1 Dialéctica sempiterna sobre el fin del progreso tras la quiebra de la modernidad

July 13, 2017 | Autor: Claudio Cremades | Categoría: Fukuyama, Perry Anderson, Humanidades, Progreso, Ciencias Sociales Y Humanidades, Ideal Del Progreso
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Claudio Cremades Prieto

Dialéctica sempiterna sobre el fin del progreso tras la quiebra de la modernidad Claudio Cremades Prieto 4º grado en Historia en Universidad de Alicante (2015)

Índice: 1. Introducción 2. Definición, límites y conceptualización del progreso 3. La finalidad del progreso: dicotomía económica durante el siglo XX 4. Fukuyama contra Anderson: la bifurcación progresista en nuestros días 5. Conclusiones: una mirada introspectiva 6. Bibliografía

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Introducción Este trabajo aborda la sempiterna pugna entre distintas visiones del progreso, la liberal y la socialista. La disputa se remonta a los padres ideológicos de ambas concepciones, Adam Smith y Hegel (el alemán formula la llegada al final de la Historia ya en el XIX) para elaborar la visión liberal, Marx y Engels para la visión comunista. Hoy en día, y tras varias generaciones de autores enzarzados en el mismo debate, los nuevos pupilos continúan argumentando para ver cuál es el fin del progreso, el fin de la Historia. Una vez la idea de progreso ha reaparecido, o al menos se ha retomado por algunos autores, en un contexto actual alejado de ideologías deterministas, y con una sociedad cada vez más alejada de esa concepción teleológica de la historia y sumida en la ciclicidad del mundo posmoderno, donde el tiempo no lleva a ningún lugar y sólo queda la búsqueda de la felicidad en el ahora, en el placer instantáneo; una cultura como la nuestra, donde el consumo individual de corte hedonista y la pérdida de absolutos caracterizan nuestra estancia, va a presenciar como aún existen idealismos que pretenden guiar a la humanidad, los defensores de la idea de progreso, con todo lo que ella porta implícita en nuestra concepción occidental. La tesis del trabajo es analizar las dos propuestas más relevantes de las últimas décadas en torno a la recuperación del progreso, un estudio donde podemos adelantar su tinte mesiánico bajo premisas filosóficas incontrastables, precisamente alejado del concepto ortodoxo de progreso y su inseparable vertiente científico-técnica durante la modernidad. Definición, límites y adscripciones del concepto de progreso La idea de progreso lleva consigo una serie de creencias que le otorgan un sentido distinto a las propuestas de siglos medievales o precedentes, otras en cambio permanecen inalteradas pues son inseparables de la idea esencial, como la búsqueda de un futuro mejor bajo una historia evolutiva, es decir la esperanza. Pero con la modernidad otras de sus adscripciones variarán. Tras la batalla intelectual entre antiguos y modernos del XVII se repiensa la idea de Historia que desde el Renacimiento había sido degenerativa, y retornan a conjeturar una historia lineal y en ascensión, similar a la agustiniana. Esto se va a conjugar con la Revolución científica y la Ilustración; además de otros

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factores como el evolucionismo de Darwin1 o los descubrimientos geográficos del XVII2. En el mundo de las legitimaciones políticas ésta incipiente racionalidad va a ir secularizando a las instituciones políticas, las concepciones cosmológicas de la sociedad y las teorías de la Historia. Dios es suplantado por la ciencia, la fe por la razón y la providencia por el progreso. Ahora el hombre y su inteligencia son los encargados de llevar a la humanidad hacia cotas mayores. La nueva visión necesita de una Historia que la justifique, y en ese sentido la gran mayoría de historiadores y sociólogos decimonónicos van a configurar un relato histórico caracterizado en etapas, siendo el principal motivo de debate, buscar el factor que en última instancia jalona el tiempo humano, el arché de la Historia. En este sentido, el acercamiento a las posturas empíricas en las ciencias sociales acentúa la vertiente materialista y será casi siempre, un factor externo al individuo el que mueva la historia; véase la economía, la lucha de clases, la política, el desarrollo tecnológico, el medioambiente; pero siempre alejado de conceptos de esencia metafísica, como podría ser el espíritu, el mundo de las ideas o la naturaleza humana, tales conceptos abstractos van a ir siendo marginados al no poder ser empíricamente argumentados. Esta percepción contempla a los individuos como seres pasivos de las fuerzas inmanentes de las estructuras históricas, una visión antihumanista, que no valora el crecimiento personal sino el material, a su vez legitimando la primacía del sistema sobre los integrantes del mismo, validando cierta alienación social en pos de unos valores encarnados por fuerzas supra. El progreso y la ciencia van a ir de la mano en el XIX, construyendo una cosmovisión que no se romperá hasta que las condiciones materiales del mundo produzcan un fuerte desarraigo sobre esa esperanza que en primer lugar vendía el progreso. Esto no quiere decir que la idea crítica contra el progreso nazca de ello, pues venía siendo señalada desde el XIX en Europa, sino que la materialidad del acontecimiento dio razón a tales escritos y la mayoría intelectual y política fue basculando hacia esas ideas3.

ALFONSECA, Manuel, “El mito del progreso en la evolución de la ciencia” en Encuentros multidisciplinares, Madrid, Vol. 1, nº1, 1999, p. 51 2 LE GOFF, Jacques, Pensar la historia: modernidad, presente y progreso, Barcelona, Paidos, 1991 p. 208 3 En triste conclusión, los visionarios son pocos en comparación con los individuos diluidos en el mundo que solo captan sus sentidos. Las ideas existen, pero la realidad fáctica es la que las vende, la que hace posible su consideración, aprobación y preeminencia; como señala Le Goff los acontecimientos y el tiempo transforman las mentalidades. 1

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En historiografía esto se ha traducido en una ruptura de los paradigmas estructuralistas deterministas del XX. Las ideas renovadoras buscan independizarse del estricto paradigma científico y fomentar los estudios pluridisciplinares4, además de recoger “nuevos” presupuestos filosóficos que tiendan al equilibrio de pareceres. Sin embargo la idea del progreso se mantiene en algunos pensadores o corrientes históricas, que apoyan el progreso como visión de la Historia (en especial el materialismo histórico) otros en cambio señalan que es inseparable del pensamiento occidental5. Estos autores dan continuidad al debate entre los dos modelos que se viene dando desde hace dos siglos. La finalidad del progreso: dicotomía económica durante el siglo XX Desde los albores de la modernidad ha existido una bifurcación entre economicistas (extendida a historiadores y filósofos) partidarios del capitalismo y de la planificación estatal, lo que podríamos extrapolar a una realidad subyacente al mundo de las ideas de carácter prácticamente universal, la dualidad entre libertad e igualdad. Este debate sobre hacia donde debe llevarnos el progreso, se consolidó en el XIX. Su esencia es el modo en el que los seres humanos lograremos desarrollarnos completamente, y alcanzar la plenitud. Mismo objetivo, distintas formas. Durante la década de los 20’ y 30’ la creencia en el progreso era dominante en todos los sectores del mundo desarrollado. Estados Unidos es la mejor representación del liberalismo y la Unión Soviética del comunismo. Pero sí alguien sufrió el lado oscuro del progreso fue sin duda Europa Occidental. Esa vertiente tenebrosa se concentra en tres conceptos relacionados, el poder, el nacionalismo y el racismo. El progreso conlleva la idea de libertad pero a su vez la de universalidad y civilización. Los poderes políticos emergentes apoyados en el absolutismo pensado por Hegel o Fichte van a ir engrosando esas instituciones que debían otorgarnos la plena libertad, pero se buscará dentro de un contexto político como motor de los nuevos valores, que acaban siendo una legitimación del sistema gobernado por seres humanos con intereses distintos. Por otro lado, la visión marxista otorgaba un estadio posterior al final 4

NOIRIEL, Gérard, Sobre la crisis de la historia, Valencia, Frónesis, 1997 (ed. or. 1996, París) p. 101-102. En esta obra se sintetiza ese punto dramático y de renovación que viven las ciencias sociales. En la página 52 se recomienda leer el capítulo titulado “De la Historia-arte a la Historia-Ciencia” recogiendo el pensamiento de Kuhn o Koselleck 5

CAMPILLO, Antonio, Adiós al progreso: una meditación sobre la Historia, Barcelona, Anagrama, 1985 p. 14

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hegeliano, la dictadura del proletariado. ¿No contó Marx con la obviedad de la formación del partido único?6 Esta visión progresista puede llevar aparejadas distintas idiosincrasias, pues sí en el cristianismo se liga a un recorrido espiritual que finaliza con la plenitud del alma en el paraíso, para Nisbet “el occidente moderno significó varios caminos hacia donde transitar, apoyados por la razón, las instituciones libres y la creatividad, pero causó un incremento de las funciones del Estado, y una mayor interferencia en las vidas humanas o el ascenso de una raza determinada”. El mecanicismo y la racionalidad instrumental llevaron a Occidente a nuevos hitos históricos, la Primera Guerra Mundial, la Gran Depresión, los totalitarismos, la Segunda Guerra Mundial, el miedo a destruir la ecología global, el terror de Auschwitz. La idea de progreso se desvanece como conductor civilizatorio y lo que quedó tras la experiencia totalitaria y bélica fue la descreencia. Una sociedad traumada por haber ido demasiado lejos, el horror desatado en el corazón de Occidente y un progreso que no había cumplido lo ofrecido, no había acercado a los hombres al paraíso sino que había traído el infierno a la tierra. Es cuando se recuperan esos autores decimonónicos, que ya criticaban esas promesas progresistas, Tocqueville, Burckhardt o Nietzsche. Pasamos a la era posmoderna en el arte y la cultura; pero sobre todo al contexto de la Guerra Fría y la plasmación de la defensa de los dos polos económicos del progreso; el liberalismo americano y el comunismo ruso. Una batalla ideológica donde las armas dejan paso a la propaganda (al menos en suelo propio). Poco antes de la caída del muro de Berlín en 1989, Fukuyama proclamó la victoria del liberalismo, entonces autores de corte marxista (último baluarte de la idea de progreso) lanzaron sus críticas contra el americano, rescatando un renovado modelo de planificación socialista. La dialéctica del XIX, la misma persistencia en el XX y en la etapa finisecular tan sólo nuevos protagonistas. Fukuyama contra Anderson: la dicotomía progresista en nuestros días La dualidad entre liberalismo y comunismo, parece quedar resuelta en 1989 tras la caída del muro, y así lo proclamó Fukuyama en su ¿El fin de la Historia?, meses antes del acontecimiento, lo que dio más

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NISBET, Robert, Historia de la idea de progreso, Barcelona, Gedisa, 1996 (ed. or. en inglés de 1980)

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resonancia a su artículo. Tras el polémico trabajo, cientos de voces se alzaron contra su figura por la defensa del modelo neoliberal norteamericano que formuló, la derecha y la izquierda criticaron abiertamente al americano. El referente contrario es Perry Anderson, que escribe con el perspicaz título Los fines de la historia, una contestación al anterior. Anderson no es demasiado pasional contra Fukuyama, es más dice que la base de las críticas izquierdistas no lograron derribar las ideas subyacentes en Fukuyama. No por ello no dejará de hacer una crítica contra el capitalismo7. Perry Anderson aborda a Fukuyama pues éste señalaba que el liberalismo había triunfado, no por imposición sino por falta de alternativas mejores; Anderson añade otra etapa, el socialismo (al igual que hizo Marx). La obra de Fukuyama es realmente digna de atención por las ideas que esconde. Su concepción de la historia es lineal, o más bien como una carretera con curvas8. Con esa metáfora trata de salvar la decadencia del progreso tras la Segunda Guerra Mundial, y achacarla a factores psicológicos normales dentro del trauma que sacudió a Occidente y en todo caso, a una contingencia que no frena el proceso general. El americano retoma la visión progresista, y la relaciona nuevamente (o consecuentemente) con la ciencia moderna, a lo que continúa correspondiendo a ésta con el capitalismo. En definitiva, la ciencia es el motor que provoca el capitalismo9 ya que genera nuevas realidades irreversibles que hace a las sociedades adaptarse a ellas. Argumenta que la ciencia tiene una idiosincrasia flexible y necesita de un sistema que permita su libre desarrollo y la descentralización en la toma de decisiones, lo que es contrario a un sistema planificado. Está conjunción va a ir generando un sistema homogéneo mundial basado en el liberalismo económico y cultural, además contribuye al desarrollo de la democracia liberal, cuyo avance es imparable y terminará con una humanidad amparada bajo la misma ideología. Por ello es el fin de la Historia.

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ANDERSON, Perry, Los fines de la historia, Barcelona, Anagrama, 1996, (ed. or. en inglés 1991) p. 152-153. Resalta el riesgo sobre el medio natural del planeta y la polarización social provocada por la idiosincrasia del capitalismo 8 9

FUKUYAMA, Francis, ¿El fin de la historia?, en The National Interest, Estados Unidos, verano de 1989, p. 9 Ibidem p. 6

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Para comprender esto debemos señalar la enorme influencia de la Fenomenología del espíritu de Hegel que hay en Fukuyama, quien enlaza el pensamiento de Marx con Hegel de forma magistral 10. Hegel es el primero en utilizar un lenguaje científico en materia social, y señala el condicionamiento del contexto en los seres humanos pero a su vez, enarbola una teoría equilibrada entre materialidad y psique. La propuesta es que son las ideas, aceptadas socialmente las que van a ir jalonando la Historia, es decir las ideologías. Éstas van acercándose hacia el ideal por el cual los seres humanos vivimos, la búsqueda de la libertad bajo un sistema que nos permita llevarla a cabo, que nos reconozca como seres humanos. El alemán apostó por el Estado Germánico como fin de la Historia (tras la batalla de Jena) pues simboliza el triunfo de los ideales del liberalismo. Siglo después Kojève reafirmó la idea hegeliana, señalando que los conflictos bélicos no son un fracaso de la ideología sino que han ayudado a su inevitable expansión; éstas ideas están en la base del pensamiento de Fukuyama. La libertad es alcanzada en el liberalismo, supera las contradicciones inherentes al ser humano y por tanto, es el mejor sistema posible porque tiene como base una ideología insuperable, como dice Fukuyama cuando habla del éxito causado por la falta de alternativas. Por tanto, si no existen ideologías que rivalicen o mejoren a ésta, no hay más dialéctica ni más progreso. La Historia llega a su meta, no en cuestión de hechos sino de pensamiento, de ideología que es un factor determinante en la construcción de la realidad. Todo lo demás será contingente, y pese a posibles baches en la carretera es inevitable su expansión y las distintas culturas irán acercándose al sistema occidental, pues la democracia ha sabido dar un cáliz no violento al deseo de reconocimiento. La visión de Fukuyama combina los factores contextuales históricos, destacando la economía o la tecnología, pero añade un factor poco dado a destacarse en el mundo académico, el factor humano. Para Fukuyama, igual que para Hegel, el ser humano tiene una naturaleza con necesidades innatas, destacando como motor la idea de reconocimiento. Este factor psicológico va en contra del determinismo económico en la historia y señala la profundidad de los deseos humanos, no siempre tendentes a la racionalidad o lo material, sino a buscar ser parte del sistema, defender su identidad o un ideal. Por ello, el sistema liberal

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ANDERSON, Perry, Los fines de la historia, Barcelona, Anagrama, 1996, (ed. or. en inglés 1991), p. 99

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es para él, el mejor que puede darse pues tiene una base ideológica que permite a los individuos desarrollarse libremente, los reconoce racionalmente en sus instituciones, es una civilización de corte universal sin diferencia entre culturas o razas y conlleva, ha conllevado, una homogeneización social haciendo triunfar la “sociedad sin clases que vislumbró Marx”11. Este sistema permite que los humanos se sientan reconocidos, por tanto la agresividad y la violencia dejan de tener sentido en el ámbito político o social. ¿Hacía donde se canaliza esa energía? Hacia el aparato económico, y siendo éste de carácter colaboracionista, los conflictos mundiales irán en decadencia 12. El miedo a una Tercera y última guerra mundial se diluye. Esta homogeneización y universalización de la humanidad es lo que más tarde rechazará Huntington13. Realmente la obra de Fukuyama, pese a sus ausencias e idealismos, tiene ideas interesantes pues combina una férrea creencia en la ciencia pero a su vez no reniega de aspectos inherentes a los seres humanos, es decir no busca tan solo en la materialidad la felicidad sino que presenta la necesidad de factores de corte psicológico. Al igual que Hegel, cree que toda acción deriva de un estado previo de conciencia, destacando ese papel del ser humano en la historia y desligándolo de la determinación total del contexto. En este sentido se encuentra en las antípodas del marxismo, y así lo hace ver Fukuyama cuando señala que éste ha provocado una “tendencia a atrincherarnos en explicaciones materialistas o utilitaristas de los fenómenos políticos o históricos, así como nuestra inclinación a no creer en el poder de las ideas”14. En resumen, la ciencia y el deseo de reconocimiento se ven satisfechas en el capitalismo. La ideología es el referente del resto y la que mejor encaja con los seres humanos, por ello el fin de la historia es este, y todo lo anterior no ha hecho más que avanzar a este preciso momento. Pero no solo es la capacidad del liberalismo de desarrollar a los seres humanos de mejor forma lo que trae el fin, sino la ausencia de 11

FUKUYAMA, Francis, ¿El fin de la historia?, en The National Interest, Estados Unidos, verano de 1989, p 7. Fukuyama deja patente la animadversión que siente por el marxismo, al lanzar está proclama que fuera o no razonable, debió doler mucho a los creyentes de la izquierda 12 Cabría preguntarse si Fukuyama valoró el peso casuístico de la economía entre los desencadenantes bélicos 13 CABALLERO, Carlos, “De Fukuyama a Huntington o la legitimación del etnocidio” en Hespérides, 8 de noviembre 1995. El autor resalta que Huntington ve a las culturas como irreconciliables y esa rivalidad identitaria es la causa de los futuros conflictos. La tesis original se encuentra en HUNTINGTON, S. “Choque de civilizaciones”, en Foreign Affairs, vol. 72, nº 3 (en inglés) 14 FUKUYAMA, Francis, ¿El fin de la historia?, en The National Interest, Estados Unidos, verano de 1989, p. 4.

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alternativas atractivas que mejoren al liberalismo. Aquí es donde el marxista discrepa, él mantiene una filosofía de la Historia con una etapa más, el socialismo. En Los fines de la Historia, más de la mitad de la obra es un intento de argumentar la base del pensamiento del americano, dibujando un recorrido que va de Hegel a Cournot y luego a Kojève. Señala Anderson que Fukuyama combina el constitucionalismo liberal y el optimismo de la Historia de Hegel, con las ideas de la preeminencia de un pensamiento central hedonista de las sociedades y que el Estado central debe dejar pasó al sistema económico liberal, de Kojève. Con ello Fukuyama liga democracia y economía capitalista15 bajo el hito de 1989. La base de Anderson es apoyarse en el mundo fáctico y las contradicciones sociales que crea el capitalismo, como buen marxista destaca como el sistema es “eficiente en esconder las penurias de su realidad”. Podríamos decir que uno es el idealista y otro el realista. Sea como fuere, Perry Anderson alaba su obra, tanto el artículo como el libro y defiende la inoperancia de los críticos ante la solidez de la tesis de Fukuyama. Lo que hace Anderson es buscar el resquicio por donde señalar el error del neoliberal, y lo encuentra como no podía ser de otra manera en su filosofía de la Historia y el distinto final propuesto; realmente no tuvo que buscar nada pues era una creencia anterior a la obra de Fukuyama. Defiende un mayor intervencionismo y gestión planificada de la economía16 por parte de las instituciones políticas, apoyándose en factores estructurales y siendo moderado en sus aplicaciones. Pero está alternativa da la sensación de ser un liberalismo de corte izquierdista sin más, que puede jugar dentro de la democracia liberal y el sistema capitalista, por lo tanto no presenta tampoco una alternativa rupturista, sino una continuidad moderada dentro de la ideología imperante. Ese socialismo se caracterizaría por una transferencia del mercado hacia los productores en vez de a las empresas, que compiten entre sí. Es aquí la gran diferencia entre ambos autores con respecto al modelo económico que debe imperar. Pero sí debemos destacar una idea del socialista es la que señala que cada hogar debe tener asegurados unos ingresos básicos para su manutención, a lo que añado que este debe ser el camino pero con la idea de 15 16

ANDERSON, Perry, Los fines de la historia, Barcelona, Anagrama, 1996, (ed. or. en inglés 1991), p. 146 Ibidem p. 154

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universalización de dicho decreto. Anderson ve lógica una planificación a niveles estatales de los aspectos socioeconómicos17. Además de la propuesta de alternancia al capitalismo Anderson critica dos aspectos más en Fukuyama. Por un lado el vacío de esencia moralista que rezuman los países capitalistas basándose en las estadísticas de desigualdad económica y social de dichos sistemas. La segunda crítica es la falta de argumentación a ese deseo de reconocimiento innato en los seres humanos. Pero sobre todo Anderson, desde su perspectiva pragmática de la realidad se cuestiona si es posible que el sistema capitalista genere los bienes necesarios para la humanidad en ese proyecto de universalización. Este punto es criticable desde mi percepción, creo que todo proyecto debe encaminarse únicamente hacia la universalización de la humanidad, sí Anderson crítica la posibilidad real de abastecer a todos los seres humanos su propuesta se encuadra mejor en un Estado concreto, levantando barreras con otros de distinto modelo y generando nuevamente discrepancia en el seno de las sociedades. Debemos asegurar a nivel internacional el abastecimiento de recursos para todos los seres humanos, la gestión sostenible de nuestro planeta y su afectada ecología, la eliminación del corporativismo y la especulación con los alimentos de la Tierra; si este no es el camino lo que estamos haciendo es perpetuar la codicia de unos elites educadas en la riqueza material. Añado con pesar: no sólo élites sociales. La dialéctica entre ambos representantes del polarizado progreso va a sufrir nuevos hitos históricos en los 90’, la teocracia islámica, el autoritarismo blando asiático y el neobolcheviquismo. Fukuyama no ve amenazas reales y mantiene que en esencia, su artículo tenía razón, el capitalismo sigue expandiéndose. Además, apela nuevamente al desarrollo científico como propulsor del capitalismo y la democracia política, pues el desarrollo de los medios de comunicación está teniendo un efecto globalizador y son de carácter democrático. Pero lo más interesante en Fukuyama es que visiona un nuevo posible fin de la historia18, pues matiza que posiblemente la ciencia puede no tener fin, y su desarrollo nos va a llevar a una nueva etapa en la

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Ibidem p. 158

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humanidad. Esta idea señala que los avances en biotecnología están llegando a cotas insospechadas y en las próximas dos o tres generaciones la ciencia puede paliar defectos innatos a la naturaleza humana, con la medicación o la manipulación genética. Por ello, la naturaleza humana sería superada y entraríamos en una nueva etapa poshistórica, la era de la poshumanidad. Otro posible fin de la historia sería que no exista tal naturaleza humana, y sí somos determinados enteramente por el contexto19, podría imponerse cualquier sistema e ideología. Señala Fukuyama que sí esto fuera así, habría que replantearse la historia como un progreso. Por el contrario, Anderson barema tres posibles opciones de desarrollo, pero centrado en las posibles formas que pueda tomar el socialismo20. Creo que Fukuyama, divaga y reflexiona más profundamente que el británico, y que éste posee un lenguaje más profundo y un discurso académico más atrayente. Conclusiones: una mirada introspectiva Los dos polos del progreso, se ligan a la modernidad y ese bagaje que trae consigo, una filosofía de la Historia determinada y lineal, donde el ser humano está vaciado de esencia y es el contexto quien lo define. En definitiva, el tiempo se mide desde una concepción del presente cuyo peso recae en explicaciones contextuales y de carácter científico. Obviamente el progreso es una forma de llamar al avance del tiempo y una meta que siempre viene bien para cualquier actividad vitalista, el problema es su adscripción a la ortodoxia científica, pues en ese aspecto es donde erra como explicador causal del curso de la Historia; y sin la verdadera casuística toda propuesta está condena al fracaso. Por ello mi conclusión final es que pese a que Fukuyama, tiene más razón a mi modo de ver que el socialista, pues al menos cuenta con el factor humano por más que no pueda argumentarlo académicamente, a pesar de ello sentencio que ambos están equivocados, pues ambos se amparan en el FUKUYAMA, Francis, “Pensando sobre el fin de la historia diez años después”, en Diario El País, Madrid, España, Jueves 17 junio 1999, nº 1140 18

FUKUYAMA, Francis “Seguimos en el fin de la historia”, en Publicado en el diario The Wall Street Journal, septiembre 2001 19

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ANDERSON, Perry, Los fines de la historia, Barcelona, Anagrama, 1996, (ed. or. en inglés 1991), p. 170. Lo hace basándose en argumentos históricos e ideologías pasadas, señalando un modelo jesuita, Leveller o jacobino como posibles derivaciones del socialismo futuro.

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progreso como paradigma de su pensamiento. Esta idea trae consigo un futuro determinado por algún tipo de sistema que nos permita desarrollarnos, donde las contradicciones internas de la humanidad sean superadas y podamos vivir en relativa armonía. Pero el progreso y la ciencia, han alejado enteramente la capacidad reflexiva de las ciencias sociales, y de la comprensión del ser dejándonos enteramente a expensas de la ideología o del sistema. Obviamente es importante el contexto e influye en los individuos y grupos sociales, pero es un intercambio recíproco. La ciencia ha obviado realidades por su incapacidad para explicarlas, ni se pueden demostrar con su metodología, lo que ha producido es una marginación de esas realidades abstractas, no por ello menos importantes. Lo peor de todo, es ver como las ciencias sociales y las humanidades se han dejado imbuir por el peso de la verdad científica, en una subyacente búsqueda de prestigio y reconocimiento. La filosofía y las realidades de corte interno han sido menguadas por la idea de progreso. La mecanización y el utilitarismo de inicios del XX creo que es prueba suficiente para ver esa separación entre desarrollo humano y tecnológico, entre necesidades materiales y espirituales o psicológicas. Necesitamos imperantemente recuperar la esencia y el equilibrio en las humanidades, romper esa visión sectaria que margina tantas realidades, y sin la verdad (o al menos, el conocimiento más próximo a ella) no podremos comprendernos correctamente y todas las decisiones de futuro que tomemos estarán basadas en premisas erróneas que no conducirán a un fin, positivo. Por otro lado, es la propia historia la que se ha dejado llevar por esas teorías estructuralistas, ha abandonado la capacidad reflexiva, un conocimiento ora cuantitativo dejando atrás el cualitativo. Pero por más datos que sepamos, por más teorías memorizadas o argumentos para nuestro lucimiento personal, si la base reflexiva está equivocada, todo nuestro conocimiento será desaprovechado y cualquier promesa de futuro se encaminará a la insostenibilidad. Es vital, comprender estas necesidades y más aún ver más allá de lo que la materialidad nos muestra, revalorizar la capacidad del ser humano como tal y alejarnos del cambio desde arriba. Aquí radica el error de ambas visiones cerradas al dogma moderno. El cambio no debe ser producido por un sistema u otro, sino desde abajo desde los seres humanos que comprendan y quieran ese progreso a mejor. No

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necesitamos conocimiento o inteligencia sino tenemos capacidades de sentir humanidad por otras personas (necesario el famoso discurso de Chaplin en toda área educativa). Y ¿cómo se puede desarrollar este equilibrio entre sistema y humanidad? Mi creencia es que es imposible, tan sólo podemos aspirar a frenar el impulso del péndulo y mantenerlo más tiempo en el centro, alejándonos de los extremos. Para ello es necesario en primer lugar una educación de calidad y con contenidos de más profundidad que los meros correlatos de datos que jamás usaremos, necesitamos conocimiento útil para los jóvenes. Pero no sólo desde las instituciones educativas, sino desde todo lo que sea capaz de trasmitir un mensaje, necesitamos responsabilidad en los medios de comunicación. Referentes simbólicos, revalorizar los principios morales universales básicos y abrir un debate sobre la naturaleza del bien y del mal, todo desde la reflexión y la ciencia. Debemos progresar de forma equilibrada entre lo visible y lo invisible.

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Bibliografía: -ALFONSECA, Manuel, “El mito del progreso en la evolución de la ciencia” en Encuentros multidisciplinares, Madrid, Vol. 1, nº1, 1999, pp. 45-54 -ANDERSON, Perry, Los fines de la historia, Barcelona, Anagrama, 1996, (ed. or. en inglés 1991) -CABALLERO, Carlos, “De Fukuyama a Huntington o la legitimación del etnocidio” en Hespérides, 8 de noviembre 1995 -CAMPILLO, Antonio, Adiós al progreso: una meditación sobre la Historia, Barcelona, Anagrama, 1985 -FUKUYAMA, Francis, ¿El fin de la historia?, en The National Interest, Estados Unidos, verano de 1989 - FUKUYAMA, Francis, El Fin de la historia y el último hombre, Editorial Planeta, Barcelona 1992 -FUKUYAMA, Francis, “El futuro después del fin de la historia” en Estudios públicos, Universidad de Chile, nº 52, primavera de 1993 -FUKUYAMA, Francis, “El último hombre en una botella” en Revista The National Interest, Washington, 1999 -FUKUYAMA, Francis, “Pensando sobre el fin de la historia diez años después”, en Diario El País, Madrid, España, Jueves 17 junio 1999, nº 1140 -FUKUYAMA, Francis “Seguimos en el fin de la historia”, en Publicado en el diario The Wall Street Journal, septiembre 2001 -FUKUYAMA, Francis “Occidente puede resquebrajarse”, en International Herald Tribune, Studies de Sydney, 2002 -HUNTINGTON, S. “Choque de civilizaciones”, en Foreign Affairs, vol. 72, nº 3 (en inglés) -LE GOFF, Jacques, Pensar la historia: modernidad, presente y progreso, Barcelona, Paidos, 1991 (ed. or. 1977) -NISBET, Robert, Historia de la idea de progreso, Barcelona, Gedisa, 1996 (ed. or. en inglés de 1980) -NISBET, Robert, “La idea de progreso” en Libertas, Instituto universitario ESEADE, 1986, nº 5, 30 págs -NOIRIEL, Gérard, Sobre la crisis de la historia, Valencia, Frónesis, 1997 (ed. or. 1996, París) -RIVAS GARCÍA, Ricardo, “Una relectura de la idea de progreso a partir de la ética del discurso” en Andamios. Revista de Investigación social, Universidad autónoma de México, Vol. 4, nº 9, junio de 2008, pp.61-79 -VÁSQUEZ ROCCA, Alfonso, “La posmodernidad. Nuevo régimen de verdad, violencia metafísica y fin de los metarrelatos” en Nómadas. Revista crítica de ciencias sociales y jurídicas, Madrid, nº 29, 2011, p. 16 -VIDAL, Juan “Contra Fukuyama: modernidad, globalización y fin de la historia” en Ponencia en el I Congreso Internacional de Filosofía de la Historia, Buenos Aires, octubre de 2000 -VIDAL JIMÉNEZ, Rafael, “La utopía después del ‘fin de las utopías’ pensar en un futuro abierto más allá del progreso” en Especulo: Revista de estudios literarios, Madrid, nº 22, 2002

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