Variación y discurso: aspectos institucionales y estilísticos en la formulación de preguntas en el debate político cara a cara”, en Serrano, Mª José (ed.): Variación variable, Almería: Editorial Círculo Rojo (2011), 57-91

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Descripción

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la variante sin clítico resulta extraña o agramaticaL De estos solo eliminaremos del análisis los que se muestran claramente especializados para usos que además exigen alteraciones estructurales de la cláusula: así, los casos ya comentados de irse, marcharse y llevarse con eventos localizados en el origen del desplazamiento. 8 Otros autores corno Bell (2001:168) y Macaulay (2009: cap. 7) defienden e ilustran la utilidad de este método para el análisis estilístico. 9 ef también Richards (2006) sobre las diversas derivaciones interactivas de la identidad asociada a los grupos definidos socioprofesionalmente, así corno las relaciones colaborativas que se establecen entre ellos. 10 No hay que deducir de aquí que toda variación sea atriblÚble a las exigencias del género textual; los distintos grupos sociales tienden, de hecho, a preferir unas variantes sobre otras. Así, los artículos de opinión, siendo un género funcional y estilísticamente muy cercano a las cartas al director, obtienen una frecuencia más baja de reflexivos; es significativo que en .el primer caso los autores sean casi siempre periodistas e intelectuales y, en el segundo, hablantes particulares. Lo que ocurre es que esos distintos estilos grupales surgeu, en gran medida, de las propias situaciones en que suelen participar los hablantes (Finegan y Biber 2001:265), aunque es de suponer que a su vez influirán sobre esas situaciones.

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VARIACIÓN y DISCURSO: FACTORES INSTITUCIONALES Y ESTILÍSTICOS EN LA FORMULACIÓN DE PEEGUNL\S EN EL DEBATE ELECOORAL CABA A CABAl

José Luis Bias Arroyo Universitat Jaume 1

1. Introducción ste trabajo pretend~ dar cuenta de los factores que determman la dlstnbuclOn de las preguntas en un subgénero del discurso político como el debate electoral cara a cara. El análisis de las preguntas ha despertado un notable interés en los últimos tiempos, como se desprende de la publicación de numerosos estudios acerca de su funcionamiento en diversos géneros públicos e institucionales, como los tribunales de justicia, las instituciones sanitarias y policiales, los contextos académicos, las negociaciones y mediaciones o los contextos mediáticos, por citar solo algunos de los más destacados (Labov y Fanshel1977, Heritage 2002, García et al. 2002, Puchta y Potter 2004, Archer, 2005, Crawford 2008, Stokoe y Edwards 2008, Steensig y Drew 2008, Castor 2009, Ehrlich y Freed 2009, Tracy y Robles 2009, etc.) A este interés no han sido ajenos tampoco los estudiosos del

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discurso politico, como revelan las investigaciones acerca de la forma y función de las preguntas en conferencias de prensa (Clayman 1993, Clayman y Heritage 2002), entrevistas (Jucker 1986, Ekstrom 2001, Heritage 2002, Piirainen-Marsh 2005) o, en menor medida, debates parlamentarios (Harris 2001, Fenton-Smith 2008, Fuentes 2010). Sin embargo, mucho menos es lo que sabemos acerca del papel que desempeñan en otra variante del debate politico como la que tiene lugar en tiempo de elecciones, cuando los representantes de las principales formaciones politicas se enfrentan entre sí en combates dialécticos cara a cara ante las cámaras de televisión y con millones de potenciales votantes como testigos (con todo, véase Bilmes 1999, 2001.; Bias Arroyo 2009, 2010). A ello ha debido de contribuir, seguramente, el carácter escasamente dialógico de este género, en el que las intervenciones de los politicos devienen a menudo verdaderos monólogos, convirtiendo algunas fases del debate en un auténtico "diálogo de sordos". Con todo, en tradiciones como la española,2 no faltan las etapas del enfrentamiento en las que sus protagonistas no limitan su actividad a exponer programas e idearios, o criticar el de sus oponentes, sino que acosan a estos últimos mediante toda clase de preguntas capciosas, destinadas a poner en aprietos al rivaL En otro lugar hemos visto cómo estos actos comunicativos desempeñan un importante papel en diferentes niveles del análisis (Bias Arroyo 2010). Así, en un plano textual, representan hitos en la arquitectura argumental de los políticos, quienes muchas veces se sirven de estas preguntas para introducir,. modificar o finalizar temas y/o fases relevantes de su discurso. Por otro lado, en el nivel informativo estos enunciados se convierten en instrumentos destinados a proporcionar información relevante a la audiencia, de quien depende en última instancia la suerte del juego electoraL Como es lógico, esta información es siempre lesiva para el rédito del rival, y por lo tanto, positiva para los intereses propios o los .de la facción politica representada por el candidato. Tipológica-

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mente, además, las preguntas pueden ser de varios tipos, desde aquellas que buscan genuinamente la respuesta del interlocutor, a otras en las que dicha réplica es proporcionada directamente por el mismo hablante, pasando por cuestiones que en si mismas contienen ya una respuesta, como sucede con las denominadas retóricas (sobre estos, y algunos tipos más marginales, véase Bias Arroyo 2009). Por último, las preguntas desempeñan también una función coercitiva no menos destacada, ya que se convierten en poderosas herramientas de control en el plano interaccionaL Ahora bien, como veremos en las páginas que siguen, la distribución de estas preguntas y las diferentes funciones que desempeñan en el debate no son uniformes, ya que factores de diversa naturaleza condicionan su presencia en el discurso. En un artículo anterior (Bias Arroyo, en prensa) mostramos ya cómo la frecuencia de aquellas se ve determinada por factores distribucionales y categoriales. Así, por ejemplo, las posiciones finales y las interrupciones son especialmente tentadoras para la formulación de enunciados interrogativos que el hablante quiere ver respondido por el adversario, ya que son los contextos que más obligaciones interaccionales imponen al rivaL Asimismo, son puntos del discurso que alientan la aparición de preguntas exclamativas, en las que el hablante deja entrever actitudes de indignación con el oponente, y ecoicas, en las que se repite, en tono interrogativo, una parte o la totalidad de las palabras producidas por quien está en el uso de la palabra. Por el contrario, las posiciones intermedias son el terreno predilecto para otro tipo de preguntas con un importante valor argumentativo, como sucede con las preguntas retóricas, en las que el hablante da implícitamente por sentada una respuesta, o las cuestiones que, a modo de hitos argumentales, el orador se responde a sí mismo. Para ahondar en este análisis, y mediante la aplicación de los mismos principios teóricos y metodológicos del variacionismo lingüístico, a los que se une la perspectiva cualitativa del análisis

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pragmático del discurso, en el presente trabajo comprobaremos cómo, en el debate electoral, las preguntas se hallan también condicionadas por factores institucionales, asociados al rol político y a las expectativas de los candidatos en el debate, así como por otros que tienen que ver estrictamente con la voluntad retórica y estilística de los contendientes. 2. Corpus y metodología

El corpus de la presente investigación se halla compuesto por seis debates electorales cara a cara celebrados en España entre los años 1993 y 2009. En ellos se enfrentaron los candidatos de las dos principales formaciones políticas españolas, Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y Partido Popular (PP), en diversas contiendas electorales. Los dos primeros, entre Felipe González y José María Azuar, tuvieron una gran importancia histórica y mediática, ya que con ellos España se incorporaba a la tradición de los debates presidenciales en el concierto de las naciones democráticas. Además, muchos analistas coincidieron en observar que la suerte de aquellas elecciones -por cuarta vez consecutiva, favorables al Partido Socialista, cuando algunas encuestas habían presagiado un resultado distinto- estuvo intimamente ligada a esos debates, en especial al segundo y decisivo, a tan solo cinco días de las elecciones. Estos debates no conocerían una nueva edición hasta las elecciones generales de 2008, cuando los candidatos del Partido Socialista, José Luis Rodríguez Zapatero, y del Partido Popular, Mariano Rajoy, se enfrentaron en otros tantos combates dialécticos ante las cámaras de televisión. En esa cita electoral se vieron asimismo las caras los responsables de política económica y candidatos a la vicepresidencia, Pedro Solbes, a la sazón vicepresidente del gobierno socialista saliente y candidato por el PSOE para ese mismo cargo, y Manuel Pizarra, antigua estrella de la banca española, fichado 60

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a última hora por las filas populares, que poco tiempo después abandonaría tras el fracaso del Partido Popular. Por último, el corpus se completa con el primer debate entre Juan Fernando López Aguilar (PSOE) y Jaime Mayor Oreja (PP) con motivo de las elecciones europeas celebradas en el año 2009. Los debates fueron grabados el día de su emisión mediante el empleo de diversos equipos de grabación de la marca Philips. Obtenida la transcripción integra, se identificaron a continuación los enunciados que podían funcionar como preguntas, aspecto del que damos cuenta en el siguiente apartado. Señalemos, por último, que para el análisis cuantitativo nos hemos servido del programa informático SPSS 18.0. Junto a los cálculos estadísticos descriptivos más habituales (frecuencias, porcentajes, medias, etc.) y los gráficos y tablas que de ellos se derivan, hemos utilizado un test de significación estadística (X'), con el fin de establecer la fiabilidad de algunas diferencias observadas. En todo caso, y por razones de claridad expositiva, se ofrecerán únicamente los valores p, que indican la probabilidad de que las diferencias puedan ser o no debidas al azar (nivel de significación: pile...

Así, por ejemplo, la hipótesis institucional a la que anteriormente hacíamos referencia se vería inicialmente confirmada, tal como muestra la tabla 2, en los casos de Rajoy (90) y Mayor Oreja (23), cuyo número de preguntas supera al obtenido por los

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representantes del partido del gobierno, Zapatero (48) (X2: 12,783; p. 000) y LópezAguilar (18), respectivamente (con todo, en este último caso las diferencias con Mayor Oreja no resultan estadísticamente significativas: X': 0,610; p. 435). Sín embargo, no se cumple en los enfrentamientos entre Aznar (128) y González (129) (X': 0,004; p. 950), cuyas cifras generales son casi ídénticas, al tiempo que se invierten en el debate entre Solbes (31) Y Pizarra (25) (X': 0,643; p. 423). Por otro lado, la distribución de esas preguntas presenta irregularidades importantes en algunos políticos, particularmente destacadas en aquellos enfrentamientos que constan de dos debates, celebrados en los estudios de televisión de dos cadenas diferentes, y con un lapso temporal de una semana entre uno y otro. Por ejemplo, tal como muestra el gráfico 1, el comportamiento de Rajoy, uno de los políticos más "preguntones" en términos absolutos, difiere radicalmente entre un debate y otro. Así, en el tránsito del primero (62) al segundo (28) (X': 12,844; p. 000), la formulación de este tipo de enunciados desciende vertiginosamente. Frente a él, sin embargo, la actuación de Zapatero resulta mucho más homogénea (27 / 21; X': 0.750: p. 386). La explicación de estas diferencias tan elevadas quizá haya que buscarla en las expectativas del candidato popular y de su partido en las fases previas a cada enfrentamiento. En efecto, la actitud de Rajoy en el primer debate fue descrita por algunos analistas como excesivamente agresiva, y no faltaron quienes destacarían algunos comportamientos poco edificantes en determinadas fases del cara a cara, especialmente en aquellas en las que el líder conservador acusó directamente a su rival de despreciar a las víctimas del terrorismo de ETA, una línea argumental que había sido defendida machaconamente a lo largo de toda la legislatura por los sectores más conservadores de la prensa española. Con todo, el comportamiento de Rajoy en ese primer debate era esperable: muchos, incluso dentro de sus propias filas 68

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ideológicas, habían puesto en duda su capacidad para ganar unas elecciones -especialmente después de que perdiera las anteriores a manos del mismo rival, Rodríguez Zapatero-, y por si esto fuera poco, los sondeos electorales previos habían dado sistemáticamente como vencedor de nuevo al Partido Socialista. Ahora bien, del mismo modo también era razonable esperar una mayor contención en el segundo debate, especialmente tras las críticas recibidas. Este mismo escenario puede apreciarse en los debates entre González y Aznar, solo que esta vez con las facciones políticas y el orden de los debates invertidos. Por un lado, nos encontramos con un político de la oposición como José María Aznar, cuya agresividad dialéctica llegaría a convertirse en legendaria, y -por lo que aquí nos interesa- con un destacado incremento en el número de preguntas formuladas entre el primero (54) y el segundo debate (74) (X2: 3,125; p. 057). Con todo, el gráfico l muestra cómo ese incremento es muchísimo más abrupto en el caso del candidato gubernamental, el líder socialista Felipe González, quien triplica el número de enunciados interrogativos en el segundo debate (94) con respecto al primero (35) (X2: 26,984; p. 000). Aunque la mayor duración de este segundo debate -casi tres horas- podría explicar una pequeña parte de este incremento, creemos que este cambio de estrategia tan considerable se halla de nuevo en relación con el cálculo y las perspectivas electorales de los políticos. En efecto, a diferencia de las elecciones de 2008, en 1993 algunos sondeos habían apuntado hacia una posible victoria del Partido Popular. A ello habia que añadir una circunstancia agravante, como es el hecho de que en el enfrentamiento anterior un José María Aznar muy agresivo y bien preparado había vencido claramente a su oponente, para sorpresa de muchos. De este modo, a tan solo unos pocos días de las elecciones, el panorama del Partido Socialista y, en especial, de su candidato y líder desde hacía dos décadas, se presentaba francamente sombrío, y las posibili-

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dades de perder las elecciones después de tres victorias consecutivas (1982,1986 Y 1990) eran muy elevadas. En este contexto, el comportamiento de González, muy mesurado y presidencial duraute el primer enfrentamiento con Aznar -en parte motivado por una experiencia vital traumática en la jornada electoral previacambió radicalmente en la segunda y definitiva ocasión, y el tono combativo y provocador se convirtió en la nueva seña de identidad del siempre carismático líder socialista. En este contexto, las tácticas inquisitivas y de provocación al rival, las mismas que este último había utilizado tan hábilmente en el encuentro anterior, permitieron acorralar al candidato conservador, quien hacia el final de la contienda dio muestras -incluso fisicas- de su derrota. Las imputaciones por mentiroso, las acusaciones de inconsistencia, en ocasiones rayanas en el sarcasmo y la burla,6 pero también ciertas prácticas interaccionales, como las interrupciones continuas o las incesantes preguntas capciosas, destinadas a presionar al adversario y a .revelar ante la audiencia una supuesta "agenda oculta" del bando popular, se convirtieron en armas dialécticas de incalculable valor en manos del político socialista. 100 90 SO 70

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restricciones de carácter estilístico. Así, por ejemplo, la presencia en el cotexto inmediato de otras preguntas explica la aparición de secuencias interrogativas en las que unos enunciados atraen a otros, en un hecho de variación que se ha advertido en diferentes niveles del análisis lingüístico (Pereira-Scherre 2001, Cameron y Flores Ferrán 2004, Blas Arroyo 2008). Diversos autores han llamado también la atención acerca de la frecuencia con que, en algunos géneros institucionales, las preguntas aparecen como parte dé secuencias más amplias. Así ocurre, por ejemplo, en el discurso judicial, donde en no pocas ocasiones, abogados y fiscales acumulan varias cuestiones en el tumo interrogatorio que dirigen a testigos y acusados (Axcher 2005:156) En el debate electoral, un porcentaje muy importante de las preguntas (41,3%) surge también en secuencias en las que se encadenan o dos más enunciados del mismo tipo. El carácter retórico que adorna muchas .de las intervenciones de los políticos hace, además, que las sucesivas preguntas repitan, por lo general, la misma estructura formal que las anteriores. Con todo, no faltan ejemplos en los que este formato difiere. Ambos modelos pueden apreciarse en el siguiente fragmento, correspondiente a una de las intervenciones de Mayor Oreja en su enfrentamiento con López Aguilar. Obsérvese cómo a las preguntas parciales acerca del por qué, siguen otras sobre el cómo, e incluso una última, a modo de coda retórica, cuya estructura sintáctico-semántica ya no se corresponde con la de las interrogativas parciales, sino con la de una interrogativa total:

Gnü'ico 1: NlÍllrero de preg"imbs plJ-rparte retos polítitOS IOn los dR-bllte:s dobles

4.3 Preguntas y retoricidad Junto a los factores reseñados en el apartado anterior, las . preguntas en el debate electoral se ven condicionadas también por 70

(7) O: Este modelo que ustedes dicen que es tan malo, ¿por qué no lo cambiaron hace cinco años? ¿ Y por qué, por ejemplo, cuando ustedes nos dicen, por qué no apoyan los del PP la crisis? ¿Por qué han negado la crisis hasta ayer? ¿Cómo ibamos a resolver la crisis si ustedes negaban la crisis? ¿No ve cómo la de-

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magogia se deshace con facilidad? ¿Por eso el PP es el partido que, en el año 96, supo crear estos empleos? (L/O) Ahora bien, pese a la importancia general de este factor en el corpus, su relevancia explicativa varía considerablemente entre unos políticos y otros, un hecho que guarda relación con el mayor o menor grado de retoricidad que caracteriza sus discursos. Como puede apreciarse en el gráfico 2, la inclinación por las secuencias interrogativas compuestas por dos o más preguntas -generalmente, con el mismo formato- es mayor entre los candidatos de la oposición. 1
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