20-D, 2015: ¿Cambio sin oportunidad?

June 15, 2017 | Autor: Pablo Sánchez León | Categoría: Elecciones Generales en España, Cultura política, España, Campañas electorales, ELECCIONES POLITICAS, Podemos
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20-D: ¿CAMBIO SIN OPORTUNIDAD?

Pablo Sánchez León Publicado en Diario Público el 24/11/2015 http://www.espacio-publico.com/20-d-oportunidad-de-cambio#comment-5185 Empecemos por un poco de historia. El lema de la campaña del PSOE en el 82 fue “Por el cambio”. Lo curioso es que en realidad en términos estructurales –económicos y políticos- el cambio se había producido ya, en el lustro anterior. La retórica del cambio operó entonces como un condensador de las opciones más centradas, y la oportunidad fue vista como al alcance de la mano, pues podía venir apoyada en una mayoría suficiente de los socialdemócratas de Felipe González, que resultó ser finalmente aplastante debido a que atrajo las expectativas razonables de todos los que podían aspirar a mantener o mejorar el estatus quo. Ello era así porque la invocación al cambio se hacía en un momento en el que el ciclo político y económico se estaba cerrando. En el contexto en el que estamos ahora, el cambio se presenta sin embargo como inevitable, pero a la vez se ha ido disipando la percepción de que sea inminente. Esto es así por un doble motivo: de un lado, hay una clara conciencia en la opinión pública de que el escenario político no podrá volver a ser como el que hemos vivido desde los años ochenta; del otro, las posibilidades de triunfo el 20-D de una coalición de reformas radicales se han ido disipando en los últimos meses. Lo fundamental, con todo, es que la retórica del cambio incide ahora sobre un escenario de apertura de ciclo, no de cierre como en el 82: hay constancia de que se han producido ya alteraciones en el sistema que son irreversibles, el problema es que la orientación de estos está lejos de manifestarse con claridad. Sigamos con una valoración sobre el tiempo. Cuando un ciclo político se abre, un elemento fundamental que se ve favorecido es la proyección de imágenes a largo plazo: el futuro se muestra en mayor medida abierto, y las opciones de seguir en el proceso del cambio se mantienen, cuando no aumentan. Lo que opera en este caso en sentido contrario es la herencia de una cultura política como la de la democracia posfranquista, acostumbrada a que grandes coaliciones armonicen la estabilidad con un cierto impulso reformista. Difícilmente la opinión pública cuenta aquí con experiencias acumuladas, con memoria; no están siquiera claros los modelos o los ejemplos a seguir. Si los hay están, mutatis mutandis, en las coaliciones populistas de países de América latina —Argentina, Bolivia, Ecuador— urdidas como sabemos tras grandes movilizaciones sociales y sobre un largo poso de apoyo crítico a las fuerzas que encarnan la transformación social. Lo que aportan estas dinámicas de largo plazo es en ese sentido el valor de la constancia. Esta permite entre otras cosas re-aprender a distinguir entre objetivos de corto, medio y largo plazo, y sobre todo a dejar de tomar las opciones políticas como si fueran un casting de la pareja ideal.

En el apoyo crítico en el tiempo a coaliciones de reforma radical está la posibilidad de ir paso a paso en la dirección ampliar constantemente los objetivos de largo plazo, reproduciendo por el camino una cultura política capaz de sostener la lealtad sin menoscabo de la crítica y la demanda, no dirigida hacia los ajenos sino a los propios. Manteniendo objetivos de largo plazo pese a los avatares externos o internos a las fuerzas declaradamente favorables al cambio es como mejor se aprovechan las oportunidades por venir: Ahora vamos al espacio, que es siempre una medida relativa. Podría parecer a tenor de lo dicho hasta ahora que la cita concreta del 20-D no es determinante para un destino que se mide en el largo plazo. Pero es justo al revés: todo va a depender de lo que pase en España en unas semanas. La clave no está sin embargo tanto en los resultados en sí cuanto en la manera en que sean introyectados por los ciudadanos que llevan desde el comienzo de la crisis aumentando su conciencia política y su sensibilidad social y hacia cuestiones económicas de fondo. Las elecciones van a tener lugar en el peor contexto para la fuerza que ha irrumpido con la apuesta más auténtica y factible por el cambio. Podemos nació para marcar la agenda política, pero el caso es que ahora se encuentra sometido a constricciones que afectan a todos los jugadores, también a él. No depende de sí mismo, y ello le hace difícil valorar estratégicamente sus propias capacidades. Pero además, su victoria o derrota se van a medir en términos de cómo salgan del envite los otros competidores por el voto ciudadano. Ahora bien, un factor clave en este escenario es el estado de ánimo de las fuerzas enemigas, su moral. Hablando claro: la euforia que vienen mostrando los restantes partidos es el mejor aliado del éxito de Podemos. Pero esto no resulta suficiente. La moral propia cuenta aquí también y mucho, y en ese sentido el desencanto con Podemos es un elemento que puede resultar determinante el día de las elecciones. Lo que se necesita aquí de parte de su dirección es recordar a los electores que la apuesta a corto plazo ha sido siempre ganar las elecciones generales, no fijar horizontes y objetivos más ambiciosos. A cambio, lo que debiéramos reclamar a la campaña de Podemos es que no siga dando bandazos desconcertantes. Por último, el futuro. Si Podemos no obtiene buenos resultados relativos, habrá en España cambio pero no oportunidad para orientarlo, al menos en el corto plazo. Se hará más difícil seguir dando golpes en el tablero, y mucho más difícil conseguir que se implementen medidas contantes y sonantes que paso a paso vayan dibujando el futuro. Ahora bien, si Podemos obtiene un resultado medianamente razonable, es decir, si el electorado no interpreta este como una derrota, entonces está claro que las oportunidades de cambio aumentarán en lugar de disminuir. Más que una oportunidad para el cambio, abrirá a su dirección la oportunidad de reactivar sus principios fundacionales, que son urdir una coalición sólida de reforma radical. En este sentido, el 20-D es menos una oportunidad de cambio para Podemos y más una oportunidad de cambio en Podemos.

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