1983: El curioso caso del diácono Dodgson y Mr. Carroll

October 8, 2017 | Autor: Xavier Laborda | Categoría: Literature, Lewis Carroll
Share Embed


Descripción

FIN DE SIGLO REVISTA DE LITERATURA

Indice JUAN LAMILLAR: Silueta del Marqués de Villanova . . . . . . .

2

RAFAEL LASSO DE LA VEGA:

Antología.

l

. . . . . .

GABRIEL ZAID: Canciones de Vidyapati . J. JAVIER LABORDA: El curioso caso del diácono Dogson y Mr. Carrol . . LEWIS CARROL: Alicia en el teatro. . . . JAVIER SALVAGO: Vanaciones y reincidencias ALEJANDRO VILAfRANCA: Poemas ...,.... ANA ROSSETTI: Just caIl the angel of the morning........ GUILLERMO CARNERO: Fantasía de un amanecer de invierno....... 1OSE RAMON RlPOLL: El humo de los barcos. .

6 10 17 19 22 23 24 25

LORENZO M. DEL BURGO: De más allá de Andrómeda LUIS MARTINEZ DE MERLO:

27

Madrigales. . . . . . .

28

RAFAEL CANSINOS-ASSENS (1883-1964):

TemasLiterarios. . . .

PABLO GARCIA BAENA: Fieles guirnaldas fugitivas ALBERTO GARCIA ULECIA: Poemas ........

47 49 51

AQUILINO DUQUE: La noche blanca de Cristina de Suecia. " . . . . . MARIA VICTORIA ATENCIA:

53

52

Manifiesto del clochard,

.

N.' 5 - SETIEMBRE 1983

58

54 55

EMILIO COCO Y JOSE LUIS GARCIA MARTIN: Poesía italiana de hoy. . JESUS FDEZ. PALACIOS: Entrevista a Jaime Gil de

Biedma . . . . . . . .

JAIME GIL DE BIEDMA: Viejos divertimentos ..

Notas delectur~ ' . . . . . 2,'Encuentro de Poetas Andaluces......... ILUSTRACIONES DE RafaelPérez Estrada, Xavier Valls, Rafael.Lasso de la Vega, José Pérei Tamayo, Ijenry lIoliday, Manuel.A. Benítei Reyes.

59 60 68 71 72 78

Redacción y Administración: Ancha, 7. - Teler. (956) 32 1604 Jerez de la Frontera

Dirección: Francisco Bejarano Felipe Benítez

Dirección Postal: Apartado 1724 Jerez de la Frontera

Consejo de Redacción: Joaquín Carrera Jesús Fernández Palacios José Ramón Ripoll

Tirada: 5.000 ejemplares Distribuidores: Distribuidores de Enlace, S. A. Ausias March, 49 Barcelona-lO

Coordinación gráfica: Manuel A. Benítez Reyes

ISBN 84-86049-01-6 D. L. CA. 216-82 Imprime: Gráficas del Exportador

Poemas........

30

FCO. JAVIER MORENO: 26

Poemas........

56

JULIO ASENCIO:

FERNANDO QUlÑONES: Dos poemas de Las crónü.:a.sde Hispanza AURORA DE ALBORNOZ: Castdlar,.......

Porcia.........

J. M. BENITEZ ARIZA: Ahora sé que es mentira. CARLOS JIMENEZ:

Portada:

RAFAEL PEREZ ESTRADA

FIN DE SIGLO considerará todos aquellos trabajos inéditos que espontáneamente le sean remitidos, pero no mantendrá correspondencia sobre ellos ni se compromete a su devolución.

~

Nunca la literatura ha tenido quietante, junto con otras «extraun representante mejor acogido ñas criaturas reptante s» que apapor la Ciencia que Lewis Carroll. recen en las ilustraciones origina~ Sus paradojas repetidamente en- les de Henry Holiday. cabezan con todos los honores Esporádicamente, el mérito de publicaciones científicas de toda esta personalidad literaria es índole. La intuición, acrisolada compartido -involuntariamente, en frases disparatadas que repug- sin duda- por un oscuro diácono nan a la razón aparente, ilumina inglés, Charles Lutwidge Dodgen su concentración asombrosa el son. Las razones no son siempre sosegado discurso de un econo- de peso: su contemporaneidad mista, un biólogo o un filósofo. con Carroll, la amistad con AliEn estos momentos se aprecia el cia, o, en el pasado año de 1982, brillo del mito, prepotente y eva- el ciento cincuenta aniversario de su nacimiento. De la existencia nescente, frente allogos. Carroll es invitado a las man- de Carroll no se tiene, sin embarsiones de la razón y del paradig- go, noticia hasta unos decenios ma porque ha cautivado a sus más tarde, aunque ambos muriemoradores. Estos no saben resis- ron en el mismo año de 1898, en tirse a una ambivalente atracción las postrimerías de la época vicpor Alicia, el Conejo Blanco, toriana. Lo imprevisible de las Humpty-Dumpty, el gato de cosas hizo que quien da nombre a Cheshire, el Caballero Blanco, la tal época los contemplara juntaReina de Corazones, el Sombrere- mente con sus obras. En cierta ro Loco, y tantos otros seres ca- ocasión, la reina Victoria, divertirrolianos. Pero no son éstos los da con la historia de Alicia en el que despiertan los sentimientos país de las maravillas, quiso comás ambiguos y extremos, sino el nocer todos los libros de Carroll Jabberwock, el Snark, el Boojum y, para su decepción, le presenta(Búcham), el Bandcrsnatch..., ani- ron escritos sobre matemáticas y males fantásticos que pueblan lógica del nada ingenioso Dodguna fauna fantasmagórica e in- son. El inventario de las coinci17

dencias no se reduce a lo mencionado, pero probablemente su engrosamiento no aporte mayor explicación de esta curiosa asociación. Más significativas son las diferencias. De Dodgson pervive un recuerdo tenue, casi anodino: de carácter amable y retraído, profesor, «reverendo» de talante laico, levemente tartamudo y originariamente zurdo, aficionado a la fotografía, al teatro y a la compañía de la infancia, célibe puritano... En fin, un miembro indiferenciado de la sociedad victoriana, digno sostén de un imperio en su cénit, organizado, pulcro, perfecto. La clase media, dispuesta en torno a las instituciones del comercio, militar y eclesiástica, rebosa seguridad; a esta clase de complaciente optimismo y acusado convencionalismo pertenece Dodgson, y a ella hace honor calladamente. El acatamiento y sumisión a unos valores podría hacer de Dodgson un arquetipo del bien social. Pero también es un ser humano, además de ciudadano; su sensibilidad, a la vez que le obliga a guardar las formas, le

obliga a un tipo de vida que protesta: no constituye una familia y siente una marcada inclinación hacia las niñas. «1 like children, except boys», nos confia sinceramente. Se rodea de ellas con la simpatía de sus juegos, trucos de magia e historias fantásticas. Y el recuerdo de estas amistades perdura en instantáneas que captan sus expresiones infantiles, sus figuras graciosas; es una hermosa galería de nínfulas, aunque Dodgson nunca es Nabokov. La cámara de Dodgson no sólo reproduce la realidad, sino también el arte, en el caso de los dibujos de desnudos infantiles que Holiday le regalara. Dodgson conoce inocentemente un cielo que, aun fugaz, es alcanzable. Y, además, libre de escándalos. No se sabe cómo sobre este ejercicio de amable fabulación que realiza el reverendo ante su auditorio, pueda superponer Carroll el discurso de contestación a la sociedad inglesa. Esta usurpación de derechos no podría tener otra finalidad que duplicar las lecturas. Pero, paradójicamente, es Dodgson quien legitima tal proceder en una carta dirigida a un grupo de niños en la que comenta el significado del enigmático libro de CarroIl La caza del Snark, con el convencimientode que «las palabras significan más de lo que intentamos expresar cuando las utilizamos; así un libro debe significar mucho más de lo que el autor pretendía». (Esta opinión supone también una puerta abierta a la libertad del lector). La liberalidad y el antidogmatismo de Dodgson son comprensibles por su educación anglicana, cuyos principios inspiran la vida nacional. Pero la osadía de Carroll es singular. Con riqueza de lenguaje, juegos y bromas, farsa y personajes zoomórficos, crea un espejo que liminar-

mente refleja una sociedad jocosa. Pero desde el fondo del espejo o quizás desde el otro lado se da la réplica a una realidad hipócrita, flemática hasta el punto de ahogar toda manifestación de sentimientos, radicalmente convencional y, por ende, negadora de la fantasía y la creatividad. En las obras de Carroll se libra una lucha contra un mundo incomprensible, benigno a veces, cruel y angustioso en otras. Es la lucha contra el temor al propio d~stino, a la muerte... En Alicia en el país de las maravillas la protagonista juega una dificil partida de naipes. En Alicia a través del espejo, el juego implacable consiste en una partida de ajedrez. La caza del Snark es el libro más disparatado e insondable. Con el pretexto de una expedición por mar para la caza de un animal inimaginable, tal vez se esconde el tema de la persecución del Absoluto, sea la fuente de la vida o de la felicidad, y la significación del fatal acontecer de la existencia. La tensión entre la exigencia social y los impulsos individuales conducen al sujeto al acto placentero de la evasión. La evasión de la poesía hace fuerte al poeta en el simbolismo de los sentimientos y pasiones humanas. También, la evasión mediante la invención de monstruos: el mito de Frankenstein (el nuevo Prometeo), creado por Mary Shelley, la historia del hombre que sufre un enorme desdoblamiento fisico y mental, de Robert L. Stevenson, o bien la concepción por Oscar Wilde de la doble existencia de Dorian Gray, en la realidad humana y en el ámbito de un cuadro, con la equívoca expresión del bien en el primer caso y del mal en el segundo. Finalmente, la evasión pura, la del «nonsense» o del absurdo; es el camino escogido y recorrido por Carroll. 18

En la sociedad victoriana no hay lugar para el caos. Sin embargo, el artista no alienado crea un discurso subversivo bajo la fábula. En efecto, Carroll construye un universo deliciosamente absurdo, caótico, donde se conjugan elementos racionales e irracionales en una mixtura impensable. Lo onírico y lo lúdico se superponen, entrelazan y amalgaman. El resultado de esta imbricación es la transposición de su mundo cultural en el tiempo y el espacio, y, también, la producción de monstruos maléficos y benéficos a la vez. Lo absurdo no solamente se inspira en las fantasías y los sueños, sino también en el lenguaje, con cuya riqueza juega Carroll para hacer explotar su potencial capacidad significativa. El lenguaje, caprichoso, opera autónomamente y genera un nuevo pensamiento. Tal es la impronta que reciben, por citar los escritores más destacados, Joyce y Tzara. Y también se inspira en la realidad misma; por ejemplo, es sabido que el pasaje en que el cuello de Alicia se estira notablemente tiene relación con una figura de niña con cuello alargado que decoraba un salón del Christ Church College, donde Dodgson ejerció la docencia. De nuevo se entremete Dodgson en la peripecia de Carroll, o tal vez sea al revés. Aun diferenciados, resultan indisociables. Y hasta podría tentamos la equiparación de Dodgson y Carroll a símbolos del bien y del mal paradigmáticos, sociales. Mas esta asignación no puede ser químicamente pura. En todo caso, sí es sugestiva la idea de considerarlos representantes imperfectos de la tradición y la modernidad, principios impulsores del acontecer histórico. O

LEWIS CARROLL Alicia en el teatro Traducción:J. J. Laborda Publicado en The Theatre, en Abril de 1887. Se publica por primera vez en España.

«Fíjate, ya vuelve a estar toda la empeño que exigía cualidades que ropa de Judy deshaciéndose a tro- a mí me han sido negadas, pero zos». Estas fueron las melancólicas que posee en grado eminente, a palabras del señor Thomas Cod- mi juicio, el señor Savile Clark. lin; y muy bien pueden servir de No me siento capacitado para juzlema para un escritor que se ha gar su obra, en cuanto a obra; aplicado a la nada corriente tarea tampoco aventuraré juicio alguno de pasar revista a una colección sobre los actores, en cuanto a su de marionetas que virtualmente le trabajo como actores. pertenecen: la encarnación en el ¿Qué es, pues, lo que me he escenario de los propios hijos de propuesto hacer? Y, ¿a qué puedo sus sueños. apelar para ser escuchado? Mi resNo es que la obra en sí sea mía puesta debe ser que, puesto que en ningún sentido. La adaptación soy el autor de las dos historias así en forma dramática de una histo- adaptadas y el creador (así lo creo, ria escrita sin la más mínima idea pues al menos conscientemente no de que sería así adaptada, era un las he copiado) de esas «etéreas 19

naderías» para las que el señor Savile Clark tan hábilmente ha provisto si no un nombre sí al menos una «morada», puedo sin jactancia afirmar que tengo un especial conocimiento de lo que me propuse que fueran, y también una especial comprensión de hasta qué punto ese propósito se ha logrado. y se me antoja que puede haber algunos lectores de The Theatre interesados en compartir ese conocimiento y esa comprensión. Muchos días habíamos remado juntos por aquella tranquila corriente -las tres pequeñas y yo-y muchos eran los cuentos

fantásticos que, para su distrac- en marcha la invención como se ción, había improvisado, tanto en hace con un reloj, dándole cuerda momentos en que el narrador es- a voluntad; tampoco creo que nintaba «en vena» y las fantasías se le gún escrito original (y ¿qué otros representaban sin esfuerzo, agol- escritos merecen ser conservados?) pándose, como en otms en que haya sido producido de esta mahabía que provocar la acción de la nera. Si te sientas, despaciosamenfatigada Musa y perseverar dócil- te y sin inspiración, y te dices que mente más porque tenía que decir has de escribir durante equis hoalgo que porque tuviera algo que ras, lo único que producirás (al decir. Sin embargo, ninguno de es- menos, estoy seguro que yo únicatos numerosos cuentos se llegó a mente produciría) será alguno de escribir: vivieron y murieron, esos artículos que llenan, a mi juicomo moscas estivales, cada uno cio, las dos terceras partes de la en su propia tarde dorada; hasta mayoría de las revistas que llegó un día en que, de mane- facilísimos de escribir, tediosos de ra casual, una de mis pequeñas leer- y que se denominan de «reoyentes solicitó que el cuento fue- lleno»; a mi entender, ésta es una ra escrito para ella. De eso hace de las cosas más detestables de la ya muchos años, pero recuerdo literatura moderna. Alicia y el Esclaramente ahora al escribir, pejo están compuestas casi enteracómo, en un desesperado intento mente de pizcas y trozos, ideas por tachar alguna nueva línea de aisladas que se presentaron por sí erudición fantástica, había enviado mismas. Puede que fuesen de esa mi heroína directamente al inte- caso mérito, pero, al menos, eran rior de una madriguera para em- las mejores que podía ofrecer. Y pezar, sin albergar la más remota no podría desear que de mí se esidea de lo que había de ocurrir cribiese alabanza mejor que las después. Y así, para complacer a palabras de un Poeta, escritas por una niña que amaba (no recuerdo un Poeta: ningún otro motivo) hice imprimir el manuscrito e ilustré con «Dio al mundo lo mejor que tenía: mis propios toscos dibujos dibujos que se rebelaban contra Se guardó lo peor, sólo dio lo metodas las leyes de la Anatomía o jOD>. el arte, pues jamás he recibido He divagado del tema, lo sé; una lección de dibujo- el libro concededme, sin embargo, aún que acabo de publicar en facsímil. otro minuto para relatar algo que Al escribirlo, añadí muchas ideas me ocurrió. Caminaba por una lanuevas que parecían surgir por sí dera, solo, un luminoso día de vemismas del caudal original: y otras rano, cuando se me ocurrió un muchas se añadieron solas al vol- verso, un único verso: «El Snark ver a escribirlo de nuevo para su era un Búcham, como bien supopublicación años más tarde, pero néis». Entonces no sabía lo que (y esto puede interesar a algunos significaba, ni sé ahora lo que siglectores de Alicia) cada una de es- nifica; pero lo anoté. Y, algún tas ideas y casi cada una de las tiempo después, se me ocumó el palabras del diálogo surgieron por resto de la estrofa, de la cual el sí mismas. A veces, una idea se verso mencionado resultó ser el presenta de noche y he de levan- último. Y así, paulatinamente, en tarme y encender la luz para ano- momentos de ocio de los dos años tarta; otras veces, durante un soli- siguientes, el resto del poema fue tario paseo invernal, y he de dete- encajando hasta completarse, y la nerme y anotar, con los dedos me- estrofa en cuestión fue la última. dio helados, unas cuantas palabras Y, desde entonces, periódicamente que impidan que la nueva idea he recibido amables cartas de desperezca; pero SIempre, vengan conocidos, solicitando si La Caza cómo o cuándo vengan, lo hacen de Snark es una alegoría o bien por sí mismas. No puedo poner contiene una moral oculta o si se 20

trata de una sátira política; y para todas estas preguntas no tengo más que una respuesta: «No lo sé». Y ahora vuelvo a mi texto, y no divagaré más. Avanza, pues, desde las sombras del pasado, «Alicia», la criatura de mis sueños. Largos años han transcurrido desde aquella «dorada tarde» que te hizo nacer, pero puedo recordarla casi tan claramente como si hubiese sido ayer: encima, el claro cielo azul, debajo, el acuoso espejo; la barca, derivando perezosamente por su camino; el campanilleo de las gotas que resbalaban de los remos en su somnoliento ir adelante y atrás y (el único brillante destello de vida en toda la somnoliente escena) las tres anhelantes caritas, ávidas de noticias del país de la fantasía y a las que no se podía contestar con un «no»; «cuéntanos una historia, por favoD>,salido de sus labios tenía toda la inflexible inmutabilidad del Destino. ¿Qué eras tú, Alicia de ensueño, a los ojos de tu padre adoptivo? ¿Cómo podría describirte? Cariñosa, en primer lugar; cariñosa y dulce. Cariñosa como un perro' (disculpad tan prosaico símil, pero no conozco amor terrenal tan puro y perfecto), y dulce como un cervatillo; después, cortés: cortés con todo el mundo, alto o bajo, grande o grotesco, Rey u Oruga, incluso como si ella misma fuese la hija de un Rey, y su ropa tejida en oro; confiada, dispuesta a aceptar los más disparatados imposibles con ese sumo candor que sólo los soñadores conocen; y, finalmente, curiosa, extraordinariamente curiosa y con la vehemente alegría de la Vida que sólo existe en las felices horas de la niñez, cuando todo es nuevo y justo, y cuando Pecado y Pena no son sino nombres, palabras vacías que no significan nada. Y, ¿qué decir del Conejo Blanco? ¿Fue concebido en la línea de «Alicia», o como contraste? Claramente como un contraste. Donde para ella pusimos «juventud», «audacia», «vigoD>y «resuelta rectitud de voluntad», leemos

«mayar», «tímido», «débil» y «nerviosamente irresoluto», y tendremos una idea aproximada de lo que quise que él fuera. Yo creo que el Conejo Blaflco debería llevar anteojos. Estoy seguro de que su voz se quebraba y sus rodillas temblequeaban y, en conjunto, su aire sugeriría una total incapacidad para decir «bm> a un ganso. Pero no puedo esperar que se me permita, ni siquiera por parte del cortés editor de The Theatre, disponer de la mitad del espacio que necesitaría (aunque la paciencia de mi lector fuese inagotable) para hablar de todas mis marionetas una por una. Entresacaré de los dos libros un Trío Real: la Reina de Corazones, la Reina Roja y la Reina Blanca. Ciertamente fue dificil para mi Musa exigirle que me cantara las tres Reinas en tan breve cuerda, dándolt:~ssin embargo a cada una su propia individualidad. Todas habían de conservar, por supuesto, a pesar de todas sus ex~entricidades, una cierta dignidad real. Eso era esencial. Y en lo referente a los rasgos diferenciado res yo me imaginaba a la Reina de Corazones como una especie de personificación de la pasión ingobernable: una furia ciega y a la ventura. También imaginaba a la Reina Roja como una furia, pero de otro tipo; su pasión sería fría y tranquila; debería ser formal y estricta, aunque no' intratable; y pedante en grado sumo; Ha esencia concentrada de todas las institutrices! Finalmente, la Reina Blanca se presentaba a mi soñadora fantasía dulce, estúpida, gorda y pálida; desamparada como un niño sugiriendo imbecilidad pero sin llegar a ser imbécil, pues ello sería, creo, fatal para el efecto cómico que debería producir. Hay un personaje extrañamente parecido a ella en la novela de Wilkie Collins Sin Nombre; siguiendo dos sendas diferentes, los dos hemos alcanzado el mismo ideal y la señora W ragg y la Reina Blanca podrían haber sido hermanas gemelas. '

Dado que no forma parte de mi actual propósito criticar a ninguno

de aquellos que tan celosamente se han esforzado por convertir esta «obra soñada» en un lúcido éxito, no nc'l11braré más que dos o tres que me parecen especialmente acertados al dar vida a los personajes de la historia. Ninguno, a mi juicio, tan bien encarnado como los dos que lleva a efecto el señor Sydney Harcoúrt, «el Sombrerero» y «Tweedledum». Verle hacer el papel del Sombrerero fue algo sobrenatural y misterioso, como si algún monstruo grotesco, entrevisto en un sueño la noche anterior, penetrase en la habitación a plena luz del día y dijese tranquilamente: «iBuenos días!». No es necesario que intente describir lo que quise que significara el Sombrerero, dado que, por lo que recuerdo, era exactamente lo que ha hecho el señor Harcourt; y casi lo mismo puedo decir de Tweedledum; pero el Sombrerero me sorprendió mucho más, aunque quizás sólo fuera porque en la obra aparece antes. Hubo otros que encarnaron mis ideas casi igual de bien; pero no intento hacer una revisión completa. Concluiré con unas palabras sobre 'los dos niños que hacían los papeles de «Alicia» y del «Lirón». De la actuación de la señorita Phoebe Carlo sería difícil no reconocer su excelencia. Aunque no fuese más que como esfuerzo de memoria, sin duda es una hazaña maravillosa que una niña tan pequeña se aprenda no menos de doscientos quince parlamentos --casi tres veces más que la Beatriz en Much Ado About Nothing. Pero lo que más admiré, pues representaba con singular exactitud mi heroína ideal, fue la perfecta asunción de la alegría y la presteza a disfrutar de todo de una niña en día de fiesta. Dudo que alguna actriz adulta, por mucha que fuera su experiencia, hubiera podido adoptar ese aire tan perfectamente. Nosotros lo miramos antes, le prestamos atención y. suspiramos por lo que no está; una niña nunca hace esto, y sólo una niña puede expresar desde el fondo de su corazón las palabras que la pobre

21

Margaret Fuller Ossoli tanto deseaba hacer suyas: «Soy totalmente feliz ahora». y por último (omitiré por una vez la venerable adición «que no lo menos importante», pues con seguridad que ninguna niña más pequeña ha conseguido nunca un triunfo teatral tan genuino) llega nuestro refinado Lirón. «Refinada» es el único epíteto que me parece que le conviene exactamente, con su radiante cara de niña, la deliciosa fragilidad de su habla y el perfecto realismo con el que se convierte en la esencia personificada del Sueño, es, desde luego, el más refinado Lirón que jamás nos haya dicho «Me duermo cuando respiro». Con estas las primeras palabras de su 'parlamento, un repentino silencio cae sobre la casa (al menos, así ha ocurrido cada vez que yo estaba allí) y los infantiles tonos suenan extrañamente claros en la quietud. Y, sin embargo, dudo que el encanto sea únicamente debido a la incisiva claridad de su articulación; para mí hay un encanto aún mayor en el expreso abandono y la consciente perfección de su actuación. Si Dorothy alguna vez adopta un lema, éste deberá ser «perfecto». Espero que pronto llegue el día en que tenga un papel mejor que el del «Lirón» para representar; ello podrá ser cuando algún empresario emprendedor reviva El sueño de una noche de verano y cumpla su obvia obligación para con el público asegurándose a la señorita Dorothy D'Alcourt para el papel de «Puch. Ciertamente sería bueno para nuestras iglesias que algunos de los clérigos pudieran aprender una lección de enunciación de esta niñita; mejor aún, para «nuestros nobles seres», si nosotros nos tomásemos a pecho algunas de las cosas que ella podría enseñamos, y aprendiéramos de su ejemplo a comprender mejor de lo que lo hacemos el espíritu de una máxima que un día encontré en un libro antiguo, «Sea lo que sea lo que tu mano ha de hacer, hazlo

con todas tusfuerzas». O

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.