FUNDAMENTOS ANTROPOLÓGICOS Y ÉTICOS DE LA ECOLOGÍA

July 13, 2017 | Autor: E Y | Categoría: Filosofía, Ética, Antropología
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Descripción

FUNDAMENTOS ANTROPOLÓGICOS Y ÉTICOS DE LA ECOLOGÍA

Eugenio Yáñez Universidad Adolfo Ibañez [email protected]

Introducción Desde hace bastante tiempo1 que “la ecología” está de moda, ejerciendo gran influencia a nivel de gobiernos, partidos políticos2, organismos internacionales como la ONU3, incluso a nivel empresarial4. Problemas como el calentamiento global, la contaminación ambiental y de las aguas, el agotamiento de los suelos, la desaparición o peligro de extinción de muchas especies vegetales o animales hacen de ella un tema obligado de discusión. Chile no es la excepción. La férrea oposición de los sectores ecologistas a proyectos como “Hidroaysen”, “Isla Riesco” o “Ralco”, parece haber despertado y/o acrecentado en el país una conciencia ecológica. La preocupación por nuestro entorno natural, ya no se reduciría a pequeños grupos amantes de la naturaleza y de los animales, sino, al parecer, se ha extendido a un vasto sector de la población. Ante este acuciante panorama cabe preguntarse, sin embargo, si existe una sola o muchas ecologías. En esta ponencia demostraremos que no es posible hablar en singular. En líneas generales podemos distinguir entre una “ecología profunda” (deep ecology), “biocéntrica” o “ecocéntrica” y una antropología “superficial”, “reformista”, o “antropocéntrica”. Es necesario precisar que estos adjetivos, han sido puestos por los ecologistas profundos. Nosotros preferimos hablar más bien de una ecología a “escala humana”. Ambas comparten en líneas generales el diagnóstico, pero difieren en las causas y las soluciones, como veremos en esta exposición, pues lo que realmente las diferencia es su concepción del hombre y de su modo de obrar. Estas diferencias no son 1

Ya en la década de los 60 comienzan las primeras manifestaciones ecologistas en forma sistemática. En Europa el crecimiento e influencia de los partidos políticos “verdes” ha sido sorprendente. A modo de ejemplo, el año 1994 la CDU incorpora a su clásica expresión Economía Social de Mercado, el término “ecológica”. Prácticamente no existe partido político que en sus lineamientos principales no declare su preocupación por un desarrollo sustentable, es decir, que respete el medio ambiente. 3 Véase por ejemplo, la Cumbre de Río (1992), la Cumbre del Milenio (2000), Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible (Johannesburgo, 2002). El año 2011 ha sido declarado el Año Internacional de los Bosques. El anterior fue el Año Internacional de la Diversidad Biológica 4 el cuidado del medio ambiente es un pilar fundamental de la llamada Responsabilidad Social Empresarial 2

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inocuas. Una y otra forma de entender la ecología nos lleva por muy diferentes derroteros ante la pregunta: ¿Cómo organizar la sociedad atendiendo al bien del hombre?

I.

Origen del término

Etimológicamente proviene del griego oikos (casa, vivienda, hogar) y logos (estudio, ciencia), por ello Ecología significaba originalmente "el estudio de los hogares". El término Ökologie fue acuñado en 1866 por el alemán Ernst Haeckel en su trabajo Morfología General del Organismo5. El la definió como la ciencia que estudia las relaciones de los seres vivos con su ambiente, pero más tarde amplió esta definición al estudio de las características del medio ambiente, que también incluye el transporte de materia y energía y su transformación por las comunidades biológicas. "Por ecología entendemos el cuerpo de conocimiento concerniente a la economía de la naturaleza, en una palabra, la ecología es el estudio de todas aquellas complejas interrelaciones denominadas por Darwin como las condiciones de la lucha por la sobrevivencia" (Haeckel, 1866). En la actualidad, la ecología manifiesta en un sentido amplio, una preocupación por el medio ambiente, a causa del deterioro de la biósfera o ecosistema, o sea ante el creciente proceso de destrucción de la naturaleza. La disminución gradual de la capa de ozono y el consecuente efecto invernadero, el agotamiento de los suelos, o la contaminación de los rios, han alcanzado ya dimensiones críticas debido a la creciente difusión de las industrias, de las grandes concentraciones urbanas y del consumo energético. ¿Quién podría estar en desacuerdo con promover el respeto por el medio ambiente o preservar las especies nativas?, ¿quién podría estar en desacuerdo con salvar las especies animales en vías de extinción? El problema no está aquí. Como decíamos al principio, hay una preocupación común por el “medio ambiente”, algunas diferencias en el diagnóstico, una mayor diferencia en las causas, y una gran diferencia en las

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Véase Haeckel, E.: Generelle Morphologie der Organismen: Allgemeine Grundzüge der organischen Formen-Wissenschaft, mechanisch begründet durch die von Charles Darwin reformirte DescendenzTheorie. Georg Reimer, Berlin, Germany1866)

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soluciones. Estas divergencias encuentran su raíz en los fundamentos antropológicos y éticos que sustenta una y otra posición. II.

La ecología profunda

La distinción entre una “ecología profunda” 6 y otra “superficial” o “reformista” se debe al filósofo7 noruego Arne Naess (1912-2009), quien en una Conferencia en Budapest el año 1972 estableció una diferencia entre aquellos ecologistas que él consideraba “reformistas” o “superficiales”, por representar un modelo tecnocrático y antropocéntrico, preocupado por la “salud y prosperidad de las personas en los países desarrollados”, preocupados de la

pureza del agua y del aire, y de la

conservación de la naturaleza, para que sea posible beber agua pura, respirar aire limpio y disfrutar de la naturaleza, pero no van más allá de eso, mientras los ecosistemas y/o el planeta sigue siendo un mero objeto de estudio. Esta actitud para Naess no logra superar el egoísmo humano, y la ética tradicional, por lo tanto son “poco profundos. Tampoco se plantean una transformación radical del modo de producir de las sociedades industriales, por lo tanto es una actitud reformista. Lo que se requieren son cambios profundos. Esto es lo que se propone el “Movimiento Ecologista Profundo de Largo Alcance” (long-range deep ecology movement). Según Naess hay que hacerse la pregunta: ¿cómo puedo vivir de un modo adecuado para mí, para los demás y para el planeta? Los ecologistas profundos rechazan lo que podríamos llamar una visión fragmentaria de los problemas medioambientales. Ellos proponen una visión holística, que articula una concepción filosófica, espiritual y “religiosa” del mundo. Según Sessions la ecología profunda “emergió más o menos espontánea e informalmente como un movimiento filosófico, científico y político/social durante la así llamada Revolución ecológica de los años 60. Su preocupación principal ha sido la de ocasionar un cambio paradigmático profundo – un cambio de percepción, valores, estilo de vida- como base para redireccionar la trayectoria ecológicamente destructiva del crecimiento industrial de las sociedades 6

Este concepto fue desarrollado posteriormente por autores como George Sessions y Bill Devall. Ambos escribieron la obra “deep ecology: Living as if Nature Mattered” en 1985. Un análisis detallado del desarrollo de la ecología profunda se encuentra en Warwick Fox, Toward a Traanspersonal Ecology. Shambhala Publications, Boston 1990. 7 Naess desarrolló lo que él denominó "Ecosofía T" basada en el concepto de ampliación de la conciencia, o sea, extender el sentimiento de identificación de lo que somos y buscar un "yo" más abierto, trascendiendo el ego, y así conectarnos con la naturaleza. El se inspiró en el pensamiento de Spinoza, Gandhi y el budismo. Su libro Ecology, Community and Lifestyle publicado por primera vez en Noruega en 1973 y posteriormente varias veces reeditado, puede considerarse su obra principal a este respecto.

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modernas8. Para estos ecologistas la tierra, el planeta, la biosfera, los ecosistemas son un fin en sí mismo, la biosfera tiene un valor en sí misma, independiente del beneficio que pueda prestar al ser humano. Naess insistía a los grupos ecologistas que deben proteger el planeta no sólo pensando en el beneficio del género humano, sino, principalmente en beneficio del propio planeta, se deben conservar los ecosistemas sanos por el mero hecho de hacerlo. Comprender y aceptar esta realidad implica abandonar la ética tradicional centrada en la persona y asumir una ética “ecocéntrica”, es decir, centrada en el ecosistema. Pero además, se debe abandonar la forma de producción capitalista. En consecuencia, los ecologistas profundos no son “humanistas”, pues esto implicaría admitir que el hombre es el centro del universo, superior a toda la naturaleza, que en consecuencia, se ordena a él. Sensu stricto son antihumanistas, pues ven en el hombre un enemigo de la naturaleza, como veremos más adelante, o si se quiere poseen una buena dosis de misantropía, aunque ecologistas como George Sessions, se nieguen a aceptarlo9.

Sin desconocer los aportes teóricos propios, Naess y Sessions, ambos redactores del Manifiesto Ecologista en 1984, se inspiran principalmente entre otras en la obra La Ética de la Tierra (1946) del ecologista norteamericano Aldo Leopold. Este al plantear la necesidad de una nueva forma de relación entre el hombre y la tierra, acuñó la expresión "ética de la tierra" (Leopold, 1946). Según el mismo Sessions las raíces filosóficas de la ecología profunda se encuentran en Henry Davis Thoreau, John Muir, D.H Lawrence, Robinson Jeffers y Aldous Huxley. En una perspectiva más amplia se inspira también en los escritos de Theodore Roszak y George Orwell, pero también en las “religiones ecocéntricas, y los estilos de vida de los pueblos nativos en todo el mundo, en el Taoísmo, en San Francisco de Asís, en el movimiento Romántico contra-cultural y orientado a la Naturaleza del siglo XIX con sus raíces en Spinoza, y en el Budismo Zen de Alan Watts y Gary Snyder”10. Como un desarrollo ulterior que da origen a la “ciencia de la ecología”, Rachel Carson,

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Citado de: http://www.sangay.org/sessions.html Véase el citado texto de Sessions 10 Citado de Ecología Profunda y No Profunda. En: http://www.sangay.org/sessions.html 9

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Dave Brower, al químico James Lovelock11, la bióloga Lynn Margulis, o Fritjof Capra12. Este último postula que se debe pasar del paradigma racionalista dominante a una visión holística del universo, que abandone definitivamente la nefasta idea del mundo como una máquina perfecta, y comience a verlo como una red de relaciones, en donde todos sus elementos están interrelacionados. Según el filósofo australiano Warwick Fox, la intuición central de la ecología profunda es que “no podemos establecer ninguna división ontológica definitiva en el campo de la existencia”. Según él no existe ninguna diferencia radical entre el dominio humano y el no humano. Aunque no se pueden clasificar como típicos representantes de la ecología profunda habría que mencionar también a Peter Singer, Frans de Waal 13 y Richard Dawkins14. Matices más, matices menos todos los autores mencionados privilegian el sentimiento, por sobre el pensamiento15. Digamos por último que la ecología profunda hasta mediados de los años 80 era prácticamente desconocida fuera de los países escandinavos. Su alcance internacional se debió principalmente a la publicación del libro Deep ecology en 1985 y a las actividades y publicidad de los activistas del movimiento Earth First!

1. Diagnóstico de la ecología profunda Como ya hemos esbozado, los ecólogos profundos, llamados también “ambientalistas”, parten de un principio filosófico y cuasi “religioso”, a saber: la naturaleza tiene valor en sí misma, no es un puro medio, sino un fin en sí misma, y hay que tratarla como tal. Así

11 El químico James Lovelock acuñó, por consejo de William Golding la expresión “Gaia“. Lovelock sostiene que la tierra se autorregula y es capaz de crear sus propias condiciones esenciales (temperatura, salinidad de los océanos, composición química, etc.). En consecuencia, Gaia (llamada así en honor a Gea diosa griega de la tierra), es un ser vivo autosuficiente que se autorregula y tiende siempre al equilibrio. Entre sus obras se cuentan: Gaia, una nueva visión de la vida sobre la Tierra. Ediciones Orbis, 1985; Las edades de Gaia, Editorial Tusquets. 1993; La venganza de la tierra. La teoría de Gaia y el futuro de la humanidad, Editorial Planeta 2007

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Véase de este autor La Trama de la Vida. Editorial Anagrama, Barcelona 1998. Véase de este autor, entre otros, Primates y filósofos, Editorial Paidos, Barcelona 2003 14 Véase de este autor, entre otros: El Gen Egoísta. Editorial Salvat, Barcelona 2002 15 Peter Singer, por ejemplo, basa su ética justamente en el sentimiento, que dicho sea de paso, se aplica también a los animales, a los cuales considera seres morales. Él los llama “personas no humanas”, y tienen en consecuencia, derecho a la vida, a la libertad y a no ser maltratados o experimentar dolor. 13

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se desprende de los tres primeros artículos del mencionado Manifiesto, que a continuación citamos in extenso: “1) El bienestar y el florecimiento de la vida humana y no humana sobre la tierra son valores en sí mismos (sinónimos: valores intrínsecos, valores inherentes). Estos valores son independientes de la utilidad del mundo no humano para los fines del hombre; 2) La riqueza y la diversidad de las formas de vida contribuyen a la realización de estos valores y también son, en consecuencia, valores en sí mismos; 3) Los humanos no tienen ningún derecho a reducir esta riqueza y esta diversidad, salvo para necesidades vitales”. Se aprecia un claro predominio de las leyes de la naturaleza y/o biológicas sobre las humanas, en consecuencia, es la “humanidad” la que se debe sacrificar en pos de Gaia y no al revés.

Matices más, matices menos, el diagnóstico es catastrofista, pues sostienen que el proceso de deterioro del ecosistema o medio ambiente es irreversible, manifestándose principalmente en el desequilibrio ecológico, el que a su vez se proyecta en el agotamiento y/o envenenamiento de los recursos naturales. Vivimos el deterioro del agua, cada vez más escasa o contaminada, de los suelos, sobreexplotados, del aire cada vez más contaminado, y los ecosistemas, en vías de extinción, así como la extinción de miles especies animales y vegetales al año. Esta ecocrisis sería un proceso irreversible.

III.

Causas

Si bien las causas son múltiples, se pueden distinguir pero no separar, y son básicamente de orden filosófico (antropológicas y éticas), políticas, económicas, etc. 1) Antropológicas. Los ecologistas profundos no han desarrollado una antropología propiamente tal, pero se desprende de sus postulados centrales una clara concepción del hombre, que se puede resumir de la siguiente manera: a) Es un depredador por naturaleza (Homo naturae lupus), es su enemigo mortal, es un virus maligno que hay que erradicar. Cada vez que nace un nuevo individuo, nace un nuevo destructor de la naturaleza, un saqueador de la biodiversidad; b) Es un ser radicalmente egoísta. Él explota, o en el mejor de los casos utiliza, la naturaleza para su consumo, su bienestar o placer. Es un ser esencialmente consumista, codicioso y derrochador. Produce, consume y desecha, generando una enorme cantidad de desechos tóxicos y basura que sólo contribuyen a la 6

destrucción del medio ambiente, poniendo en peligro la supervivencia del planeta; Sólo se preocupa de sus propios intereses, permaneciendo absolutamente indiferente frente a los demás seres del planeta, como los animales o vegetales; c) Es un ser dominante. Es inherente a él la búsqueda de dominio sobre las cosas, especialmente del mundo natural, para su propio provecho, desconociendo y/o violando la dignidad del planeta. Este depredador por naturaleza no respeta el más elemental de los derechos de la naturaleza, el derecho a existir. Esta sed de dominio también se proyecta en otras dimensiones de la vida, como por ejemplo, el dominio de los ricos sobre los pobres, de lo masculino sobre lo femenino, de los poderosos sobre los débiles y de occidente sobre oriente; d) Esta sed de dominio se proyecta en la pretendida superioridad del ser humano frente al resto de la naturaleza (animal y vegetal). Esta actitud no es más que un prejuicio “especista” (Singer 1975, 1979), pues el hombre es uno más entre la naturaleza. En un párrafo del su libro Earthdance : Living Systems in Evolution , Elizabeth Sahtouris afirma: "Si miramos al sistema Gaia a través de otros ojos distintos a los nuestros, veremos rápidamente que no tenemos ya más razones para considerarnos una forma de vida superior a las otras. Tomemos, por ejemplo, los hongos. Se extienden casi por cualquier sitio y aunque la mayoría son tan pequeños que no los podemos ver, algunos se extienden tanto bajo el suelo que sabemos que están entre las criaturas más grandes de la Tierra. Cada una de las plantas tiene hongos asociados a sus raíces, llevándole suministros a cambio de alimento. Los hongos viven también sobre animales además de sobre plantas. Desde su punto de vista toda la naturaleza parecería que ha sido creada para alimentarlos a ellos”.

2) Éticas Los ecologistas profundos realizan una dura crítica a lo que ellos llaman la ética tradicional o ética clásica, pues ésta está centrada en la persona en desmedro de la naturaleza o ecosistema. Especial blanco de sus ataques es la ética cristiana (católica), pues ella establecería el imperativo de dominar y someter la tierra (Génesis 1, 27-28), lo que dio origen a su explotación irracional y a la desacralización de la naturaleza. Uno de los acusadores ha sido el historiador de la UCLA Lynn White Jr. Según este autor, el cristianismo, la religión más 7

antropocéntrica del mundo, estableció un dualismo entre hombre y naturaleza, al considerar al hombre superior al resto de la naturaleza. White postula, en consecuencia, que la crisis ecológica tiene una causa religiosa, el cristianismo, y que incluso la ciencia y la tecnología “están impregnadas de arrogancia cristiana hacia la naturaleza”16 En consecuencia se debe cambiar el paradigma y dar paso a una ética ecocéntrica, es decir, centrada en el ecosistema, y que comience por reconocer el primero y más fundamental derecho: el derecho a la existencia. Este nuevo paradigma ético se sostiene sobre la base del sentimiento, a saber: el sentimiento de saberse igual a todos los seres de la naturaleza y de ser parte de ella misma, y no un ser que la “mira desde arriba”.

3) Económicas En líneas generales, los ambientalistas parten de la base de que el paradigma de desarrollo capitalista, propio de las sociedades industrializadas está agotado y es el gran causante del desequilibrio ecológico. El agotamiento de los recursos naturales se debe a la explotación capitalista de los recursos, y a la generación de una “cultura del desecho” o al consumismo. Los residuos industriales, los gases producidos por la combustión de carburantes fósiles, la deforestación incontrolada, el uso de algunos tipos de herbecidas, de refrigerantes y propulsores; todo esto, como es bien sabido, deteriora la atmósfera y el medio ambiente. De ello se han seguido a múltiples cambios meteorológicos y atmosféricos cuyos efectos van desde los daños a la salud hasta el posible sumergimiento futuro de las tierras bajas. Dese la perspectiva ecologista, no es que la naturaleza esté en crisis, sino que lo que está en crisis es la relación históricamente dada de dominación de la humanidad al medioambiente, caracterizada en un determinado modo de producción que se impuso hace un par de siglos: el capitalismo. Los graves daños que sufre el ecosistema forman parte de una crisis global, y no hacen más que demostrar la incompatibilidad entre el capitalismo y el respeto a la naturaleza.

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Citado de George Sessions, Ecología Profunda y no profunda, Ref. dada.

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4) Políticas Para los representantes de esta forma de entender la ecología, el actual sistema político permite ominosamente el daño ecológico. La democracia actual, no sería, en consecuencia una democracia verdadera. Se requiere, entonces, cambiar el sistema político, por uno verdaderamente democrático, justo y solidario con la naturaleza. Es menester una nueva mentalidad política, que reconozca los justos derechos de la naturaleza.

5) Religiosas Como ya hemos mencionado, se suele indicar como a uno de los grandes causantes del desastre ecológico al cristianismo, pues éste ordena “someted la tierra”.17 Según estos ecologistas, la tradición judeocristiana impuso la noción de que el hombre es libre para hacer lo que quiera con la naturaleza. Esta idea habría dado nacimiento al modo capitalista de producción

6) Psicológicas Vivimos en una cultura del consumismo y el desecho. Hemos engendrado en el hombre un deseo de consumir y desechar, que no tiene en cuenta su entorno. Es una mentalidad individualista y egoísta in crescendo, por lo que se requiere de un cambio drástico en la forma de pensar, en la cultura. Mientras el hombre no abandone esa mentalidad de dominio y soberanía sobre la naturaleza, la situación no cambiará.

IV.

Diagnóstico de una ecología a “escala humana”

Grosso modo el diagnóstico de una ecología a escala humana coincide con la ecología profunda, pero la gran diferencia es que esta perspectiva no cede a la tentación catastrofista. A nuestro juicio es de un optimismo realista, es decir, no desconoce el proceso de destrucción creciente de los recursos naturales del planeta, pero es un proceso reversible. Nos parece que desde hace tiempo, si se quiere desde la “Cumbre de la Tierra de Rio de janeiro” (19929 vastos sectores de la sociedad han ido tomando conciencia del problema y ofreciendo soluciones. El Estudio Económico y Social 2011 de la ONU insiste en que de no proceder en una 17

“Procread y multiplicaos, y henchid la tierra y sojuzgadla y dominad en los peces del mar, y en las aves del cielo, y en toda bestia que se mueve sobre la tierra” (Gen I, 28).

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orientación más ecológica, “se corre el riesgo de no cumplir su compromiso global de poner fin a la pobreza y evitar los efectos catastróficos del cambio climático y la degradación del medio ambiente”. Promueve el citado documento una economía ecológica, como un nuevo paradigma de desarrollo que puede garantizar la conservación del ecosistema mediante nuevos mecanismos de crecimiento, a través de una tecnología más eficiente y centrada en energías renovables. Estas propuestas no implican necesariamente un cambio en el modo de producción. Lo que se busca es que, por ejemplo, los países en desarrollo promuevan el uso de tecnologías energéticas limpias, y actividades agropecuarias sostenibles con el medio ambiente.

V.

Causas

Para esta forma de entender el problema ecológico, las causas son básicamente antropológicas, éticas, políticas y económicas. 1) Antropológicas y éticas A diferencia de los ambientalistas se parte de la base que el hombre es un ser ambivalente, o sea, puede hacer el bien y el mal. Es esta ambivalencia lo que lo ha llevado a veces a hacer un mal uso de la naturaleza. Esto no significa desconocer que el hombre es la cúspide de la creación y en consecuencia la naturaleza está a su servicio. Es su propia naturaleza lo que lo lleva a veces a actuar irresponsablemente, pero en virtud de su propia constitución ontológica, el hombre es capaz de tomar conciencia y reparar el daño, pues la preocupación por el medio ambiente, es en última instancia, la preocupación por él mismo. En la destrucción del medio ambiente es el bien del hombre mismo el que está en juego. 2) Políticas y económicas Desde esta perspectiva no se desconoce que parte de la destrucción del medio ambiente se debe efectivamente a la indolencia del sistema político, que no fue capaz a tiempo de prohibir o regular ciertos comportamientos atentatorios contra la naturaleza, especialmente provenientes de las grandes industrias. El modo de producción capitalista, sólo conduce al consumismo, al derroche, y al desecho.

VI.

Principales soluciones propuestas por la ecología profunda

Haciendo honor a su nombre la ecología profunda propone soluciones profundas, o más bien radicales. Éstas no se hacen con el hombre, sino más bien en contra del él.

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1) Control de la natalidad Según los ecologistas profundos, uno de los cambios más profundos que requiere el planeta es la disminución de sus habitantes. Primero, porque como ya hemos dicho, cada nacimiento implica un nuevo depredador, pero además, porque significa también un nuevo consumidor que (mal)gastará los escasos recursos naturales del planeta. Se requiere entonces, una disminución drástica de la población mundial, una posibilidad real de que no estalle la “bomba demográfica”18. Una de las medidas más eficientes de control de natalidad es el aborto. Esta postura es aceptada desde los sectores más “conservadores” hasta los más “radicales” al interior del ecologismo. El Movimiento por la Extinción Voluntaria de la Humanidad19, grupo ecologista que cuenta con muchos adeptos, sostiene ellos que son “un movimiento creado por gente que se preocupa por la vida en el planeta Tierra (...). La extinción voluntaria de la humanidad es la alternativa más humana para resolver los problemas de la humanidad. Como voluntarios del movimiento sabemos que la única esperanza contra la extinción de millones de especies animales y vegetales es la extinción voluntaria de una sola especie: el Homo Sapiens ... Nosotros”20 La única forma de superar el desequilibrio ecológico o establecer una relación de armonía con la naturaleza sería

“anulando” al hombre mismo,

sacrificándolo, así se desprende de los artículos 4 y 5 del Manifiesto Ecologista: “4) El florecimiento de la vida y de la cultura humana es compatible con una reducción sustancial de la población humana. El florecimiento de la vida no humana requiere una reducción de esta índole. 5) La intervención humana en el mundo no humano es actualmente excesiva y la situación se va degradando rápidamente”. Algunos ecologistas proponen que la cantidad máxima de individuos que la biosfera o el ecosistema puede aguantar son sólo 500 millones de personas. Huelga señalar que el control de la natalidad debe realizarse especialmente en los países pobres. Las naciones ricas deben frenar su desarrollo. 18

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“The population bomb” fue una expresión acuñada por Hugh Moore en 1956, sin embargo, dicha expresión se hizo mundialmente conocida al servir de título al libro del biólogo Paul Erhlich, el cual se convirtió en un best sellers. Aunque este grupo se niega a aceptar una fecha fundacional del movimiento (“las raíces del movimiento son tan viejas como la humanidad” nos dicen), el fundador y quien le dio el nombre fue Les U. Knight. Citado de http://www.vhemt.org/

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No sólo el aborto es propuesto como solución, también planes masivos de esterilización especialmente en los países pobres o en vías de desarrollo. Incluso algunos como Dave Foreman han llegado a afirmar que es mejor “no ayudar a los Etíopes y dejarlos morir de hambre”.21

2) Cambio total en el sistema de producción. Vuelta al pasado, a la naturaleza Se propone un regreso a una especie de primitivismo social y económico. El modo de producción capitalista debe ser eliminado de raíz, y construir formas de economía de subsistencia, que sean amigables con el medio ambiente.

3) Cambio radical de aquella mentalidad consumista, individualista Este cambio de paradigma no será posible si no se cambia de raíz la mentalidad consumista e individualista del hombre. Se debe, además, abandonar la mentalidad especista y dominadora de la naturaleza. Solo asumiendo que somos uno más dentro del ecosistema, podremos introducir los cambios necesarios. 4) Cambio en el sistema político Los países no se pueden sustraer a la elaboración de leyes que protejan el medio ambiente y castiguen a quienes no lo respetan. Esto será posible si se profundiza la democracia. “Por lo tanto tenemos que cambiar nuestras orientaciones políticas de forma drástica en el plano de las estructuras económicas, tecnológicas e ideológicas. El resultado de la operación será profundamente diferente del estado actual (6). El cambio ideológico consiste principalmente en valorizar la calidad de vida (de vivir en situaciones de valor intrínsecas) más que en tratar sin cesar de conseguir un nivel de vida más elevado. Tendrá que producirse una toma de conciencia profunda de la diferencia entre grande (big) y grandioso (great) (7). (Manifiesto Ecologista) 5. Cambio en el paradigma ético Este cambio político va de la mano con el cambio del paradigma ético. Se debe pasar de la ética antropocéntrica a la ecocéntrica. Sólo abandonando la ética tradicional es posible avanzar en los cambios necesarios. Para ello es menester resistir las mentalidades conservadoras y dogmaticas que se niegan a efectuar los cambios.

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Cita tomada del ya referido texto de Sessions.

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Análisis crítico del ecologismo a modo de reflexiones finales De lo expuesto podemos colegir que el ecologismo genera un doble rebajamiento a la dignidad humana, al situar al hombre como un ser más dentro de la naturaleza, operando de este modo, un claro reduccionismo ontológico, y por otro lado, al “humanizar” la naturaleza. Desde esta óptica la persona tiene el mismo o menos valor que un árbol, un insecto o un perro. “Somos animales, pero la sociedad industrial, y obviamente el cristianismo, creen que somos superiores a los animales, y que el planeta es nuestro y podemos hacer con él lo que queramos”.22 Dicho de otro modo, los ambientalistas animalizan y/o naturalizan al hombre, y humanizan a los animales, los vegetales, incluso los minerales, como se desprende de este texto de Sahtouris: “y de forma similar cualquier criatura de Gaia -bacteria, hongos, plantas o animales- podría encontrar razones para verse a sí misma como superior a las otras. Incluso las rocas podrían ver el mundo entero como simplemente su danza particular, una transformación continua en criaturas vivientes y vuelta a la situación de roca. Intente ver todo -el paisaje, el mar, las criaturas, a usted mismo y a los humanos, sus aeroplanos, y ciudades- todo como ni más ni menos que roca reorganizada." (Sahtouris, 2000). De este modo, se alcanzaría una situación de igualdad, denominada biocéntrica, en la cual todos los seres, independiente de su grado de autodeterminación deben considerarse como iguales, y por ende, con el mismo derecho a la vida, a desarrollarse y a su autorrealización. Todos los organismos que existen en el planeta participan de la misma totalidad, por consiguiente poseen un valor en sí mismo. Somos partes iguales de la misma totalidad, con el mismo derecho a la autorrealización, la que se consigue, si somos capaces de superar nuestros egos aislados y nos abrimos a los demás seres, es decir, al mundo no humano, identificándonos con ellos23. Siguiendo a Benedicto XVI podemos afirmar que “es contrario al verdadero desarrollo considerar la naturaleza como más importante que la persona misma” (Caritas in veritate, 48). La solución a los desequilibrios ecológicos, no pasa por la eliminación del más inocente, débil e indefenso de los seres humanos, a través Chris Korda, Fundador de la Iglesia para la Eutanasia. En: Mariana Enriquez, “Para comerte mejor”. http://www.pagina12.com.ar. Korda, entre otras cosas, es admirador del Doctor Jack Kevorkian, un patólogo de Michigan, inventor de la “Máquina del suicidio”, acusado de causar la muerte (o practicar eutanasia) a más de 150 personas. Para Korda, Kevorkian es un “héroe social”. Esta tesis es lugar común dentro del ecologismo. 23 A este respecto véase el libro “Trascender el Ego: la Visión Transpersonal”, compilado por Roger Walsh y Frances Vaughan. Editorial Kairos, Barcelona 1995. 22

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del aborto. La tecnología disponible es capaz y suficiente para abordar estos problemas. Los ecologistas le asignan a la naturaleza un carácter redentor. Es ella al llamada a redimir a este ser hostil, egoísta y derrochador. Nos parece que esta forma de concebir la preocupación por el medio ambiente se sostiene en una visión neopagana y panteísta del mundo. Nuestra crítica a la ecología profunda, en ningún caso significa desconocer la legítima preocupación por el medio ambiente de sus representantes, y menos aún justificar el “otro extremo” que considera a la naturaleza sólo como “materia disponible a nuestro gusto” (Caritas in veritate, 48), susceptible de ser explotada irracionalmente. Una actitud prudente, es a nuestro juicio, aquella que protege y salvaguarda la naturaleza, es decir, la gobierna responsablemente, pues el hombre es su custodio, no su verdugo, pero tampoco su esclavo. Cultivar la tierra no significa agotar los recursos naturales. Esta concepción, además, reduce al hombre a sus instintos o pasiones, al considerársele sólo como un depredador, que por naturaleza tiende al mal, destruyendo o matando por placer o por egoísmo. En este sentido es peor que un animal, pues éste mata por sobrevivencia, pero el hombre por placer. Recordemos nuevamente que los ecologistas tienen una visión muy pesimista del hombre. Creen que es imposible revertir el proceso de destrucción y que avanzamos hacia un desastre total. Por eso lo que se propone es disminuir la población al máximo, como salida a los “inexorables horrores que la actividad humana está causando”24. Hay también implícita una visión materialista del hombre, pues sólo se le reconoce su función productora y consumidora, negándole cualquier tipo de trascendencia. Con otras palabras el fundamento antropológico sobre el que se construye la visión ecologista es claramente sesgado, y además, desconoce las potencialidades humanas, no solo técnicas sino también morales. La solución a los problemas del desequilibrio ecológico, no se hacen con el hombre, sino a pesar del hombre. Al límite, podríamos afirmar que la utopía ecologista, aspira a la paradoja de un planeta sin habitantes. Siguiendo a Juan Pablo II en Centesimus annus, la primera consideración de una sana ecología es la destrucción “del ambiente humano, al que, sin embargo, se está lejos de prestar la necesaria atención. Mientras nos preocupamos justamente, aunque mucho menos de

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idem

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los necesario, de preservar los ‘habitat’ naturales de las diversas especies animales amenazadas de extinción (…), nos esforzamos muy poco por salvaguardar las condiciones morales de una auténtica ‘ecología humana’” (38). La preocupación ecológica debe tener como centro al hombre mismo, es por ello que el Papa afirma que “la primera estructura fundamental a favor de la ‘ecología humana’ es la familia” (39). Con otras palabras, la preocupación por la naturaleza, que podemos llamar una ecología ambiental, encuentra su fundamento y justificación ética, en cuanto se encuentra ordenada o subordinada a una ecología humana, en la cual la persona humana es su origen, medio y fin.

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