1936-1939. TOLEDO. ARQUEOLOGÍA DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA Propuesta metodológica para el estudio de los Paisajes de la Guerra. Mujeres en la guerra. Toledo 1936-39

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Descripción

19361939 TOLEDO ARQUEOLOGÍA DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA Propuesta metodológica para el estudio de los Paisajes de la Guerra J. CARROBLES & J. MORÍN (EDS)

ARQUEOLOGÍA DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA Propuesta metodológica para el estudio de los Paisajes de la Guerra

19361939TOLEDO J. CARROBLES & J. MORÍN (EDS)

TÍTULO DEL PROYECTO ESTUDIO DE LOS PAISAJES CULTURALES DE TOLEDO: LOS CIGARRALES

DIRECCIÓN CIENTÍFICA

LOCALIZACIÓN T.M. Toledo

CONTENIDOS Rafael Barroso Cabrera Jesús Carrobles Santos Irene Criado Castellanos Esperanza de Coig-O´Donnell

ENTIDADES PROMOTORAS REAL FUNDACIÓN DE TOLEDO CONSORCIO DE TOLEDO COORDINACIÓN DEL PROYECTO Paloma Acuña (Real Fundación Toledo) Soledad Sánchez-Chiquito (Consorcio de Toledo) CONSULTORÍA ARQUEOLÓGICA Departamento de Arqueología, Paleontología y Recursos Culturales AUDITORES DE ENERGÍA y MEDIO AMBIENTE, S.A. Felipe Campos, 3 28002 MADRID

Jesús Carrobles Santos Jorge Morín de Pablos

Jose Manuel Curado Morales Jose Luis Isabel Ramos Antonio Malalana Ureña Jorge Morín de Pablos José Ramos Luis Rodríguez-Avello Luengo Luis A. Ruiz Casero DISEÑO E IMAGEN GRÁFICA Esperanza de Coig-O´Donnell Jorge Morín de Pablos Susana Velasco DIRECCIÓN EDITORIAL Esperanza de Coig-O´Donnell Jorge Morín de Pablos

© DE LA PRESENTE EDICIÓN, LOS AUTORES EDITA: AUDEMA S.A. ISBN: 978-84-16450-15-2 Depósito Legal: M-6122-2016 Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluido fotocopias, grabación o por cualquier sistema de almacenamiento de información sin el previo permiso escrito de los autores

ÍNDICE 0 LOS PAISAJES CULTURALES, METODOLOGÍA Y PLANTEAMIENTOS GENERALES

J. Carrobles & J. Morín

1 1936 EL INICIO DE LA GUERRA. TOLEDO Y EL ALCÁZAR

9 19

R. Barroso, J. Carrobles, J. Morín, J. L. Isabel, J. Ramos & L. A. Ruiz-Casero 2 LOS DOS EJÉRCITOS

33 L. A. Ruiz-Casero

3 MUJERES EN LA GUERRA. TOLEDO, 1936-1939

49 L. A. Ruiz-Casero & J. Morín

4 FUENTES DOCUMENTALES PARA EL ESTUDIO DEL “FRENTE SUR DEL TAJO” HEMEROTECA DOCUMENTACIÓN HISTÓRICA CARTOGRAFÍA

61 A. Malalana, E. Coig-O´Donnell, I. Criado, J. Carrobles & J.Morín

FOTOGRAFÍA PROPAGANDA

111 127

5 LA METODOLOGÍA ARQUEOLÓGICA PARA EL ESTUDIO DEL “FRENTE SUR DEL TAJO” 1936 UN FRENTE ESPONTÁNEO 1937 FRENTES EN MOVIMIENTO CERRO DE LOS PALOS LAS LINEAS NACIONALES LA SISLA, CASA DEL CONDE Y URBANIZACIÓN POZUELA LA LÍNEA REPUBLICANA 1938 EL FRENTE ESTABLE 1939 EL FIN DE LA GUERRA

67 93 99

131 J.Morín, J. Carrobles, L. A. Ruiz, J.M. Curado J.L. Isabel, J. Ramos & L. Rodríguez

6 MÁS ALLÁ DEL ALCÁZAR. ARQUEOLOGÍA Y EL FRENTE SUR DEL TAJO

133 161 189 239 259 269 273

J. Carrobles, J.Morín & L.A. Ruiz-Casero 7 TRANSCRIPCIÓN HEMEROTECA

285 I. Criado & E. Coig-O´Donnell

8 BIBLIOGRAFÍA

303

3 MUJERES EN LA GUERRA. TOLEDO, 1936-1939 L. A. Ruiz-Casero & J..Morín

Encarnación Hernández Luna, posiblemente la mujer que más alta graduación alcanzó en el Ejército Popular Republicano, desfilando al frente de sus hombres en mayo de 1937. Archivo ABC.

Mujeres cumpliendo la tradición toledana de la Virgen de los Alfileritos durante la campaña electoral de 1936. Revista Estampa, 14/3/1936.

La España de la Segunda República no permaneció ajena los nuevos vientos de emancipación femenina que soplaban en Occidente tras la Primera Guerra Mundial. Muchos ciudadanos depositaron en la República sus esperanzas de mejora social, y el nuevo régimen pronto se identificó en el inconsciente colectivo con la llegada de la modernidad. Desde el gobierno republicano se impulsaron una serie de mejoras para la situación de la mujer en su largo camino hacia la igualdad. Estas medidas fueron, en muchos casos, limitadas, pero no habían tenido precedente en la historia española, lo que despertó una intensa ilusión, y una creencia firme en que la utopía igualitaria entre sexos podía llegar a materializarse. Desde los sucesivos gobiernos progresistas se garantizaron nuevos derechos para la mujer, como la equiparación legal con los hombres (dentro y fuera del matrimonio), el matrimonio civil, el divorcio o el derecho al voto. Se implantaron políticas para reducir la brecha salarial entre ambos sexos, así como para que el matrimonio no supusiera el fin de la vida laboral de la mujer. Estas políticas, así como la sensación generalizada entre los ciudadanos de estar viviendo un tiempo nuevo, dieron lugar a unas consecuencias sociales que se fueron ahondando en los años republicanos, especialmente en los contextos urbanos: las mujeres eran más libres, accedían a trabajos antes vedados (en la industria, los transportes, los cargos públicos…), tenían mayor presencia en todos los peldaños de la educación, y, en general, asumían un papel cívico más activo. La provincia de Toledo y, en especial, su capital, estaban consideradas como un feudo conservador. La influencia del ejército y la Iglesia –a través de la Academia de Infantería y la Catedral Primada- era muy fuerte, y los cambios sociales que se extendieron por el país a partir de 1931 se introdujeron con lentitud. Apenas se formalizaron divorcios antes de julio de 1936, y, aunque los matrimonios y entierros civiles fueron haciéndose cada vez menos habituales, tuvieron una implantación lenta y dificultosa. En el discurso de los partidos derechistas durante la campaña electoral de 1936 tuvo un papel central la oposición al nuevo rol de la mujer que promovía el Frente Popular. Se impuso un discurso apocalíptico, en el que, de no prevalecer los partidos “de orden”, la jerarquía social tradicional se hundiría, y las mujeres serían repartidas como mercancía.  Se daba la paradoja que, mientras se apelaba

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Milicianas, con elegante ropa de paisano, posan desde la Cuesta de San Justo.

al papel tradicional de la mujer, los líderes de organizaciones como la JAP y Falange Española aparecían en los mítines junto a muchachas jóvenes uniformadas, marchando al paso militar, apoderándose de una coreografía masculina, que exaltaba lo viril. El golpe de estado de julio de 1936 hizo saltar por los aires los procesos de cambio. En las zonas en las que triunfó, llegó la involución, mientras que en las que fue aplacado, la consiguiente revolución aceleró precipitadamente el protagonismo de la mujer. La situación en Toledo y su entorno inmediato como primera línea del frente durante la mayor parte de la guerra supuso que los ambos modelos antagónicos convivieran, separados, eso sí, por alambradas y trincheras. Milicianas que repartían el pan entre las fuerzas sitiadoras del Alcázar. Archivo ABC.

EN LAS BARRICADAS Y EN LOS SÓTANOS. LAS MUJERES DURANTE EL SITIO DEL ALCÁZAR Desde los primeros días de la guerra, el casco urbano de Toledo se convirtió en frente de guerra. Durante el asedio al Alcázar hubo presencia femenina entre sitiados y sitiadores, con unas características opuestas. Junto a Moscardó, se encastraron en la fortaleza toledana más de quinientas mujeres. Muchas habían entrado voluntariamente, pero otras fueron atrapadas y llevadas al Alcázar como rehenes. Las primeras estaban compuestas mayoritariamente por las mujeres e hijas de los militares rebeldes y sus simpatizantes. El papel tradicional, sublaterno que se las atribuyó no fue óbice para que algunas, por su carácter o sus circunstancias, tuviesen protagonismo en los hechos. Entre ellas pronto destacó Carmen Romero, la hija del cerebro de la defensa, el teniente coronel Pedro Romero Bassart. Carmen aparece, según las fuentes, como una muchacha de gran decisión o de un radicalismo fanático. Llegó a presentarse en el parlamento con el padre Camarasa, que había sido enviado por los republicanos para negociar la salida de las mujeres y los niños de

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la fortaleza antes de un asalto que se preveía definitivo. Carmen se erigió en portavoz de la población no combatiente del Alcázar, negándose a cualquier evacuación humanitaria. En cuanto a las mujeres prisioneras de los alzados, su cuantificación es problemática. Conocemos algunos casos específicos, como los de la mujer y la hija del histórico socialista toledano Domingo Alonso, capturadas en una salida del Alcázar y arrastradas a su interior. En plena razzia tuvieron que asistir al asesinato de su padre, que ofrecía resistencia. Conchita, la secretaria del gobernador civil de Toledo refugiado en el Alcázar, fue llevada también a la fortaleza contra su voluntad. De públicas ideas comunistas, fue fusilada al término del asedio junto a la mayoría de los rehenes.  Mención aparte merecen las sirvientas que unieron su destino al de las familias de la alta sociedad toledana a las que servían, cuya lealtad a la causa rebelde parece, en algunos casos, dudosa. Muestra de esto es la historia de una de ellas, que fue encerrada en los sótanos del Alcázar, junto a los rehenes, tras parlamentar con un miliciano republicano del que estaba enamorada. La familia del coronel Moscardó permaneció fuera del Alcázar, y la correspondencia entre el coronel y su esposa, María Guzmán, constituye una de las fuentes primarias principales sobre las que se ha construido la historia del asedio. Las esposas de otros dos líderes alzados del Alcázar, fueron juzgadas junto a María Guzmán por rebelión, resultando absueltas o con penas menores. Entre los sitiadores, las mujeres que más popularidad alcanzaron fueron las milicianas. De ellas se conserva abundante material gráfico y artículos de prensa. Pocas figuras como ellas han despertado interpretaciones tan frontalmente contrapuestas en las fuentes y en la literatura posterior. Mientras que los periódicos las elevaron a la categoría de heroínas populares, los periodistas e historiadores franquistas las ridiculizaron y calumniaron hasta la exageración. Incluso autores de la zona republicana como Arturo Barea en “La forja de

Grupo de enfermeras de la Cruz Roja a su llegada a Toledo para asistir a los heridos 28 de julio de 1936. Foto Piortiz, archivo ABC.

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un rebelde” las rememoran desde un punto de vista opuesto, como símbolo del caos y la ineficiencia de las milicias que sitiaban el Alcázar: “(…)Los milicianos y milicianas iban en plena juerga: reían, cantaban, se achuchaban, los hombres bebiendo de las botas empinadas, las muchachas haciéndoles cosquillas en los sobacos para que se atragantaran. Otra vez volvían a sonar los disparos como cohetes de verbena y el cañón al otro lado volvía a decorarse con su copo de algodón. Al día siguiente veríamos en los periódicos una miliciana guapa montada a caballo sobre el cañón.” El líder comunista Enrique Líster, presente en los últimos compases del asedio, las caracteriza como simples prostitutas que habían llegado a Toledo junto a los anarquistas. Unos y otras, según Líster, se daban la “gran vida” en los parapetos, sin contribuir en nada a la rendición de los alzados. Hay que ponderar estos testimonios extremos, que se enmarcan dentro del desprestigo de los sitiadores en Toledo, y que parten de mentalidades de izquierdas, sí, pero enraizadas en la sociedad patriarcal de su época. La realidad es que el rendimiento en combate de las milicianas debió ser similar al de sus compañeros. Con escasa instrucción y armamento deficiente, eran presa fácil para las tropas profesionales del Ejército de África. Sin embargo, su politización les hacía capaces de actos de valor considerable, incluso de sacrificio, especialmente cuando quedaban acorralados en algún reducto, lo que se dio durante la caída de Toledo. La provincia de Toledo, con sus condicionantes históricos, políticos y sociales, no aportó muchas mujeres a las milicias en comparación con Madrid o la zona levantina. La mayoría de las mujeres en armas de Toledo provenían de la capital provincial, si bien se ha de valorar el forzamiento de las estructuras sociales seculares que supuso el alistamiento de mujeres del ámbito rural, que las hubo, principalmente en milicias como el Regimiento de Campesinos de Toledo y en el Dimitroff. La etapa revolucionaria precipitó los cambios en la liberación sexual de la sociedad, si bien de forma efímera. La vida marital extramatrimonial aumentó considerablemente durante

el período miliciano, y, sobre todo desde perspectivas ácratas, se experimentó con el “amor libre”. No hay que entender esto como una explosión sexual inconsciente, pues desde la base doctrinal del anarquismo siempre se predicó la responsabilidad y el rechazo frontal a la mercantilización del sexo. De hecho se pusieron en marcha liberatorios de prostitución que tuvieron un largo recorrido. Conocemos casos en los que exprostitutas foráneas solicitaron reinsertarse en la provincia de Toledo, como las jóvenes de Igualada que acudieron al Consejo Provincial republicano en busca de oportunidades para rehacer sus vidas, lo que consiguieron con éxito, integrándose satisfactoriamente en la sociedad toledana. Toledo, en los meses del sitio del Alcázar, se convirtió en un foco informativo de primer orden, Las barricadas republicanas atrayeron a mujeres famosas o que habrían de alcanzar la fama. Cabe destacar ejemplos como la fotoperiodista Gerda Taro, de quien recientemente se ha documentado la única fotografía conocida de su autoría en Toledo. O el caso de la poetisa María Teresa León, en calidad de delegada de la Junta de Protección del Tesoro Artístico.

EN LAS TRINCHERAS Y EN LA RETAGUARDIA. MUJERES EN EL FRENTE SUR DEL TAJO Como hemos visto, el levantamiento del sitio del Alcázar en septiembre de 1936 generó un frente que delimitó las dos zonas durante el resto de la Guerra Civil, y condicionó la vida de la provincia y la capital toledanas hasta 1939. En el Sur del Tajo quedaron varias unidades milicianas que tuvieron protagonismo en la zona durante el resto del conflicto. Algunas eran locales y otras foráneas. Entre estas últimas, destacó la Columna Uribarri (o “Columna Fantasma”, posteriormente 46ª brigada mixta), de origen levantino, y en la que sabemos que militaba un grupo considerable de

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Vista de la Catedral desde la calle Santa Úrsula, única fotografía atribuida a Gerda Taro en Toledo, descubierta por Carlos Vega. Archivo ICP.

mujeres. Los milicianos de fuera de la provincia siempre tuvieron mejor consideración entre la población local, y se registraron varios matrimonios entre milicianos de esas columnas y mujeres del ámbito rural toledano. La marcha de las fuerzas coloniales del Ejército de África por las tierras toledanas y la reputación de crueldad que las precedía, generaron una masa ingente de refugiados que abandonaban sus pueblos rumbo a Madrid, y, más minoritariamente, hacia el sur del Tajo. Las historias de asesinatos y violaciones que se contaban sobre legionarios y regulares hicieron huir a miles de mujeres. Historiadores y testigos de los hechos han relatado el fenómeno, como en el siguiente extracto de “Madridgrado”, de Francisco Camba: “(…)Los campesinos emigraban trayendo cuanto pudo salvarse en la precipitación del naufragio. Sobre los carros, veíanse colchones, muebles, baúles. Colgados de las lanzas, peroles, cestos. No se hablaban unas a otras aquellas gentes. Un fulgor de miedo en los ojos de los hombres, las mujeres con el niño dormido en el rebujo del mantón a modo de gitanas, sin alejarse de la vista del término de su camino.” Paralelamente al avance de las columnas africanas, en el lado gubernamental se sentaron las bases del proceso de militarización de las milicias y la génesis del Ejército Popular Republicano. Contrariamente al lugar común, la militarización no llevó aparejada la

El interior de la Fábrica de Armas de Toledo antes de septiembre de 1936, administrada por un comité obrero y con su plantilla formada en buena parte por mujeres. Diario Ahora.

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Cartel exhortando al alistamiento femenino en los cuatro batallones de choque que organizó el Quinto Regimiento. Se publicó en una fecha muy tardía, finales de octubre de 1936, tras el decreto de militarización de las milicias. Diario Milicia Popular.

desaparición total de las mujeres de la primera línea del frente. Es un terreno poco estudiado, pero una investigación superficial nos da ejemplos abundantes de mujeres que quedaron integradas en el ejército regular, auténticas supervivientes en todos los sentidos. Sus nombres propios van asociados a cargos dentro del escalafón, y es posible intuir que hubo mujeres que no alcanzaron notoriedad al no ascender. Podemos citar nombres como el de Mika Etchebéherè, capitana en la 70ª brigada mixta, las tenientes Remedios Jover, de la 30ª brigada, y Carmen Fernández, de quien ignoramos su unidad al igual que pasa con Antonia Escudero, posiblemente soldado raso en el frente de Madrid, o “La Chata”, sargento en la 3ª brigada. En el frente toledano destacó el caso de la alicantina Encarnación Hernández Luna, probablemente la mujer que más alto ha llegado nunca en las filas de un ejército regular en combate en España –fue nombrada comandante durante la batalla del Ebro-, y que, aún hoy, continúa siendo una figura desconocida. Vino a combatir con la 11ª División de Líster en mayo de 1937, mandando una compañía especial de ametralladoras, y, por su comportamiento en el Sur del Tajo, fue ascendida a capitán. Pese a sus opiniones sobre las milicianas libertarias, Líster apreciaba el valor personal, independientemente del género de quien lo poseyera, y parece que no tuvo objeción a mantener a mujeres entre sus fuerzas de primera línea tras la militarización. Además del caso de Encarnación Luna está documentada la presencia de otras mujeres que llegaron a la oficialidad en las filas de su División, como Esperanza Rodríguez Gómez. Aunque es difícil probar

Encarnación Hernández Luna, posiblemente la mujer que más alta graduación alcanzó en el Ejército Popular Republicano, desfilando al frente de sus hombres en mayo de 1937. Archivo ABC. Fernanda Jacobsen y la Unidad Escocesa de Ambulancias en abril de 1937, antes de partir al Frente Sur del Tajo. Archivo General de la Administración.

su presencia concreta en el Sur del Tajo, sí que la consideramos probable, ya que Santiago Álvarez cita en “Las milicias populares gallegas” que participó, desde el combate de Seseña, en todas las batallas de la guerra. Otras mujeres valerosas participaron en todos los frentes de guerra en misiones casi tan arriesgadas como las de combate. Hubo conductoras, telefonistas de campaña, intérpretes, instructoras, enfermeras… En el frente Sur del Tajo intervino una de estas mujeres con coraje, que vino a España desde muy lejos atraída por la labor humanitaria que aquí podía desempeñar. Se trata de Fernanda Jacobsen, comandante de la Unidad Escocesa de Ambulancias. Auxilió a los heridos republicanos en la batalla del mayo de 1937, y a la cabeza de sus hombres soportó un fuerte ataque de la aviación franquista. A su retorno a Madrid fue recibida como una heroína. Los niños perseguían las ambulancias acribilladas a la carrera, al grito de “¡Salud, valiente!”. En las retaguardias, con la mayoría de los hombres en edad útil movilizados como soldados, las mujeres cumplieron un papel fundamental. Del lado franquista no se movilizó la fuerza de trabajo femenina para la industria, en parte por cuestiones ideológicas, pero principalmente porque el flujo del abastecimiento de los aliados alemanes e italianos no lo hizo necesario. En la retaguardia republicana sí que se produjo una amplia incorporación de la mujer al trabajo industrial, que iría incrementándose a medida que se llamaba a filas a las sucesivas quintas. La industria estratégica toledana por excelencia, la Fábrica de Armas, estuvo funcionando gracias a la mano de obra femenina hasta que el Ejército de África se aproximó a la ciudad. Y aún después, cuando fue trasladada a Cartagena y las operarias se convirtieron en todo un símbolo de sacrificio en la retaguardia, al redoblar su ritmo de producción hasta cuadruplicarlo, al más puro estilo stajanovista. El modelo de mujer que preconizaba el gobierno de Burgos estaba frontalmente opuesto al de las soldados del Ejército Popular o las stajanovistas de la Fábrica de Armas. Las organizaciones femeninas de Falange y el Requeté –la Sección Femenina y las Margaritas- propugnaban un absoluto rechazo a la “mujer nueva” de la República, un retorno a su papel

les demandas de madrinas que se publicaban en la prensa local, principalmente en los diarios El Alcázar e Imperio. A continuación, uno de estos anuncios, recogido al azar de las páginas de Imperio, en el que se puede ver la preponderancia de los oficiales entre los que solicitaban el servicio:  

Extracto de un anuncio de solicitudes de madrinas de guerra en la prensa toledana en mayo de 1937. Diario Imperio.

tradicional, de esposa y madre sumisa, profundamente católica, plegada a los intereses del varón y consciente de ese papel. Falange terminaría por asumir un papel hegemónico entre las organizaciones femeninas del Régimen, y acabaría por absorber la organización tradicionalista. Su principal aportación al esfuerzo de guerra se hizo a través del Auxilio de Invierno (luego Auxilio Social), que prestaba ayuda a las víctimas de la guerra, en especial a las familias de los fusilados en zona republicana. Algunos autores defienden que la Sección Femenina –formada paradójicamente por mujeres no casadas y económicamente independientes- llegó a tener un papel relevante en la tímida transformación de las relaciones de género y en la dinamización del cambio social y cultural que se iría produciendo tras la guerra. La primera líder de la Sección Femenina de Toledo, Sagrario Muro, fue asesinada durante el sitio del Alcázar, y la sucedió en el cargo Marina Gómez Oliveros, quien guiaría a su organización en el Decreto de Unificación. Otra manifestación de la contribución femenina al esfuerzo bélico franquista fueron las llamadas “madrinas de guerra”, jóvenes que se ofrecían a los soldados para mantener una correspondencia regular. Tuvieron un papel capital en el mantenimiento de la moral de los soldados, y llegaron a ser un factor que favoreció la exogamia dentro de la cerrada sociedad de la España nacionalista. Aunque también existieron en la zona gubernamental, fue en zona franquista donde lograron su mayor desarrollo desde fechas muy tempranas. Llegaron a constituir una auténtica institución amparada por el Régimen, de carácter cuasi oficial. En el ámbito toledano se puede intuir su generalización a través de las habitua-

“Solicitan madrina de guerra: los alféreces de Infantería Alfonso de Uribe Zorita, Primera Compañía; Ángel de la Iglesia Somavilla, Tercera; Federico del Valle Pérez, Cuarta; José María Gómez Salazar, Cuarta; Emilio Iglesias Gómez, Compañía de Ametralladoras. Pertenecientes al Regimiento Argel número 27, Sexto Batallón. Juan José Alonso, Jefe de la Primera Bandera, Madrid. Joaquín Alós Sopena, practicante del Botiquín Plana Mayor del Segundo Batallón. Regimiento de Infantería Valladolid número 20” En el lado republicano, la participación activa de la mujer en la política toledana fue mucho más intensa. Se había venido gestando desde los primeros momentos de la República, pero, sobre todo, a partir de las elecciones de febrero de 1936. Se crearon sociedades femeninas dentro de los partidos obreros, y la guerra afianzó la militancia femenina. Si bien las mujeres nunca alcanzaron una proporción importante en los puestos de responsabilidad política, el período bélico supuso su incorporación masiva al mundo laboralsindical y a las diversas organizaciones de género: Agrupación de Mujeres Antifascistas, Mujeres Libres… Las responsables femeninas de los partidos tomaban la palabra en encuentros y mítines, muchas con más fortuna que sus compañeros masculinos. En el terreno de las instituciones, debemos mencionar a Carmen Rodríguez, quien en los últimos meses de guerra se convirtió en la primera mujer miembro del Consejo Provincial de Toledo -el órgano de gobierno de la semiprovincia republicana, con capital en Ocaña-. En algunos municipios las mujeres llegaron a las consejerías locales, como Pilar Morales, en el importante núcleo de Mora. Desde un juicio presentista, se puede considerar que las mujeres con cargos de responsabilidad política fueron insignificantes desde un punto de vista cuantitativo, pero su importancia cualitativa debe apreciarse en su justa medida: Toledo era una provincia de baja militancia femenina izquierdista, y cuyo sistema de valores tradicional relegaba a la mujer al último escalón sociocultural.

La sección femenina de Toledo, posando para el fotógrafo con José Sainz Nothnagel, líder local de Falange. Hermandad Nacional de Banderas de Falange Española. Represión franquista contra las mujeres en la provincia de Toledo: las rapadas de Oropesa.

EN LAS CUNETAS Y CEMENTERIOS. LA REPRESIÓN CONTRA LAS MUJERES Y EL FINAL DE LA GUERRA En el análisis de cualquier aspecto de la Guerra Civil en la provincia de Toledo no se puede perder de vista que se trató porcentualmente de una de las provincias más castigadas por la represión de ambos bandos de toda la geografía española.    La represión en el período revolucionario supuso unas 3000 víctimas mortales según las últimas estimaciones. Poco más que el 4% del total fueron mujeres. Contrariamente al tópico, solo una monja toledana fue durante la guerra civil. El historiador José María Ruiz Alonso atribuye esa descompensación por géneros a circunstancias complejas, pero que tienen su origen en el sexismo (incapacidad de guerrear, figura de la madre o compadecimiento hacia el supuesto ser inferior). Si la represión republicana fue de una enorme dureza en Toledo, la franquista la superaría. Los estudios más recientes la cifran en al menos 5000 víctimas mortales, incluyendo la postguerra. El resultado de la guerra y la política de los vencedores nos impide conocer la identidad de una quinta parte de las víctimas, lo que dificulta la elaboración de estadísticas fidedignas en clave de género. En todo caso, se detecta una violencia específica contra las mujeres que no aparece en la represión revolucionaria, que busca erradicar y castigar todo lo que se identificaba con la antinatural “mujer nueva” republicana. A las mujeres que habían participado del aperturismo de la República se las asesinaba, pero también se las humillaba y vejaba. Sabemos que las violaciones, muy difíciles de cuantificar en cualquier conflicto, eran empleadas como una estrategia de terror, especialmente por las columnas africanas. Otro escarmiento habitual que se empleó en Toledo fue rapar a las mujeres y administrarles aceite de ricino. La posiblemente más famosa de las imágenes de rapadas durante la guerra se tomó en el municipio toledano de Oropesa.

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