VAQUERIZO GIL,D.(2006):“Sobre la tradición púnica, o los influjos norteafricanos, en algunas manifestaciones arqueológicas del mundo funerario hispano-bético de época pleno-imperial. Una revisión crítica”. En D. VAQUERIZO y J.F.MURILLO (eds), El concepto de lo provincial en el mundo antiguo, 317-364

November 13, 2017 | Autor: G. Universidad de... | Categoría: Funerary Archaeology, Roman Funerary Architecture, Archeologia Fenicio-Punica
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Descripción

Volumen I PROEMIOS AGUILAR RIVERO, R. , Sensibilidad y magisterio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

13

DOMíNGUEZ VILCHES, E., Cuestión de modelos .. .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..

15-16

OCAÑA RABADÁN, A., Un trabajo fructífero. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..

17-18

MELLADO RODRíGUEZ, J., Desde la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Córdoba . . . . . . . . . . .

19-21

LÓPEZ ONTIVEROS, A., Elogio de la amistad . . . . . . . . ... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..

23-27

RODRíGUEZ-PANTOJA, M., Pro amicis...

29-30

PERA MADRAZO, C., Pilar, amiga y compañera de claustro. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..

31-32

ROJAS, C., Pilar León: una amistad continuada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

33

VAQUERIZO GIL, D., Es sencillo el lenguaje de la verdad

35-39

EL CONCEPTO DE LO PROVINCIAL EN EL MUNDO PRERROMANO SCHATTNER, Th., Cerámica ática y escultura romana calcárea en Munigua. Formas de recepción . . ..

43-54

DUPRÉ, X., Un santuario foceo junto al río Oleum: la antefija arcaica del Hospitalet de l'lnfant (Vandellos , Tarragona) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

55-88

BLAZQUEZ, J.M., Guerreros de las Baleares con cascos y corazas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 89-100

CORZO, R., Adquisición y comunicación de modelos en la escultura ibérica

101-112

ARANEGUI, C., Imaginario Ibérico

113-124

OLMOS, R.; BLANQUEZ, J., El relieve ibérico de Almodóvar del Río (Córdoba): la diosa que otorga y regenera la caza

125-142

MORENA, J. A.; RODERO, S., Nuevos hallazgos escultóricos de época ibérica en la provincia de Córdoba

143-162

ROMA: ASPECTOS GENERALES

GROS, P., Je (le pensais pas qu'il y eOt des libraires ¿ Lyon ". Le désert culturel des provinces

occidentales vu de Rome

165-174

ALARCAO E SILVA, J. de, Os modelos romanos e os traslados provinciais na Lusitania

175-188

BENDALA, M., Roma , la romanización de Hispania y ョオ・ウエイ

セ generación científica

189-200

ORFILA, M., La época romana en las islas Baleares: la documentación arqueológica

201 -224

ZARZALEJOS, M.; FERNANDEZ-OCHOA, C. , La época romana en Ciudad Real. Modelos de ocupación y procesos económicos en el ámbito suroccidental de la meseta entre los siglos 11 a.C. y IV d.C

225-250

GARCíA-BELLlDO, M: P., Corduba y Colonia Patricia: Historia de dos ciudades

251-266

STYLOW, A.U.; VENTURA, A., Nuevos datos sobre los antepasados maternos de Lucano y las relaciones familiares de los Annaei cordubenses

267-278

ROMA: URBANISMO Y ARQUITECTURA

HIDALGO, R., Piranesi y el dibujo preparatorio de la 'pianta delle fabriche esistenti nella Villa Adriana' del Museo de San Martina en Nápoles

281-300

MARQUEZ, C., El Tempo de Via delle Botteghe oscure en Roma

301-326

MURILLO, J.F., fases de desarrollo urbanístico y modelos monumentales en las ciudades hispanas. 1. Desde la fundación de Gadira César 327-390

RUIZ DE ARBULO, J.; VIVO, D.; MAR, R., El capitolio de Tarraco. Identificación y primeras observaciones

391-418

NOGALES, T.; ÁLVAREZ, J.M., Fora Augustae Emeritae. La interpretatio provincial de los patrones metropolitanos .. 419-450

RAMALLO, S., Talleres urbanos y talleres locales en los capiteles corintios de Cartagena

451-470

JIMÉNEZ SALVADOR, J. L., Consideraciones sobre la evolución de las corrientes decorativas en la ciudad romana de Valentia

471 -484

MARTíN-BUENO, M. A., El programa decorativo marmóreo del municipium Augusta Bilbilis

485-510

Volumen 1I ROMA: URBANISMO Y ARQUITECTURA (Cont.)

CERRILLO, E., La monumentalización del foro de Caparra a través de la epigrafía

11-30

L1Z GUIRAL, J., Acerca del significado de una conducción de agua de época romana a Caesaraugusta

'. . . . . . .

31-44

Los sedilia marmóreos del Teatro de Pompeyo y su reflejo en los teatros de la Bética.

45-64

MONTERROSO, A.,

BORREGO DE LA PAZ, J. de

11.,

La porticus in summa gradatione del teatro romano de Córdoba. . . . . . . . . . . . . . .

65-84

ROMA: ESCULTURA Y MOSAICO. ICONOGRAFíA

REGGIANI, A.M ., La galería laudatoria de la dinastía Ulpia Aelia en la Villa Adriana

87-102

PENSABENE, P., Mármoles y talleres en la Bética y otras áreas de la Hispania romana

103-142

GARRIGUET, J. A., ¿Provincial o foráneo? Consideraciones sobre la producción y recepción de retratos imperiales en Hispania

143-194

NOGUERA, J.M .; RUIZ VALDERAS, E., La curia de Carthago Nova y su estatua de togado capite uelato

TRILLMICH,

195-232

w.,

La contemporaneidad de lo heterogéneo: continuidad formal y transformación estilística del modelo urbano en la escultura 'provincial ' emeritense

233-248

BELTRAN FORTES, J ., Esculturas romanas de Arva (Alcolea del Río, Sevilla) conservadas en el Museo Arqueológico de Córdoba o o ooo

ooo249-258

BAENA DEL ALCAzAR, L., El prototipo iconográfico de la escultura femenina de Paulenca (Granada ... ..

oooo259-262

RODA, l., Iconografía de un aplique de bronce del Museo de Reus

o

o. o. oo. ooooo263-270

LÓPEZ MONTEAGUDO, Go, Lo provincial y lo original en los mosaicos romanos. Provincial versus original

oo. ooo271-292

ROMA: MUNDO FUNERARIO HESBERG, H. van, Die Torre del Breny - Ein monumentales Altargrab der frühen Kaiserzeit

o. o

295-316

VAQUERIZO, D., Sobre la tradición púnica, o los influjos norteafricanos, en algunas manifestaciones arqueológicas del mundo funerario hispano-bético de época pleno-imperial. Una revisión crítica oo o

317-364

TARDOANTIGÜEDAD y EDAD MEDIA SANCHEZ RAMOS, l., La cristianización de las área s funerarias en la Antigüedad Tardía. La situación en Córdoba o oooo o.. ooo ooo

367-380

NEGUERUELA, l. , La alcazaba musulmana de Cartagena (Murcia)

o

381-408

LEÓN, Ao, Pervivencias de lo clásico en la Qurtuba islámica

o

409-438

FUERTES, M." C., Córdoba durante el siglo XII. El abandono y ruina de los arrabales occidentales y su reconversión en espacio agrícola e industrial a través de las excavaciones de ooo.. Cercadilla (Córdoba)

439-462

SOBRE LA TRADICiÓN PÚNICA, O LOS INFLUJOS NORTEAFRICANOS, EN ALGUNAS MANIFESTACIONES ARQUEOLÓGICAS DEL MUNDO FUNERARIO HISPANO-BÉTICO DE ÉPOCA PLENO-IMPERIAL. UNA REVISiÓN CRíTICAl DESIDERIO VAQUERIZO GIL Universidad de Córdoba

a presencia de norteafricanos en la Península Ibérica es más que conocida desde al menos el siglo V a.C., en que comienza a gran escala la colonización púnica ; entre otras razones porque será la principal desencadenante de la llegada de Roma 2 . Es así como, desde finales del siglo III a.C., en el marco de las Guerras Púnicas, la futura capital del Imperio comienza la conquista de un nuevo territorio que, particularmente en el Sur, apenas se le resiste. La nueva potencia del Mediterráneo procura en todo momento aprovechar en la medida de lo posible las estructuras que encuentra a su paso y, como es lógico, acepta sin reparos la permanencia de aquellos grupos

L

Este trabajo se enmarca en el proyecto de investigación " Espacio y usos funerarios en la ciudad histórica. El ejemplo cordobés (siglos 11 a.C.-XV d.C.)" , que yo mismo dirijo, financiado por el Plan Nacional de Investigación Científica, Desarrollo e Innovación Tecnológica 2000-2003 del Ministerio español de Ciencia y Tecnología, con apoyo de FEDER (Ref. BHA 2003-08677). También se inscribe eri el Convenio de Colaboración que el Grupo de Investigación del P.A.1. HUM 236, integrado por todos los miembros del Seminario de Arqueología de la Universidad de Córdoba, mantiene con la Gerencia Municipal de Urbanismo del Ayuntamiento local para el estudio de Córdoba, ciudad histórica, entendida como yacimiento único (www.arqueocordoba.com). Gracias a José A. Garriguet, José R. Carrillo, Isabel Sánchez, Ana B. Ruiz, Esther Moreno y Ana Pérez por su apoyo bibliográfico, ya J.L. Vaquerizo por su colaboración en el material gráfico. También, a Joaquín Ruiz de Arbulo y a Luis Piñal. Sin la ayuda de todos ellos, mi trabajo no hubiera sido posible. Un estado actualizado de la cuestión puede encontrarse, por ejemplo, en FERRER, 1996.

VAQUERIZO, O.; MURILLO, J. F. (Eds.l (2006), El concepto de lo provincial en el mundo antiguo. Homenaje ala Prof. Pilar León, Córdoba,Vol. 11, pp. 317-364.

DESIDERIO VAQUERIZO GIL

poblacionales que no cuestionan su poder; entre los cuales, estoy seguro, un gran número de púnicos, cuya penetración entre las poblaciones ibéricas y turdetanas de baja época nunca ha llegado a ser bien determinada, ni histórica, ni arqueológicamente, aun cuando debió ser profunda, sólida y duradera (BENDALA, 1982, 193 ss.; FERRER, 1996, Y 2002). Además de algunas ciudades en las que tal circunstancia ha sido ya bien reconocida desde el punto de vista epigráfic03 , contamos con un argumento de peso a la hora de entender el panorama cultural de estas gentes meridionales, con raíces en el Norte de Africa y contactos frecuentes en ambos sentidos: la numismática 4 , utilizada por muchas de aquéllas, todavía en tiempos romanos, como un signo de identidad con el que reivindican su remoto origen fenicio-púnico (FERRER , 2004, 295) . Están, por un lado, las antiguas colonias fenicio-púnicas, que ahora acuñan con patrones griegos de raíz helenística (entre ellas, Gades, Carteia, Sexi o Abdera) , y, por otro, toda una serie de ciudades iconográficamente conectadas con el norte de Africa, que evitan el antropomorfismo, aludiendo a las divinidades mediante la acumulación de símbolos (GARCfA BELLIDO, BLAZQUEZ, 2001, Vol. 1,67). Entre estas últimas, cabe recordar una diosa femenina frugífera , acuífera y astral (que podría ser identificada con Tanit, pero también con otras advocaciones indígenas), simbolizada por la estrella o el creciente lunar, la espiga, la vid,

3 A este respecto, y ante la ausencia de estudios más recientes --con independencia del CIL-, エョッ」 ョゥ セ ョ siendo interesantes los trabajos de Albertini (1912), Balíl (1953 y 1954) o García y Bellido (1959, 144 ss.), en los que se valora la presencia de norteafricanos en el Levante español, particularmente en el caso de Tarraco.

" Hubiera sido de esperar que Roma, tras la conquista, cortase de raíz con todo aquello que pudiera ser testimonio público del arraigo político y cultural de sus enemigos, los púnicos. Nada más lejos de la realidad. Roma dejó absoluta libertad para el uso de los caracteres externos culturales - escritura, iconografía y metrologíaque demostraban la existencia en Hispania de comunidades púnicas" (GARCIA-BELLlDO, BLAZQUEZ , 2001 ,

Vol. \, 67, Fig 2)

.3 18

Vaquerizo , D.; Murillo, H . (Eds.l (2006)

el arado o el yugo (así, las cecas de Obulco, Ulia o /lipa) ; otra, diosa armada y protectora de su pueblo, también relacionable con Tanit (Caura, Carm05 o Turrirecina) , o Heracles-Melkart (Asido, Carteiéf' o Lascuta) , cuya permanencia como culto propiamente semita en su santuario de Gades hasta tiempos tardorromanos está fuera de toda duda (BENDALA, 1982, 194 ss.) . Símbolos recurrentes son también el caballo saltando, los crecientes lunares con un astro dentro o los jinetes númidas, que aparecen en cecas como las de Carissa Aurelia (GARCfA-BELLlDO, BLAZQUEZ, Vol. 1, 68). Huelga decir que en un panorama cultural tan acusada mente marcado por la tradición -y la presencia física- púnica, el peso norteafricano habría de resultar enorme, a todos los niveles de la vida; incluido el de la muerte. Sin embargo, aun cuando la tradición historiográfica sobre temas funerarios romanos ha dado siempre por sentada una fuerte influencia del norte de Africa en Hispania, particularmente e Baetica, conviene no olvidar que púnicos y romanos bebieron de las mismas fuentes helenísticas, y que la presencia de Roma en la Península Ibérica no haría otra cosa que propiciar la integración -incluso, finalmente, la desintegración- de las culturas previas en la nueva hispanorromana, matizada quizá desde su origen por perfiles idiosincrásicos propios, pero siempre con el espejo de la Urbs como modelo último de referencia . Al día de hoy no disponemos de trabajos monográficos que sistematicen la información sobre el mundo funerario de la etapa republicana, ni tampoco que tipifiquen , aclaren o iri-

El propio topónimo de Carmo podría ser también de origen púnico, derivado de la raíz qrt, como Cartago o Carteia (GARCfA-BELLlDO, BLÁZQUEZ, 2001 , Vol. 11 , 84)

Las series monetales de Carteia ofrecen una iconografía diferente, "africana, barbada y sin atributos, como un auténtico ba'ar', mientras en las de Lascuta han sido reconocidos los altares del gran santuario gaditano (GARCíA-BELLlDO, BLAZQUEZ, 2001, Vol. 1, 68, y Vol. /1, 87-95)

SOBRE LA TRADICiÓN PÚNICA, OLOS INFLUJOS NORTEAFRICANOS EN ALGUNAS MANIFESTACIONES...

terpreten de manera convincente las razones de esos supuestos influjos norteafricanos, sus vías de penetración, o su plasmación ritual, formal o tipológica última . Unos influjos que, paradójicamente, se detectan casi con exclusividad en época alto- y plenoimperial (también en los siglos finales del Imperio, si bien en estos momentos obedecen a otras circunstancias, de las que ahora debo prescindir aquí), con lo que ello supone de décalage histórico, por cuanto lo lógico sería que aquellos viejos púnicos se fueran desdibujando cada vez más en la sociedad hispanobética, romanizándose a la vez que lo hacían sus propios coetáneos, tal como se encargan de resaltar los autores de la época (Estrabón, Nat. Hist. 3, 2, 15; sobre el tema, BENDALA, 2002c, 80 ss. -vid. infra-l. En efecto, no contamos con argumentos para hablar de matices norteafricanos en el mundo funerario hispanorrepublicano; quizá porque apenas sabemos nada de él. Es a partir de los años finales del I a.C. cuando comienza a manifestarse la supuesta filiación púnica de algunos conjuntos funerarios como los de Baela Claudia, Carissa Aurelia y Carma, o de algunas tumbas, como las documentadas en Carduba -vid. infra-; dos siglos después de la conquista. Una circunstancia que se viene atribuyendo al poso latente de aquella cultura (GARCíA-BELLlDO, BLAZQUEZ, 2001, Vol. 1, 28), cuando, curiosamente, la mayor parte de estas ciudades iniciaban programas espectaculares de monumentalización y las elites locales rivalizaban en hacer ostentación de su romanidad, tan anhelada por todos. En este mismo sentido, tampoco se detectan pervivencias de otras culturas prerromanas tan pujantes como la púnica, con excepción del uso como contenedores de urnas de "tradición indígena" (ibérica o turdetana) -vid. infra- y la posibilidad de que determinados sectores de la población se enterraran siguiendo ritos que no dejaban huella arqueológica, como viene defendiendo en los últimos años J.L. Escacena (vid. referencias bibliográficas en ESCACENA, 2001). Por eso, no cabe descartar que esas manifestaciones funerarias tardías de supuesta filiación púnica que detectamos en sociedades

ya casi completamente romanizadas -si es que de verdad pueden considerarse como tales-, obedezcan a un origen africano renovado por vía directa o a través de las grandes islas del Mediterráne0 7 , consecuencia de nuevos procesos de intercambios culturales, económicos y de gentes, propios de un mundo cambiante y en ebullición, cuyas causas habrá que fijar en cada caso. Salvo que, como opina A. Jiménez, debamos entenderlas como una manifestación perfectamente consciente de etnicidad ante un hecho tan determinante en la vida como la muerte (JIMÉNEZ, 2005). Sí que contamos con estudios parciales-por el tema o por el alcance geográfico-, que han venido persiguiendo, incluso hasta nuestros días, las razones de tal corriente de influencia; desafortunadamente, no siempre con suficientes argumentos. Algunos de estos trabajos son ya clásicos. Así, el de J. N. Bonneville sobre las cupae de Barcelona, retomado más tarde por D. Julia (JULIA, 1965), J. López Vilar (LÓPEZ VILAR, 1999-2000) y Ch. Tupman (TUPMAN, 2005); o el de M. Bendala sobre la necrópolis romana de Carmona (BENDALA, 1976b), que, junto con Baela Claudia (PARIS et alii, 1926; BOURGEOIS, DEL AMO, 1970; REMESAL, 1979; SILLlERES, 1995, 189 ss.) y Carissa Aurelia (PERDIGONES, BALlÑA, ALONSO, 1987; PERDIGONES, MOLlNA, ROJO, 1987; LAVADO et alii, 1990; PERDIGONES, JIMÉNEZ, AGUILERA, 1993; LOZANO, 1998), constituyen los conjuntos funerarios hispanorromanos más relevantes desde el punto de vista de su pretendida filiación cultural norteafricana. Entre los más recientes, destacan el trabajo de P. Mateas sobre estructuras funerarias de origen norteafricano en [merita Augusta (MATEOS, 1995), recogido más tarde en su monografía sobre la basílica de Santa Eulalia

Esta última vía explicaría, por ejemplo, la proliferación de cupae en las áreas de Barcino y Tarraco, donde además se documentan epigráfica mente un buen número de norteafricanos (BENDALA, 1976b, 42-43) -vid. infra-.

Homenaje a la Profesora Pilar León Alonso

DESIDERID VAQUERIZO GIL

(MATEOS, 1999)8, el de O. Rodríguez y A. Rodríguez para el caso de Hispalis (RODRIGUEZ, RODRíGUEZ, 2003), o los de M. Bendala yalgunos de sus colaboradores sobre el concepto de "romanización" y el reflejo de la etnicidad en el registro funerario (BENDALA, 2002b; JIMÉNEZ DIEZ, 2005) . Con excepción de la reflexión que la misma A. Jiménez incluye en su aún inédita Tesis Doctoral -de conclusiones, a mi entender, cuando menos matizables (JIMÉNEZ DIEZ, 2005, en particular 375 ss.)-, hasta el momento care, cemos de cualquier avance sobre este tema por lo que se refiere al caso de Corduba, pese al crecimiento espectacular que en los últimos años ha experimentado la literatura sobre sus áreas funerarias urbanas (VAQUERIZO, 2001, a y b, Y2002, a, by c), y al hallazgo reciente de algunas piezas y estructuras hasta ahora inéditas en la ciudad (cupa; mensa funeraria), que permiten sin duda nuevos planteamientos. De ahí, este trabajo. Toda esta cuestión puede, de alguna manera, ser englobada en el concepto de lo que

Emerita Augusta, como Tarraco, son dos de los focos más importantes a la hora de rastrear los influjos norteafricanos en el mundo funerario peninsular. En la primera de ellas, la corriente de influencia oriental-norteafricana sustituye a la propiamente romana a partir de mediados del siglo IV d.C., y se manifiesta en todos los aspectos del arte -incluida la arquitectura o la escultura, de manera particular en todo lo que rodea a la muerte; siempre en clara conexión con el desarrollo del Cristianismo. Así, en el complejo de Santa Eulalia, esa influencia norteafricana y oriental está presente en la propia estructura del edificio; en algunos tipos de enterramiento --caso de las estructuras 32, cubierta por un mosaico en el que aparecía el retrato del difunto entre cortinas, como una expresión de poder, rango social y culto heredada del mundo pagano y basada en la invisibilidad de los emperadores, y 33, identificada con un lectus triclinaris, como los que abundan en la necrópolis tarraconense del Francolí-, o en la epigrafía. Sin olvidar otros conjuntos de significación diferente, como el xenodochium construido en la misma ciudad por el obispo Masona (MATEOS, 1995, y 1999, 131 ss.).

Todos estos influjos eclosionarían en la fuerte fase de orientalización que experimenta la ciudad en el siglo VI.

Vaquerizo, D.; Murillo, LF. (Eds.) (2006)

habitualmente entendemos como "provincial". No sólo tiene lugar en el sector más occidental del Imperio; también obedece a un proceso de emergencia de los caracteres locales en provincias que, sin dejar de ser romanas ni sentirse orgullosas de serlo y potenciarlo, dejan aflorar matices culturales propios, que evolucionan en coexistencia con las corrientes directas llegadas desde la Urbs, hasta conformar algo híbrido, fácilmente reconocible por su marchamo particular. Se trata de un problema complejo y escurridizo, en absoluto igual para los siglos iniciales del Imperio que para época tardorromana o tardoantigua; para Baetica, que para Lusitania o la Tarraconensis; para Corduba, o algunas de las principales ciudades romanas del sur peninsular (como las ya citadas Baelo Claudia, Carmo, Hispalis, Carissa Aurelia, o Carteia), que para Tarraco o Emerita Augusta, y sus respectivos territoria; para el mundo funerario pagano que para el cristiano. Son tantos los factores: fSeográficos , políticos, ideológicos, económicos o culturales, que influyen a lo largo del tiempo -por supuestq! nunca los mismos, ni en la misma intensidad- en el desarrollo particular de cada una de estas grandes áreas geográficas, o en la forma de entender el mundo funerario por parte de la población de cada una de estas ciudades, que las ramificaciones del tema podrían dar sin dificultad para una densa monografía . De acuerdo con ello, huelga casi aclarar que en un trabajo de estas características sería un error intentar abarcar semejante casuística; y de ahí en parte la limitación geográfica del título. Sin perder de vista en ningún momento lo que ocurre en el resto de Hispania, quiero centrarme básicamente en el mundo de la Bética; y de manera muy especial en los siglos centrales del Imperio, aunque la particular complejidad de los siglos finales del mismo, y , el determinante papel desempeñado por la expansión del Cristianismo -que tiene en el Norte de África uno de sus principales focos- me obligarán a volver la vista en algunas ocasiones a este complejo periodo.

SOBRE LA TRADICiÓN PÚNICA, OLOS INFLUJOS NORTEAFRICANOS EN ALGUNAS MANIFESTACIONES...

1. LOS CONJUNTOS URBANOS

CARMO Su importancia estratégica, y el papel de'terminante que juega la ciudad en la protohistoria del sur peninsular desde la llegada de los primeros fenicios al interior de Tartessos hasta su conquista definitiva por Roma, incluida la impronta púnica que en apariencia mantiene hasta los siglos iniciales del Imperio, han sido más que destacados por la literatura al uso (vid. por ejemplo al efecto BENDALA, 1976b, 1981,38 ss., o 1982, 197 ss.; BELÉN et alii, 1997, CABALLOS, 2001). Contó con ceca propia , que durante los siglos 11-1 a.C. emitió numerosas series con una iconografía -para algunos- típicamente norteafricana: a reversos con dos espigas semejantes a los que utiliza la ciudad de Obulco, alusivos a la riqueza de su territorio, se añaden anversos ocupados por una divinidad femenina "púnico-turdetana"9, Herakles-Melkart o Mercurio, en este caso con el caduceo en el reverso (GARCIA-BELLlDO, BLÁZQUEZ, 2001, Vol. 11 , 84 ss.). En cambio, para otros se trata de imágenes exclusivamente asociadas al panteón romano (ALFOLDY, 2001,385)10. Desde el punto de vista y para la época que ahora nos interesan , el legado norteafricano se ha querido rastrear en diversos aspectos de su arqueología, siendo el mundo funerario el que por una vez habría resultado más explícito (BENDALA, 1982,200; 1995, 279; 2001, 37),

Muy frecuentemente galeada, en una interpretatia de Tanit como Bellona, y después como Roma, "siempre dentro de gráfila vegetal indicando su feminidad y fertilidad' (GARCrA-BELLlDO, BLAZQUEZ, 2001, Vol. 11 , 84 ss.). 10 Para este tema, vid. también CHAVES, 2001 , en particular 356 ss., y, sobre tod o, BENDALA, 2002c. Ambos aceptan la posible "doble lectura" de muchas de estas imágenes, en línea con una sociedad híbrida, cambiante y poliédrica, que se sentiría ya romana en muchas de sus expresiones, pero también púnica o indígena en muchas otras, a veces como una forma inconsciente de reivindicación etnocultural. Y el mundo funerario sería idóneo para este tipo de manifestaciones.

en "un gesto de etnicidad activa" (BENDALA, 2002b, 142) que, de nuevo, no todos comparten , por considerar que el legado púnico en Carmona ha sido "sobrevalorado" (ALFOLDY, 2001 , 384) . Hasta la fecha, la necrópolis romana más importante excavada en 8aetica sigue siendo la occidental de la vieja Carmo, de extraordinaria relevancia para entender el tema que aquí tratamos l1 . En ella, las tumbas se distribuyen de forma irregula r, observándose cierta concentración en torno a las vías (la CordubaHispalis, y alguna otra de finalidad quizá estrictamente funeraria) y los monumentos más importantes, hoy desaparecidos en su mayor parte (BENDALA, 1976b 12 ) . Sin embargo, no es la única . Al norte de la población, junto a la Puerta de la Sedía, un segundo sector funerario ha proporcionado algunos recintos funerarios construidos con mampostería que acogen tumbas de cremación en fosa orientadas mayoritariamente Este/Oeste, con cubierta de tegulae dispuestas en hori11 En la línea de lo que avanzaba más arriba, J.L. Escacena atribuye esta necrópolis a los habitantes de Carmo de tradición púnica y a los primeros romanos , pero no así a la etnia de base turdetana , que según él mantendría hasta una fecha bien avanzada sus rituales típicos de la Protohistoria , no detectables desde el punto de vista arqueológico (ESCACENA, 2001, 33). 12 La necrópolis fue descubierta por azar en 1868. Después, realizaron excavaciones en ella G. Bonsor y M. Fernández López; cuyos trabajos sería n objeto de revisión y reinterpretación por parte de M. Bendala , quien basó en ellos su Tesis Doctoral, origen de una publicación hoy ya clásica a la hora de acometer cua lquier aproximación al mundo funerario de la Bética. Con posterioridad, intervinieron en el sector del anfiteatro C. Fernández Chicarro (1978) y un equipo dirigido por M. Belén, que documentaron algunas novedades de gran interés, como los enterramientos en urnas cerámicas de tradición indígena, ¿quizás también de tradición púnica? nセlebH L 1982), y las cremaciones bajo bóvedas y estructuras piramidales de ladrillo. Con todo, las tumbas famil iares en cámaras hipogeicas representan la tipología más utilizada en la necrópolis, por lo menos hasta los años ョゥヲ セ ウ・ャ del siglo I o comienzos del siglo I1 d.C ., en que se empiezan a desarrollar las otras modalidades citadas Hbelセn L 1983; belセn et alii, 1986) .

Homenaje a la Profesora Pilar León Alonso

DESIDERIO VAQUERIZO

zontal, O de ladrillos formando una pirámide escalonada . Todas ellas contaban con conductos de libación cerámicos o con un orificio en una de las tegutae que buscaba el mismo fin; por lo general en el lado oriental de la tumba, mientras en el extremo opuesto, y casi siempre fuera del enterramiento en sí mismo, se dispusieron algunos vasos de ofrendas. Por fin, en la mayor parte de ellas fue recuperada una moneda , que cuando ha podido ser reconocida remonta a tiempos de Adriano y de Antonino Pío (BELtN et alii, 1986, 57 ss., Figs. 5 y 6). Dibuja, pues, este sector funerario un panorama ritual bastante diferente del que ha podido ser comprobado hasta el momento en la Necrópolis Occidental, donde supuestamente los enterramientos no incluyen ni monedas ni canales para libaciones 13. Tales circunstancias obedecen, en opinión de los excavadores, a la posible filiación oriental de sus usuarios (esclavos, libertos o descendientes de libertos), que mantendrían a la hora de la muerte sus propias costumbres, entre las que se incluiría el uso frecuente de bóvedas de ladrillo. Bendala , por el contrario, achaca estas prácticas diferenciales al carácter plenamente romano de La Sedía 14 , frente a la Necrópolis Occidental ,

13 Con alguna excepción , que Bendala no parece tener en cuenta a la hora de plantear esta hipótesis. Así, las cámaras hipogeas que presentan un orificio en su bóveda para facilitar las profusiones (BENDALA, 1976b, 36), o el bustum excavado por el ingeniero Mr. Tys en el Campo Real, que contaba con un condu cto de libaciones conectado con un vaso de barro: probablemente la urna (BENDALA, 1976b, 21). 14 Globalmente entendido, este sector funerario podría quizá ser algo posterior al de la necrópolis occidental, pero no a toda ella. Pues, aunque en la zona del anfiteatro M. Belén y su equipo excavaron cuatro enterramientos republicanos de inhumación -que M. Bendala atribuye también a la tradición púnica de la ciudad, cuando en realidad cremación e inhumación coexisten en Hispania desde la llegada de Roma, entre los propios colonos (VAQUERIZO, 2005)- , tambi én documentaron alguna tumba de crema ción bajo bóvedas de ladrillos, coetáneas y en ocasiones asociadas a los mismos tubos de libaciones que aparecen en la necrópolis norte. Lo que significa que ambos conjuntos funerarios experimentaron una evolución similar, ritual y morfológica, en

Vaquerizo, D.; Murillo, J.F. (Eds.) (2006)

liセ

donde estaría muy presente todavía el componente púnico (BENDALA, 1991, 83, Y 1995, 282 ss.). La forma arquitectónica predominante en esta última 15 es la tumba monumental con cámara hipogeica de tendencia rectangular y carácter familiar, en la que los enterramientos -siempre de cremación, salvo algunos casos muy contados que utilizan simultáneamente ambos ritos1 6- se disponen en tocuti excavados en la roca, precedidos por un banco destinado a las ofrendas funerarias. La mayor parte de las tumbas fueron estucadas y pintadas, con motivos geométricos, florales o figurados, y algunas de ellas conectaban con el exterior mediante un orificio que debió servir como conducto para las profusiones típicas de las celebraciones conmemorativas periódicas; que tendrían lugar en las superestructuras monumentales construidas ' sobre los hipogeos, hoy perdidas por completo en casi todos los casos. A las cámaras -selladas con frecuencia mediante grandes losas o bloques de piedra que podían desplazarse con facilidad para permitir la deposición de nuevos enterramientos- se accede a través de un pozo más o menos desarrollado, cegado de manera definitiva en el momento de clausurar la tumba . También, en ocasiones, mediante una escalera; sobre todo,

su manera de entender y abordar el mundo funerario; propiamente romana, similar a la que se detecta en otras ciudades de la Bética. 15 Aludo a continuación sólo a los enterramientos que han sido relacionados con los precedentes púnicos de la ciudad , prescindiendo de aquellos que entroncan ya con las corrientes más puramente romanas, al servicio de las clases emergentes, tal vez de tipo funcionarial; caso por ejemplo de la Tumba de Servilia, la de las Cuatro Columnas, o el Columbario-Triclinio, que se viene interpretando como la tumba comunitaria de un collegium funeraticium (BENDALA, 1976b, 73 ss., Láms. XVII-XXI , y 1995, 280-281; ALFOLDY, 2001 , 393). 16 Destaca al respecto la tumba de Postumio (BENDALA, 1976b, 82-83, lám. XXIII). La inhumación se reserva de manera prioritaria a niños, enterrados de manera individual o en tumbas colectivas, como la de las Cuatro Columnas, o la del Ustrinum.

SOBRE LA TRADICiÓN PÚNICA, OLDS INFLUJOS NORTEAFRICANOS EN ALGUNAS MANIFESTACIONES...

cuando dicho pozo fue ampliado hasta convertirse en un patio anejo a la cripta, en el que se disponía la pira funeraria y, a veces, algunos enterramientos. Destacan a este respecto la Tumbas de Postumio y de Prepusa. Sin embargo, lo normal fue que las cremaciones se realizaran en ustrina de carácter familiar o comunitario; cuando no en simples busta, en los que el cadáver era quemado y enterrado in situ17 , señalizando después la tumba mediante cipos, ' altares y quizás incluso estelas, de los que apenas han llegado ejemplos. Son tumbas -me refiero a las de cámara- a las que M. Bendala cataloga sin reservas como neopúnicas 18 , por su relación con un importante sustrato étnico y cultural "Iibiofenicio" que habría permanecido en la ciudad tras la conquista romana, y por las continuas e importantes relaciones que Carmo, como otros muchos puntos de Hispania, mantendría con el norte de Africa tras su integración en la órbita de Roma (BENDALA, 1976b, 39 ss.). No obstante, algunos investigadores se han pronunciado de manera contundente en contra de esta interpretación, a la que consideran "pura fantasía" (ALFOLDY, 2001 , 381 y 395)19. 17 " En algunos casos, las paredes del foso crematorio disponen de uno o dos nichos, convirtiéndose en un tipo intermedio entre lá tumba de cámara y la de ' foso, destinada ésta, salvo excepción, a un solo enterramiento" (BENDALA, 1995, 280).

18 Aun así, reconoce que se trata de "un tipo tan difundido por el Mediterráneo que difícilmente se -Iespuede dar una ascendencia segura" (BENDALA, 1976b, 37).

En este sentido, destaca el mismo autor, convie19 ne recorda r que el único nombre indígena documentado por la epigrafía carmonense es el del peregrinus Attita, de base turdetana , y que el tradicionalmente interpretado como Urbanival, de supuesta filiación púnica, corresponde en realidad a Urbani Val(eriorum) (servi). Del mismo modo, las inscripciones recuperadas en relación con las tumbas de cámara "corresponden verosímilmente a libertos o esclavos que portaron, según la costumbre general del mundo romano, nombres griegos" (ALFOLDY, 2001, 383-384, Y 394). No hace falta decir que Bendala ha insistido en su hipótesis, rechazando de plano los argumentos util izados por sus detractores (BENDALA, 2oo2b, 144 ss.; 2oo2c76-77, y 80 ss.).

Por su singularidad, destaca la Tumba del Elefante (Fig. 1), fechada en la primera mitad del siglo I d.C. y valorada por M. Bendala como un santuario a los dioses frigios Attis y Cibeles; incorporados según él al mundo local como parte del proceso de romanización, pero entendidos en su relación con otros cultos de fuerte tradición púnica -sobre todo el de Tanit-, como vendría a demostrar la representación betílica de la diosa (BENDALA, 1976b, 49 ss., Láms. X-XVI; 1995, 281). Esta visión ya tradicional se opone a la posibilidad de que todo el conjunto pudiera ser interpretado como una simple tumba monumental dotada de cepotaphium y estancias diversas para las ceremonias y banquetes conmemorativos 2D , incluidos cocina y pozo, adaptadas a la peculiar topografía del lugar y decoradas con motivos iconográficos al uso. Entre ellos, la supuesta figura de Attis, como el resto de representaciones suyas identificadas en la necrópolis (BENDALA, 1976b, Lám. L111, 2-4) , podría obedecer más a un motivo de repertorio que a una imagen religiosa en sentido estricto (vid. al respecto, VAQUERIZO, 2004, 65 ss.). Esta misma idea, que fue apuntada inicialmente por A.T. Fear (1990), ha sido retomada hace sólo unos años por G. Alfóldy, para quien, en línea con los argumentos de aquél, la llamada "Tumba del Elefa nte" sería simplemente un monumentum con carácter familiar 21 . Una 20 Tales banquetes gozaron de cierto predicamento en la necrópolis, a juzgar por la disposición de trielinia de piedra en algunas de las tumbas, o la decoración de otra con la representación pictórica de uno de ellos; sin olvidar los ya citados conductos para las libaciones, que a través de las bóvedas unirían los monumentos superiores con las cámaras funerarias (BENDALA, 1976b, 93 ss, y 124, Lám . LXX). 21 De acuerdo con ello, la figura identificada por Bendala como sacerdote de Cibeles (BENDALA, 1976b, Lám. LV, 1 Y2), en muy mal estado de conservación, pero al parecer sedente y capite velato (Fig. 1C), sería la representación de uno de los difuntos enterrados en el monumento: tal vez el pater familias, o comitente del mismo, en el acto de realizar una libación; algo a lo que el propio Bendala se opone, con prolijos argumentos: " ... de ser una representación del difunto, habría que explicar por qué fue situada en ese lugar, no en las inmediaciones de

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Fig.

1:

Carmo. Tumba del Elefante. A) Planta (BENDALA, 1976). B) Elefante de piedra, presidiendo actualmente la cripta. e) "Sacerdote", recientemente interpretado como el posible comitente del monumentum.

familia pudiente, eso sí, fiel reflejo a su vez de la fuerte estratificación de la sociedad romana, que utilizaría la cocina y los tres triclinios para grandes banquetes conmemorativos fijados mediante un legado o una fundación testamentaria. Una interpretación plausible, aunque algo forzada en sus detalles últimos, por cuanto no hay prueba alguna para el caso concreto de Carmo de prácticas jurídicas o consuetudinarias de este tipo, lo que en principio hace arriesgado suponer el carácter público de tales banquetes. Por no aludir a la morfología tan extraña del edificio, su orientación, el diferente tamaño de los triclinia, la complejidad de cámaras y dependencias, o los sofisticados dispositivos acuáticos de que fue dotado, argumentos importantes todos ellos en la interpretación que hace del conjunto Bendala . Para Alfóldy22, que es rotundo al respecto, en la tumba no cabría ver ni la sede de un co//egium funeraticium, ni tampoco un santuario la cámara funeraria ... , sino junto al balneum , y presidiendo el complejo dispositivo de la traída de aguas desde el pozo" (BENDALA, 1990, 113). 22 ALFOLDY, 2001, 386 ss. , haciéndose eco de la misma opinión expresada por W. Trillmich en Hispania Antiqua, 311, donde este último rechaza cualquier relación de la tumba con el culto de la Magna Matery Attis, que debería ser entendido en todo caso como "el guardián del sepulcro".

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a Cibeles y Attis, sino la tumba de un matrimonio, con al menos un hijo y quizá varios esClavos y libertos23 , cuyas urnas se habrían repartido por las diversas cámaras de la tumba, reservándose la pareja los dos nichos de la principal, dotada de su propio triclinium. l:!J na visión que se contrapone igualmente con el papel protagonista reservado a la figura del elefante24, o al betilo, en el que Bendala cree

23

Todos ellos con antropónimos de origen griego.

24 La escultura (Fig. lB), que debió estar estucada y pintada, mide 0'57 m de alto por 0'83 m de largo y representa a un elefante africano al que le faltan trompa y colmillos, originalmente tallados en otro material - tal vez marfil- o A lo largo del tiempo ha sido interpretada como un emblema alusivo al origen africano de la familia propietaria del monumento funerario; como un símbolo de eternidad, dada la longevidad de este tipo de animales, o, en línea con las dos ideas anteriores, como animal consagrado al sol. M. Bendala lo pone en directa relación con su visión del conjunto como santuario de culto a Attis y Cibeles, en cuyo contexto el elefante simbolizaría en sí mismo al astro rey, victorioso sobre la oscuridad y la muerte, como se constata sobre todo en Mauritania (BENDALA, 1976b, 61 ss.). Sin embargo, G. AlfOldy insiste en la idea de que la estatua fue recuperada fuera de todo contexto, por lo que su propuesta de restitución carece de argumentos suficientes y su explicación en función de creencias religiosas de origen púnico posible pero no necesariamente la única. Recuerda , al respecto, su interpretación por parte de W, Trillmich (Hispania Antiqua, 175) como" ein exotisches Flair zu verbreiten » (ALFOLDY, 2001 , 384).

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ver a Cibeles; bastaría recordar la presencia frecuente de este tipo de elementos en las tumbas de, por ejemplo, Saela Claudia -vid. infra-, aun cuando debo reconocer que en los últimos años com ienzan a proliferar en la zona , para etapas anteriores y con un componente esencialmente ritual (BELÉN, CONLlN; ANGLADA, 2001; BANDERA et alii, 2004)25. En definitiva , aun cuando suscribo algunas de las afirmaciones de Fear o Alfóldy, estoy de acuerdo con Bendala cuando afirma que se trata de una alternativa insuficientemente argumentada (BENDALA, 1990, 114; 2002c, 76 ss.), por lo que será preciso seguir trabajando en la interpretación de la necrópolis y del monumento.

CARISSA AURELlA (Cortijo de Carija, entre los términos municipales de Bornos y Espera, Cádiz) Esta ciudad, que perteneció al canventus Gaditanus, es citada por Plinio como civitas latina (Plinio, Nat. Hist. 111, 15), Y recogida también por Ptolomeo (2, 4, 10). Tuvo ceca propia, que a lo largo del siglo 1 emitió semises y cuadrantes con metrología púnico-turdetana. En algunas de estas series aparece el Herakles gaditano, mientras en otras es muy frecuente el típico jinete con escudo redondo, al que algunos quieren ver de tradición númida y, por consiguiente, origen también norteafricano (GARCíA-BELLlDO, BLAZQUEZ, 2001, Vol. 11, 83-84). En los años 80/90 del siglo pasado fueron intervenidas de urgencia sus necrópolis Norte26 25 La problemática del betilismo en la Península Ibérica ha sido revisada recientemente por 1. Seco Serra, en su Tesis Doctoral aún inédita (SECO, 2002). En ella identifica como tales algunos ejemplares de Torreparedones o del santuario de La Algaida , en Sanlúcar de Barrameda . 26 Necrópolis de cremación e inhumación , que utiliza para los enterramientos fosas dobles excavadas en la roca: la mayor, como base de la pira, y la menor, excavada en su centro, para recoger los restos del cadáver y del ajuar. En ocasiones estas estructuras ofrecen algunos nichos en sus laterales a la manera de

y Suroeste 27 , de las que sólo conocemos breves avances, pendientes todavía de una interpretación en profundidad (PERDIGONES, BALIÑA, ALONSO , 1987; PERDIGONES, MOLlNA, ROJO, 1987; LAVADO et alii, 1990; PERDIGONES, JIMÉNEZ, AGUILERA, 1993; LOZANO, 1998). Aunque de carácter suburbano, tales espacios funerarios parecen no responder exactamente al concepto de viae sepulcrales que suelen caracterizar a las ciudades romanas, también de Hispania. A diferencia de ellas, se trata de grandes áreas reservadas extramuros para uso exclusivamente mortuorio, que debieron contar con diverticula interiores a efectos de facilitar el tránsito, pero a las que se debió acceder a través de caminos construi-

pequeños columbarios, de manera similar a como ya vimos en Carmona. Destaca entre todas ellas un amplio recinto con catorce sepulturas, once de ellas intactas en el momento de su excavación , y un edificio funerario construido en opus incertum sobre base de quadtatum que contenía 5 cremaciones y 3 inhumaciones. La cronología del sector central de la necrópolis, donde conviVen ambos ritos, oscila entre los siglos I y 1I d.C.; pero, conforme se avanza hacia el Noroeste, las cremaciones desaparecen y la inhumación se impone, bajando progresivamente la cronología hasta el siglo IV d.C ., lo que da clara idea de un crecimiento en horizontal del área funeraria (PERDIGONES, BALlÑA, ALONSO, 1987, 84 ss.; PERDIGONES, MaLINA, ROJO, 1987, 68 ss.; LOZANO, 1998,95 ss.). 27 Muy diferente a la necrópolis norte, acoge sólo enterramientos de cremación. Destacan grandes hipogeos excavados en la arenisca , en su mayor parte de carácter familiar o colectivo, yen principio fuerte componente norteafricano (PERDIGONES, MaLINA, ROJO, 1987, 70 ss. , Figs. 1 y 4; PERDIGONES, JIMt:NEZ, AGUILERA, 1993, lám. 2; LOZANO, 1998,95 ss.). Se documentan también numerosos enterramientos de cremación en doble fosa , de tipología muy variada --entre ellas, muchas con planta de cruz griega , y otras con forma de cono invertido-, y no faltan tumbas de forma cuadrada , cortadas en la roca y cubiertas con estructuras de mampostería , que dejaban un hueco para introducir las urnas y depositarlas en loculi laterales. La necrópolis, cuya cronología se sitúa entre los siglos I a.C. y 111 d.C. , presenta una extensión de más de tres kilómetros (LAVADO et alii, 1990, 125, Figs. 1, 2 y 5).

En su conjunto, y en líneas generales, las áreas funerarias romanas de Carissa Aurelia ofrecen una gran similitud con las de Carmo.

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dos ex profeso, como el documentado junto a la Necrópolis Nurte 28 •

BAELO CLAUDIA Esta pequeña ciudad, de la que las fuentes antiguas nos han transmitido cumplida cuenta (vid. al efecto SILLltRES, 1995, 15 ss., y 27 ss.) , es también sobradamente conocida desde el punto de vista arqueológico, merced a las excavaciones practicadas en los últimos años por la Casa de Velázquez, y más recientemente por la propia Universidad de Cádiz. Refundada al parecer por los romanos a partir de un asentamiento prerromano de carácter púnico situado algo más al interior, fue ciudad de derecho latino con Augusto, y municipium a partir de Claudia, dotado de un urbanismo canónico que nos ha llegado en bastante buen estado de conservación, incluidas sus necrópolis 29 . Para algunos autores, en ellas se manifiesta un menor grado de romanización de la población del que podría deducirse a partir de la arquitectura pública de la ciudad (BENDALA, 1995, 285 Y 288): reflejarían claras influencias norteafricanas en la no utilización de sigillata para los ajuares funerarios, la inclusión

28 " ... con una anchura de 1 m. y con dos canales de desagüe laterales.. . rodearía la necrópolis por el este y permitiría el tránsito por el interior del cementerio desde la ciudad' (PERDIGONES, MOLlNA, ROJO, 1987, 69). Para otros, en cam bio (LAVADO et alii, 1990, 117), este camino constituye en realidad una vía de acceso a la ciudad: concretamente el que la conectaría con el valle del Guadalete (CORZO, 1989, 287), lo que matizaría el comentario anterior.

29 No ocurre así con otras ciudades del litoral gaditano, entre ellas la que podría quizá resultar más interesante desde el punto de vista de este trabajo, por su loca lización geográfica y el papel desempeñado en el control del Estrecho de Gibraltar. Hablo de Carteia, objeto actual de un nuevo proyecto de investigación (BENDALA, 2001, 44 ss.; BENDALA, ROLDÁN, BLÁNQUEZ, 2002; ROLDÁN et alii, 1998) que, sin embargo, apenas ha generado información sobre sus necrópolis de época imperial. Entre esos escasos datos destaca la documentación de un posible mosaico funerario con la representación del fallecido, similar a los de Tarraco o [merita Augusta (ROLDAN et alií, 1998,65 ss.) .

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en éstos de una jarra o contenedor para las libaciones, el gusto por los monumentos turriformes coronados con remates piramidales, la abundancia de cupae con mensae, o la presencia sobre muchas de las tumbas de estelas betiliformes (JIMÉNEZ DIEZ, 2005, 433) . Una hipótesis que yo comparto sólo a medias, por cuanto a mi juicio las necrópolis de Baelo son característicamente romanas , a pesar de que pueda detectarse en ella algún matiz provincial, hispano o norteafricano, sobre todo en lo que se refiere a las formas arquitectónicas o a las manifestaciones externas del ritual-vid. infra-, más que lógicos dada la localización geográfica y la tradición cultural del asentamiento; sin que ello tuviera que suponer, necesariamente, un elemento de fricción social o colectiva. Puerto activísimo, comercial y de pasajeros, abierto por completo al estrecho de Gibraltar, del que obtuvo su principal medio de vida --el atún, base de una próspera industria de salazones-, debió mantener, en efecto, continuos セ ッョエ。」 ウ con el inmediato norte de Africa 30 • De hecho, acuñó dos series de monedas con su nombre (BYL'NN) en caracteres libio-fenicios, seguramente la lengua que se hablaba todavía en la ciudad durante la etapa republicana; en su reverso, una espiga de trigo en horizontal, muy similar a la que reproducen series similares de Carissa Aurelia, Carmo u Obulco, (SILLltRES, 1995, 15 ss., Fig. 2, Y37 ss.; GARCIA-BELLlDO, BLAZQUEZ, 2001, Vol. 11,51-52). Cabe también recordar la importan30 El itinerario Tingis-Baelo es el recomendado por todos los autores antiguos para atravesar el Estrecho (así por ejemplo, Estrabón , Geografía, 111 , 1, 8; Plinio, Nat. Hist. V, 3, 7), yen Baelo se documentan, de hecho, materiales constructivos fabricados en Tingis (SILLltRES, 1995, 25). Por otra parte, no hay que olvidar que desde finales del siglo lila Bética pasa bajo el control del gobernador de la Mauritania Tingitana, y que a partir de Dioclecia no esta provincia fue unida a las Hispanias, lo que concedió a Baelo una extraordinaria importancia dada su situación a caba llo entre una y otra zona, y ser el punto vital de comunicación y trasiego de tropas y mercancías entre ambas. Todo ello explica que su caso sea absolutamente particular, también desde el punto de vista funerario, por cuanto sus contactos con el norte de África debieron ser permanentes.

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cia que entre los baelonenses alcanzó el culto de Isis, que en muchos casos entra en Hispania como interpretatio de Tanit (GARCfA-BELLlDO, BLAZQUEZ, 2001, 68), al parecer con categoría de culto público y oficial (SILLlERES, 1995, 31 ss., y 96 ss.) . Estos contactos con el norte de Africa los evidencia igualmente la prosopografía (SILLlERES, 1995,35). Por lo que se refiere a las áreas funerarias, la ciudad contó al menos con dos grandes conjuntos, situados como es normativo en terrenos suburbanos, conformando sendas viae sepulcrales. Una de ellas -la más estudiada, activa durante todo el Imperio- junto a la puerta Este, a lo largo de la vía que comunicaba con Mellaria y Carteia, aunque más densamente ocupada entre la vía y el mar, y la otra a las afueras de la puerta Oeste, siguiendo la vía que conducía a Gades (PARIS et alii, 1926; BOURGEOIS, DEL AMO, 1970; REMESAL, 1979; SILLlERES, 1995, 189 ss.). Ambas, conforme a parámetros topográficos típicamente romanos . En la primera, que documenta un crecimiento en horizontal, detectándose en ella con cierta claridad áreas de ocupación cronológicamente afines (REMESAL, 1979, 11 ss., y 46 ss.), han sido excavados hasta la fecha más de mil enterramientos 31 , que conforman un paisaje funerario de gran densidad, en el 'que priman las cremaciones, depositadas en una amplísima tipología de tumbas, señalizadas en su mayor parte mediante estelas y cipos estucados y/o betilos y bustos de piedra (PARIS et alii, 1926, 27 ss.; una síntesis en SILLlERES, 1995, 192 ss.). Aun cuando la cremación es el rto predominante durante los siglos iniciales del Imperio, no falta la inhumación, de cronología remontable cuando menos a mediados del siglo I d.C. Como en el caso de Carmo, se ha querido relacionar con la fuerte tradición púnica de la ciudad (PARIS et alii, 1926, 16;

31 Los primeros trabajos en esta necrópolis -hoy por hoy, los más importantes e i1ustrativos- corrieron a cargo de G. Bonsor, en el marco de un equipo dirigido por P. Paris, del que formaban también parte A. Laumonier, R. Picard y C. de Mergelina (PARIS et alii, 1926).

SILLlERES, 1995, 201), si bien su escasa representación hace que no resulte significativa al respecto. Destacan , por ejempl032, los recintos funerarios -siempre a cielo abierto y algunos de ellos presididos por un monumento dispuesto centralmente o en uno de los lados-, en cuyo interior se disponían de forma un tanto aleatoria 33 un número variable de cremaciones en hoyo: en urna de piedra , en urna cerámica, o combinando ambos procedimientos (PARIS et alii, 1926, 46 ss., Tombes n° 963 y 958 -Fig. 28-, 505 -Fig. 45--, 656 -Fig. 46- o XIX -Fig. 47-)34.

Pero, además, en torno a los monumentos de Baelo --o bajo ellos, en ocasiones- se disponen otros muchos enterramientos (PARIS et alii, 1926, 47 ss, Tombes n° 963 y 958, por ejemplo; Fig. 28), que utilizan rito y morfología similares y que, aun cuando son interpretados en su conjunto por los excavadores como previos a la construcción de los nuevos edificios funerarios, en mi opinión pueden en muchos casos ser coetáneos a ellos. Abundaría en esta hipótesis la práctica bien constatada en otras necrópolis romanas, caso de Isola Sacra o Sarsina, de aprovechar cualquier espacio libre entre las diversas tumbas monumentales para disponer otras muchas más modestas, tal

32 De las cupae y los "muñecos", probablemente elementos más llamativos de las necrópolis baelonenses, hablaré con detalle más abajo.

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33 Hay recintos -aparte de los dobles, con ustrinum y cámara común para las deposiciones, muy similares entre sí-, que reservan como ellos, en uno de sus extremos, un pequeño acotado, al parecer cubierto, para guardar las urnas cinerarias (vid. por ejemplo PARIS et alii (1926), Enclos n° 505, 64 ss., Fig. 45). 34 Mientras los monumentos baelonenses utilizan para sus alzados el opus quadratum labrado en piedra local, a veces cimentado sobre la roca tallada, los recintos fueron construidos en opus incertum o latericium, que conforman muros de unos 50 cm de grosor, y pueden o no presentar puerta de acceso. Muchos de ellos siguieron en uso durante bastante tiempo, o bien fueron reutilizados, a juzgar por las inhumaciones que ocupan los niveles altos.

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vez ligadas a los propietarios de los monumentos cercanos por amicitia o algún tipo de servidumbre; sin que ello implique la esclavitud para los que se entierran en ellas (TAGLlETTI,

2001, 157). A la categoría de hipogeo debió pertenecer un monumento funerario que P. Paris excavó en la Necrópolis Este, interpretándolo como un ninfea. Aunque no conservado, una relectura reciente lo considera más bien como una tumba de cámara subterránea, similar a las dé Carmona (SILLlERES, 1995, 189).

URsa En esta ciudad, cuyas raíces se remontan a la Prehistoria, la presencia fenicia está atestiguada desde al menos el siglo VII. Debió mantener población púnica hasta tiempos romanos, en que como es bien sabido desempeñaría un importante papel en las Guerras Civiles (Bell. Hisp. 26, 28, 41). Pudo contar con ceca púnica, si se adjudican a ella las piezas con leyenda ywrs'n (GARCfA-BELLlDO, BLÁZQUEZ, 2001, 396 ss.) . A las afueras del núcleo urbano, en las márgenes de la denominada Vereda de Granada, fueron excavadas, entre septiem bre de 1784 y febrero de 1785, con patrocinio del conde de Floridablanca, ministro de Carlos 111, quince cámaras funerarias vaciadas en los taludes del camino; algunas de ellas, con sus paredes estucadas y pintadas "de couleurs vives" (PARIS et éllii, 1926, 198 ss., Fig. 100), de acuerdo a esquemas arquitectónicos animados en ocasiones por pájaros y aves de gran tamañ035 . En su mayor parte acogían sepulturas de inhumación en arcosolios y fosas talladas directamente en la roca, a la manera de formae, que ocupaban toda la superficie de las cuevas, hasta reunir más de doscientos enterramientos (Fig. 2). Algunos de ellos habían sido rea-

D. de los Ríos, "Las cuevas de Osuna y sus pinturas murales", Museo Español de Antigüedades X, pp. 271-281; Cfr. BENDALA, 1976b, 42. 35

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lizados en sarcófagos de mármol y de plomo, pero según las noticias que nos han llegado no proporcionaron apenas ajuar, con excepción de algunas lucernas, supuestamente tardías y cristianas 36 . Sin embargo, a partir de algunos testimonios antiguos, que además de las fosas para inhumación hablan de "taquillas a manera de 105 vasares"37, identificables probablemente con nichos para acoger las urnas cinerarias, cabe suponer que algunas de ellas pudieran haber guardado enterramientos de cremación; algo que parece bien probado en el entorno de las cuevas, donde se localizaron sepulturas en cistas con "cenizas contenidas en recipientes de vidrio y en 'ánforas pequeñas' con 'tasas de barro abucarado, algunas bastante finas" (LOZA, 1989, 181 38 ) En función de su decoración parietal, que ha sido fechada en época severiana (ABAD, 1982, Vol. 1, 243 ss.), la historiografía tradicional viene atribuyendo a las "cuevas" una .. cronología tardía, en algún caso negando toda relación con el CristianiSmo (CORZO, 1989, 287). Pero, aunque esto puede ser así para la etapa final del conjunto, estoy de acuerdo con L. Loza cuando supone para la necrópolis un uso más prolongado en el tiempo, sin descartar la posibilidad de que los primeros enterramientos pudieran remontarse al siglo I d.C., en un proceso cultural similar al comprobado en

36 A lo que es preciso añadir restos de epigrafía, alguna escultura (entre ella un posible Attis) y, curiosamente, un fragmento de toro, ibérico y de carácter funerario (1. Chapa, La escultura zoomorfa ibérica, Madrid, 1982, pp. 111, 153 y 156. Cfr. LOZA, 1989179, Nota 16). También se habla de un mosaico de tema aparentemente báquico (LOZA, 1989, 181).

37 R. Caro, Antigüedades y Principado de la ilustrísima ciudad de Sevilla y Chorographia de su Convento Jurídico o Antigua Chancillería, Sevilla, 1634, 171 ss.; Cfr. LOZA, 1989, 177, Nota 2. 38 Información obtenida a partir de la correspondencia entre D. José de Figueroa , excavador de la necrópolis, y el Conde de Floridablanca, entre noviembre de 1784 y enero de 1785.

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la vecina necrópolis de Carmo (LOZA, 1989, 182-183). De Urso procede también un ara funeraria dedicada por Q. Avidius Augustinus a los Arbori Sanctae, identificables con el culto a Attis como Arbos. Destaca la utilización del epíteto sanctus, que aparece fundamentalmente en el mundo norteafricano como forma de aludir a los dioses. Para algunos, esta idea incide en la hipótesis de que la introducción del culto de Attis y Cibeles en Hispania se realizara precisamente a través del norte de África (BENDALA, 1976b, 64) -vid. infra-. "

CORDUBA De acuerdo con el estado actual de la cuestión (VAQUERIZO, 2002b, 193 ss .), el mundo funerario romano en Corduba experimenta, con muy pocas particularidades locales, la misma evolución que las grandes ciudades del Occidente del Imperio; sobre todo las de fundación específicamente romana, o que alcanzan muy pronto su grado pleno de "romanización" (BENDALA, 1981,35 ss.). Es lógico pensar que en un momento inicial apenas se produjera contraste alguno con el mundo funerario previo -que en cualquier caso no conocemos-, pero lo cierto es que las primeras manifestaciones funerarias de que disponemos son . ya plenamente romanas, sin que se observen más resabios indígenas que el uso de algunas urnas cinerarias pintadas conforme a la vieja tradición ibero-turdetana 39 •

Fig.

2:

Ursa. Tumbas excavadas en la roca junto a la Vereda de Granada (Planta : PARIS et alii, 1926).

39 Qui zá, sencillamente, un producto de talleres locales más fácilmente accesible y a mejor precio que el material de importación, no siempre disponible. A. Jiménez las considera "elementos herederos de ... época prerromana que confieren a las necrópolis de la capital de la Bética un carácter híbrido característico de situaciones coloniales" (JIMÉNEZ DIEZ, 2005, 385). Sin embargo, ante una afirmación así yo me pregunto: si el mundo turdetano usaba de rituales funerarios que no han dejado huella arqueológica, ¿cómo es posible que a la hora de reivindicarse cultural o étnicamente lo hicieran con prácticas funerarias propias del mundo ibérico más oriental, que a ellos les eran completamente ajenas ... ? Es, a mi juicio, una prueba más de que conviene huir de las categorizaciones. La informa-

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Destaca también, a este respecto, un ara conservada en el Museo Arqueológico y Etno c lógico Provincial de Córdoba (Fig. 3), procedente al parecer de la propia capital -aunque no se descarta su posible origen obulconense-, dedicada por Tiberius Claudius Dionis, de supuesto origen norteafricano, a la Nutrix Augusta (divinidad púnica no documentada fuera de Africa), con una cronología de fines del siglo 1 d.C., o bien inicios del siglo 1I d.C. (CIL 11 2/7, 323) 40. Por fin, se ha señalado también en este sentido el gusto por cámaras hipogeicas selladas mediante bloques pétreos: "cegamiento arquitectónico" equiparable, según esta hipótesis, al que se hacía con los pozos de acceso de las tumbas norteafricanas, o en las propias necrópolis hispano-púnicas (BENDALA, 1976b, 1995, 279-280 Y 2002, 149 ss.) . Habitualmente, las tumbas monumentales de carácter hipogeico, a las que se solía acceder a través de un pozo o de una escalera, a veces tallados en la propia roca, quedaban cerradas mediante losas o bloques de piedra, fáciles de retirar en caso de reutilización de la tumba, como ocurre también en el norte de Africa 41 . Ambas circunstancias han sido bien comprobadas en el caso de la necrópolis carmonense (BELÉN, 1983, 210 Y 217 42 ),

Fig. JAra dedicada a la divinidad púnica Nutrix Augusta, de procedencia atribuida a Córdoba. Fines del siglo I-comienzos del siglo II d.C. (Foto: CIL 112/7, 323).

ción disponible es tan limitada que resulta difícil pronunciarse sobre la etnicidad de tales enterramientos; sobre todo cuando no conservamos documentos epigráficos clarificadores. 40

varias tumbas con cámaras supuestamente hipogeicas construidas en torno al cambio de Era 43 , en las que, de acuerdo con este plantea-

Gracias a A.U. Stylow por la información.

41 Si es que no se colocaban cuando la tumba quedaba cerrada de manera definitiva, utilizando hasta entonces algún tipo de cierre provisional. Parece apoyar esta idea el hecho de que en ocasiones estas losas o bloques de piedra fu eron cogidos con argamasa (BELÉN,

1983,217). 42 El hipogeo excavado por esta autora en las proximidades del anfiteatro incorpora además otros componentes de presunta filiación púnica, como la ausencia en los ajuares de cerámica romana de importación - se utilizan sobre todo series de tradición local-, o la aparición entre el relleno del pozo y el interior de la cámara de numerosos fragmentos cerámicos, algunos pertenecientes a las mismas vasijas, relacionados con algún tipo de ritual; igual que se constata en algunas necrópolis del

Vaquerizo, D.; Murillo, lJ. (Eds .) (2006)

330

y también en las de Córdoba: en concreto,

norte de África , como la de 1ipasa (BELÉN , 1983, 221 ss.). 43 En una de ellas (CI La Bodega) , fueron enterrados dos individuos que usaron , respectivamente, del rito de la cremación y del de inhumación, como ya ocurría por ejemplo en la Tumba de Postumio, de la necrópolis occidental de Carmona, comentada algo más arriba. Hay quien atribuye esta coincidencia a simples pervivencias de la tradición púnica, pero en estos últimos años se viene observando que en muchos casos la inhumación fue traída a Hispania por algunos de los primeros colonos itálicos, llegados de regiones donde constituía precisamente el rito funerario predominante (VAQUERIZO, 2005). Esta coexistencia de ambos ritos desde los inicios de Roma

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miento, cabría quizá rastrear ecos lejanos del mundo norteafricano (vid. al respecto VAQUERIZO, 2002b, 182 ss., Figs. 16 a 18) (Figs. 4 y 5). A una tipología similar, en tamaño, técnica edilicia y probablemente cronología 44 , parece corresponder el denominado "Sepulcro de los Pompeyos", recuperado en el entorno de Torreparedones (Castro del Río-Baena) allá por el siglo XIX (VALVERDE PERALES, 1903; BENDALA, 1976, 42; STYLOW, 1995, 225, nota 37; RODRfGUEZ OLIVA, 1999, XIX·ss.,; 2002,270 ss.; BELTRAN FORTES, 2000). Aun cuando fue usado por una familia claramente romanizada alrededor del cambio de Era, resulta significativo que algunos de su miembros llevan todavía nombres indígenas, y remiten a antepasados de clara filiación púnica, como Hannón (BENDALA, 2002b, 145, nota 29; RODRfGUEZ OLIVA, 2002, 273, LAM. VI.2). Un monumento parecido, si bien de mayores dimensiones y destinado a enterramiento colectivo, ha sido recuperado recientemente en la necrópolis de Las Maravillas (Bobadilla, Málaga), en territorium de la antigua Singilia Barba; pero, aunque el edificio parece antiguo, el enterramiento que lo amortizó remonta a finales del siglo 11 o comienzos del siglo 111 d.C., lo que limita su uso como paralelo (ROMERO PEREZ, 1993 y 1993-1994). Por fin, una cámara hipogea construida en opus quadratum con bóveda de caementicium y acceso a través de una escalera , fue documentada en la necrópolis del Cerrillo de los Gordos, de Castu/o (CANTO, URRUELA, 1979,321 ss., Plano 11). La tumba, cuyas características estructurales no quedan del todo claras, fue expoliada de antiguo, pero por las referencias que al parecer se han podido reunir sobre el ajua¡45 se ha

como potencia colonial -no sólo en Hispania; también en la propia Italia- obligan a replantear teorías como la de A. Fuentes (1992, 600), por cuanto el triunfo definitivo de la inhumación en el siglo III d.C. no supondría " normalización ritual" alguna. 44 No se especifica el sistema de cierre; sólo que la puerta se encontraba "matizada por escombros" (DE LA CORTE, 1839,357 ss.; Cfr. BELTRÁN, 2000, 124-125).

45 Los autores que la dieron a conocer señalan explícitamente que no conservaba resto alguno del mismo, aun-

...

Fig. 4: Corduba. "Tumba Grande" del Camino Viejo de Almodóvar (Necrópolis Occidental) (Dibujo: J.L. Vaquerizo).

F

o

Fig.

5:

Corduba. Tumba de la CI La Bodega (Necrópolis Septentrional) (Dibujo: J.L. Vaquerizo).

que recogieron referencias orales de que en el momento de su aparición la cámara proporcionó más de ¡doscientos vasos enteros!, buena parte de ellos de cerámica pintada, de tradición ibérica.

Homenaje a la Profesora Pilar León Alonso .

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DESIDERIO VAQUERIZO GIL

propuesto para ella una fecha de comienzos del Imperio (BENDALA, 1995, 285).

11. ENTERRAMIENTOS SINGULARES 11. 1. CUPAEY ENTERRAMIENTOS BAJO BÓVEDA El nombre de cupa, o cupula46 está bien documentado epigráficamente47 , entendiéndose por tal los monumentos funerarios con forma rectangular y remate abovedado, que algunos consideran una progresiva "Iitizzazione e monumentalizzazione del tumulo di terra" (BACCHIELLI, 1986, 309)48, por cuanto en último término sirvieron como coronamiento y elementos señalizadores de sus respectivas tumbas (RODRíGUEZ, RODRíGUEZ, 2003, 166). Con frecuencia, incorporan un epígrafe funerario con el titUlU5 sepulchralis del personaje precedido de la dedicación a los Manes inscrito en la propia pieza, cuando es monolítica 49 , y ,:

I

En realidad, cupa, o cupula, significa cuba, tonel 46 (FERNIQUE, 1969).

¡,

47 Al efecto, vid. por ejemplo LÓPEZ VILAR, 19992000, 66 ss., o RODRíGUEZ, RODRíGUEZ, 2003, 165 ss., donde se recoge una buena síntesis historiográfica .

48 Destaca, a este respecto, su denominación como tumuli en algunos tituli asociados a cupae de obra en las necrópolis de T1pasa, o en otras monolíticas y en forma de tonel de Cerdeña; lo que descartaría al tiempo las interpretaciones que relacionan necesaria y genéricamente este último tipo -bien documentado en el sur de Italia, Cerdeña o Lusitania (vid. infra)- con el vino en sentido estricto, tan importante en los rituales funerarios, o con personas que en vida hubieran desempeñado algún oficio relacionado con la producción o el comercio de este producto (BACCHIELLI, 1986,309).

49 Los mejores ejemplos hispanos, y los más completos en cuanto a la información que aportan sus respectivos tituli -bastante pobres, en cualquier caso, y plagados de errores (BACCHIELLI, 1986, 315)-, son sin duda los recuperados en Barcino (JULIA, 1965, 30 ss.,

PI. I-XII). Sobre esta cuestión, hay un aspecto importante a tener en cuenta: muchas de las cupae que no han conservado epígrafe funerario en soporte duro pudieron contar con él, pintado sobre su superficie estucada exterior; una práctica muy extendida por todo el Imperio que desgra-

Vaquerizo, D.; Murillo, ]J. (Eds.) (2006)

en algún caso decoración relivaria (BACCHIELLI, 1986,315, Tavv. 1.2, IV, VI.1 o VII.1). Algunos autores han querido ver en la proliferación de este tipo de monumento funerario en el sur de Italia, particularmente durante la segunda mitad del siglo I1 y la primera del 1II d.C., "un surrogato a buon mercato" de los sarcófagos 5o , de los que tomarían elementos ornamentales (BACCHIELLI, 1986,314). Esta idea" está ya presente en el trabajo de Berciu y Wolski 0970, 952), quienes ven precedentes claros en los sarcófagos licios de cubierta abovedada, muy difundidos y en uso hasta los últimos siglos del Imperio, y es retomada por alguno de los estudiosos más recientes 51 . Sin embargo, tal posibilidad no implica, como veremos enseguida, su uso predominante en relación con enterramientos de inhumación. De acuerdo con sus características estructurales, debemos distinguir entre cupae solidae, labradas de forma monolítica en piedra maciza, y cupae structiles, construidas en fábrica 52 ; ambas utilizadas indistintamente para enterra-

ciadamente, por la limitación que ello supone a la hora de derivar aspectos sociales e ideológicos de este tipo de monumentos, apenas nos ha dejado testimonios (EDMONSON, 2005, 344). 50 "Lesarcophage du pauvre" (BONNEVILLE, 1981, 9, Y 23 ss., Fig.6). 51 Es el caso de Ch. Tupman , quien analiza específicamente el problema de las cupae en la Tarraconense y Lusitania. Según ella, fue un tipo de monumento utilizado de manera preferente, y prácticamente exclusiva, por esclavos y libertos de cierto poder adquisitvo, que buscaron con ello diferenciarse a sí mismos en la muerte; ya fueran elegidas por ellos como por los dedicantes, y con independencia de su origen o filiación étnico-cultural (TUPMAN, 2005, 119 ss., y 131) -vid. infra--.

52 A esta categorización se oponen algunos autores, como Berciu y Wolski, para los que cupa debe ser enten- , dida semánticamente, y sólo clasificar bajo este nombre las tumbas de cremación con remates monolíticos en forma de tonel , o con remates monolíticos sobre plinto, escalonado o no (BERCIU, WOLSKI, 1970,950); idea superada, a mi entender, según trataré de demostrar en las líneas que siguen.

SOBRE lA TRADICiÓN PÚNICA, OlOS INFLUJOS NORTEAFRICANOS EN ALGUNAS MANIFESTACIONES...

mientas de cremación o de inhumación!)3, por lo que coinciden sin problemas en las mismas necrópolis y en la misma época (Fig. 6). También unas y otras presentan en un porcentaje elevado conductos libatorios, que tradicionalmente se han venido consider ando de origen oriental (WOLSKI, BERCIU, 1973; LÓPEZ VILAR, 1999-2000, 75)!>4, Y que en muchas de ellas conectan con un recipiente contenido en el propio cuerpo de la cupa, en lugar de hacerlo con la fosa (vid. por ejemplo DURAN Y SANPERE, 94). En este sentido, aunque las cupae pudieron ser utilizadas en algún caso como contenedores en sentido estricto del cadáver cremado (LÓPEZ VILAR, 1999-2000, Lám . 15), es importante insistir en que por encima de todo deben ser entendidas como elementos de cubrición, protección y señalización de la tumba; lo que no evita que pudieran series asociados otros elementos complementarios, como cipos o estelas. Así lo veremos por ejemplo en el caso de Baelo Claudia -vid. infra-.

53 Este tipo de monumentos se asocia claram ente con ambos ritos, según el predominante de cada momento, o la costumbre de cada familia (LÓPEZ VILAR, 1999-2000, 74).

Wolski y Berciu defienden que esta práctica 'tendría su origen en las costas de Asia Menor, desde donde se extendería a todo el ámbito romano de la mano de la gran oleada de orientales que se traslada a Occidente en los primeros siglos del Imperio, con el refuerzo posterior del intermediario norteafricano. Esto explicaría que, como las cupae y los enterramientos bajo bóvedas, a los que los conductos de libaciones se asocian de manera repetida , aparezca habitualmente en relación con esclavos, libertos o descendientes de libertos con antropónimos de supuesta filiación oriental ; y digo supuesta por la moda generalizada de adoptar este tipo de nombres durante los siglos centrales del Imperio, con independencia del origen. En Hispania, los ejemplos más antiguos de que tengo noticia , emeritenses, remiten al segundo cuarto del siglo I d.C. (MARCOS POUS, 1961, 90 ss.; BENDALA, 1976a, 147); no obstante, este tema deberá ser objeto de revisión en el futuro, ante la proliferación de casos que se vienen constatando estos últimos años en las necrópolis hispanas: en relación con la más diversa tipología de enterramientos, y algunos de ellos con cronologías probablemente más altas, lo que obligará sin duda a replantear las hipótesis al uso.

2.

2b

Fig.

20

6: Tipología de cupae y enterramientos cubiertos por

bóvedas de ladrillo o mampuesto (a partir de LÓPEZ VILAR, 1999-2000, Lám . 15)

54

Este tipo de monumentos es particularmente frecuente en el norte de Africa (Africa Proconsular, Numidia y Mauritania 55 ), sur de

55 En estas provincias el tipo se documenta ya en época tardorrepublicana; alcanza su máxima difusión a lo largo del siglo 1I e inicios del 111 , y sobrevive de forma dispersa hasta el fin del Imperio. Se utiliza tanto para enterramientos de cremación como de inhumación , monolíticas o de obra , y dada su enorme proliferación no puede ponerse en relación con un grupo social o étnico determinado (BACCHIELLI, 1986, 305). Su área de mayor densidad , tanto de cupae solidae como structiles, comprende entre Cherchel (la antigua Cesarea; LEVEAU, 1983) y Cartago (BERCIU, WOLSKI, 1979, 944 ss.; BONNEVILLE, 1981, 17 ss., y 22 ss.; LÓPEZ VILAR, 1999-2000, 70 ss ., Lám. 4), existiendo necrópolis donde se contabilizan en altísimo número (así por ejemplo, en la Puerta de Cesarea , de Tipasa; BOUCHENAKI, 1975, Figs. 15, 282 o 286).

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Italia 56 y Península Ibérica 5? (vid. al respecto LÓPEZ VILAR, 1999-2000, 68 ss.), donde ofrecen un arco cronológico bastante similar, que arranca de tiempos tardorrepublicanos -o los inicios del siglo I d.C.-, alcanza su máximo entre el siglo 1I y la primera mitad del 1I1 d.C., y perdura después de forma un tanto aleatoria hasta el final del Imperi0 58 ; generalmente en relación con gentes de condición social modesta o baja 59 , que incluyen un importante porcentaje de libertos y esclavos (BACCHIELLI, 1986,302 ss.; TAGLlETTI, 2001, 155 ss.; TUPMAN,2005).

56 En el entorno de Roma destaca el conjunto de Isola Sacra,.donde las recientes excavaciones han elevado al menos a 43 el número de tombe a cassone, entendidas como elementos señalizadores de los más diversos tipos de enterramientos, tanto de cremación como de inhumación (TAGLlETTI, 2001, 155 ss.). Recientemente han sido documentadas por primera vez - in muratura... e ... rivestiti d'intonaco rosso-en las necrópolis de Puteo/i (actual Pozzuoli), siempre relacionadas con inhumaciones: de individuos infantiles o muertos de forma prematura. Una de ellas, perteneciente a una niña de 8 años, fue abierta más tarde (de forma excepcional para este tipo de tumbas) a fin de enterrar con ella a su padre. Se fechan en el siglo 11 d.C ., y fueron utilizadas por pequeños comerciantes o artesanos de extracción libertina (GIALANELLA, DI GIOVANNI, 2001, 167, Fig. 11). 57 En la Península Ibérica, este tipo de enterramientos se reparte en cuatro grandes áreas: el extremo nororient91de la Tarraconensis (básica,mente Barcino y Tarraco), la Meseta (donde se han localizado por el momento menos ejemplares), el suroeste de la Lusitania (Algarve, Alemtejo y Extremadura, sobre todo en los alrededores de Olissipo y en Emerita Augusta), y Baetica (JULIA, 1965, 29, Y PI. XIX; LÓPEZ VILAR, 1999-2000, 69 ss.). En las tres primeras zonas predominan las cupae solidae (en Lusitania, básicamente en forma de tonel), mientras en la Bética el único caso conocido hasta la fecha de este tipo ha sido recuperado en Corduba. Todos los demás responden a la tipología de cupae structi/es -vid. infra-.

Usadas también por gentes propiamente cristianas, como se comprueba en algunas necrópolis norteafricanas. Así por ejemplo en la de Sainte Salsa, de lipasa, donde en ocasiones aparecen identificadas en uno de sus lados cortos por un gran crismón que no deja lugar a dudas (BOUCHENAKI, 1975, Fig. 40). 58

59 Por ejemplo, son muy raros los casos de cupae asociadas a cargos públicos (BACCHIELLI, 1986,312).

Vaquerizo, D.; Murillo, J.F. (Eds.) (2006)

A juicio de algunos autores, las cupae macizas, solidae o structiles, deben ser claramente disociadas de las tumbas rematadas con bóveda de ladrillo o mampostería, porque estas últimas, aparte de servir como señalizadoras del enterramiento, forman parte estructural del mismo (LÓPEZ VILAR, 1999-2000,83 ss., Lám. 15)60. Un argumento invalidado, en mi opinión, por el hecho ya destacado de que tam'bién las cupae solidae acogen a veces en su interior las cenizas del fallecido, realizando en definitiva idénticas funciones. Por eso, no veo ningún inconveniente en relacionarlas . Unas y otras deben, pues, ser diferenciadas a efectos de inventario y análisis tipológico --quizá también cultural-, pero todas ellas puedan ser entendidas como la monumentalización de los primitivos túmulos de tierra (BACCHIELLI, 1986,307).

Cupae solidae En Hispania, las cupae monolíticas son especialmente frecuentes en Emerita Augusta, Barcino y Tarraco, con una cronología centrada entre los siglos 11 y 111 d.C. Cuando han podido ser recuperadas en su contexto original se relacionan mayoritariamente con enterramientos de cremación, primaria como secundaria, aunque no falta algún caso en el que se superponen a inhumaciones, y un buen número de ellas presentan orificio de libaciones, que comunica directamente con la cámara funeraria (vid. por ejemplo JULIA, 1965,44, Nota 4). En la capital de Lusitania se han llegado a documentar un altísimo número de ejemplares, aunque los investigadores que han tratado el tema no se ponen de acuerdo, oscilando entre los varios centenares (alrededor de 300) 60 López Vilar las disocia claramente, y remite las tumbas de bóveda a prototipos de la zona balcánica (LÓPEZ VILAR, 1999-2000, 80 ss. Lám. 12; RODRIGUEZ, RODRIGUEZ, 2003 , 171), conciente, no obstante, de su uso frecuente en otras necrópolis más próximas, como la de Isola Sacra o Sarsina (LÓPEZ VILAR, 1999-2000, 81 , Lám . 13), donde se relacionan con armadores y comerciantes, muchos de ellos de origen provincial, particularmente orientales (BONNEVILLE, 1981 ,23) -vid. infra-.

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que señalan algunos (CALDERA, 1978; BEJARANO, 1996, 51; BENDALA, 2004, 97; TUPMAN, 2005, 120), Y los más de 2.000 que, probablemente de forma errónea, contabilizan otros (GARCfA MARTfNEZ; RAYA, 1990" 210; , LOPEZ VILAR, 1999-2000,69-70); siempre labradas en granito, con o sin inscripción (Figs. 7 y 8). Tan elevado número viene siendo atribuido a influjos llegados del norte de África, y más concretamente a una población de este origen compuesta de manera prioritaria por libertos relacionados siempre con religiones mistéricas (JULIA, 1965,44). Por otra parte, dada la relación del dios lusitano Endovellicus con el tonel, que aparece como uno de sus atributos, se ha querido ver en la cupa uno de los monumentos preferidos por los emeritenses de los siglos 11 y 111 para ponerse la protección de este dios infernal y psicopompo (por ej., JULIA, 1965, 47 ss.); idea sobre la que M. Bendala -entre otros- ha vuelto posteriormente (BENDALA, 1976a, 152-153 -vid infra--). Por fin, algún otro investigador destaca el valor del tonel como elemento enfatizador del vino, que tanta importancia tenía en los banquetes, las libaciones y las ceremonias conmemorativas funerarias, y que quizá representó una de las actividades económicas más importantes de la zona central de Lusitania (TUPMAN, 2005, 124). Pese a todo, las dudas siguen siendo muchas (CALDERA DE CASTRO, 1978,461 ss.), y al día de hoy el problema aún no ha sido resuelto. En Barcino (DURÁN Y SANPERE, 1963; JULIA, 1965, 30 ss., NI 1-26, PI. I-XII; BONNEVILLE, 1981; FABRÉ, MAYER, RODÁ, 1997; LOPEZ VILAR, 1999-2000, 73) predominan ligeramente las cupae structiles -sólo en las excavaciones de la Plaza Villa de Madrid se documentaron 31 (Fig. 9), frente a las 26 solidae recuperadas en diversos lugares del núcleo urbano; lo que hace un total de al menos 58 ejemplares-, todas ellas relacionadas con enterramientos de inhumación y, en su mayor parte, estucadas exteriormente y pintadas de rojo (DURÁN Y SANPERE, 1963, 88 ss.). No ocurre así con las cupae de piedra, utilizadas

Fig.

7;

Ejemplos de cupae solidae talladas en granito, reutilizadas en la muralla de la Alcazaba de Mérida

para ambos ritos (DURÁN Y SANPERE, 1963, 62 ss.). En el epígrafe funerario de uno de los ejemplares barcinonenses (lRB,)215) se alude a la modalidad de enterramiento con el nombre preciso de cupa. La pieza se fecha entre 175 y 195 d.C., lo que supone que el término aparece documentado epigráfica mente casi a la misma vez que en el norte de África (198211 d.C.) (BONNEVILLE, 1981,6-7).

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Fig. 8: Cupa so/ida expuesta en el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida (NOGALES, MÁRQUEZ, 2002, Fig. 8).

Por fin, en Tarraco (JULIA, 1965, 38 SS., PI. XIII-XIV; ALFOLDY, 1975; LÓPEZ VILAR, 1999-2000, 77 ss.) se conocen cuatro cupae solida e, dos de ellas de contexto arqueológico desconocido y dos más procedentes de la necrópolis cristiana del Francolí, con una cronología del siglo 111 d.C. Las structiles proceden sin excepción de la necrópolis paleocristiana, y cronológicamente se van ya a un momento mucho más tardío, comprendido entre la segunda mitad del siglo IV y la primera del siglo V d.C. Siempre que se tiene constancia de ello, aparecen asociadas a tumbas de inhumación (LÓPEZ VILAR, 1999-2000,77 ss.). En Córdoba ha sido recuperada hace sólo unos años una cupa maciza 6 1, labrada en calcarenita, reutilizada junto a otro material arquitectónico (buena parte de él funerario : aras y estelas, de diversas características 62 ) en el

61 Hay otra pieza de identificación dudosa, debido a su enorme desgaste. Gracias a J.F. Murillo y a M. Moreno por su generosidad al permitirme manejar documentación inédita . Por estar el segundo de ellos preparando . una publicación monográfica sobre el halla zgo me ahorro entrar en detalles. 62 Aunque no hay seguridad al respecto , parece lógico suponer que todas estas piezas proceden d e la inmediata Necrópolis Oriental , estructurada en torno a la

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refuerzo con que se revisten las antérides que soportan la plaza del Foro Provincial en época tardía (Fig. 10). En uno de sus lados largos presenta un resalte acusado a modo de cartela, similar al que aparece en las cupae de Barcino, en el que fue grabado de forma muy tosca y rudimentaria el epígrafe funerario: o.M.S. / POLlTlM / O: casi con seguridad un esclavo, de los muchos que a lo largo del siglo 11 d.C. -sobre todo en su primera mitad- eligieron en Corduba un nombre de filiación griega, sin que ello presuponga necesariamente para él, como ya antes comentaba, este origen geográfico63 . via Augusta y conocida hoy sólo de forma muy parcial por localizarse bajo el casco histórico de Córdoba (VAQUERIZO, 2002b, 148). 63 Sobre la presencia de antropónimos griegos en Corduba -que no de griegos en sentido estricto- puede consultarse el trabajo de A. Lozano (1996), quien no sólo deja clara constancia de su abultado número, sino también de su condición preferentemente servil -aunque no faltan cargos públicos o religiosos- y su relación con profesiones de gran interés como medicus, coactor, purpurarius, vestíarius, cae/atar, marmorarius, g/adiator, musicarius, o incluso tabu/arius de la provincia Baetíca (el único conocido, al que la ciudad concedió honores fúnebres y una estatua), aparte del importante papel que debieron desarrollar en relación con la producción y exportación del aceite bético á distintos lugares del Imperio. No olvidemos además que es un personaje de nombre griego: Trophimus, esclavo público de la colonia, quien

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9: Barcino. A) Planta del sector funerario excavado bajo la Plaza Villa de Madrid. B) Imagen del proceso de excavación (DURÁN y SANPERE. 1963). e) Estado actual del conjunto.

La cupa, que es la única de estas características documentada hasta la fecha en Baetica64 , nos ha llegado en bastante mal estado de conservación, y no presenta orificio alguno para libaciones. Si no tenemos en cuenta a tales efectos las que imitan la forma de tonel, el uso de decoración relivaria en las cupae hispanas se limita a

nos ha legado el único testimonio escrito de que disponemos en Gorduba sobre la familia publica local (GIL 11 2/7, 315). 64 Se señalan también cupae -ignoro si monolíticas o de obra- en las necrópolis romanas de Riotinto (SENDALA, 1976a, 152, Nota 59), de las que, por el momento, no dispongo de más información.

la zona de la Tarraconensis, y por lo general al marco de la inscripción, tallada directamente sobre el núcleo de la pieza, o en una placa incorporada al monumento de obra , en el caso de las structiles. En dicho marco se reproducen motivos inspirados quizá en la forma de algunas aras recuperadas en la propia necrópolis barcinonense (DURÁN Y SANPERE, 1963, 81 ss., Sep. N° 7), o de los altares funerarios con remates de pulvini y frontón bien documentados también en la zona (GAMER, 1989), sin que esté del todo clara la primacía cronológica entre unos y otros. Destaca una pieza (JULIA, 1965, N° 2, PI. 1.2), cuya cartela imita un pequeño templo con pilastras de capiteles corintios y frontón triangular decorado por un disco solar y rematado por acróteras. Este mo-

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Fig. 10: Corduba. Cupa solida recuperada en el templo de la CI Claudia Marcelo (Fotografías: M. Moreno y A. Ruiz) .

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tivo contrasta con el creciente lunar incluido en otra cupa de la misma ciudad -que ofrece además, en sus dos caras laterales, sendas rosetas de cuatro pétalos (DURÁN y SANPERE, 1981, 66, Sep. N° 5)-, colocado igualmente en el frontón del templete que acoge el titulus sepulchralis, en esta ocasión mucho más estilizado (JULIA, 1965, N° 25, PI. XII,l) . Se trata de símbolos astrales 65 , iconográficamente emparentados con divinidades de filiación púnica -como podría estarlo también el triángulo que remata la mayor parte de ellas-; argumento importante para defender el posible carácter norteafricano de algunas de las familias que eligieron este modelo de tumba . Buena parte de estas cupae56 incluyen finalmente en una de sus caras -casi siempre la principal- la representación de un hacha (JULIA, 1965, N° 1, 2, 3, 4, 5, 6, 8, 12, 13, 14, 15, 16, 18 Y 27; PL. 1.2, 11.1 Y 2; V1.2; V11.2; VIII.1 y 2; IX.2), combinada de forma ocasional con otros intrumentas, en su mayor parte de tipo cultual (JULIA, 1965, Lám . IV.2; FABRt:, MAYER, RODÁ, 1997; por ej., n° 177, 186, 219, 259) .

Cupae structiles

, Son similares a las cupae solidae, aunque construidas con fábrica de ladrillo, piedra yargamasa, que con mucha frecuencia se estuca al exterior a fin de regularizar los posibles defectos de la fábrica; estuco que se suele pintar (el rojo y el blanco son los colores más usados) o policromar (con motivos vegetales o geométricos), yen ocasiones admite una placa con el titulus sepulchralis. En Baetica, los primeros ejemplos de los que tenemos noticia se documentan en Gades, y en Baelo Claudia. Más tarde, también

65 Muy frecuentes, de hecho, en las estelas funerarias del norte africano (vid. por ejemplo FtVRIER , GASPARY1966-1967, 57 ss. , Figs. 37 ss., estelas de los siglos 1I y III d.C.). 66 14, de los 30 ejemplares estudiados en su momento por D. Julia -26 de Barcino y 4 de Tarraco, todas ellas solidae-- (1965, 46 ss.) .

en /talica. Su arco cronológico en estas ciudades, que en ningún caso documentan cupae solida e, abarca entre el siglo I y el siglo III d., si bien en otros lugares de Hispania llegan hasta el siglo V. Los datos existentes sobre las necrópolis gaditanas de época romana son por el momento muy escasos e imprecisos, pese a lo cual han sido comparadas con las de Carmo y Baelo (BENDALA, 1995, 284-285). Que en ellas se diera una fuerte impronta púnica es algo lógico y con amplia justificación histórica, supuesta la larga perduración de las costumbres fenicias en la ciudad, en buena medida ligadas al gran santuario de Herakles-Melkart, pero también en ámbito privado. Tal vez desde esta última óptica deban ser interpretados los enterramientos infantiles excavados por R. Corzo junto a la via Augusta, que en su opinión obedecerían a sacrificios rituales (CORZO, 1989); una hipótesis que no se descarta ante otros hallazgos de espacios funerarios exclusivamente infantiles documentados en las proximidades (ALCÁZAR , SUÁREZ, ALARCÓN, 1994). En Cádiz conocemos al menos el hallazgo de una cupa de obra totalmente estucada de blanco (sus dimensiones: 1'60 m de largo, por 0'50 m de alto y 0'40 m de ancho), que cubría un enterramiento de inhumación. En uno de sus lados cortos, resaltado a la manera de una estela, había sido inserta una placa de mármol de 12 cm con el titulus sep'ulchralis del fallecido: M. Faustilius Faustilius, muerto con 55 años (QUINTERO, 1932,25-26). En Baelo Claudia, donde el tipo prolifera más que en cualquier otro lugar de Hispania, asociado mayoritariamente al rito de la cremación(Fig. 11), las primeras remiten a época de Domiciano, si bien se hacen más frecuentes a partir de mediados del siglo II d. C. (PARIS et alii, 1926, 69 ss., Figs. 49-51, PI. XI ; SILLlERES, 1995, 201). Fueron construidas en piedra y mortero sobre una base rectangular, y recubiertas de una capa de yeso "qui, le plus souvent, restait blanche, sans aucune décoration" (PARIS et alii, 1926, 71). Algunas de ellas presentan una mesa de ofrendas, que se

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obtiene prolongando la plataforma de base por uno de los lados cortos -a veces, añadida con posterioridad a la construcción del monumento- (PARIS et alii, 1926,73 ss. , Figs. 50 y 51, n° 812, 372), Y que ofrece sus mejores paralelos en necrópolis del norte de África, como la de Tipasa (BARADEZ, 1961, Tumba 1, de la Casa de los Frescos, del último tercio del siglo I d.C.; Cfr. LÓPEZ VILAR, 1999-2000,71 ss. Lám. 6) (Fig. 12), aunque no faltan ejemplos en propio territorio hispano. Es el caso de la cupa de Fabia Ferriala, recuperada en la Plaza de la Villa de Madrid de Barcelona : levantada sobre otra anterior, destruida quizá al efecto, fue dotada de canal de libaciones y una mensa libataria, adosada a su cara principal (que acoge también el titulus sepulchralis) y flanqueada por varios betiJos, que evocan a los baelonenses. Bajo ella no se recuperó cadáver alguno -¿tal vez un cenotafio?-, por lo que entre otras cosas se desconoce el rito funerario que le fue asociado (DURÁN y SANPERE, 1963,92, Sep. N° 69; BONNEVILLE, 1981, 15 SS.67). Por regla general, los enterramientos bajo cupa de Baela incluyen un ajuar compuesto, según los casos, de piezas de cerámica y vidrio, lucernas y monedas: de Domiciano, Adriano, Aelio César, Faustina la Mayor, o Marco Aurelio, cuando pudieron ser reconocidas. Varias de ellas proporcionaron también alguna joya (casi siempre de tipo o procedencia oriental), espejos, clavos de bronce o hierro68 , y un falo de ámbar.

67 A tenor del material gráfico que nos ha llegado, es posible que dispusieran de mensa libatoria también otros ejemplares de la necrópolis, caso por ejemplo de la Sep. N° 25 (DURAN Y SANPERE, 1963, 89). 68 Aunque esta interpretación no es aceptada por todos, cuando en las necrópolis de Baelo aparecen clavos asociados a enterramientos de cremación o a tumbas de inhumación infantiles -en las que son muy frecuentes-, se los valora como parte del ritual funerario, con un sentido profiláctico y apotropaico (PARIS et alii, 1926, 87 ss., y 119, Fig. 70; REMESAL, 1979, 41 ; SILLlt:RES, 1997, 198). También se hace así en otras necrópolis hispanas, como las de Munigua (SCHATTNER, 2003, 1301-31) o Valentia (GARCIA PROSPER, 2001, 82), aunque en este último caso no estoy muy seguro de que su interpretación sea correcta. No faltan en necrópolis de la propia Roma

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En dos, una vasija de largo cuello incrustada en la obra servía como tubo de libación (PARIS et alii, 1926, 73 ss., ND 372 y 898), y todas aparecían flanqueadas por un "muñeco" o un betilo (estos últimos se consideran una evolución de los primeros, a los que habrían sustituido en las tumbas más tardías). Como ejemplo significativo puede destacarse la cupa de M. Sempranius Saturninus, muerto a los 49 años: una estructura de 1,65 m de largo, por 0'80 de ancho y 0'60 de alto, construida con piedra y mortero sobre una cista interior conformada mediante cuatro tegulae y cuatro imbrices, que acogía las cenizas resultantes de la cremación in situ, fácilmente fechable por la moneda de Marco Aurelio que incluía el ajuar. En el lado corto que da al mar -orientado, pues, al Sur-, fue encastrada una placa de mármol con el titulus sepulchralis y, junto a él , apoyado en la base ligeramente resaltada de la cupa, se depositó un busto de piedra (PARIS et alii, 1926, 71-72, N° 351, Fig. 49, PI. XI). En Italica, en la necrópolis situada al norte de la vetus Urbs, junto a la via Hispalis-Emerita AugustaG9 , además de otros monumentos funerarios de tipología indeterminada se dispusieron varias cupae de las que sólo una pudo ser recuperada íntegra, con casi dos metros de longitud máxima y la cabecera orientada hacia el Sureste. Fue revestida completamente de mortero pintado después de rojo, y dotada de una mensa libataria -de 91 x 65,5 cm-, bajo la cual se dispuso el titulus sepulchralis de un personaje de ascendencia turdetana, Aurelius Vgaiddillus -cagnamen extraño, que tal vez latiniza un nombre indígena-, muerto a comienzos del siglo 111 d.C., aunque desconocemos el rito funerario con que fue enterrado.

(CECI, 2001, 90), o del resto de Italia (PELLEGRINO, 2001 , 125; ORTALLI , 2001 , 236-237 .), donde al componente de protección del difunto se añade también la posibilidad de que sirvieran para castigar a un eventual profanador. Donde también se documentan monumentos de 69 este tipo (vid. por ejemplo DE LA BARRERA, 1989-1990, 236 ss., Fig. 1: enterramiento de inhumación, de cronología indeterminada, aunque se supone bajoimperial; BEJARANO, 1996)

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Fig. 11: Ejemplos de cupae structiles, algunas de ellas con mensae funerarias , de la necrópolis oriental de Baelo Claudia (PARIS et alii, 1926).

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Fig. 12: 1ipasa. Necrópolis de la Puerta de Cesarea. A y B) Vistas generales de la excavación . C) Cupa structilis con crismón, que demuestra su utilización también por gentes de religión cristiana (BOUCHENAKI, 1975)

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Para Caballos, se trataría de un peregrino que habría obtenido la ciudadanía romana tras la constitutio Antoniniana de Caracalla, en 212 (CABALLOS, 1994). Por fin, los ejemplares hispanos más tardíos de los que tengo noticia fueron documentados en la necrópolis paleocristiana de Tarragona: se trata de ocho cupae de mampostería, pintadas exteriormente de rojo, que ofrecen una cierta concentración en la parte central del cementerio. Dadas las limitaciones metodológicas de la excavación que las exhumó no parece muy claro el tipo de enterramiento con el que aparecen asociadas, aunque sí que se trata en todos los casos de inhumaciones, con un aparente predominio de los "sepulcros de muretes". Ciertos "agujeros" que presentaban algunas en su parte superior son interpretados como soportes para lucernas, descartando su posible identificación con conductos para libaciones. Crono". lógicamente se llevan a la segunda mitad del siglo IV o comienzos del siglo V d.C. (DEL AMO, 1979, 158 ss.; Planos n. 72 y 73).

Enterramientos bajo bóvedas de ladrillo o mampostería

En Hispania, con excepción de los ejemplares recuperados en la villa tarraconense de La Barquera (LÓPEZ, PIÑaL, 1995, 81 ss., Figs. 11 ss.; LÓPEZ VILAR, 1993, 26 ss.; LÓPEZ VILAR, 1999-2000, 65 ss., Lám. 1)7°,

70 "Mausoleos I y 11 " , que revisten un gran interés: por su relación con un asentamiento de carácter rural, su gran tamaño, los numerosos detalles constructivos que han permitido deducir, los restos de pintura roja en los zócalos interiores, y acoger posiblemente el primero de ellos a varios individuos (dos de ellos niños. Es curioso, pero este tipo de estructuras funerarias se relaciona muy frecuentemente con individuos infantiles.. . l; lo que permitiría entenderlo como tumba familiar, en uso durante un cierto periodo de tiempo . Destacan también , en am bos, los restos de banquetes funerarios, algunos previos a la deposición funeraria, y otros introducidos a través del orificio para libaciones practicado en la bóveda ; entre ellos algunas nueces enteras, que deben ser relacionadas con el universo infantil (VAQUERIZO, 2004). No han

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Mérida 71 O Lisboa (BERCIU, WOLSKI, 1970, 951 ss ., PI. LVII, Fig. 36), hoy por hoy esta modalidad de enterramiento sólo se conoce en la provincia Baetica, donde comienzan a menudear los ejemplos. Desde el punto de vista cronológico arrancan desde el siglo I d.C., y perduran hasta el siglo V, coexistiendo en varias ciudades con un número diverso de cupae structiles (con solidae sólO en Emerita) . Los primeros casos documentados en Baetica lo fueron en la Cañada Honda (El Gandul, cerca de Carmona) (PARIS et alii, 1926, 6971, Fig. 48), con una cronología que a partir del numerario recuperado ha sido fijada entre 81 y 140 d.C., y en la propia Carmo, donde entre otros casos de la Necrópolis Occidental (BENDALA, 1976b, 36) se cita una bóveda de ladrillos levantada directamente sobre un bustum, "qu'on trouva plein de noix/, (PARIS et alii, 1926, 69), fruto ligado de forma indiscutible al universo infantil (VAQUERIZO, 2004, 169 ss.). Con posterioridad, han aparecido en las inmediaciones del anfiteatro carmonense, donde funcionan siempre como busta y se fechan también a finales del siglo I o comienzos del siglo II d.C. Fueron recuperadas en el sector cuatro tumbas de estas características, que en palabras de sus excavadores, "funcionan dedos en dos y no siempre presentan la misma orientación" (BELÉN et alii, 1986, 56-57, Fig.4). En esta misma categoría podría englobarse la Tumba 9 de la Necrópolis Norte de Carissa Aurelia: cremación in situ cuyos restos -a los que acompañan también los del ajuar (clavos y tiradores de un posible feretrum, una ollita de cerámica común, dos varillas de hueso, una cadenita de cobre y un ungüentario de vidrio)- fueron depositados en una fosa de menor tamaño cerrada por una cubierta plana de

, . proporcionado epigrafía. Cronológicamente se sitúan entre mediados del siglo IV y finales del siglo V d.C. 71 Algunas de ellas asociadas a sarcófagos de mármol, o de plomo (RODRíGUEZ, RODRíGUEZ, 2003, 170).

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ladrillos unipedales que sirve de base a su vez a una estructura abovedada, siempre en opus latericium. Es fechada entre finales del siglo I y comienzos del siglo 11 d.C. (PERDIGONES, BALlÑA, ALONSO, 1987, 82-83, Fig. 1, Tipo 1.2.b). Ahora bien, qUlzas el más hallazgo más reciente en este sentido sea la tumba recuperada no lejos de la Puerta de Osario de la ciudad de Sevilla 72 ; en un sector de la necrópolis nororiental estructurado en torno a una vía secundaria que seguramente desembocó en la via Augusta. Se trata de una tumba de cremación en fosa conformada en opus latericium -de 127 x 83 x 35 cm- y cubierta con el mismo material , adovelado y dispuesto en forma de bóveda de medio cañón . El enterramiento, que fue realizado directamente en la fosa, sin ningún tipo de contenedor 73 , se mantuvo conectado con el exterior mediante un infundibulum cerámic0 74 que perforaba la bóveda, y que indudablemente sirvió para las profusiones rituales y conmemorativas. En tres de los ángulos de la cámara fueron depositados sendos ungüentarios de vidrio, de los tipos Isings 6, 28a/b y 26a, que desde el punto de vista cronológico abarcan todo el siglo I d.C., llegando a los primeros años del siglo 11. Por fin, tumbas cubiertas con bóveda de medio cañón en latericium, utilizadas tanto para enterramientos de cremación como de inhumación, con una cronología estimada entre los siglos 11 y 111 d.C., se documentan en 72 En esta ciudad me consta la aparición de, al menos, dos ejemplares más: en Gallos 23-Burón 25, y Valderrama (ORDÓÑEZ, GARCfA-DILS, 2004, 166). 73 Aunque sus excavadoras reconocen que la estructura presenta huellas de fuego , no se atreven a considerarla un bustum, por lo que entienden el enterramiento como secundario y aquéllas fruto de los banquetes rituales realizados durante las exsequiae, o incluso a posteriori (RODRfGUEZ, RODRIGUEZ, 2003, 161).

Casi con seguridad una pieza de tubería ; idéntica a las que se utilizan en algunas tumbas de Mérida, también de cremación , con una cronología similar, en torno al cambio entre los siglo$ I y 11 d.C. (MOLANO, DE ALVARADO, 1991-1992). 74

las necrópolis de Astigi (AGUILAR CAMACHO, 2004, 896, Tumba 22-, de cremación, Lám. VI ; MARTíN, FERNÁNDEZ, 2004; inhumación en sarcófago de plomo) (Fig. 13). Ahora bien, si existe algún caso particularmente significativo por lo que se refiere a la utilización de este tipo de enterramientos en el territorio de la antigua Bética, ése es, sin duda, el del denominado "Mausoleo" de la Necrópolis Este de Munigua, localizada, para extrañeza de propios y extraños, intramuros (SCHATTNER , 2003, 101 ss., Láms. 53-59) . El edificio funerario, construido en opus incertum y cubierto en origen con bóveda interior de medio cañón en latericium y tejado a dos aguas 75 , se sitúa al interior de uno de los recintos funerarios de obra que con una disposición ortogonal ocupan la zona, y acogía tres enterramientos de cremación y dos de inhumación, en sepulturas directamente abiertas en la roca o construidas con ladrillo, pero siempre rematadas por bóvedas del mismo material. Orientadas nordeste-sudoeste, las tumbas, que en ningún caso contaban con conductos libatorios, fueron saqueadas de antiguo (siglos IV-V d.C.); dos de ellas (A y B) conservaban todavía en su interior los sarcófagos de mármol, probablemente infantiles; las tres restantes se corresponden con cremaciones en busta, y sus escasas dimensiones tampoco excluyen que pudieran corresponder a immaturF6. Unas y otras se encuentran a diferente cota , lo que lleva a los excavadores a plantear que las bóvedas de las más bajas quedarían bajo tierra, aunque quizás señalizadas al exterior mediante algún sistema que no determinan. En cualquier caso, habrían quedado ocultas bajo el pavimento del

75 Reproduciendo a gran escala , en opinión de sus excavadores, la misma morfología .de las tumbas (SCHATTNER, 2003, 113). 76 No lo afirmo de forma taxativa porque en otros enterramientos de inhumación documentados en la misma necrópolis oriental las fosas no se corresponden con la longitud de los cadáveres, frecuentemente forzados o flexionados para poder ser encajados en ellas (SCHATTNER, 2003, 132 ss.).

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"mausoleo", de construcción posterior a cuatro de ellas y contemporáneo sólo a la Tumba A (la que proporcionó el sarcófago de mármol de paredes lisas), cuya bóveda sí que resultaría visible. Esto habría tenido lugar en la primera mitad del siglo 1I d.C., que marcaría el terminus ante quem para el resto de los enterramientos (SCHATTNER, 2003, 112 ss.). Sin embargo, el sarcófago infantil decorado con Erotes en escenas de cacería, y recuperado en la Tumba B -una de las inferiores-, se fecha entre 150 y 180 d.C. (SCHATTNER, 2003, 192, N° 9), por lo que a mi entender es necesario ajustar las cronologías, que arrancarían más bien de mediados del siglo 11 d.C. Las tumbas no proporcionaron epigrafía que pudiera aportar luz sobre los individuos enterrados en ellas. Sin embargo, las características especiales del monumento, así como la riqueza del ajuar de un bustum localizado al interior del mismo recinto -que conservaba en buen estado los restos de la kliné utilizada para el traslado del cadáver y quemada con él, así como de tejidos bordados en oro (SCHATTNER, 2003, 101, Lám. 56b y 59)-, permite suponer su pertenencia a una familia de cierto poder adquisitivo, a la cabeza de la exigua población munigüense 77 . En cualquiera de los casos, resulta extraordinariamente significativa la utilización en el mismo monumento de ritos funerarios diferentes, lo que no es obstáculo para que sus propietarios se sirvan del mismo modelo de sepultura, variando sólo el tipo de contenedor. Es un ejemplo significativo de cómo cremación e inhumación pudieron ser practicadas por los mismos núcleos familiares, en función de la época o, sencillamente, del origen o la tradición cultural de cualquiera de sus miembros. 77 Aun así, no se descarta su posible identificación con libertos, supuesta la trascendencia económica y social de éstos en Munigua, donde llegaron a conformar una segunda elite, de gran poder económico y dispuesta en todo momento a emparentar mediante matrimonio . con las grandes familias locales, pocas y considerablemente cerradas en sí mismas (SCHATTNER , 2003, 218219).

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Fig.

13: Astigi. Enterramiento en sarcófago de plomo pro-

cedente del término municipal (Museo Arqueológico local).

En la misma Necrópolis Este se documentan varias tumbas más con bóvedas de ladrillo: son enterramientos de inhumación, con una cronología de mediados del siglo 11, o como mucho finales de este mismo siglo (SCHATTNER, 2003,113, NE 29,30,31,34,35 Y 49).

Discusión A juzgar por las cronologías documentadas, y con independencia del rito utilizado, podría parecer, en principio, que las cupae structiles

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preceden en el tiempo a las monolíticas; por lo menos en las provincias hispanas78 . En cambio, para J.-N .Bonneville las cupae monolíticas son anteriores a las de obra (BONNEVILLE, 1981, 16), Y podría quizá apoyar esta hipótesis el hecho de que en la necrópolis de la Plaza Villa de Madrid, de Barcelona, las primeras se disponen en conjunto más próximas a la muralla que las segundas, síntoma de mayor antigüedad relativa si partimos de aceptar para este sector セ funerario un crecimiento en horizontal (DURÁN y SANPERE, 1963, 78). Sin embargo, el túmulo n° 61, ... en la capa de cenizas que existía en su base" proporcionó una moneda de Domiciano (DURÁN y SANPERE, 1963, 102). De ahí que si efectivamente se trata de una cupa de mampostería 79 ambos tipos pudieran haberse desarrollado de manera simultánea . 11



Unas y otras coinciden en el tiempo con los enterramientos bajo bóvedas de ladrillo o mampostería, cuyo arranque en Hispania remite con seguridad al último cuarto del siglo I d.C., bastante más tarde de lo que se observa en otras zonas. De hecho, el ejemplo más antiguo que conozco ha sido documentado en la necrópolis de Sarsina: un caso excepcional en el yacimiento, tanto por el rito elegido (inhumación), como por su forma arquitectónica, con una cronología del segundo cuarto del siglo I a.C., lo que lo convierte en la sepultura más

78 También en África, según opinan por ejemplo J.M . Lassére (1973 , 123) o S. Lancel (1970, 179).

79 El autor no describe este enterramiento en su artículo. Al referirse a él como túmulo entiendo que se incluye en la categoría de lo que él llama "túmulos cuadrangulares" (88 ss.). No obstante, parece tratarse de una cremación . Por el momento, no me es posible resolver esta duda, pese a su gran importancia para entender la evolución cronológica de los diversos tipos funerarios.

Fig.

14: Munigua. "Mausoleo" con cinco enterramientos bajo

bóvedas de ladrillo (SCHATTNER, 2003, Figs. 68, 69 y 72)

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vieja de la necrópolis (ORTALLI, 1998, 51ss., Tumba XXXI, Figs. 1-3). Incluye entre su ajuar varios strigiles, indicativos de una educación 'a la griega', suficiente para justificar el recurso diferencial al rito inhumatorio; mientras en Hispania prácticamente la totalidad de los casos conocidos -con excepción de los tardíos- cubren enterramientos de cremación; a veces incluso primarias. Todos los tipos sobreviven asociados a partir del siglo 111 exclusivamente a enterramientos de inhumación, muchos de ellos cristianos (RODRfGUEZ, RODRfGUEZ, 2003,171, Y 180-181). Así parece detectarse también en las otras áreas geográficas donde se documentan; aunque no existen estudios ni pruebas concluyentes al respecto (BACCHIELLI , 1986, 306) . ' La tradición historiográfica viene dudando entre asignar a las cupae un origen claramente norteafricano (JULIA, 1965, 51 ss.; BENDALA, 1976a, 149 ss.; CABALLOS, 1994, 230)80, greco-oriental/balcánico (WOLSKI, BERCIU, 1970, 9578 \ BONNEVILLE, 1981, 37), o pu00 Esta hipótesis, formulada principalmente por D, Julia, defiende la entrada de la cupa structilis desde el Norte de África al sur de Hispania ya en época tardorrepublicana -siendo por tanto Baelo la primera ciudad importante de recepción e irradiación, lo que explicaría que sus manifestaciones funerarias sean las más auténticamente africanas (LÓPEZ VILAR , 1999-2000, 76)-, para después extenderse y evolucionar por el resto de la Península , dando lugar casi un siglo más tarde a las cupae monolíticas y a conjuntos tan destacados como el tarraconense o el emeritense (JULIA, 1965, 51 ss.). Una idea a la que se opone J.-N . Bonneville, porque supone « oublier l'isolement géographique du groupe des cupae catalanes per rapport au groupe de Lusitanie et de Bétique » (BONNEVILLE, 1981,37), 81 Berci u y Wolski incluyen en la misma categoría cupae y enterramientos bajo bóveda, de cañón o de ojiva , que ellos califican directamente de sarcófagos. Para ellos, el origen de este tipo de enterramientos hay que buscarlo en las casas de Asia Menor, Desde allí se habría difundido al norte de África, popularizándose particularmente en el Egipto helenístico, donde contaban con un orificio en el techo (para aireación, iluminación o acceso) similar al que estas "tumbas-casas" incorporan para las libaciones. Tales modelos habrían llegado a Roma , y muy en particular a Ostia, de la mano de los numerosos orientales que acuden a la capital en el transcurso del

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ramente itálico82 . Sin embargo, L. Bacchielli se pronuncia por una evolución autónoma del tipo a partir del túmulo , que constituye la forma de enterramiento más simple y universal 83 ; de forma que las variantes regionales obedecerían a la natural y lógica multiplicidad de centros de producción (BACCHIELLI, 1986,307 ss.). Pese a esta enorme profusión de teorías, y a las contradicciones que en ocasiones plantean, parece haber cierta unanimidad en considerar q\Je las cupae, solida e y structiles, entran en Hispania desde el norte de África 84 , más o menos en coincidencia con los inicios siglo 11 d.C., al tiempo que se extenderían por otros muchos lugares del Imperio -particularmente las provincias orientales-, de los que ellos hacen un completo repaso. A España, sin embargo, llegarían desde el norte de África . No descartan incluso que desde aquí hubieran podido expandirse hacia Oriente (BERCIU , WOLSKI , 1970, 927 ss., PI. XLV ss.). 82 Para J.-N . Bonneville -quien retoma desde este punto de vista la opinión de Fabré (1973)-, este origen pasaría en cua lquier caso por el matiz de Ostia, catalizadora y difusora de tales influjos desde los inicios del siglo 1I d.C. y sería en este momento cuando intervendría la corriente africana, que haría confluir su tipo propio, derivado de los túmulos de piedra libios, con la cupa grecooriental, dando lugar al importante conjunto de Barcino, yen menor medida de Tarraco. En él mantendría siempre un mayor peso el componente greco-oriental, por cuanto los africanos -usaron también de otro tipo de enterramientos, y quizá se sirvieron de las cupae -que, consecuentemente. llegarían a Barcino y Tarraco procedentes de Italia- por responder a sus esquemas culturales de origen; pero no las traerían con ellos (BONNEVILLE, 1981-36 ss.). 83 Una idea que de alguna manera suscribe J,-N. Bonneville, al considerar que, en efecto, las cupae y cupulae africanas de Numidia y de la Proconsular tendrían su origen en el túmulo indígena de piedra ; sin olvidar otros modelos de La Téne del mundo centroeuropeo, donde también se localizan ejemplos similares (BONNEVILLE, 1981 , 14 ss., Fig. 2).

84 A donde podrían haber llegado sin problemas desde Oriente, supuesta " la importancia del papel desempeñado por el Norte de Africa como vehículo de transmisión hacia Occidente de formas culturales propias del otro extremo del Mare Nostrum" . Así pudo ocurrir, de hecho, co n los sepu lcros de torre, originarios de Siria , pero tal vez conocidos por Roma a través de su difusíón en tierras norteafricanas (BENDALA, 1976a, 151).

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o:

SOBRE LA TRADICiÓN PÚNICA, OLOS INFLUJOS NORTEAFRICANOS EN ALGUNAS MANIFESTACIONES...

del Imperio, y posiblemente a través de Baelo Claudia, que ejercería en alguna medida de puente entre ambas regiones, conectadas de continuo por lazos de carácter militar, comercial, cultural y administrativo; o la ruta de las islas (BENDALA, 1976b, 42-43) . En opinión de J.-N . Bonneville, Barcino y Tarraco debieron en realidad formar parte de un circuito comercial y cultural diferente, que además de los suyos propios englobaría los puertos de Ostia, Cartago y Cherchel allá por los años finales del siglo 1, o los comienzos del siglo 1I d.C . 85. Es curioso, en cualquier caso, que, como ocurre también en Italia (BACCHIELLI, 1986, 316), excepción hecha de Gades, Baelo Claudia, Olissipo, Tarraco y Barcino, los ejemplos conocidos de cupae-easi siempre solidae- hayan aparecido siempre en ciudades del interior (Fig. 15): Legio VII, Asturica AugustéP', Pallantia, Compluturrf37 , Corduba, o la propia [merita Augusta (JULIA, 1965, PI. XIX; BEJARANO, 1996). En el área de irradiación de esta última han sido documentadas nuevas cupae -mayoritariamente anepígrafas- en Alcuéscar, no lejos de Montánchez (3, entre los numerosos epígrafes funerarios reutilizados en la iglesia de Santa Lucía del Trampal; ABASCAL, 1995, 64, N° 47-49, Fig. 39), Caria (12, reutilizadas

85 Sin embargo, la razón de por qué, si esto fue así, el número de cupae es mucho mayor en Barcino que en Tarraco, capital provincial, la explica de forma excesivamente simplista : "il semble que la clientele des cupae foumisse I'explication: affranchis, ese/aves, petits fonctionnaires correspondent ¿ la population moyenne d'une colonie d'importance moyenne, et non point ¿ I'ambiance d'une capitale provinciale" (BONNEVILLE, 1981 , 23l. 86 24 ejemplares, reutilizados en la muralla de la ciudad (ABASCAL, 1995, 76) . 87 Los ejemplares de Complutum (ocho hasta la fecha) han sido objeto reciente de comentario por parte de S. Rascó n: " ... son todos de piedra caliza, monolíticos, y por lo general se rematan con sendas acróteras a ambos lados del semicírculo frontal. La inscripción está siempre en el frente, nunca en los costados. En el acabado final probablemente se veía la piedra, y sólo había una nota de color en aquellas de mejor factura (como la de Lucio Camelia Quieto), donde se pintaban las letras de rojo" (RASCÓN , 2004, Vol. 111 ,26-28).

en la muralla), Trujillo (3, conservadas en el castillo) y Cáceres (1, empotrada en la muralla, cerca de La Torre de Espaderos) (ABASCAL, 1995, 75-76) . Esta dispersión ha sido relacionada con los movim ientos del ejército a través de la vía de la Plata . El caso de Mérida necesita sin duda de un comentario particularizado, dada la difusión inusual del tipo entre sus gentes. M. Bendala insiste en la correlación entre las cupae hispanas y la presencia real de gentes norteafricanas, bien constatada en el Levante peninsular, particularmente en Tarraco; un argumento que podría extrapolarse a [merita Augusta, donde existen también testimonios en el mismo sentido. Así, la epigrafía funeraria ha conservado la memoria de numerosos personajes de esta procedencia, y gentes de rasgos negroides aparecen en el retrato funerario , tanto pintado (Tumba de los Voconios; BENDALA, 1976a, 153 ss., en particular 159 y Fig. 10), como esculpido. Recuerda , igualmente, algunos documentos de tipo religioso, como un ara votiva en la que Cibeles es invocada como Dea Sancta, en una advocación peculiar, según él, del norte de Africa 88 , las cámaras hipogeicas, similares a las de Carmona (BENDALA, 1976a, 145-146, Fig. 3), o la alusión a Mérida en la carta 65 del obispo Cipriano de Cartago que representa el primer testimonio seguro de Cristianismo en Hispania, tan ligado inicialmente a comunidades norteafricanas, y probablemente al ejército (BENDALA, 1976b, 63). Sin embargo, todos estos documentos no son suficientes para explicar una aparición tan masiva de la cupa en Emerita -yen otros puntos de Lusitania-, por lo que sólo cabe deducir una aceptación generalizada del tipo también entre la población local, olvidada ya su vieja filiación norteafricana, si es que alguna vez existió. M. Bendala (1976, 151 ss.) y algunos otros

88 En mi opinión, esta hipótesis se ve cuestionada a partir del estudio que J.M. Abascal ha realizado sobre el uso en la epigrafía hispana de los epítetos Sanctus y Sancta, utilizados con frecuencia para muy diversas divinidades (ABASCAL, 1995, 80 ss.l.

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23

25 • • 2'

26.

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• Cupae Solidae • Cupae Structiles Á. Tumbas bajo b6veda lndetenninadas

* 1.- Tarraco ' 2.- Barcino 3.- Legio VII 4.- Pallantia 5.- Complutum 6.- Emerita Augusta 7.- Olissipo 8.- Mexilhoeira Grande

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ァセS・ウ

11.- Corduba

Baelo Claudia Itálica La Barquera Canssa Aurelia Hispalio Carmo 18.- El Gandul 19.- Astigi

12.13.14.15.16.17.-

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Fig.

15:

23.24.25.26.-

Goria Trujillo

Cáceres A1clléscar

22.- AstoJga

autores (BEJARANO, 1996,51-52) lo explican volviendo a la idea ya expuesta en su momento por D. Julia de su posible conexión con ritos funerarios prerromanos, relacionados con el culto a Endovellicus, que concedían gran protagonismo al tonel. A este respecto, J.M. Abascal recuerda la teoría expuesta en su momento de manera verbal por A. García y Bellido, en la que vinculaba estos monumentos con el culto de Dionisos (ABASCAL, 1995,76, Nota 141). Sea como fuere , a partir de su entrada en Hispania el modelo evolucionaría de acuerdo a la idiosincrasia de cada zona, confluyendo tal vez, en ocasiones, con otras corrientes de influencia, como defienden algunos autores para el grupo de la Tarraconensis; lo que explicaría su uso diferencial. Por parte de gentes que, a juzgar por los casos bien documentados a través de la epigrafía, fueron prioritariamente esclavos, libertos o descendientes de éstos, que quizá utilizaron este tipo de enterramiento como un elemento de definición sociológica o

348

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,

Mapa de dispersión de cupae y tumbas bajo bóveda 89 .

étnica (TUPMAN, 2005), y en cualquier caso como una cuestión de moda. En este sentido, aunque la epigrafía refleja habitualmente una cierta presencia de norteafricanos en estas ciudades 90 , lo cierto es que los tituli sepulchrales documentados en las cupae hispanas apenas permiten rastrear antropónimos de aquel origen. A estos efectos, destaca el núcleo de Barcino, donde el 60% de la onomástica que recoge las inscripciones de sus cupae es de filiación greco-oriental (15 de 25 ejemplares); le sigue el grupo african09 1, y no faltan antropónimos latinos e indígenas, a 89

Gracias a J.L. Vaquerizo por su ayuda en la con-

fección de este mapa.

y en algún caso se detecta además material 90 cerámico de esta misma procedencia en los ajuares funerarios. Así, las ánforas vinarias en Valentia (GARCfA PROSPER , 2001, 82). 91 Escasamente representativos (FABRt, MAYER, ROOÁ, 1997, 52, n° 34, 59, 137 o 314); Y desde luego

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veces asociados (BONNEVILLE, 1981 , 8; FABRÉ, MAYER, RODA, 1997, 52)92.

PI. 1.1 y SS .), que reflejan una intensa actividad por parte de officinae locales.

Algunos autores han destacado el posible carácter religioso de buena parte de los cognomina que aparecen en las cupae de la Tarraconensis, relacionándolos con religiones de origen oriental. A más abundamiento, a partir de los años 50 del siglo I1 d.C. estos nombres suelen asociarse a la representación de asciae sobre las cupae; lo que se ha querido ligar con el culto de Attis y Cibeles, nada extraño por otra parte en puertos comerciales tan activos como debieron ser Barcino o Tarraco (JULIA 1965, 44 ss.).

Por lo que se refiere a las tumbas con remate de bóvedas en ladrillo o mampostería -asociadas a enterramientos de cremación o de inhumación , según la zona y la época; a veces, en un mismo monumento funerario, como vimos en el caso de Munigua-, su difusión en la Bética marca una clara línea de penetración desde el sur hacia el interior, que sigue básicamente el curso del Guadalquivir y elige las ciudades más romanizadas, más ricas y con mayor actividad política y comercial de la provincia; pero apenas se documentan en el norte de África (LÓPEZ VILAR, 1999-2000, 82). Si a ello sumamos que este tipo de enterramiento suele presentar, como las cupae, el exterior estucado y pintado, además de conductos libatorios, y que en esencia, como ya antes comenté , no suponen modificación sustantiva del concepto funerario que implican estas últimas, entendidas como evolución del tumulus, no veo mayor problema en asociarlas (la tumba de bóveda como una variación regional de la cupa, que, una vez rematado el monumento, no ofrecería grandes diferencias con ella), aun cuando no descarte para aquélla la idea de un origen balcánico u oriental (LÓPEZ VILAR , 1999-2000, 80 ss. , Lám. 12).

A tener en cuenta es, del mismo modo, la proliferación en las cupae de conductos libatorios, especialmente frecuentes en las necrópolis norteafricanas (JULIA, 1965, 51). No obstante, en los últimos años empiezan a proliferar las necrópolis excavadas con una metodología precisa y, con ellas, este tipo de manifestaciones rituales -por todo el Imperio, incluida cada vez con mayor cantidad y variedad de ejemplos la propia Córdoba-, sin que en mi opinión quepa buscar en ellas componente de raza o cultura alguno (a los efectos, vid. por ejemplo algunos de los trabajos recogidos en HEINZELMANN et alii, 2001). Por fin, algunas de las cupae de Italia o África aparecen decoradas con motivos ornamentales de repertorio -bustos del fallecido, que emergen del cuerpo del monumento, o retratos que tienen mucho de codel mismo a ォャゥョセL munidad cultural romana (BACCHIELLI, 1986, 316) . No conozco casos similares en Hispania, aunque bien podrían englobarse en el mismo razonamiento algunas de las numerosas cupae decoradas de Barcino y Tarraco (JULlA,I965,

nunca más numerosos que los de cualquier otra procedencia. 92 Como ya también he señalado en alguna ocasión, es preciso no perder de vista que la utilización de nombres orientales en los siglos centrales del Imperio fue una cuestión de moda , por lo que no siempre tienen por qué reflejar el origen étnico de sus portadores.

Nos hallamos, en definitiva, ante manifestaciones del mundo funerario romano (no sólo hispano-romano; y mucho menos hispano-bético) en las que confluyen distintas corrientes de influencia, según las áreas geográficas en que se documentan , y según el momento. Fueron usadas por gentes que quizá hicieron de ellas un signo de autodeterminación social, cultural o incluso de identificación étnica, por lo que de alguna manera pueden ser entendidas como peculiaridades provinciales o regionales de un fenómeno mucho más amplio, entroncado en último extremo con la "globalización" cultural que implica lo que en términos genéricos podemos seguir llamando "romanización". Por eso, estoy de acuerdo con Ch. Tupman cuando resta importancia al origen concreto de la forma en cada una de las zonas donde se em-

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plea, ya que un tipo de monumento que estuvo en uso tres o cuatro siglos lo más seguro es que acabara cobrando su propio significado, . no necesariamente igual, ni siquiera derivado, del que tenía en el momento de su introducción (TUPMAN, 2005, 125).

11.2. ESTELAS Hasta el momento, han sido documentadas fundamentalmente en la Necrópolis Este de Baelo Claudia (Fig. 16). Ya he comentado más arriba la frecuencia con que las tumbas baelonenses aparecen señalizadas por cipos, estelas, betiJos o bustos en piedra más o menos esquemáticos, muchos de ellos aún in situ en el momento de su excavación; pero entre todas ellas destaca la denominada Tumba de la gran estela (PARIS et alii, 1926, 34 ss., Fig. 21, PI. IV): una cremación en bustum93 , revestido más tarde de piedra y mortero, y cerrado por un gran bloque también pétreo que sirve de base a una estela monolítica de 2 m. de altura. Ésta remata en un elemento ovoide ligeramente apuntado en su extremo superior, similar a la piña de otros monumentos funerarios, y en su parte media incorporaba una placa de mármol con el titulus DIS MANIBUS; todo ello, al parecer, estucado y pintado. En el lado sur se adosó a la base de la estela una mesa para las ofrendas, y sobre ella se fijó con mortero un busto de piedra, dejando un orificio detrás para que las profusiones pudieran penetrar directamente en la tumba. Queda, pues, claro, que ambos tipos de señalizaciones podían coincidir, por lo que es fácil deducir que su función última debió ser diferente, o incluso quizá complementaria. No se especifica la edad ni el sexo de la persona enterrada . Entre el ajuar, algunos eleuniverso infantil: un espejo mentos propios Qセ、 de bronce, un stilus de plata, cuentas de co-

Fosa de 1,5 m. de longitud, por 1 m. de anchura y otro de profundidad. Los restos óseos fueron recogidos en una urna de piedra. 93

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llar en vidrio o cristal de roca, una fusayola y dos bullae también en plata; lo que me lleva a identificar el enterramiento con una joven, y retrasar su cronología hasta el siglo 11, posiblemente en su segunda mitad. También en las necrópolis de Cádiz cuento con alguna referencia: una tumba de cremación del tipo bustum construida por sillares estucados de blanco de 1'30 por 1 m, y rematada por "un sil/arete de piedra tosca estucada, labrado en forma cúbica, con una pirámide de menor base en la parte superior de 0'27 por 0'50'. La tumba, que es incluida por su excavador entre las del tipo estela y probablemente perteneció a Lucretia Pannyghis, de cognomen oriental y 65 años -a juzgar por la lápida de mármol blanco recuperada entre las cenizas-, se hallaba en las inmediaciones de otra en forma de cupa structilis -vid. ウオーイセL de la que se considera contemporánea, aunque no se especifica cronología (QUINTERO,

1932,26-27).

11.3. LA ESCULTURA FUNERARIA Multitud de trabajos han venido a demostrar en los últimos años la fuerte filiación itálica de buena parte de los monumentos funerarios documentados en Baetica, y sobre todo de la ornamentación escultórica que los acompaña. Sin embargo, esta norma encuentra su excepción en el caso de Baelo Claudia. Como ya vimos, en esta ciudad han sido intervenidas las Necrópolis Este y Oeste, si bien es la primera la que ha proporcionado mayor información, cualitativa y cuantitativamente. En ella, muchas de las tumbas94 fueron acompañadas (al menos, entre el segundo tercio del siglo I y mediados del siglo 11 a.C.) de representaciones antropomorfas muy sumarias en piedra -sólo una claramente femenina (PARIS

94 Tanto de cremación como de inhumación, presididas en ocasiones por su respectiva estela, lo que priva a los "muñecos" de cualquier funcionalidad en este sentido (JIMt:NEZ DIEZ, 2005, Ul).

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et alii, 1926, 108, Fig. 65, 1)- Y betilos95 , con tamaños que oscilan generalmente entre 15 y 40 cm. (Figs. 17 y 18), situados siempre en el lado sur de las tumbas y monumentos, justo el que abre al mar, y mirando hacia él. Una circunstancia a la que se atribuye un claro componente ritual; como al hecho de que aparezcan semienterrados y que, frecuentemente, si no siempre, se rompieran algunos de los vasos utilizados en las libaciones que acompañaban al sepelio o las ceremonias conmemorativas contra la propia cabeza o el betilo, o que junto a una misma tumba pudieran ser depositados cuatro o cinco de estos elementos (PARIS et alii, 1926, 108-109).

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De acuerdo con todas estas premisas, bustos y betilos han venido siendo interpretados no como "retratos" del difunto, sino más bien como "genios protectores" del mismo (PARIS et alii, 1926, 106 ss.), descartando absolutamente que pudiera tratarse de imágenes de los muertos. Tendrían filiación púnica norteafricana y se vincularían "con una divinidad infernal o quizá marina" (REMESAL, 1979, Monumento A, 16 ss.; 43 ss., Fig. 3, Lám. 111, y 46), protectora de los muertos (SILLlERES, 1995, 200)96. Opinión que me cuesta compartir, por cuanto según mi criterio pretenden evocar la imagen del fallecid097 , quizá con un alto componente

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. 11'1-

Éstos, al parecer, serían una evolución de aquéllas, a las que sustituirían a partir de la segunda mitad del siglo II d.C. Acompañarían a las últimas cremaciones y se los ha relacionado con el culto a Tani!, como ocurre en otras necrópolis del norte de África (PARIS et alii, 1926, 113-114). 96 Desde el punto de vista formal , destaca su extraordinario parecido con muchos de los exvotos recuperados por ejemplo en el santuario iberorromano de Torreparedones (MORENA, 1989 Y 1997; CUNLlFFE, FERNÁNDEZ-CASTRO, 1999), a los que se atribuye igualmente un fuerte componente púnico (Fig. 19).

GB .

Fig.

16: Necrópolis oriental de Baelo Claudia. A) TIpología de

estelas. B) "Tumba de la Gran Estela" (PARIS et alii, 1926)

97 Esta idea fue ya sugerida hace unos años por M. Bendala, para quien los muñecos baelonenses "deben de ser figuraciones de una divinidad funeraria, quizá relacionada con el mar, o de genios protectores de los difuntos, o incluso una representación de los difuntos mismos, todo ello en la línea de las representaciones anicónicas de tradición semítica, la misma que impregna el

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norteafricano en cuanto a su estilo y ejecución material, pero similares en concepto a las estelas y retratos documentados en algunas necrópolis del golfo de Nápoles (DE'SPAGNOLlS, 2001 , 176), como las de Pompeya o Nuceria A/fatema (actual Nocera Superior)98. Además de algunos de los bustos funerarios documentados en la necrópolis pompeyana de Porta Nocera (D'AMBROSIO , DE CARO, VLAD , 1983, 7 ss.; KOCKEL, 1987, Tafs. 29 y 30; D'AMBROSIO , DE CARO, 1987, Taf. 3139) , hablo de las famosas " ca//ume//e" , que sirven básicamente como señalización de los enterramientos, siempre de cremación: en urnas guardadas bajo sendos bloques de tufo, algunas con orificios para las libaciones. También, con cierta frecuencia, como soportes de los titu/i sepu/chra/es y, siempre, como evocación del fallecido. Destacan , por ser hallazgo reciente y bien documentado, los ejemplos de la necrópolis nucerina de Pizzone, y muy en

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Fig.

18:

"Muñecos" de Baelo (PARIS et alii, 1926).

conjunto de la necrópolis" (BENDALA, 1995, 284). Sea como fuere, mi propuesta no descarta que algu nos de ellos sea n realmente betilos, con un simbolismo religioso que pretendería encomendar al difunto a una determinada divinidad . Fig. 17: 1ipología básica de bustos y betilos (los llamados "muñecos"), recuperados en la Necrópolis Oriental de Baelo Claudia (PARIS et alii, 1926).

Vaquerizo, D.; Murillo, H . (Eds.) (2006)

98 Desde este punto de vista, la orientación de todos ellos hacia el mar no tendría otra significación que la mirada nostá lgica hacia el que fue su hábitat más preciado, y su principal medio de vida .

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particular las 34 columelas depositadas en el monumento de la gens Lutatia por los libertos de Quintus Lutatius entre mediados del siglo I a.C. y mediados del siglo I d.C.. Algunas de ellas incorporan ciertas alusiones anatómicas -el cabello en su parte posterior, cuando se trata de columelas femeninas-, inientras la n° 12 es en realidad un busto masculino en bulto redondo de rasgos antropomorfos bien caracterizados, aunque muy esquemáticos y poco afines al arte romano de la época; un unicum en el caso de Nuceria, y bastante raro en el resto de las necrópolis' de la zona, aun cuando no faltan algunos ejemplos similares (Fig. 20). De las 34 columelas depositadas originalmente en el yacimiento -todas talladas en tufo local, con excepción de dos, que lo fueron en mármol blanco- sólo han podido ser recuperadas 27, algunas anepígrafas. De entre las que incluyen el titulus sepulchralis, un porcentaje significativo testimonia antropónimos de filiación griega, a veces emparentados entre sí, y con edades muy variadas (DE'SPAGNOLlS, 2001, 173 ss., Figs. 5 ss.).

Fig.

19:

Exvotos de Torreparedones (MORENA, 1989)

Sin entrar en una relación exhaustiva de posibles paralelos, en forma y función 99 , pa-

rece avalar mi idea el carácter enormemente simplista de las estelas funerarias púnicas desde tiempos prerromanos, y en particular la documentación de algunas piezas prácticamente idénticas a las baelonenses procedentes de la necrópolis de Selinunte en Sicilia. Remontan al siglo IV a.C. y presentan como principal diferencia con relación a los "muñecos" documentados en Baelo que algunas de ellas son dobles, conformadas supuestamente por un personaje masculino y otro femenino ; se consideran púnicas" di stile popolaresco" , con una fuerte componente local (MOSCATI, 1988, 314-315) . Ya de época romana (siglo I a.C.), el Museo de Cagliari conserva algunos ejemplares que son auténticos betilos, en los que tan sólo se ha evocado un rostro o la figura humana mediante una simple incisión, primando, pues, el aspecto global de la piedra (MOSCATI, 1988, 326-327) . Y, en cualquier caso, asociaciones de cupa structilis, mensa

99 El análisis más detallado y profundo sobre este tipo de producciones realizado hasta la fecha es obra de Alicia Jiménez Diez, a cuya Tesis Doctoral he tenido acceso una vez finalizado mi trabajo. En ella aborda la problemática de los "muñecos" baelonenses desde una

perspectiva nueva y rigurosa, que le permite cuestionar todo lo argumentado con anterioridad, y llegar a una interpretación que no dista mucho de la mía. A su trabajo remito para bibliografía, casos similares y valoración de teorías previas (JIMtNEZ DIEZ, 2005, 166 ss.).

Este tipo de señalización funeraria, que se considera una contaminación derivada de los hermas-retrato, se limita esencialmente al territorio de la antigua confederación nocerina, con muy pocos ejemplos fuera del área campana, atribuidos sin excepción a gentes p'rocedentes de esta región. Fue utilizada en un arco cronológico que abarca entre el siglo 11 a.C. y la segunda mitad del siglo I d.C., pero en algún caso se prolonga a los primeros años del siglo 11 d.C. Pudo tener precedentes lígneos, y no se descarta que en su parte anterior pudieran estar pintadas, evocando los rasgos del difunto. Se atribuye a una tradición de origen local (DE'SPAGNOLlS, 2001,176-177).

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libatoria y betilo apoyado en uno de los lados cortos de la tumba, se documentan en algunas necrópolis norteafricanas como las de Henchir-loura, o lipasa (JULIA, 1965,50 ss.); sin que falten incluso en alguna de las hispanas: así, en la excavada bajo la Plaza de la Villa de Madrid, en Barcino, una de cuyas cupae apareció dotada de canal libatorio y mensa, adosada a su cara principal y flanqueada por varios betilos (simples piedras de tendencia cúbica) (DURAN y SANPERE, 1963,92, Sep. N° 69; BONNEVILLE, 1981, 15 ss.). Finalmente, betilos asociados a tumbas -"algunos con la tosca indicación de los rasgos del rostro, en un caso con los ojos sugeridos por guijarros sujetos con estuco blanco"- han sido señalados también en la necrópolis romana de Gades (BENDALA, 1995,284). Por consiguiente, se les conceda o no mayor o menor carácter popular, y sin rechazar que su proliferación en las necrópolis de Baelo obedezca a un modo local de entender el culto a los difuntos, interpretándolos como evocaciones de los antepasados con un alto componente rituaPOO, creo que estos bustos y betilos pueden ser valorados en último término como Fig. A esta misma conclusión llega A. Jiménez Díez, quien, retomando viejos argumentos utilizados hace años por C. de Mergelina (1927, 30 ss.) y A. García Bellido (1955,92), considera a los "muñecos" como elementos rituales de carácter arcaizante propios de un culto local, que mezclarían la tradición itálica (con referentes incluso al mundo etrusco) y norteafricana, pudiendo" incluirse, muy probablemente, dentro del grupo de 'colossos' o 'dobles' destinados a convocar y asir, momentáneamente al menos, a aquellos entes incorpóreos -quizá algún tipo de ancestros percibidos de manera indiferenciada- que habitan en un plano distinto a los miembros vivos de la familia" (JIMtNEZ DIEZ, 2005, 434). De acuerdo con esta misma hipótesis, habrían servido como elemento de referencia a la hora de realizar las profusiones en las festividades conmemorativas, sirviendo al tiempo para homenajear al fallecido y como intermediarios con el mundo de ultratumba . "Los 'muñecos ' serían, por tanto, un ente concreto frente al que invocar almas concretas, pero a la vez un representante de los muertos o antepasados como colectivo, igual que los Manes o los Lares, vigilando el bienestar de la familia en este caso desde el más allá. No son retratos, porque no es necesario que lo sean" (JIMtNEZ DiEZ, 2005, 189). 100

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20: Tumba familiar de los

Lutatii, en la Necrópolis de

Pizzone (Nocera, Italia) (DE'SPAGNOLlS, 2001).

una concesión al aniconismo característico de las culturas semitas, presente en la Península Ibérica desde la llegada de los primeros fenicios y aún rastreable en el siglo IV d.C., como demuestra el pasaje del Pasionario Hispánico cuando alude a la frustrada procesión del betilo que representaba a la diosa Salambó ("idolum quod nec aculas nec manus, nec pedes habet neque spiritum viventem in se"), y que condujo al martirio a las santas hispalenses Justa y Rufina (BENDALA, 1982, 195 ss.). Este "aniconismo" relativo se observa también en manifestaciones similares de las culturas etrusca, itálica y romana (JIMÉNEl DíEl, 2005, 185

Desde luego, estoy mucho más de acuerdo con estas consideraciones que con cualquiera otra de las expresadas hasta la fecha .

SOBRE LA TRAOICIÓN PÚNICA, OLOS INFLUJOS NORTEAFRICANOS EN ALGUNAS MANIFESTACIONES...

quizá como una contaminación derivada de sus frecuentes contactos e interacción con el mundo fenicio occidental , después púnico y helenístico; algo que no repugna en absoluto a esa imagen de un Mediterráneo antiguo en progresiva homogeneización cultural , caldo de cultivo privilegiado para el triunfo inmediato y rotundo de Roma . Una Roma conformada a partir de mil y una influencias, que fue irradiando de acuerdo con el respectivo origen de sus colonos, pudiendo sin dificultad llegar a confluir varias de ellas en lugares tan cosmopolitas, abiertos, frecuentados y heterogéneos como Baelo Claudia, cuya población debió aglutinar desde primera hora a individuos de muy diversas procedencia geográfica, condición social y tradiciones culturales. SS . ) 101,

También en el caso de Baelo, yen relación con un gran recinto funerario (7 x 7 m) ocupado en su centro por un monumento "turriforme" de 4 x 4 m en su base, pudieron ser recuperados " plusieurs fragments d 'une sculpture difforme représentant vaguement un éléphant ou un lion (?)", del que no se aporta más información (PARIS et a/ií, 1926, 68) .

111. BALANCE CRfTICO Los elementos funerarios hispano-béticos relacionados de manera tradicional con el mundo norteafricano vienen siendo documentados de forma mayoritaria y repetitiva en las mismas ciudades: Baelo Claudia, Gades, Carissa Aurelia, Carmo, Hispalis, Urso, la propia Corduba... ; todos ellos núcleos urbanos que desempeñaron un importante papel durante la etapa de dominación púnica del sur peninsu-

101 Esta misma autora alude en concreto a una serie de ci pos funerarios -algunos de ellos oikomorfos- recuperados, entre otras, en las necrópolis tardoetruscas de Cerveteri y Tarquinia , que ofrecen una gran semejanza con los baelonenses, tanto desde el punto de vista formal --€n el caso de las columnas sobre base circular o de tendencia cuadrada, algunas de ellas antropomorfizad as superficialmente--, como por su funcionalidad , ya que se colocaban tanto al interior como al exterior de las tumbas (JIMt:NEZ DIEZ , 2005, 1B5 ss.).

lar 102 , y que en algunos casos mantienen tras la conquista cecas que continúan acuñando con iconografía típicamente norteafricana. Algo que ofrece una fuerte lógica interna, dada la necesidad por parte de Roma de aprovechar las estructuras preexistentes (sobre todo al principio, por cuanto la conquista va acompañada de su propio aprendizaje como potencia colonial) , y que se comprueba sin dificultad en las más importantes ciudades turdetanas ocupadas ya en esos primeros años, implicara o no este proceso una nueva fundación . Es el caso de Carteia (Liv. XLIII, 2), a cuyos habitantes, de fuerte componente púnico, Roma les permitió seguir viviendo en sus propias casas tras el establecimiento en ella de la colonia latina y su reconversión en colonia libertinorum Carteia, en 171 a.C. (BENDALA, 2002a, 422; BENDALA, ROLDAN, BLANQUEZ, 2002, 159 ss.). Sin embargo, quizá por la ausencia generalizada en la provincia de restos funerarios de época republicana , esos supuestos influjos del norte de Africa en la elección de tumbas, ritos o ajuares de Baetica no se manifiestan hasta los primeros años del Imperio, en el marco de una sociedad híbrida y cambiante (JIMt:NEZ DIEZ, 2005), yen forma, inicialmente, de tumbas de cámara con cierres pétreos, que podrían no ser más que una adaptación local del mundo romano más normativo. Algunas décadas más tarde, comenzarán a menudear cupae (solidae y structiles) y enterramientos bajo bóvedas de ladrillo; no sólo en la Bética, también en la Tarraconense y en Lusitania . Entre unas y otras observamos diferencias de detalle, que podríamos atribuir a su derivación del norte de Africa, de las islas mediterráneas occidentales, de la propia Italia o de Oriente, por cuanto en todas estas zonas se dan manifestaciones similares, aun cuando en momentos cronológicos no siempre claros ; de ahí que

102 Según Silio Itálico (111 , 402) Corduba proporcionó tropas a Aníbal con motivo de su campaña italiana , al mando de dos caudillos de nombres claramente indígenas: Forcis y Auraricus (Cfr. RODRIGUEZ NEILA, 19B1 , lOB, Nota 1).

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resulte extraordinariamente difícil establecer una correcta evolución diacrónica. Por otra parte, y siempre en lo que al mundo hispano se refiere, podemos casi aceptar por norma la falta de correlación entre tales formas funerarias y la documentación epigráfica de gentes con filiación norteafricana clara. Es cierto que observamos un predominio de cognomina aparentemente griegos u orientales, pero ya he señalado varias veces que en el siglo 11 esto no implica en absoluto origen cultural o geográfico, dado el componente de moda coyuntural que incorpora (L. GARCíA IGLESIAS, en el debate que acompaña a BENDALA, 1976a, 161). Y, por lo que se refiere a la escultura, la principal manifestación de que disponemos son los llamados "muñecos" baelonenses, para los que creo haber demostrado una cierta filiación itálica, a pesar de su aniconismo, que sí cabría emparentar con lo norteafricano 103 ; algo más que lógico, si tenemos en cuenta la ubicación de la ciudad en pleno Estrecho. No niego, pues, la pervivencia de valores indígenas que en algunos casos incorporarían un matiz púnico, ni la existencia de contactos permanentes con el norte de África , que probablemente se canalizarían a través de dos focos principales: Tarraco, adonde llegarían por la vía de las islas, y Baetica, a la que irradiarían desde las ciudades costeras, como Baelo o Carteia, y aquéllas en las que el recuerdo púnico se mantuviera más vigente (Carissa Aurelia, Carmo, Ursa, quizá Corduba.. ..); ni tampoco el intercambio continuado en el tiempo de individuos, muchos de ellos militares, o miembros de la Adm inistración, a pesar de que la epigrafía resulte tan esquiva al respecto (GARCíA Y BELLIDO, 1959, 144 ss.). Baste recordar, desde este punto de vista, la documentación en algunas de las ciudades citadas de varias divinidades con advocaciones claramente africanas, o las relaciones institucionales (y humanas, y culturales,

103 E incluso esto con cierta cautela, supuesta la posibilidad de que tales "muñecos" fuesen estucados y reprodujesen con pintura los rasgos del difunto; de forma similar a como se constata en el caso de las collumelle.

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y comerciales ... ) habituales entre ambas provincias, que llegaron incluso a formar parte de la misma demarcación administrativa -vid suprér. Pero de ahí a identificar necesariamente todos los enterramientos en tumbas de cámara, cupae (en cualquiera de sus tipos), o bajo bóvedas de ladrillo, con gentes de procedencia o ascendencia directa africana, creo que existe aún un amplio camino por recorrer, en el que la investigación arqueológica deberá seguir trabajando durante años. Por el contrario, y a pesar del éxito innegable, masivo, que algunas de estas manifestaciones funerarias -particularmente las cupaetuvieron en numerosas ciudades norteñas del continente vecino, en mi opinión sería más exacto hablar de maneras particulares de entender el tumulus que en ciertos momentos, y de forma especial en algunos núcleos urbanos del occidente del Imperio, porrazones que sería preciso analizar con detalle en cada caso, gozarían de gran popularidad y predicamento entre ciertas clases sociales: en su mayor par' te, pequeños comerciantes, artesanos, libertos, esclavos y quizá también soldados, que encontraron en ellas una forma más o menos barata de "monumentalizar" sus enterramientos, con independencia del rito utilizado, y, en apariencia, un modo bastante eficaz de singularizarse frente a los tipos funerarios romanos más normativos. Es el caso de Hispania, donde las cupae aparecen relacionadas, casi en exclusiva, con gentes de condición serví!. Así, en Barcino, donde unos dos tercios de los esclavos que recibieron un monumento funerario 104 fueron co nmemorados con cupae, y más de dos tercios de los dedicantes que erigieron alguno para individuos de la misma baja condición social eligieron para ello la cupa (TUPMAN, 2005, 131) No hace falta decir que negar su utilización ocasional por parte de gentes de procedencia estricta norteafricana, o relacionadas 104 A veces, pagados por ellos mismos, lo que demuestra un poder adquisitivo por su parte reñido con el estereotipo que representan.

SOBRE LA TRADICiÓN PÚNICA, OLOS INFLUJOS NORTEAFRICANOS EN ALGUNAS MANIFESTACIONES...

en una u otra forma con esta región, desde donde podrían haber trasladado el gusto familiar por este tipo de enterramientos, o comprobado personalmente su enorme difusión, sería temerario por mi parte. No se trata de eso; entre otras cosas porque muchas de estas gentes nutrirían precisamente aquellas clases sociales de las que hablaba un poco más arriba, y porque en el fondo todos se integraban bajo la órbita de Roma. Sólo quiero llamar la atención sobre el peligro enorme que existe en arqueología, del que muchas veces no parecemos ser conscientes, sobre los reduccionismos excesivos. Más que hablar de influjos norteafricanos en el mundo funerario de la Bética de época imperial, quizá debiéramos hacerlo de un sustrato cultural común en ambas regiones, que aquí habrían dejado la larga etapa de colonización fenicia, y más tarde los siglos de dominación púnica. tsta, unida a esos contactos permanentes a los que vengo aludiendo de formél reiterada (evidentes aún hoy), sería la causa fundamental de que muchas manifestaciones culturales presenten un poso común, no sólo a uno y a otro lado del Estrecho, sino también en otros lugares ribereños del Mediterráneo, como Sicilia o Córcega; y también de los matices o modismos locales que puedan observarse en cada zona. No debemos olvidar que la elección del tipo de tumba en el mundo romano dependía sobre todo de la capacidad económica, y en ocasiones de la posición social, más que del carácter étnico, interviniendo sólo a partir de ellas las preferencias individuales (CALZA, 1940, 49); que, lógicamente, podían volver la vista hacia los tipos de enterramiento característicos de la provincia de origen (BERCIU, WüLSKI, 1970,934), o a aquellos más de moda entre las gentes de la misma clase, quienes quizá los aprovechaban para mantener en la muerte el mismo carácter diferencial que, de forma más o menos explícita y consciente, les había singularizado en vida . Por el momento, pues, no hay pruebas concluyentes que nos permitan relacionar, de forma global y generalizada, los tipos funera-

rios analizados exclusivamente con personas procedentes o emparentadas con el norte de Africa; lo que tampoco evita que tuvieran entre ellas un éxito especial. El mundo funerario romano fue lo suficientemente complejo y rico en sus expresiones rituales y formales como para admitir todo tipo de peculiaridades regionales y locales; como en realidad ocurrió en todos los ámbitos de la vida . Ya ellas se sumaron las derivadas de la capacidad adquisitiva: verdadero, último, condicionante de la inversión que pudiera derivarse a la última morada. De ahí que debamos ser especialmente cautos. Por todo ello, como en tantos otros aspectos de la disciplina arqueológica, será necesario esperar a que nuevos hallazgos completen la información de que disponemos hasta el momento para poder pronunciarnos con mayor rigor sobre el tema; que, a mi pesar, continúa absolutamente abierto.

POST SCRIPTUM Cuando este artículo estaba ya en imprenta, he sabido por Juan Campos y Javier Bermejo, a quiénes agradezco la información, de la existencia de dos cupae structiles en la cetaria del Eucaliptal (Punta Umbría). Una apareció en la campaña del año 1994, y otra en la de 2002. En cuanto a las cupae de Riotinto, me indican que son solida e y que están elaboradas con mineral de Gossan. Aparecen en gran número, aun cuando no pueden precisármelo. Incorporo a continuación algunas referencias bibliográficas que ellos mismos recomiendan. CAMPOS, M., VIDAL, N., PtREZ, M., GUERRERO, O., (1996): Excavaciones arqueológicas en la factoría y necrópolis de "El Eucaliptal" (Punta Umbría, Huelva) Campañas 1993-94, Universidad de Huelva. JaN ES, B. (1980) : "Roman mines at Riotinto", Journal of Roman Studies 70, London, pp. 146-165. LÓPEZ, M.A.; CASTILLA, E. Y HARO, J. (2005): "Intervención arqueológica de Urgencia en el yacimiento romano de El Eucaliptal (Punta Umbría, Huelva)" . Anuario Arqueológico de Andalucía 2002, Sevilla , vol. 111 pp. 562-672.

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