\" Los nómadas modernos\"

July 6, 2017 | Autor: Maria Jose Lazcano | Categoría: Derechos Humanos, Sociología, Migración, Modernidad, Migrantes
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Descripción

LOS NÓ M A DAS M O D E RNOS María José Lazcano Vázquez Mellado María Jiménez Hoyos Aunque los miles que atraviesan México montados en el lomo de La Bestia —caballeros de ropas desgarradas— llevan años llamando la atención, sólo desde hace poco comenzaron a ser vistos como narradores de sus propias leyendas, portadores de mitos en su suela: cuasi vagabundos protagonistas de La Odisea Moderna. A diferencia de la vieja, ésta aún no ha sido escrita por un buen poeta que escuche lo que el pueblo canta de boca en boca. Poco se sabe de ella. Mucho lucra la prensa vendida con su amarillismo. Triste país el nuestro. Apenas escucha sus voces quien está atento. El susurro nace en la frontera sur y se va apagando poco a poco hasta desaparecer en medio de las balaceras de las ciudades sitiadas del norte. Viene acompañado de monedas que caen. Nómada le llamaban los griegos al que pastaba o dejaba su rebaño en los pastos; la palabra designa ahora algo profundamente diferente. Hay nómadas que aún dejan rebaños, pero los hay que dejan familias enteras —bebés, esposas, hermanas, madres, padres, abuelos— que se desprenden de trozos de sus cuerpos al intentar subir al tren en su imparable trayectoria rumbo al norte. Los nómadas modernos no tienen papeles: son ilegales (Arizona se encargó de acuñar esa nueva significación con la ley SB1070). Sin un papel que los avale no son nada, nadie. La falta de pasaporte pesa más en su trayecto y destino que cualquier necesidad humana: hambre, vestido, techo (salud y educación resultan ostentosas). Miles de situaciones dolorosas. Los que cruzan el territorio mexicano ya no sólo son varones; también son niños y niñas que viajan solos, mujeres que salen de su país a sabiendas del peligro que corren de ser tratadas como mercancías. Nómada es hoy sinónimo de objeto de maltrato. Pero hay que hablar también de la valentía; de la risa, los propósitos y sueños de estos guerreros,

de las Kahinas1 de hoy, de los aqueos modernos que, escondidos en las entrañas de La Bestia, buscan entrar al reino amurallado que espera al norte. Ya no les interesa conquistarlo, ni vengar la captura de una dama. Hijos olvidados de los héroes y de los dioses, van buscando la supervivencia. Desgraciados los que nunca gozarán de los mejores atardeceres y cielos estrellados, de manglares cerrados y mesetas prolongadas. Aviones y camiones de lujo privan de la oportunidad de convivir a la hora de la comida, de contar historias, de cantar al unísono canciones que hacen más esperanzador el viaje, que recuerdan a los seres queridos, que acortan la espera. Ignorantes los que nunca conocerán las vías como El Güero (un hondureño muy guapo, dicen) o como Nelman A.: como la palma de su mano; que nunca podrán subir y bajar, de norte a sur, de pueblo en pueblo, como Juan por su casa. Los nómadas por excelencia se han quedado en las entrañas dentro de la Troya mexicana y aún deambulan sobre las vías entre dos fronteras imaginarias. (En nuestro triste país todo mundo siente que el que viaja, el que ha dejado su rebaño, es de poco fiar). Se aprenden los nombres de las calles principales de los puntos en que han estado, los nombres de quienes les dan trabajo por semanas o días. Vencen el miedo de alejarse de las vías para ganarse unos pesos que les permitan seguir viajando. Conservan la fuerza para seguir. No quieren regresar a casa sin su palabra, vacíos. Los que no logran lo que prometieron, no vuelven por vergüenza. ¡Cómo va a decir la violaron! ¡Con qué cara le va a decir a sus hijos que sigue sin alcanzarle el dinero para la comida? De sur a norte, cuando bien les va, son 15 días con algún asalto y mucha hambre y sed. Al viaje se van sumando atrocidades que hacen perder la cuenta de los días, desistir del american dream. ¡Cuánto cuesta ese sueño! ¡Cómo se convierte en pesadilla!

A los nómadas modernos les gusta el pastel y el pan dulce (en sus países casi se necesita ser rico para poder comer de eso). ¡Ni el día de tu cumpleaños! Aquí las bolsas con comida que les aventamos mientras pasa el tren llevan una pieza de pan de dulce. En Viborillas2, donde el tren para algunos minutos, devoran en segundos pasteles completos. El lugar donde dan pasteles, le llaman. De vez en cuando coincide que sea cumpleaños de algún niño que viene sobre los vagones. Los expertos no viajan con mucho equipaje; sólo la ropa que traen puesta y cuando más, una cobija. Los zapatos se los quitan los que los asaltan, o los pierden por subir al tren despavoridos, porque los persiguen. Por eso disfrutan de la ropa cuando la tienen. Dicen que los nómadas que saben, viajan ligeros y consiguen en el camino lo que necesitan para resistir. A nuestros guerreros, creadores de antaño de distintos ritmos musicales, les gusta cantar su himno: les sirve para recuperar el ánimo cuando se sienten decaídos, para mantenerse despiertos, para no caerse del tren. Algunos consejos que internet da a los turistas para hacer más agradable su viaje: «Pregunte a la gente local sobre lugares deliciosos para comer que no sean tan costosos, la mejor forma para llegar de un lugar a otro, la zona más segura para caminar de noche». ¿Qué consejos darán los tripulantes de La Bestia al nuevo que intenta su propia odisea? ¿Cómo se dibujará el trayecto a Ítaca en la mente del que les escucha?, ¿como un nuevo «Descenso a los infiernos»? Los viajeros simples, los turistas, viajamos con la guía bajo el brazo. Hurgamos en las flechas en busca de todo tipo de elementos para hacer nuestro viaje placentero: restaurantes de comida apetitosa, hoteles con buen servicio, lugares pintorescos; la servilleta extendida con delicadeza sobre las piernas. Los nómadas que parió la modernidad comienzan su aventura con el corazón hinchado de esperanza, de miedo. Salen de su casa en busca de una vida y viajan degustando los petits plaisirs3 que su trayecto les regala: atardeceres, estrellas, recuerdos, huidas exitosas. Con suerte extienden su cobija; su corazón se mantiene latiendo.

Sigue siendo verdad: hay quienes leen por las noches a sus hijos las viejas leyendas (escuchan el tren a lo lejos). Hay los que dejan a los suyos mientras duermen para escribir las nuevas, a polvo, sangre, cuero. Kahina de Mauritania fue reina de las tribus nómadas de los Yarawa. Su verdadero nombre fue Dihia o Dahia. Durante la expansión islámica, lideró la resistencia de las tribus de la Berbería oriental y central, durante el siglo VII. Fue una gran luchadora por la libertad de su pueblo y se distinguió por sus dotes de planificación militar y por dirigir sus ejércitos con mano de hierro.

1

Es un poblado en el estado de Querétaro donde hay un cruce de vías (una especie de estación), donde el tren hace parada obligatoria. 2

Petits plasirs es una expresión en francés que se refiere a aquellos «pequeños placeres» que pueden ser muchas veces objetos o alimentos finos o gourmet. 3

María Jiménez Hoyos Estudia filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México. Es correctora y editora independiente. María José Lazcano Es antropóloga Social y colaboradora de la Estancia del Migrante Gonzalez y Martínez.

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