02a Juan Francisco Sans: El inexplicable silencio de Redescal Uzcátegui

June 13, 2017 | Autor: S. de Musicología | Categoría: Venezuela, Historical Musicology, Biografías
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Descripción

Sans, El Inexplicable silencio...

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Sans, El Inexplicable silencio...

EL INEXPLICABLE SILENCIO DE REDESCAL UZCÁTEGUI por Juan Francisco Sans

Resumen

Abstract

Estudio biográfico del pianista y compositor venezolano Redescal Uzcátegui (1871-1943), autor de la única sonata para piano que sobrevive en la actualidad de la Venezuela del siglo XIX. Centrado en los años en que desarrolló su actividad musical en Caracas y en París, este trabajo intenta explicar las razones sociales y psicológicas que llevaron a este autor a un abandono total de su promisoria carrera como músico profesional. Este acercamiento a una personalidad tan peculiar, nos arroja también una visión del mundo musical y de la sociedad de la época, de sus actitudes frente a la música, y de la intensa actividad de la prensa y la crítica caraqueña de finales de ese siglo.

Biographical study of Venezuelan pianist and composer Redescal Uzcátegui (1871-1943), composer of the unique Sonata for piano written in Venezuela during the 19th century which survive today. This paper is focused on the years when he developed his musical activities in Caracas and Paris, and tries to explain the social and psychological reasons of the abandon of his promising career as professional musician. Through the approximation to this peculiar personality, we can have a close view of the musical world of that time, the society attitudes towards music, and the intense press and musical criticism activity in Caracas at the end of that century.

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Redescal Uzcátegui (1871-1943)

1. Efectos de una dedicatoria “Entre los jóvenes que representan promesa cierta de gloria para la Patria, debemos contar á este pianista compositor, cuyo retrato se complace hoy en publicar El Cojo Ilustrado”. (1893:71) Así comienza una reseña anónima que relata la incipiente vida y obra musical de Redescal Uzcátegui, publicada en la célebre revista caraqueña a comienzos de 1893, a propósito de los conciertos que ofreciera el para entonces joven artista venezolano con motivo de su regreso al país, después de una larga estadía en Francia. Todos los esbozos biográficos que encontramos de Uzcátegui han sido tomados de esta fuente.1 Redescal Uzcátegui había nacido en Caracas el 4 de agosto de 1871, hijo de Pedro Uzcátegui2 y Emilia Suárez. Su extraño nombre se debió a una mixtificación del mote original que le puso su padre, más extravagante aún: Redescar. “Por sola afición principió á tocar el teclado de edad de 11 años”, dice la reseña de marras. El joven se enrumbó tomando clases y siguiendo consejos de maestros como Silverio Talavera y Jesús María Suárez. De éste último, tildado de “notable profesor de piano” en la crónica, recibió clases por tres años. Durante sus años de adolescente, Uzcátegui participa activamente en la vida cultural de la capital. José Antonio Calcaño lo menciona entre los aficionados caraqueños que sentían atracción especial por las tablas, reunidos luego en una sociedad cultural denominada Liceo Artístico, integrada por futuras figuras de la intelectualidad nacional como Pedro Emilio Coll, Guillermo Fernández de Arcila (quien luego alcanzó renombre como actor en España 1

De allí la sacan Calcaño (1958: 420-422) y Ernesto Magliano (1976:67) Pedro Uzcátegui era oriundo de Mérida. Murió asesinado a puñaladas en la esquina de San Pablo, por unos asaltantes. 2

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junto a la afamada artista María Guerrero), Emilio Calcaño (flautista, pianista y teatreto, formado en Inglaterra), Manuel Guadalajara (insigne valsista y flautista, ligado por una estrecha amistad con Uzcátegui en sus años de madurez), Pedro César Domínici, el notable pianista Narciso Salicrup, Eduardo Calcaño, los hermanos Pumar y Julio Zavarce. Calcaño califica a Uzcátegui como un “admirable músico” (1958:406) Sin embargo, se plantea una inconsistencia cronológica al incluir a Uzcátegui entre los asiduos del Liceo Artístico3, ya que fue fundado en 1889, año en el que se encontraba estudiando en París. Uzcátegui no regresaría a Caracas sino hasta 1893.4 Uzcátegui publica en 1888 su opus 1, un capricho para piano intitulado Primeros acordes, copiado a mano alzada, y litografiado por Pabst. La obra fue estrenada en un concierto que contó con la asistencia del Dr. Juan Pablo Rojas Paul, quien se había juramentado como presidente de la nación recién el 5 de julio de ese mismo año. Una reseña del diario El Siglo, del 21 de septiembre de 1888, comenta la virtudes de esta obra: Con una composición original para piano del joven R. Uscategui [sic], ejecutada por su autor, comenzó la segunda parte del concierto. Esta obra dedicada al Sr. Dr. Rójas Paúl, revela claramente felices disposiciones para la composición, que cultivadas, redundarán en honra del autor y de la patria.

Curiosamente, existen dos tirajes de Primeros acordes, que se diferencian entre sí únicamente por la dedicatoria al Dr. Juan Pablo Rojas Paúl, añadida oportunamente en la segunda impresión de la obra. Su objetivo era, con toda seguridad, obtener los favores gubernamentales para una pensión de estudios en el exterior, cosa que logró de inmediato. Eugenio Méndez y Mendoza, columnista de El Cojo Ilustrado, rememora en su “Revista de la Quincena” la premonición que tuvo con esta composición respecto al talento de Uzcátegui: Siendo cronistas de la Unión Filarmónica, en septiembre de 1888, escribimos á consecuencia de haber ejecutado en uno de los conciertos de aquella sociedad una obra propia y por primera vez en público el joven Redescal Uzcátegui estas palabras: El joven Uzcátegui revela especiales dotes para la composición. La obra de que hablamos revela claramente los impulsos de su espíritu enamorado del arte y de la gloria. Cuando los años, los estudios y los sinsabores anexos á la vida, y á la vida del artista especialmente, modelen ese temperamento, y den á su inspiración la suficiente madurez, y, sobre todo, si este ingenio, por falta de estímulo, no muere en la penumbra, Caracas se felicitará de tener un compositor, hijo suyo, cuyas obras llevan desde el principio el sello de la originalidad. [1893: 38] 3

Repetida luego por Polanco Alcántara (1988:290) Si bien no es posible cronológicamente que Uzcátegui estuviera presente en la configuración del Liceo Artístico, no cabe duda de la amistad que lo unió a los integrantes de este selecto círculo intelectual. Coll fue su cuñado, y los ligaba un afecto entrañable. Entre Domínici y Coll hubo una amistad inquebrantable, que refiere Polanco Alcántara en los siguientes términos “eran Domínici y Coll tan amigos, desde los doce años, que advierte [Coll] que no puede hablar de Dominici sin hablar un poco de él mismo.” (1988:189) 4

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Una reseña posterior, aparecida en el Diario de Avisos del 4 de octubre de 1888, adelanta también algunos juicios críticos más específicos acerca de los méritos de la creación presentada por Uzcátegui: El joven R. Uzcátegui se puso al piano y tocó un brillante capricho, producción suya, que dedicó al señor Doctor Juan Pablo Rójas Paúl, y bellamente litografiado fue repartido al concurso. La interpretación de esta obra dejó satisfechos á todos lo que están iniciados en los secretos de la composición y del teclado. El asunto de este capricho es original y está bordado de incidentes y detalles que revelan en su autor talento, gusto y arte. Por eso fue mui [sic] aplaudido y llamado á la escena el joven Uzcátegui.

La verdad sea dicha: Primeros acordes es más un ejercicio de estudiante, que una composición madura. Pero ello no fue óbice para que lograra su cometido: sensibilizar a los concurrentes al concierto organizado por la Unión Filarmónica de Caracas –organización que funcionó entre 1887 y mediados de 1889- e instar al gobernante de turno a que becara a Uzcátegui para proseguir estudios de perfeccionamiento en Europa. El presidente Rojas Paúl fue un hombre de acendrada cultura, que se destacó por su apoyo irrestricto a la intelectualidad nacional, según evidencia la ya citada reseña del diario El Siglo del 21 de septiembre del 1888: La mano protectora del Sr. Presidente de la República, coronó los esfuerzos de la “Unión Filarmónica,” agraciando al joven Uscátegui [sic] con una pensión para que siga sus estudios en Europa y ofreciendo desde luego al Presidente de la Sociedad el alumbrado del teatro y todo el apoyo que de él necesite la progresista asociación.

2. Una generación de artistas en el exterior Pese a la idea acerca del atraso general de las artes en Venezuela durante siglo XIX, toda una generación de jóvenes músicos -a la que pertenece Uzcátegui- tuvo la oportunidad de perfeccionar sus estudios musicales en Europa durante el período, ayudados en su mayoría por el estado venezolano. El insigne compositor, pianista y organista Ramón Delgado Palacios (18631902) estuvo en dos oportunidades distintas en Europa, primero en el Conservatorio Nacional de Música y Declamación de París - entre 1884 y 1886, becado por la administración del general Joaquín Crespo- y más tarde en Alemania e Italia, donde se perfeccionó en la ejecución del órgano.5 Andrés Delgado Pardo (1870-1940) estuvo becado en Milán entre 1896 y 1904, inicialmente por Crespo (en su segundo período presidencial), para ejercitarse en la composición y dirección del arte lírico.6 Francisco de Paula Medina (1874-1960), oriundo de Barquisimeto, fue becado por el gobierno nacional en 1900 para continuar estudios en el Conservatorio de Milán (Magliano, 1976:200-201) Regresaría treinta años más tarde, convertido en un eminente violinista, a ocupar la dirección de la Escuela de Música y Declamación en 5 6

Cf. Pérez Marchelli, 1998. Debo este dato a la gentileza de Margarita Martínez Benedicto.

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Caracas. Manuel Revenga ( ¿-1926) fue un notable pianista que estudió también en Alemania, pero que ocupaciones diversas, en particular frente a la dirección de El Cojo Ilustrado, lo distrajeron de tener una figuración destacada entre los músicos nacionales. No se puede dejar de mencionar en esta lista al bolivarense Hilario Machado Guerra (¿-?), quien viajó a los nueve años de edad a Alemania, recibiendo clases con profesores de la talla de Clara Schumann, y luego en París con Eduard Risler y Antoine Marmontel. Manuel Leoncio Rodríguez, nacido también en 1870, viajó en 1895 a Inglaterra donde estudió órgano por tres años. En 1908 regresó a Suiza y Alemania, y logró que algunas de sus obras fueran conocidas allí (Calcaño, 1958:436) Machado Guerra, Rodríguez y Medina ocuparon sucesivamente cargos directivos en la Escuela de Música y Declamación de Caracas. Si bien Narciso Salicrup (1869-1910) no estudió fuera del país –donde al decir de Calcaño (1958:420) “habría logrado un lugar muy distinguido en el exterior, si lo hubieran enviado a estudiar a Europa, lo que no pudo lograr”- a principios de siglo tuvo la oportunidad de viajar a los Estados Unidos para hacer carrera como intérprete, frustrada por su repentino e inesperado fallecimiento. Los gobiernos nacionales no fueron indiferentes en modo alguno a las necesidades de mejoramiento profesional de los jóvenes artistas nacionales. En la Memoria que presenta el Ministro de Fomento al Congreso Nacional de los Estados Unidos de Venezuela en 1875, queda asentado que el Ejecutivo Nacional tiene las intenciones de enviar jóvenes “pensionados por el tesoro público, a seguir en las más renombradas academias de América y Europa, cursos de escultura, pintura, música y otros varios ramos del saber humano.” (Fernández Heres, 1981:431) Al año siguiente se destaca que “el Gobierno Nacional ha enviado en este año nueve jóvenes a distintos puntos de Europa y los Estados Unidos, con el fin de que estudien la Mecánica aplicada, la Pintura, la Escultura, la Cirugía y la Marina” (1981:471) La Memoria del Ministro de Instrucción Pública de 1889 deja constancia del envío de nuestro personaje a Francia el año anterior, acotando que “son seis los jóvenes que se hallan estudiando en Europa y los Estados Unidos del Norte, pensionados por el Gobierno, por haber sido enviados últimamente Redescal Uzcátegui y Santiago González, destinados a perfeccionarse en la Música y la Escultura, respectivamente.” (1981:379) Para 1890, estando ya Uzcátegui en Francia, se contaban en catorce los individuos que recibían educación a costa del tesoro público, en París, Nueva York y Caracas, con erogaciones anuales de Bs. 38.762,88. (1981:390) Más de una vez encontramos informes negativos relativos a estos pensionados en los documentos presentados por el Director de Instrucción Pública al Congreso Nacional: “de los alumnos enviados al exterior por cuenta del Gobierno para dedicarse a los estudios de las artes a que muestran inclinación, fue necesario retirar la pensión a la mayor parte, por falta de consagración a sus deberes escolares, y sólo se ha conservado aquella a uno en Europa y dos en los Estados Unidos del Norte” (1981:282) Debido a estas actitudes de los becarios, el gobierno se vio obligado de vez en cuando a tomar medidas de fiscalización: 7

Deseoso el Ejecutivo Federal de conocer los progresos que hacen en el extranjero los jóvenes enviados a adquirir conocimientos, o perfeccionar los que poseen en distintos ramos de las ciencias y las artes, ha solicitado de los Cónsules Generales algunos informes que pudiesen arrojar luz acerca de la conducta, consagración y aprovechamiento de los alumnos a que me contraigo en este capítulo. [1981:439]

La prensa de la época solía hacerse eco de las inquietudes existenciales de estos artistas, bien felicitando al gobierno públicamente cuando otorgaba algún auxilio financiero para estos jóvenes, bien exhortando a las autoridades a conceder y mantener estas becas de estudio en el extranjero. También presionaba a los poderes públicos cuando por algún motivo fallaba la pensión. Un claro ejemplo de lo que afirmo lo encontramos en el caso de Carlos Oquendo, pianista maracucho que estudió en Caracas con Ramón Delgado Palacios, becado por el gobierno zuliano. Oquendo organizó un concierto el 13 de julio de 1900, con el fin confeso de que los medios impresos de la capital “influyeran con sus comentarios para que el gobierno le concediera una beca para proseguir sus estudios en el exterior” (citado por Milanca, 1995:106-107) La siguiente nota, aparecida en La Linterna Mágica, hace mención de la ayuda que el estado otorgó a un joven violinista local: “Presentamos hoy en nuestra galería al joven artista Juan Antonio Paz Castillo, hijo, de 19 años [nació en 1880], pensionado por el Gobierno con 400 bolívares mensuales para que vaya a Europa a perfeccionar sus estudios musicales. Los primeros estudios los hizo bajo la dirección de los profesores Puche y Palacios” (citado por Milanca, 1995:100) Eugenio Méndez y Mendoza, comentarista de El Cojo Ilustrado, escribe una nota luctuosa de María Teresa Villalobos de Rojas, fallecida en 1889, donde aclara que “después de honrar á Venezuela en el Conservatorio de París, que la distinguió con altas y merecidas recompensas, y apenas ciñó su frente la corona nupcial, dejó la ya notable artista la estrecha prisión humana...” (citado por Milanca 204:1995) A Uzcátegui también lo ayudó más de un periodista, como veremos más adelante en detalle. Eugenio Méndez y Mendoza, el más entusiasta de su causa, se jactará años más tarde, al regresar el artista de París, de haberle echado una mano oportunamente: No estábamos errados: palpable y completo resultado viene hoy á justificar nuestro pronóstico de entonces. Redescal Uzcátegui, pensionado desde aquella fecha en París por el gobierno de Venezuela hizo allí sus estudios como discípulo del célebre conservatorio francés, y hecho profesor regresa á Caracas á poner al servicio de su patria su ingenio y su saber. [El Cojo ilustrado, 15/1/ 1893]

El viajar a los principales centros culturales de Europa a perfeccionarse se convirtió en un requisito sine qua non para garantizar la proficiencia en el desempeño del oficio musical: “Viena, Leipzig y Berlín devinieron en las mecas internacionales para todos aquellos estudiantes que aspiraban lo mejor, con la notable excepción de los más importantes compositores nacidos en Francia, quienes se entrenaron en su propio país”.7 (Newman, 1983:10; sub. mío) La atracción peculiar que ejercía Francia entre nuestros congéneres – y en especial el 8

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Conservatorio Nacional de Música y Declamación de París- se debió sin duda al afrancesamiento de las costumbres durante el guzmanato, cuya influencia se prolongó por más de diecinueve años, desde 1870 hasta 1890. Pero contrariamente a lo que se pueda pensar, este conservatorio no representaba en lo más mínimo el espíritu avant-garde de la época, sino que más bien se contaba a finales de siglo entre las más ortodoxas instituciones musicales del mundo: El Conservatorio [de París], en virtud de su antigüedad y control nacional, tendió a ser la más conservadora de las escuelas de música. Entre los músicos que se asociaron de variadas maneras con él, y que están relacionados con nuestro tópico [la sonata romántica] pueden ser mencionados: Reicha [quien se cuenta entre los primeros teóricos de la sonata, junto a Marx y Czerny], Fétis, Berlioz, M. Emmanuel, Dukas, y d’Indy. [Newman, 1983:74]8

Fue gracias a este conservadurismo francés como la sonata tuvo un repunte de importancia a finales del siglo XIX y comienzos del XX, personalizado en tres compositores de excepción: César Franck (quien no por casualidad fue discípulo de Antonin Reicha), Camille Saint-Säens y Gabriel Fauré.9 Fueron seguidos por Dukas y d´Indy, quienes se erigieron -al terciar el siglo- en los máximos exponentes de la sonata en Europa, no solamente desde el punto de vista creativo, sino también en el aspecto teórico. D´Indy va a sistematizar principalmente el uso de la llamada “sonata cíclica”, de la que va a ser un fiel exponente la Sonata en mi menor de Redescal Uzcátegui, escrita durante su estadía en París. No cabe duda de que un ambiente favorable al cultivo de la sonata influyó de manera determinante en las opciones estéticas de las que dispuso Uzcátegui durante sus años de aprendizaje en la capital francesa, y que se objetivaron en la composición de esta obra.

3. Uzcátegui en el Conservatorio de París Habiendo llegado a París en 1888, Uzcátegui inicia sus estudios de piano con el insigne pianista Antoine François Marmontel (1816-1898), reputadísimo profesor de piano del Conservatorio de Música y Declamación.10 Su bien ganada fama de gran maestro de piano estuvo demostrada con pupilos 7

“Vienna, Leipzig, and Berlin –became the international meccas for all students aspiring the best, with the notable exception of the most important French-born composers, who trained in their own countries”. (trad. mia) 8 “The Conservatoire, by virtue of its age and national control, tended to be the most conservative of the music schools. Among musicians variosly associated with it who are close to our topic may be named Reicha, Fétis, Berlioz, M. Emmanuel, Dukas, and d´Indy.” (trad. mía). 9 Newman hace coincidir el repunte de la sonata en Francia con la Tercera República, que abarcó entre 1870 y 1940. (1983:514) 10 Marmontel tiene una figuración particular en la vida de algunos músicos latinoamericanos y venezolanos del siglo XIX. Ya mencioné que fue profesor de Hilario Machado Guerra. Aleccionó también a la gran Teresa Carreño. Aparantemente, por un dictamen desfavorable emitido por Marmontel, el método de enseñanza del piano elaborado por Manuel Antonio Carreño (18131874), padre de Teresa, no fue publicado en París (para más detalles sobre este episodio, véase Rosales, 1997).

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de la talla de Guiraud, Lavignac, Paladilhe, Dubois, Albéniz, d´Indy, Wienawski y Bizet. Según juzga la reseña biográfica de El Cojo Ilustrado a la que he hecho referencia al comienzo, Marmontel “se reputa de excelente, no tanto debido á su técnica, como á ciertas especialidades de imterpretación [sic] estética que son la base primordial de su enseñanza”. Las lecciones que Uzcátegui tomó con Marmontel deben haber sido privadas, pues éste había dejado su cátedra del conservatorio el año anterior (1887). Las clases con Marmontel fueron de evidente provecho, ya que para 1889 Uzcátegui “fué admitido en el célebre Conservatorio de París y principió á cursar armonía y composición en la clase de M. Duprato.” Al respecto cabría destacar un suceso muy peculiar que ocurrió con el examen de admisión de Uzcátegui: Como es costumbre en los concursos de admisión, diéronle un tema para su desarrollo, y tan cabalmente supo hacerlo, que creyéndose el Jurado ser víctima de una mistificación, obligáronle á pasar á un ‘concurso á puertas cerradas’ donde con nuevo tema dió el mismo favorable resultado. La prensa de aquel año se ocupó del curioso incidente. Obtuvo en este concurso ‘Mención Honorífica’...[El Cojo Ilustrado, 15/2/1893]

Predisposición y desconfianza del jurado: los examinadores se sintieron timados por el aspirante suramericano, subestimando su capacidad para resolver satisfactoriamente un examen de composición que debía ser rutinario para alguien con las dotes mínimas para acceder a un cupo en el conservatorio. Por cierto que el tipo de examen y la naturaleza de la prueba que rindió delata que desde el principio el interés de Uzcátegui por entrar al conservatorio no se centró en el perfeccionamiento pianístico, como pudiera pensarse, sino en la composición. Refiere la aludida crónica de Méndez y Mendoza, que en ese concurso obtuvo Uzcátegui “mención honorífica”, y luego, en el curso de sus estudios, un “primer accésit”. Al finalizar el tercer año de estudios se le otorga el Deuxiéme Prix, “que es, según dicen, la mayor recompensa á que puede pretender un alumno extranjero del Conservatorio” (El Cojo Ilustrado, 15/2/ 1893) Accésit significa “segundo premio”,11 y por lo tanto no sabemos a qué se refiere exactamente el cronista cuando habla contradictoriamente de un “primer” accésit. No existe actualmente, sin embargo, documento o título alguno que testifique que Uzcátegui haya obtenido definitivamente éste ni ningún otro grado académico en esa institución. De lo quedó constancia en numerosos artículos de prensa es de que, hasta su retorno a Venezuela a finales de 1892, Uzcátegui estudió en ese instituto el piano con Charles Wilfried de Bériot (1833-1914),12 y la composición con Francis Thomé (18501909).13 11

Según el Diccionario de la Lengua Española, editado por la Real Academia, en su edición de 1984, dice que accésit es una “recompensa inferior inmediata al premio en certámenes científicos, literarios o artísticos.” 12 Pianista de origen franco belga, hijo del célebre violinista belga Charles August de Bériot, quien se desempeñó por muchos años como profesor en el Conservatorio de París.

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Al finalizar sus estudios después de tres años, Uzcátegui opta por entrar a la clase de Grande Composition con Théodore Dubois (1837-1924), una verdadera leyenda de la educación musical en su época, autor de célebres tratados de armonía, fuga y contrapunto, vigentes aún hoy en muchos institutos de educación musical del mundo. Dubois, quien a partir de 1896 fue elevado a la dirección del conservatorio, aceptó a Uzcátegui después de un examen realizado el 19 de junio de 1892. El examen consistió en un ejercicio de armonía a cuatro voces, precisamente sobre un basse donné de Dubois, del cual se conserva el manuscrito. En realidad se trata de una imitación en contrapunto reversible, donde el bajo dado actúa más bien como una suerte de sujeto, al cual Uzcátegui le añadió su correspondiente contrasujeto, con respuestas libres que no se articulan en según el plan tonal usual en la fuga escolástica. El manuscrito en tinta está analizado con un creyón azul (probablemente como parte de la prueba) Al pie del manuscrito encontramos la siguiente acotación de puño y letra de Uzcátegui: “Resdescal, Eléve de Francis Thomé”. Uzcátegui requería volver a Venezuela precisamente para poder arreglar su situación financiera y proseguir a su regreso la carrera de compositor con el venerable maestro Dubois. Entre los libros de música que se conservan de su etapa parisina, encontramos uno de ejercicios pianísticos de Camille Stamaty, totalmente en desuso hoy en día, pero que aparentemente gozó del favor especial de Uzcátegui.14 El libro, intitulado Le Rhytme des Doigts. Exercices-Types à L’aide du Métronome, editado por Heugel en París, contiene numerosas anotaciones que son del mayor interés a los efectos de mostrar algunos aspectos de la psicología de nuestro personaje. Como en muchos de sus otros libros, aparece la rúbrica Redescal Uzcátegui, Elève au Conservatoire de Musique, a los efectos de la identificación del ejemplar. Aprovecha una de las páginas iniciales en blanco para anotar su horario de estudios, que como observaremos a continuación, era de gran intensidad, y demuestra un profundo sentido de la organización y la disciplina: Lunes:

de 6 a 7, de 7 1/2 a 9 1/2, de 11 1/2 a 12, de 2 1/2 a 2 3/4, de 4 1/2 a 5 1/2 = 5 horas

Martes:

de 6 a 7 , de 8 a 9 , de 9 1 /4 a 1 0 1 /4 , de 1 0 1 /2 a 1 1 1 /2 , de 1 1 /2 a 3 1 /2

Miércoles: de 6 a 7, de 7 1/2 a 9 1/2, de 1 a 1 1/2, de 3 1/2 a 5 1/2

= 6 horas = 5 ½ horas

Enfrentarse al frío invernal de París levantándose antes de las 6 de la mañana, para iniciar las faenas pianísticas y los ejercicios de composición a 13

Thomé fue un afamado creador de música ligera, de “pequeño calibre”, como dice el Grove´s (1973:VIII, 429), muy en boga para aquel entonces. Habiendo estudiado en el Conservatorio de París, fue alumno de Antoine Marmontel en el piano, y de Duprato en la composición, y luego un brillante pianista y solicitado profesor de la institución. En los archivos de la Fundación Vicente Emilio Sojo hemos localizado algunas obras impresas y manuscritas para piano de Thomé, como la Tarantelle op.43 e Illusion: Romance sans paroles, lo que evidencia que no era un desconocido entre los pianistas venezolanos contemporáneos. 14 Este libro parece ser uno de los textos oficiales de piano de la institución, ya que fue editado por el Comité des Etudes Musicales del Conservatoire National de Musique et de Déclamation.

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esa hora, podemos considerarlo una verdadera proeza, y una muestra de la febril dedicación a sus estudios durante esa etapa. A lo largo de las hojas del libro, Uzcátegui anotó cuidadosamente las variantes posibles para cada uno de los ejercicios, así como indicaciones o digitaciones particulares: “con mano fija”; “escalas simples con terceras”; “con” y “sin pase de pulgar”; “trémolos”; “escalas cromáticas”; “arpegios invertidos”; “puño”; “tres notas”; “series ascendientes” y “descendientes” (sic); “progresiones”. También anota cuántas veces, cuándo, o por cuánto tiempo se debe hacer cada ejercicio: “diez veces”, “quince veces”; “tous les jours”; “30 minutes”; “Mercredi” ; “hasta 100”. Éste era evidentemente su vademécum. En el Centre d´Accueil et de Recherche des Archives Nationales (Caran) de París, se encuentra el folio AJ 37, con la nómina del alumnado del Conservatorio entre 1888 y 1893.15 En el legajo 393 se asienta que el Monsieur Redescar Uzcátegui nació caraqueño, del 4 de agosto de 1870, y que tenía por padres a Pierre y a Emilia Suárez, dejándose bien en claro (supongo que por la discrepancia de apellidos entre padres e hijo) el estado civil de la pareja: marrié. En el documento se especifica que por decisión del director entró en octubre de 1889 en la clase de armonía del Monsieur Duprato, permaneciendo en ella hasta junio de 1892, según el artículo 60.16 También encontramos una aclaratoria importante: “venezolano enviado por el gobierno”. Al finalizar el primer año de estudios oficiales, correspondientes al período lectivo 1889-1890, rinde los exámenes finales un 4 de junio de 1890, aprobando sus estudios con muy buenos comentarios de parte del examinador, quien acota que Uzcátegui está “pleno de ardor, trabaja mucho, es muy buen pianista y me da algunas esperanzas”.17 Un reporte del examen de la clase de armonía del 7 de enero de 1891 reitera que es “muy trabajador y muy inteligente, además muy buen pianista”.18 Los comentarios del examen final del 3 de junio de 1891 revelan que ese año terminó, como era de esperarse, con gran provecho para Uzcátegui: “ardiente, inteligente y trabajador”,19 tres claves para una carrera promisoria. El ministro venezolano de instrucción pública reporta, en su memoria de 1891, que “actualmente sostiene la Nación 18 alumnos pensionados en el extranjero y 9 en Colegios de esta ciudad, y de todos ellos ha tenido el Gobierno buenos informes en cuanto a su aplicación, conducta y aprovechamiento” (Fernández Heres, 1981:481) Del período lectivo 1891-1892 no tenemos lamentablemente informes, pero es de suponer que el joven Uzcátegui siguió cosechando éxitos de la manera como lo venía 15

Debo estos datos a la invalorable y desinteresada colaboración de Francisco Vera Izquierdo, Aurora Sambrano y Diana Beirout, quienes cargados de inmensa paciencia, perdieron valiosas horas de disfrute en París consiguiendo estos documentos a los que hacemos alusión en este párrafo. 16 No tengo idea a que se refiere el artículo 60. 17 “Pleine d´ardeur, travaille beaucoup, assez bien pianiste et me donne quelques espoirs.” (trad. mía). Caran, AJ 37 292, p. 229. 18 “Trés travailleur et trés intelligent assez bon pianiste.” (trad. mía). Caran, AJ 37 292, p. 387

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haciendo hasta la fecha. De esa época data el examen sobre bajo dado de Dubois al que hemos hecho referencia, y es el único documento oficial que hemos conseguido de éste, su postrer año de estudios en París. Coincidencialmente, la Revolución Legalista contra el gobierno de Raimundo Andueza Palacios, encabezada por Joaquín Crespo, impidió el normal desenvolvimiento del gobierno, por lo que la memoria del año 1892 tampoco hace mención alguna de la situación de los pensionados en el extranjero. Durante los últimos meses en Francia, Uzcátegui se dedicó a adquirir y coleccionar partituras de todo tipo. Entre los papeles que guardan sus herederos encontramos - además de una interesante colección encuadernada de algunos de los suplementos musicales aparecidos en la revista venezolana El Zancudo, dirigida por Heraclio Fernández20 y de partituras de música ligera (principalmente arias de óperas y operetas) que se insertaban en el diario parisino Le Figaro. Redescal realizó también cuantiosas compras de partituras para piano en esta última etapa. Un lote de dieciséis de ellas posee sello de tinta de la casa donde fueron compradas a última hora antes de regresar a Venezuela, con fecha del 9 de noviembre de 1892, el mismo día que realizaba su concierto de despedida en la Salle Erard de París, en la 13 Rue du Mail. El repertorio ofrecido por Uzcátegui en este recital consistió de las siguientes obras, según consta en el programa de mano que se conserva del mismo: Ba la da en sol menor. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Chopin

Sona ta en mi menor. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Dedica da a Fra ncis ThoméAllegro con motoAnda nte-Scherzo-Fina l.

Uzcá tegui

Inv oca ción. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . De Bériot Polonesa en la bemol. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Chopin

Trémolo (Gra n estudio de concierto). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Gottsha lk

Scherzo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Chopin

Concierto en sol menor. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Molto a llegro con fuoco-Anda nte-Molto a llegro e v iv a ce

Mendelssohn

No sabemos cómo Uzcátegui abordó la interpretación del Concierto de Mendelssohn en este recital parisino, si con una orquesta o con un segundo piano acompañante. Es muy probable que fuera de la última manera. El 19

“ardent, intelligent et travailleur.” (trad. mía). Caran, AJ 37 292, p. 537. Esta revista tuvo dos épocas, una entre 1876 y 1878, y otra alrededor de 1886.En este último período Uzcátegui contaba con 16 años de edad, y ya llevaba cinco tocando el piano, por lo que es muy probable que la colección de suplementos pertenezca a esta última etapa de la publicación.

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programa de mano hace también advertencias para el público asistente, muy parecidas a las que encontramos en los actuales: “On est instamment prié de ne pas entrer ni sortir pendant l´exécution des morceaux”. La gente es siempre la misma. Las crónicas nos dicen que Uzcátegui, de paso por Nueva York hacia Caracas, ofreció en dicha ciudad tres recitales. En el Diario de Avisos del 5 de enero de 1893 el cronista asegura que “aún resuenan en sus oídos los aplausos obtenidos en la Salle Erard de París y en el Hardman Hall de Nueva York.” Uzcátegui tuvo además la oportunidad de ver en Nueva York al gran pianista Ignacy Jan Paderewski (1860-1941) En la misma página del método de piano de Camille Stamaty donde está el horario al que hice mención anteriormente, vemos anotadas a lápiz una lista de las piezas interpretadas por el eminente pianista polaco: Concierto de Paderewsky: A minor organ fantasia and fuga B flat nocturne-Paderewsky Nachstueck F mayor-Schumann 2º Paganini violín etude transcibed by the one in E Variazioni en A minor-Paderewsky F sharp nocturno-Chopin. Preludio en C y B flat Mazurca (ilegible) Barcarola F sharp The first A flat C major preludio Bach fantasia (ilegible) Rapsodia Liszt. Traspapelado entre las páginas de la partitura del Concierto en sol menor para piano y orquesta de Mendelssohn -obra que Uzcátegui estaba practicando para la época, ya que la volvió a tocar en Caracas dos meses más tardeencontramos un recorte incompleto de una reseña de este concierto aparecida en algún diario neoyorkino. La crítica titula “Paderewski toca: el gran pianista recibido con pasión a su regreso por una audiencia mounstrosa.”.21 El artículo es fiel reflejo de la imagen de divo que ofrecían los virtuosos durante el romanticismo tardío. Comenta que Paderewski apareció en escena “con el aire de una prima donna triunfante, ya que el pianista es una prima donna en este período de fin de siecle”.22 La única observación negativa que le hace el crítico al gran pianista polaco es el haber “pecado de excesiva sensibilidad”,23 aunque admite que “toca el tempo rubato tan encantadoramente que difícilmente se percata uno de que le gusta tener una libertad absoluta en la escogencia de sus selecciones. Nunca se aferra a la palabra escrita”.24 Esta 21

“Paderewski Plays: The Great Pianist Heartily reeted on His Return by a Monster Audience”. (trad. mía) 22 “...wearing the look of the triumphant prima donna, for the pianist is the prima donna in this fin de siecle period.” (trad. mía).

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opinión muestra el conflicto estético que se presentaba respecto a las contradictorias tendencias de la interpretación pianística que prevalecían en la época: el pregón de la absoluta libertad del genio y la sensibilidad como metas últimas del artista romántico, frente a la objetividad hanslickniana manejada por el autor del escrito. Lamentablemente el pequeño recorte está roto, pero el hecho de que Uzcátegui lo haya guardado con tanto celo como para que perdure hasta nuestros días, nos dice mucho de la impresión que pueden haberle causado tanto el notable intérprete, como la crítica que de su interpretación hizo el comentarista.

4. Vuelta a la patria La campaña de información que precedió al regreso de Uzcátegui a Venezuela comienza con la antelación suficiente como para despertar una gran expectativa entre el público caraqueño. Ya en noviembre de 1892, apenas veinte días después del recital ofrecido por Uzcátegui en París, encontramos repercusiones del mismo en la prensa caraqueña: Triunfos patrios.- El día 9 de los corrientes dio un brillante concierto en París, en el Salón Erard, nuestro amigo el inteligente joven Redescal Uzcátegui, alumno del Gobierno Nacional en el Conservatorio de aquella ciudad. El estudioso joven ejecutó seis números en el piano, entre ellos una Sonata en mi menor, fruto de su privilegiado ingenio. Por carta que acaba de recibir un amigo en esta ciudad, sabemos que Uzcátegui se propone dar algunos conciertos en Nueva York, y luego regresar á Caracas, donde le esperan satisfechos de tan espléndido éxito su estimable familia y sus numerosos amigos. [El Noticiero, 29/11/1892]

El Radical se suma al día siguiente a los impresos que se hacen eco de los triunfos del artista venezolano en el extranjero, advirtiendo que pronto habrá oportunidad de escucharlo en persona: Celebramos este triunfo del joven Uzcátegui en la ciudad del arte, y esperamos que coseche nuevos laureles en los Estados Unidos, adonde se dirigirá ahora, según indican. Dentro de algunos meses tendremos el gusto de oírle en esta ciudad. [El Radical, 30 /11/ 1892]

Hasta en el interior de la república se muestra interés por la actividad de este artista: F. López Rivas hace una réplica de esta misma información un mes más tarde, el 29 de diciembre, en el diario El Fonógrafo de Maracaibo. El 30 de diciembre, ya en los últimos días del año, El Noticiero y El Diario de Avisos intensifican los avances noticiosos ante el inminente arribo del artista a Caracas. 23

“If excepttion might be taken to some of his work yesterday, it could be said to have erred on the side of excessive sensibility.” (trad. mía). 24 “he plays tempo rubato so wonderfully that it is little wonder that he likes to have absolute freedom in the choice of his selections. He is never pinned down to the printed word.”(trad. mía).

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Uzcátegui llega al país el 3 de enero de 1893. No pierde tiempo. Se apersona en los más importantes diarios de la capital, que le brindan la mejor de las acogidas. Uno de ellos comenta los incidentes que ya referí respecto al examen de admisión al conservatorio: El joven pianista Redescal Uzcátegui, hijo de Caracas, que ha hecho sus estudios musicales en el Conservatorio de París, -al que pertenece,- siendo por tres años pupilo de nuestro Gobierno, -acaba de regresar. Debe saberse que, para ser recibido en aquel Instituto, se le dio un tema de composición, que fue tan bien desempeñado cuanto que se dudó fuera obra de él. Esto revela sus especiales talentos. Le saludamos cordialmente. [El Radical, 4 /1/1893]

Otro diario enfatiza las absolutas intenciones que tenía Uzcátegui de regresar a Francia, ya que siendo un “aprovechado alumno del Conservatorio de París”, “se propone anunciar pronto varios conciertos en esta ciudad antes de revolverse á continuar sus estudios en dicho Conservatorio” (El Noticiero, 4/1/ 1893; sub. mío) Toda la prensa de Caracas espera ansiosa los anuncios que ha de hacer Uzcátegui respecto a los conciertos que ofrecerá en la ciudad, donde el público habrá de disfrutar de los adelantos hechos durante su prolongada estadía fuera del país. Así lo comentan las diferentes reseñas aparecidas el 4 de enero en periódicos como El Radical, El Noticiero, El Progreso, El Siglo y El Derecho. A esto se le llama cobertura mediática. Incluso el Diario de Avisos del día siguiente recalca que, después de los aplausos que le obsequiaron europeos y norteamericanos por igual, Uzcátegui degustará con mayor placer los del público local, ya que “de seguro los que obtenga aquí en Caracas valdrán para él más, porque vienen de manos de compatriotas.” (5/1/1893) Uzcátegui se nos muestra como un fenómeno de la publicidad decimonónica. Está perfectamente consciente de que el apoyo de la prensa es crucial para el logro de sus objetivos (ya lo había constatado en 1888, antes de irse a París), y por lo tanto no escatima ningún esfuerzo para mantenerla informada de todos sus movimientos, incluyendo su estado de salud: “sabemos que, tan luego como recobre la salud, ahora quebrantada, este nuevo astro del arte nacional brillará en algunos conciertos que se propone efectuar y que se anunciarán oportunamente.” (Méndez y Mendoza, 1893a:38) No es por azar que su primer concierto caraqueño esté dedicado a la influyente prensa capitalina. Envía una misma reseña a todos los medios, que incluye el programa a ser interpretado en el recital, lo suficientemente breve como para no agobiar innecesariamente a los corresponsales: 1º. Vuelta al hogar.- Impromptu.- Redescal Uzcátegui. 2º. Allegro apassionato (obra de concurso).- C. Saint-Saëns. 3º. Trémolo (Grande estudio de concierto). - Gottschalk. 4º. Sonata en Mi Menor, dedicada á Mr. Francis Thomé (Allegro, andante y final).- Redescal Uzcátegui. 16

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El Radical, El Noticiero, El Progreso, El Republicano, El Correo de Caracas, responden entre el 20 y el 21 de enero -algunos con más entusiasmo que otros- agradeciendo la invitación, publicando reseñas sobre la audición, y ofreciendo sus mejores augurios al debutante que viene de cosechar “triunfos en Europa, en la capital del mundo civilizado.” (El Radical, 20/1/1893) La audición musical tendrá lugar dos días después, el domingo 22 de enero a las tres de la tarde, en el salón de la Academia Nacional de Bellas Artes. La respuesta de la crítica -como era la costumbre de la época- no se hizo esperar.25 Ya al día siguiente aparecen publicados los primeros comentarios. Sobre el pianismo de Uzcátegui se escriben los más efusivos elogios: “técnica irreprochable”; “perfecto dominio del instrumento y conocimiento pleno de sus secretos”; “magistral interpretación”; “gradación exquisita de fuerza y del estilo delicado”; “gran talento de interpretación”; “vence grandes dificultades de mecanismo”; “seguridad, dominio y limpieza”; “una precisión rápida y segura y una pulsación prepotente”. Además de la inevitable retórica, hay quienes se aventuran en el análisis de las técnicas de interpretación utilizadas por el novel pianista: Desde que Listz [sic] y Talberg formaron escuela como pianistas de alto renombre, todos los que al estudio de dicho instrumento se dedican, buscan sus puntos afines con esos dos maestros que vienen determinando ó las sublimidades de la expresión, o los arranques tempestuosos del ejecutante. (...) Y notamos con gusto que el joven Uzcátegui se apropia las dos escuelas, porque, ya su presión sobre el teclado aparece con las agitaciones propias de la tempestad, lo que le recomienda notablemente como ejecutante, ya sus detalles picados ó ligados, le dan á la pieza que toca rumores de brisa y quejumbres de palmera; y lo mismo desarrolla intimidades del alma y afectos del corazón, como impetuosidades de carácter, y ráfagas de genio dispuesto á la conquista de grandes ideales. [El Deber, 23/1/1893]

Tanto en éste como en otros comentarios sobre sus actuaciones, encontramos ya presente una reacción firme frente al virtuosismo vacuo y pirotécnico que había estado tan de moda hacía no mucho tiempo, valorando ahora más que las maromas y acrobacias, las sutilezas en la obtención de timbres y sonoridades, muy propia de la nueva música para piano que autores como Debussy componían para aquellos años: Lo que caracteriza, á nuestro humilde juicio, á Uzcátegui, no es esa brillante ejecución, esa vertiginosa agilidad de que dispone, sino el gusto exquisito, de minuciosísimos detalles con que expresa y matiza el pensamiento musical, dándolo esas gradaciones casi inapreciables para oídos poco acostumbrados. [El Republicano, 11/2/1893]

Esta característica técnica de la que hizo gala Uzcátegui durante su primera presentación, ya la presuponía El Cojo Ilustrado en su edición del 15 25

No puedo dejar de hacer la observación que en nuestros días, cuando los medios de comunicación se jactan de ofrecer la inmediatez de la noticia, y de ofrecer la información al instante, las escasas reseñas de los conciertos de Caracas aparecen, cuando lo hacen, una semana después...

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de febrero de ese año, al referirse a las influencias que podía haber recibido de su maestro Marmontel, “quien se reputa de excelente, no tanto debido á su técnica, como á ciertas especialidades de interpretación [sic] estética que son la base primordial de su enseñanza.” La autorizada voz de Méndez y Mendoza tampoco se hace esperar. Desde su columna “Revista de la Quincena” de El Cojo Ilustrado adelanta sus impresiones sobre el pianista, viendo plenamente colmadas sus expectativas respecto a este recital: ...tuvimos el gusto de asistir, y de aplaudir de todas veras al talentoso compatriota que viene á ofrecer las primicias de su gloria á la tierra donde vió la luz, y donde se abrió el espíritu á las seductoras aspiraciones á que le inclinaba su temperamento artístico. [1/2/93:55]

Como era de esperarse, aprovecha la ocasión para hacer una admonición a las autoridades competentes: Con ser tantos los conocimientos adquiridos por Uzcátegui y haber logrado sus facultades tan notable desarrollo, no ha concluído aún su educación artística. Prometen tanto sus aptitudes de compositor que débeselas nutrir y vigorizar para que produzca él obras de aliento que redunden mañana en honra y gloria de la patria. (El Cojo Ilustrado, 1/2/1893)

Después de esta filípica, Méndez y Mendoza entra de lleno en materia, con el esperado: “esto sólo podría lograrse con la vuelta de Uzcátegui á Europa por algunos años. Hay que proteger, por orgullo nacional, ingenios como éste, capaces de darle en no lejano día mayor lustre al nombre de la patria.” La reacción de entusiasmo desbordante de Méndez y Mendoza queda plasmada también en la columna “Presento a ustedes” de Miguel Eduardo Pardo, aparecida en el diario el El Republicano del 23 de enero de 1893. Pardo relata especialmente en su escrito que durante el concierto tenía sentado a su lado a Méndez y Mendoza, quien exclamó “¡Admirable!” frente a la interpretación que hizo Uzcátegui del Trémolo de Gottschalk. Incluso quienes no asistieron al evento no pudieron abstenerse de hacer algún comentario sobre el concierto. Por ejemplo, el cronista de El Noticiero expresa que no pudo “asistir ayer á la audición musical que dedicó á la prensa el señor Redescal Uzcátegui; pero se nos dice que alcanzó un éxito brillante, especialmente en una sonata de que es autor.” (23/1/1893) Otro ausente lamenta no haber podido atender la invitación de la que fue objeto: Ahora, después que hemos tenido noticias del éxito alcanzado por el joven artista, lamentamos mucho más haber perdido la ocasión de aplaudirle. Según nos aseguran los inteligentes que asistieron, demostró el joven completo dominio del piano, extraordinaria ejecución y, lo que es más, delicadeza y gusto en la interpretación de las obras. Hizo conocer algunas producciones suyas que, sorprendiendo al auditorio, demostraron las cualidades creadoras del pianista. [s/f]

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Hay uno que no soporta las jactancias de sus amigos por haber tenido ellos la oportunidad de haber escuchado a Uzcátegui y él no: No pudimos asistir al concierto que el señor Redescal Uzcátegui ofreció ayer tarde á la prensa y á algunos amigos en la Academia de Bellas Artes; pero nos ha dolido mucho el inconveniente, pues los que concurrieron se hacen lenguas de la ejecución y el talento musical del joven Uzcátegui, á quien consideran artista en la más lata y exacta acepción de la palabra. [El Progreso, 23/1/1893]

Este concierto del 22 de enero, dedicado a la prensa, comenzó con la Vuelta al hogar, obra compuesta por Uzcátegui sobre el poema Vuelta a la Patria de Juan Antonio Pérez Bonalde, y dedicada a Pedro Emilio Coll.26 El poeta escribió la obra en 1876, a bordo del barco que lo traía a Venezuela desde el exilio en Nueva York. Es un canto de desterrado -al decir de Elena Vera: “es el poema venezolano que recoge de manera más fiel el sentimiento de amor a nuestro país y a nuestras madres”. (Escalona–Escalona,1992:59) El Diccionario Biográfico de Venezuela va más allá: “en tierra venezolana es raro el hombre culto que no sepa de memoria un trozo del intenso poema; hay muchos que podrían recitarlo a coro íntegramente.” (Cárdenas,1953:899) Uzcátegui, cuya empatía con los versos era evidente, intenta traducirlos al lenguaje universal, expresando en música sus propios sentimientos al regreso a su tierra natal, después de cuatro largos años de ausencia. Una copia de esta obra reposa en la División de Música y Sonido de la Biblioteca Nacional, y reproduce en la portada un fragmento del celebrado poema: Ya la vista columbra las riberas bordadas de palmares, y una brisa cargada con la esencia de violetas silvestres y azahares, en mi memoria alumbra el recuerdo feliz de mi inoncencia, cuando pobre de años y pesares, y rico de ilusiones y alegría, bajo las palmas retozar solía oyendo el arrullar de las palomas, bebiendo luz y respirando aromas. [etc.]

Pérez Bonalde había regresado en 1890 a Venezuela, siendo recibido con las más efusivas demostraciones de respeto, admiración y aprecio. Sin embargo, falleció en precarias condiciones dos años más tarde, el 4 de octubre de 1892, apenas tres meses antes del regreso de Uzcátegui a Venezuela. El recuerdo de esta pérdida estaba muy reciente en la mente de los venezolanos, y la Vuelta al hogar de Uzcátegui -estratégicamente colocada para abrir el programa- debía evocar inevitablemente la memoria del gran bardo criollo, 26

La relación de Coll y Uzcátegui con Pérez Bonalde va a ser consecuente. En tiempos de Cipriano Castro, Pedro Emilio Coll promueve también un homenaje nacional a Juan Antonio Pérez Bonalde. (Polanco, 1988:66)

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despertando la fibra sensible de los oyentes. Pese a estas circunstancias, Vuelta al hogar no cautivó del todo a la audiencia, ni obtuvo el efecto esperado: Empezó, excesivamente emocionado, tocando una fantasía, obra suya, muy delicada en verdad, pero que por su sencillez no era pieza á propósito para poder apreciar ni el talento del artista como compositor ni su habilidad como ejecutante. [El Siglo, 23/1/1893]

Sin embargo, Méndez y Mendoza describe la obra como delicada, que “traduce en sentida melodía las tiernas emociones del artista al verse de nuevo calentado por los afectos del hogar”. (El Cojo Ilustrado, 1/2/1893) Vuelta al hogar es una pieza descriptiva, una suerte de canción sin palabras, donde compositor y poeta parecen exclamar al unísono al vislumbrar la atmósfera tropical: “¡Luz! ¡Luz al fin!” No dejan de reconocerlo así algunos de los asistentes al evento, quienes se percatan de la vinculación entre ambas obras: Concibo á los franceses trepando impávidos la escalerilla del cadalso al compás de ese himno eternamente heróico de Rouget de L’isle; concibo á los españoles corriendo estrepitosos y alegres al combate, al son de su soberbia “marcha de Cádiz”. La música es la augusta poesía de los pueblos, -el gigante concierto de los mundos- que habló alguna vez Manuel Reina. Para apreciar la música el infeliz desterrado !le saltan los recuerdos penosos de la nostalgia! ; el hogar y la patria vienen en olas de flotantes murmuríos, y se evocan remembranzas que tertulian con el llanto. Se hace uno poeta! [El Republicano, 23/1/1893]

Pero de todas la obras que ejecutó Uzcátegui, fue sin duda su Sonata para piano en mi menor la que causó una profunda impresión entre la concurrencia: “en la Sonata en mi menor quiso el compositor dar muestra así de sus aptitudes como de sus conocimientos en el arte, y lo hizo de cabal manera, alcanzando sinceros encomios de personas inteligentes en este ramo de la música”. (Méndez y Mendoza, 1893b:55) Durante el romanticismo europeo, la carrera del compositor empezaba de manera casi obligada con la creación de una sonata. En 1844, Schumann se pronunciaba a favor de la sonata como el opus 1 ideal para un compositor, toda vez que “se requiere la más absoluta concentración de los poderes creativos para composiciones de diseños largos y artísticamente más meritorios que las fantasías y las transcripciones...”.27 (Newman, 1983:61) La sonata según él, permitía al compositor “introducirse a sí mismo en público con una obra que requiere de la declaración de sus propias ideas en una forma noble y refinada, y de ahí que exija capacidad de esfuerzo y experiencia artística”.28 (Newman, 1983:61) Hans von Bülow afirmaba por su parte, que una sonata opus 1 permitía al compositor ver sus progresos en perspectiva (Newman, 1983:61) Uzcátegui apela a este expediente con el mayor de los éxitos, hecho que se hace notar en los comentarios que hacen los entendidos en los diarios de la época: 27

“...the fullest concentration of the creative powers demands attention to compositions of larger, artistically worthier designs than fantasias and transcriptions...”. (trad. mía)

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Sans, El Inexplicable silencio... Quedó terminada la audición con la Sonata en Mi menor, que el joven Uzcátegui compuso y dedicó á Mr. Francisco Fhome [sic], obra que revela las facultades intelectuales, los conocimientos artiticos [sic] y el sentimiento del autor. Si en el alegro el pianista nos dejó encantados, en el andante y en el final, confirmó que aprovechó su tiempo en el Conservatorio de París y que es justa la fama de que viene precedido. Un ruidoso aplauso coronó esta obra, y cordiales felicitaciones recibió como gaje el compositor y pianista. [Diario de Avisos, 23 /1/1893]

El mismo día que aparece esta crónica, el comentarista de El Republicano plasma también sus impresiones respecto al evidente talento creador de Uzcátegui, que, en su opinión, se ve reflejado en las obras de autoría propia que presentó en el recital: Como autor, sus dos composiciones nos parecen muy notables y de promesa cierta para su porvenir de compositor. Su Vuelta al Hogar, delicada inspiración; y su Sonata en mi menor, revela serios estudios de armonía y composición, prestándonos esta obra base para pronosticar al joven Uzcátegui un porvenir brillante y honroso para sí y para su patria. [23/1/ 1893]

Joaquín Alvarez, del diario El Siglo, da cuenta asimismo de la solvencia de la sonata, tan inusual en el repertorio de los compositores nacionales contemporáneos: Hasta aquí sólo habíamos aplaudido al ejecutante, al pianista, pero luego nos dejó oír su Sonata en Mi Menor, pieza final de esta audición y que nos atrevemos á calificar de obra formal y de mérito; no sólo porque el adolescente compositor ha sabido combinar con verdadero arte el allegro y el andante, sino por aquellos contrastes bellísimos de forte y pianísimo, en que la melodía sin perder su expresión, va como alejándose y extinguiéndose en morendos delicadísimos que denuncian la exquisita sensibilidad del alma del compositor. Esta Sonata revela talento nada común en nuestro joven compatriota y da la medida de lo que puede llegar á ser si sigue cultivando sus notables facultades musicales, consagrándose con seriedad al estudio del arte de Mozart y de Rossini; para lo cual le aconsejamos se vuelva á Europa. [El Siglo, 23/1/1893]

Después del éxito alcanzado en este primer intento, Uzcátegui organiza de inmediato un segundo concierto dedicado a la distinguida sociedad caraqueña. El mismo tiene lugar el 10 de febrero en el Teatro Municipal de Caracas.29 Ya escarmentados, los corresponsales exhortan a la audiencia a no perderse por nada del mundo la posibilidad de oír nuevamente a tan 28

“[The sonata allows] introduces himself in public with a work that requires the declaration of his own ideas in a refined, noble form and hence [that requires] both capability of effort and artistic experience.” (trad. mía) 29 Vale la pena citar el comentario que hace El Heraldo en la invitación para dicho evento, relativo al virtual estado de abandono en que para la época ya se hallaba este teatro prácticamente recién construido- mal que históricamente lo ha aquejado: “Teatro Municipal.- Es esta noche punto de reunión de la distinguida sociedad caraqueña, el bellísimo coliseo que lleva este nombre,- tan abandonado años há, como digno de que llegue hasta él la munificencia del Gobierno, á fin de repararle como merece.” [El Heraldo, 8/2/1893]

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distinguido intérprete en este concierto de gala: “todos los que toquen piano y no asistan esta noche al Teatro Municipal, serán multados por Apolo, mientras no prueben los motivos que han tenido para no asistir. El caso no es para menos” (Diario de Avisos,10/2/1893) No imaginan que será una de las últimas veces que Uzcátegui se suba a un escenario... Dos notas de esa misma fecha nos advierten que Uzcátegui no va a estar solo en la velada: “esta noche tendrá lugar el concierto del distinguido pianista Redescal Uzcátegui, a quien prestarán su concurso notables profesores”, informa El Republicano del 10 de febrero, sin detenerse en mayores detalles. El Correo de los Estados (10/2/1893) simplemente titula “CONCIERTO VOCAL É INSTRUMENTAL”, con lo que nos da a entender que más de uno subiría al escenario esa noche. Las críticas del concierto, aparecidas para variar- al día siguiente, confirman estas novedades. La velada incluyó la participación de los esposos Pegou (a quienes en algunas de las reseñas se les nacionaliza graciosamente el apellido por “Pegón”), del eximio pianista y compositor Sebastián Díaz Peña, del señor Ernesto Porras,30 y de una orquesta dirigida por el profesor Régulo Berra.31 ¿Qué podía estar haciendo tanta gente en escena, en un concierto supuesto para piano solista? En ausencia de un programa de mano, he reconstruido el repertorio que se interpretó ese día, a partir de las noticias que nos ofrecen las reseñas de la función, que aunque resulta exageradamente largo para nuestros gustos actuales, se ajustaba perfectamente a los estándares de la época. Dice Newman a propósito de esto, que el promedio de duración dado para una serie de programas de música de cámara en 1880 era de un poco más de dos horas (1983:59).32 La longitud de los recitales durante el siglo pasado se prolongaba aún más por el exceso de encores o bisados, que como vamos a corroborar, ocurrió en el concierto que estoy comentando.33 El programa de esa noche estuvo conformado, según lo que se logra sonsacar a la prensa, por una serie de composiciones que incluían cuatro obras de su creación: en esa ocasión repitió la Sonata en mi menor y la Vuelta al Hogar -que ya se habían ofrecido en el concierto a la prensa- además del estreno de Recuerdos y del Air de Ballet número 2. La única noticia de la existencia de la obra Recuerdos es la mención que de ella hace Méndez y Mendoza en su crónica, y si alguna vez existió, se encuentra perdida a la fecha. El Air de Ballet número 2 fue publicada facsimilarmente con una celeridad pasmosa por El Cojo Ilustrado (suponemos que a instancias del propio Méndez y Mendoza), 30

Calcaño asevera que Ernesto Porras era flautista (1958:421), pero desconocemos de donde extrae la información. 31 Jesús María Suárez acota que Berra era discípulo de Velázquez, probablemente de la célebre familia de músicos coloniales de ese linaje, y “que fué muy aventajado como músico de orquesta, desempeñando siempre bien, á veces la parte de Primer violín y otras la de la viola”. (1909:67) Se entiende que aparezca en estos gajes. 32 “ ‘A little under two hours’ was given as the average length in a series of chamber music programs (including sons.) in 1880.” (trad. mía) 33 Anton Rubisntein tocó al final de un recital la Sonata en si menor, op 58 de Chopin, como “primer” bis. (Newman, 1983:59)

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Sans, El Inexplicable silencio...

en la misma edición donde apareció la crítica del concierto donde fue estrenada, el 15 de febrero de 1893. ¡Jamás se vio tanta eficiencia entre el estreno de una obra y su impresión! El concierto incluyó además el Allegro apassionato y la Rhapsodie d’Auvergne de Camille Saint-Säens; la Polonesa en La bemol de Frederic Chopin; el Trémolo de Louis Moreau Gottschalk, que tantos dividendos le había aportado en su audición a la prensa; y el Concierto en Sol Menor para piano y orquesta de Félix Mendelssohn. El concierto de Mendelssohn fue interpretado por lo que la prensa denomina una “orquesta”, que en realidad parece ser un conjunto instrumental ad hoc.34 El Diario de Avisos del 11 de febrero nos describe quiénes fueron sus integrantes: “La señora Pegou, su esposo, los señores Sebastián Díaz Peña, Ernesto Porras y los profesores, que bajo la dirección del maestro R. Berra formaron la orquesta...”. No queda claro en el comentario si los músicos mencionados eran parte integrante de una orquesta de mayores dimensiones, o conformaban ellos toda la orquesta. De ser verdad esto último, las partes consistieron necesariamente de arreglos realizados para este pequeño grupo instrumental. Estos señores no se limitaron sin embargo a acompañar a Uzcátegui en el concierto de Mendelssohn, sino que además amenizaron la velada con algunos entremeses, así como para que no fuera puro piano y ni puro Redescal el asunto. La señora Pegou lo hizo cantando, pero sin mucho éxito: La señora Pegón, que tan bondadosamente prestara su contingente para esta velada artística, si galantemente tratada por el auditorio, no midió, á tiempo, la magnitud del local en que iba á exibirse [sic] y no lució, quizá por eso, cuanto debía. Su voz, de corta extensión, será muy agradable en un salón donde no tenga precisión de esforzarla, á fin de que las notas altas no resulten desgarradas y sin la sonoridad debida.

Tratada como toda una dama pese a sus lecos, la señora se desquitó tocando el piano, instrumento que al parecer dominaba mucho mejor que la voz: “los esposos Pegou, como pianista élla, él como violinista, se hicieron aplaudir mucho, y Sebastián Díaz Peña, no desdijo de su fama de pianista notabilísimo”. (El Republicano,11/2/1893) O habían varios pianos en escena, donde tocaban la señora y Díaz Peña, o tocaron a cuatro manos sobre un solo piano, o tocó cada uno en su momento piezas que no aparecen reflejadas en las notas. El joven Ernesto Porras se lució tocando unas Variaciones sobre un aire nacional ruso de Heinemeyer, compositor tan obscuro que ni siquiera aparece en el New Grove. Como si esto no bastara para satisfacer a la audiencia, la orquesta se vio precisada a hacer algunas intervenciones sola: 34

José Peñín señala que “los términos banda y orquesta en nuestro medio durante el siglo XIX se confundieron. Muchas de las orquestas de las sociedades filarmónicas especialmente en poblaciones pequeñas, tenían más de banda que de orquesta, pues se integraban las más de las veces con músicos que venían de tocar en bandas militares, por lo que predominaban los instrumentos de viento. En la práctica tenían una configuración sui generis, pues dependían de la cantidad de instrumentistas que en esa población había en el momento de constituirlas.” (1996:157)

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Entre los artistas que prestaron su concurso en el concierto, debemos mencionar con elogio al señor R. [Régulo] Berra y los profesores de la orquesta que en las oberturas y en la sinfonía merecieron aplausos del auditorio y debemos mencionar también al señor Pegou, que comunica á las cuerdas de su violín el sentimiento del artista. [El Radical, 11/2/1893]

Como corolario del programa, y para despejar cualquier duda acerca de la brevedad de este concierto, “Uzcátegui tuvo que repetir varios números.” (El Radical, 11/2/1893) No debemos olvidar que para la fecha en que Uzcátegui ofrece su recital en el Teatro Municipal, eran radicalmente diferentes a los actuales los protocolos para este tipo de espectáculos. Fue apenas a finales de la década de los treinta del siglo XIX, cuando el pianista Ignaz Moscheles (1794-1870) inicia el hábito de abordar programas íntegramente interpretados por un solo artista, tradición seguida por Franz Liszt (1811-1886), Clara Schumann (18191896), y consolidada por pianistas de generaciones posteriores como Hans von Bülow (1830-1894) y Anton Rubistein (1829-1894) El término “recital” no fue usado por primera vez sino por Liszt, en unos conciertos ofrecidos en Londres, y sólo a partir de 1840. Para fines de siglo, pianistas como Eugene d´Albert (1864-1932), Ignace Jan Paderewski (1860-1941) y Sergei Rachmaninoff (1873-1943) daban aún forma definitiva al recital moderno. Ya hice mención del interminable concierto de Paderewski al cual asistió Uzcátegui en New York. Liszt también fue el primer pianista que incluyó música de otros compositores en sus conciertos, por lo que no debe de extrañarnos en modo alguno la cantidad de obras propias que Redescal Uzcátegui incluyó en esta velada artística. Liszt fue igualmente el primero en ejecutar la música de memoria, costumbre que sólo comenzó a ser tenida en cuenta a partir de mediados del siglo XIX (Newman, 1983:108) Respecto a este asunto, haré mención de una perspicaz observación que hace al respecto Tío Cubita, pseudónimo de un jocoso columnista de El Deber, quien delata en medio de chanzas un punto débil que a su juicio ofrece la ejecución de Uzcátegui: Pero no hay duraznos sin puntitos negros. Redescal tiene un defecto que para mí tengo que es capital. No toca de memoria. Cuando dé su concierto me ocuparé más extensamente sobre este punto. Por ahora, váyanle mis felicitaciones y un caluroso apretón de manos. [El Deber, s/f]

Pese a la promesa, Tío Cubita no volvió a hablar del asunto. Pero si tomamos en cuenta que apenas unos años antes, en 1878, “Bülow fue censurado por tocar un recital todo de Beethoven, por haber escogido las cinco últimas sonatas, y, lo peor de todo, por haberlas tocado todas de memoria.” (Newman, 1983:13; sub. mío), llama la atención que Tío Cubita haya reparado en un detalle que para la época debía haber sido insignificante. La práctica de tocar de memoria, que ha sido condición sine qua non para el éxito de un 24

Sans, El Inexplicable silencio...

pianista en nuestro siglo, no se había instaurado aún de manera definitiva para cuando Uzcátegui ofreció su recital. Hoy ha entrado en decadencia gracias a actitudes de grandes intérpretes como Sviatoslav Richter, quienes consideran que la memoria es sólo un ejercicio de virtuosismo mental, impidiendo a los ejecutantes manejar un repertorio mucho más amplio del que usualmente permiten retener las capacidades neuronales. Cabe destacar algunas características de las reseñas y críticas periodísticas del momento, que retratan aspectos interesantes de la sociedad de esa época. En primer lugar se evidencia un espíritu de galantería permanente, dónde no se deja pasar la oportunidad de lisonjear a las damas que asisten a estas reuniones culturales. Veamos algunos ejemplos: Componíase el auditorio de los directores de la prensa de Caracas, y de los profesores y aficionados de música de mayor nota de la capital, no faltando en la concurrencia bellas damas, quienes, á su inteligencia en el divino arte reúnen las prendas de hermosura y gentileza. [El Republicano, 23/1/1893] Se nos dice que esta noche asistirá mucha mujer guapa al concierto de Redescal. Por nuestra parte, aunque sea arrastrando los piés, no faltaremos á la velada, pues semejante noticia es capaz de resucitar á un muerto. [Diario de Avisos, 10/2/ 1893] Seguramente que no fue ni la regular concurrencia de hombres, ni el auditorio selecto de mujeres bellísimas que había, ni la profusión de bujías de luz eléctrica que alumbraban el teatro. [El Deber, 11/2/1893]

El mentado Tío Cubita no pierde ocasión para hilvanar, a partir de los elementos que le ofrece la circunstancia, una escena de corte costumbrista, género que sin duda gozaba del favor y aprecio de los lectores. No por ser graciosas y fabuladas, dichas escenas están exentas de agudos comentarios y acertadas opiniones relativas al hecho real al que se refieren: Uno de esos inocentes fenómenos me ocurrió el domingo pasado en el salón de Bellas Artes, teniendo por delante dos bellísimas damas que absorbían todas mis ardientes miradas, y oyendo armonías dulcísimas que arrancaba al teclado de un magnífico cola, de voces ya algo gastadas, el aprovechado discípulo del Conservatorio de París y buen amigo mío, Redescal Uzcátegui. Yo no he estudiado música, pero soy tan admirador del sublime arte de Gotschalk que á veces se me antoja que el sentimentalismo que se desarrolla en mi espíritu y se derrama en mi cerebro de neurótico, es la vibración de una armonioso violín que llevo entre pecho y espalda. Redescal me hizo un gran servicio aquella tarde. Absortos y como reclinados en suave cojín de plumas de cisne, mis sentidos eran todo música sublime, como eran sublime música al piano, la expresión lánguida de aquellas caritas de cielo de las dos muchachas que tenía delante de mí, la atención constante y silenciosa de la concurrencia y el rostro lleno de transportes olímpicos del buen chico que nos deleitaba...... Cuando salí de aquel salón me dirijí al teatro Caracas y mi novia, que estaba en el matinée, al verme el rostro lleno de la expresión sentimentalísima que pesqué en la Audición musical, ensimismada en una languidez que podía cotejarse perfectamente con las impresiones dulcísimas que yo llevaba en el cerebro, me dijo, con un tono muy suave: -Qué candoroso estás, puchulo mío, pichoncito de mi nido de amores!...

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Por primera vez se me ha concedido cierto candor, gracias á Redescal Uzcátegui... Aparecer así á los ojos de una novia á quien ha sido uno tan mal recomendado como naturalista, es una gran cosa. Es un servicio que no olvidaré nunca.[El Deber,s/f]

Gracias al arrobamiento artístico y sentimental de Tío Cubita nos enteramos de que el piano donde tocó Uzcátegui no pasaba precisamente por sus mejores momentos, aunque en algún tiempo fue “magnífico”. También nos informamos de que la vida cultural de la Caracas de entonces no era en absoluto precaria: permitía a los novios estar cada uno en su espectáculo preferido, en teatros diferentes y en funciones que se superponían en el tiempo. El sentido del concierto, más como reunión y punto de encuentro de la sociedad que como evento cultural, queda claro asimismo a lo largo de este escrito. En este mismo estilo, y refiriéndose en esta ocasión a la función ofrecida por Uzcátegui en el Teatro Municipal, Tío Cubita lo inmiscuye en un lío de faldas que -a pesar de ser evidentemente en tono de chanza- no debe haber sido muy del agrado del artista, si nos atenemos al temperamento que tenía, según se nos evidencia en los documentos: Iba muy triste pensando que se nos escapaba Amato, dejándonos con el gusto en los labios, que diría... cualquiera. Entrego mi boleta, y ya iba a dirijirme á mi asiento de patio, cuando advierto un grupo de curiosos que veían algo con interés marcado. Era el retrato de Redescal Uzcátegui que estaba clavado en la pared, como diciendo á todos: “Yo soy el hombre del concierto; mañana los espero á todos en el Municipal”. Me detuve, lo ví, dejé que se asomara á mis labios una sonrisita que me cosquilleaba en la boca, y me decidí a entrar. -Qué dicen? Hablan de Redescal; dicen que el novio de Petrona está celoso por el empeño que ésta muestra por ir al concierto. - Pues buenas la va á tener el pobre mozo. A lo mejor del concierto, cuando esté más embebido en la música, acaso le van á alojar una de nueve en el cráneo. Porque para celoso endiablado, ese Tadeo... - Qué, si es un pobre diablo! - De todos modos, el caso es que Redescal es quien gana porque la muchacha vale la pena... - Me parece que son éstos muy buenos preludios de concierto. Vamos! que se llenará el Municipal. Ay! si fuera la del número 38. Soy capaz de rezar porque vaya! [El Deber, 10/2/1893]

Lo más curioso de todo este revuelo causado por Uzcátegui es que, pese al inmenso despliegue de prensa, la asistencia a sus conciertos no colmó las expectativas. Si bien en la audición musical que ofreció a la prensa tuvo una respuesta satisfactoria (Tío Cubita recalca su columna de El Deber [s/f] que “bien merece el nombre de concierto una Audición musical que presencian doscientas personas”, la respuesta del público general en el concierto del Teatro Municipal no fue ni remotamente lo que se esperaba: 26

Sans, El Inexplicable silencio... Gran concierto.- El teatro Municipal parecía anoche el centro de las personas que aman el arte entre nosotros principalmente entre el bello sexo. Redescal Uzcátegui, que ha despertado en Caracas el amortiguado sentimiento artístico, había dado cita á los amateurs; ofreciendo un programa variado y atrayente. Pero fueron pocos! [El Radical, 11/2/1893; sub. mío]

El Cojo Ilustrado, implicado como estaba con el éxito de este artista, disimula con un eufemismo la notoria ausencia de público en la sala: Selecta concurrencia llenaba en aquella noche el vasto Coliseo Municipal, ansiosa de conocer al que habría de ser héroe de aquella fiesta, á quien cada cual se imaginaba á su manera con talla y aspecto físicos que correspondiesen á su talla artística. [15/2/1893; sub. mío]

El Heraldo no se anda por las ramas, y más bien elogia la actitud solidaria que mostró la escasa asistencia con el artista: Concierto.- El verificado anoche en el “Teatro Municipal” por nuestro compatriota, señor Redescal Uzcátegui, fué un triunfo para él. La exigua concurrencia que asistió á esta fiesta artística demostró suficientemente al joven pianista el agrado y sutisfacción [sic] que esperimentó [sic] al conocer de los progresos por él realizado en el corto lapso de tiempo, relativamente, que ha dedicado sus esfuerzos al estudio del divino Arte. [11/2/1893]

Por su parte, el Diario de Avisos de la misma fecha se muestra, de entrada, francamente decepcionado por la débil respuesta del público: No con tanta concurrencia como era de esperarse, tratándose de Redescal Uzcátegui, pero sí mui [sic] escogida y compuesta en su generalidad de personas competentes, verificose anoche en el Teatro Municipal el concierto en que este hijo del arte y la armonía exhibió una vez más sus sobresalientes aptitudes de compositor y de pianista. [Diario de Avisos, 11/2/1893]

5. Resultados de una campaña mediática Ignoro si esta actitud del público caraqueño puede haber tenido alguna influencia en el desenlace final del episodio con Uzcátegui, pero queda demostrado cómo la prensa lo apoyó irrestrictamente, así como en otras oportunidades lo había hecho con artistas similares. Pudiera decirse que en su caso el respaldo fue unánime. Amparada en el evidente éxito logrado -si no de público, al menos de crítica- la prensa aprovechó la ocasión para darle un envión a otros creadores que se encontraban varados en las costas patrias a la espera de una oportunidad similar a la que había tenido Uzcátegui: Por el arte.- El aplauso unánime que la prensa de la capital, tributa anoche al pianista venezolano, Redescal Uzcátegui, quien acaba de darse á conocer como compositor y como ejecutante, es la proclamación de su talento y de sus aptitudes. Mucho promete, pero es preciso, para que su génio llegue á alcanzar el vuelo extraordinario que anuncia, que vuelva á París, á rozarse por algún tiempo más, con los grandes maestros en las Academias de música y en el Conservatorio.

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Para éllo necesita la protección del Gobierno, que no la negará, sin duda puesto que muchas notaciones de interés viene dando a favor de nuestro progreso artístico y en bien de los jóvenes que descuellan por sus méritos é inteligencia. Y ojalá, haciendo extensiva la generosa protección, enviara el Gobierno á Europa, junto con Uzcátegui, á Salicrup y Saumell, notables como pianistas; y á Pedro Emillo [sic] Coll, quien tantas disposiciones tiene para la Declamación; jóvenes éstos condenados por la pobreza, á consumirse, acariciando la esperanza de alcanzar el día en que la suerte les permita salir en busca de campos en donde su espíritu y su génio puedan libremente desplegar las alas. Tal vez mañana, tendiéndoles hoy mano protectora, serán glorias de la República. [El Siglo, 24/1/1893]

Otra crónica hace énfasis en el tino que el gobierno tuvo al enviar a Uzcátegui a Europa, encontrando en su actuación una fiel demostración de ello: El joven pianista y compositor comprobó plenamente que anduvo acertado nuestro Gobierno al concederle una pensión en Europa para perfeccionarse allí en los estudios teóricos y prácticos de la música. Tocó con toda maestría los números del programa, y manifestó, como creador musical, condiciones muy altas y sostenida inspiración. [El Republicano, 23/1/1893]

El Cojo Ilustrado no deja pasar oportunidad de advertir al gobierno de su responsabilidad frente a Uzcátegui: Con ser tántos los conocimientos adquiridos por Uzcátegui y haber logrado sus facultades tan notable desarrollo, no ha concluido aún su educación artística. Prometen tánto sus aptitudes de compositor que débeselas nutrir y vigorizar para que produzca él obras de aliento que redunden mañana en honra y gloria de la patria. Esto sólo podría lograrse con la vuelta de Uzcátegui á Europa por algunos años. Hay que proteger, por orgullo nacional, ingenios como éste, capaces de darle en no lejano día mayor lustre al nombre de la patria. [15/2/ 1893]

Otra nota –por cierto no muy alentadora, y premonitoria de lo que va a ocurrir con Uzcátegui- muestra que el camino de regreso a París no es tan fácil como aparenta, y que puede estar plagado de dificultades y obstáculos: Está al volverse á Europa el joven pianista venezolano, Redescal Uscátegui [sic], quien desgraciadamente tuvo que suspender sus estudios en el Conservatorio de París, por causas que conocemos. Nosotros creemos que el Gobierno hará algo en obsequio de este compatriota, llamado á ser, si se le presta apoyo, una de nuestras glorias nacionales. Muchas esperanzas trajo Uzcátegui á Venezuela. Ojalá no lleve muchos desengaños. Es probable que antes de abandonar la Patria, organize [sic] un último concierto á favor de uno de los Institutos de caridad que existen en Caracas. De este modo dejará entre nosotros un grato recuerdo más. [El Siglo, 23/2/ 1893]

La afirmación inicial de esta nota nos deja aún más perplejos respecto a la situación real de Uzcátegui frente a sus estudios musicales. Ninguna otra reseña hace mención de que Uzcátegui tuviera que suspender en algún momento sus estudios en París, y mucho menos que para ello hubiera causas 28

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cuyo conocimiento era compartido por todos. En este sentido, las informaciones que tenemos son altamente contradictorias: unas dicen que sí terminó, otras que no había terminado aún, otras que terminó pero que quería seguir estudiando, etc. Nada queda claro en este sentido. Un gran silencio se hace sentir después de estas últimas reacciones de la prensa. La euforia pasa como vino. La “Redescalitis” se desvanece en las miserias de la vida cotidiana, en los avatares de la política, en los vaivenes de la economía. Todos se olvidan del hombre y del asunto. Sólo tres meses más tarde El País lanza un llamado de alerta frente a la situación. Después de un exordio muy pertinente respecto al papel que debe jugar la educación en el desarrollo de los pueblos –que dice mucho respecto a la creciente conciencia social que se había adquirido sobre el particular entre las elites cultas de la época- el articulista emplaza al gobierno en crudos términos: Por las consideraciones que dejamos expuestas, las cuales son la expresión de nuestras convicciones, es que nos hacemos eco hoy de un justo reclamo del público al Gobierno Nacional, encaminado á pedir á éste el sostenimiento en Europa de jóvenes que ya antes lo habían adquirido, pero que se vieron luégo, cuando ya creían alcanzar el apetecido resultado, burlados en sus aspiraciones por el desamparo repentino de la protección oficial. Entre los jóvenes á quienes juzgamos acreedores á esa protección, porque han venido señalándose por sus aptitudes y disposiciones artísticas, que, perfeccionadas, darían los frutos que son de esperarse, como se malograrían si con glacial indiferencia se les mirara; figuran Arturo Michelena, cuyo pincel arrebata con maestría á la Naturaleza todos sus encantos y sublimidades para trasladarlos al lienzo en donde la creadora imaginación del artista les da calor y vida; Manuel V. Ruiz, que se distingue por su vocación y disposiciones para el estudio científico del grabado en todos sus ramos, y cuyo perfeccionamiento vendría, sin duda, á dar grandes resultados en el adelanto artístico de la Patria; Santiago González, dotado por la Naturaleza para sobresalir en el difícil arte de la escultura, en el cual ha logrado ya lucir sus conocimientos y disposiciones con muestras que nos dejan vislumbrar la silueta de un artista de porvenir; Manuel F. Herrera, dado por naturales impulsos al aprendizaje de la arquitectura en todos sus órdenes, que nos hacen concebir en él una legítima esperanza; Rafael Manrique, estudioso joven que se dedica por inclinación natural al dibujo y á la pintura y que aguarda con anhelo la generosa protección del Gobierno; y aparte de otros muchos jóvenes más que han logrado llamar la atención pública y cuyos nombres se nos escapan en estos momentos, tenemos á Redescal Uzcátegui, tan modesto como ilustrado, quien en magníficos conciertos que, al llegar no há mucho á la Patria, dedicó á la prensa y á la sociedad de Caracas, hizo gala de conocimientos poco comunes que merecieron la general aprobación, hasta el punto de que la prensa, al apreciar las aptitudes y progresos del joven Uzcátegui, llamó la atención del Gobierno para que le volviese á enviar á Europa á terminar sus estudios, antes que el tiempo y el descuido malograsen en flor esos adelantos alcanzados. Uzcátegui no sólo nos ha dado á conocer su aprovechamiento, sino que nos ha dejado advertir las relevantes disposiciones que posee para sobresalir, muy mucho, en el divino arte en que descollaron Bellini, Mozart y tántas otras celebridades, fieles intérpretes del sentimiento que en divinas notas han traducido el habla inimitable del corazón. Redescal Uzcátegui posee, además, sobremanera las dotes necesarias para llegar por medio del constante estudio de los grandes maestros, á la composición de óperas, que es su constante anhelar.

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Joven, sumamente joven todavía, con su asidua aplicación y la decidida protección del Gobierno, la cual no dudamos será prestada con patriotismo, alcanzará á merecer justa fama y renombre entre las celebridades del divino arte. ¿No es antipatriótico que por hacer el Gobierno acaso alguna economía de poca monta, pierdan sus estudios los ya mencionados jóvenes, y la Patria deje de contar mañana entre sus hijos tal vez algunas celebridades artísticas? No. El Ejecutivo Nacional, como es de suponerse, cumplirá el sagrado deber de proteger á esos jóvenes; porque, perfeccionadas sus aptitudes, mañana volverían al país á trasmitir á sus compatriotas sus conocimientos y á formar cátedras cuya ausencia hoy echamos muy de menos. La Patria quedará reconocida por esta decisión altamente honrosa del Ejecutivo Nacional; y la juventud venezolana, que siempre sabe guardar gratitud hacia sus bienhechores, aplaudirá el patriotismo del general Crespo y tendrá un motivo más para ver en él un enamorado del verdadero mérito y de las glorias legítimas de la Patria. [El País, 6/6/1893]

Este editorial levanta una polvareda, y se empieza nuevamente a percibir un clima de agitación en todos los medios de comunicación respecto al asunto, angustiados porque se encuentran con una situación que confiaban ya había sido resuelta. Replica El Republicano, denunciando el grave estado de la educación nacional para las ciencias y las artes, donde no existen las condiciones mínimas para ofrecer una instrucción superior a la altura de las necesidades del país. Uzcátegui se encuentra nuevamente en el ojo del huracán: Talentos en barbecho.- La incuria de muchos de nuestros gobiernos tiene en gran parte la culpa de que la mayoría de nuestros talentos naturales se queden en barbecho, sin cultivo apropiado, creciendo juntos el grano y la zizaña [sic]. Por más que sea Venezuela un país civilizado, no cuenta todavía con todos los elementos necesarios para el desarrollo simultáneo y robusto del talento. Entre nuestros Institutos de Instrucción superior raro es el que esté montado próximo á la perfección, y en ninguna parte del país se han acaparado esas grandes colecciones que sirven para enseñar y para rectificar el gusto de los estudiantes; ni está tan generalizada la sólida instrucción superior en ciencias y artes de modo que donde quiera se encuentre una lección aun sin buscarla. Por eso se impone la necesidad de enviar á Europa, por cuenta del Gobierno, á aquellos jóvenes que descuellen como talentosos y aplicados. En esos grandes centros de madura civilización, se aprende hasta sin querer, porque cuanto se vé y se oye perfecciona y pule el espíritu, y cuando se quiere aprender se encuentra el medio de agotar los conocimientos humanos. Esos jóvenes traerían á la Patria, en algunos años de empeñado estudiar, nuevos elementos, nuevas nociones, que difundidas en el país nos pondrían al nivel del concierto de la sabiduría universal. Muchos hay actualmente en Caracas, que debían merecer el auxilio del Gobierno para perfeccionarse en Europa, y entre éllos no podemos menos que citar al aventajado pianista Redescal Uzcátegui, varado aquí, en peligro de ver tronchada su instrucción musical que con tanto brillo siguió en el Conservatorio de París. Ningún dinero es mejor empleado que el que tiende al progreso intelectual de los pueblos, y el Gobierno revolucionario, que debe ser radical, en muchos puntos, debería recomendarse al país no escatimando nada en este concepto, á los jóvenes de bien probado talento que sin ayuda serán medianías locales, mientras que cultivando bien su talento llegarán á ser glorias universales, como

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Sans, El Inexplicable silencio... Michelena y otros ya célebres maestros en las artes ó en las ciencias. [El Republicano, 12/6/1893]

El Progreso se solidariza igualmente con estos jóvenes, mencionando especialmente a Guillermo Fernández de Arcila y a Uzcátegui, que recordamos, estuvieron juntos en sus aventuras de adolescentes en el llamado Liceo Artístico que mencionamos en el capítulo anterior: Jóvenes artistas.- Muchos colegas de la prensa de la Copital [sic] se han ocupado de la triste condición á que han sido reducidos algunos jóvenes venezolanos, á los cuales se les ha retirado la pensión que se les había señalado para favorecerlos en los estudios artísticos que hacían en los Institutos Europeos. Nuestro Gobierno, que tan celoso se ha mostrado de las glorias nacionales siempre que se ha tratado de protejer al talento y al mérito, debe tender su mano protectora á aquellos jóvenes que - como el pianista Redescal Uzcátegui y el joven G. Fernández de Arcila,- son entusiastas artistas y aspiran á honrar á su Patria y á sus protectores con las glorias que cosechen en sus estudios. Que se les decrete la pensión á que son acreedores legítimos Redescal Uzcátegui y Guillermo Fernández de Arcila, á fin de que vuelvan á Europa á continuar sus estudios, y sean mañana gloria de su Patria. [El Progreso, 16/6/ 1893]

El caso desata una polémica entre periódicos: los adherentes a la causa y los que de alguna manera se han hecho la vista gorda. La mecha la enciende El Progreso, que se siente discriminado por El País, y reclama acremente el que lo hayan ignorado en la lista de los medios que apoyan a Uzcátegui: No nos lee.- Teníamos hecho el propósito firme de no reírnos con ese señor colega que se llama El País, porque aquella risita no nos salió muy barata, y porque, según cuentan algunos vesgetorios [sic], tras la risa viene el lloro..... Pero al cabo tenemos que hacerle unas morisquetas y decirle claramente y terminantemente, y todo lo terminado en ente, como Darwin, que es una cosa que termina en Ente, principiando en mono, que le diga á su cronista que dedique menos tiempo á los malditos versos que lo traen atosigado, y se ocupe de leernos con más clama. ¿Quién le ha dicho á usted, señorito, que EL PROGRESO no ha abogado porque el Gobierno pensione á Redescal, que es tan amigo de nosotros como de usted? ¿Nadie se lo ha dicho? Entonces, ¿por qué usted no dice, al nombrar á los otros colegas que lo han hecho, que EL PROGRESO también ha pedido que se envíen á Europa á Redescal y á otros chicos que son verdaderos talentos, para que perfeccionen y terminen sus estudios artísticos? Ea! á rectificar, señorito; y que de la chanza no resulte un pastel, porque ha de saber usté que entavía me hace efecto y me hace arrugar la frente aquel insigne adefesio! [El Progreso, 21/6/1893]

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Se entabla a partir de entonces una diatriba estéril que hace perder de vista el sentido del problema planteado, como lo es ayudar a los jóvenes que necesitan del estado para ir a estudiar al extranjero: A “El Progreso”. - Tiene usted razón, colega: no lo leemos siempre porque usted no tiene la bondad de visitarnos con regularidad. Si usted no se nos apareciera un año por la cuaresma, habríamos tomado nota y hubiéramos hecho constar que usted también es de los que opinan por que el Gobierno pensione á nuestro amigo Redescal y á otros jóvenes tan meritorios como éste, para que vayan á Europa á continuar sus estudios artísticos. Así como nombramos á El Republicano, El Tiempo, El Siglo y El Artesano, ¿por qué habíamos de silenciar el nombre de El Progreso? Hacemos constar, pues, que usted ha tomado también cartas en el asunto sobre “Nuestra juventud” que en días pasados iniciamos; pero también tenga entendido que usted es un grandísimo informal y que cuando se le ocurre visitarnos nos hace la chuscada de aparecérsenos triple. [El País, s/f]

El caso de Redescal Uzcátegui va quedando en el olvido. El tiempo va pasando implacablemente, y la noticia pierde actualidad. Sin embargo, de cuando en vez se lee alguna exhortación en la prensa para que salga del voluntario encierro al que se sometió: Existe entre nuestros jóvenes artistas otro pianista que, no contento con los notables adelantos alcanzados en su patria, se trasladó á París para perfeccionar en aquel gran centro artístico sus estudios musicales: nos referimos al joven Redescal Uzcátegui, que se encuentra actualmente en esta capital y al cual excitamos á que exhiba sus talentos, haciéndose oír en una audición que sin duda logrará arrancarle del punible retraimiento en que para el arte vive. Uzcátegui se hizo aplaudir de nuestro público cuando regresó de Europa, pero luego ha enmudecido. ¿Qué causa motiva semejante conducta? No debemos inquirirla, pero sí es deber nuestro, como amantes del arte, contribuír á salvar del desencanto á quien mañana puede dar gloria artística á nuestra querida patria. Que se deje, pues, oír Redescal, y nosotros seremos de los primeros en batirle palmas. [Recorte de prensa sin identificar, s/f]

Apariciones como la que reseña el Diario de Avisos del 2 de noviembre de un concierto en honor al Libertador en el Teatro Municipal, celebrado el 29 de octubre anterior, donde Redescal Uzcátegui participa junto a Sebastián Díaz Peña ejecutando algunas piezas, no dejan de ser cada vez más esporádicas. Los conciertos que ofrecen otros pianistas como Andrés Delgado Pardo, quien anda como Uzcátegui años atrás, haciendo méritos para sensibilizar al gobierno, son una buena ocasión para recordarle su compromiso con el público venezolano, con el arte musical nacional, con el país. El Noticiero da la nómina de pianistas, una verdadera pléyade, que asistieron al recital de su colega, y entre ellos encontramos la figura de Uzcátegui, quien al parecer no se ha encerrado todavía en su mundo interior de manera definitiva: La concurrencia era tan numerosa como inteligente; la presidió el señor Encargado de la Presidencia de la República, y figuraban en ella los profesores, señores Salvador N. Llamozas, Jesús M. Suárez, Narciso Salicrup, Redescal

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Sans, El Inexplicable silencio... Uzcátegui, Gadthhman, Delgado Palacios, y algunos otros, igualmente respetables. [Recorte de prensa, s/f]

No cabe duda que esta actitud de Uzcátegui está motivada por un despecho, un desencanto, una depresión. Los medios insisten en ello. No comprenden la conducta pueril del artista, y llegan incluso a recriminarle el que se haga tanto de rogar: Toca ahora el turno á otro artista nuestro digno de ser escuchado y á quien excitamos para que deje el retiro del mundo que se ha impuesto por pura modestia, y ofrezca una Audición; nos referimos á Redezcal [sic] Uzcátegui, y esperamos que, imitando á Delgado Pardo, no desaire nuestra petición. Ya otras veces lo hemos dicho, pero no importa que lo repitamos: es mucho lo malo que de nosotros se dice en donde nos desconocen; muy poco se nos aprecia, y todo el que valga, debe, por espíritu de patriotismo, exhibir su valimiento, pues bien se sabe que son de la patria las glorias de sus hijos. Así pues, amigo Redezcal, á un lado la modestia y déjese oír que seguramente cosechará usted grandes aplausos. [El Noticiero, s/f]

Otros diarios insisten también en el punto, sin ningún éxito: Le felicito muy cordialmente por el éxito espléndido que alcanzó el domingo, y felicito también á EL NOTICIERO, que fué quien invitó con entusiasmo á Delgado Pardo para que se dejase oír. Este ha sido un triunfo más de periódico tan popular y tan empeñado en que brillen las glorias del terruño amado. Ahora ha pedido una Audición de Redezcal Uzcátegui, y en tan noble petición le apoya con toda su alma el humilde Cañafístula. [Recorte de prensa, s/f]

Pasa el tiempo. Y luego, el silencio: Redescal no volvió a tocar piano ni a componer en toda su vida. Nadie más, ni siquiera sus familiares más íntimos, ni su esposa, luego que casó, ni sus hijos, nacidos más tarde, lo oyeron tocar jamás. Muchos años más tarde, tenía en su casa, además del piano donde jamás tocó, un pequeño piano mudo, en el cual hacía ejercicios frecuentemente, para conservar los dedos en forma. A esto se redujeron todas sus actividades musicales. Corrieron diferentes rumores acerca del motivo de tan extraña resolución. Se dijo que en el concierto del Municipal algunas personas hicieron ruidos, al buscar su asiento, mientras Redescal tocaba, y se aseguró que él se contrarió tanto con el incidente, que resolvió abandonar la música. Otra versión es la de que en una casa de familia lo invitaron a tocar durante una reunión, y que varias niñas se pusieron a conversar mientras él tocaba. Ninguna de las dos causas justifica un abandono tan absoluto como el de no tocar más, ni siquiera estando sólo en su casa. Otros rumores decían que su novia, algo celosa de la popularidad del pianista, le pidió que no tocara más, pero esta versión ha sido negada rotundamente por su señora viuda, hermana de Pedro Emilio Coll. También se afirmó que la imposibilidad de conseguir una beca del gobierno, produjo gran desencanto al joven Redescal. Con certeza, nadie conoció nunca la causa verdadera de tan extraña conducta. Redescal Uzcátegui cerró para siempre el capítulo de su vocación musical, y vivió entregado a sus deberes de padre de familia hasta su fallecimiento el 9 de mayo de 1943, a los 72 años de edad. [Calcaño, 1958:421-422]

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6. El mundo interior de Uzcátegui No cabe duda de que es en la psicología de Uzcátegui donde debería buscarse la explicación de su deserción al arte musical. La tesis de la “negatividad cultural” que reinó durante este período, sustentada por historiadores como Salcedo Bastardo (1993:441), no es procedente para explicar lo ocurrido con este artista. Porque ni el mismo Salcedo Bastardo deja de concederle a algunos gobernantes ciertas actitudes atinadas respecto al arte y la cultura, entre ellos a Joaquín Crespo, quien se había encargado por segunda vez del gobierno a partir de octubre del 92, luego de una revolución que desplazó del poder al doctor Raimundo Andueza Palacios. De Crespo dice que, a pesar de ser un hombre rudimentario, primario y supersticioso, “facilitó a diversos jóvenes la ayuda oficial para viajar a Europa” (1993:440) En este sentido, las presiones que ejerció la prensa sobre Crespo tuvieron su efecto, ya que le tendió la mano a Arturo Michelena y Cristóbal Rojas entre otros. Por lo tanto, no se puede achacar totalmente a la desidia de un régimen que decididamente aupó el cultivo de las artes, el que Uzcátegui no haya regresado a Europa. Después de los sucesos narrados, Redescal Uzcátegui comenzó a llevar una vida de ciudadano común y corriente. Casó con Belén Coll Núñez (hermana de Pedro Emilio Coll), residenciándose en la Plaza López (hoy Plaza España) Tenía en casa un piano Steinway vertical que nadie se atrevía a tocar a riesgo de desatar su ira, con un dispositivo especial para endurecer las teclas, y permitir así al intérprete mayor ejercitación en el peso y el sonido. Uzcátegui redujo su actividad a una rutina burocrática: se levantaba, “se ponía el uniforme del maestro Sojo”, según nos relata su nieto Redescal Uzcátegui Bruzual,35 y salía a trabajar a la Dirección General de Correos en la esquina de Carmelitas, no sin antes despedirse pacientemente de todas y cada una de las figuras de santos que abarrotaban su casa, y que eran muestra de su extrema devoción. Al mediodía regresaba a bañarse, midiendo con todo cuidado la temperatura del agua. Volvía al trabajo con la edición vespertina de El Heraldo bajo el brazo, y retornaba infaliblemente a las seis de la tarde a su casa, saludando de regreso a todos sus santos. Era raro verlo salir para algún lado. Tenía un carácter taciturno, que se refleja en la estampa chopinesca que de él hace Joaquín Alvarez, y que es la imagen que de él ha quedado para la posteridad: ...joven cuasi imberbe, de mirada dulce é inteligente, rostro pálido y simpático, y cuya palidez representaba la emoción de que indudablemente se hallaba poseído. Iba nada menos que á hacer su debut y ante un público selecto y concienzudo. ¿Cómo no impresionarse? ¿Cómo no pensar sin temor en el éxito? Así se explica su visible emoción y su profunda palidez...

35 El maestro Vicente Emilio Sojo (1887-1974), acostumbraba vestir de traje negro cerrado con chaleco, bastón y sombrero, independientemente del lugar donde se encontrara: en la playa, en la montaña, en un ensayo o en clase.

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Sans, El Inexplicable silencio... Aquel joven delicado y tímido, ó excesivamente modesto, por mejor decir, evocó en mi alma la imagen simpática de Chopin adolescente, debutando en la aristocrática capital de Austria ante un concurso numeroso y escogido, pero más afortunado que el enfermizo y romántico compositor de la Berceuse y de la Marcha fúnebre... [El Siglo, 23/1/1893]

Sin embargo, Uzcátegui no se retiró del mundo cultural de manera absoluta después de los conciertos de 1893, como dejan entrever quienes se han referido a su vida. En unas “Notas” aparecidas en el No. 12 de julio de 1895 de la revista Cosmópolis, Pedro Emilio Coll comenta lo siguiente en referencia a la historia de la revista, que se inicia un primero de mayo de 1894 (un año después del regreso de Uzcátegui): Poco a poco el salón de redacción se vio visitado por casi todos los que aquí se entregan de rato en rato a la literatura; los sillones azules recibieron entre sus acolchonados brazos los poetas y prosadores de la nueva generación; allí se oyó la voz metálica de Cabrera Malo y la displicente de Andrés Mata, allí se vieron la sonrisa de Eloy González, el bigote rubio de Churión y la barbilla negra de Gabriel Muñoz, al generoso Torres Abandero y al nervioso Santiago Key y a tantos otros, algunos músicos como Redescal Uzcátegui y Salicrup y pintores como Vicente Gil y Ruiz, hijo. [Polanco, 1988:57; sub. mío]

En Cosmópolis, Uzcátegui continuó departiendo como lo hacía antes de su salida a Francia con intelectuales como Coll, Urbaneja Achelpol o Pedro César Domínici. Aparte de las tertulias intelectuales, Uzcátegui asistía, al menos en los primeros años después de su regreso, a los conciertos que ofrecían sus colegas. En la siguiente reseña lo vemos retratado junto a la flor y nata del pianismo venezolano de finales de siglo, en ocasión de un concierto ofrecido por Andrés Delgado Pardo antes de su partida a Europa: Andrés Delgado Pardo.- Altamente satisfecho se siente EL NOTICIERO del resultado que alcanzó antier el joven pianista Delgado Pardo, en la Audición que ofreció en el salón del señor Heny. Fuimos nosotros los primeros que pedimos esta Audición, y de ahí nuestro gozo por el espléndido triunfo que obtuvo el ejecutante. La concurrencia era tan numerosa como inteligente; la presidió el señor Encargado de la Presidencia de la República, y figuraban en ella los profesores, señores Salvador N. Llamozas, Jesús M. Suárez, Narciso Salicrup, Redescal Uzcátegui, Gadthhman, Delgado Palacios, y algunos otros, igualmente respetables. Entre los aficionados al divino arte, á más de distinguidas señoras, recordamos á los muy inteligentes doctores Ríos, y Ríos Llamozas, señores Eugenio Méndez y Mendoza, Manuel María Fernández, Emilio J. Maury, Guillermo Espino, hijo, Félix Soublette, Emilio Salicrup y muchísimos más. [El Noticiero, s/f ]

Uzcátegui fue consuetudinariamente invitado como jurado a los certámenes de piano de la Academia de Bellas Artes, hecho que aceptaba con gusto. Encontramos su nombre junto al de Manuel Revenga y J.M. Hurtado en los concursos y exámenes generales de los años de 1916 y 1917, en la memoria y cuenta de esos años (329:1917) Eventualmente se reunía 35

con algunos músicos en casa, con quienes departía momentos de ocio y de disfrute tocando algunas piezas. Entre ellos se contaba un violoncellista de quien no conocemos nombre, y el eximio flautista y compositor Manuel Guadalajara. De las tenidas con él quedó un dicho en boca de su señora esposa, fallecida de más de 90 años en 1964, quien para describir una actitud de muchos rodeos, decía: “da más vueltas que la flauta de Guadalajara”. Pedro Elías Gutiérrez también lo frecuentaba, y gustaba de enseñarle sus obras a Uzcátegui, y de escuchar sus consejos. Bien entrado el siglo lo encontramos todavía tomando parte en las discusiones públicas que se suscitan sobre música a través de los medios de comunicación. En 1933 la revista Elite publica una saga de encuestas en torno al cincuentenario de la muerte de Wagner. Manuel Leoncio Rodríguez y Redescal Uzcátegui son los escogidos en el número 390 para responder el cuestionario respectivo. (1933:3-6) Pese a que Uzcátegui fue un hombre de carácter reservado y disciplinado, no dejaba por ello de mostrar una faceta jocosa de su personalidad. Gustaba de cantar un couplet en francés acompañándose al piano: Mi Pequeño Nicolás, que con seguridad le traía buenos recuerdos de sus vivencias parisinas. Unos versos escritos aparentemente por Uzcátegui en papel timbrado de la Direction General des Postes, Bureau International de los Etats Unis du Venezuela encontrados entre sus papeles, muestran ese rasgo humorístico de nuestro personaje. Los versos se titulan “En el correo”, y son la típica chanza de oficina, donde los empleados se juegan bromas entre ellos, tomando en cuenta sus rasgos personales. Me parece interesante reproducirlos -no sólo porque mencionan a Uzcátegui- sino a un tal Salicrup. Ignoramos si se trata del otro célebre pianista venezolano de la época, Narciso Salicrup, de Emilio Salicrup (mencionado en una cita anterior), o de algún otro. En todo caso alguna relación debe tener con éste personaje, ya que ese apellido no es precisamente común en Venezuela. Transcribimos a continuación el poema completo: En el Correo Las siete y cuarenta son, el trabajo es infinito pues está lleno el cajón, y Osío manda a Lopecito a hacer la distribución Este va con indolencia su cargo a desempeñar, poniendo con impaciencia en Occidente á Valencia, á Ospino y á Porlamar. Entre tanto con reposo porqué no teme un desliz, va Salicrup silencioso colocando en Calabozo

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á Tocuyito y Ortiz. Mientras este así se ensalla [sic] en su operación sencilla, se escucha al cabo Metralla gritando: ¡No hay un canalla que se quede en la taquilla! Y sigue gritando duro porqué el pueblo se hace el sueco; Mis hermanitos, le juro que me marcho, estoy de apuro, voy á medirme un chaleco. Allá con rostro severo como quién demuestra enojos, grita Melicio: ¡Turmero!

Sans, El Inexplicable silencio... Catorce impresos, tres cajas, Diez cartas, un Pregonero. Salicrup voltea, le observa, y muestra la faz airada y mordiendo una conserva que carga como reserva sigue haciendo en jornada. ¡Tiempla! Repite Madriz haciendo su anotación, pues le causa compasión ver á Sánchez, infeliz! con fiebre ó con sarampión. Pero mitiga su mal cuando imagina que aquel no llegará á un fin fatal, porque aquella fiebre cruel es la fiebre artificial. Por eso mostrando brío y con voz algo indiscreta llama la atención de Osío, diciéndole: amigo mío, cuidado con la etiqueta. Allá bailando un tramado sin orquesta ni timbal dice el jóven Redescal -Melicio, ponga cuidado no tenga un lance fatal. Y Figueredo que toma la chanza como delito, le pone al dictado coma, diciendo: le hecho su broma en lo que pica un mosquito. Más, volviéndose á calmar Repite, pongan cuidado, que hay algo sin anotar, aquí está un certificado

de París, á C. Pumar. Y Redescal que ha escuchado algo que vá en su perjuicio grita en tono acompasado: Melicio, mucho cuidado, mucho cuidado, Melicio. Marcos en esto aparea y en Osío los ojos fija sintiendo que desfallece porque al uno le parece que el asunto es de balija Y el dice que no fue hecho para subir la escalera, ni para estarse derecho sino para estar de pecho entre colcha y cabecera. Por eso es que con dolor viene al llamado de Osío repitiendo en su interior -¡Vaya un hombre llamador que es este hombre, Jesús mío! Y buscando quien le ampare casa de Jacobo vá que esta amarrando á Petare, y este le dice: no amare que ud. no sabe amará Hostos entra preocupado por mi percance fatal, pues hay un certificado que está con ojo pegado y el un puede despegar Consulta al Interventor Qué método observara Para salir vencedor, Contempla á su consultor Baja la vista, y se vá.

Una patética descripción de Uzcátegui en su madurez nos la ofrece Gumersindo Torres, quien en 1929 asumió la cartera de Fomento –ministerio del cual dependía la oficina de correos nacionales durante el gobierno del General Juan Vicente Gómez. En sus memorias, Torres narra un episodio donde interviene Uzcátegui, de quien se expresa de la manera más despectiva: Dedicado al estudio de las convenciones postales que tenía suscritas Venezuela (...), quise asesorarme con la colaboración de un viejo empleado, el señor Redescal Uzcátegui, quien era el intérprete de la Convención Postal Universal. Lo llamé

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para que me explicara algunas cosas que yo no comprendía y apelé a él en la convicción de que sería maestro completo, por experto. Me sucedió todo lo contrario, porque cuando le notifiqué el motivo de mi llamada me confesó que en casi veinticinco años que tenía desempeñando el cargo de intérprete, no se había ocupado jamás de leer las convenciones, que ésta era la primera vez que se le consultaba al respecto y que él de lo que se ocupaba propiamente hablando era del ramo de certificados, razón por la cual le ordené regresarse a su oficina. Momentos después vino a mi despacho el Director, mi amigo y paisano el Doctor Isaac Capriles, y con mucha gracia me dijo: “Don Redescal no tiene aneurisma porque con el susto que le has hecho pasar se le hubiera reventado: allá está arreglando sus papeles, seguro de que lo quitarás”. Yo le contesté que eso debía suceder, si viviéramos en mejores condiciones, pero que yo le temía a los reemplazados, que lo más seguro era caer en uno peor. Y lo dejé en su puesto en el que se morirá, sin duda alguna y dicté otras disposiciones. cTorres, 1996:103]

En descargo de Torres, éste seguramente ignoraba que frente a sí tenía al fantasma de uno de lo más importantes pianistas y compositores venezolanos de la Venezuela del diecinueve, ya que según me ha relatado su hija Carmen Carolina Torres (viuda por cierto otro gran músico venezolano: Juan Vicente Lecuna), su padre tenía gran sensibilidad para el arte y la música. En torno a la decisión de Uzcátegui de abandonar abruptamente y sin explicaciones la música, creció el mito, y con él las especulaciones. Encontramos en la literatura musical venezolana numerosas referencias a este personaje, plagadas de inexactitudes, debido quizás a lo poco documentada que ha estado esta época en los estudios musicológicos nacionales. Ernesto Magliano, por ejemplo, advierte que el concierto del 10 de febrero fue el “único y último concierto de su vida”, y que sólo se le conocen dos composiciones: Sonata en mi y Vuelta al hogar. (1976:67) Anteriormente mencioné que Uzcátegui se había presentado públicamente antes de partir a Francia. Ello le valió la beca de estudio. De regreso a Venezuela tocó en París y en Nueva York, como ya acoté, y al llegar a Caracas dió al menos dos recitales. Por otra parte, sus obras son más de dos. Aparte de las que menciona Magliano están los Primeros Acordes, el Air de Ballet, y el Fragmento publicado por El Cojo Ilustrado en 1896 junto a un vals de Ramón Delgado Palacios.36 Israel Peña, en su recopilación Música sin Pentagrama, nos ofrece también una distorsionada semblanza del artista en el capítulo “Pianistas venezolanos de ayer”: De esa misma generación de artistas caballerosos e hidalgos a toda prueba fue también Redescal Uzcátegui. Como compositor y pianista basta para merecerle el reconocimiento de nuestros músicos su magnífica “Sonata para Piano”, compuesta entre los intervalos de un trabajo rutinario –completamente ajeno a su temperamento- que la vida le reclamaba para la subsistencia de los suyos. Esta sonata fue estrenada en Venezuela por el pianista húngaro-venezolano Itsvan Nadas y reconocida allí en aplauso consciente de un grupo de reputados profesores europeos que asistían a un festival internacional de música en la histórica ciudad de los canales. Redescal Uzcátegui había muerto hacía ya algunos años, pero allí estaba en sonidos algo de su valioso espíritu, al menos un signo elocuente de lo 36

En el Tomo V, Nº 97, 1/01/1896: 69.

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Sans, El Inexplicable silencio... que hubiera llegado a ser de haber podido consagrar a la composición y al piano sus mejores horas de actividad en la vida. [1955:22-23].

La Sonata fue compuesta en París durante la estadía del compositor en esa ciudad, cuando no pensaba siquiera en casarse. Por lo tanto, esta obra es producto de una época de dedicación exclusiva a la música, y no fue escrita, como asevera Peña, robándole tiempo a sus quehaceres diarios. El trabajo rutinario al que se refiere Peña fue el empleo que Uzcátegui desempeñó hasta su muerte en la oficina central de los correos en la esquina de Carmelitas en Caracas, estando ya casado con la hermana del célebre escritor Pedro Emilio Coll. Coll fue un importante personero de los gobiernos de Castro y Gómez, desempeñando carteras ministeriales, la presidencia del Congreso de la República, cargos diplomáticos diversos, y la dirección de los correos y telégrafos nacionales. Fue probablemente por influencias de su cuñado, quien a decir de Polanco Alcántara (1988:27) le “tenía también un afecto entrañable”, como Uzcátegui consiguió este empleo. Por otra parte, la Sonata fue estrenada en los conciertos caraqueños de Uzcátegui en 1893. Itsvan Nadas la reestrenó en 1945 en conciertos en Caracas y Venecia. Debe además quedar bien claro que, como se ha hecho evidente, la renuncia de Uzcátegui a la música fue absolutamente voluntaria, y no mediaron circunstancias adversas, como quiere hacer ver Peña, en esta decisión. El compositor y crítico musical Rhazés Hernández López le dedica una crónica completa a la memoria de este gran músico -“Una Sonata Del Compositor Redescal Uzcátegui”- en su celebrada columna “Sonido, hermano del alma” del diario El Nacional. Allí también incurre en dislates históricos al referir la causa de su abandono de la música: Este artista desconocido casi totalmente en las presentes generaciones de pianistas y músicos creadores, era Redescal Uzcátegui, maestro de aquilatada integración, ciudadano culto, quien fuera candidato seguro a alcanzar como pianista sobresaliente el Primer premio del Conservatorio, a no ser por que en un momento dado, olvidó un pasaje de la principal obra exigida en el certamen, por lo que sólo pudo clasificar entre los primeros ejecutantes que aspiraban al codiciado lauro. Se llegó a comentar que aquel accidente afectó de tal manera al artista que se apartó por siempre de la música para dedicarse a otras actividades ajenas a su esclarecida carrera.

Hernández López es el único de todos los que escribieron sobre Uzcátegui que narra este incidente sobre la falla en la memoria de Uzcátegui. No sabemos de donde sacó la especie, pero es muy probable que no tuviera buena memoria: recordemos la advertencia que al respecto hace Tío Cubita en una de las reseñas de sus conciertos en Caracas (ver supra) Pero queda documentalmente demostrado que no se puede achacarle a un hecho de esta índole el que Uzcátegui haya abandonado la profesión de la manera que lo hizo. Tomás Polanco Alcántara es otro que menciona el caso Uzcátegui, en su biografía sobre Pedro Emilio Coll, dado los vínculos familiares que los unieron. Allí asegura que “Uzcátegui había estudiado en París y en Nueva York pero, 39

por razones desconocidas, abandonó por completo la música.”(1988:299) Ya sabemos que Uzcátegui sólo estuvo en Nueva York de paso. Ni siquiera tenemos documentación que certifique de manera irrefutable que tocó allí. La difusión de esta especie se debe a las reseñas de prensa de la época que comentaron al respecto, pero de estos recitales en Nueva York no ha quedado constancia alguna en el archivo personal de Uzcátegui . Polanco Alcántara añade a las informaciones que da Castillo Didier (1985:127) algunos datos inéditos sobre las exequias de Uzcátegui, organizadas por Pedro Emilio Coll: Al cumplirse un año de su muerte, Pedro Emilio organizó un acto de recuerdo y homenaje a su cuñado y no tuvo mejor idea, para ello, que hacer celebrar una misa en la Iglesia de Santa Capilla con música especialmente ejecutada en su memoria. Pedro Emilio, para esa oportunidad, pidió a Juan Bautista Plaza dirigir la parte musical de la ceremonia litúrgica. Redescal Uzcátegui hijo y Juan Bautista Plaza eran condiscípulos. Plaza, gran admirador de Uzcátegui padre, cuya obra musical conocía a fondo, debió haber realizado el encargo con especial agrado. Hay que pensar en aquella misa en la Santa Capilla de Caracas, que sin parecerse a la de París, tiene sus propios encantos, con esa luz azul que envuelve, casi como una bruma, la custodia de oro en el altar mayor (que está separado apenas por una pared de las aulas de la Escuela Superior de música), sus modestos pero hermosos vitrales, la magnífica presencia de la “Multiplicación de los panes” de Arturo Michelena, las columnas y ojivas góticas y el órgano, no tan bueno como el de San Sulpicio pero sí de hermoso tono; todo debió haber emocionado profundamente a Coll cuando se recordó a Uzcátegui, mientras Plaza dirigía la música. Ningún homenaje mejor al fallecido músico que oír música en ambiente tan solemne. [1988:299]

Sin duda alguna, el retrato más imaginativo y el más hermoso que se ha hecho de Redescal Uzcátegui, lo plasma en su extraordinaria prosa Rómulo Gallegos, en su novela Reinaldo Solar, escrita en 1921. El mito de Uzcátegui sirvió sin duda de inspiración al escritor para perfilar la figura de uno de los personajes de su obra, Daniel Solar, padre del protagonista: ...Daniel, el preferido, fue finalmente un hombre lleno de fallas y de contradicciones. Desde niño se reveló artista, con una marcada vocación por la música, y en ella demostró, precozmente, verdadero talento. A fin de que adquiriese la conveniente educación, su padre le envió a los Conservatorios de Europa siendo todavía muy joven. Supo aprovecharlo al principio, y a poco su nombre figuraba en el número de los pianistas de mejor reputación. No era un “virtuoso”, ni aspiraba a serlo; pero ejecutaba brillantemente e interpretaba a los grandes maestros con verdadero sentimiento e inspiración. Dominada la ejecución, se aventuró en la composición musical con un ambicioso proyecto, sólo comparable a la soberbia jactancia de Miguel Ángel pidiendo un monte para esculpirlo: musicalizar la historia de la humanidad desde el ignoto momento en que empieza a caer sobre la tierra la mística lluvia de mónadas espirituales que vienen a fecundar los gérmenes terrestres y surge en el silencio de las selvas prehistóricas el primer grito humano; hasta el remoto término en el cual la inefable esencia del Ego, agotada la ley del karma teosófico, se sumergirá en la plenitud del Único.

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Sans, El Inexplicable silencio... Fue una idea extravagante que concibió bajo la influencia de un círculo de ocultistas, a cuyas tenidas asistía en Londres, atraído por la alucinante sugestión que una teosofista rusa ejercía por entonces sobre los espíritus. Para llevarla a cabo se propuso hacer un viaje a la India, donde bebería la inspiración en la fuente misma del budismo. Pero antes de internarse en aquel mundo misterioso, de donde tal vez no saldría más, quiso venir a Venezuela a despedirse de su familia. Caracas le hizo un fastuoso recibimiento, y su nombre, agobiado de descomunales epítetos, se hizo de moda. Un caballero de lo principal organizó en su casa un festival de arte para que él tocase, y allí se congregó un grupo de lo más selecto de la sociedad caraqueña, deseosa de admirar aquella gloria nacional que Europa había consagrado. Recibiéronlo con agasajos. Daniel se sentó al piano y comenzó a ejecutar una sonata de Beethoven. Pero, a los primeros compases, observó que unas señoras se distraían conversando entre sí, seguramente sobre motivo frívolos, y entonces, lleno de indignación, se levantó violentamente y abandonó la sala sin despedirse ni dar explicaciones. Desde aquel momento renunció totalmente a la música. Naturalmente, el incidente creó en torno de él un aura hostil: se le negaron méritos con la misma facilidad con que se habían exagerado los que poseía; se le ridiculizó de todas las maneras posibles. Daniel no hizo caso; su renuncia al arte era tan absoluta que él mismo no se consideraba artista. Se impuso la tarea de borrar de su memoria los recuerdos del pasado. Encerróse en su casa y se entregó a continuas lecturas mísicas y teosóficas. Al cabo de algunos años nadie se acordaba de que él era músico. [Gallegos, 1920:16-17]

Y más adelante refiere la vida que llevó con posterioridad a ese incidente, en una casa colonial: Daniel Solar la eligió como celda; hizo trasladar allí su piano, lo cubrió con un manto negro, a la manera de simbólico sudario de su extinguida vocación artística y se extendió en el sofá, decidido a pasar en aquella actitud el resto de sus días, hasta que entrase en el nirvana. (Gallegos, 1920:18)

El espectro de Redescal Uzcátegui acompañó a muchos músicos, que veían en él el retrato de la frustración en un medio musical que ofrecía muy poco estímulo para el desenvolvimiento profesional. Cuando Juan Bautista Plaza es becado a estudiar en Roma y debe regresar compulsivamente en 1923 por enfermedad de su padre, escribe una elocuente y conmovedora carta donde plasma sus angustias a este respecto: Es que ir a Caracas, Edgar, para establecerme allí significa para mí el aniquilamiento de lo poco de artista que ha empezado a nacer en mi persona. ¿Qué quieres que pueda hacer en un ambiente como aquél? Me faltarán mis maestros, me faltará el Augusteo y todos los conciertos que a diario se efectúan aquí; me faltarán mis amigos músicos, que me comprenden a este respecto y me faltará, en fin, toda esa atmósfera de arte, no sólo musical, que por todas partes respiro a plenos pulmones. ¡Ah! ¡si pudieras darte plenamente cuenta de lo que es todo esto para mí después de tres años de vida artística intensísima! No lo digo por vana o estúpida presunción, pero ¿quieres saber lo que pienso con profundo dolor? Que espiritualmente, preveo o presiento que en Caracas voy a vivir como un eremita solitario, algo así como el padre de Redescal cuyo recuerdo lo tengo siempre má presente, por ser ese un caso característico. ¿Con quién

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podré hablar de música con la seguridad de ser comprendido? ¿A quién haré criticar mis propios trabajos? [Castillo Didier, 1985:102]

Plaza fue íntimo amigo de Redescal Uzcátegui Coll, hijo de nuestro personaje. De esa relación nació la primera obra de Plaza, una zarzuela con texto de su amigo y música de él, Zapatero a tus zapatos, que fue estrenada en el auditorio del Colegio Francés el 25 de marzo de 1916, donde ambos eran alumnos. Redescal Uzcátegui Coll había heredado el talento artístico de su padre, pero lo encaminó hacia las artes escénicas. Como dramaturgo escribió La Liberal, que también musicalizó Plaza. Como actor se destacó participando en numerosas compañías de artistas aficionados. (Salas, 1974: 167,179,180) Entre 1936 y 1938 dirige varias escuelas de teatro y danza junto a Carmen Antillano y Eduardo Calcaño (Salas, 1974:319), y en 1942 funda la Sociedad Amigos del Teatro junto a insignes personalidades de la vida teatral caraqueña (Salas, 1974:223) Finalizando con la historia de Redescal padre, no tengo noticia de que su Sonata en mi menor se haya vuelto a tocar sino hasta después de su fallecimiento, en un recital ofrecido por el ya mencionado pianista húngaro Istvan Nadas, el 4 de diciembre de 1949, en los clásicos conciertos dominicales que obsequiaba la Biblioteca Nacional en su sala de lectura. En esa oportunidad, Nadas interpretó un inusual programa compuesto íntegramente por obras de autores venezolanos, que ya había sido presentado en el Congreso Internacional de Música Contemporánea que tuvo lugar el mes de setiembre de ese mismo año en Venecia. Hablo de inusual por el repertorio que escogió el pianista, integrado por las obras más representativas del pianismo venezolano del momento, hecho raramente asumido por pianista alguno en Venezuela. Incluyó, además de la Sonata de Redescal Uzcátegui, las Dos Sonatinas de Moisés Moleiro; una Estampa Venezolana de Prudencio Esaá; la Sonatina Venezolana, de Juan Bautista Plaza; la Sonata de José Clemente Laya, el dificilísimo Joropo de Juan Vicente Lecuna; Dos Preludios de Carlos Figueredo; la Rapsodia de Rhazés Hernández López y el Vals Caraqueño de Antonio Lauro. Nadas tocó además su propia Sonata en tres movimientos como parte de este concierto. Casi cuarenta años más tarde, la Fundación Vicente Emilio Sojo editó la obra bajo mi cuidado, y la misma fue interpretada un par de veces en esta versión por la pianista Leonor Niemtschik en el Auditorio de la Facultad de Humanidades y Educación en la Universidad Central de Venezuela, el 2 y el 26 de junio de 1998.

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