\" Historia que contó el capitán de policía, el seiseno \" y las huellas de la identidad

May 23, 2017 | Autor: L. Quintana Crelis | Categoría: Las Mil Y Una Noches
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Descripción

“Historia que contó el capitán de policía, el seiseno” y las huellas de la identidad Laura Quintana Crelis

La idea de que la identidad es una materia dúctil y elástica, que consiente las alteraciones y que se rectifica sobre la marcha, está presente en muchos cuentos de hadas. Puede ser que los disfraces no transformen la naturaleza íntima de los personajes, pero sí facilitan una transición a la otredad que les permite disfrutar de posibilidades de la experiencia que no les corresponden y en las que incluso puede ocurrir que el personaje no se reconozca a sí mismo. En “La Bella y la Bestia”, la Bestia está capturada dentro de una identidad que es una prisión. El espejo no le devuelve una imagen que le pertenezca y lo que ve es un ser ajeno que se ve forzado a habitar contra su voluntad. Barba Azul no se disfraza, pero procura desmontar la amenaza que profiere su aspecto y que lo delata, confeccionando meticulosamente las señales que desarticulen los recelos que se despiertan en los otros cuando ven su barba azul. En “El rey cerdo”, de Gianfrancesco Straparola, un hombre es un cerdo y tiene modales de cerdo durante el día, pero cuando llega la noche se quita la piel como si fuera un traje, y debajo de esa piel que ha dejado tirada en una esquina de la habitación, está él. En El libro de las mil y una noches, una historia que cuenta un capitán de policía habla sobre la creación de la identidad y también sobre la volubilidad de la apariencia, que en realidad declara su naturaleza artera en la palabra misma porque ya se sabe que lo aparente es lo que parece, pero no es. En el cuento hay un ser peligroso, un algol, que se disfraza de hombre normal para escabullirse entre seres indefensos, como comadreja en el gallinero. Es un depredador que puede adoptar la forma que desee. Además tiene poderes que le permiten ver lo que otros no ven, y eso es evidente en el planteamiento de la historia. La historia cuenta que una niña un día se encuentra un piojo en el pelo y lo mete en una tinaja de aceite. El piojo comienza a crecer dentro de la tinaja hasta que adopta proporciones monstruosas. Por un mecanismo subterráneo en el cuento, que ocurre en la mente del padre de esa niña y que no está al alcance del lector, cuando este finalmente descubre las dimensiones que ha alcanzado el piojo, sabe que su hija ha crecido y que ha llegado el momento de casarla. El tamaño del piojo señala, en la niña, la madurez sexual. Entonces mata al piojo y le saca la piel. Cuelga el pellejo en la puerta del palacio y anuncia que su hija se casará con el hombre que identifique el animal al que esta piel pertenece. A los ojos del padre, de alguna manera se han amalgamado el piojo y la niña, y considera que el hombre que consiga leer la naturaleza del piojo, de paso habrá comprendido también a su hija. Tiene el poder de decidir qué va a ser de ella en su futuro conyugal, y hace su desgracia porque se equivoca. Un algol disfrazado de hombre es el que descubre que eso que está colgado en la puerta del palacio es la piel de un piojo. Se casa con la muchacha y la lleva a vivir muy lejos. Por las noches desaparece y cuando llega el día le lleva carne humana para cocinar. Luego adopta formas distintas y visita a la muchacha para ver si ella guarda el secreto de lo que ha visto. Cuando por fin, en el cuerpo de una de sus tías, la convence de decir lo que siente de verdad y ella le confiesa que su marido la obliga a cocinar cabezas humanas, le muestra su verdadera identidad y le dice que la va a matar.

La muchacha se salva porque lo convence de que es mejor idea comérsela limpia, y por eso él la lleva a los baños. En los baños ella intercambia la ropa con una mujer que está vendiendo comida, y adopta una identidad fugaz pero efectiva, que le permite escapar delante de las narices del algol. Más tarde se lo encuentra otra vez y se salva de una manera parecida, pero de paso conoce a una mujer genio que le pide un favor. En El libro de las mil y una noches las historias se encadenan unas detrás de otras. Para cumplir con ese favor, la muchacha tiene que viajar al Mar de Sabarchada para tomar de allí una taza de agua. El problema es que ese mar de esmeralda tiene un almotacén que pesa el mar todas las mañanas. Cuando ella se inclina para robar el agua, una ola le salpica la mano y esta se pinta de verde. Igual que la llave manchada de sangre de Barba azul, más tarde en el cuento esta mano que ahora es verde delatará el robo. El aspecto de los personajes, que muta en función de las circunstancias, habla de lo que son y de lo que han hecho. La vida y la experiencia los marca. Sus disfraces, tanto los que ellos escogen como los que tienen que portar de forma involuntaria, son una rúbrica que los señala. También los señalan sus accidentes. Los personajes van dejando huellas sobre la marcha que es su vida, y esas huellas dicen quiénes son y forman el rastro para que en el futuro los cacen, si es que se lo merecen. A la muchacha de la mano manchada de mar la capturan al fin, porque no puede resistir la tentación de probarse unas pulseras que el almotacén está vendiendo de casa en casa para descubrir a la persona que le ha robado. Se salva porque entrega a su hija a un sultán a cambio de su vida, del mismo modo que la entregaron a ella al algol, muchos años atrás.

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