Villagrasa, R. (2016), “Recollir los pobres et tener hospitalitat”. Asistencia hospitalaria en el Somontano de Barbastro (ss. XII-XVI), Revista de la CECEL, 16, 37-60.

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Revista de la CECEL, 16 2016, pp. 37-60 ISSN: 1578-570-X

«RECOLLIR LOS POBRES ET TENER HOSPITALITAT». ASISTENCIA HOSPITALARIA EN EL SOMONTANO DE BARBASTRO (SS. XII-XVI)1 RAÚL VILLAGRASA ELÍAS Universidad de Zaragoza RESUMEN Las páginas sucesivas tienen como objetivo el análisis de los primeros hospitales cristianos en el Somontano de Barbastro. Éstos nacieron tras la conquista aragonesa, se desarrollaron con la nueva sociedad feudal allí asentada y se transformaron al final de la Edad Media y principios de la Modernidad. La red de hospitales llenó todo el territorio rural y los pequeños establecimientos urbanos evolucionaron hacia instituciones de mayor tamaño. Los protagonistas de la caridad fueron la Iglesia, el concejo y las cofradías, mientras que pobres, leprosos y huérfanos los objetos de ésta.

ABSTRACT The following pages aim to analysis the first Christians hospitals in the Somontano de Barbastro. They were born after the Aragonese conquest, they were developed with the new feudal society there seated and they were transformed during the Early Modern Age. The hospital network involved all rural areas and the small urban establishments evolved into larger institutions. The Church, the council and brotherhoods were the protagonists and the poor, the lepers and the orphans were the target.

PALABRAS CLAVE Red, hospital, cofradía, pobres, Barbastro, Alquézar, asistencia sanitaria.

KEY WORDS Network, hospital, brotherhood, poor people, Barbastro, Alquézar, healthcare.

1. PUNTO DE PARTIDA2 ¿Qué tiene la ciudad que tanto nos cautiva? Se trata sin duda de un espacio historiográfico que en nuestra mentalidad rebosa vida y acción. Y por el contrario, ¿qué tiene el campo para que sea sinónimo de quietud y aislamiento? 1

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Fecha de recepción: 13 de diciembre de 2016. Fecha de aceptación: 20 de diciembre de 2016. El presente ensayo ha sido posible gracias a una Ayuda para Proyectos de Investigación concedida por el Centro de Estudios del Somontano de Barbastro en noviembre de 2013. A dicha institución mi agradecimiento. Las siglas archivísticas utilizadas han sido: AMB = Archivo Municipal de Barbastro; ADBM = Archivo Diocesano Barbastro-Monzón; AHN = Archivo Histórico Nacional; AHPH = Archivo Histórico Provincial de Huesca; ACL = Archivo Capitular de Lleida; y APZ = Archivo de Protocolos de Zaragoza (Colegio Notarial de Aragón). Mi gratitud también con el personal de todos estos archivos, con especial atención a Jesús Paraíso Gros (AMB) y Tomás Arcas y Víctor Iglesias (ADBM).

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A grandes rasgos Joan Busqueta hacía la misma reflexión cuando introducía uno de los volúmenes de mayor actualidad e importancia sobre la historia hospitalaria europea3. Está claro que las grandes ciudades del continente necesitaron instituciones asistenciales de tal calado en los últimos siglos del Medievo y en adelante, tanto que llegaron a crear extensos archivos o edificios de una envergadura sinigual. Sin embargo, ¿quedó el mundo rural al margen de aquellas transformaciones? Para nada. De hecho, repitieron los mismos modelos hospitalarios y en ocasiones se adelantaron. Así pues, el próximo paso, después del protagonismo que han ganado los hospitales en el panorama historiográfico y tras la integración del campo en el debate intelectual, sea posiblemente la utilización de toda esta información como indicador de los grandes cambios de las sociedades del pasado. Y para ello, los límites espaciales han de ser flexibles, sin limitarse a las fronteras políticas y eclesiásticas, actuales o pretéritas, al igual que las cronológicas. En nuestro caso, y con motivo del presente proyecto iniciado por la Confederación de Estudios Locales-CSIC, hemos considerado oportuno presentar el análisis de los establecimientos hospitalarios del Somontano de Barbastro, nombre de una comarca natural y actual que nosotros hemos expandido ligeramente. Nuestro escenario se encuentra en el Aragón oriental, situado al este de la capital altoaragonesa, la ciudad de Huesca, y siendo una puerta para las tierras pirenaicas. Contamos ya con una aportación básica para la historia hospitalaria de la región. Se trata del libro de Luis A. Arcarazo y María Pilar Lorén, editado por el propio Centro de Estudios del Somontano de Barbastro. En dicha monografía los autores realizan un repaso de los hospitales y la ciudad a través de los siglos poniendo especial atención en el de San Julián y Santa Lucía. Arrancan desde los primeros tiempos de la conquista, aunque es verdad que el grueso de la documentación manejada parte del siglo XVI. Nuestra intención es desarrollar justamente lo que para ellos era una época introductoria4. 3

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Teresa HUGUET-TERMES et al. (eds.), Ciudad y hospital en el Occidente europeo (13001700), Lleida, 2014, pp. 7-8. Luis A. ARCARAZO GARCÍA y Mª Pilar LORÉN TRASOBARES, El santo hospital de San Julián Mártir y Santa Lucía y otros hospitales de Barbastro, Barbastro, 2000. Véase también del primero: La asistencia sanitaria pública en el Aragón rural entre 1673-1750: las conducciones sanitarias de Barbastro, Zaragoza, 2010, fruto de su tesis doctoral. Por otro lado, no he podido consultar la reciente tesis doctoral defendida por Mª Teresa Sauco Álvarez, la cual sin duda contendrá información relevante sobre dicha temática: Actividad económica y transformación social en la ciudad de Barbastro durante la Baja Edad Media, curso 2015-2016, Departamento de Historia Medieval, Universidad de Zaragoza [tesis doctoral inédita]. REVISTA DE LA CECEL, 16, 2016, 37-60 - ISSN: 1578-570-X

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Fig. 1. Región seleccionada dentro del contexto peninsular.

2. LA URDIMBRE HOSPITALARIA AL PIE DE LA MONTAÑA: EL SOMONTANO La conquista cristiana de las tierras del Somontano sucedió en dos momentos clave. La toma inicial de Barbastro en 1064 por Sancho Ramírez (10641094) fue considerada una gran victoria contra el enemigo, aunque no logró mantener la plaza. El nuevo empuje aragonés llegó a finales del siglo XI cuando el rey consiguió hacerse con las fortalezas de Graus, Ayerbe y Montearagón. Esos primeros avances le permitieron entrar en 1086 en Monzón para después fallecer frente a las puertas de Huesca en 1094. Sus incursiones más allá de la sierra le llevaron a Ponzano, Morrano, Alquézar, Abiego, Estada y Estadilla. Fue su hijo Pedro I (1094-1104) quien finalmente incorporó Naval, Hoz, Castillazuelo, Azlor, Azara, Berbegal, Castejón, Peralta y Barbastro. A partir de ese momento el feudalismo se introdujo en las tierras del Somontano a través del típico sistema de honores y tenencias. El examen de los municipios en torno a la ciudad de Huesca y nuestra región de estudio ha evidenciado que las diferentes poblaciones se consolidaron durante el siglo XII. Para el caso que nos ocupa, localidades como Berbegal y Peralta de Alcofea muestran diferentes formas de adaptación de nuevos tipos de hábitats que rompieron con las estructuras anteriores a la conquista. El caso de Fañanás es particularmente interesante porque ya en 1199 contaba con un REVISTA DE LA CECEL, 16, 2016, 37-60 - ISSN: 1578-570-X

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hospital entre sus edificios5. A finales de la época medieval el monarca ejercía la jurisdicción en Barbastro y las principales villas, mientras que los lugares de señorío pertenecían a la encomienda sanjuanista de Barbastro, el monasterio de Casbas, el obispo de Huesca, la orden militar de Calatrava o el capítulo de Racioneros de Alquézar6. Concretamente, la ciudad de Barbastro fue la primera localidad con una entidad benéfico-asistencial en el espacio objeto de este ensayo. Si en 1101 se conquistó el municipio, en 1103 ya documentamos una primitiva limosnería. En cambio, los centros hospitalarios en el resto del territorio llegaron siglos después. A la par que Fañanás, en lo que a cronología y características se refiere, se creó el segundo hospital del Somontano y primero del ámbito rural, el de Castejón del Puente7. Justamente en ambos lugares el binomio hospital-puente evidencia que la red de hospitales nació con tintes económicos y en relación al desarrollo del tejido urbano y la infraestructura caminera. Para el resto de referencias tenemos que esperar hasta los siglos XV y XVI. Concretamente el fogaje general del reino de 1495, registro de carácter fiscal, enumera tanto la presencia de hospitales como la de vecinos con el título de hospitaleros. Todo ello en una geografía que por entonces reunía 1.626 hogares en torno a 57 localidades, perteneciendo prácticamente un tercio a Barbastro. Esta ciudad mantuvo un crecimiento estable gracias a la absorción de pérdidas demográficas de localidades de los alrededores, como por ejemplo Peralta de 5

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Juan F. UTRILLA UTRILLA y Carlos LALIENA CORBERA, «Reconquista y repoblación: Morfogénesis de algunas comunidades rurales altoaragonesas en el siglo XII», Aragón en la Edad Media, nº 13 (1997), pp. 5-40. Germán NAVARRO ESPINACH, «Conquista cristiana y feudalismo: las tierras del Somontano de la Edad Media», en Mª Nieves JUSTE ARRUGA (coord.), Comarca de Somontano de Barbastro, Zaragoza, 2006, pp. 87-90. En 1207 el puente que da nombre al municipio estaba en obras y se encontraba justamente al lado de un hospital de pobres: Mª Teresa IRANZO MUÑÍO, «Puentes medievales en la provincia de Huesca: Aspectos económicos y sociales», Aragón en la Edad Media, nº 5 (1983), p. 59. Y si por algo se caracteriza el Somontano de Barbastro es precisamente por los numerosos puentes que han llegado a nosotros. Consúltese al respecto Mª Nieves JUSTE ARRUGA, «Construcciones somontanesas entre la etnografía, el arte y la técnica», en Mª Nieves JUSTE ARRUGA (coord.), Comarca de Somontano de Barbastro, Zaragoza, 2006, pp. 217-219; Antonio NAVAL MÁS, «El puente de la Albarda, en Alquézar», Somontano, nº 1 (1990), pp. 143-154. Sobre la infraestructura que estamos tratando contamos con una reciente publicación de Ernesto BARINGO JORDÁN y Ernesto BARINGO EZQUERRA, Historia del puente de piedra sobre el río Cinca entre Monzón y Castejón del Puente, Monzón, 2015. Además, ya hemos apuntado la vinculación del hospital con el puente en: Raúl VILLAGRASA ELÍAS, «Hospitales y asistencia en Monzón y el Cinca Medio: siglos XIII-XVI», Cuadernos CEHIMO, nº 41 (2015), pp. 188 y 205. REVISTA DE LA CECEL, 16, 2016, 37-60 - ISSN: 1578-570-X

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Fig. 2. Antiguo edificio restaurado del hospital de Benabarre (fot. R. Villagrasa Elías).

Alcofea8. Pues bien, a este último lugar se suman las anotaciones del fogaje con respecto a Alquézar, El Grado, Casbas –situado al oeste del Somontano–, La Perdiguera, Selgua –en las proximidades de Monzón– y San Vicente de La Litera. Algunos núcleos son realmente de pequeño tamaño como Alquézar con 65 fuegos, El Grado con 39, Casbas con 34, La Perdiguera con 29 o Peralta con 259. Estas primeras menciones no concuerdan obviamente con el de las fundaciones, que se trasladan a principios de la centuria10. Esta red de 8

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Para un análisis mucho más profundo de la sociedad de Barbastro y su sobrecullida acúdase a J. Ángel SESMA MUÑOZ y Carlos LALIENA CORBERA, «La población de Barbastro y sus estrategias políticas y económicas a mediados del siglo XV», Revista d’Historia Medieval, nº 10 (1999), pp. 123-160; y Mª Teresa SAUCO ÁLVAREZ, «La sobrecollida de Barbastro en la Baja Edad Media: demografía y poblamiento», en J. Ángel SESMA MUÑOZ y Carlos LALIENA CORBERA, (coords.), La población de Aragón en la Edad Media (siglos XIII-XV): estudios de demografía histórica, Zaragoza, 2004, pp. 595-623. Antonio SERRANO MONTALVO, La población de Aragón, según el fogaje de 1495, Zaragoza, 1997. El hospital de Alquézar se fundó en 1402 y el de Peralta de Alcofea ya existía en 1445, momento en el que la visita pastoral ilerdense recoge la reparación del edificio por 30 sueldos jaqueses: ACL, VP2-1445, f. 102v.

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hospitales que se empezó a dibujar también en el mundo rural se extendió hacia Huesca con establecimientos similares en Pertusa11, además del ya citado Casbas; hacia la Ribagorza con hospitales en Graus y Benabarre; y hacia el sur por el resto del Aragón oriental12. La cantidad de instituciones hospitalarias aumentó durante el siglo XVI. En 1592 los jurados de Adahuesca pregonaron que nadie osara hacer leña o roturar las tierras sin el permiso del concejo. La multa conllevaba el pago de 500 sueldos jaqueses, de los cuales un tercio era para el hospital de la villa13. Este modo de financiación indirecta fue muy común por parte de los municipios, ya que de esta forma los hospitales obtenían recursos extraordinarios14. La villa de Naval, que durante gran parte de su historia contó con una mayoría de población mudéjar, también dispuso a finales del siglo XVI de un pequeño centro. La referencia es similar a la de Adahuesca, sin embargo, el motivo por el que el hospital se beneficiaba de una posible multa era diferente. En la visita pastoral de 1600 el obispo barbastrense advertía de las malas formas de las gentes cristianas de Naval: Item, habiendo contado el desorden grande y poco cuydado que los vezinos y moradores desta villa tienen en guardar los domingos y fiestas de precepto quebrantando en esto el de nuestra Sancta Madre Yglesia y irritando la ira de Dios a que por esta causa imbie açotes y trabajos. Por tanto, exortamos, amonestamos a todos los vezinos y moradores de la presente villa de Naval guarden y observen las fiestas y días sanctos en pena de quatro reales aplicados la mitad para jocalías y ornamentos de la dicha iglesia parrochial y la otra mitad para el ospital de dicha villa…15 11

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En 1541 el hospital de Pertusa parecía estar bien administrado según la valoración de la visita pastoral: Visitavit hospitale et invenit illud pro ut in alia visita et quod bene administratur habet in redditibus dicte hospitale XXX solidos (ACL, VP4-1541, f. 79r). Para el tejido hospitalario aragonés y concretamente para la extensa región nororiental véase Raúl VILLAGRASA ELÍAS, La red de hospitales en el Aragón medieval (ss. XII-XV), Zaragoza, 2016, pp. 63-68. La primera mención del hospital es de 1541 durante la visita pastoral del clero ilerdense: Visitavit hospitale et invenit onmia decentur prout in alia visita et quod bene administratur (ACL, VP4-1541, f. 77r). En el trabajo que acabamos de citar se pueden apreciar casos similares para Zaragoza, Huesca, Jaca y la villa de Almudévar, entre otros ejemplos (pp. 36-37). Parece ser que los lugareños de Naval dedicaban su tiempo libre al juego, entretenimiento nada permitido los días de culto: Item, mandamos que mientras se celebraren los sobredichos dias de fiesta los divinos officios, no pueda jugar ningún genero de juego en pena de quatro sueldos, aplicaderos asimismo para jocalias y ornamentos de la parrochial y dicho ospital (ADBM, Leg. 888, Visita ad limina y Pastoral (1597-1602), s. f. Naval). REVISTA DE LA CECEL, 16, 2016, 37-60 - ISSN: 1578-570-X

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Igualmente, la misma visita pastoral nos ofrece información sobre otro hospital, ya citado y documentado en el siglo XIII, el de Castejón del Puente. Determinadas condiciones de la institución, inaceptables para el obispo de Barbastro, nos muestran las diferentes partes del establecimiento en 1599. En primer lugar había una capilla, la cual estaba anexa a un patio de caballerizas. Por dicho motivo, se prohibió la presencia de cabalgaduras cerca de la capilla porque el ruido molestaba al culto en ese oratorio. En segundo lugar, se obligó a los jurados del municipio a proporcionar otro lecho, además de tener que reparar lo que parece una estancia privada. Por último, fue necesario levantar el antiguo muro del cementerio. En resumen, en cuestión de cinco líneas y gracias a la conservación de esta visita pastoral, se nos presentan las tres partes fundamentales que todo hospital disponía: una zona que servía para el alojamiento y hospedaje, un espacio de culto –en algunos casos es un iglesia o una ermita, y en este, una capilla– y por último, un lugar de enterramiento16. Este hospital de Castejón del Puente estaba bajo la advocación de San Jaime, o lo que es lo mismo, Santiago, ya que ambas referencias hacen mención del apóstol enterrado en el norte de España, y en torno al que todavía gira la peregrinación jacobea. Esta información nos llega gracias a Marco Bonet, un vecino de Castejón que dejó en su testamento doscientos sueldos para ropa o para el cuidado de los pobres que visitaban el hospital de San Jaime17. Otro vecino, el caballero Antón Balarín, también dejó por escrito que por el bien de su alma fueran donados parte de sus riquezas tras su muerte. La cláusula testamentaria evidencia esa economía del más allá, en la cual el alma del difunto aligeraba el pecado gracias a las donaciones, la caridad y las misas post mortem. Antón Balarín quería aquello mismo para su ánima, pero no se molestó en elegir qué cantidad pensaba donar, qué institución se iba a beneficiar o cuál era la finalidad de sus donativos. Todo eso lo dejó en manos de sus albaceas: Dar por mi anima aquí, en la yglesia de Castilon, o si querra dexar a las 16

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Item por cumplir tambien en parte con nuestro officio pastoral y habiendo hecho reconoscer el espital que el dicho lugar tiene, se han hallado que se deven probeher algunas cossas como es que no se de lugar que de hoy mas se reciban cabalgaduras ningunas en el patio que ahora sirbe de caballeriça por estar al lado de la capilla y assi mesmos que se haga una cama mas con todo su adreço y se repare la privada y cierre el ciminterio de tapia como antiguamente lo estaba. Todo lo qual mandamos a los dichos jurados y concejo del dicho lugar a cuyo cargo esta hagan y cumplan respectivamente todo lo contenido en este capitulo y concerniente a este cabo so pena de cient sueldos dentro tiempo de un año (ADBM, Leg. 888, Visita ad limina y Pastoral (1597-1602), s. f. Castejón del Puente). AHPH, Prot. de Miguel Mazanari, nº 3425 (1532), f. 31v: Item dexo y mando que de mis bienes sean tomados dozientos sueldos por mis tutores e marmesores infrascriptos y sean dados al espital de Sant Jayme del lugar de Castilon del Puente y sean distribuidos para ropa o para los pobres, o lo que mas fuere necesario.

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confrarias, en que digan aquellas misas que costumbran decir, y dexen de mis bienes para el espital de Castilon lo que elos les parecera18. En dirección norte, abandonando las tierras del Somontano y adentrándonos en el Prepirineo, el sur de la Ribagorza daba cobijo al necesitado, tanto en Graus como Benabarre. Suponían también puertas de entrada y salida hacía la montaña. Graus era la población con más habitantes y en ella confluían los ríos Ésera e Isábena, cuyos valles jalonaban toda la región. Justamente el río Ésera nacía ya en las proximidades del hospital viejo de Benasque que permitía cruzar la cordillera pirenaica por el extremo nororiental del reino19. En Graus el hospital estaba bajo la advocación de San Lorenzo. Dependía de la parroquia de San Miguel y ésta a su vez del monasterio de San Victorián. Situado junto a la puerta de Benasque, el hospitalero atendía a gran cantidad de miserables de la zona: ancianos, viudas, huérfanos e inválidos. Los viajeros y peregrinos solamente podían pernoctar una noche antes de seguir su camino y hospedarse en otros edificios en Perarrúa, La Puebla de Castro, Benabarre o Lascuarre. El clérigo hospitalero tenía múltiples funciones, entre las que destacaba la de sepulturero y amortajador de los cadáveres. Contaba con una habitación austera donde descansaba, otra para la mortaja, dos para los enfermos, una despensa, una cocina y una bodega. En el verano de 1405 el matrimonio compuesto por Bernardo y Elisenda, una de las parejas más ricas de la región y fundadores de este establecimiento, instituyó todo un verdadero programa piadoso. A las múltiples misas, aniversarios y limosnas para el cuidado de sus almas y el de sus parientes fallecidos, Bernardo y Elisenda cedieron al hospital una renta anual de 150 sueldos, provenientes de un préstamo censal que habían otorgado al municipio de Colungo20. Seguidamente de Graus, Benabarre era otra de las poblaciones más importantes de la zona. Su hospital fue iniciativa de uno de sus hijos pródigos, Domenec Ponz. Éste llegó a ser capellán del rey Pedro IV, ocupó cargos de relevancia tanto en Lérida como Barcelona y fue favorecido por numerosos 18 19

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AHPH, Prot. de Miguel Mazanari, nº 3425 (1532), f. 67v. Al respecto consúltese J. Luis ONA GONZÁLEZ y Carine CALASTRENC CARRÈRE, Los hospitales de Benasque y Bañeras de Luchón: ocho siglos de hospitalidad al pie del Aneto, Benasque, 2009. Jorge MUR LAENCUENTRA, Septembris. Historia y vida cotidiana en Graus entre los siglos XI y XV, Graus, 2003, pp. 221-224. Otra referencia sobre este hospital en Ovidio CUELLA ESTEBAN, Bulario Aragonés de Benedicto XIII (III). La Curia de Peñíscola (1412-1423), Zaragoza, 2006, p. 365, doc. 823. Sobre el hospital de San Lorenzo a finales del siglo XVI y las misas que mosén Domingo Valdellou debía cantar: ADBM, Leg. 888, Visita ad limina y Pastoral (1597-1602), s. f. Graus. REVISTA DE LA CECEL, 16, 2016, 37-60 - ISSN: 1578-570-X

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Fig. 3. Predela del retablo del siglo XV perteneciente a la iglesia del hospital de Santa Elena (San Juan) de Benabarre. De izq. a dcha. la Virgen María, Cristo Varón de Dolores y San Juan (Museo Diocesano Barbastro-Monzón - fot. MDBM).

pontífices. En Lérida lo recuerdan por fundar el colegio universitario de Santa María para clérigos pobres y en Benabarre, su localidad natal, por el establecimiento del hospital de San Juan, edificio que ha sobrevivido al paso del tiempo21. El inmueble se dividía principalmente en cuatro habitaciones, una de ellas para el hospitalero Salvador Colomina y su mujer. El culto se desarrollaba en una capilla ricamente decorada con lienzos y palios de sedas amarillas, azules y rojas22. Por último, el Cinca Medio fue una región con una condensación hospitalaria similar. A los hospitales de Monzón habría que añadir las referencias del siglo XVI sobre el afamado hospital de Santa Ana de Fonz23. 2.1. Territorio y población Si juntamos las múltiples referencias que hemos comentado hasta ahora, se vislumbran algunas de las características más destacadas de la red hospitalaria: 21

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Alberto VELASCO GONZÁLEZ, «Domènec Ponç (1330-1417) i el collegui de Santa Maria de Lleida», en Arrels Cristianes. Temps de consolidació, la Baixa Edat Mitjana. Segles XIIIXV, Lleida, 2008, pp. 295-316. ACL, VP2-1445, ff. 168v-169v. Alberto VELASCO GONZÁLEZ, «El retablo gótico de Santa Ana de Fonz: un ejemplo de promoción episcopal en relación al inmaculismo», en Francesc CLOSA y Josep M. MARTÍNEZ (eds.), Relaciones históricas entre Aragón y Cataluña, Lleida, 2004, p. 149, n. 25.

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a) Los núcleos de mayor tamaño y capitales de cada comarca fueron los primeros centros en contar con establecimientos asistenciales: véase la ciudad de Barbastro (1103). b) Poco tiempo después, aparecieron hospitales rurales conectados con las principales vías de comunicación y sus infraestructuras, como fue el caso de Castejón del Puente (1207). c) Poblacionalmente, Barbastro fue el único concejo que superó a finales de la Edad Media los 400 fuegos. Le seguían Monzón y Graus. A partir de aquí encontramos unas once villas entre los 51 y 100 fuegos, gran parte de ellas ubicadas al sur de la ciudad de Barbastro donde el cultivo en los márgenes del Cinca daba mayor rendimiento. En aproximadamente la mitad de ellas logramos documentar, por el momento, hospitales en los siglos XV y XVI. Pero estos centros llegaron también a los lugares de pequeño tamaño, como Selgua o Peralta de Alcofea con sólo 43 y 25 fuegos respectivamente en 1495. El propio lugar de Peralta evidencia los desequilibrios demográficos de finales del Cuatrocientos ya que, mientras Barbastro mantuvo durante toda la centuria un crecimiento sostenido, los lugares de los alrededores perdieron población. Peralta pasó de tener unos 70 fuegos a finales del siglo XIV, a 25 en las postrimerías del XV. Su población se redujo más de un 50% en cuestión de cien años24. Por tanto, es posible que estos hospitales sirvieran de apoyo a gentes del campo cada vez más empobrecidas y que con el paso del tiempo acabaran emigrando a la ciudad. A su vez, este fenómeno también promocionaría nuevas estrategias hospitalarias en el ámbito urbano, creándose los llamados hospitales generales25. d) Por último, conforme a las distancias tomadas en línea recta entre las diferentes localidades con hospitales26, se aprecia que la densidad de la red fue mayor al sur de Barbastro (5-10 km.), debido a la cercanía de la villa de Monzón y los circuitos comerciales con Cataluña, así como la disposición de un poblamiento más concentrado. En torno a Barbastro los recorridos son mayores (15-21 km.) reduciéndose en el norte, en la serranía (7-10 km.), sin duda debido a la compleja orografía del terreno. 24 25

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SESMA y LALIENA, p. 160. Tomando como referencia la mediana poblacional según el fogaje de 1495, el cálculo nos muestra que a finales del siglo XV y principios del XVI fue común que una localidad con 54-59 hogares ya pudiera disponer de un hospital en su caserío –no hemos computado la media porque la población de Barbastro distorsionaría la estimación–. El trayecto en línea recta es un dato orientativo que por supuesto no representa con exactitud la distancia real de los caminos del Somontano. Al aumento de la misma, habría que añadirle la calidad de la vía de comunicación, así como la topografía. REVISTA DE LA CECEL, 16, 2016, 37-60 - ISSN: 1578-570-X

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Fig. 4. Relación de municipios de la región con su población y la red de hospitales identificada.

Fig. 5. Distancia calculada entre los hospitales y su primera datación conocida.

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3. UN ESTUDIO DE CASO: LA VILLA DE ALQUÉZAR La villa de Alquézar se encuentra en la sierra de Guara. La localidad se sitúa en una peña donde la colegiata de Santa María se yergue por encima del resto de construcciones. La guerra y la peste habían arrasado la población a lo largo del siglo XIV trayendo únicamente miseria. El número de habitantes, unos fallecidos y otros porque partieron, descendió una tercera parte. Esta caída demográfica afectó como es lógico a las rentas del capítulo de clérigos de la colegiata. El final del colapso y el inicio de la recuperación comenzaron con la elección de Pedro de Pan y Vino como prior de los racioneros en 1390. Parece ser que un familiar suyo, Martín de Pan y Vino, fue el encargado de poner en marcha el hospital de Alquézar27. La historia de los primeros años de este hospital de la villa de Alquézar es bastante compleja. En menos de cuarenta años, desde 1402 hasta 1439, esta institución asistencial cambió en numerosas ocasiones su administración. La iniciativa llegó de la mano de Martín de Pan y Vino, clérigo racionero de la iglesia de Santa María de Alquézar. Resultó que Pan y Vino había sido sancionado por el obispo de Huesca. Éste le impuso marchar hasta Santiago de Compostela como penitencia. Ante dicho castigo el religioso propuso a sus superiores evitar tal penosa peregrinación, promoviendo a cambio una obra pía. Y es que, siguiendo las palabras de Martín de Pan y Vino, acudir hasta Santiago suponía un gran peligro, al no encontrarse bien sano de su persona ni en disposicion que el pudies cabalgar ni yr a cavallyo ni muyto menos de pie. Este clérigo rogó al prelado oscense conmutar su pena. De esta manera, nació el hospital en 1402, para recollir los pobres et tener hospitalitat. Pan y Vino tenía en propiedad unas casas en esta población. Se las ofreció a don Juan, obispo de Huesca, y concretamente a Martín de Riesca, vicario general de la diócesis oscense, quien accedió a dispensar la peregrinación a cambio de la fundación de un establecimiento asistencial. Al cargo del hospital quedarían, en calidad de visitadores, regidores y administradores, dos instituciones: el prior y el vicario de los racioneros de la iglesia de Santa María de Alquézar, congregación a la que pertenecía el mismo Pan y Vino; y los jurados de la villa. Es decir, un sistema de gerencia mixto al igual que los grandes hospitales urbanos28. Este nuevo edificio, situado en esas casas que cedió Pan 27 28

Antonio DURÁN GUDIOL, Historia de Alquézar, Zaragoza, 1979, pp. 161-168. Cristina PÉREZ GALÁN, «Los grandes hospitales urbanos en Aragón en el siglo XV: Nuestra Señora de la Esperanza en Huesca y Nuestra Señora de Gracia en Zaragoza», en Assistenza e solidarietà in Europa secc. XIII-XVIII, Atti della «Quarantaquattresima Settimana di Studi» 22-26 aprile 2012 a cura di Francesco Ammannati, Florencia, 2013, pp. 291-305. REVISTA DE LA CECEL, 16, 2016, 37-60 - ISSN: 1578-570-X

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y Vino, se encontraba en la plaza de la villa, enfrente de la vivienda de Pedro Burgase y del barranco denominado de Maniarmel. Se encargó a los recién nombrados administradores que parte de la caridad fuera con otros religiosos, por lo que se acondicionó una estancia para los que acudieran a la villa29. Poco tiempo pasó, sólo tres años, cuando en 1405 los encargados del inmueble renunciaron a cualquier derecho. Pedro de Pan y Vino, clérigo racionero de la iglesia de Santa María, y Guillermo de Rodellire, clérigo y vicario de la iglesia de San Miguel, dimitieron. Desconocemos los motivos o problemas que pudieron surgir para abandonar tal empresa30. La solución a los infortunios llegó en 1406, momento en que Martín de Pan y Vino otorgó la responsabilidad a los frailes dominicos de la ciudad de Huesca. Quedaba en sus manos poner remedio a la inestable situación en la que se encontraba el hospital31. De hecho, gracias a los fondos documentales del convento de Santo Domingo de Huesca, localizado en la sección clero del Archivo Histórico Nacional de Madrid, disponemos de las primeras noticias sobre este centro. La administración de los frailes predicadores oscenses dio estabilidad al hospital de Alquézar. En la década de 1420 el prior del convento de Santo Domingo, en calidad de regidor y administrador del hospital, otorgó varios albaranes a los adelantados de la aljama de moros de Huesca por el pago de 250 sueldos jaqueses de treudo o censo anual. Estos recibos se referían al préstamo censal que compró Egidio de Almazán, prior dominico y administrador hospitalario previo, a dicha aljama. La cifra prestada ascendía a 6.000 sueldos jaqueses, siendo la pensión anual de 400 sueldos. Sin embargo, la cantidad que entregaron, a raíz de lo extraído de los presentes albaranes, fue prácticamente la mitad. Sea como fuere, las ganancias de esta actividad económica estaban destinadas al mantenimiento de la hospitalidad y asistencia en el establecimiento, especialmente la habitación que servía para alojar al personal eclesiástico. Uno de los siguientes priores dominicos otorgó otro censal, en 29

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AHN, Clero, carp. 604, nº 3. Se conservan las apelaciones de Martín de Pan y Vino ante el tribunal eclesiástico de Zaragoza, con motivo del pleito con el obispo de Huesca (AHN, Clero, carp. 606, nº 13). AHN, Clero, carp. 604, nº 11. Posiblemente la renuncia de Pedro de Pan y Vino estuvo condicionada por la deteriorada situación de la villa y especialmente la de la colegiata de Santa María. Con motivo de la crisis económica de mediados del siglo XIV y las consecuencias que todavía se arrastraban, los clérigos racioneros de Alquézar habían disminuido su número. En la primera mitad del siglo XIII, cuando la villa y la iglesia contaban con importantes rentas, se acordó mantener hasta dieciocho racioneros, sin embargo, en 1418, siendo Pedro de Pan y Vino todavía el prior, las rentas difícilmente daban para mantenerlos. Cuatro raciones fueron suprimidas por lo que el número total quedó en catorce hermanos. AHN, Clero, carp. 604, nº 19.

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este caso, al concejo de Adahuesca. Los términos volvían a ser los mismos, 6.000 sueldos de préstamo y 400 de pensión anual, lo que suponía un 6,6% de interés32. Durante más de treinta años los dominicos oscenses ostentaron la administración del centro hasta que finalmente Pan y Vino los relegó de sus funciones. La razón de aquella destitución fue la alienación por parte de los frailes predicadores de ciertas casas y bienes que él mismo asignó al hospital, o al menos esas eran las acusaciones. Aquellas actuaciones contra la buena administración del inmueble habían llevado a la desaparición del ejercicio de la caridad en la villa. El fundador del hospital de Alquézar debía pensar quiénes iban a reemplazar al convento de Santo Domingo de Huesca. Tras una gerencia mixta –los religiosos y los jurados de Alquézar– y una eclesiástica –los predicadores oscenses– Pan y Vino se decantó por un gobierno laico. Buscó a alguien familiarizado con el manejo de capital y con el mundo de los negocios. El resultado fue la instauración de dos mercaderes como responsables: Juan Manariello y Juan Flexas, ambos ciudadanos de Zaragoza. La destitución de los dominicos y la elección de los comerciantes se llevó a cabo en 1439, estando presente el arzobispo zaragozano Dalmacio y el doctor en leyes Juan Genones33. Una última condición que estableció Pan y Vino fue que esas rentas censales que poseía el hospital de Alquézar fueran cedidas y utilizadas por el que era el hospital más importante de todo Aragón, el general de Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza34. 32 33

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AHN, Clero, carp. 607, nº 11; carp. 608, nº 5; carp. 608, nº 20. APZ, Prot. Alfonso Martínez (1439), ff. 191r-197r. Copia en el libro notarial de un documento guardado también en el AHN, Clero, carp. 610, nº 16. APZ, Prot. Alfonso Martínez (1439), f. 217r-v. En el mismo texto Pan y Vino pagó al jurista Martín Cabrero por su trabajo. Con motivo de su elección como regidores del hospital de Alquézar, Fexas y Manariello instituyeron sus propios procuradores: Martín de Peralta, Narciso Juan y Martín de Ballarías (APZ, Prot. Alfonso Martínez (1439), ff. 220r y 234v. Tanto los mercaderes como Narciso Juan son censados por Susana Lozano Gracia en su tesis doctoral: Las elites en la ciudad de Zaragoza: la aplicación del método prosopográfico en el estudio de la sociedad, Universidad de Zaragoza, 2007 (accesible en https://zaguan.unizar. es/record/7400/files/TESIS-2012-063.pdf), pp. 1595 (Fexas), 1640 (N. Juan) y 1675 (Manariello). Las prácticas mercantiles de éstos en: María VIU FANDOS, «Información y estrategias comerciales en la Corona de Aragón», Carlos Laliena y Mario Lafuente (coord.), Consumo, comercio y transformaciones culturales en la Baja Edad Media: Aragón, siglos XIV-XV, Zaragoza, 2016, pp. 126-146. Por otro lado, es inusual que dos mercaderes de Zaragoza se hicieran cargo de un hospital situado tan lejos de su lugar de residencia. Un fenómeno más común hubiera sido la presencia de comerciantes y banqueros en la administración y dirección de los hospitales urbanos: Francesco BIANCHI y Edoardo DEMO, «Tra mercanti e mendicanti: amministrare la carità nella terraferma veneta del Rinascimento», en Francesco Ammannati (ed.), Assistenza e solidarietà in Europa Secc. XIII - XVIII, Atti della Quarantaquattresima Settimana di Studi (22-26 aprile 2012), Florencia, 2013, pp. 307-316. REVISTA DE LA CECEL, 16, 2016, 37-60 - ISSN: 1578-570-X

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A partir de la administración de los mercaderes perdemos la pista del hospital de Alquézar. El trabajo que realizó Antonio Durán Gudiol sirve para evidenciar la larga vida de estas instituciones. Según el personal que tuvo Santa María de Alquézar a principios del siglo XVII podemos aventurar que el hospital había vuelto a ser regentado por sus primeros encargados, los clérigos de la colegiata. El número de racioneros seguía siendo catorce, desde que en 1418 los problemas hicieron disminuir su cifra. A ellos se les sumaba el personal subalterno, compuesto por los sacristanes, dos infantes, los escolanos, el ermitaño de San Gregorio, el mozo de palacio y, finalmente, la hospitalera. A ésta última se le encomendaba limpiar la iglesia, el coro y las lámparas de la colegiata, además de encargarse de cuidar y alimentar a los enfermos en el hospital, como indicara el médico35. Probablemente la situación física del establecimiento era otra, debido a que Pan y Vino permitió a los regidores del hospital de Nuestra Señora de Gracia vender las antiguas casas. Todavía en 1845 Pascual Madoz recogió en su Diccionario geográfico la presencia de un hospital para los enfermos pobres de la villa y sus aldeas con asistencia de profesores y enfermeros, aunque esta vez bajo la inspección de la Junta Municipal de Beneficencia. Según documentación del Archivo Histórico Provincial de Huesca en 1899 estaba situado en la calle Arrabal, número 9. Se componía simplemente de un espacio para albergar al pobre y otro para el hospitalero. Entre las posesiones de la institución únicamente se conoce una finca rústica, arrendada la mitad a Ramón Villacampa y la otra mitad para disfrute gratuito del hospitalero. Los gastos e ingresos estaban perfectamente equilibrados, puesto que se desembolsaron y se percibieron 16 pesetas con 12 céntimos. La inversión de esa cantidad de dinero sirvió para socorrer a los enfermos pobres con 14 pesetas y para reparar el edificio destinándole la pequeña cantidad restante36. Pudieron cambiar las gerencias pero la esencia del hospital rural se mantuvo durante siglos. 4. EL FENÓMENO URBANO Y EL PODER DE LA CONGREGACIÓN: LA CIUDAD DE BARBASTRO

El comienzo de la caridad cristiana en Barbastro se remonta prácticamente a su conquista por la monarquía aragonesa. Como ya hemos comentado, Barbastro no pasó definitivamente al control cristiano hasta el año 1101, cuando el rey Pedro I puso fin a la dominación de la taifa musulmana de Zaragoza. 35 36

DURÁN, p. 188. AHPH, G/000436/000004. Presupuesto de ingresos y gastos para el año 1899-1900 del hospital de pobres de Alquézar.

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Pues bien, dos años después, en agosto de 1103, el propio monarca Pedro I concedió al nuevo obispo de Barbastro, Poncio, una serie de privilegios. Tras ellos donó un lecho a la alberguería barbastrense37. López Novoa ya conocía esta información pues en su historia de Barbastro menciona la primera casahospital destinada para los pobres enfermos: «el primitivo hospital se hallaba situado en el punto que hoy está el convento de religiosas Clarisas, inmediato a la ermita de Santa Lucía, en que había fundada una cofradía con el título de dicha Santa, a cuyo cargo estaba el cuidado del hospital y enfermos»38. Desde estas primeras menciones de inicios del siglo XII hasta el XV, momento en el que las fuentes documentales son más abundantes y prolijas en detalles, las noticias de los hospitales barbastrenses son escasas y dudosas. Por ejemplo, existió el hospicio de Sancho Zara, que por ahora no podemos asegurar que fuera un lugar de recogimiento. En aquella época ese vocablo podía ser sinónimo de vivienda39. Igualmente, consideramos que la Casa de la orden militar de San Juan de Jerusalén pudo funcionar como hospital debido a su vertiente asistencial, aunque la documentación se expresa en otros términos40. Con total seguridad los restantes hospitales barbastrenses surgieron durante los siglos XII-XIV41, y en el XV los de San Julián y Santa Lucía se consolidaron como los centros de referencia. 37

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Et mando ut quicumque ligna attulerint ad Barbastrum de omni carretura pro anima sua donet unum lignum ad albergariam pauperum. Et sicut mandavit pater meus et ego ad opus sancti Vicentii de Rota, incidere in meas silvas et ire in paschuis et in pratis regalibus mando similiter ad illam albergeriam de Barbastro et ad ipsos clericos de ipsa sede (Antonio UBIETO ARTETA, Colección diplomática de Pedro I de Aragón y de Navarra, Zaragoza, 1951, pp. 390-391). Saturnino LÓPEZ NOVOA, Historia de la muy noble y muy leal ciudad de Barbastro y descripción geográfico-histórica de su diócesis, t. I, Barbastro, 1981, p. 324 (1ª ed. 1861). Memoria histórica del Somontano de Barbastro, Barbastro, 2007, p. 131: Pedro IV «el Ceremonioso» dona a Manuel de Entenza un patio sito en la fustería de Barbastro, en el cual pueden los sarracenos habilitar su carnicería (1386): confrontatum ab una parte cum Hospitio Sancii de Çara, et ab alia parte cum vico publico. Carlos Laliena ha analizado la actividad de los hermanos sanjuanistas en Barbastro en calidad de señor feudal: «El dominio de la Encomienda del Hospital de Barbastro (siglos XII-XIII)», Argensola: Revista de Ciencias Sociales del Instituto de Estudios Altoaragoneses, nº 88 (1979), pp. 381-402. Ver también documentación en Jesús VÁZQUEZ OBRADOR, «Minutas en aragonés en protocolos de Domingo Ferrer, notario de Barbastro (I): años 1390 y 1391», Alazet, nº 27 (2015), pp. 133-299. En las guerras de los siglos XVIII y XIX el edificio sí que fue utilizado como hospital debido a la saturación del nosocomio general (ARCARAZO y LORÉN, p. 30). Tomamos como ejemplo el caso de la ciudad de Huesca, donde a finales del siglo XII y principios del siglo XIII aparecieron seis nuevos hospitales (Mª Teresa IRANZO MUÑÍO, «Asistencia pública y segregación social: el hospital de leprosos en Huesca, siglos XIXIV», en Homenaje a Don Antonio Durán Gudiol, Huesca, 1995, p. 471. REVISTA DE LA CECEL, 16, 2016, 37-60 - ISSN: 1578-570-X

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El cuidado de los leprosos se desarrolló, como en el resto de la Europa medieval, a través del hospital de San Lázaro. En el Aragón oriental sólo Barbastro, Monzón y Tamarite alcanzaron un nivel de desarrollo suficiente como para disponer de una leprosería. La de Barbastro ha dejado más incógnitas que noticias. Sabemos de su existencia ya en 1200, merced a la presencia de su comendador en la documentación de la catedral de Huesca, un tal Guillermo42, ya que como es sabido, la diócesis barbastrense desapareció en el siglo XII y no fue restituida hasta el XVI. Éste aparecía acompañado de hombres y mujeres, «hermanos y hermanas», lo que indica que personas de ambos sexos estuvieron alojados allí43. Sabemos a ciencia cierta que las leproserías se situaban extramuros de las poblaciones por discutidos motivos: bien para evitar el contagio y mantener cierto control, o bien, en conexión con los caminos y puertas principales para favorecer su tránsito. En este sentido, otros hospitales barbastrenses para pobres y viandantes también se hallaban a las afueras, en las entradas del municipio. Tanto el de Santa Lucía como el de San Julián, antes de su fusión, se encontraban extramuros. Lo mismo ocurría con la Casa de San Lázaro, situada en la orilla del camino a Monzón44. La lepra no sucumbió drásticamente, a pesar de ser sustituida por la peste45 como la principal enfermedad epidémica medieval. Algunos edificios como el lazareto de Huesca desaparecieron, además de por su propio contexto, por la disminución del número de afectados46. Sin embargo, seguimos encontrando leproserías todavía en el siglo XVI. Sin ir más lejos, Henri Cock citó la de Barbastro en su viaje por España en 158547. 42

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Antonio DURAN GUDIOL, Colección diplomática de la Catedral de Huesca, t. II, Zaragoza, 1965, p. 554, doc. 583. Otra pequeña referencia sobre el administrador de esta institución la encontramos en el proceso sobre los pastorells de Barbastro: Jaume RIERA I SANS, «Los Pastorells en Barbastro (julio de 1320)», Aragón en la Edad Media, nº 18 (2004), pp. 334. En él aparece testificando Pedro López de Balaguer, administrador del hospital (p. 334). Manuel GÓMEZ VALENZUELA, La vida cotidiana en Aragón durante la Alta Edad Media, Zaragoza, 1980, pp. 31-32. ARCARAZO y LORÉN, p. 29. No hemos encontrado referencias sobre recogimiento de la peste en cualquiera de estos u otros centros. Solamente hemos encontrado las disposiciones de las autoridades municipales de Barbastro en 1483 prohibiendo la acogida de gentes forasteras en viviendas particulares para evitar el contagio (Ángel CONTE CAZCARRO, La Aljama de Moros de Barbastro, Barbastro, 2013, p. 66). Mª T. IRANZO, «Asistencia pública y segregación…», pp. 467-482. Henri COCK, Relación del viaje hecho por Felipe II, en 1585, a Zaragoza, Barcelona y Valencia, Madrid, 1876, p. 156. El lazareto de Tamarite se reconvirtió en 1541 en hospital común (ACL, VP4-1541, f. 89v.).

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Trescientos años después el término “lazareto” había evolucionado: de acoger a enfermos de lepra, a otros de carácter también epidémico. En 1884 un gran vendaval azotó Barbastro, arrancando árboles y dañando múltiples edificios. La ermita de San Ramón y su lazareto, localizada a un kilómetro al norte de la localidad, quedaron visiblemente dañados. Derrumbada por el viento la espadaña de un modesto campanario, determinó su caída el undimineto [sic.] del tejado y bóveda de la Iglesia, a la vez que en las habitaciones cedían las paredes y tabiques al empuje del huracán por cuyo motivo el mencionado edificio ha quedado inservible, no para lazareto, sino para todo uso48.

La ciudad de Barbastro se consolidó como centro de referencia regional durante el siglo XIV y acrecentó esa posición durante la siguiente centuria. Su influencia se manifestó por la promoción agraria de las tierras de los alrededores –producción de cereales, aceite y vino– y la cada vez mayor participación comercial. Barbastro se benefició de su situación geográfica y de sus conexiones trazadas estratégicamente en forma de cruz. De este a oeste cruzaban los itinerarios terrestres que iban de Barcelona y Lérida hasta Huesca, y de norte a sur las cuencas fluviales conectaban Francia y las regiones pirenaicas con el valle del Ebro. Ejemplo de ello fue la importante feria anual de Barbastro que aunaba comercio y consumo regional con transacciones de productos textiles que venían del sur de Francia y Barcelona y se dirigían hacia Castilla. Por otro lado, la ciudad contó durante el siglo XV con algo más de 2.000 habitantes, presentando un lento crecimiento vegetativo49. Es a lo largo del Cuatrocientos cuando las referencias de los hospitales aumentan considerablemente. Una de las fuentes cruciales en donde podemos rastrear la existencia de establecimientos asistenciales son los testamentos. En ellos quedan reflejadas mandas destinadas para obras pías, entre los que San Julián y Santa Lucía se impusieron al resto50. Tomemos como ejemplo las últimas voluntades que dejó Sancha Coronas, viuda de Jimeno Torrecilla. Después de elegir la iglesia de Santa María la Mayor como sepultura donó 12 48

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AMB, Leg. nº 363 (ant. sig.). Copia de la instancia solicitando fondos para reparar el lazareto de San Ramón (29-07-1884). SESMA y LALIENA, «La población de Barbastro…», pp. 123-160. Mª Luz RODRIGO ESTEVAN, Testamentos medievales aragoneses. Ritos y actitudes ante la muerte (siglo XV), La Muela, 2002, pp. 164 y 271; Mª Teresa SAUCO ÁLVAREZ, «Alma y patrimonio en el acto de testar: análisis de los testamentos notariales bajomedievales de Barbastro (Huesca)», en Actas II Simposio de jóvenes medievalistas (Lorca 2004), Murcia, 2006, pp. 207-222. REVISTA DE LA CECEL, 16, 2016, 37-60 - ISSN: 1578-570-X

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dineros jaqueses de treudo para beneficio del hospital de San Julián de Barbastro, los cuales obtenía de una viña en Ripol; y nuevamente cedió 10 sueldos jaqueses al dicho hospital para renovar la ropa de cama que su marido había otorgado ya anteriormente. Prosiguió disponiendo otras donaciones para instituciones de la región: el monasterio de los frailes menores, la iglesia de Santa María del Pueyo y la iglesia de Santa Lucía. Este testamento de Sancha Coronas repite cláusulas comunes entre esta tipología documental, sin embargo, aporta un dato clave. Según Arcarazo y Lorén, el hospital de San Julián es de finales del siglo XV, en cambio, esta vecina de Barbastro ya conocía en 1403 dicho establecimiento, así como su marido, previamente fallecido. En la misma época el hospital de Santa Lucía también estaba activo, como muestra otra donación de Sancha Cananas en 1406: Item, lexo al spital de santa Lucia huna litera sufficient, hun par de lincuelos, una plumaça, hun cabecal, la qual ropa sia dada por mis spondaleros diuso scriptos51. El hospital de San Julián se encontraba al sur de la ciudad, cercano a las puertas del Coso y el Camino Real de Zaragoza. Debió surgir también en torno a una ermita y una cofradía que le dio el nombre. Esta asociación de laicos construyó un edificio de una planta, de capacidad limitada. Se atisbaba en lo alto de una colina por lo que las condiciones sanitarias eran mejores que las del hospital de Santa Lucía, situado cerca del río Vero y con peor ventilación52. Por último, la cata realizada en los libros de actas del concejo barbastrense nos permite demostrar que el municipio no participó en exceso en el ejercicio de la caridad, al menos, no a través de los hospitales. Únicamente hemos encontrado menciones muy parcas en las que se menciona un hospital, no se especifica el nombre ni la advocación53. Pudiera referirse al hospital de Santa 51

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Mª L. RODRIGO, Testamentos medievales aragoneses…, p. 217. Otros ejemplos de mandas podemos encontrarlas en los protocolos notariales del Archivo Histórico Provincial de Huesca. Toda Pérez Santangel, mujer de Juan de Santangel, dejó al espital de Sant Jolian de la ciudat de Barbastro la camenya do jago de fusta con el amdrach que qui yes de present. […] Item lexo al spital de Sant Julian Martir el lecto almadrach. Domigo Lecina prefirió donar una cantidad de dinero: Item al espital de Sant Julian XII [sueldos] et otro dictus al spital de Santa Lucia (Prot. de Martín de Monclús, nº 3134 (1426), ff. 41v. y 42v. y 36r, respectivamente). Por último Francisca de Abella, mujer de Juan de Tierrantona, se despojó también de ropa de cama: Item dexo de gracia special al spital del glorioso senyor Sant Julian de la dicha ciudat el almadrat mio que yo tengo en mi lecho, el cual quiero sierva en los lechos de los pobres que en aquel se recogen, el qual quiero sea dado por mis espondaleros susodichos y quiero que no sea cambiado ni paguado en dineros, sino sea dado aquel por aquel segunt dicho es (Prot. de Raimundo Mur, nº 3227 (1496-1502), f. 37r-v.). ARCARAZO y LORÉN, p. 38. AMB, Libros de Actas (LA), 1476-1477, f. 23r. y 1482-1483, f. 47r.

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Lucía, ya que aparece mencionado su hospitalero en una ocasión54. Para reforzar esta hipótesis hemos acudido a las ordenanzas que trascribió Mariano de Pano. En su epígrafe «De las caridades» no hay rastro de problemas sociales, instituciones asistenciales o grupos marginales y empobrecidos55. De la misma manera, entre las obras públicas que llevó a cabo el concejo barbastrense en el siglo XVI, tanto para edificios públicos como religiosos, no hay mención de la construcción del nuevo hospital general de San Julián y Santa Lucía56. A falta del municipio, fueron las cofradías quienes desarrollaron esa responsabilidad. Ahora bien, la Baja Edad Media y el siglo XVI trajeron desarrollo económico y riquezas para unos, mientras que para otros quedó un mundo de marginalidad, pobreza y delincuencia57. Los hospitales son reflejo de estas transformaciones sociales, pues evolucionaron de organismos unicelulares a seres cada vez más complejos. Ante el aumento del pauperismo, las ciudades y principales villas respondieron con una nueva estrategia asistencial: la creación de los hospitales generales. Estos nuevos establecimientos supusieron principalmente una centralización del esfuerzo caritativo58: bien creando un nuevo hospital de relevancia que aglutinó o sustituyó las estructuras precedentes (Barcelona, Zaragoza o Valencia), o bien concentrando los recursos existentes. En ciudades aragonesas de menor tamaño, como Jaca59, Teruel60 o Barbastro, la monopolización de 54

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AMB, LA, 1476-1477 f. 98v. Además se suele mencionar Santa Lucía, pero no ya el hospital, sino la iglesia o la fuente: AMB, LA, 1476-1477, f. 50v. y 1482-1483, f. 71v. Ordinaciones y paramientos de la ciudad de Barbastro publicados por D. Mariano de Pano. Aspectos lingüístico por D. Jesús Vázquez Obrador, Barbastro, 2011. Todo lo contrario sucedía en la ciudad de Daroca: Mª Luz RODRIGO ESTEVAN, «Poder municipal y acción benéfico-asistencial. El concejo de Daroca, 1400-1526», Aragón en la Edad Media, nº 12 (1995), pp. 287-317. Amparo SÁNCHEZ RUBIO, J. Antonio SALAS AUSÉNS y Guillermo BURILLO JIMÉNEZ, «El Concejo de Barbastro y la arquitectura civil en la primera mitad del siglo XVI», Seminario de arte aragonés, nº 33 (1981), pp. 229-246; «Gastos del concejo de Barbastro en la construcción y mantenimiento de edificios religiosos (1500-1550)», Seminario de arte aragonés, nº 33 (1981), pp. 247-264. Mª Carmen GARCÍA HERRERO, «Las relaciones económicas», en Mª Milagros RIVERA GARRETAS et al., Las relaciones en la historia de la Europa medieval, Valencia, 2006, pp. 277-344. Raúl VILLAGRASA ELÍAS, «Política hospitalaria en los concejos aragoneses del Cuatrocientos», en Paulino Iradiel et al. (eds.), Identidades Urbanas Corona de Aragón-Italia. Redes económicas, estructuras institucionales, funciones políticas (siglos XIV-XV), Zaragoza, 2016, pp. 163-176. Joaquín CARRASCO et al., La vida hospitalaria en Jaca, Jaca, 1983. Germán NAVARRO ESPINACH, «El hospital de Santa María de Villaespesa y de San Juan Bautista en la ciudad de Teruel a través de los actos notariales de Alfonso Jiménez (1481-1518)», Aragón en la Edad Media, nº 16 (2000), pp. 565-590. REVISTA DE LA CECEL, 16, 2016, 37-60 - ISSN: 1578-570-X

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la caridad llegó en los albores de la época moderna. Los dos hospitales más importantes acabaron fusionándose, incluyendo sus nombres, advocaciones y recursos económicos. En Barbastro tal unión la protagonizaron las cofradías y hospitales de San Julián y Santa Lucía en torno a 1525. Aun así, el segundo siguió activo hasta 1540 debido a las obras que se estaban acometiendo en el primero; edificio que una vez reformado se convirtió en el centro de referencia. Además, su situación elevada, ventilada y no tan húmeda era más apta para las condiciones sanitarias. La remodelación se inició incluso años antes de la unificación61. Ya en 1505 se derribaron algunas partes para añadir un segundo piso. El hospital contó finalmente con tejados y escaleras nuevas, cocina, corral, enfermerías para hombres y mujeres, letrinas, dormitorio del hospitalero y su familia, etc. Por último, hay que añadir la conversión de la antigua ermita en una nueva iglesia renacentista, cuyas obras se ejecutaron entre 1538 y 154062. De esta forma, los dos pequeños hospitales no sólo se unieron en nombre y patrimonio, sino que se crearon edificios acordes a las nuevas necesidades sanitarias y religiosas. Años después de la unificación, en 1529, parece que se redactaron las ordinaciones de la nueva cofradía, en donde quedó constancia claramente la devoción por su nuevo hospital. Se conserva una copia del siglo XVIII, trascrita por Arcarazo y Lorén63. En ellas podemos observar principalmente los diferentes cargos que desempeñaban los miembros varones de la cofradía. A grandes rasgos el organigrama del hospital es el siguiente. El órgano consultor que dominaba era la Junta General, compuesta por veinte hombres, los hermanos de cargo. A estos veinte se añadían otros cinco miembros recién ingresados, los hermanos supernumerarios. Entre estos veinticinco se repartían las diferentes responsabilidades y los principales oficios gracias a un sistema de elección por insaculación. De este primer grupo salía la Junta particular o de los Doce, que como su nombre indica, estaba compuesta por una docena de hermanos y el prior. Las misiones de los doce hermanos particulares eran supervisar el gobierno económico de la institución y recoger las limosnas. A su vez, el prior presidía ambas juntas, la general y la particular. Su cargo conllevaba la asistencia y responsabilidad de los pobres y la supervisión del resto de oficios. Unido siempre a él, el bolsero, se encargaba de la recaudación y 61

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En 1503 ya se estaba planificando la obra de un hospital en la Plaza Nueva: CONTE, p. 27. Por otro lado y respecto a la iglesia del hospital, todavía se puede contemplar. Dicho complejo ha sido readaptado para el Centro de Interpretación del Somontano. Ver figura 6. ARCARAZO y LORÉN, pp. 43-51. En estas páginas se puede consultar las obras del hospital y la iglesia, sus materiales y técnicas de construcción. Ibidem, pp. 55-67.

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Fig. 6. Iglesia del hospital de San Julián y Santa Lucía de Barbastro del siglo XVI (fot. R. Villagrasa Elías).

administración de las rentas, el pago de los salarios y el encargo de los abastos. Para supervisar las cuentas que llevaba el bolsero la cofradía confiaba la tarea a los hermanos contadores64. En el hospital trabajaban varias personas más, aunque en este caso, ya no eran miembros de ninguna de las juntas. El cuidado de las almas, la asistencia espiritual y las labores eclesiásticas corrían a cargo del vicario. Además, tenía que anotar la información básica de los pacientes en diferentes libros. En uno, recogía la salida y entrada de los enfermos, así como los enseres y las ropas que llevaban consigo a su llegada. En otro, señalaba las raciones de comida. Por otro lado, el secretario asistía a las diferentes juntas pero sin pertenecer a ellas. Principalmente actuaba como escribano para verificar las actas y decisiones que allí se tomaban. Para algunas tareas se contrataba a un llamador que atendía las necesidades que requiriera el prior. Las labores sanitarias corrían a cargo del personal de enfermería, supervisados por los físicos y cirujanos que visitaban a los dolientes. Por regla general, cada uno de ellos, enfermeros y enfermeras, atendía a su correspondiente sexo. Por último, encontramos al 64

En 1580 se reunió el capítulo de la cofradía para dar el relevo de funciones (AMB, D6, carp. 9C, f. 18v-20r). REVISTA DE LA CECEL, 16, 2016, 37-60 - ISSN: 1578-570-X

«Recollir los pobres et tener hospitalitat». Asistencia hospitalaria...

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Fig. 7. Organigrama del hospital de San Julián y Santa Lucía de Barbastro en el siglo XVI según sus ordinaciones.

hospitalero y su familia, quienes se encargaban de las tareas cotidianas: limpieza, recepción de pacientes, preparación de comidas, vigilancia, encargos del prior, etc. En muchas ocasiones el cargo lo ejercía el varón, pero es muy común encontrar a mujeres que desempeñaron también este trabajo. Como suele ocurrir casi siempre, la teoría es una y la práctica otra. Las ordinaciones de la cofradía nos presentan una clara división de las funciones. A modo de contrapunto, contamos con la visita pastoral que realizó el obispo de Barbastro en 159865, a raíz de la concordia realizada previamente entre el cabildo de la catedral y la cofradía. En la visita pastoral observamos cómo el hospital estaba siendo mal administrado, ya que ni el bolsero ni el prior, dos oficios básicos en la gestión de las rentas y el patrimonio, realizaban sus tareas adecuadamente: múltiples deudas permanecían sin cobrar, varias mandas testamentarias no habían sido recibidas, el registro de los pacientes era inadecuado, etc66. Finalmente, la centralización hospitalaria se complementó también con cierta especialización con respecto a los colectivos más desfavorecidos. Así, 65

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Agradezco a Víctor Iglesias que me haya proporcionado el documento: ADBM, Leg. 888, Visita ad limina y Pastoral (1597-1602), s. f. Cofradía de San Julián y Santa Lucía de Barbastro. ARCARAZO y LORÉN, pp. 52-54.

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Raúl Villagrasa Elías

el cuidado de niños huérfanos fue más que notorio. En 1575 el papa Gregorio XIII concedió una bula a Jacobo Callen y Jerónima Lovico de Berbegal con motivo del nuevo hospicio que habían abierto para niños y niñas abandonadas. Ya a principios de siglo el municipio barbastrense había pedido al pontífice la creación de un establecimiento de esas características67. La Modernidad llegó también acompañada de cruentos enfrentamientos bélicos y los hospitales se vieron obligados a albergar con mayor asiduidad al paciente militar. En la última década del siglo XVI Barbastro y Monzón contaron con este tipo de establecimientos que alojaron a los ejércitos reales que habían perseguido a las tropas aragonesas derrotadas tras los acontecimientos entre Felipe II y Antonio Pérez68. Un fenómeno similar se vivió en Fraga, población aguas abajo del Cinca, cuando la villa se convirtió en centro de maniobras en la Guerra de Cataluña o de los Segadores (1640-1652). Tal era la cantidad de soldados heridos y enfermos que se dispusieron dos hospitales en Fraga, otro en Torrente de Cinca y un cuarto en Caspe69. 5. A MODO DE CONCLUSIÓN Aquella comarca aragonesa entre la montaña y el llano sufrió exactamente los mismos procesos históricos que las grandes urbes de Occidente. La conquista cristiana y la llegada de gentes del norte supusieron el inicio de la experiencia hospitalaria de Barbastro y su entorno. La economía feudal de la salvación se mantuvo durante siglos hasta que la riqueza de unos y la pobreza de otros, así como los desequilibrios demográficos de los siglos XV y XVI, fueron causa de la transformación de las estructuras medievales. La municipalización llegó al mundo rural, pero en Barbastro fue la asociación de los laicos a través de las cofradías la que promovió nuevas estrategias benéfico-asistenciales. Hacia 1525 las hermandades de San Julián y Santa Lucía unieron sus esfuerzos y patrimonios para promover un hospital e ingresos comunes. El mismo año el valenciano Juan Luis Vives exhortó a las autoridades de la populosa ciudad de Brujas, en los Países Bajos, con su tratado De subventione pauperum para hacer lo mismo con los hospitales públicos. Nacía la sanidad como la entendemos hoy, en la ciudad y el campo. 67

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ARCARAZO y LORÉN, p. 77. Para complementar este aspecto, consúltese el trabajo de J. Ramón ROYO GARCÍA, «Los hospitalicos de niños y de niñas de Zaragoza en 1605 según la visita del arzobispo Tomás de Borja», Revista de Historia Jerónimo Zurita, nº 69-70 (1994), pp. 115-127. Ibidem, pp. 76-77. Joaquín SALLERAS CLARIÓ, Fraga en la guerra de Cataluña (1640-1647), Barcelona, 2004, pp. 42-44. REVISTA DE LA CECEL, 16, 2016, 37-60 - ISSN: 1578-570-X

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