\"Ya se van los pastores...\" La trashumancia soriana

October 9, 2017 | Autor: Luis Castro Berrojo | Categoría: Ethnography
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Descripción

“YA SE VAN LOS PASTORES...”

(Un vistazo a la trashumancia soriana)

Exponemos en esta charla el trabajo realizado por un grupo de alumnas y de profesores del Instituto de Bachillerato “Castilla” de Soria a finales de los años setenta del siglo pasado. (El centro era aún exclusivamente femenino, reliquia de un viejo decreto franquista que abolió la coeducación.) Se trataba de convivir con los pastores trashumantes y sus rebaños de ovejas merinas en los periodos de desplazamiento desde los invernaderos a los agostaderos, con el fin de estudiar las circunstancias de todo tipo que rodean a esta práctica secular. A comienzos del otoño, el grupo acompañó a los pastores y rebaños desde Oncala (al norte de la provincia de Soria) hasta el valle de la Alcudia (sur de Ciudad Real) por la llamada cañada real soriana oriental, haciendo parte del camino a pie con ellos. El reportaje parte de las conversaciones entre unos y otros, así como de las fotografías tomadas sobre la marcha. Esta práctica de siglos ya entonces estaba en decadencia debido a la competencia de las lanas extranjeras (de ganado ovino probablemente descendiente de las merinas castellanas), así que los profesores y las estudiantes que participaron en esta experiencia eran muy conscientes del gran interés en su trabajo. Durante varios días recorrieron a pie las vías pecuarias desde Oncala hasta Soria; luego el viaje hasta Ciudad Real se hizo en un tren ganadero contratado al efecto y desde esta capital hasta el valle de la Alcudia el camino se hizo andando de nuevo. En otra

épocas, cuando todo el trayecto se hacía a pie, el viaje solía durar varias semanas. Al comenzar el verano siguiente, el grupo de escolares bajó hasta el valle de la Alcudia para hacer el camino de regreso acompañando a los pastores hasta los invernaderos de la sierra de Oncala. Todo ello dio lugar a un reportaje fotográfico de fines didácticos, que, por desgracia, careció de la difusión que merecía. El grupo iba coordinado por los hermanos José Ignacio y Pedro Latorre Macarrón, profesores del Instituto “Castilla”, de quienes partió la iniciativa. La Diputación provincial de Soria subvencionó la actividad. He utilizado muchas veces estos materiales, que tienen un carácter más bien divulgativo, para mis clases de Geografía e Historia en institutos de secundaria. Agradezco a Silvano Andrés, otro de los profesores que participó en la expedición, que me los proporcionara. (N.b.: van subrayadas las palabras características de los pastores sorianos)

El punto de partida es la sierra de Oncala, en las Tierras Altas de Soria, ya lindantes con La Rioja. Es una zona que desde siglos atrás ha vivido casi exclusivamente de la ganadería, pues los suelos son pobres y el clima extremado, con un paisaje montañoso (el pueblo de Oncala está a unos 1.300 ms. de altitud) y sin apenas vegetación, debido a siglos de pastoreo intensivo. De aquí parte uno de los ramales de una de las tres cañadas españolas más importantes: la soriana. En estos puertos de montaña de las sierras de Burgos y Soria eran también muy frecuentes los arrieros y carreteros, los transportistas de la época. En estas zonas remotas, cuando llega el otoño empieza a hacer frío y el pasto escasea. El ganado tiende espontáneamente a desplazarse hacia el sur en busca de

pastos. Su dinámica estacional pendular obedece a pautas completamente naturales, ya que los animales herbívoros se desplazan siempre buscando pastos frescos, muy condicionados por la evolución del tiempo atmosférico. Los pastores se dirigen entonces a los invernaderos, zonas más bajas y cálidas donde pasarán desde septiembre/octubre hasta mayo/junio. A comienzos de verano hacen el viaje de regreso hacia los agostaderos o zonas de pastos veraniegos.

Las vías pecuarias atraviesan a veces carreteras o calles urbanas y entonces se interrumpe el tránsito rodado. Siguen conservando el secular derecho de paso y la gente de Soria está acostumbrada al paso de los rebaños. Cada vez hace más frío, puede llover o nevar. Los pastores deben ir preparados para la intemperie prolongada. Las acémilas (caballos, mulos, burros) son imprescindibles para el transporte. Un pastor saca el rebaño. Seguramente va contando las cabezas. El animal va marcado con una señal (veremos alguna) que indica a su propietario. Generalmente se juntan

los rebaños de varios propietarios para hacer la trashumancia, cuyos gastos resultan así mejor compartidos. De ahí viene probablemente la palabra “mesta” (mezcla o unión de varios rebaños para gestionar sus intereses en común); pero hoy día a eso se le llama “ir en sociedad”. Resultan al final rebaños de varios miles de cabezas, en los que puede haber, además de ovejas, cabras y otros tipos de ganado. Aunque desde principios del s. XIX no existe la Mesta –abolida por los liberales– continúa la costumbre de la asociación de pastores para la trashumancia.

Un tren ganadero recibe al rebaño y lo traslada desde Soria a Ciudad Real en vagones especiales. En cada uno van varios pisos a donde acceden las ovejas mediante rampas. Si miramos un mapa esquemático con las cañadas o vías pecuarias, observamos que los puntos de origen de la trashumancia son las zonas montañosas de la meseta norte y el destino las dehesas y pastizales del sur de la Mancha, Extremadura y Andalucía. En esta mapa solo aparecen las más importantes. Por Salamanca pasaba la denominada “vía de la Plata”. Aunque no figuran en este mapa

esquemático, también Aragón poseía sus propias vías pecuarias.

Toda España está (estaba) recorrida por vías pecuarias, que tienen en total 125.000 kms. lineales (en comparación, el trazado ferroviario abarca solo 15.000 kms ). Según su anchura reciben distintos nombres: cañada, vereda, cordel y colada. La cañada tenía una anchura de 90 varas –unos 70 metros–, la vereda era la mitad y menos aún el cordel y la colada. El principal privilegio que le otorgó Alfonso X cuando creó el Honrado concejo de la Mesta en 1273 era el derecho de paso de los rebaños, libre de peajes (montazgo, portazgo), así como el derecho de uso de descansaderos y abrevaderos donde el ganado pudiera pernoctar, beber y pastar en los lugares por donde pasa.

Las idas y venidas de los ganados solían crear problemas con los campesinos de esos lugares de paso y daba lugar a pleitos que se dirimían en tribunales especiales que solían fallar a favor de los ganaderos. Hay que tener en cuenta que los propietarios de los rebaños, en el Antiguo Régimen, eran generalmente los nobles y los grandes conventos, así como las Órdenes Militares eran las propietarias de las zonas de pasto en el sur (en este caso, las órdenes de Alcántara y de Calatrava). La corona recibía tributos por cada cabeza –el “servicio y montazgo”– a su paso por determinados puntos del Sistema Central. Por otro lado, la exportación de la lana a Europa por los puertos cantábricos enriqueció a la burguesía de algunas ciudades castellanas (Burgos, sobre todo). Quiere decirse que la trashumancia generaba fuertes intereses en los estamentos más poderosos de la sociedad feudal, que protegían la ganadería trashumante a veces en detrimento de los intereses de los agricultores. (También se ha argumentado que el fomento de la exportación de lana

en gran escala impidió el pleno desarrollo de una industria textil autóctona y el desarrollo de una burguesía de negocios propia. Así ocurría que Castilla importaba paños extranjeros, ya que los gremios de tejedores castellanos eran incapaces de satisfacer la demanda interna). Como los rebaños podían ser de varios miles de cabezas, las cuadrillas de pastores, o zagales, eran dirigidas por un Mayoral o rabadán, que solía ir armado y a caballo. Las vías pecuarias atraviesan los campos, bosques, ríos… y también ciudades. La Castellana de Madrid sigue siendo una cañada real y los rebaños hacen uso de ese derecho en algunas ocasiones.

Las ovejas, que son animales muy gregarios, van muy juntas; si alguna se despista y se aparta es porque está enferma o “modorra” (con algún tumor cerebral). Los perros

“careas” ayudan a vigilarlas y que se mantengan en el rebaño. Son perros pequeños que no paran de correr de un lado a otro. Se cree que la oveja merina fue introducida en España por bereberes norteafricanos en el siglo XIII. Su pastoreo se benefició de la disponibilidad de grandes espacios reconquistados después de la batalla de Las Navas (1212) en la mitad sur de la Península. La actividad se desarrolló mucho, de modo que la cabaña merina tenía más de tres millones de cabezas en tiempos de los Reyes Católicos. En el siglo XVII esta oveja se difundió por Europa. Hoy las grandes cabañas de Argentina, Australia y Nueva Zelanda son descendientes de ella. Estos países ahora hacen la competencia a las lanas españolas. Vemos en la imagen siguiente el paisaje de La Mancha. Cambia mucho respecto del de las tierras altas: hay olivos, vides, prados verdes… Estos últimos son los invernaderos que busca el rebaño.

Durante los días o semanas del trayecto los pastores tendrán que hacer noche por donde pasan. A veces, las menos, pueden pernoctar en alguna venta. Estas alojaban a los pastores y tenían corrales con pesebres. Seguramente las ventas de La Mancha que aparecen en El Quijote debieron de acoger en algún momento a estos rebaños de paso. Más veces usaban los chozos o tombos: pequeñas construcciones en pleno campo. Aquí podemos ver uno. (Al fondo se divisan dos Land Rover que utilizó el grupo del Instituto “Castilla” para su desplazamiento.)

Para el rebaño, en ocasiones se encuentran de paso majadas (construcciones cerradas), pero, si no las hay, es frecuente tener que montar en pleno campo el redil. Como vemos, se trata de un recinto cerrado con unas redes que se fijan a unas estacas clavadas en el suelo. Si se teme que en la zona pueda haber animales depredadores, se monta un resalto exterior (perímetro de cuerda más alto que el del redil para impedir el salto de los depredadores).

Pero el principal factor de seguridad del rebaño y de los pastores es el mastín, perro fuerte que les defiende de todo tipo de enemigos. Este animal suele llevar una carlanca (collar con púas de hierro) para protegerle el cuello si tiene que vérselas con lobos u otros animales semejantes. Para que el mastín se identifique con el rebaño, los pastores suelen poner sus crías a mamar con las ovejas. Hay que distinguir el papel de estos perros, que son tranquilos y parsimoniosos si no tienen a un enemigo a la vista, del de los careas, ya mencionados, que se encargan de corretear de aquí para allá con el fin de que el rebaño no se disperse.

Las ovejas “paridas” son las que paren durante el camino, como su nombre indica. Los pastores ponen las crías en las alforjas para transportarlas con una pata fuera con el fin de que no se asfixien. Un problema que puede surgir es que la madre no quiera criar al corderillo y en ese caso se intenta que otra oveja lo atienda. Las acémilas llevan el “hato” o alforjas con los útiles y aperos necesarios; ahí mismo pueden ir los corderos recién nacidos hasta que son capaces de andar. También puede enfermar el ganado en el camino. El pastor puede hacer frente a esa eventualidad. Es posible que conozca las enfermedades más comunes y sus remedios. Puede que lleve en el morral el libro de Manuel del Río, publicado en 1824, donde, entre otras cosas, se dan consejos y remedios para cuidar a las ovejas.

El de los pastores es un trabajo difícil y duro. Deben pasar largas temporadas a la intemperie, recorrer largas distancias y hacer frente a imprevistos que pueden surgir en el trayecto. Se puede hablar de una cultura y una artesanía pastoril. No nos referimos, claro es, a la literatura bucólica o pastoril, que, desde Virgilio en adelante tuvo mucho predicamento entre las clases altas urbanas. Aunque, sin duda, el pastor pasa mucho tiempo solo y puede llenar sus horas con la lectura. Que Soria haya sido una de las provincias con menor tasa de analfabetismo en España se suele relacionar con el carácter pastoril de su economía. Entre los objetos de la artesanía pastoril podemos ver las colodras (cuernos de vacuno vaciados y adornados que sirven como vaso o recipiente para sal, especias, etc); las arquetas de madera o corcho, adornadas con filigranas; las cucharas o paletos; las cachabas, etc. Hay también instrumentos musicales pastoriles, como los chiflos o el ravel.

También hay una gastronomía característica. Platos típicos son las migas, hechas siempre con pan de hogaza y aderezos varios (chorizo, torreznos, uvas, granada), y la caldereta para las grandes ocasiones, pues hacerla bien lleva toda una mañana. La caldereta de la zona de pinares soriana se hace muy caldosa, de modo que primero se come la carne y luego el caldo con sopas de pan. En las alforjas también habrá leche, queso, embutidos y cecinas, ajos y especias. Y vino que no falte, en botas. Las trébedes se montan sobre el suelo para luego colgar de ella la caldereta.

Podemos ver en la siguiente imagen la lana, ya limpia. Esta tiene excelente calidad por su finura y resistencia. Las ovejas son esquiladas en el viaje al agostadero, a principios del verano. Luego hay que lavarla, operación en la que puede perder hasta la mitad de su peso, y empaquetarla. Hasta no hace muchas décadas, muchas ciudades y pueblos grandes de Castilla tenían sus lavaderos de lana, generalmente a la orilla del río. Como hemos señalado, en la baja Edad media el comercio exterior de la lana estaba centralizado en Burgos, ciudad que se enriqueció por ello. La burguesía local pudo así financiar las mansiones, la catedral y demás edificios góticos que adornan esta urbe. Pero en el siglo XVI la actividad lanera perdió importancia debido a los problemas internacionales de Carlos V y Felipe II y a la “revolución de los precios”, que dificultaron o impidieron la proyección exterior de las lanas castellanas. La comercialización de la lana en Europa se hacía desde los Países Bajos y en ella intervenían banqueros y empresarios flamencos.

Mientras los pastores están muchos meses fuera con los rebaños en los pueblos solo quedan los viejos y los niños. Eso condiciona mucho las costumbres y los ciclos vitales de estos pueblos.

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