Vigencia de una generación de escritores y escritoras chilenas por Omar Pérez Santiago. Universidad Bolivariana

June 26, 2017 | Autor: Omar Pérez Santiago | Categoría: Literature, Narrative, Chile
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Descripción

















Escritores y escritoras de la Guerra

Vigencia de una generación de narradores chilenos
Omar Pérez Santiago

































Escritores de la Guerra
2007
Ediciones Universidad Bolivariana
@Omar Pérez Santiago
Registro de derecho de Autor Nº 143.168
I.S.B.N. 956-8251-03-0
Santiago Chile,

"Y esto me viene a la cabeza porque en gran medida todo lo que he escrito
es una carta de amor o de despedida a mi propia generación, los que nacimos
en la década del cincuenta y los que escogimos en un momento dado el
ejercicio de la milicia, en este caso sería más correcto decir la
militancia, y entregamos lo poco que teníamos, lo mucho que teníamos, que
era nuestra juventud, a una causa que creímos la más generosa de las causas
del mundo y que en cierta forma lo era, pero que en la realidad no lo era."

Roberto Bolaño
Discurso de Caracas
Recepción del Premio Rómulo Gallegos
Octubre de 1999

"Crear una pequeña flor es una tarea de siglos"
William Blake
La labor de un escritor o de una escritora es ansiar escribir la historia
más preciosa jamás contada.
La labor de un escritor o de una escritora, sin distinción de la era que le
tocó vivir, es trabajar con esas pistolas cargadas —las palabras y la
imaginación— e intentar escribir la historia más bella del mundo.
¿Por qué hablamos de generaciones entonces?
Porque la realidad en que nos toca vivir cambia. Y como escritores de
ficciones somos mundanos, socialmente contaminados y por lo tanto hay que
trabajar la materia de lo imaginario a partir de esa realidad. "El hombre
parte del hecho de que hubo mucho tiempo sin novela pero nunca una novela
sin tiempo" (Carlos Fuentes).
Esas diferencias contextuales, el mundo social e histórico, establecen, no
puede ser de otro modo, las distintas formas y sentidos de la literatura.
Y nuestra realidad, la de los escritores o escritoras que nacimos entre los
años 1950 y 1964, está muy delimitada en sus orígenes. En esa época
primordial, hace ya más de 30 años, un general dirigió primero una guerra
con tanques, aviones y miles de soldados a un palacio de gobierno que era
defendido por un pediatra que, hace ya más de 30 años, llevaba la cinta
presidencial, un casco, y estaba armado con una vieja metralleta.
Lo que vino después fue el asfixiante dominio de la Secta de los Assasin,
creación de una mente delirante. Por las noches la urbe mostraba sus épocas
viles de bajeza; se desplazan por Santiago, en varios autos, dejando una
nube de terror, la secta de los Assasin, cuyas sonrisas los hace parecer
mitad bestias y mitad humanos, vienen de torturar y violar a mujeres;
entran a un boliche del centro de Santiago; obligan al tabernero a
cerrarlo; dejan sus metralletas en una esquina; y beben y comen, riéndose
de las víctimas, en un atmósfera densa de humo y cargado de pesados olores.
Otro culto homicida surgió en las entrañas del fanatismo: la Secta de los
Matanceros, cuya función era eliminar a los testigos. Los ataban a rieles
de trenes y los lanzaban al mar, supuestamente para que no hablaran nunca
más. Su cita preferida era: "Ahorra tus gritos, que nadie te oirá".
Para que Los Assasin actuaran, para que éstos actuaran sin errores, se
declaró el Estado de Guerra. Llegaron a tener tal influencia que otras
sectas, que al comienzo veían a los Assasin como simples funcionarios,
llegaron a temerles. Es que su principal carácter era la ofuscación. La
Secta de los Comunicadores, por ejemplo, mutó el lenguaje y, desde
entonces, donde decía opositor, escribieron "terrorista", donde decía
defensor de derechos humanos decían "tontos útiles". Ellos también sabían
que el lenguaje no era inocente y que el lenguaje también es responsable.
Según la leyenda, los Assasin y los Matanceros hicieron desaparecer a tres
mil personas. Un informe de expertos encuentra el testimonio de 35 mil
personas que pasaron por sus torturas. Aunque ha pasado ya su época, se
dice que aún hay lugares donde, si uno se detiene un tiempo, puede oír
quejidos y llantos. Por algunas razones nebulosas, los martirizados
preferidos eran jóvenes, incluidos niños y niñas.
A algunos de esos jóvenes se les ocurrió, en esas condiciones, escribir,
muchas veces sin poder publicar lo que escribían y con el mundo editorial
sometido a censura previa. Es la generación de los escritores y escritoras
de la época de la guerra que, nacidos entre los años 1950 y 1964, tenían
entre 9 y 23 años al golpe militar de 1973.
Un porcentaje importante de ellos (entre un veinte o un treinta por ciento)
se exilió o autoexilió. Varios de ellos estuvieron en la cárcel.
El joven literato se vio a menudo impulsado —por convicción, por
generosidad, por coraje, por tantos otros motivos— a poner su acción en las
premuras del momento y a luchar contra la Secta de los Assasin y defender
la libertad.
No era fácil, pero hubo valor y coraje. Se ha forjado un carácter moral que
la sociedad necesitaba.
Pero nada nos hará perder una cierta lucidez analítica. Uno no escribe,
necesariamente, mejor o peor, por haber sido contrario a los Assasin, esa
autoridad moral no lo convierte a uno en una autoridad literaria ni es
garantía de excelencia literaria. Las obras cumbres son resultado, más que
del contexto, de una síntesis superior y verdadera, una aventurada
combinatoria de talento, de prudencia y de sabiduría.
No se ha demostrado aún, hasta donde yo sé, que la libertad o la represión
sean traba o estímulo para la creación literaria. Nadie se convierte en un
gran escritor por el simple hecho de estar en contra de un régimen de
asesinos. El arte y la moral tienen una necesaria autonomía, sin una clara
relación directa y simplista. Hay una conjugación, una conjugación entre el
escritor y sus circunstancias, que no es unilateral ni vulgar.
Los resultados de la narrativa chilena deben medirse por su arte, por su
belleza. No por efectos cívicos, propagandísticos, utilitarios o
pedagógicos.
Y los resultados del arte narrativo son hasta ahora —no puede ser de otro
modo— desiguales y de algún modo circunscritos.
Estoy haciendo una afirmación cualitativa, hay que leer las novelas. No
hablo de las novelas que más han vendido o que han tenido mejor crítica,
hablo de toda la narrativa escrita por mi generación. Pues aquí existe otra
trampa en la que yo no quiero caer, hay libros que apenas han sido
conocidos por el público y la crítica. No es problema mío. No es un
problema de los escritores. No es problema mío ni de los escritores que el
mercado actúe como actúe y que los medios sean selectivos a la hora de
levantar u obviar a un escritor o a una escritora. No es problema de un
escritor el comercio o la autosatisfacción facilista. El escritor debe ser
fiel a su vocación independiente.
Permítanme ser exigente y autocrítico. Hay logros reveladores a nivel de la
novela, aunque circunscritos, y dentro de los primeros habría que nombrar a
Roberto Bolaño. De esa manera, el exilio, esa realidad chilena, cobró su
precio.
Ha ocurrido que los escritores y escritoras de esta generación han caminado
por vías diversas y disímiles. Hablar de temáticas o estilos centrales
sería un error analítico inexcusable. Establecer una normalización sería
atropellar una notable y saludable amplitud. De algún modo, cada escritor
busca su camino, su propia voz.
O dicho de otro modo: lo que nos une es la variedad. Aunque todavía existen
los normalizadores de uno u otro signo, la realidad es más desordenada y
dispersa, y no hay otra cosa que leer y degustar, afinar el paladar y así
diferenciar las buenas novelas de las menos buenas.
Las novelas de esta generación soportan una variedad de estilos, temáticas,
géneros y niveles de lenguaje. La pasión por lo lúdico y lo paródico, la
disolución irónica de la solemnidad, el humor, la incorporación de íconos
de la cultura de masas junto a elementos de la llamada alta cultura, la
presencia profusa de lo metaficcional. Testimonios de la variedad y de la
fragmentación de la sociedad actual es la prosa antidiscursiva,
desestructurada de modelos y certezas narrativas, que mezcla materiales
estéticos y entrecruza inesperados planos de significación.
Asimismo, esta generación busca también, por primera vez de modo
sistemático, establecer lo que antes se llamaba literatura de género:
literatura policial, feminista, erótica, cibernética o del folletín. Esto
que antes era considerado paraliteratura por los normalizadores o
defensores de una literatura central, ha entregado durante los últimos años
buenas novelas. Y es, además, un intento positivo de encontrarse con el
público, contando una buena historia, evitando la camisa de fuerza de
escribir sólo para una eventual crítica académica.
Así también se ha redescubierto, casi de modo sistemático, la fuerza de la
novela histórica para contar o desmistificar la historia. Varios escritores
hacen el trabajo de imaginar la construcción histórica, interpelando, a la
vez, estos narradores, a los historiadores profesionales. Es más incitante
leer la novela de Juanita Gallardo sobre Balmaceda, que leer un libro de
historia sobre Balmaceda. De ese modo se hace relativo el abismo entre
novelistas e historiadores, poniendo en cuestión a la ciencia histórica, o
más bien, a cierto tipo de ciencia histórica. Estas novelas están
evidenciando el aserto del profesor Jorge Peña Vial de que la ficción y la
historia, desde el punto de vista formal y en sus estructuras, tienen un
desarrollo muy semejante y están más emparentadas de lo que suele
admitirse.
Y esto se conecta a la vez con algo muy extendido en la narrativa de esta
generación, esto es, la cercanía o la tendencia a la disolución o
evaporación de los contornos entre la ficción y la realidad, en el coqueteo
con el testimonio. La narrativa, en este aspecto, se ha hecho más volátil y
más irresoluta.
Pero la narrativa no son sólo novelas. Están los cuentos. Hay grandes
cuentistas en mi generación. Y se podría afirmar, sin temor a equivocarse,
que uno de los aportes principales de mi generación la han hecho los
cuentistas. El cuento Danubio Pardo, de Jaime Collyer; Los pájaros de la
Catedral de Uppsala, de Jorge Calvo; Los favores concedidos, de Lilian
Elphick; Muertes, de Pía Barros; Senzini, de Roberto Bolaño; Matar al
marido es la consigna, de Sonia González; Ulises Mardones, de Sergio Gómez;
A la lumbre de la ciudad oncena, de Roberto Rivera; Qué buena voz se perdió
para el tango, de Ramón Díaz Eterovic; Déjalo ser, de Diego Muñoz; Pelando
a Rocío, de Alberto Fuguet; Pequeña novela gótica, de Marco Antonio de la
Parra; Color Arena, de Carolina Rivas; Yo nunca fui a Tijuana, de Mauricio
Electorat, entre otros muchos, son cuentos de gran estilo y profundidad,
seguros y sensibles, que están a la par de los grandes cuentistas
latinoamericanos (Quiroga, Borges, Cortázar).
El futuro de esta generación es un desafío. Dice Augusto Roa Bastos que el
hombre es como un río. "Tiene barranca y orilla. Nace y desemboca en otros
ríos. Alguna utilidad debe prestar. Mal río es el que muere en un
estero..." (Hijo del Hombre). Es decir, nosotros los escritores y
escritoras de esta guerra nunca buscada, no tenemos evasivas para asumir
con coraje, humildad y alegría el compromiso de nuestra pasión. La única
obligación real de un escritor es ser fiel a su escritura. Aceptar la
soledad del papel, escribir y luego sentirnos más claros y más livianos y
luego sorprendernos por la cantidad de tiempo que le hemos dedicado a un
libro.
Nuestra generación aún no se despliega, la mayoría son cuarentones, tienen
quince o veinte años aún de expansión y, estoy seguro, esta generación
producirá sus mejores obras. Aunque, ya está dicho, nadie sabe la cantidad
de tiempo que necesita el hombre errante para encontrarse a sí mismo.
Este es un aspecto de cantidad y de esfuerzo. Déjenme decirlo con un chiste
de Borges: "Si diez mil monos se ponen a escribir en diez mil máquinas de
escribir durante mil años es inevitable que surja de pronto la Divina
Comedia".
De eso se trata. Desear escribir la historia más hermosa del mundo, esa es
la obsesión de cualquier escritor, como si uno fuera un testigo de un
misterio humano, para que susciten los sueños del hombre, sus anhelos y sus
abismos.

Artículos






Cánovas, Canales, Tropa, Pizarro & Santos y Sepúlveda: Ideología de la
obra única


"Es muy duro ser escritor en un país
donde no te consideran de los suyos."
Roberto Bolaño

El día que dejé de creer en Santa Claus, lo recuerdo ahora con
nostalgia, sentí un aire fresco, una malicia y un don irónico ingresó a
mi vida. Ya nada sería lo mismo. Los tiempos de dejar de creer son
relativos y esplendorosos, unos caemos antes que los otros. Pongan
atención.
El profesor Rodrigo Cánovas y sus colaboradores Carolina Pizarro,
Danilo Santos y Magda Sepúlveda en Novela Chilena, nuevas generaciones el
abordaje de los huérfanos (1997) analizaron detenidamente la generación del
87. Se sostenían, técnicamente, en otros dos prominentes profesores, José
Promis y Cedomil Goic.

Del profesor Goic, Cánovas tomó la periodización generacional, hoy
ampliamente aceptada. Goic distingue seis generaciones: la generación de
1927 (nacidos entre 1890 y 1904), la de 1942 (nacidos entre 1905 y 1919),
la de 1957 (1920-1934), la generación del 72 (nacidos entre 1935 y 1949),
la del 87 (nacidos entre 1950 y 1964) y la generación del 92 (nacidos entre
1965 y 1979). Cada generación tiene quince años de gestación, de los
treinta a los cuarenta y cinco y quince años de vigencia, de los cuarenta y
cinco a los sesenta.
Del profesor Promis, Canovas mira el proceso de ejecución de las
generaciones. José Promis postula que cada generación contiene un orden
estructural singular. Así, la generación del 57 corresponde a la novela del
escepticismo, a la generación del 1972 corresponde la novela de la
desacralización.

Canovas acepta la periodización de Goic y define a la generación del 87
como la nacida entre los años 1950 y 1964, pero, furtivamente, incluye a
una hornada de autores de la generación del 72: José Leandro Urbina (1949),
Damiela Eltit (1949), Ana María del Río (1948), Darío Oses (1949), Luis
Sepúlveda (1949), Jaime Hales Dib. (1949), Eugenio Mímica (1949), José
Leandro Urbina (1949). Cánovas considera que estos autores tienen una
producción cercana "al espíritu de la nueva generación".

Estos autores tienen, efectivamente, una vasta obra y su impacto es
reconocido. Justamente, los escritores nacidos en esos años son muchos y
potentes. Habría que incluir además a escritores interesantes como Adolfo
Pardo (1949), Jaime Casas (1949), Martín Faunes (1949), Javier Campos
(1947) o Juan Pablo Uribe-Etxeverría (1949). En consecuencia, instalarlos,
de muto propio, en la generación 87 desvirtúa el análisis. No es un
detalle. Gran parte del argumento posterior del libro de Cánovas se
sustenta en estos autores. Allí se produce el primer gran desfalco y
desconcierto. Cánovas no está hablando nuclearmente de la generación del
87. Cánovas desplaza, a fin de cuentas, el objeto de su estudio. Iba a
darnos manzanas y nos dio peras. Matemáticamente, la generación del 87 debe
rondar alrededor de los nacidos entre los años 55 y 58. Jamás alrededor de
los nacidos en los años 48 o 49.
En estricto sentido, si hablamos de escritores de la frontera, con
propiedad esos escritores son los (la) muchachos (a) nacidos (a) en el año
1950: Jorge Marchant, Roberto Rivera, Radomiro Spotorno, Desiderio Arenas,
Mario Banic, Eugenia Brito, Hernán Rivera Letelier y Sergio Marras.
En cambio, Canovas no incorporó, entre otros, a novelistas como
Michell Bonnefoy, y Alejandro Pérez, autores de exilio. Y, miren lo que
son las cosas, tampoco consideró a Roberto Bolaño, también autor de exilio,
aceptado casi unánimemente hoy como el príncipe de nuestra generación.
Bolaño había ya publicado tres novelas, (publicó su primera novela en 1984,
Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce, que realizó en
colaboración de Antoni García Porta. Con esta novela obtuvo el Premio
Ambito Literario; La pista de hielo (1993), ganadora del Premio de
Narrativa Ciudad de Alcalá de Henares, y La senda de los elefantes (1993),
ganadora del premio de novela corta Félix Urabayen y publicada luego con el
título de Monsieur Pain).
¿Raro, verdad?
Cánovas excluyó a Roberto Bolaño, el verdadero eje de nuestra
generación y, de ese modo, sin quererlo, se invalidó a sí mismo.

Con estas desacertadas premisas, Cánovas identifica las características
de la generación. La novela de la generación del 87 habla de la Orfandad,
el delirio de un huérfano, afirma.
Casi ya no vale discutir esta deducción. Ya lo dijo el escritor y
profesor Ricardo Cuadros, toda la literatura universal puede leerse como
literatura de los huérfanos.
El discurso de Canovas pretendió – ya no lo logró– ser un macro-
relato único, paradigmático y, por eso mismo, normativo y didáctico. Una
historia literaria oficiosa o académica y por otro lado, no menos
significativa, de la prensa y la difusión editorial. Era la unión perfecta.
La academia y el mercado, por fin, de acuerdo.
El profesor Cánovas sobrevaloró la vitrina comercial para así contentar
a autores y editores y a los sujetos de la normalización. Lo suyo fue, es
fácil decirlo ahora, un gran invento. Un gran invento ideológico.

Su estética y su ética intentaron legitimar la novela que sonaba en el
mercado, principalmente aquella que producían los escritores formados en el
taller de José Donoso, estipulándola como eje central de la nueva
narrativa. Lo demás eran escrituras marginales. Canovas intentó legitimar
un conformismo, un pacto que probablemente –yo no creo en la ingenuidad- no
sea independiente del conservadurismo del mundo cultural de mitad de los
años 90. De este modo, su visión enmascara el supuesto "consenso" estético
que afectaba al arte. Cánovas, hay que decirlo, fue alumno de Donoso en
Estados Unidos.
El estudio de José Canales y Emerson Tropa, La novela de la
generación de 1980. La escritura del antipoder (1995) mantiene la
periodización de Goic. Y, a partir de allí, realizan una verónica –con algo
de elegancia- para afirmar que la generación de los ochenta son los
nacidos en los años 50. Algo que no está del todo mal, teniendo en cuenta
que los escritores nacidos después de los 60 son hoy una minoría (12
escritores, el 10 %). Aunque, al igual que Cánovas, incorporan a
escritores de la generación del 72 (Oses, Eltit, Urbina) y también soslayan
a Bolaño, a Bonnefoy y a Alejandro Pérez.

La sociedad Canales & Tropa afirma que la generación de los ochenta,
es literatura del antipoder, al incorporar fórmulas desacralizadoras de la
novela como formas paraliterarias (característica que, por lo demás,
Promis le otorgaba a la novela de la generación del 72).
Esta conclusión, aunque de otro signo, también es ideológica, es decir,
ilusoria.

Si no es una escritura de Orfandad ni del Antipoder,
¿Cual es entonces el tema de la visión de la generación del 87?
La sola pregunta me parece pérfida.
No hay ninguna fórmula. No hay centros. No hay metanarrativas.
Hay libros muy diferentes en su complejidad. No creo que se deba
racionalizar, encauzar, canalizar, o sea, domesticar la narrativa de
nuestra generación. Simplemente los libros se miden por sus méritos
propios.
¿A qué cuento viene esto de estandarizar la fabricación literaria de
una generación?
Tenemos una literatura plural, con estilos, conocimientos e historias
diferentes. No hay una versión de lo real. Hay de todo: El pastiche, la
mezcla de estilos, tonos, géneros, niveles de lenguaje, lo lúdico y lo
paródico, irónica, el humor, la incorporación de iconos de la cultura de
masas junto a elementos de la llamada alta cultura, la presencia de lo
metaficcional.

Hay obras buenas y no tan buenas en mi generación.
Pero, ¿un discurso? ¿Una ley?
¿No estaremos ya asaz viejos para creer en Papá Noel?


Los echaremos a patadas





El año 1992 Jaime Collyer ofreció, en la enterrada revista Apsi, sacar
a patadas a la generación del 50 y del 60 de la escena literaria (Casus
Belli: todo el poder para nosotros, Revista Apsi 415, febrero-marzo 1992).
Jorge Edwards y Antonio Skármeta, viejos peritos, se sonrieron. Collyer
nombró una división de 28 escritores guerreros que asaltarían el Palacio de
Invierno. Era la toma del poder de una nueva generación. Su tono era más de
golpe de estado que de revolución y su manifiesto era un bando militar, que
a nombre de los escritores de los años ochenta ocupaba decisivas
posiciones. Le habían publicado El Infiltrado (1989) y era editor en
Planeta. El amigo Carlos Franz trabajaba en la Cámara del Libro y había
publicado Santiago Cero (1990) El amigo Gonzalo Contreras publicaba La
ciudad anterior (1991) y ganaba un premio en el diario El Mercurio. Arturo
Fontaine publicó Oír su voz (1992). Era la nueva narrativa chilena que
tenía su rendez vous en la Plaza del Mulato Gil de Santiago. Marco Antonio
De la Parra, otro entusiasta, publicó una novela sobre el cenáculo, una
colmena mapochina (La pérdida del tiempo): un grupo de nueve escritores de
la llamada nueva narrativa se reúne a almorzar diariamente en un restorán
de la Pérgola del Mulato Gil. Hacían historia. Estaban ufanos, los lectores
los preferían. Collyer creía en una estética minimalista, neutral y de
narración lineal. Estaban ansiosos en ser globalizados, obsesionados por
las ventas, el "ranking", la foto del autor en la revista Capital y el
éxito en el exterior.
-Es una creación comercial y de marketing, los acusaron.
Fueron por un momento niños mimados de la society santiaguina. Mas, a
los pocos años el plan se fue a negro. Las ventas bajaron y todo se
deprimió. Surgieron de pronto otros escritores y que, sin ser minimalistas
ni neutrales, tuvieron éxito comercial: Pedro Lemebel, (Loco Afán, Crónicas
de Sidario, 1996), Hernán Rivera Letelier, Roberto Ampuero (¿Quién mató a
Cristián Kusterman?, 1993), Roberto Bolaño (Los Detectives salvajes, 1998)
y Marcela Serrano (Nosotros que nos queremos tanto, 1991; Para que no me
olvides (1993) y Antigua vida mía, 1995). Vendían en Chile y el mundo. Así,
10 años después, Collyer –el capitán golpista- mira cariacontecido como el
público de la Feria del Libro de Santiago hace cola para que Hernán Rivera
Letelier (La reina Isabel cantaba rancheras, 1994) les firme un libro sobre
meretrices y mineros, mientras él mismo y su obra El Habitante del Cielo
pasan casi inadvertidos. Qué la tortilla se vuelva: ahora estos acusan a
los otros de comerciales y de literatura facilota y folletinesca. Collyer
habla de impostores y de adictos al cómic y a la cultura popular.
La disputa tomó de pronto otros ribetes: en una reunión de la Feria
del Libro de Santiago Lemebel escupió a Contreras por haber estado, años
atrás, en tertulias en la guarida de dos efectivos de la policía terrorista
de Pinochet, Mariana Callejas y Townley. Efectivamente, Franz, Contreras e
Iturra frecuentaron la ratonera de Callejas y Townley, la Corte de los
Milagros, en la Vía Naranja 4925 de Lo Curro. En esa mazmorra funcionaba
una célula de Pinochet. Callejas y Townley, esos killers, mataron al ex
Jefe del ejército chileno, Carlos Prats y a su mujer en Buenos Aires en
1976 y mataron al ex canciller chileno Orlando Letelier en Washington. En
la casa del espanto, ocurría de todo: un tal Berríos desarrolla el gas
Sarín y lo prueba "satisfactoriamente" en prisioneros políticos; al
diplomático español Carmelo Soria, después de horas de tormento, lo
colocaron sobre las escaleras, le sujetaron la cabeza y le aplastaron el
pecho hasta fracturar la columna que le produjo la muerte.
Los noveles escritores dicen, aseguran, que nada sabían, nada escucharon y
nada olieron. ¿Ingenuidad de época? El glamour de la foto en la revista
Capital perdía valor. Esta leyenda aciaga -¿ajena a la literatura?- los
perseguirá como el olor de la muerte.
Hoy la historia no absuelve a Collyer. De los 28 combatientes que
nombró en 1992, hay dos con lectores aceptables: Luis Sepúlveda y Ramón
Díaz Eterovic, con su saga de Heredia. En algo más se equivocó. Los siete
escritores generacionales productos de exportación (Marcela Serrano, Hernán
Rivera Letelier, Ramón Díaz Eterovic, Roberto Ampuero, Pedro Lemebel,
Roberto Bolaño y Luis Sepúlveda (Un viejo que leía novelas de amor, 1992)
son afectos a la cultura popular y no escriben opaca ni neutralmente. Díaz
y Ampuero escriben novela negra, Lemebel crónicas adornadas, Serrano,
Rivera Letelier y Sepúlveda, algo parecido al folletín y Bolaño escribe
cult-pop. Así, ha sido, circunstancialmente, derrotada también una
estética.
Ahora bien, ninguno de los 28 escritores que nombró Collyer ha muerto.
Por eso, todo puede pasar y que la tortilla se vuelva. Ninguno está muerto
y, obviamente, siguen publicando, muchas veces alejados de las polémicas y
rencillas de grupos, para un público más bien pequeño. Guerreros y
guerreras solitarias, con valentía y humildad, por verdadero amor a las
letras: luego Roberto Rivera publicó Piedra azúl (2002); Pía Barros publicó
el libro de cuentos Los que sobran (2002); Lilian Elphick publicó El otro,
afuera (2002), Carolina Rivas, Dama en el Jardín (2002), Reinaldo Edmundo
Marchant la novela La patria golondrina (2002) y Jorge Calvo, Fin de la
Inocencia (2003) y El Emisario secreto (20049

No se tomaron el poder, pero muertos, no.


Fuguet & Gómez: Escritores de la indiferencia




Alberto Fuguet ganó un concurso literario para narrativa inédita, el
jurado -Poli Délano, Martín Cerda y Alfonso Calderón- fue unánime. Y el
libro inédito se convirtió muy pronto en su ópera prima, Sobredosis (1990),
cuentos sobre jóvenes reventados cuyo mérito era la agilidad narrativa, una
gran virtud entre tantos libros chilenos lateros. Los cuentos flirteaban
con el pulp. Aunque su estilo no era nuevo en la literatura chilena, (algo
del primer Skármeta y Carlos Olivarez) el libro se vendió bastante y
recibió abundante y festiva atención de la crítica. Nacía una estrella.
En 1991 apareció la primera novela de Fuguet, Mala Onda, historia
urbana desenfadada y polémica. Aunque el crítico de El Mercurio, Ignacio
Valente, irritado y desconsiderado, la calificó de "bodrio", la novela era
entretenida y se hizo popular.
Sergio Gómez aceptó la propuesta estética y ética y publicó el 92
Adiós, Carlos Marx, nos vemos en Cielo, unos cuentos de jóvenes ya viejos,
desencantados de no sé qué, cansados de no sé qué y que renunciaban a no sé
qué.
Entonces, Fuguet y su escudero Gómez ya tenían diseñada una articulada
política. Y la implementaron desde la Zona de Contacto del diario El
Mercurio. Hicieron la antología Cuentos con Walkman, con veinte jóvenes muy
mercuriales. Literariamente nada impresionante. La mayoría no eran
escritores. (Luego Pablo Illanes publicó Una mujer brutal, (2000); Ernesto
Ayala, Noche ciega (2000); Hernán Rodríguez Matte, La vida según San Benito
y Alfredo Sepúlveda, Sangre azul ).

Pero, no hay que engañarse. La antología era una excusa, un mero pretexto
para una operación política en el mundo simbólico: el manifiesto de los
indiferentes. Sostenían la más falsa de todas las políticas: la apolítica
(la vetusta técnica del gremialismo integrista chileno). Suponer que no
tenían política y que estaban después de todo. "tan apolíticos que llegan a
ser ideológicos", escribieron Fuguet y Gómez en la introducción. Una
mentirilla de leyenda. La mirada histórica enseña que era la ideología
dominante y conservadora. Era el fin de la historia, el fin de las
ideologías, la religión liberal salpicada con irreverencia. El fin era
cambiar el espectro mental. Desvanecidas las modas intelectuales del
cuasimarxismo, el existencialismo, el estructuralismo y la semiología,
proponían el desbloqueo para aceptar la sociedad multicanal en un entorno
volátil.

Habían construido un estupendo trampolín. Fuguet y Gómez replicaron el
ejercicio del manifiesto político, ahora más allá de las fronteras al
publicar McOndo, antología que reunió a 17 escritores latinoamericanos que
eran desconocidos fuera de su país y apenas conocidos en su propia casa.
(Aunque algunos, pasados los años tienen, lo que los periodistas culturales
llaman "un nombre" en la literatura latinoamericana: el argentino Rodrigo
Fresán, el peruano Jaime Bayly o el mexicano David Toscaza.)
En la introducción Fuguet y Gómez se oponían al Macondo de García
Márquez, es decir, al realismo mágico, y al izquierdismo político, que ya
por entonces, estaba en el suelo. Le disparaban a un fantasma, a los
epígonos de García Márquez. Eran redundantes. Se divertían tirándole con
escopeta de plumillas a unos patos de feria que caen y aparecen luego
levantados por el otro lado, unos patos que nunca se defienden, que están
ahí para que uno se divierta. No importaba, "la gente puede ser tonta pero
no inocente", ha dicho Fuguet. En esta área, el de la política, su real
objetivo era levantar, de modo muy descarado, muy livianos de cascos, la
subcultura colonialista. Fuguet y Gómez eran catequistas, agit-prop del
McDonald's, computadoras Mac y Coca-Cola. Todo para los consumidores que
consumen: esa lumpenburguesía y ese lumpenproletariado latinoamericano.
("Era broma", Mcondo era "un homenaje" a Macondo, dice ahora
Fuguet con la misma soltura de cuerpo.)
Han pasado los años y el facilismo ideológico del no estar ni ahí se
desvanece en la confusión y la corrupción nacional. El imperio único desea
la guerra y la sociedad endogámica chilena es un reality show. ¿Qué pasará?
Alguien debe asumir con seriedad y aplomo la responsabilidad del destino
del país. Hablemos en serio. Y entonces uno recuerda a escritores
profundos, a los cuales deberíamos sacar de los archivos y releer, sin
complejos, grandes escritores como por ejemplo, Gabriela Mistral, entre
otros tantos latinoamericanos que nos dieron dignidad. Al final, somos
todos latinos. We are southamerican rockers.


La crisis de los treinta años



Los primeros tres meses demostraron que el año 2003 sería un año
contingente y errático. Un año que ya no permitirá la fuga. Sobre todo para
los chilenos fue un año de reinterpretaciones, por decirlo de algún modo.
Hacía treinta años que se se iniciaba una era, y se rumoreaba, que estaba
llegando a su fin. Se dijo que no se había escrito aún la novela de la
dictadura de Pinochet. Se dicía que de algún modo no se habría escrito algo
esencial sobre ese periodo. Sospecho que lo decían pues buscaban la pomposa
novela total, obra abarcadora, novelas como las de antes, tipo Conversación
en la catedral, El Otoño del Patriarca o La Fiesta del Chivo, con visiones
comprensivas y abarcadoras de la totalidad. Pero, eso está ahora en desuso.
Esto lo sabe cualquiera: las nuevas generaciones ya no escriben así y ya
difícilmente lo harán en el futuro. Tampoco nosotros, los lectores, leemos
igual que antes. A libros posmodernos, lectores posmodernos. No leemos en
forma recta, desde el comienzo hasta al final. Somos lectores civiles, de
medios electrónicos e hipertextuales. Inferimos. Saltamos. Somos laicos. No
leamos como un cura, buscando ontologías. Pero, si no hay novela total, hay
mosaicos, y de diversa calidad. El listado es diverso y enorme y convendría
en algún momento hacer una verdadera recopilación. Recordemos nuestras
lecturas.

Las primeras novelas de la dictadura son la historia inmediata: el Chile
allendista, su caída y la violencia inmediata: La guerra interna (1979) de
Volodia Teitelboim, El paso de los gansos (1975) de Fernando Alegría,
Salvador Allende (1973) de Enrique Lafourcade, Casa de Campo (1978) de José
Donoso, A partir del fin (1981) de Hernán Valdés, La casa de los espíritus
(1982) y De amor y de sombra (1984) de Isabel Allende, La sang dans la rue
(1978) de Guillermo Atías, Actas de Marusia (1993) de Patricio Manns, Soñe
que la nieve ardía (1975) de Antonio Skármeta, Los búfalos, los jerarcas y
la huesera (1977) y Abel Rodríguez y sus hermanos (1981) de Ana Vásquez, Un
día con su excelencia (1981) e Himno nacional (2001) de Fernando Jerez, La
Casa Vacía de Carlos Cerda, La Desesperanza de José Donoso, El gran Taimado
(1984) de Lafourcade, Cien águilas de Germán Marín, La muerte y la doncella
(1992) de Ariel Dorfman.
Las novelas de la diáspora son también novelas de la dictadura: Eva
Luna (1987) de Isabel Allende, El jardín de al lado (1981) de Donoso, No
pasó nada (1980) y La insurrección (1985) de Antonio Skármeta, Frente a un
hombre armado (1981) de Mauricio Wacquez, Nuestro años de verde olivo
(2000) de Roberto Ampuero y Cobro revertido (1992) de José Leandro Urbina.
La generación de los ochenta ha escrito muchos, muchos cuentos sobre
la dictadura y alguien debería juntarlos y hacer una antología. Pero
también varias novelas: La Partida (1991) de Jorge Calvo, la mayoría de las
novelas de Ramón Díaz Eterovic, Todo el amor en sus ojos (1990) de Diego
Muñoz, A fuego eterno condenados (1994) de Roberto Rivera, Los años de la
serpiente (1991) de Antonio Ostornol, Tengo miedo torero (2001) de Pedro
Lemebel y Nocturno en Chile de Roberto Bolaño.
Hay, por lo demás, una abundante literatura testimonial: Chile:
Prisión en Chile (1977) de Alejandro Witker, Dawson (1984) de Sergio
Vuskovic, Chile, el estadio, los crímenes de la junta militar (1974) de
Sergio Villegas, Tejas Verdes (1974) de Hernán Valdés, Nunca de rodillas
(1974) de Rodrigo Rojas, Testigo presencial (1981) de Francisco Reyes,
Diario de un preso político chileno (1979) de Haroldo Quintero, Cerco de
púas (1977) de Aníbal Quijada, Chacabuco (1974) y Frazadas del estadio
(2004) de Jorge Montealegre, Two Years in Chilean Concentration Camps
(1977) de Belisario Henríquez, Viaje al infierno (1984) de Alberto Gamboa,
Puchuncaví, resistencia cultural en campos de concentración chilenos (1979)
de Urs Fietchner, Escribo sobre el dolor y esperanza de mis hermanos (1976)
de Luis Alberto Corvalán, Prigué (1977) de Rolando Carrasco, Chile: 11808
horas en los campos de concentración (1975) de Manuel Cabieses, Isla 10
(1987) de Sergio Bitar, La vida a través de una reja (1981) de Osvaldo
Ahumada, Tienes que Llegar Silbando de Franklin Quevedo y de Patricia
Verdugo: Una herida abierta (1979), André de La Victoria (1984), Quemados
vivos (1986), Los zarpazos del puma (1989), Operación siglo XX (1990),
Tiempo de días claros (1990), Interferencia secreta (1998) y Bucarest
(2001). Estos libros son algunos ejemplos de una lista no completa.
Una de los primeros testimonios de la nueva generación de escritores
es Relato en el frente chileno publicada en Barcelona el año 1997 por
Michell Bonnefoy, bajo el seudónimo de Ilario Da. Bonnefoy tenía apenas 21
años cuando publicó este libro. Es bueno recordar, para nuestra dignidad,
que hubo muchos jóvenes que se resistieron activamente a la dictadura. Eran
valientes y heroicos. Bonnefoy relata con la calidad de una gran novela,
como tres jóvenes resisten a la dictadura y luego se pierden en una región
siniestra, esas instituciones del horrorismo de Estado que existieron en
Chile, donde el subhumano del guatón Romo, tenía su lugar de trabajo. Es
una verdadera novela de terror y, a la vez, de héroes, ejemplo de jóvenes
chilenos dignos. Relato del frente chileno, 26 años después de haber sido
enviado a la imprenta por vez primera, ha sido recientemente reeditado en
Santiago. Su relectura es toda una sorpresa. Yo, ciudadano chileno, la
recomiendo como lectura voluntaria para los estudiantes.



Cuento sensual: Barros, Elphick, Collyer y Calvo





Sus cuentos son sensibles, sensuales y emotivos: Pía Barros, Lilian
Elphick, Jaime Collyer y Jorge Calvo. No son experimentales, son de
historias lineales, casi de libros temáticos y de densidad erótica. La
literatura erótica-sensual, que alimenta nuestra imaginación calenturienta,
se ha ido posicionando muy lentamente y con dificultad en los escritores
chilenos. El erotismo, en el que se llama a cada cosa por su nombre, busca
apaciguar la sed y vivir intensamente. Es el principio del placer, pero es
también, eso lo sabemos, una galería de ofuscaciones, de miedos, de
delirios, de turbaciones, de víctimas y de verdugos.
Pía Barros en Los que Sobran, entrega una versión muy limpia, casi clásica,
de sus motivos: la soledad y el abandono. 16 relatos de personajes solos y
dolidos. "Por amor, Madre, por amor estoy aquí. Sólo quiero la herencia de
este suéter tuyo que no me he quitado en la semana entera que cuido tu
agonía" así comienza el monólogo de una hija en el lecho de muerte de su
madre en el cuento que se llama justamente Muertes. Es el mismo amor triste
del huaso que se pasa rollos con su patrona también triste en Cuando se
Espía la Carne. "Noche a noche, vuelvo callado, a hacerle el amor sin
palabras. A veces, la oigo quejarse en el sueño, como si un dolor antiguo
la arrasara". Se repite la temática en Deudas pendientes, la historia de
amor entre un ex convicto y una mujer que le enviaba cartas y en Tras lo
perros del olvido en que muestra a Violeta Parra en sus últimos momentos
torturada por el desamor. Están muy solos, muy desamparados, muy desolados
los personajes de Pía Barros.
Necesito liberarme, estoy demasiado ahogada, libérenme de aquí. Eso es
lo que dicen la mayoría de los personajes de los cuentos de Lilian Elphick
El otro, afuera. Estos son claramente los cuentos del deseo. En One way
ticket, una mujer prepara un viaje de fuga a la lujuria. Otra mujer en un
hospital se pasa rollos con el amante de la enfermera. En Bajo Cero la
protagonista realizará un viaje para no volver. El tema es recurrente. Hay
sensualidad en los quince cuentos de esta antología. Esas ganas locas que
tengo de amarte. Elphick no es gazmoña y yo como lector, tampoco. Por eso
cuando el personaje parte diciendo en el cuento temible Los favores
concedidos: "Si yo pudiera ir a verlo iría, pero mis piernas son anclas y
esa voz cantando en los adentros: Coronela, no seas tan lacha, Coronela,
tonta, sí, y todos los días la voz se repite hecha pedazos...." Yo leo
esto: ella quiere, pero no puede. O mejor, como diría mi tío Pepe: ella
quiere cachetearse con el otro, que está afuera, pero el otro ya tiene
mujer. Es un doble deseo. ¿Entienden?
Sigmund Freud, en sus últimos días en Viena, se satisface, con
distancia, con una cliente (o la llamaremos como antes: paciente). Es una
paciente descontrolada y caliente llamada Berta Skoff. Frau Skoff no se
queda tirada en el diván hablando de su infancia. Le realiza una Lewinsky
al doctor Sigmund Freud y con esa buena mamada, obviamente, lo encanta. La
anécdota es deliciosa y versátil y, me imagino, una fantasía recurrente
para los que visitan un diván. Es el cuento Danubio Pardo de Jaime Collyer
que está incluido en el libro de una selección de sus cuentos, Cuentos
privados. Yo leo el cuento con humor como si fuera una caricatura del autor
de La interpretación de los sueños. De algún modo lo es. Lo mismo sucede
con el cuento Dios, está en tantas partes. Al escritor, -también una
especie de caricatura, o cómics del escritor atormentado y con la
creatividad en negro- se le muere la mina tan tempranamente y tan
repentinamente que lo deja abatido. Luego se le aparece Dios dos veces.
Collyer es versátil y educado y lo demuestra además en La Bestia en Casa,
El Año de la Bomba y el único texto inédito del libro El Biógrafo de
Thomas.
Jorge Calvo ha publicado Fin de la Inocencia, 14 cuentos en que la
vida Escandinava- donde ha vivido largos años, ha contaminado sus cuentos,
principalmente por ese tono brumoso, tenuemente gris y húmedo de los
paisajes nórdicos. Una fría estación, flotando en la memoria, sobre el
alba, mientras muere un amor, flanea por la bella Uppsala y escucha los
pájaros cantar en su añosa catedral, mientras se vuelve todo su pasado a su
memoria. Es el cuento Los Pájaros de la Catedral de Uppsala, en el que el
protagonista ama a una sueca mientras se acuerda de otro amor, que está
allá lejos en Santiago. La "pasión del midsommar", el día del equinoccio
sueco, es una fiesta y un mito erótico, esa bella noche iluminada de San
Juan, es retratada en el cuento En medio del verano sueco: comer frutillas,
beber aguardiente y danzar alrededor de tótem de flores, celebrar la
fertilidad y la abundancia. Calvo habla de la inutilidad del paso del
tiempo y de no llorar de amor. El tiempo nada olvida. Jorge Calvo demuestra
que el tiempo nada olvida en Las raíces del abismo: las razones son
tremendas: un señor descubre que su padre fue torturador y que de la
violación a una presa política nació su hermano. El tiempo nada olvida.

Bolaño: El coraje del Cult-Pop



Los escritores chilenos Gonzalo Contreras y Camilo Marks, cada uno a su
manera, manifestaron su sorpresa por la avalancha de loas y flores a Bolaño
después de su muerte. Sin mencionar a nadie en particular (forma oblicua de
debatir), Contreras escribió: "Estoy sorprendido por la tumultuosa corte de
admiradores que tenía en Chile". Marks dijo: "Muchos elogios sobre Bolaño
me parecen poco sinceros". Por otro lado, Jaime Collyer escribió un bilioso
guión de cortometraje sobre un hígado que se convierte en objeto de culto
luego que no alcanzó a ser transplantado en un escritor latinoamericano.
Como si estos escritores estuvieran autorizados por alguien superior, o
como si ellos fueran lo políticamente correcto, sospecharon de los que
consideraron a Bolaño una verdadera leyenda, o como una estrella de rock
que vive rápido, muere joven.
Efectivamente, el lunes 14 de julio ocurrió algo muy preciso: la muerte de
Bolaño en el hospital Vall D'Hebron de Barcelona. Y eso, de uno u otro
modo, no dejó a nadie indiferente en Chile. Las llamadas telefónicas se
activaron, los computadores se encendieron y los correos electrónicos se
desplazaron en el ciberespacio. No era raro. Bolaño ya se había metido en
el Canon Literario Latinoamericano sin pedir permiso a nadie. Nunca dijo:
"Perdón, señores, ¿puedo entrar?". Sin que nadie se diera cuenta ya estaba
sentado y separando la grasa de la carne. Bolaño escribía sobre la única
hermandad que conocía, la cofradía literaria. Y para esa corporación, el
tema primordial es quien define el canon, la composición de la pirámide.
Ese es el tema de La literatura nazi en América (1996), en los cuentos
Llamadas telefónicas (1997). Esa es la materia de la novela Nocturno en
Chile (que él quería titular Tormentas de mierda), una visión implacable
del crítico chileno mercurial y pinochetista. La novela Estrella distante
(1996) habla sobre un poeta que después del golpe militar en Chile se
dedica a escribir poemas (frases bíblicas) con humo de avión en el cielo.
Los jóvenes poetas es el tema también de la novela Los detectives salvajes
(1998). En fin, Bolaño habla sobre las fobias, los sueños y los desatinos
de los escritores. (Y, la miseria, la miseria cruel de un escritor en
dictadura). Está en la cocina literaria. Todas las sectas tienen sus
rituales de iniciación y sus códigos. Son los temas de la credibilidad, de
la inserción, de la aceptación en la pirámide literaria. Bolaño explora los
secretos, las bondades y las miserias del oficio. El rol de la crítica, de
los premios, de la política y las becas, de los modernos "mecenas", de los
profes universitarios remolones, y de los funcionarios y aditivos de la
literatura: los "aborrecibles" lectores de las editoriales, los poetas
voluntariosos, los escritores fracasados.
Es decir, las técnicas de cómo constituirse en eso que los periodistas
cursis llaman una "personalidad". O sea, las bondades, los secretillos y
las miserias de la casta literaria. En fin, historias de escritores —con o
sin talento— pero poseídos por la literatura.
Obviamente, este es un tema que les interesa a los nuevos, a los que vienen
de abajo, a los excomulgados, a los resentidos y a los marginales (y,
créanme, en países injustos como los nuestros, son muchos), pues la obra de
Bolaño puede leerse como manual o diccionario literario. Y también como
represalia, o venganza, para qué vamos a andar con cosas. Por eso. Por eso
los jóvenes lo leen y lo leerán en el futuro. Pero, además, Bolaño se
convertirá, con el tiempo, en un escritor en que otras cofradías
—artísticas, profesionales o políticas— lo descubrirán y lo leerán como
metáforas de cómo funciona su mutualidad. Su estilo Cult-Pop —refinado,
pero sin miedo a la cultura popular— será un estilo muy de moda.
Al revés, la literatura de Bolaño no es para anquilosados o
satisfechos, con razones o no. Ni para escritores viejos, en decadencia o
no. Por ejemplo, dos escritores vejetes, Enrique Lafourcade y Luis Sánchez
Latorre (Filebo), escribieron, a la muerte de Bolaño, que no le habían
leído y que seguramente no le leerán ya. "Confieso no haber leído nada de
Roberto Bolaño" (Lafourcade). "No creo que deba dar excusas públicas por no
haber leído a Roberto Bolaño" (Filebo). ¿Ven? No le han leído nada ni le
leerán ya, pero igual metieron la cuchara.
Bolaño pertenece a esa estupenda raza de jóvenes (nunca reconocidos, o
mal reconocidos, es decir, estigmatizados) que un día —idealistas o tontos,
qué más da— estuvieron dispuestos a luchar con y por Salvador Allende. La
historia es la siguiente: el día del golpe militar de Pinochet, digamos un
11 de septiembre, Bolaño vivía en el paradero 20 de la Gran Avenida del sur
de Santiago, en la casa del joven poeta Jaime Quezada. Entre el invierno de
1971 y el verano de 1972 Quezada visitó Solentiname de Ernesto Cardenal (Un
viaje por Solentiname, 1987). Luego viajó a México y allí vivió con la
familia Bolaño, que había llegado a México en 1968. La familia Bolaño era
originariamente de Los Ángeles, la tierra natal de Quezada. Roberto Bolaño
era un chaval introvertido y que se pasaba el día encerrado y leyendo.
Influenciado por la visita del joven poeta Bolaño se viene a Chile en los
meses antes del golpe. Aquí se aloja en la casa de Quezada. En su cuento
Buba (de Putas asesinas), como en sueños, recuerda cuando caminaba por el
Llano Subercaseaux para ver la estatua del Che, que estaba entonces en la
Gran Avenida.
Un día, un día aciago, Jaime Quezada lo despierta:
—Roberto, han dado un golpe los militares.
—¿Dónde están las armas?, que yo me voy a luchar.
—No salgas, no vayas, ¿qué le voy a decir a tu mamá si te pasa algo?
(según contó Bolaño en una entrevista con Rodrigo Pinto y según me
confirmó el propio Quezada).
Bolaño salió no más a buscar células de resistencia. Le dijeron que el
general Carlos Prats venía con tropas leales del sur a defender a Allende.
Ya lo sabemos, no era verdad, y los líderes de la Unidad Popular llaman a
replegarse, o, lo que es lo mismo, a esconderse. En Los Ángeles, su zona
originaria, en una estación de buses, lo detienen por sospecha. Lo llevan a
una comisaría. El teniente de carabineros lo ve como un terrorista
extranjero pues Bolaño aún hablaba con acento mexicano. Eso podía ser
mortal en el mundo enfermo que vivían los milicos. Luego lo envían a una
comisaría de Investigaciones. Como relata en el cuento Detectives (de
Llamadas telefónicas), tuvo la buena raja de encontrarse con dos compañeros
de curso que ahora eran tiras y que lo ayudaron a salir. Menos literarias,
pero quizás más reales, hay otras gestiones que también habrían ayudado;
son las de su madre, desde México, y del joven Quezada en Chile.
Bolaño le dio vida literaria a esa generación que rondaba los veinte
años cuando murió Allende, esa generación —como dijo Bolaño al recibir el
premio Rómulo Gallegos— de militantes que se llenaron de historias
—heroicas o desastrosas— en todo el continente americano. El escritor —dijo
también Bolaño— es un guerrero que siempre lucha, aunque sea, al final,
derrotado. Bolaño se convirtió entonces en un verdadero escritor de exilio.
Vivió a la intemperie, en la desprotección, pero siempre buscando
rehacerse, como tantos latinoamericanos desamparados y errantes, como putas
honradas que viven entre la corrupción, la violencia, la innegable
inmundicia y, modestamente, pasan hambre, verdadera hambre.
No es raro, entonces, que Roberto Bolaño deseara un funeral con algo de
ceremonia vikinga, en que se prende fuego a la embarcación con el difunto
adentro. Los vikingos en esas barcazas (drakkar) navegaban días y noches
frías y oscuras. A veces, el cielo era tan cerrado que no se guiaban por
las estrellas, sino por el instinto y la destreza. En esas condiciones, los
vikingos no sabían, no podían saber lo que era el miedo.
Bolaño tuvo algo que los cobardes y los acomodados siempre omiten:
coraje.
 

Espinosa: El mitín de los críticos


Una serena tarde de agosto ingreso a la apacible sala América, en el
segundo piso de la Biblioteca Nacional. Ahí está ella: Patricia Espinosa,
profesora y crítica literaria, bordeada por Camilo Marks, Ramón Díaz
Eterovic y el editor Marco Antonio Coloma. Se presenta su libro Territorios
en fuga, estudios críticos sobre Roberto Bolaño. Quizás ustedes lo sabían,
pero yo no. Patricia Espinosa es joven y sensual con unos coquetos
anteojos, creo que de color lila. Y cuando abre la boca, en tono bajo pero
decidido, alienta a una nueva generación crítica a realizar resistencia
activa.
Es la presentación de un afanoso libro en que ha reunido 18 estudios
críticos (irregulares) sobre Bolaño. Pero Espinosa no esconde que el libro,
como los buenos cuentos, tiene doble fondo: es, además, un ataque. Es un
misil contra: "el estado actual del quehacer crítico". "la exclusión por
medio del silenciamiento", "la neutralización de los discursos contrarios".
"la maquinaria de la indiferencia". "El horror a la frontalidad".
Patricia Espinosa es la vocera de la generación crítica. Ya lo anunció en
el número dos de la revista Letras & libros, (trae un dossier en que 17
críticos y escritores hablan sobre crítica literaria). Espinosa proclama a
la generación crítica, que ella llama formación crítica. ¿Quiénes son? Son
chilenos literariamente cultos, educados en la universidad (tales como la
Chile o Playa Ancha). Usted ya los habrá leído en los diarios nacionales y
revistas como Rocinante, La Calabaza del Diablo o El Periodista: Álvaro
Bisama, Alejandro Zambra, Gonzalo Rojas, Roberto Contreras, René Olivares,
Iván Quezada, Marco Antonio Coloma. Hay otros que se les puede leer en
revistas digitales: Cristián Gómez, Constanza Ceresa, Francisca Lange,
Rodrigo Hidalgo, Natalia Figueroa, Luis Valenzuela, Alejandra Rossi,
Eduardo Montalbán, Mabel Vargas.
Espinosa, centro de esta constelación, da un doble combate. Primero,
crítica a los medios de comunicación que están entregados a lo que ella
llama escenificación de la cultura (se van por las ramas, más ansiosos por
la vida sexual de los escritores). Y el segundo disparo va contra la
crítica académica. Los universitarios no han superado el agujero negro y
han mantenido los conceptos, los criterios organizativos, la producción
creativa. No ha habido revolución científica, proceso intelectual de
ruptura. Los universitarios están replegados, aislados hasta el punto de no
darse cuenta de su retraimiento y su inutilidad social. Esta es una verdad,
que yo comparto con Espinosa: nunca en la historia republicana los
universitarios han tenido tan poca conciencia de su nulidad y sus causas
como hoy.
La crítica literaria académica está, metodológicamente, aún
estacionada en el Formalismo, corriente de comienzos del siglo XX, que
estudia las formas literarias, obviando el contexto. O en el
estructuralismo que se expandió en Chile cuando Félix Martínez Bonati
publicó La estructura de la obra literaria en 1960, o el
postestructuralismo que se desarrolla desde los años 70. Ese es el "Marco
Teórico" dominante.
Pero, de pronto, en la sala de la Biblioteca, escuchando a Espinosa, veo
que al muro del consenso básico le aparece una grieta.

¿Logrará la generación crítica cambiar el paradigma?
Por lo menos hay un claro intento inicial de desalambrar las tablas
del gusto literario, correr estacas, tomarse algunos fundos, quemar algunas
barracas, con la bandera izada de Bolaño. Cierta anarquía en la casa. Esto
es inédito. Desean ver las cosas de otro modo. Y, ojo, parecen muy
decididos en demoler la actual estructura cultural y política de la
literatura. No exagero Cuestionan la esencia de la civilización. Desean
discutir lo básico: ¿por qué leemos? ¿Qué vamos a leer? Y ¿cómo vamos a
leer?

Tal como lo ha mencionado Marco Antonio Coloma, a raíz de otro libro
sobre el tema (Orientaciones actuales de la crítica literaria y cultural,
editado por Andrés Cáceres y Eddie Morales): muertos los ismos, la crítica
está en crisis, como tantas cosas. Entonces el tema es un debate
metodológico: desde donde hablar.
Estas cuestiones, créanme, parecen difíciles, pero son de índole ética
y política.
De algún modo Espinosa y estos críticos están cerca de la
"epistemología clásica" –Thomas S. Kuhn, Karl R. Popper, Imre Lakatos y
Paul K. Feyerabend– y de la epistemología actual postmoderna –Lyotard, que
sugiere a los críticos creatividad a la hora de formular hipótesis y rigor
a la hora de verificarlas. Defender el pluralismo y la
interdisciplinariedad, compartir el objeto de estudio, los métodos y las
teorías. Cada texto, cada libro, cada gesto literario es un fenómeno único
que debe explicarse y esclarecerse de modo único. No existen fronteras para
la curiosidad y ningún tipo de 'criterio' restringe el pensamiento: se
acepta la colaboración.
Entonces, algo, algo rememoro. Esto: La disposición contextualizadora
de Patricia Espinosa, recoge la tradición latinoamericana del uruguayo
Angel Rama y la generación Marcha que pautearon a los escritores del Río de
la Plata en los ´60. En lugar de sólo análisis literario, ventilaron la
ideología, las estructuras políticas y sociales, los prejuicios, los medios
de comunicación y los receptores del texto. Así captaron los cambios de la
época.
Bajo las escaleras de la Biblioteca. En la Alameda me meto a un
boliche a tomarme una cerveza, y mientras espero a un amigo hojeo el libro.
Entonces pienso que la generación crítica merece ser leída. Si bien cada
uno es cada uno, hay un cierto estilo libre, claro y vivo e intentan
escribir en la lengua de la gente corriente. Darán que hablar. ¿Darán que
hablar?
 




Spotorno & Electorat: Rosca chilena en España


El año 82 se produce un encuentro mundial de escritores en el Ateneo
de Madrid. Nicanor Parra llegó desde Chile. También se coló allí una
división juvenil de poetas chilenos que estudiaban en Barcelona: Mauricio
Electorat, Cristóbal Santa Cruz y Andrés Morales . Y en Madrid estaban ya
otros pollos: Radomiro Spotorno, León Canales, Gonzalo Santelices y Jaime
Collyer. Al encuentro llegaron esa vez desde París otros dos chavales,
Gustavo Grillo Mujica (que publicó libros de poesía en París ) y José María
Memet de 24 años. Desde Suecia bajó el treintañero pero siempre dandy,
Sergio Badilla.

A la tribu chileno-española habría que sumar, por otro lado, a los
residentes en Cataluña, Luis Sepúlveda y Roberto Bolaño . Así también a
Sergio Macías y Omar Lara que se instaló con su editorial en España en 1981
después de unos años en Rumania.
Vivirán entonces como traductores, porteros de hoteles y de camping.
Spotorno nos contó el otro día en el bar El Cuervo de Santiago que alguien
intentó vivir imitando consoladores para venderse en los incipientes Sex-
shops del destape madrileño. La rosca se reunía en el piso de Spotorno en
el barrio El Retiro, donde él guisaba unos ya mitificados tallarines con
aceite de oliva y pimiento morrón mientras bebían vino de La Rioja. El
único que no bebía vino era Andrés Morales, que sólo bebe whisky con agua.
Era la época en que Spotorno viajaba también a Italia a la casa de la
tiernísima sexy-woman Marcela Osorio y donde, según se jactó un día, la vio
deslizarse en cueros.
Spotorno publicó una antología que se llamó, Puente Aéreo. Jóvenes
Escritores Chilenos en España (1985). Después en Chile publicó Glosario del
amor chileno y en 1994 la novela La Patrulla de Stalingrado , en la portada
una ilustración de Andrés Gana . Relata una noche de alcohol, cocaína y
sexo entre Santiago y Valparaíso de una pandilla que se reúnen tras la
muerte de uno de sus compinches, se van de copas, pelan a las hembras y
visitan un burdel. Mariano Aguirre trató bien y con simpatía a la novela.
Pero Guillermo Chandía dijo que era grosera e intrascendente. Javier
Edwards en El Mercurio dijo que la novela era "un pretexto para ejercitar
cierta técnica expresionista". Y Eduardo Guerrero del Río la consideró
"elemental en su estructura" en el diario La Segunda.
La Pandilla de Stalingrado es una novela tabernaria y chucheta, es
cierto. Y no puede ser de otro modo, si es una novela picaresca. Tiene
apuros de estructura, también es cierto. Pero esta novela del desencanto
tiene más vitalismo y brío que otras novelas publicadas entonces con más
éxito de crítica. Y, a pesar de sus yerros, la novela de ritmo ágil,
inteligente y cínica, mirada en el tiempo de diez años, se salva. ¿Cómo se
explica entonces? Hace diez años, la regencia quería el país como patio de
colegio, donde todos, por fin, nos portaríamos bien. Recuerden que aún
nadie decía una chuchada por la tele. La novela del especialista en pasta,
Spotorno, no era políticamente correcta.
(Las novelas divertidas, hasta hace poco, eran una ofensa a la rutina
de fomedad y almidón. Vean: Roberto Merino realizó una antología de cuentos
de humor chileno, pero los cuentos no hacen reír, son más fomes que un día
sin comer. Asimismo, hay colecciones de cuentos eróticos que caldean menos
que estufa eléctrica)
Hoy la rosca de chilena-española dio un nuevo take off : Mauricio
Electorat ganó el premio Biblioteca Breve 2004, con su novela La burla del
tiempo . Electorat llegó a Barcelona en 1981 cuando tenía 21 años y se
licenció en Filología Hispánica. Luego en 1987 se trasladó a París. Su
primera novela, El paraíso tres veces al día , (1995) fue premiada por el
Consejo Nacional del Libro y la Lectura y el Municipal de Literatura.
Durante el verano frente al mar de Isla Negra leí la novela. Un tal Alfredo
Martín trabaja de portero en un hotelucho de París, conoce a una tal
Valérie Wong de orígenes asiáticos, dealer que trabaja para el tío Wong,
narco. Alfredo es pollito nuevo. Valérie es una dura, una yonqui de glamour
canalla y, como ustedes ya prevén, arrastrará a Alfredo a un espacio
barriobajero de cuchillazos, travestis y traiciones. La novela está bien
escrita pero, ustedes ya saben, eso no subraya mucho para mí. La novela
negra, en su percepción clásica, ajusta cuentas con las lacras sociales y
el poder. Y esta novela habla sobre sexo y dinero, pero elude los temas del
poder y de los ideales.
Electorat publicó luego cuatro cuentos en Nunca fui a Tijuana y otros
relatos (2000). Yo enfatizo dos: La Noche a ti debida y Yo nunca fui a
Tijuana . La primera es la nostalgia de un señor, Tito Cáceres, que vaga
por Roma y a la salida de un cine cerca de la Vía del Corso, se encuentra
con Sole, su ex-novia de adolescente de hace 25 años atrás. Nostalgia de la
primera etapa del transplantado. Tito cuenta velozmente un hecho tras otro.
En el segundo cuento ocurre algo análogo, han pasado décadas y un personaje
–de nombre Bonilla– ajusticiará al homicida de su padre. Es la venganza de
su padre, Jorge, un comandante de la Marina chilena que fue asesinado por
sus camaradas después del golpe militar de 1973. El tiempo ha pasado, pero
la condena igual está por realizarse.
La burla del tiempo, la novela del premio, fue presentada por Mauricio
Electorat en Santiago. Previsiblemente Electorat subió una tarde al depto
de Spotorno frente al Parque Forestal, a gustar tallarines con salsa de
pimentón, con varios de esos compinches que, tiernos en Madrid, soñaban
invadir el "mundo literario".

Literatura & Fútbol: Reinaldo Marchant


Reinaldo Marchant (1958) es uno de los Escritores de la Guerra.
Alguien -alguien que recordar no quiero- declaró la conflagración,
("estamos en guerra, señores") y, vea usted, desde ese blackout y esa
exigencia, en los años ochenta, surgió esa nueva cuadrilla de escritores.
La alegría del pueblo, locución con que se llamaba al genio patuleco
de Garrincha, es el título del nuevo libro de Marchant. Marchant, en 224
páginas, escribe cuarenta relatos y cien pensamientos relativos al
esforzado fútbol de barrio que practican miles de chilenos en clubes como
el Unión Milán y Tricolor de Paine y que buscan gustar de ese "fuerte
alcohol de varones que es la gloria" (Quiroga). Con frescura y con humor
carnavalesco ("futbolismo mágico", Skármeta dixit), estos cuentos crean una
atmósfera tierna y poética, donde aparecen los tropos retóricos o
muletillas del camarín: chanfle, cancerbero, esférica, gambeta. El libro
contiene además aforismos sobre la "pasión de multitudes", otra muletilla.
Hay escritores severos que objetan el fútbol como juego literario. Pero el
fútbol es un tema literario legítimo, como cualquier otro. Uno de los
primeros en advertirlo fue el uruguayo Horacio Quiroga. Su cuento Juan
Polti, half-back (1918) es la historia de un goleador del Nacional de
Montevideo, notable para ser un defensa, que se suicida al comenzar a errar
goles imposibles. En Argentina está el inolvidable cuento de Osvaldo
Soriano, El penal más largo del mundo (1998). En Chile, el fútbol ya fue
tratado con artisticidad en la novela de Jorge Calvo, La Partida (1991) y
el cuento de Sergio Gómez, El delantero romano y el cuento Cuando vuelvas,
Zacarías de Darío Osses.
Marchant maneja la pelota –vistió la camiseta del Deportivo Aviación y
de Palestino- y también el lenguaje creativo. De ahí, de esa tensión
encuentra una forma original desde donde surge la raíz popular y amateur
del balompié.

Calderón, Contreras y González: Se arrienda casa de familia fracturada


Nuevas novelas han puesto de moda el síndrome -en familias de
profesionales, se entiende- de las crisis de parejas cuarentonas. Escritas
por escritores cuarentones, también se entiende. Ya ven, están de moda los
ajustes de cuentas en familias inbunchadas. Toquen madera.
Teresa Calderón tiene un nombre reconocido dentro de la poesía
chilena. Pero, de pronto, le picó el bicho de la narrativa. Publicó cuentos
en Vida de Perras y ahora ha publicado una novela, Amiga Mía, con la que
Teresa Calderón ganó el más importante de los premios nacionales, el Premio
del Consejo Nacional de Arte y Cultura, año 2004.
Amiga mía, digámoslo de entrada, es un viaje interior al estilo de C. G.
Jung.
Catalina e Isabel, dos cuarentonas santiaguinas, beben café en el
Tavelli de Providencia. Catalina le hace leer a Isabel un cuento donde ella
está metida en un sueño que es, a la vez, el sueño inicial de las películas
capitales del sueco Bergman, Fresas Salvajes. El personaje contempla su
propio cadáver. En la película, Borg, que así se llama el protagonista,
decide emprender el viaje en coche con su nuera que se ha ido de casa de su
hijo tras una discusión por su embarazo. Durante el viaje para en la casa
donde pasaba sus vacaciones de niño, donde crecen fresas salvajes y tuvo su
primer amor. Y mediante asociaciones libres de imágenes oníricas
descubrirá que el triunfo, la culpa y la muerte son centrales en su vida.
Catalina recuerda brumosamente que debe hacerle caso a los sueños, "conoce
al instante los graves escritos de Artemidor", como dice el poema Idus de
Marzo, de Constatino Cavafis, que Catalina también rememora. Así, las
imágenes misteriosas del sueño de Catalina, dan origen, en la novela de
Teresa Calderón, a un viaje interior de dos amigas, con vidas malgastadas y
la juventud perdida. Las relaciones afectivas se convertirán en el centro
de la novela, la creación de una imaginería y un tejido fantasioso que
pasan a constituirse en realidades existenciales, premoniciones y
profecías. En esa zona de evaporación se usa una técnica narrativa
fragmentaria que conduce a una pantalla iridiscente, para descubrir el
contenido latente del sueño. 
La novela de Teresa Calderón, con ese aire brumoso y difuso, con
reiteradas referencias literarias, transcurre entre amores viejos
decepcionados, trágicos y románticos, la soledad y el abandono, la
infidelidad y el alcoholismo. Son, en suma, memorias, sesiones
psicoanalíticas, pedazos de diarios, esbozos y resonancias donde aparece el
desgarro, la soledad y el anhelo de amor.
La novela Amiga mía, como la película Fresas Salvajes, es pesimista y
triste. No puede ser de otro modo: es una historia de la desilusión.

Se molestó Gonzalo Contreras por las críticas a su último libro La Ley
Natural (2004). Por cierto, su molestia es con "ciertos críticos jóvenes
con ambiciones literarias que pretenden descalificar a la generación
anterior. El crítico Alvaro Bisama afirmó que Contreras, tiene "formas
narrativas al borde de la inanición." Alejandro Zambra escribió: "algunos
percances en el manejo de los tiempos verbales y ciertos problemas en la
construcción de la verosimilitud resultan enormemente distractivos y
finalmente amagan los méritos del relato."

Francisco Bertrán, el personaje, es un arquitecto cuarentón que va a
recibir al aeropuerto a Bárbara, su sobrina de 15 años, media holandesa y
media chilena, y que está embarazada. El padre de la chica, Pascal Bertrán,
aparece luego de improviso en Santiago con una mujer, Muriel. Y la hija
Bárbara no quiere irse con su padre, desea quedarse con su tío Francisco,
que está en proceso de separación de su mujer, Diana.
Yo creo que el principal problema de la novela de Contreras no es la
verosimilitud, ni su lenguaje opaco (algo que otros admiran en Contreras).
Tampoco su notoria facilidad para urdir historias, lo que yo considero un
real mérito. El tema es otro. El personaje Francisco Bertrán, es un
arquitecto pagado de sí mismo, que ve con suma desconfianza el mundo
exterior y a su entorno. Principalmente le hostiga su hermano Pascal, medio
volado, medio hippie, medio vagabundo, y medio cínico–es decir, distinto,
ambiguo y sin certezas. Y le hostiga pues Francisco Bertrán se cree
central, no marginal. El cree que su forma de vida –mediocre, gris- es
esencialmente canónica, políticamente correcta. En eso, el personaje, por
más que le ocurran cosas, por más que la vida le grite evidencias, no
cambia nunca. Si la realidad no se me parece, yo cambio la realidad. Es la
Ley natural. Me saco de encima a mi hermanito tontorrón y caprichoso y ya
está.
Gonzalo Contreras ha dicho que su novela es la novela del cambio. Se
supone que Francisco Bertrán entró al cambio. Sí, todo ha cambiado, pero
Francisco sigue igual de presumido. Francisco, a pesar que todo cayó a su
alrededor, sigue siendo el pedante antipático. "Ahora, acalladas las
voces, todo volvía al orden, al desorden, acostumbrado" (Lampedusa)
Francisco ve cierta pureza o cierta salvación, en una niña excéntrica y
abandonada de quince años, tema por lo demás ya planteado en La Ciudad
Anterior, la primera novela de Contreras. En esa primera novela Feria –el
protagonista- elucubra también la posibilidad de quedarse con una joven
también en situación de abandono (hija de un desaparecido). Hum. ¿Es el
ordenador de vidas difusas?
Inicialmente, Amalia Espejo de Sagüez también es una siútica
fastidiosa, una dama cuarentona que no me gustaría tener ni de amante, ni
de mamá, ni de amiga. Inicialmente. Es la protagonista de la bien urdida
novela, con una habilidad en los diálogos, Imperfecta Desconocida de Sonia
González. Amalia está casada con el médico Marco Sagüez, tiene tres hijos:
Raimundo, Salomé y el pequeño Cristóbal, un niño enfermo de Gatum, un
síndrome físico y mental. Tiene una empleada, Margaret, muy central en la
novela, una amiga que se llama Rosicler y su analista el señor Casas. Esta
dama menopaúsica, dueña de casa y fundamentalmente ociosa, se dedica a
escribir cartas a los periódicos, su apostolado. Amalia no sabe lo que es
un juego de rol, ni que es la música metal, pero se sabe de memoria Rojo y
negro de Stendahl. Sin embargo, vaya sorpresa, de joven se declaró
revolucionaria, miren lo que es la vida, y estuvo alguna vez en al
escalinata de la Biblioteca Nacional de Santiago, vociferando lemas.
¿Cuándo comienza a cambiar? Cuando tiene una relación amante-maternal
con un hombre de 20, Leonardo Mariángel. Amalia le coloca el seudónimo de
Julián Sorel, (el personaje de Rojo y Negro). Lo que viene es un ahá,
miren, lo que es la vida. Cambia, de algún modo, cambia esta señora, muda
de aires y empieza a establecer contacto con sus hijos. Todo se derrumba
también en esta novela, pero, para mi gusto, no podía pasar de otra manera,
pues nadie puede freírse eternamente en una paila. Amalia, que ha
descubierto el veneno que hay en el agua estancada, debería leer ahora el
ensayo Del Amor de Stendahl. El viejo lo sabía todo: "El amor es la única
pasión que se paga con la moneda que ella misma fabrica."





Rivera Letelier, Gil, Atria, Marchant L, Gallardo Los Históricos


En Santa María de las flores negras, (2002) Hernán Rivera Letelier
unos mineros marchan por el desierto atacameño, siguiendo la huella del
tren, junto sus familias. Quieren lograr que sus voces sean escuchadas, que
se les de un trato digno, ojalá humano, que se les permita alimentar a sus
familias y educar a sus hijos, que se les pague un sueldo justo y en moneda
de valor comercial. Pero, como ha ocurrido muy comúnmente, el gobierno
valora más a los dueños de las empresas salitreras, ingleses y
norteamericanos, que a los pampinos. Ya lo sabemos, esos mineros fueron
exterminados.
El norte chileno se inventó con la explotación del salitre. Antes no
lo habitaba nadie (estoy exagerando: lo habitaban unas 2000 almas sueltas).
Todo nortino, tiene un abuelo, (sus raíces), en las salitreras. Así las
cosas, es fácil, para un nortino, emocionarse, con las historias de su
origen. Hable de calicheras, casas de calaminas y oficinas salitreras y
verá usted que, con razón, se les ablanda el corazón. Eso es lo que hace
Rivera Letelier. Se sostiene en la popular leyenda de los mineros en
procesión bajando desde las salitreras hasta la Escuela Santa María,
menciona a un mítico Luis Emilio Recabarren, y a amores románticos.
Entonces, le aseguro que, ese relato simple, es muy eficaz para un nortino.
Es la leyenda-mito idealizada y sin distancia, actuada por estereotipos.

En cambio, la última novela de Juanita Gallardo, Herencia de fuego, en
lugar de afirmarse en un mito, lo desmitifica. Este es la leyenda de la
Quintrala (1604-1665). Benjamín Vicuña Mackenna publicó, en 1877, su ensayo
Los Lisperguer y la Quintrala. y construye el mito de la Quintrala
lasciva y voluptuosa, sacrílega y monstruosa mata hombres
Mercedes Valdivieso (1924-1993) reinterpretó el mito en la novela
Maldita yo entre todas las mujeres, escrita en castellano antiguo.
Ahora Juanita Gallardo, desde la vida de Agueda Flores, la abuela de
la Quintrala, discute el mito, con efectismo dramático. Es una novela
documentada y crítica. Fuerte, culta, lúcida, sexual, pasional,
inteligente, calculadora, poderosa y brillante, visionaria y dominante, así
aparece ahora Águeda Flores, la abuela de la Quintrala. Ese es el linaje
de la Quintrala, según Gallardo.
Gallardo, nos hace creer, de modo encantador, que nuestras taras
actuales (nuestra hipocresía, nuestro espíritu traicionero, nuestra falta
de identidad, el modo en cómo encubrimos nuestro pasado) están incorporado
en nuestro ADN chilensis. Es decir, están en la Colonia, en Santiago del
Nuevo extremo, guiños que aumentan el placer de la lectura.

Gallardo había publicado dos novelas históricas, Balmaceda: sus últimos
días, (1991) y Déjame que te cuente, (1997) novela sobre los amores de
Bernardo O'Higgins con Rosario Puga.

Jorge Marchant Lazcano inició la generación del 87 con la publicación
de la interesante y taquillera novela Beatriz Ovalle en la que incorpora
–como un collage- elementos Pop, al estilo de Cabrera Infante o Puig, con
humor e ironía. Ahora ha publicado La joven de blanco. Marchant tampoco
mantiene un mito, pero tampoco lo desmitifica. Lo que hace es jugar con un
mito.
En 1866, el pintor norteamericano James Whistler de 32 años deja
Londres para viajar de incógnito al puerto de Valparaíso. En un tren conoce
a Rosa Policarpo, una joven que le trueca el libro Las Hijas de María por
un daguerrotipo. Ahí comienza una novela dentro de una novela. El 8 de
diciembre de 1863, día de la Inmaculada Concepción, se incendió en Santiago
la Iglesia de la Compañía. Dos mil personas murieron. El libro nos
incorporará a unas insidiosas relaciones entre hermanas y criadas donde
aparecerán las acusaciones y las deslices de las bienaventuradas
santiaguinas. Es la novela del erotismo de las benditas, la vida interna de
las beatas, en la que se mezcla la ficción con la realidad. Esto es, qué
duda cabe, muy posmo.

Rodrigo Atria tiene un lindo título para una novela histórica, Coplas
de Sangre (1998) tres mil mapuches pelones amenazan con atacar a la capital
(en realidad, 300 viviendas de barro y paja, con cinco mil almas, entre los
dos brazos del río, junto a un cerro que los indios llaman Welén, por
dolor). El año 1669 llegó un Capitán español con 400 hombres y dio la orden
de confiar. Un día matan a un español y el Alcalde –para provocar
escarmiento entre los indios- detiene a dos indios y los hace confesar. El
curo se opone verbalmente a la vendetta y el escribano Dámaso Alcanáz llega
a su casa y escribe unas coplas relatando el hecho. Esas coplas lo
inculparán. Un día una banda lo golpea en la noche. Allí, el escribano verá
la mordaza y el grillete. La política y la comunicación son los dos temas
que se cruzan en esta novela lineal y sin mayores sobresaltos, al estilo de
la novela decimonónica, tal como se usa.

Antonio Gil ha publicado las novelas históricas Hijo de mí (un
racconto especial y espacial de la vida de Almagro), Cosa mentale (una
obra alrededor del pintor peruano José Gil de Castro, el Mulato Gil y ahora
Gil nos sorprende con Mezquina memoria que trata sobre Alonso de Ercilla,
autor de La Araucana, poeta y paje de Felipe II.
Antonio Gil escribe pensando en crear lenguaje nuevo, para ultra
descifradores que se divierten al descubrir nuevas/viejas palabras cerca al
barroco americano de Juana Inés de la Cruz o de Lezama Lima, el
desplazamiento entre el monólogo y la descripción, la fragmentación
narrativa en varias voces, la ruptura de la ilusión realista . Y la
sensación, la temible y certera sensación en esta época de olvido, que
nuestra vida está construída por esos antecedentes, un Chile anterior, un
espacio cultural religioso y mágico que está subterráneo. Un Chile duro y
austero, un Chile profundo, una identidad descubierta en rincones oscuros
de nuestra historia y una costumbre sana descubrir que el tiempo no es
lineal. No tengo ninguna duda, Antonio Gil es un fino escritor chileno.


Cristián Warnken: El publicista de la intemporalidad




Algunos actores del star system literario chileno decidieron, alguna
vez, desarrollar una, en apariencia ingenua, adaptación al clima ambiental
de época, la llamada tesitura de la intemporalidad. Esto consiste, de
suyo, en pasar piola y parecer inocente.
Cristián Warnken, por ejemplo, ajusta siempre, de modo prolijo, las
entrevistas a los escritores a un aura intemporal. Warnken entrevista con
sensibilidad, inteligencia, rigor, disciplina y buen humor. Pero, de
verdad, tiene un defecto: carece de fuego.
¿Cómo explicarse ese cordial desafecto en sus entrevistas?

"Sigan la huella del dinero", les recomendó Garganta Profunda a los
periodistas del Washington Post que investigaban el escándalo Watergate del
Presidente Nixon. La pista del dinero, antiestético tema para un literato.

¿Quién le paga al profesor de castellano llamado Cristian Warnken?
Supongo que la Universidad Finis Terrae, donde Warnken es director de la
Escuela de Literatura.

La Finis Terrae no es cualquier universidad. Es la más corporativa de
las Universidades. Conviven allí hoy dos tropas. Por un lado, sus
fundadores, capitaneados por los ex funcionarios pinochetistas Pablo
Barahona (rector durante 16 años) Álvaro Vial, Álvaro Bardón y José
Antonio Guzmán. Por el otro, son socios los Legionarios de Cristo, los
católicos integristas. Bajo el lema "Semper Altius" (Siempre más alto),
esta congregación -fundada en 1941 por el sacerdote mexicano Marcial
Marciel- ha conquistado un ámbito del empresariado. Entre los empresarios
legionarios están Eliodoro Matte, dueño de la papelera; Guillermo Luksic,
dueño de CCU, Banco de Chile y VTR; Agustín Edwards, dueño de la empresa
El Mercurioy el presidente de Telefónica CTC Chile, Bruno Philippi.
Es decir, La Finis Térrea está en manos del hard core de la elite
conservadora, la ultra-derecha chilena.
El actual rector de la Finis Térrea se llama Roberto Guerrero del Río.

Roberto Guerrero del Río es, además, director de Chiletabacos filial
de la British American Tabacco–cuyo presidente es Carlos Cáceres, ex
ministro de Pinochet. La empresa es monopólica en el mercado chileno, con
alrededor de un 98 % de las ventas. Las industrias tabacaleras tienen una
historia muy perversa. Empezaron hace ya muchos años por negar que el
tabaco produjera daño a la salud. Han manipulado el proceso legislativo y a
los gobiernos en varios países para lograr sus beneficios. Están metidos en
el contrabando y han tergiversado la evidencia científica y han comprado
científicos para hacerlo. Todo eso está probado por la OMS y la
Organización Panamericana de Salud. 14 mil personas fallecen en Chile cada
año por el tabaquismo. Chile pierde 117 millones de dólares en cáncer
pulmonar por tabaquismo, el 6 % de los que el Estado destina a salud.
Chiletabacos está empeñada hoy en una afanosa cruzada para
contrarrestar en Chile las regularizaciones que mundialmente se hacen a la
publicidad del tabaco. Para eso, Chiletabacos prioriza sus auspicios
dentro de la cultura y la educación. Entre 1995 y 2002 la inversión de
Chiletabacos en estas áreas alcanzó los dos mil 500 millones de pesos.
Las Tertulias Tobacco & Friends son espacios gratuitos en los que las
personas se reúnen en torno a un entrevistado del ámbito cultural,
generalmente escritor. La universidad Finis Terrae es parte consustancial
del proyecto Tobacco & Friends. Chiletabacos financia charlas y
exposiciones y el proyecto Literarte. A fines del 2003, mediante la Ley de
Donaciones y con el patrocinio de la Universidad Finis Terrae y de la
Dirección de Archivos y Museos, Dibam, editó el libro Diálogos con la
Cultura con los contenidos de las tertulias de Tobacco & Friends. Se
hicieron mil ejemplares con aporte estatal y dos mil más con aporte propio
de Chiletabacos.
Y, vean ustedes, uno de los contratados preferidos para las
entrevistas de Tobacco & Friends es también Cristián Warnken. El anfitrión
por excelencia.
Warnken, hasta ahora, no ha demostrado tener una fisura moral en su
postura. Tampoco le afecta –hasta donde sabemos- la responsabilidad del
tabaquismo en el cáncer y en los problemas de salud de la población. Cuando
un periodista de La Nación le consultó sobre el tema Warnken contestó que
"era una pendejada". "…y no creo que por haber participado en unas
tertulias uno esté siendo parte de la política de blanqueamiento de la
imagen de la tabacalera. Ellos están blanqueando la imagen como todos los
avisadores importantes en el mundo."

Ya ven, para Warnken las tabacaleras es un avisador más en el mundo.
¿Es Warnken un bienpensante ingenuo?
La asamblea mundial de OMS adoptó el año 2003 por unanimidad el
tratado de salud pública internacional, el llamado Convenio Marco de la OMS
para el Control del Tabaco, como una respuesta global a la epidemia
silenciosa que causa la mayor carga de enfermedad, discapacidad y muerte
evitable en el mundo. El Convenio prohíbe la publicidad, la promoción y el
patrocinio de productos derivados del tabaco. Existe hoy fuertes campañas a
nivel mundial que han logrado avances importantes en contra del tabaquismo,
en Brasil, en Canadá y en Europa. Y Chile, que tiene los más altos índices
de tabaquismo en toda Latinoamérica, debe ratificar el Convenio en el
parlamento. Y por eso, Chiletabacos ha iniciado una costosa y amplia
campaña de influencias y de lobby, donde se incluye a los líderes de
opinión, también en el ámbito de la cultura.


Esto lo sabe bien Warnken, como ser informado y por las relaciones
que frecuenta. No creo que sea ingenuo.
Sin embargo, él no reconoce que los problemas tienen ligazones, causas
y efectos. ¿Es la visión de Warnken más real que la mía? ¿Es mi postura
más imaginaria y más pendeja?
Pero luego, hay otro problema anexo: Todas estas conexiones reales de
Warnken, (la ultra derecha militarista, las tabacaleras), ¿influyen o no en
Warnken? ¿Puede Warnken olvidarse de quién le da de comer y seguir con la
idea de yo-estoy-por-sobre-todo, y me llamo Warnken.
Warnken cree que la realidad es lo que él ve, toca, huele, oye,
mastica.
Y nada más.
Es lo que hay y me llamo Warnken.
Lo que fue, lo que va a ser, lo que podría estar siendo o lo que quizá
sea, y sus relaciones posibles, no integran su universo. Las fuertes
disputas que existen tras el tema de las tabacaleras, las presiones y los
lavados de cerebro de la industria para recibir la absolución por 50 años
de mentiras y engaños, para Warnken no existen, por que él "no fuma".

Estamos frente a una campaña cuidadosa y orquestada de las
tabacaleras, principalmente de las grandes multinacionales Philip Morris y
British American Tobacco, y cualquier ciudadano que se tome el tiempo de
informarse se sentirá asqueado, al enterarse de lo que hace la gran
industria tabacalera.




Marcelo Mellado y su novela Informe Tapia.



El libro editado por Calabaza del Diablo se presentó en diciembre del 2004
en uno de esos gratos bolichines del barrio Bellavista, cuyo nombre
recordar no puedo. No había mucha gente. Familiares y amigos del escritor.
Dicen los opinólogos de nuevas tendencias culturales, que ya no se usa
lanzar un libro. Va poca gente.
Patricio Fernández presenta el libro coloquialmente, si estamos en
familia. Fernández es efectivo. Con su corta exposición logra que el libro
me llame la atención. También me llama la curiosidad el despliegue de su
autor, Marcelo Mellado. Habla con afecto de un bolchevique que se
reconvirtió al arte y, desde un club de rayuela de San Antonio, reorganiza
o recicla un sindicato de ferroviarios en un centro cultural. Ha nacido un
"gestor cultural".

La novela es el retrato de un escenario donde se mueven bolcheviques que
descubren, aprovechan y canalizan recursos culturales comunales o
estatales. Pronto se dan cuenta que esos aparatos comunales de la cultura
son aparatos de dominación, según la jerga de una izquierda (de una
izquierda que leyó a la señora Marta Harnecker, pupila del estructuralismo
francés, tipo Althussser, una señora, digo, que escribió manuales de
marxismo para los jóvenes creyentes allendistas).

Los personajes son unas polichinelas para, a ver cómo te lo explico, ser
útiles a los objetivos de Mellado. Omar Badilla o Padilla o Ladilla (no
está claro) ofrece una cartografía cultural y se replantea la reconversión
cultural, y funda la Asociación de Poetas de la Cuenca del Maipo y esa
corporación sostiene un alucinado jaleo con los poetas de la cuenca del
Maule, siguiendo así una tradición telúrica (o enguatada) de reconocer lo
vernáculo con los ríos que van a dar a la mar, (que es el morir). El mejor
aliado de Badilla (o Padilla o Ladilla) es Carrasco, coordinador del
festival de rancheras de San Antonio, dirigente de un, al parecer,
importante club de rayuela de San Antonio, y cuyo lugar preferido de
encuentro es el bebedero Los Puchos Lacios.

Estos bolcheviques, a falta de mejores adversarios, establecen un forcejeo
con el Aparato Oficial-Institucional, (o el enemigo) ubicado en una oficina
de la Torre Omnioceánica, que coordinada con el aparato central de la
gobernación y el departamento de cultura municipal, (entre otros aparatos
de dominación del Estado) era manejado por un tal Vega, Vera, Varas o
Vargas (tampoco está claro).

La malla estructuralista está siempre presente en esta novela, novela
paródica, ya se habrán dado cuenta. El libro se puede leer como una
delirante paranoia colectiva, como ajuste de cuentas con los aparatos de la
cultura creados por la Concertación, que en la novela se los inculpa de
servidores del amiguismo o como una forma de controlar o de amansar el
pensamiento, uno de los males que corrompe la calidad y la crítica. La
novela identifica a una nueva clase media en el poder (sociólogos,
periodistas o artistas reciclados en "agentes culturales del Estado" o
"gestores culturales", o "animadores culturales"). Por un lado. Y por el
otro, dirigentes sociales huérfanos de base social y que se metamorfosean
en "actores culturales" y cuyos requisitos son la astucia y el codazo - a
saber: la falta de méritos.
Ambos se potencian, por arriba y por abajo. Todo se municipaliza con una
mentalidad utilitarista que reduce el arte al papel de ornamento alcaldicio
o turístico.

Ya ven, la novela no deja de tener su trasfondo corrosivo. Aunque por la
tendencia a construir estereotipos, los personajes despintan en el
exteriorismo.

Los artículos del hermano de Marcelo Mellado, Justo Pastor Mellado,
pareciera que dicen en serio, y con una densidad algo malgastada, lo que su
hermano, el escritor, dice en forma de carnaval y de chiste (y de hueveo,
claro). Justo Pastor habla en sus artículos -con reminiscencias de una
teoría de los aparatos ideológicos- de la municipalización y la
fondartinzación de la cultura, y critica al "nuevo intelectual orgánico" de
la Concertación por el mal gusto y la mentalidad utilitaria. No era fácil
entender hacia adonde apuntaba Justo Pastor. La mayoría de las veces he
desertado de la lectura de sus artículos. Leyendo la novela de su hermano,
por lo tanto y en cambio, me queda más claro que persigue y que encubre. Y
al revés. Haber leído a Justo Pastor –aunque a medias- me aclara un cierto
malditismo intelectual de trasfondo en la novela de su hermano.

Quizás no debería yo leer la novela de Marcelo Mellado como una cuestión
familiar.
Quizás no debería yo leer la novela como una tesis familiar. O no debería
yo insinuar que los artículos de Justo Pastor son la película en negativo
de la novela de Marcelo.
Quizás se me cuestionará esos intentos de unir hermanos con hermanos en una
común aventura intelectual.
Quizás.
Pero tengo una inicua tendencia -tendencia incómoda, no lo hago de engreído
ni de agresivo- a relacionar lecturas como me da la gana. Y con esto deseo
decir que detrás de la novela Informe Tapia hay consistente reflexión
crítica.

Puedo decir algo más exagerado: Los Mellado son, en otra plataforma,
continuadores de la tradición de los Cultural Studies, estudios
multidisciplinarios sobre lo precarios, lo pueriles, lo banales y lo
miserables que somos los chilenos de esta época, esta era de
"globalización" económica, de fractura de los "paisajes sociales", en el
que el individuo se define con respecto a distintas coordenadas. El proceso
de homogeneización y diferenciación que socava, desde arriba y desde abajo,
la fuerza organizadora del Estado-nación, de la cultura y la política.
Y sus resultados: un agudo fenómeno de pertenencia, no tenemos lazos
comunes de convivencia.

Como puede notarse, la novela también puede leerse como la repercusión de
la crisis de la izquierda. También cuestiona la noción de "sociedad civil"
como un aparente lugar de la diversidad y la diferencia. Es una crítica a
los usos y abusos del concepto "sociedad civil", un terreno idealizado,
donde pululan, según cuenta la novela, los pillines encantadores, los
hábiles megalómanos que piensan ya sólo el arte como beneficio y no como
uso. O mejor dicho: el arte les da lo mismo.

Una parodia bien construida, aunque el modelo narrativo podría ser más
ácido, más corrosivo. De igual modo, es un intento de ejercitar la
socarronería sobre nuevos aspectos de la sociedad cultural. Y, además, la
picardía sobre problemas no resueltos de una izquierda chilena, que busca
encontrarse, (aunque siga perdida), no sólo con el pueblo, sino también con
la calidad artística. Pueblo y Arte. Forma y Contenido.

Mellado, de nombre Marcelo, de ese modo, ha ido constituyendo una
particular y necesaria novelística, donde se discute, a su modo también, la
función política de la cultura, algo que hoy en este país resulta tan
particular como difícil.

Como no éramos muchos en la presentación de la novela, el editor de La
Calabaza del Diablo, Marcelo Montecinos, colocó amablemente en la mesa de
la barra unos tragos que bebimos con el José María Memet. Según recuerdo,
salimos luego un tanto, un cachito alumbrados del bar, cuyo nombre, miren
lo que son las cosas, recordar hoy no puedo.









Entrevistas a Escritores de la Generación






Entrevista a Jorge Calvo

"Todo es igual, nada es mejor"

Primero una pregunta pedestre ¿De qué vives, con que pagas tus
cuentas?
Desde que recuerdo he trabajado en cualquier cosa que se presente para
obtener el pan, pero como dije una vez en una entrevista: Soy un vicioso de
la literatura y sin importar qué actividad realice para sobrevivir siempre
estoy pensando y trabajando en la literatura. Con respecto a las deudas
creo que sería poco honesto de mi parte afirmar que las tengo al día.

¿Te da lo mismo para quien trabajas?
Como dije, sin importar lo que haga, siempre estoy trabajando s o l o
para la literatura.

¿Qué te impulso a ser escritor? ¿Puedes decir como empezó tu carrera
de escritor?
Bueno, desde muy pequeño fui un fánatico de las historias, leía mucho:
El Okey, El Péneca, toda variedad de novelas: Salgari, Ivanhoe, Los piratas
de la Tortuga etc. Aprendí a leer antes de ir al colegio. A los seis años
podía amanecerme leyendo y casi no jugaba a nada mas. Recuerdo que en 1967
tenía catorce años, me encontraba cursando el tercer año de humanidades en
el Liceo de Aplicación, y la profesora de castellano que se llamaba Perla
Parada nos convoco a participar en un concurso de cuentos y poesia que
organisaba el Colegio La Maisonette con auspicio de la Embajada de Francia
y el Ministerio de Educación y mi cuento obtuvo el primer lugar. Esa fue mi
primera motivación concreta para escribir.

¿Ha influido tu madre en el hecho de que tú seas escritor?
Por supuesto, desde muy niño mi madre se sentaba a contarme peliculas.
Lo que el viento se llevo, me la contaría unas diez veces, con lujo de
detalles, casi la actuaba, resultaba apasionante. Y luego, al cumplir los
quince, cuando al fin pude ver la pelicula en una de las tantas
reposiciones que hizo el cine Metro de calle Bandera, descubrí que era
mucho mejor la versión de mi madre. Ella me enseño la fuerza del lenguaje y
algo similar me sucedio con otra pelicula El puente de Waterloo, en la que
también trabajaba Vivian Leight, la actriz favorita de mi madre.
Pero en mi casa el que leía era mi padre, siempre andaba con una
novelita en el bolsillo. Leía tanto que daba motivo para discusiones ya que
mi madre le pedía que colaborara pero él no podía; estaba leyendo. Y por
supuesto -como es de suponer- cuando estaba leyendo se olvidaba del mundo.
Entonces yo pensaba que algo muy, pero muy valioso e importante tenía que
haber en esos libros para que atrajeran de ese modo la atención de mi padre
y creo que de ahí nació en mi la idea de que los libros eran algo vital.

¿Qué autores han influido más en tu literatura?
En principio todos aquellos que escribieron buena literatura épica y
de aventuras, las series policiales del Péneca las seguía con mucho
interés, Salgarí fue uno de mis favoritos, también Scott y Dumas, de ahí
pase a Hemingway y con Cortazar aprendí a incursionar en las dimensiones
metafísicas, más tarde Bataille y Gonzalo Rojas abrieron las puertas al
erotismo. Nicomedes Guzmán me enseño un mundo esencialmente chileno. Y
aunque a diario leo bastante considero que ellos son quienes más me han
influenciado.

Según tú ¿Existe un eje por el cual pase tu generación, o hay voces
muy divergentes dentro de ella?
La idea de un eje entendido como una suerte de Mínimo Común
Denominador, pues pienso que si, en la medida que el concepto de mi
generación así como yo lo entiendo, tiene mucho que ver con una generación
que empieza a formarse como escritores en un periodo muy crítico de la
historia de este país. Y si bien hasta entonces habíamos crecido en la
creencia de que éramos los ingleses de sudamérica, respetuosos de las
instituciones, los valores democráticos y los derechos humanos, la mayoría
de nosotros tenía alrededor de veinte años el día que la Moneda fue
bombardeada y en este país se instalo un régimen de fuerza que a lo largo
de los años sería sistemáticamente condenado por los organismos
internacionales de defensa de los derechos humanos. Entonces pienso que esa
experiencia -para bien o para mal- marco nuestras vidas en la medida que
nos expulsó de la ingenuidad de creer que ciertas cosas jamás sucederían en
nuestro país, en nuestras familias y en nuestras vidas. El golpe es el
suceso más decisivo de nuestra historia en el siglo XX. Era también la
época en que el llamado Boom literario latinoamericano se encontraba en su
máximo apogeo y era -en esos días- un referente indesmentible. Con
independencia de los estilos o técnicas que cada quien escoja, o de que se
opte por salir o permanecer en el país, este hecho fundamental marca
nuestra historia, nuestra experiencia y nuestro modo de hacer literatura


De todos tus libros publicados ¿tienes alguno que consideres
programático o central de tu obra? Dicho de otro modo, ¿qué libro tuyo
recomendarías a alguien que quiera interesarse por tu literatura? ¿Cual es
tu mejor libro?
No comparto eso de "una visión integradora de tu obra" como si uno
estuviera elaborando una tesis o intentando demostrar una hipotesis en un
laboratorio. Me huele a "teoría", a cosa sacralizada en cerrados claustros
universitarios y yo, por el contrario, soy un convencido que la literatura
es vida, vitalidad fluyendo, es nombrar algo que se ve por primera vez. Y
toda teoría es por definición algo muerto, una mirada estática que pretende
explicar una realidad que fluye a una velocidad superior que la velocidad
de la luz.
Cada uno de mis cuentos fue escrito en una época distinta y
corresponden a momentos diferentes de mi vida, pero recomendaría Un hombre
en la lluvia, es uno de los que más me gusta.

Quisiera preguntarte si la actual crítica nacional tiene algún valor
para ti y si en los hechos recuerdas alguna critica que te haya
influenciado.
Pienso que el cambio que estamos viviendo -un cambio muy profundo en
casi todos los ámbitos, en especial en las comunicaciones y la tecnología-
ha determinado muchísimo la práctica de la crítica en como se hacia antes y
como sucede hoy día. En el momento que las teorías desaparecieron y todo
se volvió equivalente -como en el tango: todo es igual, nada es mejor- ya
no existe un referente. Esto es básico: la crítica se ejerce en comparación
con algo y hoy no hay conque comparar. Entonces muchas veces lo que uno lee
son comentarios de críticos -más o menos entusiastas- en función de la
moda, el mercado, las editoriales, las librerías, los intereses de los
diversos grupos de poder al interior de la sociedad, etc.
Respecto a las influencias, creo que tanto el crítico como el autor,
funcionan en mundos diferentes, pero ambos esperan ser leídos.

Podrías contarme como ves el desarrollo de tu narrativa en el futuro
cercano, las ideas hacia donde se encaminan ¿Cuáles serían tus apuestas más
serias?
Cortazar decía: cada día me levanto con la esperanza de ver salir el
sol por un lado distinto. Esa es para mí una actitud muy lucida, la
realidad fuera de mi esta cambiando constantemente por tanto mi realidad
interior también. Trato de permanecer atento a todo eso que sucede y luego
intento de traducirlo a metáforas, a lenguaje, a imágenes elocuentes. Para
mi la literatura es dialogo, con la realidad, con uno mismo, con otro. Y la
vida no es diferente a eso.

Hay escritores, por ejemplo Jorge Edwards, que afirman que el medio
literario chileno es muy destructivo, porque tienden a pensar y decir que
todo lo chileno es malo ¿Lo has sentido de ese modo?
Si, lo he visto, y ya no me sorprende ver el trato que este país le ha
dado a Gabriela Mistral, Premio Nóbel. Y como se habla aquí de Isabel
Allende, o Ariel Dorfman o Luis Sepúlveda que escribió un artículo para el
diario El país contando que vino a presentar un libro a Chile y nunca
aparecieron los invitados.


Hay un porcentaje de escritores de tu generación que escribieron o
escriben fuera de Chile ¿Qué rol le asignas a la literatura de exilio?

Ninguna experiencia puede quedar sin ser conocida, y no pienso que el
que sea literatura de exilio la haga mejor o peor, la literatura es
literatura ya sea que este escrita dentro o fuera, y ambas puede tener
buena o mala calidad. Sin embargo pienso que muchos de los que se fueron
-en distintas edades- alcanzaron una enorme presencia en el extranjero:
Skármeta, Dorfman, Isabel Allende, Bolaño por nombrar solo a algunos y
pienso que no siempre han sido reconocidos por la gente que estudia
seriamente este fenómeno dentro de Chile. El caso Bolaño es digno de
antología puesto que es el único narrador chileno en obtener el premio
Rómulo Gallegos.

En un articulo reciente (Literatura y Talento. Tristisima demolición
de la novela, El Mercurio, 3 de octubre de 2004) Enrique Lafourcade afirma
que "en los últimos veinte años la novela pierde fuerza. Se llena de
reclamaciones políticas, de confesiones eróticas. Hace sufrir a los
lectores".¿Qué respondes a esa afirmación?
Considero que La casa de los espíritus ya es una de las mejores
novelas escritas en Chile en el último tiempo, -sin mencionar varias de
Bolaño- Eso sin perder de vista que tal vez Lafourcade esté tomando como
ideal de novela chilena las escritas por él mismo. Hace poco seguí con
atención en el diario El País un intercambio de cartas entre el premio
Nóbel Kenzaburo Oe y el escritor peruano Vargas Llosa y coincidían en
señalar que la producción literaria mundial mostraba fuertes síntomas de
estar contaminada por el poderoso virus light (la cantidad de literatura
liviana, mientras más livianita mejor, expuesta en los escaparates de las
librerías amenaza con romper cualquier record existente)
Y en ese sentido Lafourcade tiene razón: es obvio que la novela light
carece de fuerza, pero el erotismo, -el buen erotismo- es pura fuerza.
Acaso se confunde el erotismo, para efectos de publicidad y ventas, con
otro tipo de literatura. Pero no es un tema que me preocupe porque hay, y
siempre habrá, un puñado de escritores que, como Saramago entre otros,
continúan escribiendo.



Entrevista Reinaldo E: Marchant

"La soberanía tiene un precio"

Primero una pregunta pedestre ¿De qué vives, con qué pagas tus cuentas?
En este maldito país que nos tocó nacer – sin que nadie nos preguntara-, a
un escritor de familia sencilla, sin recursos, como la mía, tiene que
inventarse día a día el mendrugo para que no mueran de inanición los
sueños. De modo que obtengo el sustento haciendo artículos que me pagan
mal, haciendo talleres literarios, de pronto siendo jurado de concursos que
también pagan mal, y esperando que la puta vida una mañana te premie con un
regalo impensado: una beca, un premio, un viaje pagado, esas cosas.

¿Te da lo mismo para quién trabajas?
Detesto a los burócratas, a los oficinistas, ¡ y no puedo siquiera
imaginarme marcando una vil tarjeta! La independencia y soberanía tienen un
precio y lo pago para no convertirme en una abúlica criatura triturada por
el sistema.

¿Qué te impulsó a ser escritor? -¿Puedes decir cómo empezó tu carrera
de escritor?
A uno nadie lo impulsa, esto uno lo descubre cuando pasan los años.
Nadie le enseña cómo dominar el balón a un crack y nadie le enseña a
escribir a un soñador. La magia tiene un nombre: Destino. No hay otra.
¿Ha influido tu madre en el hecho de que tú seas escritor?
Ella, junto a un montón de seres anónimos, que vi, conocí, que
pasaron, o me hablaron en alguna etapa de la vida. A todos ellos agrego los
sueños, vivencias, lecturas, sufrimientos, vagancia, etc.

¿Qué autores han influido más en tu literatura?
Poetas, novelistas, cuentistas, filósofos, sicólogos, putas que
narraros sus vidas, viejos obscenos que develaron sus fantasmas, revistas,
diarios: no le hice, ni le hago, el quite a nada. Siempre queda algo. Te
pongo dos ejemplos: Las memorias de una pulga y Drácula, me enseñaron más
que cualquier panfleto editado por Planeta o Alfaguara...

Según tu opinión ¿Existe un eje por los cuales pase tu generación, o
hay voces muy divergentes dentro de ella?
Nuestra Generación nunca existió seriamente. Fue sólo un invento
mediático para favorecer a un grupo proclive a la publicidad. Escribí un
largo artículo llamado "Des-generación", que salió en La época. Yo jamás me
sentí parte de un grupo porque no tengo afinidad literaria, intelectual,
epocal, histórica, con los demás escritores.

De todos tus libros publicados ¿tienes alguno que consideres
programático o central de tu obra? Dicho de otro modo, ¿qué libro tuyo
recomendarías a alguien que quiera interesarse por tu literatura? ¿Cuál es
tu mejor libro?
Mi vida, que está a pedazos en cada uno de mis libros. Y que la
considero bella: soy el quinto hijo de Rosa Marchant, mujer analfabeta;
semi huérfano; nací en la extrema pobreza en los potreros de la Granja;
jugué fútbol en un club profesional gracias al único juguete que tenía
acceso, la pelotita; a los 17 años, el 74, salí junto a mi familia a la
Argentina, y luego regresé, combatí en un partido de izquierda durante la
dictadura, viví años en La Victoria, estudié en la mejor universidad de
Chile, me nombraron diplomático, ja, y escribo libros sin la ayuda de
nadie.

Quisiera preguntarte si la actual crítica nacional tiene algún valor
para ti y si en los hechos recuerdas alguna crítica que te haya
influenciado.
La crítica no existe. Y si esta viene, bien. Si no llega, no importa.
La única crítica que me interesa es la de escritores relevantes.

Podrías contarme cómo ves el desarrollo de tu narrativa en el futuro
cercano, las ideas hacia dónde se encamina ¿Cuáles serían tus apuestas más
serias?
Nunca me he preocupado del tema. Lo único que me importa realizar es
escribir.

Hay escritores, por ejemplo Jorge Edwards, que afirman que el medio
literario chileno es muy destructivo, porque tienden a pensar y decir que
todo lo chileno es malo. ¿Lo has sentido de ese modo?
Yo opino que acá los escritores no tienen dignidad: están hechos de
mentiras, manipulación, bandas, y son unos cobardes que actuan soterrados,
sin reconocer a los mejores. ¿Quién, en su momento, reconoció que el mejor
escritor era Roberto Bolaños? Nadie.

Hay un porcentaje de escritores de tu generación que escribieron o
escriben fuera de Chile ¿Qué rol le asignas a la literatura de exilio?
Todavía no sé qué es literatura del exilio... Conozco bien la
literatura del exilio patrio: la que se hizo y se hace acá –creo que aún
solos exiliados en Chile-. De todas formas, admiro hermosas novelas que se
escribieron afuera: las de Bolaños, Electorat, etc.

En artículo reciente (Literatura y Talento. Tristísima demolición de
la novela, El Mercurio 3 de octubre de 2004) Enrique Lafourcade afirma que
"en los de los últimos 20 años la novela pierde fuerza. Se llena de
reclamaciones políticas, de confesiones eróticas. Hace sufrir a los
lectores". ¿Qué respondes a esa afirmación?
Pienso que actualmente no se escriben buenas novelas porque el país
está podrido, y como está en ese lamentable estado de estiércol, entonces
las editoriales publican frivolidades, pasquines, historietas de amor
cursi, etc. Celebro a aquellos escritores que escriben lo que su corazón y
espíritu desea, aunque sus libros aparezcan en la medida de lo posible...




Entrevista a Ramón Díaz Eterovic

"El medio literario chileno es destructivo"

Primero una pregunta pedestre ¿De qué vives, con qué pagas tus
cuentas?
Recibo derechos de autor por mis publicaciones y desde hace más de
veinte años trabajo ejerciendo mi profesión de Administrador Público, lo
que me demanda cumplir un horario como cualquier hijo de vecino con trabajo
y me mantiene con un cable a tierra permanente. Desearía vivir de mis
ingresos literarios, pero los derechos suelen pagarse una o dos veces al
año y las cuentas llegan todos los meses. Creo que en Chile no existen las
condiciones para una real profesionalización del escritor, salvo que
ingreses a un circuito de pitutos, becas, concursos y limosnas varias que a
la larga quitan independencia.


¿Te da lo mismo para quién trabajas?
Desde luego, hay gente para la cual no trabajaría jamás. Pero, dentro
de un rango de normalidad y considerando la mala costumbre que uno tiene de
comer todos los días, me da lo mismo para quien trabajo, mientras no me
pidan hacer o decir cosas contrarias a mi forma de ver la vida y a los
valores que la orientan.

¿Qué te impulsó a ser escritor? -¿Puedes decir cómo empezó tu carrera
de escritor?
No puedo señalar el momento preciso en que me propuse ser escritor.
Simplemente, un día escribí un texto, y al siguiente, otro. Tal vez uno
nace con un don especial para escribir, y el resto de la vida pasa
ejercitando ese don hasta crear algo que vale la pena compartir con otras
personas. Escribí mis primeros cuentos y poemas como a los doce años, en
Punta Arenas mi ciudad natal, y desde entonces no he dejado de hacerlo.
Escribir, inventar historias, personajes, situaciones, es algo que me da
una rara e indefinible felicidad.

¿Ha influido tu madre en el hecho de que tú seas escritor?
¡Vaya, una pregunta freudiana! No, mi madre no influyó en que sea
escritor, salvo que siempre me apoyó, en la medida de sus recursos, en mi
manía enfermiza e incurable de querer comprar y leer cuanto libro se
cruzaba en mi camino.

¿Qué autores han influido más en tu literatura?
Podría dar una lista enorme, por cuanto creo que todo buen autor deja
huellas en el escritor que lo lee con atención. Mencionaría a Charles
Dickens, Alejandro Dumas, Manuel Rojas, Julio Cortázar, Francisco Coloane,
Ernest Hemingway, Osvaldo Soriano, Jorge Teillier, Fernando Pessoa, Juan
Carlos Onetti, Anton Chejov, Raymond Chandler, Davis Goodis y George
Simenon. Todos los días descubro algún escritor que me enseña un par de
cosas y que disfruto leyendo.

Según tu opinión ¿Existe un eje por los cuales pase tu generación, o
hay voces muy divergentes dentro de ella?
Me siento parte de un grupo de narradores que nació y entregó sus
primeras obras durante la dictadura pinochetista y que por eso tiene un eje
temático vinculado a la recreación de ese tiempo. Es una narrativa
impregnada, consciente o inconscientemente, por los signos de esa época y
fue habitada por personajes marginales, atmósferas cerradas, amores
imposibles, miedos y pesadillas.
Con las diferencias que puedan existir en autores con distintas
experiencias, ideologías y formas de enfrentar el fenómeno creativo, nos
une el eje mencionado como experiencia de vida de la cual arrancan algunas
de nuestras ficciones.
Desde el punto de vista formal, en mi generación convive la novela
tradicional con los mal llamados subgéneros, la novela de aventuras con la
narrativa femenina; el género policial con el testimonio; la
experimentación con el relato histórico. Hay una variedad que si bien
impide señalar un rasgo común sobre la manera en qué escribe mi generación,
le da una riqueza que habla de búsquedas que le han dado múltiples voces a
la narrativa chilena. Es una generación que, entre otras cosas, no desdeña
ningún formato literario.

De todos tus libros publicados ¿tienes alguno que consideres
programático o central de tu obra? Dicho de otro modo, ¿qué libro tuyo
recomendarías a alguien que quiera interesarse por tu literatura? ¿Cuál es
tu mejor libro?
Para comenzar la serie de novelas del detective Heredia, recomendaría
las novelas "Angeles y Solitarios" o "El ojo del alma". En otra línea,
recomendaría "Correr tras el viento", novela que se puede leer como relato
histórico, de espionaje o como recreación de un especial triángulo amoroso.


Quisiera preguntarte si la actual crítica nacional tiene algún valor
para ti y si en los hechos recuerdas alguna crítica que te haya
influenciado.
El valor que le atribuyo a la crítica es el mismo que le doy a la
opinión de cualquier lector que toma uno de mis libros. No me corto las
venas ni salto por la ventana de alegría a causa de una crítica. He
aprendido que hay críticos que encuentran malos hasta a Cervantes y que uno
no puede dar en el gusto a todos los lectores.
Los comentarios de los críticos son miradas sobre una obra, con toda
la subjetividad que eso tiene. No creo que alguna crítica haya tenido
influencia en mi trabajo. Desde luego que las que son buenas y de gente que
respeto, son un estímulo y se agradecen. Las malas, solo motivan alguna
leve maldición de mi parte. Me causa gracia la desesperación de algunos
escritores por ser considerados por la crítica y me aburren profundamente
las conversaciones entre escritores que terminan descuartizando a los
críticos.

Me interesa leer lo que escriben críticos como José Promis, Patricia
Espinosa, Alvaro Bisama, Poblete Varas, Hernán Soto, Rodrigo Pinto, Marco
A. Coloma, Roberto Contreras, entre otros. Es indudable que en los últimos
años se ha producido un cambio en la crítica chilena, y eso es positivo.
Han aparecido nuevas voces, unas más atinadas que otras como en todas las
cosas humanas, y eso ha generado cierta vitalidad crítica. El problema es
que los medios suelen ser pocos y no siempre dan cuenta cabal de lo que
está pasando en la literatura chilena ni todos los críticos tienen
posibilidades de expresión.

Podrías contarme cómo ves el desarrollo de tu narrativa en el futuro
cercano, las ideas hacia dónde se encamina ¿Cuáles serían tus apuestas más
serias?
Procuro que todas mis apuestas sean serias, las literarias y las
hípicas. A corto plazo, espero concluir una etapa de la serie Heredia con
dos novelas que ya están en la puerta del horno: "A la sombra del dinero" y
"El segundo deseo". Luego espero dedicarme a un proyecto que tengo
pospuesto y que dice relación con una novela histórica, ambientada el año
1919, en la comuna de Puerto Natales. También quiero revisar una novela que
tengo guardada desde hace algunos años, una historia de jóvenes marginales
que se llama "Fuego Sordo". Tengo la cabeza llena de novelas por escribir.
Solo me falta tiempo.

Hay escritores, por ejemplo Jorge Edwards, que afirman que el medio
literario chileno es muy destructivo, porque tienden a pensar y decir que
todo lo chileno es malo. ¿Lo has sentido de ese modo?
Edwards tiene razón. El supuesto hueso a compartir es tan chico y son
tantos los interesados en roerlo, que en la lucha se reparten dentelladas a
destajo. Es cosa de ver el espectáculo de envidias y descalificaciones que
se produce cada dos años con el Premio Nacional de Literatura El medio
literario chileno es destructivo, algo miope, y está intervenido por
factores extra literarios, como las vinculaciones políticas, la clase
social a la que pertenece el escritor, sus amistades con la prensa o la
pertenencía a sectas académicas, económicas, familiares o a maffias
blancas, rojas y de otros colores. Hay escritores que suben el cerro en
helicóptero y otros que deben hacerlo caminando. Las oportunidades no son
iguales para todos. Suelen haber muchos escritores de calidad que se quedan
en el camino. Viví de cerca el ninguneo que rodeó a poetas notables como
Jorge Teillier, Rolando Cárdenas y Mario Ferrero. Por eso sé que uno no
debe esperar gran cosa del medio literario. Existe el ninguneo que
desconoce los méritos, y esa cosa mezquina de reconocer los logros de un
escritor una vez que está convertido en un cadáver inofensivo.
A veces he sentido que el hecho de que a uno le vaya bien –que lo lean, lo
publiquen, lo comenten, etc- es un "pecado" que el medio no perdona. Nada
nuevo, desde luego. Lastarria, en su "Manuscrito del diablo" decía que la
envidia es la principal virtud del chileno. No hemos cambiado mucho desde
la época de Lastarria. Parafraseando a Chandler, diría que en la
literatura: "Uno esta solo, solo en la oscuridad".


Hay un porcentaje de escritores de tu generación que escribieron o
escriben fuera de Chile ¿Qué rol le asignas a la literatura de exilio?
Es la pieza del rompecabeza que da sentido al cuadro general de la
literatura que escribieron los autores de mi generación y de otras
anteriores. Creo que es una literatura que, por razones obvias de lejanía y
censura, se conoció poco en su momento, y que luego quedó relegada a cierto
olvido. No soy un experto en el tema, pero he leído autores que se fueron
exiliado y que han escrito buenas obras. Omar Saavedra Santis, Mauricio
Electorat, Leandro Urbina, Jorge Calvo, Ariel Dorfman. También las
reconocidas obras de Luis Sepúlveda, Ana Vásquez y Roberto Bolaño son un
producto del exilio.

En artículo reciente (Literatura y Talento. Tristísima demolición de
la novela, El Mercurio 3 de octubre de 2004) Enrique Lafourcade afirma que
"en los de los últimos 20 años la novela pierde fuerza. Se llena de
reclamaciones políticas, de confesiones eróticas. Hace sufrir a los
lectores". ¿Qué respondes a esa afirmación?
No la comparto. Creo que la novela chilena ha tenido un gran
desarrollo en los últimos 20 ó 25 años. Muchos de los autores de mi
generación han escrito buenas novelas: Antonio Ostornol, Jorge Calvo, Sonia
González, Diego Muñoz, Jaime Collyer, Pía Barros, Jaime Casas, Mauricio
Electorat, Arturo Fontaine. Está el fenómeno narrativo que significó la
obra de Roberto Bolaño; las novelas de Pedro Lemebel, Rivera Letelier, Luis
Sepúlveda, Isabel Allende y Marcela Serrano, con miles de lectores dentro y
fuera de Chile. Están muchos autores mayores que han seguido produciendo a
muy buen nivel. Y si los novelistas tocan temas políticos, eróticos o
policiales, es porque responden a los temas que identifican y definen el
pulso de la época. ¿O acaso un escritor chileno podría abstraerse de la
dictadura que vivimos durante 17 años? La literatura, en la inmensa mayoría
de los casos, ha sido y es reflejo de la época en que nace. Si los autores
mencionados y muchos otros más hicieran sufrir a los lectores, no tendrían
los lectores que tienen.







Entrevista a Pía Barros

El precio de la ética


Primero una pregunta pedestre ¿De qué vives, con qué pagas tus
cuentas?
Vivo de los Talleres Literarios y de las conferencias y charlas que
tanto a raíz de los talleres, como de la "escritura propiamente tal", doy
aquí y en estados Unidos, Australia, Alemania, Latinoamérica, etc. Es
decir, mi sueldo base son los talleres, y el resto, ese antiguo lema de los
escritores: "pituto o muerte, venceremos".


¿Te da lo mismo para quién trabajas?
No. Pertenezco a una generación a la que la ética le ha costado muy
cara. Y yo pienso seguir pagando esos costos. Por eso, pongo mis
condiciones, y la principal es que no trabajo para transnacionales, ni para
la UDI, pase lo que pase.

¿Qué te impulsó a ser escritor? -¿Puedes decir cómo empezó tu carrera
de escritor?
Lo quería desde los 6 años. Aunque me imaginaba esto más glamoroso a
esa edad. Ahora sé que es un oficio digno, siempre y cuando mantengas una
estrecha relación entre ética y estética.

¿Ha influido tu madre en el hecho de que tú seas escritor?
No, por el contrario: para mi familia entera fui un bochorno, "la loca
de la casa". Cuando llegaron las entrevistas, la televisión, las antologías
en otro idioma, les empezó a gustar. Pero siempre están dando
explicaciones, pobrecitos, es que ella es escritora, es que ella es de
izquierdas, es que ella….

¿Qué autores han influido más en tu literatura?
Cortázar, Duras, Rosario Castellanos, y todo lo que leí y leo,
incluyendo a Emilio Salgari, Dumas, D.H. Lawrence, los graffiti de todas
las ciudades, toda la poesía, etc.


Según tu opinión ¿Existe un eje por los cuales pase tu generación, o
hay voces muy divergentes dentro de ella?
Por supuesto: es una generación que pasa por una dictadura y la
experiencia escritural está marcada por eso. En los años 80, los diálogos
son escasos, la ciudad amenazante, los personajes oscuros y desencantados,
pero románticos, etc. Es también la experiencia más de los movimientos
culturales que de la industria cultural, la sangre que corre por debajo del
texto es más importante que la piel que lo cubre.

De todos tus libros publicados ¿tienes alguno que consideres
programático o central de tu obra? Dicho de otro modo, ¿qué libro tuyo
recomendarías a alguien que quiera interesarse por tu literatura? ¿Cuál es
tu mejor libro?
Supongo que A Horcajadas y El tono menor del Deseo, aunque a mí me
gustan algunos cuentos específicos, porque logré aunar lo que quería decir
con lo que realmente dije.

Quisiera preguntarte si la actual crítica nacional tiene algún valor
para ti y si en los hechos recuerdas alguna crítica que te haya
influenciado.
No: al aparecer los comentaristas de libros unidos a la industria
cultural, se banalizan los espacios. Creo que hace muchos años, una crítica
de Carlos Ruiz Tagle, no del todo elogiosa, me hizo querer ir más allá
siempre incluso de mí misma. Mariano Aguirre también. Para ser muy honesta,
no leo críticas, ni mis entrevistas, ni esas cosas, porque siempre me
pregunto "¿cómo dice que dije?".

Podrías contarme cómo ves el desarrollo de tu narrativa en el futuro
cercano, las ideas hacia dónde se encamina ¿Cuáles serían tus apuestas más
serias?
Escribir. Sólo eso, ya me parece un desafío lograr escribir, con tanta
distracción, familia, entorno, complejidad de los sentidos.

Hay escritores, por ejemplo Jorge Edwards, que afirman que el medio
literario chileno es muy destructivo, porque tienden a pensar y decir que
todo lo chileno es malo. ¿Lo has sentido de ese modo?
Yo pienso que en Chile hay muy buenos escritores y escritoras, pero
pésimas personas. La ley del chaqueteo es ineludible, la mediocridad de
otros de no leer mujeres, o de no leeer nada nacional, en fin,
mediocridades.


Hay un porcentaje de escritores de tu generación que escribieron o
escriben fuera de Chile ¿Qué rol le asignas a la literatura de exilio?
Fundamentalmente, este es y será, a partir de la experiencia
dictatorial, un país fragmentario: no se puede entender la literatura
interna, sin la literatura externa de todas las personas que escribieron.
Para hacer país, hay que rastrojear todo lo que diseminaron y armar el
imposible rompecabezas de nuestra historia.

En artículo reciente (Literatura y Talento. Tristísima demolición de
la novela, El Mercurio 3 de octubre de 2004) Enrique Lafourcade afirma que
"en los de los últimos 20 años la novela pierde fuerza. Se llena de
reclamaciones políticas, de confesiones eróticas. Hace sufrir a los
lectores". ¿Qué respondes a esa afirmación?
La novela está donde debe estar: y está mejor escrita, es más dinámica
y menos latera. Me parece que deberíamos leerle los subtítulos a ese tipo
de comentarios. Derrida no ha muerto en vano.



Críticas extranjeras









Delirante desvío de Monsieur Pain

Por Christian Desmeules
Le Devoir
12 de septiembre de 2004

Escritor travieso de pluma hábil, plena de recursos, de ironía enjambrada
de inventiva, Roberto Bolaño entrega una pequeña novela laberíntica
-editada por Allusifs y traducida por Robert Amutio- acampada en un París
barroco y nocturno, cruzada por personajes extravagantes, inquietantes y
vaporosos.
Muerto en julio 2003, a la edad de cincuenta años, el escritor chileno
vivió veinticinco años en España. La publicación de Monsieur Pain precede a
una avalancha de traducciones previstas para su llegada a Francia: El
Gaucho insufrible, Llamadas Telefónicas y Amberes (todos editados por
Bourgois). Descubierto tardíamente por el lector francófono, llega a sus
lectores sin protestas uno de los rostros esenciales de la literatura
hispana. Bolaño ofrece una lección magistral de literatura. "Todos los
hechos retratados se producirán en la realidad », afirma el autor « Pain es
real ». De este material real, el escritor latinoamericano nos entrega un
elefante en la forma de ratones de papel.
Inválido de la guerra del 14, practicante de mesmerismo, enamorado de
ciencias ocultas y la acupuntura, Pierre Pain no se hace ilusiones: «yo me
he acostumbrado a mi pobreza», dice. En el París de 1938, una encantadora
viuda muy joven, al que él no fue capaz de salvar el marido con sus agujas,
le solicita cuidar de un amigo que sufre de un hipo aparentemente
incurable. Mientras se escuchan distantes los ecos del fascismo y la guerra
civil española, el poeta peruano Cesar Vallejo (figura real) agoniza
lentamente bajo los espasmos. Impotente, victima de todo tipo de
alucinaciones y de un chantaje extraño, Pierre Pain será incapaz de
acercársele. Al límite de la locura, el héroe y el narrador de esta novela
se sumerge así poco a poco en un delirante desvío urbano – continuado de
reencuentros curiosos y algunas veces inaccesibles. Los personajes
inquietantes que salen de las sombras, están maravillosamente bien
mostrados gracias a la inimitable capacidad ficcional de Bolaño: aprendices
de gansters, la viuda encantadora que huye, intratables médicos, orejones
dueños de café. Todos un poco fantasmas. Errabundos, perdición, vidas
estropeadas perdidas en la imaginación. El universo ficcional de Bolaño
retrata los contornos. Y sobre todo ese que separa la realidad de la
ficción. "La imaginación lo imagina todo" ha dicho uno de sus personajes. E
imaginación es lo que Bolaño tenía de sobra.
Traducción del francés: Omar Pérez Santiago
Loca y País

Por Julia Livshin

San Francisco Chronicle
Domingo15 de febrero 2004



El protagonista de la novela de Pedro Lemebel Tengo Miedo torero es un
homosexual conocido sólo como La Loca del Frente, que cae bajo el juego de
un estudiante universitario y revolucionario llamado Carlos. Ubicado en
Santiago durante la dictadura de Pinochet, esta etérea pero constreñida
primera novela del escritor chileno Lemebel quizás lo coloque como el nuevo
chico del bloque del mini-género donde "la política radical se encuentra
con la política sexual radical" (un antecedente familiar es "El Beso de la
Mujer de Araña" de Manuel Puig). También periodista, artista de performance
y activista, Lemebel es un crítico abierto de las rígidas costumbres
sociales chilenas. En 1999 él recibió una Beca Guggenheim para completar
una colección de cuentos acerca de la homosexualidad en Chile, y algunos de
sus escritos líricos, piezas arenosas sobre la vida gay, han sido
publicados en la revista Grand Street.

Cuándo la novela comienza, en la primavera de 1986, el gobierno
prepara las festividades del Día de Independencia, celebrando otro
catastrófico once de septiembre, cuándo el General Augusto Pinochet dirigió
un sangriento golpe en 1973 para deponer el presidente democráticamente
elegido, el socialista Salvador Allende, y las protestas de estudiantes y
los disturbios callejeros están en plena actividad.

La Loca no es una criatura política. Sus apresurados días de calle han
quedado atrás, y ella se mantiene bordando los manteles y las ropas de cama
para las esposas ricas del régimen. Así que cuándo el guapo Carlos viene a
pedir permiso para esconder cajas con libros censurados y realizar sesiones
del estudio nocturnas en su casa, ella no sospecha nada. Cuando ella se da
cuenta (Carlos y sus amigos están involucrados con el Frente Patriótico
Manuel Rodríguez, un grupo rebelde que tramaba derrocar a Pinochet), es
demasiado tarde. Ella tiene la cabeza sobre tacones y no podría menos que
cuidar las granadas arrumadas en su sala de estar. Y su asociación con
Carlos la conduce a un cierto despertar político.
Cuándo el lirismo se mantiene bajo control, las oraciones exuberantes
de Lemebel (traducidas de modo sensible por Katherine Silver) son
encantadoras y evocadoras. Pero en los momentos en que la escritura es
sobreexcitada, bombardea al lector con imágenes mal emparejadas y con
aliteraciones distractivas. El propio General hace apariciones episódicas
en el libro, pero no hay una visión fascinante de la mente de un dictador
malo. El está generalmente en compañía de su esposa sumamente tonta,
aguantando su incesante parloteo acerca de las últimas tendencias de la
moda o la sabiduría política de su estilista personal.
Cuándo él no se está lamentando de haberse casado con una musaraña, o
escuchando esas calmantes marchas militares, los pensamientos de General
giran en cosas como recordar su décima fiesta de cumpleaños, cuando uno de
los 40 niños que su madre lo forzó a invitar apareció, dejando a Augustito
comerse toda la torta de cumpleaños (rencoroso desde chico, él le había
mezclado partes de insecto).
Esto es un material ligeramente divertido e irreverente, pero va demasiado
lejos, y uno comienza a preguntarse por qué el cuento principal se
interrumpe para dar aire a estas caricaturas chillonas y marchitas. No hay
esfuerzo de hacer creíbles como personas a Pinochet y a su esposa. Pero
quizás ese es el punto. Tal vez representar a un dictador brutal como un
tonto aterrorizado por su esposa es un gesto político, encogiendo al tirano
al tamaño de tira cómica y restándole poder en la memoria colectiva. En
cualquier caso, no la convierte en una lectura terriblemente interesante.

El aspecto más compulsivo de la novela es la amistad improbable que
florece entre La Loca y Carlos, aunque aún esto no se explora con mucha
profundidad. La Loca es obviamente el personaje que más interesa a Lemebel,
y a ella le otorga una personalidad y una historia distintiva. Ella es una
figura conmovedora, una diva envejecida y consciente que sus encantos
decoloran y la desesperanza de su amor por Carlos. Una desarrollo
sorprendente, y no exactamente preparado, es la cordialidad de Carlos, que
no son sólo buenos modales u oportunismo.
Con la excepción de un relato loco acerca de algún adolescente juego
homo-erótico, tal como se articula el libro, se le despierta en la vida
emocional de Carlos. El resultado es un romance unilateral y débil, apenas
más verdadero que las melosas canciones de amor que la Loca escucha en la
radio.
Las dos líneas del relato de la novela convergen, previsiblemente, en
el intento chapuceado de asesinar a Pinochet en septiembre 1986. Una banda
de guerrilleros tiende una emboscada a la caravana de automóviles
presidenciales, y Carlos está, por supuesto, entre ellos. En una escena
paralela –tan paralelo como puede ser la lectura del capítulo- la Reina
está en un cine mirando una persecución de autos cuando le asalta la idea
que Carlos corre peligro. Este reluciente librito tiene sus seducciones, y
ofrece un compasivo y afectivo retrato de su personaje principal. Pero el
relato inventado y el instrumento que sostiene el molde solicita exigencias
mayores.


Traducción de Omar Pérez Santiago


Perdido en la Traducción

Por Jonathan Messenger

Pop matters
28 enero 2004
En un reciente número de Context, the Center for Book Culture's print
forum, su editor John O'Brien borroneó un ensayo apasionado sobre la falta
de traducciones literarias en América. El precisa que no era su intención
"discutir si debe haber más traducciones," sino para investigar por qué hay
tan pocas. Todavía, lo primero y lo último es parte del mismo argumento y
conducen a O'Brien a llamar la escasez de traducciones como "travestismo
cultural."
Poco después de leer este ensayo tomé la novela recientemente
traducida Las Películas de mi Vida, de Alberto Fuguet una novela
supuestamente algo autobiográfica acerca de un joven nacido en Chile,
crecido en su niñez en California del Sur, y luego vuelto a Chile para el
resto de sus años. Ahora un sismólogo renombrado, un sumario pero intenso
encuentro con una extranjera en un avión provocan que Beltrán caiga en una
diversión maníaca de escritura. El se encierra en una pieza de un hotel de
Los Angeles, aún cuando él es esperado en Japón, redactando ensayo tras
ensayo sobre las películas que él vio cuando niño. Los ensayos acaban
uniformemente por tratar sobre su niñez, no sobre las películas.
Aparentemente, él mandará estos ensayos a la mujer del avión. Y,
aparentemente, ella no se sorprenderá con todo esto.
Por supuesto, la extranjera y el Japón, el avión y la pieza del hotel nada
dicen de la historia. Todo es una elaboración para una puesta en escena de
los ensayos, que cronológicamente cuentan la historia del joven Beltrán
moviéndose de Chile a California y vice versa, ahora un doble inmigrante.
Fuguet es un miembro -y algunos dicen el líder- de un movimiento literario
latinoamericano llamado McOndo, que es muy crítico del realismo mágico. En
un punto del libro Fuguet se toma un momento para que su Beltrán se refiera
a algo como "una mala novela realista mágica." McOndo deriva de Macondo, el
pueblo ficticio de la novela Cien Años de Soledad, del cabecilla del
realismo mágico, Gabriel García Márquez,. En un ensayo contra el realismo
mágico en Foreign Policy, Fuguet catalogó de folclorismo al realismo mágico
y a los escritores de su movimiento "in-your-face"
El problema es que, como un apto narrador que Fuguet es, su postura de
McOndo parece haberlo forzado de un modo tan literal que su presunta vida
de películas quedan rápidamente secas. Si el libro trata de las
experiencias de un niño con películas, y como esas películas han formado y
reflejado sus años, ¿por qué le parece apropiado limpiar la historia de la
"magia" de las películas? Las películas, para un niño, son casi siempre
acerca de ver la imaginación jugando fuera de la pantalla grande. Así, hay
poca imaginación en la estructura de la historia de Fuguet. La estructura
de los ensayos son todo lo mismo: introducción biográfica, la película
vista, lluvia biográfica. Nada sorprende.
Hay una regla en la comedia que dice que usted nunca debe mencionar a otro
cómico por el temor de perder la audiencia. En otras palabras, cuando Jimmy
Fallon hace una imitación de Adam Sandler, es sólo realmente bueno porque
todos piensan acerca de cuan chistoso es Adam Sandler. Jimmy Fallon
(afortunadamente) se olvida. Lo mismo se podría decir del libro de Fuguet.
Cuándo Beltrán escribe sobre Tiburón, es difícil que el lector llegue a
estar interesado en el mundo Beltrán y en el esfuerzo creciente de su
familia en el tiempo en que él vio la película. El lector espera ver los
tiburones.
En verdad, es difícil decir por qué Fuguet escogió contar la historia
en ese formato algo tosco y obligatorio. Por la vía de focalizarse en
películas y forzándose a escribir acerca de ellas en cada capítulo, Fuguet
permite que el narrador tropiece en casi en cada personaje. Sabemos que su
padre es como Steve McQueen porque él a menudo lo dice, y que su madre es
infeliz en cualquier parte menos en Chile porque él a menudo lo dice, pero
hay poco más. Las películas entorpecen el camino de la historia.
Por supuesto, puede ser algo hipócrita criticar a Fuguet por sus
referencias de películas cuando este comentario empezó con una referencia a
un comentario de una publicación. Lo concedo. Sin embargo, mi objetivo,
cuando parto con la cita de O'Brien, era preguntar si las traducciones
literarias, con tal rara oportunidad para la publicación, soportan la carga
más grande de la prueba. En verdad, el libro de Fuguet no es malo; podrá
utilizar una poca imaginación, pero yo nunca puse el libro hacia abajo sin
esperar recogerlo de nuevo. Sin embargo, el status del libro como uno de
los pocos privilegiados para ser traducido y para ser distribuido por un
gran editor despertó tanto mi interés que yo esperé cosas mayores.
Ciertamente, no habría habido travestismo cultural si esta traducción nunca
hubiese sido publicada, pero parece injusto poner tanto peso en un solo
libro de un autor joven. Fuguet tiene algunas cosas interesantes que decir
acerca de la inmigración y ocasionalmente le acierta sobre cómo la cultura
pop influencia nuestras vidas. Si él apenas rasguña la superficie, y si con
él la industria editorial americana apenas rasguña la superficie de
traducciones potenciales, imagine lo que nos estamos perdiendo.

Traducción del inglés: Omar Pérez Santiago

Parpadeos de rostros muertos
Por Anders Cullhed
Dagens Nyheter, 12 de agosto de 1991

Nuestra imagen de un lejano continente como América Latina es
fácilmente unidimensional. A esto han ayudado los reportajes de los
noticiarios (guerilla en la montaña... la coca en la selva... 39.000% de
inflación), la sobre actuada retórica izquierdista del lugar, y nuestra
propia necesidad de confirmar eso que ya sabemos de antemano. En ese marco
cumple la literatura, incluida la poesía, una tarea importante. Allí las
voces propias y divergentes pueden sobreponerse a los lugares comunes y
allí surge una realidad a menudo trágica en su complicación y amargura.

Así son de adecuados los cuentos de Jorge Calvo, un chileno exiliado
en Suecia, que ahora aparecen en sueco bajo en título de La Poza de los
lagartos. Son 10 pequeños historias que casi todas se mueven alrededor de
un pasado brumoso y doloroso, escritos entre la exigencia de mostrar y la
necesidad de encubrir. No queda tiempo se titula uno de ellos. Te acordás,
hermano, se llama otro.
¿Cómo debe uno comportarse para recordar cuando no queda tiempo? Hay
que saber olvidar, dice Margarita en el relato final sobre jóvenes ídolos
de fútbol. Duele recordar al bendecido centro foward Fonola, ahora atado a
un alambre de púas y degollado con un cuchillo carnicero. En Juego de
muñecas el yo habla de una Jimena que -según muestra- está desaparecida,
como era común en el Chile de Pinochet. Los cuentos de Jorge Calvo
recuerdan en ese sentido al mexicano Juan Rulfo, se desarrollan en parte en
el reino de las sombras, ecos de voces y parpadeos de rostros muertos. O
asesinados, para ser exactos.

Pero estas sombras son llamadas ahora y se activan por un narrador muy
vivaz y a menudo muy inteligente. El cruza los dolores melancólicos con una
ironía casi efervescente, construye angustiosos escenarios con la valentía
del exilio (¿desde dónde viene en realidad la amenaza? ¿quién dirige las
pesadillas?).
La mejor historia se llama Los pájaros de la catedral de Uppsala, allí
la doble exposición de Camila en Santiago de Chile y Birgitta en la ciudad
universitaria de Uppsala tiene un suave carácter de pastiche - con el sabor
de las poesías de pos-guerra de Jacques Prevert y el film Hiroshima, mon
amour.
Un par de historias de Calvo lindan de modo innecesario con la
alegoría, pero en general el narrador deja el puzzle medio terminado y sin
explicación. Aquí no se describe el golpe militar pero si sus consecuencias
en el corazón y en los hígados, la daga queda escondida mientras el terror
se hace nítido. Lo más claro son los recuerdos, el humo de los cigarrillos
en aisladas piezas arrendadas, las ventanas que dan a un Santiago lluvioso.

Muchos escritores latinoamericanos son mejores en el género cuento
(más que en la novela total). Sus relatos se mueven a menudo, de una u otra
forma, alrededor de circunstancias decisivas de la vida, una mancha ciega,
un pozo tan oscuro y profundo como la famosa gruta de Montesinos en Don
Quijote. Justamente un tal pozo figura de modo literal en el título del
cuento La Poza de los lagartos. Allí uno se puede sumergir un momento.

Traducción del sueco de Omar Pérez Santiago

Los Siete Hijos de Simenón


Esdres Jaruchik Navieras

Revista de Cultura Lateral
Febrero 2002. Nº 86.
Barcelona, España

Heredia, detective desencantado, rebelde, bonachón e idealista, es uno
de los grandes hallazgos de Ramón Díaz Eterovic (Punta Arenas, Chile,
1956). Heredia es el narrador y protagonista de Los siete hijos de Simenon,
la última de una larga lista de novelas negras que el autor chileno ha
publicado. Acaso reside en la figura de Heredia el atractivo de la novela:
el investigador privado emerge como el espejo en el que se ven reflejadas
las situaciones y los personajes por donde transita la narración. Su
tradición es la de los clásicos investigadores norteamericanos; como Philip
Marlowe o Sam Spade, Heredia está dotado con un yo sugerente y seductor,
capaz de caracterizarlo desde las primeras páginas de forma nítida: "Me
veía comprometido en empresas vagas, desgastadoras, de las cuales al cabo
de unos meses nadie se acordaba. Solo, con la manía de recomponer el
pasado, sujeto a lo inexistente, como un bote que eternamente se empeña en
navegar contra la corriente."

Heredia es un hombre en la mediana edad, solitario y desengañado pero
que nunca dejará de hacer su trabajo, que es el de buscar la verdad, su
verdad, en una sociedad chilena deshumanizada y en las alcantarillas de un
poder sumamente corrupto, que no es más que el fruto de los oscuros años
pinochetistas. Se trata de un contexto difícil, pero que el autor retrata
de forma magistral: con veracidad y contundencia no exentas de ternura. El
trasfondo de la historia es una intriga en la que el asesinato de un
funcionario le lleva a investigar lo que se esconde detrás de la futura
construcción de un gasoducto entre Argentina y Chile. La investigación
avanza, y nos vamos encontrando con personajes secundarios admirablemente
construidos, como el periodista Cambell, el gato Simenon ­que representa la
conciencia de Heredia, a la manera de Pepito Grillo­, o el americano
Ballinger. Así, nos damos cuenta de que el argumento ha sido el soporte, el
decorado delante del cual ha ido apareciendo una variopinta colección de
personajes entrañables. Con una prosa rica y por momentos lírica ­en
especial cuando el narrador recuerda su truncada relación sentimental­, y
con unos diálogos rápidos, inteligentes y llenos de gracia, Ramón Díaz
Eterovic ha escrito una obra muy entretenida, pero no superficial, y nos ha
obsequiado con un investigador carismático y duro, que no desentonaría en
una lista junto a algunos de los grandes detectives de la historia del
género, desde los ya citados Marlowe o Spade, pasando por el ambiguo
Ripley, y hasta llegar a los más recientes Carvalho o Montalbano.



Listado de Escritores de la Guerra

Narradores chilenos nacidos entre 1950 y 1964
Agosin, Marjori (1955)
..... Sagrada memoria (novela, Cuarto Propio,1994)
..... La Felicidad (cuentos, Cuarto Propio, 1991)
..... Las alfareras (cuentos, Cuarto Propio, 1994)
..... El gesto de la ausencia (cuentos, Cuarto Propio, 1999)
Alvarez Riquelme, Mario (1951)
..... El sendero de las candelillas (cuentos, Autoedición, 1988)
..... La vereda del horizonte (cuentos, Autoedición, 1990)

Ampuero Roberto (1953)
..... Boleros en La Habana (novela, Planeta, 1994)
..... ¿Quién mató a Cristián Kusterman? (novela, Planeta, 1995)
..... El alemán de Atacama (novela, Planeta, 1995)
..... El hombre golondrina (cuentos, Planeta, 1998)
..... La guerra de los duraznos (novela, Andrés Bello, 2000)
..... Nuestros años de verde olivo (novela, Planeta, 1999)
..... Cita en el azul profundo (novela, Planeta, 2001)
..... Los Amantes de Estocolmo (novela, Planeta, 2003)

Andrade Dobson, Alexis (1953)
..... La última hora del último día (cuentos, Atelí Ltda., 1994)

Angelcos, Gregorio (1951)
..... Cuentos para pensar que la esperanza es una verdad (cuentos, Crisol
Ediciones,1989)
..... Dios necesita un siquiatra (cuentos, Ediciones Documentas, 1994)
..... La vida es un pasadizo luminoso donde el hombre es una idea (Novela,
1997)
..... El abuelo que comía mariposas (cuentos, 2004)

Arcos Levi, René (1964)
..... Cuento Aparte (cuentos, Planeta, 1994)
..... Después de todo (novela, Planeta, 2001)

Arenas, Desiderio (1950)
..... La playa de los alacranes (novela, Planeta,1993)
..... Lo que Bob Dylan se llevó (novela, Planeta, 2000)

Atria, Rodrigo (1952)
..... La Despedida (novela, 1982)
..... La Hija del Mercader de Venecia (novela, Planeta-Chile, 1995)
..... Coplas de Sangre (novela, Planeta-Argentina, 1999)
Avello Gaete, David (1957)
..... Incidente en el Bío-Bío (novela, Autoedición, 1988)
..... Cuentos para no morir (cuentos, Autoedición, 1988)
..... Natalia, mi amor (novela, Autoedición. 1991)

Azócar, Pablo (1959)
..... Aunque tal vez haya cuchillos (cuentos, Araucaria, 1984)
..... El crimen de escribir (cuentos, Planeta, 1998)
..... Natalia (novela, Cuarto Propio, 2000)
..... El señor que aparece de espaldas (novela, Alfaguara, 1997)
..... Vivir no es nada raro (cuentos, Aguilar, 1998)

Banic, Mario (1950)
..... Conceptualimcidad y otros cuentos (cuentos, Ovalle, 1985)
..... Ovalle: nueve cuentos (cuentos, Del Norte, 1993)
Barrios, Hernán (1951)
..... Lamded immigrant (Cuentos, Documentas, 1990)
..... El país imaginario (Novela, Altazor, 1995)

Barros, Pía (1956)
..... Miedos Transitorios (cuentos, Ergo Sum, 1985)
..... A Horcajadas (cuentos, Mosquito, 1990)
..... El Tono Menor del Deseo (novela, Cuarto Propio, 1991)
..... Signos Bajo la Piel (cuentos, Grijalbo, 1994)
..... Los que sobran (cuentos, Asterión, 2002)

Bizama, Ximena (Santiago, 1953)
..... A través de estos ojos (cuentos, Mosquito, 1990)

Briceño, Eduardo (1950)
..... El burrero (Cuentos, Obsidiana, 1984)

Bolaño, Roberto (1953-2003)
..... Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce,
..... (novela, Anthropos, 1984) en colaboración con Antoni García Porta.
..... La pista de hielo (novela, Planeta, 1993)
..... La senda de los elefantes (novela, Ayuntamiento de Toledo, 1994)
..... La literatura nazi en España (novela, Seix Barral, 1996)
..... Estrella distante (novela, Anagrama. 1996)
..... Llamadas telefónicas (cuentos, Anagrama, 1996)
..... Los detectives salvaje (novela, Anagrama, 1998)
..... Amuleto (Novela, Anagrama, 1999)
..... Monsieur Pain (novela, Anagrama, 1999)
..... Nocturno de Chile (novela, Anagrama. 2000)
..... Putas asesinas (cuentos, Anagrama, 2001)
..... Amberes (novela. Anagrama, 2002)
..... Una novelita lumpen (novela, Mondadori, 2002)
..... El gaucho insufrible (cuentos, Anagrama, 2003)

Bonnefoy, Michelle (1956)
..... Una máquina para Chile (novela, Pehuén, 1986)
..... Siete días simplemente un papel y un muerto (novela, Ornitorrinco,
1988)
..... El desgano de un hombre ocupado (novela, LOM, 1988)
..... Vienen del miedo (novela, LOM, 2000)
..... Imágenes Letales (novela, LOM, 2004)

Bórquez, Víctor (1960)
..... Relatos de Sueño y luna (cuentos, 1998)

Brito, Eugenia (1950)
..... Con todo respeto (cuentos, La Trastienda, 2004)

Brodsky, Roberto (1957)
..... El peor de los héroes (novela, Aguilar, 1999)
..... Ultimos días de la historia (novela, Ediciones B, Grupo Zeta, 2001)

Calderón, Teresa (1955)
..... Vida de perras (cuentos, Alfaguara, 2000)
..... Amiga mía (novela, Alfaguara, 2003)

Caldés, Gabriel (1953)
..... Trompas de Falopio (novela, Foro Nórdico, 2002)
..... en colaboración con Omar Pérez Santiago

Calvo, Jorge (1952)
..... No queda tiempo (cuentos, Sin fronteras, 1985)
..... La partida (novela, Mosquito, 1991)
..... Fin de la Inocencia (cuentos, Foro Nórdico, 2003)
..... El emisario secreto (cuentos, Foro Nórdico, 2004)

Carvajal, Yair (1951)
..... El fisfiri detrás de los cristales azules (novela, Fondo Editorial I.

..... Municipalidad de Coquimbo, 2003)
..... Dos menos dos y otros (cuentos, SECH La Serena, 1988)

Casas, Francisco
..... Yo, Yegua (novela, Planeta, 2004)

Castillo Roberto (1957)
..... Muriendo por la dulce patria (novela, Planeta, 1998)

Chambeaux, Juan (1950)
..... Quintaesencia (cuentos, Artecien, 1992)

Cohen, Gregory (1953)
..... Los blues del orate (Stgo., 1986)
..... El mercenario ad honores (novela, Arte Cien, 1991)

Collyer, Jaime (1955)
..... Hacia el Nuevo Mundo (novela, Urbión, 1985)
..... Los años perdidos (cuentos, Almarabú, 1986)
..... El Infiltrado (novela, Mondadori, 1989)
..... Gente al Acecho (cuentos, Planeta1992)
..... Cien pájaros volando (novela, Planeta, 1995)
..... La Bestia en Casa (cuentos, Alfaguara, 1998)
..... El habitante del cielo (novela, Seix Barral, 2002)
..... Cuentos Privados (cuentos, Planeta, 2003)

Contreras, Gonzalo (1958)
..... La Danza Ejecutada (cuentos, Paralelo, 1986)
..... La Ciudad Anterior (novela, Planeta, 1991)
..... El gran mal (novela, Aguilar, 1998)
..... Los indicados (cuentos, Sudamericana, 2000)
..... El nadador (novela, Sudamericana, 2001)
..... La ley natural (novela, Sudamericana, 2004)

Correa, Eduardo (1953)
..... Valparaíso: la perla del barrio chino (novela, Gobierno Regional de
Valparaíso, 2001)
..... La desmesura de la calma (cuentos, Altazor, 1999)

Cuadros, Ricardo (1955)
..... Orientación de Celva (novela, Aleda, 1993)
..... Constelación del monte (novela, RIL, 1996)

de la Parra, Marco Antonio (1952)
..... El deseo de toda ciudadana (novela, Ornitorrinco, 1984)
..... Sueños eróticos /amores imposibles (cuentos, Ornitorrinco,1986)
..... La guerra santa de Santiago de Chile (novela, Planeta, 1989)
..... Cuerpos prohibidos (novela, Planeta, 1991)
..... La Pérdida del tiempo (novela, Planeta, 1994)
..... Grandes éxitos: (y otros fracasos) (cuentos, Planeta, 1996)
..... El año de la ballena (novela juvenil, Aguilar, 2001)
..... El cuaderno de Mayra (novela, Aguilar, 2003)
Díaz Bustamante, Jorge (1959)
Ellos no lo saben (cuentos, Imprenta Atelí Ltda. 1992)

Díaz Cid, César (1961)
En la rama del cerezo (cuentos, Kultrun, 1988)

Díaz Eterovic, Ramón (1956)
..... Cualquier día (cuentos, Plastigraf, 1981)
..... Obsesión de Año Nuevo (cuentos, Gota Pura, 1982)
..... Atrás sin golpe (cuentos, Gota Pura, 1985)
..... Ese viejo cuento de amar (cuentos, Mosquito, 1990)
..... La ciudad está triste (novela, Sinfronteras, 1987)
..... Solo en la Oscuridad ( novela, LOM, 2003)
..... Nadie sabe más que los muertos (novela, Planeta, 1993)
..... Nunca enamores a un forastero (novela, Caligrafía azul, 1999)
..... Angeles y Solitarios (novela, Planeta, 1995)
..... Correr tras el viento (novela, Planeta, 1997)
..... Los siete hijos de Simenon (novela, LOM, 2000)
..... El ojo del alma (novela, LOM, 2001)
..... El hombre que pregunta (novela; LOM, 2002)
..... El color de la piel (novela, LOM, 2003)

Electorat, Mauricio (1960)
..... El paraíso tres veces al día (novela, Planeta, 1995)
..... Nunca fui a Tijuana y otros relatos (cuentos, Cuarto Propio, 2000)
..... La Burla del tiempo (novela, Planeta, 2004)

Elordi, Santiago (1959)
..... Cambio y fuera (cuentos, Hachette, 1992)
..... La caravana (novela, Dolmen, 1995)
..... Babieca (novela, L'Harmattan, 2002)

Elphick, Lilian (1959)
..... La última canción de Maggie Alcázar (cuentos, Mosquito, 1990)
..... El otro afuera (Cuentos, Cuarto Propio, 2002)

Fernandez, Pataglia
..... La nueva construcción (cuentos, Trombo Azul, 1988)

Fontaine Talavera, Arturo (1952)
..... Oír Su Voz (novela, Planeta, 1992)
..... Cuando éramos Inmortales (novela, Alfaguara, 1998)

Franz, Carlos (1959)
..... El lugar donde estuvo el paraíso (novela, Planeta, 1997)
..... Santiago cero (novela, Nuevo extremo, 1989)

Fuguet, Alberto (1964)
..... Sobredosis (cuentos, Planeta, 1990)
..... Mala Onda (novela, Planeta, 1991)
..... Por Favor Rebobinar (novela, Planeta, 1994)
..... Tinta Roja (novela, Alfaguara, 1996)
..... Las películas de mi vida (novela, Harper Collins, 2003)

Gaggero, Leonardo (1962)
..... Elei (novela, Van-Norte, 1980)

Gallardo, Juana (1952)
..... Balmaceda: sus últimos días (novela, Cesoc, 1991)
..... Déjame que te cuente (novela, Planeta, 1997)
..... Herencia de fuego (Novela, Planeta, 2003)

Gil, Antonio (1954)
..... Hijo de mí (novela, Los Andes, 1992)
..... Cosa mentale (novela, Los Andes, 1995)
..... Mezquina memoria (novela, Cuarto Propio, 1997)

Gómez, Sergio (1962)
..... Adiós, Carlos Marx, nos vemos en el cielo (novela, Planeta, 1992)
..... Vidas ejemplares (novela, Planeta, 1994)
..... Partes del cuerpo que no se tocan (cuentos, Planeta, 1997)
..... El labio inferior (novela, Planeta, 1998)
..... Quique hache: detective (novela, Aguilar, 1999)
..... Buenas noches a todos (cuentos, Lengua de trapo, 2001)
..... Quique hache, el caballo fantasma (novela, Aguilar, 2001)
..... Cuarto A (novela, Norma, 2000)

González, Sonia (1958)
..... Tejer historias (cuentos, Ergo Sum, 1986)
..... Matar al marido es la consigna (cuentos, Planeta, 1993)
..... El sueño de mi padre (novela, Planeta, 1997)
..... La imperfecta Desconocida (novela, Planeta, 2001)
Griffero, Ramón (1954)
..... Soy de la Plaza Italia (cuentos, Los Andes, 1992)

Guadiana, Christian (1951)
..... Bajo cielo sin estrellas (cuentos, Mosquito, 1991)

Guelfenbein, Carla (1959)
..... El revés del alma (novela, Aguilar, 2004)

Harris, Tomás (1956)
..... Historia personal del miedo (cuentos, Planeta, 1994)
Henríquez, Roberto (1958)
..... Contra la ternura (novela, Movimiento Falso, 1989)
..... Lo que usted no se imagina (novela, RIL, 1992)

Hojman, Eugenio (1952)
Epitafio para un hombre presunto (novela, 1987)

Iturra, Carlos (1956)
..... Otros Cuentos (cuentos, 1988)
..... Paisaje masculino (cuentos, Sudamericana, 1998)
..... Por arte de magia (novela, Caos, 1995)

Jaque, Claudio (1954)
..... Un caso banal y otros cuentos (cuentos, Minga, 1984)
..... Esos pequeños equilibrios (Bruguera, 1985)
..... Amistades de hoy (Almarabú, 1986)
..... El ruido del tiempo (Galisnot, 1987)
..... Para llegar a Baden-Baden (novela, Planeta, 1990)
..... Puerta de escape (novela, Galinost, 1990)

Jara, Pedro G. (1957)
..... Disparos sobre Valdivia (cuentos)
..... O'Hara, investigador privado (novela, Kultrún, 1997)
..... Para murales (cuentos, Kultrun, 1988)
..... Plaza de la República (cuentos, Kultrun, 1990)
..... Relatos in blue (cuentos, SEREMI Educación, Los Lagos, 2002)
Jara V, Nelson
..... El lado oscuro de la noche (novela, Anibal Pinto, 1990)
Jans, Sebastían (1953)
..... Festín de perros (Cuentos, Autoedición. 1990)

Langer-Moreno Ernesto (1956)
..... El hombrecillo de los cuentos (cuentos, LOM, 1996)
Lemebel, Pedro
..... Los incontables (cuentos, 1987)
..... Tengo miedo torero (novela, Seix Barral, 2001)

Magnet, Alberto (1953)
..... Una muerte muy complicada (novela, Cuarto Propio, 2003)

Marchant L., Jorge (1950)
La Beatriz Ovalle (novela, Orión, 1977)
La noche que nunca ha gestado el día (novela, Cerro Santa Lucia, 1982)
Matan a la dama de las camelias (?).

Marchant, Reinaldo (1957)
..... En el bosque, un ángel y demonio (novela, Mar del Plata, 1988)
..... El abuelo (novela, Andrés Bello, 1989)
..... Priapina (cuentos, Crisol, 1990)
..... Alquitrán y los gorriones (novela, Mosquito, 1990)
..... Varona en el jardín (novela, Yénexi, 1990)
..... Narraciones Maravillosas ( Nowadays,1992)
..... Imaginaciones (RIL, 1993)
..... El hombre de la mano seca (novela, RIL, 1992)
..... Una ave de prodigiosos colores (novela, RIL, 1993)
..... La Patria Golondrina (novela, RIL, 2003)
..... La alegría del pueblo (cuentos, Bravo y Allende, 2004)

Marras, Sergio (1950)
..... Por qué lloran los hombres (novela, Cuarto propio, 2003)

Matamala, Tito (1963)
..... Yo la amaba, pero eso no era lo más ridículo (cuentos, Univ. de
Concepción, 1993.)
..... De cómo llegué a trabajar para Carlos Cardoen (novela, Grijalbo,
1996)
..... Historias del bar La Trivia (cuentos, Dolmen, 2002)
..... Hoy recuerdo la tarde en que le vendí mi alma al diablo:
..... (era miércoles y llovía elefantes) (novela, Mondadori, 1995)

Mellado, Marcelo (1955)
..... El huidor (la novela del arte) (novela, Ojo de buey, 1992)
..... El objetor (cuentos, Cuarto Propio, 1998)
..... La provincia (novela, Sudamericana, 2001)

Mihovilovich, Juan (1951)
..... La última condena (novela, Pehuén, 1983)
..... Sus desnudos pies sobre la nieve (novela, Mosquito, 1990)
..... El clasificador (Cuentos, Pehuén, 1992)
..... El ventanal de la desolación (cuentos, Marana Tha, 1989)

Mirando, Francisco (1962)
..... Perros agónicos (cuentos, LOM, 1994)

Montecino, Sonia (1954)
..... La revuelta (novela, Ornitorrinco, 1988)

Mujías, Javier (1960)
Cuando el Mapocho suena (novela, La Quinta Columna, 1989)

Muñoz Bravo, Elena
..... Antes de que se me olvide (novela, 2002)
Muñoz G, Fabiola (Santiago,1952)
..... Sinfonía Inconclusa (novela, Talleres Gráficos de Norprint, 1990)

Muñoz V., Diego (1956)
..... Nada ha terminado (cuentos, Obsidiana, 1984)
..... Todo el amor en sus ojos (novela,Mosquito, 1990)
..... Lugares secretos (cuentos, Mosquito, 1993)
..... Flores para un cyborg (novela, Mondadori, 1997)
..... Angeles y verdugos (cuentos, Mosquito, 2002)
..... Déjalo ser (cuentos, Fondo de Cultura Económica, 2003)

Neira, Hernán (1960)
..... Los viajes del Argonauta (novela, Mar del Plata, 1985)
..... A golpes de hacha y fuego (cuentos, Andrés Bello, 1995)
..... El sueño inconcluso (Planeta, 1999)

Negrete Orbea, Patricio (1952)
Brisas y huracanes (novela, Los libros del arcabuz, 1987)

Novoa, Marcelo (1964)
..... L.P. (cuentos, Trombo Azul. 1987)
Nuñez, Sergio (1960)
..... Dice sombras (cuentos, Tinta Negra.1987)

Ostornol, Antonio (1954)
..... Los recodos del silencio (novela, Aconcagua, 1981)
..... El obsesivo mundo de Benjamín (novela, Pomaire, 1982)
..... Los años de la serpiente (novela, Ornitorrinco, 1991)
Oyarzún, Pavel (1963)
..... El paso del diablo (novela, LOM, 2004)
Palma, Rubén (1954)
..... Brevet til Danmark (Novela, Hjulet, 1989)
..... Møder med Danmark (Cuentos, Hjulet,1993)
..... Fra lufthavn til lufthavn (Cuentos, Hovedland ,2001)

Paredes, José (1951)
..... Los elegidos (novela, Documentas, 1990)
..... Para nunca olvidar (cuentos, Obsidiana, 1985)

Pascal, León (1964)
..... Carretón de nostalgias (cuentos, 1990)
..... Delirium : (cuentos con y sin droga) (cuentos, LOM, 2000)
..... Un miembro en reposo (novela, RIL, 1993)

Peña Muñoz, Manuel (1951)
..... Dorada locura (cuentos, El Observador de Quillota, 1978)
..... El Niño del Pasaje ( Andrés Bello,1989)
..... María Carlota y Millaqueo (cuentos, Andrés Bello, 1991)
..... El collar de perlas negras (novela, Universitaria, 1994)
..... Un ángel me sopló al oído (Susaeta, 1995)
..... Por qué lloran los sauces (Colina, 1995)
..... El niño del pasaje (novela, Andrés Bellos, 1997)
..... Mágico Sur (novela, SM, 1998)
..... La mujer de los labios rojos (cuentos, Casa de Luz, 2002)

Pérez Santiago, Omar (1953)
..... Malmö är Litet (novela, Skrivareförlaget i Skane, 1989)
..... La Novia de Borges (nouvelle, Foro Nórdico, 1991)
..... Memorias eróticas de un chileno en Suecia (cuentos, Foro Nórdico,
1992)
..... Negrito no me hagas mal (novela, Foro Nórdico, 2001)
..... Trompas de Falopio (novela, Foro Nórdico, 2002)
..... en colaboración con Gabriel Caldés

Pérez, Ricardo (1954)
..... En esa copia feliz del edén (novela, Foro Nórdico de Aura Latina,
1990)

Prado, Eugenia (1962)
..... Cierta femenina oscuridad (novela, Cuarto Propio, 1996)
..... El cofre (novela, Caja Negra, 1987)
..... Lóbulo (novela, Cuarto Propio, 1998)

Poblete, Verónica (1955)
..... Inopinadamente blanca y brilladoramente (novela, Documentas, 1987)

Riqueros, Silviana (1959)
..... La celda (novela, RIL, 1991)
..... Cabina telefónica (cuentos, RIL, 1996)

Rivas, Carolina (1961)
..... Para amarte mejor (cuentos, Mosquito, 1990)
..... Dama en el jardín (cuentos, Aguilar, 2001)

Rivera Letelier, Hernán (1950)
..... Cuentos breves y cuesco de brevas (1990)
..... La reina Isabel cantaba rancheras (novela, Planeta, 1994)
..... Himno del ángel parado en una pata (novela Planeta, 1996)
..... Fatamorgana del amor con banda de música (novela, Planeta, 1998)
..... Donde mueren los valientes (novela, Sudamericana, 2000)
..... Los trenes se van al Purgatorio (novela, Planeta, 2002)
..... Canción para caminar sobre las aguas (Planeta)

Rivera, Roberto (1950)
..... La Pradera Ortopédica (cuentos 1986)
..... A Fuego Eterno Condenados (novela, Balandro, 1994)
..... La Piedra azul (novela, Bravo y Allende, 2001)

Riveros, Patricio (1962)
..... Cuando las habaneras no tenían calzones (cuentos, Cuarto Propio,
1999)

Rodríguez, Gabriel (1951)
..... Hijos de la lluvia (novela, Documentas, 1988)

Rodríguez, Guillermo (1962)
..... Hacelmada, Campo de sangre (novela, LOM, 1991)

Rodríguez, Mili (1954)
..... Tentativas de amar a un monstruo (cuentos, El Conejo, 1987)
..... Amanece que no es poco (novela, Sudamericana, 1992)

Rojas, Alejandra (1958)
..... Legítima Defensa (novela, Planeta, 1993)
..... Noches de estreno (novela, Planeta, 1994)
..... El beneficio de la duda (novela, Seix barral, 1997)
Rojas, Mario (Santiago, 1951)
..... El tango de Edipo (novela, 1990)
Ruiz, Catalina (1957)
..... Descarriados (cuentos, Autoedición. 1986)

Ruiz, Octavio (1957)
..... El final de las Gutiérrez (novela, Babel, 1993)

Saldes, Sergio (1961)
..... Natalia y el loco del parque (novela)

Santa Cruz, Guadalupe (1952)
..... Cita capital (cuentos, Cuarto Propio, 1992)
..... El Contagio (novela, Cuarto Propio, 1997)
..... Salir (La balsa) (novela, Cuarto Propio, 1989)

Scherman Filer, Jorge (1955)
..... Por el ojo de la cerradura (novela, Cuarto Propio, 1999)
..... Sepúlveda San Martín, Ramón (1951)
..... Red Rock (cuentos, Documentas. 1991)

Serrano, Marcela (1951)
..... Nosotras que nos queremos tanto (novela, Los Andes, 1991)
..... Para que no me olvides (novela, Los Andes, 1993)
..... Antigua vida mía (novela, Alfaguara, 1995)
..... El albergue de las mujeres tristes (novela, Alfaguara, 1997)
..... Nuestra señora de la soledad (novela, Alfaguara, 1999)
..... Un mundo raro (cuentos, Grijalbo, 2000)
..... Hasta siempre, mujercitas (novela, Planeta, 2004)

Simonetti, Pablo (1961)
..... Vidas vulnerables (cuentos, Aguilar, 1999)

Spotorno, Radomiro (1950)
..... El tesoro de la isla Mariposa (novela, Documentas, 1988)
..... La patrulla de Stalingrado (novela, Planeta, 1994)

Sutherland, Juan Pablo
..... Angeles negros (cuentos, Planeta, 1994)
..... Santo Roto (cuentos, LOM, 1999)

Tamayo, Luis Alberto (1960)
..... La Goleta Virgina (novela juvenil, EDB, 1998)
..... Ya es hora (cuentos, Sinfronteras, 1986)
..... Pequeña historia de la señorita X (novela, Fundación Chilena de
Adopción, 2002)
..... Caballo loco, campeón del mundo (novela corta, EDB, 1998)

Tapia, Digna
..... Los muertos hablan como yo (novela, Cuarto Propio, 1992)
..... Las huellas de otros (cuentos, Ergo sumo, 1988)
Torrealba, Alfredo Emilio (1950)
..... Olor de fuego (cuentos, Eduardo Jarpa Editor. 1983)

Tótoro, Dauno
..... El buscador de ciudades (cuente, Cuarto Propio, 1995)
..... La sonrisa del Caimán (novela, LOM, 1999)
Valdovinos Toro, Mario (1950)
..... Para qué estamos con cuentos (Cuentos, Autoedición. 1988)
..... Guía de habitantes extraviados (cuentos, Autoedición. 1989)

Valenzuela, Esteban (1964)
..... Pichilemu Blue (novela, Los Andes, 1993)
..... Matilde espera carta de Alemania (novela, Los Andes, 1994)

Vera López, Freddy (1952)
..... Relatos de un desaparecido de la Unión (novela, 1995)
Verdugo Fuentes, Waldemar (1952)
..... Libro de los Oficios (cuentos, Vogue, Ed. Lasser Press, 1994)
Vergara, Francisco (1958)
..... Agente encubierto (novela policial, Mosquito, 1997)

Agradecimientos


Inicialmente, varios de los artículos del libro se publicaron en mi columna
de la revista el Utopista Pragmático de Eduardo Yentzen, que circulaba
como suplemento dominical del diario La Nación.

Esos artículos, que han circulado también en Internet, se han completado
ahora, manteniendo su visión panorámica y periodística sobre los márgenes
de la generación de narradores de los ochenta. He agregado algunas
entrevistas a escritores, críticas realizadas en medios extranjeros a
escritores chilenos y una visión ensayística inicial. También se agrega un
listado bibliográfico, lo más completo posible, sobre los narradores
nacidos entre 1950 y 1964 y que hayan publicado algún libro de cuentos o
novela.

Los artículos, como ya se habrán dado cuenta, están escritos con la clara
intención que puedan ser leídos cada uno por separado. El libro está,
entonces, diseñado con la pretensión que continúe abierto, no conclusivo, y
que se pueda ir ampliando y mejorando con el tiempo.

Este trabajo se ha beneficiado de discusiones y conversaciones con
innumerables miembros de la comunidad literaria. Las falencias de este
libro son, obviamente, mías.
Agradezco, finalmente, al lector que ha leído este libro, y su disposición
a considerar y discutir las ideas en él contenidos. Ese es el mejor premio
para su autor.

Escritores y escritoras de la Guerra 1
Artículos 7
Cánovas, Canales, Tropa, Pizarro & Santos y Sepúlveda: Ideología de la
obra única 8
Los echaremos a patadas 11
Fuguet & Gómez: Escritores de la indiferencia 13
La crisis de los treinta años 15
Cuento sensual: Barros, Elphick, Collyer y Calvo 17
Bolaño: El coraje del Cult-Pop 19
Espinosa: El mitín de los críticos 22
Spotorno & Electorat: Rosca chilena en España 25
Literatura & Fútbol: Reinaldo Marchant 27
Calderón, Contreras y González: Se arrienda casa de familia fracturada 28
Rivera Letelier, Gil, Atria, Marchant L, Gallardo Los Históricos 31
Cristián Warnken: El publicista de la intemporalidad 34
Marcelo Mellado y su novela Informe Tapia. 37
Entrevistas a Escritores de la Generación 41
Entrevista a Jorge Calvo 42
Entrevista Reinaldo E: Marchant 46
Entrevista a Ramón Díaz Eterovic 49
Entrevista a Pía Barros 53
Críticas extranjeras 54
Delirante desvío de Monsieur Pain 55
Perdido en la Traducción 58
Parpadeos de rostros muertos 60
Los Siete Hijos de Simenón 62
Listado de Escritores de la Guerra 64
Agradecimientos 77
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