\" VIVIR NUESTRO CUERPO \" ESPIRITUALIDAD DE LOS SENTIDOS

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Descripción

“VIVIR NUESTRO CUERPO” ESPIRITUALIDAD DE LOS SENTIDOS “J’existe mon corps” (J.P. Sastre)

JOSÉ CRISTO REY GARCÍA PAREDES, CMF No estamos en el mejor momento para hablar de una espiritualidad de los sentidos. Son tantas las cautelas que nuestra sociedad nos exige en el campo de las relaciones humanas, y en especial, en aquellas en que utilizamos nuestros sentidos, que nos sentimos atemorizados: la sociedad está atenta a las adicciones, se muestra super-sensible ante “el acoso”, es libertaria, pero –al mismo tiempo- acusadora, parece que olvida, pero en los procesos judiciales aduce sus memorias… Y, no menos, sucede en la Iglesia, entre nosotros. Estamos en el tiempo de las “denuncias”, de las comunicaciones secretas, de las sospechas… Por eso, no es fácil plantear creíblemente en nuestro tiempo la espiritualidad del cuerpo. Lo voy a intentar porque me parece un tema central dentro de aquella comunidad en la cual el Señor nos confió este legado en su última Cena: “¡Esto es mi Cuerpo!”. “Vivir nuestro cuerpo” es el gran escenario de nuestra existencia, como “yo”. Al Espíritu Santo le pedimos “accende lumen sensibus” (“¡enciende la luz de los sentidos!”). Se hace necesaria una terapia (“aquello que pone en armonía”), una auténtica espiritualidad. Para ello vamos a asomarnos levemente al misterio de nuestro cuerpo y dejémonos inspirar.

¿DE DÓNDE VENIMOS? ¡PASIONES DESENFRENADAS! ¡AFECTOS DESORDENADOS! ¡POBRE CUERPO! La psicología teológico-cristiana del siglo XVIII explicaba todo el fenómeno psicológico a partir de Dios. La mente, el alma, el espíritu han sido creados por Él, a su imagen y semejanza. Esta psicología abordada las “pasiones” y los “afectos”, dentro de un contexto de revelación1. Las “pasiones” desenfrenadas y difíciles de controlar eran consideradas como síntoma y expresión de la caída del ser humano en pecado. Se entendía que las “pasiones” –según explicaba el filósofo Descartes- procedían de la marca producida en el alma humana por el movimiento de los espíritus animales del cuerpo; actuaban en el alma contra su voluntad Las pasiones eran contempladas generalmente bajo una luz negativa. 1

ISAAC WATTS, Discourses of the love of God and its influence on all the passions: with a discovery of the right use and abuse of them in matters of religion, Oswald and Buckland, London 1746; JONATHAN EDWARDS, A treatise concerning religious affections (1746). Estos autores distinguían entre “pasiones” y “afectos”

Obviamente se afirmaba –desde esta perspectiva- que Jesús nunca estuvo sometido a la “pasión” psicológica. Sí tuvo “afectos”. Y, hablando de “afectos”, éstos eran clasificados como “ordenados” y “desordenados”: afectos “ordenados” eran aquellos que mueven e inclinan la voluntad hacia Dios; “desordenados” aquellos que separan de la voluntad de Dios. En un planteamiento como éste siempre el alma excede al cuerpo en importancia; hasta se decía que los “buenos afectos” funcionaban con bastante independencia del cuerpo. En cambio, la “pasiones” están siempre ligadas a nuestra corporeidad (Jonathan Edwards). Nada extraño, por tanto, que este tipo de psicología teológica muestre un gran desinterés por el cuerpo. Era típico de su visión dualista del ser humano. Hubo también en el siglo XVIII autores que -como Mandeville y Hobbes- defendían –con notable éxito- que el ser humano es una máquina para la búsqueda exclusiva del placer y que esta máquina es movida y dirigida por pasiones sin freno de un objeto hacia otro2. La psicología cristiana vio en esta teoría un motivo muy fuerte para considerar que el cuerpo está bajo el dominio del pecado y, por lo tanto, su necesidad de redención, de mortificación.

¿DÓNDE ESTAMOS? ¡REDESCUBRIMOS LA MARAVILLA INTEGRAL Y COMPLEJA DEL SER HUMANO! Ya ha pasado mucho tiempo desde entonces. Nos encontramos en el siglo XXI. La situación ha cambiado mucho –aunque aún persisten algunas de aquellas memorias, aunque más diluidas. Hoy tenemos una concepción mucho más integral y holística de la espiritualidad. En ella participan el alma y el cuerpo. Nuestro cuerpo es espíritu encarnado: “j’existe mon corps” (“Yo existo mi cuerpo”), decía acertadamente J. P. Sastre. Hoy no concebimos al ser humano como un ser dual constituido por un espíritu y el cuerpo que lo alberga. Somos un solo ser, producto de millones de años de evolución; somos consustanciales y parientes de nuestros congéneres animales. Nuestro ser humano es producto de un trasiego constante de información a lo largo y ancho de nuestro cerebro; entre nuestro cerebro y nuestro cuerpo y sus sentidos, y entre éstos y el medio que nos rodea. Por tradición, partimos de una concepción del ser humano como espíritu, hecho a imagen y semejanza de Dios, o como materia informe, enraizada en la nada. La grandiosidad del ser humano nace del reconocimiento de que nuestro cerebro y cuerpo se identifican con una historia personal y esta última con todos los procesos de generación que se producen en la naturaleza.

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Cf. SUSAN JAMES, Passion and action: the emotions in seventeenth-century philosophy, Clarendon, Oxford, 1997. En el capítulo 6 resume las ideas de Hobbes sobre las pasiones.

A lo largo de millones de años se han ido configurando los códigos cerebrales que ahora hacen de nosotros una realidad inviolable. En nosotros hay una realidad primitiva, arcaica, y también una realidad nueva, cultural. Nuestra individualidad humana, en buena medida, procede de ese cúmulo de experiencias registradas en los circuitos emocionales de nuestro cerebro, de nuestro cuerpo, de sus sentidos. Nuestros códigos cerebrales son a veces tan primitivos, que no somos capaces de modificarlos. A ello se debe que, normalmente sigan primando las formas de comunicación primitiva, irracional, inconsciente, que nos lleva a violencia, a la guerra, a los brutos nacionalismos, a la violencia doméstica, a las reacciones agresivas, al desenfreno sexual. En la medida en que la ética, la moral, toma conciencia de estos condicionamientos, descubre las complejísimas conexiones que existen entre lo individual y lo colectivo, lo personal y lo estructural, lo que llamamos humano y lo natural. En su acción moral nadie, nadie es absolutamente autónomo, independiente: ¡ni hacia fuera, ni hacia dentro! ¡Estamos todos interconectados! Un ordenador es inhumano porque no siente, no se emociona. Solo procesa información. Lo que llamamos "conciencia" es un ingrediente propio de nosotros, los seres humanos. Se ha ido configurando a lo largo de millones de años de evolución. Pero no sabemos bien qué es en términos neurobiológicos. Los sentimientos son emociones que sabemos que son nuestras. Los sentimientos son posiblemente el ingrediente más propio de la naturaleza humana. Los cambios éticos, las transformaciones morales acontecen cuando somos capaces de tocar los puntos neurálgicos de la gran Red que nos constituye. La vida espiritual acontece en esta naturaleza humana, en este ser humano integral –cuerpo y espíritu- tan interconectado. La falta de atención a los sentidos y su marginación en la vida espiritual produce bloqueos y, tal vez –en el mejor de los casos-, un individualismo espiritual que apenas tiene influencia en la red de todo lo humano. Una espiritualidad enemiga de los sentidos, de las pasiones, de los afectos que llamamos desordenados, se vuelve tétrica, enemiga de lo humano y de lo creado y… hasta enfermiza. Genera estados de indiferencia emotiva, de apatía. Aproxima incluso al indiferentismo religioso y no ayuda al mejoramiento de los códigos que rigen la conducta humana. En cambio, la atención a los sentidos devuelve a la religión su carácter vital, vitalista, creador. Los sentidos son fuente de emociones, de sentimientos, de lo que podíamos también definir como una “religión emocional”.

¿HACIA DÓNDE VAMOS? ¡LOS SENTIDOS Y LA FALTA DE SENTIDO Estamos recuperando el lado emocional de la religiosidad, de la espiritualidad. Hoy sí que hablamos de emociones, sentimientos, sentidos; nos encanta la

gente apasionada… El camino de la emoción hace creíble y justificable la religiosidad en nuestro tiempo. Y lo que concede más misterio y trascendencia a las emociones es “lo religioso”. Como persona que me dedico al estudio, a la teología, he podido apreciar lo ausente que ha estado el tema de las emociones en los tratados de teología dogmática, realizados por varones. Es una dimensión ausente en sus cristologías, en sus antropologías teológica. Las teologías escritas por nuestras hermanas, las mujeres, sí muestran otra sensibilidad y se orientan en la utilización de las inteligencias múltiples. La teología dogmática se ha dejado conducir normalmente por la razón intelectual, pero no ha sabido –en bastantes casos- hacer teología desde la ahora llamada “inteligencia emocional”3. Por eso, la integración del mundo emotivo en la reflexión teológica, o la elaboración de esta desde la inteligencia emocional, es bastante novedosa. El estudio de las pasiones, de los afectos, de los sentimientos nunca ha sido un objetivo inmediato de la teología dogmática. Se dejaba para la teología moral, o la teología espiritual, consideradas como “teologías menores”. La razón teológica nunca se consideró “inteligencia emocional”. La razón teológica se presentó siempre como fides quaerens intellectum”: la fe que buscaba entender, pero entender en el sentido más puro y duro. Hasta el punto de que aquello que se entendía se expresaba en fórmulas teológicas o dogmáticas de la más pura precisión teológica y gramatical. Quedaba el estudio de las pasiones y afectos para la teología moral y espiritual. Hoy tenemos otra percepción de la realidad o, al menos, se nos ofrece esa posibilidad. Si la disociación entre razón pura y razón práctica se veía como un enorme desequilibrio, así también ocurre ahora con la disociación entre “la inteligencia” (el “intellectus” teológico racional) y la “inteligencia emocional”. ¿Y qué significa dar relevancia teológica a los sentidos, a los sentimientos? La respuesta es sencilla: aquello que sirve como explicación de la realidad toda, todo aquello que aporta sentido, que responde a las grandes preguntas del ser humano, todo ello, tiene un carácter teológico o cuasi-teológico. Cuando la teología en cuanto tal no responde convincentemente, a esas cuestiones –según

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Daniel Goleman se ha hecho famoso con su libro bestseller “Emotional Intelligence”. En él ha sabido divulgar unas ideas que resultan hoy especialmente importantes para entender al ser humano y autoconocernos. Los psicólogos han descubierto en estos últimos años algo así como tres grandes categorías de inteligencia: a) la inteligencia abstracta: habilidad para entender y manipular los símbolos verbales y matemáticos; b) la inteligencia concreta: habilidad para entender y manipular los objetos; c) la inteligencia social: habilidad para entender y relacionar a la gente o habilidad para entender y dirigir a hombres y mujeres, chicos y chicas, para actuar sabiamente en las relaciones humanas. Dentro de la inteligencia social se descubre un subtipo de inteligencia que sería la “inteligencia emocional”. Este tipo de inteligencia que implica la habilidad de visualizar las emociones propias y ajenas, de discernir entre ellas y de usar la información para guiar la propia forma de pensar y actuar. La inteligencia emocional requiere: autoconciencia; saber qué hacer con las emociones; canalizar las emociones al servicio de un objetivo; autocontrol emocional; empatía y sensibilidad hacia los sentimientos de los demás. La inteligencia emocional tiene mucho que ver con el fenómeno del liderazgo, del carisma colectivo.

la percepción de los seres humanos-, entonces se vuelven relevantes e interesantes las respuestas que ofrecen las ciencias con su visión del mundo, su explicación de la vida. Las ciencias ejercen entonces una función semejante a las religiones y la teología. ¿No es hoy la psicología aquella ciencia que reemplaza en no pocas ocasiones las teologías del alma? Si en tiempos pasados nuestra preocupación intelectual consistía en demostrar que también la teología es una ciencia, ahora –tal vez- estemos en lo contrario: las ciencias quieren mostrarse como auténticas teologías, o explicaciones de todo4. David Ray Griffin, en su análisis sobre el lugar de Dios en este mundo postmoderno, dice: “La economía y la ciencia natural, reforzadas por la filosofía de la ciencia, son las dos ramas principales que substituyen hoy a la teología”5. El tema de las emociones es uno de esos casos en los cuales la ciencia moderna suplanta a la teología. En las últimas décadas del siglo XIX aparecieron escritos, que testifican el paso de un discurso sobre “las pasiones del alma” a un discurso intencionalmente científico sobre las “emociones”. El discurso cristiano sobre las pasiones y los afectos fue vencido y desplazado por un discurso laico, secularizado sobre las emociones6. En el siglo XIX apareció el concepto de “emotions” (emociones) en el ámbito de la psicología de habla inglesa7; suplantaba a las antiguas categorías teológicas de “pasiones” y “afectos” del alma. Las teologías cristianas del alma se vieron desplazadas por las psicologías seculares y científicas. ¿Dónde se habla hoy de las “virtudes”, de “las emociones”, de “los afectos”, de los caminos de espiritualidad? En las librerías crecen y crecen los libros que hablan de estos temas; pero muy pocos están escritos por autoras o autores cristianos. No se ha dejado crecer este tipo de reflexión, porque ya apenas brotada ha sido atacada, sin dejarla madurar. Esto nos abre el camino para dar relevancia teológica a nuestro cuerpo, a nuestro cerebro, a nuestros sentidos, para descubrir la Gracia que en ellos reside y se expresa y crece. Estamos en un tiempo propicio para redimensionar nuestra espiritualidad como fuente de emociones y para descubrir de forma nueva la “espiritualidad del cuerpo”.

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Cf. NANCEY MURPHY, Theology in the Age of probable reasoning, Cornell University Press, Ithaca 1990. DAVID RAY GRIFFIN, God and religion in the postmodern world, State University of New York Press, New York 1989, p.2. 6 Debo estas ideas a un excelente artículo de Thomas Dixon: THOMAS DIXON, Theology, Anti-Theology and A-theology. From Christian Passions to Secular Emotions, en “Modern Theology”, 15 (1999), pp. 297330. 7 Cf. H.H. GARDINER Y OTROS, Feeling and Emotion: A history of Theories, Greenwood Press, Westport, 1970. 5

¡UNA SÚPLICA RADICAL! QUE EL ESPÍRITU ENCIENDA NUESTROS SENTIDOS! Resulta interesante que la Iglesia en su oración “Veni creador” invoque al Espíritu para pedirle que encienda la luz en nuestros sentidos, que potencie nuestra sensibilidad corporal: “Accende lumen sensibus, infunde amores cordibus”, “enciende la luz en los sentidos, infunde el amor en el corazón”. Bien sabemos que todo lo que tiene que ver con la sensibilidad y los sentidos tiene una doble vertiente: positiva y negativa. Está dotado de ambigüedad. Los sentidos nos dotan de sensibilidad ante toda la realidad. Los sentidos han sido habilitados para sentir a lo largo de la evolución del ser humano. Sentimos en red y desde la red. Nada extraño, entonces, que nuestros sentidos sean una fuente de información impresionante y que nos pongan en muchas situaciones alternativas. De ahí que nuestros sentidos puedan producir apegos, cortocircuitos, que nos bloquean los caminos hacia la trascendencia, más allá de la sensibilidad. Esto fue magníficamente entendido por los maestros de espiritualidad que siempre han recomendado “moderar los sentidos” e incluso, cuando fuere necesario “mortificarlos”. No obstante, la madre Iglesia, va más allá de estos consejos, y le pide al Espíritu que encienda la luz en los sentidos, que avive en ellos el fuego. Probablemente porque hay que actuar no solo en los individuos, sino en toda la red humana; porque hay que mejorar los códigos que rigen nuestros sentidos y hasta transformarlos. La espiritualidad que tiene como gran agente al Espíritu de Dios en nosotros no es enemiga de los sentidos. Más bien, es enemiga de aquello que niega el dinamismo trascendente de los sentidos, que los bloquea en cortocircuitos asfixiantes y repetitivos. Eso sucede cuando el tacto se vuelve maniático, o el gusto se torna adicto a algo, o la mirada o el oído quedan atrapados o fijados en algo, impidiendo otro campo de visión o audición. Esto sucede cuando estos fenómenos son comunes, sociales y se van repitiendo de generación en generación sin enmienda y cambio. Por eso, esperamos la llegada del Espíritu y de su luz para que potencie nuestra sensibilidad, la centre y la potencie8.

Emociones, sentidos, espiritualidad Ha sido frecuente decir que lo más sublime del ser humano no son las emociones, sino las convicciones, procedentes del intelecto, de nuestra alma racional. Las emociones eran consideradas como pertenecientes, más bien a nuestra dimensión animal y, por eso, estrechamente vinculadas a nuestra fisiología. Nos 8

Cf. ADAM BUCKO – MATTHEW FOX, Occupy Spirituality: A Radical Vision for a New Generation, North Atlantic Books, Berkeley, 2013; RICHARD ROHR, La danza divina. La Trinidad y tu transformación, Whitaker House, Madrid, 2017.

emocionamos porque reaccionamos, no porque seamos libres a través de ellas; los estados emocionales producen un estrechamiento de la percepción porque la focalizan excesivamente en un punto, dejando los otros fuera del campo de visión. Hoy es generalmente admitido que las emociones son de una importancia central para la adaptación individual. La mayor parte de los investigadores ven las emociones como procesos fundamentales, centrales, (core processes) para la organización y regulación de la conducta adaptativa9. Pero no hay un consenso general sobre el rol y la función de las emociones. El fenómeno es enormemente complejo10 y yo no estoy capacitado para entrar en él11: Las emociones mantienen la curiosidad, la expectación, la atención. La emoción es motor para encontrar cosas nuevas. El mamífero es por naturaleza un animal curioso. La curiosidad lleva al descubrimiento. La curiosidad tiene una forma de expresión máxima en el ser humano: ¡curioso de lo divino! Tendemos a explorar lo desconocido; nos gusta llegar al límite; nos hacemos preguntas últimas, definitivas, liminales. No descansamos hasta encontrar aquello que nos intriga. Cada nuevo conocimiento nos devela nuestro desconocimiento ulterior. Y es así cómo proseguimos nuestra búsqueda, mordidos por la curiosidad, enfrentándonos a lo desconocido. Es así como el ser humano hace ciencia y arte y teología y entra en un camino de espiritualidad. El ingrediente básico para un camino espiritual, para el arte, para la ciencia, es la emoción. La emoción que, en un inicio era un mecanismo básico de sobrevivencia, es ahora en el ser humano un instrumento al servicio de otra función (que es la religión, la ciencia, el arte, la relación humana…) y que nos lleva no sabemos bien a dónde. Charles Darwin señalaba que las emociones son un poderoso instrumento de comunicación, utilizado por casi todas las especies animales, incluido el hombre12. El lenguaje emocional es el más primitivo. Utiliza el cuerpo como medio de expresión. Es un lenguaje de comunicación rápida. Las expresiones de agresividad, tristeza, simpatía, placer, comunican al otro no sólo un estado de ánimo, 9

Cf. C.S. CARVER, M.F. SCHEIER, Origins and functions of positive and negative affect: a control-process view, en Psychological Review, 97, 19-35 10 Para unos las emociones son también motivaciones, fuerzas reguladores, orientadoras. Para otros las emociones tienen efectos desorganizadores, disruptivos (Pavlov). Para otros, como Sartre, Merlau-Ponty y Buytendijk, los sentimientos son entendidos como agentes activos que estructuran y reestructuran la situacion; son modos de detectar el significado de las situaciones, de conocer lo que es sabroso, disgustoso, alarmante, amable. Estos autores definen las emociones como “modes of replying to a situation and transforming it as a projected new world, in which unknown qualities are categorically experienced” F.J.J. BUYTENDIJK, The phenomenological aproach to the problem of feelings and emotions, en M.L. REYMERT (ed.), Feelings and emotions, McGraw-Hill, New York 1950, p. p.130. 11 Este autor ofrece una síntesis interesante sobre este tema tan complejo: A.R. DAMASIO, The feeling of what happens, William Heinemann, London 1999. 12 Cf. CHARLES DARWIN, La expresión de las emociones en el hombre y los animales, Alianza editorial, Madrid 1998).

sino que alertan e indican cómo reaccionar ante esa persona para comunicarse más propiamente con ella. El lenguaje de emociones es más fuerte que el lenguaje de ideas. Éste último es más eficaz cuando está avalado por el lenguaje emocional. El lenguaje emocional facilita o imposibilita u obstaculiza el otro lenguaje. La emoción es lo que mantiene vivo y competitivo al ser humano en su relación con los demás. La emoción es probablemente uno de los fundamentos más profundos de nuestro ser y estar en el mundo.

La gramática del cuerpo Cuando hablamos de los “cinco” sentidos estamos reduciendo todo el ámbito de la sensibilidad corporal a cinco fuentes: vista, oído, gusto, olfato y tacto. Es la forma clásica de la hablar de ellos. Nos dicen los entendidos, que en el ser humano hay muchos más sentidos. Ciertamente vemos que nuestra sensibilidad está esparcida por todo nuestro cuerpo y por cada uno de sus miembros. Nuestro cuerpo es el sentido de los sentidos. Nuestro cuerpo, considerado como parte de una gran red, no solo siente, con-siente. La experiencia comunitaria, social, global, ecológica, le permiten a nuestro cuerpo no solo sentir, sino también con-sentir. En ese contexto reticular, los sentidos individuales quedan impresionantemente potenciados. Vistas las cosas desde nuestro cuerpo individual, constatamos que en él, cada miembro y órgano es agente de sensibilidad. Frecuentemente tenemos una percepción muy pobre de nuestro cuerpo. Lo damos por supuesto. No valoramos cada uno de sus miembros. No leemos el mensaje que ellos nos transmiten. No entendemos su gramática. No solemos pecar de sensibilidad, sino de “insensibilidad”. A veces algunos órganos centran, focalizan toda nuestra atención y cuidados, mientras que descuidamos otros miembros. Así se producen en nosotros tremendos desequilibrios que tendemos a ocultar y que denominamos nuestra “sombra”, o nuestra “mala sombra”. Para ello necesitamos la ayuda de la espiritualidad, del Espíritu. Le pedimos al Espíritu Santo que encienda la luz de los sentidos. No que la apague. Propio del Espíritu santo es encender, estimular, poner al rojo vivo. Los malos espíritus, en cambio, traen consigo las tinieblas, no la luz. Ellos entenebrecen la luz de los sentidos, los apagan, los destruyen. Quien ha sido agraciado con el Espíritu de Dios no pierde sensibilidad, la acrecienta. Quien se deja llevar por malos espíritus, pierde la sensibilidad y al fin, asiste a la pérdida total de sensibilidad. No hay espiritualidad allí donde los sentidos son desdeñados o preteridos. "No ver, no tocar, no gustar, no oler, no oír" son mandatos que llevan a la insensibilidad, a la desvitalización. Es cierto que a veces los sentidos nos pueden defraudar. Por eso, necesitan la luz del Espíritu. Solo entonces adquieren toda su autenticidad.

La religión del cuerpo Escribió Novalis lo siguiente, respecto a la importancia del cuerpo humano: "Sólo existe un templo en el universo y es el Cuerpo del Hombre. Inclinarse ante el hombre es un acto de reverencia delante de esta Revelación de la Carne. Tocamos el cielo cuando ponemos nuestras manos en el cuerpo humano" (Novalis). El cuerpo humano es hoy, más que nunca objeto de cuidado, de atención. Lo es de una forma infamemente discriminatoria. Hay millones de cuerpos humanos dejados a una suerte horrible de hambre, de enfermedad, de descuido. Por otra parte, sobre todo, en la sociedad opulenta, se ha generalizado un culto al cuerpo excesivo y obsesivo. Se proponen socialmente modelos ideales de belleza, femenina y también masculina, eternamente jóvenes, delgadas pero con curvas, de piel reluciente, cuerpos atractivos y seductores. El mantenimiento de la línea y del peso ideal ha llegado a provocar una enorme expansión de enfermedades como la anorexia nerviosa y la bulimia. Anorexia y bulimia son males de nuestro tiempo, sobre todo, entre las mujeres más jóvenes. Asistimos también a la difusión en esta sociedad del bienestar de la cirugía estética. No parece suficiente el ejercicio físico, ni el uso cotidiano de cosméticos, ni los severos regímenes alimenticios o dietas para reconstruir y moldear nuestro propio cuerpo según los modelos de belleza difundidos. Además de eso, hay que acudir a la cirugía estética para buscar el cuerpo que más se acomode a la perfección establecida. Las operaciones de cirugía estética -en los países del primer mundo-, están irrumpiendo con fuerza sorprendente y provocan un mercado de enorme expansión que mueve ingentes cantidades de dinero. También sabemos el riesgo que comportan. Es muy común afirmar, desde nuestros ambientes eclesiásticos, que estamos en una época de idolatría del cuerpo, o de identificación de la salvación con la salud corporal. Es verdad, cuando contemplamos a la sociedad opulenta. Esta parece haber creado una religión del cuerpo y de los sentidos. Esta religión se propaga en los templos del buen comer y beber, en los inciensos de los perfumes y aromas, las músicas y placeres del oído, el bien vestir y el cuerpo mantenido en forma para ello, las técnicas del placer en sus formas más sofisticadas… Esta religión del cuerpo es escandalosamente cara. Mueve mucho dinero. Por eso ¡es negocio! Hay otra forma de acceder al cuerpo humano en nuestro tiempo.

Nuestro cuerpo en su totalidad, como sentido de los sentidos Una línea de relación adecuada con nuestros sentidos nos lleva relacionarnos con ellos y con nuestro cuerpo como el ámbito en el que se realiza nuestra espiritualidad. Lo que hemos llamado “religión del cuerpo” no debe servir de coartada para negar la importancia que tiene una adecuada atención al cuerpo para la vida espiritual e intensificar nuestra vocación a la vida.

Se habla del cuerpo humano en las clases de arte, en las universidades de medicina. En teología y espiritualidad se hace referencia a él de la forma más genérica posible: ¡el cuerpo! Como si al decir "cuerpo" supiéramos a ciencia cierta a qué nos referimos. Nuestro cuerpo es como una escalera, como un árblo, como un libro. En una escalera las partes más altas se apoyan en las partes más bajas. Si éstas no son sólidas, lo que está más arriba puede caerse, derrumbarse, no se puede sostener. En un árbol la savia viva desciende hasta las mismas raíces y llega hasta las más altas ramas. Nosotros, nuestros cuerpos, enraizados en la tierra, en el humus, suben hasta la luz. Nuestro cuerpo es un libro, nuestro libro de estudio. Recorriendo sus páginas encontramos a su Autor. Porque nuestro "cuerpo es el inconsciente visible" (Wilhelm Reich). Hay encerradas en él muchas memorias. Todo queda en nuestro cuerpo registrado. Nuestro cuerpo necesita una atención total y específica, al mismo tiempo. No una atención desequilibrada. No amamos todo nuestro cuerpo de la misma manera. Hay partes de nuestro cuerpo que han sido muy amadas, muy cuidadas. Otras han quedado en el olvido, no han merecido nuestra atención, ni nuestra ascética o proceso educacional, porque nos dan miedo o nos disgustan. Hablar de los sentidos es hablar de todo el cuerpo, no solo de los ojos (vista) de la nariz (olfato), de los oídos (oído), de la lengua (gusto) o paladar, de las manos (tacto). Nuestro cuerpo guarda las memorias no solo de nuestra historia personal. También las memorias de nuestra historia colectiva, también de los procesos evolutivos de la naturaleza. Algunas veces nuestro cuerpo somatiza problemas que no son solamente nuestros. Llevamos en nuestro cuerpo memorias familiares, memorias colectivas. A veces nuestro cuerpo se resiente por lo que sucede en un país, e incluso por lo que acontece en el cosmos. Según los Terapéutas de Alejandría cuidar el cuerpo era cuidar del Universo y cuidar del Universo y del medio ambiente es cuidar también de nuestro cuerpo. En esta grandiosa aventura, todo órgano y miembro del cuerpo tiene una función, de la cual la función fisiológica inmediata es la manifestación. ¿Por qué las primeras vértebras son llamadas sacras? ¿por qué el cerebro es llamado "árbol de la vida"?, ¿los tálamos ópticos "lechos nupciales"?. El cuerpo tiene una vocación fundante. Cuando está desorientado respecto a ella, el cuerpo sufre.

LOS SENTIDOS DE NUESTRO CUERPO: “ME HAS ENTRETEJIDO MARAVILLOSAMENTE” Hablar de nuestro cuerpo es hablar también de sus miembros y de sus sentidos. Inspirándome en Annick de Souzenelle y en Jean-Yves Leloup, presento una síntesis de sus valiosos estudios sobre el cuerpo humano y la espiritualidad13.

Los pies Hablamos de la “planta de los pies”. Reposamos sobre ella y a través de ella entramos en contacto con la tierra. Pisar la tierra descalzos, caminar descalzos, no hace sentir la experiencia del arraigo. La tierra también nos toca, nos estimula, nos besa. Nuestros pies huelen. Su olor puede ser agradable o desagradable. El olor es una llamada de atención a ellos. En las tradiciones del yoga se purifican los pies en agua salada. En los pies se manifiestan nuestras tensiones y fatigas. También nuestra paz, nuestro amor. Son bellos los pies del mensajero de la buena noticia (Is 52). Jesús lava los pies de los discípulos, después de que los suyos fueron lavados por las lágrimas de una mujer y enjugados sus cabellos. El simbolismo de lavar los pies de alguien nos remite no solo a un acto de humildad. Es también un gesto de amor supremo, de conquista de la persona desde el primer escalón, desde lo ínfimo, es también un gesto curativo Cuando se ama a uno no se le mira desde arriba, sino de ponerse ante él para ayudarlo y hacer que se levante14. El pie es el símbolo de nuestra fuerza. Es el soporte que tenemos para permanecer erectos. En Africa, por ejemplo, el pie es el punto de apoyo del cuerpo en el mundo. Es símbolo de poder. Algunas veces nuestros pies son vulnerables: el talón de Aquiles, el calcañar de la descendencia de la mujer, al que quiere morder la serpiente. Las tradiciones chinas dan mucha importancia a a los pies enfajados que alteraban el caminar de las mujeres. El pie y el zapato eran para Freud dos símbolos correlativos, eróticos. Los Padres del Desierto decían que todos nosotros tenemos los pies heridos y maltratados. Tenemos necesidad de ser curados al nivel de nuestros pies. En hebreo hay el mismo término para "pie" y "regalo" o fiesta (reguel). Los pies ponen al ser en la puerta de entrada de la alegría en nuestro cuerpo. La reflexología nos hace ver que todo el organismo humano, todo el cuerpo, se refleja en los pies. Los

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Para ello me inspiro en dos obras relativamente recientes, a las que remito para una mayor profundización a quien lo desee: JEAN-YVES LELOUP, O corpo e seus símbolos. Uma antropologia essencial, Editora Vozes, Petrópolis 1998; ANNICK DE SOUZENELLE, El simbolismo del corpo umano. Dall'albero di vita allo schema corporeo, Servitum Edictrice, Gorle, 2000. 14 Jean-Yves Leloup comenta respecto a María Magdalena lavando los pies de Jesús y enjugándoselos con sus cabellos: “Los pies son nuestras raíces en la tierra, los cabellos son nuestras raices en el cielo. Los cabellos son como antenas que nos permiten captar mensajes. Cuando los cabellos y los pies están juntos, cuando la cabeza y los pies están juntos, simbolizan un momento de conjunctio, una integración entre cielo y tierra.” (o.c.)

pies son una maravilla. De la salud de los pies y su enraizamiento en la tierra depende la salud de todo el cuerpo. Y tras nuestros pies, los tobillos. Forman la primera articulación. Los tobillos nos permiten caminar, dar pasos hacia adelante. Dar un paso más es ir más allá de nuestros límites, es ir más allá del Ego. A veces tenemos miedo de dar un paso más. El tobillo, además de ser un articulación de nuestro cuerpo, simboliza nuestra articulación con lo otro y también con el Todo-Otro. En la mitología greco romana el tobillo es el punto donde se prenden las alas. Los pies alados de Hermes, los pies alados de Mercurio, que permiten la conexión entre el cielo y la tierra. Pero hay veces en que las alas no pueden ser injertadas en nuestros tobillos porque los tenemos hinchados o doloridos. No olvidemos que Edipo significa ¡el que tiene los pies doloridos o los tobillos hinchados! De ello se habla en el relato mítico en varias ocasiones. Y tras los tobillos, las rodillas. La flexibilidad de las rodillas es vital para el cuerpo. Su rigidez tiene malas consecuencias en el organismo. Estar sobre las rodillas de alguien es una importante experiencia. Es un gesto de intimidad. Ser hijo, ser hija, es estar al cuello, sobre las rodillas. En nuestras rodillas están grabadas algunas importantes memorias. El estar en las rodillas nos evoca la fase oral. La bulimia es un sufrimiento real que no siempre es tomado en serio Expresa una falta profunda, un vacío profundo que quiere ser colmado con el exceso de alimento. Jesús cuida de nuestros pies, pero también cuida de nuestra oralidad: "Tomad, comed, bebed". Jesús nos pide que dejemos de considerarlo como algo exterior a nosotros, a nuestra propia vida. El nombre de "Pitágoras" significa "el maestro de las rodillas de oro". En ciertos rituales iniciáticos, el aspirante a un nuevo nacimiento se presentaba con las rodillas descubiertas. Tocar con la mano en la rodilla de alguien o sentar un discípulo sobre las rodillas tenía, en ciertos rituales, una función iniciática. En el monte Carmelo, para suplicar a Dios la bendición, puso Elías su rostro sobre sus rodillas (1 Rey 18,42-46). Es volver a ser hijo hija, bienamados de Dios. En África, cuando un jefe de tribu manifiesta sus rodillas, está manifestando su poder. Recuerda a la comunidad que la está llevando sobre sus rodillas.

La región sagrada Es interesante descubrir cómo se denomina la región donde están situadas las fuentes de la vida: ¡región sagrada! El ano es, en el ser humano, un lugar de apertura que deja pasar lo que debe pasar, que deja que la purificación se complete. Por lo tanto, es un lugar de relajación. Jung, hijo de un pastor protestante, soñó cuando era niño que Dios hacía

caca sobre su Iglesia. Fue terrible. Solo mucho más tarde comprendió el significado del sueño: que tendría que vivenciar en sí mismo la unión de los contrarios, la unión de lo alto y de lo bajo. Comprendió que Dios lo invitaba a integrar la materia en su búsqueda de lo espiritual. Reconciliarse con esta parte de nosotros mismos, es un camino de curación e integración. Nuestros órganos sexuales nos traen a veces muy malas experiencias. Es muy infrecuente haber vivido una sexualidad sencilla y feliz. Y, sin embargo, nuestra zona sexual es también un camino de trascendencia. El sexo es un momento de paso para ir más allá del propio ego, porque a través del abandono del cuerpo, algunos pueden vivir una apertura para la Luz. Nuestro cuerpo, nuestro sexo, nuestra sexualidad están habitados por muchas memorias. La representación más primitva de Dios se ha encontrado en la India y son el Lingam y la Ioni, símbolos fálico masculino y genital femenino. Así el sexo fue la primera representación hecha por el hombre para representar a Dios. Porque el sexo es el lugar donde se encarna la vida, donde se transmite la vida. Por eso, es algo muy sagrado. La circuncisión es un gesto simbólico que recuerda al hombre que Dios está en su piel, que es carne de la Alianza

Toda esa zona que llamamos “vientre” Observar nuestro vientre y todo lo que encierra (hígado, riñones, estómago...), es observar otro foco de emociones, de sentimientos, de sentido Nuestros intestinos se presentan como un gran laberinto, parecido al laberinto del cerebro. Los antiguos consideraban el vientre como un lugar de transformación. Para los alquimistas el vientre es el lugar donde todo se fragua. Entre los japoneses el vientre es el lugar de la madurez. Si un joven es digno de confianza, se dice de él que muy es muy joven pero ya tiene vientre. En Japón servir el té es un arte. El te puede ser servido como el vientre. Quiere decir ofrecer a la persona el té, permaneciendo centrada. Y acontece una comunicación de energía. En las imágenes representadas con un gran vientre, se está diciendo que esos personajes están bien centrados en el universo. Tener vientre es tener centro. Del vientre nace la mejor voz del ser humano, no de la garganta. Del vientre nace la fuerza en las artes marciales. El mensaje que el vientre transmite, es la necesidad de que nuestra vida tenga un centro, para tener sentido. La contemplación tiene mucho que ver con encontrar un centro. Resulta curioso, al menos, constatar que de los monjes hesicastas decían sus adversarios que pasaban el tiempo “contemplándose el ombligo”. Esto solemos también hoy decirlo de algunas personas. Lo curioso es que en la lengua hebrea “ombligo” se dice con esta palabra: ¡tabor! Decimos que la transfiguración del Señor, el momento contemplativo en el que Pedro llegó a decir (¡quedémonos aquí!¡Hagamos tres tiendas!), aconteció en el Tabor. Es como si se dijera que la transfiguración,

la metamorfosis, pasa por el Tabor, por ese nivel del vientre donde una transformación es posible. Quizá el ombligo sea un lugar importante de nuestrol cuerpo, el lugar de nuestras teofanías. El monte Sinaí ha sido considerado como uno de los ombligos del mundo. Acojamos el Espíritu, el soplo, en nuestro vientre Dejemos al ser respirar en nosotros, sintiéndonos inspirados y expirados.

Las manos En la tradición de los Terapeutas existe la práctica de la imposición de las manos. También en nuestra práctica sacramental A través de las manos comunicamos nuestra energía, nuestro corazón. A través de las manos humanas, nos toca la misma mano de Dios: "tenemos una Mano en nuestra mano" (Evangelio de Tomás). La mano es la fuente de la caricia, de la artesanía, del arte, de la escritura… Las manos son una maravilla, un admirable lugar de conexiones. En algunas prácticas orientales se trabaja mucho con los "mudras" que son gestos rituales de las manos y los dedos. Cuando tenemos algo entre las manos, nuestra psiqué se calma. Por ejemplo, el rosario entre las manos. Nuestros dedos han sido colmados de simbolismo popular: el dedo pulgar, el dedo índice, el dedo corazón, el dedo anular, el dedo meñique. El niño que va de la mano con su padre, el joven que pide la mano de la novia, la mano que mece la cuna, la mano que cura, la mano de Dios… pero también, la mano asesina, la mano siniestra… nos indican todo un enorme simbolismo que se centra en nuestras manos.

La cabeza Y ¿qué decir de la cabeza y de todo aquella que en ella se oculta? Es la zona de nuestro cerebro, de nuestra vista, olfato, gusto y oído. En el rostro encontramos el resumen de todo el cuerpo. También en él se descubre el reflejo de todo el cuerpo, como en las manos o en los pies. La maravilla de nuestro cerebro, de la zona ocular, de la zona auditiva, de la zona olfativa, de la zona gustativa. Todo se llena de espiritualidad. Pero toda espiritualidad está conectada con la materialidad que nos constituye. Sería ingenuo querer aquí fijarse en toda la maravilla de nuestro cuerpo, como base y fundamento de una espiritualidad más integral. Pero sí que nos sentimos invitados a descubrir de verdad la espiritualidad de nuestro cuerpo y sus admirables miembros y sentidos. Solo entonces podremos exclamar con el salmista: “Porque me has entretejido en el seno materno… me has creado portentosamente”.

CONCLUSIÓN Al final de esta reflexión tengo la impresión de no haber dicho nada práctico. Pero creo que sí he podido poner los ojos, el oído, el tacto, el olfato, el gusto, donde casi nunca los pongo. Siento la necesidad de conocer más a fondo el don que he recibido: el cuerpo. Jesús, al final, nos dio su cuerpo. Supongo que no hablaba como un platónico, que no lo era, sino como un hebreo muy realista y afincado en la tierra. Después diríamos que Él era “el Hijo de Dios encarnado”.

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