\" Recuerdos de una Hungría en llamas \"

June 8, 2017 | Autor: Ana Fox | Categoría: Revolutions, Soviet Union (History), Marxismo, Hungria
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Descripción



Este periodista comunista británico del "Daily Worker" ante la vigencia de tal relato publicó su libro "La Tragedia de Hungría", basándose en los hechos presenciados por el mismo en Budapest y algunas regiones del interior. Con el trataba de acabar con la leyenda de una contrarrevolución que nunca atestiguo. Una primera publicación de su versión, paralela al desarrollo de estos, fue impedida por la dirección del periódico, adherida a la línea oficial de Moscú. Luego de estos episodios, rompió con la misma y se pasó a las filas del trotskismo.
Su observación le posibilitó hacer afirmaciones desgarradoras tales como estas, que me permito citar en extenso por su carácter esclarecedor: "Yo estaba en Hungría cuando pasó todo esto. Vi con mis propios ojos que el levantamiento no fue organizado ni controlado por fascistas o reaccionarios, si bien es innegable que los reaccionarios trataban de hacerlo. Fui testigo de que las tropas soviéticas, empujadas a la batalla para hacer frente a la contrarrevolución, luchaban, en realidad, no contra los fascistas y reaccionarios, sino contra el grueso del pueblo de Hungría: trabajadores, campesinos, estudiantes y soldados. El ejército que liberó a Hungría en 1944-45 del régimen fascista alemán, que persiguió a los grandes terratenientes colaboracionistas y a los grandes capitalistas e hizo posible la reforma agraria y el comienzo de la estructura socialista tenía ahora que luchar contra los mejores hijos del pueblo húngaro"; "La mayoría de los húngaros, si bien no quieren la vuelta del capitalismo o el retorno de los terratenientes, hoy detestan, con justa razón, el régimen de pobreza, suciedad y miedo que se les ha presentado como comunismo. La responsabilidad de estas mentiras recae sobre los hombros de los líderes comunistas y, principalmente, sobre los de Rákosi, Farkas y Gëro, que prometieron al pueblo un paraíso terrenal y le dieron un régimen policial tan represivo y reprensible como la dictadura de preguerra del almirante Horthy" (Fryer: 2006). Destacaremos de sus escritos el carácter popular de la revuelta pero también su intento de mantener las conquistas de tipo socialistas ya logradas; su origen espontáneo, pero también su incubación en las condiciones reales de vida padecidas por el conjunto de la población.
Seguimos aquí las ideas de Leonardo Daniel Eiff (2013). Para él, el ejemplo húngaro le dará a este filósofo político el punta pie para vislumbrar las alternativas a la dominación totalitaria entendida como un régimen político sostenido por la creencia en la homogeneidad y reconciliación del pueblo, encarnizada en un partido o líder, que sintetizará en la "revolución democrática", y lo llevarán por fuera del marco teórico y las opciones políticas del marxismo clásico. Para Lefort encuentro entre este acontecimiento y el proletariado era posible (y Hungría lo atestiguaba) si rompía con las direcciones partidarias y se asentaba en sus organizaciones de clase. De este autor, cabe rescatar el anti-totalitarismo (entendido en este sentido reconciliador bajo el que lo conceptualiza) y el pluralismo con el que caracteriza a esta revolución.
Hannah Arendt, en "Sobre la Revolución" le dedica párrafos a este acontecimiento por encontrar en él, como en toda otra gran revolución (desde la francesa, pasando por la norteamericana y la rusa) el renacimiento de los consejos (de los cuales destacaremos su papel y sus características en el cuerpo del texto), los cuales conceptualiza como una forma de gobierno en la cual se alcanza la verdadera libertad política: la de la discusión de los asuntos comunes entre los hombres iguales, enfrentada al modelo administrativo que promueve la dominación de los partidos modernos sea en su forma plural (en los estados occidentales) o monolítica (en los orientales). Coincidiremos con ella respecto del carácter político de esta forma de auto-organización, pero viendo cómo y por qué se han desarrollado de este modo, y tratando de reflexionar sobre su destino en este caso particular.
Aquí cabe destacar la declaración dada por el delegado soviético en las Naciones Unidas en noviembre de ese año que estipulaba que "el levantamiento estaba dirigido por fascistas y reaccionarios" y que era una cuestión de "orgías sangrientas llevadas a cabo por fuerzas contrarrevolucionarias" (Fryer: 2006). El papel de Gëro y Kádár será desarrollado en el cuerpo del texto.
"No estamos ante una opresión de una nacionalidad por otra, en el sentido propio de la palabra, sino ante la opresión de todas las culturas nacionales, comenzando por la Citan Rusa, por un aparato policíaco centralizado (…) Sin embargo, ¿no hay que ver en la parte exageradamente grande que se atribuye a los rusos en las ediciones (y naturalmente que no sólo allí), un privilegio nacional de hecho, privilegio de gran potencia obtenido en detrimento de otras nacionalidades? Es muy posible (...) como el Kremlin es la sede del poder, como la periferia tiene que imitar al centro, la burocracia central toma inevitablemente una actitud rusificadora, mientras que le atribuye a las demás nacionalidades un sólo derecho indiscutible: el de cantar en su propio idioma los elogios del árbitro" (Trotsky: 2002).
Tan sólo con decir que este fue reconocido como "el mejor discípulo de Stalin" puede uno llegar a imaginarse el desastre que sus períodos gubernamentales significaron para la población húngara.
Consejo de Ayuda Mutua Económica.
El 1 de junio, los trabajadores de importantes centros de la industria inician una serie de paros y manifestaciones tanto en Praga, como en Ostrava y Pilsen ante una reforma monetaria perjudicial para todo el pueblo. Sus intenciones políticas pronto saldrían a la luz en la exigencia de elecciones libres. El orden sería restablecido por unidades del ejército soviético y la promoción de una versión del origen de los sucesos provocada por burgueses y sociales-demócratas.
Esta comenzó en junio con una huelga proclamada por los obreros de la construcción en contra del aumento de las normas de producción sin los respectivos aumentos salariales, la cual, pronto se generalizaría implicando manifestaciones masivas. Como en Checoslovaquia, las reivindicaciones irían incorporando dimensiones de estricto corte político: la dimisión del gobierno vigente y la realización de elecciones libres. El episodio acabaría con la declaración del estado de sitio, el disparo de las tropas rusas contra la multitud insurgente, juicios sumarios y ejecuciones. Una vez alcanzando el orden en la ciudad, el movimiento se propagaría a otros centros industriales de la Alemania Oriental, acabando con los mismos resultados.
Nuevamente la responsabilidad de los sucesos sería atribuida a "provocadores social-demócratas", "burgueses "y "agentes del imperialismo" (Claudín: 1981). Es entonces en Berlín y Checoslovaquia que comienza el trabajo de ocultamiento y distorsión de levantamientos obreros por las burocracias gobernantes y sus intentos desesperados de conservación del mito de las sociedades socialistas unidas y consensuales.
Cabe destacar que en este mismo año, en el mes de julio, se produjo dentro la Unión Soviética, la huelga general de los prisioneros de Vorkuta, exaltados tanto por la muerte de Stalin como por la insurrección berlinesa.
" Creyendo, al parecer, que era el mejor camino para atenuar las tensiones y prevenir la explosión del descontento acumulado (o tal vez por simple rutina burocrática) el Kremlin exige que cada partido comunista de las democracias populares imite sus medidas: paso a la "dirección colectiva", crítica del " culto a la personalidad", corrección de los "excesos" en la industrialización y la colectivización, supresión de los aspectos más brutales de la represión, sanción de algunos de los responsables directos (…), amnistías, etc.. Los jefes soviéticos exigen, en una palabra, que se adopte su modelo de" desestalinización", lo mismo que antes habían impuesto su modelo de "estalinización" "(Claudín: 1981).
Aprovechando también la caída de Malenkov, presidente del gobierno soviético en el cual el programa nagysta se inspiraba.
Aquí le tocaría al mismo Rákosi ser desplazado por Erno Gëro.
En junio de 1956 comenzó una agitación obrera en los centros industriales polacos, que al llegar a Poznan cobra el carácter de levantamiento popular. En las calles de esta ciudad, los trabajadores se manifestaban tras las proclamas de pan, elecciones libres y evacuación de las tropas soviéticas en el país; se asaltó la sede de la policía, la cárcel, la radio, el tribunal. Este movimiento sería aplastado por unidades especiales de seguridad con apoyo de tanques del ejército dejando un importante saldo de muertos, heridos y detenidos. Pero su presión se había vuelto amenazadora, radicalizando la lucha interna del partido entre la franja "dura" y la "reformista". Mientras, crecen los contactos entre los obreros y las universidades. Para descomprimir la situación, se impondrá la solución de la tendencia renovadora de la dirección recurriéndose a Wladyslaw Gomulka (figura que parecía una alternativa positiva dado que había participado en la resistencia a la ocupación alemana, sido secretario del partido luego de la liberación y expulsado del mismo y encarcelado por ser acusado de "titismo"). Frente a esto, la lucha entre fracciones dentro del partido y del gobierno se incrementa, lo que lleva a los trabajadores y universitarios a hacer causa común con el grupo liberalizador, dadas las amenazas crecientes de un golpe preventivo del "ala dura". La población se arma; surgen consejos obreros; los estudiantes organizan actos masivos. El 18 de octubre, un día antes de la reunión del comité central donde iba a realizarse la elección de Gomulka para Secretario general, aterriza en la capital del país una delegación encabezada por el mismo Jruschev, mientras llega información de la movilización de las tropas soviéticas en las fronteras. Con un país entero dispuesto a dar lucha, se aceptará la nominación de Gomulka para dar inicio a una liberalización cultural y a transformaciones económicas, pero al costo del compromiso: todo el proceso sería realizado en el marco del partido, sin modificar su papel dirigente ni las estructuras fundamentales del régimen, y se mantendría la alianza de Polonia con la URSS pautada por el Pacto de Varsovia. Gomulka quedará retratado como el héroe de estos sucesos.
Polonia dejó en claro que las estipulaciones del XX Congreso del PCUS de "desarrollar la democracia socialista" y de admitir "vías diferentes al socialismo" tenían los límites del monopolio del poder del partido, la conservación de la subordinación a Moscú y el advenimiento al compromiso de la oposición. Hungría, por su parte, dejó en claro lo que podría suceder si esos límites se franqueaban.
Ministro del Interior en 1946, padre de la AVH y paradójicamente ejecutado por ella en el 49´. En él Rákosi vio un potencial rival que logró eliminar al acusarlo de "titismo" e "instigador del capitalismo". Fue torturado, extorsionado y obligado a confesar crímenes y desviaciones no cometidas. Su hijo fue sacado de la custodia materna y criado por extraños con otro nombre.
Que en estos momentos se encontraba en Moscú. Advertir su presencia en la URSS es clave para comprender las decisiones que pronto se vería obligada a tomar el Kremlin.
Quienes también habían redactado en una plataforma de 10 puntos sus propias reivindicaciones coincidentes en gran medida con las de los estudiantes. Entre ellas cabe destacar: 1) Para asegurar el prestigio del Partido y de la Administración Estatal, proponemos que Nagy y otros que lucharon por la democracia socialista y los principios leninistas, ocupen un lugar relevante en el Partido y el Gobierno; 2) Proponemos la expulsión de Rákosi del Comité Central del Partido Comunista y su destitución del Parlamento y de la Presidencia. El Comité Central, que desea establecer la calma en el país, debe hacer lo posible para desechar la administración estalinista; 3) Con el fin de consolidar la amistad húngaro-soviética, establezcamos relaciones más cercanas en base al principio leninista de "igualdad total".
En su Introducción al libro "Hungría 56" destaca que las consignas coreadas eran: "Polonia nos da ejemplo, ¡Adelante por el camino húngaro!; ¡Rákosi al Danubio, Irme Nagy al gobierno!; ¡Rusos a casa!; ¡Fuera los rusos!
"por primera vez desde hacía décadas, los trabajadores húngaros, en su lucha contra la burocracia, volvían a encontrar espontáneamente las formas de organización y del poder proletarios. Reencontraban la tradición de los soviets (la palabra rusa para denominar a los consejos) de 1905 y 1917, la misma de la primera república húngara de los consejos (marzo de 1919) (…)De los consejos obreros, se puede escribir lo que escribía Trotsky del Soviet de Petrogrado de 1905: "el soviet es el poder organizado de la masa misma y domina a todas sus facciones: es la verdadera democracia, no falsificada, sin las dos cámaras, sin burocracia profesional, conservando los electores el derecho de reemplazar cuando quieran a sus diputados. El soviet, por medio de sus miembros, por medio de los diputados que los obreros han elegido, preside directamente todas las manifestaciones sociales del proletariado en su conjunto o en sus grupos, organiza su acción y le da una consigna y una bandera" (Broué: 2006).
Por tanto, vemos lo apresurado de la interpretación nombrada arriba: en ningún momento el sistema socialista fue cuestionado, sino sólo la modalidad impuesta "desde arriba" en la que fue conocido por el pueblo húngaro. Releyendo las primeras reivindicaciones que germinaron la revolución, podemos notar que un retorno al capitalismo jamás fue nombrado. Tampoco sería deseado en todo su curso.
Kádár, a pesar de haber participado en la ejecución de Rajk, se había transformado en un personaje popular al ser el mismo torturado y encarcelado bajo el régimen de Rákosi. Estas contradicciones en la carrera de Kádár volverían a manifestarse en sus opiniones respecto a la revolución cuando, una vez en el gobierno teniendo que maniobrar ante la presión de los consejos, primero la llamó "un gran movimiento del pueblo" y luego "y luego "una bien preparada campaña militar preparada por fuerzas contrarrevolucionarias" (Fryer: 2006).
Es decir, reconocimiento del derecho de huelga, regreso al poder de Imre Nagy, partida de los rusos, elecciones libres y honestas con sufragio universal, fin del partido único y libertad de partidos que reconozcan el régimen económico existente, independencia total con respecto a la URSS, neutralidad de Hungría.
Nagy fue ahorcado en 1958.
En el primer grupo, siguiendo a la tradición trotskista Mandel; en el segundo a Castoriadis, Arendt o Lefort.






"Recuerdos de una Hungría en llamas"



A Margarita y Eugenio,
Que nunca olvidaron su país.

Introducción: al este y al oeste significando una revolución
"Mira mis manos, camarada… son manos de obrero. Yo combatí contra vuestros tanques. ¿Tengo manos de fascista?" (citado por Broué: 2006). Estas palabras sufrientes podrían haber provenido de cualquier trabajador húngaro de Budapest o de alguna de las regiones del país, cuyo nombre no ha pasado a las páginas de la historia, joven o adulto, que en los últimos días de octubre o los primeros de noviembre de 1956, intentando defender y continuar la lucha de todo su pueblo se acercará a un soldado de las tropas soviéticas con el objetivo de confraternizar con este hombre, cuya presencia en su país estaba justificada por haberse tildado a los sucesos desarrollados en este corto período como una contrarrevolución fascista y reaccionaria, en búsqueda de reinstaurar en este pequeño territorio europeo el modo de vida capitalista.
Esta lectura de la Revolución Húngara (suceso que ha implicado la ruptura de reconocidos cuadros comunistas, como Peter Fryer, al ser sus testigos, cambios en las trayectorias conceptuales de autores tales como Claude Lefort, y la admiración de otros ajenos a la tradición marxista como Hannah Arendt), que intentó la circulación de la idea de que los insurrectos se alzaron para revertir la dimensión social (es decir, la nacionalización y expropiación de la industria, así como la colectivización en el ámbito campesino) del régimen imperante en Hungría tras 1948, promovida ante el resto del mundo por las autoridades burocráticas del Kremlin en Moscú y sus satélites en la capital húngara, desde Erno Gëro hasta Janos Kádár, así como por la oficialidad de los Partidos Comunistas Occidentales, entraña una doble distorsión de la realidad. En primer lugar, oculta la pobreza, la opresión laboral, el cercenamiento de la vida política, el terror y la dependencia nacional bajo los que vivían diariamente los húngaros durante la "democracia popular" de Mátyás Rákosi (impuesta en gran medida por la policía política húngara, la Államvédelmi Hatóság - en adelante AVH- y, en último término, por el ejército soviético), tras la creencia de una sociedad libre de necesidades y reconciliada bajo la triada pueblo-partido-estado, así como de igualdad entre los países que permanecieron por detrás del "muro de hierro"; en segundo lugar, pone un velo sobre los verdaderos autores del acontecimiento, sus reivindicaciones declaradas y hasta de la manera en la que lograron armarse.
Contra esta lectura, que podemos llamar "proveniente del este", pero aun así en colaboración con la misma, se alza la lectura "proveniente del oeste". Fundamentalmente, esta se centra más bien en la dimensión política de la Revolución y vuelve a operar una distorsión en los sucesos al tratar de enmarcarla en un levantamiento por el establecimiento de una democracia de tipo occidental (esto es multipartidista, parlamentaria y asentada en las libertades civiles) y de la independencia nacional. Así, esta transfiguración de Hungría del 56', no da cuenta del devenir de sus días ni de su novedad organizacional. También su difusión actuaba como argumento para las intervenciones soviéticas.
Ateniéndonos a la primera versión, cometemos una injusticia con los trabajadores, campesinos, soldados y hasta niños que, en primer lugar, padecieron la importación del "modelo soviético" a sus tierras, y que, en segundo lugar, fueron participes de este acontecimiento que no trataba de dar hacia atrás las agujas del reloj de la historia. Con la segunda, reduciríamos su lucha y su voluntad, y hasta podríamos caer en el error de explicar la Revolución principalmente por los grandes líderes del Partido que intentaron una reforma direccionada del mismo, como el Primer Ministro Irme Nagy, y acortar su duración hasta su destitución del poder.
Así, para dar con el verdadero carácter de esta y honrar a sus protagonistas anónimos, primero, trataremos de recordar cómo era tal régimen bajo el que vivían, para luego desarrollar la sucesión de los eventos desde las primeras manifestaciones de octubre hasta la cruenta resistencia de los Consejos Obreros húngaros frente a los tanques soviéticos, de modo de acceder al "posible" que se instalaba en la distribución mundial del poder.
La República Popular de Hungría: con Stalin y contra Stalin
En efecto, el modelo que llegó a las tierras húngaras (así como al resto de los países de Europa del Este "liberados" por el ejército rojo del yugo nacionalsocialista tras la II Guerra Mundial), no era ya el preconizado por Lenin durante los sucesos de febrero y octubre en la Rusia de 1917 que entregaba todo el poder a las formas de auto-organización de la clase obrera, sus soviets y, promovía, al interior del partido, la discusión teórica y práctica acerca de las tareas a emprender por una revolución en un país atrasado, lo cual obligaba a no desarrollarlas en un sentido dogmático o esquemático. No. Este modelo era en realidad el que Lenin temió antes de su muerte, y el que Trotsky desarrolló conceptualmente en "La Revolución Traicionada": el del Estado Obrero deformado de la burocracia stalinista.
Sintetizando sus aspectos, para el caso de la URSS, podemos decir que: en materia de principios, implicó el reemplazo del principio socialista de la abundancia por el de la necesidad; en el ámbito de las relaciones sociales, supuso la instauración y la conservación de la propiedad colectiva de los medios de producción, pero la puesta en movimiento de los mismos basada en la explotación de todos los sectores de la población en favor de una minoría dirigente, y por tanto la existencia de la desigualdad; económicamente, se manifestó en la industrialización acelerada, la colectivización forzosa de los campesinos y la imposición de planes quinquenales y normas de trabajo sin ningún tipo de consulta hacia aquellos que debían objetivarlos en productos industriales; en el plano ideológico, la experiencia se plasmó en la doctrina del "socialismo en un sólo país", que declaraba la llegada victoriosa al comunismo en el mismo (volviendo viable su aislamiento respecto del movimiento internacional de la clase obrera) y preconizaba la grandeza del pueblo ruso, justificando así la opresión de las demás culturas nacionales; en el aspecto político, en el dominio absoluto del Partido Comunista, la exaltación del liderazgo de Stalin, y el cercenamiento de todo tipo de disidencia, desacuerdo o forma de política autónoma asegurado a través de la violencia de la policía política, las purgas, los campos de trabajo, las deportaciones o las limitaciones de la vida profesional, lo cual posibilitaba, en último término, la continuación de un Estado que, apegándonos a los pronósticos tradicionales del marxismo, debía agonizar de haberse alcanzado la victoria nombrada anteriormente; por último, este tipo de controles mutiladores de la capacidad creativa y expresiva del pueblo se replicaban en el ámbito de las artes y el pensamiento.
La transferencia de estos métodos a Hungría, sólo pudo realizarse con el aborto de la experiencia del Frente Popular inmediatamente posterior a la finalización de la Guerra, en cuyas elecciones, el Partido Comunista quedó en una posición minoritaria, incrementándose la influencia de este de la mano de su Secretario General Mátyás Rákosi (hombre formado mayoritariamente en Moscú) , a través de su fusión con el Partido Social-demócrata (lo que terminaría significando su derrota al minarse, tras esta, su independencia política) en el Partido de los trabajadores húngaros, y del control de la AVH, lo cual permitió la reducción por la fuerza de toda oposición y la instauración del dominio único de aquel, garantizada, como se dijo en la introducción, por el ejército rojo y la autoridad del Kremlin. A partir de aquí, comenzaría una época oscura y contradictoria en el país, ya que si bien se logró poner el fin definitivo a los vestigios del pasado representado por su aristocracia terrateniente, y se hicieron grandes progresos en materia de industrialización (pasando el grueso de la industria a ser de propiedad pública), cultura, educación y salud, la calidad de vida pronto comenzó a empeorar, y la danzas celebratorias tras la "liberación" cesaron con el mismo ritmo.
Y ello por varios motivos. En primer lugar, la solidaridad y amistad con el "gran hermano soviético" supuso realmente la subordinación económica de la nación a través del pago de remuneraciones de guerra y del mantenimiento de los gastos del ejército rojo asentado en la misma, así como de los intercambios desiguales y la división desventajosa del trabajo enmarcados en la cooperación prevista por el COMECON. En el aspecto militar, tal subordinación se replicaría en el Tratado de Varsovia de 1955. Al mismo tiempo este sometimiento se desarrollaría en el interior de Hungría "a través de la copia de todo lo que hacían los rusos" (Fryer: 2006), lo cual significó trocar la enseñanza partidaria por la asimilación de textos; la de los niños por el aprendizaje de la infalibilidad de Stalin, de los inventos, descubrimientos e idioma rusos; el sometimiento del talento de los artistas o científicos a las líneas pautadas por el "realismo socialista" o por sus colegas rusos respectivamente; el reemplazo de la entrega de porciones de tierras a los campesinos por su colectivización obligatoria, sumada la imposición de reglas de trabajo que hacían sentir cada vez más esclavos a los obreros quienes en paralelo eran proclamados como los verdaderos dueños de las fábricas.
Pero la peor y más odiada imitación por los húngaros era la ya nombrada AVH, moldeada al estilo estalinista que, con sus cámaras e instrumentos de torturas, sus mecanismos de censura, sus celdas de castigo, y sus altas retribuciones, garantizaba el dominio de una burocracia autóctona con Rákosi a la cabeza que, al mismo tiempo que aseguraba este proceso, limitaba toda la vida política y la libertad que debería de tener la población en una "democracia popular", mientras mejoraba su propia en posición en la estructura social.
Con la muerte de Stalin en 1953, tanto en la URSS como en los países bajo su órbita, la casta burocrática moscovita intentó dar rienda a un proceso de reformas moderadas conceptualizado como "desestalinización", proceso que implicaba una corrección en los excesos anteriores. Fue, pues, en el difunto líder donde se depositó la responsabilidad por los mismos (y junto con él en sus pequeños dobles nacionales), más que en la lógica de funcionamiento de esta maquinaria del cual este no era más que su personificación. Pero su deceso no fue el único motivo para que los burócratas lo lleven adelante: explosiones obreras tanto en Checoslovaquia como en Berlín Oriental ese mismo año, hacían patente la acumulación del descontento, demostrándole la imperiosa necesidad de realizarlo en vistas a mantener los mecanismos de extracción de sus privilegios; también, el carácter proletario de estos eventos amenazaba la legitimación de estos regímenes en la representación de la clase trabajadora.
En Hungría esto significó el reemplazo en julio de Rákosi, por Irme Nagy en el cargo de Primer Ministro que el primero ocupaba desde el 52'. Nagy, pronto sintetizaría sus intenciones en lo que el llamó "Nuevo Curso". Los objetivos primordiales de este último suponían, principalmente, en lo económico, una disminución en las inversiones en la industria pesada y el foco en la producción de bienes de consumo a fines de solventar las necesidades de la población, lo cual, entrañaba una modificación de los planes; en lo político, el fin de las prácticas represivas y detenciones indiscriminadas, el cierre de los campos de trabajo forzoso y la concesión de amnistías a los presos políticos con condenas menores de dos años. Hasta aquí, la acción de Nagy quedaba englobada en las intenciones generales de la "desestalinización". Pero su voluntad de reformar los principios de la democracia popular, incorporando la participación real de todos los grupos políticos, combinada con una relajación de la censura en las publicaciones y la radiodifusión, cosa que podríamos aventurarnos a decir, posibilitaba dejar pronto en evidencia la pluralidad posiciones y opiniones dentro y fuera del partido actuando como un catalizador de la oposición de los diferentes sectores de la población, dio pronto la alerta : en 1955, Rákosi, que había mantenido su puesto como Secretario del Partido, ante esta situación, logró sabotear a Nagy, colocar en su cargo a András Hegedüs, un hombre de su confianza, y relegarlo al ostracismo (hasta expulsarlo de aquella organización por "desviación derechista").
Este ejemplo de la primera experiencia de Nagy en el gobierno, basta para demostrar, por un lado, que la dirigencia burocrática nunca permitiría la más mínima amenaza de transformaciones que pudieran atentar contra las bases de su status social; por otro, que las permitidas no podrían decidirse en Budapest sino sólo en Moscú. Pero al mismo tiempo, comenzó a despertar al pueblo húngaro: la oposición a Rákosi crecería en todo el país conjunta a la popularidad de la figura del desplazado Nagy, volviéndose cada vez más claro que el mero reemplazo de nombres no podría contener las tensiones existentes; la contestación intelectual (que se nuclearía en el Círculo Petöfi) y universitaria empezaría a germinar; el XX Congreso del PCUS y el "informe secreto" de Jruschev resultarían un precipitador; Polonia plantearía que había llegado la hora de actuar. La antesala del octubre húngaro quedaba entonces conformada.


Las primeras manifestaciones, sus símbolos y reivindicaciones
Que octubre no iba a ser un mes como cualquiera fue anunciado en el funeral de Laszlo Rajk el día 6, figura en la que se condensó simbólicamente la represión de Mátyás Rákosi. Aprobada por la cúpula del partido, se esperaba que la ceremonia fuera discreta y no tuviera notoriedad. Esta fue la única sorprendida cuando acudieron a la misma 200.000 ciudadanos de Budapest, estando el mismo Nagy presente; concluida, un grupo de estudiantes, enarbolando banderas tanto húngaras como comunistas, se manifestaron hasta el centro de la ciudad entonando canciones revolucionarias.
Como ya se dijo anteriormente, en este año se vio crecer la oposición y el debate intelectual a través del Círculo Petöfi. Bajo este clima, los estudiantes de Szeged crean su propia organización independiente para el 16, la Organización Unificada de Estudiantes Universitarios y de Institutos Superiores (MEFESZ), a la que cada institución podía afiliarse con sus propias demandas. Entre ellas no sólo se encontraban reformas educativas respecto de la sovietización de la cultura húngara (como el fin de la obligación de estudiar ruso), sino que comenzaban a circular otras políticas, como el retiro de las tropas, castigos a los culpables de crímenes y la convocatoria a elecciones. Finalmente, estas primeras tentativas se sintetizan, luego de una reunión de 24 horas en la Politécnica de Budapest, en una plataforma de 16 reivindicaciones:
Exigimos el retiro inmediato de Hungría del conjunto de las tropas soviéticas, conforme al tratado de paz.
2. Exigimos la elección por voto secreto de nuevos dirigentes del partido, a todos los niveles, de abajo hacia arriba, con el objetivo de que estos convoquen en el más breve plazo a un congreso del partido, que elegirá una nueva dirección central.
3. Exigimos la formación de un gobierno bajo la dirección del camarada I. Nagy y que sean relevados todos los dirigentes criminales del período stalino-rákosista.
4. Exigimos debates públicos en el affaire Farkas, Michaly y sus secuaces, así como el retorno a nuestro país y el juicio frente al tribunal del pueblo de Mátyás Rákosi, principal responsable de la quiebra del país y de todos los crímenes recientemente cometidos.
5. Exigimos la elección por voto secreto e igualitario, con la participación de diferentes partidos, de una nueva Asamblea nacional. Exigimos la garantía del derecho de huelga para los trabajadores.
6. Exigimos la nueva distribución y la revisión de las relaciones culturales, económicas y políticas yugoslavo-húngaras y soviético-húngaras, sobre la base de la no intervención recíproca en los asuntos internos y de una plena igualdad económica y política.
7. Exigimos la reorganización de toda la vida económica húngara, con la participación de nuestros especialistas. Exigimos la reorganización de todo nuestro sistema económico sobre la base de un plan, de manera que se utilice nuestros recursos nacionales en beneficio de los intereses vitales de nuestro pueblo.
8. Exigimos que sean publicados los tratados de comercio exterior y las cifras reales relacionados con los perjuicios de guerra. Exigimos una información pública y total con relación a las concesiones rusas, la explotación y el stock del mineral de uranio en nuestro país. Exigimos que Hungría pueda fijar libremente, en moneda fuerte, el precio de venta de su uranio, sobre la base del precio del mercado mundial.
9. Exigimos la revisión total de las normas de los trabajadores en la industria, así como la satisfacción de las reivindicaciones salariales de los trabajadores manuales e intelectuales. Los trabajadores quieren la fijación de un mínimo vital.
10. Exigimos la organización sobre nuevas bases del régimen de entregas obligatorias y la utilización racional de los productos. Exigimos el tratamiento igualitario para los campesinos que trabajan individualmente.
11. Exigimos la revisión, frente a tribunales realmente independientes, de todos los juicios económicos y políticos y la rehabilitación de los inocentes condenados. Exigimos la transferencia inmediata al país, de los ciudadanos y prisioneros evacuados en la URSS, incluso los condenados.
12. Exigimos una radio libre, total libertad de prensa, de palabra, de opinión y la aparición de un nuevo periódico de gran tirada, órgano de la MEFESZ.
13. Que se saque la estatua de Stalin. En su lugar que se erija un monumento recordatorio de 1848-49.
14. En lugar de las insignias totalmente ajenas al pueblo húngaro, exigimos el retorno a las antiguas insignias de Kossuth. Exigimos un nuevo uniforme, digno de las tradiciones nacionales de la Honvéd (ejército húngaro). Exigimos que el 5 de mayo (aniversario de la proclamación de la independencia en 1848) sea fiesta nacional y día feriado y que el 6 de octubre (días de los funerales solemnes de Rajk) sea día de duelo y de asueto escolar.
15. La juventud de las Universidades politécnicas de Budapest proclama con un entusiasmo unánime su total solidaridad hacia la clase obrera y la juventud de Varsovia y de Polonia en su relación con el movimiento de Polonia por su independencia.
16. Los estudiantes de la Universidad politécnica de la construcción ponen en pie lo más rápido posible las organizaciones locales del MEFESZ y deciden convocar en Budapest, para el sábado 27 de octubre, un Parlamento de la juventud, en el que el conjunto del país deberá ser representado por sus delegados.
Convocaron para el 23 una manifestación en solidaridad con Polonia, que luego de vacilaciones fue aprobada por el Ministerio del Interior. Desde la Politécnica, la primera parada fue la estatua del poeta Sandor Petöfi, en la que se realiza la lectura de su Poema Nacional, que significativamente comienza: "¡De pié húngaros; la patria llama! Llegó el momento: ¡es ahora o nunca! ¿Queréis ser libres o esclavos? Ésta es la pregunta. ¡Responded! - Por el Dios de los húngaros juramos, ¡Juramos, que ya no seremos más esclavos!". A continuación, se dirigieron hacia el monumento Josef Bem, general polaco que luchó por la independencia húngara en 1848, donde se produjo su encuentro con los escritores e intelectuales del Circulo Petöfi.
Pronto, se sumarían los obreros desde los barrios periféricos; participarían también miembros del partido comunista: el día comenzaba a transformarse de una manifestación estudiantil a la demostración de la fuerza de toda de Budapest. Sobre su marcha, se quitaba de las banderas nacionales la insignia comunista; los soldados que se unían hacían lo mismo con la estrella roja de sus gorras. Luego, la dirección sería tomada hacia el Parlamento, donde Nagy hablaría frente la concentración, pero con palabras precavidas y pacificadoras, que estipulaban la búsqueda de la conciliación y negociación. Este no lograría detener el ritmo de los sucesos.
Dos hechos lo aceleraron: uno fue el discurso radiofónico del Secretario General Erno Gëro quien, actuando a la perfección su papel de burócrata, llamó a los manifestantes "contrarrevolucionarios – "elementos hostiles que trataban de perturbar el orden político de Hungría". En otras palabras, había dicho claro para los más obtusos de los oyentes, que nada cambiaría" (Fryer: 2006). El segundo, el tiroteo de los hombres de la AVH sobre la multitud que se dirigió al edificio de la Radio Budapest para lograr la transmisión de sus reivindicaciones. A partir de aquí, las manifestaciones pacíficas devinieron insurrección armada, y armada gracias a la colaboración de las tropas del Ejército Popular Húngaro (que entregaban armas o se unían a sus filas), cristalizada en dos puntos: la abolición de la AVH y el retiro de las tropas soviéticas.
¿Qué podemos decir hasta aquí del Octubre Húngaro? Si nos mantenemos lectura rápida de las reivindicaciones proclamadas y de la simbología implementada y atacada durante el 23, podemos ver que estos primeros actos acusaban un contenido tanto nacionalista (en lo económico, lo político-militar y cultural) como democrático tradicional (como nombramos en la introducción el voto libre y secreto, el pluripartidismo o las libertades civiles). Y quizás, hasta podría decirse que circunstancias tales como el quite de insignias comunistas podía indicar un hartazgo del sistema en su totalidad. Nuevamente, dos fenómenos pueden demostrarnos que este doble contenido habría de ser englobado en una forma de lucha mucho totalmente radical con objetivos mucho más amplios.
Hablemos del primero. La misma noche del 23, los manifestantes se acercaron hacia la colosal estatua de Stalin, hacia la objetivación que les recordaba una década de opresión, y en un esfuerzo colectivo lograron derrumbarla hasta los escombros, dejando la impactante fotografía de la cabeza gigantesca del líder tirada en las calles de Budapest. Realizaron así, por su propia determinación y con sus propias manos lo que los estudiantes habían exigido en papel. El segundo, fue la formación espontánea en todos los sitios del país de Consejos Obreros y de otros sectores de la sociedad. El primero, advierte ya la dimensión que tomarían los eventos que vendrían y su imposibilidad de contenerla en marcos reconocidos. Los segundos encarnarían la forma de lucha ya nombrada, lo que fue Hungría del 56': una revolución política proclive no a introducir nuevos personajes o a lograr ciertas concesiones a través de los compromisos, sino a derribar el régimen burocrático desde sus cimientos, régimen que como venimos destacando, sometía a este país al yugo ruso, y a su población a una minoría dirigente, y a lograr reemplazarlo por modalidades de gobierno no sólo nacionales sino auto-gestionadas, de clase y representantes de una democracia olvidada : la socialista o proletaria. Y todo esto sin en ningún momento tratar de modificar las conquistas alcanzadas en el aspecto social.
El doble poder: Nagy frente a los Consejos; Nagy con los consejos
Ante la extensión de los combates a toda la ciudad (la mayoría de los cuales se libraban alrededor de las fábricas), sus jefes partidarios (y los de Moscú) maniobran el 24 de Octubre: se convoca a Nagy para ocupar el puesto de Primer Ministro, constituir un nuevo gobierno y, aprovechando su popularidad, conseguir el desarme de los revolucionarios; pero al mismo tiempo a las tropas soviéticas para "el mantenimiento del orden". El retorno del primero, entonces, quedaría manchado con la culpabilidad de este llamado. Presionado por la presencia de los tanques que le demostraban la postura del Kremlin, rehén de las decisiones previas del partido, pero también de sus propias tradiciones y trayectoria política, intenta reinstaurar la paz y la entrega de las armas por parte de la población.
Pero la verdadera presión para Nagy provenía desde las calles de Budapest y desde los rincones del país: era la de todos los sectores de la población húngara que en los días siguientes se irían nucleando en consejos obreros, que nacían en las fábricas, los suburbios de Budapest y otras ciudades y regiones del interior, como el de Miskolc, Györ, Sopron o Magyaróvár. En estos últimos sitios, la dirigencia partidaria sería desmantelada por lo que estos asumieron el control de los territorios. Al mismo tiempo, los campesinos disolvían las cooperativas, y recuperaban sus partes individuales de tierra, se "cazaba" a los miembros de la repudiada AVH y se liberaba a los presos políticos quienes daban a la luz sus trágicas historias. Por su parte, estudiantes y soldados advenidos a la revolución (entre los cuales el coronel Pal Maleter sería el caso emblemático) optaban por la misma modalidad organizativa. Los primeros se nuclearon en Budapest en el "Comité revolucionario" (luego Comité Revolucionario de los Estudiantes en Armas) presidido por Ferenc Merey, un profesor de psicología. Surgieron también consejos de vecinos, de funcionarios, de escritores, artistas y "de los que luchaban juntos en las calles" (Arendt: 2006).
En lo que respecta a los consejos propiamente de la clase obrera, todos ellos presentaban las mismas características: la elección por las bases, la revocabilidad de los delegados y su responsabilidad frente a los electores, la discusión y el debate de todo tipo de asuntos con los más altos niveles de democracia. Cada uno de estos se avocó a la administración de las fábricas en los días de la revolución a la que consideraban como propiedad de los trabajadores; los de las regiones comandaban el abastecimiento de la capital. Y si bien realizaron sus propias formulaciones, Pierre Broué (2006) sostiene que su programa conjunto podía sintetizarse en los siguientes puntos: partida inmediata de los rusos; disolución de la AVH; elecciones libres; libertad para los partidos democráticos que respeten las conquistas socialistas; independencia de los sindicatos y el derecho a la huelga; libertad de prensa y reunión; revisión de los planes; aumento de los salarios; libertad en el arte y en la cultura. Pero fundamentalmente todos comenzaron a exigir un gobierno revolucionario que representará a los insurrectos, y por tanto, su reconocimiento e incorporación en el mismo. Así, vemos que en sus reivindicaciones se tocaban todos los aspectos dominados por el régimen burocrático ya nombrados.
Este era el verdadero poder, el de todo un pueblo crecientemente organizado, al que los soldados rusos debían enfrentarse y con el que muchos de ellos confraternizarían, al ser convencidos de que no habían sido enviados allí para disparar hacia contrarrevolucionarios o fascistas, sino contra luchadores por un socialismo democrático. Frente a este, los continuos reclamos de calma y redención de Nagy, quedaban reducidos. Un nuevo hecho lamentable, volvería a confirmar que las armas no podían ser entregadas: la masacre del 25 de octubre en el Parlamento por el fuego soviético y de la AVH. La cólera de los revolucionarios explotaría, y se diseminaría por todo el país la huelga general. Aun así seguirían confiando en Nagy (ya que no vieron en él al culpable sino a Gëro, al cual, dada la explosividad de las circunstancias se sacrificaría por Janos Kádár) quien pronto comprendería la determinación de los combatientes y se empeñaría en adelante en comenzar a satisfacer sus demandas. Para el 27 de octubre, anunciaría la formación de un nuevo gobierno en que se eliminaría a los estalinistas más reconocidos, el cual recogería parte de las reivindicaciones de la revolución; para el 28 daría un discurso en la radio en el que declararía que el gobierno soviético había decido evacuar Budapest, y la apertura de negociaciones para el retiro de todas sus tropas de Hungría, pero también que los Consejos serían reconocidos y llamados a colaborar. Parecía que Nagy había aprendido la lección y elegido la revolución contra la burocracia y el aparato (Broué: 2006).
Los días siguientes la libertad parecía reinar en el país: resurgían los antiguos partidos húngaros (como el social-demócrata, el de los pequeños propietarios, o el nacional campesino) al tiempo que los consejos obreros emprendían la disolución de los organismos del Partido de los Trabajadores Húngaros en todo el país (así pues, el sendero de una "auto-reforma" burocrática- partidaria, sino lo había hecho antes, quedaba ahora completamente descartado); proliferaban los diarios y publicaciones; la AVH es disuelta y se conforma una nueva milicia nacional; la antigua bandera húngara es restablecida; y el 1 de noviembre frente al movimiento de tropas soviéticas, se declara la salida de Hungría del Pacto de Varsovia y se proclama su neutralidad.
Pero bajo estos aires libertarios, se escondía la determinación del gobierno ruso de acabar con todo un proceso que ya se había salido de lo que podía considerar sus límites tolerables: el 4 de noviembre se produciría la segunda intervención de sus tropas y Nagy sería destituido por Kádár; comenzaría aquí la resistencia liderada por la clase obrera.
El gobierno de Kádár: o de cómo evitar que todo el poder retorne a los soviets
En el apartado anterior vimos que el gobierno de Nagy sólo tuvo margen de acción con la evacuación de las tropas y al advenirse a trabajar para satisfacer las demandas de los Consejos, la síntesis organizada del poder de toda una población en armas. Pero lo primero sólo fue una maniobra táctica para refrescar la fuerza de la represión, que se estaba volviendo inviable por la confraternización entre soldados y húngaros. La importancia de los segundos, quedaría clara en los combates contra la misma. No es casual que los soviéticos hayan dado una tregua; no es casual que sus refuerzos fueran asiáticos; tampoco que los mayores daños se registren en zonas obreras y entre las víctimas cuenten como mayoría los trabajadores (Nagy: 2006).
Destituido Nagy, se dio el enfrentamiento claro entre los Consejos y la burocracia, ahora representada por Kádár, quien venía ahora para jugar el rol que el primero no se había dispuesto a cumplir. En el comienzo esto se manifestó en el combate directo y tremendamente desigual entre las divisiones rusas y los obreros y jóvenes quienes, a pesar de todos los decesos que contaban, los arrestos, las ejecuciones y deportaciones no daban señal de que se rendirían en lo inmediato. Ante tal determinación, Kádár comenzaría a desplegar su táctica de negociación. Ante la magnitud de la masacre, los trabajadores se decidirían a utilizar plenamente como instrumento de lucha a los consejos y la huelga general: el 14 de noviembre, elegido por el conjunto de los obreros de la capital, nacería el Consejo Central Obrero del Gran Budapest, cuyas reivindicaciones continuarían en el sentido de la revolución, y a fines de mes se conforma el Consejo Nacional Obrero.
El trato entre estos y Kádár comenzaría a girar desde aquí principalmente sobre la cuestión del retorno al trabajo. Pero esta era la nueva modalidad sobre la que el enfrentamiento por el poder se realizaba. De allí, la voluntad de Kádár de reducir a los consejos a sus rasgos puramente administrativos; de allí que estos lucharan por el reconocimiento de sus nuevas formas alcanzadas. Lo que representaban uno y otro era inconciliable, por lo que estas cuestiones no se pudieron resolver más que con la proclamación de la ley marcial y la puesta fuera de la ley de los consejos en diciembre. Se llamaría a la lucha "contra los elementos hostiles que disfrazándose de marxistas lanzan consignas de democratización y desestalinización" (citado por Claudín: 1981). Habría manifestaciones desesperadas de resistencia hasta enero pero la revolución, lo que ella fue, y sus verdaderos héroes serían enterrados. La vía de compromisos y reformas que siguió los años posteriores nada tendría que ver con su espíritu.
Conclusión: el posible húngaro
Lo que los tanques y soldados soviéticos combatieron, entonces, no fue una contrarrevolución, el terror blanco o un levantamiento fascista; tampoco uno en favor a restaurar una democracia a la occidental, cosa que en Hungría, realmente era hasta desconocida. La represión dirigida contra los obreros y su resistencia desmienten ambas versiones. Lo que ellos se encargaron de aplastar, lo que vinieron a interrumpir fue el descubrimiento y la formación de un tipo nuevo de gobierno, el de los consejos obreros en los que todos confiaban, y de democracia, la socialista, que parecía ensayarse en todos los sectores de la sociedad, ambos completamente incompatibles con las modalidades de los regímenes burocráticos. Por ello, Nagy, aunque forme parte del elenco de este acontecimiento no es el protagonista principal. La determinación de acabar con su interregno en el gobierno puede considerarse ya tomada desde antes que el mismo orientara su acción en el sentido de la revolución; sin embargo, su acercamiento a la misma, su reticencia final actuar el papel de Gomulka en Polonia firmó su acta de defunción.
Si bien en los Consejos mismos, hubo controversias respecto de su carácter ( de modo que algunos pretendían que los mismos se avoquen meramente a las tareas de administración industrial, otros consideraban que la realización de tareas de tipo político era algo temporal demandada por las posturas del gobierno de Kádár y la presencia soviética, y unos cuantos las asumieron plenamente) el encuentro del proletariado con esta forma de organización indicaba la inevitabilidad de que este reconquiste su vida política y dé el golpe definitivo al poder, tal como ya lo había anunciado Trotsky en la "Revolución Traicionada" y en "El Programa de transición" antes de su muerte. La burocracia húngara y moscovita tuvo una claridad más rápida en este punto y lo impidió; ella fue la verdadera contrarrevolucionaria.
Hungría del 56' abría la posibilidad de que la revolución volviera hacia su sujeto histórico, proceso que había dado sus primeros chispazos en Berlín y Checoslovaquia y siguió su derrotero en Polonia. Nos invita a pensar que puede suceder cuando todo un pueblo, con la clase obrera a la cabeza, decide hacerse cargo de su historia, a pesar de todas las tragedias que ello puede suponer. Sobre esto, existe una cierta polémica: algunos sostienen que la coexistencia de los consejos y los partidos hubiera sido totalmente posible, y en este sentido, promueven la idea de que lo que faltó en Hungría para ir hasta el final, fue la presencia de un partido revolucionario que actuara al modo del bolchevique en 1917; otros, que este hubiera minado la experiencia autogestionaria, utilizando para justificar su postura también el ejemplo ruso. Aún así, más allá de las diferencias entre estas visiones, podemos estar de acuerdo con el espíritu que las sostiene: el de recordar la revolución húngara por lo que pudo ser.













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