilenos y rioplatenses, indígenas de distintas partes de la Patagonia y la Pampa, mestizos de todo tipo, novias fugitivas o raptadas, tránsfugas, pastores, cautivos, traficantes de caballos y aguardiente; un mundo con sus propios códigos, en donde las estrategias interétnicas estaban a la orden del día. La comprensión de esta dinámica nos invita a renovar la interrogación acerca del desarrollo posterior y la realidad social, política y cultural de la Patagonia mestiza del siglo XX y aún de la actual. In the middle of XIXth century, Guillermo Cox started up a project to establish, from the Chilean side, an bioceanic communication way for the population and productive advantage of the valley of the Negro river. Nevertheless, the border world surprised him and it turned him in involuntary inventor of the frontier. He has discovered and showed the presence of others, in a human panorama of an impressive diversity and mobility and populated by those who already frequented the way that he seted out open. Cox was one of the more perspicacious and original observers of the frontier geography of the Argentine-Chilean south previous to the military conquest of the Araucanía and the Patagonia by both States. He has characterized a surprising mixed-world inhabited by Chileans and Argentinians, indigenous of different parts from the Patagonia and Pampas, mestizos of all type, fugitive or kidnapped fiancèes, fugitives, shepherds, captives, dealers of horses and liquors; a world with its own codes, in where the interethnic strategies were in the order of the day. The understanding of this dynamics invites us to renew the interrogation about the later development and the social, political and cultural reality of the mixed-world of Patagonia of XXth century and of actual. Introducción Para los chilenos blancos de mediados del siglo XIX, los pasos cordilleranos existentes en torno del gran lago Nahuel Huapi, entre las latitudes de Osorno y Puerto Montt, guardaban

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Mesa 2 - La invención de la frontera en América en el discurso de los viajeros (s XIX y XX) celosamente el secreto del tránsito a las Pampas al mismo tiempo que la triste memoria de los jesuitas de la isla de Chiloé que –allá por el siglo XVII- habían cruzado al este a establecer una misión, pagando con sus vidas el haber develado el secreto de la cordillera. Otro misionero, el franciscano Francisco Menéndez, pasó varias veces en los últimos años del siglo XVIII, reconociendo los alrededores del Nahuel Huapi y describiendo un panorama humano de una impactante diversidad y movilidad. A su vez desde la recién fundada Carmen de Patagones, por entonces también los españoles del Río de la Plata buscaban el boquete que permitiera establecer un contacto interoceánico permanente (Navarro Floria 1994). Sin embargo, los únicos dueños de los pasos eran los pehuenches y los huilliches cordilleranos, intermediarios y participantes en el circuito ganadero que unía las estancias del campo bonaerense con los mercados del sur chileno a lo largo de los grandes ríos del norte de la Patagonia y a través del Neuquén. La independencia de las colonias españolas había interrumpido los intentos hispanocriollos de contacto transcordillerano y había hecho que se perdiera noción de ese mundo rápidamente cambiante. Pero apenas organizados los Estados nacionales argentino y chileno la idea de ocupar ese espacio resurgió, en un marco de creciente violencia y presión de terratenientes y colonos sobre las tierras y los recursos del mundo fronterizo. La corriente colonizadora europea que pobló la zona de los lagos chilenos en la década de 1850 no resultó ajena al atractivo del Puel Mapu, el país del este. El primero en entrever el Nahuel Huapi fue uno de los grandes impulsores de la colonización chilena, Vicente Pérez Rosales, en 1855. Inmediatamente lo siguieron dos colonos alemanes del lago Llanquihue, Eugenio Hess y Francisco Fonck. El desafío estaba reabierto. Un chileno de origen británico, Guillermo Cox 1, fue el autor y el realizador del proyecto más serio, desde el lado chileno, orientado a establecer una vía de comunicación bioceánica

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Guillermo Eloy Cox Bustillos (1828-1908), autor de Viaje en las rejiones septentrionales de la Patagonia (1862-1863), fue hijo del médico y marino galés Nathaniel Cox Lloyd (1785-1869), que sirvió a Rusia y a Gran Bretaña. Nathaniel Cox dejó la Royal Navy en Buenos Aires en 1814, siguiendo a Lord Cochrane, y se estableció en Chile, donde acompañó a Bernardo O’Higgins en la lucha por la independencia. Fue aceptado como ciudadano chileno en 1819, casó con Francisca Javiera Bustillos Maseyra en 1820 y ocupó diversos cargos públicos relacionados con su profesión, llegando a ser decano de la Facultad de Medicina al crearse la Universidad de Chile en 1842. Guillermo, uno de sus nueve hijos, también estudió medicina, pero desde 1859 se dedicó a explorar el antiguo camino jesuita al Nahuel Huapi y a promover la colonización de la Patagonia norte desde Chile, con apoyo del presidente Manuel Montt. En 1863 el Congreso de Chile lo indemnizó por la pérdida de su equipo en el Limay. Vivió habitualmente en Concepción y ejerció el viceconsulado de Suecia y Noruega en Talcahuano; fue terrateniente en la región del Biobío y viñatero en Chillán; navegó los canales de Chiloé comerciando con una goleta, y contribuyó aún años después de su viaje a la Patagonia con descripciones de los ríos, lagos y costas del sur de Chile y del Neuquén. Casó con doña Loreto Méndez Urrejola, con quien tuvo diez hijos. Cfr. Huneeus 1998; Huneeus Cox 2000:20-45; Mayochi 1999:7-10; y Fonck 1896:229,467-476 y 503. En relación con la obra de Cox, la citaremos según la paginación de la edición de 1999, más reciente y accesible que la primera de 1863 aunque imperdonablemente mutilada: en el Apéndice a los diarios de viaje de Cox (Cox 1999:267-293), que en realidad constituye una valiosa descripción científica de los territorios recorridos, se ha omitido reeditar las secciones de Orografía, Hidrografía, Geología (escrita con la colaboración de A. Pissis), Botánica (con un extenso catálogo hecho por R.A. Phillippi), un catálogo de los insectos recogidos hecho también por Phillippi, una descripción de las Salinas norpatagónicas, un estudio del Clima con tablas de observaciones meteorológicas, y una sección sobre la Lengua mapuche o “araucana” con una tabla de equivalencias con el castellano y ambas lenguas tehuelches (norte y sur). El faltante en la edición de 1999 puede encontrarse en las pp. 199-253 de la edición de 1863, y no constituye un aporte significativo para el

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Mesa 2 - La invención de la frontera en América en el discurso de los viajeros (s XIX y XX) permanente que posibilitara el poblamiento y aprovechamiento productivo del río Negro por inmigrantes. Son varios los momentos de su obra en los que declara este propósito. Remitiéndose a los antecedentes que demostraban el relativamente fácil cruce de los Andes en la zona, el nacimiento del Limay en el Nahuel Huapi y la navegabilidad de la cuenca del Negro, “era evidente que un trayecto terrestre o fluvial de 125 millas bastaría para poner a Chile en fácil comunicación con las aguas del Atlántico” (Cox 1999:18). Esta comunicación se proponía explícitamente facilitar la ocupación: “no sólo mi proyecto abraza un interés científico y mercantil, sino también humanitario, por cuanto conduce a facilitar la colonización de aquellas regiones” (idem:51). El día anterior al de su llegada al ansiado Nahuel Huapi, vislumbrando sus aguas azules, Cox escribía: “Tenía, pues, delante de mí el camino que debía conducirme por el río Negro a las orillas del Atlántico. Tenía a la vista el lado oriental cuya exploración era, desde algunos años, el objeto de mi pensamiento y el fin de mis deseos” (idem:91). Una vez en el lago, el viajero descartaba la vuelta atrás: “Estábamos en el camino del este. Alea jacta erat” (idem:103). Fallido el primer intento, el mismo deseo llevó al explorador al segundo: “Además de que había empeñado mi palabra, el atractivo del viaje hasta el Carmen, las ventajas que, a mi parecer, reportaría la geografía de esos países tan desconocidos, el vivo deseo que tenía de volver a ver el lugar del naufragio y el confluente del Limay, y también, debo confesarlo, la importancia que los peligros mismos daban a la empresa, tuvieron mucha influencia en mi espíritu.” (idem:158) Pero la persistencia de ese propósito se vio afectada por la emergencia del mundo fronterizo que Cox fue descubriendo en el sur del Neuquén. En primer lugar, al advertir que en el camino había otros a quienes se debía considerar: “Y como nuestro proyecto final era ir con los indios al Carmen y quedar amigos con ellos, creí más prudente parlamentar” (idem:182). ¿Acaso Cox no tenía previsto parlamentar, una ceremonia tan común e insoslayable para cualquier agente externo que se internara en la frontera? De cualquier modo, parlamentó las veces que fue necesario. Los parlamentos le mostraron a Cox un mundo en donde no había imprevistos, excepto para él: en la frontera se parlamentaba y conversaba todo el tiempo. Las reuniones en las que se escuchaban las razones del otro y se decidía no estaban exentas de espectacularidad: “[...] y se sentaron de manera a formar círculo completo alrededor de nosotros; iba a principiar el parlamento. “[...] El espectáculo era imponente para cualquiera que no hubiera conocido en carácter de los indios” (idem:144-145). E inmediatamente de su hallazgo de los otros, descubría que esos otros ya frecuentaban el camino que él se proponía abrir: “Los indios de Huitraillan no siguen el mismo camino que los de Huincahual. Aquéllos toman por la orilla norte del Limay, pasan a nado el río Comoé o Neuquén punto de vista del presente trabajo más allá de demostrar que nuestro viajero se propuso hacer –e hizo- un aporte trascendente al conocimiento sistemático del corredor araucano-norpatagónico.

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Mesa 2 - La invención de la frontera en América en el discurso de los viajeros (s XIX y XX) [...]. Un poco antes de llegar al Puerto Carmen, los indios pasan a la banda sur [...]. Me parecía más interesante para la geografía seguir el camino del sur. Así atravesaba la Patagónica en toda su anchura, viaje que ninguno había realizado hasta entonces.” (idem:218) De este modo, Cox se nos revela como alguien que, sorprendiéndose continuamente del ámbito que transita, se convierte en inventor involuntario de la frontera: un mundo que él y los suyos ignoraban en buena medida pero que estaba allí. Su extrañeza escrita recorrió el mundo y contribuyó notablemente a la construcción imaginaria y política de una frontera entendida como situación espacio-temporal caracterizada por su marginalidad respecto de los centros metropolitanos, por su orden y su dinámica peculiar y por ser desconocida por los agentes de los poderes centrales. La experiencia y la información recabada antes y durante sus viajes llevaron a Cox a escribir una extensa y detallada conclusión acerca de la vía del río Negro (idem:275-293), con la que cierra su obra. Sin embargo, lo más interesante para sus lectores no fue, por entonces, su proyecto colonizador sino su descripción y su conocimiento directo del mundo fronterizo. Para los argentinos en particular, Cox había accedido por la puerta trasera al interior de un mundo indígena y mestizo interesante y complejo, hostil e impenetrable para ellos desde el norte o el este –al menos hasta que el coronel Mansilla emprendiera su “excursión” a tierras ranqueles unos años después-. Por eso Cox vio constantemente trastocados sus planes y previsiones, y no logró su propósito de atravesar el norte de la Patagonia, como tampoco pudo pasar a Chile en 1875-1876 su émulo argentino Francisco Moreno, impedido por los caciques del alto Limay. Las noticias de Cox tuvieron un impacto profundo e inmediato tanto en su país de origen como en la Argentina y en Europa. La revista Petermanns Mitteilungen les dio cabida y Woodbine Parish las presentó en una conferencia en la Royal Geographical Society de Londres en 1864 y las tradujo al inglés. 2 Desde el punto de vista del conocimiento geográfico se lo puede considerar el redescubridor del Nahuel Huapi y de las fuentes del río Negro. Este fue un aporte decisivo para la determinación de la importancia de este río como vía de comunicación y como límite sur al que aspiraba por entonces la Argentina. En la Descripción geográfica y estadística de la Confederación Argentina que en esos años editaba trabajosamente el naturalista francés Victor Martin De Moussy (Navarro Floria 1999), en el tardío tomo III (1864), el autor agregaba algunos datos sobre los pueblos indígenas del Sur aportados por dos novísimas obras: Trois ans de captivité chez les Patagons (1864) de Auguste Guinnard, y el Viaje de Guillermo Cox. La información fue incorporada por el autor en una extensa nota a pie de página en la que se destaca que, según Cox, “todos los nómades” se desplazaban con facilidad por todo el espacio pampeano-patagónico (De Moussy 18601864 III:505-506). De tal modo subrayaba De Moussy la movilidad de los pueblos indígenas, que la suya fue prácticamente la única obra importante sobre la geografía argentina del siglo

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Cfr. www.airmedia.com.ar/bariloche/AHTML/COX.html.

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Mesa 2 - La invención de la frontera en América en el discurso de los viajeros (s XIX y XX) XIX que decidió no incluir una estimación acerca de la cantidad de la población indígena de la Patagonia, cálculo que sí incluyó Cox (Cox 1999:230) 3. Los conocimientos acumulados acerca del norte de la Patagonia estimulaban a la clase dirigente argentina a emprender la ocupación del territorio intermedio, hasta el río Colorado o hasta el Negro. El acuerdo acerca de la modalidad de la conquista de la Pampa se plasmó, finalmente, en el proyecto que sería la ley 215 del Congreso de la Nación, de 1867. En su debate fue llevada a colación la reciente experiencia de Cox. Todavía en la discusión general, cuando se fundamentaba la posibilidad de trasladar el límite al río Negro, el senador Rojo contribuía con información sobre los ríos norpatagónicos extraída de viajeros coloniales como Villarino y otros recientes como Cox (Senado 1867:130-131). Los datos aportados por los viajeros más modernos –Cox provenía, para colmo, del país que competía con la Argentina por esos espacios- inclinaron la balanza, finalmente, por el establecimiento del nuevo límite sur de la Argentina en los ríos Neuquén y Negro. En Chile, su amigo y también explorador Francisco Fonck apreciaba –todavía en los últimos años del siglo XIX- la indagación bibliográfica de Cox como singularmente valiosa por haber dado a luz documentación casi desconocida o inédita y por haber rescatado del olvido el camino seguido por los misioneros coloniales de Chiloé al Nahuel Huapi (Fonck 1896:3 y 325). El informe de Cox también fue considerado ampliamente confiable por Giovanni Bosco, el fundador de los Salesianos, cuando redactó en 1876 su escrito La Patagonia y las Tierras Australes del Continente Americano para fundamentar ante el Vaticano la misión que se proponía llevar a cabo en la Patagonia e instruir a sus misioneros. Por esos mismos años, la lectura de Cox todavía resultó ser una de las principales motivaciones para que Francisco P. Moreno, el descubridor argentino del Nahuel Huapi, decidiera explorar las nacientes del Limay (Moreno 1997:16). Como explicaba a las autoridades de la Sociedad Científica Argentina: “Mi intención ahora es [...] continuar la exploración hacia los nacientes del río Negro [...] por la parte septentrional de la Patagonia, [...] para examinar el gran lago Nahuel Huapi. “[...] otros antes que yo, han intentado excursiones semejantes. El Sr. D. Guillermo Cox, chileno, trató por dos veces de atravesar desde Valdivia al Carmen, pero sólo consiguió llegar hasta el río Limay; y el Sr. Musters [...]. Estos viajes dieron por fruto, por parte del primero, el importante libro que escribió a su regreso, y que es el único que poseemos hasta el presente, sobre la Historia Natural de aquellos parajes [...].” (Moreno a P. Pico 1876; bastardillas nuestras) En definitiva, no hubo texto ni discurso sobre la Patagonia con pretensión de autoridad, en las décadas de 1860 y 1870, que no citara la invalorable información aportada por Cox en 3

Sobre este tema, cfr. REY BALMACEDA, Geografía histórica de la Patagonia (1870-1960), Buenos Aires, Cervantes, 1976, pp. 275-279, a pesar de que comete errores de apreciación tales como considerar a De Moussy observador directo de la Patagonia.

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Mesa 2 - La invención de la frontera en América en el discurso de los viajeros (s XIX y XX) su viaje al interior de la frontera. Esto nos advierte que estamos ante uno de los observadores más perspicaces y originales de la geografía fronteriza del sur argentino-chileno previa a la conquista militar de la Araucanía y la Patagonia por ambos Estados. Una geografía descripta, por añadidura, con una riqueza literaria a menudo conmovedora, como en sus descripciones del ventisquero del Tronador (Fonck 1896:467-476). La bella escritura de Cox, “precisa y a la vez entusiasta” al “reseñar la geografía que ama”, una narrativa cargada de humor, gusto e ironía al decir de su bisnieto (Huneeus Cox 2000:31-32), impresionó fuertemente a Pablo Neruda. En una carta de 1973, el poeta dice que Cox: “Es tan bueno, a veces, como Pérez Rosales, con aventuras fantásticas del mundo que ya terminó, contadas por este hombre con ingenuidad, curiosidad y valor personal” (idem:42). ¿Conoció Cox un mundo cerrado y puro, o un mundo mestizo y abierto pero ignorado y sorprendente para muchos? Con ser un buen observador, cualquiera se asegura que encontrará algo; el detalle está en que no siempre se encuentra lo que se esperaba. Y esto parece ser lo que le ocurrió a Guillermo Cox. Un sorprendente mundo mestizo La capacidad analítica de nuestro viajero se puso de manifiesto desde el momento mismo en que decidió recurrir a testimonios escritos, orales y materiales anteriores, incluso de indígenas, para corroborar su hipótesis acerca de la vía interoceánica del río Negro: “compulsé las relaciones de cuantos viajeros habían escrito sobre las regiones patagónicas; recogí con prolijidad los datos que me proporcionaron personas ancianas y respetables de Chiloé” (Cox 1999:17). La mayoría de estas relaciones se resumen en los capítulos II y III de la introducción a su trabajo (idem:31-50), y a lo largo de su diario reaparecen permanentemente las referencias a Falkner, Villarino, los jesuitas del siglo XVII cuya senda habían redescubierto los colonos alemanes del Llanquihue, Menéndez y su baqueano Olavarría –un hombre ya anciano a quien Cox entrevistó en Chiloé-, Muñoz Gamero, Fonck, los españoles que fundaron el fuerte junto al lago Lácar en el siglo XVI 4, etc. Cox realiza entonces toda una reconstrucción histórica basada en fuentes primarias –hecho infrecuente en la literatura de viajes-, dado que hasta fines del siglo XIX, cuando Francisco Fonck publicó los diarios de fray Menéndez, no había más que referencias sueltas, tradiciones orales y manuscritos inéditos. También describe acertadamente el paisaje y particularmente el contraste entre el bosque andino y la estepa (idem:109;148). Al modo de un viajero de la “vanguardia capitalista” del XIX (Pratt 1997:259) 5, el anglo-chileno vestido con chiripá y poncho anotaba cuidadosamente la presencia de ganado, de tierras aptas para la agricultura y de bosques explotables (Cox 1999:63;65;142;184). Este registro se volcó, como en toda literatura de viajes, en una escritura en la que se hace difícil distinguir la descripción generada por el impacto estético del contenido científico, y en la que la descripción de la grandiosidad de la naturaleza se convierte en un marco de 4

Las referencias de Cox sobre el fortín español del Lácar llevaron finalmente al hallazgo de sus ruinas en el verano de 1998 por periodistas del diario Río Negro: cfr. Río Negro (Gral. Roca), jueves 12 de marzo de 1998, pp. 32-33, “Apareció en la cordillera un enigmático muro que sería del siglo XVII”; y Cox 1999:183 y 186. 5 Hemos trabajado en otra oportunidad las características de estos viajeros sobre el borde norte del área de frontera pampeano-patagónica: Navarro Floria 2000.

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Mesa 2 - La invención de la frontera en América en el discurso de los viajeros (s XIX y XX) referencia conocido para lo desconocido. El viajero nombra, conoce y se apropia de lo natural, y de este modo ejerce cierto control sobre lo que no puede nombrar –porque ya tiene nombre propio- ni dominar: el otro. Es una forma –a menudo la única- de relatar las costumbres y la cotidianeidad en un viaje surcado por lo impredecible. Pero lo más llamativo de su descripción utilitaria está en el paisaje humano: en el descubrimiento involuntario y la caracterización de un sorprendente mundo mestizo habitado por criollos chilenos y rioplatenses, indígenas de distintas partes de la Patagonia y la Pampa vinculados entre sí por parentesco o por negocios, mestizos de todo tipo oficiando de lenguaraces y mediadores políticos, novias fugitivas o raptadas, tránsfugas, pastores, cautivos, traficantes de caballos y aguardiente; un mundo con sus propios códigos y circuitos económicos, cruzado por lealtades locales y de largo alcance ligadas unas a otras con la fragilidad del mero interés. Boccara destaca que el reconocimiento de los mundos mestizos por los estudiosos es relativamente reciente (Boccara 1999:24). “Se trata [...] de abandonar el enfoque ahistórico tradicional, el estudio de las sociedades y de los grupos ‘fuera del tiempo’, para restituir los regímenes de historicidad y los mecanismos a través de los cuales se fijan las memorias y se reevalúan las categorías culturales” (Nicholas Thomas, cit. en Boccara 1999:26). “En todo caso, [esta perspectiva] plantea el problema de la etnicidad y de la identidad en términos distintos, ya no como esencia, sino como fenómeno cuya dimensión remite a procesos de diferenciación, de construcción y de interdigitación” (Boccara 1999:29). Guillermo Cox describe una frontera totalmente mestiza, atravesada por criollos e indígenas “cristianizados” y aculturados en diferentes grados y modos, antesala a su vez de un mundo indígena también heterogéneo, multilingüe, móvil y conflictivo. Una frontera hecha no sólo de espacio sino también de tiempo, definible en términos de proceso, entre dos mundos también en profunda transformación. Ante esta realidad, Cox desemboca en un intento de fijación mediante la clasificación -su mentalidad occidental no logra escapar a la compulsión clasificatoria- bastante detallado (Cox 1999:227-239) pero que no logra neutralizar la sensación de movilidad e inestabilidad del ámbito fronterizo. La impresionante galería de personajes identificados por Cox comenzó a su llegada al toldo de Paillacan: “se me presentó un jinete vestido a lo español que me hablaba en castellano” y oficiaba de lenguaraz (idem:128). Allí mismo “había un individuo rubio, de ojos azules, vestido de español [...]; era un joven Argomedo y Salinas de Chile. [...] Paillacan [...] lo había detenido y lo guardaba con el cargo de ovejero” (idem:131). Otro que, como Cox, había aprendido rápidamente cómo sobrevivir con provecho en ese mundo, era “el mozo Cárdenas... [que] había sido, por espacio de dos años, prisionero del cacique y, después de haber recobrado su libertad, venía todos los años desde Valdivia a comprar caballos por aguardiente” (idem:133). O también “un mozo chileno Labrín que... enamorado de una niña de Río Bueno, en Valdivia, huyó con ella; para ponerse a salvo de las persecuciones de la justicia, se vino a buscar la seguridad entre los indios” pero terminó cautivo y casi perdiendo a su novia (idem:133 y 164), verificando que la frontera podía ser un refugio pero que también imponía sus condiciones. Días después y ya en viaje de vuelta a Chile, a Cox y a los suyos les serviría de lenguaraz ante Trureupan “José Vera, el chileno tránsfugo” (idem:145) que era más blanco y “español” que los propios peones huilliches del viajero (idem:137), que,

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Mesa 2 - La invención de la frontera en América en el discurso de los viajeros (s XIX y XX) “aunque cristianos, han conservado casi todas las costumbres y hábitos supersticiosos de sus antepasados”: “El traje que llevan se diferencia algo del de los araucanos; consiste en unos pantalones cortos de lana azul, calcetes de punto hasta el tobillo, una camisa del mismo color y material, y el poncho; usan el pelo largo que les cae hasta las espaldas, dividido en la frente y sostenido por una cinta que llaman trarilongo, algunos llevan un sombrero cónico de lana azul. Las mujeres se visten como las de los pehuenches, cuyos trajes describiremos más adelante” (idem:156). Todo ese camino de retorno desde el alto Limay hasta Valdivia se convirtió para Cox en un reconocimiento de quienes transitaban por distintos motivos el largo corredor de Valdivia a Carmen de Patagones: mestizos como Pascuala, la favorita de Paillacan, que “se había criado en las vecindades del Carmen y hablaba bien el español” (idem:133), o el “indio falsificado” hijo de un policía valdiviano que los recibió en lo de Trureupan (idem:144), o los mocetones de Huincahual que entendían el castellano (idem:139), o los “indios cristianos” asentados en la zona del lago Lácar: Hilario (idem:148 y 183), otro habitante de Chihuihue, etc. También un dragón enviado por las autoridades argentinas de Patagones para tratar la paz con los caciques cordilleranos (idem:139, 196 y 204). Pasando los Andes de vuelta hacia el oeste prácticamente Cox ya no encontró indígenas propiamente dichos –excepto los pehuenches que volvían a sus tierras de negociar caballos por aguardiente (idem:148-149)sino estos “indios cristianos” o chilenos involucrados en ese tráfico permanente, como Motoco o Matías González (idem:148-149). Entre estos últimos estaban “aquellos perseguidos por la justicia que suelen ir al otro lado de la cordillera con el objeto de comprar caballos, no pudiendo entregarse en este lado a ninguna ocupación para poder subsistir” (idem:164), quedando en evidencia que no todo era permeabilidad en la frontera, que no dejaba de ser otro mundo. Los personajes fronterizos se seguirían sumando en el segundo viaje de Cox al este. Observando con más cuidado, bien pertrechado y ya no tan apremiado por el regreso, Cox alternó en Maihue con un “joven de Osorno [...] de sangre mezclada”, que “se titulaba lenguaraz mayor de los caciques” y que ostentaba uniforme y sable argentino (idem:166); con el mapuche “cristiano” Cayú-antí, “que tenía siembras y cosechas [...] que había pasado por el crisol de la civilización y que había salido de él completamente sublimado” (idem:170); con el ya mencionado José Vera, que “vivía ordinariamente en los toldos de Trureupan”, su mujer cristiana y su concuñado Hueñupan, criados todos en Valdivia (idem:185); con las “chinas” “donosas y cristianas” de Huentrupan y de Pulqui, que rezaban y bautizaban a sus hijos en la religión huinca (cristiana) (idem:189-191). En toda la vertiente occidental de los Andes aunque en territorio fronterizo, Cox constató que “los indios tienen siembras”, que “las fisonomías no tienen ese aire salvaje y feroz que habíamos reparado en los indios situados más al este” y que “las ideas de propiedad comienzan a diseñarse” (idem:189 y 235). Una vez en la vertiente oriental, aparecieron “un joven buen mozo que nos dijo que era mestizo de Patagónica, llamado Gabino Martínez” y el conocido mediador militar de Patagones (idem:196); un tal “tío Jacinto” que “hablaba castellano y había hecho muchos viajes a Patagónica” y vivía con dos mujeres de nombre español –Manuela y Dominga- (idem:203);

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Mesa 2 - La invención de la frontera en América en el discurso de los viajeros (s XIX y XX) “un indio que hablaba castellano, habiendo vivido como cautivo siete años en Chillán”, que había pertenecido a la banda de los Pincheira (idem:242); y otros exponentes del mundo mestizo. Conoció también la historia de la española Elisa Bravo, “cautivada después del naufragio del buque Joven Daniel en las costas de Valdivia” y vendida por cien yeguas “a los indios de Calfucura en Puelmapu”, pero regresada unos años atrás a los toldos de Huitraillan donde vivía casada con un tal Nahuelquir (idem:171-172 y 242) 6. Otra imagen que causaba conmoción en los toldos de Caleufú era la del poderoso Llanquitrue, vestido con “casaca fina, sombrero blanco, con un chiripá azul y calzoncillos bordados; [...] cabezadas, avíos, frenos, canelones, estriberas y estribos, todo era de plata maciza”, acompañado de varios ricos mocetones y de dos oficiales argentinos (idem:244). En la relación interétnica, sumamente compleja, “unos y otros desarrollaron rápidamente diversas estrategias de convivencia y se impusieron a sí mismos reglas de conducta que fueron elaborando sobre la marcha [... y] muchas de esas estrategias no fueron planteadas o no se hicieron conscientes ni para unos ni para otros” (Nacuzzi 1999:139). Otras estrategias fueron impuestas desde el mundo fronterizo hacia fuera, constituyendo pautas que debían ser respetadas por todo aquel que quisiera internarse allí, como la distribución de obsequios, el parlamento para lograr la aquiescencia de los señores locales, etc. El viaje de Cox abunda en ejemplos de todas estas situaciones. Su permanencia en los toldos neuquinos se nos muestra como una permanente negociación y en un clima de desconfianza que se acrecentaba en la medida en que se adentraba en tierras desconocidas por él. Entre las pautas surgidas del interior del mundo fronterizo, Cox se encontró, por ejemplo, con que el traficante Matías González “había concedido la mano de su hija a un pehuenche, en cambio de algunas prendas [...] contrato matrimonial de género insólito y contra las formas de las costumbres cristianas” (Cox 1999:172-173). Pero también había “indios cristianos”, como hemos notado. Tal era la desconfianza que inspiraba la presencia del contingente de Cox en la frontera, que el vínculo afectivo establecido con algunos de sus anfitriones (“Lenglier y yo, no sin una cierta emoción, apretamos las manos de Inacayal, Dionisio y Celestino, y dando espuelas partimos a toda carrera”; idem:263) no los eximió de sufrir hasta último momento en su viaje: “me dijo Inacayal que, mientras andábamos cazando, habían venido chasques de todos los caciques pidiendo nuestra expulsión inmediatamente de la tierra; que hasta el mismo Huitraillan que antes estaba bien dispuesto para con nosotros había cambiado de idea; y que uno de los caciques había ido hasta el extremo de mandar decir que, si Huincahual tardaba más en expelernos, vendría él a dar un malón, y mataría a todos los huincas y a los que los favorecían” (ibid: 262). El coronel Mansilla, en cambio, debía a su experiencia fronteriza un mejor conocimiento de las estrategias de seducción que debía utilizar: mostrarse desarmado, saludar con cordialidad, compartir cigarros y alcohol (Mansilla 1993:148). Tampoco muestra Cox la 6

El asesinato y cautiverio de los náufragos del bergantín Joven Daniel por mapuches, en 1849, había conmocionado a la opinión pública chilena en uno de los momentos en que se debatía con más intensidad la política a seguir en la Araucanía. Cfr. Domingo F. SARMIENTO, “Instituciones militares de Chile”, partes II, V y VI (diario La Crónica de Santiago, 15 y 21 de octubre y 25 de noviembre de 1849), en Obras completas, Buenos Aires, Luz del día, 1948ss., tomo IX, pp. 192-218; y José BENGOA, Historia del pueblo mapuche (siglo XIX y XX), Santiago, Sur, 1985, pp. 162-164.

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Mesa 2 - La invención de la frontera en América en el discurso de los viajeros (s XIX y XX) ductilidad que le permitía a Mansilla ubicarse –al menos discursivamente- del lado de los “bárbaros”. Para el chileno, “hay la más grande semejanza entre el gobierno de esas tribus y el de los bárbaros que en el siglo quinto y siguientes, invadieron la Europa” (Cox 1999:234), mientras que el argentino ironiza con su autoidentificación como “civilizado” (Mansilla 1993:602-603). La frontera pampeano-patagónica constituía por entonces un espacio social caracterizado por intensos procesos de etnogénesis por los cuales “la adopción de elementos exógenos produce un cambio [...], aunque es posible entrever la permanencia de estructuras simbólicas de fondo y de una lógica social específica” (Boccara 1999:28). Cuando nos referimos a elementos exógenos debemos entender entre ellos tanto a costumbres e instituciones como, claro está, a personas. Y junto a los procesos de innovación, los elementos de resistencia y resignificación: “Los indios de Valdivia, junto con los araucanos, constituían en otro tiempo aquella nación que tan valientemente defendió su independencia contra la invasión de los españoles. Arrojados muchos de ellos de las posesiones que ocupaban en esta banda, al pie de los Andes, pasaron a la cordillera y formaron la nación de los pehuenches. Aquellos que se sometieron al dominio español, permanecieron en este lado, pero conservando siempre su sistema de gobierno, por reducciones mandadas por los caciques” (Cox 1999:155). Como muestra esta última cita, la complejidad del mundo fronterizo no se resolvía solamente en su carácter mestizo blanco-indígena sino en una multiplicidad de relaciones entre distintas parcialidades. La frontera entendida como zona tenía, claramente, dos bordes: uno exterior al mundo indígena, donde se jugaban las relaciones interétnicas, y otro interior, donde la zona de contacto lindaba con el territorio indígena propiamente dicho a través de las relaciones intraétnicas, menos conocidas por nosotros pero igualmente dinámicas. Por otra parte, la movilidad poblacional y la dinámica histórica del mundo indígena eran claramente percibidas por la gente de la frontera, como Cox le hace decir a Llanquitrue: “en el tiempo que gobernaba mi padre, no vino ningún español por acá, pero ahora vienen. Sabéis vosotros los alemanes, que ustedes son nuestros parientes; eso es muy verdadero [...]. Antes éramos tan blancos como vosotros pero los vientos nos tiñeron. Los alemanes vienen del lado del sol, por eso deben ser los hijos [de un ancestro común] que se quedaron allá” (idem:244). El área en torno del Nahuel Huapi se nos revela, particularmente, tanto en los testimonios de los misioneros coloniales como en el de Menéndez a fines del siglo XVIII y en los de Cox, Musters y los viajeros de fines del XIX, como un nudo de caminos y de intercambio entre parcialidades de distintos orígenes. Pascuala, la mujer del cacique pehuenche Paillacan, autodenominada “hija del cacique Francés de los tehuelches” (idem:130, 137 y 212), o “un indio huaicurú de Magallanes” presente en los toldos del “tío Jacinto” (idem:209) son ejemplos de esta movilidad. Cox no se contentó con registrar casos aislados de convivencia intergrupal sino que nos da cuenta del fenómeno del multilingüismo, del mestizaje y de los conflictos internos del mundo indígena: 127

Mesa 2 - La invención de la frontera en América en el discurso de los viajeros (s XIX y XX) “Sonidos diferentes de los que habían herido mis oídos en los toldos de Paillacan me hicieron preguntarles si no hablaban por acaso el mismo idioma, y supe que, además del idioma pehuenche o araucano, hablaban también la lengua tehuelche, porque había muchos de esta raza” (idem:140). En los toldos de Huincahual, en el sur del actual Neuquén, fue donde Cox registró con mayor intensidad el fenómeno de los contactos: “La homogeneidad de raza y de idioma que habíamos reparado en los toldos de Huentrupan, había desaparecido aquí. Huincahual, el viejo cacique, es pehuenche; tuvo, de una mujer ya muerta y que era de raza pampa, dos hijos; uno que vive en las orillas del Limay, e Inacayal que goza de mucha consideración aquí y en toda la Pampa. De otra mujer que actualmente existe, también de raza pampa, tiene dos hijos y dos hijas [...]. Tiene, además, otra mujer pehuenche” (idem:199). En el mismo lugar, durante una reunión, “unos hablaban araucano, otros pampa, otros se interpelaban en la lengua ruda de los tehuelches [...], los más eruditos ponían en relieve sus conocimientos en la castilla” (idem:208). Los interlocutores de Cox también guardaban memoria de los conflictos entre huilliches y pehuenches inmediatos a la independencia chilena, y entre pehuenches y tehuelches (idem:156-157). El viajero intentó explicar, como ya señalamos, la complejidad interna del mundo indígena mediante una caracterización de las principales culturas presentes en la vertiente oriental de los Andes: “Para dar un ejemplo de esto, hablaremos de los que vivían en los toldos del Caleufú; Huincahual y Antileghen eran pehuenches, Inacayal, su hijo [de Huincahual], había nacido de una madre pampa, Agustín y Jacinto eran tehuelches; y el mocetón [...] era de origen huaicuru, tribu que habita cerca de Magallanes. Establecido aquí, se casará; de él nacerán hijos que vendrán a aumentar la mezcla en las razas; la misma variedad se observa en las mujeres” (idem:228). Tras notar que los pehuenches vivían en las faldas de la cordillera “hasta unas veinte o veinticinco leguas de ella”, que al este del río Caleufú “casi todos eran tehuelches” y que en las Pampas se encontraban grupos que se movilizaban hasta Buenos Aires y Carmen de Patagones, Cox considera “mejor clasificarlos por los idiomas que usan” (ibídem): pehuenches de lengua araucana desde Mendoza hasta el Limay, pampas o tehuelches del norte del río Limay al río Chubut, tehuelches del Chubut al sur, huaicurúes en la orilla norte del estrecho de Magallanes y fueguinos en Tierra del Fuego (idem:228-229). Pero más allá de la posibilidad de determinar o imponer identidades mediante una clasificación inevitablemente pobre, resulta interesante constatar la intensa dinámica etnogenética producida tanto en la frontera como en el mundo indígena interior, por el intercambio de elementos materiales y mentales y, fundamentalmente, por el tránsito de personas en todas las direcciones y sentidos posibles. El resultado siempre provisorio de estos procesos es una realidad imposible de interpretar desde una lectura purista, ni indígena ni cristiana: ni una ni otra nos permiten dar cuenta de los rituales y símbolos mestizos. Queda claro que resulta cada vez más alejado de la realidad interpretar a los viajeros fronterizos del

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Mesa 2 - La invención de la frontera en América en el discurso de los viajeros (s XIX y XX) siglo XIX como espectadores de un mundo indígena “en estado puro” (Quijada 1998), antes de su conquista y museización y de la transformación del territorio en Nación. El funcionamiento del mundo fronterizo norpatagónico, según Cox Para los intereses colonizadores de Cox, no bastaba con registrar la sorprendente diversidad humana de la frontera sino que se hacía necesario anotar y comprender cómo, por dónde y por qué se movilizaban; qué traía y qué se llevaba cada uno. La complejidad de las relaciones existentes sobre el eje Valdivia-Carmen de Patagones requería ser explicada por algo más que por el movimiento de algunos indígenas que “cada año venían [...] a las orillas del Nahuel Huapi a recoger animales extraviados” por “los alemanes de la colonia de Llanquihue, que tienen potreros hasta el pie de la cordillera” (idem:109-110). Tras su naufragio en el Limay, el propio Cárdenas –el cautivo devenido traficante- proveyó a Cox de caballos para volver “mediante una retribución pagadera en Valdivia”, a tal punto estaba organizado el circuito comercial fronterizo (idem:138). Al llegar al lago Lácar los viajeros se encontraron tanto con Pedro Cárdenas –hermano del anterior y secretario del cacique Huitraillan- que llevaba “algunos caballos para venderlos en los primeros potreros” del lado occidental como con “varios pehuenches con cargas de aguardiente” provenientes de Chile (idem:148-149). Cox ya había comprobado, como Mansilla poco después y muchos otros testigos de la frontera, lo útil y corriente que resultaba el alcohol como obsequio o prenda de amistad para ser bien recibido en las tolderías, dato del que haría buen uso en su segunda entrada. La bebida provenía, en la zona, de la fábrica de aguardiente de grano del alemán Francisco Lagisse, en Arique (cerca de Valdivia), que funcionaba como proveedor de los traficantes (idem:150 y 159). Al observar irónicamente cómo pasaban la cordillera “honrados traficantes yendo a llevar alcohol a los indios”, Cox estimaba que “casi todos esos comerciantes son una pura canalla y no valen más que los indios a quienes frecuentan; siempre ha sido lo mismo” (idem:178). La importancia del circuito comercial era tal que un “honrado juez de esa comarca, don Bonifacio Vázquez [...] tenía muchos miramientos que guardar con los indios, porque tenía que hacer grandes negocios con ellos para el año siguiente” (idem:173-174); y que eran varios los pehuenches de la otra banda que tenían rancho en Chile donde manejaban sus transacciones, como Panguilef y Ragnín (idem:161 y 163). En las orillas del Nahuel Huapi, comenzaba por prever que “a cada momento podían echársenos encima los indios atraídos por los martillazos” (Cox 1999:116). Pocos días después, tras el naufragio en el Limay, se alegraba de haber rescatado los instrumentos musicales y otros pertrechos: “mientras más cosas salvásemos, tanto más numerosos regalos podíamos hacer a los indios” (idem:122). No hizo lo mismo con los papeles que podían resultarle comprometedores, y los quemó inmediatamente (idem:123), así como ocultó sus propósitos: “[al cacique Paillacan] no era posible decirle cuál era mi nacionalidad ni el objeto de mi viaje, porque era lo suficiente para perderme; [...] celosos como son [los pehuenches] de su independencia, era un atentado directo contra ella el intentar reconocer uno de sus ríos; me decidí pues, a no decir la verdad” (idem:128-129; cfr. 145-146).

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Mesa 2 - La invención de la frontera en América en el discurso de los viajeros (s XIX y XX) Su argumentación falaz fue reforzada por los consabidos obsequios: “muy lejos de haber querido pasar ocultamente por el Limay, mi intención había sido detenerme en su confluencia con el Chimehuin 7 para tratar con los indios, y esto lo atestiguaban los regalos que traía con ese objeto” (idem:130). Sin embargo de sus reparos anteriores, Cox aceptó el rol mediador del aguardiente y observó su importancia ritual: “Hice regalos a Inacayal. Juan Chileno regaló también al cacique un barril de aguardiente, que yo le había cambalacheado en Arsquilhue por un caballo. En la tarde, el viejo Huincahual se ató la cabeza con un pañuelo nuevo y se puso su mejor poncho para presidir la ceremonia de la abertura del barril” (idem:207). Efectivamente, en los preparativos de su segunda entrada la primera preocupación de Cox consistió en conseguir: “el aguardiente necesario tanto para el rescate de los rehenes como para procurarme la amistad de los caciques y algunos caballos para el viaje [...]. Los artículos que llevaba para rescatar a mi gente de las manos de los indios consistían en aguardiente, escopetas, cornetas, pólvora, ropa, cuentas de vidrio, cuchillos, pañuelos, camisas, añil y otras cosas para regalar a las nuevas relaciones que podía contraer” (idem:153 y 155). Cox no sólo se adaptó rápidamente a la lógica del intercambio de aguardiente por caballos (Cox 1999:172 y 182), propia de ese ámbito fronterizo, sino que comprendió las razones para el clima de desconfianza en que cerraba sus tratos: “los indios, acostumbrados a tratar con los compradores de caballos, que generalmente es gente poco honrada, creen todo lo que se le antoja decir al primer bribón que les habla sobre las malas intenciones de [los] huincas” (idem:165). De algún modo, no sólo los blancos generaban la relación sino que “también los grupos nativos tuvieron sus estrategias de acción” (Nacuzzi 1999:151). Los grupos nativos (y mestizos) trataban así de sacar provecho de la convivencia forzada con los blancos, estableciendo términos de negociación y exigiendo intercambios y servicios. El viajero reconocía así la existencia –ya señalada, por ejemplo, por Alberdi y Sarmiento- de un mundo fronterizo que no constituía un vacío de orden sino otro orden alternativo, con sus propias leyes no escritas y su propia lógica, que a menudo desafiaba las estrategias hispanocriollas (Navarro Floria 2001:351). Un segundo plano de relaciones que interesaron a Cox fue el del trato político de los grupos de la Pampa y la Patagonia norte con las autoridades argentinas. La presencia de un dragón de la guarnición de Carmen de Patagones en las tolderías al norte del Nahuel Huapi era señal de la persistencia del trato pacífico en general y de una política de vieja raíz colonial en particular: la de los “capitanes de amigos”. El soldado aparecía invitando a Paillacan a celebrar paces en Patagones (idem:139), y al año siguiente viviendo en los toldos, llegado con el mismo fin, puesto que “siempre se le mandaba como chasque en misiones de confianza” (idem:196 y 204). En esta segunda ocasión, Celestino Muñoz –así se llamaba el dragón7

Actualmente se considera al Chimehuín un afluente del río Collón Curá, que es el que desagua a su vez en el Limay cerca del sitio del naufragio de Cox.

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Mesa 2 - La invención de la frontera en América en el discurso de los viajeros (s XIX y XX) portaba una carta del coronel Murga invitando a los caciques a pactar acompañada de otra del ministro de Guerra argentino avalándolo. También Llanquitrue, que había participado del sangriento ataque al fuerte bonaerense de San Antonio de Iraola en 1855, al morir fue honrado como general argentino y se presentaba, según le refirieron a Cox, escoltado por dos oficiales del ejército (idem:244 y 248). Por entonces, Llanquitrue –como lo llama Cox- o Yanquetruz – como es denominado generalmente en la bibliografía y la documentación de la época- había firmado la paz en 1857 con el Estado de Buenos Aires –Cox transcribe varias cartas al respecto (idem:245-247)- y había sido reconocido como “comandante en jefe de todo el territorio de la Pampa” con el grado de teniente coronel, con asiento en Valcheta y con la misión de auxiliar a Buenos Aires en la defensa y fortificación del río Negro. En las tratativas previas, Paillacan y Huincahual –los conocidos por Cox- figuran como parte de los caciques “chilenos” opuestos a la paz (Levaggi 2000:287-291). Muerto Yanquetruz, el trato pacífico continuó con su hermano y sucesor Chingoleo –o Chincoleu, como lo llama Cox- (idem:310313) y culminaría en una serie de tratados con los renuentes Sayhueque, Huincahual y su hijo Inacayal y otros (idem:329-337), todos en 1863. Es probable que este panorama de entendimiento de los caciques norpatagónicos con las autoridades argentinas haya sido el factor que terminó de desalentar a Cox de intentar su travesía hasta Carmen de Patagones. Fonck nos hace notar el apoyo que el presidente chileno Manuel Montt prestó al viaje de Cox, y el trato “poco digno de la cultura de nuestro siglo” que las autoridades argentinas le tendrían reservado (Fonck 1896:297), aunque ni lo uno ni lo otro surgen claramente de la lectura del viaje. La resistencia y posterior aceptación de los tratados con el Estado argentino nos revela la existencia de una estrategia propia de los caciques del mundo fronterizo, inclinados al trato pacífico pero cuidadosos de parecer débiles ante sus pares. Si bien en Cox no hay el grado de empatía que se muestra en la relación de Mansilla con los ranqueles de la Pampa, el juego de recelos, secretos y cuidados entre sus sucesivos interlocutores nos revela, como ya hemos visto, una diplomacia de características similares y de igual contexto. Conclusiones El viaje de Cox tuvo un claro propósito político y económico –colonizar desde el sur de Chile la cuenca del río Negro-, a partir del cual se puede ver al protagonista como agente de los intereses del Estado chileno en un territorio trasandino. Cox presenta su viaje como una perspectiva de desarrollo para los colonos del sur de Chile; advierte la presencia de las autoridades argentinas a través de tratados y mediadores militares que viven en las tolderías, y esto alimenta la desconfianza mutua con los caciques del actual Neuquén. Su mirada es también la de los ojos imperiales del capitalismo decimonónico, que estudia los recursos naturales y sus posibilidades y también describe con precisión el intenso tráfico trasandino de aguardiente por caballos y otras mercaderías, sus actores y formas de trato. Sin embargo, Cox puede también ser leído como un inventor involuntario de la frontera, un descubridor de ese orden alternativo ya advertido por otros autores en la Pampa “bárbara”, un observador de la lógica propia del mundo mestizo, en definitiva como alguien sorprendido por una realidad no prevista por él. Esa imprevisión fue lo que, finalmente, lo llevó a fracasar

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Mesa 2 - La invención de la frontera en América en el discurso de los viajeros (s XIX y XX) en su propósito original (llegar a Carmen de Patagones, abrir un corredor bioceánico, colonizar el valle del río Negro) pero también a ser considerado por otros como un gran descubridor. Ese mundo hallado por él es el de la frontera pampeana-norpatagónica, en el que se superpusieron e interactuaron, durante el siglo XIX, un ámbito indígena y un ámbito hispanocriollo. Cox describe un ambiente totalmente mestizo, atravesado por criollos que residen o transitan territorio indígena por distintas razones (traficantes, cautivos, fugitivos, militares, etc.) e indígenas “cristianizados” y aculturados en diferentes grados y modos. También advierte la movilidad y conflictividad del borde interior de la frontera: el que relacionaba al ámbito híbrido con el ámbito indígena propiamente dicho. En ese borde difuso el mundo indígena se muestra heterogéneo, multilingüe, móvil y conflictivo, desembocando en un intento de clasificación insuficiente para advertir la intensa etnogénesis propia de la frontera. Finalmente, la mirada de Cox sobre el mundo norpatagónico anterior al punto de quiebre de la conquista militar nos invita a renovar la interrogación acerca del desarrollo posterior y la persistencia de la lógica mestiza peculiar de este espacio. La comprensión de esta dinámica puede dar todavía mucho de sí para un replanteo de la realidad social, política y cultural de la Patagonia mestiza del siglo XX y aún de la actual. Referencias bibliográficas BOCCARA,G. (1999) Antropología diacrónica. Dinámicas culturales, procesos históricos y poder político. En G. BOCCARA y S. GALINDO (eds.), Lógica mestiza en América. Temuco, Universidad de La Frontera. COX,G.E. (1999) Viaje en las rejiones septentrionales de la Patagonia, 1862-1863. Buenos Aires, El Elefante Blanco [1ª ed: Santiago de Chile, Imprenta Nacional, 1863]. DE MOUSSY,V.M. (1860-1864) Description géographique et statistique de la Confédération Argentine. Paris, Firmin Didot frères et Cie. FONCK,F. (1896) Viajes de Fray Francisco Menéndez a la Cordillera publicados y comentados por.... Valparaíso, Niemeyer. HUNEEUS,P. (1998) El tata Guillermo, www.pablo.cl/articulos/22.html. HUNEEUS COX,P. (2000) Patagonia mágica, El viaje del tata Guillermo. Santiago, Nueva Generación. LEVAGGI,A. (2000) Paz en la frontera, Historia de las relaciones diplomáticas con las comunidades indígenas en la Argentina (siglos XVI-XIX). Buenos Aires, Universidad del Museo Social Argentino. MANSILLA,L.V. (1993) Una excursión a los indios ranqueles. Buenos Aires, Espasa Calpe. MAYOCHI,E.M. (1999) Guillermo Eloy Cox, explorador y viajero, en Cox 1999. MORENO,F.P. (1997) Viaje a la Patagonia Austral. Buenos Aires, El Elefante Blanco. 132

Mesa 2 - La invención de la frontera en América en el discurso de los viajeros (s XIX y XX) Moreno a P. Pico, Buenos Aires, 14/9/1875. En Anales de la Sociedad Científica Argentina (Buenos Aires), tomo 1 (1876). NACUZZI,L. (1999) Estrategias sociales en una situación de contacto. En G. BOCCARA y S. GALINDO (eds.), Lógica mestiza en América. Temuco, Universidad de La Frontera. NAVARRO FLORIA,P. (1994) Ciencia y política en la región Norpatagónica: el ciclo fundador, 1779-1806. Temuco, Universidad de La Frontera. NAVARRO FLORIA,P. (1999) Un país sin indios. La imagen de la Pampa y la Patagonia en la geografía del naciente Estado argentino, Scripta Nova (Barcelona), 51, http://www.ub.es/geocrit/sn-51.htm. NAVARRO FLORIA,P. (2000) La mirada de la ‘vanguardia capitalista’ sobre la frontera pampeano-patagónica: Darwin (1833-1834), Mac Cann (1847), Burmeister (1857), Saber y Tiempo (Buenos Aires), 10. NAVARRO FLORIA,P. (2001) El salvaje y su tratamiento en el discurso político argentino sobre la frontera sur, 1853-1879, Revista de Indias (Madrid), LXI:222. PRATT,M.L. (1997) Ojos imperiales. Literatura de viajes y transculturación. Bernal, Universidad Nacional de Quilmes. QUIJADA,M. (1998) Ancestros, ciudadanos, piezas de museo. Francisco P. Moreno y la articulación del indígena en la construcción nacional argentina, Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe (Tel Aviv), IX:2, http://www.tau.ac.il/eial/IX_2/quijada.html.

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Civilización, barbarie y frontera. El viaje a los indios y el descubrimiento del progreso en Lucio V. Mansilla (1869) y Estanislao Zeballos (1881) Rogelio C. Paredes

UBA - UNLu

Abstract El propósito de la ponencia es establecer un contraste entre dos viajes a las fronteras indígenas de la Argentina del siglo XIX a partir de su comprensión del conflicto entre las sociedades aborígenes y el mundo de la «civilización»: Una excursión a los indios ranqueles de Lucio V. Mansilla (1869) y Viaje al País de los Araucanos (1881) de Estanislao Zeballos. Al trazar este contraste, la ponencia no sólo enfatiza los cambios resultantes de las consecuencias de la Conquista del Desierto (1879) sino que procura indagar en las continuidades y rupturas del discurso de las sociedades indígenas en el seno de los sectores dirigentes argentinos. En tal sentido, la contraposición entre Mansilla y Zeballos trata de poner de manifiesto de qué manera la irrupción de una concepción cada vez más determinista y social-darwiniana de las relaciones entre culturas, espacios y economías restó posibilidades a un proceso de comprensión e integración entre la sociedad blanca y la indígena, al privar a esta última de los atributos culturales y productivos que hicieran posible su incorporación al mundo social y económico de la época y abrir paso a una legitimación de su conquista, exterminio y marginación. The communication’s purpose is to show the contrast between two frontier travellers from their sight to the conflict between aboriginal societies and the «civilisation’s world» in nineteenth century’s Argentina: Lucio V. Mansilla’s Una excursión a los indios ranqueles (1869) and Estanislao Zeballos’ Viaje al País de los Araucanos (1881). To draft this contrast, the communication highlight not only the changes of the consequences that the Desert Conquest (1879) brought, but also among the sight’s continuities and breach for the Indians societies inside the Argentines leader’s groups. From this prospect, the contrast between Mansilla and Zeballos search to highlight the irruption of a more and more determinist and social-Darwinist sight about the relationship between cultures, places and economies affect the process for the reciprocal understanding and integration among the European’s and Indian’s societies. For the Indians, the deprivation of the cultural and productive attributes, make impossible his incorporation to the social and economic time’s world and to borrow arguments for his conquest, extermination and social exclusion.

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Mesa 2 - La invención de la frontera en América en el discurso de los viajeros (s XIX y XX) Introducción Es posible que muy pocos períodos de la historia argentina hayan sido de cambios tan profundos, dramáticos e irreversibles como los que contemplaron los años que separan la aparición de Una excursión a los indios ranqueles 1 del Viaje al País de los Araucanos. 2 Entre ambas obras no sólo son fáciles de descubrir esas diferencias que separan al experimentado bon vivant y aristócrata porteño que convierte a la guerra de fronteras en una extensión de su apetito de aventura, autor de la Excursión, del joven provinciano que aspira a iniciar una carrera sobre la base de indiscutibles méritos intelectuales y técnicos exhibidos en el Viaje como en un escaparate de novedades, sino también la irrupción de ese «nuevo clima de ideas» 3 que se hace presente en la escena argentina para dar comienzo a una nueva forma de concebir la realidad presente y sus posibilidades futuras entre las elites dirigentes criollas. Por cierto, esa nueva concepción involucraba especialmente la cuestión de las fronteras y el problema del indio, herencia de la sociedad colonial cuya solución había encomendado la Constitución de 1853 al flamante Congreso de la Nación, 4 con su mandato –heredero de la legislación indiana- de convertirlos e incorporarlos a la vida civilizada. Y es precisamente la dimensión de esta «vida civilizada», de sus alcances y de los costos que deberían pagarse para alcanzarla lo que se encontrará en el centro de las diferencias entre las obras –y las perspectivas, reflejo de las de su época- de Mansilla y Zeballos. Las concepciones racistas del imperialismo centradas en la superioridad material y biológica de la cultura europea destinada a imponerse sobre los espacios coloniales, sostiene esta ponencia, fueron en gran medida ajenas a la percepción de Mansilla sobre las relaciones entre indios y blancos. Su abrupta aparición en la prosa del joven Zeballos viene a representar una ruptura con la tradición -de la que participaba Mansilla- en la que el progreso material y social todavía era concebido como mecanismo de incorporación, aceptación y –tambiénsumisión del «bárbaro». Las causas de esta ruptura deben filiarse en una amplia gama de factores en los que la propia experiencia vital de ambos autores no juega un papel desdeñable. Para Lucio V. Mansilla (1831-1913), el primer cosmopolita argentino, Una excursión a los indios ranqueles representa su consagración como escritor vocacional, como hombre público y como aventurero 5 tras una vida en cuyos inicios deben reconocerse todavía los efectos de una influencia colonial que su tío, el gobernador Juan Manuel de Rosas se preocupó de preservar en aquellos aspectos en que coincidían con el aparato político e ideológico establecido por el régimen que encabezaba, 6 pero que indudablemente respondían a un nuevo orden político en que la Revolución venía a resolver o a postergar ciertos problemas que la sociedad colonial ya había percibido como tales. La continuidad o ruptura 1

Mansilla, L.V.: Una excursión a los indios ranqueles, Buenos Aires, Kapelusz, 1966, 2 tomos. Zeballos, E.: Viaje al País de los Araucanos, Buenos Aires, Solar, 1994 3 Halperin Donghi, T.: «Un nuevo clima de ideas», en Ferrari, G. y Gallo, E. (comps.): Argentina del Ochenta al Centenario, Buenos Aires, Sudamericana-Di Tella, 1980, p. 13-24. 4 Es atribución constitucional del Congreso nacional: «Proveer a la seguridad de las fronteras; conservar el trato pacífico con los indios, y promover la conversión de ellos al catolicismo», art. 67, inciso 15, Constitución Nacional de la República Argentina, Buenos Aires, Crespillo, 1962, p. 5. 5 Viñas, D.: Literatura argentina y realidad política, Buenos Aires, CEAL, 1982. 6 Myers, J: Orden y Virtud. El discurso republicano en el régimen rosista, Universidad de Quilmes, 1995 2

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Mesa 2 - La invención de la frontera en América en el discurso de los viajeros (s XIX y XX) de las políticas coloniales ante las sociedades indígenas era uno de estos problemas que el rosismo encaró con estrategias que combinaban la negociación diplomática, la guerra abierta y la incorporación gradual por medio de la colonización y el trabajo en las estancias de frontera. Dichas estrategias no diferían sustancialmente de las que la Corona española había combinado en la frontera pampeana desde los inicios de la colonización, en la que la tradición colonial había introducido y sostenido el principio de la adaptabilidad del indio a la vida «civilizada» y su utilidad como súbdito productor. Esta concepción, se afirma aquí, se ve abruptamente interrumpida por la aparición en el escenario político e ideológico nacional de nuevas corrientes que sostienen el imperativo de la superioridad tecnológica y la imperiosa necesidad de una incorporación rápida, no de las sociedades, sino de los recursos de esos espacios aún sin conquistar, a los que comienza a percibirse como las evidencias de un atraso de la potencia colonizadora española en su disponibilidad de recursos tecnológicos y económicos para ocupar y definir el nuevo destino de sus posesiones americanas. Este cambio de perspectiva ideológica y cultural no implica en absoluto negar la importancia de otros factores, como las aspiraciones políticas y militares del general Roca, o la apremiante coyuntura de la crisis económica mundial que reclamaba transformaciones imperiosas para volver a convertir a la Argentina en destino de las inversiones de capital y tecnología necesarias para su crecimiento, pero hace posible la articulación de esos factores en un discurso de justificación política y estratégica que alcanza plena madurez en la obra de Estanislao Zeballos (1854-1923). A diferencia de Mansilla, que hacía derivar su expectable posición de su pertenencia a una encumbrada familia de la elite política porteña, Zeballos, joven provinciano, la procuraba a través de una precoz e intensa profesionalización, que lo llevó rápidamente de los estudios de derecho a los de ingeniería -que no llegó a concluir- y a la promoción de instituciones científicas que le procurasen respaldo a su ingente aspiración de reconocimiento político e intelectual. Es fácil apreciar por qué Zeballos se mostró tan permeable a las influencias intelectuales y científica de su época. La intensidad, violencia y profundidad de estos cambios y sus probables causas en el corto plazo de una década constituirán el tema de esta ponencia, en vistas a demostrar de qué manera dejaron su impronta en la noción de los sectores dominantes sobre temas como la nacionalidad, el territorio y el lugar de la civilización en el panorama mundial de la época. Se intentará poner en evidencia de qué manera, en la medida en que Mansilla permaneció ajeno a la difusión de las concepciones darwinistas y deterministas que tan visibles se presentan en los autores posteriores, su visión encarnó una continuidad de algunos de los tópicos característicos del pensamiento colonial, donde la función civilizadora de los europeos se asentaba en cierta conciencia de la existencia de una cultura y una sociedad indígena pasibles de ser incorporada a la dominación blanca en la exaltación de valores e intereses comunes, en tanto que el impacto operado en Zeballos por el abrupto ingreso a una carrera profesional dominada ahora por criterios de eficacia y superioridad técnica que se hacían cada vez más visible tanto en la vida cotidiana como en los estudios académicos, tuvo como señalada consecuencia una nueva visión de las sociedades nativas en las que prevalecía el desconocimiento de su identidad cultural y la incorporación de las mismas al vasto territorio

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Mesa 2 - La invención de la frontera en América en el discurso de los viajeros (s XIX y XX) de una naturaleza que debía ser conquistada, explorada y explotada con nuevos criterios de eficacia y rendimiento. Misiones diplomáticas y misiones etnográficas «Es menester haber pasado ciertas cosas, haberse hallado en ciertas posiciones, para comprender con qué vigor se apoderan ciertas ideas de ciertos hombres, para comprender que una misión a los ranqueles puede llegar a ser para un hombre como yo, medianamente civilizado, un deseo tan vehemente como puede ser para cualquier ministerio una secretaría en la embajada de Francia». 7 Retirado del frente paraguayo por sus actos de sarcasmo e ironía delante de sus superiores, enviado a la frontera como jefe de guarnición a las órdenes del general Arredondo, Mansilla lucía, a fines de 1869, cuando inició las conversaciones para un tratado con los indios, una reputación propia que rebasaba el ilustre y sombrío antecedente de ser sobrino de Rosas y el hijo de su lugarteniente. Había sido el primer criollo en conocer el exilio lujoso y rentístico de París, adonde no había llegado con funciones diplomáticas o políticas, como las que les habían tocado a alguno de sus contemporáneos, sino meramente turísticas, como el propio Mansilla se preocupaba en explicar. Desde el frente de guerra correntino-paraguayo, con el grado de coronel, Mansilla había encabezado ese «movimiento de opinión» 8 de los jóvenes oficiales argentinos que postularon a Sarmiento como candidato a suceder a Mitre en la presidencia de la Nación. Los asuntos militares y políticos del Estado al que representa como aristócrata, dirigente y coronel siguen siendo para Mansilla, una ampliación de su círculo de influencias y amistades, cimentadas todavía en la percepción de un mundo restringido a un conjunto de actores herederos de la prosapia colonial, que aún entienden su desempeño público no tanto como el resultado de una carrera profesional sino como producto de una posición reconocida que los convierte a la vez en agentes del Estado y de sus propios intereses. De modo que, aunque sea coronel del ejército nacional, la embajada a los ranqueles a la que da comienzo en 1869 a través de largas conversaciones previas no difiere para Mansilla de las funciones que sus antepasados han desempeñado a la vez como hacendados, jefes de milicias y representantes del poder virreinal, precisamente, entre las «naciones» de los pampas, araucanos y ranqueles, concebidos ellos mismos –y Mansilla vuelve sobre este tópico una y otra vez- como organizaciones sociales complejas, con sus jerarquías, sus prácticas de poder y obediencia, sus conceptos sobre derecho y propiedad y, como producto de este patrimonio de nociones, su ejercicio continuado de una identidad que se manifiesta específicamente en su presencia como agentes de ciertos valores, intereses y creencias, en acción y reacción con los propios, apenas más evolucionados: «Y nadie –escribe Mansilla al referirse al primer encuentro con los indios- y eso que había muchísima gente achumada, nos faltó el respeto en lo más mínimo... todos nos trataban con la más completa finura araucana.

7 8

Mansilla, L.V.: Una excursión a los indios ranqueles, p 71. Halperin Donghi, T: Una nación para el desierto argentino, Buenos Aires, CEAL, 1982, p. 78-79.

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Mesa 2 - La invención de la frontera en América en el discurso de los viajeros (s XIX y XX) «¿Les hemos enseñado algo nosotros que revela disposición generosa, humanitaria, cristiana, de los gobiernos que rigen los destinos sociales? Nos roban, nos cautivan, nos incendian las poblaciones, es cierto. Pero ¿qué han de hacer si no tienen hábitos de trabajo? ¿Los primeros albores de la humanidad presentan acaso otro cuadro?... «Quejarnos de que los indios nos asuelen es lo mismo que quejarnos de que los gauchos sean ignorantes, viciosos, atrasados» 9 Zeballos también conoce la frontera porque es nativo de Rosario y su padre ha iniciado una ascendente carrera política desde una posición relativamente modesta de comandante de campaña, 10 pero su ámbito de desempeño ya no es el que asegura la transmisión del influjo social y del poder político por la mera pertenencia a una elite consagrada por la herencia colonial. Santa Fe es una provincia pobre, y la posición del joven Zeballos en la capital porteña sólo podrá reforzarse por una concienzuda práctica del ejercicio de la notoriedad y de la búsqueda de influencia a través de contactos personales. Su primera y destacada actuación pública en 1872, cuando no es más que un intelectual novel y aventajado, es una apología de la Triple Alianza en sus objetivos diplomáticos y militares, tan censurados en un contexto en el que los motivos de la lucha facciosa se combinan con las cada vez más difíciles relaciones diplomáticas con el Brasil, resultantes de la victoria sobre el Paraguay de Francisco Solano López. 11 De allí que su perspectiva de sí mismo como agente estatal y representante a la vez técnico y político del poder del gobierno nacional constituya la noción básica que lo legitima en la presentación de su misión a la frontera en el Viaje al País de los Araucanos. Es con este propósito que el joven Zeballos introduce la exhaustiva y pedantesca encuesta que un hacendado inglés, Mr. Brigest, le dirige en su viaje en tren hasta Azul, y que el autor responde con la necesaria solvencia de uno de los fundadores y representantes de la Sociedad Científica Argentina. 12 Las repercusiones de esta instalación de Zeballos en el servicio del Estado como especialista y estadista formado en una ardua profesionalización técnica, científica y legal. Para un agente estatal de un Estado eficaz, el espacio material y cultural de la frontera con el indio no puede constituir, de ninguna manera, otra cosa que el «desierto», herencia desdichada de una sociedad colonial caracterizada por una ineficacia política y militar que no puede ser sino el reflejo de su debilidad para modificar materialmente su entorno con fines decididamente productivos y acumulativos:

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Mansilla, L.V.: Una excursión a los indios ranqueles, p. 228. Cutolo: Diccionario biográfico argentino (1750-1930), Buenos Aires, Elche, 1985, tomo VII, p. 795-

10

799. 11

Halperin Donghi, T: Una nación para el desierto argentino, Buenos Aires, CEAL, 1982, p. 83-84. Zeballos, E.: Viaje al País de los Araucanos, p. 32-39. Sobre la Sociedad Científica Argentina y el papel de Zeballos en ella, Babini, J.: Historia de la ciencia en la Argentina, Buenos Aires, Solar, 1986, p. 140143. 12

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Mesa 2 - La invención de la frontera en América en el discurso de los viajeros (s XIX y XX) «No incumbe su responsabilidad a un solo hombre, ni a un gobierno. Es la herencia recibida de la Madre Patria, que conservamos fielmente, a pesar de haberla hallado controvertida y de que nuestra corta, bien que dolorosa, experiencia la condena.» 13 Herencia o rémora de una incapacidad hispánica para el trabajo, la técnica y la producción, lo cierto es que para Zeballos la continuación de esa incapacidad por parte del Estado argentino resulta intolerable. El agente del Estado que ha ocupado recientemente estas tierras y va a entregar su producción al ancho mundo del progreso no es ahora ese actor de la civilización que, como Mansilla, ha aprendido de su tío Juan Manuel de Rosas, gobernador, brigadier y hacendado, cómo tratar con los indios en un plano en que las tres esferas del poder político, militar y privado económico se mezclan y se confunden sin prevalecer una sobre otra, sino un representante eficaz de una civilización que ya dispone de los medios técnicos para convertir a esa población y a sus territorios en los materiales básicos del progreso, esto es, en un pueblo colonial instalado sobre un espacio explotado por los conquistadores que debe poner su fuerza de trabajo y sus recursos a disposición del poder burocrático y gubernamental que él ha venido a representar en el verano de 1880-1881, unos meses después de realizadas las grandes campañas de escarmiento y exterminio lanzadas por Julio Argentino Roca. En tal sentido, ninguna página es, tal vez, más ejemplar, que la que Zeballos escribe para narrar su encuentro en Carhué con el cacique Manuel Grande, llamado así por su notable estatura: «Ha tomado parte activa en todas nuestras guerras civiles, unas veces como aliado a los salvajes, otras a los hombres civilizados, ya peleando contra Buenos Aires en los ejércitos de la Confederación, ya contra ésta al servicio de aquel Estado, antes independiente. Manuel Grande era todo un personaje para la guerra de montonera, porque su indomable valor y su valerosa tribu lo hacían verdaderamente temible. «... Su tribu de 500 guerreros, apenas forma 40 actualmente, y el viejo cacique lleva el grado de coronel de la República y el sueldo de capitán «La visita me fue altamente agradable, como hubiera sido la de Cetewayo para un inglés... Llamóme la atención que Manuel Grande hablara castellano y prescindiera de sus secretarios, Manuel y Pancho Díaz... quienes lo acompañaban simplemente para dar solemnidad al acto. Mi extrañeza se justifica, recordando que entre los araucanos es una regla de supersticiosa etiqueta oficial, no hablar jamás la lengua del cristiano, sino valerse de intérpretes y lenguaraces» 14 Todo un mundo separa la humilde presentación de este viejo cacique que ha arruinado a los hombres de su pueblo sirviendo a los jefes cristianos, que se rebaja a hablar castellano ante el joven e impertinente explorador que –tan afecto a comparaciones un tanto desproporcionadas- prefiere colocarlo en la deshonrosa posición del líder indio Cetewayo delante de su amo inglés de la franca, personal y nada ceremoniosa celebración del encuentro entre el coronel Mansilla y los guerreros de Mariano Rosas. Ese mundo encuentra su génesis 13

Zeballos, E.: La Conquista de las Quince Mil Leguas. Estudio de la traslación de la frontera sur de la República al sur del Río Negro, Buenos Aires, Hyspamérica, 1986, p. 17. 14 Zeballos, E.: Viaje al País de los Araucanos, p. 107-108.

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Mesa 2 - La invención de la frontera en América en el discurso de los viajeros (s XIX y XX) en el nacimiento de la burocracia moderna en la que Zeballos trata de instalarse como un modelo para la naciente escuela del funcionario argentino, que pretende instalar desde el ejercicio de su acción como científico, como abogado y como escritor. Indios, gauchos y burócratas Así pues, cuando el 30 de marzo de 1870 el coronel Mansilla inicia su marcha a caballo hacia los toldos ranqueles de Mariano Rosas, viene a recrear prácticas y a instalar opiniones cuyos orígenes, en ciertos aspectos, parece que se remontan a los inicios de la presencia europea en el escenario rioplatense, cuando la perspectiva del control de la mano de obra indígena todavía se fundaba en la vaga noción de «civilizarlos», pero en la muy concreta práctica de ponerlos a trabajar en busca de instalar en ellos los estilos de vida y los hábitos de consumo de los europeos. Explotación y asimilación se presentan así como los extremos y complementos de una actividad a la que el poder de los blancos no puede renunciar sin abandonar su empresa expansiva. Pero la perspectiva de Mansilla sobre la aplicación de estos mismos principios por parte del naciente Estado moderno le merecen una opinión escéptica: él prefiere invocar para su misión una cualidad personal e individualista –de aristócrata, de hacendado, de guerrero, no de burócrata ni de soldado- porque se atreve a deplorar los objetivos de ese Estado al que juzga próximo al genocidio y al despojo: «Por lo pronto, nosotros vamos resolviendo los problemas sociales más difíciles – degollándolos- y las teorías y las cifras de Malthus sobre el crecimiento de la población no nos alarman un minuto. «... La civilización y la libertad lo han arrasado todo... «El Paraguay no existe... Esta grande obra la hemos realizado con el Brasil «Ahora la hemos emprendido con Entre Ríos, donde López Jordán se encargó de despacharlo a Urquiza... y como Entre Ríos estaba muy rico, le hacía falta conocer la pobreza. «La letra con sangre entra. «Es el principio del dolor fecundo». 15 Es esta abierta resistencia de Mansilla a identificarse con los objetivos del Estado al que representa como militar y –en este caso- diplomático lo que le ha valido los reproches y reprimendas del general Gelly y Obes en el frente paraguayo y del propio presidente Sarmiento –directo beneficiario de su escasamente marcial campaña dentro del cuadro de oficiales que se proclama a favor de su candidatura contra la del mitrista Rufino de Elizaldeque lo apercibe por su iniciativa individual de iniciar un tratado con la «nación ranquelina» sin consulta previa ni con él ni con su jefe directo, el general Arredondo. Así, pues, el Estado argentino, para Mansilla, es responsable de desencadenar una guerra homicida no sólo contra los indios, sino sobre todo contra los pobres que habitan las 15

Mansilla, L.: Una excursión a los indios ranqueles, p. 123.

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Mesa 2 - La invención de la frontera en América en el discurso de los viajeros (s XIX y XX) fronteras, a los cuales carga con corveas, alistamientos y despojos. Esta guerra tiene ahora su propia y horrible dinámica que alimenta a las fuerzas de los indios con el saber y el poder de los blancos renegados y perseguidos que se pasan de bando. Resulta perfectamente razonable entonces que los indios traten de mantenerse fuera del alcance homicida del Estado central, sobre todo si pueden disponer de los valiosos bienes de su mercado sin necesidad de acatamiento político, bienes procedentes en muchos casos de la misma Europa, y no sólo de Buenos Aires, Córdoba y Mendoza. La guerra india no es tal, sino la forma que los indios tienen –porque no les han enseñado otra, sostiene Mansilla- de participar de los beneficios de la «civilización»: «Toda su estrategia estriba en huir, esquivando el combate. Son ladrones, no guerreros. Pelear es para ellos un recurso extremo. Su gloria consiste en que el malón sea pingüe y en volver de él con el menor número de indios sacrificados en aras del trabajo». 16 Es así como los indios consiguen aquello que su falta de conocimientos y técnicas les impide obtener de otro modo: azúcar, tabaco, yerba mate, alcohol, harina, lienzo, seda, menaje, plata, caballos, ovejas y cautivas criollas y europeas. Que los indios son perfectamente conscientes de los beneficios materiales de la «civilización» y de sus bellos útiles objetos –así como también de sus costos más aterradores, que se niegan justificadamente a pagar- Mansilla cree saberlo por experiencia propia. Los toldos se presentan limpios y ordenados en contraste con los de los gauchos «civilizados»: tienen separaciones que evitan la promiscuidad, camas, asientos, ollas, platos, cubiertos y utensilios, mientras que nada de todo eso puede encontrarse en el rancho del gaucho, arruinado por el despojo y la marginación a que lo somete la autoridad que debería protegerlo. 17 La propia persona del coronel testimonia esa capacidad indígena de apreciar lo valioso y tratar de conseguirlo: sus amigos ranqueles son obsequiados profusamente con todos los atuendos del autor: pañuelos de seda de la India, guantes de castor, capas francesas, navajas inglesas, camisas de lino con encaje, cigarros, lociones, tabaco, cinturones, correajes, cordones. Es en este apego a los deslumbrantes bienes materiales de la «civilización» -en nada diferente del que manifiesta el propio Mansilla, o los aristócratas de Buenos Aires, o los obreros de Liverpool y Manchester- que Mansilla encuentra la piedra de toque para la conversión –y la reducción- de los «salvajes»: ponerlos a trabajar, enseñarles los mecanismos aceptables de adquisición de esos bienes, someterlos a las regularidades del mercado de trabajo y la oferta de bienes. Mariano Rosas, ahijado de su tío Juan Manuel, le confiesa al coronel Masilla: «Hermano, cuando los cristianos han podido nos han muerto; y si mañana pueden matarnos a todos nos matarán. Nos han enseñado a usar ponchos finos, a tomar mate, a fumar, a comer azúcar, a beber vino, a usar bota fuerte. Pero no nos han enseñado a trabajar, ni nos han hecho conocer a su Dios. Y entonces, hermano ¿qué servicios les debemos?» 18

16

Mansilla, L.: Una excursión a los indios ranqueles, p. 319. Mansilla, L.: Una excursión a los indios ranqueles, p. 303-304. 18 Mansilla, L.: Una excursión a los indios ranqueles, p. 536. 17

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Mesa 2 - La invención de la frontera en América en el discurso de los viajeros (s XIX y XX) De modo que en este amor por el confort, rasgo común a toda la especie humana, encuentra el autor de la Excursión, ese substrato común de práctica y nociones que haría posible asimilar a los indios, ingresarlos como trabajadores en el mercado, contar con su esfuerzo y su consentimiento para la civilización y sus fines. Pero aquí, a pesar de las reacciones que provocan en él las acciones presentes del poder estatal, vuelve a hacerse presente en el discurso de Mansilla esa noción subyacente -pero a esta altura errónea- de la necesaria continuidad entre el Estado colonial, apoyado en sus elites ilustradas y propietarias, y el Estado liberal, que cuenta con una burocracia propia, con sus propios objetivos, y que es muy diferente de los mediadores civilizados cuyo papel quiere desempeñar el coronel de Sarmiento La preparación de burocracias eficientes y el despliegue de su capacidad organizadora en la expansión del aparato estatal ha sido uno de los rasgos característicos de los Estados europeos de la segunda mitad del siglo XIX ha sido un aspecto repetidamente señalado por la bibliografía. 19 Sin embargo, es Hanah Arendt quien más lúcidamente ha señalado la relación entre la expansión del aparato burocrático, el despliegue de los imperialismos ultramarinos y lo que denomina «exportación de poder», es decir, la comprobación de la eficacia europea en el plano militar y tecnológico verificada a partir de la expansión colonial y la traslación de dicha superioridad material al plano biológico en el sentido de establecer una verdadera «jerarquía» de las razas y culturas humanas. Esta comprobación, si bien no constituyó una de las innovaciones específicas del siglo XIX, sí recibió, en cambio, una legitimación ideológica y pseudocientífica que nunca habían conocido con anterioridad. Según Arendt «la palabra “raza” tiene un significado preciso sólo cuando y donde los pueblos se enfrentan con tales tribus de las que carecen de conocimiento histórico y que no poseen una historia propia... En cualquier caso, las razas, en este sentido, fueron halladas sólo en regiones donde la Naturaleza era especialmente hostil». 20 La aplicación del concepto de «raza», explica Arendt, deja a las comunidades a las que se define de este modo, despojadas de su esencial humanidad: se integran al paisaje, a sus suelos, sus recursos, su flora y su fauna sin impronta social ni cultural, y su presencia no se percibe entonces más que como otro dato que debe tomarse en cuenta en la utilización productiva de los espacios coloniales, mano de obra barata disponible para la extracción de recursos. Es esta perspectiva la que hace enteramente comprensibles las «matanzas administrativas» de las poblaciones coloniales africanas y asiáticas, impensables en otro contexto que éste, que separaba la eficiencia y la eficacia administrativa de cualquier intento de amparar el bienestar o representar los intereses de la población local. 21 La concepción que rige la redacción del Viaje al País de los Araucanos –en mayor medida, si es posible, que La Conquista de las Quince Mil Leguas, escrita por Zeballos en 1878- su contenido y su propósito reflejan la exactitud con que se adecua el diagnóstico de 19

Mann, Michael: Las fuentes del poder social II. El desarrollo de las clases y los Estados nacionales, Madrid, Alianza, 1993, capítulos XI-XIV. 20 Arendt, H.: Orígenes del Totalitarismo, Barcelona, Planeta, 1994, volumen I, segunda parte, p. 259. 21 Arendt, H.: Orígenes del Totalitarismo, Barcelona, Planeta, 1994, volumen I, segunda parte, cap. VII, p. 251-291.

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Mesa 2 - La invención de la frontera en América en el discurso de los viajeros (s XIX y XX) Arendt a las ideas de Zeballos sobre el tema del espacio pampeano, la frontera y sus poblaciones «coloniales». La ocupación del territorio pampeano-patagónico no es para Zeballos un problema político, ni cultural, ni económico en el sentido propuesto por Mansilla de crear los medios de incorporación, adaptación, sumisión de los pobladores nativos, sino un problema eminentemente técnico, y su resolución deberá ser breve y expeditiva: «Nuestra población marcha al norte y al oeste con mayor rapidez y con bases más sólidas que al sur y, sin embargo, una alta previsión estratégica debe hacernos volver los ojos al vasto territorio austral de la República. Es necesario poblarlo para afianzar nuestros dominios, y para poblar el desierto es forzoso desplegar el ejército de vanguardia» 22 En este contexto, los gauchos de Mansilla, perseguidos por la autoridad y víctimas de una guerra homicida que desencadena el Estado, se convierten en el instrumento indispensable de avanzada de la civilización europea, a la que sirven, como ejército, de la misma manera que las razas mestizas de bovinos y caballos criollos abren paso a las cabañas refinadas con razas inglesas y francesas pastoreando en tierras incultas. A diferencia de lo que ocurre en la Excursión, los soldados cuyas experiencias describe Zeballos no son parias o víctimas de un Estado voraz que los despoja de su condición de hombres, sino agentes y resultantes más o menos inocentes o responsables de una disolución social y cultural que encuentra su redención en el servicio para el ejército nacional. 23 Pero volviendo al caso de las sociedades indígenas, la condición de su pertenencia a la «naturaleza» -entendida en los términos que la define Arendt- es un tema recurrente que Zeballos no se cansa de exponer, con todas las inferencias que de ella se derivan y las nuevas perspectivas que se agregan a su descripción como población colonial. Es el caso, a lo largo de todo el Viaje, por ejemplo, del idioma de los mapuches: «Los indios de Chile, como todos los hombres primitivos, han condensado en los nombres de las localidades las faces características de la topografía del terreno que habitaron. «Lenguas acumulativas, sus nombres compuestos de localidades son generalmente descriptivos». 24 Desprendimientos de paisajes «naturales», sonidos «acumulados» y descriptivos, los nombres empleados por estos pueblos casi no pueden apartarse del escenario físico que los rodea, que es casi lo único que pueden referir, además del limitado patrimonio de bienes materiales heredados o arrebatados a la civilización blanca: ovishas y huacás, ovejas y vacas, por ejemplo, indispensables para su economía, no son sino préstamos a la vez lingüísticos y materiales de la superior civilización europea llegada hasta sus tierras. 25 22

Zeballos, E.: La Conquista de las Quince Mil Leguas, p. 54. Véase, por ejemplo, la semblanza del cabo Barraza y del cabo Soto, Viaje al País de los Araucanos, cap. IV, VII y XI. 24 Zeballos, E.: La Conquista de las Quince Mil Leguas, p. 284. 25 Zeballos, E.: La Conquista de las Quince Mil Leguas, p. 85-91. 23

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Mesa 2 - La invención de la frontera en América en el discurso de los viajeros (s XIX y XX) Sin embargo, su esencial condición de puro objeto de estudio se expone con toda crudeza en un párrafo del Viaje: después de desenterrar los cráneos de varios esqueletos nativos de unas tumbas indígenas abandonadas por las Salinas Grandes para poder estudiarlos luego detenidamente, con sus veleidades de antropólogo y etnógrafo, Zeballos replica el reproche que le dirige uno de los oficiales de su propia comitiva: «Eran las 12 de un día abrasador... y mientras hervía el puchero de yegua resolví incursionar a los médanos, en busca de las sepulturas araucanas. Con tres soldados salí, en efecto, abrumado por el calor, para internarme en el revuelto mar de arenas... El teniente Bustamante no veía con agrado mi empresa contra los muertos, y, sin atreverse a censurarla con franqueza, repetía mientras yo mudaba de caballo, una preciosa estrofa de Escobar... «Referíase a los cráneos que en una bolsa traía desde las Salinas Grandes, y parecía insinuarme que los volviera a la tierra. «-No se trata de eso –le decía yo- sino de desenterrar otros. «Y Bustamente movía la cabeza y recitaba otras estrofas... «-Mi querido teniente –contesté yo poniendo el pie en el estribo- si la civilización ha exigido que ustedes ganen entorchados persiguiendo esta raza... la ciencia exige que yo la sirva llevando sus cráneos a museos y laboratorios. La barbarie está maldita y no quedarán en el desierto ni los despojos de sus muertos». 26 Sólo esta construcción deliberada de esta «naturalización» de las sociedades indígenas – y en este caso, su conversión en un mero objeto de estudio científico, como si tratase de los fósiles pampeanos de las «edades aluvionales» que describe el propio Zeballos- hace legítima la «exportación de la violencia» estatal despojada del conjunto de funciones que cumple en el sistema institucional de los Estados modernos. Burocratización, eficacia y ejecución explican el papel de Zeballos como experto estadista que aconseja la aplicación de los mismos criterios que los de los funcionarios coloniales europeos en África ecuatorial o en la India, pero a partir de un desarrollo histórico local que ha renegado de la herencia hispánica, todavía vital en Mansilla, que establecía la reducción – y la tácita y limitada, pero en última instancia innegable realidad de su condición humana y cultural- como mecanismo de incorporación y sujeción de los indígenas a la vida civilizada. Esta naturalización y esta exportación de violencia fuera del marco legítimo del Estado constituido al que debe servir no parecen ser otra cosa más que la reducción a criterios de eficacia y eficiencia burocráticas de problemas que la sociedad colonial y criolla -de la cual Mansilla había adquirido su propia experienciaplanteaba y resolvía de una manera por completo diferente. Los pecados de la técnica La ruptura, el hiato que se abre entre la experiencia vital y viajera de Mansilla y Zeballos, separada apenas por diez años, se origina en dos innovaciones paralelas y concurrentes en la formación cultural, social y política de ambos hombres, que el sobrino de 26

Zeballos, E.: Viaje al País de los Araucanos, p. 200-201.

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Mesa 2 - La invención de la frontera en América en el discurso de los viajeros (s XIX y XX) Rosas desconoció por completo, pero que resultaron determinantes para el joven expedicionario del desierto. La primera fue la educación formal y oficial, secundaria y universitaria, instrumento indispensable para la formación de la nueva elite burocrática y política del Estado en formación, de la cual Mansilla prescindió, porque su influjo, su fortuna y su saber se arraigaban en el horizonte social antiguo y prestigioso de la elite hacendada, comercial y militar que había convertido a Buenos Aires en capital de un gobierno revolucionario primero y soberano después. Pero la segunda innovación fue todavía, si cabe, mucho más decisiva, porque señala con toda nitidez el borde del abismo experimental que separaba la vida de ambos hombres, y ese borde se define específicamente en el papel que iba a jugar la técnica en la construcción de la nueva sociedad, según la concebía Zeballos y no podía imaginarla Mansilla. En efecto, mientras que cualquier alusión a una supuesta superioridad material de la civilización esta prácticamente ausente en el desarrollo de la Excursión y no es casual que así sea: el viaje de Mansilla carece de alusiones o de registros a los cambios tecnológicos que atravesaban el mundo de su época: ni el ferrocarril, ni el telégrafo, ni las nuevas armas, ni la producción industrial a gran escala se le presentan al coronel Mansilla como un instrumento decisivo para derrotar y sojuzgar a los indios. Su única preocupación visible en lo que hace a la superioridad material es la que tiene que ver con la manufactura de bienes de consumo, indispensable, según juzga, para atraer a los indios al campo de la «civilización» como consumidores y productores. En verdad, si su objetivo y su estilo no difiere demasiado de los que el Restaurador había aprendido de sus antepasados, lo cierto es que el coronel no dispone tampoco de medios esencialmente distintos o superiores. 27 En Zeballos, en cambio, la superioridad de la técnica como instrumento de poder y la perspectiva del «progreso» aplicado al dominio de hombres y de espacios resulta verdaderamente capital en la escritura del Viaje al País de los Araucanos, como antes también en La Conquista de las Quince Mil Leguas. La empresa civilizadora, en la que él mismo participa es una obra mundial destinada a terminar de una vez con los residuos de la barbarie y crear las condiciones de un bienestar práctico y concreto, que permita superar todas las experiencias anteriores tanto para su propia patria como para la humanidad: «Como Delaunay, pienso... que, sin descuidar la ciencia pura, los hombres de estudio deben atender más que nunca la faz práctica de sus trabajos, esforzándose en divulgar doctrinas y procedimientos útiles a la sociedad. Así, esta no es una obra de ciencia pura, sino de ejemplo para la juventud y de gobierno para la patria, porque dando a conocer a propios y extraños los recursos naturales, la fisonomía social, la vida política y la civilización de la República Argentina, tiende a promover la afluencia de la población y el desenvolvimiento de las fuerzas fundadoras de la sociedad». 28

27

Véanse, por ejemplo, los capítulos que destina Mansilla a describir su paso por el desierto hasta los toldos de Mariano Rosas. Sobre las condiciones de vida en las guarniciones de frontera y sus relaciones con los indios, Viñas, D.: Indios, ejército y frontera, México, Siglo XXI, 1981. 28 Zeballos, E.: Viaje al País de los Araucanos, «Advertencia», p. 19-20.

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Mesa 2 - La invención de la frontera en América en el discurso de los viajeros (s XIX y XX) Todas estas provechosas intenciones se ven agigantadas cuando se lee a continuación que han sido inspiradas en las «tierras del sur de la nación, pobladas hasta ayer de indios salvajes, poco exploradas o aún desconocidas». Así pues, su declarado propósito de alinear la empresa civilizadora de su país y la suya propia con la de las otras naciones del mundo de las que procederán inmigrantes e industrias para la grandeza futura de la Argentina, no debería ser comprendida, sin embargo, como una mera adecuación servil a la retórica colonialista vigente. Es producto, también ella, de la propia experiencia cotidiana y directa del joven Zeballos, provinciano y porteño, rural y urbano, de orígenes humildes pero proyectado a esta posición preeminente por sus intensos estudios y su dedicación a la vida pública. En efecto, la expansión de la ganadería, la rápida e inesperadamente favorable inserción de la Argentina en las reglas de juego mundiales, la cotidiana transformación tecnológica con todas sus repercusiones en la vida diaria (navegación a vapor, iluminación artificial, telégrafo, transporte urbano sobre rieles, ferrocarril, productos manufacturados complejos y eficaces pero accesibles y relativamente baratos, armas precisas y veloces), sumados a las posibilidades de un territorio virgen que, sin embargo, adelanta resultados por lo menos tan promisorios como los de praderas estadounidenses, ya han convencido a Zeballos del carácter inevitable de un progreso argentino destinado a alcanzar por lo menos límites tan altos como los alcanzados por las sociedades más civilizadas de la Tierra. Para Argentina ha sonado, entonces, la hora de la civilización, la de completar una «revolución pacífica» por el progreso, en cuya nómina de víctimas deberían figurar –si pudiera tenérselas en cuenta- las sociedades nativas que se contabilizan ya como un recurso a contabilizar junto con los pastos, las aguadas y las vías navegables. Y una vez lanzado por esta vía, el optimismo de Zeballos todo lo espera de la obra civilizadora del capital y la tecnología: la conversión del Río Negro en una vía de comunicación interoceánica entre el Atlántico y el Pacífico, la multiplicación casi indefinida de las colonias agrícolas, el crecimiento de una población aportada por la extensión decisiva de los ferrocarriles desde las llanuras bonaerenses y la constitución de la Argentina y de Chile en dos potencias estratégicas en el Cono Sur de América. 29 Y todo ello con el exiguo costo de una pequeña y experimentada fuerza militar que, en pocos meses, concluiría, gracias a los nuevos medios de que dispone, con un período de tres siglos de incapacidad hispánica para dominar el espacio e imprimirle los impulsos de la actividad productora del hombre civilizado. La expulsión y el exterminio de los naturales son pecados que sólo la técnica de la segunda mitad del siglo XIX va a hacer posible primero concebir y luego cometer. Conclusión: la modernización costosa A despecho de la identificación lineal y unívoca de Mansilla con los autores de la Generación del ’80 y de la introducción del cosmopolitismo en el escenario de la cultura rioplatense que se le atribuye, esta ponencia ha venido sosteniendo que tras esa exterioridad ostentosa «que hunde sus manos en Europa para palparle las palabras», 30 según la brillante expresión de David Viñas, se agita y persiste un conjunto de percepciones, prácticas y creencias que lo remiten al pasado colonial de su linaje. Ese pasado colonial, en el que se ha 29 30

Véase para estos tópicos los capítulos III, V, VII y IX de La Conquista de las Quince Mil Leguas. Viñas, D.: Literatura argentina y realidad política, p. 44-49.

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Mesa 2 - La invención de la frontera en América en el discurso de los viajeros (s XIX y XX) formado y adquirido los dotes de mando y el prestigio social, lo ha habilitado también para su ejercicio de la función estatal, por lo menos en lo que respecta a su comportamiento con los indios y a su propia concepción del papel de la sociedad blanca y de sus instrumentos de expansión y consolidación en el «desierto». Es la abrupta, veloz y violenta irrupción de la estatidad moderna lo que separa al espíritu, al contenido y al programa de Una excursión a los indios ranqueles de la voraz, sistemática y letal perspectiva de Zeballos, que sólo es capaz de ver en las tierras y en los hombres de las fronteras los insumos indispensables para su exaltación del «progreso», consecuencia necesaria de una forma de observar y transformar con urgencia una realidad heredada en la cual la frontera pampeana no podía dejar de verse como un problema que debía resolverse con urgencia para participar plenamente del programa de la modernidad. Una modernidad que, lejos de ser una mera abstracción, un programa difuso proyectado hacia el futuro, se manifestaba diariamente, para Zeballos y sus contemporáneos, en la adquisición de bienes y valores que, estimulándose recíprocamente, mostraban unas posibilidades tan vastas y prometedoras que bien valía la pena sacrificarles a ella la humanidad y aun la supervivencia material de las sociedades indígenas pampeanas. Si es ese el efecto desencadenado por la constitución de un Estado argentino centralizado, moderno y transformador 31, si para medir su impacto resultan ser síntomas adecuados las obras de Mansilla y de Zeballos, no resulta entonces difícil detectar qué elementos constitutivos del mundo mental, político y material del primero se modificaron decisivamente para dar paso a la realidad del segundo. La sociedad colonial y la criolla disolvían el poder coercitivo del Estado entre diversas instituciones sociales y políticas que, en ciertos casos, podían superponerse en el ejercicio de un poder personal que las concentraba en el desempeño de diversos papeles de influencia y poder. En tal sentido, Mansilla es a la vez que un coronel de la Nación, un aristócrata de una antigua familia de patricios urbanos, y también un hombre rico y poderoso cuya propia influencia y fortuna parece habitarlo –así parece creerlo- a desafiar los poderes estatuidos por la burocracia y la legalidad. En Zeballos, en cambio, muchos menos vinculado personalmente a una tradición de riqueza, prestigio e influencia, la función burocrática ha tenido el poder de investirlo de una capacidad de acción y de una autoridad de perspectiva en gran medida escindida del resto de sus vínculos con la sociedad civil, con la vida cotidiana y con el contacto de las sociedades y culturas que, hasta la época de Mansilla, seguían formando un continuun de diversidad con la sociedad «civilizada» a la cual, sin embargo, se integraban a través de mecanismos de mediación mucho más personalizados, directos y espontáneos, herencia de trescientos años de convivencia a veces conflictiva y a veces cooperativa, pero siempre forzosa y al mismo tiempo redituable con los invasores europeos. La ruptura de estas mediaciones es lo que hace posible comprender la complejidad del fenómeno que representa el discurso de Zeballos: especialización burocrática y prestigio social se han diferenciado, eficacia y convivencia se han tornado recíprocamente excluyentes para un Estado cada vez más celoso de construir desde los cimientos el nuevo país que se 31

El debate sobre la eficacia material y política del Estado centralizado en la Argentina y los alcances del mismo en la organización institucional puede apreciarse en todos sus matices en Botana, N.: La tradición republicana. Alberdi, Sarmiento y las ideas políticas de su tiempo, Buenos Aires, Sudamericana, 1984.

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Mesa 2 - La invención de la frontera en América en el discurso de los viajeros (s XIX y XX) aguarda moderno; deshumanización, exportación de violencia y extinción de la tolerancia frente a los «salvajes» adquieren ahora un nuevo significado que hará caer sobre los otros -los indios, habitantes extraños de un «espacio vital», de un territorio colonial del moderno Estado argentino en expansión- todos los costos de la modernidad, ante los cuales no encontrarán ya sus abogados entre los continuadores de las tradiciones coloniales.

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Mesa 2 - La invención de la frontera en América en el discurso de los viajeros (s XIX y XX)

Topografías pendientes. Los relatos de viaje hacia la Patagonia en la segunda mitad del siglo XIX. Claudia Torre

UBA

Abstract La exposición tiene como finalidad abordar relatos de viajes escritos entre 1860 y 1900, vinculados a la modernidad a partir de saberes específicos, para analizar el cruce entre viaje y escritura. Teniendo en cuenta que ambas prácticas culturales -viajar y escribir-, a su vez, configuran la identidad pública del letrado argentino de la segunda mitad del siglo XIX, se trata de trabajar a partir de los mecanismos de legitimación de estos discursos, de su uso literario y extra-literario y de la construcción específica de un paisaje íntimamente ligado a los debates en torno a la construcción de una nación. The exposition project aims to read (Argentine) travel literature written between 1860 and 1900, tied to modernity through specific branches of knowledge, with the purpose of analyzing travel and writing as parallel activities. Given that both travel and writing are key cultural practices in forming the public identity of Argentines letrados during the second half of Nineteenth Century, my study intends to focus on mechanisms of legitimation of those writings, their literary and extra literary usage, and the specific construction of a landscape located in public debates on the building of a nation.

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“Las Metáforas del Viaje y sus Imágenes. La Literatura de Viajeros como Problema”

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Las Metáforas del Viaje y sus Imágenes...

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Imágenes del arte español en los relatos de viaje de Vicente G. Quesada y Eduardo Wilde 1 Maria Isabel Baldasarre

UBA - CONICET

Abstract La gran mayoría de los relatos de viajeros argentinos a Europa, desde mediados del siglo XIX hasta entrado el siglo XX, hacen referencia a las obras de arte vistas en el viejo continente. Desde los museos canónicos, hasta las galerías comerciales, pasando por las colecciones privadas, era frecuente que cada viajero entrara en contacto con distintas versiones del arte europeo pasado y contemporáneo. Y cada relato se transformaba entonces en una particular visión selectiva que testimoniaba tanto los gustos personales como los intereses extra-estéticos que condicionaban estas elecciones artísticas. A pesar de todo esto, poco se ha dicho de los relatos de viajeros desde el campo específico de la historia del arte. En este sentido, muestra propuesta consiste en acercarnos a dos relatos de viajes decimonónicos – el de Vicente G. Quesada (1879) y el de Eduardo Wilde (1892) – desde esta perspectiva disciplinar. A fin de hacer un análisis más preciso nos centraremos en las imágenes del arte español que cada uno plasmó en su relato. Reconstruiremos el recorte particular que cada viajero propuso sobre el arte hispánico, los móviles a que estas versiones obedecían y las estrategias puestas en juego para aprehender las obras artísticas. The vast majority of the reports due to Argentinean travelers to Europe, between midnineteenth century and the first decades of twentieth century, make references to the art works seen in the old continent. From the canonical museums, to the commercial art galleries and private collections, it was common that each traveler got in contact with different versions of past and contemporary European art. Then, each report became a particular selective vision that testified the personal taste and different interests that conditioned the artistic choices. In spite of all this, little has been said about the travelers’ reports from the specific field of art history. In this sense, our proposal is to approach to two reports of nineteenth century travelers –Vicente G. Quesada´s (1879) and Eduardo Wilde´s (1892) – from this particular perspective. In order to make a more precise analysis we will focus on the images of Spanish art that each report constructed. We will study the particular selection proposed by each traveler, the motives that originated these versions and the usage of strategies in the way to apprehend works of art. Presentación En su cargo de director de la Biblioteca Pública de Buenos Aires, Vicente G. Quesada (1830 – 1913) partió para Europa en 1873 2 con el fin de estudiar el desarrollo de las 1

Esta ponencia presenta un aspecto parcial de una investigación acerca del coleccionismo de arte en Buenos Aires entre 1880 y 1930, proyecto desarrollado en el marco de una Beca de Formación de Postgrado otorgada por el CONICET para el período 1999 – 2003

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bibliotecas públicas en aquel continente. En este, su primer viaje europeo, España fue el país que más atrajo su atención. Era allí donde cumpliría el destino principal de su travesía: investigar en los archivos y colecciones históricas españolas para adquirir copias de manuscritos y documentos que aumentasen el acervo de la biblioteca porteña. (Canter, 1936: 360 – 361; Pagés Larraya, 1990: 45) Durante el viaje, su trabajo quedará registrado en las sostenidas corresponsalías enviadas por Quesada a la Revista del Río de la Plata para, una vez vuelto a la patria, componer un volumen enteramente dedicado a analizar el estado de las bibliotecas europeas y latinoamericanas. 3 También al regreso, y valiéndose de las cartas que oportunamente mandara a su hijo Ernesto desde Europa, Vicente Quesada publica Recuerdos de España. Un breve ensayo, aparecido en 1879, que recoge el costado “privado” de su destino español y que, seguramente debido a su carácter no oficial, llamó escasamente la atención de sus biógrafos. 4 Casi veinte años más tarde de la visita europea de Quesada, otro miembro conspicuo de la elite intelectual emprenderá, aunque con un destino no oficial, su primer periplo europeo. Eduardo Wilde (1844 – 1913) zarpará rumbo a Europa en 1890, recorriendo sus principales ciudades 5 al tiempo que irá narrando sus impresiones en las cartas enviadas al diario La Prensa que serán agrupadas en dos tomos en 1892. A diferencia al exiguo interés despertado por los recuerdos de Quesada, los Viajes y observaciones de Wilde han sido analizados por gran parte de los investigadores dedicados a su producción literaria. (Echagüe, 1945: 117-118; Zanetti, 1967: 139 y 141; Frugoni de Fritzche, 1982; Schade, 1984) Estos estudios han hecho hincapié en la persistencia de aquel tamiz humorístico y desafiante característico del escritor. Recurso que, por momentos, le permitió a Wilde rehuir de aquella visión idealizada hacia Europa que abundaba entre los argentinos viajeros. Sin embargo, y aquí se ubica nuestra propuesta de análisis para ambos textos, poco se ha dicho de la mirada que éstos proponen sobre las obras artísticas vistas en el viejo continente. Ampliando estos casos particulares, era una práctica común que los viajeros argentinos decimonónicos hicieran referencia en sus relatos a las obras de arte colgadas en museos y galerías europeos. En esta línea, los diversos trabajos que se han ocupado de la literatura de viajeros han registrado la presencia constante de los comentarios sobre arte, pero estos no ha sido considerados aún objeto central de estudio. La relevancia de estos contactos artísticos europeos se reafirma si pensamos que nuestro país recién contará con un museo de arte abierto al público en 1896. Hasta aquel momento el acceso a las obras artísticas podía lograrse ya bien a través de las eventuales exposiciones celebradas en las diversas ciudades, mediante la visita a las colecciones particulares que 2

Excepto el ensayo de Juan Canter que menciona que Quesada partió a Europa en 1872, el resto de la bibliografía coincide en señalar el inicio de su viaje al año siguiente. 3 Las Bibliotecas europeas y algunas de la América Latina, Buenos Aires, 1877. 4 Solamente Pagés Larraya le dedica estas apreciaciones: “Quesada se adelanta así a una revaloración cultura de España, que alcanzará vigor en nuestro siglo a partir de Ricardo Rojas, Manuel Gálvez y Enrique Larreta” (Pagés Larraya, 1990: 47) 5 Como parte del mismo viaje también visita los Estados Unidos, ciudades europeas que exceden el itinerario clásico (Moscú, San Petersburgo, Estocolmo, Budapest, Constantinopla, entre otras) así como localidades asiáticas y africanas (Jerusalén y El Cairo).

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empezaban a formarse hacia esos mismos años o, eventualmente, visitando los talleres de los artistas locales. Los antecedentes artísticos eran aún más escasos para el caso de Quesada. Como él mismo afirma, en la primera mitad del siglo XIX en nuestro país: “el arte estaba en pañales, no hay ni puede haber verdaderos artistas donde no hubo ni escuelas, ni galerías de pintura, ni modelos: más aún, ni quien comprase cuadros de mérito, ni encomendase un trabajo que fuese digno del talento de un artista”. (Gálvez, 1889: 292) Los ejemplos de pintura e imaginería religiosa que se hallaban en las iglesias o los tradicionales retratos conservados de la otrora sociedad colonial no constituían, a sus ojos, base suficiente para “formar verdaderos cultores de las bellas artes”. En este sentido, debemos tener en cuenta que, incluso hasta fines del siglo XIX, el llamado arte colonial no fue percibido por la elite dirigente como un fundamento válido sobre el que asentar el desarrollo artístico nacional. El arte debía provenir de Europa. Y en estos términos, era difícil que las grandes firmas del viejo mundo se hiciesen presentes en nuestras tierras. Menos aún sus cuadros más emblemáticos. Para acercarse desde Buenos Aires, a Rafael, a Murillo o a Rembrandt los caminos eran más indirectos. Ya fuese mediante el consumo de los grabados y reproducciones – monocromos - que circulaban en la ciudad, o incluso prescindiendo de la imagen, a través de la palabra escrita que se ocupaba de obras de arte en periódicos, diarios y revistas. Imaginemos entonces cuál podía ser la fuerza del encuentro que posibilitaba el viaje a Europa: pasar a enfrentarse con aquello sobre lo que tanto se había leído y que por, primera vez, pasaba a ser visto. 6 Así, será inusual encontrar relatos de viajeros que pasen por alto estas visiones, incluso hasta entrado el siglo XX. Opiniones que difícilmente se volcasen en artículos enteramente avocados a la crítica de arte pero que sí podían ver la luz en aquellas misceláneas de “fragmentos vivenciales” que eran los relatos de viaje. (Schade, 1984: 84) En consonancia con esto último, la mayor parte de los viajeros se disculparán de su supuesta incompetencia en materia artística, la cual sin embargo, no frenó su voluntad por describir. Tomamos dos viajeros entre los que median varios lustros, hecho que ya de por sí conlleva a una configuración diferente de la escena artística europea. Sin embargo, fijamos un recorte común: su mirada sobre el arte español. El texto de Quesada nos provee, por un lado, un ejemplo temprano de rescate del arte hispánico, interés que en estos años aparecía desdibujado debajo de la creciente admiración por las producciones francesas. En cierto sentido, ambos relatos se escriben antes de que el arte español goce de gran aceptación en el gusto de los porteños. Para ser más exactos, el texto de Wilde coincidiría con el tímido surgimiento de este proceso. Un proceso que recién adquiere fuerza en los últimos años del siglo XIX para cristalizarse hacia la primera década del nuevo siglo y alcanzar uno de sus puntos máximos en torno al Centenario de 1910. Un camino ascendente en el que no tendrá un lugar menor la sostenida acción de los marchands españoles que logran, exitosamente, implantar la pintura de su país en el mercado artístico local. El caso de Wilde nos interesa, además, por otros motivos: la capacidad de su cáustica prosa de escapar a los preconceptos, a 6

En un sentido más amplio Noé Jitrik ha afirmado que “la realidad observada [en Europa] es sometida a ideas previas y a exigencias socio-estilísticas que hacen presión, son como una memoria que no puede dejar de hacerse presente y que modifica la visión de lo nuevo o de lo que se ve por primera vez.” (Jitrik, 1969: 14)

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los “juicios de autoridad” que, muchas veces, condicionaban las lecturas de los argentinos frente a las obras artísticas. (Cf. Zanetti, 1967: 139-140; 142 - 143) Por otra parte, ambos hombres se encontraron particularmente interesados – cada uno a su manera – por las artes plásticas. Oculto bajo el seudónimo Víctor Gálvez en sus Memorias de un viejo, el propio Quesada nos cuenta: “He amado con pasión las bellas artes; si hubiera tenido medios para estudiar en Italia, mi vocación hubiera sido artista sociedad: amé la pintura y me fascinaba la gloria cuando visitaba el taller del retratista Favier o el de Morel”. (Gálvez, 1889: 291) No se dedica Quesada a la práctica artística pero sí forma, entre 1883 y 1904 años de labor diplomática, una interesante colección de objetos de arte en la que sobresalían las tallas hispánicas y los tapices flamencos del siglo XVI. 7 Asimismo, el argentino establecerá estrechas relaciones con más de un artista peninsular, entre los que se destacará su fecunda amistad con el pintor José Moreno Carbonero. (Quesada, 1912) En el caso de Wilde, su relación con las bellas artes se vincula a su desempeño en el terreno político, fundamentalmente a su labor de Ministro de Instrucción Pública del roquismo. Bajo este cargo, vemos a Wilde involucrado circunstancialmente con las artes plásticas, encargándose, por ejemplo, del otorgamiento de la beca de estudio que permitió al pintor Eduardo Schiaffino viajar a Europa en 1884, así como intercediendo a favor de la adquisición estatal de una pintura de Reinaldo Giudici durante el gobierno de Juárez Celman. (Malosetti Costa, 2001: 46; 177 y 293) Asimismo, ambos escritores fueron sensibles a los nuevos consumos estéticos de la burguesía argentina, y curiosamente ambos hicieron uso de la ironía para burlarse de aquellos recién enriquecidos que llenaban sus mansiones de objetos de un gusto dudoso pero de un indudable origen europeo. 8 En 1888, escasos años antes de partir a Europa, Wilde nos presenta en “Vida Moderna” la paródica confesión de un morador de una vivienda abarrotada de objetos suntuarios, en la que “el aire no circulaba por culpa de los biombos, de las estatuas, de los jarrones i de la grandísima madre que los dio a luz”. 9 (Wilde, 1888: 103) Contemporáneamente, Quesada pintará una imagen similar al sostener en sus Memorias de un viejo que: Una de las más inofensivas manías que desarrolla la vanidad es la del coleccionista [… Estos] forman su cueva ó si se quiere su nido ó su domicilio en el cual reunen, amontonan, almacenan y guardan cuanto les ocurre pertenece al género ó especie de su manía predilecta. La monomanía es generalmente por las cosas del pasado, sean muebles, impresos, grabados o cuadros, porque en esta bienaventurada sociedad no hay, ni es posible haya, objetos de arte, capaces de alimentar a los 7

Entre los destinos diplomáticos de Quesada se cuentan Río de Janeiro, Washington, Madrid, México y ciudades de Alemania, Austria y Rusia (Pagés Larraya, 1990: 74). Debido a la procedencia de la mayoría de las piezas y a ciertos comentarios del propio Quesada deducimos que la mayor parte de ellas fueron adquiridas en ciudades españolas. 8 Estos textos se insertan a su vez en un corpus mayor de escritos contemporáneos que se dedican a parodiar estos nuevos consumos. Personajes entre los que podemos incluir a Don Polidoro (1880) y al Dr. Montefiori (1884), ambos obra de la pluma de Lucio V. López. 9 Se ha tomado como criterio respetar la ortografía original de todas las fuentes aquí citadas.

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insaciables proveedores de los bric-á-brac de París, por ejemplo. (Gálvez, 1889: 393) Evidentemente, el acercamiento artístico que ambos realizan en Europa se distancia claramente de estas prácticas que ellos atribuyen a los nuevos ricos de nuestro país. (Cf. Prieto, 1966:167 – 168) Por un lado, ya no se tratará de copias, pequeños bronces o bibelots sino que las miradas se dirigirán a obras originales de “verdaderos” maestros. Por otra parte, frente al burgués “ignorante” que consume sin preguntarse demasiado por el origen o el mérito estético de la pieza, estos escritores se postularán como informados en materia artística. Conocen a los directores de las instituciones que visitan, parafrasean a reputados críticos de arte y llegan al punto de determinar la pertenencia estilística de una obra o artista. Y en el caso de Wilde, sus evaluaciones personales se atreven incluso a desafiar las opiniones artísticas establecidas. Pasemos entonces a las apreciaciones estéticas de nuestros viajeros. Madrid, El Escorial y Sevilla son los tres destinos principales de Quesada en su travesía española. Su arribo a los centros artísticos de la capital se encuentra precedido, en la mejor tradición decimonónica, por una carta de recomendación dirigida al pintor Federico de Madrazo. Es decir Quesada se dirige directamente hacia un protagonista de la escena artística madrileña de aquellos años. Visita incluso su taller y transcribe cierto diálogo liviano, acerca de la belleza de las muchachas retratadas por el pintor, que da a entender cierta familiaridad entre el viajero y el artista. Director de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrazo otorga al argentino una tarjeta de entrada. En la Academia, Quesada pasa rápida revista a los Murillo, Zurbarán y Rivera allí colgados, sin detenerse demasiado en ninguna de las obras. Visita luego el Convento de la Trinidad, que en aquel momento alojaba el Museo Nacional. Sin embargo este grupo de obras no es digno de la atención del argentino quien, poniendo en juego su avidez erudita por la catalogación, desestima la colección al encontrarla “mal clasificada y desordenadamente colocada”. (Quesada, 1879: 25) El interés central de la estancia madrileña de Quesada reside en el llamado Real Museo de pintura y escultura, actual Museo del Prado, 10 al que – antes de comenzar a describir – ya juzga como una de las galerías “más afamadas, la primera sin disputa tratándose de la escuela española” (p. 26). A continuación, comienza a narrar la historia y a describir las dimensiones del edificio para lo que sin duda recurre a alguna de las guías de viajeros. Cicerone indispensable en todo periplo europeo, cuyas indicaciones muchas veces funcionaban como eficaces trasmisores de las ideas más recientes en materia artística. (Haskell, 1976: 166) “Es muy difícil apreciar una galeria de pintura”, se escuda Quesada antes de comenzar “se necesitan conocimientos especiales y el hábito de comparar las escuelas y los diversos maestros que las forman”. Sorteadas estas aclaraciones de rigor, el escritor se dedica a hablar de aquello que ha visto, confiando en su gusto personal, ya que “aunque profano, se puede 10

El Museo Real había sido nacionalizado en 1868 y desde esa fecha ya se llamaba Museo del Prado. Sin embargo, Quesada lo sigue denominando con su antiguo nombre, quizás debido a la consulta de un catálogo antiguo. (Cf. Pedro de Madrazo. Catálogo descriptivo e histórico del Museo del Prado de Madrid. Madrid, Imprenta y Estereotipia de M. Rivadeneyra, 1872).

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[…] estimar la […] prodigiosa fecundidad de los antiguos maestros“. (Quesada, 1879:27) Y es a ellos a quienes se entrega nuestro viajero. Las obras italianas son pasadas por alto, así como las españolas más contemporáneas, para ocuparse de la pintura española del siglo XVII. Comienza por Velázquez ubicando sus cuadros Los borrachos y Las hilanderas dentro de la “escuela realista” aquella “que toma por maestro y por modelo a la naturaleza”, se apresura a aclarar de modo didáctico. Sin embargo, aquellas obras, cuyo mote de “realista” denota una lectura orientada por los movimientos plásticos propios del siglo XIX, no parecen ser demasiado del gusto del argentino. Quesada evidentemente rehuye a aquellas, sus obras más “brutales”, para optar por su “idealista” Cristo en la cruz. En esta misma línea, es que prefiere a Murillo, de quien elogia sus varias maneras de pintar. Menciona los cuadros que ha visto en distintas ciudades españolas, los que lo atraen y fascinan. Como garantía de su juicio cita al reputado crítico francés Charles Blanc, entonces director de la prestigiosa Gazette de Beaux-Arts. Ya fuese a partir de la lectura de los artículos de esta revista, que circulaba en nuestro medio, o de alguno de los catorce volúmenes que Blanc dedicó a la historia de la pintura de todas las escuelas, 11 el francés se constituye en la voz rectora que va legitimando – y mediando - constantemente la mirada de nuestro viajero. Con respecto a Giuseppe de Ribera, también ubicado dentro de la escuela realista, Quesada da a entender que conoce su biografía y sus influencias. Al igual que con Velázquez, sus cuadros le parecen terribles, quizás en demasía, “sus telas hacen temblar”, le causan pavor, pero, en una suerte de placer morboso no puede dejar de mirarlas. Pasan las horas, y tal como sucede con el viajero inexperto en este tipo de recintos, pensemos en el hastío de Sarmiento ante los museos italianos, Quesada confiesa su agotamiento: “Nada fatiga físicamente tanto como la detenida visita á una galería de pintura”. (p. 29) Por un momento, la evocación de la campana que indica el cierre del museo invita al lector a percibirse in situ, sólo para escuchar que ese sonido es también el fin del relato. El arte no ocupa un lugar central en el itinerario toledano de nuestro cronista, soslayo entendible si pensamos que el gran protagonista artístico de esa ciudad - el Greco - fue un artista recién “redescubierto” entre los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX. Para el momento en que Quesada visita España, sus obras no se encuentran aún nacionalizadas como españolas sino que están catalogadas bajo la denominación de “escuela italiana” o “veneciana”. El interés artístico aumenta levemente en el cuarto capítulo de su libro dedicado a “la octava maravilla de los españoles”: el Monasterio del Escorial. Nuevamente aquí, el viajero necesita mostrar su instrucción frente a lo que será visto, marcando la gran medida en que las lecturas previas predisponen la mirada. Menciona estas lecturas, que van desde documentos oficiales firmados por Felipe II a la mirada negativa de Théophile Gautier - y se deleita en contar detalles de la historia de la construcción del Monasterio. Los cuadros y las esculturas son mencionados pero en ningún momento el registro va más allá de la enumeración de lo observado. Es decir, la grandeza del continente – la arquitectura – se impone a su contenido – las pinturas y esculturas. 11

Histoire des peintres de toutes les écoles, catorce volúmenes publicados entre 1849 y 1875.

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Diferente es lo que ocurre al llegar a Sevilla. Esta ciudad, “plagada” de mendigos, lleva a Quesada a “asimilarlos” narrando una historia protagonizada por un artista: Alonso Cano. El relato, sin duda apócrifo, contaba cómo el pintor satisfacía los pedidos de los indigentes con sus propias figuras bocetadas a pluma. Más allá de la aparente arbitrariedad de esta historia, lo importante es la escala de valoración que Quesada proyecta en la obra del andaluz: sus obras “hoy no tendrían precio” dice el argentino. Sin embargo, el primer lugar de este panteón de pintores españoles lo ocupa, nuevamente, Murillo. El argentino visita el antiguo convento de la Merced, ahora convertido en museo de pinturas, relata parte de su historia pero se frena a la hora de extenderse sobre las telas de su admirado pintor “No soy artista, y seria atrevimiento intentar dar cuenta del cuadro del gran maestro sevillano”. Sin embargo, se permite algunas digresiones. Admira La comida de los frailes de Zurbarán y retoma nuevamente sus comentarios sobre el San Antonio de Padua de Murillo, en poder de la catedral sevillana, admirado y envidiado por “todos los conservadores de las galerías de pintura en Europa”. (p. 125) Precisamente, los juicios que esgrime sobre el San Antonio, nos permiten sondear las predilecciones estéticas de Quesada. Es “grandioso”, “sorprendente por la verdad, el dibujo y el colorido”, “aun me parece distinguir al monje en verdadero estasis” agrega. Es decir, Quesada se enmarca dentro del gusto “canónico”. Sus preferencias artísticas no sorprenden. Es evidente que conoce de antemano aquello que ha ido a ver a España. Se orienta decididamente por la pintura del siglo XVII, una escuela considerada por la historiografía artística oficial contemporánea como lo más valioso, sino lo único rescatable, del legado español. Su moderación lo lleva incluso a rechazar sus extremos más virulentos – Velázquez, Rivera- para optar por Murillo. Un artista que cumple con el requisito de “veracidad” – parámetro fundamental, durante el siglo XIX, para todo crítico artístico improvisado, y que a la vez tenía como condimento extra: la “gracia” de sus vírgenes y deliciosos querubines. 12 Sorprende que Quesada, quién después centrará su colección artística en las tallas y esculturas españolas, no dedique siquiera un párrafo a las esculturas sevillanas que en aquel momento se encontraban en las iglesias o se exhibían en el ex convento de la Merced. Veamos ahora cómo, frente a este gusto canónico se constituye el más inconforme de Eduardo Wilde. Antes que nada, debemos aclarar que el relato español ocupa el último lugar en sus cartas de viaje. Es decir, cuando se entrega a hablar de las obras de arte de Madrid, El Escorial y Sevilla, Wilde ya lleva escritas cientos de páginas sobre otros destinos artísticos, como París, Berlín, Roma y Florencia, en general más “prioritarios” para el típico viajero argentino decimonónico. 12

Contemporáneamente el crítico y pedagogo español Manuel Bartolomé Cossío juzgará esta inmensa atracción que la pintura de Murillo ejercía en los espectadores decimonónicos: “Es imposible desconocer, cualquiera sea su mérito, que Bartolomé Esteban Murillo es, al lado de Velázquez el más genuino representante de nuestra pintura, y para la inmensa mayoría de las gentes, el primer pintor español, superior por descontado, al artista cortesano. ¿De dónde viene su fama? […] Murillo representa siempre el lado dulce y agradable de las cosas. Sobre todo, pensamiento sencillo y espontáneo, sin exigencias de profundidad ni de reflexión, ejercerá siempre Murillo un atractivo irresistible. […Sus concepciones] Para comprenderlas y gozarlas se necesita pensarlas poco, no hay genialidad, no hay rareza de que hacer caso omiso, y con la mediana cultura que en pensar y en sentir es patrimonio de todas las gentes se pueden dominar fácilmente” (Cossío, 1884: 121-122).

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Wilde ha experimentado el cansancio de la interminable recorrida por los museos y galerías artísticas de Europa. (Wilde, 1892: II, 22) Ya ha visto a Rembrandt, a Rafael y a Miguel Angel 13 y ante estos no ha dudado en exclamar: “Hemos admitido muy á la ligera la perfección de los cuadros de los maestros antiguos; muchos están llenos de defectos; y nadie se atreve á señalarlos de miedo á las ideas recibidas. A mi no me importa nada en materia de impresiones la opinión de los otros”. (Wilde 1892: I, 75) Y allí está entonces la observación minuciosa de nuestro médico (Frugoni de Fritzche, 1982:103) para marcar en cada una de estas “obras maestras” los detalles de dibujo o de iluminación que faltan a la “verdad”. No obstante, más allá de sus juicios extremistas, en los que Wilde llega incluso a desear echar fuego a “las tres cuartas partes de los cuadros del mejor de los museos” (I, 55) contamos con testimonios que dan a entender que encuentra manifestaciones que satisfacen plenamente su gusto artístico, aunque éstas muchas veces no coincidan con los artistas más reconocidos del pasado. Así sucede con un pequeño cuadro que descubre en el Salón anual de Berlín, del que no revela su autor, y al que destina varios párrafos elogiando la “verosimilitud” lograda en la representación de la imagen. “A los ojos humanos les es imposible abandonar la ilusión de que son víctimas mientras miran esta obra de arte. No se puede dar mayor exactitud de detalles.” Ante esta ignota obra, que el escritor intenta infructuosamente poseer, confiesa sentir el “poder del arte”, la tentación de “adoptar sus creaciones como obras sobrenaturales. (I, 81) Vemos aquí, como si bien el lenguaje utilizado por Wilde es mucho más pródigo que el de Quesada, su mecanismo principal de aprehensión de la obra de arte parece no variar demasiado. La semejanza de la obra con la realidad es el criterio básico que lleva a ambos hombres a preferir ciertas obras artísticas. Parámetro frecuentemente esgrimido en el siglo XIX, sobre todo por aquellos críticos no demasiado imbuidos de los distintos lenguajes de la “pintura moderna” y que, sencillamente, les garantizaba el no sentirse estafados en su incipiente saber. Es decir, el que una obra ostentara un dibujo correcto, un colorido y una iluminación “reales” era algo que cualquier espectador medianamente sensible podía “medir”. Sin embargo, esto no quiere decir que no haya variaciones en torno a este esquema. Ya vimos cómo Quesada, preferirá aquellas obras españolas que agregaban cierta cuota de idealidad o gracia a su plasmación “realista” del modelo. En cierto punto de su relato Wilde manifiesta una preferencia similar: cuadros de una “buena ejecución” pero que debían estar acompañados por “un tema atractivo” y “personajes u objetos capaces de causar emociones de deleite”. (I, 207) Será interesante constatar hasta que punto esta predilección guiará los juicios del argentino ante un arte español que abundaba en ejemplos que, precisamente, no se caracterizaban por sus temas amables. Por otra parte, esta valoración del arte como fiel retratista de la realidad se amplificaba en Wilde de la mano de su costado científico. Su conocimiento médico de la anatomía le 13

Algunas de las obras que despiertan este tipo de apreciaciones son de Rembrandt: La ronda nocturna (propiedad del Rijksmuseum de Ámsterdam) y La lección de anatomía (propiedad del Maritshuis de La Haya), los cinco cuadros de Rafael (todos representaciones de la Virgen María con el niño) propiedad del Staatliche Museen de Berlín, y de Miguel Ángel el Moisés (en la Iglesia de San Pedro in Vincoli en Roma) y el David (en la Academia de Bellas Artes de Florencia).

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lleva, incansablemente, a enjuiciar cualquier desviación que se apartase de la copia literal de la figura humana, incluso bajo premisas estéticas. Y en este sentido, el acercamiento artístico de Wilde es mucho más positivista que el de Quesada. Incluso ante obras que satisfacen su gusto estético, el médico se siente impelido a subrayar aquellos detalles que no eran plausibles de ser reales. Siguiendo el itinerario obligado de todo viajero madrileño, Wilde comienza con la visita al Museo del Prado, para señalar la inadecuación del edificio a su objeto específico. Más allá de esta crítica inicial, con la que Wilde intenta claramente posicionarse como un conocedor en la materia, su recorrido por el museo es mucho más sistemático que lo consignado en sus anteriores rumbos artísticos. Declara haber visitado el Prado en seis oportunidades, en sesiones de cuatro o cinco horas cada vez. Recomienda asimismo el método por él utilizado: acercarse intuitivamente a las obras artísticas, anotar las impresiones que ellas provocan, y recién luego comprar el catálogo y verificar los apuntes. Según Wilde, este procedimiento garantiza por sí mismo la atención a las obras de mérito, claro que para eso el espectador deber ser una “persona medianamente entendida” aclara. El argentino dedica entonces una atención particular al museo madrileño. Ordena sus anotaciones, las contrasta con las del catálogo y se satisface en lo acertado de su selección. La fatiga no lo lleva aquí a intercalar sus típicas quejas jocosas, sino por el contrario. El tono es notablemente distinto del que encontramos en otros relatos de museos. A la escasez de la nota irónica se agrega la supuesta humildad de su juicio artístico, al aclarar que por no haber sido citadas no se debe inferir el escaso mérito del resto de las obras. A continuación, adjunta una extensa lista de pinturas, destacando con asteriscos los cuadros que considera “más bellos”. Por momentos intercala algunas anotaciones hilarantes, pero se detiene “respetuosamente” ante la mayoría de los cuadros de la escuela española en la que ostensiblemente centra su atención. Apenas menciona las obras de Goya, para preferir los pintores del siglo XVII: Alonso Cano, Claudio Coello y sobre todo Murillo. Frente a sus telas, aparecen adjetivaciones que no encontramos ante otras obras: “uno de los [cuadros] más lindos del mundo”; “encantadora”, “quedaba siempre aturdido ante su belleza”. Comentarios de una simpleza que, por momentos, nos hacen añorar el cinismo de sus críticas impiadosas, a la vez que ejemplifican aquel rechazo del escritor a caer en cualquier sentimentalismo, rasgo que ha sido marcado, acertadamente, por la crítica literaria. (Echagüe, 1945:122 – 123; Frugoni de Fritzsche, 1982: 101) Al igual que sucediera con Quesada, el pintor Giuseppe de Ribera tampoco despierta demasiadas simpatías en Wilde. En vez de burlarse del carácter oscuro de sus cuadros, como hiciera ante las negritudes de otros artistas, aquí el escritor se disculpa por sus apreciaciones, “todos sus cuadros son negros y chocantes”, las que jura se originan de la espontaneidad de su mirada. Con respecto a Velázquez, su crítica es paradójica. Por un lado, denuncia la falta de “naturalidad” de lo pintado, como ocurre con su Cristo en Cruz. Pero a la vez, rechaza la elección de sujetos “horribles” u “ordinarios” – Los borrachos, Bufones, Enanos - por parte

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del pintor. Frente a un Quesada que optara por el costado más idealista de Velázquez, Wilde no parece conformarse con ninguna de sus dos variantes. Luego de enumerar algunas telas de los pintores contemporáneos españoles, a los que no brinda una consideración especial, su racconto del museo culmina con una brevísima e impuesta mención a las obras escultóricas. Apenas terminado este recorrido, y luego de haber visto “casi todos los Museos de Europa”, Wilde se siente con autoridad para comunicar algunas de sus propias ideas sobre arte, que dice haber adquirido a lo largo de sus andanzas. Postula que no existe una “definición científica de cada Escuela” artística. (II, 445) Para él es imposible definir un estilo de pintura, las diferencias son por tanto arbitrarias. “Lo único real es la índole individual” del artista. El escritor es ambiguo en sus conclusiones, dice que hay un modo “nacional” y no un modo “territorial” de expresarse. Entiende que un artista puede “pasarse” de escuela o de estilo. Es decir, niega la posibilidad de definir un estilo pero, a la vez, atribuye características de cierto estilo a un determinado artista. Wilde termina por no ser consistente en su argumentación, pero a fin de cuentas esto lo preocupa poco. Su fin primero, y él mismo lo revela, es “escandalizar”. Algo parecido sucede cuando tiene que optar por su pintor preferido. “Si alguien me preguntara cuál de los pintores me gusta más le contestaría sin vacilar. No sé”. (II, 448) Se dice amante del arte moderno, por sobre “los grandes maestros antiguos” que “no tienen relieve […] no reproducen con fidelidad los objetos de la naturaleza; tienen defectos de perspectiva, de dibujo y de anatomía”, pero sin embargo, los artistas modernos colgados en el Prado habían despertado pocos entusiasmos en nuestro viajero. Las obras de Goya son apenas mencionadas, sin dedicar siquiera su habitual lenguaje galante a su sensual Maja desnuda. 14 Una cosa parecida había sucedido en el resto de su travesía europea, prácticamente ninguno de los entonces llamados cultores del “arte moderno” había sido objeto de un análisis detenido por parte del argentino. 15 Con respecto a los pintores del pasado, tampoco había sabido ver las características modernas de un pintor como Velázquez, cuya factura sintética y sus fondos neutros habían disparado las búsquedas más radicales de pintores franceses, indudablemente modernos, como Manet. A continuación, Wilde va repitiendo los puntos artísticos del periplo español realizado por Quesada años antes. En el Escorial, la mirada es similar a la de su antecesor. La grandeza del edificio se sobrepone a su belleza y a las obras de arte alojadas en su interior. En Andalucía, los ejes están puestos por un lado en la ineludible Alhambra de Granada y en los distintos edificios de Sevilla. Con respecto al palacio granadino, nuestro viajero, elogia sobre todo la belleza de su paisaje, sus jardines y sus perspectivas. A semejanza de Quesada, lo primero que Wilde registra en su llegada a Sevilla es la profusión de mendigos, sin embargo aquí estos no son motivo para una disquisición artística sino para la frase hilarante “hasta son capaces de darle un cobre al pasajero si les parece muy necesitado”. (II, 469) 14

Obra que en ese momento estaba exhibida en la Academia de Bellas Artes de San Fernando y que Wilde menciona al pasar. 15 En varias partes de su relato Wilde confiesa su preferencia por el arte moderno, pero excepto sus referencias positivas a los escultores neoclásicos Cánova y Thorwaldsen, las alusiones a los artistas contemporáneos son generalmente escasas o laterales.

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Acto seguido, y obedeciendo al itinerario de rigor, el escritor da cuenta, uno a uno, de los más importantes edificios y paseos de la ciudad, centrando sus dictámenes artísticos en la Catedral y en el Museo de Bellas Artes. De la primera, celebra su retablo gótico, pero a diferencia de los elogios de Quesada, el San Antonio de Murillo no merece para Wilde muchos aplausos. Sí destaca otras obras del pintor también en poder de la Iglesia: una Concepción “divina como todas las suyas” y El ángel de la guarda “cuya belleza supera toda ponderación”. (II, 477) Al llegar al Museo de Provincial de Bellas Artes, Wilde deja traslucir quizás sus más sentidas apreciaciones artísticas. Sin lugar a dudas, es Murillo uno de los artistas, no sólo entre los españoles, que más lo complace. Cita el viajero a las guías que señalaban la ausencia de sus pinturas de mendigos entre los museos españoles. No obstante, al argentino poco importan estas omisiones, encontrando en sus Concepciones el pináculo de su talento. Wilde admira en estas obras lo mismo que deleitara a Quesada: aquella convivencia entre “lo sublime” y “los encantos de la humana ternura”. (II, 481) Son muchos los cuadros de este artista que Wilde destaca en el Museo Provincial, unos pocos dan pie a algunos comentarios peyorativos, pero se nota una franca admiración por la gran mayoría, resultando que la valoración general del artista sea netamente positiva. Por último, el viajero informa al público argentino la posibilidad de adquirir copias de artistas españoles modernos “cuyos lienzos adquieren cada día mayor reputación”. (II, 484) Esta voluntad de Wilde, por introducir a los aficionados porteños obras de arte que valiesen la pena ser adquiridas, y no las primeras que arribasen al mercado porteño, se hace explícita en varios lugares del relato de viaje. (Wilde, 1892: I, 235) En este sentido, podemos pensar que este móvil era una de las funciones que llevaban a Wilde a asimilar sus crónicas enviadas La Prensa a un trabajo. (Wilde, 1892: II, 442) Al fin de cuentas, el mismo Wilde que aspira a un “lector libre de la monomanía de las antigüedades “, (II, 473) se transforma en un escritor que parece incapaz de ejercer una selección depuradora sobre la infinidad de obras artísticas que le ofrece el viejo mundo. Noé Jitrik ha señalado atinadamente como el objeto, y podemos decir aquí aquel objeto específico que es la “obra de arte”, se revela ante viajero forzándole a escribir. (Jitrik, 1969:15) Esto es patente en ambos textos. Ni Eduardo Wilde ni Vicente Quesada pueden escapar a esta posibilidad de aprehensión del objeto artístico a través de la escritura. En Quesada, cuyo texto es significativamente más breve, los comentarios artísticos parecen originarse en el verdadero interés del cronista. En Wilde el apremio por dar cuenta de todo lo visto se hace todavía más manifiesto, en estrecha relación con esta proclama del propio escritor de haber asumido un compromiso “consigo mismo” pero implícitamente con sus lectores, compromiso que debe ser cumplido. Sin embargo, ciertas apreciaciones sobre arte español trasmiten, por momentos, un interés legítimo por parte del cronista. En este punto, deseamos concluir respondiendo a la pregunta inicial que dio origen a este trabajo. ¿Cuál fue la mirada sobre el arte español construida por cada escritor? A pesar de mediar varios años entre ambos, sus predilecciones no varían sustancialmente. Ambos optan

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por la pintura del siglo XVII, aquella privilegiada en ese momento, y aún hoy en día junto a Goya, como lo más importante de la producción española. Asimismo, no debemos pasar por alto que, al momento que nuestros viajeros se dirigen a Europa, hay allí un interés muy grande por el arte español. Un interés relativamente reciente que contrastaba con el menosprecio que esta escuela sufriera durante los siglos anteriores. (Calvo Serraller y González García, 1978) Es decir, a lo largo de todo el siglo XIX, partiendo de los escritores y artistas románticos, siguiendo con el coleccionismo público y privado y culminando con los pintores de las últimas décadas, Europa y fundamentalmente Francia “descubren” y valorizan a los artistas españoles. A la luz de lo recién apuntado, el viaje de los argentinos se nutre de una doble vertiente: por un lado se inserta en un contexto europeo que ya hacía décadas estimaba la pintura española. Por otro, no podemos soslayar el escenario argentino. En él, a pesar de ciertas excepciones, faltarán aún varios años para que las ideas y la cultura proveniente de España comiencen a ser mayormente aceptadas como ejemplos a imitar o baluartes a trasplantar. Hacia las últimas décadas del siglo XIX, el arte español no connotaba esa calidad de “faro” hacia el que debían dirigir su mirada los artistas argentinos, calidad que sí destilaban las producciones francesas. En aquel “mapa” del arte decimonónico, en el que Italia era percibida “como el lugar de la tradición artística” y París como el “foco del arte moderno” (Malosetti Costa, 2000:96) no estaba demasiado definido el lugar que España debía ocupar. En este sentido, comprobamos que prácticamente ninguno de nuestros artistas del siglo XIX se dirige a España como lugar de formación, optando en cambio por destinos italianos -Venecia, Florencia o Roma- o por los franceses con París a la cabeza. 16 Así, sostenemos que el rescate que hacen nuestros viajeros se entronca con estos intereses múltiples. En primer lugar, España es, para los dos, digna de ser incluida en el periplo europeo, práctica que en general vemos intensificarse a partir del 1900. (Viñas, 1964:64) En segundo término, tanto Quesada como Wilde muestran interés en hablar de sus artistas. Sin embargo, la recuperación que ambos hacen de los pintores del siglo XVII, es por momentos atemperada y se remite sólo a sus grandes nombres: Velázquez, Ribera, Zurbarán, Alonso Cano y, Murillo. Es este último el que despierta la admiración de ambos hombres, mientras que Velázquez se revela como demasiado terrible. Quizás mostraba una faceta del legado plástico español que ambos escritores no estaban preparados para aceptar. Una faceta moderna, que tenía que ver tanto con la elección de sus temáticas (seres deformados, marginales o el protagonismo del propio artista en un retrato real) como con los recursos visuales utilizados (fondos monocromos, casi vacíos, factura inacabada). Lecturas que, ciertamente, nuestros viajeros no pueden realizar en la medida que siguen apegados a esa búsqueda de una plasmación verídica del tema. Un tema que, en consonancia con aquel 16

Así los primeros becarios enviados a Europa a mediados del siglo XIX por Bartolomé Mitre - Mariano Agrelo, Martín Boneo, Claudio Lastra, Roque Larguía y Antonio Gazzano - se dirigieron a Italia. Siguiendo este itinerario, Ángel Della Valle llegará a Florencia en 1875 para formarse con Antonio Ciseri. También elegirán este destino Augusto Ballerini y Reinaldo Giudice. Graciano Mendilaharzu es el primero que opta por Francia, partiendo en 1873 a Bayona, para luego asentarse en París. En la década de 1880 los miembros de la Sociedad Estímulo de Bellas Artes -Eduardo Schiaffino, luego de pasar por Venecia, y Eduardo Sívori - también elegirán París como el destino de su formación artística. (Malosetti Costa, 2000 y 2001)

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consumo de “pintura de salón” tan abiertamente rechazado por ambos, no debía presentar imágenes demasiado polémicas o desagradables. Los artistas contemporáneos les pasan desapercibidos. Quesada directamente los ignora, Wilde los menciona pero no les dedica mayor análisis. En el panteón del arte español que ambos confeccionan la figura de Goya está, curiosamente, ausente. Falta más entendible en el caso de Quesada, ya que la recuperación del pintor se fue dando paulatinamente a lo largo del siglo XIX, y significativa al momento del viaje de Wilde en que la fortuna crítica de este artista ya estaba firmemente instalada dentro y fuera de España. No obstante, para el momento en que Quesada visita el Museo del Prado el pintor ya se encontraba bien representado en sus colecciones, con varios de sus retratos reales, sus pinturas para tapices, e incluso sus pinturas políticas. (Moreno de las Heras, 1996: 47) Es evidente entonces que nuestros viajeros realizan una selección frente a las obras que les ofrecía el viejo mundo. No se dedican con igual intensidad a hablar de todos los cuadros que se van topando en su camino, sino que reservan sus páginas para referirse detalladamente a algunos de ellos. El gusto personal influyó, seguramente, en sus propias elecciones. Y así la independencia de criterio será defendida por ambos escritores. Templadamente en Quesada, al confiar en su cualidad de “profano” para apreciar obras de arte. Repetidamente, en Wilde, en sus constantes proclamas en contra de la opiniones adquiridas y mediante el uso recurrente de la primera persona (“no me gusta” o “quedaba aturdido ante su belleza“). A este origen personal de la predilección estética debemos sumar el resto de los condicionantes que predisponen al viajero a mirar ciertas cosas por sobre otras. A preferir el arte español del siglo XVII por sobre el contemporáneo. A admirar a Murillo por sobre Velázquez. Es buscando estos condicionantes que hemos tratado de caracterizar los escenarios argentino y europeo que enmarcaron los consumos artísticos de nuestros protagonistas, para, a fin de cuentas, concluir que entre lo visto y lo escrito hay una mediación importante. Un pasaje en el que el viajero no sólo selecciona lo que desea sino a lo que su bagaje - intelectual, social, económico y artístico - le posibilita seleccionar. Bibliografía y fuentes: BALDASARRE, María Isabel 1999 “La pintura de la luz arriba a la capital porteña. Reflexiones sobre la recepción del Impresionismo y el arte moderno francés en Buenos Aires.” En: Europa y Latinoamérica. Artes Visuales y Música. III Jornadas de Estudios e Investigaciones. Buenos Aires, Instituto de Teoría e Historia del Arte “Julio E. Payró”, FFyL, UBA. BALDASARRE, María Isabel 2000–2001 “Mercado de arte y coleccionismo en Buenos Aires a fin del siglo XIX”. Avances, Revista del área Artes. Centro de Investigación de la Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba, n. 4, 21-35. BALDASARRE, María Isabel 2001 “De lo visto y lo escrito. Imágenes del arte europeo en los Viajes de Domingo Faustino Sarmiento”. En: AAVV. Poderes de la imagen. Buenos Aires, CAIA, (en prensa).

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La ciudad oída: descripciones de Santa Fe durante el siglo XVII 1 Darío G. Barriera

UNR

Abstract Este trabajo se propone recuperar algunas descripciones de la ciudad de Santa Fe, realizadas durante la primera mitad del siglo XVII por un tipo de viajero bastante corriente para la época: aquel que, transitando algunas porciones del subcontinente sudamericano, describía lugares que no había visitado. La recuperación de estos testimonios oficia de excusa para plantear problemas de la percepción, del peso del registro oral en los testimonios escritos y, por lo demás, permite exponer algunos de los motivos institucionales y políticos que habilitaban estas prácticas en aquella configuración cultural y política. "Los problemas concretos, al igual que los circuitos, círculos y redes del agua, aire, hidrógeno, nitrógeno y otros elementos naturales o de la producción y reproducción económica, no tienen fronteras absolutas. Las fronteras conceptuales, al igual que las fronteras políticas, son recursos clasificatorios formales. ¿Dónde terminan los lugares reales? ¿Dónde comienza y termina la cuenca del Río de la Plata?" Vicente Di Cione 2 Introducción: observar a los que observan. Superada la hegemonía de la “geografía física”, y asentada en la epistemología y la sociología de la ciencia la convicción según la cual toda descripción lleva ínsita la denominada carga teórica de la observación (conocida como la “tesis de Hanson”), 3 quienes investigan cuestiones sobre paisajes coinciden, hoy en día, en que el mismo es el resultado de una construcción social. El acuerdo se funda en el mencionado principio que, aunque emergente de una reflexión a partir del comportamiento de teorías provenientes de lo que clásicamente se ha denominado ciencias “duras”, es particularmente importante en ciencias sociales, donde permanentemente se trabaja con observadores convertidos en elementos de observación. 4 Hoy día, no obstante, los desacuerdos persisten en torno a las características y los elementos intervinientes en esta construcción.

1

Este trabajo forma parte de un proyecto personal "El Imperio por los bordes: describiendo la frontera bajo la Monarquía de los Habsburgo", encuarado dentro del PID Actores, espacios y sedes del poder político en la monarquía hispánica durante el Antiguo Régimen (siglos XV-XIX), dirigido por la Dra. María Inés Carzolio en la UNR. 2 DI CIONE, Vicente Realidades, geografías y geógrafos. Tradición y renovación disciplinaria en los albores del tercer milenio, El Palomar 1999, p. 53. 3 Véase, por ejemplo, HANSON, Norwood Russell Observación y explicación – Patrones de descubrimiento: investigación de las bases conceptuales de la ciencia, Alianza Universidad, Madrid 1985 [1977], versión española de Enrique García Camarero y Antonio Montesinos, 310 pp. KNORR-CETINA, K. y MULKAY, Michael Science Observed, Sage, London 1983. 4 Pero este principio es, justamente, uno de los ejes sobre los que pivota la deconstrucción de la distinción entre ciencias “duras” y “blandas” o “exactas” y “sociales”, profusamente ilustrado en las obras cuya producción ha sido etiquetada como la de la “tercera cultura”, y que, en este trabajo, forma parte de un presupuesto compartido. Cfr. sobre todo, en clave de resumen, BROCKMAN, John —editor— La tercera cultura. Más allá

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Uno de los objetivos del proyecto del que forma parte este trabajo es, justamente, provocar un giro en el uso de relatos de cronistas y viajeros del siglo XVII para la historia de las fronteras meridionales del Imperio en Indias. Normalmente han sido utilizados como fuentes proveedoras de testimonios de primera mano que proporcionan “datos ciertos” sobre las “realidades” que describen. Desde la posición teórica que se sostiene en este planteo, el propósito es convertirlas en parte de configuraciones más amplias: estas narraciones, sus narradores y sus operaciones cognositivas interesan a la investigación, ahora, en tanto que partes activas de una configuración política. Esta última, por su parte, las dota de sentido, a la vez que adquiere, de ellas, parte de los materiales que hacen a su propia construcción histórica. El estudio de descripciones geográficas, historias y crónicas de viajeros ofrece una plataforma importante en lo que se refiere a las regiones “nucleares” de la América Indígena, dicho brevemente, el Caribe, Mesoamérica y el área andina. Sin embargo, en lo que atañe a la frontera sur del Imperio hispánico con la Corona Portuguesa y con los indígenas del área rioplatense durante el periodo colonial temprano, los resultados son menos voluminosos. 5 Esta situación presenta una correspondencia cierta con el volumen de los materiales que existen para las áreas mencionadas; pero, justamente, esta diferencia de densidad en los materiales debe ser encuadrada, ella también, dentro de los puntos a tener en cuenta para encarar el tema en estudio. Las narraciones sobre las extensiones y los lugares que la Monarquía Hispánica incorporaba a su dominio, hacen al corpus de imágenes que el Imperio de Hecho necesitaba y producía para organizar el control, para espacializar la extensión desconocida y para territorializar los espacios nuevos. Haciéndolo, crónicas, historias, relaciones y descripciones contribuyeron a crear una imagen de las dimensiones y de los lugares reservados a cada espacio en el proyecto imperial, pero también producían densidad local. Tomadas hasta ahora como descriptores de lo local, es necesario reponerlas en su funcionalidad política respecto del imperio: desde esta condición, puede volver a considerarse su papel en la confección de la imagen del lugar, de su densidad. Esta densidad, en el caso de una ciudad concreta —Santa Fe del Río de la Plata, por ejemplo— no deriva entonces del follaje de la isla de los caballos, ni de los caudales de agua que rodeaban a la villa, ni de las extrañas criaturas existentes sólo allí. Aquí se pretende comenzar la búsqueda de los nichos de dichos con los cuales estos agentes de la Monarquía colocaban su grano de arena en la construcción de la imagen de esta ciudad de acuerdo a un capítulo que le reservaba a ella la confección de la imagen de todo el Imperio. La densidad del lugar podrá aparecer si se relevan las construcciones de los observadores y las de quien los observa. Aparecerá, finalmente, cuando el observador del “paisaje” sea estudiado y, una vez de la revolución científica, Tusquets, Barcelona 1996 [The Third Culture. Beyond the Scientific Revolution, Simon & Schuster 1995], trad. de Ambrosio García, 391 pp. 5 Para Morales Folguera esto puede deberse a que, en algunas regiones de la administración española en Indias, se recibieron las órdenes reales de ejecutar las relaciones, pero se practicó la costumbre se acata pero no se cumple. Sin embargo, esta ausencia amerita otras hipótesis, sobre las cuales se trabajará más adelante en el proyecto. Cfr. MORALES FOLGUERA, José Miguel La construcción de la utopía. El proyecto de Felipe II para Hispanoamérica, Málaga 2001, p. 42.

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objetivado, situado en medio de los flujos comunicacionales que atraviesan al lugar al que observa y lo atraviesan a él mismo. 6 La reflexión sobre esta experiencia, que podría denominarse como la experiencia del imaginario espacial que la Monarquía Hispánica construía sobre las Indias, es inescindible de la dimensión temporal y política en la que fue producida: lugar, tiempo y acción constituyen el trípode sin el cual el vínculo (las relaciones sociales) es inexplicable. Continuar afirmando que el tiempo es la dimensión específica de la historia mientras que el espacio lo sería de la geografía es, bajo esta perspectiva, una cartografía administrativa de las ciencias sociales que puede constituir por sí misma un objeto de estudio. Desde la práctica, esa misma taxonomía es insostenible y, en el mejor de los casos, nociva. 7 Estas particiones disciplinares son hijas de una concepción de la observación como actividad aséptica. Al contrario, la hipótesis principal de este trabajo es que toda observación forma parte de una constelación compuesta por elementos de la experiencia que está involucrados con el campo de toma de decisiones: toda observación, por lo tanto, es ubicable y está comprometida en una trama política, de la que es arte y parte. Por último, este trabajo plantea los primeros pasos en el estudio de un tipo de descripciones. Aquellas producidas por quienes describieron ciertas realidades sin haberlas visto. Los une, por lo tanto, una semejanza cierta en la forma de adquisición de la información que utilizaban: la habían “oído” o bien la manejaban a través de escritos o imágenes producidas por terceros (autoridades de primer y segundo orden, según ellas mismas se hayan basado en lo visto o en lo oído). Por otra parte, y a fin de organizar los materiales de una manera más localizada, mi propia lectura de sus descripciones los convoca en un lugar concreto, que anuda entre ellos un segundo vínculo: por motivos diversos, estos observadores del siglo XVII dejaron asentadas descripciones sobre la ciudad de Santa Fe del Río de la Plata. Lo que aquí se expone es, como se dijo, fragmento de un proyecto más amplio; sus resultados, por lo tanto, apenas si pueden ser preliminares y acotados. En esta ponencia me limitaré a presentar algunos avances sobre el Compendio y Descripción de las Indias Occidentales, atribuido a Antonio Vázquez de Espinosa, uno de estos viajeros del seiscientos que describieron aquello que no habían visto. Santa Fe, el Río de la Plata y la cartografía administrativa del imperio hispánico en la ‘Descripción...’ de Antonio Vázquez de Espinosa. Una espacialidad ¿“mal” localizada? El nombre de más larga vida con el cual los conquistadores europeos denominaron y asociaron a las tierras y aguas hoy vinculadas al territorio nacional de la República Argentina fue un nombre de agua. El mismo hacía referencia, como otros, a un ducto que debía 6

Para una teoría del lugar véanse algunos aspectos del trabajo de SANTOS, Milton De la totalidad al lugar, Oikos Tau, Barcelona 1996, 141 y ss. 7 Una puesta al día de estas cuestiones, en la reciente publicación de DALLA CORTE, Gabriela y FERNÁNDEZ, Sandra Lugares para la historia. Espacio, historia regional e historia local en los estudios contemporáneos, UNR, Rosario 2001, 245 pp.

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conducirlos a un punto de llegada, a un algo deseado por el europeo lanzado a la conquista de recursos. El Río de Solís recibió, como su tercer y duradero nombre, el de “Río de la Plata”: su misión era conducir a sus mentores hasta las entrañas argentíferas de las tierras del Rey Blanco. 8 Si, como dice Saer, hoy en día “...la expresión Río de [la] Plata se utiliza tanto para designar el río propiamente dicho como el conjunto que forma la región pampeana y el Uruguay, pero que incluso a veces es una sinécdoque para nombrar a la Argentina entera, e incluso al Paraguay (la cuenca del Plata)...” 9, este uso no se impuso gratuitamente: constituye un resultado de las capas de dichos que sedimentaron el universo de percepciones que los primeros navegantes, funcionarios Reales y hombres de la Iglesia tuvieron de esta geografía. “Durante tres siglos —escribió Charles Upson Clark en 1948— el nombre de Vázquez de Espinosa fue un enigma para todos los que se interesaban en la historia americana”. 10 Su obra, llamada entonces todavía Descripción de las Indias..., caracterizada por León Pinelo, un notable coetáneo suyo, como “...Obra grande, i de muchas noticias, i la mas copiosa que en la materia aia salido...” yacía en la Biblioteca Barberiniana de la Biblioteca Vaticana 11 clasificada como un “anónimo” bajo la categoría de “Indias”. Upson Clark encontró con el manuscrito de la Descripción... unas pruebas de impresión que, de suyo, hablaban de un libro cuya publicación no había llegado a un final feliz. Tras consultas y pruebas, la autoría de ese manuscrito de 1628-29 fue atribuida finalmente a Antonio Vázquez de Espinosa, carmelita descalzo nacido en Jerez de la Frontera que pasó a América en la segunda década del siglo XVII, donde recorrió buena parte de los virreinatos de Nueva España y del Perú entre 1612 y 1621. En 1622, regresó a España. Para Upson Clark, la Descripción... tiene un interés principalmente “geográfico”. El libro, afirmó, “...es un viaje descriptivo de la América española en 1612 a 1621 tan detallado que puede servir como autoridad, aun en cuestión de fronteras históricas”. De hecho, así se lo ha utilizado. El recorrido físico realizado por el religioso, que acompaña y forma parte de la experiencia sobre la cual fue redactada la mayor parte de esta obra, permite describir un itinerario cuyo punto extremo meridional es Arica, según él mismo lo ubica, 210 leguas al sur de Lima, 12 sitio ruin que visitó durante 1618; por allí no sólo observó con protocientífica pasión los asuntos de la minería, sino que también tuvo ocasión de incendiar él mismo cierta aldea cuyos habitantes no habían abrazado el cristianismo. Su vuelta a España lo muestra deshaciendo el camino algo elípticamente, remontando por Lima y la Audiencia de Guatemala.

8

Tema que se ha planteado más extensamente en BARRIERA, Darío “Un nombre en el desierto. La extensión del Imperio en las huellas de su toponimia. (Santa Fe, entre el reino de Vizcaya, Andalucía y el Río de la Plata)”, aceptado para su publicación en Cuadernos de Ultramar, Núm. 3, Montevideo 2001, pp. 97 a 107.” 9 SAER, Juan José El Río sin Orillas, Alianza, Buenos Aires 1991, p. 34. 10 Upson Clark fue quien transcribió y prologó la edición en español de VÁZQUEZ DE ESPINOSA, Antonio Compendio y descripción de las Indias Occidentales, Smithsonian Miscellaneous Collections, Washintong 1948; la cita corresponde a la pág. III. 11 Probablemente, escribió Upson Clark, haya sido adquirido por el Cardenal Barberini en su visita a España durante 1725-26. “Prólogo”, p. V. 12 VÁZQUEZ DE ESPINOSA, Antonio Compendio y descripción..., p. 479.

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No es ésta la única obra del carmelita, pero la autoridad de la Descripción... como fuente histórica fue establecida desde temprano. La misma deriva, desde los dichos de León Pinelo hasta los juicios de su transcriptor, Charles Upson Clark, de la condición de testigo ocular que Vázquez asume y, en algunos casos, presume. Ese haber estado allí, el haber sido testigo de visu de aquello que narra, le otorga, para sus calificados lectores la categoría de autoridad. Este principio es inherente a la antropología de la época, dado que, por ejemplo, en el terreno de lo judicial, un testimonio de vista tenía, también, una jerarquía superior a un testimonio de oidas, tratárase de una deposición frente a la justicia ordinaria o frente a Tribunales del Santo Oficio. 13 Y por este motivo, como bien lo señala el Upson Clark, fueron “...los antropólogos los que se interesaron primero en la resurrección de Vázquez...”, a partir de los datos que éste les brindaba acerca de pueblos indígenas como los Araucas, los Caribes, los Pampas, los Charrúas y los Guaycurúes. Estos antropólogos —que como lo ha mostrado Clifford Geertz, hicieron de la retórica del “estar allí” el cimiento de su autoridad científica— 14 no siempre subrayaron que la Descripción... no proporcionaba en todos los casos un testimonio de visu. Pero el principio de autoridad, en el caso de la corporación científica y del narrador del seiscientos, no parece muy alejado si se lo enfoca desde una perspectiva que les aborde desde la retórica. En uno y otro caso, siempre siguiendo el particular punto de vista de Geertz, “...necesitan convencernos [...] no sólo de que verdaderamente han éstado allí sino de que [...] de haber estado nosotros allí, hubiéramos visto lo que ellos vieron, sentido lo que ellos sintieron, concluido lo que ellos concluyeron.” 15 Sin embargo, como se verá, la retórica es apenas una parte de las operaciones que se involucran en la construcción de los principios de autoridad de las descripciones. En tal caso, tal retórica es posible solamente en un marco de convenciones que excede ese plano. Los párrafos que Antonio Vázquez de Espinosa dedicó a la ciudad de Santa Fe forman parte de los fragmentos de la Descripción... que no responden a una experiencia adquirida a partir de la presencia y de la vista. El autor “llegó” a la ciudad fundad por Garay realizando un recorrido planteado desde un mirador política y administrativamente significativo: el libro quinto de su Compendio y Descripción..., donde se encuentra el texto que describe la ciudad de Santa Fe, es consagrado a la relación de “todas las provincias” del distrito de la Audiencia de Los Charcas, que se inicia con la de las provincias de Chucuyto y Paucarcolla (Obispado de la Paz) y termina, en el capítulo 47, con la “de la ciudad de la Trinidad y puerto de buenos ayres”. 16 El cuadro correspondiente a “la ciudad de Santa Fe, y su distrito”, se encuentra en el capítulo 46, y su texto completo es el siguiente. La ciudad de Santa Fe está fundada en vna alta barranca, a la ribera del Rio de la plata a la parte del Tucuman, el citio de la ciudad es marauilloso, tendra 150 vezinos Españoles, donde pone el Gouernador de buenos ayres vn teniente, tiene Iglesia parroquial, Conuentos de Santo Domingo, y San francisco Cogese en su 13

El tema aparece desarrollado en la Cuarta Parte de BARRIERA, Darío Vers une histoire politique configurationnelle.Conquérants, familles et rapports de pouvoir dans une ville aux confins de l´Empire Espagnol (Santa Fe, Río de la Plata, XVI-XVII siècles), Thèse de Doctorat, EHESS, 2002, sobre todo p. 537 y ss. 14 GEERTZ, Clifford El antropólogo como autor, Paidós, Barcelona 1989 [Works and Lives. The Anthropologist as Author, Stanford 1987], trad. de Alberto Cardín, 163 pp. 15 GEERTZ, Clifford El antropólogo..., cit., p. 26. 16 VÁZQUEZ DE ESPINOSA, Antonio Compendio y descripción..., p. 563 y 642 respectivamente.

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distrito abundancia de trigo, mais, y otras semillas con todas las frutas de españa, y algunas de la tierra, ay muchas viñas, de que se haze Cantidad de vinos de los mejores de aquella tierra, La qual es muy regalada, abastesida, y varata. En frente de la ciudad ay en el Rio una isla de tres leguas, donde los vezinos tienen las mulas, y Cauallos de su seruicio con otras cosas de importancia. Tiene en el distrito mucho ganado vacuno de que hazen los vezinos Cantidad de corambre, que embian a españa, y mucho que se lleua a la ciudad de Cordoua del Tucuman, que está a 60 leguas, y a Potosi; vale de ordinario vna vaca en esta tierra dos Reales, y comprando Cantidad vale a menos, ay grandes crias de mulas. Cerca de la ciudad ay algunas reduciones de indios para el seruicio de ella, y la Nacion de los Calchaquies gente de guerra, y desnuda, que tienen llenas aquellas llanadas, y riberas del Rio de la plata de habitaciones, que todo lo hinchen, y andan Confinan con ellos la nacion de los Baguales y otras. Toda aquella tierra está cubierta de ganados siluestres, abestruzes, Capibaras, que son como puercos de agua, que solo los ay en aquellas partes de las indicas, siempre andan en el agua, y salen tambien a comer a tierra, y a dormir, Las hembras tienen su costumbre: ay lobos marinos en gran cantidad. Todo lo mas es pampa raza, aunque ay montaña a pedasos, cerca de Santa fé estan las prouincias del Vruguay, Pâpe; y Viaça de gente vestida, todos son labradores y buena gente trato de conquistarlos don francisco de Cespedes Gouernador de buenos ayres. De Santa fé se van a buenos ayres 85 leguas, nauegasse por el Rio; el qual está poblado por la otra vanda de indios Guaranies, con [642] algunas reduciones de paz, tambien se va por tierra en carros, o carretas de buyes, por aquellas llanadas, y a treinta leguas de Santa fe en el camino ay vna reducion que se dice los Chanás, que están de paz, y siruen. Toda esta tierra está cubierta de ganado. ¿De qué manera aparece ubicada y descripta la ciudad de Santa Fe en la cartografía de Vázquez de Espinosa? Por el momento, y a efectos del análisis, omítase la mayor parte de las dos primeras líneas: ubicado sobre el río de la Plata a la parte del Tucumán, el sitio aparece calificado, según el hombre que no lo ha visitado, como “maravilloso”. Sus referencias a lo urbano contienen solamente marcas políticas. El texto no ofrece una descripción de la urbe, si no las huellas que determinan la existencia de una ciudad. Vázquez omitió hablar de los materiales de los cuales estaban hechas las casas —como sí lo hizo para Buenos Aires— pero eligió nombrar los vértices de las franjas de poder que constituían el orden citadino: la existencia de vecinos españoles —su comunidad política— la de un Teniente de Gobernador —agente político del gobierno de Buenos Aires, cuyo ámbito de acción era el cabildo— y las sedes de la Iglesia secular y regular, elementos de primer orden en la organización social y simbólica de la frontera del imperio. Los “frutos de españa” —la agricultura— aparecen en su relato como un sucedáneo civilizatorio en sentido general y, en la secuencia descriptiva, como el primer elemento de continuidad desde el casco urbano hacia fuera, hacia el distrito (la jurisdicción, otra marca de

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tipo político). Esta lectura “concéntrica” y sobre todo política, es complementada por una referencia locacional, una suerte de tercer anillo de Von Thünen, compuesto por la isla de tres leguas frente a la ciudad (la “isla de los caballos”) y el “distrito” donde se ubicaban los ganados. La isla mencionada fue el sitio elegido por los vecinos, desde el momento mismo de la fundación de la ciudad, para la guarda de los caballos y otros ganados del común, incluso de los de algunos vecinos particulares que, por su condición privilegiada, podían usufructuar este espacio de la propiedad común como prolongación del propio. De este “...mucho ganado vacuno...” escribió Vázquez, se hacían ya algunas “industrias” —de las que subrayó el corambre—, con salida hacia las rutas peruana y atlántica; esta línea insinúa la articulación santafesina con los dos grandes frentes del espacio peruano, presentando claramente las marcas de Potosí y España. El establecimiento del valor “ordinario” de una vaca —que la descripción fijó curiosamente en uno de sus puntos más bajos y, además, en moneda, omitiendo datos coetáneos, ya que por esos años una cabeza valía un peso y fue considerada moneda de la ciudad— proporciona un elemento comparativo comprensible sólo a escala de imperio (los “reales”). “Vacas” y “reales” eran los términos fundamentales para comprender los valores sociales del espacio que describía: sin embargo, su relación, se le escapaba por completo. A pesar de la imprecisión que puede imputársele en la materia, el cierre de ese párrafo con la figura del valor de una vaca y de la cría de mulas —producto principalísimo de la bisagra que el espacio santafesino significaba para la ruta potosina— es altamente significativo: el autor de la Descripción... retenía bien, de esta manera, una parte 17 de la médula de los patrones de medida-valor que articulaban a la ciudad con el espacio a escala virreinal. La breve relación que Vázquez de Espinosa dedicó a Santa Fe continúa, acto seguido, con la enumeración de las reducciones de indios que había “para servicio de ella”. Las últimas palabras subrayan la continuidad a escala continental de la conversión de los gentiles a súbditos al servicio de Su Majestad y de sus vasallos en Indias. Pero su conocimiento en cuanto a las “naciones indígenas” que habían sido reducidas en el área era realmente muy escaso si se lo compara con otras crónicas coetáneas: Vázquez había tomado nota solamente de la existencia de Calchaquíes y a los Baguales, omitiendo, por ejemplo, la existencia de reducciones de mocoretáes o abipones. El ganado aparece por segunda vez en su texto, pero en tanto que ganado salvaje, alzado o cimarrón. Aunque más parecen haberle intrigado otras excentricidades, como los capibaras (carpinchos), los avestruces (sic) y los “lobos marinos” (sic, ¿los mismos que le impresionaron en la costa del Pacífico, visitando Arica? 18), de los que, afirmó sin matices, “...hay gran cantidad...”. Desde Santa Fe, es cierto, se intentaron “pacificar” las tierras “del Uruguay”, que para el autor, estaban muy cerca de la villa. Guaraníes y Chanáes aparecen ubicados al este y al sur de la misma, sin mayores comentarios; su descripción cierra, claro está, con la omnipresencia del ganado que, sin haberlo impactado visualmente, evidentemente constituía la etiqueta identitaria de la extensión que rodeaba a la ciudad santafesina.

17 18

La otra era el sayal, por años, moneda de la tierra. VÁZQUEZ DE ESPINOSA, Antonio Compendio y descripción..., p. 480.

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Las dos primeras líneas de la descripción, dejadas a parte al comienzo del análisis, y no obstante su escueto tamaño en relación con el resto, proporcionan mucha información si se las ubica en el marco de todo el libro quinto. Lo primero que puede leerse en ellas es la dirección de su mirada: el flujo de movimiento va a contrapelo de un viaje “físico”. Esta mirada describe de norte a sur y de este a oeste: el trayecto de su “viaje físico”, el mirador real desde donde Vázquez de Espinosa se construyó una imagen situada de la extensión sudamericana, le imponía seguir “bajando” de noroeste a sudeste, del Tucumán hacia Córdoba y, siguiendo los caminos utilizados por sus contemporáneos, desde allí a Santa Fe. Ese viaje físico no realizado, es reemplazado en el relato por un viaje imaginario que observa menos una ruta consolidada en caminos realmente utilizados que el orden impuesto por las jerarquías políticas y administrativas de su época. Si se toman los capítulos precedentes a la descripción de Santa Fe, el recorrido “físicoimaginado”, salta de Córdoba de la Nueva Andalucía (capítulo 38) al “Distrito del Obispado y Gouierno del Paraguay” (capítulo 40). El nexo, (capítulo 39, “...las leguas que tiene el Obispado y Gouierno del Tucuman”) es el oriente de las Chichas, los llanos del Bermejo donde comienza el Paraguay: allí, afirmó Vázquez, “...es muy necessaria vna poblazion de españoles...” asegurando, por la negativa, que el camino entre el Perú y el Paraguay no era habitualmente realizado por esa vía (y se podria confacilidad y brebedad abrir Camino del Piru para buenos ayres, dexando los Grandes rodeos que se traen por el Tucuman...), preocupación permanente de los conquistadores del siglo XVI, motivo principal de la fundación de Santa Fe, nudo litoral de ese “gran rodeo” tucumano para llegar al Perú desde el Paraguay o el Río de la Plata. Una vez dejada atrás la ciudad de Córdoba, insinuada ya la dificultad de la vía por la selva chaqueña, el relato deriva subrepticiamente hacia la descripción del Paraguay, afirmando ahora, algo contradictoriamente, que desde la gobernación del Tucumán se “...pasan por las ciudades del rio Vermejo...”, en dirección de la ciudad de Corrientes (camino negado antes y, además, improbable, dado que la ruta Córdoba-Corrientes jamás se realizó por la selva chaqueña, sino por el nudo santafesino). Esta última, por otra parte, fue fundada desde Santa Fe y con hombres bajados de Asunción en 1588, quince años después de la instalación de la primera garatina. Ubicado entonces desde allí, desde la confluencia de los siete riachos con el río grande, la narración de Vázquez despliega un movimiento “corto” que va bordeando el río Paraná (mentado como Río de la Plata) desde “...los Siete Corrientes...”. Desde allí, escribió Vázquez de Espinosa, “...se va a Santa Fe por el Rio auajo de la plata [....] por espacio de setenta leguas desde las Corrientes hazia Santa Fe...” 19. Pero hay que considerar que este trayecto es descripto después de otro, más largo, que abre el capítulo 44, donde los puntos extremos son la ciudad de Asunción y el “...distrito de buenos ayres....”. 20 Su descripción de Santa Fe en la secuencia del relato, por lo tanto, es planteada sobre el eje del rio de la plata y desde el norte.

19 20

VÁZQUEZ DE ESPINOSA, Antonio Compendio y descripción..., p. 640 y 641. VÁZQUEZ DE ESPINOSA, Antonio Compendio y descripción..., p. 638.

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Si desde el punto de vista de la organización de un viaje físico la ruta CórdobaCorrientes imaginada era improcedente, en la confección de su geografía de la cuenca platense no había colisión de lógicas: el autor no estaba ubicado físicamente en este espacio al momento de redactar su descripción, y la jerarquía de las sedes periféricas del poder político de la Monarquía le impuso a Buenos Aires y a Asunción del Paraguay como nodos preeminentes respecto de las ciudades contenidas en su distrito. San Juan de Vera de las Siete Corrientes pertenecía, hacia los años 1620s., al distrito del Obispado y la Gobernación de Buenos Aires, y así fue ubicada por Vázquez de Espinosa; pero en el recorrido imaginario, el punto de arranque del “viaje” fue fijado en la ciudad de Asunción: para el autor, Corrientes constituía el primer núcleo “civilizado” de la gobernación de Buenos Aires, vista desde el noreste. La continuidad del conjunto reposaba en el omnipresente “río de la plata”, sobre el cual el autor de la Descripción... ubicó no sólo a Santa Fe sino también a San Juan de Vera de las Siete Corrientes. El segundo punto relevante de esta ubicación es que Santa Fe, como ya se ha visto, también fue presentada como fundada sobre “el Río de la Plata”. La mimesis entre éste y el Paraná era un tópico de las versiones del espacio propias de la época, sobre todo de las elaboradas desde una perspectiva distante. Nótese que, para el autor del Compendio y Descripción... hasta la ciudad del Guayrá estaba sobre el Río de la Plata... 21 Al fijar la situación de esta manera, entonces, Vázquez no se equivocaba. Al contrario, participaba del tramado social que construía la imagen de referencia. Solamente quienes tomaron contacto con los indígenas o habían tomado cuenta de sus voces utilizaban Paraná. Hacia comienzos del siglo XVII, el estuario platense formaba parte de una configuración espacial amplia que, en esta disposición, incluía bajo su nombre al Paraná, el más caudaloso de los ríos que van a dar a él. Lo contrario —pero al fin y al cabo lo mismo— sostenía Gonzalo Fernández de Oviedo, quien afirmaba que Río de la Plata era la denominación cristiana del que, en voz indígena, se llamaba Paraná. 22 Ambos autores establecían una continuidad entre el cauce y el curso de uno y otro río; pero Fernández de Oviedo introducía, en su concepción “hidrográfica”, la diferenciación cultural atrapada en el “nombre”, lo que no es un dato menor. 23 Accarette Du Biscay, otro de los viajeros del siglo XVII que tampoco pasó por Santa Fe, afirmaba haber recibido noticias sobre, “...un pueblito que comprenden venticinco casas, sin murallas, fortificaciones ni guarnición, distante ochenta leguas hacia el norte de Buenos

21

VÁZQUEZ DE ESPINOSA, Antonio Compendio y descripción..., p. 637. Cabe acotar que, según Upson Clark, este autor no puede contarse efectivamente entre los conocidos por Vázquez de Espinosa. 23 Aunque aquí se recuperan algunas imágenes y juicios de este cronista, cabe recordar que no estuvo jamás en el Río de la Plata y mucho menos en Santa Fe. Se basó en gran medida en el Islario... de Alonso de Santa Cruz y en otros testimonios. FERNÁDEZ DE OVIEDO Y VALDÉS, Gonzalo Historia General y Natural de las Indias, islas y Tierra-Firme del Mar Océano, publicada por la Real Academia de Historia cotejada con el códice original enriquecida con las enmiendas y adiciones del autor é ilustrada con la vida y el juicio de las obras del mismo por Don José Amador de los Ríos, Imprenta de la Real Academia de la Historia, Vol II, Madrid 1852, pp. 114 y 165. 22

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Aires, situado sobre el Río de la Plata...” 24 En principio, nótese que también Acarette denominaba al Paraná 25 como Río de la Plata. Pero en otro párrafo, al referirse a “..los países que recorre...” el Río de la Plata, señalaba: “En aquellas regiones es llamado el Paraguay, aunque más vulgarmente el Gran Paraná, probablemente porque el río Paraná desemboca en él arriba de la Villa de las Corrientes....”, estableciendo una suerte de continuo entre los ríos Paraguay, Paraná y el Río de la Plata, tan propia de los topoi del periodo como la de Vázquez de Espinosa. 26 El fragmento inferior izquierdo de una Carta atlántica datada a finales del siglo XVII y atribuida a Joao Teixeira Albernaz, muestra la división del subcontinente sudamericano entre “el Brasil” y “el Río de la Plata”. Este último fue representado allí como un grueso brazo de agua que se abre en dos hacia el norte y se fibrila en numerosos afluentes menores hacia el este y el oeste. Lo que es claro en esta representación, fechada circa 1699, es la continuidad que existía todavía para algunos entre el estuario del mar dulce y el río Paraná. 27 El propósito de Albernaz era, por supuesto, ensanchar los dominios portugueses más allá de Tordesillas, apoyando su cartografía administrativa en una hidrografía a todas luces política: para el autor de este mapa antiguo, todas las tierras al este de la cuenca hídrica pertenecían a la Corona Portuguesa. Existen incluso otros motivos para explicar la persistencia de la denominación “rioplatense” del Paraná y el resto de los ríos, siempre visto desde la perspectiva hispánica. De la misma manera que para designar territorios lejanos la monarquía se refería a ellos como “sus provincias”, éstas eran denominadas con vocablos que designaban, en su hora, a un elemento predominante del conjunto. Se puede decir que Vázquez de Espinosa realizó la misma operación: como tantos otros, había provincializado la complejidad de un enorme sistema fluvial al que desconocía. Nada de esto impidió a los europeos, sin embargo, avanzar en la invasión, conquista y dominación de un terreno al que, con estrategias que incluían, la introducción de cultivos, animales, palabras y el uso de la fuerza, espacializaban la extensión; y, a partir de la introducción de las ciudades, las gobernaciones, los Obispados y las Audiencias, territorializaban los espacios. 28 La construcción del tipo de conocimiento 24

DU BISCAY, Acarette Relación de un viaje al Río de la Plata ..., cit., pp. 51 y 52; todos los resaltados me pertenecen. Se trata, como se advierte, de una “relación”, pero además tomada o dada en un periodo que no se consigna. Para Cervera, por ejemplo, el texto de Du Biscay (publicado en francés por primera vez en 1663), corresponde a una visita suya de 1658, y se refiere a la ciudad nueva (es decir, a las casas que ya estaban instaladas del traslado). Cfr. CERVERA, Manuel Historia... Tomo II, p. 17. Lo cierto es que ni la distancia de ochenta leguas, ni las referencias temporales inclinan demasiado la balanza hacia la precisión. 25 La ciudad, es necesario decirlo para quienes no necesariamente conocen el dato, tampoco estaba sobre el Paraná sino sobre el Quiloazas, río afluente del Paraná al que los cristianos llamaron San Javier, nombre que todavía conserva. 26 Idem, p. 30. 27 DAVEAU, Suzanne Lugares e regioes em mapas antigos, Prefácio de António Manuel Hespanha, Biblioteca Publica de Evora, Comissao Nacional para as Conmemoraçoes dos descubrimentos portugueses, Lisboa 1997, p. 48. 28 La diferencia entre espacialización y territorialización que aquí se propone es bien simple, y es tributaria de la antropología jurídica del espacio: un espacio puede ser una extensión organizada a partir de diferentes criterios (económicos, culturales, religiosos, administrativos y políticos). Un territorio, en cambio, es tal únicamente a partir de una acción política sobre el espacio: la territorialización tiene que ver, únicamente, con la presunción y el ejercicio de la jurisdicción de un agente político, sea en un espacio, sea en una extensión a la que espacializa y territorializa al mismo tiempo.

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necesario para la monarquía está en el centro de los aciertos y de los desaciertos de estas descripciones. Pero volviendo al Compendio y Descripción... hay un tercer detalle, también de importancia, en la topografía de Vázquez de Espinosa: Santa Fe está sobre el Río de la Plata “...a la parte del Tucumán...”. Esta afirmación no proporciona datos sobre el punto físico desde el cual el cronista elaboraba su mirada, sino acerca del orden de las convenciones de las que el mismo participaba. Lo que se filtraba en ese fragmento del relato de Vázquez de Espinosa es la imagen consolidada de Santa Fe como llave de paso hacia el Perú —el Tucumán— a la vez que la del proceso cierto y avanzado de resignificación de los centros económicos, administrativos y políticos de esta franja del virreinato peruano, cuyo eje aparece desplazado de Asunción a Buenos Aires. Esto estaba más claro incluso para Accarette Du Biscay, quien años después escribió: “....hasta allí [Santa Fe] podrían llegar grandes buqes si no fuera por un enorme banco que obstruye el paso un poco más arriba de Buenos Aires. A pesar de todo es una posta muy ventajosa porque es el único paso desde el perú, Chile y Tucumán hacia el Paraguay y en cierta manera el depósito de las mercaderías que se traen desde allí, particularmente esa yerba de la cual ya hablé...” 29 Su mirada no revierte el orden político del orbe peruano, pero sí destaca en la escena el punto clave de la articulación entre el Perú y el Paraguay. La coyuntura fue señalada y analizada por Juan Carlos Garavaglia, quien indicóo en su hora que hacia 1630 es cuando se iniciaba el período durante el cual, vía Santa Fe, “...la yerba conocerá ya todo el ámbito geográfico de su máxima expansión.” 30 Vázquez de Espinosa, en su “viaje imaginario”, caracterizaba a Santa Fe como el segundo jalón poblado entre Asunción y Buenos Aires. Pero lo hacía en el marco de la descripción de la Audiencia de Charcas, lo que constituía en rigor el objeto de Vázquez de Espinosa en su libro quinto. Sintetizando, lo relevante de aquella fórmula al comienzo de la descripción radica en que Santa Fe, ya en el primer cuarto del siglo XVII, era percibida como el punto de paso para ir de Buenos Aires “al tucumán”, y no al Paraguay desde donde, en todo caso, el flujo de hombres y mercancías “descendía”. Esta consonancia con la realidad administrativa que, desde 1618, la ubicaba como una ciudad de la Gobernación del Río de la Plata, dependiente de su cabeza en Buenos Aires, articulaba también con esta otra realidad del espacio económico.

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DU BISCAY, Acarette Relación de un viaje al Río de la Plata ..., cit., pp. 51 y 52; todos los resaltados me pertenecen. Se trata, como se advierte, de una “relación”, pero además tomada o dada en un periodo que no se consigna. Para Cervera, por ejemplo, el texto de Du Biscay (publicado en francés por primera vez en 1663), corresponde a una visita suya de 1658, y se refiere a la ciudad nueva (es decir, a las casas que ya estaban instaladas del traslado). Cfr. CERVERA, Manuel Historia... Tomo II, p. 17. Lo cierto es que ni la distancia de ochenta leguas, ni las referencias temporales inclinan demasiado la balanza hacia la precisión. 30 GARAVAGLIA, Juan Carlos Mercado interno... cit., p. 67. El autor de Mercado interno y economía colonial proporciona cifras para mensurar la entrada de yerba desde las reducciones jesuíticas del Paraguay a la ciudad de Santa Fe desde 1667, señalando la importancia del “oficio” santafesino en este tráfico. No obstante el período para el cual se pueden disponer en los archivos santafesinos para realizar cálculos sobre bases firmes, es claro que desde la gobernación de Céspedes (1624) se detecta un giro respecto de la actitud del puerto de la ciudad frente al tráfico del producto, fuertemente combatido por Hernandarias de Saavedra durante todas sus gestiones como gobernador (entre finales del siglo XVI y las dos primeras décadas del siglo siguiente).

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En este sentido, el registro administrativo real y el percibido por el cronista no era solamente formal: en uno y otro orden expresaba bien la articulación de los nuevos flujos de ese espacio económico y la de una territorialización del espacio político, cuyo desarrollo orientaba estos flujos cada vez más hacia Buenos Aires, ciudad que, desde 1618, era el punto más importante de la constelación administrativa, política y económica del área rioplatense. Políticas de autoridad y autoridad política: las descripciones y la monarquía. El análisis precedente, que intenta presentar una ubicación de los elementos contenidos en la descripción en clave de percepciones participantes de las convenciones de un orden político, es una muestra del primero de los aspectos en los que este trabajo pretende realizar su aporte. Existe un segundo aspecto, ligado a la dimensión monárquica de una manera más material, que implica poner en relación la producción de conocimiento que implican relaciones, historias, descripciones geográficas y crónicas con los órganos de toma de decisiones de la Monarquía Hispánica. Esta vía, en este momento, está mucho menos desarrollada. Implica la búsqueda de materiales en archivos todavía no relevados y un enorme esfuerzo en la prescripción de aquello que se busca. Sin embargo, para darle sentido al proyecto, es necesario comenzar a señalar algunos puntos de referencia sobre los cuales, grosso modo, se plantean aquí los vínculos entre fragmentos de textos y fragmentos de monarquía. Se abren por lo tanto al menos dos problemas relacionados que, como he mencionado, solamente voy a proponer como vías de investigación. El primero es el de la utilización de autoridades en la construcción de imágenes de lugares no visitados, en el marco de lo que la monarquía había hecho producir en este plan; el segundo, íntimamente ligado a él, es el de la relación entre la producción de relatos de primera mano, de su transformación en autoridad, de los relatos más abarcativos que hacen uso de la experiencia visual más las autoridades y el modo de producción de conocimiento sobre las Indias que generaba la Monarquía Hispánica. Charles Upson Clark escribió, con toda razón, que “...el valor principal del Compendio es el fiel cuadro que nos presenta de la administración colonial española.” 31 Este juicio, exacto, no debe pasar desapercibido. Las descripciones del quinientos y del seiscientos respondían a motivaciones concretas, aunque no siempre de manera directa. En la copiosa producción de Reales Cédulas y Ordenanzas que la Monarquía hispánica generó durante el periodo de los Habsburgo hay algunos hitos que merecen apuntarse, a fin de tenerlos en cuenta. Hacia 1529, la Monarquía estableció —de manera coetánea con la obligación para los conquistadores de presentar relación de méritos con sus pedidos de mercedes— la obligatoriedad de la redacción de relaciones de los viajes por mar y tierra para navegantes, exploradores y conquistadores que obraran bajo sus auspicios. 32

31

VÁZQUEZ DE ESPINOSA, Antonio Compendio y descripción..., “Prólogo”, p. x. MEDINA GONZÁLEZ, Xóchitl Guadalupe The Relaciones Geográficas of the sixteenth-Century: Historical Background, administrative framework and the role of the indigenous informants, Texas at Austin 1995. MORALES FOLGUERA, José Miguel La invención de la utopía... , p. 27. 32

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Durante el reinado de Felipe II, las herramientas para afinar el control sobre el espacio de Indias se multiplicaron y se perfeccionaron: se creó el Consejo de Indias y la figura del Visitador del Consejo. Juan de Ovando, primer hombre en ejercer ese cargo, había creado el proyecto del Libro de las Descripciones... que, finalmente, fue encargado al Cosmógrafo y Cronista de Indias, Juan López de Velasco. Durante el mismo año que se compilaron las Ordenanzas del Bosque de Segovia, el Rey publicó también, con fecha 3 de julio de 1573, las Ordenanzas que mandaban ejecutar el mencionado Libro de las Descripciones de Indias, cuyo objetivo era realizar las “...averiguaciones, descripciones y relaciones de todo el estado de las Indias...”. 33 Su resultado, la Geografía y Descripción general de las Indias..., no vio la luz hasta 1894. Pero la historia de este particular fracaso dejó, entre sus huellas, algunas marcas persistentes: durante el proceso de realización de esta enorme encuesta, López de Velasco envió a América varios cuestionarios (entre los cuales el más notable es el de 1570, que contenía 200 preguntas). En 1972 Howard F. Cline inventarió unas 208 Relaciones Geográficas y 76 planos correspondientes a las Relaciones sobre Nueva España. 34 Para el área del virreinato peruano hay mucho menos. En su magnífica obra sobre la arquitectura mexicana del quinientos, George Kubler ha señalado que las colonizaciones fueron también ellas diferentes, aunque subrayando sobre todo la diferencia de contexto “filosófico”. Según el erudito de Yale, “...los diez o doce años que mediaron entre ambas conquistas implicaron profundas diferencias en la orientación filosófica que inspiró las dos campañas de colonización. La conquista de México se realizó en una época de humanismo ascendente en España. Perú, por el contrario, fue conquistado en una década de reacción antihumanista.” 35 Esta hipótesis colisiona con la más reciente de Morales Folguera (quien la cita a favor suyo, aunque escoge otros párrafos), dado que es justamente bajo este contexto “antihumanista” que se despliega el más ambicioso proyecto de puesta al día y organización de los conocimientos sobre el Nuevo Mundo, bajo los auspicios de Carlos V y sobre todo de Felipe II. Si hay diferencias de volumen entre las descripciones realizadas sobre los dos grandes virreinatos americanos, resulta obvio que, al interior del menos favorecido de los dos (el peruano), ciertas áreas (entre las cuales la rioplatense) parecen ofrecer la imagen de un lienzo blanco que apenas ha sido garabateado. Sin embargo, el modelo de los cuestionarios se expandió y, quienes realizaron las relaciones no siempre si limitaron al área donde se desenvolvían. Este fenómeno es el que permite plantear el estudio de vínculos entre las producciones de imágenes de aquellos que recorrieron el lugar con las contenidas en los registros que daban cuentas de formularios a completar. Estos últimos, valiosos reservorios de imágenes difundidas por vía oral o escrita, pero sobre todo de un cierto modo de producir conocimiento políticamente significativo, cuya construcción y funcionamiento espera todavía explicaciones de conjunto.

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Citado en MORALES FOLGUERA, José Miguel La construcción de la utopía..., cit., p. 35. CLINE, Howard “A census of the Relaciones Geográficas of New Spain, 1579-1612”, en Handbook of Middle American Indias, 12, Austin 1972. 35 KUBLER, George Arquitectura Mexicana del Siglo XVI, FCE, México 1982 [Mexican Architecture of the Sixteenth Century, New Haven 1942], pp. 73-74. 34

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Relaciones, historias, crónicas y descripciones, como se dijo, fueron motorizadas desde la monarquía y formaban parte de su proyecto para la elaboración de políticas en Indias. Vincular los resultados de estas descripciones con su modo de producción, con su participación activa en la configuración política de la cual eran instrumento y producto, construcción y construido, forma parte de la tarea de la cual acaban de presentarse algunas pinceladas preliminares. El desafío consiste en evaluar la producción existente para las áreas mejor conocidas y ofrecer, en algún tiempo, los primeros resultados sobre las producciones éditas y los documentos inéditos que se disponen para el área rioplatense. Objetivo que excede no solamente los límites del formato de una ponencia, sino también el tiempo de trabajo que transcurre ahora, que es el de la elaboración del proyecto.

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Cartografía de un regreso. Impresiones de Viaje de Paul Groussac Paula G. Bruno

Universidad de San Andrés - CONICET

Abstract Destacados hombres públicos argentinos viajaron a Europa en la década de 1880 con múltiples fines. Nuestra intención es analizar las experiencias de viaje de un intelectual francés instalado en la Argentina desde 1866: Paul Groussac. Sostenemos que, si bien muchas de las imágenes transmitidas por este personaje permiten inscribirlo en un registro compartido por sus contemporáneos, existen rasgos peculiares que distinguen su experiencia del resto. Estas particularidades tienen su explicación, básicamente, en el hecho de que Groussac no era un observador-forastero sino que estaba volviendo a su tierra de origen. En cambio, el resto de los intelectuales viajeros del período observaban los escenarios del viejo continente con una actitud mucho menos ligada a los sentimientos personales. Analizar las particularidades de este posicionamiento es el objetivo rector de esta comunicación, y para ello se focaliza la atención en el rastreo y el análisis de distintas actividades concretadas por el intelectual en cuestión durante su estadía en Francia. Las fuentes privilegiadas para concretar esta aproximación son las crónicas de viaje escritas por el intelectual en cuestión, publicadas como correspondencia de viajero en el periódico El Diario y otros apuntes editados con posterioridad. Highlighted Argentinean public men traveled to Europe in the decade of 1880 with multiple ends. Our intention is to analyze the voyage impressions of a french intellectual installed in Argentina from 1866: Paul Groussac. We support the general hypothesis that, although many of the images transmitted by this character allow to inscribe him in a register shared by his contemporaries, peculiar features distinguish his experience from the rest. These particularities have their explanation, basically, in the fact that Paul Groussac was not an outsider observer but rather it was returning to his origin earth. On the other hand, the rest of the traveling intellectuals of the period observed the scenarios of the old continent with a much less bound attitude to the personal feelings. To analyze the specificities of this positioning is the leading objective of this communication, and, in order to follow it, focalizes the attention in the searching and analysis of different activities summed up by the intellectual in question during his french demurrage. The selected sources to sum up this approach are the trip chronicles written by Groussac, published as traveler's correspondence in the newspaper El Diario, and other notes later published. IUn hombre de letras argentino y un viaje a París en la década de 1880 son dos elementos que forman parte de una fórmula que tiene como resultado aquello que David Viñas sintetizó en un rótulo destinado a perdurar por su atractiva connotación: el “viaje estético” del prototípico “gentleman-escritor” 1. Los hombres públicos del ochenta se lanzaban 1

David Viñas bautizó a la experiencia del viaje a Europa realizada por los hombres del ochenta como “viaje estético” y analizó las características comunes de los mismos. Cfr. Viñas, David (1995): “La mirada de

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a explorar las grandes metrópolis del viejo continente con objetivos diversos y sus observaciones abarcaban un gran abanico de temáticas. Entre sus apuntes de viaje se superponen juicios sobre regímenes políticos, comentarios acerca de costumbres y modos de vida, opiniones sobre distintas prácticas culturales y una gran variedad de percepciones introspectivas, entre la descripción detallada y el relato de lo observado. Dentro del marco general del presente análisis, el viaje a Francia de un intelectual en 1883 asume ciertas particularidades, hecho que se debe, principalmente, a la elección del personaje: Paul Groussac. Seguir los pasos del itinerario de este actor nos condujo a reparar en algunas particularidades presentes en su viaje que, a diferencia de los anteriormente aludidos, no es un viaje concretado por un argentino sino por un intelectual de origen francés que residía en la Argentina desde 1866. La presente comunicación está articulada en torno a distintos ejes temáticos: en primer lugar, se presenta al personaje estudiado a los fines de conocer los lineamientos generales de su itinerario vital en el período anterior al viaje analizado; a continuación se presentan las percepciones del intelectual francés acerca de París y se examinan los ambiguos posicionamientos del narrador en cuestión, mientras se revisitan algunos acontecimientos, que signaron la estadía de Groussac en Francia, que brindan ciertos indicios acerca de las intenciones y expectativas que el personaje depositó en el viaje de 1883; por último se presentan algunas reflexiones finales con el objetivo de hacer converger algunos elementos esbozados a lo largo de estas páginas. Las fuentes privilegiadas para concretar este análisis son los apuntes e impresiones de viaje escritas por Groussac en 1883, publicados en El Diario bajo los títulos: Impresiones y Cartas –o Carta- de Groussac. Una gran cantidad de estos escritos fue reeditada en la obra del autor titulada El viaje intelectual. Impresiones de naturaleza y arte. Segunda Serie en 1920. IIPaul Groussac llegó al puerto de Buenos Aires en 1866, luego de un frustrado viaje alrededor del mundo que había comenzado y terminado en París en 1865 por falta de recursos monetarios 2. Ante la impotencia, la desazón ante el hecho de tener que regresar a su hogar paterno y la imposibilidad de recurrir nuevamente a su progenitor, que ya le había entregado un modesto peculio de viaje, el joven, nacido en Toulouse en 1848, decidió embarcarse en Burdeos en un velero, llamado “Anita”, con destino a la ciudad puerto argentina. Llegó con dieciocho años de edad, desconociendo el idioma, sin estar diplomado en ninguna profesión y sin parientes en estas tierras.

Europa: del viaje colonial al viaje estético”, en Literatura argentina y política. De los jacobinos porteños a la bohemia anarquista, Bs. As., Sudamericana. 2 Este somero recorrido de una de las etapas de la vida de Paul Groussac se basa en parte de una investigación cuyos resultados están contenidos en Bruno, Paula (2001): Paul Groussac entre dos siglos. Un maestro sin discípulos, Bs. As., Tesis de Maestría en Investigación Histórica, Programa de Estudios de Posgrado en Historia, Universidad de San Andrés. Para una breve noticia biográfíca de Groussac puede consultarse Groussac, Paul: “Noticia biográfica”, en Benarós, León (1998): Paul Groussac en el Archivo General de la Nación, Bs. As., Ediciones Archivo General de la Nación.

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En el transcurso de pocos años, entre 1866 y principios de la década de 1880, Groussac se instaló en el país y desempeñó diversas tareas, algunas ligadas al ámbito intelectual argentino y otras absolutamente ajenas a él. A lo largo de este poliédrico período en la vida del personaje, lo encontramos cumpliendo oficios tan dispares como ovejero en una colonia de vascos-franceses en San Antonio de Areco, profesor del Colegio Nacional de Buenos Aires, y posteriormente del instituto homólogo de Tucumán, director y periodista de diarios tucumanos que bregaban por la candidatura presidencial de Avellaneda –entre los que se destaca La Razón de Tucumán-, arriero y vendedor de mulas en Salta. Este caleidoscópico itinerario se configura en el período en el que Groussac logra ingresar y ocupar un lugar en el mundillo intelectual porteño gracias a la publicación, en 1871, de un exitoso artículo sobre José de Espronceda en la Revista Arjentina, que le sirve como carta de presentación para entablar relaciones con destacados hombres de la cultura y de la política del período. Su flamante carrera literaria fue estimulada por Nicolás Avellaneda quien lo incitó a instalarse en 1871 en “el jardín de la República”; allí se transformó en un destacado personaje del ámbito público tucumano, convirtiéndose, en el año 1874, en Director de Enseñanza de la provincia tucumana y luego en Inspector Nacional de Educación –cargo con el que participó en el Congreso Pedagógico de 1882 y que mantuvo hasta 1883-. Las actividades que se suceden en esta etapa del itinerario vital de Groussac traslucen las peripecias protagonizadas por un joven francés que se lanzó a la aventura de conocer el nuevo mundo y desembarcó en las orillas de una Buenos Aires caracterizada por ser escenario de profundas transformaciones. El joven pasó de ser ovejero a ocupar destacados cargos públicos en el escenario argentino, logró ser reconocido como un prestigioso literato y se convirtió en un propagandista político afamado. La trayectoria en ascenso de Groussac fue estrepitosa e intempestiva. En sus primeros años de vida en la Argentina, es decir, en el período que transcurrió desde el momento de su consagración en Buenos Aires, en 1871, pasando por su estadía en las tierras tucumanas, hasta mediados de la década de 1880, el origen francés de Groussac funcionó como una etiqueta legitimante insuperable e incuestionada: no es una novedad el hecho de que los sectores de elite de la Argentina finisecular tenían sus ojos puestos en Europa a la hora de buscar modelos y referentes, y el hecho de contar con un francés en el mundo de la cultura garantizaba cierto prestigio –hecho que ya se había comprobado en el caso de Amadeo Jacques-. Con este plus diferencial en su haber, el puntapié inicial dado en Buenos Aires condujo a nuestro personaje a una prolongada estadía tucumana, que actuó, dentro de su arco vital, como un escenario de ejercicios constituyentes: distintas actividades que Groussac fue desarrollando en los años posteriores tuvieron un primer ensayo durante la experiencia provinciana. Su permanencia en Tucumán se desenvolvió mientras dos destacados tucumanos –Nicolás Avellaneda y Julio A. Roca- estuvieron a cargo de la presidencia de la nación, hecho que convertía al escenario del “jardín de la República” en un lugar clave para el desarrollo de asuntos de gran envergadura.

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IIIA juzgar por los escritos de Groussac que ofrecen indicios sobre su biografía, la voluntad de regresar a su país natal había sido demorada por distintas circunstancias. Un año después de su llegada a Buenos Aires el padre lo instó a regresar a su tierra y el joven francés le respondió con una negativa señalando que permanecería en la Argentina por algún tiempo más, con el objetivo principal de aprender bien el idioma español y justificar así su estadía. Años después, hacia agosto de 1870, tuvo noticias de la guerra franco-prusiana 3 y decidió ir a luchar por su nación 4, pero sus amigos –José Manuel Estrada y, sobre todo, el rector del Colegio Nacional de Buenos Aires: Alfredo Cosson- lo alertaron acerca de la demora de las noticias y le sugirieron que permaneciera en la Argentina. Por aquellos días llegaron las novedades de la caída del Imperio. 5 De este modo, el retorno se demoró mientras Groussac echaba raíces en la Argentina, no sólo en lo que concierne al ámbito público sino también a la esfera privada, dado que contrajo matrimonio con la hija de una destacada familia santiagueña, Cornelia Beltrán. Y tuvo sus primeros hijos en Tucumán. Recién en 1883, luego de diecisiete años de estadía en la Argentina –cinco años en Buenos Aires y doce años en Tucumán-, llegó para Groussac el momento del regreso a su país natal. Este regreso le causaba una extraña sensación, conjugaba deseo con rechazo, al respecto señala –utilizando la tercera persona del singular- que antes de realizar este viaje a Europa: “[...] parecía tener tantos deseos de retomar el contacto francés como de hacerse musulmán. Pero un viaje a Europa donde pasó casi todo el año 1883 lo llamó pronto a la realidad, pues para reencontrarse francés le bastó pisar el suelo natal” (Groussac en Benarós, 1998: 36). Los motivos por los cuales realizó este viaje no son del todo claros. Manuel Láinez, con quien Groussac entabló amistad hacia principios de 1883, narra en un artículo de 1885 cómo se configuró el escenario para que concretara el cruce al viejo continente y remarca cierto

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Groussac sostiene que mientras conversaba con un compatriota en las calles de Buenos Aires “[...] se destacó la voz aguda de un vendedor de diarios: ¡‘Boletín de La Nación’! ¡La guerra franco-prusiana! [...] No existiendo entonces telégrafo a Europa, las noticias más rápidas tardaban un mes; la declaración de guerra, del 19 de julio, se conoció aquí el 18 de agosto, traída por el vapor Poitou.”. Groussac, Paul (1919): Los que pasaban, Bs. As., Jesús Menéndez, Librero Editor. 4 El intelectual francés narra que estaba decidido a viajar a su patria para presentarse como voluntario cuando se enteró de las noticias de la guerra, con este objetivo le solicitó a A. Cosson que le consiguiera una entrevista con algún representante de Francia en la Argentina y le solicitó a Estrada cartas de recomendación para Mariano Balcarce –ministro argentino en París-. Cfr. Groussac, Paul (1919): Los que pasaban, Bs. As., Jesús Menéndez, Librero Editor, pp. 14 y 15. 5 Un misterioso personaje de origen francés que aparece fugazmente en una de las obras de Groussac – Los que pasaban (1919)- llamado Abel Ouden, compartió con él la misma amargura al encontrarse en Buenos Aires mientras se desenvolvían los sucesos de la guerra-franco prusiana. Sin embargo, Abel no se dejó persuadir y marchó a su tierra para reencontrarse con sus familiares y amigos y luchar por su patria. Aunque no logró formar las filas del derrotado ejército francés, Abel, como narra nostálgicamente Groussac, asistió orgullosamente al “resurgir de su patria”. Cfr. Groussac, Paul (1919): Los que pasaban, Bs. As., Jesús Menéndez, Librero Editor, pp. 9 a 19.

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oportunismo del francés 6. La versión más aceptada por los biógrafos de Groussac es la que sostiene que, por encargo oficial, debía estudiar la organización de la instrucción pública en el contexto europeo, pero los resultados de esta supuesta misión no fueron publicitados, y, según lo difundido en las memorias ministeriales, tampoco recabados. 7 De todas formas, más allá de los motivos últimos, el viaje-retorno se concretó en 1883. El regreso de Groussac comenzó, como era previsible con una visita a su tierra natal. El personaje relata con las siguientes palabras su llegada en tren a la misma: “Un grito repetido me despertó: Toulouse! Toulouse!- Estaba prevenido y preparado, y sin embargo, sentí como el corazón me subía a la garganta... Toqué la tierra madre ; sofocado escuchaba el viejo patois de los trovadores, las cantantes sílabas latinas que resonaban en mi oído como medallas de oro, y que súbitamente volví a recordar...” (Groussac a, 1883). Sin embargo, estas primeras sensaciones de alegría y poética evocación fueron seguidas de varios desencantos ante las transformaciones generadas por el tiempo de ausencia: amarga nostalgia de los tiempos pasados. En primer lugar, Groussac encuentra su barrio de residencia infantil y adolescente absolutamente transformado: “En mi barrio, fuera de la Iglesia y del canal del Mediodía que data de Luis XIV, todo está cambiado, transformado. Era entonces un barrio nuevo, lleno de huecos, de jardines, de recursos y hallazgos para nuestra infancia un tanto suelta y vagabunda...” (Groussac a, 1883). En el mismo registro de juicios se inscriben las impresiones causadas por el reencuentro con sus familiares más cercanos, encuentro que le resultó poco agradable y hasta repulsivo, y años después transmitía las siguientes impresiones refiriéndose al mismo: “Ante los mismos seres de mi sangre había sufrido la angustia de contemplar, deformados y marchitos, desvencijados por la vida cual un trasto por el uso, surcados de esas hondas arrugas que son las cicatrices de incesante y rudo batallar, á tantos rostros familiares, ahora casi desconocidos, y que producían irónicamente como en espejo de aumento (al menos así lo creía mi debilidad egoísta) el trasunto caricatural de mi propia decadencia” (Groussac, 1904: 172). 6

Según Láinez, Groussac contó con numerosos favores para realizar este viaje, y señala, además, que fue él quien le allanó el camino consiguiéndole la aprobación de una licencia en su cargo otorgada por el ministro Wilde, el asentimiento del presidente Roca ante la petición de la licencia, y el permiso y el subsidio del gobernador Dardo Rocha a los fines de que Groussac realizara un estudio acerca de la educación en Europa. Además, Láinez se comprometió a pagarle a Groussac sus colaboraciones en El Diario durante su estadía europea. Véase Láinez, Manuel: “Ecce Homo”, en El Diario, nº 1071, 27 de marzo de 1887, citado en Canter, Juan (1930): “Sarmiento, Groussac y Láinez. En torno de una polémica entre estos últimos”, en Boletín del Instituto de Investigaciones Históricas de la Facultad de Filosofía y Letras, XI, Bs. As., octubre-noviembre. Debemos considerar que este artículo es parte de una serie de escritos polémicos que Láinez intercambió con el personaje que nos ocupa, hecho que nos genera ciertas dudas acerca de su intencionalidad. 7 En algunos de los artículos de Groussac publicados en El Diario en 1883 aparecen fragmentarias referencias a sus visitas a instituciones escolares francesas; todas estas alusiones son de carácter meramente anecdótico. Véase, por ejemplo, Groussac, Paul (1883 d): “Una visita á Emilio Zola”, en El Diario, nº 572, 17 de agosto.

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De esta forma, el desencanto ante un espacio físico absolutamente transformado y las heridas causadas por una situación familiar que lo disgustaba profundamente –su padre había contraído matrimonio con otra mujer y había tenido con ella varios hijos- convirtieron la estadía en Toulouse en un hecho nada memorable. Desencantado, entonces, el desventurado hijo pródigo se dirigió a París. La llegada de Groussac a París se diferencia de la de un simple turista-observadorforastero, curioso ante la gran urbe por diversos motivos. En primer lugar, el personaje cuenta con ciertas reservas en relación a la gran capital. Al respecto afirma: “Después de 17 años he vuelto hombre a la patria que dejé adolescente, y a quien prácticamente desconozco casi tanto como soy en ella desconocido. París, en especial, me es casi extraño; apenas guardaba recuerdo de los barrios centrales y sus más notables monumentos. nacido y educado en ciudad provincial, sólo dos temporadas, en efecto, había pasado en la capital: la primera, de algunos meses, en la infancia; la segunda, de algunas semanas, antes de lanzarme a jugar –y perder- a la ventura mi porvenir” (Groussac, 1920 [1883]: 59). Es la segunda marca temporal la que nos interesa destacar. Recordemos que la aventura juvenil de Groussac y sus intenciones de recorrer el mundo se habían esfumado en París, y que fue allí donde decidió embarcarse hacia el nuevo mundo, decisión que es pensada aquí por el personaje que nos ocupa como una resolución que lo condujo a jugar y perder su futuro. Por lo tanto puede entenderse que sus recuerdos de París le sugieran caminos no recorridos, itinerarios pendientes y posibilidades de retomarlos. Groussac decide lanzarse a la conquista de París, y sus intenciones de ingresar en su mundillo intelectual son explícitas: “[...] con el deseo, volvía la esperanza de intentar algo –anch’io sono pittore!- que me sacara bruscamente de este aislamiento y absoluta obscuridad, permitiéndome dejar alguna vez, en el gran teatro parisiense, el asiento del espectador pasivo, para ensayar el de actor en el escenario, por corto y secundario que fuera mi papel... ” (Groussac, 1920 [1883]:81). Groussac pretendía pasar de espectador a actor en la escena de la idealizada capital francesa. El mismo personaje que había logrado pasar de ser un aventurero a ser un reconocido letrado en la Argentina estaba dispuesto en la capital francesa a poner en marcha nuevas estrategias para cambiar rol contemplativo por actitud dinámica. Sin embargo, ese deseado reconocimiento en París estaba acompañado por varias y disímiles inquietudes y por una actitud vacilante ante la realidad con la que se encontraba. En relación a estas sensaciones destaca: “En ese intervalo, [el de su estadía en la Argentina] también París -de la Ópera al barrio Latino- se ha transformado; y a la par de las cosas, las gentes y las costumbres. El día reciente en que saltaba del tren a estas aceras resbaladizas, no conocía a nadie en el inmenso ‘desierto de hombres’” (Groussac, 1920 [1883]: 59).

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Seguramente, no era tarea sencilla encontrar espacio en una ciudad que, como el mismo Groussac sostiene, desconocía a ese hombre que, aunque joven –contaba con 35 años-, caminaba por sus calles con aspecto sombrío y titubeante. Se sentía extraño en la ciudad pero, a la vez, estaba ansioso por mimetizarse con el escenario por el que transitaba. Esa actitud oscilante cristaliza en su relato en la autopercepción del personaje que, en una misma página, se describe como “un viajero sudamericano recién desembarcado del último vapor” y “un estudiante francés del décimo año” (Groussac, 1920 [1883]: 61). Este bifronte posicionamiento es asumido por el propio Groussac. Acerca de ese comportamiento señala: “Y no se me oculta que con estas admiraciones y sorpresas ingenuas, más me asemejo a ‘Hurón’ de Voltaire en su visita a París, que a un hijo legítimo de Francia, nacido y educado en una de sus grandes ciudades universitarias. Pero tampoco debe olvidarse que, como ya tengo advertido, este francés vuelve a su tierra después de pasar en una provincia argentina los diez mejores años de su juventud. Sea como fuere, no escribo estos apuntes para fingir actitudes, sino para expresar impresiones sinceras. Por lo demás, puede que no tarde mucho en mostrar a estos parisienses que voy perdiendo el pelo de la dehesa y recobrando mi legítima naturaleza” (Groussac, 1920 [1883]: 72). Así, pese al ambiguo posicionamiento ante la realidad circundante, nuestro personaje estaba dispuesto a mostrarles a “esos parisienses” que era un “francés legítimo”. Para alcanzar su meta de ingresar en la vida intelectual de la ciudad contaba con dos potenciales llaves: una carta de Lucio V. López para Francisque Sarcey -un destacado crítico teatral de Les Temps y corresponsal de El Nacional.- y un artículo de su autoría sobre Alphonse Daudet que había sido publicado en El Diario. Luego de pasar algunos días en París, decidió tentar suerte con ambos recursos: le envió su artículo a Alphonse Daudet, quien le contestó inmediatamente, y dejó en la casa de Sarcey la carta López. Simultáneamente escribió una “fantasía”, inspirada en el trabajo de Daudet, titulada L’Évangeliste à Buenos-Ayres que dejó en el buzón del Fígaro, artículo que fue aceptado y publicado 8. La aparición del mismo le facilitó las relaciones con el escritor y le abrió las puertas de importantes cenáculos intelectuales parisinos. A partir de allí, la suerte estaba echada. Seguir el itinerario de Groussac desde ese momento muestra una actitud sistemática dirigida a captar la atención de personajes descollantes de la cultura francesa. En primer lugar, decide ir a escuchar a Ernest Renan -uno de sus referentes intelectuales- en el Colegio de Francia, y la apariencia de simplicidad y afabilidad del orador lo desencantó. Nuestro personaje narra que mientras esperaba la entrada de Renan en el auditorio –concurrido por no más de veinte personas- “imaginaba al ilustre sabio bajo un 8

El artículo fue traducido al castellano y publicado. Véase Groussac, Paul (1883 b): “La Evangelista en Buenos Aires”, en El Diario, nº 512, 8 de junio. Este texto narra una batalla entre dos diarios de Buenos Aires, El Nacional y El Diario, por conseguir primero los números de el Figaro en los que se estaba publicando, por entregas, la obra de Daudet a los fines de traducirlo y publicarlo. La “fantasía” de Groussac está basada en hechos reales.

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aspecto imponente y majestuoso”. Sin embargo, una vez que este comenzó a hablar, le resultó “[...] espontáneo, familiar, desaliñado[...]" (Groussac a, 1883). Posteriormente, conoció a personajes consagrados y a otros en pleno ascenso, entre los que se destacan Víctor Hugo -uno de los escritores que ejerció mayor influencia, al igual que el resto de los románticos, sobre el intelectual francés durante su juventud- Émile Zolá, Edmond Goncourt y, el ya mencionado, Alphonse Daudet. La mayoría de las narraciones de las visitas a estos personajes nos colocan frente a un Groussac fastidioso y disconforme. Émile Zolá no ganó su simpatía y es caracterizado en sus apuntes de viaje como un escritor que “confunde la fuerza con la brutalidad”, hecho que lo convierte en un “macizo y pesado albañil literario” (Groussac d, 1883). Por su parte, Edmond Goncourt le genera a Groussac una repulsión inusitada que se evidencia en unas páginas realmente irónicas en las que nuestro personaje alude al escritor como el “hermano de Jules – el que tenía talento-“y lo describe como un “maniático amanerado”, “vanidoso”, “ramplón ególatra”, “ignorante”, “solterón” y “coleccionista de japonerías y baratijas” (Groussac c, 1883). De todas ellas, sin duda, la visita a Víctor Hugo 9 es el evento que más información nos brinda acerca de la suerte de Groussac en París. Conocer a Víctor Hugo le causó amargas sensaciones. En primer lugar, nuestro personaje fue presentado en los siguientes términos al “Padre Eterno de la Literatura”: “Mme. Lokroy se adelanta rápidamente y me presenta: ‘Monsieur Grousset, padre mío; un amigo de Daudet, establecido en el Brasil... ’. El anciano da un paso hacia mí y me estrecha la mano: ‘Monsieur... je suis touché...’‘’ (Groussac, 1920 [1883]: 114). A partir de ese momento, Groussac queda fuera de escena y se convierte en mero espectador mientras una serie de raros personajes visitan al maestro. La desilusión de nuestro personaje ante esta visita masiva es explícita, y transmite en torno a ello: “Y sobre esta última, y acaso la más ingrata de mis peregrinaciones a los santuarios de la gloria, formulaba para mí esta tristísima moraleja: ‘He venido tarde. El gran poeta está muy viejo para maestro y yo también para discípulo: él ha perdido la fecunda actividad del genio, y yo el puro fervor de la juventud’” (Groussac, 1920 [1883]: 125). Estas variadas experiencias nos colocan frente a un personaje que, evidentemente, no lograba salir del rol de “visitante” de literatos para convertirse él mismo en uno de ellos. Renunciar a ocupar un lugar destacado en el ambiente intelectual de París era quizás una tarea más sencilla que conseguir un espacio en él. 9

La visita a Víctor Hugo está elocuentemente narrada en Groussac, Paul (1920 [1883]): “Vistas parisienses”, en Id. (1920): El viaje intelectual. Impresiones de naturaleza y arte. Segunda Serie., Bs. As., Jesús Menéndez, Librero Editor, pp. 108 a 125. Recientemente este episodio de la experiencia parisina de Groussac fue revisitado, véase Páez de la Torre, Carlos (1999): “Paul Groussac visita a Víctor Hugo”, en La Gaceta de Tucumán, 12 de diciembre.

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Nuevamente Groussac estaba en París, como 17 años antes, con un rumbo indefinido. Sin embargo, no todo estaba perdido, allí estaba la ciudad con todo lo que tenía para ofrecer y la descripción del paisaje y de sus gentes era una tentación ante la cual Groussac no podía resistirse. Describir París es para nuestro personaje como un desafío, la naturaleza misma de la ciudad es descripta como un enigma: “París es un mundo de cien aspectos diversos: y todo puede decirse de él, hasta lo más opuesto y contradictorio, sin faltar a la exactitud” (Groussac, 1920 [1883]: 55). A partir de esta apreciación la gran capital es percibida como un universo desgarrado y sometido a un resquebrajamiento nunca antes conocido. Las descripciones de los espacios físicos-geográficos y de las personas que se apropian de ellos conducen a Groussac a pensar la ciudad como un mundo partido en dos. Por un lado, existe una París que merece, desde la perspectiva del narrador, denominaciones denigrantes como Babilonia, Sodoma y Gomorra. Esa ciudad, pervertida y contaminada, está montada para los extranjeros, caracterizados como “[...] transeuntes y chapurreadores de francés, que creen conocer ese mundo a fondo porque han parado en el Gran Hotel o el Continental, y recorrido cada tarde los grandes bulevares o el Bosque” (Groussac, 1920 [1883]: 55). Los rasgos sobresalientes de ese mundo parisino son la inmoralidad, la superficialidad y el lujo que, según Groussac, llenan las páginas de las guías de forasteros se encargan de recomendar variados “atractivos pecaminosos”. Sobre este tema nuestro personaje resalta: “Y es harto sabido que los restaurantes de noche y sus anexos, pequeños teatros, café-conciertos de los Campos Eliseos, bailes públicos –desde el semimundano Mabille hasta el excéntrico Château-Rouge, etc.: todos esos lugares de “perdición”, diría Prudhomme (si los que a ellos acuden no fueran ya perdidos!)-, viven por y para el “extranjero”; vale decir, la bulliciosa colonia de buena o mala ley que se renueva por meses o por semana, y a quien las estadísticas llaman acertadamente ‘población flotante’, pues no se arraiga ni fructifica, flotando de veras como espuma en la superficie de la gran capital” (Groussac, 1920 [1883]: 56). Los visitantes foráneos que le piden a la ciudad placer y corrupción a cambio de su dinero son vistos por Groussac sólo como consumidores de inmoralidades que se inscriben dentro de un subtipo de “viajero-turista” –cuya característica primordial es la de ser ocioso y despilfarrador- que desde su perspectiva está destinado a derrochar para saciar sus deseos en la gran urbe. Este circuito lujurioso y superficial caracterizado por el consumo convertía a París en una ciudad que estaba perdiendo su brillo de antaño ante los avances de la masificación, considerada sinónimo de decadencia. 10

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Esta faceta de las percepciones de Groussac en el reencuentro con su país de origen fueron analizadas en un texto de sugestivo título, véase Sáenz Hayes, Ricardo: “La nostalgia de Groussac”, en AA.VV. (1949): Centenario de Groussac. 1848 -14 de febrero-1948, Bs. As., Coni. Miguel Cané –al igual que tantos otros

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Simultáneamente, existe un reverso de esa París contaminada. A ese mundo nefasto se opone lo que Groussac considera: “el verdadero París”. Allí es donde nuestro intelectual encuentra una serie de elementos esenciales y originales que subyacen a ese universo visible de lujos y espectáculos transitado por quienes “¡ignoran en absoluto a la mayoría de la colmena parisiense, como si ésta sólo se compusiera de zánganos!” (Groussac, 1920 [1883]: 56). Ese “verdadero París” estaría conformado por una especie de esencia mítica y originaria en la que se conjugan elementos de gloria histórica con fundamentos de cierta cultura del trabajo que el personaje encuentra en la vida cotidiana de la ciudad. De este modo, el sustrato reivindicable de París se encuentra para nuestro “viajero-no-turista” en el cruce entre una ciudad que desde Carlomagno comenzó a “irradiar luz y civilización sobre el orbe entero” y “ese París [que] está en los laboratorios y en los talleres, en los anfiteatros y en las fábricas”; así: “el París que trabaja y sufre es el verdadero París” (Groussac, 1920 [1883]: 58). La insensibilidad del viajero tipo ante esta realidad es para Groussac imperdonable: el “viajero-forastero” es descrito en los siguientes términos: “ciego e insensato el viajero que pasea por el bulevar o el Bosque su fatuidad ignorante, y tropieza diariamente con el valor, la laboriosidad, la honradez, el sacrificio, que florecen en París más que en ciudad alguna, sin conocerlos y saludaros” (Groussac, 1920 [1883]: 58). De este modo, la capital francesa es percibida por Groussac con la misma actitud de fastidio y con el mismo sentimiento de extrañamiento y no-pertenencia con el que cargaba desde la visita a Toulouse. Tampoco París y sus bulevares ni París y sus hombres de cultura le ofrecían el marco de referencias que buscaba. Se hacía evidente que ya era demasiado tarde como para ocupar un rol destacado en París, era ya tarde para ser un “legítimo francés”, tendencia que se profundizaba cada vez que Groussac recordaba melancólicamente a su familia instalada en Tucumán. Su lugar parecía estar en la Argentina, y en un nostálgico pasaje, Groussac transmitía estas impresiones: “Daría actualmente cuarenta saludos correctos y cincuenta agudezas de literatos de profesión, no digo por oir cierta voz cariñosa, ó sentir el peso de un niño de tres años que me cabalga en la pierna; eso va de suyo; -sinó, por estar almorzando en el Club, con uno ó dos amigos, por estar revolviendo mis papeles en mi estudio de Tucumán [...]” (Groussac c, 1883). En el mismo registro, despidiéndose de París, el viajero ya resentido ante la hostilidad parisina afirma:

hombres de su generación- percibía de igual manera la realidad de París. Cfr. Cané, Miguel (1949 [1884]): En viaje, Bs. As., Estrada, 1949. Esta visión fue recientemente estudiada en Terán, Oscar (2000): Vida intelectual en el Buenos Aires fin-de-siglo (1880-1910). Derivas de la “cultura científica”, Bs. As., Fondo de Cultura Económica.

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“Ya me está retentando la nostalgia de la tierra y del nido provinciano. Ayer tuve ocasión de hablar castellano, después de muchas semanas, y me parecía, como dicen los saladinos desterrados cuando dan con un quichuista, que estaba deseando la lengua” (Groussac e, 1883). IVLa estadía de Groussac en Francia nos coloca frente a una galería de imágenes disímiles y sensaciones ambiguas en las que el lugar que el narrador se adjudica muta constantemente. El retorno, el regreso, lo coloca en una posición ambivalente y sinuosa. La experiencia del viaje es vivida por Groussac desde un posicionamiento que sistemáticamente pretende alejarse del de mero observador y oscila tensamente entre el deseo (de ser actor) y la realidad (que lo condena al rol de espectador). Así nos encontramos con un viajero que regresa a su patria con la pretensión de ocupar un lugar destacado, pero que no termina de encarnar ningún papel. En función de esta frustración, París vista por Groussac es procesada por varios filtros que fluctúan entre la fascinación y el rechazo, entre el sentimiento de pertenencia y el extrañamiento. Por un lado, se manifiesta una clara crítica, de tono prácticamente romántico, ante la masificación-modernización que, desde la perspectiva de nuestro personaje, cristaliza en la denigración estética de la ciudad y en sus costados incivilizados. Complementariamente, la ciudad parisina puede ser vista como reflejo de la antinomia “civilización/barbarie” que sirvió como parámetro organizador de la realidad a muchos letrados rioplatenses del siglo XIX. Groussac encuentra la barbarie instalada en la civilización, hecho que lo desconcierta y lo conduce a pensar la ciudad desdoblada y desintegrada. Los intentos de reconstruirla son varios y, sin embargo, Groussac en sus propias reconstrucciones no encuentra un lugar para ubicarse. Así, la ciudad dividida funciona como un reflejo de los estados anímicos del personaje bajo estudio. También su actitud está escindida, hecho que se manifiesta en una nostalgia que cambia de signo todo el tiempo. Groussac cuando estaba en Tucumán añoraba un lugar en la galería de celebridades parisinas y en París desea volver al “nido provinciano”, y hasta reivindica la lengua castellana que, en reincidentes ocasiones, consideró inferior a la francesa por su falta de matices. Aunque Groussac no es un personaje que circula por tierras extrañas careciendo de todo tipo de sostén referencial, cuenta con ese nivel de participación que tiene el que retorna a su patria, se deslizan en su relato versiones pintorescas o folclóricas del paisaje y de las gentes que lo devuelven constantemente al lugar de observador del que reniega. Pese a las pretensiones de ocupar un espacio relevante, permanece en el anonimato, se diluye entre tantos otros personajes que circulan por las avenidas y los salones de París, se desdibuja hasta ser otro, es presentado como el “Sr. Grousset”, un “habitante de Brasil”, un ”amigo de...”, pierde hasta el rasgo mínimo de identidad que brinda el nombre, queda aislado y no cuenta con redes que lo contengan.

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Groussac se convierte en un viajero en su patria. Allí, en París, donde el cosmopolitismo emana de las calles y los bulevares, donde todos los extranjeros se sienten parisienses, Groussac, que es francés, se siente extranjero. De este modo, el viaje de 1883 al viejo continente fue un punto de inflexión en la trayectoria vital de nuestro personaje. Allí, terminó de renunciar al anhelo de una vida intelectual europea y se lanzó a conquistar –o se resignó a ocupar- un espacio en Buenos Aires. En la experiencia groussaquiana los términos de una clásica ecuación se invirtieron: la tierra de la aventura y el exilio se convirtió en tierra de origen-pertenencia y, a su vez, ésta última se transformó en una comarca de lo ajeno. Fuentes Cané, Miguel (1949 [primera edición: 1884]).: En viaje, Bs. As., Estrada. Groussac, Paul (1883 a): “Impresiones”, en El Diario, nº 506, 1 de junio. Groussac, Paul (1883 b): “La Evangelista en Buenos Aires”, en El Diario, nº 512, 8 de junio. Groussac, Paul (1883 c): “Cartas de Groussac”, en El Diario, nº 533, 3 de julio. Groussac, Paul (1883 d): “Una visita á Emilio Zola”, en El Diario, nº 572, 17 de agosto. Groussac, Paul (1883 e): “Cartas de Groussac”, en El Diario, nº 592, 9 de septiembre. Groussac, Paul (1904): “Alphonse Daudet”, en Id.: El viaje intelectual. Impresiones de naturaleza y arte. Primera Serie., Madrid, Librería gral. de Victoriano Suárez. Groussac, Paul (1919): Los que pasaban, Bs. As., Jesús Menéndez, Librero Editor. Groussac, Paul (1920 [textos originales: 1883]): “Vistas parisienses”, en Id.: El viaje intelectual. Impresiones de naturaleza y arte. Segunda Serie., Bs. As., Jesús Menéndez, Librero Editor. Bibliografía Benarós, León (1998): Paul Groussac en el Archivo General de la Nación, Bs. As., Ediciones Archivo General de la Nación. Bruno, Paula (2001): Paul Groussac entre dos siglos. Un maestro sin discípulos, Bs. As., Tesis de Maestría en Investigación Histórica. Programa de Estudios de Posgrado, Universidad de San Andrés. Canter, Juan (1930): “Sarmiento, Groussac y Láinez. En torno de una polémica entre estos últimos”, en Boletín del Instituto de Investigaciones Históricas de la Facultad de Filosofía y Letras, XI, Bs. As., octubre-noviembre. Lagmanovich, David (1982): “Paul Groussac, ensayista del 80”, en Revista Interamericana de Bibliografía - Inter-American Review of Bibliography, Vol. XXXII, nº 2, Organización de los Estados Americanos.

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Páez de la Torre, Carlos (1999): “Paul Groussac visita a Víctor Hugo”, en La Gaceta de Tucumán, 12 de diciembre. Sáenz Hayes, Ricardo (1949): “La nostalgia de Groussac”, en AA.VV.: Centenario de Groussac. 1848 -14 de febrero-1948, Bs. As., Coni. Terán, Oscar (2000): Vida intelectual en el Buenos Aires fin-de-siglo (1880-1910). Derivas de la “cultura científica”, Bs. As., Fondo de Cultura Económica. Viñas, David (1995): Literatura argentina y política. De los jacobinos porteños a la bohemia anarquista, Bs. As., Sudamericana.

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Dos discursos diferenciados a través de las imágenes tahitianas en el viaje de Bougainville y el suplemento al viaje de Bougainville de Diderot Enriqueta B. de Busquets Marcelo Figueroa

UN de Tucumán UN de Tucumán

Abstract En esta ponencia se analizarán dos obras del siglo XVlll, en las que el motivo del viaje está presente, en una como experiencia concreta (Viaje alrededor del mundo de L.A. de Bougainville) y la otra (Supplément au Voyage de Bougainville de D. Diderot) a modo de recurso que elige dicha experiencia para fundamentar reflexiones y concepciones filosóficas. Se tomará en ambos casos un área de concordancia tanto espacial como temporal que generó el contacto con Tahití. En dicho contacto-contexto se parte del supuesto teórico relativo a la relación tensa que entabla el lenguaje con las condiciones externas que trata de significar, lo que daría lugar a la configuración de tipos textuales diferentes. Entendido un texto “como un uso situado del lenguaje marcado por una tensa interacción entre tendencias recíprocamente implicadas pero por momentos contestatarias (La Capra, 1998, p.240), permite entender las representaciones e imágenes que subyacen al proceso intelectual de las Luces en la sociedad francesa de la segunda mitad del siglo XVlll. En estos textos y sus discursos diferenciados el “motivo del viaje”, en tanto experiencia de contacto cultural privilegiado, muestra su potencial iluminado a través del viaje “real” e “imaginado” de Bougainville y Diderot. We’ll analyse two works of Eighteen century: Travel around the world of L.A. de Bougainville and Supplement to Bougainville voyage of. D. Diderot, in which the motive of travel appears like a specific experience and a philosophical reflection about it respectively. This analysis starts from a point of temporal and spacial contact, generated by the arrival to Tahiti island. That is the context where a tense relation between external conditions and language, that tries to mean them, emerges and shapes, in consequence, different types of texts. Considering a text as “a situated use of language, marked by a tense interaction between reciprocally implicated, sometimes critical, tendencies” (La Capra, 1998, p. 240) we can understand underlying representations and images of intellectual process of Enlightenment in french society of Eighteen century (middle). In both works, the motive of travel, like an experience of privileged cultural contact, shows its richness through the real or imaginary trip of Bougainville and Diderot.

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Texto El relato de viaje surge como generador de esperanzas materiales, espirituales y culturales. Es un testimonio de las alternativas que acompañaron el contacto de culturas, es el entrecruzamiento del mundo exterior con las imágenes múltiples que los autores construyeron. Durante el S. XVIII en especial, el viaje y su relato fueron objeto de reflexión. Es el mismo Diderot, al caracterizar al viaje de circunnavegación de Bougainville, quien introduce los rasgos salientes de esta experiencia, Bougainville parte con las luces necesarias y las cualidades propias de su mirada, de la filosofía, del coraje, de la veracidad: un golpe de oído pronto que conoce las cosas y recorre el tiempo de las observaciones; la ciencia del cálculo, de los mecanismos, de la geometría, de la astronomía y de una pintura suficiente de la historia natural (Diderot, 1951, p. 994). En esta ponencia se analizaron dos obras del S. XVIII en las que el motivo del viaje está presente, en una como experiencia concreta y en la otra a modo de recurso que elige dicha experiencia para fundamentar reflexiones y concepciones filosóficas. En el primer caso se hace referencia a la obra Viaje alrededor del mundo escrita por L. A. De Bougainville en 1768, mientras que en el segundo al Suplemento del viaje de Bougainville escrita por Denis Diderot en 1772, pero publicada de manera póstuma en 1796. Se tomará en ambos casos un área de concordancia tanto espacial como temporal dada por las experiencias, descripciones y reflexiones que genera el contacto con Tahití. En dicho contacto-contexto, se parte del supuesto teórico relativo a la relación tensa que entabla el lenguaje con las condiciones externas que trata de significar, lo que daría lugar a la configuración de tipos textuales diferentes. Entendido un texto “como un uso situado del lenguaje marcado por una tensa interacción entre tendencias recíprocamente implicadas pero por momentos contestatarias” (La Capra, 1998, p. 240), permite entender las representaciones e imágenes que subyacen al proceso intelectual de Las Luces en la sociedad francesa de la segunda mitad del S. XVIII. La relación tensa en el caso de Diderot se define con relación a lo que le permite la filosofía respecto del uso del lenguaje propio de los filósofos, es decir, en aquel se hace presente lo que él como escritor persigue y cómo puede hacerlo en el marco de las limitaciones propias del entramado histórico-social del S. XVIII. Bougainville, por su parte, hace otro uso del lenguaje, en su caso la tensión se revela en los condicionamientos interpuestos por la exigencia de reflejar una realidad ajustada al concepto de verdad, aunque pese a dicho imperativo aparezca de manera clara las subjetividades del yo. Estas situaciones reflejan a la vez la interacción constante entre el lenguaje y el mundo que a través de estos textos se expresa en los discursos diferenciados de los autores. Ahora bien, puede decirse que aquella circunstancia define un adentro y un afuera del texto, que genera, en la mayoría de los casos, situaciones conflictivas. Con respecto al adentro del texto se observa “la estructura interna del modelo cultural que generan las Luces europeas al vincular corrientes de pensamiento y apertura de los espíritus a otras realidades” (A. Martins, 1995). En el caso de Diderot se trata de un burgués que bebió el cristianismo, el 194

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orden y la obediencia en su medio familiar con los que rompió al acceder a las especulaciones del espíritu. Esto lo condujo a una vida de contrastes permanentes con su temperamento, versátil y difícil en el ordenamiento de sus pensamientos. Fue enemigo de las reglas, dulce y violento a la vez que conciliador y polemista. Dicho perfil le granjeó duras querellas en el medio intelectual de los ilustrados y en la sociedad dieciochesca. Bougainville por su parte era hijo de un notario de París, se formó en las lenguas antiguas y en las ciencias exactas lo que le permitió acceder, más tarde, a la Sociedad Real de Londres y luego a la Academia de Ciencias de París. Aunque tuvo el espíritu de las bellas letras su labor se inclinó hacia la ciencia en clara conexión con los servicios que prestó al Estado, al punto que la obra que aquí se analiza fue consecuencia de un encargo de la Corona. La formación de Diderot en la especulación filosófica lo llevó a plasmar sus ideas en el plano proyectivo de lo “imaginado”, que se expresa en los objetivos que persigue para su sociedad y que evidencia en su escritura. Del mismo modo el estilo simple, preocupado por la exactitud lo condujo a abordar la realidad con una justeza no exenta de espiritualidad. Dicha condición fue reconocida por Diderot cuando sostenía que las potencias europeas mandaban a sus posesiones de ultramar a hombres dotados de, almas honestas, llenas de humildad y capaces de conmoverse (Diderot, 1951, p. 995). Lo externo, común a ambos, fue estar inmersos en la sociedad del S. XVIII y en la idea de progreso, latente en todas las dimensiones de la sociedad y que se vincula a los efectos surgidos del agrandamiento del espacio y del género humano, dado por el acceso a los mundos desconocidos. Con ello se enriqueció el espíritu y se ampliaron los conocimientos que provocaron en el hombre la búsqueda de la felicidad. En cada caso este contacto con el mundo exterior tomó modalidades diferentes, pero subyace siempre, sin embargo, la necesidad de conocer a los otros para conocerse a sí mismo y operar así las transformaciones deseadas respecto de las carencias y las situaciones deficitarias denunciadas por los medios ilustrados. Dichas actitudes no surgieron tanto de la valoración del otro, como de una crítica de sí mismo y de la necesidad de formular un ideal (Todorov,1991, p. 365). Hay dos elementos en común, el objetivo que persiguen y el destinatario preciso de estas obras. En el primer caso se observa la búsqueda de la formación que el viaje tiene como un aprendizaje de la vida, esta idea, ya presente con Herodoto como “viaje-formación”, destaca el valor de las experiencias que convierten a la movilidad en una escuela para el viajero y su sociedad, realzando así el valor pedagógico del viaje y su relato. En el segundo caso se alude al público al que estas obras definen, franceses y europeos, siendo en el caso de Diderot uno más restringido que en el de Bougainville. Diderot eligió para escribir su obra el método del diálogo que le permitía crear personajes enfrentados y situaciones conflictivas en las que estructura la trama de su pensamiento filosófico y polémico demoliendo todo el edificio construido durante siglos, el que se apoyaba en prejuicios, abusos, intolerancia y privilegios, para construir a partir de allí

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un mundo mejor. El viaje es la inspiración para plantear semejanzas y diferencias, pero lo importante es, que este mundo nuevo se oponía a Francia. Este juego al que Diderot somete al lector toma la forma de una discusión entre dos personajes, “A” y “B”, a los que concebía de buena fe. Sin embargo los enfrentaba a la consideración de los problemas relativos a la libertad humana y de la moral a través de interpelaciones, objeciones, opiniones diversas, etc. Estas contradicciones que planteaba son expresiones de la complejidad de su vida y del mismo pensamiento de Diderot así como de la sociedad compleja en que estaba inmerso. El diálogo era una manera de jugar consigo mismo pero a la vez era el medio más adecuado para escribir de él, disimulado su nombre. “Para escribir sus cuentos Diderot ha dado riendas sueltas a su sensibilidad, con su capricho, su fantasía, su don de creer y de pintar, su gusto de descomponer ideas (Mornet, D. 1941, P.146). De este modo, quizás al contar con la adhesión de su adversario, que es la voz de su conciencia, necesitaba persuadirse consigo mismo. Así el diálogo frente a su inestabilidad e inseguridad era lo que mejor respondía a sus necesidades, “es propio de su genio contradecirse en todo como reflejo de su inquietud permanente” (Thomas, Jean, 1938, P. 36). En Bougainville, el diálogo se entabló con el mundo real al que él se enfrentaba, su preocupación por reflejar del modo más natural y verdadero la dimensión de lo observado quedaba reflejada en su escritura. Sin embargo los referentes culturales que él poseía lo conducían al conflicto entre lo observado y la visión preestablecida que tenía del mundo exterior. La narración descriptiva hace coincidir el orden del relato con el orden de los acontecimientos, es decir un modo cronológico en el cual se incluyen abundantes indicaciones espaciales y temporales, … en la jornada del 14, estando a 27º 7’ de latitud observada y a los 104º 12’ de longitud occidental estimada, vimos dos aves bastante semejantes a las gaviotas […] vimos también un manojo de esas hierbas verdes que se agarran a la quilla de los navios… (Bougainville, 1935, p. 4). Este rasgo, que Diderot valoraba por su “simplicidad” y “claridad”, es atribuido a “la lengua de los marinos” (Diderot, 1951, p. 994). Por este mecanismo se producía un sistema de apropiación y asimilación de objetos y conocimientos que iban desde lo conocido hacia lo desconocido. A partir de esta experiencia intercultural, Bougainville manifestó un aprendizaje plural de la vida, que se expresaba en sus manifestaciones de asombro, admiración o condena que ilustraron cada una de sus experiencias: lo sorprendía el recibimiento caluroso, la gentileza y hospitalidad de sus nativos, la naturaleza pródiga, así como sus costumbres diferentes. Por ello no se trataba sólo de una especulación pura sino de un aprendizaje empírico. Desarrolló así una capacidad profunda de la observación, su oído advertido y despierto para escuchar todo adquiere transparencia en el relato, 196

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llegaban todos gritando tayo, que quiere decir amigo […] Las piraguas estaban llenas de mujeres, que no ceden por lo agraciado del rostro, a la mayor parte de las europeas […] la mayor parte de estas ninfas estaban desnudas, porque los hombres y las viejas que las acompañaban las habían quitado la haldilla […] Nos hicieron desde un principio desde sus piraguas donaires en que, a pesar de su ingenuidad, se descubría algún embarazo, sea que la naturaleza haya en todas partes embellecido el sexo con timidez ingenua… (Bougainville, 1935, P. 19). Por ello trató de informar y formar, pasando de los signos testigos a los signosformativos, “el encuentro intercultural es percibido como una emoción psico-afectiva y existencial (Bernard Fernández, Tesis Sorbonne, 1999). Fueron muy fuertes los referentes culturales de la época clásica, que dominaron a los viajeros desde el siglo XVl al siglo XVlll. Generalmente se recurría a arquetipos bíblicos y grecolatinos para reconocer la realidad, clasificarla y ordenarla según la asimilación hecha de los conocimientos. La mayor parte de estas ninfas estaban desnudas... La moza apareció a los ojos de todos tal como la Venus se dejó ver del pastor frigio. (Bougainville, 1935, p. 19) En el texto fue frecuente la comparación, lo que lo llevaba a relacionar sus impresiones con su propia cultura y conocimiento, por lo que a veces el relato perdía su carácter de objetividad absoluta y transparente acercándose más a una postura subjetiva, por lo demás, en tanto que en Europa las mujeres se pintan de rojo las mejillas, las de Tahiti se pintan de azul obscuro los riñones y las nalgas; es un adorno y, al mismo tiempo, una señal de distinción […] no sé como imprimen estos trazos […] pienso que es picando la piel y vertiendo el jugo de ciertas hierbas, como he visto practicar a los indígenas de Canadá. Es de notar que en todo tiempo se ha encontrado esta pintura a la moda en los pueblos cercanos todavía al estado de naturaleza (Bougainville, 1935, p. 46). En este tercer apartado, se girará en torno de algunas ideas eje observadas en el texto, tales como naturaleza, moral, costumbres, salvaje-civilización, religión, etc, se advertirá cierto desequilibrio fruto del tratamiento en profundidad del Suplemento… de Diderot, circunstancia que responde a las limitaciones mismas que presenta el texto de Bougainville dada su naturaleza descriptiva. Es Diderot quien así lo entiende cuando decía: Bougainville no explica nada, el atestigua el hecho… (Diderot, 1951, p. 995) Esta misma descripción, rica y abundante, que alimentaba e inspiraba a Diderot para gestar su obra, le proporcionó la posibilidad de liberar su imaginación a partir de una situación real. Este rasgo es el que diferencia su texto de las narraciones de viaje en sentido estricto. Si bien no puede definirse a su escrito como una utopía, la presencia de componentes salidos de su imaginación permiten comprobar, a través de los medios de acción que propone,

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la inclusión de estos últimos en el marco dado por las posibilidades presentes en su siglo. A lo sumo podría aceptarse que se adelantó a los postulados de los tiempos por venir. Bougainville en su relato idealizó la visión de las tahitianos: son bellos, fuertes, sin propiedad, sin jerarquías, viven en la abundancia pese a lo rudimentario de sus técnicas, en su sociedad predomina el amor y el goce de los placeres etc. Él retomó el mito del buen salvaje ya desarrollado en Francia por Ronsard y Montaigne, representación que nació y se fortaleció con la expansión ultramarina. El interés por el buen salvaje fue una marcha ancestral, en la búsqueda del Paraíso Perdido, que los viajeros en general relacionaron con las virtudes de los pueblos primitivos y el contacto con la naturaleza . Este estado “salvaje” fue percibido como ociosidad, sin escritura ni agricultura. Fue la “barbarie” el término usado por los europeos para calificar las costumbres que nos son extrañas. Algunos, como Bufón, rechazaron el estado salvaje, asimilándolo al animal, poniendo incluso su acento en las diferencias físicas, responsables en parte de las diferencias morales y culturales. Es Rousseau y sus cultores quienes recobraron de manera positiva la representación del “buen salvaje”. Se reactualiza así la noción del buen salvaje en oposición a la civilización, manifestándose dicha actitud en el marcado gusto por lo exótico. Bougainville mantuvo estas percepciones cuando sostenía: Me creía transportado al jardín del Edén […] por todas partes veíamos la hospitalidad, reposo, dulce alegría y todas las aspiraciones de la dicha (Bougainville, 1935, p. 27). Diderot, impresionado por la vida de los salvajes, en especial por sus costumbres sexuales, coincidió en remarcar la bondad de los naturales a los que califica también de sanos, bellos, no corrompidos y fiables. Se observa así el entusiasmo cultural de Diderot al considerar que las leyes de los hombres no pueden ser comprendidas sino en relación a la sociedad en la que se inscriben, rechazando como modelo de imposición universal a los patrones europeos “civilizados”. Del mismo testimonio de los viajeros él extrajo la confirmación sobre la imposibilidad de imponer reglas religiosas y morales que no reconozcan un contexto específico, Yo no dudo, la vida salvaje es simple, nuestras sociedades son máquinas complicadas, el tahitiano toca el origen del mundo y el europeo su vejez (Diderot, 1951,p. 998). Todorov considera muy fuerte en esta obra de Diderot, la influencia de Lahontan, repitiendo principios como el igualitarismo, el minimalismo y el principio naturalista, y ello le permite oponer a los tahitianos con los “civilizados europeos” (Todorov, 1951, p.314). Para Diderot la consideración de los usos y leyes europeas sólo pueden excitar y provocar la indignación y el desprecio de un ser en el que el sentido de la libertad es el más profundo de sus sentimientos (Diderot,1951, p.999). Sus reflexiones, que partían del registro de viaje de Bouganville, se relacionaban con sus ideas relativas a su sistema filosófico sobre el cual actuaban estados de ánimos y experiencias multiformes y variables a lo largo de su 198

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vida. Su teoría no resulta rígida a pesar de que se encuentran algunas preguntas recurrentes y constantes por ejemplo, preguntarse por el conocimiento en relación al lugar de las experiencias concretas, o bien, la tensión entre sentido y razón, las relaciones entre filosofía y psicología, sus preguntas sobre lo estético, sus obras morales, así como una amplia gama de cuestiones éticas atestiguadas por su abundante correspondencia en especial aquellas denominadas Lettres a Sophie Volland. En el suplemento subyace la idea de “nature” que sin cesar es ligada por el autor a las acciones morales y el cristianismo. La idea de naturaleza resulta así divinizada, en su concepción panteísta se mezcla ser y naturaleza, que le da a esta última el sentimiento humano y al ser la fuerza natural (Trahard Pierre, 1932, p. 145). Es un universo determinado implacablemente por leyes físicas, el determinismo materialista que algunos autores como Mornet marcan como contradictorio en Diderot, este se halla anclado en su oposición a la idea de libertad y moral humana. Él aspiraba a que esta última se fundiera sólidamente en un sentimiento puramente natural, lo que la convertía también en social (Mornet, 1941, p. 32). El Suplemento aspiraba a demostrar que se es más feliz si se sigue el llamado de las pasiones y del amor. Sólo ello ligaba a los hombres y podía hacerlos virtuosos. Los tahitianos al no conocer el pudor ni el adulterio pudieron modificar de un modo más libre sus relaciones. En el diálogo con el Anciano pueden advertirse muchos de estos elementos del pensamiento de Diderot: rostros sanos, felices […] seguros del instinto de la naturaleza […] el Tahitiano es tu hermano, los dos son hijos de la naturaleza […] nuestras costumbres son más sabias y honestas que las tuyas (Diderot, 1951, p. 1001) En otro pasaje puede observarse su postura cuando destaca el hábito tahitiano de reproducirse sin vergüenza a la luz del día, …Ellos comen para vivir y crecer, crecen para multiplicarse y no encuentran ni vicio ni vergüenza […] Se canta el himno que te exhorta a ser hombre, que exhorta a nuestra niña a ser mujer y a la mujer complaciente y voluptuosa (Diderot, 1951, p. 1002). Aquí planteaba las bondades de la naturaleza y reconocía a las pasiones no sólo como apetito carnal, sino como fundamento de la nueva moral que aspiraba desarrollar. La experiencia tahitiana le permitió así rechazar el conformismo de la religión y de la civilización, quedando según su concepción, en manos de la naturaleza la tarea de castigar los vicios físicos y el desorden de los placeres sexuales. En este sentido, puede observarse cómo el discurso de Diderot actualiza el debate Ilustrado en torno a las costumbres, la reflexión pormenorizada sobre éstas y su carácter variable a lo largo del tiempo y el espacio condujeron a los autores del siglo a indagarlas. Para la Enciclopedia las costumbres se podían definir como,

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acciones libres de los hombres, naturales o adquiridas, buenas o malas, susceptibles de regla y dirección. Su variedad en los diversos pueblos del mundo depende del clima, de la religión, de las leyes, del gobierno, de las necesidades, de la educación, de los modales y de los ejemplos (Soboul, Albert, 1988, p. 64). Esta búsqueda se orientaba a lograr la reforma de todos aquellos hábitos y costumbres considerados perjudiciales u oscuros, razón por la cual el viaje y el contacto con los otros mundos le proporcionó a los eruditos del siglo una ocasión de privilegio para abordar la tan ansiada reforma ilustrada de la sociedad. Este aspecto se presenta también, de manera clara, en el siguiente pasaje del relato de Bougainville donde se observa una descripción pormenorizada de una costumbre tahitiana en especial que le permite mostrar por un lado la variabilidad de aquellas sujetas a una relatividad manifiesta. Por ello se observará el acto de comparar las costumbres de los naturales con respecto a sus costumbres, sujetas a las pautas de la civilización, Todos los días nuestras gentes se paseaban por el país […] Se les invitaba a entrar a las casas […] la cortesía de los dueños de casa no se limitaba a una ligera colación: les ofrecían jovencitas. La casa se llenaba al instante de una curiosa multitud […] el suelo se cubría de follaje y de flores, y los músicos cantaban, a los acordes de la flauta, un himno de himeneo. Venus es aquí la diosa de la hospitalidad […] quedaban sorprendidos del embarazo que mostrábamos; nuestras costumbres han proscrito tal publicidad (Bougainville, 1935, p. 27). Aunque no está planteado de manera directa en el Suplemento puede decirse que Diderot aspirará a una moral que respete al otro. Busca canalizarla a través de la educación y del fortalecimiento de los hábitos que conduzcan a la piedad, la emulación virtuosa y la beneficencia (Mornet, p. 63). En el caso de Bouganville sus reflexiones son más acotadas, se limitan a expresar las imágenes que sobre la naturaleza y la vida de los naturales le devuelven sus sentidos, por ello Tahití es caracterizada como una isla embellecida con todos los dones de la naturaleza […] pacífica y exenta de ciudades (Bouganville, 1935, p. 35), Un pueblo numeroso goza allí de los tesoros que la naturaleza vierte a manos llenas sobre él (Bougainville, 1935, p. 27). De un modo claro remarcaba la sencillez de las costumbres, la hospitalidad, el gusto por el trabajo, en especial la agricultura. Para Bougainville el país estaba sembrado de árboles frutales plantados sin un orden aparente que sin embargo se asemeja a los Campos Elíseos (Bougainville, 1935, p. 41).

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En el escrito de Bougainville se observa, sin embargo, un interés por explicar el por qué de las actitudes de los naturales, por ello recurría a los argumentos que le brindaba la idea de la influencia del clima y del entorno geográfico, idea recurrente que cobra fuerza en el S. XVIII. Por influencia del “aire que respiran” los tahitianos desarrollaron, …la costumbre de vivir continuamente en el placer, esto da a los tahitianos una marcada inclinación por esta dulce diversión, hija del reposo y la alegría. Contraen así en su carácter una ligereza de que estábamos todos los días sorprendidos (Bougainville, 1935, p. 51). Una vez más la escritura de Diderot se muestra más abstracta y libre a la hora de catalogar los comportamientos y actitudes de los tahitianos, sobre todo si se la compara con la escritura de Bougainville. Un ejemplo privilegiado de esta circunstancia son los diálogos que Diderot escribe en torno al Monje y D’Orou, el tahitiano. A través de esta intervención se abordaron en la obra diversas cuestiones, sin embargo el interés de Diderot las centraba alrededor de la religión, del sexo y de los vínculos entre costumbre y civilización. En Diderot se observaban aquellas tres actitudes implícitas en la Ilustración representadas, según lo señala Julio Seoane Pinilla, por la indignación, la confección de propuestas y la actitud moralizante (S. Pinilla, 1999, p. 50). Con respecto a los “indignados” este autor dice que se rebelan contra la tradición religiosa, a la cual califican de supersticiosa e injusta. En este contexto sobreabundan reflexiones de Diderot en este campo, sobre todo cuando se dio el diálogo entre el tahitiano y el monje que rechazó el ofrecimiento sexual de la hija de aquél. Al respecto puede observarse en el siguiente pasaje una opinión sobre la religión en tanto uno de los límites que actúan sobre los hombres “civilizados”, Que su religión, su estado, las buenas costumbres y la honestidad no le permitían aceptar estos ofrecimientos (Diderot, 1935, p. 1006). Al respecto, D’Orou, el tahitiano, le responde, Yo no se que es la cosa que tu llamas religión […] que te impide gustar de un placer inocente el cual la naturaleza, soberana maestra, nos invita a todos […] Yo no se lo que es la cosa a la que tu llamas Estado, pues tu primer deber es ser hombre… (Diderot, 1935. p. 1006). Las razones que D’Orou objeta al monje son impenetrables, en líneas generales la religión aparecía como negativa por que le impedía al hombre realizarse como tal y gustar del placer que es una necesidad vital. Para el tahitiano un acto natural pasaba a convertirse así en pecado. Las buenas costumbres y la honestidad son prejuicios y falsedades porque condenan a la desaparición de la especie, Quién ordena que se viole la naturaleza, que se limiten los goces del individuo? Nada más insensato que la ley general de los seres se prohiba […] Vos habéis

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convertido la condición del hombre en peor que la del animal (Diderot, 1951, p. 1009). Todo ello conducía al tahitiano a preguntar por Dios, D’Orou: ¿tiene pies, manos, cabeza? Monje: No, está en todas partes, no se lo ve, ha dado nuestras leyes, ordena como debe ser honrado y distinguir entre el bien y el mal (Diderot, 1951, p. 1008). En la obra se cuestiona también a los sacerdotes y a los magistrados quienes por medio de sus órdenes y leyes corrompen las conciencias y los espíritus al alterar la inocencia y alejar a los hombres de su camino. Debe señalarse que el lenguaje atribuido al tahitiano es refinado, usa todos los argumentos de un hombre ilustrado. Esto contrasta con la descripción aproximada de Bougainville. Para algunos autores no puede sostenerse que el Suplemento sea una obra libertina “son obras sinceras que como basan las teorías fisiológicas de Diderot, lanzan el anatema que es parte de su juego. El amor emana de la naturaleza y es el universal deseo por el que el mundo se mueve al infinito (Thomas, 1938, p. 95). Diderot aprovechó la vida en todos sus sentidos y en el Suplemento se observa su postura por momentos pagana. Su concepción acerca de la muerte así lo manifiesta, renuncia a su concepción de la muerte al romper su lazo con la idea cristiana de Paraíso, por el contrario cree en la inmortalidad y en la gloria que instauran la sabiduría. Una vez más se observa un engrosamiento de la distancia que separa a los textos de Diderot y Bougainville, mientras el primero discurría sobre todas aquellas cuestiones filosóficas y morales que el encuentro con los tahitianos le generaba, Bougainville expresaba los límites concretos de su introspección cuando señala la imposibilidad de brindar luces sobre la religión de los tahitiano que evidencian algunas creencias, como el haber encontrado estatuas de madera, ídolos, a los que se le expresaba un culto, al igual que a los muertos. Para Bougainville estas creencias entraron en la categoría de supersticiones que en la sociedad tenían una “autoridad temible” (Bougainville, 1935, p. 49). Consideraba a su vez que los tahitianos creían en seres divinos, que podían ser bienhechores y maléficos, aunque sostuvo no haber visto sacrificios humanos. Para Diderot los tahitianos al estar inmersos en los dictados de la naturaleza se mostraron felices y prósperos, la religión no impidió el amor libre, la fecundidad era así estimulada, el embarazo honrado y comportamientos tales como el adulterio y el incesto no eran condenados. De allí que la población crezca fundando la riqueza del Estado. Ahora bien, ¿qué actitudes es necesario evitar? La coquetería, los celos, la fidelidad que molesta a la naturaleza, ¿qué es necesario condenar? ¿El pudor, las virtudes y los vicios que separan a los sexos? (Trahard, Pierre, 1932, p. 92). Sin embargo Diderot le reservaba al hombre acciones importantes rescatando su dignidad. No aceptó el planteo de Lamettrie ni el

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evolucionismo puro de Helvetius. El hombre sufre su destino pero colabora, a través de su pensamiento, en la construcción de su futuro, él es el que crea sus propios valores, él se pronuncia por el bien y el mal aunque esa categoría, en el mayor de los casos, esté reservada para los sabios (Thomas, Jean, 1938, p. 103). Como se ha observado la producción textual diferenciada de Diderot y Bougainville en torno al motivo del viaje tahitiano ha permitido constatar la centralidad del viaje en la experiencia intelectual definida por la Ilustración, por un lado, y las alternativas que acompañaron a la inacabada producción de imágenes que trataron de explicar el contacto de los europeos con los “otros mundos”, por el otro. En este sentido la noción de texto permitió constatar la operatividad de dos discursos distintos que sujetos a objetivos y pautas de producción propias, se presentan como indicadores privilegiados de las herramientas intelectuales a través de las que la Ilustración trató de inteligir el mundo y su devenir. Por ello el motivo del viaje en tanto experiencia de contacto cultural privilegiada muestra su potencial iluminados a través del viaje “real” e “imaginado” de Bougainville y Diderot, respectivamente. Bibliografía y fuentes: Bougainville, L.A.: Viaje alrededor del mundo Por la Fragata La Boudese y la Fusta La Estrella en 1767,1768 y 1769. Tomo II. Espasa Calpe. Brioist, Pascal: Espaces maritimes au XVlll siècle. Atlande 1997 Bs. As. 1935. Burke, Peter: Formas de historia cultural. Alianza. Madrid. 1998 Diderot, Denis: Oeuvres. Supplément au voyage de Bougainville…) Gallimard, París, 1951 Encyclopeadia Universalis: articles Recit de voyage et Reportage. Tome lll Encyclopédie ou Dictionnaire Raisonné Des Sciences Des Artes et de Métiers, par une societé de gens de Lettres. Troisiéme Edition. Impres. A. Livourne, dans l’ imprimerie de la societé. Paris. MDCCLXXll.Tome lll. Art. “climat”. Tome lll. Art.: ”voyage” de Jaucourt. T. XVll. Erchard, Jean: L’ideé de nature en France dans la première moitié du XVlll siècle. Albin Michel, 1994 Fernández, Bernard: These Doctoral: De l’education par le voyage en Orient.Imaginaires et expériences interculturelles vécues d’ occidentaux en Asia. Paris 8. Sept. 1999. Crise. Ferrone Vincenzo y Roche, Daniel (Eds.). Diccionario histórico de la Ilustración. Alianza. Madrid. 1998.

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Hafid, Martín: Voyage et connaisance au tournant des Lumiéres. Oxford. Fondation Voltaire. 1995. La Capra, Dominick: Repensar la historia y leer textos. En Palti, José Elías, Giro lingüístico e historia intelectual. Universidad Nacional de Quilmes. Bs As. 1998. Montalbbeti, Christine: Le voyage, le monde et la bibliotheques. PUF, Paris, 1997. Mornet, Daniel: Diderot: l’homme et l’oeuvre. Edit. Boivin et C. Paris.1941. Sahlins, Marshall: Islas de historia. Gedisa. Barcelona.1997. Soboul, Albert: La Enciclopedia, historia y textos. Crítica, Barcelona.1998. Thomas, Jean: L’Humanisme de Diderot. Edit. Belles Lettres. Paris.1938. Todorov, Tzvetan: Nosotros y los otros. Siglo XXl. Madrid.1991. Trahard, Jean: Les Maitres de la sensibilité française au XVlll siécle. 1715, 1789. Tome ll. Paris. 1932. Vovelle, Michel y otros: El hombre de la Ilustración. Alianza Editorial. Madrid. 1992.

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Hacia Roma...desde Roma: el viaje de Eneas Elisabeth Caballero

UBA

Abstract El término viaje recibe diversos sentidos que forman un espectro de connotaciones que incluyen la idea de desplazamiento en el espacio y el tiempo por extensión metafórica. A estas significaciones se agrega su uso literario, si el viaje es mediatizado por la escritura o las sucesivas lecturas. En tal sentido viajar, escribir y leer conforman una trilogía: viajar es escribir, escribir es viajar, viajar es leer y leer es viajar (cf. Dubois,Philip, “Le voyage et le livre, du voyageur publique” Arts et legendes d ‘espaces,1981). Las mencionadas relaciones presuponen que no hay viaje sin relato y que no hay relato de viaje sin invención que señale un recorrido correspondiente a la imagen de un sujeto (cf. Monteleone Jorge, El relato de viaje, 1998). Roma se construye en el relato y en la memoria, vive y se resemantiza en la literatura. La culminación de Roma, centro de poder, se cristaliza en la épica virgiliana y el viaje de Eneas que marca un principio que, hasta nuestros día es escrito y re-escrito sobre sus ruinas siempre humeantes (cf. Edwards Catherine Writing Rome.1996, Hardie Philip “The epic successors of Virgil, Cambridge 1993). Analizar las relaciones mencionadas en la literatura constituye el objetivo de esta ponencia. The term journey conveys various meanings which form a range of connotations including the idea of displacement throughout space and time, metaphorically speaking. If the journey is mediated by writing or successive readings, its literary use can be added. In this way, travelling, writing and reading are part of a trilogy: travelling is writing, writing is travelling, writing is reading and reading is travelling (cf.Dubois, Philip “Le voyage et le livre, du voyageur publique”Arts et legendes d‘espaces, 1981). These relations imply that there is no journey without a tale of a journey, and that there is no journey without an invention pointing out a path belonging to an individual’s image (cf. Monteleone Jorge, El relato de viaje, 1998). Rome is built within the tale and the memory, it lives and finds a new meaning in the literary system. The climax of Rome, centre of power, is jelled in Virgil’s epic and Aeneas’s journey setting a beginning that until now has been written and re-written on its embers (cf. Edwards Catherine Writing Rome.1996; Hardie Philip “The epic successors of Virgil, Cambridge 1993.), the aim of this paper is to analyze the relations mentioned in this literature. Texto El término viaje recibe diversos sentidos con un espectro de connotaciones que incluye la idea de desplazamiento en el espacio y, por extensión metafórica, en el tiempo. A estas dos significaciones se agrega su uso literario, si el viaje es mediatizado por la escritura o las sucesivas lecturas. En este último sentido viajar escribir y leer se presentan como una trilogía que abre un amplio campo de relaciones de diferentes articulaciones: viajar es escribir, escribir es viajar, viajar es leer o leer es viajar (Dubois, 1981:158). Dentro de estas relaciones se inscriben los relatos de viajes que la literatura de raíz indoeuropea nos ofrece y que configuran una unidad discursiva con la construcción del héroe en la poesía épica. Todo héroe 205

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encara aventuras y estas traen aparejadas una traslación espacial horizontal o vertical. En este último sentido el movimiento puede ser de ascenso o descenso o una combinación de ambos. Pero hay otra posibilidad de viaje que trasciende la obra literaria y su soporte,el libro como volumen: la apertura de un espacio y un tiempo más amplio, capaz de integrar el objeto libro dentro de una unidad más vasta, que permita un viaje más allá de un determinado libro, estableciendo relaciones intertextuales, que marquen la presencia de un texto en otro 1. Como señala Jorge Monteleone “el relato de viaje supone que nuestra visión de un espacio es una lectura que, a la vez, engendrará otro relato posible. Este enunciado, que parece tan abstracto, se da en la literatura de un modo bien definido (Monteleone,1998: 15) Podemos considerar otra propuesta de análisis: el desplazamiento de la ficción a la realidad que se produce junto la movilidad espacial y temporal, en la búsqueda material de la ficción o de la memoria remota, en la que se entremezclan la leyenda y la historia, el libro o la piedra como soportes de la escritura y lectura de un pasado permanentemente recreado. El viaje a Roma significó a lo largo del tiempo un reencuentro con la literatura, la historia, el mito y los orígenes. Evocada en poemas, novelas y pinturas; trasformada por el cine en cambiantes imágenes, fruto de percepciones diversas; manipulada por ideologías, creencias o regímenes políticos de toda índole, Roma permanece como un depósito de memorias ( Edwards, 1996:2). Sea la urbs aeterna 2,que refleja el mito augustal de la permanencia de Roma ( Hardie,1992:66),, sea la iniqua 3,o la noverca 4, Roma aspira a la eternidad y como tal es escrita y re-escrita. Una combinación de fuerzas centrípetas y centrífugas de permanente dinamismo gobierna los movimientos que llegan o parten desde Roma, ciudad, que en la leyenda y el mito fundacional tiene su origen en el viaje de Eneas, el héroe troyano protegido por los dioses y marcado para un glorioso destino, cuyos descendientes fundarán la urbs romana . El largo peregrinaje del héroe al que se suman las guerras con su saga de dolor y muerte se condensa en uno de los hexámetros proemiales de la Eneida: “Tantae molis erat Romanam condere gentem “! 5 (¡Tan grande era la empresa de fundar la nación romana!). Frente a la zozobra del viaje, la ciudad se vislumbra, en la épica virgiliana, firme y estable en la profecía de los dioses y en el símil que predica la virtus del héroe: Júpiter promete un imperium sine fine 6 y Eneas inmutable soporta, como una robusta encina 7, los embates del destino y los vientos. 1

Cf. (Dubois,1981:192) “En effet, le livre dans sa matérialité, le volume, n’est pas l’ultime seuil indépassable, de notre structructuration, la dernière borne au-delà de laquelle le voyage s’arrête. » 2 Aunque la idea de la permanencia de Roma y su poder es fundamental para la identidad del pueblo romano,la frase urbs aeterna es acuñada por primera vez por Tibulo 2,5,23:”Romulus aeternae nondum formaverat urbis”. 3 Juvenal 1,30-31. 4 Cf. Watson, 1995. En esta obra la autora estudia la función de la noverca en la literatura latina y analiza su importancia en Roma, al punto que la misma ciudad es vista como una madrastra nefasta. 5 Verg.A. 1.33. 6 Verg.A 1.279.

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Si bien Eneas figura en la épica homérica 8 y hay testimonios de una larga tradición anterior a Virgilio, es este poeta el que plasma la leyenda de Eneas y abre desde Roma un itinerario abierto a sucesivas lecturas y escrituras. La Eneida toma dos poemas de notable significado cultural: la Ilíada y la Odisea, y comienza una nueva tradición a partir de un acto de apropiación que pone la cultura y la literatura griega al servicio de Roma 9. Nos centraremos en la épica virgiliana y será nuestro objetivo señalar los viajes que se superponen en la obra, los que de algún modo se reiteran en la literatura post-virgiliana. Laeti ...passi ( alegres...sufrientes). El viaje hacia la pietas Entre los versos 34 al 207 del libro primero, se desarrolla un pasaje fundamental para la obra, que se abre con la presencia de las naves frente a las costas de Sicilia :” vela dabant laeti et spumas salis aere ruebant .“v.35 ( Alegres soltaban las velas y la espuma del mar con el bronce revolvían). Esta imagen es el preludio de la tormenta que se abatirá sobre los navegantes, causada por la ira divina de Juno; tormenta, que a su vez, se convertirá en un tópico de la literatura de viajes ( o sea un texto que se transcodifica a lo largo del tiempo en otros textos(Cf.Conte 1986,1991). Tras naufragar,los sobrevivientes reciben el aliento de su jefe en un discurso que propone la superación del presente mediante la ilusión de un recuerdo futuro : “O passi graviora... revocate animos maestumque timorem /mittite;forsan et haec olim meminisse iuvabit” vv. 199-203 ( Oh, sufrientes de lo más grave...recobrad el ánimo y alejad et triste temor, acaso algún día alegrará recordar también esto). l Esta prueba llevará al héroe a tomar conciencia de su peregrinaje hacia un destino de grandeza y a reconocer el laboriosos itinerario desde la destrucción de la patria a una nueva fundación: “Per varios casus, per tot discrimina rerum,/tendimus in Latium, sedes ubi fata quietas/ostendunt;illic fas regna resurgere Trojae./Durate, et vos met rebus servate secundis” .vv. 204 – 207. (Por varios azare,por tantos peligros de las cosas,nos dirigimos al Lacio, donde los hados muestran moradas pacíficas; es lícito que allí resurja el reino de Troya. Resistid y conservaos para los hechos felices). Asumida su misión, la reitera en su encuentro con Venus, su madre, atribuyéndose la pietas 10, virtud por excelencia romana: “Sum pius Aeneas, raptos qui ex 7

“Ac velut annoso validam cum robore quercum/Alpini Boreae nunc hinc nunc flatibus illinc/eruere inter se certant... (4.441-43). Mens immota manet, lacrimae volvuntur inanes”Verg.A.4.449.(Y como cuando a la robusta encina de añosa madera, Los vientos boreales alpinos ,ya de aquí , ya de allí, luchan entre sí para arrancarla con sus soplos...Su espíritu permanece inmutable, las lágrimas ruedan inútiles). 8 CF. Il.2.819,s, 5.166-275;431-480;512-518;541-572;...etc. 9 Cf.Hardie,1992:1-3 :”But it is already significant that two poems, rather than one,were selected as the pre-eminent monuments of the beginning of the tradition; the Odyssey is the successor to the Illiad in way that still absorb critical debate. The Aeneid is at one level a colosal exercise in definition, seeking to define The Rome epic as the new Weltgedicht through an act of appropriation or of literary imperialism, whereby the world of Greek culture and literature...is pressed into the service of the new age in Rome; the poem seeks also to define the limits of that new age both in politico-historical terms and more crudely by marking out the boundaries of Roman geographical expansion as coextensive with the limits of the human and even of the natural world”. 10 Cf. Hellegouarc’h, 1972:276-278. « ...ce qui caractérise la pietas c’est qu’elle s’applique essentiellement aux devoirs à l’égard des dieux et de la famille...Cependant la pietas joue dans le domaine politique un rôle également très important sous un autre forme. En effet, elle a été progressivement élevée du

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hoste penatis/classe veho mecum, fama super aethera notus;/ Italiam quaero patriam...”vv.378-379 (Soy el piadoso Eneas, el que llevo conmigo en la flota los Penates arrebatados al enemigo, conocido por su fama sobre el éter. Busco a italia, la patria...”). Al respecto recordemos que sólo la pietas le permitirá apoderarse de la rama dorada, requisito indispensable para su viaje de descenso al Hades y el encuentro con su padre que le revelará su destino y el de Roma. Cuando Eneas se autodefine como pius, afirma su identidad como héroe épico. Tal condición parece haberla comprendido Leopoldo Marechal cuando expresa reflexionando sobre la Epopeya: “ ...leyendo y releyendo las epopeyas clásicas, presentí que, bajo las apariencias de sus conflictos, quería manifestarse una “realización espiritual” o una “experiencia metafísica” de sus héroes. Luego supe que así era indudablemente: algunas, como la Ilíada, traducían esa realización espiritual mediante “el simbolismo de la guerra”; otras como la Odisea y la Eneida, lo hacían empleando el “ simbolismo del viaje”.Y así descubrí que, por encima de las “tres dimensiones” naturales en que se construye una epopeya, existe una “cuarta dimensión” sobrenatural o metafísica. La decisiva influencia de tales cavilaciones y propósitos grita más que habla en la estructura de Adán Buenosayres. Amén de ciertos elementos que son comunes a todas las epopeyas (lo cual está revelando la “unidad de intento” que las anima), es evidente que mi novela se desarrolla de acuerdo con el “simbolismo del viaje”, o del “errar” o del tormentoso “desplazamiento”, imagen viva de la existencia humana.( Marechal,1966:123-124.) El viaje de huida, el exilio y la muerte. No sólo Eneas se ve forzado a abandonar la patria. La reina Dido abandona los reinos tirios perseguida por el asesino de su marido y convertida en jefe (dux femina facti. 1,364) llega a las costa de Libia, funda Cartago y enamorada de Eneas, tras su abandono, elige la única via de salvación, el camino extremo, la muerte: “Ter revoluta toro est oculisque errantibus alto/ quaesivit caelo lucem ingemuitque reperta” 4.691-692 (Tres veces cayó hacia atrás en el lecho y con errantes ojos buscó la luz en el alto cielo y tras hallarla gimió). El verbo erro se destaca en el vocabulario, que denota la acción de desplazamiento espacial, sea en un viaje por tierra, figurado o metafórico 11.

plan strictement familial à celui de l’État, dans la mesure oú les dieux sont reconnus comme les protecteurs de Rome et les garant de sa puissance. Elle est alors lieé à la notion de patria ,celle-ci apparaissant comme la transposition sur le plan de l’État de l’organisation primitive des gentes; la pietas es due à la patria comme elle l’est aux parentes ». 11 El verbo erro, en el sentido de desplazamiento es reiterado en la obra: así en el canto cosmogónico de Jopas, en el libro primero, éste canta la errantem lunam 1.743; en el mismo libro Dido pide a Eneas que relate sus andanzas:”...”.erroresque tuos .Ñam te iam septima portat/ omnibus errantem terris et fluctibus aestas” 1.755-756. Interesante el sintagma que forma el hexámetro 739 del libro 2,en el que se junta el significado de equívoco del verbo, seguido por un vocablo, que denota la idea de camino :”Erravitne via, seu lassa resedit,/incertum” (Equivocó, acaso, el camino o fatigada se sentó. Es incierto.

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Dido a partir de la Eneida es leída, cantada y evocada en la imagen a través del tiempo. Cruza hacia América y en el Buenos Aires de principio del siglo XIX, continua llorando de amor en los versos endecasílabos de Juan Cruz Varela : “Y, al mirar, y al hablarme, yo bebía, Sedienta de agradarle, este veneno En que ya está mi sangre convertida, Y hará mi gloria o mi infortunio eternos” (Dido, Acto I, escena II ) El tema del exilio va unido al del viaje de huida en la obra virgiliana. Todo acto de escritura supone una construcción que hace patente el dolor del héroe que rememora la partida de su patria: “...ceciditque superbum/ Ilium et omnis humo fumat Neptunia Troia,/ diversa exsilia et desertas quarere terras/ auguriiis agimur divum...” 3.2-5 ( ...y cayó la soberbia Ilión y desde la tierra humea la Troya de Neptuno, fuimos guiados por los augurios de los dioses para buscar exilios diversos y desiertas tierras). El hecho del exilio ocasiona tensiones y contradicciones: entre el pasado y el presente, la exclusión y la inclusión, el aquí y el allí, y finalmente el yo y los otros. Estas tensiones implican la ruptura de la unidad del yo que se va a presentar como un ser desmembrado:” Feror exsul in altum cum sociis natoque, Penatibus et magnis dis” 3.11-12.(Me arrastro, desterrado hacia el profundo mar con mis compañeros y el hijo, los penates y los magnos dioses). En estas condiciones recorre vagando los inciertos confines del libro tercero .El exilio geográfico es simbolizado por la imagen del viaje y los elementos que constituyen los rasgos del viaje hacia el exilio son motivos de una larga tradición en la literatura griega y latina. Este tema va a lograr su plasmación en las Tristes y las Pónticas de Ovidio, las que como obra s de ficción manifiestan la tensión entre la realidad de la relegación del poeta y la percepción de dicha realidad en la construcción poética. 12 El exilio presenta siempre en la escritura una imagen obsesiva de la muerte que se cierne sobre el desterrado y si a esto se suma que la vida es vista como un camino a recorrer, la narración del libro tercero de la Eneida debía finalizar con la muerte. En efecto el padre Anchises muere, reconociendo en la muerte el final del camino: “Hic labor extremus, longarum haec meta viarum”3.714 (Este es el último esfuerzo, esta es la meta del largo camino).”Conticuit tandem factoque Hic fine quievit.” 3.718.( Calló finalmente y cumplido el final, descansó). Como en el caso de Dido la muerte señala el fin del andar. El viaje al Otro Mundo En las literaturas oriental y clásica se emplean todas las formas posibles de descripción del Otro Mundo. El viaje al cielo se encuentra en documentos de la India Oriental, hebreos y 12

Para este tema agradezco la colaboración de la Dr. Eleonora Tola, que me ha orientado per litteras en el tema del exilio, especialmente el ovidiano, estudiado y analizado largamente en sus artículos publicados e inéditos.

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clásicos; el cruce del mar se halla en las literaturas persa, egipcia y clásica; el río se encuentra en el mundo subterráneo de los griegos como de los latinos, y, junto con el puente, aparece en los persas y los musulmanes. La montaña es común a obras babilónicas, hindúes, hebreas y clásicas, con su tierra feliz o cielo o morada de los dioses en la cima,pero en algunas ocasiones, entre los babilonios, los hebreos y los griegos se halla en el interior de ella (1[1] Rollin Patch,1956:35.). En el libro VI de la Eneida, Eneas emprende acompañado por la Sibila el viaje de descenso al Hades, que comienza con el hexámetro tantas veces citado: “Ibant oscuri sola sub nocte per umbram “ 6. 268. La meta de Eneas es encontrar a su padre en los campos Elíseos tras recorrer las oscuras regiones del Averno. Finalmente llegan a destino: “devenere locos laetos et amoena virecta / fortunatorum nemorum sedesque beatas.”6.638-639. (llegaron a los lugares felices y a los prados amenos verdeantes de los bosques de los afortunados y a las sedes bienaventuradas).El encuentro con Anchises le permite conocer la revelación sobre el destino de las almas, discurso en el que se mezclan motivos tomados del platonismo, el estoicismo y el pitagorismo. Una vez que Eneas es iniciado en los secretos cósmicos, desfila l a proles dardania (vv.760 –886) en un pasaje conocido como el “fresco de los héroes”. En el centro de esta construcción aparece Roma y su imperio en la exhortación del padre: “Excudent alii spirantia mollius aera,/credo equidem /vivos ducent de marmore vultus;/orabunt causas melius, caelique meatus/describent radio et surgentia sidera dicent: /tu regere imperio populos, Romane, memento./ Hae tibi erunt artes, pacisque imponere morem,/Parcere subjectis et debellare superbos “6.847- 853. (Otros esculpirán palpitantes bronces más blandamente, creo por cierto, sacarán vivos rostros del mármol y defenderán mejor las causas y los caminos del cielo describirán con regla y explicarán los astros que surgen, tú romano, recuerda, de gobernar con tu poder los pueblos. Estas serán tus artes: imponer la costumbre de la paz, perdonar a los sometidos y domar a los soberbios). Este discurso resalta el convencimiento de los romanos de la época augustal de que estaban viviendo en el centro del universo, y con esta creencia situaban a Roma en el centro de un mundo abrazado por su poder. De este modo se agrega un sentido de deber casi religioso a la noción de dominación política 13 .Además este etnocentrismo cultural provee a los oradores y poetas el tópico de “ellos” y “nosotros”. Se construye así la identidad de un pueblo mediante la exclusión de lo diferente. La descripción del escudo de Eneas con su “enarrabile textum” ( 8.625) es la manifestación plástica de la mencionada construcción : “Illic res Italas Romanorumque triumphos/ haud vatum ignarus venturique incius aevi/fecerat ignipotens.(8 .626-628).(Allí los hechos ítalos y los triunfos de los romanos,no desconocedor de los vates y consciente de la edad venidera, había esculpido el Ignipotente.)

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Vasaly, 1993:137 y ss.

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Biografía y autobiografía del artista Poco después de llegar a las costas de Cartago, Eneas contempla en las paredes del templo, que Dido construye en honor a Juno, la historia de la guerra de Troya y exclama: “Quis iam locus, inquit Achate, quae regio in terris nostri non plena laboris? 1. 459-460 (¿qué lugar, dijo Acates, qué región en las tierras no está ya lleno de nuestros esfuerzos?) Las pinturas del templo de Dido es el primer relato en la Eneida de los acontecimientos de la guerra de Troya, los que serán narrados en el libro segundo. Lo notable es que el pasaje señala en primer lugar el profundo efecto que la visión de estas pinturas produce en Eneas (Vasaly, 1993:137 y ss.). El héroe ve en la piedra o lee en la piedra las luchas y más áún se reconoce a sí mismo entre los que luchan (1.466) videt Iliacas ex ordine pugnas. Se quoque pincipibus permixtum agnovit Achivis (1. 488). Una estrecha interrelación entre tiempo y espacio permite que Eneas se vuelva receptor de su propia biografía. La descripción de las pinturas constituyen un ejemplo de la habilidad de Virgilio para usar una técnica tradicional de la retórica, la ekphrasis o evidentia. Otro ejemplo es la recepción por Eneas de la autobiografía, que Dédalo, otro viajero, construye en las puertas del templo de Apolo. Es la única ocasión en la literatura antigua en la que un artista está descripto como constructor de su biografía espiritual o psíquica (Putnam, 1987:173-198). Una vez más tiempo y espacio convergen en un único recorrido: el de la narración del poeta. Conclusión Creemos haber mostrado la fusión que se presenta entre el viaje de Eneas y los movimientos hacia y desde Roma. Los viajes a Roma se reiteran en la ficción o en la realidad. A Roma acudieron artistas, políticos, generales y sacerdotes. La Roma de Goethe, Stendhal, Carducci, Sarmiento, Mujica Lainez, Pasolini, Fellini y tantos otros, está allí, firme como en el mito y el imaginario augustal, siempre leída y escrita. La Roma mediática del milenio y el último jubileo nos recibe desde Ostia Antica, por la misma ruta que en el 304 a. C, siguió la Magna Mater, con el cartel de una trattoria, cuyo nombre desafía el tiempo: Sbarco di Enea. Bibliografía CONTE, GIAN BIAGIO (1986) The Rhetoric of Imitation, Cornell Univesity New York CONTE, GIAN BIAGIO (1991) Generi e Lettori, Milano. DUBOIS, PHILIPPE (1981) « Le voyage et le livre » Arts et Legendes D’Espaces, Presses de L ‘Ecole Normale Superieure. EDWARDS CATHARINE (1996) Writing Rome, Cambridge University Press. HARDIE PHILIP (1993) The epic successors of Virgil, Cambridge Univesity Press. 211

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HARDIE PHILIP (1992) “Augustan Poets and the Mutability of Rome” Powell Anton (ed.) Roman Poetry and Propaganda in the age of Augustus, Bristol Classic Press HELLEGOUARC’H J. (1972) Le vocabulaire latin des relations et des partis politiques sous la Republique, París Les Belles Lettres. MARECHAL LEOPOLDO (1966) Cuaderno de Navegaciòn, Buenos Aires Editorial Sudamericana. MONTELEONE JORGE (1998) El Relato de Viaje, Buenos Aires Librería Editorial El Ateneo. PUTNAM MICHAEL C. J. (1987) “Daedalus, Virgil and the End of Art”, A.J.Ph. 108, 173-198 ROLLIN PATCH (1956) El otro mundo en la literatura medieval, Mèxico Fondo de Cultura Económica VASALY ANN (1993) Representations, University of California Press P. VERGILI MARONIS (1969) Opera. Recognovit brevique adnotatione critica instruxit. R.A.B. Mynors, Oxford. WATSON PATRICIA (1995) Ancient Stepmothers, E.J. Brill WILLIAMS R.D (1990) “The Pictures on Dido’s Temple”. Harrison S.J. (ed.) Oxford Readings in Vergil?s Aeneid, Oxford

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Santa Evita o el relato de un itinerario. El cuerpo muerto como metáfora y representación social Carolina Castillo

UNMdP

Abstract La presente comunicación se propone estudiar la novela Santa Evita (1995), de Tomás Eloy Martínez, con el objeto de profundizar, contextualizar y brindar nuevos aportes conceptuales para la comprensión de la manera en que interactúan la novelización del discurso histórico, el trabajo de investigación e interpretación de la historia y los préstamos y contaminaciones discursivas en juego, respecto de la puesta en escritura de una figura paradigmática del fenómeno político - cultural que se ha dado en llamar “peronismo”: la señora Eva Duarte de Perón. En este sentido, la idea de la novela como relato de los viajes de un cuerpo -inscripto por representaciones sociales y entramados ficcionales-, habla de una peregrinación física y metafórica que se traduce en proliferantes significaciones, algunas de ellas leídas como claves para el caso de la serie discursiva nacional. This paper analyses the novel Santa Evita (1995), in order to deepen, contextualice, and introduce new concepts to understand the way in which the fictional adaptation of the historical discourse, the research, the interpretation of history, the borrowings and discourse contamination are involved in relation with the political and cultural phenomena that is called “peronismo” and the putting on stage of its paradigmatic figure: Mrs. Eva Duarte de Perón. In this sense, the idea of the novel as the tales of the travels of a body- a body which is written on by social and fictional representations, and speaks about a pilgrim not only physical but also metaphorical that is translated in a multiplicity of meanings; some of them are read as clues for the case of national discourse series. Texto Evita era una enorme red que salía a cazar deseos como si la realidad fuera un campo de mariposas. Tomás Eloy Martínez. Santa Evita. La presente comunicación se propone estudiar la novela Santa Evita (1995), de Tomás Eloy Martínez, con el objeto de profundizar, contextualizar y brindar nuevos aportes conceptuales para la comprensión de la manera en que interactúan la novelización del discurso histórico, el trabajo de investigación e interpretación de la historia y los préstamos y contaminaciones discursivas en juego, respecto de la puesta en escritura de una figura paradigmática del fenómeno político - cultural que se ha dado en llamar “peronismo”: la señora Eva Duarte de Perón.

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En este sentido, la idea de la novela como relato de los viajes de un cuerpo -inscripto por representaciones sociales y entramados ficcionales-, habla de una peregrinación física y metafórica que se traduce en proliferantes y singulares significaciones, algunas de ellas leídas como claves para el caso de la serie discursiva nacional. Santa Evita establece un recorrido por la doble reflexión que sugiere el encuentro del discurso sobre la historia y la ficción, y de este modo la novela se construye sobre la convivencia de ambas. Renunciando a la posibilidad del encuentro con una verdad unívoca, y permitiéndose todas las modalidades posibles del verosímil, el relato se constituye como narrativa laberíntica en la que se combinan objetividad y subjetividad, con notable maestría. Se trata de dar cuenta de las múltiples aventuras y avatares padecidos por el cadáver de Eva Duarte de Perón, para acceder indirectamente a una suerte de radiografía de los años dorados del peronismo, como así también de los posteriores, aquellos coincidentes con la etapa de su ocaso. Santa Evita, o la novela del cuerpo muerto y multiplicado, se traduce en metáfora del cuerpo social. El relato se abre paso a través del recorrido que establece un itinerario productor de múltiples sentidos, y de este modo el cadáver embalsamado y nómade de Eva se presenta como pretexto para el devenir de la historia colectiva: Poco a poco Evita fue convirtiéndose en un relato que, antes de terminar, encendía otro. Dejó de ser lo que dijo y lo que hizo para ser lo que dicen que dijo y lo que dicen que hizo. Mientras su recuerdo se volvía cuerpo, y la gente desplegaba en ese cuerpo los pliegues de sus propios recuerdos, el cuerpo de Perón [...] se vaciaba de historia (Martínez, 1995: 21). Abierto al tejido de voces que configuran lo real, el texto se inmiscuye en los entretelones de la historia nacional, para construir oblicuamente el relato autobiográfico, para establecer la reescritura de otros textos -que se glosan, se insinúan o se amplifican-, y para realizar un análisis posible del enigmático y mítico fenómeno peronista. De este modo, la novela determina una instancia por la cual emerge la memoria colectiva, el saber popular, el imaginario social, y a partir de la cual el cadáver devela la metáfora del cuerpo estallado en discursos encontrados, en múltiples representaciones. La historia de la abanderada de los humildes se cruza con el relato a contrapelo de ciertas contiendas y desavenencias políticas y este, a su vez, persigue las señales del itinerario establecido por el cuerpo sin vida del mito épico, a través del entramado de los numerosos testimonios recabados. Los discursos orales de primera y segunda mano, constituyen en la novela la puesta en escritura de una suerte de polifonía bajtiniana. Los testimonios de la viuda del coronel Moori Koening (aquel que Rodolfo Walsh menciona en “Esa mujer”), de ciertos militares enigmáticos, del embalsamador español Pedro Ara, de la madre, el peluquero y las antiguas compañeras de trabajo de la difunta, entre otros, hacen de Santa Evita una novela coral. En este sentido, el autor se afana por reconstituir los discursos antagónicos producidos por el período abordado, asomándose a lo que Mario Vargas Llosa ha denominado “una biografía, un mural

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sociopolítico, un documento histórico, una fantasía histérica, una carcajada surrealista y un radioteatro tierno y conmovedor” 1. La novela presenta, bajo una estructura compleja, la historia de la vida de Evita, desde su nacimiento en Junín y sus orígenes bastardos, hasta su relación con el General y posterior ascenso al poder, para concluir con el relato de una agónica y gloriosa muerte. Por otra parte, expone el recorrido peripatético de un cuerpo venerado, embalsamado, mutilado, y profanado, así como el de sus múltiples réplicas, estableciendo de este modo un croquis determinado por las leyes ocultas del azar, mapa universal en el cual se registran refugios y camiones militares, buhardillas familiares, ambulancias, barcos, jardines, cárceles, cines, cementerios y edificios públicos, dentro y fuera del país, dentro y fuera del continente, dentro y fuera del espacio de “lo real”. La novela establece el relato de una vida y el relato de una muerte, los cuales se constituyen como las dos caras de una cinta de moebius, en tanto biografía de un personaje histórico que se presenta –parafraseando a Carlos Fuentes- como historia documentada y documentable, devuelta a su verdad verdadera: la ficción. 2 El cuerpo ultrajado y vejado, maniatado y hurtado, es la metáfora de múltiples representaciones sociales, es carne del imaginario colectivo, es el objeto de disputa que se nombra bajo la dicotomía sarmientina de civilización y barbarie. Es la materialidad que condensa el autoengaño nacional, el olvido o la falta de memoria, son los “cabecitas negras” y los militares asesinos, los sueños y fracasos de un proyecto de nación, que se supulta, se desaparece o se falsifica, según la ocasión. Es el cuerpo de Facundo Quiroga, sepultado de pie (como Eva en el cuento de Walsh, según versiones del coronel), es el rojo punzó del restaurador, unitarios y federales en El matadero, inmigrantes, fusilados, desterrados. Es la necrofilia nacional representada por aquello que Tomás Eloy Martínez consideró una suerte de “estigma histórico”, la metáfora de “la Argentina como una mujer embalsamada”, representando un cuerpo social que reivindica a sus cadáveres como “arma de negociación política” 3. La novela de la “santa”, es la metáfora de mil viajes por el itinerario infinito que determina la configuración de un país que oscila entre la miseria y la abundancia, entre el poder de la oligarquía y la irrupción de las masas, entre la corrupción de un ejército golpista y las aparentes pretensiones inagotables de un “estado de bienestar”. Es la representación del poder de la superstición, el misticismo, y la devoción, persiguiendo réplicas de réplicas por el mundo entero. La novela de la “santa”, es la puesta en relato de la historia de un cuerpo que sobrepasa a sus “presuntos propietarios”, que tiene una vida luego de la vida. Cuerpo que en el marco factual se construye como producto ficcional, y que en el espacio de la ficción se inscribe bajo 1

Véase el artículo de Vargas Llosa referido a la novela de Tomás Eloy Martínez, publicado poco tiempo después de la aparición de la misma, en: Suplemento “Cultura” del periódico La Nación, febrero de 1996. 2 En este sentido, debe tomarse en consideración el artículo “Santa Evita” de Carlos Fuentes (Ob.Cit. 1). 3 En marzo de 1999, Tomás Eloy Martínez concedió una entrevista al periódico La Tercera de Chile. Dicha nota se tituló: “La objetividad nunca existió”, y en ella el autor se refirió a la obsesión de los argentinos por sus muertos, al rol del autor en el periodismo de investigación y a las características de las novelas de este género anómalo, entre otras cosas.

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un tiempo y una realidad histórica. Cadáver que errante por el mundo deja al descubierto “la expresión fetichista de una situación política no resuelta (sobre todo a posteriori de 1955)”. El relato de los infortunios de los restos de Eva Perón, pone en evidencia la escurridiza realidad argentina de los años ‘50, realidad que una vez más pareciera rivalizar con la ficción. Razón por la cual, el acercamiento fáctico y supuestamente objetivo del autor/periodista, se complejiza en el proceso de desciframiento de lo real, en tanto y en cuanto la puesta en escritura de los hechos señala el procedimiento de montaje y construcción del relato. En este sentido, la novela se presenta dejando entrever un trabajo discursivo que pretende ir más allá de la mera reproducción objetiva e imparcial de los hechos históricos, desde la presencia sistemática de anacronismos, a partir del retorno laberíntico y obsesivo de ciertos episodios significativos -que en la repetición producen un nuevo sentido-, así como a través de los recortes e interpretaciones que se establecen en función de los sucesos acaecidos. Desde el cuerpo puede reconstruirse una biografía, la vida de una mujer paradigmática en la historia política argentina. A partir de ese mismo cuerpo -signo y síntoma de un entramado complejo- puede determinarse el recorrido de aquel cadáver embalsamado que sufrió el calvario de un dilatado peregrinaje hasta ser definitivamente sepultado. En estos dos sentidos, el cuerpo nos permite establecer una aproximación a lo que se constituiría en una suerte de tercera historia: la de las intrigas y locuras del poder perpetradas entre bambalinas, la de las devociones, emociones y rechazos desatados en el ámbito de la cultura nacional con relación a la figura de Evita, la de la eterna contienda entre peronistas y antiperonistas, la de la creciente participación pública de las mujeres y el advenimiento de las masas al poder. En un sentido estrictamente espacial, el recorrido del cuerpo sin vida de “esa mujer” nos lleva a lugares que van desde el despacho del Jefe del Servicio de Inteligencia del Ejército, en la República Argentina, hasta la ciudad de Milán. Ahora bien, en un sentido metafórico, el cuerpo establece un itinerario que atraviesa el mito colectivo, recreando una serie de microrrelatos que ponen de manifiesto las distintas facetas de una intrincada realidad. Retomando a los antecesores o estableciendo una genealogía, el cuerpo en la novela de Eloy Martínez es el de la “puta ladina”, aquel del que “Chiche” se apropia sexualmente en un hotel del bajo, según el relato “Evita vive” de Néstor Perlongher. Es también el cuerpo en el que Roberto Arlt prueba su invento, las medias de goma, aprovechando el idilio con la estrella de la radiofonía, en la novela de Guillermo Saccomanno. El cuerpo itinerante de Santa Evita es “el cadáver de la nación” 4, la “Señora” y la “yegua” en “La Señora Muerta”, de David Viñas; como también es “El simulacro” de la muñeca de pelo rubio velada dentro de una caja de cartón, en un pueblito del Chaco (Jorge Luis Borges). El cuerpo con vida, el cuerpo sin vida, son artefactos productores de sentido, surgidos del mismo universo opresivo que Julio Cortázar describe alegóricamente hacia 1951, a partir de “Casa Tomada”. El cuerpo de la “santa” es aquel que se resignifica, desde un lugar estrictamente político, en el recorrido que va desde el período de la Revolución Libertadora del ´55 hasta el fusilamiento de Aramburu, en manos de líderes montoneros como Mario Firmenich y Norma 4

Nos referimos al título del poema de Néstor Perlongher.

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Arrostito, entrada la década del setenta. Cuerpo mutilado homologable a la idea del “pueblo mutilado”, según la lectura simbólica que los militantes peronistas de marras hacen a partir del robo y desaparición del cadáver de “la compañera Evita”. La metáfora del cadáver de Eva Perón como “cuerpo social”, permite al autor plantear determinados interrogantes en torno a ciertas constantes de la vida política nacional, conduciéndonos a una profunda indagación por el imaginario argentino. Señala Eloy Martínez, en una entrevista concedida a Noticias, a mediados de la década del noventa –con motivo de la publicación de Santa Evita-: El cadáver de Evita es el primer desaparecido de la historia argentina. Durante 15 años nadie supo en dónde estaba. El drama fue tan grande que su madre (Juana Ibarguren) clamaba de despacho en despacho pidiendo que se la devolvieran. Y murió en 1970 sin poder averiguar nada. No sabía -nadie o casi nadie lo sabía- si la habían incinerado, si la habían fondeado en el fondo del Río de la Plata. Si la habían enterrado en Europa... A diferencia de los cadáveres desaparecidos durante la última dictadura, que ruegan por ser enterrados, el cadáver de Evita pide ser ofrecido a la veneración. 5 Precisamente esos quince años de viaje y extravío del cuerpo, que nos retrotraen a la historia del ya conocido destino de los restos de Lavalle, brindan al autor la posibilidad de delinear un trayecto que atraviese las raíces más profundas de una violencia siempre latente. Como en el Facundo, Eloy Martínez pareciera invocar la atmósfera pasional que rodeó los años del peronismo, alzando su voz hacia la “santa” como Domingo Faustino hacia el caudillo: “¡...voy a evocarte para que, sacudiendo el ensangrentado polvo que cubre tus cenizas, te levantes a explicarnos la vida secreta, las convulsiones internas que desgarran las entrañas de un noble pueblo!” (Sarmiento, 1963: 45). Como una suerte de cuerpo que nunca acaba de morir, “esa mujer” es traída de los tiempos oscuros de la noche sin noche, en busca de respuestas y certezas en lo que hace a la suerte corrida por sus restos y al destino estigmatizado de una nación. Según sostienen Kohan y Cortés Rocca: Eva Perón es una de las figuras inmortales de la cultura argentina. Esa inmortalidad se constituye a través de diversos mecanismos que entrecruzan, sobre el cuerpo, los signos de la vida y los signos de la muerte. El hecho mismo de morir se resignifica, y en lugar de ser un pasaje de la vida a la muerte, se convierte en un pasaje de la vida a la inmortalidad, es decir, un pasaje a una forma de lo vital intensificada y definitiva (Cortés Rocca y Kohan, 1998: 58). En lo que hace al concepto de “inmortalidad”, adjudicado a la “santa” desde el instante mismo en el que ésta atraviesa el pasaje de la vida hacia la muerte (comunicándose al pueblo argentino, por cadena nacional, que siendo las 20:25 del día 26 de julio de 1952: “Evita entró en la inmortalidad”), se entiende que los actos producidos en vida por la difunta son lo 5

Entrevista realizada por Miguel Wiñazki a Tomás Eloy Martínez, para el semanario Noticias. Julio de

1995.

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suficientemente significativos como para que su fama o memoria se prolonguen en un tiempo y espacio indefinido. Se trata de una inmortalidad que puede leerse como recuerdo vívido fuertemente inscripto en el imaginario colectivo. Aunque, simultáneamente, se refiere al procedimiento material efectuado sobre el cuerpo embalsamado y multiplicado, así como a la puesta en escritura o a las múltiples representaciones que de ese cuerpo singular se han realizado, en tanto objeto cultural altamente cargado de valores simbólicos. En ambos sentidos, la inmortalidad se imprime sobre el cuerpo de “Santa Evita”, haciendo perdurables las muchas obsesiones que el nombre de Eva Perón ha desatado a lo largo de los años. Con el secuestro del cadáver, se produce un corte, una irrupción en el proceso de preservación de la figura santificada. Los restos son sacados del país, y enviados al extranjero, del mismo modo que Perón es arrojado al exilio. Comienza entonces el peregrinaje del cadáver de la ex primera dama, amada y odiada en desmesura, abriéndose una segunda etapa en la construcción del mito. Un croquis de escondites exóticos, poblados por flores y velas que la veneran, determina el recorrido del calvario; y en el desplazamiento por este camino azaroso, el cuerpo de la muerta joven -figura emblemática tanto para peronistas como para antiperonistas- se ve atravesado por múltiples discursos. Por una parte, los de aquellos que la consideraron la “madre celestial de la patria”, la “abanderada de los trabajadores”, la “militante revolucionaria”. Por otra, los de quienes se apropiaron impunemente de su cuerpo, prodigándole una larga estadía fuera del país, por considerarla –en vida y aún con mayor vehemencia luego de su muerte- el “peor residuo de la barbarie” o, como señala Marysa Navarro: “la ambiciosa parvenue que utilizó el poder para satisfacer su insaciable sed de revancha” (Navarro, 1995: 149). Durante el gobierno del general Aramburu, el cadáver de la carismática líder peronista fue retirado del edificio de la Confederación General del Trabajo -en Buenos Aires- para ser trasladado secretamente a Bruselas y luego a Bonn, donde fue ocultado en el edificio de la embajada. Simultáneamente, se confeccionaron una serie de féretros idénticos al original, los cuales fueron dispersados por el continente. Por último, hacia 1956, los auténticos restos fueron trasladados a Roma, para concluir su macabro viaje en el cementerio Mussocco, de la ciudad de Milán. Allí, fueron depositados bajo el nombre apócrifo de Mana Maggi de Magistris y permanecieron ocultos durante más de una década. En los años setenta, y bajo las órdenes del general Lanusse, el cadáver de Eva fue devuelto a general Perón, realizando un nuevo itinerario que lo llevó desde Milán a Perpignan -Francia-, para llegar finalmente a Madrid, días más tarde. De este modo, el cuerpo de la muerta joven que hacia mediados de la década del cincuenta se constituyó -para los más férreos opositores del peronismo- en la amenaza latente de un posible resurgimiento político del movimiento, concluía el despiadado periplo que le había sido impuesto. Restaba la repatriación de los restos que, por orden de la señora María Estela Martínez de Perón, se produjo durante el período de su presidencia. Derrocada ésta por la Junta Militar en marzo de 1976, el cuerpo es llevado nuevamente a un depósito de donde será retirado seis meses más tarde para ser sepultado definitivamente en una tumba del cementerio de Recoleta, a cuatro metros y medio de profundidad.

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El cadáver de Eva Perón, de la "mártir del trabajo, única e imperecedera en el movimiento obrero de la patria", como fue proclamada por los miembros de la CGT la misma noche de su muerte, se constituyó en objeto incorruptible e hiperrealista, en puro artificio, en “atajo” para la constitución del mito -sostuvo Perlongher- 6. En este sentido, el tratamiento del cuerpo viajero en la novela de Eloy Martínez, nos presenta en otro registro aquello que tan bien supo mostrar Copi a través de la obra teatral Eva Perón, estrenada en París en marzo de 1970 (cuando todavía el fantasma de la “santa” recorría la Argentina): el devenir de un “cadáver maquillado que en su ausencia afirma la muerte como signo activo de una acción vital” 7. Pues, podremos decir entonces que Santa Evita representa la puesta en escritura de las memorias, resistencias y utopías surgidas al calor de una inmortalidad folletinesca, a partir de la cual se escenificaron triunfos, reivindicaciones y polémicas, en tanto se ejecutaron las más siniestras y perversas conjuras. Bibliografía BORGES, Jorge Luis. “El simulacro”, en: El Hacedor, Madrid: Alianza, 1972. CORTÁZAR, Julio. “Casa tomada”, en: Bestiario, Buenos Aires: Sudamericana, 1951. CORTÉS ROCCA, Paola y Martín Kohan. Imágenes de vida, relatos de muerte. Eva Perón: cuerpo y política, Rosario: Beatriz Viterbo, 1998. ECHEVERRÍA, Esteban. El matadero, Bogotá: Norma, 1990. FIRMENICH, Mario y Norma Arrostito. “Cómo murió Aramburu”, en: La Causa Peronista, Año 1, Nº9, septiembre de 1974. FUENTES, Carlos. “Santa Evita”, en: Suplemento “Cultura” de La Nación, febrero de 1996. MARTÍNEZ, Tomás Eloy. Santa Evita, Buenos Aires: Planeta, 1995. MARTÍNEZ, Tomás Eloy. “La objetividad nunca existió”, en: Suplemento “Cultura” de La Tercera, Chile, marzo de 1999. Monteleone, Jorge. “Ser Evita (Lectura de Eva Perón, de Copi)”, en: Punto de vista on line, junio-julio 2002 (www.bazaramericano.com). NAVARRO, Marysa. “Evita y la crisis del 17 de Octubre de 1945: un ejemplo de la mitología peronista y antiperonista”, en: TORRE, Juan Carlos. El 17 de Octubre de 1945, Buenos Aires: Ariel, 1995. PERLONGHER, Néstor. “El cadáver de la nación”, en: Alambres, Buenos Aires: Último Reino, 1989.

6

Me refiero en este caso a cierta hipótesis de Néstor Perlonguer (esbozada en su obra Prosa plebeya, p. 202) que luego es retomada por Jorge Monteleone, en el artículo “Ser Evita (Lectura de Eva Perón, de Copi)”. 7 Ver artículo de Jorge Monteleone, en revista Punto de Vista de junio-julio de 2002.

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PERLONGHER, Néstor. “Evita vive”, en: Prosas profanas, Buenos Aires: Colihue, 1997. PERLONGHER, Néstor. Prosa plebeya, Buenos Aires: Colihue, 1997. RODRÍGUEZ, José Manuel. “Evita: el nunca acabado mito argentino”, en: Matices, Nro.10, verano de 1996 (www.matices.de). SACCOMANNO, Guillermo. Roberto y Eva, Buenos Aires: Legasa, 1989. SARMIENTO, Domingo Faustino. Facundo, Buenos Aires: Losada, 1963. VARGAS LLOSA, Mario. “Los placeres de la necrofilia”, en: Suplemento “Cultura” de La Nación, febrero de 1996. VIÑAS, David. “La Señora Muerta”, en: Las malas costumbres, Buenos Aires: Jamcana, 1963. WIÑAZKI, Miguel. “Fantasma Sacro”, en: Noticias, julio de 1995. WALSH. Rodolfo. “Esa mujer”, en: Los oficios terrestres, Buenos Aires: Ediciones de la Flor, 1986.

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Kafka y el viaje Sergio Cueto

UNR – CIUNR

Abstract A pesar de haber viajado bastante, hasta el punto de merecer un lugar en los libros antológicos sobre el tema, Kafka considera en su obra no sólo inútil, perjudicial e ilusorio, sino aun imposible viajar. Sin embargo, una vez que se ha liberado al viaje de sus razones o móviles, de sus medios o instrumentos, de sus fines o metas, queda todavía un cierto viaje, tal vez el viaje puro, el viaje infinito de la infancia y el juego y el viaje inmóvil de los chinos y la sabiduría. Estudiar este lugar de la obra kafkiana, en el que se articulan sus motivos mayores, lo que propone el presente trabajo. Texto Kafka no sólo ha viajado relativamente mucho (recordemos, apenas, Lugano, Weimar, París, Viena, Riva, el Báltico, por supuesto Berlín) (Wagenbach, 1981) sino que ha llevado diarios de viaje (Kafka, 1978: 411 ss.), hasta el punto de merecer un sitio en las antologías del género (Monteleone, 1998), y aun ha reflexionado acerca de los viajes, particularmente acerca de cambio de perspectiva, de forma y de carácter que el cambio del medio de transporte impone a las observaciones de viaje y al viaje mismo (Kafka, 1978: 48) 1. Sin embargo, y sin mencionar que los viajes disminuyen con el curso de su vida, Kafka demuestra una extrema desconfianza respecto del viaje. Viajar, dice, es inútil, es más, resulta finalmente perjudicial para el viajero. Así le escribe a Felice: “No debería uno salir de viaje a ningún precio" (Kafka, 1977: 126). Y en otra carta del mismo año (1912): “Por otro lado, no recuerdo haber salido nunca de viaje en Navidad; rodar hacia un lugar cualquiera para rodar de regreso un día más tarde, la inutilidad de una empresa semejante me ha parecido siempre abrumadora" (Kafka, 1977: 131). El que viaja no regresa más crecido. Viajar es convertirse en una bola que rueda de ida y de vuelta sin sentido, es entregarse a la inercia, abandonarse, pero es precisamente este abandono lo que para Kaflka resulta temible: no solamente al estar de regreso, con todo el viaje a cuestas, sino aun antes de partir, cuando los preparativos urgen al viajero, la inutilidad del viaje lo torna abrumador. Viajar es en consecuencia perjudicial: distrae al viajero de sí mismo, lo incomoda, lo inquieta. Es la razón de esa inquietud agobiante, de ese abatimiento sin sosiego de que da cuenta Kafka. Pero el viaje no sólo es inútil, no sólo es perjudicial, lo es en cuanto es finalmente ilusorio, imaginario, puesto que en última instancia es imposible. Viajar es imposible. Kafka lo dice en un relato breve titulado “El pueblo más cercano”: “Mi abuelo solía decir: -La vida es asombrosamente corta. Ahora, al recordarla, se me aparece tan condensada, que por ejemplo casi no comprendo cómo un joven puede tomar la decisión de ir a caballo hasta el pueblo más cercano, sin temer ‑y descontando por supuesto la mala suerte‑ que aun el lapso de una vida normal y feliz no alcance ni para empezar semejante viaje" (Kafka, 1952: 89). El viaje resulta imposible porque consiste en recorrer una distancia infinita en un tiempo finito. Dice Kafka: “El camino no tiene fin, no se puede quitar ni agregar nada" 1

La referencia a los viajes de Goethe en diligencia y su consecuente visión pastoral frente al actual viaje en ferrocarril y su visión momentánea, repentina y violenta.

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(Kafka, 1975: 25). Si el camino es infinito, si el viaje es interminable, si la meta es inasequible, ¿para qué partir? Partir es ya un error. El viaje no es más que el extravío ilimitado en la ausencia de caminos, el error del desierto. Siempre es así en Kafka. Recordemos, para citar tan sólo un ejemplo, el viaje, o mejor, los dos viajes del médico rural, que respondiendo al falso llamado de la campanilla nocturna sale de apuro a visitar a su paciente en medio de una tormenta de nieve: "iArre! ‑grita él; y da una palmada; el coche parte arrastrado como una madera en el torrente; ­todavía tengo tiempo de oír el ruido de la puerta de mi casa que cae hecha pedazos bajo los embates del mozo, luego mis ojos y mis oídos se hunden en el remolino de la tormenta que confunde uniformemente todos mis sentidos. Pero esto sólo dura un instante; en efecto, como si frente a mi puerta se encontrara la puerta de mi paciente, ya estoy allí; los caballos se detienen; la nevada ha cesado..."; y después todo se demora en un regreso indefinido: "‑¡Al galope! ‑grité, pero nada de galope; despacio, como viejos, nos arrastrábamos por los desiertos de nieve (...) Desnudo, expuesto a la helada de esta época desdichada, con un coche terreno y caballos ultraterrenos, vago por los campos, yo, un anciano" (Kafka, 1952: 68 ss.). El primer viaje, el viaje velocísimo, indica tan sólo la rapidez de la perdición; el segundo, el viaje lentísimo, señala la perpetuidad del error, lo ilimitado del extravío. El primero es la distracción del segundo, el segundo es la minuciosidad del primero. De todos modos, en cuanto el camino es infinito, en cuanto la meta es inalcanzable o desconocida o aun idéntica a la partida misma del viajero ("Salir de aquí, ésa es mi meta", dice Kafka (Kafka, 1973: 101), el viaje no puede consistir sino en un solo momento perpetuo, un movimiento inmóvil. Beda Allemann ha estudiado detenidamente este rasgo de la temporalidad y la espacialidad kafkianas (Allemann, 1977: 85 ss.). Digamos tan sólo que este motivo articula el devenir inmóvil, la agitación sin progreso propios de lo que llamamos la desgracia, con la quietud desbordante, la calma inconmovible en medio del devenir, propias de lo que sólo cabe llamar las alegrías. De allí que el texto ejemplar, ineludible (el que Allemann también cita y comenta), sea aquí un texto fundamentalmente humorístico, el del viaje del zar y su correo y el paisaje todo del imperio: "Un jinete cabalgaba por un sendero en medio del bosque, delante de él trotaba un perro. A sus espaldas avanzaban algunos patos azuzados por una muchachita armada con una varita. Si bien todos, desde el perro a la cabeza hasta la muchachita que cerraba el cortejo avanzaban con la mayor celeridad posible la marcha no era tan veloz y todos podían mantener el paso de los demás. Por lo demás, también se movían a ambos lados los árboles del bosque, con cierta renuencia, cansados de viejos árboles que eran. Detrás de la muchacha se puso un joven atleta, un nadador, que nadaba con fuertes brazadas, la cabeza sumergida en el agua porque el agua lo rodeaba por todas partes toda encrespada en olas, y a medida que él nadaba el agua lo acompañaba; venía después un carpintero que debía entregar una mesa, y la llevaba a la espalda, sosteniendo las dos patas de adelante con las manos; a éste lo seguía el correo del zar, muy fastidiado por encontrar tanta gente en medio del bosque: no hacía más que estirar el cuello para ver cómo andaban las cosas en la cabeza de la fila y por qué se marchaba con tan irritante lentitud, pero tenía que ponerse al tanto, hubiera podido pasar al carpintero que lo precedía, ¿pero cómo podría cruzar el agua que rodeaba al nadador? Detrás del correo, cosa extraña, venía el zar en persona: hombre aún joven, de barbita rubia y cara delicada pero redondita que expresaba la alegría de

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vivir. Aquí aparecían las desventajas de un imperio tan desmesurado: el zar no conocía a su propio correo, el correo no conocía a su propio zar, el zar estaba dando un paseo por ejercicio y avanzaba con no menos prisa que el propio correo, así que hubiera podido llevar él mismo sus mensajes" (Kafka, 1975: 214‑5). Más allá del motivo tan frecuente del mensaje que no llega a destino (Kafka, 1952: 89‑90), lo que nos interesa destacar en ese texto es no sólo el inútil afán de los viajeros, el incumplimiento o aun el borramiento del fin, la alegría del medio en su pureza de medio, la desenvoltura última del paseo, sino también la variada monotonía del viaje. Kafka lo dice en una nota de sus diarios de viaje: "Es una irresponsabilidad viajar sin tomar notas, hasta vivir sin tomar notas. Se vuelve imposible la sensación mortal del monótono transcurso de los días" (Kafka, 1978: 432). Tras la distraída diversidad de paisajes, costumbres y caracteres, tras el comienzo inédito y promisorio de cada mañana, en ellos mismos, como su verdad indiferente, que sólo se descubre a quien sabe tomar nota, es decir atender con la escritura, está la monotonía, la lisura ilimitada y el movimiento inmóvil del desierto. Es lo que expresa el arte de Titorelli, el pintor de la justicia (Kafka, 1982: 114 ss.). Titorelli pinta una y otra vez el mismo paisaje desnudo, como si no hubiese otra cosa que pintar y sin embargo ese vacío fuese inagotable. Se diría que son los recuerdos del viajero. Pero Titorelli no viaja, casi no sale de su cuarto. ¿Para qué? ¿Para descubrir el mismo desierto por doquier? El arte de Títorelli y la estancia en el propio cuarto nos llevan al carácter oriental, estrictamente chino de Kafka, ya señalado por Benjamin y por Canetti (Benjamin, 1870: 102 ss.; Canetti, 1981: 189). Recordemos aquí tan sólo dos fragmentos ejemplares. El primero pertenece a Chuang Tzu, y refiere la enseñanza que Lao Tzu recibió acerca de los viajes en su juventud. A Lao Tzu le gustaba viajar, decía, por el placer de contemplar la variedad y el cambio. Pero el sabio Hu‑Ch'eng Tzu le mostró que aquél que mira lo que cambia no se da cuenta de sus propios cambios, que "el arte de ver los cambios es también el arte de quedarse inmóvil", que la forma más perfecta del viaje es la del viajero cuya mirada se dirige hacia su propio ser y encuentra en él mismo todo lo que busca. Cuando Lao Tzu comprendió el significado real del viaje, dejó de salir. Al cabo del tiempo, Hu‑Ch'eng Tzu lo visitó y le dijo: "¡Ahora sí puedes convertirte en un verdadero viajero! El gran viajero no sabe adónde va; el que de verdad contempla, ignora lo que ve. Sus viajes no lo llevan a una parte de la creación y luego a otra; sus ojos no miran un objeto y después otro; todo lo ve junto. A esto es a lo que llamo contemplación (Paz, 1997: 43‑4). El segundo fragmento pertenece al mismo Lao Tzu (Lao Zi o Lao Tsé, según la transliteracíón) y figura en el Libro del Tao: "Sin salir de tu propia casa, / puedes conocer el mundo. / Sin mirar por la ventana, / puedes conocer el dao del cielo. / Cuanto más lejos vayas, / más menguado será tu saber. / Por eso el sabio conoce sin viajar, / distingue sin mirar, / realiza su obra sin actuar” (Lao Zi, 1997: 21). Ahora citemos a Kafka. Se trata de una nota de los Cuadernos en octavo: “No es necesario que salgas de casa. Quédate a tu mesa y escucha. Ni siquiera escuches, espera solamente. Ni siquiera esperes, quédate completamente solo y en silencio. El mundo llegará a ti para hacerse desenmascarar, no puede dejar de hacerlo, se prosternará extático a tus pies" (Kafka, 1975: 33). Se dirá que es preciso recordar también ante este fragmento aquel dictum de Pascal que afirma que todos los males del hombre provienen de su incapacidad para quedarse

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tranquilamente sentado en su casa (Pascal, 1971­: 126). Sin duda, y muchas otras citas de Kafka tenderían a probarlo. Sería preciso inclusive remitirse a los motivos de la paciencia y la espera kafkianas, a su debate con la impaciencia, a la que consideraba el único pecado capital del hombre (Kafka, 1975: 22). Sin embargo todo ello no disminuye en nada la proximidad de Kafka con el pensamiento chino, relación que exigiría otro estudio. Respecto de los fragmentos citados señalemos tan sólo el desdén por el viaje como fuente de experiencias o, más fundamentalmente, por la experiencia como origen del conocimiento y del conocimiento como origen de la sabiduría. Hay que quedarse en casa, rehusarse a salir de viaje. Pero lo que en esta inmovilidad tiene lugar parece ser todavía algo así como un viajar, un viaje quieto y esencial, como si sólo en la inmovilidad se alcanzase la esencia del viaje. En Kafka la negativa a salir procede de su tarea como escritor. La situación o el pensamiento de Kafka parece moverse aquí en un círculo. En efecto, viajar resulta imposible, por lo tanto sólo hay que quedarse, y el único sitio que queda, sitio por lo demás inestable e insostenible, es el escritorio. Sin embargo, lo propiamente indispensable es escribir, es por eso que el único recurso del escritor es aferrarse al escritorio, negarse a abandonarlo bajo ninguna circunstancia, renunciar a viajar. Es lo que muestra el siguiente pasaje de una carta a Max Brod: "Ayer escribí a Oskar (Baum), y aunque aludí a mi temor, confirmé mi llegada. Todavía no he enviado la carta, pues entretanto se hizo de noche. Quizás aguarde todavía una noche más; si no lo resisto, me vería obligado a renunciar al viaje. Con ello quedaría definitivamente decidido que ya no podré salir de Bohemia, en un paso siguiente quedaré limitado a Praga, luego a mi cuarto, después a mi cama, a continuación a determinada postura, y por último a nada. Quizás pueda renunciar entonces voluntariamente a la felicidad de escribir; la voluntariedad y la alegría son lo que importa. Para acentuar literaríamente toda esta historia ‑ no lo hago yo sino la cosa misma‑, debo añadir que en mi miedo a ese viaje incluso desempeña un papel el temor a quedar apartado unos días como mínimo de mi escritorio. Y este ridículo temor es en realidad la única justíficación, pues la existencia del escritor está en auténtica dependencia del escritorio. En realidad, si el escritor quiere evitar la locura, no debería alejarse jamás de su escritorio, debería aferrarse a él con los dientes" (Kafka, 1983: 177‑8). Escribir es reducirse al punto y al momento en el que se está, (Kafka, 1978: 123‑4) menos aún que a eso, reducirse a nada, convertirse en nada, desaparecer en el mismo lugar, en el lugar mismo en el que se está. De allí la identificación del escritorio con la tumba. Kafka le escribe a Felice: “Para escribir necesito apartarme, no 'como un ermitaño', eso no sería suficiente, sino como un muerto. En este sentido escribir es un sueño más profundo, es decir: muerte, y de igual modo que a un muerto no se le saca ni se le puede sacar de su tumba, tampoco a mí de mi escritorio" (Kafka, 1977: 407). Escritorio, cama, tumba: tal es el lugar de la escritura, de manera que la escritura es algo más que una actividad artística: es un ethos, una estancia en el mundo, una manera de habitar el mundo. Es precisamente ahí, en ese lugar, que el mundo viene irresistiblemente a descubrirse. El mundo se descubre como tal en el límite del mundo, como su límite. Quedarse en casa, tirado en la cama, aferrado al escritorio como enterrado en una tumba, es en verdad ir hasta el límite del mundo, retirarse hasta ese punto en el que el mundo toca su límite. Este lugar, escritorio, cama, tumba, no es un sitio entre otros en el mundo sino el lugar en el que el mundo se abre en su límite, el íntimo afuera del mundo. Sólo en la medida en que viajar es moverse de un punto a otro del espacio el 224

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escritor renuncia a viajar, se aferra a su escritorio. Pero en otro sentido el escritor, el artista lleva siempre su escritorio consigo, está permanentemente en el límite del mundo. La versión humorística, la única versión posible de lo que decimos la encontramos en la figura del artista del trapecio: "Así hubiera podido vivir tranquilo el artista del trapecio a no ser por los inevitables viajes de lugar en lugar que le molestaban en sumo grado. Cierto es que el empresario cuidaba de que este sufrimiento no se prolongara innecesariamente. El trapecista salía para la estación en un automóvil de carreras que corría, a la madrugada, por las calles desiertas, con la velocidad máxima; demasiado lenta, sin embargo, para su nostalgia de trapecio. En el tren, estaba dispuesto un departamento para él solo, en donde encontraba arriba, en la redecilla de los equipajes, una sustitución mezquina ‑pero en algún modo equivalente‑ de su manera de vivir" (Kafka, 1984: 114). De modo que hay que considerar el viaje de aquél que se queda en casa. Quedarse en casa, permanecer sentado frente al escritorio, colgado del trapecio o tirado en la cama, he aquí el principio de un viajar auténtico. Kafka lo expone claramente en un fragmento cuyo carácter onírico no disimula su entonación auténtica: "Si sigues corriendo, agitándote en el aire tibio, las manos a los costados como aletas, no ves en la duermevela de la prisa más que fugazmente todas las cosas que pasas, y un día te dejarás superar hasta por el coche. Pero si te quedas inmóvil, si, con la fuerza de la mirada, haces crecer tus raíces en largo y profundidad ‑nada puede moverte, aunque no son raíces verdaderas, sino sólo la fuerza de tu mirada que va directo al blanco‑, entonces verás hasta la inmutable, oscura lejanía, de la que no puede llegar nada, aparte precisamente, que una sola vez aquel coche que avanza, avanza, se hace cada vez más grande, y después en el instante en que te está al lado llena el mundo entero, y tú te hundes dentro como un niño en el acolchado de un carruaje de viaje, que corre a través de la tempestad y la noche" (Kafka, 1975: 210). Hay que permanecer inmóvil, pero de manera de viajar, pues el viaje se realiza en la inmovilidad, no es un desplazamiento sino una intensidad, viaje solamente intenso, tanto más veloz, más inalcanzable, más alegre, cuanto que no se mueve de su lugar, más bien hace del lugar una intensidad ilocalizable. Es lo mismo que dice otro fragmento: “Estar sentado en un tren, olvidarlo, vivir como en casa; de pronto recordar, sentir la fuerza del tren que nos arrastra, convertirse en un viajero, sacar una gorra de la valija, tratar a los compañeros de viaje con más libertad, más imperio, más insistencia; sentirnos llevados hacia nuestro destino sin esfuerzo de nuestra parte, gozarlo como un niño; ser el favorito de las mujeres, soportar la perpetua atracción de la ventanilla, tener siempre por lo menos una mano tendida y apoyada en el alféizar de la ventanilla. Situación más netamente definida: “Olvidar que uno ha olvidado, convertirse de golpe en un niño que viaja solo en un tren expreso, en torno del cual se materializa el vagón estremecido de velocidad, fascinante hasta en sus menores detalles, como surgido de la mano de un prestidigitador” (Kafka, 1978: 359). Es preciso convertirse en viajero, llegar a ser un viajero, pues no se lo es sin más de antemano. Pero al mismo tiempo el viaje no comporta ningún esfuerzo, es solamente un olvido, un olvido que lo libera todo, que libera aun y en primer lugar de sí mismo, del peso y la gravedad del olvido, un olvido del olvido, entonces, y por eso al mismo tiempo una atención extrema, que va directo al blanco, sin moverse. Porque el viaje no tiene meta, está destinado por la falta de intención, es decir por la insensatez; de allí que la ausencia de meta tampoco permita decir que el viaje tiene su meta en sí mismo. Sin duda, la meta es partir, 225

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como ya se dijo (Kafka, 1973: 101), pero ello no significa que la meta ya esté alcanzada sino que sólo se alcanza al partir, puesto que partir es la meta. La meta es propiamente inalcanzable, o bien, tal vez mejor aún, sólo está alcanzada en cuanto inalcanzable. Ello convierte al viaje en un medio puro, medio sin fin ni fundamento. Es lo que Kafka llamaba el titubeo o la indecisión del camino: “Existe un punto de llegada, pero ningún camino; aquello que llamamos camino no es más que nuestra indecisión" (Kafka, 1975: 24). Pero la indecisión es asimismo el único camino, el camino sin fin que reclama un fin sin camino, como dice Blanchot (Blanchot, 1993: 159). Ese camino infinito, ese viaje sin fundamento ni propósito, al mismo tiempo insensato y fascinante, no menos loco que jubiloso, inmóvil porque se hace a una velocidad infinita, como si se estuviera en casa, porque se está en casa, no ha hecho falta salir de ella, es el "vacuo viaje alegre" (Kafka, 1975: 25) de la infancia. No el viaje de la ingenuidad sino el viaje de la infancia como retorno de la sabiduría, según la enseñanza del Tao. Porque los niños saben muy bien viajar sin moverse de su cuarto, pero sólo el infantilismo del sabio permite además en todo viaje encontrar el lugar de la quietud inconmovible, el viaje sin viaje que los viajes todos solamente disimulan. Kafka ha escrito, es decir ha realizado en su irrealidad, este viaje que es su propia consumada desaparición: "Si uno pudiera ser un piel roja, siempre alerta, cabalgando sobre un caballo veloz, a través del viento, constantemente sacudido sobre la tierra estremecida, hasta arrojar las espuelas, porque no hacen falta espuelas, hasta arrojar las riendas, porque no hacen falta riendas, y apenas viera ante sí que el campo era una pradera rasa, habrían desaparecido las crines y la cabeza del caballo". El texto lleva por título “El deseo de ser piel roja" (Kafka, 1952: 59). Bibliografía Kafka, Franz (1977): Cartas a Felice, Madrid, Alianza. Kafka, Franz (1952): La condena, Buenos Aires, Emecé. Kafka, Franz (1975): Cuadernos en octavo, Buenos Aires, Alfa. Kafka, Franz (1978): Diarios, Buenos Aires, Marymar. Kafka, Franz (1983): Escritos sobre sus escritos, Barcelona, Anagrama. Kafka, Franz (1973): La muralla china, Buenos Aires, Emecé. Kafka, Franz (1984): La metamorfosis, Buenos Aires, Losada. Kafka, Franz (1982): El proceso, Buenos Aires, El Ateneo. Allemann, Beda (1977): Literatura y reflexión ll, Buenos Aires, Alfa. Benjamín, Walter (1970): Angelus Novus, Barcelona, Edhasa. Blanchot, Mauríce (1993): De Kafka a Kafka, México, FCE. Canetti, Elías (1981): La conciencia de las palabras, México, FCE. Lao-Zi: (1997) El libro del Tao, Madrid, Alfaguara.

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Monteleone, Jorge (1998): El relato de viaje, Buenos Aires, El Ateneo. Pascal, Blaise (1971): Pensamientos, Buenos Aires, Sudamericana. Paz, Octavio (1997): Chuang:Tzu, Madrid, Siruela. Wagenbach, Klaus (1981): Kafka, Madrid, Alianza.

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De los viajes espaciales al siglo XIX, posibles lecturas a través de los sustentos culturales Roberto De Gregorio Analia Brarda

UNR UNR

Abstract Los informes sobre las experiencias vividas por los viajeros sobre espacios desconocidos para el resto, suponen una propuesta de relato donde se pretende transmitir lo adquirido. Estos documentos constituyen una fuente de análisis que permiten en forma primaria, leer los sustentos culturales de aquellos que los generan y de los que los reciben. Partiendo desde el aquí y ahora, separados por una nueva distancia temporal y desde la mirada disciplinar de la historia de la arquitectura, se pretende resignificar la construcción de metáforas producidas, desde los viajes espaciales hasta testimonios de viajeros del siglo XIX. Los relatos fueron seleccionados por un lado entre los que permitían una mayor claridad en la aproximación a su problemática temporal, por otro a partir de una base común de diálogo referenciable a la construcción de espacios ambientales y por último a la posibilidad de verificar el proceso "especular y pendular de lo narrado, la narración y el narrador". "Un pequeño paso para el hombre, un gran paso para la humanidad" (Amstrong, 1969) puede referirse a una visión que desde el espacio, borra las fronteras políticas y culturales planteando una construcción inédita hacia el futuro, donde el hombre no es tomado ya como unidad sino como género, mientras que las observaciones comentadas por Leon Palliere en sus viaje por América del Sud en 1858, intenta hilvanar su relato con reiteradas referencias al mundo cultural europeo.

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Imágenes de las pampas: viajar para contar / contar para proyectar. Territorios al norte, 1847-1882 Silvia Dócola Mónica Puig Pablo Payró

UNR - CURDIUR UNR - CURDIUR UNR - CURDIUR

Abstract El interés de los viajeros que recorren las pampas en la segunda mitad del XIX es el conocimiento del espacio que se recorre. Los resultados de sus viajes se registran en libros, informes o folletos que se publican en el extranjero y en el país. Si bien la escritura es su principal instrumento –dando cuenta de imágenes de territorios-, algunas de estas publicaciones utilizan la gráfica como recurso discursivo. Los mapas registran las certezas y las dudas, los plenos y los vacíos, los recorridos y los sitios, la naturaleza y lo edificado. Las litografías y grabados dan cuenta de un territorio diverso. El norteamericano Page remonta el Paraná en 1853 registrando las costas, el inglés Hutchinson en 1866 recorre el norte en busca de algodón silvestre, acompañado por el grabador Tilston; en la expedición realizada con el objetivo de fundar colonias de 1866 del canadiense Perkins radicado en Rosario-, viaja, junto a un grupo de californianos, el agrimensor Aguirre; el santafecino Zeballos recorre en 1883 las colonias instaladas nombrando “la región del trigo”. Viajeros locales y extranjeros recorrieron el espacio de las pampas para describir lo existente. A partir de sus imágenes se proyectó el territorio. In the second half of the XIX Century the interest of the explorers in their journeys across the “pampas” was to know the space they were travelling around. The results of their journeys were published in books, reports or booklets, in our country as well as abroad. Although at that time, handwriting was the main tool used to record the images of the territory, other publications used graphics as a descriptive instrument. The explorers’ certainties and doubts about the explored territory; their records of plentiful or empty spaces; the itineraries and sites they had visited; the contrast between natural areas and built spaces, all their experiences were registered in maps. Lithographies and engravings revealed an heterogeneous territory. In 1853 the American explorer T. Page, registered the coasts sailing up the Paraná river. In 1866 the Englishman Hutchinson, accompanied by the engraver Tilston, traveled through the north in their search for wild cotton. In 1866 the expedition of the Canadian Perkins –who were established in Rosario at that time- and group of men from California, set out to found settlements. The surveyor Aguirre joined the crew. In 1883 a man from Santa Fe, Mr. Zeballos, visited the colonies that had previously been founded calling the area “the region of the wheat”. Local and foreign explorers traveled across the territory of the “pampas” in order to make an account of what was there. The images they took were used to project the territory.

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Introduccion viajero: El que hace algún viaje, especialmente largo o por varias partes. Aplicase con singularidad a los que escriben las cosas especiales que han observado en él. Diccionario Real Academia Española. 1832 y ediciones siguientes 1 El presente trabajo da cuenta de viajes pampas al norte. Entendemos como las pampas, al espacio ambiguo y de límites imprecisos que se definía a mediados del siglo XIX y que, básicamente, nombraba las actuales provincias de Buenos Aires y La Pampa, el sur de Córdoba y Santa Fe, la vasta Patagonia al sur del Río Negro, la Mesopotamia y parte del Gran Chaco 2. Si bien desde inicios del XIX existen una serie de expediciones desde Buenos Aires hacia el oeste y el sur, los recorridos pampas al norte, desde Buenos Aires o Rosario, se suceden recién a partir de mediados de siglo. Las pampas al norte, territorio inexplorado, se constituye en espacio a recorrer, para conocer, para desmitificar descripciones anteriores a partir de la supuesta observación veraz, para proyectar el futuro. El norteamericano Thomas J. Page remontó la cuenca del Plata en 1853/54/55 registrando las costas; el británico Thomas J. Hutchinson en 1862/63 recorrió el norte en busca de algodón silvestre; el canadiense, radicado en Rosario, William Perkins realizó un viaje a las colonias existentes en la Provincia para evaluar su desarrollo; el mismo Perkins, en 1866 realizó una expedición al Chaco con el objetivo de mensurar nuevas concesiones; el santafecino Zeballos recorrió en 1878 y en 1883 las ciudades y colonias instaladas en la provincia de Santa Fe, nombrando “la región del trigo”. Con la selección de estos viajeros se intenta abarcar el mismo territorio de viaje: pampas al norte, en un arco de tiempo que permite dar cuenta de los cambios vertiginosos que se operaron en el mismo. Estos viajeros tuvieron vinculaciones directas con actores que proyectaron las pampas. Page fue enviado en una Misión del Gobierno de EEUU a conectarse con Urquiza, Hutchinson fue cónsul de su Majestad Británica en Rosario y enviado por las tejedurías de Manchester; Perkins fue Secretario de la Comisión de Inmigración en el Rosario y Asesor de Tierras del Gobernador Oroño; Zeballos fue diputado nacional. Todos ellos fueron, eran o serían residentes y desempeñaron un rol como gestores del conocimiento y la transformación del territorio. El viajero, en la concepción del siglo XIX, debía contar. El viaje necesitaba del registro. La libreta, el diario y el croquis fueron sus recursos. Al regreso, su tarea era la elaboración de informes que serían publicados en el periódico, o como folleto o libro. El discurso literario está plagado de imágenes: supuestas descripciones objetivas de lo real, imágenes previas del observador que se confrontan con lo observado, imágenes ideales, 1

www.rae.es La definición de pampas surge del concepto definido por el grupo interdisciplinario e ínter universitario conformado por investigadores del IDEHAB – FAU - UNL, del CURDIUR – FAPyD - UNR, del IAA - FADUUBA, del Instituto de Geografía de la FFyL - UBA y del CONICET que trabaja la construcción y organización del saber sobre el territorio en el Río de la Plata (1853-1930). 2

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modélicas. Por otra parte en los registros existen imágenes de futuro, aquello que se vislumbra como posible. Casi todos los viajeros seleccionados tenían una sólida formación técnica y científica. Además contaban con la experiencia vivida en otros territorios física y culturalmente diferentes. Los viajeros se consideraban a sí mismos portadores de una formación que les permitía validar su descripción desde una posición supuestamente veraz. Pero el registro no fue sólo literario. Planos y grabados acompañaron las descripciones. La fotografía, aún imposible de ser publicada, se transformó en grabado y acompañó los textos. El viaje no se realizó en soledad. La expedición fue su forma habitual. En ocasiones fue necesario el acompañante circunstancial, el vaqueano, el comandante, los soldados de línea. Otras veces se convocó a un especialista: el agrimensor, el marino, el fotógrafo, el dibujante. En otras fue imprescindible el empresario, el inversionista, el representante de firmas extranjeras. Por los ríos interiores: Indagar el potencial para proyectar El marino norteamericano Thomas Page recorrió por primera vez la cuenca del Plata en 1853 comandando el Water Witch. Esta expedición se prolongó hasta 1856, fecha en la cual regresó a EEUU. En 1859 realizó su segundo viaje, en la escuadra del comodoro Schubrick de 18 buques y 2400 hombres. Su recorrido en esta cuenca abarcó 6500 millas por agua y 4400 millas por tierra. Sus instrucciones eran precisas, fueron dadas directamente por el Ministerio de Marina de los EEUU. La misión tenía explícitamente como fines: explorar y reconocer los grandes ríos y sus afluentes, determinar la practicabilidad y extensión de su navegación y de su adaptación al comercio, reconocer las zonas de la cuenca examinando sus recursos agrícolas y producir observaciones meteorológicas, astronómicas, magnéticas y determinar latitudes y longitudes, a la vez que hacer colecciones de plantas, animales y minerales 3. El Observatorio Naval de los EEUU había equipado el barco con cronómetros e instrumentos astronómicos y había asesorado sobre su uso. El instituto Smitshsoniano 4 le entregó los elementos necesarios y las instrucciones para la preparación y conservación de ejemplares de fauna local. Al finalizar su primera expedición realizó un pequeño informe y confeccionó las cartas náuticas. Al divulgarse el contenido del informe y ante el pedido de información más detallada decidió realizar una extensa publicación en 1859 en Estados Unidos y en idioma inglés.

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Thomas Page. La Confederación Argentina. Comisión Nacional de Museos Históricos. Palacio San José. Paraná, 1954. Página 22 4 El Instituto Smithsoniano fue creado en 1846.

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La publicación contiene una serie de grabados. Entre ellos se destacan representaciones de ciudades - Corrientes y Montevideo -, de edificios - la residencia de Urquiza y el Colegio Nacional de Concepción del Uruguay -, del ámbito rural. Gran parte del texto se construye a partir de la descripción del territorio desde el río. Page pretende llevar al lector “a través del laberinto de canales e islas” 5. para involucrarlo en su viaje. La idea de laberinto plantea la encrucijada, lo desconocido, lo que está por descubrirse. Al río lo define como mutable. La experiencia de quienes lo precedieron ya no tiene valor: donde había islas hoy hay un canal, por donde podía navegarse hoy hay un obstáculo... 6. La mutabilidad del río le otorga carácter provisorio a las cartas náuticas, objetivo central en su viaje. Acude a imágenes compartidas con su imaginario lector, no habitante de las pampas, cuando aparece lo diferente, lo novedoso. Necesita construir un código, para ello define conceptos. Así, por ejemplo, enuncia la noción de estancia. Cuando se refiere a la Estancia de Urquiza define entre paréntesis: “un establecimiento ganadero donde también se cultiva la tierra”. Lo novedoso radica en la extensión. El dibujo (lámina nº 1) y descripción literaria llaman la atención 7. Si bien describe el casco en sus condiciones en el momento de la visita 8, la imagen reduce, cambia las proporciones, elimina la loggia de la fachada, simplificando el objeto (lámina nº 2). Pareciera que es un dibujo de una mano inexperta. Sin embargo, si observamos otro grabado, el del Colegio Nacional en Concepción del Uruguay (lámina nº 3), el dibujo es preciso, riguroso. Page, en su descripción literaria del Colegio 9 pone énfasis en la calidad de la enseñanza y de esa manera, con la inclusión de este grabado, da valor simbólico a la institución por sobre la residencia del presidente de la Confederación. Para hacer más comprensible el concepto de estancia, recurre a la descripción de un establecimiento en Corrientes “ de un señor inglés en una extensión de más de 20 millas sobre la costa. La vista que se divisa alrededor de las poblaciones, el alambrado que protege las bien

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Idem. Página63 “Como a cinco millas arriba de San Nicolás existe una isla chica de tan reciente formación, que aún no tiene nombre. Años atrás estaba unida a tierra firme de la costa derecha por medio de una tierra baja y pantanosa; ahora tiene una ancha separación y un canal de 18 pies... Estos cambios facilitan u obstaculizan la navegación del río... Nuestras cartas revelan los cambios que ha tenido lugar entre los años 1847-53”. Page. Cit. Página 68. “...Se producen numerosos cambios en las islas originadas en los canales playos de San Juan. Esto puede comprobarse comparando las cartas hidrográficas del Cap. Sullivan de la marina Inglesa quien hizo un ligero relevamiento del Paraná hasta Corrientes en 1847, con las nuestras de q853 y 1854. No sólo habían cambiado los canales sino también se había alterado en algunos puntos el aspecto del río. Algunas islas se habían agrandado, otras achicado o desaparecido, y el lugar que ocuparan y que estaba marcado en la carta, se había transformado en canal... “ Idem. Página 87 7 “Su residencia está construida en piedra y en el estilo macizo que se edifica en Buenos Aires, Es de un solo piso formando un cuadrado como de 80 pies, compuesto de 8 a 10 habitaciones altas y espaciosas; sobre los extremos del techo se elevan dos torres que dominan un extenso paisaje de la estancia... En toda dirección sus propias tierras se extienden más allá del horizonte, y esta es sólo una de sus varias estancias... “ Idem. Página 52. 8 La residencia data de 1848. Esta organizada en torno a dos patios sucesivos. En la fecha del primer viaje estaba terminado el primer patio. 9 “el edificio es hermoso, dispone de muchas comodidades y los beneficios de esta institución son compartidos tanto por los ricos como por los pobres... “ Page. Cit. Página 56 6

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cultivadas tierras da la impresión de que, con la ayuda de un clima ideal, este estanciero se ha rodeado del confort propio de una mansión británica”. 10 Si la mansión inglesa es imagen del confort, el paisaje natural del delta es imagen del paraíso (sobre los brazos del Paraná en la época de la fruta) “no se puede imaginar un espectáculo más encantador que el presentado por las islas en esos momentos. Los poetas en éxtasis hubieran comparado esto con hermosuras de ´paraíso´” 11. La naturaleza en su estado original es idealizada contrastando con la observación minuciosa de las costas, en especial cuando define las condiciones de los puertos que visita. Page visita en la costas Montevideo, Buenos Aires, Gualeguaychú, San Pedro, Rosario, Victoria, Santa Fe, Paraná, Diamante... Las describe desde el río. Su evaluación depende del lugar que ocupa en el río y su potencialidad futura. De ese modo a Montevideo puede “. imaginar que ofrecerá muchos atractivos como residencia, tanto comerciales como sociales” 12, Buenos Aires, “... en poco tiempo se verá convertida en una de las más hermosas ciudades del continente” 13, mientras que San Pedro “Creo que nunca llegará a ser puerto comercial” 14. En Rosario pone sus mayores expectativas: “...creo que está destinada con los años a convertirse en un lugar de gran importancia comercial” 15. Page, salvo en su parangón de la estancia en Corrientes con la mansión británica, no hace referencias a modelos europeos Establece que en algunas ciudades hay “movimiento americano”. Cuando describe Paraná marca por una parte el pasaje de la inercia a la aceleración y por la otra realiza una referencia directa a lo norteamericano: “cuando la visitamos por primera vez una inercia silenciosa parecía cubrirla. Antes de nuestra partida la construcción de edificios gubernamentales y de residencias particulares le daban un aire de vida y movimiento completamente “americano”. El uso del serrucho y del martillo se veía por todas partes, trabajando no sólo las maderas duras del país sino el “pino americano”... 16. A la vez que une, por la idea del movimiento, observa la potencialidad de un mercado para el pino norteamericano.

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Idem, Página 85 Idem. Página 63 12 “Montevideo ha aumentado su población y mejorado su arquitectura ... y cuando cesen las guerras civiles y extranjeras que tanto destruyen los países bien puedo imaginar que ofrecerá muchos atractivos como residencia, tanto comerciales como sociales.” Idem. Pags. 30 y 31 13 Buenos Aires: “... En poco tiempo se verá convertida en una de las más hermosas ciudades del continente”. Idem. Pags. 33 y 34 14 “La posición de San Pedro no es conveniente para el comercio, pues se encuentra sobre un brazo del río y no admite la entrada de barcos, salvo los de muy poco calado. Creo que nunca llegará a ser puerto comercial. Su posición a mitad de distancia de sus ciudades importantes como Rosario y Buenos Aires que monopolizan la mayor parte del comercio del Río de la Plata, lo convertirán sólo en un consumidor de mercancías que en ellas se importen “. Idem. Página 66. 15 Rosario “Aumentó de 4000 en 1853 a 12000 en 1855 “argumento harto convincente que muestra, en la prosperidad de esta región el resultado eficiente del comercio...”. Idem Página 68 y siguientes 16 Idem Página 82 11

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Vincula directamente el crecimiento de Rosario y Paraná con las ciudades del oeste “El crecimiento de algunas de nuestras ciudades del oeste durante estos tres años es similar al de Rosario y Paraná. El alza de los precios de las tierras y la demanda por casas a causa del aumento de población prometen una permanente prosperidad que dará valor a su comercio” 17. Con el tamiz de su propia experiencia encuentra en el sud las mismas características del norte, las cuales conforman lo americano basados en el valor del trabajo: el movimiento, la apuesta a la transformación. Por el Paraná hacia el Salado. Explorar en busca del algodón silvestre. Tomas J. Hutchinson, médico británico, miembro honorario de la Sociedad literaria y Filosófica de Liverpool, miembro de la Sociedad Real Geográfica y de la Sociedad Etnológica de Londres, cónsul de SMB en el Rosario a partir de 1862 y representante de firmas comerciales, exploró el Salado entre 1862 y 1863. No fue su primer viaje, ya que en 1854 estuvo al frente de una expedición por los ríos africanos Níger, Tshadda y Binuë, del cual publicaría, más tarde, una narración. El viaje, de cuarenta y cuatro días, se inició hacia fines de 1862, partiendo de Liverpool, con destino a Montevideo. De allí se dirigió a Buenos Aires, donde inició su recorrido hacia el norte por el río Paraná, pasando por la Isla Martín García y las localidades de Baradero, San Pedro, San Nicolás, Villa Constitución, Rosario, Paraná, Santa Fe. Desde allí, conformó una comitiva 18 y emprendió la exploración del río Salado, visitando en su trayecto la colonia Esperanza, y localidades de Santiago del Estero, Tucumán y Córdoba. La experiencia de este viaje fue sintetizada en un libro publicado en el año 1866 que llevó el título “Buenos Aires y otras Provincias argentinas. Con extractos de un diario de la exploración del río Salado” 19. El título del libro es poco preciso sobre los objetivos de su viaje, será en el desarrollo donde estos se aclaran. Afirma: “mi principal objeto es hacer una descripción de aquellas partes de la República Argentina que he visitado, para que pueda suplir la falta de estadísticas, como también de otros detalles tendientes a los importantes asuntos de la inmigración, la cría de ovejas y el cultivo del algodón” 20. Luego, sin embargo, reconoce haber recibido instrucciones por parte de Mr. Hammond, de la Oficina de Negocios Extranjeros, “para visitar el Salado en la primera ocasión conveniente e informar si realmente el algodón silvestre crecía en muchos miles de acres como se había informado en varias comunicaciones a la Asociación Abastecedora de algodón de Manchester". Estaba también encargado de averiguar la manera más conveniente de recoger y llevar a Inglaterra ese algodón...” 21. 17

Idem Página 82 Acompañaban a Hutchinson, entre otros, el empresario en navegación Sr. Esteban Ramns, Mr. Cock, ing. inglés al servicio del Banco Mauá del Río de Janeiro 19 Thomas. Hutchinson. Buenos Aires y otras provincias argentinas, con extractos de un diario de la exploración del río Salado en 1862 y 1863. Traducción del original inglés de Luis. V. Varela. Imprenta del siglo. Bs. AS. 1866 20 Idem. Página 11 21 Idem. Página 115 18

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Esta búsqueda puede explicarse, por un lado, a partir de las dificultades en la provisión de la materia prima en Manchester, ya que por diversos conflictos - sublevaciones en la India (1857-59), guerra de Secesión (1861-65) - se disminuyeron las áreas destinadas al cultivo del algodón. Por otro lado, la expansión del capitalismo en Europa y EE. UU, recrudece la disputa internacional por los mercados periféricos, resultando una ocasión oportuna para nuevamente incursionar en los países de Sudamérica 22. De algún modo intentaba establecer una analogía entre los estados algodoneros de EE. UU y la navegación del Mississippi en el hemisferio norte, con la disponibilidad de tierras vírgenes en la misma latitud del hemisferio Sur y la navegabilidad de un río como el Paraná que, además, permitía vincular a varios países 23. La imagen al sur espejaría el norte. Para ello confeccionó tablas y descripciones en las que probaba la conveniencia de nuestro país respecto a otros centros de producción en los que analizaba la apariencia del terreno para producir una fibra igual a la producida en EE.UU., el costo de la mano de obra para su cultivo (comparado al de los estados esclavistas de Norte América) y la facilidad y gastos probables de conducción a los puertos fluviales para remitirlo a Inglaterra. Así mismo señaló la importancia de la inmigración y el desarrollo de las colonias agrícolas como el mejor medio para garantizar el desarrollo de la producción del algodón 24. Hutchinson, describe diferentes ciudades a partir de una estructura similar. Parte de una mirada general de la ciudad, normalmente desde el río, que se confronta con una imagen anterior conocida, generalmente de ciudades europeas 25. Luego detalla lo que considera las características más sobresalientes de la ciudad: edificios singulares - principalmente iglesias -, plazas, etc. generalmente descriptos a partir de un recorrido por la ciudad 26. Acompaña su relato con tablas de datos referidos a número de habitantes, cantidad de extranjeros, nacionalidad de cada uno, hábitos y costumbres - predisposición al trabajo -, principales exportaciones, precios de mercancías expresados en libras, nivel de educación de la población. En ciertos casos también incorpora la descripción de procesos de producción de

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“.... con la continuación de la paz, y la extensión de los ferrocarriles, el comercio de Inglaterra con el Río de la Plata será el doble del que tiene con Francia”. Idem. Página 219 23 “Cuando estos datos se reúnan con los de mis últimos viajes, en los que he visto millares de millas cuadradas de suelo virgen, y casi en la misma latitud sud que las tierras algodoneras de los Estados Unidos que están al Norte, creo que los apuntes de mis observaciones serán de una utilidad mutua para los intereses algodoneros de la Inglaterra, y para la prosperidad de la República Argentina” Idem Página 221 24 “Las fortificaciones que yo propondría serían algo por el estilo de la colonia “Esperanza”; de un carácter agrícola... Cada fortificación debería tener de veinte a cien familias, cuyas cabezas estarían, por supuesto, armadas para guardar la casa, pero sus principales armas de combate serían arados, palas, azadas, picos y máquinas de segar, y su principal munición trigo y semillas de algodón...” Idem Página 122 25 “Montevideo tiene el aspecto general de un pueblo español, con las torres de su Catedral y la morisca arquitectura de sus casas de azotea...” Idem Página 15. 26 “Aún en la playa del Rosario, antes de subir a la ciudad, hay más aspecto de ocupación que en cualquier otro pueblo sobre el Paraná. Las torres de la Matriz en el alto, y la mal construida Aduana sobre la orilla del río, es lo primero que llama la atención... Subiendo una elevada pendiente se encuentra uno a la vista con una larga calle, y andando una cuadra se llega a la plaza 25 de mayo... La plaza que tenemos delante es espaciosa, plantada con dobles calles de árboles de paraíso, y en su centro una columna de la Libertad, en cuya base tienen inscripciones pintadas...” Idem Página 15.

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los establecimientos agrarios y ganaderos, como así también características de los medios de comunicación y comercio - buques a vapor, FF.CC., correo, diligencias -. También, incorpora datos histórico-políticos del país y/o de la ciudad visitada, e información sobre aspectos geográficos, climatológicos, de recursos naturales, etc. Los dibujos que Hutchinson decide incorporar a su publicación son grabados realizados por J. Tilston. Según el mismo Hutchinson estos "hablan", colaboran en la descripción. La imagen ilustraba lo que la palabra describía, permitía comprender aquello que era diferente. En la selección de qué se muestra elige aspectos que refieren a la circulación de mercancías. Basta con un ejemplo: para describir Rosario incorpora tres imágenes: Rosario desde el río Paraná (lámina nº 4) las proximidades a la estación de ferrocarril (lámina nº 5) y la plaza de las carretas (lámina nº 6). En la representación de Rosario desde el río, divide el cuadro en tres franjas horizontales. En la primera, un río pleno de embarcaciones de distinto tipo da cuenta de la existencia de actividad portuaria y comercial. En la segunda, la barranca define un abajo y un arriba. El abajo se halla ocupado por edificios para almacenamiento, entre ellos el edificio del depósito de la Aduana marca el centro de la imagen. En el arriba, contrastando con la línea de horizonte, torres y chimeneas marcan tensiones verticales. Las torres de la iglesia señalan, como en el resto de las descripciones literarias, el edificio de valor singular. Las chimeneas refuerzan la dimensión productiva de la ciudad. En la representación tomada desde las cercanías a la estación de ferrocarril presenta la coexistencia de dos mundos: por un lado, en primer plano, el mundo rural precario, de límites imprecisos, ordenado según la topografía; por el otro, haciendo de fondo/horizonte el mundo de la ciudad, con dos focos de atención que constituyen un contrapunto: en un extremo las torres de la iglesia, en el otro, una chimenea símbolo de la actividad industrial incipiente, vinculados por una masa edilicia continua conformada por casas bajas de azotea. Una ciudad en equilibrio entre su pasado rural y su futuro industrial. En la representación de las carretas señala la importancia de este tipo de transporte, antes del desarrollo del sistema ferroviario, para la comunicación con los pueblos del “interior”. En el dibujo contrasta la concentración de carretas por un lado y por el otro la dispersión rural en lo infinito del paisaje de las pampas. Hutchinson articula las tres imágenes puerto / ciudad productiva / pampas, mostrando que la ciudad es sólo la articuladora entre país interior y los intereses de Inglaterra. Si bien durante el desarrollo de todo el viaje Hutchinson no pudo obtener evidencia concreta de la existencia de algodón en estado silvestre, sí pudo convencerse de las posibilidades que brindaba Argentina para el desarrollo de este cultivo 27. Así mismo le permitió conocer otras 27

“... Hay aquí una extensión de terreno, la mayor parte virgen, más de ocho veces tan grande como los Estados algodoneros del Norte; hay un río, no menor en su navegación y largo que el Mississippi, y mucho más saludable; hay peones baratos para comenzar, y finalmente, todas estas ventajas se reúnen al ahorro de muchas semanas de viaje, pues estos países están más cerca de Inglaterra que la India, Queensland o Australia.” Idem. Página 241

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ventajas comparativas de nuestro país que le servirían para futuros trabajos al servicio de empresas británicas 28. Por las colonias agrícolas: evaluar para proyectar la región. William Perkins, un canadiense instalado en la ciudad de Rosario - vinculado matrimonialmente a la familia de los Navarro y por lo tanto a Urquiza - redactor del periódico, asesor de tierras del gobernador Oroño, realizó en 1863 un viaje a las tres colonias existentes en la Provincia de Santa Fe: Esperanza, San Carlos y San Gerónimo 29. El objetivo explícito del viaje era “examinar detenidamente” las tres colonias, para “conocer a fondo la historia, y la situación actual”. Se asume portador de una mirada veraz acercándose a las tres colonias. (receloso) “de los muchos cuentos publicados” exagerados o rebajados “por la ignorancia o la mala fe” 30. El trabajo le fue encomendado por el Gobernador de la Provincia, en su carácter de Secretario de la Comisión de Inmigración en Rosario. La expedición se inició el 8 de noviembre y se publicó en 15 entregas en el periódico El Ferrocarril de la ciudad de Rosario entre el 18 de noviembre y el 30 de diciembre de 1863, con posterioridad se editó como folleto en español y en inglés 31. El viaje está narrado según el orden del itinerario desde la ciudad de Santa Fe a Colonia Esperanza, San Carlos y San Gerónimo. Utiliza como herramienta de conocimiento el registro incluyendo, descripciones de las diversas familias inmigrantes y de los logros que obtuvieron en los pocos años que tenían de instaladas las colonias. La publicación prescinde de grabados, fotografías, y planos. Si a Hutchinson le era necesarias las imágenes de Tilston para complementar su discurso literario, a Perkins le bastaban las palabras para expresarse con contundencia. Perkins elabora una crítica al funcionamiento de las colonias, debido a la falta de una fuerte administración, y especialmente, por su localización alejada de los centros poblados. Plantea la imagen de las colonias instaladas “en un desierto”. “La fertilidad del suelo, las ventajas para el agricultor, la benignidad del clima, la siempre verde llanura, todo se olvida al aspecto verdaderamente triste y desanimado de nuestros mares terrestres que llamamos pampas” 32. El acto de transformación del territorio, de desierto a paisaje, se corporeiza en la plantación de árboles. Observando los terrenos cercanos a Esperanza expresa: “ sólo faltan algunos árboles en estos llanos, para hacerles el nuevo plus ultra del sueño del agricultor” 33. La imagen idílica se hace posible mediante “la plantación de 28

En 1870, al producirse una disminución en la provisión de carnes a Inglaterra con su consecuente aumento de su precio, Hutchinson empieza a trabajar en la implementación de un nuevo sistema de conservación de carnes con fines de exportación. 29 Esperanza había sido fundadas en 1856 y San Carlos y San Gerónimo en 1858. 30 “Las colonias de Santa Fe I ”. El Ferrocarril. Rosario, 16/11/1863 31 Perkins William. Las Colonias de Santa Fe, su origen, progreso y actual situación”. Imprenta de El Ferrocarril. Rosario, 1864. El folleto se basa en “la serie de artículos publicados en el periódico, aumentada con nuevos datos”. La versión inglesa se publica bajo el título de “The colonies of Santa Fe. Their origin, progress and present condition, with general observations on emigrations to the Republic”. 32 32[32].- “Las colonias de Santa Fe XV ”. El Ferrocarril. Rosario, 31/12/1863. 33 “Las colonias de Santa Fe I” El Ferrocarril. Rosario, 16/11/1863

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viñas, naranjos, olivos, duraznos, para su fruto y álamos, ombúes, paraísos, etc., para la vista, y sombra, y para leña y maderas”, siendo esto “más urgente que la construcción de casas”, “sólo así se puede hacer desaparecer el aspecto de desierto cambiándolo en un paisaje, más parecido al que los colonos están... acostumbrados a ver en sus países natales” 34. La construcción de ese paisaje bucólico, abarcativo y condensador de la diversidad de climas y suelos, homogeneiza también a las diversas colectividades que ya pueblan las colonias. .El texto finaliza definiendo a la breve historia de estas colonias como “esperimento”(sic) y lo evalúa como un gran triunfo 35. La evaluación de esta experiencia inicial, permite pensar en su posible repetición, a partir de correcciones y ajustes, como modo apropiado para la construcción de la región. Por el Chaco: mensurar para apropiar William Perkins, el canadiense instalado en el Rosario desde 1858, lideró la expedición que, con el apoyo del Gobierno Provincial, partió del Rosario el 15 de mayo de 1866 rumbo al Gran Chaco. Page había nombrado a la capilla de San José del Rincón, situada a unas 20 millas de Santa Fe, como “el límite norte de la civilización que bordea el Chaco” 36 Más allá de estos límites, un empresario colonizador había celebrado contrato con el gobierno Provincial e instalado, en 1865, la colonia Helvecia. Perkins define al Chaco como el área paralela a las costas del Paraná desde el puesto de San Javier hasta el arroyo del Rey a 29 º latitud sud. El desplazamiento del límite sur entre el área definida por Page y la nombrada por Perkins se fundamenta en la apropiación que implica la instalación de colonias. El concepto del Chaco es asimilado, por lo tanto, a lo desconocido, a lo que aún no se ha apropiado. El objetivo explícito definido por Perkins era producir el reconocimiento geográfico del sitio, y realizar la mensura del terreno otorgado a la sociedad Mardoquero Navarro y Cía. - compañía de la que forma parte junto a sus cuñados y otros socios -. El reconocimiento geográfico incluyó "hacer relaciones exactas de flora y fauna, geografía y aspecto físico de toda la costa... " 37 lo que definiría las potencialidades productivas del área. Además formó parte de la expedición un grupo de norteamericanos que tuvo por objetivo examinar las tierras del Chaco para evaluar la posibilidad de instalarse. 38

34

“Las colonias de Santa Fe XV” El Ferrocarril. Rosario, 31/12/1863. “...sus habitantes han cambiado la miseria de una vida proletaria en Europa por una felicidad y bienestar en la República Argentina, El esperimento (sic), como casi todo esperimento, ha sufrido reveses, pero ha salido perfectamente de ellas, las colonias de Santa Fe se pueden considerar ya como un triunfo.” . Idem. 36 Page. Cit. Página 80 37 En Perkins, W. Álbum de Recortes. Op. Cit. Págs. 354 y sgtes. 38 Estos de regreso, se dirigieron a Oroño denunciando un terreno en el paraje denominado Pájaro Blanco. Como resultado de esta gestión se fundó la Colonia California. En ella Perkins pidió una concesión. Sobre ella expresará "Esta es la colonia que yo logre fundar cuando hice la expedición al Gran Chaco ...". Informe sobre las Colonias de Santa Fe de fecha 4-4-68. En Perkins, Álbum Cit. Página 413. 35

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La Provincia apoyó la expedición organizada por Perkins, mandando en comisión a un agrimensor del Departamento Topográfico, Toribio Aguirre. El producto de su descripción se realizó en dos registros discursivos: un plano (lamina nº 7) y un informe escrito. En el plano se localizaron las diferentes concesiones: la de Navarro y Cía., la de Wilcken y Vernet, el área dada por el gobierno para la inmigración espontánea y la "reciente Colonia California". Juntas formaban el Gran Chaco. El plano consigna tanto las certezas como las imprecisiones - por ejemplo: "no se ha acertado con exactitud la dirección del Saladillo"-. En un sólo plano se unen rápidamente todos los datos. El plano registra lo hidrográfico - los arroyos y sus correspondientes bocas -, las áreas de vegetación - las zonas de quebracho colorado, timbó negro y palmeras; los tipos de pastos -, las cualidades del suelo - las tierras bajas, las tierras anegadizas -, el perfil de la costa -la altura de las barrancas -. El plano registra lo efímero - como las taperas y fortines -, las localizaciones previas - la vieja pulpería -, y los nuevos espacios proyectados - áreas de concesiones, colonias agrícolas y pueblos -. En una misma gráfica une el registro de lo existente con lo proyectado. El mismo plano es salvaguarda de la propiedad otorgada y diagnóstico de las potencialidades productivas del área. En su informe 39 Toribio Aguirre dejó constancia que los resultados eran "preliminares". Esto se debía a que las operaciones prácticas llevadas adelante en un espacio desconocido, sin registro previo y con naturaleza en estado puro, se realizaron disponiendo de escasos y poco precisos instrumentos (brújula y cronómetro) a la vez que faltos de experiencia en ese tipo de exploraciones -"un continuado ejercicio práctico del que yo carecía"-. Aguirre diagnostica cuales serían los puntos más favorables para la instalación de puertos y pueblos. Las variables tenidas en cuenta son la altura del terreno, la cercanía a cursos de agua, la profundidad de los ríos, aunque establece que si "El Superior Gobierno piensa seriamente, como creo, en la creación de pueblos en aquel hermoso pedazo de la provincia, la necesidad de una exploración por agua se hace a todas las luces imprescindibles". El agrimensor se había constituido en un sujeto necesario. Su descripción sirvió de informe, pero a la vez de salvaguarda de la propiedad. Él era quien podía registrar, y no sólo ilustrar como Tilston. Sus conocimientos le servían para desarrollar una práctica exploratoria, para poder demarcar en el plano, que, antes que el mojón, ubicaba las propiedades.

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Aguirre, Toribio. "Informe. Conclusión del Informe presentado al Excmo. Gobernador de la Provincia de Santa Fe D. Nicasio Oroño por el agrimensor D. Toribio Aguirre, acerca de la mensura practicada en el frente de los terrenos comprendidos entre el "rey" y el pueblo de San Javier". Santa Fe. Julio de 1866. En Perkins, W. Album ... Cit.

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En esta área que el plano demarcaba y oficializaba, Perkins - en su doble rol de empresario privado y agente del gobierno en sus esferas provincial y nacional -, impulsaba 40. La colonización con norteamericanos exiliados, soldados y familias del sur, derrotados en la Guerra de la Secesión 41: "La colonización de este punto por familias norteamericanas, lo hará sin ninguna duda el punto más valioso de la Provincia. Ellos son los únicos que están acostumbrados a meterse en el desierto y formar en él un jardín floreciente 42. En su rol de periodista prepara con anticipación a sus lectores para sumarse a la causa de la incorporación del Chaco. Por la región del trigo: convencer para construir la nación. El rosarino Estanislao Zeballos 43, abogado, periodista, fundador y/o miembro de diversas Sociedades Científicas argentinas y extranjeras, radicado en Buenos Aires, realizó un viaje recorriendo las colonias - Candelaria, del Central, y las situadas al oeste de la ciudad de Santa Fe- y algunas ciudades del área - Rosario, San Lorenzo y Santa Fe- en 1878 para realizar una experiencia directa de la marcha del proceso de colonización de la Provincia de Santa Fe. En 1882 realizó un segundo viaje con el objetivo de actualizar ciertos datos. El resultado de esta experiencia y de otros viajes que realiza –en 1879 al sur de la Provincia de Buenos Aires, y un tercero al área de cabañas - se publica como colección bajo el título general de “Descripción amena de la República Argentina”. El particular viaje pampas al norte de Rosario aparece editado como Tomo II, con el nombre “La rejión del trigo” (sic) 44, momento en el cuál se desempeña como Diputado Nacional. Como objetivo explícito manifiesta su intención de hacer conocer el País. Esto es para Zeballos una herramienta práctica para atraer la inmigración, para lograr lo que él llama una de “sus más vivas esperanzas de engrandecimiento del Estado”. Su pensamiento es causalmente científico: si demuestro con datos veraces la potencialidad del territorio y los 40

En febrero de 1866 Perkins, a través del periódico, inscribía la necesidad de un agente de inmigración provincial en Norteamérica ya que "en los Estados de Luisiana, Georgia, Mississipí y las Carolinas, el grito popular es: A Sud América!. Y hay esfuerzos de toda naturaleza para conseguir noticias sobre la región bañada por el Plata ... ". "La Provincia de Santa Fe como punto de Inmigración" III. S/f. Recopilado en Perkins W. Álbum ... Cit. Página 355. El 10 de febrero de 1866 el Gobierno provincial lo nombra su agente para traer inmigración de EE.UU. Archivo General de la Provincia. Registro Oficial. Santa Fe. Tomo V. Página 119. 41 En 1865 Perkins apoyaba la inmigración a Santa Fe de exilados de los Estados donde se desarrollaba la guerra y sugería enviar datos y mantener contactos tanto allí como en Canadá. Para ello se utilizaría el periódico inglés de Rosario The Argentine Citizen, con el fin de "aumentar dicho caudal". "La Inmigración de los Estados Unidos". El Cosmopolita. Rosario, 6/1/1865. Posteriormente seguía insistiendo: "Hay muchas familias en California que sólo esperan la conclusión de la guerra en este país para venir a juntarse con sus compatriotas en el Chaco". "Informe sobre las Colonias de Santa Fe" de fecha 4-4-68. Recopilado en Perkins. Álbum ... Cit. Página 413. 42 "D. Boone". Recopilado en Perkins, Álbum .... Cit. Página 362. Artículo firmado. 43 Nacido en Rosario en 1854. Radicado en Buenos Aires. Ejerció la profesión de abogado y despacho en la redacción del diario La Prensa. Fundador de la Sociedad Científica Argentina. Fundador y presidente del Instituto Geográfico Argentino. Miembro de la Academia de Ciencias de la República. Miembro de sociedades en Italia y Francia 44 itinerario del viaje: La Candelaria. Ntra. Sra. De Rosario de los Arroyos. San Lorenzo. Las Colonias del Central. Santa Fe. Las Colonias. El viaje pampas al sud aparece publicado como Tomo I con el nombre de “Viaje al País de los araucanos”, en 1881. El viaje a las colonias fue publicado como Zeballos, Estanislao. Descripción amena de la República Argentina . Tomo II. Viaje a rejión del trigo. Peuser. Buenos Aires, 1883.

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logros obtenidos y los hago conocer de modo sistemático, lograré incentivar la inmigración, y de ese modo extender y profundizar la experiencia colonizadora. La consolidación de la región del trigo asegurará la construcción de la Nación. Este hacer conocer tiene que ver con especulaciones científicas, pero complementados con datos históricos y sucesos de viajes para captar la atención de un amplio número de lectores locales y extranjeros, lo que posibilita su edición como literatura de divulgación. Esta necesidad de dar a conocer se basa tanto en el desconocimiento como en el mal conocimiento que tanto Sociedades Geográficas cono pobladores extranjeros tienen del país 45. Toma como referencia la experiencia norteamericana: el ejemplo de las publicaciones de la Oficina de Colonización de los Estados Unidos quien en 12 volúmenes describe (haciendo) “conocer la tierra con todas las calidades, con todas las seguridades de los datos científicos”. Estas publicaciones, según Zeballos, permiten a alguien en Bs. As comprar un pedazo de tierra que conocerá como su propio pañuelo” 46. En el relato hace referencia a un pasado cercano, el que surge en los recuerdos de su anterior visita a las colonias en 1864, cuando tenía tan sólo 10 años. Se detiene en describir sucesos con términos como horror, pavor, zozobra, llantos, matanzas, muertes, definidos en un escenario de campos talados, de comarcas envueltas en el silencio de los cementerios 47. Construye la imagen de la destrucción. Esta le permite armar un fuerte contraste con el presente, basado en la transformación productiva: la vista de los campos sembrados en un continuo ilimitado, infinito, las grandes maquinarias de segar y trillar. Múltiples experiencias narran el presente: “Cuando me veía obligado a detener frecuentemente mi caballo ante inmensas sábanas de trigo, me creía en Chivilcoy: y al contemplar desplegadas sobre un campo de batalla de 10 leguas, más de doscientas cincuenta máquinas agrícolas de los mejores sistemas, soñé que viajaba en California, no en la de las minas de oro de perdurables recuerdos, sino en el California de los exuberantes trigos“ 48. La metáfora de la pampa como mar es transformada. Burmaister había dicho:“... nos encontramos ya sobre la pampa y vemos extenderse ante nuestra vista, una planicie sin fin cuyo suelo está cubierto de un pasto fino, tan alto que llega hasta las rodillas. Ningún objeto de alguna particularidad se destaca allí; el vasto horizonte se esfuma en un azul violeta y exactamente como en el mar nos rodea un campo visual circular siempre equidistante cuyo límite extremo, aún en su colorido tiene semejanza con el horizonte marino” 49. Perkins ha parangonado a la pampa en estado puro con la “verdaderamente triste y desanimado de nuestros mares terrestres que llamamos pampas”. Para Zeballos “Recorrer la colonia San Carlos es paseo encantador, sobre todo en el verano, cuando maduros los trigos, se presentan 45

“en la Europa Central y Boreal somos totalmente desconocidos, con excepción de los círculos científicos de Alemania, que saben más que los mismos argentinos, nuestra geografía, pues han hecho los mejores mapas de nuestro país, y han profundizando, admirablemente su historia Natural”. Idem. Página 218 46 Idem. Página 261 47 Idem. Página 26 48 Idem. Página 37 49 Carlos German Burmaister. Reise Nach den La Plata – Staaten, publicado en 1861 narrando una visita en 1857. La versión española es de 1861.

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en campos ilimitados para la mirada, cubriendo parte de los edificios, que surgen de entre las espigas como los buques del mar... 50. La arquitectura aparece, irrumpe surcando los mares. Zeballos incorpora algunos grabados donde grafica esta idea. En Campos de trigo (lámina nº 8), construye una imagen a partir de un punto de vista aéreo: Divide el cuadro en tres fajas horizontales superpuestas: camino, campos sembrados y cielo. Entre estos dos últimos la línea de horizonte sugiere lo ilimitado del campo sembrado. Este se encuentra cruzado por caminos perpendiculares al camino mencionado del primer plano y divide la franja en parcelas regulares del mismo tamaño. De cada una emerge el conjunto casa / árbol, esa imagen de barco semisumergido en un mar de espigas de tamaño desmesurado. La distorsión de la proporción le permite construir esa imagen. La vivienda con un tipo edilicio de casa de ladrillo revocada blanca cubierta con techo de tejas a dos aguas, la imagen del Chalet al que hace referencia cuando narra a los colonos de Esperanza “viven a la europea, en chalets preciosos”. Europa y esta tierra contemporáneamente con las mismas posibilidades. La imagen regular sintetiza la concepción de colonia agrícola como unidad física / productiva constituida en base al par dialéctico familia colona / lote agrario. En la franja del camino la imagen de un hombre camino al trabajo y una mujer manejando un carro con sus niños. La naturaleza organizada permite a través del trabajo asegurar la prosperidad de la colonia. Sintetizar en esa imagen la colonia, mediante, nuevamente la distorsión en la proporción, en este caso de los diversos lotes - que e la mayoría de las colonias miden 20 cuadras cuadradas para hacerlo entrar “en cuadro” le permite mostrar a la colonia como posibilitante de la vida comunitaria. En el ángulo superior izquierdo emerge con fuerza una imagen de producción fabril, probablemente un molino - por el modo en que en otras imágenes del libro aparecen graficados estos - molino en el Carcarañá, molino sobre el Paraná (lámina nº 9). Su chimenea humeante muestra una actividad a pleno. El presente de la región del trigo es la expansión de la próspera colonia Para marcar el éxito de las colonias, en el texto, personaliza en algunos casos de pobladores de Esperanza, que inicialmente fueron de los más pobres” y hoy son millonarios”. Incluso personifica en un colono inmigrante – Lehmann - el tipo inteligente, enérgico, emprendedor e infatigable que de simple labrador se convirtió en industrial, en fundador de colonias, director de diario, jefe de partido político... el hombre tipo que se necesita: “que reclaman nuestros desiertos”. Esto no es nuevo tanto Alberdi como Oroño, el mismo Perkins, el Inspector de colonias Wilcken, han cualificado a la inmigración y planteado los valores que se esperan para la materialización de esta idea. Zeballos muestra que el sueño está cumplido. lo constituye como el colono paradigmático De este modo el presente supera el pasado y permite asegurar el futuro.

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Zeballos. Cit. Página 171

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En ese pasado otra era la situación territorial. Zeballos plantea que “la República Argentina estaba dividida en dos grandes agrupaciones geográficas: el Interior y el Litoral; y entre el Interior y el Litoral, mediaba la extensión inmensa de la Pampa.” Entre ambas “Civilizaciones”, mediaba la “Barbarie”, el lugar del indio, la pampa como desierto. Este desierto necesita ser aniquilado y transformado en parte de la “Civilización” productiva. La alianza es entre el capital y el arado “en efecto, antes de poblarse el Chaco de la Nación, el capital y el arado han de enseñorearse en aquel inmenso valle, que en forma triangular tiene por vértice la ciudad de Santa Fe, por lados los ríos al Salado al poniente y Paraná al naciente“ 51. El espacio se ha extendido. Ya no es el área que había definido Page, ya que incorpora las tierras al oeste de los Saladillos hasta el Salado. Zeballos afirma que desde la transformación agrícola de la Provincia de Santa Fe en esta área, planteándola como avanzada hacia el norte, se podrá transformar el Gran Chaco. La transformación supone una nueva alianza que da cuenta de los factores de producción de capital y trabajo en una base económica agraria que supera la alianza planteada por Oroño entre el fusil y el arado 52. El indio, como obstáculo, aquel que según Zeballos retardaba el desarrollo del área ya ha sido desplazado. Los espacios de producción se articulan, en ese presente a través del espacio del transporte. Para Zeballos “la inauguración Ferro-Carril Central Argentino, al suprimir el desierto que ahogaba o dislocaba el cuerpo orgánico de la Patria concurrió con influencia decisiva á la transformación fundamental 53. Para el gran Chaco reclama el ferrocarril ya que, afirma, este es quien puede resolver la anulación de la Barbarie. Y es en su imagen del viaje en tren a Candelaria que representa este valor. “El aspecto panorámico de la colonia es encantador. El espíritu del viajero (sic), que desde el Rosario se dirige a ella por el ferro-carril Central llega halagadoramente preparado, porque el tren corre entre inmensas plantaciones que le forman calle, interrumpidas de trecho en trecho, por villas dignas de la campiña francesa, florecientes, ricas y de una arquitectura novedosa sin esplendor pero sin monotonía” 54. Corporeiza en Carcarañá los resultados exitosos del concepto alberdiano de supresión del espacio por medio del ferrocarril. Zeballos narra ”El viajero desciende en la estación Carcarañá que es el retiro veraniego de las familias del Rosario, con sus baños y sus campiñas hermosísimas, y atraído por los ruidos de agua trepa al Puente y contempla el Molino más grande y mejor montado del distrito, construido por capitalistas ingleses”. En una acción única el viajero cuenta las acciones de los viajeros que desde el Rosario acuden a Carcarañá. Condensa espacio ya que el poblado del Carcarañá está proyectado como pueblo tipo que, con pequeñas variaciones se multiplica en la cinta del ferrocarril. El diseño parte de una trama 51

Idem. Página 285. Oroño había planteado la necesidad de fundar colonias en las líneas de frontera con inmigrantes sin capital. Esto permitía al mismo tiempo el cambio productivo y la defensa del espacio colonizado con familias con capital. 53 Idem. Página 19. 54 Zeballos describe la llegada a Candelaria desde la Estación Carcarañá ya que en su primer viaje no se encuentra aún el Ferrocarril Oeste santafecino que es instalado en 1883 y del cuál en el libro hace referencia en su viaje de 1883 52

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regular organizada simétricamente a ambos lados de la vía. Zeballos plantea la llegada a una estación que está, al menos a 1,5 Km del río. No sólo basta la experiencia, no sólo es positivo el éxito de colonos como el paradigmático Lehmann sino sólo se construye la región en la medida en que se da cuenta de lo observado. De allí que viajar tiene por objetivo registrar para contar, y contar permite la publicidad y la multiplicación del modelo 55. La región se expandirá en la Nación. La bandera argentina flameando en sus laminas: en los molinos de Carcarañá, en la casa del colono Taberna en San Carlos (lámina nº 10), en los graneros en las cercanías del Rosario, en los barcos, simboliza la concreción de la Nación. Viajar para proyectar Los viajeros seleccionados delimitan / nombran pampas al norte de modo diferente: El Chaco, el gran Chaco, el Chaco de la Nación, el desierto, la pampa, la región del trigo... El desierto es leído desde una mirada negativa, ya sea como pasado reciente o presente a superar. Todos indagan a las pampas en sus potencialidades productivas y comerciales, para proyectar el futuro mediante la conversión del desierto en espacio apropiado. Los relatos de Pampas al norte se articulan tomando al río como organizador de los itinerarios, como lugar de las miradas. Y es ese Paraná al que se constituyó, en el estructurador del sistema productivo. Todos coinciden en definir pampas al norte como “tierra de llegada”: llegada de inmigrantes europeos y americanos exilados; llegada de capitales para fundar colonias agrícolas, para instalar industrias vinculadas con la explotación agrícola, para navegar los ríos interiores, para unir por medio del ferrocarril el interior con los puertos, para promover la inmigración; llegada de mercancías europeas y americanas. Los diversos proyectos intentan plantear a las pampas como mercado consumidor de manufacturas y/o proveedor de materias primas. Los proyectos se constituyen en “causas”, que se defienden y propagandizan: “la causa del algodón” de Hutchinson, “la causa del cereal” de Perkins y de Zeballos. Estas causas intentan encontrar adeptos a través de las publicaciones de los viajes y parecen convivir sin conflicto. La causa del cereal estuvo presente en todo el período. Perkins evaluaba la experiencia de las primeras colonias agrarias y, de ese modo pretendía construir la región. Zeballos a partir de su viaje da por construida la región del trigo y pretende convencer para construir la nación en base a este modelo. Otras causas fueron coyunturales, como la causa del algodón, planteadas en base a conflictos externos que, una vez superados, asumieron su condición efímera dando lugar a otros proyectos alternativos.

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Zeballos. Cit. Página 261

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Los relatos transformaron lo desconocido en conocido. La mirada supuestamente objetiva de los viajeros, experimentada en espacios lejanos, permite la construcción discursiva del territorio, más allá de la existencia física del mismo. Para todos, lo europeo como lo conocido, sirve de imagen referencial, como germen del futuro. Lo “americano” también es nombrado. Page plantea la simultaneidad de algunos procesos en las dos Américas. Identifica en ambas el movimiento, lo mutable, el crecimiento, la transformación acelerada, definiendo a estos valores como constitutivos de lo americano. Otros plantean la América del Norte como modélica. Perkins pretende replicar, espejando, la experiencia norte americana en el sur. Zeballos, las piensa como experiencias en paralelo, pretendiendo emular las estrategias norteamericanas para optimizar los resultados locales. Los relatos de viajeros se pensaron para diversos lectores: el capitalista norteamericano, el inmigrante europeo, el funcionario local. Los autores no descartaron al lector que se sumergía en sus viajes en busca de lo exótico, de lo desconocido, pero sus folletos, artículos y libros fueron instrumentos indispensables para conocer el territorio, herramientas imprescindibles para poder proyectarlo. Las publicaciones se construyen con imágenes gráficas y escritas, que remiten a lo conocido y se proyectan como tales al futuro. Los autores proponen lo que consideran posible implicando al lector con el viajero, alentándolo como probable actor/ constructor de nuevos territorios.

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José Ingenieros: los viajes y los saberes Cristina Fernández

UNMdP – CONICET

Abstract El propósito de este trabajo es analizar los textos escritos por José Ingenieros durante su viaje a Europa en 1905 – 1906, publicados inicialmente como crónicas en el diario La Nación de Buenos Aires y en su libro Italia, y recopilados posteriormente en el libro Al margen de la ciencia. En ellos, nos interesa rastrear cuáles son los objetos de conocimiento seleccionados y jerarquizados por la mirada del viajero –arte, ciencia, literatura, historia, etc.- y el modo en que esos objetos son descriptos, analizados y articulados en una reflexión que busca integrar las distintas facetas de la cultura occidental. Para ello, nos preguntamos por el modo en que se relacionan los múltiples saberes convocados por Ingenieros en estas páginas, así como la forma en que diseña una figura o imagen de viajero solidaria con el rol del intelectual. The purpose of this work is to analyze the texts written by José Ingenieros during his travel to Europe, 1905 – 1906, first published as “crónicas” in the newspaper La Nación, Buenos Aires, and in his book Italia, and edited finally as a book: Al margen de la ciencia. We are interested in the objects of knowledge selected and organized by the traveler’s eye – Art, Science, Literature, History etc- and the way of describing and analyzing these objects, which are articulated in an integral reflection about different aspects concerning to the occidental culture. We ask the texts about the sort of relationships established by the many “knowledges” used by Ingenieros and, besides, about the traveler’s figure or image, helpful to the function of the intellectual.

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La escritura como viaje1 Celia Güichal Abstract Este trabajo es una reflexión “itinerante” que aborda la problemática de la escritura como experiencia de viaje. El viaje es una poderosa metáfora para comprender el modo de saber que se pone en juego en la escritura, imposible de encuadrar bajo la formalización de las ciencias galileanas sin inocularlo. Años después de que Benjamin señalara la pobreza de nuestra experiencia y que Adorno afirmara que no es posible escribir poesía después de Auschwitz, la pregunta sobre la posibilidad de la experiencia del viaje de la escritura permanece, intacta y urgente: ¿es posible viajar hoy?, ¿es posible escribir?, esos son los interrogantes que recorren este texto. Algunos ejes que atraviesan esta indagación son: lenguaje técnico y lenguaje de tradición y oposición turismo/viaje; lo desconocido como llamado al viaje y su analogía con la opacidad del lenguaje; la narración como modalidad específica de conocimiento y como puesta en práctica de un saber indiciario que es origen de un paradigma ampliamente expandido en las ciencias sociales y humanas; la noción de lectura e interpretación como conceptos que exceden el campo de la lingüística y la literatura; el campo del saber anamnético o saber de la memoria, donde no es posible aludir a un mapa jerárquico del conocimiento. Palabras claves: escritura, viaje, reflexión, narración, experiencia, opacidad del lenguaje, memoria This work is a itinerary reflection that approaches the problematic of writing as travel experience. Travel is a powerful metaphor to understand the type of knowledge that occurs in writing, impossible to fit under the formalization of Galilean sciences without inoculating it. Years after Benjamin indicated the poverty of our experience and that Adorno affirmed that it is not possible to write poetry after Auschwitz, the question on the possibility of writing as a travel experience remains, intact and urgent: it is possible to travel today?, it is possible to write?, those are the questions that cross this text. Some problematics that cross this investigation are: technical language and language of tradition and the opposition tourism/travel; the unknown as a “call” to travel and the analogy with the opacity of language; narration as a specific modality of knowledge and as a practice of an indiciary knowledge that is the origin of a paradigm widely expanded in social and human sciences; the notion of reading and interpretation as concepts that exceed the fields of linguistic and literature; knowledge of the memory (anamnesis), as a field where it is not possible to allude to a hierarchic map of the knowledge

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Este trabajo es un avance del trabajo de tesina que será presentada a presentarse en la carrera de Ciencias de la Comunicación de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA.

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Texto “El hombre conduce su vida y levanta sus instituciones sobre tierra firme. Sin embargo, prefiere concebir el movimiento de su existencia, en conjunto, mediante la metafórica de la navegación arriesgada. El repertorio de esta metafórica náutica de la existencia es proteico”. Hans Blumemberg I- Viaje: posibilidad, condición, necesidad El viaje puede concebirse como aquel recorrido que para Campbell atraviesa los relatos míticos y populares de todas las culturas. El llamado, el cruce del umbral, las pruebas, la llegada al tesoro, a la princesa, al paraíso, y el retorno, en sus múltiples variantes, incluso la del naufragio. Esas narraciones que expanden los límites de lo posible ya no tienen su función social como símbolos para hacer avanzar el espíritu humano, aunque persisten, como incómodas presencias de un lenguaje nocturno y olvidado, en el mundo onírico. “Un mundo en el que hay cosas, lugares y hombres que encontrar, en el que hay sitios sagrados por visitar y conocimientos que adquirir es un mundo donde tienen lugar los viajes que, por consiguiente, ya no son posibles”, escribe Diego Tatián, y sigue: “La situación clásica de alguien que llega de lejos y trae consigo una narración maravillosa ha dejado de ser posible en un mundo globalizado y panóptico, que no admite ya peregrinos ni viajeros sino sólo enemigos y turistas: acaso la xenofobia y el turismo sean términos de un funcionamiento único, dos caras de una misma cosa, el negocio del desplazamiento masivo que se incrementa en la misma proporción en que se incrementa la aversión por el otro” (Tatián 2001). Años después de que Benjamin señalara la pobreza de nuestra experiencia y que Adorno afirmara que no es posible escribir poesía después de Auschwitz, la pregunta sobre la posibilidad de la experiencia del viaje de la escritura permanece, intacta y urgente: ¿es posible viajar hoy?, ¿es posible escribir?, esos son los interrogantes que recorren este trabajo. II- Opacidad y disposición Es paradójico, sólo se conoce el valor en el itinerario del viaje, y sólo se emprende el viaje si se intuye el valor. En la intuición de la existencia de lo desconocido está el movimiento. Se plantea el problema de la transparencia y la opacidad. Un lenguaje técnico es un lenguaje que persigue la transparencia. Allí es imposible buscar nada. La escritura es una técnica puesta a disposición de un fin: decir lo que se quiere decir. Al lenguaje técnico, Heidegger opone el lenguaje de tradición, lenguaje que permite decir la ausencia. Esto implica asumir la opacidad. “Si las pretensiones de conocimiento sistemático parecen cada vez más veleidosas, -escribe Ginzburg- no por ello la idea de totalidad debe ser abandonada. Por el contrario: la existencia de una conexión profunda que explica los fenómenos superficiales es reafirmada en el momento mismo en que se sostiene que un conocimiento directo de tal conexión no es posible. Si la realidad es opaca, existen zonas privilegiadas –señales, indiciosque permiten descifrarla” (Ginzburg, 1983: 44).

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Escribir es descubrir, disponerse a lo desconocido. Sólo en esos términos son posibles las preguntas de este trabajo: ¿cuándo se empieza a escribir?, ¿cuándo comienza un viaje? ¿hacia dónde se dirige un viaje de escritura? El descubrimiento sólo es posible si se emprende el viaje a lo desconocido. Ciertas presencias desconcertantes, provocadoras, son potenciales aperturas al movimiento de exploración. Actualmente no existe la necesaria disposición auditiva hacia esas potencialidades. Esas presencias no han desaparecido: son permanentemente abolidas. No es lo mismo. “¿Pero, qué hay de peligroso en el hecho de que las gentes hablen y de que sus discursos proliferen indefinidamente?”, se pregunta Foucault, al describir los procedimientos que tienen la función de “conjurar los poderes y peligros, dominar el acontecimiento y esquivar su pesada y temible materialidad” (Foucault,1973: 11). Estas preguntas son el eslabón que vincula la problemática sobre las posibilidades del viaje y la reflexión en torno a la experiencia de la escritura. Kaufman escribe: “No es el dolor lo que nos embarga, sino la insensibilidad. La metacrítica de la cultura consiste en buscar la vía de apertura a un saber de lo sensible” (Kaufman, 1995:27). III- leer, narrar, comprender Desde hace unas décadas, la etnografía, la antropología, la historiografía, los estudios culturales, los estudios cognitivos, la filosofía, entre otras disciplinas, convergen en la escritura y la narrativa como núcleos que condensan problemáticas teóricas y epistemológicas insoslayables: la narración como modalidad específica de funcionamiento cognitivo; lo real como construcción textual, no sólo en la literatura sino en todas las disciplinas donde la escritura es la zona argumentativa última donde se determina la verosimilitud de los “hechos” referidos 2; la narración como la puesta en práctica de un saber indiciario que es origen de un paradigma ampliamente expandido en las ciencias sociales y humanas; la noción de lectura e interpretación como conceptos que exceden el campo de la lingüística y la literatura; la narración como instancia donde el tiempo se hace tiempo humano. Estas son algunas de las problemáticas teóricas que parten de o arriban al tema de la narración y la escritura. Aquí “escritura” es el terreno del saber anamnético o saber de la memoria, del pensamiento como acontecimiento, donde cuerpo, mirada, texto y lectura son conceptos de compleja delimitación. En este territorio sólo es posible referirse a genealogías, linajes, parentescos, densidades, empatías, resonancias, sedimentaciones; no es posible aludir a un mapa jerárquico del saber. La reflexión semejante a la trama de un tapiz más que a una pirámide (invertida). Y el viaje es la metáfora que condensa lo que sucede cuando se asume la densidad del acto de escribir, cuando la escritura es una instancia de exploración de lo desconocido, y un modo itinerante del pensamiento en torno a este acontecimiento. En este contexto, la diferencia, la praxis, la interpretación, las taxonomías, son necesarias zonas problemáticas del viaje de escritura (el otro, el cuerpo, la mirada, la cartografía). 2

“La habilidad de los antropólogos para hacernos tomar en serio lo que dicen –sostiene Geertz- tiene menos que ver con su aspecto factual o su aire de elegancia conceptual, que con su capacidad para convencernos de que lo que dicen es resultado de haber podido penetrar (o, si se prefiere, haber sido penetrados por) otra forma de vida, de haber, de uno u otro modo, realmente “estado allí”. Y en la persuasión de que este milagro invisible ha ocurrido, es donde interviene la escritura” (Geertz, 1989).

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La escritura y el viaje ponen en juego un saber que nunca se agota en la formalización; puede pensarse desde lo que Bruner denomina modalidad narrativa de conocimiento, como un funcionamiento cognitivo con un modo característico de ordenar la experiencia, de construir la realidad y con principios funcionales y criterios de corrección propios, diferenciables de la modalidad paradigmática o lógico-científica, especialmente en sus procedimientos de verificación (Bruner, 1987: 23). Es un saber que opera en “el territorio del saber conjetural”, dentro del modelo epistemológico que Ginzburg define como “paradigma indiciario”. Se trata de “un método interpretativo enclavado sobre los descartes, sobre los datos marginales, considerados como reveladores”. Este saber basado en indicios, signos, “detalles considerados habitualmente sin importancia”, en el que “huellas tal vez infinitesimales permiten captar una realidad más profunda, de otro modo intangible”- es la lógica del detective, del psicoanálisis, de la medicina sintomática. Allí se pone en juego “la capacidad de remontarse de datos experimentales aparentemente omisibles a una realidad compleja no directamente experimentable”( Ginzburg, 1983: 14). Pero tras este método –afirma Ginzburg- “se entrevé el gesto tal vez más antiguo de la historia intelectual del género humano: el del cazador agazapado en el fango que escruta las huellas de la presa”. (Ginzburg, 1983: 17) Ginzburg incluso arriesga que en esta antigua forma de conocimiento humano pueden encontrarse las raíces de la narración: “El cazador habría sido el primero en ‘contar una fábula’ porque era el único en condiciones de leer, en las huellas mudas (si no imperceptibles) dejadas por la presa, una serie coherente de acontecimientos” (Ginzburg, 1983: 14). Este tipo de saber tiene como objeto “situaciones y documentos individuales en cuanto individuales”, lo cual conlleva “un margen ineliminable de aleatoriedad” en sus resultados. El marinero, el artesano, el detective, el vaqueano, el escritor, por nombrar algunas de las figuras que se inscriben en este paradigma, basan su saber en la concretez de la experiencia, allí reside su fuerza y el límite: son saberes cuyos métodos esquivan la formalización de la ciencia galileana, retornan, siempre a la singularidad de la experiencia. Un conocimiento que reenvía a la experiencia y no se basa en la cuantificación y reiterabilidad de los fenómenos es intranquilizador y obliga a aceptar la tensión de la incertidumbre, sin dejar por ello de reconocer su rigurosidad y racionalidad específica. Si se retoma el hilo heredado de estos desprestigiados modos de saber (“saberes locales, sin origen, ni memoria, ni historia”): el de la caza, la adivinación, la cocina, el viaje es porque se asume que en ese “gesto agazapado” reside la única posibilidad de acercarse a la dimensión de la experiencia de la escritura sin deshacerse de la “inconveniencia fundamental” 3 que es la escritura; sin “inocular” el lenguaje con términos que remitan a un orden técnico mientras se intenta hablar de una práctica que pertenece al orden de la experiencia del hacer. En términos de la metáfora que nos convoca: que el viaje no devenga en turismo 3

Duras, Margarite, El Amante, Tusquets, Barcelona, 1993 (p.15)

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IV- ¿Cómo hablar? La escritura exige forma, método. Pero no se trata de la aplicación de una técnica. La escritura demanda descubrimiento. En el terreno del método de la escritura, la única enunciación normativa posible es la negatividad; “Escribir, ahora, se diría que la mayor parte de las veces ya no es nada”, escribe Margarite Duras 4. La relación teoría y praxis se subvierte, “Al comienzo, el narrador no posee más que un teoría negativa.-dice Saer- Lo que ya ha sido formulado no le es de ninguna utilidad. La narración es una praxis que, al desarrollarse, segrega su propia teoría. Antes de escribir uno sabe lo que no se debe hacer, y lo que queda de eso (o sea lo que uno está haciendo) es el resultado de repetidas decisiones tomadas por el narrador a medida que escribe, en todos los niveles de su praxis creadora. Todo apriorismo ideológico del tipo ‘Dado que soy latinoamericano y que los latinoamericanos somos así, mi trabajo consistirá en describirnos tan como somos’, implica una actitud tautológica, porque si de antemano se sabe lo que son los latinoamericanos, describirlos es inútil y redundante”(Saer, 1997: 270) Sólo es posible hablar de la escritura hablándole a ella, desplegándola en acto y diálogo. Si no, se aleja y debilita. El gesto normativo empobrece. “De este cuerpo de saberes locales, sin origen, ni memoria, ni historia, -escribe Ginzburg- la cultura escrita había intentado dar, desde hacía tiempo, una formulación verbal precisa. Se había tratado, en general, de formulaciones descoloridas y empobrecidas. Basta pensar en el abismo que separaba la rigidez esquemática de los tratados de fisiognómica de la flexible y rigurosa penetración fisiognómica de un amante, de un mercader de caballos o de un jugador de cartas” (Ginzburg, 1983: 33). Volvemos a Adorno sobre el ensayo: “La tendencia positivista general, que contrapone rígidamente al sujeto todo objeto posible como objeto de investigación, se queda, en éste como en todos sus demás momentos, en la mera separación de formas y contenido: ¿cómo podría ser posible hablar aestéticamente de lo estético, sin la menor semejanza con la cosa, a menos de caer en banausía y deslizarse a priori fuera de la cosa misma?” (Adorno, 1998: 248). Es necesario, parafraseando a Adorno, escribir desde una forma que no borre la huella de su arbitrariedad. El viaje es una disposición del cuerpo y de la mirada. El ensayo es la forma posible de esa disposición a conocer. La reflexión sobre la escritura toma aquí la forma del viaje, la trayectoria metonímica; y ese recorrido sintagmático convive con la metáfora, que se articula de manera elíptica, con movimientos de brotación, ya no de relación contigua entre signos. Dos formas que son trazos no asimilables entre sí 5. Una constelación de modos textuales se despliegan en los intersticios de este ensayo, unidos por lazos de simpatía: la bitácora de viaje, el diario personal, la crónica de viaje. Todos atravesados por la impronta de la dimensión temporal, y por lo tanto, de la narración.

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Op. Cit., p.15 Aníbal Ford utiliza estos términos para describir los procedimientos textuales de Haroldo Conti en Sudeste, relación que no es clásica en la narrativa. (Homo viator, en Navegaciones, Amorrortu, Buenos Aires, 1994 (p.102). 5

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Lo “estético” en el ensayo, además de tener un vínculo indisociable del método, produce, como en el caso de la narración, una relativa indeterminación, que “permite un espectro de actualizaciones”. Retomando a Bruner, el efecto de subjuntivización de estos textos implica que los textos “inician producciones de significados en lugar de formular realmente significados en sí”; el significado se mantiene abierto o ‘producible’. ”Estar en el modo subjuntivo es estar intercambiando posibilidades humanas y no certidumbres establecidas”, escribe Bruner (Bruner, 1987: 36-38). En el ensayo, el pensamiento es, en última instancia, territorio de la acción. Fragmentos La reflexión es un viaje a través del lenguaje: sumergirse en textos sedimentados en el pozo de la memoria, tender puentes entre discursos incomunicados; el discurso reflexivo es posada o prisión –detención provisional o definitiva-, pero sobre todo laberinto. Jesús Ibáñez /comienzo/ Un comienzo puede oscilar entre objetos tangibles, innegables, o preguntas. Si esto se traslada al comienzo de un viaje, podría comenzar por nombrar: un mapa, un camino trazado, o podría reflexionar sobre la meta, el motivo, las posibilidades: ¿hacia dónde voy? ¿Por qué viajo? ¿Es posible viajar hoy? Se viaja hacia el descubrimiento, se viaja hacia el reconocimiento. Un trabajo de tesis, este trabajo de escritura empieza en un escenario de papeles, anotaciones, libros apilados, cuadernos viejos, memorias repentinas, desesperaciones. Una primera selección de libros, desplegados alrededor de la cama, como una pareja que se rodea de alimentos aromáticos, entre almohadones y luz suave. Estrategia y azar deciden que empiece por reunir a Conrad, Lao Tse, Lewis Carroll, Homero, Walter Benjamin, El camino del héroe de Campbell, Crítica y ficción, de Piglia, El antropólogo como autor, de Geertz, Mi primer gran viaje y El viaje a Bolivia del Che, Escribir, de Margarite Duras. Debo ir detrás de mis acciones, respetar el azar de una primera disposición para el comienzo (el pensamiento mágico). Pero también es bien sabido que la escritura es construcción (y en ese sentido, ficción); si esta fuera la versión final del trabajo, pude haber vuelto una y mil veces sobre esta primera lista, pude haber suprimido un título, agregado otros cinco, modificado el orden de la enumeración hasta lograr el efecto de lo azaroso. En esta escena aparentemente caótica se condensan las zonas que tomaré de la escurridiza pero potente metáfora del viaje; nombro algunas: internarse en el corazón de las tinieblas de lo ajeno que resulta peligrosamente igual a la propia sombra; la paradoja de “una vía que –estando fija ella misma- conduce desde un comienzo ella

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misma a la meta” 6; el absurdo latente siempre debajo o del otro lado de las superficies 7; el acto de lectura de una obra que obliga a despojarse del peso de la canonización instituida para llegar a la historia de un retorno a la patria contra amenaza de la desmemoria 8, la revolución, como caja muda y la escritura, como acontecimiento de despojo. El texto no se escribe ahora, en este instante, aunque después de cada palabra esté el vacío limpio de hojas y hojas por ocuparse. Escribir es ocupar espacio. /umbral/ Se viaja para atravesar el espacio, una frontera. La frontera es un límite; indica hasta dónde llegar. Por eso el viaje, aunque no implica necesariamente una decisión, requiere de cierta disposición por parte del viajero. Es muy probable que la frontera encontrada en el viaje no sea la que se pretendía cruzar, que el tesoro, la princesa, el paraíso, la verdad, el secreto revelado resulten asombrosamente diferentes de aquello que se salió a buscar. En el viaje mítico, el cruce del primer umbral es el primer paso en la zona sagrada de la fuente universal, “La aventura es siempre y en todas partes un pasar más allá del velo de lo conocido a lo desconocido; las fuerzas que cuidan la frontera son peligrosas; tratar con ellas es arriesgado, pero el peligro desaparece para aquel que es capaz y valeroso”, escribe Campbell (Campbell, 1997). ¿Cuento con amuletos mágicos para este viaje? ¿Qué fuerzas serán aniquiladas? ¿Quién será el heraldo, la figura protectora? Si me hablan, las voces son débiles y lejanas; no las escucho 9. ¿Cómo se convoca al heraldo? La intuición indica que el estruendo vigoroso de una voz puramente masculina lo espantará. Solo tengo este cuaderno con hojas de colores, mi bitácora de viaje. “El individuo tiene que saber y confiar, y los guardianes eternos aparecerán” (Campbell,1997: 72). Se escribe para conocer, se sale en busca del final de la página y se llega a otro lugar. Si no, no se escribe.

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Fragmento de: Jung, Carl Gustav y Richard Wilheim, El secreto de la flor de oro, Paidós, Barcelona, 1996. Encontramos esta paradoja en el Tao Te King: Por nombrarlo de algún modo/ yo lo llamo Tao, el trascendente./ Trascender, quiere decir avanzar,/ el que avanza llega lejos,/ llegar lejos es retornar al lugar de origen. 7 “El propio de Carroll haber hecho que nada pase por el sentido, sino haberlo apostado todo al sinsentido, puesto que la diversidad de los sinsentidos basta para dar cuenta del universo entero, de sus terrores así como de sus glorias: la profundidad, la superficie, el volumen o la superficie enrollada”. (Deleuze, 1996: 39). 8 Ver Italo Calvino, Las odiseas en la Odisea, en Cómo leer a los clásicos, Tusquets, Barcelona, 1992. 9 Los antiguos invocaban a las Musas./Nosotros nos invocamos a nosotros mismos./ No sé si las Musas aparecerían,/ Sin duda de acuerdo a lo invocado y a la invocación,/Pero sé que nosotros no aparecemos. (Fernando Pessoa, Poemas de Álvaro de Campos, Hiperón, Madrid, 1998. Fragmento de poema 144, p.367)

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/escritura profesional/ Si se anula la experiencia del lenguaje, del des-cubrimiento, la palabra es relegada a técnica de traspaso (no de traducción porque la traducción puede ser una tarea sutil de escritura, que camina por las pisadas que ha dejado el otro e intenta no dejar huellas). La escritura profesional corre el riesgo de no dejar fisuras: un comienzo igual al final, con diferencias numéricas: cantidad de páginas, cantidad de casos, cantidad de citas. El riesgo de explicitar lo obvio hasta el agotamiento, y dejar sin explorar las oscuras zonas que convocan a la interrogación. “Lo que me interesa son los errores de la pasión –dice Steiner- de los que uno sale casi siempre mal parado. Dios Santo, el empeño de tener razón. El empeño que ponen nuestros académicos en moverse con la máxima seguridad” (Steiner, 1997). Consideraré la posibilidad de la censura más adelante: aquí se requiere no sólo el conocimiento de las reglas del juego, sino también su aceptación. No sólo eso, también debe demostrarse que se conoce las reglas y que se las acepta. Buscaré la escritura de los códices, una escritura sobre otra, el palimpsesto. /lo autorreferencial/ La primera persona es intranquilizadora (la temida subjetividad). Mieke Bal sostiene que la distinción entre novelas en primera persona y en tercera persona es absurda, ya que no suponen ninguna diferencia en el rango de la narración que el narrador se refiera o no a sí mismo. “‘Yo’ y ‘él’siempre son ‘yo’, dice Bal (Bal, 1998: 127). La autora se refiere a la narración, pero es posible extrapolarlo a otros ámbitos de la escritura. También se puede afirmar el revés de esta afirmación: ‘Yo’ no existo. “Al escribir no me conozco, me olvido de mí. Yo, que aparezco en este libro, no soy yo. No es autobiográfico, vosotros no sabéis nada de mí. Nunca te he dicho y nunca te diré quién soy. Yo soy vosotros mismos”, escribe personaje (escritor) del último trabajo de escritura de Clarice Lispector 10. ¿Por qué la primera persona aquí? O debería preguntar, para buscar la exactitud del interrogante: ¿qué es la primera persona en esta escritura? En Fragmentos de un discurso amoroso, Barthes elige un “método ‘dramático’, que renuncia a los ejemplos y descansa sobre la sola acción de un lenguaje primero”; sustituye la descripción por la simulación del discurso amoroso. “(...) y se le ha restituido a este discurso su persona fundamental, que es el yo, de manera de poner en escena una enunciación, no un análisis”. Es un retrato, dice Barthes, no psicológico sino estructural (Barthes, 1982: 13). La primera persona de Fragmentos.... está a disposición de la simulación, Barthes da cuenta de las figuras del discurso amoroso. Un análisis que abandona la temporalidad para reconstruir la estructura de ese discurso.

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Clarice Lispector; Un soplo de vida, Siruela, Madrid, 1999.

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Esta escritura también necesita de la primera persona, pero no retrata, este viaje es la puesta en acto de una experiencia. Y el viaje no puede prescindir del tiempo, sólo es realizable en el tiempo. Posiblemente sigue el curso de la literatura, aunque no como ficción, entendida como oposición a “lo real”. Lo autoreferencial puede entenderse por su movimiento recursivo (yo hablo sobre yo), o sea, por el objeto de la referencia, o por la singularidad que refiere. “…Pero la literatura (...)- dice Deleuze- se plantea únicamente descubriendo bajo las personas aparentes la potencia de un impersonal que en modo alguno es una generalidad, sino una singularidad en su expresión más elevada: un hombre, una mujer, un animal, un vientre, un niño…” (Deleuze, 1996: 13). /nombre/ ¿Este viaje comienza desde una singularidad? ¿o va hacia ella? Se viaja desde el nombre, hacia el nombre, en el nombre. Call me Ishmael, así comienza la novela de Melville. El nombre es un posible comienzo; un viaje que parte del lugar que es su destino. “Yo reducida a una palabra? –escribe Lispector- Pero qué palabra me representa? Una cosa sí que sé: yo no soy mi nombre. Mi nombre pertenece a los que me llaman. Pero mi nombre íntimo es cero. Es un eterno comienzo que interrumpe sin parar mi conciencia del comienzo” 11. Escribir es crear vacío. ¿Puede decirse: el nombre es necesario? El nombre es dado, siempre. Nombre dado con violencia: el acto de nombrar lo que ya tiene nombre. Nombre de bienvenida: al mundo. También: los nombres surgidos del humor –a veces, de la crueldad. Dar nombre es un gesto diferente al de hallarlo. Para hallar un nombre es necesario el silencio. El azar reúne aquí a Colón y a los indios Huicholes, con dos gestos opuestos del nombrar: Colón anuncia su “descubrimiento” a los reyes de España, el segundo párrafo de la carta inmediatamente pasa a los nombres (nombrar es la primera actividad del descubridor en tierra “nueva”), “A la primera que yo hallé puse nombre San Salvador a conmemoración de Su Alta Majestad, el cual maravillosamente todo esto ha dado; los Indios la llaman Guanahaní; a la segunda puse nombre la isla de Santa María de Concepción; a la tercera Fernandina; a la cuarta la Isabela; a la quinta la isla Juana, y así a cada una nombre nuevo”. Un nombre y una bandera son gestos de posesión. El nombre que reemplaza al anterior es incrustado y anunciado. El viejo nombre permanecerá como una capa que

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Lispector Op. Cit.

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enrarece lo familiar del nuevo nombre impuesto (lo siniestro); un nombre nunca se somete completamente. Resurgirá en sueños. Otra actitud posible al nombrar lo que ya tiene nombre: Cada año, los indios Huicholes realizan una peregrinación a Viricota, el desierto donde crece el Divino Peyote. En este viaje se recrea la creación del mundo de los dioses, los peregrinos deben dar un nombre nuevo a todo y utilizarlo durante todo el ritual. Los ritos iniciales de esta peregrinación tienen el propósito de hacer que el tránsito de lo profano a lo sagrado se efectúe sin peligro. Es indispensable “trastocar el orden de lo cotidiano, alterar el ritmo usual del mundo, darle otras autoridades y nombrar nuevamente las cosas”. Para esta ceremonia, se reúnen junto al fuego e inician “la tarea verdaderamente abrumadora de darles nuevos nombres a las gentes y a las cosas”. El Huichol toma de la mano al peyotero elegido como compañero de viaje, da una vuelta alrededor de la hoguera, lo levanta y lo sacude vigorosamente sobre las llamas “para que se queme su nombre antiguo y a los dos los proteja el Abuelo Fuego” 12 (Benítez, 1989: 38-45). Aquí el nombre nuevo es una alteración, no se asume como normalidad. Un nombre que trastoca completamente el orden existente y protege en el tránsito hacia lo sagrado. /disiplinamiento/ Escribir para nada. Como Penélope: destejer de noche lo que se teje de día. Des-escribir cada frase. Des-escribir a pesar del feroz disciplinamiento de la palabra, a pesar del vacío. Schmucler define a la ideología totalitaria como “hacer impensable la voluntad de no querer”, en un presente donde “sólo es posible una positividad irrenunciable” (Schmucler, 1996: 8). La abolición de lo diferente. ¿Es posible renunciar a esa positividad que se puede asociar a lo que Foucault llama voluntad de verdad, “prodigiosa maquinaria destinada a excluir”? /el llamado/ “Sí, en algún lugar del camino me entregarían la perla”, dice Sal Paradise en el comienzo de la novela de Kerouac 13. Una vieja, un sapo, la promesa de un tesoro oculto en los cuentos, el deseo de volver a atravesar con la escritura, lecturas y preguntas, para encontrar algo. Es probable que antes de la decisión de emprender el viaje, algo o alguien despierte en nosotros un poderoso interés que convoque al movimiento 14. Puede fascinar desde la belleza o desde la repulsión. El llamado también puede convocar desde el dolor. 12

Fernando Benítez, Los indios de México, ediciones Era, México, 1989. (pags. 38- 45) Jack Kerouac, En el camino, Anagrama, Barcelona, 1989 14 “...Pero cuando el Conejo sacó un reloj de bolsillo de su chaleco, miró la hora y apuró la carrera, Alicia se levantó de un salto, porque comprendió de pronto que nunca había visto un conejo con chaleco ni con un reloj para sacar de él. Ardiendo de curiosidad, corrió tras el animal a través del campo, justo a tiempo para verlo desaparecer en una gran conejera bajo el cerco./ Alicia lo siguió en un instante, sin detenerse a considerar ni un segundo cómo se las iba a arreglar para salir de allí”. Así comienza el viaje de Alicia al país de las maravillas. (Lewis Carrol, The annotated Alice, New American Library, New York, 1974. p.26). 13

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“Esta fatal región de tesoro y peligro puede ser representada en varias formas: como una tierra distante, un bosque, un reino subterráneo, o bajo las aguas, en el cielo, una isla secreta, la áspera cresta de una montaña; o un profundo estado de sueño; pero siempre es un lugar de fluidos extraños y seres polimorfos, tormentos inimaginables, hechos sobrehumanos y deleites imposibles”, dice Campbell (Campbell, 1997). /escritura y lo desconocido/ En la escritura sucede algo. “La escritura es lo desconocido. Antes de escribir no sabemos nada de lo que vamos a escribir. Y con total lucidez –dice Margarite Duras, y sigue: “si se supiera algo de lo que se va a escribir, antes de hacerlo, antes de escribir, nunca se escribiría. No valdría la pena” (Duras, 1994: 55). El viaje de escritura es el movimiento de “salir de sus propios surcos”. Para Deleuze la literatura es descomposición de la lengua materna, invención de una nueva lengua y finalmente invención de una nueva lengua, por creación sintáctica, “la lengua extranjera no puede excavar en la lengua misma sin que todo el lenguaje a su alrededor no se tambalee, no sea llevado a un límite, a un afuera o a un reverso consistente en visiones y audiciones que ya no son de ninguna lengua” 15 (Deleuze, 1996:17). Un sapo, una vieja, un tesoro. Un fusilado que vive. Walsh conoce a Livraga, un fusilado que vive. Va hacia la historia en busca de una nota best seller. Pero encuentra otra cosa. Encuentra, entre otras cosas, que ya no quiere el best seller. Encuentra que ya no puede volver al ajedrez 16. /dirección del viaje/ ¿Hacia dónde se viaja? Una posibilidad es volver a lugares conocidos. Los viajes hacia un lugar ya visitado (viaje de re- conocimiento); los viajes a lugares recorridos por otros: volver al espacio de la experiencia vivida o volver a la experiencia leída. Pero se sabe: el viaje verdadero nunca es el viaje planeado. El mapa actual, preciso hasta la mentira, permite no confundir el mapa con el territorio. El contorno de las líneas a escala es imposible de experimentar con el cuerpo. El contorno del viaje como experiencia del individuo en su propio territorio siempre es un círculo, y la dirección es el centro. La dirección de un texto: en este caso la escritura se dirige desde las hojas azules hacia la sección del cuaderno donde las hojas son rojas. El paso del azul al rojo es una frontera. Aunque si esta ya no es la versión manuscrita, no va haber contexto para descifrarlo. Podría convertirlo en metáfora, si aún no lo es. O podría editar la 15

En Artaud: “la omisión de letras en la descomposición del lenguaje matern (R,T…); su recuperación en una sintaxis nueva o en nombres nuevos con proyección sintáctica, creadores de una lengua (‘eTReTé’); las palabras-soplos por último, límite asintáctico hacia el que tiende todo el lenguaje”; en Celine: “el Viaje, o la descomposición de la lengua materna; Muerte a crédito y la nueva sintaxis como lengua dentro de la lengua; Guignol’s Band y las exclamaciones suspendidas como límite del lenguaje” (Deleuze, 1996:17). 16 Ver prólogo de Rodolfo Walsh, Operación Masacre, ediciones de la Flor, Buenos Aires, 1991.

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tesina en páginas de distintos colores, primero las rojas, para provocar. Entonces, la escritura se dirigiría hacia donde está 17. /comienzo (2)/ Los confines de un viaje. ¿Cuándo comienza un viaje? ¿Cuándo empezó esta tesina? ¿Al inaugurar este cuaderno? ¿Al viajar a José León Suárez, tras las huellas de la Masacre narrada por Walsh? ¿En aquellos días de escritura colectiva, preguntas y lecturas? ¿Empezó con mi primera migración, los viajes entre Bahía Blanca y Buenos Aires? ¿En las correspondencia catártica, desbordante de descubrimientos recientes y veladamente amorosa con T. que aún vivía allá? ¿Con mi primer diario de los 10 años? 18 ¿Cuándo empieza la escritura? ¿Cuando empezó mi escritura? ¿Cuando escuché la palabra girasol, mencionada al pasar en una conversación y necesité ver aquella flor de sol girando luminosa sobre mi cabeza? O con ese libro de la infancia que instaló en mí el enigma del vínculo entre el nombre, la persona y la identidad; un libro donde el tesoro desenterrado al final de la aventura era un cofre que contenía un papel con los nombres de los personajes de la historia, los aventureros. El mensaje en el papel decía: María es María, Juan es Juan, vos sos vos. /duración/ ¿Cuánto dura un viaje? Walsh escribe en la Nota de prólogo a Los oficios terrestres: “Comencé a escribir Esa mujer en 1961, lo terminé en 1964, pero no tardé tres años, sino dos días: un día de 1961, un día de 1964” 19. ¿Cuánto dura la narración de un viaje? Un día en la página de un diario puede durar un año, cinco días, veinte minutos. Sólo se puede aceptar la ficción de la fecha, que es parte de la escritura del texto. Borges dice que Funes, el memorioso, necesitaría un día para contar un día. Pero es imposible, y él mismo lo enuncia en El aleph: lo que en los hechos sucede a la vez, al escribirse, debe hacerse mediante la secuencia de una palabra detrás de la otra. La insalvable distancia entre el instante de la experiencia y la secuencialidad en el tiempo de la palabra (“Lo que vieron mis ojos fue simultáneo: lo que transcribiré, sucesivo, porque el lenguaje lo es. Algo, sin embargo, recogeré” 20. Pasé la frontera, estoy ante el un nuevo color de páginas del cuaderno, zona roja. Suficiente por hoy. /mapa/ “Uno no necesita un mapa para la ciudad donde nació, uno necesita un mapa para el lugar donde es extranjero. El mapa es la metáfora de que se es un forastero. Si aparece un mapa quiere decir que alguien está ahí perdido”, escribe Piglia (Piglia,

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Es un error representar el camino del viaje como una línea recta con partida y llegada. Se puede asemejar más a un círculo, o una espiral. Entonces, para ver el final, habría que mirar hacia el centro. 18 Se presume aquí una constitución mutua de la memoria individual y la memoria colectiva (Ricoeur, Paul, La lectura del tiempo pasado: memoria y olvido, Arrecife, Madrid, 1998). 19 Rodolfo Walsh, Nota en Los oficios terrestres, ediciones de la Flor, Buenos Aires, 1996 (p.7). 20 Borges, Jorge Luis, El Aleph, en El aleph, Emecé, Buenos Aires, p.164).

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1993). Actualmente es inconcebible un viaje sin mapa. El mapa y la meta tienden a confundirse, “deseo llegar aquí”, puede decirse, y se señala un punto en el mapa. “Hace diez días puse en la pared el mapa de la Habana, y desde entonces postergo el encuentro con la luminosa ciudad perdida. Entro en mi pieza sin mirarlo, lo veo de costado y huyo, porque no quiero recordar hasta el momento justo en que me sienta alegre y limpio, con la fuerza necesaria para sacarla ardiendo, como una joya de la fragua, como un vaso de porcelana del horno insomne que lo fija en su belleza eterna, que lo reitera y asegura en su forma exacta insobornable y graba para siempre los metales y las tintas, alquimia del amor”, escribe Walsh en su diario 21. Antes de comenzar un viaje, el mapa se mira desde el deseo, las líneas son promesas voluptuosas de un tiempo por ocuparse. El mapa es un elemento de control, o mejor dicho, de dominio. Habría que explorar mejor los matices entre esos dos términos, control y dominio. Sigue Walsh: “En otra pared tengo el mapa de París, la ciudad que no conozco. Toco a París con la punta del dedo, como podría tocar una foto de Marilyn, pasar la punta del dedo por las rodillas, las caderas, el escondido sexo de una mujer desconocida (...) Y ahora toco, como un ciego, las calles de La Habana, como un ciego que sueña, y vagas formas me responden y se agitan. Ya no sé dónde vivo, dónde estoy” 22. Las expectativas se funden en la mirada sobre el mapa, que anticipa o revive ese alimento que es el movimiento del viaje. Las líneas rectas, inequívocas en el papel, no son siempre el mejor camino hacia la meta. /posibilidad del viaje/ ¿Es posible viajar hoy? ¿Quiénes son hoy los viajeros que abren caminos y expanden los límites de lo posible? El turismo es el anti-viaje. La garantía de transitar por paisajes y volver al punto exacto del que se partió. La certeza de no correr ningún peligro, la seguridad de un recorrido predeterminado, con los necesarios condimentos del exotismo que simulan, como un espejismo, un verdadero viaje. La previsibilidad permite pasar sin ser tocado. El dinero realiza la mediación del contacto. Comprar, llenar, llenarse de (fotos, objetos, paisajes, tradiciones “autóctonas”). Volver con souvenirs que dejan constancia: “yo estuve acá” (¿dónde?). El verdadero viaje nunca puede hacerse desde el consumo porque el recorrido horizontal no es el sentido último del viaje. “La travesía del héroe mitológico puede ser, incidentalmente, concreta, pero fundamentalmente es interior, en profundidades donde se vencen oscuras resistencias, donde reviven fuerzas olvidadas y perdidas por largo tiempo que se preparan para la transfiguración del mundo”, escribe Campbell (Campbell, 1997: 34). /renuncia/ El viaje implica renuncia. Puede suceder que la persona se niegue a renunciar a lo que considera de su interés, razona Campbell. ¿Cómo anticipar un aprendizaje que no es anticipable? ¿Cómo hacer saber al cuerpo que lo que se aferra 21 22

Rodolfo Walsh, Ese hombre y otros papeles personales, Seix Barral, Buenos Aires, 1996 (p.33) Walsh, Op.cit.

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no es del propio interés? La renuncia se basa en el hambre de algo que no se conoce. Sólo están las transmisiones de quienes han viajado. Lo que guía no es la certeza del hallazgo sino del hambre. ¿Cómo se despierta el hambre? /hambre/ “Ha desaparecido la navegación como aventura. Salir a la mar, navegar como necesidad, sin necesidad de vivir, acarreaba aceptar la posibilidad del naufragio. Organizar un viaje, seleccionar a una tripulación, implicaba elegir a los eventuales compañeros de un naufragio, un enfrentamiento con piratas, una situación de deriva y hambre. La navegación como necesidad desaparece cuando se refinan los “vínculos intersubjetivos”, y la confianza se confunde con lo siniestro”, escribe Kaufman (Kaufman, 1995: 27). El viaje es necesario. El viaje es cada vez menos posible. La imposibilidad está dada por el adormecimiento, por el sometimiento a la desaparición de ese hambre que convoca al viaje. La escritura es una de las formas posibles del viaje. No toda escritura es un viaje, como no todo viaje es un viaje. Como no todo el que escribe es escritor, diría Deleuze. /narración y viaje/ Sobre la cama, también hay dos libros de Piglia: Crítica y Ficción y Formas breves. Leo para reencontrar. Encuentro la frase que buscaba: “En definitiva, no hay más que libros de viajes o historias policiales. Se narra un viaje o se narra un crimen. ¿Qué otra cosa se puede narrar?” (Piglia, 1993). También hay fotocopias. Son condición de la lectura actual. No se ajustan a la metáfora de los amantes rodeados de lecturas, bocados estimulantes. Son antiestéticas. Y se utilizan sin pudor, se subrayan sin titubeos, se pueden romper; la fotocopia es la sirvientita huérfana. La más cercana a mi cuerpo es el capítulo “El narrador. Consideraciones sobre la obra de Nicolai Lescov”, de Walter Benjamin. Ya no recuerdo el aspecto de la tapa del libro al que pertenece esta copia, aunque cuento con la referencia bibliográfica completa (todo académico sabe que en cualquier momento puede necesitar una cita). Primera cita que aparece, inevitable, de este texto: “Cada vez es más raro encontrar gente que sepa contar bien algo. Es cada vez más frecuente que se vacile cuando se pide que se narre algo en voz alta. Es como si una capacidad, que nos parecía inextinguible, la más segura entre las seguras, de pronto nos fuera sustraída. A saber, la capacidad de intercambiar experiencias” (Benjamin,1986: 189). Recuerdos, objetos y huellas de un viaje son inseparables de la narración. Se viaja para contarlo, dicen. Esto es inexacto si se juzga desde la lógica del conector que denota intención en la afirmación: viajar para contar. Pero si tomamos la idea contraria también como verdad- se cuenta para viajar- entonces es posible que resulte una reflexión interesante. Benjamin entiende que la narración requiere distancia, el narrador se encuentra en las figuras del agricultor sedentario (la distancia temporal de la vejez) y el marino 260

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mercader (la distancia geográfica), condensadas en la Edad Media en el maestro sedentario y los aprendices vagabundos. Distancia de los hechos narrados es en sí una experiencia de comprensión. ¿Comprensión de qué? Del lugar desde el cual se narran esos hechos. “Un hecho. ¿Cómo se vuelve al hecho? ¿Debo interesarme por el acontecimiento?”, se pregunta el personaje de la novela de Lispector 23. Un amigo me cuenta sobre el viaje que hizo por varios países de Latinoamérica (qué difícil escribir esa palabra: Latinoamérica. Se debe elegir el olvido a veces, si no, es imposible escribir). Duró más de un año, en general encontraba a alguien en cada lugar a quien contarle una parte de su viaje. A nadie le hizo un relato completo. A veces, enviaba una foto a su familia con una breve descripción de escena en la imagen en el reverso. Su viaje quedó disperso en anécdotas, breves crónicas, descripciones de lugares, situaciones y personas vistas en la parada anterior, donde seguramente contó en algún bar o casa de amigos o de desconocidos otras experiencias vividas. Trazos de la historia de su viaje en Guatemala, en Honduras, en Chile, en México, en Nicaragua, en Venezuela, en un cajón de la casa familiar o en el norte de Argentina donde deliró afiebrado. En la desmemoria de sus oyentes. La experiencia iniciática de ese tiempo y de ese recorrido (o de ese tiempo recorrido) es una anécdota, una noche olvidada, un encuentro fugaz en la historia de diez, quince personas en ocho, diez países de este continente. Transformada en el recuerdo y en el tiempo. Quizás la verdadera historia sea la de la imposibilidad de una narración completa, una historia que no puede ser contada en su totalidad y que tampoco puede ser escuchada entera por un solo oyente. Para Benjamin, esta imposibilidad está ligada a las condiciones que crean el ritmo de la escucha de la narración: “Cuanto más olvidado de sí mismo está el oyente, tanto más profundamente se acuñará lo oído en él. Si se encuentra sujeto al ritmo de un trabajo, presta oídos a la historia de tal manera que luego adquiere de por sí el arte de volver a relatarlo. Así, pues, está tejida la red de donde proviene el don del narrador. Esa red se desata hoy por todos los cabos, mientras que durante milenios fue una y otra vez anulada en el ciclo en el que se cumplía el trabajo artesanal” (Benjamin, 1986: 196). /espacio/ “Generalmente la página se usa en el sentido de su mayor dimensión. Lo mismo que la cama.”, leemos en Especies de espacios (Perec, 1999: 37). El cuerpo y la escritura conducen al espacio. Habitar. “Vivir en una habitación ¿qué es? Vivir en un sitio ¿es apropiárselo? ¿Qué es apropiarse de un sitio? ¿A partir de qué momento un sitio es verdaderamente de uno?”, pregunta Perec (Perec, 1999: 48). Siguiendo sus interrogantes, podemos preguntar: ¿Escribir es apropiarse de la escritura? ¿A partir de qué momento una escritura es verdaderamente de uno?

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Lispector, Op. Cit.

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La cama aquí es escena de convergencia de la escritura, la lectura, y el sueño. La zona entre sueño y vigilia es un umbral. Recordar lo soñado requiere de la misma disposición que la escritura en viaje. Jung ilustra el movimiento de la conciencia buscando en el terreno del inconciente con la imagen de dos luminosidades de orden diferente: al despertar, la luz de la conciencia irrumpe como la luz del día en un cuarto iluminado por una vela. El sueño es una caja cerrada que espera. La caja cerrada puede despertar el hambre, todo el ser deviene voluntad de visión. El cuerpo se dispondrá con firme delicadeza; un sueño no se recuerda como se rompe una nuez. Sigo en las páginas naranjas, todavía muy cerca del centro del cuaderno. El verde llegará y mi corazón sentirá el frescor de la menta. (Todavía me impregna el sentimiento es el del viajero ante la lengua extranjera. El esfuerzo es tan grande que llega exhausto al final del día. Debe romper en cada momento la estructura de la lengua materna y aprehender la nueva. De noche, olvida y se desmaya en un limbo, atontado, sin quedarse en una lengua o la otra.) /notas de viajero/ Hay días de notas. En esos días sólo puedo copiar, extraer, levantar la escritura de otros. No puedo vencer la inercia y cruzar el puente hacia mis preguntas y asociaciones. Sé que están allí, pero me algo me impide ocupar mi pensamiento. Subrayo con lápiz frases que condensan sentido(s). Sé que al volver sobre ellas, desatarán una escritura que aún no existe, la presiento. /copiar-memorizar/ ¿Por qué copio fragmentos de textos mientras leo? El texto está ahí, puedo marcarlo, volver a él cuando quiera. Se trata, quizás, de “volver a ejecutar”, como dice Steiner (“Por eso aprendo tantas cosas de memoria, por eso repaso constantemente un mismo texto con mis alumnos: lo volvemos a ejecutar”) (Steiner, 1997). A la reivindicación de la memorización de Steiner, habría que agregarle el acto de copiar. El copista no cumple solamente una función de conservación. Copiar a mano en tiempos de palabra desmaterializada. Copiar para apropiarse. Con la mano, la tinta, la visión, la mente. Copio párrafos enteros para escribirlos, decirlos en mí. El trazo, como la voz, es la experiencia de un gesto del cuerpo. /lectura/ La lectura depende de nuestra disposición. También una lectura puede hacer lo que quiere con uno. ¿Para qué se lee? ¿Para qué leo ahora? Para encontrar indicios, anclajes, revelaciones. Busco revelaciones o busco relevar, como escribí fallidamente y corregí hace instantes. Relevaciones. Relevar: que la lectura me releve. Descanso de mi escritura, o mejor dicho, aplazo, pospongo. Mientras tanto hablan otros. Los libros y el tiempo: “Walter Benjamin señaló que un libro siempre podrá esperar un milenio hasta que el lector idóneo se lo encuentre en su camino. Los libros no tienen prisa.”( Steiner, 1997). ¿Cómo volver a leer el mismo libro dos veces?

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Descubrir libros en la propia biblioteca (se descubre, entonces, un nuevo lector en uno). Abrir un libro al azar como un oráculo sagrado para que nos hable: la bibliomancia. Según Benjamin, una novela se devora 24. La novela y la comida son actividades que se disputan el terreno. ¿Cómo se lee un ensayo?, ¿es posible la analogía con la experiencia gastronómica? Esa experiencia de lectura es estética y también corporal, permanente vaivén entre la parte y la totalidad. Si la musa de la novela lleva el emblema de la cocinera, en el ensayo, este es el lugar del anfitrión. La lectura es la otra superficie del viaje de escritura, leemos a Bruner: “A medida que nuestros lectores leen, a medida que empiezan a construir un texto virtual propio, es como si emprendiese un viaje sin llevar mapas y, no obstante, poseen una cantidad de mapas que podrían dar indicios y, además, saben mucho sobre viajes y sobre la confección de mapas. Las primeras impresiones del terreno se basan, desde luego, en viajes anteriores. Con el tiempo, el nuevo viaje adquiere un perfil propio, aunque su forma inicial fuese un préstamo del pasado” (Bruner, 1987: 47). /tiempo/ Lapsos de tiempo. Un mes imperceptible de distancia entre este renglón y el anterior. El tiempo de no escritura de la escritura es un murmullo oculto, entre piedras. Ese río subterráneo es el sonido de su gestación, el ritmo de su latencia. /voz/ “Es curiosa la sensación de escribir. Al escribir no pienso en el lector ni en mí: en ese momento soy, pero sólo para mí: soy las palabras propiamente dichas” 25, escribe Lispector. Vuelvo al cuerpo en el viaje de escritura. Un profesor dijo una vez que para dar clases, antes que nada, se necesita voz. ¿Para escribir se necesita voz? Es una resonancia sin vibraciones de aire. (¿La voz en la escritura es una metáfora?) En Y la nave va, de Fellini, dos personas hablan sobre la soprano cuyas cenizas están llevando para arrojar al mar. Cuentan que a ella, cuando cantaba, se le aparecía la visión de un caracol, y su voz ascendía por la espiral de su interior, así lograba esos tonos singulares. La energía de su voz era canalizada por esa visión en espiral, más allá de su cuerpo, más allá de ella. Desearía que existiera una visión homóloga a la de esta cantante y su voz para mi escritura. Una espiral que condujera a mi escritura, y el lenguaje mismo se desprendiera, hablador, de mi mano. Una visión canalizadora. Una forma incorpórea capaz de transportar la energía de otra forma y ascenderla, potenciarla. /el otro/ Aguirre mira al indio que toca el sicus. Lo rodea lentamente, lo mira con intensidad, podría, de pronto, cortarle la cabeza. Suprimirlo de ese paisaje y a esa música y a su propia incomprensión rabiosa. Lo ve quizás por única vez al indio. ¿Qué ve? ¿El espanto y su delirio reflejados?

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Benjamin, Leer novelas, en Cuadros de un pensamiento, Op. Cit., p.150 Lispector, Op. Cit.

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El recuerdo durante el viaje: allí la “otredad” es el propio lugar. Lo desconocido se hace conocido. Lo conocido, desconocido. El extrañamiento es primero hacia lo nuevo, y finalmente, hacia el lugar que ya no se ocupa. “Desde Moscú se aprende más rápido a ver Berlín que Moscú mismo”, escribe Benjamin (Benjamin, 1992: 26). /nombre, rostro/ Nombre y cuerpo han mantenido misteriosos vínculos, siempre. En ciertas iniciaciones budistas, el discípulo recibe su nombre tántrico susurrado por el maestro al oído o escrito en un papel que deberá tragarse. Un nombre secreto que no deberá manifestarse nunca en vida. El nombre iniciático se ingiere para futuras existencias (Cardona, 1999: 174). “No me dirás tu nombre ni me mostrarás tu rostro, por lo menos ilumíname el camino para no caer”, le dice el hombre de la ciudad a la joven en la película de Kiarostami, El viento nos llevará. Nombre, rostro y camino se condensan en esa frase pronunciada en un oscuro cuarto de adobe iraní, donde la mujer cuida sus animales. Un viajero lee indicios en el espacio que atraviesa (y que lo atraviesa); también el rostro se lee como un paisaje con signos, huellas, de una temporalidad propia: “Para mí, todo empezó así, por ese rostro evidente, extenuado, esas ojeras que se anticipaban al tiempo, a los hechos”(p.16); Margarite Duras lee su rostro; “Ahora comprendo que muy joven, a los dieciocho, a los quince años, tenía ese rostro premonitorio del que se me puso luego con el alcohol, a la mitad de la vida. (...) Ese rostro del alcohol llegó antes que el alcohol. El alcohol lo confirmó” 26. Se busca certeza en el rostro del espejo, pero cualquier cosa que se mire con cierta insistencia se transforma, los rasgos se desdibujan en sombras y luminosidades insoportables. “Hace mil y mil años que el rostro humano viene hablando y respirando y uno tiene todavía la impresión de que no ha empezado a decir lo que es y lo que sabe”, escribe Artaud. El viajero puede leer signos equívocos. del mismo modo que al creer leer el rostro del otro, vemos nuestro propio rostro. “Esto no es una flecha”, dice afiebrado uno de los hombres de Aguirre en la balsa donde ya casi todos han muerto, mientras observa la flecha envenenada incrustada en su cuerpo. Un barco cuelga de la punta de un árbol, “estamos por salir a mar abierto”, dice Aguirre, leyendo los signos de su delirio desde la balsa que avanza por el río, invadida por los monos de la selva. /método- plan/ Un plan evita desvíos innecesarios, presenta un camino, su abstracción. Útil, en la medida en que guía y facilita. Un camino abstracto permite trazar después un camino terrestre. Para trazar un camino hay que guiarse por los surcos, las marcas, presentes en el terreno; por lo tanto, hay que encontrar un camino ya trazado. Entonces, para hacer un plan, que es un camino, hay que hallar el camino que ya existe.

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Duras, El amante, Op cit, p.15

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Dibujo planes y mapas inútiles, muertos. No puedo ver más allá del punto en el que estoy. No logro que las ideas trasciendan anticipar el momento siguiente. Me enredo en el laberinto de las clasificaciones, los sistemas y las metas. Creo sistemas que después no respeto. Entiendo que no determinaré el ritmo ni la modalidad del viaje a partir de imponer un orden externo. El devenir asigna su propio método. Método y problema se trasvasan en este trabajo. Debo confiar en que la misma naturaleza de mis interrogantes me conduzcan hacia una metodología adecuada. Me comportaré como un hombre que excava, como sugiere Benjamin para “quien intenta acercarse a su propio pasado sepultado”. Recobrar y olvido son términos que danzan en torno a mi perplejidad cada vez que vuelve a presentarse la situación del fracaso del método. “Ante todo no debe temer volver siempre a la misma situación, esparcirla como se esparce la tierra, revolverla como se revuelve la tierra” –escribe Benjamin- “Sin lugar a dudas es útil usar planos en las excavaciones. Pero también es indispensable la palada cautelosa, a tientas, en la tierra oscura (...) Épico y rapsódico en sentido estricto, el recuerdo verdadero deberá, por lo tanto, proporcionar simultáneamente una imagen de quien recuerda, así como un buen informe arqueológico debe indicar ante todo qué capas hubo que atravesar para llegar a aquella de la que provienen los hallazgos”. (Benjamin, 1992: 119). /Viaje y soledad/ El viaje, en última instancia es siempre solitario. Soledad de compañía y de bagajes. El viaje exige despojo, de allí la constante paradoja de la reflexión que lleva a la lectura, la acumulación, y a su vez a la renuncia de todo lo sabido. “La reflexión es una tarea de vagos y maleantes. –escribe Jesús Ibáñez- Hay que saber perderse para trazar un mapa, salir de los caminos trillados, vagar: deambular por las encrucijadas, abrir senderos a través de las mieses y el desierto, penetrar en callejuelas sin salida; asumir que el camino recorrido sin mapa es caótico (luego será posible tender o recoger puentes, bordear pozos o simas, perforar agujeros o taparlos). Ya hay que saber subvertir la ley –y/o acaso pervertirla-: apearse de todo lo dicho o lo sabido, quedar solo; hay que romper con todos los grupos, disentir de todos los consensos, hasta tocar la muerte o el silencio (luego será otra vez posible confraternizar y conversar)” (Ibáñez, 1979: 355). /final/ Un final, diría Piglia, implica un cambio de velocidad, una continuidad alterada. En la superposición de escenarios de esta escritura: la cama, el cuaderno, la lectura oral, debe estar agazapado el sentido de este viaje, que al develarse permitirá concluir. Buscar en el origen es retornar el primer dilema: ¿dónde comienza el comienzo?, ¿dónde comienza la escritura? Extrañamente, el texto no tiene final porque los límites del comienzo se extienden, se extienden, hasta una zona que desborda la memoria íntima, privada. Bibliografía Adorno, Theodor W., El ensayo como forma, en Pensamiento de los confines UBADiótima, N 1, segundo semestre 1998.

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Bal, Mieke, Teoría de la narrativa (una introducción a la narratología). Cátedra, Madrid, 1998. Barthes, Roland, Fragmentos de un discurso amoroso, Siglo veintiuno editores, México, 1982. Benjamin, Walter, Cuadros de un pensamiento, Imago Mundi, Buenos Aires, 1992. Benjamin, Walter, Sobre el programa de la filosofía futura, Planeta Agostini, Barcelona, 1986. Bruner, Jerome, Realidad mental y mundos posibles, Gedisa, Barcelona, 1987. Campbell, Joseph, El heroe de las mil caras, Fondo de Cultura Económica, México, 1997. Duras, Margarite, Escribir, Tusquets, Barcelona, 1994. Deleuze, Gilles, Crítica y clínica, Anagrama, Barcelona, 1996. Foucault, Michel, El orden del discurso, Tusquets, Barcelona, 1973. Ginzburg, Carlo, “Señales, raíces de un paradigma indiciario”, en Aldo Gargani (cd.): Crisis de la razón, México, Siglo XXI, 1983. Ibáñez, Jesús, Más allá de la sociología. El grupo de discusión: teoría y crítica, Siglo veintiuno editores, Madrid, 1979. Kaufman, Alejandro, De la profesionalidad en: Confines N 2, noviembre 1995). Perec, Georges, Especies de espacios, Montesinos, Barcelona, 1999. Piglia, Ricardo, Crítica y ficción, Fausto, Buenos Aires, 1993. Piglia, Ricardo, Nuevas tesis sobre el cuento, en: Formas Breves, Temas Grupo ed., Buenos Aires, 1999. Saer, Juan José, El concepto de ficción, Ariel, Buenos Aires, 1997. Schmucler, Héctor, Apuntes sobre el tecnologismo y la voluntad de no querer, en Artefacto N1, 1996. Steiner, George, La pasión según George Steiner, entrevista en: Zona Erógena N 36, 1997. Tatián, Diego, Contra el turismo en: La Voz del Interior, Córdoba, 20 dic. 2001.

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El aporte de las imágenes de viajeros como fuente para la lectura de la historia edilicia del Sector Portuario de la ciudad de Corrientes Patricia Mariño

Junta de Historia de la Pcia. de Corrientes - UNMdP

Abstract La ciudad de Corrientes, se encuentra al Nordeste de la República Argentina, y fue fundada el 3 de abril de 1588 por don Juan Torres de Vera y Aragón. Este sitio ya había sido previsto anteriormente, debido a las necesidades de poseer un puerto de escala entre las ciudades de Asunción y Buenos Aires, ubicando a Corrientes en el tipo de ciudad – territorio (clasificación debida al estudio tipológico del Arq. Alberto Nicolini.) En esta suerte de “fundamentación” acerca del tipo urbano de la ciudad de Corrientes, encontramos el carácter de ineludible importancia de la actividad portuaria en la génesis de la ciudad, y por ende de su testimonio material, “ El Puerto”, el que empieza a definir su trazado recién a comienzos del siglo XX, aunque su área operativa anterior se mantuvo, como lo demuestran diversas imágenes. Existe una diversidad de imágenes del puerto, que involucran distintos aspectos, algunos muy costumbristas, donde el primer plano, de la vida de los trabajadores y su medio, poniendo en relieve la intención de recortar esta realidad por medio de la cámara o el lienzo y en otras el objetivo es demostrar el progreso de las obras urbanas, tal como lo muestran las fotografías encargadas por el Gobernador Vidal, hacia 1910. Corrientes city, is at Northeast of the Republic of Argentina, and it was established in 1588 for Juan Torres de Vera y Aragón. This site was previously set as port, because Asunción and Buenos Aires needed a scale port, it then became Corrientes city as type of city – region (clasification about the types of city to Nicolini, Alberto) In this source about the urban type of Corrientes City, we found the fundamental principle of the port activity in the origin of city, and for a consequence her material testimony: The port, definer of the urban traced . It exists different images about the port, they include a lot of the aspect, some very customery, where the first plane, about the life of the hardworking people, make the objectif to show this reality thanks to the camera or the linen and in the others pictures the objectif to register the progress of the urban projects, so as the representative pictures of Vidal Gobernator, in 1910. Introducción Al observar este edificio como objeto de la cultura material a fines del siglo XIX, surgen diversas cuestiones en cuanto a su localización urbana, su entorno, las actividades realizadas, la situción política y social, pero principalmente me cuestiono acerca de la razón por la cual se ha olvidado sistemáticamente el valor patrimonial del “Puerto de Corrientes”, 267

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como testimonio de la historia no solo de la provincia de Corrientes, sino de la región Nordeste. El desarrollo de este trabajo se centrará abordándolo a partir de un esquema de investigación policéntrica, tomando como ejes la historia política, los antecedentes legales, a modo de interpretar su origen y su relación con las transformaciones de la trama urbana en las distintas etapas históricas. La hipótesis que guia esta pequeña investigación, es la permanente existencia de numerosos y contradictorios intereses políticos en cuanto a la explotación del Puerto de Corrientes y a la refuncionalización del área en la cual se emplaza, privilegiada por el paisaje y por la dotación de infraestructura y servicios, que obstaculizan la concientización acerca del valor patrimonial del área. Esta imagen resume la confluencia de diversas historias como por ejemplo, la existencia de dos instituciones que han marcado hondamente la historia de los correntinos: el Puerto de Corrientes, la Dirección Nacional de Vías Navegables y la Dirección de Puertos; también los cambios socioeconómicos de nuestra región, las circunstancias político-sociales de nuestro país, las tendencias arquitectónicas, los recursos existentes en el medio para la materialización de esta obra. Con el presente trabajo, tengo como objetivo, fundar el valor patrimonial de este sitio urbano. El objeto de estudio es la historia material del sector portuario de la ciudad de Corrientes, tratado desde el punto de vista patrimonial, razón que torna obligatoria indagar en distintas fuentes, a fin de fundamentar el valor del mismo. Por lo tanto, recopilar algunos hitos de esta específica historia, será obligatorio a fin de definir su carácter patrimonial, patrimonio, “cuyas características han excedido el restringido marco de la restauración y conservación profesional, imponiéndonos, por una parte, las cuestiones vinculadas con culturas marginales ( y la temática general del patrimonio popular o débil e inmaterial) y por otra, la necesidad de revisar, en general, las nociones que articulan el conocimiento histórico”. 1 A fin de poder concretar la valoración relativa y explícita, utilizaré el encuadre tipológico habilitante para iniciar la valoración, al considerar valioso todo aquel edificio o lugar que haga posible la identificación de un centro urbano dentro del tipo 2. En segundo término se valorizará lo característico más allá de las tipologías, lo que diferencia al sitio urbano frente al tipo. En este caso, el aporte de los diversos usuarios es fundamental. No debo dejar de mencionar que los criterios de valoración de edificios y de 1

FERNANDEZ, ROBERTO. Op. cit NICOLINI, ALBERTO. "Preservación de centros intermedios y pequeños en la Argentina. Teoría y Experiencia en la región del Noroeste." VII JORNADAS CHILENAS DE PRESERVACIÓN ARQUITECTÓNICA Y URBANA. 5º ENCUENTRO DE ESPECIALISTAS AMERICANOS. Chiloé , octubre de 1999 2

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sitios urbanos establecidos para las grandes ciudades son de validez relativa en el caso de los centros urbanos intermedios y pequeños, en los que definen los lineamientos la adecuación a las necesidades locales, la relación entre las partes y el todo, el prestigio de cada lugar ante los usuarios en razón de su representatividad como mojón histórico o de uso; en síntesis, por su valor relativo a su propia realidad y como constituyente esencial de su identidad. Sobre las fuentes utilizadas Las fuentes históricas proporcionan al historiador parte de la información necesaria para la lectura de la obra arquitectónica. Esta lectura en numerosas ocasiones se ve distorsionada por la falta de tiempo destinado a la investigación de la documentación bibliográfica y archivística, debido a los acotados tiempos de los plazos de presentación de los proyectos. Es a través de la investigación de la documentación histórica, que podemos acceer a una correcta intervención del patrimonio. Su importancia se da desde la concreción de la Carta de Venecia y las Normas de Quito. La documentación histórica, se encuentra en diversos tipos de fuentes 3: Al hablar de las fuentes es fundamental citar a la fotografía, que en este caso particular se trata de ejemplares inéditos que datan de 1878, otros de 1898, también inéditos; otros editados en el año 1910, y para completar el estudio, fotografías actuales de mi autoría, algunas de ellas éditas en publicaciones. Es fundamental tener en cuenta ciertos aspectos conceptuales referentes a las fotografías utilizadas como herramientas para la lectura histórica del objeto, ya que las mismas provienen de diferentes estadíos de la evolución de este arte. En este sentido es de vital importancia definir las instancias de su creación. Coincidiendo con Josefina Basigalup 4, “ Así comenzaron los primeros fotógrafos de los cuales se tiene exacta información a partir de mediados del siglo XIX. Hija de la edad moderna y de la Revolución Industrial, la fotografía es producto de las inquietudes de la burguesía y a la vez reflejo de sus proyectos y ambigüedades” es posible constatar esta ya que las fotos que datan del año 1878, pertenecen al álbum de una familia de considerable nivel socio-económico como lo fue la familia Pampín. También es probable el concepto vertido por Bernardo Riego 5 cuando dice: “Comenzaremos a ver como la imagen fotográfica funcionará en el siglo XIX, como un eficaz discurso de poder vinculado al Progreso, como la ciencia encontrará un auxiliar descriptivo de gran eficacia en las imágenes...” lo que se trasluce en el álbum que el Gobernador Juan Ramón Vidal encarga al fotógrafo Ingimbert con motivo del Centenario de la Revolución de

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Viñuales, Graciela María. Patrimonio Arquitectónico. Aportes a la cultura nacional y americana. Instituto Argentino de Investigaciones de Historia de la Arquitectura y del Urbanismo.Buenos Aires, 1990. 4 BASIGALUP, NORA JOSEFINA. La fotografía como producto actual. Memorias del 3º Congreso de Fotografía en la Argentina. Buenos Aires, 1990. 5 RIEGO, FERNANDO.El documento fotográfico y sus significaciones temporales. Memoria del 5º Congreso de Historia de la Fotografía en la Argentina. Buenos Aires, 1996

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Mayo, en 1910, donde a través de la fotografía se hace visible el desarrollo urbano alcanzado en la gestión de este mandatario. Albert Ingimbert, fotógrafo de origen francés, fue el primer reportero gráfico, corresponsal de “Caras y Caretas”, el cual era considerado técnica o artísticamente integral. Sabiendo éste captar el punto preciso de la luz; la fuerza y animación, tal como lo describe Federico Palma, expresión que concuerda con el concepto de Bernardo Riego cuando afirma que en el siglo XIX “ el papel del fotógrafo no era transformar lo real sino captarlo con pericia y de acuerdo a unas normas gráficas de las que fueran partícipes los espectadores.” Fueron contemporáneos de este artista los fotógrafos Scheller, Tachsner y Gersbach, quienes además fueron excelentes pintores. Estos destacados artistas fueron quienes innovaron en el arte de la imagen, al tomar vistas al aire libre, “ pues mientras el primero ofrecía tomar vistas de mi ciudad y de la provincia, el segundo ofrecía tomar vistas de casa o quintas, animales y paisajes. 6” Esta nueva tendencia fotográfica en Corrientes, quizás haya sido un reflejo de las tendencias pictóricas, que bregaban por dos categorías temáticas 7, la topográfica que contemplaba las panorámicas de la ciudad, plazas y lugares de importancia arquitectónica o geográfico militar y la otra dada por la combinación de las categorías topográficas y social; siendo esta última la mas explotada en esta ciudad. Una prueba, en lo que al puerto respecta, son las tomas de Gersbach editadas por Fotografía Cosmopolita, e impresas en Alemania,denominadas: Corrientes. Paisaje en la orilla. Punta San Sebastián . Puerto de Corrientes Riacho de la Batería. En cuanto a las fotografías actuales, éstas han sido seleccionadas a fin de comunicar el valor arquitectónico-patrimonial de los edificios que conforman el conjunto portuario, intención que refleja el concepto de Boris Koso, al decir “la fotografía debe y puede ser fuente histórica, es una selección de posibilidad de ver y reflejar en cierto aspecto de la realidad de si mismo o del que la encarga. Trae información visual de lo real, seleccionado y organizado estética e ideológicamente.” Origen Las circunstancias, especialmente las características naturales y demográficas del sitio escogido para cada ciudad, asignan roles diferenciados a cada una de ellas. El resto de las ciudades fueron sólo “ciudades-territorio”, cuya función primordial era la de ser centros de

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Palma, Federico. La fotografía en Corrientes. Su advenimiento y evolución. Edic. Taller de Artes Gráficas de la Provincia de Corrientes. 1959. 7 Hitz, Rubén Angel. Lo pictórico, lo pintoresco. El paisaje en el siglo XIX en la Pampa y en Latinoamérica. Boletín del Instituto del Arte Argentino y Americano Nº 11. Facultad de Bellas Artes. UNLP. La Plata, 1995.

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servicios de su jurisdicción territorial dedicados a las actividades primarias de explotación de escaso rendimiento. 8 La ciudad de Corrientes, fue fundada el 3 de abril de 1588 por don Juan Torres de Vera y Aragón, quien eligió como sitio la punta Arazatí ( guayabal en guaraní), coincide con el modelo de ciudad- territorio. “De acuerdo a la primer acta, Juan Torres de Vera y Aragón “funda, asienta y puebla, la ciudad de Vera, en el sitio que llaman de las siete corrientes”.Este sitio ya había sido previsto anteriormente, debido a las necesidades de poseer un puerto de escala entre las ciudades de Asunción y Buenos Aires. Esta condición original de puerto de escala, de aprovisionamiento, ha definido la característica general de un trazado y una distribución desordenados, que junto a otras circunstancias históricas de índole política, han concretado una traza y un tejido urbano consolidados recién a fines del siglo XIX. En esta suerte de “fundamentación” acerca del tipo urbano de la ciudad de Corrientes, encontramos el carácter de ineludible importancia de la actividad portuaria en la génesis de la ciudad, y por ende de su testimonio material, “ El Puerto”. El conjunto edilicio que conforma la imagen material del área portuaria, integrado por la Dirección Nacional de Construcciones Portuarias y Vías Navegables, Delegación Corrientes, de la Prefectura Naval Argentina, y la Dirección de Puertos de la Pcia. de Corrientes, está constituido por edificaciones cuya creación se remonta a un período comprendido entre los años 1898 y 1950. Se localiza en el Barrio La Rosada, próximo al Centro Histórico de la ciudad y da el nombre de Puerto a un sector de este barrio. Las instituciones A lo largo del tiempo, desde la época del Virreynato, hasta la actualidad, el “Puerto”, ha sufrido los vaivenes de la política, la cual ha generado diversas instituciones, que a la vez han tenido diversos procesos de cambio. La evolución de estas instituciones, ligadas a la actividad portuaria se ha iniciado en la Punta Arazaty, para dar paso en menos de un año a la Punta San Sebastián como epicentro de estas actividades, la cual ha subsistido como tal hasta el año 1935, cuando el Gobernador Juan Francisco Torrent, gestiona la construcción de las nuevas instalaciones del Puerto. El área portuaria comprende jurisdicciones nacionales y provinciales, las correspondientes a la Dirección Nacional de Construcciones Portuarias y Vías Navegables y la Dirección Provincial de Puertos de Corrientes. Estas instituciones poseen un mismo origen, ya que la organización militar de marina, con sus respectivas delegaciones, se implanta en el Río de la Plata en el año 1793, a fin de generar un órgano de contralor de las rutas marítimas y fluviales, debido al contrabando de los 8

NICOLINI, Alberto. La Ciudad Regular en la Praxis Hispanoamericana.

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corsarios. Es así como el Virreynato adopta similar sistema de organización militar español según las Ordenanzas Generales de la Real Armada Española, basada en las Ordenanzas de Fernando VI de 1748, donde se definía de forma clara y precisa, las facultades y obligaciones de los Capitanes de Puertos, vigentes en su esencia hasta la actualidad. A raíz de la emancipación del virreynato del Río de la Plata, en el año 1814, se modifica el tipo de Reglamentación, aunque solo fue aplicado en los Puertos de Buenos Aires, Barragán, Las Conchas ( Tigre), San Fernando, San Isidro, ya que las restantes capitanías de Puerto del Interior, continuaron rigiéndose por las disposiciones españolas o particulares de cada una. En octubre de 1898, después de la creación del Ministerio de Obras Públicas, se crea la Dirección General de Obras Hidráulicas, la cual cumplía las mismas funciones que la Inspección General de Obras Públicas pero con una organización mas precisa y una jurisdicción mas extensa. Esta Institución, tenía como función realizar los estudios, obras y servicios imprescindibles para organizar y sistematizar la navegación de los ríos mas importantes. En el Río Paraná se concretaban el balizamiento luminoso y el dragado, la construcción de muelles y arreglos de los puertos. Hacia 1920 las actividades portuarias tenían tal relevancia que se requirió de la construcción de centros regionales donde sistemáticamente se desarrollaron astilleros, obradores, concentrándose los planteles, consistentes en dragas, balizadores, chatas para estudios hidrográficos e hidráulicos, así como los necesarios para la ejecución de obras de margen. De este período data la construcción de importantes embarcaderos de hormigón armado, como lo son los puertos flotantes de la Playa Islas Malvinas y el Club Mbiguá- Mboy. También durante este período se intensificaron las investigaciones hidráulicas de los ríos, se activaron dragados de los canales, así como el mantenimiento de las condiciones de tránsito regular de las embarcaciones. En la déa del 30’, se otorgó especial interés a la conservación y mejora de las rutas navegables, como así también a la infraestructura y equipamiento correspondientes, constituyendo una de las principales tareas de la Dirección General de Obras Públicas. “La dedicación prestada a la conservación y mejora de las vías navegables ha permitido contar en todo momento, con las profundidades requeridas por la navegación y ello ha podido apreciarse ampliamente en la actualidad, dado el incremento considerable del tráfico marítimo determinado por el estado de prosperidad experimentado por el país”. 9

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OBRAS PUBLICAS Y PRIVADAS.Turismo e Industrias- Director técnico Arquitecto Luis Dates. Año1 Vol 1 Núnero5. Octubre de 1938.

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El mayor auge de esta Institución se da en el año 1948, cuando la misma alcanza un total de 24414 empleados, como consecuencia del crecimiento de las exportaciones de la producción. En esta época, se construye la Escuela de Técnicos en Construcciones Portuarias, que tenía como fin capacitar a los hijos de los trabajadores interesados en estas labores, para continuar en tareas similares. En el año 1949, junto a la creación de la Dirección Nac. de Puertos y del servicio de Transporte Fluvial, esta repartición cambia de nombre, denominándose Dirección Nacional de Construcciones Portuarias y Vías Navegables. Continúa cumpliendo sus objetivos: construcción de nuevos puertos e incorporación de nuevas unidades para dragados y planteles auxiliares. El patrimonio arquitectónico Las obras arquitectónicas poseen diferentes resoluciones formales, pero en la mayoría de ellas se aprecia un carácter austero y constituyen un valioso aporte como testimonio construido en diferentes períodos de nuestra historia local, estableciendo importantes eslabones de nuestra historia nacional. Los edificios poseen en su mayoría, resoluciones tecnológicas de impecable factura, pero que, como lo indican algunos elementos estructurales y constructivos, han sido reparados de manera deficiente en algunos casos, y en otros han sufrido un visible deterioro provocado por la falta de mantenimiento. El relevamiento efectuado sobre las construcciones edilicias nos revela una importante variedad de tipologías, que en algunos casos demuestra la adaptación de los modelos impuestos por el diseñador a los recursos existentes, un rasgo regional de estas obras de arquitectura utilitaria y administrativa. Se han detectado tipos arquitectónicos predominantes y otros tipos aislados. Entre los tipos predominantes se observaron los casos de Arquitectura Funcionalista Inglesa y de Arquitectura del Plan del Gobierno del Gral Perón, mientras que entre los tipos aislados se constató la presencia de casos de Arquitectura Ecléctica y Estilo Art- Decó. El estudio permite realizar una revisión sobre el carácter de la arquitectura y cultura local, con la inserción de nuevas variables introducidas con este registro de lo construido, como también contribuir a la conservación del patrimonio arquitectónico, urbano y ambiental de los correntinos. El acceso a la Deleg. Nac. de Construcciones Portuarias y Vías Navegables se localiza en la calle Vera a la altura de la calle Córdoba, donde encontramos a la sede de las actividades administrativas que se realizan. En el año 1948, se realizan los trámites para la construcción de la nueva sede y es autorizada por resolución 4495/48, realizándose el llamado a licitación Pública para construir edificio oficinas.

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Los trabajos de construcción se iniciaron en Febrero del año 1952 y finalizaron en Marzo de 1953. Es un edificio correspondiente al período del Plan del Gral. Perón. Se da en el período histórico de la Integración Nacional. El Gob. del Gral. Perón acentuó esta línea, aunque paralelamente planteó una política de respuestas sociales, utiliza para ello el estilo californiano, con algunos detalles de terminación como las piedras de Mercedes, en el caso de las ciudades de Corrientes y Resistencia, por ejemplo, que hablan de una impronta regionalista en la imagen edilicia. Esta imagen es coincidente con la de los galpones que se construye hacia 1950, para la Dirección de Puertos, aunque éstos poseen una resolución formal menos estudiada, debido a la diferencia de función. Este objeto arquitectónico, también posee un valor arquitectónico en cuanto a su diseño inteligente, ya que para la implantación del mismo han sido consideradas las orientaciones, y como vemos, la orientación elegida para su fachada es de Este- Oeste, de modo tal que todos los locales reciben ventilación directa o indirecta a través de las galerías interiores, pudiendo de este modo crear una condición de confort interior que lo torna autosuficiente ante los embates del calor. También existe dentro del predio otro ejemplo de este tipo de arquitectura, aunque mas modesta debido a la función de depósito, que si bien carece del valor estético del antes mencionado, contribuye al conjunto como testimonio de las actividades portuarias. Entre los edificios de valor patrimonial como testimonio de las tendencias arquitectónicas, siempre entendidas como la imagen icónica de un período determinado, son los galpones correspondientes a los talleres de Mecánica y Tornería, construcciones que datan del año 1910. Estos poseen la particularidad de haber sido trasladados desde la Dirección de Nac. de Puertos, Delegación Corrientes, a su actual emplazamiento en noviembre del año 1947; a fin de realizar las obras de fundación de las nuevas construcciones del Puerto. El galpón correspondiente al Taller de Tornería y Mecánica, reemplazó al conjunto de galpones que actualmente se sitúan frente a la rampa. Estos galpones son importantes ejemplos de la Arquitectura Funcionalista Inglesa, la cual fue paradigmática del período Liberal, como símbolo de espacios contenedores de actividades utilitarias. Esta se caracterizó tecnológicamente por las construcciones con estructura portante de hierro y cerramiento de mampostería. Posee importantes detalles relevantes en cuanto al estado del conocimiento de las tecnologías existentes y siendo representados por los encuentros de los refuerzos metálicos de los muros así como la incorporación de las luminarias yuxtapuestas a los elementos estructurales.

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En definitiva, eran edificios con distribución acorde a las necesidades existentes. Su expresión armoniosa constituía un elemento de atracción visual. El edificio correspondiente al antiguo depósito, fue construido en el año 1921 y pertenece al período de la Arquitectura Ecléctica, donde se conjugan elementos academicistas, con otros barrocos. La Escuela de Técnicos en Construcciones Portuarias Brigadier Pedro Ferré, es un edificio de corte racionalista, que data del año 1948, aproximadamente, construido especialmente para desarrollar actividades educativas. La construcción contigua un anexo para la realización de talleres de soldadura. Actualmente la Escuela continua siendo sede de funciones de formación educativa, y está siendo sometida a tareas de mantenimiento. Otra construcción de valor patrimonial la constituye la sede de la Capitanía de Armamento, la que se encuadra en el estilo Art- Decó, y pertenece aproximadamente al año 1937.Esta se caracteriza por ser un edificio de fuerte presencia ya que su volumetría es muy pura, y de fachada apenas recortada geométricamente, según los lineamientos del Art- Decó. El puerto El edificio donde funciona actualmente la Direcc. de Puertos de la Pcia. de Corrientes, fue la sede de la Estación Fluvial del Puerto de Corrientes y de la Prefectura Naval Argentina. Estas instituciones poseen un accionar que se vislumbra desde la época de la fundación de la ciudad de Corrientes, con diversas denominaciones, y se proyectan acrecentando su importancia histórica como testigos y protagonistas de sucesos relacionados con: las actividades comerciales y políticas del Virreynato del Río de la Plata, el apoyo prestado durante la guerra de la Triple Alianza, el tráfico de pasajeros, el contrabando, siempre presente, el apogeo como transporte de carga en la década del 40... Este edificio más allá de su valor arquitectónico, resume la existencia de dos instituciones que han marcado hondamente la historia de los correntinos: La Prefectura Naval Argentina y la Estación Fluvial del Puerto de Corrientes. A la llegada de los españoles a Corrientes, en abril de 1588, instalaron su puerto en la puna Arazaty, pero debido a que las embarcaciones no poseían un buen fondeadero y tenedero, mas aún cuando soplaba el viento Sur, tornaba imposible que los buques se sostuvieran en su fondeadero, corriendo el riesgo de ser arrastrados contra las rocas de la barrancosa costa. Meses después el Puerto fue trasladado a la Punta Ñaró ( bravo en Guaraní) donde realizaba sus funciones desde una casilla instalada en la dicha punta( mas adelante llamada Punta San Sebastián, en honor al santo en cuyo honor se erigió una hermita) 10, esta localización estratégica a orillas del río Paraná fue la causa de su elección como sede de una guardia costera, que con el devenir se convertiría en “Capitanía del Puerto”.

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Gutiérrez Ramón, Sánchez Negrette A. Evolución Arquitectónica y Urbana de la ciudad de Corrientes.

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El hecho de instalar la Capitanía del Puerto en una casilla, motivó la denominación popular de “Punta de la Casilla” para la Punta San Sebastián. A partir del año 1882, la Capitanía del Puerto toma el nombre de Subprefectura de Corrientes 11 y continúa funcionando en el mismo lugar hasta el año 1914, cuando es trasladada a la casa de Plácido Martínez 1059. Las funciones de dicha institución se remontan a la época del Virreynato del Río de la Plata, en 1779, a fin controlar el accionar, de las embarcaciones provenientes del Paraguay, que contrabandeaban el tabaco. Hacia 1846, las actividades portuarias recobraban vida, luego de años de bloqueo comercial, como lo expresa Manuel Florencio Mantilla 12 “A los 8 años de principiada la guerra y a los tres de absoluta interrupción mercantil, con las industrias paralizadas, a raíz de transtornos demoledores, durante nueva agitación marcial, con población reducida, Corrientes pagó los valores del convoy triplicando los capitales de las mercaderías: hecho que, a la vez de probar sus necesidades extremas, daba una idea de la capacidad productiva de la Provincia... El capital introducido en efectos por el convoy fue de 690787/4 ½ pesos; a 141825,2 ½ pesos alcanzaron los impuestos aduaneros. El convoy emprendió viaje de retorno con cien buques cargados en los puertos de la Provincia, con frutos y productos de la misma.” Dicho autor cita el Manifiesto General de los cargamentos que se ha extraido de la provincia en los buques que han formado el convoy con destino a Montevideo, firmado por el Capitán del Puerto de Corrientes, Gregorio Pampín, señalando la relevancia del movimiento portuario en dicha época. 13 A fines del siglo XIX, el puerto atraviesa un período de acelerado crecimiento, a raíz del aumento de las exportaciones, razón por la que se construye una rambla para el descenso de los pasajeros, pero es recién a principios del siglo XX, cuando se define una ampliación definida para estas instalaciones. En el año 1934, La Prefectura Naval Argentina todavía se localizaba en la Punta San Sebastián y es en este año que entrega los terrenos y edificios que ocupaba, de manera provisoria, a la División Paraná Superior y Bermejo del Ministerio de Obras Públicas de la Nación ( M.O.P.). Hacia el año 1935, con el Dr. Juan F. Torrent como gobernador de la provincia de Corrientes y el Dr. Federico Ortiz como Presidente de la Nación Argentina, la ciudad de Corrientes se ve sometida a nuevos proyectos urbanos. 11

Rousseaux, Andrés René, Prefecto Mayor. Historia de la Prefectura Naval Argentina en la ciudad de Corrientes 12 Mantilla, Manuel Florencio . Crónica Histórica de Corrientes. T1. Reedición Banco de la Provincia de Corrientes. Bs. As. 1972. 13 Mantilla, Manuel Florencio . Op.cit.

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Parte de ellos fue la ampliación del Puerto, para lo cual el Gobierno Nacional mediante Decreto 68877/935 ampliado a posteriori por S.D. 111/937, ordena la construcción de la Estación Fluvial del Puerto de Corrientes. El diseño de dicho edificio contemplaba el espacio necesario para las funciones de la Subprefectura, Aduana, Migraciones y Correos y Telégrafos Nacional. La ejecución de estas obras requirió de la demolición de la casa de Plácido Martínez 1059. La sede de la Estación Fluvial del Puerto de Corrientes, fue habilitada como estación de espera de pasajeros, el 5 de noviembre de 1938, dando respuesta a las nuevas necesidades del Puerto de Corrientes. El Puerto de Corrientes aumentaba día a día el tráfico de pasajeros, que requerían espacios cada vez mas importantes. A propósito de la frencuencia de viajes en el diario “ El Liberal”, del 3 de octubre de 1938, publica el anuncio de los nuevos horarios del servicio del Vaporcito, que realizaba el trayecto Corrientes – Barranqueras y viceversa : “Tenemos el agrado de anunciar que en el mes de octubre próximo, vamos a inaugurar un nuevo servicio par el transporte de pasajeros desde este puerto al de Barranqueras y vice-versa, con la veloz y cómoda lancha a motor “Expreso Corrientes, actualmente se denomina “ Correo de Luján, efectuando el viaje de ida en veinte minutos y en treinta de regreso...” Bugasa Iriondo y Cía. Corrientes, septiembre de 1938 La construcción de dicho edificio representaba todo un logro de la gestión del gobierno local dentro de la esfera nacional, pero también existía como en todo gobierno, una resistencia por parte de un sector: En circunstancias de una economía crítica y un momento de convulsiones políticas a nivel mundial, los albores de la Segunda Guerra Mundial se gestaban movimientos vanguardistas en cuanto a expresiones artísticas y culturales. “... Si yo nunca hubiese viajado al extranjero, me pregunto si alguna vez habría percibido la ciudad con la intensidad y el encanto que ella me dio. (7). Las revistas de la nueva sensibilidad posibilitaron la difusión y el desarrollo de la vanguardia en la Argentina.” 14 Estos grupos de vanguardia dedicados a promover la arquitectura moderna en la Argentina son el fiel reflejo de los grupos como el G.A.T.E.P.A.C., los que fueron fomentados en el Internationale Kongrese Für Neues Bauen, orrganizado por el G.A.TE.P.A.C., en Barcelona en marzo de 1932, a fin de organizar la difusión de las publicaciones del CI.R.P.A.C. y de otras revistas como la alemana Bauwelt, obteniendo prioridad de publicación en España y América Latina, la revista “A.C.” 14

Romero, Gabriel. Arquitectura, Literatura y Revistas Literarias en la Argentina Moderna. Cuadernos del CEHAU Nº1. Fac. de Arq. de la Universidad Nac. del Nordeste. Resistencia, Julio de 1998.

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También es aquí donde se acuerda afiliar al C.I.R.P.A.C. los distintos grupos que luchan por los nuevos ideales arquitectónicos, facilitando el intercambio de ideas así como la publicación de revistas locales. 15 “Estamos en presencia de un espíritu nuevo que anula costumbres y tradiciones y que tiende a ser universal. La Arquitectura contemporánea, debe estar de acuerdo con estos caracteres. Adaptar un sistema histórico es falsear el sistema, y negar la época. En las Arquitecturas regionales”. 16 Producto del accionar de estos grupos de vanguardia llega a Corrientes el Proyecto para la Estación Fluvial del Puerto de Corrientes lo cual, también es una muestra mas que elocuente del alto impacto que tuvo la eficiente tarea de estos grupos teóricos, dada por la concreción material en una sociedad tan conservadora como la correntina. La planificación urbana “En cuanto su importancia comercial, Corrientes está reputada como una de las mejores plazas del litoral argentino. Su puerto admite buques de gran calado, lo que motiva un activo intercambio.” 17 . El crecimiento de las exportaciones, e importaciones, trajo aparejado el auge del puerto que fue en marcado ascenso durante las últimas décadas del s. XIX, con las consiguientes infraestructuras, que al igual que en Buenos Aires, correspondían al tipo de Arquitectura Funcionalista Inglesa. Pero en el caso del puerto de Corrientes, la imagen edilicia fue solo una cuestión anecdótica, ya que su principal problema era la necesidad de contar con un muelle con el porte acorde a las necesidades funcionales, de carga portuaria, cuyo aumento era progresivo a partir de la libre navegación de los ríos, en 1852, y por otra parte, por el tránsito correspondiente al contrabando existente desde la época virreinal. Esta expansión del área portuaria se ve dificultada por la falta de visión en la planificación de la ciudad, hacia 1904 la edificación civil llegaba a la ribera del Paraná. Hacia 1915, durante el gobierno de Juan Ramón Vidal, se 6 materializa una acción mas concreta en cuanto a la organización portuaria, cuando se expropian terrenos para liberar la traza costera que ya había sido densificada por la edificación civil. Esta acción liberó la ribera comprendida entre las calles Buenos Aires y Mendoza, extendiendo el muro de defensa del Puerto, y originando una primera versión del paseo costero. La planificación urbana de Juan Ramón Vidal tiene continuidad, en el accionar del Gobernador Juan Francisco Torrent, correligionario del Partido Liberal, quien persigue el 15

A.C. Nº 5 . Publicación del G.A.T.E.P.A.C. Barcelona, España. Marzo de 1932. A.C. Nº 5 . Publicación del G.A.T.E.P.A.C. Barcelona, España. 1931 17 ILUSTRACIÓN DE LA COMISIÓN DEL CENTENARIO 1810-1910 AL PUEBLO DE LA PROVINCIA DE CORRIENTES. Taller Artes Gráfica Ingimbert. Corrientes, 1910 16

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mismo fin de afianzar el sector portuario, encarando una serie de tareas sobre las costas, que se materializan en la Av. Costanera Juan Ramón Vidal, y en el nuevo edificio de la Estación Fluvial de Puertos, junto al que funcionaban otras reparticiones estatales como, Prefectura Naval Argentina y Correos y Telégrafos. Las circunstancias sociopolíticas de fines de la década del 30, han contribuido al origen de mayores flujos de comunicación, transporte y por ende, mayor actividad del Puerto y la Prefectura Naval Argentina, tornando escaso de superficie al nuevo edificio de la Estación Fluvial. En la revista OBRAS PUBLICAS Y PRIVADAS del año 1938, se expresaba: “En Corrientes, se realizó la construcción de un muro de sostenimiento y dolfines para el atracadero de balsas; pavimentación de la plazoleta Berón de Astrada; construcción de la Avenida Costanera con terraplenamiento; fundaciones con 4000 m. de tablestacado metálico; cimientos de hormigón para el muro de sostenimiento desde Punta San Sebastián hasta Punta Ñaró; elevación muro de sostenimiento de mampostería de piedra; tablestacado metálico entre Punta Ñaró y Curtiembre Amadey; veredas y pavimentos de hormigón armado.” No obstante, también se criticaba el financiamiento de estas obras públicas desde la esfera provincial y nacional alegándose la inexistencia de títulos de crédito que respaldaran la prosecución de las mismas. En el año 1948, durante la intervención al Gobierno de la Pcia. de Corrientes, a cargo del Dr.Velazco, se encara un nuevo proyecto de ampliación de las obras del puerto y del paseo costero, que toma la denominación de Avenida Costanera General San Martín, debido a diferencias políticas. Es en este año cuando se trasladan los galpones, correspondientes al tipo de arquitectura funcionalista inglesa, al terreno de la D.N.V.N., en ese momento denominada Ministerio de Obras Públicas ( M.O.P.), ya que la Dirección de Puertos se los dona; a fin de contar con el espacio suficiente para la construcción de nuevos galpones para el acopio de mercaderías. El gobierno nacional ordena la implementación de un proyecto de construcción de los nuevos galpones, la oficina de la administración del M.O.P., y también de la Prefectura Naval Argentina y Dirección Nacional de Vialidad, que junto a la Costanera, conforman un área de características formales definidas por la utilización de un mismo lenguaje arquitectónico. Esta arquitectura californiana fue acentuada en el Período de Gobierno del Gral. Perón y se caracterizó por un rasgo regionalista, dado por el uso de materiales autóctonos, como la piedra de Mercedes. Durante este período, también se crea dentro del predio, la Escuela de Técnicos Portuarios, dirigida a la formación de los hijos de los trabajadores portuarios, a fin de continuar las mismas tareas.

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El Puerto de Corrientes, cumplía además un esencial papel, en el traslado de pasajeros desde Corrientes hacia Resistencia, arribando al Puerto de Barranqueras, pero las políticas económicas, unidas a la construcción del Puente Gral. Belgrano, han llevado a la decadencia del Sector Portuario a partir del año 1973. La imagen urbana La resultante morfológica tiene dos lecturas totalmente diferentes, ya tomadas desde el río o desde la ciudad. Desde el río aparece como un conjunto totalmente integrado al espacio circundante y desde la ciudad se visualiza como una muralla negada totalmente a la vida urbana. En la población correntina no está arraigada una conciencia sobre la importancia cultural de este sector costero del río Paraná, correspondiente al área portuaria, esa indiferencia generalizada u olvido acarrea consecuencias negativas para el desarrollo urbano y ambiental. Esto nos llevaría a la elaboración de legislaciones adecuadas, para la preservación de estos bienes, e instituciones a fin de conservar la memoria colectiva de la Ciudad. “El enceguecimiento por querer hacer ciudad - tal vez como resultado de la dureza y la dificultad, cada día mayores de la vida en nuestras ciudades- no permite ver que existe una buena arquitectura que genera buenos espacios urbanos ( aun dentro de los criticados cánones del Movimiento Moderno” y, del mismo modo, hay una acertada planificación de la ciudad que atiende a la calidad espacial resultante.” 18 La percepción de los edificios, desde la calle, está contaminada debido a las edificaciones y cartelería, situadas por delante de la misma, y por otra parte, la existencia de un muro a la altura del observador, contaminan visualmente un espacio urbano de características paisajísticas y culturales como lo es el Puerto de Corrientes. Esta situación de recinto puede ser revertida con la ejecución de nuevas obras de cerramiento a través de un sistema que permita la penetración visual como por ejemplo un enrejado, claro está que los recursos económicos mandan a la hora de encarar cambios y en este sentido, es el Municipio quien debe alentar con apoyo económico a iniciativas que atiendan a la Conservación del Patrimonio histórico, y a la imagen de la ciudad. El área en estudio representa una expresión de la relación dialéctica entre río y ciudad, donde estas dos fuerzas encuentran como eje a lo construido. Por otra parte, el conjunto edilicio de la Direcc. Nac. de Vías Navegables se sitúa en un punto donde se articula la Costanera con el Parque Mitre, que podría integrarse al Corredor Cultural conformado por la calle San Juan, como contenedor de numerosas instituciones de función cultural. En definitiva, cabría dar pie a la reflexión hacia las características de este waterfront, entre las que se destaca su larga tradición histórica de relación ciudad- río, como 18

PERGOLIS, JUAN CARLOS.Escritos sobre ciudad y arquitectura. Edit. Universidad Piloto de Colombia. 1993.

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así también el hecho de que la cultura y el comercio hayan utilizado este medio acuático para el transporte. Esta particularidad de la ciudad como fenómeno de larga duración, hace que sea imposible explicar su evolución sin tener en cuenta sus relaciones con el agua. Como lo expresa Claude Chaline “En la búsqueda de una identidad fuerte para expresar la ambición de las ciudades, la proximidad del agua juega un rol nada indiferente por su “ potencial de movilización imaginaria y producción simbólica” susceptible de ser explotada económicamente.” 19* * Traducción propia Conclusión Como se puede apreciar a lo largo del trabajo, las decisiones políticas han estado presentes en la existencia del Puerto, desde su origen hasta la actualidad, definiendo sus localizaciones, condicionando su funcionamiento, y la escala de los movimientos realizados, y la actualidad nos revela, la ausencia de una política que enalteciera su valor en las tres últimas décadas. Los intereses políticos, siempre han revelado el valor asignado al sitio y a la actividad en las innumerables fuentes gráficas, dadas por grabados, pertenecientes al período colonial, mas tarde las muestras pictóricas de viajeros o de los mismos habitantes y a partir de la irrupción de la fotografía, en importantes álbumes encargados oficialmente. En estos álbumes se dedica un sitio de relevancia a la actividad portuaria, asignándole una importancia similar a la del progreso urbano dado por la renovación edilicia y la construcción de las nuevas infraestructuras, a principios del siglo XX. 20 Por otra parte las tradiciones orales, que giran en torno al sitio y a su actividad han generado una gran diversidad de obras musicales y líricas referidas al mismo, pero actualmente, el estado del arte nos revela que ha sido olvidado, testimonio vital de la génesis de la ciudad. Actualmente, existe un debate dedicado solo a publicar los “estudios” que fundamentan la obsolescencia o la vigencia de la infraestructura portuaria.Es así, como se está perdiendo de vista el patrimonio cultural de los correntinos, fuente material para la lectura de la historia. Bibliografia consultada A.C. / G.A.T.E.P.A.C. 1931 – 1937. Arte, Urbanismo, Arquitectura y Diseño en la España Republicana. Edit. Gustavo Gili, S.A. Barcelona, España. 1975

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Chaline, Claude. Vilan, Teresa La reconquete des waterfront: logiques et enjeux.. Instituto Mediterráneo. Ciudad Nueva de Lisboa.Nº 10/11. Enero - 1997 20 ALBUM DEL CENTENARIO DE LA REVOLUCION DE MAYO. Talleres Gráficos Heineke. Fotografías Ingimbert. ( Encargado durante el Gobierno del Dr. Juan Ramón Vidal).

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Departamento Distrito Paraná Superior: Publicación Conmemorativa al Centésimo Aniversario de la Dirección Nac. de Vías Navegables. Corrientes, 26 de Octubre de 1998. Eco, Umberto. La estrategia de la ilusión. Edit. Lumen. Ediciones de la Flor. Gnemmi, Horacio. Puntos de vista sobre la conservación del Patrimonio arquitectónico y urbano. Ediciones EUDECOR. Córdoba, Argentina. Abril de 1997. Gómez Hernán: “ Monumentos y Lugares Históricos de Corrientes.” Corrientes – 1929. Gutiérrez, Ramón- Sánchez Negrette, Angela: “ Evolución Arquitectónica y Urbana de Corrientes.” Tomos 1 y 2. Buenos Aires –1988 – Hardoy, Jorge E.:La Urbanización en America Latina. Instituto Di Tella – 1969 Novacovsky, Alejandro, Viñuales, Graciela y otros. Maestría en Gestión e Intervención en el Patrimonio Arquitectónico. Textos de Cátedra. Universidad Nacional de Mar del Plata. Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño. 1998. Palma. Federico. La Fotografía. Su advenimiento y evolución. Taller de Artes Gráficas de la Provincia de Corrientes.1959. Randle, Patricio H.:“ La Conservación.”. Edit. Oikos . Buenos Aires - 1985 Rodriguez, Rossi, Salgarelli, Zimbone : “ Arquitectura como semiótica” Edit. Nueva Visión . Buenos Aires.1968. Romero, Gabriel. Arquitectura, literatura y revistas literarias en la Argentina Moderna. Revista del CEHAU Nº1. Centro de Estudios Históricos de Arquitectura y Urbanismo, Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional del Nordeste. Resistencia, Julio de 1998. Romero, José Luis: Latinoamérica, las Ciudades y las Ideas. Siglo XXI- Bs. As. 1975 Rousseaux, Andrés René:Historia de la Prefectura Naval Argentina en la Ciudad de Corrientes – Buenos Aires, Mayo de 1987. Segre, Roberto: Lectura Crítica del entorno urbano- Ensayo . Edit. Letras Cubanas- La Habana 1990 Serrano Benjamín: “Guía general de la Pcia. de Corrientes.”Corrientes -1910Waisman, Marina: La estructura Histórica del Entorno. Edit. Nueva Visión Buenos Aires, 1985 (1ra. Edición dic. de 1973). Waisman, Marina y otros: Documentos para una Historia de la Arquitectura Argentina. Edic. SUMMA- Buenos Aires 1985.

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Mediterraneo. Cidades, portos e Frentes de Agua. Instituto Mediterranico . Universidade Nova de Lisboa. 1997 Documentos Carta de Venecia, 1964 Normas de Quito, 1984 Carta de Machu Pichu Carta de San Antonio de Texas, 1996.

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Viaje al Infierno: Alberto Ghiraldo en el penal de Sierra Chica Gabriela Mogillansky

UBA

Abstract En 1896, Alberto Ghiraldo es enviado como corresponsal al penal de Sierra Chica por el diario La Nación de Buenos Aires. El joven cronista, hijo de inmigrantes y con ideas socialistas, publicó en el diario porteño una serie de crónicas, pequeños relatos, que pronto pasaron al libro bajo el título Sangre y oro. Esta serie de notas describe un "viaje a los infiernos" que cruza modelos de la escritura modernista con la preocupación por la "cuestión social" y la criminología de Lombroso. Nos preguntamos por la inserción de Ghiraldo en el diario de los Mitre y el horizonte de lectura al que apelan estas crónicas "de presidio". Por otra parte nos interesa la relación que establecen con las crónicas realizadas para el mismo diario por otro socialista -Roberto Payró- en la Isla de los Estados (1898). In 1886, Alberto Ghiraldo was sent as correspondent by La Nación (Buenos Aires) to Sierra Chica´ penitentiary. The young chronicler - immigrant' son and whith socialist ideaspublished in the journal a series of little texts, that soon become book under the title Sangre y Oro. This series of notes describes a "Travel into the Hell" that goes across modernist writing models with the concern for social problems and Lombroso's studies of criminology. We wonder about insertion of Ghiraldo in Mitre' s newspaper and the reading's horizon "this prison's chronicles” appeals to. By the way, we are interested in the relation with the chronicles made for the same newspaper by another socialist -Roberto Payró- at Isla de los Estados (1898). Texto En 1896, Alberto Ghiraldo, joven escritor venido de provincias, con ideas socialistas y amistades “fuertes” en el campo modernista como Rubén Darío y Julián Martel, publica en el diario La Nación su serie de crónicas sobre el penal de Sierra Chica. La misma publicación encierra una apuesta decisiva: por un lado el periodista, de origen inmigratorio, busca una inserción en el diario de los Mitre que nunca conseguirá; por otro, el viaje radicaliza sus ideas, llevándolo del socialismo reformista al anarquismo. Preguntarse entonces por las marcas que este verdadero “viaje al infierno” pone en escena involucra no sólo formas literarias sino también políticas discursivas en la Argentina del fin de siglo. El periplo de Ghiraldo en La Nación es significativo. Ingresa al diario en 1893 escribiendo crónicas ciudadanas bajo el seudónimo de Marco Nereo, el mismo con el que firma sus primeras publicaciones y las crónicas del penal. Las razones por las cuales nunca logra afianzarse como parte del staff estable del diario son presumibles, aunque no seguras. Me inclino por pensar en su escasa formación frente a las literaturas y los idiomas extranjeros y en una posición “no comprometida” con relación a la casa, como llama Payró a la redacción. Esta última cuestión, debida al gran tiempo dedicado a la política, ya le había costado un altercado con Guillermo Stock, director de la revista La Quincena y su posterior abandono del cargo como secretario

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de la misma. 1 Pensando en la orientación que el hijo del General Mitre, Bartolomé Mitre y Vedia, había plasmado en La Nación como “diario de estilo francés””orientado a la cultura cosmopolita” por un lado y la búsqueda de un cuerpo de redactores absolutamente comprometidos con el periódico por otro, esto ha de haber pesado más que las posiciones políticas dado que, en el momento de escribir estas crónicas, las ideas de Ghiraldo no distaban del socialismo reformista que el mismo Payró promulgó toda su vida y con las cuales llegó a ser secretario del periódico. En Ghiraldo se lee una nota disonante, escritura hecha a fuerza de lecturas apuradas o de segunda mano. Una mezcla extraña entre el modernismo dariano y el “tono” crispado de Almafuerte, que irá acentuándose en la serie que va de La Nación a La Vanguardia y entre el “observar” la vida de los presos a escribir su propio “viaje” como tal durante el estado de sitio decretado por Quintana. (Ghiraldo, 1905) Viaje al penal El conjunto de crónicas del Penal de Sierra Chica, en sí, un texto “viajero”: entre el 28 de noviembre de 1896 y el 7 de enero de 1897, las crónicas son publicadas en el diario La Nación, bajo el título de “Historia de un viaje al presidio de Sierra Chica; cuadros y escenas” siempre en pág. 3; col 6, para ser identificadas en el espacio de la página, al modo de un folletín. El 3 de mayo de 1897 aparece una crónica “más”, “Vendetta”, ya publicitada con el nombre de su autor y señalando “del libro en prensa Sangre y Oro”, libro que se edita en ese mismo año, con una novedad: contiene las fotos de los penados (algunas ya publicadas en el diario) entregadas a Ghiraldo por el director del penal. Luego estos mismos textos serán incorporados a Gesta (1900), un conjunto de relatos de ficción de tono decadente, con el título de “crónica roja”. En la tercera edición, las fotos desaparecen. Como señala Pablo Ansolabehere (Ansolabehere, 2001, 493), “El cambio es múltiple: suprimido el amarillo del oro, la sangre del crimen es ahora el único color que tiñe estas crónicas”. Alguno de los relatos reaparecerán en 1904 en Martín Fierro. El “valor” es otro: ya no son una serie unitaria y se incrustan en una revista anarquista. El periplo de la “Historia de un viaje al presidio de Sierra Chica” se inicia en la noche de Buenos Aires, la noche porteña que sirve de espacio a la llamada bohemia. “En la mesa del restaurant predilecto, después de nuestras tareas diarias, o más propiamente dicho, nocturnas, conversábamos en amigable círculo los compañeros de siempre. Todos los temas dilucidados o comentados durante el día, que habían servido de pie para el artículo sensacional, para bordar el suelto editorial, humorístico o la crónica emocionante del último crimen, eran vueltos a traer a la memoria con el objeto de dar pábulo a la charla sempiterna” (Ghiraldo, 1900, 147)

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"El 2 de Agosto [de 1893] en plena revolución radical, sale a la calle el primer número de La Quincena, revista dirigida por Guillermo Stock (...) en la que Ghiraldo aparece como secretario, percibiendo un salario por su tarea. Los trabajos de último momento del primer número (impresión, distribución, etc.) son descuidados por el flamante secretario por sus ocupaciones políticas. (...) en el Nº 8 (noviembre de 1893) [el director] informa a los lectores que "la dirección de La Quincena tuvo que separarlo [a Ghiraldo] de su empleo a sueldo, ocupado sin atribuciones ni responsabilidades." La versión de Ghiraldo, incluida en La Prensa del 16 de noviembre, dice por el contrario que se fue por su propia voluntad, descontento por la marcha de la revista. Sin embargo las "atribuciones y responsabilidades" quedan sin contestar." (Díaz, 1991; p. 15-16)

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Podemos imaginar la escena y sus protagonistas: en una de las mesas del Auer' Keller, se encuentran junto a Ghiraldo, Julián Martel, Julio Piquet, Roberto Payró Ricardo Jaimes Freyre, Charles de Soussens, Diego Fernández Spiro y, seguramente, Rubén Darío. Este inicio de la serie marca claramente lo que señala Ángel Rama sobre la bohemia de fin de siglo: “La bohemia fue una imposición, no una elección. Los poetas que la sufrieron y la sobrevivieron, se rebelaron contra ella, pues en verdad fueron encarnizados trabajadores y fueron capaces de una alta productividad, que no se compadeció ni con el sistema de vida ni con las retribuciones que obtuvieron. (...) De ahí que los escritores hayan sido forzados del trabajo como lo eran las clases baja y media, a pesar del mote de bohemios que sólo cabía, en verdad, a unos poquísimos (...)(Rama, 1995; 122 –123) La “nocturnidad” obligada por el horario de cierre de los periódicos y las salidas de los teatros, 2 pero también el lugar de intercambio: en la mesa del restaurant, los relatos duplican la heterogeneidad discursiva del diario y la acumulación y retienen la necesidad de conmover y llamar la atención del “público”, ahora con las formas de la narración oral. Es la crónica policial (en verdad el título “crónica roja” es tomado de una fórmula periodística muy utilizada por el diario La Nación en ese período) la que logra mayor “efecto”. Es por eso que ante la propuesta que realiza un invitado de “verificar un viaje a la cárcel de Sierra Chica, donde, según él, se encuentran los bandidos más bandidos de toda la República [...] Los perseguidos del crimen, prototipos todos dignos de estudio y de observación.”(Ghiraldo, 1900, 154), el cronista se compromete, ahora ante sus lectores, “como sabueso eterno de todo lo que sea una novedad” a realizar la “dolorosa excursión”. Siguiendo a Walter Benjamín (Benjamín, 1986,190), podríamos decir que el narrador viaja para regresar y contar, pero también, en ocasiones, da espacio a los relatos de esos “otros” que sedentarios como ninguno (son penados) repiten una y otra vez las tradiciones de la tierra y las historias propias. Interiores A diferencia del “gran viaje fin de siglo”, el de Ghiraldo es un viaje hacia el interior. La “novedad” no reside en el espacio sino en los “prototipos” criminales a describir. Es un viaje a través de las galerías del crimen, de los pliegues del alma humana, de la crueldad y la locura. Una temporada en el Infierno. 3 “Todo aquel que lleva a cabo un viaje - dice el narrador - aunque éste sea a Sierra Chica, encuentra asuntos grandes que contar, si no se

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Payró señalaba, describiendo esa época, con relación a Rubén Darío y a su "grupo", entre los que se contaba Ghiraldo: "Sin embargo, no era un bohemio ni mucho menos. Por el contrario,le gustaba vestir correctamente. Si en algo fue ordenado, era en eso; su traje era siempre de irreprochable corte, su cabello estaba siempre bien cortado y su barba correctamente rasurada. Daba la impresión de ser un gentleman, que lo era. Muchas veces lo tildaron de bohemio, no sólo a él, sino a los que compartíamos su amistad; pero nosotros no éramos bohemios: cada uno tenía un hogar respetable y trabajábamos para ganarnos el sustento" (Payró, 1920; 124) 3 En alguna medida, podemos ligarlo a una serie de novelas de la época que se realizan este viaje hacia adentro: la vorágine de José Eustasio Rivera, Don Segundo Sombra de Ricardo Güiraldes , Doña Bárbara de Romulo Gallegos. El encuentro con la barbarie cobra una dimensión narrativa hasta entonces inédita. No se trata de narrar los fastos de la civilización sino, por el contrario, internarse en un espacio que -pensamos en La vorágine- incluso impide el retorno.

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duerme en el camino, como suele acontecer” (Ghiraldo, 1900, 157). El “cronista sabueso” va despierto y eso le permite algunas reflexiones sobre el viaje, de neto corte modernista: “Cuando uno se halla atormentado por un espíritu inquieto, ávido de luz, de emociones y de palpitaciones nuevas, los viajes pueden constituir el único alivio, el sólo medio para contrarrestar la atonía, el tedio moral que hace presa en ciertos temperamentos, como algunos insectos venenosos buscan los corazones de plantas para cavar en ellas su nido” (Ghiraldo, 1900, 157) El inicio del viaje hacia el presidio está connotado por la muerte y el encierro: en el tren se “amortaja” en el “coche-jaula” y adopta “la posición oficial de los muertos", para llegar a un “cementerio de vivos”. La monotonía del paisaje (piedras, matas, pampa) contribuye al clima con que introduce la llegada a la cárcel. Desde el momento del ingreso al presidio, el cronista oscila (incluso explícitamente) entre el discurso reformista y el positivista, entre la regeneración y el atavismo. Sin llegar a resolver la tensión, parece inclinarse sin embargo, a medida que se adentra en el infierno por las formas atávicas de la herencia morbosa. “Pensamos entonces en los antropólogos modernos, en criminalistas positivistas, y dando vueltas al resorte de nuestro cinematógrafo cerebral, pasamos de nuevo revista a las fisonomías de los delincuentes con quienes hemos estado en compañía durante varias horas, al presentársenos el tipo de loco criminal, de frente deprimida, ojos bizcos, de cráneo oxícefalo y orejas en forma de asa, llegamos a creer en la verdad de la ciencia.” (Ghiraldo, 1900, 171-172) Pero inmediatamente vuelve sobre el argumento con una reformulación clásica de los modernistas: 4 los rasgos descriptos para los criminales natos, pueden encontrarse en nuestros conocidos, en hombres probos... Si bien Ghiraldo discute la posición positivista, a lo largo de sus observaciones, no distará demasiado de esta: socialismo, positivismo y control social eran, en el fin de siglo, una conjunción posible. 5 Los presos se le presentan inicialmente como “rebaño”. Luego, en una abigarrada enumeración, irá dándoles nombre, cruzando las categorías positivistas con otras venidas de la tradición de la gauchesca: el impulsivo, el jefe de cuadrilla, el incestuoso, el gaucho malo, el envenenador y loco asesino, el maniático perseguido, el idiota, el melancólico y el grupo de los perversos. Las crónicas siguientes describen cada uno de estos tipos. Nos interesan fundamentalmente dos: ”De la simulación” y “Presa de elementales”. Ambas configuran tópicos que atraviesan el modernismo y el decadentismo tanto como las corrientes de psiquiatría positivista. La primera, en la que cuenta la historia del número 91, expone la

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Pensamos en "Manicomio de locos. Degeneración. La última obra de Max Nordau" de Rubén Darío, publicada en La Nación en 1894 y luego parte de Los raros (1896) donde el nicaragüense, irónicamente, atribuye esta "cualidad" de contagio a los libros de Lombroso (Darío, 1894; 1) 5 Véase Oscar Terán, 2000; 289-306.

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simulación como forma de un alma perversa, un asesino capaz de una hipocresía a toda prueba: “Hay en su voz sonoridades que hieren el oído, en los movimientos de su fisonomía gestos que hacen mal, y cuando descubre sus ojos negros de inmensos párpados, el observador experto puede adivinar en ellos una mala intención en cada mirada” (Ghiraldo, 1900, 192) La simple observación del experto (típico planteo del positivista) permite detectar las formas de la hipocresía en el sujeto. Luego de ver este “caso” vuelve sobre las preguntas iniciales: si existe el criminal nato, si hay un atavismo de la herencia. Sopesando las opiniones entre la criminología positivista y la escuela reformista, la conclusión es clara: “Ahora bien, basados en los fundamentos de la escuela criminológica de que hemos hablado, el penado núm. 91 es un criminal nato y en su naturaleza se han operado los fenómenos de la herencia del delito. Hijo de padres asesinos, tiene hermanos asesinos, y sus descendientes serán también, como lógica consecuencia, tristes representantes de una raza condenada” (Ghiraldo, 1900, 198) La otra crónica que nos interesa “Presa de elementales”, lo confronta con la locura. De algún modo, la otra cara de la simulación. Pero también, como en el caso del hipócrita se trata de un enfermo incurable. El loco, en realidad, es hablado por voces, visiones pero lo que expresa su dolencia en todo su esplendor es también un código gestual: su cuerpo se contorsiona, toma rigidez, la boca se contrae, abre los ojos desmesuradamente (sólo que en este caso son claros, no negros como los del hipócrita). El conjunto de crónicas se cierra con una frase que vuelve a invitar al lector, frente al que se comprometió al inicio “Tú, lector, perdona o juzga” (Ghiraldo, 1900, 231). Como hemos señalado, Ghiraldo no será inmune al “contagio” del infierno: desde allí y hacía el fin de siglo, sus posiciones se acercan a la contundencia anarquista. En 1898, otro socialista - Roberto J. Payró - narrará para los ávidos lectores de La Nación, otro viaje "al interior". Se trata por cierto de un viaje de más aliento "La Australia Argentina. Excursión periodística a las costas patagónicas, Tierra del Fuego e Isla de los Estados" y con fines bien diferentes a los de Ghiraldo. Como le señala el General Mitre en la carta que servirá de Prólogo a la primera edición del libro "Sus páginas sueltas, popularizadas por el diarismo, serán leídas y estudiadas con provecho por propios y extraños, cuando se presenten al público en la forma definitiva del libro, por cuanto satisfacen una necesidad vital. No basta ser dueño de un territorio rico, si el hombre no se identifica con él por la idea y lo fecunda por el trabajo, y sobre todo si el libro no le imprime el sello que constituye como un título de propiedad, haciéndolo valer más" (Payró; 1882, 9)

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La experiencia periodística de Payró se constituye en la apropiación simbólica del territorio recientemente conquistado a los indios. 6 Sin duda, es otro el desierto que atraviesa y otra la importancia que el diario otorga al cronista y a la excursión (de hecho, el prologuista del libro será el propio Mitre). Pero hay puntos privilegiados en que se relaciona y exhibe líneas de sutura y de tensión con las crónicas de Ghiraldo: la estadía en el penal de San Juan del Salvamento en la Isla de los Estados y la mirada sobre el indio. Payró realiza su trayecto por las costas patagónicas y se instala durante aproximadamente un mes en la Isla de los Estados. Es durante esta estadía que visita el penal y realiza sus crónicas "carcelarias". A diferencia de Ghiraldo, cuyo encierro "mortuorio" es evidente apenas sale de la "bohemia porteña" hacia el campo, la sociabilidad de Payró es la marca de sus crónicas: relatos, comentarios, chismes, intercambios, cenas, lecturas y compañías alternan en sus descripciones patagónicas, con un claro discurso reformista y fuertes críticas al gobierno central. Al decidir su estadía en la Isla, el cronista se encuentra "encerrado ", ya que no puede salir hasta que un buque pase por allí en un mes, pero pronto encontrará un alivio: su actividad. Esta es paralela a la del nuevo Subprefecto de la prisión: "El sueño se nos quitó como por encanto, y nos miramos un segundo con expresión melancólica. ¡Eh!¡no es para tanto! A la labor, a la actividad, que el tiempo pasa tan pronto para el que trabaja, y sin dejar lugar a la tristeza. La instalación primera estaba hecha pero teníamos que organizarlo todo: Demartini lo referente a la Subprefectura y al presidio, yo mis notas y apuntes, que era necesario fijar claramente y aún desarrollar, si no quería encontrarme más tarde con que eran griego para mí mismo" (Payró, 1982; 389) La Isla (y el encierro) le servirán para ordenar sus notas, ampliarlas, esclarecerlas, escena de escritura que disuena con la de Ghiraldo, interrumpida por la fuga de un presidiario. Así como Ghiraldo reconoce a la lejanía que Sierra Chica es una cárcel, por la presencia del muro, para Payró "La Isla de los Estados parece hecha expresamente para presidio y para fortaleza" (Payró; 1982, 402). Luego de esta reflexión, enuncia las facilidades para crear una colonia de presidiarios y "ampliar" sus posibilidades (hasta el momento sólo era presidio militar) disparando contra la ineficacia del gobierno para organizar. A diferencia de Ghiraldo, que ocupa una crónica en cada preso, Payró "pasa revista", "aunque no sea una tarea grata ni mucho menos".. .Entre ellos encuentra, algún ebrio, dos degenerados por "un vicio contra natura" y homicidas. La "galeria" no le merece mayores comentarios. Más bien se interesa en el funcionamiento general, no en el "caso" ni en la patología ni en las especulaciones criminológicas. Tiene una mirada casi comparable a quien mira una fábrica pensando en su "rendimiento": "Los trabajos a que se dedican los presidiarios tienen que ser necesariamente poco variados, por la estrechez de su campo de acción: corte de leña en el bosque, construcción de caminos, conservación de los existentes, algo de carpintería, un 6

En la misma Carta-prólogo, el General Mitre señala: "Su libro como comentario de un mapa geográfico hasta hoy casi mudo, importará la toma de posesión en nombre de la literatura, de un territorio casi ignorado (...)" (Payró, 1982; 9)

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poco de pesca, descarga de los víveres y vestuarios a la llegada del transporte...En sus horas de ocio algunos se dedican a fabricar objetos de madera, pacientes "trabajos de presos" que venden a los raros visitantes de los transportes; pero dudo de que, con una buena organización, tuvieran otros momentos de ocio que los dedicados a la comida y el sueño" (Payró, 1982, 406) La consigna del cronista es clara "El trabajo trae necesariamente consigo el orden y las buenas costumbres en las colectividades de esa especie, muy inclinadas a toda clase de extravíos y de vicios, por poco que encuentren la ocasión de dar rienda suelta a instintos individuales" (Payró; 1982,406) No es seducido ni por la criminología positivista ni por el modernismo y el decadentismo y no cae en las tensiones de la escritura de Ghiraldo. No hay preguntas acerca de la herencia morbosa o de los criminales natos sino búsqueda de soluciones productivas, en el más amplio sentido del término. Su discurso se impregna, sí, de una problemática ligada al socialismo: la cuestión social. Ver a los presos como víctimas sociales le permite desplegar esta temática. También lo hace Ghiraldo, por ejemplo, al describir al gaucho malo, mezcla de Fierro y Moreira, pero lo gana la "tentación" de tomar el "caso" teratológico. La mirada sobre el indio, ese "otro" por excelencia, los coloca en un lugar que los acerca pero, a la vez, distancia las posiciones. Alberto Ghiraldo encuentra entre los presidiarios a un indígena y titula su crónica "Leyenda". El mismo título "literaturiza" la visión del indio: "La leyenda de la pampa -escribe- es digna de la pluma épica. He aquí su síntesis" (Ghiraldo, 1900; 199). Las reflexiones, encuadradas en la discusión de la dicotomía civilización y barbarie lo llevan a preguntarse por las formas posibles del progreso. "Un pobre indio, hoy huésped del presidio, postrer vestigio de una raza inmolada en honor al progreso, me ha sugerido estos pensamiento, brotados de no sé que misteriosa inclinación hacia aquel sistema de paradisíaca independencia, cuya pérdida, como lo demostrara el filósofo, sembró de espinas la vida, iniciando, al propio tiempo la formidable lucha en que habían de agitarse civilizaciones" (Ghiraldo, 1900; 201) Muerto el indio, la idealización es posible. Pero este cronista no se detiene a pensar que otros presidiarios (locos, criminales) son también "excrecencias" del progreso, a los que es necesario encerrar y silenciar y que el propio sistema de clasificación funciona como control social. Ellos son el peligro, no los indios, ya diezmados y desaparecidos. La visión de Payró intentará ser una lectura científica. "Permitáseme que antes de continuar el relato de mi viaje, agrupe aquí las observaciones que en todo el trayecto he podido hacer de los antiguos señores de aquel suelo (...) en él he cuidado de no partir de ligero, consultando a las mejores autoridades en la materia, haciéndo inacabables preguntas a cuántos hallaba a mi paso, que hubieran vivido largo tiempo entre los indios, y observando por mi propia cuenta cuando la ocasión se me presentaba" (Payró, 1982; 205)

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Libros, entrevistas, observación. En Payró no hay leyenda pero sí exhumación. En última instancia, el encuentro con el indio es otro viaje -tanto para Payró como para Ghiraldo - que se "incrusta": el viaje a una civilización diezmada que ofrece también, las posibilidades de la "novedad", una "novedad" no peligrosa a cuyo rescate se puede acudir porque ya no hay riesgo. Ellos son los que vivían "antes" en "nuestras" tierras. A diferencia de Ghiraldo, Payró no se pregunta por el precio del progreso ni idealiza a la raza desaparecida. Pero su descripción tiene más contundencia que la "epica" ghiraldiana. Formas, costumbres, modos de organización y espacio (en el sentido riguroso del término) en las páginas, hablan de esto. Ambos cronistas, compañeros de ruta de un mismo partido, dependientes de la misma empresa periodística, en años muy cercanos, escriben sobre cárceles y marginados en la Argentina. Sus respuestas son diferentes pero ponen en escena problemas y discursos que atraviesan de lleno el siglo XX. Tal vez hoy la pregunta sea, cómo reformular ese viaje "al infierno" sabiendo que, tal vez, no haya retorno. Bibliografía Ansolabehere, Pablo, "Las huellas del crimen" en Fin (es) de Siglo y modernismo. Illes Balears, Universitat des Illes Balears, 2001, Tomo I, pp. 493-498. Benjamín, Walter, "El narrador. Consideraciones sobre la obra de Nicolai Leskov" en Sobre el programa de la filosofía futura, Barcelona, Planeta-Agostini, 1986, pp. 189-212. Dario, Rubén " Manicomio de artistas. Degeneración. El último libro de Max Nordau" en La Nación, 8 de enero de 1894, pág.1, col.1-3. Díaz, Hernán, Alberto Ghiraldo: anarquismo y cultura. Buenos Aires, CEAL, 1991. Ghiraldo, Alberto, Gesta, Buenos Aires, Biblioteca El Sol, 1900. Ghiraldo, Alberto, La tiranía del frac (crónica de un preso), Buenos Aires, Biblioteca Popular de Martín Fierro, 1905. Payró, Roberto J., La Australia Argentina, Buenos Aires, CEAL, 1982, tomos I y II. Payró, Roberto J., "Rubén Darío" en Evocaciones de un porteño viejo, Buenos Aires, Quetzal, 1920. Terán, Oscar, " José Ingenieros: culminación y declinación de la cultura científica" en Vida intelectual en el Buenos Aires fin-de-siglo (1880-1910).Derivas de la "cultura científica". Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2000.

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Madrid en clave de fiesta (1898-1901): la paradoja de los contrastes Andrea Pasquaré

UN del Sur - Universidad Complutense de Madrid

Abstract Madrid, capital cultural del mundo latino, era, a principios del XX junto a París, una de las más visitadas por intelectuales hispanoamericanos que buscaban en sus calles las razones de su reciente fracaso. En medio del ambiente bullanguero y afable de sus tertulias de café, de la comicidad fácil de sus teatros de varietés, surgía una ciudad plena de contrastes, donde la tragedia y el dolor de lo ocurrido tras el “Desastre del ‘98” se apoderaba del viajero, velando con mordaz ironía su relato. El mito de los “defectos de raza”, de la incapacidad congénita de España para defenderse a sí misma se había actualizado con la guerra hispano-norteamericana, y los viajeros recogían este clima mental que involucraba a intelectuales de habla hispana, en ambos continentes. Las visiones de un Madrid chulesco, verbenero, aficionado a las fiestas eran rechazadas por quienes querían para España la superación del atraso. De modo particular, los artículos que Rubén Darío publicó en el diario argentino La Nación entre enero de 1899 a abril de 1900 durante su visita a España revisten especial interés por la difusión de sus páginas entre lectores argentinos e hispanoamericanos, y por la capacidad de este escritor de sembrar controvertidas imágenes de un Madrid de fin de siglo, que con tanto vigor hallaríamos presentes en el modernismo español (Azorín, Benavente, Baroja, Pérez de Ayala, Valle-Inclán, Juan Ramón Jiménez entre otros) e hispanoamericano: se trataba, ni más ni menos, que el deceso de la España vieja y la aparición de otra nueva, que crecía desordenada y escondida por los últimos estertores de primera. At the begining of the tweentieths, Madrid, cultural capital of latin world, was, -as well as Paris- de most visited cities for the Hispanic American intellectuals. In the merry ambient of their coffee-house, in the easy comicalness of their variety theatres, they found deep contrasts with their tragic and painful present. The myth of “failure of latin race” was actualized with the Spanish and North American war of 1898. The images of a Madrid full of verbains and festivals was rejected for those who wanted a more favorable future for Spain. The Ruben Dario´s travellers articles, published in La Nación of Buenos Aires between January 1899 and April 1900, were specially interesting because their broadcasting in the Argentine and Hispanic American public, in general. He found controversial images of Madrid in the final of siecle, present in the Hispanic an Spanish American Modernism: the death of the old Spain and the born of a new one.

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Texto “Si a menudo hablamos del perfume de París, siempre dijimos el sabor de Madrid, (...) Porque si la primera ciudad ofrecía la exquisitez y el ‘ritmo suave’que captó Rubén, la segunda brindaba la sangre del idioma y la savia esencial de los orígenes.” 1 Madrid, capital cultural del mundo latino, era, a principios del XX junto a París, una de las más visitadas por intelectuales hispanoamericanos que buscaban en sus calles las razones de su reciente fracaso. En medio del ambiente bullanguero y afable de sus tertulias de café, de la comicidad fácil de sus teatros de varietés, surgía una ciudad plena de contrastes, donde la tragedia y el dolor de lo ocurrido tras el “Desastre del ‘98” se apoderaba del viajero, velando con mordaz ironía sus relatos. La visita a Madrid tenía entonces para estos viajeros el especial aliciente de explorar el genio español sacudido recientemente por la guerra. El mito de los “defectos de raza”, de la incapacidad congénita de España para defenderse a sí misma se había actualizado con la guerra hispano-norteamericana, y los viajeros recogían este clima mental que involucraba a intelectuales de habla hispana, en ambos continentes. Las visiones de un Madrid chulesco, verbenero, aficionado a las fiestas eran rechazadas por quienes querían para España la superación del atraso. De modo particular, los artículos que Rubén Darío publicó en el diario argentino La Nación entre enero de 1899 a abril de 1900 sobre su visita a España revisten especial interés por la difusión de sus páginas entre lectores argentinos e hispanoamericanos, 2 y por la capacidad de este escritor de sembrar controvertidas imágenes de un Madrid de fin de siglo, que con tanto vigor hallaríamos presentes en el modernismo español (Azorín, Benavente, Baroja, Pérez de Ayala, Valle-Inclán, Juan Ramón Jiménez entre otros) e hispanoamericano: se trataba, ni más ni menos, que el deceso de la España vieja y la aparición de otra nueva, que crecía desordenada y escondida por los últimos estertores de primera. Bajo la mirada de Darío, Rojas, Belaúnde, Madrid surgía como una ciudad despreocupada, bulliciosa, desordenada, con claros signos de atraso e inmensos contrastes sociales. Pero también se levantaba una ciudad abierta y acogedora, que evocaba en cada uno de sus rincones las añoradas imágenes de las villas coloniales que estos extranjeros habían dejado, y les permitía abrigar la ilusión de ser escuchados por acreditados interlocutores. El café literario, el Ateneo, las tertulias en casa de amigos, las entrevistas con maestros ilustres 1

Manuel Ugarte, La dramática intimidad de una generación, p 41. Sidicaro, La política mirada desde arriba. Las ideas del diario La Nación (1909- 1989). Buenos Aires, Sudamericana- Col. “Historia y Cultura”, 1993, p. 15. Véase Georges Clemenceau, La Argentina del Centenario. La Argentina del Centenario. Selección, prólogo y notas de Rogelio García Lupo. Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes, 1999, “La prensa”, p. 116, y R. Sidicaro, Op. cit., pp. 13-19 y 48-52. 2

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constituían la puerta por la que penetraban al ambiente intelectual y social de esta ciudad que había abandonado recientemente su rango de metrópoli imperial. El Madrid de Posguerra: la paradoja de los contrastes. Madrid recibió a Rubén Darío en el año 1899 con un “oleaje de capas”. En el mismo año en que fue firmado el tratado que puso fin a la guerra hispano-norteamericana, dejándole a esta última una enorme porción territorial, la impronta de esta paz infamante para España no parecía haber dejado huella alguna. Los transeúntes paseaban despreocupados, luciendo sus mejores atavíos invernales, bulliciosos y rientes, mientras los políticos se dedicaban a cuestiones de política menuda y rencillas partidarias sin darse cuenta del menoscabo sufrido y sin mostrar preocupación por el destino común de la nación: “ (...) Sagasta Olímpico está enfermo, Castelar está enfermo; España ya sabéis en que estado de salud se encuentra; y todo el mundo, con el mundo al hombro o en el bolsillo, se divierte: ¡Viva mi España! Acaba de suceder el más espantoso de los desastres; pocos días han pasado desde que en París se firmó el tratado humillante en que la mandíbula del yanqui quedó por el momento satisfecha después del bocado estupendo: pues aquí podría decirse que la caída no tuviera resonancia. (...) Cánovas muerto; Ruiz Zorrila muerto (...) Varela ciego; Campomar mudo; Menéndez Pelayo ... No está España para literaturas, amputada, doliente, vencida.” 3 La despreocupación que parecía atravesar el estado mental de esta ciudad recién salida de la guerra, era la misma que lo había recibido unos años atrás. El carácter español no parecía, a simple vista, haber registrado el cambio, pero la fisonomía de la ciudad se había transformado con los atributos de la técnica moderna. Una larga sucesión de imágenes que conjugaban tradición y modernidad en perfecta armonía se apoderaría de las descripciones madrileñas de Rubén Darío. La Plaza del Sol aparecía ante sus ojos atravesada por las vías del tranvía eléctrico, pero los personajes del lugar no habían cambiado: los mendigos que se avalanzaban a él llamándolo “señorito”; las “manolas”, mujeres populares que surcaban el centro de Madrid con “garboso paso”, ataviadas con un mantón de lana y un pañuelo de colores cubriéndoles la cabeza; una carreta tirada por bueyes que iba por las calles del centro junto a carruajes lujo; “los cafés llenos de humo rebosando de desocupados”, constituían las marcas de la tradición en el presente. Madrid, y su emblemática Puerta del Sol, “el ombligo de la Villa y de la Corte”, se convertían en el dintel de España, “país de la bienvenida”, de la sonrisa abierta, la alegría y la luz, que en contraposición al duro invierno parisino, lo recibía con un cielo diáfano, plagado de sol. “El madroño está florido y a su sombra se ríe y se bebe y se canta, y el oso danza sus pasos cerca de las casas de Trimalción”, a pesar de los muertos de la guerra y los soldados vencidos que marchan por vía pública como sombras, conteniendo su amargura.

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Rubén Darío, La España Contemporánea. Madrid, Alfaguara- Grupo Santillana de Ediciones, 1998, “Madrid” (4 de enero de 1899), pp.53-4. La cursiva es nuestra.

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Sólo quien miraba esta ciudad desde el exterior, sin sentirse parte de la misma, era capaz de reproducir la irónica simulación que atravesaba el clima mental de la Posguerra. Como redactor del diario argentino La Nación, Darío asumió esta perspectiva, y alcanzó a ver un Imperio que había agotado sus fuerzas, una monarquía enflaquecida y derrotada. Su mirada de recién llegado a la España de posguerra no hacía más que acogerse a la pesimista edificación que sobre la derrota del ‘98 había hecho Joaquín Costa. Esta construcción pesimista llevaba implicada dos operaciones: primero, desentrañar lo que significaba perder las últimas reservas de aquel patrimonio territorial que durante cuatro siglos la corona, la nobleza y la iglesia española habían ido cuidadosamente atesorando, y segundo, encontrar a los culpables de la derrota: “¿Cómo hablarían ante el espectáculo de las amarguras actuales los grandes reyes de antaño, cómo el soberbio Emperador, cómo los Felipes, cómo los Carlos y los Alfonsos? (...) El mal vino de arriba. No dejaron semillas los árboles arbustos del gran cardenal, del fuerte duque, de los bellos caballeros férreos que hicieron mantenerse firme en las sienes de España la diadema de ciudades. Los estadistas de hoy, los directores de la vida del reino, pierden las conquistas pasadas, dejan arrebatarse los territorios por miles de kilómetros y los súbditos por millones. Ellos son los que han encanijado al León simbólico de antes; ellos los que han influido en el estado de indigencia moral en que el espíritu público se encuentra; los que han preparado, por desidida o malicia, el terreno falso de los negocios coloniales...” (Darío, 1998: 55) Si hacia fines del XIX poseer territorios coloniales garantizaba la fuerza moral de una nación, perderlos constituía una experiencia verdaderamente infamante que se alzaba contra una trayectoria de siglos. Esta clase política despreocupada no alcanzaba a comprender la magnitud de la tragedia. El aislamiento internacional en que transcurrían sus días, la desatención que concedía a los asuntos coloniales y la angosta perspectiva que asumía a la hora de atender los negocios nacionales constituían las notas distintivas que la habían conducido a la débâcle. El panorama cultural del Madrid de fin de siglo que se desplegaba a los ojos de este observador circunstancial, era “patético”. Para su sorpresa, el español elegía la comedia trivial y asistía al teatro para ver la “representación de la vida chulesca y desastrada de los barrios bajos”, mientras las obras del Siglo de Oro carecían de audiencia. Los ricos aristócratas, por su parte, acudían a un recientemente inaugurado café- concert para ver la actuación de Rosario Guerrero, una bailarina de varietté que había triunfado en París. España se reproducía a sí misma en lo peor que tenía de sí, y la intelectualidad hispana estaba contribuyendo a esa acción: buscando la peseta fácil para responder el gusto por el melodrama y la prensa amarilla, los grandes literatos habían decaído sus producciones para atender a las superficiales preferencias del público. 4

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Cfr: “En lo intelectual, he dicho ya que las figuras que antes se imponían están decaídas, o a punto de desaparecer, y en la generación que se levanta, fuera de un soplo que se siente venir de fuera y que entra por la

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No le faltaba afecto a España a este observador nicaragüense que se reconocía amante de este “país de sol, amor y vino”, pero como periodista se sentía obligado a reproducir la verdad de lo que veía y a informarse de variadas fuentes. Y para alcanzar la verdad prefería la observación personal y directa que lo obligaba a transitar por los distintos ambientes de Madrid: “La Nación me ha enviado a Madrid a que diga la verdad, y no he de decir sino lo que en realidad observe y sienta. Por eso me informo por todas partes; por eso voy a todos los lugares y paso una noche del ‘saloncillo’ del Español a las reuniones semibarriolatinescas de Fornos; en un mismo día he visto a un académico, a un militar llegado de Filipinas, a un actor, a Luis Taboada y a un torero. Y anoche, a última hora, he ido del Real al Music- hall, y mis interlocutores han sido: el joven conde de O’Really, Icaza, el diplomático escritor, Pepe Sabater, Pinedo y un joven reporter... Ya veis que estoy en mi Madrid.” (Darío, 1998: 63) Pero si la superficie mostraba sol y alegría, la tristeza de la España Negra se convertía en una realidad visible con sólo atravesar los muros de sus ciudades eternas. La religiosidad, el oscurantismo, el gusto por el dolor habían grabado a fuego el espíritu en esta tierra, y sus calles, monumentos y palacios reflejan este trágico contraste entre una apariencia de luz y un interior de tragedia. Y allí estaba esa España negra. en los muros y la frialdad de la la piedra toledana, en la aridez castellana que despertaban la evocación del pasado inquisitorial. (Darío, 1998: 135) El interior lúgubre de los palacios, las dantescas pinturas que decoran sus paredes transportan al observador a un escenario de tensión y de muerte. Las naves de las iglesias semejan morgues y la imaginería religiosa expone el espanto humano de la pasión de Cristo. La observación de estos ambientes no hacían más que transportar al visitante a dos siglos atrás, una época en que la exacerbada religiosidad de unos monarcas los había hecho proscribir y castigar el pecado con la tortura y la hoguera. La brutalidad de la raza española y el gusto por lo sangriento se convierten en acto en las corridas de toros. (Darío, 1998: 135-6) La pasión por la sangre, la muerte y el dolor como espectáculo constituían el sustrado principal del carácter español, y servían a Darío para explicar el atraso cultural con que España estaba transitando el nuevo siglo. Sacudirse esa barroca religiosidad se convertía en un axioma necesario para superar el inmovilismo y alcanzar la libertad en el decir y el obrar. La nueva intelectualidad debía asumir ese compromiso: el de conducir a España de la oscuridad a la luz. (Darío, 1998: 144) Madrid en clave de fiesta: Para los viajeros americanos, Madrid era la capital de la celebración y el espectáculo: carnavales, procesiones de Semana Santa y corridas se transformaban en una afirmación del sentir español, y cada uno de estos eventos ofrecían al visitante una lectura por la que podía

ventana que se han atrevido a abrir en el castillo feudal unos pocos valerosos, no hay sino la literatura de mesa de café, la mordida al compañero, el anhelo de la peseta del teatro por horas, o de la colaboración en tales o cuales hojas que pagan regularmente; una producción enclenque y falsa, desconocimiento del progreso mental del mundo, iconoclasticismo infundado o ingenuidad increíble ...” (Darío, 1998: 57).

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mirar a trasluz las constantes del carácter español y el clima social por el que estaban atravesando. Madrid, la ciudad de la eterna fiesta. El estado mental de este pueblo recorría el ciclo vital/ estacional del año litúrgico: tras el nacimiento de la Navidad, se sucedía la alegría del Carnaval que era interrumpida por la espiritualidad de la Cuaresma y la muerte de Semana Santa. Con la fiesta de San Juan, la diversión volvía nuevamente a las calles de las ciudades españolas. La experiencia existencial de los cristianos quedaba reducida a una alternancia de risa y recogimiento, de alegría y dolor. 5 Estas fiestas lograron sincretizar celebraciones ancestrales de la Roma pagana, todavía presentes en la religiosidad popular española: el Carnaval era la manifestación de un gran pecado pagano que año tras año caía vencido por imposición de la cristiandad medieval que sobrevenía con la Cuaresma. 6 La fiesta del Carnaval se convertía así en la expresión superlativa del desenfreno, de la gula y la alegría desbordante. Constituía, también, una ocasión fundamental para expresar el descontento y manifestar, como un aliento vital, el deseo primario de alterar el orden social. Los sectores populares aprovechaban la ocasión para levantarse contra las élites económicas y políticas: los pobres se alzaban contra la avaricia de los ricos, los jóvenes contra la tiranía de los adultos. El Carnaval se transformaba en una descripción coloreada de la sociedad global, con sus contradicciones y violentas tensiones. Lo satírico atravesaba el ambiente general de esta celebración: durante el Carnaval una parte de la comunidad teatralizaba los pecados cometidos por la otra parte para exponerlos y ridiculizarlos. Las diversas tendencias religiosas o políticas, las luchas faccionales entre partidos, los enfrentamientos entre barrios y con aldeas vecinas tan frecuentes en cualquier localidad se ponían en escena y eran sujetas a una dramatización. En el año ‘98, la celebración del Carnaval constituyó un espacio de crítica política y social que puso de manifiesto el deseo de los sectores populares de modificar el orden establecido. La coyuntura de la guerra hispano-norteamericana atravesó todo el festejo: máscaras, caravanas, disfraces sirvieron para evocar el fracaso de las acciones españoles y cristalizarlas en la memoria popular. El carnaval de Madrid se conviritió en una ocasión de denuncia a los culpables, y en un pretexto para evocar las enormes pérdidas materiales y humanas y reproducir satíricamente el triste destino que podía anticiparse para la nación española. El entierro de Meco, don Carnal, aquel héroe simbólico del Carnaval cuya lujuria “no perdonaba ni a solteras ni a casadas”, no hizo más que reproducir alegóricamente el incierto destino español. Al mismo tiempo, la plañidera procesión que lo acompañaba se convirtió en la reproducción carnavalizada de un juicio y castigo a los culpables del “desastre”: 5

Nótese que en el calendario cristiano el pasaje de la Navidad, el Carnaval a Cuaresma consisie en de la traslación de la alegría y el desenfreno al dolor de la muerte. De ese modo, “el año, con sus estaciones, con sus marcadas fases por el Sol y la Luna, ha servido de modo fundamental para fijar el orden, al que se somete el individuo dentro de su sociedad y al que parecen someterse también los elementos. Muerte y vida, alegría y tristeza, desolación y esplendor, frío y calor, todo queda dentro de este tiempo cargado de cualidades y de hechos concretos, que se mide también por medio de vivencias.” Julio Caro Baroja, El Carnaval (Análisis históricocultural). Madrid, Taurus, 1965, p. 18. 6 Véase Julio Caro Baroja, El Carnaval, Op. cit., “Introducción”; Le Roy Ladurie, Emmanuel: Entre los historiadores. México, Fondo de Cultura Económica, 1989, p. 117.

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“Se ha enterrado la sardina en su día, en el día de la simbólica ceniza; y en medio de la pompa carnavalesca, un periódico ha hecho desfilar una carroza macabra con el entierro de Meco, ese típico personaje que representa a la España de hoy. La mascarada en cuestión era un pintoresco bufo- trágico indiscutible: la caricatura de los políticos del desastre, las ollas del presupuesto por incensarios; Meco camino del cementerio y tras la fúnebre mojiganga, una murmuración trompeteando a todo pulmón la marcha de Cádiz. Decid (...) si en este carnaval no ha habido, si no la mascarada de la muerte roja, la mascarada de la muerte negra.” (Darío, 1998: 1067) La pérdida no podía ser olvidada por el “pan y circo” de la celebración, y así quisieron voces y actores anónimos que fuera recordada por los responsables de la catástrofe, cuando una comparsa disfrazada como negros de Cuba irrumpió en la casa de Sagasta tocando un tango y portando “un estandarte enlodado que en otro tiempo fue rojo y amarillo”, adornado ahora con los colores rojo y azul de la bandera norteamericana. “A pesar de los desgarrones y manchas del carnavalesco estandarte, podían leerse estos nombres: Cavite, Santiago, San Juan de Puerto Rico.” Seguían luego la procesión unos cuantos jóvenes con máscaras de rostros demacrados y cadavéricos, algunos cojos, otros mancos representando a los prisioneros de Filipinas, y otros hombres disfrazados de marinos de Cavite “con cabezas tan artísticas y muecas tan significativas, que no parecía sino que sus poseedores habían estado meses enteros debajo del agua.” (Darío, 1998: 106-7) Detrás del disfraz se ocultaba un enorme descontento social, y un interés de responsabilizar a los políticos del turno pacífico. 7 Este celebración operó como un espacio de catártica liberación, por medio del cual a través de las licencias carnavalescas todo era travestido, pasando del polo de lo cómico al de lo trágico. El disfraz invertía el orden de las cosas, los juegos de simulación y las parodias quitaban de contexto un acontecimiento, para ponerlo en ridículo. Sátiras procaces, violencia, injurias y cánticos, excesos en la comida y la bebida se convirtieron en las anónimas expresiones de esa conciencia trágica. La inversión fue completa cuando una comparsa de jóvenes dulzaineros visitó en el Palacio real a un Rey raquítico y pálido. Los alegres cánticos de los jóvenes estudiantes, las comparsas valencianas de singular belleza, el baile y la embriaguez, contrastaban con el oscuro porvenir político español, simbolizado en el débil monarca, pero era el alma popular de España la que surgía vigorosa en los bailes y la alegría de las calles. “... Madrid ha bailado más que nunca. (...) En el Real, en todos los teatros, bailes 7

Sobre la posibilidad que estas celebraciones brindaban de constituirse en un espacio de crítica política, veáse Mona Ozouf, “Space and Time in the Festivals of the French Revolution”. Comparative Studies in Society and History. An International Quaterly. Cambridge University Press. Volume 17, Number 13, July 1975, pp. 382-384; François Dosse, La Historia en migajas. De “Anales a la Nueva Historia”. Valencia, Edicions Alfons El Magnánim, 1988, Cap. 5 “Una historia inmóvil”, pp. 259-261. Esa escritora se ha ocupado de describir de qué manera la fiesta, luego de la Revolución Francesa, permitió la creación de un nuevo sistema de ordenación y de un espacio de influencia del poder político. Durante estas fiestas, se realizaban dramatizaciones en las plazas públicas donde se ridiculizaba a la realeza y contaban con la participación popular. A través de estas celebraciones, “el pueblo irrump(ió) en la escena política”: transformó las iglesias en salones de baile y se reunió alrededor de la hoguera para quemar ornamentos y libros piadosos pertenecientes al clero. Asimismo, presenció parodias donde se reproducía la caída del trono de los reyes y su decapitación. La capacidad de intimidación de estos espectáculos facilitó las adhesiones revolucionarias y la afirmación de la Revolución como “invencible”.

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de sociedades y gremios; en los salones mundanos, bailes de cabezas y de trajes; en las calles mismas, mascaradas con una guitarra y unas castañuelas por toda música, se han descaderado a jotas.” Pero esa alegría se convertía en evasión cuando se la contrastaba con otra realidad donde pobres, hambrientos, delincuentes y prostitutas, aparecían poblando las calles principales de la capital: “Los disfraces han abundado; y mientras uno materialmente no puede dar un paseo por las calles sin que le impidan el paso los mendigos, mientras la prostitución, comprendida la de la infancia y causada por el hambre en este buen pueblo, se instala a nuestros ojos a cada instante; mientras los atracos o robos en plena calle hacen protestar a la prensa todos los días, se han gastado en los tres de carnaval trescientas mil pesetas en confetti y serpentinas.” ( Darío, 1998: 110-1. e. s. e. n.) Sin embargo, esta desbordante celebración del Carnaval, que se esforzaba por hacer ver que nada había ocurrido, fue vista por Darío como un buen augurio: “Enfermo que baila, no muere”. En la sana frescura de los jóvenes, en la singular belleza de las mujeres españolas encontraba la reserva del mañana, el nuevo espíritu que vislumbraba en las flamantes generaciones. La reconstrucción de España podía ser vaticinada, y dentro de este vaticinio, la fiesta cobraba perfiles terapéuticos: se trataba de lavar lo viejo para construir lo nuevo con el trabajo y el cultivo de las artes. Rubén Darío se constituyó en observador del presente para predecir un futuro cierto a partir de las constantes que alcanzaba a distinguir en las clases populares españolas. En la descripción de Darío se hallaban presentes los dos componentes esenciales de la fiesta de Carnaval: su profunda relación con el tiempo 8 y el recurso a la inversión que los celebrantes empleaban (diversas formas de parodia, negaciones, degradaciones, profanaciones, coronamientos y derrocamientos bufonescos). (Bajtin, 1974: 14) Esta fiesta llevaba implícita una determinada concepción del tiempo cósmico, biológico e histórico: tenía lugar en un determinado período del año para señalar la muerte de lo antiguo y la resurrección de lo nuevo. En épocas de crisis, sociedades como la del ´98 español se apropiaron de esta celebración para delimitar una inflexión en su vida histórica, y marcar el inicio de la renovación. El recurso a la inversión, por su parte, constituía una característica de la vida carnavalesca: sus expresiones, formas y símbolos estaban impregnados por una poética de la sucesión y renovación, que se afirmaba en la relatividad de las verdades y del poder de las autoridades dominantes. A través de las permutaciones de lo alto y de lo bajo, de las diversas formas de inversiones y degradaciones que envolvían la parodia, este tipo de celebración incorporó la lógica original de las cosas al revés: “La segunda vida, el segundo mundo de la cultura popular se construye ... como parodia de la vida ordinaria, como un ‘mundo al revés’. ... al negar... resucita y renueva a la vez.” (Vide Bajtin, 1974: 14) Durante el Carnaval, un objeto (símbolo de una verdad, un poder o una forma oficial) era aniquilado, mostrando su reverso, deformando sus proporciones, transportándolo dentro de un espacio, colocando lo

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Mijail Bajtin, La cultura popular en la Edad Media y Renacimiento. Barcelona, Barral (Breve Biblioteca de Reforma), 1974, p. 14. Cabe aclarar que es ésta una característica común de toda fiesta.

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alto en el lugar de lo bajo y la parte trasera en el lugar de la delantera. 9 Las imágenes del “reyecito anémico”, que sonreía tristemente, junto a su madre, ante la presencia de una mascarada de jóvenes, no hacía más que invertir el orden de las cosas, reduciendo a la nada el enorme poderío que antaño había tenido el imperio español y colocando en lo alto la comparsa anónima de jóvenes estudiantes: era la cimiente que traería la salvación. Exagerando las proporciones de su pequeñez, resaltando su contraste con la fuerza y la jovialidad de la estudiantina, distinguiendo la “palidez de la aya” que lo acompaña, Rubén Darío modificó la imagen del objeto para denigrarlo y producir la carnavalización de la ceremonia. ¿Podía esperarse de este personaje la regeneración española?: ésta era la pregunta mordaz que descansaba detrás de la detallada descripción de Darío. El recurso a la inversión suprimía también el orden jerárquico y abolía provisoriamente las relaciones de privilegio y el imperio de las reglamentaciones de la cultura oficial. En contraste con las fiestas oficiales, el carnaval tenía por finalidad consagrar la igualdad a través del contacto libre de los hombres, y la supresión transitoria de las insignias, grados y funciones. Los ritos de carnaval (mascaradas, bailes, juegos, cánticos) reunían en la plaza pública y en las calles aquellos que, por fortuna, empleo, edad o parentesco, el orden social separaba. Y el carnaval permitía, temporariamente, trasladar la vida del pueblo al reino utópico de la universalidad, la libertad, la igualdad y la abundancia. Pero el sentido de la fiesta de Carnaval no podía ser entendido sin la celebración religiosa de la Cuaresma: a partir del momento en que se ordenó el año cristiano, se fijó un período con un contenido social y religioso exactamante contrario al anterior. El desbordante desenfreno carnavalesco fue sucedido por la austera melancolía cuaresmal. Año tras año, este pasaje serviría para recordar la sucesión de un período en que la carnalidad pagana iba a ser reemplazada por la purificación de las almas con los rigores cuaresmales. Durante la Semana Santa el espíritu del forastero quedaba embargado por la melancolía “incolora” del ambiente madrileño: el tono plañidero que acompañaba la procesión de ciegos, transportaba a los espectadores que seguían su andar. Saetas, adoración de vírgenes y santos patronos formaban parte del barroquismo que inundaba las calles de Madrid en estas fechas. “En España, el catolicismo está unido tan íntimamente al alma general”. (Darío, 1998: 144) En esas fechas santas la ciudad entera se entregaba a la celebración: se suspendía la circulación de vehículos, las campanas dejaban de sonar y las calles eran inundadas por mujeres devotas luciendo sus mantillas. En las iglesias la celebración era pomposa y los caballeros de diversas órdenes vestían indumentaria de épocas pretéritas. La nota peculiar ocurría cuando la reina lavaba los pies a

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Cfr: “El carnaval celebra el aniquilamiento del viejo mundo y el nacimiento del nuevo, del año nuevo, de la nueva primavera, del nuevo reino. El viejo mundo aniquilado es dado junto con el nuevo, es representado con él, como la parte agonizante del mundo bicorporal único. Ésta es la razón por la cual las imágenes de carnaval ofrecen tantas cosas invertidas: rostros al revés, proporciones violadas a propósito. Esto se manifiesta ante todo en los vestidos: hombres disfrazados de mujeres y viceversa, trajes puestos al revés, vestidos de la parte superior puestos en el lugar de los de la parte inferior, etc. ...” Ibid., pp. 370-1.

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los pobres y los reunía en su mesa, siguiendo una tradición impuesta en el siglo XIII. 10 La ceremonia tenía lugar en la capilla del Palacio Real ante numerosos invitados, y servía a la realeza para afirmar la magnificencia de su poderío: por corona María Cristina llevaba una diadema de brillantes y una mantilla blanca le cubría su cabellera; la infanta Isabel vestía un traje amarillo y un manto resplandeciente de joyas. (Darío, 1998: 146-7) El obispo y el nuncio acompañaban la entrada de la reina, mientras las duquesas descalzaban a los pobres para proceder a la ceremonia. El pasado irrumpía en el presente con la reproducción de esta vieja tradición: era la alianza entre el poder político y el religioso, la cruz acompañada por el frío acero de la espada y el fulgor resplandeciente de la Corona. Esta descripción de la Semana Santa, convertida en fiesta oficial gracias a la activa participación de la Monarquía, conducía al lector de La Nación a establecer su contraste con las licencias carnavalescas, fundadas, como hemos visto, en una afirmación de la igualdad y entendidas como una ocasión de transmitir el descontento popular. Las fiestas oficiales tenían por finalidad la consagración y fortalecimiento del orden vigente; miraban siempre hacia el pasado y servían para consagrar la inmutabilidad y perennidad de las reglas que regían el mundo, aquel sistema de jerarquías, valores, normas, tabúes religiosos, políticos y morales corrientes. Representaban “el triunfo de la verdad prefabricada, victoriosa, dominante, que asumía la apariencia de una verdad eterna, inmutable y perentoria.” (Bajtin, 1974: 16) Las insignias y privilegios eran destacados a propósito en estas fiestas oficiales, que consagraban un espacio donde exponer títulos, grados y funciones reservados dentro de su rango. Durante la ceremonia antes mencionada, los “pobres”, en cuanto tales, podían recibir la piadosa distinción de una majestad que luciendo “por corona una constelación de brillantes”, los recibía. Las duquesas y condesas, “fastuosas y llenas de diamantes” colaboraban con la Reina en la ceremonia, mientras el representante del Papa, vertía el agua del lavado en un ánfora ante la mirada atenta de las infantas, el cuerpo de ministros y diplomáticos. Gracias a este arsenal de símbolos, los distintos súbditos podían reconocerse en la diferencia, mediante una ceremonia que les asignaba a cada clase social una función predeterminada. Esta misma distribución de funciones reaparecía luego del “lavado de los pies”, cuando la propia reina se ocupaba de servir en el salón de armas la comida de los pobres, ayudada por el marqués de Ayerbe, el duque de Sotomayor, el conde de Revillagigedo, el marqués de Comillas entre otros caballeros. Lo político envolvía lo religioso, y las expresiones de exacerbada devoción abundaban en la larga historia española: mientras Zaragoza pretendía tener la primera iglesia levantada en territorio español, no había pueblo que no tuviera su santo patrono, y en Andalucía existían aldeas que competían entre sí por ver qué virgen tenía más valor. La tradición cristiana española era abundante en mártires y apóstoles: San Pablo que desembarcó en tierras del Levante y fundó la iglesia de Tarragona; Santiago, cuya cabeza recorrió buena parte del territorio español en manos de los Siete Discípulos. Pero -parafraseando a Rubén Darío-, la cruz fue tallada con el mismo filo de la espada: la expulsión de los árabes, la persecución de los judíos, los quemaderos de la Inquisición no hacían más que recordar la identidad existente 10

Esta tradición reproducía el momento en que Jesús, en la Última Cena lavó los pies de los doce apóstoles.

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desde los comienzos de la penetración cristiana en la Península entre la acción de la Corona y la de la Iglesia. El escritor nicaragüense puso su acento en el carácter violento y primitivo de las representaciones religiosas: figuras asimétricas de santos, “Cristos funestos” que infundían miedo a quienes los observaban, peregrinaciones de flagelantes que destruían sus espaldas a azotes, y de devotos que marchan por las calles descalzos. “Junto a todas esas manifestaciones de religiosidad nefasta y milenaria encontraréis siempre la guitarra, el vino, la hembra”, afirmaba Darío a los lectores latinoamericanos. En estas expresiones de la fe católica el autor encontró los más claros exponentes de una devoción ornamental, superficial y llena de contrastes donde se entremezclaban el gusto por lo pagano y el interés sacramental. El Madrid del espectáculo: a los toros y al teatro. Esa misma voluntad de representación que invadía las calles de Madrid durante Carnaval y Semana Santa, volveríamos a hallarla en el mes de abril, con el inicio de las corridas. “Con la primavera llegaron los toros” y una nueva oleada de entusiasmo embargaba a los espectadores. La ciudad se adornaba con las mejores galas y las calles se convertían en un transitar permanente de cabezas con mantillas, pecheras con corbatas de colores, carruajes adornados y mulas empomponadas. La Plaza vieja de Madrid era engalanada por un enorme despliegue de lujo, de color y de destreza. 11 El espectáculo hipnotizaba a los espectadores más incrédulos, y la magia desplegada a su alrededor, envolvía completamente al viajero.(Darío, 1998: 162. Cfr. Rojas, 1948: 99) Su visualización lo llevaba a comprender porqué la tradición romántica (con Gautier, Víctor Hugo) había otorgado tan cuidadoso interés a la descripción de las corridas: los toros constituían la fiesta popular española por excelencia, con la que se celebraba la llegada de la primavera, la estación de la luz y la alegría. “El oleaje de la muchedumbre se desbordaba por la calle de Alcalá; cerca de la Cibeles pasaba el incesante desfile de los carruajes; la tarde concluía y el globo de oro del Banco de España reflejaba la gloria del poniente, en donde el sol, como la cola de un pavo real incandescente, o mejor, como el varillaje de un gigantesco abanico español, rojo y amarillo, tendía la simétrica multiplicidad de sus rayos, unidos en un diamante focal. Los ojos radiosos de las mujeres chispeaban tempestuosamente bajo la gracia de las mantillas; vendedoras jóvenes y primaverales pregonaban nardos y rosas; flotaba en el ambiente el polvo dorado, y en cada cuerpo cantaban la sangre y el deseo, el himno de la nueva estación. Los toreros pasaban en sus carruajes, brillando al fugaz fuego vespertino; una música lejana se oía y en el Prado estallaban las risas de los niños.” (Darío, 1998: 165) “Los toros son inseparables del fuego solar, de las mujeres cálidamente amorosas, de la manzanilla y la alegría furiosa de la tierra.” (Darío, 1998: 160)

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Cfr: “No es posible negar que el espectáculo es suntuoso; que tanto color, oros y púrpuras, bajo los oros y púrpuras del cielo, es de un singular atractivo, y que del vasto circo en que operan esos juglares de la muerte, resplandecientes de sedas y metales, se desprende un aliento romano y una gracia bizantina. Artísticamente, pues, los que habéis leído descripciones de una corrida o habéis presenciado ésta, no podéis negar que se trata de algo cuya belleza se impone. La congregación de un pueblo solar a esas celebraciones en que se halaga su instinto y su visión, se justifica, y de ahí el endiosamiento del torero.” Ibid., “¡Toros!”, 6 de abril de 1899, p. 157.

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Y hasta los espectáculos más sangrientos transcurren bajo la mirada atenta femenina. Constituyen una fiesta popular en la que los personajes inmortalizados por el pincel de Murillo, Zurbarán y Goya y la pluma de Cervantes aparecen a los ojos del poeta desplegando su acción: es la España morisca de las mujeres pletóricas, de las gitanillas y los bandoleros. Resabio de la romanización de la Península, las corridas se convertían en una actualización de los atributos principales del ser español: la euforia, la crueldad, el heroísmo, la pasión, la destreza. Violenta afición la de las corridas, sí, pero dificil de desarraigar de las costumbres españolas. Las fiestas de los toros reeditaban tradiciones paganas ancestrales, y la pasión que despertaban atravesaba el alma popular española en todas sus clases sociales y en toda su geografía (sólo Cataluña no fue alcanzada por su fulgor). Si hasta los reyes que pretendieron suprimirlas, argumentando la falta de civilización que revestían estos juegos, fracasaron en el intento. Es que este espectáculo estaba arraigado en dos de las fuerzas más primitivas del carácter español: su fiereza y su perversidad. “Las propensiones de su raza y su historia los inclinan del lado de las pasiones violentas y homicidas” (Darío, 1998: 164): al indagar en el alma española, tratar de explicar y predecir el comportamiento de este pueblo Darío se arriesgaba a enunciar esta ley natural en la que recogía los sabios preceptos de Hippôlyte Taine. Por su parte, Rojas coincidiría con el nicaragüense en dar una explicación contextual e historicista al significado de estas lidias, concedido por el pueblo español: “... llegué a comprender que la tauromaquia es un arte delicado y complejo, tanto como una ópera wagneriana. Requiere varias ‘audiciones’ para captarlo en todo su valor. Es pintura, sinfonía, mímica, epopeya, deporte y drama. Se ha elaborado lentamente, en muchos siglos, dentro de su ambiente de origen y como expresión del genio racial.” 12 Los intelectuales hispanoamericanos encontraron en las corridas una llave más por donde poder penetrar en la psicología del pueblo español. La fiebre popular que envolvía los espectáculos de tauromaquia permitía entender por qué, conocida la noticia del Desastre de Cavite el 2 de mayo de 1898, y por indicación del gobierno, la corrida programada para esta fecha no fue suspendida. Baroja, Francos Rodríguez, el Conde de Romanones difundieron, a raíz de esto, el siguiente tópico: mientras los heroicos soldados españoles sufrían el fracaso de la guerra, el pueblo madrileño se divertía en la plaza de toros. Y otra vez salía a la luz la cuestión del alma nacional, los males de la Patria y de los estigmas que era necesario erradicar. Las prácticas taurinas fueron objeto de una fuerte discusión intelectual en los círculos krausistas españoles, y el tan recordado episodio de las corridas del ‘98 servía para fundamentar el desinterés por el bien común y la ausencia de cualquier voluntad de sacrificio. 13 Unamuno -reconocido enemigo de la 12

Ricardo Rojas, Retablo español. Op. cit., p. 101. La cursiva es nuestra. “El día mismo en que supo Madrid la rendición de Santiago de Cuba se llenaba la plaza de toros en la Villa y en la Corte”, recuerda Miguel de Unamuno. “Sobre el desarrollo adquirido por el football en España. Lo que piensa Don Miguel de Unamuno.” En: La Nación, 23- III-1924. Miguel de Unamuno, Artículos en “La Nación” de Buenos Aires (1919- 1924). Recopilación y estudio por Luis Urrutia Salaverri. Ediciones Universidad de Salamanca, 1994, p. 189. Véase Rosario Cambria, Los toros, tema polémico en el ensayo español del siglo XX. Madrid, Gredos, col. “Biblioteca Románica Hispánica”, 1974. Andrés Amorós, Toros y cultura. 2ª ed. Madrid, Espasa Calpe, col. “La Tauromaquia”, 1988. Andrés Amorós, “Los espectáculos en el 98”. Octavio Ruiz Manjón/ Alicia Langa (Eds.), Los significados del 98. La sociedad española en la génesis del 98. Universidad Complutense de Madrid- Biblioteca Nueva, 1999, pp. 544. 13

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Tauromaquia- la ubicaba entre los pasatiempos que más respondían a un componente esencial de la idosincracia española: “Es el elemento trágico el que mantiene la afición a las corridas de toros. Tragedia bárbara, pero tragedia al fín.” 14 Lo que el escritor bilbaíno rechazaba de este tipo de espectáculos era el tiempo, el ingenio y la pasión que “malgastaban” los españoles en comentarlos. “¡Es tan cómodo ser espectador!” 15 La pasión por el espectáculo sumía al público en una ola general de pereza, pasividad e irreflexión, que lo hacía rechazar toda actividad de pensamiento. Si el ciclo estacional marcaba la llegada de las festividades religiosas y de los espectáculos populares, la ciudad cobraba una vida diferente en cada una de sus estaciones en sus paseos y vida pública. Bajo la atenta mirada del flâneur que transitaba por sus calles, se abría una ciudad que adquiría una fisonomía distinta para cada estación, pero con una nota común: la algarabía que inundaba a los transeúntes, la música callejera que hablaba de viejas tradiciones, el interés con que participaban en los diferentes espectáculos. 16 Con el verano se abrían los refugios nocturnos: el casón del Buen Retiro celebraba conciertos y representaciones teatrales en los jardines. Columpios, glorietas, horchaterías con “sus inolvidables aguas dulces” se instalaban en sus plazas y recreos. Y una mescolanza deliciosa de distintos sectores sociales revestía de encanto las noches madrileñas en el que convivían el chulo y el señorito elegante, el escritor conocido y el gacetillero ramplón, el marqués sibarita y el estudiante optimista. Este Madrid verbenero de manuelas y chisperas que tanto sorprendía al viajero hispanoamericano, florecía en verano en los recreos de El Escorial, Los Molinos y el estanque del Retiro, alimentado por un público variado que prefería el diálogo socarrón y el chiste fácil y disfrutaba bailando un “schottis” al compás de la orquesta. 17 El teatro de varieté concentraba buena parte del público callejero, pues el teatro -junto a los toros-, constituían las dos formas de diversión preferidas por los españoles. El sainete, la verbena, la zarzuela habían creado una forma estereotipada de Madrid que se estaba difundiendo por el mundo entero. Resabio de la voluntad de europeización que se había apoderado de la burguesía española, el gusto del consumidor se inclinaba por la fusión, desordenada a veces, de la tradición hispana con el exotismo parisiense: bailaoras y divettes 14

Miguel de Unamuno, “Sobre el desarrollo adquirido por el football en España....” Art. cit., p. 190. Miguel de Unamuno, “Teatro y Parlamento.” En: En: La Nación, 10- III-1920. Miguel de Unamuno, Artículos en “La Nación” de Buenos Aires (1919- 1924). Op. cit., p. 23. 16 Al teatro y los toros, debían agregarse otros géneros más de diversión en el orden de preferencias: la zarzuela, la ópera, la música clásica, la canción y el baile popular, el flamenco, el cine, el circo, el deporte futbolístico principalmente. Cf. Andrés Amorós, “Los espectáculos del 98.” Art. cit., p. 537. 17 La extranjerización de este Madrid clásico y zarzuelero se vio completada en los años ‘20, con un chulo que se movía al son de un tango argentino, calzaba muy ceñida la americana de corte inglés y sujetaba su reloj pulsera con una cinta de “moaré”. Antonio Garland, “Cuadros madrileños”. Madrid, otoño 1919. Variedades. Revista semanal ilustrada. Dir. Clemente Palma, Casa Editoral M. Moral. Lima, Año XVII, Nº 625, 21 de febrero de 1920, p. 183. Cf. de qué manera Carlos Blanco Aguinaga critica la imagen superficial de los “años bobos” creada por Ortega, sobre la España de la Restauración. Ortega, uno de los partidarios de esa corriente europeizadora se sumó a quienes describieron esos años como los de los toros, el género chico, la alegría dominguera, el periodismo fácil, etc. Juventud del 98. 2ª ed. Barcelona, Crítica/ Grijalbo, 1978, “¿Cuál era el problema de España?”, p. 51. 15

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traídas de Barcelona, París y Marsella llevaban el peso del espectáculo; la zarzuela y el cuplé compartían los escenario y a un público cada día más inclinado por la moda francesa. En una de esas improvisadas salas al aire libre, a Rubén Darío le tocó presenciar “una parodia del Moulin Rouge”, representada por peculiares bailarinas: “una cuadrilla de osados vejestorios” como si se tratase de un “Ejército de Salvación”. Salvó el encuentro la aparición de Pilar Monterde, una española de cuerpo encantador, que bailó las danzas nacionales con mucha gracia “aunque un poco para París”. (Darío, 1998: pp. 225-6) La vulgaridad de este género chico, que con su flamenquismo y chulería había creado una forma estereotipada de Madrid que se estaba difundiendo por el mundo entero, despertó en nuestro escritor su mayor arsenal de críticas. La cultura del sainete, la verbena y la zarzuela había impuesto su “tipismo” de chulapas de mantón, manolas vestidas de percal y chulos de “obscenos pantalones”, como la marca propia de esta gran urbe europea. Pero la cultura urbana no se reduce a un sólo texto, sino que se construye a partir de realidades superpuestas como muñecas rusas, como un mosaico de experiencias fragmentarias. El viajero hispanoamericano quiso ir más allá del tópico, barrer lo que se presentaba en la superficie para llegar a lo más profundo, restablecer la conexión necesaria entre pasado y presente, acercarse a la multiplicidad de voces que habitaban la ciudad. Y esa voluntad constructiva los llevó a ver en el teatro mucho más que un pasatiempo: encontraron un escenario desde donde acercarse al modo de vivir y sentir de todas las clases sociales. Cada ciudad española contaba al menos con dos teatros, uno de géneros “nobles o largos” como la ópera, la comedia y el drama, y otro de género “corto”, ecónomicamente más rentable. En el caso de Madrid, los teatros de ambos géneros proliferaban y focalizaban la atención de la prensa nacional que la ponía como modelo de las salas provinciales. El público que congregaban hacia 1900, en su mayoría burgués, imitaba el patrón aristocrático que convertía el teatro en un instrumento de propaganda, empleado para definir y afirmar la identidad nacional, 18 y en un lugar de sociabilidad donde se cerraban negocios, se celebraban alianzas matrimoniales, etc. y al que asistían en definitiva para mostrarse. Concurrir al teatro era sinónimo de confort y progreso: ubicados en las calles céntricas de la ciudad que contaban con alumbrado, las salas de teatro fueron las primeras en contar con iluminación eléctrica y calefacción central. Los sectores populares no asistían ni a los teatros comerciales, impregnados de la cultura zarzuelera, se volcaban a los bailes callejeros, cafés cantables y cabaréts. Durante el invierno funcionaban en Madrid dos compañías dramáticas de “género grande”: la del Teatro Español, dirigida por María Guerrero y su marido, y la de la Comedia, dirigida por Emilio Thuiller. El “género chico” se prolongaba en la Zarzuela y el Apolo durante todo el año. El Teatro Lara se limitaba a reponer obras que ya habían sido juzgadas y aplaudidas durante la primavera. Las grandes compañías cerraban sus puertas en Madrid a comienzos de la primavera y se marchaban a las provincias. Para Pascuas solían llegar obras dramáticas extranjeras a los teatros de la Comedia, el Moderno o la Princesa: una de ellas, la de Sara Bernhardt ocupó los escenarios madrileños en más de una oportunidad. (Darío, 1998: 18

Serge, Salaün, “Méritos, tapujos y vergüenzas de Talía. Los espectáculos en España hacia 1900.” En: Octavio Ruiz- Manjón/ Alicia Langa, Los significados del 98. Op. cit., pp. 552-3.

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226-8) La concurrencia a estas salas se había convertido en casi una obligación para aquellos intelectuales hispanoaméricanos que visitaban la capital española a comienzos del XX. Ir al Español y al Lara tenía idéntica importancia que una visita al Museo del Prado o al Palacio Real: unos y otros reunían el mismo carácter emblemático y la misma significación monumental. (Belaúnde, t. I, 1967: 321) El consumo teatral contaba con una enorme variedad de ofertas, aunque no todas ellas, de buena calidad. Desde su aparición en 1867-8, el teatro comercial de “género chico” que congregaba la mayor cantidad de espectadores, había sido considerado un factor de desmoralización. Unamuno había dirigido no pocas de sus filípicas al carácter rebajante y la “lujuria” bestial del público de género chico. 19 Este escritor valoraba una obra de teatro por sus componentes éticos antes que estéticos, y buscaba contrarrestar su llamada “decadencia” con la educación del público. 20 Su apreciación partía de un diagnóstico de la situación no tan alejado de la verdad: hacia 1900 y como respuesta a un gusto burgués europeo cada vez más inclinado a la procacidad y el consumo sexual, la oferta teatral se había inclinando más y más hacia el erotismo escénico. Cupletistas y tiples, siempre abiertas al halago y la invitación de cualquiera de los asistentes, ejercían una prostitución disfrazada, y el teatro, en comparación con los cafés y cabarets, representaba la opción socialmente institucionalizada donde congregarlas. 21 A pesar de este diagnóstico desalentador presentado por Unamuno, que no lograba salvarse con la diversidad de ofertas, Rubén Darío reconocía corrientes favorables que hacían esperar su transformación. Gracias a las traducciones de Ibsen, Sudermann y Hauptmann, y a la aparición de autores con nuevas orientaciones, la oferta teatral había experimentado a comienzos del XX grandes variaciones. Feliú y Codina se preocuparon por reflejar en sus piezas teatrales “María del Carmen”, la murciana, “Dolores”, la aragonesa, “La real moza”, andaluza, las diferencias regionales de la España interior, y por delinear los contornos diversos de la geografía peninsular. Mientras tanto, Benavente con “Gente conocida”, Dicenta con “Juan José”, Guimerá con la tentativa socialista de “María Rosa” presentaron un teatro donde el hombre común, el sujeto anónimo, pasó a ser el gran protagonista. Sus escenas “sinceras, extraídas de la vida” conducía a los espectadores a evocar situaciones y personajes familiares, garantizando de ese modo su aceptación . La crítica social no estuvo ausente, y muchos de sus diálogos introdujeron un análisis hondo, a veces irónico, de la realidad. 19

Unamuno se refería con una mezcla de horror y mordacidad a “esos teatruchos donde bailan mujeres en pelota, donde mueve el nalgatorio zarramplines inverecundos.” Parmeno, “La moral del teatro”, Heraldo de Madrid, 1- XI-1911. 20 Donald Shaw, en un intento por presentar brevemente una semblanza de la obra de Miguel de Unamuno encontró en su producción teatral la siguiente paradoja: reconociendo la influencia de Dicenta y Hauptmann abogó por un teatro que alumbrara sobre la situación de las clases populares, pero en su realización expuso otro más preocupado la metafísica individual, por la mente y el espíritu, que por los conflictos sociales. Véase La generación del 98. Madrid, Cátedra, 1997, p.106. (1ª ed.: 1977). 21 Salaün amplía las razones de esta fluctuante retórica moral, donde la lógica del placer se impone sobre el discurso represivo: “Que aristócratas, banqueros, negociantes, intelectuales y profesores de universidad se exhiban con teatreras o cupletistas es de buen tono: una fachada moral y una conducta pecaminosa pueden cohabitar en la misma persona. Las autoridades, hasta la Iglesia y sus teólogos, en pleno siglo XX, siguen pregonando una retórica del perdón y de la legitimación del acto sexual realizado fuera de casa con profesionales (...) si se respetan las apariencias y no afecta la familia tradicional.” Salaün, Sergé, “Méritos, tapujos y vergüenzas de Talía. ...” Art. cit., p. 556.

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Este último balance, realizado por Darío sobre las variaciones del teatro español, se mostraba auspicioso. El teatro se convertía así en un escaparate desde donde podía ser observada una conflictividad social cada vez mayor. Si lo que se deseaba era salvarlo de la decadencia, -recordemos que Unamuno había publicado en 1896 su artículo “La regeneración del teatro español”-, la misma podía esperarse alejando la trivialidad, reflejando la interioridad de los personajes y constituyendo un fotograma donde estuviera reflejada la realidad española desde sus distintos ángulos. Y esta depuración llevaba consigo el abandono del pintoresquismo de lo típicamente hispano. El Madrid monumental: “Madrid es feo; aquellos barrios antiguos, tortuosos, de casas pobres son indignos de una ciudad moderna”: 22 con esta carta de presentación la hacían conocer sus habitantes. Sus propios vecinos eran los culpables de que esta ciudad no gozase del prestigio que merecía, pues, a pesar del abigarrado panorama de sus calles céntricas, estrechas e irregulares, quienes la visitaban, como la peruana Angélica Palma no dejaban de verle su encanto, confirmando una vez más que la ciudad existe cuando -y para quien- la camina. 23 El territorio de esta capital se había fragmentado con las inflexiones que el tiempo había dejado en él. Así existían en Madrid dos ciudades superpuestas: una de origen medieval, la vieja ciudad de los Felipes 24 cuyas calles mal trazadas se abrían en abanico desde la Puerta del Sol, había nacido sin responder ni a plano ni a medida sino, espontáneamente, a la presión inmediata del crecimiento de la población; otra racional en el sentido moderno, surcada por anchas calles como la Gran Vía que ampliaba audazmente el centro de la ciudad, contaba también con extensos bulevares en su parte alta y largas calles arboladas en uno de sus barrios de mayor envergadura, el de Salamanca. Sus vías principales, los paseos de Atocha y la Castellana, estaban trazadas en perfectas líneas rectas. Esta ciudad nueva tenía su propio centro: “la plaza tan bella de Castelar (sic) con la fuente monumental de Cibeles al centro y en las boca calles los espléndidos edificios del ministerio de guerra, el Banco de España, el palacio de Comunicaciones y el de Murga”, 25 y este centro conformaba el punto neurálgico donde convergían en perpendicular las calles principales de Alcalá, los paseos del Prado y de Recoletos. “La pobre aldea del siglo XV había llegado a ser, iniciado el 900, una verdadera capital de las Españas y una de las mejores metrópolis europeas”- sostenía el argentino Ricardo Rojas coincidiendo con la anterior. 26 Madrid había logrado reunir todas las grandes ventajas de la capitales europeas: su jerarquía administrativa, su posición céntrica y su gran poder de 22

Citado por Marianela, “De la capital castiza”. Variedades. Revista semanal ilustrada. Lima, 9 de diciembre de 1922, Año XVIII, Nº 771, p. 6895. El nombre de la autora es seudónimo de Angélica Palma. 23 Cf. Raymond Williams, Solos en la ciudad. La novela inglesa de Dickens a D. H. Lawrence. Madrid, Debate, 1997. Adrián Gorelik, “Historia de la ciudad e historia intelectual”, Prismas. Revista de Historia Intelectual, Universidad Nacional de Quilmes (Argentina), Nº 3, 1999, pp. 209-223. 24 Con su nombre derivado del árabe Magerit, esta aldea morisca fue ocupada por los cristianos en el siglo XI, constituyendo una importante plaza defensiva durante la Reconquista. Su condición cambió radicalmente cuando Felipe II la nombró capital de la Corona. 25 Marianela, “De la capital castiza”. Art. cit., p. 6896. 26 Retablo Español. En: Obras Completas, Vol. 25. Buenos Aires, Losada, 1948, “6. Llegada a Madrid, de noche y en invierno”, p. 37.

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asimilación nacional. De todas las provincias venían pobladores atraídos por su vida académica, política, comercial y mundana. La ciudad había recibido una importante promoción urbanística, primero, bajo el reinado de Carlos III, con las construcción de edificios de influencia francesa e italiana y la aparición de una reglamentación que propició su ordenamiento moral y sanitario, y segundo con la regencia de María Cristina que implementó un programa de limpieza, orden, industria y progreso, siguiendo el modelo de la Inglaterra victoriana (Rojas, 1948: 49). Planeada y ejecutada por los Borbones, como hemos dicho, la ciudad moderna se diferenciaba de la vieja por la burocracia que en una y otra residía. Correo, ejército, banco central eran la expresión de una organización estatal que buscaba la centralización a través de una administración racional moderna, de acuerdo al patrón ilustrado. La ciudad vieja, por el contrario, reunía entre sus edificios públicos “el sucio y vulgar” Palacio de la Gobernación, y la Plaza Mayor que en tiempos de los Felipes fue escenario de los autos sacramentales y quemaderos de la Inquisición. (Rojas, 1948: 48) 27 El visitante tenía mucho para ver y admirar en esta ciudad urbanísticamente fragmentada: el Palacio Real, por ejemplo, el viejo castillo de los moros que se convirtó en Alcázar durante el reinado de Carlos V y en casa solariega de los Borbones a mediados del XVIII, encerraba un vastísimo patrimonio, memoria viva de las gestas coloniales que el espíritu tradicionalista de Angélica Palma encontraba oportuno rescatar. Su descripción de la capital española fue constituyéndose como un collage de referencias reales y recuerdos fragmentarios, de estímulos visuales con las asociaciones de imágenes y datos procedentes de su memoria. Las colecciones de porcelana, lámparas, relojes, tapices y frescos de la segunda planta constituían los restos fidedignos de una vida que osciló entre el esplendor y la oscuridad, como lo fue la de la monarquía española. La presencia de estos objetos en el Palacio hablaban al viajero de los “aciertos y errores, triunfos y fracasos, hábitos cortesanos y protocolares”, llevados a cabo por la larga secuencia de reyes hispanos. Las habitaciones, las salas de recepción y audiencia, la de los embajadores, el comedor de las galas lograban convencer al viajero, constituido en circunstancial espectador, de un valor: el de la fuerza y la magnificencia de una monarquía que a pesar de haber librado cruentas batallas, todavía seguía viva. Este Madrid de fasto y esplendor, como hemos visto, aparecía estrechamento vinculado al culto de la monarquía restaurada, percibida como la reserva de una tradición ininterrumpida en la que América y España permanecían unidas. Asimismo, las celebraciones y actos oficiales en los que los reyes hacían sus apariciones públicas circulando en sus carruajes por las calles de la villa real bajo el aplauso espontáneo de sus pobladores, reforzaban entre los habitantes la continuidad entre pasado y presente, y contagiaba de júbilo al viajero latinoamericano. A Víctor Andrés Belaúnde le había tocado en 1906 presenciar los fastos de la boda de Alfonso XIII con la bellísima princesa Victoria de Batemberg. Una vez más la ciudad entera se había cubierto de júbilo siguiendo, con aplausos y emoción, el cortejo que desde el Palacio de Oriente (“una de las más bellas residencias reales de Europa”) se trasladó 27

Véase Ángel Rama, La ciudad letrada. Hanover, Ediciones del Norte, 1984, cap. I. “La ciudad ordenada”, pp. 1- 22.

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a la Iglesia de San Jerónimo el Real por la calle Arenal y Carrera de San Jerónimo. La vieja carroza de ébano que había pertenecido a Juana la loca, se engalanó para la ocasión, y un séquito de embajadores de las casas reinantes europeas vino a sumarse a este ceremonial. “Parecía una monarquía popular”, opinaba el escritor peruano: un inmenso gentío ocupaba la inmensa curva que iba desde el Arco de Carlos III (actual puerta de Alcalá) hasta la puerta del Sol. 28 Y Belaúnde no dudó en mezclarse con el público para ver pasar el cortejo, a la ida, parado en la esquina de la calle Espoz y Mina y, a la vuelta, desde un balcón de la calle Alcalá. Pero el júbilo de la población vino a alterarse cuando un anarquista llamado Mateo Morral arrojó un petardo al cortejo que volvía al Palacio de Oriente, por la calle Mayor. Si bien el atentado fue abortado, y el atacante se alcanzó a refugiar en la redacción del diario El Motín, el acontecimiento despertó aún más la simpatía popular a este joven monarca, que con tanta serenidad y valentía recibió el atentado sin ofuscarse ni perder la calma. Esta admiración de Belaúnde por la realeza europea no podía entenderse sin la mediación de la Action Française, que entre 1899 y 1908 estaba en gestación. Campeón del “partido católico”, su creador Maurrás se caracterizó por un “nacionalismo monárquico, integral e integrista de carácter restrictivo, excluyente” y profundamente antidemocrático, 29 que despertó la simpatía de Víctor Andrés Belaúnde durante visita europea. La ciudad de Madrid tuvo para los viajeros señalados la especial connotación de haber salido recientemente de la guerra, y por ello muchas de las imágenes que ellos esgrimían se alimentaban en aquel debate que buscaba identificar los signos del atraso español. Transitando por sus calles, visitantes extranjeros como Darío veían la representación más perfecta de la España negra de Goya y reconocían en ella a los personajes esperpénticos de Valle -Inclán. Era la rémora de un país vencido, embargado por el fuerte sentimiento de haber perdido el inmenso poderío que había gestado en el curso de cuatro siglos. Y a pesar de los fuertes deseos de olvido que las celebraciones de Carnaval y Semana Santa ponían de manifiesto, voces descontentas aparecían por uno y otro lado responsabilizando a la clase política de la tragedia e intentando cristalizar en la memoria el dolor de lo ocurrido. Las fiestas populares, los toros y el teatro, la celebración de la boda real permitieron al viajero reconstruir el ambiente circundante, la formas de la ciudad y de sus habitantes que jubilosos y despreocupados celebraban y asistían a esos encuentros. La descripción de la psicología social del pueblo español estaba detrás de estos relatos que en tono de comicidad, eran capaces de desenmascarar y reconstruir la trama de una culpa compartida y de un destino de fracaso que venía anunciándose. Referencias bibliográficas: AMORÓS, Andrés: Toros y cultura. 2ª ed. Madrid, Espasa Calpe, col. “La Tauromaquia”, 1988. 28

Víctor Andrés Belaúnde, Trayectoria y Destino. Memorias. Op. cit., “XIX. El ambiente político y cultural de España en 1900”, p. 313-315. 29 Para conocer el origen y la caracterización general de este movimiento he seguido a Carlos Floria, Pasiones nacionalistas. México (etc.), Fondo de Cultura Económica, 1998, pp. 43-45.

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AMORÓS, Andrés: “Los espectáculos en el 98”. En: RUIZ MANJÓN, Octavio y Alicia LANGA (Eds.), Los significados del 98. La sociedad española en la génesis del 98. Universidad Complutense de Madrid- Biblioteca Nueva, 1999. BELAÚNDE, Víctor Andrés: Trayectoria y Destino. Estudio preliminar de César Pacheco Vélez. Tomo I. Madrid, Ediciones Ediventas, 1967. BLANCO AGUINAGA, Carlos: Juventud del 98. 2ª ed. Barcelona, Crítica/ Grijalbo, 1978. CAMBRIA, Rosario: Los toros, tema polémico en el ensayo español del siglo XX. Madrid, Gredos, col. “Biblioteca Románica Hispánica”, 1974. CÁRDENAS, Eduardo José y Carlos Manuel PAYÁ: La Argentina de los hermanos Bunge. Un retrato íntimo de la elite porteña de 1900. Buenos Aires, Sudamericana, 1997, DARÍO, Rubén: España contemporánea. Madrid, Alfaguara/ Grupo Santillana Editores, 1998. Selección de artículos: “Madrid”. 4 de enero de 1999; “Carnaval”. 17 de febrero de 1999; “La ‘España Negra’.” 18 de marzo de 1999; “Semana Santa”. 31 de marzo de 1999; “Alrededor del teatro”. 4 de julio de 1899, pp. 225-6. DE CERTEAU, Michel: La invención de lo cotidiano. 1. Artes de Hacer. México, Universidad Iberoamericana- Departamento de Historia- Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, 2000. FLORIA, Carlos Floria: Pasiones nacionalistas. México (etc.), Fondo de Cultura Económica, 1998. FOX, Inman: La Invención de España. Nacionalismo liberal e identidad nacional. Madrid, Cátedra, 1997. GORELIK, Adrián, “Historia de la ciudad e historia intelectual”. En: Prismas. Revista de Historia Intelectual, Universidad Nacional de Quilmes (Argentina), Nº 3, 1999 ROJAS, Ricardo: Retablo Español. En: Obras Completas, Vol. 25. Buenos Aires, Losada, 1948. SALAÜN, Serge: “Méritos, tapujos y vergüenzas de Talía. Los espectáculos en España hacia 1900.” En: Octavio Ruiz- Manjón/ Alicia Langa, Los significados del 98. Op. cit., pp. 552-3. SHAW, Donald: La generación del 98. Madrid, Cátedra, 1997, p.106. (1ª ed.: 1977). TODOROV, Tzvetan: Nosotros y los otros. México, Siglo XXI, 1991. UGARTE, Manuel: La dramática intimidad de una generación. Madrid, Imprenta “Prensa española”, 1951.

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UNAMUNO, Miguel de: Artículos en “La Nación” de Buenos Aires (1919- 1924). Recopilación y estudio por Luis Urrutia Salaverri. Ediciones Universidad de Salamanca, 1994. WILLIAMS, Raymond: El campo y la ciudad. Buenos Aires- Barcelona -México, Paidós, 2001. WILLIAMS, Raymond: Solos en la ciudad. La novela inglesa de Dickens a D. H. Lawrence. Madrid, Debate, 1997.

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De la experiencia vivida a la edición: textos e imágenes en la primera edición de Viajes por la América Meridional de Félix de Azara Marta Penhos

UBA

Abstract La primera edición de Viajes por la América Meridional de Félix de Azara en 1809 contiene algunas interesantes pistas acerca de los mecanismos que intervienen en una publicación de estas características y sobre el papel de las imágenes en ella. Algunos de estos mecanismos se expresan en una serie de mediaciones establecidas entre el manuscrito en español y el texto en francés: traducciones, notas, biografía, y la inclusión de imágenes realizadas ad hoc para la edición francesa. El trabajo se aboca a desentrañar una trama de significaciones en la que se imbrican distintos modos y niveles de representación de la experiencia vivida por el viajero. Las estrategias del librero y el editor para que la edición contase con una buena cantidad de imágenes, los dispositivos de traslación del registro escrito al registro visual, la intervención de dibujantes y grabadores, el papel de los animales embalsamados del Museo de Historia Natural de Paris, son algunos de los aspectos que se discutirán, a fin de mostrar las divergencias y especificidades entre ambos registros y poner de relieve la necesidad de unas imágenes que se juzgaban sin duda poderosas para asegurar el éxito de la publicación. The first edition of Félix de Azara ´s Viajes por la América Meridional (1809) contains some interesting clues regarding the mechanisms involved and the role of images in editions like that. Some of these mechanisms are expressed in a number of interventions established between the manuscript written in Spanish and the French text : translations, notes, biography, and the inclusion of ad hoc images performed for the French edition. The aim of the present paper is to unravel the web of meanings in which different representation modes and levels of the traveler´s experiences are impregnated. In order to show the divergences and specificities between both registries and to emphasize the necessity of some images that were judged undoubtedly powerful to assure the success of the publication, in the present paper we will discuss different aspects like: the bookseller and the editor strategies applied to obtain a publication with strong images; the devices of written registry translation to the visual registry; the intervention of designers and engravers and the role of the Paris Museum of Natural History embalmed animals. Texto En 1781, Félix de Azara y Perera, un ingeniero militar de 39 años nacido en Aragón, viaja a Sudamérica para actuar como comisario en la cuestión de límites entre las coronas

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española y portuguesa, a partir de la ratificación del Tratado de San Ildefonso (1777) 1. Su permanencia en territorio americano se extenderá por veinte años, durante los cuales realizará viajes por el interior de la región –algunos derivados de su misión, otros motivados por sus propios intereses- y redactará apuntes que serán la base de una numerosa cantidad de escritos. Los Voyages dans l’Amérique Méridionale 2 fueron publicados en Paris en 1809. La historia de esta edición contiene pistas para reconstruir los mecanismos que intervienen en una publicación de estas características, así como para aproximarnos a la distancia entre la experiencia vivida y la escritura, y entre la escritura y el libro. Veremos que las imágenes resultan al respecto un elemento de singular relevancia. Uno de los problemas a los que se enfrenta el estudioso de Azara es la gran cantidad de escritos publicados en distintas fechas, por editores de experiencia diversa en ciudades europeas y americanas 3. Azara envió parte de sus manuscritos a Europa, mientras aún permanecía en el Río de la Plata, y al volver a España dejó en Asunción y Buenos Aires apuntes e informes, lo que derivó en una temprana pérdida de control sobre lo escrito. Dos cuestiones más oscurecen la aproximación a su obra: la dispersión y/o duplicación de sus manuscritos en varios archivos, derivadas en parte del carácter oficial de ciertos textos, y la relación conflictiva establecida con algunos funcionarios coloniales, que llevó a robos y plagios de parte de su obra 4. Se cree que el manuscrito de la edición de 1809 se ha perdido, ya que no se conoce un original en español que corresponda exactamente a la traducción francesa 5. Sin embargo, a esta altura de los estudios sobre Azara y luego de haber analizado su obra, cabe dudar de la 1

El gobierno español designó cuatro partidas demarcatorias. Azara fue el comandante de la tercera partida. Manuel Lucena Giraldo, “Ciencia para la frontera: las expediciones españolas de límites, 1751-1804”, en Cuadernos Hispanoamericanos, Los Complementarios 2, Madrid, ICI, 1988. 2 Voyages dans l’Amérique Méridional, par Don Félix de Azara, publiés d’aprés les manuscrits de l’auteur, avec une notice sur sa vie et ses écrits, par C. A. Walckenaer; Paris, Dentu, 1809. Para las citas se usan además las siguientes ed. en castellano de los Viajes por la América Meridional: Madrid, Espasa-Calpe, 1941 y Buenos Aires, El Elefante Blanco, 1999, ambas en dos vol., que se indican con los años de publicación entre corchetes. En las citas se ha modernizado la ortografía. 3 M. Lucena Giraldo y Alberto Barrueco Rodríguez señalan el problema de la “enorme complejidad de las fuentes” y la “existencia de numerosas copias manuscritas en archivos de Europa y América”. Félix de Azara, Escritos fronterizos, Madrid, ICONA, 1994, p. 30. Los editores y traductores del siglo XX han ensayado detalladas bibliografías, Félix de Azara, Viajes por la América Meridional, traducción de la edición francesa por Francisco de las Barras de Aragón, Madrid, Jiménez y Molina, 1923, 2 volúmenes; Enrique Alvarez López, Félix de Azara: siglo XVIII. Madrid, M. Aguilar, s/f. Julio César González, “Biobibliografía de Azara”, en Félix de Azara, Memoria sobre el estado rural del Río de la Plata en 1801 y otros informes, Buenos Aires, Ed. Bajel, Biblioteca Histórica Colonial, 1943. 4 Azara envió a su hermano José Nicolás apuntes de sus observaciones sobre los cuadrúpedos, que se publicaron en París en 1801, sin su consentimiento. En ediciones posteriores, Azara se refiere a los motivos de su rechazo de esta edición (ver nota 6). Uno de sus colaboradores en Sudamérica, Pedro Cerviño, publica parcialmente unos informes en 1802 en el Telégrafo Mercantil y en el Semanario de Agricultura, Industria y Comercio. El enfrentamiento con los funcionarios de la administración colonial y los episodios de apropiación de sus trabajos aparecen en la “Noticia de la vida y escritos de Félix de Azara” escrita el editor Walckenaer e incluida en los Voyages..., mientras que las tensiones con el gobernador de Paraguay se evidencian en cartas que Azara dirige al virrey Arredondo, cfr. “Correspondencia oficial e inédita sobre la demarcación de límites entre Paraguay y Brasil”, en Memoria..., cit., p. 151. 5 Ha existido “la imposibilidad de encontrar el texto original manuscrito que tradujera C.A. Walckenaer, todavía hoy desaparecido”, Lucena y Barrueco, cit., p. 31.

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existencia de un manuscrito único como base del libro y nos inclinamos a considerar los Voyages... como un objeto editorial realizado a partir de diferentes materiales, sin duda escritos por el autor, pero mediados por una serie de operaciones que los convierten en libro. Azara participó activamente de la edición francesa de 1809, si bien, como veremos, algunas cuestiones claves fueron resueltas por el editor Walckenaer y el librero Dentu. El primero incluyó en la edición parte de su correspondencia con el autor, en la que aparece la preocupación de Azara por seguir de cerca el largo proceso que termina en la publicación de los Voyages... La aparición de los Essais sur l’histoire de los quadrupédes... en 1801 había contrariado a Azara, en la medida en que daba a conocer al público un texto poco elaborado y falto de precisión 6. Tal vez temiera la reacción del círculo de naturalistas del conde de Buffon, cuya obra sirvió de base para sus trabajos sobre cuadrúpedos y aves, pero de la cual hace contínuas correcciones y ajustes, mucho más frontales en los Essais... que en los Voyages... Sin embargo, como sugiere Walckenaer y más tarde han establecido varios autores, los Essais... fueron la vía de contacto con la sociedad científica francesa, que al parecer recibió las investigaciones del aragonés con gran interés 7. Azara estableció una fluida relación con Walckenaer, cultivada a partir de su estancia en París durante 1802 y 1803 y más tarde por correspondencia. Entre 1802 y 1805, Azara dio a la imprenta en Madrid Apuntamientos para la Historia Natural de los Pájaros... en tres volúmenes y Apuntamientos para la Historia Natural de los Quadrúpedos..., en dos 8. No obstante, al parecer, la recepción de sus escritos en España no garantizaba la circulación de los conocimientos adquiridos durante su experiencia americana, de manera que poco después comienza a trabajar con Walckenaer en la publicación de otro escrito, de carácter abarcativo. París posibilitaba la difusión y discusión de su obra a escala europea y la profundización de los vínculos con otros científicos, a través de la presentación de un texto más completo y de mayor elaboración que los Essais... 9 Como señalamos al comienzo, los Voyages... contienen una serie de pistas que permiten reconstruir, a pesar de la falta de un manuscrito original, algunas operaciones que se habrían realizado sobre el texto para tranformarlo en un objeto editorial. La obra se organiza en cuatro volúmenes en 8º, más un atlas o “Collection de Planches” en 4º con veinticinco grabados: trece de ellos realizados sobre las cartas geográficas que Azara y sus colaboradores levantaron en el Paraguay y el Río de la Plata, y doce con fauna de la región. 6

“...prohibí su publicación, porque [...] su parte crítica estaba hecha muy de prisa... Sin embargo, se publicaron en francés mis apuntaciones incompletas y defectuosas como estaban sin mi noticia y contra mi voluntad expresa; por consiguiente no me creo responsable de sus errores”, Descripción..., cit., cap. IX, p. 91. Con un texto similar comienza el cap. IX de los Voyages... de 1809. 7 Walckenaer menciona la buena acogida del Instituto de Francia a “una edición, todavía incompleta, de su historia de los cuadrúpedos”, “Noticia...”, Viajes... [1999], cit., pp. 21-2. En uno de sus trabajos sobre Azara, Oliver Baulny afirma lo mismo, Felix de Azara. Un aragonais precurseur de Darwin. Pau, Marrimpouey Jeune, 1968, p. 17. 8 Apuntamientos para la Historia Natural de los Pájaros del Paraguay y Rio de la Plata, Madrid, Imprenta de la Viuda de Ibarra, 1802-5, 3 vol., en 4º; Apuntamientos para la Historia Natural de los Quadrúpedos del Paraguay y Rio de la Plata, Madrid, 1802, , 2 vol. en 4º. Walckenaer dice que Azara publica estos textos porque eran los únicos que en España “podía imprimir sin permiso de la Corte”, “Noticia...”, p. 27. 9 A propósito de la publicación de los Pájaros en francés Azara le escribe a Walckenaer, poniendo de manifiesto sus expectativas, 25 de julio de 1805, en Viajes... [1941], p. 47.

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La organización de la portada nos permite aproximarnos a las decisiones adoptadas por el editor y el librero sobre el título, lugar del autor, presentación de los contenidos, etc., y su relación con el horizonte de expectativas del público al que la edición estaba destinada. La aplicación del nombre “Viajes” a la publicación de textos vinculados con expediciones político-científicas se hizo usual durante el siglo XVIII, por lo que los Voyages... de Azara no resultaban una novedad ni se apartaban de una práctica editorial cuyas huellas pueden identificarse desde el siglo XVI 10. El hecho de que, por lo menos para el lector actual, los contenidos contradigan en parte la promesa atractiva del título, no parece haber afectado la continuidad de la práctica, como si hubiese existido un pacto tácito entre editores y lectores en torno de la tensión título-contenidos como expresión de intereses amplios y no muy definidos. Azara debió tener presente esta cuestión al pensar en publicar los Voyages..., ya que pese a su prosa seca y a sus descripciones despojadas de elementos coloridos, trató de dar al texto un carácter más atractivo: ... yo había escrito mi obra en forma de diario de viaje; pero luego la he ordenado como la ve V., porque hubiera sido tan enojosa como los viajes marítimos, que hablan todos los días de vientos, de cambios de rumbo, de peligro y de trabajos: siempre, poco más o menos, lo mismo 11 Pero seguía siendo una obra científica, basada en observaciones y medidas, por lo que en la Introducción de los Voyages... aclara: Siempre he procurado evitar el estilo de novela, es decir, ocuparme más de las palabras que de las cosas. Igualmente he tenido cuidado de no exagerar ni la magnitud, ni la pequeñez, ni la rareza de los objetos, y emplear siempre la expresión conveniente a la medida real de cada cosa, tal como la he visto o tal como la concibo. 12 Ambos párrafos dan cuenta de los problemas de estilo presentes en el escrito: diario de viaje con una “forma” diferente que escape al tedio del lector, pero sin caer en las “exageraciones” de una novela, cuyo autor estaría más interesado en jugar con las palabras que en referirse a las cosas concretas, a “hechos” verificables.

10

Cfr. Jean Paul Duviols, L’Amerique vue et revée. Les livres de voyages de Christoph Colomb a L. A. de Bougainville. 1492-1768. Paris, Editions Promodis, 1985. Hay además un hilo conductor entre los manuscritos iluminados medievales conocidos como libros de maravillas, copiados por cientos, y los más famosos “Viajes” difundidos de la mano de la imprenta –los de Theodor de Bry- en la medida en que los contenidos poseían la autoridad de quien o quienes habían visitado lugares lejanos, por más que muy tardíamente se exigiera a la obra la autenticidad de la experiencia. El viaje, ya fuese parte del título o no, es un elemento de singular importancia que liga escritos de muy diverso carácter e intención a lo largo de un período muy largo. Marta Penhos, “De viajes y viajeros. Entre la mirada y el cuerpo”, mimeo, 2001. 11 Carta a Walckenaer, 1º de diciembre de 1805, en Viajes... [1941], p. 51. 12 Viajes... [1999], tomo I, p. 49.

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Ahora bien, de los dos primeros tomos se desprende una organización en dos áreas, similar a la observada en otros impresos 13: los nueve capítulos dedicados a la geografía y la historia natural de la región ocupan el primer volumen, mientras que el segundo contiene la parte socio-histórica en la que quedan incluidos los capítulos sobre los indígenas y ocho con observaciones sobre la población en general, de acuerdo a una sucesión idéntica a la de la Descripción e historia del Paraguay y del Río de la Plata 14. Mientras que en esta última crecía la parte histórica hasta constituir un tomo de catorce capítulos, en los Voyages... Azara reserva sólo un capítulo final, para la “historia abreviada del descubrimiento y conquista del Río de la Plata y del Paraguay”. A pesar de este lugar en apariencia menor, Azara le otorga al capítulo un sentido esclarecedor: No he querido tampoco omitir enteramente la historia de las noticias que yo he adquirido en el país, no sólo consultando en el terrenos de las antiguas tradiciones, sino también por la lectura de una gran parte de los archivos civiles de Asunción, de algunos de los papeles de los Buenos Aires, de Corrientes, de Santa Fe, y de todas las antiguas memorias de las colonias y de las parroquias. Estas piezas originales y el conocimiento de los lugares y de los indios que los habitan me han permitido corregir muchos errores en que cayeron Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Antonio Herrera, Ulrico Schmidl... 15 Trabajo de archivo y conocimiento recogido in situ, la historia y las ciencias naturales imbricadas en un texto que reconoce muy pocas autoridades –aquí los antiguos cronistas de la región aparecen con un valor similar al de Buffon: punto de partida permanentemente cuestionado. 16 Estos tomos uno y dos contienen entonces materias diversas tratadas a veces de forma diferente –las descripciones de animales, por ejemplo, comparadas con las referencias a “los medios empleados por los conquistadores de América para reducir y sujetar a los indios y del modo como se los ha gobernado”. Sin embargo, como ya señalamos, es probable que ninguno de estos contenidos fuera sorprendente para un lector de “viajes”. Los que podrían resultar algo más alejados de sus expectativas son los tomos tres y cuatro, incluidos bajo el título general de Voyages... pero que en realidad constituyen la traducción al francés de los Apuntamientos para la Historia Natural de los Pájaros..., publicada en Madrid unos años antes. Siguiendo a Walckenaer, nuevamente estamos aquí ante una decisión del librero: He dicho que hacía dos años que esta obra estaba impresa, y hubiera aparecido mucho antes si M. Dentu, a fin de hacerla más completa, no hubiera deseado agregarle la traducción de la Historia Natural de las aves de América, que el Sr. de Azara ha hecho imprimir en Madrid” 17 13

Marta Penhos, “Imágenes necesarias. Acerca de la primera edición de Viajes por la América Meridional, de Félix de Azara, mimeo, 2001. 14 Madrid, Imprenta de Sanchis, 1847. 15 Viajes... [1999], tomo I, p. 45. 16 De la obra de los cronistas valora ciertos “hechos” o datos, aunque poniendo siempre de relieve la falta de perspectiva científica con que fueron concebidos, Idem, pp. 45-49. 17 “Advertencia del Editor”, Viajes... [1941], p. 5.

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En realidad, el capítulo IX del tomo I, titulado “De los cuadrúpedos y las aves” dedica casi toda su extensión a descripciones de cuadrúpedos, que si bien no son comparables a las de los Apuntamientos sobre los mismos, resultan mucho más extensas que las pocas páginas que quedan para las aves. Esto puede haber sido percibido por Dentu como una carencia de contenidos en una obra que se presentaba como exhaustiva. Como veremos más adelante, la inclusión de imágenes también se vincula con este deseo de hacer “más completa” la edición. Al título sigue en la portada el nombre del autor: “par Don Félix de Azara”, su condición de “commisaire et commandant des limites espagnoles dans le Paraguay” en letras más pequeñas, y los años entre los que se verificaron los “Viajes”: “despuis 1781 jusqu’en 1801”. Como ha explicado Chartier a partir de un trabajo de Michel Foucault sobre la construcción de la “función-autor”, durante los siglos de la modernidad se producen cambios y desplazamientos desde “la figura clásica del gentleman-writer” hacia el autor identificable que pertenece a un sistema en el que se ha incorporado la tecnología de lo impreso y la realidad del mercado. 18 En los Voyages..., aunque subordinado al título en el espacio de la portada, el autor aparece claramente como un elemento que se destaca. Ligado visualmente al contenido por la relación título-nombre, opera claramente como garantía de unidad y legitimidad del texto. La autoridad emanada del nombre se refuerza además por la mención de las funciones que Azara cumplía como comisario de límites de la corona española, mientras que la referencia al período 1781-1801 aleja la posibilidad de una impostura y ubica la experiencia del autor en un tiempo dado. En el texto el uso de la primera persona del singular remite a una presencia activa y permanente de Azara. Las primeras frases de la Introducción muestran un yo protagonista, no muy lejano del autor de un relato de aventuras: “Encontrándome en 1781 en San Sebastián... Dejé en la primera ciudad citada mis libros y mi equipaje y partí a la mañana siguiente al romper el día...” 19. Más adelante, continúan los “yo” (“levantaba”, “enviaba”) y “mis” (“instrumentos”, “viajes”), sólo interrumpidos pocas veces por el impersonal: “Se han navegado con el mayor cuidado posible los principales ríos...” 20. El autor utiliza a veces la primera persona del plural, implicando al lector en recorridos y mediciones: “Tomemos por límite austral... Continuemos después” 21, aunque sigue remitiendo sus experiencias más directas al “yo”: “En Buenos Aires yo carecía de termómetro... Yo observé que en el Paraguay...” 22. Finalmente, el afirmativo en tiempo presente refuerza la veracidad de los datos que aporta: “Siempre la atmósfera está húmeda...”, y se va haciendo el recurso más usado en los capítulos sobre plantas y animales 23. El mismo sistema –afirmativo en tiempo presente 18

Roger Chartier, El orden de los libros. Lectores, autores, bibliotecas en Europa entre los siglos XVI y XVIII [1ª ed. en francés 1992], Barcelona, Gedisa, 1996, pp. 45-52. Aunque durante la modernidad conviven distintos regímenes de asignación de autor, se va dando una coincidencia entre la unidad material del libro y la unidad textual debida a un autor. 19 Viajes... [1999], tomo I, p. 37. 20 Ibídem, p. 41. 21 Idem, p. 51. 22 Idem pp. 37, 52 y 54. 23 Por ej. Idem, pp. 95 y 157.

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más el yo que autoriza y unifica- aparece en la parte dedicada a la población: “Los hombres no tienen el barbote, y no usan traje alguno cuando van a la guerra o a la caza...”, “Yo no he observado entre otras naciones indias esta desigualdad de riquezas en los vestidos y adornos” 24. Por último, el yo relator se diluye en los capítulos dedicados a describir los pueblos y parroquias y también en la parte histórica 25. En un texto publicado como Viajes inéditos por Mitre y Gutiérrez pueden hallarse características de una escritura más cercana a la experiencia del autor. Como observó Mitre “el estilo [...] es sumamente desaliñado”, son “notas de viaje [...] sin pretensión literaria...” 26. En los Voyages... se produce un contrapunto entre la presencia de “subalternos” y “colaboradores” a quienes Azara menciona puntillosamente y atribuye con bastante precisión tareas y responsabilidades en la Introducción 27, y su virtual desaparición en el resto del texto, absorbidos por el yo protagonista. Para narrar cada etapa y los asuntos notables que se suscitan en los Viajes inéditos Azara prefiere, en cambio, la primera persona del plural (“salimos”, “seguimos”) y a lo largo del texto el lector va enterándose de quiénes son estos “nosotros” marcados por las jerarquías a través de las formas de nombrarlos: con nombre y apellido, como en el caso de Boneo, Aguirre, Zizur y Pazos, o con genéricos –“un indio que nos acompañaba”, “mi negro” 28. A pesar de que las condiciones en que se verifican los viajes son muy adversas, parecen exteriores a él y son raros los pasajes en que involucra su cuerpo en el relato (“sufrimos un furioso aguacero que nos caló hasta los huesos” 29). Sobre todo un párrafo resulta una irrupción casi confesional en un texto en el que el uso de la primera persona del plural refuerza cierta distancia con respecto a lo sucedido: “De resultas de haber comido mucha sandía tuve esta noche un cólico furioso. No obstante salimos a las ocho...” 30. El pasaje del “yo” al “nosotros” indica la vuelta al tono general: Azara sufre dolores, pero el grupo sigue adelante. La distancia que referimos se deriva de la que se establece entre el observador y lo observado. La visualidad es el elemento que organiza el relato y le da unidad: la vista sirve como orientadora del camino, es la base y punto de partida del conocimiento sobre fauna y flora, indica variaciones y particularidades geográficas 31. Una mirada que mide, registra y observa se permite poquísimos raptos de goce en los que se combina con otro sentido:

24

Viajes... [1999], tomo II, pp. 26 y 27. Se refiere a los indios pampas. Con respecto a los escritos antropológicos, Johannes Fabian, “Time and Writing about the Other”, en Time and the Other, How Anthropology makes its object, New York, Columbia University Press, 1983, pp. 84-5; John & Jean Comaroff, Etnography and the Historical Imagination, Boulder- San Francisco- Oxford, Westview Press, 1992, pp. 25-6. 26 B. Mitre, “Noticia preliminar”, en Félix de Azara, Viajes inéditos de Santa Fé a la Asunción, con una noticia preliminar de Bartolomé Mitre y notas de Juan María Gutiérrez, Buenos Aires, Imprenta y Librería de Mayo, 1873, p. 6. 27 Viajes... [1999], tomo I, p. 43. 28 Viajes inéditos..., cit., pp. 27-29. 29 Ibídem, p. 70. 30 Idem, p. 36. 31 Idem, pp. 52, 56. 25

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A la sazón [los árboles]estaban cargados de naranjas que divertían la vista, y el olfato disfrutaba la fragancia del azahar que cubría los árboles y el suelo que es de tierra colorada y mucha arena 32. Lo que aquí aparece en forma muy primaria, casi como volcando en el papel flashes fotográficos, en los Voyages... serán descripciones muy detalladas a partir de las cuales el autor desarrolla opiniones y reflexiones. Como apunte, los Viajes inéditos presentan una mayor cantidad de mediciones y demarcaciones, que en los Voyages... están intercalados dentro de una prosa algo más elaborada. La permanente referencia al día y hora de una salida, a la distancia entre dos puntos, al clima de cada momento vivido, están ausentes en los Voyages... Es evidente que no existe una relación directa entre estos apuntes y el libro en francés, ya que el salto entre las menciones escuetas de plantas y animales en los primeros y las detalladas descripciones en el segundo debieron ser salvadas por textos intermedios, probablemente trabajados a partir de estas notas, de observaciones más puntuales, como lo son las disecciones de los animales capturados, y de las correcciones realizadas a su regreso a Europa . Si queremos buscar las huellas de la experiencia del viajero, los Viajes inéditos nos muestran sin duda los avatares del camino, las dificultades de cada etapa -todo aquello que Azara se había propuesto “silenciar” en los Voyages... - a través de una pintura que, aunque seca, tiene algo de relato de aventuras. Para Mitre, “estas notas primitivas [son] más abundantes en ciertos detalles con más colorido local y [están] más impregnadas de la personalidad del autor” 33. Sin embargo, como ya señalamos, el Azara que escribe no nos hace saber mucho sobre cómo afectó todo ello al Azara viajero, cuya voz se diluye en el “nosotros” del grupo y cuya personalidad sólo se adivina en pocos pasajes. En el libro editado por Walckenaer se produce un fenómeno con efecto doble: por un lado, Azara aparece más claramente como autor, como la figura que se hace cargo del escrito, como quien se atribuye todos los contenidos y les da sentido. Por otro, la fuerza del autor debilita los restos del Azara viajero y refuerza la distancia temporal y espacial que lo separa de la experiencia vivida, fijándola en un texto ‘objetivo’. Las intervenciones realizadas por Walckenaer nacen de un acuerdo con el autor: “...le invité a cooperar él mismo en esta edición y no dejarla aparecer incompleta, y a enviarme lo que aún conservara, consintiendo él de buena voluntad a condición de que yo me encargara de dirigir la impresión” 34. Conviene destacar dos rasgos del acuerdo. En primer lugar, los materiales adicionales que Azara envía desde España y que constituyen elementos desestabilizadores del manuscrito base –“mapas”, “adiciones y correcciones que me pidió incorporara a la obra” 35. En segundo lugar, las “observaciones” que Walckenaer “le había hecho de viva voz” al autor y que éste le pide “añadir a su obra” en forma de “notas”.

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Viajes inéditos, p. 117. “Noticia preliminar”, Viajes [1941], p. 18. 34 Ibídem. 35 Idem. En una carta del 28 de octubre de 1805, Azara avisa a Walckenaer que le ha enviado “el cuaderno de adiciones y correcciones que me pidió” y le da vía libre para intervenir en el texto: “... es V. dueño de hacer cualquier retoque que considere necesario”, Idem, p. 49. 33

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Walckenaer redacta la “Noticia preliminar” para hacer conocer la vida y escritos de un autor que “contra la costumbre ordinaria de los viajeros, ha sido muy reservado respecto de los detalles que le conciernen personalmente...” 36. Entre un autor parco y un público deseoso de saber sobre él, el editor opera perfilando una figura que articula al viajero con el escritor. Walckenaer no violenta la intimidad de Azara, ya que la sustancia de la “Noticia” proviene directamente de él: los [hechos] relativos a su vida privada me han sido suministrados por él mismo en nuestras conversaciones en París; otros, en fin, proceden de su correspondencia 37. Precisamente, la inclusión de parte de la correspondencia con Azara está dirigida a hacer aún más estrecha a los ojos del lector, la relación editor-autor 38. Las otras notas, incluidas en el capítulo sobre los cuadrúpedos, fueron escritas por el prestigioso Georges Cuvier, uno de los científicos que había mostrado interés por la obra de Azara a partir de los Essais... Como las de Walckenaer, no son numerosas. No obstante, al comentar desde un punto de vista muy actualizado las observaciones de Azara, funcionan como una suerte de traducción entre el texto de un naturalista sin formación y el lector perteneciente al exigente círculo de sabios franceses. Si el título “Viajes” buscaba llegar a un espectro amplio de lectores, las notas de Walckenaer y Cuvier y la anexión de los Pájaros estuvieron dirigidas a captar un público más restringido y especializado. En letras más pequeñas, la portada presenta a continuación la “histoire naturelle de Oiseaux du Paraguay et de la Plata, par le même auteur, traduit, d’après l’original espagnol, et augmentée d’un grand nombre de notes, par M. Sonnini”. La publicación de los Viajes... y los Pájaros en un solo objeto editorial no sólo supone la unificación de ambos textos bajo una misma función-autor, sino que también revela nuevas y variadas intervenciones sobre el texto en español. No sabemos por el momento cómo tomó Azara la decisión del librero de designar a Sonnini como editor de los Pájaros 39. Sonnini no sólo era un estrecho colaborador de Buffon, sino que había sido objeto de duras críticas por parte de Azara, quien lo responsabilizaba de inducir a error al gran naturalista proporcionándole datos falsos 40. Podemos pensar la participación de Sonnini en los tomos III y IV de los Voyages... como una suerte de venganza: sus notas al texto de los Pájaros se dirigen a señalar el carácter rústico y espontáneo –incompleto- de la formación del español. Termina atribuyendo los “graves errores” detectados por Azara en la obra de Buffon a su propia ignorancia, mientras que dota al texto del valor relativo de aportar alguna información sobre las aves americanas 41. 36

Idem. Idem, pp. 3-4. 38 Idem, p. 4. 39 “Monsieur Dentu ha encargado a Monsieur Sonnini de esta traducción”, afirma Walckenaer en la “Advertencia del Editor”, Viajes... [1941], p. 5-6. Sabemos del interés de Azara por publicar la obra en París y de su desconfianza por la intervención de libreros inescrupulosos, por lo que confía la edición a Walckenaer. Cartas del 9 de abril y del 25 de julio de 1805, Ibídem, pp. 46-47. 40 Ver “Noticia...”, en Viajes... [1999], pp. 22-3. 41 Las notas de Sonnini son largas, y pese a los caracteres más pequeños con que están impresas, se imponen al texto principal. Remite siempre a la obra de Buffon, además de otros libros de “sabios y elocuentes” naturalistas franceses, Voyages... [1809], tomo III, p. 8. 37

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Buffon es el punto de partida y la plataforma sobre la que Azara construye su propio sistema 42. Resulta un elemento necesario porque vincula su tarea de veinte años con una disciplina científica, de la mano del más importante naturalista del momento. Pero a la vez, Azara no desprecia oportunidad para indicar las profundas diferencias que lo separan del francés. Los mecanismos más utilizados son el énfasis en el conocimiento directo de las especies estudiadas frente al trabajo de gabinete y, como consecuencia, el señalamiento permanente de los “errores” o desconocimientos de Buffon sobre la realidad americana. Por medio de las notas de Sonnini, el autor Azara tambalea para que pueda restaurarse una autoridad aún mayor, la de Buffon. En esta operatoria no hay que desechar la intervención del traductor. El “Avis du traducteur”, firmado por un tal Dufart, nos habla de una práctica regulatoria que permite componer en forma ordenada contenidos originalmente confusos: “...la division un peu monotone, mais nécessaire, des descriptiones d’oiseaux, en formes, dimensions, couleurs, est mon ouvrage: la confusion qui regne souvent dans l’original, m’a paru exiger ce travail” 43. Los aspectos de la edición analizados hasta aquí nos han puesto en la pista de distintos modos y niveles de representación que se vinculan con una serie de prácticas –las del Azara viajero y naturalista, las del Azara escritor, las del editor Walckenaer. El elemento que queda por analizar agrega el registro visual y complejiza aún más las relaciones entre prácticas y representaciones. Desde muy temprano, las imágenes resultaron un elemento que hacía más valioso y atractivo un objeto editorial. Los libros de viaje contaban con ellas siempre que fuera posible: mapas, planos, vistas, figuras, armaban derroteros alternativos al discurso del texto, apoyándolo, refutándolo, ignorándolo 44. Muchas de estas imágenes muestran una particularidad con respecto a la relación representaciónobjeto representado, ya que rara vez procedían de bocetos tomados in situ sino que eran ‘invenciones’ compuestas en el taller de la imprenta o bien encargadas a artistas. La lectura del texto a ilustrar podía ser el punto de partida para su realización pero no siempre era un paso necesario. Los Viajes de Theodor de Bry son un ejemplo temprano y elocuente de esta 42

Azara había comenzado a observar la fauna sudamericana en forma espontánea: “Comencé este trabajo dirigido por la meditación, sin estar impuesto de lo que otros han escrito, y con el fin de ocuparme de alguna utilidad”, dice en el Prólogo de los Cuadrúpedos, p. I. Después de haber redactado gran parte de sus apuntes, llega a sus manos la obra de Buffon: “Apenas había puesto en el mejor estado que pude mis apuntamientos, recibí orden del Virrey para bajar a Buenos Aires; donde se me franqueó una Historia natural, escrita en francés por el célebre Conde de Buffon..., Cuadrúpedos, pp. IV-V. “Ordenada mi Ornitología me mandaron pasar a Buenos Aires. Allí me prestó el amigo Pedro Cerviño la Historia Natural de los Pájaros en 18 tomos, impresa en París el año de 1770, y escrita en francés por el famoso conde de Buffon”, Pájaros, cit., p. 151. Azara se refiere a la parte dedicada a las aves de las Oeuvres complètes aparecidas en 90 vol. entre 1752 y 1805. Más tarde tuvo acceso a la Histoire Naturelle casi completa: “Tuve además oportunidad de leer la Historia natural del citado Señor Conde de Buffon en treinta y un tomos, con doce suplementos, que incluye las descripciones de M. Daubenton”, Ibidem, pp. VI-VII; “... yo no he leído otra obra que la de este último autor, en treinta y un volúmenes con doce de suplementos”, Viajes... [1941], p. 159. Única fuente escrita en la que basarse, se transforma sin embargo en la evidencia de sus propios descubrimientos: “Comencé a leer estos libros, creyendo serían los mejores del mundo... No obstante [...] encontré que buena parte de lo que es histórico se componía de noticias vulgares, falsas o equivocadas: que en lo general no se daba idea exacta de las magnitudes ni de las proporciones: que se reunían a veces bestias diferentes embrollándolas: que en ocasiones se multiplicaban las especies: y en fin, que era necesario indicar en mi Obra las equivocaciones que se padecían”, Cuadrúpedos, p. V. 43 Voyages... [1809], tomo III, “Avis du traducteur”. 44 M. Penhos, “Imágenes necesarias...”, cit, p. 25.

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práctica editorial: textos de cronistas que habían estado en remotos lugares se cruzaban con grabados que mostraban elegantes figuras de indios manieristas y ciudades americanas con edificios coronados de chapiteles flamencos. En el siglo XVIII, con la organización de grandes expediciones científicas, se acentuará la tendencia a que texto e imagen se produzcan paralelamente en una relación más cercana con lo observado, gracias a la tarea de dibujantes que acompañaban las partidas. Asimismo, los escritos sobre historia natural -una de las disciplinas académicas que van constituyéndose a partir de la segunda mitad del setecientos- tendrán en versiones impresas sus correspondientes atlas de ilustraciones. Como han trabajado algunos autores desde perspectivas diversas, la consideración de la vista como sentido ‘noble’ y la “filosofía de la conciencia” como su correlato gnoseológico serán factores clave en la consolidación de las ciencias modernas. Se impone el modelo de las ciencias biológicas y la espacialización como mecanismo privilegiado de organización del conocimiento. La observación clínica, la mirada penetrante y aguda que congela todo en objeto, es incorporada a la práctica profesional y paralelamente es legitimada por la teoría, con las consecuentes derivas epistemológicas. Pero además el visualismo como preeminencia de la vista sobre los otros sentidos tendrá un papel destacado en los modos de representación de los objetos estudiados, a través de la organización del texto y la combinación con diagramas, tablas, grabados –en el siglo XIX se agregarán las fotografías- que refuerzan la idea del “ver para creer”, la convicción de que visualizar algo equivale a entenderlo 45. En el caso de la edición de los Voyages..., las imágenes incluidas participan de ambos tipos –los libros de viaje y los libros de historia natural–, ambos con características propias adquiridas en el siglo XVIII pero herederos de una larga tradición que incluso se remonta a tiempos anteriores a la imprenta. Como los libros de viaje, la edición de 1809 incluye mapas y vistas de ciudades. Como los libros de historia natural, presenta grabados de la fauna estudiada. En este sentido, la obra de Buffon no sólo operaría como el punto de partida del autor de los Voyages..., sino también como referencia editorial que se tiene en mente a la hora de publicarlos. Entre 1749 y 1767 aparecieron los 15 volúmenes en 4º de la Histoire naturelle, génerale et particulère. Posteriormente y hasta 1804 (Buffon muere en 1788), siguieron publicándose otras partes, completándose 44 tomos con la colaboración de Lacèpéde y otros naturalistas de la Academia de Ciencias. Como obra enciclopédica reconoce varios autores, aunque nucleados en torno a una figura jerárquica que le da unidad. Responde a una concepción totalizadora de la “historia natural” en la que entran desde las “épocas de la naturaleza” y una “teoría de la Tierra” hasta descripciones de insectos. Las imágenes, reputadas por su belleza 46, ilustran cada uno de los temas con gran detallismo. Los animales no sólo aparecen representados individual y estáticamente, sino que en ocasiones se muestran

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Entre otros J. Fabian, “The Other and the Eye: Time and the Rhetoric of Vision”, en Time and the Other, cit., p. 106. 46 La primera edición de las obras de Buffon es difícil de conseguir “à cause de la beauté des gravures qu’elle contient”, Jacques-Charles Brunet, Manuel du Libraire et de l’Amateur de Livres, Paris, libraire de Firmin Didot fréres, fils et Cie., 1860, tomo I, pp. 1376-7.

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diseccionados o en el proceso de su desarrollo, como en el caso de la rana. Otros grabados representan ejemplares en diversas posiciones y en relación con otros animales o el hombre. Es evidente que los escritos de Azara no podían compararse con semejante opus magnum. Sin embargo, en torno a la cuestión de las imágenes se evidencia notablemente su actitud doble de acercamiento y distanciamiento con respecto del naturalista francés. Igual que en los apuntes publicados como Viajes inéditos, la visualidad es el eje que organiza el texto de los Voyages... y el recurso casi excluyente de los capítulos dedicados a plantas, insectos, reptiles, cuadrúpedos y aves. A partir de una confesión de su falta de cultura libresca -“no he leído nada de lo que los demás han escrito sobre esta materia” 47 -, es la vista la que autoriza la obra: “[Los sabios europeos] advertirán pronto que no tengo conocimiento alguno relativo a las cualidades de las tierras y las piedras, así como respecto a los vegetales, insectos, peces y reptiles... [aunque] no digo nada que no haya visto” 48. Se trata de una mirada que adquiere movilidad en tanto “viaja”: “Como yo no soy botánico, no hay que pedirme caracteres de los vegetales, sino sólo algunas noticias someras como sólo un viajero puede darlas” 49. Azara no ha visto estampas fijas de seres aplastados contra una página, sino una realidad viva de especies que crecen, crían, se alimentan, interactúan en su hábitat y se relacionan entre sí y con el hombre. Y escribe sobre una sucesión de hechos que terminan construyendo una trama narrativa: ... yo he visto a una [culebra] coger por la pata un pollito que por azar había entrado en el agujero. La culebra sin salir de su nido, procuraba hacer entrar al pollo; pero no lo consiguió porque era demasiado grueso y porque un niño se lo impidió 50. Pero esta mirada también se fija en ciertos objetos y los registra con minuciosidad. El dato preciso y la observación aguda se insertan en el relato, actuando como anclaje científico de la experiencia del viajero. Ubicación geográfica de cada especie, medidas, proporción, color, particularidades morfológicas quedan volcados en el texto 51. Cuando es necesario, Azara realiza la disección del animal, comprobando así aspectos de su anatomía o particularidades de la reproducción. Tiene un verdadero equipo que le provee de ejemplares: sus compañeros de la partida, indios y negros que les asisten, amigos que va conociendo en sus viajes, como Blas Noceda, párroco de S. Ignacio Guazú. Todo contribuye a crear un cuadro eminentemente visual de la vida en la región. A pesar de su ignorancia inicial, pronto deja deja de lado los datos que le proporcionan otros para confiar sólo en su vista. En el prólogo de los Pájaros en castellano escribe: Mis Apuntamientos fueron al principio muy trabajosos, porque careciendo de práctica, de conocimientos y libros, anotaba cuanta noticias históricas me decían; 47

Viajes... [1999], tomo I, p. 119. Ibídem, p. 45. 49 Idem, p. 87. También en la Descripción..., cit., p. 55. Allí dice con respecto a la dificultad de observar insectos: “Yo, por consiguiente, que los he mirado de paso...”, p. 88. 50 Viajes... [1999], tomo I, p. 151. 51 Por ejemplo la descripción de la liebre patagona, Ibídem, p. 195. 48

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pero como fuese viendo que todas eran falsas, dejé de preguntar y de oir lo que querían decirme, y aún borré las noticias adquiridas por relación... [En] mi amigo Don Pedro Blas Noceda, Cura del Pueblo de S. Ignacio Guazú, [...] encontré bastantes buenas noticias, pero yo se las aumenté imponiéndole en el modo en que medía, describía y observaba... 52 Azara consideró siempre necesario el registro visual de sus observaciones. Como ingeniero militar, se hallaba capacitado para levantar mapas y planos, cuya realización además formaba parte de su misión. En varias ocasiones acompañó sus informes de “mapitas [...] para hacerme entender” 53. El envío de animales precariamente conservados en frascos con alcohol al Gabinete de Historia Natural de Madrid se orienta precisamente a apoyar sus escritos con elementos visibles 54. Pero Azara no dibuja otra cosa que mapas y planos. Durante sus estudios, “en prácticas y dibujos fue un alumno mediocre” 55. Tampoco parece haber contado con algún colaborador que pudiese suplir esta carencia, ya que Cerviño y los otros sólo realizaron tareas cartográficas. En las dotaciones de las cuatro partidas que conformaban la misión había geógrafos, ingenieros, astrónomos y cirujanos, pero ningún dibujante 56. Julio Ramón de César, que integró la cuarta partida y de quien se conocen dibujos, no parece haberse involucrado demasiado en los trabajos de Azara como naturalista 57. El soporte visual llegaría mucho más tarde, a su regreso a Europa. El contacto con Walckenaer y los naturalistas franceses le abrió las puertas de la colección de animales embalsamados del Gabinete Imperial de París, que le darían la oportunidad de confrontar sus anotaciones con imágenes tridimensionales. Azara dice que el examen de esos ejemplares le permitió corregir algunos de sus errores 58. Por otra parte son el medio para demostrar a otros naturalistas la exactitud de la información recogida: “... daré la noticia de los animales que he podido reconocer en el Gabinete Imperial de Paris, que es tan variado como curioso, a fin de que puedan ser examinados, comparados y conocidos” 59. Sin embargo, no deja de observar severas diferencias entre ellos y los animales examinados en Sudamérica. Un ejemplar embalsamado no puede dar cuenta de lo visto: “Es cierto que no todos son adultos, que los colores de la mayoría están alterados y que no se han podido conservar todos con sus formas 52

Apuntamientos para la Historia Natural de los Pájaros..., cit. p. II. “... los campestres, que en nada ponen cuidado, cuentan casi siempre fábulas e inferencias por verdades. Yo en esta parte doy por cierto lo que he observado; y de lo infinito que he oido, sólo he apuntado algunas cosas...”, Cuadrúpedos, Prólogo, p. III. 53 Carta al Virrey Arredondo, 9 de julio de 1794, “Correspondencia oficial e inédita sobre la demarcación de límites entre el Paraguay y Brasil”, en Memoria..., cit., p.157. 54 “... careciendo de dibujante, comencé a desollar y rellenar los pájaros y cuadrúpedos para enviarlos al Real Gabinete; pero viendo que la polilla y corrupción, a que propende mucho el clima, lo destruían todo a veces en el mismo día, desistí del empeño y metí en aguardiente las especies menores, porque me persuadieron que así llegarían en buen estado a dicho Gabinete, adonde remití de seis a setecientos individuos”, Pájaros, cit., p. 154. 55 Ibídem, p. 14. 56 M. Lucena Giraldo, “Ciencia para la frontera...”, cit., p. 173. 57 Sobre la actividad de César, Marta Penhos y Gabriela Siracusano, “Conquistadores, cartógrafos y artistas: cruce de miradas sobre el paisaje americano”, en Paisagem e Arte, A invençâo da natureza, a evoluçâo do olhar, Sâo Paulo, CBHA-CNPq-FAPESP, 2000. Azara parece haber conocido un dibujo de la planta de añil hecho por de César, ya que se refiere a él en “Viaje a la laguna Yberá (1787)”, en Escritos fronterizos, cit., p. 76. 58 Viajes... [1999], tomo I, pp. 159-160. También en Descripción..., Cap. IX. 59 Viajes... [1999], tomo I, pp. 159-160.

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naturales...” 60. Esto se advierte en cada comparación, dejando caer la idea de que algunos de los ejemplares estaban mal compuestos: Hay en el Museo de Historia Natural de Paris dos individuos de esta especie [mborebi o tapir], cuya piel está bastante estropeada. Uno de ellos, número 448, conserva la arista que se eleva a lo largo del cuello; pero en el otro se ha dispuesto de mala manera esta arista y no se conoce 61. Aquí se manifiesta un punto de enfrentamiento entre Azara y el círculo de Buffon. Cuenta Walckenaer que: ... muchas veces, examinando conmigo las aves disecadas que están en nuestro Museo de Historia Natural, el Sr. de Azara me dijo que él las consideraba como especies imaginarias compuestas con plumas procedentes de diferentes aves. El Sr. de Azara ha creído que M. Sonnini había proporcionado tales ejemplares a Buffon, y se alza con fuerza contra semejante fraude... 62 La necesidad de las imágenes se manifestará nuevamente a la hora de trabajar en la publicación de los Voyages...: El Sr. Azara no había acompañado sus descripciones de ningún dibujo; pero ha deseado que algunos de los ejemplares que ha reconocido en nuestro Museo de Historia Natural fueran dibujados y unidos a la obra. También M. Cuvier ha tenido la amabilidad de darme la lista de los que convenía hacer grabar 63. Al carecer de dibujos originales que sirviesen de base a los grabados, nuevamente aparecen los animales disecados de París. En los Voyages... figura la mención de Walckenaer sobre la falta de esos dibujos, sino también la declaración del autor en una carta de 1805: En el prefacio de mis Aves digo que me ha sido imposible hacer los dibujos y transportar y conservar los animales. En el mismo lugar expreso lo que he enviado al gabinete de Madrid. Aquí añado que no han aprovechado para nada lo que he enviado 64. En los Cuadrúpedos, Azara se había lamentado de esta carencia que estaba más allá de su voluntad: No se me ocultó desde un principio que serían poco apreciables mis apuntamientos, no acompañándolos de dibujos exactos de los animales; pero donde trabajé, y en

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Ibídem, p. 160. Idem, p. 161. 62 “Noticia...”, Viajes... [1999], p. 22. 63 “Advertencia del Editor”, Viajes... [1941], p. 5. “... la obra ganaría mucho si monsieur Dentu hiciera grabar los cuadrúpedos que yo he reconocido en vuestro museo. Van citados en el capítulo IX. [...] Conozco bien lo útil que sería mi viaje a París para publicar la traducción de esta obra con grabados bellos y exactos, porque como usted dice, yo reconocería en las excelentes colecciones que poséeis muchas aves de las que he descrito...”, Carta de Azara a Walckenaer, 1º de diciembre de 1805, p. 51. 64 Carta a Walckenaer, 1º de diciembre de 1805, p. 51. 61

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400 leguas a la redonda, no había quien supiese bien ni mal lo que es diseño; y me fue preciso limitar mi voluntad a lo que pendía de mí 65. El deseo de imágenes expresado por Azara tuvo una inmediata y positiva recepción por parte del editor y del librero. Ambos trabajaron intensamente en el atlas: Walckenaer poniendo atención en los mapas y planos, algunos entregados por Azara junto con el manuscrito, otros enviados como “adiciones” desde España 66, Dentu encargando a dos pintores la realización de los dibujos de animales para llevar a la estampa. Los cuadrúpedos y las aves que se han agregado al atlas han sido dibujados por dos artistas distinguidos, del natural o de los ejemplares disecados, y perfectamente conservados que contiene el Museo de Historia Natural de París. Monsieur Huet, pintor del Parque Zoológico de S. M. la Emperatriz, se ha encargado de los cuadrúpedos: las aves han sido dibujadas por M. Prêtre, pintor de Historia Natural, bajo la dirección de M. Vieillot, autor de diversas obras de ornitología 67. Los dibujantes trabajan “del natural” y con los animales embalsamados que habían sido identificados por Azara. Nada más alejado, en verdad, de la pintura vivaz del viajero. En esto el autor Azara, ansioso por dar a conocer su obra debe haber actuado con resignación, desde que él mismo recomienda hacer grabar los animales del Museo. Sin embargo, aquí se evidencia otra vez la radical diferencia entre la recogida de datos in situ y el trabajo de gabinete, tal como lo expresa en el prólogo de los Cuadrúpedos: Gasté en estas tareas los ratos que pude desde el año de 1782 al 1801, poniendo todo mi cuidado en decir la verdad sin exagerar nada, y en conocer y expresar los caracteres de los animales, cuyas descripciones hice en su presencia. Por esto he estado menos expuesto a caer en los errores que no han podido evitar los que, por verlos vivos, no los han podido registrar; los que los han mirado extenuados, pelados y puercos en jaulas y cadenas; y los que los han buscado en los gabinetes, donde a pesar del cuidado, la injuria del tiempo ha de haber alterado mucho los colores, trocando lo negro en castaño, etc.; y ninguna piel, ni el esqueleto más bien preparado dan idea exacta de las formas y medidas 68. Son esos animales sucios y cansados y esos esqueletos cubiertos de pieles descoloridas los modelos para las ilustraciones de su libro. Precisamente, todas las correcciones hechas a la obra del gran naturalista giran en los Cuadrúpedos –tanto en la versión francesa como en la española- en torno a los animales embalsamados y a su correlato grabado. Con respecto al tamanduá (oso hormiguero) Azara dice que Buffon no ha visto a la bestia sino a su despojo; de donde se infiere que sus medidas, proporciones y colores, no pueden tener la exacitud de las mías. [...] Por lo que hace a la estampa, es bien mala: no le señala la tabla vertical de la cola: le adelgaza, 65

Cuadrúpedos, p. IV. Carta de Azara a Walckenaer, 29 de agosto de 1805, Viajes... [1941], p. 48. Al final de la “Advertencia del editor”, Walckenaer se refiere al cuidado puesto puesto en la realización de “los mapas, de los que yo he traducido la letra, de los originales españoles, y los he revisado con mucha exactitud”, p. 6. 67 “Advertencia del editor”, Ibídem, p. 6. 68 Cuadrúpedos, cit., p. I-II. 66

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estira y desfigura tanto la cabeza, que no se parece a la de la bestia: le acorta el cuello; y los pies y manos no son como los figura, ni los sienta tendidos como están, sino arrollados, inclinando las puntas adentro. En fin, es mala, como sacada de un despojo 69. Se verifica entonces un pasaje de la crítica dura a Buffon, basada en la mala calidad de los grabados de su Histoire Naturelle, a la aceptación de construir un registro visual para la publicación de los Voyages... a partir de los mismos modelos. En cuanto a los dibujantes, “Monsieur Huet” es probablemente Jean Baptiste Marie Huet, perteneciente a una reconocida familia de pintores animalistas, o bien alguno de sus tres hijos. Sobre “M. Prêtre” no hemos hallado aún ningún dato significativo. Sin embargo, es evidente que ambos artistas eran especialistas en la materia y, por lo menos uno de ellos, con importantes contactos en la corte. En todo se adivina el esfuerzo de Dentu por dotar a la edición de un atlas de calidad: “El librero no ha economizado nada para hacer los grabados con todo cuidado”, dice Walckenaer 70. La primer imagen que contiene el atlas y que lleva el número I es el busto del autor. Es un elemento en el se puso mucha atención, a juzgar por el intercambio de cartas entre Azara y Walckenaer, en el que aparece mencionado junto con los mapas, apuntes suplementarios y otros materiales que el editor solicita para la publicación 71. Chartier se ha referido a la relación entre la “asignación del texto a un individuo particular” y la “representación física del autor en su libro” 72. Para los lectores, ésta última funciona como anclaje visual del texto que identifica claramente al autor. La efigie de Azara es un busto enmarcado en un óvalo. Muestra a un hombre maduro, con el rostro de tres cuartos perfil, vestido sencillamente. Ningún atributo lo acompaña. Es significativo el hecho de que la imagen de Azara integre el atlas de grabados, vinculando una vez más al autor con el registro visual de sus experiencias. Los doce grabados monocromos, que representan ocho cuadrúpedos y cuatro pájaros, responden a un tipo y no tienen firma. Los cuadrúpedos se presentan de perfil, con la cabeza a derecha o izquierda, sobre una franja de terreno que ocupa no más de una cuarta parte de la altura del cuadro –sólo uno apoya sus patas delanteras en un tronco seco. Las indicaciones de vegetación están más de acuerdo a modelos pictóricos convencionales que a descripciones del propio Azara que figuren en el texto. Los animales miran invariablemente a su frente, salvo uno que gira su cabeza hacia el espectador. Las aves también se presentan de perfil. Hay una intención de representar las diferencias de tamaño entre los cuatro pájaros grabados. Esto último resulta interesante: la estampa de la Histoire Naturelle que reúne cuatro tatús los representa de igual tamaño y, entre las críticas de Azara a la clasificación de estos animales por Buffon está la de que “ignora la 69

Ibídem, pp. 71-2. Cuando describe los Tatús, Azara hace varias observaciones sobre los errores cometidos por Daubenton y Buffon para clasificarlos, y agrega sobre uno de los ejemplares: “Por lo que hace al dibujo, le eleva mucho de piernas; le pone mal las orejas, que deben estar como en la estampa 40; le aumenta hileras de la espalda; en fin vale bien poco...”, pp. 117-8. 70 “Advertencia del editor”, Viajes... [1941], p. 6. 71 Cartas de 28 de octubre y 1º de diciembre de 1805 y 12 de enero de 1806, Viajes... [1941], pp. 48-53. 72 R. Chartier, cit., pp. 61-2.

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magnitud respectiva, que se hallará en mis descripciones particulares” 73. Es probable que además de señalar qué animales hacer grabar, Azara hiciese alguna recomendación con respecto a la fidelidad a ciertas características que consideraba importante destacar. Los grabados, desvinculados del texto a pesar de las referencias a él en el índice, tienen el efecto de congelar en imágenes estáticas aquellas descripciones escritas por Azara, como parte de escenas vivas. Si la escritura cumple la función de poner orden en el caos de sensaciones y en el fárrago perceptivo en que se ve inmerso el viajero 74, acentuando la distancia con respecto a la experiencia e instituyendo la figura del autor, las imágenes suponen una duplicación de esa distancia. Representaciones de representaciones, armadas con pedazos de animales vivos y embalsamados, son retazos de lo visto. Sin embargo, es precisamente este carácter convencional y tipológico el que opera poderosamente para reforzar la objetividad del texto y garantizar la inclusión del libro en un género editorial ya consagrado. Las estampas hablan de la singularidad de la fauna sudamericana –todos son especies autóctonas- a la vez que muestran un grado mínimo de rareza y fantasía. Esto debe haber estado en sintonía con el pensamiento de Azara, reacio a aceptar “leyendas” sobre las costumbres de los animales estudiados y crítico del exotismo: “Los que disecan las aves, los que preparan las pieles, muchos pintores y viajeros que se inclinan a lo maravilloso a expensas de la verdad, han aumentado de tal modo el número de aves con penacho, que estos ornatos pasan por ser un efecto del calor del clima americano”, se lamenta en los Voyages... 75. De la mano de las imágenes, la fauna del Paraguay y el Río de la Plata ingresaba en el concierto universal de la Historia Natural con un status similar a la de los demás continentes. Señalemos, finalmente, que de las ediciones posteriores de los Voyages..., muy pocas contaron con imágenes 76. La versión de 1999, también en dos tomos, elige una presentación ascética, limpiando de la portada todo elemento que no sea el nombre del autor, el título y número de volumen. No tiene ilustraciones, aunque el diseñador de las tapas eligió un caimán y un tatú, dos imágenes del Bestiario de Zötl que, aparecido en 1849, aún insistía con el imaginario fantástico de América. Algo que sin duda hubiera disgustado a Azara. Sus exhaustivas y a menudo intrincadas descripciones volvieron a ser el único registro de la variedad y vastedad de la fauna sudamericana. Y los grabados pasaron a ser una curiosidad para el bibliófilo y una fuente sobre el ascenso y caída del poder de ciertas imágenes para el historiador del arte.

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Cuadrúpedos, cit., tomo II, p. 107. M. Penhos, “De viajes y viajeros...”, cit. 75 Viajes... [1999], tomo I, p. 233. 76 M. Penhos, “Imágenes necesarias...”, cit., pp. 36-37. 74

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El relato de viajes en La Novela Semanal: el Buenos Aires de Gómez Carrillo Margarita Pierini

UN de Quilmes

Abstract Dentro de la diversidad de géneros que aborda La Novela Semanal -la primera y más exitosa de las publicaciones del tipo de las llamadas "novelas de kiosco"- el relato de viajes ocupa un lugar destacado, no tanto por la frecuencia de sus apariciones, cuanto por la relevancia del texto elegido como ejemplo emblemático del género. "El alma de Buenos Aires", aparecido en LNS en agosto de 1918 como "obra inédita", es en realidad una adaptación del libro que el célebre cronista y viajero del modernismo Enrique Gómez Carrillo publicara en Madrid en 1914 bajo el título El encanto de Buenos Aires. En la adaptación que publica la revista dirigida a un público de masas, aparece el retrato optimista de una ciudad que crece a un ritmo vertiginoso, una ciudad inmersa en la modernidad, que nada tiene que envidiar a sus hermanas europeas. La mirada complacida y complaciente del viajero ofrece los perfiles más atrayentes del complejo urbano al que pertenecen la mayor parte de los lectores de esta publicación de masas. Este retrato se contrapone con las imágenes ofrecidas por otros viajeros del periodo Huret, Rusiñol- y, sobre todo, con las historias de vida que aparecen en las ficciones de la misma publicación. Texto ¿Dónde están los vencidos, los sin trabajo, los derrotados en la lucha por la vida?... Yo no los veo. ¿Tendré la enfermedad de encontrarlo todo alegre?... E. Gómez Carrillo Enrique Gómez Carrillo (Guatemala 1873- París 1927) es uno de los escritores modernistas que gozó de mayor fama literaria durante las dos primeras décadas del siglo XX. Junto con Amado Nervo y Rubén Darío comparte una serie de rasgos que los asocian en la trilogía que evoca Galdós en el prólogo a una de las obras del escritor guatemalteco 1 . Los tres provienen de pequeñas poblaciones latinoamericanas: Nervo, de Tepic, Darío, de Metapa, Gómez Carrillo, de la capital de Guatemala. Los tres eligen aceptan la carrera diplomática como forma de salir de un destino oscuro de poetas pueblerinos. Los tres son viajeros impenitentes. Y, por último, por la leyenda que los acompaña, por su obra destinada a las multitudes 2 a través de la poesía, la crónica y el periodismo, alcanzan una fama que los 1

Las crónicas de guerra Campos de batalla y campos de ruina (1915). Podría hacerse extensiva a los tres la célebre afirmación de Darío en su prólogo a Cantos de vida y esperanza (1903): "Yo no soy un poeta para las muchedumbres. Pero sé que indefectiblemente tengo que ir a ellas". 2

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años se encargarán de empalidecer, tal vez porque la Bella Epoque que ellos encarnan en su esplendor se quebrará dramáticamente con la Gran Guerra, y ya no habrá lugar para princesas melancólicas, para Japones galantes ni para amadas inmóviles. De los tres viajes que realizó Gómez Carrillo a la capital argentina dejó testimonio literario del primero, realizado entre mayo y julio de 1914, en su libro El encanto de Buenos Aires 3. Escrito a la zaga de los numerosos relatos que dejaron los viajeros del Centenario, el texto revela la imagen complacida y complaciente de una gran ciudad cosmopolita donde lo que impacta al recién llegado es "la vida intensa" que puebla calles, avenidas, plazas, paseos, tiendas y teatros. La obra, “escrita en treinta días de labor febril” (Gómez Carrillo: 1921) y publicada en España al iniciarse la contienda mundial, refleja un país lleno de promesas que la guerra primero, pero sobre todo la crisis de finales de los 20 se encargará de truncar. Sin embargo, este espejo de una Argentina promisoria será el elegido por una publicación popular, La Novela Semanal, para reflejar, pocos años más tarde, en una versión adaptada, el Buenos Aires que recorren y trajinan sus lectores. En este trabajo, nos proponemos analizar las imágenes porteñas que ofrece esta crónica de viajes y la perspectiva desde la cual se las contempla, para señalar después los procedimientos que rigen y justifican la adaptación. De Guatemala a Buenos Aires Cuando Gómez Carrillo llega por primera vez a Buenos Aires es ya una figura conocida y admirada por los lectores porteños. Sus crónicas de la vida de París donde, desde la década de 1890, se desenvuelve en los ambientes "bohemio-intelectuales" , así como los relatos de sus viajes a países exóticos Tierra Santa, Japón, Egipto, Grecia, Rusia aparecen con frecuencia en las columnas de La Nación, que lo cuenta entre sus brillantes corresponsales. Posteriormente realizará otros dos viajes a Buenos Aires: en 1918, en cumplimiento de sus funciones de cónsul argentino en París nombramiento otorgado por Yrigoyen 4 y luego en 1920, esta vez en compañía de la que era su esposa en ese momento, la célebre actriz y cantante Raquel Meller 5. (Buenos Aires parece ejercer una especie de magnetismo en los personajes de esta historia: pocos años más tarde, en 1930, su viuda, Consuelo Suncín, conocerá en un viaje a esta ciudad a Saint Exupéry, y se convertirá en la rosa del Principito 6). El cronista viajero El género de viajes, como es sabido, se estructura sobre ciertos códigos, siguiendo un itinerario en el espacio que es también un trayecto en el tiempo. Las peripecias de esa travesía tienen un destinatario que conoce esos códigos, a la vez que espera la presentación de las novedades que ofrecerá el narrador itinerante. El pacto de lectura está, pues, acordado desde 3

En adelante, EBA. Cf. Bastos (1982:69). 5 Nalé Roxlo recuerda en sus memorias esta visita, en un breve encuentro donde el guatemalteco habló de Rubén Darío "en tono más que despectivo", con gran disgusto del joven entrevistador (Nalé Roxlo 1978:161). 6 Antes había sido una de las "musas" de Vasconcelos. Para la vida de esta mujer fascinante, ver la biografía de Paul Webster (2001) 4

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el inicio. Y el narrador conoce las expectativas de su lector, que es su hermano en el saber, en la cultura compartida y su cómplice. De allí que maneje su mirada en una doble perspectiva: por un lado, observa las novedades del mundo que lo rodea; por otro, tiene siempre presente el mundo familiar a sus lectores. En este entramado lo conocido se asimila a lo desconocido, a través de analogías, comparaciones, asociaciones que evocan figuras o imágenes familiares al lector 7. En su “Psicología del viajero”, un texto publicado en París sin fecha, pero presumiblemente algo anterior a este viaje, Gómez Carrillo esboza su teoría sobre lo que debe ser un relato de viajes “moderno”. Ya no hay que “enseñar” como se esperaba de los relatos de siglos anteriores porque el mundo ha sido ya descrito en su totalidad y los lectores del género conocen los lugares más remotos: Lo único que se le permite [al viajero] es que exhale, en una prosa sensible y armoniosa, las sensaciones de su alma. Un artista del viaje debe figurarse que escribe para personas que ya conocen el país que describe. Esto evita los detalles baedekerianos. Además tiene que creer que su público es culto y que sus alusiones y sus evocaciones históricas o legendarias son comprendidas. De lo contrario, tendría que hacerse pesado poniendo cátedra. (...) Hay que parecer ligeros, en efecto, en los libros de viaje. Y por encima de todo, hay que ser pintorescos 8. No es infrecuente que los escritores terminen por elaborar una teoría que justifique su estilo. En este caso, el libro sobre Buenos Aires al igual que sus crónicas anteriores responde fielmente a los presupuestos enunciados en esta cita. El encanto de Buenos Aires se inicia en el salón mundano que es la redacción de La Nación, en una reunión entre amigos periodistas que exigen al brillante causeur que escriba sus impresiones sobre la ciudad. Y así, "dos horas después iba a la imprenta uno de los capítulos de este libro"( EBA:6). Gómez Carrillo nos recuerda a los hombres del 80 que escriben para su propio círculo, y acumulan anécdotas y alusiones cuyos códigos sólo ellos comparten plenamente. Este mismo tono de levedad, de "entre nos" según el término que usara treinta años antes Mansilla para su columna periodística es el que marca el diapasón de toda la obra. El escritor sabe que el tema de su crónica viajera ha sido tratado muy recientemente por varios escritores que conoce y cita: Huret cuyo libro de viajes él mismo ha traducido al castellano, Clemenceau, Anatole France, Blasco Ibañez, entre otros. Sin embargo, ratifica la originalidad de su discurso al ubicarse desde un lugar diferente: no quiere ser uno más entre estos "publicistas graves", que apuntan sus reflexiones sobre la Argentina. El va a presentar sus "sensaciones y sus impresiones" desde una perspectiva que se esfuerza por alejar, o recortar del foco de la visión, lo que no condiga con las imágenes sonrientes de esta sociedad que se contempla, y quiere ser contemplada, en el camino de un progreso sin final.

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Desarrollo este tema en mi libro Viajar para (des)conocer (1990). Gómez Carrillo, “La psicología del viajero” en Páginas escogidas, s/f, p.12.

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El itinerario del viajero El libro se inicia, como es de rigor, con el viaje transatlántico, en este caso en un lujoso buque donde la vida se desarrolla entre salas de juego, bailes y paseos en cubierta (de primera clase). Desde aquí preanuncia el viajero el marco de su relato, el mirador desde donde contemplará el nuevo mundo que se ofrece a sus ojos. Sus interlocutores, sus informantes, pertenecen todos a la clase privilegiada que será, también, la primera destinataria de su obra. A diferencia de otros viajeros contemporáneos, no hay aquí acercamientos así sea exclusivamente visuales a los grupos de inmigrantes que viajan de una manera menos placentera. En contraposición con Huret y Clemenceau, que recorren y reflejan en sus libros vastas regiones de la Argentina 9, el espacio que visita Gómez Carrillo es básicamente urbano, y se limita a sus paseos por Buenos Aires y una breve excursión a La Plata. El único acercamiento al mundo rural para conocer la Pampa, experiencia ineludible para todo viajero que llega a la Argentina es una visita a la cercana estancia de un amigo, donde ratificará su idea de que el gaucho no ha muerto a pesar de lo que sostengan voces más autorizadas, como la del poeta Rafael Obligado (EBA:133), al escuchar los poéticos recitados de un peón: No, no puede haber muerto el noble pastor, el rudo jinete de la pampa (...). ¿Lo dudáis? Dad entonces una guitarra a un campesino de la pampa, rodeadle de compañeros que exciten su orgullo, ofrecedle unas copas traídas de la pulpería y no tardaréis en ver revivir el alma del antiguo payador de la campaña (EBA:136-7). Los viajeros anteriores ya han diseñado el mapa del Buenos Aires que debe recorrer el cronista contemporáneo. Siguiendo estas huellas, Gómez Carrillo ofrece a sus lectores los espacios ya consagrados Florida, espacio de lujo y belleza; Palermo, el lugar del ocio de las clases altas; la zona de la Bolsa, de donde han surgido de un día para otro las grandes fortunas; la moderna y cosmopolita Avenida de Mayo. La excursión a La Plata a la que denomina, siguiendo la hipérbole de Lugones, "el Oxford argentino" se limita a la visita a las instituciones académicas. Si bien es esperable la presencia de Joaquín V. González, por entonces rector de la universidad, no deja de sorprender el guía designado para acompañarlo en su recorrido por el internado universitario: el destacado alumno de la institución Leopoldo Lugones (hijo). El futuro comisario, que sólo tiene palabras de elogio para la vida en la residencia universitaria, muestra aquí un perfil acentuadamente literario: las paredes de su cuarto ostentan como único adorno dos grandes retratos dedicados de su padre y de Rubén Darío (EBA:187). El repertorio costumbrista Siguiendo los cánones del genero, el itinerario va dando lugar a las anécdotas, comentarios y reflexiones sobre la sociedad que se visita. Dos escenas de costumbres son particularmente significativas en el relato de Gómez Carrillo: la tradicional función en el

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Huret recorre la Argentina "desde Buenos Aires al Gran Chaco" y "desde el Plata a la cordillera de los Andes"; Clemenceau visita la pampa, Santa Fe y Tucumán.

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teatro Colón y la concurrencia al sórdido cabaret (¿de la Boca? no se precisa el lugar) para ver cómo se baila el tango "en su cuna de cieno" (EBA: 217).. La función en el Colón constituye un episodio que se lee desde dos miradas contrapuestas. El viajero acude acompañado por el amigo que es su guía y mentor a lo largo de todos sus paseos y que se puede inferir, por la dedicatoria, que es el mismo Enrique García Velloso a quien el libro va destinado. Frente a la extática admiración del extranjero ante las bellezas femeninas que adornan los palcos, el amigo opone el disgusto de la clase patricia ante la invasión de "las intrusas, las hijas de los emigrantes enriquecidos" (EBA: 81) en cuyas casas ni siquiera se habla el castellano. Como profetizara y temiera Miguel Cané a finales del siglo XIX, se han infiltrado por todas partes, y el Colón ya no es, como antes, "una verdadera reunión de familia" (EBA:80). Frente a la mirada ligera del visitante, dedicado sólo a la admiración estética, se hace patente la preocupación de quien se define ante todo como argentino categoría de la que excluye a los hijos de los inmigrantes. La riqueza que permite acceder a los espectáculos reservados por décadas para la elite patricia amenaza con socavar los bien establecidos rangos de las clases sociales (EBA:82). Como siempre, Gómez Carrillo esquiva la polémica. Pero deja testimonio de la preocupación de una clase que percibe confusamente un cambio radical (la polisemia funciona aquí cabalmente). La segunda excursión nocturna está en las antípodas de la primera; el grupo de amigos se dirige ahora a un barrio "lejano, sórdido y casi desierto" (EBA:212), carente de los progresos urbanos que se ven en el centro: no hay alumbrado público, y en el adoquinado se multiplican los charcos de agua fangosa. En los músicos pobres y cansados, en los compadritos que se amontonan junto a las mesas sucias, en las mujeres, jóvenes o viejas, que "con una sonrisa uniforme, miran a todo el que entra de una manera espectral y provocante" (EBA:215) se sintetiza ese ambiente de la "mala vida" que es objeto de interés para los sociólogos de la época. Después de dejar grabado este retrato oscuro del arrabal miserable, Gómez Carrillo se esfuerza por retomar su habitual estilo optimista y estetizante. Para lograrlo, imprime sobre esta fotografía del cabaret arrabalero la imagen de un Montmartre donde el tango exhibe "su artificio refinado y docto" (EBA: 223). La evocación subsume en una imagen europea lo que puede haber de miserable e ingrato en la fotografía de esta realidad porteña. Este proceso de transmutación que elimina los aspectos degradados mediante el recurso de asimilarlos a un orden superior y mas estético caracteriza la perspectiva del viajero a lo largo de todo el volumen. Este rasgo definitorio, proclamado enfáticamente como remate de la obra ("¿Tendré la enfermedad de encontrarlo todo alegre?" EBA:265) es lo que lo lleva a polemizar con otro viajero del Centenario, el catalán Santiago Rusiñol, cuyo libro sobre la Argentina, dictamina Gómez Carrillo, es " un ramillete formado por todas las flores de la injusticia" (EBA: 29). Rusiñol comete a sus ojos un pecado imperdonable: caracteriza a Buenos Aires como una ciudad triste, producto del contraste entre los que nada tienen y los que acaparan todas las 333

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riquezas. Frente a esto, pregunta enfáticamente nuestro viajero: "¿Dónde están los vencidos, los sin trabajo, los derrotados en la lucha por la vida? Yo no los veo" (EBA:268). Es cierto: desde la terraza de un café, desde el automóvil del intendente, desde el palco del Colón, no se ven esas contracaras del progreso. Pero, junto a otras voces que sí las reflejan con sus rasgos más amargos, como la de Rafael Barrett 10, quedan como mudos testimonios esos inmigrantes que en el viaje de regreso se arrojan al agua para no volver derrotados a Europa, en los relatos de Clemenceau y Rusiñol. Alguna crítica ha señalado que "la frivolidad de Gómez Carrillo se protegía en parte con su oficialismo, no sólo político [sino también] artístico (...) afirmado en la seguridad de lo prestigioso de la novedad promulgada, cotizada en el mercado de valores" (Bastos 1981:72). Dejando de lado el aspecto artístico que le valiera su prolongado éxito como escritor, a fuerza de repetir, con un estilo caracterizado por la ligereza y la voluntaria frivolidad, una serie de lugares comunes jerarquizados por el halo de lo estético y las citas de autoridad interesa destacar aquí el otro sentido de su "oficialismo". Llama la atención la postura de Gómez Carrillo entre otros viajeros contemporáneos. Si bien todos elogian el progreso de la Argentina del Centenario, no dejan de señalar, con mayor o menor acritud, los vicios de este país joven que cierra los ojos a todo lo que no sea la ilusión de un Progreso sin obstáculos. Gómez Carrillo, en cambio, se erige en vocero de las certezas de una clase que detenta un poder que supone eterno, a fuerza de reciclarse en su gatopardismo. "No tenemos mendigos", dice que dicen los argentinos. Y él ratifica, amplifica: "No hay, en efecto, ni mendigos, ni frailes, ni ciclistas en esta villa dichosa" (EBA: 47). El cronista comparte la fe del intendente Anchorena en los mil proyectos que estarán terminados en 1916, "cuando celebremos el Centenario" porque "en Buenos Aires el dinero no ha de faltar nunca". Entre ellos, las 32 diagonales que deberían romper "la monotonía del damero", leit motiv de los urbanistas de la época, o el subte que llegaría hasta Belgrano11 (EBA:162). Al referirse a la "aristocracia intelectual" que frecuenta (EBA:112) hace un retrato elogioso de los millonarios de apellido ilustre que en lugar de dedicarse "a una existencia de placeres o de labor personal" se encierran en una oficina para trabajar por el bienestar del país. Junto a ellos admira a los diputados que dedican todo su esfuerzo al porvenir de la Patria y que, llegado el caso, le darían "su fortuna o su vida"(EBA:113). Buen lector de los escritores argentinos contemporáneos, a quienes cita con frecuencia, Gómez Carrillo podría asociar esta imagen ideal con la del protagonista masculino de Stella, el joven estanciero que 10

Una década atrás, Barrett pintaba una imagen sórdida de esa Avenida de Mayo en la que Gómez Carrillo sólo descubre sonrisas: "Chiquillos extenuados...cargados de "Prensas"... obreros envejecidos y callosos...mendigos que espantan a las ratas y hozan en los montones de inmundicias... una población harapienta que vaga y roe al pie de los palacios"; Barrett (1976: 43). El texto de Barrett ofrece una pintura particularmente descarnada y amarga del Buenos Aires que conoció brevemente a principios del siglo XX, desde su perspectiva de anarquista sui generis. Sin embargo, es evidente el recorte que debe operar Gómez Carrillo para poder retratar con tintes tan optimistas a esos mismos personajes: canillitas, obreras y prostitutas que recorren a diferentes horas del día la Avenida de Mayo (EBA:23-34). 11 Para los múltiples proyectos urbanísticos del Centenario y su azaroso destino, ver Gutman (1999).

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decide dedicar su vida a la política, para convertirse en el imposible líder de un gran movimiento patriótico. La Historia mostraría muy pronto que el pueblo ya había encontrado su líder fuera de las filas conservadoras. "Verdad es que yo no conozco al pueblo", aclara como al pasar Gómez Carrillo (EBA:112). Es verdad: su deambular por Buenos Aires se realiza "cómodamente arrellanado" en el automóvil del intendente(EBA:157). Desde este mirador, el viajero se hará eco de las impresiones, los sueños, los proyectos y los temores de una clase que no prevé su cercano final: el que van a acarrear, casi simultáneamente, el estallido de la Gran Guerra y el ascenso de un nuevo movimiento político. En este sentido, el viaje de Gómez Carrillo ofrece una peculiaridad que lo distingue de sus contemporáneos: es en realidad el "viaje alrededor de su cuarto" de la clase patricia que no prevé los cambios inminentes. No hay, en esta crónica, la menor alusión a la “cuestión social” ni a las reformas que ya se han legislado sobre los procedimientos electorales. Gómez Carrillo y La Novela Semanal El halo de bohemia y romanticismo aventurero que rodea a Gómez Carrillo lo convierte en una figura más que atractiva para los lectores de las publicaciones masivas. El escritor modernista colabora asiduamente con las novelas breves que se publican en España desde los comienzos del siglo XX, a veces con relatos inéditos, otras con adaptaciones o versiones abreviadas de sus obras más extensas. 12 La Novela Semanal, una publicación literaria destinada a un público masivo, nacida en Buenos Aires en 1917, lo incluye tres veces entre sus prestigiosos colaboradores. En 1923 publica un artículo del escritor sobre una leyenda que lo acompañó hasta su muerte. Corría el rumor de que una de sus múltiples amantes había sido la espía Mata Hari, y que el escritor, en un acto de amor por Francia, la había delatado ante las autoridades. Gómez Carrillo dedica un libro (El misterio de la vida y la muerte de Mata Hari) a desmentir la leyenda. Siguiendo su costumbre de reciclar sus textos y adaptarlos a usos múltiples, de allí se desprende una breve nota ("¿Delató Gómez Carrillo a la Mata Hari?") publicada en julio de 1923 en LNS. Pocos años más tarde aparece una de sus últimas entrevistas ("Gómez Carrillo y su bohemia dorada", 7-6-1926), donde se habla del fabuloso éxito editorial de sus libros, traducidos a "todos los idiomas", incluyendo el checoslovaco y el rumano. Un año después el escritor muere en Paris. El encanto de Buenos Aires, como ya señalamos, se había publicado en España en septiembre de 1914. Hábil publicista, el escritor ofrece posteriormente una versión abreviada que aparece en las páginas de La Novela Corta (Madrid, 1916). Dos años después, en agosto de 1918, los lectores porteños de La Novela Semanal (que son ya más de 200.000, según proclaman sus editores) pueden acceder a la lectura de una 12

Así aparecen en La Novela Corta: “El beso maldito”; “El encanto de Buenos Aires”; “El Japón heroico y galante”; “Los primeros pasos en París”; “30 años de mi vida”. (Cf. Mogin-Martin 2000); y en La Novela Semanal (España) en 1922, “El evangelio del amor” (novela histórica publicada en 1907) (Cf. Fernández Gutiérrez 2000).

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"interesante obra inédita escrita especialmente para La Novela Semanal por Gómez Carrillo, titulada El alma de Buenos Aires” (n. 39 de la colección 13). La intención de los editores, evidenciada en la proclama inicial de la colección 14, es ofrecer al público obras originales de escritores argentinos e hispanoamericanos. Siguiendo esta consigna, disfrazan, bajo un nuevo título, una obra que ha tenido amplia difusión entre los lectores de ambas orillas del Atlántico. Para el cambio de título han parafraseado otros relatos de viajes del escritor: El alma encantadora de Paris, El alma japonesa. No sabemos si escritor autoriza esta superchería literaria, que ofrece como escrito inédito lo que es sólo una versión abreviada de El encanto de Buenos Aires. Lo que sí podemos suponer en base a las estrategias editoriales que se manejan en esta colección 15 es que sus directores conocen a su público y saben que en general estos lectores no acceden al consumo de libros. Por lo tanto, si bien conocen la fama del escritor, posiblemente desconozcan sus obras. En El alma de Buenos Aires se resumen, en 20 páginas de apretada tipografía rasgo que caracteriza a toda la publicación las casi 300 del texto original. Si bien LNS ofrece un amplio panorama de todos los géneros que interesan al público de masas (novela policial, ciencia ficción, relato de aventuras, novela sentimental) el texto de Gómez Carrillo es el único que representa al género de viajes en toda la colección. Nos interesa por ello relevar lo que los editores consideran digno de incluir en el pequeño volumen de esta colección que está por cumplir exitosamente su primer año de vida 16. Todo escritor de viajes, decíamos, escribe pensando en un publico. Un editor avezado y lo son los de LNS opera con la mirada puesta en un lector que es el que asegura su subsistencia. Los lectores de LNS pertenecen a las capas recientemente alfabetizadas que inician su acceso a la literatura a través de publicaciones de bajo precio, difundidas por fuentes de comercialización no tradicionales: kioscos callejeros, estaciones de subterráneo y ferrocarril. El fenómeno de esta literatura masiva despierta fuertes críticas en los sectores de la “alta cultura” que subrayan los peligros de la deformación estética y/o moral que esta “literatura barata” produce, de acuerdo con sus criterios 17. A pesar de estas voces vigilantes y censoras, las colecciones de novelas semanales no detienen su éxito editorial, y contribuyen a crear un nuevo público lector; un público que se

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En adelante, ABA. LNS, 19 de noviembre de 1917. 15 Paula Labeur trabaja este tema en su artículo "Los rastros del lector: estrategias de adaptación en La Novela Semanal" (mimeo). 16 La trayectoria de La Novela Semanal se prolonga durante varias décadas (hemos encontrado ejemplares todavía en 1953), si bien a partir de 1927 ya se desvirtúa su carácter literario para convertirse en una revista típicamente "femenina”. 17 Es representativa al respecto la encuesta de La Razón en 1923, que analizo en un trabajo que aparecerá próximamente en la Revista de Literaturas Populares (México). 14

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acerca así a los grandes maestros de la literatura universal o nacional y a los géneros ya consagrados. Pero los editores de estas colecciones operan, en algunas ocasiones, un proceso de selección y de adaptación de los “grandes textos” para ponerlos en circulación en el breve espacio de las páginas de una novela semanal. El relato de Gómez Carrillo constituye un caso ejemplar para el análisis de estas estrategias de adaptación. Por empezar, el público lector está muy lejos de los grupos intelectuales que confraternizan en la tertulia de La Nación, así como de las familia acomodadas que disfrutan de largos viajes en la primera clase de un trasatlántico de lujo. Ellos pertenecen, en su mayor parte, a las clases trabajadoras que circulan por Buenos Aires rumbo a la oficina, la fábrica, el taller de costura o de planchado, las grandes tiendas que ocupan a múltiples vendedoras, y en los días de fiesta pasean por Palermo, admirando, desde la vereda y desde su lugar de modestos peatones, a las familias que se exhiben en los lujosos y escasos automóviles de la época 18. La calle Florida espacio emblemático de las novelas semanales es también el paseo donde se confunden las damas elegantes con las empleadas de Harrods y Gath y Chaves 19. Para estas masas que están empezando a dotar de nuevas identidades a la gran ciudad, el tango, ya adoptado como la música urbana por excelencia, se constituye en uno de los vehículos que traducen los signos del imaginario en formación. El clima de feliz y segura prosperidad que proyectan las celebraciones del Centenario se extiende durante las dos décadas posteriores con un ascenso económico que asegura a las clases populares un “lugar en el mundo” más sólido y promisorio que el que tuvieran sus padres inmigrantes 20. Si bien en los relatos de LNS aparecen historias de vida donde los recién llegados ven frustradas trágicamente sus esperanzas de progreso ”El último náufrago”, de López Silva; “Porca América”, de JA. Saldías; “La rendición”, de Giménez Pastor el discurso que hegemoniza estas ficciones plantea una “realidad” donde los obstáculos para alcanzar el triunfo son personales e individuales, y no producto de fuerzas sociales: la debilidad de carácter, la ambición desmedida, el despilfarro, el juego, son los factores que pueden llevar al fracaso.

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Este contraste, que marca la oposición entre las clases sociales, es recreado dramáticamente en “La rendición”, de Arturo Giménez Pastor. 19 Uno de los relatos más célebres de LNS es precisamente “La vendedora de Harrods” de Josué Quesada, que después de numerosas ediciones fue llevada al teatro y al cine, en este caso con Berta Singerman en el papel estelar. 20 Gutiérrez y Romero (1995) desarrollan extensamente esta transformación y las nuevas modalidades de la vida de los sectores populares urbanos.

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La integración de las nuevas generaciones a esta sociedad multietnica y cosmopolita es ya un dato de la realidad, y son pocos los casos donde se instala todavía la discusión sobre los peligros de la “invasión” extranjera. 21 El alma de Buenos Aires da cuenta de este optimismo, a la vez que despliega los espacios emblemáticos de una ciudad repleta de promesas. Así los recorridos por las grandes avenidas de “vida intensa”, los paseos por la calle Florida poblada por bellas mujeres, la alegría que el viajero percibe en todos los rostros  porque en todos, dice, brilla la esperanza, la promesa de triunfos económicos que augura la zona de la Bolsa. El relato transcribe el comentario de dos transeúntes: “El más pequeño es el propietario del banco... Yo le conocí descalzo en el muelle” (ABA, s/p). Si bien incorporan este pasaje, que permite a cualquier inmigrante ilusionarse con un próspero destino de banquero, los editores de LNS son conscientes de la más modesta realidad de sus lectores. Por ello, en su selección omiten el cuadro de la tertulia en las grandes casas de las familias patricias, que a Gómez Carrillo le recuerdan las críticas descripciones de Stella(EBA:95). Y tampoco incluyen el extenso pasaje de la visita a Gath y Chaves, “el Palacio de las Tentaciones”, donde “lo más raro y lo más caro, lo más frágil, los más exquisito, lo más vaporoso (...) todo lo que contribuye al adorno del ícono femenino está al alcance de la mano” (EBA:68). Y es que los editores saben que son las manos de las lectoras de LNS, precisamente, las que cortan, cosen y bordan esos “encajes, gasas, velos y cintas” con las que se adornarán otras mujeres más afortunadas. Junto con la alusión a los grupos que detentan el poder político, económico, cultural el texto que ofrece LNS elimina los aspectos conflictivos que son objeto de discusión entre esos mismos grupos. Así, al narrar la función del Colón se mantiene el homenaje de admiración del viajero a las lindas jóvenes que adornan los palcos, pero se recorta la amarga reflexión del amigo de buena familia sobre la invasión extranjera que contamina los espacios de la élite. Asimismo, en el capítulo sobre el tango, se hace omisión de los aspectos sórdidos del cabaret arrabalero, para destacar el arte de una danza que ya ha juntado “París con Puente Alsina”: la asimilación entre Buenos Aires y las grandes capitales europeas es uno de los mitos urbanos más caros al imaginario porteño, y encuentra en Gómez Carrillo una constante ratificación 22. En síntesis, la versión de LNS condensa los aspectos más optimistas y complacientes de un relato de por sí optimista y complaciente. El alma de Buenos Aires, según esta mirada, está impregnada de un “aspecto de dicha, de bienestar y de alegría que en ninguna otra parte del mundo se ve” (ABA). 21

Un caso extremo lo constituye el relato de tintes nacionalistas de César Carrizo “Los hombres tienen sed”, donde se confrontan los turbios inmigrantes siriolibaneses con las nobles familias criollas de La Rioja. 22 Algunos ejemplos: “Recorriendo las terrazas floridas [de Palermo] he pensado más de una vez en el Salón del Prado, de Madrid...” ; “ [Florida] se parece, hasta cierto punto, a las alegres calles de las capitales italianas (...) rivaliza en magnificencia con las más ricas vías parisienses...” ; “Ni en la rue de la Paix, ni en Bond Street, ni el Groben he visto tanta exquisitez unida a tanto lujo” (ABA, s/p).

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Colofón de posguerra El viajero optimista regresa a una Europa que se ve envuelta en una contienda mucho más sangrienta de lo que jamás soñara la élite que disfrutara de sus páginas. El mismo, convertido en cronista de guerra, recorrerá los frentes de batalla, y dará cuenta de la falsedad de los mitos heroicos y patrioteros que antes declamaran esas mismas élites, al entrar en contacto con el barro de las trincheras y los cuerpos mutilados de los poilus. En 1921, al “corregir las pruebas de la edición definitiva de El encanto de Buenos Aires”, el autor se pregunta: “¿Escribiría yo hoy estas páginas?” ( Gómez Carrillo1921). Los posteriores viajes a Buenos Aires le han ofrecido otras perspectivas. Algo ha cambiado, adentro y afuera. Ya no es posible ufanarse de buscar sólo en los viajes “algo más frívolo, más sutil, más positivo: la sensación” 23. El mundo se ha transformado después de la guerra, y exige ser leído de otra manera, más profunda, más reflexiva, más humana. El viajero, que ha visto hacerse añicos la Belle Epoque que lo tuvo como cronista predilecto, ha modificado su visión sobre “la gran ciudad hispanoamericana”. Pero añora ese estado de ligereza que le permitía “encontrarlo todo alegre”: Lo que sí puedo asegurar, no sin profunda melancolía, es que ya no he logrado volverla a contemplar con los mismos ojos ingenuos y algo pueriles de hace un septenario...” (EGC 1921). A pesar de todo, la edición definitiva de El encanto de Buenos Aires (tomo XIX de sus Obras Completas), no corrige la visión original: se conserva fiel a la imagen primera de un mundo desaparecido si es que alguna vez existió, fuera de la mirada “encantada” del cronista de la vida leve. México, 26 de julio de 2002. Bibliografía Barrett, Rafael, "Buenos Aires"(1904) en Mirando vivir, Barcelona, Tusquets, 1976. Bastos, María Luisa, "La crónica modernista de Enrique Gómez Carrillo o la función de la trivialidad", Sur, n.350-351, enero-diciembre 1982, pp. 65-88. Clemenceau, Georges, Notes de voyage dans l´Amerique du Sud. Argentine, Uruguay, Bresil, Paris, Hachette et Cie, 1911; ed. en castellano, Notas de viaje por América del Sur, Buenos Aires, Hyspamerica, 1986 Fernandez Gutiérrez, José María, La Novela Semanal, Madrid, CSIC, 2000. Gómez Carrillo, Enrique, "El alma de Buenos Aires", La Novela Semanal, n. 39, 12-81918. Gómez Carrillo, Enrique, El encanto de Buenos Aires, Madrid, Perlado, Páez y Comp., 1914. 23

Gómez Carrillo, “La psicología del viajero”, s/f, p. 5.

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Gómez Carrillo, Enrique, El encanto de Buenos Aires, en Obras Completas, tomo XIX, Madrid, Ed. Mundo Latino, 1921. Gómez Carrillo, Enrique, Campos de batalla y campos de ruina, prólogo de B. Pérez Galdós, Madrid, 1915, Hernando. Gómez Carrillo, Enrique, El alma encantadora de París, Barcelona, 1902, Maucci. Gómez Carrillo, Enrique, El alma japonesa, Paris, 1914. Gómez Carrillo, Enrique, El Japon heroico y galante, Madrid, 1912, Renacimiento. Gómez Carrillo, Enrique, El misterio de la vida y la muerte de Mata Hari, Madrid, s/f (pero después de 1922), Renacimiento. Gómez Carrillo, Enrique, En las trincheras, Madrid, 1916. Gutiérrez, Leandro y Luis A. Romero, Sectores populares, cultura y política. Buenos Aires en la entreguerra, Sudamericana, 1995. Gutman, Margarita, "Construir la gran capital" en M. Gutman (ed.) Buenos Aires 1910: memoria del porvenir, Gobierno de la Ciudad/FADU/IIED-AL, 1999. Hajjaj, Karima, "Crónica y viaje en el Modernismo: E.Gómez Carrillo y El encanto de Buenos Aires", Anales de Literatura Hispanoamericana, n. 23, 1983. Huret, Jules, La Argentina. De Buenos Aires al Gran Chaco, trad. E. Gómez Carrillo, París, Fasquelle, 1911. Huret, Jules, La Argentina. Del Plata a la cordillera de los Andes, trad. E. Gómez Carrillo, Paris, Fasquelle-Michaud [1911]. Mogin-Martin, Roselyne, La Novela Corta, Madrid, CSIC, 2000. Nalé Roxlo, Conrado, Borrador de memorias, Buenos Aires, Plus Ultra, 1978. Pierini, Margarita, Viajar para (des)conocer: un viajero europeo en el México de 1838, México, Universidad Autónoma Metropolitana, 1990. Rusiñol, Santiago, Un viaje al Plata, Madrid, Prieto y Cia., 1911.Trad. de G.Martinez Sierra de la edición original Del Born al Plata. Impressions de viatge, Antoni Lopez editor, Barcelona, s/f. Webster, Paul, Consuelo de Saint-Exupéry, la rosa del Principito, Madrid, EspasaCalpe, 2001.

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Emeric Essex Vidal: Representación Plástica y Literatura María Inés Rodríguez Manuel Ruffo

Museo Roca - Museo Histórico Nacional Museo Roca - Museo Histórico Nacional

Abstract El río de la Plata atravesaba por la primera década revolucionaria (1810-1820), Buenos Aires comenzaba a configurarse como ciudad que bregaba por imponer su hegemonía mercantil en el conjunto de los ex espacios coloniales en el extremo meridional en América, la comunidad británica afianzaba su rol dominante en los circuitos económicos y Gran Bretaña luchaba por su predominio de una región convulsionada por la guerra de la independencia y civil y por el avance portugués sobre la Banda Oriental. Vidal, que formó parte de una expedición marítima inglesa al Río del la Plata, con objeto de salvaguardar los intereses británicos en la zona, aficionado al dibujo y a la pintura, durante su estancia en Buenos Aires, se internó por sus calles y registró diversos aspectos de la cotidianeidad social, sobre todo aquellos que resultaban extraños y curiosos a su mirada de inglés. Sus testimonios plásticos son la primera manifestación artística, de los paisajes urbanos, en la época de la independencia junto a la literatura de viajeros son fuente ineludible para el conocimiento de la vida cotidiana del Buenos Aires criollo, ya que el relato literario, opera como complemento descriptivo, de una imagen plástica, tanto mayor el la relevancia del testimonio, lo que amplia una red textual conformada por escritos e imágenes de acuerdo a modelos de percepción y representación de naturaleza y fenómenos culturales. Las acuarelas de Vidal nos revelan las condiciones urbano externas de Buenos Aires y sus miradas que hacia lo cotidiano dirige un viajero y permite responder a la pregunta de cómo nos veían desde el exterior, a través del examen de estas acuarelas pretendemos introducirnos en el mundo de los aguateros, pescadores, mataderos, carretas, de las vistas urbanas, en suma de la ciudad y su gente, tal como las vieron Vidal y los viajeros contemporáneos hacia 1818.

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Texto

Emeric Essex Vidal (1791-1861) Vista del Cabildo desde la Recova, 1817

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Las acuarelas que este marino inglés pintó durante sus dos años de destino en Buenos Aires – litografiadas por la prestigiosa fima Ackerman de Londres- fueron probablemente las imágenes de la ciudad que tuvieron más amplia difusión en Europa a comienzos del Siglo XIX. A su valor documental, las imágenes de Vidal añaden una sutil captación de la atmósfera ciudadana y de sus habitantes. Fuente: Pintura Argentina. Precursores I. Banco Velox, 2001 Como es bien sabido, América fue el Nuevo Mundo para los europeos de los siglos XV y XVI. Durante la conquista y colonización se desarrollaron las crónicas de Indias que permitieron conocer la naturaleza y sociedades del nuevo continente. Este interés por los espacios americanos se mantuvo durante la época colonial. Así, por ejemplo, España durante la dinastía de los borbones a fines del siglo XVIII organizaría la expedición de Malaspina con el objeto de relevar las características geográficas, botánicas, zoológicas, mineralógicas de sus espacios coloniales. Tras las revoluciones de 1810 y con la emancipación el interés por conocer los nuevos estados tuvo un nuevo impulso. No se trataba simplemente de conocer costumbres, poblaciones y espacios distintos a los europeos, sino muchas veces proporcionar conocimientos a las potencias rectoras, sobre todo Inglaterra, acerca de las riquezas, posibilidades de explotación e inversión de capitales, en las nuevas repúblicas. En este sentido la literatura de viajeros eran auténticas indagaciones en cuanto a las sociedades donde debían realizarse las inversiones de capital, en una primera etapa de uno de los rasgos dominantes de la economía moderna: la exportación de capitales. Uno de los primeros viajeros en visitar Buenos Aires y Montevideo fue Emeric Essex Vidal, marino y acuarelista, que nos dejó relatos e imágenes de la sociedad rioplatense a fines de la primera década revolucionaria (1810-1820). Buenos Aires comenzaba a configurarse como ciudad que bregaba por imponer su hegemonía mercantil en el conjunto de los ex – espacios coloniales en el extremo meridional de América, la comunidad mercantil británica afianzaba su rol dominante en los circuitos económicos y Gran Bretaña luchaba por su predominio en una región convulsionada por la guerra de la independencia y civil y por el avance portugués sobre la Banda Oriental. “Del 7 de mayo de 1816 al 28 de septiembre de 1818 (31 meses) (Emeric Essex Vidal) se encontró ejerciendo su cargo de contador en el buque de S.M.B. “Hyacinth”, de estación en el Brasil, ocupando durante parte de ese tiempo el puesto de secretario del almirante de la escuadra. Para nosotros es éste el período más interesante de su vida y el que desearíamos conocer más al detalle, pues durante esa prolongada residencia pintó en el Brasil, Uruguay, y especialmente en la Argentina, el mayor número de las acuarelas que han dado notoriedad a su nombre” 1. La obra de Vidal fue publicada en Londres en 1820 por R. Ackermann, en el prefacio decía “...el autor de este trabajo se contentó con bosquejos, originalmente sin vistas a publicarlos, algunos rasgos característicos que presentaban las ciudades de Buenos Aires y Montevideo, y aquellas singularidades en las costumbres, maneras e indumentarias de la gentes en la forma más sorprendente que se les presentaran durante una residencia de tres 1

González Garaño; Alejo B; “Iconografía Argentina. Anterior a 1820”, Emece Editores, Bs As, 1943, pags 44-45

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años en el país. Estos diseños, cree él, resultarán tanto más aceptables a los interesados, cuanto que, a su conocimiento, ninguna ilustración gráfica de esos lugares había sido, hasta ahora, presentada al público. La parte descriptiva, desprovista de políticos prejuicios, es el simple resultado de la observación personal, con el agregado de algunas informaciones derivadas de escritores de reconocida autoridad.” 2 Destacamos, de los conceptos de este prefacio, los siguientes: a) la mayor parte de la información se basa en observaciones personales, b) se describe aquello que resultó sorprendente, c) esta desprovista de prejuicios políticos, d) está destinado a un público interesado por conocer la realidad americana, e) las ilustraciones son imágenes pioneras, por cuanto prácticamente no existían representaciones plásticas del Río de la Plata. En el prefacio Vidal traza una historia de la sociedad rioplatense desde la conquista hasta principios del siglo XIX. El momento, en el cual él se encontró en el Río de la Plata, lo evalúa con los siguientes términos: “Entre las personas desterradas de Buenos Aires con Alvear, en Abril de 1815, había varias que, al lado de él habían estimulado al gobierno portugués en su plan favorito de extender sus dominios americanos al Río de la Plata. Como consecuencia de sus exposiciones, un ejército de diez mil hombres se organizó en el Brasil, y a las órdenes del general Lecor invadió la Banda Oriental por dos lados diferentes. A pesar de la oposición de Artigas, que demostró ser el amigo leal de la independencia, por haber rehusado el cargo de brigadier que le ofreciera el gobierno español para inducirlo a abrazar la causa real, Lecor llegó a Maldonado, en diciembre de 1816, y el 20 del siguiente enero entraba en Montevideo, que aun está en manos de los portugueses, a pesar de que están gravemente hostilizados por las guerrillas de Artigas, que ocupan todo el país vecino, y ha sido cortado el suministro de víveres del interior. Con la excepción de Montevideo, Artigas está en posesión de toda la Banda Oriental, que él gobierna independientemente, y un buen entendimiento, subsiste entre él y el congreso, cuya autoridad, después de larga lucha sostenida con varias vicisitudes contra los realistas en las fronteras del Perú y Chile, es ahora reconocida por todas las Provincias del Río de la Plata” 3. La presencia del buque “Hyacinth” en el Río de la Plata obedecía a la necesidad británica de asegurarse el control del Plata poniendo un límite a la expansión portuguesa en la Banda Oriental. En cuanto a sus inclinaciones artísticas “Ignoramos si su habilidad de acuarelista se manifestó como consecuencia de estudios que en su niñez siguiera o si solo fue un autodidacta. Por tradición de familia se sabe que tenía verdaderos gustos y aptitudes innatas para el arte. Su obra nos revela que no fue insensible a la belleza de la línea, ni al encanto del color, así como también que su perfeccionamiento en el arte y la abundante labor realizada en los distintos países que visitó resulta consecuencia de su gran capacidad de trabajo. Se sabe que cuando llegaba a interesarle un asunto trabajaba en él sin cesar hasta darle término” 4. Junto a la obra plástica se encuentran sus minuciosas descripciones “A su mérito artístico reúnen estas vistas alto valor documental, y bajo este aspecto son las representaciones de Río de Janeiro las más interesantes que en la actualidad puedan encontrarse. (...) Espíritu curioso, observador e ilustrado, es indudable que se interesó vivamente por nuestro país y nos conoció 2

Vidal, Emeric Essex; “Ilustraciones pintorescas de Buenos Aires y Montevideo. Consistentes en venticuatro vistas acompañadas de descripciones del paisaje”, pag 3. 3 Vidal, Emeric Essex; Ob.Cit, pag 8 4 González Garaño, Alejo B; Ob. Cit., pag 41

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bien; lo prueba la veracidad de su relato, los apuntes que tomó sobre las modalidades de nuestra vida y las numerosas acuarelas que pintó para representar lo que a su juicio se le ofrecía como característico. Sabía que ninguna ilustración existía sobre estos lugares y sus costumbres y por eso pensó que sus cuadros serían vistos con interés por quienes quisieran ilustrarse acerca de estas remotas tierras” 5 José León Pagano evaluó con los siguientes términos la relevancia de Vidal como artista “La personalidad y la obra de Emeric Essex Vidal se unen a la historia gráfica de nuestro país con un signo precursor. El hombre modesto, el burócrata flotante, no sospechó que sus gustos – sus distracciones artísticas – lo salvarían del olvido. Pocas veces fue más fecundo un vagar ocioso,- ocioso en cuanto las actividades rentadas hacían posible ese vagar prolongado, que el modesto viajante consagraba al dibujo y a la pintura. (...) Mientras los hombres del protocolo añoraban la vida europea y se revolvían contra la somnolencia del vivir porteño, el amanuense británico abandonaba el navío anclado en el estuario laminado por el sol, y recorría las calles de la naciente Buenos Aires, contemplando el caserío, concentraba la atención en el detalle arquitectónico, observaba los tipos y las costumbres de un pueblo novísimo. Hacía más. Llegábase a las afueras del radio urbano, y sorprendía allí otros temas, no menos característicos y pintorescos” 6. Las acuarelas de Vidal nos revelan las condiciones urbanas de Buenos Aires. Son miradas que hacia lo cotidiano dirige un viajero y permiten responder a la pregunta de cómo nos veían desde el exterior. A través del examen de estas acuarelas pretendemos introducirnos en el mundo de los aguateros, pescadores, mataderos, carretas, de las vistas urbanas, en suma de la ciudad y su gente, tal como las vio Vidal. Por su parte Cutolo señala “Fue el primer pintor que entró a la ciudad, porque antes de él, otros se ocuparon de ilustrarla a lo lejos; circuló Vidal por sus calles y anotó todo lo que vio. José León Pagano lamenta que no tuvo acceso a los interiores, a las casas de familia, a las costumbres de los porteños de entonces. De haberlo hecho le hubiera brindado una materia preciosa, y si no se detuvo a transcribirla, fue porque no alcanzó a observarla directa y detenidamente” 7. Resulta sintomático el título del trabajo “Ilustraciones Pintorescas...”. Es como si al viajero, describiese con su mirada, un conjunto de tipos y actividades sociales, que resultaban sumamente llamativas a su condición de extranjero; así, por ejemplo, los aguateros y la forma de distribuirse el agua en la ciudad. Los trabajadores del Buenos Aires criollo (aguateros, pescadores, lecheritos, matarifes) fueron registrados plástica y literariamente por Vidal. De los Carros Aguateros nos dice: “La primera cosa, por lo tanto, que generalmente llama la atención de un extranjero al desembarcar, es el carro del aguador. Estos carros trabajan todo el día, excepto durante el calor del verano, cuando trabajan por la mañana y por la tarde, y toda la ciudad se abastece de agua por intermedio de ellos; porque los pozos, a pesar de ser numerosos, no producen más que agua mala, sucia, impropia para la cocina; el número de estos carros es, en consecuencia, considerable.

5

Gonzáles Garaño; Alejo B; Ob. Cit., pags 46-51 Pagano, José León; “El Arte de los Argentinos”, Edición del autor, Bs As, 1937, Tomo I, pags 114-115. 7 Cutolo, Vicente Osvaldo; “Nuevo Diccionario Biográfico Argentino”, Elche, Bs As, 1985, Tomo VII, pags 596-597. 6

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El casco es, comúnmente, una pipa o un tonel, sostenido sobre ruedas de ocho pies de altura, para permitir que los carros entren hondo en el agua, que debe recogerse tan limpia como sea posible. (...) La construcción de estos carros es curiosa, no usándose ningún hierro en ella. Están construidos de dura madera paraguaya; tres largas vigas y dos cruzadas componen el armazón, que está sujeto mediante tarugos de madera. La viga del centro, como en todos los otros carros, es bastante larga como para servir de pértiga, y a su extremo atada con tientos, está una gruesa viga cruzada con una hendidura de cada lado, donde se atan los cuernos de los bueyes. En este país, esos animales tiran solamente de los cuernos, y sería de lo más humano que este fuera su único sufrimiento!. La desventura de los bueyes de los carros aguadores, está más allá de toda descripción. Cargados o no, el conductor se sienta en la pértiga, por la cual tiran, y con la garrocha (picana) en una mano y un gran mazo (macana) de madera, en la otra, nunca cesa en invierno, cuando los caminos son malos, y el lodo es hondo, de pinchar sus costados y golpear sus cuernos. (...) Los carros aguadores están provistos de una campana para anunciar su llegada; y en este caso el conductor ha colocado su santo (un muñeco) en lo alto de uno de los palos” 8 . De los pescadores señala “Todas las tardes, en el invierno, y también al amanecer, durante el verano, los pescadores se dirigen al río con un carro tirado por bueyes y dos caballos, con una red enrollada en el lomo de uno de ellos. Cada partida de pesca consta generalmente de cuatro hombres; dos de ellos montan a caballo y salen juntos, internando a sus cabalgaduras en el río hasta donde pueden caminar, que generalmente es una distancia de un cuarto de milla, y a veces más, a nado de los caballos, mientras los hombres se paran sobre sus lomos. Cuando llegan a la parte más profunda, los caballos son conducidos en direcciones opuestas, separándose y extendiendo la red en toda su longitud, que generalmente es de unas sesenta a ochenta yardas, y poniendo cara a tierra arrastran tras sí la red, hasta llegar a la playa. Generalmente sacan gran cantidad de peces, pero solamente una clase de estos puede considerarse buena, y solo relativamente en comparación a las otras, pues todas ellas son inferiores a las de los que se pescan río abajo, en Montevideo, donde el agua es clara, profunda y salobre, no como aquí que es escasa y barrosa” 9. Por su parte los lecheritos merecían la siguiente descripción “La ciudad de Buenos Aires se provee cotidianamente de leche de las estancias circundantes, o granjas que se hallan de una a tres millas de distancia. La leche es traída a caballo, en tarros de barro o latón, y cada cabalgadura lleva cuatro y a veces seis en unas alforjas de cuero atadas a la montura con una correa. Casi puede decirse que los lecheros nacen a caballo, tal es la temprana edad desde la cual se les enseña esta ocupación. La mayor parte de ellos son niños de menos de diez años, tan chicos, que para montar en sus caballos tienen que utilizar un largo estribo que no se usa para otro fin. Se sientan entre los tarros de leche, y en tan incómoda postura galopan lo más furiosamente. Cuando se encuentran fuera de la ciudad, disputan carreras entre ellos y después de haber vendido la leche se le ve muy a menudo jugando en grupos, generalmente a las monedas de a real o cuatro de peso, como hacen entre nosotros los niños con los ochavos ingleses. (...) Estos muchachos son, por regla general, hijos de humildes quinteros, van mal 8 9

Vidal, Emeric Essex, Ob. Cit., pag 12 Vidal Emeric Essex; Ob. Cit., pag 16

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vestidos y completamente sucios; pero son muy vivos y traviesos como monos, enseñándoles a sus caballos tantas habilidades que los hacen comparables a los monos.” 10 Las actividades de los mataderos merecían estas palabras “Existen en Buenos Aires cuatro mataderos, o carnicerías públicas, una en cada extremo y dos en el centro de la ciudad. (...) Para un extranjero, nada es tan repugnante como la forma en que se provee de carne a estos mataderos. Aquí se matan los animales en un terreno al aire libre, ya este seco o mojado; en verano cubierto de polvo, en invierno de barro. Cada matadero tiene varios “corrales” que pertenecen a los diferentes carniceros. A ellos son conducidos desde la campiña los animales, después de lo cual se les permite salir uno a uno, enlazándolos cuando aparecen, atándolos y arrojándolos a tierra donde se les degüella. De esta manera los carniceros matan todas las reses que precisan, dejándolas en tierra hasta que todos están muertos y empezando después a desollarlos. Una vez terminada esta operación, cortan la carne sobre los mismos cueros, que es lo único que la protege de la tierra o el barro, no en cuartos, como es costumbre entre nosotros, sino con un hacha, en secciones longitudinales que cruzan las costillas a ambos lados del espinazo, dividiendo así a la res en tres pedazos largos que son colgados en los carros y transportados, expuestos a la suciedad y el polvo, a las carnicerías que se hallan dentro de la plaza” 11. Adolfo Prieto examinó con los siguientes términos la actitud de los viajeros hacia los mataderos: “Y en las afueras de la ciudad: el matadero. Dos páginas del texto había necesitado Head para dar cuenta de la entera ciudad de Buenos Aires; dos páginas necesitará para introducir - e–introducirse – en la descripción exclusiva del matadero. Por cierto, cinco años antes de la llegada de Head a Buenos Aires Emeric Essex Vidal había publicado en Londres Picturesque Ilustration of Buenos Aires and Montevideo . Uno de los veinticuatro grabados que componían la edición reproducía una visita del matadero del Sur, y en la nota que acompaña a esta ilustración Vidal indica la existencia de otros tres establecimientos destinados a proveer de carne a la ciudad de Buenos Aires para señalar luego la chocante, la desagradable impresión que producen los lugares y las prácticas de faenamiento ensayadas en estos. Con alguna minucia, Vidal describe esos lugares y esas prácticas y si se presume, como nos cuesta presumir, que Head tuvo acceso a esa descripción antes de proponer la suya propia, debe admitirse que más allá de la información y los juicios de valor que ambas comparten, la descripción de Head aparece beneficiada por el ritmo del relato en el que se la incluye, y el protagonismo asumido por el narrador” 12 . Vidal desempeñó una función pionera en cuanto a los paisajes urbanos. Una de sus ilustraciones lleva por título “La Plaza o Gran Square de Buenos Aires”, describiéndola así : “Esta vista de la “Plaza”, o gran “Square” de Buenos Aires, está tomada desde debajo del arco central de la Recova, descripta en el artículo precedente, que forma el lado Este de la misma. Al norte pueden verse algunas casas particulares y parte de la catedral. El Cabildo o Ayuntamiento ocupa el lado Oeste y tiene también una plaza. Al Sud existe una fila de casas de comercio bajas y míseras con un ancho pavimento frente a ellas, sobre el cual los 10

Vidal, Emeric Essex; Ob. Cit., pag 14 Vidal, Emeric Essex; Ob. Cit., pag 15 12 Prieto, Adolfo; “Los Viajeros ingleses y la emergencia de la literatura argentina”, Editorial Sudamericana, Bs As, 1996, pag 40 11

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revendedores colocan sus puestos, llenos de toda clase de objetos europeos de quincalla. Se había pensado continuar la Recova por este lado, para formar un paseo cubierto por tres lados de la Plaza, pero el proyecto no se ha realizado por falta de medios. El Cabildo se usa principalmente como cárcel, pero en el piso alto existen algunos salones donde a veces se reúnen las autoridades municipales, que arengan desde el balcón a los ciudadanos en los días de grandes solemnidades, exhibiendo estandartes y otros trofeos arrebatados a sus enemigos. A un extremo de este edificio, existe un cuarto de guardia, y después de la puesta del sol a toda persona que pasa le es dado el alto por el centinela. En el centro de la Plaza hay un pequeño obelisco, erigido para conmemorar la declaración de la independencia de Buenos Aires y provincias unidas, al cual se le conoce como el Altar de la Libertad” 13 Al principio decíamos que la literatura de viajeros es una fuente ineludible para conocer el modo de vida del Buenos Aires criollo. Todo modo de vida expresa un modo de producción o para decirlo en otros términos los hombres viven tal como producen su vida. En este sentido las acuarelas de Vidal, cuando nos remiten a los trabajadores urbanos, están revelando a través de una forma de vida, aspectos de la producción y distribución social de la época. “Entre los personajes Más llamativos de Buenos Aires se encontraban los lecheros. Eran estos rapaces harapientos que venían de las estancias de los alrededores a vender la leche a la ciudad. Llegaban montados en sus tristes matungos, cargado cada uno con cuatro o cinco vasijas de barro llenas de leche. Trepado precariamente sobre estas vasijas, el lechero galopaba furiosamente hacia la ciudad por las mañanas, ansioso de ser el primero en llegar para vender su leche. En su mayoría no eran más que unos niños, aunque convertidos ya en inveterados jugadores; después de terminada la venta de su leche, se reunían en grupos y se jugaban las ganancias del día. Sin ningún escrúpulo aguaban la leche para ganarse unos cuantos centavos más. Un viajero nos dice que conseguir leche sin adulterar en Buenos Aires era casi tan difícil como en Londres; ya que cuando estos pilluelos se habían deshecho de la mitad de su provisión, no era raro verlos en el río rellenando sus tarros” 14. Enrique Germán Herz, se basa en Vidal y en Wilde, para describirnos al aguatero. “Otra de las primitivas y sencillas industrias a las que dio lugar nuestro Río, fue la del aguatero. Vidal nos expresa, en la nota explicativa de su conocida lámina, que la primera cosa que llamaba la atención de un extranjero al desembarcar, era el carro del aguador. (...) Estos pesados armatostes experimentaron escasas modificaciones hasta su desaparición, bien entrado el siglo actual: se achicaron sus enormes ruedas; la bruñida canilla de bronce reemplazó a la manga de cuero; las abolidas latas de querosén, a las pulcras canecas. Subsistió el cencerro, pero fue desapareciendo el santo. Se cuenta que el gremio de los aguateros fue un buen aliado de Eros, pues se cita el caso de enamorados a quienes sus futuros suegros no miraban con simpatía, que se valieron del traje y la tarea de los siempre, esperados

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Vidal, Emeric Essex; Ob. Cit., pag 13 Trifilo, S. Samuel; “La Argentina Vista por Viajeros Ingleses: 1810-1860”, Ediciones Guré, Bs As, 1959, pag 70. 14

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proveedores del preciado líquido, para comunicarse así con la interesada, sin despertar sospechas” 15. La ciudad tenía una relación directa e inmediata con el río. A este se acudía para extraer agua (aguateros), pescar (pescadores), lavar la ropa (lavanderas), bañarse en las calurosas noches de los veranos porteños. En cuanto a los mataderos las descripciones de Vidal y de otros viajeros nos permiten trazar el siguiente panorama. ““Hoy fui con varios oficiales a ver la escena más repugnante de todas: la matanza de bueyes en el mercado”. Así comenzaba el viajero Campbell Scarlett sus anotaciones correspondientes al 2 de noviembre de 1834. Cabalgando hacia el lugar, vio tropas de vacunos que eran recogidas en un corral por gauchos cuyo aspecto era tan salvaje como el de sus hermanos del campo, aunque los últimos eran, en general, más pacíficos que los de los alrededores de la ciudad. Lo que ocurre dentro del mercado puede ser leído en el relato de Head, Millau, Skogman, Hutchinson, Hinchliff, y tantos otros extranjeros que se maravillaron de contemplar el espectáculo que, durante más de tres siglos, proporcionaron los corrales de abasto de la ciudad. No era para menos: un matadero en aquella época era sencillamente el transplante de la campaña, con toda su abigarrada rusticidad y encanto, al muchas veces frío y apacible ámbito urbano” 16. En cuanto a la evaluación estética de la obra de Vidal, aparte de los juicios de Alejo González Garaño y León Pagano, más arriba indicados, cabe agregar los más recientes de Jorge López Anaya y Alicia Dujovne Ortiz. El primero señala que “Por los documentos gráficos – el más antiguo es el del marino y pintor aficionado Emeric Essex Vidal – conocemos su estructura primitiva, de carácter neoclásico o, más precisamente, neoegipcio napoleónico” 17. Mientras que la segunda aporta el siguiente análisis “Espacios de una Argentina que entre lo ilimitado y lo pequeño busca su dimensión humana. De manera consciente, Emeric Essex Vidal o Carlos E Pellegrini han querido dar testimonio del Cabildo y las iglesias porteñas con todos sus campanarios, sus arcadas, su sencillez altiva. Pero lo que en el fondo han hecho es dibujar el plano y la maqueta de una angustia nacional. Bajo los elevados monumentos, el hombre es tan ínfimo como ante el infinito pampeano, ese “vértigo horizontal” de nuestra tierra extendida del que hablaba Drieu La Rochelle. ¿Cómo nos ven, entonces, o como nos veían?. Perdidos en la infinitud. Revoleando armas y boleadoras para atrapar algo inapresable y enemigo que se escapaba del interior del hombre. Pampa de hijos de indios que perseguían a sus ancestros para arrancárselos de la memoria y la piel. Pampa donde hasta el indio, mezclado con el español en su adopción del caballo que lo volvía doble, era mestizo. Los precursores han contestado sin saberlo, pero con gran exactitud, a la pregunta subyacente: ¿Cómo me ve mi padre, el blanco?. El espejo de aquella Argentina pasada intento reflejar al lejano progenitor, ése al que le debimos la libertad de elegirnos a nosotros mismos, la herida de nuestro ser escindido, cierta sed de venganza y un sentimiento de orfandad que aún nos acompaña” 18. 15

Herz, Enrique Germán; “Historia del Agua en Buenos Aires”, MCBA, 1979, pag 22 Pérez, Osvaldo; “Mataderos de Buenos Aires”, en “Todo es Historia” Nº 339, Octubre de 1995, pag 81. 17 López Anaya, Jorge; “Historia del Arte Argentino”, Emece Editores, Bs As, 1997, pag 17. 18 Dujovne Ortiz, Alicia; “La Mirada de Afuera” en “Pintura Argentina. Precursores I”, Clarín, Bs As, 2001, pag. 9 16

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Más tradicional y anterior es el análisis de S. Samuel Trifillo “Un singular libro de viaje que combina los valores artísticos con los literarios es la obra, bellamente ilustrada, de Emeric Essex Vidal, Picturesque Illustrations of Buenos Aires and Montevideo (1820). Es único por sus veinticuatro vivas reproducciones en acuarela, que fueron hechas por el mismo autor con una habilidad profesional. Cada ilustración va acompañada de un claro y absorbente comentario del artista, lo cual comenta sobre manera el interés del libro. Según el prólogo del mismo autor, este fue el primer intento que se hizo por llamar la atención del público con ilustraciones de esa parte de Sudamérica” 19. Con Vidal nos encontramos frente a una obra pionera, tanto desde el punto de vista literario como plástico, en relación al Buenos Aires de la primera mitad del siglo XIX. Bibliografía General Chiaramonte, José Carlos. Ciudades, provincias, estados: orígenes de la nación Argentina. 1800-1846. Ariel Historia, Bs. As., 1997 Head, F.B., Las Pampas y los andes. Biblioteca Argentina de Historia y Política. Hyspamérica, 1986. Nueva Historia Argentina. Arte, Sociedad y Política. Dirección del tomo: José Emilio Burucúa. Ed. Sudamericana, 1999 López Anaya, Jorge. Historia del Arte argentino. EMECE, 1997. Pagano, José León. El arte de los argentinos. Ed. del autor, 1937, 3 tomos Pintura Argentina. Panorama del Período 1810-2000. Volumen dedficado a los Precursores I. Banco Velox, 2001 Prieto, Adolfo. Los viajeros ingleses y la emergencia de la literatura argentina. 18201850. Sudamericana, 1996 Santos Gómez, Susana. Bibliografía viajeros a la argentina, tomo I y II, FECIC. 1983 Vidal, Emerix Essex. Ilustraciones pintorescas de Bs. As. y Montevideo.

19

Trifilo, S. Samuel; Ob. Cit., pags 267-268.

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"El viaje" entre la Historia y la historieta: jornada geográfica, conciencia social e identidad Tzvi Tal

Universidad de Tel Aviv - Colegio Académico Sapir

Abstract La película "El viaje" (Argentina, Fernando Solanas, 1992) representa en su narrativa una odisea de iniciación que lleva al joven personaje central desde el extremo sur del continente Latinoamericano hasta las pirámides aztecas de Méjico. La superación imaginaria de los conflictos adolescentes y el viaje de iniciación son dos convenciones habituales en el cine hegemónico hollywoodense, que "El viaje" subvierte al plantear una travesía por los paisajes de América Latina, oprimida por la deuda externa y el neoliberalismo. En la pantalla asoma una visión no-turística de la geografía y la resistencia popular a los gobiernos neo-populistas en ejercicio en el 500 aniversario de la Conquista. El héroe experimenta simultáneamente el descubrimiento de la memoria histórica de las luchas emancipatorias, relacionando así el pasado ignorado con la toma de conciencia y la enunciación de un Proyecto. La estética de la película expone una versión contrahegémonica de la Historia por medio de la caricatura y la animación, dos estrategias creativas vinculadas a la cultura popular. Efectos de Realismo Fantástico manifiestan la resistencia a expresarse por medio del racionalismo eurocéntrico, en la tradición del pensamiento original que desarrollaban las Cátedras Nacionales durante los años setenta. Subvirtiendo estéticamente los códigos del cine hegemónico post-moderno, la película recupera los principios del Latinoamericanismo en el cual los nacionalistas de izquierda imaginaron la Patria Grande desde principios del siglo veinte, y el Indoamericanismo que reivindicaba el potencial revolucionario del sujeto indígena. Contrariamente al discurso revolucionario emitido en "La hora de los hornos" (Solanas y Getino, 1968), "El viaje" descarta el mesianismo, la lucha armada y el sacrificio, postulando la enunciación de un Proyecto político-social donde se conjuguen la lucha por la justicia social y la realización del deseo personal de las nuevas generaciones. Construye así una Identidad basada en la conciencia descolonizada de la geografía, la historia y la cultura. Texto Los films del director Fernando Solanas encaran asiduamente problemas nacionales argentinos. Por el contrario, las ideas latinoamericanistas han sido expresadas sólo en "La hora de los hornos" (Solanas y Getino, 1968) y "El viaje" (Solanas, 1992). El resurgimiento del latinoamericanismo en este última película debe ser considerado una práctica estética subversiva, característica de la posmodernidad que se desarrolla bajo el proceso de la globalización.

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Insertando escenas de caricaturas que transmiten el narrativo de la dominación colonial y neo-colonial desde el punto de vista de los oprimidos, la odisea iniciática del personaje central de "El viaje" a lo largo de América Latina constituye una alegoría donde las nuevas generaciones latinoamericanas son invitadas a recuperar la memoria histórica de las luchas populares y a tomar conciencia de la situación político-social bajo la globalización. El narrativo informal transmitido por medio de la comunicación oral y visual testimonia, en términos de García Canclini (1992, 26), la "esfera pública plebeya" con "potencial emancipador" donde "se desarrollan redes de intercambio de información y aprendizaje de la ciudadanía en relación al consumo de los medios masivos contemporáneos, mas allá de las idealizaciones fáciles del populismo político y comunicacional". 1 Subvirtiendo códigos y convenciones del cine hegemónico, la película caricaturiza a los gobiernos en ejercicio, de-construye el sujeto conforme con el orden establecido y propone elaborar un proyecto alternativo al de las elites aliadas de gran capital financiero global, sin exponer una propuesta concreta. La experiencia histórica traumática del Proceso y la capacidad de anular la protesta que poseía el Sistema durante la producción del film, cercenaron las tradiciones del cine militante donde Solanas comenzó su trayectoria, quedando como alternativa creativa la práctica estética opositora. Los compromisos económicos de la producción con inversores nacionales y extranjeros obligan a utilizar estrategias retóricas y estéticas que no bloqueen de antemano la apertura al gran público. "Oid el ruido de rotas convenciones…." Historia, política, identidad nacional y clase obrera han sido tratadas en los films de Solanas bajo diversos estilos. Los cambios estilísticos que se detectan de un film a otro expresan el desarrollo del discurso de la izquierda nacional argentina, desde la “nacionalización” y la "peronización" de las clases medias en los años sesenta hasta el rompimiento con el peronismo menemista neo-liberal. Su estudio permite establecer la correlación entre las imágenes cinematográficas y las posiciones de una amplia corriente político-cultural argentina. 2 "La hora de los hornos" presentó la versión nacionalista-marxista-foquista del discurso de la Dependencia en un esquema narrativo fragmentado en capítulos, cuyas características estéticas variadas servían en forma coherente al mensaje político. El resultado no es una incongruencia falta de estilo, sino un montaje dialéctico de estilos enraizados en las tradiciones cinematográficas mundiales de compromiso social. Es una construcción ideológica modernista que resalta la cualidades del lenguaje cinematográfico, explicíta la significación política del mismo y propone una práctica comprometida con un proyecto social, características apropiadas a la coyuntura histórica de 1968. En el film "Tangos, el Exilio de Gardel" (Solanas,1985) la representación de los postulados del cine tercermundista se dió en notas desordenadas escritas sobre servilletas de 1

Néstor García Canclini, Consumidores y Ciudadanos – Conflictos multiculturales de la globalización, Grijalbo, México, 1996, pp. 22-23. 2 Ver: Tzvi Tal, Historia, Política y Estética en los films de Fernando Solanas - La representación cinematográfica de cambios en el discurso de la izquierda nacional argentina, 1968-1992, Universidad de Tel Aviv, Facultad de Humanidades, Escuela de Historia, 1997 (hebreo).

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papel, que representaban la desarticulación del proyecto nacional de la izquierda nacional por el golpe militar, el proceso y el comienzo de la globalización. La subversión de los códigos estéticos hegemónicos y la disposición a enfrentar las consecuencias posibles siguieron siendo patentes en la fragmentación de la narrativa, el surrealismo y el realismo fantástico. El fracaso de los personajes en lograr su objetivo era un final abierto que llama a la reflexión mas que una conclusión pesimista. El éxito del film en el público y en festivales certificó la vigencia de las ansias de liberación, desconectadas de la lucha armada y reconociendo el deseo personal como fuerza impulsora de la acción del sujeto. "Sur" (1989) planteó en una estética similar el viaje a la memoria de la pesadilla nacional durante el Proceso, analógico al Infierno de Dante, y el alba de una nueva época en la que el Pueblo se re-encuentra con el Peronismo. "El viaje" transgrede los códigos del cine hegemónico, pero se percibe la negociación de la identidad del sujeto creativo frente a los condicionamientos que impone el mercado de los productos simbólicos en la era actual. 3 La narrativa es fragmentada, pero el punto de vista es del héroe único, mientras las menconadas presentaban personajes que constituían un héroe colectivo, en la tradición del cine revolucionario. La odisea presenta una serie de peripecias, donde sólo esporádicamente se plantea la intelectualización del conflicto. El final queda "abierto", dejando al espectador la opción de concluirlo. El largo original de tres horas, apropiado a la dimensión épica del narrativo latino-americanista, fue reducido a 2 horas y cuarto para adaptar el film a las condiciones de la exhibición comercial en las salas de cine. La intertextualidad con otras películas coincide con las convenciones del cine posmoderno hollywoodense, pero no expresada como nostalgia por lo "ya visto" hecha objeto de consumo, sino como planteo alternativo de una película que pudiendo haber sido integrativa como la mayoría en su género, opta por confrontar al sujeto espectador con las crisis sociales. Mientras en el cine hegemónico proliferan las fantasías y los héroes caricaturescos, "El viaje" representa los héroes anónimos de la resistencia popular en personajes de caricatura que aparecen en carne y hueso y caricaturiza los régimenes de Carlos Menem y otros gobernantes latinoamericanos, en un estilo que el director define como “grotético”, mezcla de grotesco y patético. La invención de una estética enraizada en la crítica política de la realidad social y la trasgresión de los códigos genéricos que caracterizan el cine hegemónico, son la herramienta de quién en el pasado postuló el "cine-guerrilla" donde "la cámara dispara 24 cuadros por segundo". Solanas fué fundador del Grupo Cine Liberación, que postuló un cine militante tercermundista que repudiaba los canones burgueses del arte, elaborando una estética funcional a los objetivos políticos y reclamando la evaluación del film en función de su servicio a la causa popular. Al romper las cadenas estéticas de la hegemonía, se expresa simbólicamente el anhelo por un órden distinto social. 4

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Me baso en las teorías de la negociación de las identidades y del carácter subversivo de las prácticas culturales oposicionales. Véase: Homi K. Bhabha, Nation and Narration, London, Routledge, 1990; Idem, The Location of Culture, London, Routledge, 1994; Inmmanuel Wallerstein, “Culture as the Ideological Battleground of the Modern World System”, Theory, Culture and Society, 7 (1990), 39. 4 Grupo Cine Liberación activó en el Peronismo y sus miembros salieron al exilio en 1976. Solanas regresó en 1983, fue miembro de la Asamblea Constituyente y diputado al Congreso Nacional. La teoría del cine revolucionario del Grupo fue planteada ampliamente en el artículo de Fernando Solanas y Octavio Getino, “Hacia un tercer cine”. La práctica política coherente fué expuesta en “Cine militante-una categoría interna del

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Del "fin del mundo" a la conciencia social "El viaje" ofrece una visión de la situación argentina bajo el gobierno de Carlos Menem y del continente al cumplirse cinco siglos de la conquista europea, desde el punto de vista del adolescente Martín Nunca que busca al padre a lo largo de América Latina. Su visión es portadora de la pureza y la espontánea pasión por la justicia atribuida convencionalmente a la inmadurez juvenil. El esquema de la narrativa es una convención desarrollada a partir del modelo de la Vía Dolorosa, como puede verse también en el cuento "De los Apeninos a los Andes" en el otrora canónico "Corazón" de Edmundo de D'Amicis. La imagen paterna requerida por Martín es simbólica de un nuevo Proyecto que reemplace al Nacionalismo populista y al Estado Nacional Benefactor, desarmado por la Globalización. En "El viaje" se superponen la historia, la geografía y el narrativo personal, lo que me permite considerarlo como un texto historiográfico no convencional, construido en base a esquemas narrativos literarios. 5 Como el intento infructuoso de llegar al horizonte, el padre es inalcanzable. La jornada llegará a su fin cuando el proceso identitario redima al personaje haciéndolo adulto y responsable de sus actos. El Proyecto deberá ser enunciado por él mismo, superando la dependencia edipal de figuras caudillescas que caracterizó al populismo político y también el discurso de la izquierda peronista. 6 La superación de los conflictos adolescentes durante el viaje de iniciación es una convención cinematográfica donde la travesía geográfica es metafórica a los procesos en la conciencia del personaje, focalizados en el individual y su búsqueda personal. En estas películas se nota una tendencia a deconstruir durante la narrativa los códigos y las normas que rigen la socialización del adolescente en la sociedad capitalista, para re-confirmarlos hacia el final, reivindicando la contribución a la cultura de las prácticas juveniles que no son catalizadoras de cambios radicales. 7 "El viaje" subvierte el esquema al plantear una travesía desde el extremo sur del continente oprimido bajo la deuda externa y el neoliberalismo. En la pantalla se construye una representación no-consumerista ni folklorizada, anti-turística, de sitios y monumentos conocidos, desnudando la geografía humana y la resistencia popular a las políticas neopopulistas en ejercicio. Mientras que la visita turística es frecuentemente en las representaciones fílmicas una colonización simbólica que construye al habitante como una alteridad, "El viaje" expresa el reconocimiento empático y solidario de la población local,

tercer cine” y en “El cine como hecho político”. Ver: Fernando Solanas y Octavio Getino, Cine, cultura y descolonización, Buenos Aires, Siglo veintiuno, 1973, pp. 55-90, 121-170. 5 Ver: Hyden White, "El texto historiográfico como objeto literario", Elazar Wainrib (coord.), Pensamiento Histórico, Universidad Abierta, Tel Aviv, 1985, pp. 305-320 (hebreo). 6 Un ejemplo de la tendencia a a justificar la dependencia psicológica de la imágen del Líder puede ser vista en: José Caterina y Carlos Allio, Análisis sociológico y psicosocial de la Dependencia, Editorial Guadalupe, Buenos Aires, 1973. 7 Los adolescentes en la sociedad occidental son un objetivo de tecnicas de comercialización agresiva, a lo cual se agrega la comercialización de la imágen de los adolescentes mismos. Ver: Jod Lewis, The Road to Romance and Ruin, Routledge, London, 1992, pp. 1-31, 77-103.

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donde la objetivización es reemplazada por la reivindicación del visitante y el visitado como sujetos históricos. 8 Martín Nunca es menor de edad, libre de culpa por la elección del Dr. Rana a la presidencia argentina, pero se acerca el momento de asumir la adultez y fijarse objetivos de vida. Su nombre recupera el anhelo liberador indómito simbolizado en la memoria de San Martín. En los primeros momentos es confrontado con el espectacular derrumbe del “Albergue Warnes”, transformado en alusión metafórica a la desaparición del proyecto peronista de justicia social, soberanía nacional e independencia económica. 9 Decepcionado de la nueva familia que su madre ha construido, de su prematura pareja y de la educación irrelevante en un colegio que parece una carcel (escenas filmadas en el presidio desactivado de Ushuaia), Martín abandona Tierra del Fuego y comienza la jornada que lo llevará hasta Méjico. En la odisea de Martín se mezclan características genéricas de iniciación, de viaje, de búsqueda, de aventuras, la parodia y otras, que lo llevan a descubrir la explotación de los pueblos latinoamericanos. La ausencia del Padre fué un fenómeno narrativo común en películas de principios de la globalización, que expresa el impacto cultural de la destrucción de los mecanismos estatales de seguridad social impuesto por los factores de poder económico mundial. El presidente Rana –obvia caricatura de Menem- es un sujeto con apariencia de “gangster” cuyas patas de rana lo hacen apto para una Buenos Aires cubierta por las aguas cloacales, representación metafórica de la corrupción y el hundimiento de la Argentina bajo el peso de la deuda externa. La campaña electoral de Menem se había asentado en lemas peronistas tradicionales de justicia social, pero poco después de su victoria comenzó a operar políticas económicas neoliberales, estimuló el conservadurismo cultural y practicó el neo-autoritarismo. Este proceso caracterizó también la democratización de varios países latinoamericanos: las posiciones populistas de los candidatos satisfacían las ancias del electorado y el triunfo en las urnas proporcionaba la legitimidad necesaria frente a los grupos autoritarios; posteriormente la elite de gobierno ejercía políticas de estabilización económica carentes de simpatía popular, actitud definida como “traición” en el discurso de la izquierda nacional peronista. Al final del viaje iniciático, el espectador no puede ignorar la consecuencias nefastas del sistema neo-liberal y de la hegemonización de la deuda externa como ideología de sometimiento y resignación, pero también ha visto indígenas del Altiplano expulsando a los cobradores y comprende, como Martín, la importancia de la decisión en los procesos de cambio. No la decisión

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Para una teorización de la construcción de la alteridad en la literatura colonial y turística, ver Tzvetan Todorov, The Conquest of America - The Question of the Other, Harper and Row, New York, 1984, pp. 185201; Idem, On Human Diversity: Nationalism, Racism and Exoticism in French Thought, Harvard University Press, Cambridge and London, 1993, pp. 264-352. 9 Inmenso edificio destinado a ser hospital, comenzado por el primer gobierno de Perón y nunca concluido. Durante decenas de años fué un “elefante blanco” habitado por marginales, que recordaba a los habitantes de Buenos Aires la gestión peronista interrumpida por el golpe militar de 1955.

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voluntarista del mesianismo foquista sesentista, sino la del sujeto conciente de los vínculos entre lo particular y lo público, desde una postura crítica a las relaciones sociales. 10 Durante la etapa del desarrollo económico con aspiraciones autárquicas, el orden internacional era dirigido por los aparatos estatales y los dueños del poder, electos o “de facto”. El orden global actual es dirigido por una nueva clase dominante mundial, compuesta por la burocracia de los entes financieros internacionales, los ejecutivos de la empresas multinacionales y las elítes locales asociadas a esos intereses. El endeudamiento externo de los estados nacionales, causó la dependencia de instituciones como el Fondo Monetario Internacional, cuyas condiciones financieras obligan a poner en práctica medidas pensadas para salvaguardar el orden económico y el sistema bancario mundial a cuenta de los intereses populares. 11 El reacomodamiento al proceso global provoca cambios profundos a nivel cultural y de conciencia nacional. La primacía de la ética neo-liberal y la lógica del mercado generan disgregación social y la desarticulación de fundamentos anteriores de las identidades colectivas. La necesidad de repensar y reelaborar los compromisos sociales para permitir la redefinición de la identidad lleva, según Roniger (1996: 135), al enfrentamiento entre dos vertientes de pensamiento. Por un lado “la visión hiper-individualista que sustenta el respeto a la autonomía individual pero según la cual la esfera pública se somete a la lógica del mercado”...por el otro “la visión de resistencia de quienes sueñan con revivir el pensamiento macro-social del pasado, aunque a menudo sin superar los modelos hiper-integracionistas”. 12 El discurso difundido por "El viaje" es portador de la tradición de justicia social y solidaridad humana del proyecto del socialismo nacional. La “resistencia” era un concepto clave en el Discurso. Diversos personajes argentinos del film recuperan la memoria de la resistencia peronista a los gobiernos militares desde 1955, que el discurso de la película asocia con la oposición actual a la política oficial. El ataque cultural globalizante es visto en la omnipresente problemática de la deuda externa y la trasmisión del mismo episodio de la serie televisiva norteamericana "Dinastía", en todo lugar a cual Martín arriba. La resistencia se manifiesta en la asamblea popular peruana que decide desconocer la deuda externa, en la carnavalesca parodia brasilera al neo-liberal imperativo de “ajustarse el cinturón”, o en la demostración contra el costo del transporte público en México, donde aparecen zapatistas armados. 13

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Mariano Sznajder, “Legitimidad y poder políticos frente a las herencias autoritarias: transición y consolidación democrática en América Latina”, E.I.A.L., 1 (1993), 27-53; James Petras y Steve Vieux, “The Transition to Authoritarian Electoral Regimes in Latin America”, Latin American Perspectives, 4 (1994), 5-20. 11 Philip McMichael, “Globalization: Myths and Realities”, Rural Sociology, 1 (1996), 25-55. 12 Luis Roniger, “Globalización y redefinición de Identidades: hacia una visión comparativa”, E.I.A.L., 1 (1996), 135. 13 Para una comprensión de las prácticas simbólicas de la Resistencia, ver: Ernesto Salas, “Cultura Popular y Conciencia de Clase en la Resistencia Peronista”, Ciclos, 7 (1994), 172. Utilizo el término “carnavalesco” en el sentido de resistencia cultural y social que le atribuía Bakhtin. Ver: Robert Stam, Subversive Pleasures - Bakhtin, Cultural Criticism and Film, Baltimore and London, John Hopkins University Press, 1989.

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El estilo que acentúa lo grotesco y lo patético en la actuación de los gobiernos neoliberales tiene su culminación en la parodial reunión de la Organización de los Países Arrodillados (OPA=idiota). Sólo el presidente norteamericano tiene el privilegio de erguirse plenamente y el Dr. Rana alaba el destino histórico de los pueblos arrodillados, contradiciendo el discurso patriótico tradicional (recuérdese los textos de los diversos himnos nacionales que prometen solemnemente luchar o morir). La acusación de traición que el discurso revisionista y la izquierda peronista solían adjudicar a personajes históricos y políticos del presente, es expresado estéticamente sin mencionar la palabra explícitamente. Martín Nunca se encuentra también con la miseria del pueblo peruano contrastada con su pasado pre-colombino en Machu-Pichu; con la explotación inhumana del pueblo brasilero y la destrucción de sus recursos naturales contrastados con el urbanismo posmoderno de San Pablo; con la rebeldía del pueblo mexicano contrastada con la grandeza de las pirámides aztecas. "El viaje" recupera el discurso indoamericanista expresado en "La hora de los hornos", pero adaptado al entorno del Quinto Centenario de la Conquista en 1992. La preocupación por el problema indio es un sub-producto de la globalización: la campaña mediática global reforzó la identidad y la conciencia, demostrando ser mas eficiente que la lucha política por objetivos materiales concretos. Los movimientos indigenistas negociaron su debilidad política a nivel nacional transformándola en actividad simbólica internacional. 14 Al final, Martín se imagina el encuentro con el padre en presencia de Quetzalcoatl, la serpiente emplumada de la mitología azteca. El símbolo de la sabiduría y la búsqueda de la perfección, originariamente un ser humano rubio y barbado, estaba basado en la probable visita de europeos de orígen nórdico previa a la llegada de los españoles. Martín descarta la reunificación tan ansiada, demostrando su nueva madurez psicológica que permitirá enunciar un Proyecto libre de mitologías e influencias extrañas. 15 Realismo fantástico: del primitivismo al pensamiento liberado "El viaje" practica el Realismo Fantástico al presentar una realidad mimética en la cual acontecen hechos maravillosos que los personajes aceptan como parte natural del mundo fictivo. El realismo fantástico ha sido a veces explicado como el fruto de una mentalidad maravillosa y primitiva, propia de las culturas latino-americanas, pero teorías actuales le atribuyen una significación político. Por un lado se sugiere que la convivencia de los opuestos (realidad-maravilla) es un efecto de la transformación abrupta del modo de producción tradicional al modo de producción capitalista impuesto por la colonización europea y el neocolonialismo. La globalización produjo una nueva fractura cultural surgida del desmantelamiento de la industrialización lograda en la etapa desarrollista y de la crisis del

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Véase: Leopoldo Zea (ed.), Quinientos años de historia, sentido y proyección, México, Fondo de Cultura Económica, 1991; Elena Poniatowska, “Memory and Identity-Some Historical-Cultural Notes”, Latin American Perspectives, 3 (1992), 67-78; Alison Brysk, “Turning Weakness into Strength-The Internalization of Indian Rigths”, Latin American Perspectives, 2 (1996), 38-57. 15 Ver: http://www.ciudadfutura.com/aztecas/quetzalcoatl.html; http://www.samaelgnosis.com/imagenes/maestros/quetzalcoatl.htm

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capitalismo dependiente. 16 Una segunda teoría ve el realismo fantástico como expresión de la resistencia de los intelectuales latinoamericanos a la hegemonización del racionalismo europeo sobre los modos de representación, distinto del surrealismo en sus fuentes teóricas y en su formulación estética. 17 La construcción de lo real-maravilloso en "El viaje" es una continuación de la práctica intelectual desarrollada a fines de los sesenta en las llamadas Catedras Nacionales, que buscaban fundamentos teóricos rigurosos a los movimientos latinoamericanos e incorporar el pensamiento popular en los ámbitos intelectuales oficiales. Los activistas del cine de la liberación mantenían contactos con las cátedras y abrevaban en sus elaboraciones, donde se convocaba a los intelectuales a escuchar y recoger el saber popular, haciéndo una crítica que señalaba las limitaciones en el uso de la teorías marxistas occidentales. 18 El realismo mágico se manifiesta en los encuentros de Martín con personajes salidos de historietas que su padre le ha dejado como acervo cultural e ideológico. Américo Inconcluso, el afro-caribeño que porta la memoria histórica de la esclavitud, las intervenciones militares norteamericanas y las dictaduras; Alguién Boga, el chileno descendiente de los Onas desalojados por los españoles y Tito él esperanzador, porteño batidor del gigantesco bombo peronista, son personajes dibujados que al corporizarse recuperan la presencia del sujeto histórico y la memoria popular del pasado. Otras expresiones del efecto son la inundación cloaca de Buenos Aires, el periodista muerto que no acepta resposar en el cementerio mientras el neo-liberalismo sigue vigente, Tierra del Fuego sacudida cotidianamente por la globalización como si fuera una nave a merced de la tormenta, la estatua ecuestre falsificada del Libertador arrebatada por una ráfaga de los "malos vientos" de la economía menemista, los cuadros expresionistas de los próceres patrios que manifiestan sus nefastas consecuencias en la historia cayendose de las paredes por si mismo. Todos los hechos fantásticos tienen en la película un valor simbólico accesible, concordantes con el manifiesto "Hacia un Tercer Cine", donde se proponía no subestimar la capacidad de comprensión de la metáfora cinematográfica con objetivo político claro por el espectador obrero o campesino. De la periferia a la Historieta, de la ficción a la Historia "El viaje", como otros films de Solanas, ha sido dedicado a personas que han contribuido al acervo y el imaginario de la contra-cultura descolonizante: el compositor Astor Piazzola, que "conquistó" los escenarios de la música predilecta por la hegemonía con sus versiones instrumentales del tango, el actor brasilero Chiquinho Brandão, que falleció poco despues de actuar en "El viaje" como predicador de la Iglesia de la Liberación, y el caricaturista Hector Oesterheld, autor de "El eternauta", que despareció durante la dictadura. 16

Teoría enunciada antes de la eclosión de la discusión sobre la Globalización, que me permito extender al cataclismo socio-político posterior a su publicación. Ver: Frederick Jameson, “On Magic Realism in Film”, Critical Inquiry, 12 (1986), 301-326. 17 Ver: Amaryll Chanady, "The Territorialization of the Imaginary in Latin America: Self-Affirmation and Resistance to Metropolitan Paradigmas", in: Lois Parkinson Zamora et alii, Magical Realism - Theory, History, Community, Duke University Press, London and Durham, 1995. pp. 125-144. 18 Ver: Alcira Argumedo, Los silencios y las voces en Am‫י‬rica Latina - Notas sobre el pensamiento nacional y popular, Ediciones del Pensamiento Nacional, Buenos Aires, 1996; Idem, "Perón, Jauretche, Bolivar, Artigas, la propuesta recuperadora", en: Fernando Ferreira, Luz, cámara, memoria…- Una historia social del cine argentino, Corregidor, Buenos Aires, 1995, pp. 162-164.

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La dedicatoria refuerza el caracter textual del film así como refuerza la conciencia de estar frente a un texto producido por portavoces de discurso social, y no "espiando" a traves de la pantalla al mundo fictivo de los personajes. Es una estrategia que deconstruye la ilusión mimética preferida por el hiper-realismo hollywoodense y la construcción del sujeto consumidor pasivo requerida por el sistema, colocando al espectador en una posición crítica respecto al espectáculo y la situación representada. Solanas trabajó a fines de los cincuenta en la redacción de historietas, un género donde lo visual y el texto verbal se conjugan en un producto cultural de consumo popular que algunos investigadores han señalado como campo de lucha simbólica entre los discursos hegemónicos y la resistencia del sujeto. Concebidas como "baja cultura" por los organismos de la censura y el control ideológico, muchas veces se filtraban en la historietas basada en la historia y la literatura, tanto en lo explícito como en el signficado oculto en el estilo, versiones disonantes con la hegemonía. 19 En este film se propone un homenaje a la historieta como género popular y al creador de "El eternauta", narrativa de ciencia-ficción cuya significancia alegórica sigue relevante en las distintas versiones publicadas. Oscar Germán Oesterheld (1922-desaparecido en 1977) vivió en carne propia la peronización de las clases medias. Su progresivo apoyo a la linea Montonera se percibió tambien en las diferentes versiones de "El eternauta". La Argentina ocupada por el invasor extra-terrestre es una alegoría al neo-colonialismo, mientras que la actitud del protagonista, un individualista al estilo Martín Fierro en la versión original de 1957, evoluciona hacia la organización de la resistencia armada en la versión de 1976. 20 Los dibujos para el film fueron realizados por Alberto Breccia, quién había dibujado la versión 1969 de "El eternauta". En esa oportunidad la historieta fue publicada en la Revista Gente, cuyo editor decidió cancelarla luego de pocas entregas. Los significados políticos de la narrativa de Oesterheld y el estilo gráfico experimental de Breccia no concidían con el órgano periodístico y propagandístico del orden existente mientras la resistencia popular al régimen de Onganía se agudizaba. "El viaje" recupera en forma implícita el recuerdo de la práctica opositora de los sujetos creativos e intelectuales mientras hace explícita la resistencia de los sectores populares. El padre ausente del héroe de la película esta construido sobre la personalidad de Oesterheld: geólogo y caricaturista. Su desaparición, calculable en la narrativo como acontecida en los setenta, alude tanto al trágico destino de Oesterheld como al exilio de miles de argentinos. Las escenas de historieta son animadas por el movimiento de la cámara, pero no son "dibujos animados" en la tradición del "cartoon" cinematográfico. Tampoco son una puesta en escena cinematográfica de narrativas de historieta conocidas, como acostumbra 19

Acerca de la expresión de lo popular en la historieta, ver: David William Foster, From Mafalda to Los Supermachos - Latin American Graphic Humor as Popular Culture, Lynne Rienner Publishers, Boulder and London, 1989; Anne Rubenstein, Bad Language, Nakes Ladies and Other Threats to the Nation - A Political History of Comics Books in Mexico, Duke University Press, Durham and London, 1998; Martin Baker, Comics: Ideology, Power and the Critics, Manchester University Press, Manchester and New York, 1989. 20 Ver también el análisis de la versiones de "El eternauta" en: Jorge Claudio Morhain, "La Argentina premonitoria - Ficciones y reflexiones sobre El Eternauta", manuscrito del autor; Juan Sasturain, "Prólogo", El eternauta, La Biblioteca Argentina-Agea, Barcelona, 2001, pp. 5-11.

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hacer Hollywood en "Superman", "Batman", "Dick Tracy" y otras. Son seis escenas en dibujos (una séptima fue eliminada en el montaje final), que transmiten la memoria de las luchas populares, frecuentemente olvidadas en la Historia oficial. Jean Luc Godard incluyó en su película "La china" (Francia, 1969) caricaturas de Mao Tse Tung y Batman, usando cuadros unitarios que explotaban el significado icónico de ambos personajes como representativos del combate entre capitalismo y comunismo. Solanas, cuyo cine político fue contemporáneo al de Godard y con quien discutió personalmente las características y las enseñanzas de la práctica cinematográfica comprometida, recupera la memoria de las luchas reales de los sectores oprimidos, marginalizadas generalmente por la narrativa oficial de la Nación. Las escenas de historieta presentan tres personajes fictivos que luego aparecen en carne y hueso. Américo Inconcluso es un camionero que recorre el continente abriendo brecha. Su zigzageo sobre las rutas pavimentadas simboliza la rebelión contra las trayectorias fijadas de antemano. Tambien se resiste a ser definido como creación del caricaturista y sostiene que el dibujante ha sido creado por él, estableciendo que la resistencia no es una ficción y que la memoria popular es enunciada por el sujeto creativo emergente del conflicto social. La película postula la ficción caricaturesca como narrativo histórico que no ha sido oficializado, una analogía con las luchas reivindicatorias del revisionismo histórico en el pasado no lejano. Alguién Boga representa simultaneamente a los descendientes de los pueblos precolombinos, despojados y exterminados por la conquista, y a los exilados chilenos despues del golpe de Pinochet. Su humildez y su persistencia son el elogio al hombre de pueblo que subsiste pese a todo. Tito el esperanzador es una parodia al peronismo, del cual solo queda "el eco maldito" reproducido electronicamente. Poco resta del amplio movimiento popular de sus orígenes. Otras escenas de historieta recuperan la memoria de las luchas populares de los sesenta-setenta y la resistencia criolla a las invasiones inglesas, en una versión que condena la negociación de la oligarquía frente al patriotismo y la abnegación popular. En ambos casos se proyecta hacia el pasado la versión revisionista y la mitización que caracterizaron a la izquierda peronista. Otro modo de representación gráfica histórico se construye con la movimiento de la camara sobre un gran dibujo mural ubicado en una estación de subterráneo en San Pablo, que delinea la historia de la esclavitud y la subyugación. 21 Mientras el arte gráfico cumple el papel de historiografía alternativa, la parodia al menemismo y el neo-liberalismo es presentada en escenas grotescas y pateticas con actores: la aparición pública del presidente Rana, el diputado menemista cuyo discurso pondera la vieja estafa de vender terrenos inundados como si fuera la creación de Venecia latinoamericana, el pronóstico de la marea cloacal para el dia de la fecha o el carnavalesco desfile de cinturones apropiados a los sucesivos recortes económicos. La dialéctica entre la caricatura exponente de lo popular y lo grotético exponente de lo antipopular es una representación estética del conflicto histórico insoluto en términos dicotómicos característicos del discurso de la 21

"Como sempre esteve, o amanhá está em nossas manos". Artista: Mário Gruber Correia Gênero: Mural Data: 1979-1987 Técnica: Pintura Material: Vinílico e acrílico sobre parede de concreto Dimensões: 50,00 m2 Localização: Estação Sé/Plataforma central, Linha 3 – Vermelha. Ver: http://www.metro.sp.gov.br/aplicacoes/eventos/arte/obras/tese04.asp

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Dependencia. En cambio, la propuesta es apropiada tanto a las nuevas realidades sociales como a las nuevas comprensiones del sujeto. Volviendo hacia el Sur…Geografía y Política La construcción de sujeto requiere el desarrollo de códigos de identificación y pertenencia, entre los cuales la conciencia espacial cumple una función central. Las fronteras nacionales señalaban en el pasado la diferencia entre "nosotros" y "los otros", contribuyendo a la cristalización de la identidad nacional. Las imágenes del territorio compartido por el grupo humano son un campo de batalla simbólico donde se enfrentan los discursos sociales. La imágen de la Pampa como metáfora nacional (el granero del mundo, país-estancia) expresa la hegemonización de los intereses de la oligarquía agrícola-ganadera desde las guerras civiles del siglo XIX. La erosión del Estado por el neo-liberalismo y la globalización han logrado confundir la conciencia geográfica, en lo que Canclini (1996: 16) define como la perdida de la fidelidad de los objetos con los territorios originales". 22 Jameson (1984: s/m) sostiene que la etapa cultural post-moderna, característica del capitalismo tardío impide al sujeto histórico delinear el mapa cognitivo de su ubicación en el mundo real de la red de las comunicaciones de masas y de la dominación global en la cual esta atrapado. 23 "El viaje" de Martín a lo largo del continente recupera los paisajes turísticos conocidos para convertirlos en el escenario geográfico donde se desarrolla la resistencia de los grupos sociales y la batalla por la liberación de la conciencia. En las diversas estaciones de la odisea, se plantea en forma dialéctica la contradicción entre las "bellezas naturales y arqueológicas" y la "fealdad" de la injusticia. Al conectar la crítica de la situación actual con el recorrido por la geografía física y humana latinoamericana, la película contra-ataca los efectos posmodernos sobre la conciencia espacial. La presencia obsesiva de los receptores de televisión transmitiendo "Dinastía" es contrarrestada por la Voz de la Resistencia Popular. Fotografiando en los sitios auténticos con actores y aficionados locales, la fición adquiere un caracter de testimonio que continúa la tradición generada por la Escuela Documental de Santa Fé dirigida por Fernando Birri y continuada por el cine de la liberación en los sesenta-setenta. "El viaje" transcurre de Sur a Norte y finaliza con el comienzo del retorno al Sur. Mas que un hecho geográfico obvio, la dirección expresa el significado político de la perspectiva geográfica. El Sur y el Norte eran los polos opuestos del Tercer Mundo subdesarrollado en lucha contra la opresión por el Primer Mundo industrializado. Sur y Norte son los barrios porteños que en el discurso peronisa expresaban la concepcion locacional de los Proyectos opuestos: el proletariado mora en los barrios bajos del Sur, la oligarquía habita en el bario Norte. En su película anterior, Solanas expuso la alegoría de un fictivo Proyecto Nacional Sur que representa el nacionalismo económico autárquico peronista, donde confluyen los intereses del proletariado, la oficialidad militar autenticamente patriótica y las ansias populares. Los 22

Canclini, Consumidores, p. 16. Para la comprensión del la conciencia geográfica en la era actual, ver: John Agnew, “Representing Space: Space, Scale and Culture in Social Science”, in: Place, Culture, Representation, eds. James Duncan and David Ley, Routledge, New York and London, 1994, pp. 259-271; Derek Gregory, “Intervention in the Historical Geography of Modernity: Social Theory, Spatiality and the Politics of Representation”, Ibid., pp. 272-313. 23 Frederick Jameson, “Postmodernismo o el racional cultural del capitalismo tardío”, versión hebrea en Kav, No. 10, Julio 1990. Publicado por primera vez en New Left Review, 146 (1984).

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represores y censores no podían en dicha escena comprender el "anhelo popular" pues estaban identificados con el "norte" - el imperialismo. El retorno de Martín Nunca hacia el Sur en el camión conducido por Américo Inconcluso, es la imágen final que sintetiza la propuesta: liberarse de la carga histórica del populismo peronista, enfrentarse con la injusticia y el subdesarrollo enunciando un Proyecto donde el anhelo personal no debe ser sacrificado sino conjugado con las ansias populares. Fiel a su trayectoria de Intelectual Orgánico, Solanas impulsó luego la formación del Frente del Sur. Es posible una conclusión ? "El viaje" opera estrategias estéticas y narrativas puestas al servicio de una propuesta política no partidaria. Enfocando en procesos de superación de la adolescencia y nociones de geografía física y politica, logra generar procesos de concientización y ubicar al espectador en una posición irrespetuosa respecto al órden existente. Entremezclando historias olvidadas y narrativas presentes, construye un sujeto conciente del pasado y capaz de proyectar el porvenir. Ofreciendo una visión panorámica de la geografía humana, recupera la diversidad cultural donde el proyecto de justicia social futuro reemplazará lo que Canclini (1996: 80-82) denomina "disolución de las monoidentidades", donde las políticas culturales democráticas tomarán en cuenta la variedad de necesidades y demandas de la población. El final abierto contrarresta el "latinoamericanismo macondista" esencialista del que previene Canclini (1996: 90-95). Los referentes identitarios son actualmente repertorios textuales e iconográficos provisto por los medios masivos de comunicación y la globalización de la vida urbana. "El viaje" recupera el significado icónico del paisaje, transformado en escenario de la resistencia popular donde América no podrá ser concluida. Los procesos identitarios son una perpetua construcción y reconstrucción ideológica que toma las imágenes y la historia como materia prima necesaria. 24 La eclosión popular y la resistencia de las masas argentinas desde diciembre de 2001 crean una nueva relevancia a "El viaje" y su mensaje optimista. Defenestrando a quienes señalan como responsables de la miseria y la exclusión y sesionando en asambleas abiertas, los sujetos históricos reformulan en la práctica las relaciones entre el Estado y la Sociedad Civil. Escapa al alcance de este artículo elevar propuestas que "cierren" la narrativa de los enfrentamientos sociales actuales, asi como "El viaje" deja "abierto" el futuro de sus personajes. Ante la desilusión, el empobrecimiento y el exilio masivos, las peripecias de Martín Nunca en su odisea latino-americana y las estrategias estéticas que las representan, son dignos de ser repensadas. Bibliografía AGNEW, JOHN, “Representing Space: Space, Scale and Culture in Social Science”, in: Place, Culture, Representation, eds. James Duncan and David Ley, Routledge, New York and London, 1994, pp. 259-271.

24

Canclini, Consumidores, pp. 80-82, 91-95. Ver tambien: Stuart Hall, “Introduction: Who Needs Identity?”, in: Stuart Hall and Paul Du Gay, Questions of Cultural Identity, SAGE, London, 1996, pp. 1-17.

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ARGUMEDO, ALCIRA, Los silencios y las voces en América Latina - Notas sobre el pensamiento nacional y popular, Ediciones del Pensamiento Nacional, Buenos Aires, 1996. ARGUMEDO, ALCIRA, "Perón, Jauretche, Bolivar, Artigas, la propuesta recuperadora", en: Fernando Ferreira, Luz, cámara, memoria…- Una historia social del cine argentino, Corregidor, Buenos Aires, 1995, pp. 162-164. BAKER, MARTIN, Comics: Ideology, Power and the Critics, Manchester University Press, Manchester and New York, 1989. BHABHA, HOMI K., Nation and Narration, London, Routledge, 1990. BHABHA, HOMI K., The Location of Culture, London, Routledge, 1994. BRYSK, ALISON, “Turning Weakness into Strength-The Internalization of Indian Rigths”, Latin American Perspectives, 23 (1996), 38-57. CANCLINI, NÉSTOR GARCÍA, Consumidores y Ciudadanos – Conflictos multiculturales de la globalización, Grijalbo, México, 1996. CATERINA, JOSÉ Y ALLIO, CARLOS, Análisis sociológico y psicosocial de la Dependencia, Editorial Guadalupe, Buenos Aires, 1973. CHANADY, AMARYLL, "The Territorialization of the Imaginary in Latin America: Self-Affirmation and Resistance to Metropolitan Paradigmas", in: Lois Parkinson Zamora et alii, Magical Realism - Theory, History, Community, Duke University Press, London and Durham, 1995. pp. 125-144. FOSTER, DAVID WILLIAM, From Mafalda to Los Supermachos - Latin American Graphic Humor as Popular Culture, Lynne Rienner Publishers, Boulder and London, 1989. GREGORY, DEREK, “Intervention in the Historical Geography of Modernity: Social Theory, Spatiality and the Politics of Representation”, in: Place, Culture, Representation, eds. James Duncan and David Ley, Routledge, New York and London, 1994pp. 272-313. Hall, Stuart, “Introduction: Who Needs Identity?”, in: Stuart Hall and Paul Du Gay, Questions of Cultural Identity, SAGE, London, 1996, pp. 1-17. JAMESON, FREDERICK, “On Magic Realism in Film”, Critical Inquiry, 12 (1986), 301-326. JAMESON, FREDERICK, “Postmodernismo o el racional cultural del capitalismo tardío”, versión hebrea sin mención de datos, originalmente publicado en New Left Review, 146 (1984). LEWIS, JOD, The Road to Romance and Ruin, Routledge, London, 1992. MCMICHAEL, PHILIP, “Globalization: Myths and Realities”, Rural Sociology, 61 (1996), 25-55.

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Imágenes para una Nueva Gales: el paisaje en las crónicas de los galeses en la Patagonia Fernando Williams

UBA

Abstract Tratar el tema de las imágenes en los relatos de los viajeros implica necesariamente hablar de paisaje, no tanto como hecho físico sino más bien como representación, como mirada. La relación entre literatura de viajes y surgimiento de imaginarios paisajísticos ha sido fecundamente trabajada durante los últimos años. En Argentina, por ejemplo, algunos autores han demostrado el rol fundante de la narrativa de viajes respecto de las representaciones de lo nacional y lo regional desarrolladas por la emergente literatura argentina. En el presente trabajo nos proponemos trabajar con el caso de la Colonia Galesa de la Patagonia, un asentamiento cuya fundación dio lugar a la producción de un número importante de crónicas muy cercanas a los relatos de viajes. El trabajo se centrara en dos cuestiones principales. En primer lugar será necesario caracterizar con precisión este tipo de registro, señalando sus diferencias con la caracterización más difundida de la literatura de viajes. En segundo lugar y a partir del análisis de una selección de dichas crónicas, interesará determinar de qué imaginarios paisajísticos dan cuenta las imágenes trabajadas por estos cronistas en el particular contexto de la Patagonia de fines del siglo XIX. A partir de entender al paisaje como un sistema significante, ha interesado investigar como el mismo puede ser leído como texto. En sintonía con el surgimiento de esta retórica del paisaje se pondrá atención, en primer lugar, en los distintos tropos a los que los cronistas echan mano. En segundo lugar y reconociendo la función de inculcación de los imaginarios paisajísticos será preciso identificar las estrategias de naturalización de la presencia colonizadora que se hallan desplegadas en los textos. Introducción Tratar el tema de las imágenes en los relatos de los viajeros implica necesariamente hablar de paisaje, no tanto como hecho físico sino mas bien como representación, como mirada. La relación entre paisaje y literatura de viajes ha sido fecundamente trabajada durante los últimos años, señalándose la función prefiguradora de los textos de los viajeros respecto del surgimiento de los distintos imaginarios paisajísticos. En el presente trabajo se propone tratar el caso de la Colonia Galesa de la Patagonia, un asentamiento cuya fundación dio lugar a la producción de un número importante de crónicas muy cercanas a los relatos de viajes.

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El presente trabajo tiene como objetivo el análisis de estas crónicas. En primer lugar será necesario caracterizar con precisión este tipo de registro, señalando sus diferencias con la caracterización mas difundida de la literatura de viajes. En segundo lugar, se estudiará de que manera aparecen en los textos analizados las imágenes del territorio. En otras palabras, interesará determinar que imaginarios paisajísticos dan cuenta las imágenes trabajadas por estos cronistas en el particular contexto de la Patagonia de fines del siglo XIX. Importará investigar aquí cuales son los recursos utilizados en la presentación de estas imágenes, pudiéndose descubrir que otros textos sirvieron de referencia para la construcción de dichas imágenes. Finalmente, reconociendo la función de inculcación de los imaginarios paisajísticos será preciso identificar las estrategias de naturalización de la presencia colonizadora que se hallan desplegadas en los textos. Paisaje y literatura de viajes Durante los últimos años y desde diferentes disciplinas el tema del paisaje ha ganado un creciente interés como forma de pensar la relación entre los artefactos humanos y la naturaleza. (Silvestri, Aliata, 2001) Pero el estudio del paisaje ha resultado revelador en varias dimensiones que exceden esa relación. El paisaje se ha revelado como un artefacto cultural capaz de iluminar aspectos importantes de cuestiones no solo territoriales sino también sociales económicas y políticas. El paisaje ha ganado un nuevo lugar dentro de una serie de trabajos en los que la cultura es entendida como un sistema de significación. De la misma manera, desde esta mirada culturalista el paisaje ha sido definido como “un sistema de significación a través de cual se comunica, reproduce, experimenta y explora el orden social” (R. Williams, 1982: 13) Mary Louise Pratt ha llamado “normalización reductiva” al intento de que sujetos y objetos aparezcan fijos, codificados, deificados, haciendo que lo que es patentemente cultural aparezca como natural. (Duncan, 1990, 19) En este sentido el paisaje es una excelente forma de objetivación, cumpliendo como tal una importante función ideológica. Los estudiosos del paisaje han reconocido en los relatos de los viajeros una de las fuentes de prefiguración del paisaje. Dado su carácter inaugural de estos viajes exploratorios, las imágenes acuñadas por estos cronistas ayudaron a sentar las bases de imaginarios paisajísticos asociados a los lugares y áreas descriptas. En el caso de Argentina esta interesante relación entre narrativa de viajes e imaginarios paisajísticos ha sido trabajada por Prieto quien ha mostrado el rol fundante de los textos de los viajeros ingleses respecto de las representaciones de lo nacional y lo regional desarrolladas por la emergente literatura argentina. (Prieto, 1996) El análisis de esta literatura ha permitido develar las estrategias de naturalización ya mencionadas. Con el objetivo de descubrir estas estrategias de naturalización la propia Pratt ha puesto atención en los relatos de viajes, explorando como se consolida desde esos textos una visión del resto del mundo que es funcional a la expansión colonial europea de los siglos XVIII y XIX. (Pratt, 1992) En estos relatos también se ha reparado en la construcción de una idea de espacio doméstico como parte de una serie de estrategias de desproblematización y familiarización del territorio con vistas a su posterior apropiación. (Bunn, 1994: 141) Son estas ideas sobre naturalización las que serán útiles para explorar la forma en que se legitiman

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imágenes territoriales que apuntan a la definición de una territorialidad propia para los galeses en la Patagonia. Textos y contexto Los textos que se analizarán en el presente trabajo son los siguientes: • • • • •

Lewis Jones, La colonia Galesa. Una nueva Gales en Sudamérica. Eluned Morgan, Hacia los Andes. El Regional, Rawson. Abraham Matthews, Crónica de la Colonia Galesa de la Patagonia. Williams Meloch Hughes, A orillas del río Chubut en la Patagonia. Thomas Jones, Historia de los comienzos de la Colonia Galesa en la Patagonia

Estos textos fueron originalmente escritos y publicados en idioma galés. 1 Se los ha escogido solamente por ser los relatos mas difundidos gracias al hecho de haber sido traducidos y publicados en castellano durante el siglo XX. Pero sería posible agregar a este grupo inicial al menos una decena de relatos en galés y en inglés que todavía no han sido muy difundidos en Argentina. Antes de emprender el análisis las obras escogidas es necesario hacer referencia al contexto de producción de las mismas. Primeramente es necesario hacer una breve referencia a la colonia galesa. El asentamiento de los galeses comenzó en 1865 con el desembarco de un centenar y medio de colonos en las costas del Golfo Nuevo. Este grupo inicial se asentó en el cercano valle del río Chubut sumándose posteriormente nuevos grupos de inmigrantes. La ocupación total de las tierras cultivables del valle motivó que para fines de la década de 1880 comenzara a colonizarse otra área conocida hoy como Valle 16 de Octubre, ubicada en la región cordillerana. En ambas regiones surgieron varios núcleos urbano pero la sociabilidad galesa no se centraba en los pueblos sino en las capillas protestantes, sean estas rurales o urbanas. Además de los cultos s celebraban allí reuniones políticas, musicales y literarias. En cuanto a la producción literaria de la colonia galesa, el tratamiento de la misma exige hacer algunas observaciones previas acerca de la cultura galesa en general. En primer lugar, hay que señalar la absoluta centralidad de la lengua galesa en el proceso de construcción de una identidad nacional que comenzó a activarse a mediados del siglo XVIII. En efecto, la particularidad del caso galés reside en el reconocimiento de la lengua como lazo protonacional principal y por tanto estructurador de una compleja tarea colectiva de resignificación del pasado cuya dimensión no puede ser comprendida sin tener en cuenta el contexto de romanticismo y anticuarismo en el que se produjo. (Morgan, 1983) De allí que la literatura galesa haya tenido como una gravitación tan importante dentro de la cultura de Gales. Si bien esta relacionado fundamentalmente con la poesía, no es posible dejar de mencionar aquí al eisteddfod, encuentro literario anual que ha motorizado el desarrollo de la literatura galesa a lo largo de los siglos XIX y XX. En virtud de estos antecedentes no es sorprendente que una de las primeras iniciativas colectivas de los colonos una vez instalados en el valle del Chubut fuera la creación de una 1

Ver los datos de publicación original en la bibliografía adjunta al final de esta presentación

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Cymdeithas Lenyddol (Sociedad literaria). Posteriormente, con la llegada de nuevos inmigrantes en 1874 comenzaron a realizarse cyfarfodydd cystadlu (reuniones competitivas) que llevarían a la realización del primer eisteddfod en 1876, certamen que siguió realizándose anualmente hasta finales de la década de 1940. En cuanto a los reportes, informes y crónicas de los galeses sobre la Patagonia, los mismos surgen con la idea misma de fundar una colonia en esa región. El primero es realizado por el comité organizador de la colonia galesa en 1862. Preparado por Hugh Hughes con el nombre de Llawlyfr y Wladfa Gymreig, esta primer publicación es una especie de manual del colono con información sobre el territorio. Fue precisamente por la naturaleza de esa información que el Llawlyfr fue largamente recordado ya que en su afán de impulsar el emprendimiento colonizador, el comité organizador produjo una imagen excesivamente positiva de la región a colonizar, hecho que condujo a los colonos una rápida decepción al momento de arribar a las costas patagónicas. Distancia entre relatos de viajes y crónicas Esta clara función promocional se repite en los textos seleccionados aquí para su análisis. Esto constituye una primera diferencia con la mayoría de los relatos de los viajeros ya que si bien estos últimos presentan una imagen de accesibilidad de los territorios recorridos no lo promocionan tan explícitamente como lo hacen las crónicas seleccionadas. En principio, se ha propuesto considerar a estas últimas como relatos de viajes en tanto testimonian el desplazamiento físico y cultural de sujetos provenientes de culturas dominantes hacia regiones no asociadas a las mismas. Por otro lado, las crónicas participan de un proceso de construcción de una frontera o “zona de contacto” (Pratt, 1997:26)) entre el mundo civilizado y los territorios que se encuentran fuera de esa órbita. En este sentido, el viaje convierte a los cronistas en agentes de la civilización. También como en la mayoría de los relatos de viajes, la naturaleza es aquí objeto de una mirada que la construye desde dos sedes que se comunican: la romántica y la científica. Así se produce una permanente yuxtaposición de impresiones subjetivas con saberes que ordenan y clasifican lo que es visto. Pero la principal diferencia radica en el hecho de que las crónicas no comparten con la mayor parte de la narrativa de viajes sus itinerarios de tipo circular. En efecto, en este caso los viajeros devienen en colonos y si vuelven al país de origen lo hacen muchos años después de haber llegado. 2 Eluned Morgan, Lewis Jones (1837-1904) y Abraham Matthews (1832-1899) tuvieron la oportunidad de volver repetidas veces a Gales repetidas pero luego de varios años de permanencia en la Patagonia. Durante sus estadías en Gales pudieron publicar sus respectivos libros. En estos tres casos, tanto el retorno a Gales como las publicaciones tenían estrecha relación con la promoción de la colonia y con el intento de reclutar nuevos continentes de colonos. Sin embargo Gales había dejado de ser el lugar de pertenencia, por lo menos para Matthews y Jones quienes regresaron a la Patagonia para pasar sus últimos años. William 2

El viaje sin retorno es un tema recurrente en los procesos de migración y colonización. En nuestro país ha sido recogido como tema de inspiración literaria en el caso de los asentamientos irlandeses en la provincia de Buenos Aires, Ver: Kathleen Nevin, You’ll Never Go Back, Boston , 1946

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Meloch Hughes (1860-1926) también volvió a Gales, pero lo hizo en forma definitiva y luego de haber pasado 44 años en la Patagonia. Finalmente Thomas Jones (1849-1934), no retornó nunca, escribiendo su crónica desde el territorio que enmarca su relato. De esta manera, si bien es posible seguir considerando que la mirada de estos viajeroscolonos es en gran medida una mirada desde fuera, tampoco se puede dejar de tener en cuenta que luego de un largo período de permanencia en la Patagonia los autores de las crónicas desarrollaron cierto sentido de pertenencia en relación con el territorio que constituyó uno de los objetos centrales de su relato. Esto tiene algunas implicancias a nivel de la construcción de las representaciones del territorio. Quienes se han propuesto estudiar el paisaje desde los diferentes registros en los que este aparece, han diferenciado claramente dichos registros en función de la situación de sus respectivos productores. Así pueden establecer tres posibles registros: aquellos producidos por miembros de la población local en los que se revelan una serie de creencias y valores propios de esa localidad; aquellos producidos por personas que no forman parte de la población local donde la relación entre el paisaje y las prácticas sociales y políticas aparece desfamiliarizada y finalmente, aquellos registros producidos desde una mirada científica que repara en la estructura de organización del territorio subyacente a lo directamente visible en un tipo de conceptualización comparable a la realizada por un geógrafo. (Duncan, 1990) En nuestro caso, las características de los dos primeros tipos de registro aparecen mezcladas y la familiaridad con territorio patagónico resulta bastante variable. Esta mayor familiaridad con el territorio se suma a la brecha existente entre el momento de la escritura del relato y el momento relatado para producir la pérdida de cierta frescura normalmente producida por el contacto con lugares y personas desconocidos. Desaparece así un componente relativamente subjetivo, bastante frecuente en los relatos de viajes, que guarda una estrecha relación con las impresiones y asociaciones que producen los nuevos lugares en el viajero. Estas asociaciones refieren a textos e imágenes que conforman un repertorio a partir del cual el viajero aprehende todo lo encontrado en su camino. Este es un aspecto valioso de los relatos de viajes ya que ese repertorio puede iluminar la manera en que las ideologías dominantes, comunicadas a través del paisaje, ayudan a reproducir las prácticas sociales y políticas. (Duncan, 1990: 19) Encontramos entonces que en las crónicas a analizar estas valencias se encuentran atenuadas. En relación con el itinerario, las crónicas tienen algunas puntos en común con otros relatos de viajeros. Todos los textos analizados, por ejemplo, dedican la primera parte de la narración al cruce del Atlántico. La excepción es el texto de Eluned Morgan que relata un viaje dentro de la Patagonia. Sin embargo, el texto de Morgan es el que mas cercano al género de literatura de viajes. En efecto, mientras este relato sigue de principio a fin las peripecias de una excursión hacia los Andes, el resto de los textos, si bien comienzan como un relato de un viaje, se van transformando gradualmente en una crónica de la historia de la colonia. La balanza se inclina así hacia la acción de documentar las transformaciones, alejándose del propósito de comunicar e interpretar elementos hallados en el viaje. Sin lugar a dudas, esto tiene una estrecha relación con la creciente familiaridad de los colonos respecto del territorio pero también con la necesidad de promocionar la colonia en Gales. Mas que un relato como

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en el caso de Morgan, otros ejemplos son descripciones relativamente detalladas de los aspectos en los que la colonia acusa cierto progreso, ordenadas en forma cronológica. Se asemejan de esta manera a reportes destinados a testimoniar el progreso de la colonia en Gales donde la prensa se hacía frecuente eco de las desgracias sufridas por los colonos en la soledad de la Patagonia, desalentando así la incorporación de nuevos colonos. Todas estas características hasta aquí descriptas se conjugan de diferente manera en los trabajos analizados y confieren al conjunto matices que no conviene soslayar. La distancia que hemos tratado de medir entre ese conjunto de obras y lo que podría considerarse una literatura de viajes más canónica no impedirá que podamos aproximarnos a los textos seleccionados con la intención de descubrir de que manera aparecen en ellos los aspectos principales a partir de los cuales ha sido estudiada dicha literatura. El desierto La idea planteada ya desde el título del trabajo es que los autores de estas crónicas contribuyeron a forjar la idea de una nueva Gales en la Patagonia. No se trata de una idea novedosa, ya que ello estaba explicito en el proyecto mismo de colonización. Por tanto no se trata de sostenerlo como hipótesis sino de ver de que manera, por medio de que estrategias, mediante el uso de que imágenes y referencias estos autores se reapropian de la Patagonia. Cómo se construye, nos preguntamos aquí, el paisaje de esta nueva Gales. Los estudios realizados sobre otros relatos de viajes nos permiten repara en algunos aspectos útiles. Así las expediciones de los viajeros a partir del siglo XVIII han sido entendidas como punta de lanza de la expansión colonialista y mercantilista europea. De esta manera, una de las funciones principales de los relatos de los viajeros fue la de dar una idea de accesibilidad de los territorios recorridos como forma de promover su ocupación. Los viajeros se encargan entonces de desproblematizar los territorios retratados. Ello tiene cierto paralelismo con la pintura paisajista en la que esta acción es considerada como limpieza del campo visual. Un primer factor problemático es el que representa la población nativa. Al igual que en mayor parte de la literatura de viajes, en nuestro corpus los indios habitan un espacio textual separado. En efecto, los indios son recluidos en un capítulos específicos donde son objeto de una mirada que combina la sensibilidad romántica con el conocimiento científico. No es casual que la misma mirada fuese dispensada a la naturaleza en general. Tanto animales como indígenas podían ser clasificados en especies o razas y al mismo tiempo podían ser objetos de una misericordia resultante de la certeza de su pronta extinción frente al avance irrefrenable de la civilización. “Pronto, muy pronto –asegura uno de los cronistas- no existirá ninguno de ellos que no se habrá retirado completamente de entre los hombres a la oscuridad del olvido y la desaparición. Para entonces, la historia de estos gigantes será solamente una leyenda para relatar”. (WM Hughes, 1993: 77) En el caso de la colonia galesa, la población indígena representaba una serie de problemas adicionales que no es posible tratar ahora dada la extensión permitida para esta presentación. Diremos, de todas formas, que se encuentran efectivamente desplegadas en los textos analizados estas estrategias de “vaciado” del territorio que antecedían a su “llenado” 370

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con nuevos contenidos. Se trata de un efecto similar al logrado con la difusión de la expresión “Conquista del Desierto” en la Pampa y la Patagonia Argentinas. El uso de la figura del “desierto” para caracterizar esas regiones excluye, mas bien borra, a sus habitantes originales, aún antes de su propio aniquilamiento. Desparecidos los indios del campo visual, como desaparecidos se encuentran a lo largo del trayecto de 600 kilómetros que Eluned Morgan realiza por la Patagonia central, solo queda la estepa semidesértica. Su imagen no aparece en las crónicas mas tempranas ni en general en los primeros capítulos de las mismas. Es que si de promocionar la llegada de nuevos inmigrantes se trata, la imagen del desierto no resulta muy atractiva El desierto transformado Las crónicas se centran en la descripción de las acciones llevadas adelante por los colonos en el valle del Chubut. En la mayoría de ellas, el relato esta encerrado dentro de los límites del valle y va enhebrando las distintas obras emprendidas: canales de riego, diques, edificios, campos de cultivo, alambrados, capillas, molinos. Gran parte del texto de Abraham Matthews es por ejemplo un reporte cronológico de la materialización de estos adelantos. Pero es en el texto de WM Hughes que vivió en el valle del Chubut entre 1881 y 1925 donde encontramos los detalles del trabajo que esta transformación territorial supuso. Hay allí una conciencia de esa transformación que expresa al citar los siguientes versos del poeta Eifion: “Al hacer bancos y abrir surcos, guiar el agua a praderas y campos, dar de beber a la tierra pobre y seca de las reservas del desierto. Como la bella Italia o el antiguo Edén será, como en las tierras del Nilo.” (WM Hughes, 39) La idea de jardín que se insinúa aquí aparece mas claramente en la descripción que Eluned Morgan hace del valle del Chubut tal como lo percibía hacia 1899: “...había miles de árboles a lo largo de todo el valle, plantados por los colonos galeses en su empeño de asemejar sus hogares a las blancas casitas de Gales, anidadas entre sus bosquecillos. Y realmente el valle ofrecía un aspecto feliz y próspero: acogedoras casas campestres construidas de ladrillos o piedras, los potreros limpios y cuidados, la quinta y la huerta cerca de la casa; el ganado bien alimentado saboreaba los tiernos pastos mientras el diligente agricultor seguía a su arado doble preparando confiadamente su tierra para cuando llegara la época de la siembra; los niños en sus ligeros caballos se dirigían hacia las escuelas con alegría y bríos deteniéndose a ratos para dedicarse a algunos juegos propios de su edad. Los pequeños núcleos de población agrupados aquí y allá estaban llenos de

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entusiasmo con los “cyrddau llenyddol” 3y los coros empezaban a reunirse en los ensayos a fin de presentarse en las competencias del próximo Eisteddfod.” (E.Morgan, 1976: 9-10) El imaginario del jardín aparece aquí sosteniendo la idea de una comunidad viviendo en completa armonía. Es que como parte de una sensibilidad hacia lo pintoresco, la imagen del jardín condensa, ya desde el antecedente clásico de las geórgicas, valores de orden y armonía que promueven, a su vez, sentimientos de cohesión social (Silvestre, Aliaba, 2001: 87) El desierto buscado Pero la figura de la árida estepa con su grandeza y su soledad no desapareció detrás de la imagen de este verde jardín. Mas bien fue transformado en un marco para ese jardín, pero como veremos un marco bien significativo. Difícilmente desapareciera esta estepa de los escritos de los colonos cuando el aislamiento que ella garantizaba había formado parte medular de programa de fundación de la colonia. En efecto, la asimilación de la población galesa emigrada a Estados Unidos desde comienzos del siglo XIX, había provocado la reacción de distintos líderes políticos y religiosos de Gales cuya meta fue encontrar una región del planeta en donde los galeses pudieran asentarse a salvo de influencias que pudieran poner en peligro la supervivencia de ciertos valores culturales que eran colectivamente percibidos como representativos de la nación galesa. El desierto se convirtió entonces en el espacio de la prueba cuya superación permitía escribir la historia de la colonia no ya como una crónica lineal tal cual lo habían hecho Abraham Matthews y Thomas Jones sino como una epopeya tal como lo insinúa Lewis Jones y lo acentúan claramente Eluned Morgan y W.M. Hughes. Este último reconoce que los ambientes poseen un significado moral, por lo que pueden a veces ser causa de degeneración. Si esta degeneración no tuvo lugar en la Patagonia fue, según Hughes, gracias al aislamiento, es decir, a la ausencia de una ambiente social extraño y a la decidida adhesión religiosa de los colonos que constituyó un factor de cohesión social de primer orden. Las privaciones que impone a los colonos la soledad y falta de recursos de la estepa patagónica no son consideradas aquí como un factor negativo. Por el contrario, los esfuerzos y las privaciones de los primeros años son entendidos como un factor de fortalecimiento de la moral. En cuanto a la adhesión religiosa, su rol estructurante es resaltado por Hughes quien sostiene que “que tal vez sea el patriotismo lo mas notorio a primera vista en el movimiento colonizador, pero en el fondo estaba la religión impregnando todo lo demás; y ello de un modo inconsciente hasta para los mismo promotores” (WM Hughes, 1993: 239-40) Es posible preguntarse aquí en que medida el aislamiento no guarda una relación directa con cierto sectarismo religioso. Con este trasfondo, resulta evidente que la prueba a la que se someten los colonos en la Patagonia cobra una dimensión religiosa importante que se traduce en imágenes. Es centralmente la Biblia el texto que media aquí la percepción del territorio 3

En galés: reuniones literarias

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fijando siempre un horizonte aleccionador. Así, si frente a las sucesivas inundaciones ocurridas entre 1899 y 1904 los cronistas remiten al diluvio (Morgan, 1976: 9) o a las desdichas de Job (WM Hughes, 1993: 169) no sería descabellado usar otra imagen bíblica como la caminata de Jesús por el desierto para representarnos la percepción que los colonos galeses fueron construyendo de su árido entorno y de la prueba que representaba. Lo que es claro es que los sacrificios aparecen en estas crónicas en función de las victorias, dos términos sobre los que se funda una epopeya de la colonización. Hughes esboza al final de su obra una síntesis de la historia de la colonia en la que librado de la necesidad de documentar, carga las tintas sobre el heroísmo de la gesta colonizadora. En tono desafiante y personificando a los accidentes del territorio se dirige al río: “ pero tú también, Chubut de tortuoso camino serás vencido dentro de un rato. Probablemente si de otras razas dependiera, serías dejado en tu profundo lecho murmurando tu canto y soñando con el descanso en el senos del gran océano después del largo viaje, pero cuando tiraste el guante desafiando a los galeses en la batalla, hiciste una gran equivocación” (WM Hughes, 1993: 266) Desde este tono grandilocuente Hughes se propone inscribir la historia de la colonia dentro de la historia universal: “No se hizo en las llanuras de Ilion ni de Latium antiguamente mayor heroísmo que en el Chubut.” (WM Hughes,1993: 267) Y como en toda epopeya, este grandilocuencia resulta por demás aleccionadora: “una fe inapagable en la victoria de la libertad y la justicia fortificaba todos los corazones y hacía brillar a todos los ojos, para producir a la orilla del profundo río Chubut uno de los poemas épicos de los siglos...un poema épico que resonará aún mas clara y sonoramente desde las profundidades de las memorias de las generaciones que vendrán.” (WM Hughes, 1993: 268) Para hablar de paisaje en relación con estas imágenes es necesario referirse a “lo sublime”, categoría que junto con “lo pintoresco” ayudaba por entonces a ordenar la percepción de lo natural. Lo sublime posee un contenido relacionado con los grandes ideales, con el infinito y con el sentido de la vida. (Silvestri, Aliata, 2001: 91) En su construcción de esta historia épica de la colonia, uno de los cronistas lo expresa en forma elocuente: “la Patagonia no fue mas la región de los piés grandes sino la de los ideales grandes.” (WM Hughes, 1993: 253) Pero hay en el texto de Hughes datos que indican que esta sensibilidad hacia lo sublime bien podría haber sido tomada en préstamo de otras gestas. Al componer el cuadro de la partida de los colonos Hughes expresa: “…en aquel crepúsculo muchos de ellos vieron por última vez a su alba Gales. ¿Qué destino les espera? Se ahogarán en el profundo mar? No. Ello no sucederá. Ni todos los océanos de la creación tienen agua suficiente para ahogar a estos Padres Peregrinos.” (WM Hughes, 1993: 254) El referente norteamericano no debe sorprender. En primer lugar por el móvil de libertad religiosa de los padres peregrinos norteamericanos, con el que los galeses no tenían dificultades en identificarse. Pero en relación al paisaje es necesario recordar que muchos de los colonos galeses provenían de una Norteamérica donde la historia de la conquista del oeste como gesta estaba ya consolidándose. Para el momento en que se escriben estas crónicas el mito del Far West tiene ya una amplia difusión. El cowboy es aquí uno de los protagonistas. Su figura se agranda en función del paisaje: un territorio de grandes dimensiones que contiene principalmente a él. Las

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semejanzas con nuestro caso no deben descuidarse y podrán ser motivo de un estudio mas profundo. Como marco que da sentido a esta epopeya, la estepa patagónica es percibida en esta clave sublime, resaltando siempre la gran dimensión que enaltece la figura del colono para convertirlo en pionero. La apropiación de la estepa patagónica de la que dan cuenta algunos cronistas no reconoce una sola vía de acceso. Hasta aquí nos hemos referido a la que podríamos denominar la vía del sacrificio. Pero existen otros contenidos que son puestos en movimiento en la caracterización de la vastedad Patagónica y que tienen una relación mas directa aún con la sensibilidad hacia lo sublime. Esta estepa en la que ya no hay indios, puede ser leída ahora como un territorio donde el hombre se encuentra en soledad, donde se encuentra frente a una naturaleza pura. No se trata simplemente de una naturaleza con propiedades curativas. Es interesante recordar en este sentido que las razones del traslado a la Patagonia del propio Hughes no parecen haber sido de índole económica o ideológica como en la mayoría de los colonos, sino mas bien sanitaria ya que como forma de sobrellevar una seria afección de asma se le había sido prescripto un clima seco. Se trata como se dijo antes de una naturaleza que purifica moralmente. La naturaleza es sanadora en tanto es una naturaleza buena. Pero en sintonía con una estética de lo sublime, el hombre se encuentra absolutamente vulnerable a sus poderosos efectos. Esta visión de la naturaleza como un especie de justificación divina de la que Hughes da cuenta al hablar del cultivo en tierra patagónica queda ejemplarmente expresada en la transcripción de un fragmento de An essay on man de Alexander Pope. “La naturaleza toda es sólo arte que tu ignoras, todo azar, rumbo que no puedes ver; toda discordia, armonía no comprendida; fragmentariamente mala y en conjunto buena.” Edén y Nueva Gales Pero a pesar del empeño puesto por los galeses en convertir al valle del Chubut en un oasis verde en medio de la estepa, no será allí donde la imaginación de los cronistas se detendrá en esta recreación de una nueva patria. Mas de 600 kilómetros hacia el oeste, las estribaciones de los Andes ofrecerán la posibilidad de que esta Nueva Gales crezca a semejanza de la Gales real, verde y escarpada. De todas formas, no es solo esta semejanza la que aquí importa sino el significado atribuido al relieve de montaña. Cuando los cronistas se refieren a la cordillera, las funciones purificadoras del paisaje vuelven a activarse. Las nieves eternas de los picos andinos, las aguas cristalinas de los ríos torrentosos y los bosques descriptos por Morgan son

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representativos de una pureza que es trasladada a la visión de la comunidad de galeses que allí vive. De esta manera, se afirmaba que “...no existen en ninguna parte mejores galeses ni más bello acento que el que se aprecia en los valles de la cordillera de los Andes. Valdría la pena que los hijos de Gales se fueran para allá a fin de estudiar el idioma”. (E.Morgan, 1976: 83) Morgan sostiene además que en la Patagonia se ha producido una síntesis de los distintos dialectos de Gales, es decir una especie de nueva Gales del idioma. En su recreación de una nueva Gales Morgan suma a la semejanza del relieve otros contenidos que ayudan a delimitar mas claramente esta región que se esta apropiando. El idioma galés sirve aquí para designar un territorio y hacerlo mas accesible. Es por eso que el paisaje aparece en el texto de Morgan no solo descrito sino nombrado a través de una toponimia que hace más familiares estos territorios: “...mucho antes de divisar Capel y Llwyn, la casa colorada, el río Llwchwr, y Troed yr Orsedd me había quedado sin palabra, no solamente debido al paisaje, no es solo en un momento que se llega a apreciar en toda su grandiosidad la belleza y majestuosidad del panorama, sino que mi pensamiento había quedado prendado de los bellos y sonoros nombres galeses que ostentaban los hogares. Estaba a mas de nueve mil millas de la agreste Gales y sin embargo, entre las montañas de los Andes, en pleno corazón de la Patagonia, he aquí la sencilla capilla Galesa con los nombres consagrados en memoria y nostalgia de Eryri Wen y ‘el hogar donde fui criado’ ”. (E.Morgan, 1976: 51) Como parte de esta apropiación simbólica del territorio, la herramienta del idioma es de fundamental importancia e ilustra su centralidad dentro de la cultura galesa. No podría pensarse una nueva Gales en la que “la lengua del cielo” 4no tuviera su lugar. El tema de la toponimia es a veces objeto de fantasiosas especulaciones. Hughes, por ejemplo, repara en la existencia de vocablos mapuches que suenan como palabras galesas lo que le lleva a reflotar la leyenda de Madoc según la cual un contingente de galeses cruzó el Atlántico varios siglos antes que Colón, asentándose en Norteamérica donde se mezclaron con la población nativa. Hughes fantasea con la posibilidad de que esos galeses, ahora indios, hayan descendido hasta la Patagonia y hayan dejado sus rastros en una serie de topónimos. Detrás de esta fantasía por la cual indios y galeses se confunden no hay sino una necesidad de legitimar la presencia de los colonos en tan lejanos territorios. Lo que Hughes esta diciendo es que los galeses pueden ser pensados ahora como nativos. (WM Hughes, 1993: 56) Pero si de construir una territorialidad propia se trata, es en el texto de Morgan donde vemos desplegarse la mayor cantidad de recursos. Este texto condensa además una serie de contenidos a los que ya hemos hecho referencia: la naturaleza aparece allí en relación con un ideal de pureza trasladable a la raza, al idioma, a la practica de la religión. Un paisaje organizado en torno a una naturaleza pura y purificadora que actúa en este texto como un elemento absolutamente funcional respecto de la promoción explícita de la colonización y como idea de cierta regeneración nacional. Por el tono moralizador, la escritora convierte su descripción del paisaje en un una lección de “galesidad” 5. Pero Morgan va mas allá y especula con una fijación de límites territoriales concretos para esta Nueva Gales: “ Muchos 4

Iaith y nefoedd: así se hacía referencia al idioma galés durante el siglo XIX, período en el que el idioma era principalmente promovido por las sectas religiosas anti-anglicanas 5 Galesidad se usa aquí como sinónimo de “cymreictod” o su equivalente en ingles: welshness

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disturbios y constante preocupación motiva la cuestión de los límites entre Argentina y Chile, pero allí también crece, silenciosa y gravemente, un límite celta donde el Rey de Paz es absoluto soberano sobre su blanco trono de las nubes”. 6 (Morgan, 1976: 52) Para Morgan, la grandiosidad de la Naturaleza es presentada de la mano del poder del creador, un Dios que enseña a través de la naturaleza, un Dios cuyo rol protector se acentúa en esta lejanía. En efecto, el límite celta aparece aquí reforzado aquí por una religiosidad que es, al mismo tiempo, signo identitario. La nueva Gales que aquí se inventa comienza a contar entonces con un territorio cuyos límites intentan legitimarse confiándolos al cuidado de Dios. Corpus Bibliografico Seleccionado Lewis Jones. Hanes y Wladva Gymreig. Cwmni'r Wasg Genedlaethol Gymreig, 1898. Traducción castellana: La colonia Galesa. Una nueva Gales en Sudamérica. El Regional, 1993. Thomas Jones (Glan Camwy) Hanes cychwyniad y Wladfa ym Mhatagonia, Y Drafod, Gaiman, 1926. Traducción castellana: Historia de los comienzos de la Colonia Galesa en la Patagonia, Trelew, 1999 William Meloch Hughes, Ar lannau Camwy ym Mhatagonia, Y Brython, Liverpool, 1927. Traducció castellana: A orillas del rio Chubut en la Patagonia, El Regional, Rawson, 1993 Abraham Matthews. Hanes y Wladfa Gymreig yn Patagonia. Mills & Evans, 1894. Traducción castellana: Crónica de la Colonia Galesa de la Patagonia. Editorial Raigal, 1954. Otra ed. El Regional, 1977. Eluned Morgan. Hacia los Andes. El Regional, Rawson, 1976 Bibliografía de Referencia David Bunn, “Mercantile and Domestic Space in Thomas Pringle’s African Landscapes” en Landscape and Power, W.J.T. Mitchel, Chicago, 1995 James Duncan, The city as text: The politics of landscape interpretation in the Kandyan Kingdom, Cambridge, 1990 Prys Morgan, “From a Death to a View: The Hunt for the Welsh Past in the Romantic Period”, E. Hobsbawm, T. Ranger, The Invention of Tradition, Cambridge, 1983 Mary Louise Pratt, Ojos Imperiales, Buenos Aires, 1997 Mary Louise Pratt, “Scratches on the face of the country; or what Mr. Barrow saw in the land of the bushmen”, H.L. Gates (ed.) “Race”, Writing and Difference, Chicago, 1986 Adolfo Prieto, Los viajeros ingleses y la emergencia de la literatura argentina, Buenos Aires, 1996 6

Por “trono de las nubes” se hace referencia indirecta al cerro Troed yr Orsedd que domina el Valle 16 de

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Graciela Silvestri, Fernando Aliata, El paisaje como cifra de armonía, Buenos Aires, 2001 Raymond Williams.,The Country and the city, Oxford, 1973 Raymond Williams, Sociology of Culture, New York, 1982

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“Las Metáforas del Viaje y sus Imágenes. La Literatura de Viajeros como Problema”

Mesa 4 - La alteridad y el discurso del viaje

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Clasicismo y alteridad en la literatura de viajes del Renacimiento Italiano: el ejemplo de Verrazzano Luigi Avonto. Universidad de la República (Uruguay) Abstract Tomando como ejemplo la Carta al rey de Francia Francisco I del 8 de julio de 1524, en la cual el navegante florentino Giovanni da Verrazzano hace relación de la exploración de la costa oriental de los actuales Estados Unidos, por él realizada en ese mismo año al servicio del célebre monarca, el Autor destaca una característica peculiar de la literatura de viajes del Renacimiento italiano generalmente olvidada por los estudiosos: la capacidad de muchos viajeros italianos de la época de usar su cultura clásica y humanística para fabricarse, en cierto modo, un filtro que les permita comprender y asimilar las novedades físicas y humanas encontradas en las nuevas tierras que se iban entonces descubriendo. De este modo Verrazzano, al igual que otros viajeros italianos de su tiempo, busca los términos de su descripción de los habitantes del Nuevo Mundo en la comparación con los antiguos hombres y mujeres de su cultura humanística, hecho sumamente importante pues le permite acercarse a esa nueva humanidad con la actitud positiva de quien reconoce una realidad diferente, pero no imposible de asimilar, nueva, pero no tan antagónica como podían pensar otros viajeros europeos de la época. In this study of the Letter to the King of France Francis I of July 8, 1524, where the Florentine navigator Giovanni da Verrazzano relates the exploration of the Eastern coast of North America which he carried out in that year on behalf of the famous monarch, the Author emphasizes a peculiar characteristic of the Italian travel literature of the Renaissance generally disregarded by other scholars: the capability of many Italian travellers of that age of using their classical and humanistic culture to fashion, in a way, a kind of filter that could allow them to understand and assimilate the physical and human novelties found in the new lands which were by then being discovered. In this way Verrazzano, as well as other Italian travellers of his time, tries to find the terms of his description of the inhabitants of the New World in their comparison with the ancient men and women of his humanistic culture, which is an extremely important point since it allows him to approach those new human beings with the positive attitude of one who recognizes a reality which is different but not impossible to assimilate, new but not so antagonistic as many other European travellers of that period used to think. Texto A principios de julio de 1524, luego del descubrimiento y exploración de la costa oriental de los actuales Estados Unidos de Norteamérica, regresaba a Europa una memorable expedición al servicio del rey de Francia Francisco I, realizada en ese mismo año con una sola nave por un culto navegante italiano: el florentino Giovanni da Verrazzano. En el caso de Verrazzano, cabe ante todo observar que este personaje, además de gran marinero, fue también un perfecto representante de aquel humanismo renacentista que puso a

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Italia a la vanguardia de la cultura europea durante el siglo XVI. Miembro de una aristocrática familia bien integrada en la ciudad francesa de Lyon, donde existía desde hacía tiempo una poderosa colonia de mercaderes florentinos, Verrazzano estaba vinculado, por sus lazos familiares y por su educación, tanto con Florencia, como con la sociedad ítalo-francesa de adopción, en la cual la cultura humanística rivalizaba con el sentido de los negocios 1. Su Carta al Rey de Francia del 8 de julio de 1524 2, escrita en italiano a bordo de la nave Dauphine, luego de su regreso a Dieppe, para comunicar al monarca los resultados de su expedición –carta que hace unos años tuve la oportunidad de hacer conocer a los lectores hispanohablantes en su primera traducción íntegra al español, por mí realizada (en Avonto, 1995: 235-252) 3 - está impregnada de principio a fin de una cultura literaria y científica de elevado nivel, que coloca a Verrazzano muy por encima de muchos navegantes europeos de su tiempo. Como ha bien observado Michel Mollat, en este florentino, quien trató de aprovechar la ambición del rey de Francia de adquirir un territorio colonial para realizar su sueño de 1

a biografía de Giovanni da Verrazzano todavía queda en buena parte envuelta en una nebulosa a causa del extremo fragmentarismo de la documentación que le concierne. Si se aceptan los datos proporcionados por un retrato de este notable navegante italiano, realizado en 1767 por F. Allegrini en Greve in Chianti (segunda morada de la noble familia Verrazzano), Giovanni habría nacido en Florencia en 1485, hijo de Pietro Andrea di Bernardo y de Fiammetta Capella. Sin embargo, faltan documentos de archivo que puedan comprobar estos datos. Más recientemente algunos estudiosos han propuesto otra hipótesis, según la cual el navegante habría nacido en la ciudad francesa de Lyon, donde existía una rica y poderosa colonia mercantil florentina, hijo de un Alessandro di Bartolomeo y de Alessandra Guadagni, hija, esta última, de un conocido banquero florentino emigrado a Francia (Cfr. Mollat – Habert, 1982). Como observa Andrea Miroglio, esta segunda hipótesis, que tampoco resulta comprobada por fuentes documentales, tiende a proponer la figura de Verrazzano como “símbolo de la internacionalidad de las clases mercantiles del Renacimiento” (Miroglio, 1991: 387) sin que se rompa el vínculo natural del personaje con sus orígenes florentinos. Por noticias biográficas más detalladas de Verrazzano, me permito remitir al lector a la ficha dedicada a este personaje, contenida en mi obra: Mirando al Otro. América en la literatura de viajes de los italianos (siglos XV-XVI), Montevideo, Universidad de la República, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, 1995, pp. 230-234. 2 El destinatario de la carta es el célebre Francisco I, pero al final del documento el navegante indicó también otros destinatarios –todos mercaderes florentinos-, cuyas relaciones con Verrazzano confirman una vez más los estrechos vínculos de éste con el ambiente florentino del cual procedía. Las copias manuscritas que hasta ahora se conocen de la carta de Verrazzano, todas apógrafas y escritas en italiano, son tres. Una se encuentra en el Codice Magliabechiano Miscellaneo XIII, 89 (3) de la Biblioteca Nacional de Florencia; otra en el Ms.Ottoboniano 2202 de la Biblioteca Apostólica Vaticana, y la tercera, descubierta por el estudioso italiano Alessandro Bacchiani, en la Pierpont Morgan Library de Nueva York (Morgan Ms. MA776). El manuscrito que contiene esta última versión de la carta de Verrazzano es conocido como Cellere Codex, del nombre del conde italiano Giulio Tacchi di Cellere que lo poseyó a fines del siglo XIX. Esta versión de la carta, que lleva al margen anotaciones de puño y letra de Giovanni da Verrazzano, es considerada como la más cercana al original, que hasta ahora no ha sido encontrado (cfr. Bacchiani, 1909: 1274-1373). Existe, además, la versión publicada por Giovanni Battista Ramusio en su tomo III de la colección Navigationi e viaggi (1556), que difiere de las otras versiones en la forma aunque es sustancialmente idéntica en el contenido. Esta versión fue publicada sólo parcialmente, pues en la edición de Ramusio falta el apéndice cosmográfico que Verrazzano escribió como conclusión de su carta. Finalmente, la Accademia del Cimento, en Florencia, posee un fragmento que perteneció con toda probabilidad al citado Ramusio, en el cual se encuentra el apéndice cosmográfico que éste no publicó en su edición de la carta de Verrazzano. 3 Mi traducción al español se basó en la transcripción efectuada por Andrea Miroglio (cfr. Miroglio, 1991: 393-408) sobre la versión italiana contenida en el ya citado Cellere Codex de la Pierpont Morgan Library de Nueva York (cfr. nota 2), confrontada con ediciones anteriores, entre las cuales la de Luigi Firpo (cfr. Firpo, 1966). Al igual que en la transcripción italiana realizada por Miroglio, también en mi traducción al español evidencié en cursiva las anotaciones de puño y letra de Verrazzano del Cellere Codex, insertándolas en el texto entre corchetes.

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explorador, “la curiosidasd prevalecía sobre el sentido del lucro” (Mollat, 1990: 65) y su cultura, unida a una excelente capacidad de observación, le permitía “descubrir a primera vista las características de los paisajes, las condiciones del clima, los rasgos psicológicos y etnológicos de las poblaciones” (Mollat, 1990: 65). Apoyado económicamente por hombres de negocios italianos y franceses de Lyon, Rouen y Dieppe y alentado por el monarca francés, quien le prestó la nave Dauphine, Verrazzano, partiendo de Normandía, el 17 de enero de 1524 comenzó su travesía atlántica en las Desiertas, peñascos deshabitados cercanos a la isla de Madera, y llegó a la costa americana, a los actuales límites de las dos Carolinas, en una zona entre los 33° y 34° Norte. Su exploración consistió en una navegación con la costa casi constantemente a la vista hasta los alrededores del Cabo Bretón, en los 46°, y tal vez hasta la costa de Terranova, con la esperanza de encontrar un estrecho para ir al fabuloso Catay. Creyó divisar el “mar oriental” más allá de un estrecho istmo que no era sino el Pamlico Sound y bautizó la tierra por él descubierta con el nombre de “Francesca” en honor del rey de Francia. Su relación enumera una sucesión de fondeos que le permitieron ver la naturaleza de cerca y observar, a veces en sus menores detalles, las costumbres de las poblaciones encontradas, para después formar un juicio sobre ellas. Las descripciones contenidas en la carta de Verrazzano son tan precisas que hacen posible reconocer, por ejemplo, los sitios en que surgieron mucho más tarde Nueva York y Newport, pero, como se verá más adelante, en el relato de este navegante los hombres son sin duda más importantes que el medio físico. Lo que más se destaca en esta relación, consiste en la capacidad de Verrazzano de usar su cultura humanística para construirse, por así decir, una herramienta o un filtro que pueda permitirle tanto a él como a su lector penetrar en las novedades de las cosas vistas y observadas. Piénsese, por ejemplo, en el caso bien conocido y verdaderamente emblemático del nombre de Arcadia que el navegante dio a la región de la bahía de Delaware: no se trata, de hecho, de una simple reminiscencia o de una ostentación erudita, sino más bien de una sutil operación estilística en el sentido de que ningún otro nombre, tomado de la literatura o la mitología, podía transmitir mejor, para un hombre de cultura del Quinientos, la exacta impresión sugerida por una tierra hermosísima y lejana, situada en otro mundo distinto del conocido. Como justamente advierte Leandro Perini, “si Colón es el poeta instintivo, si Vespucci es el culto mercader-navegante lector de Dante y de la Eneida comentada por Cristóforo Landino, Giovanni da Verrazzano es el noble educado en la lectura de la poesía bucólica de Jacopo Sannazaro” (Perini, 1993: 169-170), uno de los máximos representantes del Humanismo italiano, cuyo poema –Arcadia, precisamente, publicado en Venecia en 1501 y reeditado al menos quince veces antes de 1524- no sólo dio el nombre a una región descubierta por el navegante, sino incluso influyó, con sus imágenes, en la misma selección visual del paisaje descrito en la relación del viaje. Esa región tan hermosa, plácida y serena, perteneciente a un nuevo mundo apartado de la concreta experiencia de los europeos de la época, sólo podía encontrar referencia, para un hombre de la cultura de Verrazzano, en una tierra situada fuera del tiempo y del espacio

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habituales, en la tierra del mito consolador de la vida tranquila y serena de los pastores-poetas de la legendaria Antigüedad y de la literatura contemporánea. El nombre de Arcadia, elegido por Verrazzano, ya contiene, por tanto, un juicio y una traducción estilística del mismo, y constituye la premisa de todas las descripciones del relato; casi se configura, podríamos decir, como una palabra y una imagen que generan a su vez otras palabras y otras imágenes, incluso en las descripciones que anteceden al uso de la palabra clave por parte del navegante. Basta pensar, para entender cabalmente cómo el relato de Verrazzano está construido en función de la fuerza evocadora que posee el nombre de Arcadia, en la descripción de dos regiones como la “Selva de laureles” y el “Campo de cedros”, en la zona cercana al actual Cape Fear, que el navegante encontró antes de llegar a la tierra por él propiamente denominada Arcadia: “La playa está toda cubierta de arena muy fina de quince pies de espesor y se extiende en forma de pequeñas colinas [...]. Pasado este arenal, se extiende una vasta tierra con campos hermosos y dilatadas llanuras cubiertas de grandes bosques, más o menos espesos, con árboles de varios colores, tan lindos y agradables a la vista que es imposible describirlos. Y no crea Vuestra Majestad que éstos sean como la selva Hercynia o como la áspera soledad de Escicia y de las regiones septentrionales [...], sino ornados y embellecidos de palmeras, laureles, cipreses y otras variedades de árboles desconocidos en nuestra Europa, que desde gran distancia exhalan fragancias muy suaves [...]. También sospechamos que no falten en ella especias, o esencias aromáticas y otras riquezas como el oro, dado que toda la tierra tira al color de éste. Hay en ella gran abundancia de animales, ciervos, corzos, liebres y otros parecidos, de lagos y remansos de agua viva con varias especies de aves aptas para todo deleitable placer de la caza [...]. Bautizamos a esta tierra “Selva de laureles”, y un poco más abajo le impusimos el nombre de “Campo de cedros”, debido a la presencia de cedros hermosos. El aire es saludable, puro y templado, sin demasiado calor ni frío; en esas regiones no soplan vientos impetuosos y los que reinan más frecuentemente son el maestral y el céfiro durante el verano [...]. El cielo es claro y sereno, con poca lluvia, y si a veces hay neblina o niebla, debido a vientos australes, en breve se disuelve y el aire vuelve a ser puro y claro. El mar está tranquilo y sin temporales, sus olas no son borrascosas” (Verrazzano, en Avonto, 1995: 236-237). El cuadro que Verrazzano ofrece a la vista de sus lectores es neto e idílico. Las imágenes se suceden sin solución de continuidad y la descripción –anota Andrea Mirogliocasi parece “un pastiche fotográfico en el cual el acercamiento a la par de los fotogramas exalta la visión del conjunto. El cuadro geográfico sirve como fondo aglutinante para la enumeración de los elementos de la flora, la fauna y los productos de la tierra, mientras que el clima, aludido al final de la descripción como conclusión de una perfecta síntesis ambiental, enfatiza la excelente calidad del lugar y propone a la vez una halagüeña fruición inmediata de su descubrimiento” (Miroglio, 1992: 60-61). Obviamente no falta, en la descripción de Verrazzano, una referencia a ciertos productos como “especias, o esencias aromáticas y otras riquezas como el oro”, que constituían el interés primario de los viajes europeos de descubrimiento, pero resulta evidente

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que la atención de este refinado navegante-humanista es principalmente dominada por la visión concreta de una naturaleza feliz y sin perturbaciones, que hasta entonces sólo había conocido a través de las fábulas encantadoras de los clásicos y de poetas coetáneos como Sannazaro. Lo denuncia el mismo estilo del autor, conscientemente solemne y literario en el léxico y en la sintaxis 4, que le permite desplegar ante los ojos de su lector una lenta secuencia de detalles, sabiamente construida, en virtud de la cual la descripción de un paisaje nuevo e insólitamente hermoso es realizada casi en transparencia, a través de la mediación de las edades de oro y los paraísos terrenales que la cultura humanística de su tiempo ponía a disposición de Verrazzano observador y escritor. Y sin embargo Verrazzano no sólo es capaz de brindar representaciones estilísticamente eficaces de un mundo verdaderamente nuevo y diferente mediante la sugestión de ese peculiar realismo que le ofrecían las fábulas antiguas y modernas. De hecho, si la cultura opera en él a nivel lingüístico y estilístico, esa misma cultura le permite también indicar novedades mucho más importantes: por ejemplo, la individualidad de Europa frente a un mundo del todo diferente, y el reconocimiento –no muy frecuente en otros europeos de ese entonces- de la plena humanidad de las poblaciones indígenas encontradas en la nueva tierra. Por cuanto se refiere a la primera de las dos “novedades” aludidas, cabe ante todo observar que en el caso de Verrazzano la percepción de la individualidad de Europa no es un hecho ocasional. El navegante insiste en efecto sobre la singularidad europea tanto en lo tocante a la naturaleza como en lo concerniente a la autonomía geográfica del Nuevo Mundo en relación con el Viejo. Basta recordar, a este respecto, tres distintos momentos de su relato en los cuales Verrazzano, florentino, se dirige al rey Francisco I, francés, y hablando de Europa la define como “nuestra Europa”: el primer momento es el de la descripción de los bosques contemplados en la zona cercana a Cape Fear, “ornados y embellecidos de palmeras, laureles, cipreses y otras variedades de árboles desconocidos en nuestra Europa” (Verrazzano, en Avonto, 1995: 236-237); el segundo coincide con otra descripción parecida de la naturaleza de la zona de Rhode Island, cuyos árboles “son encinas, cipreses y otros desconocidos en nuestra Europa” (Ibidem: 244); el tercero ocurre cuando Verrazzano, en abierta polémica con los antiguos, así describe la realidad geográfica que surge de la reflexión sobre los descubrimientos realizados por los modernos: “De hecho, la tierra que han encontrado los modernos –ignorada por los antiguos- fue reconocida como un nuevo mundo con respecto al mundo que aquéllos conocían y resulta claramente ser más grande que nuestra Europa” (Ibidem: 249-250). Pues bien, esta insistencia sobre el posesivo “nuestra”, referido a una Europa que existe por encima de las diferencias de nacionalidad del autor de la carta y de su destinatario, presupone sin duda una toma de conciencia de ese concepto de Europa que precisamente en las primeras décadas del siglo XVI iba siendo elaborado por pensadores políticos, literatos y filósofos no tanto en el intento de establecer las bases de una utópica unidad europea, sino más bien en el de reconocer en las varias manifestaciones de la civilización europea la individualidad de la misma Europa. Así si en años anteriores Amerigo Vespucci, otro 4

Cosas que obviamente no pueden apreciarse del todo en una traducción.

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navegante florentino imbuido de cultura humanística y ya moderno en muchos aspectos 5, todavía podía aludir en sus cartas de viaje a los habitantes de Europa como “nosotros los Cristianos” (Vespucci, 1986: 106, 114), Verrazzano ya ha adquirido plena conciencia de la diversidad de Europa con respecto al resto del mundo y puede por tanto hablar de europeos y de “nuestra Europa”, abandonando con decisión viejas definiciones que resultan inadecuadas para establecer las diferencias. La segunda novedad del relato de Verrazzano –una novedad aún más importanteconsiste en una actitud hacia los indígenas del Nuevo Mundo mucho más positiva que la que manifiestan en general otros observadores europeos de la época en análogas situaciones. Si bien el nivel superior de desarrollo alcanzado por las tribus indias de la costa atlántica norteamericana con respecto a las culturas indígenas del Caribe y del litoral brasileño puede haber en parte influido sobre esta actitud del florentino, la lectura de su carta nos transmite sin embargo la impresión general de que ello proceda de un diferente acercamiento al problema antropológico. El punto de partida utilizado por Verrazzano en su consideración de este problema radica en efecto en su propia cultura humanística, una cultura que lo lleva a considerar que los hombres del Nuevo Mundo están en cierto sentido lejanos en el tiempo y en el espacio del mismo modo en que lo estaban los protagonistas de los mitos, de las historias antiguas y los poemas. El culto navegante-humanista, impresionado por la belleza de los lugares visitados y por la serenidad de sus habitantes, ni siquiera se plantea el problema de una comparación de esa nueva y diferente realidad con aspectos de otras realidades concretamente conocidas, sino que los coloca en la lejanía espacial y temporal de los mitos clásicos y de los relatos de la literatura. En consecuencia, la imagen y la idea del “salvaje” americano y de sus tierras, sugeridas por la relación de Verrazzano, parecen concretar la imagen poética y mítica de la Edad de Oro y el semblante de los habitantes del Nuevo Mundo, “dulce y suave”, puede parecerse mucho “al antiguo”, según él lo describe en este célebre trozo de su carta al rey de Francia: “Esta es la gente más hermosa y de más gentiles costumbres a la que hemos encontrado durante esta navegación. Su talla es más alta que la nuestra y su tez bronceada [...]. Sus rostros son perfilados, el cabello largo y negro, que se esmeran mucho en adornar, sus ojos negros y vivos, el semblante dulce y suave que se parece mucho al antiguo. No quiero aburrir a Vuestra Majestad con pormenores acerca de las otras partes de sus cuerpos: bastará con decir que tienen todas las proporciones de hombres bien formados. Las mujeres son igualmente bien formadas y hermosas, muy agraciadas, de venusto semblante y continente, de esas buenas costumbres y honestidad que convienen a toda humana criatura en lo tocante a la conducta femenina. Andan desnudas, llevando solamente una piel de ciervo bordada, al igual 5

De Amerigo Vespucci, me he ocupado extensamente en mi reciente libro Operación Nuevo Mundo. Amerigo Vespucci y el enigma de América, Caracas, Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos / Instituto Italiano de Cultura, 1999, enteramente dedicado a la vida, los viajes y la obra de este célebre navegante en ocasión de la conmemoración del V Centenario Vespuciano en Venezuela. Por invitación de la Universidad de los Andes en Mérida (Venezuela), últimamente he vuelto a tratar de Vespucci también en otro libro mío titulado: En los mares del Nuevo Mundo. Viajes, naufragios y utopías de marineros del Quinientos, Universidad de los Andes, Facultad de Humanidades y Educación, Mérida, 2001.

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que los hombres [...], la cabeza desnuda embellecida por trenzas del mismo cabello, que les caen sobre ambos lados del pecho” (Verrazzano, en Avonto, 1995: 243). Como se infiere de la lectura del pasaje citado, el navegante florentino busca los términos de su descripción de los habitantes del Nuevo Mundo en la comparación con los hombres y las mujeres de su cultura humanística, hecho sumamente importante pues le permite acercarse a esa nueva humanidad con la actitud positiva de quien reconoce una realidad diferente, pero no imposible de asimilar, nueva, pero no tan antagónica como podían pensar otros navegantes y viajeros europeos de la época y como lamentablemente ocurrirá durante largo tiempo en el desarrollo concreto de las relaciones entre Europa y el Nuevo Mundo. Verrazzano reconoce por tanto, sin reservas, la dignidad humana de sus interlocutores indios, los define “humanas criaturas” sin titubear y “nunca pronuncia una sola sílaba que implique aversión, miedo, antagonismo o condena” (Gerbi, 1975: 150). Así haciendo, el florentino logra evaluar los comportamientos de los indígenas sin prejuicios ni pretensiones de superioridad de su propia cultura, y su disponibilidad a entender al otro y a identificarse con él –observa justamente Alessandro Boglione- hasta “se acerca a la homologación, como en el caso en que define como ‘gentilhombres’ y ‘doncellas’ a las personas del séquito de los caciques indios de la bahía de Naranganssett” (Boglione, 1993: 246). Como ha sido reconocido varias veces, la idealización del indio americano efectuada por Verrazzano mediante la evocación de la Edad de Oro arcádica coloca al florentino entre los precursores más significativos del mito del “buen salvaje”, mito que si ahonda sus raíces en la primera visión colombina de la inocencia del estado natural, en el navegante florentino ya asume rasgos peculiares y mucho más sofisticados en virtud de la cultura en la que se ha formado y de la que dispone para su acercamiento a la alteridad humana. Colón y Verrazzano presentan así a dos tipos distintos de “buen salvaje”. El primero lo vio con los ojos de la fe e idealizó al personaje a la medida de su convicción de tener que cumplir una misión salvadora. En el segundo –un culto y refinado humanista- “la imagen de la Grecia antigua fue sustituida, en la letra si no en el espíritu, por el sueño común del paraíso recuperado” (Mollat, 1990: 188). Una vaga nostalgia, mezclada con reminiscencias literarias, envolvía al indio en una atmósfera de sueño. Entre los encantos del “Refugio”, Verrazzano encontró la afectuosa caridad mutua de los indios. Celebró sus calidades naturales, pero, a diferencia de Colón, sus observaciones sobre la disposición espiritual de los indios quedaron relegadas en pocas palabras al final de su relación, poco antes de sus consideraciones científicas sobre el viaje efectuado. Al hacerlo, tal vez no prestó al comportamiento religioso de los indios una atención similar a la de Colón. En todo caso, según Verrazzano la disposición de los indios se explica con el hecho de que en ellos todo “procede de la ignorancia”. Sería, pues, tabula rasa: “Supusimos que no tuviesen fe ni ley ninguna y que tampoco conociesen una causa primera o Primer Motor, o venerasen al cielo, a las estrellas, al sol, a la luna u otros planetas, y pensamos que ni siquiera tuviesen idolatría de ninguna suerte [...]; en sus aldeas no hay ni templos ni lugares para rezar. Pensamos que no tienen fe

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ninguna y viven en total libertad y suponemos que esto proceda de la ignorancia” (Verrazzano, en Avonto, 1995: 248). A ese “buen salvaje”, Colón lo imaginó, por tanto, como inocente; Verrazzano como ignorante, aunque en definitiva –escribe Michel Mollat- “no era ni una cosa ni la otra. Era simplemente hombre, con un nivel de cultura más o menos evolucionado según los lugares, que había que tener en cuenta, al menos, para poder respetarlo” (Mollat, 1990: 188). En esta dirección ya parecerían encaminadas ciertas observaciones de Verrazzano que no solamente se colocan en un nivel especulativo seguramente superior a la visión instintiva de Colón, sino que se adelantan de manera notable a los futuros desarrollos de la ciencia antropológica precisamente en la consideración del respeto debido a cualquier hombre independientemente del nivel de evolución tecnológica por él alcanzado. Será suficiente, a este respecto, recordar esta simple observación del florentino que, a pesar de su brevedad, demuestra claramente que Verrazzano no creía en una presunta inferioridad natural de los indios, pues se daba cuenta que todo consistía exclusivamente en una diferente evolución tecnológica: “Si tuvieran la perfección de las herramientas que tenemos nosotros, sin duda construirían edificios imponentes” (Verrazzano, en Avonto, 1995: 245). Y sin embargo, a pesar de la idealización del “buen salvaje” encontrado en la primera parte del viaje, tampoco falta, en la relación de Verrazzano, la contrafigura negativa del tipo. De hecho, si en los primeros textos que habían descrito la Edad de Oro antillana –por ejemplo los de Pedro Mártir de Anglería, basados en las relaciones de navegantes y descubridores, o los de viajeros como Michele de Cuneo, compañero de Colón en el segundo viaje, y Alessandro Geraldini, primer obispo residente de Santo Domingo 6- el reverso del “buen salvaje” inocente y manso había sido el feroz y bestial caribe, en la carta del navegante florentino la contrafigura negativa del buen salvaje de la Arcadia es representada por el rudo y bárbaro habitante de las costas del Maine, exploradas en la última parte del viaje. Según sugieren algunos estudiosos (cfr. Morison, 1976: 223-224; Mollat – Habert, 1982: 120; Miroglio, 1992: 63), los indios Abenakis de esa zona, a quienes Verrazzano define como “mala gente” (Verrazzano, en Avonto, 1995: 246), en años anteriores habían entrado en contacto con portugueses que habían comerciado con ellos y con toda probabilidad no mantenían buenos recuerdos de esos encuentros, ya que en general los indígenas de Norteamérica fueron cordiales con los primeros europeos que conocieron, volviéndose hostiles contra ellos sólo después de haber recibido malos tratos. Sea como sea, Verrazzano así los describe: “La gente era del todo diferente de la que vimos antes. Mientras que los anteriores tenían buenos modales, éstos se veían toscos y llenos de malos hábitos, tan bárbaros que nunca pudimos, con tantas señas que les hicimos, conversar con ellos de 6

Al tema de la Edad de Oro de los indígenas antillanos encontrados por los primeros descubridores y viajeros europeos y a los relatos de Anglería, Geraldini, Cuneo y otros autores, he dedicado numerosas páginas en mi reciente libro Mirando al Otro, cit.

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ninguna manera. Visten pieles de osos, linces, lobos de mar y otros animales. Por cuanto pudimos observar yendo varias veces a sus moradas, pensamos que viven de la caza, de la pesca y de algunas clases de raíces que la tierra produce espontáneamente. No tienen legumbres y no vimos el mínimo indicio de cultivos; por otro lado, debido a su esterilidad, la tierra tampoco parece apta para producir frutos o semillas de ninguna clase” (Verrazzano, en Avonto, 1995: 246-247). El florentino no pronuncia la palabra “bestial”, tan frecuente en otros europeos coetáneos que entraron en contacto con la nueva humanidad americana, pero el contraste con el comportamiento de las poblaciones anteriormente encontradas es tan fuerte como para inducirlo a considerar a esta nueva gente cuando menos como “bárbara” y a expresar todo su asombro por la mala acogida que de ella recibió. Las razones de las consideraciones negativas y asombradas de Verrazzano resultan sin embargo muy claras cuando nos fijamos en la escena sucesiva de su relación, en donde los Abenakis aparecen como “interlocutores comerciales mucho menos acomodadizos que las poblaciones hasta entonces conocidas” (Miroglio, 1992: 63), a las que el navegante había alabado por su “generosidad” y por no apreciar el oro y otras cosas de valor. Con la “mala gente”, todo era muy distinto y mucho más difícil: “Cuando a veces queríamos trocar cosas con ellos, venían a la playa, subían sobre la cima de los peñascos más altos, donde las olas pegaban más peligrosamente, y mientras nosotros estábamos en el bote nos bajaban con una cuerda lo que querían darnos, gritándonos sin cesar que no nos acercáramos más. Inmediatamente nos exigían la entrega del objeto en cambio y no aceptaban más que cuchillos, anzuelos para pescar y metal cortante. Despreciaban toda clase de adornos; y cuando nos alejábamos pues no tenían otras cosas para trocar, los hombres nos hacían los gestos más despreciativos y desvergonzados que pueda hacer una persona brutal: por ejemplo, mostraban el culo y reían” (Verrazzano, en Avonto, 1995: 247). El comportamiento de los Abenakis resulta, pues, sorprendente para Verrazzano porque se opone negativamente a las expectativas de los europeos de obtener fáciles ventajas económicas en el intercambio con los indígenas 7, quebrantando así el acostumbrado cliché de la buena disponibilidad de los naturales. Frente a semejante oposición, el europeo no solamente acude a la imagen del indio “bárbaro” como contrafigura negativa del “buen salvaje”, sino que no duda recurrir, para imponer sus reglas de juego, a la superioridad de su armamento. Nos lo confiesa cándidamente el propio Verrazzano cuando escribe que a pesar de la belicosa oposición de los indígenas, los expedicionarios se internaron armados en su tierra y pudieron comprobar la falta de recursos naturales de importancia: “Fuimos contra su voluntad tierra adentro dos o tres leguas 25 hombres armados, y cuando estábamos bajando a la playa nos dispararon sus arcos levantando altos

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No se olvide que el viaje de Verrazzano había sido apoyado por varios mercaderes italianos y franceses de Lyon, Rouen y Dieppe, algunos de los cuales resultan mencionados como destinatarios de copias de la carta del navegante florentino al final de la misma.

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gritos y luego huyeron a los bosques. No vimos en esta tierra recursos naturales de ninguna importancia” (Verrazzano, en Avonto, 1995: 247). A diferencia de lo que había ocurrido en la hermosa y serena Arcadia, habitada por gente disponible y “generosa”, a la mala disposición de los Abenakis incluso corresponde, en el trozo arriba citado, una condición igualmente mala del ambiente natural en que ellos viven, ya que su tierra no posee recursos naturales de ninguna importancia y los habitantes, según el florentino ha subrayado poco antes, ejercen sólo actividades de mera subsistencia como la caza, la pesca y la recolección de productos espontáneos de la naturaleza. Como se habrá advertido, el cliché de “bárbaro” se encuentra íntimamente emparentado con el cliché de “buen salvaje” desde el primer encuentro del europeo con los naturales: ambos brotan en efecto de una conciencia cultural marcadamente etnocéntrica y el europeo acudió con frecuencia a uno o a otro de los dos con arreglo a la mayor o menor dificultad de imponerse en su relación con el interlocutor indígena. Y sin embargo, aun en lo tocante a la representación del “bárbaro”, la relación de Verrazzano introduce cierta novedad. La acusación de barbarie que el florentino lanza a la “mala gente” no aparece, en efecto, dictada por la oposición de los naturales a un plan “civilizador y evangelizador” de los europeos como en el caso de la colonización ibérica, sino más bien por razones puramente mercantiles de conveniencia material. Este diferente metro de juicio –observa oportunamente Andrea Miroglio- coloca la relación de Verrazzano “sobre un plano de superior dinamismo ideológico que refleja las profundas diferencias de los contextos históricos en que habían separadamente madurado las intervenciones coloniales de las potencias europeas” (Miroglio, 1992: 64). Ya alejado de la actitud colonialista de los conquistadores ibéricos, Verrazzano “interpreta en efecto un modelo de comportamiento colonial que preludia los desarrollos de fines del Quinientos, cuando [...] la intervención anglo-francesa en el panorama americano [...] impondrá una visión del ‘diverso’ más en consonancia con los intereses del mercantilismo” (Miroglio, 1992: 64). Si bien en parte todavía influidas por los resíduos escolásticos de la jerarquía antropológica aristotélica, las consideraciones de Verrazzano ya parecerían por tanto reflejar sensiblemente el punto de vista de las fuerzas mercantiles europeas en ascenso que anhelaban la explotación de las grandes posibilidades que podía ofrecer la apertura del mercado económico mundial. La relación de Verrazzano parecería ser, en otras palabras, el producto de un momento histórico en que empieza a manifestarse, según la aguda interpretación de Giuliano Gliozzi, una lenta, pero constante evolución desde un pensamiento colonialista de tipo “feudal” a otro de tipo “pre-capitalista” (cfr. Gliozzi, 1971: 7-8), en el cual la teoría escolástico-aristotélica de la disparidad entre las razas humanas pasa a un segundo plano, en las consideraciones de las potencias mercantilistas rivales de España, como Francia, Inglaterra y Holanda, y se enfatiza en cambio la necesidad de la inserción del Nuevo Mundo en una dimensión abierta del mercado mundial con el fin de romper el monopolio hispano-portugués sobre los inmensos territorios americanos. En este contexto, las potencias mercantiles europeas rivales de España y Portugal incluso llegarán a la hábil y sutil operación

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propagandística de reivindicar la libertad del indio americano con tal de asegurarse la ansiada libertad de comercio en el Nuevo Mundo. La última parte de la carta de Verrazzano, dedicada a la exposición de los datos geográficos que el navegante ha deducido de su experiencia de viaje, presenta aspectos de innegable modernidad y originalidad que revelan una profunda cultura matemática y astronómica, además del perfecto conocimiento de la geografía de los antiguos y de los resultados de las navegaciones efectuadas por varios descubridores y exploradores europeos entre fines del siglo XV y las primeras décadas del XVI. Su cultura científica le permite efectuar cálculos precisos, emplear términos y conceptos muy actualizados para la época, como el cálculo proporcional, y aplicar un nuevo método para calcular las longitudes, sin duda el problema más difícil de solucionar debido a los instrumentos rudimentarios de ese entonces. Si todo esto confirma plenamente la sólida preparación científica de Verrazzano, lo que más se impone a nuestra atención es sin embargo constituido por la capacidad del florentino de sacar de sus cálculos y consideraciones una conclusión de carácter general de especial importancia, pues denota su clara conciencia de las consecuencias incluso filosóficas de sus reflexiones, en las cuales cultura y experiencia se entrelazan profundamente: “El objeto de mi viaje era llegar al Catay y al extremo oriente de Asia, no pensando que encontraría semejante obstáculo de tierra nueva como el que he hallado; y si por alguna razón pensaba encontrarla, creía sin embargo que encontraría algún estrecho para poder pasar al Océano oriental. Y esta ha sido la opinión de todos los antiguos, quienes creyeron que el Océano occidental y el oriental de la India fueran una cosa sola sin interposición de tierra. Esto afirma Aristóteles argumentando de varias maneras, la cual opinión es muy contraria a la de los modernos y equivocada según la experiencia. De hecho, la tierra que han encontrado los modernos – ignorada por los antiguos- fue reconocida como un nuevo mundo con respecto al mundo que aquéllos conocían y resulta claramente ser más grande que nuestra Europa, Africa o casi Asia, si calculamos exactamente su grandeza según explicaré en breve a Vuestra Majestad” (Verrazzano, en Avonto, 1995: 249-250). Así Verrazzano, sin ser filósofo de profesión, llega a rechazar conscientemente, y sobre la base de precisas motivaciones, los conocimientos tradicionales derivados de la autoridad del filósofo por excelencia: Aristóteles. A esos conocimientos equivocados, el florentino opone la autoridad de las experiencias realizadas por él y por los modernos navegantes, experiencias que imponen ahora cambios radicales no solamente en lo tocante a los contenidos, sino también en lo que atañe a los métodos y las estructuras de la ciencia y la cultura de Europa. Como ha justamente observado Rosario Romeo, con Verrazzano comienza a quebrantarse “el mito de la Antigüedad como modelo, sobre el cual se había formado el concepto de imitatio que constituía el centro de toda la vida espiritual del Renacimiento” (Romeo, 1954: 129), un hecho éste, tanto más significativo en cuanto pensamos que quien

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dirigía semejante ataque contra los antiguos era un hombre fuertemente imbuido de cultura clásica y humanística. Aunque también Verrazzano se equivocó más de una vez, pues en ese entonces no podía disponer de instrumentos adecuados, algunas de sus consideraciones merecen sin embargo la mayor atención: intuyó con claridad la extraordinaria grandeza del nuevo continente, comparable sólo con Asia; y sobre todo tuvo plena conciencia del hecho de que las tierras descubiertas pertenecían a un Nuevo Mundo del todo independiente de Asia, cuyas dimensiones incluso intentó calcular en la parte conclusiva de su relación al rey de Francia. Bibliografía Avonto, L.: Mirando al Otro. América en la literatura de viajes de los italianos (siglos XV-XVI), Montevideo, Universidad de la República, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, 1995. Avonto, L: Operación Nuevo Mundo. Amerigo Vespucci y el enigma de América, Caracas, Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos / Instituto Italiano de Cultura, 1999. Avonto, L.: En los mares del Nuevo Mundo. Viajes naufragios y utopías de marineros del Quinientos, Mérida, Universidad de los Andes, Facultad de Humanidades y Educación, 2001. Bacchiani, A.: Giovanni da Verrazzano e le sue scoperte nell’America settentrionale (1524) secondo l’inedito codice sincrono Cellere di Roma. En “Bollettino della Società Geografica Italiana”, XI,1909. Boglione, A.: Il Mondo Nuovo negli scritti di Colombo, Vespucci e Verrazzano. En “Il mondo di Vespucci e Verrazzano: geografia e viaggi”, ed. L.Rombai, Firenze, Olschki, 1993. Firpo, L. (ed.): Prime relazioni di navigatori italiani. Colombo, Vespucci, Verrazzano, Torino, U.T.E.T., 1966. Gerbi, A.: La natura delle Indie Nove. Da Cristoforo Colombo a Gonzalo Fernández de Oviedo, Milano-Napoli, Ricciardi, 1975. Gliozzi, G.: La scoperta dei selvaggi. Antropologia e colonialismo da Colombo a Diderot, Milano, 1971. Miroglio, A.: Giovanni da Verrazzano: il viaggio del 1524 al Nuovo Mondo e la “lettera” al Re di Francia Francesco I di Valois. En “Il Veltro”, Roma, año XXXVI, n°. 1-2, enero-abril 1992. Miroglio, A.: Giovanni da Verrazzano. En “Nuovo Mondo. Gli Italiani, 1492-1565”, eds. P. Collo – P.L.Crovetto, Torino, Einaudi, 1991.

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En su teatro, sobre el viento armado1 Rosalía Baltar

UNMdP

Abstract Los viajeros y sus relatos: se ha dicho que construyen la trama de un saber argentino, que incluso los viajeros argentinos escribieron bajo las directrices del relato del viajero Andrews, del viajero Darwin y éstos, leyeron este espacio desde lo que Humbolt había leído en la sabana venezolana. Por esto mismo, el relato de viajeros plantea un problema con la alteridad y también con la legitimidad y la legalidad. Me interesa, básicamente, trabajar con la alteridad en dos sentidos. El primero, cuando lo otro es lo que ha sido nuestro y, el segundo, cuando el género discursivo se vuelve máscara de sí. En ambas instancias, la actitud normativa y legislativa de los enunciadores resulta determinante para la construcción de los problemas allí expuestos. Tobías o la cárcel a la vela (J. B. Alberdi, 1851), Recuerdos (Eduarda Mansilla), La tierra natal y Peregrinación de una alma triste, estos últimos de Juana Manuela Gorriti constituyen el corpus de trabajo. Travelers and their tales: It has been said they build the plot of the argentinian knowledge; that even argentinian travelers wrote under the directions of the retailing of the traveler Andrews, the traveler Darwin: and these read of this cultural space which Humbolt had read in de Venezuelan savannah. Because of this, the travelers tales set a problem with the otherness as well as legitimacy and legality. I´m interested, basically, in working with the otherness in two ways. The first, when the other is what has been our; and the second, when the discourse genre becomes a mask in itself. In both instances, the normative and legislative attitude of the narrator turns out to be relevant for the construction of those problems. Tobías o la cárcel a la vela (Juan Bautista Alberdi, 1851), Recuerdos de viaje (Eduarda Mansilla), La tierra natal y Peregrinación de una alma triste, these last from Juana Manuela Gorriti build the hábeas of thies work. 1. ¿Quién/es los habla? Hay dos relatos que he elegido para leerlos aquí, para viajar por ellos, que son, invariablemente, más que otros, metáforas de viajes. En el sentido ordinario de la palabra metáfora, solemos escuchar que se trata de un tropo donde se produce un proceso de sustitución a partir de una cualidad común entre el elemento sustituido y el sustituto. He aquí, entonces, dos textos que, a cambio de ser “relatos de viajes” son, sin más, metáforas de relatos de viajes: usurpan el lugar del relato de viaje y se transforman en textos controversiales que, de algún modo, son la historia del siglo XIX.

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Este trabajo es una reescritura apenas de parte de la tesis de Licenciatura defendida en 1993. Lo reescribí como pude a la memoria de Mónica Tamborenea, quien me dirigió por aquellos años y corrigió mis trabajos a través de sucesivos viajes por la pampa argentina, desde el océano en Mar del Plata hasta ese interior sin indios y con vascos que es Pirovano. Por supuesto, todos los errores presentes y pasados son de mi cosecha

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Así como por comodidad o por placer uso a Borges para decir que estos relatos serán metáforas, variaciones en rojo de relatos de viajes, irónicas transformaciones, máscaras casuales e intertextos hiperbólicos, así, mis relatos también utilizan la matriz del género viajero para decirse en un modo que ejerza una torsión interpretativa sobre el mismo género. Y no es la única; utilizan el relato autobiográfico, la antigua tradición de la novela peregrinatio, la literatura que viaja sin salir de su biblioteca. Podríamos llamarlos “macrorrelatos ecoicos”, esto es un parafraseo de la categoría de Sperber y Wilson, enunciados de eco: interpretaciones de segundo grado que hacen referencia a “otra voz” dentro de su emisión (1994: 290-291). Los ecos de otras estructuras genéricas se imprimen en la lectura, y no son los únicos ecos de otredades presentes aquí. Falta consignar todavía que estos relatos operan de un modo especial como reescrituras de una misma experiencia y por ello remiten necesariamente a otros textos de los mismos autores donde se ha escrito “sobre lo mismo”. Esos otros textos son, ellos sí, “relatos de viajes”. Y hay otros “otros”. Por ejemplo, la compleja cuestión de cómo se constituyen los narradores, puesto que oscilan entre una primera persona que puede identificarse con la figura de autor (como en el relato de viaje) y otras que son personajes o narradores. Pero el registro también oscila: de oralidad a escritura, de cuento a novela, de diálogo a cartas, de puestas en escenas a reflexiones de filósofo. Así, se encuentran materiales enlazados en un mundo que finalmente resulta ajeno a los diversos mundos de los que estos registros provienen. De alguna manera, los relatos que no son exactamente de viaje, pero que podría nombrar como casi relatos de viaje describen el vaivén del vasto XIX: entre el ensayo y la autobiografía, todos los textos son novelas, son historia, son construcciones del pasado, son ficción del hoy. Existen dos “otros” muy marcados. Uno, el constituido por una serie de otros que los viajeros ven, describen, evalúan. En los textos de los que voy a hablar, el famoso imperio del Brasil es un otro, otro el gaucho, el extranjero, etc. Por último, el gran “otro” de todo relato de viaje del siglo XIX: el viaje. El viaje es el imperio de lo otro. Voy a los textos. Dentro de la tradición de los relatos de viaje y de viajeros argentinos del siglo XIX, quizás hoy emerjan, como un documento excepcional, los Viajes de Faustino Sarmiento. Se sabe: sabía ser el mejor y el peor de todos, el amador del progreso y el amante del error, la exageración, el defecto. Sin embargo, en medio de las palabras balzacianas, al decir de David Viñas, que dominan el discurso sarmientino aparecen otros relatos, menos gloriosos, si se quiere, que dan cuenta en su conjunto de un dominio marcado del género en su relación con un deber de época, de una clase o de un sector social determinado. Desde las crónicas de Indias en adelante el tráfico de palabras viajeras se fue asentado en este lado del Plata y llega así a casi consolidarse a modo de un comme il faut de todo aquel que atravesara el océano y fuera al encuentro de la cultura y la civilización. En medio de esta serie de relatos –con su ecléctico resultado en el marco de la adhesión a ciertos tópicos recurrentes-, aparecen Tobías o la cárcel a la vela. Producción americana escrita en los mares del Sud (1843. Publicado en el Mercurio en 1851) de Juan Bautista Alberdi (1810-1884) y Peregrinaciones de una alma triste (Buenos Aires, 1877) de Juana Manuela Gorriti (1818-1892).

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Para Rojas, el Tobías pertenece a la etapa de formación de la novela argentina. En su estilo gruñón, la noticia que precede a la selección del texto que hace el crítico y que, dicho sea de paso, descorazona a cualquiera, nos habla de todas las carencias que posee: “ el protagonista carece de relieve, el argumento carece de interés, y el ambiente, sin mayor colorido...” (Rojas 1926-31: 488). Se adivina, además, que el texto vale como documento de esa protohistoria que Rojas forja, que no le es dado leerlo más que en la vertiente autobiográfica y que, para éste, pese a la forzada elección –digamos que no había otra cosa-, la literatura está en otra parte. No se lea como genealogía crítica esta segunda mención. Graciela Batticuore dice de Peregrinaciones de una alma triste que “esta nouvelle juega una vez más con el atractivo del relato en clave y reescribe de manera decididamente más ficcional los tópicos de sus primeras producciones” (2001: 8). La novela de Gorriti ha dado un salto y a partir de él es que se cuenta la historia. Sin embargo, la crítica no deja de advertir cómo el relato se encuentra pegado a una antigua lectura autobiográfica y que contrasta con textos precedentes. De modo que nos encontramos frente a dos textos encabalgados, incómodos en su constitución, fronterizos. Dos textos que se ponen en diálogo con la tradición (ya) del relato de viaje y con otros relatos de sus mismos autores porque, de algún modo, reescriben las mismas historias. Por lo tanto, más que estas voluntades autobiográficas que, en parte, son construidas por las lecturas posteriores de las producciones de sus autores 2, importa observar cómo el centro de estos relatos es el otro, tal como suele ocurrir en la construcción de la subjetividad en el relato del viajero. Un otro que adquiere visibilidad suma en las variaciones discursivas que un relato de viajes que no es exactamente relato de viajes propone justamente por ello. 2. Viajes por tierra, viajes por mar: travesías de reescritura Gorriti y Alberdi traman historias para el desarrollo de estos relatos que provienen de experiencias propias respecto de algún viaje. En el caso de Gorriti, las Peregrinaciones recorren el territorio de Hispanoamérica, desde Lima, pasando por Chile, Bolivia, Salta, Buenos Aires (apenas), Paraguay, Brasil y otros lugares del Perú (Iquitos, por ejemplo). Hacia el final, la narradora –que seguirá indefinidamente viajando y que ni ella misma conoce el destino, el nombre, el término de su próxima parada- está yéndose para Europa, persiguiendo un amor del todo exótico y –lo digo como si fuera Ricardo Rojas-carente de relación con la lógica del relato general del texto. Es decir que se trata de un viaje por el interior de América, donde la narradora utiliza diversos medios de transporte y donde la variedad de historias y personajes con los que se encuentra permite exhibirla como una recolectora de historias ajenas. En el caso de Alberdi, todo es un poco más triste. El relato comienza con el narrador contratando el servicio de un vapor con rumbo a Chile (se dirige a un lugar preciso) en el 2

Dice Graciela Batticuore refiriéndose a la producción de Gorriti: “ A partir de la publicación de sus primeros trabajos en la prensa peruana y poco después en la argentina pero sobre todo a partir de la edición de Sueños y realidades, el público leerá cada uno de sus relatos en clave autobiográfica, procurando develar en la trama narrativa los enigmas de esta vida rica en peripecias. La crítica contemporánea ayuda a consolidar esa tentación, afianzando una estrecha línea de contigüidad entre la vida y los textos.” (2001: 6)

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puerto del Brasil y aunque tampoco se llegue al desembarco definitivo, el cuento es de “alta mar”, donde se narrarán las vicisitudes acaecidas durante la trayectoria del barco Tobías. Un viaje que es continuación de otro, ya que el narrador viene de Europa y que, como en Gorriti, le permite avizorar al menos la patria, que verá de lejos, cuando el rumbo de la embarcación lo someta a la visión tortuosa de la boca del Plata. Parte de estas historias se encuentran presentes en los “verdaderos” relatos de viaje de estos escritores. Gorriti publica La tierra Natal (1889), una especie de diario donde cuenta cómo fue su primera visita a Salta, luego del destierro que la mantuvo alejada desde sus quince años. Hay muchas escenas o cuentos interiores, hay muchas impresiones coincidentes entre la narradora principal y protagonista (Laura) de Peregrinaciones y la propia Juana Manuela. Alberdi, por su parte, vuelve en Tobías a decir parte de lo que aparece en Impresiones y recuerdos, un diario de viajes que abarca desde su primer viaje a Europa (situación del Tobías) incluyendo su segundo viaje (1843-1852). Las fechas de publicación no nos hablan de reescrituras de un texto sobre otro sino de una vuelta a una experiencia vivida. Con lo cual estamos ante una de las claves del relato: hay una vuelta a la construcción de la experiencia que nos muestra los accidentes de esa misma constitución en tanto otredad discursiva de lo vivido por el sujeto. Dice Foucault al respecto: And an experience is neither true nor false: it is always a fiction, something constructed, which exists only after it has been made, not before; it isn´t something that is “ true”, but it has been a reality (1991: 36) Por lo tanto, la construcción de esa experiencia es retrospectiva y siempre discursiva: nada impide volver a ella, una y otra vez, para reescribirla y hacerla otra –aunque se coincida en algunas intersecciones del relato y, por cierto, importa poco que las historias se repitan entre uno y otro texto, puesto que lo que aparece básicamente como ya construido en la memoria de los narradores es cierto clima, una atmósfera donde se asienta, ahí sí, la posibilidad de relacionar experiencia y verdad. Mientras Laura se angustia cuando se queda -angustia que deviene en síntomas de la enfermedad, decaimiento, fiebre, pérdida de apetito, insomnio, languidez-, Alberdi-Bonnivard se queja de casi todo. Estos relatos construyen los procesos en los que se va dando el viaje y, por otra parte, más allá del placer o disgusto que el viaje provoque a los narradores, la motivación es siempre la necesidad, de modo que por eso, siempre el viaje es un imperativo que rompe con lo “normal”. ¿Qué es lo “normal”?. Habitar la propia patria, vivir al lado de la madre, no viajar sola, no ser tratado como “uno más”. Pero, aquello que los impelen a realizar las travesías, los lleva a transgredir lo que debió ser y a vivir del otro lado. El clima compartido entre el Tobías y las Impresiones es el de una persistente quejumbre que adquiere el matiz sarcástico e irónico en el primero y cierta pesadez sustentada en la repetición–que no dejo de asociar con lo que el mismo Alberdi cuenta respecto de su estómago- en el segundo. En las Impresiones se queja del movimiento del barco, de que le cae mal la comida, el café y leche, el arroz y leche; también se queja de la escasez de comodidades y de compañías. En Tobías, la ironía y la hipérbole permiten que de queja se pase a una doble perspectiva de denuncia y de advertencia de lo que en un barco puede 395

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ocurrir: carne salada todos los días, mala navegación (o bien por el mar tempestuoso o por la quietud agobiante), malas compañías y conversaciones. En Peregrinaciones la necesidad es también motora del viaje, pero se trata de un contraataque: el viaje es el alimento necesario de un alma enferma para recuperarse. La tesis del texto sostiene que la cura del alma, sana el cuerpo, hipótesis planteada en contra del saber instaurado por la ciencia –en este caso médica. Se enfrentan, de este modo, el relato oral frente al saber libresco, la mujer semióloga -puesto que sabe leer los signos que el doctor nunca detecta- frente al hombre de ciencias y caballero, sobre todo, de renombre público. Se concibe el viaje como remedio, como salvación de una enfermedad, aún cuando el mismo médico lo haya contraindicado. Por lo tanto, es una curación continua: al dejar de viajar, la enfermedad regresa. Cuando Juana ve su tierra natal, se despierta en ella ese sentimiento tan ampliamente descripto por los exiliados: ver y reconocer que lo propio ya no es lo mismo. Y esto la lleva, necesariamente, a retomar su camino y partir. Alberdi tampoco puede quedarse. Se encuentra proscripto. De alguna manera coinciden en que permanecer es morir. Por ello, los textos que se construyen con estos narradores móviles también tienen la otredad y la variación como dispositivo fundamental de composición y, sus subjetividades dicen lo que sigue diciendo la canción: Porque me muero si me quedo Pero me muero si me voy. Por todo y a pesar de todo, mi amor, yo sigo viviendo en vos. 3. Ataque al corazón del género Primer flechazo. La persona única e irrepetible, la unión íntima del nombre propio con la figura del narrador y del protagonista ha estallado y sus voces ahora recorren con capricho los nombres y las cosas y se alojan en figuras que cambian y se mueven. Si recordamos, una de las prerrogativas del género era ese pacto identitario que exponía Lejeune al referirse a la autobiografía y a ciertos géneros vecinos (como el relato de viaje). Con el crítico francés se asumía que el uso de la primera persona se autodefinía con un nombre propio en común a las tres instancias (1991: 50). Esto deja de suceder en los relatos y la multiplicidad de voces que instauran se extiende al narrador, al registro y a los modos de incluir el otro. Como vimos más arriba, ese modo de inclusión del otro parte, en principio, de una lectura del género que vincula la construcción del relato con la figura del autor. Es interesante, ante todo, que Lejeune plantee la idea de reenvío, esto es, el uso de la persona gramatical que remite u obliga a pactar un contexto de enunciación donde se encuentra el nombre propio de la figura autoral. Para lo que nos importa, en los presentes relatos puede ser útil esta idea pragmática de la persona gramatical puesto que certifica la noción de “autor” como entidad global a la que remiten estos textos: el autor no es, pues una persona, sino aquel que se convierte en tal a partir de su segundo libro cuando el nombre propio inscripto en la cubierta se convierte en el “factor común de al menos dos textos diferentes” (1991: 51). 396

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Por ello, cuando decimos que un enunciado es ecoico y que refiere la interpretación del hablante más la de “ otra persona”, no necesariamente esta “ otra” persona es “materialmente” otra sino que uno puede ser muy bien dos o más (un sano principio de esquizofrenia del lenguaje). Y aquí es altamente visible esta problemática dada en los narradores. 3.1. Vaivén de narradores y de géneros I Comienzan los textos y con este comienzo también se inicia una discusión, la del género. Ricardo Rojas, en la noticia sobre Alberdi que precede al Tobías asegura que éste junto a El edén del mismo autor "son documentos útiles para estudiar la difícil formación de este género [la novela] en nuestro país (1926-31: 487). Rojas da cuenta del texto como un intento narrativo sin cuajar, donde se puede leer autobiográficamente los datos que aparecen. Así, Bonnivard, el supuesto protagónico del Tobías es el alter ego de Alberdi. El nombre remite a un antiguo prisionero de la cárcel de Chillon al que, como se ha visto en su relato de viaje, Alberdi acaba de visitar en su primera recorrida por Europa, 1843. Según lo afirmado por Rojas, el texto tiene el tinte propio de la lectura que ha registrado lecturas de otro relato de viajeros: las Impresiones de viajes de Alejandro Dumas. Éstas y otras analogías suponen una primera, la asociación entre la cárcel terrestre y la prisión velera, el barco: qué es el Tobías sino un castillo de Chillon flotante. Entonces, hay prisioneros, mártires, héroes. Hay cadenas, peripecias desastrosas, malos tratos y convivencias forzadas. Y, en ese doble juego aparecen dos cuestiones que creo determinantes. La primera, es la quietud como metáfora del atraso que invade el transporte marítimo y que tiene que ver con llegar a esta parte del globo, relacionarse con un imperio, que es el Brasil, cuya extensión es comparada con Suiza para ver en esa comparación de dimensiones, otra, la de valores. La segunda, es la desubicación social que produce el viaje cuando se asume que Alberdi o el protagonista o el narrador copista no es quién es sino un simple pasajero. En la travesía, el pasajero pierde las prebendas de su rango social (sólo útiles en tierra y a veces). Vayamos por episodios y recordemos que así como un barco marea, el Tobías se caracteriza por este procedimiento que acabo de mostrar, la comparación constante a todo nivel que da el efecto vaivén propio de la inseguridad y movimiento del terreno marítimo. Decimos: hay un protagonista y un narrador. El narrador va armando la historia y reflexiona constantemente sobre lo que hace; es un narrador que escribe, toma en préstamo el nombre de su protagonista y, giro de escritura curioso, luego de que ha establecido el carácter ficcional del personaje, copia, transcribe del diario de éste. Dice, por ejemplo, Desde ese momento, nuestro personaje no es ya un hombre: es un héroe porque es un mártir. Hasta aquí ha sido un desconocido. En adelante tendrá un nombre y ese nombre será el de Bonnivard (497). Y, más adelante: “ Pero escuchemos la pintura sencilla del prisionero. Ella excede todos los alcances de la prosa fantástica” (497). Y cita al propio Bonnivard. Si comparamos con Impresiones podríamos refrendar la idea de alterego que Rojas le concede al personaje, puesto que el procedimiento es semejante en aquel relato: Alberdi cita al viajero de igual 397

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modo que en los textos de viaje se cita a sí mismo y copia retrospectivamente de su cuaderno de notas. Pero aparece una tercera voz, instaurada en las escenas dialogadas que se presentan como una negociación entre el proceso (que se manifiesta con la voz del narrador-constructor) y la ficción terminada (los fragmentos que recuperan la voz del diario del personaje protagónico): El capitán de un buque en muchos casos es a los pasajeros, lo que el médico al enfermo, su consolador. El del Tobías, no es así; sus palabras son más temibles que la tempestad. -¿Qué tal tiempo tenemos, capitán? -El peor que he visto en mi vida. - ¿Cuál es el peor mar de todos los conocidos, capitán? - El que tenemos bajo nuestros pies. (508) Esa “tercera posición” de la voz narrativa oficia por una parte como ejemplo y teatraliza así los males que le podrían ocurrir a cualquier viajero, no ya al protagonista. Por otra, es la voz que extrema la típica posición de Alberdi en la mayoría de sus textos. La de erigirse en juez y evaluador. Los procedimientos que se utilizan son otra vez, para decirlo con Sperber y Wilson, enunciados de eco: la ironía y la hipérbole, En estas voces que toman la palabra en distintos momentos, la ironía presenta grados que van del sarcasmo a la ironía apreciativa – esto es, cuando la ironía desaprueba un enunciado negativo (Sperber y Wilson 1994: 290). Lo que vale para ver el procedimiento aquí es que la ironía siempre desdobla la voz narrativa, es decir, siempre se trata de un elemento polifónico que trae al ruedo del lenguaje una alteridad porque desaprueba el enunciado que reproduce (Sperber y Wilson 1994: 291). A propósito de Peregrinación de Luz de día en América, Adriana Rodríguez Pérsico indica un proceder de la voz narrativa que bien sintetiza lo que venimos observando para nuestro narrador viajero, Además de la complicidad entre narrador y lector, la textualidad irónica implica la tensión de dos sentidos que se resuelve en el triunfo de uno, el juicio y la consiguiente dirección valorativa respecto de los ámbitos condenados. El sujeto de la enunciación se separa de su enunciado; (...)La ironía es la forma privilegiada de una voz-juez que se despega de lo circunstancial o accesorio dictaminando valores y señalando errores. El espacio del juez es transparente; no está nunca en el límite entre lo bueno y lo malo, sino en el continente del bien. Este sujeto irónico de la enunciación indica el lugar imaginario del letrado que, instalado en el seguro refugio de la razón, marca los signos de la irracionalidad (1993: 132) Vemos, entonces, cómo ingresa el otro a través de este recorrido de voces y de la acentuación de la ironía como recurso privilegiado. El ataque a la unicidad comienza desde el

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inicio, cuando el narrador-constructor, el juez que reflexiona y evalúa, el que, de alguna manera, es un narrador fuera de la narración, cuestiona el nombre masculino del barco frente al femenino nave. Me he preguntado a qué se debe esto, por qué Alberdi no piensa en otras posibilidades masculinas (barco, vapor) y se detiene en ello. Escuchémoslo: No se engañe el lector con tu nombre masculino. Los sexos tienden a confundirse en este siglo. La anatomía de algunos socialistas ha descubierto que no hay diferencia orgánica entre la mujer y el hombre (...) No es nueva, por otra parte, esta confusión de nombres. El San pedro de Roma, es una iglesia; como el San Pablo de Londres, es otra iglesia y el Duomo de Milán, es otra. Jorge Sand titula Consuelo a una de sus novelas, sin embargo de que Consuelo es el nombre de un personaje femenino, feo y lindo a la vez, como dice la autora que a su vez se da el nombre masculino de Jorge. Tobías, pues, es una barca de tres palos, como el Castillo Chillon es una prisión de Estado (491-2. Subraya Alberdi). Sin duda se trata de un juego de palabras que anticipa el engaño al que se verá sometido el pasajero que, como el barco, perderá toda su condición de caballero y se transformará en algo menos, un prisionero. Prisionero sobretodo de la falta de sociabilidad, el blasón de la civilización. Todo el texto, entonces, se asienta en la reprobación de la palabra ajena: del nombre del barco, de las promesas escritas en su publicidad, de las simpatías del capitán, de la pretendida idoneidad del cocinero, los tripulantes, la propia barca. El pobre protagonista será engañado, en palabras de Alberdi, como una niña frente a las primeras expresiones del amor... Nuestro viajero, que ha ejercido una mitad de las artes de la exageración que se puede ejercer en esta vida, lo que equivale a decir que ha sido periodista, demagogo, comerciante y cortejador de damas, cree sin embargo en la religión de los avisos marítimos con tanta materialidad 3 como una niña que sale del seminario en el primer juramento de amor (494) 3.2. Vaivén de narradores y de géneros II La idea de viajar para curarse surge en la protagonista narradora de Peregrinaciones a raíz de un relato, de un “ cuento” de la voz de la literatura, aunque sea oral –y tal vez se trate de relato oral, que no está fijado por la institución literaria, que se mantiene al margen le otorga al relato fuerza suficiente por su autonomía frente a esta pequeña narradora. El relato de Laura está enmarcado en el encuentro con la narradora principal que refiere la historia. Ese encuentro desarrolla dos instancias: por una parte, el presumible fin del recorrido del viaje que se contará: la viajera lo dirá todo, perdido ya “el acento de la patria”, con su cuerpo transformado (de criatura que marchó a joven, de “ mujer muerta” a “ mujer esbelta rozagante como una palma”, de señora de provincia a mujer universal). La narradora inicial, incapaz de 3

Rojas incluye un paréntesis con la palabra [naturalidad ?] a cambio de "materialidad".

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recordar, pide el relato de la viajera y así recupera la vida de ésta que por ausencia le fue retaceada. El encuentro entre las dos mujeres se da en un espacio altamente idealizado, donde se hablan amorosamente, con un lenguaje literario en el sentido convencional de un romanticismo tardío; esta unión del almas en la hebra voladora del relato se refrenda con la declaración de la narradora inicial en escritora que coloca el epígrafe al relato de la otra, esto es, lo convierte de oral en escrito, de diálogo o relato familiar en novela: LA FUGA Duermes, bella Cheherazada? –dije a Laura cuando le hube contado seis horas de sueño-. Pues si estás despierta, refiéreme, te ruego, esa interesante historia. - Querida Dinarzada –respondió ella bostezando-, tú eres una parlanchina, y lo contarás a todo el mundo. - No, que te prometo ser muda. - Gracias al abate L´Epée, los mudos saben escribir. - Oh bellísima perla del Harem, concédeme esta gracia por el amor de tu sultán. ¿Quieres un epígrafe? He aquí el del CAPÍTULO PRIMERO “ De cómo Laura moribunda recobró la salud y la hermosura por la ciencia maravillosa de un médico homeópata”. La referencia y sustitución de nombres por los tradicionales de la historia oriental del cuentacuentos envuelven el relato de Laura, como la oscuridad de las noches en las que se desarrollarán sus aventuras, en el misterio del más allá. El más allá de la casa, del pueblo, de lo cotidiano, de lo vivido día tras día. Porque la historia se cuenta en la noche, cuando la narradora inicial abandona su vida cotidiana para perseguir con una curiosidad impertinente los pasos de la otra por el mundo (del viaje y las palabras). Ese otro mundo (el de la noche y el del relato de viajes) se perciben y se cuentan de modo alucinatorio: un miraje por donde Gorriti percibe el mundo, a través de los visillos de su escritura. El texto se bifurca en instancias de oralidad –el momento de encuentro, inicial- que van interrumpiendo el relato de Laura, la viajera. Si hasta la propuesta del epígrafe la división en capítulos o secciones estaban marcadas por la presencia de la narradora (I. UNA VISITA INESPERADA, II. LA FUGA, etc.), apenas aparecido el CAPíTULO PRIMERO, se funden las voces. No sobreviene un CAPÍTULO SEGUNDO; continúa la numeración desde la inicial, III. LA PARTIDA, IV.¡ CUÁN BELLO ES VIVIR!, etc. Pero esto no conviene a la situación presente inicial, la del relato y del recuerdo, la del diálogo y el encuentro, sino a la de la voz referida por la escritura que la ha fundido. En algunos momentos, Laura se interrumpe y saltan al diálogo y esto nos recuerda la situación inicial: Laura se interrumpió de repente. El ahogo, resto de su cruel enfermedad, anuló la voz de su garganta, y le ocasionó un síncope que duró algunos minutos. 400

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Prodiguéle socorros, y logré reanimarla. - Pero, hija mía -la dije, esto es horrible, y preciso es llamar al doctor P. - ¿Quieres que vuelva caer en ese pozo de arsénico? - Ha sanado a tantos con ese remedio! - El mío es el del Judío Errante. Anda!, Anda! - ¿Partir? ¿No te cansa ese eterno viajar? - Es necesario; pues que sólo así puedo vivir (255) Pero eso no es todo: al igual que el conflicto de autores que se discute en el Quijote, aquí las historias de escritura se terminan transformando en lectura de cartas, estas sí, sin interrupción –con los títulos de las secciones y algún comentario referido a que "Laura interrumpió su correspondencia por un tiempo" todavía pervive la presencia de la narradora inicial, aunque prácticamente se ha transformado en muda lectora. Tanto los diálogos como las cartas tendrán sucesivos “narradores” que, siguiendo con la imagen de la novela de Cervantes, al contar su historia engullen el espacio de la narración. Así, el relato, al igual que el Tobías, va de registro en registro, como el vaivén del barco, como el salto de ciudad en ciudad de los corazones anhelantes y móviles del siglo XIX. El cambio del diálogo entre las narradoras y las cartas –que posiciona de modo diferente a ambas y privilegia a Laura en la segunda parte- retoma el móvil del viaje: la cura de una enfermedad (presumimos la tuberculosis) que desaparece mientras se alimente la enfermedad de viajar. La voz del otro genera la posibilidad de viajar. Y, en definitiva, no están haciendo más que confirmar una necesidad del viaje: el otro. Se conoce al otro, se va hacia otro, se anhela otro y se viene de otro-texto, desde una lectura, desde la palabra: Un día, uno de los peores de mi dolencia, en su interminable charla sobre las excelencias de la homeopatía, recordó la insigne calaverada de un joven cliente suyo, tísico en tercer grado, que apartándose del método por el prescripto, impuso a su arruinado pulmón la fatiga de interminables viajes. (Gorriti 2001: 197) A partir de un relato, la imagen del viaje se transforma en el espacio de salvación y remedio del enfermo. Y también se impone como desvío, como transgresión. Salirse de lo prescripto es lo que da resultado de curación, así como también es muestra de salud, civilidad y cultura estar en el exilio, permanecer ajeno a lo que sucede en Buenos Aires. Por otra parte, el relato del viaje como remedio genera la posibilidad del viaje y la inauguración de un nuevo relato, que interpreta con amplitud el sentido del primero: La imagen del joven tísico restituido a la salud, merced a largos viajes, pasaba y repasaba delante de mí, sonriendo con una sonrisa llena de vida, y mostrándome con la mano lejanos horizontes de un azul purísimo desde donde me llamaba la 401

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esperanza y yo me decía – Como en mí, en el también, la dolencia del alma produjo la del cuerpo; y por ello más razonable que el doctor, que atacaba el mal sin cuidarse de la causa, recurrió al único remedio que podía triunfar de ambos: variedad de escenarios para la vida: variedad de aires para el pulmón (Gorriti, 2001: 198) El relato generado en el otro relato vendrá a oficiar como demostración de la hipótesis “ el viaje es remedio de curación de la tuberculosis” subyacente en la narración del doctor. El texto mostrará la literatura, a partir del aval que la narradora concede al relato marginal del médico –relato, por otra parte, en donde se sitúa el espacio literario- como lugar del saber por sobre el de la ciencia. Entonces comienzan estos dos relatos como lugares en donde se exhiben objetivos determinados: escribir para enseñar, como modo de ejemplificar con la propia experiencia aquello que se ha vivido. Por lo tanto, tras la máscara de la novela, estos textos siguen ateniéndose a otra de las marcas clásicas del género: la ejemplaridad como objetivo de la escritura viajera. Una cárcel flotante, un panóptico en el mar. Eso es el Tobías para el narrador y el personaje del relato; a Alberdi le preocupa este modo de viajar cuyas incomodidades y desperfectos le sirven para denunciar la ausencia de progreso por estas zonas del globo. No ocurre lo mismo con Gorriti: su empresa consiste en viajar; las incomodidades se descuentan, son lo de menos; lo que importa es el collar de historias que se puede ir forjando en el tránsito de un constante viajar. Aunque parezcan distantes, ambos relatos unen al hombre/mujer de letras con la mujer y el hombre de acción; ambos relatos miden sus fuerzas en la persecución de sus fines últimos: ¿la búsqueda del progreso?, ¿una nueva imagen de la mujer?. Ambos textos traducen las fábulas de su tiempo: el mareo, los peligros para el que viaja. En definitiva, venciendo las leyes del género, logran reinsertar las polémicas que el género acalla cuando se instaura y canoniza. Plantean la cuestión del otro en forma permanente, a partir de un diálogo con las estrategias que utilizan y ese vaivén sobre el que oscilamos y nos detuvimos no hace más que mostrar la unión estrecha entre política y literatura que privilegia el siglo XIX para pensarse como actor y como ficción. Bibliografía Alberdi, Juan Bautista. Impresiones y recuerdos. En memorias e impresiones de viaje. Obras Selectas, tomo III (s-d). Alberdi, Juan Bautista. Tobías o la Cárcel a la vela. Producción americana escrita en los mares del Sud. 1843. Edición de Ricardo Rojas, Orígenes de la novela argentina. Sección de Documentos. Tomo I. Buenos Aires: Imprenta de la Universidad, 1926-1931. Foucault, Michel. Remarks on Marx.Conversations with Duccio Trombadori. New York: Semiotext(e), 1991 Gil, José María. "Una definición de ironía a partir de las teorías de la relevancia y de la cortesía verbal". En Actas del Congreso internacional de Antropología. Mar del Plata, 2000.

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Gorriti, Juana Manuela. Peregrinaciones de una alma triste. 1877. En Ficciones patrias. Barcelona: Sol 90, 2001. Prólogo de Graciela Batticuore. Gorriti, Juana Manuela. La tierra natal. S-d Lejeune, Philipe.1975 “El pacto autobiográfico”. Cap. I. Antrhopos 29, 1991. Prieto, Adolfo. Los viajeros ingleses y la emergencia de la literatura argentina. 18201850. Buenos Aires: Sudamericana, 1996. Quintana, Isabel. Figuras de la experiencia en el fin de siglo. Rosario: Viterbo, 2001 Rodríguez Pérsico, Adriana. Un huracán llamado progreso. Utopía y autobiografía en Sarmiento y Alberdi. Washington, OEA. 1993. Sperber y Wilson. La relevancia. Comunicación y procesos cognitivos. 1986. Madrid: Visor, 1994. Viñas, David. Literatura argentina y realidad política. Buenos Aires: CEAL

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La emigración y su otro. Avatares y lecturas de la Industria Cultural Ricardo Diviani Carina Mengo

UNR UNR

Abstract Muchos son los comentadores que analizan el concepto de industria cultural creado y problematizado por Theodor Adorno y Max Horkheimer a mitad del S. XX, como producto del choque entre la alta Kultur formativa de los emigrados alemanes y la trivialidad despojada de las mercancías culturales característica de la cultura de masas americana. La homogeneidad estilística de los medios masivos, la publicidad como arte por excelencia y el pensamiento unificado del ticket, son leídos como enumeraciones de una alteridad, que horroriza a aquellos intelectuales europeos, que adoptaron a los EEUU huyendo del nazismo. Nuestro trabajo, tomando como punto de partida el presente teórico en el cual pareciera existir un borramiento de los conceptos de industria cultural y de cultura de masas a partir de las condiciones culturales posmodernas (en donde la fragmentación, la migrancia y el multiculturalismo juegan un rol central), intenta rescatar el concepto de industria cultural, arriesgando una lectura filosófica excedente, que inscriba la alteridad frankfurtiana en el enfrentamiento entre la conservación inmediata de lo real y una mirada transformadora que se muestra como filosofía de la anticipación.

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El olvidado mapa de Ruy Díaz de Guzmán Loreley El Jaber

UBA - CONICET

Abstract La Argentina de Ruy Díaz de Guzmán, escrita en Charcas en 1612, es considerada la primera historia orgánica de la conquista del Río de la Plata escrita por un mestizo. En su intento por revalidar su sangre española, Ruy Díaz de Guzmán parte de su ilustre genealogía y escribe este texto en el que el espacio conquistado no parece ser sólo la materia del relato. Ruy Díaz ofrece a su señor, el duque de Medina- Sidonia, un texto en el que compendia la historia de la conquista del Río de la Plata y un mapa del espacio que le dio origen. El mapa de Ruy Díaz no funciona sólo como complemento de la obra sino también como apertura a la narración. En una suerte de escritura cartográfica, este mestizo apela a las convenciones de la cartografía europea como legitimación de un reclamo sanguíneo, identitario y económico. Ruy Díaz se vale de ciertos códigos para que el espacio conquistado, descrito y construido sea legible, decodificable. El mapa de Ruy Díaz es un cuadro natural y objetivo en el que se describe el territorio conquistado, pero también es un mapa que pone en evidencia vacíos que aún esperan la llegada del conquistador. Espacio conquistado, espacio por conquistar, características del terreno, especificaciones para los futuros viajeros: el mapa que elabora Ruy Díaz, y que elige como comienzo de su Historia, es ante todo una expresión de ideología, o por lo menos así espera que sea leído por su señor. La Argentina, by Ruy Díaz de Guzmán, written in Charcas in 1612, is considered to be the first organic history account of the conquest of the Río de la Plata to be written by a mestizo. In his effort to revalidate his Spanish blood, Ruy Díaz de Guzmán starts from his illustrious genealogy and writes this text in which the space conquered appears to be more than the subject of the story. Ruy Díaz offers his lord, the Duch of Medina-Sidonia, a text which summarizes the history of the conquest of the Río de la Plata and a map of the space that originated him. The map of Ruy Díaz is not only a complement of the work but also an opening to the narration. As a kind of cartographic writing, this mestizo appeals to the conventions of European cartography as a legitimation of a lineage, identity and economic claim. Ruy Díaz avails himself of certain codes in order for the space conquered, described and built to be legible and easily decoded. Ruy Díaz’ map is a nature and objective picture which describes the territory conquered, as well as a map that evidences empty spaces awaiting for the arrival of the conqueror. Conquered space, space yet to be conquered, characteristics of the land, specifications for future voyagers: the map elaborated by Ruy Díaz, chosen by him as the

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commencement of his History, is above all an expression of ideology, or at least this is how he wishes it be read by his lord. La historia del mapa y sus lecturas La Argentina de Ruy Díaz de Guzmán, escrita en Charcas en 1612, es considerada la primera historia orgánica de la conquista del Río de la Plata escrita por un mestizo. En su intento por revalidar su sangre española, Díaz de Guzmán, hijo de Domingo Martínez de Irala y sobrino de Alvar Nuñez Cabeza de Vaca, parte de su ilustre genealogía y escribe este texto en el que el espacio conquistado no parece ser sólo la materia del relato. Guzmán ofrece a su señor, el duque de Medina-Sidonia, Conde de Niebla y Marqués de Gibraleón, este “humilde y pequeño libro”, el cual “trata de nuestros españoles, que con valor y suerte emprendieron aquel descubrimiento, población y conquista”. Pero el texto de este mestizo no sólo da cuenta de lo sucedido a “personas dignas de memoria” en “tierra miserable y pobre”, también ofrece un mapa al cual se hace referencia explícita al terminar la descripción del territorio. El mapa al que remite Díaz de Guzmán no ha sido encontrado en los manuscritos de su obra, por esa razón la mayoría de las ediciones de este texto (desde la realizada por Pedro de Angelis en 1848) no se hallan acompañadas por el mapa preanunciado por el narrador. Recién a comienzos del siglo XX, en 1905, Daniel García Acevedo realizó el primer estudio sobre este mapa, en el que confirma la autoría de Ruy Díaz y en el que reproduce una reducción en colores del mapa completo junto con un estudio bibliográfico-crítico del mismo 1. Con anterioridad a dicho trabajo se produjeron reproducciones parciales, en 1894 el doctor Estanislao S. Zeballos reveló la existencia del mapa en el Archivo de Indias y publicó una parte de él en la Prueba argentina sobre la cuestión de Misiones 2 y Félix F. Outes publicó la parte costanera del mismo mapa tiempo después 3. Pero fue recién en 1914 que, gracias a la intervención de Paul Groussac, se retomó el estudio del citado mapa junto con una nueva reproducción de éste. En los Anales de la Biblioteca Groussac dio cuenta del recorrido del mapa y del itinerario crítico realizado sobre el mismo, así como ahondó en ciertas hipótesis relacionadas con la vinculación del texto y la carta, intentando leer conjuntamente ambas textualidades 4. Más allá del mencionado aporte realizado por Groussac, fueron pocas las aproximaciones geográficas e históricas referentes a este mapa. En 1936, durante la primer conferencia argentina de coordinación cartográfica, el presbítero Guillermo Furlong expuso sobre la labor realizada durante tres centurias en relación a las regiones del Río de la Plata; allí refirió y clasificó la carta en cuestión como “el primer mapa del Río de la Plata” (Furlong, 1936: 182). En los sucesivos estudios sobre la 1

García Acevedo, Daniel, El mapa inédito de Ruy Díaz de Guzmán, Montevideo, 1905. Zeballos, Estanislao S, Alegato de la República Argentina sobre la cuestión de límites con el Brasil en el Territorio de Misiones, Washington, 1894. 3 Outes, Félix F., “El Puerto de los Palos”, en Historia, Buenos Aires, 1903. 4 Paul Groussac dedica un tomo de los Anales de la Biblioteca al estudio de la figura de Díaz de Guzmán y de su obra, allí reproduce el mapa y escribe el artículo “El mapa atribuido a Díaz de Guzmán”, en el que retoma presupuestos analizados por García Acevedo y amplía otros (como ser la fecha de confección de la carta) que tienden a establecer una ligazón entre el texto y el mapa. (Groussac, 1914: 375-479) 2

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cartografía colonial rioplatense no dejó de hacer mención al mismo, discutiendo incluso con quienes cuestionaron su autoría, y defendiendo expresamente el aporte significativo de esta representación 5. El historiador Enrique de Gandía, abocado a la obra de Díaz de Guzmán y al período señalado, también hizo hincapié en la existencia del mapa aunque no se atuvo al análisis de éste 6. Lo cierto es que salvo estos contados casos, ningún otro historiador o geógrafo volvió a publicar el consabido mapa completo ni se dedicó a su estudio. Aún más, excepto de Gandía, en su mayoría fue olvidado. Ni siquiera Ricardo Rojas en su Historia de la Literatura Argentina hace alusión a él ni a los estudios realizados sobre el mismo. Si bien puede considerarse que la mención y el análisis de dicha carta excede el marco de análisis literario que comprende la obra de Rojas, no puede desconocerse que tal imagen forma parte del texto y es explicitada como objeto de referencia. Desde esta perspectiva, la ausencia del mapa en el espectro crítico-literario, así como la desatención a la posible incidencia que dicha inclusión pudiera generar en La Argentina, llama tanto (si no más) la atención como su obliteración en otros campos. Más allá de los posibles cuestionamientos o de las probables lecturas a realizar respecto del lugar que ha ocupado la literatura colonial rioplatense en los estudios críticos realizados, resulta llamativo el olvido azaroso o provocado de este mapa. Especialmente si tenemos en cuenta un hecho incuestionable: La Argentina de Díaz de Guzmán es el único texto de los que componen las crónicas de la conquista del Río de la Plata que posee una imagen- en este caso cartográfica- y que es escrito por un mestizo. Quizá, y muy probablemente, deba leerse esta diferenciación en forma conjunta, entendiendo la marca de origen como causa y condición de producción de ese otro texto. De acuerdo con lo postulado por el propio autor, su condición de mestizo no sólo es determinante de la escritura de la obra sino también, puede deducirse, de la confección del mapa. Por lo tanto este trabajo pretende retomar antiguas lecturas y desandar ciertos presupuestos en base a los cuales el mapa fue deliberadamente dejado de lado. A partir de la inscripción visual y discursiva que esta imagen posee en el cuerpo de la obra, podemos decir que el mapa no es simplemente un texto paralelo en el que es posible reparar sino parte integrante de la historia que se pretende escribir. Por eso, la inclusión del mapa como parte del texto exige que el mismo sea tenido en cuenta al realizar cualquier tipo de acercamiento a La Argentina de Díaz de Guzmán. En resumidas cuentas, leer el mapa o dejar de hacerlo es una decisión crítica así como una operación ideológica de prioridad de la letra sobre la imagen, si se decidiera por la última opción. La explicitación de la existencia del mapa y de su ubicación permite resignificar las lecturas ya realizadas y cuestionar los sentidos encontrados en el texto, no porque sean desacertados o refutables sino por insuficientes. Es

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Cfr. Furlong, Guillermo P., “Cartografía colonial”, en Historia de la Nación Argentina, Buenos Aires, 1938, tomo IV, parte II; “La cartografía rioplatense y sus artífices 1515-1955”, en Historia IV, n 13, julioseptiembre 1958, p. 17-33. 6 De Gandía, Enrique, “Prólogo”, en La Argentina, Buenos Aires, Huemul, 1974; Historia de la conquista del Río de la Plata y del Paraguay, Buenos Aires, 1931; Los últimos cruzados, Buenos Aires, Institución Cultural Española, 1942; Indios y Conquistadores en el Paraguay, Buenos Aires, 1932; Historia de la República Argentina, Buenos Aires, Sopena, 1950, tomo VII.

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evidente e innegable que hay elementos más allá de la palabra, e integrados a ella, que deben ser incluidos en cualquier lectura sobre este texto primigenio. El discurso oculto detrás del mapa “El mundo visible está ordenado en función del espectador, del mismo modo que en otro tiempo se pensó que el universo estaba ordenado en función de Dios” John Berger El mapa de La Argentina no sólo representa un modo de ver y de ser visto, también supone un modo de presentarse y de exhibir(se). Las circunstancias en las cuales el mapa fue realizado, pretende ser visto y la función reservada para el mismo, determinan los modos seleccionados en la confección. Al contexto político y cultural de producción del mapa debe sumársele la perspectiva ideológica específica de su productor junto con las características del receptor de dicho mapa y la finalidad esperada o esperable a cumplirse a través de tal producto. Ante estas determinaciones propias del mundo social, del que también forma parte la cartografía, la concepción del mapa como entidad autónoma cuyo objetivo reside en la transparencia y la mímesis del objeto representado, resulta difícil de asir conceptualmente hablando. Como bien lo señala J.B. Harley en “Deconstructing the map”, los mapas son indefectiblemente sistemas culturales (Harley, 1992:232). Como todo producto cultural, el mapa está sujeto a una serie de convenciones, lo que es representado y el modo elegido de hacerlo dependen de una serie de contingencias, que también son determinantes del significado atribuido al mapa. En este sentido Geoff King señala que las elecciones sobre qué representar y qué dejar de lado permiten concebir a la cartografía como una construcción (King, 1996: 18). La inclusión en el mapa garantiza un status de realidad o importancia, la exclusión supone su negación. La realidad que nos da el mapa está influenciada por las limitaciones técnicas y por las estrategias deliberadas del cartógrafo. Por eso, según King, los mapas inevitablemente distorsionan la realidad. Desde tal concepción, el mapa es el resultado de la imposición de los propios mapas culturales del cartógrafo que entran en juego a la hora de representar el territorio. De ahí que, en tanto construcciones que emplean un sistema convencional de signos, se conviertan en textos y puedan ser concebidos como tales. “Texto es ciertamente mejor metáfora para los mapas que espejo de la naturaleza”, dice Harley. “Los mapas son un texto cultural: no un código sino una colección de códigos, algunos de los cuales son únicos para la cartografía” (Harley, 1992: 238). Una vez redescubierta la historia y la antropología de la imagen, se pueden reconocer las cualidades narrativas de la representación cartográfica. En la misma línea, John Pickles argumenta que los mapas tienen el carácter de ser textuales en tanto poseen palabras asociadas con ellos, emplean un sistema de signos con su propia sintaxis, funcionan como una forma de escritura (inscripción) y están discursivamente embebidos dentro de contextos más amplios de acción social y poder (Pickles, 1992: 193). Por eso ver el mapa como simple reflejo de un espacio en forma pasiva es desconocer el proceso de construcción de significado y de interpretación del territorio que su confección supone. Si nos atenemos a lo señalado por Díaz de Guzmán, la confección del mapa tuvo como objetivo “hacer una demostración de lo que contienen aquellas provincias, costa de mar y ríos,

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de que trato en el discurso de este libro”. Según el autor, el objetivo del mapa es realizar una demostración de lo mencionado en el discurso, sin embargo la falta de precisión discursiva no se ve complementada por datos cartográficos, de ahí la advertencia: “[este mapa] no lleva la puntualidad de las gradaciones y partes, que se le debían dar” (Díaz de Guzmán, 1974: 66). Ante semejante confesión, que a simple vista parece cuestionar la funcionalidad del mapa en tanto documento cartográfico, la idea del mismo como complemento o simple ilustración supondría incurrir en un notable esfuerzo sin mayor rédito aparente. La sola observación del mismo en su minuciosidad toponímica y topográfica impiden arribar a tal deducción, la cual termina por diluirse al tener en cuenta la necesidad imperiosa de consolidar una identidad europea, recuperar las tierras conquistadas por sus antepasados europeos y retribuir a sus descendientes el costo pecuniario que supuso la conquista de estas tierras para su progenie. La concepción del mapa como “simple demostración” tal vez deba ser leída en consonancia con la descripción de “pequeño y humilde libro”, “pobre servicio”, “fruta primera de tierra tan inculta y nueva, y falta de erudición y disciplina”, utilizada para lo que él mismo denominará los “anales del descubrimiento, población y conquista de las Provincias del Río de la Plata”. La monumentalidad de tal emprendimiento escriturario por parte de quien se define como “militar” pone en evidencia la conciencia del lugar preponderante que le otorga a su obra. La humildad del historiador y cartógrafo se presenta como la primera construcción de este texto, el cual necesita recrear la figura del yo que enuncia, para legitimar la historia que traza ante los ojos de su receptor. Desde el inicio, en La Argentina nada parece ser casual o azaroso y, mucho menos, inocente. Por eso, teniendo en cuenta todos los condicionamientos sociales, políticos, ideológicos y culturales que determinan el mapa, podemos decir que éste ha dejado de ser una simple reproducción mimética del territorio y se ha convertido en un cuadro de época, en un mensaje oculto, en una narración cifrada. En la dedicatoria al Duque de Medina y Sidonia, el autor esboza su ascendencia y ofrece este libro cuya materia trata “de nuestros españoles”. La fuerte y explícita vinculación con una rama familiar europea, en la que se incluye, se evidencia en la reconstrucción genealógica paterna así como en el uso de una retórica de vasallaje identificatoria con esa línea 7. Si a esto le sumamos el rol que cumplieron los mapas durante la conquista, la escritura de un texto en función de los intereses de su señor ( aunque también – y principalmente- de los suyos) junto con la elaboración de un mapa, marcan la construcción de una obra que apela a diversos sistemas significantes para demostrar y corroborar, desde diversos ángulos, una pertenencia que la sangre cuestiona. La elocuencia del mapa de Ruy Díaz de Guzmán se inscribe claramente en el imperativo por crear, o mejor dicho, legitimar un orden familiar en el que se autoincluye y desde el cual presenta su obra. En este sentido cabe destacar que en el mapa junto a la Cananea está dibujada la corona de Castilla que representa las armas de España, armas del vasallo Cabeza de Vaca, su antepasado, epítome de la genealogía de la que, según su presentación, deriva. El imperioso deseo por reconocerse parte del orden civilizatorio occidental lo lleva a producir no sólo ese tipo de emblema representativo, sino también opiniones propias de 7

Pueden recordarse, en este sentido, las cartas que Alonso Riquelme de Guzmán dirige al rey en 1545 con motivo de los acontecimientos acaecidos en el Río de la Plata. (Cfr. Lafuente Machain, 1942: 81-96.)

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cualquier cronista español: de este modo, las conquistas frustradas así como los enfrentamientos entre cristianos e infieles, tendrán siempre su razón en la esencia traidora del indígena . Aún más, guiado por dicho deseo, acude a la cartografía, opta por una práctica que en el contexto de producción de La Argentina se halla directamente ligada al imperio. J.B. Harley explica esta cuestión en “Maps, Knowledge and power”: “ Tanto como las armas y las naves de guerra, los mapas han sido instrumentos del imperialismo. Así como los mapas fueron usados en la promoción colonial, y las tierras fueron reclamadas en el papel antes de ser efectivamente ocupadas, los mapas anticiparon el imperio. Los cartógrafos marcharon junto a los soldados, inicialmente realizando mapas para reconocimiento, luego para información general, y eventualmente como una herramienta de pacificación, civilización y explotación en colonias definidas (...). Los mapas fueron usados para legitimar la realidad de la conquista y el imperio.(...) En tanto comunicadores de un mensaje imperial, han sido usados como un componente agresivo de la retórica de los discursos. En estos contextos imperiales, los mapas regularmente sostuvieron la ejecución directa del poder territorial” (Harley, 1992: 282) . Apelando al ejercicio de un discurso que establezca mancomunidad con su receptor, Díaz de Guzmán confecciona un instrumento de poder geográfico y territorial impregnado de una fuerte visión imperialista, eurocéntrica. Sin embargo, más allá de la incursión en la práctica europea de la cartografía, existe un origen de mezcla que lo define y que es el leitmotiv de ambos textos. Así como no puede negar la existencia de un vínculo interracial del que deriva, tampoco puede incurrir en la negación absoluta de la existencia de los pueblos indígenas. Geoff King señala que una de las características del mapa colonial occidental es que extingue otras dimensiones de la realidad en un acto de violenta apropiación, de ahí la negación de la presencia indígena a través de espacios vacíos. La tierra libre, vaciada de habitantes y de sentidos, funciona como promesa de más fácil acceso y genera una mayor motivación. Aún cuando la presencia indígena fuera considerada, según King esta gente no era concebida poseedora en primer lugar, dado que las nociones occidentales de uso de la tierra no eran aplicadas por tales naciones americanas, de lo que se deduce que sus prácticas eran concebidas ineficientes y primordialmente inválidas. Si la posesión de la tierra por parte materna, es decir indígena, puede verse cuestionada en su propia constitución debido al tipo de uso y apropiación de la misma, el autor recurre a las prácticas europeas de propiedad sobre el territorio, explotando todos los sentidos que éstas puedan otorgarle. Díaz de Guzmán recurre a las fuentes familiares para construir su historia de la conquista del Río de la Plata y hace uso de fuentes orales de ambas vertientes de su genealogía para construir un mapa diferente. Este no es el mapa de un gran explorador, ni el resultado de una expedición, ni el encargo de una autoridad real. Este es el mapa de un mestizo y allí radica la diferencia insoslayable. Si los mestizos son “la canalla argentina”, como los definió el español Martín del Barco Centenera al relatar el levantamiento y rebelión de los mestizos en esta tierra; si dada la anterioridad del poema del arcediano y su influencia sobre el texto, deducimos no sólo la

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lectura de dicho texto por parte de Ruy Díaz ( como así lo sostiene Enrique de Gandía) 8 sino también la negatividad esencialmente traidora con que se define e identifica a los mestizos; si a esto le sumamos la incidencia que dicha primera lectura debió haber tenido en los lectores españoles, es evidente que el producto confeccionado por Ruy Díaz resulta fácilmente cuestionable en cuanto a su veracidad y objetividad. Ante la generalización posible, Ruy Díaz refuerza los lazos con el bando español y, dado que la marca está inevitablemente presente, realiza esfuerzos denodados por dejar de lado esa negatividad con que se asocia su origen 9. Ruy Díaz debe fundamentar y legitimar la presencia, existencia y confección de este mapa, debe darle un carácter único, otorgarle una función de uso claramente decodificable, debe- y éste parece ser el objetivo primero de la incursión en la experiencia cartográfica- ofrecer la prueba irrefutable de su soberanía sobre este territorio. Con el mapa en la mano “El espacio en sí mismo era un texto que tenía que ser escrito antes de que pudiera ser interpretado” Carter Guillermo Furlong se refiere al mapa atribuido a Díaz de Guzmán y comenta: “Tosco en su forma, fantástico en su delineación general, contiene este mapa del Río de la Plata tantos detalles, tantos pormenores en la enumeración y situación de pueblos hispanos y habitantes indígenas, que bien puede decirse que es el primer mapa del Río de la Plata. Es inferior al de Gaboto, y aún al de del Cano en la configuración topográfica, pero su riqueza toponímica es enorme” (Furlong, 1936: 182). Mediante este primer mapa, Ruy Díaz provee la afirmación de la existencia de la tierra pero también, inevitablemente, de sus habitantes. En un doble efecto, y fiel a la dualidad que lo define y de la que no puede escapar, incluye a los seres originarios de este espacio. Los indígenas aparecen porque no pueden ser negados, porque ellos son parte integrante del sujeto que narra y representantes del espacio en cuestión. En la dualidad se juega la ambivalencia del mestizo; la frontera entre bandos, es decir entre razas, políticas e ideologías, no sólo es movible, dinámica, sino, inevitablemente, porosa. Ruy Díaz se aboca a la producción de un objeto ligado a la conquista y a Europa, al mismo tiempo que ofrece dentro de dicho mapa un amplio espectro toponímico indígena que afirma la presencia de un espacio (ocupado y practicado) preexistente a la producción europea. Sin embargo, no puede desconocerse que esos nombres indígenas están inscriptos en un marco político-cultural claramente identificable con el imperio español, lo que obliga a refuncionalizar las lecturas y rever los objetivos de tales inclusiones en el mapa. En este sentido, Díaz de Guzmán no sólo ofrece el texto de la historia de la conquista del Río de la Plata y su primer representación cartográfica, sino también un mapeado claro de los alcances de la conquista en este territorio. Mientras en el relato cuenta las expediciones y 8

Cfr. de Gandía, Enrique, Historia de la República Argentina, Buenos Aires, Sopena, 1950, tomo VII. En la Historia de la República Argentina, Enrique de Gandía hace hincapié en los “sentimientos españolistas” de Ruy Díaz de Guzmán, los que difieren fundamentalmente de los mestizos de su tiempo (de Gandía, 1950: 314). 9

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los avatares sufridos por los españoles en pueblos de indios, en el mapa pone en evidencia los espacios, ya no vacíos, pero posible y posteriormente vaciados. Díaz de Guzmán confecciona un mapa de una “gran riqueza toponímica” porque es a través del nombre y de su ubicación que puede ofrecer a su señor un futuro uso occidental de este territorio. Gran parte de los pueblos indígenas poseen un nombre que aparece especificado, de este modo el receptor del mapa leerá en el cuerpo del texto las características de esos indígenas en particular, y así podrá reconstruir los itinerarios a trazar de acuerdo con la peligrosidad o docilidad de los proveedores de tierras, mujeres y alimentos. Si nos detenemos en el estudio de las cualidades narrativas de este mapa, observamos que no sólo se especifican los poblados indígenas y sus ubicaciones espaciales (“pueblos xarayes”, “Yndios guxarapos”, “querandís”, “pueblo matara”, “pueblo de los indios del paraguarani”) sino también las características funcionales de algunos de éstos: “gente puyguara, labradores”, “guaycurúes, que no labran”. Asímismo se da cuenta de características físicas detalladas que distinguen a ciertos grupos indígenas, desproveyéndolos de su nominación original: “pueblo de los indios frentones”,“región de gigantes”, “enanos, pueblos”. Ruy Díaz también apela a la óptica del receptor y advierte: “poblado de gente bárbara”, “Río de los pates, indios bárbaros”, “guaycuruz gente belicosa”; asímismo informa los alcances de la conquista territorial y humana ya realizados: “reduzion de yndios”, “pueblo de los gurrare, esclavos”, “esclavos bárbaros”. El mapa ofrece en su interior características del territorio en las que es necesario reparar, importantes especificaciones espaciales para una futura incursión eficaz: “río poblado”, “tierra de lagunas”, “arenas gordas”, “valle muy poblado de indios”, “el gran río Paraná, innavegable”, “tierra no sabida”. El mapa de Ruy Díaz de Guzmán puede ser leído como una verdadera hoja de ruta que da cuenta de toda la información necesaria para un conquistador que no conoce el espacio en su completud, incluyendo también extensiones y pertenencias: “desde aquí a la mar hay 600 leguas”, “Baya de la corona de Castilla”, “confines de la corona de Portugal”. La función del mapa no sólo parece ser la de advertir sobre posibles obstáculos con los que podrían toparse quienes se adentren en este terreno, o la de guiar el recorrido a través del conocimiento de la ubicación de los pueblos indígenas amigos o enemigos, el mapa también ofrece ciertos datos acordes con el imperativo conquistador de adquisición de riquezas: “el río Pepiry donde ay oro” 10.

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Es interesante, en este sentido, la primera función que tuvo el mapa y la crucial importancia de dicha especificación de riquezas. Según García Acevedo, quien primero hizo conocer la existencia del mapa fue el dr. Estanislao S. Zeballos en su Alegato de la República Argentina sobre la cuestión de límites con el Brasil en el territorio de Misiones de 1894. Allí Zeballos argumentó en base al mapa: “Ruy Díaz de Guzmán empezó a levantar el primer mapa de esta gobernación en 1593 (...). Este antiguo mapa es de un extraordinario valor como probanza y contiene los siguientes datos: 1. Límite entre los dominios de España y Portugal, según el Tratado de Tordesillas de 1494. La línea está trazada sin exactitud científica, pero queda dentro de la jurisdicción que ella asigna a España el terreno actualmente sometido al árbitro. 2. Todas las ciudades, pueblos de indios y fortalezas que España poseía en 1593 al oeste de aquella línea de demarcación. 3. Las posesiones de España en la Provincia del Tape y de la Guayra, que limitan al Sur y al Norte del territorio sometido al árbitro; y en las provincias de Xerez y del Campo, que lo encierran por el Occidente y por el Este. 4. El curso del río Pepiry o pequiry, afluente del Uruguay. (...) Han pretendido los escritores brasileños que el río Pepiry o Pequiry, el quid de la cuestión en debate, no era conocido antes de la fundación de la vasta confederación de los jesuitas en estas regiones; pero el error queda demostrado por dicho mapa, cuyas leyendas enseñan que en el primer siglo del descubrimiento y conquista de la Gobernación del Río de la Plata, de 1527 a 1593, el río Pepiry o Pequiry era conocido y

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Resulta interesante, en este sentido, que ciertas inscripciones fabulosas formen parte de este mapa. Si bien, de acuerdo con los estudios realizados, en aquella época ciertas leyendas eran consideradas efectivas verdades que solían ser señaladas por cartógrafos y exploradores en sus cartas, la especificación de la leyenda de la ciudad de los Césares resulta llamativa dado que, hasta la fecha de confección del mapa, la expedición destinada a descubrir dicha ciudad había sido un verdadero fracaso. La imposibilidad del hallazgo de este espacio en el que confluyen las riquezas, no supone para Ruy Díaz la negación de esta ciudad en el mapa. Si bien modalizada por el condicional que establece la duda, la clara falta de certeza, Ruy Díaz no se atreve a dejarla de lado y apunta: “Los Césares si los hay”. Teniendo en cuenta el fuerte arraigo de esta leyenda en el imaginario conquistador, Díaz de Guzmán decide ser fiel a los códigos identificables para el receptor y apela al poder de la imaginación por sobre la experiencia geográfica, así es como recurre al mito, cuestiona su real existencia, pero lo ubica. Si se necesita del mito para fomentar la incursión europea, Ruy Díaz no parece estar dispuesto a ir en contra de eso, por el contrario, dicha ciudad puede ser entendida como uno de los pocos señuelos de este espacio verdaderamente distópico. La ubicación de la nueva Sevilla en el espacio que él produce, le provee también al territorio y a su cartógrafo un status que dejaría de lado, aunque sea momentáneamente, la marca de fracaso inicial identificable con este terreno. Sea que pequemos de sobreinterpretación, sea acertada la lectura propuesta, el mapa narra y su elocuencia lo explicita: ante la falta de certeros encuentros de la maravilla, la persistencia de mitos y fábulas permite crear significados inteligibles y hacer negociable el territorio. En Geographical imaginations, Derek Gregory señala que “el espacio histórico de los conquistadores blancos emergió a través del lenguaje. Pero el lenguaje que se colocó en una circulación cultural no fue el lenguaje del diccionario, por el contrario, fue el lenguaje de la nominación, el lenguaje del viaje. Lo nombrado representó una orientación mental, una intención de viaje” (Gregory, 1994: 172). Desde esta perspectiva, nombrar no sólo supone transformar el espacio en objeto de conocimiento, nombrar un espacio susceptible de ser explorado, conquistado y (re)leído también supone articular una imagen, una idea. El mapa, este mapa, elabora un argumento tangible que sostiene la legitimidad pregonada de quien se adjudica la acción de nombrar. El lenguaje del viaje presente en este mapa no está articulado a través de la estética espacial ni de la ética del recorrido (si es que existe alguna), sino que se halla principalmente atravesado por una opción ideológica que impregna la letra y la imagen. Esta expresión de ideología se hace evidente en la intención detrás de la construcción del mapa y en el uso otorgado para éste. Por eso, y de acuerdo con la ruptura de la concepción de reflejo pasivo, podemos decir que - sin dejar de lado el intento por ofrecer un producto verificable- la representación del territorio que bosqueja Ruy Díaz deviene, inevitablemente, en interpretación. De ahí que, de acuerdo con la concepción de Pickles, pueda leerse el mapa de Díaz de Guzmán como el prototipo del mapa de persuasión. Pickles define a la cartografía persuasiva como “un tipo de cartografía cuyo objetivo o efecto es cambiar o en alguna medida frecuentado por sus minas de oro. Por eso en la confluencia del Uruguay y del Pepiry se lee en el mapa: “El río Pepiry donde hay oro”....” (García Acevedo, 1905: 10).

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influenciar la opinión del lector, en contraste con la mayoría de la cartografía que pretende ser (predominantemente) objetiva” (Pickles, 1992: 197). Si bien Pickles las señala como pretensiones opuestas, es evidente que para muchos de los productores de este tipo de mapas, la pretensión de objetividad ( y practicidad, por ende) resulta capital como puerta de entrada para la persuasión buscada. Este mestizo apela a ambas, poniendo el foco alternativa, aunque principalmente, en la segunda. Ruy Díaz de Guzmán elabora, o pretende hacerlo, un mapa de propaganda en el que- a partir de datos precisos, probables o supuestos- se intenta persuadir sobre las ventajas del terreno y sus recorridos, reproduciendo por este medio la hegemonía del Viejo Mundo en la que se incluye como cartógrafo amateur . Incursiona en los diversos modos del lenguaje del espacio, construye un mapa y- a través de él- despliega un abanico de recorridos militares que aún pueden realizarse. El intento cartográfico de este mestizo no sólo pretende recrudecer los lazos por él enunciados con el mundo hispano conquistador, sino también intenta producir un mapa lo más acabado posible que posea un rol performativo del terreno conquistado y por conquistar 11. Es claro que la historia de este mestizo, la confección persuasiva de esta carta y su efectivo logro, constituyen un caso muy particular debido a las características físicas del terreno. Si a las deficiencias del territorio y a sus complejidades, se le suma el fracaso de la conquista utópica o productiva que se pretendía llevar a cabo en este espacio, los efectos de persuasión sobre las “ventajas” posibles pueden ser claramente cuestionados. De ahí que Ruy Díaz no pueda (ni deba) desconocer estas circunstancias, las cuales son inevitablemente relevadas al formar parte de la historia acaecida en el Río de la Plata. Guiado por su afán de veracidad y objetivismo, el autor no anula la experiencia del fracaso, por el contrario, su textualización redimensiona las posibilidades futuras del mapa y de las conquistas venideras. Al producir un instrumento (cartográfico) que puede funcionar como vía para aumentar el poder imperial y su habilidad para generar riqueza de estas particulares colonias, Ruy Díaz ofrece un vehículo para la concreción de los ideales conformadores del imaginario conquistador. Este mapa no sólo afirma, como cualquier otro, la existencia del territorio, sino también de sus exploraciones, de sus recorridos y de sus habitantes pero principalmente de su productor. En tanto las aventuras de conquista de sus parientes los heroiciza a los ojos de este

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Paul Groussac compara el mapa de Ruy Díaz con otras representaciones cartográficas, como la de Ortelius por ejemplo, ante las cuales el mapa de este cronista resulta un bosquejo improvisado. Más allá de las cuestiones “deficientes” marcadas por Groussac y de los errores que se detiene a enumerar y argumentar, la adjetivación que utiliza para calificar la carta requiere de un análisis particular. Catalogar el mapa de Ruy Díaz de “adefesio” supone manejarse con criterios estéticos. La cuestión está en develar si la carta pretende ser vista desde esa perspectiva. Ruy Díaz elige realizar un mapa, el que- si bien mantiene la verdad empírica de ciertas ilustraciones presentes en crónicas- no es propiamente un dibujo. Esta diferencia es un punto clave a tener en cuenta, dado que incursiona en una materia propia del europeo y, aún más, del colonizador. Ruy Díaz construye una imagen que no pretende ser observada, no fue construida como simple complemento de la palabra, más bien parece haber sido producida para ser practicada. El objetivo del mapa no es agradar a la vista sino ofrecer un medio de reconocimiento del terreno, otorgar un conocimiento productivo que los conquistadores no poseen a priori para un fin imperial. Más que ofrecer una representación visual lo más acabada posible, el mapa se pretende útil instrumento de conquista para su destinatario. Por otro lado, hay que tener en cuenta que es a través de esta funcionalidad que su mapa de amateur puede tener alguna posibilidad como prueba de fiel adscripción al bando español, a su política y a su ideología.

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narrador, la producción del mapa, junto al gesto monumental de escribir los anales, lo encumbran ya no sólo como español sino claramente como conquistador. Si la imagen, más que representar, presenta una realidad, un origen de mezcla, de recorridos de conquistadores e itinerarios sólo conocidos por los indígenas; si la imagen metonímicamente es un lazo casi físico entre quien representa y lo representado, entonces el mapa de Ruy Díaz es la afirmación y exhibición de una identidad que- reafirmada a través de la letra- parece infranqueable, incuestionable. Es la mayor muestra de empatía con quienes considera los suyos, luego de las acciones militares que lleva a cabo contra los pueblos indígenas y de los afanes desesperados por continuar la conquista de los espacios inexplorados. Díaz de Guzmán ya no es sólo el hijo de, ahora pone sobre el tapete una carta de presentación ideológica, absolutamente legitimada en el contexto de recepción, que lo “europeiza” en la práctica, más allá de la sangre o el parentesco. En el mapa elaborado por el autor se lee el desvío del origen debajo de la necesidad de confirmación, la marca de mestizo en cada nombre indígena inscripto en la imagen, la práctica del espacio que le dio origen en cada recorrido sugerido, la adscripción religiosa en cada símbolo cristiano que demuestra los alcances de la conversión y de la conquista espiritual, el afán de poder detrás o delante de esta construcción, su ideología en la perspectiva eurocéntrica ejercitada: su autobiografía. Construyendo una elaborada imagen de sí mismo “To own the map was to own the land” J. B. Harley En el contexto histórico-político de conquista y colonización, y aún más allá de éste, el mapa trabaja como una forma de poder y conocimiento. Incurrir en la cartografía es acceder, poner en funcionamiento, exhibir, un saber en este caso experiencial que sólo posee el productor del mapa. La posesión de ese saber único le otorga a este cartógrafo un lugar que lo distingue y eleva del estrato que posee en tanto mestizo. Si bien es claro cuál es el objetivo del mapa, el intento de homogeneización con lo español e hispánico, que resulta fin último de la producción discursiva y narrativa de Ruy Díaz de Guzmán, se ve en cierta forma resquebrajado. Su carácter de mestizo explica el origen de la incursión en esta práctica escrituraria tan alejada del oficio de militar con el que se identifica. Si bien una de las estrategias constantes de la funcionalidad del mapa (y del texto) reside en la demostración de su hispanidad, Ruy Díaz buscará el modo de hacer redituable la marca de origen mestizo que lo distingue. Hay modos de capitalizar aquello que en la presentación se intenta neutralizar, pero que está irremediablemente presente; por eso Ruy Díaz hará funcional la diferencia y, a partir de ella, encontrará un plus que le otorga autoridad a la hora de confeccionar el mapa. En el afán de la empresa conquistadora resulta crucial el conocimiento del territorio, del terreno, de sus accidentes, de las diferentes opciones de recorridos, del asentamiento de comunidades indígenas enemigas que pueden obturar el objetivo de exploración y expansión propuesto. Díaz de Guzmán sabe que un español en su tierra necesita de la presencia indígena porque es sólo a través de ella que puede entrar en el terreno, acceder a sus riquezas y

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conquistarlo. Y, en efecto, los españoles deben recurrir a los naturales de la región para acceder a sus deseos imperialistas y, ante esta necesidad explícita, quedan desprovistos de armas para sostener el lugar de dominación que los define. Reconocer esa carencia les provee a los indígenas un lugar de poder por sobre los invasores, de ahí que hagan valer esas circunstancias en las que momentáneamente las relaciones de fuerza y dominación se ven invertidas. A partir de las reiteradas escenas en las que un guía desvió el camino o llevó a los conquistadores hacia la región enemiga, los cronistas (y Ruy Díaz no será diferente en este sentido a sus contemporáneos europeos) denuncian la esencia traidora del natural amigo y convertido. Esta dependencia, que incidentalmente trastoca la escala de poder civilizatoria, podría ser quebrada con el buen funcionamiento de este mapa, a través del cual se evitaría tener que confiar en los indígenas, se podría lograr una conquista del territorio más eficaz y se conseguiría, de este modo, que el poder y el saber sólo fueran patrimonio de los españoles. Si el mapa confeccionado posee una discursividad política e ideológica cuya significación debe ser decodificada por el receptor, Díaz de Guzmán apela a dicha dimensión simbólica y, mediante el mapa, le ofrece a su señor una prueba de su hispanidad. El mapa no es una demostración del discurso ni su ilustración, es la exhibición de un conocimiento y, por lo tanto, de un poder sobre el espacio conquistado; es la confirmación de la identidad pregonada, junto con la carga ideológica que ésta conlleva, al dejar en claro cuáles fueron los alcances de la conquista en este territorio americano y cuáles son las tierras que aún esperan la marca 12. Aún más, el mapa inserto en La Argentina le otorga autoridad al discurso en tanto pone en funcionamiento un saber que no sólo deriva del recorrido de la tierra sino que es inherente a ella. El haber nacido en el espacio a representar le provee al productor del mapa un conocimiento que determinará la configuración del mismo: el mapa será la representación de dicho saber, una puesta en práctica de un conocimiento redituable para los fines de la corona.

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Cabe destacar, en este sentido, la utilización de ciertos dibujos en el mapa que funcionan como representaciones gráficas que acompañan la nominación y/o descripción de los pueblos indígenas. Existen ciertos pueblos como los guaraníes cuyos nombres aparecen encerrados en un círculo. Es significativo que aquellos incluídos en este tipo de representación sean esclavos, como se explicita respecto de los primeros. La otra representación es el dibujo de una suerte de edificación que incluirá a la mayoría de los pueblos indígenas que aparecen especificados en los primeros cuatro capítulos del texto. Por último, y en contadas ocasiones, aparece un dibujo de montículos aislados para la representación gráfica de otros pueblos como los matara, los quis, los xarayes, etc. También existen otros pueblos que aparecen en el mapa sin representación gráfica alguna. Si bien no hay rasgos comunes y aglutinadores en todos los pueblos que aparecen representados gráficamente del mismo modo, a partir de la funcionalidad que creemos posee el mapa, podemos realizar ciertas deducciones. En este sentido, podría pensarse que la elección de cada uno de estos dibujos representativos simbolizan el tipo de conquista realizada, en vías de lograrse o aún no alcanzada, de acuerdo cuál sea el caso. Los diversos tipos de símbolos o la ausencia de los mismos - junto con la cantidad de iglesias y la cercanía de éstas respecto de cada uno de los poblados- podrían significar los distintos alcances de la conquista, su efectividad o sus puntos en cuestión. Por eso es interesante que, aún en los pueblos cuya representación gráfica pretenda dar cuenta del arraigo de la conquista material y espiritual, el cartógrafo apele a la letra y especifique ciertas características naturales ( como la belicosidad en el caso de los guaycuruz) que podrían ocasionar una rebelión o que cuestionarían la verdadera conversión de esta gente. Ya sea que leamos la letra, la imagen o ambas, es evidente que se pretende prestar servicios necesarios y nunca antes ofrecidos a la Corona. La marca de origen le exige al autor un plus que éste desborda con la elaboración de un producto pluri-funcional.

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Si su presentación y legitimación para tomar la palabra y contar la historia del Río de la Plata reside en el muestreo minucioso de su ilustre genealogía, será esta misma ascendencia la que no sólo otorgará un nombre sino también un modo de conquista del terreno. De generación en generación, de raza en raza, Ruy Díaz toma el nombre, la heroicidad, el lenguaje y el conocimiento geográfico. Prefigurando a los viajeros del siglo XVIII o a los geógrafos del XIX, Ruy Díaz posee y transmite datos e información directamente explotables para las autoridades coloniales, con la diferencia de que éste es un viajero mestizo en su propia tierra y de que la información geográfica, topográfica y toponímica que ofrece sólo es accesible para los sujetos naturales del Río de la Plata. El territorio americano bosquejado hasta la minuciosidad no resulta ser solamente un mapa de recorridos, es también un mapa de propiedad de la cual es – ahora sí- legítimo heredero. La inclusión del mapa en una lectura crítica de este texto permite pensar que el gesto de este mestizo al elaborar el primer texto y el primer mapa rioplatense no es sólocomo ha sido pensado por quienes no incluyeron el mapa en su análisis- el intento de resarcir un desvío de origen sino también un reclamo de propiedad. La tierra descripta a través del verbo y del pincel, conquistada en primera instancia por sus antepasados, es derivativamente suya. Si bien el texto y el mapa se construyen en base a una fidelidad de vasallaje hacia el Duque y hacia la Corona española, la probanza de servicios por él realizada junto con los documentos que cuestionan la acción de Ruy Díaz respecto de la fundación de la ciudad de Santiago de Xeréz, ponen en entredicho el lugar de vasallo señalado. La probanza llevada a cabo en 1605, siete años antes de la elaboración del libro, más que una simple constancia de acciones militares, es claramente una denuncia narrativa que pone en evidencia una conciencia pecuniaria y retributiva que excede la fidelidad real: “Hago prestación de más de los servicios referidos de mi Padre y abuelo, hermanos y deudos que an hecho a su magestad en estos reynos e provincias en las [que] ellos y yo avemos poblado a nuestra costa doze ciudades con sumo acrescentamiento de vuestra rreal corona y en grande aumento de vuestro rreal patrimonio (...) sin que ninguna cosa de todo lo rreferido mis abuelos, padres ni yo ayamos sido Remunerados en cosa alguna” (Groussac, 1914: 386). Si bien el carácter original de la probanza es lograr un rédito económico por las acciones de guerra y apropiación de tierras realizadas, esta relación de servicios en particular posee un tono más propio de un litigante que exige la parte correspondiente al intercambio pactado, que la de un fiel vasallo a su majestad real. Si a esto se le suma el cuestionamiento por la fundación de una ciudad sin el expreso aval del rey, pretendiendo posteriormente los requerimientos correspondientes a dicha fundación, podemos decir que Ruy Díaz ya no es el súbdito confiable sino- en palabras del virrey del Perú- un conquistador que “intenta semejantes entradas en confianza de que V.M. las ha de proseguir a su costa” (Groussac, 1914: 457). Dado que estos intentos desafortunados por lograr una remuneración retroactiva y merecida se ven frustrados,(en un caso el rey nunca dio cuenta del pedido requerido, en el otro fue retirado de la ciudad de Santiago de Xérez, le fue prohibida cualquier tipo de fundación y negada la entrada a la provincia de los Chiriguanas,) resulta sospechosa la fidelidad pregonada en el texto escrito en 1612.

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Tal vez, y muy probablemente, La Argentina haya surgido como producto del fracaso del objetivo buscado con la probanza; desde esta perspectiva, el lugar de subalternidad esbozado desde la dedicatoria no sólo resulta necesario, sino incluso imprescindible para la propia constitución del texto y para la legitimidad del mapa. Así como se hace evidente la necesidad de recurrir a ese perfil de súbdito fiel y leal, del mismo modo salta a la vista el artificio, la construcción de dicho lugar. En una suerte de ficción discursiva, Díaz de Guzmán apela a las marcas retóricas del discurso del vasallo así como a la discursividad del mapa y a su nivel persuasivo, para demostrar que estas tierras no son sólo aquéllas que en parte aún esperan la marca española, son más bien- por lo menos eso podría pensarse- el legado que sus antepasados le han brindado y que la tierra le ofrece como recompensa 13. Bibliografía Barnes, Trevor J. and Duncan, James S., Writing Worlds. Discourse, text and metaphor in the representation of landscape, London, Routledge, 1992. Conley, Tom, The self-made map. Cartographic writing in early modern France, Minneapolis, University of Minnesota Press, 1996. Cosgrove, Denis and Daniels, Stephen (edit.), The iconography of landscape. Essays on the simbolic representation, design and use of past environments, Cambridge University press, 2000. Crone, G.R., Maps and their makers. An introduction to the history of cartography, London, Hutchinson University Library, 1962.

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En El pensamiento mestizo, Serge Gruzinski propone abordar los mestizajes de la América hispánica en el contexto global del “caos de la América invadida tras la conquista, [de la] occidentalización impuesta a escala continental y [del] mimetismo ejercido por los propios indígenas” (Gruzinski, 2000: 110). Si bien Gruzinski analiza los diversos medios y dinámicas miméticas de occidentalización que llevan a cabo los indígenas a través de sus producciones, basándose en la hipótesis de que “la conquista española convierte al indígena en uno de los protagonistas de la reproducción” (109), sería interesante pensar cómo se daría este proceso en los sujetos mestizos y en qué medida sus producciones lo re-producirían. En este sentido, a partir del texto escrito por Ruy Díaz de Guzmán, de la unilateralidad del discurso de este mestizo identificado como español, del tipo de tratamiento y descripción del rol desempeñado por el indígena en la conquista de tierras, así como de la producción y funcionalidad del mapa, podría pensarse que Ruy Díaz es un representante prototípico de este proceso mimético. Pero en tanto su origen mestizo, su práctica espacial en el Río de la Plata, su conocimiento oral de la historia acaecida, resulta capitalizable para lograr el reconocimiento identitario tan ansiado y, por lo tanto, para alcanzar su afán retributivo, esta representatividad pareciera ponerse en duda. El nivel de construcción de cierto lugar de enunciación funcional al objetivo buscado, pondría en evidencia, de algún modo, el aspecto “artificial” de la reproducción ejercitada, la materialidad y el desvío inherente de la copia respecto del original. Sin embargo, habría que reparar en el hecho de que el objetivo último de adquisición de riquezas, ostensiblemente observable en la probanza y en la fundación desautorizada de la ciudad de Xérez, tal vez sea la muestra más acabada de su occidentalización. Consciente del destino fatal que, de acuerdo con su visión, aúna a gran parte de los conquistadores de este espacio, busca a través de sus textos y mediante la explicitación, escapar del designio trágico común: “Suele á veces ser á los hombres tan adversos los sucesos en los que emprenden; que entendiendo salir de ellos con honra, y acrescentamiento, vienen á dar en lo ínfimo de las miserias é infortunios. De esta manera sucedió á nuestros españoles en la conquista del Rio de la Plata, de donde pensaron salir muchos ricos y aprovechados, y fue tan al contrario, que no ha habido alguno que hubiese vuelto remediado á su patria, ántes acabaron los mas de ellos sus vidas miserablemente...” (139).

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Queremos tanto a Glenda en busca del camino Norma V. Ferrari Abstract Queremos tanto a Glenda de Cortázar es un conjunto de relatos construidos como un desplazamiento, búsqueda de caminos. Por lo tanto la obra construida como un viaje. Luego el viaje es texto. Es decir autoconstrucción del viaje, en cuanto texto que surge del devenir textual. Y el camino como resultado de la construcción del viaje. Se intenta mostrar que los textos construyen por sí mismos esos caminos que dicen buscar: cartografía que escenifica pasajes, trasmutaciones, variantes, cortes. A través de historias que se desterritorializan entre sí ocurre una dispersión de los sentidos: dimensiones incontenibles en el lenguaje estético. La escritura como barrenamiento y destrucción de formas tradicionales. No como forma de representación sino de presentación. Se construye el anti-camino a partir de la falta de señalización, de huellas de otros. Del mismo modo, el lector es construido por los espacios de lectura generados por cortes, intersticios, suturas. El viaje transcurre la muerte, sin solución de continuidad, en un ritual de pasaje casi imperceptible para el discurso. La muerte, por lo tanto, experimentada semióticamente como forma de continuar el viaje. También como constructora del sujeto, que se hace en el viaje. Entonces el viaje aparece como un lugar de enunciación, es decir como producción de deseo, es decir como construcción del inconsciente: gesto. Cortázar’s Queremos tanto a Glenda is an ensemble of stories built as a displacement, a search of ways. So, all the play is built as a journey. Therefore, journey is text. That is, journey self-construction as a text born from what the text becomes. The way results from the production of the journey. I intend to show that texts themselves build those ways that they say they are looking for: a cartography that stages passages, transmutations, variations, cuts. A dispersion of senses occur in this journey throughout stories that “disterritorialize” each other: uncontainable dimensions of aesthetic language. Writting as drilling and destruction of traditional forms. Not as a way of representation but a way of presentation.

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Building of no-way from both lack of signalization and others’traces. In the same way, readers are built by reading-spaces generated by cuts, interstices, sutures. The journey passes through death relentlessly in a rite of passage, almost imperceptible to speech. Death is, therefore, semiotically experimented as a way to continue the journey. Also as a constructor of subject made in journey. So, journey appears as an enunciation spot; so, desire production. That is inconscious construction: gesture Texto Un conjunto de diez relatos: desplazamiento, búsqueda de camino/s. Por lo tanto, textos que construirán un viaje. Y el viaje será texto. Esta obra-viaje se estructura en tres momentos. La primera parte, conformada por tres cuentos, anuncia desde el inicio una búsqueda de acceso. El primer cuento, Orientación de los gatos, que se plantea desde su título como una búsqueda de posicionamiento respecto de algo, inaugura un recorrido que, finalmente, será circular. Allí, el narrador busca caminos de “acceso” a Alana y el texto intentará una ruta también circular partiendo de “Cuando Alana y Osiris me miran” para llegar a “Alana y Osiris cada vez que me miraban de frente”, al final del relato. Esas vías de acceso, por las cuales el narrador cree, al comienzo, que llegará a Alana, es decir la pintura y la música, no serán tales sino que se producirá en Alana una trasmutación en ellas. Será ella misma pintura (ella misma camino) y el texto va a materializar esa metamorfosis / trasmutación, por medio de los gerundios de los que abusa. Ellos serán las marcas del lento pasaje de un estado a otro (“de cuadro en cuadro”). Como “rechazo de un límite inaceptable”el gerundio expresa la disolución en una “ósmosis”en la cual, como sabemos, los líquidos pasan el tabique divisorio que se ignora o, por lo menos, que no se acepta como tal. Alana transita esa disolución y el narrador-personaje también sufre esa metamorfo-sis: “yo era mi vida Alana”. Este viaje textual rechaza, entonces, desde el inicio, la posibilidad de ser limitado, la posibilidad de fronteras, ya que éstas parecen disolverse osmóticamente. Alana “no estaba de vuelta” pero el relato retorna a ella y Osiris, en un juego de polarización entre la historia y el discurso, ya que la cartografía que construye el texto descubre que cuando en el último párrafo cree que “Llegábamos al final de la galería”, nos ha llevado al punto de partida. A esta conclusión llegará el último relato, Anillo de Moebius, que se irá desplegando cartográficamente también para construir / escenificar la trasmutación que inauguró Alana y

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que repetirán los mundos Janet-Robert para levantar el bloqueo de los cuerpos hasta la disolución. En Queremos tanto a Glenda, la autorreferencialidad del texto que narra su propio proceso de construcción (“misión”) muestra que el viaje, desplazamiento, que se busca a través del texto construirá el texto total, es decir que el viaje será texto otra vez. En este segundo relato se cuenta cómo se construyen nuevos acontecimientos que habrán de sustituir a otros de ese texto-film. El texto como producto de sustituciones paradigmáticas y sintagmáticas. Unos textos sustituyen a otros. A su vez cada uno de ellos es visto como variante de otros. Hay permutaciones / variantes. (A nivel macro, en la lectura, cada cuento de la obra sustituye al anterior). Escritura como ruptura con otro texto. ( En una visión globalizadora, los cortes entre los relatos y entre las secciones son una escritura, significan). La lectura sucesiva “lava el recuerdo”del relato anterior. El “recuerdo lavado de escorias, [es] exactamente idéntico al deseo”.El texto es entonces el lugar del deseo. El viaje, desplazamiento, recién iniciado es lugar y es en sí mismo deseo de ser realizado, deseo de avanzar y avance (por la lectura). Así también el deseo sexual avanza para culminar, en el último cuento, en violación. Luego, el texto tiene una “caída en el torrente” textual (literario) y así “supimos que la perfección podía ser de este mundo”: ¿el texto territorializando al mundo?. Dicen DeleuzeGuattari que “el libro hace rizoma con el mundo [...] el libro asegura la desterritorialización del mundo, pero el mundo opera una reterritorialización del libro que, a su vez se desterritorializa a sí mismo en el mundo” (Rizoma,2001:19). El viaje es el camino. Cuando se busca el camino se construye el viaje, el desplazamiento. El texto es desplazamiento por sustitución, variantes, permutaciones. Pero los textos como los viajes comportan dificultades en su realización: “...decidir los cambios, los cortes, las modificaciones de montaje y de ritmo...”. Para “ritmar en coherencia perfecta”. Otra vez, lo perfecto es de este mundo. Queremos tanto a Glenda prolifera en construcciones duales y disyunciones, habla de “cisma o diáspora” como “riesgo”. ¿Cortes y /o dispersión de los sentidos? Cada relato, cada momento del viaje parece marcar líneas de fuga hacia uno “u” otro lugar. En el corte “o” la dispersión estaría el riesgo del texto. Se reconoce un deseo (sexual) “...repetir y perpetuar el nombre de mujer...”.Esto se explicita en el título donde ese nombre de mujer nombra no sólo al cuento sino a la obra toda . Se descubre que la literatura y la imprenta nacen ambas de un deseo y fijan la palabra por repetición y así perpetúan el nombre, la especie. El texto de este segundo relato va tejiéndose sobre una repetición (diez veces) de la expresión “querer a Glenda”, así como la repetición de la forma cuento, por diez veces, conforma este libro. La creación como acto divino es de este tiempo: la obra como “presente absoluto que acaso se parecía a la eternidad”. Pero “la eternidad está enamorada de las obras del tiempo”. Es así como la realidad entra en ella, la eternidad, como fisura y territorializa el horror que “estaba en la máquina rota, en la realidad de cifras y prestigios y Oscars entrando como una fisura solapada en la esfera de nuestro cielo tan duramente ganado”.

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La “última perfección inviolable”, la muerte, salva “de la caída” (de la expulsión del paraíso). Preservación de la obra de arte en ese cielo. En Historias con migalas, el desplazamiento se da de una historia a otra a través de la filtración de una de ellas, que deliberadamente se desea bloquear. En este tramo, se escuchan “voces que murmuran” desde otra historia que está al acecho, como las migalas. Esta segunda historia, que se filtra y cuya voz no puede dejar de escucharse, construye el plano de consistencia del texto en su entramado con la primera. (Llamamos segunda historia a aquélla que lo es para el texto, por su momento de aparición, aunque en el plano de la referencia es al revés). El texto se vuelve rizomático cuando la primera historia se desterritorializa reproduciendo la otra: “...el visitante del bungalow ...también acaso espera...”, “...también Michael volvió a la casa de Erik [...] como ha vuelto el visitante de las muchachas” al modo en que “la orquídea [de Deleuze-Guattari] se desterritorializa formando una imagen, una reproducción exacta de la avispa”(op.cit.:18). Y así como “la avispa se reterritorializa en esta imagen” la historia que sostiene el cuento hace lo propio en la historia que se pretende bloquear. Así como en Queremos tanto a Glenda se muestra al texto territorializando al mundo, es decir que el mundo/la realidad hace territorio/espacio en el texto, en Historias con migalas, vemos cómo eso ocurre intertextualmente (por pertenecer estos textos a la misma obra debemos hablar de intratextualidad para mayor precisión ). Es decir que el desplazamiento al que nos referimos al inicio se da entre textos. Las historias se sostienen entre sí, se reproducen como las hormigas, rizomáticamente, a decir de Deleuze-Guattari cuando hablan del “principio de ruptura asignificante”: “Un rizoma puede ser roto,quebrado en cualquier parte, vuelve a brotar siguiendo tal o cual de sus líneas y aun otras líneas [...] Estas líneas no dejan de remitirse las unas a las otras” (op.cit.:17). Un texto territorializa al otro. El texto se hace de texto. Viaje sobre un viaje. La lectura/escritura consiste en viajar sobre un viaje. La segunda parte, que también se compone de tres relatos, se inicia con Texto en una libreta. En una clara muestra de autorreferencialidad, este cuento, ya en su título, alude a la escritura, al proceso mismo de producción, y a sus resultados. Se trata de un texto literario dentro de o a partir de un texto informativo. El narrador anuncia lo que el texto está haciendo, comenzar a contar una historia: “ni siquiera saben que su historia escrita empieza en este mismo párrafo” y luego hace referencias metafóricas al trabajo del escritor. La historia, que se desarrolla en un entrecruzamiento de túneles, concreta, en la espacialidad de lo real, ideas que Cortázar expresa en su Teoría del túnel . Esta conexión con la escritura se infiere de la asociación que el texto propone cuando dice “prefiero sospechar la utilización del túnel, desconocido por los pasajeros corrientes, que conecta la estación Once con el puerto”y seguidamente “la sala con la advertencia Entrada prohibida [...] está llena de rollos de papel” Como dijimos, este narrador anuncia que va a comenzar a contar una historia. Pero no lo hará de una manera tradicional y,en este punto, no podemos olvidar que según Cortázar

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[hay] “dimensiones esencialmente incontenibles en el lenguiaje estético” (Obra Crítica I, 1947, cap.5 : “Teoría del túnel”: 61), que exigen una formulación diferente a lo que se espera. Y el texto va a transitar esas dimensiones diferentes como lo anticipó el título. El cuento, que parece ir mostrando metafóricamente los avatares del escritor en el proceso de la escritura, va explicitando, describiendo un andar. Habla de fantasías que “rondan”, fantasías que “se tejen” y que hacen que el lector/escritor pueda decir junto con el narrador “sentí que algo se coagulaba en extrañeza, casi en miedo”. Después de rechazar unas “conjeturas más bien literarias”, decide seguir las propias y por “un camino en espiral” para sortear esas formulaciones de lo informulable: “explicar el fenómeno por una especie de desgaste atómico previsible en las grandes multitudes”. Esto nos lleva al pensamiento de la obra crítica citada en que Cortázar desvaloriza el lenguaje literario en pos de otro que emerja de la situación y que será un lenguaje poético. Para ello deberá ir “eliminando vías muertas, bifurcaciones y depósitos hasta llegar a la clara y horrible verdad por residuo necesario, ahí en ese reino crepuscular donde la noción de residuo volvía una y otra vez”. ¿El residuo será ‘lo poético’? Y agrega: “Esa existencia que bosquejo (algunos dirán que propongo) se me dio condicionada por la necesidad más brutal e implacable: del rechazo sucesivo de posibilidades fue surgiendo la única posibilidad restante”. La tarea del que usa el lenguaje aparece como una actividad que consiste en elegir una variante entre inifinitas. “Juntando delicadamente tantos elementos del mosaico”, dice el narrador como una marca de lo que el texto lleva a cabo cuando hace esta heterogénea enumeración: “Rojo y Negro”, “(la revista, no Sthendal)”, “Sur”, “Trilce”, “Maribel”. Parece querer mostrar el mundo de lo poético como “un territorio móvil donde [se puede] operar con alguna seguridad”, donde no hay “localización exacta”, donde hay un “movimiento continuo” donde hay un Primero (¿el escritor, Dios?), “ese árbol que hunde más y más sus raíces en el asfalto y la tierra”, ese escritor contemporáneo que barrena y destruye formas tradicionales para construir produciendo “alguna forma de escándalo y sorpresa”.Quizás en este cuento ocurre algo de ello cuando la “banalidad”, de la cual se asombra el narrador, es condición previa, no sólo en lo referencial sino también en el movimiento textual, del acto trascendental: la muerte/cierre del relato. “Pero el canario, vos lo cuidás, ¿verdad?. Vos le das el alpiste todas las mañanas, y el pedacirto de vainilla?”. Ese “pero” es la marca textual de la relación entre la banalidad y la muerte: el conector de una lógica conocida puesto al servicio de otra lógica. Puede leerse también como resignificación de esa instancia de la existencia. Cortázar reformula un final de cuento. Informa al lenguaje en la situación y no al revés, que sería lo propio de la literatura tradicional. La historia se solidariza con la idea expresada en Teoría del túnel ya que aparecen “señales de inquietud apenas [se] advierte que una situación cualquiera encuentra expresión verbal coherente y satisfactoria [porque al escritor] el hecho de que la situación alcance a formularse lo llena de sospechas sobre su legitimidad”. El viaje iniciado hace ya cuatro relatos se realiza por caminos no convencionales, no demarcados. Más aún, se construyen nuevos caminos donde no los había pero estos no tienen

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aspecto de serlo, no se reconocen como tales. La falta de señalización, de rastros, de huellas de otros es el camino elegido. El anti-camino. Con el final sorprendente el texto avanza “en túnel” volviéndose “contra lo verbal desde el verbo mismo” (Cortázar, op.cit.: 67) . En vez de “representar”, “presenta” lo poético. Se desplaza desde la función informativa hacia la poética: en una libreta de datos un texto literario. Un acto de deconstrucción que es un hacer. Construcción del no-relato, que termina siendo una forma de relato. Recortes de prensa se inicia con el pedido de construcción de un texto. Así es como este cuento se irá construyendo a la manera de un ‘collage’o ‘patch-work’ por la adición de recortes ( recortes periodísticos, recortes de recortes, recortes de las historias que se cuentan: la de la protagonista que escribe en París, la de la nena golpeada). La sucesión de recortes que irán armando ese texto, solicitado al principio por el escultor, es la siguiente: • •

• • • • • •

Texto dado a leer: recorte periodístico (I) Recorte periodístico (I) invade la historia sostén del cuento. Se hace referencia a las obsesiones y se repiten frases del recorte periodístico “sus manos cortadas del cuerpo y puestas en un frasco”. Se inserta una segunda historia: la de la nena con la mamá torturada. Se cuela el recorte periodístico (I). Aparecen fragmentos de esa historia insertados en la historia de la nena. Aparece otro recorte periodístico (II) recortado por el escultor quien se lo envía a la narradora-protagonista. El recorte periodístico (II) se filtra en la segunda historia, la de la nena, transportando la historia de Marsella a París. La narradora escribe el final del recorte periodístico (II). El texto pedido al principio queda completo.

El cuento tiene un recorrido circular en cuyo desarrrollo mostró su propia construcción. También se hace referencia a la duplicación, que se concreta en el juego de dos historias verdaderas que se ven invadidas por dos recortes periodísticos. El espacio de lectura que construye el lector o al lector pasa por los intersticios o suturas que unen los recortes con que se realizó este ‘patch-work’. El viaje, que se hizo de entrecruzamientos, anulaciones, destrucciones, construye a su viajero a partir de esas faltas, de esas uniones. Tango de vuelta lleva en su título un significante que remite directamente a la idea de viaje que estamos desarrollando. Es el relato que cierra la segunda parte de la obra. La idea de retorno, de circularidad, que vino desarrollándose, no desaparece.

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Trabaja con especial énfasis la duplicación, incluso la tematiza. Todos lo personajes tienen su doble: • • •

Milo y Germán: dos maridos. Milo y Simón: dos nombres para un mismo hombre. Flora y Matilde: dos mujeres para un mismo hombre.

Otras duplicaciones: • • •

Buenos Aires y México. Matilde mata dos veces ( en el papel, semióticamente, y en la realidad) al mismo hombre que es dos hombres ( Milo y Simón). Matilde comete dos muertes reales: homicidio y suicidio.

Desde lo metanarrativo, se hace referencia a la escritura y la lectura como dos entidades independientes: “...las páginas que le faltaban en esa novela [...] algo ya escrito y que ni siquiera era necesario leer porque ya estaba cumplido antes de la lectura, ya había ocurrido antes de que ocurriera en la lectura”, “...la novela tirada en el sofá estaba escrita hasta la palabra fin, que no podía alterar nada, la leyera o no...” Estos fragmentos, que ponen en duda el papel del lector, muestran un lugar vacío, concepto que juega todo el tiempo en la historia. Se dice en un momento respecto de la novela que lee Matilde: “... se habría decidido a ponerla en el estante vacío de la biblioteca” y “...la veía muy bien boca abajo en el único estante vacío”. Quizás Cortázar está hablando aquí de esa literatura no poética, la tradicional, en que ya se conoce la obra antes de leerla. Literatura que ignora al lector, dejando vacío su espacio, negando su actividad creadora. Se hace referencia al diccionario que no permite cambiar “nada”. Si bien en lo referencial se mata al lector, el texto hace otra cosa. Se constituye en esa tela que teje la araña ( escritor) que será la trampa en cuyo centro/ hueco /vacío habrán de morir/ser atrapados otros insectos/lectores cuando ella/él se retire. El contar se vive como una amenaza (de muerte). Como en todo viaje hay peligros, imprevistos que implican riesgo. El escritor no sólo mata/atrapa al lector sino que mata el texto, le da un fin. Mata en el papel como Matilde a Milo. He aquí dos versiones/ dos espacios diferentes otorgados al lector conviviendo en el mismo texto. Un caso de bigamia . En lo referencial (la historia ) se mata al lector, no se le reconoce un espacio (la novela no vale la pena ser leída, se dice ). En lo textual (lo semiótico), se le crea un espacio: el necesario para unir/suturar los “pedacitos ajustables”, los diálogos. Para ligar/soportar “los saltos, los vacíos que se extienden entre los trazos, [descubrir] la escena de la interpretación como lo que se despliega en un entre [:] semiosis del gesto” a decir de Roberto Ferro (SYC 9/10, agosto de 1999 : 5). La historia se va armando a partir de “cosas todavía no dichas, pedacitos ajustables a los otros pedacitos [...] rompecabezas” y el modo del relato es el estilo indirecto libre en que el narrador cuenta desde el pensamiento de los personajes. Se incluye también lo dialógico remedando la relación que cada personaje mantiene con su doble, como se explicitó arriba.

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Aparece la escritura como creadora de lo real: Milo es muerto primero en los papeles. (La escritura mata). Milo ha muerto para todos porque se ha leído que ha muerto (¿la lectura mata? ). Pero paradójicamente existe a partir de la muerte. Clone inicia la tercera parte de la obra. Este relato es también circular, en el plano de la historia. “Todo parece girar ...” dice al comienzo. Se inicia con la muerte de la mujer de Gesualdo a manos de éste y concluye con la de Franca a manos de su esposo, Mario. Ambas historias se reproducen especularmente o bien, podríamos decir, se repiten una como clon de la otra. La idea del clon, que da título al relato, se materializa en el texto, estructurado sobre la base de diversidad de voces que se suceden unas a otras sin solución de continuidad en largos párrafos en que aparecen entretejidas con la voz del narrador. La sola aclaración del nombre de los personajes entre paréntesis, en un momento, aparece como forma precaria de diferenciación. Una constelación de “ocho planetas” que giran indefinidamente y el texto “se vuelve una obsesión, una especie de ‘cantus primus’” La indiferenciación de estos clones se evidencia a nivel textual cuando en una misma oración aparecen, por ejemplo, la voz de Roberto, de Lily y del narrador sin marcas que las individualicen. Es así como, a través del discurso indirecto libre, se dice: “En todo caso esta noche no, decretó Roberto (y Lily por supuesto, me caigo de sueño, y Sandro pálido ...)”. Sólo en dos momentos las voces se individualizan a través del discurso directo. Se está “dislocando [...] la cohesión del clone”. Pero luego retomará la indiferenciación. La muerte, que en la historia es el acontecimiento que confirma esa dislocación, en el discurso entra como una cuña que no se hace perceptible hasta después. Esto ocurre en el último párrafo, que es muy extenso y se compone de una sola oración. Un modo de materializar lo que la historia llamó “la cohesión del clone”. En este último párrafo-oración se mezclan todas las voces por última vez, mediante el discurso indirecto libre. Desde una de tantas pausas, indicadas levemente por una coma, se introduce la noticia de la muerte de Franca en un imperceptible ritual de pasaje : “... un empleado hablando con Sandro y Lucho, carreras en las bambalinas, no está, señor, no la han visto llegar, Paola tapándose la cara y doblándose como si fuera a vomitar, Karen sujetándola y Lucho por favor, Paola, controláte...”. La muerte parece ocupar el espacio de la escisión, el intersticio, en no-espacio. El texto calla su nombre pero permite deducirla de las acciones de los personajes. Únicamente ella (la muerte, Franca) permitiría dislocar/disgregar al clone. Sin embargo el discurso mantiene un continuum imperturbable como si atravesara a la muerte, así como Franca es atravesada . Se pasa de un lado al otro sin solución de continuidad. La repetición de la pregunta sobre el paradero de Franca va entretejiendo la “telaraña” a lo largo de todo el párrafo que culmina con “sin Franca lo están cantando para un público que no puede oírlo, que empieza desconcertadamente a irse” al igual que el lector que, en este punto, abandona o ha sido abandonado por el relato.

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El recorrido de la historia en este cuento ha sido volver al lugar conocido, otra historia que se reproduce, que se ha clonado. El texto vuelve, al final, a la aglutinación de personajes y acciones como ocurría al comienzo, después de haber transcurrido por tramos intermedios de mayor diferenciación ( diálogo directo) Este viaje, esta obra no se ha detenido frente a la muerte ya que, como dijimos, el texto solamente la ha silenciado. A esta altura del andar percibimos un viaje que transcurre la muerte sin dejarse detener o modificar por ella. La muerte es parte del continuum. Tan sólo pasaje y puede ser atravesada (por la palabra). Graffiti, escritura “diagonal”, ”dibujo sonoro” que ocupa un espacio en lugar de. Sustitución/desplazamiento. Relato en segunda persona en que la narradora-personaje se nombra a sí misma en tercera. Se produce así un desplazamiento de la persona del narrador a la no-persona: “ella” (Benveniste). El sujeto de la enunciación aparece disimulado (sustituido) tras el sujeto del enunciado en un “graffiti” que la narradora atribuye a él aunque los pronombres de primera persona traslucen la presencia de ella: “A mí también me duele”.El sujeto de la enunciación aparece al final cuando desaparece uno de los sujetos del enunciado: “ella” se torna “yo”. La no persona se hace persona cuando muere. La muerte tanto en la historia como en el discurso le da consistencia, la construye, la dibuja, la nombra. Ahora ocupa un espacio. En consonancia con el relato anterior, en que la muerte ha sido experimentada semióticamente como una forma de la continuidad, en éste realiza la construcción del sujeto. Dibuja su existencia. “Graffiti”: dibujo palabra de esa escritura que da cuenta. Territorialización/ construcción semiótica del sujeto realizada por la muerte ( del relato). El viaje crea y no es creado. Viaje como acto de enunciación, por lo tanto, como producción de deseo. Rizoma, tal vez, para Deleuze-Guattari (op.cit.: 29-30). Historias que me cuento, también, es un texto circular. Comienza diciendo “Me cuento historias” y finaliza con la construcción espejada “historias que me cuento”que coincide exactamente con el título. La reiteración es un sema llevado a la exageración: los significantes “historia”y “Dilia” se repetirán hasta el hartazgo. El primero de dichos significantes recorrerá el texto desde el título hasta la última línea lo que permite ser visualizado como un elemento o hilo fundamental en esta trama que se teje. En toda la extensión del tejido (texto) hay un hilo de color que prevalece: la historia y, dentro de ella, otro, uno de los sujetos del enunciado o personaje, Dilia. La insistencia de estos signi-ficantes que aluden a la historia nos remite inevitablemente al discurso que es, una vez más en Cortázar, aquello que se desea poner en evidencia. La búsqueda de los sujetos textuales nos conduce otra vez al título:

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HISTORIAS

( QUE

[YO]

ME CUENTO )

Objeto de la Enunciación (lo contado)

Sujeto del Enunciado (ellas cuentan)

Sujeto de la Enunciación (cuenta)

Objeto de la Enunciación (yo soy contado) Sujeto del Enunciado (él: personaje) El mismo (Jekill y Hyde)

El título encierra al sujeto del enunciado y al de la enunciación que se torna auditor y personaje. En lo referencial, aparecen metaforizadas estas categorías cuando dice: “...a pesar de que soy yo quien decide en la historia [autor empírico] llega un momento en que ya no tengo fuerzas [ autor textual, la energía creadora bajtiniana ( Bajtín,Mijail. Estética de la creación verbal,1982: 13-28) ] y ni siquiera ganas de hacer durar algo que después del placer empieza a resbalar a la insignificancia, ahí donde habría que inventar alternativas o inesperados incidentes para que la historia siguiera viva en vez de irme llevando al sueño...” La historia cuenta. Es un sujeto de enunciación, tal como lo refleja la estructura sintáctica en que el subordinante “que” indica que tanto el sujeto de la enunciación como el del enunciado se someten a la historia, ese otro sujeto. Estas dualidades: los dos autores, empírico y textual, los sujetos del enunciado y la enunciación, el sujeto que es objeto, parecen marcar las caras/lados/instancias cortazarianas omnipresentes y que él metaforiza así: “...Walter Mitty suele tener también su lado Jekill y Hyde, desde luego la literatura anglosajona ha hecho estragos en su inconsciente y las historias le nacen casi siempre muy librescas y como armadas para una imprenta igualmente imaginaria”. La historia se cuenta desde la “cama” y ocurre en el “camión”, como sucedáneo de “cama”. Ambos significantes permiten ser asociados en el texto no sólo por su similitud fónica sino también por el deseo sexual. La referencia a Freud que aparece dos veces, para insistir con estas duplicaciones, nos autoriza esa asociación. La dualidad, el aspecto Jekill-Hyde del relato, se manifiesta en el juego entre los dos planos: el de lo real, en que el narrador se cuenta historias en la cama, y el de lo ficcional, la historia contada, que ocurre en el camión. Dichos planos se confundirán luego produciéndose un movimiento/invasión de lo ficcional en lo real, si bien primero se había dado el movimiento inverso, que no sorprende al narrador: “Las reglas de juego se cumplen desde el primer momento en las historias que me cuento. Dilia era Dilia pero en la historia yo era un camionero y solamente eso para Dilia, jamás se me hubiera ocurrido preguntarle qué estaba haciendo allí en plena noche o llamarla por su nombre. Pienso que en la historia lo excepcional era que esa muchacha contuviera a la persona de Dilia [...] fuera de eso la historia la trataba como a cualquier otra, sin nombre ni relación anterior, perfecto encuentro del azar”.

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Cuando, dentro del relato, lo ficcional se desplace hacia lo real, la historia de Dilia en el camión coincidirá con la de Dilia real que esconde otra historia, ésta no ficcional. Es decir que la misma historia atraviesa los dos planos. El deseo es el factor común de ambas y se desliza, como es su naturaleza, de una a otra. Coincide con el deseo irrefrenable del narrador de estar continuamente contándose historias. El deseo vuelca a Dilia sobre el camionero en un movimiento corporal que repetirá hacia el bebé, ambos movimientos comparables con el volcarse del narrador a la actividad de contar. Pero como este narrador también es auditor/lector podemos pensar en el deseo de escuchar/leer esas historias, las que se transforman en narradoras, sujeto de enunciación: “Después es todo eso que las historias me cuentan pero que yo no puedo contar como ellas, solamente fragmentos inciertos, hilaciones acaso falsas...” Las historias cuentan en su doble sentido: relatan e importan. Así como las historias se autoconstruyen, este viaje se construye por el sólo devenir de los textos (el solo andar). Como dijimos al comienzo el texto se hace de texto. El camino se construye porque ocurre el viaje. “Pero Dilia no quería que la historia terminara, desde su primer gesto cuando resbalé junto a ella y en vez de lo esperable [...] supe que la historia no había hecho más que empezar...”La historia queda en manos del personaje, que cobra otro espesor. Bajtinianamente, el personaje, “otro creado por otro que lo mira [autor textual]” se hace cargo de la historia. Es decir que la historia se hace cargo de sí misma. Lo ficcional se independiza de su soporte, lo real, creando una realidad otra. El texto otra vez territorializando al mundo Este tercer cuento de la tercera parte, retomó las ideas de “pasaje” de Clone y “el otro lado” de Graffiti y hace jugar ese ida y vuelta, ese estar “al borde de la ruta” en que se vive la “amenaza” de “retorno” y construye “este lado”y “el otro lado”. Frontera lábil donde es fácil que las cosas resbalen como el deseo “que era un salto agazapado” y que se desliza poniendo en comunicación los “dos” lados. Aquello que pone en contacto estos dos lados/mundos/niveles es la escritura. Por ello, en la historia, el narrador-personaje no se atreve a escribir ya que “...si pusiera por escrito cualquiera de las historias que me cuento, esa historia sería la última por una razón que se me escapa pero que acaso tiene que ver con nociones de trasgresión o de castigo...”. El narrador no puede hacer lo que sí ha hecho el autor empírico. El escritor movido por el deseo, igual que el camionero, ha podido “ir de un lado a otro” El viaje se hace en ese ir y venir. Allí donde hay siempre “retornos”, “al borde”. Allí donde ocurren “aventuras de pasaje”. Donde se es “otro”. Anillo de Moebius . El título remite a un ida y vuelta constante en que no hay principio ni fin. Significativamente éste es el último cuento de la serie y funciona por lo tanto como fin, pero también remite al inicio, como señalamos al comienzo, mostrando la circularidad total de la obra que se fue alimentando de las circularidades de los relatos. El texto se despliega espacialmente como la cinta de Moebius de grueso a fino a grueso a fino etc.(doce cambios). Esto se representa gráficamente por medio del cambio de tamaño

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de tipografía y del ancho de la caja en que se inscribe el texto. Los espacios “gruesos” cada vez van teniendo más longitud y lo inverso ocurre con los “finos”, en general. El cuento parece desplegar una cartografía/“anillo de Moebius” que construye/ escenifica la trasmutación de los personajes levantando el bloqueo de los cuerpos hasta la disolución: “...el deseo Janet luchando contra cada estado para sumirse en los otros donde todavía Robert no, ser una vez más en fiebre sin Robert, paralizarse en el estado cubo sin Robert, entrar blandamente en el líquido donde las primeras brazadas eran Janet, entera sintiéndose y sabiéndose Janet, pero allí alguna vez Robert, allí seguramente alguna vez al término del tibio balanceo en olas cristales una mano alcanzaría la mano de Janet, sería al fin la mano de Robert”. El juego de montaje de tamaños gráficos aludidos construyen el pasaje del “mundo Janet” al “mundo Robert” creando un orden significativo: la consustan- ciación. Ante la imposibilidad de narrar lo contemporáneo se emplea la técnica de montaje visual aludida antes. Dos mundos se suceden en el texto creando un continuum que se va quebrando frecuentemente y es en esa escisión/corte/blanco/vacío donde se escribe y se lee la disolución de los cuerpos, de los modos de ser, de los seres: “...algo que era de otro modo donde todo seguía estando pero de otro modo, más acá de los sentidos y del recuerdo”. Cada texto “grueso”y “fino”se trasmuta a su turno en el otro. El texto “mundo Janet” incluye al texto “mundo Robert” ya que cuenta las acciones de inclusión/violación de éste. En el primer texto “mundo Janet” aparece aludido metafóricamente el “otro” mundo: “...recibiendo en la blusa la mano de la brisa apretándole los senos, doble caricia dentro del doble desfile de troncos y de helechos...” La palabra “doble” que está duplicada anticipa los dos mundos, los dos textos que se entretejen. El texto remeda al personaje, Robert, de quien se dice que está “sumido en ella”. Después de la muerte, la aparición de otro personaje que sólo se nombra, el hijo del leñador, el “texto Janet”es invadido por Robert y se constituye “texto Robert” en un ritual de pasaje silencioso. El personaje Robert ocupará ese espacio hasta el final. El “texto Janet” dirá “continente y contenido no se diferencian”, “agua fluyendo en agua”, “horizontal y vertical de un espacio” (Janet y Robert), “cubo de un cubo”, “continuos cambios [...] donde nada cambiaba”. Por su lado el “texto Robert”será invadido por otros personajes casuales y por información periodística. Será acosado por su propio caso policial. Esa información corta el continuum Robert-Janet, genera un extrañamiento creando un cisma o nuevo espacio entre el ahora “mundo Janet-Robert”y el “otro mundo”. El texto se fue deslizando en la trasmutación Robert-Janet así como Robert, que de cubo pasó a ser viento y de allí reptante para dejar “de ser estado cubo”para “ser en el estado cubo”. La repetición de “reptando”y otras palabras permite un avance lento del texto en el tramo final, “texto Robert-Janet” que fluye lento mostrando la disolución no sólo de los

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cuerpos sino de los seres, como dijimos al principio, los cuales parecen haber intercambiado entidad. Ahora Janet es “fiebre” y Robert es “cubo”, más aún “es” en estado cubo. Ahora es. Los espacios de escritura/lectura construidos entre un “texto mundo”y el otro son también acceso, puente, pasaje, mano extendida. Mano de Robert alcanzando la mano de Janet. Mano del último cuento dándose con la del primero, unidas ambas por la trasmutación de seres y por la búsqueda de camino, acceso, entrada. Podríamos decir que la primera parte de la obra se planteó la búsqueda de camino, de acceso y lo hizo a través del ritual de “pasaje”, mientras que la segunda destruyó los caminos tradicionales, descubrió que no los hay, se planteó a sí misma como constructora del camino y la tercera se dejó atravesar por esa idea del “pasaje”, fue un lado y el “otro”. Sin embargo esos hallazgos están en las tres y en el espacio entre ellas materializando la idea de pasaje constante, movilidad circular del deseo que enhebra/teje las cuentas/cuentos. El texto-viaje-texto, entonces, finaliza con las mismas búsquedas del principio, la misma falta de certezas. Se ha hecho un viaje/construcción de diez pasos que parecieron avanzar y parecieron no hacerlo. Camino/mapa que se construyó en una virtualidad, que permitió muchas vías y acaba de recomenzar. Construcción rizomática: con múltiples entradas. Y como tal posibilidad de que el deseo fluya y se produzca, como dirían DeleuzeGuattari. Espacio como “gesto” para abrir los sentidos. Bibliografía citada en este trabajo Bajtín, Mijail. Estética de la creación verbal. México, Siglo XXI, 1982. Benveniste, Emile. Problemas de Lingüística General, I. México, Siglo XXI, Cortázar, Julio. “Teoría del túnel” en Obra crítica I, l947. Deleuze, Gilles – Guattari, Félix.Rizoma, México, Ediciones Coyoacán, 2001. Otra bibliografía utilizada Barrenechea, Ana María.“Ensayo de una tipología de la literatura fantástica. (A propósito de la literatura hispanoamericana)” en Texto hispanoamericanos. De Sarmiento a Sarduy, Buenos Aires, Monteávila,1978. Barthes, Roland. “La muerte del autor” en El susurro del lenguaje. Buenos Aires, Paidós, l987. Drucaroff, Elsa. Mijail Bajtín, La guerra de las culturas. Buenos Aires, Almagesto, 1996. Ferro, Roberto. “Especulación entre la intención y el resto. (A propósito del comienzo de la escritura)”en SYC Nº 9/10, agosto de 1999 . Genette, Gerard. “Discours du récit” en Figures III. París, Seuil, 1983.

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Pezzoni, Enrique. El texto y sus voces. Buenos Aires, Sudamericana, 1986. Reis, Carlos. Fundamentos y técnicas del análisis literario. Madrid, Gredos, 1985. Shklovsky, Victor. “El arte como artificio” (1917) en Teoría de la literatura de los formalistas rusos. [Antología preparada y prologada por Tzvetan Todorov, Buenos Aires, Siglo XXI, 1976]. Todorov, Tzvetan. Introducción a la literatura fantástica. México, Coyoacán,1995.

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Elogio de la fuga - En busca de la identidad perdida Christian Kupchik Abstract “El placer de viajar es testimonio de inquietud e irresolución, que no en vano son nuestras cualidades primordiales y predominantes”, escribió Michel de Montaigne en su Diario (Montaigne, 1998: 45). Esa inquietud a la que alude el célebre ensayista francés no es más que la expresión de una de las materias humanas más inmanentes: la identidad. En su nombre, tanto el viaje como la literatura potencian hasta el extremo la tensión que propone sus límites. La pregunta por el otro (el recordado “Je suis une autre”, de Rimbaud), la necesidad de encontrar una nueva máscara, ese otro yo que nos explique, encuentran en todo viaje y en el relato del mismo la posibilidad de un desarrollo mayor. Lo que nos enseñan los excéntricos, los mitómanos, los espías, y también escritores viajeros de todas las épocas, configura uno de los más bellos aspectos del arte de la peregrinación: escapar a la asignación de los convencionalismos de los cuales se huye para resignificarlos. A través de estas errancias fabulosas -al estar relacionadas también con la fabulación-, es posible comprobar que el objetivo último del viajero es hacer familiar a lo extraño, incluir por la evasión un enigma permanente a resolver. Existe una verdad de la impostura, una nobleza del engaño, que nos devuelve las señales de la vida ordinaria. Goethe, Isabelle Eberhardt, Lafcadio Hearn, entre otros ilustres nómadas que hicieron del arte de la fuga un permanente juego entre viaje y literatura, son los protagonistas de este baile de máscaras que celebra la identidad secreta.

“The pleasure of travelling evidences restlessness and irresolution. Small wonder they constitute our essential and outstanding qualities”, Michel de Montaigne wrote in his Diary (Montaigne, 1998: 45). This restlessness the famous French essayist mentions, is only the manifestation of one of the most inherent human characteristics: identity. In the name of it, both travelling and literature expand the tension that proposes its limits to the maximum. The question about the other (the memorable “Je suis une autre”, by Rimbaud), the need to find a new mask, that other self which could define us, acquires in every trip and in the report of it the possibility of a better development. What the eccentric, the mythomaniac, spies, as well as travelling writers of any period teach us, comprises one of the most wonderful aspects of the pilgrimage art: to run away from the assignation of conventionalism people try to escape from, in order to give them a new meaning. Through this fabulous wandering- since they are also related to fables- we can demonstrate that the ultimate goal of travelers is to make the strange familiar, to include through evasion a permanent riddle to be sorted out. There exists a truth in imposture, the dignity of deception, which restores the signals of daily life.

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Goethe, Isabelle Eberhardt, Lafcadio Hearn, among other renowned nomads who made from the art of escaping a permanent game between travelling and literature, are the main characters of this mask dance which celebrates the secret identity. Texto Aquejado por unos cólicos estomacales, el lunes 5 de septiembre de 1580 Monsieur Michel de Montaigne partió de Beaumont junto a una selecta comitiva – integrada, entre otros, por su hermano menor, su cuñado y un secretario -, en procura de aguas termales. La travesía, además de visitar las ciudades con baños curativos más celebradas desde la Antigüedad, se demoró 17 meses por pueblos y urbes de Alemania, Suiza e Italia. A los 48 años, Montaigne, ya admirado por sus Ensayos, no dejaba de reflexionar acerca de cuanto veía. Apreciaba las virtudes del viaje independientemente de sus móviles, y la ocasión fue propicia para recoger nuevas impresiones en un Journal de Voyage. Allí, anotará: “El placer de viajar es testimonio de inquietud e irresolución, que no en vano son nuestras cualidades primordiales y predominantes.” Esa inquietud a la que alude el célebre ensayista francés no es más que expresión de una de las materias humanas más inmanentes: la identidad. Hombres, pueblos y naciones lucharon en su nombre a través de siglos, en muchos casos sin poder defender sus banderas con demasiada convicción. “¿Quién soy?”, es la primer pregunta que subyace cada vez que se superan los límites naturales del hábitat. En definitiva, el viaje – como la literatura – no hace más que potenciar el juego de la identidad hasta sus fronteras más extremas. La pregunta por el otro (el recordado “Je suis une autre”, del iluminado poeta adolescente que fue Rimbaud), la necesidad de encontrar una nueva máscara, ese otro yo que nos explique, encuentran en todo viaje la posibilidad de un desarrollo mayor. Un nuevo paisaje, pleno de misterios y pasos desconocidos, otros olores, otra lengua, poco a poco van modificando la percepción del viajero respecto a lo que era y lo que es. Pero hay algo más: una arcana vocación por la posibilidad siempre tangible, siempre lejana, de otra vida, otro destino. Ese estado potencial se materializa en el cultivo, a veces no del todo claro, del secreto. La fuga: ahí se establece la utopía moderna. Se sabe de una agencia de viajes en Milán especializada en la desaparición voluntaria. Este particular comercio se encarga de ofrecer a sus clientes pasaportes con una nueva identidad y pasajes con destinos desconocidos bajo eslóganes tan seductores como: “Fúguese. Es su derecho”, o bien “Parta sin dejar rastros… Y sea Usted”. El viaje, en última instancia, no es reductible ni a su destino ni a su desplazamiento: consiste, ante todo, en bascular las fronteras de su propia identidad. Lo que nos enseñan los excéntricos, los mitómanos, los espías, pero también los inmigrantes de todo tipo, configura uno de los aspectos más bellos del arte de la peregrinación: pasar desapercibido, escapar a la asignación de los convencionalismos de los cuales se huye para resignificarlos. La domesticación del planeta en el siglo XIX es contemporánea a esta voluntad de fuga, a esta cultura del “no saber” que practican los héroes de doble vida, mudos en la esperanza por acceder a otra existencia, ya sea al precio del escamoteo o bien de la transplantación. Es en el simulacro que desplazamos nuestra libertad, parecen decirnos los viajeros. En la apariencia de lo conocido y aquello por conocer es donde inventamos nuestros espacios, imaginamos nuestros ardides.

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A través de estas errancias fabulosas – al estar relacionadas también con la fabulación –, es posible comprobar que el objetivo último del viajero es hacer familiar a lo extraño. Existe una verdad de la impostura, una nobleza del engaño, que nos devuelve las señales de la vida ordinaria. Escritores de todas las épocas probaron también el placer de esa doble delación de sí mismos, en la palabra, y en la distancia. En Ecuador, uno de los más bellos testimonios poéticos de viaje, Henri Michaux da cuenta que “Hasta este momento, yo diría que no he tenido el sentido de la mentira. Pero voy a mentir como mejor sepa. Creo que es sumamente provechoso para el alma” (p. 41). Es cierto: el alma se renueva en el engaño creador, aun cuando a veces su costo es muy alto. La francesa Alexandra David-Néel (1868-1969), luego de haber cosechado las mieles del éxito en la ópera y accedido a un matrimonio ventajoso, abandonó todo para internarse en Asia, convertirse al budismo, y completar una travesía a pie por el Himalaya en pleno invierno. Metamorfoseada como una mendiga tibetana, llegó a Lhasa - ciudad prohibida para los extranjeros - y a pesar del hambre y el frío, no cesó en su búsqueda hasta ser recibida por el Dalai Lama (de hecho, fue la primer mujer occidental en conseguirlo). Algo más traumático resultó el viaje de Maryse Choysi al Monte Athos: se hizo cortar los senos y colocar una prótesis peneana con el objeto de ser la primera mujer a2dmitida por los monjes que allí moran. Reescribir el mundo. Redescubrir y reinventar el viaje. Este es el proyecto que justifica todo exceso. En el límite del deseo siempre postergado por llegar a una terra incógnita cuyos espacios se estrechan hasta diluirse en un saber común, lo desconocido es reemplazado por una intriga que poco a poco se apodera del viaje. En cuanto a su dimensión como relato, no se verá tan motivado por la necesidad de transmitir lo nuevo, de testimoniar un hallazgo, como de restaurar el lugar del enigma, el perfume de lo exótico, el misterio, lo insólito. En síntesis, al dotar al mundo conocido de una visión renovada, también se está hablando de una transformación íntima, personal e intransferible, única fuente de emoción y sentido. Los Vértigos de la Impostura Los vínculos entre la aventura viajera y la literatura resultan tan antiguos como la propia idea de ficción. García Gual señala que tanto en los viajes como en el amor están los fundamentos primarios de la novela y para ilustrarlo, utiliza los antecedentes que van de Ulises a Alejandro. En su justificación, el crítico español señala con acierto que “la novela surge como literatura de evasión de un tiempo sin ideales. En el fondo, la apertura de esa novela hacia lejanías y vagos horizontes, invita a la huida de la realidad. Fuga de lo cotidiano hacia el pasado, en la novela histórica, o en el espacio, como el Egipto de Heliodoro o la Babilonia de Jámblico...” (García Gual, 1972: 52) En este mismo sentido, conviene considerar también las razones de Franz Altheim, que refuerzan la idea de la naturaleza común entre viaje y literatura como posibilidad de fuga: “Lo borroso e inconcebible, lo peligroso, lo dudoso e inseguro se exterioriza, en primer término, en la novela, en el dominio psíquico. Pero no solamente el alma está dispuesta a vagar por espacios ilimitados. Donde prevalecen el elemento nómada, el destierro y el desarraigo, el viaje se justifica incluso en el sentido geográfico. La experiencia viajera convierte en espacio la atmósfera que domina la novela. Los protagonistas son empujados no sólo de un peligro a otro, sino también de un lugar a otro. Viajar significa carecer de nexos; es la forma libre de

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vivir, si cabe llamarlo así. Por lo tanto, lo proteico de la novela tiene que expresarse por medio del viaje.” (Visión de la Tarde y la Mañana, Eudeba, 1965). Esa forma proteica a la que alude Altheim y que subyace en toda novela, encontrará en la impostura su mecanismo expresivo más eficaz. Y en ciertos casos, ni siquiera resultó menester apelar a la traslación para demostrarlo. Uno de los ejemplos más tempranos es proporcionado por un médico jonio conocido como Ctesias de Cnido, quien vivió durante la segunda mitad del siglo V (a. C.) y construyó uno de los modelos más perfectos en lo que a artificios literarios se refiere. Durante una batalla, Ctesias fue hecho prisionero y conducido a la corte del rey persa Artajerjes II. Gracias a sus habilidades, tanto profesionales como diplomáticas, el médico pudo granjearse la confianza de muchos embajadores y mercaderes que llegaban desde distintos puntos de Asia hasta una de las cortes más importantes de la Antigüedad. Así, logró redactar dos libros, Relatos Persas y Sobre la India. Este último resultará significativo, ya que consolidó a partir de allí el imaginario de la India como lugar de maravillas que se instaló y atravesó el devenir hasta las mismas puertas del siglo XX. En su relato, Ctesias proporcionó indicios sobre el río Indo, pero también dio una de las primeras señalizaciones de los unicornios, describió a hombres con cabeza de can identificados como cinocéfalos ( 1); conoció al Ave Roc; y habló de unos seres pequeños conocidos como pigmeos, de cabelleras tan abundantes que las utilizaban como vestidos; contó de árboles que hablan y otros que derraman lágrimas de resina que dejan caer al río; dijo que existen ciertas montañas que abundan en oro y plata, custodiadas por grifos, “especie de pájaros cuadrúpedos del tamaño de un lobo, con patas y garras de león.” (J. Lacarrière, 1986: 434) Y también describe a la “mastícora”, un animal “que tiene cara humana, el tamaño de un león y la piel roja del cinabrio. Tiene tres hileras de dientes, orejas parecidas a las del hombre (...) y su cola se parece a la del escorpión” (J. Lacarrière, 1986: 431). Obviamente, muchos de sus contemporáneos no dieron crédito a estas versiones y acusaron a Ctesias de ser un mero fabulador. Algo de razón no les faltaba: Ctesias nunca estuvo en la India, y muchos de los datos que volcó en su obra provenían de relatos míticos, tanto griegos como indios, trasladados y tal vez mal traducidos por sus interlocutores. No obstante, muchos de sus sucesores, como Megástenes y los historiadores de Alejandro que sí viajaron a la India, no sólo tomaron los datos de Ctesias como referencia, sino que incluso confirmaron muchas de las especies que el médico había indicado. En el siglo IX, el patriarca bizantino Focio rescató algunos fragmentos de Indika al latín, y a partir de allí se convirtió en una referencia obligada para quienes emprendían la ruta a Oriente. No menos sorprendente resulta el caso de Sir John of Mandeville, cuyo libro de viajes concebido en 1360 fue un clásico del Medioevo, e incluso se afirma que afamados navegantes (Colón entre ellos), lo utilizaron como referencia en sus travesías. Escrito con un estilo que mereció el elogio del Doctor Johnson, se relata un largo periplo a Oriente y se da cuenta de las maravillas que allí se encuentran. Los Viajes de Mandeville constan de dos partes. La primera es un itinerario a Tierra Santa, una especie de guía turística para peregrinos. La segunda es la descripción de un viaje a Oriente, que va tocando islas cada vez más lejanas, 1

El mito de los cinocéfalos trascendió hasta la iconografía cristiana donde San Cristóbal, santo sirio martirizado hacia el año 250, es representado con cuerpo humano y cabeza de perro.

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hasta la India y Catay. El libro termina con la descripción del paraíso terrenal y de las islas que costean el reino del legendario sacerdote Gianni. En realidad, este supuesto aventurero y marino inglés, no fue otro que el francés Jean de Bourgogne (Saint Albans, 1300-Lieja, 1372), un impostor sumamente dotado para la prosa que se valió fundamentalmente de la Relación de Viaje de fray Oderico da Pordenone para recrear uno de los mayores textos de viaje de la historia sin salir de su morada. En su libro El queso y los gusanos, el historiador italiano Carlo Ginzburg señala que el texto original de los Viajes de Sir John de Mandeville está en francés y fue escrito probablemente en Lieja, a mediados del siglo XIV, aunque no dice por quién. "Los Viajes - apunta Ginzburg - son en esencia una recopilación basada en textos geográficos o en enciclopedias medievales como la de Vicenzo de Beauvais. Tras una vasta circulación manuscrita, la obra pasó por diversas ediciones impresas, en latín y en las principales lenguas europeas". (Ginzburg, 1988: 165). Lo que realmente interesa, en este caso, es la forma en que trascendió y sobrevivió, ya como testimonio de viaje (aun fraguado), pero también como artilugio literario. Falsarios, hábiles fabuladores o fraudulentos inventores de historias fantásticas, lo cierto es que la historia del viaje está llena de increíbles impostores. “La terra incógnita atrae a estafadores y mitómanos”, escribió Jacques Meunier al evocar el caso del falso explorador Louis de Rougemont (J. Meunier, 1994: 160). Este prolijo ciudadano helvético cuyo verdadero nombre era Henry Louis Green, llevaba una vida tranquila y sin demasiado brillo en Sydney. No resignado a ella, decidió tener su hora de gloria como gran viajero a finales del siglo XIX, y en el Wide World Magazine dio a conocer sus Memorias ficticias como pescador de perlas y el relato imaginario de su naufragio entre los “caníbales australianos”. Puras quimeras, tejidos engañosos: el escritor substituye al viajero, pero el viajero es su sedimento. Las historias de Rougemont estaban contrahechas; no obstante, resultaron lo suficientemente eficaces como para engañar al mundo. Esto probaría que el viaje, antes de convertirse en un hecho, el viaje puede existir independientemente de la realidad bajo la forma de relatos “verídicos”. Mediante algunas precauciones, el viaje cobra existencia primero como idea, luego como un guión cuyo desarrollo puede encontrar forma en la realidad y, tal como sucede con las matemáticas, llegar a configurarse en un lenguaje independiente de la experiencia. Basta con pensar en la “exploración” de los confines del mundo conocido por Herodoto, un más allá donde sólo se aventura aquel que relata. ¿Qué significa, a fin de cuentas, un “viaje real”? ¿El triunfal desplazamiento de un cuerpo en el espacio con un destino fijo por recompensa? ¿Acaso no es en la realidad de ese movimiento, ya como hipótesis o memoria, proyecto o recuerdo, donde se concreta el viaje? Inevitablemente, procedemos a la puesta a punto de una experiencia, sin importar que ésta sea real o imaginaria. Futura, pasada o ficticia: antes, después e incluso durante, organizamos la experiencia, siempre, la traducimos, la obligamos a abrazar un programa, un sentido, una lógica, a ingresar en la coherencia de una historia. El movimiento es ordenado por las palabras que lo reproducen. Existe un orden del discurso normalizando su objeto. Se censura lo inenarrable a través del encadenamiento de palabras que tienden a reproducir su experiencia o a calcar su verdad. Se traza así una sutil frontera entre lo dicho, lo decible y lo indecible.

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Rougemont vive en cada viajero. Hablando de su viaje, el viajero debe convencerse de los motivos oficiales de su empresa. Así evitará que la digresión pueda derivar en extravíos, fracasos y tentaciones. Sin retroceder ante ningún sacrificio, el narrador esquiva todo discurso sobre los deseos, pasiones y decepciones que deformen su imagen. Así es su novela, después de todo. Como un pasajero clandestino, navega sobre el mar de lo incógnito. Su discurso/recuerdo será un ayuda-memoria que lo preserva de toda sospecha. Este capitán dirige el diario de a bordo de un viaje “sin historia”. El relato de viaje política (y/o socialmente) correcto, tiene tanto horror al blanco como al negro, es decir, al vacío y el exceso. Los Cuatro Viajeros En función de lo dicho, se podría establecer un apotegma por el cual es posible afirmar que “el viaje son los viajeros”. Aunque, en principio, también resulta imaginable que existen tantos viajes como relatos del mismo, a grandes rasgos es dado diferenciar al menos tres grandes grupos. Obviaremos el caso del Viajero Inmóvil, tal como se podría caracterizar a los ya citados Ctesias y Mandeville, aunque no fueron ni serán los únicos. En 1795, Xavier de Maistre llevó al paroxismo esta modalidad del viaje al publicar Voyage autour de ma chambre, una celebrada y lúcida crónica viajera que no superaba los límites de su habitación( 2). Cada uno viaja a bordo de sí mismo como puede, sin excepciones. Son muchas las teorías que se acumulan al momento de explicar la relación entre el yo y el mundo que tejen la trama narrativa de todo viaje. Para algunos, viajar implica ante todo permanecer como extranjero no sólo ante el prójimo, sino también ante sí mismo. El viaje cobra así la dimensión de un acto de distanciamiento, de recogimiento sistemático por el cual, al abrigo de una cierta ostentación, de un proyecto de observación o incluso un deseo de protección, el viajero muestra su diferencia, exhibiendo y agitando una gran bandera a cuadros como signo inequívoco de su exterioridad. El misionero, el etnólogo itinerante, un marciano o la versión más ortodoxa y ramplona del turista, figuran como tópicos de este amplio catálogo. Para otros, en cambio, viajar significa convertirse, en mayor o menor medida, en un nativo más de la sociedad que se visita. De la inserción a la fusión, esta teoría conoce diversos grados de aplicación. Es un principio que hace del viaje, en primer lugar, un gesto de integración por el cual el visitante, adoptando una estrategia mimética, minimiza sus diferencias, las edulcoriza, e incluso en algunos casos llega a promover su anulación. Es el caso de algunos emigrados que buscan aferrarse con uñas y dientes a un nuevo marco de pertenencia, o bien de ciertos etnólogos sedentarios que se comprometen con una investigación que exige una caracterización plena con los usos y costumbres de la sociedad 2

Xavier de Maistre, un poco a la sombra de su hermano, el filósofo Joseph, tuvo tan buena aceptación por su obra que 30 años más tarde volvió a insistir sobre el tema con Expédition nocturne autour de ma chambre (1825). En la misma línea, merecen visitarse À Rebours (1884) de J.K. Huysmans, así como Viaje de un sedentario(1918), de F. de Miomandre. En un sentido semejante, puede considerarse como epígonos del Viajero Inmóvil al propio Marcel Proust, o incluso a Fernando Pessoa, quien no se aventuró por espacios ajenos sino por el interior de sus propios parajes a través de los heterónimos. Aunque Pessoa cuenta con un antecedente como Viajero Invisible: su primer obra, concebida en Durban, Sudáfrica, fue un conjunto de sonetos isabelinos escritos en un inglés anacrónico.

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que estudia. En su versión más extrema, encontramos a escritores cuya identificación con la nueva realidad es tan absoluta que los lleva a sumergirse en ella hasta evaporar cualquier signo de su antiguo yo. T. E. Lawrence, Pierre Loti, Isabelle Eberhardt o Lafcadio Hearn, representan con claridad esta genealogía. Y también están aquellos para quienes viajar implica ser al mismo tiempo nativo y extranjero no sólo del nuevo espacio, sino también de sí mismo. También aquí se puede hablar de diversos grados de aplicación de esta teoría, que va de la participación a la simulación. El viaje es considerado como un rito de transición, hasta de interferencia, por el que, en el cuadro de una incorporación activa más o menos elaborada del visitante a la sociedad visitada, el visitante, sin revelar un contorno identitario preciso, de status propio o definido, ni totalmente dentro ni totalmente fuera, deviene en un desconocido familiar, a la vez parecido y diferente. Personaje ambivalente, este viajero resulta, no obstante, tan ambiguo que, en ciertos casos, es menos visto (cuando lo es, claro) que espiado, siendo supuesto por el nativo. En su forma más modesta, aparece nuevamente la figura del etnólogo, sólo que en este caso como observador participante – entre el simulacro y la ambivalencia visible. “El Doctor Malinowski ha vivido como un indígena entre los indígenas.”, escribió James Frazer (J.G. Frazer, 1963: 45). En su forma más extrema, es posible recordar a escritores y transformistas como Richard Burton, John Lewis Burckhardt, Alexandra David-Néel, Maryse Choisy y muchos otros. Por medio de la simulación y la ambivalencia invisible, lograron la total desaparición de sus diferencias. Entre estas diversas formas del viaje se sitúa el territorio del Cuarto Viajero, aquel ubicado en un territorio intermedio entre el Yo y el Otro. Algunos ni siquiera alcanzan a penetrar jamás una posición, demorándose en una orilla, lo cual, desde un punto de vista cognitivo, no es la peor de las actitudes a pesar de lo que podría pensarse. Al menos, cuando la observación se nutre de este privilegio, la exterioridad le permite descubrir al extranjero aquello que se le escapa al nativo. Sin embargo, esta exterioridad se convierte en un obstáculo cuando la distancia que ella instaura procede del desprecio, del desdén o la desconfianza, signos particulares de un inmutable etnocentrismo. Este viajero inmutable, existe. Se trata del observador observante que no se percibe a sí mismo como observador observado inscripto en una relación de reconocimiento recíproco. Es precisamente la percepción de esta situación la que provoca en el viajero esta toma de conciencia decisiva: ser un intruso. Se suele afirmar que Cristóbal Colón descubrió América, pero siempre se olvida que América permitió descubrir a Cristóbal Colón. Este “olvido” funde el punto de vista del observador observante que no se concibe a sí mismo siendo el Otro. Georges Perec imagina, con humor, que la reacción del primer indio que vio a Colón fue la de gritar: “¡Eh, muchachos, al fin nos descubrieron!” (Perec,1974: 102). Otros viajeros, en cambio, se entregan con placer al universo desconocido. Según una estrategia inversa, la observación se nutre de un privilegio complementario: el de la interioridad. Aunque a algunos, ya se ha mencionado, les cuesta salir y se quedan encerrados en su propio yo. Al hacer esto, en la relación entre sí y lo ajeno, pasan de lo exótico a lo endótico, intercambiando una ventaja por otra. Cambiando de mundo, cambian de centro y la

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identificación acaba por perder toda distancia; en otras palabras, lo que finalmente se invierte es un etnocentrismo por otro. Por ello mismo, conciliando los beneficios de la exterioridad y la interioridad, una tercera vía se impone a los viajeros. Tzvetan Todorov señala que “el conocimiento de los otros es un movimiento de ida y vuelta; aquel que se contenta con sumergirse en una cultura extranjera, se queda a mitad de camino.” (Todorov, 1988: 183) Sobre la base de esta y otras elecciones de síntesis, el Viajero Secreto debe atravesar otros obstáculos. Así surgen los héroes de lo desconocido: son viajeros insaciables, observadores invisibles que circulan, se instalan y exploran los visos del fraude. Aventureros de la mentira, dibujan en la sombra, fuera de todo control, los itinerarios inexplorados de una libertad nueva. La Fábula Bajo la Fábula Hacia 1340, el florentino Francesco Balducci Pegolotti, publica una suerte de guía de viaje destinada a los mercaderes que se dirigen a China y otros puntos de Asia. Dicho libro se abre con la siguiente sugerencia: “En primer término, Usted debe dejarse crecer la barba” (D.J. Boorstin, 1986: 137), consejo que claramente deja entender que resulta conveniente para el buen viajero el arte de la simulación, si no ya de la propia identidad, al menos de su diferencia. Casi seis siglos y medio después, en 1986, el periodista alemán, Gunther Wallraff capturó la atención del mundo al travestirse en turco y convertirse de este modo en el héroe de un viaje al sombrío país de los emigrados. Esta obra, cuyo título original Ganz Unten fue correctamente traducido en un sinfín de lenguas como Cabeza de Turco, explotaba los dos significados de su enunciado, tanto el sociológico como el etnológico. Escribe Wallraff que su intención fue procurar descubrir “lo que se trama en estos mundos lejanos y secretos que hemos ido a visitar.” (Wallraff, 1987: 97) Mundo exótico y cercano a la vez, cabría decir, toda vez que medido en distancia, para Wallraff resultó insignificante: sucedía en la misma ciudad en la que creció y vivió. En forma paralela a la denuncia de las condiciones de vida de los emigrantes turcos en Alemania, convive en dura lucha la “otra” aventura, la de su viaje personal, su metamorfosis en un ser distinto que no logró ser reconocido siquiera por su madre. En ese proceso radica la esencia de su viaje: la fábula bajo la fábula. Wallraff, por supuesto, no fue el único. Actores, autores o personajes, existe toda una tradición en la literatura que nos habla de mendigos, desclasados, nómades furtivos o subrepticios peregrinos que escapan de alguna manera al viaje visible. Más allá del síndrome social, notamos los primeros indicios de una convergencia. Se sugiere una evolución en las representaciones colectivas del Viaje en el filo del cual los héroes pasan poco a poco de la luz a la sombra. Toman por caminos tenebrosos y pistas invisibles, exploran mundos paralelos, se maquillan o se funden en las muchedumbres de los bajos fondos. Se corporiza así el sueño del Doctor Jeckyll: el escritor es el viajero que huye por las sombras de su perdida identidad. Hay todo un eje literario entre la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del siglo XX, que podríamos situar entre el Viaje al Centro de la Tierra, de Julio Verne (1864), vía Aziyadé, de Pierre Loti (1879) hasta El Agente Secreto, de Joseph Conrad (1907), que explotan con fortuna esta idea del viaje y dobles identidades. Los géneros

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populares, como el policial, la literatura fantástica y de terror, que alcanzarán cuotas inusitadas de aceptación, encontraron en el juego de máscaras, el tema del incógnito y héroes esquizoides una fuente inagotable de inspiración. El Hombre Invisible (1897) de H. G. Wells es un tópico, pero también podemos pensar en muchos otros protagonistas enfrascados en dobles vidas, y si no basta recorrer los destinos del Sherlock Holmes, de Arthur Conan Doyle, el Arsène Lupin, de Maurice Blanc, el Longuet y Mister Flow de Gaston Leroux, o el Fantomas, de Marcel Allain. En ellos está el espejo, en contrapunto, de viajeros comprometidos con lo invisible, como Jack London o Alexandra David-Néel entre tantos otros, predecesores como herederos. Viajeros indiscernibles, aventureros de incógnito, detectives enmascarados, contrabandistas o agentes secretos, periodistas travestidos o escritores mendicantes, se abren al mundo con la convicción que “desprovistos de su caparazón identitario, se sienten espontáneamente en contacto con ellos mismos en la cultura de los otros” (J. Lacarrière, 1992: 107). Pierre Loti invocará en nombre de la libre circulación del buen viajero por tierras extranjeras, la necesidad de este arte de la simulación. Con Loti, así como Eberhardt, Caillié, Burckhardt, Hearn y otros más que contribuyeron a la evolución moderna de este tipo de viajes, se instala con insistencia la misma pregunta: ¿hasta qué punto esta práctica de transmutación no obedece más a un secreto placer que a una necesidad? En verdad, todo hace sospechar que, antes que un medio, una astucia o una seguridad, esta forma de viajar, de parecer y no parecer, obedece a un fin en sí mismo, una manera de ser. Isabelle Eberhardt, a quien sólo 27 años le fueron suficientes para condensar una vida novelesca, resulta un excelente ejemplo de esto. El 21 de octubre de 1904, la ciudad argelina de Ain-Sefra (Fuente Amarilla), se vio superada por la crecida de los ríos Sefra y Mulen. En su furia, un limo ocre sepultó a la ciudad que vigilaba el desierto, y con ella, a una buena cantidad de rebaños y 26 personas. El dolor lógico que provoca toda pérdida humana se vio potenciado porque entre las víctimas figuraba Isabelle Eberhardt o, si se prefiere, Mahmoud Saadi, Nadia, Mariam, Nicolai Padolonski... Morir sepultada por las aguas en las puertas del desierto no hizo más que responder a los hados ocultos de un destino literario, expresado tanto en las letras como en la encarnadura de sus días. Suiza de nacimiento, hija ilegítima de un anarquista ruso que funcionó como su mentor, Isabelle comenzó su metamorfosis a los 18 años, cuando se traslada junto a su madre a Túnez. Cambia sus vestidos europeos por una larga chilaba blanca, fuma kif y comienza a hablar árabe con una rapidez sorprendente. También profundiza sus estudios de árabe clásico y establece íntimos lazos con la historia de ese país que un día considerará suyo. Por si faltara algo, las dos mujeres se convierten al Islam. Sueña con ser escritora y ama el desierto más que cualquier otra cosa. A los dos años, su madre muere. Sola, sin dinero ni contactos, comienza a vagar por los desiertos del Suf. Luego se traslada a Argel, donde se esfuerza por captar el alma de cosas y personas, empapándose de ellas, buscando confundirse camaleónicamente con la gente y el paisaje. Y lo hace de modo literal. Mientras bajo la luz del sol sumerge su condición femenina en el fervor religioso, por las noches se traviste y se funde en la barahúnda de los cafés de la casbah. Ebria de kif, licor o palabras, seduce a los hombres mediante su androginia. En sus diarios dejará

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testimonio de aquellos días: "¡Qué borracheras de amor bajo aquel sol ardiente! Mi naturaleza también era ardiente y la sangre me fluía con una rapidez febril por mis venas infladas de pasión" (Eberhardt, 1988: 257). Pero el vértigo de su impostura la conducen hasta límites peligrosos, al punto que se atenta contra su vida y luego será expulsada por conspirar contra la administración colonial. "Estoy solo", escribe, en masculino, por aquellos días. "Estoy solo, como siempre he estado en todas partes, como lo estaré siempre en el gran universo, maravilloso y decepcionante". Ese "je suis seul" con el que inicia sus diarios íntimos, no es fruto de un error gramatical sino de una elección premeditada. El uso frecuente de distintos seudónimos, así como la alteración de sus referentes biográficos, termina por convertirse en su verdadera personalidad. Si el valor del disfraz responde a su función práctica, a una estrategia montada sobre territorio extraño, ¿por qué Loti la seguirá cumpliendo hasta el fin de sus días, haciéndose fotografiar en su casa de Hendaya ataviado a la manera oriental y rodeado por un bazar sobrecargado de objetos folklóricos otomano? ¿Debido a qué bizarra razón prolongó su existencia cotidiana en el juego “transidentitario”, este vuelco de la personalidad ya efectuado a través de la ficción? Loti, cuyo verdadero nombre era Julien Viaud, mezclará fábula y realidad para acabar adoptando como nombre de autor el de su héroe novelístico en Aziyadé. Y en la misma línea, no se puede dejar de recordar a Karl May ( 3), otro mitómano contemporáneo de Loti, una suerte de Verne del Rin, quien, sin haber salido nunca de Dresde, pretendía haber llegado al Nuevo Mundo. De hecho, transformó su residencia en el primer museo dedicado al Far West en la Alemania imperial como culminación de una vida emplazada desde sus orígenes bajo el signo del fraude y la impostura. Dijimos: Eberhardt, Loti, May. Y también Lafcadio Hearn, posiblemente el más peculiar de los “escritorescamaleones” modernos. En efecto, Hearn fue una suerte de Zelig perfecto. Su vida tiene un paralelo con la de Isabelle, sólo que al doblarla en años, también la dobló en vidas ( 4). Ya predestinado desde su nombre, Hearn nació en la isla griega de Lafcadia en 1850 (igual que Loti). Su madre era natural de la isla, en tanto el padre un militar británico que trasladó la familia a Irlanda, su nuevo destino. La mujer, incomunicada y con nostalgias del sol, un día desapareció. Lafcadio fue encomendado a una vieja tía en Gales, con quien no tuvo una infancia demasiado feliz. Luego de realizar el bachillerato en Francia, vuelve a Gran Bretaña para comprobar que nada lo une a ese lugar. Emigra a los Estados Unidos. Se destaca como un buen periodista policial en Nueva York primero y luego en Nueva Orleans, pero el amor de una mujer de color, etíope para más datos, lo segrega. Se instala en Cincinatti, donde sigue ejerciendo el periodismo (entre otras cosas, es uno de los primeros en apreciar y escribir sobre el blues). Al fin, debido a nuevos problemas laborales, instala una casa de comidas. Acaba por intercambiar recetas con los haitianos y otros caribeños que trabajan en los algodonales. 3

Karl May (1842-1912), quinto hijo de una pobre familia de tejedores, fue maestro. Luego, a merced de sus necesidades económicas y vagabundajes delictivos, cambiará de identidad. Antes de consolidarse como un escritor muy popular, será encarcelado durante siete años acusado de robo y falsificación. Karl May comienza a publicar hacia 1875, y es recordado como el creador de Winnettou, su héroe indio. 4 Para acentuar aún más la lógica del absurdo, Eberhardt y Hearn, quienes no se conocieron en vida y con casi total certeza se puede afirmar que no tuvieron la menor idea el uno acerca de la existencia del otro, admiraron y tradujeron a un mismo autor: Pierre Loti. En el juego de las paralelas, Eberhardt muere a los 27 años, en tanto que Hearn a los 54 (exactamente el doble) pero con escasos días de diferencia: octubre de 1904.

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Fascinado por sus historias, les brinda comida gratis a cambio de escucharlas. Obviamente, en poco tiempo no puede sostener su comercio, pero edita un libro titulado Gombo Zobe, un híbrido de relatos y secretos de la cocina créole. Se marcha a Martinica y durante dos años se dedica a recopilar historias locales. Escribe una novela, Chita, y varios conjuntos de cuentos. Pero el clima no le resulta benigno y vuelve a los Estados Unidos. Luego de meses sin ocupación, le ofrecen viajar a Japón para ser corresponsal de un periódico neoyorquino. Acepta, pero al llegar a Yokohama se entera que el contrato se deshizo. Tiene 40 años y se encuentra solo en Japón, sin conocimiento del idioma ni de su cultura. En poco tiempo, no obstante, todo habrá sido superado. Se casa con la hija de un samurai, se convierte al budismo, rescata viejas historias de fantasmas de la tradición local que transforma en relatos perfectos, hasta convertirse en el escritor moderno más importante del Japón. Cuando fallece, ya como Yakumo Koisumi, muchos creen adivinar en su rostro manifiestos rasgos orientales. A fin de cuentas, como bien expresa Morand, “el verdadero viajero, como el lobo, muere en su piel” (P. Morand, Le Voyage, p. 145). Sumergidos en lo Invisible La invisibilidad. Nos enfrentamos a una suerte de Jano enmascarado. Doblemente enmascarado, debido a que este antiguo dios del panteón romano poseía dos rostros opuestos, uno delante y otro por detrás. En eco con la dualidad de esta figura mítica, la discusión acerca de la auténtica identidad de Jano se expresa en estos términos: de acuerdo a algunos historiadores ( 5), Jano era al mismo tiempo nativo y extranjero en Roma, donde habría reinado y vivido como exiliado, ya que era originario de Tesalia. Esta doble condición, nativo y extranjero, define de algún modo la sensibilidad existencial de nuestros escritores viajeros. La clandestinidad estructura de forma diferente la conciencia del viajero modificando su vivencia del viaje tanto como su percepción del mundo. De esta forma, los provechos e intereses que procura el viajero resultan de diversa naturaleza. En principio, se puede acordar que cuenta con ventajas cognitivas. La transformación del visitante en nativo, del intruso en autóctono o el extranjero en desconocido, el incógnito instala al viajero en una situación única para la adquisición de información. La perturbación natural que por lo general provoca la presencia de un observador externo sobre los comportamientos nativos (aún en la situación de observador participante), queda aquí abolida. A partir de la simulación de esta presencia, el conocimiento directo del otro resultará posible. Alexandra David-Néel subraya con claridad esta ventaja: “Mi vestimenta banal de devota menesterosa me permitió observar muchos detalles inaccesibles a los viajeros occidentales e, incluso, a los propios tibetanos de clases superiores.” (David-Néel, 1992: 107). En síntesis, a este viajero particular, que gusta del doblez, le está dado alcanzar lo inaccesible: el otro tal como es en sí mismo, en su más pura intimidad. El intruso es imperceptible y, por tanto, su profanación críptica. A través de este subterfugio que le permite 5

Uno de los más antiguos dioses del panteón romano, Jano está representado provisto de dos rostros contrapuestos, uno por delante y otro por detrás. Resulta particularmente interesante notar, en eco con la dualidad de esta figura mítica, que la identidad de este dios se presta a discusión en los mismos términos en que es representado: para algunos investigadores Jano era natural de Roma en tanto que otros lo hacían extranjero. Para mayores detalles, ver Dictionnaire de la Mythologie Grecque etRomaine, de Pierre Grimal.

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la inmersión del yo en la piel o la cultura ajena, el observador, bajo la sombra de su personaje, no sólo burla la vigilancia de sus anfitriones sino que también anula la resistencia instintiva a todo lo que se presenta como “extranjero”. Así, el Viajero Invisible adquiere una situación privilegiada: a diferencia de sociólogos y etnólogos, participa a la vez de ser un insider respecto a la cultura en la que se mimetiza y un outsider en la medida que sigue resistiendo desde los fragmentos de su individualidad. A la superioridad cognitiva que el viajero invisible adquiere al atravesar como un rayo X culturas extrañas, al filo de un recorrido donde los signos visibles de su alteridad han sido borrados, es preciso sumarle otros intereses, y también, otros riesgos. Además de la relación facilitada con lo ajeno que le permite establecerse en la clandestinidad, es preciso tomar en cuenta el vínculo con el mundo y consigo mismo que la experiencia modifica: ni la sociabilidad ni el yo original pueden permanecer inalterables. “He querido salir de mi yo. Ser otro. ¡No importa quién! ¡No importa qué! Pero ser más yo. Entrar en otra piel”, confiesa Maryse Choysi en el prólogo de su obra (Choysi, 1929: III). Pierre Loti, el escritor, explora en su novela Aziyadé los efectos afectivos e identitarios del estratagema que posibilita la nueva dimensión psicológica del viajero invisible. Loti, el personaje, no es un explorador o un etnógrafo, y lo que la novela narra no pretende ser una descripción de los turcos. Ni siquiera puede hablarse de un viaje a Turquía. Es, ante todo, el relato imaginario de una experiencia extrema de duplicidad llevada hasta sus últimas consecuencias: la locura y la muerte. Aziyadé es la relación de una metamorfosis absoluta, o si se prefiere, la historia de un viaje sin retorno hacia lo desconocido que puntúa la muerte del yo, un drama donde la identidad mimetizada sumerge a la original en una irreparable asfixia. Los capítulos de la novela de Loti no reproducen tanto evocaciones pintorescas de las furtivas escalas que conforman las etapas decisivas de una desaparición, como el vértigo que provoca el salto mortal en lo invisible. Si Livingstone, agotado al cabo de tres años perdido en África, tuvo un Stanley para salir a la superficie, y Ridgewell, a quien se creía muerto, vivía feliz en el corazón de la jungla entre los arumayas, Loti, solo y sin salvador posible, no retornará. Teniente de la marina inglesa, morirá en combate bajo otra piel, como Arif Ussam, oficial de la armada turca. Punto final de su destino, será inhumado entre “los bravos defensores del Islam”. Al igual que en el caso de la “desaparición” irrevocable de Isabelle Eberhardt, parece dibujarse la curva más perfecta de lo incógnito: el artificio acaba por reconocerse como real. No obstante, la historia comienza como un desafío: Loti se transforma en turco para acercarse y conquistar el corazón de Aziyadé, “el amor de una mujer turca, que pertenece a un turco. Empresa insensata”. Esta mujer configura el Lhasa de Loti: una tierra prohibida que él quiere atravesar aún a costo de su cabeza. Así comienza un juego de espejos, sombras, máscaras. En Salónica, Loti pasa desapercibido “entre la abigarrada muchedumbre” (Loti, 1936: 25) Prestidigitación: “Quito el manto que cubre mi traje y la transformación está hecha” (Loti, 1936: 23); “Entro con vestimentas europeas por la gran puerta y salgo por la trasera como un turco” (Loti, 1936: 44). Al ritmo de las escapadas nocturnas y los retornos subrepticios a bordo, en los reencuentros ocultos durante la residencia secreta en Estambul, Loti se entrega al juego del amor y el transformismo. O mejor dicho, es el juego quien lo atrapa. Comienza a presentirlo con rapidez: “Muy suavemente, voy estoy volviendo turco sin

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darme cuenta de ello.” (Loti, 1936: 70). Y poco después, habrá de reconocer: “Con frecuencia me cuesta trabajo creer que Arif soy yo; pero estoy tan lejos de mí mismo y del que he conocido por 27 años, que prefiero tomarme por otro.” (Loti, 1936: 152). Llevando el uniforme de yuzbatí que va a conducirlo a la muerte, Loti declara: “El que estaba allí no se llamaba Loti, sino Arif, el yuzbachí Arif-Ussam. Yo había solicitado ser enviado a la vanguardia...” (Loti, 1936: 274). Pero antes de que su cuerpo se resuma en el suspiro final, se habrá extinguido Loti y la identidad que portaba Loti. El Otro también fue sorprendido por su máscara y será tragado por el fantasma que le dio vida, mudado en un otro yo, un ego alter. Es como si el doctor Henry Jeckyll muriese al mismo tiempo que asesina a su doble maléfico. “¿Morirá Hyde morirá en el patíbulo, o encontrará a último momento el coraje suficiente para liberarse?” (Stevenson: 1972, 103). Loti se libera, pues Loti ya no es más Loti. Tanto viaje de ida y vuelta entre el intruso que era y el nativo que es, terminó por resultar imposible. Extranjero de sí mismo (una suerte de Mersault avant la lettre, delinea – al igual que algunos personajes de Simenon – la figura del héroe existencial trabajada décadas más tarde por Camus y otros), Loti no se soporta más. Tan intolerable le resulta su metamorfosis, que un día retoma su “uniforme de Occidente, sombrero e impermeable gris”, y en sus propias ropas se ve a sí mismo como un impostor: “Creo que mi propio traje es el vuestro y no el mío, con el que ahora estoy disfrazado” (Loti, 1936: 261). La inversión resulta total y definitiva, y la fobia de sí, de su primer yo, alcanza una dimensión tal que pierde todo encanto el placer de la duplicidad. Alexandra David-Néel, definitiva maestra de la impostura, al término de su viaje revela la carta triunfal: “Cuando me presenté en el bungalow (un puesto de avanzada inglés en la ruta entre la India y Lhasa), para solicitar hospitalidad, el primer europeo quedó mudo de estupefacción al escuchar por primera vez a una `tibetana´ expresarse en inglés”. (David-Néel, 1989: 254). Aquí, entre los límites trazados por la alteración travestida y el abandono de sí (como se abandona un navío) para objetivar la plena identificación con el otro, se sitúa el universo del Viajero Invisible. En pos de conseguir los resultados más óptimos como practica de libertad y abstracción social, resulta indispensable que la reversibilidad de roles sea siempre posible, no abandonar nunca el poder de romper, suspender o retomar la partida. En el prólogo a la edición francesa de Aziyadé, hace notar Roland Barthes que el viajero clandestino no es un travesti en un sentido estricto: “¡Mi alma contra un vestido! Los travestis son cazadores de la verdad: nada puede causarles más horror que descubrirse `disfrazados´. Existe una sensibilidad moral en la verdad del vestido y esta sensibilidad, cuando se hace presente, es muy recelosa. El coronel Lawrence debió superar muchas pruebas para adquirir el derecho de llevar el chan saudí. El teniente Loti, en tal sentido, es un fanático del travestismo.” (Barthes, 1972: 181) De este modo, indica que Loti no se entregó solamente a la estratagema del disfraz, sino al contenido más profundo que entraña todo acto de enmascaramiento: terminar por ser el Otro. El Viajero Invisible es un polizón en piel prestada, que vive en un permanente estado de argucias, de continua elusión de lo conciente. No pendula entre dos identidades, la duda no figura en su patología. El disfraz adquiere en él el grado de una sensibilidad ética: su vestimenta no es sólo signo de identificación con el Otro, sino también

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confirmación del Misterio. El Viajero Invisible, circulando o residiendo, no es más que la encarnación del Secreto. Es el Secreto Viviente. El Salto del Angel En el apogeo de sus aventuras, Lawrence, Loti, Hearn o Eberhardt pertenecen a la misma familia: en algún momento de sus existencias, se decidieron a dar “el salto del ángel” hacia otra identidad y ya no retornaron. Por lo menos, no lo hicieron bajo la misma forma en la que se marcharon. Como pariente cercano podría considerarse a Josef Korzeniowski, el polaco que creció bajo el sosiego del mar y que terminó por ser Joseph Conrad, uno de los escritores más significativos en lengua inglesa entre fines del siglo XIX y los primeros decenios del XX. Obviamente, debido a su formación también se ocupó del tema del viaje y la identidad en varias de sus obras con una intensidad poco frecuente. El punto culminante tal vez lo logra en El Corazón de las Tinieblas, donde su protagonista, Kurtz, acaba por ser un nuevo paradigma del Viajero Invisible: el Secreto se entierra en la jungla. No obstante, existe una diferencia en el mundo de Conrad, el movimiento es otro, el juego de sombras nunca se instala de modo definitivo. Existe una expresión sajona, go-beetween, que definiría esta dinámica: un impulso entre dos continentes sin detenerse del todo en ninguno. Se accede a otro universo por el sesgo del Secreto, pero sin modificar nada. Allí donde los otros mutaban de europeos en árabe, turco o japonés transportándose por completo, identidad interior incluida, este nuevo modelo de Viajero deja ver un ademán singular por el cual se desliza en el mundo ajeno, se funde quizás en él, pero no se disuelve jamás. Sólo permanece un instante como un doble invisible en el intervalo que ocupa la simulación. Allí radica su verdadera naturaleza: nuestro Viajero tal vez sea un criptograma en clave, un criptotipo, pero no un mutante. El Clandestino conradiano ha hecho de sí un híbrido imperceptible de identidad y alteridad en inestable equilibrio sobre un “justo” aunque frágil punto intermedio entre el Yo y el Otro, lo Mismo y lo Otro. El Viaje implica no solamente un móvil, sino también una idea; no es únicamente una acción, sino una interpretación del mundo; y más allá de reproducir una imagen de la existencia, adquiere asimismo otra dimensión como una categoría fundamental del imaginario. Si para algunos “la humanidad culmina en las fronteras de la tribu” (C. LéviStrauss, 1973: 384), el viaje comienza apenas superada la puerta de la monotonía. Sin la Idea del Viaje, no sería posible concebirse, agradarse o compadecerse en tanto ser nómada o sedentario. Esta idea induce al movimiento como posibilidad, elección o necesidad, de modo tal que no posible concebir la vida sin ella. El Viaje vale como recuerdo, aventura o ritual, pero también como proyecto y certeza. En suma, ya bajo su forma virtual o cumplida, el viaje es una de las metáforas más poderosas y comprende también a quienes jamás han partido. Bibliografia Adams, P. G. Travellers and Travel Liers, 1600-1800. New York, Dorer Pub. Inc., 1980. Altheim, F. Visión de la Tarde y la Mañana. Buenos Aires, Eudeba, 1965. Barthes, R. Degré Zéro de l´Ecriture, suivi de Nouveaux Essais Critiques. París, Ed. du Seuil, Coll. “Points”, 1972. 449

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Viajes para la ciencia y el Estado. Representaciones de Patagonia a través de la mirada de exploradores científicos argentinos (fines siglo XIX) Susana M. López

UN de la Patagonia, sede Trelew

Abstract Seleccionamos un grupo de viajeros naturalistas (Francisco P. Moreno, Ramón Lista, Carlos Moyano y Luis Jorge Fontana) porque nos permite analizar su mirada de la naturaleza y la sociedad, sobre un territorio que se está por incorporar definitivamente a la nación. Son hombres muy vinculados a las sociedades científicas del momento y al poder político, lo que nos permite también estudiar la relación ciencia y política. La matriz que direccionó su mirada fue el positivismo. En el siglo XIX, el científico fue como un héroe ejemplar, capaz de abrir las puertas del futuro, iluminando cada rincón del mundo, los viajeros incansables funcionaron como metáfora de la razón buscando las certezas y erigiendo el progreso como modo hegemónico de relacionarse con otras formas de la cultura. Después de la conquista militar, los exploradores de los museos recorrieron la Patagonia recolectando esqueletos indígenas, fósiles y restos arqueológicos. Había una gran atracción por Patagonia porque se intentaba develar la incógnita del origen de la vida orgánica y de las eras geológicas. Nos referiremos especialmente a cómo describían el territorio y sus habitantes originarios, así como qué hacer con ambos. A group of naturalist travellers (Francisco P. Moreno, Ramon Lista, Carlos Moyano and Luis Jorge Fontana) has been selected in order to analyse their view on nature and society over a territory that was about to be incorporated to the nation. They were men involved with the scientific societies and the political power of the moment, which allows us to study the relation between science and politics as well. The matrix which guided their view was positivism. In the 19th century, the scientist was seen as an exemplary hero, capable of opening the doors of future, and enlightening every corner of the world; and the tireless travellers functioned as a metaphor of reason searching for certainty and placing progress as the hegemonic way of relating to other forms of culture. After the military conquest, explorers who came from museums travelled through Patagonia collecting the natives´ skeletons, fossils and archaeological remains. There was great interest in Patagonia as there was a general attempt to unveil the mystery of the origin of both organic life and the geological eras.

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We are going to deal particularly with the way in which the territory and its native inhabitants were described by these travellers, and their ideas on what to do with both of them. ¿Por qué interesa analizar la matriz positivista de estos exploradores científicos argentinos que han tenido una activa participación institucional?. La selección de un grupo de viajeros naturalistas obedece a que podemos analizar su mirada de la naturaleza y la sociedad, sobre un territorio que se está por incorporar definitivamente a la nación, son hombres muy vinculados a las sociedades científicas del momento y al poder político, lo que nos permite también estudiar la relación ciencia y política. En el siglo XIX, el científico fue como un héroe ejemplar, capaz de abrir las puertas del futuro, iluminando cada rincón del mundo, los viajeros incansables funcionaron como metáfora de la razón buscando las certezas y erigiendo el progreso como modo hegemónico de relacionarse con otras formas de la cultura. La legitimidad política desde el último tercio del siglo XIX en América Latina, se sustentó en una serie de ideas filosóficas y sociales que proclamaron el triunfo de la ciencia. El positivismo puede considerarse tanto un método científico como una concepción filosófica del mundo, aspectos que están ligados entre sí. Desde el plano gnoseológico y en forma sucinta pueden señalarse algunos de sus rasgos: • • • •

empirismo inductivo racionalista; rechazo a toda metafísica; exigencia de atenerse a los hechos y confianza plena en la inevitabilidad y potestad de los mismos; posición naturalista y reduccionsimo científico en el que las ciencias de la naturaleza son el modelo de cientificidad.

En el último tercio del siglo XIX se destacó la obra de Charles Darwin. Para el objetivo de este trabajo, que tiene que ver con los viajeros de formación naturalista que visitaron Patagonia, es importante detenerse en Darwin pues ejerció mucha influencia no sólo por sus ideas sino por las impresiones sobre la región vertidas en su libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo, a bordo del velero Beagle bajo el mando del Capitán Fitz Roy, en 1834. Darwin introdujo la hipótesis de la variabilidad. La selección natural produce variantes para favorecer la supervivencia y sólo los organismos más aptos acaban por sobrevivir en la lucha por la vida. De todos los individuos de una especie sólo sobrevive un pequeño número. Dedujo que la selección natural conducía a lo largo de un lento proceso de sucesión de variaciones a la desaparición de unas especies y la aparición de otras. Esta fue la afirmación de la teoría de la evolución. En América Latina se conoció el darwinismo en la versión de Ernst Haeckel. “El éxito de la obra de Haeckel en nuestro país, y creo también en España, adonde se realizaron las

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primeras traducciones a nuestro idioma fue tan intenso que estoy inclinada a pensar que no pocas personas iniciaron sus contactos con las ideas de Darwin a través de la lectura de los textos de Haeckel, obras estas que mantenían la doble perspectiva de aumentar las pruebas científicas del transformismo y permitir una amplia popularización de las mismas.” (Barrancos, 1992: 13) Haeckel postulaba la posibilidad de generar vida a partir de lo inorgánico, o sea que la físicoquímica era responsable de los cambios que llevaban a la materia a convertirse en plasma vital. Y “la idea de que el desarrollo del hombre permitía ver la larga acción de la evolución de la especie (filogenia) en el propio individuo (ontogenia), lo dominante y lo recesivo.” (Barrancos, 1992:15) La filogenia se ocupa del establecimiento del árbol genealógico de los organismos, o sea, el desenvolvimiento paleontológico de la especie por oposición a la ontogenia o desarrollo embriogenético del individuo. Es necesario aclarar que no debe equipararse darwinismo con lo que se conoce como darwinismo social. Había una necesidad de justificar al capitalismo triunfante, aún en sus facetas más inhumanas. Como lo sostiene Lukacs, se llevó a cabo una apología del capitalismo sobre bases seudodarwinistas. Darwin mismo nunca simpatizó con estas aplicaciones del evolucionismo. Las notas distintivas del darwinismo social son (Lukacs, 1983: 554): • • • •

se valen de Darwin, convertido en frase, para desmontar el historicismo en las ciencias sociales. Con el supuesto método científico- natural, suprimían la historia; la lucha por la existencia entre las razas ocupa el lugar de las categorías económicas y las clases en la sociología; la explotación y las desigualdades se explican como hechos naturales, y por lo tanto, inevitables; la sociología está sujeta a leyes naturales.

Es innegable que el substratum filosófico de la ciencia argentina de ese período es el transformismo darwinista, el evolucionismo universal y el naturalismo. De todos modos, para la década de 1870, y teniendo en cuenta qué pensadores influyeron más en los viajeros científicos en Patagonia, se debe citar a Germán Burmeister, quien justamente fue un impugnador del transformismo darwinista hasta casi su muerte en 1889, y desde su puesto de Director del Museo Público de Buenos Aires formó a algunos exploradores de destacada actuación en Patagonia como Francisco P. Moreno o Luis Jorge Fontana, entre otros. Germán Burmeister fue un naturalista prusiano, amigo de Humboldt, que en 1843 publicó Historia de la Creación, que fue actualizando en sucesivas reediciones; en una de ellas muestra su desdén antidarwinista que sólo modificaría poco antes de su muerte. (Monserrat, 1980: 788) Adhirió al vulcanismo como hipótesis explicativa de las transformaciones del mundo y se opuso al transformismo de cualquier índole. Refutó principalmente el origen animal del hombre. Desde 1850 realizó viajes por América del Sur,

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para radicarse definitivamente en Argentina en 1862, por invitación de Sarmiento, para hacerse cargo del Museo Público de Buenos Aires. Burmeister era un científico mundialmente reconocido por sus trabajos paleontológicos y zoológicos. Había recorrido distintos países de América y publicado libros sobre esos viajes. En 1861 renunció a su cátedra en Alemania para radicarse en Buenos Aires. Comenzó a escribir una obra monumental: Descripción física de la República Argentina, relativa a la fauna, flora, geología y paleontología del país, de la que sólo aparecieron cinco volúmenes en alemán y francés. (Babini, 1986: 147) Otro referente teórico importante, al menos para Francisco P. Moreno, fue Paul Broca (1824- 1880), médico y antropólogo francés, quien ideó distintos métodos de medición de cráneos. En 1859 fundó en París la Sociedad de Antropología y en 1876 la Escuela Antropológica. Tuvo este autor mucha influencia en Moreno, con quien se mantenía en contacto. En 1874 Broca publicó en la Review d’ anthropologie que él editaba, un artículo de Francisco Moreno titulado “Description des cimétieres et paraderos prehistoriques de Patagonie”. Respecto a la introducción del darwinismo en Argentina, su ideario cobró altura polémica entre 1870 y 1880. Quienes lo difundieron en los ambientes científicos fueron Eduardo Ladislao Holmberg y Florentino Ameghino. La ciencia ha sido considerada como paradigma del bien y de la verdad, que hace posible la evolución y el progreso de la sociedad, no sólo desde el poder sino que permeó el pensamiento de anarquistas y socialistas. Irina Podgorny (Podgorny, 1997: 37 y38) destaca la percepción pública de la ciencia, refiréndose al caso de Florentino Ameghino y el culto popular que genera su figura y remite a Dora Barrancos, quien trabajó los mecanismos del montaje de una cultura popular basada en la divulgación científica por parte de algunos sectores del Partido Socialista. (Barrancos, op. cit) Sin embargo, y ya en el plano del positivismo como ideología, conviene destacar la función de los científicos positivistas en los estados oligárquicos en que actuaron como intelectuales orgánicos en la labor de legitimación de esas dominaciones. Además las expediciones científicas acompañaron al ejército que realizó la campaña contra los indios. En nuestro país los científicos vinculados a los museos participaron activamente en los proyectos de las exposiciones europeas, porque compartían su ideología. Para saber si constituyen un grupo relativamente homogéneo, se pueden tener en cuenta algunas cuestiones: todos compartieron una formación científica común, con el maestro Germán Burmeister, naturalista prusiano quien se radica en el país por invitación de Sarmiento en 1862 para hacerse cargo del Museo Público de Buenos Aires. Luego, todos ellos leen y comparten las opiniones de Darwin que se conocen en el país en la década de 1870. También han leido los libros de anteriores viajeros en Patagonia, aunque citan preferentemente a Darwin, Fitz Roy y Musters.

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En sus escritos refieren unos a otros. Lista cita a Fontana, Moreno a Moyano y viceversa. Comparten exploraciones, el sentirse también los primeros hombres civilizados que transitan la región patagónica. Los une una idea fundacional. Por ejemplo Lista explica cuando: “ Moyano sacó su cuchillo y grabó lo siguiente en el tronco de un roble añoso: SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA. Lista, Moyano, G.- 1878. Eramos nosotros los primeros hombres civilizados que pisaban aquella región cuyo desoladora specto hacía pensar en las primeras edades del mundo”. (Lista, 1975: 90) Todos dejaron narraciones impresas de sus visitas o vivencias en la región en forma de libros, artículos en revistas científicas, informes a distintos ministerios e incluso al Presidente de la Nación, artículos periodísticos, Libros de Actas de las Gobernaciones de los Territorios a su cargo, etc.Realizaron sus viajes por encargo del gobierno nacional, el gobierno de la Pcia. de Buenos Aires y de las sociedades científicas a las que pertenecieron. Casi todos sus viajes fueron auspiciados y costeados por el gobierno nacional, el gobierno provincial o por la Sociedad Científica Argentina pues se estaba llevando a cabo la incorporación de Patagonia, impregnada de un fuerte sentido nacional. ¿Quiénes eran? Francisco P. Moreno (1852- 1919) Sus viajes fueron: •

• •

El primero lo realizó en abril de 1873, en que viajó a Carmen de Patagones y remontó el río Negro unos 200 kilómetros, recolectando gran cantidad de cráneos indios, flechas y otros objetos. Informó de sus hallazgos al Profesor Broca de la Sociedad Antropológica de París. El segundo lo realizó en 1874 a la desembocadura del río Santa Cruz, enviado por el gobierno nacional y auspiciado por la Sociedad Científica Argentina. El tercero de 1875/ 76 se lo conoce como Viaje al país de las Manzanas y Nahuel Huapi y se efectuó con apoyo del gobierno de la provincia de Buenos Aires, presidida por Aristóbulo del Valle.

En el cuarto, en 1876, conocido como segunda expedición al río Santa Cruz, lo acompañaban Carlos Moyano y Luis Piedrabuena, hombres de mucha actuación política y económica en ese territorio. En este caso recibió el apoyo de Estanislao Zeballos y del Presidente Nicolás Avellaneda. En 1879 se publicó su libro Viaje a la Patagonia Austral. 1876- 1877. Es de destacar que el premio de la primera edición de este libro llevaba fecha 31 de Mayo de 1879, y que el 14 de julio de ese año los diputados nacionales Gallo, Balsa y Cané presentaron a la Cámara que integraban un proyecto de ley autorizando al Poder Ejecutivo a adquirir quinientos ejemplares del libro de Moreno ( Ley 976 de 1879). Esta ley autorizaba la suscripción a los mencionados ejemplares y a doscientos cincuenta del Viaje al país de los tehuelches. Exploraciones en la Patagonia Austral que ese año publicó Ramón Lista, explorador de destacada actuación política en el territorio de Santa Cruz 456

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posteriormente. Los ejemplares de las publicaciones debían ser entregados a bibliotecas del país y del extranjero. •



En noviembre de 1879 Moreno emprendió un quinto viaje llamado la segunda expedición al Nahuel Huapi, en la que se dio su prisión y evasión de los toldos del cacique Shaihueque.El gobierno nacional presidido por Avellaneda lo nombró jefe de la expedición y le dio el apoyo económico. Casi veinte años después de esas primeras exploraciones realizó hacia fines de 1895 otra expedición que se planificó desde el Museo de La Plata, con varios colaboradores suyos.

Mantuvo Moreno a lo largo de su vida relaciones con los más influyentes hombres políticos del país, caso del General Roca, con quien se carteaba asiduamente en sus viajes; con Exequiel Ramos Mexía, Ministro de Agricultura y Obras Públicas en distintas administraciones de gobiernos oligárquicos, así como otros ministros; con Estanislao Zeballos; con Bartolomé Mitre, quien le publicó artículos suyos en el diario La Nación, así como con directores de otros diarios importantes de la época; con Ramón Lista, Luis Jorge Fontana, Carlos Moyano, quienes fueron compañeros de Moreno en algunos de sus viajes, y que luego llegarían a ser gobernadores de Territorios Nacionales. Escribió gran cantidad de obras científicas, sobre la cuestión de límites y sus viajes a Patagonia. Entre estas últimas pueden citarse: • • • •

Viaje a la Patagonia Septentrional; Apuntes sobre las tierras patagónicas; Viaje a la Patagonia Austral (1876- 77); Apuntes preliminares sobre una excursión a los territorios de Neuquén, Río Negro, Chubut y Santa Cruz.

Ramón Lista ( 1856- 1897): trabajó en el Ministerio de Guerra y Marina como encargado de la compilación científica de publicaciones, documentos, planos de los territorios del sur. En calidad de Oficial Mayor de la Armada y como Gobernador del Territorio Nacional de Santa Cruz – cargo que ejerció durante dos periodos consecutivos entre 1887 y 1892 - realizó varios viajes de exploración a la Patagonia en 1877, 78, 80, 85, 86, 90 y 92. Su formación científica la recibió de Germán Burmeister. Perteneció a varias sociedades científicas en el país y en el extranjero: Sociedad Científica Argentina, Instituto Geográfico Argentino, Sociedad Científica de Roma, de París, Sociedad Española de Historia Natural, Ateneo del Uruguay, Sociedad Italiana de Antropología y Etnología. La Academia de Ciencias de París le otorgó diploma de honor y fue miembro correspondiente del Instituto Geográfico de la misma ciudad. Fue Doctor Honoris Causa de universidades alemanas, francesas e italianas. Sus viajes:fueron: • •

En 1877 realizó la primera expedición desde Punta Arenas a Río Gallegos; En 1878, inició una segunda expedición – que finalmente fueron dos- prolongando la segunda hasta 1879. Llegó a la Isla Pavón, en Santa Cruz, desde Buenos Aires,

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• • •



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y se internó por el río Chico 15 leguas más allá del Chalía hasta sus nacientes. Lo acompañó Carlos Moyano. Realizó además el trayecto de Río Gallegos a Punta Arenas; En 1880 viajó de Patagones a San Antonio; En el año 1885 emprendió un viaje del río Negro al Deseado, en compañía, entre otros de carlos Burmeister. En 1886 exploró Tierra del Fuego. El itinerario de la exploración se inició en Cabo San Sebastián y se prolongó a lo largo de la costa atlántica hasta la Bahía Buen Suceso, para luego doblar hacia el oeste y recorrer el litoral del Canal de Beagle hasta Punta Arenas. Bautizó como Pellegrini al hoy río Grande y tuvo encuentros muy desafortunados con los onas, ya que Lista y los soldados que lo acompañaban mataron a veintiocho de ellos. En 1890 realizó la expedición a la región de los Lagos, en la parte austral, con el fin de verificar la navegabilidad del río Santa Cruz, que sólo parcialmente habían recorrido Valentín Feilberg y Francisco Moreno. Lista navegó el río y el Lago Argentino. Fue la primera embarcación a vapor que remontó el río y navegó ese lago. 1 En otro viaje de exploración en 1892 llegó al Payne.

Al igual que Moreno, escribió libros y artículos de carácter científico sobre sus viajes. Mencionaremos sólo algunos: • • • • • • • • •

Viaje a la Patagonia Meridional; Viaje al País de los Tehuelches; Mis exploraciones y descubrimientos en la Patagonia (1877- 1880); Exploración de La Pampa y Patagonia; Viaje a los Andes Australes; Viaje al país de los onas; Los charrúas; Los indios tehuelches, una raza que desaparece; Exploraciones antiguas de Patagonia, entre otros

Luis Jorge Fontana ( 1846- 1920): se desempeñó alternativamente en tareas civiles, científicas y militares. En 1859 ingresó como simple soldado en la Comandancia Militar del Río Negro, con asiento en Carmen de Patagones de donde en 1866 pidió la baja para viajar a Buenos Aires y comenzar sus estudios de Medicina y Ciencias Físicas en la Universidad de Buenos Aires, que no concluyó. Más tarde se formó con Germán Burmeister quien le extendió una certificación que lo acreditaba en la carrera de naturalista. A los veintinueve años Fontana gozaba de un nombre en el campo científico 2. Fue profesor y encargado del Museo de la Universidad de Buenos Aires. Participó de la Guerra de la Triple Alianza y en la conquista definitiva del Chaco. Como Secretario de la Gobernación fundó la ciudad de Formosa, capital 1

Este dato lo cita Tomas Auza en el Prólogo a: Lista, Mis exploraciones y descubrimientos en la Patagonia, p. 19. 2 Amaya, Lorenzo, Fontana , el territoriano. Sostiene que su verdadera vocación estaba realmente en la exploración y la guerra.

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del Territorio Nacional de ese nombre. Participó de varias campañas del Chaco y fue funcionario durante una década. Una de sus obras más importantes fue El Gran Chaco, concluida en 1878, y publicada en 1881 que dedicó al Presidente Avellaneda. En este texto, Fontana realiza una prolija y mesurada descripción del territorio y sus habitantes indígenas. Tiene consideraciones de tono humanitario respecto a los indios pero hay que advertir que esas opiniones las emitió en plena ofensiva militar frente a dichas poblaciones. Fontana fue integrante de la campaña de Uriburu al Chaco en 1870, avanzando desde Jujuy hasta Corrientes a través de ese territorio bordeando el río Bermejo. Le sucedieron otras acciones militares: • • • • •

En 1879, la campaña del coronel Obligado al Chaco austral; En 1880, la del del mayor Luis Jorge Fontana desde Resistencia hasta el actual departamento de Rivadavia en la provincia de Salta; En 1881, la del comandante Juan Solá; En 1883, la comandada por R. Obligado; En 1883, la de Bosch y ese mismo año la expedición de Ibazeta, en un amplio despliegue militar que culminó con la campaña de Victorica y el sometimiento de los indígenas de esa región.

Como Gobernador del Chubut, realizó exploraciones al interior y a la zona cordillerana que permitieron la colonización del Noroeste de ese Territorio. Estas exploraciones las emprendió acompañado por miembros de la colonia galesa. En 1885 encabezó una expedición a los valles cordilleranos en busca de tierras fértiles que se conoció como Expedición de los rifleros del Chubut. La misma siguió el río Chubut hasta su confluencia con el Tecka; por ese valle continuó hacia el oeste hasta descubrir los valles andinos entre los que sobresalía el que Fontana denominó 16 de octubre y que los galeses llamaron Cwm Hyfryd (Valle Encantado). En ese viaje se descubrió un lago que sus acompañantes bautizaron como Fontana. Bajaron por el río Senguer hasta los lagos Musters y Colhue Huapi, regresando al Chubut por el valle del río Chico. El gobierno nacional autorizó una completa exploración y relevamiento del territorio que cumplió Fontana en cuatro sucesivas expediciones. A principios de 1888 fundó oficialmente la colonia 16 de octubre. Los galeses “fueron a la zona andina porque estaba en sus planes el fundar nuevas colonias en la Patagonia porque el Valle Inferior del Río Chubut resultó pronto insuficiente y también porque pensaron en la posibilidad de explotar los recursos mineros”. (Roberts, 1985: 5) Entre sus trabajos como naturalista se destacan: • • • • •

Nociones de Fisiología botánica aplicada a la agricultura; El Gran Chaco; Viaje de exploración al río Pilcomayo; Viaje de exploración a la Patagonia Austral; Sismología antigua y moderna. Este último libro lo escribió cuando residía en San Juan, donde desempeñó múltiples funciones en la Intendencia General de Policía

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de esa Provincia, presidente del Hospital Rawson, presidente del Consejo Provincial de Educación, fue fundador del diario sanjuanino La Ley y también fundador del Observatorio Sismológico. Carlos Moyano ( 1854- 1910): perteneció a la Armada en la que detentó cargos importantes. Llegó a servir en la Junta Superior de Marina, en el Estado Mayor General como integrante de la Plana Mayor Activa. En noviembre de 1891 fue nombrado Director de la Oficina de Límites Internacionales en el Ministerio de Relaciones Exteriores cargo que ocupó hasta 1896 en que se suprimió esa oficina. Participó en varias campañas militares y exploratorias: •

• • •

En 1876/77 exploró junto con Francisco Moreno las nacientes del río Santa Cruz, navegando el Lago Argentino. En ese viaje Moreno representaba al naturalista que recolecta los restos fósiles para el museo y observa el comportamiento indígena. En cambio, Moyano era el práctico empresario que se interesaba por la navegabilidad del río, la apertura de caminos, los mejores lugares para colonizar. El 15 de septiembre de 1878 Moyano partió de Misioneros (en Santa Cruz) con Ramón Lista en busca de las nacientes del río Chico. En el año 1879, se encontraba en la búsqueda de un paso a través de la cordillera o bien recorriendo el Lago San Martín. En 1880 realizó una de sus expediciones más fructíferas, que abrió el camino para conducir arreos de hacienda desde el norte (Patagones) hasta Santa Cruz. El itinerario que realizó Moyano partió desde la localidad de Santa Cruz, por el río Chico, cruzando todo ese territorio hasta la cordillera. Rumbo al norte, siguió el río Senguer hasta los lagos Musters y Colhue Huapi, para continuar por el Chico y el Chubut hasta la colonia galesa.

En ese viaje reconoció el lago Ghio, otro al que denominó Buenos Aires, y un cerro que llamó Zeballos, todos en territorio de la Gobernación de Santa Cruz. Eligió el camino de la precordillera porque había más aguadas para los animales y no continuó el viaje de la colonia galesa al norte porque era una ruta ya transitada. • •

En 1882, halló un camino paralelo a la costa que comunicaba Puerto Santa Cruz y Puerto Deseado. El 2 de diciembre de 1883 recorrió las nacientes de los ríos Coig y Gallegos. En noviembre de 1889 explora la zona cordillerana situada entre los paralelos 41 y 50 grados de latitud sur.

Como premio por haber abierto el camino de los arreos, en 1884 el Congreso Nacional decidió entregarle cuatro leguas de campo sobre la margen sur del río Negro. Fue propietario de la estancia La Etelvina en el sector denominado Juan de Garay, cerca de Río Colorado. Fue el primer Gobernador del Territorio Nacional de Santa Cruz desde 1884 hasta su renuncia en marzo de 1887. Realizó viajes a Malvinas y Punta Arenas donde se contactó con

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personajes como los Menéndez, los Fenton y otros, que se convirtieron en grandes propietarios de tierras en Santa Cruz. Los trámites requeridos para acceder al arrendamiento o a la compra de tierras permitieron la aparición de los intermediarios, ya sea en calidad de gestores o de personas con decisión y/ o influencia política. Carlos Moyano se destacó en el segundo grupo. Algunos terratenientes incluso se quejaron por lo abusivo de sus comisiones. (Barbería, 1995 : 93 y 94. Martinic Beros, 1976: 11 a 15) Para comprender su actuación es necesario tener en cuenta cuál era la situación de la llamada Región Austral en la segunda mitad del siglo XIX: en 1843 los chilenos fundaron Fuerte Bulnes sobre la costa septentrional de la península de Brunswick sobre el curso central del estrecho de Magallanes, pero en diciembre de 1848 se trasladó la colonia al norte de la fundación original naciendo así el establecimiento de Punta Arenas. Esta ciudad se dedicó a la explotación de carbón, oro, caza de lobos marinos, guanacos, avestruces y al tráfico de pieles con los indios. Lentamente se afianzó el comercio, las explotaciones auríferas y la ganadería ovina. Mientras esta población creció, del lado argentino la situación de la Tierra del Fuego era de atraso, al igual que el sur de Santa Cruz. En 1859, se había fundado en la isla Pavón un establecimiento para la caza de anfibios, la extracción de sal y la comercialización de plumas de avestruz y pieles de guanaco, por iniciativa de Luis Piedrabuena. También se estableció Carlos Moyano en calidad de Subdelegado Marítimo en Puerto Santa Cruz. Su nombramiento oficial fue en noviembre de 1878. Cuando se descubrió oro en Cabo Vírgenes se trasladaron a ese lugar buscadores llegados de Punta Arenas y de Buenos Aires, lo cual llevó a que Ramón Lista –segundo gobernador del Territorio Nacional de Santa Cruz- justificara por ese motivo el traslado de la sede administrativa de la Gobernación desde la población de Santa Cruz, a las orillas del río Gallegos, donde se encuentra hoy emplazada la ciudad que lleva ese nombre. Moyano, en enero de 1885 viajó a Punta Arenas para entrevistarse con José Menéndez y otros empresarios ganaderos con el fin de ofrecerles tierras. Así comenzó la ocupación de las mejores tierras al sur del río Coyle. Entre 1880 y 1920, Santa Cruz era un área periférica del sur chileno “en razón de que así como los capitales que darán comienzo a la ocupación se originaron allí, también los ingresos que generaron se dirigirán a Punta Arenas; salvo las inversiones requeridas para el funcionamiento de los establecimientos ganaderos y de los edificios de las casas comerciales y bancarias, el resto fue girado a ese lugar, y más tarde a otros puntos”. (Barbería, ídem: 65) El sur, tanto para los gobiernos chileno como argentino, se pensaba más como vinculado a un poblamiento ganadero que humano, de allí que no florecieron centros urbanos importantes, excepto Punta Arenas. Entre 1880 y 1920, del lado argentino, sobrevivían dos pequeñas poblaciones: Río Gallegos y Puerto Santa Cruz, con 145 y 46 habitantes respectivamente. (Barbería, ídem: 107)

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Si se compara a Moyano con otros exploradores como Olascoaga en Neuquén, y tal como lo hace Jens Andermann, en el caso de este último puede calificárselo de topógrafo conquistador, ya que ejerció funciones de cartógrafo que acompañaba al ejército y sus mapas servían para señalar las guarniciones y límites fortificados; en cambio, con Moyano, se puede hablar de topógrafo emprendedor ya que su cartografía era operacional “ en términos de su integración al sistema productivo de la economía nacional: aquí el paradigma que rige la representación cartográfica será, pues, el de la comunicación (...) la colonización, que es la meta final de la cartografía de Moyano, es una fase posterior de sometimiento una vez asegurado el dominio militar sobre los territorios anexados”. (Andermann, 2000 : 115) ¿ Cómo expresaron su matriz ideológica? Debemos tener en cuenta dos cuestiones que hacen a su definición como positivistas: a)

b) c)

Su pensamiento en el plano gnoseológico, es decir, sus ideas sobre la evolución del hombre, la búsqueda de leyes entre los fenómenos, la biologización de lo social que incluye su consideración respecto de los indígenas; y El explorador científico y los descubrimientos para la nación y la ciencia, o sea, sus observaciones para dar a conocer la región, el dar nombres para la nación, etc. Se evidenciaba en todos ellos una fuerte impronta de conceptos evolucionistas y mecanicistas.

Por ejemplo, en el caso de Moreno cuando se refería a los descubrimientos de Charles Darwin en la región patagónica, lo llamaba campeón de la teoría de la descendencia. Moreno asociaba a los indios con la etapa del salvajismo y la infancia de la humanidad ya que en ese estadio la sociabilidad humana se encontraba en su primera faz de evolución: “ Las mismas leyes que rigen los cuerpos celestes y los animales que en ellos viven, rigen el espíritu humano; todo responde a la sublime ley de la armonía. El mismo génesis, la misma evolución que rige la materia, rige la inteligencia. Sin el desarrollo gradual del cerebro no se explica el desarrollo gradual del pensamiento, ni puede negarse la influencia de ése sobre aquél”. (Moreno, 1972: 205) Había una gran atracción por Patagonia porque se intentaba develar la incógnita del origen de la vida orgánica y de las eras geológicas. Según Mónica Quijada, refiriéndose a Moreno “al menos dos de sus descubrimientos han mantenido validez: la afirmación de la multiplicidad de los tipos étnicos prehistóricos en América y la vinculación en épocas remotas del tipo del patagón antiguo, el de Lago Santa y el australiano actual”. (Quijada, 1998: 27). En la línea de estas preocupaciones, Lista expresaba: “ Un joven sabio francés, M. Topinard, escribe lo siguiente a propósito de los cráneos del Río Negro: ‘Esta inesperada semejanza con los esquimales abre nuevos horizontes. ¿Serían acaso los tehuelches el elemento dolicocéfalo autóctono de América, que por su cruzamiento con una raza asiática hubiese sido origen al actual tipo americano?’ Sea de esto lo que fuere el caso es que del estudio comparado de

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los cráneos americanos tiene por fuerza que brotar alguna nueva luz que ilumine el origen del hombre de la Patagonia.” (Lista, 1975: 226) Respecto a qué medidas adoptar para lograr el progreso con los indios, Ramón Lista opinaba: “ Pero, saquemos al ona de su choza, iniciémoslo en nuestra manera de vivir y en nuestra civilización, despertando en su espíritu los anhelos que distinguen a nuestra raza, y, en poco tiempo, lo habremos cambiado y enaltecido, alejándolo de la fuente impura de su origen. Por último, Sr. Ministro, creo que los indígenas fueguinos pueden llegar a ser hombres útiles, trocando sus costumbres bárbaras y su vida nómade por las ventajas de la vida ciivilizada en torno de las poblaciones que surjen en el desierto donde actualmente tienen ellos su guarida”. (Lista, ídem: 57) No debemos olvidar que al entrar en Tierra del Fuego Lista fue responsable de una matanza de onas. Veamos cómo él mismo lo narra: “Por lo que respecta a los indios onas que habitan las islas, tengo el sentimiento de comunicarle que me he visto en el caso de tener que librar un combate con diez hombres contra cuarenta salvajes, que ocultos en un espeso matorral, antes que entregarse y a pesar de nuestras demostraciones pacíficas, pretendieron rechazarnos lanzándonos enjambres de flechas. Los hice cargar a sable, el capitán a la cabeza, y cuando ya daba por terminada la lucha, este intrépido oficial cayó herido de un flechazo en la cabeza con lo cual el ataque se detuvo un instante; pero enseguida mandé cargar nuevamente y después de un ligero tiroteo el matorral fue desalojado quedando en nuestro poder algunos prisioneros, mujeres en su mayor parte, y sobre las zarzas, veintiseis indios muertos, todos ellos de estatura gigantesca y de una corpulencia que solo puede compararse a la de los patagones o tehuelches con los cuales tienen una semejanza notable. Después del combate que tuvo lugar a tres leguas de la bahía, el día 25 del corriente regresé al campamento general con los prisioneros tomados, de los cuales envío nueve a Buenos Aires en el transporte Villarino para ser entregados a quien corresponda”. 3 La matanza se informaba junto con los partes meteorológicos, geográficos, de recursos y se destacaban en el párrafo las observaciones etnográficas, mostrando una vez más la ética predominante en estas miradas cientificistas. Tanto Lista como Moyano convivieron con los indígenas - ya sea en sus viajes como en sus períodos como gobernadores del Territorio-, llegando a tener hijos con aborígenes de las tribus del lugar. 3

Lista, R., “Carta al excelentísimo Presidente de la República Dr. Miguel Juárez Celman”, fechada el 27 de noviembre de 1886 y enviada desde Bahía San Sebastián. Se incluye en “Viaje al país de los onas” en Obras, tomo II, p. 29.

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Casamiquela, Perea y Mondelo en su libro Del mito a la realidad. Evolución iconográfica del pueblo tehuelche meridional, aportan documentación sobre la existencia de Ramona Lista, hija de Ramón Lista y de la india Koila o Huila, así como de Ramón Moyano, hijo de Carlos Moyano. La historia de la unión de Ramón Lista con una aborigen es muy conocida en Santa Cruz, aunque ignoramos si trascendió a los círculos sociales de Buenos Aires. Hemos tenido acceso al acta de matrimonio de Ramona Lista en el Registro Civil de Río Gallegos, donde se alude a su madre indígena y se aclara "de padre desconocido". Juan Hilarion Lenzi – que escribió una iconografía de Moyano- se refiere a la amistad que había cultivado este marino con la tribu de Orkeke y agrega: “se sabe que mantuvo correspondencia con una joven india, María, de quien se ha escrito que era blanca, rubia y agraciada”. (Lenzi, 1962: 144) Es notable este párrafo porque lo que está indicando el autor es que para que esa mujer fuera merecedora de ser amante o concubina de Moyano, había que blanquearla. Esta fue una forma también común de hacer desaparecer al indio de las estadísticas, mediante una operación de limpieza o blanqueamiento. Como ocurría en la época de la conquista española, se veía como normal por parte de los blancos la apropiación de los cuerpos de las indias, y no se pensaba en general en formalizar las uniones, si las había. 4 Otra vez Lenzi en la biografía que le dedicó a Ramón Lista realizó un comentario que es digno de reproducir, por la peculiar concepcion de indigenismo que atribuye a Lista: “ Lista fue un indigenista en acción. Amigo del tehuelche, solía llegar a su toldería, para quedarse en ella. Por allá se dijo- y acaso con razón- que alguna india joven le atrajo tanto que llegó a darle descendencia, prevaleciendo en ésta los rasgos del padre. Lo cierto es que muchas veces abandonó la residencia gubernativa para convivir con los nativos, que era como un medio de evadirse del tedio y hallarse en el centro de las investigaciones. Porque nunca dejó de aprender". (Lenzi, 1956: 13) En sus informes tardíos, Moreno no puede dejar de reconocer las consecuencias de la conquista del desierto: " En la dura guerra a los indígenas se cometieron no pocas injusticias, y con el conocimiento que tengo de lo que pasó entonces, declaro que no hubo razón alguna para el aniquilamiento de las indiadas que habitaban el sud del lago Nahuel Huapi..." (Moreno, 1898: 103) En oportunidad de la prisión de los caciques Inacayal y Foyel en Buenos Aires, en 1885, los visitó Moreno y al encontrarlos en condiciones deplorables, gestionó y obtuvo que se los instalara en Tigre y luego los llevó a vivir con él al Museo de La Plata, en total quince personas. Sus impresiones las publicó en el periódico El Diario, exhortando a que Inacayal y

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Ansaldi, Waldo, “Cristobal Colón, un falso palomo: entre los equívocos y la grandeza”, dedica un punto a tratar este tema: Sexo, erotismo y violencia: la posesión de los cuerpos.

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Foyel debían ser protegidos, y que no se los confundiera con los Pincen o Namuncurá, que por ser belicosos se justificaba que se los matara. Era común clasificarlos según su actitud para con los blancos: si se rebelaban, como los mapuches, había que matarlos. Como los tehuelches, en cambio, en general eran más pacíficos se podía intentar su reducción a la vida civilizada. En la época de Roca ya se había planteado una alternativa para algunas tribus patagónicas que era la de establecerlas en reservas, llamadas colonias indígenas pastoriles. Moreno en su último viaje a Patagonia planteó la necesidad de establecer una colonia pastoril en El Chalía. Lo manifestó de este modo: “Los indios del cacique Kankel, hermano de uno de los guías, andaban boleando en las vecindades, y temprano, al día siguiente, pasamos por frente a la toldería establecida en el pintoresco valle del Chalía, a corta distancia de Laguna Blanca excelente región para una colonia pastoril, en la que podrían establecerse permanentemente los indígenas que las ocupan desde tiempos inmemoriales, sin temor de ser desalojados por los compradores de certificados de la Campaña del río Negro. La nación tiene el deber de dar en propiedad tierra a estos indígenas”. (Moreno, ídem, 138 y 139) Para ellos, los indios seguían siendo inferiores y no les quedaba otra alternativa que vivir aislados en reservas o convertirse en peones de estancia. Fue muy dificultosa la implementación de estas colonias porque la legislación que las va creando se da en un momento de acaparamiento de la tierra pública por particulares o compañías de tierras, y esto generó permanentes litigios, en los que generalmente resultaban perjudicados los indígenas. El explorador científico y sus descubrimientos para la nación y la ciencia. Leemos en un párrafo de Los hijos del Capitán Grant de Julio Verne: “ Soy Jacques Francois Marie Paganel, Secretario de la Sociedad geográfica de París, miembro corresponsal de las academias de Berlín, Bombay, Leipzig, Londres, San Petersburgo, Viena y Nueva York. Y viajo ahora a la India para efectuar algunas investigaciones científicas en el terreno. Con ese fin he viajado a Glasgow para embarcarme en esta nave.” (Verne, 1987: 23) El Paganel de Verne representa a ese explorador audaz, personaje infaltable en las novelas de viajes del siglo XIX. Se queja: “¡Geógrafos de escritorio!- exclamaba una y otra vez- ¡Viajeros de gabinete que dan por cierto lo que les cuentan!”. Y agrega Verne más adelante: “También el Profesor se había ganado el respeto de los dos guías chilenos y el inglés por la forma notable en que reconocía el terreno y calculaba las distancias. Casi se diría que también él era un baquiano gracias a sus conocimientos teóricos “. (Verne, ídem: 42)

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En la modernidad se da el mito del científico buscando con su razón las certezas del mundo, una fe casi religiosa lo impulsa en esas búsquedas y es así como el científico se convierte en un héroe de hazañas impensables, de viajes increíbles. David Livingstone, misionero y explorador escocés en Africa es admirado por encarnar esa doble condición que le permitía llevar la fe y el progreso al interior de Africa, en su búsqueda de las fuentes del Nilo. Otra de las funciones del explorador científico era dar a conocer la región. Transcribo una cita de Carlos Moyano que es ilustrativa de la función que se le atribuía a la ciencia en pos del progreso: “Dos etapas tiene la posesión de los desiertos por la industria y el comercio: la primera pertenece a la espada, la segunda corresponde al geógrafo. La una despeja el campo y cuando avisa que no hay batallas que librar, aparece el segundo eslabón de la esplendorosa cadena del progreso armado con los instrumentos de la ciencia, con que investiga, reconoce y analiza los tesoros que la naturaleza archivó allí...”. (Moyano, 1931: 202) Si consideramos al explorador científico y sus descubrimientos para la nación, tanto sus peritajes como sus exploraciones, colaboraron en la afirmación de los límites de la penetración del Estado. “Hácese necesario, pues, que sepamos con seguridad con qué elementos puede contribuir la Patagonia a la prosperidad de la república y esto sólo se puede conseguir conociendo su geografía y sus productos naturales” (Moreno, ídem: 26) Es explícito que exploraban para informar a sus superiores, ya sea al Ministro de Guerra y Marina, de Relaciones Exteriores, del Interior o al mismo Presidente de la Nación, sobre los mejores puertos de la Patagonia, para probar la navegabilidad de los ríos, para indicar cuáles son los mejores lugares para fijar poblaciones o para que se establezcan estancias. Los naturalistas viajeros cumplían la función de reconocimiento de un territorio y de recolectar objetos en regiones poco tocadas por el estado nacional. Se veía como una función primordial el recolectar para la nación. Moreno es el máximo representante del coleccionista que rompe la armonía de la naturaleza, pero legitimando ese accionar en el hecho de que está imponiendo un orden nuevo: el de la patria. (Podgorny, 1999 : 165) Junto al descubrir y proyectar estaba también el dar nombres para la nación. Esa actitud tan fuerte en los exploradores del siglo XIX encuentra en Moreno una forma paradigmática al realizar actos permanentes de nominación extendida. Así pondrá los nombres de Lago Musters o Cerro Fitz Roy en honor a los exploradores ingleses a los que admira; Lago Gutiérrez, por su admirado profesor Juan María Gutiérrez; Lago San Martín y Lago Buenos Aires, porque “los agradables sueños que produce la imaginación preocupada me hicieron presentir montañas y lagos desconocidos y entre los nombres que servirían para bautizarlos coloqué en primera línea el de la Nación y el de su libertador”. (Moreno, ídem: 361) A través de la toponimia es posible rastrear cómo se ha dado la ocupación de un espacio 466

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y la construcción de la memoria, que en algunos casos es legitimadora de esa forma de ocupación. Revisamos el mapa de las provincias de Chubut y Santa Cruz y pudimos encontrar muchos topónimos que refieren a: •





Militares: en Chubut: Comodoro Rivadavia (localidad); José de San Martín (localidad); General Vintter ( lago y localidad); en Santa Cruz: lago San Martín, Comandante Luis Piedrabuena (localidad), Lago Roca, Comodoro Py (localidad), General Racedo ( valle). Científicos (algunos de los cuales son objeto de este estudio) en Chubut: Fontana (lago y localidad), Paso Moreno (localidad), Bajada Moreno (localidad), Musters (lago), Carlos Ameghino (istmo), Florentino Ameghino (dique y departamento); en Santa Cruz: Perito Moreno (localidad y glaciar), Parque Nacional Francisco P. Moreno, Ramón Lista (localidad), Gobernador Moyano (localidad). Gobernantes territoriales y nacionales en Chubut: Rivadavia (lago), Gobernador Costa (localidad), Sarmiento (localidad y departamento), Rawson ( localidad); en Santa Cruz: Pueyrredón (lago y localidad), Gobernador Gregores (localidad), Viedma ( lago y glaciar), Las Heras ( localidad).

Casamiquela en su libro Toponimia indígena del Chubut reconoció aproximadamente doscientos noventa topónimos indígenas vigentes todavía en la mayor parte de la provincia. ¿ Cómo definieron el espacio a ocupar? Había dos concepciones de la naturaleza que jugaban en las miradas de Patagonia cuando se pensaba en qué hacer con ella: como reservorio, para mantenerla en estado puro, espectáculo y memoria de la historia del hombre, o como naturaleza productiva, para la explotación económica. Se conformó una conciencia territorial que incluyó esas dos concepciones de la naturaleza.En la primera, la naturaleza era vista como objeto de contemplación o como un espacio que escondía peligros - donde estaban los animales feroces o el indio. Se hizo predominante hacia fines del siglo XIX, una transformación acelerada de este territorio, enmarcado en el proyecto global de los hombres de la generación del 80. La concepción de la naturaleza como reservorio sigue vigente, explicita principalmente desde la perspectiva turística: hay que visitar las reservas de fauna en vías de extinción, y los glaciares en retroceso. Tierra de quimeras del oro, de sueños utópicos, gente diferente, todo lo que evoque horizontes distantes y extrañamiento. Nuestros exploradores también combinaron en sus reflexiones las dos visiones anteriores. Se describía el paisaje como “desierto cubierto de matas quemadas o alguno que otro chañar raquítico...” (Lista, 1975: 152), o que “reina por todas partes el imponente desierto, cruzado de vez en cuando por algunos salvajes nómades”. (Lista, ídem: 175) La primera concepción de la naturaleza está asociada generalmente con la Patagonia como desierto. Debemos especificar que el desierto es construido, primero desde un punto de vista ideológico y más recientemente en el plano concreto, con los procesos de desertificación

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de los suelos producidos principalmente por el sobrepastoreo, además de los fenómenos naturales de erosión. La aridez es construida finalmente, y el desierto se logró también vaciando a este territorio de indeseables, ya sean indios o anarquistas. Decimos que hay una primera construcción ideológica: este espacio ni estaba deshabitado ni era en su totalidad una geografía con predominancia del paisaje desolado y árido. La estepa original era graminosa, con escaso suelo desnudo y una buena productividad total. 5 Aunque el sistema es vulnerable y el equilibrio muy inestable, la acción del hombre aceleró los procesos desestabilizadores, degradando el sistema de tal modo que resulta muy difícil su recuperación. Y si pensamos en la zona cordillerana, la acción del hombre produjo la disminución de bosques por incendios o tala sin exposición. Volviendo a fines del siglo XIX, también se hablaba en la época de desierto con respecto al Chaco, región de abundante vegetación, clima húmedo y copiosas lluvias. Se creaban imágenes para legitimar acciones de apropiación por parte del estado o de los particulares en los territorios indígenas. En el caso de Patagonia es indiscutible que hay condiciones naturales de esterilidad en la meseta, generalmente azotada por vientos de gran intensidad, pero la literatura ha contribuido notablemente en resaltar esas características de la Patagonia. El filósofo francés Jean Braudillard llegó a la Argentina en 1996 con el propósito de conocer la Patagonia y, en la única entrevista que concedió al diario Clarín titulada La metáfora de la desolación, aclara su motivación para visitarla: “Detrás de la fantasía de la Patagonia está el mito de la desaparición, hundirse en la desolación del fin del mundo. Por supuesto que se trata de una metáfora. Viajar a la Patagonia por lo que imagino, es como ir hasta el límite de un concepto, como llegar al fin de las cosas. Conozco Australia y el desierto norteamericano, pero presiento que la Patagonia es la desolación de las desolaciones. De todos modos, no se trata de una fantasía estrictamente personal. Sé de mucha gente en Europa que piensa como yo sobre la Patagonia: una región de exilio, un lugar de desterritorialización, una especie de Triángulo de las Bermudas”. 6 Roberto Arlt publicó un libro titulado En el país del viento. Viaje a la Patagonia (1934) en el que se recopilaron textos aparecidos bajo el título Aguafuertes patagónicas en el diario El Mundo, desde el 11 de enero hasta el 19 de febrero de 1934. Cuando narra el viaje en el tren de San Antonio Oeste a San Carlos de Bariloche nos dice:

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Estamos siguiendo a González, Liliana, “Consecuencias ambientales de la actividad ganadera: la desertificación” en El Gran Libro de la provincia de Santa Cruz, vol. 2. 6 Diario Clarín, suplemento Cultura y Nación, 25 de enero de 1996.

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“Los árboles han desaparecido casi repentinamente. Se han esfumado a lo largo de los rieles, lustrosos y rectos. El tren es como un dardo, humeante en la punta, que se va entrando en el desierto patagón. Es la Tierra de la Desolación (...) Resuelvo no mirar por la ventanilla. Este paisaje me da bronca. Ya empiezo a considerarlo como enemigo personal. Es un inaguantable latero, que siempre dice la misma cosa”. (Arlt, 1997: 55 a 57) Sin embargo, hacia fines del siglo XIX y comienzos del XX, predominaban las opiniones tratando de desmitificar el rigor del clima patagónico y mostrar paisajes prontos a ser utilizados, o sea, prevalecía la visión de una naturaleza productiva. La poderosa ilusión constructiva de la época buscaba resaltar el potencial del territorio y construir un mito del hacer. Es la idea del progreso como utopía que permitiría transformar la sociedad y la economía. Era un progreso que, como casi siempre en la modernidad, tuvo como contrapartida muerte y olvido. Exterminados los pueblos originarios, a la Patagonia se la publicitó como una tierra de promisión. Al igual que en Chaco y como lo explica muy bien Nicolás Iñigo Carrera, son los problemas de desarrollo del capitalismo en Argentina como en otros lugares del mundo, los que utilizaron la coacción para imponerse. “El eje ordenador de este trabajo es la noción de coacción considerada en sus modalidades económica (las leyes de la economía) y extraeconómica ( políticas de gobierno)”. (Iñigo Carrera, 1988 : 1) No nos debe sorprender que, como ya vimos- algunos personajes como Luis Jorge Fontana o Ramón Lista participaran de la conquista de Chaco y Patagonia. En la actualidad se compran campos que tengan en su interior espejos de agua. Son grandes inversores, Ted Turner o Sylvester Stallone porque el agua se convertirá en este siglo en el llamado oro azul. En el Foro Mundial sobre el agua celebrado en La Haya en marzo de 2000 se debatió la problemática de la escasez del agua con una tendencia mundial a privatizar su administración. Será sin duda el bien más preciado 7. Cabe preguntarse entonces: ¿no habíamos comenzado esta historia con que Patagonia era y es considerada un desierto?. Más allá de las zonas en que se han dado procesos de desertificación, todavía quedan inmensos espacios casi intocados por el hombre, con vegetación abundante e inmensos espejos de agua. Hoy interesa sobremanera la biodiversidad, es decir, la variedad ambiental, porque vivimos en un mundo cada vez más modificado y maltratado por el hombre. De allí el valor que se le asignó a Patagonia a partir de esta idea de la naturaleza como reservorio para la humanidad.

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Pettrella Ricardo, “ La nueva ‘conquista del agua’ ”, Le Monde Diplomatique (en español ). Año 1, N° 10, abril de 2000, p. 28 y ss.

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Lógicas contrapuestas: los historiadores y la experiencia del viaje desde la percepción de las relaciones de los inmigrantes Dedier Marquiegui

UN de Luján - CONICET

Abstract La historia ha tenido siempre que, a lo largo de su existencia, la mayoría de las veces sin percibirlo, tratar de vérselas con “otros”. Los inmigrantes, y las migraciones ultramarinas europeas, no han sido en ese sentido, una excepción al respecto. Muy por el contrario, el tema ha sido objeto de interés, desde la década de 1960 y escenario de una renovación que trajo consigo, los últimos veinte años, muchas y sólidas contribuciones. Una de las más inquietantes conclusiones a que se puede arribar, cuando se mira hacia atrás sin embargo, es la del desequilibrio existente entre la capacidad habida para reconocer un problema y lo insatisfactorio de las soluciones con que se ha tratado de darle respuesta. Sociedades híbridas, minorías asimiladas, crisol de razas: las interpretaciones científicas que buscaron comprender la alteridad terminaron finalmente por negarla. Lo que no se ha tenido en cuenta, en general, es que el significado sólo existe dentro de discursos, históricamente determinados, por lo que, como intentaremos a través de esta ponencia demostrar, sería posible proponer a las relaciones de viaje redactadas por inmigrantes no sólo como una fuente capaz de aportar inédita evidencia sino de proveernos de relatos desde donde refocalizar nuestra atención. Prólogo para una cuestión controvertida. "Resulta difícil saber qué hacer con el pasado. No puedes vivir en él, no importa cuanto fantasees haciéndolo o cuan gravemente nostálgico te pongas cuando lo rememores. Tampoco puedes predecir el futuro, por muy sugerente, prometedor o funesto que parezca. Las cosas que parecen estar a punto de ocurrir frecuentemente no ocurren, las cosas imprevistas sí lo suelen hacer. En mi opinión, al menos, no es posible extraer a partir de él leyes universalmente aplicables a los asuntos sociales -necesidades de hierro que determinan asuntos mensurables- si bien los intentos de hacer tal cosa se repiten tan incansable como inútilmente. Y no se puede, o nuevamente he de decir por lo menos yo no puedo, encontrar en el pasado verdades eternas que nos sirvan para resolver las incertidumbres de la vida cotidiana o contener las paradojas de la conducta pública; [porque] ciertamente no existen guiones para hacer esas cosas... De entre todos los lugares comunes que se repiten sobre el pasado - que es un prólogo, que es un saco de cenizas, que es otro país, que ni siquiera ha terminado, que si no lo recuerdas estás condenado a repetirlo, que son los restos que se apilaran delante de nosotros cuando vayamos al cielo - prácticamente el único que puede constituir una certeza válida es la frase de Kierkegaard según la cual la vida se vive hacia adelante pero se comprende hacia atrás...”. No obstante lo cual resulta muy claro que “...la fácil complacencia de un pensamiento quietista tampoco parece ser correcta... No podemos trazar la senda de la modernidad antes de que haya pasado, pero una vez que lo haga tendremos suficientes explicaciones como para explicar el curso que ha tomado y éstas, en realidad, no tienen por qué ser falsas o de nula utilidad. No puede haber ninguna relación cierta entre lo que ha pasado y lo que pasará, pero cualquier cosa que ocurra, amarrados como estamos a la

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secuencia y al sentido, no hay duda que sugeriremos alguna, y seguramente alguna precisa en verdad. No puedes leer un texto antes de que se haya escrito, pero una vez que está escrito no puedes hacer mucho más que leerlo, a no ser ignorarlo o destruirlo" (Geertz, 1996:165-166). La admonitoria sentencia de Geertz no puede menos que causar escozor entre los historiadores, mas no sólo por el rechazo que en no pocos de ellos provoca la extendida influencia que este autor norteamericano - por algunos catalogado relativista cuando no como francamente nihilista - ha alcanzado entre sus colegas, por caso interesados en la construcción de una cierta historia antropológica que rescate como parte integrante de sus discursos el punto de vista del actor antes ignorado, sino por la irritación que produce el saber todo lo que ese diagnóstico tiene seguramente de cierto (Walters, 1980; Levi, 1985b). Un desenlace en el cual, no ignoramos por cierto, mucho tiene que ver la crisis, por el rotundo fracaso de sus capacidades predictivas de los grandes paradigmas; de los modelos estructurales, de las explicaciones exclusivamente económicas de las conductas sociales, que dejaban de lado las decisiones de la gente por considerarlas irrelevantes, pero cuyos alcances han quedado demostrados por los acontecimientos cotidianos, que a cada rato los desmienten, minando nuestras seguridades y la misma idea del automatismo del cambio, a la vez que impelen nos a la búsqueda de nuevas y más originales alternativas. Claro que esa búsqueda, derruidas nuestras certezas e imposibilitados como estamos por ahora en construir una teoría o un sistema general que nos devuelva como antes la confianza sobre nuestras capacidades para interpretar el mundo 1, las soluciones propuestas se podrían llegar a desplegar en varias direcciones, no todas ellas deseables, que abarcan desde el inverosímil grito triunfal del capitalismo por su victoria en aras de “La Historia”, sacrificada para siempre en los altares del “mercado” por la de muerte su función explicativa (Fukuyama,1992), hasta la reciente proclamación de su “retorno” (Barros, 2000), por la constante solicitación de un presente que no encuentra explicaciones para lo que le pasa dentro de los cánones ortodoxos del neoliberalismo, pero que podría adquirir también connotaciones diversas, desde un resurgir de los viejos «ídolos de la tribu» algunas vez denunciados por Simiand, que lleve al renacer de buena parte los mitos y de las ilusiones en que se basaba nuestra precedente práctica historiográfica, pasando por los más refinados intentos de construir una historia conceptual que afronte el problema de la referencialidad del lenguaje y de las nociones que impregnan nuestras prácticas de investigación (Koselleck, 1993), traducible a la vez en los no pocos esfuerzos realizados en pro de la edificación de una cierta historia cultural, antropológica y/o interpretativa (Darnton, 1987), de las mentalidades (Chaunu, 19878; Vovelle, 1982), de las representaciones (Chartier, 1996) o del imaginario colectivo, solo por citar algunas salidas, pero que tienen en común una marcada propensión hacia la inclusividad, tratando de implicar, como forma deseable de legitimación, en su trama al “punto de vista del actor” de modo de poder concretar esa vieja aspiración de los historiadores que es la de la emergencia de una historia que verdaderamente pueda llamarse “desde abajo” (Thompson, 1963). 1

Lo que no significa que se haya abdicado de realizar esfuerzos en esta dirección. Para un ejemplo ponderado de recientes iniciativas efectuadas en este sentido cfr. Manifiesto de Historia a Debate, Santiago de Compostela, Historia a Debate, 2001.

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Sabido es, sin embargo, que una de las principales fuentes de cuestionamientos esgrimida, por lo menos en el plano historiográfico, comúnmente ha sido esa práctica designada bajo el genérico nombre de microhistoria la cual, basándose reconstrucción densa de universos sociales restringidos a partir de la utilización intensiva de todos los materiales disponibles y en la reducción de la escala como procedimiento analítico, terminaba por fijar en la búsqueda de una descripción más realistas de las conductas humanas una de sus principales metas (Levi, 1993). El principio unificador de toda investigación microhistórica, se comprende, reside en la constatación que toda observación microscópica permitirá revelar la presencia de factores que antes pasaban inadvertidos pero que nos servirán, además de para la confección de relatos más creíbles, como base para una desconstrucción, definida en los términos de su más estricto sentido derridiano enfatizando, por sobre la desautorización, relativización o directa destrucción de los primitivos núcleos de significado en que fundamos habitualmente nuestros análisis como su acepción vulgar remarca, todo lo que ese método tiene en tanto instrumento útil para el ejercicio polémico de la discusión y la apertura de nuevos e inexplorados problemas (Derrida, 1987), aspectos en los que no costaría reconocer que la microhistoria ha sido sumamente eficiente, y esto con prescindencia de los límites con que sus cultores gustan comúnmente diferenciarse 2.La pregunta pendiente, en todo caso, después de este desarrollo, es aquella que alguna vez se planteara Eduardo Míguez, es decir si coincidimos que la vida es un “continuo”, si las sociedades y culturas difieren las unas de las otras según tiempo y ubicación espacial, si a esta altura de las circunstancias resulta innecesario aclarar que lo que entendemos por “realidad” es una construcción, y esto más allá de si consideramos que existe, o no, un núcleo “duro” de lo “real” o si se encuentra desligado de nuestras representaciones, entonces parecería tanto más pertinente pensar acerca de qué lugar ocupan los sistemas sociales más allá de la experiencia de la cotideaneidad o, mejor aún, si esos sistemas existen y de qué manera se vinculan con esa experiencia en el plano de lo material (Míguez, 1995; 23). Cualquiera sea la respuesta que se ensaye, parecería superfluo señalar el hecho de que no ha sido precisamente sobre esta clase de premisas que se estructuraron las interpretaciones primeras aceptadas sobre las migraciones europeas a la Argentina, devenidas después en el “sentido común” de la gente 3. Muy por el contrario, ya desde principios de la década del 2

Las diferenciaciones establecidas hacia su interior por los microhistoriadores son varias, empezando por su tozuda resistencia a ser considerados parte de un mismo movimiento, o de una misma escuela, pero se podrían resumir en dos grandes vertientes. La una, capitaneada por Carlo Ginzburg, a la que llamaríamos siguiendo al autor “indicial” (Ginzburg, 1997), aunque otros prefieran denominarla cultural (Grendi, 1977, Revel, 1995), en virtud de la división entre la antropología cultural norteamericana y la antropología social inglesa, que aspira al desarrollo de una estrategia de investigación que no se funde más en la mensurabilidad histórica de propiedades abstractas que se concretan en la realidad sino que, por el contrario, procurando escapar de esas generalidades, busque en los indicios, en los pequeños detalles de todos los días, la punta de un iceberg desde donde poder acceder a una nueva y mucho más poderosa visión que revele el verdadero carácter de cada sociedad, su “normal excepcionalidad» según la noción propuesta por Grendi. La otra línea de trabajos, que tiene a Giovanni Levi (Levi, 1985ª) como su representante más destacado que, sin renunciar a esa misma aspiración, pone más en el acento en la contextualización social, en la reconstrucción de las redes de relaciones personales y de las estrategias que le dan vida a esas diferentes opciones que los actores manejan. 3 Hablamos aquí de “sentido común” no en su acepción habitual, que lo supone como el catálogo de realidades evidentes que se manifiestan a nuestro alrededor y que son tan concluyentes por sí que no necesitan de mayores razones para ser certificadas, si no de la misma manera como lo hace Geertz, como una intencionada interpretación, históricamente construida, y que por lo tanto se ajusta a un sistema de ideas, dentro de una

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sesenta, que fue el momento cuando comenzó a delinearse un proyecto de renovación de la historiografía y las ciencias sociales argentinas el cual, y eso más allá de la diversidad de las matrices inspiradoras alguna vez señaladas por uno de sus más lúcidos representantes (Halperín Donghi, 1986) encontró, bajo la égida de José Luis Romero y sobre todo de Gino Germani en nuestra materia, una serie de elementos que le permitirían proyectar hacia delante los principios rectores de un cierto núcleo interpretativo llamado a tener larga fortuna. En ese sentido, la ecléctica elección de motivos tan discordantes como los que podían llegar a proveer la teoría del crecimiento económico de Rostow, la Escuela de los Annales y las de un marxismo aprehendido según Halperín a través de sus inevitables mediaciones francesas, venía sin embargo a coincidir en la creciente centralidad conferida a un tema como el de la instauración en el país del sistema capitalista, esto es, traducido en los términos de la predominante influencia funcionalista, en los de la necesaria recuperación de los problemas de la “modernidad” y las insuficiencias del “desarrollo” (Míguez, 1993). Se comprenderá entonces si decimos que las migraciones no fueron estudiadas en su especificidad si no como la resultante de aquellos dilemas que eran los que realmente preocupaban a Germani y a sus seguidores, en particular el de la transición de la Argentina tradicional a la Argentina moderna (Germani, 1968). Claro que, podía decirse, esa forma de ver las cosas no era exclusivamente nuestra. Lo mismo sucedía con los historiadores de otras tradiciones europeas de áreas involucradas en los movimientos migratorios, sobre todo de las regiones mediterráneas, en las que, no sin retraso, se comenzaba a indagar sobre un fenómeno de las implicancias del migratorio asumiendo de antemano, como también sucedía aquí, los conceptos y los marcos de referencia provistos a través del legado teórico parsoniano, que las solía concebir como procesos de transferencia, unilaterales y definitivos, que se operaban entre país y país. Los supuestos de fondo sobre los que descansa una concepción como ésta son a todas luces evidentes, de modo que los flujos era siempre pensados hacia el interior de unidades políticas nacionales (Argentina, Italia, España), y sin medias tintas catalogados como emigración o inmigración, mas nunca como migraciones (Devoto, 1994) lo que daría una perspectiva de continuidad probablemente más cercana a la de los protagonistas, y a la de los propios estudiosos interesados en recuperar la natural dinámica de los procesos históricos, lo que parecería una irrenunciable exigencia de la profesión pero que es aquí abdicada por ponerla al servicio de una cierta y abstracta idea universal de “modernidad”, que tanto se aparta dicho sea de paso de su sentido etimológico original como lo que es propio “de hoy” o “ del día de hoy”, pero que aparece traducida en términos de “modernización” (de la teoría, se entiende, y no de aquellos indicadores materiales que pudieran ocasionalmente atestiguar la existencia de manifestaciones concretas de “progreso” pero que sería saludable también aclarar, no dando por obvios significados que deberían precisarse, cómo es que en la “realidad” se ”mide” ese avance).Consecuencia de esa forma de proceder, las migraciones siempre fueron examinadas en tanto “causas” y “efectos” según el lugar desde donde se las mire, predominando los análisis que atienden a las condiciones generales que explican los motivos de la emigración en el punto de partida, o las indeseadas secuelas que produce sobre la estructura social, el determinada cosmovisión, en cuyas presunciones se reconoce y adquiere significado, y no espontánea y libremente como se asume comúnmente (Geertz, 1994: 104).

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crecimiento demográfico o el retraso económico del país de origen, y los beneficios observados o la asimilación de los inmigrantes llegados a su destino lo que implica, ni más ni menos, que un marcado desinteres por lo que hubiera podido suceder después con la vida de las personas del otro lado del océano, cuestión que si muchas veces se alude lo es a título solo ilustrativo. Esa desatención, por lo demás, tenía su fundamento en otro postulado implícito pero no menos evidente: el de la inmovilidad de las sociedades de antiguo régimen, que venían de esa forma a contrastar con la movilidad propia de la edad moderna. Por lo que era en la emergencia del capitalismo que debía verse, o mejor aún en su implantación a fines del siglo XIX en las naciones del mediterráneo europeo o en aquellos otros países emergentes que se integraban como productores primarios en el naciente mercado mundial, la explicación última que daba cuenta de la naturaleza y verdadero papel de las migraciones dentro del sistema. Era, por lo tanto, en sus flujos y reflujos, en el impacto diferencial de las crisis globales en las diferentes economías nacionales, en los reacomodamientos que imponen en el plano circulación de las personas las transformaciones que debía realizar un país para poder llegar a industrializarse, por la ruina que afecta a muchos sectores y actividades “tradicionales”, sobre todo del campo, y que tienen como previsibles derivaciones al empobrecimiento y la proletarización acelerada, al desempleo y al desesperado recurso a la urbanización que lleva a las protestas sociales pero que, como contrapartida, serán prontamente compensadas por la demanda de mano de obra adicional que supone la ingente habilitación de nuevas zonas agrícolas en América, tanto como en Africa, Asia y Oceanía, bajo la expresa solicitud de un “mercado” que, devenido entonces en algo así como si fuera un ente vivo y operante, era capaz por sí solo de matemáticamente equilibrarse, actuando por encima de la voluntad de las impersonales masas que lo integran y que son sus víctimas o beneficiarios pero que nunca lo controlan, viniendo de este modo a proveer el marco único de interpretación desde donde parecería razonable entender esta clase de movimientos. Que se convertían así en la historia de una ruptura, que se daba el gusto de ignorar la vida de la gente, poniendo el acento en algunas cuestiones a costa de soslayar deliberadamente otras, aunque esto se justificaba si era el precio que había pagar para poder articular una cierta regla de inteligibilidad, de dudosa “universalidad” dichos a de paso, desde la cual fuera posible pensarnos, y en función de nosotros pensar organizando a los demás, pero que claramente responde, por más que no se admita, antes que a la existencia de una lógica supraterrenal, a las representaciones mismas de la lógica de poder profesada por sus detentores reales, de modo que les sea posible establecer las normas de jerarquización y control que el resguardo de su posición exige, pero que requieren además que se tornen operativas, homogeneizando a su favor, los contextos infinitamente variados que la escena mundial les podría llegar a plantear más adelante. La representación de los “otros” no es fácilmente separable de su manipulación. Una lógica de poder, dicho sea de paso, a la que ni siquiera han desafiado aquellos que se le dicen abiertamente enfrentar, como se puede colegir del hecho que al formular esa oposición en sus propios términos lo que están garantizando, en realidad, plegándose a ella, es la pauta de su reproducción y de su sustentabilidad futura.

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Las transposiciones de un problema. Nada nuevo hay bajo el sol entonces si decimos que fue la “modernización económica”, como hemos visto, el primer marco de interpretación desde donde fue posible pensar a una experiencia como las migraciones que, por sus dimensiones e implicancias profundas, no podía ser seriamente ignorada. Todos esos primeros estudios ofrecen, demás está decirlo, lecturas sagaces y a menudo muy convincentes, que dan la sensación “cierran”, finiquitando cuestiones o entregando una acabada explicación de aquellos problemas que en su momento habían indagado. Ahora bien, sabido es también que las sensaciones muchas veces no pasan de ser más que eso y que, en todo caso, no ofrecen una válida referencia para establecer el “status” científico de las presunciones que se formulan. La lógica interna de un sistema, su nivel de coherencia, por más plausible que parezca, no es en sí, ni puede serlo tampoco, su mejor garante de fiabilidad, de su grado de “verdad”, porque lo que por lo común se hace es discurrir hacia el interior de una relación circular, de una especie de círculo hermenéutico, definido por su anticipación, por una cierta expectativa de sentido que nos predispone a percibir sólo aquello que decimos en el marco que lo proponemos y a descifrar, confirmando, aquello que ya sabemos remitiéndonos, una y otra vez, a nuestro juicio previo sobre cómo se mueven en el mundo los hombres y las cosas. En otras palabras la lógica del capitalismo sólo nos permite entender el funcionamiento del sistema capitalista, descartando lo demás. Llegados a este punto parecería sin embargo útil recordar la magistral lección de Polanyi, quien sostenía la absoluta irreductibilidad, o cuando menos incompleta, de todas las conductas de humanas a la disciplina del mercado (Polanyi, 1989). Pero eso no tiene validez, claro está, cuando se razona dentro de un conjunto de ideas que excluye todo lo que se le opone y que, cuando percibe elementos extraños, tiende a ignorarlos o a más inteligentemente resignificarlos dentro del concreto marco que delimita sus posibilidades. Nos encontramos entonces ante la paradoja de que los inmigrantes no tienen nada, absolutamente nada, que decir sobre la experiencia que los tuvo como principales y excluyentes protagonistas. Desde este punto de vista, no importaba tanto si es un hecho por ejemplo, evidente de por sí, de que los hombres venían emigrando desde hacía demasiado tiempo atrás, desde los albores mismos de la humanidad probablemente. Tampoco parece haberse asumido nunca la posibilidad de que la asimilación como resultado pudiera siquiera ser discutida. El individuo, al partir –del campo a la ciudad o, lo que era igual, de uno a otro lado del océano- rompía sus lazos preexistentes, por lo general “tradicionales”, adhiriendo inmediatamente a un nuevo sistema de representaciones y formas de sociabilidad que serían finalmente las que terminarían por definir su nueva personalidad social. Una personalidad, dicho sea de paso, que podía y debía ser medida en función de algunos indicadores seleccionados, como la profesión, los márgenes de ganancias o su educación, ajustados a los términos de categorías previamente establecidas, y que no son otras que aquellas que constituyen el bagaje de la sociología clásica devenidas después en aquellas otras socioeconómicas con que se manejan habitualmente los historiadores, pudiéndose en función de ellas distribuir a los sujetos según sean poseedores o no de ciertos atributos comunes definidos, agrupándolos como hemos visto, a partir de operaciones de clasificación preliminares. El problema es otro, en realidad, además de la evidente ligereza de una forma de proceder que sólo se legitima en virtud de su propia lógica interna pero que da por descontada

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de todas maneras su exacta correspondencia con “la realidad”, la naturaleza intemporal y la validez universal de sus juicios, claro que sin permitir jamás que sean puestos en duda, y sin preguntarse tampoco alguna vez por su nivel de correspondencia con las experiencias vividas o las percepciones de los propios actores de los sucesos a los que aparentemente describe, los que al revés no eran pocas veces rechazadas por “interesadas” y “subjetivas”, y por su condición de ajenas a ese presunto requerimiento de cientificidad que para sus propias formulaciones reclama, aunque se puedan sólo ingenuamente sostener dentro de las formas de racionalización que le dan sentido. Por lo que el verdadero eje de la cuestión para nosotros pasa en que al aceptar esta versión, si se quiere minimalista de los hechos, que postula una similar distribución de roles que se da siempre en todas partes de idéntica manera, lo que esa asunción termina por devolvernos en nuestras representaciones son las imágenes enormemente empobrecidas de sociedades inmóviles, estáticas, siempre iguales, repetitivas, en que los actores sociales permanecen ausentes o, cuando menos pasivos, al ser reducidos bajo esas poderosas fuerzas, de connotaciones cuasi religiosas (llámense el mercado, el estado-nación, la “aldea global” o como se quiera) pero que, una vez aceptada su existencia como macrofenómenos, parecieran englobar, determinado, el conjunto de los comportamientos humanos, que sólo se diferenciarán localmente por una cuestión de grado, según su posición relativa dentro de las categorías en las que se pueden encuadrar las personas, conforme a la “vocación” o el lugar que a cada país le tocó en suerte desempeñar dentro del sistema. Consecuentemente, como se comprenderá, y esta es la conclusión a la que verdaderamente nos interesaba llegar, los inmigrantes no podían ser entendidos de otra forma, dentro de ese marco de inteligibilidad, sino como la directa resultante de dos formas de representación opuestas, a la vez que complementarias. Es decir que, si por un lado, eran interpretados como la encarnación misma de ese homo economicus, arquetipo fiel de los principios profesados por la teoría económica neoliberal, que nos lo presenta como un hombre que opera y decide sobre una suerte de vacío social, un individuo hiposocializado guiado sólo por su ambición de incrementar sus márgenes de ganancia, en posesión además de unos criterios de racionalidad y de una información absolutas, por el otro se perfila aquel sujeto hipersocializado, emergente de la sociología funcionalista y en particular de la sociología industrial anglosajona de raíz parsoniana, que se empeñaba en destacar, por contraste, como resultado de la industrialización, de la crisis del campo y la inevitable emigración que ella forzosamente desencadena, la declinación de los vínculos personales “tradicionales” que esa “obligación de irse” conlleva, pero que tendrán su necesario reemplazo en la nueva situación urbana de acuerdo a criterios comunes de posicionamiento frente al “mundo del trabajo” y frente al “mercado”, más “universales” y propios de la “sociedad moderna”, por los que se podría incluso casi ninguna duda aventurar, si uno conoce las orientaciones en torno a las cuales esas personas han sido socializadas, automáticamente se diría, el modo cómo se comportarán en el futuro, en tanto que sus conductas están implícitas y se encuentran normativamente orientadas según sus disposiciones de clase que son las que regulan, condicionando, su visión acerca del mundo y de la realidad que lo rodea (Granovetter, 1994). Mejor aún todavía, desde nuestro punto de vista, la variante argentina, representación local en realidad de un modelo que se reproducía y se reproduce hoy en todas partes, no era de una expresa adhesión por una u otra postura, si no

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más bien una lograda mezcla de ambas. No pareciera inoportuno hacer notar sin embargo, retomando nuestros razonamientos, lo que a muchos escapa, o parece pasar desapercibido: el hecho de que, en el desarrollo mismo de estas argumentaciones, de las que se derivan sofisticadas interpretaciones a menudo muy persuasivas, lo que hemos perdido de vista en realidad, lo que hemos extraviado en el camino, es nada menos que nuestro verdadero objeto de observación, los emigrantes que, como si fuera una ilusión, parecieran haberse desvanecido en el transcurso del viaje, dejándolos directamente fuera de la historia . Es que, para los historiadores europeos habían cesado de existir cuando abandonaron su país y una vez en Argentina, se convirtieron en otra cosa – en comerciantes, industriales, personal estacional, gremialistas, ciudadanos u obreros entre otras cosas- pero nada que tenga que ver ni en ningún punto se vincule, con su pasada vida o experiencia familiar de la que no quedan casi ni rastros. La quiebra es total: su existencia no es la de una sino la de dos personas. Claro que, llegados a este punto, parecería lícito preguntar hasta qué punto sigue siendo creíble una traducción semejante de los hechos y máxime cuando la idea que sostiene, de que el progreso social era algo fijo, lineal y universal, un camino único para todos los países ha quedado por los hechos desacreditada. Una somera revisión de todo lo realizado en materia de estudios migratorios los últimos veinte años nos permitiría seguramente aventurar una primera respuesta. Análisis por lo general basados en el uso de fuentes uninominales, que se vinieron a superponer sobre aquellas otras, estadísticas y censales, que supusieron el legado de los sesenta, mas no el único pues, menos de lo que quisieran quizás y muchos estarían dispuestos a reconocer incluso, no siempre los partícipes de la renovación fueron capaces de despegarse de las orientaciones generales y de los marcos de interpretación que los habían precedido antes, como lo muestra por ejemplo su pertinaz reincidencia por otorgar nueva centralidad a viejos temas, como el de la puja sin sentido sobre la preeminencia de los factores de “expulsión” o de “atracción”, naturalmente condicionada por el lugar desde donde se los mira y que nos remite otra vez dentro de las coordenadas de los intereses de particulares cada estado, obstaculizando ciertamente una visualización de conjunto de las migraciones que permita pensarlas como proceso, aunque desde luego resulte entendible si consideramos la lógica necesidad de establecer ciertos puntos de contacto que garanticen un ciertolugar desde donde retomar una línea de estudios provisoriamente abandonada y el largo período de clausura intelectual que supuso la represión y el despliegue de la dictadura. Lo que se comenzaba a vislumbrar, en cambio, detrás de los nuevos repositorios y a partir de las nuevas perspectivas entreabiertas, era la aparición de una no necesaria correspondencia entre las representaciones que surgían de los esbozos pioneros y las imágenes emergentes de la nueva documentación y de la historiografía internacional sobre el tema, que comenzaba a insinuar una creciente dinámica de intercambios, como por otra parte lo exigía la naturaleza trasnacional del problema (Devoto, 1992), pero que la iba a llevar además a desde la evidencia empírica confrontar muchos de los supuestos implícitos en la teoría del “crisol de razas”, emblema homogéneo de la nueva y emergente sociedad argentina, o resultado esperable de la inmigración masiva como se quiera, desde el punto de vista de la economía, de la politología y la sociología más ortodoxa. La realidad, en cambio, como sabemos, nos guste o no nos guste, es siempre un poco más complicada y menos armoniosa que lo que esa común

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aspiración pudiera dar a entender probablemente. Es que antes que un cohesivo cuerpo social, que encuentra cause en formas de representación política que lo expresan, sucede que las diversas formas de asociación y las identidades a menudo se disgregan, desmembrándose para recomponerse después de manera seguramente distinta a la esperada. Consecuencia de ello, los estudios migratorios pudieron develar novedosas facetas de un proceso mucho más complejo, poniendo en evidencia por ejemplo que los emigrantes, antes que partir de un estado nacional a otro lo hacían más bien de ciertas zonas, regiones, o conjuntos de aldeas bien delimitadas, dirigiéndose a específicos puntos en el país de destino, lo que venía revelar la existencia de mecanismos de contacto interpersonal, “cadenas migratorias” en su primera acepción, que eran las encargadas de guiar las decisiones de las personas en el marco de estrategias familiares de sobrevivencia. Lo cual lógicamente, obligó a revisar otros tópicos, como el de los altos índices de retorno, que contradecían la vieja idea de los flujos “unilaterales y definitivos” pero abdicando a la vez de su demasiado automática traducción como “fracaso” en los términos econométricos del mercado, porque bien pudiera ser en realidad que ese fuera el objetivo buscado; al tiempo que se daba pié para realizar un concienzudo análisis de cuestiones como las del envío de remesas de los emigrantes a sus familias, su peso en la balanza comercial de sus países de origen, así como la emergencia de estructuras de mediación más formalizadas (agente de enganche, bancos, compañías navieras) que cubrían todas las necesidades que surgieran aunque a costa de permitir el montaje de ese gigantesco negocio conocido como del «comercio de la emigración» y que incluía aspectos tanto de explotación como de asistencia. Pero hay más. Esas mismas redes, formales e informales, continuaban operando una vez llegados a su nueva residencia de modo que, además de permitirles asistir económicamente a sus familiares hasta su regreso, le hacía posible tutelar a los amigos y parientes que emigraran orientados por ellos, viniendo de esa forma a contribuir a la formación de nuevas formas de sociabilidad (asociaciones, clubes, hasta barrios como La Boca) que, lejos de romper, venían a confirmar las formas de identidad originarias. Identidades que aparecen impresas también en los nichos de especialización profesional concentrados en manos de grupos específicos, que acceden a ellos adueñándose a través de sus contactos personales, pero que son utilizados también en su beneficio por los empresarios, emergentes ellos mismos muchas veces de estrategias similares proyectadas a otra escala, lo que plantea el problema de la segmentación del mercado del trabajo. Claro además que, si los inmigrantes de un mismo origen vivían en los mismos lugares, se ganaban la vida en las mismos oficios y frecuentaban los mismos ámbitos de sociabilidad, preservando por si fuera poco sus idiomas, costumbres y comidas, lo más probable era que tendieran, como sucedió, a contraer matrimonios endogámicos, garantes último de la reproducción y de la pervivencia de particulares formas de autopercepción que, lejos de resignarse a esa asimilación impuesta por las circunstancias, dieron vida a una muy dinámica y cambiante sociedad mosaica; que tampoco desapareció dicho sea de paso, como se apresuraron a aventurar algunos autores dispuestos a recoger el guante de quienes los desafiaban a explicar cómo entonces habíamos llegado a la actual sociedad argentina, que serviría también dicho sea de paso para impugnar la validez universal de los parámetros sociológicos tradicionales, encontrando su razón de ser en la menor influencia de las redes por la cesación de los flujos, aunque olvidando en su apuro que las identidades son construcciones

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sociales que se expresan culturalmente (un albanés italiano, por ejemplo, de rito ortodoxo, procedente de un escondido rincón montañoso de Calabria) pero igual del mismo modo son construcciones culturales que se vuelven socialmente operativas (un calabrés que nunca se pensó a si mismo como italiano pero que empezó a serlo llevado por la distancia de la emigración y por acontecimientos traumáticos como la Primera Guerra Mundial), cristalizando en nuevas formas de solidaridad que pueden operar en variados y no siempre predecibles sentidos. Y eso sin considerar el problema, nunca bien tratado, de los argentinos de segunda generación y el hecho que, concluidas las grandes migraciones europeas, el desafío de la convivencia se renueva periódicamente por la llegada de otros flujos, de países latinoamericanos, del la Europa del este u orientales por ejemplo, o por la redistribución de la población interna, pero que nos vuelven a plantear en distintos términos los viejos problemas lo que, además de demostrarnos lo quimérico del ideal de la homogeneidad absoluta, nos pone ante el desafío de una realidad que se construye y se resignifica, conviviendo con “otros”, todos los días. He aquí, creemos, precisamente en este punto que se puede llegar a ver uno de los grandes méritos de la renovación, y eso más allá de su tendencia a repetir algunos de los vicios de la historiografía tradicional a la que supuestamente contestaba al ella misma incurrir tendencia de rendimientos decrecientes que se manifestó por la exagerada reiteración de modelos que, más allá de su condición de nuevas muestras de revalidación empírica, muestran claros signos de agotamiento, pero que no alcanzan a disimular lo que es su aporte por excelencia, al permitir afirmar que cada actor histórico participa, influyendo, de lejos o de cerca no importa, en procesos de dimensiones y grados diversos, sobre los que operan en el marco de intencionadas estrategias, respuestas articuladas en el marco de una racionalidad limitada, definida por su pertenencia redes sociales, que son las que condicionan su acceso a la información y a las oportunidades y nos permiten ver, a los inmigrantes, en palabras de Devoto, ya "...no como masas inertes arrastradas por las fluctuaciones del capitalismo... sino como sujetos activos capaces de formular estrategias de adaptación y supervivencia en contextos de cambios macroestructurales” (Devoto, 1988: 105). En otros términos, a lo que se nos confronta es, en definitiva, con la alteridad, con el evidente hecho, nunca aceptado, de que los historiadores hemos estado tratando siempre de vérnosla con “otros”, aunque esos “otros” hayan vivido su existencia en el mismo territorio o lugar en que “nosotros” hoy habitamos. Elemento que no basta para fundar la extendida ilusión de que “ellos” fueron alguna vez “nosotros” o la encarnación misma de nuestros ideales, porque eso sería sencillamente renunciar a la historia. La revelación, no obstante, de que nuestros antepasados fueron “distintos” a como los imaginamos tendría el radical defecto de, al hacerse visible, amenazar la naturaleza absolutista de nuestras definiciones previas, que usamos para comprender nuestra sociedad en la que para colmo viven y vivieron. Ciertamente, demasiadas veces los historiadores, preocupados por sus propias elucubraciones y por sus teorías sobre cómo debería funcionar el mundo, olvidaron a los inmigrantes y a sus proyectos, atribuyéndoles funciones en las que ellos no se reconocerían aunque, la crisis de nuestras interpretaciones actuales exige, cada vez más, que dejemos de ignorarlos y escuchemos su voz, aceptando su condición de “diferentes” porque, aunque creamos supuestamente conocer el final del sendero

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que hoy recorremos eso no debiera llevarnos a suponer que da lo mismo llegar a él por cualquier camino porque eso sería reducir nuestra actividad a inutilidad pura. El viaje, metáfora de vida. ¿Cuáles serían los documentos que nos permitirían comenzar a rastrear en el pasado las imperceptibles huellas de esa alteridad por no contradecirnos sistemáticamente negada?. ¿Y en qué medida serían capaces de devolvernos las imágenes de conductas que se nos revelen, en los intersticios del sistema, como las potenciales briznas desde donde renovar nuestro bagaje de conocimientos y nuestras nociones previas, de las que seguramente no estaríamos dispuestos a abdicar a menos que resulte evidente nos brindan las suficientes garantías que nos conducirán por caminos idóneos para hallar nuevas alternativas?. Ciertamente, el problema de la localización de testimonios que sean capaces de ofrecer nuevos puntos de vista acerca de las disposiciones y modalidades de vida de los sectores populares no es nuevo aunque adquiere ribetes singulares cuando se trata de inmigrantes. La dificultad es la misma: se trata de personas, pertenecientes a comunidades y grupos, presumiblemente pobres y limitadas por la posesión de características, como la existencia entre sus miembros de altos índices de analfabetismo los que, imaginarios o verdaderos, terminarán igualmente por condicionar la producción de materiales que nos hicieran posible acceder al mundo de las representaciones de conglomerados sociales como esos, de todas formas remisos a proveernos de circunstanciadas relaciones sobre su cotideaneidad, lo que en no pocos casos obligó a los historiadores a buscar los apagados ecos de su voz en los expedientes judiciales que, elaborados por representantes de otros grupos, pero que ofrecen registro indirecto igual, aunque más no sea en su papel de víctimas, de esas vidas sobre las que muy poco ha podido encontrarse. No importa, llegado el caso, si lo que ante nosotros comparece es una selección impuesta por el paso del tiempo, o por los inquisidores de turno siempre dispuestos a expurgar toda la documentación que pasara por sus manos y juzgaran de cualquier manera cuestionadora de las representaciones sobre las que basaban su preeminencia, o fueran el fruto en realidad del descuido y de la pedantería intelectual de generaciones enteras de estudiosos de las más diversas ramas que, vaya a saber en virtud de qué clase de atribución o iluminación por quién instituida, se onsideraron en aptitud para dictaminar sobre su utilidad o valor sin derecho a réplica. Como fuera, lo cierto es que estamos hablando de una documentación cuyo común denominador, si es que alguno tiene, parecería reside en su absoluta excepcionalidad y rareza. Escasez que, por otra parte creemos, nos parece hace tanto más pertinente el consejo de propiciar, como una solución intermedia a nuestro juicio sin dudas adecuada, la ecléctica utilización de fuentes cualitativas insertas en el marco de una reconstrucción intensiva del entramado de las relaciones que configuran el elenco de las opciones y de las estrategias a las que recurren cotidianamente las personas y las familias, para poder responder a las presiones del poder asegurando su subsistencia, en el contrateatro de las calles y de la vida según Thompson, adhiriendo de ese modo a una forma de operar a la que sinceramente nos parece han tratado responder los estudios migratorios de manera cada vez más ajustada, aunque para muchos dista de ser una solución apropiada porque se considera que, al rechazar los presupuestos de las aproximaciones estructuralistas, debiera convenirse también en no ceder a

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la tentación del empleo de métodos y conceptos de esa misma matriz, haciendo explícita nuestro compromiso por hacer un uso los más fuerte posible del concepto de red social 4, o sea más antropológico, lo que nos devuelve, otra vez, en términos naturalmente distintos, al problema de las fuentes necesarias que nos hagan posible recuperar ese nivel de densidad, esa textura de vida, que se exige para nuestras descripciones y en las que se pretende hacer lugar al punto de vista de los protagonistas. Entre las posibles respuestas a través de las cuales los estudiosos de los movimientos migratorios han tratado de satisfacer esa necesidad que se manifestaba de manera cada vez más imperiosa, figuran los trabajos que se hicieron hincapié, poniendo el acento, en la concreta posibilidad de valorizar la información contenida en las cartas de los inmigrantes de donde surge con meridiana claridad, además del despliegue de las estrategias, el selectivo modo cómo llegan las noticias y el dinero de las remesas los que, controlado por quienes a la cabeza del grupo operaban desde el origen, además de garantizar la subsistencia de los que habían permanecido en sus hogares, fundamentalmente mujeres y niños, tratando de asegurar su reproducción y en lo posible de incrementar su patrimonio contribuyendo a su solvencia, decidían también el mejor destino para cada uno de sus miembros, en función de la rentabilidad potencial de cada uno de los destinos de los que recibían noticias por las cartas, al tiempo que los habilitan con créditos para partir o les conseguían trabajo en el lugar al que iban a llegar a través de sus parientes previamente establecidos, permaneciendo de esa forma conectados todos, mas no sólo con la aldea madre sino entre los distintos puntos de arribo entre sí, de modo de facilitar la circulación del flujo de información, de bienes y personas, el regreso o el traslado a otro puerto de quien lo quisiera cuando las circunstancias no le hubiesen sido favorables, etc. Claro que no siempre es posible encontrar un repositorio de características tan excepcionales como el que lograron ubicar, y publicaron Samuel Baily y Franco Ramella, que incluye alrededor de medio centenar de piezas que comprenden un período que supera largamente al medio siglo, permitiendo reconstruir durante ese lapso hasta sus más mínimos detalles la natural dialéctica de las relaciones contenidas en la correspondencia (Baily y Ramella, 1988). Por lo general, cuando estas colecciones se hallan (Franzina, 1979), se lo hace de una manera mucho más fragmentaria por lo que las posibilidades de reconstrucción son sensiblemente menores, orientando la búsqueda en otras direcciones, que por lo menos las complementen. Entre las diversas opciones que se nos podrían llegar a presentar se deberían mencionar algunas como las “guías” o “manuales” para emigrantes, elementos utilizados como medio difusor entre los campesinos de ámbitos rurales europeos para la vulgarización de algunos de los más conocidos mitos articulados sobre la 4

De esa dicotomía da cuenta, por ejemplo, el más que interesante contrapunto desarrollado entre Franco Ramella y Eduardo Míguez, en el marco de la compilación de Hernán Otero y María Bjerg, la primera quizás que se propone sistemáticamente tratar el problema de las redes sociales llamadas por ese nombre en su papel dentro de las migraciones dirigidas a la Argentina, en donde el primero invita a abandonar el uso disminuido e impropio de la noción de redes sociales, es decir la reconstrucción estructural de las redes de parentesco y amistad supuestas detrás de los intercambios, remplazándolo por un uso “fuerte”, esto es que se proponga una descripción “densa” de los contenidos concretos manejados hacia el interior de esas formas de solidaridad, que las describa mas no las suponga por el solo hecho que esos lazos existan (Ramella, 1994: 10-11) mientras que el segundo hace notar la conveniencia de utilizar una forma de acercamiento dura en teoría pero blando en el método, como una forma ecléctica de resolución del dilema que a esos fines plantea la parquedad de las fuentes históricas( Míguez, 1994: 27).

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emigración hacia América y la Argentina, funcionales al negocio del ”comercio de la emigración”, pero que debieran ser reinterpretados de manera distinta a aquella como alguna vez los usó Armus, entendiéndolos entonces como factores de expulsión (Armus, 1983), para ser ahora leídos como probables “indicios” de la emergencia de un imaginario o de una cultura de la emigración, en el sentido del método propugnado por Carlo Ginzburg, de las cosmovisiones o de los sistemas de representaciones tal como las pensó Chartier, pero también como concreta expresión de un sistema de relaciones que como nos recuerda Levi debe ser reconstruido, a los que se pudieran sumar otros medios quizás que, no por obvios debieran ser descartados, como la apelación a las historias de vida (Itzigshon, 1985) o a una historia oral de la muy pocos se han mostrado dispuestos hasta ahora a servirse dentro de las reglas de juego delimitadas dentro de su acepción más estricta (Passerini, 1989), precisamente porque se trata de recursos que por su proximidad con la antropología siempre se propusieron como su objetivo central la posibilidad misma de acceder a la comprensión del “otro” a diferencia de la historia, razón por la que podrían brindar una adecuada estrategia que nos permita comprender el mundo de la alteridad y de la subjetividad en su esencia (Noiriel, 1988) por la evidente ventaja que significa la posibilidad tratar con interlocutores vivos lo que cuando se hizo, como se puede ver en alguno de los más logrados trabajos de las microhistoria italiana los que, al apelar a ese recurso en temas más contemporáneos (Gribaudi, 1987), ganaron densidad, descriptiva y explicativa, al punto de poder demostrar el anacronismo y escaso poder referencial de las grillas de clasificación elaboradas a partir de criterios sociológicos tradicionales, que establecen en función de la profesión la distancia social entre los individuos en términos de clase, pero que son fácilmente desmentidas al partir desde una óptica relacional que nos muestra como cercanos a oficios y personas que de otra manera aparecen segregadas (Gribaudi y Blum, 1990). Lo que no significa que cuando esa posibilidad aparece clausurada, por ejemplo para otras épocas, no se intente transitar otras vías, como las provistas por las reconstrucciones basadas en daguerrotipos, fotografías o álbumes fotográficos o, mejor aún, las de por si previsiblemente numerosas memorias de inmigrantes que no se conocen, y que permanecen ocultas en la privacidad de las casas, siendo hasta ahora muy pocas las publicadas (FugL 1989). A ese acotado repertorio de fuentes que enumeramos, necesariamente incompleto por razones de espacio, venimos a proponer hoy agregar otra, cuyas potencialidades, creemos, como elemento útil capaz de evidenciar muchas de las insuficiencias de los modelos clásicos, o como eje articulador también de un nuevo esquema de interpretación que la adopte, junto a otros materiales cualitativos, como su eventual punto de partida quedará, esperamos, a simple vista demostrada. Nos estamos refiriendo a un raro ejemplar, de la clase de los diarios de viajes, con el que hemos la fortuna de encontrarnos, aunque esta vez es debido a un extraño redactor, un inmigrante catalán establecido en el partido de Luján en la provincia de Buenos Aires 5, por lo que no sabemos en realidad si se trata de un testimonio que potencialmente pueda ser considerado como un arquetipo de algo o un documento inusual, aunque nos resistimos a creer en su absoluta originalidad debiéndose, en todo caso, profundizar en la búsqueda de 5

Archivo y Biblioteca Federico F. de Monjardín, Diario de Viajes de Jaime Palet, 461 páginas (agradecemos la gentileza del Sr. Raúl Monjardín por habernos permitido el acceso a tan valioso documento).

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instrumentos similares en los diversos repositorios donde probablemente se los podría haber hallado. Si alguna excepcionalidad tiene, en realidad, ésta nos parece reside en la anómala condición de su autor el cual, si vamos a creer la caracterización que sobre los inmigrantes hicieron las aproximaciones historiográficas tradicionales, habría que convenir escapa al perfil social y cultural al que supuestamente pertenecieron las personas habitualmente encargadas de producir este género de relatos. La presunción subyacente, detrás de este razonamiento, es que no cualquiera está habilitado para dar cuenta de la experiencia del viaje, una función en todo caso reservada a agentes especializados que se muestran dispuestos, o necesitados, de argumentar sobre sus vivencias, ya sea el explorador europeo o el misionero que tuvieron a su cargo conquistar o evangelizar regiones enteras del Nuevo Mundo, queriendo a veces justificarse o más simplemente describir con fines prácticos lo que tenían ante sus ojos o, cambiando su objetivo después, ya en pleno siglo XIX, por el viajar con fines educativos, como “espectador” del mundo civilizado o en busca de un modelo de sociedad que aquí pudieran llegar a cristalizar, lo que dio por resultado una clasificación taxonómica la cual, atendiendo a las condiciones de producción de los relatos de viaje, además de usarlos como insumo para entender cómo percibieron el espacio nuestro antepasados, nos los devuelve como ejemplificación de diversos tipos de travesía que van desde el viaje utópico, al viaje colonial, pasando por el viaje utilitario, como homologación del bien o del mal, el viaje balzaciano, el consumidor, el ceremonial, el viaje estético, el de purificación propio de la reacción anti-positivista o el de izquierda (Viñas, 1995: 13-59), los que en ocasiones reasumen incluso antiguos cometidos pero que son siempre función de una elite (D`Amicis, 2002), por lo que quedaba excluida la probabilidad de que sean redactados por inmigrantes. De manera que, si lo queremos es encontrar un registro expresivo que nos permita de alguna forma recuperar su experiencia quizás deberíamos pensar en otras formas de inscripción como las memorias (Reher, 2000), típicas de los emigrantes exitosos, pero nunca en diarios de viajes... si no fuera por la existencia de perlas, como de la venimos a comentar, que rotundamente lo desmienten. Claro que se trata de un diario de viajes sui géneris. Su autor, Jaime Palet, lo estructuró en virtud de su constante movimiento de vaivén entre su Barcelona natal y su lugar de adopción, Luján, pero como ese itinerario, de ida y de vuelta, se prolongó a lo largo de más de medio siglo, desde 1852 hasta 1906 para ser precisos, excediendo incluso en diez años al regreso de su última incursión por la tierra que Gaudí había comenzado a transformar profundamente, mechando entre viaje y viaje la correspondencia que intercambiaba con parientes y amigos, de aquí y de allá, en catalán o en castellano, sus colaboraciones en diarios locales, la recuerdos de las actividades asociativas que lo que tenían junto a sus coterráneos por protagonista, y de las más informales de las que hacía gala en su vida cotidiana, los bailes, las canciones, las reuniones sociales, sus chanzas, además de sus frecuentes esquelas de salutación y los numerosos frutos de su genio poético (¡hasta escribía en verso sus cartas!), elementos todos que terminaron por redondear un «diario» que, sin perder nunca su esencia (comprende un minucioso registro de la vida de a bordo en cada uno de sus trayecto día por día), era de manera lograda la representación metafórica de una mucho más prolongada travesía: la de su viaje por la vida. En realidad, todo en él, hasta su método de trabajo era atípico. Es que, más que una reconstrucción homogénea, su relato se compone de fragmentos,

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pequeños retazos, a veces separados en su redacción por lapsos de hasta quince años, escritos bajo la incitación de espasmódicos impulsos, muchas veces acicateados por las urgencias de un viaje, las emociones del regreso o las de la partida, lo que no quita que haya momentos de producción más continuos, pero que no alcanzan a desdibujar lo que es el rasgo central de la obra, esto es su dispersión, que le confiere su verdadero carácter, aunque se trata de trabajos aparentemente reunidos después en un cuerpo para satisfacer requerimientos familiares. Pero que encierran en ellos la potencia del instante, de la inmediatez de los hechos, que desarma, o es capaz de desarmar hasta hacer inviable, cualquier intento que se realice por encerrar dentro de un modelo ese racimo de experiencias personales lo cual no obsta, sin embargo, para que no se puedan advertir ciertas conductas comunes que después habremos de señalar. Veamos. Diario de un inmigrante, a ese primer mentís pronto se habrán de sumar otros que desacreditan la visión tradicional de las migraciones. Viaje unilateral y definitivo, camino sin retorno, ruptura, casi ninguna de esas intuiciones parece haber estado nunca en la mente de Jaime Palet, por lo menos hasta que circunstancias lo obligaran a lateralmente considerarlas. Cierto, Palet no parece responder exactamente, en todo el sentido de la palabra, al prototipo del emigrante promedio. Nacido en Barcelona en 1832, en su casa de Ronda de San Pedro 30, en el barrio de Lavadores, que siguió perteneciendo a su familia incluso después de la muerte de sus progenitores y que siempre lo acogió en ocasión de todos y cada uno de sus festejados regresos, heredero hipotético de una nebulosa tradición artesanal probablemente ligada a su familia, de la que no tenemos pruebas, fue objeto de una cuidada educación, que incluyó su paso por la Escalonía (la escuela para niños) del celebérrimo monasterio benedictino de Monserrat, ubicado a unos cincuenta kilómetros de la capital catalana, al que rinde pleitesía en su diario, dedicado a la enseñanza de la religión pero con especial énfasis en el cultivo de la poesía, las artes y la música, sobre todo coral, pese a lo cual él insiste en remarcar la condición popular de su barrio y la modestia de sus orígenes, que pretende atestiguar por el sitio en donde se encuentran enterrados sus padres, en el cementerio sudoeste de Barcelona, en barriada la de casa Antoiner en la falda del Montjuíc. Ignoramos las razones de su partida, porque nunca las enuncia, y aunque la mayoría de los elementos comentados parecerían jugar en contra de nuestra argumentación pensamos que, lo que habría de desterrar, es la idea de la emigración como hija de la pobreza, cuando queda muy claro en realidad, como muchos lo han dicho ya, que en situaciones de crisis no son los pobres los que escapan, sencillamente porque no tienen cómo solventar los gastos de traslado y de instalación inicial, sino que los que se van a ir serán siempre los que disponen de algunos recursos propios, materiales o relacionales, pero que alcanzan para revertir la imagen de las migraciones, como la de la instintiva respuesta de desesperadas masas asediadas por la ruina, por la de una acción racional realizada por individuos guiados por estrategias de superación social constante (Ramella, 1994: 11). En el caso de Palet, resulta evidente que su intención inicial no era ciertamente partir para no volver, como él mismo se encarga de afirmar en “La Lujanera”, que compuso como expresión de agradecimiento de él y sus pares catalanes por la hospitalidad brindada por el pueblo de Luján ante la emergencia de la fiebre amarilla, en que sostiene que “...si algún día el destino/nos reúne en nuestros patrios lares/ al través de los diversos mares/un recuerdo

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tendrá Luján...”; lo que revela en realidad que, si las cosas seguían el curso previsto, sería Argentina a la que su gratitud y su memoria rendirían culto, porque su objetivo, como el de los otros, era el de poder reunirse en el de origen. Por otra parte, si la ruptura fuera la meta, el horizonte deseado como se sostiene, parecería lícita la pretensión de considerar al viaje como instancia de impugnación de esa realidad de la que se había abdicado, aunque no en el estricto sentido se entiende con que según David Viñas se apropiaron los intelectuales del iluminismo y del romanticismo rioplatense de la imagen de Europa en contraposición a todo lo negativo encarnado en la figura del régimen colonial español que los había precedido, pero que se presentaría de todas maneras igual como expresión de rechazo, de explícita negación de un situación y un lugar a los que había abandonado para siempre y a la que no podía positivamente valorar porque lo que estaba en juego, se comprenderá, contraponiéndola con su situación actual, es nada menos que la posibilidad misma de poder legitimarse, ante sus ojos y ante los de los demás, de modo de dar un sentido concreto a su existencia, y máxime si se trata de un emigrante exitoso como es en nuestro caso, al venir de esa forma a ratificar lo acertado de la decisión tomada, reafirmándolo en su convicción de haber emprendido el camino correcto. Pero nada de esto aparece en el Diario... de Palet. Muy por el contrario, cada salida del Port Vell, y realizó cinco viajes, el primero en 1852, el segundo en 1860 quedándose en Barcelona seis meses, el tercero en 1877 por primitiva vez con su familia argentina para permanecer allí tres años, el cuarto en 1885 prolongando su estadía hasta 1889, y el último en 1893 hasta su regreso definitivo en 1896, era ocasión propicia para la nostálgica y prematura evocación de los hitos que se iban desgranando ante sus ojos, Las campanadas de Santa María del Mar que señalaban la hora de la partida, el Paseo de Colón, el Montjuíc, el Llobregat, que así devenían en los elementos referenciales de una identidad de la que jamás abdicó hasta su muerte en 1907. Es más, una vez en Luján, devenido en alarife de nota, autor consagrado de muchas de las construcciones que configuraron durante largo tiempo las representaciones más visibles de la ciudad, como la fachada y la sección antigua del cementerio viejo en 1856, la Escuela del Estado para Varones, el primer monumento a Belgrano en el centro de la plaza frente al templo en 1858, trabajando incluso en secciones de la propia Basílica, erigió a su negocio de corralón y provisión de materiales, que aún hoy se conserva en manos de emigrantes españoles, en el centro de una basta red empresarial y familiar, a la que incorporó trayendo a sus hermanos Emilio y Hermenegildo y a su medio hermano, que finalmente lo sucedió al frente del negocio, Ramón Margall. Catalán hasta la médula sus relaciones excedieron el limitado marco de la pequeña colectividad local de ese origen, como los Palet, Castell, Rivot o Margall, casi todos ellos constructores, comprendiendo a amigos a los que auxilio, trayendo o instalando en los alrededores de su casa ante la emergencia de la fiebre amarilla de 1871, como Xaráu, compañero y amigo, además de maestro en Monserrat y compositor de música sacra, a quien se deberían sumar Cama, Aimar, Durán, Corominas, Ferrán, Bonaplata, Salvatella, Piqueras, Pons, Rovira, Máses, Campalán, Jover, Huiset y Solá que animaron la vida del pueblo, cantando canciones sobre la patria lejana, componiendo salves para la Virgen, a la vez que comían escudelas o bailaban sardanas (una escena que vemos repetida en unas largas vacaciones que en 1895 tuvo en el Vals de Ribas, en Cataluña) Esos amigos, junto a otros entrañables como Esteba Massót, a los que reverencialmente saludaba sin falta cuando se cumplía el día del Santo patrono de su pueblo, lo introdujeron en la Trufa, asociación recreativa encargada de divulgar las actividades 489

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culturales de los catalanes, de la que llegó a ser presidente, aunque eso no iba en contradicción para él con un cierto sentirse español, que lo llevó incluso a manifestar su disgusto porque “esa canción”, por el Himno Nacional Argentino, se entonara un 25 de Mayo en los salones de la Asociación Española. En realidad, si quisiéramos comprender su identidad, es seguro debiéramos ubicarla en la intersección de una serie de coordenadas, que incluya en grados diversos su condición de argentino, lujanense y católico militante, pero es claro que ante todo se sintió catalán siempre, sin remilgos, como se manifestaba en esa constante necesidad de retornar a su tierra, ante la que solo una vez, en su último viaje, muertos ya sus padres, confesó un cierto extrañamiento (“Com solitarí auscellét/ que ha quedát sém famelia/...Aixís visch já fá mitx any/ sol, en mitá de tanta gent/ tothóm mí es indiferént/ ya que aquí sóch un estránj...). Lo que no obsta, igual, para que nos ofreciera un extraordinario testimonio, un relato en que la alteridad, además de evidenciarse, nos demuestra el modo cómo se construye en relación dialéctica cotidiana y especular entre un “nosotros” y los “otros”, entre los que oscila pendular la imagen que finalmente emerge entre la narración, el narrador y lo narrado.. Bibliografía. Armus, Diego, “Diez años de historiografía sobre la inmigración masiva” en Estudios Migratorios Latinoamericanos, año 2, nº 4, 1986, pp. 431-455. Armus, Diego, Manual del Emigrante italiano, Bs. As, CEAL, 1983.. Barros, Carlos, “El retorno de la Historia” en Historia Debate. Actas del II Congreso Internacional “Historia a Debate”, tomo I, Cambio de Siglo, A Coruña, Carlos Barros editor, 2000, pp. 153-173. Baily, Samuel L. y Ramella, Franco, One Family, two World, New Brunswick, Rutgers University Press, 1988. Burke, Peter (comp), «Formas de hacer historia», Madrid, Alianza, 1993. Burke, Peter, La Revolución historiográfica francesa. La Escuela de los Annales: 19291989, Barcelona, Gedisa, 1993. Chartier, Roger, El mundo como representación. Historia cultural: entre práctica y representación, Barcelona, Gedisa, 1996. Chaunu, Pierre, “Un nouveau champ pour l`histoire sérielle: : le quantitafic au 3e niveau” en, del mismo autor, Historie quantitative, histoire sérielle, París, Gallimard, 1978. D`Amicis, Edmundo, Crónica en el Océano, Buenos Aires, Librería Histórica, 2002. Darnton, Robert, La gran matanza de los gatos y otros episodios de la historia cultural francesa, México, Fondo de Cultura Económica, 1987. Derrida, Jaques, La desconstrucción en los horizontes de la filosofía, Barcelona, Paidós 1997. 490

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Mesa 4 - La alteridad y el discurso del viaje Nación y nacionalismo en México a través de los relatos de viajeros Mayabel Ranero Castro Universidad Veracruzana (México) Abstract En el siglo XIX México recibió un crecido número de visitantes que dejaron una cuantiosa y compleja obra escrita que en genérico conocemos como relatos de viajeros. Los numerosos viajeros arribaban al país que durante sus tres siglos de régimen colonial estuvo vedado al conocimiento y curiosidad europea, que España mantuvo para la protección de sus ricas colonias americanas, donde sobresalía la Nueva España. En la década de 1820, cuando el país recién se independiza, llegaron viajeros que recorrieron sobre todo el área central de México, en un movimiento que algunos de ellos llamaron El redescubrimiento de América. Dicho re-descubrimiento colocaba al joven México en la mira del interés imperial que buscaba suplantar a España en la explotación y beneficio de las riquezas mexicanas, entre las cuales descollaban las minas, aunque también las riquezas botánicas, medicinales, artísticas y arqueológicas fueron relevantes fuente de atractivo e interés, que dio pábulo a un crecido corpus documental que puede contar a más de 80 viajeros-autores con obra heterogénea pero que cuenta con algunos caracteres ideológicos y textuales similares que nos permiten tratar a dicho corpus como un género discursivo. Los viajeros provinieron de las viejas potencias coloniales, pero sobre todo de aquellas que buscaban dominar la mayor parte del mundo, cuando se formaba el imperialismo que tanto importancia tendría en la creación, formación y ampliación del capitalismo a escala planetaria, donde las colonias eran importantes fuentes de aprovisionamiento de materias primas y fuerza de trabajo, a la vez de ser mercados enormes. En este contexto amplio ubicamos a los viajeros que conocieron al México decimonónico y le hicieron conocer en sus países de origen. Pero ese movimiento gnoseológico de mirar, describir y explicar las realidades mexicanas al público lector europeo y norteamericano mediante dichos relatos, tiene una contraparte criolla nacionalista mexicana que es nuestro principal interés. Las generaciones de intelectuales, artistas y estadistas mexicanos de la segunda mitad del siglo XIX también conocieron lo que dichos viajeros habían construido como la Imagen del pasado y en un movimiento epistemológico triangular, se convirtió— en importante punto de referencia para la construcción del nacionalismo mexicano y en la elaboración de los proyectos de país que debían impulsarse, sobre todo después de la invasión norteamericana a México, lo que evidenció la fragilidad de las instituciones políticas y culturales mexicanas, motor de las generaciones de liberales que emprendieron reformas políticas y económicas que en conjunto conocemos como Reforma.

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Texto En el siglo XIX un cúmulo de viajeros extranjeros arribaron al México recién independizado. Recorrieron sus exóticos paisajes, describieron sus gentes, monumentos, volcanes. Reflexionaron sobre el pasado colonial, el tambaleante presente y un promisorio futuro que veía a México guiado por algún país “civilizado”. Muchos de esos viajeros dejaron constancia escrita y pictórica de sus andanzas. Los públicos que leyeron y observaron tales materiales conocieron un país que había estado vedado a la curiosidad y conocimiento europeo por más de dos siglos. Los discursos que hoy conocemos con el genérico “Relatos de viajeros” en su origen fueron textos escritos con motivaciones muy diferentes a las que hoy les atribuímos. Fueron influyente lectura para hombres de Estado y de negocios en sus paises de origen, las potencias imperiales decimonónicas en donde se publicaron prima facie. Posteriormente, se publicitaron en los paises que éstas glosaban, México en el caso que nos ocupa, afectando a los grupos de intelectuales y politicos mexicanos que observaban alli plasmada una compleja ideologia que interpretaba los problemas, potencialidades y recursos nacionales con una perspectiva sesgada a favor de los intereses nacionales de tales viajeros, fueran éstos comerciales, mineros, geopolíticos, etcétera. En este trabajo nos abocaremos a ambas miradas: la del viajero que publicita a México en su pais de procedencia y las construcciones políticas e ideologicas que a partir de tales constructos elaboran los grupos de criollos que se dieron a la tarea de formar la Nación mexicana, y el nacionalismo que tales grupos de politicos e intelectuales desplegaron ne las labores de gobierno y las empresas culturales. 1. La importancia y atractivo de México Las noticias sobre México para el europeo ilustrado medio, se originaron en el siglo XVI con las crónicas de conquista y continuaron hasta el siglo XIX con los relatos de viajeros, razón por la cual algunos llamaron a este movimiento de exploración y conocimiento decimonónico el “re-descubrimiento de América”. Si bien entre las centurias XVI- XIX hubo algunos viajeros que dieron cuenta de México, fueron casos aislados que carecieron del carácter amplio que se observó en esos períodos históricos, en que hubo una calurosa aunque diferenciada recepción de textos e imágenes. En el siglo XVI España formó su imperio colonial y Europa recibió asombrada las noticias del Mundo Nuevo. Dos siglos después, subieron al trono español los monarcas Borbón que implementaron una serie de reformas para recuperar el poderío hispano, en un concierto europeo donde Francia e Inglaterra luchaban por la hegemonía mundial. El ilustrado siglo XVIII fue campo de batalla de armas e ideas y el esfuerzo español por mantenerse en escena fue vencido por sus rivales galos y británicos, de manera que a principios del siglo XIX el Coloso hispano de tambaleaba para caer pocos años después. La independencia de México en 1821 permitió el “libre” acceso al país cerrado por el dominio colonial. El conocimiento del mismo, así como su aprovechamiento y explotación se veían como gran atractivo para las potencias coloniales que en tal centuria se expandían a Asia, Africa y América. La necesidad de mercados y áreas de abastecimiento para el pujante 495

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capitalismo comandado por Inglaterra, hizo llegar al país agentes gubernamentales o particulares que buscaban posicionarse en México. En un primer momento el interés de inversores se centró en las minas. Nueva España fue el mayor productor de plata en el mundo, preciado medio de pago en las guerras napoleónicas. Ello hizo que el minero fuera el tópico mejor tratado por muchos viajeros que arribaron a México a explorar o explotar sus vetas. Los intereses financieros se sumaron a los extractivos, y se ofrecieron al gobierno mexicano empréstitos y apoyo financiero al tiempo que se firmaban acuerdos comerciales y navales. El país debía sortear las presiones de dos zonas geopolíticamente estratégicas para el expansionismo norteamericano: la frontera norte que representaba apropiarse de territorio nacional y el Itsmo de Tehuantepec, que posibilitaba la comunicación de los océanos Pacífico y Atlántico. Fijar o mover las líneas demarcatorias y las zonas de influencia fue punto de interés de varios países que mandaron emisarios (velados o manifiestos) a México para atender estos asuntos. Comercialmente México se mostraba como preciado mercado y fuente de materias primas; el aprovechamiento de ambos motivó el envío de agentes comerciales y gubernamentales que recorrieron al país y dejaron constancia de su transito. México (y América por extensión) se pensaban con la ideología pre-cientifica que a fines ese siglo crearía las ciencias sociales. Los diversos grupos socio-raciales mexicanos, castas e indígenas sobre todo y sus prácticas culturales fueron descritas, consignadas y reflexionadas en los relatos de viajeros decimonónicos. Interesaban los indígenas vivos así como sus ancestros, por lo que la labor arqueológica de algunos de esos viajeros fue relevante en el descubrimiento y conocimiento de la rica zonas central y maya en el sureste. 2. El Grand Tour decimonónico El viaje a México no sólo fue medio de conocimiento o influjo económico, inteligencia, espionaje o agitación, motivaciones desplegadas por otros viajeros en estadios históricos precedentes, como en los grandes estados teocráticos o las formaciones imperiales de la antigüedad. El viaje en ciertos grupos sociales de Occidente, las capas altas que lo podían realizar por placer o deber, tuvo otras connotaciones. Podía ser la vía de conocimiento del mundo y de sí mismo, que ayuda a la madurez y crecimiento personal: posibilidad de estar en contacto con realidades exóticas que templan el carácter y abren las perspectivas del mundo y de la vida. Tal tradición se ha rastreado desde las peregrinaciones religiosas del Renacimiento con destino sobre todo a Roma que posteriormente se sustituyeron por viajes de estudio a “las fuentes del arte y la cultura occidental”. Desde el siglo XVI viajar fue parte esencial de la educación para las Cortes y la administración del Estado, así como actividad académica en pos de bibliotecas, acervos valiosos y personales contactos con otros estudiosos. Las luces de la Ilustración y la pasión propia de Romanticismo tiñeron a los viajes de variadas y complejas motivaciones, entre las que estaban visitar el mundo clásico así como al “hombre natural” o buen salvaje, herencias roussonianas que influyeron en la percepción y representación de los aborígenes americanos en el siglo XIX. Las inquisiciones filosóficas subjetivistas -muy valoradas por el Romanticismotambién fueron motivación para emprender el grand tour decimonónico. J.W. Goethe por ejemplo escribió al final del siglo XVIII en su libro Viaje a Italia: “Hago este viaje maravilloso no para dejarme fascinar, sino para conocerme a través de los objetos.”(Diener,

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1996:82) El viaje se consideró una experiencia vital para quien lo realiza y para quien lo recrea al leerlo. Lord Byron, poeta trashumante y combatiente por la libertad de Grecia, simbolizó al héroe romántico en la Inglaterra que ampliaba aceleradamente su enorme imperio colonial. Una de las vertientes de la pasión romántica fue el nacionalismo, movimiento que encendió a muchos pueblos para constituir las naciones-Estado del siglo XIX. La centuria se caracterizó también por el descubrimiento y coloniaje de muchos territorios al dominio europeo: es decir la formación de imperios, para los cuales saber es poder. El imperialismo europeo se diferenció de sus predecesores en dos aspectos: su extensión y legado. En el año 1800 los europeos ocupaban o controlaban el 35% de la superficie terrestre; en 1878 esta cifra había aumentado al 67% y el 1914 un 84% de la superficie era de dominio europeo.(Headrick, 1998:9) Al tiempo que se ensanchó el dominio territorial, se amplió el conocimiento que el hombre tuvo de sí mismo y de los otros. En la segunda mitad del siglo se crearon en las capitales imperiales las sociedades de Etnología, definida ésta a fines del siglo XVIII en que nació, como “la historia del progreso de los pueblos hacia la civilización”. En tales desarrollos científicos la labor de los viajeros era capital, por lo que la pionera Societé Ethnologique de París -fundada en 1839- publicó L’Instruction Générale aux Voyageurs. Después de la parisina se fundó la de Estados Unidos seguida por la inglesa Etnological Society, quien publicó también una guía de trabajo de campo, en cierto sentido similar a las indicaciones a viajeros. La sociedad alemana se creó hasta 1869. (Gutiérrez Haces, 1996) Los viajeros se consideraron adelantados de sus Estados imperiales que se apoderaron de los continentes asiático, africano y americano. Tal expansión imperial fue producto de tres factores enlazados que impulsaron a los individuos a viajar a tierras ignotas: la visión comercial, el fervor misionero protestante, así como la curiosidad elevada al rango de investigación científica, subvencionada por una burguesía enriquecida que apoyó las numerosas sociedades científicas. Apuntaremos solo algunos ejemplos para ilustrar lo anterior: los viajes de Sir Richard Burton a Africa y América fueron financiados en parte por la Corona Inglesa y algunas sociedades de exploración, como la Royal Geographic Society y National Geographic Society. El explorador y misionero David Livingstone pudo internarse al Continente negro hacia la mitad del siglo gracias a la quinina (que no se usaba anteriormente lo que costó la vida a tripulaciones enteras) abriendo sendas de comercio y explotación al capital y fervor inglés. Las espectaculares excavaciones de Carter en Egipto (mucho después de las campañas napoleónicas que tanto favorecieron al estudioso Champollion ) que sacaron a la luz la momia y riquezas de Tutankamón, recibieron financiamiento de sociedades científicas londinenses así como de recursos particulares de los exploradores. La pasión del viajero-escritor o pintor tuvo correspondencia con la de su público. Por medio de museos o espectáculos populares, así como libros ilustrados y estampas, los lectores -espectadores conocieron (con esa mediación) un mundo que de repente se ampliaba. Llevar a dicho público textos e imágenes de lejanos, ignotos y exóticos lugares requirió el desarrollo de recursos técnicos como la litografía, la prensa rotativa y posteriormente la fotografía; con

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la mecanización se aumentó, eficientó y abarató la producción de tales bienes culturales, lo que tuvo el importante efecto de ampliar el sentido de mundo. En el siglo XIX existió una curiosidad popular que podemos llamar protocientífica, dentro de la cual ya ubicamos el gusto en conocer países y culturas distantes, sea de manera directa mediante los viajes, como indirecta leyendo u observando el relato de éstos. También expresaba ello el interés por los avances científicos presentados como atracciones populares. Parte de ese movimiento de ideas explica por qué en los albores de la centuria la demanda fuera tan alta que agotara las ediciones del Ensayo Político sobre el reino de la Nueva España de Alexander von Humboldt. El libro no era estrictamente literario ni hecho para el gusto popular, sino un ensayo científico de cierta complejidad de la colonia más rica del imperio hispano, en los años en que ésta iniciaba su independencia. 3. El destino de viaje mexicano Relatos de viajeros, libros de estampas y tipos populares fueron contribución importante al conocimiento de México en el Occidente europeo. Publicitaron -quizá con demasiado optimismo- las riquezas y posibilidades que el mismo ofrecía a inversores, artistas, científicos y visitantes en general que le recorrieron en esa centuria aventurera. El estudio de esos viajeros decimonónicos debe iniciar con sus predecesores del siglo XVI. Los conquistadores hispanos fueron los primeros viajeros que dejaron testimonio de las novedades americanas en las Crónicas, con las que los lectores europeos conocieron el Mundo Nuevo. Estas representaciones primeras del siglo XVI, fruto de la Conquista y fascinante conocimiento de las realidades americanas tan extrañas a la mirada hispanica y europea en general, tuvieron una continuidad digamos textual / genérica en el siglo XVIII, cuando el absolutismo ilustrado Borbón envió a las colonias algunas expediciones científicas que reconocieron el Continente bajo la luz de la razón y precoz ciencia dieciochesca. Los viajeros naturalistas de las expediciones del siglo XVIII, alcanzaron el summun con Alexander von Humboldt, viajero por antonomasia cuyo gran periplo fue una de las empresas científicas más célebres que un solo estudioso haya realizado y financiado. Sus numerosas obras fueron ampliamente conocidas en los círculos intelectuales y políticos europeos del siglo XIX, conjunto amplio del que destaca el Ensayo Político sobre el reino de la Nueva España, referente obligado para todos los viajeros que llegaron a México en el siglo XIX. Este conjunto amplio viajeros fue antecedente de los viajeros decimonónicos. Dadala gran cantidad de visitantes que llegaron a México en tal centuria, hemos realizado una clasificación y selección de los mismos en base a las diversas funciones y naturalezas que jugaron en la conformación política y económica del país y de las relaciones de éste con las potencias que anhelaban el papel de socio comercial o nación más favorecida: Inglaterra y Estados Unidos principalmente. 4. Definición del género ¿Qué características tienen los relatos de viajeros del siglo XIX? Dar constancia de un tránsito por lugares, situaciones y personas que representan novedad y sorpresa para quien relata. Los textos generalmente se elaboran en primera persona, manifestando el particular juicio y opinión respecto a dichas novedades. El tránsito o viaje (relativamente breve) se 498

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reconstruye al recordarlo, una vez que el viajero ha regresado al punto de origen, mismo que como referente está presente al elaborar o narrar su testimonio. Con esta perspectiva orientadora la narración adquiere determinadas formas comunicativas. Los viajeros llegaron a México principalmente por el puerto de Veracruz o por Acapulco. Visitaron la zona central del país, teniendo como puntos de interés las zonas mineras de centro-occidente y la ciudad de México. Compartieron tópicos y temas de observación, ademas de las típicas preocupaciones de viaje: los caminos, posadas, alimentos, climas y tiempos de traslado. Los viajeros observaron, comentaron y juzgaron muchos ámbitos de la vida mexicana, tanto en el pasado histórico como en el presente que conocieron. En obras que calificamos de integrales (por tratar de problemáticas diversas al mismo tiempo) aludieron diversos asuntos, como gastronomía nativa, religiosidad popular o la vagancia de los léperos, etc. En general la recepción de esas obras fue calurosa, y así los lectores extranjeros conocieron (si haberlo visitado) el México descrito por los viajeros. Las obras de viaje se publicaron primero en sus lugares de origen y solo después fueron conocidos por los lectores mexicanos, que leyeron esas obras de forma harto diferente por el conocimiento y compromiso que tenían con el objeto de la narración: México en constitución como nación autónoma . Algunos de esos lectores mexicanos fueron actores políticos que lucharon militar e ideológicamente por un proyecto de nación moderna. En la construcción del proyecto nacional por la generación de liberales referentes importantes fueron las obras de los viajeros, que habían descrito a México desde la lejanía del espectador y la distancia de la extrañeza. Esa ‘distancia’ no puede tomarse como una virtud que permite conocer más “objetivamente” las realidades sociopolíticas mexicanas que explicaron, sino como perteneciente a otro marco de significación ideológica desde el cual se conoce y hace conocer a México. 5. Diversas miradas de los viajeros en México Los viajeros que llegaron al México decimonónico provenían de países diferentes. Si les vemos en conjunto, observamos que en su mayoría eran procedentes del orbe sajón, especialmente de Inglaterra y Estados Unidos, preeminencia que no evitó que llegaran viajeros procedentes de otros sitios, como de los viejos imperios coloniales a los que el Reino Unido se impuso después de las Guerras Napoleónicas. Comerciantes, mineros, diplomáticos, artistas, militares, ex-combatientes, etc., arribaron a México después de 1821, en que la relativa pacificación del país permitió a los viajeros europeos conocer el México misterioso y exótico. En ese periodo histórico de búsqueda de reconocimiento internacional al país recién creado, se establecieron acciones importantes de política exterior, como el inicio de relaciones diplomáticas de México con Inglaterra, Estados Unidos y España, lugares de donde provinieron la mayoría de los viajeros destinados a suelo mexicano. De la mitad del siglo hasta 1876, se atenuó la presencia sajona, cobrando importancia la gala o austríaca, sobre todo cuando se impuso el imperio de Maximiliano.

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¿Quienes fueron? ¿Cuales eran sus oficios? ¿Qué vinieron a hacer al país?. Tomados en conjunto seríamos presa fácil de la diversidad y complejidad de sus rasgos psicológicos personales. Ordenados de acuerdo a sus perfiles de interés más notable, podríamos organizar sus apreciaciones dependiendo de si fueron: 1. diplomáticos, militares y gente de Estado 2. hombres de negocios, comerciantes y banqueros 3. naturalistas 4. artistas. Sus obras utilizan las vías textual e icónica para mostrar sus objetos de interés (plantas, animales y seres humanos. Monumentos, fiestas, trajes típicos, etc.). Tienen carácter integral, porque en su mayoría tratan asuntos de índole varia, como disquisiciones artísticas, teológicas o económicas, al lado de descripciones sobre usos alimenticios, fauna exótica, plantas medicinales, el clima y su efecto sobre la salud o industria, etc. Sobre tales similitudes destacan las particularidades personales, algunas de las cuales abordaremos adelante. 6. Militares y diplomáticos Como se ha dejado constancia, la naciente república mexicana fue objeto de intereses políticos y económicos de los países poderosos, que desde la década de 1820 se acercaron al país para realizar tratos comerciales, anexiones políticas, etc. México, desde su frágil posición, se relacionó ambiguamente con tales países del orbe occidental. Los países colonialistas que dominaron el siglo XVIII, España y Francia, se enfrascaron en conflictos con su rival en ascenso, Inglaterra, por la dominación en Europa y en los entornos coloniales de América, Asia y Africa. La superioridad naval inglesa y la revolución industrial le dieron al Reino Unido preeminente papel en el siglo XIX, rivalizando con los Estados Unidos en la búsqueda de dominio sobre los territorios americanos. Ampliando la perspectiva de la mirada histórica vemos el desarrollo mexicano en la doble contradicción de su constitución y fortalecimiento interno y sus relaciones externas, en juegos de fuerza que modelaron un sistema-mundo comandado por Inglaterra. La relación entre naciones puede tener sesgo pacifico, diplomático, violento, militar... En el caso de la relación de México con su ex metrópoli, España, la primera vía fue la militar, sin resultados favorables para ésta. La independencia de la rica colonia no se aceptó de buen grado. Debieron pasar algunos años para que las relaciones entre ambos países en términos igualitarios pudieran establecerse, aunque solo fuera formalmente. Ello se hizo hacia 1839, cuando se mandó a Angel Calderón de la Barca como ministro plenipotenciario de España a México. Si bien el ministro español no dejó escrito algún relato de viajero, si lo hizo su esposa, Frances Erskine, autora de la obra más famosa y conocida del género. La Vida en México durante una residencia de dos años en ese país, recopilación de cartas que Madame Calderón de la Barca envió a corresponsal europeo, que posteriormente se reunieron en un volumen. El libro fue publicado en Inglaterra en 1843 por recomendación de un norteamericano estudioso del pasado colonial mexicano: William Prescott. El principal mérito de la obra es el tono intimista que la autora emplea en la descripción de tipos y caracteres mexicanos. En tanto perteneciente al circulo diplomático, tuvo relación con las familias encumbradas del México de 1840, conociendo de cerca el modo de vida de la élite, y de forma más alejada a las clases populares que observaba tras la lente de su refinada educación. Como 500

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muchos otros viajeros, Fanny contrastó frecuentemente sus observaciones mexicanas con lo conocido de las realidades norteamericanas y europeas. El testimonio de Madame en algunos casos es poco favorable a los mexicanos; algunas de sus prácticas son contrarias a la autora (por razones que ella explica ampliamente) por lo cual la crítica en ocasiones ha sido poco favorable a su obra. En otro sentido, su mérito es el amplio conocimiento de los personajes importantes del periodo con los que trabó relación directa, y la descripción de tipos y lugares completada con la apreciación personal de los mismos. Mientras escribo, un horrible lépero me está viendo de reojo, a través de la ventana, recitando una interminable y extraña quejumbre, al mismo tiempo que extiende su mano con solo dos dedos largos: los otros tres han de estar probablemente atados con disimulo.“Señorita, señorita, por el amor de la Santísima Trinidad, por el amor de la purísima sangre de Cristo, por la milagrosa Concepción...”. ¡El infeliz!. (1997:46) La Vida en México atiende a los ritmos, colores y formas de la vida cotidiana mexicana. Explica asuntos de política interna de manera que puedan ser entendidos por legos en la historia mexicana. En ello radica la buena recepción de la obra hasta los tiempos presentes. Atención similar a los ambientes y personas le merece el paisaje del Valle, al que frecuentemente iba en paseos y exploraciones con otras amigas. Recordemos que este motivo fue tratado ampliamente por los viajeros expedicionarios dieciochescos, y seguiría presente en sus continuadores del siglo XIX. La obra de Fanny Calderón ha sido ampliamente citada por la historiografía mexicana y norteamericana para aludir al periodo histórico signado por Antonio López de Santa Anna. Es uno de los pocos testimonios escritos por mujeres, junto a la obra de la condesa Paula Kolonitz, que arribó a México décadas después. Kolonitz escribió Un viaje a México en 1864, obra que se publicó en Viena en 1867 y un año después en Florencia. Paula Kolonitz llegó a México como parte del séquito de Carlota Amalia y Maximiliano, y permaneció en el país aproximadamente seis meses, a raíz de los cuales escribió su texto. El estilo del mismo es representativo del romanticismo, que reconoce preeminente sitio a la sensibilidad del sujeto en las situaciones u objetos con los cuales se relaciona y narra. Un carácter importante es la relación de tal sensibilidad con la naturaleza que le rodea, cuyos ritmos y modos están en relación directa con tales sensaciones y sentimientos. El 14 de abril de 1864 era el día ansiosamente esperado de nuestra partida. El sol lo saludaba con sus rayos ardientísimos. No había nubes en el cielo. Con el corazón conmovido me acerqué a la ventana mirando al mar, de cuya discreción era necesario fiarse. Estaba agitado. Un viento ligero rizaba las olas que, más impacientes que nunca, irrumpían contra las rocas sobre las cuales se levantaba Miramar. ¡Oh! Cuantas veces había yo asistido a aquel espectáculo, ya absorta y en extática admiración, ya apresurada y ansiosa. (1976:9)

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Si ello atañe al modo en que está escrita la obra, los objetos temáticos, paisajes, personas y ambientes mexicanos son descritos para mostrar la baja estatura moral de los mexicanos, que como pueblo latino eran inferiores a los austriacos, que se consideraban el summum moral de centroeuropa. Debemos recordar que los Habsburgo austríacos gobernaron en gran parte de las monarquías europeas, incluida la española en los siglos XVI y XVII. Acabado el capítulo femenino, con las obras de Madame Calderón y la Condesa Kolonitz, regresemos con las otras representaciones diplomáticas con las que México trabó relación a los pocos años de liberarse de España. La relación con las dos potencias en pugna, una asentada y otra en consolidación, significó para el país grave descalabro al que aludiremos por medio de las expresiones escritas que dejaron los viajeros diplomáticos. Comencemos con el personero de los Estados Unidos. Joel R. Poinsett viajó en 1810 a Sudamérica, como representante extraoficial de las ambiciones anexionistas del vecino país, que se concretarían en la famosa Doctrina Monroe. Fue enviado por el presidente James Madison a recabar información sobre la potencialidad económica de los paises sudamericanos en vías de liberarse de España; asi llegó a Argentina y luego a Chile, topándose allí con intereses ingleses que también buscaban posicionarse. Retornó a su país donde desarrolló carrera política, después de la cual fue enviado a México. En su primera visita de 1822 Poinsett llegó como agente especial que buscaba ampliar las fronteras estadounidenses a expensas del territorio nacional, empresa fallida pues las negociaciones con Agustín de Iturbide no avanzaron. Otra encomienda que sí concluyó con éxito fue tramitar la devolución de capitales norteamericanos tomados por el emperador Agustín I. El segundo arribo en 1825 lo hizo en calidad de ministro plenipotenciario, enviado para gestionar con el gobierno mexicano la compra de Texas por quince millones de pesos. No logró realizar la transacción, pero pudo percibir que Texas se desprendería fácilmente de México. En su permanencia en la capital, Poinsett se dedicó a observar la política nacional en relación con los intereses norteamericanos. Apoyó cercanamente la creación de la logia masónica del rito de York, que funcionaría como partido político americano, contrario a la antigua agrupación masónica de rito escocés, que concentraba sobre todo a españoles, de filiación centralista y “europeizante”. El interés norteamericano en que México adoptara una constitución federal, para el ministro se convirtió en divisa política que le llevó a interferir en asuntos de política domestica. Las labores de agitación e intervencionismo de Poinsett operativizaron el interés de Estados Unidos de asegurar la permanencia de hombres proclives a ese país en los círculos de poder mexicanos, que le favorecieran en tratos comerciales y concesiones políticas. Poinsett escribió el relato de viajeros Notas sobre México en 1824, que de forma similar a lo ocurrido con las cartas de Madame Calderón de la Barca eran epístolas no destinadas originalmente a publicación. En ellas se plasma la visión de las realidades mexicanas tanto en el momento en que Poinsett las conoció, como en perspectiva histórica; en éste -como en muchos otros asuntos- se apoya en Humboldt, frente a la cual se siente abochornado: Cuando consulto las obras de este hombre extraordinario me siento inclinado a abandonar mi diario. Ha visto más de este país y lo ha descrito mejor de lo que

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pueda esperar hacerlo algún otro, y no ha dejado casi nada para el viajero en el futuro, que no sea el relato de sus propias aventuras y la narración de sus propias sensaciones e impresiones. Además de descripciones históricas, costumbristas, climatológicas y botánicas, en Notas sobre México Poinsett plasma valoraciones éticas y políticas sobre el país, sus gobernantes, las formas políticas y constitucionales. El marco ideológico desde donde ellas se realizan en un puritanismo protestante que considera el catolicismo americano plagado de innumerables vicios y baja estatura moral. Adicionalmente, la forma de gobierno centralista que México había mantenido desde los tiempos coloniales, era considerada por él causa de muchos “males sociales” y contraria al federalismo norteamericano. Poinsett buscó extender hacia el suroeste las fronteras de Estados Unidos, para lo cual debía promover la filiación y simpatía de mexicanos hacia Norteamérica y sus formas políticas, lo que de inicio no fue posible por la frialdad con que recibió sus intenciones Agustín de Iturbide. El Emperador estaba en su gabinete y nos acogió con suma cortesía. Con él estaban dos de sus favoritos. Nos sentamos todos y conversó con nosotros durante media hora, de modo llano y condescendiente, aprovechando la ocasión para elogiar a los Estados Unidos, asi como a nuestras instituciones, y para deplorar que no fueran idóneas para las circunstancias de su país. Modestamente insinuó que había cedido, contra su voluntad, a los deseos de su pueblo y que se había visto obligado a permitir que se colocara la corona sobre sus sienes para impedir el desgobierno y la anarquía. Tal declaración de principios de Iturbide, tan alejados de los del ministro que se consideraba poseedor de la mejor verdad para llevar a México por los caminos de “la civilización y progreso”, irritó a Poinsett. Le impulsó a realizar un campaña entre los contrarios a Iturbide, labor realizadas al abrigo de la logia masónica del rito de York donde se publicitaban las “bondades” del vecino país. En general la orientación del ministro es la búsqueda del beneficio de Estados Unidos con el establecimiento de una “adecuada” relación política, estratégica y comercial con México. A este último efecto Notas sobre México presenta datos útiles para los comerciantes que busquen incursionar en el mercado mexicano, relativos a las formas y tamaños de los productos apreciados por los consumidores, el monto de aranceles y gastos de transportación. La minería y la producción metalúrgica también se encuentran descritas en el libro, con similar intención practica de orientar a posibles inversores en tal rama. Los ministros de ambos paises que coincidieron en México en 1825, realizaran labores para posicionarse. El campo de batalla fue la masonería apoyada la del rito escocés por los británicos y la yorkina por los norteamericanos. La intromisión de ambas potencias en los asuntos internos del país por la vía de las logias masónicas, que reunía los personajes cimeros de la política y economía mexicanas, provocó problemas a raíz de los cuales Poinsett fue expulsado del territorio nacional.

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El enviado de Gran Bretaña a México fue Henry George Ward, que llegó al país por primera vez en 1823 y posteriormente en 1825. Su primer visita tuvo como propósito estudiar las condiciones políticas con el fin de establecer relaciones económicas: negociar un Tratado de Amistad, Comercio y Navegación entre los dos países. Dos años después tornó a México como ministro plenipotenciario, encargado de los intereses de Su Majestad en México. Su misión era investigar las condiciones de la infraestructura nacional para el desarrollo de actividades productivas, entre las que destacaba la minería, de la que se le pidió incluso tasar la producción de plata, para entusiasmar más a los posibles inversores británicos en México. Ward escribió la obra, México en 1827 como resultado de su visita al ignoto país que recorrió en compañía de su familia; ello se manifiesta en su texto y en los dibujos que trazó su esposa, Emily Elizabeth Ward. Consciente de la importancia y novedad de su misión, apunta en la parte inicial de su obra: Habíamos atravesado un país visitado hasta entonces por muy pocos de nuestros compatriotas, y en el cual, a pesar de sus pocas bellezas, había muchas novedades que atrajeron nuestra atención, y habíamos recibido a cada paso las pruebas más inequívocas de que la comisión que se nos había encomendado era vista con muy buenos ojos por la gran masa de los habitantes. Muchos de ellos llamaban a este principio de un intercambio menos restringido con Europa “el segundo descubrimiento del Nuevo Mundo”, y realmente eso era para nosotros, ya que en los tres últimos años obtuvimos más información respecto a América y mayor visión de las capacidades del país y de las carácter de sus habitantes, que las conseguidas durante los tres siglos precedentes. El texto abunda en detalles sobre el estado de los caminos, distancias y características de las principales poblaciones, manera de acceder a ellas, etc. Como en todo relato de viajero, detalla minuciosamente los tiempos y modos del viaje, los recursos con que cuentan las provincias que se recorren asi como las vituallas que deben llevar. Ward hace varias sugerencias sobre productos necesarios y formas de viajar a lomo de mula, la única transportación de carga de esos años. Además de asuntos mineros, geográficos y geológicos, el inglés estudió la agricultura, comercio, hacienda y guerra, asi como el ‘estado actual’ que el país guardaba en 1827. De forma similar a como hicieron Humboldt, Poinsett y otros viajeros, incorpora información histórica que otorga perspectiva a sus lectores, sobre todo cuando habla de la ciudad de México, su construcción lacustre y su ubicación en el Altiplano Central. Las fuentes de que se sirve son las obras de Humboldt y el Cuadro Histórico de Carlos Ma. de Bustamante asi como materiales técnicos de autores mineros especializados. Los recorridos del ministro inglés se limitaron a la parte central del país, siguiendo un derrotero marcado por las ubicaciones de las principales minas, vetas y beneficios mineros. Por ende, lo que más desarrolló Ward en su obra fue la minería, dando información a ingleses para que inviertan en México, donde ya se encontraban alemanes haciendo negocios. Su información pretende orientar adecuadamente respecto a los montos necesarios para obtener determinados beneficios; es muestra fehaciente del valor que la información del viajero

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ilustrado supone para sus contemporáneos, y en extenso para los intereses económicos de su país, el Reino Unido. Las labores de ambos ministros contribuyeron a agudizar los conflictos entre los mexicanos americanos o europeizantes: entre yorkinos o escoceses. Ahondaron en suma las diferencias entre facciones y contribuyeron a la formación de cierta cultura política. Si bien ambos realizaron labores de agitación, la desmesura y vehemencia del ministro norteamericano contribuyeron a su repudio, no siendo asi el caso del inglés. No obstante la expulsión, las filiaciones pro-norteamericanas de las clases políticas mexicanas, basadas en acrimonias heredadas de la Colonia contra los españoles, estaban firmemente plantadas en suelo mexicano, y contribuirían a definir desde su origen, algunos defectos del partido liberal mexicano, manifiestos hacia la segunda mitad del siglo XIX. 7. Comerciantes y empresarios Otro grupo de viajeros fueron aquellos que arribaron al país para hacer negocios, sobre todo en el comercio así como en instalaciones de factorías, minas u otro tipo de explotaciones. La obra que dejaron es tangencial a ese tipo de labores. En este apartado consideramos emblemática la obra de William Bullock, un personaje excepcional entre las excepciones que constituyen cada uno de los viajeros en México. Antes de visitar nuestro país ya lo animaba el gusto por las exoticidades que el mundo entonces conocía, provenientes de lugares extraños, como la Polinesia o Egipto... Había fundado en el paradigmático puerto de Liverpool un museo con objetos que el marino James Cook le obsequió de sus viajes por el Pacífico. Con tales objetos de arte, armaduras y espécimenes de historia natural, montó un museo que mudó luego a Londres. La ciudad, el centro del Imperio más grande del siglo XIX, tenía afición por las antigüedades y exoticidades del mundo, como las egipcias o mexicanas, las cuales se comparaban con frecuencia. Siendo exitosa su exhibición la subastó y con el financiamiento de un grupo de inversores, se embarcó a América. Su viaje a México tenía la función de inquirir las posibilidades de expansión que allí se le ofrecía. Además de visitar los sitios mineros, se naturalizó mexicano para poder adquirir una mina, para cuya explotación regresó un año después. En esa primera estancia conoció sitios arqueológicos como Teotihuacán y Cholula, y colectó objetos de varía índole: minerales, animales y plantas disecadas, objetos arqueológicos (en original y reproducción), todo lo cual mostró en dos exhibiciones que sobre el México antiguo y moderno montó en Londres. Estas se presentaron en Panoramas, que eran vistas pintadas en el interior de un cilindro hueco, en cuyo centro había una plataforma donde se sentaban los espectadores, cubierta para que no entrase la luz cenital. De esa manera se podía reproducir (lo más fielmente posible para los medios de entonces) el ambiente de la ciudad de México en su bello entorno lacustre; tener idea de su distribución arquitectónica y urbanística, todo lo cual rebasaba la representación pictórica en caballete. Los dos Panoramas de México presentaron uno la ciudad antigua y el otro la decimonónica. Dichas exhibiciones y Panoramas fueron muy bien recibidas por el publico inglés que admiró con especial interés las reproducciones del calendario azteca, la Coatlicue, la piedra de Tizoc, asi como códices, pinturas y amates. Tal y como hizo antes de pisar tierras mexicanas,

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Bullock cerró la muestra y retornó a México a explotar su mina, en compañía de su familia y de un grupo de mineros irlandeses; la expedición, financiada por The Mexican Mane Mining Company fue un fracaso al no obtener productos, a raíz de lo cual Bullock se trasladó a los Estados Unidos, se cree que prácticamente huyendo de los socios ingleses. 8.Naturalistas Los viajeros naturalistas fueron herederos directos de sus contrapartes ilustradas que formaron las expediciones científicas. Dentro del desarrollo y búsqueda de las ciencias naturales (geología, química, física, biología, etc.) muchos científicos visitaron América y en particular México, para inquirir en sus formaciones geológicas, sus especies animales y vegetales: en general en su exuberante y exótica naturaleza, ensayando explicaciones y causalidades que se enlazarían con muchas más para formar los grandes cuerpos teóricos desarrollados y afinados en la parte final de la centuria. La naturaleza era el objeto de interés, así como también las sociedades indígenas americanas, ello tratado de manera más compleja que la observación y registro de plantas o animales. Debemos considerar que en el desarrollo de la ciencia occidental, las ciencias sociales nacieron posteriormente a las que en genérico llamamos naturales. Por ello es más sencillo hablar de las primeras indagatorias geológicas o botánicas que de las antropológicas o etnológicas en los primeros años de siglo XIX mexicano. Aquellas las podemos datar desde la segunda mitad del siglo XVIII, realizadas de manera diferente por los expedicionarios europeos y por los intelectuales criollos jesuitas. Las reflexiones de corte social fueron más tardías y provenientes de manera directa de la escolástica. La reflexión sobre el origen o tipología de los indígenas americanos permeó la obra de los naturalistas decimonónicos, desarrollada en dos vías: textual e icónica. Ambas expresiones fueron utilizadas por otros tipos de viajeros, pero en los naturalistas ello tuvo una perspectiva pre-científica, de explicar y tipificar formas de vida distintas a las conocidas por los europeos. Los estudios sobre los americanos, unidos a los de aborígenes asiáticos, africanos y del Pacífico, influirían fuertemente en el nacimiento de la reflexión social con estatuto científico. Ese largo desarrollo culminaría en los años finales del siglo XIX, que nacieron la Sociología y Antropología. El primero y más célebre de los naturalistas o pre-científicos, fue Alexander von Humboldt, cuya influencia si bien fue general sobre todos los viajeros decimonónicos, en algunos de ellos exhibió un vínculo más directo, como fue en los casos de Karl Nebel y de Johann Moritz Rugendas. La vida de éste último ilustra con precisión el nacimiento de los viajeros profesionales decimonónicos. Rugendas se embarcó a América como ilustrador científico de la expedición a Brasil que el naturalista alemán Georg H. von Langsdorff hizo con patrocinio ruso, como parte del expansionismo colonial que buscaba nuevas áreas de explotación y coloniaje. En desacuerdo con su deber de registrar con su arte todo lo que el jefe de la empresa señalara como relevante, tanto sus concepciones artísticas como políticas le hicieron apartarse y seguir por su cuenta. Viva expresión del romanticismo, valoraba su sensibilidad y subjetividad en la relación con la naturaleza a representar, de la misma forma

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que se acercaba a las realidades sociales, queriendo participar en los movimientos emancipadores que agitaban la América de entonces. Rugendas se estableció en México de 1831 a 1834, después de su recorrido brasileño a raíz del cual publicó Viaje pintoresco en Brasil (1827). Posteriormente editó en colaboración con Karl Christian Sartorius la obra México. Paisajes y bosquejos populares, publicada en Berlín en 1855, y cinco años después en Londres y Nueva York. La obra consto de 18 estampas de escenas costumbristas y paisajes mexicanos, trazadas por Rugendas y comentadas por Sartorius, otro ilustre viajero germano que por su larga permanecía de 25 años en el país, tenía la capacidad de volcar en sus descripciones el perfil moral del país; asi vinculaba los lugares físicos con los tipos humanos que en él se sitúan. La relación entre laminas y descripción es certera y contribuye a mostrar la diferencias entre las ciudades y campos mexicanos y sus disímiles caracteres: rudeza, placidez e indolencia, contrastantes como lo eran el clima y la geografía de las diversas regiones del país. Otro punto de interés de estos viajeros fueron las delimitaciones geográficas y la cartografía, a la que contribuyeron significativamente los militares. De evidente necesidad y utilidad político- económica es el conocimiento del territorio, que se iba reconociendo mediante los saberes e instrumentos desarrollados para el Ejército. Un ejemplo de ello fueron los servicios de cartógrafo y estratega prestados por el alemán Eduard Harkort a Santa Anna en 1830. Los ricos yacimientos argentíferos mexicanos motivaron la descripción y exploración de minas, labor a la que llegaron numerosos ingenieros, dibujantes y grabadores. Nueva España había sido la principal productora de plata del mundo, e inversores ingleses y norteamericanos se apresuraron a llegar al país en la década de 1820 para beneficiarse con la laxa legislación mexicana sobre minas. Los profesionales que llegaban para investigación y exploración de minas en los amplios distritos mineros aledaños a la ciudad de México, dejaron testimonio gráfico y escrito de asuntos geológicos y mineralógicos, pero algunos de ellos extendieron su curiosidad hacia otros asuntos como las costumbres o antigüedades mexicanas. Uno de los viajeros más polémicos y conocidos que transitó esa vía fue Juan Federico Maximiliano, barón de Waldeck. Nació en Austria en 1766 y se nacionalizó francés. Corrió numerosas aventuras en Europa y Africa y en 1824 llegó a México contratado por la Compañía Inglesa de Minas de Tlalpujahua. Por doce años exploró México como naturalista y arqueólogo, especialmente la península de Yucatán, siendo el primer extranjero que publicitó las zonas mayas en Europa. Arqueólogo de vocación -que no de instrucción- se propuso examinar y copiar la mayor cantidad de figuras mayas de estelas y edificios, lo cual hizo sin reproducir fielmente, sino creando figuras anamórficas. John L. Stephens, que años después hiciera grabados de los mismos sitios, declaró que no había sido un “dibujante arquitectural”. Sus descripciones del pasado maya y del presente mestizo de Yucatán fueron agriamente criticadas por la intelectualidad yucateca de entonces, que se sintió sumamente ofendida por las apreciaciones socio-políticas y religiosas de Waldeck. Algunos artículos de periódico señalaron los “embustes y desaciertos” que plagaban su obra, donde se llamaba a los yucatecos “bárbaros, cobardes, inmorales y cuanto su mal corazón le dicta”. Las exploraciones del francés por tierras mayas le señalaron como espía y emisario de su gobierno, razón por la cual fue vigilado por las autoridades mexicanas. Se le imputaron

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responsabilidades en los conflictos mexico-franceses, de las cuales se mofó diciendo que México no tenía razones para ser ambicionado por algún otro país. En verdad se necesita que los jefes de la República posean un orgullo bien robusto, para creer que la potencias europeas sostengan cerca de ellos con grandes gastos a agentes secretos encargados de instruirlos de lo que pasa en México. Lo que deberían temer los supuestos hombres de Estado que gobiernan este desgraciado país, es que se conociese en otra parte la extensión de los vicios de la sociedad americana; pero desde este punto de vista, cada extranjero que viaja en América es un espía. Era la época en que Texas se escindió de México y la península yucateca había proclamado su independencia y vivía graves fraccionamientos políticos, entre los que se encontraban las asechanzas de potencias expansionistas. Por extraer del país información y objetos antiguos de la zona maya, Waldeck fue expulsado del país por Santa Anna en 1836, después de intensas actividades en suelo mexicano. 9. Artistas En la parte primera del siglo se desarrolló el movimiento romántico en Europa, de variadas expresiones artísticas y políticas nacionales. El romanticismo expresaba la vivacidad, arrojo y valentía apasionada frente al academicismo frío que había caracterizado a la corriente artística precedente, el neoclasicismo. Tenía además una expresión política que valoraba la pasión del individuo en la lucha y constitución de la nación, centro de identidad y significancia socio-política. El artista romántico (es) heredero de la tradición ilustrada del Absolutismo y, a la vez, un pionero que anhela aprender el mundo desde una perspectiva subjetiva. Su antecedente inmediato es el ilustrador científico que acompaña las expediciones a las más recónditas partes del mundo. Sin embargo, éste constituye también la figura que él se propone superar. El artista-viajero del romanticismo replantea su relación con las ciencias a partir de una perspectiva idealista e intuye que su aportación no es solo la de un ilustrador servil, sino la de alguien que es capaz de penetrar en la comprensión profunda del hombre y la naturaleza. Los artistas viajeros fueron plásticos en su totalidad. Dibujantes, pintores, grabadores y al final fotógrafos representaron muchos tipos de realidades mexicanas. Son el grupo más numeroso entre los cuatro que hemos señalado y ello obedece a que muchos de ellos eligieron la expresión artística además de la obra escrita. También se debe a que el recurso expresivo plástico de las realidades americanas, ya fuera una pirámide o una danza popular, era más dramático y accesible para todo el público (incluidos los analfabetos) que la representación textual, que supone un universo simbólico distinto. Los artistas desarrollaron tres grandes motivos pictóricos, mismos que a veces se entremezclaban, superponían o sucedían en un mismo tiempo o sujeto: el paisaje, la arqueología y el costumbrismo. El paisajismo como motivo pictórico estuvo ausente en la tradición artística precedente, que generalmente trabajó con motivos fictivos alegóricos

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(religiosos, míticos o históricos) en salón, ninguno plein air. Su incorporación a la Academia mexicana fue logro de profesores europeos de la Academia Nacional de San Carlos. El primero fue Pelegrín Clavé, director de dicho instituto, quien permaneció en México de 1846 a 1868. Él consideraba la pintura de paisajes al óleo como una mera práctica, lo que son sus bocetos Paisaje en Durango y Las cuevas de Cacahuamilpa, estudios personales que conforme a la época eran más ejercicios que obras autónomas y reconocidas. Consciente de la importancia de tal manifestación artística y buscando desarrollarla en la Academia mexicana, Clavé invitó al italiano Eugenio Landesio a dar clase de paisaje y perspectiva, lo que obligó a éste a realizar modificaciones en su practica pictórica, pues la topografía, luminosidad y colorido de México eran distintas a las de Europa. Los recorridos por el país le plantearon al maestro problemas técnicos a resolver, algunos de ellos propios de entornos determinados, como la ascensión al volcán Popocatépetl, cuya atmosfera y gran altura modificaban -según el artista- la percepción de los colores. Eugenio Landesio y su famoso discípulo, José Ma. Velasco se consideran iniciadores de la escuela de paisajismo mexicano. Además de tal motivo artístico, representaron vistas de haciendas y monumentos histórico-culturales, obras testimoniales además de meritorias artísticamente. El tercer maestro fue Claudio Linati, introductor en el país de la litografía, técnica con la que representó los trajes mexicanos. En 1828 editó en Bruselas Trajes civiles, religiosos y militares de México, obra que influyó en muchos viajeros posteriores a esa fecha. Linati llegó a México en 1826 a instancias del ministro Lucas Alamán, e instaló sus prensas de litografía en el Ministerio de Relaciones. La nueva técnica permitió la reproducción en color a menor costo que las reproducciones manuales al óleo. Tal abaratamiento e incipiente mecanización sería bien aprovechada por la prensa, que en este siglo creció sustantivamente, y permitiría desarrollar proyectos culturales y políticos a las burguesías nacionales. Un artista relevante en el recuento que venimos haciendo es el arquitecto Karl Nebel, estudioso germano muy cercano a Humboldt, quien escribió el “Prólogo” a su obra Viaje pintoresco y arqueológico sobre la parte más interesante de la república mexicana en los años transcurridos desde 1820 a 1834. La obra se compone, además, de un breve “Frontispicio” escrito por Nebel y láminas, la parte sustantiva; los temas de éstas son arqueológicas y de ciudades importantes, cada uno de ellos con veinte láminas. Diez son dedicadas a los trajes, tipos y costumbres. La intención de la obra es explícitamente declarada por su autor como divertimento, careciendo en absoluto de propósitos didácticos. Fue conocida rápidamente en Europa, amparada además por la firma tutelar de Humboldt. No parece necesario señalar la diferencia entre el carácter metódico y explicativo del naturalista germano y la carencia de pretensiones explicativas de su discipulo, quien también se ocupó de señalar que muchos de los interesados en las maravillas de América eran solamente curiosos, y que la lectura de obras científicas carecía de atractivo para ellos: ...apenas se empieza a leer una obra científica, cuando el cansancio de las denominaciones, demostraciones, observaciones y suposiciones o hipótesis hacer poner el libro a un lado sin haber concluido siquiera el primer capítulo. El mundo es como un niño: el que quiera ser escuchado de él, necesita darle gusto, divertirlo.

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El segundo motivo importante para muchos de los artistas trashumantes fueron los restos arqueológicos, o como entonces se les bautizó, las “antigüedades”. Además de la representación pionera de las mismas, muchos viajeros contribuyeron decisivamente en su descubrimiento. Son célebres los casos de la pareja exploradora de los mayas, John L. Stephens y Frederick Catherwood. El primero, norteamericano, era graduado de la Universidad de Columbia, y su compañero inglés, Catherwood, fue destacado arquitecto y artista. Juntos recorrieron más de 40 sitios mayas, la mayoría de los cuales eran desconocidos. De tal colaboración resultaron dos libros, cuyo mérito en la descripción de la vida en Centroamérica así como de edificios y estelas mayas es todavía reconocido: Incidents of Travel in Central America, Chiapas and Yucatan (1841) e Incidents of Travel in Yucatan (1843). En las representaciones arqueológicas y en las costumbristas -el tercer motivo- el artista interpreta el pasado prehispánico mexicano, así como su presente, desde una perspectiva decimonónica. En los textos ello se realiza con los recursos propios del género, y en la representación gráfica incorpora elementos y escenografías irreales, que el artista incluye sin existir en la realidad americana, misma que él interpreta, no retrata. Las elaboraciones etnográficas se unieron a las representaciones costumbristas manifestando el espíritu que animaba el desarrollo de las ciencias sociales -en genérico- en Europa. El historicismo herderiano -por ejemplo- llamó la atención a la vida cotidiana de los pueblos, ya no sólo a su exotismo o apariencia física. Desde las guerras napoleónicas, los trabajos de Herder impulsaron al conocimiento del pasado histórico y las tradiciones populares, como valiosos fundamentos de la nación. Ello inspiró las numerosas series de tipos populares (vendedores, músicos, etc.) con los que las burguesías nacionales ilustraron su idea de nación mexicana, fundada en sus pobladores más auténticamente mexicanos: los tipos populares, que a su vez eran los pobladores más pobres de campos y ciudades, que realizaban labores “típicas” y “pintorescas”. La atención a dichos tipos populares signó la obra de Daniel T. Egerton (1797-1842) quien visitó en dos ocasiones nuestro país; de 1830 a 1836 y en 1841, año en que aquí falleció. Su obra principal es Vistas de México (1840) que consta de 12 litografías con texto explicativo escrito por él mismo. En dichos textos Egerton señala los caracteres más importantes de cada ilustración, misma que centra la atención en el personaje representado, ubicado en un paisaje de cierta importancia. A diferencia de las primeras producciones eminentemente paisajísticas, en la obra de Egerton el paisaje es un marco que contribuye a realzar y completar el carácter de cada individuo retratado. El paso siguiente en la representación de la realidad social mexicana del siglo XIX, fue sacar a las personas de cualquier entorno paisajístico para representarles solas. Así nacieron las estampas de los “tipos populares”. Si observamos algunos de esos “tipos populares” no podemos dejar de ver su índole fictiva: de nuevo se interpreta y no retrata la fisonomía de los mexicanos del siglo XIX. Ello tuvo consecuencias en la formación de una idea de lo propio, lo autóctono, lo mexicano, elementos importantes en la conformación de la idea de nación, que las generaciones de

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liberales y conservadores mexicanos de la segunda mitad del siglo, elaborarían con alguna referencia a las construcciones culturales, políticas e ideológicas que los viajeros europeos decimonónicas formaron del México por ellos visto e interpretado y que en el siglo XX serían objeto de acusadas investigaciones entre las que destacan Carlos Fuentes, Octavio Paz, Martín Luis Guzmán, Roger Bartra, Guillermo Bonfil Batalla, etc., sin que por ello en la actualidad semejante complejidad se considere como agotada. Conclusiones El estudio de los relatos de viajeros decimononicos desde la perspectiva que se ha señalado, permite ubicar a tan relevantes testimonios historicos en un contexto historico problematizador, que asi contribuye a ampliar su significancia. Nos hace participes del fervor decimonónico que perfiló los actuales Estados modernos, así como las concepciones artísticas y científicas que posibilitaron (y limitaron) los desarrollo históricos del siglo XX. Tal energía vital, junto a la miseria y pobreza propias del siglo revolucionario, movilizó a europeos y mexicanos, en sus diferentes posibilidades, intereses y ritmos para conocerse a si mismos y a los otros. Para inquirir en el sentido con que se desenvolvía la vida orgánica y las sociedades humanas. Es el siglo que Charles Darwin conmocionó la ciencia decimonónica estableciendo la teoría de la evolución, contemporáneamente a las sendas construcciones teóricas que elaboraron Karl Marx, Emile Durkheim y Herbert Spencer para explicar las complejas dinámicas sociales de los Estados occidentales. Científicos, artistas, revolucionarios se vieron a si mismos y a las sociedades americanas buscando regularidades y sentidos definidos en la vida social como los que se establecían para la vida vegetal y animal. Tales búsquedas y hallazgos marcarían a las siguientes generaciones de científicos y filósofos que formaron colectivos tan relevantes para la historia del siglo XX como lo fueron la Escuela de Franfkfurt y la Escuela de los Annales, por no citar a otros pensadores influyentes que reflexionaron la modernidad y arcaísmo de las sociedades occidentales, naciones que enfrentaron el dramatismo de dos guerras mundiales que mostraron facetas de la humanidad hasta entonces desconocidas. La psicología y la psiquiatría de nuestros tiempos, que inquieren en la “interioridad” del sujeto social, definieron sus características actuales después de 1950, apenas un siglo después que los médicos decimonónicos establecieran la existencia y autonomía de la vida psíquica. En tan intensas búsquedas sociohistóricas del aventurero siglo XIX fueron parte importante los viajeros que dieron a conocer sociedades exóticas como la mexicana, la egipcia, la filipina... pero las sociedades que los viajeros conocieron y glosaron, frecuentemente lo hicieron demeritando o negando, concibiendo y publicitando tales realidades diferentes como inferiores, teniendo como parámetros de belleza, bondad y civilidad la pauta europea. Las construcciones de los viajeros europeos, además de hacer conocer las realidades coloniales a sus contemporáneos, se hicieron pautas de valoración, calificación y conocimiento para los grupos criollos, que en la América hispana se independizaron de España en las primeras décadas del siglo XIX. Intelectuales, políticos y activistas criollos que al construír su propia versión de la patria y de las realidades nacionales,

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lo hicieron "con ojos ajenos", los ojos de los viajeros europeos que les dieron existencia mediante su nominación. Ello puede concebirse como colonialidad de saber, que muchos intelectuales latinoamericanos siguen buscando, alabando o padeciendo en nuestro presente, cercano y distante del siglo XIX. De manera que el estudio de las significaciones sociopolíticas y culturales que edificaron los viajeros decimonónicos (como la ubicua presencia de Humboldt en la historiografía mexicana) hace necesario el analisis de la experiencia mexicana en relacion con sus caminates y viajeros extranjeros, en una perspectiva analítica de visión amplia. Bibliografía Connaughton, Brian F. 1994. “Prólogo” a Gage, Thomas, Nuevo reconocimiento de las Indias Occidentales, México. CONACULTA Cortés, Hernán. 1992. Cartas de relación. México, Editores mexicanos unidos Díaz del Castillo, Bernal. 1984. Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. La Habana, Casa de las Américas Diener, Pablo. 1996. “El perfil del artista viajero en el siglo XIX” en Viajeros europeos del siglo XIX en México. México, Casa de América - F.C.Banamex -Comisión Europea Aeroméxico Diener, Pablo. 1996 “La pintura de paisajes entre los artistas viajeros” en Viajeros europeos del siglo XIX en México. México, Casa de América - F.C.Banamex -Comisión Europea - Aeroméxico Estrada de Guerlero, Elena Isabel. 1996. “El tema anticuario en los pintores viajeros” en Viajeros europeos del siglo XIX en México. México, Casa de América - F.C.Banamex Comisión Europea - Aeroméxico Fuentes Mares, José. 1982. Poinsett. La gran intriga. Océano, México. Gage, Thomas. 1994. Nuevo reconocimiento de las Indias Occidentales,México, CONACULTA. Garcia Icazbalceta, Joaquin. 1943. Relaciones de varios viajeros ingleses a la ciudad de México y otros lugares de la Nueva España. Madrid, Porrúa Turanzas Gunn, D.Wayne. 1985. Escritores norteamericanos y británicos en México, México, SEP - FCE. Gutiérrez Haces, Juana. 1996. “Etnografia y costumbrismo en las imagenes de los viajeros” en Viajeros europeos del siglo XIX en México. México, Casa de América - F. C. Banamex - Comisión Europea - Aeroméxico Hale, Robert. 1988. El liberalismo mexicano en la época de Mora. México, Siglo XXI. Headrick, Daniel R. 1998. Los instrumentos del Imperio. Tecnología e imperialismo europeo en el siglo XIX. Barcelona, Altaya. 512

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El viaje en Joseph Conrad como suceso a la alteridad Juan Mauricio Renold

UNR

Abstract El presente trabajo tiene como objetivo relacionar y analizar ciertos aspectos de la novela corta de Joseph Conrad, El corazón de las tinieblas (1902), en base a las propuestas e indicaciones expuestas por Joseph-Marie Degérando en sus Consideraciones acerca de los varios métodos a seguir en la observación de los pueblos salvajes (1800) y referidas a la indagación sobre la naturaleza de las “ideas”, del lenguaje, de las costumbres de los pueblos “primitivos” y de las influencias civilizadoras del comercio en el progreso de la humanidad. Bajo una forma conocida -el viaje como modo de remontar el pasado de la humanidadla novela de Conrad expresa los intereses más caros a la problemática de la Ilustración así como la contracara más sombría de su racionalismo ilustrado, su “optimismo positivista”. El viaje de los protagonistas de Conrad nos presenta (Kurtz y Marlow) los lleva -y con ellos al lector- a una misma revelación (que tendrá en ellos diferentes respuestas): la radical contingencia de la naturaleza de la civilización, su correlativa extensión a los valores que la sustentan, sus paradojales actitudes ante ello. Texto Claude Lévi- Strauss presenta en dos breves textos editados originalmente con cuatro años de diferencia, Los tres humanismos (l956) y Las tres fuentes de reflexión etnolólogica (l960), ciertas perspectivas que se complementan entre sí respecto de los procesos que contribuyeron a la constitución de la antropología como disciplina independiente. Así, dicho autor señala: En lo que va del siglo XVI al siglo XVIII, el ejemplo suministrado por los pueblos indígenas había alimentado la crítica social de dos modos diversos: la coexistencia, en el presente, de formas sociales profundamente heterogéneas, planteaba la cuestión de su recíproca relattividad y permitía poner en duda a cada una de ellas. Por otro lado, la mayor simplicidad de las llamadas sociedades salvajes o primitivas suministraba un punto de partida concreto para una teoría acerca del progreso indefinido de la humanidad: pues si se había partido de un lugar tan bajo, no había razón alguna para suponer que el movimiento hacia adelante debiera detenerse y que las actuales formas sociales representaren un ideal definitivo, imposible de mejorar. (Lévi-Strauss, 1975:19) Para concluir que con la publicación de la teoría evolucionista darwiniana: En adelante, ya no nos las habremos de ver con construcciones filosóficas tales como la teoría del progreso indefinido del siglo XVIII, o la del declinar de las razas humanas del siglo XIX. La concepción de una evolución gradual de las especies

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vivientes, operando a lo largo de inmensos períodos geológicos, sugiere fácilmente pensar otro tanto sobre la historia de la especie humana. (...) Y en la medida en que el utillaje prehistórico se parece al utilizado todavía en nuemrosos pueblos primitivos contemporáneos, cabe aventurarse a ver en éstos la viva imagen de los diferentes estadios por los que, en su marcha progresiva, la humanidad había discurrido durante milenios. (Lévi-Strauss, 1975:21) Igualmente Lévi-Strauss plantea que más allá del humanismo clásico renacentista, el humanismo se extiende aún más abarcador durante los siglos XVIII y XIX con el progreso de la exploración geográfica. Considerando finalmente que: (...) el humanismo clásico no estaba sólo restringido en cuanto a su objeto sino en cuanto a los beneficiarios que formaban la clase privilegiada. El humanismo exótico del siglo XIX se halló ligado a los intereses industriales y comerciales que le servían de soporte y a los cuales debía la existencia. Después del humanismo aristocrático del Renacimiento y del humanismo burgués del siglo XIX, la etnología señala pues el advenimiento, para el mundo acabado en que se ha convertido nuestro planeta, de un humanismo universal por partida doble. (Lévi-Strauss, 1983: 259) La novela de Joseph Conrad, El corazón de las tinieblas (1902), desarrolla y concentra tanto en lo formal como en su contenido literario, aspectos de la problemática antes indicada. Más aún, es en ese contexto donde cobra su sentido más profundo y donde hasta se iluminan mutuamente. Brevemente señalaremos que el autor desarrolla su argumento desde : a)

b)

c) d)

la perspectiva de dos personajes que parecen ser proyecciones del autor: un marino que da pie al relato y Marlow –otro marino- quien a su vez comenta, evocándola, la historia central y excluyente de la novela. la modalidad de un relato que se expresa recurrentemente en desplazamientos, en viajes, y cuyos contenidos y significados se manifiestan por contrastes, que los desplazamientos evidencian. Al decir del marino que inicia la novela refiriéndose a Marlow: “... para él el significado de un episodio no se hallaba dentro, como el meollo, sino fuera, envolviendo el relato, que lo ponía de manifiesto sólo como un resplandor pone de manifiesto a la bruma, a semejanza de uno de esos halos neblinosos que se hacen visibles en ocasiones por la iluminación espectral de la luna.” (Conrad, 1976:20-21) la expresión de ese humanismo “exótico” antes indicado, ligado a intereses privilegiados, a partir de una civilización privilegiada. la inclusión dentro del desarrollo de la novela de formulaciones clásicas que se refieren a lo que se ha llamado la tradición filosófica del siglo XVIII y que aún en los comienzos del siglo XX se manifiesta en un híbrido conjunto de juicios “científicos”, “filosóficos” e “históricos”.

Los tres últimos puntos se despliegan en el relato mismo y manifiestan contenidos caros a la tradición del iluminismo racionalista pero con un acentuamiento crítico respecto de su optimismo civilizador. Así, el autor presenta una actitud radicalmente crítica de la empresa

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civilizadora comercial extendida específicamente en el continente africano (aunque no se agota en esos límites) como también ciertos planteamientos que lo acercarían –en parte- a ese particular representante del iluminismo que fue Rousseau. Desde el inicio Conrad –a través de Marlow- no deja lugar a dudas sobre cuál es el contexto general en el cual se desenvuelve la historia: La conquista de la tierra, que más que nada significa arrebatársela a aquellos que tienen un color de piel diferente o la nariz ligeramente más aplastada que nosotros, no posee tanto atractivo cuando se mira desde muy cerca. Lo único que la redime es la idea. Una idea al fondo de todo; no una pretensión sentimental, sino una idea; y una fe desinteresada en la idea, algo que puede ser erigido y ante lo que uno puede inclinarse y ofrecer un sacrificio. (Conrad: 1976: 22-23) Debemos inferir que cada época, por así decir, ha tenido una idea a ese respecto, y en el momento en que el autor desarrolla su historia dicha idea no es otra que la idea del progreso indefinido, entendido como el proceso civilizatorio europeo occidental (industrial y comercial) expandido a partir del sistema colonial y manifestándose en sus avanzadas comerciales al interior de los territorios coloniales. Hacemos notar que Joseph-Marie Degérando (l772-1842), integrante de la Sociedad de Observadores de Hombres, sociedad científica fundada en París en 1799, escribe un conjunto de recomendaciones (“instrucciones”) para viajeros, que se publican en 1800 con el título de Consideraciones acerca de los varios métodos a seguir en la observación de los pueblos salvajes. A modo de advertencia previa, se expone en dicho texto: Estas consideraciones han sido entregadas al capitan Baudin, corresposal de la Sociedad, a punto de emprender su expedición de descubrimiento, y a los diferentes observadores que lo acompañan; y han sido entregadas también al ciudadano Levaillant, que está por iniciar un tercer viaje al interior de Africa. Puesto que es posible que uno y otros tengan ocasión de encontrar pueblos pertenecientes a grados tan diferentes de civilización y de barbarie, se ha creído indispensable prever todas las hipótesis, y generalizar estas Consideraciones de manera tal que puedan aplicarse a todas las naciones que difieren por sus formas morales y políticas. Se ha procurado, sobre todo, presentar un cuadro completo, como para reuni todos los puntos de vista bajo los cuales estas naciones pueden ser consideradas por parte del filósofo. (Degérando,1978:73) En estas instrucciones, además del planteamiento claramente evolucionista cultural que manifiesta (salvajes, bárbaros, civilizados), se expresa con claridad la idea rectora (aún cuando se alerte sobre los peligros de la dominación) que parece reflejarse en el breve informe para la Sociedad Internacional para la Supresión de las Costumbres Salvajes, que escribe Kurtz, el otro personaje altamente significativo en la novela. Afirma Degérando:

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La mayor parte de los viajeros han visto en el comercio con los pueblos salvajes sólo una posibilidad de especular o un medio de establecerse entre ellos para dominarlos. Un viajero filósofo debería ser mucho más previsor. Debería encontrar en este comercio in medio de conducir a los salvajes a la civilización. En realidad, sólo con nuestra ayuda pueden civilizarse: sólo la necesidad puede acercarlos a nosotros. Así, un primer intercambio facilitará las primeras comunicaciones; estas comunicaciones servirán quizás para inspirar al salvaje nuevos deseos, que lo encaminarán nuevamente hacia nosotros. Siempre bien recibido, bien tratado, testimonio de nuestro bienestar, de nuestra riqueza, y al mismo tiempo de nuestra superioridad, quizás se apegará a nosotros sobre la base del reconocimiento o del interés, establecerá con nosotros alguna alianza, nos llamará a ellos para que le enseñemos el camino que debe conducirlo al estado en el que nos encontramos. (Degérando, 1978:113) Y Marlow, comenta en los siguientes términos el informe de Kurtz en la novela: Comenzaba con el argumento de que nosotros, los blancos, desde el nivel de desarrollo que hemos alcanzado, "tenemos, necesariamente, que parecerles ( a los salvajes) seres sobrenaturales; nos acercamos a ellos con el mismo poder que una deidad", y así sucesivamente. "Por el simple ejercicio de nuestra voluntad podemos tener un poder benefactor prácticamente ilimitado", etc. A partir de ese punto se elevaba, y me arrastró con él. La peroración era magnífica, aunque difícil de recordar, ya sabéis. Me hacía imaginar una exótica Inmensidad gobernada por una augusta Benevolencia. Me hizo estremecer de entusiasmo. Este era el ilimitado poder de la elocuencia - de las palabras- de las ardientes y nobles palabras. (Conrad, 1976: 87-88) Para Conrad, el exterminio y saqueo de las poblaciones indígenas, su utilización como mano de obra casi esclava, las enfermedades de los empleados coloniales y la transformación, la violencia y la muerte del propio Kurtz –en su novela- son sacrificios, irónicamente expuestos muchos de ellos, ante la idea de progreso. Además, ciertas observaciones que aparecen en el texto de la novela, condensan esos "juicios" que mencionáramos anteriormente en el ítem d) y que ya se manifestaban plenamente en las recomendaciones de Degérando hacia 1800. Así, este último señala: En los salvajes, podemos encontrar los materiales necesarios para componer una escala exacta de los diferentes grados de civilización, y para asignarle a cada uno las propiedades que lo caracteriza; podremos reconocer cuáles son las necesidades, las ideas, los hábitos que se manifiestan en cada edad de la sociedad humana. Descubriendo el desarrollo de las pasiones y de las facultades de un espíritu mucho más limitado, se nos hará mucho más fácil penetrar en la naturaleza del salvaje y asignarle sus leyes esenciales. Con los salvajes, dado que las generaciones han ejercido sólo una muy ligera influencia las unas sobre las otras, nos sentiremos en cierto modo conducidos a las primeras épocas de nuestra propia historia; podremos realizar experiencias seguras sobre los orígenes y la generación de las ideas, sobre 518

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la formación y los progresos del lenguaje, sobre la concatenación que existe entre estos dos órdenes de operaciones. El viajero filósofo que navega hacia los extremos de la tierra recorre en realidad el camino de los tiempos; viaja al pasado; cada paso que da es un siglo que deja atrás. Las islas desconocidas a las que llega son para él la cuna de la sociedd humana. Los pueblos despreciados por nuestra ignorante vanidad se le revelan como antiguos y majestuosos monumentos del origen de los tiempos; monumentos mil veces más dignos de nuestra admiración y de nuestro respeto que las célebres pirámides de las que se enorgullecen las orillas del Nilo. (Degérando, 1978:76) Las reflexiones de Marlow, en el transcurso de su relato en la novela, parecen transitar esas preocupaciones: El hombre parecía joven - casi un muchacho-, pero ya sabéis que con esa gente es difícil de decir. No se me ocurrió otra cosa que ofrecerle una de las galletas del barco del sueco que tenía en el bolsillo. Sus dedos se cerraron lentamente sobre ella y la sostuvieron; no hubo ningún otro movimiento ni ninguna otra mirada. Había atado un trozo de estambre blanco alrededor de su cuello. ¿Por qué? ¿Dónde lo había conseguido? ¿Era un distintivo, un adorno, un amuleto, un acto propiciatorio? ¿Tenía ello conexión xon alguna idea? (...) Remontar aquel río era regresar a los más tempranos orígenes del mundo, cuando la vegetación se agolpaba sobre la tierra y los grandes árboles eran los reyes. Un arroyo seco, un gran silencio, un bosque impenetrable. El aire era cálido, espeso, pesado, perezoso. No había júbilo alguno en la brillantez de la luz del sol. Los largos tramos del canal fluían desiertos hacia las distancias en penumbra. (Conrad, 1976:37, 63) Y muy especialmente en este largo pasaje del Capítulo II, en su encuentro con los "salvajes": El hombre prehistórico nos estaba maldiciendo, suplicando, dándonos la bienvenida, ¿cómo saberlo? Estábamos aislados de la comprensión de todo aquello que nos rodeaba, pasábamos deslizándonos como fantasmas, asombrados y secretamente aterrados, como lo estarían hombres cuerdos ante un brote de entusiasmo en un manicomio. No podíamos comprender porqué estábamos demasiado lejos, y no podíamos recordar porque estábamos viajando en la noche de los primeros tiempos, de aquellos tiempos que se han ido, dejando apenas una señal y ningún recuerdo. La tierra parecía algo no terrenal. Estamos acostumbrados a verla bajo la forma encadenada de un monstruo dominado, pero allí, allí podías ver algo monstruoso y libre. No era terrenal, y los hombres eran...No, no eran inhumanos. Bueno, sabéis, eso era lo peor de todo: esa sospecha de que no fueran inhumanos. Brotaba en uno lentamente. Aullaban y brincaban y daban vueltas y hacían muecas horribles; pero 519

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lo que estremecía era pensar en su humanidad - como la de uno mismo-, pensar en el remoto parentesco de uno con ese salvaje y apasionado alboroto. Desagradable. Sí, era francamente desagradable; pero si uno fuera lo bastante hombre, reconocería que había en su interior una ligerísima señal de respuesta a la terrible franqueza de aquel ruido, una oscura sospecha de que había en ello un significado que uno - tan alejado de la noche de los primeros tiempos- podía comprender. ¿Y por qué no? La mente del hombre es capaz de cualquier cosa, porque está todo en ella, tanto el pasado como el futuro. ¿Qué había allí, después de todo? Júbilo, temor, pesar, devoción, valor, ira -¿cómo saberlo?-, pero había una verdad, la verdad despojada de su manto de tiempo. Que el necio se asombre y se estremezca; el hombre sabe y puede mirar sin parpadear. Pero por lo menos debe ser tan hombre como esos de la costa. Debe hacer frente a esa verdad con su propia verdad, con su propia fuerza innata; los principios no sirven. (Conrad, 1976: 66-67) Las interrogaciones, las dudas, las respuestas de Marlow ( y el contexto colonial) son utilizados por Conrad como un procedimiento, un recurso, que apela a un contenido temporal, sociológico, psicológico y moral, expresado literariamente como un "viaje", que ilumina la transformación de Kurtz y a través de éste (y de su búsqueda) del propio Marlow. Conrad nos propone un proceso en el cual el relato contado por Marlow adquirirá su sentido final en la intersección de un doble desplazamiento. El desplazamiento, la búsqueda, por este personaje de Kurtz (a cargo de una estación avanzada de recolección de marfil) se relaciona y se intersecta con el movimiento, el “viaje” ya hecho por este último. El recorrido de ambos avanza desde Londres (el uno)- Bruselas (el otro) a la costa occidental africana, de allí al interior de la selva por el río Congo. Y de allí al “horror” y la muerte (al emprender forzosamente el regreso) en el caso de Kurtz; y a una cierta “muerte” (la afirmación de la mentira como una forma más de lo real en la medida en que éste es apariencia y su sentido vano) y piedad comprensiva en el caso de Marlow. Estos últimos como “viajes” que se expresan literariamente en ambos personajes en la dimensión psicológica interior. En Kurtz, su transformación dolorosa, paradójica y contradictoria en un “salvaje” pero al mismo tiempo devolviendo a los representantes de la avanzada civilizatoria -en su propio terreno comercialsu rostro descarnado pero desprovisto de método, sin “cautela” ni sentido de la oportunidad para actuar “enérgicamente”. En este caso, el viaje de Kurtz revela su otredad (o la “sombra” de Kurtz) en su absorción cultural por el mundo indígena y que se expresa literariamente en términos de actitudes y sus modificaciones “internas”, psicológicas. Conrad expone así, mediante ese procedimiento literario (tenga o no clara conciencia de ello), la dinámica clásica del conocimiento antropológico para lograr el “efecto de conocimiento” final por parte de Marlow, en la medida que se toma distancia del objeto (su sociedad, sus valores, sus certezas). En este caso, no es la intención de Conrad –en absolutorepresentar un conocimiento antropológico cultural sino la comprensión del “otro” Kurtz respecto del Kurtz “original” y por extensión, del conocimiento de sí por parte de Marlow en ese proceso de comprensión.

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Simultáneamente, el recorrido para exponer al "otro” Kurtz se manifiesta en el viaje como el relato del proceso civilizatorio colonial. Uno y otro exponen lo que tienen en común aunque especularmente. La fachada civilizatoria, metódica, cautelosa, eficiente, ilumina al “otro” Kurtz pero éste, en la afirmación conciente del horror, le devuelve la visión de su arbitrariedad, de su vanidad y de la falsedad de esa empresa, de su “horror”. El grito final de Kurtz es la conciencia de esa situación. La empresa civilizatoria y Kurtz transformado son identificados por el autor en lo que de común tienen: lo horroroso. Las contradicciones de Kurtz son profundas e insolubles: su fusión con los indígenas, su informe para la supresión de las costumbres salvajes a través del poder benefactor de la civilización, hasta el posterior agregado en el mismo, escribiendo Exterminar a todos los salvajes. Kurtz es un ejemplo extremo, en sus acciones y representaciones, de expresiones paradojales doble vinculares. A tal punto que su “resolución literaria”, es decir, la resolución de sus contradicciones es el abandono (la salida) de esa particular relación de acciones y representaciones, pero como esto no es posible, porque refiere al carácter mismo del personaje y su función en la novela, la única solución posible es su muerte (que ya se ha ido preparando desde mucho antes apelando a lo precario de su estado de salud). Que Kurtz sea un ejemplo extremo en el sentido mencionado parece ser percibido con claridad por Conrad, quien debe admitirlo aunque de un modo algo oblicuo en el siguiente diálogo hacia el final de la novela: Este visitante me informó de que la esfera propia de Kurtz debería haber sido la política "en su dimensión popular". Tenía unas cejas peludas y rectas, pelo hirsuto y muy corto, un monóculo colgado de una cinta ancha, y, adoptando un tono campechano, confesó que, en su opinión, Kurtz realmente no sabía escribir; "pero, ¡cielos!, ¡cómo hablaba! Electrizaba a las masas. Tenía fe -¿ve usted?-, tenía fe. Podía hacerse creer a sí mismo cualquier cosa, cualquier cosa. Habría sido un espléndido líder de un partido extremista". "¿De qué partido?", pregunté. "De cualqueir partido", respondió el otro. "Era un...un extremista." ¿No pensaba yo lo mismo? Asentí. (Conrad, 1976: 121-122) Por otra parte, no solo el viaje de Marlow es la ocasión para alcanzar a comprender al “otro” Kurtz, sino que, como ya lo hemos dicho, produce efectos en el conocimiento y comprensión de sí mismo. Y una resolución diferente, efectiva -en este caso-, pero a un precio respecto de la situación paradojal que este personaje vive en tanto crítico de la empresa colonial a la vez que es empleado de ella; y confidente de Kurtz a la vez que distante, y comprensivo de su actitud (depositario de su “memoria” y su lealtad) sin renunciar a la civilización. Parecería que Marlow (y muy probablemente sea Conrad quien por él se expresa) logra a su manera “superar” esa situación paradojal mediante una profunda piedad respecto de todos los involucrados, pudiendo inclusive mentir piadosamente, refiriéndose a las últimas palabras dichas por Kurtz.

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La piedad mediante la cual con que Conrad le hace mentir a Marlow en sus diálogos con la prometida de Kurtz, es conciente, honesta y profunda. Marlow ha transformado el “horror” de Kurtz en una piedad sincera que reconoce claramente, sin embargo, la verdadera naturaleza de los hechos que se han desarrollado anteriormente, pero que se traducen ahora en una visión relativa, escéptica y desprovista de un sentido trascendente o excluyente. Dicha piedad está muy cerca de expresar un absurdo sentido de la vida o si se lo quiere decir así: su contingente sentido. Marlow, en esta perspectiva le es fiel a Kurtz. Retiene su pesadilla en vida al precio de su transformación, en el reconocimiento del distanciamiento respecto del sentido de las acciones y valores de su civilización y de sí mismo. Logra un otro conocimiento de sí mismo en la medida que logra comprender, distanciándose, de sí por y a través Kurtz. Marlow, antes del final del relato, les afirma a sus oyentes: Me quedé para soñar la pesadilla hasta el final y para demostrar mi lealtad hacia Kurtz una vez más. El destino. ¡Mi destino! La vida es una bufonada: esa disposición misteriosa de implacable lógica para un objetivo vano. Lo más que se puede esperar de ella es un cierto conocimiento de uno mismo –que llega demasiado tarde- y una cosecha de remordimientos inextinguibles. (...) Es su situación extrema la que me parece haber vivido. Es cierto, él había dado aquel último paso, había traspasado el borde, mientras a mí se me había permitido retirar mi vacilante pie. Y tal vez en eso resida toda la diferencia; tal vez toda la sabiduría, toda la verdad y toda la sinceridad están comprimidas en ese inapreciable momento del tiempo en que traspasamos el umbral de lo invisible. ¡Tal vez! Me hago la ilusión de que mi recapitulación no habría sido una palabra de indiferente desprecio. Mejor su grito, mucho mejor. Fue una afirmación, una victoria moral, lograda a costa de innumerables derrotas, de terrores abominables, de satisfacciones abominables. (Conrad, 1976: 118-119) Es necesario hacer algunas aclaraciones. Esta piedad y el modo en que va surgiendo en el relato y que impacta porque se instala hacia su final, siendo algo más que un sentimiento pasajero ya que parece ser el modo condensado del distanciamiento respecto del sentido, simultáneamente con la afirmación de la vida, esta piedad decimos, nos evoca la función de la piedad en Rousseau como una propiedad humana general. Como afirma Lévi-Strauss: (...) es en la enseñanza propiamente antropológica de Rousseau – la del Discours sur l’origine de l’inégalite- donde se descubre (...)una concepción del hombre que pone al otro antes del yo, y en una concepción de la humanidad que, antes de los hombres, pone la vida. Pues, si es posible creer que con la aparición de la sociedad se haya producido un triple tránsito, de la naturaleza a la cultura, del sentimiento al conocimiento, de la animalidad a la humanidad – demostración que es el objeto del Discours-, sólo

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puede ser atribuyendo al hombre, y ya en su condición primitiva, una facultad esencial que lo empuja a franquear estos tres obstáculos; que posee, por consiguiente, a título original y de manera inmediata, atributos contradictorios si no precisamente en ella; que sea, a la vez, natural y cultural, afectiva y racional, animal y humana; y que, a condición solamente de tornarse consciente, pueda convertirse de un plano al otro plano. Esta facultad, Rousseau no cesó de repetirlo, es la piedad, que emana de la identificación con otro que no es nada más un pariente, un prójimo, un compatriota, sino un hombre cualquiera, desde el momento en que es hombre; más aún: un ser viviente cualquiera, desde el momento en que está vivo. Así que el hombre empieza por experimentarse como idéntico a todos sus semejantes (...) (Lévi-Strauss, 1983:40-41) En el prólogo de la edición traducida que hemos leído de la novela de Conrad, escrito por Araceli García Ríos, señala esta última que en el prefacio a la edición de 1925 de Tales of Unrest, Conrad hace referencia a An Outpost como “la parte más ligera del botín que saqué de Africa Central”(...) Si An Outpost representa la “parte más ligera del botín”, se puede inferir que “la parte más pesada” se encuentra concentrada en las pocas páginas de El corazón de las tinieblas(...). (Conrad, 1976:10) Es así, entonces, que –en parte- puede inferirse que hay algo de confesión en el relato de Conrad, por lo cual podríamos preguntarnos parafraseando a Lévi-Strauss: ¿Esto era, entonces, el viaje? ¿Una exploración de las razones de su desencanto y el sentido de sus valoraciones, esfuerzos y sufrimientos? En este sentido, su confesión final pareciera ser aquella referida anteriormente respecto del sentido de las acciones y las representaciones, y expresadas por Marlow a sus oyentes. Su formulación literaria guarda una extraña y sugerente relación con las siguientes afirmaciones de Lévi-Strauss: El rechazo total del sentido es el término de una serie de etapas de las cuales Cada una conduce de un menor sentido a uno mayor. El último paso, que necesita de los otros para cumplirse, los convalida a todos. A su modo, y en su plano, Cada uno corresponde a una verdad. Entre la crítica marxista que libera al hombre de sus primeras cadenas –enseñándole que el sentido aparente de su condición se desvanece desde que acepta ampliar el objeto que considera- y la crítica budista que es coronada por la Liberación, no hay oposición ni contradicción. Ambas hacen la misma cosa a niveles diferentes. (...) Como las creencias y las supersticiones se disuelven cuando se encaran las relaciones reales entre los hombres, la moral cede a la historia, las formas fluidas dan lugar a las estructuras, y la creación a la nada (...) 523

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Pues vivimos en varios mundos, Cada uno más verdadero que el que él contiene y él mismo falso en relación al que lo engloba. Los unos se conocen por la acción, los otros se viven pensándolos, pero la contradicción aparente que concierne a su coexistencia se resuelve en la coacción, que sufrimos, de otorgar un sentido a los más próximos y rehusárselo a los más lejanos; mientras que la verdad está en una dilatación progresiva del sentido, pero en orden inverso y llevada hasta la explosión. (Lévi-Strauss, 1973:416) Las referencias a las posturas de Marlow, cuando al comienzo del relato inicia su historia, en la pose de un Buda predicando vestido a la europea y sin flor de loto y al terminar la misma (Marlow cesó de hablar y se sentó aparte, confuso y silencioso en la postura de un Buda meditando) acentúan aún más las sugerentes vinculaciones con el texto lévistraussiano. La mirada crítica que Conrad despliega en su novela y al mismo tiempo la “puesta en su lugar” de su sociedad en relación a otros –aunque de un modo impresionista ya que esta novela, obviamente, no posee perspectiva antropológica como se la entendería en la actualidad, convencionalmente –remite a la clásica afirmación de Rousseau: Cuando se quiere estudiar a los hombres, es necesario mirar cerca de sí; pero para estudiar al hombre, hay que aprender a llevar la vista a lo lejos; hay que observar primero la diferencia, para descubrir luego las propiedades. (Rousseau, 1984:38) El Kurtz “civilizador”, el “otro” Kurtz, la violencia y la explotación colonial, los salvajes, sus costumbres, el Marlow que odia la mentira y la considera teniendo un sabor a mortalidad, la mentira misma (la dicha concientemente por Marlow y la creída en la ignorancia por la prometida de Kurtz), el horror y la piedad, se diferencian y relacionan unos a otros como modalidades de lo humano, de sus acciones y sus representaciones, coexistiendo bajo un firmamento que Conrad diría de una manera irónica, crítica y piadosa, “no se viene abajo por semejante pequeñez”.

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Bibliografía CONRAD, Joseph (1976), El corazón de las tinieblas, Alianza Editorial, Madrid. DEGÉRANDO, Joseph-Marie (1978), “Consideraciones acerca de los varios métodos a seguir en la observación de los pueblos salvajes” en La ciencia del hombre en el siglo XVIII, (Introducción y selección de textos: Cristina Bilbao), CEAL, N| 72, Buenos Aires. LÉVI-STRAUSS, Claude (1973), Tristes Trópicos, EUDEBA, Buenos Aires. LÉVI-STRAUSS, Claude (1975), “Las tres fuentes de reflexión etnológica” en La antropología como ciencia, Llobera, José R. (comp), Editorial Anagrama, Barcelona. LÉVI-STRAUSS, Claude (1983), Antropología estructural II, Siglo XXI Editores, México. ROUSSEAU, Jean-Jacques (1984), Ensayo sobre el origen de las lenguas, FCE, México.

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Aymeric Picaud y los salvajes vascos. Releyendo la primera "Guía de viajeros" europea (siglo XII) Raúl Guillermo Rosas von Ritterstein Eusko Ikaskuntza Sociedad de Estudios Vascos Gasteiz/Vitoria Universidad Virtual de Quilmes Abstract En todas las ciencias, pero muy especialmente en las humanas, el llamado “retorno del sujeto”, que caracteriza los desarrollos de los años recientes, es al mismo tiempo un regreso de la subjetividad, una vuelta de tuerca sobre el valor diferencial que en nuestro caso particular reviste el relato del hecho, condicionado por el entorno cultural -en la más lata extensión del término-, del autor. Bajo estas premisas proponemos aquí el análisis de un trozo de la guía del peregrino a Santiago de Compostela, que forma parte hoy como quinto y último libro, del Codex Calixtinus, atribuida al francés Aymeric Picaud, quien escribía hacia el año 1134. Nuestro objetivo es la recensión de lo que Picaud escribe sobre las características del pueblo vasco, una visión muy sesgada y parcial, pero que en su misma y profunda subjetividad -cuyo real motivo se nos escapa en razón de la carencia de otras fuentes de información alternativas-, marca ya una línea interesante sobre aspectos iniciales del desarrollo de políticas destinadas a reducir e integrar una alteridad que parecía remisa a plegarse dentro de los condicionamientos que ya preparaban la constitución de los estados circundantes en el marco premoderno. Nuestra ponencia plantea entonces un acercamiento a esta fuente primigenia de la literatura de viajeros de la Europa Occidental, que permita interpretarla como parte de un mecanismo hegemonizador avant la lettre, una función que se desarrollaría y perfeccionaría a lo largo del tiempo, hasta su ápice en el siglo XIX. In all sciencies, but mainly in the humanities, the so called “return of the subject” that characterizes the developments in the recent years, is at the same time a comeback of the subjective, an upturn of the differential value that in our particular case invests the narration of the fact, conditioned by the author´s own cultural milieu in the most wide sense of the term. According to these assumptions we propose here the analysis of a section belonging to the Pilgrim´s Guide to Santiago de Compostela, today the last book in the Codex Calixtinus attributed to the french Aymeric Picaud, who wrote around the year 1134. Our goal is to make a review on the text that Picaud writes about the characteristics of the Basque people, certainly a very partial and lateral vision, but in its selfsame and deep subjectivity indeed whose real motivation rests unattainable in reason of the lack of other alternative sources of information-, marking yet an interessant axis on the initial aspects for the development of politics destinated to reduce and integrate an alterity that seemed to refuse the conditions that at those time were preparing the constitution of the surrounding states within the pre-modern frame.

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Our work presents, then, an approach to this primigenious source of the voyagers literature in Western Europe that would permit to integrate it as a part belonging to an hegemonic apparatus avant la lettre, a function that were better developed and performed across the times, until its apex during the XIXth. Century. Introducción Podemos iniciar este trabajo recurriendo a un típico cuento edificante medieval, escrito dentro del mismo Códice Calixtino por el autor que tratamos. In medias res entonces, dado que en su corto texto subyacen las líneas generales de la postura adoptada por Picaud para hablarle al mundo que conocía acerca de un territorio fuera de las normas en las que él vivía. Durante su expedición militar a la Marca Hispánica, estando Carlomagno en Bayona con sus gentes, falleció un caballero piadoso de su cohorte, quien, antes del tránsito, encomendó a un pariente que, puesto que quedaría sin dueño, vendiera su caballo de guerra y con el producto hiciera donaciones en su nombre y por su alma a clérigos y a pobres; lejos de tal idea, el pariente de marras consumió los cien sueldos obtenidos de la venta en comilonas y ropas. He aquí que a los treinta días recibió el mal legatario la visita del difunto, quien le anunció que debió por su pecado pasar treinta días en el infierno para purgarlo y que luego, en el momento en que le tocara al fin ascender al Paraíso, él debería por su falsía ocupar el sitio que quedaba libre en la morada subterránea. Oigamos el final del relato: “Y dicho esto, desapareció el difunto, y el vivo despertó temblando. Y como a la mañana temprano estuviese contando a todos cuanto había oído, y todo el ejército comentando tan singular hecho, se oyeron de pronto en el aire, sobre él, unos gritos como rugidos de leones, de lobos y de bueyes, y en seguida fue arrebatado vivo y sano por los demonios en medio de los circunstantes, con aquellos mismos alaridos. ¿Y qué más? Se le buscó durante cuatro días a través de montes y valles por infantes y jinetes, y no se le encontró en parte alguna. Finalmente, cuando doce días más tarde caminaba nuestro ejército por la desierta tierra de Navarra y Álava, encontró su cuerpo exánime y despedazado en lo alto de un risco, cuya falda se encontraba a tres leguas del mar y distaba de la citada ciudad cuatro jornadas. Los demonios, pues, habían arrojado allí su cuerpo y habían arrastrado su alma a los infiernos.” La Guía: He tenido por interesante a manera de introducción general, ver cómo consideraba nuestro autor a esa desierta tierra, que solamente servía, según transluce el cuento, para que ejecutaran sus andanzas los demonios y se corrompieran los cadáveres de los impíos... Vemos ya desde el principio una neta toma de posición por parte de nuestro autor. Un país aquí, la tierra de los francos, la “gente gala”, todos unos; otro país allá, claramente peor, el de los españoles y los musulmanes que lo ocupaban en parte; entre ambos, un territorio extraño, “hic sunt leones”, el de los vascos 1, que no pertenece a ninguno de los dos. A través de él debían 1

“Y en seguida vio en el cielo un camino de estrellas que empezaba en el mar de Frisia y, extendiéndose entre Alemania e Italia, entre Galia y Aquitania, pasaba directamente por Gascuña, Vasconia, Navarra y España hasta Galicia...” Este trozo del Sueño de Carlomagno en el Codex Calixtinus señala claramente la diferenciación de tierras en los términos de Aymeric.

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cruzar los peregrinos. Y no podemos olvidar que no se está tratando aquí de la Tebaida u otro de esos lugares semimíticos en la imaginación de las personas medievales, librados inclusive según opiniones teológicas del momento, para las correrías de los ángeles caídos y el sufrimiento edificatorio de los eremitas y pecadores arrepentidos 2; el País Vasco se halla a tan sólo unos cuatrocientos kilómetros de distancia en línea recta, a contar desde Poitiers, la capital de la tierra de Aymeric Picaud. Podemos por este precedente hacernos ya una idea de lo que nuestro personaje va a ir expresando sobre unos sitios en los cuales los demonios, como vemos, vagan haciendo libremente de las suyas. Así que entre el Poitou, la patria de Aymeric, y Santiago de Compostela, en la interpretación tan sui generis del latín medieval el “campo de las estrellas” que iluminaron el sitio del último descanso del Apóstol, hay un terreno extranjero y extraño, áspero y terrible, y sin duda apropiado por esas mismas características para purificar por el sufrimiento a todos aquellos que tomen la vía de la peregrinación; ninguna cosa se obtiene sin sacrificio, menos aún la merced especial otorgada por aquel Apóstol “Hijo del Trueno”, que acompañara a Cristo en la tierra. Para la mentalidad medieval, el cristiano era un caminante peregrino en esta vida, y esa clase de viajes una metáfora del que todos emprenderían tarde o temprano, hacia las postrimerías del alma, ¿qué mejor entonces que peregrinar y purgar por el sacrificio, mientras más arduo mejor, los pecados cometidos? Y el no-lugar de la tierra de los vascos se adecuaba especialmente para poner a prueba la virtud de perseverancia del peregrino. El mundo medieval iría configurando a lo largo del tiempo innumerables historias acerca de los sucesos extraños acontecidos en torno a la Vía compostelana, tentaciones diabólicas, apariciones celestiales, intercesiones de la Virgen y los miembros de la Corte divinal, en fin, Aymeric Picaud es también uno de los creadores de toda la tradición del Camino de Santiago, al difundirla y recrearla en su obra, pero su actividad toma otro rumbo, mucho más enderezado a lo humano; él encuentra el mal especialmente acechando en el paisaje y en las personas, en tanto y en cuanto no pertenezcan a esa “gens gallica” que él sí íntegra, como no para mientes en repetir con orgullo, pero en general deja abierta al que lea su Guía la interpretación última, dado que el puatevino pretende informar. Pero veamos en sus mismas palabras, entrando en contacto con el texto de la Guía, cómo llega a hacerlo: “Por la ruta de Port de Cize, después de la Turena, se encuentra la tierra de los poitevinos, productiva, óptima y llena de toda felicidad. Los poitevinos son gente fuerte y guerrera, muy hábiles en la guerra con arcos, flechas y lanzas, confiados en la batalla, rapidísimos en las carreras, cuidados en su vestido, distinguidos en sus facciones, astutos en sus palabras, muy dadivosos en sus mercedes, pródigos con sus huéspedes.”

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Un modelo clásico y muy de moda en la Edad Media es el de la apócrifa Santa María Egipcíaca, la pecadora arrepentida que debe pasar toda su vida en el desierto.

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¿No parecen resonar en estas líneas unos definidos ecos homéricos que no desmerecerían si se los aplicara a Aquiles? 3 En fin de cuentas, es el país de su nacimiento (la “Dulce Francia” que haría su primera aparición precisamente no mucho antes de la época de Aymeric en la “Chanson” rolandiana), y son los coterráneos del autor. A medida que el recorrido se vaya adentrando en las regiones sureñas, esos modelos de gentes ideales del Poitou se irán degradando cada vez más, como si descendieran en las clases de la humanidad hacia lo animal y por lo tanto, una de las características sobre la cual habrá de poner el acento será la específica capacidad humana del lenguaje. Oigámosle de nuevo para comprobarlo: “...pasado el estuario del río Garona, está la tierra de Burdeos, que es fértil en vino muy bueno y en peces, pero de rústica lengua. Se tiene a los de Saintes por burdos en su idioma, pero los bordeleses lo son aún más.” Sin embargo, y pese a estos problemas de comunicación, los bordeleses son, con todo, franceses, su lengua es “burda”, pero comprensible. Más al Sur aún, y ya dentro de la extensa Depresión Aquitana, las cosas principian a ser diferentes: “Pasado, pues, este país, se encuentra Gascuña, tierra rica en pan blanco y espléndido vino tinto, y dotada de bosques, prados y ríos y fuentes sanas. Los gascones son ligeros de palabra, parlanchines, reidores, libidinosos, bebedores, pródigos en las comidas, mal vestidos, descuidados en sus ropas y adornos; pero acostumbrados a la guerra y distinguidos por su hospitalidad con los pobres. Acostumbran comer sin mesa, sentados alrededor del fuego y beber todos por un mismo vaso. Comen y beben largamente, pero visten mal y duermen torpe y suciamente mezclados todos sobre unas pocas pajas, los siervos con el señor y la señora.” La tierra es buena, pero sus habitantes ya no lo son tanto; en este momento, Picaud sorprendentemente abandona la calificación en función de la expresión del idioma que venía utilizando y omite con ello cualquier mención a la realidad, porque es innegable que en esos tiempos los gascones en su inmensa mayoría hablaban el euskera. La carga peyorativa toma otras vías, las de las costumbres sociales “anormales” 4. Detrás de esta extraña omisión de nuestro peregrino se oculta el hecho de que para él los gascones son, o mejor dicho deben ser franceses y no puede por lo tanto confesar que hablan otro idioma, dado que la lengua común es una de las características constructoras de la identidad que en ese momento se estaba desarrollando, en particular al ir lentamente imponiéndose la lengua de oïl sobre su competidora. Por todo ello Picaud ubica a sus gascones en una especie de limbo de la indefinición, que coincide con ese geográfico que mencionábamos al principio, dejando que ya se perciban las señales de los peores rasgos del pueblo fronterizo, pero sin confesar todavía que, de hecho, en su viaje ha abandonado Francia. Muy pocos kilómetros adelante hacia el Sur, no le quedan más opciones y deberá utilizar la munición gruesa. Ha arribado 3

También en esto, y siguiendo la tradición medieval, no innova Aymeric, sino que repite precedentes; la “Chanson de Roland” recuerda asimismo en sus héroes a los prototipos homéricos. 4 Aymeric continúa siguiendo precedentes en su desarrollo; véase al respecto la nota 1, p. 11, en donde retomamos el tema.

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precisamente a esa tierra en donde, nos contaba, los demonios arrebataron al mal caballero de la hueste de Carlos el Grande, Bayona: “Después, ya cerca de Port de Cize, se encuentra el País Vasco, que tiene en la costa hacia el norte la ciudad de Bayona. Esta tierra es bárbara por su lengua, llena de bosques, montuosa, desolada de pan, vino y de todo alimento del cuerpo, salvo el consuelo de las manzanas, la sidra y la leche. En esta tierra, a saber, cerca de Port de Cize, en el pueblo llamado Ostabat y en los de Saint-Jean y Saint-Michel-Pied-dePort se hallan unos malvados portazgueros 5, los cuales totalmente se condenan; pues saliendo al camino a los peregrinos con dos o tres dardos cobran por la fuerza injustos tributos. Y si algún viajero se niega a darles los dineros que le han pedido, le pegan con los dardos y le quitan el censo, insultándole y registrándole hasta las calzas. Son feroces, y la tierra en que moran es feroz, silvestre y bárbara: la ferocidad de sus caras y los gruñidos de su bárbara lengua aterrorizan el corazón de quienes los ven. Aunque legalmente solamente deben cobrar tributo a los mercaderes, lo reciben injustamente de los peregrinos y de todos los viajeros... En este mismo monte, [Port de Cize] antes de que creciese plenamente por tierras españolas la cristiandad, los impíos navarros y vascos solían no sólo robar a los peregrinos que se dirigían a Santiago, sino también cabalgarlos como a asnos, y matarlos.” El descubrimiento de la tumba de Santiago se realiza en el lapso entre 818 y 834; a partir del siglo XI es cuando el ciclo de peregrinaciones alcanzará a imponerse como atracción duradera en toda la Europa cristiana. Aymeric Picaud escribe su Guía entonces cuando ya hacía unos doscientos años de firme desarrollo del Camino, más allá de cambios en el trazado, y sin embargo para él el paganismo vasco está muy presente, tanto que le sirve para denigrar a los habitantes. Este es un tema para nada desdeñable, porque nos da muestras de una situación interesante y permite a la vez comprender con mayor claridad por qué razón nuestro autor atribuía a los demonios el señorío de esa tierra feroz, silvestre, áspera y montuosa 6, era este un espacio sobre el cual todavía el cristianismo no se había extendido por completo, un purgatorio que había que atravesar un reino que no era, más allá de lo nominal, ni reino ni tampoco cristiano 7, el peor sitio de todos, encabalgado sobre la cordillera, y donde el peregrino se exponía a riesgos para su salud corporal y espiritual. Pero Aymeric en ningún momento propone desviar el camino para esquivar el peligro, esa no es una actitud cristiana; 5

Más de trescientos años después, la costumbre de los portazgueros continuaba, lo que demuestra que las quejas, amonestaciones y maldiciones de Aymeric, que hemos omitido en su mayor parte, no habían tenido efecto alguno. El viajero alemán Arnold von Harff repite en 1.499 lo dicho al respecto por el puatevino. 6 El efecto del paisaje montañoso Pirenaico y Cántabro sobre los viajeros debía ser muy grande; la Chanson de Roland en el manuscrito oxoniense, cuyo contenido es naturalmente anterior a Picaud, nos lo recuerda: “Halt sunt li pui e li val tenebrus/ les roches bises/ les destrez merveillus...”(“...los montes son altos, y los valles tenebrosos, obscuras las rocas, las gargantas sorprendentes...”), en una serie que resurge en el poema con pequeñas variaciones “...halt sunt li pui / e tenebrus e grant. Aoi. / Li val parfunt e les ewes curant...” (“...los montes son altos y tenebrosos y grandes. Aoi. Los valles profundos y las aguas rápidas...”). 7 Habría de transcurrir medio milenio y otro francés, Pierre de Lancre, reincidiría en la descalificación de la región y sus habitantes en función de esa carencia de adscripción precisa a la fe y al rey; en este caso la consecuencia sería una de las peores persecuciones de brujas que recuerda la historia moderna.

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lo que se debe hacer es sencillamente incrementar el control sobre esas gentes animalescas que en vez de hablar gruñen, reducirlas al ejemplo que es su tierra o, de los males el menor, la de los castellanos. Y no solamente gruñen, sino que hacen además cosas peores, inmersos ya en la animalidad absoluta. Vuelve a hablar Aymeric: “Tras este valle [Valcarlos] se encuentra Navarra 8, tierra considerada feliz por el pan, el vino, la leche y los ganados. Los navarros y los vascos son muy semejantes en cuanto a comidas, trajes y lengua, pero los vascos son algo más blancos de rostro que los navarros. Estos se visten con paños negros y cortos hasta las rodillas solamente, a la manera de los escoceses, y usan un calzado que llaman abarcas, hechas de cuero con pelo, sin curtir, atadas al pie con correas, que sólo resguardan la planta del pie, dejando desnudo el resto. Gastan unos capotes de lana negra, largos hasta los codos y orlados a la manera de una paenula, que llaman sayas. Comen, beben y visten puercamente. Pues toda la familia de una casa navarra, tanto el siervo como el señor, lo mismo la sierva que la señora, suelen comer todo el alimento mezclado al mismo tiempo en una cazuela, no con cuchara, sino con las manos, y suelen beber por un solo vaso. Si los vieras comer, los tomarías por perros o cerdos comiendo. Y si los oyeses hablar, te recordarían el ladrido de los perros, pues su lengua es completamente bárbara. A Dios le llaman urcia; a la Madre de Dios, andrea María; al pan, orgui; al vino, ardum; a la carne, aragui; al pescador, araign; a la casa, echea; al dueño de la casa, iaona; a la señora, andrea; a la iglesia, elicera; al presbítero, belaterra 9, lo que quiere decir bella tierra; al trigo, gari; al agua, uric; al rey, ereguia; a Santiago, iaona domne Iacue. Este es pueblo bárbaro, distinto de todos los demás en costumbres y modo de ser. Colmado de maldades, oscuro de color, de aspecto inicuo, depravado, perverso, pérfido, desleal y falso, lujurioso, borracho, en toda suerte de violencias ducho, feroz, silvestre, malvado y réprobo, impío y áspero, cruel y pendenciero, falto de cualquier virtud y diestro en todos los vicios e iniquidades; parecido en maldad a los getas y sarracenos, y enemigo de nuestro pueblo galo en todo. Por sólo un dinero mata un navarro o un vasco, si puede, a un francés. En algunas de sus comarcas, sobre todo en Vizcaya y Álava, el hombre y la mujer navarros se muestran mutuamente sus vergüenzas mientras se calientan 10. También usan los navarros de las bestias en impuros ayuntamientos. Pues se dice que el navarro cuelga un candado en las ancas de su mula y de su yegua, para que nadie se le acerque, sino él

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Para Aymeric, “vascos” son únicamente los habitantes del territorio situado al Norte de los Pirineos; los ubicados al Sur, es decir en la Panínsula, caen bajo la clasificación genérica de “navarros”. 9 Se han planteado algunas aclaraciones en cuanto a qué quiso decir Picaud con esta especie de glosa; la más plausible a nuestro juicio es la de Resurrección María de Azkue, quien dice que se origina en una similitud fonética con la palabra beretera, de uso en el Roncal y adyacencias para designar al sacerdote. 10 Este punto en especial es curioso y Aymeric no podía dejar de saber que era esa una costumbre generalizada en todos los países fríos en esa época. Sin ir más lejos, una escena muy clara de esa clase se puede ver en el “Febrero” de las “Très riches Heures du duc de Berry” de entre 1.438 y 1.442, es decir de casi trescientos años más adelante. Es posible con todo, puesto que se trata de una escena campesina, que la representación conlleve aspectos peyorativos.

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mismo. También besa lujuriosamente el sexo de la mujer y de la mula. Por lo cual, los navarros han de ser censurados por todos los discretos.” En fin, la animalización de los habitantes del País llega al extremo; la descripción de Picaud se vuelve risible por momentos en su afán de denigrar a la población que ha encontrado en su camino, como esa historia del candado, más propia de un Boccaccio. Aymeric oscila siempre entre la atención que debe a los valores ultraterritoriales postulados por su Iglesia y el amor a su patria; podemos ver entonces cuán profundo es en los hechos el significado de esas frases casi perdidas en la retahíla de debilidades y atrocidades atribuídas a los vascos: “...enemigo de nuestro pueblo galo en todo. Por sólo un dinero mata un navarro o un vasco, si puede, a un francés.”... Allí se encuentra gran parte del problema de su actitud, estos “otros” son el enemigo, y a los enemigos ni justicia; pero entonces resurge en él la concepción religiosa: aún estas bestias dignas de compartir la suerte de Sodoma poseen algunas de las virtudes del complejo cristiano militar medieval aún “en vogue”: Sin embargo, se les considera buenos en batalla campal, malos en el asalto de castillos, justos en el pago de diezmos y asiduos en las ofrendas a los altares. Pues cada día al ir los navarros a la iglesia, hacen una ofrenda a Dios, o de pan, vino o trigo, o de algún otro producto. Siempre que un navarro o un vasco va de camino se cuelga del cuello un cuerno como los cazadores y lleva en las manos, según costumbre, dos o tres dardos que llaman azconas. Al entrar y salir de la casa, silba como un milano. Y cuando estando escondido en lugares apartados o solitarios para robar, desea llamar silenciosamente a sus compañeros, o canta a la manera del búho, o aúlla igual que un lobo. Aymeric es además, un dedicado etnógrafo “avant la lettre”, y el claro objetivo ideológico de su trabajo no le impide por lo demás recopilar y transladar todo aquello que despierta su atención. Ya hemos visto ese pequeño vocabulario del euskera que deja consignado, y resulta ser el primero escrito sobre tan particular idioma. A continuación, a la par con el terrible error cronológico de ubicar a los castellanos conviviendo con los romanos, nos hablará del supuesto origen del pueblo que le preocupa. Al respecto, estos extraños antepasados escoceses de los vascos que Picaud menciona, seguramente por haber oído la historia durante su viaje, se afirmarían por siglos en el imaginario de los sectores literatos del país, entre otras cosas porque servían para justificar la posesión del territorio y los consiguientes derechos a recaudar tributos desde tiempos muy antiguos: Suele decirse que descienden del linaje de los escoceses, pues a ellos se parecen en sus costumbres y aspecto. Es fama que Julio César envió a España, para someter a los españoles, porque no querían pagarle tributos, a tres pueblos, a saber: a los nubianos, los escoceses y los caudados cornubianos, ordenándoles que pasasen a cuchillo a todos los hombres y que sólo respetasen la vida a las mujeres. Y habiendo ellos invadido por mar aquella tierra, tras destruir sus naves, la devastaron a sangre y fuego desde Barcelona a Zaragoza, y desde la ciudad de Bayona hasta Montes de Oca. No pudieron traspasar estos límites, porque los castellanos reunidos los arrojaron de sus territorios combatiéndolos. Huyendo, pues, llegaron ellos hasta los 532

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montes costeros que hay entre Nájera, Pamplona y Bayona, es decir, hacia la costa en tierras de Vizcaya y Álava, en donde se establecieron y construyeron muchas fortalezas, y mataron a todos los varones, a cuyas mujeres raptaron y en las que engendraron hijos que después fueron llamados navarros por sus sucesores. La digresión etimológica del siguiente párrafo, el último que hace mención de su paso por el país, y que no desmerece en nada en cuanto a inventiva del monumento isidoriano que el puatevino debía sin dudas conocer, nos remite de nuevo al espacio de la creación ideológica del “otro” como encarnación de todo lo malo: Por lo que navarro equivale a no verdadero, es decir, engendrado de estirpe no verdadera o de prosapia no legítima. Los navarros también tomaron su nombre primitivamente de una ciudad llamada Naddaver, que está en las tierras de que en un principio vinieron; y a esta ciudad la convirtió al Señor con su predicación, en los primeros tiempos, el apóstol y evangelista San Mateo. Después de la tierra de éstos, una vez pasados los Montes de Oca, hacia Burgos, sigue la tierra de los españoles, a saber, Castilla y Campos... carece de árboles y está llena de hombres malos y viciosos.” Conclusión: La obra de Aymeric es susceptible de variadas interpretaciones y nos permite ver en un modelo de “protoliteratura” de viajeros, si cabe el término, cuántos intereses pueden actuar reunidos en la generación de esta clase de escritos, y desde qué lejanos períodos históricos ya se implementaban mecanismos que tendríamos por actuales en lo que a creación interesada de identidades, aculturación y control de territorios y poblaciones se refiere. Hasta ahora sin embargo, hemos venido presentando al trabajo del padre Picaud como pionero en su especie; no es así empero; lo que le destaca, aparte del valor literarioprofesional que indiscutiblemente posee, es la difusión que alcanzó por toda la Europa de su tiempo, y, seguramente, lo que de experiencia personal posee, cosa que nunca podremos llegar a conocer a fondo, salvo en aislados puntos como el siguiente: “En nuestro viaje a Santiago, encontramos a dos navarros sentados a su orilla [del Salado, afluente del Arga en Mendigorria] que estaban afilando sus navajas, con las que solían desollar las caballerías de los peregrinos, que bebían aquella agua y morían. Y a nuestras preguntas contestaron, mintiendo, que era buena para beber. Por lo cual abrevamos en ella a nuestros caballos y en seguida murieron dos de ellos, que inmediatamente aquellos desollaron.” Todo esto le ha otorgado ese grado de atractivo que aún hoy le hace despertar el interés de los lectores. Pero, como decíamos, Picaud no desbrozó territorio virgen, sino que ha tenido un modelo para decir lo que dice y a estas alturas es tiempo de aclararlo. Existe una larga serie de testimonios históricos que coinciden en demonizar al colectivo vasco en tanto y en cuanto no combatieran sus miembros como aliados del poder de turno que les generaba, a partir de la conquista de las Galias por Julio César en adelante, y que llega 533

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hasta la Crónica de Eginhard en la Corte Carolingia de los siglos VIII-IX. Sin embargo, es la conocida Crónica del Astrónomo la que crea el marco ideológico en el cual se habrá de ubicar el trabajo de Aymeric Picaud, como con tanta claridad sostiene de Meñaca 11. No queremos argüir con esto que el peregrino puatevino haya exclusivamente continuado al Astrónomo. Mucho más que esto, lo que deseamos señalar es su adscripción en una corriente de larga duración que, superando intereses políticos, pretende alienar por completo al diferente y a partir de allí integrarlo a un redil común del que nunca formó parte con anterioridad. En esa línea es que Picaud abunda en ejemplos en cuanto a la malignidad “natural” de los navarros, como llama, repetimos, a los vascos sudpirenaicos y es así como nos lo cuenta en el texto. A veces, las expresiones nos permiten extender la comprensión de los intereses de Picaud; tuvimos ya oportunidad de notar, cuando deja de hablar de los vascos, como sus dardos se extienden hacia los castellanos, aunque con mucha menor intensidad. Esto se da naturalmente relacionado con el problema de las dos esferas principales de intereses territoriales que definen su trabajo, España y Francia, y ese extraño punto de no intersección que configura el territorio “bárbaro” apartado de ambas. Más aún, en un punto llega el autor a hacer uso de algo que podríamos calificar como patriotismo estomacal al contarnos que el agua y: “todos los pescados y carnes de vaca y cerdo de toda España y Galicia producen enfermedades a los extranjeros...” Todo le lleva así a revalorizar su propia tierra frente a las demás, pero el problema es mucho más complejo, porque Aymeric es también un ser humano. En esa línea, su afirmación de que los vascos son un pueblo “...distinto de todos los demás en costumbres y modo de ser...”, justificativo último de todo lo que dice, abre un interrogante que ha de haber resonado en el pensamiento de Picaud y cuyo eco continúa hoy: ¿es en realidad delito el ser distinto? Es un viajero que peregrina a Compostela en suma, y que al mismo tiempo escribe una Guía para quienes le sigan en el Camino. Mientras realiza su viaje se encuentra con unas gentes que, hoy, casi un milenio y mucha sangre después, lo sabemos, son exactamente iguales a todas las otras, más allá de ciertos aspectos exteriores, y nuestro viajero se ve inmerso en la paradoja de tener que construir para el futuro una descriptio basada en lo que antes que él ya escribieron las auctoritates indiscutibles e irreformables según el común criterio medieval, y a la vez servir al objetivo “superior” de controlar ideológicamente un territorio aparte, pero percibiendo que en la realidad el enemigo no lo es tanto, como se puede notar en algunos pequeños deslizamientos del texto. 11

M. De Meñaca: “La légende noire des Basques au Moyen Âge et le Chemin de Saint Jacques”,: “...l`Astronome, tout au contraire, dans sa vie de Louis le Debonnaire, sera beaucoup plus définitif, nous expliquant que les Basques sont d`un naturel ´inconstant perfide, turbulent poussés toujours à la révolte par cette maladie de sédition qui leur etait naturelle´. L`Astronome, qui est de loin celui qui va décrier le plus les Basques, ne se contentera pas de faire l`analyse du comportement politique ou militaire des Basques: franchissant un degré de plus, il etablira un lieu entre la mauvaise nature des hommes et celle, non moins mauvaise, de la terre qu`ils habitent: ´la perfidie innée en ces lieux et la mauvaise foi naturelle à ceux qui les habitent´ Par la suite il definira leurs moeurs sociales comme étant celles ´d`un peuple qui s`abandonne à tous les vices et renonce à la raison et à la constance´ Par la même, l`Astronome doit être considéré comme l`inspirateur direct de l`auteur du Guide du Pelerin de Saint Jacques du Codex Calixtinus, livre qui va vehiculer et colporter pour toute l`Europe les plus sombres traits de la Légende Noire des Basques.”, en : « Euskal Mundu-Biltzarra, Euskal Herriaren Historiari Buruzko Biltzarra » I. Atala Antzina eta Erdi-Aroa, I. Alea Eusko Jaurlaritzaren Argitalpen Zerbitzu Nagusia, Gasteiz, 1.988. (p. 364)

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Y con todo, más allá de prejuicios y demonizaciones, el trabajo de Picaud sigue hoy vigente, en lo que dice, lo que omite y lo que tergiversa. Su análisis parcial nos ha permitido, o al menos ese fue nuestro objetivo, ver cuántas implicaciones subyacen en la literatura de viajeros, aún en la más antigua de Europa Occidental, y qué dignos de ser releídos hoy resultan todos esos textos, cuando resurgen los problemas que los inspiraron.

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El viaje intelectual de Miguel Cané Ileana Mariela Sansoni

UNMdP

Abstract Los relatos de los viajeros hispanoamericanos en nuestro continente han sido poco estudiados. Usados como fuentes para construir las historias regionales no han motivado el análisis extenso sobre la construcción de la ideología burguesa. Si los libros de viajes de los Europeos por África, Asia y América han conformado para el público del viejo continente a los largo de los siglos de la expansión, una imagen de la periferia pero también de la propia burguesía, urbana y "civilizada" de su continente, los viajes de los hispanoamericanos por sus tierras se han sumado como un resultado de la transculturación para conformar tanto la idea que los americanos se fueron haciendo de sí mismo, cuando se consolidaban los estados nacionales surgidos de la independencia como en la construcción de una imagen de la "civilización europea" y del "progreso norteamericano", que tanto se deseaba implantar en las nuevas naciones. En este sentido debe inscribirse el análisis de la obra de Miguel Cané. The narrative of the spanishamerican travelers in our continet was few investigated. This narrative is used as a document to write the regional history but few reserch used them, to investigate the construction of burguess ideology. If the travel wrigting by europeans developed an image of the periphery and the image of the own burgeoise, too; the travel writing by spanishamerican added the image of american as the result of the transculturacion. In this way it must be inscribited the study of the book of M. Cané.

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“Las Metáforas del Viaje y sus Imágenes. La Literatura de Viajeros como Problema”

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Los diarios de viajeros como fuente para la lingüística histórica Virginia Bertolotti

Universidad de la República (Uruguay)

Abstract Como es de todos conocido, la tradición filológica de recurrir a textos literarios como fuente para la reconstrucción de estados anteriores de la lengua se presenta como insuficiente a la más moderna lingüística histórica que trabaja con documentos de sujetos corrientes que constituyen una mejor fuente para el estudio de la oralidad o de la lengua no culta. Sin embargo, los documentos o fuentes primarias no siempre echan luz sobre los fenómenos bajo análisis. Para ello el trabajo sobre el corpus se complementa con el de fuentes secundarias, entre las cuales, los diarios de viajeros. En este trabajo me propongo entonces mostrar cómo los viajeros que visitaron el Río de la Plata en los siglos XVIII y XIX aportan información de diversa índole que permite enriquecer los estudios históricos de la lengua. Texto Es interesante conocer la opinión que la observación del país han merecido a quienes lo visitaron durante el transcurso de los siglos XVI, XVII, XVIII, y XIX. En los relatos publicados en las más distintas lenguas, se encuentran interesantísimas noticias, jugosos pormenores, informaciones sobre personas y costumbre desaparecidas. Muchos de esos juicios están bien fundados, otros son fugaces; los hay que contienen no pocos errores. Se trata de una fuente en la que debe abrevarse, pues son impresiones frescas, de contemporáneos, expresadas con toda libertad, sin eufemismos, fuera de los convencionalismos del documento oficial siempre interesado, sin la frialdad de la expresión propia del papel administrativos que si a veces suele ser fotográfico, siempre persigue una finalidad que puede o no estar de acuerdo con la verdad. Consignan una multitud de detalles que escapa a la documentación general, ilustrando sobre costumbres, sobre indumentos, sobre maneras de vivir, bases sobre la que se cimenta la historia de los pueblos, el desarrollo de sus civilizaciones. En lo que a nosotros se refiere, se trata de observaciones hechas por distintos temperamentos: ingleses, franceses, españoles, italianos, holandeses, alemanes, norteamericanos, etc., que enfocan nuestras cosas desde distintos ángulos de acuerdo con las modalidades de sus países de origen, lo que no poco interesa para sacar deducciones al hombre de hoy.

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Por regla general, preceden a esas descripciones una exposición geográfica, histórica y política del país. Aquéllas son, salvo casos de especialistas (...), versiones de segunda mano en que se repiten las versiones de autoridades como las citadas” 1 La información sobre aspectos fónicos o fonológicos que se presenta o podemos deducir de los diarios de viajes al Río de la Plata no es la más frecuente. No es de extrañar que un viajero se ocupe más de la descripción de la vestimenta que de la de la pronunciación. Por otra parte, el hecho de que la mayoría de los viajeros no fueran hispanoparlantes y de que no pasaran temporadas demasiado extensas los hace poco sensibles a los matices sonoros lingüísticos. Empero, aún los viajeros poco sensibles a matices de una lengua que en la mayoría de los casos les era extraña pueden aportar información interesante. Podemos distinguir dos tipos de informaciones fónicas: los comentarios explícitos que hacen los viajeros acerca de la pronunciación o la entonación (que aunque no sean absolutamente confiables son perlasagujas en el pajar) y la forma en que transcriben las palabras españolas inexistentes en las lenguas de origen (a veces ajenas también al español patrimonial). El hecho de que un viajero inglés escriba “the ancient town of Jan Carlos” 2 quizás nos pueda estar hablando acerca de su percepción de la aspiración del fonema /s/ en contexto inicial. Es decir, si la aspiración del inglés se grafica y en español una aspiración similar de /χ/ se grafica , podría pensarse que una aspiración de /s/ inicial se representara en la escritura tal como supone el viajero que se representa la /χ/ aspirada, es decir, . Escasos, los comentarios explícitos acerca de la pronunciación permiten ir confirmando datos históricamente, en este caso la realización aspirada de la /χ/. Arsène Isabelle 3, quien visita nuestro país en la tercera década del XIX, escribe: “Este paseo se prolonga en un camino que llega muy lejos y que bordea la costa poco elevada de la ciudad: el llamado Bajo.” En cita al pie da la siguiente recomendación a sus coterráneos, a quienes va dirigida su obra: “Pronunciar ba-hó, con una fuerte aspiración de la garganta. Esta palabra designa un terreno bajo. La j (llamada jota) delante de todas las vocales, y la g ante la é y la i, tienen un sonido gutural, como en bajo, que sólo se puede captar después de residir mucho tiempo en el país. Posiblemente sea la única dificultad que ofrece la bella y rica lengua castellana, pero es también una dificultad insuperable para 1

Arredondo, H. 1951. Civilización en el Uruguay. Aspectos arqueológicos y sociológicos 1600-1900. Tomo I. Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay: Montevideo (45-6) 2 Murray, J.H. Travels in Uruguay 1871 3 Isabelle, A. 1943. Viaje a Argentina, Uruguay y Brasil en 1830. Editorial Americana, Buenos Aires.

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muchas personas y la ocasión para las porteñas de reírse a carcajadas; éstas se divierten haciendo pronunciar a los extranjeros ciertas palabras que se prestan a equívocos por las dificultades con que tropiezan al pronunciar la jota” (:190, subrayado nuestro) La entonación, marca clara de las diferencias de las variedades iberoamericanas, también es percibida por algunos viajeros, como ya mencionamos. De todas formas, los datos lingüísticos que pueden proveer no puede ir más allá de la que, sin instrumental técnico, pueda hacerse a través de la lengua escrita tal como se consigna en este pasaje en el cual se vienen describiendo las “costumbres de los montevidenses” “(...) Gustan mucho de andar á caballo hombres y mujeres; beben mate á todas horas; hablan con cierta languidez, mayor que en otras partes; se resienten de la falta de trato, que produce cierto encogimiento. Por lo demás son de buena disposición, tanto de potencias como de cuerpo” (subrayado nuestro) 4 En la misma obra, y destacando similares características, en este caso del habla rural, se recupera el testimonio de un europeo: “No será superfluo exponer el diálogo que acostumbran para presentarse al rancho más desconocido. Se ponen á caballo delante de la puerta de él: le dice el amo: - Di-os lo guarde aa-mi-go, pronunciado con mucha lentitud. R. – Y á Vd. lo mis-mo. - A-pe-ese si gusta. R. – No hay para qué. - Va-ya, no sea son-so. R. – Valdreme de su fa-vor. - Deje ahí el ca-ba-llo, no más. - (...)” 5 La información fónica puede ser complementada por información sociolingüística, si bien el tipo de noticia de este carácter obtenido hasta la fecha no ha resultado como complementario para el análisis del plano fónico.

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Viaje político-científico alrededor del mundo por las corbetas Descubierta y Atrevida al mando de los capitanes de navío D. Alejandro Malaspina y D. José de Bustamente y Guerra desde 1789 á 1794. Publicado con una introducción por Don Pedro de Novo y Colson. 1885. Imprenta de la viuda e hijos de Abienzo: Madrid. (segunda edición) (pág. 560) 5 ibid, pág. 560

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3.2. Lo morfosintáctico En lo atinente a lo morfosintáctico no hay información relevante en los viajeros. Es esperable que ese plano de la lengua se haga menos evidente y por lo tanto despierte menos curiosidad en los viajeros. A este respecto la única fuente de análisis es el conjunto de documentos que constituyen el corpus. Por otra parte, es de destacar que es en esta plano en donde las diferencias entre las variedades son menores. 3.3. El léxico (se puede agregar algo de la Fonta) El léxico ha venido siendo analizado en dos tipos de textos, por un lado el conjunto de documentos a los que les hemos venido llamando fuentes primarias. En ellas el uso del léxico supone una comprensión mutua entre quienes se comunican. Otro conjunto de fuentes, los viajeros y fuentes que, grosso modo, se pueden considerar literarias se caracterizan por informar a otros acerca de las realidades de estas tierras. Por ello, permiten el análisis del grado de incorporación y difusión del léxico. Durante los últimos tiempos y en acuerdo con otros países miembro de la ALFAL, se ha comenzado a trabajar sobre dos campos léxicos específicos: la alimentación y la vestimenta. El primer hecho que surge con evidencia a la hora de trabajar con estas zonas del léxico es la necesidad de ampliar el corpus utilizado para el análisis de otros niveles lingüísticos. De hecho, las referencias encontradas con respecto al léxico de la alimentación o al de la vestimenta en las fuentes primarias analizadas fueron realmente escasas, por no decir casi nulas. El ampliar el corpus del español del Montevideo colonial nos plantea una serie de problemas. Para resumir podemos decir que la escasa cantidad de personas que sabían leer y escribir, la falta de imprenta, así como la circunscripción de la escritura a los ámbitos eclesiásticos y administrativos, vuelve difícil el rastreo de léxico ten relacionado con lo que podríamos llamar la “vida privada” de los pobladores. Para encontrar ocurrencias de los campos léxicos antedichos se decide no privilegiar ningún tipo de documento ni autor, a diferencia de lo que sucede, como ya se vio con el plano fónico. Limitarnos, por ejemplo, a la correspondencia personal de los habitantes de la época podría llevarnos a un vacío o tal vez a consignar ocurrencias poco representativas del habla de la época. De lo expuesto surge con claridad que hemos tenido que recurrir a documentos de carácter administrativo para poder ampliar nuestro corpus. Sin embargo, no es esta la única fuente que hemos utilizado para el nivel del léxico. Expondremos aquí otras utilizadas y ciertas dificultades que hemos encontrado en su análisis. Algunas de la problemáticas planteadas en el trabajo con las fuentes son consecuencia de las características propias del léxico que analizamos. Este se inscribe en zonas designativas

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del léxico 6, que se caracteriza por ser particularmente permeable, dado que ante nuevas realidades es factible la aparición de nuevas piezas léxicas, combinatorias sintagmáticas, etc, que las designen 7.

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No estamos afirmando que esta problemática se vea sólo en este tipo de léxico, sino que se ve particularmente reflejada en él. 7 No entraremos aquí en los distintos tipos de nominación que se pueden encontrar en este tipo de casos

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La pampa ondulada en el siglo XIX, entre el azul del cielo y el verde de la llanura Vilma Bidut

UNR

Abstract Este artículo se centra en las memorias de los viajeros ingleses y franceses, para reconstruir el paisaje del Partido de Rosario de los Arroyos en los últimos años del siglo XVIII hasta los años 30 del siglo XIX. Estas narraciones son textos inventariados que ponen en escena una versión del paisaje americano. Partimos de la pregunta ¿qué paisaje aparecía ante los ojos de aquellos que transitaron los parajes al sur del Carcarañá? ¿Cómo era el espacio en el que los habitantes de este pago desarrollaban sus vidas? La propuesta de trabajo es retomar el discurso utilizado por los naturalistas para describir el suelo, la fauna y la flora de estas regiones, de esta manera, volver del pasado sus palabras y con ellas presentar el paisaje, siendo consciente de la carga ideológica que estas narraciones tienen como todo discurso científico. En realidad, es difícil separar la naturaleza y la cultura, ya que en los procesos históricos actúan siempre en condiciones geográficas concretas, diferentes según los países y las regiones. El espacio es una realidad y la historia se inscribe en él a través de una relación compleja. La gente se adaptó al paisaje, pero al mismo tiempo lo sometió a su influencia y al control productivo. Por lo tanto, las narrativas de los viajeros contienen informaciones importantes y útiles para el mejor conocimiento de la geografía y la historia de la región. Todas ellas pretendían verificar el capital geográfico, animal y vegetal del Río de la Plata, la tarea era sacar de la “oscuridad” al continente americano. Introducción A partir de las memorias de los viajeros ingleses y franceses, escritas luego de recorrer el Pago de los Arroyos de la jurisdicción de Santa Fe, mi intención es reconstruir, en parte, el paisaje de estos territorios en los últimos años del siglo XVIII hasta los años 30 del siglo XIX y observar los cambios que se produjeron a principios del siglo XIX. Estas narraciones son textos inventariados que ponen en escena una versión del paisaje americano. La literatura de viajeros es un espacio textual donde se mezclan lo documental ( observación de hechos, fenómenos, estadísticas) y lo romántico, especialmente como relatos de aventuras en tierras desconocidas.(Salvatore, R 1993: 8-28) De manera que, utilizando el aspecto documental de estos relatos, podemos preguntarnos ¿ qué paisaje aparecía ante los ojos de aquellos que transitaron los parajes al sur del Carcarañá?¿Cómo era el espacio en el que los habitantes de este pago desarrollaban sus vidas?. Este inventario puede observarse como un gesto que marca y limita lo conocido y lo desconocido, entre lo propio y lo ajeno, tratando de poner un orden a lo real a través de una práctica clasificatoria. La propuesta de trabajo es retomar el discurso utilizado por los naturalistas para describir el suelo, la fauna y la flora de estas regiones, y tratar de descifrar los cambios ocurridos en las primeras décadas del siglo XIX. Por lo tanto, volver del pasado sus palabras y con ellas presentar el paisaje y sus cambios siendo consciente de la carga ideológica que estas narraciones tienen como todo discurso científico.

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La zona que estudiamos y que se denominaba Partido de Rosario de los Arroyos correspondía a la jurisdicción del Cabildo de Santa Fe y comprendía una amplia franja del territorio del actual sur de la provincia de Santa Fe. Conocida en el siglo XVIII como el Pago de los Arroyos, bajo esta denominación se conocieron las primeras secciones en que se dividió la campaña rioplatense: eran grandes extensiones con límites imprecisos con una población rural más o menos compacta, estas zonas se habían formado junto a las aguadas que eran los ejes económicos de la primitiva ganadería. (Levene, 1942:22). Los límites de esta zona no fueron estáticos, ni demasiados claros durante el siglo XVII y hasta principios del XVIII, cuando en 1721, los Cabildos de Buenos Aires y Santa Fe decidieron que la divisoria sur sería el arroyo “que ordinariamente llaman el del Medio”.(Alvarez,1981:33 Manavella, ACaputo, M 2001:1-3). Y los límites serían al Norte el Río Desmochado (hoy Carcarañá), al Este el Río Paraná y al Oeste una línea indefinida, siempre cambiante, entre blancos e indios. Hoy en día se nos plantea una cuestión, ante la creciente conciencia ambiental, por lo que, los/as historiadores/as, no pueden ni deben quedarse callados /as sobre el tema. Aunque muchos se han desentendido de la naturaleza, del medio o el ambiente no puede dejarse de lado tan fácilmente; ya que las ideas de la naturaleza han desempeñado un lugar importante, podríamos decir integrante, tanto del proceso de la historia como de su interpretación. No existen acuerdos entre los historiadores - ni los habrá por mucho tiempo- sobre la relación entre medio ambiente y cultura. Para algunos, la naturaleza representa un conjunto de factores ambientales: el clima, las enfermedades, los bosques, que en grados diferentes habían contribuido a dirigir el curso de la historia. Para otros, la naturaleza es una forma en que los pueblos del pasado entendieron el mundo. En realidad, es difícil separar la naturaleza y la cultura, ya que en los procesos históricos actúan siempre en condiciones geográficas concretas, diferentes según los países y las regiones. El espacio es una realidad y la historia se inscribe en él a través de una relación compleja. La gente se adaptó al paisaje, pero al mismo tiempo lo sometió a su influencia y al control productivo. (Arnold 2001:42-56). Las narrativas de los viajeros contienen informaciones importantes y útiles para el mejor conocimiento de la geografía y la historia de la región, por supuesto tomando con cautela estas referencias debido a los prejuicios o la visón acotada de cada autor. Todas ellas pretendían verificar el capital geográfico, animal y vegetal del Río de la Plata, la tarea era sacar de la oscuridad al continente americano. En esta empresa, esta literatura aparece como una conexión entre lo propio y lo extraño, como contribuciones a la geografía, a la antropología, la economía y a otras ciencias europeas.

La pampa ondulada. Sus características Lo que hoy conocemos como la pampa ondulada se caracteriza por una serie de fallas de rumbo paralelo a la falla del Paraná y otras cortándolas transversalmente en forma radial, ejerciendo sobre el curso de los ríos un marcado control, caracterizado por bruscos cambios de rumbo. Una de las características es la alta barranca –de 10 a 20 metros de altura- que da al río Paraná. El sector al sur del río Carcarañá es ligeramente ondulado, surcado por abundantes ríos de orientación suroeste- noroeste que desaguan en el Paraná, y se extiende hasta el 544

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Arroyo del Medio limitando al Oeste por la falla que condiciona el Arroyo de las Tortugas. Aquí las pendientes son mayores, el escurrimiento más rápido, pudiendo distinguir dos tramos en el curso de los arroyos: el superior no bien definido y el inferior donde el relieve esta cortado formando profundas barrancas. Hacia el Suroeste de la actual provincia de Santa Fe, al pie de la prolongación de la falla del Arroyo de las Tortugas, el relieve esta caracterizado por la indefinición del drenaje con la formación de lagunas y bañados. La pampa húmeda es una estepa subtropical húmeda, donde la abundancia de precipitaciones nunca inferior a los 800 milímetros y con una ausencia de estaciones fuertemente diferenciadas, caracterizan al clima templado pampeano. Con un verano caluroso que se extiende desde noviembre a marzo, en el resto del año los riesgos de heladas se concentran en los meses de junio y julio. En la zona costera la proximidad del Paraná aumenta la frecuencia de nieblas y el alto tenor de la humedad en el aire. Este clima asociado a la fertilidad de los suelos pampeanos permite gran diversidad de la actividad agropecuaria y su excelente rendimiento (Atlas Total de la República. Argentina 1981:34-35) Esta vasta planicie fértil interrumpida por suaves ondulaciones caracterizada por la existencia de numerosos arroyos, que resultan propicios para el desarrollo de los asentamientos humanos y las actividades agropecuarias. Los primeros ocupantes de tierras vieron las extraordinarias posibilidades de la zona para el desarrollo de la ganadería, la existencia de numerosos arroyos, no sólo favorecería enormemente la cría de animales, sino que además establecían los límites de las explotaciones. El indispensable acceso al agua para los ganados hizo que las “suertes de estancia” otorgadas tuviesen un frente a esos arroyos o a los ríos y el fondo de estos terrenos se prolongaba hasta la legua y media. La toponimia de la región ha mantenido los nombres de los primeros ocupantes de tierra así, gran parte de los cursos de agua que atraviesan a lo largo de veintidós leguas de costa del río Paraná pueden identificarse como Arroyo Salinas- hoy Ludueña- por lo que, cabe pensar que alguna persona con ese apellido fuese poblador del lugar; el Arroyo Romero, denominado así por estar ubicada la estancia de Romero de Pineda, luego fue conocido como Arroyo Saladillo; el Arroyo del Animal, se lo conoció luego como Frías, al fijar su residencia Francisco de Frías, nombrado primer alcalde de la Santa Hermandad en 1725; el Arroyo Seco tuvo otra denominación arroyo “de la Matanza” tal vez, por que fuese un lugar dedicado a la faena de animales; el Arroyo Pavón, conocido anteriormente como Arroyo Primero o el Primer Arroyo y por último el Arroyo del Medio, que en los mapas antiguos figura como Segundo Arroyo, sigue un sinuoso recorrido de ciento cincuenta kilómetros, formando el límite con Buenos Aires en cuyo territorio finaliza cayendo al Paraná. El nombre recibido es por estar situado entre el primer arroyo (hoy Pavón) y el tercer arroyo (hoy Ramallo) y ha servido para marcar los límites, primero del Pago de los Arroyos y luego los límites interprovinciales. No podemos dejar de mencionar la laguna Melincué, un extenso espejo de agua, interpuesta en la vasta llanura y que no tiene descarga en ningún río. El límite Norte marcado por el Río Desmochado- hoy Carcarañá- provenientes de las Sierras de Córdoba, formado por la confluencia de los ríos Tercero y Cuarto, al llegar a Santa Fe desvía su curso hacia el sur, luego al noroeste y al para desembocar en el río Coronda.(Alvarez, 1981:32-52).

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El paisaje de la pampa ondulada en los siglos XVIII y XIX. A mediados del siglo XVIII el naturalista Carl Linneo presentó su sistema descriptivo destinado a clasificar a todas las plantas conocidas y desconocidas del planeta. Esta contribución al campo del conocimiento tendría una influencia no solo sobre los viajes y la literatura de viajes “sino también sobre las maneras generales en que los ciudadanos europeos construían y explicaban su lugar en el mundo”(Pratt, 1997:53). En las zonas hasta ese momento desconocidas para los europeos, empezó a aparecer el naturalista, un personaje dedicado a recolectar y a clasificar la flora, la fauna y los minerales; para luego volcar sus resultados en narraciones donde la naturaleza era la trama fundamental. Por lo tanto, todas las formas de vida del planeta fueron ordenadas por el ojo instruido, masculino y europeo naturalizándolos al incorporarlos a lenguaje del sistema. Así aparece un sujeto europeo imponiendo una visión hegemónica pero que, no establecía los instrumentos de dominación. (Pratt, 1997: 58-65). Como afirma Mary Louise Pratt “la ciencia operó como un lujoso y multifacético espejo sobre el cual Europa toda podía reflejarse como un proceso planetario en expansión, sin la competencia, la explotación y la violencia acarreadas por la expansión comercial y política y la dominación colonial”. Dentro este marco podríamos preguntarnos:¿cómo se presentaba la llanura ante los ojos de los viajeros? Este espacio les resultaba totalmente novedoso, tanto que, J. Andrews lo denominó un “océano de tierra” y desde el asombro lo describían así: las llanuras parecen estar absolutamente niveladas, pero no es así, porque en ciertos lugares el horizonte está más alejado. Durante muchas leguas al Norte y al Sur de San Nicolás y Rosario, el país es verdaderamente llano. No puede tacharse de exageración nada de cuanto los viajeros han escrito, acerca de la de este perfecto nivel. Sin embargo jamás he podido encontrar un solo lugar que girando lentamente, no haya distinguido objetos a una distancia más o menos grande, lo cual es prueba evidente de una desigualdad del suelo de la llanura. (Darwin 1945:163-169). Desde la cima de las barrancas del río Paraná aparecía una inmensa llanura donde nada limitaba la vista... Era la pampa propiamente dicha desnuda de árboles y cuya horizontalidad, solo interrumpida por algunas ondulaciones por así decirlo insensibles o que únicamente rompían la uniformidad de los primeros planos. El suelo estaba cubierto más que de plantas gramíneas. (D’Orbigny 1945: 415).Toda la superficie de la parte de la provincia de Santa Fe al sur del Río Tercero, se presentaba como una pampa ininterrumpida que presentaba en general, los mejores campos de pastoreo que puedan concebirse (Miers 1968:163). Los habitantes y los viajeros de estos parajes contemplaban una inmensa llanura cubierta de tréboles y cardos que cambiaba de aspecto en las cuatro estaciones. En invierno las hojas del cardo eran muy grandes y de un verde intenso junto a los tréboles que teñían toda la superficie de un color verde oscuro. La cercanía de la primavera se revelaba con la desaparición de los trebolares mientras que, las hojas del cardos se extendían por el suelo. El verano se anunciaba con el crecimiento rápido de los cardos que aparecían como bosques exuberantes y cuando florecían un manto azul lo cubría todo. Formaban una barrera impenetrable así quedaban escondidas las sendas, los animales y resultaba difícil atravesar los campos. Pero muy pronto todo cambiaba, la cubierta de los cardizales perdían su verdor, los

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tallos se ponían negruzcos y muertos; el azote del viento pampero los nivelaba a ras del suelo y entre medio de la vegetación muerta brotaban los tréboles y todo recobraba el antiguo verdor. (Head 1986:12-13). Ningún otra planta podía existir en las onduladas planicies donde crecían los cardos; pero antes de su introducción la superficie debía estar cubierta de altas hierbas. Estas plantas disminuían a partir del Arroyo del Medio, comenzando los campos donde abundaban pastos, y los árboles pequeños –duraznos, ciruelos- cultivados por los habitantes en los alrededores de sus viviendas. (Haigh 1988:41) En medio de pequeñas llanuras arcillosas asomaban las madrigueras de las vizcachas, animales de hábitos nocturnos. Cada colonia estaba separada y poseía su propio terreno, cada una estaba compuesta de cinco o seis madrigueras. Sus colonias cubrían aquí y allá todas las pampas. Las madrigueras servían de morada a un animal: la lechuza, era raro no encontrarlas posadas en el lugar más elevado del montículo advirtiendo la presencia de extraños. (D’Orbigny 1945: 415) Los pastos altos eran los lugares preferidos por el avestruz, que aparecían en bandadas y a veces en parejas, estos animales extremadamente tímidos no permitían que animal alguno se les acerque. Incapaces de volar utilizaban sus alas para correr a una velocidad superior al caballo. (Miers 1968:80). Vastas multitudes ruidosas de teros, volaban en torno a los senderos para alejar a los predadores. Algún zorrino de piel marcada con rayas pardas oscuras y amarillas se anunciaba por el olor fétido nauseabundo (Gillespie 1986: 106-107). La mulita, cubierta con una caparazón duro, con su andar de paso ligero lograba escapar cavando rápidamente una cueva o tomando la forma de una bola apretada. (Gillespie 1986: 125). Las perdices volaban rara vez más de cincuenta yardas y siempre corrían hacia la mata de pastos más cercanas donde se agazapaban (Gillespie 1986: 129). Desde tierra firme se contemplaban las costas y las islas del Paraná, se viajaba a través de las llanuras y al llegar a San Nicolás se veía por primera vez “ese magnifico río que se llama Paraná”. Al pie del acantilado en que se alza la ciudad, había anclado muchos y grandes navíos. Antes de llegar a Rosario, se travesaba el Saladillo, río de agua pura y transparente. Rosario era una gran aldea levantada en una llanura perfectamente plana que terminaba en un acantilado que dominaba el río. En este lugar el río se ensanchaba entrecortado por islas bajas y boscosas, asemejándose a un gran lago. Los acantilados formaban la parte más pintoresca del paisaje, algunas veces absolutamente perpendiculares y de color rojo vivo, otras veces se presentaban en forma de inmensas masas agrietadas cubiertas de cactus y mimosas.(Darwin 1945: 163-169) Las islas del Paraná conformadas de arena fangosa sin el más pequeño guijarro, resultado de las tierras aluvionales depositadas gradualmente durante las crecidas anuales, constituyendo el suelo con capas de arcilla, arena y detritus vegetal. Todas presentaban igual característica: cubiertas por numerosos sauces y algunos otros árboles unidos por una gran variedad de plantas trepadoras, lo cual formaba una selva impenetrable, en cuyos intersticios proliferan infinidad de plantas acuáticas. El borde de las islas estaba esmaltado por bellas alfombras rosadas de una sensitiva espinosa (Darwin 1945:176. D’Orbigny 1945:100-102)

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Las costas del Paraná estaban pobladas de “inmumerables ánades de diferentes especies, en distintas bandadas; ánades de cara blanca y el ánade rojo y negro de Azara”, aturdían con sus gritos y silbidos mientras que, en otros lugares menos inundables, esparcidos por las arenas de las playas, gran cantidad de huevos de tortugas de agua dulce; “en estos lugares deliciosos el aire se llenaba de sonidos tan raros como variados”. Las orillas de los canales animados de mil maneras, bandadas de gallinas acuáticas que se alejaban rápidamente, nubes de gaviotas haciendo resonar los alrededores con sus gritos desagradables, las majestuosas ciqüeñas surcando plácidamente la superficie de las aguas. (D’Orbigny 1945: 416). Uno de los animales más notables era el puma que junto al jaguar – con su piel overa- merodeaban las orillas de los ríos o tenían su guaridas en el interior de las islas. Las huellas de los habitantes, cuando se surcaba el río Paraná desde el Norte, se advertía al divisar la cúpula del campanario del monasterio y colegio de San Carlos. La construcción contrastaba con los campos pelados y las casa de los alrededores.(D’Orbigny 1945:422) Aparecían también, en tierra firme, las casas de los estancieros con corrales de palo a pique, para encerrar los ganados vacunos, caballar y carneros introducidos por los primeros colonizadores españoles en el siglo XVI, modificando no solo el carácter de la vegetación, sino que habían expulsado y hasta habían hecho disminuir el número de guanacos, ciervos, avestruces, mientras que, podían oírse jaurías de perros salvajes aullando en los bosques que cubrían las orillas de los ríos y la rata común convertida en enorme y feroz vivía en colonias. Los buitres, habrían aumentado desde la introducción de los animales domésticos. (Darwin 1945:159) El límite suroeste estaba marcado por una línea de fortines que recorrían el norte de Buenos Aires, el sur de Santa Fe y Córdoba pasando por San Luis hasta llegar a Mendoza. El fortín de Melincué era en la frontera meridional el puesto de avanzada del territorio santafesino, poco antes de llegar se atravesaba una cañada larga o pantano cubierto de juncos y cañas cuyas partes superiores estaban cubiertas de una eflorescencia salitrosa. El aspecto del suelo cubierto de pastos duros, altos crecía en matas con raíces que formaban pequeñas elevaciones distantes unas de otras. El zumbido de los mosquitos en pleno verano lo llenaban todo y el suelo era pantanoso aún en los lugares altos. Conformaban el pueblo una veintena de ranchos, desparramados sin orden, rodeados de huertas cercadas y en algunas pequeños montes de duraznos; solitarios árboles en medio de un monótono paisaje llano. El cielo tenía diferentes tintes y se veían una variedad de pájaros de hermosos colores, con el más lindo plumaje; en el campo vagabundeaban algunos cervatos y zorros grises.(Gillespie 1986:106) El poblado estaba construido a una legua del borde noroeste de una extensa laguna con aguas un poco salobres, donde nadaban numerosos cisnes con cabeza y cuello negro. Durante el otoño la laguna reducía su tamaño pero con las lluvias invernales lo aumentaba alcanzando una extensión de hasta veinte millas de este a oeste y la mitad de distancia de norte a sur.(Miers,1968:51) El clima, las sequías y las plagas Al reseñar las características del clima lo definían como benigno, suave y con un verano caluroso y prolongado. En el mes de abril el termómetro marcaba al amanecer 68º farhrenhit trepando hasta los 82º a las dos de la tarde. Las diferencias de temperatura entre el invierno y

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el verano eran marcadas, pero los cambios eran paulatinos: “en el invierno las fuertes heladas eran frecuente por la noche, en la primavera el calor resultaba agradable”. “El invierno es tan frío como el otoño inglés” comparaba Head mientras que Campell Scarlett evocaba que en el verano de 1836 “el sol ha sido todo el día extremadamente fuerte y aire caluroso, es sentido por todos los seres vivos, la siesta es el descanso reparador para todos”. Dos fenómenos climáticos que merecieron la atención fueron, en primer lugar, las tormentas con truenos y relámpagos “...después de haber encontrado una de las noches mas horrorosas que se han visto –recordaba Gillespie- de lluvia, truenos y relámpagos, contra lo que nuestras carretas nos proporcionaban sino un miserable abrigo” al igual que una tarde de marzo una tormenta tremenda de granizo y trueno “acompañada con piedras como guisantes y rayos que mataron a tres personas”. La duración de la tempestad fue de una hora y el tamaño del granizo fue considerado fenomenal para aquellas regiones (Gillespie 1986: 115). En segundo lugar, el viento pampero que “con velocidad y violencia se precipita por estas llanuras (Head 1986: 15). Este viento suroeste sopla en el desierto con asombrosa violencia. Estos pamperos, vientos tornados, pero de mayor duración, al que los marinos temían su furia, ya que rara vez amainaba sin causar mucho perjuicio a los barcos del río y su fuerza se sentía a veces mar afuera (Haigh 1988:30) Durante las sequías, gran parte de estas extensas llanuras cambiaban completamente de aspecto y la abundante hierba se marchitaba. Con los ardientes calores la tierra se volvía tan seca y quebradiza, que el viento la convertía en polvo y como si sufriese de sed, abría mil bocas exigiendo agua. El suelo se contraía por el calor, la humedad se evaporaba provocando en el suelo profundas hendiduras. (King1988:246). Los habitantes denominaban como “las secas de enero” a la falta de lluvias durante este mes, sufriendo tanto los agricultores como todos los animales domésticos o salvajes, que venían del interior de las pampas en busca de agua. (Tuella 1801:154) Estos períodos de sequías se alternaban con épocas de lluvias y de inundaciones. En 1806, la sequía adquirió ribetes de catástrofe: “una seca, la calamidad más grande que acontezca en aquellas regiones había ocurrido este año y esos arroyitos, a que el ganado acostumbraba a acudir los había absorbido. Sus osamentas estaban desparramadas tan espesamente en nuestro camino no frecuentado, que el aire se impregnaba en una gran distancia y en tal grado que ni los perros cimarrones, ni los pájaros posados sobre ellas en bandadas pudieron dulcificar”, una descripción elocuente de la situación vivida en las cercanías de Areco – provincia de Buenos Aires- en octubre de ese año. Años más tarde en 1812, se registró uno de los más grandes desbordes del río Paraná, esta creciente extraordinaria inundó todas las costas y también las islas. La sequía reapreció en octubre de 1819, como esta situación llevaba cinco meses – en febrero de 1820- los habitantes del Pago comenzaron una novena a Nuestra Señora del Rosario para que esta situación se revirtiera. (Alvarez 1981: 261). Cuando llovía con regularidad, como ocurrió a partir de 1822, el stock del ganado de las estancias aumentaba. (Alvarez 1981:278). Este período de buenas condiciones climáticas para la producción fue interrumpido por una creciente en 1825 para luego desembocar en un larguísimo período de seguía que comenzó en 1827, pero resultó particularmente aguda en los años 1830-31.Darwin que recorría estos territorios la describía

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así: “Los efectos de la gran sequía: se da el nombre de gran seca o gran sequía al período comprendido entre los años 1827 y 1832. Durante este tiempo llovió tan poco, que la vegetación desapareció y hasta los cardos no crecieron. Los arroyos no llevaban agua y el país entero tomó el aspecto de una polvorienta carretera. Esta sequía se dejó sentir sobre todo en la parte septentrional de Buenos Aires y en la meridional de Santa Fe. Un gran número de aves, de mamíferos salvajes de ganados vacunos y caballos perecieron de hambre y de sed (Darwin 1945: 173-76) Cuando no había crecientes ni sequías, podían aparecer una plaga muy temida: las langostas. Quien mejor las describió fue Miers: unas 200 millas, en la parte de la provincia de Buenos Aires hasta Córdoba, pero intensificando sus depredaciones en Santa Fe. Si no hubiese sido por las langostas, terreno estaría cubierto por altos pastos tupidos, pero en el momento había solo algunos manchones aislados. Toda la pastura había sido devorada hasta las raíces mismas y la tierra se veía pelada. “Todos los huertos, que consistían en extensas plantaciones de maíz, calabazas, melones y sandías porotos y otros vegetales habían quedado completamente borrados de la superficie de la tierra sin vestigios: solamente la parte dura del tallo de la planta del maíz, lo mismo que algunos palitos pelados señalaban el lugar donde otrora existieron extensos huertos, también los árboles frutales fueron presa de los voraces insectos. No solamente devoraban las frutas: duraznos, manzanos, ciruelas, naranjas, etc, no solamente devoraban cada hoja, sino también la corteza en especial y por completo, la de los tallos más tiernos.” Muchas estancias tenían grandes plantaciones de durazneros, no solo por la fruta que producían, sino por la leña que se obtenía de ellos, elemento indispensable para la vida doméstica. Gran número de estos bosquecillos cuyos árboles sin hojas y sin corteza junto a la aparente esterilidad del suelo daban una imagen de un paisaje nevado, aunque el insoportable calor de un sol casi vertical recordaba que era el mes de enero. (Miers 1968:164) Un camino largo y dos viajeros... Existían durante el siglo XIX, los caminos que partiendo desde Buenos Aires uno se dirigía al Norte de las Provincias del Plata, comprendía las postas de Morón, Luján, Cañada de la Cruz, San Antonio de Areco, Chacras de Ayala, Arrefices, Pergamino, India Muerta y Esquina de la Guardia desde allí a Córdoba, Santiago del Estero, Tucumán continuando hacia el Norte. Otro hacia el Oeste, llegando hasta Mendoza, recorría una distancia de 264 leguas; y avanzando paralelamente al río Paraná el “camino del arriba” comunicaba con el Paraguay recorriendo las postas de Las Conchas, Arroyo Seco, Capilla del Rosario, Río Carcarañá, Barrancas hasta Santa Fe y desde allí al Paraguay. A finales del siglo XVIII, la relativa tranquilidad de la frontera Sur, marcado por el Fortín de Melincué, permitió desviar unos kilómetros al Este el tráfico entre Buenos Aires y Córdoba, cruzando directamente desde las postas de Arroyo del Medio, Arroyo Pavón, Arroyo del Sauce, Manantiales, Candelaria, Desmochado y siguiendo el curso del río Carcarañá la última posta en territorio de Santa Fe : Guardia de la Esquina para entrar luego en jurisdicción de Córdoba. Los caminos se parecían a surcos, eran apenas una huella que efectuaban las carretas y que cambiaban constantemente. Las postas estaban ubicadas cada veinte millas, eran ranchos de barro y techo de paja y un cobertizo hecho con ramas que servía de cocina. En las cercanías las gallinas vagabundeaban alrededor de la vivienda y a muy corta distancia un

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amplio corral de palo a pique para encerrar a los caballos y vacunos. Junto a este corral mayor otro más pequeño para una majada de ovejas.(Robertson Parish, J y W.1988 :89). Defendidas mediante la construcción de zanjas y cercos de tunas, se distinguían desde lejos por los montes de duraznos –únicos árboles en la inmensa llanura- y en las proximidades, a veces, una huerta o algunas sementeras de trigo y maíz para consumo. (Amigorena. 1988: 10-11) Estas sendas fueron conocidas gracias al reconocimiento realizado – en el siglo XVIIIpor los funcionarios reales y luego de la independencia – siglo XIX- por los naturalistas y viajeros. Explicaron con detalles todo lo que consideraron necesario para recorrer con tranquilidad estas regiones, sabiendo que a mayor cantidad de datos mayor éxito de tránsito y transporte de estos territorios a los que trataban de organizar a la vez que conocían. El camino que se desviaba unos kilómetros al Este para tomar rumbo a Córdoba fue recorrido por Francisco de Amigorena en 1787. Treinta y cuatro años más tarde Alexander Caldcleugh lo transitó rumbo al Norte de las Provincias Unidas del Sur. Ambos dejaron sus impresiones al transitarlo, ya que, coincidían en el objetivo: aportar noticias que contribuyeran a formar una idea exacta del estado actual de los países comprendidos entre el Río de la Plata y la Cordillera de los Andes. La comparación de sus relatos contribuye mostrar dos épocas: la colonial y la independiente. En ellos se pintan dos paisajes. En el momento de la organización del virreinato del Río de la Plata, el panorama presentado por el funcionario real era: la abundancia de ganados (vacunos, ovinos, equinos y mulares) al igual que las sementeras de trigo y maíz para el consumo de estos habitantes. La existencia de establecimientos ganaderos cuyo producto más rentable eran las mulas destinadas a las minas del Alto Perú. Nos presentaba un panorama de una economía vigorosa “es casa muy decente y cómoda... tiene muchos árboles grandes inmediatos...es muy crecido el número de hacienda que este tiene, de todas clases, y de las mulas hace su venta con destino al Perú.” Continuando la travesía llegaba al pantanoso “Arroyo en medio” donde concluía la jurisdicción de “Buenos Aires y principia la de Santa Fe”. En las inmediaciones de sus riberas apacentaban gran número de ganados y a la vera del camino siete a ocho casas, habitadas por cuarenta o cincuenta personas, cuya actividad productiva consistía en la cría de una diversidad de ganados. Las siguientes postas la de Arroyo Pavón, la de Manantiales, la de Saladillo todas presentadas con características similares “todos estos parajes llaman el Partido de los Arroyos” y al Norte del camino hasta el río Paraná hay muchas casas y “aun por la parte sur muchos ranchos hasta la distancia de cuatro leguas y llaman chacara” y el maestro de la posta del Saladillo “es sugeto que está rico según se dice” (Amigorena1988: 11). Seis leguas al Norte de la Posta de Saladillo estaba la Capilla y Pueblo de Rosario; el río Paraná “es una población muy regular, con muchas casas por las inmediaciones, y sus vecinos se ocupan de la cría de ganados, algunas sementeras, y hay muchas tiendas y pulperías”. El panorama presentado por este funcionario mostraba en este espacio una economía ganadera estrechamente relacionada con el Alto Perú que redituaba a sus habitantes buenos dividendos, a las que se agregaban las actividades agrícolas para el consumo.

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Por este camino, en 1821 Alexander Caldcleught emprendió su aventura de atravesar las pampas. Su viaje surcado por las graves conmociones políticas y bélicas; Ramírez amenazaba con atacar Buenos Aires desde Entre Ríos y Miguel Carrera, constituía un amago de invasión a los poblados que jalonaban la ruta hasta Mendoza. Con detalles muy precisos nos describió el paisaje, además sus apuntes hacían referencias a los habitantes de cada posta, a los residentes de Arroyo del Medio los define como gente “que daba muestras de ser industriosa” por el contrario el maestro de posta de la Candelaria, bebía mucho “y no tardará en cometer un crimen”. Su largo y monótono viaje por las postas del Pago de los Arroyos no ofreció mayores alternativas pero si algunas disquisiciones sobre los varones y mujeres de estos lugares: la imagen poco agradable de los hombres que “llevaban pelo largo, eran jugadores y bebedores empedernidos, en cuanto al trabajo, no hacían otra cosa que pastorear el ganado” contrastaba con las imágenes femeninas quienes eran amables y “las pobres cargaban con todo el tráfago de la casa sirviendo a los maridos con la mayor humildad” La vida de incertidumbres en que vivían se traduce en las respuestas al forastero, ante sus preguntas sobre la cercanía de los indígenas o cuál era el nombre de la próxima posta, contestaban ¡quien sabe!. (Caldleught 1943: 115-116). Aunque la guerra se extendía por estos pagos y la inseguridad aumentaba por la proximidad de los indígenas en la frontera sur, los convoyes de carretas provenientes de San Juan –cargados de vinos y frutas secas- marchaban rumbo al mercado de Buenos Aires. Sigue su marcha hasta los límites entre Santa Fe y Córdoba, divisando algunas estancias en la lejanía; contabilizó las siguientes postas: de la Candelaria, Desmochado, Arequito hasta Esquina de la Guardia, donde existió un pequeño fuerte. El relato de viaje lleno de trastornos y dificultades, nos presenta la situación que se vivía al sur del Carcarañá: postas destruidas por la guerra civil y los malones indígenas, habitados por hombres hoscos poco amables –no así las mujeres- productos, tal vez de la inseguridad en que vivían. Eran hechos cotidianos las constantes agresiones de los ejércitos o de los desertores, resultado del colapso de las instituciones políticas y eclesiásticas. Indicios de la falta de autoridades capaces de imponer orden en la sociedad, es la conversación que Caldleught recordaba entre su guía el paisano Sebastián Chiclana y el maestro de posta de la Candelaria que “entre copa y copa trató de convencer a mi baquiano de que debían matarme entre los dos y que dividieran el dinero, fugando después a Santa Fe o Corrientes... pasarían unos meses antes que se descubriera mi muerte y que la Justicia nunca los aprendería” (Caldleught 1943:116) En su diario de marcha anotó con prolijidad los nombres de los arroyos, si el sabor del agua era salobre o dulce, si las lagunas eran resultado de la acumulación de las lluvias, las condiciones de las habitaciones de los viajeros en las postas. A lo que agregó una aguda caracterización de los hábitos y las formas de vida regionales. Pero ya no encuentra como Amigorena los “hacendados con crecido número de ganados”, era el mismo espacio pero en tiempos distintos; la Revolución de 1810 había instalado la guerra y con ella las transformaciones económicas y sociales. En su rápido recorrido presentó las condiciones del

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sur santafesino que muy lentamente buscará un lugar dentro de este nuevo panorama de las Provincias Unidas del Sur. Algunas palabras para finalizar... Hasta aquí hemos esbozado un escenario donde los varones y las mujeres desarrollaban su vida cotidiana. Esta inicial aproximación nos orientó para lograr descifrar – a través del discurso de los naturalistas y viajeros- cómo se representaban el paisaje del Pago de los Arroyos y las modificaciones producidas en las primeras décadas del siglo XIX. Delinear este cuadro nos permitirá precisar y reflexionar sobre los lugares y la experiencia de los individuos y los grupos sociales en el tiempo en toda su complejidad y ambivalencia. El variado cuerpo documental que estamos relevando nos permitirá nuevos campos de interrogación y nos permitirá sustentar nuevas hipótesis. Para dar cuenta acabadamente de los mecanismos y características particulares de este proceso de construcción social debemos recordar que: “El hombre en toda su complejidad – en toda la densidad de la historia, en toda su cohesión social con todas las restricciones impuestas por la costumbre y el prejuicio- y no sólo el hombre biológico- era la materia propia de la indagación histórica” (Arnold, D 2000:45) Bibliografía citada ALVAREZ, J (1981) “Historia de Rosario 1689-1939” Santa Fe. Imprenta de la UNL Págs 261-278 AMIGORENA, J F (1988).”Descripción delos caminos, pueblos, lugares que hay desde la ciudad de Buenos Aires a la de Mendoza, en el mismo reino”. En: Cuadernos de Historia Regional Nº 11Vol.IV.1988. Univ de Luján. Págs.10-11 ANDREWS, J.(1988). “Viaje de Buenos Aires a Potosí y Arica” Buenos Aires. Hyspamérica. Págs.29-30 ARNOLD, D. (2001) “La naturaleza como problema histórico” México. F.C.E. Págs. 9-57 ATLAS TOTAL DE LA REPÚBLICA ARGENTINA. (1981) Fascículo Nº3. Buenos Aires.C.E.A.L. Págs.34-35. BRACKENRIDGE, H. (1988). “Viaje a la América del Sur” Buenos Aires. Hyspamérica. Págs.236-238 CALDCLEUGH, A. (1943). “Viaje por la América del Sur. Río de la Plata.1821”. Buenos Aires. Ed. Arg. Solar. Págs 111-118 CAMPBELL SCARLETT, P (1957) “Viajes por América. A través de las Pampas y los Andes desde Buenos Aires hasta el Istmo de Panamá” Buenos Aires. Claridad. Págs 64-75 DARWIN, CH.(1945) “Viaje de un naturalista alrededor del mundo”. Buenos Aires. El Ateneo. Págs.159-176.

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Los recursos literarios y la construcción de hechos presuntamente históricos en el discurso del relato de viajes Sofía Carrizo Rueda

UCA - CONICET

Abstract El relato de viajes constituye una categoría híbrida donde lo documental y lo literario actúan conjuntamente en la constitución del discurso. Cuando un historiador, un sociólogo o un antropólogo analiza obras ficcionales que pertenecen a la literatura de viajes propiamente dicha, como el Quijote o Los viajes de Gulliver, buscando algún tipo de testimonio documental, opera generalmente con mucha prudencia para no quedar atrapado en aspectos que a pesar de su aparente "realismo" son sin embargo, productos de los procesos imaginativos propios de la obra literaria. Pero en el relato de viajes, el cúmulo de informaciones que llegan a emparentarlo con la guía, fueron causa durante mucho tiempo de que aparecieran registrados como textos fundamentalmente testimoniales y de que en consecuencia, tal prudencia se dejara prácticamente de lado. En la presente ponencia se analizan, a través de un ejemplo tomado de Andanças e Viajes de Pero Tafur, los alcances de los recursos literarios a la hora de construir una imagen de mundo que supuestamente se corresponde con todo lo visto y vivido a lo largo de un viaje. Pero al mismo tiempo se exponen las razones por las cuales esta perspectiva no puede desentenderse de los contextos socioculturales de cada relato. Texto El relato de viajes constituye una categoría híbrida donde lo documental y lo literario actúan conjuntamente en la constitución del discurso. Por la cantidad de informaciones que suministra, se acerca a la guía. Pero mientras en ésta, tales informaciones se presentan como una suma de elementos cuyos nexos responden a criterios puramente prácticos, en un relato de viajes, la trabazón interna de todas sus partes es el resultado de una serie de recursos propios de la literariedad. Sin embargo, hay que subrayar inmediatamente, que el uso de estos recursos no llega a conformar un discurso que pueda enmarcarse en la "literatura de viajes" propiamente dicha, de la cual podemos citar como representante paradigmático la Odisea. En la obra de Homero y en incontables narraciones como el Quijote, las Aventuras de Pickwick o El corazón de las tinieblas, se desarrolla una trama donde toda referencia al itinerario está subordinada a las aventuras que uno o varios personajes viven a lo largo de periplos y su carácter es eminentemente ficcional. En el relato de viajes por el contrario, el itinerario es el verdadero protagonista y como consecuencia, los lugares, los objetos, las personas, y los más diversos acontecimientos, desde hechos triviales a situaciones límite, tienen por función desplegar una

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imagen del mundo que supuestamente se corresponde con todo lo visto y vivido a lo largo de un viaje 1. Subrayo el último sintagma porque condensa el nudo de la cuestión que examinaremos en las próximas páginas. Cuando un historiador, un sociólogo o un antropólogo analiza obras ficcionales que pertenecen a la literatura de viajes propiamente dicha, como el Quijote o Los viajes de Gulliver, buscando algún tipo de testimonio documental, opera generalmente con mucha prudencia para no quedar atrapado en aspectos que a pesar de su aparente "realismo" son sin embargo, productos de los procesos imaginativos propios de la obra literaria. Pero en el relato de viajes, el cúmulo de informaciones que llegan a emparentarlo como hemos dicho con la guía, fueron causa durante mucho tiempo de que aparecieran registrados como textos fundamentalmente testimoniales y de que en consecuencia, tal prudencia se dejara prácticamente de lado. Los estudiosos de la literatura por su parte, participaban de estas apreciaciones y las reforzaban, al considerar los libros de viaje como obras pintorescas, con alguno que otro rasgo de estilo digno de notarse, pero claramente marginales respecto al canon literario. Hubo que esperar a las últimas décadas del siglo XX para que algunos investigadores del campo de la literatura comenzaran a llamar la atención sobre los relatos de viajes en cuanto discurso cuya peculiaridad radica en la literaturización de los aspectos documentales y en la necesidad por lo tanto, de analizar los alcances en cada texto de prácticas propias de la literatura. Han surgido así, trabajos que han examinado la relevancia de una serie de recursos que abarcan desde los codificados por la retórica clásica hasta los que han sido investigados por diversas corrientes de la actual narratología, particularmente aquellos que se refieren a la "construcción de una imagen de mundo". Se trata de una tarea que aún se encuentra en etapas tempranas de su desarrollo. Pero se puede afirmar que en lo que toca a los intereses del presente trabajo, es suficiente para demostrar que el camino recorrido resulta sumamente rentable para deconstruir testimonios aparentemente irreprochables en su fidelidad a los referentes que tratan 2. Desarrollaré como ejemplo, una de mis experiencias al examinar Andanças e Viajes por diversas partes del mundo avidos, del hidalgo andaluz Pero Tafur, el relato de viajes indudablemente más interesante y atractivo del siglo XV español. Entre las numerosas descripciones de ciudades que presenta, la de Roma es una de las que reviste mayor interés y ha merecido un esmerado estudio de Vives Gatell. Pero como la opinión de este autor acerca del libro es que "su valor literario no es grande, en cambio, su 1

He analizado detenidamente en otras oportunidades los elementos que constituyen la categoría "relato de viajes" y sus diferencias con la "literatura de viajes" (Carrizo Rueda, 1994, 1997, 1999, 2001 y 2002). 2 López Estrada ha estado entre los pioneros de esta perspectiva y ha investigado cuestiones básicas respecto a la construcción de las descripciones y su contribución a la presunta función de "espejos de la realidad" que se atribuye a muchos relatos de viajes (López Estrada, 1984).

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valor histórico es mucho mayor"(López Estrada, 1982: 1, -estudio preliminar-), se trata de una investigación realizada de acuerdo con las premisas tradicionales, tratando de averiguar solamente qué materiales ofrece el relato en cuanto documento historiográfico. Si se adopta por el contrario, una perspectiva que trate de averiguar qué espectáculo del mundo es el que finalmente surge del discurso y cuáles son los elementos y relaciones que lo generan, puede comprobarse que la descripción de Roma ofrece fecundas e inexploradas posibilidades de análisis. Aplicando esta propuesta metodológica, examinaré uno de los aspectos seleccionados por el viajero para caracterizar a la ciudad, el cual nos conducirá a la develación de importantes claves textuales 3. Es conveniente que observemos en primer término la construcción de la descripción. La primera comprobación es que se ha seguido un plan cuidadosamente trazado que distribuye el material del siguiente modo: 1. Exordio 1.1. Presentación de la materia que se va a desarrollar -" estuve visitando [...] los santuarios é obras é edificios antiguos"-. 1.2. Recurso retórico de la captatio benevolentia, a través de la referencia a la propia incapacidad ante tamaña materia 1.3. Una reflexión acerca de la caída de los imperios y el poder destructor del tiempo. 2. Descripción propiamente dicha 2.1. Medidas y fortificaciones. 2.2. El Tiber. 2.3. Edificios importantes de la cristiandad y de la época clásica. 2.4. Costumbres del pueblo. En este caso, la relajación de los romanos. 3. Epílogo. 3.1. Historia de dos estatuas que se refieren a una cuestión entre hidalgos y villanos. 3.2. Cita al respecto de un testimonio de Salustio que cierra la descripción. Puede comprobarse que cualquier maestro de retórica hubiera aprobado esta organización del discurso, tanto en las tres partes generales como en las subdivisiones de éstas. No hay otra descripción en el libro que demuestre semejante elaboración. Hasta algunos errores, como repetir tres veces la leyenda de la destrucción de los monumentos paganos por parte del Papa Gregorio, parecen indicar la actitud de alguien que no estaba muy seguro acerca del lugar más apropiado para incluirla, pero que ante la duda prefirió la reiteración como modo un tanto ingenuo de demostrar el deseo de ajustarse a los cánones escolares.

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Cf. la descripción de Roma en ed. cit. pp. 21-36.

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En este contexto donde por lo tanto, nada parece ser casual, al analizar los elementos seleccionados por el autor entre los infinitos que presentaba el sujeto a describir, me llamó particularmente la atención la historia de las estatuas. Según Tafur fueron levantadas como respuesta a una protesta de los villanos contra las prerrogativas de los hidalgos. Afirma que la del villano tiene grabadas las siguientes palabras: "Cum pater Adam nobis sit, Mater Eva, cur igitur non sumus nobilitate pares?" A las cuales la estatua del hidalgo contesta con esta otra inscripción: "Degenerant omnes vicius, fiuntque minores, exaltat virtus, nobilitantque mores" 4. El escritor-viajero agrega que los hidalgos quedaron a partir de ese momento con mayores facultades y que incluso se promulgó una ley por la cual ningún villano podía acceder al consulado, pero que dicha ley fue quebrada según atestigua Salustio (López Estrada, 1982: 36). La frase "segunt Salustio lo dize" es la que cierra la descripción. La preocupación de Vives Gatell, acorde con sus interese puramente históricos, fue averiguar qué estatuas eran esas y dice al respecto "aunque las referencias de Tafur son bastante vagas, creemos que las estatuas aludidas son las famosas de Pasquino y Marforio". Cita testimonios respecto a la de Marforio pero afirma que "en cambio, la de Pasquino no aparece mencionada con tal nombre en el siglo XV" y concluye que "Si las inscripciones que copia Tafur estaban realmente grabadas en dichas estatuas, serían las primeras "pasquinate" conocidas" (López Estrada, 1982: 93 -estudio preliminar-). Los subrayados son míos porque a través de ellos se llega a la conclusión de que el propio Vives Gatell no ha podido dar con ningún dato seguro sobre la veracidad de estas inscripciones y solo propone conjeturas. Yo por mi parte, tengo muchas dudas que derivan del análisis de los recursos utilizados en la construcción del discurso. Comencemos por examinar qué pasa con su ubicación dentro del plan general de la descripción. Señalaba antes que las partes de ésta se ajustan a la preceptiva retórica: exordio, exposición y epílogo. Y precisamente éste último consiste en la historia de aquellas inscripciones relacionadas según el autor, con una ley en favor de los hidalgos que posteriormente fue quebrantada. Para que no queden dudas cita a Salustio. Señalar como anterior a este autor que murió en el año 35 antes de Cristo, una referencia a Adán y Eva en las inscripciones, ya contamina la veracidad histórica. Pero hay más. Tenemos que tomar en cuenta que inmediatamente antes de referirse a las estatuas y a su origen, ha descripto las costumbres de los romanos con particular desprecio. Entre otras duras críticas dice que "son vituperio de la gente, dados a todos vicios", que la ciudad "solíe ser cabeza del mundo e agora es cola" y señala hechos como que los animales salvajes viven dentro del recinto amurallado como si se tratara de una montaña (López Estrada, 1982, 3536.).

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El texto latino presenta defectos quizá debidos a la transmisión manuscrita. Puede proponerse la siguiente traducción aproximada: "Teniendo por padre a Adán y a Eva por madre )por qué entonces no poseemos la misma nobleza?"; "Los hombres se degradan por el vicio y se empequeñecen, la virtud eleva y ennoblece las costumbres"

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De acuerdo con el principio de correlación textual, según el cual aquello que viene inmediatamente después es interpretado como explicación de lo que se ha dicho antes, resulta que el no acatamiento a la primacía de la nobleza pregonada por las inscripciones proporciona la impresión de esclarecer las causas que han provocado la decadencia de las costumbres. Tal carácter se ve reforzado por el peso sentencioso de la auctoritas - el anacrónico recurso a Salustio en un texto donde tales citas son muy escasas- y se constituye así en la argumentatio y la peroratio que cierran la descripción de la abatida ciudad imperial. El resultado es el siguiente mensaje: "la grave decadencia de Roma deriva del quebrantamiento de la ley que favorecía a los hidalgos". De este modo, la descripción de Roma aparece desempeñando el importante papel de constituir una fuerte argumentación en favor de una idea que obsesionaba al autor. Para confirmarlo nos basta consultar las sentencias con las que inicia el prólogo de su libro: "El estado de cavallería /.../, ovo siempre comienço, más çierto é más duradero que de otra cosa, de la virtud, porque el tal exerçiçio es más apropiado a los nobles, é la nobleza tiene a la mesma virtud por mayor e mejor fundamento" Es innegable la identidad de pareceres con la inscripción que se atribuye a la estatua del hidalgo. Tafur volverá en varias ocasiones sobre la primacía de la nobleza. Un ejemplo es cuando insiste dos veces mientras describe a Venecia, en que el Dux solo puede ser elegido entre "los hidalgos de natura" (López Estrada, 1982: 208 y 216). Pero hay otro caso mucho más notable. Se trata de la historia de un emperador de Constantinopla derrocado por haber decidido que los hidalgos contribuyeran y sirvieran en todo, igual que los villanos. La rebelión fue comandada nada menos que por el segundo de sus hijos, quien, según se nos dice, tras la victoria sobre su padre, "fizo otras [leyes] en mucho mayor favor de los fidalgos que primero estavan; é por eso se dize oy que non ay tanta libertad en parte del mundo en los fidalgos como en la Grecia, nin tanta subjeción en los villanos"(López Estrada, 1982: 139-158). Esta historia aparece narrada de un modo que recuerda los libros de aventuras caballerescas (Carrizo Rueda, 1997: 91-92). Por ejemplo, el enfrentamiento del hijo con el padre constituye uno de los mitemas de este tipo de discurso. No hay registros que confirmen estos acontecimientos y como señala Beltrán, la actitud del padre "parece inconcebible porque propone una utópica democracia medieval" (Beltrán, 1991: 151). Por lo tanto, también en este caso parece que nos encontramos ante un hecho que a través de recursos literarios construye un presunto suceso histórico pero que en realidad está al servicio de la "imagen de mundo" que subyace al discurso. . Si retomamos ahora la referencia a las estatuas, se impone la conclusión de que a su problemática veracidad se suma el hecho de que al incluirla, Tafur le haya dispensado el tratamiento privilegiado que hemos podido apreciar. Respecto a la primacía de los hidalgos en la sociedad, puede comprobarse que la citada defensa del prólogo es un silogismo perfecto en

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su forma pero que parte de una premisa tramposa. Deduce el hecho de que la caballería tenga por origen a la virtud, no de los conocidos propósitos fundacionales sino de que la practican los nobles, a quienes señala como depositarios de la virtud. A las inscripciones de las estatuas les otorga así, la función de explicitar mejor este concepto, apelando a la ley natural y hasta a la teología. La respuesta que surge de la inscripción de la estatua del hidalgo se puede parafrasear de este modo: "todos los seres humanos tienen el mismo principio - noble sin duda, porque Adan y Eva fueron creados a imagen y semejanza de Dios-, pero el libre albedrío hace que solo algunos se mantengan fieles a la virtud primigenia y éste es el origen de la nobleza". Con la historia del emperador de Constantinopla volverá sobre el tema, pero esta vez para ilustrar con una especie de exemplum, qué pasa cuando alguien intenta transgredir esta pretendida "verdad natural". Hemos podido comprobar a través de este caso, que el análisis atento de los recursos utilizados en una descripción, y de sus relaciones tanto con el fragmento que lo contiene como con todo el resto del texto, constituye una clave para desplegar principios orientadores del discurso. Pero este trabajo de análisis quedaría incompleto si se considerara el texto de Tafur desgajado de su contexto histórico pues se podría llegar a conjeturar que constituye una mera defensa personal de la propia situación social. En realidad, se trata de una pieza más dentro de la crisis que a lo largo del siglo XV enfrentó a los nobles castellanos con los poderes centralizadores. Tafur muestra al respecto como se ha visto, una actitud decididamente conservadora. Sin embargo, hay que subrayar que por otra parte, también elogia entusiastamente la intensa actividad comercial que se desarrollaba en las ciudades italianas y en Flandes y las muestra como sociedades ejemplares. Resulta así, que su obra termina por constituir una especie de propuesta utópica, dentro de la cual los nobles continúan ejerciendo el gobierno pero adoptando una serie de cambios propios de las actividades de la burguesía (Carrizo Rueda, 1995). El estudio de los contextos socioculturales se presenta por las razones antedichas, con el mismo grado de necesariedad para la comprensión del texto que el de los recursos de configuración del discurso. Mi propuesta por lo tanto, en consonancia con las características híbridas de los relatos de viajes, es que su análisis no sea abordado desde una sola disciplina. Si se recurre a ellos como testimonios documentales es innegable que deben ser analizados con la misma prudencia que las obras ficcionales pues en su composición entran los mismos recursos, Solo que, en palabras de Aristóteles, mientras tales recursos están en la ficción al servicio de construir un discurso "verosímil", en el relato de viajes buscan ofrecer una imagen "verdadera". Pero por otra parte, el análisis de los recursos literarios no puede desentenderse de que la búsqueda de esta imagen de lo "verdadero" no proviene simplemente de una elección personal del autor sino de una presión que ejerce el mismo género elegido. Debido a su indivisible estructura literario-documental, la configuración del material se organiza alrededor de núcleos de clímax que en última instancia, responden a un principio de selección y 560

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jerarquización situado en el contexto histórico y que responde a expectativas y tensiones profundas de la sociedad a la que se dirigen. Esta es una constante que considero angular a la hora de definir desde una perspectiva teórico-formal, los elementos que distinguen al relato de viajes como género con características propias, alejado tanto de la guía como de la literatura de viajes, aunque comparta con ellos otros aspectos. Por falta de tiempo, solo dejo enunciada esta cuestión que he desarrollado extensamente en otras oportunidades. (Carrizo Rueda, 1994: 119-121; 1997: 23-27; 1999; 2002: 351-354). La configuración del tipo de discurso que nos ocupa, depende de los referentes que se han ido recogiendo durante el itinerario, de los propósitos estéticos y de la construcción de una "imagen de mundo" 5. Los recursos que están al servicio de la construcción de ésta y la función que cumple -muchas veces solapadamente- es intentar ofrecer desde la comparación con otras sociedades, respuestas o alternativas a inquietudes que circulan por la comunidad de receptores que conforma el horizonte de lectura de un escritor-viajero. Bibliografía Beltrán, Rafael, 1991, "Los libros de viajes medievales castellanos. Introducción al panorama crítico actual". Popeanga, Eugenia, coord., Los libros de viajes en el mundo románico. Anejo I de la Revista de Filología Románica, Madrid, ed. Complutense, pp. 121164. Carrizo Rueda, Sofía M., 1994, "Hacia una poética de los relatos de viajes medievales. A propósito de Pero Tafur". Incipit, Boletín del Seminario de Edición y Crítica Textual (SECRIT). CONICET, vol. XIV, pp. 103-144. Carrizo Rueda, Sofía M., 1995, "La selección de elementos descriptivos y los alcances de códigos diversos en el discurso de Tafur". Studia Hispánica Medievalia III. Buenos Aires, Universidad Católica Argentina, pp. 15-20. Carrizo Rueda, Sofía M., 1997, Poética del Relato de Viajes, Kassel, Edition Reichenberger. Carrizo Rueda, Sofía M., 1999, "Constantes genéricas e isotopías en el relato de viajes". Domínguez de Rodríguez Pasqués, Mignon, ed., La función narrativa y sus nuevas dimensiones. Centro de Estudios de Narratología, Buenos Aires, pp. 172-177. Carrizo Rueda, Sofía M., 2001, "Joseph Conrad y Javier Reverte, de la literatura de viajes al relato de viajes". Actas del II Simposio Internacional del Centro de Estudios de Narratología. Edición en CD. Carrizo Rueda, Sofía M., 2002, "Analizar un relato de viajes. Una propuesta de abordaje desde las características del género y sus diferencias con la literatura de viajes". Beltrán, Rafael, ed. Maravillas, peregrinaciones y utopías. Literatura de viajes en el mundo románico,

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Un reciente estudio de Videla de Rivero constituye un interesante ejemplo de los resultados que se pueden obtener cuando el análisis de un relato de viaje atiende a la interrelación de estos tres factores (Videla de Rivero, 2002).

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La literatura de viajes como fuente para el estudio de la primera mitad del siglo XIX en el Río de la Plata Mariela A. Coudannes Aguirre

UN del Litoral

Abstract Este trabajo intenta, a partir de un estudio de caso, mostrar algunos de los problemas metodológicos y teóricos que surgen al utilizar la literatura de viajeros como fuente histórica. También problematizamos el uso tradicional que han hecho los historiadores para explicar procesos de la primera mitad del siglo XIX: ¿quiénes son los viajeros?, ¿qué buscaban?, ¿qué temas privilegiaron en sus escritos?, ¿cuál es la lógica de su discurso?, ¿qué argumentos son retomados por nuestros historiadores?, etc. Afirmamos de manera preliminar que los testimonios de los viajeros condicionaron la visión de sus contemporáneos rioplatenses sobre la sociedad, y que ésta fue retomada acríticamente por la historiografía posterior. Sin embargo, creemos que siguen proporcionando un testimonio excelente de las experiencias de intercambio, aceptación, rechazo, integración, cambio abrupto o gradual de los comportamientos en este período y espacio sociocultural. Ello se debe a que su uso se enmarca actualmente en nuevas conceptualizaciones y metodologías que aportan la antropología, la sociología y los estudios sobre el discurso. This paper shows some methodological and theoretical problems about the uses of travellers’ literature for history studies, particularly on a case. Also we question the traditional use that some historians do when they try to explain processes of the first middle of XIX century in the River Plate region. Who are the travellers? What were they looking for? Which topics do they wrote about? What is the logic of discourse? What arguments do the historians aproppriate? First we say that these books of travellers have much to do with the vision of contemporaneous natives about their society, and then historians didn’t critic this one. On the other hand, we think that all those stories still give a great source of interchange, refusal, integration and change experiences in this period and sociocultural space. Conceptualizations from Anthropology, Sociology, Studies about discourse, etc. contribute to put the problem under new frames. Introducción Este trabajo intenta, a partir de un estudio de caso, mostrar algunos de los problemas y posibilidades del uso de la literatura de viajeros como fuente histórica. Para ello enfocamos la investigación sobre una problemática empírica que apuntó a reconceptualizar la experiencia migratoria en el Río de la Plata de la primera mitad del siglo XIX.

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En los actuales estudios migratorios se intenta combinar el análisis estructural con el enfoque desde el punto de vista del actor, de las decisiones y experiencias individuales. Esta premisa metodológica nos guió en la elección de las fuentes y variables para el análisis. Un estudio de caso 1 Este trabajo intentó responder entre otros a los siguientes interrogantes: ¿cuáles eran los espacios de sociabilidad abiertos por la sociedad receptora a los extranjeros?, ¿cuáles eran las actitudes iniciales de cada individuo o grupo de migrantes?, ¿se incorporaron a las actividades productivas y a la vida política? Se centró en dos aspectos fundamentales de la migración, el cronológico y el disciplinar, ya que la mayoría de las investigaciones clásicas aparecían acotadas a la "etapa de consolidación" del Estado nacional y muy poco a la "etapa de formación" (conceptos aportados por Oszlak: 1983), es decir la primera mitad del siglo XIX. Partimos de afirmar que la periodización y la conceptualización tradicionales dificultaron la comprensión de este fenómeno transicional, rico en experimentos sociales, simplificando el objeto de estudio y excluyendo aspectos sociológicos y antropológicos desarrollados por los actuales estudios de la inmigración. Comenzamos nuestro trabajo refutando la convicción, presente en la historiografía deudora de las tesis germanianas, de que la inmigración europea hacia el Río de la Plata durante la primera mitad del siglo XIX no revistió carácter significativo y relevante para la historia del período, y que por ende, carece de interés histórico. Indagando en numerosos estudios más o menos parciales de los procesos migratorios de la primera mitad del siglo, advertimos un avance en el enfoque interdisciplinario (historia, sociología, psicología, antropología,...) (Abou, 1989). Romero y Bertoni advierten sobre la escasez reinante en el área de los estudios culturales, ya que si bien existen temas relativamente bien conocidos, otros son totalmente vírgenes. Sucede que las perspectivas y la problemática desde las que han sido planteados son muy diversas y a menudo difícilmente comparables (Romero y Bertoni: 1989). Devalle destaca el aporte de la fenomenología, del acercamiento a técnicas literarias y el uso de la semiótica, pero advierte que siguen siendo insuficientes en los análisis la caracterización de la naturaleza de las sociedades receptoras, así como la consideración del sentir y de la experiencia subjetiva de lo social que permite relacionar el momento individual con la larga duración (Devalle, 1995). En general, y a través de las sucesivas revisiones al campo de los movimientos migratorios - abordaje de fuentes específicas y problemas no considerados -, se produce el paso de la perspectiva global, nacional y homogeneizante de los `60 a enfoques regionales y desde el punto de vista del actor. Los problemas metodológicos surgen a partir de los intentos de convergencia interdisciplinaria, y de la complejidad de los materiales y fuentes que nos dan acceso al mundo del migrante. Así, la sociografía histórica utiliza los conceptos de "cadena migratoria" y "emigración de retorno", para reconstituir los movimientos de las 1

Esta investigación fue desarrollada entre los años 1995-1997. Proyecto de Investigación: “Inmigrantes extranjeros en el Río de la Plata en la primera mitad del siglo XIX. Historiografía y testimonios”, Facultad de Formación Docente en Ciencias, UNL (convocatoria Cientibeca 1995).

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poblaciones migrantes, siguiendo en el tiempo y en el espacio a uno o más individuos inmigrados (nivel microhistórico). Esto demanda técnicas de cruce de varios tipos de fuentes nominativas: listas de pasajeros, certificados de tránsito, censos, etc., Es útil para relacionar movimientos migratorios internos y movimientos trasnacionales, entender procesos de formación de mercados y convergencia cultural (Moreno, 1993). Thompson afirma que el enfoque antropológico es propicio para la localización de nuevos problemas, la percepción de problemas antiguos con ojos nuevos (y preguntas nuevas), que es importante reconstruir la textura de las relaciones domésticas y sociales, sus normas cotidianas no explicitadas y los sistemas de valores y rituales (Thompson, 1997). R. Darnton, por su parte, advierte que las narraciones de los hechos pasados son ficciones o "invenciones significativas", útiles para dar una explicación de texte etnológica (Darnton, 1987). Estas últimas observaciones parecían pertinentes para nuestro tema en tanto, como afirma Fradkin, las sociedades coloniales americanas estaban "gobernadas por las costumbres" y la aceptación de extraños en su seno - y mucho más a niveles de élite - suponía la superación de una serie de pasos que venían a tener la función de pasaje ritual de aceptación: de esta manera lo atípico puede servir para vislumbrar las normas (Fradkin, 1995). Libros de viajeros En 1936, los libros de viajeros eran una fuente subutilizada por la historiografía nacional; se conocían unos pocos de lengua inglesa traducidos al castellano. Faltaba: “... la traducción y edición de los principales libros - o de sus capítulos pertinentes que originaron las invasiones inglesas en su época. Esa valiosa bibliografía, casi exclusivamente insular, atesora diversas piezas que interesan en forma directa al historiador y al sociólogo argentino, pues en más de una se estudia con agudeza el medio social porteño y se alude a la conmoción provocada por la frustrada conquista y, como una consecuencia de ello, el despertar de una conciencia ciudadana. El espíritu de la revolución aletea ya en Buenos Aires para el ojo sagaz de aquellos autores. Y finalmente ... los libros de viajeros extranjeros, posteriores a la Revolución, en cuyas obras, como en amplio cosmorama, refléjase la vida del pueblo argentino, con sus vicisitudes, sus altibajos históricos, sus personajes salientes, sus costumbres urbanas y campesinas. (...) Su relato nos devuelve la imagen de nuestras cosas en un cristal extraño ... El acento personal, es decir, emotivo, temperamental, es casi siempre inherente al relato del que pasa o de lo que vio pasar.” Por el número y su importancia, se destacan entre todos los viajeros extranjeros que han escrito sobre la América española, los ingleses ...

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“ por su multiplicación y arraigo en el comercio porteño, y luego su participación en la cultura pública (por ej., a través de la contribución a la creación de bibliotecas, hospitales, clubes, etc.).” (Cordero, 1936: 12-14). El repertorio de Cordero incluye, además de los viajeros ingleses, viajeros chilenos (por ej. B. Vicuña Mackenna), norteamericanos (J. Antonio King, Isaac G. Strain, Thomas Jefferson Page, Carlos A. Washburn), italianos (Pablo Mantegazza, Antonio Gallenga), suizos (Ss. Renger y Longchamp, Juan Jacobo von Tschudi), alemanes (Federico Gerstacker, Carlos Germán Conrado Burmeister, Augusto Kahl), franceses (G. Lafond, Alcides d’ Orbigny, Arséne Isabelle, Javier Marmier), españoles (Gral. Camba). “Marinos, militares, comerciantes, naturalistas, diplomáticos, literatos, industriales, geógrafos, simples turistas ... Actores en más de un hecho trascendental del país, o testigos y trasmisores de sus ecos ... Fugaces unos; otros detenidos en residencia más o menos prolongada ...” Del relevamiento realizado por Cordero, las principales cuestiones descriptas por los viajeros son: el comercio y los aranceles; las redes personales, comerciales y políticas; las ciudades y los puertos, las vías de comunicación; la riqueza inexplotada, la pobreza, las diferencias regionales; la población, las costumbres y diversiones, la hospitalidad; la religiosidad popular, el nivel moral de la población, el culto cívico y militar; la situación de los inmigrantes extranjeros; las mujeres rioplatenses; la insolencia de las clases bajas; los indios; la guerra entre las provincias y con el extranjero; la tiranía, los personajes; la prensa, el funcionamiento de las instituciones. Para profundizar, seleccionamos después de una minuciosa pesquisa en bibliotecas de la ciudad los siguientes: los hermanos Juan y Guillermo Parish Robertson: comerciantes escoceses que llegan por primera vez a Buenos Aires en 1806 y en 1815 se establecen en Corrientes. En 1826 fundan una colonia escocesa en Monte Grande. Retornan a Escocia en 1828/9; Alexander Gillespie: militar inglés (1806); Lancelot Holland: ídem; Henry M. Brackendridge: abogado estadounidense (1817 /8); Samuel Haigh: comerciante inglés (1817 /8; de nuevo en 1820); “un inglés” ...: (1820 a 1825); Francis B. Head: (década del 20); Jean B. Douville: aventurero francés (1826 a 1831); William Mac Cann: negociante inglés (1842 a 1847); Benito Hortelano: español, editor (1849 a 1860); Lina Beck Bernard: francesa, esposa de un suizo empresario de inmigración (1857 a 1862). Con esta selección cubrimos el marco temporal que recortamos para nuestro estudio: 1806/07 - 1861. Véase entonces que el recorte temporal era relevante no sólo para el tema de estudio, sino para reflexionar sobre las condiciones de producción y la identificación de los sujetos productores de relatos de viajeros. Búsqueda de información sobre las experiencias de inmigrantes extranjeros en las fuentes "Libros de Viajeros". Seleccionamos las siguientes cuestiones:

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1. - La significación heredada que interactúa con las experiencias del abordaje de la "nueva sociedad": los conceptos de extranjero, inmigrante, colono, familia, frontera, estado, orden e instituciones, progreso, región y nación, nacionalidad y cultura. 2. - El relato de las trayectorias individuales y familiares en la etapa de "formación del Estado Nacional". Buscamos información sobre: los motivos que impulsaron a emigrar; los hechos y procesos político - institucionales y económicos apuntados como significativos; la ideología en torno a la inmigración; los proyectos políticos; las experiencias de frontera y la movilidad geográfica; los límites del ordenamiento; el fenómeno de la guerra; las relaciones regionales; las relaciones entre espacio rural y espacio urbano. 3. - La visión en torno a la cultura y a los espacios de sociabilidad. Buscamos información sobre: el juego de las identidades (las variables de identidad asociadas a los migrantes y la reconstrucción de pautas culturales; los estereotipos; las diferencias y convergencias culturales entre grupos sociales; la articulación de las variables étnicas y clasistas y sus contradicciones); los cambios en la sociabilidad. Aspectos significativos en relación con los resultados del estudio de caso. La confrontación de los distintos testimonios nos permitió resignificar la periodización y la conceptualización tradicionales dadas por la visión dominante que hacía hincapié en el fracaso de la estrategia colonizadora y en el "atraso" de la sociedad receptora. Nos permitió observar cómo se gestaba la decisión de migrar desde el punto de vista de los migrantes - su experiencia - sin olvidar el contexto estructural. Reafirmó la utilidad del concepto de "cadena migratoria" para este tipo de estudios. Reveló la expresión de las identidades como un proceso complejo. En este período, la mayoría de las identidades nacionales están en un proceso de construcción; predominan las regionales y étnicas. Con respecto al concepto de "extranjero" hizo aparecer diversas acepciones y usos. En numerosos casos, se cruza con las variables de la guerra, de la política y de la religión, haciendo aparecer al extranjero como el enemigo o el "hereje". De ahí la preocupación de algunos extranjeros por no involucrarse en estos aspectos. Confirmó la idea de que la permanencia en esta sociedad evidenció la transformación simultánea de los comportamientos, las expectativas y la propia identidad de los inmigrantes y la sociedad receptora. El traslado o la emigración no evidenciaban la experiencia de un rechazo cultural sino la conciencia de peligro inminente a raíz de la guerra. Mostró que la ideología de la civilización y el progreso - su necesidad aquí y ahora - era compartida por aquellos extranjeros que observaban la sociedad sin involucrarse demasiado en ella -sus visitantes ocasionales- y los principales referentes de la opinión pública argentina. Sin embargo, en el caso de los "nativos", tratábase a menudo de una adhesión superficial o bien reinterpretada desde los propios marcos culturales, las filiaciones políticas o los intereses económicos. Digamos que la cuestión del progreso y la civilización se convirtió en un espacio simbólico clave de las disputas por el poder en esta época de múltiples liderazgos y opciones; no descartando aquellas soluciones que seguían mirando hacia un reciente pasado colonial, añorando el "orden" perdido. De los testimonios surge con claridad un conjunto de países y regiones que tienen el rol protagónico en cuanto a la procedencia de los migrantes que arriban a tierras rioplatenses

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durante el período: Gran Bretaña, España, Italia, Brasil y Portugal. Esto se ve corroborado por algunas investigaciones, que afirman que entre 1810 - 20, la colectividad inglesa alcanzó una importancia numérica y social notable. Gozaban de hecho de varias garantías que luego serán incorporadas al Tratado de 1825 (Zorrilla, 1978). La presencia del extranjero inglés, que además de extranjero es "invasor", activa todo tipo de sentimientos y actitudes colectivos. Este contacto aparece como una experiencia fuerte en la literatura de la época debido a sus consecuencias políticas. Por otra parte, desde la década del ‘30, trabajadores manuales italianos comenzaron a instalarse en Buenos Aires, Montevideo y otras ciudades del Litoral argentino y uruguayo, empujados por razones inicialmente económicas. Un grupo de exiliados políticos procedieron mayoritariamente de sectores medios y medio bajo urbanos de una gran variedad de regiones de Italia. Estuvieron instalados en Montevideo hasta la caída de Rosas, cuando se trasladaron en gran número a Buenos Aires. Según Devoto, su conciencia política se identificaba con la dimensión regional - rasgos culturales y lingüísticos propios que se correspondían con las antiguas estructuras estatales - y un espacio social - Italia meridional, zonas de dominación pontificia- (Devoto, 1993). Esta información reafirma nuestra selección de obras de literatura de viajes. Los temas. Nos propusimos analizar con mayor detalle la transformación de los comportamientos individuales y colectivos, ante la conciencia de los cambios, de la posibilidad y el hecho de la "revolución". La experiencia de la vida ante la guerra, las resistencias, las esperanzas, etc. Trabajamos con la siguiente hipótesis: la permanencia en tal o cual sociedad evidencia la transformación simultánea de los comportamientos, de las expectativas y de la propia identidad de los migrantes y la sociedad receptora. Por el contrario, el traslado evidenciaría el rechazo cultural (unilateral o mutuo), o bien la conciencia de peligro inminente a raíz de la guerra, fundamentalmente en esta etapa de "formación" del estado y de "experimentos" sociales en los países del antiguo espacio rioplatense. ¿Quiénes son los que escriben? Varios de ellos pueden encuadrarse dentro de la denominación "aventureros". Provienen en su mayoría de Inglaterra, Francia, Portugal. Son hijos de familias acomodadas (sangre, dinero, ...) venidas a menos o no; enviados de empresas familiares o firmas de negocios con encargados en diversos puntos de Europa, América, Asia y Afrecha. Son "viajeros": se asocian a empresas geográficas, fingen profesiones honorables y legales. Se dedican al comercio legal y/o al contrabando (en principio de manufacturas inglesas). En América, los puntos de contacto vitales son Montevideo, Buenos Aires, el sur de Brasil y Chile (Valparaíso). Buscan todo tipo de actividades que les proporcione dinero en forma rápida, fácil e inmediata; sea realizar litografías de los "próceres", u ofrecer crédito barato, o agua limpia por novedosos e ingeniosos procedimientos. Los aventureros extranjeros tenían los medios para mover influencias, para desligarse de problemas con la justicia local, ganarse las simpatías de la opinión pública y de los medios de prensa. Utilizaban cartas de recomendación para comerciantes, cónsules, autoridades militares y civiles, etc.: tenerlas era ser poderoso.

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Su relación con la ley y el orden era necesariamente ambigua: riesgo y seguridad, recelo y protección por parte del gobierno de turno. A partir de 1825, el Tratado con el gobierno inglés redunda en mayores obligaciones por parte del gobierno argentino. En general, se protegía a todos los extranjeros bien respaldados, o aquellos que mantenían negocios importantes con las élites del país, etc. Juan P. Robertson, por ejemplo, establece casas comerciales en Chile y Perú; incluso le otorga un empréstito al gobierno peruano. En época de los aventureros, en los negocios jugaban altas dosis de riesgo. Los contactos y la experiencia eran fundamentales. Agréguemosle a ello una dosis variable de inseguridad en relación a las garantías jurídicas del país, menores a medida que se alejaban de los centros urbanos. No todos tenían suerte: se podía ganar o perder todo. En cualquier caso, el fracaso podía deberse a que la gran mayoría de los extranjeros o no tenían los recursos suficientes para emprender una aventura comercial o bien eran demasiado "perezosos" para trabajar, o bien eran víctimas de la arbitrariedad y la violencia. Montevideo era lugar de paso, pero sobre todo llave comercial estratégica del Plata y de la capital; también, una alternativa en caso de condiciones políticas desfavorables en Buenos Aires. Lugar favorito de asentamiento cuando ... Ya desde fecha muy temprana (1806) existía en Montevideo una concurrencia muy mezclada de "todas las naciones". Para un aventurero, era fundamental poder descubrir las riquezas inexplotadas del país. El Río de la Plata parecía tenerlas. Los británicos se veían a sí mismos como “misioneros” del progreso, aportarían civilización, asociada ésta a la utilidad de sus saberes. En el plano de la agricultura, el adelanto produciría naturalmente la demarcación de la propiedad y el cercado, a semejanza de los procesos "universales". Puede verse claramente la asociación entre misión, emigración y comercio. La experiencia de la inseguridad jurídica y el estado de guerra continuo: a pesar de las declamaciones públicas de libertad, éstas se contradicen con la práctica real de derechos y garantías. Ello constituye un problema a ojos de los "ciudadanos" franceses o ingleses, sobre todo lo que hace a la protección de personas y propiedades. El robo y el asesinato son hechos comunes a fines de la década del 20. La vida es cara, los gobiernos son arbitrarios, la justicia castiga a los más pobres y desprotegidos. Tras 1810, se emitió un decreto de destierro contra todo habitante europeo que no prestase juramento de fidelidad a las autoridades constituidas. Cada uno debía presentar a un nativo como garantía de su conducta futura. Los extranjeros observan diferencias y coincidencias en su trato con los "nativos": dicen los viajeros que, en general, los habitantes del Río de la Plata se encuentran en un "estado natural". Algunos de ellos expresan la creencia de que su carácter “indolente” y “vicioso” podría ser modificado por el libre trato con los extranjeros. Hacia la década del ’40, se señala la diferencia entre dos categorías de estancieros, los que quieren adoptar hábitos europeos, cuyas modalidades imitan, y los que prefieren conservar las costumbres del país.

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F. B. Head enumera aquellos factores que a su juicio dificultan, desde el punto de vista moral, las actividades productivas en el ámbito rioplatense: "La carencia de población; sus efectos. La falta de educación común, y, en consecuencia, las estrechas miras de los naturales. La clase más rica de gente en las provincias no acostumbrada a negocios. Las más pobres no quieren trabajar. Ambas perfectamente destituidas de toda idea de contrato, puntualidad o valor del tiempo. Entre poca gente, la imposibilidad de obtener franca competencia o evitar el monopolio de cualquier artículo requerido, o la combinación que levantaría el precio ad libitum. Las costumbres salvajes de salteo de gauchos; la fácil absolución de los sacerdotes; la insuficiencia de las leyes." Y con respecto al trabajo de explotación de minas: "La falta de experiencia, etc., en el Comisionado de la Compañía. El carácter, constitución, hábitos y necesidades costosas de los obreros ingleses o europeos, mal adaptados al país ... Los europeos, vencidos por el clima, se hacen indolentes, por poseer grandes salarios independientes de un país donde el vino y los licores son baratos; mujeres del país, su carácter.” (Head, 1986: 163 y 164). Parece ser que los habitantes rioplantenses no rechazaron a los viajeros europeos por "extranjeros" ni por contrabandistas (el contrabando estaba institucionalizado para la satisfacción de numerosas necesidades, por ejemplo, el consumo de tabaco), ni por aventureros; sólo por "infieles" no conversos o "enemigos" en tiempos de guerra. La percepción de los cambios es otra cuestión interesante a analizar. Un inglés analiza cómo algunos de sus compatriotas hablan de regresar a Buenos Aires y que el tiempo de estadía aquí los ha cambiado. Se consigna que muchos han aprendido el idioma a la perfección. Por otra parte, progresivamente, los prejuicios en la sociedad receptora también se debilitan y una prueba de ello son los casamientos mixtos. “Una generación de niños hijos de ingleses y criollas surge ahora. Todos ellos hablan inglés y español. ¿Quién nos hubiera dicho años atrás, que podríamos ver a estos adolescentes volverse hombres amando la tierra en que nacieron y también aquella de sus padres? ¿Qué importantes consecuencias no resultarán de cimentar la amistad entre dos naciones antagónicas otrora? (...) Supongo que los ingleses casados en esta tierra la consideran su patria adoptiva. Nunca podría yo compartir este sentimiento: no podría resignarme a no ver más mi patria” (Un inglés, 1986: 55, 57 y 58). Algunas conclusiones. Problematizamos el uso tradicional que han hecho los historiadores para explicar procesos de la primera mitad del siglo XIX: ¿quiénes son los viajeros?, ¿qué buscaban?, ¿qué temas privilegiaron en sus escritos?, ¿cuál es la lógica de su discurso?, ¿qué argumentos son retomados por nuestros historiadores?, etc. Afirmamos de manera preliminar que los testimonios de los viajeros condicionaron la visión de sus contemporáneos rioplatenses sobre la sociedad, y que ésta fue retomada acríticamente por la historiografía posterior. Con relación a las fuentes consultadas podemos decir que condicionaron la visión sobre la composición de la migración, en tanto que la

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conciencia de la propia misión, de la relevancia material y moral de su aporte a la sociedad receptora, oscurece el panorama global de las migraciones en el período. Sin embargo, y con estas prevenciones, constituyen un testimonio excelente de las experiencias de intercambio cultural, aceptación, rechazo, integración, cambio abrupto o gradual de los comportamientos, etc., en un espacio cultural nuevo y extraño a la vez al individuo que habla Bibliografía Estudios teóricos y de casos. ABOU, S.(1989), Los aportes culturales de los inmigrados. Metodología y conceptualización, en LEANDER, B. (coord.), Europa, Asia y África en América Latina y el Caribe, México, Siglo XXI, UNESCO. CARMAGNANI, M. (1989), Las migraciones europeas en su área de origen, en LEANDER, B., ob. cit. CHIARAMONTE, J. C. (1991), Mercaderes del Litoral. Economía y sociedad en la provincia de Corrientes, primera mitad del siglo XIX, Buenos Aires, F. C. E. CORDERO, C. J. (1936), Los relatos de los viajeros extranjeros posteriores a la Revolución de Mayo como fuentes de Historia Argentina. Ensayo de sistematización bibliográfica, Buenos Aires, Coni. DARNTON, R. (1987), La gran matanza de gatos. Y otros episodios en la historia de la cultura francesa, México, F.C.E. DEVALLE, S. B. C. (1995), Concepciones de la diferencia y naturaleza de la etnicidad, en MURPHY, S. B. (comp.), El Otro en la Historia: el extranjero, F. F. y L., UBA. DEVOTO, F. J. (1993), En torno a la historiografía reciente sobre las migraciones españolas e italianas a Latinoamérica, en EMLA, año 8, no. 25. DEVOTO, F. J. (1998), Las cadenas migratorias italianas: algunas reflexiones a la luz del caso argentino, en EMLA, año 3, nº. 8. DIODATI, L. y LIÑAN, N. (1993), Gestualidad y sentido de la muerte en Buenos Aires durante la primera mitad del siglo XIX, en GODOY, G. - HOURCADE, E., La muerte en la cultura, UNR. FRADKIN, R. (1995), Vecinos, forasteros y extranjeros: las élites locales coloniales y su identidad social (Buenos Aires a fines de la era colonial), en MURPHY, S. B. (compil.): ob. cit. GEERTZ, C. (1996), La interpretación de las culturas, Barcelona, Gedisa. GORI, G. (1988), Inmigración y colonización en la Argentina, Buenos Aires, Eudeba.

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Tras los primeros y últimos encuentros: el registro etnográfico en Santa Cruz meridional Nelly Lucía Jiménez

UN de la Patagonia Austral

Abstract Se presentarán los resultados iniciales de un proyecto de investigación cuyo objetivo consiste en evaluar la información etnohistórica referida al proceso exploratorio realizado por los viajeros europeos en el territorio de la actual provincia de Santa Cruz, desde aproximadamente el S XVI hasta mediados del S XIX. Se buscó analizar tipos, frecuencia y modalidad de los contactos que se sucedieron entre viajeros y aborígenes en la cuenca del río Gallegos, llevados a cabo entre mediados y fines del S XIX. La región bajo análisis fue delimitada entre los paralelos 51 y 52 Lat. Sur. Se trabajaron las crónicas de Benjamín Bourne (1998), “Cautivo en la Patagonia”; “A través de la Patagonia” de Florence Dixie (1996) y “Vida entre los patagones. Un año de excursiones por tierras no frecuentadas desde el estrecho de Magallanes hasta el río Negro” de George Musters (1964). Para su evaluación se tuvieron en cuenta las variables presentadas tanto por Ligthfoot (1995: 208) quien brindó el marco general como las consideradas por Nacuzzi (1998: 25-42) para la delimitación temporal. A partir de la información generada, se puede afirmar que inicialmente, para el área estudiada, no existe una vinculación entre objetivos particulares de los viajeros europeos y características y tipos de contactos. In this paper it will be presented the early result of a research proyect which its general objective consists of the evaluation of etnohistorical information about the exploration process acomplished by europeans explorators in the territory of the actual province of Santa Cruz, since aproximately XVI° century until middle XIX° century. There were analysed kinds, frequency and contact modality that took place in the Gallegos river basin in the middle and late XIX° century between travelers and natives. The region under analysis was delimited by paralels 51° and 52° south latitude. There were considered the chronicles of Benjamín Bourne (1998), “Captive in Patagonia”; “Across Patagonia” by Florence Dixie (1996) and “At home with the patagonians. A year’s wanderings over untrodden ground from the straits of Magellan to the río Negro” by George Musters (1964). To its evaluation it was taken into account the variables presented by Lightfoot (1995: 208) about the general framework, as the one considered by Nacuzzi (1998: 25-42) about temporal concern.

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From the generated information it can be affirmed initially for the estudied area, that there is no vinculation between particular objectives of the European travelers and characteristics and kins of the contacts. Introducción En este trabajo se presentarán los resultados iniciales de un proyecto de investigación 1 cuyo objetivo consiste en evaluar parte de la información etnohistórica referida al proceso exploratorio realizado por los viajeros europeos en el territorio de la actual provincia de Santa Cruz, desde aproximadamente el siglo XVI hasta mediados del siglo XIX. Se buscó iniciar una sistematización de la información etnohistórica disponible para Santa Cruz meridional. La región bajo análisis fue delimitada operativamente entre los paralelos 51° y 52° Lat. Sur, focalizándose el estudio en el valle del río Gallegos. Aquí se discutió, a partir de la implementación de variables tales como intensidad y características del contacto, la relación entre europeos y aborígenes americanos (sensu Senatore 1999). De acuerdo a este planteo se analizan las crónicas: “Cautivo en la Patagonia” de Benjamin Franklin Bourne (1998), “A través de la Patagonia” de Florence Dixie (1996) y “Vida entre los patagones. Un año de excursiones por tierras no frecuentadas desde el estrecho de Magallanes hasta el río Negro” de George Chaworth Musters (1964). Se parte del supuesto que las percepciones significativas de cada cronista condicionaron las visiones que realizaron en la zona. Cabe señalar que el énfasis estuvo puesto en el período comprendido entre 1828 y 1874, por ser el que mayor caudal de información cuenta. Objetivos Para el análisis planteado y de acuerdo al supuesto formulado se trabajaron las crónicas de Benjamin F. Bourne (1998), “Cautivo en la Patagonia”; “A través de la Patagonia” de Florence Dixie (1996) y “Vida entre los patagones. Un año de excursiones por tierras no frecuentadas desde el estrecho de Magallanes hasta el río Negro” de George C. Musters (1964). Cada una de las fuentes fue seleccionada porque muestran, en el inicio de este trabajo de sistematización, parte de la diversidad de intereses involucrados en los viajes realizados por la región. Seguidamente se presentan los objetivos que orientaron la investigación. 1.

Evaluar y analizar tipos, frecuencia y modalidad de los contactos que se sucedieron entre viajeros y aborígenes en la cuenca del río Gallegos. Como resultado del primer objetivo se iniciará el registro etnográfico de Santa Cruz meridional a partir de las fuentes seleccionadas para el área comprendida entre los

2.

1

Este trabajo es el resultado de la pasantía denominada “Proyecto de Pasantía para las cátedras Prehistoria General y Etnografía Americana y Argentina”, realizada durante noviembre-diciembre de 2000 y junio-septiembre de 2001, dirigida por los Lics. Flavia Carballo Marina y Juan Bautista Belardi. Asimismo, la investigación se inscribe dentro de los proyectos “Arqueología de cuencas hídricas de Santa Cruz: poblaciones humanas y el uso del espacio” (UNPA-UARG), dirigido por el Dr. Luis Alberto Borrero y “Cazadores recolectores, paleoambientes y disponibilidad de espacios: el caso del lago Cardiel a través de las distribuciones artefactuales”, dirigido por el Lic. Juan Bautista Belardi. Ambos proyectos se encuentran en curso en el Centro de Investigación “Dra. Elsa Mabel Barbería” de la Unidad Académica Río Gallegos-Universidad Nacional de la Patagonia Austral.

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paralelos 51° y 52° Lat. Sur. Se tomará como base la información etnohistórica obtenida desde el siglo XVI hasta mediados del siglo XIX. En relación con los objetivos expresados se propone la hipótesis que plantea que los tipos y duraciones de los contactos establecidos entre poblaciones nativas y europeas estaban relacionados con los objetivos específicos de cada viaje exploratorio. Marco teorico y metodologia El descubrimiento efectuado por Magallanes en 1520 del paso que comunica el océano Atlántico con el Pacífico, promueve la realización, entre los siglos XVI y XIX, de diferentes incursiones de reconocimiento geográfico. La región adquiere importancia estratégica, como lo manifiestan las expediciones llevadas a cabo por las potencias europeas. Los documentos escritos sobre la Patagonia continental argentina provienen casi exclusivamente de la actuación de misioneros y viajeros, por lo que hay un predominio de diarios y relaciones de viaje. A ellos se agregan los documentos administrativos producidos desde y para los establecimientos emprendidos por el Virreinato en la costa a partir de 1778 (Nacuzzi 1998). Son escasas las actas de fundación, capitulares y de visitas, como así también los registros de procesos judiciales y probanzas de servicios. Esta situación tiene que ver con la dificultad por parte de los españoles de organizar pueblos, encomiendas, misiones o reducciones con los indígenas de Patagonia, dadas sus características de pueblo cazadorrecolector no sedentario (Wachtel l978: 139). Nacuzzi (1998) propone que la información disponible puede ser ordenada en períodos que se corresponden con procesos relacionados con la conquista y colonización, establecimiento del Virreinato del Río de la Plata y la conformación del Estado Nacional. Bajo esta mirada, el análisis de las fuentes seleccionadas permitirá generar hipótesis para discutir el uso del espacio y la movilidad tanto de grupos exploradores como de grupos aborígenes. Con el objetivo de evaluar cómo y qué tipos de contactos se sucedieron entre viajeros y aborígenes entre los paralelos 51° y 52°, se puso énfasis en el período comprendido entre 1828 y 1874 por ser, en esta instancia, el marco temporal que mayor cantidad de información cuenta. A partir de la hipótesis de trabajo, se decidió aplicar la metodología que a continuación se detalla. Se iniciaron las tareas de sistematización haciéndose constar: a) b) c) d)

nombre del viajero, nacionalidad. año en que se realizó el viaje. idioma en el que fue escrito el documento. año de edición de la crónica y casa editorial.

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Una vez reunida la información de base necesaria para llevar a cabo el análisis de las crónicas, se registraron y evaluaron las fuentes. Se tuvieron en cuenta el marco general presentado por A) Ligthfoot (1995: 208) como así también la delimitación temporal considerada por B) Nacuzzi (1998: 25-42). A) A continuación son presentadas según una primera jerarquización las variables trabajadas por Ligthfoot: 1. Tiempo de la observación: se refiere a la duración de tiempo del viaje (días, meses, años) ya que se constituye en un dato importante para la caracterización del contacto si éste se llevase a cabo. 2. Contexto cultural en el cual el relato fue escrito: adquiere importancia el marco histórico, económico y social de las personas involucradas en el manuscrito de la crónica. 3. Naturaleza del texto: referencia a la tipología del texto, si se trata del viaje de un explorador, una carta administrativa, un reporte etnográfico, etc. 4. Mirada del observador: hace alusión a la profesión / actividad del viajero, si es un militar, explorador, misionero, etc. 5. Método de observación: busca determinar si la participación/ examen del viajero es activa o pasiva. B) La clasificación de crónicas realizada por Nacuzzi (1998) para Patagonia se basa en las características, motivos y momentos de producción de las mismas: 1. 1520-1580: se registraron los viajes denominados de la época del descubrimiento, expediciones navales que desembarcan en la costa, siempre al sur del paralelo 44°. 2. 1580 y principios del siglo XVIII: luego de la primera incursión de Sarmiento de Gamboa por el estrecho, se observan viajes de navegantes no españoles y de misioneros jesuitas de Chile, que se instalan principalmente en la zona de Nahuel Huapí y alrededores. El propósito de estas instalaciones fue fortificar la costa patagónica. 3. Principios y fines del siglo XVIII: predominan viajes y reconocimientos que parten desde Buenos Aires. Se manifiesta el interés por reconocer la costa y sus lugares aptos para asentamiento de poblaciones. 4. 1828-1870: se distinguen misioneros protestantes y viajeros europeos que recorren diversas zonas de Patagonia, instalándose durante períodos relativamente prolongados. 5. 1874 y principios del siglo XX: en este período el Estado Nacional envía a naturalistas y científicos a recorrer diferentes zonas de la Patagonia con el objetivo de explorar el territorio. Se buscaba consolidar el control político sobre la región. Se focalizó en los dos últimos subgrupos ya que corresponden a los ejes espaciales y temporales operativamente demarcados en este trabajo. De acuerdo a las variables trabajadas, se diseñó un modelo de ficha a utilizar en el procesamiento de la información. Para la evaluación y comparación de las relaciones establecidas entre poblaciones nativas y europeas, correspondientes a las tres crónicas, se registraron aquellos datos vinculados a tipos, frecuencia y modalidad de contactos. Para esto se consideraron dentro de las variables de análisis las siguientes categorías:

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Tipos: • •

De integración a las actividades económicas y familiares de los nativos. De intercambio de información y/o de bienes.

Frecuencia: • • •

Permanente. Esporádica. Intermitente (la categoría intermitente hace referencia al contacto que mantiene el viajero con una misma persona o grupo).

Modalidad: • • • •

Planificado. No planificado. Pacífico. Hostil.

Se debe mencionar que las categorías correspondientes a las diferentes variables admiten combinación entre ellas.

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EVALUACION DE RESULTADOS CRONISTA: BENJAMIN FRANKLIN BOURNE CRONICA: “CAUTIVO EN LA PATAGONIA”. Escrita en inglés. Editada por primera vez por Gould y Lincoln en 1853. Traducida al castellano por César Aira. Editada y publicada por Memoria Argentina Emecé en 1998. FORMAS DE OBTENCION DE LA INFORMACION Narración Personal. Fiebre del oro en EE.UU. 1848-1849. Observación y Participación. OBJETIVO MANTENIMIENTO DEL VIAJE A DE CONTACTO TIEMPO DE PROCEDENCIA ROL ASUMIDO LA CON SU PAIS DE PERMANENCIA PATAGONIA ORIGEN Estados Unidos Marinero de la Llegar a No 3 meses goleta “John California. Allyne”. Luego del contacto con los aborígenes es tomado prisionero. NATURALEZA

CONTEXTO TEMPORAL

La primera crónica utilizada en este trabajo, “Cautivo en la Patagonia” de Benjamin F. Bourne, corresponde a la traducción en castellano efectuada por César Aira, siendo publicada en 1998, con ilustraciones originales. La primera publicación fue efectuada en 1853. La fuente consiste en una narración personal donde Bourne, marinero norteamericano de la goleta “John Allyne”, toma contacto con la región patagónica como parte del recorrido marítimo iniciado para llegar a California, lugar donde la actividad minera aurífera generó tal expectativa que llegó a identificarse como la zona de la “fiebre del oro”. El 31 de abril de 1848, a 12 millas aproximadamente de haber cruzado el estrecho de Magallanes, el protagonista es capturado y mantenido cautivo. Forzado en compartir la forma de vida de las poblaciones nativas, realiza descripciones detalladas en cuanto a sus hábitos, vestimenta, armas utilizadas, técnicas de caza empleadas, fauna local, construcción de las viviendas, entre otros temas. A modo de ejemplos, ya que las referencias son numerosas en toda la crónica, se citan dos observaciones de Bourne relacionadas a la vestimenta y a las armas empleadas por estos grupos humanos: “…el guanaco les provee la mayor parte de su comida, y toda su ropa. Un manto de cueros, cosidos con los nervios del avestruz, ajustado al cuello y cayendo hasta debajo de la rodilla, es su único artículo de indumentaria, excepto cuando el frío es más extremo, cuando una especie de zapato, hecho con el casco del mismo animal y una porción de la piel sobre él, les sirve para proteger sus extremidades inferiores…” (pp. 42); “…en cuanto a armas, el jefe y algunos de los hombres principales tenían machetes o espadas. No tenían armas de fuego, ni creo que entendieran su uso; arcos y flechas, lanzas y mazas, parecían ser igualmente desconocidos. Todos los hombres llevaban cuchillos; y las bolas, un arma arrojadiza usada en la captura de toda clase de presas. Consisten en dos piedras redondas, o bolas de plomo, si pueden conseguirlas, de medio kilo cada una, unidas con un trapo o cuero de tres metros de largo o más...” (pp. 45-46).

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Los objetivos planteados en cuanto a evaluar cómo y qué tipos de contactos se sucedieron entre viajeros y aborígenes, de acuerdo a la crónica, quedan circunscriptos al contexto “cautivo” en el cual se encuentra el autor. La condición de prisionero que experimenta Bourne durante aproximadamente tres meses permite caracterizar su relación con los indígenas como de un contacto permanente, de carácter hostil, con voluntad siempre presente de escaparse, siendo incorporado a la vida cotidiana, lo que implicaba participar de sus actividades económicas y familiares. Se observa, además, en relación a los vínculos establecidos un cierto grado de conocimiento que manejan respecto del otro, tanto viajeros como indígenas, referido específicamente a la actividad del trueque: “...desde los botes, hablándoles en español, les preguntamos si tenían huevos, aves y carne. Respondieron, en mal español, que tenían mucho de todo eso en sus casas...”; “...le daría cantidad de ron, tabaco, pan, harina, bronce y cuentas...” (pp.21). CRONISTA: FLORENCE DIXIE CRONICA: “A TRAVES DE LA PATAGONIA”. Escrita en inglés. Editada por primera vez por Richard Bentley and Son en Londres en 1880. Traducida al castellano por María Teresa Velasco y Rosanna Martelli. Editada y publicada por Ediciones de la Universidad de Magallanes en 1996. NATURALEZA

CONTEXTO TEMPORAL

Narración Personal.

FORMAS DE OBTENCION DE LA INFORMACION Observación y Participación.

Época victoriana, aproximadamente desde 1837 hasta 1901. Inglaterra era la primera potencia mundial gracias a su desarrollo económico y a sus dominios coloniales. OBJETIVO DEL MANTENIMIENTO ROL TIEMPO DE PROCEDENCIA VIAJE A LA DE CONTACTO CON ASUMIDO PERMANENCIA PATAGONIA SU PAIS DE ORIGEN Inglaterra Propulsora y Turístico No Aproximadamente protagonista del 3 meses. viaje.

La crónica “A través de la Patagonia” de Florence Dixie corresponde a una traducción realizada por María Teresa Velasco y Rosanna Martelli, siendo publicada en 1996, con dibujos realizados sobre la base de los bosquejos tomados por Julius Beerbohm durante el viaje. Contiene, además, una presentación y notas –clarificadoras en relación a lo geográficode Mateo Martinic Berós. La primera publicación fue hecha en Londres en 1880. Lady Florence Caroline Dixie, hija menor del séptimo marqués de Queensberry, viaja a fines de 1878 de Liverpool a la Patagonia. Su grupo de acompañantes está conformado por un amigo, Mr. Julius Beerbohm; su marido, el barón Alexander Beaumont Dixie y por sus dos hermanos, Lord Queensberry y Lord James Douglas, quedando el primer hermano en Montevideo debido a un problema de salud. El origen noble y la riqueza de Lady Dixie posibilitan el viaje “de placer”, actividad característica de la Inglaterra Victoriana. Durante el

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trayecto terrestre cazan ñandúes, guanacos, zorros y un cóndor “...durante el día vimos un pájaro rondando sobre nuestro campamento a una increíble altura y nos dijeron que era un cóndor...aprovechando un momento en que permanecía perfectamente quieto mi esposo le disparó un tiro y de por suerte la bala hizo efecto y la criatura cayó, volviéndose cada vez más grande a medida que bajaba, hasta que al fin golpeó la tierra con un fuerte choque...” (pp.162163). La caza era uno de los deportes que en esta época victoriana y del “ocio” permitían la diferenciación de clase. Dentro del grupo se encuentra Mr. Julius Beerbohm, quien estuvo en la Patagonia en 1877, acompañando a unos cazadores desde la Bahía de San Julián hasta la colonia de Punta Arenas, relatando sus aventuras en un libro llamado Wanderings in Patagonia 1879. Junto con los guías contratados fue el conocedor y experto del terreno. Las descripciones de cacería son recurrentes, siendo incluso el recurso que hace avanzar a la obra. Su habilidad literaria se evidencia en la minuciosa descripción que realiza, utilizando variado vocabulario y gran cantidad de metáforas y adjetivos. Se detiene, sin embargo, en el registro de la pequeña aventura: cómo persiguió el primer avestruz, cómo marchan hacia la zona donde abundan los guanacos, etc. En cuanto a los objetivos evaluativos planteados, de acuerdo a la fuente, se circunscriben al capítulo VI durante el cual se produce el primer contacto con un nativo y la visita a un campamento indígena, llevando azúcar, tabaco y otros artículos con el propósito de hacer trueque por carne de guanaco. La relación que se establece se lleva a cabo, entonces, en dos contactos esporádicos, en donde prevalecen las descripciones relacionadas a las primeras impresiones, aspectos físicos y diferenciación de vestimentas entre hombres y mujeres: “...no habíamos avanzado mucho cuando vimos a un jinete aproximándose lentamente hacia nosotros, y en pocos minutos nos encontramos en presencia de un verdadero indio patagónico...su oscura cara sucia cuyo principal rasgo era un par de penetrantes ojos negros, estaba semioculta por una enmarañada masa de pelo desaseado, sujeto por un pañuelo amarrado sobre su frente. Su fornido cuerpo estaba envuelto en una grasosa capa de guanaco...” (pp. 72-73), “....su vestimenta es simple y consiste de un chiripá, un trozo de tela alrededor de las caderas, y la indispensable capa de guanaco, que cuelga libremente sobre los hombros y se sujeta con la mano alrededor del cuerpo...”, “...las mujeres se visten como los varones excepto por el chiripá, en vez del cual usan un tipo de vestido suelto bajo la capa, que atan al cuello con un broche de plata o un alfiler...” (pp. 77-78). La duración y naturaleza del contacto no permite caracterizar a la relación, observándose sí en el desarrollo de la obra el conocimiento que manejan los viajeros en cuanto a la información generada por otros; por ejemplo, “...después de pasar Segunda Angostura avistamos la isla Isabel, llamada así por Francis Drake...” (pp.42); “...Musters nos dice en su Narrative of Patagonia que los indígenas creen plenamente en la existencia de una tribu desconocida o bien de una ciudad encantada o desconocida...” (pp. 179).

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La escasa información etnográfica que registró Dixie se encuentra vinculada con el objetivo de su viaje, donde el establecimiento de contactos con los grupos indígenas constituía una variable solamente necesaria para el aprovisionamiento de carne, un atractivo más dentro del fin principal que era conocer, recorrer y cazar en la Patagonia. CRONISTA: GEORGE CHAWORTH MUSTERS CRONICA: “VIDA ENTRE LOS PATAGONES. UN AÑO DE EXCURSIONES POR TIERRAS NO FRECUENTADAS DESDE EL ESTRECHO DE MAGALLANES HASTA EL RÍO NEGRO”. Escrita en inglés. Editada por primera vez por John Murray en Londres en 1871. Traducida al castellano por Arturo Costa Álvarez. Editada y publicada por Ediciones Solar y Librería Hachette en 1964. FORMAS DE OBTENCION NATURALEZA CONTEXTO TEMPORAL DE LA INFORMACION Narración 1869-1870. En abril de 1869 Argentina se encontraba en guerra Observación y Personal. con Paraguay, por lo que el gobierno de Buenos Aires debió Participación. pactar con los indígenas meridionales otorgando grados y raciones con el fin de mantener las líneas de fortines. Domingo Faustino Sarmiento era el presidente. PROCEDENCIA

ROL ASUMIDO

Inglaterra

Marino enviado por el Almirantazgo británico para el reconocimiento del interior de la Patagonia.

OBJETIVO DEL MANTENIMIENTO VIAJE A LA DE CONTACTO CON PATAGONIA SU PAIS DE ORIGEN PolíticoEconómico

No

TIEMPO DE PERMANENCIA 1 año

La crónica “Vida entre los patagones. Un año de excursiones por tierras no frecuentadas desde el estrecho de Magallanes hasta el río Negro” fue traducida por Arturo Costa Álvarez, siendo editada y publicada por Ediciones Solar/Hachette en 1964. Contiene un estudio preliminar y notas de Raúl Rey Balmaceda. La primera publicación fue realizada en 1871. Debe aclararse que acorde a la delimitación espacial realizada entre los paralelos 51 y 52 Lat. Sur, se trabajó en esta primera instancia hasta el capítulo II. En 1869, Musters, dueño de una gran carrera en la Marina Británica y encontrándose en las Islas Malvinas, decide realizar un viaje a la Patagonia. Partió de la colonia de Punta Arenas en abril de 1869, llegando a Carmen de Patagones en 1870. Desde la Isla Pavón realizó el viaje acompañando a un grupo de tehuelches meridionales. Gran parte del capítulo analizado lo dedica a desarrollar su travesía desde las Islas Malvinas hasta Punta Arenas, describiendo detalladamente el paisaje que iba recorriendo “...el

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panorama del lado norte del estrecho ofreció poca variedad hasta que avistamos las barrancas de San Gregorio, una cadena de colinas un tanto pintorescas que se levantaba cerca de la costa norte de la bahía del mismo nombre y se extendía algunas millas en dirección al este. Del lado sur o fueguino del estrecho, la tierra era baja hasta cierta distancia de la costa...” (pp. 49-50). En sus relatos relacionados a incursiones de caza se observa un cierto conocimiento en cuanto a la fauna ya que al referirse a los animales lo hace por sus nombres, no utilizando descripciones, semejanzas o comparaciones con los de su país de origen “...después de disparar uno que otro tiro a las bandadas de ostreros y cormoranes instalados en las rocas por las escarpas...” (pp.49). Conoce y utiliza, acorde a su profesión de marino, todos aquellos datos vinculados a nombres y circulación de navíos por la zona de Punta Arenas, al igual que brinda información histórica relevante de la colonia: quiénes vivían, de dónde provenían, a qué se dedicaban, cómo eran los “tratos comerciales” que realizaban con los nativos. En cuanto a los objetivos relacionados a analizar cómo y qué tipos de contacto se produjeron entre viajeros y aborígenes, en este capítulo se distinguieron tres encuentros, que a continuación se citan: “...se avistó al fin un jinete que venía galopando hacia nosotros y que resultó ser un indio llamado Sam, hijo del jefe Casimiro...” (pp. 67); “...vimos una columna de humo negro que se elevaba al este, causada por Sam, que, después de haber hecho esa señal a sus compatriotas...vimos entonces un numeroso grupo de indios que venía galopando en dirección hacia nosotros, y que cruzaba el arroyo en diversos puntos...nos vimos rodeados por unos cuarenta o más individuos, la mayor parte montados en pelo en caballos de buena estampa...” (pp. 69-70) y “...apareció una fila de mujeres y niños montados, bajando por la loma frontera en dirección al sitio donde estábamos...” (pp. 71). De los contactos establecidos, el primero y segundo brindan información destacable en relación a las primeras impresiones que manifestó el autor, además de iniciarse un contacto que se irá profundizando a lo largo de la crónica. La relación que se establece con los indígenas, en este primer capítulo, consta de tres contactos esporádicos pero que, a partir de la incorporación interrumpida de Sam Slick podrán ser calificados, además, como de intermitentes. El capitán Musters comienza a ser integrado a la vida cotidiana, participando de sus actividades económicas; por ejemplo, presencia una actividad de caza llevada a cabo por un indígena “...y picando al mismo tiempo al caballo con las espuelas, cortó al animalito la retirada; llevándose la mano al cinturón, desprendió de él la boleadora, hizo dar a ésta dos vueltas alrededor de su cabeza, y en un instante después el zorro cayó muerto...” (pp.68). Comparación de las crónicas En este acápite se presenta la siguiente tabla donde se establecen las relaciones entre las diferentes variables y sus correspondientes categorías.

TIPOS

B. F. Bourne De integración a las actividades económicas y familiares de los nativos

F. Dixie De intercambio de información y de bienes

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G. C. Musters De intercambio de información y de bienes

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FRECUENCIA Permanente MODALIDAD

No planificado Hostil

Esporádico Planificado Pacífico

Esporádico Intermitente Planificado Pacífico

Las tres crónicas expresan el establecimiento de contactos entre europeos y nativos. Los viajes de Dixie y Musters se desarrollaron de manera planificada y pacífica, mientras que el trayecto de Bourne, de forma no planificada y hostil. Sin embargo, la modalidad planteada no influyó en la determinación de la tipología de la relación, siendo el relato de Bourne la única fuente, para el área delimitada, que permitió observar una integración del viajero a las actividades económicas y familiares de los nativos. La tipología de los contactos correspondientes a las crónicas de Dixie y Musters son de intercambio de información y de bienes, diferenciándose en sus frecuencias. En relación a la variable tipo se utilizaron dos de las tres unidades de análisis previamente delimitadas: un contacto permanente para el relato de Bourne y un vínculo esporádico para Dixie. La fuente de Musters requirió una categoría de análisis no contemplada donde se combinaron los niveles esporádico (tres encuentros) e intermitente (dado que el nativo Sam Slick es el interlocutor común a los tres encuentros). Esta última característica es la que contribuirá a transformar la tipología del contacto establecida para esta primera instancia del estudio de la crónica. Los datos generados a partir del análisis de las variables responden parcialmente a las expectativas de la hipótesis planteada para la región delimitada entre los paralelos 51° y 52° Lat. Sur: •





La crónica de Florence Dixie, “ A través de la Patagonia”, es la única fuente que da cuenta de que los tipos y duraciones de los contactos establecidos entre poblaciones nativas y europeas están relacionados con los objetivos turísticos (caza) del viaje. El relato “Cautivo en la Patagonia” de Benjamin F. Bourne no muestra una correspondencia entre el fin con la duración y característica del viaje; sin embargo, de las tres fuentes estudiadas es la que mayor información etnográfica brinda para el área estudiada dada la frecuencia y modalidad del vínculo desarrollado. La crónica de George C. Musters, “Vida entre los patagones. Un año de excursiones por tierras no frecuentadas desde el estrecho de Magallanes hasta el río Negro”, responde parcialmente a la hipótesis formulada en cuanto que los objetivos del recorrido no se encuentran reflejados en el tipo y duración del viaje. Si bien el trayecto estaba planificado (Musters quiere recorrer la Patagonia, compartir la forma de vida de sus nativos, participar en sus actividades cotidianas), el hecho de no llegar a documentarse su integración a las actividades económicas y familiares, responde solamente para el área estudiada, situación que se modificará cuando Musters avance en su recorrido.

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Conclusión y perspectivas futuras El análisis de las crónicas “Cautivo en la Patagonia” de Benjamin Bourne; “A través de la Patagonia” de Florence Dixie y “Vida entre los patagones. Un año de excursiones por tierras no frecuentadas desde el estrecho de Magallanes hasta el río Negro” de George Musters, brindó información inicial relevante sobre tipos, frecuencia y modalidad de los contactos que se sucedieron entre viajeros y nativos en la cuenca del río Gallegos. Se inició de esta manera el registro etnográfico para Santa Cruz meridional a partir de las fuentes seleccionadas para el área comprendida entre los paralelos 51° y 52° Lat. Sur. A partir del análisis de los resultados se pudo contrastar la hipótesis formulada, observando que responde en parte a las perspectivas planteadas por lo que no existe una relación entre objetivos específicos de cada viaje y tipos y duraciones de los contactos establecidos entre europeos y poblaciones indígenas. En relación al inicio de una sistematización de las crónicas disponibles para Santa Cruz meridional, están previstas las incorporaciones de nuevas fuentes para el área estudiada, como así también ampliar las delimitaciones espaciales, a los fines de que la información generada en esta primera etapa, pueda ser comparada con las existentes para las cuencas de los ríos Coyle y Santa Cruz. De esta forma, se contribuirá al reconocimiento y evaluación de contactos producidos entre europeos y aborígenes. Agradecimientos Agradezco a los Lics. Flavia Carballo Marina y Juan Bautista Belardi por guiarme en mis primeros pasos en investigación, por sus infinitas lecturas y oportunas observaciones y sugerencias. A Néstor Suárez, por intentar mejorar la redacción de este manuscrito, por sus lecturas críticas, comentarios y apoyo. También a Gustavo Nauto por ayudarme, con mucha paciencia, en cuestiones técnicas relacionadas con la presentación de este trabajo. Referencias citadas Bourne, B. F. 1998. Cautivo en la Patagonia. Traducción de César Aira. Memoria Argentina Emecé. Dixie, F. 1996. A través de la Patagonia. Traducción de María Teresa Velasco y Rosanna Martelli. Ediciones de la Universidad de Magallanes. Lightfoot, K. 1995. Culture contacts studies: redefining the relationship between prehistoric and historical archaeology. American Antiquity 60: 199-217. Musters, G. C. 1964. Vida entre los patagones. Un año de excursiones por tierras no frecuentadas desde el estrecho de Magallanes hasta el río Negro. Traducción de Arturo Costa Álvarez. Ediciones Solar/Hachette.

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Nacuzzi, L. 1998. Identidades Impuestas. Tehuelches, aucas y pampas en el norte de la Patagonia. Sociedad Argentina de Antropología. Colección de Tesis Doctorales. Senatore, M. X. 1999. Contacto Europeo Americano en el proceso de incorporación de áreas marginales. Un caso de estudio. XII Congreso Nacional de Arqueología Argentina. Actas Tomo II, pp.:472-477.

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El último crimen de Colón, la Literatura de viajeros y la invención de la Historia Marcelo Leonardo Levinas

UBA

Abstract El nombre de “América” lo inventó y aplicó por primera vez en 1507 un mal informado impresor alemán llamado Waldseemüller, a cuyo poder llegaron los documentos de Vespucio. Producto de un equívoco o de un gesto intencionado, lo cierto es que las tierras descubiertas por Cristóbal Colón no llevan su nombre. Colón escribió su Diario de viaje con la idea de entregárselo a la reina Isabel a su regreso para que fuese leído como la versión oficial de todo lo acaecido; poseía el poder de ser un cronista fiel o un embustero. En la novela El último crimen de Colón se ofrece una reconstrucción rigurosa de los hechos y una abundante cantidad de intrigas vinculadas con problemas cartográficos, astronómicos, geográficos, antropológicos y literarios, aunque la principal protagonista es la historia relatada. La cuestión es que Colón chocó contra semejante continente y no obstante logró persuadir a los hombres de que lo que había creído hallar era tan sólo un esbozo de las Indias; la humanidad, unánimemente le creyó. En la ponencia se discute cómo lograr transformar un relato de viaje en un policial histórico cuyo contenido se halle en total conformidad con la información que se dispone. Se dilucida cómo es posible que Colón haya podido encubrir los móviles reales que lo llevaron a urdir su hazaña y consumar el más notable crimen cometido contra la Historia, lo que permitirá reconocer algunos de los mecanismos a partir de los cuales es posible tergiversar el pasado. Texto Juan Gil ha sostenido que nada que toque a Cristóbal Colón puede ser limpio y diáfano. Efectivamente, existen muchas “zonas” oscuras en la vida de Colón en lo concerniente a su origen, a su carácter y a sus opiniones y creencias. Sin embargo, respecto de otras cuestiones, tanto o más importantes, los historiadores, por lo general, se han puesto de acuerdo. Una de ellas corresponde a las dimensiones que Colón le atribuyó a la Tierra; otra, a lo que creyó descubrir en su primer viaje. Nuestro objetivo es, en primer lugar, hacer un uso riguroso de cierta información incontrovertible la que, entendemos, puede operar como fuente de datos seguros y como reflejo de acontecimientos inequívocos. En segundo lugar, tomar algunos problemas cartográficos, astronómicos, geográficos, filosóficos, antropológicos e incluso literarios –cuya presentación resumiremos– con vistas a establecer algunas situaciones que resultan oscuras y paradójicas, y, en otros casos, intrigantes. Sobre esta base, intentar mostrar cómo sería posible cuestionar las hipótesis más comunes, y establecer otras nuevas, compatibles con la información seleccionada. La principal protagonista será la Historia relatada; esto es, la forma en que se organizan, se acomodan, se presentan, se malentienden e incluso se ocultan los hechos. El resultado, ficcional, una suerte de invención, parecida a la que nuestro personaje, Cristóbal Colón, pudo haber construido a propósito de su vida y de sus viajes. Se trata de una historia en la que todos los elementos deberían encajar de un modo diferente al de las 587

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adaptaciones oficiales; ser conducente y estar dirigida a dar una versión diametralmente opuesta a la habitualmente aceptada. Se ha supuesto, con frecuencia, que Colón, en su estimación de las dimensiones de la Tierra, siguió a Paolo del Pozzo Toscanelli, florentino y renacentista y, por lo tanto, adjudicatario de médico, astrónomo, geógrafo y matemático, aunque hombre sin muchos viajes en su haber. Toscanelli creía que la superficie ocupada por la sección terrestre era mayor que la considerada por Ptolomeo en el siglo II d.C. Al mar lo consideraba más estrecho: esto es, suponía al extremo Oriente más cercano por el lado de Occidente, atravesando el único océano que conjeturalmente los separaba, el Atlántico, que si se seguía la dirección Este por la vía terrestre. Como nota original, Toscanelli colocó el meridiano central en ese océano; en consecuencia, Europa y Asia quedaban ubicados a sus costados. Ello tendía, precisamente, a promover en el observador la imagen de una menor distancia que separaría a ambos continentes por agua. De acuerdo con Toscanelli, entre Lisboa y Quinsay en Catay (o sea en China) había unos 26 espacios de 250 millas cada uno, 6.260 millas en total, o 1.550 leguas, una verdadera bagatela, una especie de gran charco. Calculó diez espacios o 2.500 millas de la isla de Antilia a Cipango (o sea Japón) que distaría de Mango, la costa más cercana de China otras 2.500 millas. Antilia y Cipango podían actuar como postas en una eventual navegación hacia las Indias. De Lisboa a Antilia, calculó unas 1.300 millas, cuando hoy sabemos que existen 3.300 millas entre Lisboa y Haití, o sea más del doble. Toscanelli le escribió a Fernando Martins, un canónico de la catedral de Lisboa y éste trató de convencerlo a Alfonso V, rey de Portugal, de que existía esa forma más rápida de llegar a las Indias. Colón le escribió a Toscanelli; Toscanelli le respondió a su propuesta de ir a las Indias por Occidente, con un mapa que expresaba sus ideas acerca del mundo, basada en las historias de Marco Polo, adjuntado a una copia de lo que le había enviado a Martins. Colón, según se dice, sugería que el océano era aún más angosto que el de Toscanelli (Catz, 1990: 4). Marco Polo, había indicado para Cipango –una de las 7.448 islas del Mar de la China de las que habló– 1.700 millas desde Catay, lo que Toscanelli interpretaba como un doce avo más de la circunferencia de la Tierra (Miller, 1992: 1) La parte terrestre ocuparía unas siete décimas partes de la superficie total del mundo. No sólo las escasas distancias motivarían el viaje hacia esas regiones; el hecho es que, en las tierras del Gran Khan, las casas debían tener los techos de oro y las calles debían ser de mármol. Pero los científicos de Alfonso V indicaron que, lamentablemente, el mundo debía ser bastante más grande, el océano más ancho y el camino más corto si el viajero se dirigía por tierra siguiendo el camino de Oriente, o sea, por en la otra dirección. Luego, el sucesor de Alfonso, Juan II, rechazó la propuesta de Colón de ir a Oriente por el camino de Occidente. Debemos evaluar las dificultades a la hora de entender, para todos estos casos, cuáles eran los verdaderos valores de las magnitudes con las que se tomaban las distancias. Por ejemplo, Johnmidt ha indicado hoy, que una legua, antes, era equivalente a 2,82 millas marinas y no a 3,18 millas marinas como se creía (Johnson, 1986). En el Diario de Colón se sugiere que una legua equivale a 4 millas, presumiblemente se trata de millas italianas, de menor extensión que la milla española para las que una legua eran 3 millas españolas (Colón,

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1492: 11). Existe además una confusión debido a que la milla árabe valía 2,16 km y la milla italiana, 1,4775 km (Vilchis y Arias, 1992: 36). Un hecho fundamental es que en el siglo III a.C., o sea, alrededor de mil ochocientos años antes de Colón, Eratóstenes había calculado las dimensiones de la Tierra empleando estadios, a partir de un procedimiento muy ingenioso, estableciendo que el diámetro de la esfera terrestre era del orden de los 40.000 km toda vez que hubiese empleado estadios griegos, como se cree, y no estadios egipcios. El error, entonces, sería del orden de nada más que el 1% (Levinas, 2000: 82). ¿Conoció Colón esta información? Luego intentaremos responder a esta pregunta. Quizá éste sea el momento de recordar que las distancias medidas en grados, o sea la longitud, para ser traducidas a distancias lineales, dependen de un modelo que hable de las dimensiones de la Tierra; en otras palabras, la distancia que corresponde a un grado de diferencia angular entre dos puntos, corresponde a más o menos millas, de acuerdo con el tamaño atribuido a la Tierra. Poseer una teoría acerca del tamaño de la Tierra es fundamental en la navegación oceánica, sobre todo para calcular la longitud y las distancias en la dirección este–oeste. Colón empleó nueve años para convencer a los Reyes Católicos de España que le financien su viaje por el Mar Océano. Fue en abril de 1492. Iría en busca del Gran Khan, el Rey de Reyes, seguro sucesor de aquél del que hablara Marco Polo dos siglos antes; intentaría conocer otros príncipes y procuraría evangelizar a las gentes, aunque después haya sostenido que fueron los reyes los que le ordenaron no marchar hacia Oriente y dirigirse por el Occidente “por donde hasta hoy no sabemos por cierta fe que haya pasado nadie”, según sus propias palabras (Colón, 1492: 10). Llegó a los reyes haciendo su proposición innumerables veces y prosperando por etapas, recibiendo el apoyo de algunos franciscanos con acceso a los monarcas, de ricos genoveses y florentinos en Sevilla y de la comunidad marinera de Palos de donde tomó la mayor parte de la tripulación. Molestó con su empecinamiento a los mercaderes. Llegó a los reyes, en Alcalá de Henares, y apoyó sus planes el tesorero de la Santa Hermandad y contable de la Real Casa. (Gutiérrez de la Solana, 1989). Su proyecto había sido rechazado en 1490 por una Junta que lo estudió especialmente. Seis razones se invocaron, algunas aparentemente contradictorias entre sí. Primera: llevaría tres años de navegación alcanzar Asia; segunda: el Mar Océano era infinito y probablemente no navegable; tercera: si se alcanzaban las antípodas, sería imposible regresar; cuarta: de acuerdo con San Agustín las antípodas no existían porque entonces la mayoría del globo estaría cubierto por agua; quinta: sólo dos quintas partes de la Tierra eran habitables y en las dos quintas partes restantes, uno o bien debía congelarse, o bien quemarse hasta morir; sexta: Dios nunca hubiese permitido que sus creaturas viviesen tanto tiempo después de la muerte de Cristo sin conocer la verdad y sin haber sido convertidos (Dotterer, 1987: 5) Sin embargo, en 1492 los reyes accedieron a apoyar un plan de Colón. Tenemos, entonces, Las capitulaciones de Santa Fe, un contrato cerrado entre Colón y los reyes de España. En él se convirtió la persona de Colón en Don, como marino se lo hizo Almirante y como funcionario se lo erigió Gobernador perpetuo de todas las islas y tierras firmes que descubriera y que ganase para España. Una primera pregunta: ¿No resultaba notable mandar y ejercer derechos sobre tierras supuestamente ya regidas por príncipes o por alguna otra

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autoridad? ¿No suena extraño prefijar de qué manera habría de gobernarse lo supuestamente ya gobernado? Colón obtendría la décima parte de las perlas, de las piedras preciosas, del oro, de la plata, de las especias, de cualquier cosa. Obtendría la décima parte de las rentas de las tierras descubiertas y la octava parte del comercio. Pero lo más importante es que en estas Capitulaciones, se hacía referencia a unas islas y a cierta tierra firme en el Mar Océano, sin que se mencionasen ni las Indias ni Cipango ni Catay. Se hacía referencia, eso sí, a unas míticas Antilias que nadie sabía bien dónde estaban y si acaso no representaban diferentes tierras, denotadas, todas, con un mismo nombre. Innumerables mapas las incluían: el de Pizigani de 1367; también se las podía ver dibujadas en un portulano de 1424; en los mapas del genovés Becario en 1426 y 1435; en el de Andrea Bianco de 1436; en el de Fra Mauro de 1460; poco después en el del mallorquí Gracioso Benacaza, hecho en Ancona. En el de Bartolomeo Pareto de 1475, en el propio de Toscanelli de 1474 y en el globo de Behaim de 1492 (De Gandía, 1946: p. 12). Además, Colón portaría varios documentos para los príncipes de Oriente (Comellas, 1991: 117) pero, tal como lo señalara en su Diario, también llevó consigo, para ofrecer en esas tierras que habría de descubrir, clavos viejos, cuentas de vidrio, monedas sin valor, trozos brillantes de vajilla de mayólica y pequeñas campanillas de cobre (Wilson, 1991: 15). ¿Para conquistar a gente tan rica? Y llevó un interprete, a Luis de Torres, que hablaba árabe y arameo, pero no chino, ¿acaso con la esperanza de entenderse en esos idiomas con el Gran Khan? En principio, estos ya parecen elementos suficientes como para dudar que Colón tuviese como objetivo llegar a las tierras de Marco Polo. La nueva factibilidad de llevar a cabo la empresa de navegar hacia Occidente, se apoyaba en algunas innovaciones o mejoras técnicas que hacían más propicia la navegación oceánica. Una de ellas era la carabela, invento portugués, tipo de nave que, gracias a su forma y a su tamaño, permitía una mejor relación entre la cantidad de carga y el número de tripulantes. La Santa María, en cambio, era una nao, de bodega panzuda, más voluminosa, más alta y de mayor calado que una carabela. Tenía dos cubiertas grandes; en cambio, las carabelas la Niña y la Pinta, tenían una. La Santa María, sin duda, era más lenta y en aguas poco profundas debió tener un andar inseguro. Las carabelas eran de proa puntiaguda y más veloces, más aptas para el relevamiento y para las tareas de descubrimiento. La Historia nos revela que Colón emprendió el camino de las Indias montado, entonces, en una nao y que, luego de una escala de cerca de un mes en Canarias, pegó el gran salto. Que, muy probablemente, de no estar América en el medio del camino, un eventual regreso hubiese sido imposible debido a la escasez de las provisiones llevadas. Esto último, Colón ¿tampoco lo supo? Existe un indicio inobjetable y es que Colón, cuando informaba a su tripulación acerca de las distancias recorridas, mentía –sugería que no estaban tan lejos de Canarias–, pero, además, hablaba ambiguamente de las corrientes y de los vientos. Era dudosa, entonces, su manera de calcular la velocidad absoluta que llevaba y que debía ser medida teniendo en cuenta la velocidad del barco respecto de la corriente, para lo cual se debía conocer la velocidad de la corriente.

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Siguiendo la información recogida en El cielo de Colón de José Luis Comellas podemos asegurar algunas cosas: Después de las Canarias, la corriente marina gira hacia el Oeste más o menos en el meridiano 40 y el paralelo 25, y se funde con la corriente más cálida ecuatorial del norte que se mueve hacia el oeste y conduce a las Antillas. Colón llegó a esa conversión de aguas el 16 de septiembre. Entró en el mar de los Sargazos y aparentemente se sorprendió. Se trata de un mar compuesto por un alga (la Sargassum bacciferum) que mide varios metros y que se ramifica; en ella predomina el tono rojizo sin que deje de aparecer el verde. A su vera, viven hongos parásitos y pequeños crustáceos como el Nautilograpsus minutus del que, según parece, los tripulantes recogieron ejemplares. Colón habló de “un cangrejo vivo” que guardó como muestra. Raras veces las algas se hunden más de dos metros, por lo que ellas no entorpecen la navegación. Un testigo comentó que un marinero de Palos, Pedro Vázquez de la Frontera, que había navegado con Pedro de Teive, cerca de las Azores, lo habría prevenido a Colón acerca de ese “mar de hierba” que no sería peligroso ni entorpecería la navegación. El mar en cuestión es un ovalo que hoy tiene nada menos que unos 5 millones de km2, con su eje mayor orientado según la dirección estenordeste-oestesudoeste desde cerca de las Azores y no lejos de las Antillas. Los vientos y las corrientes giran en torno de él como las agujas del reloj. En su centro, los vientos son flojos y cambiantes y prácticamente no hay corriente: a veces es un gigantesco remanso. En su mapa de 1436, el ya nombrado Andrea de Bianco, había anotado, junto a la Antilia: “Questo he Mar de Baga”, lo que demuestra que antes de que lo cruzara Colón, ya era conocido como Mar de Bagazo o de los Sargazos (Gandía, 1946: 10). El nombre es posterior y portugués. Contrariamente a lo que Colón sostuvo, constituye la región más salada del Atlántico, debido, quizá, a la escasez de lluvia, a la alta evaporación y a la estanqueidad de las aguas. Según Colón, había recorrido 350 leguas, estaba a mitad de camino a Cipango desde Canarias (750 leguas) y hasta Catay debía haber 1000. Continuaba por el paralelo 28o, casi con absoluta fidelidad. Sólo los últimos días, con el pretexto de que quería seguir el vuelo de las aves, torció hacia el sudoeste y se encontró con lo que son hoy las Bahamas, para muchos, un golpe de fortuna. Su plan fue partir de las Canarias y dejarse llevar por el alisio hacia el oeste, una ruta loxodrómica, esto es, siguiendo un rumbo, el camino marcado por meridianos y paralelos, como si la Tierra fuese plana. Éste era el único tipo de ruta conocido en tiempos de Colón. Para la navegación a vela, digamos, importa más el viento que la distancia. La línea ortodrómica, en cambio, sigue un círculo máximo y es más corta. Tuvo suerte con un anticiclón que se mantuvo en sus latitudes de verano y marchó siempre con viento popa, salvo dos o tres días. Las razones que lo habrían motivado a seguir esa ruta del paralelo 28 habrían sido, para muchos historiadores, políticas. El rey de Portugal tenía derechos más al sur de las Canarias por la Paz de Alcaçovas de 1479 entre Castilla y Portugal y la Bula Aeterni Regis un poco después. Canarias era castellana, a cambio de las tierras en la zona de la costa africana: las Azores, las Madeira y Cabo Verde. Sin embargo, ¿no había sostenido Colón que iría por donde nadie había ido? En 1493, Alejandro VI haría la Bula Inter Caetera que dividiría en dos las zonas a través de un meridiano situado a 100 leguas al oeste de las Azores y Cabo Verde: al este quedaría la zona portuguesa; al oeste la castellana. Pero Cabo Verde y las Azores no quedaban en el mismo meridiano y la demarcación sería imprecisa; la navegación hacia el sur de África exigiría desviaciones profundas hacia el oeste y el rey portugués pidió una ampliación de la zona. Por

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eso, el 7 de junio de 1494 se formalizó el Tratado de Tordesillas: una partición a partir del meridiano situado a 370 leguas al oeste de la más Occidental de las islas de Cabo Verde (Kinder y Hilgemann, 1979: T.1, 253). El Brasil, todavía por descubrirse, quedaría en la zona portuguesa. La contrapartida sería en Oriente: las Filipinas y las Molucas, también desconocidas, que serían castellanas. Se delimitaban tierras que no se conocían sobre la base de cartas o mapas conjeturales. Una fuente importante de información es el Diario de navegación de Cristóbal Colón; sin embargo, se deban tener muchos recaudos a la hora de consultarlo. Consiste, en realidad, en el manuscrito de un fraile dominico: Bartolomé de las Casas, primer clérigo ordenado en el Nuevo Mundo (Cohen 1993: 42) ¿Acaso copia de una copia del original? Cuando en el Diario se duda, se dice por ejemplo “parece que pone aquí...” o “si no está mentirosa la letra...”, lo que nos indica, además que está escrito en tercera persona. Hay varias lagunas en el texto, algunas muy sugerentes, vinculadas con orientaciones o distancias recorridas que no están referidas. De las tres partes del Diario, la más corta es la del viaje de ida. Casi no se habla de los vientos o de las corrientes y se habla falsamente de que las aves avistadas suelen dormir en tierra, cuando en realidad la tierra estaba muy lejos. Primero, Colón se refiere a las islas – recordemos Las Capitulaciones– pero luego se las desprecia diciendo que sólo se quiere alcanzar tierra firme. No se manifiesta ni angustia ni emoción en el descubrimiento. En el Diario, supuesto reflejo fiel de lo que aconteció cada día, a veces se habla del futuro como previendo lo que sucedería como en lo escrito para el 16 de septiembre: “Dice aquí el Almirante que hoy y siempre de allí en adelante hallamos aires temperantísimos” (Colón, 1492: 16). A pesar de que es cierto que de las Casas sabía la continuación de la historia, la frase está instalada como si Colón previese el futuro. ¿Podría servir todo esto para incorporar algunos elementos de un gran fraude o para pensar que Colón sabía dónde estaba? En lo que son hoy las Bahamas o las Antillas, Colón pinta paraísos con oro y perlas, antesala de los imperios del Gran Khan o de los reinos de Cipango. Pero también es notable como, explícitamente, y de acuerdo a lo que antes decíamos, miente en lo referente al cálculo de las distancias recorridas. Por ejemplo para la jornada del 17 de septiembre, lunes, se dice: “navegó a su camino al Oueste, y andaría en día y noche cincuenta leguas y más; no asentó sino cuarenta y siete” (Colón 1492: 17). Un cálculo, de acuerdo con lo indicado por Colón, nos ofrece 1.080 leguas por lo menos, y probablemente hasta 1.140 leguas de recorrido desde Gomera en Canarias, hasta Guanahaní, la isla a la que llega y que rebautiza San Salvador, muy superior a las 920 leguas que había informado: hay diferencias del orden del 15% (Comellas, 1991: 133). Cuando se dirigía al sudoeste descontaba hasta el 40%, cuando iba al noroeste, nada. ¿Era la intención que se creyese que estaban más al norte? ¡La cuenta verdadera lo hubiese conducido al norte de Mérida en Yucatán, y era más falsa que la falsa de unas 450 millas al este de las Bahamas! Se ha sugerido que informaba la cuenta falsa para que la tripulación creyese estar más cerca de Canarias y supusiera tener las provisiones suficientes como para poder regresar, lo que vincularía el cálculo apócrifo, con el problema de los suministros. Aclaremos que al regreso,

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o sea el tornaviaje, en una ruta ubicada más al norte, invirtió el error en el cálculo de lo navegado, sugiriendo que habían andado más y que estaban más cerca de Europa. Volvamos a lo delicado que es tomar el Diario como fuente. Colón habría escrito su Diario en castellano y entregado el original a los reyes; nunca le habría sido retornado. Ahora bien, Colón fue un personaje prácticamente olvidado hasta que, a principios del siglo XIX, el erudito español, Fernández de Navarrete, sacó a luz algunos documentos en su Colección de los viajes y descubrimientos que hicieron por mar los españoles desde fines del siglo XV. La obra apareció en 1825 (De la Riva, 1991: 221). Debemos tener en cuenta que el gran evento de 1492 no fue el viaje a las Indias, sino la victoria en Granada que recuperaba para España la última porción que los moros tenían bajo su dominio. Además, ese año la Inquisición le dio un ultimátum a todos los judíos españoles: convertirse al cristianismo o dejar el país en cuatro meses. El mayor éxodo hacia el norte de África aconteció en agosto, el mismo mes que Colón dejó España y se alejó de ese lugar de persecución. La Inquisición, entonces, fue el segundo gran acontecimiento de 1492 en España (Foote, 1991: 28). Navarrete, comisionado por el gobierno español para publicar material vinculado a la expansión colonial española, descubrió el manuscrito de De las Casas en posesión del Duque del Infantado. De las Casas no había participado de ningún viaje de Colón. Su padre y su tío se embarcaron como colonizadores en el segundo viaje de aquél. Después, De las Casas se fue a América como colonizador (Caso 1991: 396). Luego se hizo eco de la crueldad de los españoles en América y se convirtió en un defensor de los indios en contra del maltrato español. El Diario tenía 76 folios, 67 de los cuales poseían un registro día por día del primer viaje. Un ayuda-memoria para su enorme recopilación que era Historia de las Indias. Fue publicado, como vimos, recién en 1825. Navarrete “normalizó” la ortografía, la puntuación y la paragraficación; algunos errores obvios, fueron corregidos. Sin embargo, no tuvo en cuenta los más de mil cambios que De las Casas y otros, le habían hecho al manuscrito y unas 200 notas marginales. Su edición probablemente haya tenido más de 15.000 diferencias con la original. Como sostiene Henige, a veces algunas frases contienen misteriosos tiempos de verbo en pasado o, sino, hablan de “allá” cuando debería decir “acá” (Henige, 1990: 1,3). Del Diario se pueden desprender otras cosas. Por ejemplo, que alguna vez Colón se enojó con sus marineros porque gobernaban mal la nave y que había problemas con las brújulas. ¿Llevó brújulas flamencas (de acuerdo con lo acostumbrado en el Mar del Norte, con la aguja dirigiéndose más hacia el este y la rosa de los vientos colocada con la flor de lis más ligeramente colocada a la izquierda para señalar el norte real)?, ¿o genovesas (de acuerdo con lo empleado en el Mediterráneo donde existe una menor declinación magnética y la flor de lis coincide más con el eje central de la aguja)? La primera, la flamenca, pudo haberse utilizado en la Santa María, nave de Galicia –que de hecho se había llamado “Gallega”– y que originalmente hacía el camino a Flandes, y a pesar de que Colón era genovés; la brújula genovesa, pudo haber sido utilizada en las carabelas andaluzas, La Pinta y la Niña. La cuestión es que el 13 de septiembre, la aguja parecía apuntar al norte, o sea al polo celeste, pero, al comienzo de la noche, señalaba al oeste de la estrella Polar y al amanecer al este. El día 17 oscilaba entre el anochecer y el amanecer, pero ya no se inclinaba a ambos lados de la Polar: al comenzar la noche se inclinaba bastante hacia la izquierda y al amanecer se dice:

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“estaban buenas las agujas”, o sea, que coincidían con la Polar. Colón habría medido por primera vez en la historia, la variación de la declinación magnética con la longitud, pero no se dio cuenta de su descubrimiento: le echó toda la culpa a la Polar: “la causa fue porque parece que la estrella hace movimiento, y no las agujas” (Colón, 1492: 17). Los historiadores dicen que esto fue para tranquilizar a los marineros. ¿Perdió la mejor oportunidad de demostrar que había descubierto la variación de la declinación magnética con la longitud? Según lo que se sabe actualmente, en 1492 la brújula se desviaba menos que hoy: en Palos 4 grados al este, en Canarias 3 grados. El 13 de septiembre, cuando Colón apreció la anomalía, estaba por cruzar la línea agónica o sea, el meridiano magnético cero donde la aguja señalaba exactamente el norte. A partir de aquí la desviación era hacia el oeste. Colón denunció que la aguja nordesteaba más por la noche que por la mañana, cuando presumiblemente debió acontecer lo contrario. El 17, el nordesteo era ya de “una gran cuarta”, lo que significaba más de 11o, igual que el 30 de septiembre. Aquí puede suponerse que en 1492 la desviación magnética en el meridiano 35o era más fuerte que hoy, o bien que las brújulas estaban cebadas al estilo flamenco unos 4o al este. O también, otro engaño de Colón... Digamos que la estrella Polar no es exactamente polar, esto es, no ocupa exactamente el norte astronómico y además su posición varía con el correr de los años. Hoy la estrella Polar está a sólo 47’ de arco del norte, algo imperceptible. No siempre fue así: la Tierra posee un movimiento de un trompo cuyo eje describe un círculo que se completa cada 25.725 años: el polo varía de lugar. En la época del viaje, la llamada Polar se situaba a unos 3o 28’ y la más cercana al polo era la 51 Cephei de quinta magnitud, 40 veces menos visible, muy difícil de observar; hoy está a 0o 7´ (Comellas, 1991: 164). Precisamente, el 30 de septiembre Colón dice: “Por lo cual parece que la estrella hace movimiento como las otras estrellas” indicando así que no ocupa el eje de los cielos y se mueve entorno del polo (Colón, 1492: 24). También es interesante observar que el 25 de septiembre, un día en el que aparentemente imperó la calma, la Santa María y la Pinta marchaban tan juntas que Colón pudo conversar con Martín Alonso Pinzón, a cargo de la Pinta, acerca de una carta que el primero le había pasado tres días antes. Coincidieron que debían estar cerca de unas islas. En realidad ¡nunca estuvieron más lejos de tierra alguna: de las Azores y de las Bermudas! (Comellas, 1991: 169). El 3 de octubre escribió que “le quedaban atrás las islas que traía pintadas en su mapa” (Colón, 1492: 25). El 6 de octubre, Pinzón sugirió navegar oeste cuarta al sudoeste y Colón sugirió que era mejor ir a tierra firme que a las islas, si por caso (como aparentemente hacer creer) ya habían pasado Cipango, ¡la riquísima isla! Hagamos notar que el único mapamundi que se tenía de la época de Colón era el de Martín Behaim, inspirado, según se cree en el de Toscanelli. Behaim representaba a Cipango como una isla casi rectangular, extendida de norte a sur, aproximadamente entre los paralelos 15 y 28. ¿Por qué Colón viaja justo por el 28 arriesgándose a sortear Japón sin que, en principio, le interese eludirla? Un problema para los que han intentado establecer qué era lo que Colón computaba, dónde decía creer estar y dónde realmente estaba, lo constituye lo sucedido el 30 de octubre, a más de quince días del descubrimiento. Ese día Colón dice haber tomado la altura de la Polar: el cuadrante, según parece, le indicó 42o. Colón debió quedar perplejo ya que entonces estaba

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bastante al norte del paralelo de las Canarias, y además Cipango no podía rebasar los 30o. Pero en el mapamundi de Behaim, Catay aparecía ahí, en el 42. ¿Estaba en China, más lejos que Japón? Está escrito: “...distaba de la ecuatorial 42 grados hacia la banda Norte..., y había de trabajar por ir al Gran Can, que pensaba que estaba allí, o a la ciudad de Catay, que es del Gran Can” (Colón, 1492: 59). Las razones dadas por los historiadores para tan colosal error en el que se mide el doble de latitud, son la impericia en el cálculo, o el deseo de engañar a los portugueses, o el confundir la Polar con otra estrella –ese día hubo luna llena y no se podían ver bien las estrellas– o una doble graduación en la escala del cuadrante (Comellas, 1991: 224–8). Colón concluyó que la culpa era del instrumento. Resumiremos aquí otro problema crucial referido a la medición de la posición. El 13 de diciembre, solsticio de invierno, el día más corto del año en el hemisferio norte, Colón intentó conocer la latitud. La fecha corresponde al viejo calendario, o sea, al 22 de noviembre de acuerdo con nuestro calendario gregoriano. Como la duración del día depende de la latitud, cuando más al norte se ubica el punto, más corto es el día. Por lo tanto, si se calcula la duración del día, entonces se puede conocer la latitud. Colón debía saber que en Galicia en Génova, el 13 de diciembre los días duraban 9 horas y las noches 15. Quizás midió el paso de la arena de 28 ampolletas de media hora cada una, en la noche, o sea una duración de la noche de 14 horas. Debería dar 34 grados. Dice que calculó eso mismo con el cuadrante. Colón muestra que se equivocó tanto con la cronometrización de las horas como con el eventual cálculo de la longitud. En la costa Norte de Haití, donde supuestamente se encontraba, o sea, a 19o, el día en el solsticio de invierno no dura 10 sino alrededor de 11 horas, o sea, 22 ampolletas: ¿Un descuido de los grumetes como indica Colón? ¿O un deseo de sugerir que, a esa altura de la travesía, se hallaban más al norte, un poco al sur del paralelo de Lisboa? Aparte de todas las incongruencias hasta aquí señaladas, existe una fundamental, referida a un mapa bastante posterior al primer viaje de Colón, pero que lo involucra; una cuestión sumamente curiosa, diríamos que extravagante, que la Historia no ha podido soslayar ni explicar. En el ducado de Lorena, donde se asientan las montañas de los Vosgos que separan la cuenca del Rhin de la de su afluente el Mosel, al oeste de Alemania y al este de Francia, en una casona de St. Dié, funcionaba un taller. Allí, unos hombres trabajaban en la edición de un opúsculo de 52 folios cuyo título era Cosmographiae Introductio, e imprimían un mapa plano y un globo terráqueo sólido. El día era el 25 de abril y el año 1507. Colón había muerto hacía casi año. Esa tarde, el reducido grupo de impresores de St. Dié cumplió de manera puntillosa y eficaz el plan de publicar una muy novedosa introducción a la Geografía de Ptolomeo, obra fundamental del saber de la época. Incorporaron varias frases que advertían acerca de la existencia de importantes nuevas, referidas a un espacio terrestre que, de ahora en más, debía ser explorado y conocido. Los dos mapas mostraban incontables lugares agregados a los imaginados por el gran geógrafo y astrónomo alejandrino mil trescientos años atrás. Desde la época de Ptolomeo, no era demasiado lo averiguado por los hombres: en su mapa del mundo hacia el oeste de Europa y de África, Ptolomeo no había representado nada, y era acerca de esa materia que versaban las noticias que en St. Dié deseaban hacerse públicas. Los impresores compusieron un gran planisferio, de 2,32 m x 1,29 m, montando doce xilografías sobre hojas de papel. Para ello emplearon unos tacos de madera esculpidos en

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Estrasburgo. Por su parte, el globo terráqueo contenía la composición de un mapa completo del mundo, dividido en doce sectores o husos de pequeño tamaño, convexos como gajos, impresiones sobre papel que luego fueron pegadas en la superficie de la esfera. Martín Waldseemüller diseñó ambos mapas, tanto el mural como el globo, y para ello se inspiró en unas cartas, en un mapa y en el relato de los viajes auto adjudicados por un mismo hombre: Américo Vespucio. Vespucio mencionaba la existencia de una cuarta parte del mundo y Waldseemüller, en una suerte de homenaje, decidió emplear su nombre para referirse a aquel conjeturado continente. Esa tarde, las máquinas grabaron con firmeza las frases y los trazos que se les había ordenado imprimir. Fue el desliz definitivo hacia lo que pretendía convertirse en una verdad terminante. Las ideas, desplegadas palabra por palabra y línea por línea en latín, en español hubiesen sonado de esta forma: Introducción a la cosmografía con aquellos principios de Geometría y Astronomía necesarios a este fin. Además las cuatro navegaciones de Amerigho Vespuchi. Descripción de la Cosmografía Universal, tanto en sólido como en plano, incluyendo también los recientes descubrimientos ignorados por Ptolomeo. DÍPTICO: Con Dios que rige los astros y el Emperador las comarcas de la Tierra. Ni la Tierra ni los mismos astros tienen nada mejor. (Del Carril, 1991: 14). Lo que refería la Introductio de Waldseemüller en su segundo párrafo era: “Verdaderamente ahora que estas tres partes de la Tierra, Europa, Asia y África han sido más ampliamente descritas, y que otra cuarta parte ha sido descubierta por Américo Vespucio (como se oirá enseguida), no veo con qué derecho alguien podría que por su descubridor Américo, hombre de sagaz ingenio, se la llame Ameriga o bien América, como si se dijera tierra de Américo; tal como Europa y Asia tomaron sus nombres de mujeres” (Del Carril, 1991: 14). En el mapa del mundo se presentan los lugares descubiertos o visitados por naves españolas o portuguesas señalados con los respectivos escudos de Castilla y Portugal. Allí se estampa el nombre de América, en pleno Brasil, a la altura del Trópico de Capricornio. América se encuentra a la izquierda del mapa. El mapa fue adornado con una gran orla, dibujada, presumiblemente, por un discípulo de Durero. La parte superior posee los retratos de Ptolomeo y Vespucio. Entre ambos, existe un medallón con una representación más pequeña y más exacta del mundo: Vespucio está a la derecha, junto América; la curiosidad es que en el mapa mayor, América está a la izquierda y Vespucio, entonces, queda ubicado a la derecha. Una innovación es la inclusión del Océano Pacífico, algo notable: ¡seis años antes de que fuera descubierto por Balboa y mucho antes de que la costa occidental fuese explorada! La costa occidental de América del Sur tiene un trazado conjetural. Ésta dibujada con una línea fija y sin accidentes geográficos: ¡de manera muy parecido a la real!, lo que es más notable todavía. Pero también es sorprendente que en 1516 Waldseemüller, casi diez años después, hiciera desaparecer el nombre de América de un nuevo mapa y que el supuesto Nuevo Mundo fuera representado, esta vez, como si constituyese la parte más oriental del continente asiático. O sea, diez años después de la muerte de Colón, perduraba la idea de que éste habían alcanzado las Indias... El primer mapa impreso que representa América, aunque sin nombrarla, es el de Contarini de 1506 (Manley, 1992: 16), el año que murió Colón. El cartógrafo y almirante turco Pirîs Reis, adquirió una copia de un mapa de Colón de un miembro de su tripulación a

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quien capturó en algún lugar del Mediterráneo para hacer su propio mapa en 1513 y presentarlo al sultán otomano Selim el Feroz cuatro años después. En él se muestra el Caribe y algunas zonas costeras de Sudamérica (Manley, 1992: 16). El portugués Diego Ribero, cosmógrafo de la Casa de Contratación, fue autor de un mapamundi de 1527; en él está estupendamente trazada toda la costa Atlántica de América, pero la Pacífica no está dibujada del todo, salvo la que va desde el sur de México hasta Colombia (De la Riva, 1991 p. 179). En 1570, todavía Forlani y Duchetti tienden un puente entre América y Asia por el norte y además, siguiendo la tradición, muestran un extenso y desconocido continente austral. Las sospechas de Vespucio, el viaje de Vasco da Gama y el descubrimiento del Pacífico en 1513, le permitieron a Leonardo da Vinci suponer que de lo que se trataba era de una gran isla entre el Occeanus indicus Meridionalis y el Occeanus Occidentalis, equidistante de Asia y Europa, y a Schöner, en 1515, delinear a América como un continente distinto del asiático. El continente Sudamericano aparecía partido en dos por un amplio estrecho: se le dio forma al relato de los compañeros de Cristóbal de Haro (1513-1514) quien, en su expedición hacia las costas patagónicas, habría pasado frente al Paranaguazú y lo supusieron un país inteocéanico (Gandía, 1946: 27, 30). Hablemos ahora de viajeros conjeturales que pudieron haber llegado a esas tierras. Aristóteles había afirmado que el Senado de Cartago había prohibido a sus navegantes, bajo pena de muerte, las expediciones a una isla lejana del Atlántico. Diorio de Sicilia, dijo que los cartagineses tenían proyectado trasladar todo su imperio a una isla al oeste del Océano Tenebroso en caso de que hubiese un desastre en el norte de África. Platón tuvo noticias de unas islas por su abuelo Critias y éste, supuestamente, de un viejo sacerdote egipcio (De Gandía, 1946: p. 9). Es muy probable que Colón conociera la historia de los barcos Trinity y George que habrían llegado a América del Norte en 1481 cuando partieron para avistar Brasil, que en algunos mapas figuraba en mitad del Atlántico. Se cuenta que en 1497 le contaron que John Cabot había visto esa isla que en el pasado habían descubierto los hombres de Bristol (Manley, 1992: p. 62). Algunas viejas leyendas irlandesas, al adquirir forma cristiana, dieron cuenta de una isla que entonces pasó a llamarse San Brandán. El Mag-Meld, País de la Eternidad, había sido visitado por Condle, Maelduin y Bran y el cristianismo lo llamó San Brandán. Figura en el mapa de Fray Mauro que es de 1460, en el de Gracioso Benincasa de 1471 y en el de Toscanelli. Aparece en el de Behaim de ese año, de 1492, con la expresión: “El año 565 después del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, llegó San Brandán con su navío a esta isla, en donde vio cosas maravillosas, y pasados siete años volvió a su país” (De Gandía, 1946: p. 9). El 25 de julio de 1498, el ministro español en Londres, le informaba a los Reyes Católicos que en los últimos siete años, los pobladores de Bristol habían equipado cada año a dos, tres y cuatro carabelas, para ir en busca de las islas de Brasil y de las Siete Ciudades (De Gandía, 1946: 23). Pocos años después del descubrimiento, se afirmaba, por boca de personas que decían haberlo oído de Colón, que una carabela, que iba de España a Inglaterra, fue desviada por las tempestades hacia el oeste. Los navegantes llegaron a una tierra exótica y seguramente lejana. La mayor parte de la tripulación murió y los sobrevivientes lograron alcanzar Porto Santo, en Madeira, donde también murieron. El piloto, según Bartolomé de las

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Casas, le habría indicado a Colón, rutas y rumbos; el inca Garcilaso de la Vega ofreció un nombre para él: el de Alonso Sánchez de Huelva. También hablaron de esto López de Gómara y Fernández de Oviedo, cronistas de estas cosas (Comellas, 1991: 107). Todo pudo ser mentira si es que, según se sostiene, ninguna tempestad, ni la más fantástica de las shakesperianas, pudieron haber llevado un barco de Europa a América. En estos menesteres, los verbos en condicional patentizan la inevitable incertidumbre frente a los testimonios referidos a lo que hay o lo que sucede en el Poniente. Gómara en 1551 nos dice que Colón hospedó a un piloto desconocido o protonauta en su casa, que éste le contó de su viaje y que le habló de las nuevas tierras, para que Colón lo anotase en una carta que le compró. El piloto se murió y le dejó la traza y la altura de esas tierras. (De la Riva, 1991: 233). Existía toda una cuestión referida de Estotilandia, una “Tierra Oriental Exterior”, EastOut-Land. Para algunos, después, su nombre fue Terranova. Stillandia o Scillanda, como dice en el mapa Catalán de 1375, en el de Bianco de 1436, como diría en el de Fredici d’Ancona de 1497 y que Juan de la Cosa, el contramaestre de la Santa María, escribiría en su mapa de 1500 “Stillandia”. Se creía que hombres del norte de Europa, con el piloto Juan Scolno, Skolny o Kolmo a la cabeza, llegaron a Estotilandia, la Tierra del Oeste de Fuera de la Tierra. Algo de esto lo escribió Gómera en 1553. En 1597, Cornelio Waytfliet dijo que Johannes Scolus, Polonus, estuvo en Labrador y Estotilandia, en 1476. L’Ecouy, en su globo, inscribió entre los 700 y 800 Norte y 3200 de longitud algo referido a un tal Johannes Scovvis, datado en 1476. Para L’Ecouy, Scovvis fue danés, no polaco. George Horm, en 1671, dijo que un Scolnus Polonus, auspiciado por el rey Christian I, llegó a esas tierras también en 1476, a pesar de que no hay indicios en Dinamarca de que un Scolnus haya sido auspiciado por algún rey Cristian. Está claro que Horm y Lécouy hablaban de lo mismo, aunque recurrieron a fuentes distintas (De Gandía, 1946: 22). Permítasenos asentar, también, algo destacado y sumamente interesante. Desde hacía mucho tiempo existía en Portugal la creencia de que el estrecho que Magallanes reconoció en 1520, y al que originariamente llamó “De Todos Los Santos”, había sido descubierto antes de 1428. Años después, en 1563, Antonio Galvâo recogió esa tradición y la transmitió. Algunas de sus palabras, traducidas al español, dirían que: “En el año de 1428 dice que fue el Infante don Pedro a Inglaterra, Francia, Alemania, a casa santa y a otras de aquel lugar, pasó por Italia, estuvo en Roma y Venecia, trajo de allí un mapamundi que tenía toda la circunferencia de la Tierra, y el estrecho de Magallanes se llamaba Cola de Dragón, el cabo de Buena Esperanza, frutería de África, y su posesión [del mapa] ayudó al Infante Enrique en su descubrimiento” (Galvâo, 1563). Por eso, en 1431 el príncipe Enrique el Navegante, envió a Gonçalo Velho Cabral a buscar las islas señaladas en el mapa, que el infante don Pedro, hijo de Juan I, había traído de Italia en 1428. En el globo de Behaim, ya se mencionaba esa expedición que, de acuerdo con lo que podía leerse, había tenido como resultado el descubrimiento de las Azores, lo que constituyó un verdadero error, dado que esas islas ya figuraban en unas cartas marítimas italianas de 1345. ¿Por qué el mapamundi de Fra Mauro, concluido, según reza en el propio mapa, el 25 de Agosto de 1460, señalaba en el fin de África, un cabo llamado del Diablo: Cape di Diab? Ese extremo sur estaba separado de una gran masa por un canal rodeado de altas montañas y frondosas selvas, en el que reina “la

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profunda oscuridad y los remolinos que forma el agua hacen peligrar los barcos”. Esta descripción se corresponde, más bien, con la del Estrecho de Magallanes (Gandía, 1946: 30). A partir de este cúmulo de documentación, de dudas y certezas, surgen algunas preguntas sugerentes. ¿Cuál era la información que Colón manejaba y qué creyó descubrir en su primer viaje? ¿Qué hubiese sucedido si alguna de las conjeturas o hipótesis que se formulan, y cuya verdad no nos consta, fuesen falsas y su rechazo lograse explicar un conjunto de situaciones asombrosas que, en el marco de la Historia conocida, no parecen tener respuesta? Cabe la posibilidad de que Colón hubiese tenido ideas diferentes, y que por ejemplo manejase información que otros no tenían o supiese cómo manejarla. ¿No sería posible suponer que en algunos puntos esenciales falsificó la información y que se vio forzado a hacerlo para que, por ejemplo, financiasen su expedición? Supongamos que conocía cuáles eran las verdaderas dimensiones de la Tierra, entonces ¿no debió ocultarlas? ¿No hubiese sido improbable que, anunciando Colón cuál era su verdadera extensión, alguien se hubiese arriesgado a subvencionar su viaje por creer que sería imposible llevarlo a cabo debido a la enorme distancia que habría de separar Europa de Asia? Recordemos las palabras de Juan Gil: “Nada que toque a Colón puede ser limpio y diáfano”. Deberíamos poder explicar fehacientemente cómo era posible que Colón conociese las corrientes y los vientos favorables en su ruta de ida y su sentido contrario en la ruta de regreso ubicada mucho más al norte, cuando supuestamente nadie había navegado esas aguas. Más aún, al leer el contradictorio Diario de Colón, la sensación que un tiene es que pareció saber todo o casi todo, y que, incluso, llegó a imaginar muchas cosas que sucedieron en el futuro. Para concluir con el análisis de toda esta información disponible, digamos que, de vuelta de su segundo viaje, Colón se hospedó en lo de su amigo Andrés Bernáldez, cura de Los Palacios e ilustre cronista. Bernáldez afirmaba que las islas descubiertas no tenían nada que ver con las Indias, ya que, para llegar a éstas, había que recorrer 1.200 leguas más, o sea otro tanto; intuía que América no era Asia. En 1495, el profesor de Salamanca, Francisco Nuñez de la Yerba, publicó una edición de un texto de Pomponio Bela con un prefacio en el que decía que “hacia Occidente, los Serenísimos Reyes de España, Fernando e Isabel, encontraron tierra habitada, distante de Occidente 45 grados, que de manera abusiva algunos llaman India”. Poco después Rodrigo de Santaella, fundador de la Universidad de Sevilla, escribió una introducción a la obra de Marco Polo donde afirmaba que las tierras que descubrió Colón, no eran las Indias. Hay montón de estos testimonios en la época. Según Henry Vignaud, el mito de las Indias fue un invento posterior de Colón para revalorizar las tierras descubiertas y su intención original fue la de ser virrey gobernador de las islas del Atlántico (Comellas, 1991: 116, 241). Colón escribió dos misivas casi idénticas en las que narró sus descubrimientos, una dirigida a Luis Santágel y otra a Rafael Sánchez, ambos miembros de la corte de Aragón. Dijo haberlas escrito a la altura de las islas Canarias, pero lo hizo por las Azores, ¿un ardid presuntuoso para no revelarle a los portugueses la ruta de regreso? Uno de los dos destinatarios, Luis Santágel, le había financiado a la Corona los medios materiales en una cantidad superior al cincuenta por ciento. La carta fue conocida con el sugerente título De insulis inventis, La invención de las islas: o sea, “La invención de las Indias”. De ella habrían

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de hacerse varias impresiones y traducciones al latín, convirtiéndose en una habitual lectura de esos días. Una de esas traducciones, obtuvo, entre ese año y el siguiente, nueve ediciones en Roma, París, Basilea y Amberes (De la Riva, 1990:220). Beatriz Pastor, indicaba que Colón: “...lleva a cabo una indagación que oscilaba entre la invención, la deformación y el encubrimiento” y que ““no se canceló el arquetipo sino que se aplazó simplemente su realización plena, mientras comenzaba a funcionar como mecanismo de reducción, deformación y ficcionalización de la nueva realidad”. Tzvetan Todorov sugiere una “definitiva conexión entre la forma que asumía su fe en Dios y la estrategia de sus interpretaciones” y “que toda información estaba viciada por el hecho de que Colón determinó todo con anterioridad”. En el contexto de la exploración, digamos que el término “invención” era común en lugar del empleo del término “descubrimiento”. De hecho, De las Casas, lo empleó así y Pérez de Oliva tituló su libro La historia de la invención de las Indias. Frank Graziano nos dice que Colón “encuentra” algo, o sea “descubre”; y lo trans–forma, lo instrumentaliza en algo que “utiliza”, o sea, “inventa” (Graziano, 1990: 28). Recapitulemos las cuestiones conflictivas, sospechosas o intrigantes más significativas: 1) El conocimiento muy antiguo que se disponía de las verdaderas dimensiones de la Tierra; 2) el eventual conocimiento de la existencia de una masa continental en el medio del océano, lo que implicaba que dicha masa de agua no era lo único que separaba Asia de Europa y que podían haber dos océanos; 3) las Capitulaciones de Santa Fe que hablaban de islas y de atributos para Colón en tierras a las que se suponía que debía conquistar pero que, a su vez, se suponía regidas por poderosos príncipes; 4) que en la tripulación figurase un políglota que no hablaba ninguna de las lenguas que supuestamente se hablaban en las Indias; 5) el conocimiento previo del Mar de los Sargazos; 6) el conocimiento de la ruta de ida vía las Canarias y de la ruta de tornaviaje vía las Azores, sensiblemente ubicada al norte de la primera; 7) las mentiras de Colón deliberadas, referidas al cálculo de las distancias recorridas durante el viaje y de la ubicación de las naves en lo que hacía a su longitud; 8) el permanente achaco a los supuestos errores en los cálculos de la posición, alternadamente a los relojes de arena, al cuadrante, a la estrella Polar o a las brújulas; 9) la desaparición, en el Diario de Navegación, de información referida a tiempos y posiciones; 10) una tendencia en el Diario, a anticipar lo que sucederá; 11) el eventual conocimiento del Estrecho de Magallanes con condiciones climáticas y en un ámbito geográfico que no coincidían con los indicados para el extremo sur africano; 12) el desdén por alcanzar la supuesta Cipango ubicada en un punto en el que Colón había sostenido debía estar y que deliberadamente habría sorteado; 13) la gran cantidad de referencias disponibles acerca de viajeros anteriores que habrían alcanza–do tierras distantes: protonautas, navegantes del norte o irlandeses, etc.; 14) la difícil reconstrucción del papel y la situación del Nuevo Mundo en la cartografía, si se atiende al hecho de que sus tierras aparecen, desaparecen y vuelven a aparecer de manera no cronológica y hasta caótica; 15) el tiempo que perdurró la idea de que Colón había llegado a las Indias y por último, 16) la suerte corrida por el propio Diario de Colón. Fue en el marco de todos estos interrogantes que surgió la idea de escribir la novela El último crimen de Colón. Intentar conciliar lo que se sabía con lo que se desconocía, lo coherente con lo que aparentaba ser incoherente y ofrecer alguna solución a los enigmas de la

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Historia. Dado que se trataría de jugar con ella, el juego debía ser riguroso, ya que todo juego debe poseer reglas claras y estrictas. La idea fue la de suponer que Cristóbal Colón conocía, con cierta minuciosidad, determinadas cuestiones que le convenía no difundir. Sustentar la creencia de que era un genial navegante, pero también un genial embaucador, e intentar determinar qué asuntos expuestos en su Diario, fueron verdaderos y cuáles falsos. Suponiendo que obró como lo hizo, sugerir que actuó obligado por las circunstancias, pero también en función de un plan. Que ello lo indujo a provocar algunos crímenes concretos a los que podría agregarse uno más, producto de una imperiosa e incontrolable necesidad. Un crimen que no estuviese localizado en el tiempo y que no fuera cometido en ningún lugar particular. Un crimen de enorme vigencia, vinculado con la Historia y cuyos efectos alcanzarían nuestros tiempos. Ése fue su último crimen. Para ello debían justificarse los beneficios de semejante comportamiento. Explicar por qué Colón guardaría sus secretos hasta su muerte. Colón, según la novela, jugó con la ignorancia. Fue capaz de convencer a todos –a cronistas y reyes, a los historiadores y políticos de todas las épocas– de que no se había percatado del extraordinario “detalle” de haber descubierto un nuevo mundo. Se dio de bruces contra semejante continente y, no obstante, logró hacernos pensar a todos que lo que creyó hallar fue un tenue esbozo de las Indias. Continuó la farsa hasta el final, como si esa soberbia ignorancia lo hubiese acompañado hasta el momento de la muerte, y la arrastró hacia su particular eternidad. Se trata de explicar cómo, sabiendo que otros se anticiparon en su viaje a América, lograría qué esa información se volviese nebulosa para la Historia y que a la larga se le adjudicase a él, el descubrimiento de América. Debía soportar la idea de que con su obrar, el continente no llevase su nombre, ni Colombo, ni Columbia ni Colombia. La idea central del libro, consistió, entonces, en comprometer al lector en una trama de tipo policial, en la que se intentase exponer toda la complejidad de estos elementos de una manera coherente. Colón debía jugar con mucha información que la mayoría de las tripulaciones de las tres naves, tenían que ignorar. Pero además, debía convencer a comerciantes, navegantes, políticos y reyes de sus engaños. Las respuestas parecieron plausibles. Los crímenes, vinculados a una pretensión por parte de Colón de adueñarse de la propia Historia, lograría inducir la certeza de que el relato que se iba construyendo podía representar un fiel reflejo de las cosas que habían sucedido. El argumento parecía cerrar perfectamente, e intentaría convencer al lector, en el marco de ese gran juego, de que todo tenía que haber acontecido necesariamente así. Puede afirmarse que el principal protagonista de la novela es la propia Historia y que Cristóbal Colón se mofó de los hechos y fundó otros en formidables engaños. Que se burló de los cronistas y de los historiadores usando esas mismas armas que muchas veces se emplean: la ambigüedad, la omisión, la invención de algunos acontecimientos y muy dudosas interpretaciones. Se debía provocar un montaje original de muchos hechos excepcionales. La época y los acontecimientos que se sucedían por esos días, de por sí eran desusados. Ellos actuaron como aliados de una trama creíble. Porque los sucesos propios de los tiempos que le tocó vivir a Colón, fueron únicos y sólo han sobrevenido una vez en la Historia. Colón disfrutó de una oportunidad única, inédita e irrepetible. Se valió de todo lo que su época desconocía. Contemporáneo al Renacimiento italiano, Colón vivió una época en la que los

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hombres se intrigaban con los más grandes enigmas, y entre ellos sobre todo uno: ¿cómo era la Tierra? Dispuso de un sistema de coartadas y montó sus mentiras en acontecimientos excepcionales que sólo han sobrevenido una vez en la historia. Logró tirar por la borda, siglos de investigaciones, la validez de los métodos y el valor de muchas reconstrucciones. Aprovechó su condición de genial navegante y de sagaz simulador y desechó la hazaña de alcanzar un continente aún sin nombre; aquél al que Solís le ofrendó su vida buscando un paso, el mismo con el que se dio don Pedro Álvars Cabral en su viaje al sur de África cuando por accidente tocó Brasil en 1500, el que atravesó Magallanes cuando descendió hasta el paralelo 55 en 1520. La hazaña de Colón le disputa su importancia a la toma de Constantinopla por los turcos cuarenta años antes, le disputa el honor de dar comienzo a los tiempos modernos aunque como aventura fuese superior a la conquista de esa ciudad fundamental. El estilo de la novela responde a los personajes y a sus novedosas situaciones, o sea, a los hombres prisioneros de los límites de un espacio terrestre a punto de explotar y de expandirse. Quizá, el resultado posea la ironía de un combate en el que el mayor protagonista es la lucha entre la Historia de los hechos y la Historia, tal cual nos es relatada. Muy probablemente el lector encuentre en El último crimen de Colón los ecos de una realidad mucho más reciente. Es posible que reconozca un reflejo de los mecanismos a partir de los cuales se ha podido tergiversar el pasado, particularmente el de nuestro país. Podrá argüirse que se agregan hechos que no acontecieron, pero lo cierto es que el texto reproduce, de manera fiel, los mecanismos a partir de los cuales es posible convencer a las personas, u ocultarles una verdad y falsear los propósitos. La realidad de nuestro país, de todos modos, supera ampliamente cualquier ficción que hubiese podido ser inventada. Los artilugios de la mentira son, hoy, un tema central de nuestra existencia cotidiana. Precisamente, los mecanismos de la mentira son los temas de la novela, así como la Historia es su protagonista. Por todo esto, muchas veces me he preguntado si acaso los verdaderos problemas de El último crimen de Colón no podrían resolverse en el presente logrando que, quienes deban ser los principales protagonistas de la Historia –o sea nosotros mismos–, podamos, por fin, intervenir, sin ser sometidos a los designios de quienes hoy ostentan el poder de dominarla, de acomodarla, de relatarla de manera falsa y fingida para utilizarla a su favor. Bibliografía -Catz, R., “Christopher Columbus and Portugal”, presentado en la conferencia “Spain an Portugal of the Navigators: the Iberian Peninsula Countries, Europe and the New Horizons”, Washington D.C., 1990 en http://marauder.millersv.edu/~columbus/data/spc/CATZ-01.SPC. –Cohen, I., “Lo que ´vio´ Colón en 1492”, Investigación y ciencia, 179, Barcelona, Muntander, p. 42, 1993. –Caso A., “The Known but Unknown Pilot”, The World & I, Vol. 6, No. 12, p. 394-401, 1991. -Colón, C., Diario de navegación (1492), Buenos Aires, Ed. Tor, sin fecha.

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La literatura de viajeros como fuente para una historia de la arquitectura hispano-americana (siglos XV - XIX) Fernando Martínez Nespral

UBA

Abstract Transitamos una historia de la arquitectura que privilegia, por sobre el estudio morfológico y compositivo del edificio, las formas de habitar, entendidas como la conjunción entre las necesidades de sus usuarios, la respuesta arquitectónica y los mecanismos de apropiación de la misma en cada caso. De este modo el edificio, desplazado como objeto de estudio, se convierte en una de las fuentes, pero una fuente insuficiente para la completa comprensión. Es aquí donde entran en juego otras, en este caso alternativas, pero que no son más ni menos que las fuentes principales de la Historia, los documentos escritos que describen no sólo el edificio sino las imágenes e impresiones que de el tuvieron sus contemporáneos. Entre estas se destacan: la literatura, memorias, cartas, documentos legales como testamentos o inventarios y los relatos de viaje. La característica eminentemente descriptiva del relato de viajes lo convierte en una fuente extremadamente útil para la historia de la arquitectura, pero más aún en el caso particular que nos ocupa de la arquitectura hispano-americana dónde el carácter distintivo de esta frente al paradigma europeo hace que especialmente el viajero extranjero refleje muy acabadamente sus particularidades destacándolas por contraste con su propia realidad. We flow into a history of architecture that granted, over the morphology and composition study of the building, the ways of dwelling, understanding them like the conjunction between the users, the architectural answers and its mechanisms of appropriation in each case. In this way the building, displaced as an object for studying, becomes in one of the sources but an insufficient one for a complete comprehension. It is here where others come into the game, alternative ones in this case, but they are without more ado the main history sources, the written documents which not only describe the building but also the images and impressions that their contemporaries had of it. Among these ones, bring out: literature, letters, and legal documents like inventories and wills, memoir and travellers books. The eminently descriptive characteristic of a traveller book turns it into a source extremely useful for the history of architecture but specially in this particular case that is Hispano American architecture where the distinctive character of it does that foreigner 604

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traveller reflects in a very complete way its particularities bringing them out by contrast with his own reality.

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Crónica de viajeros para la historia Urbana y su influencia en las comunidades locales Ángela Sánchez Negrette

UN del Nordeste

Abstract Desde fines del siglo XVIII distintos viajeros europeos recorrieron las ciudades a lo largo de las márgenes del Río Paraná, donde Corrientes conformaba este grupo como ruta obligada de los navegantes. Los paisajes urbanos junto a las exuberantes imágenes de la naturaleza provocaron asombro e impactaron en ellos sobre todo lo conocido; la mayoría de los cronistas expresaron sus impresiones desde las categorías propias o simplemente definieron como exótico o pintoresco aquello que no era clasificable o quedaba fuera de los patrones registrables de su cultura (etnocentrismo). Es interesante reflexionar de qué modo y hasta cuánto han influido estos escritos publicados en los diarios locales o editados en Europa y luego en circulación en el medio social de la época. En una sociedad criolla que buscaba la aceptación e inserción en el mundo – que hasta ese momento se había visto limitado por la Corona española – estas crónicas fueron consideradas como evaluaciones o juicios inapelables de valor, considerando tal vez a los viajeros por lo que ellos en sí representaban. Este trabajo propone poner en evidencia las construcciones e interpretaciones desde la mirada europea y la posible subordinación a éstas que impregnaron a la sociedad local llevando al cambio de pautas culturales.

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El viajero entre las fuentes: los viajeros y la vida rural rioplatense Matías Ignacio Wilbaux

UNMdP

Abstract Durante mucho tiempo, los estudios históricos encontraron en las imágenes brindadas por los viajeros de los siglos XIX y XX la llave de acceso para estudiar el mundo rural rioplatense. Así, sus descripciones sobre el paisaje pampeano, los habitantes rurales, sus hábitos y costumbres llenaron las páginas de la historiografía tradicional. En este trabajo se pretende realizar una mirada crítica de la literatura de viajeros, revisando el tradicional tratamiento como fuentes históricas primarias, y deteniéndonos en el análisis del contenido del relato, las especificidades como género literario y las razones y formas de su publicación. Desde esta perspectiva, intentaremos poner de manifiesto la importancia y las limitaciones de estos escritos para nuestro campo de investigación, en el que exploramos la vida cotidiana de los pobladores rurales entre 1770 y 1870, a partir del análisis de su dieta y hábitos de consumo, sus formas de sociabilidad y su cultura material. For a long time, historical studies found out the access key to study the Rio de la Plata rural world in the images portrayed by the XIX and XX century travellers. Thus, their descriptions on the pampean landscape, the rural inhabitants, their daily habits and customs filled up the pages of the traditional historiography. Our main objective in this research work is to take a critical look at the travellers´ literature, revising the traditional treatment, such as the primary historical sources, and also stopping in the analysis of the content of the story, the specificities like literary gender and the reasons for its publication. From this point of view, we will try to highlight the importance and limitations in these pieces of writing for our own research field, in which we explore the daily life of the rural inhabitants between 1770 and 1870, starting from the analysis of their diet and consumption habits, their sociability and their material culture. Texto “...sus ocupantes estaban comiendo un potaje de maíz hervido en grasa (...)todos de la misma vasija de barro en la cual se había hervido o guisado, y con la misma cuchara que pasaba de mano en mano(...)Se nos invitó cordialmente a participar del festín con los otros pasajeros, pero éramos todavía viajeros demasiado novatos en el país para probar semejantes platos, o para comer con la misma cuchara en la

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forma en que lo hacían las hermosas damas y los inmundos rancheros... ” 1 Con estas palabras, John Miers reflejaba en 1819 sus sensaciones frente a los hábitos alimenticios de los pobladores rurales bonaerenses, llamándole la atención el hecho de que todos comieran de la misma fuente y con la misma cuchara. Durante mucho tiempo, los estudios históricos encontraron en las imágenes brindadas por los viajeros de los siglos XVIII y XIX la llave de acceso para estudiar el mundo rural rioplatense. Así, sus descripciones sobre el paisaje pampeano, los habitantes rurales, sus hábitos y costumbres llenaron las páginas de la historiografía tradicional, y aún hoy, parte de ella sigue reflexionando sobre la campaña con las mismas premisas de estos relatos. Dentro de este panorama, testimonios de viajeros como el de Miers, fueron considerados por muchos autores como indicios para hablar de la precariedad y la simpleza de la dieta rural y de los hábitos de consumo durante estos siglos. Así, Richard Slatta ha planteado que “... la dieta en la pampa cambió apenas durante el siglo XIX, (...) la carne vacuna (...) y abundantes rondas de mate constituían la base y a menudo la totalidad de la dieta del gaucho desde la época colonial en adelante...” 2 En este trabajo se pretende realizar una mirada crítica de la literatura de viajeros, revisando el tradicional tratamiento como fuentes históricas primarias, y deteniéndonos en el análisis del contenido del relato, las especificidades como género literario y las razones y formas de su publicación. Desde esta perspectiva, intentaremos poner de manifiesto la rica información que brindan estos escritos pero a su vez aquellas limitaciones para nuestro campo de investigación, en el que exploramos la vida cotidiana de los pobladores rurales entre 1770 y 1875, a partir del análisis de su dieta y hábitos de consumo, sus formas de sociabilidad y su cultura material. En primer lugar, cabe preguntarse si realmente los viajeros presentan en sus textos una imagen unívoca sobre la simpleza en los hábitos alimenticios de los pobladores de la campaña bonaerense. En realidad, sus páginas están plagadas de descripciones y referencias acerca de la diversidad de artículos y productos alimenticios consumidos por los habitantes rurales. En trabajos anteriores, hemos podido caracterizar, a partir de la información brindada por los viajeros, la composición de la dieta, señalando cuáles eran los alimentos de consumo más extendido y los medios frecuentemente utilizados para su provisión 3. En líneas generales los textos de viajeros muestran el lugar privilegiado de la carne vacuna, seguida por la carne ovina y en menor medida las aves de corral. Además los viajeros suelen mencionar el recurso alimenticio de los tatúes, aves, ñandúes y mulitas que constituyen el principal sustento a medida que se aproximan a las regiones fronterizas. Asimismo, en sus narraciones, los viajeros hablan también de vegetales como maíz, zapallo o calabaza, cebolla, tomate, ajíes, papas y lechuga; y frutas como sandías, melones y duraznos. Además, en las descripciones

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Miers, John: Viaje al Plata 1819-1824, Ediciones Solar, Buenos Aires, 1968, pág. 27. Slatta, R.: Los gauchos y el ocaso de la frontera, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1985, pág. 136 3 Correa, C. y Wibaux, M.: Dieta y hábitos de consumo en la frontera bonaerense, En: III Congreso Argentino-Chileno de Estudios Históricos, Buenos Aires, marzo de 1999. 2

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sobre las comidas de los pobladores aparecen también otros artículos como son huevos, leche, queso, pan, galleta, condimentos, arroz, entre otros. Sin embargo, muchas veces los mismos viajeros que detallan esta variedad de alimentos y comidas elaboradas, parecen caer en la tentación de hablar de una dieta simple y poco diversa. Intentaremos ahora explorar por qué razones los diferentes viajeros que atravesaron estas regiones presentaron en su discurso estas contradicciones en relación con los hábitos alimenticios de la población rural. Numerosos estudios se han centrado en los últimos tiempos en la lectura crítica de la literatura de viajes, poniendo énfasis en las características propias de este género literario. Adolfo Prieto, en su valioso estudio sobre los viajeros ingleses, plantea que, de una u otra manera, en estos textos se combinan “... las articulaciones de los discursos racionalista y romántico: el gusto por la andadura del relato, por las dimensiones de la peripecia personal; la confianza en las doctrinas de la especificidad del paisaje americano y de la armonía del hombre y la naturaleza.” 4 Dicho de otro modo, en el relato de viajes se entrecruza la narrativa personal, donde se relata en primera persona las peripecias y vivencias del viajero, con la descripción detallada de todo lo observado. De esta manera, la anotación y el registro de información se realiza según una noción de viaje utilitario, pero también en su narración se presentan imágenes estéticas que pretenden dar cuenta de lo novedoso del escenario natural. Para Adolfo Prieto el discurso romántico sublime le ha permitido a muchos de los viajeros elevar a categoría estética los aspectos físicos del paisaje americano, resaltando su originalidad. Pero además desde la literatura de viajes se pretende establecer una relación coherente y estrecha entre el entorno natural y el carácter de la población. De esta manera, muchas de las imágenes presentadas en sus relatos se explican por esta voluntad de demostrar el rol decisivo jugado por la naturaleza en la forma de ser y de actuar del poblador rural y, en especial, del gaucho: las ilimitadas planicies pampeanas promueven el instinto de libertad de la misma forma que la existencia de medios de subsistencia a su alcance favorece su independencia de los bienes materiales. De esta manera, habrá una predisposición para describir la precariedad de sus viviendas, la promiscuidad de sus hábitos de vida y, por supuesto, la pobreza de sus enseres domésticos y la simpleza en su alimentación. Joseph Andrews, que recorrió las pampas entre 1825 y 1827, define en estos términos la forma de vida en la campaña: “...Es igualmente cierto que cabalgando como gaucho tiene uno que ensillar su caballo, vivir de carne y agua, dormir en el suelo, y galopar de ciento a ciento cincuenta millas diarias...” 5 Por otra parte, resulta evidente que los viajeros, mediante estos recursos, pretenden construir un relato, armar una narración, trasladar el tiempo vivido y sus experiencias al tiempo verosímil de la ficción. Los viajeros piensan su viaje en función del texto en que va a finalizar esa experiencia: leen durante sus travesías, llevan diarios, organizan sus observaciones, escriben mientras viajan, seleccionan sus descripciones. 4

Prieto, Adolfo: Los viajeros ingleses y la emergencia de la literatura argentina 1820 – 1850, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1996, pág. 19. 5 Andrews, J.: Viaje de Buenos Aires a Potosí y Arica, Hyspamérica, Buenos Aires, 1988, pág. 28.

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Para cumplir con sus propósitos, los viajeros dramatizan las peripecias personales, incluyen formulas ya conocidas, para poder conseguir el efecto de narratividad buscado. Samuel Haigh ha resumido en estas líneas las modalidades seguidas por la gran mayoría de los viajeros, inclusive en su caso: “No afligiré al lector enumerando las privaciones que sufrí en cada parada, ni me detendré en describir todas y cada una de las que encontré, como parece costumbre de los viajeros modernos. Ni creo que importe decir, diariamente, si nuestro huésped estaba de bueno o mal talante (...) ni que a veces comíamos carne sin pan y otras pan sin carne, y no puedo decir, después de una jornada fatigosa, que siempre me apercibiese si el asiento era cráneo de caballo o de asno. No horrorizaré a los delicados describiendo las postas donde los ratones se entretenían en morderme el cabello o los dedos de los pies...” 6 Este testimonio también demuestra claramente que los mismos viajeros se leían unos a otros, y que muchas de las imágenes brindadas – la pampa como un océano, la naturaleza del gaucho y del indio – pueden haber sido tomadas de anteriores testimonios de viajeros que ya habían recorrido nuestra región. Adolfo Prieto ha planteado, por ejemplo, que, para muchos viajeros posteriores a 1825, las apreciaciones y las imágenes dejadas por Francis Bon Head fueron un punto de referencia necesario para ponderar el registro de sus propias experiencias. Por lo tanto, podemos arriesgar que la mención a cierta precariedad y simpleza de la dieta, puede tratarse también de descripciones reconstruidas a partir de ideas preconcebidas sobre la vida rural, o fruto de esta tendencia a extrapolar observaciones y juicios de valor. No debemos olvidar tampoco que la producción y posterior publicación de estos escritos – principalmente en Inglaterra – se encuadran dentro de la expansión de un amplio mercado editorial y la existencia de un público lector ávido de estas narraciones. 7 De esta manera, los viajeros buscan satisfacer las expectativas de un tipo especial de lector con el uso de términos e imágenes que resulten familiares y ya conocidas. Y también pretenden concitar la atención de esa audiencia metropolitana, registrando curiosidades o anomalías propias de estas regiones americanas o prestando mayor espacio a aquellas situaciones que difieran enormemente de los códigos europeos. Así, los viajeros llaman la atención sobre lo exótico, lo diferente, aquello que no se corresponda con sus parámetros culturales. En la mayoría de los textos, se hace hincapié a la falta de intimidad al momento de comer dada por el hecho de compartir los utensilios, tomar del mismo mate, servirse de la misma olla o comer con la misma cuchara. Narciso Parchappe se sorprende de estas formas de alimentarse: “...En las estancias, los asadores están al fuego todo el día y se ven las brasas cubiertas de diversos trozos de carne, siempre cubierta de sangre y de intestinos grasientos que los peones hacen asar, sin lavarlos y que comen así, con el mayor placer, carbonizados, sucios de cenizas y sin sal; en general, la limpieza es 6 7

Haigh, Samuel: Bosquejos de Buenos Aires, Chile y Perú, Buenos Aires, Yapeyú, 1950, pág. 43. Véase Prieto, Adolfo: Los viajeros..., op. cit.

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desconocida en su cocina y en su manera de preparar los alimentos. Los animales son descuartizados en tierra, sobre su piel, de manera que su carne siempre está cubierta de sangre, sucia de lodo y estiércol; es por eso que debe lavarse antes de hacerla hervir, pero raramente se hace esto antes de asarla... 8 Este testimonio subraya la falta de comodidades y utensilios tanto para la elaboración como para el consumo – ni mesas, ni sillas, ni tenedores o platos – que tanto sorprende al viajero y que pasa desapercibida para el nativo acostumbrado a estas formas de comer. Aquí debemos hacer algunas aclaraciones. Tal precariedad en lo que hace a los enseres domésticos se observaba en la mayoría de las postas y ranchos visitados por los viajeros; gran parte de estos elementos brillaban por su ausencia: los accesorios de cocina se reducían a algunas ollas, cuernos de vaca, asadores y, en menor medida, algunas cucharas. Evidentemente, la cantidad y calidad de los utensilios y las características del entorno material variaban según niveles socioeconómicos, y también de acuerdo a pautas culturales vigentes. En líneas generales, las clases acomodadas disfrutaban de ciertas comodidades ya sea en cuanto al espacio dedicado a la elaboración de los alimentos, el mobiliario y los utensilios para la ingesta: platos, vasos, jarras, fuentes, manteles, servilletas, cucharas. Sin embargo, puede afirmarse que esta carencia de ciertos accesorios de la alimentación traspasaba barreras económicas, convirtiéndose, en un patrón general de consumo. 9 Lo que queda claro respecto a los modales en la mesa, a los códigos de comportamiento internalizados por los comensales, es que para los habitantes rurales era habitual, en relación con esta ausencia de utensilios, comer con las manos y ayudados únicamente por un cuchillo, consumir todos de la misma fuente sin recurrir a cucharas, y dejar de lado el cuidado de la limpieza. Por supuesto, estas maneras de comportarse durante el acto alimenticio, son vistas por los viajeros como poco elegantes, groseras y antihigiénicas. Por otro lado, algunos viajeros – principalmente aquellos provenientes de una cultura diferente – no pueden reconocer algunos alimentos y artículos como tales siguiendo sus parámetros culturales. Por ejemplo, son frecuentes las quejas de los viajeros que atraviesan la región con respecto al consumo limitado del pan en el ámbito rural. En palabras de Mac Cann: “...consiste la cena en un plato de puchero al que se añade, a veces, un trozo de zapallo. En general no gusta de las legumbres y el pan constituye para él un lujo que raramente pueda satisfacer....” 10 También Armagniac advierte la ausencia de este artículo durante su estadía en la estancia Santa Cruz del Moro en 1868: “...En resumen, teníamos buena carne, excelentes conservas, casi siempre legumbres frescas y buen vino español; pero faltaba lo más

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Parchappe, N: Expedición fundadora del fuerte 25 de Mayo en Cruz de Guerra, Año 1828. Lucha de fronteras con el indio, EUDEBA, Buenos Aires, 1977, pág. 29. 9 Para un análisis más profundo de estos hábitos alimenticios y su transformación y modernización en el tiempo, véase: Correa, C. y Wibaux, M.: “Sabores de la Pampa. Dieta y hábitos de consumo en la frontera bonaerense” (en coautoría), En: Mayo, Carlos: Vivir en la frontera: la casa, la dieta, la pulpería, la escuela (17701870), Editorial Biblos, Buenos Aires, 2001. 10 Parchappe, Narciso: Expedición..., op. cit., pág. 59.

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importante a mi parecer, y esa falta me pareció muy penosa en los primeros tiempos de mi vida en el campo: hablo del pan...”. 11 Sin embargo, el mismo Mac Cann refleja la existencia del pan, casi invariablemente ocupando un lugar destacado en la mesa de las clases acomodadas. Como señala el viajero inglés durante su estadía en una estancia de Dolores en 1842: “...con Mr. Clark participamos de una mesa excelente: asado de vaca, aves, pudding inglés, papas y pan blanco...”. 12 Podemos inferir entonces que las denuncias postuladas sobre la ausencia del pan responden a la propia racionalidad con la que observa el viajero. De esta manera la galleta o “panecillo criollo”, frecuentemente consumido por los habitantes rurales era desconocido por la mirada del viajero: “...es verdad que lo reemplazaban por galletas redondas horriblemente duras que traían a la mesa después de haberlas roto con un martillo; pero eso estaba lejísimos de parecerse a nuestro buen pan francés y su gusto era muy desabrido...”. 13 Estas contradicciones implícitas en muchos textos también se presentan en el caso de otros productos, en especial la sal y los condimentos, pero también cuando se refieren a la carne. En un guiño cómplice a probables lectores interesados en recorrer las pampas argentinas, William Mac Cann les advertía en 1848: “No aconsejaría yo a una persona de mala dentadura que hiciera un viaje por estas provincias porque, debido a la costumbre de asar la carne apenas muerto el animal, y a que los nativos dejan de lado las partes blandas y gordas de la res, prefiriendo las porciones más duras, los asados resultan a veces incomibles. Y como la carne asada constituye el único alimento en la campaña, quien no dispone de buenos dientes queda expuesto a sufrir hambre más de una vez (...) Yo, que tengo buena dentadura, al cabo de un mes sentía las encías tan irritadas de mascar aquella carne, que no me atrevía a tocar los llamados matambres o asados...” 14 Sin embargo, en otro momento de su relato, cuando describe los procedimientos para realizar el asado, Mac Cann elogia las cualidades de la carne ingerida: “...la carne se asa muy bien, porque el calor, subiendo de todos lados, la penetra completamente dándole un sabor muy especial y delicado(...) Tal vez una persona demasiado exigente pueda sentir repugnancia viendo la espesa humareda y el polvo que por momentos oculta el asado (...) esta carne era particularmente tierna y muy jugosa....” 15 Ya sea para hablar de la ausencia o la mala calidad de determinados productos o para describir los modos de comer de los pobladores, los viajeros se ubican desde una perspectiva de lo diferente, saltando sobre la cotidianidad y realidad de lo que se observa 16. De alguna 11

Armaignac, H.: Viaje por las pampas argentinas, Eudeba, Bs. As 1974, pag. 83. Mac Cann, William: Viaje a caballo por las provincias argentinas, Hispamérica, Bs. As, 1985. pag. 23 13 Armaignac, H: Viaje..... op cit, pag. 83 14 Mac Cann, William: Viaje, op. cit., pag. 121 15 Ibídem, pp. 45-46 16 Fernández, Sandra y Navarro, Fernando: “Viajes y viajeros: sobre algunos tópicos para entender la mirada cultural sobre la economía regional argentina”, En: Revista THEOMAI, Nº 3, Universidad Nacional de Quilmes, 1º semestre de 2001. 12

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manera, el viajero necesita rotular, imponer a su mirada los cánones propios de su cultura capitalista y burguesa. He aquí una de las cuestiones principales: los viajeros modernos son un producto esencial del capitalismo y en esa lógica, su visión individual, lleva implícita la percepción de una economía y cultura dominantes que termina conformándose como un gran ojo que observa, mide, cuenta, censura y relata la vida de uno otro 17. Siguiendo la tesis de Mary Louise Pratt, en este proceso, América será reinventada como objeto de conocimiento, como paisaje, como fuente de riquezas, como organización política y social. La mayoría de los viajeros organizan su relato en torno de lo económico, ya que gran parte de ellos llegaron a estas tierras para reconocer la posibilidad de nuevas rutas comerciales, mercados y centros de inversión. Por lo tanto, la mirada de los viajeros siempre tendrá una perspectiva desde arriba, ideológica, social y principalmente económica 18. En este breve trabajo se ha intentado demostrar la abundante y rica información que brinda la literatura de viajes para nuestro campo de nuestra investigación, al mismo tiempo que pretendimos remarcar las especificidades de este género, explicar sus posibles contradicciones de forma tal de lograr revertir las nociones tradicionales – construidas sobre la base de estos escritos – sobre los hábitos alimenticios de los pobladores de la campaña bonaerense durante el siglo XIX. Por supuesto, además de la relectura de los textos de viajeros, se hace necesaria su contrastación con otras fuentes de información históricas, como son los inventarios de comercios rurales, las cuentas de gastos de pobladores y la evidencia arqueológica, para poder enriquecer aún más este terreno de investigación y poder explorar con profundidad la vida cotidiana de los habitantes, a través de la reconstrucción de sus patrones de alimentación, sus formas de sociabilidad y su cultura material. Bibliografía: Andrews, Joseph: Viaje de Buenos Aires a Potosí y Arica en los años 1825 y 1826, Hyspamérica, Bs. As., 1988. Armaignac, H.: Viaje por las pampas argentinas, EUDEBA, Bs. As., 1974. Arnold, Samuel: Viaje por América del Sur 1847-1848, Emecé, Buenos Aires, 1951. Beaumont, J.: Viajes por Buenos Aires, Entre Ríos y la Banda Oriental 1826-1827, Hachette, Bs. As., 1957. Bon Head, Francis: Las Pampas y los Andes: Notas de viajes, La Cultura Argentina, Buenos Aires, 1920. Braudel, Fernand: Civilización material y capitalismo, Biblioteca Universitaria Labor, Barcelona. 17

Ibídem. Pratt, Mary Louise: Ojos imperiales. Literatura de viajes y transculturación, Universidad Nacional de Quilmes, Buenos Aires, 1998. 18

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Cicerchia, Ricardo: Historia de la vida privada en la Argentina, Editorial Troquel, Buenos Aires, 1998. Fernández, Sandra y Navarro, Fernando: “Viajes y viajeros: sobre algunos tópicos para entender la mirada cultural sobre la economía regional argentina”, En: Revista THEOMAI, Nº 3, Universidad Nacional de Quilmes, 1º semestre de 2001. Gillespie, Alexander: Buenos Aires y el Interior, Hyspamérica, Buenos Aires, 1986. Haigh, Samuel: Bosquejos de Buenos Aires, Chile y Perú, Buenos Aires, Yapeyú, 1951. Hudson, G. E.: Allá lejos y hace tiempo, Peuser, Buenos Aires, 1951. Mac Cann, William: Viaje a caballo por las provincias argentinas, Hyspamérica, Buenos Aires, 1985. Mansilla, Lucio: Una excursión a los indios ranqueles, Editorial Kapelusz, Buenos Aires, 1966. Mayo, Carlos (dir): Vivir en la frontera. La casa, la dieta, la pulpería, la escuela (17701870), Editorial Biblos, Buenos Aires, 2000. Miers, John: Viaje al Plata 1819-1824, Ediciones Solar, Buenos Aires, 1968. Montanari, Massimo: El hambre y la abundancia. Historia y cultura de la alimentación en Europa, Barcelona, 1993. Parchappe, Narciso: Expedición fundadora del fuerte 25 de Mayo en Cruz de Guerra, Año 1828. Lucha de fronteras con el indio, EUDEBA, Buenos Aires, 1977. Prado, Manuel: La guerra al malón, Ed, Kapelusz, Buenos Aires, 1985. Pratt, M. L: Ojos imperiales. Literatura de viajes y transculturación. Universidad Nacional de Quilmes, Buenos Aires, 1998. Prieto, Adolfo: Los viajeros ingleses y la emergencia de la literatura argentina 18201850, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1996. Proctor, Robert: Narraciones del viaje por la Cordillera de los Andes, Elefante Blanco, Buenos Aires, 1998. Remedi, Fernando: Los secretos de la olla, Centro de Estudios Históricos, Córdoba, 1998. Rodríguez Molas, R.: Las Pulperías, En: La vida de nuestro pueblo, Centro Editor de América Latina, 1982. Scarlett, Campbell: Viajes por América, Claridad, Buenos Aires, 1957.

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Silvestri, Graciela: “La América de Humboldt y el Río de la Plata”, En: Revista THEOMAI, Nº 3, Universidad Nacional de Quilmes, 1º semestre de 2001. Slatta, Richard: El gaucho y el ocaso de la frontera, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1985.

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Percepciones de viaje en la construcción cultural del espacio costero. Mar del Plata en sus orígenes Graciela Zuppa

UNMdP

Abstract La reflexión acerca de la naturaleza costera y las relaciones entre el hombre y sus diferentes prácticas, sugiere la lectura e interpretación de cuestiones vinculadas a la historia de cómo comenzaron las primeras exploraciones. Desde la construcción de un abreviado itinerario histórico, se escogerán algunos fragmentos narrativos que aporten instrumentos para la comprensión de estos comportamientos. Se accede tanto a los modos de representación y articulación cultural del espacio como a la justificación de las formas de percibir y resolver los desafíos frente a la naturaleza. La propuesta intentará indagar las relaciones y vínculos del hombre con la naturaleza marina y la construcción cultural del balneario marplatense. Se ha trabajado con dos fuentes literarias: la primera se refiere a la costa sudamericana y el interior de la pampa bonaerense, experimentada y percibida por un viajero embarcado, Samuel Greene Arnold, desde Southampton a Buenos Aires y luego a Chile por tierra (1847 –1848); la segunda, El viaje intelectual, relato del escritor Paul Groussac cuyo escenario es la pampa bonaerense, a propósito de su intención de escapar de la “prosaica existencia urbana” y dirigirse en tren desde Buenos Aires a Mar del Plata en 1887. Es un trabajo transdisciplinar en el que el relato adquiere entidad cultural. The reflection about the coastal nature and the relationships between the man and his different practices, suggests the reading and interpretation of questions linked to the history of how first explorations began. From an abbreviated historical itinerary construction, some paragraphs will be chosen to reach instruments that help to understand these behaviors. We get into representation ways and cultural articulation of space as well as justification of the ways to perceive and to solve the challenges of nature. This proposal will try to research the relationships and bonds between man and marine nature and the cultural construction of Mar del Plata´s seaside resorts. We worked with two literary sources: the first one refers to the South American coast and the interior of Buenos Aires´s pampas, experienced and perceived by an embarked traveller, Samuel Greene Arnold, from Southampton to Buenos Aires and then to Chile by earth (1847 -1848); the second, The intellectual trip, Paul Groussac´s story in which he wrote about his intention to escape from the “prosaic urban existence” travelling from Buenos Aires to Mar del Plata by train in 1887. This paper is a transdisciplinar work in which the story acquires cultural entity.

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“Las Metáforas del Viaje y sus Imágenes. La Literatura de Viajeros como Problema”

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De la maravilla y el mundo (el arte de viajar en el s. XIII) Mariano Acosta María Laura Moneta

UNR UNR

Abstract El presente trabajo trata sobre los relatos de viaje que se realizan a Oriente en el s. XIII y se centrará en el texto de Marco Polo. A partir del S. XII los viajes comerciales que habían comenzado con las cruzadas, amplían el horizonte geográfico de Europa. En este momento, las noticias de otro mundo comienzan a construir un espacio paradojal: - entre la forma en que se concebía la tierra y la forma que adoptaba ante los ojos de los viajeros - entre los hechos y especies que se suponía debían habitarla y aquellos de los cuales se tenía noticias Este lugar paradojal se inscribe en Europa como una lectura del mundo que, aunque preocupada por no apartarse del dogma, habilitará una nueva espacialidad y temporalidad rompiendo con la tradición románica. Lo inesperado, lo insólito, lo monstruoso operará modificando la lectura alegórica del mundo, mostrando sus límites, su incompletud; tornándola incluso a la ironía y lo burlesco, al tiempo que engendrará el espacio de la fantasía. Texto No es el mundo entero lo que debe rechazar el que ama a Dios? Georges Duby San Bernardo El presente trabajo intenta presentar algunas cuestiones en relación a los viajeros que van a Oriente durante el siglo XIII, de los cuales el más importante fue Marco Polo. Su libro de las maravillas del mundo o "'La descripción del mundo" es un relato de viaje que se presenta como muestrario de ciudades, sucesión de relatos maravillosos, de lugares de riqueza y abundancia. El texto presenta ese espacio espléndido y exuberante que fue para el hombre occidental, Oriente. Los relatos de viaje del siglo XIII son itinerarios que pasan por encrucijadas ( de hombres, transacciones, culturas y religiones: "sarracenos, cristianos, idólatras" ) y por centros de expansión cultural ( el imperio del Gran Khan).

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El viaje de Marco Polo, por tener fines comerciales y por lo detallado de su recorrido, cobrará en este contexto una dimensión específica en relación a las otras experiencias de viaje de la Edad Media. "Cierto es que siendo Balduino, emperador de Constantinopla en el año 1250 de nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, Micer Nicolo Polo que fue padre de Micer Marco y Micer Mateo Polo hermano suyo, se hallaban en la ciudad de Constantinopla, con mercaderías. (...) Acordaron cruzar el Gran Mar para comerciar (...) decidieron ir aún más lejos y pusiéronse en camino " 1 A partir del S. XII se produce una fractura a partir en el plano económico de Europa. Los viajes comerciales que habían comenzado con las cruzadas, amplían el horizonte geográfico del continente. En este momento, las noticias de otro mundo comienzan a construir un espacio paradojal: - entre la forma en que se concebía la tierra y la forma que adoptaba ante los ojos de los viajeros - entre los hechos y especies que se suponía debían habitarla y aquellos de los cuales se tenía noticias Este lugar paradojal se inscribe en Europa como una lectura del mundo que, aunque preocupada por no apartarse del dogma, no tuvo reparos en romper con la tradición románica. Baltrusaitis dirá: "La Edad Media gótica evoca en general el descubrimiento de la naturaleza y de la vida. Con el agotamiento de la iconografía románica, consolida sobre un terreno complejo con sus monstruos, sus prodigios antiguos y orientales que prosperan en un marco abstracto y estilizado, asistimos a la eclosión de una flora viva o a la génesis de bellas figuras humanas que evolucionan hacia la realidad y hacia un orden orgánico" 2 La visión alegórica del mundo, es decir, la forma de "contar el mundo", se ve en estos siglos sometida a una cantidad y una diversidad de información que, al no poder ser asimilada al relato, terminará estallándola. Lo inesperado, lo insólito, lo monstruoso operó durante dos siglos cristalizando la alegoría, mostrando sus límites, su incompletud; tornándola incluso a la ironía y lo burlesco, al tiempo que engendraba el espacio de la fantasía. Fantasía era para los griegos muestra, ostentación, alarde, jactancia. Palabra asociada a linterna, farol. La fantasía será entonces, lo que ilumina, lo que hace visible artificialmente, aquello que surge como mundano. La candela del hombre comienza a competir con la luz de Dios y 1 2

Polo, Marco, La descripción del mundo. Ed. Hyspamérica. Bs. As 1985. p.12 Baltrusaitis, La Edad media fantástica. p.9

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una fenomenología oscura contrapone el ornatus dei a la pompa de las ciudades del Mediterráneo que hacían soñar con un mundo más posibilitado por el comerciante que por Dios. Esta conjunción hace que el conocimiento de las cosas del mundo pase de tener un carácter de revelación a tener un carácter de epifanía. Una fantasmagoría sobrevolará a Europa ocultando la luz de Dios (lumen dei). A partir de ese momento, en que ya no es posible ver, se comenzará a mirar. La visio como lugar de conocimiento es reemplazada por el mirari (mirar con admiración) en una suerte de engaño en que se supone que naturaleza es sinónimo de Dios. Frente a la palabra hecha materia (el verbo encarnado), surgirá la naturalidad de una maravilla para la que todavía no hay palabra. El espacio de lo maravilloso. "Marco Polo sabía que lo que imaginan los hombres no es menos real que lo que llaman la realidad" Jorge Luis Borges Pensemos en la alta Edad Media. En ese momento de la historia, el universo europeo era cerrado y se ordenaba en una referencialidad directa con el texto bíblico. Todo lo que se nombraba existía y todo lo que existía tenía, al menos para la Iglesia, una huella en la Biblia como bien lo marca Le Goff. Lo maravilloso, lo que no tenía explicación, o bien era reducido al orden de lo milagroso, o bien era directamente expurgado, por incomprensible, bajo el mote de satanismo. La palabra tenía entonces, necesariamente, una defendida identidad de cosa cuya existencia era inobjetable. Luego, a partir del siglo XII, el hombre comienza a situar elementos del orden de lo maravilloso en el seno de ese universo religioso. Hecho este que en el plano del vocabulario se verifica por una diversificación en el mundo de lo sobrenatural. Surgen de los relatos de viaje cosas que, al no ser expurgadas del imaginario, comienzan a funcionar, conjuntamente, con las historias que habían permanecido marginales a la erudición cristiana ( hagiografías, angiologías, así como la tradición pagana que se sostenía como relatos folckóricos) 3 "En los siglos doce y trece, lo sobrenatural occidental, se divide en tres dominios que designan aproximadamente los tres adjetivos, mirabilis, magicus, miraculosus. mirabilis: es nuestro maravilloso con sus orígenes precristianos magicus: el término magicus y el ámbito por él designado se orientaron rápidamente hacia la parte del mal, hacia la parte de satanás. Magicus es lo sobrenatural maléfico, lo sobrenatural satánico

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"Con el canon bíblico y el patrístico no queda agotada ni mucho menos , la literatura cristiana. (...) Pero la vida de la Iglesia iba creando nuevos géneros literarios. De las necesidades del culto surgieron en el siglo IV los himnos sagrados. Además, las persecuciones desatadas contra los cristianos dieron lugar a una serie de "actas"' y "pasiones" de los mártires; después de ellas vinieron las vidas de santos." Curtius, Ernst Robert, "Literatura europea y Edad Media Latina"

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miraculosus: lo sobrenatural propiamente cristiano, lo que se podría llamar justamente, lo maravilloso cristiano. Solo que el milagro, el miraculum, me parece únicamente un elemento, y diría yo, un elemento bastante restringido del vasto dominio de lo maravilloso." 4 Este espacio de la maravilla comienza a abrirse, a nuestro entender, a partir de la Cruzadas. Cabe destacar que si bien durante toda el Edad Media, con mayores o menores dificultades, se realizaron peregrinaciones a Tierra Santa, el carácter interior e individual de este viaje, no propició la posibilidad de abrir en al imaginario colectivo un espacio temporal ni espacial donde la maravilla fecundara, Si lo harán las cruzadas en la medida que implicarán una experiencia colectiva que tendrá tanto que ver con la fe como con lo comercial En este momento se darán una serie de elementos que tenderán a reorganizar definitivamente el mapa de las mentalidades de la Europa. " (...) la peregrinación era solamente un passagium parvum, un viaje realizado por un individuo, mientras que la cruzada iba a ser un passagium generale, una peregrinación colectiva o de multitudes, los pueblos en marcha se convirtieron, inevitablemente, en descubridores, si bien por lo general no encontraron lo que habían ido a buscar y hallaron lo que ni siquiera habían imaginado" 5 Cuando se realizaron las Cruzadas, era necesario para Europa ampliar las rutas comerciales a fin de superar la situación interna en que había devenido el esquema feudal y que resultaba insostenible (recordamos la "paz de Dios", entre otras tantas medidas que daban cuenta del deteriorado límite al que se había llegado). Las cruzadas, a diferencia del viaje comercial de los s XII y XIII, fueron la esperanza del resurgir de la cristiandad y, aunque fracasadas impulsaron el descubrimiento del mundo Oriental para los europeos. Nos parece interesante pensar que si bien antes y durante las cruzadas, las maravillas del mundo, eran reducidas a obras de santos o acciones del demonio, una experiencia del carácter épico como el de las cruzadas, algo del orden de lo maravilloso siempre deja o sino lo inventa. (lo relata). Esta apertura, estos relatos son el inicio de un nuevo espacio; un espacio que le impondrá al dios del dogma el lugar de la maravilla. Mirabilia (maravilla), en tanto lo que es producido por fuerzas o seres sobrenaturales, y que por tanto se diferencia del mundo creado por un único autor, por Dios. "Ahora bien, en lo maravilloso cristiano, y en el milagro, hay un autor, pero un único autor que es Dios. Y precisamente aquí es donde se plantea al problema del puesto de lo maravilloso, no solo en una religión, sino en una religión monoteísta" 6 El hombre tendrá la posibilidad de crear mundos y de descubrir mundos. La inventio (crear y descubrir) sinonimia medieval de la invención moderna y del descubrimiento, abre dos sendas en lo secular. El intellectus, el productor de nombre, de discursividad, estallará hacia los itinerarios del viaje geográfico, pero también a la invención de mundos. En ambos 4

Le Goff, Jaques, Lo maravilloso y lo cotidiano en el Occidente Medieval. p. 13 Boorstin, Daniel J., Los descubridores, vol I El tiempo y la geografía, ed. Grijalbo Mondadori, Barcelona 1986 p. 125 6 Le Goff, Jaques, Lo maravilloso y lo cotidiano en el Occidente Medieval 5

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casos, la voluntad del hombre irá lentamente desplazando la voluntad de Dios, el hegemónico paisaje feudal de los imaginarios medievales se va llenando de lugares posibles y de extrañas faunas. Libros de viaje, bestiarios, muestrarios, países, colecciones de objetos, etc rigen el espacio de la maravilla que el relato popular amplia. Bien se decía que los tres enemigos del alma eran el demonio, el cuerpo y el mundo. Los medievales satanizaron el mundo y el mundo se volvió en su contra degenerando en un espacio de lo maravilloso donde la maravilla se volvía de a ratos monstruosa, y donde el hombre, fascinado con su reencuentro con la tierra, comienza a prescindir de la existencia de una voluntad rectora ajena a la suya, al menos en el momento en que su intellectus concibe la belleza. De todas maneras la perspectiva a partir de la cual se lee el mundo descubierto no marca una ruptura sustancial con las formas de lectura que organizaban al viejo mundo. De hecho en el relato de Marco Polo los géneros que se utilizan para la descripción del itinerario son los más importantes de la escritura medieval. Así por ejemplo: "...Y fue tan ingente la cantidad de zaetas dirigidas contra los elefantes (pues así lo había ordenado el capitán), que resultaron heridos en todas las partes del cuerpo y de inmediato comenzaroa a uhir y a volver grupas hacia sus propias gentes embrando el desorden entre ellas (...) esta batalla fue muy cruel por uno y otro bando y duró desde la mañana hasta el mediodía y los tártaros resultaron victoriosos (...) y desde los tiempos de la presente batalla hasta nuestros días, el Gran Kan ha querido tener siempre en sus ejércitos elefantes que antes no tenía" 7 "y consideran que, por la ley de Mahoma, todo lo que arrebatan y roban a las genetes que no profesan su religión, bien arrebatado está ni se les ha de imputar como pecado (...) Esta es la ley que observan todos lo sarracenos (...) merced a esta facilidad en la absolución han convertido a su religión a una gran parte de los tártaros" 8 Como se ve, a lo largo del relato van coexistiendo formas discursivas que se asocian a la épica, o al discurso jurídico o a las formulaciones de la patrística. No sabemos si en realidad Marco Polo lo contó de esta manera o solo se tratan de ornatos retóricos del escriba. Lo cierto es que al menos en lo que refiere a las batallas, se sigue el esquema de los relatos de caballería como bien lo marca Le Goff. El espacio y sus transformaciones. Extramuros "En lugar de espacios encerrados en el interior de un círculo estrecho, surgen extensiones sin fin...." 7 8

Polo Marco, op.cit., pag.214 Polo Marco, op. cit., pag. 42

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Mesa 6 - Tiempo y espacio en la literatura de viajes J. Baltrusaitis

La maravilla que durante siglos había sido la filigrana, el grosor del papel sobre el cual se verificaba una y otra vez lo omnímodo del texto sagrado, cobra relieve, espesor propio en la lectura del mundo. Paralelamente, la voluntad, hasta entonces atributo del Dios, pasa a cobrar una nueva medida en la vida del hombre que de a poco se va apropiando de ella con el falso pretexto de embellecer la obra de Dios Bestiarios, cuadernos de viaje, etc, comienzan a surgir en el s.XII en un espacio que si bien se mantiene o es relatado dentro de una esfera que sigue íntimamente ligada a la exégesis, permite la posibilidad de la diferencia. Es decir, aún conservando una forma dogmática en cuanto a su genericidad, la lectura del mundo habilita un espacio para relatar "lo observado" más allá de la interpretación. Nuevos textos surgen dando cuenta de los trabajos de los hombres, de sus desvelos, de su mundo. El trabajo y fundamentalmente el comercio, reconcentran al hombre sobre sí, a su propia experiencia, a su visio mundi . Si como dice San Bernardo "De igual modo que aquel que escribe ordena todo de acuerdo a razones establecidas, así, las obras de Dios se ajustan a un orden" 9 es dado pensar que a partir del s. XII el esfuerzo escriturario de los hombres se dirigió a conformar una prolija organización de criaturas, de especies. Una organización que tenia que ver, necesariamente, con el trabajo pues estaba sustentada en un esfuerzo por modificar el mundo, de embellecerlo, de promover cultura al tiempo que se abrían rutas comerciales. Arte se llamó en los s. XII y XIII a "todos los medios de domeñar lo natural, de elaborar, de promover cultura" 10, en este sentido, el viaje puede ser pensado como un arte, como una forma de modificar el mundo a partir de la expansión de la frontera (no del límite) que no era más ni menos que la inclusión de lo maravilloso. El itinerario de Marco Polo lo lleva a lo desconocido, al encuentro con otro relato de las cosas del mundo. Su viaje a través de la escritura dialoga con la tradición al tiempo que la estalla. Las murallas de Gog y Magog se destrozan en la palabra y el espacio de lo sagradoconocido, delimitado por Santiago de Compostela, Roma y Jerusalem, se amplia. Pero qué hay más allá de lo conocido? La respuesta deja de ser mítica al tiempo que moralizante: no es el mal (la tierra de God y Magog); no es el bien (el Eden). Más allá hay ciudades, otras visiones del mundo, otra palabra "Camul es una provincia que ya antaño fue reino en la cual hay gran cantidad de aldeas y poblaciones fortificadas (...) todas las gentes osn idólatras, tienen lengua propia, viven de los frutos de la tierra y tienen gran abundancia de cosas que comer y beber (...) y si algún forastero se hospeda donde ellos se sienten muy regocijados, y mandan a sus mujeres que les sirvan en todo lo que haya menester; y el marido parte

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Duby, Georges, San Bernardo y el arte cisterciense, Taurus, Madrid, 1981. Duby, Georges, op. cit.

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de su casa y permanece fuera dos o tres día. Y el forastero se queda con su esposa y hace con ella lo que le place, como su fuera su mujer..." 11. La ampliación de la frontera no solo inventa lo excéntrico sino que corre el mismo centro del mundo y Jerusalem deviene también en excentricidad, El mundo ordenado en el dogma geográfico cobra un nuevo orden, una nueva espacialidad posibilitada por el trabajo de los hombres (esfuerzo y escritura) que comienza a desestimar el orden sacro de la geografía de la alta Edad Media. Las maravillas de Oriente comienzan a ser "domesticadas" a partir de los relatos. Lo monstruoso que delimitaba el borde, que imponía una frontera infranqueable a todo desplazamiento, comienza a entrar en el orden de lo natural. "Bajo la influencia de Physiologus, los bestiarios a partir del s.XII, sobre todo, dan así un sentido a las extravagancias hindúes y tienden a despojarlas de su poder escandaloso (...) La domesticación prosigue a lo largo de una evolución que transforma la alegoría mística en alegoría moral y la degrada, finalmente, al nivel de sátira social" 12 El viaje cobra su verdadera importancia no en el traslado, no en la experiencia propiamente dicha, sino en el relato que esa experiencia posibilita. Ya que es la organización que la memoria opera sobre los datos, en la arquitectura del relato, en su retoricidad, donde lo profano cobra significación, tenemos que dar la misma importancia al itinerario por Oriente que a la prisión en Génova de Marco Polo. Las circunstancias, a la larga, deciden la escritura. Escritura sobre una experiencia de mundo que abrirá el lugar para el azar donde se funda la aventura. La experiencia del traslado desborda, extralimita, impresiona, dejando marcas en los sentidos que se toman como rigurosas. San Anselmo decía "fides requirer intellectum"; la intelección era el eje central del viaje interior, del viaje de fe y era, al tiempo, el lugar a partir del cual organizar el discurso exegético, lectura clausurada sobre el tiempo y el espacio de la propia palabra. En cambio, el viaje mundano organiza lo que impresiona los sentidos, el intellectus que organiza el aparato retórico (el cual, por este motivo sigue teniendo una impronta exegética), mediatiza la experiencia, pero no la funda. En el espacio del texto de Marco Polo, lo mundano, si bien coexiste, se separa de lo escatológico y de lo fabulosos que queda en la incerteza de la "curiosidad" El viaje se desarrolla por las ciudades y sus provincias aledañas. Se describen las riquezas, las geografías, las costumbres que permitan al viajero conocer lo suficiente para transitar los caminos con el menor riesgo posible. Este lugar del relato, si bien maravilloso en 11 12

Polo Marco, op. cit., pag. 82 Le Goff Jaques, Tiempo, trabajo y cultura en el Occidente Medieval, pag. 273

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la descripción de una abundancia que confronta con la Europa empobrecida, no deja de tener un tono didáctico. Pero de un didactismo emparentado a una tekné (uso de papel moneda, modos de crianza de especies, lugares de donde se extraen minerales, etc) que se opone al didactismo de la otra parte del relato donde se exponen las cosas del orden de la ensoñación y de lo fabuloso. "-Califa, pues amas tanto lo que posees, quiero que de ello comas. Hizo que lo metieran en aquella torre y no le dieran ni de comer ni de beber" 13 (Marco Polo p 40) "Dicen como cosa cierta que su primer rey no tuvo origen de naturaleza humana" 14 Curiosidades que, si bien no generan una discusión sobre su verosimilitud y que, incluso podemos pensar que a Marco Polo no le molestaba creer en ellas, no eran funcionales al éxito en el desarrollo del itinerario; y por lo tanto ocuparán espacialidades diferentes en la construcción del relato del viaje. Lo que es cierto es que contribuyeron a la construcción de la inmensidad que en este momento podemos pensar casi, como un sinómo de maravilla. Dice Bachelard: "La inmensidad es, podría decirse, una categoría filosófica del ensueño. Sin duda, el ensueño se nutre de diversos espectáculos, pero por una especie de inclinación innata, contempla la grandeza. Y la contemplación de la grandeza determina una actitud tan especial, un estado del alma tan particular que el ensueño pone al soñador fuera del mundo próximo, ante un mundo que lleva el signo de infinito" 15 Nos interesa recuperar fundamentalmente esa idea de "signo de infinito". En los s. XII y XIII, si bien el infinito era impensable, aparece la "inmensidad" en términos de distancia inagotable. El texto de Marco Polo será, entonces, una ensoñación entorno a una inmensidad sobre la que no se puede dar cuenta pero que queda plasmada en términos de posible. Hasta el siglo XII, como se ve en los mapas, el universo era un locus conclusus. Toda la creación, incluso el sol, participaba del diseño de la geografía bíblica. Cuando los apóstoles van a predicar la palabra de Dios van a todo el mundo y el mundo en su totalidad ya debería haber escuchado en el siglo XII la palabra de Dios al menos, para el imaginario de los europeos. La escatología de un Santo Tomás que toma Marco Polo y que, no casualmente, es retomada con la conquista de América (v. Bernal Díaz) son consecuencias de esta 13

Polo Marco, op. cit., pag.40 Polo Marco, op. cit., pag.84 15 Bachelard Gastón, La poética del espacio, cap. La inmensidad íntima, Fondo de Cultura Económica, Argentina, 2000. 14

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cosmovisión que asocia la idea de mundo al recorrido evangélico de los apóstoles. El mismo Paraíso existía en el mundo como un lugar vedado pero el que, no solo era accesible por tierra sino que además, reproducía a su interior la división cuatripartita del mundo. En el relato de Marco Polo es interesante ver de que manera en la ordenación cartográfica del discurso incluye, espaciada pero reiteradamente, fragmentos que hablan de una evangelización (o al menos una memoria de ella), a partir de lo cual incluye en el mundo" territorios" que de otra manera ocuparían un espacio paradojal "Eran cristianos (...) en efecto tenían ciertos libros y micer Mateo y miser Marco, leyendo en ellos se emplearon en decifrar y traducir lo escrito palabra por palabra. Y así descubrieron que se trataba del salterio" 16 "El cuerpo de Tomás el Apóstol está en la provincia de Maabar en una pequena ciudad" 17 "Yo os digo que en esta montana está el sepulcro de nuestro padre Adan. Es cosa que dicen los sarracenos, más los idólatras dicen, por el contrario, que se trata del sepulcro de Sargamori Burcan" 18 Estas inclusiones hablan de que todavía el espacio descripto por Marco Polo, pertenecía a un espacio sagrado, a una visión del mundo que se esforzaba por sostener. Si eran posible encontrar rastros en Maabar o en Ceilán, eso confirmaba que a todas partes habían llegado los apóstoles. Donde no se encontraban rastros era de suponer que se hubiesen perdido antes que renegar de una configuración de lo geográfico que a pesar de todo conservaba una dimensión mítica. De todas maneras, el lugar de la incertidumbre quedaba enunciado, sagrado o no, hay un más allá de las murallas de Gog y Magog. De los viajes y las geografías imaginarias "El Paraíso es un lugar situado en el Oriente, y su nombre ha sido traducido del griego al latín como hortus (...) Está sembrado de toda clase de árboles y frutales, y en él también se encuentra el árbol de la vida..." Isidoro de Sevilla El desarrollo de las ciudades, la especialización del trabajo en oficios y la recuperación del gran comercio, produce durante los siglos XII y XIII una movilidad social que desemboca en una transformación mental y espiritual. La experiencia del viaje que realizarán estos comerciantes, conmocionará la mentalidad medieval. La cultura de la alta Edad Media posee una espacialización limitada y circular, rodeada de murallas y puertas que establecen claramente la presencia del límite que marca la diferencia con lo desconocido. El espacio creado, previsto y descripto por Dios; y el otro, el del terror. 16

Polo Marco, op. cit., pag 274 Polo Marco, op. cit., pag. 312 18 Polo Marco, op. cit., pag. 319 17

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Para esta sociedad ligada a la tierra, la experiencia del traslado es mínima. Tanto en la procesión como en la peregrinación, el viaje supone algo del orden de lo trascendente; camino hacia Dios y regreso marcado por el enriquecimiento y la renovación espiritual. Viajes que aunque con su itinerario terrenal, son espirituales y celestiales. Este espacio cerrado –locus conclusus- comprendido como un cosmos, como una totalidad, es la otra cara de la noción de tiempo del hombre medieval. Tiempo mítico y cíclico, asociado a la naturaleza y a las estaciones, ligado al trabajo de la tierra; cerrado, inmutable. Junto a este tiempo natural, el tiempo de la Iglesia, el tiempo de Dios. Como nos dice Le Goff el tiempo del cristianismo gira en torno a la reflexión exegética, a la referencia bíblica, y al cristianismo primitivo de los Padres de la Iglesia. "El tiempo de la Biblia y del Cristianismo Primitivo es ante todo un tiempo teológico."Comienza con Dios " y está dominado por Él. Por consiguiente la acción divina está ligada en su totalidad tan naturalmente al tiempo que éste no podría dar lugar a un problema; al contrario es la condición necesaria y natural de todo acto divino" 19 El siglo XII, comienzo del capitalismo comercial, pone en escena nuevos grupos sociales y marca desplazamientos y transformaciones. Junto a estos cambios, las actividades mercantiles y todos los oficios en general, junto a la valoración misma del trabajo, serán materia de reflexión para la Iglesia. En la medida en que las actividades mercantiles crecen y se complejizan y se organiza una red comercial, se hace necesario medir el tiempo con mayor rigurosidad y exactitud: sustituir el tiempo de Dios y del orden de la naturaleza por lo que Le Goff llama el tiempo del mercader. Sin embargo no podemos hablar totalmente de sustitución sino que: "entre el tiempo natural, el tiempo profesional y el tiempo sobrenatural hay pues, al mismo tiempo, separación esencial y encuentros contingentes". La utilización de un tiempo mejor medido para fines profesionales será entonces un nuevo medio de dominación tanto económico como social y la apertura de un horizonte simbólico completamente nuevo, tiempo opuesto al de Dios; tiempo de las tareas profanas y laicas; de los avatares del hombre en el mundo. "Este tiempo que comienza a racionalizarse se laiciza al mismo tiempo, más por necesidades prácticas que teológicas..." 20 Lo detallado y preciso de las anotaciones en relación al tiempo y al espacio en el relato de Marco Polo, tiene que ver con que en este momento, el trayecto deviene duración mensurable. El hombre medieval descubre el valor, el precio del tiempo. Es decir, tiempo y

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Le Goff Jaques, Tiempo, trabajo y cultura en el Occidente Medieval, cap. El tiempo de la Iglesia y el tiempo del mercader 20 idem n. 19

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espacio entran en relación: "el mercader medieval conquista el tiempo y el espacio al mismo tiempo" 21. "Se cabalgan veinte millas hacia Poniente.(...) Se cabalgan ocho jornadas hacia Poniente" 22 La exploración del espacio por el mercader (durante los s XII y XIII) es también adquisición de un nuevo concepto de tiempo que involucra el beneficio, el lucro. El tiempo ya no es sólo divino. Es decir, al tiempo de la Iglesia que no pertenece más que a Dios y no puede ser objeto de lucro, se opone el tiempo del mercader. Pero este tiempo divino no queda abolido por el otro, el mecanizado y regulador, sino que ambos forman parte del universo simbólico del hombre medieval. Ambas transformaciones (tiempo y espacio) abren camino a lo que más adelante se entenderá por conciencia, es decir, individualidad, dando paso a la reflexión psicológica. Este esbozo de "conciencia" comienza ya aquí en pleno s.XII y el hombre empieza a pensar más en sus intenciones que en sus actos 23. Este "camino interior" que se abre a partir de la puesta en práctica de la Confesión, participa a su vez de este nuevo mundo que aparece para el hombre medieval, que recorrerá también "los caminos exteriores" ampliando horizontes y derribando fronteras. Al hombre de la alta Edad Media, encerrado y protegido por esta espacialidad y temporalidad clausuradas, solo le importan las palabras de Dios. El ritmo de la sociedad feudal organiza una forma de vida que sólo da lugar a una palabra inclusiva- la de la referencia bíblica, la de la interpretación- . Palabra que interesa en su carácter metafísico en la medida que es la que posibilita la salvación del alma. "La verdad cristiana (que se lee y se entiende a través de los libros santos), había escamoteado la realidad del medio ambiente (el que se ve a simple vista). Cada cultura, al elegir su verdad, elige su realidad: lo que decide tener por visible y digno de representación." Debray Al hombre medieval no le interesa su entorno, está más preocupado en la forma del mundo celestial que en la de éste. El espacio que el cristianismo habilita a la palabra es en general del orden de lo preceptivo, vuelta sobre sí misma piensa la mirada del mundo como un ultraje a Dios La experiencia del viaje, aleja, desnaturaliza lo familiar; permite también el encuentro con mundos diferentes, estimula la curiosidad y dota al hombre de la aptitud como para bajar un poco la mirada del cielo y volverla, aunque no totalmente, hacia la tierra. 21

idem n. 19 Polo Marco, op. cit., pag. 186. 23 "Sin que sus fundadores tuvieran clara conciencia de ello, el Cister innova radicalmente al abrazar el movimiento que, en el umbral del siglo XII, hace emerger en Occidente a la persona, A la moral de Abelardo hace eco la de San Bernardo, mostrando en la intención "el rostro del alma" Duby, Georges, San Bernardo y el arte cistercience op. cit. p 69 22

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La mirada mundana, el placer de ver las cosas del mundo, de estetizar el medio, llegará en Occidente, más adelante, en el Renacimiento. Aunque para el hombre medieval, cualquier situación participa del universo religioso, incluido el viaje del comerciante genovés; creemos que es posible pensar que su relato comienza a abrir camino en el relato del mundo. Espacio de una palabra nueva, aunque tímida, en los albores del mundo como espectáculo, como fiesta para los ojos. No debemos olvidar lo que Le Goff nos dice respecto al hombre medieval: que a diferencia del hombre del renacimiento, no sabe mirar pero siempre está dispuesto a escuchar. Esto está claro en su relato, de hecho, muchos de los lugares descriptos no fueron realmente vistos por él, sino presentados en función de relatos oídos. "Mulecto es una comarca en la que solía morar el Viejo de la Montaña antiguamente. Ahora os contaremos el hecho tal como miser Marco se lo oyó a muchos hombres (...) allí había toda clase de frutos y los palacios más bellos del mundo, completamente pintados de oro, de animales y pájaros (...) los sarracenos de aquella comarca de veras creían que ese era el Paraíso; y en ese jardín no entraba sino aquel a quien quería convertir en asesino" 24 "Y sus mujeres son hermosas; y me dijeron, más yo no lo vi, que hay allí gallinas que carecen de plumas, empero tienen pelo como las gatas y son enteramente negras, ponen huevos como las nuestras y son muy buenas para comer" 25 Pero tampoco queremos olvidar que entre los s XI, XII y XIII, el espacio mítico de la cristiandad, comienza a abrirse y que, el viaje de Marco Polo no es un viaje religioso en busca del Paraíso terrestre o de las amenazadoras tierras de Gog y Magog. Frente al poblado grupo de viajeros religiosos – que van desde un San Barandán a los monjes viajeros misioneros-, Marco Polo se yergue solitario en una travesía profana cuya intención individualista es la de enriquecerse. Marco Polo no nos relata, o por lo menos solamente, espacios inhumanos, invisibles, sostenidos por los mitos de una descripción geográfica del mundo basada en la imaginación y la fabulación. Su relato describe "realistamente", lugares, costumbres, ciudades, vestimentas, alimentos, actividades, distancias. Todo esto junto, mezclado, mixturado de relatos imaginarios, fantásticos, míticos. 26 Con estos viajeros – comerciantes, el espacio imaginario –y real- comienza a extenderse, y el hombre, con vacilación, mirará el mundo. Describirá la mirabilia del mundo; 24

Polo Marco, op. cit. pag. 61 Polo Marco, op. cit., pag. 270 26 Nos referimos al espacio de lo fabuloso plasmado en el texto a través de relatos como: el Paraíso artificial del Viejo de la Montaña, el viento de poderes mortíferos, la fauna exótica y monstruosa (unicornios, tigres negros, gallinas sin plumas), la torre de los tesoros en la que muere el rey vanidoso, los demonios del desierto que hacen perder a los viajeros, el sepulco de Adan, la leyenda del Preste Juan..... 25

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comenzará a pensar la tierra como un espacio que se agranda, que se hace infinito. Sin renunciar a lo imaginario, a las fabulaciones que el terror a lo desconocido engendra, ni por supuesto, a la Revelación y la Verdad. En la visagra entre el mundo ordenado, estable, de la sociedad tripartita feudal y el Nuevo Mundo que se abre con el Renacimiento, el texto oscila, contradice, muestra, describe e imagina. Es necesario pensar esta palabra nueva que empieza a ver en el mundo algo digno de ser descripto, relatado, en relación a las grandes transformaciones del s XII y XIII. Esta palabra nueva, seducida tímidamente por las cosas del mundo, es la contracara de la palabra clausurada de la cosmogonía cristiana. Espacio paradojal, en donde conviven visiones del mundo sostenidas por diferentes lógicas. Al espacio mítico y dogmático de la geografía cristiana comienza a sumarse un relato diferente, que busca en la experiencia del mundo y no en la tradición libresca, aunque sin separarse del todo de ella. 27 Aunque no sabemos si Marco Polo era un lector de las Escrituras, y tendemos a pensar que no, de todos modos, hay en él una manera de pensar el mundo que no se sustrae de la interpretación religiosa. Y aunque, de algún modo él va a Oriente en busca de lo que ya cree 28; se encuentra con algo que ni siquiera había imaginado. En este sentido su relato posibilita una mirada diferente Una breve historia de la geografía nos permite, junto al análisis de mapas antiguos, hacer un recorrido sobre las ideas que la humanidad ha tenido sobre la forma de la tierra. Alucinaciones envueltas de fantasías e ideas maravillosas; las configuraciones del espacio en la historia del hombre tienen más que ver con el mito que con la ciencia. Para el hombre occidental - pensemos que en el momento de Marco Polo América no existe - el espacio más exótico, el más desconocido, y por lo tanto más poblado de especulaciones, es Oriente. Intentaremos pensar qué lugar tiene Oriente en el imaginario social del hombre medieval; cuáles son las especulaciones que realizan los geógrafos medievales y cuáles las experiencias de éstos viajeros descubridores. La cartografía medieval instaura una visión del mundo sostenida en la creencia de un Océano Índico cerrado: "En efecto, toda la fecundidad de este mito se apoya en la creencia en un mare clausum que hace del océano Indico en la mentalidad medieval un receptáculo de sueños, de mitos, de leyendas. El océano Indico es el mundo encerrado del exotismo onírico 27

"Llegado a la India mayor en la región de Madrás, en la costa Occidental, su relato pierde el carácter de itinerario vívido y se convierte en una descripción sistemática, libresca, tradicional". Le Goff, Jaques Tiempo trabajo y cultura en el Occidente medieval op. cit. p 267 28 Dice Le Goff con respecto a estos viajeros entre los que distingue a Marco Polo por el carácter más realista de su relato:’Sobre todo, nutridos en el punto de partida de leyendas que tienen por verdaderas, llevan sus milagros consigo y su imaginación crédula materializa sus sueños en decorados que les desorientan lo bastante para que, más aún que en sus naciones, sean esos soñadores despiertos que fueron los hombres de la Edad Media."' en Tiempo, trabajo y cultura en el Occidente medieval.

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del Occidente medieval, el hortus conclusus de un Paraíso mezclado de arrebatos y de pesadillas. Si se abre, si se horada una ventana, un acceso, el sueño se desvanece" 29 La tierra cobra entonces descripciones fantásticas, que por un lado intentan cerrar el espacio en función de sostener una cosmovisión adecuada al cristianismo y a la descripción exegética del mundo. Pero al mismo tiempo, en plenos s XII y XIII, las enormes murallas del mundo feudal, comienzan a abrirse. Junto con la aparición de esta nueva clase –la de los mercaderes- separada de la conformación de la sociedad feudal, el espacio se vuelve otro. El mundo se amplía y la experiencia del viaje, el descubrimiento de tierras lejanas y extrañas, conmueve a Europa. De todos modos, esto no sucede inmediatamente –los geógrafos del siglo XIII ignoran el viaje de Marco Polo- pero sí comienza aquí la experiencia de un mundo más amplio, un mundo desconocido, y la necesidad ya sea por lucro o por fe, de desplazarse, de ir más allá. 30 El lento, casi actual desarrollo del conocimiento geográfico del mundo, tiene su explicación no tanto en la ignorancia, sino en la imaginación, en la necesidad del hombre de poder explicar el espacio aunque sea a través de versiones que nada tenían de verificables ni de serias. "La imaginación dibujaba con trazos muy audaces, complaciendo de inmediato las esperanzas y los temores, mientras que el conocimiento avanzaba con pasos lentos y testimonios contradictorios" Broostin p 95. El mundo grecorromano ya había realizado sus incursiones en el estudio de la geografía; y de hecho, con mayores aciertos que los geógrafos medievales. 31 Si hasta Ptolomeo, el mundo era concebido a partir de una división entre habitable e inhabitable, con él en cambio, surge la inmensidad de las tierras conocidas y por conocer. Qué pasa con ésta tradición que, aunque imperfecta, tenía sus aciertos y su trayectoria, durante la Edad Media? Los autores consultados insisten en el dogmatismo que aprisiona la mirada del mundo del cristianismo "la Europa cristiana no continuó la obra de Ptolomeo. Los dirigentes del cristianismo, en cambio, construyeron una gran barrera para detener el progreso de los conocimientos acerca de la tierra. Los geógrafos cristianos de la Edad Media gastaron sus energías bordando una imagen cuidada y atractiva, desde el punto de vista de la teología, de lo que ya se conocía o se suponía que ya se conocía" 32

29

Le Goff Jaques, Tiempo, trabajo y cultura en el Occidente Medieval, pag. 266 Genicot Léopold, Europa en el siglo XIII, cap. El resto del mundo, Labor, Barcelona, 1970: "Ciencias, política, economía, religión: quien lea estas palabras imaginará enseguida porqué el Occidente del siglo XIII desbordó sus fronteras. Enriquecer el saber, aumentar tierras y rentas, encontrar mercancías y clientes en mayor cantidad y en mejores condiciones, ganar almas: tales fueron efectivamente los móviles". pag. 235 31 Nos referimos a Erastótenes 275-194 a.c., Hiparco 190-124 a.c., Estrabón 58 a. c. 25 d. c., Marino de Tiro, y Ptolomeo. 32 Boorstin Daniel J., op. cit. cap. La geografía de la imaginación. 30

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La disciplina que nosotros conocemos como geografía no tenía en la Edad Media ni siquiera un lugar en las Artes Liberales, ni contaba con la autoridad como para considerarse realmente, una disciplina. Agrupaba más bien, fragmentos inconexos de doctrina bíblica, cuentos de viajeros, especulaciones filosóficas e imaginaciones míticas. 33 Según Boorstin durante este período los "mapas (eran) ecuménicos pues intentaban mostrar toda la tierra habitada y habían sido concebidos para representar lo que los cristianos ortodoxos debían creer. Eran, pues, mapas de dogma bíblico más que mapas de conocimiento" 34 A pesar de relatos de viajeros y descubrimientos, el ombligo del mundo (ombilicus terrae) era Jerusalén; sitio de peregrinación y destino de las cruzadas. Para los geógrafos cristianos seguían siendo más importantes las palabras del profeta que cualquier demostración basada en la experiencia. "Y así dice el Senor Yave: Esta es Jerusalen. Yo la había puesto en medio de las gentes y de las tierras que están enderredor suyo" Ezequiel 5,5 Nos dice T'Serstevens respecto a esto:"He dicho que los geógrafos de la tierra se reclutaban casi únicamente entre la gente de iglesia; sobre todo en los monasterios, Estos monjes encerrados en sus celdas, con sus libros y sus ideas, recogían pocas nuevas informaciones sobre los países y los pueblos, ya fueran éstos próximos o lejanos. Su cartografía, establecida sin triangulación, es aventurada y oscura. La imagen que nos dan de la tierra está completamente deformada" 35 Si para todo buen cristiano, todo lo que nombraba la Biblia existía, era necesario darle una ubicación al Paraíso. El hombre medieval se opone a toda explicación científica del mundo pero gana en deleites y terrores imaginarios. Las ficciones sobre el Paraíso llegaron a ser un género dentro de la literatura sagrada. (i.e. El Viaje al Paraíso de San Barandán). Junto al espacio mítico del Paraíso están también las tierras de Gog y Magog; que pueblan de igual manera el imaginario medieval. La tierra de los deleites, y la otra, la de la amenaza, recorren la cartografía medieval y son asunto de preocupación y búsqueda. Este Paraíso terrenal situado en el Oriente, perdido, invitaba a ser descubierto. De hecho, algunos monjes y viajeros emprendieron la aventura. En las descripciones aparece en general rodeado de una muralla de fuego y separado completamente de la región habitable del mundo lo cual lo hacía inaccesible "Este principio de las tierras inhabitables o no, que fue legado por los antiguos a los cosmógrafos de la Edad Media, debía ser conservado por éstos durante más de diez 33

La cartografía es numerosa y resulta completamente asombrosa a nuestros ojos. Estos mapas consagraban la división del mundo a principios religiosos: el mundo se divide en tres según los tres hijos de Noé, sitúan a Jerusalem en el centro de la tierra y dan un lugar eminente al Paraíso terrestre, que oscila entre diferentes lugares, pero siempre en Oriente, ubicado en la parte superior ( nuestro Norte ) ; todo esto rodeado por el mar "Océano". 34 Boorstin Daniel J., op. cit., pag. 110 35 T Sertevens pag 64

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siglos, en virtud de cuya inquebrantable teoría no se podía ir más allá, hacia el sur de nuestro 15 paralelo norte, el del extremo de la India, sin correr el risgo de quemarse vivo" 36 (T'Serstevens p63) Los aportes adquiridos desde las cruzadas, el encuentro con los geógrafos del Islam y posteriormente los relatos de viaje tanto de Juan del Plano Carpino como de Fray Guilllermo de Rubruck, hasta llegar al itinerario descripto por Marco Polo no interesaron ni fueron escuchados por los eruditos, cosmógrafos y geógrafos cristianos, "desinteresados por realidades geográficas despreciables en comparación con las verdades espirituales" 37 Le Goff Pag 267. A diferencia de la palabra de los eruditos cristianos y de la visión exegética del mundo, la palabra de Marco Polo tiene que ver con lo profano. El carácter descriptivo de su relato nos introduce en un mundo nuevo y desconocido para el hombre medieval. Su viaje se diferencia de los viajes espirituales (de las cruzadas, peregrinaciones, misiones) en la medida que involucra algo del orden de lo heurístico. Eurioko significa en griego el arte de inventar, pero al mismo tiempo significa hallar, encontrar, descubrir, imaginar. Es decir, que el viaje supone aquí el descubrimiento de un mundo nuevo y maravilloso y la posibilidad de un relato que imagina al mismo tiempo que describe. La posibilidad de una palabra nueva que va a ir separándose cada vez más del orden sacro en la medida que logra ser seducida por la belleza del mundo. Bibliografía BACHELARD, Gastón, La poética del espacio, Fondo de Cultura Económica, Méjico, 2000 BALTRUSAITIS, Jurgis, La Edad Media Fantástica, ed. Cátedra, Madrid, 1994 BOORSTIN, Daniel J., Los descubridores, volumen I: el tiempo y la geografía, ed. Grijalbo Mondadori, Barcelona, 1986 CURTIUS, ERNST ROBERT, Literatura europea y Edad Media latina, volúmenes I y II, Fondo de Cultura Económica, Méjico, 1975 DEBRAY, RIGES, Vida y muerte de la imagen. Historia de la mirada en Occidente. Cap. La geografía del arte, Paidós, Barcelona, 1994. DUBY, Georges. San Bernardo y el arte cistercience (el nacimiento del gótico) ed. Taurus, Madrid, 1981 GENICOT, Léopold, Europa en el siglo XII, ed, Labor, Barcelona, 1970 LE GOFF, JAQUES, Lo maravilloso y lo cotidiano en el Occidente medieval LE GOFF, JAQUES, Tiempo, trabajo y cultura en la Edad Media, 36 37

idem n. 34 Le Goff Jaques, Tiempo, trabajo y cultura en el Occidente medieval, pag. 267.

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PIRENNE, Henry, Las ciudades de la Edad Media, ed. Alianza, Madrid, 1978 POLO, MARCO, La descripción del mundo, Tr. Liliana Piastra, ed. Hyspamérica, Bs. As, 1985 ROMERO, José Luis, La Edad Media, ed. Fondo de Cultura Económica, Méjico, 1994 SARANAYA, Josep Ignasi, Historia de la filosofía medieval, EUNSA, Españ a,1999 T'SERSTEVENS,Los precursores de Marco Polo, ed Ayma, Madrid.

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Los viajeros del siglo XIX al Brasil: entre la civilización y la barbarie María Cristina Carnevale

UBA

Abstract El Brasil imperial, ordenado y predecible se erige sobre un espacio exuberante, salvaje, y en constante cambio, donde se confronta la dicotomía de civilización y barbarie. Los viajeros de esos años, esa particular forma narrativa -de migración, exilio, olvido y memoria-, que son sus relatos; permiten reconocer algunos de las cuestiones y problemas de ese mundo tan separado y diferente al de Hispanoamérica. Demasiada visión del paraíso, altera los relatos y convierte al europeo en un hombre que persigue y busca el origen y la verdad de la identidad brasileña.

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Las vías del sentido: la eticidad política en las alegorías del otro mundo Flavia Dezzutto

UNR

Abstract El objetivo del presente trabajo es analizar el relato alegórico del libro X de la POLITEIA o República de Platón, conocido como el mito de Er, en la perspectiva que exponemos a continuación. Los “desplazamientos”, hacia regiones inasequibles para los mortales, por las vías del sueño o la muerte, poseen la común característica, desde la más arcaica literatura griega, de constituir espacios de revelación de ciertas verdades. El paradigma del relato de ultratumba o la narración del sueño, así como las figuras que allí se hacen presentes, la topografía de esas regiones (también paradigmática), y los saberes y testimonios literarios que se recopilan en ese contexto, son decisivos para delimitar el campo de sentido que procura un contenido sustantivo a las revelaciones o conocimientos transmitidos. Igualmente las formas del lenguaje, los tópos retóricos, los modos genéricos de expresión que se manifiestan en estos relatos, evidencian el orden mismo del sentido que ellos proponen, y que caracterizan a la alegoría como invención retórica. De tal manera, el campo de significación que aparece desde este análisis, remite a la tematización de una eticidad política, en la Grecia del siglo IV A.C. que nos posibilita discernir la construcción de un sentido prescriptivo, mediante recursos retóricos que adquieren relevancia, y se insertan en una tradición interpretativa compleja, pues los factores mencionados más arriba son el vehículo que nos instruye acerca de las doctrinas que se pretenden exponer. Éstas se exponen como fundamento de aquello que es modélico en la vida de los mortales, y aún presentan una valoración de las instituciones humanas que proviene de un ámbito ajeno a la intelección de quienes viven en el tiempo; los espacios fronterizos del sueño y la muerte.

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Zeballos, la parábola de la narración. Un estudio de 'La rejión del trigo' como libro de viaje1 Sandra R. Fernández Fernando Navarro

UNR UNR

Abstract Las investigaciones sobre viajes y viajeros se han realizado haciendo especial énfasis, por un lado en la literatura de viaje y exploraciones de europeos sobre espacios vírgenes o escasamente transitados del mundo fundamentalmente desde el siglo XV en adelante y en segundo lugar atendiendo a la producción de relatos de viaje como insumo para estudios más amplios relativos a la Historia, la Geografía, la Literatura, la Cartografía. Pero es durante los últimos años que la producción organizada desde las ciencias sociales se ha concentrado en un análisis más complejo y transdisciplinar sobre los escritos de viajeros y en esta tarea se ha accedido a una acumulación de conocimiento que permite observar estos objetos de estudio desde una perspectiva que hace hincapié en cómo se construye el relato como entidad cultural, pero fundamentalmente en los mecanismos desde los cuales ese relato concibe al espacio, legitima el tiempo y organiza la imagen del otro, de lo otro en una dialéctica constante, producto fundamentalmente del proceso especular y pendular de lo narrado, la narración y el narrador. Nuestro proyecto se inscribe en esta línea de tratamiento y tiene por materia de estudio los relatos de viaje de Estanislao Zeballos. Pero la obra de Zeballos tiene un contexto de producción: la construcción y consolidación de la Argentina Moderna y sus textos aparecen como paradigmas de esa modernidad transformista y cosmopolita de fines del siglo XIX argentino. Precisamente la obra de Estanislao Zeballos comprende al viaje desde una perspectiva moderna por excelencia con la singularidad de que su discurso no se encuentra organizado desde una condición de “extranjero” sino por el contrario su relato se monta en la clave de la “argentinidad”. Sin embargo sus textos y dibujos recorren el nudo del relato de viajes moderno:el viaje como una tensión de búsqueda y de cambio, determinado por el movimiento moderno, y la inscripción de esta experiencia en la escritura y en las imágenes. En este contexto el autor elige como uno de sus objetos de análisis al ámbito de las colonias del área sur provincial. “La rejión del trigo”, obra publicada en 1883, y que condensa buena parte el estilo paradigmático de Zeballos, es el recorte de estudio que proponemos para esta ponencia haciendo especial hincapié en la reconfiguración del espacio y la construcción de imágenes alrededor del mismo desde su discurso de viaje. Texto El siglo XIX implicó la plenitud del valor cultural del viaje, que define una nueva calidad de la experiencia, y por lo tanto exige un nuevo tipo de escritura, relativamente autónoma de los modelos ficcionales del momento – el cuento o la novela- pero, con todo el relato de viaje es una forma narrativa, que a menudo se sirve de la crónica para sugerir la 1

Este trabajo forma parte de la investigación “Estanislao Zeballos, El viajero oficial de la Argentina Moderna”, dirigido por Sandra Fernández de la Sec. De Ciencia y Técnica de la Universidad Nacional de Rosario.

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inmediatez de la mirada y de la sensación, pero a su vez también se sirve del ensayo para preservar sus rodeos especulativos. Siguiendo este modelo Zeballos inauguró su prosa con una muy juvenil novela Zálide o el amor de los salvajes (1866), escrita en su paso por el Colegio Nacional, y posteriormente se lanzó de lleno a la descripción de viaje, estructurada en su mayor obra: Descripción amena de la República Argentina 2, finalizando esta tradición con otras dos novelas: Callvucurá y la dinastía de los Piedras (1884) y Painé y la dinastía de los Zorros (1886). Más allá de sus novelas, sus particulares relatos de viaje dan cuenta de su construcción como profesional y hombre de ciencias, pero también su condición de descriptor/narrador local de un espacio que se estaba constituyendo como nacional. En este sentido es que entendemos los relatos de viaje de Zeballos como prototipo en el que se condensan contradicciones y encrucijadas de esa situación histórica llamada modernización de la Argentina. Es que Estanislao Zeballos era un hombre moderno, y uno de los rasgos más elocuentes de esa modernidad estuvo representada en su voluntad de plasmar en una serie de escritos las transformaciones suscitadas en el espacio pampeano en las particulares décadas del sesenta, setenta y ochenta del siglo XIX. Tal es así que en los textos reunidos en la Descripción amena..Zeballos aparece condensando distintos propósitos y diferentes perfiles personales. De este modo si en Viaje al país de los araucanos, Zeballos es el observador-descriptor de la avanzada del “progreso” con la fuerza de las armas incorpora: la tierra, la naturaleza y el paisaje, dicho de otro modo Zeballos nos presenta un desierto conquistado. En su La rejión del trigo y A través de las cabañas –da cuenta de un desierto transformado, Zeballos se inviste de su rol de actornarrador, parcialmente nostálgico del ayer y satisfecho de los cambios operados en la pampa no tan “bárbara” del primer sur santafesino de los años sesenta y setenta del siglo XIX. Esta pampa litoral no es otra que la que consecuentemente Estanislao ha recorrido y vivido durante su niñez, y es este espacio narrado por Zeballos el que hemos elegido específicamente para reflexionar en esta ponencia. I. La región del trigo “La República Argentina estaba dividida en dos grandes agrupaciones geográficas: el Interior y el Litoral; y entre el Interior y el Litoral mediaba la extensión inmensa de la Pampa” (p.13) Así inicia Zeballos el segundo tomo de la Descripción amena de la República Argentina, y en ese párrafo inicial reúne buena parte de sus preocupaciones y propuestas para su obra más importante de relatos –o quizás deberíamos decir de inquietudes- de viajes. Descripción amena de la República Argentina es una obra orgánica, en el sentido de la interdependencia de sus partes y también de acuerdo tanto a su motivación como a sus metas.

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Zeballos, Estanislao, Descripción amena de la República Argentina, 3 Tomos, Buenos Aires, Peuser, 1881-1883-1888.

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En principio la conformación de Descripciones... en tres tomos de aparición secuencial Viaje al país de los araucanos (1881), La rejión del trigo (1883) y A través de las cabañas (1887)-, representa la cosmovisión discursiva de Zeballos en torno del modelo de estado y nación consolidado a partir de 1880 y centrado en esta oposición binaria de civilización y barbarie que por otra lado recorre buena parte de la literatura vernácula del momento, y también la del relato de viaje típico del siglo XIX. También estas obras, escritas por un joven Zeballos de poco más de veinte años que había buscado y había logrado insertarse en la red dirigencial de la época, se evidencia la marca indeleble del “antes” y el “después” de las transformaciones producidas por la modernización ya orquestada, o en vías de serlo. El proyecto de la obra tenía el propósito de difundir la geografía de la “patria” combinando la extensión al amplio público, de ahí el carácter “ameno”, con su fondo científico, donde su trabajo literario se inscribe en una nueva tradición de literatura de viajes: se trata aquí del viajero oficial de la Argentina Moderna, es decir un argentino fuertemente involucrado con el gobierno del país, sin la distancia de los viajeros extranjeros y sin sus características de “extrañamiento”, y donde sus relatos tampoco portan la marca discursiva del exilio “real” o “ideológico” de la generación del ’37. De este modo Estanislao Zeballos se ubica ante la trágica conflictividad sarmientina civilización/barbarie con el debilitamiento de los márgenes de esta oposición. Ahora bien no sólo los márgenes de este antagonismo son difuminados sino que en los textos de Zeballos son superados por el voluntarismo sereno de quien piensa más bien en una articulación de la civilización y la barbarie. El voluntarismo de Zeballos lo lleva a organizar el conflicto y sobreponerlo a través de un uso de la lengua que procura inteligibilizar el caos de acontecimientos vividos, es decir de hacer de ese conjunto informe una experiencia de viaje, una experiencia por la cual se afirmaba en la voluntad de ingresar a la modernidad soñada, deseada, para salir de la sinrazón (o mejor aún el sin sentido) de la naturaleza, y entrar en la creativa novedad de las infinitas posibilidades marcada por la modernidad. Asimismo la interdependencia entre estos tomos obedece no sólo a la pródiga elocuencia y sistematicidad de su autor en promover en obras escritas los “designios profundos de la patria” sino en realidad en una misión, entendida por el propio Estanislao como casi oficial, tendiente a, por un lado legitimarse dentro de la nueva red de actores dirigentes y segundo a justificar la política gubernamental en torno de la incorporación del desierto al mercado, otorgándole a sus escritos por momentos casi el barniz elocuente de la propaganda. Sin la pluma de Sarmiento, Estanislao Zeballos da cuenta dentro de sus límites literarios de la oposición entre el ideal de progreso, marcado por la inmigración, la propiedad y la agroproducción, y la barbarie del desierto y sus habitantes originales, incompatibles con el ideal propuesto. Sus esfuerzos personales por constituirse en un hombre científico y más importante aún, político lo llevan a concebir a Descripciones... como un entrelazado de vericuetos de los primeros años de su carrera profesional, académica, política y muy en especial de su niñez rosarina, arquetípica de la transición que representó el proceso histórico contextualizado por 639

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el proyecto de la Confederación y los primeros años de la unificación Nacional; transición no sólo política sino sustento de la implementación de un nuevo modelo de país. La historia de vida de Zeballos es poseedora de un profundo significado histórico constituyéndose en una buena síntesis del prototipo del hombre moderno de fines del siglo XIX y comienzos del XX argentinos. Nacido en Rosario en 1854, Estanislao es el primogénito de un leal servidor de Juan Pablo López, Estanislao Zeballos padre, quien hacia 1851 adhiere a la causa urquicista lo que lo lleva a asentarse en Rosario, donde va a radicar a su familia. Sus primeros años se corresponden con los años de la Confederación, y su ingreso a una muy temprana adolescencia estarán singularizados por la muerte de su padre, Pavón, el triunfo de Mitre y la posterior unificación nacional. En este contexto Estanislao se traslada a Buenos Aires, específicamente para cursar estudios en el Colegio Nacional, apadrinado por la elite santafesina y amparado en el proyecto de educar en el sentimiento “nacional” y en pos del proyecto modernizador, a los hijos “ilustres” de las provincias, abandonando de este modo el sesgo regionalista y federal impreso en las décadas anteriores, tanto en el Interior como el Litoral. De igual modo su educación en Buenos Aires le abre las puertas a dos hitos modernos por excelencia: el viaje y la ciencia, predilecciones que en estos años Estanislao relacionará, más allá de su posterior y larga carrera política 3. Ahora como bien dijimos más arriba las obras Zeballos se encuentran relacionadas con distintos hitos de su vida personal. En Viaje al país... se adentra en el viaje promovido junto con su hermano siguiendo la ruta expedicionaria de Roca, obedeciendo a la pauta iniciática del itinerario de exploración y conquista; donde lo que se narra y recrea es un nuevo paisaje diseñado simbólicamente por Zeballos a partir de su perspectiva moderna, donde el gran protagonista que asoma es el desierto, profanado por la expedición, impregnado de naturaleza. Esta naturaleza descripta se encuentra vorazmente contextualizada en el relato de Zeballos por la búsqueda del disciplinamiento del espacio recientemente recorrido. Sin embargo en La rejión... aparece un pasado que regula comparativamente el presente. En el juego de compensaciones simbólicas la exploración íntima de Zeballos aparece en la forma de la encrucijada de caminos que diacrónicamente regulan la construcción de su obra. Aquí Zeballos es un actor-narrador, donde conciente y eficazmente recupera los recuerdos de su niñez para confrontarlos con el presente de modernidad arbitrariamente asignado al momento de la escritura. La rejión del trigo es un extenso libro de poco más de 330 páginas, estructurado sobre tres ejes: la anécdota, el viaje y los informes oficiales. El volumen de texto dedicado a cada uno de ellos es expresivamente disímil. La anécdota inicial nos introduce en el problema; nos resguarda y justifica de sus experiencias de viaje; nos adhiere a la nostalgia superada por el ansia de progreso del autor, y recupera tal como afirma Rosa (2001: 25) el modelo de viaje iniciático que siempre comienza en anécdota pero que no resigna en ella la real dramatización de la aventura humana.

3

Ver específicamente “La rejión del trigo” de E. Zeballos, la conformación de la región en el discurso de viajes moderno (AA.VV, 2001) y Vitae Plena (Fernández, 2001).

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La breve anécdota enreda al relato de viaje, un viaje que describe los cambios suscitados en el paisaje de la pampa santafesina; la pampa transformada de su niñez, poblada de hombres extranjeros laboriosos, revestida de trigo, próspera y pródiga. Del viaje en carro de su infancia, al viaje en tren, del galope inseguro por los caminos abiertos con indios asechando, al trote cancino por la idealizada campiña -estetizada por Zeballos a imagen y semejanza de la francesa- segura y feliz. Superado el viaje, la dos terceras partes de su libro reproducen, como piezas de su gran rompecabezas, informes oficiales de diversa índole, recorriendo desde la población, la agricultura, hasta la urbanización y el ferrocarril. Aquí se elude intencionalmente la narración de la experiencia viandante, adquiriendo relevancia la información oficial vinculada más a la propaganda de los órganos de gobierno encargados con fruición a recolectarla. Por lo tanto solo una primera parte de La rejión del trigo puede ser calificada como elaborada por Zeballos como un texto de viajes, pero en ella se concentran buena parte de los ejes clásicos para el análisis sobre textos de viajeros. Además representa la singularidad del caso de Zeballos como viajero “oficial” de la Argentina Moderna, ilustrando pero, más importante aún, complejizando la lectura sobre este tipo de producción escrita en el contexto de la modernidad argentina. De este modo su condición especial es la justificación más locuaz para avanzar en nuestro análisis. “En 1878, á los catorce años, volví á la Candelaria y no vagaron los ojos en aquel solitario desierto que durante mis primeros años crucé cien veces, cuando la población apenas asomaba tímidamente concentrándose en fortines, y los araucanos recorrian los campos y no era posible alejarse á cien metros de la trinchera sin peligro de la vida!”(p.27) II. Una parábola ejemplar Si bien en toda la obra de Zeballos la idea general de desarrollo y progreso contenida en la incorporación de la Argentina a la división internacional del trabajo era clara y decisiva, es en La rejión del trigo donde emerge con poderosa fuerza la carga comparativa de las transformaciones evidenciadas sensiblemente por el autor. En tal sentido Zeballos introduce el tratamiento de la sociedad tradicional de las primeras décadas independientes como una parábola, en donde la anécdota, la descripción diacrónica del paisaje y la experimentación del cambio político, y por ende la transformación social se confunden en una articulación contenida singularmente en la imagen de una mujer, Eulojia Llanos. “Era de su número Doña Eulojia Llanos, de una familia de estancieros del distrito de los Desmochados 4, comarca frecuentemente invadida por los araucanos, teatro de conmovedoras desgracias y de sangrientos episodios” (p. 14) De este modo Zeballos asocia simbólicamente a la sociedad anterior a Pavón y a la naturaleza “casi bárbara”, aún no devenida en paisaje con la figura femenina de una ilustre

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“Departamento Rosario, Provincia de Santa Fé” (p.16)

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matrona del interior, en un juego en donde sus contornos expresan no sólo la idea de un paisaje virreynal y postindependiente, sino la cruda oposición entre razón y sentimiento. “Sufragio Popular y Gobierno Libre eran para Doña Eulojia términos del Sanscrito, frases de una lengua, cuya existencia misma ignoraba” (p. 16) Recordemos que la asociación de lo femenino con la naturaleza es un tópico sumamente transitado en los análisis de estos últimos años, aún en los estudios sobre viajeros, basta recordar por ejemplo a Ojos Imperiales de Mary Louise Pratt (1999), pero singular para el tratamiento de los textos de Zeballos. En tal sentido Eulojia, alma sensible, perspicaz administradora del hogar familiar, es incapaz de comprender el ideario de la Ilustración tamizado por la revolución de la independencia y los años de guerra civil. “El gobierno era para ella un hombre...” (p.16) “Ella ignoraba el origen y el fin de la Autoridad, y solamente había reconocido, después de los Virreyes, tres Señores, tres Potestades, tres Gobiernos: Don Estanislao López, en los tiempos heróicos de Santa Fé, Don Juan Manuel de Rosas bajo la Tiranía, y el general Don Justo José de Urquiza en la Éra de la Libertad” (p.17) Los ecos de la representación ciudadana, la división de poderes pautadas por la Constitución de 1853, no recorren, en los ojos de la Eulojia, descripta por Zeballos, el análisis de un mundo que se transforma. Pero más aún Zeballos otorga a la figura de Eulojia la representación de una sociedad de antiguo régimen condicionando la comparación con la modernidad sobre cuatro líneas claramente delineadas: régimen de gobierno, modelo económico, relaciones sociales y transfiguración del espacio. “Aquella época [la de la juventud de Eulojia] define en Santa Fé la lucha encarnizada entre el espíritu primitivo y las nuevas ideas, entre los hábitos coloniales, modificados por el sentimiento de la Pátria y por las influencias sociales y políticas de los caudillos, y los altos designios del Progreso...” (p. 19) “Esta victoria debía transformar á Santa Fé en tierra nueva, arada por las fuerzas de una reacción europea, no completa todavía, pero siempre en progreso: y presajiaba el predominio en la población, en las industrias y en la sociabilidad, de los elementos inmigrados, que hallaban en la tierra de la Buena Esperanza su país de promisión” (p.19) “Las consecuencias se hicieron sentir con los caracteres odiosos de una calamidad. Es peculiar de los hombres primitivos y de las sociedades embrionarias huir de la luz que redime como de la llama que quema, y Doña Eulojia fue de las primeras que maldijo la victoria de los gringos y de los agentes del progreso que la habían asegurado, y que para ella eran como el granizo para los sembrados” (p.20) “La imaginación adormecida de aquella mujer, que había nacido en la Pampa y criádose á la sombra de los sonrientes sauces del rio Paraná, despertaba iluminada

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por la fosforescencia del dolor, y recorria el campo mutilado [por el trazado del ferrorarril] de los Desmochados, el camino solitario del Norte, la huerta sin quinoa, el horno sin pan y la Pátria de los Lopez cruzada por los porteños vencedores” (p. 21) Estos párrafos se muestran como una secuencia histórica de legitimación de Estanislao y su mundo normalizado por la modernidad. En la confrontación se encuentran el mundo de Eulojia, a la vez su mundo de la niñez 5, y su nuevo mundo levantado con el afán de los cambios progresivos que finalmente transformarán a las gentes y los espacios al compás de la innovación. Sin embargo el asunto nos mueve a preguntarnos sobre que cimientos Zeballos construye esta simple pero eficiente red de significaciones, canalizadas en dos ejes: el recuerdo y la nostalgia. El recuerdo del viaje, inscripto en el relato es, el viaje como recuerdo o más bien el recuerdo como viaje. Viaje que es inicio (como comienzo) y retorno, implica que el tiempo es memoria del espacio y posibilidad de otro tiempo que se avisora. Es en este desarrollo de la temporalización que la contigencia del pasado se borra, se anula, aunque no se olvida, por la promesa de lo nuevo que está por estallar. Renato Rosaldo (1989:71-87) introduce el noción de nostalgia imperialista para caracterizar la peculiar paradoja de desear o recuperar desde la descripción aquello a lo que se ha alterado o destruido intencionalmente, en muchos casos empleando la fórmula del “anhelo inocente”, tanto para capturar la imaginación de la gente como para esconder su complicidad con la dominación a menudo brutal. De este modo es posible pensar las imágenes textuales de Zeballos reduciéndolas al anhelo inocente planteado por Rosaldo a simplemente anhelo, donde sólo la regeneración de lo que se ha alterado se utiliza en código de búsqueda de legitimación personal y colectiva. En tal sentido la mirada sobre lo que se perdió es solapadamente nostálgica, contenida en el progreso oportuno marcado por la transfiguración de un mundo rural regional suscitadas al calor de los cambios sostenidos por el ingreso al capitalismo. “-Bendito sea Dios, hijito! ¡Qué te habia é conocer! ¡Estás hecho un porteño! Y ¿cómo no te habiais de hacer gente entre esos hombres tan buenos?... Mi sorpresa era completa. Habia en la casa de Doña Eulojia una transformación radical y era precisamente en su espíritu. La Unificación Nacional por la incorporación de Buenos Aires, que Doña Eulojia habia anatematizado en 1862 con acento sacerdotal, era ahora para ella la causa eficiente de los grandes adelantos de la Pátria, que habian proporcionado á su familia el bienestar y la abundancia...” (p. 39)

5

El propio Zeballos describe en su libro su paso por la casa de Eulojia Llanos (p.22).

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Es que la Eulojia de Zeballos supera tal como afirma Williams (2001: 63) lo que parece ser un orden antiguo, una sociedad “tradicional”, que continúa apareciendo, como una idea, hasta cierto punto basada en la experiencia, en comparación con la cual puede medirse el cambio contemporáneo. Sin embargo, el uso de la referencia retrospectiva tiene su propia lógica; ya que el cambio es tan extendido y prolongado que resulta muy sencillo percibir una transformación fundamental de la vida rural pampeana, pero donde a su vez en muy difícil definir el punto de inflexión donde este cambio se plasma. Siguiendo este argumento la estrategia de Zeballos para desmontar este “ayer” consagrado a el mundo tradicional es la resignificación de Eulojia, con la traslación de su significado hacia la “Patria” y la “Nación”. “Hé dicho que la Pátria Vieja, como ella la llamaba, se le aparecía bajo la forma de un caudillo victorioso y espléndido, López ó Urquiza. La Pátria Nueva, Buenos Aires incorporada á sus hermanas é imponiéndoles su influencia despues de la batalla de Pavon, era también un hombre para ella. Era aquel Capitan que, al frente de las huestes vencedoras en la estancia de Palacios, habia desfilado por las calles del Rosario, las banderas desplegadas y al aire los himnos militares.” (p. 40) Concientemente Zeballos se identifica con la clásica idea de civilización transmitida en los relatos de viajeros de la primera mitad siglo XIX, relatos e idea que como enuncia Prieto (1996:11-23) contribuyen a elaborar un perfil en la literatura de argentina inmediatamente posterior 6, haciendo hincapié en sus enunciados de la insistencia de esta idea. Además la naturaleza escasamente literaria de sus obras, permite que el acento sobre su trabajo sea colocado en el carácter ejemplar, didáctico, científico y propagandístico. Dicho de otro modo, lo que se evidencia en Zeballos es la escasa ingenuidad, en la casi torpeza declarativa puesta en tensión en sus relatos, alrededor del “benéfico” impacto de la modernización. “El retrato del general Mitre había forzado las rechinadoras puertas de urunday de aquel hogar, con los cañonazos de Pavon, que reanudando los vínculos de la Unión Nacional, habían allanado al vencedor el camino de la Presidencia” (p.17) “El retrato de Mitre estaba en aquel hogar antiguo, como las bayonetas porteñas en los cuarteles del Rosario: por el derecho irresistible de la Victoria” (p.17) “Al retirarse fijó los ojos en la pared al lado del nicho de la virgen, y su fisonomía, plácida y triste, se iluminó de improviso con resplandores de ira y de venganza, y precipitándose sobre el retrato del general Mitre, lo arrancó de la pared, corrió al patio y lo arrojó al pozo, gritando con rabia epiléptica: -Este es!” 7 (p. 22)

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Recordemos que en su obra Prieto (1996) trabaja específicamente sobre Echeverría, Mármol, Alberdi y Sarmiento. 7 “El episodio que narro es rigurosamente exacto. Mi familia habia salido del Rosario á pasar una temporada de campo y yo vivia en casa de Doña Eulojia Llanos para no perder el colejio. Entonces tuvo lugar

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La recuperación del retrato de Mitre, personificación del progreso oportuno, es el reflejo discursivo de la máxima ejemplar de Zeballos: ahora existe una identidad civilizada, que a través de la razón y también de las “mejoras” en las condiciones materiales de vida, se procrean y se extienden en la antes refractaria sociedad del interior. Es que siguiendo a Ricoeur la identidad de una persona, de una comunidad, está hecha de estas identificaciones con valores, normas, ideales, modelos, héroes, en los que la persona y la comunidad se reconoce; de este modo el reconocerse dentro de contribuye al reconocerse en (Ricoeur, 1993:116). III. Venid con el viajero a contemplar estas tierras. “Al caer la tarde del 25 de setiembre de 1864 palpitaba una extraña agitación en las estancias de los distritos limítrofes de los Desmochados y la Candelaria, sobre ambas márgenes del rio Carcarañá. Los chasquis volaban de un establecimiento a otro y entre estos mismos y sus esparramados puestos. Los peones corrian en sus mejores caballos recojiendo las haciendas vacunas... Las pesadas tropas de carretas con sus innumerables boyadas, los árreas con sus tropillas de preciosas y adiestradas mulas, las caravanas de carros que corrian sobre el haz de este desierto, sirviendo al intercambio del Litoral con toas las regiones del interior, ... acampaban al pié mismo de las azoteas; y de todos lados converjian á refujiarse en ellas grupos de familias atribuladas y sollozantes.. [...] Los indios habian burlado la vigilancia de la línea y acampaban en las orillas de la zona poblada de los Desmochados y de la Candelaria. [...] Qué solemne horror el de estos dias! Los campos talados, arrebatados los ganados, cautivas las familias, horrendamente inmolados los jóvenes mas apuestos y vigorosos del lugar! La comarca estaba envuelta en el silencio de los cementerios y en los hogares y en la pampa se sentia el espanto de la muerte!” (pp. 25-26) Al solemne horror de los días pasados, los contemporáneos ofrecían a Zeballos simientes, hombres rubios, bondad, paz, calma y prosperidad. No sólo se había alejado al indio definitivamente, sino casi por arte de magia se había transformado el pago de Desmochados cercano a Rosario en una comarca próspera y ordenada, fecunda en términos de producción e intercambio. “A las cuatro de la tarde de este día, para mí memorable, en que vi la primera colonia, regresaba al galope y mi imaginación no se apartó un instante de aquel espectáculo que es la revelación del aspecto futuro de dos tercios de la República.

esta escena de que fuí testigo. Mitre habia inaugurado personalmente los trabajos del ferro-carril Central y esto era para mi noble y vieja amiga el mayor pecado del general” (p.22).

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...Mi espíritu estaba vivamente emocionado por el contraste entre la Civilización resplandeciente ahora en la Candelaria, que hace quince años cruzaban los caminantes con el Jesús en la boca y las armas en la mano, tomando por indios á las manadas de yeguas que coronaban las cuchillas con arrogante carrera, y ansiosos de refujiarse en el miserable fortín de tunas, cuyo aspecto primitivo y salvage aumentaba la tristeza y el horror de estos lugares!” (p.36) Decididamente existe en la descripción de Zeballos un abuso de procedimiento al referenciar en un crudo claroscuro el antes y el después de las tierras de Eulojia Llanos; y tal abuso se encuentra en la consideración alrededor del beneplácito de los antiguos pobladores en relación a los avances de la “civilización” y el “progreso”, en confrontación con la tristeza, el primitivismo y el salvajismo del cuadro. No existe en sus consideraciones ningún intersticio que vislumbre una consideración nostálgica por el paisaje abierto, la vida sin frontera, y aún la épica del combate con el indio. Duramente Zeballos de nuevo abunda sobre los cánones clásicos de la literatura de viajes del siglo XIX respecto de la oposición binaria entre civilización y barbarie en la imposibilidad de su texto y de sus ideas de combinar las articulaciones de otros discursos. Su propia nostalgia es superada en el deber ser monolítico de un discurso dominante que no da tregua en su imposición. Tal oposición se arrastra también hacia la figura del inmigrante. En su llegada es pobre, ignorante, corto, está sólo y desvalido, su minoridad trasciende la decisión del viaje, la ruptura con su comunidad y sus tradiciones. El exclusivo contacto con la pampa transformada lo convierte en una figura ejemplar, ahora es otro. Es que el modelo no sólo transfigura el paisaje, no sólo expulsa al indio, no sólo solapa al mundo rural de la Confederación y el rosismo, muda al sujeto social privilegiado en el esquema oficial de desarrollo: “...Mirad al colono en el muelle, pobre, desvalido, conducido hasta allí después de haber sido desembarcado á espensas del Gobierno, sin relaciones, sin capital, sin rumbos ciertos, ignorante de la geografía argentina y de la lengua castellana, lleno de zozobras... Venid ahora conmigo á ver á este mismo inmigrante en el primer grado de su transformación social. Hélo aquí! Sale á recibirme en su hogar, porque tiene ya un hogar. Su espontaneidad y la expresión de alegría sincera de su sembalnete tostado y percudido, dicen con verdad el bienestar de su alma. ¡Cuán hermoso es el contraste! Oídlo!... El hombre es robusto, hábil y moral. No tiene vicios, ni veleidades” (p.34) La representación del mundo que Zeballos proyecta está en directa concordancia con el lugar que el hombre ocupa en el mismo. Para ello nada mejor que partir de una diferenciación o más aún, una contraposición como la que narra. La segunda imagen provista para el colono esta directamente relacionada con el concepto de progreso, y ratifica el desarrollo de la cosmovisión de Zeballos. Este paisaje disciplinado y domesticado de La Candelaria, y sus hombres se convierten en simbólicos estandartes de la propaganda de Estanislao, y justamente al convertirse en elementos emblemáticos, son epicentros y disparadores a su vez de un

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conjunto de representaciones tendientes a la construcción de lo real. Tal como afirma Balandier (1992) la producción de estas imágenes, su manipulación y reordenamiento no hacen más que conducirnos a la presentación de su sociedad y legitimación. En el texto, también Zeballos ensaya la moralización y la imposición de un ideal de hogar y de familia; ideal no sólo manifestado por Estanislao sino sistemáticamente repetido por diferentes autores y propagandistas del modelo. “El hombre es robusto, hábil y moral. No tiene vicios, ni veleidades, no es pródigo ni es avaro. Lo recuerdo como de hoy mismo, era un apuesto joven andaluz, cuya casa revelaba su dicha doméstica. Rodeábala una alegre quinta con flores, hortalizas y frutales, y su mujer jóven, bonita y hacendosa ocupaba dos piezas amuebladas con sencillez, aseadas con la blancura de la nieve y engalanadas con tapices de cretona, que contrastaban con el aspecto grosero de una pieza contigua destinada á los aperos, enseres é implementos” (p. 35) Esa acción para Zeballos no es más que la concreción de una conducta apropiada que lleva implícita una serie de elementos que no hacen más que delinear el perfil deseado para los pobladores de la pampa. Zeballos no solamente modifica la percepción de la cotidianeidad de la campaña sino que también en aras de esta reconstrucción, deja de lado aspectos de dicho acontecer que tiñeron buena parte de la vida decimonónica 8. Este bagaje simbólico mediatizado por un tono moralizante dibuja la senda por la cual transita la modelización de las conductas individuales y colectivas, las mismas, atravesadas por la justificación científica y la racionalidad económica actúan como catalizadores de adhesiones al sistema de valores, a través del cual la interiorización de aquellos conduce directamente a una acción común (Baczko, 1991). En esta reelaboración del mundo de Eulojia Llanos, Zeballos exalta el ideal del expansionismo como empresa, en el estricto sentido de este término. El progreso se evidencia en la transformación productiva y en la racionalidad económica como referente de legitimación. “...Los talleres mecánicos, los molinos, la viabilidad escelente, las máquinas agrícolas, los buques que ensayan la navegación del Carcarañá henchidos del fruto de sus comarcas, todo esto encanta al argentino, le infunde fé en los soñados destinos de la Pátria, le revela la nueva faz de nuestra sociabilidad con un movimiento vertiginoso que subyuga unas veces y aturde las otras...” (p. 36) En esta lógica el rol del inmigrante es el marcado por la laboriosidad, como referente de conducta apropiada: “Estos espectáculos edificantes son comunes en la colonia Candelaria, cuyo sistema exige al colono mas que aptitudes y voluntad...” (p. 35); y contrariamente a las La mayor parte de los escritos de época dan cuenta de un estilo de vida peculiar, de un espacio y un tiempo signados por luchas independentistas conflictos civiles, disponibilidad de hombres para la pelea, ámbitos de sociabilidad relacionados con el juego y el alcohol, que perfilan y se constituyen en elementos inherentes de una cotidianeidad marcada por la presencia de una violencia vivida como natural. (Diodati-Liñán, 1993) 8

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anteriores estrategias discursivas del autor aparece el desempeño de los viejos residentes del lugar. En la voz de Eulojia traza el recorrido de los que habían sabido esperar algo de las consecuencias mediatas de la unificación nacional: “Ella me esplicó los sucesos de los últimos tiempos que habían sido parte á modificar sus vistas. La casa estaba alquilada á comerciantes de Buenos Aires. El campo de los Desmochados habia sido vendido por una suma fabulosa, con relacion á los precios de 1864, y el comprador era un rico hacendado de Otra Provincia 9. Además sus nietos eran vecinos acaudalados y negociantes en la Colonia Candelaria.” (p. 39) Sin embargo estas narraciones marcan un nuevo punto de inflexión alrededor del discurso y modelo hegemónico. “Así la colonia Candelaria es una lección para los que se ocupan en Sur América de la colonización. Es la obra esclusiva del capital particular, que no recibió jamás subsidios oficiales, transformando una estancia de diez leguas solitaria y ensangrentada ayer, en una campiña europea, cuyo espectáculo edifica de tal suerte las vecindades que todo el Depantamento del Rosario se llena de labradores formados por su ejemplo y que tienen mas de veinte leguas cuadradas bajo arado y segadora...” (pp. 35-36) En todo el relato de Zeballos es posible encontrar en forma explícita la sofisticación alcanzada por la ideología del colonialismo del siglo XIX en un discurso plagado de moralizaciones y ejemplos. Zeballos nunca habilita la posibilidad en este escrito de enfrentar, aún sutil o ingenuamente, el concepto mismo de civilización con el que, en última instancia, se justifican y habilitan estos proyectos. La reproducción discursiva de Zeballos es llana, por momentos hasta cándida pero efectiva a la hora de imponer la “oficialidad” de un discurso elaborado desde un texto que pretende introducir el relato de un viaje. IV. Un cierre provisorio Zeballos es un tipo particular de observador, que impone una comparativa distancia con la región del trigo que nos describe en su texto de viajes. Su vuelta al pasado (su pasado en el paisaje santafesino) no abunda melancólicamente en lo que se ha perdido con el “progreso” sino que es el espejo donde mirar los sucesos contemporáneos; y su mirada presente es legítima en la medida en que se constituye en paradigmática para la Argentina Moderna. Su poderoso montaje textual es sencillo. En él no aparece la anotación científica, ni la efusión estética, ni la preocupación humanística. Su relato de confidencias y peripecias personales son simplemente excusas frágiles para introducir su pragmática línea de tratamiento. Pero el golpe de azar que implica la lectura de la literatura de viajes, en este caso La rejión del trigo de Zeballos, nos lleva a las preguntas de alguna manera recurrentes: A partir de ese texto de puede objetivar un sentido de la historia? Este sentido puede ser retomado y 9

“Así llaman los paisanos de Santa-Fé á Buenos Aires” (p.36)

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comprendido por otro ser histórico que sobrepasa su propia situación? Cómo un ser histórico, en este caso Zeballos puede comprender históricamente su historia? El grado de radicalidad de estas preguntas nos permite pensar el acto de narración de Zeballos, esa parábola que va tramando, como una arquitectura de sentido, que muestra a la vez que oculta, y en este juego da que pensar: el proyecto de modernidad, la invención de la naturaleza y la temporalización o narración de la historia. Es el esfuerzo de leer y compartir la experiencia de un viaje “ejemplar”. La tarea de la hermenéutica de literatura de viajes nos ubica en el plano paradójico a la vez que necesario de procurar revelar la extranjería del texto. Es decir superar el distanciamiento cultural que desde ese texto proviene. Por otra parte si damos crédito a la afirmación de Benjamin: “ El narrador –por muy familiar que nos parezca el nombre- no se nos presenta en toda su incidencia viva. Es algo que de entrada está alejado de nosotros y que continúa a alejarse aún más” (Benjamín, 1988: 111), certificamos aún más esta perspectiva. Toda hermenéutica es posible por que previamente hubo el acto de narrar. Una tradición de las ciencias sociales disocia la vida del acto de narrar, se supone un hiato constitutivo entre la experiencia vivida y el acto de ponerlo en palabras, más aún si esas palabras devienen grafos. Es decir salen del registro oral, de la voz misma de la tradición y se ubica en el espacio reflexivo del relato escrito. El acto mismo de relatar, imprescindible para la tradición misma de los pueblos, se organiza más allá de una simple enumeración, de un orden serial o sucesivo, requiere que los acontecimientos sean inteligibles. En este caso dentro de La rejión..., el juego es la alternancia constitutiva del relato entre la concordancia y la discordancia, contrapunto que hace que la historia pueda intersectar diversas maneras de temporalización, el tiempo como paso y el tiempo como devenir, el pasado que se integra, a un presente que busca un advenir. Componer un relato es configurar una sucesión que adquiere el estatuto de inteligible y por tanto interpretable para toda una comunidad, donde lo que se muestra y oculta, es el recuerdo, y en Zeballos el recuerdo se inscribe en un proceso que legisla la lectura del texto, organiza y vertebra, todos los momentos del relato. Nos esforzamos por caracterizar el relato de Zeballos como una totalidad de sentido, pensada para ser descifrada por una comunidad de intérpretes reales. El acto de lectura de estos relatos, el momento crucial, en este acto descansa la posibilidad de que las experiencias vividas retornen universalmente, y deje de ser una experiencia aislada. El relato de viaje no se convierte en una entidad cerrada e inerte si logra deplegar ese horizonte de inteligibilidad con el que fue construído, es la instancia inaugural e iniciática del texto de literatura de viajes, es la apertura, el enfrentamiento y la fusión de un espacio de experiencia y un horizonte de expectativa. Es en el acto de exteriorización del relato donde Zeballos se reconoce, se recuerda, se reflexiona y se proyecta.

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Aquí resulta inútil la distinción texto/contexto, como decisión metodológica, propia del análisis estructural, porque lo que procuramos revelar es la experiencia de viaje como mediación entre Zeballos y la Argentina Moderna, Zeballos y la construcción de su identidad narrativa y social, Zeballos y su reflexión sobre esta identidad construída. Fuente ZEBALLOS, ESTANISLAO, La rejión del trigo, en “Descripción amena de la República argentina”, Tomo 2, Peuser, Buenos Aires, 1883. Bibliografía AA.VV. (2001) “La rejión del trigo” de E. Zeballos, la conformación de la región en el discurso de viajes moderno, ponencia en JORNADAS DE HISTORIA DE LA PROVINCIA DE SANTA FE “Nuestra Provincia Ayer y Hoy: Viejos Problemas bajo nuevas miradas. Política, Cultura, Sociedad, Economía”, San Lorenzo, mímeo. AUGÉ, Marc (1998): Los “no lugares”. Espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad, Gedisa, Barcelona. BACZKO, B. (1991) Los imaginarios sociales, Nueva Visión, Bs. As. BALANDIER, G. (1992) El poder en las escenas, Paidos, Bs As. BENJAMIN, W. (1988): Poesía y capitalismo, Taurus, Madrid. BLACK, Jeremy (1997): Maps and History, Constructing Images of the Past, Yale University Press, New Haven and London BUISSERET, David (ed.) (1992): Monarchs, Ministres and maps. The emergence of cartography as a tool of goverment in early modem Europe, The University of Chicago Press, Chicago. CAPEL SAÉNZ, Horacio (1981): Filosofía y Ciencia en la Geografía contemporánea, Barcanova, Barcelona CASTRO NOGUIRA, L. (1997): La risa del espacio. El imaginario espacio-temporal en la cultura contemporánea: una reflexión sociológica, Tecnos, Madrid. CLIFFORD, James (1999): Itinerarios transculturales, Gedisa, Barcelona. DALLA CORTE, Gabriela y FERNÁNDEZ, Sandra, “Límites Difusos en la Historia y el Espacio local”, en FERNÁNDEZ, Sandra y DALLA CORTE, Gabriela, Lugares para la Historia. Espacio, Historia Regional e Historia Local en los Estudios Contemporáneos, UNR Editora, en prensa. DIODATI L., y LIÑÁN, N. (1993) Gestualidad y sentido de la muerte en Buenos Aires en “La muerte en la cultura”, UNR, Rosario.

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Los viajeros en el proceso de ocupación y colonización de las tierras del delta del Paraná Guido Galafassi

UNQ - CONICET

Abstract Intentar reconstruir la historia del Delta del Paraná implica reconstruir un proceso jalonado de acontecimientos dispares, de proyectos intensos y entusiastas seguidos de éxitos como de fracasos. La región del "Carapachay" (como la llamaba Sarmiento) fue objeto siempre de cierta valoración un tanto idílica con respecto a sus cualidades y potencialidades. El propio Sarmiento visualizó a estas tierras como destinadas a ser un rival en producción del valle del Nilo. La alta productividad de las islas y la exuberancia de su vegetación no pasaron desapercibidas por la gran cantidad de viajeros que surcaron sus aguas y sus tierras desde el temprano siglo XV hasta bien entrado el siglo XIX cuando se inicia el proceso efectivo de ocupación y puesta en producción del territorio del Delta. Siendo un espacio marginal durante mucho tiempo, se encuentran algunos testimonios de viajeros europeos que describen con cierta fascinación la riqueza natural del área. Pero partir del siglo XIX comienza a pensarse su ocupación y colonización. Es en este proceso donde diferentes viajeros enviados mayormente por los gobiernos nacionales o provinciales, se encargan de realizar observaciones y descripciones con el fin de aportar información útil para la puesta en producción de las islas del Delta. Texto El objetivo de este trabajo es simplemente rastrear los diferentes testimonios dejados por viajeros que recorrieron el Delta del Paraná en pos de comenzar a construir una historia de la región centrada fundamentalmente en sus primeras etapas de descubrimiento y primera colonización (siglos XVI a XIX). Para esto será importante articular la información de los viajeros y visitantes con algunos otros trabajos e informes de tipo técnico o científico. Así, los testimonios de viajeros se tomarán como una fuente importante pero no única, siendo el eje central una primera aproximación a la reconstrucción histórica del proceso regional. Esta ponencia entonces, está constituida por los primeros resultados obtenidos hasta el momento, lo que hace que sea solo una aproximación inicial a la cuestión, pero intentando dar un primer panorama de tipo general en relación al desarrollo histórico del área. El objetivo es también, complementar un extenso trabajo de investigación realizado en torno a las relaciones entre sociedad, economía y naturaleza que conformaron el proceso histórico regional en el siglo XX (Galafassi, 1994; 1995). Proceso histórico de ocupación y colonización En principio podríamos definir tres grandes etapas en la historia regional del Delta desde la "conquista", y posteriores al período de ocupación indígena. La ocupación criolla y europea de estas tierras (siglos XVIII y XIX) marca el comienzo del proceso de construcción de la actual conformación regional. Sin asentamientos permanentes de importancia, estuvo basada en la extracción directa de los recursos naturales. Un segundo período (fines del siglo

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XIX y principios del XX) es donde se inicia el gran proceso de transformación del medio natural, con asentamientos permanentes y el cultivo intensivo de frutales por parte de pequeñas unidades familiares. Y un tercer y último período que comienza a mediados del siglo XX y en donde lo que varía fundamentalmente es el tipo de producto primario, pasando a la producción casi exclusiva de forestales, con mayor transformación del ecosistema y con un gran proceso de emigración de población, (como consecuencia del cambio productivo) y aparición de unidades productivas de tipo "empresa". La presente ponencia estará referida a las primera y segunda etapas, donde se observa el accionar de diversos viajeros en pos de recoger información que en la mayoría de los casos está directa o indirectamente vinculada al proceso de ocupación, colonización y puesta en producción de las tierras del Delta del Paraná, o bien a observaciones de tipo estético o científico en base a intereses de las metrópolis europeas. La alta productividad de las islas y la exuberancia de su vegetación no pasaron desapercibidas para la gran cantidad de viajeros que surcaron sus aguas y sus tierras desde el temprano siglo XVI hasta bien entrado el siglo XIX cuando se inicia el proceso efectivo de ocupación y puesta en producción del territorio del Delta. Siendo un espacio marginal durante mucho tiempo, se encuentran algunos testimonios de viajeros europeos que describen con cierta fascinación la riqueza natural del área. Pero a partir del siglo XIX comienza a pensarse su ocupación y colonización. Es en este proceso donde diferentes viajeros enviados mayormente por los gobiernos nacionales o provinciales, se encargan de realizar observaciones y descripciones con el fin de aportar información útil para la puesta en producción de las islas del Delta. Descubrimiento e incipiente ocupación inicial Se cuenta para la descripción de esta primera etapa con los testimonios de diversos cronistas de época y visitantes ocasionales que recorrieron la región junto a primeros pobladores y que han volcado sus pareceres en diversas fuentes: notas periodísticas, informes técnicos, obras literarias, relatos de viaje, etc. El fuerte hincapié que se hacía en los datos anecdóticos y llamativos permite fundamentalmente esbozar una aproximación a realidades y procesos parciales, más que a configurar un esquema profundo de interpretación de las estructuras sociales y procesos históricos del área. Las poblaciones aborígenes existentes al momento de la conquista (Guaraníes y Chanaes) eran diversas, pero pocos registros han quedado respecto a las características que tuvo el encuentro entre españoles e indios. Una información interesante, aportada por un viajero, lo constituye el relato de L. Ramírez, navegante español, quien en una carta de 1528 decía “estos naturales eran gente traicioneras con todo aquel que intentaba acercárseles, y enemigos irreconciliables de otros comarqueños” (citado en Torres, 1911). Desde el inicio de su descubrimiento por los europeos, el Delta se perfila como una región proveedora de leña y madera por cuanto ya desde Juan de Garay se faculta al cabildo de la ciudad de Buenos Aires al cobro de un derecho por la leña que se extraía para el consumo del vecindario y el uso de la madera en carpintería y construcciones. Una de las primeras noticias como testimonios directos que se tienen del Delta pertenecen a europeos posteriores a Solís, más precisamente al capitán portugués Pedro Lopes 654

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de Souza, que arribando allí el 1ro. de diciembre de 1531 y llamándola "Terra das Carandins", anota en su "Diario de Navegaçao": "es la más hermosa tierra y la más apacible que pueda ser. Yo traía conmigo alemanes e italianos y hombres que habían estado en la India y franceses: todos estaban espantados de la belleza de la tierra, y andábamos todos pasmados, que no nos acordábamos de volver...No se puede decir ni escribir las cosas de este río y las bondades de él y de la tierra" 1 En este esquema del proceso de colonización, el papel que cumplió la región del Delta en los primeros siglos del período fue absolutamente marginal, siendo más bien un territorio extraño e inhóspito que un área productora de cierta importancia como la que se formó unos siglos después. De cualquier forma, se comenzaron a conformaron las bases de procesos posteriores. A medida que se conocía la fertilidad de las tierras de la región de islas y su porciones vecinas continentales, los conquistadores las fueron ocupando y cultivando a medida que llegaban nuevos pobladores. Así se cita ya para 1611 la existencia de más de quince agricultores y para 1630 se trasladan otros 60 vecinos, en su mayoría vascos y andaluces, los que comercian cueros y sebos con la ciudad de Buenos Aires y el Paraguay remontando el Paraná. Pero es recién en 1635 que Las Conchas (actual Tigre) aparece por primera vez en un documento oficial de la época considerado como “pago” o partido, debiendo su nombre al río que baña sus costas que contiene en su lecho numerosas conchillas (Cerviño & D´Amico, 1994). La fundación portuguesa de Colonia del Sacramento comenzó a jugar como un importante punto de contacto con toda la región deltaica, pues oficiaba como puerto de contrabando al recibir el intenso tráfico de caballos y vacunos provenientes de la margen occidental del Paraná, y que atravesando los ríos y riachos del Delta se dirigían al sur brasileño. Parecería que fueron los Jesuitas los primeros que intentaron algún proceso de colonización occidental de la zona de islas propiamente, efectuando las primeras plantaciones de frutales que luego abandonadas se naturalizaron. Se habrían establecido enclaves de enseñanza destinados a la gran cantidad de tribus indígenas del área, de los cuales quedaron algunos rastros como paradores, cementerios y túmulos sepulcrales, ubicados fundamentalmente en las márgenes de los grandes ríos como el Paraná Guazú y Paraná de Las Palmas (Cerviño & D´Amico, 1994). Pero bien vale también el testimonio de uno de los viajeros informantes enviado por el Gobierno, así Javier Muñiz en 1818 afirmaba: "Dos leguas más hacia el Miní se ven las reliquias de establecimiento de los jesuitas, que consiste en resto de tapiales y cerca de ellos hay cidra real(?), membrillos, cañas de castilla y varias clases de duraznos" (citado en Mikler, 1991). Por entre las islas del Delta también viajó el fundador de la biología científica moderna haciendo puntuales observaciones. Así, se puede dar cuenta, a partir de sus testimonios, del crecimiento espontaneo de especies cultivadas que provendría de los asentamientos coloniales 1

Citado por Liborio Justo en la Introducción el "El Carapachay" (Sarmiento, 1974).

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de más al norte, "...Charles Darwin encontró islas cercanas a la desembocadura del Paraná recubiertas de naranjos y melocotoneros, brotados de las semillas transportadas por el río" (Crosby, 1988:169); el autor se refiere aquí al libro "El viaje del Beagle" de Darwin, quien en otra de sus obras señala: "muchas plantas se han aclimatado; prueba de ello, el número de durazneros y de naranjos que crecen en las islas de la desembocadura del Paraná, y que provienen de las semillas transportadas allí por las aguas del río" (Darwin, 1972). A padres jesuitas también se deben otras referencias sobre las islas. Sepp y Behme en su viaje hacia las misiones del Paraguay en 1691, navegan por el Delta describiendo el paraje y lamentándose de la ausencia de hombres (europeos) en esas tierras, de las que se maravillan por tanta belleza. Casi cuarenta años después, en 1729, otro jesuita, el padre Cayetano Cattaneo, también en viaje hacia el norte y bordeando el río Uruguay navega entre las islas que describe con detalle (citado en Speroni Vener, 1955). Sin embargo, la incipiente actividad pastoril mencionada más arribe, nada tiene que ver con la expansión ganadera que comenzaba por esta época en la región del Río de La Plata y que culminará en la industria del saladero. Este incremento de la explotación vacuna se traducirá en un fuerte aumento de las exportaciones que distanciará cada vez más al Río de La Plata de las economías del interior, subsidiarias de la minería potosina. El Delta, que nunca formó parte del área de influencia de las minas del norte, comenzará, sin embargo, a integrar la órbita de las economías rioplatenses, al constituir su producción parte del consumo del área pampeana, quedando excluida del comercio exterior. Pero al ser hasta aquí el Delta un área todavía claramente marginal, los testimonios de viajeros y visitantes solo estaban constituidos por ocasionales recorridas desligadas mayormente del proceso de elaboración de informes que servirán como insumos para las incipientes políticas de ocupación de las islas. La única intervención del Estado en las islas, se reducía al cobro de derechos de leña, función asumida por el Cabildo de Buenos Aires. Durante el Virreynato las tierras fueron consideradas de uso público y comenzaron a ser extraídas maderas y frutales, convirtiéndose así el Delta en el principal proveedor para la metrópoli de esos productos, con Tigre como puerto concentrador 2. Una vez resquebrajada la dominación española y en el marco de las Provincias Unidas del Río de la Plata, es el Primer Triunvirato quien dispone levantar un plano topográfico de toda la región circundante a la ciudad de Buenos Aires en septiembre de 1812. Así se designa al coronel Pedro Andrés García para levantar un plano y confeccionar un informe sobre los partidos de Las Conchas, San Isidro y Morón. Se refería, entre otras cosas al estado en que se encontraban las poblaciones y costas de los ríos Paraná y Las Conchas. Respecto a los colonos asentados en las islas bonaerenses observa, “… luego de que el superior gobierno esté en pleno poder y tranquilidad sobre el archipiélago del Paraná, le es no menos interesante hacer examinar las islas en que se hallan retraídas muchas familias avecinadas con las fieras 2

Contrastando con esta situación, la porción continental del territorio en los vecinos partidos de "Las Conchas" y "De La Costa" (hoy Tigre y San Isidro) tuvieron una importante producción de Trigo. En efecto, se calcula que para mediados del siglo XVIII entre el 45% y el 50% del cereal se producía en esta zona, siendo la principal abastecedora de Bs. As. (cfr. Garavaglia, 1993).

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para sacarlas de tan triste situación y ponerlas en sociedad, de la que han fugado tal vez delincuentes, o por servir más libremente a sus pasiones, y son correspondientes a este partido de Las Conchas del cual he procurado hacer su descripción … Fechado en el partido de Las Conchas, diciembre 9 de 1812”. 3 Dos años mas tarde, Angel de Monasterio, coronel de artillería, es comisionado por el gobierno central para fortificar las barrancas del Paraná en la actual provincia de Entre Ríos. Allí se refiere a las crecientes periódicas que se producen en las islas y afirma lo siguiente sobre la fertilidad y porvenir de las tierras del Delta: “… las crecientes, siendo periódicas no pueden sorprender la vigilancia del labrador, y como sucede de un modo lento y progresivo … benefician las tierras que cubren, tan lejos están de ser perjudicadas que las fertilizan… y que aplicando el hombre sus manos a este tesoro de la naturaleza, será incalculable el producto que rendiría allí el cultivo, especialmente el de aquellas semillas que arman el riego y la frescura… Cuando el país goce de paz y de un gobierno benéfico e interesado en la felicidad de los pueblos, entonces el gran Paraná, que es capaz de todas las producciones de la zona tórrida y de la templada, llevará más celebridad que el Nilo” 4. Esta observación refleja la agudeza y perspicacia del coronel Monasterio, al captar la importancia del régimen de periódicas inundaciones como elemento clave de la fertilidad de estas tierras, lo que volverá a ser resaltado con tanta importancia, solo décadas después por Sarmiento, quien se convertirá en el principal promotor del Delta. Otro testimonio sobre el Delta nos lo brindan los hermanos J.P. y G.P. Roberston, comerciantes ingleses que dejaron testimonio de su viaje de regreso del Paraguay en 1816, en sus "Cartas de Sud América". Mientras recorrían los ríos y arroyos, cuentan su impresión de las islas y canales y también se refieren a la existencia de frutales y su destino, la ciudad de Buenos Aires: “Al amanecer del día siguiente dejamos el Guazú… La atmósfera estaba muy cargada y un cielo encapotado amenazaba tormenta. Ibamos en una pequeña lancha, la `Clyde´… Esperábamos llegar a las Conchas esa misma noche…Hacíamos el camino por intrincados arroyos que unen el Paraná Guazú con el Miní, formando lo que se llama la `Islería´, o grupo de islas. Estas islas están cubiertas de naranjos, durazneros y otros árboles. Las frutas se llevan a Buenos Aires en gran cantidad, y las ramas sirven para carbón que, lo mismo que las frutas, se destinan al mercado de la ciudad. Al salir, por último, de un pequeño brazo del Paraná, estuvimos en el Río de La Plata, frente al más alto de los tres grupos de islas que se extiende paralelo a lo que parece tierra firme (aunque también es una isla) formada por el Paraná Miní y el Paraná de Las Palmas. Los canales formados por estas islas pequeñas que corren desde la primera hasta la última boca del Paraná, llevan el nombre de `Los Caracoles´, y en alguna parte son tan angostos, que permiten apenas el paso de un bote por su curso tortuoso ” (citado en Justo, 1974). La siguiente noticia corrió por parte del ya mencionado naturalista Francisco Javier Muñiz, a quien el gobierno de las Provincias Unidas del Río de La Plata encabezado por Juan 3

“Registro estadístico de Buenos Aires, Memoria descriptiva de las islas del Paraná”, mayo de 1822. (Citado en Cerviño y D´Amico, 1994) 4 “Breve reseña histórica del partido de Las Conchas (1580-1906”), Buenos Aires, 1906. (Citado en Cerviño y D´Amico, 1994)

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Manuel de Puyerredon le había encargado la elaboración de un informe. Muñiz recorre las islas entre el Paraná de Las Palmas y el Paraná Guazú, describiendo con sumo detalle la naturaleza presente en el Delta. Este informe estuvo acompañado por el primer mapa de las islas posterior a la independencia. Liborio Justo comenta: “este informe es interesantísimo y muestra que, no obstante encontrarse entonces las islas en estado casi totalmente salvaje, los ríos y arroyos, salvo alguna excepción, llevaban los mismos nombres que hoy día. Sin embargo, de acuerdo con el mapa que acompañaba el informe de Muñiz, las islas no llegaban más allá del Chaná y el Caracoles”. Además de las reliquias de los jesuitas, ya citadas, que Muñíz dice haber hallado en las islas, menciona la profusión de durazneros, membrillos, naranjos, parras, sauces, ceibos y “arboles silvestres y cañaverales”, que bordean los ríos y arroyos. También describe la fauna expresando que “el tigre o yaguar es el tirano de esas soledades”, y menciona además, aunque más escaso “el león o cugar”, cabe acotar aquí, que estas dos especies hace ya muchas décadas que están desaparecidas del Delta y de toda la región mesopotámica al sur de los grandes bosques chaqueños y selvas misioneras. Además, según Muñíz, abundaban los “ciervos, capiguaras (carpinchos), tropillas de tayasus (jabalíes) y nutrias. En cuanto a las aves, alude a la abundancia de patos, ñacurutues, cotorras y “en invierno loros grandes de cabeza amarilla que vienen a comer las naranjas agridulces”. Respecto a la población humana, describe las “chozas rústicas que se ven de trecho en trecho” y habla también de una gran laguna cerca de la desembocadura del Carabelas en el Guazú, “que repuntan los montaraces por encantada”. 5 En 1821, en la edición del 5 de agosto del periódico “El Argos” quedó registrada lo que parece ser la primera visita oficial a la zona del Delta Bonaerense. El gobernador de la provincia, Martín Rodríguez, se llegó hasta el lugar a fin de interiorizarse personalmente de los destrozos causados por un temporal ocurrido unos días antes y además para analizar la resolución de un conflicto planteado entre los vecinos de San Fernando y Las Conchas en relación a la jurisdicción del puerto y de un canal proyectado para el lugar. Como dato importante, vale mencionar que cuando Bernardino Rivadavia es llamado por Martín Rodríguez en 1821, para que asuma como ministro de gobierno pone en prácticas varias reformas que tendrán su influencia en la zona del Delta. Una de ellas, es la que hace cesar en sus funciones a los alcaldes de la Santa Hermandad, al crearse la ley de municipalidades que establecía a los jueces de paz como autoridades locales autorizadas en primera instancia a ceder la tenencias de los territorios isleños. Al año siguiente, se prohibe por decreto la venta de tierras del Estado para ser puestas en enfiteusis, y se proyecta además, la primer obra ingenieril en pleno Delta, como es el dragado del arroyo Carapachay que conectaba naturalmente el Paraná de las Palmas con el río Las Conchas, para permitir la navegación de toda clase de buques necesarios para dar un gran impulso al importante intercambio económico que se venía realizando entre la región y la ciudad de Buenos Aires a través del puerto de Las Conchas, además del paso obligado de los barcos procedentes de toda la región mesopotámica. Pero esta obra nunca se concretó por falta de capitales disponibles (Cerviño y D´Amico, 1994). 5

Francisco Javier Muñiz: “Noticia sobre las islas del Paraná”. Buenos Aires, 1818 (citado en Justo,

1974)

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También el conocido investigador y naturalista francés, Alcides D´Orbigny, dejó algunos testimonios del Delta, en su paso ocasional por las islas en febrero de 1827. Otra vez más, la región es descripta por su atracción al viajero: “Las islas de la desembocadura del Paraná están pobladas de árboles particulares, muy diferentes de los que se encuentran más arriba de este río. Las márgenes y las partes más bajas de las islas, están expuestas a las inundaciones, se cubren de sauces, que crecen muy derechos y cuyo follaje verde claro, graciosamente inclinado sobre las aguas, adorna sus orillas. En el interior, en medio de durazneros y naranjos, superiores en número, se elevan las especies de laurel, distinguidas con el nombre de `laurel miní´, cuya corteza se emplea en el país para curtir pieles, y `laurel blanco´. Hay también el ceibo, árbol espinoso, que se cubre de bellas flores purpurinas, y sería un ornamento digno de nuestros jardines más magníficos”. Más adelante, continua su relato deteniéndose con más detalle en la descripción de los frutales: “Estábamos en la estación de los duraznos. Todas las islas que teníamos a nuestra izquierda estaban cubiertas de durazneros y de naranjos; y allí, todos los días, un número infinito de pequeñas embarcaciones surcaban aquel dédalo de pequeños arroyos que se ramifican de los bordes al centro de las islas, vienen a hacer cargamentos de duraznos para llevar a vender a Buenos Aires” (D´Orbigny, 1835) Este viajero también aporta datos sobre la utilización que se hacía de estas tierras en cuanto a la extracción de madera para ser usada como leña, proporcionando una muy gráfica descripción del procedimiento utilizado: "En estos lugares y algo más arriba en el Paraná, gran número de carboneros acuden todos los años a hacer su provisión de carbón, llegando a ahumar el país a veinte leguas a la redonda. Su modo de fabricación es de lo más viciosos, por lo que el producto resulta muy malo y se pierde mucha cantidad de madera (...), y sin que los torpes explotadores se preocupen mayormente por el daño" (op. cit.) El informe, unos años después de Juan María Gutiérrez abunda también en descripciones de la existencia de una importante vegetación natural como de la producción frutal y de madera. Gutiérrez, agrimensor y luego escritor e historiador, miembro de lo que se llamará la “Generación del 37”, realiza este informe en 1834, a pedido del Gobierno de Buenos Aires con motivo de un reclamo de propiedad hecho por el señor Juan Andrés Ferrara (Justo, 1974). Realizó el reconocimiento de lo que se llamaba entonces la “isla de Paicarabí”, del otro lado del Paraná de Las Palmas “entre la confluencia del Pasaje con el Guazú y el Puerto de Campana”, con una extensión de “veinte leguas y dos tercios”, atravesada por “los riachos Carabelas, Paicarabí, Morán y Chaná”. Este informe decía entonces, “todos estos arroyos así como el brazo de las Palmas y parte del Guazú y el Miní, producen en sus orillas naranjos y durazneros en una abundancia prodigiosa, además de muchos arbustos tal vez útiles y de las maderas cuyos corte forma el principal comercio de estos pueblos situados en la costa norte del Río de La Plata, hasta Las Conchas. Estas maderas son las siguientes: ceibos, sauces, alisos, palmas, ibirá, caña brava y de Castilla, mataojo, laurel negro, laurel miní, canelón blanco, arrayán, sarandí blanco, … etc, etc…”. Este primer período, entonces, se caracterizó por la modificación del monte natural a través de la extracción de frutales y madera, leña y carbón y explotación de la fauna. La población era de origen criollo, con una distribución dispersa y en asentamientos precarios y aislados, sin un régimen de tenencia de la

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tierra ("tierras de pan llevar") comenzando solo un proceso de cesión hacia los años veinte, y con una escasa intervención del Estado en la ocupación y la explotación de los recursos. Todo esto le daba un carácter de territorio marginal y fundamentalmente de tránsito. Los viajeros que recorrieron la zona y de los cuales se ha podido encontrar algún registro hasta el momento, también se inscriben claramente en estos mismos patrones. Viajeros europeos, tanto naturalistas como comerciantes, que están de paso por las islas del Delta en sus viajes hacia otros destinos y ocasionalmente algún visitante enviado oficialmente por el gobierno para redactar algún informe en esta primera etapa, que más de implementación de una política oficial de ocupación, se trata más bien de un acercamiento al área para conocerla y solo comenzar a dictar algunas medidas en pos de comenzar a ordenar jurídica y administrativamente la situación de marginalidad y abandono reinantes en el Delta. Asentamientos permanentes e inmigración europea Una segunda etapa comienza entre mediados y fines del siglo XIX. Para esta época la nación comienza a vislumbrar un proceso de cambios, que concebidos por la elite ilustrada, pretendían insertar a la Argentina en el concierto de naciones civilizadas "trayendo Europa a América". Se trató de un proyecto de modernización y transformación integral del país que intentaron poner en práctica los grupos dirigentes, elaborado por pensadores de la organización nacional como Alberdi y Sarmiento, este último ferviente impulsor de la ocupación del Delta. Las nuevas condiciones de la economía mundial estructurada sobre la base de las ventajas económicas comparativas suponían una división internacional del trabajo en donde los países europeos sufrieron un fuerte proceso de industrialización que abrió sus mercados a los productos alimenticios de las naciones templadas de ultramar. Estos sistemas económicos se vieron incrementados por la afluencia de importantes capitales extranjeros. Gran Bretaña, banquero mundial, fue, desde luego, el gran proveedor para Argentina. Se calcula, que hacia fines de 1914 aportaba la mitad de las inversiones privadas en el país 6. El flujo de inversiones de las metrópolis del viejo mundo hacia las naciones periféricas se vio acompañado también por importantes movimientos de población. La inmigración incluida en la nueva Constitución de 1853, donde se manifestaba "asegurar los beneficios de la libertad...para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino" era deseada por los gobiernos. Fue oficialmente fomentada y organizada por una ley, a partir de 1876, durante la presidencia de Nicolás Avellaneda. El poblamiento del Delta se concretó, pero primero se lo planteó como fin explícito recién después que se constituyera y se consolidara la República Argentina como nación independiente, a través de fundamentalmente los escritos de Sastre y Sarmiento. En el mundo porteño comenzó un interés por colonizar esta área marginada, acompañando la exaltación de la naturaleza propia del movimiento romántico de entonces y la publicidad realizada por las obras de los autores recién mencionados. Marcos Sastre, visitante asiduo de las islas, publicó en 1858 la versión definitiva de “El Tempe Argentino”, donde presentaba al Delta como un 6

Según el estudio británico "Twentieth century impressions of Argentina" citado por A.Rouquie (1981) hacia 1911 el total de inversiones extranjeras en Argentina llegaba a 500 millones de libras esterlinas. En 1913, de casi 1000 millones de libras en títulos públicos y privados latinoamericanos cotizados en la Bolsa de Londres, 357 millones pertenecían a la Argentina. Hacia 1900 cerca de la mitad de las inversiones británicas se colocaban en este país.

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lugar que merecía ser colonizado, describiendo idealmente a la naturaleza y las posibilidades agrícolas del área. Este autor se instala en las islas frente a San Fernando en 1844 llevando especies frutales distintas a las que había por aquel momento. Desde entonces se suceden sus artículos sobre el Delta que culminarán en la obra ya citada, que tuvo una gran repercusión en su época aunque también recibió importantes críticas por la idílica visión de la región que reflejaban sus palabras. Esta visión idílica de la vida en las islas, y su abierta defensa del paisaje originario se evidencia en la siguiente cita: "siglos hace que estas islas preciosas están entregadas al hacha destructora del leñador indolente y son sin tregua esquiladas por la ciega codicia del hombre inculto, sin el coto de la ley y sin el correctivo reparador de la industria". 7 Pero es sin duda la influencia de Domingo Faustino Sarmiento la que otorga el principal impulso para el poblamiento efectivo, al ser un entusiasta defensor y promotor de la colonización europea del Delta (Galafassi, 2000). Asiduo visitante del área durante muchos años, Sarmiento, a través de sucesivas excursiones por las islas, algunas en función de gobierno y acompañado por distintas personalidades, terminó despertando el interés de muchos de sus contemporáneos. En este sentido se orienta la opinión de Magariños Cervantes (1858) en el prologo a “El Tempe Argentino” que atribuye la irrupción poblacional y de capitales a la promoción y actitud asumida hacia el Delta por Sarmiento, a pesar de que fuera Marcos Sastre el primero que tuvo amplia difusión en su publicidad positiva de la región de islas. Así, Magariños Cervantes nos dice que cuando Sastre se estableció en las islas, “sólo uno que otro vecino de San Fernando siguió su ejemplo, hasta que el Sr. Domingo Faustino Sarmiento, incitado por las noticias de alguno y guiado por los principios de la geología, comprendió a priori la realidad increíble y, para vencer de un golpe la incredulidad general, convocó a varios de sus amigos para hacer un viaje de exploración. Resultó lo que era de esperarse, todo el mundo quiso entrar adquiriendo un pedazo de tierra de promisión: antes de dos años estaban ocupadas todas las islas del Delta en una extensión de diez leguas, y hoy raras serán las que no estén denunciadas. Más de quinientos poseedores, empleando un peonaje numeroso, se ocupan con afán de desmontar, plantar y sembrar. En ese corto período se han invertido millones de pesos en la explotación agrícola e industrial del Tempe Argentino, se han plantado millones de árboles, se han hecho grandes sementeras de toda clase; se han establecido fábricas de cordelería, de baldosas, de espíritu y agrio de naranja; se ha beneficiado el cáñamo y el tabaco; se ensaya el cultivo del arroz y del sorgo”. Así, en poco tiempo se transformó un territorio donde hasta entonces solo existían algunas pocas personas en pequeños huertos, en una sucesión de extensiones de vegetación exuberante tanto por la flora natural como por el implante de montes frutales, de sauces y álamos, y cultivos de hortalizas, en una magnitud desconocida hasta el momento. La conjunción de una naturaleza abundante y una intensa colonización humana es una característica reconocida de las islas en el fin del siglo XIX y principios del XX. Un relato de Angel Marcone, antiguo habitante de la primera sección es elocuente al respecto: “mis 7

Esta visión idílica también se registra, curiosamente, entre las poblaciones indígenas. Udaondo (1942) citando al célebre etnografo Metraux hace mención, en base a referencias históricas y leyendas, a la búsqueda por parte de los guaraníes "de la `tierra sin mal' especie de paraiso terrestre, el `Ivy maray' de los apapocuva, donde moraba Ñandey, la mujer del creador del mundo. Parece que esta tierra se encontraba al este, al lado del mar".

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abuelos se habían afincado en el arroyo Espera, según deduzco de su relato, a fines del siglo pasado, junto con otros muchos inmigrantes europeos, que poblaron los distintos ríos y arroyos que integran el Delta Argentino. Conservaba este aún en su aspecto general, en las primeras décadas de este siglo, a lo que describe muy bien Marcos Sastre en su libro Tempe Argentino, básicamente en lo que se refiere a fauna y flora. La población debe de haber sido importante pues carniceros, lecheros, tenderos y verduleros recorrían los distintos lugares diariamente” (Marcone, 1986). El mismo Sarmiento se afincó en una de las islas sobre el actual Río que lleva su nombre en que instaló una vivienda y llevó a cabo trabajos agrícolas experimentales. En relación con este vertiginoso crecimiento del interés por las islas, señala Santiago Albarracin en su folleto “Apuntes sobre las islas del Delta Argentino” aparecido por entonces, que "el Delta, compuesto de un archipiélago de islas que ha permanecido algunos siglos desiertas, ha empezado a poblarse vertiginosamente a tal punto que, de un momento a otro, Buenos Aires, ha podido agregar a su mapa un departamento nuevo, en el que instantáneamente se han aglomerado capitales por millones y una de las poblaciones más consumidoras del Estado" A la visión relativamente idílica de las islas que presenta Marcos Sastre se contrapone la opinión del ya mencionado Santiago J. Albarracin quien hace referencia a que “los mismos pobladores de las islas, en la época de aparición del libro de Marcos Sastre, no pudieron dejar de protestar por esa expansión de literatura galana, ajena a la realidad que pretendía describir”. Por el contrario, según Albarracin, estos primeros tiempos no resultaron fáciles para muchos de los improvisados pobladores que emprendían la explotación de estas tierras, en algunos casos incluso sin los suficientes conocimientos agrícolas, en otros, los más, delegando la responsabilidad productiva en capataces o simples peones. Incluso se menciona la existencia de conflictos por la posesión de la tierra, generados por la aparición de títulos de propiedad anteriores a la fecha de ocupación, en muchos casos obtenidos furtivamente, y en otros casos por pretendidos pobladores antiguos que alegaban tener derecho sobre toda una isla, por el solo hecho de haber plantado algunas estacas de sauce en el pasado o bien por haber levantado un rancho para abrigarse cuando cortaban leña o recogían frutos silvestres. Para Albarracin, el Delta era un archipiélago despoblado, inhóspito y de propiedad comunal, que solo gracias a la iniciativa de Sarmiento se transformó en una región que repentinamente convocó a una importante masa poblacional y de capitales, que dieron inicio a un incipiente desarrollo agrícola e industrial (Cerviño y D´Amico, 1994). Por su parte el entreriano Fray Mocho, seudónimo de José S. Alvarez en su obra “Un viaje al país de los matreros” realiza una descripción detallada del paisaje y del poblador de las islas del río Paraná, de esas tierras donde “se puede vivir sin rancho, sin ropas, sin armas y sin familia, pero no sin la canoa, que es la casa y el caballo” y también de ciertos hechos que ocurrían, en donde prima una versión acompañada de episodios cargados de rudeza y marginalidad: “en el país de lo imprevisto, de lo extraño, en la región que los matreros han hecho suya por la fuerza de su brazo y la dejadez de quienes debieran impedirlo; en la zona de

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la república perdida donde las leyes del Congreso no imperan, donde la palabra autoridad es un mito, como lo es el presidente de la república o el gobernador de la provincia”. La región es caracterizada por estos visitantes y escritores como Tierras Salvajes donde la mayoría de sus moradores, que tienen cuentas pendientes con la justicia, practica el cuatrerismo y el contrabando con las mercaderías que los distintos buques de ultramar llevan al puerto de Rosario. En estas islas el aislamiento transforma al hombre en una fiera que pierde toda noción de moralidad en estos parajes donde: “la patria la forman el rifle y la canoa; la religión es la de los patos que pululan en las lagunas, y los derechos individuales concluyen allí donde a cada uno se le concluyen las garras” Así, la región del Delta es mencionada en reiteradas oportunidades como refugio de malhechores y perseguidos por la justicias (desde por lo menos, mediados del siglo XIX) que en ocasiones solían dejar las islas y atacar los pueblos ribereños, tal como ocurre en 1848 en la plaza de San Fernando, escenario de una gavilla de ladrones y asesinos que saqueaban y cuereaban en las islas del Paraná y Entre Ríos, estando en complicidad con muchos vecinos de ese pueblo y hasta con algunas autoridades de otros pueblos. Esta particular característica es tomada por la tradición oral y escrita e incorporada en sus relatos. Lobodon Garra (seudónimo literario de Liborio Justo) (1955) menciona que: “forajidos de los más famosos del país tuvieron aquí, hasta cerca de los albores de nuestro siglo, un escenario que les perteneció exclusivamente, donde vivieron a su antojo, casi como los únicos pobladores libres de toda influencia extraña, en una vida primitiva y salvaje, sin más ley que sus instintos y sus armas". El interés que despertó el Delta en diversos literatos e intelectuales argentinos para ocuparse de los sucesos y la historia de la región para la segunda mitad del siglo XIX se modificó a partir de que el área se estabilizó relativamente en términos tanto productivos como poblacionales, al establecerse la zona como área ocupada. El Delta había dejado de ser ya un área “libre”, refugio de malhechores, que llamaba a un poblamiento estable dentro de los parámetros de la “civilización”. Por lo tanto, el interés por ocuparse intelectualmente de ella recae para el siglo XX en forma casi exclusiva en habitantes o técnicos vinculados a la producción del Delta. Aquí entonces vale mencionar especialmente a Sandor Mikler (1902-1971), quien ya no será un visitante o viajero del área, sino concretametne uno de sus más conspicuos colonizadores. De origen húngaro, se instala en el Delta Entrerriano en la primera posguerra. Definido autodidacta, desde su quinta en el Delta comienza una intensa labor periodística y de promoción del desarrollo de las islas. Fue corresponsal de los diarios La Prensa y La Nación, y fundamentalmente fundador del “Periódico Delta” en agosto de 1933, que aún continúa su edición quincenal. Fue también promotor y organizador del “Primer Congreso de Productores Isleños” realizado el 31 de octubre de 1936 en el Club Regatas Independencia sobre el Paraná Miní, que continuaría en forma ininterrumpida hasta la actualidad como “Día de los isleños”. Del Primer Congreso surge el “Consejo Permanente de Productores Isleños” (hoy Consejo de Productores del Delta), del cual Mikler fue secretario general. Su línea intelectual queda claramente plasmada en las concepciones sobre el desarrollo isleño que adoptara el Consejo

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de Productores, reconociendo su propia formación autodidacta bajo la influencia de los escritos de Ortega y Gasset, Manuel Blasco Garzón, Ricardo Baeza, llegando incluso a mantener un vínculo, en sus últimos años, con el ex - dictador y presidente argentino de facto, general Pedro Eugenio Aramburu. Es decir, muy lejos estuvo de formar parte de la gran masa de pensadores anarquistas y socialistas que mayoritariamente integraban los contingentes de inmigrantes europeos a la Argentina por aquella época. En el Períodico Delta, entonces, se editaron muchas crónicas de investigación periodística hechas por Mikler, interesado tanto por la geografía, la antropología y la historia de la región deltaica. Así menciona la práctica agrícola en diversos grados desde tiempo atrás, (más de 150 años): “se ha sembrado trigo y maíz en los grandes albardones”, estrategia que define claramente la técnica de cultivo del área, pues "en realidad toda la vida primitiva del Delta se desarrolló en los albardones. Allí plantaban los durazneros que durante mucho tiempo se suponían de nacimiento espontaneo" (op. cit.). Atribuye a colonos franceses los primeros cultivos del álamo Carolina, que tuvo una larga época de producción en las islas extendiéndose hasta las primeras décadas del siglo XX, usado como leña en hornos de panadería y hornos de ladrillo y tejas. Aunque también, “los primeros álamos carolinos fueron empleados con gran éxito en la carpintería. El mejor testimonio es la casa, casi centenaria de Blondeau en Carabelas, que todavía conserva sus puertas y ventanas de esta madera, aserrada a mano” (op. cit.). El fomento de la inmigración en el país tiene su correlato en el Delta. En pocas décadas se produce un poblamiento espontaneo pero continuo de las islas con un carácter más estable a través de nuevas actividades productivas. En forma similar al proceso de poblamiento pampeano del período comprendido entre fines del siglo XIX y principios del actual, el origen de la mayor parte de la población que ocupa la región de islas, fundamentalmente el Bajo Delta, es predominantemente compuesta por inmigrantes europeos. Estos fueron los principales adjudicatarios de tierras fiscales en el lapso 1888-1934. Las zonas del Paycarabí, Paraná-Miní y Carabelas fueron las primeras zonas donde se asentaron los primeros habitantes de origen europeo. Desde aquel momento se comenzó con la producción de fruta y hortaliza, aunque también mimbre y forestales. Sin duda fue Sarmiento uno de los iniciadores del cultivo de mimbre al introducir las primeras estacas de esta especie. Y su difusión posterior estuvo seguramente asociada al proceso de colonización y al florecimiento de la actividad frutícola, pues el mimbre era necesario para la confección de canastos resistentes y livianos que se utilizaban para movilizar las cosechas y enviarlas a los mercados (Benencia, 1994). En la primera mitad del siglo XX la producción de mimbre ya tenía un desarrollo importante, existiendo incluso inmigrantes que se especializaban en este cultivo y en su elaboración primaria posterior, dejándolo listo para su utilización artesanal. Así, por ejemplo, “… en 1930 llegó un francés que plantaba y compraba mimbre y construyó galpones donde trabajaban para pelarlo unas quince personas, incluidas varias damas. El francés también había conseguido una máquina para pelar el mimbre, toda una industria” (Gadoi, 1987). Pero una de las diferencias que se da con respecto a la mayor parte de la región pampeana, es en lo referente al modo de apropiación de la tierra. Los colonos que llegan de Europa encuentran aquí tierra vacante con una legislación particular que define la apropiación

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y adjudicación de las tierras a partir de su ocupación y del trabajo puesto en ellas, tal cual lo pregonaba Sarmiento, sistema este semejante al adoptado por la colonización del oeste americano y precisamente opuesto a la ocupación del territorio pampeano. Esto posiblemente fue uno de los impulsores de un poblamiento explosivo que tiene su punto culminante en la década de 1930-40 con el mayor volumen poblacional de la historia del Delta bonaerense, dado que esta inmigración tuvo una fuerza mucho menor en la porción Entrerriana. Pero se podría distinguir además un primer subtramo de este momento entre 1850 y 1880 aproximadamente, antes de la sanción de la primera ley de colonización, donde el poblamiento no fue hecho primordialmente en base a inmigración europea, sino más bien con porteños incitados por las campañas favorables de Sastre y Sarmiento iniciando la explotación agrícola de las islas. Este “descubrimiento” del Delta, llegó a compararse con el fenómeno del descubrimiento del oro en California, tal como lo sostiene el mismo Santiago Albarracín: “El Delta del Paraná fue para Buenos Aires en pequeño, lo que la California para los Estados Unidos, todo el mundo quería poblar las islas, y más de cinco mil trabajadores se ocupaban ganando sueldos pingües, feliz el que encontraba peones a quinientos pesos mensuales, dándoles, además, los alimentos, y el que pagaba 250 pesos por el millar de estaquillas de sauce de media vara de alto y tres pulgadas de diámetro, que en otro tiempo nadie se hubiera ocupado en cortarlas”. A partir de mediados y hacia fines del siglo XIX, se comienza a verificar, entonces, una transformación en el uso de los recursos, que pasa de un criterio de explotación extractiva a otro de producción con algún grado de integración vertical, con incipientes industrias primarias. Esto se observa también en ciertos lineamientos políticos del Estado hacia fines del siglo XIX. Durante el gobierno de Udaondo, en 1894, se creó un decreto (originado en el Ministerio de Obras Públicas, cuyo titular era Emilio Frers) que ya entonces veía la posibilidad de constituir en el Delta, un importante centro de producción forestal y agrícola, tanto por la feracidad de su tierra como por la variedad de los cultivos que en él pueden desarrollarse (Mikler, 1991). Este decreto creaba una comisión de fomento que debía indicar las medidas más apropiadas para desarrollar la población y el cultivo de las islas y fomentar todo esfuerzo que se haga en ese sentido. Debía indicar los inconvenientes que se oponían al tráfico fluvial, estudiar la conveniencia de crear centros de población urbana y por último, comisionar al Ing. Antonio Gil para hacer un estudio del área. El Ing. Gil recorrió extensamente la primera sección de islas, analizando primeramente la navegabilidad de los cursos de agua. Preveía la disminución de los cauces de los arroyos debido a la sedimentación que dejan los repuntes y mareas y describe situaciones particulares de algunos de ellos. Resalta además el interés público que representa la conservación de estos arroyos, pues si dejaran de existir, harían los transportes casi imposibles. Abunda también el informe de Gil en descripciones y menciones de los cultivos presentes en la zona. Habla del cultivo del manzano, de sus variedades y sus injertos, pero afirma que “pocos árboles frutales ocupan la extensión de éste en la sección primera de las islas del Paraná” (citado en Mikler, 1991). Habla también del cultivo del mimbre, del que dice que tiene un vasto campo de acción, y que además asegura a los isleños una venta segura. Opinión que es contradicha por la Comisión de Fomento, que afirma que en los últimos dos

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años (1882-83) los mimbres han dado un resultado bastante malo, y su precio es tan reducido, que hay isleños que están sacando sus plantas de mimbre, poniendo en su lugar membrillos. En noviembre de 1984, recorre Gil el río Carabelas, constatando que las inundaciones frecuentes de la primera sección sólo repercuten allí muy debilmente, “… hace aproximadamente unos 17 años que los habitantes del Carabelas no han sufrido desastre alguno por causa de las mareas, y no hay duda que si hoy se repitieran las grandes crecientes del Paraná, sus efectos no serían tan destructores como en otras épocas, debido a los numerosos zanjeos” (citado en Mikler, 1991). Es interesante la mención a una relativa mejor situación ambiental de la zona del Carabelas, situación todavía actualmente en discusión entre los productores de las diferentes zonas del Delta. El otro aspecto interesante mencionado, es la importante presencia ya en aquel momento del sistema de zanjeos, lo que indica la sistematización temprana de la tierras del Delta por parte de los productores, tanto criollos como inmigrantes. Es decir, lejos se estaba ya del aprovechamiento de la islas solo con una modalidad extractiva, imponiéndose en cambio una fuerte introducción de modificaciones a partir de diversas técnicas de cultivo tendientes a incrementar la productividad y orientarla a los productos introducidos deseados, en lugar de conformarse con lo que la naturaleza del lugar podría brindar. El modelo sarmientino de progreso y producción agrícola estaba ya en pleno funcionamiento. Para diciembre de 1894, recorre Gil la tercera sección de islas y la parte más oriental de la segunda, por los ríos Miní, Chaná, Barquita y Paycarabí. Describe a los interiores de las islas como demasiado bajos, por lo que propone abrir canales que lleven las aguas de los repuntes para adentro a fin de hacer que crezcan estas tierras. Y aconseja también pequeños endicamientos. Encuentra por esta zona extensas plantaciones de duraznos, facilitado por las fácil multiplicación y el buen precio, además de plantaciones de álamos. Termina su informe reflexionando sobre la alta incomunicación de este sector, “… semanas enteras permanecen las embarcaciones en la desembocadura del Paraná Miní, sin poder salir por falta de agua, y tanto la fruta como las legumbres, que tan bien se producen en los albardones de estas islas, se pierden por la razón apuntada. Sería necesario el dragaje de una boca cualquiera, pero la más indicada sería la del Paraná Miní” (citado en Mikler, 1991). Continúa el ingeniero Gil su reccorrido, y en enero de 1895 visita el río Luján, donde encuentra a isleños en su mayoría de origen italiano que se dedican a la horticultura, y le preocupa, entonces, la falta de interés por forestar, por eso en su informe le dice en una parte al Ministro Frers: “la creación de montes maderables con estos (Eucaliptus globulus) y otras esencias forestales, tropieza en el país con muy graves inconvenientes. Las condiciones económicas de la producción maderable están en pugna con el interés particular, el cual encuentra mayores alicientes y ventajas con la producción de otros productos agrícolas. Este espíritu esencialmente utilitario que domina nuestra época es uno de los peores escollos que se oponen a la creación de los montes referidos” (citado en Mikler, 1991). Evidentemente el interés de Gil por la producción forestal era muy grande, y da cuenta también que desde temprano el perfil productor de madera fue uno de las características que identificaron la imagen económica que se forjaba sobre las islas.

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Pero el Delta en su conjunto no se constituyó en un área productora de bienes para la exportación. Este rol quedó concentrado casi exclusivamente a la pampa húmeda y el litoral, tan cercanos al Delta, pero tan diferentes en geografía y cultura. Las islas, por el contrario, continuaron generando productos primarios para el eje urbano industrial Buenos Aires Rosario, en constante crecimiento; si bien se transformaría radicalmente la magnitud y condiciones de esta producción. La colonización por contingentes de inmigrantes europeos y la constitución de un sujeto social definido, la unidad productora familiar, caracterizarán estas décadas de su historia. Vemos también en este periódo que la presencia de viajeros extranjeros va perdiendo importancia (por lo menos en los registros consultados hasta el momento) y que en cambio, y gracias a la promoción de Sastre primero y Sarmiento después, las islas del Delta comenzarán a ser un lugar altamente frecuentado por funcionarios, comerciantes, intelectuales, inversionistas, etc. provenientes de las clases acomodadas porteñas. Comienza aquí la etapa propiamente dicha de ocupación y colonización del Delta por la sociedad argentina moderna que estaba naciendo. Consideraciones Finales Está bastante claro que la región deislas del Delta del Paraná nunca representó un objetivo demasiado preciado para los viajeros y muy especialmente para los viajeros europeos, esos que constituían la “vanguardia capitalista”, en tanto “viajaban y escribían como exploradores de avanzada del capital europeo. Ingenieros, mineralogistas, criadores, agrónomos, militares, con frecuencia estos viajeros de comienzos del siglo XIX eran enviados al nuevo continente por compañías de inversores europeos, como expertos en la búsqueda de recursos explotables, contactos y contratos con las élites locales, información sobre potenciales emprendimientos, condiciones de trabajo de la mano de obra, transporte, posibilidades del mercado, etc.” (Pratt, 1997). Por el contrario, la región deltaica recibió solo viajeros europeos ocasionales y de paso hacia otras regiones, imbuidos más por pasiones científicas y estéticas que propiamente comerciales. Esto último se pudo rastrear en los pocos registros existentes sobre la región, pudiéndoselos ubicar desde las etapas tempranas de la colonización argentina. Es a partir del siglo XIX y fundamentalmente a partir del fuerte entusiasmo puesto sobre el área primero por Marcos Sastre y luego por Domingo Sarmiento, que la región de islas comienza a ser vista como un territorio altamente valorado. Es así que se inicia la etapa de la ocupación y colonización efectiva del Delta. En este contexto, visitantes de los gobiernos nacional o provincial comienzan a surcar los ríos y arroyos para redactar informes técnicos que brinden datos útiles a cierta planificación o tomas de decisión en relación a políticas para la región. A pesar de no ser visitantes europeos, la mirada es similar, en tanto las islas son vistas como región salvaje a civilizar. En este sentido, fue Sarmiento quien claramente puso las bases sobre las cuales interpretar el proceso de expansión productiva sobre el área. Es llamativo ver como la opinión un tanto peyorativa de Sarmiento respecto a la “campaña”, claramente manifestada en su “Facundo”, en donde hace hincapié en la notable oposición entre el campo y la ciudad, se invierte en la pasión que puso en la descripción y el aliento volcado hacia las islas del Delta del Paraná, o la región del “Carapachay”, como el la

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llamaba. Mientras el campo asumía los atributos del atraso, la ausencia del estímulo, como consecuencia del aislamiento y la soledad que impiden toda manifestación de dignidad. La ciudad, representaba el progreso y la civilización. Progreso y civilización que eran el futuro inmediato de las islas, basado en el enorme potencial productivo, en donde la exuberante naturaleza no hacían más que poner un paisaje de majestuosidad al trabajo transformador y productor de bienes para la metrópoli. Así, este “Far West a las puertas de Buenos Aires”, representó para el entonces Senador un territorio idílico. Haciendo su primer viaje en el año 1855, se transformo a partir de allí, en el primer publicista que emprendió la tarea de promover el poblamiento de las islas. Esta tierra definida por el ya citado Fray Mocho, sin coincidir con Sarmiento, como "...la zona de la república perdida donde las leyes del congreso no imperan...", ubicada a las puertas de Buenos Aires y en el corazón de la región agropecuaria por excelencia del país, desarrolló, sin embargo, su historia en términos fundamentalmente diferentes, donde no solo no "imperan las leyes del Congreso", sino tampoco los factores socioeconómicos y políticos de la pampa y litoral circundantes. Sin embargo, la historia productiva y social del Delta de las décadas siguientes a la promoción de Sarmiento parecerían darle la razón hasta mediados del presente siglo, en el cual una grave crisis, generó una emigración y abandono masivo de las quintas, quedando solo la zona del Carabelas, como área de gran producción capitalista. Pero esta es otra historia, lejos de las proyecciones intelectuales del Sarmiento “civilizador y desarrollista”. De esta manera, es posible situar una evidente correlación entre el desarrollo moderno de la tierras latinoamericanas, de las cuales el Delta es solo un caso particular, con el trabajo de los viajeros y visitantes, tanto de observadores extranjeros como así también de los enviados por las propias elites gobernantes a nivel nacional o provincial. La consolidación de la modernidad occidental implicó, sin dudas, un contacto y una lucha desigual entre culturas y sociedades. Fueron las sociedades europeas las que impusieron estos nuevos patrones a partir de la expansión de sus sistema social y la colonización de nuevos territorios. El largo período de colonialismo dejó una serie de estructuras, instituciones e imágenes que han moldeado la subsiguiente búsqueda del desarrollo por parte de las elites sustitutas de las nuevas naciones, lo que es muy fácil de ver en la fuerte influencia de Sarmiento sobre las tierras del Delta. Las imágenes del mundo no europeo, fusionadas y superpuestas con las nuevas imágenes generadas por el mundo de la colonia, influyeron en las representaciones que se hacen desde el “Mundo Civilizado” sobre las regiones “salvajes” a ocupar y colonizar. Es en este contexto que la actividad de las diversas clases de viajeros cobra sentido en tanto mirada, análisis y estudio de las nuevas tierras y nuevos pueblos surgidos en el proceso de colonización, por parte de las metrópolis (ya sea las viejas naciones europeas, como la nueva metrópoli construida por las nuevas elites americanas) cuya característica en común es la "distancia" con la que miran. La sociedad y la naturaleza serán el objeto de interés de estos viajeros, en tanto información nueva para agregar a los catálogos de la ciencia y el conocimiento modernos, y que servirán en muchos casos como insumo necesario a la hora de tomar decisiones políticas respecto a formas de intervenir sobre los diferentes aspectos del desarrollo y progreso regional. La región de islas del Paraná no escapa a este proceso, habiéndose encontrado una

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serie diversa de informes hechos por viajeros y visitantes en pos de ser utilizados precisamente como información para la toma de decisiones políticas y económicas. Bibliografía ALBARRACIN, S.: Apuntes sobre las islas del Delta Argentino. Citado en "El Carapachay" (Sarmiento). Bs. As., Eudeba, 1974. BENENCIA, R. y E. MARGIOTTA: Estrategias de vida de pequeños productores. Estudio de caso: Delta inferior bonaerense del Río Paraná. Informe final. Facultad de Agronomía, Universidad de Buenos Aires, Proyecto AG-068. Buenos Aires, 1994, mimeo. CERVANTES, M.: “Prologo”, en: Sastre, M.: El Tempe Argentino, Buenos Aires, OCESA, 1958. CERVIÑO, J.O. & e. D´AMICO: “El Delta bonaerense, desde sus orígenes hasta mediados del siglo XIX”. En: Todo es historia, nº 328, pp. 78-92, 1994. CROSBY, A.: Imperialismo ecológico. La expansión biológica de Europa, 900-1900. Barcelona, Crítica, 1988. DARWIN, C.: Un naturalista en el Plata. Bs. As., CEAL, 1978. D'ORBIGNY, A: Viaje a la América meridional. Tomo I. 1835-49. El Nacional, ediciones de 1856 y 1857. GADOI, J.: “Ochenta años en el Delta”. En: La Isla, año II, nº 22, noviembre 1987. GALAFASSI, G.: "La relación medio ambiente-sociedad: algunos elementos para la comprensión de su complejidad". En: Revista Paraguaya de Sociología, año 30, núm 86. Asunción, 1993, pp. 127-137. GALAFASSI, G.: Actividad productiva, organización laboral y medio ambiente en el Delta del Paraná. Doc. de Trabajo num. 37, CEIL-CONICET, Buenos Aires, 1994. GALAFASSI, G.: “Aproximación al proceso histórico de asentamiento, colonización y producción en el Bajo Delta del Paraná”. Estudios Sociales, nº 11, 1995. GLAFASSI, G.: “El modelo civilizatorio en la Argentina de la segunda mitad del siglo XIX. La visión de Domingo Faustino Sarmiento sobre la región de El Caparachay”. Theorethikos, año III, nº 2. Universidad Francisco Gavidia, El Salvador. http://www.ufg.edu/theorethikos GARAVAGLIA, J.C.: "Los labradores de San Isidro (siglos XVIII - XIX)". En: Desarrollo Económico, núm. 128, 1993. GARRA, L.: Río Abajo. Bs. As., Anaconda, 1955. JUSTO, L.: “Introducción”, en Sarmiento, D.: El Carapachay, Buenos Aires, Eudeba, 1974. La Tribuna, ediciones de 1875 y 1876. 669

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El espacio poético en las cartas de Colón Amalia Iniesta Cámara

UBA - UN de Río Cuarto

Abstract La comunicación que presentamos trabaja sobre la producción textual de la Crónica (Crónicas de Indias, indígenas y mestizas. Entre las primeras, partimos de la Carta del Descubrimiento de Cristóbal Colón y consideramos Cartas de relación, crónicas oficiales, Historias Generales de Indias; luego, diversas crónicas procedentes del universo indígena y finalmente la zona referente a escritores mestizos. Nos convoca la expresión literaria del espacio y del tiempo, esto es, cosmovisiones, preocupaciones, imágenes, relación de mundos “viejo” y “nuevo”. Se trata de un trabajo de investigación que provee un desarrollo comparativo y abarcador de un universo que comienza a fijarse en una escritura que se vuelve americana. Texto El trabajo plantea la construcción del espacio del Nuevo mundo a partir de las Cartas y del Diario –del descubrimiento o navegación- de Cristóbal Colón, que comprende el relato de los cuatro viajes a las Indias. Es decir, nos proponemos considerar como se conforma la Poética del Descubrimiento, que imágenes le aparecen a Colón, para dar cuenta de lo que ve (en el mundo de la naturaleza) a partir de lo que sabe e intuye. O sea, cómo ha de componer por primera vez el mundo americano o mejor dicho en el mundo de Indias. El espacio imaginario, en Colón, sería el más allá, la otra tierra –que es afirmación de esta tierra- aquello con lo que ha de encontrarse. Es el aquí frente al allí, es el yo que descubre al otro, lo diferente de lo uno, lo extraño a uno, lo otro exterior y lejano, donde la otredad es América. Esto, para Bachelard se explica como “el ser del hombre como ser de una superficie que separa la región de lo mismo de la región de lo otro”. En esa región en que el ser quiere manifestarse y quiere ocultarse, en esos movimientos de lo abierto y lo cerrado, en que el hombre resulta ese ser entreabierto. Descubre Colón un espacio, o describe, o menta un espacio para los Reyes Católicos o como supone que les gustaría a ellos. Se apropia de él para la Corona, para convencerlos de su empresa o para él mismo (en una doble línea de intereses). De ahí su lectura del espacio como: • • •

espacio de riqueza –orientado por el oro, las perlas y las piedras preciosas espacio de materialidad, complementario del anterior –en cuanto al comercio y a las especies espacio de navegabilidad –actividad encaminada a descubrir

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espacio de conquista –a través de la expansión del imperio español, para los Reyes Católicos y de tierras para el Almirante espacio de evangelización –para la propagación del cristianismo Puede decirse que estos espacios ya participan del mundo renacentista.

El mundo precolombino está formado, en parte por la Edad Media y en parte por el Renacimiento. Es esta doble cosmovisión desde donde se lee e interpreta el espacio y la geografía de América. En este punto podríamos plantear la siguiente hipótesis: la alternancia de las dos cosmovisiones en el espacio mental, precolombino, hace que en el primer viaje muestre su parte renacentista –el paisaje idealizado- como ejemplo y ya en el tercero, ante sus dramas y en el extremo de la angustia de lo no logrado o no completado, de su cárcel y de las intrigas que lo acechan, hace que aflore su parte medieval y el continente aparezca como la tierra donde estuvo el Paraíso Terrenal. De modo que en primer lugar Colón ve con la misión más nueva de la época, culta y renacentista y luego alcanza lo más profundo y tradicional, lo religioso, que contiene el fondo bíblico. Las posibilidades interpretativas del imaginario colombino, estarían dadas por lo mítico –como conjunto de narraciones fantásticas, leyendas de carácter religioso, supersticiones; por lo onírico –constituido por los sueños individuales y colectivos; en definitiva por el universo de creencias medievales y renacentistas. Colón posee en su cultura una preconcepción del mundo que luego transpone a esa nueva geografía. Es a partir de ello que lee el paisaje americano como un espacio pastoril, como aquel locus amoenus y maneja el imaginario eglógico de la tradición grecolatina (Bucólicas de Virgilio), el lugar paradisíaco, la arcadia renacentista de la (Gracilazo), en que los presenta un paisaje natural e idealizado. Ejemplo: “las sierras altísimas, de las cuales descendían muchas aguas lindísimas, y todas las sierras llenas de pinos y por todo aquello diversísimas y hermosísimas florestas de árboles” (Diario 25 de noviembre). “... por medio de aquel valle pasaba un río muy ancho y grande que podía regar todas las tierras. Estaban todos los árboles verdes y llenos de fruta y las hierbas todas florecidas y muy altas; ... buenos los aires, cantaba el ruiseñor y otros pajaritos, que dicen que era la mayor dulzura del mundo.” (13 de diciembre). Así tenemos el Primer Viaje lee el espacio americano o indiano como extensión del espacio europeo, aún literaturizado, pues no se trata de una aparición de carácter geográfico, sino que recurre a imágenes conocidas o vulgarizadas. Podríamos pensar que probablemente Colón no tuviera esas lecturas o esa biblioteca lírica, si bien tenía internalizado ese modelo de belleza natural. Traza en mi presentación del paisaje de un cuadro de da Vinci mostrando la disposición de los elementos típica de aquél (aquí ... detrás...)

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Los referentes a que apela para dar cuanta de la naturaleza, son siempre los de Castilla y Andalucía, y aún sitios de la religión andaluza como Córdoba y Sevilla, cuna de navegantes y alguna vez Tenerife, para los aspectos que convienen a su relato. Ejemplo: “En toda Castilla no hay tierra que se pueda comparar a ella / Isla de la Tortuga/ en hermosura y bondad. Toda esta isla es de tierras labradas como la campiña de Córdoba” (16 de diciembre). “En este tiempo anduve así por aquellos árboles, que era la cosa más fermosa de ver que otra se haya visto, veyendo tanta verdura en tanto grado como en el mes de mayo e el Andalucía.” (17 de octubre). No emplea el método descriptivo –tal como aparecerá luego en los cronistas de indias, en su intento de explicar o traducir el Nuevo mundo –sino que su discurso se conforma o es conformado por el hecho de nombrar cada elemento, frecuentemente en forma genérica, como: había un árbol o una montaña o bajaba un río; o simplemente dice: árboles como madroños, sin otra indicación comparativa. No se dedica a mostrar al receptor, no hace un esfuerzo por describir cómo son los árboles o las plantas, ni siquiera les da nuevos nombres, dice por ejemplo cantaba el ruiseñor. No nombra una realidad nueva que tiene delante, sino que vuelca la realidad conocida, es como si no aportase nuevos datos de la historia natural; tal vez esto no estuviese en sus intereses. Resulta una mirada, dijéramos, primaria, elemental, primitiva quizás ingenua. No describe, el camino para él es nombrar y calificar. De otra parte, otorga un valor al relato y a la palabra en esa vinculación entre el contar y el ver como modo de conocer. De manera que, de pronto adquiere más importancia el cuento que el narrador hace y el relato fantástico más que lo fantástico en sí. Ejemplo: “... y dice que plugo a nuestro señor de le mostrar siempre una cosa mejor que otra... así en las tierras y arboledas y hierbas y frutos y flores como en las gentes... y finalmente dice que cuando el que lo ve le es tanta la admiración cuánto más será a quien lo oyera, y que nadie lo podrá creer si no lo viere.” (25 de noviembre). Como su mira estaba puesta en lo pragmático, su apreciación del espacio posee un rostro funcional y tal vez el mejor ejemplo o el más representativo recae en la preocupación que demuestra en el caso de los puertos que halla. Recordemos aquel primer objetivo de Colón de establecer factorías y colonias en las Indias Orientales, que aparecen una y otra vez nombradas como Cipango o el Catay. Esto es que Colón considera los puertos como puntos de sentamiento, como sitios que pueden relacionarse entre sí, en esa necesidad de utilización que lleva como marinero, como descubridor. Lo que le interesa es, cómo son aquí los puertos, qué dimensiones tienen, cuántos riachuelos desembocan en ellos, cuál es la caladura de los navíos capaces de entrar en cada

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uno, cómo pueden ser empleados para la actividad del trueque o de la comercialización como puntos de intercambio. En cuanto al modo de “ver” que se trasunta en las Cartas de Colón, tenemos que él ve lo que sabe previamente, lo que conoce –a través de lecturas o por lo menos lo que está en el saber de la época- y ve también lo que conviene que vea en función de su empresa personal y ante los Reyes Católicos. (En este caso se hace evidente una selección desde los intereses que lo mueven y de la propaganda que él mismo, como los cronistas y conquistadores han de hacer respecto de sus protectores o de aquellos de quienes dependen). Por ello encuentra oro, de una parte, e indios cristianizables fácilmente, de otra, en la naturaleza americana. El ve, además, lo que intuye, se deja encantar por las tierras, se siente fascinado ante lo desconocido, en una palabra se deja poseer por el paisaje. Ejemplo: “era gran placer ver aquellas verduras y arboledas, y de las aves que no podía dejarlas para se volver”. (28 de octubre). “Fue cosa maravillosa ver las arboledas y frescuras y el agua clarísima y las aves y la amenidad, que dice que le parecía que no quisiera salir de allí”. (27 de noviembre). “Se detenía mas de lo que quería por el apetito y deleitación que tenía y recibía de ver y mirar hermosura y frescura de aquellas tierras donde quiera que entraba”. (27 de noviembre). Colón califica, en la mayoría de los casos, los componentes de la naturaleza, en forma de adjetivo superlativo “montañas altísimas, tierras fertilísimas” y aún lo completa con el valor absoluto “Crean vuestras altezas que esta tierra la mejor y más fértil y temperada y llana y buena que haya en el mundo /es/”. Manifiesta Colón, pues, una actitud de ensoñación para la contemplación de la naturaleza. Para estudiar esta cuestión del ensueño acudimos a la fenomenología de la imaginación de Gastón Bachelard que ha trazado una cosmología simbólica de los cuatro elementos: agua, tierra, fuego y aire, con todos sus derivados poéticos. De ellos en este trabajo nos ceñimos como espacio a la imagen de la tierra. Presenta Bachelard los símbolos del mundo y remite al ánima del soñador. El ánima se levanta frente al ánimus y la conciencia soñadora se vuelve abarcadora de imágenes en un diálogo perfectamente armonioso entre el soñador y el ser soñado (Colón y las tierras de indias). En este punto dice Bachelard: “la inmensidad es una categoría filosófica del ensueño. El ensueño se nutre de diversos espectáculos, pero por una especie de inclinación innata, contempla la grandeza... El ensueño pone al soñador fuera del mundo próximo, ante un mundo que lleva el signo de un infinito.” “El ensueño es un estado enteramente constituido desde el instante inicial” (así Colón ve pájaros, signo de tierra desde el comienzo del viaje)

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Huye del objeto próximo y enseguida está lejos, en otra parte, en el espacio de otra parte. Así Colón huye de lo que tiene delante, se deja llevar, y se imagina lo otro como infinito, contempla la inmensidad, planteada como imago. En Colón, pues, el elemento terrestre, que sería el Paraíso Terrenal aparece como símbolo, como culminación de la imaginación. La idea es que como consecuencia de ese estado de ensoñación que envuelve al sujeto enunciante o participante de la experiencia, se aleja, se deja llevar, contempla y en ese ensoñarse ve otros mundos que tienen que tienen que ver con sus propias imágenes, creencias y necesidades. Lo supremo en ese movimiento del hombre soñador de dejarse encantar es, para Colón, la certeza y el ensueño alcanzado de encontrarse en el Paraíso tan ansiado por la imaginación medieval, pero aún más, ese espacio de las tierras de Indias es el Paraíso Terrenal, cómo él lo describe en su Tercer Viaje. Ejemplo: “... no porque yo crea que allí donde es el altura del extremo sea navegable ni agua, ni que se pueda subir allá, porque creo que allí es el Paraíso Terrenal, donde no puede llegar nadie, salvo por voluntad divina... grandes indicios son estos del Paraíso Terrenal, porque el sitio es conforme a ala opinión de estos sanos y santos teólogos... y agora entre tanto que vengan noticias de esto, de esas tierras que agora nuevamente he descubierto, en que tengo sentado en el ánima que allí es el Paraíso Terrenal”. (Tercer Viaje). El fenómeno es lo que aparece, lo que se imprime a la conciencia, lo que es dado. Existe cierta predisposición del ensoñador, cierta intencionalidad respecto del objeto que aparece. De allí también la comprensión que de él tenga el sujeto y las explicaciones que se dé a sí mismo y a los demás (percepción de Colón de lo que encuentra y lo que escribe a los Reyes Católicos; en su ensoñación están las Indias, por lo cual las encuentra, y llega al Paraíso Terrenal. Luego, dentro de esta misma cuestión, tenemos que el pensamiento simbólico establece para Gilbert Durand un equilibrio en la imaginación del soñador, en cuatro sectores, que, pensado en términos de nuestra investigación puede plantearse del siguiente modo: 1) el equilibrio vital, en que Colón aparece como el individuo renacentista que valora la Fama, en virtud de la cual emprende una aventura personal, se convierte en la figura del gran navegante y en el descubridor de las Indias, es un ser, pues, comprometido con su vida y con su muerte; 2) el equilibrio psicosocial, que se reestablece en un segundo momento y que podríamos pensar en cómo Colón integra a los indios y a la tripulación en el Nuevo mundo; 3) el equilibrio antropológico, que constituye el humanismo o ecumenismo del alma humana; nos encontramos con la misión evangelizadora planteada desde un comienzo, la propagación de la fe y de la religión cristiana; 4) finalmente estamos ante un valor supremo que en el caso de Colón se convierte en una teofanía judeo-cristiana de la divinidad: el Paraíso Terrenal revelado como la esencia de la forma en la tierra, que responde al sentido bíblico. De modo que Colón pasa de un espacio descriptivo a un espacio poético, de un espacio renacentista a un espacio medieval.

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Así estaremos pues ante dos registros del texto: el primero sería la proyección de la convención literaria renacentista. Se trata más de lo que se cuenta que de lo que se ve y se ve a través de lo que se sabe y entonces se idealiza; es la visión racional y poética de su tiempo. América se contempla con el instrumento europeo de la cultura occidental (Diario de Navegación. El segundo sería el equivalente al espacio perfecto o absoluto, reflejo absoluto platónico que queda en la tierra del sitio donde antes del pecado estuvo el Paraíso Terrenal. Colón apela a la tradición medieval que le otorga como sagrada, autoridad y validez a lo que él dice. El nuevo espacio americano lleva a la necesidad de una dimensión poética distinta a la europea, para ser plasmado; pues salvo voluntad divina –como él mismo lo declara- no se puede llegar a la contemplación del Paraíso terrenal. Por ello se apela a un síntoma de lo maravillosos (tal vez el primer maravillosos americano). La aún débil y naciente conciencia racional es superada por la enormidad de datos materiales del espacio geográfico del Nuevo Mundo. Ante la falta de explicación de lo que es conocido para Colón, debe pensar ese nuevo espacio de otra manera. Es decir, tiene que volverse hacia su maravillosos, para afrontar su desmesura (Si Dios hizo el Paraíso Terrenal, Colón alcanzó el lugar sagrado donde estuvo aquél espacio creado entes de la expulsión del hombre del Paraíso. Si pensamos en cuál puede el espacio del mismo Colón, tenemos que resulta un espacio sin entidad existente, que fluctúa entre el agua y la tierra, un espacio que podría considerarse como un espacio en tránsito entre una y otra. (Ejemplo: “yo he andado veintitrés años en el mar, sin salir de ella, tiempo que se haya de contar, y vi todo el Levante y el poniente... y he andado la Guinea, más en todas estas partidas no se hallaría la perfección de puertos que he fallado y siempre uno mejor que el otro...”) (21 de diciembre). Desde el comienzo del viaje termina en plena alta mar señales de tierra, lo cual hace que se provoque en él una confusión de los elementos, en lo que hemos llamado una línea de fe, en cuanto a la necesidad de hallarse como él lo dice una y otra vez, cercano a tierra. Ejemplo: “habían visto un garjao y un ramo de junco; y estas aves nunca se apartan de tierra... aquí comenzaban a ver muchas mareadas de hierva muy verde, según lo parecía, que se había despegado de tierra, por lo cual todos juzgaban que estaban cerca de alguna isla... y en esta noche al principio de ella vieron caer del cielo un maravilloso ramo de fuego en el mar... Si consideramos qué tipo de relato construye Colón, en lo que podríamos llamar un espacio escritural, encontramos que es un relato en el cual, como hemos señalado, no hay descripción y sólo se hacen ciertas comparaciones; escrito a un nivel de lengua coloquial impregnada de marinerismos. Probablemente lo que más le importa a Colón es el hecho de hacer un relato de viaje, de aconteceres nunca oídos y vistos. En esa relación que establece con los Reyes Católicos mediante el espacio de las Cartas, fija la empresa a través precisamente de su escritura.

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Podríamos a la vez preguntarnos, especialmente en el caso del diario, de quién es ese espacio: si de Colón o de Bartolomé de las Casas, que lo ha compendiado y trascripto; esto es que aparece como un espacio intermediado por otra autoridad. De otra parte, tenemos el valor de la Carta como testimonio; las cartas que se envían de navío a navío; las cartas de marear o de navegar; la carta como diario de viaje y para pasar el parte con carácter puntual y logístico; las cartas ya del segundo viaje como memorial que envía a los Reyes a través del almirante don Antonio de Torres; la carta tercera en que vuelca de un modo mucho más expresivo su situación personal y en la que brinda su visión de América. Tenemos también sus referencias a las cartas que se hacen en su relato: la carta de los Reyes Católicos al Gran Can, del cual ha de esperar respuesta; la doble carta que él lleva en su primer viaje, una fingida más corta y otra verdaderamente más larga. La escritura de Colón abre un espacio poético: el primer espacio poético, la primera manera de nombrar a América, de fijar a América, a la cual le otorga configuración poética y le brinda dignidad literaria. Todo ello a un texto que comienza como un diario de navegación cuyo objetivo era informar a los Reyes Católicos acerca de lo que descubre, se hace la primera versión de estas tierras de Indias, cargada de su imaginación medieval renacentista, de sus desiderata poética, de la búsqueda de fortuna del descubrir y poseer tierras para sí, en una palabra ilumina el Paraíso. De algún modo se apropia de este Nuevo Mundo a través de la escritura. En definitiva, el universo de la palabra domina todos los fenómenos nuevos. Es decir, por medio del lenguaje poético, el hombre se apropia de lo nuevo. Se da, pues, la apropiación del espacio americano por el decir, por la palabra, por la escritura de esa palabra.

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El barro y la piedra: viajeros en la Confederación Argentina (1852-1862) Alicia Megías

UNR - CIUNR

Abstract El uso de la literatura de viajes como fuente es, como se sabe, un recurso habitual en el trabajo de los historiadores, en el que siempre es posible acudir a las crónicas de viaje para encontrar una línea capaz de proveer las referencias necesarias para subrayar un tema. Menos frecuentes en el campo de la historia son los trabajos que centren su atención en los relatos de viajeros considerándolos como herramienta para reconstruír el clima de ideas, la sociabilidad o las autopercepciones de una sociedad y un espacio determinados. Desde esta última perspectiva, en esta ponencia, ensayaremos un análisis de las obras de tres de los viajeros que recorrieron o residieron en la Confederación Argentina durante las décadas de 1850 y 1860: Tomás Hutchinson, Lina Beck Bernard y Germán Burmeister. Las claras diferencias que distinguen a esos visitantes y la diversidad de sus miradas y preocupaciones, creemos que nos permitirán avanzar en la reconstrucción el imaginario social y político de los años de la Confederación.

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La puerta condenada: formulaciones del espacio del cuarto de hotel en la narrativa argentina Paola Piacenza

UNR

Abstract Se propone una lectura de la temporalidad, el territorio y las posibilidades ficcionales (en relación con los géneros y una reflexión acerca de lo literario) que define el espacio del cuarto de hotel en algunos casos de la literatura argentina del siglo XX, particularmente, en los cuentos de Adolfo Bioy Casares, Julio Cortázar y Jorge Luis Borges y sus proyecciones en las novelas Hotel Edén de Luis Gusmán, Los Sorias de Alberto Laiseca y Guerra Conyugal de Edgardo Russo. This paper discusses a reading on the temporariness, territory and fictional features (in relation with gender patterns and a reflection about the literary domain) of the space of the hotel room in the twentieth century Argentine literature. Particularly, in some short stories of Adolfo Bioy Casares, Julio Cortázar and Jorge Luis Borges and their influences in contemporary Hotel Edén, by Luis Gusmán, Los Sorias, by Alberto Laiseca and Guerra Conyugal, by Edgardo Russo. Texto “Mi ciudad es hoteles infinitos y siempre el mismo hotel” Julio Cortázar (62/Modelo para armar) I. El viaje, como traslado, se define en relación con el espacio y el tiempo porque el movimiento del viajero supone tanto una traslación como una duración (en el comienzo están el punto y el momento de partida y, en el final, la meta y el regreso), por lo tanto, no puede haber viaje sin relato (sin discurso que recomponga la discontinuidad entre una y otra instancia temporal y espacial que supone el desplazamiento). Pero, por lo mismo, hubieron relatos de viajes sin que hubieran traslados materiales: por ejemplo, viajes espirituales o viajes alegóricos (Todorov, 1993); las distintas formas de la “evasión” metafísica, mística o lírica. Porque lo que importa es que, por el relato – su temporalidad – los espacios devienen territorios, esto es, emplazamientos de (o del) sentido. De este modo, en los siglos XIV y XV, los viajeros dibujaron la imagen del mundo y trazaron los límites de lo mismo y de lo otro; en el XIX atravesaron las fronteras para asegurarlas mejor; para que en el XX resultara difícil determinar quiénes eran los unos y los otros en la multiplicación que supuso la inmensidad del “espacio exterior”, la inconmensurabilidad del “hiperespacio”, la indeterminación del “espacio virtual” y la denegación de la frontera (política) a través de la metáfora de la “globalidad”. Los relatos de viaje del siglo XX celebraron, entonces, una particular relación con el tiempo y con el espacio que es la transitoriedad; en su doble acepción que designa un movimiento – cierta forma de circulación - y una temporalidad: provisional. En este sentido, 679

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el hotel apareció como un espacio privilegiado para designar la complejidad de un territorio que no se deja definir como un lugar de residencia sino como un lugar de tránsito. El hotel se constituyó, de este modo, en otra metáfora del viaje pero, más precisamente, del pensamiento acerca del espacio en la modernidad tardía. Ya en 1955, Claude Levi Strauss se refería a los hoteles como “lugares de tránsito pero no de residencia. El hotel como la estación, la terminal de aeropuerto, el hospital: lugares donde uno está de paso, donde los encuentros son fugaces, arbitrarios” (Levi Strauss, 1970). En 1989, James Clifford reparaba en la costumbre de los surrealistas de vivir en pensiones y en cuartos de hotel que eran inicio de encuentros pasionales y de viajes urbanos caracterizados por el azar y la prescindencia de rutas y direcciones. En 1992, finalmente, perderían su condición de locación cuando Marc Augé incluyera a las cadenas de hoteles como ejemplo de no – lugares “(…) un espacio que no puede definirse ni como un espacio de identidad ni como relacional ni como histórico (…)” (Augé, 2000, 83). Si se repara en las descripciones de los tres antropólogos se podría reconocer una forma de progresión: la del “lugar de tránsito” a “no lugar”. Sin embargo, es justamente Clifford pone en cuestión la serie en un trabajo posterior – Routes. Travel and Translation in the Late Twentieth Century (1997) – cuando reflexiona sobre la “ambivalencia” que está en la naturaleza del cronotopo del “hotel”, como elige llamarlo siguiendo a Bajtín. Dice Clifford que en el cronotopo del hotel halla el marco adecuado para encontrar visiones positivas y negativas del viaje: el viaje visto negativamente como turismo superficial, como exilio o desarraigo y el viaje concebido, positivamente, como exploración, investigación, un encuentro transformador (Clifford, 1997,31). Decíamos que el hotel estaba caracterizado por la transitoriedad, temporal y espacial del que está de paso y sólo mientras dure el viaje; pero también la imagen del hotel es sinónimo de diletantismo, si se quiere; un ícono del viaje burgués; del confort que garantizan las imágenes y los eslóganes del discurso publicitario de las agencias de turismo y de la estabilidad que promete la repetición – idéntica – de los servicios de las cadenas hoteleras. Es un lugar donde estar mientras se está afuera aunque Gabriela Mistral lo comparara, a principio del siglo pasado, con la cárcel: “Escuela de humildad es el viaje. Desembarcar sin abrazos, ser en el hotel una cifra como en el presidio: transformarse en dato de pasaporte para una alcaldía y no tener nostalgias de individualizaciones ni de privilegio local, resulta a la larga más útil para perder vanidad que una lectura de Marco Aurelio" (Mistral, 1979) El anonimato del hotel – que vuelve “cifra” la identidad del viajero - probablemente haya sido la razón principal para que se volviera escenario privilegiado del relato erótico y policial: el crimen y el amor (y su combinación: el amor criminal “fuera de la ley”) parecen devolverle al espacio su condición de lugar – una donación de sentido – la reterritorialización necesaria que sucede a todo proceso de desterritorialización. Ahora bien, en la narrativa argentina del siglo XX, el cuarto de hotel es menos ocasión para la aventura amorosa o la actividad criminal que para una reflexión acerca del propio espacio. Para empezar a discutir sobre esta hipótesis quisiera recordar el prólogo a Veinte poemas para ser leídos en el tranvía de Oliverio Girondo. En el prólogo, Girondo se pregunta retóricamente acerca de la oportunidad o no de publicar y cita las supuestas declaraciones de un amigo que lo incita a hacerlo, digamos que, “en nombre de la patria” o, más precisamente,

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en nombre de la reinvidicación nacional que supone la lengua de los poemas de Girondo: su “(…) fe, en nuestra fonética” (Girondo, 1998, 59), como lo hubiera declarado el Manifiesto martinfierrista tiempo atrás. Ahora bien, en el medio de esta hipotética discusión Girondo confiesa que: “Y yo me ruborizo un poco al pensar que acaso tenga fe en nuestra fonética y que nuestra fonética acaso sea tan mal educada como para tener siempre razón … y me quedo pensando en nuestra patria, que tiene la imparcialidad de un cuarto de hotel, y me ruborizo un poco al constatar lo difícil que es apegarse a los cuartos de hotel” (Girondo, 1998, 59). 1 En principio, podemos leer que en la confesión de Girondo se plantea una oposición que supondría que, por un lado, está la “patria” – que sería el espacio del “hogar” – y, por el otro, el espacio del “cuarto de hotel”, caracterizado por su “extranjería”. La distinción geográfica o topológica supondría, a su vez, otra diferenciación en el plano, digamos, sentimental: la “patria” es el lugar al que se “pertenece” y la “extranjería” (bajo la metáfora del cuarto de hotel) el lugar en donde nos sentimos incómodos. Lo que Girondo llama “desapego”. Por último, podría sobreponerse otro plano del sentido, digamos ahora “moral”: frente a la “imparcialidad” del cuarto de hotel (aquello que no nos merece juicio); el valor de la “patria”. Lo destacable es que el poeta se “ruboriza” al revelársele el quiasmo que se produce entre los dos términos de la equivalencia propuesta: su presunto “hogar” (la Argentina) tiene las características de aquello otro que no es el hogar. Una idea de desarraigo que, de otro modo, ya estaba en el propio título del libro porque son poemas que deben ser leídos en tránsito en un tranvía. La afirmación de Girondo pone en primer plano la operación según la cual el viaje, como práctica, representa uno de los principales procesos de generación de identidades al celebrar la inseparabilidad del “ser” con el “estar”. El desplazamiento del viaje implica, paradójicamente, la posibilidad de reconocer el territorio al que se pertenece (porque el desplazamiento supone, necesariamente, un emplazamiento del que se parte). Por eso, quisiera plantear la posibilidad de que el espacio del hotel en la narrativa argentina del siglo XX y, particularmente su tematización, sea una versión más de las tentativas de la literatura argentina de fundación de la nacionalidad a partir de la postulación de un territorio. II Los hoteles albergan sujetos en tránsito que se encuentran “lejos de casa”. Mientras que la “casa” es el espacio definido por los valores de la intimidad, los hoteles pertenecen al dominio de lo público. Mientras que la “casa” es “(…) un cuerpo de imágenes que dan al hombre razones o ilusiones de estabilidad” (Bachelard, 1997, 48), los hoteles sólo ofrecen un simulacro de morada: los cuartos de hotel no se “habitan”, se “ocupan”. Cuando Girondo señalaba la dificultad de “apegarse” a los cuartos de hotel, pensaba en la imposibilidad de “ser” (de reconocerse como “yo”) que es propio del gesto de “echar raíces”, de afincarse, en el lugar tópico (Salabert, 1995, 44) como llama Pere Salabert al territorio familiar. Si puede decirse, entonces, que el hotel no permite este tipo de inscripción de la identidad, sí habilita, por el contrario, otro tipo de reconocimientos marcados, por cierto, por los mismos rasgos de 1

La cursiva es nuestra.

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precariedad que definen a este espacio. Los viajeros, en sus distintas modalidades, se alojan transitoriamente en los hoteles pero se definen – duraderamente – en función de los mismos y en una relación recíproca, con sus elecciones. Los hoteles alojan, por lo menos, a tres tipos de sujetos: los que viajan para ver y para ser vistos (en lugares de prestigio); los que viajan para aprender y para descubrir; los que viajan para vender. Distintas formas del traslado que son, además, distintas formas de intercambio: geográfico, cultural y comercial. Llamémoslos: turistas, viajeros y viajantes. Cada una de estas subjetividades se define en el entrecruzamiento de distintos órdenes de sentido que proceden de las formas del desplazamiento involucradas (medios, duración, motivo), la procedenecia (económica y geográfica) y, también, del destino y del propósito. Pero, también, del lugar que eligen como albergue transitorio. El mejor ejemplo de esta influencia del “hotel” quizás sea el caso de un cuarto tipo de subjetividad en tránsito que, sin embargo, no se traslada ya que no tiene casa de la cual partir: el “pensionista”, que vive, temporariamente, en un espacio público – el de la “pieza” - que, sin embargo, puede constituirse en algo parecido a “casa”. 2 En este sentido, la literatura de Adolfo Bioy Casares constituye un caso paradigmático para analizar lo que resulta del encuentro entre un sujeto en viaje y su paso por un cuarto de hotel. En los cuentos de Bioy, la metáfora del viaje es la figura elegida para designar la incertidumbre acerca de la realidad del tiempo y del espacio conocidos y, en consecuencia, sus personajes experimentan una particular forma de abismamiento respecto de lo que conocen sobre sí mismos que reproduce – interna y anímicamente – la distancia de lo familiar impuesta por el traslado. Los motivos del viaje pueden ser tan variados como una prescripción médica, vacaciones o razones laborales pero, en todos los casos, los sujetos atraviesan una forma de suspensión que subraya la discontinuidad respecto de lo habitual o familiar. Incluso, cuando se trata de viajantes, “(…) lo que se impone son los momentos de ocio, las horas de aburrimiento, del dejarse estar; de la ausencia de actividad que propicia el encuentro fortuito” (Martínez Gómez, 1991, 74). Por lo tanto, en estos cuentos no sólo se puede leer un verdadero repertorio de las variantes hoteleras (grandes hoteles, “hoteluchos” y modestos “hotelitos”; moteles y hosterías; piezas, cuartitos y bungalows en la playa o en la montaña) sino también, y por lo mismo, una verdadera teoría acerca de lo que este espacio supone para sus ocasionales moradores y cuya tesis podría resumirse, en las palabras de uno de los personajes: “Quizá recorramos la vida solos, existan muy poco los otros” (Bioy Casares,1999, 38). Hay, en Bioy Casares, una suerte de hiperbolización de los atributos del espacio del hotel que lleva, por un lado a lo sobrenatural – a lo fantástico – pero, por el otro, a una suerte de revelación de sus características diferenciales. Lo que está en cuestión es la inocencia del traslado; el hecho de que mudarse no tenga consecuencias, por eso, el énfasis está puesto en 2

Al respecto, es sugestivo el caso planteado en Los Sorias (1998) de Alberto Laiseca donde se narra la guerra entre Soria y Tecnocracia por la supremacía mundial. El límite entre ambas potencias pasa por una pieza de pensión y la guerra sobreviene cuando uno de los tres pensionistas que conviven en la pieza se enoja con el resto, cansado de que corran el límite ocupándole la cama. Véase: “Los enemigos de pieza” en Laiseca, Alberto (1998): Los Sorias, Bs.As., Simurg y Piacenza, Paola (2001): “Novelas largas y extraordinarias” en Vázquez, María Celia y Pastormerlo, Sergio (comp): Literatura argentina. Perspectivas de Fin de Siglo, Bs.As., EUDEBA.

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mostrar lo que puede ocurrir cuando se está fuera de casa. Los hoteles son un “alto” en el camino – del viaje y del recorrido de la vida –, por lo tanto, se produce un intervalo en el tiempo y en el espacio que representa una irregularidad cuyas derivaciones pueden ser definitivas. No es casual, entonces, que en estos cuentos, se elijan hoteles “aislados” ya sea porque están “medio escondidos”, en países “perdidos de la civilización”, rodeados de parques y jardínes, encerrados por montañas o porque estén detenidos en el tiempo: ha terminado la temporada de turismo; los avisos en las paredes invitan a eventos de fecha “ya vencida”; la decoración está fuera de moda; las galletitas del desayuno, húmedas. Mientras el protagonista de “Clave para un amor” piensa que el hotel donde se aloja en la montaña parece “(..) una casita en una bola de cristal”, el de “La tarde de un fauno” se siente en una “jaula”. Y, aunque las comparaciones parezcan movilizar distinto tipo de evaluaciones, están sustentadas en la misma percepción: la de una suerte de corte que se produce cuando los que viajan se convierten en huéspedes. Muchos de los pasajeros no se mueven del hotel y, de algún modo, celebran su encierro (el “descanso” es otro de los nombres de la pausa en la vida cotidiana que supone el viaje). Sin embargo, esto no implica una inmovilidad del espacio o en el espacio. La alteridad del hotel respecto del espacio familiar constituye, en sí mismo, una forma de viajar. En “Clave para un amor”, el narrador compara la vida en el hotel con “un viaje a bordo”, dice que “Como al comienzo del viaje, mirando a los demás uno pensaba con descreimiento y con pereza: vamos a conocernos. Y, como en un viaje, la prevista fatalidad operó: después de tres o cuatro días en que anduve solo y, por cierto, no muy cómodo conmigo, ni muy feliz, conocí a todo el mundo” (Bioy Casares, 1992, 36). En “Recuerdo de las sierras”, el personaje considera, parado en la galería exterior de un hotel cordobés, que “Quien mira desde aquí se cree en un barco – un barco rodeado de césped seco y polvoriento – “ (Bioy Casares, 1997,87). Éstas son las ocasiones en las que el espacio del hotel se muestra en su ambivalencia de lugar de tránsito y residencia. Como residencia, el hotel es, paradójicamente, un lugar de tránsito, esto es, un lugar para conocer otra gente y, dicho de otro modo, para ser otro. En estos casos, el hotel pierde su condición “de paso” y no faltan ocasiones en que se convierte en un pequeño universo o “mundo paralelo”. El viajante aburrido de “La tarde de un fauno” comenta que “con este frío, uno no está en caja … en ninguna parte”. Su interlocutora le pregunta extrañada – “¿Frío, aquí, en el hotel?”, “En el mundo entero” le responde. Es que, alojados en los hoteles, estos sujetos están preparados para la aventura y para la sorpresa que es imposible durante su residencia en la tierra. No es casual que en estas historias la vida en el hotel esté asociada con alguna forma de felicidad; preferentemente el reposo o el amor. Parafraseando al narrador de “Clave para un amor” podemos decir, entonces, que los hoteles proclaman que “el mundo juzga necesario” hacer un alto en el camino: “en que la obligatoria ocupación es alimentarse, olvidar las preocupaciones, reposar, tomar sol” (Bioy Casares, 1992, 26). En los hoteles, los personajes se sienten “a salvo” de lo que el mundo exterior – asociado con sus vidas cotidianas – les ofrece. Así, el personaje convaleciente del cuento “El gran serafín” se confiesa “feliz” después de que se ha dicho que el hotel se parece menos a un hotel que a una “estancia” por la abundancia de flores. El enamorado protagonista de “Recuerdo de las sierras” se refiere al hotel como “nuestro edén” y cree que su cuarto “(…) no parecía un dormitorio de hotel, sino un dormitorio de quinta (…) diríase que (el hotel) es la

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enorme quinta de una enorme familia que ocupa cien habitaciones” (Bioy Casares, 1997, 84). En este punto importa destacar que, a pesar de una recurrente referencia a las mujeres y al amor que, por otra parte conforma un rasgo muy evidente de la literatura de Bioy Casares, el tema sigue siendo el territorio. En el marco de las convenciones del género fantástico, Bioy cuestiona las certezas de quiénes somos en relación con nuestras hipótesis sobre la realidad y, particularmente, sobre el espacio que creemos conocer. La imagen de la “puerta” es, metonímicamente, la mejor expresión del espacio del hotel como lugar de paso pero, también, de pasaje. Como lo ha señalado el antropólogo Renato Ortíz “El pasaje presupone la idea de frontera, de límite. Cada compartimento es un mundo aparte (…) A través de la colocación o fijación ceremonial de los marcos o los límites, un espacio determinado del suelo es apropiado por determinado grupo (…) las puertas; al abrirse o cerrarse, favorecen o inhiben el movimiento del pasaje” (Ortiz, 1996, 29). En la arquitectura del hotel hay dos puertas que importan: la que delimita el espacio del adentro o del afuera del hotel y la que separa al cuarto propio del resto de las habitaciones. Mientras que las puertas externas delimitan la separación con el espacio – tiempo de la locación en el mundo; la puerta del cuarto de hotel representan la posibilidad de la intimidad en el espacio público: demarcan un territorio de muñeca rusa. En este sentido, en los cuentos de Bioy encontramos una oposición entre la puerta, a secas y la “puerta giratoria”. Las “puertas giratorias” son las que están en los umbrales de los hoteles: en su tornar “traen” buenas o malas del “afuera”; que queda “atrás” fuera de la vista del que está “adentro”. Son puertas “de paso” mientras que las “puertas” – a secas – son las que se cierran; las que clausuran la comunicación entre el adentro y el afuera. Como declara el protagonista de “Recuerdo de las sierras”: “Cuando el gerente cerró la puerta y nos dejó en nuestro cuarto pensé: “Ahora empieza un período importante de la vida, un período inolvidable” (Bioy Casares, 1997, 84). Mientras que la puerta giratoria del ingreso implica una forma de intermitencia o interrupción, la puerta que se cierra supone una forma de enclaustramiento. Dos cuentos de Julio Cortázar han demostrado magistralmente esta condición. En “La puerta condenada” de Final de Juego e “Historia con migalas” de Quisimos tanto a Glenda, Cortázar narra la experiencia siniestra de la soledad del cuarto de hotel. En el primer cuento, se trata de un viajante en un hotel de Montevideo; en “Historia con migalas” narra una voz anónima y plural; el narrador enuncia en un nosotros exclusivo innominado y sólo se sabe que se trata de dos que huyen: son fugitivos en un hotel de playa en el Caribe. En ambos cuentos, los huéspedes eligen sus respectivos alojamientos por su silencio y aislamiento: Petrone, el viajante, elige el “Hotel Cervantes” “(…) por razones que hubieran desagradado a otros. Era un hotel sombrío, tranquilo, casi desierto.” (Cortázar, 1994, 310); los fugitivos cargan con una historia de sucesivas huídas en sus espaldas, si estaban “ahí”, declaran, es “(…) porque necesitábamos distanciarnos de lo otro, de los otros” (Cortázar, 1994, 341). En ambos cuentos, los personajes se enfrentan al “misterio de la pieza de al lado” (Cortázar, 1994, 344) 3. Petrone no duerme pendiente del llanto de un bebé que surge de una 3

Cabe señalar que Adolfo Bioy Casares en el cuento “El viaje o El mago inmortal” incluído en El lado de la sombra también plantea lo que aquí hemos llamado “misterio del cuarto de al lado”. Adviértase en el título del cuento de Bioy la equiparación del viaje con la magia.

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habitación contigua presuntamente sólo ocupada por una mujer, y los prófugos pasan sus noches escuchando el murmullo persistente de dos voces femeninas y norteamericanas que se alojan en el otro ala del bungalow que ocupan y cuyas identidades son un mero supuesto: sólo se tiene la certeza de su cuchicheo nocturno. Una puerta “condenada” - una puerta clausurada que comunicaba antiguamente una habitación con la vecina - y la pared y un tabique de bambú, en el hotel del Caribe, separan las habitaciones principales de los inquietantes cuartos linderos. La imagen de la clausura del cuarto es la ocasión para ensayar una hipótesis acerca de la articulación entre el espacio y la identidad y en el centro está el problema de la comunicación. La puerta cerrada instaura una incomunicación con el resto – con los otros – que pone en crisis la propia humanidad de los huéspedes. “Mejor este bloqueo – dice el narrador innominado de “Historias con migalas” – y sentencia: other voices, other rooms (Cortázar, 1994, 340) antes de compararse con “(…) migalas en la oscuridad (…)” (Cortázar, 1994, 341) que espían la vida de los moradores del cuarto vecino. El estar aparte que propicia el perímetro de las paredes del cuarto de hotel (vale recordar que a este tipo de hoteles se les llama apart hotel por el acópoque de la palabra inglesa apartment) supone un confinamiento peligroso para la naturaleza dialéctica de la identidad. Esto se advierte en la contradicción que se instala en los cuentos entre la exigencia primera de soledad y de silencio y la angustiosa dependencia que los huéspedes desarrollan de las vidas ajenas que están del otro lado de la pared. Si en un cuento la reclusión llevará a la locura, en el otro acarreará la pérdida de la humanidad de los ocupantes: su conversión en “migalas”, arañas nocturnas que anidan en las cavidades de los troncos. El llanto o el murmullo les son necesarios para saber que todavía están; que aún son a pesar del silencio que asfixia. Por eso tanto los fugitivos/migalas como el viajante Perrone viven su situación como un acecho; una vigilancia. Cuidadosos de su intimidad, también temen interferir en la vida de los demás, pero la clausura del cuarto de hotel los arroja a una búsqueda desesperada de comunicación con los otros. “La puerta estaba ahí, de todos modos, sobresaliendo del nivel del armario” (Cortázar, 1994, 311), describe el narrador de “La puerta condenada” enfatizando la ambigüedad que representa una puerta que ya no comunica; una puerta sellada. En “Historia con migalas” el cuarto de hotel es refugio porque se trata de una historia de evasión: la habitación es un lugar para estar “(…) a cubierto de todo lo que empieza más allá de las ventanas” (Cortázar, 1994, 341) pero también, “(…) un refugio propicio al recomienzo (…)” en palabras del narrador (Cortázar, 1994, 344). Los cuartos de hotel tienen “(…) algo de celda, de refugio y también la ventana sobre el campo” (Bioy Casares, 1999,16). Como lugar de pasaje, testimonian el presente del adentro y fabulan el afuera, que está por venir y es ajeno. Podría objetarse, sin embargo, que todas las características que asume el espacio del hotel y sus habitaciones, que hemos reseñado hasta aquí, responden menos a las cualidades intrínsecas que definen a este territorio que a las preferencias del género fantástico. Para desmentir esta posibilidad, sólo hay que atender a sus inscripciones en otros textos marcados, por el contrario, por su exigencia de verdad.

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III Podemos empezar por un cuento policial: el célebre “Hotel Du Nord” donde ocurre el primero de los crímenes de “La muerte y la brújula” de Jorge Luis Borges. Dice el narrador que “El primer crimen ocurrió en el Hotel du Nord – ese alto prisma que domina el estuario cuyas aguas tienen el color del desierto. A esa torre (que muy notoriamente reúne la aborrecida blancura de un sanatorio, la numerada divisibilidad de una cárcel y la apariencia general de una casa mala) arribó el día tres de diciembre el delegado de Podólsk al Tercer Congreso Talmúdico, doctor Marcelo Yarmolinsky (…)”(Borges, 1989,133) A diferencia de los otros hoteles que albergaban a los personajes de los cuentos de Bioy Casares y Cortázar, el Hotel Du Nord es un hotel central (Borges dijo haberse inspirado parcialmente en el Plaza Hotel de la ciudad de Buenos Aires) cuya arquitectura sobresale en el paisaje urbano. Sin embargo, en la descripción, las imágenes de arraigo se disuelven en las ideas de multiplicación que introducen el blanco de las paredes, la proliferación de habitaciones y la “maldad” de la casa. Durante el transcurso de la historia quedará claro que, en el cuento, el hotel será clave para la pesquisa policial porque es uno de los vértices de un cuadrángulo que conforma la perfecta geometría del crimen en un espacio caracterizado por la simetría. No es la única vez en que el laberinto borgeano comienza en una habitación de hotel. También en “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, donde se afirma que “El mundo (…) no es un concurso de objetos en el espacio; (…) es sucesivo, temporal, no espacial” (Borges, 1989, 20), la investigación sobre Tlön comienza y finaliza en “los quietos días” (Borges, 1989, 34) de un hotel de Adrogué. Sin embargo, el caso de “La muerte y la brújula” es significativo porque mientras tradicionalmente en los cuentos policiales el cuarto de hotel es la escena del crimen – dicho de otro modo: un lugar – y es, por ello, objeto de peritajes y vigilancias, aquí importa menos como lugar que como espacio: las cuatro paredes del cuarto del Hotel du Nord y su arquitectura prismática prefiguran “(…) el rombo perfecto (…)” Borges, 1989, 147) en que se anuncia la cuarta muerte inesperada – pero simétrica y, por lo mismo, “contenida” en la primera - en la quinta de Triste Le Roy que “(…) abundaba en inútiles simetrías y en repeticiones maniáticas (…)” (Borges, 1989, 143) como un mirador rectangular “(…) casi tan alto como los negros eucaliptos que lo rodeaban (…)” (Borges, 1989, 142): casi tan alto, agregamos nosotros, como la torre del Hotel Du Nord. Vemos, entonces, que la elección del hotel está ligada menos a las prerrogativas formales o temáticas de un género en particular que a una inquietud sobre sus particularidades subordinada, en todo caso, a una interrogación más general sobre el espacio y en términos de traslado. En 1999, Luis Gusmán publica la novela Hotel Edén. En principio, el título remite denotativamente al lujoso hotel de La Falda, Córdoba, situado al pie del cerro El Cuadrado, que se convirtió en un lugar exclusivo durante las primeras décadas del siglo XX y en el que algunos juran haber visto, alguna vez, a Hitler caminando por el parque. En 1945, el gobierno argentino lo incautó para confinar allí a diplomáticos japoneses cuando la Argentina tomó posición en la última Gran Guerra y funcionó hasta 1965 cuando cerró definitivamente convirtiéndose en un museo después de más de treinta años de deterioro. Sin embargo, la novela iba a llamarse originalmente “Cambio de domicilio”, por lo que la referencia al Hotel

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es menos un dato histórico o geográfico, en el marco de un verosímil realista, que su imagen contraria: la de no encontrar sitio. El nombre del Hotel introduce en la historia el registro de una biografía hecha espacio: el Edén se presenta al comienzo como el destino del viaje (que emprende Ochoa, un escritor a quien se le encomienda la redacción de un guión cinematográfico situado en el Hotel y que hace más de veinte años que escribe3 una novela sobre el tema) pero se revela, finalmente, como el pasado absoluto del traslado que es, en realidad, la búsqueda de sosiego del protagonista “atrapado” en una vieja historia de amor. Como era de esperar, el Edén está perdido desde el principio pero Ochoa no puede renunciar a su búsqueda. El narrador explica que “Los sentimientos de Ochoa son contradictorios. Quiere limitarse a contar la historia del Edén pero siente que una fuerza externa lo sobrepasa y lo obliga a errar de un lado a otro. En ningún sitio encuentra sosiego” (Gusmán, 1999, 37). La novela es una contínua historia de traslados señalados por la presencia de más de un hotel: está el Viena “encallado” – dice el narrador (nuevamente una imagen naval describe al espacio del hotel) - en el centro de la desbordada laguna de Mar Chiquita y también asociado en la memoria de los lugareños a un pasado nazi; como el Edén. Está el “Flamenco”, en que se aloja Ochoa durante la investigación y que fue el lugar donde pasó la luna de miel con Mónica; el amor frustado de juventud. Están los hoteles alojamiento (un sintagma extrañamente explicativo: parece indicar que el dar “alojamiento” no fuera una característica intrínseca al hotel sino patrimonio de los de este tipo) a los que la pareja concurre entre crisis y reconciliaciones reiteradas. Está el “Hotel Alemán” convertido en casa del ex intendente de Mar Chiquita. La sucesión de hoteles trasciende la anécdota “geográfica” o “turística” y se convierte en signo de la inestabilidad de los personajes y de la época - la Argentina de los setenta -. En el viaje o, más precisamente, en el recorrido a través de estos hoteles está la posibilidad del relato. Estrictamente: Ochoa decide viajar cuando le piden que escriba el guión de la película. El Hotel Edén es el tema de la novela – devenida ahora en guión – que no puede terminar de escribir desde la adolescencia. En cuanto al viaje, el narrador se preocupa en aclarar que “(…) para Graciela (….)” (Gusmán, 1999,17), la esposa de Ochoa, “(…) era como un viaje de fin de semana (….)” (Gusmán, 1999, 17) “Para él, en cambio, significaba otra cosa. Antes de encontrarse con el Edén, necesitaba un rodeo, necesitaba un respiro” (Gusmán, 1999, 17). El Edén será la novela de Ochoa; el rodeo, la de Gusmán. IV Y aquí volvemos al principio: al viaje como máquina de relatos. Pero, podemos decir, ahora, también, el cuarto de hotel como máquina de relatos: la tesis de Ricardo Piglia en La ciudad ausente (Piglia, 1992). En la novela, Piglia fabula la existencia de una máquina de inventar historias, cuya propiedad intelectual presuntivamente le corresponde a Macedonio Fernández. El Estado ha confinado esta máquina en un Museo para impedir que los relatos de la máquina comploten contra el relato oficial que escribe el propio Estado: la Historia (con mayúsculas). Los relatos se fabricaban en cuartos de hoteles; en el Museo, Junior, el protagonista, encuentra las reproducciones de los cuartos de hoteles donde habían nacido las historias que llegaron a contarse: una “pieza” en la se había matado una mujer; la “pensión donde un viejo sentado en una silla de paja punteaba una guitarra la noche entera” (Piglia, 1992, 51) y hasta la propia “pieza del Majestic”: el cuarto de hotel donde empieza la investigación de Junior. Esta última revelación resignifica la descripción inicial del

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protagonista cuando se explica que a Junior le gustaba vivir en hoteles porque era hijo de ingleses: “Cuando decía ingleses pensaba en los viajeros ingleses del siglo XIX (…) Vivían en hoteles y escribían sus crónicas (…)” (Piglia, 1992, 9). El narrador señala la no existencia del personaje - su naturaleza ficcional – menos en relación con la trama que por referencia al espacio del hotel y a los viajes. El cuarto de hotel representaría, de acuerdo con Piglia, literalmente, una utopía. Cuando se cierra la puerta, la ciudad se ausenta y es desde esa extranjería que se hace posible la creación de otros mundos posibles. La afirmación es una tesis sobre la literatura misma – sobre el espacio literario; sobre la naturaleza (política) de la ficción – pero, además, propone otra posibilidad, más local: la posibilidad de imaginar una tradición: la de una literatura – la argentina – escrita en viaje y que empieza en un cuarto de hotel. Lo que era vértigo y causaba “rubor” a Oliverio Girondo en el prólogo a Veinte poemas para ser leídos en el tranvía en 1922: - “(…) y me ruborizo un poco al constatar lo difícil que es apegarse a los cuartos de hotel” (Girondo, 1998, 59) - se ha vuelto esperanza un poco más de medio siglo después. Bibliografía: Augé, Marc (2000): Los no lugares. Espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad, Barcelona, Gedisa. AAVV (1991): Adolfo Bioy Casares, Barcelona, Mtrio de Cultura, Anthropos, Ed. Del Hombre. Bachelard, Gastón (1997): La poética del espacio, México, F.C.E. Bioy Casares, Adolfo (1992): Clave para un amor, Bs. As. Losada. Bioy Casares, Adolfo (1999): El gran Serafín, Bs.As., Emecé. Bioy Casares, Adolfo (1985): El héroe de las mujeres, Barcelona, Seix Barral. Bioy Casares, Adolfo (1997): “Recuerdos de la sierra” en AAVV, Cuentos Latinoamericanos, Bs.As., Alfaguara. Borges, Jorge Luis (1989): Ficciones, Bs.As, Emecé. Clifford, James (1997): Routes. Travel and Translation in the Late Twentieth Century, Harvard University Press, Cambridge, Massachusets, London, England. Cortázar, Julio (1994): Cuentos Completos, Madrid, Alfaguara. Cortázar, Julio (1988): 62/Modelo para armar, Barcelona, Ediciones B. Girondo, Oliverio (1998): Obras. Poesía, Bs.As., Losada. Gusmán, Luis (1999): Hotel Edén, Bs.As., Norma. Levi Strauss, Claude (1970): Tristes Trópicos, Bs. As., Eudeba. Mistral, Gabriela (1979): Gabriela anda por el mundo, Santiago de Chile, Andrés Bello. 688

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Ortíz, Renato (1996): Otro territorio, Bs. As., Universidad Nacional de Quilmes. Piglia, Ricardo (1992): La ciudad ausente, Bs,As, Sudamericana. Salabert, Pere (1995): Figuras del viaje. Tiempo, arte, identidad, Rosario, Homo Sapiens Ed. Todorov, Tzvetan (1993): Las morales de la historia, Barcelona, Paidós.

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Los laberintos de la ciudad, visita guiada para recorrer distintas interpretaciones de la ciudad Rosario Rogel Salazar

Universidad Autónoma del Estado de México

Abstract Antes de invitar al lector a acompañarme en este recorrido, es mi deber advertir que las reflexiones aquí presentadas son de carácter general en torno a la propuesta desde donde se pretende leer la ciudad, de ahí el interés de esta breve introducción cuyo propósito es acotar los límites de la lectura. Propongo considerar a la ciudad como un espacio donde se forma y expande la pluralidad, derivando en crisis de sentido. Para ello recurro a la metáfora del laberinto como una estrategia para analizar las posibles formas de percepción de la ciudad; esta idea es empleada como analogía de un recorrido en ‘busca de sentido’, por ello esta reflexión se presenta no como una ‘copia’ de lo que es la ciudad; sino, precisamente, como un mapa de los posibles recorridos que permiten las distintas formas de entenderla. El objetivo es presentar las diversas posibilidades de una mirada múltiple, que permitan analizar la ciudad más allá de sus formas organizativas y de los objetivos que se le asignan; sino más bien desde un plano abstracto en el que se pueda desentrañar la fragmentación de ‘sentidos’. Ya planteados los supuestos desde donde se realizan estas reflexiones, trataré de acotar los sitios por los que transita este recorrido. Lo que intento es hacer evidente la existencia de una pluralidad de interpretaciones -o de ‘sentidos’- dentro de los análisis de la ciudad, donde no es posible decidir la superioridad de una sobre otra; pues parto de reconocer que los seres humanos no podemos ver directamente nada, todo lo que se ve, se ve desde una perspectiva particular, y no hay bases para decir que una perspectiva sea mejor que otra (Fay, 1996); prefiero, en todo caso, retomar la propuesta de Maffesoli (1993) cuando habla de la ‘sociología como punto de vista’, ya que no se trata de elaborar ‘contenidos’, sino más bien de proponer una perspectiva determinada. Por esto la visión de la ciudad como problema ecológico; o en como manifestación de la segregación y pauperidad; o bien en el amplio abanico de los problemas de equipamiento; legislación o planeación; ya sea desde la vertiente funcionalista o marxista; con influencias de la llamada escuela francesa o la sistémica; desde la perspectiva de los estudios culturales e incluso desde la óptica misma de los postmodernos y un muy amplio etcétera, no son más que un punto de vista, ni mejor ni peor que otros, y el que determinada vertiente sea más valorada en ciertos tiempos y espacios no la hace superior como forma de conocimiento. Es por ello que hago referencia a tres recorridos -o bien tres lecturas- por diversos laberintos (clásico, arbóreo y rizomático) que se han conformado al momento de interpretar la ciudad. Cada laberinto abre una posibilidad que puede ser seleccionada para interpretar la ciudad, lo cual no significa que tienen una secuencia, ni que una forma de laberinto precede a otra; se trata de advertir distintas formas argumentativas sobre la ciudad, mismas que

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coexisten pese a que los fundamentos que les dan lugar pueden ser ubicados en contextos temporales distintos. Tampoco podría decirse que a determinada ciudad le pertenece cierto tipo de laberinto, en este punto habrá que reconocer que la interpretación que se prefiera hacer de cada ciudad no depende de ella, sino de quien realiza en análisis. Así, el recorrido por un laberinto clásico nos permite entender a la ciudad inmersa en un discurso que busca ‘el sentido’ de las formas organizativas, dando a dicha formación social una imagen cerrada cuya argumentación tiene una sola salida, donde hay una verdad única y permanente. Por su parte, la ciudad entendida desde la perspectiva de un recorrido arbóreo se fundamenta en la búsqueda de un fin (telos) al cual es posible arribar por diversos caminos; es decir, las formas de argumentación desde esta perspectiva tienen una sola entrada (la búsqueda del progreso desde la modernidad) pero varias salidas posibles (los diversos telos constituidos). Por último, se propone una lectura de la ciudad desde un recorrido rizomático, donde la búsqueda no se encuentra circunscrita al encuentro de un sentido común, sino más bien se pronuncia por la crisis de sentido; por ello, no hay una entrada única, y dado que no se comparte un telos que oriente el recorrido, tampoco hay una sola salida. La ciudad como laberinto, bajo este sistema metafórico, implica las múltiples interpretaciones que pueden hacerse de una misma ciudad; de esta forma, el recorrido que se propone no es una posición que se declare como la verdad a seguir, ni como el camino que se devela; pero sí como una actitud de evaluación y análisis que a través de ciertas estrategias pretende advertir diversos elementos que se le han atribuido y bajo los cuales se le piden cuentas a cada ciudad. Texto Al entrar en el territorio que tiene por capital a Eutropia, el viajero no ve una ciudad sino muchas, de igual importancia y no disímiles entre sí. Eutropia no es una sino todas esas ciudades al mismo tiempo; una sola está habitada, las otras vacías; y esto ocurre por turno. Italo Calvino Las ciudades invisibles Entrada: “Bienvenido al laberinto” El texto que el autor tiene entre sus manos en este momento, tiene la intención de ofrecer una propuesta para leer distintas interpretaciones de la ciudad. No se trata de una teoría para explicar las formas y problemas de la ciudad en general y tampoco busca hablar de alguna ciudad en particular; su pretensión es mucho más modesta, busca tan sólo encontrar algún sentido dentro de las distintas interpretaciones de la ciudad. Propongo considerar a la ciudad como un espacio donde se forma y expande la pluralidad, derivando en crisis de sentido. Para ello recurro a la metáfora del laberinto como una estrategia para analizar las posibles formas de percepción de la ciudad; esta idea es empleada como analogía de un recorrido en ‘busca de sentido’, por ello esta reflexión se

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presenta no como una ‘copia’ de lo que es la ciudad; sino, precisamente, como un mapa de los posibles recorridos que permiten las distintas formas de entenderla. Sostengo que en las distintas formas de interpretar la ciudad hay elementos que rebasan al texto 1 mismo y que permiten formar un mapa, 2 como un conjunto de contextos que el usuario —en este caso yo— necesita para hacer un recorrido particular. Dicho mapa, para ser transitado, requiere de la elaboración de una cartografía 3 como una estrategia para analizar los sistemas de signos 4 que lo conforman. El objetivo es presentar las diversas posibilidades de una mirada múltiple, que permitan analizar la ciudad más allá de sus formas organizativas y de los objetivos que se le asignan; sino más bien desde un plano abstracto en el que se pueda desentrañar la fragmentación de ‘sentidos’. Ya planteados los supuestos desde donde se realizan estas reflexiones, trataré de acotar los sitios por los que transita este recorrido. Asistimos a un signo de los tiempos que nos muestra la construcción social del espacio como algo difícil de entender bajo una sola perspectiva, donde también las definiciones se dificultan. En todo caso —como menciona Gari (1995)— se ha convenido en etiquetar esta época, no sin discrepancias, bajo el rótulo de postmodernidad, concepto que debido a su conexión con ámbitos diferentes 5 puede fácilmente confundirnos, por ello vale la pena acotar que en estas reflexiones se reconocen las vertientes postmodernas como una forma de designar una realidad conceptual que da cuenta del quiebre de cierta idiosincrasia sustentada en el mito racionalista de la Ilustración y la crisis subsiguiente de los sistemas estructurados en torno a ella, desde las ideologías hasta los géneros artísticos tradicionales (Gari, 1995: 242). Desde esta perspectiva, no es que el advenimiento de la postmodernidad implique el final o la negación de la modernidad; es decir, no se plantea como un proyecto alternativo, nuevo y

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Texto es aquí entendido en tanto tejido, entramado, red nodal de significaciones que remite y se entrecruza con otros textos de forma ininterrumpida e infinita, donde cada texto es una máquina de múltiples cabezas de lectura para otros textos (Derrida, cfr. De Peretti, 1989). De esta forma ‘texto’ no es la realidad, sino el material para reconstruirla, como proceso, como práctica, como producción del hombre. 2 El mapa es abierto, es conectable en todas sus direcciones, desmontable, reversible, susceptible de recibir constantemente modificaciones, puede ser roto, invertido y tiene la posibilidad de adaptarse (Deleuze y Guattari, 1977). 3 Cartografía entendida como una operación activa de desplazamiento de las nociones y valores del texto entendido de modo tradicional; acaba con la unidad y la autonomía del texto, con su verdad y con su sometimiento a un orden lineal (De Peretti, 1989). La cartografía conceptual es una estrategia que permite estudiar los sistemas de signos que se incorporan y se sobreponen (Deleuze y Guattari, 1977). 4 Se hace referencia a signo —desde la perspectiva de Deleuze— no como representación de objetos, significados o verdad ni como vehículos para el recuerdo, sino los signos como entidades que enseñan algo. Interpretar los signos es atravesar un proceso fundamental de aprendizaje que muestra cómo los signos están unidos a las esencias y que éstas se constituyen a través de las diferencias (no son unidades sino cualidades únicas) en las que los sujetos están involucrados (Lechte, 1996: 139). 5 Por ejemplo el ámbito relacionado con cierta producción artística de los años sesenta en Estados Unidos; el ámbito ligado a la filosofía que propone una teoría que sirva para evaluar el estado de la cultura después de las transformaciones que han afectado las reglas del juego de la ciencia, literatura y artes a partir del siglo XIX; y, por último, el ámbito arquitectónico que se contrapone al funcionalismo y el racionalismo predominante, como correlato estético de la culminación de la civilización industrial (Gari, 1995).

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diferente, sino simplemente como una ruptura —a modo de quiebre o fractura— del mismo proyecto de la modernidad. Un caso particular de esa fragmentación son las distintas formas de entender la ciudad, acerca de la cual es posible encontrar tales cantidades de escritos que resultaría imposible —e incluso inconveniente— hacer un recuento; y es precisamente esta multiplicidad de interpretaciones la que derriba y amplía las fronteras de su misma comprensión. Lo que intento es hacer evidente la existencia de una pluralidad de interpretaciones —o de ‘sentidos’— dentro de los análisis de la ciudad, donde no es posible decidir la superioridad de una sobre otra; pues parto de reconocer que los seres humanos no podemos ver directamente nada, todo lo que se ve, se ve desde una perspectiva particular, y no hay bases para decir que una perspectiva sea mejor que otra (Fay, 1996); prefiero, en todo caso, retomar la propuesta de Maffesoli (1993) cuando habla de la ‘sociología como punto de vista’, ya que no se trata de elaborar ‘contenidos’, sino más bien de proponer una perspectiva determinada. Por esto la visión de la ciudad como problema ecológico; o en como manifestación de la segregación y pauperidad; o bien en el amplio abanico de los problemas de equipamiento; legislación o planeación; ya sea desde la vertiente funcionalista o marxista; con influencias de la llamada escuela francesa o la sistémica; desde la perspectiva de los estudios culturales e incluso desde la óptica misma de los postmodernos y un muy amplio etcétera, no son más que un punto de vista, ni mejor ni peor que otros, y el que determinada vertiente sea más valorada en ciertos tiempos y espacios no la hace superior como forma de conocimiento. Es por ello que hago referencia a tres recorridos —o bien tres lecturas— por diversos laberintos (clásico, arbóreo y rizomático) que se han conformado al momento de interpretar la ciudad. Cada laberinto abre una posibilidad que puede ser seleccionada para interpretar la ciudad, lo cual no significa que tienen una secuencia, ni que una forma de laberinto precede a otra; se trata de advertir distintas formas argumentativas sobre la ciudad, mismas que coexisten pese a que los fundamentos que les dan lugar pueden ser ubicados en contextos temporales distintos. Tampoco podría decirse que a determinada ciudad le pertenece cierto tipo de laberinto, en este punto habrá que reconocer que la interpretación que se prefiera hacer de cada ciudad no depende de ella, sino de quien realiza en análisis. Así, el recorrido por un laberinto clásico nos permite entender a la ciudad inmersa en un discurso que busca ‘el sentido’ de las formas organizativas, dando a dicha formación social una imagen cerrada cuya argumentación tiene una sola salida, donde hay una verdad única y permanente. Por su parte, la ciudad entendida desde la perspectiva de un recorrido arbóreo se fundamenta en la búsqueda de un fin (telos) al cual es posible arribar por diversos caminos; es decir, las formas de argumentación desde esta perspectiva tienen una sola entrada (la búsqueda del progreso desde la modernidad) pero varias salidas posibles (los diversos telos constituidos). Por último, se propone una lectura de la ciudad desde un recorrido rizomático, donde la búsqueda no se encuentra circunscrita al encuentro de un sentido común, sino más bien se

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pronuncia por la crisis de sentido; por ello, no hay una entrada única, y dado que no se comparte un telos que oriente el recorrido, tampoco hay una sola salida. La ciudad como laberinto, bajo este sistema metafórico, implica las múltiples interpretaciones que pueden hacerse de una misma ciudad; de esta forma, el recorrido que se propone no es una posición que se declare como la verdad a seguir, ni como el camino que se devela; pero sí como una actitud de evaluación y análisis que a través de ciertas estrategias pretende advertir diversos elementos que se le han atribuido y bajo los cuales se le piden cuentas a cada ciudad. Primera parada: un recorrido por la ciudad como laberinto clásico Probablemente la primera idea que nos viene a la mente al hablar de ‘la ciudad’ sea la imagen de la modernidad misma, es probable también que no implique una gran dificultad para nosotros poder diferenciar entre una ‘ciudad moderna’ de un ‘pueblito tradicional’. Sin embargo, no es posible encontrar una única forma de designarla, quizá dicha dificultad radica en la multitud de significados que le conferimos y la forma en que los acotamos, ya que como dice Baudrillard (1997) “las palabras matan lo que designan”. Adentrarse en la tarea de elaborar y presentar definiciones es siempre un reto, que parece aún más desafiante en tanto no hay una característica común entre los usos que se le dan; sólo hay semejanzas o afinidades, por ello, ‘el sentido’ de un concepto está en su uso, y es por la diversidad de usos que se hace necesaria la definición. Plantear —como aquí se hace— las difusas orillas de un concepto (en este caso la ciudad) no significa coartarlo, sino establecer un punto de partida que permita advertir diversos sentidos entrecruzados. Por ello, creo que es posible utilizar la estrategia desconstructiva —propuesta por Derrida— para leer la ciudad, pues esta estrategia de lectura consiste en atender las zonas marginales del texto, trata de dar con el desliz textual 6 en el que se manifiesta que el significado es un producto de diferencias, y al mismo tiempo cómo dicho significado está diferido en el tiempo, donde todo es siempre signo de otro signo (Derrida, 1989). Es así que considero pertinente recurrir a un mapa que nos guíe por las distintas formas de interpretar (o de recorrer) a la ciudad. El primero de dichos recorridos busca el sentido de la ciudad a través de una forma ‘cerrada’, ‘perfecta’, ‘autónoma’ de organización urbana — como en las ciudades medievales—, cuya forma de interpretarla, de recorrerla es similar a un trayecto por un laberinto clásico: con una sola entrada y una sola salida, en ese espacio de lo que nos es familiar, donde hay ‘una’ verdad única y permanente. Quizá esta forma de interpretar la ciudad sea de gran utilidad para pensar la organización de las ciudades de la Antigüedad que —según menciona Max Weber (1987)— integraban granjas sujetas a prestaciones personales, así como residencias de grandes familias que poseían propiedades feudales fuera de la ciudad. Asimismo, permite pensar a la ciudad 6

La lectura desconstructiva trata de dar con el desliz textual que es donde se manifiesta que el significado del texto no es justamente el que se está proponiendo, sino otro acaso contradictorio. De esta forma, los deslices textuales no son meramente una característica desgraciada de la escritura como representación imperfecta del habla, sino la esencia del lenguaje mismo como tal (Derrida, 1989).

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occidental de la Edad Media que tenía como protector principal o funcionario a un señor político que ejercía en el interior de sus muros poderes de variable amplitud. La ciudad recorrida como laberinto clásico refiere a una aglomeración nacida de la inmigración y por la reunión de elementos provenientes del exterior, donde la estratificación social extra muros cambiaba a medida que la población se asentaba intra muros, lo que implicaba enormes diferencias de estatus entre los habitantes. Se trata de una ciudad cuya lógica es circular, una ciudad regulada por las normas que impone la lógica de la razón y el poder vertical, como en el caso de las ciudades antiguas y medievales de las que habla Weber (1987), cuya característica específica consistía en la asociación institucional de los ‘burgueses’ que gozaban de un estatuto legal que les confería un derecho que les era común, pero al que sólo ellos accedían. Sin embargo, esta forma de recorrer la ciudad no se restringe ni se agota en las ciudades medievales; puede servir también para recorrer las ciudades contemporáneas al reconocer dichas estructuras normativas, de poder vertical, que nos llevan a pensar que la ciudad puede ser recorrida en busca de un lugar y un tiempo específicos. Es decir, una ciudad que es diseñada para lograr fines particulares, donde la distribución espacial y temporal de las actividades responde siempre a un proyecto organizativo previo y que es trazada como una maquinaria en la que cada movimiento cumple una función específica, como un organismo regulado por la norma. Lo anterior nos remite, para el caso de los estudios urbanos, a las perspectivas enarboladas desde las propuestas mecánicas y orgánicas. Concretamente, la propuesta de entender a la ciudad bajo un modelo maquinístico —según lo relata Lynch (1985)— surgió desde el renacimiento como una analogía con las máquinas, constituidas por una serie de partes eslabonadas en forma dinámica que, juntas, funcionan como un todo armónico y con una función predeterminada. Este enfoque propone que la ciudad está constituida a su vez por partes permanentes que, al moverse de manera individual, mueven a las demás partes. Sin embargo, en general, aceptan que la máquina y sus partes pueden cambiar, aunque lo hacen de forma claramente previsible, como un camino predeterminado. Es preciso resaltar que, bajo esta perspectiva, las ciudades —al igual que las máquinas— pueden tener disfunciones que se atribuyen a las partes, en tanto están mecánicamente conectadas entre sí; y, si por alguna razón las partes fallan pueden ser reemplazadas y el todo funcionará de nuevo. Desde esta perspectiva, al presentarse una disfunción de las partes ya no sería posible cumplir la función, el objetivo o el fin; el problema de esta visión es que nunca se cuestiona el todo porque la disfunción proviene de la parte. 7

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En la práctica, según Lynch (1985), este enfoque ha sido utilizado en la subdivisión del terreno, el control del tráfico, los códigos para instalaciones, sanidad, construcción y división en zonas. Sus fines se orientan a generar una reorganización del entorno mediante la creación de un acceso eficiente en la ciudad, funciones técnicas sin problemas, como el despliegue de servicios y de infraestructura, eficiencia productiva, ‘bienestar material’ y la autonomía de las partes como una meta anhelada. Al igual que la máquina, sus elementos pueden analizarse por secciones, con gran economía de esfuerzos.

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Por su parte, la propuesta de la ciudad como un organismo cobró carta de institucionalización en el siglo xix en Europa. Para el mismo Lynch (1985), el organismo vivo se diferencia de la máquina porque reorganiza su forma al cambiar de tamaño. Un organismo tiene partes diferenciadas, pero están en estrecho contacto entre sí, sin límites definidos, como sucede con las máquinas. En cambio, sus elementos funcionan juntos y se influencian entre sí sutilmente. Visto de esta forma, la ciudad —al igual que el organismo— es un todo dinámico, pero se trata de un dinamismo homeostático, 8 por ello cada vez que una fuerza externa produce una perturbación, los ajustes internos tienden a regresar a un estado de equilibrio al organismo. Esto quiere decir que la ciudad tiene la propiedad de la autorregulación; es decir, se autorrepara y se somete a un ciclo de nacimiento, crecimiento, madurez y muerte. Expuesto en términos análogos al funcionamiento de la ciudad, las comunidades orgánicas deberían ser unidades social y espacialmente separadas, aunque internamente, sus lugares y su gente deberían tener un alto grado de interdependencia. Aquí se subraya la visión de la sociedad como lucha competitiva; en este sentido, la enfermedad sucede cuando el equilibrio se altera, cuando la homogeneidad da paso a la heterogeneidad. A esta forma de recorrer la ciudad —a modo de laberinto clásico— también podrían sumarse las tradiciones herederas del enfoque ecológico urbano de la escuela clásica de Chicago cuyos principales exponentes (Robert Park, Roderick McKenzie, Ernest Burgess) han sentado las bases de la corriente teórica hegemónica en los estudios urbanos norteamericanos, y han tenido una fuerte influencia para los análisis realizados en México, incluso en las épocas más recientes bajo la forma de ‘ecología humana’. La principal preocupación de los integrantes de esta Escuela se centró en los ‘problemas urbanos’, especialmente de la ciudad de Chicago del periodo de entreguerras (entre 1915 y 1938): cuestiones como el incremento de la inmigración, de la actividad industrial y la diversidad étnica, entre otros, confluyeron en la interpretación de la ciudad como ‘el problema de la integración social’ manifiesta a través de lo que se dio en nombrar ‘segregación urbana’. Así, sus temas predilectos fueron las pandillas, los vagos, los ghettos, la renta del suelo urbano, entre otros. Conviene señalar que las teorías de la Escuela de Chicago corresponden a una época en que el darwinismo social estaba en boga; y, aunado a la recuperación del positivismo de Comte y el organicismo de Spencer, enarbolan el propósito mesiánico de resolver los problemas emergentes para recuperar ‘el orden de la vida’. Así, los ecologistas hablan de un ámbito de vida que pone en concordancia la existencia humana y de las demás especies; donde lo cultural, o no existe, o al menos no es decisivo; donde se imponen las leyes de lo natural más que de lo social (Lezama, 1993). El principal interés de los ecologistas era explicar los fenómenos urbanos en el marco de una doble problemática ¿cuál es el proceso mediante el cual surgen y se desarrollan las 8

Es decir, como un conjunto de mecanismos que conducen al control automático de las constantes biológicas de los seres vivos.

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ciudades? y ¿de qué manera se adaptan los seres humanos a su ambiente? De esta forma, se entiende el orden urbano como un resultado de fuerzas económicas, y el orden espacial se concibe como el resultado de las fuerzas selectivas y competitivas que estructuraban la vida urbana. Se parte de la idea del equilibrio social vía la adaptación al medio ambiente por interdependencia funcional, donde se advierte una relación organización-desorganización en el ‘metabolismo’ de la ciudad (Gottdiener, 1990). Conviene destacar que si consideramos que para los ecologistas la ciudad está formada por áreas naturales, cada una con su ambiente propio y su carácter; y además, con la función específica de absorber la economía urbana en su complejidad (Lezama, 1993); nos encontramos frente a un recorrido por la ciudad como en un laberinto clásico; es decir, frente a una interpretación de la ciudad como el arquetipo diseñado para lograr fines específicos, donde la distribución espacial y temporal de las actividades responde a un proyecto organizativo previo, por eso tiene una sola entrada y una sola salida que va en busca de ‘la única verdad posible’. Independientemente de las críticas o apologías que se hagan a estas perspectivas, y de las mayores o menores contribuciones a los estudios sobre la ciudad, 9 en este punto interesa advertir la forma en que estas interpretaciones le otorgan un sentido particular a la ciudad, si por sentido entendemos la triple idea de: fundamento, unidad y finalidad (Laïdi, 1997), 10 que —por ejemplo— para el caso de los ecologistas se centraba en la posibilidad de explicar la ciudad y organizarla; es decir, descifrar la incógnita del laberinto, encontrar la salida y ‘conquistar’ la verdad. De esta forma, las interpretaciones de la ciudad al modo de lo que aquí hemos llamado laberinto clásico encuentran su ‘sentido’ al exhibir explícitamente su pretensión de descifrar, superar y dispersar. Descifrar el mundo, superar la realidad presente para orientarse hacia un fin considerado mejor, dispersarse hacia los demás, no por pura y simple ambición nacional, sino por pretensión universalista. Tener sentido es fundamentalmente ‘problematizar el mundo’, mostrar una aspiración a la validez universal, también es recusar la censura entre el ‘proyecto para sí’ y el ‘proyecto para otros’, el bien para sí y el bien para los demás (Laïdi, 1997: 47). Con toda seguridad, ni la ciudad Antigua o Medieval, ni la ciudad desde la perspectiva orgánica, mecánica o de la Escuela de Chicago agotan las posibilidades de un recorrido por la ciudad a modo de laberinto clásico; sin embargo —como todo recorrido depende de quien lo realice— presento mi recorrido que, sin duda, puede variar, modificarse, alterarse, dependiendo de quien lo retome y desde dónde; no obstante, baste con estos ejemplos para mostrar la utilidad del ejercicio que se propone.

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Para ver una crítica a los planteamientos de la Escuela de Chicago remítase a Gottdiener y Feagin (1990); Topalov (1990); Lezama (1993) y Bettin (1982), entre otros. 10 La triple dimensión del sentido, desde la perspectiva de Laïdi (1997: 25) se conforma por: Fundamento; es decir, de principio básico que se apoya en un proyecto colectivo. Unidad; o sea, de conjunción de ‘imágenes del mundo’ dentro de un esquema general coherente. De humanidad, como proyección hacia otra parte, a la que se cree mejor.

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Segunda parada: Un recorrido por la ciudad como laberinto arbóreo Seguramente, una de las perspectivas que han permeado con más empeño la forma de interpretar a la ciudad tiene como hilo conductor la mirada de la tradición moderna cuyos rasgos más sobresalientes son el progreso, la civilización y el desarrollo. Elementos que, a raíz del derrumbe del muro de Berlín, son calificados como proyectos muertos, agotados o inacabados como parte del resquebrajamiento del sentido del mundo tal como había imperado durante las décadas de guerra fría (Laïdi, 1997). Si se tuviera que definir un momento de inicio de la modernidad, éste podría fijarse después de la Edad Media, cuando el Renacimiento da lugar a profundos cambios técnicos, científicos y políticos; todo lo cual instaura un juego de signos, de costumbres y de cultura que va sedimentando una nueva estructura social. Así, al correr de los siglos xvi y xviii se sientan las bases filosóficas y políticas de la modernidad: Descartes y la filosofía de las luces, así como la sustitución del Estado feudal por el monárquico (Urdanibia, 1994); aunque hay que mencionar que fue Rousseau el primero en recurrir al término moderniste en el sentido en que se usa en los siglos xix y xx (Berman, 1988). A decir de Berman (1988) la historia de la modernidad tiene tres fases: la que va desde principios del siglo xvi hasta fines del xviii cuando las personas empiezan a experimentar la vida moderna; la segunda fase inicia con la revolución francesa en 1789 y sus repercusiones, cuando las personas comparten la sensación de estar viviendo al mismo tiempo una época revolucionaria (cambio-superación-mejoría), de insurrecciones en todas las dimensiones de la vida personal, social, política, pero sin ser material ni espiritualmente modernos; y, por último, la tercera fase es la del siglo xx, cuando el proceso de modernización se expande y legitima al abarcar todo el mundo. 11 El desarrollo del sistema capitalista exige el continuo avance de las ciencias y de las técnicas a fin de que se den los cambios en el campo de la producción (división del trabajo, con las consiguientes transformaciones en las costumbres y en la cultura tradicional), las luchas sociales surgen con fuerza marcando los siglos xix y xx; a todo esto se añade la explosión demográfica, la concentración urbana y la emergencia de los fenómenos de metropolización, así como el desarrollo de los medios de comunicación y de información; cuestiones todas ellas que dejarán su huella de un modo decisivo en la modernidad como práctica social basada en el cambio, la innovación, la inestabilidad y la crisis permanente. De esta forma, ‘el sentido’ que se empezó a construir estaba basado en la importancia de lo científico-técnico, con una idea del tiempo cronométrico y lineal, al igual que del sistema productivo donde el fordismo se erigió como un verdadero modo de vida, basado en la producción y el consumo de masas, generando con ello cierta estética totalizadora de la 11

Sin embargo, el pensamiento de lo moderno se da —desde la perspectiva de Urdanibia (1994)— en dos momentos: el periodo que va del Renacimiento a la Ilustración bajo la tesis clave del sujeto: “todos los hombres son, por naturaleza, idénticos entre sí”, lo cual da lugar a cierta idea de universalidad y de identidad; el segundo tiempo comprende desde el Romanticismo hasta la crisis del marxismo cuando la tesis fundamental no es ya la del sujeto, sino la de la historia, de donde se desprende la idea de categorías colectivas: la nación, la cultura, las clases sociales, la raza. Es así que toman forma las ideas nacionalista y socialista, donde lo común en ambas es la tesis del progreso.

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modernidad, de las masas y de la autoridad —que Le Corbusier expresó al extremo— 12, todo ello acompañado de una sensibilidad ante la creatividad, lo inédito y la novedad (Urdanibia, 1994 y Laïdi, 1997). Sin duda, la escenografía por excelencia de la modernidad es la ciudad imaginada por Le Corbusier: rascacielos, amplias plazas rodeadas por edificios que albergan los poderes, conjuntos habitacionales. La ciudad moderna constituye el punto de encuentro de todas las estrategias de organización racional de la sociedad y de la cultura, siendo justificación de intereses y utopías (Lanceros, 1994); es en ella donde se prueba y se vive día tras día el progreso. La ceguera de la evolución percibe las migraciones del campo a las ciudades, la pérdida de los recursos naturales, la disolución de la identidad comunitaria (aldea campesina) como hechos —procesos— positivos que transitan hacia un estadío más elevado; ello se reafirma con la consolidación del anonimato del hombre moderno, abstracto, ciudadano con derechos continuamente ampliados pero irrealizables. En términos generales, podríamos decir que la modernidad —como proyecto universal de ‘civilización’— descansa sobre el optimismo de un progreso tecnológico ineludible, sobre un sentido ‘seguro’ de la historia, sobre un dominio ‘real’ y ‘democrático’; sin embargo, no se advierten consensos plenamente estructurados acerca de la forma, del método o de la vía para arribar a la tan anhelada e inevitable ‘modernidad’ y, pese a ello, nadie pone en duda la posibilidad de arribar a ella. En este sentido, la modernidad es la construcción del mito sustentado en una visión instrumental, científico-técnica, donde se discuten ampliamente los medios para alcanzarla y se ofrecen distintas alternativas, pero no se ponen —de ninguna manera— en tela de juicio los fines (el telos). Quizá por eso las interpretaciones derivadas del ‘sentido’ que se busca con la modernidad se ramifican en diversos caminos, se pueden encontrar muchas rutas posibles que a su vez se abren a nuevas posibilidades de búsqueda para encontrar la consumación del ideal buscado. De ahí la posibilidad de entender las interpretaciones que se hacen de la ciudad desde esta perspectiva, como recorridos por un laberinto arbóreo. Es de esta forma que se bifurcan las miradas sobre la ciudad de lo clásico a lo moderno, donde ya no existe un camino único, se erigen así distintos proyectos que desembocan invariablemente en el ideal del progreso (la convergencia de lo clásico y moderno es que hay una salida). Sin tener la intención de agrupar en esta breve reseña todos los planteamientos en que se difracta la posibilidad de alcanzar el desarrollo (modernidad, progreso), destacaré brevemente como ejemplos a la corriente estructural marxista, así como los planteamientos de la teoría de la modernización, de los desarrollistas y de la dependencia para el caso de América Latina. 13

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Ningún otro lugar más claro para entender la expresión de la modernidad como el terreno del espacio urbano, signo emblemático del progreso desde a perspectiva de Le Corbusier —probablemente el más significativo arquitecto del siglo xx— que busca la despersonalización en un mundo espacial y socialmente segmentado: aquí la gente, allí el tráfico; aquí el trabajo, allí las viviendas; aquí los ricos, allá los pobres (Berman, 1988). 13 Sin embargo, pese a que esta revisión no pretende ser exhaustiva, vale la pena mencionar que para una mayor comprensión de las corrientes modernas derivadas del marxismo, es fundamental situar en dos planos diferentes a las acciones de tipo político hechas en torno al marxismo; y, a la teoría con importantes aportes de

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El estructural marxismo tuvo su origen en Francia, a principios de los años sesenta, impulsado por los planteamientos de Althusser, quien criticó a Marx por eliminar al sujeto de la teoría social para constituir una ciencia de las prácticas humanas (economía, política e ideología). Sin embargo, en el marco de los movimientos estudiantiles de la década los sesenta y ante la imposibilidad de conceptualizar lo que sucedía en ese momento sin una concepción de voluntad humana, los marxistas estructurales buscan incorporar en el análisis a las masas y no sólo a los hombres como hacedores de la historia (Donoso, 1988). Es el Castells de La cuestión urbana (1978) quien se encarga de hacer un balance del estructural marxismo y su aplicación en la problemática urbana. Así, a partir de una crítica a la sociología urbana tradicional organizada en torno a la Escuela de Chicago, postula a la teoría social marxista como la de mayores capacidades explicativas para dar cuenta de las contradicciones de la sociedad capitalista y, dado que los fenómenos urbanos no eran más que una expresión de dicha sociedad, resultaba inevitable aplicar dichas categorías para el estudio de lo urbano. De esta forma, para Castells lo urbano es el lugar donde se efectúa la reproducción simple y ampliada de la fuerza de trabajo; lo que permite el estudio de las situaciones sociales, pero no capta las formas en que se producen, por lo cual es necesario introducir a los agentes sociales y vincular el sistema urbano con la problemática de las clases sociales y la escena política urbana (Castells, 1978). Castells señala que, cuando una coyuntura particular plantea la necesidad de la alianza para tomar el poder, los problemas urbanos se convierten en un aspecto fundamental de la lucha política; punto en el cual cobran importancia los movimientos sociales urbanos (protagonistas de las luchas urbanas), pues contravienen el orden establecido a partir de las contradicciones específicas de la problemática urbana expresadas en las condiciones de la vivienda, el acceso a servicios colectivos, las horas dedicadas al transporte, el tiempo fraccionado de la jornada laboral entre otras. De este modo, los problemas urbanos emergen —sobre todo en las sociedades capitalistas avanzadas— como uno de los ejes esenciales de la práctica política, sobre todo cuando se consideran bajo esta etiqueta algunas de las nuevas formas de la lucha de clases extendidas más allá de los puntos básicos que son unidades de producción (Castells, 1978: 9). Castells sostiene que estos problemas no son producto de una civilización en crisis, sino más bien son un proceso social cuya lógica surge del desarrollo de contradicciones de la sociedad capitalista, contexto bajo el cual surge el movimiento obrero que lucha por libertades políticas y garantías sociales en lo relativo al nivel de vida colectivo. Cabe destacar que los ‘problemas urbanos’, si bien permiten la lucha política y la articulación de las clases, cuando surge la cuestión de la autonomía proletaria, los problemas urbanos son relegados a un segundo plano con propósitos de movilización política (Lezama, 1993: 274). Es claro que esta perspectiva se articula a una visión del mundo permeada por momentos históricos particulares, en los cuales no es puesta en duda la objetividad y cientificidad de la ‘verdad’ del marxismo estructural. Sin embargo, Castells realiza un análisis índole filosófico, sociológico o económico que repercutieron en gran medida en la forma de interpretación de la realidad.

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crítico a su obra en una entrevista que en 1985 le hizo la revista del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales: [...] yo creo que la interpretación de La cuestión urbana que se ha hecho en muchos ambientes de izquierda del urbanismo es negativa para la ciencia, negativa para la práctica política y en el fondo, una cierta tragedia para mi propio libro [...] (citado en Donoso, 1988: 27). Otro discurso que se construye a través del proyecto de arribar a la modernidad, pero para el caso concreto de América Latina, es el de Gino Germani, quien junto con la Teoría de la Dependencia constituyen los principales marcos conceptuales en la búsqueda del ‘desarrollo nacional’, plataformas de las que arrancaron múltiples análisis de lo urbano. Gino Germani enfatiza la transformación de los valores ‘tradicionales’ en ‘modernos’ como factor inevitable para arribar al desarrollo; este proceso sería liderado por las clases medias que más se identificaban con el cambio, en tanto se asociaba a sus beneficios o mejoras en la escala social. Germani enfatizaba la secularización como componente motriz del cambio; relacionaba la industria con la urbanización, a la cual agrupaba en dos tipos: la primordial, que era cuando no se diferenciaba plenamente lo urbano y lo rural, y la definitiva en la que los valores habían cambiado y empezaban a permear lo rural; su aparato conceptual se resume en una triada: urbanización-secularización-modernización (Elguea, 1989). En esta línea Lerner en Modernization revisited afirma que la densidad demográfica, la edificación y expansión de las ciudades, la ampliación de los servicios entre otros elementos son pruebas fehacientes de la modernización; que la urbanización promueve las necesidades de información y ello aumenta los índices de alfabetización; que los medios de comunicación masiva transmiten las necesidades y expectativas, lo que incrementa la participación política y económica de la sociedad; y que todo ello se traduce en una sociedad desarrollada o moderna. Posteriormente, el mismo Lerner reconoció la extrema simplificación de este modelo (Elguea, 1989). Por su parte, la Teoría del Desarrollo identifica los factores determinantes del crecimiento del producto y el ingreso como elementos que podrían contribuir al bienestar para la mayoría de la población. En esta postura se advierte cierto evolucionismo, como una sucesión de etapas a lo largo de una línea histórica por la que los países deben transitar, donde el subdesarrollo se define como la falta de desarrollo y se ve el problema como una brecha que debe llenarse. 14 Sin lugar a dudas, la idea del desarrollo para el caso de América Latina se convirtió en un paradigma que enarbolaba, aún sin quererlo, la noción occidental de progreso. Síntoma de ello radica en la forma en que la idea de desarrollo sustituyó al viejo concepto positivista de evolución: el progreso a través de la industrialización generalizada y masiva, la maquinización y la especialización, la desaparición del campesinado y otras formas ‘arcaicas’

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Se confunden los fines del desarrollo (satisfacer las necesidades materiales) con los medios (alcanzar la más alta tasa de crecimiento); pues para alcanzar los medios, se eligen caminos que sacrifican los fines.

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y la consolidación de las relaciones económicas del capitalismo avanzado como la trasnacionalización de la economía (Rello, 1988). La industrialización es quizá la principal búsqueda de las teorías sobre el crecimiento económico, donde desarrollo e industrialización son casi sinónimos; esta idea se combina con la idea de la agricultura campesina como algo atrasado y hasta improductivo (Rello, 1988). Fue precisamente en la búsqueda de la industrialización que el rumbo del crecimiento económico adquirió —en países como México— un marcado sesgo urbano que pronto se convirtió en un problema de intereses de grupo, los cuales generalmente no funcionan para resolver el problema de las mayorías marginadas. Esta unilinealidad y el peso excesivo de los factores endógenos de las teorías del crecimiento fueron elementos duramente criticados por la Teoría de la Dependencia. Sin embargo, bajo esta propuesta la moneda pasa al otro lado, ahora el peso explicativo de los procesos y las trabas al desarrollo se ven en la articulación con los países ‘centrales’, lo que conforma la relación invariable de desarrollo-subdesarrollo; sin embargo, tampoco tuvieron suerte con su concepción simplista de que las elites periféricas eran aliadas incondicionales de los grupos multinacionales. Hasta ahora, las promesas del progreso no se han cumplido y es muy probable que no se cumplan en un futuro próximo, también es un hecho que las ‘ventajas’ (rutas, caminos) del crecimiento han provocado mayor exclusión de los beneficios, sobre todo para las capas más pobres. De esta forma, los programas de modernización o de desarrollo se han convertido en proyectos ‘muertos’ y aniquilados a partir de sus propios presupuestos de verificación: la evidencia empírica. La modernidad puede ser concebida como la época por excelencia de la racionalidad (la ‘luz’ de los iluministas) sustentada en la rigurosidad y exactitud del discurso científico. Sin embargo, desde otra perspectiva, puede ser entendida como la ampliación y expansión de los deseos y necesidades (amplitud del espacio simbólico) lo cual sólo podría ser satisfecho con la permanente transformación de las fuerzas productivas y la constante lucha por la inclusión. La ciudad, entendida desde esta perspectiva, nos permite recorrer, transitar y discutir a través de las diversas propuestas para alcanzar el ‘sentido’ que le da razón a esta búsqueda; le podemos llamar progreso, desarrollo, bienestar social… pero a final de cuentas es el telos bajo el cual se construye ‘el sentido’ de la modernidad, los caminos para arribar a ella se bifurcan como las ramas de un árbol, pero todos apuntan al mismo lugar. Tercera parada: Un recorrido por la ciudad como laberinto rizomático El tercer recorrido por la ciudad constituye un acercamiento a ella como espacio donde se difractan los ‘sentidos’. Diluidos los horizontes de los grandes proyectos y rotas las promesas de la modernidad, se disuelve también la pregunta por el ‘sentido’ y los ‘ejes’ de la historia. Gran parte de esa tradición, que permea a las disciplinas sociales pretendía interpretar el conjunto de las relaciones sociales a partir del orden, atribuyéndole cierta sistematicidad; sin embargo, en los últimos años, dicha pretensión de conocimiento y sistematización ha entrado en crisis.

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Desde la década de los setenta el pensamiento sobre lo social empezó a experimentar un profundo viraje en sus supuestos teórico-epistemológicos básicos. De englobar a la sociedad en una estructura social y unívoca o causal, se ha pasado a interpretaciones que dan cuenta de la imposibilidad de estructurar a una sociedad sobre ese tipo de características; y donde, por el contrario, destaca la heterogeneidad del conjunto social, su multiplicidad de sentidos y su asistematicidad. Al no existir un orden definitivo de lo social, nos enfrentamos a un desorden que es inmanente al orden y lo amenaza; es decir, los dinamismos perduran a pesar de las estabilizaciones provisionales, y lo estable no es más que una adquisición provisional siempre amenazada (Balandier, 1990). 15 De ahí que este recorrido por la ciudad parta del reconocimiento de múltiples voces que emergen del desorden, como la posibilidad de diversas historias a partir de la exploración de la diferencia. 16 Ello permite pensar en la posibilidad de recorrer la ciudad como en un laberinto rizomático, como una ciudad que contiene en su interior muchas otras ciudades en función de las distintas posibilidades de pensarla. Así, es posible reconocer que hay distintas formas de recorrer la ciudad, de estilizar su logocentrismo 17 y por ende de hacer metáfora de ella. Desde este recorrido, la ciudad se encuentra libre, cual significante al que se le atribuyen un sinnúmero de significados y sentidos, de forma que cada interpretación que intenta atrapar a la ciudad se queda construyendo metáforas, con un pie en ‘su’ realidad y con otro en ‘su’ logos; mientras la ciudad construye y desconstruye sus significantes y significados. Si bien se pueden llamar modernas a las sociedades que anclan los discursos de verdad y justicia en los grandes relatos históricos científicos, dicha legitimación de lo verdadero y de lo justo está ausente en la postmodernidad (Descamps 1979 citado en Urdanibia, 1994); y es, precisamente, esa ausencia la que quiebra expectativas, donde el ‘sentido’ ya no es una proyección hacia el porvenir, sino una alegoría nostálgica del pasado, pues es gracias a los mecanismos de adhesión o de identificación que se encuentra ‘sentido’ a la acción individual y colectiva (Laïdi, 1997). Sobre esta perspectiva, la interpretación rizomática de la ciudad se podría representar como una red de relaciones interminables y virtuales con múltiples entradas y líneas de fuga, siguiendo el mapa trazado en Mil mesetas por Deleuze y Guattari (1977), donde la búsqueda ya no se encuentra circunscrita al encuentro de ‘un sentido común’, sino más bien se pronuncia por la ‘crisis de sentido’ como manifestación de la pluralidad (Berger y Luckmann, 1997). Por ello, los viajeros que optan por recorrer la ciudad desde una perspectiva rizomática 15

El desorden, más que desequilibrio o desajuste, es un estado de reorganización y relaboración social — pues no hay que olvidar que todo orden contiene el germen de su propio desorden. Es en el desorden donde se potencian y cristalizan múltiples transformaciones que pueden terminar en múltiples resultados, donde se condensan prácticas, utopías y proyectos que son fruto de su propia capacidad de imponer direccionalidades coyunturales y parciales. 16 No quiero decir con ello que la realidad poseía un sentido y después dejó de tenerlo (desorden); sino que sólo tiene ‘el sentido’ que el hombre le asigna; no es por tanto característica inmanente a la realidad, es más bien una característica otorgada. 17 La idea de que la razón, a través de un proceso de análisis y disección de los elementos de un signo, puede determinar el significado y el sentido de éste (Derrida, 1989).

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parten de esta pérdida de sentido, el laberinto no tiene una entrada común; y, dado que no comparten un telos que oriente su recorrido, tampoco tiene una sola salida. Es el símbolo espacial del sinsentido. De esta forma, a partir del quiebre del discurso de la ciudad cifrado en las expectativas de la modernidad, el transeúnte tropieza con paredes que quiebran expectativas y puentes que amplían frustraciones; pues al develar cómo las tradiciones modernas al interpretar la ciudad le asignan sentidos, funciones y estatus, y al advertir cómo dichos sentidos son rebasados por la ciudad misma, se abren diversas posibilidades al recorrido, donde la importancia ya no radica en tener la razón, sino en ser razonable. A esta peculiar forma de recorrer la ciudad se adscriben diversas propuestas que, a diferencia de los anteriores recorridos, ya no se circunscriben única y exclusivamente a una disciplina científica (llámese urbanismo, sociología, economía o planeación urbana), optan por desarrollar sus reflexiones desde los vértices de muchas de ellas. La perspectiva rizomática nos permite comprender la lógica en que se encuentran inmersas diversas ciudades contemporáneas; metrópolis de dimensiones impensables hace unos pocos años, con formas específicas de vida, que se ven rotas en varios sentidos. Ciudades que no tienen unidad, pues en ellas coexisten todo tipo de espacios que responden a diversas épocas y modelos; y donde el habitante sólo conoce y vive algunas zonas y se reconoce en ellas; donde el centro histórico —si acaso lo hubo— ha dejado de ser el punto de unidad y se han constituido muchos “centros”. Ciudades que se configuran en una topología donde todos los lugares son equivalentes, donde cada habitante vive su propia ciudad, que puede tener poco que ver con la que viven sus conciudadanos. La nueva centralidad —si la hay— es la de los centros comerciales, nuevos espacios múltiples y de usos diversos en los que el comercio junta lo que la ciudad separó. Ciudades donde la desigualdad económica y cultural es cada vez mayor, donde la globalización juega un papel fundamental porque sus propuestas son excluyentes. El cambio es profundo y afecta las formas de vida, el sentido y el uso del tiempo; la lógica de la globalización —que va mucho más allá de lo económico— se impone a través de cambios que afectan profundamente la vida cotidiana; y donde se ha roto el entramado ético que les da cohesión. Elementos todos ellos que, como menciona García Canclini (1995) inhiben el uso de la ciudad, pues los habitantes prefieren quedarse en casa a consumir internamente lo que la ciudad ofrecía mediante equipamientos culturales públicos: el teatro ha sido sustituido por la radio, el cine por el vídeo y los estadios por la televisión; son ahora los medios de comunicación los que diagraman los nuevos vínculos invisibles de la urbe. El desconcierto proviene de una fisura histórica a partir de la cual el habitante de la ciudad se encuentra en un estado de guerra permanente, en este contexto, un recorrido por la ciudad se vuelve un ejercicio azaroso. Pero la ciudad es también el lugar en el que se reconfiguran las maneras de estar, las formas de convivencia, del ser solidario y del ser ciudadano, de la lucha contra la desigualdad y la diferencia. La ciudad así analizada propone nuevas formas de estar y de sentir a sus habitantes, formas que corresponden a un espacio en

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permanente construcción, con lugares antropológicos, lugares virtuales e incluso no lugares, así como estructuras complejas para las que el pensamiento lineal no es suficiente. Para Marc Augé (1992) la oposición entre el lugar donde se vive y el lugar por donde se pasa es analizada como lugar y no lugar; diferencia que se establece por la permanencia o el paso, pues en tanto los no lugares se transitan no pueden definirse como espacios de identidad, ni como espacios relacionales ni históricos; por su parte, los lugares son analizados en términos de lugares antropológicos, mismos que se definen como espacios de identidad en tanto constituyen un principio de sentido para quien los habita y un principio de inteligibilidad para quien los observa. De este modo, si optamos por recorrer la ciudad como laberinto rizomático tendríamos que reconocer en ella la simultaneidad de lugares y no lugares; la mezcla de imágenes, de información, de publicidad y de ficción que tienden a homogeneizar la diversidad espacial; tendríamos que advertir instalaciones que están en cualquier y ningún lugar, y que nos dan la sensación de haber estado ahí antes. A decir de Augé (1992), estas son características de la sobremodernidad; productora de no lugares, de espacios que no son lugares antropológicos, que no integran lugares antiguos, ni ‘de memoria’; que son puntos de tránsito, ocupaciones provisionales. 18 Al transitar por los caminos entrecortados de este laberinto rizomático, advertimos que la ciudad no es más el centro económico, político y cultural de la urbe burguesa surgida a raíz de la Revolución Industrial cuyo eje era la producción; nos encontramos ante una ciudad que emerge de la Revolución Informacional pero que, a diferencia de la anterior, ya no se usa más bien se promociona y es consumida como espectáculo. Esta ciudad es el fondo de un poder o una clase que puede estar o vivir ahí sin ser ciudadanía (De Ventós, 1976). La emergencia de las tecnologías de la información y su impacto sobre el trabajo y las ciudades, es un tema que ha atraído la atención de diversos teóricos. Castells por ejemplo, renueva su discurso al incorporar estos elementos y afirma que si bien no son un factor causal en la configuración socioespacial emergente, sí es un elemento importante en el proceso general de la reestructuración del trabajo y en la configuración de lo que él denomina ‘la ciudad dual’; fenómeno de segregación que si bien no es nuevo, adquiere características específicas en tanto la transición de procesos de producción industrial a informacional coincide con el ascenso de la producción flexible que, bajo las presentes condiciones históricas, tiende a igualarse con las relaciones capital-trabajo desinstitucionalizadas (Castells, 1989). Es bajo esta perspectiva que se articulan respuestas para procesos que no estaban previamente concebidos, tal es el caso de la posibilidad de pensar a las ciudades ya no como la constitución articulada gracias al capital económico tradicional, sino como procesos de aglomeración donde se destacan elementos que no eran reconocidos, como por ejemplo la importancia del capital relacional que involucran; es decir, la capacidad de las ciudades para 18

Es importante mencionar que Augé (1992) define a la sobremodernidad como anverso de la posmodernidad: “el positivo del negativo”, en tanto no alude solamente a la fractura de la idea de progreso, sino además a la superabundancia de acontecimientos.

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mundializarse (Hiernaux, 1998), perspectiva bajo la cual ya no resulta ‘determinante’ analizar las posibilidades de desarrollo del capital —entendido de modo tradicional—; sino, precisamente, reconocer las difusas orillas de la articulación espacial, donde el concepto de capital se bifurca, integrando elementos culturales, sociales y simbólicos. Pensar a la ciudad inmersa en un proceso de mundialización nos remite a una expansión de las imágenes comunes, que a su vez sientan las bases para que las micro-sociedades busquen una identidad a través de la reafirmación de sus diferencias; en este sentido, a mayor capital relacional —mundialización— se intensifica la necesidad de la diferenciación local, donde una ciudad puede ser muchas ciudades. Al respecto, trabajos como los de Sassen (1991) y Friedmann (1997) nos permiten pensar a la ciudad desde diversas perspectivas; por ejemplo, la capacidad de control de las actividades financieras, ya no como una actividad residual sometida a la manufactura, sino como control de espacios no contiguos, pero articulados en un sistema espacial mundial; o bien la posibilidad de pensar el poder económico de una ciudad en función de la productividad de la región con la cual se articula, situación que modifica la tradicional forma de entender ‘la frontera’ pues esta se modifica conformando ‘fronteras de inmiseración’. En este punto es preciso tener presente la polaridad que coexiste y se consolida entre las grandes tecnópolis del mundo —analizadas por Castells y Hall (2001)— y las ciudades que siguen apostando su progreso al desarrollo industrial tradicional, y que son la mayoría. Este tipo de estudios nos permiten entender que si bien la sociedad contemporánea se caracteriza, cada vez más, por la disminución del intercambio de bienes económicos, donde el individuo participa y se reconoce como sujeto activo —proceso excluyente—, se involucra un proceso donde se sustituye dicho intercambio de mercancías por la expansión de un mercado de bienes simbólicos, en el que se participa a través de los medios de comunicación haciendo parecer que aumenta su proceso de participación e interdependencia con el mundo. Así, la sociedad contemporánea puede ser entendida como una época de ampliación de los derechos (aunque su realización sólo sea una posibilidad virtual), al tiempo que los individuos son excluidos de la participación, ya no sólo de los beneficios como en los primeros momentos de la sociedad capitalista; sino, incluso, se excluye de la misma participación en el mercado a través del empleo. 19 De esta forma, es posible hablar de un proceso de exclusión del mercado tradicional —de intercambio de mercancías—, vía una inclusión de los intercambios simbólicos, donde la búsqueda desde la perspectiva moderna, cuyo interés se cifraba en un proyecto de inclusión, pierde ‘sentido’. Esta forma de pensar a la ciudad remite a recorridos diversos; por ejemplo, al hablar de la importancia cada vez mayor de los intercambios simbólicos en las ciudades 19

Al respecto, los análisis de diversos autores llevan a concluir que los altos índices de crecimiento económico en los países con mayores niveles de desarrollo relativo no guardan una relación directa con la creación de empleo. Por ejemplo Rifkin (1997) señala una gran cantidad de empresas que, como consecuencia de sus programas de reestructuración, recurren a masivos recortes de personal y menciona que un estudio de la International Metalworkers Federation de Ginebra pronostica que en los próximos 30 años, tan solo un 2% de la actual fuerza laboral “será suficiente para producir todos los bienes necesarios para satisfacer la demanda total”.

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contemporáneas podemos llegar a la ‘precesión del simulacro’ donde la ilusión ya no es posible porque la realidad tampoco lo es, de ahí que la simulación sea más poderosa “ya que permite siempre suponer, más allá de su objeto, que el orden y la ley mismos podrían muy bien no ser otra cosa que simulación”. (Baudrillard, 1993: 47). En este sentido, el mismo Baudrillard retoma la fábula descrita por Borges: “... En aquel imperio, el arte de la cartografía logró tal perfección que el mapa de una sola provincia ocupaba toda una ciudad, y el mapa del imperio, toda una provincia. Con el tiempo, esos mapas desmesurados no satisfacieron y los colegios de cartógrafos levantaron un mapa del imperio, que tenía el tamaño del imperio y coincidía puntualmente con él. Menos adictas al estudio de la cartografía, las generaciones siguientes entendieron que ese dilatado mapa era inútil y no sin impiedad lo entregaron a las inclemencias del sol y de los inviernos. En los desiertos del Oeste perduran despedazadas ruinas del mapa, habitadas por animales y mendigos; en todo el país no hay otra reliquia de las disciplinas geográficas” (Borges y Casares, 1997: 130). Sin embargo —a decir de Baudrillard (1993)— en la sociedad contemporánea la abstracción ya no es la del mapa, la del doble, la del espejo o la del concepto. La simulación no corresponde a un territorio, a una referencia, a una sustancia, sino que es la generación por los modelos de algo real sin origen ni realidad: lo hiperreal. El territorio ya no precede al mapa ni le sobrevive. En adelante será el mapa el que preceda al territorio —precesión de los simulacros— y el que lo engendre, y si fuera preciso retomar la fábula, hoy serían los jirones del territorio los que se pudrirían lentamente sobre la superficie del mapa. Son los vestigios de lo real, no los del mapa, los que todavía subsisten esparcidos por unos desiertos que ya no son los del imperio, sino nuestro desierto. El propio desierto de lo real. (Baudrillard, 1993: 10). Desde esta perspectiva, el simulacro —contrario a la utopía— parte del principio de equivalencia; es decir, ya no se trata de imitación, reiteración, ni siquiera de parodia, sino de una suplantación de lo real por los signos de lo real; signo que marca la emergencia de la hiperrealidad. Entre los espacios más comúnmente mencionados como ejemplos de hiperrealidad está el de Disneylandia, en donde la fantasía ofrece mayores satisfacciones que la realidad, o donde se presentan simulaciones de diversos paisajes, cuyas características pueden confundirse con los originales de referencia. Para Baudrillard (1993), un modelo perfecto de estos simulacros entremezclados es Disneylandia, cuyo éxito no radica en el mundo imaginario que genera, sino en el goce de la América perfecta que escenifica; no se trata de una interpretación falsa de la realidad (la ideología), sino de ocultar que la realidad ya no es tal y, por tanto de salvar el principio de realidad. 20 Por su parte, Eco (1993) prefiere referirse a la misma Disneylandia como ejemplo de ‘ciudades falsas’; es decir, ciudades que imitan ciudades pero que de todas formas son ‘cosas reales’, donde se mezcla la realidad con el pago por la ficción; son ciudades de juguete cuyos detalles hiperrealistas dejan claro que su magia se encierra en la fantasía que produce. 20

Desde esta perspectiva, lo imaginario en Disneylandia no es ni verdadero ni falso; sino, por el contrario, es un mecanismo de disuasión puesto en funcionamiento para regenerar la ficción de lo real.

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Evidentemente, Disneylandia no es un caso único de ciudades falsas o de simulacros entremezclados, podemos encontrar diversos ejemplos de esta especie de centrales imaginarias que bajo una idea de lo real alimentan lo irreal; donde los visitantes van a admirar el parecido con la realidad que crea una fantasía más ‘real’ que la realidad, pues esa reconstrucción corresponde más a nuestras expectativas que la naturaleza misma. De esta forma, las ciudades falsas transforman la ciudad en un robot inmenso que no deja nada a la imaginación y donde hasta los visitantes pagan un precio por ‘algo real’ y por una reconstrucción de la verdad (Eco, 1993). De Ventós (1976) remite a esta misma idea cuando hace referencia a Waikiki, el barrio turístico de Honolulu, donde se ha prescindido por completo de la ciudad y en su lugar se ha construido un paraíso turístico donde no hay hoteles ni grandes almacenes pues todo es un gran hotel o almacén. Lo mismo quizá podría decirse de La Antigua, en Guatemala, pequeña ciudad ‘rescatada’ no para que los originarios del lugar la habiten; sino como una escenografía para que los turistas puedan apreciar la belleza de una ciudad colonial llena del folklore y artesanías que no es posible encontrar en ninguna otra ciudad colonial. Algunas otras ciudades, tienen a su interior pequeños Disneylandias de diversos tipos y con diferentes fines, como Zapopan en Jalisco o la plaza Garibaldi en la ciudad de México. Estas ciudades falsas muestran que lo real y lo imaginario nos revelan que la realidad es un mundo escenificado, nos permiten pensar en las ciudades contemporáneas como inmensos escenarios de intercambios simbólicos, donde lo importante es simular; es decir, fingir tener lo que no se tiene. Pensar la ciudad desde esa ausencia nos podría remitir al mito genesíaco al que se refiere Zarone (1993) al hablar de la historia de la ciudad como signo de exilio y vacío. 21 Lo cual permite comprender por qué con la aparición de la ciudad se ha producido una especie de ruptura entre pasado y presente; y cómo, con ello, se ha desplomado en la nada no sólo lo absoluto, sino también lo universal y racional, e incluso lo que todavía se mantenía estable y fundamental, un orden de valores y de principios capaz de orientar la vida. Por otro lado DeLanda (1998) también se interesa por la configuración histórica de las ciudades, pero desde una propuesta que advierte la historia del ser humano como algo múltiple, en constante movimiento, por ello su revisión acerca de la conformación de las ciudades no sigue una línea exclusiva; tiene, por el contrario, varias líneas que corren paralelas, a distintas velocidades. Concretamente DeLanda propone tres narrativas: geológica, biológica y lingüística; 22 sin embargo, el que estas líneas corran en paralelo no significa que hayan arrancado al mismo tiempo, pues su visión es atemporal y sin secuencia directa pues, desde su perspectiva, las ciudades no sólo son producto de la evolución del hombre, tanto la 21

Zarone se refiere al episodio narrado en el Génesis, de Caín errante y fugitivo sobre la tierra que después de la muerte de su hermano se alejó de la presencia de Javé para después construir una ciudad. 22 La geológica: de intercambio material entre los distintos grupos de seres humanos, como una serie de movimientos tectónicos que repercuten en gran escala y en distintos territorios. La biológica: donde se explica la conformación de las ciudades. La lingüística: que es la historia de los signos y los significados con los que las sociedades articulan sus intercambios. La primera corresponde a cómo el conocimiento se ha expandido, la segunda a la representación de las organizaciones humanas y la tercera a la articulación entre ellas (DeLanda, 1998).

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materia como la energía tienen un potencial mucho más grande para generar estos sistemas que se manifiestan de múltiples formas. Por ejemplo, la primera narrativa que propone DeLanda (1998) le permite caracterizar las ciudades abiertas al mar y las ciudades cerradas al interior; las ciudades-puerto son las que sólo tienen ‘ojos’ hacia el exterior —como algunas ciudades europeas que jamás estuvieron mirando hacia adentro—, lo cual refuerza la creación de un sentido expansionista; el caso de las ciudades cerradas al interior quizá por la necesidad de defenderse o de preocuparse por sí mismas, quizá por liberarse o simplemente por conformarse. En términos generales cada pueblo o sociedad tiene un sentir o creencia que los hace decidir una u otra cosa, lo que habría que entender es que este tipo de factores (geológicos, biológicos y lingüísticos) ‘determinan’ la configuración de cada ciudad y pueden ayudar a comprender que cada ciudad es un producto de distintos proceso históricos paralelos, pero atemporales y sin secuencia directa. Sin embargo, Benjamin (cfr. Zarone, 1993) al reflexionar sobre una filosofía del tiempo de la ciudad, destaca la ‘discontinuidad’ del tiempo; es decir, rompe con la idea de tiempo lineal (en sentido continuo, progresivo) como un ‘salto’ en el pasado, de tiempo posible que en todo ahora puede romper los hábitos, infringiendo la uniforme normalidad del tiempo vivido. Como podemos apreciar, recorrer la ciudad de este modo es ingresar en un laberinto peculiar, que difiere de aquel que tiene una sola entrada y una sola salida, o incluso de aquel que se ramifica en diversas posibilidades que a su vez se abren a nuevas verdades circunstanciales; busca, más bien, percibirse como un laberinto que contiene en su interior muchos otros laberintos, cada uno de los cuales puede ser clásico o barroco, y donde cada camino puede formar parte de más de un laberinto, según la manera de recorrerlo y de percibir el recorrido, donde al haber varias entradas hay también más de una solución posible (Zavala, 1994). De esta forma, el laberinto que se presenta es rizomorfo, en tanto las formas de entender la ciudad son capaces de producir fallos y filamentos que tienen el aspecto de raíces. Quien transita la ciudad a modo de laberinto rizomático parte de la ‘crisis de sentido’; por lo tanto, su recorrido ya no tiene la intención explícita de un telos, en tanto que el sentido de su discurso es reconocer los distintos telos constituidos. Evidentemente, si esta posición es llevada al extremo —como dice una de las tantas críticas a la postmodernidad— al carecer de ‘sentido’ puede llegar a perder justificación y fundamentación de su propio quehacer, al menos hasta la reconstrucción de nuevos parámetros u objetivos —es decir, de sentidos— ya sea de su quehacer o del mundo de la vida, lo cual implicaría caer en un proceso circular e insostenible desde sus propios presupuestos. Por ello, la última visión crítica —pero moderna— se ubica en la Escuela de Frankfurt que buscó sobrepasar el discurso de cientificidad, recuperando a la filosofía como vía para la construcción (discusión intersubjetiva) de los fundamentos del quehacer humano, o en otras palabras de la construcción del sentido a través de lo único que es común a los hombres: la acción comunicativa.

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Tal vez esto ocurre al reconocer en el interior de este laberinto la coexistencia de diversas tribus, cada una de ellas con sus propios ritos iniciáticos, sus ceremonias de identidad, sus voces distintivas y su fecha de caducidad (Zavala, 1994). Tal vez, después de todo, una ciudad contiene en su interior muchas ciudades en función de las formas de interpretarla, como en Eutropia una sola ciudad está habitada, las otras vacías; y esto ocurre por turno. Salida: Gracias por su visita A partir de las anteriores consideraciones, cuya intención fundamental ha sido ubicar — mapear— distintas interpretaciones acerca de la ciudad, para lo cual era necesario conformar y apuntalar una propuesta metodológica; es preciso acotar, en primer lugar, que las formas de entender la ciudad no se agotan con el recuento que aquí se presenta. Todo lo contrario, aquí solo se han advertido algunos caminos que pueden ser recorridos, los cuales se cruzan, se combinan, dando lugar a nuevos caminos que pueden ser transitados. Hay varias maneras de comprender una pluralidad de este tipo, cuya simple referencia parece contradecir la propia idea de principio o de unidad, pues no se advierte como reflejo de la realidad, ni pretende desentrañar la parte oculta, más bien está abierta a la multiplicidad de enfoques. En esta expedición se han propuesto tres formas distintas de interpretar la ciudad, aunque al final del viaje debo advertir que no significan un lugar preexistente en donde llegan y se acomodan las formas de comprender la ciudad, ni las ciudades mismas. Las ciudades no se construyen, no se conforman, no se conciben desde cada laberinto, se trata de una posibilidad de ‘pensar’ la ciudad y la forma en que sus ‘interpretaciones’ generan los laberintos, los ‘sentidos’, y por consiguiente ‘los mundos de vida’. No se busca negar la existencia de significados, identidades, intenciones y continuidades; más bien se trata ver todo eso como síntomas de formas particulares de analizar; es decir de iniciar (de proponer) un recorrido que busque identificar, explicar, reconstruir, significar los ‘sentidos’ producidos, generados en la ciudad. El laberinto es un símbolo de perplejidad donde es posible advertir la angustia y el vértigo simbolizados por la transgresión del espacio-tiempo; y pese a que el laberinto desorienta y alude al infinito, su diseño nos permite intuir un orden —coyuntural y parcial— en ese aparente sinsentido, nos deja la esperanza de contrarrestar la sensación de estar perdidos e intentar —como Dédalo— mirar el laberinto desde afuera para buscar un hilo que nos permita encontrar una composición que nos ayude a discernir sus claves, inventarle un significado; aunque al tiempo de creer comprender sus secretos, se nos presente de nuevo el sinsentido para dejarnos claro que toda comprensión es provisional y que debemos intentar un recorrido diferente. Al final de esta jornada es preciso también reconocer que quizá todo lo aquí anotado no cumple con las expectativas iniciales —a saber, realizar un recuento de las distintas formas de entender la ciudad—; sin embargo, ha permitido conformar la simiente de un objeto de estudio: pensar a las ciudades como ‘productoras de sentido’, más allá de sus formas organizativas y de los objetivos que se le asignan.

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Pero esa, como diría Michael Ende en La historia interminable, es parte de otra historia y deberá ser contada en otra ocasión. Bibliografía Aguilar, Miguel Ángel; et. al (coords.), (2001), La ciudad desde sus lugares, trece ventanas etnográficas para una metrópoli, uam-Iztapalapa–Conaculta–Grupo Editorial Miguel Ángel Porrúa, México. Augé, Marc (1992), Los no lugares, espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodrnidad, Gedisa editorial, Barcelona. Balandier, George (1990). El desorden, la teoría del caos y las ciencias sociales, Gedisa, Barcelona. Baudrillard, Jean (1993). “La precesión de los simulacros”, en Cultura y simulacro, Kairós, Barcelona. Baudrillard, Jean (1997). De la seducción, Rei, México Berger, Peter y Thomas Luckman (1997). Modernidad, pluralidad y crisis de sentido, Paidós, España. Berman Marshall (1988). Todo lo sólido se desvanece en el aire, la experiencia de la modernidad, Siglo xxi Editores, México. Bettin, Gianfranco (1982). Los sociólogos de la ciudad, Gustavo Gill Editores, Madrid. Borges, Jorge Luis y Adolfo Bioy Cásares (1997), Cuentos breves y extraordinarios, Losada, Buenos Aires. Calvino, Italo (1998), Las ciudades invisibles, Editorial Ciruela, Barcelona. Castells, Manuel (1978). La cuestión urbana, Siglo xxi Editores, México. Castells, Manuel (1989), La ciudad ínformacional. Tecnologías de la información, reestructuración económica y el proceso urbano-regional, Alianza editorial, Madrid. Castells, Manuel y Peter Hall (2001), Tecnópolis del mundo. La formación de los complejos industriales del siglo xxi, Alianza editorial, Madrid. De Peretti, Cristina (1989). Jacques Derrida. Texto y desconstrucción, Anthropos, España. De Ventós, Xavier Rubert (1976), “El desorden espacial” en Ensayos sobre el desorden, Editorial Kairós, Barcelona. DeLanda, Manuel (1998). “Un diálogo en tres tiempo: entrevista con Manuel DeLanda” de Pablo Lazo Elizondo, en La Jornada Semanal, 21 de junio de 1998. Deleuze, Gilles (1986). Nietzsche y la Filosofía, Anagrama, Barcelona.

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Juan Alvarez, viajero. Entre el viajero "utilitario" y el turista Oscar Videla

UNR - CONICET

Abstract Tal vez uno de los aspectos más ignorados de la producción de Juan Alvarez (tan citada y tan poco analizada historiográficamente) sean sus escritos de viajes. Publicados mayoritariamente en el diario que lo contara como columnistas durante décadas (La Prensa), allí se pueden encontrar dispersos a lo largo de más de diez años una extensa serie de relatos de viajes del inquieto historiador rosarino. Al igual de la mayoría de los intelectuales de su generación Juan Alvarez es un ferviente viajero, pero a diferencia de aquellos sus itinerarios no son tal comunes. Su viaje iniciático no es ni a la prestigiosa Europa o al pujante Estados Unidos, sino a la lejana Nueva Zelanda (destino ciertamente lógico para un intelectual preocupado por avatares del desarrollo agroexportador); pero en el camino se deja tentar por la ilusión encarnada en la literatura y recala en la "paradísica" Tahiti. Este no será su primero ni único destino "exótico", la India y casi toda Sudamérica captarán lo suficiente su atención para dedicarle largos artículos. No obstante ello, Juan Alvarez cumplirá con las "reglas del género": largas visitas, seguidas de sus respectivos artículos, dan cuenta de unos viajes más "clásicos" e idiosincráticos de los intelectuales de fines del siglo XIX y principios del XX, los Estados Unidos, el agrícola Canadá, y por supuesto "el viejo mundo". En este trabajo nos interesa explorar las miradas con las que Juan Alvarez viajero observa, vivencia y relata algunos de esos destinos. Particularmente nos interesa indagar en dos gestos. Uno, más clásico entre los intelectuales de su época, el del estudioso de las realidades ajenas como espejo y/o contraste de la propia, ya sea como inventario o como advertencia del porvenir nacional. El otro gesto, la otra mirada que se cuela en sus escritos, es más contemporánea, menos enjundiosa y más distendida, es la del viajero en búsqueda del ocio, la del turista que recorre y observa los lugares (normalmente de un exotismo semiorganizado) mostrando luego a los lectores un inventario que busca la admiración más que la reflexión social o política.

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“Las Metáforas del Viaje y sus Imágenes. La Literatura de Viajeros como Problema”

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La reconstrucción de los mercados latinoamericanos en tiempos de descolonización: viajes y viajeros de la Casa de América de Barcelona a principios del siglo XX Gabriela Dalla-Corte Caballero

Universidad de Barcelona

Abstract En 1898, la crisis final del imperio español por la “pérdida” de Cuba, Puerto Rico y Filipinas supuso en la península un esfuerzo de reorganización de las fuerzas mercantiles, nucleadas en las recientemente creadas Cámaras de Comercio y en las asociaciones de tipo privado, entre las cuales cabe citar la “Casa de América” de Barcelona y la publicación de su órgano oficioso editorial, la Revista Comercial Iberoamericana Mercurio. Ambas experiencias contaron con una red social de delegados radicados en el continente americano cuya tarea consistía en mantener informada a la burguesía exportadora española de las condiciones locales de mercado. La propuesta de este trabajo es establecer una línea de continuidad en las estrategias de los grupos mercantiles catalanes por conquistar los mercados antes hegemonizados por el vínculo colonial. La intervención corporativa de la burguesía, unida a los representantes consulares en Barcelona, se consagraría durante la primera mitad del siglo XX, hasta la guerra civil española) a sostener diversas misiones y viajes de carácter mercantil, como las del presidente de la Cámara Pedro Maristany, del director de la Casa de América y el Mercurio, Rafael Vehils, o del encargado del Sindicato Algodonero Hispano-correntino Miguel Pont. Este trabajo busca analizar los diversos proyectos a que dieron lugar estas misiones mercantiles, en particular en cuanto a la reorientación del mercado, así como dar cuenta del tejido de relaciones sociales de las primeras décadas del siglo XX. At the end of the spanish empire in 1898 (with the lost of Cuba, Puerto Rico and Filipinas), another story began: the reorganization of the economic forces in the Cámaras de Comercio and in the private associations like the “Casa de América" of Barcelona or the edition of one magazine, the "Revista Comercial Iberoamericana Mercurio". Both experiences were suported by a social net of americans who informed the burguesy of Spain about the local conditions of the market. The aim of this paper is to analyze the continuity of the strategies of the diferent economic groups of Catalunya, who wanted to capture the american markets by the Cámaras de Comercio. The corporative intervention of this burguesy and the participation of the embasssies are analyzed through the travels of the president fo the Cámara de Comercio of Barcelona, Pedro Maristany, and of the director of the Casa de América and of Mercurio, Rafael Vehils. Also, this paper will analyze the informs of Miguel Pont, responsable of the Sindicato Algodonero Hispano-correntino. This paper analyze the diferent proposals of this travels about the reorientation of the market, and the organization of social relations during the first part of the XX th. century.

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Texto “En las guerras que parecen de conquista se esconde el afán de abrir nuevos mercados, siendo la lucha por el predominio mercantil una lucha continuada que se revela claramente en esas Exposiciones Universales donde acceden periódicamente los combatientes a hacer alarde de su fuerza y de su poderío”, Nuestros propósitos, en Revista Comercial Iberoamericana Mercurio, Barcelona, Año 1, Nº 1, 1901 1. Introducción El siglo XIX se cerró amargamente para España, luego de décadas de ininterrumpidas pérdidas territoriales y fruto de un proceso de desmembramiento centrífugo que llegó a su cenit con la firma del Tratado de París. Había llegado el momento de recuperar los mercados americanos pero sin las armas, y la mejor manera que encontraron algunos políticos e intelectuales peninsulares fue, como era de esperar, la reactivación mercantil. Uno de esos intelectuales fue el catalán Frederic Rahola i Trèmols, cuyo rasgo más importante fue su insistencia en la promoción de la actividad privada más que la participación en el sector de poder. Rahola es recordado aún por su multifacética actividad: fue abogado, economista, político y escritor, además de secretario del Fomento del Trabajo Nacional, organismos corporativo de defensa de los intereses burgueses 1. Frente a la ruptura disciplinar actual, su obra puede considerarse un ejemplo de la fusión de saberes con un hilo común: la reorientación de la vida mercantil para hacer frente a la crisis económica y política decimonónica. Los movimientos migratorios y el comercio fueron dos aspectos esenciales de su obra científica ya que le interesaba el cultivo de las ciencias económicas a la par del Derecho y la poesía. Rahola formuló una especie de genealogía ideológica de la que se sentía deudor: en sus primeros años de formación convivió con el romanticismo como fórmula literaria suprema, con el racionalismo filosófico, con el liberalismo político, así como con el “cosmopolitismo sin entrañas”. Este modelo dejó paso al realismo que ponderaba un “sistema filosófico esclavo del hecho” y una política de intereses materiales. “Hoy”, escribió, “palpitan en el arte vagos ensueños de idealidad, y muestra la política afanes de mejoramiento social”. Tentado por esta compleja y disonante diversidad ideológica, Rahola se sintió en realidad atraído por el realismo y por las promesas de la Escuela Histórica, la cual pretendía recuperar y restaurar el sentido de la realidad en las ciencias sociales. “En la ciencia del Derecho, lo mismo que en Economía Política”, escribió, “no se puede prescindir de los hechos ni de las condiciones tangibles”. 2 Las deudas de Rahola con Hinojosa y con Von Savigny se evidencian a través de su labor historiográfica y política. Las ideas de la Escuela Histórica alemana, esta última iniciada por List y desarrollada por Roscher, fueron aplicadas por su posibilidad de dar cuenta del propósito de conservar la organización típica de cada región, y las condiciones privativas más adecuadas para el desarrollo de la producción y el mantenimiento de la independencia. Como 1

HERRERO MEDIAVILLA, Víctor (coord.) Índice biográfico de España, Portugal e Iberoamérica, Nº 6, 2º ed., Munchen, New Providence, London, París, 1995. Voz Federico Rahola i Trèmols. 2 RAHOLA I TRÈMOLS, Federico (1895) “Prólogo” a Manuel Durán y Bas, Estudios morales, sociales y económicos, Imprenta Barcelonesa, Barcelona, p XXI.

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veremos a lo largo de este artículo, Rahola luchó con la pluma en tres frentes: el primero, representado por Madrid y su política centralista; el segundo, condensado en América Latina y sus posibilidades de convertirse nuevamente en una zona dependiente en términos mercantiles de España; el tercero, los conflictos sociales de finales del siglo XIX, cuya alternativa era “hundir la teoría radical del librecambio”. De las tres corrientes en las que encontraba ciertos indicios de pertenencia, Rahola extrajo una importante conclusión: que el crecimiento de la riqueza de los pueblos corre parejo al aumento del malestar social, y que este malestar es fruto del reparto desigual de esa misma riqueza. Por ello, toda política, toda manifestación humana debía fundarse en la ciencia moral que frenara la libertad y la competencia 3. La intervención del Estado que propuso Rahola en todos sus escritos se condijo con el ideal de favorecer a las naciones más débiles. Frente al principio de la selección de los mejores o los más fuertes, el autor propuso el intervencionismo para atemperar los efectos de la lucha desigual. Llama la atención esta postura en un autor inmerso claramente en el ideal positivista de la época y en un proyecto político y mercantil fundado en la iniciativa privada, en especial si tenemos en cuenta que la reorientación mercantil vino de la mano del liberalismo y de la construcción de un innovador “equilibrio” económico en torno a la consolidación de un nuevo vínculo, político y cultural, que reemplazó al imperial entre España y sus colonias americanas, ahora convertidas en naciones soberanas. Como sabemos, el concepto clave de los hombres del siglo XVIII fue el del equilibrio, “mecanismo principal con el que la libertad económica y política quedaba garantizada y la ausencia de tiranía asegurada en las naciones soberanas del mundo entero”. 4 En un trabajo anterior analicé las relaciones mercantiles sostenidas por la metrópoli peninsular con Argentina a partir de la firma del Tratado de París en 1898 y durante las primeras décadas del siglo XX. A través del análisis de documentación diversa -en particular la proveniente de los informes de las Cámaras de Comercio y Navegación, la Revista Comercial Iberoamericana Mercurio, las deliberaciones parlamentarias de principios de siglo XX, y los informes consulares- estudié el carácter del debate público en torno a la renovación del vínculo comercial hispano-argentino, y profundicé en temas tales como la naturaleza de la exposición de productos españoles organizada en Barcelona en 1903; el envío de un conjunto de agentes, comisionados y representantes de casas productoras catalanas; y el papel jugado por las Cámaras Españolas de Comercio instaladas en América en el marco del afianzamiento de dicha articulación social. Con la finalidad de demostrar la incidencia de la burguesía catalana en el proyecto económico español postcolonial, insistí en la valoración que se hizo del rol a cumplir por la población de origen español en Argentina. 5 En esta oportunidad me interesa dar cuenta del libro Sangre Nueva, Impresiones de un viaje a la América del Sud, título elegido por Rahola como corolario etnográfico de sus viajes efectuados a Argentina en 1903, como miembro de la misión mercantil realizada con José 3

RAHOLA I TRÈMOLS, Federico (1895) “Prólogo”..., pp. XIV-XV y XXII. MILLS, Charles Wright (1987) La élite del poder, FCE, México, 1º edición Oxford 1956, p. 229. 5 DALLA CORTE, Gabriela, "La América meridional en la retina de la revista Mercurio: mercado y embajadas comerciales a principios del siglo XX", Revista Illes i Imperis, Nº 5, Universitat Pompeu Fabra, Barcelona, en prensa. 4

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Zulueta a Argentina, que fue subvencionada por la revista Mercurio. Sigamos las ideas de Rahola para percibir hasta qué punto este autor partía de condiciones nacionales y estatales disímiles para garantizar el predominio mercantil español en América Latina, en particular en Argentina, al tiempo que renegaba de esa desigualdad para legitimar el fértil lazo mercantil y cultural que se inauguró a fines del siglo XIX y principios de la centuria siguiente. En esa complejidad, no exenta de contradicciones, intenta insertarse este trabajo, que busca en los pliegues ideológicos de un representante de la burguesía catalana las claves explicativas de la recuperación de un diálogo interrumpido durante décadas a partir del proceso de Independencias. Es precisamente sobre sus impresiones en torno a la revolución el tema que analizamos en primer término. 2. La revisión del pasado Como historiador, Rahola eligió la segunda mitad del siglo XVIII para estudiar las consecuencias de la relación comercial directa entre Cataluña y América sin la mediación de Cádiz que, hasta entonces, había mantenido la hegemonía mercantil, y encontró que esta transformación se había producido por la reorganización corporativa de mediados del siglo XVIII, es decir, por la tarea emprendida por la Compañía Catalana de Comercio, fundada en 1755, y por la legislación que liberó el tráfico con América un año después. Con este punto de partida, con esta legitimación, colocó el acento en el funcionamiento de la Real Compañía de Comercio de Barcelona, para afirmar, con plena certeza que “a partir de la navegación de los buques catalanes a América, comienza el renacimiento de Cataluña”. Si seguimos atentamente este párrafo, es posible concluir que, desde su perspectiva, la riqueza se medía por la producción y, en especial, por la posibilidad de “dar valor a las cosas” mediante la actividad mercantil, un dato novedoso para la tradición monárquica peninsular. 6 Estas ideas explican su simpatía hacia las corporaciones de tipo antiguo y el asociacionismo. Uno de los gremios más apreciados por Rahola era la comunidad de pescadores en el Cabo de Creus, en el área ampurdanesa. A ellos dedicó una memoria presentada a la RABL a principios del siglo XX presentándolos como una primitiva organización que subsistía a pesar de la “intromisión” del Estado, en base a un pasado “inmemorial” fundado en la reciprocidad y la ayuda mutua entre los asociados. “Esas comunidades de pescadores”, escribió, “fueron poco á poco relajándose á medida que el Estado iba inmiscuyéndose en la vida corporativa”. 7 Desde su concepción, frente al individualismo que suponía el proyecto liberal debía levantarse la solidaridad de los sindicatos obreros, de las asociaciones mercantiles, de las concentraciones industriales y económicas, de las agrupaciones de distinto tipo. Ese ideal del interés colectivo incluía, entre otras cosas, la posibilidad de la expropiación de los bienes inmuebles por razón de defensa del país, de salud pública o de mejora comunitaria. Pero lo más interesante es la vuelta que hace a 6

RAHOLA I TRÈMOLS, Federico (1931) Comercio de Cataluña con América en el siglo XVIII, Prólogo de Bartolomé Amengual, Artes Gráficas, Sucesores de Henrich y Cía, Barcelona, p. 165. 7 RAHOLA I TRÈMOLS, Federico (1904) Algunas noticias acerca de las antiguas comunidades de pescadores en el Cabo de Creus, Memorias de la Reial Acadèmia de Bones Lletres de Barcelona, Tomo VIII, pp. 451-489, Imprenta de la Casa Provincial de la Caridad, Barcelona. Leída el 13-06-1903, cita de p. 474; CARRERAS Y ARTAU, Tomás (1918) “Una excursió de Psicologia i Etnografia Hispana guiats per Joaquin Costa”, Discursos llegits en la Reial Acadèmia de Bones Lletres de Barcelona en solemne recepció pública, contestación de Federico Rahola, Casa Provincial de la Caridad, Barcelona, p. 27.

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Nietzsche para criticar el endiosamiento del individuo como medida del progreso y síntoma del impulso social. Su tradicionalismo aparece al presentar la acción del catolicismo como una salida pertinente para resolver satisfactoriamente la “cuestión social”, aunque sin llegar al extremo de su antiguo profesor el senador regionalista Manuel Durán y Bas. Esta conjunción entre el pasado y el presente como forma de lucha contra el poder centralizador de Madrid fue la táctica que aprovechó Rahola como líder de los grupos productores y mercantiles catalanes a fines de siglo XIX. A través de la reivindicación del pasado, la burguesía catalana pudo apoyar las gestiones que en la capital del país desarrollaba Manuel Durán i Bas; Rahola, junto con otros catalanes adeptos a este movimiento, editó y prologó uno de sus manuscritos, los Estudios morales, sociales y económicos que se inician con una carta colectiva escrita por un un heterogéneo grupo: cientos de productores, miembros de la Dirección de compañía `La Maquinista Terrestre y Marítima´, la asociación Fomento del Trabajo Nacional, la España Industrial, la Compañía Transatlántica, comerciantes de las localidades de Sabadell, Manresa, Tarrassa, los sucesores de Juan Batlló, además del propio Rahola. Es en sus reflexiones en torno a la constitución de los trusts del capital y de los sindicatos obreros donde Rahola aplica su teoría que sencillamente puede ser valorada como conservadora por el carácter corporativista asumido. Para él, los dos polos de disputa del poder de la sociedad moderna eran los que originaban los mayores y más graves problemas jurídicos a los que el Derecho histórico no podía dar respuesta. La industrialización, el individualismo y el régimen de libre concurrencia sostenido por el Estado eran, según Rahola, incompatibles con la pervivencia de los gremios de carácter social, cuerpo vivo, palpitante, que encierra sentimientos inmateriales, que está ligado a la localidad, a la tierra, y que llena funciones colectivas. Por otro lado, la marca gremial se asentaba en el “arbitraje” que servía para resolver los conflictos al interior de la asociación y sin apelar a terceros externos, como podía ser el propio Estado, y mientras la corporación aseguraba la fusión de mano de obra y capital en una gradación ordenada que mantenía en el aprendiz la esperanza de llegar a ser oficial y maestro, el sistema capitalista, fundado en la libertad de elección, sólo garantizaba al trabajador el llegar a ser un obrero desamparado, sin lazos afectivos, sin defensas colectivas. “Los que antes se enlazaban en el gremio, se vieron lanzados á una concurrencia cruel de mano de obra, lucha que la corporación antes atenuaba con sus ordenanzas reguladoras del trabajo y de los precios”. 8 La desaparición de las corporaciones medievales de la mano de la consolidación del sistema capitalista, así como el ataque dirigido contra los fueros locales y regionales por parte del Estado centralizador español, fueron dos focos de interés de Rahola, que siempre tendió a proteger a cofrades y cofradías locales. Después de la abolición del gremio corporativo, apuntó, se prohibió la libertad de asociación profesional con los compañeros de oficio, lo que significó libertad individual sin libertad social. Esta represión fue contestada en Francia con la creación de sociedades obreras secretas, que Rahola presentó como herederas de los gremios: 8

RAHOLA I TRÈMOLS, Federico (1910) El trust del capital y el sindicato obrero. Discurso leído como Presidente de la Academia de Jurisprudencia y legislación de Barcelona, Sesión pública inaugural del curso 1909-1910, dado el 28-01-1910, Hijos de Jaime Jesús Impresores, Barcelona, pp. 7-8. He trabajado el rol de la corporación a nivel mercantil en un trabajo anterior, Vida i Mort d´una aventura en el Río de la Plata. Jaime Alsina i Verjés, 1770/1836, Editorial Publicacions de l´Abadía de Montserrat, Barcelona, 2000.

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“la famosa revolución del ´48”, escribió, “hizo salir á la calle, como banderas gloriosas de combate, los viejos estandartes de las antiguas corporaciones gremiales”. A diferencia de Francia, en España las Cortes de Cádiz aceptaron la libertad de asociación a pesar de la abolición de los gremios en 1813 y su retorno sin fuero privilegiado en 1834. La región de Cataluña se benefició de esta libertad de agremiación, mientras las regiones y localidades francesas perdían un poder inversamente proporcional al que ganaba su Estado centralizado. En las ventajas de las corporaciones locales con intervención del Municipio por sobre el Estado uniforme fundó este autor su visión tradicionalista que simplificó una crítica al orden abstracto, teórico y general. La crítica que dirigió Rahola a la sociedad moderna no fue, en realidad, resultado de su deseo de volver a etapas históricas superadas. Sería iluso, escribió, “pensar en la restauración del antiguo gremio”, ya que sus estrechos moldes no podían contener el ancho campo de la producción moderna. Pero sí que percibió que esos cambios implicaban el fin de los resortes morales y de los factores colectivos. Precisamente en ese vacío, en esa laguna dejada por las corporaciones, entraban a jugar un importante papel el trust del capital y el sindicato obrero como simples reemplazos asociativos. Ambos, puntualizó Rahola, “huyendo de la concurrencia sin freno, han buscado en la coalición la manera de suprimirla ó atenuarla”, llenando las funciones del gremio y del colegio, pero distinguiéndose de estos últimos por su carácter internacionalista y por la aceptación de los pactos con extraños, de nacionalidades múltiples, superando así la idea de patria. 9 A pesar de sus analogías como organismos de tipo corporativo y de coalición del capital y del trabajo, ¿qué diferenciaba al trust del sindicato según Rahola? Comencemos por el primero; el autor aceptó la distinción de Carl Marx entre la “acumulación” y la “concentración” de capital -esta última representada por la fusión de varios núcleos de capital y aquélla resultado del trabajo incorporado al producto para beneficio exclusivo del capitalista-, reconoció la grandiosidad de la teoría marxista en torno a la plusvalía, pero afirmó que “Marx no llegó a vislumbrar siquiera las gigantescas proporciones que iba á alcanzar la concentración del capital” al declinar el siglo XIX con la coalición industrial y comercial, la erección de monopolios de hecho a través de la sociedad anónima, el acaparamiento que supone la Bolsa, la especulación bursátil, y el dumping que implica vender en condiciones ruinosas para penetrar en mercados débiles. Tomando como ejemplo la influencia de las grandes compañías en la guerra hispano-cubana y anglo-boer de su época, Rahola escribió que el trust no escatima esfuerzos en ocasionar incluso conflictos bélicos y en acabar con la concurrencia individual. Como vemos, no rechazó al capitalismo, sino que, siguiendo las ideas expuestas por Federico Schaeffle en El sistema social de la Economía Humana, afirmó que era un sistema tan progresista como el Estado jurídico. Con ese bagaje definió los marcos para el segundo ensayo asociativo: el sindicato de trabajadores, con la misma legitimidad de la agremiación medieval, pero con la condición de perder el carácter agresivo con el que fue valorada la llamada “cuestión social” de finales del siglo XIX y principios del siguiente. La propuesta de establecer la representación corporativa y sindical de los obreros en los Municipios con representación directa libre de partidos políticos encuentra explicación en este proyecto de disminuir la presión social. Los sindicatos obreros son necesarios para impulsar el respeto de los derechos, las reformas sociales, los horarios de 9

RAHOLA I TRÈMOLS, Federico (1910) El trust del capital..., p. 9.

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contrato colectivo, la mutualidad, la cooperación, y el arbitraje. Como vemos, se trata de las mismas reivindicaciones de una corporación medieval, en particular las “Trade-unions” que son las que más se asemejan a la antigua corporación gremial, es decir, acuerdos con agrupaciones patronales que imponen condiciones para formar parte de ellas. Sus ideas vuelven a repetirse por los conflictos entre patronos y trabajadores agremiados de los puertos de Barcelona. Rahola propone el arbitraje ejercido por árbitros obligatorios para la resolución de los conflictos al estilo aplicado por el Tribunal del Consulado que “conocía de las cuestiones entre los banqueros ó descargadores del puerto de Barcelona y los patronos, y estas cuestiones las resolvían sin pleitos ni escritos, oídas las partes de palabra, según su buen juicio y discreción”. Otra de las condiciones impuestas a los sindicatos era la pérdida de la internacionalidad y la reivindicación de los vínculos localistas, catalanes: “No podemos concebir nosotros una patria profesional, alejada por completo del suelo en que se vive, sin fronteras reales, ese federalismo económico abstracto que no tiene raíces en la tierra ni siente el influjo del medio ambiente; en suma, no se nos alcanza ese sindicalismo flotante cuya solidaridad es por completo indiferente á la de los hombres que le rodean y que con él constituyen una comunidad regional, con intereses, con necesidades, con alegrías y con sufrimientos comunes”. 10 3. Sangre Nueva, Impresiones de un viaje a la América del Sud. En 1903 Federico Rahola encabezó una delegación española a Buenos Aires que se convertiría en la empresa mercantil más importante llevada adelante por Cataluña y por la monarquía española que le concedió el estatus de "misión oficial". El viaje realizado por Rahola junto a Zulueta tenía por objetivo aumentar las relaciones sociales y comerciales entre el norte de España y Argentina y fue catalogado de “embajada comercial”. Sobre él se asentaría gran parte de la renovación del diálogo y del debate en torno a la emigración española a América ya que, tal como explicó su organizador, “hizo volver los ojos a un mercado que ha venido a compensar en parte la pérdida de las Antillas”. 11 Rahola llegó a Argentina acompañado en un viaje de propaganda mercantil. Le acompañaban José Zulueta y dos representantes, uno de la Asociación Catalana Arte Mayor de la Seda y otro de la Industria y Talleres de Bilbao para la construcción del material móvil de ferrocarriles. Además de esta hegemonía de catalanes, el viaje comercial fue apoyado económica e institucionalmente por José Puigdollers i Macià, director propietario de la Revista Comercial Iberoamericana Mercurio y fundador de la Casa de Comisión en Barcelona -que luego se convertiría en la "Casa Comanditaria" y también en “Crédito Iberoamericano”-. Puigdollers i Macià era un gran conocedor de la actividad mercantil americana gracias a sus seis largos viajes por diversos países del continente como representante de numerosas casas de exportación catalanas: a los veinte años viajó a Argentina, Paraguay y Uruguay, cuando todavía los españoles eran “mal mirados”. Su

10

RAHOLA I TRÈMOLS, Federico (1910) El trust del capital..., todas referencias de p. 6, 10, 39-40 y

58. 11

“Nuestra labor”, de Federico Rahola, en Revista Iberoamericana de Comercio Mercurio, 01-01-1909, Año IX, Nº 86.

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segundo viaje incluyó Chile, Bolivia, Ecuador y Brasil. Su tercer recorrido fue por Colombia, Venezuela y Estados Unidos. 12 Mientras volvía a España, Rahola escribió un bello libro que tituló Sangre Nueva y que resultó ser un instrumento ideal para exorcizar la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas 13. Dedicado a José Puigdollers i Macià, el texto comienza su recorrido literario en las aguas del Atlántico: “nada existe como el mar para templar el cuerpo relajado por la excesiva labor intelectual ó sacudido por intensas emociones”, apuntó en sus primeras páginas repletas de impresiones, no sin agregar que “el hombre moderno, en posesión de medios que le erigen en dominador del espacio y de la materia, no pone límites á su actividad y abusa de su emoción”. 14 Si una de las condiciones de la modernidad es el dominio del otro, de la naturaleza como ese “otro” externo al sujeto, podríamos pensar que "ser moderno" adquirió entre fines del siglo XIX y principios del XX el mismo sentido que “viajar”, en particular en una España reputada por entonces como atrasada. Antes de partir para Argentina, Rahola se ruborizaba diciendo que él no se había movido de Cadaqués, su pueblo natal, ni de la ciudad de Barcelona. Los viajes de la modernidad son quizás el arquetipo fundamental de esa necesidad de dominación que Rahola llamaba “derroche de energía”. Sangre Nueva se inicia como un diario de viajes escrito desde la “primera clase” del vapor “María Cristina” y constituye una de las obras etnográficas pioneras sobre Argentina de la pluma de un extranjero más interesado por la vida mercantil que por la cultural. “Las emigraciones políticas”, escribió, “al devolvernos a los hombres rehechos en el suelo extranjero, han marcado siempre un avance”. Por la lectura de este párrafo es fácil deducir qué era lo que verdaderamente interesaba a Rahola: conocer, pero con un conocimiento interesado para aprovecharse de él en su propia tierra. “La emigración, con su reflujo fecundante, puede aportarnos capitales é ideas, medios materiales é iniciativas, que es lo que se requiere para acabar con nuestra pobreza física y nuestra anemia moral”, 15 por supuesto, la de España que, por entonces, era un despojo del antiguo Imperio que había ensoberbecido a sus súbditos. Esto se explica en parte por escritos previos de Rahola en los que se enfrentó claramente al régimen monárquico del Estado español de inicios del siglo XX que le recordaba en mucho al “absolutismo” de los siglos anteriores. Rahola se basó en la idea de que había sido Castilla la que se había beneficiado del monopolio de la explotación americana, y que Cádiz y Sevilla habían aprovechado los privilegios exclusivos mercantiles. Para Rahola, los catalanes, pese al renacimiento de su industria y del desarrollo de sus organismos comerciales, no se beneficiaron de América como los naturales de otras regiones españolas. El causante de la decadencia peninsular tras la firma del Tratado de París debía ser, por ende, el gobierno central. En su colección de poesías Gotas de tinta, editada en 1885 como un ensayo del tipo de planteamiento de las décadas siguientes, Rahola criticó la ceguera 12

En “José Puigdollers y Maciá”, de Federico Rahola, en Revista Iberoamericana de Comercio Mercurio, 01-06-1908, Año VIII, Nº 79. 13 “La República Argentina y Barcelona”, de A. B. Pont, en Revista Iberoamericana de Comercio Mercurio, 01-01-1909, Año IX, Nº 86, p. 1781; “La expansión comercial de Cataluña” de Federico Rahola, en Revista Iberoamericana de Comercio Mercurio o, 26-09-1911, Año XI, Nº 189. 14 RAHOLA, Federico (1905) Sangre Nueva, Impresiones de un viaje a la América del Sud, Barcelona, Tipografía La Académica, Prefacio, p. 7. 15 RAHOLA, Federico (1905) Sangre Nueva..., Prefacio, pp. 13-14

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española al sostener las guerras reaccionarias contra las independencias de las antiguas colonias americanas. En un poema titulado “España”, Rahola hizo referencia a la causa real de la decadencia del antiguo imperio español: su enorme extensión y su rechazo a aceptar la diversidad entre sus propios contornos políticos: “El Imperio español, tan poderoso fue en otros tiempos de constantes guerras, que el sol esplendoroso no se ponía nunca en nuestras tierras. Tanta miseria que á la mente espanta Pensando en esos tiempos no me asombra, ¡cuán presto se mustiara cualquier planta con el sol eterno sin jamás ver sombra”. 16 Cuando tocó puerto, la Comisión fue recibida por el vicepresidente argentino Costa, pero también se hallaban en el puerto antiguos amigos de juventud de Rahola: los hermanos Malagarriga, José Artal (de origen catalán y director General del Banco del Río de la Plata), el pintor Meifrén, Rafael Calzada. La misma noche de su llegada Rahola y Zulueta fueron recibidos en el “Club Español” por su presidente, Rafael Escriña. Al día siguiente Escriña los acompañó a una audiencia en la Casa de Gobierno, concedida por el presidente, Julio Argentino Roca, donde tuvieron la oportunidad de conversar con el Ministro de Negocios Extranjeros. Indudablemente Rahola estaba profundamente orgulloso de los importantes “contactos” -como llamaba a los lazos o puntos de la red a los que podía acudir en caso de necesidad- realizados en los primeros días de estancia en el país. La tarea de este intelectual en Argentina fue realizar visitas a varias de las provincias, así como a instituciones particulares: la Exposición Rural, el diario La Nación, los Ministerios, la Asociación Patriótica Española, la Sección de Inmigración, el Centro Español y el Catalán, estaciones de trenes como puntos de confluencia de la producción y el comercio. En Buenos Aires, la frase “el Palacio exuda poder” le serviría como plataforma para conceder sentido a su tarea mercantil, pero también significación a su paso por los representantes de ese poder en Buenos Aires. Pero, a pesar del éxito de su cometido, una cosa le abrumó: el hecho de que el Palacio de Gobierno argentino, cuyas paredes estaban pintadas de color rosa, hubiese sido bautizado por Sarmiento con el nombre de Casa Rosada. Es evidente, puntualizó Rahola, que Sarmiento aspiraba a sajonizar la Argentina, “y quiso remedar con ello el nombre de Casa Blanca de Washington, ansiando verla animada por el propio espíritu”. En ese juego simbólico, el ejemplo no era España, como quería Rahola, sino los Estados Unidos. ¿Cuál debía ser, entonces, la estrategia española?

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RAHOLA I TRÈMOLS, Federico (1885) Gotas de tinta, Colección de Poesías, Luís Tasso Serra, Barcelona, p. 186.

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“Hoy España no puede enviar a América militares ni empleados, no puede ya fraguar en la oficina el interminable expediente; sólo cuenta para proseguir su obra con el emigrante y con el producto; la literatura indigesta de la Gaceta ha dejado el campo libre á la producción literaria y artística, y el poder de expansión ha llenado el sitio que ocupaba el pie dominador, entrando triunfante la Nacionalidad allí donde salía vencido el Estado. Es un hecho evidente que los españoles han salido ganando en América con la pérdida de las Antillas; antes eran las víctimas de los errores y vicios de sus gobernantes, y en todas partes se veían obligados á sostener el choque con los americanos simpatizadores de los llamados filibusteros de Cuba. Suprimido el motivo que creaba los bandos, al tiempo que aparecía amenazador el peligro yankee, los españoles vieron de pronto cambiada por completo su posición. Los adversarios se trocaron en amigos y aliados”. 17 Rahola contó con informantes claves para dar cuerpo a sus relatos etnográficos, pero siempre se colocó en el lugar del saber. Él mismo escribió que antes de partir hacia Barcelona un “argentino ilustre” le abrazó como despedida al tiempo que le decía: “cuando hable de nosotros, aun cuando tenga usted que decir algo desagradable, no se detenga, porque estamos necesitados de que se nos diga la verdad”. Quienes le habían permitido entrar en la privacidad cultural argentina sabían perfectamente cuáles eran las intenciones de Rahola: escribir, y escribir para un público permeado por necesidades e intereses concretos. Escribir y publicar. Ese argentino ilustre agregó: “los que vienen de fuera distinguen á veces cosas que nosotros desde cerca no podemos apreciar”. Este saber que parecía legitimar su propia figura fue aprovechado a tavés de las Conferencias que concedió en el norte de España. Rahola regresó de Argentina recubierto de una nueva legitimidad: su actuación como director de la “embajada comercial” española a las Repúblicas americanas, y su labor como promotor de una especie de “misión de paz” que pudiese dar cuerpo a un nuevo vínculo con las antiguas colonias. Ese vínculo, orientado al comercio, tenía que empezar por el respeto a las tradiciones culturales y la tolerancia debía ser la tónica. Con Marruecos, por ejemplo, era necesario aumentar el comercio aceptando su religión; con América, su diversidad lingüística: 18 “Por más que la Academia Española, desde el año 1884, ha venido aceptando gran número de americanismos, con suma escrupulosidad, proclamando que no quiere sancionar el uso ilegítimo, sino cediendo á fuerza mayor, es tal la producción de voces nuevas, en la Argentina principalmente á influjos del italiano y por la facilidad que hay allí en aceptar los neologismos y barbarismos cuando no hay nombre para las cosas, que las transacciones de la Academia, después de largo regateo, por generosas que sean, no podrán nunca acordar la resistencia excesiva del idioma castellano á crecer con la impulsión corruptora que aumenta las proporciones del lenguaje americano. Será ó no será castellano, en la castiza acepción de la palabra, pero será un idioma vivo, que hablarán mayor número de 17

RAHOLA I TRÈMOLS, Federico (1885) Gotas de tinta..., p. 95 y 165, el énfasis es mío. Hemos trabajado estos temas en: DALLA CORTE, Gabriela y FERNÁNDEZ, Sandra, "El límite jurisdiccional de la corporación académica. Debates entre usos y leyes en la lengua argentina", en Revista de la Reial Acadèmia de Bones Lletres de Barcelona, Núm. XLVIII, Número especial 2001-2002, Barcelona, pp. 164. 18

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habitantes que el castellano...quizás tenga razón Ricardo Palma cuando dice que España se empeña en romper el lazo más fuerte, el del idioma, hiriendo susceptibilidades de nacionalismo. Admite provincialismos de Badajoz, Albacete, Zamora ó Teruel, voces usadas por tres ó cuatrocientos mil peninsulares, y es intransigente con los americanismos aceptados por más de 50 millones de seres que en el Mundo Nuevo se expresan en castellano”. 19 Al volver, el autor inició una activa promoción de sus proyectos mercantiles no sólo en Cataluña, sino principalmente en el País Vasco. El Instituto Vizcaíno, la Unión Iberoamericana y la Liga de productores vascos, por ejemplo, lo convidaron en calidad de atiguo “diputado industrial” para hablar sobre el viaje realizado por la Comisión Comercial a América, y convencer a la burguesía bilbaína de las posibilidades que ofrecía Argentina, y Latinoamérica en general, para los intereses locales. “Ponderando el candente interés y la indiscutible oportunidad del asunto” (así justificaron los bilbaínos la atención que prestaron a Rahola), asistió a la Conferencia una heterogénea representación de las fuerzas vivas locales, desde fabricantes de armas hasta estudiantes de la Escuela de Comercio, pasando por la Asociación de Navieros, la Cámara de Comercio, la Asociación de Navieros, el Círculo Minero, el mercantil e industrial, la Academia de Derecho, el Centro Obrero...Todos coincidieron en que el viaje de Rahola a Argentina le autorizaba en sus observaciones, y no tuvieron ningún pudor en reconocer que su finalidad como productores era “recoger los juicios y datos que más aplicación tuvieran para nuestra región”. 20 4. Imaginando Argentina: conferencias mercantiles y relatos de viaje Después de “revolver papeles y libros para la conferencia”, como reconoció el conferenciante, se le ocurrió filiar su proyecto con la comunidad de intereses que continuaba uniendo al País Vasco conn el Río de la Plata a través de la mención de la importante colonia vasca rioplatense que podía funcionar como sólido e indestructible “contacto” social y étnico. En este sentido, la “red social”, fundada en términos de pertenencia étnica y de confluencia mercantil, podía funcionar aceitadamente para articular un espacio precisamente desarticulado por los procesos de independencia del siglo XIX. Argentina y Uruguay ofrecían la ventaja de una poderosa colonia vasca, que podía desempeñarse como un seguro baluarte para la defensa de los mercados. El progreso y la modernidad, entonces, se asentarían con facilidad en el terreno fértil de las redes sociales, étnicas, tradicionales. Argentina, por otra parte, ofrecía a Europa lo que el propio autor negaba que Cataluña representara para el país español: una línea de continuidad cultural, demográfica, histórica. En Argentina, escribió: “la raza blanca se encontró en un clima y ambiente apropiados, prosperando con tal vigor, que en su seno absorbió á las demás razas, de modo que la sangre india, que en otras naciones de América pesa marcadamente en su destino, y el problema negro, que es una amenaza para lo porvenir de algunos Estados de la Unión 19

RAHOLA, Federico (1905) Sangre Nueva..., cita de p. 294; también Prefacio, p. 14. “El Infiel Marroquí”, de Federico Rahola, en Revista Iberoamericana de Comercio Mercurio, 01-01-1907, Año VII, Nº 62, p. 1036. 20 RAHOLA I TRÈMOLS, Federico (1904) “Conferencia acerca de las relaciones mercantiles entre la costa cantábrica y las Repúblicas Sudamericanas” dada el 27-03-1904, Revista de Bilbao, Unión Iberoamericana, Bilbao, p. 6.

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Americana, no tienen importancia en la República Argentina ni en el Uruguay. La Argentina es una nación perfectamente europea”. 21 En esta analogía, apropiada para una Conferencia como la que ofreció ante un público ansioso por invertir en nuevos mercados, debía fundarse el vínculo mercantil, sinónimo de cultural. Argentina podía ser perfectamente europea, pero debía mantenerse como desemboque de productos manufacturados y convertirse en exportadora de materias primas. Para que se produjera este diálogo desigual, la región vasca debía propiciar un modelo interno basado en la producción de artículos elaborados, teniendo como modelo a Cataluña. Sigamos la explicación que elaboró Rahola para justificar la transformación de las economías del norte en base a una lectura comparativa de los índices de exportación e importación de los puertos vascos y barceloneses. “Siendo hoy Bilbao el puerto que carga mayor número de toneladas (4.339.590 en 1902)”, escribió, “resulta que Barcelona, que carga únicamente 124.215 toneladas, exporta por valor de 104 millones mientras aquél lo efectúa únicamente por el de 80 millones”. La diferencia de valores estaba claramente establecida, no por la cantidad de toneladas, sino por el precio de cada una en función del producto exportado. Así, mientras el valor de la tonelada que salía por el puerto de Barcelona era de 838 pesetas, el de la que salía del puerto de Bilbao sólo era de 18 pesetas. Una situación inversamente proporcional acontecía con la importación. En 1902 el puerto barcelonés importaba toneladas a valor de 263 pesetas, es decir, una tercera parte de la tonelada exportada. Bilbao, en cambio, recibía toneladas por 107 pesetas, seis veces lo que valía la tonelada de exportación. La conclusión deducida de las cifras es significativa porque acusa que en la región vasca se practicaba “un comercio de exportación de primeras materias y una importación de artículos elaborados”. Habiendo advertido este simple hecho ante su ansioso público formado por representantes de las casas y compañías productoras de artículos elaborados, Rahola continuó su tarea propagandística. “Vuestro interés y el progreso de este puerto”, les dijo, “requieren la razón inversa”, es decir, la transformación de las materias primas brutas a través del empleo de la mano de obra nacional. Esta conferencia de Rahola fue escuchada y contestada por el Presidente de la Liga Vizcaína de Productores, Pablo Alzola, quien actuó en nombre de la industria vizcaína y resaltó las posibilidades del cambio de perspectiva productiva en relación a la siderurgia vasca. Es precisamente el impulso a la exportación a Ultramar el hecho que me interesa decodificar el proyecto de Rahola y de los que, como él, pretendían aprovecharse de América transformando, al mismo tiempo, la situación productiva y económica peninsular. Sobre este tema se sigue insistiendo aún hoy para demostrar que allí radica la base de diferenciación socio-económica entre los países “desarrollados” y los “subdesarrollados”. Argentina, en tanto pueblo joven, podía ser representada como puerto, como espacio de entrada y de salida para los esfuerzos del norte español representados en “el trabajo de las fábricas, la labor de la agricultura, el movimiento de las naves y las líneas férreas, y los vuelos de la banca”. Como el lector puede intuir, mientras España se convertiría en exportadora de productos manufacturados, Argentina sólo tendría para ofrecer trigo, maíz, ganado en pie, carnes, tasajo, lana sucia y algodones 22. En el caso que vengo analizando me interesa señalar la originalidad del modelo, de carácter netamente proteccionista, proteccionismo negado para 21 22

RAHOLA, Federico (1905) Sangre Nueva..., p. 10, el énfasis es mío; también p. 31. RAHOLA, Federico (1905) Sangre Nueva..., pp. 22 y 48.

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el puerto de Buenos Aires, pero apoyado y sostenido para los puertos de Bilbao y Barcelona. Bilbao, como Cataluña, debía conseguir el apoyo estatal para la industrialización, disminuyendo así la exportación de materia prima. En un breve pasaje reproducido por el Mercurio Rahola fue más explícito en su valoración al afirmar: “Litz expresó perfectamente esta idea diciendo: cuando dos países comercian libremente, el que vende los productos manufacturados manda, mientras el que sólo puede ofrecer producción natural obedece”. 23 Algo particularmente importante en este autor es que no colocó en la actividad pública la capacidad de orientar los destinos. Propuso, en cambio, la organización de Sociedades de Exportación o Casas Comisionistas a través de las cuales se podría favorecer la venta directa y privatizada. La utilización de las redes vascas en el Río de la Plata sobre las que hablé más arriba se debía acompañar del aprovechamiento del saber de pequeños comerciantes que hubiesen residido temporalmente en América. En Bilbao, en Santander y en otras ciudades del litoral, dijo Rahola, “viven retirados gran número de comerciantes que han residido en las varias Repúblicas de América, conocedores de aquellos mercados, en posesión de sus gustos y exigencias...que tienen la experiencia indispensable para el buen funcionamiento de estas Sociedades intermedias”. 24 Como era de esperar, la propaganda ejercida por la Comisión fue efectiva. Gracias a su ingente labor realizada en continuos viajes y conferencias, de la visita de Rahola a Argentina surgieron proyectos mercantiles y fue incentivada la emigración catalana con la peculiaridad de que recibió mayor control estatal. Rahola era conciente de que un alto porcentaje de los emigrantes era, además de resultado de la pobreza 25, reflejo del rechazo a la política de las quintas implementados por el Estado español. He trabajado en un texto anterior la actitud reacia asumida por las poblaciones del interior y norte de España en relación a la sangría que significó la llamada al servicio militar obligatorio, las “quintas”, en especial durante y después de la Guerra de Cuba. 26 En Sangre Nueva, el autor reprodujo un relato etnográfico en el que aparece el reclutamiento para el servicio militar, así como su papel en la decisión de la población masculina española de emigrar en forma permanente (lo que significaba una huída), o temporaria. Esta última estrategia servía para conseguir, a través de la emigración golondrina, el dinero necesario para “comprar” los servicios de alguien menos afortunado que pudiese suplantar físicamente al designado a filas: “A la salida de Cádiz hemos sido testigos de una escena que ha dejado en todos cuantos la hemos presesnciado visible pesar. La guardia civil ha practicado una pesquisa á bordo, deteniendo á cuatro mozos gallegos, por carecer de pasaporte y 23

“Carta abierta a S.M. el Rey”, de Federico Rahola, en Revista Iberoamericana de Comercio Mercurio, 04-08-1902, Año II, Nº 9. 24 RAHOLA I TRÈMOLS, Federico (1904) “Conferencia...op.cit., p. 44. 25 En el poema “L´Emigrant” Rahola manifestó su rechazo a la emigración, a ser un náufrago de la tierra, a hacer patrias nuevas que nunca serán propias, en RAHOLA I TRÈMOLS, Federico, L´Oasis, Poesies, Ilustració Catalana, Barcelona. 26 DALLA CORTE, Gabriela y NAVARRO, Gustau (1998) “Estrategias locales frente a las quintas de la guerra de Cuba, la Villa de Calella (1895-1898)”, en Pilar García Jordán y otros (coord.) Lo que duele es el olvido: recuperando la memoria de América Llatina, Universidad de Barcelona, Barcelona, pp. 323-337.

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demás documentos que se exigen á los emigrantes que no han prestado el servicio de las armas. Eran cuatro adolescentes, de fisonomía inteligente y expresiva, bronceados por el sol, que no dejaban de sonreir á pesar de la triste situación en que se encontraban. Un militar que iba á Canarias se les acercó y, con aire de mofa, les dijo: - ¿Conque para huir de las quintas? - Tenía tiempo de ir y volver, le dijo el más osado con voz resuelta que acusaba voluntad firme”. 27 ¿Esa voluntad firme pudo haber sido, en realidad, reflejo de la intencionalidad de abandonar España en forma permanente y clandestina? La respuesta quedará en el terreno de la duda. En todo caso, como vemos, buena parte de los ingresos conseguidos por el trabajo realizado fuera del país servían para redimir los deberes de ciudadano, las quintas. En 1904, ante su público vasco reunido para escuchar lo que tenía que decir sobre los problemas que aquejaban a la sociedad española del momento, repitió sus mismos temores, sus mismos presagios en torno a los emigrantes clandestinos que preferían embarcarse en Francia y que, al llegar a destino, ni siquiera se registraban en el Consulado. “Con el régimen de quintas hasta ahora vigente”, dijo en la Conferencia que dio en Bilbao, “la mayor parte, desde la fecha de la emigración á la del sorteo, hubiese conseguido con su labor recursos suficientes para redimirse”. 28 La frase “tengo tiempo de ir y volver” rondó en la cabeza de Rahola durante mucho tiempo y le sirvió para legitimar argumentalmente la necesidad y la positividad de la emigración, aún sabiendo que quienes efectivamente dejaban su tierra preferían quedarse en América y no volver nunca más. Una de las soluciones más próximas era permitir y hasta facilitar la emigración golondrina, apoyando la inscripción consular de los clandestinos 29. El temor de Rahola no era infundado. Yo misma provengo de ascendientes vascos que huyeron de las quintas. El padre de mi abuela materna, José Esnaola, nació en Hernani, en una ciudad típicamente agrícola del País Vasco, y cuando tenía casi veinte años fue llamado a filas. Su decisión fue otra. Convenció a un amigo que se encontraba en la misma situación, Juan Lassalle, y ambos solicitaron la mano de dos hermanas, Benita y Dolores Illarramendi. Poco después, ya casados como exigía la ley, las dos parejas se embarcaron rumbo a Argentina, huyendo de las guerras, de las quintas, de la pobreza y del hambre. Muchos relatos se conservan de estas historias comunes, que sólo esperan ser desempolvados del baúl de los recuerdos familiares, y que sirven aquí como contraste fáctico y personal de la literatura de la época. Sobre estos temas Rahola volvió a insistir en Sangre Nueva, en especial en relación a la naturalización de los españoles en tierras rioplatenses. “Según el último censo de la República Argentina llevado á cabo en 1895”, escribió alarmado “solamente 1638 personas nacidas en el 27

RAHOLA I TRÈMOLS, Federico (1905) Sangre Nueva...,op.cit., p. 18. RAHOLA I TRÈMOLS, Federico (1904) “Conferencia acerca de las relaciones...”, op.cit., p. 24. 29 “Servicios marítimos hispano-argentinos” de Simeón Muguerza, en Revista Iberoamericana de Comercio Mercurio, 16-04-1910, Año X, Nº 152; 16-05-1910, Nº 154. 28

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extranjero obtuvieron ciudadanía argentina por medio de la naturalización. Esto corrobora la persistencia del cariño al hogar antiguo”. 30 Los españoles no tienden a inscribirse en el Consulado respectivo, “el emigrante siente la nostalgia de la nacionalidad, pero no echa de menos al Estado”. Acostumbrado a ver en el agente de la Administración a un adversario, es refractario a inscribirse. Muchos de ellos son inmigrantes ilegales, y no se inscriben. Porque ven en el Consulado el representante del Estado que quiso privarles la salida, por eso propone otra función para la representación consular. “En estos países nuevos, donde el Estado no puede atender, aunque quiera, á las imperiosas exigencias sociales de un crecimiento asombroso, y en los cuales el inmigrante se aparta de la sombra de su antiguo Estado, que, por otra parte, fuera muchas veces incapaz de suplir á esa total protección si le fuese reclamada”. Por ello, la representación consular daba paso a la emergencia de otras formas asociativas: el Laurac-Bat, el Centre Català, el Centro Gallego, la sociedad Española de Beneficencia (esta última surgida en Buenos Aires en 1857 per que se mantenía en la época en que Rahola llega al país). Aparecían muchos más nombres de españoles en los registros del Hospital Español que en el propio Consulado. Los grupos locales que conservan el espíritu regional son quienes sostienen la cohesión de los nacionales españoles, que implican reminiscencia de particularismos regionales. El inmigrante, “sin familia por regla general, y en un ambiente exótico, necesita de verdad ese apoyo de la colectividad que constituye su gran familia”. 31 La embajada comercial descripta en Sangre Nueva fue propiciada por el Mercurio, editado desde principios de siglo para divulgar a un amplio público, no sólo español sino también transatlántico, las posibilidades a que podía dar lugar un denso intercambio mercantil para las economías privadas, en especial las catalanas. La Revista gestionaba la realización de viajes y aprovechaba las visitas de ciudadanos latinoamericanos. Esos lazos, sin embargo, no eran sólo culturales. A principios de siglo, el director propietario del Mercurio, José Puigdollers i Maciá, improvisó en Barcelona una Exposición de las producciones locales aprovechando la visita del vicepresidente argentino Quirno Costa, y la trasladó gratuitamente al Río de la Plata para mostrar la calidad de los artículos manufacturados españoles. El apoyo a este emprendimiento llegó de todas las corporaciones económicas, desde la del Fomento del Trabajo Nacional, que fue la que invitó a Costa a Barcelona, hasta las sociedades anónimas 32. En 1907, por dar un ejemplo de muchos, se dieron los primeros contactos con dos redactores del Periódico Ilustrado Caras y Caretas de Buenos Aires, mientras en Barcelona se fundaba una sucursal del Banco Español del Río de la Plata. 33 Quienes formaron parte del staff del Mercurio (Puigdollers, Rahola como director y Zulueta) se afanaron por orientar la corriente mercantil, política y económica a través de la propaganda comercial, convencidos de que esa reorientación era lo que más preocupaba a los gobernantes de las naciones “modernas”. Pero, ¿qué era el Mercurio? Se trató de una experiencia editorial de carácter comercial publicada quincenalmente en conjunción entre 30

RAHOLA I TRÈMOLS, Federico (1905) Sangre Nueva...,op.cit., p. 124. RAHOLA, Federico (1905) Sangre Nueva..., pp. 127-129. 32 “Llegada de Norberto Costa, Vicepresidente de la República Argentina”, en Revista Iberoamericana de Comercio Mercurio, 04-11-1902, Año II, Nº 12; 04-12-1902, Nº 13. 33 “La República Argentina y Barcelona”, de A. B. Pont, en Revista Iberoamericana de Comercio Mercurio, 01-01-1909, Año IX, Nº 86, p. 1781. 31

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Barcelona y Madrid, aunque dirigida y subvencionada desde aquella ciudad a través de suscripciones de particulares y publicidad de productores y mercaderes anunciantes (Rahola siempre simpatizó con las estrategias que saliesen de los límites estrechos del Estado). Desde un primer momento la finalidad que movió a sus redactores fue la promoción del movimiento diplomático, la difusión de la legislación de cada país, así como el fomento de las relaciones entre España y América Latina; por ello fueron apoyados por la Subcomisión internacional permanente de Barcelona. Pero también les interesó transformar la política internacional catalana para poner fin a la decadencia del antiguo imperio después de la pérdida de Cuba. Ocho años después de poner en circulación al Mercurio, Rahola explicitó que su finalidad había sido emprender: “la patriótica tarea de impulsar la expansión de España hacia América. Acababan de desprenderse los últimos restos de nuestro luminoso Imperio colonial, y cesaba con ello para siempre la soberanía territorial española en las Indias, pero comenzaba el predominio de la raza que revivía en un medio ambiente libre, estimulada por todos los incentivos de una naturaleza pródiga y de un espacio vacuo, inmenso, que reclama imperiosamente hombres y trabajo al viejo mundo”. 34 Sigamos la exposición del director del Mercurio, José Puigdollers i Macià, ante el Congreso social-económico Hispano-Americano en su sesión de febrero de 1902: “Me encontraba en 1898 en Buenos Aires, durante aquellos días en que se hablaba de si se declaraba ó no la guerra con los Estados Unidos, á propósito de la Cuestión de Cuba, y pude apreciar allí, no solamente el entusiasmo patriótico que sentían los españoles residentes en aquella República, sino que, aún los hijos del país que hasta entonces habían estado más bien al lado de los cubanos, al adoptar los Estados Unidos su agresiva actitud, demostraron también sus simpatías y su personal afecto á nuestra nación...al llegar a Chile declarábase la guerra con los Estados Unidos”. 35 En su viaje, Puigdollers i Macià pasó por Bolivia, Perú, Panamá, Colombia, Venezuela, las Antillas, Panamá, y en Puerto Rico se encontró con que pocos días antes los norteamericanos la habían invadido. Frente a ese temor real de perder la posibilidad de conservar y fomentar los lazos mercantiles con Latinoamérica, Puigdollers volvió a referirse a la actitud que debían asumir el Estado y las corporaciones, en especial las dedicadas a codificar los usos lingüísticos. América Latina conservaba la lengua castellana, pero cada República tenía “grandísimo apego á sus modismos, á su modo peculiar de expresarse, y hasta algunas tienen su ortografía especial”, apuntó, para agregar “infiero yo que, pues nuestro objetivo es el de ganarnos sus simpatías, no será seguramente el mejor camino el de las imposiciones”. Pretender la uniformidad era imposible porque “cada nación tiene su carácter peculiar”, y la única salida para retomar el diálogo interrumpido por décadas de luchas era el 34

“Nuestra labor”, de Federico Rahola, en Revista Iberoamericana de Comercio Mercurio, 01-01-1909, Año IX, Nº 86. 35 “Las relaciones entre España y América. Manera de fomentarlas”, de José Puigdollers y Maciá, en Revista Iberoamericana de Comercio Mercurio, marzo de 1902, Año I, Nº 4, pp. 57-61.

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tratado comercial conservando los rasgos peculiares. Pocos años después el Mercurio se haría eco de esta política y Telesforo García, autor de Por la Raza, diagnosticaba que “tenemos en España la preocupación de que podemos crear españoles en América. Ni lo hemos logrado, ni convendría que lo lográsemos. La uniformidad excesiva tiende a lo permanente, a lo estadizo”. 36 La propaganda comercial diseñada en el Mercurio fue obra de Simeón Muerza y Saenz, un abogado del Colegio de Barcelona y director del diario El Comercio. Gracias a su relación personal con Rahola, Muguerza publicó varios libros referidos a los países latinoamericanos. El que me interesa aquí, el referente a Argentina, mereció del líder regionalista catalán una carta que fue publicada como prólogo por el prestigio de que gozaba por su cargo de Diputado a Cortes. Rahola escribió que si Cuba era la República más española, Argentina era, sin lugar a dudas, la más latina y, en virtud de esta línea de pertenencia, debía ser aprovechada para compensar el predominio que Estados Unidos y Asia estaban demostrando en México, lo que convertía a esta última nación en un territorio “siempre en constante peligro de absorción y de invasión”. A diferencia de México, la República Argentina conservaba la lengua y la literaura española, en ella predominaba la raza blanca, sus llanuras no estaban tan cerca de las garras de países extranjeros, y habían cesado los tiempos de la “hostilidad política” del proceso de guerras de independencia. Argentina era, a los ojos de Rahola, la nueva Estados Unidos, la tierra de promisión, y en ella crecían día a día los kilómetros de rieles, la exportación de carne congelada, el ganado, así como las estadísticas oficiales. “No es por lo tanto iluso vaticinar que a fines del siglo que transcurre, la Argentina alcanzará una población de cien millones de habitantes”, escribió aplicando la norma de Franklin con la que ya se había calculado que durante el siglo XIX la población de Estados Unidos se había duplicado cada veintidós años. Tomando como referente el Censo de Azara de 1797, que había arrojado una población de trescientos mil habitantes, y el último censo de 1909, que contabilizó más de seis millones de personas, la gradación por habitantes, de acuerdo a la aplicación de las normas de Franklin con saltos cada veintidós años, debía ser la siguiente: Año

Total población argentina

1909

6.200.485

1931

12.400.970

1953

23.801.940

1975

49.603.880

1997

99.206.760

36

“Las relaciones entre España y América. Manera de fomentarlas”, de José Puigdollers y Maciá, en Revista Iberoamericana de Comercio Mercurio, marzo de 1902, Año I, Nº 4, pp. 57-61. También “Los hispanoamericanos: la unidad en la variedad”, en Revista Iberoamericana de Comercio Mercurio, 01-03-1907, Año VII, Nº 64, p. 1090.

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Como vemos, ante los ojos de Rahola transcurría el siglo XX, mientras soñaba con una metáfora del catalán José Dalmau que se había radicado en Argentina y había escrito que el país “es una vaca lechera que da para todos, pueden venir aquí todos los capitales que quieran”. 37 Contradiciendo sus cálculos, a finales de la centuria la población argentina no superó los treinta y cinco millones de habitantes. Rahola pasó por alto, entre otras cosas, que la inflación demográfica de su época era producto de la emigración y no del crecimiento natural de la población. Pero, más allá de la escasa fiabilidad de aquellos cálculos, lo que me interesa de los mismos es que sirven como termómetro para medir el optimismo depositado en el desarrollo argentino como variable final de la especulación en torno a la capacidad regional catalana. La recuperación de la amistad internacional debía disipar la posible dominación estadounidense, pero más que nada tenía que aumentar los negocios catalanes. La justificación de Rahola es más bien idílica: “la Argentina ejerce ya sobre los escritores y sobre los artistas una atracción misteriosa que tardaron mucho tiempo en ejercitar los Estados Unidos”. 38 Lejos del lirismo disfrazado de Rahola, Muguerza leyó su propia tarea como un esfuerzo por aproximar política y económicamente a la “Madre España con sus hijas emancipadas e independientes” a través de la diplomacia, de las ciencias, y de la mentalidad española que no era “ni tan pobre y desmedrada como la pretenden hacer todos aquellos españoles que entienden que la ciencia y la sabiduría están reñidas con España”. 39 En el libro sobre Argentina, Muguerza abordó estadísticas comerciales y estudió comparativamente el vínculo mercantil que aquélla mantenía con España, Francia e Italia, descubriendo a los ojos del público que estos dos últimos países exportaban productos similares que España pero en mayor cantidad. En las importaciones argentinas, España sólo ocupaba el séptimo lugar, muy por debajo de Bélgica. A una conclusión similar había llegado años antes Puigdollers i Macià al diagnosticar que las exportaciones españolas de materias primas a América Latina eran muy bajas porque a los países receptores no les convenía, para agregar: “Lo único que respecto á este asunto podemos hacer, ó mejor aún, que debiéramos ya haber hecho, imitando con ello el práctico proceder de algunas naciones europeas, es mejorar todo lo posible la condición de nuestro personal diplomático, de suerte que, rivalizando en celo é inteligencia con el que mandan allá otros países, pudiese alcanzar de los gobiernos americanos determinadas ventajas para algunos de nuestros productos". 40 Muguerza tuvo una finalidad didáctica: informar a los exportadores e industriales españoles, darles elementos de juicio para favorecer el envío de artículos manufacturados “con verdadero conocimiento de causa”, pero también sentar las bases para un futuro Tratado 37

“Norte América y su comercio con la Argentina”, de José Dalmau Montaña, en Revista Iberoamericana de Comercio Mercurio, 30-03-1910, Año X, Nº 176. 38 RAHOLA i TRÈMOLS, Federico, Carta Prólogo como Diputado a Cortes, en Simeón Muguerza y Saenz (1910) República Argentina. Su vida económica, comercio general. El especial con España, Francia e Italia. Presente y porvenir del comercio hispano-argentino, Hijos de Domingo Casanovas, pp. VI-VII. 39 MUGUERZA Y SAENZ, Simeón (1910) República Argentina.., op. cit. En nota anterior, p. 1. 40 “Las relaciones entre España y América. Manera de fomentarlas”, de José Puigdollers y Maciá, en Revista Iberoamericana de Comercio Mercurio, marzo de 1902, Año I, Nº 4, pp. 57-61, en particular p. 58.

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de Comercio hispanoamericano. Corría el año 1910; Argentina se preparaba para festejar el centenario de la Revolución y de la Independencia y, a pesar de que España había sido la más perjudicada en su momento, llegaba la oportunidad y el momento de reivindicar ciertos vínculos culturales que aún se conservaban por el pasado histórico común: “la Metrópoli que la descubriera y colonizara”, escribió Muguerza, quien también apuntó que “el baluarte comercial más importante que hay que asaltar, tomar, y conservar es indudablemente el mercado argentino”. 41 La reivindicación, sin embargo, no fue sólo cultural. La obra de Muguerza se apoyó en proyectos más materiales, como la creación de la sucursal del Banco Español del Río de la Plata en la ciudad de Barcelona, y la reunión de la Conferencia Comercial de Delegados de las Cámaras de Comercio de España en Buenos Aires.... a ambos lados del Atlántico, los intereses particulares y regionales confluían en un vértice común: el tratamiento de las finanzas, del correo, de los transportes, de la tarea que debían desempeñar los agentes intermediarios, los representantes, los tratados mercantiles. Paralelamente a estas dos experiencias, la representación diplomática y consular en España quedaba a cargo del enviado extraordinario y Ministro plenipotenciario Eduardo Wilde, mientras la península establecía en Buenos Aires al Cónsul General y también Ministro plenipotenciario Luis de la Barrera y Riera. 5. Reflexiones finales Estas experiencias se acompañaron de la organización de tres Exposiciones en los meses de mayo a noviembre de 1910: dos internacionales -la de transportes e industria, y la de agricultura, ganadería e industrias derivadas- y una nacional dedicada a las manufacturas. El apoyo de España se expresaba en la invitación realizada por la Cámara Oficial Española de Comercio, Industria y Navegación, y por el gobierno central que, por otra parte, aseguraba la supresión de los derechos y la gratuidad de los fletes 42. Argentina se unía así a un proceso dialéctico que se mostraría quizás irreversible, y que fue sostenido desde Barcelona a través de la edición periódica de la Revista Comercial Iberoamericana Mercurio. No debe extrañarnos que el concepto elegido para titular a este órgano de difusión haya sido precisamente el de “iberoamericana”, ya que la pretensión era juntar los territorios a ambos lados del Atlántico “en una nacionalidad espiritual, en un alto Imperio, libre de soberanías, mantenido por la cohesión puramente étnica”. El plan montado por Puigdollers, y al que se adhirió buena parte de la élite latinoamericana, era conocer la diversidad del continente y aprovechar sus potencialidades para salir del atraso en que se encontraba y Cataluña. “Por España sólo viajan aficionados a las cosas antiguas, a las cosas que se caen”, escribió apesadumbrado mientras luchaba por eliminar el impuesto de entrada a los viajeros americanos que pisaran la península y favorecer con esa supresión un intercambio fluido y dinámico 43. El apoyo y la intervención estatal comenzaron a aparecer lentamente como dos puntales fundamentales y a partir de la prédica de los españoles residentes en América Latina. 41

MUGUERZA Y SAENZ, Simeón (1910) República Argentina, op.cit., p. 35; también “Hay que ir á la Argentina”, de Simeón Muguerza, en Revista Iberoamericana de Comercio Mercurio, 16-02-1910, Año X, Nº 148. 42 “Las aceitunas en la Argentina” de Simeón Muguerza, en Revista Iberoamericana de Comercio Mercurio, 01-03-1910, Año X, Nº 149. 43 “Nuestra labor”, de Federico Rahola, en Revista Iberoamericana de Comercio Mercurio, 01-01-1909, Año IX, Nº 86. “Las relaciones...”, de José Puigdollers y Maciá, en Mercurio, marzo de 1902, Año I, Nº 4, p. 58.

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Desde Buenos Aires, Ricard Monner Sans enviaba al Mercurio especies de “Crónicas argentinas”, una de las cuales relataba certeramente: “Hace poco tiempo, y en misión de carácter confidencial llegó aquí el senador francés Mr. Calvet para estudiar las relaciones comerciales entre Francia y la Argentina. Ahora es el senador argentino D. Benito Villanueva quien va a Francia comisionado por este gobierno para gestionar, entre otras cosas, la admisión en Francia de ganado a pie, y estudiar cuanto se relacione con el intercambio entre los dos países. Y en España...¿qué hacen? Política”. 44 Asentado sobre la labor de corresponsales e informantes catalanes en América, el Mercurio dio lugar a una extensa política propagandística de la mano de Frederic Rahola. En agosto de 1902, por ejemplo, este autor decidió reproducir una carta abierta que había enviado al Rey Alfonso XIII en la que se quejaba amargamente de que en las fiestas que habían iniciado su reinado los organizadores habían descuidado un detalle muy pequeño pero que revestía suma trascendencia en la política de legitimación del vínculo con América Latina: el uso de la lengua francesa en la minuta de platos y vinos. Así como en Inglaterra la monarquía había impuesto los tejidos ingleses a las damas de la aristocracia durante la coronación de Eduardo VII, España estaba obligada a demostrar patriotismo. “No parece sino que con nuestro mal ejemplo influímos en la América Española”, puntualizó Rahola, “propensa asimismo a dejar que el idioma francés sustituya al español en las grandes festividades...España y la América española tienen el deber de dignificar su idioma”. 45 En el porvenir Rahola vislumbraba un “superhispano”, fruto de la libre unión entre España y sus antiguas colonias que ya habían logrado consagrar sus independencias, en un vaivén de ideas y productos que sirviese para ligar el alma y los intereses económicos. En la crudeza de las metáforas emerge la pretensión de cobrar una deuda impaga: “España, que se desangró para poblar á las nuevas naciones americanas, hoy cobra ya los intereses del capital humano que prestara". El comercio intentaba convertirse en el lazo de unión entre “la antigua y la nueva España” para no perder la oportunidad de reconquistar el mercado americano, aunque esta vez por medio del trabajo, del comercio, y de sucesivos Tratados de paz y amistad que escondían en sus párrafos cláusulas mercantiles con el fin de mejorar el salvo de las balanzas comerciales 46. “Trocar los odios históricos en apretados lazos de cariño” parece ser la síntesis de esta política que en Barcelona se condensó en la difusión de los estudios americanistas y en la 44

“Crónica Argentina”, de Ricard Monner Sans, en Revista Iberoamericana de Comercio Mercurio, 0101-1905, Año VI, Nº 39, p. 359. 45 “Carta abierta a S.M. el Rey”, de Federico Rahola, en Revista Iberoamericana de Comercio Mercurio, 04-08-1902, Año II, Nº 9. 46 Me refiero particularmente a los Tratados firmados entre España y Agentina en 1859, modificado en 1863, y el convenio de comercio del año 1881. “La República Argentina y Barcelona”, de A. B. Pont, en Revista Iberoamericana de Comercio Mercurio, 01-01-1909, Año IX, Nº 86, p. 1781. “Nuestra labor”, de Federico Rahola, en Mercurio, 01-01-1909, Año IX, Nº 86; “El porvenir económico de España”, en Mercurio, 01-011905, Año VI, Nº 39. He analizado parte de estos problemas en DALLA CORTE, Gabriela, "La reconstrucción de los mercados postcoloniales: La Casa de América de Barcelona y el "oro blanco" del norte argentino", en Pilar García Jordán, Gabriela Dalla Corte, Meritxell Tous, Miquel Izard, Javier Laviña, Ricardo Piqueras, María Teresa Zubiri (compiladores), Conflicto y violencia en América. Actas del VIII Encuentro-Debate, América Latina ayer y hoy, Conflicto y violencia en América de la Universitat de Barcelona, 2002.

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constitución de la Casa de América; primera experiencia en Europa que serviría como foro para la “comunión transatlántica” a través de la puesta en funcionamiento de un museo cultural, una biblioteca y un museo de productos para “rememorar la venerada maternidad de España” y frenar el influjo francés, tanto en la educación y la literatura como en el intercambio mercantil 47. Muerto el empeño del dominio territorial, queda la comunidad de ideas, la identidad de costumbres, el idioma, un fondo común resistente y en el que el interés mercantil es justificado por los contemporáneos como la palanca para el diálogo. Miquel de Sants Oliver, uno de los catalanistas más renombrados de entonces, se refirió a estas actividades alternativas y utilitarias: “He aquí que una nueva conquista, menos estruendosa, menos cruenta, pero de tanta intrepidez y heroísmo como la primera, se realiza en los países del Plata, mediante iniciativa ó la colaboración eficaz de los colaboradores”. 48 La reproducción que hizo el Mercurio de un texto de José Echegaray titulado “Igualdad y desigualdad” es quizás una de las claves para entender este modelo cultural y mercantil entre España, Cataluña y Argentina, elaborado a caballo entre los relatos de viaje, la imaginación propiciada por las conferencias y la literatura brindada por la propia revista Mercurio. El autor escribió que la igualdad es la muerte, mientras que la desigualdad es la vida; las desigualdades, cuando son legítimas y proceden de la esencia de las cosas, no sólo son necesarias para que haya vida, sino que además son provechosas y “simpáticas y trabajan para realizar cierta especie de fraternidad universal”, una frase que deja al desnudo los intereses creados, incluso en el rechazo de las categorías “panamericanismo”, por la hegemonía de Estados Unidos, y “latinoamericanismo”, por el predominio de francés e italiano en lugar del español 49.

47

“Carta de E. Dato, Presidente del Congreso de Diputados”, en Revista Iberoamericana de Comercio Mercurio, noviembre de 1909, Año IX, Nº 96; “América en España”, de Rafael Vehils, en Mercurio, diciembre de 1909, Año IX, Nº 97, p. 2143; “Crónica Argentina”, de Ricard Monner Sans, en Mercurio, 01-03-1905, Año VI, Nº 40, p. 303; "Igualdad y desigualdad” de José Echegaray, en Mercurio, 04-01-1902, Año II, Nº 2. 48 Escrito de Miguel de Sants Oliver en Revista Iberoamericana de Comercio Mercurio, 01-05-1905, Año VI, Nº 42, p.428. 49 “Igualdad y desigualdad” de José Echegaray, en Revista Iberoamericana de Comercio Mercurio, 0401-1902, Año II, Nº 2; “La expansión comercial de Cataluña” de Federico Rahola, en Revista Iberoamericana de Comercio Mercurio, 26-09-1911, Año XI, Nº 189.

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Un ilustre viajero: el diario de marcha del coronel Manuel Belgrano al Rosario en 1812 Marisa Laura D´Amato Gabriel Darío Taruselli

UBA UNLu

Abstract Hace algunos unos años en Buenos Aires, Antonio Carrozzi Abascal presenciaba una subasta pública. Allí descubrió un pequeño paquete conformado por ocho carillas recubiertas con una fina y menuda letra. Decidió entonces comprar la pieza y ponerla a consideración de los especialistas que sin dudar, confirmaron su originalidad: se trataba del diario de marcha del coronel Belgrano a Rosario en 1812. En aquellas páginas, escritas día tras día por el creador de la insignia nacional, se cuentan detalles observados en su recorrido durante quince días, pues el documento se encuentra trunco. Su lectura, nos permite apreciar los anhelos y esfuerzos de nuestro héroe, pero sobre todo nos muestra qué imagen proyectaba sobre "el otro" y "lo otro". Se establece entonces, una particular relación entre el sujeto del relato y el mundo observado: una sociedad envuelta en profundos cambios políticos, de los cuales Belgrano era protagonista principal. El "otro" como el próximo, es la característica que diferencia este relato de aquellos clásicos, donde el viajero de culturas conformadas en el expansionismo y el colonialismo, observaba costumbres y paisajes exóticos. Su significado histórico está representado por el aporte sobre una sociedad oculta en la historiografía tras los acontecimientos políticos fundacionales.

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El vuelo del Águila por América del Sur. José Vasconcelos y su periplo sudamericano (1922) Patricia Funes

UBA

Abstract Entre agosto y diciembre de 1922, José Vasconcelos (Ministro de la Secretaría de Educación Pública de México), realizó un viaje por Brasil, Uruguay, Argentina y Chile. Designado por el presidente Álvaro Obregón embajador oficial, el viaje tenía como motivo la celebración del Centenario de la Independencia del Brasil, coincidiendo, además, con la transmisión de mando del Presidente Yrigoyen a Alvear en Argentina. El periplo sudamericano de Vasconcelos influyó notablemente en un ensayo clásico de la producción intelectual latinoamericana, La raza Cósmica. Misión de la raza iberoamericana, publicado en 1925, junto con las Notas de Viajes a la América del Sur. El objetivo del trabajo es analizar tres cuestiones. Consideramos que el viaje y los intercambios sobre todo en el ámbito educativo y cultural, contribuyen a echar luz sobre las referencias que impactaron en la formación de la producción vasconcealiana al tiempo que le permiten evaluar las políticas educativas de la revolución mexicana. Por otro parte, sus notas comparativas permiten “releer” la versión de la Revolución Mexicana del propio Vasconcelos. Finalmente, los temas y problemas que trata en sus notas de viaje y en La Raza Cósmica condensan una serie de proposiciones muy discutidas por los intelectuales de los años veinte.

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La Rusia de los Soviets en los relatos de viajeros leídos en la Argentina en los años veinte Sylvia Saítta

UBA - CONICET

Abstract Desde octubre de 1917, la Revolución Rusa originó infinidad de discursos que intentaron dar cuenta de “la verdad” de los sucesos: libros de historia y política, intervenciones parlamentarias, conferencias, crónicas periodísticas, discursos públicos. Entre la diversidad de esos discursos y textos publicados en todo el mundo, los relatos de viaje escritos por los intelectuales, escritores y periodistas que visitaron Rusia buscaron convertirse en una toma de posición verdadera y objetiva sobre la revolución, que se opusiera tanto a las adversas —y por momentos, terroríficas— versiones promovidas por las agencias de noticias internacionales, como a los relatos apologéticos de los militantes comunistas. Leídos por miles de lectores, los libros de los viajeros a Rusia se convirtieron así en mediadores entre los grandes tratados de ciencia política y el gran público. Esta ponencia se inscribe en un proyecto que se propone el análisis de los relatos de viajes a Rusia que circularon en la Argentina de los años veinte y treinta, para analizar a) la emergencia y la consolidación del viaje de izquierda como un nuevo tipo de crónica de viajes; b) los modos en que esos textos producen una imagen de Rusia y de la revolución para los lectores argentinos; c) el examen de los usos y desvíos de los procedimientos del relato de viajes, considerado como la narración de una experiencia que implica un desplazamiento desde un espacio conocido hacia el espacio ajeno —de “los otros”—, en una escritura que articula el relato de esa experiencia y la descripción de ese otro espacio. La ponencia se centrará en los relatos de los viajeros de los años veinte. Since October 1917, Russian Revolution brought about multitude of discourses that were intended to account for “the truth” of the events: books on history and politics, parliamentary speeches, lectures, chronicles, public speeches. Out of this diversity of texts published all over the world, travel stories written by intellectuals, writers and journalists who went to Russia, aimed at giving a true and objective account of the Revolution, neither apologetic nor scathing. Read by thousands of readers, the books by the travelers to Russia became a kind of mediators between treatises on politics and mass audience. This paper deals with travel stories in the twenties, and is a part of a larger project whose aim is the analysis of travel stories on Russia against the background of Argentina in 1920s and 1930s, especially focusing on: a) the left-wing travel account as a new type of chronicle; b) its ways to produce an image of Russia and its Revolution for Argentinian readers; c) its specific features within the wider category of travel stories, considered as texts where the experience of an alien space is narrated.

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Texto Desde octubre de 1917, la Revolución Rusa originó infinidad de discursos que intentaron dar cuenta de la verdad de los sucesos: libros de historia y política, intervenciones parlamentarias, conferencias, crónicas periodísticas, discursos públicos. Entre la diversidad de esos discursos y textos publicados en todo el mundo, los relatos de viaje escritos por los políticos, intelectuales, escritores y periodistas que visitaron Rusia buscaron convertirse en una toma de posición verdadera y objetiva sobre la revolución, que se opusiera tanto a las adversas —y por momentos, terroríficas— versiones promovidas por las agencias de noticias internacionales, como a los relatos apologéticos de los militantes comunistas. Leídos por miles de lectores, los libros de los viajeros a Rusia se convirtieron así en mediadores entre los grandes tratados de ciencia política y el gran público. Esta ponencia se inscribe en un proyecto que se propone el estudio de los relatos de viajes a Rusia que circularon en la Argentina de los años veinte y treinta, para analizar la emergencia y la consolidación del viaje de izquierda como un nuevo tipo de relato de viajes; los modos en que esos textos produjeron una imagen de Rusia y de la revolución para los lectores argentinos junto al análisis de recepción y apropiación de esa imagen; el examen de los usos y desvíos de los procedimientos del relato de viajes, considerado como la narración de una experiencia que implica un desplazamiento desde un espacio conocido hacia el espacio ajeno —de los otros—, en una escritura que articula el relato de esa experiencia y la descripción de ese otro espacio. Asimismo, dado que todo escritor que hable de Rusia define su posición ideológica a través de un tono narrativo y de conocimientos previos a los que hace referencia y en los que se basa, se analizará el modo en que los viajeros asumen lo que Edward Said denomina “la actitud textual”, es decir, un lugar de enunciación a partir del cual el narrador recurre a los textos que ya ha leído sobre el tema con el fin de confirmarlos o de discutirlos (Said, 1990). La hipótesis del proyecto de investigación sostiene que el impacto ideológico, político y estético de la revolución rusa se traduce en modelos culturales y políticos alternativos para la Argentina. Si, como señala David Viñas, el viaje es, desde comienzos del siglo diecinueve, un tema que irá enhebrando las diversas flexiones del intelectual argentino, este trabajo se inscribe en un tema clásico de la cultura argentina como es el viaje a Europa del escritor, topos ideológico-literario que recorre toda la literatura argentina en textos producidos desde diferentes perspectivas; en ellos, la función del viajero y la mirada sobre Europa varían significativamente en el transcurso que va del viaje romántico al viaje utilitario o estético (Viñas, 1996). Por lo tanto, se estudiará la construcción de un nuevo lugar de enunciación y de un cambio de perspectiva ya que no se trata del viaje estético y consumidor de los hombres del ochenta pero tampoco del viaje de los escritores de la elite de los años veinte, para quienes —como en el caso de Oliverio Girondo o Victoria Ocampo— el viaje representaba el contacto con las elites internacionales y era una señal de prominencia social dentro del status literario (Masiello, 1986), sino de escritores y periodistas que se inscriben en la tradición del viaje a Moscú, reformulando la dicotomía París-Buenos Aires con la traslación del modelo ideológico-cultural hacia lo que Aníbal Ponce denomina la “tercera ciudad” que es Moscú (Ponce, 1974). El corpus inicial de la investigación está formado, por un lado, por los relatos

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de viajes escritos por intelectuales, políticos, escritores y periodistas argentinos publicados tanto en forma de libro como en periódicos del período. Por otro lado, por los relatos de viajeros extranjeros a la Unión Soviética que fueron publicados o traducidos en la Argentina durante esos años, o que circularon por la Argentina en ediciones españolas. Si bien el proyecto trabaja con el total de los relatos de viajeros a la Unión Soviética escritos o traducidos al español, desde 1917 hasta 1936, esta ponencia se centrará en la primera etapa del viaje que abarca desde octubre de 1917 hasta diciembre de 1920, esto es, el viaje a la Rusia en guerra (1917-1919) y el viaje a la Rusia de la posguerra (1920). El viaje de izquierda Durante las décadas del veinte y del treinta, “se ponen de moda” los viajes a la Unión Soviética, realizados por escritores, intelectuales, periodistas o, como sucede sobre todo en la primera etapa de la revolución rusa, por militantes socialistas o anarquistas. Los motivos de los viajes son numerosos: en algunos casos, se viaja por curiosidad intelectual y política sobre lo que está pasando en Rusia; en otros, invitados por la Unión Soviética; algunos viajan para participar de algún congreso; otros, para realizar alguna misión política. Durante la primera etapa de la revolución —hasta la muerte de Lenin en enero de 1924—, muchos de los viajeros que arriban a la Unión Soviética, sobre todo en 1920, son socialistas y anarquistas que viajan para participar del Segundo Congreso de la Internacional Socialista (19 de julio a 7 de agosto de 1920) y para ver de cerca qué sucede en la Unión Soviética antes de aceptar las veintiún condiciones que exigía la Tercera Internacional Comunista para ser incorporados. También viajan los periodistas enviados por algún diario, o profesionales interesados en las nuevas prácticas de la Rusia Soviética (médicos como el rosarino Lelio Zeno que viaja en 1931, abogados como el español Diego Hidalgo que lo hace en 1929). Estos viajes de intelectuales, escritores o periodistas difieren de los que realizan los militantes y los dirigentes comunistas cumpliendo misiones del partido. Y difieren por varios motivos: en primer lugar, porque muchas veces los dirigentes comunistas viajan clandestinamente; en segundo lugar, porque son viajes que rara vez se traducen en relatos públicos (Claudín, 1985). Por ejemplo, son pocos los relatos escritos por dirigentes comunistas argentinos (Rodolfo Ghioldi y José Penelón, ambos del primer período) si se tiene en cuenta que los dirigentes argentinos viajaban periódicamente a la Unión Soviética, sobre todo a partir de 1924 cuando, después de la muerte de Lenin y más precisamente a partir del V Congreso de la Internacional Comunista, en junio de 1924, se produce el proceso de bolchevización de los partidos comunistas de todo el mundo. Por ejemplo, después de la expulsión de José Penelón del Partido Comunista Argentino, los penelonistas denunciaban que los partidarios de Victorio Codovilla y Rodolfo Ghioldi habían convertido el local de Estados Unidos 1525 —donde funcionaba el Comité Central del Partido Comunista— “en una agencia para el envío de delegados a Moscú”, y sostenían que la adhesión de los militantes tenía una sola causa: “El gran gancho: los viajes a Moscú”. 1

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Adelante!, 6 de setiembre de 1928 (citado en Otto Vargas, El marxismo y la revolución argentina, tomo II, Buenos Aires, Agora, 1999; pág. 392)

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Mario Laserna señala que la Unión Soviética define una nueva forma de viajar, propia de ideólogos e intelectuales, a la que denomina la “realización de un modelo”. Realizar un modelo significa que una realidad concreta posee importancia no sólo por lo que es en sí misma, sino por su cualidad impersonal, transmisible y trasladable, que representa la materialización de una teoría general. En otras palabras, viajar a la Unión Soviética es poder asistir a la concreción de un experimento: “una realidad determinada queda comprendida bajo el concepto de experimento cuando existe una teoría general que la explica, que la convierte en objeto de conocimiento racional, de un conocimiento que permite no sólo entenderla o conocerla, sino también planearla, controlarla, predecir su comportamiento, explicar las condiciones de su origen, su estado actual y su desarrollo pasado y futuro” (Laserna, 1967). El experimento, entonces, es lo contrario a lo individual, a lo concreto y a lo único; es aquello que se puede analizar y explicar, y principalmente, que se puede transmitir y trasladar. Muchos de los que viajan a la Unión Soviética, entonces, viajan precisamente para ver y experimentar los resultados de ese “experimento” y, sobre todo, para estudiar las estrategias de “traslación” de ese experimento a sus lugares de pertenencia. Leídos por miles de lectores, los libros de los viajeros a Rusia se convirtieron así en mediadores entre los grandes tratados de ciencia política y el gran público. Su publicación y venta eran sumamente exitosas, y las ediciones se agotaban rápidamente. Por lo tanto, en muchos casos, la publicación de estos libros era promovida por los mismos editores, que buscaban continuamente nuevo material sobre Rusia para publicar, con la idea de que cada nueva publicación llenaba un vacío de información, de manera objetiva y veraz. Para dar sólo un ejemplo, se puede mencionar el caso de Moscú. Diario de un viaje a la Rusia Soviética de Alfonso Goldschmidt, editado en la Argentina por Manuel Gleizer en 1923, y como folletín en el diario Crítica al año siguiente. Estos dos datos señalan, por sí solos, la importancia que adquirió el relato de viajes de Goldschmidt que fue traducido al español a pedido de un editor y que se publicó en un diario que solía ser leído por miles de lectores. El prólogo del traductor Julio Fingerit y el anuncio publicitario de Crítica señalan el lugar que el editor Manuel Gleizer y Natalio Botana desde el diario están pensando para el libro: se trata de un relato que viene a cubrir un vacío de información, de manera independiente, objetiva y veraz. Mientras que Crítica sostiene que Alfonso Goldschmidt relata “la verdad del enigma” pues Moscú es “el único libro en que, como en un espejo, se refleja la realidad” del ex imperio de los zares 2, Fingerit aclara que aunque “detesta” todo lo bolchevique, se avino a traducir el libro de Goldsmichdt a pedido del editor Gleizer porque considera que se trata de un libro objetivo, que se diferencia de las versiones ya existentes: Los libros que acerca de la Rusia bolshevique yo he leído son los más absolutamente dudosos en punto de la fe que se merezcan. Los han escrito o bolscheviques o antibolsheviques; escritores pagados por los enemigos de los soviets, o a sueldo de alguna empresa capitalista, más o menos periodística; o han sido los autores sectarios de uno u otro bando, y en el mejor de los casos parciales del socialismo. En cambio, Goldschmidt no es parcial de política alguna, porque su orgullo se encarama tan alto, que en verdad sólo es del partido de sí mismo. Por más de 2

Crítica, 2 de setiembre de 1924.

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Goldschmidt se declare inclinado al sovietismo, lo más cierto es que sólo se inclina a mirar por sí, con la sola preocupación de sí propio y con el solo cuidado de sus propios sentimientos (Fingerit, 1923: VIII). Algo parecido sucede con la publicación del libro Un notario español en Rusia de Diego Hidalgo, en Madrid de 1929. El relato del viaje a Rusia de Hidalgo está formado por las cartas privadas que fuera enviando a un amigo desde Rusia. Conocidas estas cartas por los editores, solicitan a Hidalgo el permiso para su publicación. El libro se abre entonces con la trascripción de las cartas que los editores enviaron a Hidalgo pidiendo su autorización, en las cuales se subraya esta demanda del público: “Lo que el público necesita es precisamente conocer la opinión de hombres tan imparciales como usted sobre cuanto allí ocurre y la manera como allí se vive” (Hidalgo, 1985: 19). Y efectivamente, Un notario español en Rusia se publica en 1929, se agota rápidamente y en 1931 se publica su cuarta edición. Además se tradujo al portugués y al francés; la edición francesa apareció en 1931 con un prólogo de Henri Barbusse. El análisis de los relatos de viajeros a la Unión Soviética permite analizar la construcción de una imagen de Rusia para los lectores argentinos, y de un modelo político, económico, social, cultural, literario posible para la Argentina. Porque después de la revolución rusa, había un modelo concreto a seguir para que se cumplieran las expectativas de transformación social de muchos intelectuales y dirigentes políticos. Como señala Ricardo Falcón, “Rusia parecía demostrar a los latinoamericanos que la revolución también era posible en un país de capitalismo periférico, gobernado por una aristocracia secular y con la presencia dominante de campesinos pobres” (Falcón, 2000: 337). Las primeras versiones que se tienen en la Argentina sobre lo que estaba ocurriendo en Rusia son poco confiables y contradictorias, sobre todo porque provenían de las agencias internacionales de noticias que sostenían la postura pro aliada y en consecuencia contraria a la intención de los bolcheviques de celebrar la paz bilateralmente con Alemania. Fue José Ingenieros el primero en exponer públicamente una enfática defensa de la revolución rusa, en la conferencia “Significación histórica del movimiento maximalista” que dicta en el Teatro Nuevo, el 22 de noviembre de 1918. Como señala Néstor Kohan, Ingenieros adhiere fervientemente a los sucesos soviéticos porque “la Revolución Rusa es inseparable de dos procesos culturales y políticos contemporáneos y específicamente latinoamericanos: el levantamiento estudiantil de la Reforma Universitaria de 1918 y el ideario antiimperialista del cual nacerá la Unión Latinoamericana” (Kohan, 2000: 30). Además de la conferencia, Ingenieros publica en la Revista de Filosofía, de la que es director, numerosos artículos en defensa de la revolución rusa y se reseñan libros de viajeros que conocieron personalmente la situación bolchevique. Por ejemplo, publican un reportaje a Rodolfo Ghioldi sobre su viaje a la Unión Soviética de 1921 que, si bien aparece sin firma, fue probablemente redactado por Ingenieros. 3 En el marco de información y desinformación sobre los sucesos en el País de los Soviets, una de las fuentes de información más importante de la década del veinte y 3

Revista de Filosofía, año VIII, n° 1, enero de 1922.

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comienzos del treinta es precisamente los libros de los viajeros a la Unión Soviética. De la Argentina parten algunos viajeros que escriben sus propias experiencias de viaje, pero también se publican y se traducen permanentemente relatos de viajeros de otros países. Por lo tanto, el corpus completo de la investigación está formado tanto por los relatos escritos por los viajeros argentinos, como también por los relatos de viajeros latinoamericanos y españoles que se editaron o circularon en la Argentina del período y también los relatos de viajeros extranjeros que fueron traducidos al español en esos años. La constitución del corpus y la posibilidad de acceder a esos libros, ha sido —y continúa siendo— una de las mayores dificultades de la investigación. Si bien estos relatos pueden ser sistematizados de varias maneras (por el país de origen del viajero, por la finalidad del viaje, por la posición política de quien enuncia) el momento histórico y político en el que cada viajero arriba a la Unión Soviética es crucial para una primera sistematización, pues no todos llegan a la misma Unión Soviética. Una primera Rusia es la que aparece representada en los libros de quienes viajaron antes de finalización de la primera guerra mundial, cuyos relatos son más relatos de guerra que relatos de viajes (los libros de Sofía Casanova y de Alfonso Paquet). Otra es la Rusia de la posguerra, destrozada por los estragos de la guerra mundial y civil, que intenta articular un plan económico, político y social viable. Diferente es la Rusia de Lenin a partir de la aplicación de la NEP, cuando se militaba en favor de la constitución del Frente Único con socialistas, reformistas, sindicalistas, y de la organización de frentes internacionales no ostensiblemente comunistas. Otra muy distinta será la Rusia de Stalin, que sostiene la posibilidad del socialismo en un solo país, y la consigna de clase contra clase. Por último, diferente será la Unión Soviética del llamado a los Frentes Populares, contra el fascismo. En una Rusia en guerra (1917-1920) Dos libros (uno escrito en español en 1920 y el otro traducido del alemán en 1921) dan cuenta, en español, de la primera etapa de la revolución rusa: La revolución bolchevista (Diario de un testigo) de la escritora y periodista española Sofía Casanova (La Coruña, España, 1861 – Poznan, Polonia, 1958), y En la Rusia Comunista. Cartas desde Moscú del alemán Alfonso Paquet. No se trata, en términos estrictos, de libros de viaje sino de los relatos de dos corresponsales de guerra, testigos y participantes de los sucesos revolucionarios. Son dos miradas que se oponen tanto en la valoración de lo que ambos narran como en el punto de partida a partir del cual se interpretan los sucesos: mientras Sofía Casanova irá endureciendo, con el paso de los meses y el trágico destino de sus familiares detenidos y fusilados en Rusia, su posición crítica con respecto a la revolución rusa, Alfonso Paquet se considera a sí mismo un autor bolchevique y socialrevolucionario. Ambos textos se ocupan de la primera etapa de la revolución rusa, del final de la primera guerra mundial y de la guerra civil que se desata en Rusia hasta 1920, un período signado por la política del comunismo de guerra, la lucha fratricida, el hambre y la durísima consolidación del gobierno de Soviets en el poder. La revolución bolchevista (Diario de un testigo) narra el día a día de los sucesos revolucionarios durante los dos años que Sofía Casanova vive en San Petersburgo y el año transcurrido en Moscú. Periodista, novelista y poeta, Casanova se encontraba en el frente de guerra cuando estalla la revolución rusa ya que, después de casarse con el filósofo polaco

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Wincenty Lutoslawkii en 1887, y al estallar la Primera Guerra Mundial en 1914, se había convertido en corresponsal de guerra del periódico ABC, donde publica más de mil artículos, y de otros diarios españoles de provincias. En 1916 realiza la recopilación De la guerra. Crónicas de Polonia y Rusia, crónicas de guerra publicadas en distintos periódicos, sobre todo en ABC, y en 1920 publica La revolución bolchevista (Diario de un testigo), después de haber publicado en ABC crónicas periodísticas enviadas clandestinamente desde Rusia: “No todo puede descubrirse —dice Casanova al periodista que la entrevista cuando se publica su libro—; pero sí diré que muchos de mis artículos vinieron por mar; algunos en el pecho de aviadores intrépidos; a mano y de etapa en etapa, muchísimos, y que ni uno solo fue entregado cerrado, ni dirigido a ABC” (R. C., 1920: 10). La revolución bolchevista, como bien se señala en su prólogo, es el libro del “único testigo presencial que podía contarnos en nuestro idioma los sucesos que desde hace dos años conmueven al mundo entero” (R. C., 1920: 10). Casanova termina de escribir su libro en Varsovia, en enero de 1920, y en él transcribe, en el formato de un diario personal, los días vividos en San Petersburgo desde el 30 de octubre de 1917 (calendario ruso) hasta la salida de Rusia en marzo de 1919, y sus últimos comentarios sobre la situación rusa, ya escritos en Madrid, en octubre de 1919. Se trata entonces de un diario, escrito en la inmediatez de los hechos y narrado en el cruce del discurso periodístico y la crónica política. El texto se abre en octubre de 1917, con los rumores sobre la revolución de Lenin al gobierno de Kerensky, y la reconstrucción del clima de terror que invade a San Petersburgo cuando Lenin y la Guardia Roja avanzan sobre la ciudad. 4 La velocidad con que se desarrollan los acontecimientos atenta contra una escritura reposada: “No es posible escribir literariamente, ni casi con sintaxis, de lo que ocurre. Se atropellan los hechos, y hay que hacer cronología y sintetizar la situación” (Casanova, 1920: 27). En este sentido, el diario de Casanova difiere del ritmo detenido y la mirada descriptiva del relato de un viajero: en su texto hay pocas zonas de detención pues la narración vertiginosa de la guerra civil y de los permanentes cambios políticos asume el tono característico de la crónica periodística y el relato de guerra. Si al comienzo de la narración Casanova se admira de los alcances de la revolución 5, busca desmentir los peores augurios sobre el accionar de los bolcheviques en el poder e intenta reflexionar de un modo distanciado sobre las incertidumbres que abren las primeras medidas de Lenin —el retiro de la contienda mundial, la abolición de la propiedad de la tierra, la firma del tratado de paz con Alemania en Brest-Litovsk—, su posición cambia con la imposición del comunismo de guerra y el clímax de la guerra civil (el asesinato del embajador alemán conde Mirbach, el alzamiento de los socialistas-revolucionarios para destituir a Lenin, el atentado contra Lenin, el fusilamiento del Zar Nicolás II en Ekatarimburgo, el cruento enfrentamiento entre rojos, blancos y militares zaristas): “El absurdo ideal, social, comunista, ejerce la tiranía roja del populacho, tan injusta y funesta cual las otras, la de las autocracias, y 4

“El pánico en San Petersburgo es infinito. Tanto mal se ha dicho de Lenin y sus adictos, que no hay horror ni infamia de los cuales se les juzgue incapaces. Se teme el pogrom general, la matanza sin perdón. Segura estoy que no ha de ser así.”(Casanova, 1920: 20) 5 “Renovador el mundo creen estos doctrinarios rojos su credo, y no se les puede negar consecuencia en sus acciones. La tierra se repartirá entre quienes la trabajan; la Iglesia, será autónoma; el matrimonio se disolverá cuando uno de los cónyuges lo quiera y son libres todos los cultos religiosos en el territorio de la República. De un plumazo ha suprimido Lenin los títulos y jerarquías” (Casanova, 1920: 84)

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no saldrá de las manos de Lenin y Trotsky el mundo que sueñan, sino un monstruoso amasijo, un islote con flora venenosa y pobres manantiales de agua pura, bajo la maleza” (Casanova, 1920: 85); “La dictadura de los bolcheviques es más violenta, más sucia que la de la autocracia (...) La fría zaresca burocracia y la jadeante plebe en funciones administrativas cumplen igualmente su misión horrible: hacer daño al prójimo y molestar, entorpecer, impedir su vida de relación” (Casanova, 1920: 142). Hasta mediados de 1918, Casanova observa los acontecimientos con cierta condescendencia, convencida del fracaso seguro de la revolución 6; las drásticas medidas tomadas por Lenin a partir de setiembre de ese año (ruptura de relaciones con los aliados, encarcelamiento de los cónsules inglés y americano, fusilamiento de los opositores) la enfrentan violentamente a los hechos que arrasarán también con su propia familia: en octubre, dos cuñados suyos, Mariano y José Lutoslawski, son fusilados en Moscú por organizar a los emigrados polacos; la prensa del día informaba que habían sido fusilados por “ser enemigos políticos de la revolución”. A partir de ese momento, el relato se convierte en la narración de una fuga. Casanova y lo que queda de su familia logran salir de Rusia a comienzos de 1919, escapando así de “la tierra maldita”, de “Rusia, la satánica Rusia que los ha matado” y que “naufraga en sangre inocente” (Casanova, 1920: 165). El punto de partida de Alfonso Paquet es diferente: integrante de la representación diplomática alemana en Moscú liderada por el conde Mirbach, Paquet se considera a sí mismo un autor bolchevique y social revolucionario. Pasa cinco meses en Moscú, desde junio a noviembre de 1918, desde donde envía estos artículos a diversos periódicos alemanes que, en marzo de 1919 y ya en Francfort, recopila en formato de libro bajo el título En la Rusia Comunista. Cartas desde Moscú. Los sucesos consignados por Paquet y las descripciones que realiza de la ciudad revelan más trágicamente los estragos de la guerra ya que Paquet se encuentra en Moscú mientras Casanova narra principalmente desde San Petersburgo. Es por ello que Paquet registra el terror, el hambre, el robo en las calles, la falta de seguridad, el desabastecimiento, los fusilamientos, con mayor intensidad: “En julio de 1918, los fusilamientos estaban en Moscú a la orden del día. Noche tras noche, y a veces también de día, se oía por todas partes en la lejanía el ruido de los disparos de fusil (...) Los rostros permanecían serias... e indiferentes, impenetrables. El pueblo ha olvidado manifestar sus sentimientos. Acaso no tenga ya en general sentimiento alguno” (Paquet, 1921: 92). Paquet describe una Moscú silenciada por el terror y el miedo, donde los hombres y las mujeres se mueven como sombras impenetrables, y en la que imperan la censura y los rumores más contradictorios frente a lo que no se sabe 7, y principalmente, sitiada por el hambre, las detenciones, el terror: En Moscú, en otro tiempo tan floreciente, reina el hambre. Los hombres siguen su camino pálidos, enflaquecidos, huraños y mudos. Esperan un largo invierno sin pan, 6

“La revolución maximalista morirá; el sueño cándido, criminal, de sus cabecillas, se desvanecerá en el horizonte de sangre, por el que asoman los cascos del enemigo: el imperialismo germano” (Casanova, 1920: 88) 7 “Todos estos rumores, que tienen sin duda por base un sistema, producen la impresión como si hubiera comenzado ya la agonía del Gobierno delos soviets. Corren rumores sobre la traición de divisiones enteras en el frente, sobre la actitud de los regimientos de soviets residentes en Moscú, sobre la fuerza y mando de las tropas contrarrevolucionarias que desde el Este y el Norte se dirigen a Moscú, rumores que, según los oídos que los recogen, deben despertar temor o esperanza (...) Los rumores afirman naturalmente desde hace tiempo que todo el Kremlin está minado y que saltará en pedazos en caso de un levantamiento”. (Paquet, 1921: 102)

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sin combustible. (...) En las devastadas moradas de los ricos, en las rebosantes habitaciones de la pequeña burguesía reina la pesadilla del terror. Los registros domiciliarios, las detenciones y fusilamientos, la expropiación violenta de las casas, ora en este, ora en aquel barrio de la ciudad, las requisas en las pocas tiendas que aún están abiertas no tienen término. (Paquet, 1921: 131) El terror hace estremecerse a Moscú como una fiebre. La dictadura proclamada por los bolcheviques se ha convertido rápida y vigorosamente en un terror de las masas. (Paquet, 1921: 201) Paquet, que había visitado años antes el Moscú de los zares, compara permanentemente los viejos días de la ostentación y el lujo ciudadano con un presente de devastación, miseria y muerte, en el cual describe la destrucción de los palacios, el cierre de los negocios, el hambre, las vestimentas harapientas, la proletarización de todas las clases 8. Sin embargo, y pese al esplendor perdido, Paquet exalta la belleza urbana posrevolucionaria ya que reencuentra en esa disolución un estado de naturaleza previo a la civilización. Con sus descripciones, el relato de Paquet inicia un tópico que reaparecerá en muchos de los relatos posteriores de viajeros a la Unión Soviética, el tópico del retorno a la naturaleza que produce el mito de una sociedad donde las relaciones son inmediatas: “¿Pero ha sido Moscú tan hermoso como en esta barbarie? Es como si todo volviera al estado de naturaleza, como si de una vez hubiera ocurrido un enorme reflujo de aquella inteligencia humana reguladora que señalaba su jerarquía a las cosas” (Paquet, 1921: 334). Por lo tanto, la descripción de la ciudad es la descripción de un espacio bucólico cuyas marcas naturales borran el carácter urbano de la ciudad y, sobre todo, borran las huellas de la guerra, la destrucción, la muerte: “Esta ciudad encadenada, que no tiene ya ningún comercio, que está ociosa y se despuebla, apenas puede ser ya otra cosa que un reloj de sol de las estaciones del año. Es hermosa en el verano con su primero y fuerte sol matinal, con sus atardeceres de oro oscuro, con la selva de follaje y césped no segado ante los muros del Kremlin, que reflejan el resplandor de lámparas eternas. Bellas son las tranquilas y abandonadas calles con las pesadas copas de árboles encorvados (...) En los días de otoño se ve a los muchachos que venden aster, como bandadas de palomas azul oscuras, ante el rojo monasterio Stratuoi al fin del Boulevard (...) Humeante dispersión de las hojas de las avenidas no barridas; bandadas de aves de paso, que oscurecen el cielo; aparición profunda del atardecer; anochecer frío”. (Paquet, 1921: 337). Hacia la Rusia de la posguerra (1920) A comienzos de 1920, con la derrota de Denikin y Kolchak, la crisis militar soviética queda superada. Sin embargo, el final de la guerra civil y la paralizada situación económica hacen imprescindible el viraje conocido como la Nueva Política Económica (NEP) de 1921 con el reconocimiento, por parte de Lenin, de que era imposible alcanzar de modo inmediato el socialismo a partir de un país atrasado y semidestruido por la guerra. La pequeña industria, 8

“Moscú está saturado de proletarios. Nadie sospechaba antes que fuera tan numeroso el proletariado en Rusia. Pero las revoluciones parecen crear solemnemente el proletariado. Los grandes comerciantes, los condes, los oficiales, los consejeros de Estado, han llegado a ser también proletarios. Se empobrecen, llevan el gorro de los aldeanos y la camisa azul; se envuelven en toscos capotes de soldados y con sus pálidos rostros sin afeitar todos se parecen entre sí de un modo espantoso” (Paquet, 1921: 334).

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la producción agrícola y el comercio libre se piensan entonces como los motores capaces de poner en marcha de nuevo una economía hundida desde 1917. Los salarios volvieron a ser pagados en dinero, algunas empresas fueron devueltas a sus propietarios, muchas de las cuales convocaron a cientos de trabajadores. Los bienes de consumo reaparecieron en las tiendas, aunque sólo al alcance de una minoría, los nepmen, nuevos ricos despreciados por los hombres de la revolución. El conjunto de medidas, que insistía especialmente en las concesiones al campesinado, fue aprobado por el comité central para su presentación por Lenin al X Congreso del partido, celebrado en marzo de 1921 (Carr, 1979). Durante ese difícil año de 1920, muchos son los viajeros que arriban a Rusia como delegados al Segundo Congreso de la Internacional Comunista, inaugurado el 19 de julio de ese año. Muchos de ellos dejan su testimonio de viaje en relatos que se particularizan por ser escritos, en su mayoría, por viajeros políticos. En esta ponencia, se trabajará con cuatro relatos cuyos autores viajaron a Rusia en 1920: Alfonso Goldschmidt, Ángel Pestaña, H. G. Wells y Fernando de los Ríos. Salvo Wells, que viaja a Rusia después de la finalización de la guerra para ver de cerca lo que sucede en el país de los soviets, el resto de los viajeros son integrantes de delegaciones extranjeras que viajan para participar del congreso y evaluar el sistema soviético antes de que los partidos políticos o entidades gremiales a los que pertenecen acepten el pliego de condiciones exigido para ingresar a la Tercera Internacional Comunista. En estos relatos, escritos en el mismo momento político, se representan varias imágenes de Rusia; cada viajero ve cosas diferentes y valora la situación política, económica y social desde perspectivas en algunos casos opuestas. Ya en estos primeros relatos entonces aparecen representadas tantas imágenes de Rusia como viajeros la contemplan porque de alguna manera cada uno de ellos viaja para confirmar aquello que ya sabe (o que desearía saber) sobre la situación revolucionaria. El primer libro de viajes a Rusia editado en la Argentina es Moscú. Diario de un viaje a la Rusia Soviética del economista alemán Alfonso Goldschmidt, quien arriba a Rusia a finales de abril de 1920 como integrante de una delegación oficial alemana. Como antes se señaló, se publica en 1923 traducido por Julio Fingerit quien en el prólogo sostiene que “Goldschmidt no es parcial de política alguna, porque su orgullo se encarama tan alto, que en verdad sólo es del partido de sí mismo” (Fingerit, 1923: VIII). Sin embargo, el relato de Goldschmidt es decididamente una intervención política favorable a la revolución rusa. Su mirada es francamente optimista con respecto a todo lo que ve; no hay críticas ni observaciones contrarias a la política de Lenin sino exaltaciones por todas las medidas impuestas por el gobierno soviético. Su primer movimiento es desmentir aquello que ha leído sobre la situación en Rusia a través de una confrontación con las versiones conocidas y los artículos transmitidos a todo el mundo por las agencias de noticias internacionales: El jefe de la delegación me introduce en la ciudad. ¿Qué eran todas las tendenciosas descripciones que he leído? ¡Mentiras! Ni hay aquí silencio, ni paralización, ni espanto; se vive una viva vivísima (...) La primera impresión que la ciudad hace es curiosa: la de una ciudad de proletarios. Aquí manda el trabajador (Goldschmidt, 1923: 24).

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Ninguna huella se ve de lo que en el extranjero cuentan acerca del terror, los saqueos, las pestes, los asesinatos. Las calles están limpias. No relumbran el lujo, pero no se ve en parte alguna ni suciedad ni tristeza (Goldschmidt, 1923: 26). Se trata de la representación de la sociedad soviética como el modelo de la sociedad ideal, donde todo está por hacerse pero, a su vez, donde todo está preñado de futuro. La única crítica que Goldschmidt reitera a lo largo de su relato se refiere al trato de privilegio que reciben las delegaciones de extranjeros no adictas al régimen 9. Porque el resto de sus afirmaciones discute con lo que ya se ha escrito sobre la situación en Rusia desmintiendo una a una las críticas y las objeciones: en Rusia no hay prostitución, en Rusia no hay miseria, en Rusia no hay mendigos, en las fábricas rusas “la limpieza reina visiblemente; relucen los pisos; las medidas de higiene son cumplidas estrictamente; todos están bien alimentados” (Goldschmidt, 1923: 197): Debo confesar que en ciudad alguna del mundo he visto yo por las calles una alegría más sana y más decorosa. En ciudad alguna (y ya he visto yo algunas) he encontrado mujeres tan honestamente elegantes y amables (Goldschmidt, 1923: 51) Sepan, pues, todos en el mundo que en Moscú no hay terror, ni amenazan con bombas, ni zumban las balas desatentadamente, ni le cogen a uno rudas manos por la espalda para meterle en lóbrega mazmorra, no: allí las gentes hablan libremente, ríen con libertad, aman sin reatos, coquetean las mujeres sin temor, conquistan los hombres sin miedo. (Goldschmidt, 1923: 53) Asimismo, cuando su percepción coincide con lo observado por las evaluaciones contrarias al régimen, la valoración es de signo inverso: “Las fracciones comunistas que suelen ser muy pequeñas, ejercen el más absoluto dominio en las fábricas. No vaya a entenderse mal: ese dominio no es obra del terror sino del conocimiento más preciso acerca de los fines de la revolución (...) Constituyen no el partido de la violencia, sino el de la disciplina”. (Goldschmidt, 1923: 114) Porque precisamente, Golschmidt encuentra en la férrea disciplina partidaria la mayor defensa del gobierno bolchevique frente a la contrarrevolución, el espionaje, el comercio clandestino. A medida que transcurren los días en Rusia, su optimismo aumenta convirtiéndolo en un observador ingenuo, que sólo puede decodificar las situaciones que lo rodean a través de un cristal de benevolencia. De este modo, cuando por ejemplo escucha tiros durante la noche, su férrea certeza de que el terror es cosa del pasado (“Cuanta estupidez la de la prensa europea. Si supieran la honda calma que aquí reina. Si se pasearan una sola vez por estas calles, no dirían todo eso, tan insensato, que están diciendo del terror en Moscú” (Goldschmidt, 1923: 153), lo lleva a afirmar que se trata de la diversión nocturna de los jóvenes soldados: De pronto a cosa de cinco pasos sonó un disparo de fusil. Adiós la calma de calles y callejas; bruscamente, hubo carreras y gritos sofocados. ¿Qué había pasado? Las más de las gentes seguían su camino sin volverse siquiera a mirar la guardia 9

“A los partidarios y compañeros de lucha les da el soviet rígido trato; sufren lo que cualquiera otro ciudadano ruso que viva en paz. Pero aquellos de quienes no está cierto el soviet si son sus amigos, y que puedan llegar a serlo, gozan del más amable trato que imaginarse pueda.”(Goldschmidt, 1923: 41)

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nocturna que había disparado. (...) ¿Qué es lo que pasaba? No pudimos saberlo esa noche; estábamos llenos de inquietud. ¿Es que seguía el reinado del terror en Moscú? Al otro día nos dijeron: que los que componen la guardia de Moscú son soldados bisoños, así hombres como mujeres, y que por no tener otra cosa que hacer se divierten de la serenidad de la guardia, haciendo disparos (...) pero no disparan contra persona alguna sino contra tal gato que por acaso se desliza o al aire. (...) Varias noches oí por las calles de Moscú esos desinteresados disparos (Goldschmidt, 1923: 153). El momento más utópico del relato lo constituye la narración de la visita de Goldschmidt al ingeniero Krzyzanowsky en las oficinas de electricidad en boca de quien escucha la utopía comunista de la reforma eléctrica de las industrias: “La electricidad es la fuerza de la sociedad socialista, así como el vapor ha sido la fuerza de la sociedad capitalista. Comienza la era de la electricidad” (Goldschmidt, 1923: 182). El proyecto de un socialismo económico industrial que Krzyzanowsky expone consiste en el movimiento de la producción y centralización de las materias primas por obra de la fuerza eléctrica. Goldschmidt lo escucha fascinado y ve en las palabras de Krzyzanowsky la realización de una utopía realizada: Yo vi abrirse ante mí un paraíso, una tierra de Jauja poblada de bellos árboles, cruzada de holgados caminos, habitada de gentes bien comidas, contentas de la vida, gentes que descansan en Dios (...) Mi imaginación estaba como deslumbrada con tales paisajes de porvenir. Brillaban los palacios, reverberaban las chozas como alcázares; de las fuentes manaba leche y miel; doblegaban los árboles sus copas al peso de los frutos; reventaban los granos henchidos por los jugos de Ceres; una agitada y dichosa vida hervía como una colmena sobre las tierras, y con un orden como de hormiga. Era la edad de oro de la humanidad. Me sentía yo aturdido y conmovido por las palabras que oía y por los cuadros que ante mí evocaban. Ese estratega de la electricidad era una criatura mágica (Goldschmidt, 1923: 184-185). El relato de viajes de Goldschmidt obtuvo en la Argentina una gran repercusión tanto por su rápida traducción en las populares ediciones de Manuel Gleizer como también por su publicación, al año siguiente —entre el 8 de setiembre y el 2 de octubre de 1924— en las aún más populares páginas del diario Crítica. El sensacionalista vespertino de Natalio Botana anuncia su publicación presentando a la situación rusa como un enigma más cercano al policial que al relato político y, a su vez, acentuando la veracidad del relato de Goldschmidt: “¿Qué ocurre en Rusia? ¿Hambre, terror, miseria? Hasta ahora es un misterio torturante lo que pasa en Rusia. Unos nos dicen que el caos es absoluto; otros nos la pintan como una organización ideal. Alfonso Goldschmidt, después de un viaje por el país de los soviets nos relata la verdad del enigma. Los lectores de Crítica van a conocer en páginas llenas de una gran dramaticidad, cuál es la verdadera situación del ex imperio de los zares. Moscú el único libro en que, como en un espejo, se refleja la realidad, va a ser íntegramente publicado en nuestras columnas. Vibra en sus páginas un grito de rebelión contra todos los opresores de la

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guerra y en especial contra el sistema capitalista que ejerce la más tiránica de las dictaduras. Todos deben leer Moscú por las enseñanzas que de esta obra de combate se desprenden”. 10 Si para Goldschmidt la sociedad soviética es el mundo que hará posibles los anhelos de igualdad social y económica, en el cual todas las lacras del capitalismo habrán desaparecido (el alcoholismo, la prostitución, el analfabetismo, el hambre, la miseria), para el anarquista español Ángel Pestaña (Ponferrada, 1886 – Barcelona, 1937), Rusia es, en cambio, el imperio del simulacro. Ángel Pestaña, una de las figuras más importantes del anarco sindicalismo español, llega a Rusia el 25 de junio de 1920 en representación de la Confederación Nacional del Trabajo de la Confederación Regional de Cataluña para asistir al Segundo Congreso de la Internacional Comunista y conocer personalmente qué sucede en Rusia antes de incorporar el movimiento anarquista español en la Tercera Internacional. A su regreso a España en setiembre del mismo año, Pestaña redacta tres libros sobre Rusia, Setenta días en Rusia. Lo que yo vi, Informe de mi estancia en la URSS y Un anarquista español en la URSS, en los cuales expone su opinión totalmente adversa al régimen soviético 11. Porque para Pestaña todo lo que sucede en Rusia es un simulacro de felicidad y de adhesión popular; un simulacro preparado para que los viajeros internacionales vean una realidad que es pura ficción. Y si todo es simulacro, Pestaña intenta, a lo largo de todo su viaje, encontrar la verdadera realidad rusa no en aquello que le muestran (las fábricas, los museos, las usinas, las escuelas, los hospitales) sino en los rostros de aquellos que no hablan, en las calles, en los mercados, en aquellos signos “que no tuvieran ese carácter equívoco y siempre engañoso de los datos oficiales” (Pestaña, 1945: 162). Apenas llegado a Petrogrado, donde sólo permanece unas horas, sostiene: “En aquel primer contacto que tuvimos con la realidad revolucionaria, sin prismas que la decolorasen ni velos que la cubriesen, comenzamos a vislumbrar la tragedia rusa. Lo que más nos impresionó fue la seriedad, la tristeza que se reflejaba en todos los rostros. Ni una sonrisa, ni un relámpago de alegría, ni la más imperceptible manifestación de contento. Nada. Un rictus de tristeza, de profunda tristeza, lo único que podíamos contemplar. Y un silencio impenetrable. Parecía que aquellas bocas no hubieran hablado ni reído nunca” (Pestaña, 1945: 159). Ya en Moscú, todo lo que ve, todo lo que le muestran, despierta su indignación: Pestaña critica “la copiosidad fetichista” en la agresiva presencia de bustos de Marx y cuadros de Lenin, el estado “lamentable” de las calles, la cantidad de comida que les sirven a los delegados al congreso en el Hotel Internacional en relación a la miseria del pueblo ruso, el lujo en el que viven los políticos del partido, y sobre todo, critica la puesta en escena que se realiza, usando al pueblo, para impresionar a los visitantes. En este sentido, Pestaña lee las ceremonias de apertura del Segundo Congreso como metáfora de la política soviética, como una mascarada en la cual intervienen las masas que son concientes del carácter ficticio

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“Moscú. Diario de un viaje a la Rusia Soviética, por Alfonso Goldschmidt (derechos cedidos a Crítica por el Sr. Gleizer)” en Crítica, 2 de setiembre de 1924. 11 En esta ponencia, se trabaja con el relato de Ángel Pestaña, Un anarquista español en la URSS, recopilado en Sucedió en la URSS, Madrid, 1945. Prólogo de Luis Ponce de León; epílogo de Mauricio Karl. Sucedió en la URSS es una compilación de los relatos de viajes a la Unión Soviética de Sergio Kostineff, Sofía Angelescu, Juan Tomasik, André Gide, Ostina Nyborg, Arthur Kujala, Elma Dangerfield, Ángel Pestaña y Jens Hammrich.

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de su actuación. La descripción de los festejos de apertura del Segundo Congreso en Petrogrado es uno de los mejores ejemplos que Pestaña encuentra para demostrarlo: Puesta en marcha la comitiva, y llegada a la plaza que hay delante de la estación, el espectáculo que se ofrecía a nuestro ojos fue por demás ridículo y grotesco. En ambos lados de la estación, encuadrados en líneas formadas por “hombres y soldados”, se hallaban todas las niñas y niños de las escuelas de Petrogrado, con ramitos de flores y hierbas en las manos, mojados hasta los huesos, pues hacía más de dos horas que habían sido llevados allí. De tiempo en tiempo aquellas criaturas, y cuando sus profesores se lo indicaban, gritaban un ¡hurra! a la Tercera Internacional. Tras de los niños se alineaban miles de obreros de las fábricas, paralizadas por órdenes superiores. A los obreros se les había conducido allí bajo la custodia de sus encargados y Comités de fábricas. (...) Por entre las filas aquellas de criaturas menores y mayores, y con la parsimonia y lentitud que caminan las comitivas numerosas, bajo la lluvia implacable y silenciosa, nos íbamos acercando a Smolny. Aparte el gritería de rigor, los rostros de aquella multitud parecían máscaras impenetrables. (...) Se veía al momento la violencia moral que, para la inmensa mayoría, delataba su presencia en aquel lugar (Pestaña, 1945: 186-187) La idea que predomina en todo el relato es que los agasajos a los visitantes extranjeros funcionan como un telón que impide ver la realidad: los bolcheviques tratan a los extranjeros como pequeños burgueses, proporcionándoles lujo, comida en exceso, banquetes, fiestas para apartarlos de “la realidad vital”. Donde otros viajeros ven entusiasmo y adhesión popular, Pestaña ve autoritarismo y obediencia lograda por la fuerza y el hambre. Así, sostiene que en los actos públicos hay muchos obreros porque los obligan a asistir, amenazándolos con suspenderles el racionamiento si no lo hacen, o porque en los actos se reparte ropa o alimentos. De allí, que Pestaña reitera que, a pesar de estar presentes, en los rostros de los obreros se ve “que la gran mayoría estaba por la fuerza, obligados, contra su voluntad, violentando su conciencia” (Pestaña, 1945: 199). Las diferencias de Pestaña con el régimen soviético no se limitan a aquello que observa sino que critica con mayor dureza los problemas que considera estructurales: la política económica, el problema de la vivienda, el movimiento sindical dependiente del Estado, la ley de agricultura, la política de abastecimiento, el comercio ilegal, el código de trabajo ruso. Su conclusión es lapidaria: “Los errores de la política económica bolchevique son numerosísimos (...) Si su finalidad hubiera sido el hacerlo mal, no lo hubieran logrado más cumplidamente” (Pestaña, 1945: 213). Y a diferencia de Goldschmidt, Pestaña sostiene que el régimen del terror continúa en plena vigencia a través de las operaciones realizadas por la Checa: “Sistemáticamente se elimina por la muerte a todo adversario un poco peligroso. Se le acusa de contrarrevolucionario (...) Los sacrificados suman centenares y miles. Sobre sus cadáveres va asentando su poder el Partido Comunista. (...) El terror es tan intenso que nadie vive tranquilo ni seguro. Una delación, cualquier incidente, una sospecha no más, bastan” (Pestaña, 1945: 240-242).

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En el mismo mes en que Pestaña abandona Rusia, arriba el escritor inglés H. G. Wells quien sólo permanece en Petrogrado dieciséis días, en setiembre de 1920. Su libro Rusia en las tinieblas se publica ese mismo año, y en él se recopilan los cinco artículos que Wells publica en The Sunday Express de Londres y El Sol de Madrid en octubre de 1920, al que se suma un sexto capítulo escrito especialmente para el libro. Además del libro, puesto rápidamente en circulación en la Argentina, el relato de Wells se publica en la revista socialista Los Pensadores en 1923, traducido por D. Suárez Shaw. En su presentación, al igual que en el caso de Goldschmidt, se pone el acento en la objetividad de quien narra: los artículos de Wells, sostiene Los Pensadores, “están escritos con una imparcialidad absoluta propia de un hombre exento de pasiones y que por encima de todas las cosas realiza una labor profundamente humana” (Wells, 1923), idea que ya estaba presente en la “Nota preliminar” del libro: “Su voz es la primera de resonancia mundial que ha tratado de aclararnos las sombras que envuelven la Rusia bolchevique”. 12 La visita de Wells a Rusia es muy breve y se limita a unos pocos días pasados en Moscú y el resto de la estadía en la ciudad de Petrogrado, donde se aloja en la casa de su amigo, el escritor Máximo Gorky. Es en el marco de esta visita donde Wells conoce a Moura Budberg, amante de Gorki, con quien inicia una relación que dura toda su vida (Koch, 1997). En su descripción de la situación rusa, Gorki coincide con Pestaña: “Nuestra impresión dominante de Rusia es la de una vasta e irreparable catástrofe” (Wells, 1920: 16), pues las calles están sucias, los negocios están abandonados, las casas están destrozadas y la gente transita por las calles harapienta; además, hay desabastecimiento; falta la comida y los medicamentos más elementales; los niños están mal alimentados y peor vestidos. Sin embargo, aunque la descripción es la misma, Wells difiere de Pestaña al señalar los motivos por los cuales la situación de Rusia es tan caótica. Para Wells, no es el comunismo el responsable sino que los responsables son el capitalismo, el despilfarro del gobierno de los zares y la guerra: “La causa directa de su caída ha sido la guerra, que ha conducido al país a un agotamiento físico” (Wells, 1920: 138). Y aunque no se considera ni marxista ni comunista, pues es un socialista colectivista que cree en la posibilidad de cambio dentro del capitalismo, respeta ideológicamente a los comunistas por considerar que, además de ser un régimen honesto, es el único capaz de sostener un gobierno en el caos ruso. De allí, que invite a todo Occidente a colaborar en su reconstrucción, alertando del peligro que implicaría dejarlos solos: “El único Gobierno que puede ahora detener esta ruina final de Rusia es el actual Gobierno bolchevique, si es asistido por América y las potencias occidentales. No hay otra alternativa (...) Un año más de guerra civil haría a Rusia caer definitivamente fuera de la civilización. Tenemos pues, que hacer lo que podamos con el Gobierno bolchevique, gústenos o no” (Wells, 1920: 139). Al mes siguiente, en octubre de 1920, llega a Rusia el español Fernando de los Ríos (Ronda, 1879 – Nueva York, 1949), quien permanece en Petrogrado y Moscú entre el 17 de octubre y el 13 de diciembre, como emisario del Partido Socialista Español, y publica su libro Mi viaje a la Rusia soviestista en junio de 1921. De los Ríos es una de las figuras clave del pensamiento socialista humanista español desde una perspectiva no marxista y deudora del liberalismo político. Fue elegido diputado en Granada por el Partido Socialista en 1919, y al 12

“Nota preliminar” en H. G. Wells, Rusia en tinieblas, Madrid, Calpe, 1920; pág. 11.

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año siguiente fue electo vicepresidente del segundo de los tres congresos que el PSOE celebró para debatir el ingreso del partido en la Tercera Internacional Comunista. Ese año fue designado, junto con Daniel Anguiano, como delegado del PSOE para viajar a Rusia y negociar allí el ingreso condicionado del partido a la Tercera Internacional. En su libro, De los Ríos vislumbra el rumbo totalitario que toma la revolución. Su mirada sobre el estado de situación coincide con las de Pestaña y Wells: “Petrogrado, aún más que Moscú, da la sensación de una catástrofe (...) una multitud casi andrajosa, macilenta y triste llena las calles (...) Los comercios han desaparecido” (De los Ríos, 1970: 61). A lo largo del relato de viaje, centrado en el análisis de la política económica soviética, la crítica de De los Ríos se detiene en los aspectos más represivos del régimen: la ausencia de libertad en la producción intelectual, la censura, la existencia de la Tcheka como órgano de tiranía; sin bien reconoce algunos aspectos positivos de la revolución —la disminución del analfabetismo, la actividad teatral—, su perspectiva es la de un socialista reformista que reclama por la falta de libertad individual: La clave de nuestra civilización radica en la libertad, como condición para que la conciencia y la voluntad desarrollen sus posibilidades innúmeras; la libertad es la condición de la dignidad, y cuanto la estorbe entorpece la formación del hombre. (...) Resulta pueril el afirmar que la libertad es una idea burguesa, ya que equivale a menospreciar como idea matriz del mañana político lo que ha sido centro de convergencia de los afanes máximos de la Historia no por obra de capricho, sino por absoluta necesidad cultural. (...) ¿Llegará Rusia a comprender que la igualdad sólo puede ser buscada por la vía de la libertad? (De los Ríos, 1970: 234-235) A su regreso a España, De los Ríos defiende en el Congreso Extraordinario del Partido Socialista, realizado en abril de 1921, la negativa a ingresar en la Tercera Internacional, frente al informe favorable de Anguiano. Su postura triunfa en el congreso, que decide entonces mantener su adhesión a la Segunda Internacional. Con el libro de viaje de Fernando de los Ríos se cierra una primera etapa de los relatos de viaje a Rusia ya que, a partir de 1921, los viajeros que arriben a la Unión Soviética serán miembros del Partido Comunista, o intelectuales y periodistas que viajan para estudiar la situación política, social o cultural del País de los Soviets, o que hayan sido directamente invitados por el gobierno soviético. Y si bien Rusia (en tanto “experimento”) tendrá que continuar pasando “el examen” al que la someten sus sucesivos visitantes, ya no se tratará de saber si se acepta o no se acepta “pertenecer” a la Tercera Internacional sino de experimentar los resultados de una revolución triunfante, para trasladar su modelo a otras partes del mundo, o para descreer de ella para siempre. Bibliografía citada Carr, Edward Hallett, La revolución rusa. De Lenin a Stalin, 1917-1929, Madrid, Alianza, 1979. Casanova, Sofía, La revolución bolchevista (Diario de un testigo), Madrid, Biblioteca Nueva, 1920.

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Claudín, Fernando, “Prólogo” a Diego Hidalgo, Un notario español en Rusia, Madrid, Alianza, 1985. De los Ríos, Fernando, Mi viaje a la Rusia sovietista, Madrid, Alianza, 1970. Falcón, Ricardo, “Militantes, intelectuales e ideas políticas” en Ricardo Falcón (director), Democracia, conflicto social y renovación de ideas (1916-1930), tomo VI de Nueva Historia Argentina, Buenos Aires, Sudamericana, 2000. Fingerit, Julio, “Prólogo de traductor” en Alfonso Goldschmidt, Moscú. Diario de un viaje a la Rusia Soviética, Buenos Aires, Gleizer editor, 1923. Goldschmidt, Alfonso, Moscú. Diario de un viaje a la Rusia Soviética, Buenos Aires, Gleizer editor, 1923. Traducción de Julio Fingerit. Hidalgo, Diego, Un notario español en Rusia, Madrid, Alianza, 1985. Julio Fingerit, “Prólogo del traductor” en Alfonso Goldschmidt, Moscú. Diario de un viaje a la Rusia Soviética, Buenos Aires, Gleizer editor, 1923. Koch, Stephen, El fin de la inocencia. Willi Münzenberg y la seducción de los intelectuales, Barcelona, Tusquets, 1997. Kohan, Néstor, De Ingenieros al Che. Ensayos sobre el marxismo argentino y latinoamericano, Buenos Aires, Biblos, 2000. Laserna, Mario, “Formas de viajar a la URSS” en Razón y Fábula, Bogotá, n° 4, noviembre-diciembre de 1967. Masiello, Francine, Lenguaje e ideología, Buenos Aires, Hachette, 1986 Paquet, Alfonso, En la Rusia Comunista. Cartas desde Moscú (traducción del alemán de L. Luzuriaga), Madrid-Barcelona, Calpe, 1921. Pestaña, Ángel, Un anarquista español en la URSS, recopilado en Sucedió en la URSS, Madrid, 1945. Ponce, Aníbal, Apuntes de viaje en Obras Completas, Buenos Aires, Cartago, 1974, tomo III. R. C., “Sofía Casanova”, introducción a La revolución bolchevista (Diario de un testigo), Madrid, Biblioteca Nueva, 1920. Said, Edward, Orientalismo, Madrid, Libertaria, 1990 Viñas, David, Literatura argentina y política; De Lugones a Walsh, Buenos Aires, Sudamericana, 1996. Wells, H. G., Rusia en tinieblas, Madrid, Calpe, 1920. Traducido del inglés por Ricardo Baeza.

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Wells, Herbert Jorge, La quinta esencia del comunismo en Los Pensadores, año II, n° 59, 22 de mayo de 1923.

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“Las Metáforas del Viaje y sus Imágenes. La Literatura de Viajeros como Problema”

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Los cautivos y el desierto. Recorridos forzados en la frontera pampeana a fines del siglo XVIII José Manuel Bustamante

UNMdP

Abstract En este trabajo se estudiarán viajes forzados en la frontera pampeana hacia fines del siglo XVIII. Estos tránsitos se dan entre tolderías indígenas y poblaciones españolas. Los protagonistas de los relatos analizados son cautivos españoles que narran sus experiencias a través de ese recorrido. La mayor parte de las declaraciones con las que se ha trabajado han sido recogidas del Archivo General de la Nación (Buenos Aires) y editadas por el Grupo Sociedad y Estado de la UNMdP. Se trata de un par de decenas de testimonios recogidos en los puestos de avanzada de la frontera española. Se describirán percepciones de los propios cautivos acerca de su situación como tales. Esto se vincula con una hipótesis en la que se sostiene que el cautivo construye y es condicionado por una particular identidad que lo ubica en una situación marginal en relación a ambas sociedades. En el primer fragmento se describirá el contexto histórico e historiográfico en el que se desarrolla el proceso. Luego se analizarán testimonios vinculados a los procesos de tránsito de uno a otro punto del trayecto emprendido. Para finalmente relevar aspectos de la dinámica identitaria propuesta como hipótesis. Esta será ilustrada a través de la notable sensibilidad que es generada en las experiencias narradas. In this work will be studied forced trips in the pampean fronteir around the ends of the eighteenth century. These traffics are given between tolderías indígenas and Spanish populations. The main characters of the analyzed stories are captive Spaniards that narrate their experiences through that journey. Most of the declarations that has been worked were picked up of the Archivo General de la Nación (Buenos Aires) and published by the Group Sociedad y Estado at the Universidad Nacional de Mar del Plata (2002). There are little more than twenty testimonies taken in the positions of advanced of the Spanish frontier. Will be described captive perception about their own situation. This is linked with a hypothesis which said that the captive himself builds and it is conditioned by a particular identity that locates him in a marginal situation in relation to both societies. In the first fragment will be described the historical and historiographic context in which the process is developed. Then the testimonies will be analyzed linked to the traffic processes from one to another point of the trip. Finally to raise different aspects of the

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hypothesis mentionated. This will be illustrated through a remarkable sensibility that is generated through the narrated experiences. Texto En este trabajo se estudiarán viajes forzados a través de la frontera pampeana a fines del siglo XVIII. Estos tránsitos se dieron entre tolderías indígenas y poblaciones españolas. Los protagonistas de los relatos analizados fueron sujetos que permanecieron cautivos entre los indígenas. Sus experiencias fueron volcadas como declaraciones ante los miembros de los puestos de avanzada de la administración virreinal. Las declaraciones con las que se ha trabajado han sido recogidas del Archivo General de la Nación (Buenos Aires) y editadas por el Grupo Sociedad y Estado de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Se trata de un par de docenas de testimonios en las que sujetos que permanecieron temporalmente con los indígenas dan cuenta de sus vivencias. El trabajo se asocia a un intento por describir el modo en que las identidades de los implicados son percibidas y configuradas. Se pretende sostener una hipótesis que indica que en torno al desierto y la frontera se constituyen diversas imágenes. De ellas, los viajes forzados de los cautivos brindan un rico testimonio. En el primer fragmento se describirá el contexto histórico en el que se desarrolla el proceso. Luego se analizarán testimonios vinculados al tránsito de uno a otro punto del trayecto. Para finalmente contrastar las imágenes allí generadas con las desprendidas de los testimonios de viajeros no forzados. Exploradores extranjeros e intelectuales que también se detuvieron en su análisis. Se cree poder fundamentar que las particulares características de las identidades desenvueltas se articulan directamente a la sociedad en la que el proceso es descripto. El contexto En la historicidad de la frontera pampeana se pueden reconocer diversas fases. Indicar ello implica dejar de lado una visión de la frontera como algo estático, homogéneo e impermeable. Lejos de ello, se pretende aquí describir a este espacio como a un territorio inestable y permeable de circulación, identificación, compromiso y lucha de distintas índoles entre individuos y grupos de plurales orígenes (Boccara 2001:449). Los intercambios fluidos de bienes culturales o simplemente comerciales y de población deben ser tomados junto a diversas empresas de resistencia y adaptación, de cambio y continuidad de los diversos grupos implicados en el caso. Esta noción de frontera no pretende reificar una diferenciación dicotómica entre las sociedades implicadas. Así como tampoco considerar de antemano que se esté tratando acerca de dos sociedades opuestas y enfrentadas sin mas. La frontera meridional del virreinato del Río de la Plata se extendió desde las costas del océano Atlántico hasta las del territorio de la capitanía de Chile: un arco geográfico que atravesaba los territorios de Buenos Aires, Cuyo, San Luis, Córdoba, Santa Fe. En particular se trabajará aquí con testimonios de lo que luego se constituirá como la Provincia de Buenos Aires. A mediados del siglo XVIII dicha frontera se encontraba poco más allá de la zona de

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Luján, acompañando hacia el noroeste el recorrido del Camino Real que descendía desde el Perú. En el siglo XVIII se pueden reconocer diversos interrelaciones entre los grupos implicados. Ciclos de violencia fueron acompañados de períodos de paz. La firma de tratados con algunas de las parcialidades hacia fines de 1730 posibilitó la radicación de las misiones en el territorio del sur del Salado. La ruptura de esos compromisos hacia 1750 generó renovadas hostilidades entre los grupos implicados. Hacia 1780 la administración virreinal procuró afirmar los territorios que se encontraban más allá del Salado; pero un violento malón sobre Luján hizo evidente la necesidad de, al menos, mantener bajo resguardo los territorios del norte de dicho río. Así se renovó la constitución de una la línea de fortines. En esta política se retomaba la tarea desenvuelta con la constitución de la endeble compañía de los blandengues. En 1781 los tres primeros fuertes de Zanjón, Luján y Salto fueron articulados con otros instalados en Monte, Ranchos, Rojas y Chascomús (mientras que en Melincué, Mercedes, Areco, Lobos y Navarro se instalaron puestos). La calidad de estos dispositivos queda evidenciada en las propias memorias de Vértiz: “se hallaban tres pequeños corrales que denominaban fuertes donde se entraba y salía a caballo con tres compañías que titulaban blandengues (...) compuestas cada una de un capitán y alférez con treinta hombres (...) mandadas por paisanos que las conservaban en el mayor desgreño, sin que conocieren subordinación, tuviesen disciplina, gobierno interior, vestuario ni más armas que pequeñas desiguales lanzas, y una u otra arma de fuego” (Barba 1997:27 y ss.). Fernando Barba se interroga acerca de la actitud de los indígenas ante el avance de la frontera realizado en las décadas del 70´ y 80´. El propio virrey Vértiz postuló una de las potenciales respuestas. Los indígenas “en lugar de continuar sus robos y muertes con el corto número que antes lo hacían (...) hicieron causa común y así unidos se vio la noche del 27 al 28 de agosto de 1780 una entrada compuesta de varias naciones estacionadas normalmente en Ventana y en Salinas Grandes, excedente de mil hombres, que atacaron el partido de Luján” (Barba 1997:46). Como complemento de estas acciones en 1784 el virrey Loreto emprendió una expedición con el propósito de recuperar cautivos y ganados. De este modo se transitó de un período de guerra intermitente, a un proceso de búsqueda de intercambios comerciales y de relaciones pacíficas. A partir de entonces se estableció una paz ratificada en 1790, y quebrada en los años que siguieron en el período posrevolucionario. En el siglo XVIII se presentan las dos estrategias que se continuarán desenvolviendo en el período posrevolucionario. Ambas fueron sintetizadas por Pedro Andrés García en 1816. En uno de sus informes acerca de la frontera, expresó los dos puntos a los que recurrentemente se ha aludido en dicha empresa: “El primero el de la fuerza imponente, que destruya y aniquile hasta su exterminio a estos indios, que no es fácil en mucho tiempo; y el segundo, el de una amistad

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conciliadora de la opción de ánimos, por el trato recíproco que les suavice, con el interés de alguno de nuestros artículos de comercio que anhelan demasiado. El primer medio convengo en que los escarmienta, y contiene por algún tiempo, hasta que se rehacen para acometer con más acaloramiento, asechando las ocasiones más ventajosas para hacerlo (...) El segundo, que es de la amistad, los habilita para que a su retirada a los toldos roben impunemente” (García 1972:610). Ni una, ni otra postura le resultan más que perjudiciales. García expresa que un sistema a medias, entre hostil y amistoso causa más daños que reparos. Su propuesta se plantea como una particular síntesis: comerciar y mantener relaciones amistosas con los indios, pero custodiando la zona con una guardia armada que, aunque muestre una decidida ventaja, jamás sea utilizada para atacar (García 1972:618). Este contexto político será el que articula las experiencias que se desenvolverán en el trabajo por el lado de las sociedades hispánicas. Una situación en la que las explotaciones occidentales vinculadas al mercado externo no exhibían el auge del que participaron en las décadas consecutivas, pero en el que la explotación y apropiación de recursos pampeanos atravesaba una creciente competencia. Las políticas y estrategias de las sociedades indígenas, ya se ha mencionado, no son estáticas y uniformes. Se puede advertir un avanzado proceso de araucanización a través de las vestimentas y textiles, las viviendas, el uso de los caballos y las armas. Pero sobre todo, se puede reconocer un creciente nivel de complejización en las características con las que se integran los indígenas (Mandrini y Ortelli 1992; Mandrini 1997). Se estaría en presencia de una transición entre sociedades poco estructuradas a un nivel creciente de horizontalidad. Esto se hace patente en los parlamentos, las mayores alianzas, la presencia de estructuras de un mayor nivel de jerarquización y la composición variada de grupos que intervienen en los malones (Boccara 2001). En vinculación al proceso antedicho resulta ilustrativo el testimonio de Alcahuan, un indio apresado por los Blandengues en la retirada de un malón en 1780. A este se le pregunta dónde y cómo suelen juntarse para invadir. Responde. Que todas estas diligencias se hacen por medio de Caciques, y recados verbales de unos a otros de dichos Caciques, y que unas veces se llaman para unos parajes, y otras para distintos, según lo exige la estación, el tiempo que se prefijan, y el paraje donde proyectan dar el golpe. Que reunidos en el paraje indicado de la asamblea, y a veces el día mismo de la entrada, eligen uno o dos de aquellos caciques concurrentes, que tienen más acreditada fama de guapos, para que les sirvan de caudillos, pero que no obstante no están determinadamente sujetos a obedecerles y que solo lo nombran para que a su ejemplo peleen los demás (Mayo 2002:27). Alcahuan justifica las acciones que llevan a cabo estas entradas en el deseo de vengarse de los agravios recibidos de los cristianos, y no en la búsqueda de animales -los que tienen en abundancia en las sierras de la Ventana-. Más allá de lo coyuntural, se puede considerar la

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situación generadora de los malones desde un par de perspectivas. Coyunturas de escasez en la economía indígena fueron uno de los motivos 1. Es difícil negar las motivaciones aludidas por el indio Alcahuan, que son reafirmadas por su compañero Coluguanque (Mayo 2002:38). Asimismo podrían reconocerse como una estrategia en la que se buscaba restaurar un equilibrio desbordado por las presiones ejercidas sobre los recursos pampeanos. Por último, se debe señalar que habría una búsqueda de resultados en el largo plazo en la que se procuraba doblegar la política de Buenos Aires (Crivelli Montero 1991:28). La tensión generada en esta intensa interrelación generará diversos productos. Se trata de una puja por recursos físicos y simbólicos en la que los cautivos se constituirán en uno de sus resultados. Y, paradójicamente, es a través de sus testimonios que se pueden apreciar intercambios no violentos. Los tránsitos forzados El tránsito de una a otra de las márgenes de esta frontera no era sólo de ganado. Equinos y vacunos eran tomados junto a menores cantidades de ovinos y mulares, pero además de ello eran transportados otros productos apreciados por las comunidades indígenas. Metales, vicios y, claro está, cautivos. El contexto violento que acompañó el cautiverio justifica su inserción en la categoría de viajeros forzados. Y ello se evidencia al advertir las características de los malones. Sin embargo, en los testimonios editados y analizados se aprecia cierta naturalidad en el modo en que se narra la irrupción de los indígenas (Mayo 2002). Ello podría deberse a la intencionalidad de quienes tomaron los testimonios. Pero resulta plausible considerar la idea de que se trata de una sociedad en la que hay cierta naturalización en torno a la violencia (cf. Barrán 1990). Felipe Barquero fue tomado cautivo en mayo de 1872. Explicó que hallándose en un paraje llamado las pulgas jurisdicción de San Luis de Loyola, en la octava de San Antonio, del invierno pasado, acometieron los Indios Ranqueles a su casa que era un puesto de la Estancia del Maestre de campo Joseph Quiroga, fue y lo cautivaron juntamente con una hija, una sobrina y un hermanito suyo, y los llevaron a los parajes donde habitan y se llaman el Tigre, la Laguna Salada y la Amarga, donde estuvo seis meses (Mayo 2002:31). Hipólito Bustos fue interrogado acerca de dónde lo cautivaron y en qué tiempo, a lo que responde le llevaron del puerto de San Clemente de Lobería donde era capataz con otro peón en el mes de septiembre sin mas datos (Mayo 2002:33). Atanasio Salazar, miembro de las milicias, fue tomado cautivo en Las Cañuelas: Preguntado si fue en acción de armas o en otra ocasión particular. Responde: Que estaba en su casa a sazón que los Indios sorprendieron aquel puesto y aunque intentó su fuga a caballo disparado este le arrojaron y le cogieron, y llevaron a sus tolderías, adonde lo han tenido siete meses (Mayo 2002:74). Parecería que los implicados no necesitaban explicar de qué se trataba un malón, así como a quienes tomaban la declaración no les interesan conocer demasiados detalles en torno

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Resultan iluminadoras las descripciones que al respecto realizó Santiago Avendaño (Hux 1999).

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a su ejecución. Sí en cambio suelen detenerse en los preparativos del acto. Acerca de ello Blas Pedrosa brindó interesantes detalles: que la fuerza con que invadían, no puede decisivamente determinarla porque variaba según las ocasiones, que en unas se juntaban quinientos hombres en otra setecientos, y en algunas hasta dos mil; que sus entradas, las hacen para lo que ha oído a los indios respecto a que como deja dicho nunca los ha acompañado, sobre la madrugada, llevando a la vanguardia una partida exploradora. Que el centro lo ocupan los indios de pelea en pelotón, y la retaguardia los muchachos o chusma que llevan a su cuidado la caballada: instruida la partida exploradora del terreno y ventajas que ofrece la ocasión, retrocede a informar al que hace cabeza, y éste dispone la acción, comúnmente adelantando los muchachos y sus caballos, para que hagan la recogida del ganado desplegando el pelotón en ala se llevan por delante las personas y cuanto puede serles útil; que si no lo son estos por su mucha edad o poca robustez les quitan la vida reservando únicamente a los muchachos de poca edad, que ocupan en domar potros y en el acarreo de leña y agua: que en la retirada varían el orden de marcha haciéndola por distintos parajes que fueron (Mayo 2002:67). Los cautivos tomados por los indígenas tenían una variedad de roles que han sido analizados en diferentes oportunidades (Socolow 1987; Mayo y Latrubesse 1998; Operé 2001). Esclavo en las tolderías, prenda de comercio en las relaciones ínter tribales, objeto de distinción, rehén, mensajero o sujeto a través del que se manifiesta el propósito de afianzar acciones pacíficas. Tal es el caso, por ejemplo, de Branco Xavier Díaz (Mayo 2002:61 y ss.), quien fue tomado cautivo en Luján en 1784. Explicó que el indio Lorenzo hermano del Cacique Inacayal [difunto] le dijo (...) que aunque por ahora no venía, ya por la seca, y ya porque se retiraran a los montes en busca de algarroba; que poco a poco se habían de vengar de las injurias recibidas de los cristianos por prenderles sus parientes y matárselos. Asimismo amenazaba que con el tiempo esperaban arruinar hasta la Ciudad de Buenos Aires. Esto se contextualiza en que los propios indígenas habían solicitado paces. Estas fueron rechazadas en un principio por los cristianos, ante lo que no les quedaba otro arbitrio que continuar la guerra. Pero finalmente Díaz señaló que se le dieron instrucciones para alentar la formalización de las paces: el cacique entregaría otros once cristianos que tenía cautivos, y los demás que pudiese juntar entre los indios independientes. Sin esta última propuesta no se explica la liberación de Díaz. Blas Pedrosa señaló que los caciques Anzeman y Canevayon tenían infinitos cautivos, pero que duda que se sirvan de ninguno de ellos para baqueano a excepción de un vecino español que acompaña a Anzeman. Un español casado en la toldería con una india y llamado Juan de Dios, que se ejercita en servir de espía a este cacique en las invasiones anticipándose a los parajes en los que premeditan, vestido a la española e instruido de las proporciones y puntos por donde puede hacerse la entrada vuelve a la toldería (...) Que tendrá como veinticinco años de edad de estatura proporcionada, ojos azules, color blanco, pelo rubio y que tiene una cicatriz grande en una de las rodillas (Mayo 2002:65 y ss.).

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Las actividades de los cautivos en el interior de las tolderías pueden complementarse con las descripciones de Santiago Avendaño y Lucio V. Mansilla. Este último, en su Excursión a los indios ranqueles se encuentra en repetidas oportunidades con cautivos. Por ejemplo en las tolderías de Leubocó, al ser agasajado por Mariano Rosas expresa que: Entraron varios cautivos y cautivas –una de estas había sido sirvienta de Rosastrayendo grandes y cóncavos platos de madera hechos por los mismos indios, rebosando de carne (Mansilla 1989:184). Las memorias del cautiverio de Santiago Avendaño también resultan ilustrativas (Hux 1999). El texto es de mediados del siglo XIX pero sirve para ejemplificar las actividades desenvueltas en el interior de la sociedad indígena con una pormenorizada atención: ya sea como pastor, leyendo, o hasta llevando los caballos para engordar en las operaciones previas al desarrollo de un malón. Susan Socolow ha analizado una muestra de alrededor de 300 cautivos redimidos por Juan Manuel de Rosas. De ellas construye el perfil socio-demográfico de estos grupos. En primer lugar cabe señalar que los hombres que son cautivos, por lo general, son pequeños. Menores de 15 años, no más que eso (Socolow 1987:120). Este perfil se corresponde solo a grandes rasgos con la muestra aquí analizada. Se advierten algunas diferencias que podrían deberse a la viabilidad de escapar al cautiverio. Esta es una empresa riesgosa, en la que un hombre puede considerarse más capacitado para desenvolverla en forma exitosa que una mujer. De otro modo no se explica que el 90 % de los testimonios sean de hombres. Por el lado de las mujeres tomadas como cautivas se considera que su rango etario podía variar con mayor amplitud. Mientras que acerca de lo étnico se ha sostenido que no parecería haber entre los cautivos tomados por los indígenas preferencias étnicas: blancos, mestizos o mulatos, negros y hasta indígenas pueden formar parte de este grupo (Mayo y Latrubesse 1998:77). En su mayoría se trató de habitantes rurales que habían sido encontrados en torno sus lugares de residencia, que no necesariamente son los de su nacimiento. Entonces: menores y mujeres de sectores bajos de la población, residentes en la campaña de Buenos Aires son parte de un proceso en el que se anhela resolver una tensa situación entre las distintas sociedades indígenas y el gobierno virreinal. La narración de sus experiencias fue, por lo general, realizada en la línea de fortines hispánica. Esto significa que acababan de superar una situación límite. Sin embargo los testimonios tienen un claro objetivo: reconocer la viabilidad de una avance indígena. Y junto a ello descifrar la identidad del cautivo. ¿Lo es realmente? ¿Se trata de un indio bombero? ¿O tal vez sea un renegado? Las experiencias allí pasadas tienen una notable riqueza, pero no es por ello que son realizadas. La cuestión para los que tomaron los testimonios se centraban en la posibilidad de desbaratar los planes de avance de un malón, pero no por ello relegaban otras consideraciones. Por ejemplo vinculadas al modo en que el cautivo había sido apresado.

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Matheo Funes narró su testimonio en la primavera de 1780. Explicó que se escapó sobre tarde; yendo a recoger los caballos de los Indios: que tres mujeres que hubieron de huirse con él las voltearon los Indios: que ha tardado diecinueve días por no ser baqueano del camino, y haberle corrido cinco indios, que encontró en el campo (Mayo 2002:31). Hipólito Bustos expresó que hizo la fuga que le proporcionó la embriaguez de los indios del que habían traído el aguardiente de la Costa del paraje donde están las poblaciones de los españoles a los que llevan ganado los indios, para trocarle por esta bebida, tabaco, yerba (...) Preguntado cuánto tiempo ha tardado en el camino y de qué se ha mantenido responde hace un mes, bien caminando, en un solo caballo, manteniéndose con huevos de avestruz con cuya clara mitigaba la sed, que ha pasado desde la sierra, hasta esta frontera, que ha caminado tres días, sin encontrar una sola gota de agua (Mayo 2002:34). Nicolás Romero, logró liberarse en enero de 1781, y declaró que en el trayecto de su huída de las tolderías se mantuvo con la fruta del duraznillo, que agua no encontró ninguna (Mayo 2002:40). Las circunstancias relatas por Juan Luis Badiola en 1783 son particulares. En la Cañada de la Paja fue tomado cautivo junto a su madre y a sus abuelos. Era pequeño. A su abuelo Antonio, el pampa lo liberaron en la primera Laguna el mismo día, y aquella noche se huyó su abuela y a pocos días pasó su padre acompañado, y rescató a su madre, con aguardiente y otras cosas, al que declara no lo rescataron, y siguió con la indiada tierra adentro (Mayo 2002:57). El conjunto del testimonio de Badiola encerraba contradicciones que justificaban su estancia en la Cárcel Real. Tal vez fuese un renegado. A fin de tratar de esclarecer el panorama se hizo comparecer a su madre Juana Aragón, quien sin terminar de aclarar los lazos sanguíneos del implicado, sostiene que ella también fue tomada cautiva en dos oportunidades y que aún así se encontraban dos de sus hijas: Margarita y Pascuala. Juana, de sus cautiverios logró librarse mediante el intercambio de cautivas indígenas en manos de los hispanos: la primera vez estuvo cuatro meses habiendo sido rescatada por el Capitán de la Guardia de Luján en cambio de una china que era del cacique Yati, de quien había sido esclava; la segunda vez, no supo de la toldería que eran los Indios que la cautivaron, habiendo estado con ellos solo un mes por haber sido rescatada en cambio de chinas que entregó el teniente del Rey: su hijo Luis que está en la cárcel fue cautivo las dos veces con la que declara, como también la madre y padrastro de la que expone (Mayo 2002:60). En otros casos los interrogantes en torno a estas experiencias sirven para develar la identidad de un indio bombero. Pedro Pablo Suares, aprehendido en una noche de septiembre de 1789 en la zona de Cruz Alta, expresó que fue conchabado para arrear una tropa de mulas a los Puestos de Chapa. Sin embargo, antes de que continuar su declaración le dijo un Cabo de Carabineros llamado Bartholomé Amarillo que mentía que era Bombero, y registrándole le encontró varias señas las que demostraban ser señas propias de indios, como eran ácioneras estribos, correas y espuelas de Potro, como igualmente todo él hedía a Potro. Al otro día por la mañana Declaró de que era cierto ser Bombero (Mayo 2002:71).

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Se trata de una serie de experiencias que en su conjunto dan muestra de una importante riqueza. Ajena a la inmutabilidad y a los vacíos propuestos por la lectura de otras miradas. Una lectura que se explica en el sector social de los implicados. En su mayoría habitantes de escasos recursos (se puede apartar a los casos de Blas Pedrosa y José César Contreras) que atravesaban forzosamente el desierto. Pero que reconocían en el él un ámbito. Aunque se trate de un ámbito hostil y marginal. Las otras lecturas En el conjunto de casos presentados puede apreciar el modo en que a través de las experiencias límites desenvueltas en el cruce del desierto se presenta una imagen. Es cierto, se trata de una zona con poca población, pero ¿es válido aludir a una llanura vacía de paisaje como pretenderán los viajeros de principios del siglo XIX y los intelectuales de la generación del 37´? Entre fines del siglo XVIII y principios del XIX viajeros extranjeros recorren el territorio pampeano. Se trata en su mayoría de franceses o ingleses. Sus intenciones son diversas, muchos de ellos se pueden vincular con el intento de desarrollar explotaciones mineras en Cuyo y el Noroeste. Pero no se trata de viajes forzados. Entre ellos y los escritores de la generación del 37´ se ha justificado la advertencia de ciertas continuidades (Prieto 1996). La construcción del desierto que realizaron es lo que brevemente aquí se apreciará. El propósito será contrastar esa imagen con la desarrollada por los viajeros forzosos. John Miers recorre la llanura pampeana en su trayecto hacia Chile en la década del veinte del siglo XIX. Su análisis marca un profundo contraste entre la zona mediterránea del país y esa ilimitada llanura vacía de paisaje, en donde un pueden verse ni colinas, ni rocas ni árboles. El análisis formará parte del texto que redactó en 1826 y se tituló Viaje al Plata 1819-1824 (Miers 1986). Un análisis similar realizó Francis Bon Head, aunque nutrido de mayores admiraciones acerca de la Pampa (Bon Head 1986). Su viaje fue generado por la desafortunada búsqueda de yacimientos mineros. Sin embargo sus narraciones en los recorridos sobre la Pampa se destacarán en su texto. Adolfo Prieto en su trabajo sobre los viajeros ingleses destacó el hilo que coloca al texto de Miers como hito de las descripciones de la Pampa. Incidiendo, entre otros, a Brand quien acudió a las imágenes del mar y del navegante para expresar la experiencia de su travesía en la pampa: me recordaba estar en el mar, con tierra a la vista; las Pampas se extienden ante nosotros como un mar, tan lejos como el ojo puede alcanzar. Un uso de categorías similar se advertiría en el texto de Scarlett: después del océano de tierra que habíamos atravesado llegamos a Córdoba (Prieto 1996:62 y ss.) Con Esteban Echeverría se puede apreciar el modo en que la Generación del 37´ relee aquellos textos. Cuando María se encuentra huyendo de las tolderías, en la soledad por la muerte de Brian, Echeverría expresó: Insensible a la fatiga;

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a cuanto ve indiferente; como mísera demente mueve sus pies heridos. Por el desierto. Adormida está su orgánica vida (Echeverría 1965:58). Anteriormente, en la agonía de su amado, el desierto ya había sido tomado como ilustración de la situación: Calló Brain, y en su querida clavó su mirada tan bella; tan profunda y dolorida, que toda el alma por ella al parecer exhaló. El crepúsculo esparcía en el desierto luz mustia. Del corazón de María, el desaliento y angustia sólo el cielo penetró (Echeverría 1965:53). Sarmiento, en Facundo, retomó la conformación de una imagen análoga. Luego de aludir a los límites presuntos del territorio indicó que: La inmensa extensión de los territorios del país que está en sus extremos está enteramente despoblada, y ríos navegables posee que no ha surcado aún el frágil barquichelo. El mal que aqueja a la república Argentina es la extensión: el desierto la rodea por todas partes y se le insinúa en las entrañas (Sarmiento 1990:49). Esta recurrente descripción de la zona pampeana en asociación a la imagen de un desierto fundamenta la tesis que indica que junto a estas descripciones se construye una literatura nacional. Así lo había insinuado Sarmiento tomando la idea de Humboldt: Si un destello de literatura nacional puede brillar momentáneamente en las nuevas sociedad americanas, es el que resultará de la descripción de las grandiosas escenas naturales (Sarmiento 1990:62). Finalmente, para cerrar este recorrido en torno a las imágenes que algunos intelectuales construyeron acerca del desierto se aludirá al modo en que José Hernández observa a través del Martín Fierro la frontera. Este es un caso significativo, por que permite aludir a, al menos, 767

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dos perspectivas bien diferenciadas. En La Ida, escrita hacia principios de la década del setenta del siglo XIX, ir hacia las tolderías es una incógnita, un enigma a resolver. En cambio, La Vuelta se inicia con una estigmatización del indígena, y con él de la frontera. Hernández ha variado el lugar de su perspectiva (Halperín Donghi 1986; Operé 2001:248 y ss.). Dejando de lado un lugar ambiguo y acoplándose a la construcción que se fraguará con la afirmación del Estado Nacional. Bon Head, Miers, Echeverría, Sarmiento, Hernández, la lista podría ser mas extensa. Ellos construyeron una imagen diferente de la otorgada por los cautivos. Esta diferenciación no implica que entre estos viajeros voluntarios no haya alusiones que maticen y le den un colorido al desierto. Bon Head manifestó su admiración por los indígenas y lamenta no haberse atrevido a visitar algunas tribus: “sería curioso ver a lo jóvenes divirtiéndose en las llanuras en tal estado de naturaleza salvaje y oír los sentimientos y opiniones de los ancianos; y de buena gana habría tiritado en las noches frías y comido carne de yegua de día, si los hubiese visitado” (Bon Head 1986:82). Luego añadió “he de lamentar sólo que la historia de esta gente no sea mejor conocida; pues, de muchos hechos que oí concernientes a ella, creo realmente que los indios pampas como los araucanos tienen muchas cualidades valerosas y estimables” (Bon Head 1986:83). Sin embargo el conjunto legará una imagen estática y negativa. Ella será acompañada con la imposición de una mirada que cristalizará las identidades indígenas. Se trataba de un espacio repleto de violencia, pero en el que la diversidad se multiplicaba con los poros e intersticios existentes. Como resultado de ello solo se le concederá historicidad y dinámica al desierto cuando deje de ser tal. Las reconstrucciones y los movimientos identitarios caracterizan las historias que se entretejen en los viajes a través de la frontera. Ello puede ilustrarse con el ya citado caso de Luis Badiola. Su confusa lógica parece irritar a quienes le toman la declaración, expresando entonces que “como a su legítimo padre en una parte le llama Antonio Badiola, y en otra Antonio Magallan, diga cual es el legítimo apellido de su padre y del que declara, pues en Patagones se llamaba de apellido González, ahora tiene el apellido de Badiola, y vemos que su padre se llama Magallan” (Mayo 2002:58). Estas contradicciones se complementan con las que se desenvolvieron apenas dejó las tolderías. Estando en Bahía Blanca, habiéndose (supuestamente) escapado del dominio del cacique Chanchuelo no aceptó la ropa que le entregó el Comandante: Preguntado cómo después que le dio la ropa el comandante del establecimiento le respondió que la guardase hasta que avisara, y por qué intentó volverse con los indios, dijo que en cuanto a no haber admitido la ropa es cierto, porque aquel día estaba malo de la cabeza, que es falso hubiese nunca intentado, ni menos pensado volverse con los Indios. Juana Aragón, la también ya citada madre de Luis Badiola señaló que fue en repetidas ocasiones tomada cautiva. Y siendo hija de un indígena y una español (probablemente también cautiva) se consideraba india criolla.

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También forman parte de estos espacios las decisiones que adoptaron los negros esclavos Pedro Josef y Josef Antonio. Ambos, por motivos distintos prefirieron la vida marginal de la frontera a las arbitrariedades de la sociedad hispánica. El primero indicó que su amo no lo dejaba casarse con quien él amaba. Mientras que Josef Antonio huyó de su amo y su residencia en Montevideo por los constantes malos tratos que le eran ejecutados (Mayo 2002:79 y ss.). En forma paralela a los esclavos, también los indígenas buscan manipular los intersticios de la frontera. Rafael de Soto ejemplificó los modos en que los serranos usufructuaban el lugar de las Reducciones jesuíticas: y responde a la tercera dijo, que es muy común que los indios de la Reducción tratan y contratan con los demás indios infieles y así por haber visto los dos que antecedentemente lleva declarados, como por lo ponchos que traen a esta ciudad, los cuales sabe el que declara no los fabrican en dicha Reducción (Mayo 2002:11) Y algo similar sucedía en Patagones, donde parte de los productos obtenidos por medio de los malones eran comercializados con los propios hispánicos. Diego Nuñez, declaró que Que a los tres días de haber llegado a las tolderías llegaron también Indios de los que habían ido a Patagones trayendo aguardiente los que dijeron que por aquellas partes estaban buenos con ellos, los cristianos; que a estos no podían hacerles nada por tener casas debajo de tierra (Mayo 2002:55). Conclusiones De la contraposición de las miradas de quienes fueron tomados cautivos en complemento con las de los viajeros e intelectuales de las décadas del veinte y treinta del siglo XIX se obtienen, al menos, dos imágenes diferentes de un mismo proceso. Los viajeros extranjeros presentan algunas características que serán continuadas por los escritores de la generación del 37´. En conjunto se conformó una imagen que hará del desierto la principal caracterización con la que se asociará a la Pampa. Por otro lado, las miradas de sectores más bajos de la población y residentes en la zona advertían, sin proponérselo, un cuadro diferente. Para ello se trató de un espacio en el que la integración era temida. En el que los conflictos con los indígenas eran problemáticos, pero en los que todo ello no fue suficiente para evitar que las tasas de crecimiento de la población de la zona registren niveles muy considerables (cf. Socolow 1987:136). La hipótesis que plantea la construcción de dos imágenes diferenciadas a cerca de la frontera ha permitido también realizar algunas consideraciones en torno las identidades. El hecho de que las imágenes tradicionales hayan fraguado la imagen del desierto se corresponde con aquella que niega la diversidad de los procesos culturales allí desenvueltos. Esa diversidad es la que aquí se a pretendido rescatar. Y junto a ello la disociación de las identidades de patrones esénsicos y rígidos. No puede negarse que se trata de un camino trunco, de un proceso en el que la heterogeneidad será, en el mediano plazo, relegada. El Estado Nacional no buscó integrar esas

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diversidades. En consecuencia, la imagen unívoca que suele tomarse de la frontera no debería servir mas que para aludir al propio Estado decimonónico. Y no tanto a la propia frontera. Bibliografía Armaignac, H. (1974); Viaje por las pampas argentinas; EUDEBA; Buenos Aires. Barba, F. (1997); Frontera ganadera y guerra con el indio; Universidad Nacional de La Plata; La Plata. Barrán, J.P. (1990); Historia de la sensibilidad en el Uruguay, Tomo 1. La cultura “Bárbara” (1800 – 1860); Ediciones de la Banda Oriental – Facultad de Humanidades y Ciencias; Montevideo. Boccara, G. (2001); “Mundos Nuevos en la fronteras del Nuevo Mundo relectura de los procesos coloniales de etnogénesis, etnificación y mestizaje en tiempos de globalización”. En: Nuevo Mundo Mundos Nuevos; Nº 1. http://www.ehess.fr/Revue/indexCR.htm Bon Head, F. (1986); Las Pampas y los Andes; Hyspamerica; Buenos Aires. Crivelli Montero, E. A. (1991); “Malones: ¿saqueo o estrategia? El objetivo de las invasiones de 1780 y 1783 a la frontera de Buenos Aires”. En: Todo es historia Nº 283; Buenos Aires. Echeverría, E. (1965); La cautiva. El Matadero; Kapelusz; Buenos Aires. García, P.A. (1972); “Nuevo plan de Fronteras de la Provincia de Buenos Aires proyectado en 1816 con un informe sobre la necesidad de establecer una Guardia en los manantiales de Casco, o laguna de Palentelen”. En: Angelis, Pedro de; Colección de libros y Documentos relativos a la historia Antigua y Moderna de las Provincias del Río de la Plata; Tomo Octavo, Volumen B; Plus Ultra; Buenos Aires. Gillespie, A. (1986); Buenos Aires y el interior; Hyspamérica; Buenos Aires. Halperin Donghi, T. (1982); Una nación para el desierto argentino; Centro Editor de América Latina; Buenos Aires. Halperin Donghi, T. (1986); José Hernández y sus mundos; Sudamericana / Instituto Torcuato Di Tella; Buenos Aires. Hernández, J. (1980); Martín Fierro; Kapelusz; Buenos Aires. Hux, P. M. (1999); Memorias del ex cautivo Santiago Avendaño; el Elefante Blanco; Buenos Aires. Latrubesse, A. y Mayo, C.A. (1998); Soldados, cautivos y terratenientes (1736-1815) (Segunda edición corregida y aumentada); Biblos; Buenos Aires. Mandrini, Raúl y Sara Ortelli (1992); Volver al país de los araucanos; Sudamericana; Buenos Aires.

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Cuando la poesía se hace cargo de la memoria histórica. Movimiento de la negritud. Un viaje de retorno hacia el futuro Miguel Catalá

UNR

Abstract Desde África el asimilado, el escolarizado, emprenderá un viaje concreto hacia la metrópoli europea para convertirse en intelectual. Desde Europa el intelectual africano emprenderá un doble viaje hacia el África: De un lado será un viaje hacia el pasado mas propio, uno de retorno hacia sus ancestros, sus mitos y leyendas, su lengua madre. Del otro lado será un viaje hacia el futuro en tanto intelectual que aporta a la revolución política, a la independencia.

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Llegará la paz. Consideraciones sobre la vivencia de la guerra en inmigrantes a Mar del Plata. Una lectura de fuentes orales Carlos Fernando Hudson

UNMdP

Abstract Decir que la guerra es un buen motivo para que la gente emigre no es algo que requiera demasiado análisis. Ahora bien, si tenemos en cuenta que quienes hablamos no conocemos al objeto guerra más que como sustantivo abstracto, y aún más si suponemos que tal estado es deseable, no podemos sino atender a la memoria de quienes sí la vivieron. Sin embargo, la memoria, trasladada de espacio con sus hombres, recorre itinerarios retrospectivos de construcción. Nos ocuparemos, concretamente, de reconstruir el relato de viajes a través de fuentes orales. Aquello que se quiere explotar en este trabajo es el valor subjetivo de una entrevista de historia oral. Se emplean para el desarrollo del presente trabajo entrevistas personales a inmigrantes de la segunda posguerra, que hayan mencionado durante su entrevista a la guerra desde su vivencia más o menos directa del proceso. Se intentará cotejar esa vivencia personal con el proceso macro para reconocer las generalizaciones y simplificaciones en el discurso del entrevistado; y se procurará destacar la carga emotiva del discurso para destacar el carácter cualitativo del trabajo con las fuentes primarias.

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Cuando lo propio es una tierra extraña: la representación del exilio interno en los testimonios del exilio exterior (Argentina, 1976-1983) Silvina Jensen

UN del Sur - Centro de estudios sobre Memoria (IDES)

Abstract Como espacio fuera de la historia, el exilio está habitado por expulsados y derrotados. Si bien salvo en la deportación, las salidas al exilio son expresión de cierta voluntad individual, el camino del destierro está condicionado por la falsa disyuntiva entre quedarse o salir, que connota la opción morir o vivir. Más allá de la multiplicidad de trayectorias personales, el exilio siempre implica una separación abrupta y violenta del individuo de aquella comunidad política que, en tiempos “normales”, le asegura ciertos derechos y le impone ciertas obligaciones. La expulsión del territorio, la lengua propia y hasta la memoria implica para el desterrado el desalojo de la comunidad estatal que lo define como ciudadano. Este trabajo se propone analizar las representaciones de los viajes no deseados en los derrotados políticos de 1976. Enfatiza la lectura que los que estaban fuera del país hicieron de los que sufrieron el extrañamiento interno, tanto en aquellos casos que implicaron un confinamiento a otras regiones del país, como en los que supuso la ruptura de la militancia o el silenciamiento de la vocación política. En este sentido, mi objetivo es ponderar cómo los testimonios del exilio exterior construyen la noción de exilio interno, reconociendo que ambos exilios implicaron destinos no deseados y rupturas de la cotidianeidad, del espacio de lo propio, del proyecto vital, etc. Since space out of history, expelled and defeated people inhabit the exile. Except deportations, the departures to exile are wilful and individual incidents. However, the way toward banishment is conditioned by the false disjunctive between to leave/stay, in relation to another false option to die/live. The exile always implies a violent fracture of the individual from its national community. This paper proposes to describe the representations of the non-desirable trips in the political defeated of 1976. My objective is to analyse how the testimonies of the “external exile” construct the idea of “internal exile”, recognising that both exiles implied non desirable fates, fractures of the everyday life, political militancy and vital projects and lost of own spaces. Texto “Si uno de veras cree que el hombre no es más que ser y circunstancia, la única manera de salvar al ser amenazado es cambiar de circunstancia lo más pronto

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posible. Cuando se viven situaciones invivibles no hay más salida que la esquizofrenia o la fuga.” Guillermo Cabrera Infante, en: Primera Plana, 30/7/1968. “No ser un extranjero no significa no ser un exiliado.” Daniel Moyano, en: Conversaciones, 1993. Consideraciones iniciales Como espacio fuera de la historia, el exilio está habitado por expulsados y derrotados. Si bien salvo en la deportación, las salidas al exilio son expresión de cierta voluntad individual, el camino del destierro está condicionado por la falsa disyuntiva entre quedarse o salir que connota la opción morir o vivir. Más allá de la multiplicidad de trayectorias personales, el exilio siempre implica una separación abrupta y violenta del individuo de aquella comunidad política que en tiempos “normales” le asegura ciertos derechos y le impone ciertas obligaciones. Este trabajo se propone analizar las representaciones del viaje no deseado en la memoria de los derrotados políticos de 1976. Enfatiza la lectura que los que estaban fuera del país hacen de los que sufrieron el extrañamiento interno. En este sentido, pondera cómo los testimonios del exilio exterior publicados desde mediados de los 90 construyen la noción de exilio interno, valorando aquellos elementos que individualizan al viaje exílico en el universo de los viajes, a saber la salida no deseada, el sentimiento de extrañamiento y alienación, la vivencia de pérdida y ruptura de la cotidianeidad, del espacio de lo propio, del proyecto vital, etc. La primera parte intenta marcar la relación entre exilio-viaje y exilio interior, poniendo en cuestión la pertinencia analítica de la noción de exilio interno más allá de su uso nativo. La segunda parte pretende analizar a partir de la literatura testimonial editada en los últimos años cómo aparece la noción de exilio interior en la memoria de los expatriados de los 70. 2. Exilios: viaje, hogar, expulsión. Repensando el exilio interior En el núcleo de la noción de exilio está la imagen del viaje. Sin embargo no todo viaje puede ser comprendido como exilio. El exilio no es un viaje casual, premeditado ni circunscrito. (Brah, 1996: p. 182). Tampoco es un viaje de descubrimiento y de búsqueda. Finalmente, no es asimilable a un viaje de placer y de realización de un proyecto (Gómez, 1999: p: 195). El exilio como viaje tiene algunas peculiaridades. En principio, no tiene una despedida convencional. Los que se van lo hacen sin protocolo, casi sin deliberación. Lo hacen en silencio y en soledad y si alguien observa su partida es para cerciorarse de que finalmente el país se ha librado de aquellos a los que el poder califica como un “cáncer social” (Moyano, 1983: p. 33). 775

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La partida al exilio es una huida, es una fuga y remite a una expulsión sancionada por la ley o impuesta por las circunstancias políticas. Los exiliados son sujetos “aterrados”, en el doble sentido de personas que deben aprender a vivir sin tierra porque se los ha arrancado con violencia del lugar en el que nacieron y de expulsados por el miedo (Moyano, 1983: p. 96). El exilio es ante todo salida y se constituye sobre la vivencia de lo que se pierde sin elección (Gómez, 1999: p. 200). A diferencias de otros viajes, es un viaje compulsivo. Pero también es un viaje sin retorno más allá de la posibilidad efectiva de regreso. Como afirma Eric Hobsbawn, los exiliados son gente que camina hacia atrás (Hobsbawn, 1991: p. 65) Partidas condicionadas y retornos imposibles remiten a cierta noción de hogar. Pensar el exilio obliga a analizar la distribución de poder en la sociedad de la que el exiliado parte. En este sentido, si la partida es expulsión o huida, el exilio es persecución y violencia. La salida como decisión condicionada expresa el carácter punitivo del exilio. Como castigo, es una condena legal o efectiva por delitos políticos. A diferencia de otros viajes, no puede explicarse el exilio sino en relación con el origen. La idea de expulsión no implica únicamente desplazamientos geográficos porque el territorio del que el exiliado se aleja no es sólo el que tiene existencia física real, sino que puede ser un territorio simbólico cimentado en una tradición política, una militancia compartida, una memoria común, una comunidad de derechos y deberes cívicos. En este sentido, el viaje exílico supone interpretar la vida dentro o fuera de las fronteras de la sociedad de origen como una experiencia de no-pertenencia al medio. ¿Qué sentidos engloba la noción de hogar para el exiliado? Por una parte, el hogar es el espacio de los afectos, de las relaciones más próximas, de la familia, el barrio, los amigos. Por otra parte, el hogar-Patria es aquella comunidad política que asegura ciertos derechos e impone determinadas obligaciones. En ella el sujeto se define como ciudadano y se realiza en una dimensión colectiva y pública y en la confrontación de proyectos políticos y de modelos de sociedad. 1 A la multiplicidad de sentidos de hogar (como lugar de origen, espacio de pertenencia, comunidad política, etc.) se suma el problema de determinar qué implica estar fuera de ese hogar y cómo evaluar la residencia y/o la pertenencia.

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En las luchas por nominar la Patria y definirse a sí mismos, los exiliados confrontaron con otro actores sociales. En plena dictadura, respondían al discurso dominante, a veces a contrapelo y a veces simplemente invirtiendo el signo de las calificaciones del poder militar. En el discurso de la última dictadura militar, la Patria se definió por referencia a un conjunto de valores esenciales que marcaban un afuera habitado por los no argentinos. La dicotomía entre un adentro y un afuera absolutizados y autoexcluyentes apuntó a separar la “verdadera Argentina” de la “Argentina apócrifa”, habitada por el enemigo, o sea, lo radicalmente otro. Convertidos por el poder dictatorial en extranjeros, su expulsión del ámbito de la Patria fue la consecuencia “natural.” Recortados el adentro y el afuera de la Patria como ámbitos morales, toda práctica que contradecía o cuestionaba el poder sólo podía ser una anomalía a ser extirpada. Cuando el debate político se naturaliza y se convierte en un territorio de opciones morales, la separación entre la buena y la mala política anula la noción de ciudadanía que queda reducida a aquellos que el poder pondera como argentinos y buenos ciudadanos.

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Para el caso del exilio argentino, el afuera lo definía antes la no-pertenencia a un orden político o su expulsión violenta de esa comunidad que la realidad concreta del desplazamiento geográfico lejos del ámbito de los afectos y de lo cotidiano dentro o fuera de los límites del país. En este sentido, la expulsión, el extrañamiento y la marginalización fueron para el exiliado una confirmación (continuidad) de un exilio previo, sancionado por la derrota del proyecto político en el que estaba comprometido. 2 ¿Quiénes fueron los exiliados de la dictadura militar? Identificar un exiliado entre los miles de argentinos que salieron del país a mediados de la década del 70 obliga a analizar situaciones de hecho y sanciones jurídicas. Cuando el viaje exílico llegaba a destino, la obtención del estatuto legal de asilado o refugiado sancionaba una situación de persecución política que había puesto en peligro la vida o libertad de ese individuo en su país de origen. Sin embargo, no siempre las víctimas de la acción represiva del Estado Terrorista gozaron de ese reconocimiento. La adquisición del estatuto legal de asilado o refugiado dependió de múltiples factores entre los que no hay que olvidar las formas en que se dio la salida del país, la posibilidad de pedir y obtener el apoyo de terceros estados o de organismos internacionales como el A.C.N.U.R., el hecho de que en los países de acogida estuviese reglamentado el derecho de asilo y finalmente la propia voluntad del exiliado de requerir esta categoría, no siempre valorada como una protección. En no pocas ocasiones, los exiliados consideraron que solicitar el asilo era un demérito, que ratificaba el triunfo de los militares y confirmaba que su alejamiento sería prolongado. La imposibilidad de medir las razones del exiliado para salir del país deja una amplia zona habitada por los exiliados del miedo, individuos que evaluaron o bien que su existencia en el país estaba amenazada o bien que la atmósfera política y cultural tornaba imposible su permanencia. En la Argentina de la última dictadura, el exilio fue un viaje empujado por la violencia política. En tanto huía del terror y abandonaba lo propio porque se habían vulnerado sus derechos, el exiliado fue una víctima. Desde esta lógica, las razones últimas del viaje estaban en la voluntad del represor. 3 Ni la militancia fue condición necesaria para hacerse acreedor de la condición de perseguido, ni el exilio exterior fue la única posibilidad para eludir el terror. Como afirman Julio Lamónaca y Marcelo Viñar, el exilio fue sólo un acto razonable (Dutrénit y Rodríguez de Ita, 1999: pp. 89, 90).

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Una lógica similar aplicó el poder que exilió, que negaba la represión (proscripción, silenciamiento, etc.) afirmando que sólo estaba certificando una autoexclusión previa: el divorcio de los “subversivos” de la esencia de la Nación. 3 Lejos de ser una decisión individual y libre, el exiliado era un perseguido, alguien que tuvo que partir por “haberse hecho sospechoso del poder omnímodo, por haber sido familiar o amigo de un desaparecido, por haber luchado por sus derechos de trabajador, por haberse descubierto como un peligro para el sistema represor.” Primeras Jornadas Nacionales sobre problemas de repatriación y exilio. Buenos Aires, 27-29 de Julio 1984, s.p.i., p. 8.

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La dificultad intrínseca a la hora de delimitar el exilio externo se duplica cuando se extiende la noción de exilio a aquellos que permanecieron dentro de las fronteras del país. En este caso, la distinción entre los que vivieron exiliados en el país entre 1976 y 1983 y los que se sintieron exiliados es aún más lábil. ¿Cómo reconocer a un exiliado interno? ¿Cómo analizar la compulsión a abandonar el lugar de residencia, los hábitos culturales o las diversas formas de la militancia en la Argentina de los setenta? ¿Cómo medir el sentimiento de alienación de la comunidad cultural y política? ¿Cómo evaluar la segregación y marginación más allá de la expulsión que todos los habitantes sufrieron con la clausura unilateral de la política por parte de las Juntas Militares? Como decisión explícita del poder autoritario, la relegación operó históricamente como forma judicial del exilio interno. Confinados en lugares “fuera de la civilización”, los deportados pueden ser considerados un tipo de exiliado interno. En la historia argentina, la isla Martín García, la Isla de los Estados y la Patagonia en general, sirvieron a gobiernos de diverso color político para aislar a sus enemigos. En estos casos, los detenidos a disposición del Poder Ejecutivo eran trasladados dentro de las fronteras del país y lejos de a “Civilización” para anular su potencial subversivo o contestatario. Como estatuto intermedio entre el destierro y el encarcelamiento, la relegación o confinamiento implicaron segregación, desplazamiento geográfico, aplicación de un castigo y silenciamiento. Sin embargo, el uso que en la Argentina de la última dictadura se hizo del concepto de exilio interno no alude estrictamente a ninguna forma jurídica de punición, sea la de los detenidos a disposición del Poder Ejecutivo, los presos políticos o los liberados de los campos de concentración que vivieron en un régimen de libertad vigilada. En este sentido, la posibilidad de recurrir a una categoría jurídica para identificar a un exiliado interno no resulta operativa, aunque las historias de presos políticos o liberados pueden incluirse bajo esa denominación. Más allá de la identidad jurídicamente fijada, cómo evaluar quiénes se sintieron exiliados en la Argentina del terror. El Estado Terrorista engendró una represión planificada que no excluyó la arbitrariedad, con una estructura punitiva visible y pública y a la vez subterránea, que multiplicó los efectos del miedo. Las huellas del avasallamiento de todos los derechos comenzando por el más elemental _ el respeto a la vida y la integridad física _ atravesaron todo el tejido social. En este contexto, los que pueden identificarse como exiliados internos son muchos. Desde el punto de vista de la experiencia, la residencia en la Argentina del terror lo transformaba en exiliado, confinado, desnaturalizado, viviendo extrañado o sea como extranjero en la propia tierra, no necesariamente por haberse desplazado a un contexto geográficamente otro, sino porque su cotidianeidad se había transformado de manera superlativa y se sentía imposibilitado de adecuarse a esa nueva vida (Huasi, 1985: p. 10). Tal como ha sido usado en la Argentina dictatorial y postdictatorial, la noción de exilio interno aludía a dos situaciones. Por una parte, el exilio interno como desplazamiento

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geográfico o exilio residencial. Sus formas más habituales fueron la reclusión en barrios alejados dentro de la ciudad en la que vivían con anterioridad al golpe y la no frecuentación del centro de la ciudad o la migración a regiones del interior del país. Las provincias patagónicas, por caso Neuquén, ejercieron un atractivo particular. Para muchos de los que estaban estudiando en las universidades de Buenos Aires, La Plata o Córdoba, la irrupción militar implicó el regreso a sus ciudades de origen. Estos retornos fueron también asumidos como exilios internos. Por otra parte, el exilio interno como pérdida de la militancia, como ensimismamiento, silencio o alienación. En este caso, sin mediar un desplazamiento dentro del país o de la ciudad de residencia, se habla de exilio porque el individuo para salvar su vida, reprimía o autocensuraba aquello que lo había definido como sujeto: la militancia en sus diversas formas (estudiantil, barrial, sindical, política, cultural, etc.) La persecución y el miedo generan una integración negativa del individuo en relación con su entorno. Pero, más allá de la privatización de la existencia, la idea de exilio interno apunta a mostrar la alienación del individuo y la disociación de la identidad. La fractura individual y la derrota de los proyectos políticos del “campo popular” orientados a cambiar la sociedad fueron caras de una misma moneda. En este sentido, el exiliado interno no fue sólo el que cambió de hábitos y prácticas por el miedo, sino sobre todo el que sufrió el trauma provocado por la imposibilidad de militar, cuando su identidad había estado fundada o constituida sobre la idea de una militancia política de izquierda o de una militancia que aspiraba a la Revolución. Además del desplazamiento geográfico y la pérdida (resignificación de) la militancia, existe un tercer sentido inscripto en el uso de la noción de exilio interno en la Argentina de los 70 que lo conecta con el exilio exterior. Históricamente, el exilio ha sido una estrategia de disidencia y ha funcionado como plataforma de oposición. En la Argentina de la dictadura, la noción de exilio interno se empleó para designar a aquellos individuos marginados, aislados, silenciados, a los que se les había cercenado los escenarios de acción. Pero la derrota política y la pérdida de la militancia tal como se la había ejercido no implicaron necesariamente inacción o pasividad. El exilio interno también implicó militancias resignificadas, silencios positivos o integraciones negativas. Más allá del uso “nativo” de la noción de exilio interno por los actores de los 70, desde el punto de vista analítico cabe preguntarse sobre su pertinencia. En tanto no todos los individuos que vivieron en la Argentina entre 1976 y 1983 pueden ser considerados exiliados internos, quizás un camino para reconocerlos sea ingresar en el territorio de la oposición dictatorial. Cuando se estudian las relaciones entre la sociedad y el poder autoritario, uno los deslizamientos más comunes es transformar a todos los habitantes en exiliados internos.

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Si bien el terror del Estado pretoriano atravesó todo el tejido social e implicó no sólo la eliminación de los opositores políticos sino también la domesticación ciudadana, resulta imposible extender la identidad de víctima a toda la sociedad argentina post golpe militar. Más allá de que una vasta mayoría de los argentinos después de 1983 resignificó su experiencia dictatorial como negativa, los exiliados internos son aquellos que residiendo en la Argentina entre 1976 y 1983 fueron “enemigos del régimen castrense” (Huasi, 1985: p. 10). Para entender el abuso en la autoidentificación como exiliado interno es necesario situarse en los primeros años de la transición. En el contexto de la Teoría de los Dos Demonios, Argentina asistió a la contraposición inequívoca entre poder militar y sociedad civil, que separaba malos de buenos y dejaba a la sociedad en posición de espectadora. En este tiempo histórico marcado por la judicialización del pasado, la tentación a incorporarse al grupo de las víctimas convivió en tensión con la memoria autoritaria que había demonizado a los perseguidos bajo la consigna de “por algo será”. Cuando el Nunca Más sancionó que la mayoría de los represaliados eran “inocentes” de “subversión”, la identidad de víctima se transformó en una identidad prestigiosa y la identidad de exiliado interno fue una posibilidad para quien no podía certificar ser un “afectado directo”. 4 Otro de los deslizamientos a la hora de comprender las relaciones entre sociedad y poder autoritario es convertir a todos los que permanecieron en el país en cómplices y adláteres de la dictadura. La pasividad manifiesta y el predominio del silencio social _ sólo quebrado por las voces de las Madres de Plaza de Mayo y el movimiento de Derechos Humanos en general _ en algunos casos fueron asumidos como aceptación del proyecto de las Juntas Militares. Sin embargo, cuando la mirada del investigador se focaliza en la trayectoria de los actores, no resulta tan claro que esta pasividad en respuesta a las estrategias de despolitización dictatorial (miedo y represión masiva, feroz y persistente) fuera signo de adhesión. Ahora bien, ¿Quiénes fueron los opositores durante la dictadura? ¿Cómo se expresó esa oposición? ¿Quién fueron, parafraseando a Julio Huasi, “los enemigos del régimen castrense”? Más allá del desigual comportamiento de los actores tradicionales (partidos políticos, sindicatos, etc.) y de los nuevos actores (el movimiento de DD.HH.), buena parte de la sociedad argentina se expresó más por el silencio y la pasividad que por la oposición abierta. 5 Sin embargo, su pasividad política y social no es prueba de que brindara soporte material, ideológico o social al régimen dictatorial. En este sentido, cabe complejizar la 4

Sobre la distinción entre “afectados” y “no afectados”, vide: Elizabeth Jelin 1995 La política de la memoria: el movimiento de derechos Humanos y la construcción democrática en la Argentina, en: Acuña, Carlos et al Juicio, castigos y memorias. Derechos humanos y justicia en la política argentina. Buenos Aires, Nueva Visión. 5 Para un estudio pormenorizado, Vide. Hugo Quiroga y César Tcach (Eds.) 1996 A veinte años del golpe. Con memoria democrática. Rosario, Homo Sapiens.

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mirada sobre la sociedad, valorando las diversas actitudes y comportamientos, desde la resistencia a la integración y desde el silencio al cuestionamiento abierto. Hay que repensar el sentido y las formas de la militancia e incluso los canales en los que podía expresarse el cuestionamiento. 6 A este propósito sirve la exploración de la literatura testimonial, que al descubrir la subjetividad permite avanzar en la comprensión tanto de las formas de cimentar e imponer consensos y controles sociales, como de los modos en que los individuos en contextos de terror político asimilan/refractan las pretensiones del poder dictatorial. Así se abre un vasto territorio de análisis sobre los grados de adhesión y hostilidad a la dictadura: ¿Cómo medir la hostilidad o la adhesión?, ¿Necesariamente la hostilidad al régimen debió manifestarse en un rechazo abierto o resistencia popular activa?, ¿Cómo diferenciar los consensos sociológicos de la identificación ideológica?, ¿Cómo matizar los silencios?, ¿Es posible distinguir el confinamiento en el ámbito privado y/o la resignificación de la militancia, de la instrumentalización militar del silencio transformado en adhesión? A mi juicio, sólo en la comprensión de la densidad de la pasividad 7, el silencio y la exclusión es posible reconocer al exilio interno. Identificados los apoyos sociales del régimen militar y sus entusiastas voceros en la sociedad civil, los exiliados internos deben buscarse en ese universo opaco de los que fueron ajenos al proyecto dictatorial y que manifestaron su extranjeridad de múltiples formas, muchas de las cuales no resultan fáciles de “medir”. Entre ellos reconocemos a los que tuvieron que exiliarse de la vida social, los que se quedaron sin palabra porque sus ideas estaban censuradas, los que buscaron espacios alternativos o enmascararon la expresión de su oposición, los que manifestaron una resistencia explícita, los perseguidos y represaliados directos, los que se desplazaron dentro del territorio nacional en búsqueda de un lugar donde sobrevivir física y mentalmente, los que canalizaron su repulsa política en activismo cultural, etc. En síntesis, la noción de exilio interno es una categoría problemática, no sólo porque engloba una realidad heterogénea, sino porque alude a actitudes y comportamientos difíciles de precisar. ¿Cómo identificar algo tan difuso como el sentirse extranjero respecto al mundo exterior y abstenerse de adherir al poder dominante? ¿Es posible pensar en una gradación de exilios internos? ¿Tiene un valor diferencial haber sido expulsado de la vida profesionallaboral por el miedo o por una penalización directa del Estado? ¿Define la identidad de exiliado interior la participación en conspiraciones o en la resistencia directa? o ¿ pueden incluirse dentro de esa categoría otras formas menos visibles de oposición? ¿Cómo evaluar la 6

Resulta importante enfatizar el rol de los organismos de DD.HH. que se constituyeron en los nuevos actores políticos y que desde un reclamo ético y enraizado en el ámbito de lo privado _ la recuperación del familiar reresaliado _ contribuyeron a construir una nueva forma de entender lo político que atacaba la esencia misma del estado terrorista. 7 El deseo de sobrevivir físicamente en un contexto dramáticamente represivo obligó a buscar espacios alternativos que permitieran sobrevivir moralmente. La clausura de las instancias representativas y la persecución obturaron la expresión de la palabra opositora, anulada por la cárcel o la desaparición y expropiada por el miedo. Al mismo tiempo, la pasividad fue síntoma de la desmoralización por la derrota del campo popular, diezmado por la violencia del Estado pretoriano.

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“integración negativa”? (Perelli, 1996: p. 91), ¿Cómo apreciar el imperativo de consciencia que empuja a un individuo a replegarse porque juzga incompatible la convivencia con el régimen político imperante? ¿merecen el nombre de exiliados internos aquellos que buscaron la tranquilidad en regiones alejadas del centro del poder? ¿Cómo calificar los traslados de conciencia o por incompatibilidad con las condiciones represivas y el clima ideológico? Estos interrogantes alumbran la tensión entre dos cuestiones. En primer lugar, que el trabajo de análisis historiográfico enfrenta un objeto construido desde una dimensión normativa. En segundo lugar, que más allá de su pertinencia analítica, en la Argentina de los años 70 se usó la expresión exilio interno. 8 Si concebimos la acción de nombrar como una acción política (Bourdieu, 1993: p. 98), cabe preguntarse para el contexto argentino de la dictadura por qué se asumió la noción de exilio interno que implica la apropiación de un concepto para definir una situación que era comparable en cuanto a la pérdida, la violencia, el extrañamiento, la expulsión, el desplazamiento, la salida de, el estar afuera, pero no se ajustaba al hecho de abandonar el territorio del país ¿Por qué fue necesario comparar ambas realidades? y ¿a qué intereses o necesidades sirvió esa asimilación? A mi juicio, la extensión del concepto exilio a situaciones de disidencia, resistencia u oposición obedeció a múltiples factores. En principio, cabe pensar en la apropiación del uso metafórico que en otras experiencias autoritarias se había realizado o en una configuración heredada de la tradición nacional. Pero más allá de tales paternidades y de la plasticidad de la idea de exilio _ que permitía vía adjetivación (interno, externo, literario, utópico, etc.) englobar otras realidades _, la apelación que en la sociedad argentina de los 70 se hizo de la noción de exilio interno tuvo más una finalidad política, que una pretensión de ordenamiento de la realidad (Prost, 2001: p. 151). Poner en relación dos experiencias de extrañamiento no sólo permitió destacar similitudes y diferencias, sino construir jerarquías, justificar comportamientos, acusar o cimentar una defensa. 3. 3. El exilio interior en la memoria de los expatriados de la dictadura militar La profusa literatura testimonial que ha visto la luz desde mediados de los 90 en nuestro país _ que está revisitando el tema de la dictadura militar y ha resituado la reflexión sobre “los setenta” en la agenda pública (Jensen, 2001) _ proporciona un corpus interesante a la hora de analizar la mirada del exilio exterior sobre el exilio interior. En la problematización del exilio interior en la literatura testimonial de los últimos años pueden distinguirse dos situaciones:

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La distribución social de esta noción constituye un problema de análisis, porque históricamente no en todos los países sometidos a experiencia autoritarias se generalizó esta expresión. Así, por ejemplo, mientras la expresión exilio interno fue usada en la Alemania nazi o en la España republicana, no ocurrió lo mismo en la Italia fascista, en la que se prefirió la noción rechazo y resistencia al régimen dominante. (Treves, 1990: p. 55).

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La mirada sobre el propio exilio interior. Se trata de aquellas reflexiones en la que los desterrados cuentan que el exilio fuera de las fronteras del país estuvo precedido por un exilio interno. 9 La mirada del exilio exterior sobre el exilio interior en el contexto de las relaciones entre “los de adentro y los de afuera.” En este punto, quizás valga hacer una distinción entre los testimonios que recuerdan al exilio interno durante la dictadura y los testimonios de los desterrados que recuerdan las relaciones entre ambos exilios en el momento de producirse su regreso a la Argentina.

En la memoria de los desterrados de la dictadura, ¿quiénes fueron exiliados internos? En principio, fueron los “sectores intermedios” de la militancia que frente a la violencia indiscriminada del Estado “optó” por el repliegue y el retraimiento. En los primeros meses del golpe, estos grupos _ cuyas funciones primordiales se desenvolvían en el campo de la solidaridad y el trabajo de masas _ se convirtieron en blancos fáciles de la represión frente al paso a la clandestinidad de las cúpulas de las organizaciones armadas (Perdía, 1997: p. 277). Desamparados por las organizaciones armadas que entraron en una lógica militarista, muchos decidieron aislarse, ensimismarse como forma de protección. La desmovilización no fue indiferencia y aunque pudo estar atravesada por la decepción por el giro militarista de sus organizaciones referentes, no necesariamente implicó su descompromiso militante, aunque éste se resignificó (Jauretche, 1997: p. 259). Para Juan Gelman, fue exiliado interno quien viviendo en la Argentina “padeció la dictadura” y “sufrió” diferentes tipos de pérdida: no poder seguir viviendo tranquilamente en su casa, no poder visitar a su familia, no poder publicar lo que quería, no poder continuar con su trabajo (Boccanera, 1999: p. 56). Sin embargo, entre los que padecieron el terror, Osvaldo Bayer y Gónzalo Cháves 10 plantean una diferencia entre los confinados por el miedo y los que asumieron una posición activa de resistencia antidictatorial, especialmente las Madres de Plaza de Mayo. Esta oposición activa se inscribe en lo que Rodolfo Terragno en los ochenta definió como los que “respira(ban) el monóxido de la represión” (Gómez, 1999: p. 192), o sufrían la tragedia cotidiana de “estar desterrados de la razón”, pero se diferencian del promedio del exilio interior por combatir a la dictadura dentro de la dureza de la represión. 11

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También, la noción de exilio interior fue usada para describir su inserción en el mundo de las relaciones en la Argentina del retorno. 10 Sindicalista de la izquierda peronista que se exilió y regresó tempranamente al país. En 1978 se sumó a la resistencia obrera que realizaba pequeñas acciones de sabotaje y de propaganda en las fábricas (Jauretche, 1997: pp. 286, 287). 11 Si bien existe una tendencia a separar resistencia y silencio y a ligar a este último la noción de exilio interno, la noción de exiliado (interno) expresa una ambigua posición actancial: víctima y actor. Esa ambigüedad está presente en la idea de que un individuo “se exilió”, pero que se trata de un tipo de emigración mediada por la violencia. Sin embargo, aunque en algunos testimonios se privilegia la noción de exiliado interno víctima (Gelman, 1999: p. 56), en otros se apunta a un rol de activo frente a la dictadura, siempre especificando las “limitaciones” a la hora de ejercer una acción decidida en el clima represivo. El énfasis en el carácter de víctima o actor para exiliados internos y externos es uno de los núcleos de las luchas por las memorias del exilio.

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Para Nicolás Casullo, el exilio interno marcó la condición de extranjero en la propia tierra, tierra que marginó y desintegró al individuo que perdió los espacios que daban sentido a su vida. Si la expulsión o la automarginación provocaron el repliegue ciudadano, no todos los silencios fueron exilios internos. Sólo los que mantuvieron su dignidad y que dentro de las posibilidades que había en Argentina ejercieron una práctica crítica, merecen tal denominación (Boccanera, 1999: p. 122 y p. 132). Santiago Kovadloff afirma que la finalidad del exilio es desarraigar a un individuo o grupo de aquello que le da identidad (Gómez, 1999: p. 222). Cuando el poder dictatorial clausuró el espacio de la política, los militantes que habían hecho de las diversas formas de la militancia la base de sus vidas, comenzaron a sentirse exiliados. En tanto el terror dejó al individuo sin la posibilidad de construir(se) un (dentro de un) proyecto colectivo y compartido, no importaba que mediara una expulsión (laboral, geográfica, etc.) para que se instalara la sensación de extranjeridad (Gómez, 1999: p. 44). La experiencia de sentirse un exiliado pone en evidencia que junto a un mundo que repele al individuo, es el individuo el que vive su relación con esa realidad como algo externo. Hernán López Echagüe afirma que su detención y especialmente la detención/desaparición de su novia lo llevaron a ponerse “en una situación de estar en Pampa y la vía”: rechazar trabajos, recluirse en su casa, cortar la relación con los amigos eran formas de denunciar su no-pertenencia. (Gómez, 1999: p. 100). Para Noé Jitrik, el exilio interno fue un viaje mediado por la violencia y/o por la exclusión laboral, profesional o social que, al mismo tiempo que inoculaba en el individuo el sentimiento de ajenidad, lo imposibilitaba para comprenderse dentro de un proyecto colectivo. Su mundo, aunque propio, había dejado de ser “su lugar” (Gómez, 1999: p. 89). El exilio interior más allá de estar atravesado o no por un desplazamiento a zonas alejadas en respuesta al terror, fue vivido por el individuo desde una sensación de enajenación. Frente al cambio radical de las condiciones de sociabilidad, la extranjeridad no aludía a la no-pertenencia al espacio geográfico, sino a una no-pertenencia al nuevo tiempo. Si bien el exilio interno fue vivido como una “expulsión temporal”, en general cuando se piensa en esa realidad, los desterrados de los 70 se refieren al desplazamiento geográfico y de la militancia. En los meses siguientes al golpe, el impacto represivo provocó un reflujo del movimiento de masas y el progresivo descabezamiento de la guerrilla. Cesanteado del PAMI y expulsado por la violencia de la militancia barrial, Horacio González se refugió en la Universidad. González recuerda que pensó que con ese alejamiento de la militancia de superficie estaría a salvo de persecución. Si bien este primer desplazamiento no fue tan traumático porque su militancia había estado fundada en la Universidad 12, el cierre de las pocas unidades básicas y la desaparición de su “grupo” le produjo la urgencia de “ubicarse en el mundo.” (Anguita y Caparrós,1998: p. 38). Por otra parte, la vida en Buenos Aires se había 12

A mediados de los 70, González estaba integrado en una Unidad Básica Revolucionaria, periferia de Montoneros. Para un estudio de su vida militante, Vide Trímboli, 1998: pp. 77-109.

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transformado en algo ajeno y extraño. La atmósfera porteña estaba plagada de tensión, recelo, silencio, miradas huidizas y desconfianza. Así, a la pérdida de los espacios en los que construyó su vida, se sumaba la necesidad de “salir lo menos posible.” Su estrategia de supervivencia fue “mantenerse tranquilo”, regresando a vivir a su “domicilio legal”, abandonando toda actividad pública, excepto las pocas clases de Historia Social Europea de la Universidad del Salvador (Anguita y Caparrós, 1998: p. 119). Los primeros pasos de sus exilios significaron recortar su exposición pública, buscando refugio. Sin embargo, esa salida/refugio no le permitió eludir la persecución. Su detención/desaparición, tortura, legalización y liberación eran más angustiantes porque estaban marcadas por la “arbitrariedad”. 13 A las pérdidas impuestas por el terror, González le sumó la marginación social que favorecía el ensimismamiento y el sentimiento de inadecuación y extranjeridad (Anguita y Caparrós,1998: p. 298). Después de su liberación, era un “aparecido inadaptado”, que andaba poco por la calle y se recluía en el hogar, como el único espacio en el que podía “hablar sin precauciones (Anguita y Caparrós,1998: p. 298). Mientras las agrupaciones se iban despoblando por las muertes y los encarcelamientos, una buena parte dejó de militar por el miedo. Luis Venencio recuerda que muchos creían que bastaba con “cambiar un poco de aires, irse a trabajar a otro lado y no meterse más en política, para que los dejaran tranquilos”. 14 El exilio interno como desplazamiento geográfico y estrechamiento/clausura de la militancia se conjugan en el testimonio del militante montonero Gregorio Levenson. 15 Después de la muerte de su hijo Bernardo _ en un enfrentamiento con una patrulla de la Policía Federal y el Ejército _ evaluó la conveniencia de desplazarse junto a su esposa Elsa “Lola “ Rabinovich a Mar del Plata. Si bien este desplazamiento fue releído como “exilio interno” cuando inició el otro exilio, en principio no significó abandonar la militancia, aunque la clandestinidad y la represión obligaban a extremar los cuidados. Por unos meses, Levenson y su esposa pasaron sus vidas entre Mar del Plata _ donde vivían con su nieto _ y Buenos Aires, donde realizaban tareas periféricas (Jauretche, 1997: p. 269). Para finales del 76 y principios del 77, la militancia había quedado reducida a “poquitas cosas”, una “pocas tareas específicas” en un clima de terror total, confusión e incertidumbre (Jauretche, 1997: p. 273). 13

La incomprensión de los motivos de su detención y de las verdaderas razones de su liberación lo llevaron a profundizar su exilio interno, prólogo de su exilio brasileño de finales de 1977. Si en principio, no se fue del país fue porque creía que no “tenía derecho a exiliarse”, porque el destierro era un destino que le correspondía a los verdaderos militantes, a los que seguían en la pelea. Su distanciamiento de Montoneros no lo hacía un militante con todas las letras y además nunca había sido un “combatiente.” Por otra parte, dejar el país lo llenaba de culpa porque si su alejamiento crítico de Montoneros, le “había salvado la vida”, ahora en un contexto de muerte generalizada de sus ex compañeros de militancia, aquella conducta le parecía una deslealtad (Anguita y Caparrós, 1998: pp. 298, 299). 14 Otros optaron por modificar el estilo de militancia. Por una parte, reforzaron la clandestinidad y disminuyeron cada vez más el trabajo de superficie y de contacto con las masas, en los barrios, las fábricas, reorientando la acción a pequeños actos de resistencia, difusión de prensa o encauzando la militancia política en la defensa de los DD.HH (Anguita y Caparrós, 1998: p.45-49) 15 Inició su militancia en el socialismo de Alfredo Placios, pasó luego al comunismo y finalmente en los años 50 se incorporó al peronismo. En los 70, se sumó a Montoneros

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Cuando en Febrero de 1977, desaparecieron su esposa y su nieto en uno de sus periódicos viajes a la capital, Gregorio Levenson buscó un nuevo “refugio”: una pensión en pleno centro porteño. Esta fue la última etapa del exilio interno que preludió su alejamiento del país en Julio/Agosto de 1977 (Levenson, 2000: p. 203). El exilio geográfico, como forma del exilio interno, fue la experiencia de aquellos que un día abandonaron el lugar donde vivían, dejaron a su familia y a sus amigos y reaparecieron en otro lugar, con una historia inventada para justificar que hubieran aterrizado allí. Este desplazamiento territorial significaba una pérdida de los referentes y la necesidad de reconstruir una nueva identidad. Esta identidad ficticia no sólo era la resultante de las relaciones que el individuo debía establecer con el nuevo entorno, sino que expresaba la disociación del individuo respecto a su historia y a sí mismo. Levantarse un día en la historia de otro no sólo tornaba a esa persona un “desaparecido” para los que lo conocían, sino que en el esfuerzo por ocultar(se) para sobrevivir terminaba por convertir en ajena la historia que el individuo había vivido antes del desplazamiento. Para Adriana Marcus, su “aterrizaje” en Neuquén luego de su liberación de la ESMA fue el inicio de una nueva vida. El viaje al sur marcó un final, a tal punto que cuando en 1985 observó el Juicio a las Juntas por televisión, no se reconoció en ese pasado, un pasado dejado atrás, a 1000 Km, allá en la ESMA (Actis, 2001: p. 263). El exilio interno era refugio/salida y también final y todo final remite a la violencia. Como desplazamiento mediado por el miedo, el viaje del militante Montonero Luis Venencio a Bariloche en 1982 estuvo caracterizado por la no planificación. Casi sin dinero y con la incertidumbre de no saber cuando caería sobre él la espada de Damocles, Bariloche era como otro mundo, un mundo al que los ecos de la represión llegaban, pero amortiguados (Anguita y Caparrós, 1998, P. 150) En general, los exilios geográficos se ubicaron en las “fronteras” del país. Cuando el cerrojo pretoriano comenzó a cerrarse sobre su cotidianeidad, Horacio González se trasladó a Salta junto a un histórico de la Juventud Peronista, Jorge Rulli. Como Rulli, González quería “salir de circulación”, de forma provisoria “hasta que todo se aclarara un poco.” Este exilio interno era una forma de que “se olvidaran de él” (Anguita y Caparrós,1998: p. 14). Pero como hemos visto, también hubo cambios de barrio, traslados al centro mismo de la capital y desplazamientos en el mundo laboral desde el ámbito público del que habían sido expulsados al ámbito privado. 16 16

Cuando Onganía intervino las universidades luego de la Noche de los Bastones Largos, el en las universidades se planteó un debate entre irse o quedarse. En algunas facultades de las Universidades Nacionales se discutía cuáles eran las formas de mostrar oposición. Ya entonces “abandonar el país” o “no colaborar en la investigación” se plantearon como estrategias viables para quienes tuvieran una oferta de trabajo en el extranjero y para quienes se vieran obligados a permanecer en la “trinchera.” (Primera Plana, 5/7/1966, p. 17) El debate entre irse o quedarse en la institución para resistir y habiendo tomado la decisión de abandonar los claustros, el dilema entre quedarse en el país u organizar los equipos de investigación en el extranjero, atravesó el mundo universitario de mediados de los años ´60. Una variante entre los profesores renunciantes o expulsados “reacios a participar en la Operación Éxodo” fue integrarse a institutos privados de docencia e investigación. Estos centros desarrollados al margen de la intervención a las universidades fueron los espacios elegidos por los “suscriptos a un exilio casero” (Primera Plana, 25/7/1967: p. 44).

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El ámbito privado funcionó como una especie de exilio casero. Por una parte, daba la posibilidad de conseguir un refugio, una salida laboral y hasta de encontrar un lugar atractivo donde recomponer la identidad fracturada mediante la inserción laboral, pero por el otro, implicaba pérdida, dificultad y dolor. La experiencia de Juan Carlos Agulla da cuenta de esta paradoja. Producido el golpe militar, Agulla fue cesanteado de la Universidad de Córdoba y decidió trasladarse a Buenos Aires. Allí comenzó una etapa que Agulla definió como exilio interno aludiendo a la “dificultad” para integrarse. En realidad, esa dificultad no parece tener que ver especialmente con la inserción laboral, ya que como fue común en la Argentina de la dictadura, por fuera de las Universidades funcionaron centros privados de investigación y docencia que albergaron a los excluidos del ámbito público. En su caso, la Universidad de Belgrano le proporcionó trabajo, pero lo “consideraban sapo de otro pozo” (Gómez, 1999: p. 15). Su experiencia porteña contiene todas las marcas del exilio. En primer lugar, fue un viaje no deseado determinado por la expulsión del trabajo y el asesinato de su hermano. Asimismo, pese a que Buenos Aires y Córdoba sólo están separadas por 700 kilómetros, no era la distancia lo que explicaba su identidad de extranjero. Agulla concluye que la distancia existencial no necesariamente se vincula a que el nuevo contexto de posibilidades laborales, sino a la condición del migrante y a su posibilidad o deseo de encontrar “su lugar” en la nueva sociedad. Si el exilio es dificultad y dolor, no existe diferencia entre Buenos Aires y Alemania. En todos los testimonios, la noción de exilio interno comparte con la de exilio exterior la idea de un origen violento que connota un viaje caracterizado por la pérdida. Como afirma Tununa Mercado, con referencia al destierro, el mayor peligro al asociar exilio a viaje es perder de vista que el exilio se constituyó sobre la pérdida, o sea estaba asentado en un horizonte en el que la muerte acechaba o francamente reinaba (Boccanera, 1999: p. 214). Pese a ser una pérdida, todos los protagonistas de exilios (internos o externos) reelaboran aquella decisión como algo razonable, no exento de sentimientos de culpa, traición y privilegio (Anguita y Caparrós, 1998, p. 82). Si salir de circulación, recluirse en el hogar, cambiar de barrio o desplazarse al interior fueron formas de perder visibilidad o borrarse de la memoria de los represores para eludir la persecución, el paso del tiempo y las noticias de muertes cercanas podían resignificar aquella decisión, cargándola de culpas. La culpa tenía que ver con el hecho de que la biografía de los exiliados es la de “sobrevivientes”, tanto porque ellos mismos pudieron eludir la detención o fueron liberados después de padecer encarcelamiento y tortura, como por ser testimonios vivos de una generación diezmada. Mezclada con la culpa, aparecía la vergüenza. No sólo eran sobrevivientes, esto es, privilegiados, sino también derrotados, porque con la pérdida de una generación también se “había perdido un país” (Gómez, 1999, p. 89)

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El sentimiento de traición afectó con fuerza a los militantes. En Ese Infierno, Munú Actis explica que siempre había valorado al exilio exterior como un “abandono del compromiso.” Su propio exilio y la conciencia de las dimensiones que alcanzó la violencia del Estado Terrorista resignificaron aquel juicio. Para los que estaban en el exterior, los exiliados internos sufrieron una mayor tragedia. Si bien, al exiliado exterior le faltaron muchas cosas, al menos no estuvo privado de la palabra. Munú Actis afirma: “los que estábamos afuera podíamos hablar, necesitábamos hablar para sobrevivir; los que se quedaron tenían que callar para sobrevivir.” En el exilio interior la palabra “terapéutica y militante” estaba censurada y/o podía ser una palabra de muerte( Actis, 2001: p. 263). Cuando la literatura testimonial publicada en Argentina desde mediados de los 90 plantea las relaciones entre “los de adentro” y los de afuera”, recupera en cierto modo aquellas narrativas de las llamadas “polémicas del exilio”, pero también expresa el intento por superar su lógica dicotómica y de posiciones autoexcluyentes. Los desterrados comparan exilio interior y exilio exterior estableciendo puentes, pero sobre todo preservando las diferencias entre ambas situaciones de extrañamiento. Sin embargo, en términos generales, aunque no desaparece la lógica jerarquizante, la confrontación de las dos formas de exilio no intenta generar antagonismos, sino que apunta a reivindicar al exilio interior. En el recuerdo de Envar El Kadri, su exilio español y francés estuvo marcado por el remordimiento por los compañeros de militancia que permanecieron en el país bajo los efectos del terror. Sin embargo, aunque confronta su exilio - remanso/privilegio con la tragedia interior, El Kadri afirma que ambos exilios _ en tanto oposición a la dictadura _ compartieron la impotencia de una militancia menguada, militancia que no sólo era un derecho cercenado por la violencia estatal, sino un deber, esto es, algo consustancial a la identidad de los hombres y mujeres de su generación (Anguita y Caparrós, 1998: p. 57). Sin embargo, también aparece en el recuerdo de los desterrados los prejuicios mutuos entre los que compartían la condición de víctimas del poder pretoriano. Noé Jitrik presenta la dificultosa relación con su hermano durante la dictadura como la metáfora de las relaciones entre los que se fueron y los que se quedaron. Del mismo modo, reconoce en su intento por superar el distanciamiento fraternal, su intención por reconstruir el lazo entre el desterrado Noé Jitrik y el “país madrastra” de cara a su regreso al país. Poner negro sobre blanco y separar su repudio a la dictadura de la historia de los millones de argentinos que habían permanecido en el país era un desafío. Jitrik reconoce que aunque la visita de su hermano a México en 1978 erosionó la “inevitable generalización” que hizo que los desterrados denunciaron la ceguera interior y la ausencia de pensamiento crítico en la sociedad argentina dictatorial, los reencuentros con los exiliados internos no estuvo exento de tensión.

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No obstante, Jitrik sostiene que no existió un patrón único a la hora de evaluar los encuentros. Algunos fueron positivos. Otros reeditaron viejos conflictos de la militancia anterior al golpe. Otros estuvieron atravesados por la indiferencia. Finalmente, el rechazo se puso en evidencia cuando se ponían en juego competencias profesionales o laborales. Para Jitrik, la distancia debía acortarse en dos sentidos: por una parte, desde el reconocimiento de la condición de sobreviviente que los unía y que no era equivalente ni de cobardía ni de complicidad. Y, por la otra, desde la necesidad de valorar los mutuos sufrimientos y desde la oportunidad de que cada uno pudiera contar “cómo se había vivido en el extranjero” o “cómo se había vivido en el interior” (Gómez, 1999: pp. 86-89). En el testimonio de Cristina Siscar, los encuentros en la coyuntura del desexilio estuvieron marcados por los celos, la indiferencia y el dolor. Los que regresaban del destierro reabrían las heridas no suturadas. Los duelos imposibles habilitaban el camino del reproche a quien era un sobreviviente, condición que de por sí, era la de un privilegiado (Boccanera, 1999: p. 60). Todos los reencuentros estuvieron marcados por lo que quedó después de la oscuridad de la dictadura. El prejuicio y la lógica dicotómica, la culpa y el sentimiento de privilegio fueron también consecuencias de la producción de relaciones sociales en un contexto autoritario. Juan Gelman denuncia la lógica de enjuiciamiento que marcó la manera de leer el problema entre irse o quedarse en los 80. 17 Al mismo tiempo, puntualiza que para definir a un exiliado no sólo hay que tener en cuenta ciertos parámetros objetivos, sino valorar la forma en que el sujeto se percibe a sí mismo. Gelman pretende deconstruir la asociación entre posición geográfica e identidad: Ni estar fuera del país te convierte en desterrado, ni haberte quedado en exiliado interno. Respecto a los primeros, afirma que el exiliado se diferenciaba del viajero/emigrante en que su decisión de salir estuvo mediada por la violencia y que el retorno no era posible, tanto porque sobre él pesaba una sanción legal como porque un eventual regreso ponía en peligro su vida. Para Orgambide presentar el problema como los que quisieron irse y los que quisieron quedarse ocluye que la división verdadera pasa entre quienes defendieron y colaboraron con un régimen de terror y quienes lo padecieron y enfrentaron la dictadura. En este sentido, ambos exilios se recortan desde el dolor, la pérdida (en este sentido son víctimas) y desde la resistencia y la lucha (son actores).

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A juicio de Gelman, la persistencia de la lógica excluyente y dicotómica se potenció en el marco de la Teoría de los Dos demonios, que satanizó a los bandos (armados) y pasivizó a la sociedad espectadora, distante y engañada. La construcción de la imagen de una sociedad víctima _ producto que acompaña a la demonización de militares y guerrilla de la temprana transición _ permitió generalizar la identidad de exiliado interno a todos los que vivieron la dictadura en el país (Boccanera, 1999: pp. 56, 57). La presentación del proyecto de Ley de Reparación al exilio presentado en la Cámara de Diputados en 1999 podía reeditar el sentido de las polémicas de los 80, asentadas en la “falsa antinomia” y el enfrentamiento entre “parcialidades de sufrimiento”.

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Finalmente, se intenta legitimar a los sobrevivientes (exiliados internos y externos) asimilando su situación a la de las “víctimas privilegiadas” del Proceso de Reorganización Nacional. Resulta sintomático que mientras Héctor Tizón señala la inutilidad e injusticia de comparar a las víctimas, en el libro de Albino Gómez se reproduce uno de los textos más urticantes de las polémicas que entre finales de los 70 u mediados de los 80 protagonizaron los intelectuales que se fueron y los que se quedaron. En “El privilegio del exilio”, Rodolfo Terragno 18 diferenciaba al exilio exterior de las “verdaderas víctimas”, los “auténticos protagonistas” y los ”verdaderos héroes.” Para el político radical, el destierro fue una posibilidad reservada a las clases medias y por tanto, fue un privilegio. Sin embargo, pese a que Terragno reproducía la vivencia interior de muchos desterrados que comprendían que sus trayectorias de sobrevivientes los transformaba en afortunados, indirectamente este argumento era funcional tanto al discurso de la dictadura que hablaba del “exilio dorado” de los “subversivos en fuga”, como a la fractura en el campo de las víctimas. Para Terragno, los exilia dos interiores eran “los verdadero mártires”, porque no habían tenido “la posibilidad de escoger” (Gómez, 1999: p. 192). Finalmente, a la hora de poner en un mismo plano a los exilios (interior y exterior) se los compara con aquellas víctimas que han tenido una máxima visibilidad social, esto es, los desaparecidos. En Ese Infierno la noción de exilio interior se pluraliza porque comprende tanto a los que vivieron la experiencia de la detención-desaparición como a aquellos que sin haber pasado por los campos de concentración, de alguna manera también estuvieron “desaparecidos” porque el temor los obligó a cambiar su proyecto de vida. Según Adriana Marcus, aquellos que por el temor dejaron la facultad, el gremio, el trabajo o su ciudad para refugiarse “lejos” de todo lo que había dado sentido a su vida, fueron los “otros desaparecidos” porque un día se levantaban en la historia de otro (Actis, 2001: p. 263). 4. Reflexiones finales Este trabajo centra su interés en la relectura de la idea de exilio interno que aparece en la memoria de los desterrados de los 70. Este recurso metodológico pretende recuperar el modo en que históricamente _ y no sólo para el caso de la última dictadura argentina _ se ha utilizado esa noción para referirse a una situación de marginación y de alienación sufrida por los individuos dentro de las mismas fronteras del país.

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Ponencia presentada en el I Congreso Internacional sobre el exilio y la solidaridad laltinaomericana, Caracas 1980.

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La noción de exilio interior utilizado para describir la triple marginación vital/militante/geográfica no puede comprenderse fuera de la lógica de oposición entre los de adentro y los de afuera. Si constitutivamente el exilio expresa una situación de intemperie (Forster, 1999: p.9) y remite a un centro del que el individuo se ha alejado _ en un viaje violento y por lo mismo no deseado _ la distinción de un tipo de exilio “interior” expresa una situación de no-pertenencia, alienación y extranjeridad en las que el hogar se ha vuelto ajeno, aunque no haya mediado el traslado a otro país. Aunque la definición más obvia de exilio interno es aquella que lo piensa como el desplazamiento efectivo del individuo a un lugar lo suficientemente lejano para que lo que se teme/expulsa no pueda afectarlo, en muchos casos el exilio geográfico (dentro de las fronteras del Estado) sólo sea el corolario de una exterioridad previa. En los 90, la construcción de la noción de exilio interno por parte de los desterrados aunque no es ajena al tono polémico y la lógica jerárquica que atravesó la discusión en la coyuntura del desexilio, se posiciona en la lucha por la memoria de los sobrevivientes de la dictadura (presos políticos, exiliados externos e internos, etc.) que puja por inscribir nuevas claves de lectura, que no sólo enfaticen su condición de víctimas, sino también de actores. En este contexto, los exiliados internos, aunque siguen ponderándose como las otras víctimas de la dictadura, también son reconocidos por los desterrados como actores de la Argentina dictatorial. Repensar el sentido del silencio, ponderar que el golpe militar obligó a resignificar las formas de militancia, pero no la anuló, permite a los desterrados _ y como “efecto rebote” _ comenzar a construir su propia identidad de actor/militante más allá de la de víctima/perseguido. En síntesis, a fines de los 90 los desterrados apelan al exilio interior con un doble propósito de reivindicar a su “partner” en la lucha antidictatorial en la Argentina y de potenciar desde el reconocimiento del rol crítico y distante (pese a la proximidad geográfica) del exilio interior, su propio rol militante y crítico. Finalmente, al reconstruir una identidad más inclusiva de opositor antidictatorial (en el exterior o en el interior), los desterrados denuncian aquellas lecturas jerarquizantes en las ellos mismos participaron y con las se sumaron (muchas veces no conscientemente) a la estrategia moralizante de la dictadura. Pero, también advierten sobre la tendencia de muchos habitantes de la Argentina interior que reelaboran su pasado dictatorial desde la tranquilizante identidad de exiliado ”casero”. Referencias bibliográficas Actis, Munú et al 2001 Ese infierno. Conversaciones sobre cinco mujeres sobrevivientes de la ESMA. Bs. As., Sudamericana. Anguita, Eduardo y Martín Caparrós 1998 La Voluntad. Una historia de la militancia revolucionaria en la Argentina, 1976-1978. Buenos Aires, Norma, Tomo III. Bayer, Osvaldo 1988 El regreso de los intelectuales, en: Testimonio Latinoamericano, Barcelona, año III, nº 15/16. 791

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Crónica de un retorno frustrado: el viaje de J. Daniel Infante a España a principios del siglo XX Agustina Prieto Mario Glück

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Abstract El trabajo que presentamos tiene como objetivo analizar las cartas y los artículos escritos por el emigrado republicano español J. Daniel Infante a propósito de su viaje a España de 1901, textos que fueron reunidos para un libro que se publicará veinte años más tarde con el título de ¡Por España!. La decepción producida por España transforma lo que había sido inicialmente concebido como el retorno definitivo a la patria de origen en un viaje de ida y vuelta a la patria de adopción. Las razones de esa decepción han quedado plasmadas en un conjunto de imágenes sobre la patria de origen construidas, en buena medida, por efecto de comparación con su propia experiencia en la ciudad de Rosario. Esta experiencia fue la de un inmigrante que logró desarrollar una exitosa trayectoria económica, social y política en la sociedad receptora y un papel significativo en la colectividad española residente en la Argentina. En nuestra presentación exploramos la trayectoria de Infante en Rosario y los valores culturales, sociales y políticos que signan su universo de ideas con el objeto de analizar de qué modo y hasta que punto la experiencia y las expectativas sobre la patria adoptiva condicionan el retrato en negativo que el autor ofrece sobre la patria de origen.

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