1985: Filosofía y cautividad de la lingüística

October 7, 2017 | Autor: Xavier Laborda | Categoría: History of Linguistics, Philosophy, Linguistics
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REVISTA DE FILOSOFIA JULIO CARO BARaJA. FRANCISCO SaCAS FERNANDO SAVATER. MANUEL BARRIOS CASARES

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EDUARDO SUBlRATS JAVIER LABORDA MARCELlNO R. DONÍS EUGENIO TRÍAS

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MERCEDES FDEZ.-MARTORELL Inéditos en castellano de DAVID HUME y G.W.F. HEGEL

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ER REVISTA DE FILOSOFIA SEVILLA n°

2 Noviembre 1985

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Director: Juan Antonio Rodríguez Tous. Subdirector: Manuel Barrios Casares. Consejo de dirección: José Antonio Antón Pacheco Juan Antonio González Márquez Francisco Martínez Pérez Manuel Castro Ruiz

@ de los autores. @ Er, Revista de Filosofía, 1985 Depósito legal: SE-130-1985 ISSN: 0213-1668 Imprime: Tecnographic Edita: A. Er, Editorial Portada: la serigrafía de portada ha sido realizada, utilizando procedimientos manuales, en el taller de Raimundo Rodríguez, cl Siete Revueltas, 14.41001 Sevilla. La periodicidad de Er, Revista de Filosofía es semestral (mayo y noviembre). Colaboradores y correspondencia: Apartado 12345. 41080 Sevilla (España). Administración y distribución: Avda. República Argentina, 32. 41011 Sevilla. Tfno. (954) 4571 06. COLABORAN: Excmo. Ayuntamiento de Sevilla. Excma. Diputación Provincial de Sevilla.

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FILOSOFIA DEL LENGUAJE

FILOSOFÍA

Y CAUTIVIDAD LINGüíSTICA

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La creativa ebullición intelectual y científica que en el siglo XVII se dio, ha llamado poderosamente la atención a historiadores y estudiosos. Mucho más reciente es el interés de los lingüistas por esta época «remota». Efectivamente, resulta remota a los ojos del lingüista que nos es familiar, el que compone la capa mesocrática de esta joven disciplina. Desde esta perspectiva, el siglo XVII se aparece como parte prehistórica de la ciencia lingüística que inicia sus pasos en la fiebre positivista del XIX (son las corrientes del comparatismo e historicismo) y que irrumpe en el estrellato cientifista en el presente siglo, segÚn se dé carta de naturaleza al estructuralismo (saussuriano o bloomfieldiano) o al generativismo chomskiano. No es fácil que en lajuventud precoz las ciencias (ni las personas) reparen en articular una (re)flexión hacia los antecedentes históricos (o genéticos) que les han hecho ser parte de lo que son, y más parte de lo que el conjunto que en la actualidad se amalgama puede suponer y reconocer. La independencia metodológica y tecnológica infunde un autoconcepto de la materia misma y favorece el olvido de anteriores ligámenes y deudas. Rasgo de madurez, por consiguiente, puede considerarse el despertar general -que siempre ha habido notables infractores- a la historia caudal que tributa en el presente. Este fenómeno tiene el mérito y efecto de relativizar los logros actuales y de abrirse a la relativización de antiguas relaciones científicas. Esto es tanjusto como oportuno, si contemplamos las modernas tendencias de acercamiento de la lingüística a la lógica, la matemática, la psicología y la neuropsicología, entre otras, y el acotamiento conjunto de parcelas de investigación de comÚn interés. De esta suerte, los lingüistas comienzan a conocer más allá de lo inmediato (pues ello sería propio de psiquismos infantiles o animales) y a reconocerse en una línea de discontínuas continuidades que, por el momento, se proyecta hasta la Grecia clásica. La historia de la lingüística se presenta como una disciplina rica y provechosa y no ya como una arqueología fastidiosa, aparentemente vacía o polvorienta. 73

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FILOSOFIA DEL LENGUAJE

Esto último puede parecer duro o hiperbólico, y no lo es; expresa una tendencia ahistórica (no ahistoricista) que aún se hace oir crudamente. Existe un período central en la historia de la lingüística que se sitúa en el siglo XVII. Es un período magnífico que cuenta con una producción extensa e intensa. Las obras no escasean y, además, cuenta con varias obras maestras, verdaderos arquetipos del saber lingüístico de la época que destilan otros saberes generosos, a saber, filosóficos, epistemológicos, lógicos y también relativos a las emergentes ciencias empíricas. Los trabajos de la abadía de Port-Royal (gramática y lógica) y la magna empresa científica del inglés john Wilkins (Ensayo sobre el carácter real y el lenguaje filosófico) constituyen dos puntos interrelacionados de la profunda renovación que entonces se opera. Es la década de 1660. Una renovación de este tipo resultaría inexplicable salvo por la integración de diversos elementos por partida doble: integración de tradición y modernidad y, también, de lingüística y filosofía. Se produce la reunión feliz de autores e intereses que determinan el aporte de la mejor tradición gramatical y el impulso recibido por lo extra o supra lingüístico. Con ello las parejas de elementos se alinean con dos oposiciones continuas. La tradición consiste en lo gramatical y se extrae de la intrahistoria de la propia materia. La modernidad o innovación la aporta la nueva filosofía (racionalista y empirista), que se traduce en unas inestimables epistemología y metodología para la andadura que inician los señores de Port-Royal -Claude Lancelot y Antoine Arnauld- y lohn Wilkins. La filosofía suministra un punto de arranque y una forma de descubrimiento, esto es, una epistemología en la que basar la certeza lingüística y la orientación de la tarea; y una metodología para progresar en la consecución del objetivo. ¿Y cuál es el objeto de estos trabajos que no reparan en servirse de apoyos tan avanzados? El objeto no es único sino doble, aunque se apunte a un mismo lugar en el horizonte: lo universal. Los objetivos de la lingüística del siglo XVII son un trasunto de la filosofía inmediata. Se asedia la universalidad en los frentes de la gramática universal y del lenguaje universal. He aquí sus tópicos más caros, ambiciosos y expresIvos. Port-Royal

y Wilkins

La abadía de .Port-Royal es bien conocida en las historias de filosofía, pedagogía, lingüística y religión. Más oscura resulta la figura 74

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Filosofía y (rllltÍ¡'ir/lul

Laborda

de Wilkins en el siglo presente, a pesar de su extraordinaria tarea intelectual. Tan sólo unos excentricos como Borges y Foucault, y Foucault lo hace iluminado por Borges l. Claude Lancelot, Antoine Arnauld y Pierre Nicole pertenecen a la abadía francesa de Pon-Royal, cercana a París y núcleo religioso defensor del jansenismo. A los dos primeros autores pertenece la Grarnrnaire générale et raisonnée (1660) Y de Arnauld y Nicole la Logique (1662) 2. Estas dos obras forman una unidad perfectamente bien trabada. Consiste en una investigación sobre las reglas del arte de hablar a partir del presupuesto de la comunidad humana de pensamiento. John Wilkins, miembro fundador de la Royal Society y alta dignidad de la iglesia anglicana, es el más destacado proyectista inglés; se entiende por «proyectismo» un grupo de eruditos ingleses especialmente significados por el diseño o proyección de lenguajes universales. John Wilkins hace pública en 1668 su obra An Essay towards a Real Character and a Philosophical Language, volumen de unas seiscientas páginas en cuarto mayor acerca de los principios y posibilidades de un lenguaje universal. Su obra no es el trabajo de un gramático sino el de un precursor del enciclopedismo. Erudito de apasionante personalidad intelectual, abarca los campos de la teología, la experimentación física y biológica, la divulgación científica y la investigación lingüística. El Essay tampoco es una gramática; alcanza el techo de los trabajos relativos al lenguaje universal, ideal -fallidopara la formalización de las ciencias experimentales por el que se habían afanado Lulio, Mersenne, Lodwick y Dalgarno, entre otros. A diferencia del camino que escogerá Leibniz, Wilkins pretende propiciar un lenguaje absolutamente analógico, mediante los recursos del lenguaje natural, que permita «la distinta expresión de todas las cosas y nociones que caen bajo el discurso». La organización de la obra revela una notable potencia teórica: los «Prolegómenos» destructores de los prejuicios y errores, la «Filosofía universal» o ambiciosa taxonomía del saber -perfectamente orgá1: No puede perderse la gratísima lectura del breve artículo de Jorge Luis Borges, «El idioma analítico deJohn Wilkins», en Otras inquisiciones (Madrid, Alianza, 1979, pp. 102-106). Michel Foucault confiesa el carácter determinante del artículo de Borges en la redacción de su excelente libro Las palabras y las cosas (México, S. XXI, 1974), en el que se ocupa también de Port-Royal. 2: La edición facsimil de la Grarnrnaire de Port-Royal y del Essay de Wilkins ha sido realizada por The Scholar Press (Menston, England) en 1968. La Logique de Port-Royal se halla publicada por Flammarion (París, 1970). 75

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nica-, la «Gramática natural» y, finalmente, el «Carácter real y el lenguaje filosófico», que son la nueva expresión gráfica y fonética de la novísima lengua. Las bondades de todas estas profusas partes no son atribuibles exclusivamente a la persona de Wilkins sino a numerosas y autorizadas aportaciones de miembros de la Royal Society y gramáticas amigos. De tal suerte, la obra de Wilkins es el fruto insigne de una época y una comunidad científica. Lenguaje universal El empeño por el diseño de un lenguaje universal, que desde el punto de vista gramatical no tiene ninguna continuidad más allá del siglo XVll (al menos, en estos términos), está motivado por los sustanciales cambios que se operan en la ciencia y en la técnica. En estos círculos se experimenta la necesidad de disponer de un lenguaje nuevo y riguroso. Bajo esta actitud late la coílVicción de que el lenguaje es instrumento de conocimiento, de que la ciencia es lenguaje. El objetivo del lenguaje universal coincide con la sensibilización respecto al fenómeno de la «babelización». Se asume la imperfección de las lenguas vulgares, a la vez que cunde cierta inquietud ante la incertidumbre de éstas cara al futuro. Como reacción se defiende una postura estática de lo linguístico: el lenguaje ha de ser inmovilizado dentro de unos límites, para impedir su paulatina «corrupción». La aplicación de las matemáticas a los fenómenos físicos plantea a los eruditos la idea de que las palabras deberían alcanzar el rigor de símbolos matemáticos; es más, la necesidad de reformar las palabras y la gramática que las gobierna. Se trata del enfrentamiento entre las cosas y las palabras, porque éstas son consideradas como engañosos, opacos signos de aquéllas. Las ciencias empiricas, teniendo como modelo el lenguaje de las ciencias formales, buscarán infructuosamente en el siglo XVll un lenguaje que refleje fielmente el objeto de su estudio: las cosas. Sin embargo, para la linguística estos trabajos aportan interesantes logros -en los campos de la semántica, la lexicografía, la fonética y la gramática- al poner de manifiesto las insuficiencias del lengu. La diversidad con que e] lenguaje se manifiesta es explicada mediante ]a teoría de ]a designación (teoría de] signo) y mediante e] descubrimiento de aquellas formas del discurso interno que no se corresponden con las del discurso externo. Las estructuras que subyacen a las estructuras aparentes son explicitadas en numerosas cuestiones, como las del pronombre, e]ipsis, adverbio, infinito, adjetivo, verbo y la proposición. La brillantez de la Grammaire tiene su fundamento en los presupuestos lógicos y metodológicos que aplica. No importa que muchos de los elementos del análisis de Port-Royal estén presentes en diferentes gramáticas precedentes. Lo significativo es la síntesis que hace de éstos y de otros propios en un coherente cuerpo doctrinal, hasta representar finalmente un importante avance en la lingüística. La impronta cartesiana proporciona a su sistema gramatical una trabazón, fortaleza y dinamismo teóricos singulares. Como investigación de los universales sustantivos, la Grammaire constituye un hito excepcional. La confluencia de una gramática universal suficientemente desarrollada (e]emento de la tradición) y del modelo de filosofía, altamente abstracto y metódico (elemento de la innovación), es un4 de las explicaciones plausibles, en términos de coyuntura, de la fortuna del sistema gramatical de Port-Royal. El método portroyalista se perfila nítidamente hipotético-deductivo. El primer paso lo constituye la hipótesis relativa a las operaciones del espíritu. El pensamiento informa el lenguaje, que se supone reflejo de aquél. Se establecen correspondencias l'Ígidas entre elementos de los dos ámbitos, así, idea y palabra, juicio y proposición. E] segundo paso metodológico integra una cadena de deducciones tan sutil y elegantemente forjada que no se distinguen los momentos de transición. Se constituye de las siguientes fases: concepto de gramática, signo lingüístico (contenido y forma de ]a expresión, como trasunto del contenido y la forma del pensamiento) y las ramas centrales de la prosodia y ortografía, morfología y sintaxis. Esta disposición discursiva contrasta con el método- inductivo aplicado por Wilkins. De lo poco que sirve el estudio literal El genuino atractivo de los autores en cuestión no se encierra únicamente en el sentido restringido de sus desarrollos teóricos. En 83

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sí resultan muy interesantes. Pero son el brillante efecto de unas condiciones primeras. Ni Port-Royal ni Wilkins constituyen un fenómeno espontáneo. Esto, que parece obvio y se admite de cualquier cosa sin ni tan siquiera entrar a conocerla, no es así cuando se acerca la lente de inspección al objeto, porque suele olvidarse todo lo demás, salvo el producto. Más interesante que estudiar estrictamente la literalidad de esas obras es indagar la relación entre ciencia y lingüística, y perfilar las deudas, la filiación de las ideas y su determinismo cultural. Si se entiende la investigación histórica como la lectura de obras complementarias y diversas y el conocimiento de sus ideas como fenómeno cultural, el trabajo posiblemente trascienda la estricta erudición y sirva para conocer, no para demorarse en un ordenado aturdimiento de insignificancias. El siglo XVII permit'e estudiar sin especialización ese fenómeno afortunado de la fecundación científica. Y propone un ejemplo, mejor, una cadena de ejemplos gloriosos de la razón del avance en lingüística, que sólo es tan vigoroso en algunas épocas. Más aún, ya que como ejercicio de interpretación histórica y doctrinal prepara y anticipa otros rasgos que se encuentran en nuestro presente. Así, la construcción del generativismo lingüístico a partir ~e 1956 no se .

explica

sin la confluencia

de tres

factores

de considerable

poder

teórico: el empuje inmanente de la ciencia con el estructuralismo de Harris, la metodología hipotético-deductiva de Karl Popper y la teoría de autores de Wienner. El generativismo chomskiano no habría llegado a ser sin el aprovechamiento ingenioso de tres aportaciones dispersas. Pero si nos retrotraemos aún más en la cadena causal, se puede comprobar que un determinante previo se halla en algunas condiciones sociopolíticas menos puras, como puede ser el interés militar por el uso de la información y las ayudas materiales que prestó para el estudio de la estructura del lenguaje, su conversión a fórmulas numéricas y la traducción automática de lenguas. En ocasiones, el conocimiento histórico y diacrónico es el camino preferible para facilitar el acceso de las cosas en la actualidad. En algunas obras del siglo XVII se puede rastrear el germen de realidades aparentemente tan recientes como la computación, la lógica y lingüística matemáticas, los autómatas y los sistemas expertos 3. Es

3: Pretensiones explícitas se hallan en la misma época. como es el caso del contemporáneo y percursor de Wilkins en el lenguaje universal. el jesuita Athanasius Kircher. que postulaba la 84

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Lu/¡ordu

Filosojlu y ((¡1ltividud

aquel siglo el inicio de la modernidad histórica en la que nos encontramos y también de la segregación de los fundamentos teóricos y éticos del maquinismo, la revolución industrial y, mitigadamente, la revolución de la información. El estudio y comparación de estos dos sistemas gramaticales sobresalientes, el de Port-Royal por su adscripción racionalista y el de Wilkins por su adscripción empirista, permite mostrar dos aspectos de la lingüística: l/su continuidad a lo largo de la historia de las teorías gramaticales y 2/ su no autonomía frente a la filosofía o teoría general de la ciencia 4. Y llama la atención el perfecto paralelismo entre filosofía y lingüística (más bien, pilotaje a distancia de la primera sobre la segunda) en los siglos XVI Y XVII, que merecería mejor explicación. La quiebra de la unidad filosófica del XVI tiene su proyección en la constatación de la «babelización» del mundo y la pérdida de la Unidad lingüística y del ideal de expresión científica. El escepticisll1o epistell1ológico filtra escepticismo lingüístico, Por contra, las doctrinas filosóficas pretendidamente absolutas del XV 11 tienen su repercusión lingüística en los proyectos de unidad material (lenguaje universal) y formal (gramática universal). Materialmente se busca clarificar las palabras y distinguir entre cosas Y)?alabras. Formalmente se intenta descubrir las reglas del pensamiento y de su expresión lingüística. De esta suerte, en el XVII el criticismo filosófico determina una confianza metodológica de corte racionalista o empirista y pone fin a la zozobra sobrevenida con el agotamiento de la escolástica y de los paradigmas gramaticales grecolatinos. El elemento que culmina la comprensión del siglo XVII no puede sorprender; es común a la filosofía, la ciencia y la lingüística: el lenguaje. Esta etapa de «filosofía natural» logra la descripción y la explicación de su objeto por su énfasis en los modelos teóricos, esto es, en los elementos de la teoría y del método. La estructura central la consolida el método. Con ello se insiste doblemente en el lenguaje, el método significa la atribución de relevancia especial al lenguaje.

creación de máquinas armónicas o autómatas para emular la supuesta «cabeza parlante», de carácter artificial, que se atribuía a Alberto Magno. Ver Mario Paz, «Construir un sueño», en Quimera (45) junio 85. Ver también el informe sobre Inteligencia Artificial en Saber (1, 2a época) enero-febrero 85. 4: Este intento lo realiza el autor del presente artículo en su tesis doctoral Racionalismo y empirismo en la lingüística del s. XVII, Dept. de Lingüistica general, Universidad de Barcelona,1981.

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y este repertorio metodológico se aplica al desentrañamiento del lenguaje y a su forja analítica. Tres siglos después, cuando existe un puente tendido entre Ciencia y Tecnología y éstas son vasos comunicantes, la tarea -casi lograda- se centra en la síntesis y reconocimiento de voz. Y la abadía de Port-Royal y la Royal Society han dado paso a centros de investigación de muy otra tipología -¿para qué calificarlos?- en Colorado, Palo Alto, Tokio, Tsukuba, Massachussets, Marsella, Cambridge, Dalias o Urbana. En este desplazamiento de la localización continental y de los objetivos ha de haber algo que se nos escapa.

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