\" Akhenatón el rey hereje \"

“Akhenatón el rey hereje” Naguib Mahfuz

Isabel Cobo,1325524 ¿Quién no se siente fascinado ante una fotografía de las pirámides de Ghiza? ¿Quién osaría proferir una sola palabra ante la máscara mortuoria de Tutankamón? ¿Quién frente a la gran esfinge no siente cómo la bruma de millares de años le roba el aliento? Este es el efecto que todos en alguna medida aunque mínima hemos recibido de los arcanos Egipcios, una cultura tan enigmática como envolvente, con tantos misterios como granos de arena tiene el valle de la muerte. Gracias a afortunados sucesos como las expediciones napoleónicas y la valentía de Howard Carter y compañía, contamos con información relativamente nueva, desde la piedra de Rosetta hasta el posterior hallazgo de la tumba del faraón, descubrimientos que nos han permitido comprender una civilización apenas naciente para occidente; pues quien se deje nublar fácilmente por tales hechos se engaña ingenuamente, aun con todo lo que sabemos de ella es insuficiente para comprenderla. Una historia tan vasta, una civilización que se mantuvo estable por más de 5.000 años y enterró sus enigmas técnicos con ella, no se dejará leer tan fácilmente, lo que sabemos son solo susurros entre el millar de secretos que esconden las cálidas ráfagas de viento africano. Tal fascinación es capaz de cernirse incluso sobre los nacidos en la misma tierra. Como ejemplo encontramos al Nobel egipcio, un joven Naguib Mahfuz que decide explorar las incógnitas históricas de la antigüedad de su nación a través del arte. Es entonces, cuando nos deleita con las tres obras de su “Trilogía egipcia” (“La maldición de Rá”, “Radophis” y “La batalla de Tebas”), que aunque prematuras logran perfilar la grandeza de pluma que más tarde quedará evidenciada con el máximo galardón. Mucho después de su primera trilogía, cuarenta años exactamente, se embarcaría en la temática que nos concierne en este momento, con la creación de su libro “Akhenatón, el rey hereje” (1985). No es difícil adivinar qué motivó a Mahfuz a la escritura de este personaje, se trata del décimo faraón de la dinastía XVIII del Egipto antiguo, llamado Neferjeperura Amenhotep de nacimiento pero también conocido como Ajenatón, Akhenatón, Akenatón, Amenhotep IV o Amenofis IV. En cualquier caso, hereje, bajo este rótulo trascendió su época y se perfila como leyenda aún en nuestros días: Hereje, apóstata, desertor, inconforme, maldito para muchos de su época, outsider en la nuestra. ¿Su pecado? Romper con la tradición religiosa del pueblo egipcio e instalar el monoteísmo desde la corte hasta cada rincón del país. Al menos en

intención, pues aún con todo el poder faraónico que ostentaba, se vio imposibilitado por el furor de un pueblo indignado. De este modo, con base en hechos históricos - tal vez los más relevantes de la historia del “Nuevo imperio” del Egipto antiguo – Mahfuz cuarenta años después de su trilogía egipcia, nos invita esta vez a caminar por las calles de Tebas, y escuchar las historias que brotan de cada rincón revelándonos la misteriosa y radical historia de Akhenatón, el rey que cambió el curso de la religión egipcia, aún en medio de su infortunio. Mahfuz construye un panóptico literario desde el que podemos conocer las historias paralelas de decenas de personajes, testigos de la rebelión heterodoxa del faraón. Desde la voz narradora de Miri-mon, un niño curioso por conocer los acontecimientos de hace unas décadas atrás en su Tebas natal, presenciamos las largas conversaciones a las que se dio a la tarea el pequeño con el fin de saber la verdad de primera mano. Es así como conocemos los testimonios tanto a favor como en contra del gran hereje, por parte de diversos personajes a los que Mon cede la voz: El médico, Nefertiti su esposa, el sacerdote, el jefe de batalla, la mano del faraón, etc. En cada capítulo del libro se le da el turno a una voz diferente para que se exprese sobre el antes, el durante y el después de Akhenatón en el trono, así como su posición al respecto. A medida que pasamos de un capítulo a otro, el entramado adquiere nuevos matices a la vez que se alimenta de nuevos hechos y percepciones. Cada vez se hace más complejo afirmar si el faraón deliraba o por el contrario era el pueblo quien se enceguecía bajo los preceptos tradicionales, cerrándose así a nuevas posibilidades. ¿Fue Akhenatón el primer librepensador? Tal vez nunca lo sepamos, lo que está claro es que fue el primero -de quien se tiene noticia- en hacer valer la autonomía de su opinión y enfrentarse al mundo con ella a cuestas aún con todas la implicaciones que sabía ello le traería. Creo firmemente que más allá del misterio aún por resolver, lo que motivó a Mahfuz fue la fuerza de la determinación de su personaje, quien desde millares de años atrás lo atrajo con una fuerza magnética inexpugnable, de esas que como escritores solo nos liberamos en el papel. _________ “-Tú mismo has escogido tu camino, Miri-Mon, guárdate de la ira del poderoso o de insultar a la prostituta, sé como la historia, que escucha a todo el que habla sin inclinarse ante nadie, para luego entregar la pura verdad a los que observan. ” La anterior cita del libro sirve como justificación para la sucesión de historias a la que asistimos desde el inicio de la obra: la historia por sí misma, más allá de

rótulos y prejuicios, los hechos y naturales consecuencias sin juzgamientos ni señalamientos a nadie. Al terminar la obra entendemos que Mahfuz no se posiciona ni en contra ni a favor de lo narrado, solamente sirve de puente entre la antigüedad y el hoy al brindarnos su novela como un testimonio del pasado, sin miramientos ni sesgos, nos ofrece a un Akhenatón humano, firme pero voluble, decidido pero susceptible a la opinión pública, fuerte pero capaz de caer. De esta manera el autor nos ofrece una “novela histórica” en todo el sentido, sin voluntad de permear nuestra opinión sobre el tema y con el único interés de ofrecernos un catálogo de miradas que convergen en un mismo punto desde diferentes ángulos; para Mahfuz no hay una historia neutra, esta depende de quién la cuente y de quién la escuche, y todas sus representaciones son válidas, pues cada uno de los testimonios narrados en el libro eran la verdad absoluta para el testigo en el caso de cada capítulo. Definiría el trabajo del autor como una extenuante aplicación del método científico: recolectar toda clase de información y evidencias para establecer una hipótesis objetiva. Al lograr este trabajo, Mahfuz nos entrega una mirada imparcial -aunque esté plagada de las subjetividades de cada personaje, y es ahí donde radica su grandeza, donde logra escindir la pluma escritora de la voz narradora, proceso que tantas veces parece uno mismo – para estimularnos a crear una opinión propia a partir de los testimonios que pone ante nuestra mirada. Creo que con esta estructura, Mahfuz intenta invitarnos a conocer todas las caras de la cuestión antes de embarcarnos en una opinión personal en algo tan complejo como siempre lo han sido religión y política, desde la antigüedad hasta nuestra contemporaneidad.