1808, Guatemala por Fernando VII: iconografía y emblemática en el estudio de las Juras Novohispanas

July 18, 2017 | Autor: I. Rodriguez Moya | Categoría: Emblem studies, Iconografia, Fiesta Barroca América, Emblemática
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Descripción

Rafael López Guzmán, Yolanda Guasch Marí y Guadalupe Romero Sánchez (eds.)

América: cultura visual y relaciones artísticas

Granada, 2015

COMITÉ CIENTÍFICO: Antonio Bonet Correa (Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Madrid) Rafael López Guzmán (Universidad de Granada) Paula André (Instituto Universitario de Lisboa) María Luisa Bellido Gant (Universidad de Granada) Miguel Ángel Castillo Oreja (Universidad Complutense de Madrid) Gloria Espinosa Spínola (Universidad de Almería) Ramón Gutiérrez da Costa (CONICET. Argentina) Rodrigo Gutiérrez Viñuales (Universidad de Granada) Ignacio Henares Cuéllar (Universidad de Granada) María del Pilar López Pérez (Universidad Nacional de Colombia. Bogotá) Víctor Mínguez Cornelles (Universitat Jaume I. Castellón) Francisco Montes González (Universidad de Granada) José Miguel Morales Folguera (Universidad de Málaga) Alfredo J. Morales Martínez (Universidad de Sevilla) José de Nordenflych (Universidad de Playa Ancha. Valparaíso) Adriana Pacheco Bustillos (Universidad Pontificia Católica del Ecuador. Quito) Javier Pizarro Gómez (Universidad de Extremadura. Cáceres) Fernando Quiles García (Universidad Pablo de Olavide. Sevilla) William Rey Ashfield (Universidad de la República. Montevideo) Inmaculada Rodríguez Moya (Universitat Jaume I. Castellón) Ana Ruiz Gutiérrez (Universidad de Granada) Mario Sartor (Universidad de Udine) Miguel Ángel Sorroche Cuerva (Universidad de Granada) José Antonio Terán Bonilla (Dirección de Estudios Históricos del INAH. México) María Victoria Zardoya Loureda (Instituto Superior Politécnico José Antonio Echeverría. La Habana) Wifredo Rincón García (CSIC. Madrid)

© Los autores © Universidad de Granada América: cultura visual y relaciones artísticas ISBN: 978-84-338-5770-5 Depósito Legal: Gr.-515/2015 Preimpresión: Atrio Ediciones, S.L. Printed in Spain

Impreso en España

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SUMARIO

Saudades do Brasil em Portugal. Consideraciones sobre la presencia y ausencia del arte brasileño (siglos xx y xxi) en Portugal Renata Ribeiro Dos Santos [223-228] Influencia y apropiaciones estilísticas en el «Castelo Mourisco» de Río de Janeiro José Manuel Rodríguez Domingo y Renata Barros De Melo [229-238] Los milagros de San Francisco Solano en Iberoamérica y su trabajo evangelizador: aspectos iconográficos María del Amor Rodríguez Miranda [239-246] 1808, Guatemala por Fernando VII: iconografía y emblemática en el estudio de las Juras Novohispanas Inmaculada Rodríguez Moya [247-256] Cuando el corazón es lienzo: retóricas del recuerdo y cultura visual en el barroco hispano Luis Vives-Ferrándiz Sánchez [257-266] 3 IDENTIDAD Y CULTURA VISUAL El Instituto de Cine Nicaragüense, un intento de rescatar y desarrollar la identidad nacional Belén Amador Rodríguez [269-276] La segunda generación pictórica del exilio republicano español: el caso de Regina Raull María Bueno Martínez [277-284] Vázquez de Sola: una voz disonante Angélica Carmenate Portilla [285-292]

1808, Guatemala por Fernando VII: iconografía y emblemática en el estudio de las Juras Novohispanas Inmaculada Rodríguez Moya

Universitat Jaume I. Castellón. España

El interés hacia el estudio de la fiesta en Iberoamérica surge a raíz de los magníficos y pioneros análisis iconográficos de la fiesta novohispana realizados por Francisco de la Maza. Las breves referencias plasmadas por él en torno a las proclamaciones regias han sido suplidas en las décadas posteriores por los trabajos de Jaime Cuadriello, José Miguel Morales Folguera y Víctor Mínguez. Estos historiadores han planteado un modelo metodológico que sitúa el ritual, las arquitecturas efímeras y los programas iconográficos desplegados en estos acontecimientos en su contexto artístico, histórico y social trazando análisis desde el método de la Historia de la Cultura, cuyas interpretaciones han enriquecido con instrumentos como la emblemática y el estudio del ceremonial. El presente trabajo ahonda en el análisis de una de estas ceremonias de proclamación que permite establecer un modelo de celebración determinada fuertemente por el contexto histórico y social. Asimismo es un ejemplo en el que podemos constatar la pervivencia del uso de la iconografía y la emblemática todavía a principios del siglo XIX. Se trata de la jura de Fernando VII en 1808 en la ciudad de Santiago de los Caballeros de Guatemala, 1 donde el despliegue de referencias a los acontecimientos políticos españoles y las gue-

Llamada Santiago de los Caballeros de La Antigua Guatemala, hoy conocida como La Antigua, a 54 kilómetros de la capital actual ciudad de Guatemala. Fue desde 1549 la cabecera de la Real Audiencia de Guatemala. Una serie de terremotos en el siglo XVIII motivaron el traslado de la capital a Nueva Guatemala de la Asunción, actual capital, donde tuvieron lugar los festejos. 1

rras napoleónicas en Europa marcó el desarrollo de las ceremonias, tanto en su contenido simbólico como en el calendario festivo, a tenor de las noticias que llegaban desde España. También sirvió el programa para manifestar la propia identidad de los guatemaltecos y para resaltar la importancia de la Historia en la conformación de nociones como Patria y Nación. 1.   Las Juras Reales en la monarquía hispánica Los estudios sobre el ceremonial de la monarquía hispánica y las producciones artísticas generadas en el mismo tienen ya en la historiografía española un largo recorrido de tres décadas. En este sentido cabe destacar la labor de historiadores del arte como Antonio Bonet Correa, Santiago Sebastián, José Manuel Nieto Soria, Pilar Pedraza, Teresa Zapata de la Hoz, Mª Adelaida Allo Manero, Victoria Soto Caba, Víctor Mínguez y José Miguel Morales Folguera. Sin embargo, sus trabajos o bien han sido de carácter general sobre la fiesta, o bien se han centrado en un ritual y época determinada como pueda ser el de las exequias regias, o bien han abordado el tema del estudio de las juras desde un festejo concreto. Ciertamente existe una amplia bibliografía sobre el tema de las proclamaciones regias en la monarquía hispánica, pero presentan el inconveniente de ser estudios muy particulares sobre la exaltación de un monarca en una ciudad determinada. El ceremonial para las proclamaciones de los monarcas hispanos desde el siglo XV al XIX es bien conocido como «acto político de adhesión a la

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monarquía». 2 Como se ha destacado, esta particular fórmula celebrativa constituía un gesto de ciega lealtad a la monarquía reinante, de reconocimiento físico del rey y de multiplicación de su imagen y de manifestación de prosperidad con el reparto de monedas. Así los súbditos hispanos renovaban el pacto de lealtad y de devoción hacia su monarca. Ante la ausencia del monarca, eran su retrato, el Pendón Real y todos los adornos relacionados con la cultura visual —como jeroglíficos, alegorías, escudos, esculturas y pinturas— los que personificaban y materializaban ese acto de sumisión. Todo este despliegue iconográfico estaba sostenido por magníficas arquitecturas efímeras en forma de tablados, arcos de triunfo, obeliscos conmemorativos o complejas edificaciones. En este sentido, así como los grabados que reproducían los catafalcos de los monarcas españoles fueron muy frecuentes y se han conservado muchos, es notablemente más escasa la presencia de estampas reproduciendo los tablados de jura. Del siglo XVII se conservan muy pocos, siendo quizá el de la jura de Carlos II en Lima en 1666 el ejemplar más destacable. Se han conservado más imágenes de tablados y desfiles del siglo XVIII de las proclamaciones de Orihuela, Valencia, Madrid, Barcelona, Tarazona, Sevilla, Granada, y en los virreinatos americanos y territorios italianos. Aún así son también un número reducido en comparación a los grabados luctuosos. La excepción son las proclamaciones de Carlos IV, de las que se conservan más estampas. Mientras que para el siglo XIX los ejemplos se multiplican, especialmente con las juras de Fernando VII e Isabel II, en este último caso estrictamente españolas. Complementan estas fuentes iconográficas para el estudio de las proclamaciones regias los retratos de jura, las medallas conmemorativas y las litografías y fotografías, que permiten multiplicar las fuentes iconográficas para el estudio de los programas de exaltación regia. Uno de los estudios pioneros en el ámbito del ritual regio hispano fue el libro de José Manuel Nieto Soria sobre las Ceremonias de la realeza, que parte de un análisis desde la Historia Medieval. 3 Su texto,

2 Mínguez, Víctor. «Reyes absolutos y ciudades leales. Las proclamaciones de Fernando VI en la Nueva España». Tiempos de América, 2 (1995), pag. 19. 3 Nieto Soria, José Manuel. Ceremonias de la realeza. Pro-

centrado en la Castilla Trastámara, ofreció una panorámica en torno a los rituales de acceso al poder, recepción de monarcas, liturgia religiosa y política, tránsitos vitales y ceremonias de victorias, con escasa incidencia en el campo iconográfico. Sin embargo, sus análisis sobre el origen y la importancia del ritual desvelaron cómo éste constituía un agente de confirmación o transformación del poder entre los gobernantes y gobernados, destacando la importancia de la escenografía como medio para «hacer creer», convencer o persuadir de la legitimidad del poder. 4 Asimismo, supo resaltar el papel de la dimensión retórica de las ceremonias y ritos políticos considerándolos parte integrante del sistema político y de la estructura del poder. En ellos la imagen, en sus múltiples soportes, y el gesto tienen una gran capacidad de comunicación y constituyen un recurso retórico más. Nieto Soria destacó en el estudio del ritual la eficacia propagandística de motivaciones racionales e irracionales, de los símbolos y gestos de una determinada comunidad política para establecer en cada caso su capacidad propagandística y legitimadora, que calificó como de efecto orgánico. Al respecto de las ceremonias de acceso al poder como entronizaciones, juras y exaltaciones, Nieto Soria se centró en el origen del ritual del pacto entre el monarca y la representación del reino. Para el caso Trastámara las fuentes desvelaron la diversidad en el ritual desde la entronización, coronación, levantamiento del pendón, actos de reverencia y homenaje, juramentos y besamanos. También una evolución desde actos sin proyección pública a rituales acontecidos en las plazas de las ciudades más importantes del reino a partir de la jura en 1474 en Segovia de Isabel I. Las crónicas a partir de este momento fueron más abundantes, describiendo las juras en las diferentes ciudades y la riqueza del ceremonial y de sus adornos hasta desarrollarse, como es bien conocido, un género propio, el de las relaciones festivas. También incorporándose nuevos elementos al ritual: la entrada regia, el desfile cívico y público, y la utilización del pendón como elemento simbólico regio. El historiador también desveló las diferencias con respecto a otras casas reales a partir de este

paganda y legitimación en la Castilla Trastámara. Madrid: Nerea, 1993. 4 Nieto Soria, José Manuel. Ceremonias de la realeza... Op. cit., pág. 16.

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momento: la ausencia de unción y coronación que despojaba al ritual de connotaciones religiosas. Por último, la estrecha relación entre ritos funerarios y ritos de proclamación, al legitimarse el nuevo rey a raíz de la muerte del precedente. Ha seguido su estela desde la Historia Moderna y ofreciendo un análisis completísimo y global sobre las ceremonias públicas en la época de los Austrias el historiador Jaime García Bernal. 5 Desde la Historia del Arte el estudio de las juras reales peninsulares y en los territorios de la monarquía ha sido abordado de manera específica por historiadores como Jesús Pascual Molina para las proclamaciones vallisoletanas del XVI, 6 Pedro José Pradillo y Esteban para el caso de Guadalajara, 7 Juan Antonio Sánchez Belén para Álava, 8 Lozano Bartolozzi para Badajoz, 9 Jesús A. Marina Barba diversas proclamaciones regias, 10 Esther Galindo para Carlos III en Barcelona, 11 Pedro Hernández para Carlos III en La Laguna, 12 Carmen Montoya para Fernando VI y Carlos IV en Sevilla, 13 Rosario Camacho

para Carlos IV en varias ciudades de Andalucía, 14 Ismael Gutiérrez para Carlos IV en Madrid, 15 José Luis Melendreras para Carlos III y Carlos IV en Valencia, 16 María Pilar Monteagudo para Fernando VII en Valencia, 17 Reyes Escalera para las juras borbónicas en Málaga y Granada, 18 Victoria Soto Caba para Carlos III y Carlos IV, 19 entre otros muchos estudios de carácter más particular. El Grupo de Investigación IHA, al que pertenezco, las ha abordado en obras de carácter general sobre la fiesta en los Reinos de Valencia, en los virreinatos americanos y en los reinos de Nápoles y Sicilia, dentro de su proyecto Triunfos Barrocos. 20 Todos estos trabajos citados han seguido una metodología en algunos casos positivista de mera descripción de los festejos, pero muy a menudo su punto de vista ha sido desde la Historia del Cultura o desde la interpretación iconográfica y emblemática, aportando interpretaciones

dón,

5 García Bernal, Jaime. El fasto público en la España de los Austrias. Sevilla: Universidad de Sevilla, 2006. 6 Pascual Molina, Jesús Félix. «El «Templo de la Fama»: una arquitectura efímera para la proclamación de Fernando VII en Valladolid». BSAA, 78 (2012), págs. 17-216. 7 Pradillo y Esteban, Pedro José. Guadalajara festejante: ceremonias y fiestas de lealtad a la monarquía. Guadalajara: Aegidius, 2004. 8 Sánchez Belén, Juan Antonio. «Proclamación del monarca en la provincia de Álava durante el siglo XVII». Espacio, tiempo y forma. Serie IV, 10 (1997), págs. 173-200. 9 Sánchez Lomba, Francisco Manuel; Lozano Bartolozzi, M.M. «Fiestas de proclamación de Fernando VI en Badajoz». Norba-arte, 7 (1987), págs. 183-194. 10 Marina Barba, Jesús A. «La proclamación de Carlos II en Granada». Chronica nova: revista de historia moderna de la Universidad de Granada, 16 (1988), págs. 233-242. Marina Barba, Jesús A. «La relación monarquía-ciudad en el mecanismo sucesorio: proclamación y honras fúnebres de Felipe V en Ciudad Real en 1746. Cuadernos de estudios manchegos, 18 (1988), págs. 275-289. 11 Galindo Blasco, Esther. «La real proclamación de Carlos III en Barcelona, aspectos plásticos». Pedralbes: Revista d’historia moderna, 8, 2 (1988), págs. 577-586. 12 Hernández Murillo, Pedro. «Alegorías y aparatos efímeros en la fiesta de la proclamación de Carlos III en la Ciudad de la Laguna: 1760». En: López Poza, Sagrario (ed.). Florilegio de estudios de Emblemática. A Coruña: 2004, págs. 439-446. 13 Montoya Rodríguez, Carmen. «Palabras, imagen y poder. Iconografía de las Casas Capitulares para las fiestas de proclamación de Carlos IV». IC Revista Científica de Información y Comunicación, 4 (2007), págs. 253-271. Montoya Rodríguez, Carmen. «Crítica e ideología en el siglo ilustrado: la opinión pública ante las fiestas sevillanas con motivo de la proclamación de Fernando VI». En Astigarraga Goenaga, Jesús; López-Cor-

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María Victoria. Urquijo, José María. Ilustración, ilustraciones. Madrid: Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, Sociedad Estatal para las Conmemoraciones, 2009, págs. 447-462. 14 Camacho, Rosario. «Fiestas por la proclamación de Carlos IV en algunas ciudades andaluzas». En: Torrione, Margarita (dir.). España festejante. Málaga: Diputación de Málaga, 2000, págs. 495-504. 15 Gutiérrez Pastor, Ismael. «Alegorías de Luis Paret para la proclamación de Carlos IV (1789) y otras obras». Goya, 313314 (2006), págs. 271-282. 16 Melendreras Barceci, José Luis. «Fiestas celebradas en Orihuela, con motivo de la proclamación del rey Carlos IV, en 1789». Archivo de arte valenciano, 74 (1993), págs. 87-91. Melendreras Gimeno, José Luis. «Proclamación de Carlos III en la ciudad de Valencia». Archivo de Arte Valenciano, 78 (1997), págs. 223-231. 17 Monteagudo Robledo, María del Pilar. «La fiesta y el control político en la proclamación de Carlos II en Valencia». En: Romero Ferrer, Alberto. De la ilustración al romanticismo: VI encuentro Juego, fiesta y transgresión, 1995, págs. 319-328. 18 Escalera Pérez, Reyes. La imagen de la sociedad barroca Andaluza. Málaga: Universidad de Málaga, 1994, págs. 45-98. 19 Soto Caba, Victoria. «Fiesta y ciudad en las noticias por la proclamación de Carlos IV». Espacio, Tiempo y Forma, Serie VII, t. 3 (1990), págs. 259-271. Soto Caba, Victoria. «Gozo y Corona de Granada, en la proclamación solemne del Rey neustro señor don Carlos III». Chronica nova: Revista de historia moderna de la Universidad de Granada, 17 (1989), págs. 501-503. 20 Mínguez, Víctor; González, Pablo; Chiva, Juan; Rodríguez, Inmaculada. La fiesta barroca. Los reinos de Nápoles y Sicilia, 1535-1713. Castellón: Universitat Jaume I. Regione Siciliana, Assessorato dei beni culturale de dell’identità siciliana. Biblioteca centrale della Regione Siciliana «Alberto Bombace», 2014. Mínguez, Víctor; Rodríguez, Inmaculada; González, Pablo; Chiva, Juan. La fiesta barroca. Los virreinatos americanos, 1560-1808. Castellón: Universitat Jaume I, Universidad Las Palmas de Gran Canaria, 2012. Mínguez, Víctor, González, Pablo; Rodríguez, Inmaculada. La fiesta barroca. El reino de Valencia, 1599-1802. Castellón: Universitat Jaume I, Consell Social, 2010.

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artísticas y culturales de gran interés. No obstante, como se puede observar, se ha puesto mayor interés en el estudio de las juras borbónicas, seguramente porque sus testimonios iconográficos son más abundantes y porque el elemento de propaganda regia y ciudadana en los programas es más acusado. Podríamos citar el ejemplo de algunos territorios que por las circunstancias políticas del periodo vieron amenazada su identidad y sus fueros, como fueron el Reino de Valencia y el Reino de Mallorca, donde las referencias a la idiosincrasia de sus habitantes y a sus determinantes históricos y culturales fueron continuas, permitiendo un análisis más cultural de sus imágenes. 21 De este modo, se ha prestado menor interés a las proclamaciones de los Austrias, de las que apenas se conservan imágenes, siendo mucho más abundantes los testimonios documentales, que por su carácter narrativo y repetitivo resultan menos atractivos, dejando a la imaginación la reconstrucción artística de los adornos. Sin embargo, convendría prestar atención en estos testimonios a aspectos de carácter histórico y político que determinaron a menudo el ceremonial e incluso los aspectos suntuarios e icónicos de la fiesta. 2.   Proclamaciones en Iberoamérica En cuanto al caso de las fiestas de exaltación regia en Iberoamérica sucede otro tanto, pues los estudios también han sido muy particulares y centrados en el periodo borbónico, con especial incidencia en la figura de Fernando VII, cuya exaltación al trono supuso una explosión de festejos por todos los territorios americanos. En este sentido debemos destacar la labor de José Miguel Morales Folguera, Víctor Mínguez y Rafael Ramos Sosa con estudios de carácter general, 22 así como otros particulares de los mismos autores, 23 o de historiadores destacados

21 Véase: Rodríguez, Inmaculada. «Un archipiélago para los Borbones: fiestas regias en Mallorca en el siglo XVIII». En prensa. 22 Los trabajos más importantes de carácter general son los de Morales Folguera, José Miguel. Cultura simbólica y arte efímero en la Nueva España. Sevilla: Junta de Andalucía, 1991; Ramos Sosa, Rafael. Arte Festivo en Lima Virreinal. Sevilla: Junta de Andalucía, 1992 y Mínguez, Víctor. Los reyes distantes, Diputación de Castellón. Castellón: Universitat Jaume I, 1995. 23 Mínguez, Víctor. «Reyes absolutos y ciudades leales. Las proclamaciones de Fernando VI en la Nueva España». Tiempos de América, 2 (1995), págs. 19-33. Mínguez, Víctor. «El rey sanador: meteorología y medicina en los jeroglíficos de la jura de Fernando

como para el caso novohispano Guillermo Tovar de Teresa, 24 Jaime Cuadriello, 25 Elena Isabel Estrada de Gerlero, 26 María José Garrido Asperó, 27 y la que suscribe, 28 o Alfonso Mola, 29 Guillermo Brenes, 30 y Carlos A. Page para otros territorios. 31 En estos casos también en su gran mayoría los estudios han partido del análisis de las relaciones festivas, y sólo en algunas ocasiones las actas de cabildo o la documentación de archivo han servido de sostén para una interpretación global de la fiesta. En este sentido, convendría tener en cuenta los nuevos medios tecnológicos que han puesto al abasto estas series documentales y que permiten contrastar lo acontecido con lo narrado en estos textos de carácter generalmente apologético. Por ejemplo, la reciente publicación online de los Libros de Cabildo del Ayuntamiento de Lima permitirá conocer con mayor detalle estas fiestas de exaltación regia. También en el caso de Iberoamérica encontramos el desequilibrio entre el interés puesto hacia la dinastía Austria y la dinastía borbónica, aunque

VI». En Cuadriello, Jaime (dir.). Juegos de ingenio y agudeza. La pintura emblemática de la Nueva España. México: Museo Nacional de Arte, 1994, págs. 182-192. Mínguez, Víctor. «La ceremonia de jura en la Nueva España. Proclamaciones fernandinas en 1747 y 1808», Varia Historia, 37 (2007), págs. 273-292. 24 Tovar de Teresa, Guillermo. «Arquitectura efímera y fiestas reales. La jura de Carlos IV en la ciudad de México, 1789». Artes de México, 1 (1993), págs. 19-46. 25 Cuadriello, Jaime. «El discurso de la ceremonia de jura: un estatuto visual para el reino de Nueva España». Tiempos de América, 2 (1998), págs. 3-18. 26 Estrada de Gerlero, Elena Isabel. «El obelisco de Carlos III en la Plaza Mayor de Puebla». En Pérez Martínez, Herón; Skinfill Nogal, Bárbara (eds.). Esplendor y ocaso de la cultura simbólica. México: El Colegio de Michoacán, Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, 2002, págs. 97-110. 27 Garrido Asperó, María José. Fiestas cívicas históricas en la ciudad de México, 1765-1823. México: Instituto Mora, 2006. 28 Rodríguez Moya, Inmaculada. «Las juras de los últimos borbones en Nueva España. Arquitecturas efímeras, suntuosidad y gasto». En: López Calderón, Carme; Fernández Valle, Mª Ángeles; Rodríguez, Inmaculada (eds.). Barroco Iberoamericano. Identidades culturales de un Imperio. Santiago de Compostela: Andavira Editora, 2013, vol. 2, págs. 57-86. 29 Alfonso Mola, Marina. «Fiestas en honor de un rey lejano, proclamación de Felipe V en América». En: XIV Coloquio de historia canario-americana, Las Palmas de Gran Canaria: Cabildo de Gran Canaria, 2000, págs. 2142-2172. 30 Brenes Tencio, Guillermo. «La fidelidad, el amor y el gozo: la jura del rey Fernando VII (Cartago, 1809)». Revista de ciencias sociales, 119 (2008), págs. 55-81. 31 Page, Carlos A. «Las proclamaciones reales en Córdoba del Tucumán». Revista complutense de historia de América, 30 (2004), págs. 77-94.

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quizá en el caso americano resulta más interesante esta última. El estudio de la fiesta borbónica en Iberoamérica permite comprobar una retórica de la identidad y del papel de la Historia mucho más acusado por el surgimiento incipiente ya en el siglo XVII del criollismo, convertido en el XVIII en abierta diferenciación entre una identidad americana y una peninsular, y transformada en el XIX en nacionalismo, autonomismo e independentismo. Mientras para el periodo de los Austrias son los aspectos suntuarios y de mestizaje de la fiesta los que revelan una política de fomento de la adhesión a la dinastía austríaca y a su ideología desde las instancias del poder virreinal. 3.   Guerra

e historia:

Guatemala

fiel a

Fer-

nando vii

Como hemos afirmado líneas arriba, la exaltación al trono de Fernando VII supuso una explosión de manifestaciones festivas y de lealtad por toda Iberoamérica calificada como «fidelismo». 32 Desde las grandes capitales de México y Lima hasta la más pequeña de las comunidades americanas celebró la jura de Fernando VII, manifestando su adhesión al joven y deseado monarca frente al pérfido Napoleón a través de la fiesta, los retratos, los obeliscos y medallas conmemorativas, las canciones y poemas adulatorios. En todos ellos llama la atención el uso de los símbolos tradicionales de la monarquía hispánica: leones, águilas, orbes, escudos; 33 y de la mitología clásica y de las personificaciones alegóricas de virtudes y territorios. Pero entre éstos destacan otros ele-

32 Landavazo, M. A. La máscara de Fernando VII. Discurso e imaginarios monárquicos en una época de crisis. Nueva España, 18081822. México: El Colegio de México, 2001. 33 Mínguez, Víctor. «Leo Fortis, Rex Fortis: el león y la monarquía hispánica». En: Mínguez, Víctor y Chust, Manuel. El imperio sublevado: monarquía y naciones en España e Hispanoamérica. Madrid: CSIC, 2004, págs. 57-94. Mínguez, Víctor, Rodríguez, Inmaculada. «Los imperios del águila». En: Chust, Manuel (ed.). Bastillas, cetros y blasones. La Independencia en Iberoamérica. Madrid: Fundación Mapfre Tavera, 2006, págs. 245-281. Rodríguez Moya, Inmaculada. «Dos son uno. Los orbes en el discurso iconográfico de la unión entre España y América (1808-1821). Semata, 24 (2012, págs. 269-289. Rodríguez Moya, Inmaculada. «La construcción heráldica del Imperio carolino en América. Los primeros escudos nobiliarios y urbanos». En: De Maria, Sandro y Parada López de Corselas, Manuel. El Imperio y las Hispanias de Trajano a Carlos V. Clasicismo y poder en el arte español. Bologna: Bologna University Press, 2014, págs. 517-532.

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mentos que las particularizan: la alusión a la unión y a la concordia entre España y América, y lo que nos interesa en este momento, las referencias a la Historia y a la Guerra de Independencia. En este sentido, es particularmente interesante la proclamación que tiene lugar en Santiago de los Caballeros de Guatemala por el uso que se da a la iconografía, a la mitología y a la emblemática para destacar estos últimos aspectos, aunando también elementos de raigambre clásica y napoleónica. La antigua ciudad de Santiago de los Caballeros había pasado en el último tercio del siglo XVIII por una serie de terremotos que habían obligado a la población a buscar un nuevo emplazamiento. El traslado entre 1774 y 1775 supuso el enfrentamiento de la ciudad, creándose dos facciones en pro y en contra del mismo. La nueva ciudad de Guatemala intentaba recuperar en 1808 su antiguo esplendor e importancia económica, 34 y el alcalde y alférez real, Antonio Juárros y Lacunza, del partido monárquico, se encargó de que estos festejos sirvieran para manifestar su lealtad a la corona española en un periodo en el que ya se oían voces autonomistas. Seguramente él comisionaría la redacción de la relación festiva. La narración de esta ocasión es particularmente interesante porque narra la cronología de festejos al par que la de los acontecimientos que estaban sucediéndose en la península, de modo que encontramos en ella respuestas rituales inmediatas a los hechos históricos. La relación impresa está ilustrada con magníficos grabados realizados por José Casildo España, Francisco Cabrera y Manuel Portillo recogiendo con detalle y a través de veinte imágenes los adornos del tablado. 35 Todos ellos eran discípulos del magnífico grabador Pedro Garci-Aguirre, grabador mayor de la Casa de Moneda de Guatemala. 36 La propia

Luján Muñoz, Jorge. «La Nueva Guatemala, el espíritu ilustrado en el Reino de Guatemala e hipótesis sobre algunas de sus consecuencias». Revista de la Universidad del Valle de Guatemala, 18, págs. 15-35. 35 Guatemala por Fernando VII el día 12 de Diciembre de 1808. El único estudio es la tesis de maestría de Ninel Valderrama Negrón, parcialmente publicado en «El artilugio del tiempo en un tablado en honor a Fernando VII en Guatemala», Revista Imágenes, (México, 2011), y el de Dym, Jordana. «Enseñanza en los jeroglíficos y emblemas: Igualdad y lealtad en Guatemala por Fernando Séptimo (1810)». Secuencia. Revista de historia y ciencias sociales, núm. Conmemorativo. México: Instituto Mora, 2008, págs. 75-102. 36 Valderrama, «El artilugio del tiempo». 34

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portada de la relación ya introduce el elemento de la Historia como un aspecto fundamental al presentar a la Fama sosteniendo el título, para desplegar más abajo el retrato de Fernando VII sostenido por una matrona coronada de Laurel, mientras la Historia, apoyada en el anciano tiempo y asistida por un Cupido, escribe en su libro. Curiosamente la composición guarda una gran semejanza con el lienzo de Goya conocido como Alegoría de la villa de Madrid (Ayuntamiento de Madrid), realizado en 1810, y que en origen ostentaba en el óvalo el retrato de José I, luego repintado en diversas ocasiones con la palabra «Constitución», de nuevo José I, Fernando VII y finalmente «Dos de mayo». El anónimo autor deja claro en su pequeña introducción la intención de los festejos: «sostener el decoro de la corona, valuar los quilates del fino vasallaje de un pueblo que le idolatra, descubrir la unión intima», y lo que nos interesa «formar la historia del patriotismo» y narrar «unas funciones que pusieron el ultimo sello a la lealtad guatemalteca». La idea del joven y prometedor rey «perseguido y maltratado» y empujado por las circunstancias al trono español que debía regir «a pesar de las más infernales maquinaciones: el coloso que quiso hacerle sombra», está presente también en la justificación de tan magníficas fiestas. De gran relevancia en este texto introductorio son las ideas de la Patria y la Nación melancólicas por la opresión de los enemigos. La ciudad de Guatemala se destaca en el texto como el más leal de los territorios, criticando a los «estadistas espantadizos» que tan mal habían evaluado la fidelidad americana y vinculando su suerte a la del idolatrado rey, ahora preso, a pesar de que nunca los americanos habían visto los amorosos ojos de sus reyes. Por ello la relación abunda más en cómo los acontecimientos históricos que se sucedieron entre los meses de marzo y diciembre afectaron a los ciudadanos, pendientes de lo que sucedía en la península: la exaltación, la prisión del rey, y la liberación de Madrid, y cómo éstos respondieron ante ellos con continuas muestras de fidelidad. Todo ello, incluso, a pesar de la falta de fondos de propios para la celebración, teniendo que aportar el dinero los miembros del Real Consulado de Comercio, el marqués de Ayzinena, los gremios, los capitulares del Ayuntamiento y el Monte Pío de cosecheros de añil. Desde que se recibiera la real orden se sucedieron las manifestaciones de lealtad a través de la ostentación de los habitantes de retratos, me-

dallones engastados, estampas, iniciales, miniaturas, etcétera, sobre su cuerpo y en sus casas. Además de esta exaltación cívica, también fue importante la religiosa, pues se aprovechó cualquier festividad como San José, jubileos de cuarenta horas o cualquier acción de gracias y misa, para pasear su retrato y hacer iluminaciones. Se seguía así el lema de «Religión, Rey y Patria» acuñado en una de las monedas. Las noticias que iban llegando suponían nuevos regocijos como carros triunfales e iluminaciones donde retratos, símbolos dinásticos e imágenes religiosas se confundían: orbes y naves de la Iglesia con el retrato del rey. La efigie del monarca era tan importante en estas manifestaciones que los miembros de la Real Audiencia, de la Universidad de San Carlos y del Real Consulado de Comercio llevaban colgado a diario de su cuello su retrato. Las monedas que se acuñaron tenían la inscripción de «Fernando VII. Rey de España y de sus Indias», proclamando así un concepto de pertenencia personal. Se decidió que la ceremonia tuviera lugar el 12 de diciembre, día de la Virgen de Guadalupe, no sin un interés evidentemente criollo, en el que se levantó el tablado frente a la Plaza Mayor, que se había remozado, colocando nuevos cajones mercantiles, adoquinando el patio del Ayuntamiento, blanqueando los portales. El tablado se alzó entre la fuente con la estatua ecuestre de Carlos III y la fachada de la Real Audiencia, y tenía forma octogonal irregular de diez varas de diámetro, con un zócalo y un templete. La estructura contaba con ocho columnas de orden jónico, con ocho pilares en su parte interior del que arrancaban ocho arcos y con un cielo raso. Se remataba por cuatro frontones áticos triangulares en cada frente flanqueados por sendas esculturas sobre pedestales en los lados cortos del ochavo, y rematados en su vértice por otros tantos sotabancos con grupos escultóricos. Sus artífices fueron: el maestro carpintero Agustín Guevara, el pintor Luis Santa-Cruz, quien se ocupó las imitaciones de mármoles y dorados de la arquitectura, mientras que el pintor Mariano Pontaza y José Muñoz se ocuparon de las representaciones alegóricas. Dionisio Contreras fue el escultor encargado de los grupos de figuras. A pesar de encontrarnos en 1808, la alegoría, los jeroglíficos y la emblemática no sólo todavía servían a los propósitos de la persuasión política, sino que además conscientemente fueron usadas en la confección de este monumento efímero para instruir

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por los ojos al pueblo sobre los sucesos «espantosos» que tenían lugar en Europa. Por tanto, la intención del programa fue claramente didáctica y conmemorativa, pero además política e ideológicamente persuasiva con el propósito de que toda la ciudad conociera los acontecimientos históricos y se convenciera de su injusticia. Ninel Valderrama ve además la transmisión del mito del rey-héroe en todo ello. El ideario del programa fue el propio maestro de ceremonias del ayuntamiento y alférez Antonio Juarros, quien además reunió a los maestros artesanos de la ciudad para discutir el programa iconográfico del tablado. El texto manifiesta la inspiración para estas composiciones en la Metamorfosis de Ovidio, pero también es evidente el uso de la Iconología de Cesare Ripa y de la Iconología de Gravelot y Cochin. 37 El primer frente, el del norte, mostraba en el tablado del zócalo el Templo del Honor con la alegoría de la Historia y el Tiempo rodeados de libros de historia de España, mientras D. Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán, cronista de la ciudad, ofrecía a la ninfa su Historia de Guatemala. Junto a ellos la envidia se comía los libros inéditos, como la Historia natural de Blas Polanco en paradero desconocido. Al fondo se veía un ejército con la infantería y la caballería aproximándose a un puente. El frontón de este frente mostraba sobre una pirámide el retrato de Fernando VII, con las alegorías de Guatemala y sus provincias ofreciendo sus corazones al altar del monarca. 38 Coronaba el frontón la personificación de España sobre los dos orbes dándose las manos y abrazando a las dos Américas (la septentrional y la meridional). En el lado occidental se dibujó de nuevo el retrato del monarca sostenido por una paloma blanca, símbolo de la sencillez y buena fe de la Nación. Dos genios le ofrecían flores, una corona y un cetro. La paloma además era un animal fiero que lanzaba rayos contra el tirano, acompañado de la Discordia y de serpientes. Al otro lado se situaba un templo indestructible y la Religión bendiciendo el busto de Fernando VII, con una profecía de Malaquías que hacía alusión a las guerras y a la juventud que habían presidido el reinado del joven monarca, lleno de virtudes a pesar de los dragones que le insultan

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Ibídem. Chiapas, Nicaragua, Comayagua, San Salvador y Verapaz.

1.—Tablado. Guatemala por Fernando VII el día 12 de diciembre de 1808.

y se burlan. Es decir, la idea entre la lucha del bien y del mal. Para aludir a la extensión y la armonía del Imperio español se representó en el frontón el escudo de armas alado protegiendo con sus alas a las cuatro partes del mundo. La Divina Omnipotencia, como elemento integrador de territorios tan distantes, coronaba el escudo. Los soles naciente y poniente significaban también la extensión de la dominación española. Remataba el triángulo un grupo escultórico de virtudes sosteniendo el retrato del rey. En el lado sur se representó el mapa de Europa sostenido por un águila napoleónica en ademán de alzar el vuelo, y con una espada y una serpiente que significaban la astucia y las armas. Pero las potencias a quienes «el robador de las naciones», es decir, ese águila napoleónica había usurpado sus territorios tiraban hacia el suelo. Alrededor del ave revoloteaban aguiluchos que aludían a Holanda, Nápoles, Westfalia, Parma, es decir, los reinos satélites. En el ático se veía la costa de Cádiz con las personificaciones de Castilla y Guatemala estrechándose las manos,

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2.—Mapa de Europa. Guatemala por Fernando VII el día 12 de diciembre de 1808.

3.—El tigre napoleónico. Guatemala por Fernando VII el día 12 de diciembre de 1808.

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4.—Eolo. Guatemala por Fernando VII el día 12 de diciembre de 1808.

5.—Guatemala borbónica. Guatemala por Fernando VII el día 12 de diciembre de 1808.

mientras Hércules arrancaba las columnas y Colón las llevaba a América. La Fama portaba una tarjeta con los monogramas de «Viva Fernando VII». Remataba el ático un grupo escultórico con la Paz coronando a las personificaciones de España e Inglaterra.

monarcas» se pretendía realzar la estabilidad del imperio español, según el autor. El grupo escultórico de este frente simbolizaba el viaje del rey a Bayona. Fernando, en traje heroico, era sostenido por la Fama, mientras le conducía el Honor y le acompañaba la Buena Fe.

En el lado este se representó a un tigre, simbolizando a Napoleón dominando Francia, mientras la Justicia y el Valor le combatían. Al fondo, en una llanura, se veían varios obeliscos para señalar las batallas de Marengo, Ulm, Jena, Austerlitz y Friedland que eran cubiertos de luto por la personificación de Francia encadenada. En lo alto una paloma tirando de un águila encadenada representaba la victoria de Bailén. En el frontón se aludió a la gloria de Fernando y al origen de la dinastía: Augusto abrazando un globo junto a la Paz y Fernando, rey de dos mundos, junto a la Abundancia. La Providencia derramaba coronas. Con esta comparación de los dos «mayores

Los chaflanes del octógono se decoraron en sus zócalos con cuatro fábulas: Ícaro simbolizaba la caída de Godoy; Hércules domando al toro de Creta aludía de nuevo a Bailén y la victoria del general Castaños sobre Dupont; Hércules y la hidra de Lerna se refería a José Palafox soportando el sitio de Zaragoza; Eolo encadenando los vientos y Alcione empollando sus huevos remitía al duque del Infantando y al conde de Teba apoyando a Fernando con su labor política. Los tableros de imposta se adornaron con genios portando palma y laurel, y el friso con los nombres dentro de guirnaldas de la serie cronológica de los reyes de España desde Pelayo hasta

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Fernando VII. El segundo cuerpo se decoró con las cuatro épocas de la monarquía de Guatemala, llevando sus quipos con los nombres de los monarcas y los símbolos de las distintas dinastías, para significar su propia Historia: Kiché, Kakchiquel, Austriaca y Borbónica. Esta última se acompañaba de un perro con una llave en la boca para simbolizar la lealtad y un ancla la esperanza. Además de este magnífico tablado se construyeron también dos galerías para las autoridades, adornadas con las armas reales, con retratos del fundador de la ciudad Alvarado y de Marroquín, su primer obispo, con la personificación de Guatemala portando un corazón ardiente, con perspectivas fingidas, con tejidos de damasco carmesí y con luminarias. Resulta interesante constatar que los retratos pintados para esta ocasión se habían inspirado en los grabados de Juan Rico y Juan Bruneti, sobre diseños de Antonio Carnicero, y que el de jura fue realizado por Juan José Rosales, destacado retratista guatemalteco 39. No obstante, el autor deja claro que habían llegado otros muchos, pero que éstos eran los mejores. Se trataba de un retrato áulico en el que además el monarca estaba acompañado de la personificación de Guatemala presentándole un corazón. La fortuna permitió que además el día de la jura llegase la noticia de que se había establecido la Junta Suprema Central. La ciudad rendía homenaje así al monarca que consideraban desgraciado en todas sus acciones: perdió a su esposa, su propia sangre intentó quitarle la corona, cayó en manos de Napoleón, fue perseguido de la envidia, calumniado en su corte, oprimido por sus enemigos, etcétera. Pero la mala suerte del rey pareció extenderse a la ciudad y en la medianoche de ese día se incendiaron los cajones de la plaza, quedando gran parte de ellos arrasados, sin más consecuencias. Dos días más tarde se paseó un carro triunfal con la escultura de tamaño natural de Fernando VII, cuyo programa iconográfico incluía de nuevo

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alusiones a la guerra, a la unión de España y América a través de la presencia de dos coronas unidas y de un león sosteniendo dos orbes, y a la fidelidad mediante la personificación de Guatemala con un corazón. Días después seguían las representaciones o tableaux vivants organizados por los gremios en los que a menudo se aludía a acontecimientos históricos, como la alianza de Inglaterra, Austria y Rusia con España o la abdicación de Carlos IV. Hubo fuegos artificiales diferentes días y otros muchos entretenimientos pagados por los gremios: uno de los castillos tenía forma de árbol con un gran corazón que se abría y daba paso a una estatua del monarca, otro imitaba una pirámide con volcanes, orbes coronados, pelicanos y cupidos. En conclusión, este relato festivo es mucho más que la narración de un festejo. Se planeó como un auténtico libro de historia en el que se pretendía dejar testimonio de las manifestaciones de lealtad inmediata de los ciudadanos guatemaltecos ante lo que le estaba sucediendo a su rey. Es también una manifestación de la identidad y la historia guatemaltecas al destacar la importancia de recuperar e integrar su pasado prehispánico en su propio devenir. De hecho, la parte final del texto es un anexo con la documentación de cabildo que recogía transcrita los acuerdos tomados para manifestar la lealtad a Fernando a tenor de las noticias que iban llegando desde la metrópoli. Se trata por tanto de un testimonio excepcional, ya que ninguna otra relación festiva o documento sobre la exaltación al trono de Fernando VII es tan completo y detallado. Pero además, tampoco ningún otro documento festivo cuenta con un repertorio iconográfico tan completo y unos grabados realizados en el continente americano de tan excepcional calidad, que en opinión de Ninel Valderrama servirían como un llamamiento a la imperiosa necesidad de crear una academia de arte, dentro del espíritu ilustrado que ya se manifestaba en la nueva ciudad de Guatemala.

Guatemala por Fernando VII, pág. 46.

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