Vivir en confianza

September 2, 2017 | Autor: Luis Caballero | Categoría: Educación, Confianza, Familia, Relaciones De Confianza
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Descripción



CLAVES PARA RECOMPONER LA CONFIANZA EN LA FAMILIA
Por Luis María Caballero (h)
INTRODUCCIÓN: No vengo a que me escuchen. Esto no es una clase magistral ni una conferencia, sino una charla. Entonces, charlemos. Intentaré que las cosa que pueda decir, que he recopilado de experiencias ajenas, de reconocidos especialistas y de mi propia experiencia sirvan como disparadores.
Al viejo Confucio, a quien tantas cosas le endilgan, se le atribuye también la frase que dice que: "tres cosas son necesarias para poder gobernar (en líneas generales, haciendo algunos matices, también podría aplicarse esta máxima al gobierno de una familia): armas, comida y confianza. Si no se pueden tener las tres, se deben abandonar primero las armas y en segundo lugar la comida". Quizás la cita sea apócrifa, pero ello no la hace menos gráfica. Partiendo de la idea de que no es necesario explicar que el núcleo básico de la sociedad es, sin dudas, la familia, y que la familia es el primer ámbito de la confianza, vamos a intentar en esta charla descubrir algunas claves que ayuden a desarrollar y a profundizar la confianza en el marco familiar.
A modo de introducción y como una manera de ir metiéndonos en tema puede resultar útil pensar en la historia de nuestro país y, de modo más general, en la realidad de este mundo globalizado en el que nos toca vivir para entender de modo palpable lo imprescindible que resulta este valor -la Confianza- en cualquier tipo de grupo humano.
Pienso que no es posible que un país tenga un desarrollo sostenible como sociedad, si basa sus políticas de estado en el conflicto permanente y no consigue generar un marco de verdadera y profunda confianza entre los distintos actores sociales.
Lo acontecido a lo largo de gran parte del siglo XX y lo que va del XXI parece darme la razón. Explicar la realidad argentina, y el presente tambaleante de un país que tiene todo para salir adelante, no se presenta como tarea fácil.
Una mirada más amplia también nos muestra que a partir del 2008 y hasta hoy el mundo está pasando por una de sus periódicas crisis. En muchísimos países los problemas parecen ser terminales. Tanto en la vieja Europa como en América ha habido despioles de tipo financiero y de tipo político gravísimos, y eso, claramente, repercute directamente en lo social.
¡¿Y qué tiene que ver eso con mi familia?! Podrían preguntarse ustedes… y yo me animo a responderles que tiene TODO que ver.
BREVE LECTURA: Si me dejan empezar leyendo un poquito, aunque esto está vivamente desaconsejado en todos los manuales de oratoria, he traído unos textos extraídos de la revista Hacer Familia (que hoy se llama Sembrar Valores) que pueden servir para pensar en estas cosas y pueden ser un buen disparador de ideas:
Un pilar donde se apoya toda autoridad es el respeto entre los padres (tratando de evitar las contraordenes y los desacuerdos frente a los hijos); hacia los hijos, y entre los hermanos. Ellos nos miran continuamente. En realidad, nos observan con lupa. Si nos ven luchar por ser coherentes con nuestros valores, seremos autoridad, algunas veces, sin necesidad de abrir la boca. Con buenos hábitos les mostramos una fortaleza que valoran cuando crecen.
Muchas veces la mirada crítica respecto del cónyuge y/o de los hijos nos está advirtiendo la necesidad de un cambio, de una corrección en nuestro propio carácter y este cambio de perspectiva no es nada fácil de hacer. Efectivamente, necesitamos humildad para reconocer que no tenemos autoridad en nuestra familia.
Después de dar este paso, encontraremos más posibilidades de ponernos a trabajar para el desarrollo de nuestras familias, adquiriremos credibilidad y autoridad moral. El gran desafío es no querer controlar todo, ni caer en la indiferencia, confiar en nuestro trabajo familiar, conocernos y conocer a nuestros hijos.
Necesitamos ser sus líderes. Que vean que tratamos de hacer las cosas correctas y nos preocupamos por el sentido de las personas en la familia. Que noten que buscamos sinceramente ayudar a desarrollar las capacidades que tiene cada uno.
Sobre una base de padres con autoridad moral, personal y de confianza en las relaciones familiares, se adquiere la capacidad para producir soluciones, y cooperar creativamente. Porque sin lugar a dudas, educar con autoridad es educar con amor.







ROL DE LA FAMILIA: La familia que cada uno de ustedes construye cada día, tiene un rol importantísimo en el desarrollo de la sociedad.
La familia no es, ni podría ser nunca, intrascendente para lo público. El Estado, no puede reducir su misión a la de ser un mero "registrador de uniones afectivas". Por el contrario, hoy han empezado a realizarse estudios de tipo científico que buscan que cualquier análisis acerca del "desarrollo social" de un país, además de las clásicas estadísticas sobre "expectativa de vida al nacer", "renta per cápita" e "índice de alfabetización", por ejemplo, incluya también el concepto de "estabilidad familiar". Esto es, la mayor o menor solidez de los vínculos conyugales de sus miembros.
Por eso mismo, la concepción que exista de la familia, y la estabilidad de los vínculos familiares, resulta vital para el Estado y no da lo mismo una cosa que otra.
De hecho, aunque los problemas siempre existen, y si uno descubre un día que ya no tiene ningún problema es porque se ha muerto y está en el Cielo, la solidez de un matrimonio ayuda enormemente a enfrentar las conductas de riesgo durante la etapa de la adolescencia de los hijos. Si bien nunca podremos librarnos de la famosa "edad del pavo", con nuestra ayuda nuestros hijos podrán superar las trampas que pueden acercarlos a las distintas adicciones (drogas, y alcohol, principalmente), relaciones sexuales precoces, la violencia de pandillas, la deserción escolar, las cada vez más frecuentes depresiones juveniles, los trastornos alimenticios, la homosexualidad, etc.
¿Y saben por qué? Ahora digan ¿Por qué?, así yo puedo introducirme en mi tema, que es la confianza.

TODO ESO ES ASÍ, PORQUE LA SOLIDEZ DEL MATRIMONIO INSPIRA CONFIANZA Y SEGURIDAD A LOS HIJOS. Y TODOS ESOS PROBLEMAS QUE MENCIONÉ RECIÉN TIENEN SU ORIGEN, EN GRAN MEDIDA, EN LA INSEGURIDAD Y EN LA FALTA DE REFERENTES.





NECESIDAD DE TRABAJO DE A DOS: Sin embargo, y pese a que, espero, en esta charla saldrán algunos tips que pueden ayudarnos a ajustar tuercas en casa para que la confianza que naturalmente se da en el hogar tienda a "expandirse" y no a "contraerse", los hijos vienen al mundo, desgraciadamente, sin manual de instrucciones.
La crianza, la educación y la sociabilización de las nuevas generaciones de argentinos que estamos trayendo al mundo es un trabajo artesanal. Es un trabajo uno a uno, hijo a hijo; y el equilibrio entre autoridad y calidez afectiva complementaria (padre – madre) que tenemos que ir logrando para que ese trabajo sea exitoso va a resultar mucho más perfecto si lo trabajamos entre dos. Papá y mamá. Entonces, como idea inicial, como punto de partida, tenemos que descubrir cómo fortalecer la confianza en el vínculo conyugal que nos une a nuestra mujer, a nuestro marido.
Es una verdad evidente, y puede parecer una zoncera decirlo por lo obvio, pero me gustaría partir de la base de que el amor conyugal y la confianza entre esposos se construye y se alimenta día a día, y cuando hablo de amor y confianza no me estoy refiriendo (aunque la incluyo, por supuesto) a la mera fidelidad matrimonial de no tener un amante, o una amante.
Dice un escritor alemán que ha estudiado en profundidad a la confianza en la sociedad civil, que la confianza se construye mediante el sistema de "arriesgarse" paulatinamente y arribar a acuerdos duraderos sobre cuestiones fundamentales.
Confiar es hacerse vulnerable. Quien no se hace vulnerable de alguna manera ante los demás, no puede vivir. La perpetua tensión de quien se siente en permanente peligro de ser engañado torna imposible hasta el simple hecho de la subsistencia.
Por otra parte, Platón cree que "quien confía a pesar de los fallos de los demás, no es un ingenuo: con sabiduría reflexiva reconoce en sí mismo que las caídas personales se dan simultáneamente a los anhelos de lealtad".
Un matrimonio tiene que saber hacia dónde está llevando su familia. La construcción de una familia no es una improvisación. Durante el noviazgo debe conversarse sobre ello (ideas, principios y valores compartidos), y si no se lo hizo entonces, habrá que hacerlo ahora. Los cónyuges tienen que compartir un proyecto común. Sólo sintiéndose partes de un proyecto común estarán dispuestos a "arriesgarse" (siempre entre comillas) a perder terreno en el matrimonio.
Muchas veces he escuchado entre mis amigos una frase que merece entrar al Guinness de la estupidez: "Los primeros años del matrimonio son clave. Lo que cediste al principio, no lo recuperás más". ¡Lo dicen para alertarte y que no cedas en nada! Esa no parece ser la manera de construir vínculos sólidos y basados en la confianza.
Las concesiones en el matrimonio nunca pueden ser hechas a cambio de una contraprestación, o en compensación por una ventaja obtenida por el otro cónyuge anteriormente: Me compro estos pantalones, porque vos te compraste zapatos hace una semana. O me voy a ver el partido de Talleres con mis amigos, porque vos te fuiste a tomar el té con tus primas el sábado pasado… etc. etc. etc.
Repito, solamente la confianza, que procede de la existencia de una concepción de lo "común", de lo "nuestro", puede hacer que un individuo se disponga a posponer o incluso olvidar el interés propio o egoísta en beneficio de alguien más. Y confiar requiere algún tipo de identificación con el otro, porque hasta la más insignificante de las operaciones cotidianas que nos relacionan con los demás exige un mínimo de confianza. Cualquier transacción entre personas se desarrolla en el tiempo, y por lo tanto necesariamente la entrega de un bien para obtener otro a cambio exige fiarnos de que una vez que se haya cumplido la prestación, se realizará la contraprestación.
Cedan. Cedamos. Siempre con una sonrisa. Les aseguro que la distensión en las "negociaciones" matrimoniales trae ganancias y ventajas para todos. Para los cónyuges, de manera directa, pero para los hijos también. La tensión, lo que es "duro", "inflexible" produce inseguridad, que es la manifestación más inmediata de la desconfianza.
Rodéense de buenos amigos. La confianza, su generación y su regeneración cuando la hemos perdido y se ha visto lastimada, es multidireccional. Es de nosotros al cónyuge y de éste hacia nosotros. De nosotros hacia Dios, y de Dios con nosotros. De nosotros hacia la sociedad y, naturalmente de la sociedad, en especial nuestros amigos y los que nos rodean "de más cerca" hacia nosotros también.
No hay que pelear delante de los hijos. No hay que hacer comentarios hirientes que puedan minar su seguridad. Es difícil, pero es trascendental.
Y con los hijos, aunque nuestra relación con ellos es, y debe ser diferente a la que tenemos con nuestro cónyuge, los principios inspiradores deben ser similares.
Para inspirar confianza es necesario, en primer término, hacerse confiables. La contra cara de la confianza es la lealtad.
Hago otra aclaración porque pienso que en ocasiones puede resultar difícil la distinción: entre un padre y un hijo la confianza no es, ni puede ser, sinónimo de complicidad.
Mis hijos van a confiar en mí, cada hijo confiará en sus padres, en la medida en que las reglas de juego estén claras y se cumplan.
Los límites que yo pongo a un hijo son también inspiradores de confianza y de seguridad. Todo el desarrollo de la personalidad requiere un marco y, aunque la primera impresión nos sugiera que éste puede ser un limitante de ese desarrollo, ese marco es en realidad un verdadero potenciador de talentos y virtudes. Una buena metáfora es definir a los límites como un mapa de ruta: y es un mapa de ruta en virtud del cual nosotros le transmitimos a nuestros hijos lo que es sí, lo que es no, y todas aquellas situaciones en las que será necesario elegir.
Siguiendo nuevamente un artículo de esta revista que mencionaba antes, podemos decir que "ser un buen mapa de ruta para estos adolescentes implica muchos "NO", pero siempre acompañados de la convicción de que atrás hay un gran "Sí". Hoy te digo no, por qué Sí te quiero, no por comodidad, no por autoritarismo, ni por egoísmo, sino por su bien. También en otros momentos confiamos en sus elecciones, reconocemos en ellos sus capacidades, estimulamos su potencial para seguir creciendo en la formación de su carácter, para superar obstáculos, para conquistar su lugar en el mundo como personas de bien.
Cuando tomamos clases de baile, tenemos que aprender a no pisar al otro, cuál es el paso y contra paso, el movimiento que tengo que hacer para que el baile tenga su armonía, en esta etapa pasa algo parecido, vamos a tener que aprender a no estar ni muy cerca, ni muy lejos, a soltar lo suficiente, a confiar pero también a exigir cuando la situación realmente lo amerite.
Los adolescentes en el proceso de construcción de su identidad necesitan ir descubriendo quiénes son y lo que quieren ser. Es un camino que van transitando pero que necesitan referentes, modelos. Sin presencia de autoridad nuestros hijos serán débiles de carácter y actuarán por impulsos, no por elección y convicción.
Ser autoridad y ejercerla no es una tarea fácil, requiere de mucha entrega, pero está bueno recordar que solo una vida entregada vale la pena ser vivida.
PREMIOS Y CASTIGOS: No siempre se tratará de aplicar un expreso sistema de premios y castigos, y no siempre habrá que dar un premio material ante el cumplimiento de las metas y desafíos, pero, SI PROMETO UN PREMIO, AL PREMIO HAY QUE DARLO. SI PROMETO UN CASTIGO, EL CASTIGO DEBE SER APLICADO. Habrá matices y excepciones, y los "indultos" también podrán ser una valiosa herramienta, pero en líneas generales, si queremos desarrollar la confianza, el principio es ese. Mi hijo de dos años está hace un mes reclamándome que lo lleve a ver un chancho. Y ahora, les doy mi palabra, estoy buscando un campo cerca donde pueda llevarlo a ver uno. Y todo porque mientras jugaba con su granja me dijo que quería ver un chancho chiquitito… y yo le dije un inocente "bueno", ya vamos a buscar uno.
Por otro lado, también la claridad se manifestará en que la diferencia de roles entre los padres y los hijos sea evidente. Las reglas hay que cumplirlas, pero no todas las reglas son para todos. Puede pasar que en casa no se vea tele más allá de un determinado horario, pero los padres pueden estar "eximidos" de cumplir la norma. Lo importante es que los hijos lo sepan, y que no crean que esa exención es simple incoherencia.
Mis estudios sobre la confianza en realidad siempre han versado sobre la confianza a nivel social: entre la empresa y el estado, y mientras profundizaba sobre este tema tan apasionante, hay una realidad que no deja de sorprenderme. El habitante de un país en el que la confianza entre lo público y lo privado es inexistente o insuficiente, que sabe que nada se espera de él a la hora de contribuir al bien común, estando en su lugar de origen, si tiene oportunidad de saltarse las reglas de convivencia para obtener un beneficio personal sin un alto riesgo de ser sancionado, probablemente lo hará. La misma persona, en un país en el que sabe que se espera de él un determinado comportamiento, incluso si el riesgo de ser descubierto es igualmente bajo, posiblemente no cometa el acto antisocial. ¿NO LES PASA QUE SU HIJO, QUE EN CASA ES UN DESASTRE AMBULANTE, QUE APENAS SALUDA A LA MAÑANA, QUE NO SE PEINA, NI ORDENA SU CUARTO, CUANDO VA A LO DE UN AMIGO ES TODO LO CONTRARIO? LAS AMIGAS DE MAMÁ SIEMPRE LLAMABAN DICIÉNDOLE LO EDUCADO QUE YO ERA, LO CABALLERO, LO ORDENADO Y LE PEDÍAN QUE ME DIJERA QUE LES ENSEÑARA ALGO A SUS HIJOS… PREGÚNTENLES BERNARDO Y A TÍA DIANA COMO ERA YO…
Nuestros hijos tienen que saber que esperamos de ellos muchas cosas. Podemos y debemos esperar mucho de ellos y tenemos que exigirles, pero no la perfección.
LOS CONSEJOS: La confianza, y este es el principio basal de este valor, no se impone, ni se "decreta". Se gana. Se inspira. Eso es así en un país, en un partido político, en un club, y por supuesto, en la familia.
¿Se acuerdan de un mail que circulaba hace algún tiempo? decía algo así:
LO QUE PIENSA UN HIJO DE SU PADRE. A los 4 años de edad: Papá puede hacer de todo. A los 5: Papá lo sabe todo. A los 6: Papá es más sabio que el tuyo. A los 8: Creo que mi papá no sabe todo, todo... A los 13: Obviamente, Papá no sabe nada de eso. A los 15: No le hagas caso a papá, es muy antiguo. A los 17: A veces me pregunto cómo pudo mi viejo salir adelante sin entender nada de la vida. A los 25: Creo que mi papá a lo mejor puede aconsejarme en este tema. Es viejo, pero a veces tiene buenas ideas. A los 30: Tal vez debiera consultar con papá para ver qué piensa él. Después de todo él ha tenido mucha experiencia. A los 40: No voy a hacer nada antes de consultar con el viejo. A los 50: Me pregunto qué haría papá en mi lugar. A los 60: Daría cualquier cosa porque mi viejo estuviera aquí, para poder hablar de esto con él.
No a todos los pasa lo mismo. A veces uno mantiene esa admiración inicial por los padres toda la vida, y hay adolescencias menos rebeldes que otras, pero es cierto que durante esos difíciles años que van desde los 12 hasta los 18, parte de la confianza infinita que tenemos cuando somos chicos, se ve afectada de alguna manera por la evidente realidad de que hay cosas que los papás no saben. Ellos también se equivocan. Y a veces descubrimos que nuestros ídolos de oro tienen pies de barro.
Por eso no se pueden dar consejos, órdenes, directivas, de la misma manera a los 5 años de un hijo, que a sus 15. Durante la adolescencia tendremos que redoblar los esfuerzos: A) Para ser claros. B) Para no cansar con sermones. C) Para no defraudar a nuestros hijos, que más que oírnos están mirándonos. D) Para ser comprensivos, porque, en efecto, aunque los valores no cambian, la vida sí lo hace en muchos aspectos. E) Para ser un espejo en el que puedan mirarse sin vergüenzas: papá y mamá viven lo que enseñan. Hacen más de lo que dicen. Tratan bien a los que los rodean. Se abrazan y se quieren (eso deja muy tranquilos a los hijos, y los llena de confianza y seguridad).
Para dar consejos eficaces lo importante es que el destinatario tenga claro que no todo es opinable. Es posible conocer la verdad. No todo depende de mis gustos, sensaciones y opiniones. Hay cosas en las que es lícito disentir (y en éstas no deberemos imponer nuestro criterio) y otras en las que no (y así deberemos hacerlo saber).
LOS PERMISOS: Resulta clave en este tema que tratemos de que los permisos o prohibiciones que se establezcan tengan por lo menos algún viso de razonabilidad. No hace falta rendir examen ante esos pequeños tiranos que vamos criando, pero sí debe quedar claro que el permiso no fue sólo un espasmo de buen humor, y que la prohibición no fue producto de un capricho.
Por otro lado, hay veces que resultará necesario o conveniente dejar librada la decisión al criterio de nuestro hijo (siempre de modo paulatino y en cuestiones de importancia acorde a su edad) "En el terreno educativo de la juventud, tenemos bien comprobado qué gran motivación para la responsabilidad y comportamiento virtuoso es depositar confianza en el educando. Y en todos los niveles de gobierno, esa confianza se inspira. El superior debe saber provocarla".
Pero cuando viene uno de nuestros hijos y nos pregunta si puede ir a tal fiesta, o si puede faltar al colegio por algún motivo, y nosotros le contestamos: Hacé lo quieras, no podemos después ponerlo en penitencia porque tomó una decisión diferente a la que nosotros hubiéramos querido. Eso también genera inseguridad, desconfianza y dificulta el desarrollo del criterio. Si la decisión fue equivocada, podremos hablarlo después para intentar dar mayores elementos de juicio para las veces sucesivas.
(Un breve paréntesis: en el matrimonio pasa lo mismo)
Muchas veces nos encontramos con que la presión que ejercen nuestros hijos para convencernos de que les demos algún permiso está vinculada a que "Todos lo hacen", "A todos los dejan", o "Todos lo tienen". En esos casos, con mayor razón, debemos ser muy claros en los motivos que nos impulsan, tanto para el sí, como para el no.








LA FE: Si bien la confianza es un valor universal, natural, y su necesidad es inherente a la naturaleza humana, nuestra realidad de padres cristianos, católicos, nos impone también el alegre deber de transmitir la Fe que hemos heredado a nuestros propios hijos.
Y la Fe sólo se transmite por "contagio". Dios nos la regala en el Bautismo, de manera gratuita, pero si no se alimenta corre el riesgo de quedar sepultada en una montaña de superficialidad, materialismo y frivolidad.
Nuestra pertenencia a la Iglesia Católica no puede ser igual que nuestra pertenencia a un Club. Ninguno dice: en casa somos todos de Talleres y de la I. Católica.
No podemos simplemente llevar a Bautizar a nuestros hijos cuando son bebés y después, 7 u 8 años más tarde volver a recordarles que Dios existe y que les toca hacer la Primera Comunión. Tenemos que vivir nuestra fe. Rezar. Recibir los Sacramentos. Formarnos.
La Fe se alimenta. La Fe se vive, y si la viven los padres, la contagiarán a sus hijos. Es importante enseñar a rezar a nuestros hijos desde que son chiquitos. Aunque no entiendan. Fíjense que en otros órdenes de la vida, tampoco entienden, pero sabemos que tenemos que empezar a sembrar. Cuando desordenan sus juguetes, mamá empieza a cantar "A guardar… A guardar… cada cosa en su lugar…" pero probablemente nuestro hijito no guarde ni un peluche y sea mamá la que lo haga, pero, de a poco, el concepto se va haciendo carne.
El amor a Dios, la confianza en Dios, es como la conyugal. Puede morirse.
¿Saben cómo generar confianza en estos temas? Muy fácil: simplemente con sonrisas. El Cristiano es alegre. Si no lo es, no es buen cristiano. Tenemos que mostrar que, a pesar de las dificultades, la vida de Fe lleva a la felicidad. Si soy un cristiano alegre, probablemente mi hijo también quiera serlo. Si mi "cristianismo" es un compendio de imperativos y prohibiciones, lleno de caras largas, seguramente mi hijo hará lo posible por alejarse de ese esquema.




LA VERDAD Y LA MENTIRA: En esto también debemos evitar sermonear mucho, y debemos concentrarnos en ser siempre un buen ejemplo. Ejemplo de cónyuges (los papás no pueden ser papás piolas que ven zonceras en la tele a escondidas de mamá, guiñándoles el ojo a los adolescentes, como en la publicidad de H2Oh), ejemplo de ciudadanos (que pagan sus impuestos, que cumplen las reglas de tránsito, que tratan bien a los demás, que no se cuelan en la fila, etc), ejemplo de amigos (que no hablan mal de los ausentes, que no mienten para no hacer lo que tienen que hacer, que están dispuestos a dar su tiempo para los demás que lo necesiten, etc.)
En este tema de la verdad y la mentira tenemos que tener algo muy claro, que nos debe llevar a ser muy responsables. Cuando un hijo descubre que su padre ha mentido, no solamente sale lastimado el prestigio del que faltó a la verdad. También sale lastimada la verdad misma. Esa verdad perderá peso en la consideración de nuestro hijo y lo hará ser más indulgente con sus propias faltas de veracidad. Además, por supuesto, de que ese padre dejará de ser confiable para su hijo.
En definitiva (y vuelvo a usar a mis amigos de Sembrar Valores): Los padres necesitamos ser referentes en la sociedad. Los chicos en plena formación de su personalidad y búsqueda de lo mejor de sí mismo como personas, necesitan de sus padres como autoridad, como guía.
Ser padre, ser madre, es ser un faro. Hay pocas imágenes tan ricas como la del faro para hacer una analogía con lo que somos los padres.
El faro esta allá afuera. 
Quieto, fuerte y en paz.
Es guía y muestra el camino.
Está allí.
Alumbra el camino, las rocas, el peligro en las noches claras y en las más oscuras. 
Muestra el camino.
Es referencia, es autoridad.
No se sube al barco para timonear.
Confía en la capacidad sus tripulantes.
No es bombero ni prefectura.
Acompaña.
Transmite la idea de vida, luz.
Por supuesto que el tema es inabarcable. Por supuesto también, saldrán muchas más ideas en la vida cotidiana de las que yo pueda enumerar en esta media hora. Sin dudas que el desarrollo de la confianza dentro de nuestra familia llevará toda la vida y requerirá mucho ejercicio de prueba error, y esfuerzos cotidianos, pero les aseguro, no porque lo diga yo, sino porque las experiencias exitosas así lo demuestran, que si logramos generar vínculos sólidos, basados en la confianza entre nosotros como cónyuges y con nuestros hijos, vamos a construir familias fuertes, alegres, felices y, por lo tanto, vamos estar poniendo los cimientos de una Argentina mejor. Muchas gracias.




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Claves para recomponer la confianza en la familia


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