\" LA PROSTITUCIÓN EN ROMA: VISIÓN SOCIOECONÓMICA DE UNA INFAMIA NECESARIA \" \" PROSTITUTION IN ANCIENT ROME: SOCIOECONOMIC VISION OF A NECCESARY INFAMIA \"

June 7, 2017 | Autor: Jesús Robles | Categoría: Prostitution, gender studies, women in ancient Rome, Prostitucion Roma
Share Embed


Descripción

“ LA PROSTITUCIÓN EN ROMA: VISIÓN SOCIOECONÓMICA DE UNA INFAMIA NECESARIA” “ PROSTITUTION IN ANCIENT ROME: SOCIOECONOMIC VISION OF A NECCESARY INFAMIA” Jesús Robles Moreno Universidad Autónoma de Madrid. [email protected]

Resumen: En el presente artículo se examina la visión social y económica existente en la Roma Republicana acerca de la prostitución femenina. Para ello se atiende a una serie de parámetros a través de los cuales se pueden extraer conclusiones sobre cómo se entendía el concepto de prostitución en el período que se aborda, estos son: la perspectiva jurídica y social, la localización de los lugares de prostitución en el entramado urbano, la manera en la que se organiza el negocio de la venta del sexo y la aparición pública de las meretrices.

Palabras clave: Prostitución femenina, Roma Republicana, Infamia, Sociedad de la Antigua Roma.

Abstract: In this paper the social and economic vision of female prostitution that existed in Republican Rome is examined. Due to that, a serie of criteria is followed in order to get some conclusions about how the concept of prostitution was understood in that period. These parameters are: the legal and social perspective, the location of the places where prostitution took place within the urban plan, the way the sex-selling business is organized and the public apparition of the prostitutes.

Keywords: Female Prostitution, Roman Republic, Infamia, Ancient roman society.

1

Las fuentes para el estudio de la prostitución en Roma Antes de tratar el tema que ocupa este trabajo y con ello, elaborar un desarrollo de la visión socioeconómica de la prostitución, es conveniente detenerse para analizar las fuentes en las que se han basado los estudios acerca de la prostitución en Roma a lo largo de la Historia, para saber cómo se han realizado las aproximaciones al tema y cuáles son las dificultades y premisas de las que se parte a la hora de plantear una visión acerca del mismo. En primer lugar, se debe entender que las investigaciones sobre la prostitución romana no gozan de una larga historiografía que, como puede ocurrir con otros aspectos del mundo clásico, hunda sus raíces en el Renacimiento o la Edad Moderna: en el caso de este tema, por haber sido considerado tabú y polémico, las primeras investigaciones se remontan a finales de la década de 1960, cuando la prostitución y en gran parte, la sexualidad romana pasan a ser temas académicos (Clarke, 2003: 63). Hasta entonces había sido un tema evitado por los investigadores e incluso censurado. Para entender esto, basta con señalar que hasta el año 2000 no se abrió al público el llamado “gabinete secreto” del Museo Arqueológico Nacional de Nápoles, donde se alojan todas las piezas arqueológicas de explícito contenido sexual así como aquellas relacionadas con el ámbito de la prostitución. Así pues, mientras otros ámbitos cuentan con investigaciones centenarias, como son el ejército, la religión o el mundo de los espectáculos, este tema ha sido investigado desde hace apenas cincuenta años, pero cabe decir que desde entonces, el interés en el mismo parece haberse incrementado y cada vez hay disponible más información y bibliografía.Dichas investigaciones se han basado en testimonios literarios y en la cultura material que se ha podido recuperar. No obstante, en el caso de la prostitución, estas fuentes presentan una serie de problemas u obstáculos que cabe tener en cuenta. En cuanto a las fuentes literarias, los géneros en los que se aborda el tema de la prostitución en Roma y que más detalles ofrecen de ella son el epigrama, la sátira, el teatro y los textos de filósofos moralistas. Una primera consideración a tener en cuenta es que todos los escritores son varones, lo que les hace tener una visión marcada por la superioridad del hombre en Roma y por ser ellos los que podían sentirse atraídos hacia las prostitutas sobre las que escribían o despreciarlas. La segunda consideración es que la mayoría de estos escritores pertenecen a la élite social y eso va a influir en su visión hacia las prostitutas porque, perteneciendo a la 2

aristocracia, la mayoría de ellos respetaban más las costumbres y tradiciones morales y además, socialmente hablando, se sitúan muy por encima de las prostitutas. Pero además los géneros que tratan la prostitución van a hacer que la realidad que se plasma no sea objetiva: mientras el epigrama, la sátira y la comedia pretenden hacer burla de la prostitución y los personajes relacionados con dicho ámbito, o narran curiosas anécdotas ocurridas en los burdeles, los moralistas, que predominan en el Imperio y sobre todo, en la época cristiana, desprecian la prostitución y la sitúan como algo abominable, tildándola de placer prohibido por oponerse a la moral. Pese a este contraste entre los géneros, la literatura aporta datos interesantes sobre la prostitución, ya sea explícitamente, como dónde se colocaban o cómo eran los burdeles, o de manera más implícita, es decir, trasladando a través del texto visiones sociales que de otra manera se habrían perdido. Otro problema en cuanto a las fuentes es la cronología: este trabajo se centra sobre todo en la que fue la época de mayor auge de la prostitución: la era republicana. De este período las fuentes que aportan información sobre la prostitución son, sobre todo, Plauto y Terencio, además de otros autores como Cicerón o Catulo hacen alguna referencia en su obra, así como el fragmento de la Tarentila de Nevio. El resto de autores que proporcionan información empleada en este trabajo son ya de cronología Imperial: Livio, Juvenal, Tibulo, Propercio o Ulpiano, entre otros. Y respecto a la cultura material, también surgen con severas dificultades. En primer lugar porque, a excepción del lupanar de Pompeya y las famosas cellae, donde la práctica de la prostitución ha dejado una huella material evidente, el resto de los lugares, bien sea por no estar destinados exclusivamente a esta actividad como son las termas o tabernas, o bien por tratarse de espacios públicos y a veces al aire libre, como es el caso de caminos y cementerios, arqueológicamente no permiten asociarlos directamente con la prostitución, por lo que todo queda expuesto a interpretaciones del lugar y su decoración o a las ocasionales revelaciones de las fuentes literarias. A esto se debe añadir que, por situarse los lupanares en el entramado urbano, que en la actualidad ocupan las calles de las ciudades modernas, y no ser edificios monumentales, apenas se han conservado algunos. Además, como sucede con gran parte de edificios cotidianos de la Antigüedad, perecieron en incendios, fueron demolidos en posteriores reformas urbanas o, simplemente, desmantelados para el aprovechamiento del solar que ocupaban. Por ello y con la salvedad de algunos edificios de los que se conserva poco más que la planta, es en Pompeya, dada la historia de la ciudad, donde se encuentra la mayor parte de este tipo de locales gracias a que el Vesubio los cubrió con su ceniza, 3

permitiendo su supervivencia a lo largo del tiempo y de una manera casi íntegra, pues conservan las camas, las paredes e incluso los frescos que las decoraban. He ahí la importancia de Pompeya en las investigaciones sobre la prostitución romana, puesto que es un yacimiento exclusivo en cuanto a la conservación de los edificios domésticos, entre los que se encuentran tabernae, cellae y un lupanar, además de los diversos grafittis relacionados también con este tema. Con la arqueología acontece, a la hora de realizar este trabajo, el mismo problema que acaecía con las fuentes literarias: las mejores evidencias arqueológicas referidas al mundo de la prostitución se localizan en Pompeya y son por tanto pertenecientes a la época del Imperio. No obstante, tanto las fuentes escritas como las materiales que no pertenecen a la época republicana se han empleado en este trabajo, puesto que se puede suponer que los lugares donde acontecían estas prácticas, así como el funcionamiento de las mismas, se mantuvieron a lo largo del tiempo con pocas variaciones, pudiéndose emplear estos ejemplos de época imperial para el estudio de la prostitución en época republicana. Lo que variaría sobre todo sería la perspectiva legal así como la social (si bien el significado que tienen las prostitutas es el mismo en todas las épocas), lo que se puntualizará en el trabajo. Además, como se ha dicho anteriormente, la gran mayoría de autores que tratan el tema de la prostitución son de época Imperial, por lo que es casi imposible abordar este asunto sin consultarlos, aunque se trabaje una cronología anterior. Se puede concluir pues, que por las dificultades que entrañan las fuentes, la investigación sobre la prostitución romana y la visión social que los romanos tenían de la misma, está sujeta a todo tipo de interpretaciones de los textos y la cultura material hallada, a lo que se ha de añadir una dificultad engendrada por una cuestión de perspectiva: la manera en la que los romanos entendían el género y el sexo difiere bastante de la manera en la que hoy se hace. Por ello, a la hora de abordar esta cuestión, es importante no afrontarla desde la perspectiva actual, sino aproximarse todo lo posible a la del tiempo en la que ocurrió, donde conceptos como mujer, honor o infamia tienen un significado bastante alejado al que poseen en la actualidad.

4

Infamia vs Pudicitia: Una aproximación legal, social y moral Una eficaz manera de aproximarse a la visión de la prostitución que tiene una sociedad es comprobar, a través de sus leyes, la tolerancia que muestra hacia dicha actividad, es decir, si hay leyes que regulan o directamente prohíben su práctica o al menos la regulan, como ocurre en muchas sociedades actuales. En Roma, no se puede hablar de leyes que prohíban la prostitución, ya que esta no incurre en delito de adulterio, que se produce cuando un hombre mantiene relaciones sexuales con una mujer casada, ni tampoco de estupro, que se refería a mantener relaciones con una mujer soltera o viuda (Herreros, Santapau, 2013: 96), pero no era aplicable a las relaciones con una prostituta, ya que no ponía en peligro la consanguinidad de la familia ni la pureza de la matrona (Knapp, 2011: 278). Las únicas leyes que parecen regular la prostitución son aquellas que prohibieron a las mujeres de senadores dedicarse a estos negocios (Tac.Ann.:II, 85). A excepción de esta, no existió jamás en toda la Historia de Roma una ley que prohibiese ejercer la prostitución ni disfrutar de ella. No obstante, cabe reseñar que algunos autores señalan que las prostitutas tenían que registrarse como tal en un censo para no ser consideradas como mujeres que estaban cometiendo delito de adulterio o estupro (Robert, 1997: 36), sin embargo Skinner, señala que no era necesario tal registro porque las diferencias entre una prostituta y una mujer que no ejercía como tal, como se verá a continuación, eran muy evidentes1 (Skinner, 1997: 81). Pero la prostitución tiene sus consecuencias respecto a las leyes, no las jurídicas, sino las morales o ágrafas: las mujeres que practicaban la prostitución pasaban a ser infames, es decir, perdían el honor social que poseían y también la pudicitia o recato propio de las mujeres dignas (Ruiz de Arbulo, 2015: 43) y esto no era simplemente un sentimiento de deshonra o de pérdida de dignidad, sino que en una sociedad como la romana, tenía importantísimas consecuencias sociales y legales; en otras palabras, no había una ley que prohibiese la prostitución, pero sí que había una conciencia social que, al considerar infame a una mujer, repercutía directamente sobre sus derechos. Así pues, hay que considerar que la prostituta, por el simple hecho de ser mujer estaba un peldaño por debajo del hombre en términos legales: una mujer no nacía persona, sino que se hacía persona si su tutor varón le concedía algunos privilegios (Herreros, 2001: 114). Esto ya era una predisposición negativa, pero si además la mujer renunciaba 1

Posteriormente, en época imperial existió un censo de corte económico (Véase pág. 25)

5

a la pudicitia, concepto en el que a continuación se ahondará, y pasaba a ser infame2 carecería de fama, reputación y no tendría capacidad jurídica para defenderse (Manzano, 2012: 32), por lo que puede ser agredida3 o forzada sexualmente sin que legalmente se pudiera hacer algo4, como ilustra este texto de Cicerón, en el que no sólo resta importancia a la violación de una actriz5, sino que dice que esto es un antiguo derecho: Dicen que tú y un grupo de jóvenes violasteis a una actriz en la ciudad de Atina, pero ese hecho es un derecho antiguo cuando se refiere a actores, especialmente en lugares lejanos (Cic. Planc.:, 30). Además, las personas infames no podían votar, ni acceder a las magistraturas (Edwards, 1997: 66, 72), aunque las prostitutas por el mero hecho de ser mujeres ya quedaban excluidas de esto. Pero en definitiva, se puede concluir que cualquier persona considerada infame perdía su honor social y eso suponía quedarse fuera de los privilegios y la protección del Estado. Por tanto, ser actor, gladiador o prostituta tenía fuertes consecuencias en la sociedad romana republicana y bastante negativas para el individuo. Cabe añadir que durante la república, un hombre libre podía casarse con una prostituta o persona infame, pero dicho hombre pasaría a ser considerado infame también6. Esta práctica de matrimonio entre un hombre libre, sobre todo si era senador, con una prostituta o cualquier persona que fuese considerada infame, fue prohibida con la legislación matrimonial de Augusto: las leges Iuliae et Pappia Poppeae de maritandis ordinibus (Herreros y Santapau, 2005: 100; Duncan, 2005: 255).

2

Según Vivó i Codina, infames eran aquellos que no tenían control o disponibilidad del propio cuerpo, sino que quedaban en manos del público- si se trataba de un actor o gladiador- o del cliente (Vivó i Codina, 2015: 36). Sobre este concepto es destacable el planteamiento de Duncan, quien señala que las prostitutas y actores fingen para vivir (Duncan, 2005:252), además si algo comparten los gladiadores, actores y prostitutas es que viven gracias a su cuerpo y se muestran en espectáculos públicos, algo que los romanos asocian con inmoralidad (Edwards, 1997), en ese sentido se sitúa el grafitti pompeyano CIL IV, 1948, en el que se habla de una mujer que vive del cuerpo, refiriéndose a una prostituta. 3 Suetonio informa de que Augusto “Limitó (…) la autoridad coercitiva que una antigua ley daba a los magistrados sobre los cómicos” (Suet. Aug.: 45). Es un ejemplo más de la desprotección de una persona infame. 4 Para evitar esto y ante la imposibilidad de solución legal, surgirá la figura del leno como protector necesario de las prostitutas (Véase pág.25) 5 Aunque en este caso se trate de una actriz, ya se ha mencionado que estos personajes están en la misma condición de infame que las prostitutas, además según Rosario López, muchos de estos actores eran esclavos que sufrían explotación sexual (López, 2012: 30) 6 No obstante, con las prostitutas de mayor rango, las cortesanas o concubinas, sí que acabó por imponerse el concubinato, una unión que debía atender a una serie de reglas: No estar unidos en matrimonio a un tercero, existir la conformidad por ambas partes y sólo pueden estar en concubinato mujeres pobres, manumitidas, infames o aquellas que hayan decidido vivir en él (Herreros, Santapau, 2005: 101).

6

Ahora bien, descrita ya su condición de infame, conviene definir qué entendían los romanos por “prostituta” y en qué se diferenciaba esta del resto de las mujeres. La primera definición de prostituta en un contexto jurídico, es muy tardía, la hace Ulpiano en su Digesto, y el comienzo de la misma, con el que sintetiza la definición de este concepto dice así: La prostituta es cualquier mujer que de manera manifiesta gana dinero vendiendo su cuerpo (Ulp. Dig.: 23.2.43. 1). Y si esta definición es de una época bastante posterior a la principalmente abordada en este trabajo, se puede afirmar que no hubo variaciones en ella en un largo período de tiempo, como parecen demostrar diferentes documentos literarios y epigráficos con diferente cronología. Por ejemplo, Plauto en Gorgojo afirma que: En la calle toscana (podrás encontrar) los que hacen negocio con su cuerpo (Pl. Cur.: 438) Así como un grafiti pompeyano habla de una tal Lucilia, que se lucra a costa de su cuerpo (CIL IV, 1948), o de Ovidio, que en Amores, 1, 10, 20-25 señala que: La meretriz espera de pie, dispuesta a venderse a cualquiera por un precio fijado y busca míseras riquezas con el servicio de su cuerpo Esa definición es, por tanto, la definición canónica de prostituta, una que prácticamente se mantiene hasta la actualidad. No obstante, hay que profundizar en otro aspecto importante, como es su comportamiento y la manera de actuar en sociedad, que era lo que realmente las convertía en antítesis de la matrona, de la mujer digna y respetable en sociedad. Es ahora por tanto cuando conviene avanzar en la definición de prostituta de Ulpiano, pues tras esa primera oración rotunda anteriormente expuesta, profundiza más en ese concepto, añadiendo: Decimos que no se trata sólo de la mujer que se ofrece en un burdel para ganarse la vida, sino también la que no se comporta recatadamente en una posada, taberna u otro lugar por el estilo. Y atendemos además que abiertamente significa que dicha mujer aborda a los hombres al azar, sin hacer ninguna distinción de manera que se ganan la vida como prostituta, a diferencia de una mujer que comete adulterio o fornicación o incluso de una mujer que tiene relaciones sexuales con uno o dos hombres por dinero, pero abiertamente no se dedica a ganar dinero con su cuerpo. (Ulp. Dig. 23.2.43. 2-3) Es decir, la prostituta se caracteriza por abordar a los hombres y provocarlos, frente a la matrona que ha de mantener a toda costa su castidad, incluso por encima de la vida, como es el caso de la matrona por excelencia: Lucrecia, cuya leyenda recoge Tito Livio (Liv.: I, 57-60), quien al ser violada y por tanto, haber perdido su pureza, decide 7

suicidarse, no sin antes exclamar que lo hace para que ninguna mujer deshonrada7 quede autorizada con el ejemplo de Lucrecia a sobrevivir a su honor (Liv.: I, 58, 10). Pero Lucrecia no sólo hace gala de su castidad cometiendo este acto de autocastigo, sino que cuando Colatino, Sexto Tarquinio y Egerio deciden ir a comprobar el comportamiento de sus esposas, ella es la única de las tres que en lugar de estar banqueteándose como las demás, está trabajando la lana (Liv.: I, 57, 9) que era la tarea doméstica a la que se entregaban las mujeres8. Pudor, recato y castidad, convirtieron a Lucrecia en el paradigma de la matrona ideal romana, en una imagen a seguir.9 Y es que la pudicitia lo es todo para la mujer romana no sólo en cuanto a castidad sexual se refiere, sino también al papel que esta ha de ejercer y será respetada como ama de casa y educadora de los niños (Robert, 1997: 16). Tan importante fue ese pudor para la matrona que incluso en Roma existió un templo dedicado a Puditicia, reservado a las mujeres que sólo tenían un esposo (Robert, 1997:11). No obstante, esa cualidad o virtud, no ha de reducirse sólo al hogar y al ámbito familiar, también en las calles y en los espacios públicos10 la mujer tenía que mostrarse como lo que era, como una matrona. En ese sentido, Knapp sugiere que las mujeres casadas y de alta cuna iban recatadas por la calle y en ocasiones llevaban protección, evitando convertirse así en un blanco fácil para las pasiones de los hombres (Knapp, 2011: 302, 303). Además del ya reproducido texto del Digesto, en el que identifica a la prostituta con aquella mujer que no se comporta adecuadamente, es destacable el prólogo de Poenulus de Plauto, en el que se llama la atención a los espectadores, avisando de que la obra va a comenzar, refiriéndose a ellos por grupos sociales y al llegar a las matronas, esto es lo que las recomienda: Las matronas, que asistan a la representación en silencio, que rían en silencio; que moderen el timbre de su sonora voz, que dejen para casa los temas de conversación, a fin de no causar molestias tanto aquí, como en casa a sus maridos (Plauto, Poen.:3135). 7

La palabra que emplea en latín para deshonrada es impudica, es decir que no tiene pudicitia, que como ya se ha explicado, tampoco la tenían las prostitutas. 8 Otro ejemplo del tejido de lana lo encontramos en el texto de Terencio reproducido en la página 28, sólo que esa mujer decide abandonarlo para dedicarse a la prostitución, lo que puede entenderse como una metáfora del paso de una vida digna y honrada que correspondía a una matrona a la vida de meretriz. 9 Téngase en cuenta que si Tito Livio hace tanto hincapié en la figura de Lucrecia es porque la está esgrimiendo como un exemplum de cómo debe ser la matrona romana, lo que se pone en relación con los intentos de Augusto por reestablecer las antigua moral. No obstante, si bien la fuente es posterior, es un ejemplo totalmente válido para observar el ideal de matrona. 10 Vanokeye señala que las mujeres de alta alcurnia no frecuentarían demasiado los espacios públicos, sobre todo el Foro, al que solo acudirían en sustitución de sus maridos (Vanokeye, 1991: 92).

8

No obstante, en una sociedad que las oprimía y en la que el matrimonio se entendía como un contrato por el que la mujer dejaba de estar sometida al padre para someterse a un marido con el objetivo de tener hijos (Herreros y Santapau, 2007: 55), las matronas también daban rienda suelta a la pasión, aunque en su caso sí que constituía un delito al ser adulterio por estar casadas. Así pues, si los hombres se sentían atraídos por las prostitutas que pululaban por las calles de la ciudad, las matronas se sentían atraídas por el paralelo masculino e infame de las prostitutas, esto es, los gladiadores: Juvenal, en su sátira VI, da buena cuenta de ello, al hablar de Epia, una mujer que se hizo raptar por el gladiador Sergio del que estaba enamorada y con cuya compañía logró escapar, huyendo así de su marido senador (Iuv.: VI, 81-113). Interesante es también el caso de otra matrona del que hay noticia, no textual, sino arqueológica: en Pompeya, en una habitación de gladiadores apareció el esqueleto de una mujer enjoyada, identificado como el de una posible matrona que murió tal vez cometiendo adulterio con ellos (Vivó i Codina, 2015: 38). También en este ámbito de adulterio y libertinaje por parte de matronas y mujeres de la alta sociedad, cabe destacar los argumentos que Cicerón, en defensa de Celio, esgrime contra Clodia, acusándola de comportarse como una meretriz y por tanto, ser ella la única culpable de que Celio haya cometido la violación por la que está siendo juzgada: Si una mujer no casada tuviera su casa abierta a la pasión de cualquiera y se hubiera instalado públicamente en la vida de prostitución, si hubiera tomado la determinación de asistir a los banquetes de los hombres que no tienen ninguna relación con ella e hiciera esto en la ciudad, en los jardines de su villa y en medio de la conocida animación de Bayas; si, finalmente, se comportara de este modo, no sólo en andar sino también en su tocado y en su séquito, no sólo en el fuego de su mirada y en la libertad de sus palabras sino también en los abrazos, en los besos, en su manera de actuar, en los paseos por mar y en los banquetes, hasta el punto de parecer, no sólo una meretriz, sino una meretriz proterva y procaz, si un joven tuviera tal vez, relaciones con ella ¿Qué te parecería a ti, L. Herenio, que era un adúltero o un amante, que quiso asaltar a la honestidad de ella o satisfacer su propia pasión? (Cic., Cael.:, 49) Así pues, salvo excepciones como son que se han descrito anteriormente, el comportamiento social de las matronas difería totalmente del de las prostitutas, que al no tener honor de ningún tipo y ser impudicas, sí que podían provocar libremente a los hombres, es más, era la manera de atraerse clientes y conseguir ganancias. Muy gráfico en ese sentido es el siguiente texto de Tarentila de Nevio:

9

Como una pelota en círculo de jugadores, ella se prestaba y se daba por turno a todos. A uno dirigía una señal con la cabeza, a otro un guiño de ojo: coqueteaba con aquel, todo y teniendo a un cuarto entre sus brazos, su mano estaba ocupada por un lado mientras hacía una señal con el pie; hacía admirar a alguien su sortija al tiempo que los labios llamaban a otro. Cantaba con este y con un dedo, mandaba un mensaje al de más allá (Nevio, Tarentila, fr. 3). Las provocaciones de las prostitutas son frecuentes, por ejemplo en el poema 55 de Catulo se habla de cómo una prostituta enseña el pecho por la calle a un hombre (Catul.: 55) o en este fragmento de Plauto de cómo las prostitutas salen, literalmente, a la caza de los soldados que acaban de regresar de una campaña militar: Además, tantas cuantas cortesanas hay en la ciudad corrían, luciendo sus mejores galas, cada una al encuentro de su amante; iban a cazarlos. Me fije especialmente en un detalle: La mayoría de ellas llevaban consigo redes bajo su vestido. (Pl. Epid.: 208-215). Si hablando de las matronas se pueden citar la castidad, el pudor y la sumisión como rasgos inherentes a dicha figura, McGinn señala como rasgos de la prostitución la promiscuidad, el recibir un pago del cliente e indiferencia amorosa, evitando la creación de un vínculo amoroso (McGinn, 1998:58). A estos Herreros y Santapau añaden la mutilación de derechos, la libertad sexual11 y por supuesto, la falta de pudor (Herreros, Santapau, 2007: 57). De esa manera, el concepto de meretriz o prostituta se perfila como algo totalmente opuesto a la matrona, en palabras de Santapau y Herreros, se trata de un acto de clasificación social, de otorgarle a cada mujer un papel que tenía que desempeñar: tener hijos o servir sexualmente al hombre (Herreros, Santapau, 2007: 57). Esta dualidad es expresada muy bien por López Gregoris, quien señala que el matrimonio es una unión necesaria para tener hijos, pero que genera desapego entre los dos cónyuges, mientras que la prostitución es una fuente de placer que se tolera aunque es criticada (López Gregoris, 2014). Esa dualidad matrona-meretriz no sólo se manifestaba en el comportamiento, como ya se ha explicado; también se manifestaba en el vestido, pues según Robert: “el vestido es la manera más eficaz de saber si una mujer se comportaba con arreglo a la moral o no” (Robert, 1997: 166). Por tanto, había una diferencia clara entre la vestimenta de la matrona y de la prostituta, que incluso en algunos momentos llegó a estar marcada por la ley. 11

No obstante, como se detallará en los siguientes capítulos, esta libertad sexual estaba muy condicionada en parte y el precio a pagar por ella era bastante alto.

10

Así pues, la vestimenta ideal para la matrona sería la stola vestimenta recatada que indica que la mujer ha contraído justo matrimonio en la que la cabeza es además cubierta con una palla y el pelo se lleva recogido sobre todo cuando sale a la calle y se muestra en público (Olson, 2005: 189). Que la stola sea la vestimenta propia de la matrona no quiere decir que fuera obligatoria, al menos hasta épocas posteriores, o que no pudiese llevar otra cosa, pues por ejemplo en la República las matronas comenzarán a llevar vestidos (Robert, 1997:159). Aunque la stola quedará siempre como un “uniforme” de la matrona, una suerte de insignia o símbolo a través del cual ellas pueden mostrarse como tal, como mujeres dignas. Por eso, durante el Imperio, aparecen una gran cantidad de imágenes de emperatrices llevando la stola, de forma propagandística, construyendo una imagen que podía o no corresponderse con la realidad12 (Roger y Piriou, 2015). Y si para la matrona era la stola, la vestimenta distintiva de la prostituta era la llamada toga muliebris, una toga que fueron obligadas a llevar con la Lex Iulia y que era todo un símbolo de vergüenza y deshonor (Mcginn, 1998: 340). No obstante, la toga muliebris ya existía y era utilizada por prostitutas anteriormente, tal y como demuestra este reproche en un discurso de Cicerón: Asumiste la toga viril y la convertiste en una toga de una mujer (Muliebris). (Cic., Phil.: II, 44). Pero sobre esa perspectiva de “símbolo de deshonor” que plantea McGinn, hay un epigrama muy interesante de Marcial: Regalas vestidos color púrpura escarlata y violeta a una puta conocida: ¿Quieres darle los regalos que se merece? Envíale una toga. (Mar.: II, 39) Consecuencia de esto será la aparición de los adjetivos stolata y togata, no para referirse a la ropa con la que aparece una persona, sino al honor, en caso de stolata ,que una mujer ostenta, o en el caso contrario, la falta del mismo. (Duncan, 2005: 196). Y si la stola no era la vestimenta obligatoria para la mujer, hasta que no se impuso la Lex Iulia, dicha toga no fue obligatoria para la prostituta y tal vez, aunque fuera obligatoria, esta podría escaparse de dicha obligación y llevar otras vestimentas, que sin duda eran mucho más provocativas, pues una prostituta vende su cuerpo y como señalan en una obra de Plauto:

12

Un caso muy llamativo es el de la estatua del Louvre que muestra a la infame Mesalina, vistiendo la stola y con su hijo Británico en brazos mostrándose como una matrona ideal, lo que difiere mucho de la realidad de la “emperatriz prostituta”

11

Las mujeres somos totalmente insípidas y carentes de gracia sino le ponemos remedios con afeites y gastos (…) no hemos cesado ni un momento en nuestro empeño por bañarnos, frotarnos, secarnos y engalanarnos, componernos y recomponernos, pintarnos y maquillarnos. (Pl., Poen.: 217-221) Una de esas prendas provocativas era el strophium una suerte de sujetador o tira de cuero que cubría únicamente los pechos y que está presente en varias escenas sexuales de los frescos de Pompeya (fig. 1), era una manera de mostrar su cuerpo sin llegar a estar desnudas, pues la desnudez se identifica con la prostituta más baja clase (Duncan, 2005: 195). Las prostitutas usarían ropas con transparencia y bastante colorido y además, se puede suponer que ellas harían un uso abusivo del maquillaje y de los tintes (Vanokeye, 1991: 111), así como de pelucas, que Ruiz de Arbulo interpreta que serían rojas, de ahí que muchas adquieran nombres derivados de Rufus como son Rufa o Rufilia. (Ruiz de Arbulo, 2015: 44). O incluso gorritos de colores, como atestigua Juvenal en III, 65-66. No conviene hablar de las técnicas de maquillaje, ni hacer una descripción de todos los vestidos romanos y cómo las prostitutas los llevaban, pero sí que cabe resaltar que, junto al comportamiento, la ropa y el maquillaje era una manera por la cual se podía diferenciar a las prostitutas de las matronas, según el recato que llevasen, siendo más clara cuando llevaban la toga o la stola, algo que acabaría imponiéndose por ley. Porque en resumen, y empleando palabras de Séneca: Para una mujer la única gloria es la castidad; así que debe tener cuidado de ser casta y parecerlo (Sen.Con.: 2.7.9.) La imagen de la matrona es sin duda el ideal de la mujer en Roma: casta, recatada y siempre sometida a un varón y a sus obligaciones en el hogar, por las cuales es sumamente respetada. Por tanto, atendiendo a los criterios anteriormente descritos, la prostituta se plantea como un antónimo al de esta imagen, una mujer sin honor, provocadora y sobre todo, si no era esclava, sólo estaba sometida a la figura del leno, necesario para su protección personal (Véase pág.25) Y sin embargo, resulta sorprendente que los romanos entendiesen a la meretriz como una mujer despreciable y sucia, que no estaba adaptada a la virtud, pero a la vez la entendiesen como una figura necesaria (Flemming, 1999: 44). Y concepción de la prostitución como una actividad necesaria, la expresó de una manera muy acertada Santo Tomás de Aquino, unos siglos después, en su obra De Regno: Las prostitutas hacen en el mundo el papel de las sentinas en el mar o las cloacas en el palacio: quita las sentinas en el mar o las cloacas en el palacio y llenarás de hedor el

12

palacio: quita las prostitutas del mundo y lo llenarás de sodomía (Sto. Tomás, De Regno, IV, 14). No obstante, aunque la idea que quiere expresar dicho texto medieval es muy similar al pensamiento romano sobre las meretrices, cabe resaltar un importante matiz para ver realmente por qué eran importantes en Roma estas mujeres infames. Este se puede apreciar en el siguiente texto de Horacio: Cuando un hombre muy conocido salía de un lupanar, le dijo Catón en una famosa sentencia: « ¡Bravo, así se hace!; pues tan pronto como hincha las venas la negra pasión, justo es que los jóvenes bajen aquí, y que no anden moliendo en las mujeres ajenas» (Horat. S.: 1.2. 32-36) La misma idea del texto anterior subyace en el siguiente fragmento de Plauto, en el que además se refiere a la prostitución como un negocio: Nadie te impide ni te prohíbe comprar lo que no está en venta. Nadie puede prohibir a nadie ir por la vía pública. Con tal de que no te abras camino por un huerto cercano, con tal de que te apartes de la casada, la viuda, la doncella, los jóvenes y menores libres13, ama a quien te plazca. (Pl., Cur.: 36-38) Vistos estos textos, parece que a la falta de leyes que prohíban estrictamente recibir servicios de una prostituta, se está añadiendo la idea de disfrutar de la prostitución con un solo objetivo: poder defender así la puditicia, el honor de las matronas y mujeres honradas. Es decir, anteriormente se ha visto como Lucrecia pierde esa puditicia al ser violada, con lo cual se puede suponer que la función que cumplen los burdeles es que el hombre se desahogue sexualmente con las prostitutas, para no cometer así una violación e incurrir en un delito. Y es ese el matiz que diferencia la idea de Santo Tomás de la que se tiene en la sociedad romana: mientras Santo Tomás estima que la prostitución es necesaria para evitar un exceso de lujuria en las ciudades, los romanos más que por evitar esa entrega total a los placeres, lo hacen para salvar el honor de sus matronas, que antes de cometer una violación, convirtiendo así a una mujer digna en impudica, se acuda a una mujer que ya ha asumido esa condición. De esa manera, se puede entender que las prostitutas en el fondo están realizando una labor de salud pública (Robert, 1997: 37). Y el honor no sólo se salvaguardaba evitando las violaciones, sino que también existían ciertas prácticas sexuales que eran infamantes. Este es el caso por ejemplo de la penetración anal, que los romanos decían que era propia de las prostitutas y las libertinas 13

Esto se debe a que el rol activo que el hombre ha de desempeñar tiene sus límites y este no puede ejercer su dominio sobre todo aquel que le plazca, sino que ha de ser consentido. (Robert, 1997:29)

13

(Clarke, 2003: 67), pero sobre todo es algo impensable en el caso de los hombres, ya que aquel hombre que se sometía, que no adoptaba un rol activo, pasaba a ser impudicus (Clarke, 2003:118). De ahí que Juvenal se ría de Hispón quien se somete a los jóvenes y palidece de uno y otro exceso (Iuv.: II ,50). Del mismo modo son infamantes las felaciones: los romanos conciben la boca como un órgano “sagrado”, el órgano con el que el hombre se expresa en sociedad y en las asambleas o el Senado, por lo que usarlo en prácticas sexuales era una manera de traicionar a la sociedad y al cargo público en caso de ostentarlo (Clarke, 2003: 118-119). Así se entiende que “comecoños” sea un insulto práctico en la obra de Marcial14 (Blázquez, 2006: 65), puesto que es esta una práctica que degradaba al hombre.15 Esa idea está claramente relacionada con los roles sexuales: el rol pasivo corresponde a la mujer y al hombre le corresponde el rol activo, por tanto, un hombre que se dejase sodomizar o que practicase el cunnilingus o la felación estaría aceptando un rol “femenino” para la concepción romana, mientras que si una mujer recibía el cunnilingus el hombre se convertía en el pasivo, el dominado (Carmen Sánchez, 2015: 154), virilizándose así la mujer (Manzano, 2012: 30-32). Y como no se podía pedir a las matronas que realizasen estas prácticas infamantes, se recurría a las prostitutas que sí podían realizar este tipo de prácticas, impensables en el marco del matrimonio. Según Robert, practicar sexo con esclavos o prostitutas domésticas o bien callejeras ayudaba a evitar que el hombre se cansase de practicar sexo siempre con la misma mujer, aquella con la que estaba casado (Robert, 1997:29), por lo que, en ese sentido, la prostitución parece estar ayudando además a salvar el matrimonio. Y aunque la prostitución fuese algo necesario, esto no implicaba que se pudiese abusar de ella. Sobre todo a ciertas edades no convenía seguir visitando los prostíbulos, como ilustra el texto de Plauto en el que se recomienda a un viejo que abandone estas prácticas: A tus años tendrías que estar libre de tales culpas. Como a cada estación del año, a cada edad de la vida le corresponden unos afanes distintos. Porque, si se autoriza a los viejos a tener amantes, ¿A dónde irá a parar la dignidad y prosperidad del Estado? (Pl., Mer.: 983-987)

14

Y no sólo en la obra de Marcial: grafitis de Pompeya como son el CIL IV, 4995 y CIL IV, 5267, también acusan a personajes de “lamer coños”. 15 Estas prácticas infamantes, a las que se añade otra, que es el sexo en grupo, están representadas en los frescos de las Termas Suburbanas. (Fig.)

14

Y para evitar que eso ocurra y que las personas de avanzada edad recurran a estos servicios, es conveniente que se disfrute de las pasiones y se acuda a los lupanares en la juventud: No es una infamia, créeme, que un jovencito salga de cortesanas o se emborrache; no lo es; y tampoco que eche abajo una puerta. Si ni tú ni yo hemos hecho nada semejante, es porque la pobreza no nos permitió hacerlo. Tú ahora consideras un mérito lo que entonces hiciste obligado por la pobreza. No es justo. Pues si hubiéramos tenido dinero para hacerlo, hubiéramos hecho otro tanto; y tú, si fueras un ser humano, se lo permitirías hacer a tu hijo, mientras está en edad de hacerlo, para evitar que, cuando haya cumplido sus deseos de enterrarte, a una edad menos apropiada, acabe haciendo lo mismo. (Ter. Ad.: 101-112). Aun así, los jóvenes tampoco deben abusar de esto, pues al mismo joven al que Catón felicitaba por ir al prostíbulo, al encontrársele allí en varias ocasiones le reprochó: Muchacho, yo te elogié pensando que venías por aquí de vez en cuando, no que vivieras aquí (Añadido en el comentario de Pseudo-Acrón a Horat., S.:, 1.2.32-35) O igual de esclarecedora resulta la acusación que Séneca lanza a los jóvenes: Fíjate en esos jóvenes procedentes de las mejores familias a quienes el desenfreno los ha arrojado a la arena; fíjate en esos otros que, con mutua impudicicia, desfogan su propia pasión y la ajena: ningún día, en la vida de estos, transcurre sin embriaguez, sin alguna fechoría notable. (Sen. Ep.: XVI, 99, 13) En pocas palabras: la prostitución es algo deleznable, pero al mismo tiempo necesario y eso convierte a la prostituta en una figura contradictoria, odiada y deseada a partes iguales. Para entender bien esto, conviene remarcar el paralelismo que Edwards apunta entre las prostitutas y los gladiadores, pues estos eran alabados por los romanos y tratados como héroes por las masas que acudían a ver los espectáculos al circo, pero sin embargo eran odiados al mismo tiempo porque se ganaban la vida con el cuerpo, al igual que las prostitutas, no seduciendo, pero sí con la fuerza bruta y la violencia (Edwards, 1997: 77). Y esa contradicción parece estar ya presente en el corpus ideológico de Roma desde el principio de los tiempos: como se ha visto, para dicha sociedad la imagen de la matrona se toma como el ideal de mujer, pero sin embargo, la mujer que fue alabada a lo largo de los siglos, por amamantar cuidar de Rómulo, fundador de Roma y su hermano Remo era Acca Larentia, una prostituta a la que el imaginario romano convirtió en una loba16, por el nombre de lupa que se daba a las prostitutas. En resumidas cuentas, y en palabras de Herreros y Santapau: 16

La identificación de Larentia como prostituta y la explicación por tanto del origen de esa leyenda aparece ya mencionada por Tito Livio. (Liv.: I, 4, 7)

15

La sociedad romana reconoce la importancia y la necesidad de la prostituta, pero no está dispuesta a concederle prerrogativas que se hubiera merecido en el ámbito legal y público en virtud de las funciones que realizaba. (Herreros, Santapau, 2005: 108) Lugares de la prostitución: contra la existencia de un “barrio rojo” Para profundizar en el estudio de una visión de la prostitución desde una perspectiva socioeconómica es necesario prestar atención a los lugares donde esta se llevaba a cabo, pues las características de los mismos, su ubicación en la ciudad o el entorno que rodea a esos lugares aportan una información necesaria para extraer unas conclusiones que, de otra manera, no hubieran podido ser alcanzadas. Desde los primeros tiempos de la investigación, diversos historiadores han querido ver en las ciudades romanas un “barrio rojo” es decir, un lugar donde se concentraban las actividades sexuales, manteniéndose así alejadas de la vida pública, lo que ha ocasionado que algunos barrios de Roma como la Subura o el Velabro hayan adquirido esa fama de lugar marginal, donde se concentraban las prostitutas y demás personajes infames, tal y como señala Vanokeye (Vanokeye, 1991: 92 y 93). Más allá en este planteamiento llegan otros autores como son Ray Laurence o Adrian Wallace Hadrill. El primero de ellos señala que la venta de sexo se concentra en un lugar alejado de la vista de mujeres y niños de la élite (Laurence, 1994: 73), y el segundo habla de que la existencia de ese barrio rojo se debe a un intento de “purificación” del centro urbano, lugar donde se reúnen los edificios públicos y los principales templos, apartándose así los burdeles a zonas que, pudiendo estar en el centro de la ciudad, están escondidas (Wallace Hadrill, 1995: 51), alejadas de la vista de los ciudadanos que no quisiesen llegar a ellos. No obstante, un análisis en profundidad de la topografía de la prostitución romana con el apoyo de las fuentes literarias, parecen demostrar que no existía ese área delimitada en la que se concentraban estos locales. En primer lugar ha de ser aclarado que, si se siguen los criterios de Hadrill, el número de lugares dedicados exclusivamente a la venta de sexo que se han conservado se reduce al burdel de Pompeya más las nueve cellae meretriciae. Estos criterios son los siguientes: Que el lugar posea una cama de obra, que sus paredes estén decoradas con explícitas escenas sexuales y la presencia de grafitis que recen Hic bene futuit (Hadrill, 1995:52). Añade Hadrill que para considerar un edificio como lupanar es necesario que se den los tres criterios, siendo estos argumentos muy estrictos que prácticamente anulan las posibilidades de que cualquier lupanar que no se parezca al de Pompeya, único que reúne estas características, no pueda ser categorizado como tal. 16

De ese modo, posibles lupanares como los hallados en Delos no podrían ser clasificados como tal. Lo cierto es que, aunque no se preste atención a los criterios que plantea Hadrill y por las causas que se explicaron anteriormente, es únicamente en Pompeya donde se puede estudiar el lupanar como edificio y la relación con su entorno de una manera efectiva, permitiendo alcanzar conclusiones que, a la espera del descubrimiento de nuevos burdeles, puedan generalizarse a la totalidad del mundo romano. El lupanar de Pompeya es un edificio de dos plantas con cinco habitaciones en cada una ella. Es en la planta inferior donde se aprecian las características que permiten clasificar como tal a este edificio: la presencia de cama de obras en las estrechas y oscuras habitaciones, grafitis por todas las paredes y también la representación de explícitas escenas sexuales (fig.1), que tradicionalmente se ha identificado con un catálogo visual de los servicios disponibles en cada habitación, pero al no corresponderse todas las pinturas con una puerta, este argumento parece haber perdido fuerza ( Devitt, 2014: 25). Sin embargo, sí que se podría tratar de una decoración con la que a través de la representación de escenas sexuales con bellas mujeres y en camas anchas, se lograba idealizar la realidad del lupanar, muy diferente de la representada (Clarke, 2003: 64), excitando así al cliente que esperaba su turno en ese angosto pasillo. Otros han sugerido que esas pinturas servirían para inspirar a los clientes (Robert, 1997:178) tal y como se puede observar en un espejo de bronce en el Antiquarium Comunale (fig. 2) donde dos amantes copulan mientras que de la pared del fondo cuelga una imagen sexual, esa misma función, en palabras de C. Sánchez, de “iluminar noches faltas de imaginación” se ha atribuido tradicionalmente a otros objetos como lucernas decoradas con iconografía sexual (Sánchez, 2015: 172). La planta superior del lupanar ha sido menos estudiada porque en ella lo único que se pueden encontrar son habitaciones vacías, sin mobiliario o pinturas de ningún tipo, aunque de mayor tamaño que las de la planta inferior. Eso ha provocado que florezcan diversas teorías sobre la misma: unos señalan que podría tratarse de habitaciones donde las prostitutas dormirían (Devitt, 2014: 22), mientras que otros indican que son más habitaciones para el sexo, puesto que las prostitutas dormirían en las camas en las que trabajaban (Mcginn, 2002: 15). Hadrill propone una teoría algo más radical, pero no menos acertada y es que la planta superior podría ser un burdel aparte (Wallace Hadrill, 1994: 108). Lo que le lleva a pensar esto es que el acceso a esa segunda planta no se hace

17

desde la primera, como cabría esperar, sino que se accede desde otra puerta separada de las entradas a la planta baja. Pero más importante aún que describir cómo era el lupanar es describir dónde está situado. El lupanar se encuentra en la regio VII (anex.2), ínsula XII y le corresponden las puertas 18-20, siendo esta última la que permite el acceso a la segunda planta. El edificio comparte regio con el foro, foco de la actividad socioeconómica, no situándose lejos de él y además se encuentra en una calle que desemboca en el decumano inferior de la ciudad (la actual vía dell’ Abondanza). Y no sólo desde el decumano: es también fácilmente accesible desde el cardo máximo de la ciudad (via Stabiana) que conectaba la puerta del Vesubio con la puerta Stabia. También es destacable el entorno en el que el burdel está situado, es decir, qué establecimientos y edificios están ubicados alrededor del mismo. Y es que en esa Regio, ocupando la totalidad de la insula I se encuentra otro importante centro social de la vida cotidiana en Pompeya, al que acudían tanto hombres como mujeres: las termas Stabianas. Desde la puerta de esas termas es visible el lupanar, localizado convenientemente para todo aquel que quiera visitar ambos locales (Devitt, 2014: 18), formándose así un importante tándem económico. Estas termas no son el único negocio en los alrededores del lupanar, pues también se encuentran un gran número de tiendas, como en VII. 12. 27 ó VII. 10. 10, talleres, como el que se encuentra en VII.12.24 o la oficina lanifricaria en la puerta de al lado, tabernas, por ejemplo en VII.11.6 ó VII.12.15 e incluso un hospitium en VII.12.16. Todos estos negocios, como señala Devitt, y al igual que ocurría con las termas, se beneficiarían de la presencia del lupanar ofreciendo a los clientes diversos servicios que estos podían combinar con las visitas al prostíbulo (Devitt, 2014: 19), del mismo modo que el lupanar se beneficiaría de estos, sobre todo de los bares y del hospicio. Y no sólo negocios, tiendas y sitios de ocio, en estos lugares también se encuentran casas que, por su tamaño y los elementos ornamentales que se han encontrado en las mismas, debieron de pertenecer a personas de la élite: por ejemplo la “casa del Oso” (VII.2.44), la de Caprasius Primus (VII. 2. 48) o la de L. Cornelius Diadumenus (VII. 12. 27) o la de L. Caecilius (VII. 13.8) por citar algunas de ellas. Este fenómeno no sólo se da en Pompeya, también en Roma es en las regiones III- IV o lo que es lo mismo, en el barrio de Subura, donde se encuentra la mayor concentración de casas senatoriales, algo que contrasta claramente con la visión de esta zona de Roma con un “barrio rojo” (Mcginn, 2005: 163). 18

Aunque a día de hoy este sea el único lupanar que se conoce en Pompeya, hay otros lugares cuya función es la venta de sexo y que de nuevo aparecen, al igual que el lupanar, entre casas, talleres y tiendas y no hacinados en un único lugar: se trata de las Cellae Meretriciae, unas austeras habitaciones aisladas que daban a la calle y que al igual que las del burdel presentan espacio reducido y una cama de obra. Está claro que estos eran lugares destinados a la práctica de sexo, aunque realmente se desconoce si en cada de una de ellas habría una prostituta fija o eran lugares a los que las prostitutas callejeras llevaban a sus clientes. Sea como fuere, es preciso ver dónde se ubican estas cellae: en la regio VII, la misma que el foro y el lupanar, aparecen siete del total de nueve: en la insula 13 son los locales 15, 16 y 19, en la insula 2 el local 28, en la 12, el 33, en la 4, el 42 y en la 11, la 12. A estas se le suman las que se ubican en la regio IX, en el local 15 de la séptima insula y otra situada a dos puertas, en el número 17. Otras dos posibles cellae están en III.8.5. y VII. 4. 37. Pero si se está negando la existencia de ese barrio rojo que tantos autores comentan ¿por qué los edificios destinados a la prostitución aparecen concentrados sobre todo en la regio VII? Tal vez porque como señala Knapp, no existiesen esos barrios rojos pero sí que existirían zonas donde hubiese más actividad, y cita como ejemplo el foro, la Subura y el Velabro en el caso de Roma (Knapp, 2011: 282). Por tanto, parece ser que esa actividad no se esconde de la visión pública: está cerca de casas y otros lugares. Esto permite hacer una deducción y es que la prostitución era un negocio más, que la venta de sexo no era diferente a la venta de otros productos. De ahí que los burdeles se concentren en las inmediaciones del foro y sobre todo en la regio VII, donde se registra una intensa actividad comercial. Esa misma relación entre comercio y prostitución parece ponerse de manifiesto en la propia Subura pues, junto a las altas tasas de prostitución que mencionan las fuentes literarias (son frecuentes las alusiones de Marcial a lo largo de toda su obra) la epigrafía ha permitido saber que en este barrio existían una gran cantidad de comercios, puesto que una gran multitud de inscripciones funerarias de gente de este distrito hace referencia a su oficio, mostrando que abundaban los zapateros, herreros, pregoneros, fabricantes de textil o alfareros (Ménard, 2015: 9). En la isla de Delos se han hallado hasta trece cellae iguales a las pompeyanas que están ubicadas en el “recinto del Lago Sagrado” o del Ágora Italiana, levantada por comerciantes romanos (Mcclain y Rauh, 2011). Este era uno de los principales mercados en una isla tan comercialmente activa como Delos, donde 19

además se encontraba el que tal vez fuera el mayor mercado de esclavos del mediterráneo17, del cual se nutrirían muchos proxenetas. Por último, se puede citar como ejemplo el caso de un grafiti en Mérida que se encontró en un fragmento de columna del foro de la colonia en el que se lee: [---]ntio fellat+[---]. Se ha sugerido que ese fragmento de columna podría pertenecer a un lupanar, ubicado en el entorno de dicho foro18 (González y Alonso, 2015: 90). Con todo esto, se puede deducir que esos “barrios rojos” no existían como lugar donde, por ley o por cuestiones de respeto a la moral romana, se hacinase la prostitución, sino que los burdeles y las cellae meretriciae están colocados en zonas de alta actividad comercial porque son un comercio más: por eso se pueden encontrar en zonas donde abundan talleres, en inmediaciones de foros y ágoras o en las cercanías de termas y edificios públicos, puesto que no estaban escondidos u ocultos como otros autores sugieren, lo que se corrobora por la presencia de esas casas nobiliarias en su entorno. Y aunque estos lupanares y cellae eran lugares destinados a la venta de sexo, no eran los únicos, sino que la prostitución estaba presente en muchos otros lugares de las ciudades romanas, tal y como parecen demostrar las fuentes literarias y la arqueología. Por ejemplo, en las tabernas (en el sentido actual de la palabra) y “restaurantes”. Corroborando esto, aparece sobre la barra de una taberna de Pompeya un grafitti que reza: Futuit cauponam (CIL IV, 8442) indicando que practicó sexo con la tabernera. Más esclarecedora puede ser la relación que Ulpiano hace entre tabernas y prostitución a través del siguiente texto: Decimos que no se trata sólo de la mujer que se ofrece en un burdel para ganarse la vida, sino también la que no se comporta recatadamente en una posada, taberna u otro lugar por el estilo. Y atendemos además que abiertamente significa que dicha mujer aborda a los hombres al azar, sin hacer ninguna distinción de manera que se ganan la vida como prostituta, a diferencia de una mujer que comete adulterio o fornicación o incluso de una mujer que tiene relaciones sexuales con uno o dos hombres por dinero, pero abiertamente no se dedica a ganar dinero con su cuerpo (Ulp. Dig.: 23.2.43). Como se puede deducir, las mesoneras han sido identificadas muy frecuentemente con prostitutas, pudiendo ser estas mujeres casadas que se prostituían, sin que al marido le importase, para aumentar los ingresos de su taberna (Herreros y Santapau, 2007: 65).

17

Estrabón (XIV, 668) menciona que hasta 10.000 esclavos podían llegar a venderse diariamente en Delos, si bien la cifra es hiperbólica, basta para que se pueda formular una idea sobre el extenso mercado de esclavos allí presente. 18 La posibilidad de que esta inscripción sea un insulto puede descartarse ya que el verbo empleado es fellare y no la forma violenta e insultante irrumare

20

Pero además, este era un lugar donde se reunían bebedores, gente miserable, detestable y viciosa, como se puede ver en el poema 37 de Catulo: Taberna lasciva y vosotros, los asiduos de ella, la de la novena columna a partir del templo de los hermanos del Píleo ¿Creéis que sois los únicos que tenéis cojones que sois los únicos a los que está permitido joder a todas las jóvenes y considerar a los demás unos cabrones? (Catul.: 37, 4-6). Por eso se puede suponer que prostitutas callejeras, de las que se hablará a continuación, se encaminasen a estos lugares sabiendo qué clase de gente había allí y lo fácil que debía resultar vender sexo en ese entorno. Incluso, algunos autores se atreven a plantear la presencia de una prostituta que trabajase de manera permanente en estos lugares (Devitt, 2014: 77). Aunque es difícil saber si eso era o no así, cabe decir que algunas tabernas disponían de cubiculae o pequeños cuartos, que en ocasiones estaban decorados con pinturas sexuales, que podrían funcionar como pequeños burdeles. En Pompeya se pueden encontrar ejemplos de esto por ejemplo en la llamada Casa del Restaurante, una casa reformada para uso tabernario con una pequeña habitación, la f’, que por tener sus paredes decoradas con motivos sexuales (fig.3) se asocia al negocio de la prostitución (Clarke, 2003: 70), lo que puede verse corroborado por el grafiti que a modo de anuncio, luce junto a la puerta de la taberna: Optata verna a (ssibus) II (CIL IV, 5105). Según McGinn, aunque faltan pinturas sexuales, esas habitaciones también existirían en las tabernas de VII.6.14 y VII.6.15 (McGinn, 2002: 13). Lo contrario ocurre en la taberna ubicada en VI.10.I. donde aparecen pinturas sexuales (fig.5), aunque estas no aparecen aisladas en otra habitación ni nada, sino mezcladas con pinturas que muestran a gente bebiendo o jugando a los dados.19 Por último, hay otra prueba arqueológica que permite vincular la taberna con el negocio de la prostitución y son las lajas con relieves que representan mujeres o escenas sexuales, como la que se conserva en el museo de Nápoles (fig.4), el famoso relieve de “Las cuatro hermanas” encontrado en la Subura y conservado en el museo de Berlín o uno menos conocido procedente de Mérida, la tumba en la que se puede leer, en griego, Lampas de trece años, y en la que aparece una joven desnuda, que puede recordar a una escena de baño. Si se destaca este último es porque antes de ser una lápida, este objeto 19

Sobre estas pinturas, hoy en día sólo conservadas por los dibujos de ella que hizo C. Famin, la teoría más aceptada es la de Clarke, quien señala que, dada la postura que presentan, así como el enorme falo del personaje masculino, no es una escena erótica al uso sino la representación de una pantomima erótica o nuditia mimarum, que formaría parte de las diversiones que ofrecía la taberna y por eso se representa junto a esas escenas de juegos y comida, también ofrecidos en ese espacio (Clarke, 2003: 68)

21

tuvo otra vida: por dos agujeros que tiene en su parte trasera para ser colgado de una pared, pudo tratarse de un cartel de prostituta (Sabio y Alonso, 2015: 92). A la conclusión de que esos relieves son anuncios y no un tipo de decoración de la taberna, se puede llegar al establecerse un paralelismo con los relieves que muestran a gente sirviendo vino o aceite, como los que proceden de la isla Tiberina, y que servían para anunciar que esos productos estaban a la venta para el cliente. De nuevo aparece aquí esa idea del sexo como un producto más, que se ofrecía a los clientes y esto parece apoyar el argumento anteriormente mencionado de la presencia de una prostituta fija en los bares. Y no sólo las tabernas, también en las mansio u hospitium, los viajeros podían disfrutar de compañía femenina, como ilustra la inscripción de Isernia, a modo de diálogo: Lucio Cálido Erótico hizo esta inscripción mientras vivía para sí mismo y para Fannia Voluptas. –Posadero, ¡La cuenta!. –Tienes un sectario de vino, un as de pan, dos ases de companaje – ¡Bien! – La chica, ocho ases. – También de acuerdo. –El heno para la mula, dos ases.- ¡La maldita mula será mi ruina! 20 (CIL IX, 2689) Y no sólo se podía disfrutar de la prostitución en esos negocios: tampoco las concurridísimas termas estaban exentas de las prácticas de prostitutas, como se puede intuir a través de este texto del Digesto, en el que Ulpiano hace una descripción del proxeneta y menciona las termas: (…) como por ejemplo, si se trata del propietario de una taberna o de unas caballerizas y tiene a dichas esclavas trabajando allí, aprovechándose de la situación para ganar dinero o si se trata del encargado de unos baños, como sucede en algunas provincias, y tiene a esclavas encargadas de guardar la ropa de los bañistas y ofrece sexo en lugar de trabajo. (Ulp. Dig.: 3.2.4 2-3) En otras palabras, el propietario de las termas privadas, hace un aprovechamiento de ese ambiente de relajación y desnudez para obtener unas ganancias, ofreciendo a las esclavas a sus clientes, tal y como un tal Apeles y su hermano Dexter dejaron escrito sobre las paredes de las termas suburbanas de Herculano (CIL IV, 10677 y CIL IV, 10678) o el grafiti que habla de Epaphroditus, quien gastó 105 sestercios y medio en sexo en las termas (CIL IV 10675). O por citar un ejemplo pompeyano, cerca de las termas suburbanas se hallaba un anuncio que Devitt pone en relación con las mismas (Devitt, 2014: 83): Si aquí te sentases, lee esto antes que nada: si quieres joder busca a Ática por 16 ases. (CIL IV, 1751)

20

Se puede entender que esta inscripción haga referencia a un lugar de hospedaje y no a una taberna urbana porque el personaje que parece en el relieve que la acompaña va ataviado con una paenula o capa de viaje (Ruiz de Arbulo, 2015: 44) , además de llevar una mula a la que se le da forraje mientras está en la taberna

22

Ahora bien, sobre si en las termas había o no un espacio específico destinado al sexo o si este ocurría en cualquier espacio de las mismas, son varias las teorías existentes. Devitt por ejemplo señala que, por haberse hallado la mayoría de grafiti en las cercanías del vestíbulo de las termas de Herculano, el sexo se practicaría en ese espacio (Devitt, 2014: 83). Respecto a esto, una pequeña apreciación a realizar es que si los grafitis se encuentran en torno al vestíbulo, tal vez era porque era en esa habitación donde los clientes tenían a mano sus pertenencias, antes de pasar desnudos a las termas, y dejasen allí el recuerdo de sus aventuras sexuales al salir de las termas, pues parece raro que el romano pasase desnudo a las termas llevando en la mano algún elemento punzante para hacer el grafiti en el interior de ese edificio. Un caso más controvertido ha sido el de las termas suburbanas de Pompeya, puesto que en el apodyterium estas presentan una serie de pinturas de contenido erótico, muy similares a las del lupanar, que permitieron a los primeros arqueólogos catalogar este edificio como un burdel. Investigadores como Knapp o Fagan, se han basado en esas pinturas, junto con el anuncio de Ática (CIL IV, 1751) para hablar de un burdel que existiría en la planta superior de las termas (Fagan, 1999:36; Knapp, 2011: 252), interpretando esas pinturas como anuncio de los servicios requeridos y otros como Robert, niegan que existiesen esos espacios destinados a la prostitución (Robert, 1999: 177). Lo cierto es que no hay ninguna evidencia directa que permita sostener que esa planta superior era un burdel y que no estaba destinada a otros usos como podía ser la residencia. Y respecto al asunto de las pinturas, Varone ofrece una explicación bastante solvente, pues asociado a cada una de esas imágenes hay un número que va del uno al dieciséis y que él relaciona con las sprintiae21 que se han hallado en varios lugares: en estas termas, en lugar de cubículos para dejar la ropa, había una balda de madera sobre la que los clientes colocaban esas cajas en las que guardaban la ropa, cada caja asociada a una postura sexual como recurso mnemotécnico para recordar cuál era la propia (Varone, 2000:28-37). A esta explicación, Clarke añade un interesante punto de vista: las pinturas, al representar posturas sexuales que eran tabú, o que son “acrobáticas”, provocarían la risa en el espectador logrando ahuyentar el mal de ojo, que tenía especial fuerza en las termas donde todos los hombres estaban desnudos (Clarke, 2003: 123).

21

Monedas numeradas del 1 al 16 y con una escena erótica.

23

Y por último, cabe mencionar a las prostitutas callejeras de cuya actividad no ha quedado ninguna evidencia arqueológica y de cuyos lugares de trabajo son conocidos por los textos. Estas prostitutas, atendiendo al siguiente texto de Plauto, parecen ser las más miserables de todas: ¿No querrás mezclarte con esas putas callejeras, amigas de los panaderos, sobras de los molineros, esas miserables que apestan a colonia de junco, esas asquerosas amantes de los esclavos que sólo huelen a lupanar y prostíbulo y se sientan en una silla a hacer la calle, a las que jamás un hombre libre se ha dignado tocar ni acostarse con ellas, rameras de dos óbolos, apropiadas sólo para la asquerosa chusma de los malditos esclavos? (Pl. Poen.: 265-271). Ahora bien, los lugares en los que se colocaban estas prostitutas, según los textos, son varios y muchas veces aparecen en los alrededores de los edificios y lugares públicos más importantes de la ciudad como son los templos y altares (Iuv.: IX,2422 Pl. Cur.: 196 y ss., o inscripción HD00372523), los espectáculos públicos, como son el circo ( Iuv.: III, 65-66) donde las prostitutas solían aprovechar las reunión de la multitud colocándose bajo los arcos, que según Ovidio, eran el mejor lugar para relacionarse amorosamente (Ov., AA, I. 47). Otro lugar era el foro y los alrededores de sus edificios, como indica Plauto: …allí por la Basílica se podrá encontrar también a las viejas (putas) pellejas (…) En la calle toscana los que hacen negocio con su cuerpo… (Pl. Cur.: 467-468) Esos eran los principales sitios de captación de los clientes, pero el sexo no tendría lugar allí, sino en lugares más recogidos, probablemente en las ya mencionadas cellae, en cementerios24 y lugares ocultos de la vista pública25. Prueba de ello parece dar Marcial en este epigrama, en el que recrimina a una prostituta el hecho de que ejerza sin ocultarse de la vista de nadie, con la referencia al cementerio, como lugar donde se practicaba sexo: En umbrales sin vigilar y abiertos, Lesbia, siempre cometes pecados sin ocultar tus devaneos, y te gusta más el mirón que el amante y no te agrada el placer si queda oculto. Pero las prostitutas alejan a los testigos con cortinas y cerrojos, y rara vez se abre una rendija en los lupanares del Sumemio. Al menos aprende a tener vergüenza de Quíone o Yade: los cementerios esconden a las guarras y a las putas. 22

Conviene resaltar este fragmento, especialmente significativo porque en él Juvenal refleja muy bien esta situación preguntándose: ¿Hay en verdad algún santuario donde las mujeres no se prostituyan? 23 Según Knapp esta inscripción se refiere a tres prostitutas que abren un lupanar al que llaman culinam en el lugar de un santuario de Venus (Knapp, 2011: 296) 24 Por ejemplo, en un mausoleo de la necrópolis de Nocera (Ruiz de Arbulo, 2015: 44) encontramos el grafiti: Felix fel(I)at as (se) I (CIL IV, 5408) 25 No obstante, los cementerios se colocaban a lo largo de los caminos, por lo que se puede pensar que esta sería una posición adecuada para que la prostituta pudiese atraer a viajeros.

24

¿Te parece una crítica demasiado dura? Te prohíbo que te vean, no que te follen. (Mar.: I, 34) En conclusión, se puede afirmar que la ubicación de lupanares y de lugares sexuales no es fruto de una colocación que sigue un criterio moral, como señalaban los autores anteriormente citados, sino que parece responder a un criterio comercial: la prostitución se entendía como un comercio más y por ello mismo, no se escondía, sino que se ubicaba en aquellos lugares en los que podría obtener mayores beneficios, como es la Subura, barrio lleno de comercios, la regio VII de Pompeya, cercana al foro, a las termas y llena de talleres y tiendas o los burdeles de Delos, en las inmediaciones del Ágora Italiana. Del mismo modo, aparecían en todo tipo de localizaciones urbanas, como son las calles o cementerios exhibiendo sus cuerpos para atraerse así a un mayor número de clientes. El negocio de la prostitución: ¿Quién se vende? ¿Quién se lucra? Por la ubicación de los burdeles o el texto de Plauto (véase pág.13) entre otras muchas evidencias, se puede deducir que los romanos entendían la prostitución como un negocio más en el que la mercancía era el sexo. No obstante, este negocio, al igual que todos, parece estar regido por una serie de normas ágrafas: un conjunto de roles a desempeñar y una serie de “necesidades” que obligaban a desempeñarlos. Y el único objetivo de esas normas es el lucro, la obtención de beneficios a partir de esas ventas, unas ventas que llegaron a ser tan abundantes que, según Suetonio, en el 41 d.C. bajo el mandato de Calígula (Suet. Cal.: 40) se estableció un censo de prostitutas con motivo de cobrar impuestos, un censo que probablemente existiese con anterioridad. Si se habla del lucro en la prostitución, no sólo de la Antigua Roma, sino de cualquier tiempo, el primer concepto al que se debe hacer referencia es al de proxeneta, llamado leno, al que así se define en el Digesto: Proxeneta es aquella persona que tiene esclavas trabajando como prostitutas, así como aquel que aporta personas libres a con el mismo fin. Está sujeto a castigo26 por proxenetismo, tanto si esa actividad constituye su negocio como si la realiza como actividad secundaria de otro negocio. El leno o lena, pues también podía ser mujer era el que regentaba un burdel o en ocasiones, convertían su casa en uno, atrayendo a ella a la indeseable clientela que se reunía en tabernas y burdeles, ofreciéndose de nuevo ese aspecto de lugar sórdido: 26

De nuevo se está trabajando con una fuente muy posterior al momento que estamos abordando. En la época republicana no existía tal castigo para el leno, que acabaría introduciéndose en época imperial, por lo que se ha de obviar este detalle.

25

En su casa se pueden ver todo tipo de personas, como si se hubiera llegado al Aqueronte: patricios, plebeyos, libertos, ladrones o incluso esclavos fugitivos, apaleados, encadenados, condenados a la esclavitud por sus deudas. Con tal de que tengan dinero para pagar, seas quienes sean, se admite a todo tipo de personas. En consecuencia, toda la casa está llena de pequeños escondrijos. Se bebe y se come como una taberna, exactamente igual. (Pl. Poen.: 830-838). Esta persona se beneficia de las ganancias de las prostitutas, ya sea en su totalidad o parcialmente, dependiendo de si se trata de una esclava o de una mujer libre. El primer caso era muy frecuente: los lenones solían frecuentar mercados de esclavos, sobre todo a las muchachas capturadas por los piratas e incluso compraban niños para ofrecerlos (Flemming, 1999: 40). Ellos eran los encargados de convertir a esas personas en sus productos27, y como tal, darles una educación, incluso las enseñaban a cantar, bailar y seducir28 (Noel Robert, 1997: 112) para después venderlas como prostitutas. Esta práctica era tan conocida que Hadriano prohibió que las esclavas fuesen vendidas a lenones y que Septimio Severo protegió a los esclavos de que fuesen prostituidos (Flemming, 1999: 53), aunque se puede entender que esto continuaría de una manera clandestina: tal vez prostituyéndolas en termas o en casas privadas. Si se habla de las esclavas, cabe resaltar un par de casos en los que gracias al negocio de la prostitución, ellas llegaron a medrar y a poder comprar su propia libertad: Uno es el de Vibya Calybe, que comenzó prostituyéndose siendo esclava y acabó dirigiendo su propio burdel, e incluso quiso que se la recordará como lena, tal y como deja constancia esta inscripción funeraria: Vibya Chresta, liberta de Lucio, erigió este monumento en su honor y en el de Gayo Rustio Talaso, liberto de Gayo, su hijo y en el de Vibya Calybe, su liberta y directora de burdel. Chresta erigió este monumento con sus propios ingresos sin defraudar a nadie. ¡Esta tumba no puede ser utilizada por los herederos! (CIL IX, 2029.) Otro ejemplo de esclava prostituta que compra su libertad es el Telethusa, en el siguiente priápeo: Telethusa, famosa entre las putas del distrito de Subura29, ha obtenido la libertad, creo que con sus ingresos, coloca una corona de oro sobre tu erección, sagrado Príapo, pues mujeres como ella son la imagen del mayor de los dioses (Priap, 40.).

27

No obstante, ciertos esclavos estaban bajo la claúsula “ne serva prostituatur” no podían ser prostituidos (McGinn, 1998: 288). 28 En el poema que Propercio dedica a la alcahueta Alcántide, IV,5, entre los versos 29 y 36 se mencionan varias de estas técnicas para seducir y ganar más dinero. 29 (¿) Aparece aquí otra mención a las prostitutas de la Subura (véase…)

26

Y más triste fue el final para una prostituta que escapó de su amo, cuyo esqueleto se encontró en Bulla Regia, África, con un collar de plomo en el que se podía leer: ¡Esta es una puta mentirosa! ¡Atrapadla porque ha escapado de Bulla Regia! (AE 1996: 1732). Analizadas las esclavas, cabe centrarse ahora en el otro caso que es sin duda mucho más interesante: el de mujeres que por su propia decisión (si bien en muchas ocasiones forzadas por las circunstancias), comenzaban carrera en este infame mundo. La mayor parte de estas eran mujeres viudas que, desesperadas por haber perdido a su marido y la fuente de ingresos para la familia que este suponía, se veía obligada a prostituirse o tal vez a prostituir a sus hijas (Vanokeye, 1990: 103; Knapp, 2011: 276). Esta situación es explicada por Plauto, si bien con la sorna y la voz paródica propias de la comedia, en este fragmento en el que una madre cuenta cómo entregó a su hija como prostituta: -Nos hemos convertido en prostitutas tu madre y yo porque somos mujeres emancipadas. Nosotras mismas hemos educado a las hijas que hemos tenido de padres de ocasión. Si he convertido a mi hija en prostituta no es por indiferencia, sino para evitar morir de hambre. -¡Hubiera sido preferible casarla! -¿Por qué? ¡Mi hija tiene un marido a diario! Tuvo uno ayer, tendrá otro esta noche. ¡Jamás ha pasado una noche sola como una viuda, ya que sin marido nos haría morir de hambre en casa! (Pl. Trin. :38-41) A veces no era necesaria siquiera la muerte del marido: el paterfamilias también podía poner en venta a las mujeres de la familia para que se prostituyesen, aunque esto no era bien visto (Ruiz de Arbulo, 2015: 43). Aunque la mujer no tenía por qué verse obligada por circunstancia o paterfamilias: dada la situación de la mujer en la Roma republicana y de su supeditación a las decisiones que un hombre tomaba sobre ella, la prostitución se convertía en una vía de escape, una manera de disfrutar de reivindicar su libertad sexual (Herreros, 2006), si bien el precio a pagar por ella era excesivo, como se ha comentado anteriormente. Otro motivo por el que se podían ver atraídas hacia este mundo era por los ingresos que de él obtenían fácilmente: Al principio llevaba una vida honesta, llena de privaciones y sacrificios y se ganaba la vida hilando y tejiendo. Pero cuando se presentaron los amantes, primero uno y después otro, ofreciéndole dinero, como el espíritu humano tiende por naturaleza a evitar el trabajo y buscar el placer, aceptó las ofertas y después empezó a practicar el oficio. (Ter. An.: 75-80)30. 30

No obstante, y según la apreciación de Vanokeye, esta mujer estaría en parte forzada por una situación de miseria, soledad y pobreza, a la que Terencio se refiere en los versos anteriores (Vanokeye, 1990: 2003). Aun así, es probable que no fuese tanto forzada por la pobreza de estar abandonada por su

27

Y al hablar de los ingresos es preciso volver a incidir en el papel del leno, al que muchas mujeres tendrían que acudir irremediablemente: como se ha visto anteriormente, las prostitutas no podían defenderse legalmente ante agresiones ni violaciones dada su condición de personaje infame. Por ello, tenían que buscarse otros métodos que les garantizasen la seguridad, es decir, proxenetas, a los que estas mujeres pagarían, no todas sus ganancias, puesto que no son esclavas, pero sí gran parte de lo que han obtenido. Así pues, una prostituta podía cobrar entre 1 y 23 ases por servicio, como atestiguan los grafitis de Pompeya, siendo el precio habitual del servicio dos ases, que es el precio de una cerveza o un plato de comida (Varone, 2002: 143) en lo que están de acuerdo prácticamente todos los autores. Un dato remarcable es que el precio siempre se expresa en ases, aun cuando hay unidades mayores como el sestercio o denario en la que se puede expresar el precio31, bastante solvente es el planteamiento que propone Knapp, sosteniendo que el as era la moneda “callejera”, ya que como se ha explicado anteriormente, por menos de un sestercio se podían comprar varios productos (Knapp, 2011: 301). Sin embargo, en lo que parece haber menos consenso es en cuánto dinero podría ganar una prostituta que estuviera bajo el leno y aunque no hay documentos que permitan saber cuánto se pagaba al proxeneta, hay autores que tratan de hacer cálculos. Por ejemplo, Flemming sostiene que las prostitutas podían ganar de media 10 sestercios (25 ases) al día, de los cuales entregaría gran parte al leno (Flemming, 1999: 50). Más discretos son los cálculos de Knapp quien sostiene que una prostituta podría obtener en torno a 10 ases al día, debiéndole al proxeneta una parte acordada (Knapp, 2011: 301). Parece ser que estas no se llevaban mucho dinero a casa pues, además la prostituta se sitúa en un contexto de tabernas, lupanares y de derroche en general, donde sin duda, gastaría parte de ese dinero obtenido al día (Knapp, 2011: 283). Por último, acerca de los precios cabe decir que, a excepción de cortesanas y prostitutas “de lujo”, el precio, como ya se ha señalado, en torno a los dos ases, no era caro y exclusivo, sino accesible para toda la población, hay algunos como Félix, que se ofrecen a realizar felaciones por el mísero precio de un as (CIL IV, 5408). A través de estas observaciones se puede incidir de nuevo en la visión social de la prostitución: no se familia, sino que comienza a ejercer la prostitución porque sabe que es un método más rápido de conseguir ingresos que el hilar y tejer mencionado en el texto. 31 Por ejemplo en la inscripción CIL IV, 2450, se afirma haber pagado 5 ases por una prostituta cuando podrían haber puesto 2 sestercios.

28

restringía a los sectores más pudientes, sino que prácticamente todo el que lo deseaba podía disfrutar de este negocio. Los lenones, siempre buscando el beneficio, usaban trucos para anunciar a sus prostitutas y de esa manera engrosar incluso los precios: uno de ellos es darle un nombre griego32: Tais, Euplias (CIL IV, 2310B) o Drauca (CIL IV, 2913), son sólo algunos ejemplos de los muchos que se atestiguan en los grafitis y textos. El segundo truco o estrategia para llamar más la atención consistía en añadir, a modo de pequeña descripción dos palabras: Moribus bellis, como se ve en los grafitis CIL IV, 4592; CIL IV, 5127 o CIL IV, 2202 entre otros y que significa “de complacientes maneras” o “de bellas costumbres”, además de otras variantes como “de buena crianza” (CIL IV, 4023). Estos reclamos vuelven a idealizar a la prostituta, esta vez, aludiendo a su educación, tal vez tratando de venderlas como si de cortesanas se tratasen, prostitutas que sabían cantar y bailar y cuyo precio era muy superior a las prostitutas que se están abordando. Todo esto convertía al leno en un personaje despreciable, avaro y odiado por la sociedad romana, al que muchos autores dedicaron versos y trataron de humillar, como es el caso de Propercio (Prop.: IV, 5-78), quien dice que la alcahueta Acántide Se ha atrevido a ponerle condiciones a la luna hechizada e invita a quienes estén enamorados a arrojar piedras afiladas sobre esta tumba (la de Alcántide) y a las piedras añadid maldiciones, un verso bastante explícito sobre el odio hacia estos personajes, que ponían demasiadas condiciones al amor, como parodia Plauto en su obra Asinaria a partir del verso 758, donde se desarrolla un contrato que el proxeneta impone a la prostituta. Es Plauto también quien en su teatro ofrece una gran perspectiva social del leno (véase pág. 32) y quien le dedica textos como este: ¿Que yo voy a recibir de un leno la propiedad absoluta de algo, cuando la única propiedad que ellos tienen es la lengua que usan para jurar en falso y negar haber recibido en depósito el dinero que han recibido? (…) En mi opinión los lenones sois de la misma raza que las moscas, los mosquitos, chinches, piojos y pulgas, sois odiosos, dañinos y molestos, sin utilidad para nadie. Ningún hombre se atreve a pararse con vosotros en el foro, y al que se para, todos lo censuran, es el blanco de todas las miradas y de todas las críticas. (Pl. Cur.: 494-504). Sobre la figura del leno se volverá a incidir en las páginas siguientes, pero es preciso hablar ahora de los habitantes de Roma que ofrecían a sus esclavas como

32

Curioso es el caso de Eutyche (CIL IV, 4592), en cuyo anuncio, su amo puso Graeca, aunque luego lo cambió por verna (esclava nacida en casa) que también supuso otro importante reclamo para llamar la atención del cliente (Ruiz de Arbulo, 2015: 44) ya que se encuentra en varios grafitis.

29

prostitutas en el interior de sus casas o al menos eso parece demostrar el grafiti de la casa Vetii de Pompeya (CIL IV, 4592) realizado por el propietario de la misma que ofrece a Eutyche, griega, por dos ases. Posteriormente el dueño cambió este grafiti, sustituyendo Graeca por verna y añadió Moribus bellis (Ruiz de Arbulo, 2015: 44). Además, en esa casa se ha identificado un espacio con explícitas escenas sexuales, lo que ha dado pie a dos teorías: por un lado, que efectivamente esa habitación funcionaba como un burdel (Ruiz de Arbulo, 2015: 44; Knap, 2011: 248) teoría apoyada por las propias pinturas y por la presencia de ese grafiti en el exterior de la casa e incluso insinúan que las pinturas explícitas presentes en muchas otras casas, como la del Centenario, la del Bello Impluvio, la de Epidio Sabino o la localizada en IX, 5, 14-16 (Ruiz de Arbulo, 2015: 44), permitirían identificar estas como lugares de sexo. No obstante Clarke niega en primer lugar que en la casa Vetii se practicasen este tipo de actividades, porque parece improbable que un liberto como Vettius se dedicara a algo tan inmoral33 y además, querían alejarse de su origen servil34(Clarke, 1998:174). Clarke también señala que las escenas eróticas presentes en muchas de las casas pompeyanas no son más que una decoración pictórica de nivel, es decir, propia de la aristocracia y que sólo en algunas casas, como es la del Restaurante, ya comentada, la cual funcionó como una taberna también, los propietarios ofrecían sexo a los clientes. (Clarke, 2003: 63). Otro significado que se le aduce a esas pinturas, que han aparecido en diversos cuadritos, al igual que a las lucernas de imágenes explícitas, es excitar la libido del espectador (Ruiz de Arbulo, 2014: 44) o sugerir posturas sexuales (Robert, 1997: 178; Sánchez, 2015: 172). Por ello, lo más prudente es señalar que en algunas casas, como pueden ser la Vetii o la del Restaurante, y no en todas en las que aparecen esas representaciones de escenas sexuales, como sugieren algunos autores, sí que tendría lugar este aprovechamiento de esclavas para ofrecerlas como prostitutas y de esa manera, conseguir un ingreso extra que se sumaría al de otros negocios que realizaban, es decir, algo similar a lo que ocurría en las tabernas, pues es difícil pensar que se dedicasen a esto exclusivamente, más aún cuando no lo necesitaban para vivir.

33

Curiosamente, Ruiz de Arbulo señala que si Vettius faltaba al pudor de la moral tradicional romana era por su condición de liberto (Ruiz de Arbulo, 2015: 44) 34 En ese sentido parece ser lógico que para alejarse de la condición servil, lo mejor sería tratar con esclavos, por lo que es probable que prostituyesen a estas.

30

Y como se ha visto y concluyendo ya este apartado, sí que había otras personas que veían la prostitución como una manera de ganarse la vida, como diría un grafiti pompeyano “de lucrarse a costa del cuerpo” (CIL IV, 1948), sobre todo aquellas mujeres que lo veían como una manera de salir de la miseria en la que la pérdida del marido las sumía. Además, como se ha mencionado, era una manera de poder disfrutar de su libertad sexual, aunque el precio a pagar por ello era bastante alto, y además tendrían que ampararse en un leno, un personaje desdeñable que sacaba provecho de esta situación, así como de las esclavas que, como proxeneta, tenía a su disposición. Las prostitutas a escena: prostitución y aparición pública Anteriormente ya se ha comentado la relación que guardaba la aparición pública con la prostitución en cuanto a infamia se refiere, pues tanto actores como prostitutas se encontraban en esa condición de infames. No obstante, cabe ahondar en aquellas ocasiones en las que la prostituta realizaba una aparición ante un auditorio determinado, ya fuera una prostituta real, como en las ceremonias religiosas de la Floralia, la Vinalia o la misteriosa fiesta de la Bona Dea, o el concepto de prostitutas y personajes asociados a su mundo interpretados por actores en el caso del teatro. Con ello, lo que se pretende no es entrar a analizar cuestiones de la religiosidad romana o cuestiones de corte literaria, sino ver hasta qué punto estas ceremonias y representaciones constituían una manifestación pública de la prostitución, mostrando un nuevo ámbito de relación entre las meretrices y la sociedad. Al hablar del teatro, hay que hacer referencia al género de la comedia y sobre todo a sus dos estandartes: Plauto y Terencio, siendo todavía más destacable el primero puesto que en todas sus obras aparecen dos de esos personajes tipos que se relacionan con el mundo de la prostitución: la meretrix, la prostituta y el leno o lena, personajes en los que, como se detallará a continuación, reside la clave del argumento y a los que la comedia romana debe buena parte de toda la popularidad de la que gozó. Si en las obras cómicas de Plauto el adulescens, paradigma del amor y las pasiones impulsivas propias de la juventud, es, generalmente, la máscara antitética a la del senex, riguroso y apático, se puede señalar que la meretrix es totalmente la antítesis de la matrona: la primera joven, provocativa y encantadora y la segunda, entregada al hogar y generalmente, mayor (González, 2012: 116), es decir, la misma dicotomía matrona/meretriz existente en la realidad se plasma en el teatro y es empleado como recurso humorístico.

31

No obstante, cabe profundizar en la figura de la meretrix, pues según Duncan es en ella en la que reside toda la fuerza de la trama de la obra: el joven quiere ser amado de verdad y no por dinero, pero la prostituta sólo es agradable si hay dinero de por medio (Duncan, 2005: 157, 158). Además, es esta la que genera los conflictos entre el leno y el joven, así como también entre el padre y el hijo, ya sea porque el senex no está de acuerdo con los amores excesivos del adulescens, ya sea porque ambos están enamorados de la misma, como ocurre en Mercator, o porque el padre se queja de los excesos juveniles (López Gregoris, 2012: 47). Duncan señala que hay dos tipos de prostitutas en la obra de Plauto: una es “buena”, es decir, sincera y está enamorada del joven, mientras que otra es “mala”, que no busca más que lucrarse y por ello, va a obedecer al leno. Con esto lo que se logra es ilustrar las dos caras de la prostituta: dulce si hay dinero, pero desagradable si se carece de él y siempre bajo el dominio del proxeneta (Duncan, 2005). Ejemplos de la primera prostituta, la dulce, son por ejemplo Philaenia en Asinaria, que ama de verdad al adulescens y protesta incluso a la nodriza, aunque parece ir buscando el dinero, pues en el verso 692, le dice a Líbano, un esclavo: Te lo suplico, haré lo que quieras, pero dame ese dinero (Pl. As.: 692). Otros ejemplos de este paradigma son Filocomasia en Miles gloriosus, enamorada del joven y raptada por un militar, Filematia en Mostellaria y Selenia en Cistellaria. Estas son las que ejercen ese papel de “buenas”, que son cortejadas por el joven y se enamoran de él, aunque no obstante, tienen algunos destellos que las muestran interesadas por el dinero. Mientras que en cuanto a la que es mentirosa, seductora, y “dañina” para el joven, se pueden citar a Gymnasium, de Cistellaria, que obedece a la lena, o Acroteleutia de Miles Gloriosus, quien vive del engaño e incluso se hace pasar por la mujer de otro personaje. Excepcional es el ejemplo de las meretrices de Bacchides, que apareciendo sólo al principio y al final de la obra, ambas hacen gala de sus técnicas de seducción con las que atraen a los adolescentes e incluso, una de ellas, la Báquide II, anuncia en uno de sus versos: Seduciré a uno de esos ancianos aunque sea como abrazar la cabeza de un muerto (Pl. Bac.: 1152).

En cuanto a la figura del leno, se puede decir que este es el auténtico antagonista de la obra: odiado por todos, tanto por los jóvenes a los que sólo permite estar con la 32

amada a cambio de una tarifa, y por las prostitutas a las que, o bien esclaviza, o bien obliga a someterse a su voluntad (López Gregoris, 2012: 47), y es lo que va a generar esa dicotomía en la tipología de prostitutas mencionada por Duncan: la que obedece al proxeneta y la que se resiste. Del mismo modo, el comportamiento del leno en la obra se asocia directamente con la visión social que de él se tenía y que anteriormente se ha mencionado: como un avaro que sólo mira por su interés sin importarle el trato al cliente o a las prostitutas que tiene bajo su poder; configurándose así un personaje que actúa de acuerdo a su interés y sólo busca el beneficio propio. Un texto muy esclarecedor es la siguiente intervención de Balión en el Pseudolus, que para López Gregoris es el mejor de todos los proxenetas retratados por Plauto: un personaje consciente de su mezquindad moral, de su fuerza social y del miedo que impone a los débiles (López Grégoris, 2012: 51): Que sobre mi casa caiga una lluvia de regalos, procedentes de vuestros amantes, habéis de procurar. Pues si hoy mi despensa de provisiones para un año no queda llena, mañana os convertiré en putas callejeras. (Pl. Ps.: 172-174) En los versos siguientes, el leno pasa a asignarle a cada prostituta una tarea que hacer para conseguir regalos: una que visite a los carniceros y traiga viandas, a otra que seduzca a los comerciantes de aceite… Por ello, se convierte en ese personaje tan odiado por todos, puesto que es manipulador, avaricioso y con sus actuaciones impide que los enamorados lleguen a su destino. Pero no obstante, en la comedia, este siempre es víctima de un engaño: siempre el adulescens y su servus callidus son capaces de burlar al leno o la lena y cumplir su objetivo. De esta manera, se puede entender que esto generaba risa y satisfacción entre los espectadores: el leno era un personaje no sólo odiado en la acción representada, sino que realmente era un antagonista en el mundo real, controlando los burdeles, estableciendo los precios, forzando a las prostitutas y sobre todo, engañando. Pero en el teatro se invierten las tornas y es el proxeneta en el que resulta engañado y humillado ante los ojos de todos los espectadores que sufrían día a día sus avariciosas e impertinentes actitudes, al que además se representa como un ser deforme, harapiento e incluso manco muchas veces (González, 2004: 118). En conclusión se puede señalar que en la comedia latina, la prostitución se convierte en un tópico, en el ámbito en el que se van a basar las tramas de las comedias. Y esto se debe a su funcionamiento por todos conocido (ese triángulo formado entre leno, 33

prostituta y cliente) y la visión social sobre ella mantenida, que permite al autor introducir algunos ocasionales chistes relacionados, sirvió para que en base a esa realidad cotidiana de Roma se creasen las grandes comedias plautinas que de tanto respeto gozaron y tanto gustaron al público. No obstante cabe destacar otro tipo de teatro que aunque tendrá especial fama durante el Imperio, se gesta en la República: la pantomima o el mimo, un género en el que los actores y actrices, pues era el único género teatral en el que la mujer podía actuar, imitaban la realidad de manera estrafalaria para hacer reír al público improvisando, no dudando es desnudarse y practicar sexo ante el auditorio (González, 2004: 147), como muestran las pinturas de Pompeya de la taberna VI.10.I de Pompeya (Clarke, 2003: 69) (fig.5). La mima se desnudaba y practicaba sexo ante todos, lo que la convertía en una persona impudica, sumándose esto a la condición de infame que arrastraba por ser actriz y a una posible condición de esclava, ya que como se ha señalado anteriormente, las compañías teatrales estaban integradas en múltiples ocasiones por esclavos (López Gregoris 2012: 30). Knapp señala que las mimas son meretrices que aparecían vinculadas a los actores de mimo, personajes que aparece también en ese entorno de burdel y erotismo (Knapp. 2011: 298). Sin embargo, resulta interesante la propuesta de González, quien señala que las mimas eran actrices que, por practicar sexo en público y dedicarse a seducir a los hombres durante las actuaciones, convirtiéndose así en objeto de deseo, eran consideradas meretrices por los autores más críticos, pero no lo eran (González, 2004: 144). En verdad, poco importa si eran o no prostitutas, ya que la única diferencia entre estas y las actrices de mimo era que las prostitutas ponían en venta su cuerpo y se lucraban con ello: por lo demás, ambas eran infames, impúdicas y ejercían un modelo de comportamiento reprobable según la virtud romana, que es prácticamente igual en ambos casos. Este modelo se mostraba ante el pueblo, en público, tratándose de la más clara representación sexual sobre un escenario. Este realismo, esa práctica de sexo a tiempo real ante las masas, que atentaba contra la moral romana y a su vez incitaba a cometer actos sexuales (Noel Robert, 1997: 217) estuvo a punto de ser prohibido en el edicto del año 115 a.C., aunque este no tuvo éxito, pues siguieron existiendo las representaciones tanto públicas como privadas (González, 2004: 147). En cuanto a las ceremonias religiosas, los textos nos hablan de tres fiestas en las que las prostitutas o la prostitución tenían cabida, lo que ilustra que si bien hoy 34

prostitución y religión son conceptos totalmente contrarios, en Roma no era así: la prostitución tenía cabida en las fiestas religiosas de la Bona Dea, Floralia y Vinalia. De la primera, poco se puede decir, ya que era un culto mistérico dedicado a Bona Dea, hija o esposa de Fauno según cada variante de su leyenda, pero en ambas versiones flagelada con mirto por él y en aquella versión en la que se dice que es su esposo, asesinada por embriagarse (Grimal, 1981: 72-73). Su templo se localizaba en el pie del Monte Aventino y cuando se celebraba la Bona Dea, sólo tenían acceso las mujeres35 (Grimal, 1981: 73; Herreros, Santapau, 2007: 66) lo que ha provocado un enorme silencio respecto a lo que allí ocurría realmente, pues ningún literato pudo participar de ellos, aunque estos sí lo supusieron e incluso Juvenal habla de cómo unos hombres parodian en su casa esta festividad: Llegará un día en el que te atrevas a algo más impúdico que este vestido: nadie llegó de golpe al colmo del libertinaje. Te acogerán cada vez más aquellos que dentro de sus casas se adornan la cabeza con largas cintas, se llenan el cuello de collares y aplacan a la Buena Diosa con el vientre de una marrana y una copa de vino. Pero invirtiendo las costumbres las mujeres son arrojadas lejos, ni tan siquiera traspasan el portal. (Iuv.: II 83-88). Así pues, se ha sugerido que en dicha fiesta se celebraba una ceremonia con vino y orgía (Vanokeye, 1991: 124; Herreros, Santapau, 2007: 66) en la que tenían cabida las prostitutas y el objetivo de esta orgía era ritual: propiciar la fecundidad (Vanokeye, 1991:124). De la que sí que se posee mayor información es de la Floralia, fiesta dedicada a Flora, a la que Grimal define como una potencia vegetativa que hace crecer los árboles, preside “todo lo que florece” (Grimal, 1981: 204), que se celebraba en Abril, siendo la primera celebración en el año 283 a.C. y que fue anual desde el año 173 a.C. (Robert, 1997: 118). Ovidio en sus Fasti nos habla de cómo esta no es una ceremonia religiosa solemne, sino que está llena de excesos, de color y de vino, es la celebración del carpe diem, del placer, una fiesta abierta a la masa popular a la que sin duda, acuden rameras que se exponen en público, invitando a disfrutar de ese frenesí y de la vida con la que Flora está tan relacionada (Ov. Fast.: V, 185 y ss.).

35

Cerca de este templo se encontraba el altar de Hércules, donde los hombres celebraban sus propios misterios –prohibidos para mujeres- que fueron instituidos por el héroe al no poder participar este en la Bona Dea (Grimal, 1981:73).

35

Sin embargo, mucho más destacable es la descripción de este evento, desde el desprecio que le supone su moral cristiana, que hace Tertuliano en su libro De spectaculis, puesto que a pesar de ser una descripción bastante peyorativa, es sin duda interesantísima porque en ella se refiere a la aparición de las prostitutas en la Floralia: Las prostitutas, sacrificadas en el altar de la lujuria pública, son sacadas a escena, bastante incómodas por la presencia de otras mujeres – las únicas personas de la sociedad de las que se ocultan- desfilan ante los rostros de la gente de todas las clases y edades: se revelan sus domicilios, precios y especialidades, incluso ante aquellos que no necesitan dicha información. Y, lo que es peor, se revela a gritos lo que debería permanecer oculto en las sombras y sus oscuras cuevas: pero guardaré silencio sobre ello. ¡Que el Senado se ruborice! ¡Que todo el mundo se avergüence! Esas mujeres, asesinas de su propia decencia, pasan vergüenza una vez al año, temerosas de que sus actos se expongan ante todo el mundo (Tert. Spectacul.: 17, 3). Atendiendo a este texto y en relación con los anteriores, se puede concluir que una parte muy importante de esa Floralia es este desfile de prostitutas, que constituye el acto central de esta fiesta36 (Knapp, 2011: 294), donde parece ser que se pone en conocimiento del auditorio, todo aquello que las prostitutas hacían en burdeles y otros lugares. En cuanto al festival de la Vinalia, este es un festival que se celebraría cada 23 de abril en honor a la Venus Erycina (Robert, 1997:119), en el templo levantada a la misma por L. Porcinio Licio en el 181 a.C. cerca de la Puerta Colina (Vanokeye, 1997: 123) que se encontraba en las afueras de la urbe para que el deseo libinidoso infundido por Venus no llegue a enviciar a las adolescentes o las madres de familia (Vitr.: I, 7, 1). Y como fiesta dedicada a Venus, las meretrices hacían acto de presencia en ese templo, junto con el resto de muchachas a las que Ovidio invita a celebrar dicha fiesta (Ov. Fasti.: IV, 865) pidiéndole a Venus a cambio de libaciones y ofrendas que las haga ser bellas y encantadoras, es decir, que les ceda parte de ese poder que tiene la diosa (Staples, 1998: 122-124) Por último, cabe mencionar una fiesta dedicada a Venus “cambiacorazones” en las que las prostitutas participaban junto con las matronas, lavando las estatuas de la diosa (Ov. Fast.: V, 134).

36

En la Floralia, además de este desfile, se celebraban juegos y también representaciones mímicas (González, 2004: 146), así como abatimiento de conejos y cabras en el Circo y reparto de altramuces y habas entre la población (Vanokeye, 1991: 122).

36

Concluyendo, se puede señalar que la prostitución no sólo está presente en las calles y los foros de Roma, sin estar confinada a unos barrios rojos, sino que también, yendo un paso más allá en su relación con la sociedad, se manifestaba públicamente en puntuales eventos: bien fuera a través de las comedias que exponían ante todos las miserias y tretas del mundo de la prostitución, o en ceremonias religiosas donde estas tenían cabida, mostrándose ante todo el pueblo, realizando públicamente los actos y comportamientos que, cotidianamente, desempeñaban en lupanares, cementerios y otros lugares. Y ante todo, estos desfiles y esas representaciones mímicas cargadas de erotismo constituían un divertimento para el pueblo (Robert, 1997: 118), pero también era duramente censurado por autores moralistas, desde Cicerón hasta la época cristiana, que veían en estas celebraciones una oda a la impuditicia y trataron de impedirlas incluso con edictos porque atentaban contra los valores del pueblo romano. Conclusiones Aunque cada espacio tratado nos ha aportado una conclusión particular, cabe hacer una puesta en común de las mismas para llegar así a tener una visión de conjunto y sintetizar los contenidos abarcados en este artículo. La prostitución en Roma no estaba regulada por legislación alguna, pero sin embargo, atendiendo a la moral romana era algo deshonroso para aquellas que la practicaban. Eso no sólo significaba que estas mujeres fuesen mal vistas por la sociedad e incluso insultadas y maltratadas por los hombres en las calles, sino que también repercutía directamente sobre la condición legal y los derechos que estas ostentaban. Pero, no obstante, pese a ese recorte de derechos que sufrían las prostitutas la prostitución era considerada como algo necesario: necesario para conservar el recato y la pudicitia de la matrona (figura de la que tanto distaban las meretrices), calmando el apetito sexual de los hombres que podía atacarla. Pero era necesaria también para las mujeres que querían manifestar su libertad sexual, así como para aquellas personas que necesitaban dinero por la pérdida de su marido y, bien bajo la protección de un leno, o bien por su cuenta, pasaban a formar parte de este negocio, aumentando así sus ganancias y siendo un método efectivo para salir adelante. Un negocio que, como las prostitutas, era infame, y al igual que ellas no permanecía alejado de la visión del resto de los ciudadanos, sino que, como un comercio más, aparecía en aquellas zonas más concurridas y donde más tiendas, tabernas y hospicios había para atraerse a clientes. 37

Y esa aparición de la prostitución en público se realzaba en determinadas ocasiones como son las fiestas de la Floralia o la Vinalia, así como en el teatro, ya fuera a través de una comedia que reflejaba de manera satírica el crudo mundo de los lenones y las meretrices, o con representaciones sexuales en vivo a través de la mímica. Con todo ello, se puede señalar que la prostitución es una infamia, pero una infamia no sólo permitida y expuesta ante los ojos de todos, sino también útil para Roma y, pese a no haberse librado nunca de esa condición, beneficiaba tanto a hombres que encontraban una manera de desfogarse sexualmente, como a las mujeres que querían mantener su pudicitia, en definitiva: una infamia necesaria.

38

ANEXO I: Figuras

Fig. 1. Fresco con escena erótica del lupanar de Pompeya en el que la mujer lleva un strophium. (Imagen de commons.wikimedia.org)

Fig. 2. Espejo de bronce en el que aparece un cuadrito sexual con las puertecitas que lo cubren abiertas, excitando así a los dos amantes que copulan. (Imagen de commons.wikimedia.org)

39

Fig. 3. Frescos eróticos en la habitación f’ de la Casa del Restaurante.

(Imagen

de

pompeiiinpictures.com).

Fig. 4. Relieve de una caupona que anuncia la venta de sexo en su interior. (Imagen de elzomeridianos.blogspot.com.es)

Fig. 5. Representación de una mimatio en un fresco de la taberna localizada en VI.10.1 de Pompeya, hoy perdido. (Dibujo realizado por C. Famin en 1841, tomado de Clarke, 2003: 69)

40

ANEXO II: Lugares del sexo en la Regio VII de Pompeya.

41

Bibliografía. Fuentes primarias: -Literarias ANÓNIMO: Priapeia traducción de MONTERO CARTELLE, E. (1990) Gredos, Biblioteca Clásica, 41. CATULO: Carmina traducción de SOLER, A (2000) Gredos, Biblioteca Básica. CICERÓN: Pro Caelio traducción de ASPA CEREZA, J. (1990) Gredos, Biblioteca Clásica, 152. -Philipicae traducción de BAUTISTA CALVO, J. (1994) Planeta. ESTRABÓN: Geographia traducción de DE HOZ GARCÍA BELLIDO, M.P. (2003) Gredos, Biblioteca Clásica, 306. HORACIO: Satyrarum libri traducción de MORALEJO, J.L. (2008) Gredos, Biblioteca Clásica, 373. JUVENAL: Satyrae traducción de BALASCH, M. y DOLÇ, M. (1991), Gredos, Biblioteca Clásica, 156. NEVIO: Tarentila, fr.3 traducción de SÁNCHEZ, C. (2015): La invención del cuerpo, arte y erotismo en el mundo clásico Biblioteca de Ensayo Siruela OVIDIO: Amores traducción de LÓPEZ, C. (1989) Gredos, Biblioteca Clásica, 120. -Ars Amandi traducción de LÓPEZ, C. (1989) Gredos, Biblioteca Clásica, 120. -Fasti traducción de SEGURA RAMOS, B. (1989) Gredos, Biblioteca Clásica, 121. PLAUTO: Asinaria edición de LÓPEZ GREGORIS, R. traducción de ROMÁN BRAVO, J.: Comedia Latina. Obras completas de Plauto y Terencio. Biblioteca Avrea, Cátedra, 2012. - Bacchides edición de LÓPEZ GREGORIS, R. traducción de ROMÁN BRAVO, J.: Comedia Latina. Obras completas de Plauto y Terencio. Biblioteca Avrea, Cátedra, 2012. -Curculio edición de LÓPEZ GREGORIS, R. traducción de ROMÁN BRAVO, J.: Comedia Latina. Obras completas de Plauto y Terencio. Biblioteca Avrea, Cátedra, 2012. -Epidicus edición de LÓPEZ GREGORIS, R. traducción de ROMÁN BRAVO, J.: Comedia Latina. Obras completas de Plauto y Terencio. Biblioteca Avrea, Cátedra, 2012. -Mercator edición de LÓPEZ GREGORIS, R. traducción de ROMÁN BRAVO, J.: Comedia Latina. Obras completas de Plauto y Terencio. Biblioteca Avrea, Cátedra, 2012. -Poenulus edición de LÓPEZ GREGORIS, R. traducción de ROMÁN BRAVO, J.: Comedia Latina. Obras completas de Plauto y Terencio. Biblioteca Avrea, Cátedra, 2012. 42

-Pseudolus edición de LÓPEZ GREGORIS, R. traducción de ROMÁN BRAVO, J.: Comedia Latina. Obras completas de Plauto y Terencio. Biblioteca Avrea, Cátedra, 2012. -Trinummus edición de LÓPEZ GREGORIS, R. traducción de ROMÁN BRAVO, J.: Comedia Latina. Obras completas de Plauto y Terencio. Biblioteca Avrea, Cátedra, 2012. PROPERCIO: Elegiae traducción de RAMÍREZ DE VERGER, A. (1989), Gredos, Biblioteca Clásica, 131. SÉNECA: Ad Lucilium epistolae morales traducción de ROCA MELIÁ, I. (1999) Gredos, Biblioteca Clásica, 129. -Controversiae traducción de ADIEGO LAJARA, I.J., ARTIGAS ÁLVAREZ, E. y DE RIQUER PERMANYER, A. (2005) Gredos, Biblioteca Clásica, 339. TÁCITO: Annales edición de Antón Martínez, B. (2007) Akal. TERENCIO: Adelphoi edición de LÓPEZ GREGORIS, R. traducción de ROMÁN BRAVO, J.: Comedia Latina. Obras completas de Plauto y Terencio. Biblioteca Avrea, Cátedra, 2012. - Andria edición de LÓPEZ GREGORIS, R. traducción de ROMÁN BRAVO, J.: Comedia Latina. Obras completas de Plauto y Terencio. Biblioteca Avrea, Cátedra, 2012. TERTULIANO: De Spectaculis traducción de KNAPP, R.C. (2011): Los olvidados de Roma, prostitutas, gladiadores y gente corriente Ariel. TITO LIVIO: Ab urbe condita traducción de VILLAR VIDAL, J.A. (1996), Planeta de Agostini, Los Clásicos de Grecia y Roma, 61. TOMÁS DE AQUINO: De regno traducción CHUECA, A. y ROBLE, L. (1997), Altaya. ULPIANO: Digesta traducción de KNAPP, R.C en (2011): Los olvidados de Roma, prostitutas, gladiadores y gente corriente Ariel. VITRUVIO: De architectura traducción de MANZANERO CANO, F. (1990) Gredos, Biblioteca Clásica, 367. -Epigráficas Corpus Inscriptionum Latinarum IV: Inscriptiones Pompeianae, Herculanenses, et al. C. ZANGEMEISTER, C. y SCHOENE, R. (Eds.) 1871. Corpus Inscriptionen Latinarum IX: Inscriptiones Calabriae, Apuliae, Samnii, Sabinorum, Piceni Latinae. MOMMSEN, T.H. (Ed.), 1883. L’Anne Epigraphique: nº6, 1996.

43

Fuentes secundarias: ALONSO, J. y SABIO GONZÁLEZ, R. (2015): Catálogo de la exposición Sexo, desnudo y erotismo en Augusta Emérita, Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, Museo Nacional de Arte Romano. BLÁZQUEZ, J.M. (2006): “Conductas sexuales y grupos sociales marginados” en BRAVO, G. y GONZÁLEZ SALINERO, R. (Eds.) (2006): Minorías y sectas en el mundo romano, Signifer libros, 56-72. CLARKE, J.R. (1998): Looking at Lovemaking: Constructions of Sexuality in Roman Art (100 B.C.-A.D. 250), University of California Press. - (2003): Sexo en Roma (100 a.C.- 250 d.C.), Océano. DEVITT, A.M.M. (2014): Sites of sex trade: Spatial Analysis and Prostitution at Pompeii,

McMaster

University

Press.

Recuperado

de

https://macsphere.mcmaster.ca/bitstream/11375/15995/1/Sites%20of%20the%20Sex%2 0Trade%20-%20thesis.pdf . [Última consulta 2-12-2015 a las 23:00] DUNCAN, A. (2005): “Infamous performers: Comic Actors and Female Prostitutes in Rome” en FARAONE, C.A. y MCCLURE, L.K. (Eds.) (2005): Prostitutes and Courtesans in the ancient world, University of Wisconsin Press, 252-273. EDWARDS, C. (1997): “Unspeakable Proffessions: Public Performance and Prostitution in Ancient Rome” en HALLET, J.P. y SKINNER, M.B (1997): Roman Sexualities, Princeton University Press, 66-95. FAGAN, G.G. (1999): Bathing in public in the Roman World, University of Michigan Press. FLEMING, R. (1999): “Quae corpore quaestum facit: The sexual economy of female prostitution in the Roman Empire” Journal of Roman Studies, vol. 89, 38-61. GONZÁLEZ, C. (2004): Diccionario del teatro latino: léxico, dramaturgia, escenografía, Ediciones Clásicas. -(2012): “La matrona plautina desde la “realidad” teatral” en DE MARTINO, F. y MORENILLA, C. (2012): El logos femenino en el teatro, Bari, 115-150. GREGORIS LÓPEZ, R. (2012): Comedia Latina, obras completas de Plauto y Terencio, Cátedra. -(2015): “¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?” en MARTOS, J. Y MORENO SOLDEVILA, R.(Eds.) (2015): Amor y sexo de la literatura latina, Anejo IV, Exemplaria classica, Universidad de Huelva, 95-115. GRIMAL, P. (1981): Diccionario de mitología griega y romana. Paidós. 44

HADRILL, W. (1994): Houses and Society in Pompeii and Herculaneum, Princeton University Press. -(1995): “Public Honour and Private Shame: the Urban Texture of Pompeii” en CORNELL, T.J. and LOMAS, K. (Eds.) (1995): Urban Society in Roman Italy, Routledge, 39-62. HERREROS GONZÁLEZ, C. (2001): “Las meretrices romanas: mujeres libres sin derechos”, Iberia, 4, 111-118. - y SANTAPAU PASTOR, M.C. (2005): “Prostitución y matrimonio en Roma: ¿uniones de hecho o de derecho? Iberia, 8, 89-11 -y SANTAPAU PASTOR, M.C. (2007): “Meretrices et Ius Connubium en Roma: Aspectos sociales y jurídicos” en ALFARO GINER, C. y BLASCO, A. (Eds.) (2007): Espacios de infertilidad y agamia en la Antigüedad, Sema VII-VIII. K. RAUH, N. y MCCLAIN, D. (2011): “The brothels at Delos, the evidence of prostitution in marine world” en GAZEBROOK, A. y HENRY, M.M. (2011): Greek prostitutes in the ancient Mediterranean: 800 BCE- 200 CE. University of Wisconsin Press, 147-171. KNAPP, R.C. (2011): Los olvidados de Roma, prostitutas, gladiadores y gente corriente Ariel, Barcelona. LAURENCE, R. (1994): Roman Pompeii: Space and society, Routledge. MANZANO CHINCHILLA, G.A. (2012): “La “no-mujer”: categorización social de la prostituta libre en Roma” Antesteria, 1, 29-36. MCGINN, T. (1998): Prostitution, sexuality and Law in the Ancient Rome, Oxford University Press. -(2002) “Pompeian Brothels and Social History”, en T. McGinn et al. (2002): Nature at Oplontis, the Herculaneum "Basilica", Journal of Roman Archaeology, Supplementary Series, 47, 7-46. - (2005): “Zoning shame in the Roman city” en FARAONE, C.A. y MCCLURE, L.K. (Eds.) (2005): Prostitutes and Courtesans in the ancient world, University of Wisconsin Press, 161-176. MÉNARD, H. (2015): “La inseguridad en la Antigua Roma: crimen, violencia y disturbios” Desperta Ferro Arqueología e Historia, 2: Los bajos fondos de Roma, 6-13. OLSON, K. (2005): “Matrona and Whore: Clothing and Definition in Roman Antiquity” en FARAONE, C.A. y MCCLURE, L.K. (Eds.) (2005): Prostitutes and Courtesans in the ancient world, University of Wisconsin Press, 186- 204. 45

PIROU, A. y ROGER, D. (2015): Conferencia inaugural a la exposición Mujeres de Roma en Caixaforum de Madrid. ROBERT, J.N. (1997): Eros romano: sexo y moral en la Roma Antigua, Complutense, colección La Mirada de la Historia. RUIZ DE ARBULO, J. (2015): “Camas de obra: el negocio del sexo en Pompeya” Desperta Ferro Arqueología e Historia,2: Los bajos fondos de Roma, 42-48. SÁNCHEZ, C. (2015): La invención del cuerpo, arte y erotismo en el mundo clásico Biblioteca de Ensayo Siruela. STAPLES, A. (1998): From Good Goddess to vestal virgins: sex and category in Roman religion, Routledge. VANOKEYE, V. (1991): La prostitución en Grecia y Roma, Edaf, col. Crónicas de la Historia Clío. VARONE, A. (2002): “Erotica Pompeiana” Love inscriptions on the walls of Pompeii, L’Erma di Bretschneider, col. Studia Archeologia, nº116. VIVÓ I CODINA, D. (2015): “Infames y famosos: la seducción del mundo del espectáculo en Roma” Desperta Ferro Arqueología e Historia: Los bajos fondos de Roma, 34-40. Páginas web https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Pompeii_-_Lupanar_ _Couple2.jpg?uselang=es [Última visita 4-12-2015 a las 12:00] https://en.wikipedia.org/wiki/Sexuality_in_ancient_Rome#/media/File:Clarke_Ars_Erot ica_18.jpg [Última visita 4-12-2015 a las 13:00] elzo-meridianos.blogspot.com.es/2008/05/tuya-por-dos-ases-de-bronce.html visita: [4-12-2015 a las 12:00] pompeiiinpictures.com [Última visita: 8-12-2015 a las 15:30]

46

[Última

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.