2014, \"Grafitos sobre un shekel del Tesoro de Mogente\", Homenaje a Ricardo Olmos. Per speculum in aenigmate. Miradas sobre la Antigüedad, Madrid (Anejos de Erytheia), 285-92.

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Descripción

Grafitos sobre un shekel del Tesoro de Mogente Ma Paz García-Bellido (CSIC) Javier de Hoz (UCM)

La pieza que vamos a estudiar aquí en homenaje a Ricardo Olmos nos es conocida desde 1909, año en el que la moneda se halló formando parte del célebre Tesoro de Mogente, cuyo conjunto tiene ya una larga historia de estudio en la investigación arqueológica1. Se trata de un shekel de plata hispanocartaginés y acuñado posiblemente entre el año 211 y el 206 a.C. Desgraciadamente muy pocas veces podemos trabajar con piezas tan bien fechadas. La excepcionalidad de la moneda es que posee un claro grafito de seis signos en escritura, posiblemente ibérica, delante de la faz del anverso y otro signo en el reverso. Estos grafitos han pasado desapercibidos porque ni se describieron en la edición de la pieza, ni en las posteriores publicaciones, aunque uno de nosotros ya habíamos advertido de su existencia (Fig. 1)2. Lo que queda del Tesoro se encuentra depositado en su mayoría en el IVDJ, otras varias piezas en el British Museum y la única extrapeninsular, una dracma de Gelón II, en el Museo de Albacete3. Desconocemos el lugar exacto del hallazgo del Tesoro Mogente, aunque desde luego en el partido de Garamoixent pero sin conexión alguna con el yacimiento de La Bastida, pero sí podría relacionarse con los poblados a la vera de la vía y anexos a la necrópolis del Corral de Saus. El tesoro estaba compuesto solamente por monedas, lo que en estas fechas es anómalo pues la plata troceada (Hacksilber) suele acompañar este tipo de atesoramientos en los que las monedas aparecen como el elemento innovador en la capitalización del dinero y en los intercambios comerciales. La moneda se había integrado entre la población de la zona como medio de intercambio hacía solo unas décadas, entre la masiva acuñación de los Barca en la Península a partir del año 237 en que ponen pié en la Península y la posterior entrada de las tropas romanas en el 218 en Ampurias. Es decir, era un elemento nuevo que solía compartir con la plata troceada –el elemento viejo– la capitalización de la riqueza. Insisto en ello, porque el hecho de que el tesoro sólo contenga moneda me hace sospechar que estamos ante una bolsa de militar como atestigua la dracma de Gelón venida posiblemente con la tropa; y no digo que el depósito sea de soldado porque la cuantía atesorada es alta. De las 149 monedas que constituían el tesoro conocemos hoy sólo 50. La muestra es pequeña pero gracias a la descripción de Gestoso podemos asegurar que contamos con ejemplares de cada tipo y contabilizar el número de piezas que había en cada uno. Predominan claramente las piezas hispano-cartaginesas y son éstas las únicas que constituyen los altos valores –trishekel, dishekel, shekel y medio, y shekel– acompañadas de las dracmas ampuritanas y sus divisores, y de sus imitaciones ibéricas. 1 Publicado someramente al año siguiente por Luis Gestoso 1910, 460. 2 García-Bellido 1990, 28, nº 4 (17), lám- 2,17(4) donde se advertía ya del grafito. En la publicación posterior de Ruiz Trapero 2007 se silencia su existencia. 3 García-Bellido 1990, 44.

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Además hay un ejemplar de la ceca de Siracusa, otro de Ebusus, un divisor púnico-levantino con signo de Tanit posiblemente acuñado en Ilici y el excepcional medio victoriato romano acuñado en Hispania4. Es una composición habitual en los tesoros de la II guerra púnica que muestra lo variopinto de la moneda que estaba en circulación en las zonas contendientes, la preponderancia de la moneda hispano-cartaginesa y la escasez de moneda romana. Es curioso que contenga muchos divisores de plata, pues lo normal es ir cambiando éstos por grandes valores que son los que se atesoran. Ello quiere decir que el conjunto no es un testimonio de capitalización estable de dinero, sino más bien un tesoro en formación, en el que se van añadiendo los divisores circulantes en la zona, territorio ibérico en este caso, y de ello es muestra la espléndida conservación de las monedas pequeñas y la composición mezclada de moneda ampuritana abundante y moneda hispano-cartaginesa. Podemos suponer que el tesoro se ha formado en la misma zona ibérica levantina. Respecto a la cronología, la presencia del medio victoriato romano, un valor desconocido en el sistema monetario romano y sin embargo del mismo peso de un cuarto de shekel cartaginés, más la excepcional iconografía de la pieza, me llevaron a suponer que la acuñación se hizo en Carthagonova con flanes cartagineses e inmediatamente tras la conquista de la plaza por Escipión en el 209. Tendríamos pues una fecha para el atesoramiento inmediatamente posterior a esa fecha y desde luego anterior al 206 en que los cartagineses abandonan Hispania y los romanos comienzan a desmonetizar el numerario púnico.

El shekel con grafitos No entraré en la descripción de las monedas del Tesoro de Mogente ya hecha en otro lugar, pero sí en la pieza que soporta los grafitos5.

Fig. 1. Shekel del tesoro de Mogente con retrato de Magón Barca.

Fig. 1. Shekel de plata de 5’90 g con eje de cuños a 12. Conservado en el Instituto Valencia de Don Juan (VIII-4-1). Rfas: MCH, nº162, 2, García Bellido 1990, 28, nº 4 (17); DCyP, 164, nº 72. Anverso: Cabeza masculina juvenil desnuda a izquierda. Cabello rizoso y facciones marcadas (Magón?). Delante un grafito de seis o siete caracteres ibéricos. Reverso: Caballo parado a derecha, delante del caballo un signo grafitado, detrás, palmera.

4 García-Bellido 1985, 65-72. 5 García-Bellido 1990, 27-45.

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A

B

C

Fig. 2a. Shekel hispano-cartaginés con retrato de Aníbal Barca; 2b. igual con retrato de Asdrúbal Barca; 2c. igual con retrato de Magón Barca. IVDJ

La cabeza del anverso parece ser un retrato a juzgar por su individualidad y diferenciación respecto a los otros dos modelos de la misma emisión de igual iconografía (Fig. 2), uno de ellos posiblemente Aníbal, según propusieron Robinson y Beltrán, el segundo según creo Asdrúbal y el tercero, el nuestro, Magón.6 Tres monedas iguales, con un mismo reverso de caballo parado y palmera como emblema cartaginés pero con una clara diferenciación de los rasgos faciales, tres retratos de una misma familia, los Barca. Estas “galerías de retratos” surgen de auténticos programas figurativos que tienen gran éxito en el mundo helenístico y que vemos representados en las monedas dinásticas de los Ptolomeos y los Seléucidas, por ejemplo. No es la numismática para Ricardo Olmos una de las especialidades a las que más tiempo ha dedicado pero hemos de reconocer que sus trabajos han sido esenciales en la interpretación de algunas de las iconografías monetales. En este caso es especialmente valiosa la lectura que hizo en 1995 sobre las cabezas-retratos de la moneda ibérica en relación con los héroes fundadores, sacando del anonimato esas 6 En la serie de monedas de la fig. 2, la nº 1 interpretada por Robinson como Aníbal y la nº 2 como un retrato de Escipión tras la toma de Carthagonova. La lectura como retrato de Escipión fue desestimada en general por lo inadecuado del soporte cartaginés para un retrato del general romano. Sin embargo han sido propuestas como retratos de Aníbal, Asdrúbal y Magón en García-Bellido 2014, 177-207, fig. p.195, c.

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cabezas descritas por los numísmatas como «cabeza masculina diademada a la derecha», sin que nadie se hubiera atrevido a estudiar en profundidad el tipo iconográfico, modelo que por las variantes distinguen unos «retratos» de magistrados, de otros de fundadores o de padres de la patria o, sobre todo, de divinidades. “Pues los caudillos helenísticos solían asumir como modelo que les enraizara en la historia la imagen de un héroe o de un dios… En el pensamiento helenístico esta indistinción y ambigüedad son el fundamento de las epifanías de los príncipes y monarcas que en la vida se muestran a los hombres como evergetas, como héroes salvadores y prontos a escuchar –epékooi– lo que seguramente formó parte programática de la política de Aníbal y de los bárcidas en Iberia”7.

Los grafitos

Fig. 3a. Grafito ibérico de seis signos; Fig. 3b. signo esgrafiado delante del caballo. Detalles de fig. 1.

Fig. 4. Calco de los grafitos de fig. 3.

7 Olmos 1995, 47.

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En el anverso, delante de la cabeza masculina, arrancando al parecer frente a su cabellera y adaptándose a la circunferencia de la moneda hasta terminar sobre el cuello de la figura, se grabó un grafito muy difícil de leer en algunos puntos pero que parece que se ha conservado completo. Es quizá hasta la fecha el único ejemplo de grafito paleohispánico sobre moneda de cierta longitud, mientras que para el signo aislado del reverso, existe como veremos, algún paralelo. Los signos, grabados con líneas rectas y firmes, excluyen por sus formas las escrituras latina, griega y púnica8, aunque, al margen de su carácter dextrógiro y su aspecto paleohispánico, plantean algunos problemas de identificación. En esas fechas y en la zona es de esperar escritura ibérica levantina, aunque no sería imposible una pervivencia de la meridional que había sido anteriormente dominante. De hecho el último signo (Figs. 3 y 4) a primera vista podría ser una meridional, pero el signo o signos 2/3 excluye totalmente esta escritura y, como veremos, una inspección atenta muestra que se trata en efecto de un signo levantino, con lo que se confirma que ésta es la escritura del grafito. El signo 1 es del tipo a19. Sin ser la forma más habitual cuenta con buenos paralelos y no plantea dudas. Los que consideramos signos 2 y 3 son mucho más problemáticos. En primer lugar están muy próximos entre sí y bien diferenciados de 1 y 4, por lo que a primera vista uno tiende a leerlos como un solo signo. De hecho, si llegaran a entrar en contacto entre sí, coincidirían con e1, pero se trata de un signo extraordinariamente raro, atestiguado sólo una vez en MLH C.1.10, y debe ser considerado como la última alternativa posible que, además, nos proporcionaría una lectura aenkaś prácticamente sin paralelos utilizables10. Si los consideramos dos signos tenemos un caso claro de ba1 y aparentemente s2 angular. Esta última lectura resulta imposible ante seguida de otra consonante y debe ser desechada. Aun sin paralelos exactos debemos pensar entonces en 11, del que existen variantes posiblemente asimilables (ki1) si tenemos en cuenta las dificultades que el tamaño y la forma de la moneda implicaban para el grabador. En todo caso es una lectura problemática que hace igualmente problemática la comprensión de todo el grafito. El signo 4 es claramente n2. Al igual que el 1, no plantea problemas ya que no parece que exista el menor rastro de un trazo interior que nos podría llevar a leer . El signo 5 es ambiguo. En la escritura levantina puede ser o y sólo la presencia en el mismo texto de otro signo que inequívocamente corresponda a uno de esos dos valores permite decidir con seguridad. Aquí sin embargo parece excluido porque se encuentra entre dos consonantes, lo que daría lugar a un grupo impronunciable. Consideramos por lo tanto que se trata de ka6. El último signo plantea problemas de lectura porque el primer trazo vertical se prolonga en exceso hacia el interior de la moneda, lo que hace que, como hemos dicho, a primera vista tengamos meridional, y el tercero y el cuarto son más superficiales y se adaptan al círculo monetal, de forma que el resultado es una variante muy asimétrica de ś2, pero en todo caso una variante reconocible. 8 Aisladamente algún signo podría ser interpretado como neopúnico, por ejemplo el 5 como , pero, dado el esquematismo de esa escritura, esto ocurre siempre. 9 Las referencias del tipo a1 reenvían a la tabla de signos de MLH III.1, 246-247, y de Hoz 2011, 743-744. 10 Sólo puedo citar AENIBELI (dat.), nombre personal de una inscripción latina de Játiva (CIL II, 3621; Hispania Epigraphica online nº 9692; cf. MLH III.1, § 7.4; Rodríguez Ramos 2002, 253), cuyo segundo elemento es claramente ibérico pero no así el primero. 11 Un posible paralelo podría estar en una de las caras de la inscripción celtibérica doble MLH IV, K.0.3, pero se trata de una lectura discutida.

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La lectura del grafito parece ser por lo tanto abakinkaś. En principio se trata de una forma que carece de paralelos en el corpus ibérico, pero si tenemos en cuenta la ocasional pérdida de vibrante ante consonante12 podríamos estar ante el frecuente elemento antroponímico abaŕ13, lo que nos llevaría a un nombre personal con la estructura bimembre típicamente ibérica *abaŕ-kinkaś14. Es cierto que no existen testimonios del segundo elemento15, pero no es raro que aparezcan nuevos elementos onomásticos ibéricos. Por supuesto se trata de una lectura en buena medida conjetural, dadas las dificultades de lectura concentradas en los signos 2, 3 y 5, y de una interpretación onomástica aún más conjetural si cabe16. Sin embargo si nos planteamos las posibles funciones del grafito a juzgar por otros casos conocidos en la epigrafía del mundo mediterráneo, la hipótesis del nombre personal es razonable. No hay ningún indicio de que nos encontremos ante una dedicatoria votiva que, junto con los nombres personales aunque mucho más raramente, es el tipo de inscripción comprensible que encontramos en grafitos monetales17, así que por exclusión se impone la última alternativa que coincide además con lo que parece la lectura menos implausible de nuestro grafito. En el reverso del shekel, también con trazo muy firme y recto excepto en lo que debió ser su rasgo inicial, tenemos delante del caballo un signo que arranca de la parte superior de sus patas y se prolonga en oblicuo hasta cortar la gráfila a la altura de la parte inferior del cuello del animal. Esa prolongación hasta la gráfila, donde parece que inició el grabador su trazo, explica que en el reborde que ésta forma se produjese un quiebro y lo que debía haber sido una única línea zigzaguee ligeramente. Si tenemos esto en cuenta nada se opone, aunque por supuesto es indemostrable, a que la misma mano haya trazado el grafito del anverso y la marca del reverso. En ese caso esperaríamos una letra ibérica y efectivamente puede ser así. La alternativa más improbable es un nuevo caso de ś2, todavía más alargada y deformada que en el caso anterior, pero en éste no hay ningún motivo para esa deformación ya que el espacio ante el caballo es ampliamente suficiente para un signo normal. Parece más probable por lo tanto que estemos ante una s3 trazada oblicuamente. Claro está que tratándose de un signo aislado no se puede excluir otra escritura o una mera marca anepígrafa. Una abreviatura o una marca anepígrafa es el tipo más corriente de grafito monetal. Así, por ejemplo, las letras sueltas, una en el anverso y otra en el reverso, que se pueden ver en una pieza de śekobirikes de la Real Academia de la Historia18; es curioso que en nuestro caso la moneda sea un shekel y la alternativa más probable de lectura que tenemos sea y en segundo lugar , pero probablemente se trata de una mera casualidad.

12 Quintanilla 1998, 233; Ballester 2001, 296; Rodríguez Ramos 2004, 219; de Hoz 2011, 348. 13 MLH III.1, § 7.1; Rodríguez Ramos 2002, 253. 14 Para aba(ŕ)- ante consonante v. MLH III.2, C.12.1. Tratándose de una acuñación bárquida es inevitable pensar en a-bark-, es decir en una transcripción del artículo púnico y el nombre de familia, pero éste parece un camino excesivamente especulativo. 15 El más próximo es kine: MLH III.1, § 7.75; Rodríguez Ramos 2002, 264. 16 En un plano muy especulativo podríamos preguntarnos si, dado que se trata probablemente del tesoro de un militar y por lo tanto no está excluido un mercenario celtíbero, no podría ser una inscripción en esa lengua, pero esta alternativa, histórica y geográficamente mucho menos probable, no resuelve los problemas paleográficos y no aporta paralelos útiles. 17 Sobre los grafitos monetales, trabajos clásicos de Friedländer 1876 y Lenormant 1874-1877; una visión general moderna en Elayi y Lemaire, 1998, 11-12 y 18-37; brevemente en Savio y Struffolini 2005, 59-62. Kraay 1976, 16-17 representa una notable excepción frente al olvido en que los grafitos sobre monedas suelen quedar en las obras generales sobre numismática o epigrafía; breves indicaciones pueden verse en Alföldy 1978, I, 37-38 y Gobl 1978, 1, 254. 18 Ripollés y Abascal 2002, nº 1743, pero no se han señalado grafitos hasta ahora en otras colecciones paleohispánicas significativas.

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La presencia de dos o más grafitos en una misma moneda, incluso en la misma cara, no es rara. Los signos anepígrafos o las abreviaturas incomprensibles son usuales y, como ya hemos dicho, en el caso de inscripciones legibles lo más corriente son los nombres de persona. Normalmente los grafitos aparecen en piezas de un valor considerable, habitualmente en plata. En estos aspectos nuestros grafitos encajan con lo usual en el mundo antiguo, que no ha dejado de serlo puesto que anotaciones del mismo tipo pueden encontrarse incluso en billetes modernos. Lo que ya no resulta tan normal es la procedencia y la escritura del grafito, ya que la mayoría de las piezas estudiadas proceden del oriente mediterráneo y son epígrafes griegos o semíticos. Esto sin embargo no puede considerarse, sin más, como un dato histórico dado que se trata de un tipo de epígrafe insuficientemente estudiado, con la excepción de los grafitos semíticos occidentales publicados por J. Elayi y A. Lemaire19 y algunos trabajos de G. Manganaro sobre Sicilia, y es posible que nuestra imagen de la situación esté distorsionada. Otro problema distinto es el de las razones que tendría el grabador para esgrafiar su nombre en una moneda y quizá también el signo del reverso, razones que resultan siempre enigmáticas en los diversos casos en que se han identificado sin duda nombres personales inscritos en una moneda y para las que se han dado explicaciones especulativas, verosímiles a veces pero indemostrables. En nuestro caso el problema más interesante, que por desgracia no podemos resolver, es el de si la inscripción existía ya antes del atesoramiento o de alguna forma está relacionada con él. No es raro que aparezcan grafitos en tesoros, a veces repetidos, pero al tratarse en otros casos de nombres diferentes, como los numerosos del tesoro de Meydancikkale20, no se pueden relacionar con el autor del ocultamiento. Si en nuestro caso se tratase del nombre de quien reunió y ocultó el tesoro éste sería un indígena de la zona, lo que resulta razonable dada la fecha que podemos atribuir a aquél y las circunstancias históricas del momento, pero esto no puede pasar de ser mera posibilidad.

Addendum La lectura arriba defendida implica que la forma del signo es muy anómala. Leyéndolo como , que es su valor normal, podríamos proponer otro nombre propio ibérico quizá más esperable. El signo que hemos leído como se diferencia de sólo por un pequeño rasgo añadido en el ángulo superior que en algunas ocasiones falta por descuido (p.e. MLH IV K.0.6); si suponemos que esto es lo ocurrido en nuestro grafito tendríamos una lectura abasikaś, es decir de nuevo un nombre propio formado por dos elementos, en este caso ambos comunes, abaŕ que ya hemos comentado y sike/ai21. Una propuesta muy atrevida pero no imposible sería «sh(ekel) de Abarsike».

19 Elayi y Lemaire, 1998. 20 Davesne y Le Rider 1989. 21 MLH III.1 § 7.102; Rodríguez Ramos 2002, 267.

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