\"Evolución del Sistema Internacional: el Argumento Ambiental en el Discurso que Propone un Gobierno Mundial\".

July 15, 2017 | Autor: J. Estenssoro Saa... | Categoría: Political Science, Filosofía Política, Ecologia Política, TEORIA POLÍTICA INTERNACIONAL, Politica Mundial
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ben. Cadernos IHU, São Leopoldo, v. 10, n. 39, 2012.

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ZAFFARONI, Eugenio Raúl. O inimigo no direito penal. Rio de Janeiro: Revan, 2007. ŽIŽEK, Slavoj. Bem-vindo ao deserto do real! São Paulo: Boitempo, 2003.

EVOLUCION DEL SISTEMA INTERNACIONAL: EL ARGUMENTO AMBIENTAL EN EL DISCURSO QUE PROPONE UN “GOBIERNO MUNDIAL”. Fernando Estenssoro68

68 Dr. En Estudios Americanos. Especialista en pensamiento político moderno y contemporáneo. Investigador del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile. [email protected].

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1 Introducción Tras el Fin del orden bipolar de la Guerra Fría, la discusión sobre cuáles serían las característica del nuevo orden mundial emergente surgió como un gran estimulo al debate teórico en el campo de la politología mundial y de las relaciones internacionales. Y si bien han transcurridos más de 20 años desde este acontecimiento, el debate no ha cesado, sino que, por el contrario, tiende a fortalecerse en apasionadas propuestas y contrapropuestas de prognosis que enfrentan, principalmente a teóricos idealistas con teóricos realistas.69 Sin embargo, en esta época, que se ha tendido a denominar con el impreciso concepto de globalización, existe un consenso relativo en caracterizar a la política mundial por las crecientes relaciones de interdependencia, no sólo entre los Estados nacionales sino que, también, entre ciudadanos e instituciones y organismos de la sociedad civil.70 Interdependencia que, liderada por la fuerza del mercado y las finanzas, se expande a los espacios de la cultura, la política, el medio ambiente, el crimen organizado y otras esferas del que-hacer humano. Es este fenómeno de interdependencia creciente lo que ha llevado a toda una corriente de teóricos de la política internacional a sostener que si hay algo que caracteriza al orden internacional emergente es, haciéndonos deudores de Susan Strange, la retirada del Estado-nación.71 Entendiendo que esta “retirada” no implica una desaparición inmediata y total del Estado, pero si un desdibujamiento importante de aquella característica que lo transformaba en el actor fundamental e indiscutido del sistema internacional westfaliano como es su soberanía irrestricta y absoluta. La pregunta inmediata que surge entonces, frente a quienes sostienen esta hipótesis, es: ¿cuál sería la característica del sistema internacional emergente? 69 Obras al respecto hay muchas, y no es el caso de este artículo referirnos a ellas, pero tal vez una buena grafica de los que señalamos la tenemos en la temprana propuesta de Francis Fukuyama (1996) con el Fin de la Historia y el Ultimo Hombre y la más reciente respuesta neorrealista de Robert Kagan (2008), El retorno de la Historia y el fin de los sueños. 70 Una buena caracterización de la globalización, entre las miles que existen, es lo que se ha señalado como la porosidad de las fronteras estatales: “Los Estados ya no controlan los flujos de mercancías, capitales o informaciones que circulan a través de sus fronteras. Se ha convertido en Estados ‘abiertos’. Por ello […] los sucesos que acontecen fuera de su territorio tienen tanta o más trascendencia para la vida de sus habitantes que los que acaecen dentro de él” (ESTÉVEZ, 2008, p. XI). 71 En esta obra, Susan Strange, va a plantear provocadoramente, que el orden internacional contemporáneo se caracteriza porque “allí donde los estados fueron una vez señores de los mercados”, ahora son los mercados “los que están por encima de los gobiernos estatales”. Y este “declive de la autoridad de los estados se refleja en una difusión creciente de la autoridad en otras instituciones y asociaciones, en órganos locales y regionales, y en una asimetría creciente entre los estados mayores con poder estructural y los estados más débiles que no lo tiene” (STRANGE, 2001, p. 23).

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Y, al respecto, quienes consideran que este proceso no sólo es real sino que irreversible, plantean que, en el mejor de los casos y si las cosas se hacen bien, vamos hacia una gobernanza mundial que de una u otra forma implicará una suerte de gobierno del mundo que, si bien incluiría a los Estados nacionales, estaría por sobre ellos en un número considerable (y también creciente) de problemas globales y que ellos por sí sólo son incapaces de resolver, por muy grandes o poderosos que sean. Y, en este sentido, uno de los argumentos más recurrente que se utiliza para “demostrar” de que se requiere de una superación del orden westfaliano así como, de que nos encaminamos a hacia esta superación, es el tema de la crisis ambiental global.72

2 Teóricos de la Gobernanza Mundial y el uso del argumento ambiental Hoy en día es altamente consensual considerar que el tema del equilibrio ecosistémico del planeta es clave para garantizar la vida del ser humano, así como para el mismo proceso de la vida que ocurre en él. Por este motivo, este tema invade más y más espacios de la política mundial.73 Como plantea Ulrich Beck, “con el discurso ecológico se experimenta todos los días el fin de la política exterior, el fin de los asuntos internos de otro país, o sea, el fin de los llamados Estados nacionales” (citado en CARIDE; MEIRA, 2001, p. 48). Al respecto, Beck define el carácter de nuestra época como una Sociedad del Riesgo, ya que habríamos entrado en un nuevo periodo socio-histórico cuya característica estructurante es la amenaza de la autodestrucción total de la Civilización a raíz de la crisis ambiental que generó el desarrollo industrial del siglo XIX y XX, y que llevó a la superindustrializada sociedad contemporánea. El núcleo del paradigma de esta Sociedad del Riesgo radicaría en responder a la pregunta: ¿Cómo se pueden evitar, minimizar, dramatizar, canalizar los riesgos y peligros que se han producido sistemáticamente en el proceso 72 Se puede definir la crisis ambiental global como un paradójico fenómeno caracterizado porque el crecimiento económico, junto al elevado nivel de desarrollo y estándar de vida alcanzado por la llamada Civilización Industrial (donde el Primer Mundo es su ejemplo arquetípico), creó problemas de carácter ecológico y ambientales de tan enorme magnitud que ha puesto en riesgo, por primera vez en la historia, la continuidad de la vida del ser humano en el planeta. Fundamentalmente esta crisis se compone de las siguientes macro-variables: la contaminación, la pérdida de la biodiversidad, el cambio climático o calentamiento global, el agotamiento de los recursos naturales, la destrucción de la capa de ozono, y la llamada” explosión demográfica”. Fue en la Conferencia sobre el Medio Ambiente Humano de Estocolmo en 1972 donde este concepto hizo su estreno formal en la agenda pública mundial, poniendo de relieve la necesidad de su superación por parte de la comunidad internacional (ESTENSSORO SAAVEDRA, 2009). 73 De hecho ya ha llegado hace bastante tiempo a los estudios estratégicos y geopolíticos, al punto de señalar que la geopolítica de este siglo XXI, será la geopolítica ambiental: “la escasez de los recursos naturales, los riesgos ecológicos, la relación entre crecimiento económico y degradación ambiental, el miedo a una crisis medioambiental global, la capacidad de movilización social de la ecología, el cuestionamiento por parte del medio ambiente de algunos aspectos de la soberanía de los estado-nación y el papel de los organismos internacionales”, están llevando a la “ambientalización de la geopolítica” (NOGUE FONT; VICENTE RUFÍ, 2001, p. 200).

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avanzado de modernización y limitarlos y repartirlos allí donde hayan visto la luz del mundo en la figura de ‘efectos secundarios latentes’ de tal modo que ni obstaculicen el proceso de modernización no sobrepasen los límites de lo ‘soportable’ (ecológica, médica, psicológica, socialmente? (BECK, 1998, p. 26).

Por lo tanto, hoy en día la sociedad, a escala mundial, se desenvolvería bajo la amenaza de una serie de riesgos de alcance civilizatorio. Vale decir, se vive bajo un riesgo global compuesto por múltiples peligros que van desde la energía nuclear hasta el smog, la lluvia acida, la deforestación y otros fenómenos similares que componen la crisis ambiental global y que han puesto en jaque a la vida de los seres humanos, de los animales, de las plantas y de la naturaleza en general. “Son riesgos de la modernización. Son un producto global de la maquinaria del progreso industrial y son agudizados sistemáticamente con su desarrollo ulterior […] ponen en peligro a la vida en esta Tierra, y en verdad en todas sus formas de manifestación” (BECK, 1998, p. 28). De aquí entonces, para este autor la Sociedad del Riesgo sería el clivaje del nuevo orden internacional emergente tras el fin de la Guerra Fría que, si bien aún está en desarrollo, se caracterizaría porque la humanidad se ve obligada a unirse y organizarse en una nueva forma de comunidad política que supera el paradigma del Estado nación: “la sociedad del riesgo supera en la dinámica de la amenaza que ponen en marcha las fronteras de los Estados nacionales y las de los sistemas de alianzas y de los bloques económicos” (BECK, 1998, p. 53). Así, la globalización sería la constatación de que vivimos “hace ya bastante tiempo en una sociedad mundial”, definida por la totalidad de las relaciones sociales “que no están integradas en la política del Estado nacional ni están determinadas (ni son determinables) a través de ésta”. Pero además, estas relaciones no integradas en la política del estado-nación, junto con ir en aumento van de la mano “con los procesos en virtud de los cuales los Estados nacionales soberanos se entremezclan e imbrican mediante actores transnacionales y sus respectivas probabilidades de poder, orientaciones, identidades y entramados varios”, generando un proceso globalizador que es “irrevisable” (en el sentido de irrevertible). Los Estados nación están perdiendo “control sobre la realización de disposiciones jurídicas en cada vez más campos prácticos, aunque quizá no pierdan el poder de decisión jurídico normativo”. Sin embargo, se ven “forzados a la cooperación transnacional para los fines de aplicación del derecho nacional, dado que las estrategias de actuación particulares caen en el vació” cuando se trata de enfrentar y resolver los nuevos problemas globales que los aquejan, generando de esta forma la paradoja de que “es el propio interés estatal lo que fuerza la renuncia a los propios intereses nacionales”. Y entre las ocho grandes razones que demostrarían la irreversibilidad de este proceso figura “el problema de los daños y atentados ecológicos globales” (BECK, 2008, p. 28- 29). En una línea de reflexión relativamente similar, John Keane define el nuevo orden global emergente como una Cosmocracia, a la que caracteriza como un pluriverso complejo compuesto por un sistema de redes mundiales crecientemente interdependientes que ligan, superponen y entrecruzan tanto a los estados soberanos como a un gobierno mundial en formación, donde aparecen cada vez más fenómenos globales que, para su solución, presionan por instituciones

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supranacionales. Y si bien aún es un proceso en desarrollo y no se puede hablar (todavía) de que se avanza hacia una suerte de Estado global, si se puede señalar, que ya ha dado origen a su contraparte como es la sociedad civil global que, como todo grupo humano, comparte una cosmovisión que permite asentar firmemente a sus miembros en este único espacio geográfico global en este tiempo histórico (KEANE, 2008). Por lo tanto, una de las características centrales de la cosmovisión dominante en tiempos de la globalización es pensar la realidad y los fenómenos que la componen a escala planetaria y, en este sentido, tiene entre sus principales clivajes cognitivos “la nueva conciencia estimulada por los movimientos pacifista y ecologista, de nosotros mismos como parte de un sistema mundial frágil y potencialmente autodestructor” (KEANE, 2008, p. 1-2). También Richard Falk, considera que entre los fenómenos claves que están modificando el orden internacional westfaliano, figura la percepción de la crisis ambiental por parte de esta emergente Sociedad Civil Global. Si bien señala que “el Estado sigue siendo el actor predominante a escala global”, el sistema de Estados ya no controla de “forma consistente el proceso político global”, lo que se traduce en que en una “una gama de cuestiones, la soberanía territorial está viéndose mermada”, así como los agentes no estatales ostentan una creciente proporción de poder e influencia en la configuración del orden mundial” (FALK, 2002, p. 50-51). Y, nuevamente “la agenda medioambiental es la mayor amenaza potencial para la viabilidad del Estado y la visión realista del orden mundial”, además, “la preocupación por la degradación ambiental es una de las principales explicaciones causales de la aparición de la sociedad civil global (FALK, 2002, p. 39-41). Por su parte, el filosofo político alemán Otfried Höffe, recogiendo el espíritu kantiano expresado en la Paz Perpetua, propone la creación de una República Mundial que, en síntesis, implica un orden político global sustentado en un único orden jurídico de carácter democrático-liberal. Höffe, al igual que los autores anteriores también argumenta en favor de una gobernabilidad mundial que permita superar la concepción economicista de la globalización. En este sentido, su República Mundial debería hacerse cargo de la gestión global, no sólo en el campo económico – financiero y que de hecho es lo que realmente ya estaría ocurriendo, sino que, también, en el campo de la cultura, la política, el derecho, la justicia social, así como de la defensa de la naturaleza y sobre todo, frenar el deterioro ecológico (HÖFFE, 2008). Otro de los importantes teóricos que argumenta en este mismo sentido es David Held, cuando plantea que su ideal de Democracia Cosmopolita es la mejor forma de un gobierno global para un mundo que se ha transformado en una aldea transnacional cuyos más importantes problemas trascienden el espacio tradicional de la soberanía del Estado-nación. Para Held, nuestra época histórica se caracteriza por la dinámica de una economía mundial que “provoca inestabilidades y dificultades dentro de los Estados y entre ellos que escapa al control de cualquier comunidad política”, además enfrentamos el “rápido crecimiento de vínculos transnacionales” que implican que en el proceso de toma de decisiones en el ámbito internacional se involucren “Estados, organizaciones intergubernamentales y grupos de presión internacional”; igualmente vivimos la “expansión e intensificación de los sistemas de comunicación transnacional, la proliferación de armas y tecnologías militares”, y por sobre todo, enfrentamos “apremiantes problemas transnacionales que no reconocen límites y fronteras nacionales”, como

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son, por ejemplo, los “desafíos ambientales como la lluvia ácida, el deterioro de la capa de ozono y el efecto invernadero” (HELD, 1997, p. 15). Por lo tanto, toda esta situación obliga a repensar el orden mundial que se estructuró sobre el principio de la soberanía del Estado-nación. De aquí entonces, la propuesta de una democracia cosmopolita no debería demandar una disminución per se de la capacidad estatal en todo el mundo, sino que debería perseguir la ampliación y desarrollo de las instituciones democráticas en los niveles regional y mundial como complemento necesario de dichos desarrollos en los niveles de la nación-estado (HELD, 2009, p. 428).

Al respecto, no se trata de que con la democracia cosmopolita el Estado-nación desaparezca totalmente, por el contrario, éste sigue existiendo pero con un espacio soberano mucho más restringido. De hecho, la soberanía original –propia del Estado moderno-, ahora se sub-dividiría en cuatro niveles jerárquicos dependiendo del tipo de problema a enfrentar: el ámbito soberano local, al ámbito soberano nacional, el ámbito soberano regional y finalmente el ámbito soberano global o mundial. Vale decir; uno de los requisito básicos del modelo propuesto por Held, es que “los límites territoriales de los sistemas de responsabilidad se reestructuren para que se pueda ejercer un mejor control democrático sobre aquellos asuntos que escapan al control de la nación-estado” (HELD, 2009). Y uno de los mejores ejemplos para graficar éste esquema de gobernabilidad democrática mundial multi-dimensional, son los problemas derivados de la crisis ambiental: Por ejemplo, las fábricas que emiten diversas formas de residuos tóxicos pueden ser supervisadas y denunciadas a nivel local, reguladas y supervisadas nacionalmente, controladas por agencias regionales en materia de normas y peligros transnacionales y evaluadas globalmente a la luz de su impacto sobre la salud, el bienestar y las oportunidades económicas del conjunto de la población. La emisión de residuos tóxicos y el calentamiento mundial global son ejemplos de temas apremiantes que, si se pretende contener y regular sus consecuencias, requieren tanto de respuestas locales como soluciones globales (HELD, 1997, p. 281).

En este sentido, cuando se trata de demostrar lo absolutamente “evidente” que resulta avanzar a hacia una suerte de gobierno mundial, el problema ambiental se transforma en el argumento contemporáneo arquetípico para aquellos teóricos políticos que defienden esta idea.

3 De la Teoría a la Práctica Ahora bien, si salimos del exclusivo campo teórico y avanzamos a ese difuso espacio entre la teoría y el activismo político en pro de implementar proyectos políticos que se consideran óptimos, aquellos intelectuales – sobre todo del Primer Mundo- que consideran que este tema de la crisis ambiental es el más urgente de enfrentar por la humanidad, siempre han considerado la necesidad de superar definitivamente el concepto de soberanía westfaliano y avanzar a una suerte de gobierno mundial único. La lógica de su razonamiento acepta que toda idea nueva –sobre

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todo en el ámbito de la política y el poder- surge de manera marginal y puede parecer absurda hasta que el tiempo y la fuerza de los hechos terminan por transformarla en hegemónica. Por cierto mientras antes se concrete una suerte de “gobierno mundial”, mayores serán las posibilidades de superar de mejor forma las múltiples consecuencias de la crisis ambiental global. Y en este sentido, la realización de los Conferencias Mundiales sobre el Medio Ambiente y Desarrollo, se transforman en foros privilegiados para debatir y socializar sus propuestas. Por ejemplo, mencionemos la realizada por el Club de Roma para la Conferencia de Río de 1992, sobre la base de la propuesta hecha por el economista español Ramón Tamames, de crear “El Consejo de Seguridad Medioambiental de las Naciones Unidas” (CESMA), con capacidad efectiva para adoptar decisiones vinculantes para todos los países. Este CESMA “equivaldría a un gobierno de la biosfera”, encargado entre otros asuntos de: Preservar los elementos básicos de los grandes ecosistemas […] considerando, también, la cuestiones fundamentales en la regulación del clima mundial (Antártida, Amazonía, capa de ozono, efecto invernadero, etc.). Asegurar la explotación racional de los recursos renovables […] Defender los espacios naturales […] que deban conceptuarse como patrimonio ecológico de la humanidad […] Difundir una ética ecológica diacrónica […] Mejorar la calidad de vida de los pueblos […] Incidir en las políticas de ámbito nacional y regional, con el planteamiento sistémico de medidas previsoras y reparadoras de los impactos medioambientales […] Contribuir a impedir nuevas confrontaciones políticas […] Promover e impulsar la investigación y el desarrollo de las técnicas sobre educación ambiental (TAMAMES, 1991, p. 264-266).

Al respecto y frente a propuestas semejantes como la planteada por el Club de Roma, podríamos preguntarnos ¿si estamos frente a un exceso de utopía? o ¿irrealismo extremo? Para avanzar en una respuesta plausible debemos señalar que transcurridos 20 años de Río 1992, cuando la comunidad internacional se preparaba para la realización de Río+20,74 se constató cómo los argumentos que, sobre la base de la crisis ambiental global plantean una suerte de gobierno mundial, han avanzado enormemente en la socialización de esta idea, que hace treinta o cuarenta años atrás habría sonado como una “locura”. De hecho, uno de los temas convocantes a Río+20 fue el de la gobernanza ambiental. O sea, la necesidad de crear alguna fórmula de gobierno mundial que, por muy difusa, líquida , descentralizada o tenue que pueda aparecer en un primer momento, rompa con la lógica de la soberanía absoluta del Estado nación.75 74 III Cumbre Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo desarrollada en Rio de janeiro en Junio de 2012. Sin embargo, de manera mucho más precisa al tratar el tema de la crisis ambiental en la agenda política mundial, se debería haber denominado la IV gran conferencia mundial organizada por la ONU para analizar el tema de medio ambiente global, iniciada con la primera Conferencia Sobre el Medio Humano, convocada por la ONU y celebrada en Estocolmo en 1972. 75 Según el International Institute for Sustainable Development (IISD), “Over the last few years, an intensified debate has emerged among governments and policy-makers, as well as scholars, on options for the reform of the global environmental governance (GEG) system. Given increasing evidence of environmental degradation, the system needs reform urgently not because it has ‘failed,’ but because it has outgrown its original design”. Al respecto es interesante ver el acápite Governance for Sustainable Development del IISD, (http://www.iisd.org/governance/geg/). También podemos

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Como bien señaló Jean-Luis Borloo, Ministro de Medio Ambiente, Energía, Desarrollo Sostenible y Planificación Territorial de Francia, en esto años ha surgido toda una “galaxia” de acuerdos y organizaciones internacionales que participan en los distintos aspectos necesarios para alcanzar un desarrollo sostenible, ya se trate de la protección de biodiversidad, transporte, energías renovables, y cientos de otros aspectos similares. Sin embargo, no se puede seguir avanzando mucho más en la lucha global por frenar la crisis ambiental porque está faltando “el centro de gravedad de esta galaxia: la organización”. Por este motivo “Francia ha abogado por varios años por la creación de una Organización de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (ONUE) [según sus siglas en francés]. El camino es largo, pero sin duda a comenzado a cambiar la mentalidad. Un movimiento global le daría el impulso necesario” (BORLOO, 2011, p. 114).76

3.1 Los Sucesores del Club de Roma Igualmente, se constata cómo estos los planteamientos teóricos se han transformado en ideas fuerzas para organizaciones que desde la sociedad civil vienen levantando esta bandera buscando influir en los tomadores de decisiones y en los movimiento sociales tras la idea que crear una nueva gobernanza mundial que supere a los Estado Nación. Así como en 1968 nació el Club de Roma que, entre otros aspecto, impactó en el debate ambiental mundial con su famoso informe Los Limites del Crecimiento (1972), en el 2004 se creó el World Future Council o Concejo para el Futuro del Mundo, que tiene como objetivo “defender los intereses de las generaciones futuras de la humanidad”. Para esto cual estudia y propone políticas “eficaces los tomadores de decisiones del mundo, a fin de superar los desafíos globales de nuestro tiempo.77 Por ejemplo, en el año 2008 Olivier Giscard d’Estaing, miembro de este Concejo y además presidente del Comité por un Parlamento Mundial,78 planteó que la más probable evolución hacia un gobierno mundial seria por dos vías principales. La primera, por el fortalecimiento de los lazos (políticos y económicos) de los países de un mismo continente. Y la segunda, por el desarrollo de una gobernanza multinacional mencionar el trabajo que desarrolla el Global Governance Project, coordinado por el Instituto de Estudios Ambientales (IVM) de la Vrje Universiteit Amsterdam, que incluye investigadores de ocho instituciones europeas: Sciences Po Bourdeaux, Universidad de Bremen, Centro de Investigación de Política Ambiental de la Universidad Libre de Berlín; London School of Economics and Political Science; Universidad de Oldenburg; Instituto de Postdam para la investigación del cambio climático; Vrije Universiteit de Amsterdam, Universidad de Wageningen, (BIERMANN, 2006, p. iii). 76 La traducción es personal. 77 “Here at the World Future Council we endeavor to bring the interests of future generations to the centre of policy making. We inform policy makers about future just policies and advise them on how to implement these. Political solutions for the challenges of our time exist” (). 78 Fundado en 1995, su objetivo es establecer una Asamblea Parlamentaria de las Naciones Unidas, que en la práctica se convertiría en una suerte de Gobierno Mundial. En, ).

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de alcance mundial en donde se abordarían aquellos problemas que requieren de una solidaridad internacional tales como: “la explotación económica, comercial, financiera y monetaria, la explotación de los recursos naturales, la investigación científica, la energía, agua y el aire que ignoran las fronteras, la protección de naturaleza, bosques, especies animales, en el mantenimiento de la paz y el respeto de los valores humanos, con una lucha prioritaria contra la pobreza” (GISCARD D’ESTAIGN, 2011, p. 190-191). Por su parte, el historiador político francés, Marcel Ruby, planteó que para hacer frente a estos grandes problemas globales delineados por Giscard d’Estaign, en los cuales los relacionados a la crisis ambiental juegan un papel destacado, sería ideal que se creara una “federación de Estados Libres”, pero, lamentablemente, “los espíritus no están maduros para esto”. Quizás si lo estarían después “de un desastre natural en todo el mundo, una tercera guerra mundial, tal vez de una guerra nuclear limitada entre dos naciones de segundo plano”. Pero, por otra parte, crece la conciencia de que nuestra especie tiene que ver con peligros que pueden ser fatales: el agotamiento de los recursos naturales, la pasividad con que los países se enfrentan al cambio climático (fracaso de la conferencia de Copenhague), junto con la persistencia y agravamiento de las pasiones milenaristas, sectarias, fanáticas y la proliferación de armas nucleares (RUBY, 2011, p. 195).

Esta creciente toma de conciencia está en sintonía con las reflexiones de Paul Valery cuando señaló “que nuestras civilizaciones son mortales”. Entonces, ¿qué se puede hacer? La respuesta, aunque parezca revolucionaria, es “reunir a todos los hombres bajo un gobierno mundial, que tendría por misión servir al interés común. Un gobierno como éste quizás no logrará milagros, pero va a garantizar la paz y se encargará de la economía para que sea equitativa, en una sociedad solidaria” (RUBY, 2011, p. 196). De igual manera, podemos señalar las actividades del Foro para Una Nueva Gobernanza Mundial (FNGM),79 donde han surgido estudios de nombres muy sugerentes tales como tales como: “¿Qué tipo de arquitectura del poder, desde la escala local hacia la escala mundial?”. En este estudio se plantea que vivimos en una nueva era histórica, articulada en torno a dos grandes fenómenos como son la globalización y la crisis ambiental, lo que nos confronta como civilización “a problemas enteramente nuevos y de una complejidad y una urgencia extremas (migraciones, crisis financieras, desarreglos ecológicos, etc.)”, pero, por otro lado, “no disponemos de modos de gobernanza adecuados para la resolución de esos problemas. La Cumbre de Río en 1992, y las cumbres subsiguientes, de algún modo pudieron responder adecuadamente al primer componente […] alertando a la humanidad sobre la urgencia de estos problemas”, pero los déficits radican en el plano de la gobernanza mundial. Por este motivo, la “realización de un gran encuentro 20 años después de la primera cumbre de la tierra debería brindar una bella oportunidad para abordar en profundidad y sin rodeos la pro79 El Foro depende de la Fundación para

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blemática de la gobernanza mundial, pues ésta es verdaderamente central para el futuro de la humanidad y del planeta” (FNGM, 2011, p. 5-6). En este sentido, se realizan seis propuesta para una gobernanza mundial, donde la 4 se refiere a crear un Tribunal Ambiental Internacional y la 5 llama a crear una fuerza armada mundial basada en el voluntariado, independiente de los Estados y regida por el derecho internacional en vigencia, 80 señalando que: Hoy en día, cuando los efectos de la mundialización y la amenaza sobre el medioambiente superan el marco de las políticas nacionales, se impone redefinir las reglas de conducta de los Estados. Para ello es necesario sentar las bases éticas de una práctica de las relaciones internacionales que defienda los intereses generales (de todos) y colectivos (con la participación de todos) más que los intereses nacionales […] La necesidad de imponer obligaciones que sean aceptadas y respetadas por las partes involucradas impone la construcción de normas de derecho que aparezcan como legítimas y sean por lo tanto aceptadas como tales […] habría que implementar nuevos organismos de control que observen quién cumple o no cumple con las reglas. Más aún, algunos organismos supranacionales de policía y de justicia deben estar en condiciones de poder sancionar a los Estados o las empresas que no cumplan con esas reglas del derecho mundial. La existencia de una fuerza armada mundial capaz de impedir las guerras en curso y las nuevas guerras latentes no sólo en Medio Oriente, en Asia y África sino en todos los continentes se ha convertido en una necesidad histórica urgente. […] La problemática de la ecología, la de la economía, incluida la economía verde, la de las desigualdades sociales, sobre todo la extrema pobreza, constituyen todas entradas que posibilitarían, individual o colectivamente, establecer un plan de trabajo que permita preparar el terreno para una gobernanza mundial cuya primera exigencia sería la de proteger el medioambiente y reducir las desigualdades (FNGM, 2011, p. 10-13).

4 Una reflexión desde América Latina Si bien es cierto que el tema de la crisis ambiental ha dejado de manifiesto la necesidad afrontar globalmente el problema, dado que la biosfera, vale decir aquella porción de nuestro planeta en donde se desarrolla la vida, funciona como un único gran ecosistema, el tema de cómo se logra una gestión integrada y unitaria del planeta no deja de ser altamente complejo para los países de América Latina, que comienzan a ver, con creciente preocupación, cómo esta discusión se suma a otra serie de fenómenos propios de la globalización (por ejemplo, los económicos), que están erosionando, por la vía de los hechos y sin previo diálo80 Las otra cuatro son: 1) Organizar foros multi-actores articulados por sectores de actividad, piedra angular de una gobernanza mundial eficaz; 2) Promover a escala local redes industriales y de servicios, articuladas en los niveles regionales y transnacionales mediante un sistema de monedas regionales que corresponda a los distintos tipos de caz; 3) Constituir conjuntos geopolíticos a escala Regional; 6) Elaborar un Índice de Gobernanza Mundial (FNGM, 2011, p. 10-13).

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go o negociación, seriamente su soberanía. Por ejemplo, si tomamos el tema del destino de la Amazonía y su importancia tanto como fuente de la mayor biodiversidad del planeta, así como respecto del Cambio Climático ya que es uno de los mayores sumideros naturales de CO2 , por lo que se la identifica como un verdadero “pulmón” planetario, vemos cuan aguda se puede tornar esta discusión. Según plantea Mauricio Schoijet, si bien en el siglo XIX y primera parte del XX, cuando la ecología estaba en pañales, nadie cuestionaba “el derecho de cualquier país a utilizar sus recursos naturales, incluyendo sus tierras cultivables”, pese a que se originaron enormes desastres ambientales (como el caso de la colonización del Dust Bowl)81, la “deforestación de la Amazonía y el cambio climático se produce en una situación históricamente nueva, en que la ciencia se ha desarrollado lo suficiente como para prever que la combinación de ambos procesos lleva a un desastre probablemente mucho mayor [...] que seguramente afectará a muchos países”. De aquí entonces, resulta “imprescindible limitar la soberanía del Brasil sobre la Amazonía, condicionándola a que su gobierno detenga la deforestación” (SCHOIJET, 2008, p. 151). Este tipo de reflexiones han sido respondidas desde Brasil con expresiones tales como las expresadas por el Luiz Inácio Lula da Silva, cuando señaló que “ningún país tiene un interés mayor en reducir el impacto del calentamiento global que Brasil. Es por esto de que estamos en la primera fila de las iniciativas para encontrar soluciones que preserven nuestro futuro común” (SAUVEN, 2009, p. 19). O las declaraciones realizadas por su Ministro de Defensa, Nelson Jobim, que en un discurso ante el Jefe del Estado Mayor de Estados Unidos, Mike Mullen, planteó: “Tenemos exactamente la intención de ser una potencia, participando en América Latina y recordando siempre que la Amazonía brasileña es cuidada por los brasileños en favor de Brasil y del mundo. O sea, no hay tutela posible sobre la Amazonía que no sea la brasileña” (BRASIL...., 2009). También, podemos citar a quién fuera Ministra de Defensa de Argentina, Nilda Garré, que en año 2009, al término de la cumbre del UNASUR celebrada en Bariloche, respecto del establecimiento de bases militares estadounidenses en Colombia, señalo que “la preocupación latente en la Argentina, que también se repite en otros presidentes, gira en torno de la hipótesis de que el desembarco norteamericano en la región pueda tener como propósito la observación y registro de los recursos naturales […]” (COLONNA, 2009, p. 2). Sin embargo, el tema no deja de ser polémico, ya que otros políticos latinoamericanos, al parecer más afines al pensamiento internacional de Beck, Held o Keane, aceptan de que se viven los “estertores” del orden westfaliano. Por ejemplo el ex presidente chileno, Ricardo Lagos, actuando como enviado especial del Secretario General de la ONU a la Cumbre sobre Cambio Climático, realizada en Bali en 2007, señaló que si bien a nadie la gusta ceder soberanía, a raíz del Cambio Climático se van a tener que “modificar nuestros estilos de vida, nuestra 81 Se refiere al enorme desastre ecológico que en la década de 1930 se produjo en EE.UU., por el mal uso del suelo. Una prolongada sequía provoco que el viento originara gigantescas nubes de polvo (Dust Bowl) en las llanuras que van del Golfo de México hasta el Canadá y que habían sido incorporadas a la agricultura en el siglo XIX (SCHOIJET, p. 151, ).

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forma de organizar las sociedades... Implica aceptar que los estados van a perder parte de su soberanía. Porque tiene que haber una soberanía global, porque es un problema global” (LUCO ROJAS, 2007).

5 Consideraciones Finales En síntesis, todo indica que la discusión sobre el reemplazo del sistema internacional clásico conformado bajo el principio absoluto de la soberanía del Estado nación y su sustitución por una suerte de gobierno mundial ya ha comenzado y pareciera que no tendrá vuelta atrás. La discusión sobre la problemática ambiental, entre otras, es un buen ejemplo de éste fenómeno. De aquí entonces, es probable que pasemos lo que resta del presente siglo XXI sumidos en este proceso tanto teórico cómo practico que, por cierto, es capitaneado y conducido hasta el momento por aquellos que están en una situación de poder privilegiado para decidir sobre el destino de los asuntos mundiales, como es el caso de la crisis ambiental global. En este sentido, si bien podríamos coincidir en que estamos es una discusión histórica inevitable sobre el destino de los Estado nación, esto no descarta que la formula final a que se llegue va a estar mediada por relaciones de poder asimétricas. Por lo tanto, sería importante que en América Latina y el Caribe, que comparte un espacio geográfico, una cultura y una identidad periférica común, comiencen a reflexionar sobre la dimensión política de este fenómeno y sean capaz de negociar, mientras pueden, de manera unitaria el uso y valor de sus bienes ambientales de alcance global.

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