XIV Bienal de Arquitectura de Venecia. ¿Fundamentos para una nueva modernidad o para asentar una tradición?

September 20, 2017 | Autor: Pedro Medina | Categoría: Architecture, Architectural Theory
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Descripción

XIV Bienal de Arquitectura de Venecia. ¿Fundamentos para una nueva modernidad o para asentar una tradición?
Pedro Medina

Todos los momentos de crisis han sido momentos de reflexión y creación, en el caso de la arquitectura, siempre con gran fuerza; como demuestran épocas tremendamente fértiles como fue el período de Entreguerras, donde surgió el Movimiento Moderno en arquitectura, una de las piedras de toque de esta Bienal.
Al hilo de este leitmotiv, podríamos recordar las palabras de Mies van der Rohe en Arquitectura y modernidad: «La arquitectura es la voluntad de una época traducida al espacio… En ninguna edad ha sido de otro modo». ¿Cuál es la voluntad de nuestra época entonces? ¿La Bienal de Venecia puede medir nuestro tiempo y rastrear las tendencias que lo moldearán?
Será por la angustia y depresión en la que la crisis inmobiliaria ha sumido a gran parte de los arquitectos, al menos de forma dramática en lo países mediterráneos, será por la crisis económica occidental o por la crisis ideológica mundial, pero la realidad es que muchos han buscado en esta bienal la reflexión que plantee las premisas de una nueva forma de hacer, de construir el mundo, máximo cuando uno de los grandes apóstoles de la teoría se ponía al frente del lugar de encuentro por antonomasia que es la bienal veneciana.
Esta expectación venía acrecentada por la revolución que planteó el director de la Bienal, Rem Koolhaas, por duración y formato –ahora como en la bienal de arte, inaugurando casi tres meses antes, con lo que esto implica de esfuerzo para los países y colectivos participantes– y por el tema y estructura planteados en Fundamentals. En efecto, cabe destacar varias secciones y dinámicas:
- Elements of Architecture: en el Pabellón Central de los Giardini se muestra una investigación de dos años dedicada a pensar los elementos fundamentos utilizados por los arquitectos en edificios de cualquier época: desde el techo a las escaleras, abordando 15 elementos y sus historias.
- Monditalia en el Arsenale era de inicio una sección plena de curiosidad y no menos perplejidad, al incorporar las otras bienales venecianas: danza, música, teatro, cine, aunque no arte, en la que Koolhaas también estuvo presente, cuando lo incluyó Rosa Martínez hace 9 años. Prometía, por tanto, un diálogo entre disciplinas puramente performativas y la, no necesariamente pero sí naturalmente, estática arquitectura.
- Absorbing Modernity 1914-2014: si bien en años pasados algunos pabellones nacionales buscaban –de forma minoritaria– estar en sintonía con el tema central (con frecuencia muy vago y abstracto), por primera vez ha habido una invitación formal desde la dirección general a responder a un tema concreto: crear un relato sobre los momentos claves de lo que podemos entender por "modernidad" en arquitectura desde el punto de vista de cada nación. Esta propuesta se podría interpretar como una asunción teórica realmente interesante: en un mundo en el que ya no hay grandes relatos, construir uno desde la suma de diversas miradas para contemplar los fragmentos (y la variedad) de una visión quizás unitaria.
- Varios programas: Biennale Sessions para universidades o Meetings on Architecture, bastante desapercibidos para el gran público, aunque encuentros siempre necesarios.
- El desembarco de su equipo en OMA (Office Metropolitan Architecture) y el del grupo de investigación AMO, de la Universidad de Diseño de Harvard, donde los estudiantes habían iniciado un estudio sobre partes fundamentales del construir. Esta colaboración, junto con la aparición de talentos jóvenes italianos, parecía contribuir a una bienal con aire fresco e investigación.
- Unas publicaciones realizadas por Irma Boom: catálogo oficial, su versión reducida y unos cuadernos (solamente en inglés) dedicados a cada uno de los Elements of Architecture.
Estos eran lo puntos de partida que habían generado no poca ilusión, principalmente ante la iluminación de un Koolhaas que invitaba a un verdadero laboratorio de reflexión. Veamos en qué han quedado tan altas expectativas.

El primer dato significativo, y también el más comentado, es la apuesta por una bienal en la que no se ha sucumbido a los archistars –Chipperfield también lo sugirió, pero cayó de nuevo en esta costumbre–, convirtiéndose Koolhaas en un antistar, que, viendo reacciones como la de Eisenman, parece que ha puesto nerviosas a muchas figuras, como si declarase el final de un período. En realidad, esta posición clara y valiente es coherente con su trayectoria, desde que acusó a los arquitectos de sufrir delirio de omnipotencia o ácida frustración. Sin embargo, todos estos protagonistas de las últimas décadas no están muertos, aunque la arquitectura espectáculo parezca retirarse de Europa, siguen construyendo de Dubai a China, entre otros muchos lugares; además, no es cierto que la Bienal esté exenta de estrellas, Koolhaas lo es.
Bien sea por desterrar los grandes nombres para hablar de arquitectura o para evitarse problemas con otros compañeros de profesión y sus egos, esta bienal finalmente destierra a la mayoría de las vacas sagradas, si bien ha aprovechado la ocasión para ciertos homenajes, contando con los archivos de Friedrich Mielke (93 años), autor de 28 libros dedicados a los escalones; o Tim Nugent y Claude Parent, que a sus 91 años lo saben todo sobre rampas.
Estos son los únicos nombres propios de Elements, aunque el Pabellón Central viene prologado por una pieza que servía de enlace entre el pabellón y la propuesta planteada a los pabellones nacionales: la Maison Dom-ino de Le Corbusier (ese armazón en cemento que fijó las reglas de la construcción moderna en 1914), aunque ahora reconstruida en madera, permaneciendo con un gran lazo rojo alrededor durante varios días de la vernissage esperando a que Koolhaas la inaugurara. En Delirious New York criticaba la ciudad para tres millones de habitantes de Le Corbusier como un proyecto que desvinculaba el contenido arquitectónico de la realidad social, destinando esa ciudad a ser un monstruo financiero. Quién sabe si un fondo parecido puede acabar condenando a muchos de los arquitectos que se creían fuera de esta dinámica.
Quizás por ese temor, Koolhaas rodea sus elementos de historias sociopolíticas, algunas hondas, como la del pasillo, y otras más irónicas, como la de la toilet; de hecho, esos momentos irónicos tan presentes en la crítica activada con anterioridad por Koolhaas y, sobre todo, en sus publicaciones, aquí aparecen, pero como pequeños gestos, en ningún caso como el espíritu central, pasando en muchos casos realmente desapercibidos para la mirada rápida común en las bienales.
Por tanto, cabe preguntarse ¿hay refundación teórica en esta propuesta que es la más cerrada y coherente narrativamente hablando? Estos Elementos resultan ser un mero formalismo que adolece de ese academicismo que pretende suspender el tiempo, terminando por ser un lujoso catálogo de formas y materiales, que tenía encantados a los arquitectos, pero de los que es difícil extraer una gran fuerza teórica o propositiva, que sería lo que necesitaría una etapa de refundación. Queda pues un muestrario de formas básicas para el gran mercado de la arquitectura, algo que sarcásticamente ha tratado el premiado pabellón de Rusia, Fair Enough, disparatada feria de la construcción con los vanguardistas rusos convertidos en marcas.
¿Y qué ocurre con la propuesta del Arsenale? Si bien el cine también es un elemento cardinal para ver arquitectura en la sala principal del Pabellón Central, en el Arsenale recorre las antiguas corderías como un espacio paralelo, más que verdadera instalación dialogante, tras la gran tela translúcida estampada con la Tabula Peutingriana de la Italia imperial del siglo V.
Esta presencia más que notable del cine, con 82 películas italianas, sirve para crear la experiencia de un legado italiano por medio del gran arte masivo del siglo XX, que se une a las otras artes performativas tratadas por la institución Bienal de Venecia, convirtiéndose esta exposición en una especie de metabienal, o más bien escaparate de la institución para reivindicar una identidad italiana.
Esto llama la atención, ya que son dos propuestas totalmente diferentes, no viéndose más continuidad que la idea de ser un "fundamento", una de la arquitectura y otra de la "italianidad"; si bien en esta segunda podíamos hallar varios momentos emocionantes, como las piezas de coreógrafos como Virgilio Sieni y más figuras que dejaban un buen sabor de boca, aunque no eliminaban cierta extrañeidad en el contexto de una bienal de arquitectura.
No obstante lo heterogéneo de las propuestas y la pérdida de protagonismo de la arquitectura, es aquí donde se vislumbran más proyectos cercanos a esa estética de lo real, volcada hacia una función social de creación, propia del Koolhaas que tanto ha fascinado en anteriores ocasiones, y donde cada proyecto era un laboratorio donde la modernidad era reafirmada como un material y donde la arquitectura aparecía como una nueva sensibilidad crítica, concibiéndose como un espacio de pensamiento que conduce a nuevas propuestas formales y sociales.
Entre las 41 microhistorias, Italia aparecía frente a sus momentos arquitectónicos actuales más embarazosos, como el derrumbe de Pompeya o las instalaciones de la isla de la Magdalena, los límites de su nación y la emigración, o los espacios de ocio. Ahí sí parece asomar esa voluntad social, aunque no va más allá de la mera exposición que, sin embargo, supone una mirada crítica, leve y poco profunda, pero al menos presente.
Entre estas historias, sobresalen proyectos sobre las fronteras móviles de Italia (por el deshielo de los glaciares alpinos) en el premiado Italian limes, los que abordan la cultura de las discotecas adriáticas (donde sí parece volver ese Koolhaas más social e irónico, aunque quedan como fogonazos), la utopía fallida de Zingonia o la investigación del español Andrés Jaque sobre los medios de comunicación y su trascendencia política y física, merecedora del León de Plata. Sin olvidar una recreación revisionista, pero muy bien planteada, en Radical Pedagogies: Action-reaction-interaction, gran friso con los experimentos pedagógicos fundamentales a la hora de construir un debate sobre las prácticas arquitectónicas en la segunda mitad del siglo XX.
En definitiva, Monditalia es una mirada fragmentaria de la península itálica, vistosa, entretenida y con algunos meritorios momentos de lucidez, aunque aparecen dispersos sin construir un relato unitario más allá de la coincidencia nacional. La propuesta de Koolhaas para esta bienal, dentro del discurso expositivo que dependía directamente de él, queda pues como proyecto bipolar, donde parece querer contentar a los arquitectos en el Pabellón Central, y a los italianos en el Arsenale, pero que en conjunto no parece anunciar o tomar partido por ningún posicionamiento o interpretación o, al menos, provocación consustancial y actual. Veamos si se puede decir lo mismo de la propuesta para los pabellones nacionales, a priori, la más interesante teóricamente.

Desde el punto de vista de la puesta en escena, lo que abunda este año en los pabellones nacionales son aquellos formatos tan queridos por el gremio de la arquitectura, consistentes en numerosas fichas expuestas con varios proyectos, no diferenciándose mucho de lo que podría haberse contado en un libro, a excepción de algunos pabellones que luego comentaremos.
Lo principal en Absorbing Modernity 1914-2014: el seguimiento de la invitación de Koolhaas ha sido aproximadamente del 80% de los pabellones, lo que ya se podría considerar un éxito. ¿Pero qué ha aportado esa suma de miradas nacionales? En la mayoría de los casos este experimento no ha pasado de una revisión de la historia propia, constatándose únicamente que la Modernidad en arquitectura se ha convertido en tradición.
Esto ya lo sabíamos y el reconocimiento nunca está de más, pero deja cierta insatisfacción como experimento teórico. Aun así, ha habido distintos pabellones que merecen atención: el León de Oro fue para Corea del Sur, una presentación más de proyectos, aunque lejos simplemente de los meramente formales, con un trasfondo político señalable. Entre las revisiones históricas, merecido premio al pabellón de Chile, no muy intuitivo, pero interesante en su planteamiento, a partir de un elemento tan contundente como un bloque de hormigón prefabricado, que permitía contar la historia reciente de Chile, sus ideologías y derivas políticas.
Además, en los Giardini, Gran Bretaña refresca la rica historia de esta "modernidad" en su territorio, generando interesantes asociaciones desde la literatura a la arquitectura, de la ruina al brutalismo, de las ciudades jardín a las tendencias más cercanas. Francia, con su Modernity: promise or menace? muestra con soltura y atractivo las contradicciones y puntos de vista dispares sobre el Movimiento Moderno a través de la prefabricación ejemplificada por Jean Prouvé y la Villa Arpel del fascinante film Mon oncle. Estados Unidos hizo mucho ruido con OfficeUS, gran archivo e impecable publicación, que muestra la historia actual de la arquitectura en Estados Unidos por medio de la lente de la exportación, situando la figura del estudio de arquitectura en el centro de la misma. Y España, con una buena selección de proyectos, pero ignorando la invitación de Koolhaas, ha pasado bastante desapercibida.
Por otro lado, curiosamente el término "graft" ha estado muy presente en el inicio de esta Bienal, en primer lugar por la corrupción política que ha salpicado a la práctica totalidad de la clase dirigente en Venecia en torno a la construcción de los diques de la Laguna, el Moisés, pero también por estar en el título del pabellón de Italia y en el de Cataluña, para sorpresa de ambos, que no optaban por el significado delictivo y sí por la idea de injerto o inserción en un tejido social, llevada a cabo en ambos casos con fortuna y corrección, aunque sin grandes sorpresas.
E igual que el pabellón catalán, entre los eventos paralelos y pabellones nacionales desperdigados por la ciudad, destacar el correcto debut de Nueva Zelanda, y sobre todo el pabellón de Luxemburgo, donde se exhiben 5 investigaciones para rastrear el camino de la insaciable modernidad y las decisiones que plantea frente a la tradición, constituyendo un particular y exhaustivo diario en ruta, interesante por su contenido y puesta en escena. Y entre los eventos paralelos, Death in Venice, que muestra los lugares vinculados a la vida y la muerte en Londres en los últimos 100 años a través de distintos y atractivos formatos; y The space that remains: Yao Jui-Chung's ruins series, fascinantes ruinas presentadas como el "otro" de la arquitectura, su condena y la constatación del paso del tiempo, pero que ahora cobran vigencia como metáfora de nuestro tiempo y de los propios movimientos arquitectónicos.
Por lo demás, gran presencia, pero sin gran impacto, de Hiroshi Sugimoto, el programa del Off Biennale, con las charlas Architects meet in Fuoribiennale, y los grandes museos de arte contemporáneo y las propuestas contemporáneas de instituciones más tradicionales, entre los que citar el juego de sentidos a través de la luz en el Palazzo Grassi y a través del sonido en la Fundación Prada, sin olvidar el Palazzo Fortuny, Punta della Dogana, Ca' Pesaro…
Así, está claro que los atractivos no faltan. El balance de esta XIV edición de la bienal de arquitectura no es malo, pero deja insatisfechos frente a las altas expectativas que había generado.
La arquitectura debería responder a las necesidades de su tiempo y no hacer oídos sordos a las necesidades de sus habitantes, a las cuestiones sociales a las que en otras épocas la arquitectura ha respondido, responsabilizándose de las condiciones del habitar. Es por esto que tras una época de arquitectura retórica en busca de iconos más que de edificios y en plena crisis de trabajo e ideas, urge reflexión, refundar teóricamente el papel del arquitecto y encontrar nuevas dinámicas y posibilidades. Por ello, parecía Koolhaas el mesías ideal, habiendo interpretado lúcidamente tantas veces su tiempo, pero su repliegue formal, su dispar planteamiento y la sensación de mirar más al pasado que al futuro no crea los fundamentos del porvenir.
Se le ha de reconocer al menos discurso en el Pabellón Central –cosa extraña en las últimas bienales–, y quizás esta bienal, celebrada en los Giardini por arquitectos y por visitantes en el Arsenale, dé pie a hablar y pensar en profundidad los fundamentos teóricos, epistemológicos, ontológicos y existenciales de la arquitectura. Si fuera así, pasará a la historia como uno de los impulsos más importantes, pero me temo que, por desgracia, para alguien que ha teorizado tanto y bien como Koolhaas esta bienal quede como un revisionismo necesario con baja potencia propositiva, que no llega a indicar el camino para construir el futuro.
Por último, unas palabras sobre la publicación, que contaba con una de las grandes diseñadoras gráficas de los últimos años, Irma Boom. Son publicaciones muy cuidadas en sus "elementos", y un catálogo general similar a otros anteriores. Lo principal: una pena que la Biennale renuncie a las publicaciones digitales, que permitían tener fotos de las instalaciones in situ, por no hablar de todas las demás ventajas en distribución y medios expresivos, como el acceso a otra serie de contenidos como entrevistas y vídeos de forma más unitaria y actualizada. Quizás sea coherente con una Bienal que ha mirado principalmente hacia atrás.
En el fondo, lengua y estilo son objetos, la arquitectura debería ser función: es la relación entre la creación y la sociedad, el lenguaje transformado por su destino social, atendiendo a las crisis ideológicas, formales y económicas, pero en este caso no ha habido moral en la forma, sino más bien regreso a la misma, pensando la arquitectura, pero sin extenderla.

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