Vida de una geisha, de Mineko Iwasaki: Autobiografía, proceso de formación como geisha y distanciamiento crítico del modelo impuesto

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Descripción

UNIVERSIDAD DE CONCEPCIÓN FACULTAD DE EDUCACIÓN PEDAGOGÍA EN ESPAÑOL

VIDA DE UNA GEISHA DE MINEKO IWASAKI: AUTOBIOGRAFÍA, PROCESO DE FORMACIÓN COMO GEISHA Y DISTANCIAMIENTO CRÍTICO DEL MODELO IMPUESTO

SEMINARIO PARA OPTAR AL GRADO DE LICENCIADO EN EDUCACION MENCIÓN ESPAÑOL

Prof. Guía: Dra. María Teresa Aedo Fuentes Seminaristas: Patricia Campos Muñoz Nicole Montero Barrientos

Concepción, 2015

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AGRADECIMIENTOS Queremos agradecer en primer lugar a Mineko Iwasaki, de quien admiramos su temple tanto para hacer frente a los mitos y estereotipos mundiales sobre su profesión como para escribir su autobiografía, la cual nos convoca y de la que aprendimos muchísimas más cosas de las que pudimos abarcar en esta investigación. A nuestras familias por el apoyo incondicional que nos han brindado durante este largo pero interesantísimo proceso. A nuestras parejas por el apoyo igualmente incondicional y por las ideas y preguntas que en más de alguna ocasión nos plantearon, las cuales ayudaron en la maduración de varias de las ideas plasmadas en esta tesis. Y finalmente, aunque no menos importante, a nuestra profesora guía María Teresa Aedo, por confiar en nosotras y en nuestra propuesta, por sus vitales aportes y correcciones sin las cuales probablemente no habríamos conseguido terminar esta investigación. Siempre recordaremos la paciencia y el cariño con que nos ha guiado, con la esperanza de poder volver a compartir con ella en el futuro otros momentos igualmente provechosos.

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RESUMEN El objetivo de la presente tesis es analizar el proceso de identificación y desidentificación de la protagonista, Mineko Iwasaki, respecto del proceso de formación de una geisha, a lo largo del cual va desarrollando una percepción crítica y formulando una identidad y discurso propio. Para el análisis de Vida de una geisha fueron consideradas investigaciones sociales y culturales en torno a Oriente y Japón para profundizar en qué consiste realmente "el ser geisha" y los equívocos que existen en torno a dicha profesión; la autobiografía como género literario; el relato de formación de protagonista femenina y estudios de género.

Palabras claves: maiko, geiko, geisha, karyukai, Mineko Iwasaki, identidad, autobiografía, relato de formación de protagonista femenina, bildungsroman.

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ÍNDICE AGRADECIMIENTOS _______________________________________________________ II RESUMEN_________________________________________________________________ III INTRODUCCIÓN ___________________________________________________________ 1 PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA _________________________________________ 4 MARCO TEÓRICO __________________________________________________________ 5 CAPÍTULO 1. Orígenes y contexto sociocultural del Mundo de la Flor y el Sauce. _____ 19 CAPÍTULO 2. Infancia: hacia el proceso de acercamiento y formación de geisha. ______ 26 CAPÍTULO 3. Adolescencia: el arduo camino de una maiko. _______________________ 42 CAPÍTULO 4. Adultez: la ejecución perfecta del ser geiko._________________________ 64 CAPÍTULO 5. Ruptura del pacto de silencio: autodesignación y asentamiento de un discurso propio _____________________________________________________________ 81 CONCLUSIÓN _____________________________________________________________ 87 BIBLIOGRAFÍA____________________________________________________________ 91

IV

INTRODUCCIÓN La presente tesis aborda el libro Vida de una geisha escrito por Mineko Iwasaki, quien fue una popular geisha durante las décadas del 60 y 70 del siglo pasado. Su autobiografía fue lanzada en el año 2004 siendo traducida a múltiples idiomas dada la relevancia que tuvo Mineko en su época y la preponderancia que aún posee dicha geisha dentro de Japón. La motivación para trabajar en esta autobiografía nace a partir de nuestro interés acerca del país nipón, el cual posee una gran aceptación en la cultura pop, ya sea por la animación, videojuegos o comidas tales como el sushi. Sin embargo, nuestra idea es ir más allá de este punto y ahondar en asuntos culturales y sociales a través de una autobiografía que es redactada por una autora japonesa y que al mismo tiempo se nos presenta como una figura reconocible y auténtica de Japón, lo que ofrece una perspectiva confiable y única. La mismísima Mineko Iwasaki es quien nos señala en la introducción de su autobiografía que ninguna mujer se ha atrevido a revelar los secretos de su oficio, lo que hace aún más atractivo seguir con la lectura de Vida de una geisha e investigar más en profundidad aspectos culturales de la sociedad japonesa y que a veces resultan malentendidos a través de nuestros ojos occidentales. El oficio de “geisha” es percibido frecuentemente de un modo superficial o errado, pensando a estas mujeres como sirvientas, cortesanas o prostitutas exóticas de Oriente y que solo han sido observadas en fotografías o en el séptimo arte. Este estereotipo es derribado en la autobiografía de Mineko, la cual muestra que la formación de una geisha es el resultado de arduos años de estudio y trabajo, abarcando diversas disciplinas, especialmente de índole artística, convirtiendo a las geishas en portadoras y guardianas de una larga tradición en una sociedad japonesa actualmente muy moderna.

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Estas mujeres niponas deben superar diversas etapas en su formación para consolidarse, lo que las hace equiparables a las heroínas de novelas femeninas. Es por ello que, para analizar esta autobiografía, tomamos elementos de los relatos de formación de protagonista femenina y también de la autobiografía como género literario. Mineko Iwasaki cuenta que estas mujeres japonesas estaban inmersas desde muy pequeñas en esta profesión, sin embargo, en los tiempos actuales las niñas se inician en torno a los 15 años y culminan su educación a los 20 años de edad. Mineko siguió estos parámetros oficiales, aunque su vida dentro de este exclusivo mundo comenzó oficialmente a los 6 años, acercándose al antiguo estilo impuesto para las aprendices de geishas. Nuestra geisha en cuestión se propuso a sí misma ser la número uno en su tiempo y lo consiguió: según algunos medios de comunicación y para los entendidos en la materia, Iwasaki fue la mejor geisha de su época e incluso sugirieron que fue la mejor del siglo anterior. El éxito estuvo asegurado durante dos décadas pero al mismo tiempo devino en una vida agotadora y de autosacrificio que obligó a Mineko Iwasaki a tomar drásticas decisiones para su futuro. Es por ello que, siguiendo el ritmo del relato, el desarrollo de nuestra tesis está dividido en 5 capítulos que avanzan al mismo ritmo de la autobiografía: el inicio abarca la infancia, da paso a su juventud y que culmina con la madurez de una artista que está en su mayor apogeo, bordeando los 30 años. Las reflexiones de la autora de Vida de una geisha se hacen cada vez más patentes a medida que el texto encuentra su final, lo que abarca nuestro quinto y último capítulo de tesis. Es importante mencionar que nuestra investigación no ofrece discusión bibliográfica puesto que, durante el proceso investigativo, no encontramos trabajos académicos ni textos de similar índole que analizaran la autobiografía de Iwasaki o se acercaran a nuestra hipótesis. Esto

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lo atribuimos al desconocimiento que existe de Vida de una geisha en esta región del mundo y lo opacada que ha sido por el best seller Memorias de una geisha, del cual sí encontramos material (y descartamos) durante el proceso de investigación. A lo anterior podemos agregar que esta autobiografía ni siquiera está disponible en librerías de nuestro país, de hecho el texto físico con el que trabajamos fue importado desde Uruguay. El material más recurrente en torno a Mineko Iwasaki y su texto fue encontrado en periódicos en la web y blogs, sin embargo, solo consideramos a los primeros para obtener más detalles sobre su vida y obra, mientras que los segundos no fueron considerados debido a su informalidad como fuente de investigación. Por último, pedimos las disculpas pertinentes por realizar este estudio en torno a temas orientales, ya que podría caer en generalizaciones, reduccionismos culturales o contradicciones que pudiesen ofender a Mineko Iwasaki o cualquier otra mujer de Japón o el mundo. Es necesario que se comprenda que, en caso de haber incurrido en una generalización, reduccionismo o contradicción, no lo hicimos adrede sino que ha sido un error propio de investigadoras noveles. Tratamos que no ocurriese y sabemos que no todas las mujeres son iguales y que por lo tanto, la realidad de la geisha difiere de la de una ama de casa, de una mujer trabajadora o profesional de Tokio o que incluso esta sea diferente de la que vive en Osaka.

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PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA Hipótesis Vida de una geisha de Mineko Iwasaki es un texto autobiográfico que muestra el itinerario de formación de la protagonista como geisha y su gradual distanciamiento crítico del modelo impuesto hasta acceder a su configuración como sujeto autónomo y autodefinido, con una voz y discurso propio.

Objetivo General Analizar el proceso de identificación y desidentificación de la protagonista, Mineko Iwasaki, respecto del proceso de formación de una geisha, a lo largo del cual va desarrollando una percepción crítica y formulando una identidad y discurso propio.

Objetivos Específicos 1. Explicar el significado del ser geisha en la cultura japonesa tradicional y cómo se percibe su imagen desde la mirada occidental. 2. Reconocer en el relato de Iwasaki los rasgos textuales que hacen posible caracterizarlo como autobiografía y relato de formación de protagonista femenina. 3. Analizar en el relato de Mineko Iwasaki las etapas del proceso de formación como geisha y el proceso de identificación y gradual desidentificación con el modelo, mediante la transgresión de las normas que regulan su construcción. 4. Analizar el sentido que adquiere la ruptura del pacto de silencio como conquista de un discurso propio y testimonio crítico de la profesión de geisha actual.

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MARCO TEÓRICO La autobiografía es un texto escrito en primera persona, en donde el sujeto narra el relato de su vida según los aspectos que el propio autor o autora considera más relevantes para la construcción de su identidad. Lejeune (citado por Araújo, 1997) dice que llamamos autobiografía a la narración retrospectiva en prosa que alguien hace de su propia existencia cuando pone el acento principal en su vida especialmente en la historia de su personalidad. Aunque esta narración retrospectiva no es necesariamente fiel a los hechos vividos por el yo narrador, en sus orígenes, vinculados al surgimiento de la Revolución Industrial, la coincidencia entre el autor y el yo-narrador era una forma de otorgarle validez de la razón y como una forma de afianzamiento del individualismo occidental; por otra parte, a través de la intromisión de lo privado en lo público, el relato autobiográfico rompe el esquema binario establecido en la sociedad burguesa occidental. En la actualidad, la coincidencia autor/yo-narrador se ha ido disociando, en la medida que se considera que el relato de las vivencias no sólo es una expresión de lo almacenado en la memoria, sino también una mediación narrativa en la que se expresan influencias culturales e intertextuales a las cuales pudo haber recurrido para darle forma a su texto. Araújo explica que los textos autobiográficos, en sus orígenes, se consideraban extraliterarios por su carácter problemático debido a los límites ambiguos y flexibles en los que se mueven estos relatos, lo que impide a las instituciones y crítica literaria definir a qué género pertenecen. Debido a la flexibilidad del relato autobiográfico, los límites entre el autor y el yonarrador se vuelven difusos, pues la estructuración del relato sigue una lógica narrativa en la que el tiempo del relato sigue la linealidad de la vida 1. Arfuch (2010) propone que la temporalidad es

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El cronotopo es un concepto creado por Mijaíl Bajtín, quien extrapola este término a partir de la teoría de la

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una clase estructural de relato, en donde la experiencia y las vivencias adquieren un carácter narrativo, “no habrá así como una “una vida” (...) que preexista al trabajo de la narración, sino que esta, como forma del relato, y por ende, como puesta en sentido, será un resultado, podríamos aventurar, contingente” (p. 65). El relato autobiográfico, entonces, podrá escaparse de la realidad hacia la ficción, en donde el lector queda atrapado en una historia rememorativa en la que el enunciador se reconstruye a sí mismo como otro a través de la narración de lo que era y de lo que ha llegado a ser; en donde autor y narrador no son coincidentes a pesar del efecto de mismidad que puede producir el hecho que lleven el mismo nombre. Es un efecto de extrañamiento producido por la no coincidencia entre la experiencia vivencial y la obra, en palabras de Bajtín (citado por Arfuch, 2010): “(…) en primer lugar, el extrañamiento del enunciador respecto de su “propia” historia; en segundo lugar, coloca el problema de la temporalidad como un diferendo entre enunciación e historia, que trabaja inclusive en los procedimientos de autorrepresentación” a través de los diversos procedimientos retóricos y dialógicos en los que el sujeto se “crea”. La misma idea de que el discurso pretenda ser fiel a la vida en la que se inspira, según Barthes (citado por Arfuch, 2010): (…) responde, según Barthes, a una “ilusión referencial”, que no es otra cosa que el uso de ciertos procedimientos de escritura. Uno de esos procedimientos es el “efecto de realidad”, que consiste justamente en la introducción de detalles no relevantes para la trama ni significantes en sí mismo, pero que operan suplementariamente como marcadores de “realidad”.

La reconstrucción que el yo-narrador hace de sí mismo coincide con la construcción de una autoimagen, en donde el único testimonio sobre el individuo que puede considerarse objetivo es el que él mismo puede dar. Benveniste (citado por Arfuch, 2010) señala que: relatividad de Albert Einstein. Un cronotopo, en palabras simples, es la organización del espacio y del tiempo en cada género literario, es decir, es la configuración espacio-temporal de una obra determinada. Bajtín señala que existen cronotopos estables, que se repiten desde el punto de vista tipológico. Por ejemplo, “la ciudad de provincia” es un cronotopo recurrente que aparece en novelas como Madame Bovary o La Regenta, que nace a mediados del siglo XIX, presentando ciudades burguesas con un paisaje lleno de casas, tiendas y calles, en donde la vida se torna rutinaria y, por lo tanto, se vive dentro de un tiempo cíclico. A partir de este pequeño ejemplo se puede afirmar que el cronotopo tipifica a que género pertenece una obra.

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Es ‘Ego’ quien dice ‘ego’ (…) Es en y por el lenguaje como el hombre se constituye como sujeto, porque solo el lenguaje funda en realidad, en su realidad que es la del ser, el concepto de ‘ego’. Tal posición no se define por el sentimiento de alguien de ser “él mismo”, sino por una “unidad psíquica que trasciende la totalidad de las experiencias vividas que reúne y que asegura la permanencia de la conciencia.

No obstante, ya que la autobiografía solo presenta algunas vivencias que el mismo individuo considera trascendentales para la construcción de su identidad, es necesario entender que el sujeto autobiográfico se encuentra incompleto y, por ende, susceptible a la autocreación y autorreconocimiento; se desliza como un Otro cuyo retrato se encuentra en una posición enunciativa dialógica respecto al lector, y también respecto a “otros yo” de otras épocas. Por otra parte, la inclusión de textos autobiográficos femeninos intensifica el carácter problemático de la autobiografía, debido a que los modelos canónicos de este género se basan intrínsicamente en patrones de vida androcéntricos, los cuales son lineales y enfocados a un propósito final de vida y se dejan de lado perspectivas marginales como la femenina. Por su parte, los patrones de vida femeninos suelen ser circulares y fragmentarios debido a que las mujeres son heterodesignadas a través de sus relaciones interpersonales, son destinadas a vivir por y para otros, y en consecuencia, las condicionan a autodefinirse por medio de sus relaciones interpersonales, en donde la búsqueda de un objetivo final de vida y/o autodefinición no es lo central del relato. Los impedimentos del modelo femenino impuesto por el sistema sociocultural e histórico en donde esté inserta la yo-narradora le dificulta moldear sus propias experiencias de la misma forma que los varones. Esta misma experiencia diferenciada de las mujeres se refleja en otros tipos de textos de ficción centrados en la historia personal de un personaje, como los relatos de formación de protagonista femenina. Son textos de ficción que narran el proceso de aprendizaje y crecimiento de su personaje principal femenino y que surge a partir de la necesidad de diferenciarlo de la novela de formación (Bildungsroman) que se enfoca en los personajes masculinos, los cuales no 7

pueden ser catalogados como las primeras a menos que se hagan las concesiones para las diferencias genéricas correspondientes. De acuerdo con María Inés Lagos (1996), “el énfasis de las diferencias muestra que no hay un desarrollo paralelo en los dos sexos, por lo que no debe sorprender que los textos que articulan estas experiencias sean también diferentes” (p. 36). Los valores que son deseables en el héroe, como una vida independiente, están ligados al espacio público y a los roles productivos; en la heroína son subvertidos, pues lo que se espera de ella es que aprenda a ser sumisa, a depender de otros para su protección y a llevar una vida ligada al espacio privado y a los roles reproductivos. A pesar de los contrastes entre el bildungsroman y el relato de formación de protagonista femenina, este último no es un opuesto o una versión negativa del primero, sino que debe considerarse un subgénero paralelo y original, en donde se reflejan las diferencias en el desarrollo de los dos sexos. Mientras que la educación masculina se enfoca en sentido de autonomía e independencia, el de las féminas carece de la libertad de elegir ni de tomar decisiones sobre su vida, es decir, deben ser dependientes y serviles. En vista que las posibilidades de desarrollo de las mujeres son más limitadas que las de los varones, se produce un conflicto en la protagonista, quien busca satisfacer sus deseos de desarrollo libre pero se ve reprimida por el modelo que le impone la sociedad, razón por la que está destinada a la desilusión. Para resolver este conflicto, la protagonista puede optar por rebelarse contra el modelo o aceptarlo y resignarse a vivir dentro de él. Estos relatos ofrecen una doble lectura, similar a un palimpsesto2, en donde se presentan dos historias o, en este caso, dos voces, en donde una representa la historia convencional y/o la voz dominante que cuenta lo que está permitido; en tanto la otra historia y/o voz la subvierte, 2

Manuscrito antiguo que conserva huellas de una escritura anterior borrada artificialmente. Real Academia Española. (2012). Palimpsesto. En Diccionario de la lengua española (22.a ed.). Recuperado de http://lema.rae.es/drae/?val=palimpsesto

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representa lo que se reprime o no debe ser contado. En el caso del relato de formación de protagonista femenina, esta voz habla de la condición disminuida y falta de poder que poseen las mujeres dentro del orden social, que se evidencia a través del lenguaje utilizado en el discurso. Según la perspectiva teórica de Judith Butler (1990), la identidad construida se constituye por la actuación reiterada de una serie de actos cuyos significados sociales preestablecidos son legitimados por la repetición de estos, lo cual provoca la ilusión de que los significados asignados a los comportamientos de un tipo de género están esencialmente ligados a la identidad biológica del individuo. No obstante, el género, como identidad, no está inscrito en el yo de la persona ni en su sexo biológico, es una ficción social hecha para cumplir un modelo de verdad y de falsedad relacionado con el binarismo feminidad/masculinidad, por lo que quienes no cumplan ni (re)interpreten correctamente estos modelos serán sancionados, en tanto que quienes sí lo hagan serán aceptados al cumplir con las expectativas implícitas en las normas sociales regulatorias del género. A razón de esto, el género se considera un acto performativo 3 porque se debe comprender que el cuerpo carece de significado, por lo que el género se inscribe en él y le otorga una expresión concreta, cultural e histórica a través de un rol que se corresponda en el esquema binario con una de las dos alternativas genéricas aceptadas socialmente. De Lauretis (1989), al igual que Butler, señala que el género esta inscrito en los cuerpos de los individuos y que por lo tanto es una “(…) representación o auto-representación, es el producto de variadas tecnologías sociales -como el cine- y de discursos institucionalizados, de epistemologías y de prácticas críticas, tanto como de la vida cotidiana” (p. 8). Estas tecnologías sociales que De Lauretis llama “tecnologías del género” son, por lo tanto, aparatos tecno-sociales

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Un acto performativo o realizativo es, según J. L. Austin, un enunciado en donde el hecho expresado se realiza por si mismo, es decir, no solamente describe aquel acto sino que al momento de emitirlo provoca un cambio, creando lo que se describe. Estos hechos se dan con determinados verbos, tales como “declarar”, “bautizar”, “condenar”, “prometer”, “jurar”, “expropiar”, etc.

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o bio-médicos4, tales como herramientas, técnicas, estrategias, instituciones y discursos, que reproducen los comportamientos, las relaciones sociales y de los cuerpos con un determinado género. Las concepciones culturales de lo masculino y lo femenino como dos categorías complementarias aunque mutuamente excluyentes en las que los seres humanos están ubicados, constituye en cada cultura un sistema de género, un sistema simbólico o sistema de significados que correlacionan sexo con contenidos culturales de acuerdo con valores sociales y jerarquías. (p. 11)

Esta oposición sexual universal, además de reglamentar estas categorías, compara a la mujer respecto del varón, es decir, la mujer como diferencia a partir de este. La mujer respecto al varón, como ya hemos dicho, se construye como diferencia a partir del varón; lo cual implica que la representación de las mujeres sea homogénea y rígida, pues en general son enmarcadas dentro de la figura arquetípica de la “Mujer”, omitiendo las diferencias que existen entre las mujeres. La “Mujer” y su representación posee una esencia que es inherente a todos las féminas y que también es llamada como la Naturaleza, la Madre, la Feminidad, etc. Estos conceptos son producto de las tecnologías del género y los roles sociales que se le ha asignado a las mujeres y deja de lado la multiplicidad de estas, ni toma en cuenta que son sujetos reales e históricos y que tienen diferencias entre sí, ya sea por etnia, religión, política, raza, etc. Esta homogeneidad se debe a asuntos sociológicos, antropológicos y universales, y no sólo por razones biológicas. Para afirmar lo anterior, citaremos a Chandra Talpade Mohanty (2008) quien dice lo siguiente: La relación entre “Mujer”, un compuesto cultural ideológico del Otro construido a través de diversos discursos de representación (científicos, literarios, jurídicos, lingüísticos, cinemáticos, etc.) y “mujeres”, sujetos reales, materiales, de sus propias historias colectivas, es una de las cuestiones centrales que la práctica de la academia feminista busca 4

Se pueden considerar aparatos tecno-sociales a la publicidad, el cine, la literatura, la teoría, la televisión, las costumbres y otros medios a través de los cuales se perpetúa la (las) diferencia(s) sexual(es). En tanto, se puede considerar aparatos bio-médicos a las mutilaciones genitales, cirugías estéticas y otras modificaciones que se le realice al cuerpo biológico del individuo con tal que lo acerque a la norma.

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abordar. (p. 2)

Sin embargo, existe cierta tendencia a caer en un reduccionismo cultural y generalizaciones metodológicas, en donde las diversas identidades de las féminas se engloban en una sola idea monolítica del status de las mujeres que, finalmente, no hace más que reafirmar binarismos como Mujer/Varón, Naturaleza/Cultura, Oriente/Occidente, Centro/Periferia, Bien/Mal, etc. Se observa que las académicas occidentales se auto-representan como modernas, educadas, poseedoras del control de su cuerpo y de su sexualidad, a diferencia de lo que asumen que ocurre con las mujeres del tercer mundo, ya sea orientales, africanas, árabes, etc. Esta autorepresentación, si se analiza, se desmantela en una realidad imaginada que no coincide con la realidad material: Si esto fuera una realidad, no habría necesidad de movimientos políticos en Occidente. De forma similar, sólo es posible definir al “tercer mundo” como subdesarrollado y económicamente dependiente desde el punto de vista privilegiado de Occidente. Sin el discurso sobre-determinado que crea al tercer mundo, no habría un (singular y privilegiado) primer mundo. Sin la “mujer del tercer mundo”, la auto-presentación de la mujer occidental antes descrita sería problemática. Estoy sugiriendo, entonces que la una habilita y sostiene a la otra. (p. 20)

Esta auto-referencia es una construcción de las propias mujeres de primer mundo en la que ellas se sitúan como el estándar primario a seguir por las demás mujeres. Esta norma es paradójica en cuanto reafirma los binarismos ya mencionados, e implícitamente normaliza los parámetros en los que una cultura y sus habitantes (en este caso, las mujeres) deberían amoldarse para ser consideradas “desarrolladas”, al igual como ocurre con las normas regulatorias de género. De acuerdo con Butler (2004), las normas regulatorias son los procesos disciplinarios implícitos que determinan ciertas conductas y asignan ciertos espacios a las personas. Una norma no es lo mismo que una regla, y tampoco es lo mismo que una ley. Una norma opera dentro de las prácticas sociales como el estándar implícito de normalización. Aunque una norma pueda ser separable analíticamente de las prácticas en las que está incrustada,

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puede también resultar resistente a cualquier esfuerzo por descontextualizar su operación. Las normas pueden o no ser explícitas, y cuando operan como el principio normalizador en la práctica social es común que permanezcan implícitas, difíciles de leer y discernibles de una manera más clara y dramática en los efecto que producen. (p. 10)

A raíz de esto, se puede afirmar que el género es un tipo de norma regulatoria, que determina qué es y no es femenino o masculino en los cuerpos de los individuos y, en consecuencia, esta norma también afecta el funcionamiento de la sociedad en la que se insertan para regular y controlar el cumplimiento del modelo establecido. Además de este conocimiento académico, para nuestra investigación es necesario conocer ciertos vocablos básicos y distinciones que son propias de la cultura japonesa y del mundo de las geishas, las cuales detallaremos a continuación. El vocablo japonés Geisha significa literalmente “artista”, pues las geishas son mujeres instruidas en varias disciplinas artísticas y protocolos propios de la cultura japonesa. Ellas son extremadamente cultas y disciplinadas, cuya formación incluye protocolo, etiqueta, ceremonia del té, cultura general, literatura, historia, poesía, caligrafía, canto, música e interpretación musical de instrumentos tradicionales y danza tradicional. Actualmente, las geishas contienen y velan las tradiciones centenarias de un Japón que se ha modernizado vertiginosamente en el último siglo. Ser geisha es encarnar un ícono de la cultura y de la belleza tradicional japonesa, cuya misión es complacer a sus clientes, es decir, servirles. No obstante, esto último se tergiversa en la visión occidental a través de la ficción y otros medios más académicos, confundiéndose la cortesía propia de su formación con interés sexual, lo cual se acentúa al suponer que su clientela se compone de hombres que pagan por sus “servicios”. (…) Algunas obras de ficción han propagado la falsa idea de que las cortesanas ejercen su oficio en el barrio y de que las geiko pasan la noche con sus clientes. Por desgracia, cuando una idea semejante arraiga en la cultura, adquiere vida propia, de modo que, según tengo entendido, esta creencia, aunque errónea, está muy extendida en el extranjero, incluso entre los estudiosos de la civilización japonesa. (Iwasaki, 2004, p.201)

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Esta idea, como revisaremos más adelante a través de los distintos conceptos de la cultura japonesa que expondremos, dista mucho de lo que es en esencia la profesión de las geishas en la realidad. Aunque en la cultura occidental el concepto de geisha abarca a la totalidad de la profesión, dentro de la cultura japonesa existen distinciones específicas según la etapa en la que se encuentran de su formación. La diferencia más importante es la de Maiko y Geiko, en donde la primera se traduce literalmente como “mujer de la danza”, cuyo aspecto es lo que mundialmente los no-japoneses conocen como “geisha”, con una ornamentación que representa el ideal japonés de belleza: cual retrato de una princesa del periodo Heian, en el siglo XI. Por su parte, geiko significa literalmente “mujer del arte”, posee un aspecto en general más sencillo, usa colores más suaves, sus adornos son menos recargados y su peinado es más simple, a fin de evocar un aspecto más maduro. El quimono es de suma importancia para la identidad de las geishas, ellas participan activamente en el diseño de sus quimonos, por lo que son personales, únicos e intransferibles. Estos reflejan los ideales estéticos de la geisha que los usa y los ideales de belleza de Japón al punto de ser considerados sagrados dentro del mundo de las geishas. Los quimonos realzan el valor artístico de la geisha que lo usa, pues estos trajes son considerados verdaderas obras de arte, y que además reflejan la etapa de crecimiento de la persona que los viste. La etapa de maiko es equiparable a lo que en Occidente conocemos como práctica profesional: en esta etapa las jóvenes deben aprender principalmente de la observación y aplicar algunos de los conceptos protocolares aprendidos, además deben estar en los banquetes siempre en compañía de una onesan o hermana mayor, que equivaldría a una madrina o mentora en Occidente, quien la supervisa, aconseja y le presenta clientes y contactos útiles para su futuro

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profesional. La onesan inspecciona sus avances artísticos, la instruye en los protocolos complejos de los banquetes y ejerce como mediadora en los posibles conflictos que la joven maiko tenga con otras personas. El paso a la etapa de geiko se simboliza con el Erikae, que significa literalmente “cambio de cuello”, dado que deja de usar un cuello rojo en el quimono para usar un cuello blanco. Este ritual se puede equiparar en Occidente a una titulación, pues a partir de ese momento esta avalada para ejercer su profesión y no necesita ser supervisada por su onesan. La Okiya es el nombre que recibe la residencia donde viven las geishas. Aunque normalmente se traduce a otros idiomas como “casa de geishas”, su traducción literal es “posada”. Este lugar es un espacio netamente femenino, en él habitan única y exclusivamente mujeres y la entrada de los varones está restringida. Acreedores, proveedores, vendedores y cualquier hombre que no tenga mayor vínculo con las geishas, es recibido sólo en el genkan o vestíbulo. En palabras de Mineko, “los parientes varones, como mi padre, tenían permiso para entrar en el comedor y sólo los sacerdotes y los niños podían ir más allá” (p. 100). La única excepción a la norma son los otokoshi o vestidores, hombres encargados del vestuario de la geisha y que además diseñan los quimonos que ellas usarán. Ellos pueden entrar hasta el cuarto de la geisha, para ayudarla a ponerse el quimono y el obi (fajín). Si la ocasión lo amerita, también actúan de escolta para las geishas, pues existe un fuerte lazo de confianza entre ellas y sus otokoshi.

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Figura 1: Diferencias generales entre maiko y geiko. Anónimo. Sin título. Ca. Japón. Imagen tomada del sitio: http://site.douban.com/127572/widget/notes/5124623/note/244747839/

Figura 2: Detalle de diferencia de cuello, maquillaje y adornos entre maiko y geiko. Kate T. Williamson. Sin título. 2005. Reino Unido. Imagen tomada del sitio: http://katewilliamson.co.uk/

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La dueña de la okiya se llama Okasan, literalmente “madre”. Como dueña de la okiya, ella tiene el máximo poder, toma decisiones importantes, concerta citas, administra los dineros y bienes de la okiya y de las geikos. La okasan apoya incondicionalmente a sus geikos para que se conviertan en profesionales, financia sus gastos y estudios necesarios para ello. Este dinero le es devuelto cuando la geiko debuta como tal y comienza a ganar sus propios ingresos. Jerárquicamente, dentro de la okiya, la okasan es quien tiene el rango más alto, como explica Mineko, equivalente en su rol a una reina, pues los demás miembros y habitantes deben obedecerle sin cuestionarla. La siguiente persona que le sigue en jerarquía es la Atotori o heredera, quien, siguiendo la explicación de Mineko, equivaldría a una princesa. La atotori no está obligada a devolver el dinero invertido en ella, pues será la futura dueña de okiya, es decir, “heredera de la casa y sucesora, que lleva el apellido de la okiya, ya sea por nacimiento o por adopción, y vive en ella durante toda su carrera profesional” (p. 10). El Ochaya, literalmente “salón de té”, es el principal ambiente físico donde se desenvuelven las geishas. En estos lugares se realizan fiestas privadas con exclusivos invitados, “a los ochaya no se va solo a pasar un rato ameno, pues, con frecuencia, también son el escenario de tratos comerciales y discusiones políticas” (p. 248). Además del carácter ejecutivo de las reuniones, pueden ser simplemente veladas de esparcimiento o festejos familiares. Siendo el ochaya el espacio físico para la reunión, las maikos y geikos son las animadoras de dicho espacio, no obstante, la tónica de la velada es determinada por las características de los invitados. Debido a que sólo se puede ser cliente de un ochaya a través de la recomendación de otros de cierto prestigio, se produce un proceso de selección que asegura que los clientes del ochaya sean

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personas de confianza, refinadas y cultas. El Ozashiki, traducido literalmente como “banquete” o “cena”, es el nombre que recibe también el salón privado donde se realiza el cóctel. Los clientes se saben protegidos por el entorno del ozashiki, en donde los invitados pueden distraerse de sus problemas cotidianos a través de los espectáculos y conversaciones ofrecidas por las geishas, o entablar reuniones ejecutivas en donde la geisha cooperará en mantener un ambiente profesional y evitar interrupciones si es necesario, pues su deber es entretener y complacer al anfitrión y a sus invitados5. Es esta instancia en donde las geishas y sus clientes forjan amistades duraderas, llegando a establecer relaciones sólidas con las familias de ellos e incluso proporcionar regalos de aprecio. Por esta razón, los anfitriones de un ozashiki no son solamente hombres, también son mujeres quienes convocan y/o asisten a ellos, aunque en menor cantidad. “La cultura del karyukai fomenta las relaciones duraderas, basadas en la confianza y la lealtad. Con el tiempo suelen establecerse vínculos muy estrechos entre el ochaya, un cliente habitual -hombre o mujery sus geikos favoritas” (p. 218). Karyukai es el nombre que reciben los distritos dedicados a las artes y significa “el mundo de la flor y el sauce”. Esta metáfora hace referencia a las cualidades que se consideran propias de una geisha: poseer la belleza de una flor y la elegancia, fuerza y flexibilidad de un sauce. En estos barrios se encuentran ubicadas las okiyas, los ochaya, la escuela Inoue6, la

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En palabras de Mineko Iwasaki: En ocasiones, el servicio más valioso que puede prestar una geiko es confundirse con la pared o, mejor aún, volverse invisible. Si es necesario, se situará cerca de la puerta e indicará al anfitrión que se aproxima alguien con un pequeño movimiento de la mano. O, cuando se lo piden, informará a cualquiera que se acerque que los invitados no desean que se les moleste. (p.249) 6 La escuela Inoue es la institución más importante de Gion Kobu. Es una de las escuelas de danza tradicional para geishas más prestigiosas de Japón. La Escuela de Danza Inoue la fundó una mujer llamada Sato Inoue hacia el año 1800. Sato era preceptora de la noble casa de Konoe y vivía en el palacio imperial, donde enseñaba las diversas danzas que se practicaban en el ritual cortesano. (Iwasaki, p.112)

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escuela Nyokoba7 y el teatro Kaburenjo, entre otros, en donde se realizan las presentaciones de Miyako Odori8 y otros festivales. En la actualidad existen 5 distritos activos en Kioto, ciudad en donde nacieron hace aproximadamente 300 años.

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La escuela Nyokoba se fundó como una escuela vocacional para educar a las geiko por el consorcio de 3 instituciones: la Kabukai (asociación de artistas), la asociación de ochaya y la asociación de geiko. En el año 1952, luego de las reformas educativas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, pasó a ser la Academia Yasaka Nyokoba y se le exigió a las aspirantes a geisha tener completo el primer ciclo de la enseñanza secundaria. Actualmente está reconocida por el Ministerio de Educación japonés como una escuela especializada. 8 Los Miyako Odori o “Bailes de los Cerezos” (su traducción literal es “Bailes de la Capital”) son festivales anuales que se celebran por el florecimiento de los árboles de cerezo. En estos festivales se presentan vistosos espectáculos, y entre ellos, las geishas presentan exhibiciones de danza y de ceremonia del té. Este festival se presenta en el teatro principal de Gion Kobu llamado Kaburenjo.

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CAPÍTULO 1. Orígenes y contexto sociocultural del Mundo de la Flor y el Sauce. Karyukai o “El mundo la flor y el sauce” es el nombre con el que se conoce en Japón al universo que rodea a las geishas. Estas mujeres son, tanto para japoneses como para el resto del mundo, un verdadero misterio y su trabajo es muchas veces (mal) asociado a la prostitución tanto por extranjeros como por los propios nipones; debido, en gran medida, al mutismo impuesto por la tradición de los mismos participantes de este ámbito. A raíz del ya mencionado silencio, con la apertura de Japón al mundo a partir de la era Meiji (1868-1912), y luego, con la ocupación norteamericana post-segunda guerra mundial, la imagen de las geishas se vio distorsionada y asociada a la prostitución. Nada más lejos de la realidad. A través de la autobiografía de Mineko Iwasaki, el libro que nos convoca, se nos explica como estas misteriosas mujeres son, en realidad, artistas y conservadoras de las tradiciones niponas. Existe una atribución errada de ciertas características que no corresponden a su verdadera condición, como el confundirlas con esclavas o con prostitutas de lujo. El estereotipo existente de la geisha como cortesana, en Japón, se forma al confundir las actividades, aspecto y los ritos de la oiran (prostitutas) con las de las geishas, los cuales son mantenidos en estricto secreto; actitud que no permite la desmitificación. En el resto del mundo sucede algo parecido, en donde, además de estos factores ya mencionados, hay que indicar la intervención de la publicidad (a veces negativa) de ciertos medios de comunicación principalmente occidentales, así como la deformación del discurso oral transmitido por aquellos occidentales poco letrados que tuvieron la oportunidad de compartir con geishas y/u oiran sin distinguirlas del todo bien; como es el caso de los soldados aliados (principalmente norteamericanos) que ocuparon Japón después de la Segunda Guerra Mundial. 19

Los orígenes de las geishas pueden rastrearse en los barrios de placer del período Edo (1603-1868), pero sus labores nunca estuvieron estrictamente ligadas a los placeres sexuales, sino más bien a la entretención de los clientes de las cortesanas y animación de las fiestas. En un principio, este trabajo era ejercido por hombres, denominados taiko-mochi, sin embargo, en 1751 se incorporó la primera mujer a esta labor, a quien denominaron “geiko”, nombre que hasta el día de hoy se utiliza en Kioto para referirse a las geishas. A partir de esa fecha, el número de “geikos” aumentó considerablemente: para el año 1800 habían desplazado completamente a los hombres, razón por la que el gobierno japonés legisló (años antes) un reconocimiento en donde quedó estipulado que practicaban una profesión diferente, el establecimiento de un registro oficial y prohibiendo tajantemente involucrarse sexualmente con los clientes. El período Meiji y la Segunda Guerra Mundial también repercutió en el mundo de las geishas. En 1872 (año que coincide con la primera orden de eliminar la desigualdad en educación) ocurrió un incidente que permitió la fundación de la escuela Nyokoba. Un barco peruano que transportaba esclavos chinos, atracó en Japón. Los esclavos lograron su escape y pidieron asilo al nuevo gobierno Meiji quien los dejó libres ya que Japón no reconocía la esclavitud y los repatrió a China. En cambio, Perú acusó a Japón como un país que sí avalaba la esclavitud: El gobierno permitía la venta de mujeres para trabajar en barrios dedicados al placer, es decir, la prostitución.

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Figura 3: Diferencia de atuendo y aspecto entre maiko, geiko y oiran (prostituta). Anónimo. Sin Título. 11 de febrero de 2015. Imagen tomada del sitio: http://www.tuttogiappone.eu/karyukai-il-mondo-dei-fiori-e-dei-salici-piangenti/

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En 1875, este problema se solucionó mediante un tribunal internacional en donde Japón quería demostrar la modernización del país. El fallo fue a favor del país nipón, sin embargo, la falsa idea de que las geishas eran esclavas y prostitutas ya estaba arraigada, a pesar de que unos pocos años antes el gobierno Meiji promulgara una Ley de Emancipación que abolía las condiciones de servicio que regían el trabajo de mujeres. Los oficios de geisha y oiran en vez de diferenciarse, tendieron a vincularse (ya que el gobierno no fue explícito), situación que se mantiene hasta el día de hoy. Ante este escenario y a modo de respuesta a la Ley de Emancipación se funda la Compañía de Formación de Mujeres Profesionales de Gion Kobu (Kabukai o asociación de artistas) y que su lema dice “Vendemos arte, no cuerpos”. Los objetivos de la Kabukai “era promover la autosuficiencia, la independencia y el bienestar social de las mujeres que trabajaban como artistas y animadoras” (p. 208). Además de la asociación de artistas, está la asociación de ochaya y la asociación de geiko, organismos que rigen el distrito de Gion Kobu. Cuando la prostitución fue abolida en 1957, Dalby (citada por Gómez, 2013) dice que “las geishas no fueron mencionadas, (lo que) indica básicamente que las geishas no son prostitutas”. No obstante, es necesario aclarar que antes de la modernización de Japón con el período Meiji (1868-1912), el único nexo con la prostitución que tenía el trabajo de las geishas era con el ritual del mizuage o ritual de iniciación, el cual consistía en vender la virginidad de la joven maiko a un hombre adinerado, en donde el dinero conseguido se utilizaba para costear los gastos de la educación de la aprendiza. Este mismo ritual lo practicaban originalmente las oiran en la iniciación de sus propias neófitas. No obstante, con la llegada del período Meiji, el ritual del mizuage se volvió ilegal al igual que la prostitución; lo cual representó un alivio para las

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geishas y una transformación de dicho rito al equivalente a un ritual que celebra el progreso de la maiko. Habiendo ya comprendido, a grandes rasgos, la historia de las geishas, se vuelve necesario comprender su situación dentro de la sociedad japonesa; como ha evolucionado dicho estado y lo que representan en el contexto nipón. Como ya se mencionó, el origen de las geishas se remonta a los barrios de placer delimitados durante el periodo Edo, sin embargo, tal origen nunca significó la prostitución propiamente tal como se conoce en Occidente; salvo, quizás, por el ritual del mizuage. En ese entonces, la sociedad japonesa era (aún) más cerrada que en la actualidad, delimitando firmemente los principales roles femeninos a esposa y madre. Por lo tanto, la profesión de geisha se volvió una vía de escape digna para aquellas niñas y mujeres que, de otro modo, hubiesen terminado mal casadas, desamparadas o prostituyéndose. Además, Iwasaki señala que: Muchas familias nobles, que se habían empobrecido tras la Restauración Meiji, hallaron en el karyukai un medio de vida para sus hijas, las cuales podían poner en práctica allí la ceremonia del té y la danza que habían aprendido en casa, usar los costosos quimonos a los que estaban acostumbradas, obtener la independencia económica y conseguir un buen marido. (p. 76)

Con el tiempo, ser geisha se volvió un honor equivalente al de los hombres al volverse samurai, y su espectáculo se volvió privilegio de los más adinerados, pues ser capaz de costear un banquete y la compañía de geishas era considerada indicio de un alto status social. Por su parte, las geishas se volvieron un símbolo de estilo, belleza e inteligencia que toda mujer debía imitar, pero eso lo detallaremos más adelante. Este alto status duró hasta mediado de los años 50 cuando, con la ocupación norteamericana, los servicios de las geishas comenzaron a ser menos requeridos debido a la aparición de los cabarets de estilo occidental. Fue en ese momento cuando el rol social de las geishas cambio de ser las mujeres más refinadas a conservadoras de las tradiciones japonesas. Sin embargo, el declive del Karyukai continúa hasta el día de hoy, en parte

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por el alto costo de los servicios de una geisha y por la existencia de una mayor apertura de posibilidades laborales para las mujeres niponas. Uno de los motivos que ha suscitado la idea de la geisha como prostituta o títulos similares es porque los roles sociales en Japón funcionan de manera diferente a los occidentales. Dentro de la sociedad nipona, una mujer adulta, siguiendo la concepción de femineidad japonesa, debería aspirar a los roles de madre, esposa y suegra, los cuales pueden superponerse tal como ocurre en Occidente. Sin embargo, el rol social público está descartado para la jefa de hogar, por lo que la mujer no debe inmiscuirse en los asuntos del esposo ni en ningún otro que no tenga directa relación con el cuidado del hogar y la crianza. La geisha, como no carga con los roles ya mencionados, puede ocupar al igual que el hombre el rol social en los distintos banquetes en donde él la solicite: como un reemplazo de la esposa, la geisha se vuelve la anfitriona, encargada de hacer sentir a gusto a los invitados, demostrar el estatus social del hombre con sus primorosos modales y ropas y, si es necesario, ayudar a quien la contrata a conseguir sus objetivos de la reunión. Muchas mujeres japonesas son concientes de su posición de esposas frente a las geishas. Ellas ven la diferencia en términos de complementariedad, como una división femenina del trabajo, donde ninguna de las dos necesita estar celosa porque una identidad no se superpone a la otra. (Dalby citada por Gómez, 2013)

Desde un punto de vista occidental, pareciese que la geisha está usurpando parte del rol de la esposa, sin embargo, esto no es así. Como la esposa no tiene asignado un rol social público, entonces la geisha es quien cubre tal espacio, de similar manera a como lo haría un relacionador público de una empresa. Por lo tanto, son roles complementarios, en donde cada mujer tiene claro cual es su lugar y su papel, por lo que no existen ni celos ni antipatías: ambas mujeres se tratan con el respeto y la deferencia que merecen, incluso, una esposa puede ofrecer un banquete (por ejemplo, el cumpleaños de un hijo) y contratar geishas para que animen el evento, como

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atestigua Mineko Iwasaki: Es cierto que la mayoría de nuestros clientes son hombres, pero a menudo conocemos a sus familias. Así, mis clientes llevaban con regularidad a sus esposas e hijos a visitarme en el ochaya o a verme bailar. (…) En muchos casos conocía a toda la familia. Algunos clientes organizaban ozashiki para celebrar reuniones familiares, en especial en fechas próximas al Año Nuevo. O lo ofrecía un abuelo en honor a su nieto recién nacido y, entonces, mientras los orgullosos padres se divertían, las geiko nos disputábamos el privilegio de coger al niño en brazos. (p. 218)

La geisha, entonces, encarna en sí misma un rol público y a la vez un modelo de belleza, el que incluye un amplio conocimiento artístico y refinamiento, ostentando un rol social público que desconcierta a quienes que, por diversas razones, no acostumbran a ver este rol en mujeres y, en consecuencia, tenderán a asociarlo al modelo que tienen más cercano, el de la prostituta. Entonces, a la luz del pequeño recorrido histórico y sociocultural que se ha hecho de las geishas, es necesario que tanto lector como nosotras autoras entendamos la vida de Mineko, en gran medida, desde lo que es: la sacrificada vida una artista tradicional en un Japón cada vez más moderno y abierto al mundo.

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CAPÍTULO 2. Infancia: hacia el proceso de acercamiento y formación de geisha. El relato de su vida que ha hecho Mineko Iwasaki corresponde a una autobiografía, cuyas estrategias narrativas coinciden con las presentes en los relatos de formación de protagonista femenina. En la novela está el uso de la narración en primera persona pero, a diferencia de la mayoría de las autobiografías femeninas y los relatos de formación de protagonista femenina, la estructura es lineal y cronológica debido a que la narradora-protagonista es una mujer madura, por lo que su perspectiva del pasado tiende a seleccionar los aspectos que considera más relevantes, en este caso, en su vida de geisha; y así también a ser más coherente respecto a su proceso de crecimiento y su autoimagen. También se presentan breves digresiones para explicar situaciones y/o conceptos propios del mundo de la geisha y ciertos flashback en los que el relato se vuelve circular al recapitular situaciones incómodas o nostálgicas que marcaron la vida de la protagonista. La narración de Mineko comienza con una narración del linaje familiar de sus padres biológicos, cosa que, si bien en Occidente no tiene mayor importancia, en Japón aún tiene una significativa relevancia en la identidad de los individuos. En el caso de la familia paterna de Mineko, corresponde al clan aristocrático Tanakaminamoto (abreviado Tanaka) cuyos orígenes se remontan a los tiempos del Shogunato9. Por muchos siglos fueron un clan adinerado que

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La época del Shogunato fue un gobierno militar japonés que abarcó desde el siglo XII hasta 1868, con la llegada de la restauración Meiji. El shōgun (comandante en jefe) es quien lidera el Shogunato, vocablo utilizado en español y que en japonés se llama Bakufu, que literalmente significa "gobierno desde la maku" debido a que en las batallas, quien estuviese al mando, solía estar sentado en una silla ubicada en una tienda de campaña llamada maku. Este periodo histórico de Japón, se caracterizó por una administración social y política que Japón pasó de pertenecer a las elites heianas y al emperador a estar en manos de los samuráis, lo cual implicó largos periodos de guerra y cambios profundos en la estructura cultural, intelectual, moral, política y social del país. Sin embargo, los líderes de los shogunatos mantuvieron el poder central imperial, el cual fue meramente decorativo durante este period o histórico.

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trabajaba para la corte imperial, santuarios y templos, razón por la que tenían mucho poder hasta la era Meiji, donde la gran mayoría de las familias aristocráticas se vinieron a menos. Bajo estas circunstancias contraen matrimonio los padres de Mineko, quienes, debido a esta estrechez económica, tuvieron que hacerse cargo de los abuelos y, eventualmente, entregar a sus 3 primeras hijas (Yaeko, Kikuko y Kuniko) a la okiya Iwasaki. “Cuando una niña se marcha de casa para ingresar en una okiya, sucede lo mismo que si se fuera a un internado. En la mayoría de los casos, va a visitar a sus padres en su tiempo libre y ellos, por su parte, están autorizados para verla cuando lo deseen” (Iwasaki, 2004, p.31). Esta resolución estableció un vínculo estrecho entre la okiya Iwasaki y la familia Tanaka, que más tarde traería diversas consecuencias. En esta etapa del relato, además de introducirnos brevemente a su historia familiar, nos cuenta que sus padres biológicos le dieron el nombre de Masako, así como algunas anécdotas de su niñez de las que extrae lecciones que, más delante, demostrará su utilidad y su importancia dentro de su identidad. Estos detalles, que podrían parecer irrelevantes dentro de la historia de vida como geisha, funcionan para realzar lo que Barthes llamaba el “efecto de realidad”, es decir, como marcadores de “realidad”, característica propia de las autobiografías canónicas. Por ejemplo, Mineko cuenta la anécdota cuando la gallina Nikki la picoteó, narra como el padre la colgó y luego la utilizó de ejemplo para enseñarle a sus hijos que hacerle daño a otros o causarles dolor no es correcto. En estricto rigor, esto no es revelante en el desarrollo de la vida de Mineko, no obstante, la moraleja extraída perduró en ella hasta formar parte de sí. Cuando Mineko tenía 3 años, su hermana Tomiko entró a la okiya Iwasaki como candidata a maiko, en parte por decisión propia y también para limpiar el honor de la familia por

En ciertos aspectos, los shogunatos se asemejan a los feudos que reinaron en Occidente durante la Edad Media, pues la relación entre los jefes samuráis y sus súbditos se asemejaba mucho a la relación entre señor y vasallo; pero en ningún momento deben considerarse equivalentes, pues un súbdito japonés no tenía derecho a tierras como los vasallos.

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la deserción de Yaeko, la hermana mayor. Este evento marca un punto crítico en la vida de Mineko, pues a partir de ese momento es cuando conoce a la okasan de la okiya Iwasaki, la Sra. Oima, quien necesita urgentemente una atotori y ve en Mineko una excelente candidata. Las insistentes visitas de la Sra. Oima son las que presionan a nuestra protagonista a tomar una posición en la que pueda ayudar a sus padres, a pesar que ellos le aclaran que es demasiado pequeña y que los asuntos con Sra. Oima no tienen que ver con ella. En términos del relato de formación de protagonista femenina, interpretamos que Mineko toma una decisión ambigua de ayudar a sus padres a costa de su comodidad, como un reflejo propio de la ambivalencia de la autoimagen en la niñez, en donde los límites del yo y los otros (en este caso, los padres) se borran en la red de relaciones establecidas. Mineko opta por darle el gusto a la Sra. Oima como un método ambiguo para proteger a sus padres de las visitas de la anciana. Finalmente, la insistencia de la Sra. Oima (de ahora en adelante, Tía Oima) tuvo sus frutos, pues tras diversas visitas, a la edad de 4 años Mineko se trasladó de forma definitiva a la okiya Iwasaki. A razón del poco tiempo que Mineko pasó con su familia biológica, para el análisis consideraremos como su núcleo familiar a las personas integrantes de la okiya, donde vivirá hasta su retiro, a los 29 años. Al llegar a su hogar, notó que su nueva familia estaba rígidamente estructurada en dos grupos: el grupo privilegiado, compuesto por la okasan, la atotori, las geiko y las maiko; y el segundo grupo, compuesto por las aprendizas, las criadas y las sirvientas. Esta fue una de las primeras normas que conoció Mineko que rigen la vida en Gion Kobu, las que a su vez determinan el parentesco simbólico entre los integrantes de la okiya. Como parte de este sistema, “cuando una niña es elegida sucesora de una casa y de su nombre, la propietaria la adopta para convertirla en su legítima heredera. En ese caso recibe el apellido de la familia de la okiya y renuncia al suyo para siempre” (p. 31). Acorde a esta norma, tía Oima cambió el nombre

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de Masako a Mineko sin consultarle porque dentro de la familia Iwasaki existía ya una mujer llamada Masako10, quien en algún momento fue considerada como atotori, pero su carácter mordaz y arisco influyó en que fuese descartada para heredar. La situación de cambio de nombre escandalizó a Mineko, lo cual interpretamos como un atentado contra su identidad primaria, en un intento de desidentificarla con su familia biológica y acercarla a la familia de la okiya. Podemos apreciar que a partir de esta corta edad Mineko comienza a ser heterodesignada. Desde este incidente, y luego de una acalorada discusión entre ella, su padre y tía Oima, Mineko decide aceptar su nuevo nombre como un método para, nuevamente, evitarles problemas a sus padres con tía Oima. Más adelante, este mismo afán de autosacrificio para proteger a sus padres, la llevó a alejarse de ellos cuando la visitaban, debido a los ataques de furia de Yaeko, quien como nunca superó el trauma de haber sido entregada a la okiya, guardaba muchísimo rencor hacia sus padres. Eventualmente, Mineko comenzó a adaptarse a la vida en Gion Kobu, pues el apellido Iwasaki le abría muchas puertas dentro del barrio. El comienzo de la primera etapa de aprendizaje de una geisha y de cualquier artista tradicional comienza en la fecha 6-6-6 (sexto día del sexto mes del sexto año de vida) 11, por lo que fue en esa fecha (6 de junio de 1954) cuando Mineko comenzó sus primeras actividades de aprendizaje. Estas parten con aprender a mantener limpio su espacio, en el caso de Mineko, tía Oima le entrega utensilios de limpieza para que se haga cargo del aseo de los lavabos, como un acto simbólico en el que comienza el trabajo de la aprendiza. En Japón, el aseo es uno de los pilares principales en la educación de todas las 10

Masako Iwasaki, apodada como “Vieja Arpía” por Mineko, es hija de Yoneyu, una de las mayores estrellas de la okiya Iwasaki en los años anteriores a la Primera Guerra Mundial, quien también era la atotori en ese entonces. Yoneyu falleció en 1944, dejando sin línea de sucesión a la okiya, lo cual dio paso a Masako como sucesora, pero carecía del carácter adecuado para ejercer tal posición, lo que dejó el espacio para ser ocupado por otra persona. Para la adopción de Mineko, es Masako quien asume el rol de madre ante la ley. 11 Tradicionalmente, en Japón existen dos cuentas de edad. La “europea”, que es la que todos los occidentales conocen; y la tradicional japonesa, la cual cuenta el año “de calendario” que nació la persona como el año 1, por lo que, cuando occidentalmente un niño cumple 1 año edad, según la tradición, tendría 2 años.

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disciplinas tanto tradicionales como no tradicionales, de ahí radica la importancia casi ceremonial que implica el hecho que tía Oima le hubiese enseñado y dado la responsabilidad de mantener limpios los baños. Además, Mineko nos cuenta que adquirir dicha responsabilidad significó para ella sentirse mayor y útil. Luego de encomendársele esta tarea, Mineko fue llevada a la escuela de danza, en donde fue presentada por su familia para dar inicio formalmente a sus clases, las cuales durarían hasta su retiro como geisha. Luego de la fecha simbólica, Mineko comenzó a recibir las clases obligatorias que deben recibir todas las geishas: caligrafía, canto, koto, shamisen; como también la instrucción de tía Oima respecto a los derechos y deberes de una atotori, lo que incluyó comenzar a utilizar el dialecto de Gion Kobu, cosa que para nuestra protagonista era un punto de resistencia a la norma del ser geisha. El día 6-6-6 es el punto de inflexión en el cual Mineko comienza a amoldar su identidad a las normas que rigen las vidas de las geishas. Siguiendo la teoría de los relatos de formación de protagonista femenina, Mineko es considerada un ser pasivo que es moldeado según lo que se espera de ella, a pesar que su carácter es menos dócil de lo que su medio cree. Aunque, a diferencia de lo que ocurre en los relatos de formación de protagonista femenina, Mineko sí recibe una formación intelectual intensa, pero ella ve limitada sus opciones a la hora de qué puede hacer y/o estudiar al área de conocimiento propio del Karyukai, igualmente termina siendo un individuo que para poder realizar actividades ajenas a lo que la norma considera propio de las geishas, debe precisamente escapar de dichas limitaciones, ya sea evadiendo (por ejemplo, la manía de Mineko por encerrarse en el armario, o su casi obsesión por la perfección en el baile) o rompiéndolas deliberadamente (por ejemplo, cuando decide jugar básquetbol en la escuela, o con la publicación de su autobiografía, que rompe el mutismo tradicional de los rituales de formación de una geisha). Asimismo, Mineko es solo un engranaje más dentro de la maquinaria del

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Karyukai, lo cual la posiciona en un sitio de pasividad que depende de la mediación de terceros, algo propio de la cultura japonesa que se acentúa en el Karyukai. El “mundo de la flor y el sauce” es una sociedad diferente, con sus propias normas y leyes, con sus propios ritos y ceremonias. (…) En Japón, la mayoría de las relaciones largas, como las que se establecen entre hombre y mujer o entre maestro y discípulo, son concertadas por una tercera que continúa actuando como mediadora incluso después de que el vínculo se ha formalizado. (p.305)

A la edad de 6 años, Mineko tuvo su primera presentación en público, en donde cometió un error visible del cual ella no se percató. Debido a su orgullo, achacó el error a sus compañeras, las que, naturalmente, se molestaron. No fue sino cuando su maestra le indicó que no debía sentirse mal por el error que ella cometió, cuando se percató de su equivocación. En este evento podemos apreciar que el carácter de Mineko es indócil, orgulloso e intolerante al fracaso; pues sólo se subordina ante alguien que ella reconoce como superior, algo que es propio de la cultura japonesa, pero inesperado en una geiko (o en este caso, aspirante a maiko), puesto que las geishas deben ser mujeres diplomáticas y dispuesta a complacer a los demás. “Una geiko de categoría es un delicado sauce que se inclina a merced de la voluntad ajena, mientras que yo siempre he sido terca, rebelde y extremadamente orgullosa” (p.13). Este primer error es relevante en la historia de nuestra protagonista porque le deja una importante enseñanza acerca de los propios de errores y a enfrentar el fracaso con humildad sin rendirse, característica que a partir de este punto mantiene como parte de su identidad 12. 4 años más tarde, Mineko recibe el otome13 de parte de la gran maestra o iemoto. Si bien 12

Según los estudios de dimensiones culturales de M. Montt & J. Rehner (2012), se distinguen distintas dimensiones dicotómicas que permiten analizar y comparar en grandes rasgos distintas culturas. Dentro de estas dicotomías, la comparación individualismo vs. colectivismo buscar mostrar el grado de compromiso de un individuo (sea el líder o un integrante más) con su grupo humano a la hora de realizar alguna actividad en conjunto. Se muestra que en Japón las relaciones personales, la búsqueda de cooperación y trabajo en equipo entre los distintos integrantes de una colectividad tienen mucho más valor dentro de su cultura que en otras sociedades orientales y occidentales, aunque ello no significa que haya, necesariamente, una mayor disposición a cooperar. Lo que se destaca dentro de la sociedad japonesa es la buena relación con los otros para llevar a cabo un fin común, en donde es habitual que el líder de un grupo consulte a los demás para la correcta ejecución de una tarea y esté dispuesto a asumir la responsabilidad en nombre de su grupo. 13 “Otome, que significa “¡para!”, es un castigo exclusivo de la escuela Inoue. Cuando la profesora pronuncia el

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la razón de tal castigo fue por un error de una asistente con los nombres de las danzas, nuestra protagonista tuvo que asumirlo y pagar por ello. Mineko ya llevaba una carga anímica muy fuerte por haberse desligado de su familia biológica en el juicio definitivo realizado el día anterior, en donde ella misma decidió dejar a sus padres con tal de poder quedarse en la okiya Iwasaki y seguir el camino de la danza. Sin embargo, tomar tal decisión la hizo sentir muy culpable, como una traidora por haber herido a sus padres al punto de declararse muerta ante ellos y, luego, intentar suicidarse. Mineko en realidad estaba confundida, pues en primera instancia se fue a la okiya para proteger a sus padres de Tía Oima, pero finalmente optó por desprenderse de su familia biológica para entregarse a su pasión por la danza, una contradicción si consideramos que ella, en el fondo, buscaba un punto medio entre ambas familias. También su introversión que llegaba casi hasta la autocensura, le impide encontrar una alternativa a la dicotomía de o ser Iwasaki o ser Tanaka, la cual quizás podría haber encontrado si hubiese conversado sobre sus sentimientos y deseos con sus mayores. Si miro atrás, descubro que jamás he sido tan feliz como cuando vivía con mis padres. A pesar de mi corta edad, me sentía segura y libre, y me permitían hacer cuanto deseaba. Pero desde el momento que dejé mi hogar, a los cuatro años, nunca más disfruté de esa libertad y tuve que dedicarme por entero a complacer a otros. Mis alegrías y triunfos posteriores quedaron teñidos de ambivalencia y empañados por un trasfondo oscuro, incluso trágico, que llegó a determinar mi personalidad. (p. 14)

En ambos episodios relevantes, podemos percatarnos de otro giro de la personalidad de Mineko, quien, a pesar de estar pasando por una pequeña crisis personal decide no rendirse ante su sensación de soledad por cortar relaciones con su familia sanguínea y por la suspensión indefinida que le había sido otorgada, todo motivado por su gran pasión por la danza. “Fuera como fuese, el baile era un vehículo adecuado para expresar mi determinación y mi orgullo. Además, puesto que todavía echaba muchos de menos a mis padres, la danza se convirtió en una otome, una debe detenerse de inmediato y marcharse del estudio. Es una suspensión indefinida, ya que no se te indica cuando puedes volver” (Iwasaki, 2004, p. 137).

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válvula de escape para mi energía emocional reprimida” (p. 113). Mineko aprende a rebelarse contra la adversidad para concretar sus objetivos, no obstante, el precio a pagar fueron las relaciones íntimas con su familia; lo cual produce en ella independencia y también un vacío que marca su proceso de formación. La danza se volvió su mecanismo de sobrevivencia y, con el tiempo, sería también su yugo; al verse designada por terceros como Iwasaki, y en el futuro, como geisha, se ve obligada a actuar como la atotori de la okiya más importante de Gion Kobu antes las demás personas incluso en sus momentos de relajo. Los eventos descritos hasta ahora han sido seleccionados por nuestra yo-narradora porque ella misma los considera parte sustancial de la formación de aprendizaje y de su identidad. Tanto por su carácter natural como por su crianza para geisha, Mineko siempre tendió a priorizar el bienestar de sus seres queridos antes que su propia conveniencia. A los 12 años, ella tuvo su primer encuentro con la muerte cuando su sobrino (hijo de Yaeko) y amigo Masayuki muere ahogado en el canal que bordea la casa del antiguo hogar de Mineko. Esto produce en nuestra protagonista un profundo pesar, el cual hace aflorar una negación de sí misma al punto de desear haber muerto ella en lugar de su amigo. En términos de María Inés Lagos, las relaciones con otros son importantísimas en la formación de identidad de las mujeres, por lo que esta negación del yo en aras del bienestar de quienes la rodean ayuda a que las niñas consideren sus intereses como secundarios. Mineko no es la excepción, y en medio de la terrible tragedia que significó para su familia biológica, ella optó por una actitud estoica para no empeorar más el dolor de sus padres y la situación con Yaeko, quien descargó su ira sobre Mineko. Traté de permanecer serena, ya que pensé que era lo que mi padre esperaba de mí. Él no hubiera querido que yo me humillase llorando, y también tía Oima habría deseado que mantuviera la compostura. Por lo tanto, decidí que no había mejor manera de honrar a las dos familias que ocultar mis pensamientos. (p. 145)

Además del fallecido Masayuki, Yaeko tenía otro hijo 3 años mayor que Mineko, llamado

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Mamoru, quién también vivía con la familia biológica. Después de este incidente, Yaeko no quiso que su ahora único hijo siguiera viviendo con sus padres por lo que decidió llevarlo a vivir a la okiya, lo cual significaba una flagrante trasgresión a las reglas del Karyukai. Ningún varón puede vivir en la okiya ni quedarse a dormir una noche, pues es mal visto y pone en entredicho a las habitantes; en ese sentido, la presencia masculina desequilibra el espacio de mujeres en el que se desenvuelven las geishas. Por lo mismo, cuando una habitante de la okiya quedaba embarazada, se deseaba que el bebé fuese niña, pues de lo contrario, su madre debe irse a vivir a otro sitio con su hijo, o darlo en adopción. Yaeko, hasta antes de la muerte de Masayuki, había optado por seguir esta regla y dejar a sus hijos con sus abuelos; sin embargo, tras la pérdida de su hijo menor, ella transgrede la regla para alejar a su hijo sobreviviente de un lugar que considera peligroso. Cabe mencionar que, a diferencia de lo que ocurre en los relatos de formación de protagonista femenina en donde la protagonista es una excepción a la norma, en Vida de una Geisha es Mineko quien se esfuerza por seguir las normas del Karyukai y Yaeko quien las trasgredía constantemente. Desde un principio, cuando Yaeko aún era geiko y atotori 14 de la okiya Iwasaki, ella decidió abandonarla sin haber terminado de saldar sus deudas para casarse. Como su matrimonio fracasó, ella regresó a la okiya con dos niños y más deudas adquiridas de su ex marido, con la intención de reclamar su puesto de heredera para poder saldarlas y así seguir trabajando como geiko. No obstante, esto es técnicamente imposible para ella pues, al casarse perdió su apellido Iwasaki por Uehara (el de su marido) y, además, una geiko que abandona su profesión queda con su carrera truncada; sin contar que alguien que ha abandonado una okiya no está autorizado a regresar. No obstante, utilizó el interés que tía Oima tenía por Mineko como 14

Yaeko, a diferencia de Mineko, no fue adoptada de pequeña por la Okiya Iwasaki, sino cuando ya era maiko, pues en ese momento la okiya no contaba con una atotori. No obstante, fue destituida luego de abandonar su trabajo (Iwasaki, 2004, p. 77).

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moneda de cambio para que sus padres accedieran a cuidar a sus hijos y de este modo volver a trabajar como geiko de la okiya Iwasaki para pagar sus deudas, lo que acarreó otra trasgresión de parte de Yaeko: como no tenía quimonos para trabajar, hurtó los que guardaba su hermana Tomiko, una invasión de la intimidad que es considerada una ofensa tan grande como si la hubiese golpeado. Durante su estadía en la okiya, continuó infringiendo las normas y las reglas del Karyukai: habitualmente escurría amantes a su dormitorio y, luego de la muerte de su hijo Masayuki, lleva a vivir a Mamoru a la okiya siendo esta la última trasgresión mientras vivió con las Iwasaki. Esta serie de infracciones, sumado al carácter grosero, egoísta e irresponsable de Yaeko, la convertían en una persona no grata para convivir. Sin embargo, era tolerada para mantener la armonía, evitar los escándalos que pudiesen mancillar la reputación de la okiya y sus habitantes y porque Yaeko era la hermana de Mineko, la atotori, por lo que Tía Oima se sentía obligada a comportarse con cierto decoro. Por su parte, para intentar controlarla, decidieron darle a Yaeko la responsabilidad de ser la onesan de Mineko, cosa que, más que ayudarla en su carrera, terminó siendo un peso. Luego que Mamoru se instalara a vivir en la okiya, no tardaron en producirse diversos inconvenientes, “aunque no fuese un adulto, su energía alteraba la atmósfera de la okiya. Ya no me parecía un sitio tan seguro como antes. Además, la forma en que bromeaba conmigo hacía que me sintiese incómoda” (p. 147). Esta situación fue en ascenso hasta que llegó a su punto álgido: Mamoru se deslizó en el vestuario junto al baño cuando Mineko se quitaba la ropa para bañarse, se abalanzó sobre ella e intentó violarla. Kuniko entró en ese momento para traerle una toalla limpia y una muda de ropa, fue entonces que, gracias a ella, Mamoru no pudo concretar su fechoría. El intento de violación por parte de su sobrino es un hito en la vida de Mineko, una mala experiencia difícil de olvidar cuyas consecuencias repercuten en sus relaciones con el sexo

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opuesto. A medida que el relato avanza, se puede observar como este hito la lleva a cuestionarse cosas de su personalidad, del trato hacia los otros y cómo poder superarlo. Este episodio también contrajo consecuencias para Yaeko y su hijo, quienes inmediatamente fueron expulsados de la okiya. El trabajo como geiko de Yaeko fue limitado de tal forma que prácticamente no pudo ejercer por 3 años, y sus responsabilidades como onesan le fueron exonerados de hecho, pero no de nombre, para evitar posibles deshonras a la reputación de Mineko. Este fuerte castigo demuestra que la razón de ser de las reglas existentes en el Karyukai son, en gran parte, para evitar situaciones desagradables como las vividas por Mineko; así como los sistemas jerárquicos de poder funcionan de tal forma que aquellas personas poderosas del Karyukai pueden decidir y controlar que el sistema funcione correctamente, reemplazando y/o castigando a aquellos que transgredan la regla establecida. Es este mismo grupo de personas poderosas el que protege a Mineko por sobre Yaeko, quien ha perdido las pocas atribuciones que le quedaban. Se demuestra, entonces, como las redes de relaciones pueden influir en la vida de los habitantes de Gion Kobu, donde, como cuenta Mineko, nada pasa desapercibido. Las normas regulatorias propias del Karyukai fueron arraigándose con la intención de proteger a las trabajadoras y darles mayor independencia en una época en la que la mujer dependía ciento por ciento del hombre. Con el tiempo, estas normas implícitas se regularon con instituciones, pero aún así muchas de ellas persisten sin estar necesariamente reafirmadas por la legalidad. No obstante, su desactualización con la época actual las ha convertido en normas más bien restrictivas respecto de la independencia que una mujer puede aspirar hoy en día. A los 14 años ocurre otro hito significativo en la vida de una mujer: la llegada de la menarquia. El acontecimiento fue recibido con un gran festejo, cosa habitual en Japón, en el cual Mineko fue visitada y felicitada por mucha gente de todas partes de Gion Kobu. Esta celebración

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la incomodó mucho como suele ocurrirle a las jovencitas de su edad, le molestó que todo el mundo supiese lo que le estaba pasando. Asimismo, la celebración de momentos incómodos ya le parecía algo recurrente por el recuerdo del día de la adopción, en el cual también se vio obligada a festejar en un momento en que no se sentía bien. La llegada de la menstruación marca el momento en que la persona deja la infancia para comenzar a adentrarse en la adultez, sin embargo, podemos interpretar que en Mineko dicho evento está más bien relacionado con un cambio físico, pues emocional y mentalmente su proceso hacia la adultez había comenzado mucho antes. A esta misma edad comienzan los primeros cuestionamientos de las normas explícitas e implícitas que rigen la vida del Karyukai en todo aspecto, con un acto trasgresor: debido que las aspirantes a geiko no deben realizar actividades físicas que puedan causarles lesiones, Mineko tenía prohibido los deportes y actividades similares. Sin embargo, ella se inscribe en el club de basquetbol de su escuela a espaldas de la okiya, se convierte en una excelente jugadora y su equipo queda segundo en el torneo regional. A pesar de la habilidad de Mineko en los deportes y su éxito en ellos, nunca pudo compartir su afición con su familia pues el sólo el hecho de plantear tal idea hubiese sido considerado extremadamente escandaloso. Los 15 años de Mineko estuvieron marcados por muchos eventos importantes en su vida profesional y personal, los cuales le abrieron los ojos a distintos aspectos que, hasta entonces, habían pasado desapercibidos para ella. El primero ocurre en su último año de aficionada, cuando la gran maestra la llama a examen para maiko, a pesar que Mineko tenía planeado darlo el año siguiente. Ella aceptó aunque no se encontraba en su mejor momento, pues tía Oima había caído enferma y estaba postrada en cama, cosa que afectaba los ánimos de Mineko. Sin embargo, al darle la noticia, se dio cuenta cuán importante era para tía Oima verla convertida en maiko, Mineko relata “por primera vez entendí lo importante que era para ella que me convirtiese en

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maiko y aquel descubrimiento me conmocionó. No había estado prestando atención” (p. 160). El 15 de diciembre Mineko aprobó el examen y consiguió el primer lugar de la lista de examinadas, motivo que la llenaba de alegría pero que también la entristecía por las que habían reprobado, pues muchas aspirantes a maiko estaban dando el examen por última vez y, si no aprobaban, debían abandonar su carrera dentro del Karyukai. Los dos días que mediaron entre el anuncio del examen y el examen mismo, Mineko practicó casi sin parar guiada por Masako, su madre adoptiva, quien la llevó a celebrar su triunfo junto a sus amigas a un restaurante. Tardaron muchísimo en llegar porque Masako se detenía a agradecer y anunciar el triunfo de Mineko a todo aquel que se le cruzase: Se sentía en deuda con todo el mundo, porque, al igual que muchos japoneses, pensaba que se necesita un pueblo entero para educar una criatura. Yo no era el resultado de un individuo concreto, sino del esfuerzo de una comunidad: Gion Kobu. (p. 165)

Esta situación demuestra, una vez más, como las redes de relaciones en la comunidad están imbricadas incluso en los triunfos y derrotas de uno de sus individuos, considerándose estos como parte de la comunidad. Mineko es parte integrante de este colectivo, a quienes les afectará directa o indirectamente lo que a ella le suceda, ya sea porque han estado involucrados en su crecimiento o bien han sido espectadores de su vida. En las instancias de la celebración, Mineko pensó en torno al esfuerzo que Masako había puesto en su triunfo y recordó que nunca la había llamado “madre” en los 5 años que llevaba como hija adoptada. En el momento de la adopción, yo había decidido que jamás la llamaría “madre”. Pero ya no estaba tan segura. ¿Como debía interpretar la forma en que se había desvivido por mi en los últimos dos días y su interés en que triunfase? Una verdadera madre no se habría esforzado más. (p. 166 - 167)

Interpretamos que, durante los 5 primeros años de la adopción de Mineko, ella se sentía sin una identidad fija, pues por una parte ya no pertenecía a los Tanaka, pero tampoco se sentía

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compenetrada con los Iwasaki. En la okiya no existe una figura que pueda asociarse al padre, y Masako, quien era su madre legal, tampoco le era muy cercana en ese entonces, pues desde que Mineko llegó a la okiya nunca congenió del todo con Masako. En consecuencia, durante este tiempo, la imagen materna para Mineko estaba compuesta por una mezcla entre tía Oima, Kuniko y madre Sakaguchi15, mezcla que, no obstante, nunca pudo llenar la ausencia de sus padres biológicos. La identidad de Mineko, a partir de su decisión de reconocer como su madre a Masako, toma un giro que la acerca hacia las Iwasaki y que demuestra madurez de parte de nuestra protagonista. Este hecho, además, altera la relación entre Masako y Mineko de forma positiva, quienes a partir de ese momento comienzan a cultivar una relación madre-hija más cercana que converge en una identidad a la que aferrarse y un modelo a seguir para Mineko. Como modelo materno dentro del mundo de las geishas, Masako le incentivó los valores esperables en una mujer del Karyukai: independencia respecto a los varones y profesionalismo; siguiendo los análisis de María Inés Lagos, como modelo materno, Masako cumplía con el rol de perpetuar en su hija el código de conducta propio de una geisha con sus limitaciones y libertades, tal como las madres occidentales lo hacen con sus hijas en los relatos de formación de protagonista femenina. No obstante, a pesar de una presencia materna que le sugería seguir el modelo de una geisha perfecta, Mineko aún sentía dudas en su interior, “(...) la idea de convertirme en maiko me suscitaba sentimientos contradictorios, pues todavía no estaba segura de que fuese mi auténtica vocación y, si bien era cierto que me gustaba bailar, también quería hacer el bachillerato.” (p. 167

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Kanoko Sakaguchi, conocida como madre Sakaguchi, era una de las 5 personas más influyentes y poderosas dentro de Gion Kobu. Ostentaba el título de koken, similar al de regente o tutor, que obtuvo por su dedicación a la música, al punto que quienes quisiesen cultivar el estilo de percusión japonesa ohayashi, debía ser autorizados por ella. Era además atotori de la okiya Sakaguchi, pero nunca se dedicó a administrarla. En palabras de tía Oima, madre Sakaguchi era su jefa, pues la okiya Iwasaki es una rama de la okiya Sakaguchi. Su rol en la sociedad de Gion Kobu era similar al de una “madrina” del barrio, a quien todos acudían a pedir ayuda, consejo y mediación.

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– 168). Pero nuevamente la voluntad de autosacrificio emerge en Mineko, quien al ver a tía Oima feliz por su progreso, se deja llevar por los acontecimientos. Ella misma nos cuenta que todo pasó tan rápido que en realidad no tuvo tiempo para la introspección, los pocos momentos libres los pasó cuidando a tía Oima, quien murió un mes después que Mineko aprobara el examen. A la semana de la muerte de tía Oima, Mineko tenía programado una sesión fotográfica, por lo que madre Sakaguchi acudió a alistarla para la sesión. Al ver la mirada de orgullo de la anciana, Mineko reaccionó y tomó conciencia de la muerte de tía Oima, razón por la que estuvo llorando por dos horas antes que madre Sakaguchi pudiese comenzar a maquillarla. Aquel día Mineko luciría su primer peinado formal, situación que la hacía sentirse adulta y majestuosa, lo cual gatilló en ella percatarse del cambio que estaba viviendo por medio del ritual que implicaba que madre Sakaguchi la fuese a maquillar, y así también de la ausencia de tía Oima a partir de ese momento, quien era una de sus mayores influencias maternas; interpretamos que sintió el peso de su responsabilidad como atotori y de la nueva fase a la que se adentraba, en donde debía dejar atrás la infancia definitivamente. Cabe mencionar también que, aunque murió tía Oima, en ningún momento se da entender que se tome un tiempo de luto ni que se cancelen por un tiempo los eventos importantes de la okiya, como el minarai de Mineko, por ejemplo. Parece ser que la conocida sentencia occidental “el show debe continuar” no sólo se espera en las geishas en particular, sino también al conjunto, es decir, la okiya: la comunidad sancionará a la okiya por una expresión demasiado notoria de sentimentalismos, pues la expresión de sentimientos como el luto o la satisfacción se consideran sociales antes que personales, por lo que es mal visto que se expresen notoriamente en público16. Esta norma social afecta el funcionamiento de la

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Según M. Montt & J. Rehner (2012), las dimensiones dicotómicas neutral vs. emocional, pretenden evaluar en qué medida los sentimientos son mostrados públicamente en una cultura determinada. En el caso de Japón, se considera que ellos mantienen un comportamiento marcadamente neutral, es decir, una tendencia a no mostrar sus emociones en público; actitud que en Occidente y otras naciones orientales muchas veces se considera una formalidad

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comunidad, la mantiene en movimiento a pesar de las adversidades que se presenten, para que todos los eventos programados sigan su curso; los integrantes de la comunidad deben continuar reproduciendo sus actuaciones y pasar por alto su individualidad en pro del colectivo.

extremada.

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CAPÍTULO 3. Adolescencia: el arduo camino de una maiko. El ritual de minarai de Mineko ocurrió el 15 de febrero de 1965, un mes después de la muerte de tía Oima. Minarai significa “aprender mediante la observación”, nos explica Mineko: Es una gran oportunidad para que la futura geiko se familiarice con el funcionamiento de los ochaya, ya que asiste a banquetes todas las noches, vestida con el traje profesional, y en ellos observa los complejos matices de la conducta, la etiqueta, el porte y las dotes para la conversación que pronto ella deberá demostrar. (p. 169)

Este rito consiste, para la maiko, llevar un tipo particular de quimono cuyas medidas en general son más cortas que el quimono de una maiko más experimentada, y en general, debe observar a su onesan y a sus compañeras más avanzadas. La duración de esta etapa es de uno o dos meses, y luego da pasó al misedashi o debut formal. Misedashi significa literalmente “abierto al público”, pues indica que la joven maiko puede comenzar a trabajar profesionalmente. Los quimonos de misedashi se utilizan por 6 días, para luego dar paso a los trajes formales que utilizará hasta convertirse en geiko. Volviendo al minarai de Mineko, ella dedica todo un capítulo a contextualizarnos acerca del ambiente, los lugares y las personas con las que compartirá durante el ejercicio de su profesión, y a explicar el proceso de vestimenta, maquillaje y preparación; para luego conectarlo con la historia de su propio minarai, permitiéndonos entender la cantidad de trabajo y de personas que hay detrás de este rito. Cuando Mineko estuvo lista para salir hacia el ochaya Fusanoya, descubrió que en las puertas de la okiya había una multitud de gente esperando verla, lo cual le causó confusión pues no quería ser el centro de atención de tantas miradas. Finalmente, Kuniko le recordó que su minarai era una de las cosas que tía Oima más le hubiese gustado ver si hubiese estado viva, lo cual hizo eco en su mente y decidió salir al público en nombre de sus padres y de tía Oima. Nuevamente tenemos a Mineko haciendo algo en contra de sus deseos por amor a otros, lo cual la impulsó a atravesar este nuevo rito de transición.

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No obstante, el tiempo que se demoró en salir de la okiya le significó llegar tarde al ochaya, situación que el otosan17 de la misma no tardó en corregirle. “Tu impuntualidad es imperdonable, jovencita, sobre todo el primer día. Demuestra una falta de entrega y sentido del deber. Ahora eres una minarai y debes comportarte como tal” (p.184). Luego, además le corrige el dialecto con el que habla, puesto que Mineko aún no era capaz de dominar el estilo de Gion Kobu. Interpretamos que Mineko es corregida porque se desvía de la norma que rige la conducta de una maiko, puesto que en su minarai (y luego, en su misedashi) se espera que demuestre un ejemplo de cómo llevar y ejecutar la norma correctamente. Si ella no es capaz de presentar una correcta actuación, no sólo ella será sancionada socialmente, también quienes están involucrados en su formación: la okiya, la gran maestra, el ochaya, etc. Mineko cuenta la historia de sus primeros ozashiki como anécdotas en donde su inexperiencia e ingenuidad queda a la vista provocando situaciones embarazosas y graciosas, que más tarde incluso le granjearían clientes ansiosos por conocerla. Sin embargo, el rápido éxito que estaba alcanzando Mineko sin siquiera ser maiko oficial despertó envidias entre sus compañeras, pues nuestra protagonista había sido escogida para dos importantes sesiones fotográficas: la fotografía central del programa de los Miyako Odori y para ser el rostro oficial de la Asociación de Vendedores de Quimonos. Esta última fotografía fue la primera que dio inicio a las envidias e intrigas de las que sería víctima Mineko durante sus siguientes 5 años como maiko, pues para darle ese trabajo habían despedido a otra maiko recién electa. Aunque nuestra protagonista no quisiese ese trabajo para evitar las envidias, era algo sobre lo que ella no podía decidir, pues la determinación no pasaba por ella, “(…) la rigidez del sistema hizo que me sintiese frustrada durante años, la rivalidad me causó una profunda tristeza” (p. 192). Al ver el rechazo del que era 17

Otosan significa “padre”, y es el nombre que recibe el dueño del ochaya, así como su esposa es llamada okasan (madre).

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víctima, Mineko hace un trabajo de introspección para buscar la forma de invertir la envidia en admiración, a través de la identificación de sus debilidades y posibles correcciones. Al revisar la lista que presenta Mineko, podemos notar que ella busca ceñirse aún más al modelo para alcanzar ser la maiko número uno, pues de esta forma ella creyó que sus compañeras buscarían imitarla. Así, Mineko comienza un proceso conciente de autocensura, el cual regula ciertas conductas que el sistema no admite en una geisha por medio de la presión y disciplina que ella se auto-impone para alcanzar su meta de ser la número uno. El día 26 de marzo de 1965 ocurrió el misedashi de Mineko, ritual que comienza con el maquillaje de la maiko de parte de su onesan. En el caso de nuestra protagonista, como Yaeko tenía prohibido acercársele, este trabajo fue asumido por madre Sakaguchi, para luego ser vestida por el otokoshi o encargado de vestuario con un quimono formal con emblemas de la casa Iwasaki. Una vez estuvo lista, junto a una delegación de la okiya fueron a realizar las visitas protocolares a la iemoto o gran maestra, propietarios de ochaya, geikos mayores y clientes importantes. También se realizó la ceremonia de osakazuki, en donde se formaliza el vínculo entre la joven maiko y su onesan. En el caso de Mineko, se repite la situación anterior, en donde madre Sakaguchi suple el lugar de Yaeko, dándole a esta un lugar secundario debido al castigo vigente sobre ella. Al ser oficialmente una maiko, Mineko dejó de ir al ochaya Fusanoya, pues ahora las solicitudes llegaban a la okiya. Así llegó su primer trabajo como maiko, en el ochaya más famoso de Gion Kobu, el Ichirikitei, en donde se topó con Yaeko. Una buena onesan se encarga de que sus hermanas menores den una buena impresión para que estos mismos clientes la llamen en el futuro, sin embargo, Yaeko demuestra su alevosía hacia Mineko difamando sobre ella delante de los nuevos clientes. Este fue uno de los muchos momentos incómodos provocados por envidias e intrigas que forman parte del lado negativo del mundo de las geishas; los cuales

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podrían haberla amedrentado para finalmente dejar el camino del Karyukai; sin embargo, Mineko demuestra cada vez más entereza y no se deja vencer por las adversidades. También el apoyo de muchos de sus buenos clientes (y amigos) en más de una ocasión le ayudó a sentirse reconfortada después de estas situaciones. La vida de Mineko era muy vertiginosa, en especial si consideramos que era una adolescente de 15 años. Su rutina comenzaba a la 6 de la mañana, hora a la que se levantaba para ensayar la pieza de baile que estaba estudiando, luego, sin tomar desayuno, se iba a sus clases en el instituto Nyokoba para estar allí a las 8: 20 horas, después de sus clases procuraba realizar visitas de rigor a los distintos ochaya para mantener los lazos comerciales, confirmar citas, etc. Luego de almorzar, debía presentarse para los ensayos de los distintos festivales a los que era convocada, sesiones fotográficas o espectáculos fuera de Kioto y finalmente debía acudir a los ozashiki, los cuales terminaban entre la una y las dos la madrugada, hora a la que llegaba a la okiya a bañarse, practicar lo aprendido durante el día y leer un poco antes de dormir, a las 3 de la madrugada. Esta apretada agenda no le permitía llevar una vida normal de adolescente, tampoco sentía interés por los chicos debido al trauma por el intento de violación de Mamoru; ni tenía amigas en su medio pues el ambiente lleno de intrigas y envidias no le causaban confianza suficiente como para estrechar lazos cercanos. Esto se traduce en que llevaba una vida solitaria, sin amigos ni amigas, en donde su prioridad era su carrera; además como no le gustaba estar ociosa, ella misma se esforzaba en mantener su agenda siempre ocupada. Este afán de Mineko por ceñirse a las imposiciones que el modelo exige demuestra como ella se identifica y aspira concientemente ser lo que dicta el ideal de geisha sin reparar en los posibles costos en su salud, crecimiento personal, vida social, etc.; a diferencia de lo que ocurre en los relatos de formación de protagonista femenina, en donde las niñas tienden a salirse de la

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norma o seguirla contra su voluntad como mecanismo de sobrevivencia en un sistema que les exige ser dependientes de otros. En ese sentido, el sistema de formación de las geishas las motiva a ser más “independientes” que las demás mujeres de su sociedad, por lo que para Mineko, su proceso de formación se acerca al bildungsroman en tanto que ella esta siendo preparada para ser una persona “independiente” del resto, y no dependiente como se espera de la mujer no-geisha en Japón o de las mujeres occidentales. Sin embargo, se acerca al relato de formación de protagonista femenina en cuanto que Mineko busca esta perfección en sí misma con el fin de mejorar las relaciones sociales con sus compañeras maikos y demás integrantes de Gion Kobu, pues la vida en este barrio y en su profesión necesitan del establecimiento y mantenimiento de relaciones armónicas entre todos los integrantes, pues aunque finalmente consiguiese la “independencia” que le ofrece el sistema de geishas, siempre necesitará mantener las relaciones creadas en Gion Kobu tanto para trabajar como vivir. El contraejemplo de esta situación es Yaeko quien, aunque en sus tiempos de estrellato como geiko había establecido buenas relaciones con Gion Kobu, al abandonar su carrera no sólo la truncó, sino que al regresar tampoco se esforzó en recuperar, establecer y/o mantener las antiguas relaciones que le permitieron el éxito en el pasado y, al contrario, su actitud terminó por disolver las pocas relaciones sociales influyentes que le quedaban, lo cual se tradujo en sanciones sociales que la marginaron en gran medida del sistema del Karyukai. No pasó mucho tiempo antes que Mineko empezara a percibir las deficiencias del sistema al que se aferraba. La primera necesidad que notó fue que la formación que reciben las geikos es insuficiente académicamente, pues las preparaban para entretener a líderes mundiales pero no les enseñaban idiomas ni otras herramientas para comunicarse con ellos. Poco después de convertirme en maiko fui a la Kabukai y me quejé de que no nos enseñasen lenguas extranjeras. Me sugirieron que contratase un profesor particular, cosa que hice, pero era evidente que no entendían mi posición. Sin embargo, el hecho de ser miembro del Karyukai me

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permitió acceder a una educación inusual que en cualquier otra parte me hubiera resultado difícil recibir. (p. 212)

Desde que se convirtió en maiko, Mineko empezó a acumular disconformidades en tornos al sistema que rige la vida del Karyukai, además de las primeras dudas vocacionales que sintió meses antes de su minarai. Muchas veces, como en la situación citada, ella dio a conocer su punto de vista a las autoridades a cargo, pero nunca la tomaron demasiado en serio, como sucedió cuando descubrió que la Kabukai utilizaba una fotografía de ella con fines publicitarios sin su autorización. Un día que me encontraba en la estación de Kioto para tomar un tren con destino a Tokio, descubrí que mi rostro estaba por todas partes y que incluso en los quioscos vendían bolsas con mi retrato para publicitar la ciudad de Kioto. Yo nunca había visto aquella fotografía y, desde luego, no había dado mi autorización para que la usasen. Me indigné. Al día siguiente entré en la sede de la Kabukai hecha una furia. - ¿Cómo se han atrevido a usar una foto mía sin mi autorización? –exclamé. Yo tenía quince años, pero el hombre que estaba al otro lado del mostrador me habló como si tuviera cuatro. - Vamos, vamos, Mine-chan, no dejes que esas preocupaciones de adulto entren en tu bonita cabeza. Considéralo el precio de la fama. (p. 232)

Podemos observar que Mineko es tratada como un objeto, en cuanto que su opinión tanto sobre ella misma y su imagen, como sobre otros temas relacionados con la profesión de geisha no son considerados por las autoridades pertinentes, quienes finalmente deciden por los demás sin considerarles. En ese aspecto, el cuestionamiento de Mineko sobre el uso y abuso que el sistema ejerce sobre los individuos que lo mantienen (entiéndase, geishas, tramoyas, actores, músicos, etc.) rompe el silencio y la obediencia ciega que se espera de éstos, y en especial de las bellas geishas. De hecho, Mineko nunca consiguió que dejasen de usar sus fotos sin permiso, ni se enteró que otras geishas hiciesen el mismo reclamo, pues el sistema espera de ellas que actúen como un ente pasivo que puede ser utilizado a conveniencia sin derecho a replica, cuya única obligación es ser “la cara bonita” de Kioto. Estas situaciones se contradicen con el objetivo de la Kabukai de otorgar independencia y seguridad laboral a los y las artistas del Karyukai, quienes

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finalmente deben depender de él y tolerar toda clase de situaciones para mantener esta supuesta independencia. En general, las decisiones pasan por los grupúsculos de poder que componen la Kabukai, como los y las grandes maestros y maestras, los presidentes de asociaciones como la Asociación de Ochaya, de Vendedores de Quimonos, Concejales, el Gobernador de Kioto, etc.; son quienes controlan la maquinaria del Karyukai y sus relaciones, dan reconocimientos y sanciones a los integrantes según su comportamiento, e ignoran las opiniones divergentes, como sucedía con Mineko. Así, toda posible crítica al sistema es subestimada por la Kabukai, lo cual se acentúa si consideramos que muy posiblemente Mineko haya sido una de las pocas geishas que manifestara su descontento hacia ciertas prácticas al parecer ya institucionalizadas dentro del Karyukai. Esto nos habla que probablemente no exista un cuestionamiento dentro de los miembros de este sistema, y de existir, se realiza de forma solapada, autocensurando su propia opinión para no perder los privilegios que otorga el status quo y mantener las relaciones sociales de forma armónica. Esta falta de iniciativa, en especial de parte de las geishas, coincide con lo que se aprecia en los relatos de formación de protagonista femenina en donde a las niñas se les inculca que no deben ser ni agresivas ni tener ideas propias, al igual como todo el engranaje del Karyukai espera de las geishas. En este sentido, Mineko se rebela al presentar directamente sus ideas y opiniones a las autoridades correspondientes, pero sus sugerencias son ignoradas, pues “la niña fuerte y decidida se estrella contra limitaciones y prescripciones” (Lagos, 1996, p. 83). Si sumamos el hecho que nuestra protagonista es una mujer en una profesión que la cosifica como objeto estético, representativo de una cultura, en una sociedad patriarcal como la sociedad japonesa18, inferimos que las posibilidades de que las críticas de Mineko llegaran a buen puerto 18

El historiador japonés, Mikiso Hane, en su texto Breve Historia de Japón (2003) señala que en sus orígenes, las familias japonesas eran matriarcales, pero con la llegada del Confucionismo y el surgimiento de la clase samurái

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eran aún más bajas que para un miembro subordinado masculino del Karyukai. Estas experiencias fueron poco a poco alimentando la frustración y descontento que Mineko comenzaba a sentir en sus años de maiko, no obstante, debido a la autocensura conciente que ella se aplicaba para alcanzar la perfección en su profesión, no permitía que estas insatisfacciones interfirieran en su quehacer profesional, por lo que finalmente dejaba pasar los inconvenientes y volvía a ajustarse a la norma de geisha sumisa y complaciente. En Mineko “(…) surge muchas veces un hondo sentimiento de alienación, ya que se le impide actuar de manera espontánea y realizar genuinas aspiraciones” (p. 83-84). Ya hemos comentado anteriormente que en el mundo de las geishas abundan las intrigas y envidias, en especial cuando una de ellas destaca de sobremanera. Entre los casos de acoso que recibió Mineko de parte de sus compañeras, destacamos 3 hechos por su crueldad y por la reacción que tuvieron los clientes ante los hechos. El primero, ella debía presentarse a un ozashiki ofrecido por Kayoh Wakamatsu, quien más tarde se convertiría en uno de los clientes favoritos de Mineko. Cuando nuestra protagonista llegó, ya había varias de sus onesan presentes, quienes comenzaron a corregir una y otra vez la entrada de Mineko con supuestos errores, con el fin de ponerla en ridículo. Finalmente intervino la okasan y Mineko pudo continuar con el protocolo. No obstante, el anfitrión, molesto por la actitud de las otras geishas, decidió darles un castigo: pidió un pincel y tinta, con el cual trazó gruesas rayas en el quimono de la geisha cabecilla de la broma. Sobra decir que dichas geishas tuvieron que retirarse a la orden del cliente, quien anunció que no toleraría estas conductas ni que se le volviese a asignar aquellas mujeres.

dominante que impuso enfáticamente las jerarquías sociales, el rol de las mujeres se vio afectado en desmedro de éstas, siendo vistas como seres inferiores. En 1899, el Ministerio de Educación declaró que el objetivo de la educación superior para las chicas era enseñarles a ser “buenas esposas y sabias madres”, y que “las cualidades que debían inculcarse eran las de modales finos y elegantes, docilidad y modestia”. (…) Esta mentalidad estaba también presente entre los miembros de la familia. (p. 149)

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El segundo incidente ocurrió con la denominada “señorita K.”, quien acostumbraba emborracharse en los ozashiki, por lo que, cuando llegó Mineko, ella ya estaba pasada de copas. Al entrar, luego de los saludos protocolares, nuestra protagonista descubrió que su cliente había estado de invitado en un ozashiki al que ella asistió la semana anterior, lo cual provocó una extraña reacción en su onesan. A partir de ese punto, la señorita K. comenzó ignorar al cliente y a interrogar a Mineko sobre Yaeko, con la aparente intención de que Mineko no siguiera los pasos de su hermana. La situación llegó a un punto álgido cuando la señorita K. insulta al cliente, quien intentaba controlar la situación de algún modo; cuyo resultado fue infructuoso, por lo que ella, inconforme con la situación incómoda que había provocado, apaga un cigarrillo en la mano de Mineko, sin soltarla. El cliente mandó a llamar a la okasan para ayudar a Mineko, quien finalmente fue liberada por la señorita K., a quien se llevaron a rastras en estado de ebriedad. El tercer incidente que seleccionamos ocurrió a los días de una operación de apendicitis, de la que hablaremos más adelante. Mineko aún se sentía débil pero como no gustaba del ocio, decidió presentarse en el ozashiki donde la esperaban. Una vez allí, fue víctima de una cruel broma de parte de sus compañeras, quienes utilizaron al cliente como ejecutor. Fingiendo ebriedad, el cliente lanzó a Mineko al suelo, le levantó el quimono hasta los muslos dejando a la vista su ropa interior y sus piernas, lo cual causó muchísima vergüenza en nuestra protagonista. Para rematar el chiste, la tomó de los tobillos cual muñeca de trapo y la arrastró por la habitación, lo cual causó mucha risa en los presentes. Mineko se retiró indignada por el agravio recibido en su orgullo y su honor, se dirigió a la cocina, tomó un cuchillo y volvió al banquete. Puso el cuchillo en la garganta del cliente atacante y lo encaró, dispuesta a vengar su honor y su orgullo con la muerte del susodicho. No obstante, intervino la okasan lo cual, si bien no sirvió para que Mineko soltara al cliente, su presencia finalmente la disuadió y no concretó el ataque.

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En estos 3 incidentes narrados, la okasan hizo gala de su rol de mediadora en los conflictos presentados entre Mineko, las geishas presentes y los anfitriones, pues ella, jerárquicamente hablando, se posiciona en un rango superior a las maikos y geikos, además que dentro del ochaya es la okasan quien ostenta mayor poder, incluso más que los mismos clientes. Asimismo, podemos observar que en lo 3 casos los clientes tuvieron diferentes reacciones, más o menos acertadas según la situación, y a partir de este punto, dichos clientes se convirtieron (o no) en favoritos para Mineko. Las demás maikos y geikos, a diferencia de los clientes, nunca demostraron piedad ni empatía ante Mineko, a quien atacaban sin conocerla, sólo guiadas por la competitividad y los prejuicios. El empeño de seguir la norma rigurosamente, finalmente, se le escapo de las manos a Mineko y no consiguió la totalidad de su objetivo: logró volverse popular pero dicha fama no transformó la envidia en admiración, por lo que siguió sufriendo de acoso por parte de la mayoría de sus colegas, pues las geikos exitosas no sentían inseguridad ante la popularidad de Mineko y, por ende, siempre la trataron con amabilidad. Nuestra protagonista, al notar que las hostilidades no cesaban, trazó un nuevo plan: Puesto que solo podía permanecer en los banquetes unos minutos, quedaba bastante tiempo libre que había que cubrir con otras geikos. En consecuencia, procuraba elegir yo misma a las que me acompañarían, pidiéndole a las okasan de los ochaya que invitasen a determinadas geikos a los ozashiki a los que yo debía asistir. (…) Contrataba entre tres y cinco geikos por banquete, de modo que, si se multiplica este número por el de ozashiki a los que yo asistía, se obtiene una cifra respetable. Era trabajo que las geikos no habrían recibido de otra manera, así que la envidia pronto dejó paso a la gratitud. (p. 241)

Sin embargo, aunque ya había encontrado el método para detener el acoso entre sus pares, Mineko aún no podía mantener a raya otro tipo de acoso: el acoso sexual callejero masculino. En muchas ocasiones, especialmente cuando se movía de ozashiki a ozashiki, hombres tanto solos como en grupo intentaban sobrepasarse con ella, pero Mineko siempre fue firme y nunca dudó en golpearlos y herirlos si así lo ameritaba para su defensa. Finalmente, cansada de estas situaciones, decidió moverse siempre en taxi aún si eran distancias cortas. 51

Pero no todo fue amargo en el periodo maiko de Mineko, también vivió lindas experiencias y pudo conocer grandes personas que más tarde serían sus amigos. Uno de ellos fue Kayoh Wakamatsu, el mismo que estuvo presente en el incidente donde sus onesan intentaron ridiculizarla a través de correcciones falsas y reiteradas. Por su amabilidad y encanto, Mineko y otras maikos que disfrutaban de su benevolencia le hicieron un regalo: una peluca rubia para cubrir la calvicie. El señor Wakamatsu quedó encantado con el regalo, al igual que la esposa de esta; por que desprendemos de estas reacciones positivas que en Japón el tema de la calvicie no es un tabú u ofensa como ocurre en Occidente. Un gran amigo para Mineko, a quien conoció en un ozashiki, fue Tetsuzo Tanigawa, un importante filósofo y esteta, quien estudió en la Universidad de Kioto y trabajó como académico en distintas universidades niponas y como director de diversos museos e instituciones artísticas a lo largo y ancho de Japón. Cuando él visitaba Gion Kobu, Mineko cancelaba todas sus citas para poder pasar el máximo de tiempo con él; mantenían largas conversaciones en donde Mineko buscaba instruirse en arte y estética, además de disfrutar de su compañía. Para ella, el señor Tanigawa fue un maestro no sólo de las artes sino también de la vida, por lo que mantuvieron una estrecha amistad hasta la muerte de él. Otro de los grandes amigos que conoció Mineko, también en un ozashiki, fue el físico Nobel Hideki Yukawa, a quien recuerda con mucho cariño porque siempre fue muy paciente para responder sus preguntas a pesar de que ella se autodenominaba ignorante. Estos hombres fueron para nuestra protagonista verdaderos maestros y fuentes de conocimiento accesible para ella que, como maiko, vivía sobreprotegida en el barrio de Gion Kobu sin mayor instrucción que la recibida por la escuela Nyokoba. Desde la perspectiva de relatos de formación de protagonista femenina, estos grandes hombres traían el conocimiento desde el espacio público en el que se movían al restringido espacio intelectual en que le permitían moverse a Mineko, pues aunque las

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geikos trabajan y viven en el espacio público, el lugar que ocupan dentro de este es limitado y se refleja precisamente en la escueta – por no decir nula – formación netamente académica que reciben. Rememorando, poco después de convertirse en maiko y después del incidente ocurrido con la señorita K., Mineko pasó por aproximadamente 6 meses de ensayos intensivos para diversos festivales en todo Japón. Pero el que mayor ilusión le hacía era el Rokkagai o “Los Cinco Karyukai”, el único en donde se reúnen anualmente todos los Karyukai de Kioto para exhibir los distintos tipos de baile que cada uno cultiva. Cuando este festival llegó, Mineko se llevó una gran decepción al comprobar que el espíritu de unidad y hermandad entre los distintos distritos no existía, pues era igual o más competitivo que en el interior de Gion Kobu. Estaba ansiosa por conocer a las demás chicas e imbuirme del espíritu comunitario. Pero me llevé una decepción: en el festival reinó la competitividad y una envidia muy mal disimulada. El orden de aparición de los karyukai [en el festival] se considera una prueba contundente de la clasificación de ese año. Gion Kobu se ahorró las luchas internas, ya que conserva el privilegio de aparecer en primer lugar todos los años, pero de todos modos me entristeció ver la magnitud de las disputas. Esto acabó para siempre con mi fantasía de “la familia unida”. (p.230 - 231)

El horario riguroso, los constantes incidentes y la creciente decepción que Mineko sentía ante la contradicción en la que se llevaban las relaciones entre integrantes del Karyukai, en donde por un lado se instaba siempre a mantener buenas relaciones pero por el otro abundaban las intrigas y envidias mal disimuladas; no interfirieron con su profesionalismo, siempre mantuvo la compostura y la prestancia que caracteriza a una geisha. No obstante, tal ritmo de trabajo, sumado a la presión social que implicaba intentar agradar a sus colegas, comenzó a tener consecuencias serias en su salud física. Al poco terminar el festival Rokkagai, Mineko debía comenzar los ensayos para los Yukatakai o festivales de verano, pero su cuerpo no pudo continuar ese ritmo: debió ser internada al hospital por 10 días producto de una apendicitis. Además de esto, empezó a sufrir trastornos siquiátricos producto de la constante competitividad

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del ambiente que se sintomatizaron en episodios de ansiedad, insomnio y trastornos del habla. “Resulta difícil vivir en un mundo donde todos – tus amigos, tus hermanas, incluso tu madre – son tus rivales. Me resultaba desconcertante. No era capaz de distinguir los amigos de los enemigos y no sabía a quién o qué creer” (p. 247). Y es que Mineko, incluso en sus días libres y paseos con compañeras debía mantener su rol de maiko, pues apenas ponía un pie fuera de la okiya se convertía en “Mineko de Gion Kobu”. Tal era la fama de nuestra protagonista, que se sentía obligada a mantener la actuación de geisha en todo momento, pues así lo eran las expectativas que los otros tenían de ella debido a su rol. Por esta situación, ella misma da a entender que se siente maiko 24/7, sin descanso salvo cuando esta totalmente a solas, condiciones que duraron todo su periodo como maiko, desde los 15 hasta los 21 años. Según la teoría de la perfomatividad, interpretamos que la identidad de Mineko se vio absorbida por la de “Mineko de Gion Kobu” debido a la gran presión ejercida por el medio a partir de su debut en adelante, además de su estricta autocensura para acercarse al modelo de geisha perfecta, lo que eventualmente la fue asfixiando hasta llegar a las consecuencias físicas ya descritas. Repite una y otra vez el mismo acto sin descanso, hasta desfallecer. Durante el post-operatorio, Mineko decidió un día probar el ochaohiku, pues en ese entonces tenía citas programadas hasta para un año y medio más, así que no tendría tiempo para probar dicha experiencia. El ochaohiku es cuando una geisha se alista para ir a un banquete, pero no tiene ninguno agendado; Mineko lo explica como si “la tienda está abierta pero no hay clientes” (p. 235). Esta fue, inferimos, la única vez que vivió tal experiencia, de la que descubrió que llevar el pesado traje y estar esperando sin hacer nada era aún más agotador que estar trabajando. Esta experiencia sirvió a Mineko para reafirmar la percepción que tenía de sí misma como una mujer que prefería estar siempre ocupada en algo, a pesar que su cuerpo empezó a

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pedirle tiempos de descanso. Además del afán de Mineko por el trabajo, también se percataba que no era capaz de mantener ese ritmo laboral sin que volviese a enfermar tarde o temprano; así tras un exhaustivo autoanálisis descubrió que su problema era un exceso de seriedad. Sabía que si seguía tomándome las cosas tan a pecho como hasta entonces acabaría enfermando. Así que decidí volverme más divertida. Me compré un montón de discos de historias cómicas y empecé a escucharlos todos los días. Inventé mis propios chistes para contarlos en los ozashiki. Fingía que la sala de banquetes era un patio de juegos y que yo estaba allí para divertirme. (p. 247 - 248)

La necesidad de diversión y distracción era imperante, sin embargo, Mineko al no darse el tiempo suficiente para ello, decide aplicarlo en los banquetes a través de la imaginación. Lagos señala que la fantasía es un mecanismo de escape frecuente en los relatos de formación de protagonista femenina y que surge como una necesidad vital para el equilibrio de las protagonistas con su familia y su sociedad, en cambio, en el caso de Mineko esta necesidad equilibrio nace para escapar del estrés y congeniar su trabajo con su personalidad arisca. Nuestra protagonista obtuvo grandes progresos a partir de su nueva perspectiva divertida de tomarse las cosas, sin embargo, a los 17 años nuevamente recibe el otome, según Mineko, por error de su compañera de ensayos. Ella, molestísima por esta situación, conversó con mamá Masako y llegó a la conclusión de que debía continuar con su carrera; razón por la que, nuevamente, la misma comitiva repitió el ritual para solicitar a la gran maestra que re-admitiese a Mineko. No obstante, nuestra protagonista se llevó una sorpresa al darse cuenta que madre Sakaguchi demostró estar de acuerdo con la medida tomada por la gran maestra y, mostrando gran humildad, le pidió que la reintegrase. (…) la gran maestra me estaba poniendo a prueba otra vez y utilizaba el otome para estimularme. Quería que entendiese que no había nada más importante que seguir bailando. (…) En mi carrera no había sitio para mi arrogancia y mi vanidad de colegiala. En ese instante, algo cambió en mi interior y empecé a ver las cosas desde otro ángulo. Me comprometí de verdad con lo que estaba haciendo y me convertí en bailarina. (p. 253)

Para Mineko, quien realmente le dio una lección fue madre Sakaguchi con su humildad y

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sabiduría, pues le mostró como se debían solucionar los problemas de forma constructiva y beneficiosa para todas las personas involucradas. Este episodio constituye un verdadero hito en la vida de Mineko pues no es hasta este momento que ella descubre en madre Sakaguchi y la gran maestra sus modelos tanto a nivel profesional como a nivel personal. Mineko, si bien había visto muchas veces estas situaciones, sólo ahora comprendió el significado que tenían para mantener la armonía, la amistad y las buenas relaciones entre los integrantes de la comunidad. Si bien madre Sakaguchi siempre estuvo presente en la vida de Mineko desde su llegada a la okiya Iwasaki, interpretamos que en este punto ella ha tomado en la historia de nuestra protagonista el rol que tenía de tía Oima como consejera, guía, mediadora, modelo a seguir, persona de confianza con la que puede contar cuando necesite. El antiguo modelo a seguir que tenía Mineko ahora se ve mucho más definido, en donde esta mujer suple definitivamente el rol de onesan que Yaeko, por sus castigos y sus malas actitudes nunca realmente tomó, y se torna un catalizador de la conducta prescrita por el orden social (el Karyukai) en donde Mineko, a través de la observación, finalmente comprende el protocolo a seguir en situaciones de conflicto. Luego del otome y la lección aprendida de este, Mineko se tomó aún más seriamente su formación de geisha y comenzó a practicar sus danzas hasta el cansancio. Dicho entrenamiento tan arduo llevó a Mineko a conocer, finalmente, lo que le hacía falta a la expresividad de su danza: sus bailes carecían de la emotividad que sólo se aprende después de haber vivido una pasión amorosa, pues no lograba expresar con cabalidad el sentimiento que produce el verdadero amor o la pérdida de este. Nuestra protagonista reconoce que su total inexperiencia en el plano amoroso, sumado a su rechazo a la gente, son sus principales deficiencias como maiko. Nuestra protagonista vuelve a tocar el tema del intento violación que sufrió cuando niña, como un evento que la mantenía bloqueada a nuevas experiencias con el sexo opuesto. Ella regresa a este

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episodio traumático de su vida, exponiendo nuevamente la circularidad que caracteriza a las autobiografías femeninas, en donde habitualmente se vuelve a ciertos temas y/o episodios, lo cual a su vez nos remarca la significancia de este hito que trunca sus posibles interacciones con el sexo opuesto. Asimismo, nos vuelve a contar como, a pesar de su disgusto por el trato a la gente, seguía desarrollándose como maiko, cosa que implicaba para ella fingir que todo el mundo le era una compañía grata, por lo que se reafirmaba la idea que su actuación era opuesta a su pensamiento, como ya nos había explicado anteriormente. Mineko debe actuar constantemente como la maiko que todas las personas esperan ver en ella, y debe hacerlo bien. Es por eso que nuestra protagonista, a pesar de las consecuencias que su estilo de vida le ha traído y su poca afinidad con su rol, se esfuerza en mantener y repetir adecuadamente la ficción social establecida a lo largo de siglos para las mujeres de su profesión y por lo tanto cumple con las expectativas implícitas en las configuraciones sociales del Karyukai. A Mineko le costó encontrar el punto medio entre la cordialidad y la coquetería, pues a lo largo de su periodo como maiko, al tratar con hombres, ella solía mostrarse demasiado cortés a veces porque su profesionalismo la obligada a ser simpática; razón por la que muchos clientes malinterpretaron su actuación. Los hombres que conocen las costumbres de Gion Kobu entienden las reglas tácitas y rara vez las rompen. Pero cabe la posibilidad de que un individuo más ingenuo de lo habitual (…) interprete mal nuestra amabilidad y la tome como algo personal. (p.256)

Mineko nos da 3 ejemplos de esto: el primero es un chico adinerado que se iba a estudiar al extranjero y le exige a Mineko irse con él. A ella, obviamente, no le quedó más remedio que explicarle directamente que su amabilidad era parte de su trabajo y que nunca tuvo la intención de darle falsas esperanzas amorosas. El segundo, un joven cliente le trajo una muñeca muy cara desde su ciudad natal y, tanta era su impaciencia, que fue a la okiya a dársela. Esto fue, en palabras de Mineko, una flagrante violación a las normas de etiqueta y le costaba creer que 57

pensase que tenía el derecho de ir hasta su casa. Ella lo recibió por lástima y rechazó la muñeca con toda la amabilidad que fue capaz. El tercer ejemplo ocurrió en Tokio, donde un cliente la llevó a una tienda de lujo y le indicó que escogiese lo que gustase. Mineko no quería nada pues no solía aceptar regalos, pero sin querer murmuró “bonito reloj”, por lo que al día siguiente el hombre había hecho llegar el regalo a su hotel. Estas anécdotas, que sucedieron entre los 16 y 17 años, son para Mineko un testimonio más de su inexperiencia en torno a como llevar las relaciones sociales tanto en el ámbito profesional como en el ámbito personal, “(…) son testimonio de mi inmadurez y de mi inexperiencia. Demuestran lo mucho que me quedaba por aprender” (p. 257). La última anécdota que nuestra protagonista selecciona para mostrarnos cuan inmadura era, sucedió en la Escuela del Té Urasenke. Como parte de los rituales que pertenecen a los festejos de año nuevo, se realiza el Hatsugama o primera ceremonia del té, a la que fue invitada Mineko, en donde ella se esforzó en demostrar sus mejores modales. Cuando le entregaron el vaso, el cual no podía dejar sobre la mesa por su forma extraña, se lo tomó de golpe porque pensó que era té, sin embargo, cuando sintió el sabor en la boca, puso tal expresión que los asistentes le preguntaron si alguna vez había probado el sake. Debido a que las circunstancias no le permitían hacer una escena de pánico y nadie parecía extrañado tampoco, Mineko siguió tomando hasta acabar la velada. Como su padre le había inculcado un fuerte respeto por la ley, cosa que según interpretamos, exageró durante su adolescencia debido a su meticulosidad y autoexigencia; Mineko se sentía muy mal consigo misma, avergonzada y llena de odio hacia su persona, al día siguiente. Además, no recordaba con exactitud lo que sucedió después de salir de la Escuela de Té, por lo que temía haberse comportado de forma indecorosa en los ozashiki a los que asistió después. Esa mañana fue a la escuela Nyokoba, pero pidió permiso para retirarse temprano pues, como ya

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mencionamos, se sentía muy incómoda y observada por quienes la rodeaban. Volvió a la okiya y permaneció encerrada en su vieja guarida infantil. Me encerré en el armario y empecé a balancearme mientras repetía mentalmente como si fuera un mantra: “Lo siento. Perdóname. No lo haré nunca más”. Hacía bastante tiempo que no me refugiaba en el armario. Permanecí en él toda la tarde y sólo salí cuando se hizo la hora de vestirme para volver al trabajo. (p. 259 - 260)

Desde pequeña, Mineko solía ocultarse en el armario cada vez que se enfrentaba a situaciones que la sacaban de su zona de confort: en su casa paterna, huía de las primeras visitas de tía Oima escondiéndose en el armario por su excesiva timidez; en su primera visita para conocer a la gran maestra, buscó un armario para escapar del tenso ambiente de la escuela; después del juicio decisivo de adopción, Mineko se ocultó en un armario e intentó suicidarse; cuando recibió su primer otome, justo después del mencionado juicio; o después de la muerte de tía Oima y de su debut como maiko, al afrontar los nuevos problemas sociales y profesionales que se le presentaban. La única vez, hasta este punto del relato, que nuestra protagonista no se encierra en el armario fue ante la muerte de Masayuki, en su férreo intento de enfrentar la situación y mantener la compostura hasta el final para honrar a sus dos familias. El armario era, para Mineko, un mecanismo de sobrevivencia similar al baile, mientras que esconderse lo hacía en el espacio privado, la danza era el mecanismo que utilizaba en el espacio público. Es en este pequeño espacio de la casa, donde ella podía reflexionar sin ser molestada y realizar profundas retrospecciones. Sin embargo, Mineko reconoce que es un método infantil de enfrentar los problemas y, después del incidente con el sake, decide no volver a encerrarse e interpretamos que dicha decisión estaba en parte motivada por la proximidad de su mizuage, el ritual que celebra el progreso de la maiko, y que representa un grado de maduración equipararle al paso de niña a mujer. Además, para Mineko, el armario es una válvula de escape que en cierta medida reemplaza a la fantasía a la que recurren normalmente las mujeres de los relatos de formación de

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protagonista femenina para evadir sus problemas, frustraciones y demases encuentros con la realidad, lo que, siguiendo los ejemplos que nos presenta María Inés Lagos, produce en las protagonistas una suerte de dependencia a este mecanismo. Mineko, como bien sabemos, es una mujer muy estricta consigo misma y criada bajo los preceptos de independencia y autosuficiencia del Karyukai, razón por la que asumimos que ella se sentía dependiente de su escondite infantil y, a la vez, motivada por su fuerte deseo de alcanzar la perfecta imitación del modelo, lo que la llevó a la necesidad de cortar lazos con una parte de su pasado para cambiar acorde a la nueva etapa de su vida que se acercaba. Algo que Mineko siempre da a entender, es que a pesar de estar insertada activamente en una comunidad, en compañía y rodeada de gente, ella se sentía muy sola. A lo largo de la autobiografía, nuestra protagonista nos relata como ella se niega a interactuar demasiado con la gente, se cerraba a las posibilidades de compartir con otros en parte por la gran desconfianza del medio, por su natural introversión y la excesiva sobre protección que tuvo hasta los 18 años, la que incluía no salir del barrio sin compañía. Ella reconoce este sentimiento de soledad como uno de lo factores que la impulsaron a ser tan estricta consigo misma y ceñirse cada vez más al modelo de geisha, y en particular, ser la mejor bailarina. Los consejos de su padre, ligados a la filosofía samurái, el orgullo y la auto-superación, parecían hacer aún más eco en su solitaria vida, al encontrar su homólogo en el estilo de proceder de las geishas, quienes se rigen por un código de conducta distinto al de una persona corriente. “Estaba convencida de que la autodisciplina era la solución para todos los problemas. Creía que esa era la clave de la belleza” (p. 260). Mineko vivió su mizuage a los 17 años, en octubre de 1967, y apenas cumplió los 18 años, sus clientes y conocidos asumieron que esta progresión era sinónimo de matrimonio, como si al quemar esta etapa Mineko debiese empezar a buscar un marido. Por ello, empezó a recibir serias propuestas

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de matrimonio de diversos clientes para favorecer a sus hijos, sobrinos o nietos. Sin embargo, ella confiesa que, en ese entonces, no las tomaba en serio, a pesar que aceptaba las invitaciones a salir, pues para Mineko el baile seguía siendo su máxima preocupación. Con dichas salidas, descubrió, además, que los chicos de su edad le parecían aburridos por la falta de sofisticación y/o temas en común para conversar. Nuestra protagonista, luego de su mizuage, tenía planeado que el rito del erikae fuera realizado el año 1969; sin embargo, autoridades japonesas solicitaron colaboración de la Kabukai, la que a su vez solicitó a las maiko que ya habían vivido su mizuage que retrasaran su erikae porque necesitaban un gran número de maiko en servicio para la Exposición Mundial de Osaka programada para el año siguiente. Nunca había estado tan ocupada como durante la Exposición de Osaka. Tenía tantos compromisos con visitantes extranjeros que me sentía como una empleada del ministro de Asuntos Exteriores o de la Casa Imperial. Luego una amiga cayó enferma y prometí reemplazarla en los Miyako Odori, lo que complicó aún más mi apretada agenda. Para colmo, una maiko de la okiya Iwasaki, Chiyoe, decidió fugarse justo en esos momentos y tuvimos que sustituirla. (…) Como atotori, yo era muy conciente de mi responsabilidad económica para con la okiya, de modo que cada vez que Yaemaru19 estaba demasiado borracha para trabajar, al igual que cuando Chiyoe nos dejó en la estacada, me sentía obligada a trabajar aún más. (…) Esa primavera debía bailar en treinta y ocho de las cuarenta funciones de los Miyako Odori. (Iwasaki, p. 267 - 268).

Nuestra protagonista siguió con su vida ajetreada y durante este año se intensificaron aun más sus actividades. A raíz de estos sucesos negativos para la okiya, Mineko se ve a sí misma como la mayor fuente de ingresos, lo que la lleva a sobrecargar excesivamente su agenda y, eventualmente, a enfermarse de gravedad. El primer síntoma fue una fatiga evidente que desembocó en un desmayo al llegar a un ozashiki en el que, para su suerte, había un médico. Él la llevó a su consulta, en donde descubrió que Mineko tenía su presión arterial por sobre lo normal; así que le insistió encarecidamente que se examinara completamente en un hospital lo antes posible. Siguiendo a regañadientes este consejo, nuestra protagonista visitó el hospital de la 19

Geiko de la okiya Iwasaki y hermana menor de Yaeko. Era reconocida en Gion Kobu por su buen desempeño tocando el taiko (tambor), sin embargo, bebía demasiado y se emborrachaba casi todas las noches, razón por la que resultaba problemática.

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Universidad de Kioto, en donde debió hospitalizarse inmediatamente por un fallo renal producto de una infección a las amígdalas. Mineko, a pesar del diagnóstico, no quería tratarse correctamente porque sentía que era una pérdida de tiempo considerando la cantidad de citas que debía cumplir; no obstante, el equipo médico ignoró sus reclamos y le insistieron que se internase de una vez. Nuestra protagonista, evidentemente, había ignorado las veces anteriores en que su cuerpo le pasaba la cuenta por tanto desgaste, y ahora debía extirparse las amígdalas. Finalmente, tras la cirugía, Mineko pidió ser dada de alta inmediatamente y ser paciente externa porque no soportaba estar más en el hospital. Permaneció muchos días sin poder hablar y sin comer sólidos porque el dolor era insoportable. Durante su convalecencia, recibía muchas visitas y regalos, entre los cuales había un gran ramo de asteres (un regalo ostentoso según Mineko) que venía de parte Toshio, uno de los tantos pretendientes que consiguió la atención de nuestra protagonista. Toshio, conocido en el medio artístico como Shintaro Katsu, era un popular actor de cine japonés de la época y que conoció a Mineko en uno de los primeros ozashiki en los que nuestra protagonista sirvió como maiko, es decir, cuando ella tenía 15 años. Congeniaron muy bien porque Toshio provenía de una familia de artistas, por lo que desde pequeño aprendió shamisen, entre otras artes; cosa que cautivó a Mineko y les permitió forjar una amistad durante 3 años. Cuando Mineko cumplió 18 años, en uno de los muchos banquetes en los que coincidían, Toshio la alcanzó cuando ella iba a buscar el sake y la besó antes que ella se percatara. Mineko se indignó y le exigió a Toshio que nunca más intentara tocarla. Luego, ella fue inmediatamente al despacho de la okasan para exigir no volver a ser asignada a este hombre, sin embargo, la okasan no le dio la razón. Cabe reiterar que Mineko era muy ingenua, al punto de creer que por culpa de un beso ella podría haber quedado embarazada, además aún no distinguía entre el interés

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amoroso serio y el flirteo. En banquetes posteriores se reencontraron y, para retomar contacto, Toshio le sugirió un juego a Mineko, en donde ella pondría un dedo en la rodilla como recompensa por tocar el shamisen para ella, tal como se lo pidió hace unos años atrás. Así, paulatinamente, con los meses, aumentó a 3 dedos, luego a 5 dedos hasta que finalmente Toshio le pidió a Mineko que posara su palma completa en la rodilla. Para ese entonces, Toshio declara su amor a Mineko, quien no lo toma en serio y cree que está bromeando, porqué él era un hombre casado y con hijos. Para ella, el juego de los dedos no había sido más que eso, además, ella argumenta que él no cumple con sus expectativas de pareja y que, aunque se divorciara, no quería ser la causa del sufrimiento de los hijos. Toshio, desolado, le responde que no se rendirá, a lo que Mineko lo desafía para desalentarlo: Bueno, quiero que vengas a Gion Kobu todas las noches durante tres años. Todas, sin excepción. La mayoría de las veces no asistiré a tus ozashiki, pero comprobaré si has venido. Y volveremos a hablar cuando hayas cumplido tu misión. (p. 284)

Toshio efectivamente, cumplió con la petición de Mineko durante esos años, lo que sirvió para retomar la amistad, hablar de arte, conocerse mejor y conquistarla. Nuestra protagonista dejo de sentirse sexualmente amenazada por el incidente del beso robado y comenzó a sentir atracción hacia él. Durante este período, llegaron las flores a su hogar, que según Mineko, era la forma que Toshio tenía para seguir cumpliendo su compromiso de visitas diarias.

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CAPÍTULO 4. Adultez: la ejecución perfecta del ser geiko. Luego de la convalecencia de Mineko, esta retomó sus actividades artísticas. La Exposición de Osaka concluyó en septiembre del 1970, lo que permitió celebrar su erikae posteriormente con 21 años: El 1 de octubre me peinaron al estilo sakko, el que se lleva durante el último mes de maiko. Después, el 1 de noviembre, a medianoche, mamá Masako y Kuniko me cortaron la cinta del moño: mis días de maiko habían terminado. (p. 289)

El erikae es el último rito de transición por el que pasa una geisha. Este rito, al igual que los anteriores, implica un cambio de imagen que abarca desde su peinado, adornos del cabello, maquillaje, cuello y diseño del quimono, largo del obi, calzado, etc. Este cambio busca representar el crecimiento de una maiko, dejando atrás los rasgos y colores asociados a la infancia y su carrera como maiko, para dar paso a la adultez y a su carrera como geiko. Esto significa que su proceso de formación esta terminado y aprobado por la comunidad, lo cual no significa que deje de perfeccionar su arte: Mineko sigue asistiendo a clases con la iemoto y ensaya arduamente día tras día. Al igual que sus comienzos como maiko, Mineko seguía teniendo las mismas dudas sobre su carrera motivada por el descontento que le hacían sentir las normas conservadoras y anticuadas del sistema. Ahora que ella es oficialmente adulta, esperaba que sus quejas fueran tomadas en cuenta por la Kabukai. A partir de esta edad, nuestra protagonista se empodera como mujer adulta y afirma esto con sus pretensiones de independencia, sin embargo la comunidad de Gion Kobu había considerado que la adultez había llegado con su mizuage: esto se vio reflejado en las múltiples propuestas de matrimonio que llegaron durante ese momento. Al sentirse adulta, Mineko cree que debe abandonar la okiya e irse a vivir sola, pues

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consideraba que así podría ser totalmente independiente, aunque reconoce que en esa época todavía era una chica ingenua. Así, a los 3 meses de su erikae, alquila un carísimo departamento cuyo amoblado, igualmente carísimo, fue a cargo de la okiya. Mineko nos cuenta que mamá Masako se escandalizó con los precios a pagar, lo cual demuestra que nuestra protagonista era una total ignorante en cuestiones domésticas y de dinero, siempre acostumbrada desde pequeña a tomar lo que le gustaba y encargar su pago y cuidado a otros. Mineko nos cuenta una serie de anécdotas en torno a esto, que se resumen en: no sabía encender una cocina porque nunca había necesitado usar una, no sabía que los electrodomésticos necesitaban enchufarse a la corriente eléctrica para encender, no sabía que el arroz envasado que compraba en el almacén debía colocarlo ella misma en el arrocero, no sabía que al pagar una compra con efectivo según el caso tiene que esperar la diferencia, no sabía cocinar pues creía que una comida estaba buena si tenía buen olor ni racionalizar adecuadamente las porciones necesarias. Por otra parte, Mineko nota que pronto se cumplirán los 3 años de su “desafío” hacia Toshio, por lo que decide presentárselo a mamá Masako. El día que se reunieron en el ochaya de costumbre, Mineko perdió totalmente su compostura profesional ante la idea de ver a Toshio como novio y no como cliente, lo cual se acentuó al estar junto a su madre. Luego, cuando el “desafío” cumplió 3 años, Mineko y Toshio formalizaron su relación con la mediación de la okasan, la bendición de mamá Masako y la promesa de Toshio de divorciarse de su esposa. Este punto de la historia de Mineko es para ella el alcance de una plenitud, estabilidad e independencia que en su estado anterior de maiko le parecía imposible. Asimismo, este nuevo estado representa para nuestra protagonista la posibilidad de que el sistema se adapte a ella, pues ahora que se le considera oficialmente una adulta ella espera que su voz tenga más peso que cuando era considerada una niña, y así poder tomar decisiones propias en el ámbito profesional de la misma forma que estimaba que lo

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lograría en su vida privada. Esa misma noche fue la primera vez que pasó a solas con un hombre por voluntad propia, y aunque no pasó nada sexual, fue muy significativo para ella, pues comenzó un proceso de sanación del trauma dejado por el intento de violación de su sobrino. A partir de este momento Mineko y Toshio llevaron una relación normal de pareja, además nuestra protagonista comenzó a tomarse días libres de vez en cuando, por lo que sus problemas de estrés desaparecieron. El haber conocido el amor con Toshio le permitió adquirir la expresividad de movimiento que ella notaba en falta en su baile desde hace años, no sólo porque Toshio tuviese una experiencia mucho más amplia en el tema que ella, sino también por el amor que sentían entre ellos y la pasión por la excelencia artística que compartían y que conformaba la base de su relación amorosa. Cuando le iba a entregar su virginidad a Toshio, le hizo prometer que no le ocultaría nada ni le mentiría, y a cambio ella lo esperaría hasta que su mujer le diera el divorcio. Luego que Toshio la desfloró, Mineko sintió una inmensa alegría y alivio, pues para ella la sombra de su sobrino había quedado enterrada para siempre. La mayor parte de su relación amorosa se llevó en el extranjero, pues en Japón debían mantener oculto su romance de la comunidad y de los reporteros debido a que ambos eran muy famosos, lo que llevó a que el departamento de Mineko se convirtiera en el nido de amor de ambos. La decisión de Mineko de vivir independiente de la okiya contribuyó a la fluidez de su “noviazgo” pues les permitió llevar una vida de pareja y convivir muchos momentos juntos, labores domésticas, fiestas en casa, entre otras cosas; que de vivir en la okiya hubiese sido imposible llevar a cabo. Desde que Mineko se convirtió en geiko, se volvió habitual para ella tomar vacaciones, pues el ritmo de trabajo de una geiko es menos agobiante que el de una maiko, pues el ciclo de aprendizaje estricto ya ha terminado. Así, Mineko dio rienda suelta a su verdadera identidad, la

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que mantuvo autocensurada por tantos años mientras se preparaba siendo maiko. Ahora salía con amigas o con Toshio al extranjero, viajaba en cruceros, disfrutaba de festivales tradicionales o hacía locuras por las calles de Japón. De hecho, cuando se realizó una cirugía capilar en la zona de la coronilla20 con unas amigas, no le molestó tomarse 10 días de reposo en el hospital, a diferencia de las cirugías anteriores las que, aunque de mayor importancia vital, Mineko no les quería conceder ni un día de hospitalización. Durante su estancia en el hospital, Mineko y sus amigas paleaban el aburrimiento como podían: se escapaban del hospital para ir de compras, para ir a comer a restoranes e incluso para bailar el plena calle. Mineko nos narra que el personal del hospital estaba contrariado por el comportamiento inusual de las internas, al punto que se aliviaron cuando recibieron el alta médica. En esta etapa de su vida, Mineko se siente libre de sus 3 grandes cargas emocionales: el estrés, la rutina de su agobiante profesión y el fantasma del sobrino que había desaparecido. Pudo llevar su vida y sus relaciones sociales con más naturalidad, manejarse en el mundo fuera de Gion Kobu, además conocer el amor le permitió alcanzar esa expresividad que ella quería en la danza e influyó en su personalidad, otorgándole confianza en sí misma, confianza en otras personas, definir su identidad sin depender de su profesión, y por ende, de las normas que a ésta la rigen. En este punto de su vida, Mineko alcanza un equilibrio entre su profesión y su vida personal, en cierta medida se libera del acto performativo de maiko que ejecutaba implacable durante su adolescencia y tan coercitivo con sus propios deseos. La obsesión de Mineko por cumplir con la ficción social de “Mineko de Gion Kobu” se ve minimizada en su adultez, pues ahora es ella quien decide cuando llevar a cabo su actuación de geiko, y no otros, como sucedía 20

“Este es un problema muy extendido entre las geiko, causado por el peinado de maiko, que se empieza atando el cabello en esta zona. El moño se sujeta luego con una varita de bambú que ejerce una presión constante sobre las raíces del pelo. Además, llevamos el cabello recogido durante cinco días seguidos y también los accesorios irritan el cuero cabelludo. Cuando este nos pica, a menudo nos rascamos con un pasador y arrancamos más pelos de raíz. Por todo ello, es normal que al cabo de unos años aparezca una calva.” (Iwasaki, 2004, p. 320 - 321)

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cuando era una maiko. Este proceso da paso al surgimiento de un nuevo acto performativo, más auténtico y acorde con la identidad y personalidad que Mineko sentía como propia en ese momento de su vida, en donde ella por fin puede disfrutar de los frutos de su arduo trabajo y posición adquirida dentro del Karyukai. El haberse independizado le sirvió para descubrir cuan poco sabía del mundo fuera de Gion Kobu, cómo dependía de la okiya más de lo que creía, pues si bien seguía yendo allí para ser vestida y transformada en “Mineko de Gion”, los roles de las cocineras, sirvientas y otros empleadas domésticas ahora recaían sobre ella, lo cual se volvió muy agotador. Finalmente, después de un año viviendo por su cuenta, Mineko decide regresar a la okiya pues entiende que su posición privilegiada dentro de Gion Kobu le permite depender de la comunidad para llevar a cabo su acto performativo, es decir, que era capaz de ser una persona independiente dentro y fuera de Gion pero que no necesitaba serlo, pues tenía la capacidad adquisitiva como para alquilar una habitación de hotel a gusto cuando quisiese estar a solas con Toshio. La última vez que Mineko vio a su padre con vida fue el 6 de mayo de 1973, en su tercera visita a casa desde que fue adoptada por las Iwasaki. En esta ocasión Mineko pudo cerrar la constante herida abierta que significaba para ella el haber abandonado a sus padres, confesándose mutuamente cuanto significaban el uno para el otro. - Papá, quiero darte las gracias por todo lo que me has dado en esta vida. Soy una mujer fuerte y competente, y siempre recordaré las cosas que me enseñaste. Por favor, vete sin temor. No tienes que preocuparte por lo que ocurra aquí: yo me ocuparé de todo. Sus ojos se llenaron de lágrimas. - De todos mis hijos tú eres la única que me ha escuchado, Masako. Nunca renunciaste a tu orgullo y me has hecho muy feliz. Sé que has trabajado mucho y que te ha costado lo tuyo, y quiero darte algo. Abre el tercer cajón de mi cómoda. Saca el obi de shibori. Sí, ése. Lo hice yo mismo y es mi favorito. Deseo que se lo des al hombre de tus sueños, cuando lo encuentres. (p. 324-325)

3 días después de esta conversación, el padre de Mineko falleció, lo cual la invadió de un hondo pesar y le permitió saldar definitivamente la deuda que tenía consigo misma, aclarando a

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sus padres cuánto los quería desde siempre y que nunca dejaría de hacerlo. Además, el haber cerrado este ciclo con su familia biológica le permitió sellar definitivamente la identidad que venía construyendo desde su adopción, en la cual puede integrar de manera decisiva y armoniosa los valores tanto de las Iwasaki como los valores de los Tanaka. Tanto Mineko como mamá Masako se hicieron cargo de los gastos del funeral, situación en la que nuestra protagonista pudo aprender cómo utilizar el dinero oportunamente en situaciones especiales como ésta. Después de esta desgracia, Mineko recibió el título honorífico de Maestra de Danza o Natori, lo cual significaba que nuestra protagonista podría interpretar ciertos papeles exclusivos que no estaban permitidos para las geikos corrientes; sin embargo, a pesar de lo prestigioso del título, Mineko no estaba autorizada para dar clases ni para bailar sin la autorización de la Kabukai y/o la escuela Inoue. Esto significa que ella era libre de bailar lo que quisiese mientras se mantuviera bajo los límites y reglas impuestas por las instituciones que controlaban la vida en el Karyukai, lo que en concreto no permitía un verdadero crecimiento profesional ni económico para Mineko. En otras palabras, sólo sería “libre” de interpretar cuanta danza quisiera si continuaba siendo una geiko, con todo el aparataje normativo que implica en todo ámbito de su vida; pero si ella decidía retirarse del sistema para mantener su libertad personal, es decir dejar de ser geiko, debía renunciar a su libertad de expresarse en el baile. Para nuestra protagonista, descubrir esta limitante de exclusividad supuso una contradicción ante su vocación, pues fue precisamente su amor al baile lo que la llevó hasta ese punto tan alto de su carrera, con todas las consecuencias que tuvo para su vida familiar, personal, académica, etc.; y su aversión a los aparatos tecnosociales tradicionalistas y conservadores que controlan y disponen de los integrantes de la comunidad a su antojo y beneficio, la que comienza a alejarla y desidentificarla definitivamente del modelo que había seguido durante toda su vida.

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La relación entre Toshio y Mineko duró 5 años, en los cuales él le mintió 3 veces, todas acerca de su esposa y su familia. Aunque nuestra protagonista había sido tajante en que no toleraría la mentira, ella se percató que su pareja no estaba preparada para afrontar el divorcio e iniciar una nueva vida, razón por la cual, cuando Toshio mintió por última vez, nuestra protagonista decidió que era tiempo de cortar todo tipo de relaciones con él. Tanto Toshio como Mineko estaban concientes del quiebre inminente, es decir, que él sabía que Mineko se había percatado de las mentiras y a su vez, ella sabía que Toshio estaba al tanto de esta situación, pero ninguno de los dos la enfrentó, siendo Mineko quien definitivamente tomó la decisión final y la ejecutó de forma indirecta mediante la okasan. Ella es quien asumió el rol de mediadora en esta relación, por lo tanto, también le corresponde ponerle fin a esta, siguiendo el protocolo tácito que rige a Gion Kobu, del cual Mineko se valió para terminar con Toshio sin enfrentarlo directamente. Haber terminado su primera relación amorosa significó para nuestra protagonista acabar con un ciclo en el cual ella debía comprimir y ocultar parte de su identidad para mantener funcionando una relación de pareja que debía conservar bajo las sombras. Esto significaba que Mineko no podía ocupar el lugar que ella consideraba que le correspondía al lado de Toshio, y, al igual como le pasaba con el título de danza, no podía compartir con quien quisiese todas las cosas buenas que había aprendido de estas experiencias. En cambio, debía moldearse a los deseos de él y sus circunstancias, de manera similar a como ella debía acomodarse a los clientes de sus ozashiki. En los relatos de formación de protagonista femenina, muchas de las mujeres presentes se caracterizan por percatarse de su situación subordinada en la sociedad, lo que las lleva a rebelarse en contra del orden dominante, que en nuestro caso está representado en gran medida por la Kabukai y la escuela Inoue. Estas mujeres con autoconciencia son, según María Inés

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Lagos, excepcionales y alejadas de la mujer sumisa y dócil que se da en la mayoría de los relatos. Por lo general, las protagonistas que abandonan la casa familiar para estudiar en la universidad o, en nuestro caso, una institución prestigiosa, tienen mayores posibilidades de alcanzar la autonomía y la libertad alejada del modelo de mujer dependiente. Mineko, además dentro de este mundo particular que es el Karyukai, es una mujer excepcional por su profesionalismo y perfeccionismo de su arte, sobresaliendo entre la multitud de geishas promedio al punto de mantenerse en el número uno durante sus 5 años como maiko (tal como se lo propuso) y extremadamente popular hasta su retiro como geiko, lo que abarca alrededor de 15 años de servicio21. Entonces Mineko, al verse desprendida de esta relación, decide alcanzar la total independencia, lo que la lleva definir y reafirmar aquellos elementos de su vida y su profesión que le impedían alcanzar esta nueva meta. Estaba harta del sistema. Había respetado las reglas durante años, pero jamás podría hacer lo que quería si continuaba siendo una pieza más del engranaje. La razón original para sistematizar la organización de Gion Kobu había sido la dignidad y la independencia económica de las mujeres. Sin embargo, las estrictas reglas de la escuela Inoue nos mantenía en una posición subordinada y no quedaba espacio para ninguna manifestación de autonomía. No sólo no nos permitían enseñar, sino que ni siquiera podíamos bailar lo que se nos antojase y donde quisiéramos. Debíamos consultarlo todo, desde el repertorio hasta qué accesorios de nuestra indumentaria deseábamos lucir. Este sistema arcaico ha permanecido inmutable durante más de un siglo y no existe en él cauce alguno para modificaciones, mejoras o reformas. Quejarse o resistirse es tabú. Como ya he referido, yo había estado intentando hacer cambios desde los quince años. Pero mis esfuerzos habían sido en vano. (p. 344)

Mineko ha sido criada para ser una mujer independiente desde el punto de vista de la sociedad tradicional japonesa, en donde la mujer es un ente pasivo y dependiente de los varones, sin embargo, dentro de Gion Kobu, en donde las mujeres son independientes en comparación con sus pares tradicionales, la regulación del sistema devuelve a sus mujeres a este papel carente de 21

La popularidad de una maiko o de una geiko se mide a través del hanadai, literalmente “dinero de flor”, esto es, los honorarios que recibe una geisha. Estos se calculan por unidades de tiempo correspondientes a 15 minutos, los cuales son facturados al cliente por medio del ochaya. Luego, el kenban u oficina de asuntos económicos supervisa y recibe las facturas de la noche, y después las remite a la okiya, en donde son transferidos a la geiko una vez descontados los gastos y comisiones de esta. Este sistema permite dilucidar cual es la geiko y cual es la maiko más popular según sus ingresos, pues es una información disponible al público.

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autonomía, en donde las decisiones más importante hasta las más insignificantes son supervisadas por sus superiores, quienes a su vez obedecen a las reglas impuestas por la Kabukai. Esta asociación en conjunto con la escuela Inoue son los aparatos reguladores de este sistema más bien jerárquico antes que binario, es decir, que en comparación con la sociedad japonesa tradicional la cual se rige por un sistema social binario de roles femeninos y masculinos muy marcados, y también muy jerárquico en donde el hombre esta por sobre la mujer; en Gion Kobu la jerarquía es marcada pero no pasa por el binarismo de géneros, sino por una jerarquía respaldada por la tradición, en donde el género del individuo no desmerece el prestigio heredado de siglos de tradición femenina. Esta estructura es rígida y estricta debido a que el universo de sociedad que abarca la Kabukai es más pequeña que la sociedad tradicional del país nipón en general, al estar compuesta sólo por ciertos grupos de personas relacionadas con el Karyukai de apenas 5 distritos de todo Japón, lo que se traduce en un mayor poder regulatorio y normalizador sobre sus habitantes debido a que todos están concentrados en una misma área geográfica y en un mismo quehacer, lo cual resalta aún más si algún individuo transgrede la norma, lo que conlleva a que la sanción sea aún más enfática. Esto lleva a que muchas veces se dejen pasar situaciones realmente delicadas que necesitan de una medida radical por el temor a la sanción social que implicaría llevarlas a cabo. Por ejemplo, diversas situaciones y actitudes de Yaeko, el hostigamiento profesional y sexual que sufrió Mineko, la negativa a actualizar el sistema acorde a los tiempos actuales, la falta de libertad para enseñar y/o presentarse según lo requiera el oficio de geiko y no la Kabukai, que el uso de la propia imagen dependa de terceros y no de la propia geiko, etc. Esto provoca una contradicción entre los ideales fundacionales de la Kabukai y las decisiones concretas que estas autoridades toman en torno al Karyukai, lo cual a su vez repercute en esta micro-sociedad en donde, al final de cuentas, ninguna problemática es enfrentada

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directamente. Esto sucede también a la inversa, en donde los trabajadores muchas veces no reciben un sueldo acorde a lo que trabajan, o no perciben alguna parte de las ganancias de los eventos en los que trabajan a pesar que implican mucho trabajo y mucho publico. En palabras de Mineko, “es obvio que la danza no nos mantiene, sino que nosotras la mantenemos a ella” (p. 345). El proceso de desidentificación con el modelo y su insatisfacción con el sistema en Mineko es tal que llega a un punto de no retorno en donde nuestra protagonista considera seriamente la opción de dejar el oficio. A razón de esto, con 26 años, comienza a planificar su retiro y se niega a aceptar hermanas menores, lo cual detuvo el crecimiento de la okiya y sus finanzas, pues Mineko pretendía cerrarla. Esta situación de declive económico empuja a Mineko a trabajar aún más, a buscar alternativas para mantenerse y dejar bien ubicados al personal de la okiya, de quienes era responsable. Mineko, en este proceso, descubre que a pesar de su admiración por tía Oima, no estaba dispuesta a pasar por las mismas presiones que vivió, es decir, no estaba dispuesta a continuar toda su vida representando el mismo modelo de atotori que heredó de tía Oima. Para nuestra protagonista, ser atotori implicaba una herencia cultural y artística asociada al linaje de las Iwasaki que debía preservarse, a diferencia de mamá Masako que consideraba que ser atotori implicaba mantener viva la okiya a cualquier precio, como se espera dentro de la maquinaria del Karyukai. Mineko, cuya decisión tiene matices díscolos desde la mirada de mamá Masako, decide salvar la situación ofreciéndole la renuncia como atotori y, por ende, del apellido Iwasaki. Esto, desde el relato de formación femenina, es un desafío abierto a la voluntad de su madre, a diferencia de lo que suelen hacer las protagonistas de estos relatos quienes para doblegar la voluntad de sus progenitores utilizan estrategias indirectas en donde, al igual como Mineko lo hace con su identidad Iwasaki, se ofrecen como sacrificio para ser

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liberadas de las presiones sociales impuestas por su género. En el caso de nuestra protagonista, ella también opta por esta estrategia pero de forma abierta, ofreciendo su identidad actual (Mineko Iwasaki, atotori) como moneda de cambio, y en consecuencia volvería a ser Masako Tanaka. No quiero dirigir la okiya. Estoy cansada de este negocio y me gustaría dejarlo. Si de mí dependiese, cerraría la okiya mañana mismo. Sin embargo, hay otra opción. Si deseas que siga funcionando, renunciaré a mi puesto y podrás buscar otra atotori. Te daré todo lo que tengo en mi cuenta de ahorros. Tú y la siguiente heredera llevaréis la okiya y yo volveré a ser una Tanaka. (p. 356)

Mineko esperaba poder deshacerse de las ataduras y responsabilidades que conllevaba administrar la okiya, sin embargo, Masako accedió a su petición pues no deseaba perder a su hija. Además, Mineko se negaba a aceptar ayuda económica de clientes ya que lo consideraba contradictorio al ideal de independencia que le había inculcado esta sociedad de mujeres. Es por esta razón que comenzó a barajar otras alternativas de ingresos que no había considerado hasta entonces, tales como publicidad televisiva, apariciones en la prensa y entrevistas, pues era considerada por los medios como la geiko del siglo. Mineko aprovechaba de dar a conocer sus ideas y puntos de vista sobre la organización de las geikos; pues ella deseaba aprovechar la fama que tenía para fines positivos, como mejorar las condiciones de trabajo de Gion. Sin embargo, las principales ganancias, para Mineko vendrían desde su club nocturno Malvarrosa, cuya idea tomó prestada de una amiga que, al igual que ella, trabajaba de geiko pero decidió abrir un club nocturno, decisión que fue muy criticada en Gion Kobu. No obstante, para fundar su club Malvarrosa, Mineko tuvo que realizar una serie de trámites, pues originalmente ella quería renovar la okiya para poner el club en una parte de la casa, cosa que no pudo hacer porque, primero, descubrió que el linaje Iwasaki no era propietario de la okiya, sino que la arrendaban desde muchísimo tiempo. Entonces Mineko decidió que debían adquirir el terreno, pero mamá 74

Masako no estaba interesada y prefería seguir viviendo de alquiler, razón por la que Mineko compró el terreno a sus espaldas, con su propio dinero. Luego, cuando quiso renovar la casa, se enteró que no podían porque esta tenía más de 100 años de antigüedad, por lo que debía derrumbarla y construir desde cero. Mineko, finalmente logró convencer a mamá Masako de que debía reconstruir todo, así que mientras la edificación avanzaba, nuestra protagonista arrendó un local que convirtió en su club Malvarrosa, en junio del 1977. A pesar de todo el esfuerzo, Mineko soñaba con abrir un salón de belleza en el nuevo edifico que estaría emplazado en el terreno de la okiya, el cual si bien originalmente tendría 5 pisos, termina teniendo 3 por intervención de mamá Masako. En este proceso, Masako ha estado muy reacia a los cambios que le ofrece Mineko en su estilo de vida, pues está tan acostumbrada a su vida en el Karyukai que no es capaz de concebir otra forma de vivir e interpretamos que teme romper las normas de este estilo de vida, no tanto por la sanción social que implicaría, sino por su propia vida, como si vivir en y para la okiya fuese la única forma de subsistencia para ella como mujer. La única persona que aún no estaba preparada para volar sola era mamá Masako. Yo le había explicado con paciencia inagotable mis proyectos una y otra vez, pero ella no parecía entenderlos. Estaba acostumbrada a depender de otros y no tenía ni el más mínimo deseo de construirse una vida propia. Quería que las cosas siguiesen como hasta entonces. (p. 355)

La figura de mamá Masako, según el relato de formación de protagonista femenina, se torna una mezcla de la madre antagonista, cuya imagen intenta imponerle a su hija los valores del sistema al que se adscribe, que en este caso son los del Karyukai, y la madre víctima, que no es capaz de hacer algo por salir del sistema, en este caso, apoyar a Mineko en sus proyecto aún si estos fuesen un error; lo cual plantea una contradicción con los valores de independencia que le ha traspasado a Mineko. En contraste con el resto de los habitantes de la okiya, ella era la única que realmente se oponía al rumbo que estaban tomando los acontecimientos, pero finalmente se resignó respecto de los hechos que estaban sucediendo. Paralelamente, Mineko seguía con su

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agenda de geiko, hasta que el 18 de marzo de 1980 falleció madre Sakaguchi, pérdida que fue un duro golpe para Mineko y para todo Gion Kobu, pues no sólo murió una figura importante dentro de la Kabukai, sino que también se llevó su arte de percusión a la tumba, pues ella era la última persona que tocaba en su escuela. Para nuestra protagonista, este fue un hecho trascendental que la impulsó a retirarse completamente de su vida como geiko, pues si bien aún mantenía un mínimo entusiasmo por seguir el estilo de vida del Karyukai, al fallecer madre Sakaguchi, Mineko pierde todos los lazos que le quedaban con Gion Kobu. Madre Sakaguchi fue para nuestra protagonista uno de sus principales modelos a seguir, de quien aprendió como desempeñarse en la sociedad y en su profesión como geiko, y por ende, como llevar las relaciones interpersonales sin dejar de lado su profesionalismo, dignidad y humildad. Como uno de los pilares principales en su vida (no olvidemos que madre Sakaguchi fue quien mayormente la auxilió en sus momentos difíciles y además cumplió el rol de onesan no oficial de Mineko) perderla significó para nuestra protagonista definitivamente completar el proceso de desidentificación con el modelo de geiko de Gion como algo irreversible, en donde Mineko se quedó sin aliadas en el engranaje del Karyukai. 4 meses después de este hecho, nuestra protagonista decide definitivamente anunciar su retiro, por lo que comienza anunciándoselo al último modelo de mujer con el que contaba, la iemoto o gran maestra. Interpretamos que Mineko buscaba desligarse de Karyukai en todas sus formas, pero de manera armoniosa y protocolar, como la misma norma de conducta que aprendió de estas influyentes mujeres. Cuando le anunció que en dos días dejaría el servicio activo, la gran maestra se emocionó y le suplicó que no se fuera, sin embargo, Mineko no recibió de la iemoto la motivación que necesitaba, porque el sistema no lo permitiría. “Su emoción me conmovió, pero fue incapaz de pronunciar la única frase que yo ansiaba oír: ‘Hagas lo que hagas, Mineko, no dejes de bailar’ ” (p. 352). Luego, les

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contó la noticia a mamá Masako y a Kuniko, quienes también se dejaron llevar por la emoción, pero no la cuestionaron, cosa que no sucedió con el resto de los integrantes del Karyukai: apenas Mineko llegó a su casa, el teléfono de la okiya no dejó de sonar en dos días por llamadas de diversas personas de la Kabukai exigiendo explicaciones y pidiéndole que se quedase. Nuestra protagonista explica que, si bien todos se preocuparon, nadie fue capaz de ofrecerle y/o sacrificar algo para que ella continuase trabajando como geiko, a diferencia de todo lo que Mineko había entregado y sacrificado por el Karyukai en sus 15 años de servicio activo. Los dos días siguientes nuestra protagonista llevó una vida normal como hasta entonces, asistiendo a sus clases y a sus ozashiki respectivos, en donde ella explicaba que todos sus años de servicio habían sido una eternidad. Dentro del sistema del Karyukai, el retiro de Mineko causó una gran conmoción, pero no la suficiente como para motivar a la Kabukai a hacer los cambios necesarios en el sistema. Tal como esperaba, mi retiro causó un profundo impacto en el sistema. Pero no el que yo había previsto, pues los poderes fácticos nada cambiaron. Aunque los tres meses siguientes otras setenta geiko abandonaron su puesto. Aprecié este gesto, a pesar de que era un poco tarde para demostraciones de solidaridad. (p.354)

La maquinaria del Karyukai siguió funcionando como hasta entonces, pues tanto Mineko como las otras setenta geikos que abandonaron, no son más que engranajes reemplazables por otros, cuya obligación es simplemente cumplir su rol dentro del sistema. Ser excepcional como lo fue Mineko no es más que un complemento que, al parecer, no afecta al sistema en sí mismo; pues si bien la idea era que al dejar de ejecutar los actos performativos que la convertían en “Mineko de Gion”, el sistema de Karyukai se viera afectado; que Mineko dejara de ejecutar los actos sociales que componían las distintas performance sociales de Gion Kobu (entiéndase los festivales, ozashiki, eventos privados, visitas de estado, etc.) no significó un quiebre, pues si nuestra protagonista se negaba a interpretar su libreto, había otras geiko dispuestas a hacerlo con

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gusto, especialmente aquellas que no cuestionaban el sistema en el que estaban inmersas. El último capítulo de su autobiografía comienza con el primer día que Mineko despertó sin sus obligaciones de geiko, y por ende, de verdadera libertad. Ella resalta su estado de relajo y despreocupación, el cual causa mucho contraste al recordar su ajetreada vida desde que se volvió una Iwasaki, pues en este punto del relato su única preocupación es su familia, compuesta por Kuniko y mamá Masako. Con respecto a su hermana, se comprometió a ayudarla para cumplir su sueño: formar su propio restaurante, el cual quedaría instalado en el nuevo edificio que habían construido en el solar de la okiya. También reinauguró el club Malvarrosa en la planta baja de este mismo edificio, dejando la tercera planta para su futuro proyecto del salón belleza. Para vivir, Mineko compró un departamento amplio en donde viviría con Kuniko y mamá Masako, mientras se dedicaba a preparar su nuevo proyecto (que nunca concretó) y a disfrutar la vida. Nuestra protagonista estudió y se reunió con muchas personas relacionadas con el mundo de la belleza, siendo en una de estas entrevistas donde conoció a Jinichiro Sato, pintor erudito que se convertiría en su esposo. Su relación fluyó muy rápido, pues contrajeron nupcias a los 23 días de conocerse, en donde Mineko le hizo prometer que si no era feliz en 3 meses, debía darle el divorcio. Ella tomó esta decisión precipitadamente porque consideraba que ya no era joven, quería experimentar la vida de casada y la maternidad, y Jin cumplía sus expectativas de hombre ideal. En este punto del relato, Mineko cambia de planes, había pasado de ser geiko a una empresaria y ahora se convertiría en jefa de familia, por lo que abandonó la idea del salón de belleza y cerró el club. Para subsistir, obtuvo una licencia de comerciante de arte, por lo que pudo mantenerse ligada a las artes, como lo había estado desde pequeña. Kuniko, en esas mismas fechas, decidió cerrar su restorán pues no obtuvo éxito deseado, así que finalmente se fue a vivir con Mineko, lo cual le permitió a nuestra protagonista vender el edificio y trasladarse a

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Yamashina, y mamá Masako, por su parte, siguió viviendo en Gion Kobu, trabajando como geiko y visitándolos regularmente. En los relatos de formación de protagonista femenina, la gran mayoría de los textos acaban con sus personajes resignadas frente al sistema o muertas, pues sólo acatando al sistema ellas podrían sobrevivir. Sin embargo, Mineko no opta por el matrimonio por buscar protección o status, sino por decisión propia, en su búsqueda por nuevas experiencias y proyectos de vida que la llenasen como persona. Hay que comprender que Mineko no es la mujer sumisa y dócil, sino que la mujer excepcional capaz de tomar sus propias decisiones y conciente de su papel subordinado dentro del sistema en el que está inserta. A lo largo del relato, se puede observar que nuestra protagonista evoluciona notoriamente en las distintas etapas de su vida, pasando de ser una niña tímida y algo antisocial a ser una mujer independiente, capaz de desenvolverse exitosamente en la sociedad. Nuestra protagonista termina ofreciendo sus reflexiones en torno a su vida y al Karyukai como estructura, dando a entender que alcanzó la plenitud saliendo del sistema y, por ende, dándole un final armonioso a su autobiografía. “Yo vivo libre y sin restricciones. Ya no estoy sometida a las reglas de la escuela Inoue, así que ahora bailo cuando quiero, donde quiero y lo que quiero” (p.365). Mineko también aprovecha de agradecer las enseñanzas que obtuvo en su vida tanto de su familia biológica como de su familia adoptiva, pilares que conformaron su carácter y sustentaron las decisiones que tomó. No obstante, al Karyukai no le dedica el mismo tipo de reflexiones, pues considera que el futuro de este sistema tradicional es incierto debido a que hay cada vez menos interés de la sociedad japonesa, la falta de tiempo para conversar y la ausencia de personas con los medios económicos para costear estos festines; lo cual sumado a la rigidez del sistema del Karyukai para renovarse, provoca que en la actualidad esta tradición se esté perdiendo y sea reducida a sus expresiones superficiales y

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estereotipos. (…) a medida que iba consolidándome en la profesión, me sentía cada vez más decepcionada por la intolerancia de nuestro arcaico sistema. Por ello traté de impulsar reformas tendentes a promover las oportunidades educativas, la independencia económica y los derechos laborales de las mujeres de la comunidad, pero mi incapacidad para cambiar las cosas me desalentó hasta el extremo de que, al final, decidí retirarme y, para disgusto de los más conservadores, lo hice en pleno apogeo de mi fama, a la edad de treinta años. (p.9)

Mineko siempre fue una geisha trasgresora dentro de su medio, pero a la vez, fiel a la norma, razón por la que fue exitosa durante su carrera. Ella buscó la forma de modificar el sistema para beneficio de todos los integrantes del Karyukai, pero éste se negó a escucharla y, en consecuencia, terminó desalentando a Mineko, y con ello, perdiendo a la mejor geiko de su generación.

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CAPÍTULO 5. Ruptura del pacto de silencio: autodesignación y asentamiento de un discurso propio En el mundo de la flor y el sauce hay una norma que hemos denominado pacto de silencio, según la cual ninguno de sus integrantes debe comentar fuera del Karyukai los procesos de formación de una geisha ni los aspectos exclusivos y sutilezas relacionados con su oficio. Esta regla implícita ha sido observada casi sin excepción aproximadamente desde los inicios de la profesión, lo que por una parte permitía mantener su exclusividad, su prestigio y la intimidad necesaria para la ejecución de los banquetes privados e instancias similares en donde debía participar una geisha, pero este exceso de hermetismo también ha provocado que tanto en Japón como en el resto del mundo se produzcan los equívocos que Mineko señala en su misma autobiografía. “En trescientos años de historia del karyukai, ninguna mujer se ha atrevido a desvelar sus secretos: nos lo han impedido las reglas tácitas de la tradición y el carácter sagrado de nuestra peculiar actividad” (Iwasaki, 2004, p.7). Además, este mutismo en torno a la profesión se relaciona con demostrar un cierto status social y cultural, puesto que ellas tienen acceso a saberes artísticos y ropajes propios de la elite japonesa, por lo que al mantener este secretismo, su grupo y su arte se mantienen dentro la exclusividad que los define y distancia de otros roles. Es interesante notar que Mineko, al decidirse a publicar su autobiografía comparte con el mundo sus vivencias, lo cual, sumado a la simpleza del lenguaje con que está relatada, abre las puertas de este colectivo exclusivo hacia aquellos que no pueden acceder al Karyukai directamente, ya sea por falta de medios económicos, distancia geográfica y/o ignorancia. Sin embargo, para poder apropiarse de su discurso, Mineko debió romper con el pacto de silencio de su profesión, lo cual implicó una trasgresión a la norma que, interpretamos, se atrevió a realizar apoyándose en la autoridad de sus propios méritos, a saber: ser la geiko más exitosa de 81

su generación, atotori y Maestra de Danza. Mineko habla sobre estos secretos, incomodando a los más conservadores del Karyukai y despertando la curiosidad de sus compatriotas y extranjeros no enterados de la vida de una geisha. Esta trasgresión nos habla de una voluntad de alcanzar una independencia más allá de lo económico o lo social, llevándola a un plano discursivo en donde ella necesita sentirse dueña de sus palabras, libre de la censura de terceros para describir cómo se forjó su identidad y sus relaciones con la comunidad de Gion o que otros hablen por ella sin considerar aquellos elementos de su propio discurso que son relevantes. Por ser el relato de su propia vida, solo Mineko puede ser la voz autorizada para hablar tanto de los acontecimientos que selecciona en su autobiografía como del contexto en el que estos se desarrollan, es decir, rituales, protocolos, costumbres, anécdotas, reglas, etc. Durante los 15 años que duró su carrera y los que vinieron después de su retiro, Mineko Iwasaki mantuvo este pacto de silencio en torno a su profesión, mientras su proceso crítico fue madurando hasta culminar en lo que finalmente conocemos como su autobiografía. Además, que haya decidido romper este pacto a una edad muy cercana a la ancianidad y no en su juventud, le permite, en cierta forma, ponerla a resguardo de la probable sanción que hubiese recibido en caso de haber tomado la palabra durante su ejercicio o en una fecha todavía cercana a su retiro. No obstante, interpretamos, que este periodo de tiempo fue también una época de reflexión y desidentificación más profunda con “Mineko de Gion”, por lo que creemos que ya no sentía que debía hacerse cargo de este pacto de silencio, y más si con la ruptura de este pacto contribuiría a desmitificar la imagen pública del Karyukai y la suya propia22. 22

Arthur Golden, en su libro Memorias de una Geisha menciona en sus agradecimientos a Mineko, a pesar que ella le había solicitado que mantuviera su identidad en el anonimato: Durante la extensa investigación que realicé para escribir este libro, estoy en deuda profunda fundamentalmente con una persona. Mineko Iwasaki, una de las grandes geishas de Gion durante los años sesenta y setenta, me recibió en su casa de Kioto en mayo de 1992 y corrigió todas las ideas falsas que tenía sobre la vida de las geishas (…). (Golden, 2006, p. 657) A pesar del ya mencionado acuerdo verbal de anonimato, Golden la menciona con nombre y apellido en su novela,

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A través de su autobiografía, Mineko nos presenta la voz de las geishas, un grupo mudo dentro de la cultura japonesa, y por extensión, del mundo, cuya identidad ha sido presentada y divulgada a través de las voces de otros, distorsionando y/o reinterpretando a gusto lo que ellas puedan decir sobre sí mismas, su cultura y sus tradiciones. Entre las costumbres y ritos de la profesión que han contribuido a la formación de un estereotipo equivocado sobre las geishas en occidente, se cuentan: la asimilación errada a la prostitución de los servicios de entretenimiento y acompañamiento, el ritual del mizuage y la relación de algunas geishas con su danna23 o protector. (Gómez, 2013, p. 53)

Estas voces dominantes y populares, que cuentan con su eco en los medios de comunicación masivos, son las que Mineko quiso enfrentar por medio de su relato autobiográfico, para presentarse tal como ella se autopercibe y no como otros la definen. A través de su relato, nuestra protagonista deja un testimonio no solo de su vida, sino también de su cultura y de su época; describiendo los procesos de aprendizaje que viven las niñas para convertirse en geiko dentro de una sociedad particular como lo es el Karyukai, descubriendo al público los mecanismos que permiten la independencia y/o represión de sus mujeres según sea el caso. El relato de Mineko se torna subversivo no sólo por las razones ya presentadas, sino lo cual trajo consecuencias negativas en la vida de Mineko, como amenazas de muerte y enemistades en el Karyukai. El autor norteamericano en su obra reafirma los equívocos y prejuicios preexistentes en torno a las geishas, tales como el ritual de mizuage, presentado en el libro de Golden como un remate de la virginidad de la geisha, a pesar que sí era válida para las prostitutas u oiran, tanto en la autobiografía de Mineko como en nuestra investigación ha sido aclarado que dicha práctica quedó obsoleta con las nuevas leyes implementadas en el Japón moderno; insinuaciones que hacían inferir que las geishas tenía relaciones sexuales con sus clientes, especialmente con la figura del Danna o protector; o insinuar que Mineko y sus hermanas fueron vendidas por sus padres a la okiya, puesto que Golden ni siquiera disimula en su obra de ficción, con evidentes paralelos a la historia de nuestra protagonista e incluso utilizando los nombres reales de familiares y conocidos de Mineko. Debido a esta situación, Mineko Iwasaki demandó en el año 2001 a Arthur Golden en la corte de Manhattan, Estados Unidos, por difamación de personaje, ruptura de contrato y violación de copyright por revelar su identidad. Mientras este juicio se desarrollaba, nuestra protagonista escribió su autobiografía con la intención de contar la verdadera historia de su vida al público japonés y mundial. En febrero de 2003, el juicio llegó a su fin por un acuerdo amistoso entre ambas partes fuera de la corte. 23 La figura del Danna o protector es un cliente habitual, adinerado, que se convierte en el protector de la geisha y le financia todos los gastos que requiera para su formación y la adquisición de su vestuario. Si el protector está casado, la geisha representa al danna como una esposa no oficial y debe darle una atención preferencial frente a los otros clientes. Las normas que rigen el tipo de relación geisha – danna son de difícil comprensión, lo que hace que el rol de geisha sea malinterpretado, asimilándolo al de una amante, y por lo tanto inferior al de la esposa. En realidad ambos roles son perfectamente válidos. (Gómez 2014, p. 53)

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también por la reivindicación de su punto de vista, el cual ha sido reafirmado tanto por sus decisiones tomadas en el pasado, como por la involución que ha tenido el sistema del Karyukai en los más de treinta años desde que Mineko dejó el oficio. Haberse retirado le entrega a nuestra protagonista una autonomía que, según ella misma da a entender en su autobiografía, le da una libertad de acción en su vida y en su arte que jamás habría conseguido si se mantenía sometida a los reglamentos de la Kabukai, pues al ser una institución no actualizada a los tiempos que corren, una ciudadana japonesa actual cuenta con mayor libertad e independencia que las geishas de hoy, invirtiendo en la práctica los fines de independencia para las mujeres que propone la Kabukai. El acto de tomar la palabra por parte de Mineko implica para ella nominar su experiencia, y en consecuencia, utilizar la palabra para autoproclamarse como mujer y artista independiente poseedora de una voz propia, a través de la cual, interpretamos, consigue comprender su condición de mujer independiente por medio de una conciencia de sí misma obtenida desde un análisis crítico de su persona y de su medio, forjando un yo coherente a largo de la autobiografía, y por extensión, de su vida. En el texto de María Inés Lagos se explica que tanto en los bildungsroman como en los relatos de formación de protagonista femenina no sólo se narra el desarrollo de un personaje, también la historia de un momento cultural teñido por las incertidumbres, deseos y procesos de formación-autoformación de los hombres o mujeres en la conquista de su identidad personal, lo cual es apreciable en la autobiografía estudiada, en donde Mineko nos muestra que no hay un solo modo de ser mujer ni un solo modo de ser geisha, porque para alcanzar el éxito de su proceso debió barajar constantemente las posibilidades que se le presentaron en determinados momentos de su vida y elegir incluso más allá de lo predeterminado para ella como mujer y como geiko dentro de la época que le tocó vivir; como

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ocurrió en varios ocasiones de su historia personal, pero en especial cuando dejó el oficio de geisha. Con sus actos y luego con su decisión de escribir, Mineko se autodesigna como sujeto con un discurso propio, en donde a través de un arduo proceso autorreflexivo propone elementos para actualizar, re-crear y resignificar el rol del oficio de geisha para los nuevos tiempos. Es importante destacar que Mineko, quien presenta la construcción de sí misma en su relato, adquiere su condición de sujeto al decidirse a contar su historia, lo cual se opone al fin último del proceso formativo de las geishas, en donde se busca que las niñas se amolden al concepto de geiko que la tradición impone y, por lo tanto, que su propia individualidad y deseos pasen a un segundo plano o incluso desaparecer bajo el ideal de geisha. El proceso educativo que viven las niñas aspirantes a geiko, equiparable en ciertos aspectos a la educación religiosa occidental que estudia María Inés Lagos en sus estudios sobre los relatos de formación de protagonista femenina, que está sustentado en una negación del yo a favor de una actitud complaciente hacia la Kabukai y hacia los clientes, lo cual contribuye a que, eventualmente, las mujeres de este gremio pudiesen sentir que sus necesidades e intereses no son prioritarios dentro del Karyukai. Sin embargo, para Mineko este proceso de negación del yo y autocensura, del que ya hemos hablado en capítulos anteriores, le permitió descubrirse como sujeto y en vez de borrar su subjetividad, le permitió construirla y reforzarla; y junto con ello, a volver a crear y significar el ser geisha en la actualidad. Mineko nunca muestra arrepentimiento sobre su decisión de retirarse del sistema, lo cual ratifica su elección, aunque a veces siente nostalgia, lo cual es normal si consideramos que desde su más tierna infancia vivió rodeada del mundo de la flor y el sauce. El sólo hecho de escribir, además, difiere de los patrones convencionales, en donde el acto de decirse es propio del mundo masculino; por lo tanto, el sólo hecho de que Mineko hable sobre su mundo y la sociedad de

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mujeres en la que vivió representa una trasgresión por sí misma, pues como explica Lagos, se articulan experiencias que han permanecido silenciadas hasta entonces, y que sumado al pacto de silencio que mencionamos en los párrafos anteriores, refuerza su carácter rupturista dentro de la cultura japonesa.

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CONCLUSIÓN A través de la presente tesis hemos analizado los procesos de identificación y desidentificación respecto del proceso de formación de una geisha que vivió Mineko Iwasaki, quien nos lo narra en su autobiografía Vida de una Geisha. Para ello, fue menester conocer y entender el rol que ostentan las geishas dentro de la sociedad japonesa, no desde la mirada occidental, la cual esta llena de mitos y estereotipos que son constantemente reforzados por distintas tecnologías sociales, como el cine, la publicidad, la literatura, los estudios asiáticos, etc.; sino que desde la perspectiva única que nos puede ofrecer una geisha al contar su propia historia. La geisha, dentro de la sociedad japonesa, cumple un rol público que normalmente está vetado para la mujer, a quien se le concibe desde el concepto de femineidad japonés como eje del espacio privado, totalmente ajena a aquellos aspectos de la vida que se relacionen con los espacios y roles públicos. En los eventos donde son solicitados sus servicios, la geisha se vuelve la anfitriona e incluso la relacionadora pública del cliente que la contrata, quien con su refinamiento demuestra el status de quien la ha contratado. Aunque a ojos occidentales parezca que la geisha, quien sí tiene acceso al rol público que se le niega a la esposa, la suplanta; en la sociedad japonesa dichos roles son complementarios, en donde cada una tienen claro el rol de la otra y, en consecuencia, se tratan con el debido respeto e incluso, una esposa puede contratar los servicios de una geisha. La profesión de las geishas fue concebida para otorgar protección e independencia económica y social, de forma digna, a las mujeres en una época en donde no podían aspirar a dichos beneficios a menos que fueran “bien casadas”. Sin embargo, dicho objetivo se ha ido

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desfigurando con el paso del tiempo, debido a la nula actualización a los tiempos que corren por parte de la Kabukai, sobre los reglamentos que rigen el quehacer artístico de geishas y demás actores sociales del Karyukai, como explica Mineko a lo largo de su autobiografía. Esta es una de las razones por las que, a lo largo de su carrera, nuestra protagonista fue desencantándose del mundo de la flor y el sauce, hasta finalmente retirarse. Mineko Iwasaki, quien comenzó su formación como geisha a los 6 años, fue progresivamente asimilando concientemente el modelo de geisha ideal que se le presentó, sin reparar en lo que significaría para su desarrollo social, y salud física y sicológica. Tal fue su capacidad de asimilación y perseverancia, que Mineko consiguió encarnar al ideal de geisha durante los 15 años que duró su carrera. Y es que las geishas son, dentro de Japón, el fiel retrato de lo que se considera una mujer bella, tanto por su aspecto y atuendos como por su nivel intelectual y refinamiento. Durante el estudio y análisis de la obra autobiográfica de Mineko Iwasaki hemos aplicado distintos conceptos pertenecientes tanto a la teoría literaria de autobiografía, relatos de formación de protagonista femenina y bildungsroman como a estudios de género, los cuales podemos calificar como los pilares que sustentan el análisis realizado. Aunque a simple vista pareciese que la teoría referente a las novelas de formación (tanto masculina como femenina) no tuviesen asidero en una autobiografía, hemos podido comprobar como en el relato que nos ofrece Mineko están presenten distintos rasgos textuales pertenecientes al relato de formación de protagonista femenina y, contra lo que esperábamos, del bildungsroman. La razón por la que podemos aplicar ambos modelos complementariamente en el relato de Mineko es que el proceso formativo que ella nos relata está enfocado hacia la preparación de mujeres con rol público, esfera en la que normalmente es dominada por hombres. Las geishas, en consecuencia, son mujeres que están

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constantemente moviéndose entre las esferas públicas y privadas, asumiendo en su quehacer y en su vida roles que pertenecen tradicionalmente tanto a mujeres como a hombres; y por lo tanto, en sus procesos formativos pasan por disyuntivas que pueden encontrarse tanto en el bildungsroman como en el relato de formación de protagonista femenina. Entendiendo que en una autobiografía sólo contamos con los sucesos de vida que la autora escogió para narrar, podemos afirmar que a través de la lectura de Vida de una geisha es posible comprender en qué consiste la profesión de estas mujeres, su formación académica y su ambiente de trabajo; así como aspectos culturales en torno a las artes tradicionales japonesas, las formas de llevar las relaciones interpersonales dentro de esta cultura y la estresante competencia entre profesionales. Asimismo, es posible analizar los postulados críticos que Mineko hace sobre la organización actual de la profesión a través de los estudios de género, en donde podemos apreciar que, si bien hace trescientos años la profesión de geisha era un adelanto en la sociedad japonesa, que permitía la conformación de sociedades de mujeres en las que ellas podían cultivarse, llevar una vida independiente y ser madres solteras; en la actualidad los arcaicos reglamentos con los que tutelan su trabajo han provocado que dichos fines sean más de palabra que de hecho, pues en la actualidad una mujer japonesa puede optar a educación e independencia sin tener la necesidad de convertirse en geisha. Durante su proceso de formación profesional, Mineko trabajó tenazmente para alcanzar el modelo de femineidad, profesionalismo y autonomía que encarnan las geishas, sin embargo cuando lo hubo alcanzado, comenzó un proceso de desidentificación debido a la rigidez del sistema que, paradójicamente, se oponía a estos fines. Mineko lentamente empezó a forjar el discurso crítico hacia el sistema en el que estaba inserta, hasta finalmente configurarse como una sujeta autónoma y con ello, desasirse del estilo de vida de geisha para buscar su propia verdad y

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su propio destino. El hecho que Mineko Iwasaki haya escrito su autobiografía es, de por sí, un acto de rebeldía que confirma este proceso y plantea ordenadamente según sus vivencias el desarrollo de su identidad tanto al acercarse al modelo como al alejarse de él. Para finalizar, creemos importante mencionar que durante el trabajo de investigación y análisis en torno a la autobiografía de Mineko Iwasaki, hemos ampliado nuestro conocimiento en torno a Japón, tema que nos atrae mucho, pero también en torno a los estudios de género, autobiografía y relatos de formación, cuyo contenido nos será muy útil en nuestro quehacer profesional futuro. Además de estos nuevos saberes que complementan nuestra formación académica, hemos recibido lo que consideramos una lección de vida, al aprender que no todo lo que se dice sobre una cultura o un grupo de personas debe considerarse cierto si no es comprendido desde la perspectiva correcta que, en el caso de las geishas, es la sociedad y cultura japonesa.

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