2000. \"Festividad y contrarrevolución en el Río de la Plata\". En: García Jordán, Pilar, et. al., coordinadores, Estrategias de poder en América Latina, Publicacions de la Universitat de Barcelona, Barcelona, pp. 165-181.

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DE PODE R EN AMÉRICA' frAT ll Nr A ESTRATEOlI AS

Coordinadores: Pilar Garcia Iordán Jordi Gussinyer . Miquel lzard. Javier Laviña.Ricardo Piqueras.Meritxell Tous Mu Teresa Zubíri

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UNIVERSITAT DE BARCELONA

ESTRATEGIAS DE PODER EN AMÉRICA LATINA VII Encuentro-Debate América Latina ayer y hoy o

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ESTRATECIES DE PODER A AMERICA LLATINA VII Trobada-Debat

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BIBLIOTECA DE LA UNIVERSITAT DE BARCELONA. Dades catalográfiques Encuentro Debate Estrategias de poder en Arnérica Latina: Améric¿ Latina ayer y hoy (7a: Barcelona)

Referéncies bibliográ,ñques

ISBN 84-4'15-2447-7

L García Jordán, Pilar II. Títol

l. História

2. Congresos 3. América Llatina

Entitat editora

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ónceNs RECToRS Rector ANroNr Clp¡nnós

Bnmucro

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la Edició: BARCELONA. Setembre 2000 Disseny de la coberta: CEscA SrMóN Foto coberta: BerrAsAn J. MenrÍNez CouplñóN

Autoedició i Impressió: GRÁFrcAs nev, S.L. Dipósit Legal: B-21.585-2000 ISBN:84-475-2447-7 Tiratge: 1000 exemplars Tots els drets d'aquesta publicació (inclós el disseny de la coberta)

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1916-1930) revolucionario.

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Victoria Solanilla Demestre. lconografía felínica en los tejidos de la costa del Perú colombino.

479

Conferencia de clausura

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Margarita Carbó. México: Etnias, autonomías y Estado

493

FESTTvTDAD Y

coNTRARREVoLUcór,l

EN EL RIO DE LA PLATA1

Gabriela Dalla Corte U nive

rsidad Nacional de Rosario/U n iversitat de Barcelona

Resumen En este artículo abordo problemas teóricos vinculados al fenómeno del consenso de los grupos corporativos de la sociedad colonial rioplatense, y la pérdida de su hegemonía durante el movimiento de mayo de 1810. Planteo el proceso ritual generado a través de fiestas y ceremonias políticas, no como una máscara de la fuerza, sino como un tipo de poder para mantener el statu quo.

Palabras claves: Poder

-

Revolución

-

Buenos Aires

Abstract

ln this paper, I study theoric problems related to consens of corporative groups in the colonial society of the Rio de la Plata (Argentine), and the loss of their hegemony during the revolution of may of 1810. lthink in the ritual process of ceremonies, not in the way of a mask of power, but as a kind of power so as to conserve lhe statu quo. Keywords: Power

1.

-

Revolution

-

Buenos Aires

Agradezco los comentarios de la Dra.Pilar García Jordán a una versión anterior 165

"Power ¡s l¡ke the w¡nd: we cannot see it, but we feel its force. Ceremonial is like the snow: an insubstantial pageant, soon melted into thin air. The invisible and the ephemeral are, by delinition, not the easiest of subjects for scholars ty study. But this conceals, more than it indicates, their real ¡mportance", Davrd Cannadine, en R¡tuals of Royalty. Power and Ceremonial in Traditional Societies.

1. lntroducción: la función simbólica Las ceremonias se han convertido de un tiempo a esta pafie en uno de los temas privilegiados por la Antropología y la Historia por su capacidad informativa acerca de las sociedades en que tienen lugar. Un modelo de análisis se ha centrado en fiestas que alteran transitoriamente el orden social y el status quo, en las que quedan abolidas jerarquías, reglas, privilegios y tabúes. Una densa bibliografía, vinculada básicamente a la historiografía marxista y a la Escuela de Annales, ha señalado que la inversión jerárquica se consolida en eltiempo efímero del carnaval provocando un intervalo de desorden en el marco del orden. Una segunda tendencia ha estudiado el ritual ceremonial, el protocolo, y su rol en las fiestas oficiales, esta vez pensando en el orden social y en los mensajes implícitos reafirmados por las autoridades y las élites para mantener el poder con finalidades conservadoras; aquí la fiesta no se identifica con el desorden, ni con la anarquía, ni con la abolición de la jerarquía y la potestad, sino que representa una estrategia política clara de mantenimiento del statu quo. Es el caso claro del desciframiento del significado de las fiestas barrocas, en las que la crudad aparece como el lugar privilegiado de la celebración efectuada en ferias, mercados y plazas centrales que permiten acercar a los vecinos y a la población en el ámbito público. Ahora nos parece una obviedad pensar que el proceso ritual, ceremonial y simbólico es un fenómeno central del proceso social, de la vida colectiva y del diseño político, pero no siempre las ciencias han postulado una idea similar. La Antropología ha recuperado estas dimensiones especialmente a partir de Víctor Turner (1967, 1969) para quien el universo simbólico, comenzando por la religión, contiene una dimensión emocional e imaginativa importante y no es sólo reflejo o derivación del segmento económico, político y social, como había afir-

mado la corriente funcionalista durante la primera mitad del siglo XX (lzard & Smith, 1989:10). La finalidad de los símbolos, ceremonias y rituales es restaurar, conducir las emociones, poner remedio a las carencias, y hacerlo en situaciones específicas tomando formas diversas y, como dice Turner, polisémicas, porque ningún símbolo es unívoco ni tiene un solo significado. Por otra parte, casi ningún episodio carece de simbolismo y todo proceso se estimula con su presencia, algunas veces prescripta y estereotipada pero otras veces configurada para la ocasión. La existencia más mediocre está plagada de símbolos y el hombre y la mujer más realista vive de imágenes que toman nuevas formas. Símbolo, mito, imagen, pertenecen, de acuerdo a Mircea Elíade, a la sustancia de la vida espiritual y responden a la necesidad al llenar una función que es "dejar al desnudo las modalidades más secretas del se/', porque el símbolo expresa la toma de conocimiento de una situación límite (Elíade, 1989: 12, 16, 177, 190). En función de los cambios que sufren los símbolos y rituales, intento 166

situar algunos en su propia historia, para Oescubrir su significado como revelador de una compleja realidad política vinculada a la festividad. Analizo el poder del ceremonial y el ceremonial del poder, y la manera en que un sector hegemónico puede poner a su servicio la pompa para mantenerse en el poder. El contexto histórico del proceso revolucionario en el Río de la Plata de los años 1806 y 1810 -período que prefiero denominar contrarrevolucionario si lo pensa-

mos en términos simbólicos- me permite discutir la manera en que ambos fenómenos se resignificaron y fueron adquiriendo una diversa dimensionalidad política y estética. En lugar de estudiar la imposición de símbolos representativos de la nueva sociabilidad política postrevolucionaria en base a la formación de los Estados Nacionales, mi propuesta identifica las fuerzas que se opusieron a los cambios antes del estallido político representado por la Revolución de Mayo de 1810 ya que no pienso los símbolos y el ritual como elementos que se imponen a las personas desde el exterior, sino como un ámbito de creación cultural en el que los grupos de poder tienen un rol hegemónico. La alusión al tiempo anterior, a las difusiones y ramificaciones de la crisis de las relaciones de poder de la sociedad colonial rioplatense, a las estrategias implementadas por los diversos grupos y corporaciones para resistir un proceso crónicamente

anunciado desde 1806, es el objeto de este artículo que busca interpretar los puntos de resistencia móviles y el desplazamiento de las fracturas que quebraron la unidad y disgregaron el consenso. Analizo cómo hicieron uso de ritos y símbolos quienes realmente estaban perdiendo el poder en las ciudades virreinales. Me refiero a los comerciantes ligados al pacto colonial '-y, entre ellos, Jaime Alsina i Verjés'que fueron los más interesados en sustentar al Rey para mantener, paralelamente, sus prerrogativas ciudadanas, su status jurídico y su riqueza patrimonial. El tiempo les demostraría que la revolución es siempre un momento en el que un lento régimen de ajustes graduales sufre bruscamente un viraje súbito, un punto de ruptura final de algo gestado paso a paso (Eco, 1986:353).

2. El catalán Jaime Alsina i Verjés llegó a Buenos Aires en 1770 y pronto se convirtió en uno de los representantes más destacados de la élite mercantil local. Fue un asiduo miembro del Consulado de Comercio. A partir de 1785, en el Cabildo porteño, ocupó los cargos de Regidor Perpetuo, Alcalde de tercer coto para Diputado de Policía, Alcalde de segundo Voto y Juez de menores, fiel ejecutor, y Síndico Procurador General (Dalla Code 1999 a y b). Sobre las fuentes documentales: Archivo General de la Nación (AGN) Buenos Aires, División Colonia (DC). Copiadores de Cartas comerciales y particulares de la casa comercial de Jaime Alsina i Verjés y de la sociedad comercial Alsina e hijo. Sala Vll, Copiador 10-6-4: Tomo l, 24101/1807-18/0211809: Copiador 10-6-5: Tomo ll, del 1102/1812-1105/1816; Copiador 10-6-6: Tomo lll, del 16111/1817-16/0?1835; Sala lX, 10-2-2: 1

8/0211 809-30/1211811

.

167

2. Las invasiones británicas, 1806-1807 Como sabemos, la organización política e institucional colonial rioplatense se fundó en una serie de instituciones, como la Real Audiencia y el Virrey, así como en dos corporaciones hegemonizadas por comerciantes, el Cabildo y el consulado de comercio. Estos organismos aparecían a los ojos de los súbditos en su calidad de representantes del Monarca en las lndias, y sus miembros gozaban de las mayores prerrogativas en el seno de un sistema político restrictivo y fundado en la organización estamental. Uno de los grandes ausentes en esta estructura política, sin embargo, fue el ejército, ausencia que se evidenció claramente cuando los británicos, aprovechando la debilidad española como consecuencia de la pérdida de la flota en 1805 en Trafalgar, ocuparon Buenos Aires en junio de 1806 durante dos meses. Es por todos conocido que, frente a esta situación, el Virrey de turno, Sobremonte, prefirió huir al interior del virreinato llevándose eltesoro público, pero los comerciantes no adoptaron una actitud más heroica, sino que, a través del Consulado de Comercio, aceptaron a los mil doscientos invasores y estrecharon con ellos vínculos de amistad3. La reacción militar llegó de parte de un oficial francés radicado en Montevideo, Santiago de Liniers, quien derrotó y expulsó a los soldados británicos. Pero, de alguna manera, la rendición de quie¡es debían dar ejemplo de lealtad fue el comienzo del fin del vínculo colonial al ayudar a poner en discusión la legitimidad del sistema de control político y social, no sólo en relación al poder de la Metrópoli, sino también en cuanto al rol hegemónico de los representantes más importantes del rey en las colonias, los funcionarios y comerciantes. La pérdida de legitimidad y status, pensado como valoración externa a los méritos, condicionó el futuro de esa élite. A partir de entonces los comerciantes, a través del Consulado, subvencionaron fiestas y ceremonias públicas con el afán de reforzar el vínculo colonial y de demostrar lealtad mientras corría el rumor de que muchos de ellos habían alojado británicos en sus propias residencias. Sus cartas muestran conflictos en las parroquias y la movilización de habitantes de la ciudad contra el permisivo seclor de poder. Jaime Alsina i Verjés, por ejemplo,

escribió que una investigación impuesta por la Monarquía no encontraría a nadie inocente en Buenos Aires, que los soldados violentaron domicilios y que algunos religiosos reprendieron la traición de los peninsulares. Quizás para ocultar la colaboración de éstos con el invasor británico, al único que se culpabilizó y responsabilizó fue al Virrey. Alsina divulgó mediante la correspondencia que Sobremonte los había "entregado como corderos" y que ello justificaba la decisión adoptaba por vecinos de carácter como él de deponer al Virrey y quitarle el mando de las armas, una de las primeras y claras rupturas con el orden tradicionalo.

3. AGN, DC, S Vll, Cop.: 10-6-4: Carta de Jaime Alsina i Verjés a Manuel Parodi, 19/09/1807. 4. AGN, DC, S Vll, Cop.: 10-6-4: a Francisco Prieto de Quevedo, 26101118Q7; a Pascual Parodi, 31 lO1 118O7; a Antonio Mont, 1 6/021 807.

168

A partir de la Reconquista de 1806, las ceremonias adquirieron una significatividad diferente por el continuado asedio británico. No es de extrañar que la fiesta y el ritualasumiesen un objetivo claramente político para garantizar la cohesión, establecer lazos de lealtad y estructurar las relaciones sociales enfrentando la crisis de legitimidad (Hobsbawm, 1983b:247). En efecto, a mediados de ese año, los británicos invadieron la Banda Oriental y tomaron por asalto la plaza montevideana para intentarlo nuevamente por Buenos Aires donde fueron resistidos y expulsados por la militarización local en un evento que se conoce como Defensd. Durante ese lapso Jaime Alsina i Verjés dejó de escribir cartas y cuando retomó esta actividad informó de la entrega de Montevideo a Buenos Aires y de la participación activa del Cabildo porteño en la defensa. "Esta acción hará época en la Historia: felices más leales y leones porteños que a cada uno merece un Virreinato...eternamente se podrá llamar y feliz todo hijo de Buenos Aires", fue un escrito que circuló desde entonces para demostrar que los "porteños" merecían mayor reconocimiento por parte del Rey. Las invasiones introdujeron otra novedad: la transformación de las relaciones sociales y de poder por la participación de esclavos en las fuerzas militarizadas. De acuerdo a nuestros datos, de los esclavos que participaron en la Defensa sobrevivieron unos mil y un 10% fue liberado durante el transcurso de fiestas que se hicieron en la plaza de la ciudad. En ellas participaron activamente el Cabildo, Liniers (designado Virrey interino), los cuerpos Voluntarios y el Obispo. "Eleva/' a los negros, liberarlos y cambiar su sfafus, darles armas, no fueron decisiones que conformasen a la élite de Buenos Aires, pero las corporaciones tenían muy claro que si concedían una fantasía de superioridada la población, a la que consideraban inferior y de segunda clase, podrían mantener la hegemonía. A fin de cuentas, era la élite la que liberaba y premiaba. Poco tardarían en darse cuenta de que ese cambio iba a ser reforzado desde fuera, cuando Napoleón invadió España un año después, forzó al rey Carlos lV a abdícar en favor de su hijo Fernando, fraguó lo que se conoce como Farsa de Bayona y se apoderó del poder.

3. Luces festivas frente a la oscuridad: la un¡ón de Cabildos y la ostentac¡ón del poder cap¡tular, 1807-1808 Las ceremonias públicas, tanto las solemnes (periódicas) como las repentinas (ocasionales)u fueron usuales durante el período de mayor fortaleza del vínculo colonial, cargadas de un profundo barroquismo (Sánchez de Thompson, 1953). Las disposiciones legales (la Recopilación de las leyes de lndias) habían establecido el uso oficial de salvas, fuegos artificiales, luminarias y fuegos en las calles, música y baile como parte inherente de la festividad, que se convertía así

5. AGN, DC, S Vll, Cop.: 10-6-4: a Manuel Parodi,26102/1807. 6. Las so/emnes y periódicas se sucedían año a año en virtud del a¡uste al calendario religioso, mientras que las súbitas y ocasionales (como la proclamación real o jura del pendón) venían determinadas por el Rey o impuestas por alguna necesidad por los representantes del Monarca. 169

en una gran representación escénica. La gran innovación desde 1806 fue el cre-

cimiento de las ceremonias públicas organizadas para aumentar la sensación de presencia y fortaleza de una élite y, en ese contexto, las luces de las fiestas intentaron iluminar la oscuridad delfuturo a través de la movilización de un conjunto de potentes símbolos que buscaron reafirmar la cohesión y la lealtad. Como dije al inicio de este trabajo, fueron estrategias contrarrevolucionarias implementadas por los entes capitulares de B.uenos Aires y Montevideo, por sus grupos peninsulares estrechamente vinculados por lazos de amistad, de paren-

tesco ficticio y por intereses económicos. El Cabildo de Montevideo, por ejemplo, eligió al compadre de Alsina, Pascual Parodi, para el cargo de alcalde. No sorprende el hecho de que Parodi pidiese a Jaime su colaboración para confeccionar los retratos del Rey Carlos lV y de la Reina María Luisa para ser expuestos durante la función de los Santos Patronos de la ciudad. El monarca fue pintado con el uniforme militar como símbolo de poder, y a la Reina se le levantó un poco el camisón y se le agregó "un encaje para que saliese honesta", ingenua, pura frente a la posible acusación de lujo e inmoralidad. Es evidente que la élite prefirió volver a un modelo de recato, sobriedad y honestidad frente a las tendencias vigentes que impulsaban imágenes menos recatadas (Mínguez, 1995). Los cuadros llegaron a BuenosAires para el festejo del Príncipe de Asturias, en junio de 1808, y fueron expuestos al público en la Casa de Comedias'. La manera de conjurar la pérdida de legitimidad de los comerciantes montevideanos fue organizar otra ceremonia el 5 de julio de 1808 en memoria de la victoria de las armas españolas contra los británicos en tierras americanas. En la plaza central se formaron las tropas y el Gobernador Elío, el más interesado. en mantener el vínculo con la Metrópoli, ordenó una descarga general y propició una comedia y tonadillas alusivas al día, así como vivas a la Religión, el Rey y la Patria. Durante toda la noche la música llenó el ambiente de las calles de la.ciudad'. El interés manifestado en la correspondencia de Alsina y Parodi debe llamar nuestra atención sobre el valor de los objetos materiales y de adorno en la demostración de poderío que requería escenarios y diseños elaborados en los que podía leerse un mensaje: la lealtad y la fidelidad, pero también la confianza de los comerciantes en la ausencia de cambios y en un futuro benéfico para el modelo político del cual ellos dependían.

4. Ceremonia de jura y la conjura de la ausenc¡a del Rey, 1808-1809 Durante el dominio colonial, la lealtad al Rey no fue puesta en duda; las condiciones de esa lealtad emanaban del aparato burocrático, a través del cual se solucionaban conflictos y se obtenían gracias y favores reales (Pietschmann,

7. Referencias en AGN, DC, S Vll, Cop.: 10-6-4: a Pascual Parodi, 16/01/1808; 07105/1 808 ; 28 I 05

I1

8. Referencias en AGN, DC, S Vll, Cop.: 10-6-4: a Pascual Parodi, 09/0711 808.

170

23101/1808;

8O8; 04/06/1 808; 1 8/06/1 808. 211O511808; 18/06/1808;

1994:85 y 8B). Pero a mediados de mayo O" f gOg llegó un bergantín al puerto de Buenos Aires procedente de España, y la ciudad se alborotó ante la esperanza de buenas noticias. Pronto corrió la información de que Francia había invadido la península, que se combinó con el dato de que Fernando Vll gobernaba desde Madrid. La élite local, esperanzada en la pronta llegada de refuerzos militares españoles, se preparó para otra fiesta y se reunió espontáneamente en el Café de Marcos llevando teas encendidas: "Salieron en forma de columna con una gran música por las calles dir¡giéndose a la plazuela o patio del Palacio (Virreinal) y estuvieron como tres quartos de hora; después se dirijieron al Cabildo, después al Sor. Brigadier Don Bernardo Velasco, a los SS. Alcaldes y Síndico Procurador General y en todas partes rezonaban los vivas a Fernando 7e y guardando silenc¡o todo el mundo, se repetían por una sola voz los vivas y elogios a Napoleón y Borbón, cuyo paseo se acabó a la una de la noche"s.

Como vemos, se hizo un uso estratégico y determinado del espacio urbano, comenzando por el Palacio del Virrey, y siguiendo por el ente capitular. En cada parada se guardó silencio y se elogió alternadamente al Rey y a Napoleón. Por esta necesidad de creer en la bonanza,loda la ciudad se preparó también para proclamar la jura de Fernando Vll y, en un intento de actualizar los lazos de obediencia con el orden tradicional monárquico, la corporación de comerciantes se puso manos a la obra: luego de la primer salva real, se reunió una Junta que publicó el Bando fijando la ceremonia de juramento para mediados del mes de

agosto de 1808 y las vivas a Fernando Vll se hicieron "tirando sombreros y pañuelos por el aire". Dos días antes de la fecha fijada, sin embargo, un bergantín francés procedente de Bayona aportó pliegos enviados por Napoleón. Las autoridades locales, dirigidas por el Virrey Liniers, prefirieron no divulgar su contenido; el único dato que se filtró fue que la península llamaba diputados a las Cortes'.. De todas maneras la ceremonia de jura se llevó a cabo el 21 de agosto a través de una importante ceremonia subvencionada por elAlférez Real de origen catalán Olaguer Reynals y durante su desarrollo unieron sus fuerzas todo tipo de cuerpos, territoriales, estamentales y corporativos, y se verificó el compromiso con la monarquía. Un extenso y complejo acto siguió a la obligada procesión, esto es, el recorrido por ciertas áreas de la ciudad y la representación estamental de los participantes. La función se realizó en el Seminario, el frente del cuartel y el del Consulado fueron adornados con lámparas de colores, y se armaron tres mesas: en la principal, de más de treinta varas de largo, se ubicaron unas 150 personas que Alsina, que se encontraba entre ellas, calificó de lucidas. "Por las calles", escribió, "no cabían las gentes. Laplaza estaba llena de gente y hasta pasado el Consulado nadie podía transitar como me sucedió a mí porque las gentes no cabían en pie, embelesándose con el lucimiento del frontis del Consulado y músicas". Los vivas, los brindis, los versos, se acompañaron de funciones de teatro y de nuevos personajes como banderas, lletreros, lágrimas de alegría del pueblo, laminitas y escarapelas que reproducían el ros-

L AGN, DC, S Vll, Cop.: 10-6-4: a Pascual Parodi, 16/05/1808; 21105/1808; 13/08/1808; a Carlos Camuso, 13/08/1808. 10. Referencias en AGN, DC, S Vll, Cop.: 10-6-4: a Luis de la Cruz, 31lO7l1BO8; a Carlos Camuso, 20/0811808. 171

tro de Fernando Vll por orden del Cabildo. Los Prelados y las mujeres llevaban estas escarapelas como expresión de patriotismo, de sentimiento de pertenencia a la Nación Española. Si alguien tenía culpa de algo era Carlos lV, pero nunca el inocente y amado Fernando Vll cuyo semblante fue acuñado en monedas de curso legal. Poco después de la jura desembarcó en Euenos Aires el Brigadier Goyeneche (hijo de un comerciante de Arequipa que venía de Sevilla para pasar a Lima) con la noticia de que en la península se había formado el Supremo Consejo que gobernaría en nombre de Fernando Vll y que convocaría a Cortes con representación americana aunque, como sabemos, el Río de la Plata retrasó la elección de diputación y no envió a ningún representante". Alsina relató la

festividad organizada al efecto, presentando a nuestros ojos un cambio en la composición de los grupos sociales involucrados, ahora hegemonizados por las armas. Correspondió nuevamente a Olaguer Reynals subvencionar la celebración: "Se repicaron las campanas, empezó la salva que duró mientras fue día, salió toda la artillería bolante por las calles tirando sin cesar hasta la una de la noche, y habría durado hasta todo el otro día sí no hubiese benido la lluvia; las lum¡narias se duplicaron con músicas en varias partes, los refrescos del Alférez Real en el Consulado lueron asombrosos. El Sor Vkrey, el Sor embiado Br¡gad¡er, el Exmo Cabildo, todos los comandantes y oficialidad sal¡eron del fuerte con la retreta en medio de dos compañías de Granaderos con caballería a vanguardia y retaguardia, y en el centro hivan las mejores músicas, banderas, con letrero de v¡vas, las máscaras fueron al Consulado y baylaron dos contradanzas, visitaron todos los quarteles y comandantes, y al Cabildo.,.Y por último remataron en quartel del Alferez Real a donde hallaron lograr mesa cubierta como el día de la jura"12.

La función acabó a las dos de la mañana y "el pueblo" se manifestó leal y fiel a la Monarquía", pero un cambio notable fue percibido por Alsina al comprobar que la distribución de la información de la creación del Consejo de Sevilla se había hecho a través de americanos cuya profesión no era el comercio, sino el ejercicio militar. Apesadumbrado habló de su condición de extranjero: "a México ha hido un mexicano, a Caracas un caraqueño, en fin, para las Américas van puros americanos y todos de graduación". Los sucesos posteriores muestran hasta qué punto las coyunturas políticas peninsulares marcaron el ritmo americano, talcomo ha sugerido Guerra (1992:116). Dados los plazos de transmisión

de las noticias, la información de la Farsa de Bayona llegó unos meses después a Buenos Aires y cayó como una bomba entre los miembros de la élite que se preparaban por entonces para celebrar la novena de San Martín con la finalidad de implorar por el auxilio y la felicidad de España. Para Alsina, ya no se podía "vivir sin derramar lágrimas" y escribir los cambios exigía "una resma de papel"'t.

11. AGN, DC, S Vll, Cop.: 10-6-4: a Julián de Urmeneta, 23108/1808. Las regiones que enviaron diputados fueron Venezuela, Puerto Rico, Nueva Granada, Perú, Nueva España y Guatemala. La Junta Central, por otra parte, se disolvió en enero de 1810 porque un mes antes Andalucía fue invadida por el ejército francés. En este contexto, algunos miembros de la misma huyeron a Cádiz para formar un Consejo de Regencia (Guena, 1992:22Q. 12. AGN, DC, S Vll, Cop. 10-6-4: a Pascual Parodi, 20108/1808; 27108/1808; el énfasis es mío. 13. AGN, DC, S Vll, Cop.: 10-6-4: a lgnacio Rodríguez, Colonia, 03/09/1808; a Joaquín de Salas y Díaz, San Juan, 16/09/1808.

172

Al conocer que en España se estaban organizando Juntas y que éstas concedían a las poblaciones locales el derecho de deponer a los jefes que no actuasen de acuerdo a las necesidades de los pueblos (léase necesidades peninsulares), en las ciudades de Montevideo y de Buenos Aires se tomaron dos actitudes divergentes. Hasta entonces, la plaza montevideana había sido básicamente una zona defensiva a nivel militar, y había sufrido siempre el poder centralizador capitalino. Alsina solía recibir airadas cartas de los comerciantes radicados en Montevideo que se quejaban por la falta de interés demostrada por las autoridades porteñas en relación a sus demandas. Allí gobernaba Francisco Javier Elío, que comenzó a repudiar la preponderancia de Liniers, al que imputaba ser francés, y la pérdida de poder de los peninsulares en favor de los grupos militares y americanos. Acompañado del Cabildo montevideano, también conformado básicamente por españoles, Elío se declaró en contra de Buenos Aires e impulsó la formación de una Junta de gobierno compuesta por peninsulares en setiembre de 1808, entre ellos los miembros del Cabildo cuyo alcalde era Pascual Parodi, el compadre de Jaime Alsina i Verjés. Como Alcalde, Parodi afirmó la lealtad a España y su emancipación de Buenos Aires, cuyas autoridades demostraban estar cada vez más lejos del pacto colonial. Esta actitud fue valorada negativamente en la capital, pero no por comerciantes como Alsina que consideraron que la decisión era propia de un vecindario leal y fiel al Rey. Alsina escribió a Parodi que no pusieran "la menor duda el que esta

Superioridad", refiriéndose al Virrey Liniers, "irá a estrecharlos por todos los caminos posibles afín de que se desbarate esa Junta, no pienseh Uds. en socorro alguno...hasta que las cosas se aclaren con la seguridad que Dios visiblemente favorece a los Españoles"'.. Era obvio que el gobierno de Buenos Aires estaba actuando en contra de los peninsulares y que, verdaderamente, muchos habían sentido la formación de la

Junta Central en la península y pretendían romper definitivamente con la Península, aún con el riesgo de ser dominados por los franceses. A principios de noviembre de 1B08las autoridades porteñas enviaron tropas a Colonia para disolver la Junta conformada por Elío y los peninsulares, y decidieron interrum-

pir las comunicaciones con Montevideo. Una mañana, Alsina fue a la Aduana a enviar una carta a su compadre y encontró un bando en el que se informaba de

la nueva disposición normativa que impedía el intercambio de productos y de noticias entre las dos regiones. Alsina presentó un oficio al Consulado para que el ente pidiese al Virrey la modificación de la norma en mérito a las complicaciones mercantiles, pero Liniers ni siquiera se tomó el trabajo de contestar la representación. Tampoco las peticiones del Cabildo lograron modificar esta norma. Paralelamente, Alsina comprobó que se estaban reclutando tropas por todas partes, que el número de milicianos crecía día a día mientras perdían poder los grupos militarizados peninsulares, y que incluso algunos tenientes coroneles del cuerpo de artillería real se encontraban detenidos. "Puede ser que

14. Referencias en AGN, DC, S Vll, Cop.: 10-6-4: a Pascual Parodi,26/0911808; 05/11/1808.

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algún día les cueste muy caro a alguno o a algunos, pero, mientras, padecemos, los demás hacen burla de nosotros y los extranjeros que es lo peor". Pensaba que veinte o treinta buenos españoles reunidos en una Junta debían ser la alternativa frente a la posibilidad del gobierno unipersonal representado por Liniers's El sentimiento que se impuso entre los peninsulares fue la tristeza, sólo permeada por algunos momentos de alegría expresados mediante la fiesta y por el intento desesperado del uno de enero de 1809 que llevó a algunos de ellos a violentar el poder y luchar contra los militares y el Virrey Liniers. El primer día del año intentaron establecer una junta de gobierno para restaurar sus privilegios como representantes locales de la Monarquía española. El Alcalde del Cabildo, el vasco Martín de Alzaga, lideró este movimiento junto al catalán Olaguer Reynals (el Alférez Real que invirtió de sus fondos propios para subvencionar la jura y las fiestas promonárquicas), el vasco Juan Antonio de Santa Coloma, y Esteban Villanueva. Las tropas militarizadas locales sofocaron esta intentona y lo hicieron al mando de un patricio nacido en América, Cornelio Saavedra. Los cuatro "rebeldes" peninsulares fueron deportados a la Patagonia y el Cabildo resultó intervenido (Lynch, 1997:49). Esafue una de las primeras manifestaciones claras a nivel institucional de la pérdida de legitimidad de los españoles en el espacio rioplatense. Saavedra y Liniers aparecieron como sostenedores del orden frente al desorden propiciado por los peninsulares que sólo pretendían asegurar su propio statu quo a imitación del movimiento generado en Montevideo de la mano de Elío y Parodi. Alsina, amigo personal de los rebeldes, dejó de escribir cartas durante dos semanas y se redujo a "escuchar sin opina/' por el temor que sintió frente a los soldados'6. Por lo expuesto hasta el momento, dos clases de innovaciones se detectan en Buenos Aires a partir de 1806:

a) la construcción del mito del poder de Buenos Aires como centro de defensa del poder español y como espacio de reconquista autónomo. Este mito fue esencial para la historiografía argentina como fundamento del proceso revolucionario condensado en 1810.

b) la invención de ceremonias públicas, tanto las que efectuaron

los

comerciantes a través del Consulado de Comercio, como las que idearon las autoridades capitulares. En ambos organismos fue central la labor, no tanto de las personas dedicadas a la actividad mercantil, sino de quienes controlaban los hilos de poder y eran denominados comerciantes frente al resto de las clases: mercaderes, tenderos y mercaderes al por menor (Dalla Corte, 1999a y b).

15. Referencias en AGN, DC, S Vll, Cop:10-6-4: a Carlos Camuso, 16/1 1/1808; 1211111808; a 1 7 I 1 2/ 1 808; 22/ 1 Ol 1 8O8: 1 Ol 1 21 1 808. 16.AGN, DC, S Vll, Cop.: 10-6-4: a Francisco de Paula Sanz, Potosí,271O511808; a Pascual Parodi, 1 4/01/1 809.

Pacual Parodi, 1 0l 1 2/ 1 808;

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t'l

5. Reflexiones finales: En torno a la revoluc¡ón En mayo 1810 estalló un proceso que venía gestándose mucho tiempo antes y que desmiente la idea central de John Lynch de que las revoluciones fueron repentinas y violentas (1997:9). Para la población de Buenos Aires, el Consejo de Regencia ya no tenía ningún poder, y no sólo para quienes estaban a favor sino también para quienes pretendían continuar con el modelo colonial.

La administración había perdido influencia durante las invasiones británicas y con la presión de algunos sectores locales reacios a continuar respetando el poder casi omnímodo de los peninsulares. Es en ese momento en que Buenos Aires se lanzó a constitu¡r su Primera Junta, una fórmula jurídica de escasa trayectoria legal pero que sirvió para compensar el vacío de poder siguiendo el ejemplo peninsular. Deberíamos continuar preguntándonos por qué y cómo la región rioplatense logró separarse tan tempranamente de su Metrópoli, pero no voy a detenerme en la descripción del proceso revolucionario sino en la utilización de determinados símbolos y mitos que se constituyeron a partir de entonces para retorzar lo que se denominó reversión de Ia soberanía. Me interesa la simbolización porque me permite mostrar cómo ciertos rituales e imágenes que provenían de la colonia y de los esfuerzos contrarrevolucionarios fueron resignificados a partir de mayo de 1810 en función de los intereses de los nuevos dueños del poder, que ha sido el objetivo de esta exposición. En Buenos Aires sus habitantes pensaban que España había aprendido la manera de defenderse de las tácticas aplicadas por los porteños contra los británicos en 1807 y las aplicaba contra los franceses. A medida que pasó el tiempo, la Defensa y la Reconqur'sta se condensaron en la memoria histórica como eventos verdaderamente importante y heroicos. lmpresos sobre los ataques británicos a Buenos Aires circularon por todo el Virreinato gracias a la correspondencia mantenida por los comerciantes y a partir de 1807 libreros como Odí2, clérigos como Rivarola, e intelectuales de la ciudad escribieron opúsculos que hicieron imprimir en forma particular y oficial, y que repartieron entre la población. El más famoso fue el que apareció bajo el lílulo Patricio agradecido, pero no fue el único. Muchos de ellos fueron leídos en las tertulias de la tarde y de la noche. Ser hijo de Buenos Aires y ser porteño se convirtió también en una fuente de orgullo". Los que murieron en la Reconquista y la Defensa también fueron reivindicados por una memoria deseosa por encontrar referencias históricas en las figuras notables del pasado local. El capital simbólico aportado por ambos fenómenos históricos y que fue creado por los peninsulares, fue aprovechado a la larga por quienes se aliaron a la Revolución de 1810. Después de esa fecha, numerosos hechos se consolidaron en su calidad de mitos y leyendas. Las tradiciones políticas en Argentina se fusionaron con la utilización de símbolos propios, indicativos de la nueva nacionalidad. Nuevos hábitos acompañaron 17. AGN, DC, S Vll, Cop.: 10-6-4: a Luis de la Cruz, Concepción de Chile, 16/04/1808; 16/09/1808; a Tomas lgnacio de Urmeneta, 16/10/1807; a Pascual Parodi,23/07/1808; 16/10/1807; 24110118O7.

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este proceso, y ese hábito estuvo fijado también en términos de definir una Historia propia y local. En 1811 el Cabildo porteño decidió levantar una pirámide conmemorativa de la Reconquista y Defensa de Buenos Aires de los años 1806 y 1807 y det Movimiento de Mayo de 1810, y lo hizo en la Plaza Mayor frente a la catedral. Este Monumento no fue una construcción efímera, sino que se hizo de mampostería. En 1830 ya habían cristalizado los desvelos de las élites en la cristalización de los mitos, esto es, "los lugares comunes por donde suelen transitar y expresarse las actitudes colectivas o las emociones sentidas en sociedad" (Burucua y Campgane, 1994:364). Uno de esos mitos fue, precisamente, la Reconquista y la Defensa. Ambos hechos no habían sido descuidados antes de la Revolución, pero durante los años 1808 y 1810 la élite puso mayor énfasis en reivindicar la participación de los batallones de voluntarios formados por los originarios de la península, especialmente los cántabros, catalanes, los vizcaínos y los castellanos", pero no los cuerpos formados por americanos, arribeños y patricios. Gran número de peninsulares que habían pertenecido a la élite local murieron en esos años. Martín de Alzaga y otras cuarenta personas fueron ejecutadas en Buenos Aires en 1812 (Lynch, 1997:60), muchos dejaron la ciudad, y otros volvieron a España. Alsina, el actor social cuyas memorias me han servido como puntal para entender cómo entendía la élite local el uso de los símbolos, del ritualy de la liturgia, murió en 1820 totalmente arruinado, aligualque muchos de los antiguos dueños del poder. Colocado el acento en dos momentos históricos dispares, he discutido problemas teóricos vinculados al fenómeno del consenso y de la hegemonía de los grupos corporalivos en una sociedad que privilegiaba lazos fundados en el status (Maine, 1993), y la crisis de ese poder que condujo al movimiento de mayo de 1810 y a la separación del Río de la Plata de la Metrópoli. En primer lugar, los largos meses del año 1808, cuando la población de Buenos Aires tomó conocimiento de la caída de la Monarquía española, de la invasión de Napoleón a la península, de la llegada de la realeza portuguesa a Brasil, y del creciente poderío de los sectores militarizados, tanto en la ciudad como en Montevideo. Los recursos litúrgicos y rituales proyectados y resignificados por los peninsulares nucleados en los dispositivos institucionales locales de Buenos Aires -como

el Cabildo y el Consulado de Comercio y de Montevideo -específicamente el Cabildo durante el ejercicio de Pascual Parodi en el cargo de alcalde- me han servido para dilucidar los mecanismos institucionalizados por los sectores dominantes para sostener el modelo de sociedad de Antiguo Régimen. En segundo lugar, los días previos al conocimiento que tuvo la población de Buenos Aires del fenómeno histórico conocido como Farsa de Bayona. Las manifestaciones ceremoniales, festivas y rituales ideadas por los sectores dominantes de la ciudad

durante los días en que organizaron la jura de Fernando Vll, sin saber o sin creer que ya estaba en poder de Napoleón Bonaparte, legitiman mi objetivo de comprender los mecanismos simbólicos utilizados para refrendar el poder que,

18. AGN, DC, S Vll, Cop.: 10-6-4: a Pascual Parodi, O21O411808; a Luis de la Cruz, 16/04/1808.

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hasta entonces, se encontraba básicamente en manos de representantes del vínculo metropolitano. Fernando Vll serviría para enmascarar la toma de conciencia de la pérdida de legitimidad y de la crisis del podet pero su efectividad fue temporal. En 1816 las Provincias Unidas del Río de la Plata terminaron

de independizarse gracias a un Congreso que nucleó a buena parte de los representantes de la región. Este proceso demuestra que al ser evidente la crisis monárquica se produjo una verdadera avalancha simbólica. Escritos, información y propaganda se combinaron en la construcción de la opinión pública con otros fenómenos: el lenguaje no verbal de los símbolos. Uno de los elementos más claros tue la invención de cíertas tradiciones para establecer la cohesión social y la pertenencia a grupos; a legitimar el status y las relaciones de autoridad; y a inculcar creencias, sistemas de valores y convenciones de comportamiento (Hobsbawm, 1983a: 20). Esta guerra de los símbolos, esta avalancha, tuvo un claro principio conservador que previó la revolución y los cambios pero que no pudo detenerlos. Los ingentes intentos de los comerciantes por resguardar la legitimidad del poder metropolitano se expresaron en corporaciones como el Consulado, que funcíonaban como ínstancía de mediación para mantener y reproducir el equilibrio institucional y el sfafus quo. La decadencia de las corporaciones y magistraturas civiles y eclesiásticas no fue sólo consecuencia del nuevo ambiente económico, sino fruto de las ambiciones del Estado revolucionario y de su original estilo de actuación. Las corporaciones

fueron perdiendo poder al tiempo que se desarrolló una nueva liturgia cívica en el marco de la secularización de la vida colectiva. En este sentidb, el estudio del ritual muestra que no se trata de una máscara de la fuerza, sino que es en sí mismo un tipo de poder (Cannadine, 1987:19). Quienes quedaron fuera de la liturgia y del ritual permanecieron marginados de la sociedad organizada. Nunca se reacciona ante una relación de poder con un simple e inmediato acto de fuerza, sino que el poder "es mucho más sutily se sirve de consensos mucho más capilares, y cicatriza la herida recibida en aquel punto, que siempre

y necesariamente es periférico" (Eco, 1986: 348/9). ¿Cómo puede disgregarse un poder formado por una red de consensos?. En la historía ha habido otros casos como la toma de la Bastilla, el asalto al palacio de lnvierno, el ataque al cuartel de Moncada. Fueron actos de luerza pero principalmente fueron gestos simbólicos, un hallazgo teatral final que sancionaba, de una manera también significativa a nivel escenográfico, una crisis de relaciones de poder que se había difundido y ramificado desde mucho antes. La emergencia de la crisis de autoridad de las corporaciones de Buenos Aires se produjo en un contexto histórico cambiante. Esa crisis remite a otro concepto, el de pérdida de hegemonra, entendida esta última en el sentido gramsciano, como la capacidad de dirección ético-política ejercida a través del consenso y del control ideológico, más que del uso de la fuerza. El proceso revolucionario, por ende, tuvo dos

caras complementarias: la instalación de la Modernidad por la ruptura con el Antiguo Régimen, y la desintegración de la Monarquía hispánica con la consecuente construcción de naciones independientes (Guerra, 1994:196). En esta desintegración, Buenos Aires gozó de un rol especial por ser, junto con 177

Venezuela, la primera región en separarse y en tomar un destino propio luego de vanos intentos de reconstituir la lealtad al Rey y a la España que se resistía contra Napoleón a través del ensayo de fórmulas políticas como Juntas y reuniones de Cortes. La potestad y la auctoritas son categorías centrales para comprender los intentos de los comerciantes por mantener su poder. He analizado este proceso a través de las imágenes dejadas por uno de los representantes de este modelo en crisis para entender la manera en que las personas concretas intentaron enfrentar los cambios. En todo caso, a largo plazo es evidente que las fiestas, proyectadas masivamente en un momento de vacío de poder tanto por el poder institucional como por los sectores enriquecidos por el

vínculo colonial, no fueron suficientes. En base a datos concretos sobre un momento histórico muy particular y breve, he reconstruido en este trabajo la manera en que el poder de los símbolos se une al poder y la legitimidad política, porque creo que debemos estudiar la vida social de las personas como un proceso múltiple, caracterizado por diversas fases a veces contradictorias. Los años anteriores a las revoluciones no fueron una preparación para la revolución sino un complicado proceso que se caraclerizó por un debate permanente entre las personas involucradas, las que se vieron alejadas del poder y las que hegemonizaron la vida pública. Yo he preferido presentarles la visión de una persona común, no de un funcionario real, sino de un comerciante que después de la revolución perdió los atributos significativos de la personalidad social, como son el estado jurídico, el derecho a la herencia y a la sucesión, a la propiedad, a la pertenencia política, los privilegios y deberes rituales.

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