VAQUERIZO, D. (2014), Ciudad y territorio en Corduba..., MgAC 20, Córdoba

June 29, 2017 | Autor: Desiderio Vaquerizo | Categoría: Archaeology of Roman Hispania, Territory, Roman cities of Baetica (Hispania), Hispania romana, Roman Cordoba
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Descripción

Edita: Grupo de Investigación Sísifo (P.A.I., HUM-236)

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[ monografías de arqueología cordobesa ] 2014

20. VAQUERIZO, D.; GARRIGUET, J. A.; LEÓN, A. (Eds.) 2014: Ciudad y territorio: transformaciones materiales e ideológicas entre la época clásica y el Altomedioevo, Monografías de Arqueología Cordobesa 20, Córdoba. 19. VAQUERIZO, D.; MURILLO, J. F. (Eds.) 2010: El Anfiteatro Romano de Córdoba y su entorno urbano. Análisis Arqueológico (ss. I-XIII d.C.), Monografías de Arqueología Cordobesa 19 (2 vols.), Córdoba. 18. VAQUERIZO, D. (Ed.) 2010: Las Áreas Suburbanas en la ciudad histórica. Topografía, usos, función, Monografías de Arqueología Cordobesa 18, Córdoba. 17. RUIZ OSUNA, A. B. 2010: Colonia Patricia, centro difusor de modelos. Topografía y monumentalización funeraria en Baetica, Monografías de Arqueología Cordobesa 17, Córdoba. 16. RUIZ OSUNA, A. B. 2007: La monumentalización de los espacios funerarios en Colonia Patricia Corduba (ss. I a. C. - II d. C. ), Arqueología Cordobesa 16, Córdoba. 15. MORENO ROMERO, E. 2007: “Santa Rosa”. Un sector de la Necrópolis Septentrional de Colonia Patricia, Arqueología Cordobesa 15, Córdoba. 14. GUTIÉRREZ DEZA, M. I. 2007, Los opera sectilla cordobeses, Arqueología Cordobesa 14, Córdoba.

monografías de arqueología

cordobesa

Monografías de Arqueología Cordobesa (MgAC), que vio la luz por primera vez en 1994, es una serie de carácter temático publicada por el Grupo de Investigación Sísifo (P.A.I., HUM-236), de la Universidad de Córdoba, con la colaboración, en este caso, del Ministerio de Ciencia e Innovación, y del Servicio de Publicaciones de la misma Universidad. La dirigen Desi-

Vaquerizo, D.; Garriguet, J. A.; León, A. (Eds.)

Ciudad y territorio: transformaciones materiales e ideológicas entre la época clásica y el Altomedioevo

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derio Vaquerizo Gil y Juan Fco. Murillo Redondo, y surge como instrumento para dar a conocer de forma monográfica propuestas de interpretación arqueológica desarrolladas por Investigadores de dicho Grupo,

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Monografías de Arqueología Cordobesa

que someten así, de manera periódica, su trabajo al juicio crítico de la comunidad científica internacional, así como temas de especial relevancia para el avance de la investigación arqueológica internacional, española y cordobesa.

13. LEÓN PASTOR, E. 2007: La secuencia cultural de la Corduba prerromana a través de sus complejos cerámicos, Arqueología Cordobesa 13, Córdoba.

11. VAQUERIZO, D.; GARRIGUET, J. A.; VARGAS, S. 2005: “La Constancia”. Una contribución al conocimiento de la topografía y los usos funerarios en la Colonia Patricia de los siglos iniciales del Imperio, Arqueología Cordobesa 11, Córdoba. 10. MONTERROSO, A. 2005: Ex teatro cordubensi. La vida del monumento y la producción de cerámicas africanas en el Valle del Baetis, Arqueología Cordobesa 10, Córdoba.

8. SALINAS, E. 2003: El vidrio romano de Córdoba, Arqueología Cordobesa 8, Córdoba. 7. SÁNCHEZ RAMOS, M. I. 2003: Un sector tardorromano de la necrópolis septentrional de Corduba, Arqueología Cordobesa 7, Córdoba. 6. MARTÍN URDIROZ, I. 2002: Sarcófagos de plomo de Córdoba y provincia, Arqueología Cordobesa 6, Córdoba.

4. SÁNCHEZ MADRID, S. 2002: Arqueología y Humanismo. Ambrosio de Morales, Arqueología Cordobesa 4, Córdoba. 3. VAQUERIZO, D.; MURILLO, J. F.; CARRILLO, J. R.; MORENO, M. F.; LEÓN, A.; LUNA, M. D.; ZAMORANO, A. M.ª 1994: El Valle Alto del Guadiato (Fuenteobejuna, Córdoba), Arqueología Cordobesa 3 2. VAQUERIZO, D.; MURILLO, J. F.; QUESADA, F. 1994: Fuente Tójar, Arqueología Cordobesa 2 1. QUESADA, F.; MURILLO, J. F.; CARRILLO, J. R.; CARMONA, S.; QUESADA, F. 1994: Almedinilla, Arqueología Cordobesa 1

MINISTERIO DE CIENCIA E INNOVACIÓN

9 788499 271637

5. CÁNOVAS, A. 2002: La decoración pictórica de la villa de El Ruedo (Almedinilla, Córdoba), Arqueología Cordobesa 5, Córdoba.

Vaquerizo, D.; Garriguet, J. A.; León A. (Eds.)

9. CASAL, M. T. 2003: Los cementerios musulmanes de Qurtuba, Arqueología Cordobesa 9, Córdoba.

Ciudad y territorio: transformaciones materiales e ideológicas entre la época clásica y el Altomedioevo

12. CASTRO DEL RÍO, E. 2005: El arrabal de época califal de la zona arqueológica de Cercadilla. La arquitectura doméstica, Arqueología Cordobesa 12, Córdoba.

Imagen de portada: Plano de la Colonia Patricia de época imperial, sobre una imagen de la Campiña de Córdoba (montaje E. Cerrato).

NÚMERO

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[ NUEVA ÉPOCA ]

Ciudad y territorio: transformaciones materiales e ideológicas entre la época clásica y el Altomedioevo Vaquerizo D.; Garriguet, J. A.; León, A. (Eds.)

Córdoba, 2014

NÚMERO

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2014

[ NUEVA ÉPOCA ] Serie monográfica publicada por el Grupo de Investigación Sísifo (P.A.I., HUM-236), de la Universidad de Córdoba, en colaboración, en este caso, con su Servicio de Publicaciones.

DIRECTORES DE LA SERIE

Desiderio VAQUERIZO GIL Juan Fco. MURILLO REDONDO SECRETARIOS

José A. GARRIGUET MATA Alberto LEÓN MUÑOZ © De los Autores. © Edita: Servicio de Publicaciones, Universidad de Córdoba, 2014 Campus de Rabanales, Ctra. Nacional IV, Km. 396 14071 Córdoba www.uco.es/publicaciones [email protected] Montaje portada: Eduardo CERRATO CASADO. D. L. CO: 1.860/2014 I.S.B.N.: 978-84-9927-163-7 CONFECCIÓN E IMPRESIÓN:

Imprenta Luque, S. L. - Córdoba www.imprentaluque.es

La dirección de MgAC no se hace responsable de las opiniones o contenidos recogidos en los textos, que competen en todo caso a sus autores «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)»

Esta monografía recoge los resultados obtenidos en el marco del Proyecto de Investigación "De la urbs a la civitas: transformaciones materiales e ideológicas en suelo urbano desde la etapa clásica al Altomedioevo. Córdoba como laboratorio", financiado por la Dirección General de Investigación y Gestión del Plan Nacional I+D+I. Ministerio de Ciencia e Innovación. Gobierno de España), en su convocatoria de 2010 (Ref. HAR2010-16651; Subprograma HIST).

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ÍNDICE Córdoba, como laboratorio Pág. 11 / 40 Vaquerizo Gil, D., “Ciudad y territorio en el Valle Medio del Betis: apuntes al hilo de una realidad dual, pero esquiva” Pág. 41 / 54 Ruiz Bueno, M. D., “El entorno del decumanus maximus de Colonia Patricia Corduba: ¿evidencias de una remodelación urbanística hacia época severiana?” Pág. 55 / 68 Ruiz Osuna, A., “Monumentalización funeraria en ámbito urbano: vías de interpretación aplicadas a la Córdoba romana” Pág. 69 / 84 Delgado Torres, M.; Jaén Cubero, D., “Territorio y ciudad. El yacimiento arqueológico de Fuente Álamo, Puente Genil (Córdoba). Una reflexión” Pág. 85 / 104 Garriguet Mata, J. A., “Imágenes sin poder. Destrucción, reutilización y abandono de estatuas romanas en la Corduba tardoantigua. Algunos ejemplos” Pág. 105 / 120 Cerrato Casado, E., “El epígrafe funerario de Cermatius: ¿un testimonio arqueológico del primer cristianismo cordobés?” Pág. 121 / 136 Vázquez Navajas, B., “Algunas consideraciones acerca del abastecimiento y la evacuación de agua en la Corduba tardoantigua” Pág. 137 / 184 León Muñoz, A.; Murillo Redondo J. F.; Vargas, S., “Patrones de continuidad en la ocupación periurbana de Córdoba entre la Antigüedad y la Edad Media: 1. Los sistemas hidráulicos” Pág. 185 / 200 Blanco Guzmán, R., “Una ciudad en transición: el inicio de la Córdoba Islámica” Pág. 201 / 214 González Gutiérrez, C., “Hacia la ciudad islámica: de la percepción tradicional a la conceptualización arqueológica”

Varia Pág. 217 / 234 Romero Vera, D., “Dinámicas urbanas en el siglo II d.C.: el caso de Colonia Augusta Firma Astigi (Écija, Sevilla)” [ 7 ]

Pág. 235 / 250 Martín-Bueno, M.; Sáenz Preciado, J. C., “Valdeherrera, Bilbilis, Caesaraugusta: actualización de su conocimiento” Pág. 251 / 264 Andreu Pintado, J., “Rationes rei publicae uexatae y oppida labentia. La crisis urbana de los siglos II y III d.C. a la luz del caso del municipio de Los Bañales de Uncastillo (Zaragoza, España)” Pág. 265 / 282 Jiménez Salvador, J. L.; Ribera i Lacomba, A. V.; Rosselló Mesquida, M., “Valentia y su territorium desde época romana imperial a la antigüedad tardía: una síntesis” Pág. 283 / 292 Bermejo Meléndez, J.; Campos Carrasco, J. M., “El mundo tardoantiguo al occidente del conventus Hispalensis. La trasformación y ruptura del modelo clásico” Pág. 293 / 308 Schattner, Th. G., “Breve descripción de la evolución urbanística de Munigua desde sus comienzos hasta la época tardoantigua” Pág. 309 / 324 Rascón Marqués, S.; Sánchez Montes, A. L., “Complutum: de la ciudad clásica a la deconstruida a través de 700 años de historia” Pág. 325 / 338 Beltrán de Heredia Bercero, J., “Barcelona, colonia en la Hispania romana y sede regia en la Hispania visigoda” Pág. 339 / 354 Costantini, A., “Pisa. L’evoluzione della citta' e del suburbio tra Antichita' e Altomedioevo” Pág. 355 / 366 Bernardes, J. P., “Ossonoba e o seu território: as transformações de uma cidade portuária do sul da Lusitânia” Pág. 367 / 382 Lopes, V., “Mértola na Antiguidade Tardia” Pág. 383 / 414 Alba, M., “Mérida visigoda: construcción y deconstrucción de una idea preconcebida”

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Desiderio VAQUERIZO GIL Grupo de Investigación Sísifo (PAIDI HUM-236) Universidad de Córdoba ✉✉ [email protected]

RESUMEN La primera tarea que la Administración de Roma abordó siempre en el momento de incorporar un núcleo urbano más a su estructura organizativa, fue fijar –o matizar– los límites de su territorio de influencia, centuriar y catastrar las tierras para facilitar su explotación, garantizar el acceso a ellas, y, por supuesto, señalizarlas adecuadamente, para que no cupieran dudas. Algo que sin duda ocurrió también en el caso de Corduba, si bien a día de hoy no sabemos con certeza si la limitatio se hizo ya con motivo de la fundación republicana o, por el contrario, hubo de esperar a su promoción como colonia. De lo que no cabe dudar es del papel determinante que Corduba desempeñó en la organización geopolítica y territorial de la región desde su más remoto origen, con base en su control sobre el río y las tierras vecinas (ricas en metales y productos agropecuarios), su carácter de frontera entre dos mundos y su extraordinario valor estratégico. Palabras clave: territorio, centuriación, suburbios, villae, minas, asentamientos rurales.

RIASSUNTO La prima operazione che l’amministrazione di Roma avviò sempre al momento di incorporare un nuovo nucleo urbano alla sua struttura organizzativa fu quella di fissare –o diminuire– i limiti del suo territorio di influenza, centuriare e accatastare le terre per facilitare il loro sfruttamento, garantirne l’accesso e, ovviamente, per delimitarle adeguatamente, affinché non sussistessero dubbi sulla proprietà. Un fatto simile avvenne senza dubbio anche nel caso di Corduba, nonostante non si sappia attualmente con certezza se la limitatio sia stata realizzata già al momento della fondazione repubblicana o se, al contrario, sia stato necessario attendere la sua promozione a colonia. Ciò su cui non ci sono dubbi è il ruolo determinante che Corduba svolse nell’assetto geopolitico e territoriale della regione fin dalla sua origine più remota, basato sul controllo del fiume e del territorio circostante (ricco di metalli e di prodotti dell’agricoltura e dell’allevamento), sulla sua natura di frontiera tra due mondi e sul suo straordinario valore strategico.

Monografías de Arqueología Cordobesa 20  Páginas 11-40  ISBN 978-84-9927-163-7

CIUDAD Y TERRITORIO EN EL VALLE MEDIO DEL BETIS: APUNTES AL HILO DE UNA REALIDAD DUAL, PERO ESQUIVA

Parole - chiave: territorio, centuriazione, suburbio, villae, miniere, insediamenti rurali1.

UNA REALIDAD DUAL, DE DIFÍCIL DEFINICIÓN Hace sólo tres años, con motivo del cierre del proyecto de investigación que antecedió al que ahora concluimos también con esta monografía colectiva2, celebramos en Córdoba un congreso internacioGracias a A. Costantini por la traducción de estas líneas al italiano. “De la urbs a la civitas: transformaciones materiales e ideológicas en suelo urbano desde la etapa clásica al Altomedioevo. Córdoba como laboratorio”, financiado por la Dirección General de Investigación y Gestión del Plan Nacional I+D+I. Mi1  2 

Ciudad y territorio: transformaciones materiales e ideológicas entre la época clásica y el Altomedioevo  Córdoba, 2014

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Desiderio Vaquerizo Gil

nal sobre las áreas suburbanas en la ciudad antigua al que asistieron un nutrido –y representativo– número de investigadores españoles y europeos especialistas en el tema, o que trabajan desde hace años sobre conjuntos urbanos bien conocidos –y reconocidos– al respecto (Vaquerizo 2010b). Enfrentamos en él la problemática, compleja, que para la ciudad romana representó el terreno extramuros, la prolongación de la urbe más allá de las murallas, su carácter particular dada su condición extra pomerium, la diferencia, sutil, pero significativa, entre espacio suburbano y perirubano (Goodman 2007; Garriguet 2010a; Liverani 2011). Y es que la ciudad no podría existir nunca sin el marco físico inmediato que la nutre, sirve para comunicarla “capilarmente” con otros asentamientos vecinos (con los que establece complejas relaciones sociales y de jerarquización), y contribuye al tiempo a relativizar su posición en el mundo. Quizá por ello, la primera tarea que la administración de Roma abordó siempre en el momento de incorporar un núcleo urbano más a su estructura organizativa: federado, peregrino, estipendiario o de nuevo cuño, fue fijar –o matizar– los límites de su territorio de influencia, centuriar y catastrar las tierras (agri publici)3 para facilitar su explotación, garantizar el acceso a ellas –porque de ellas dependía satisfacer el hambre y la sed de sus habitantes; también, con frecuencia, su riqueza (la privada y la pública)–, y, por supuesto, señalizarlas adecuadamente, para que no cupieran dudas4. Otra cosa es que en el caso de Corduba, dada su particular casuística, la limitatio se hiciera ya con motivo de la fundación republicana5 o, por el contrario, hubiera que esperar a su promoción como colonia6, tal y como han sugerido algunos autores (vid. la síntesis más reciente en Rodríguez 2010a, 23-24). Habría que preguntarse, sin embargo, el valor que adquiere en esta hipótesis la servitus viae de mediados o (más bien) la segunda mitad del siglo I a.C. documentada en relación con el antiguo camino del Pretorio (a las afueras de Córdoba, por el Norte), que comunicaba a Corduba con la zona minera del Norte, incluido el distrito de Sisapo (Melchor 2004, 113 ss.), especializado en la producción de cinabrio (minium) y mercurio (argentum vivum)7.

nisterio de Ciencia e Innovación. Gobierno de España, en su convocatoria de 2010 (Ref.: HAR2010-16651; Subprograma HIST). 3  “La primera cuestión que se planteaba al comenzar la deductio colonial era la demarcación del territorio o territorios que constituirían la pertica de la colonia, es decir, establecer los fines de la misma” (Sáez 1997, 142). Así se recoge en las Leges Ursonensis (Urs. 73, 77, 78, 99, 103 y 104) e Irnitana (76). Sobre cuestiones de agrimensura y fijación de termini, vid. el trabajo clásico de Aavv 1984; y para el caso de Hispania, por ejemplo, Castillo 1996, Ariño, Gurt, Palet 2004, o Ariño 2013, con bibliografía anterior. En este reparto de tierras la colonia retuvo siempre el control sobre un cierto número de ellas (agri vectigales), que se dedicaron fundamentalmente al arrendamiento; en realidad, un arma de dos filos: “… las tierras públicas coloniales o municipales cuyo primer fin fue sin duda apoyar las rentas de los colonos no parece que cumplieran ya este cometido en la época de la fundaciones coloniales romanas en Hispana. Se destinaron fundamentalmente, mediante arrendamientos, a la obtención de fondos con los que subvenir a las necesidades de las comunidades. Pero esa misma forma de gestión supuso en muchos casos la pérdida real del control de dichas tierras en beneficio de las oligarquías con el consiguiente deterioro de las haciendas municipales” (Sáez 1997, 151-152). 4  A partir de ese momento, los duunviros debían inspeccionar cada año los praedia publica y comprobar in situ los límites (fines) y los arrendamientos, a fin de evitar ocupaciones ilegales, irregularidades con los vectigalia o problemas de lindes con las civitates vecinas (Lex Irn. 76; Melchor 2004, 105). 5  “À cette époque, une province était probablement constituée plus par une liste de cités et de formations militaires soumises à l’autorité du gouverneur –la formula provinciae– que par des limites territoriales” (Haensch 2011, 98). Un momento en el que Hispania fue al mismo tiempo un concepto estable y cambiante (Pina Polo 2011, 40). 6  En opinión de Á. Ventura (2008a, 89 ss.; 2009, 377 ss.), la nueva Colonia Patricia (¿Iulia?) habría tomado su cognomen del propio César, y su deductio refundacional tras la destrucción de que es objeto durante la etapa final de las Guerras Civiles (incluida la ampliación del recinto urbano hasta el río) habría sido obra en 44 a.C. de C. Asinius Pollio, procónsul de la Ulterior, que incluiría a sus nuevos habitantes en la tribu Sergia, manteniéndose por varias décadas los miembros de la tribu Arnensis de su fundador inicial (M.C. Marcellus) en una realidad administrativa diferente (la Corduba latina previa al 45). 7  “La elevación de status de Corduba a colonia de ciudadanos romanos y la asignación de tierras a los veteranos convertiría el territorio de la ciudad asignado, anteriormente ager publicus (aunque ejercieran sobre él un mayor o menor grado de posessio sus habitantes), en ager privatus, haciéndose necesario legalizar precisamente en la segunda mitad del siglo I a.C. una situación de facto (el uso del Camino del Pretorio por parte de la societas Sisaponensis) a través de la figura de la servitus viae” (Ventura 1993b, 56).

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Ciudad y territorio: transformaciones materiales e ideológicas entre la época clásica y el Altomedioevo  Córdoba, 2014

CIUDAD Y TERRITORIO EN EL VALLE MEDIO DEL BAETIS: APUNTES ALHILO DE UNA REALIDAD ESQUIVA

CORDUBA “Toda ciudad es resultado de un proceso histórico surgido de la voluntad de sus pobladores y de los condicionantes marcados por el espacio físico y ecológico en el que se implantó” (Murillo, Ortiz 2011, 179). Una verdad absoluta que en el caso de Córdoba, prototipo de eso que los geógrafos llaman “ciudad puente”, se materializa esencialmente en su control sobre el río, verdadera aorta del Sur peninsular que marca a la vez, como una cicatriz, la línea de sutura con la España septentrional. Sirve, pues, de conexión entre dos universos geográficos, económicos y culturales. Esta circunstancia explica el papel privilegiado y rector que el centro urbano cordubense desempeñó en la organización geopolítica y territorial de la región desde su más remoto origen (particularmente en época romana, y después islámica), al tiempo que su cosmopolitismo, su carácter multicultural y su extraordinario valor estratégico, cuando las comunicaciones y el control del territorio eran la premisa de toda iniciativa8, y disponer de un buen lugar de acuartelamiento y aprovisionamiento de los ejércitos, garantía de conquista y poder sostenible. De ahí, quizás, su nombre, sobre el que los filólogos e historiadores de la Antigüedad no se ponen de acuerdo, pero que parece estructurarse en dos partes: un sufijo, -uba, relativamente frecuente en la España prerromana, que en las lenguas indoeuropeas significa ciudad, colina o también agua, y un prefijo, cord-, que podría aludir al nombre del río (Certir, según Tito Livio, Ab Urbe Condita, XXVIII, 22,1), o al del pueblo que la habitaba: turd-, de turdetanos. En la primera opción Corduba equivaldría a “Ciudad del río”; en la segunda, a “Ciudad de los turdetanos”, realidades ambas que confluyeron en el viejo asentamiento (Rodríguez Neila 1993). De hecho, el poblado prerromano eligió una colina en la margen derecha del río (zona que en la bibliografía puede encontrarse con nombres tan variados como Colina de los Quemados, Fontanar de Cabanos, Huertas de la Salud y Huerta del Maimón), desde la que controlaba perfectamente los vados del mismo y también el puerto. Esto refleja con toda claridad hasta qué punto sus fundadores fueron conscientes de su interdependencia. Por su parte, la nueva Corduba, fundación ex novo de Roma, elige un espolón bien defendido (salvo al Norte) por acusadas laderas y varios arroyos, situado unos 750 m al Nordeste del primitivo asentamiento indígena, que mantenía el poder sobre el río y facilitaba además el acceso a las tierras vecinas, verdadero paraíso para la colonización itálica. Amurallada desde el inicio9, su superficie inicial (47’6 Ha) sólo se ve modificada con la ampliación hasta el río en tiempos de Augusto, que la eleva a las 78 Ha. A estos momentos remite el trazado de las primeras vías, la explotación masiva de las minas de Sierra Morena10, que favorece el enriquecimiento de las primeras sagas familiares cordubenses, y seguramente la construcción del primer puente más o menos monumental11. Su existencia desde al menos mediados del siglo I a.C. queda probada sin reservas por su protagonismo en la defensa de la ciudad durante las Guerras Civiles (Bell. Hisp. V, 3-5); no obstante, desconocemos sus características estructurales y morfológicas, que en ningún momento se especifican. Cabe la posibilidad de que fuera de madera, pero el hecho de que el Bellum Hispaniense destaque la provisionalidad del que tiende César un poco más abajo: una plataforma de madera anclada mediante odres llenos de piedras, parece abogar por una fábrica de mayor porte y perdurabilidad, aun cuando su monumentalización tuviera lugar en época posterior. No hay que olvidar que el puente actual es el resultado de numerosas refectiones. Para las características físicas de Córdoba y su entorno geográfico, vid. Ruiz Lara et alii 2010. “La muralla es un límite necesario para la afirmación y la consolidación de un núcleo urbano pero, sobre todo, es el primer paso en la definición de la ciudadanía romana; su evolución ideológica y física responde a motivos de una nueva visión idealista imperial; la muralla encierra más que un simple núcleo urbano, es todo un ideario vinculado al progreso y a 8  9 

la organización del cosmos. Esta epidermis define al igual que protege la ciudadanía romana y sus instituciones” (Carmona, Courault 2011, 212). 10  Roma necesitaba plata para pagar a sus tropas. 11  Prueba de su importancia estratégica es que fue el único puente de piedra existente en el valle medio del Guadalquivir hasta que entre 1847 y 1852 se construye en Sevilla el de Isabel II, en Triana.

Monografías de Arqueología Cordobesa 20  Páginas 11-40  ISBN 978-84-9927-163-7

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Desiderio Vaquerizo Gil

¿Por qué la ciudad republicana elige un emplazamiento localizado a varios centenares de metros del río, arriesgando de paso el control de éste? El temor a las crecidas no parece ser el único argumento, puesto que la muralla podría haber ejercido de barrera. Es preciso, pues, pensar en otras razones, y entre ellas cobran protagonismo la adaptación a la colina, la utilización de varios de los arroyos que bajaban de la sierra como fosos naturales y fuentes de abastecimiento, o la disposición de las necrópolis entre la puerta meridional y el río, considerando, por tanto, desde el inicio, la ocupación extramuros como parte determinante de la propia imagen urbana. Fueran o no estos los motivos, su particular ubicación –que en cualquier caso no parece avenirse muy bien con el carácter previsor de este tipo de fundaciones– facilitaría, siglos más tarde, su asedio, conquista y destrucción por parte de César. Aun así, Corduba mantendría el carácter privilegiado, lo que confirma su extraordinario componente estratégico, la priorización de los criterios geopolíticos y administrativos por parte de César, y más tarde Augusto, sobre cualquier otro tipo de consideración personal. En efecto, aun cuando derrotada y destruida, la que será Colonia Patricia sólo durante unos siglos sigue ejerciendo en todo momento un papel director de la política oficial de la provincia. Es buen síntoma de ello que durante algunos años acoge la ceca imperial, fundada posiblemente por Agrippa en 19 a.C., de la que sale una cantidad ingente de numerario en bronce, oro y plata para el pago del ejército12, demostrando una vez más la extraordinaria capacidad económica de la ciudad, ligada a la riqueza minera del mons Marianus y a las actividades de sus argentarii (García-Bellido 2006; Ventura 1999 y 2009). En consecuencia con ella, la nueva Colonia Patricia moviliza de inmediato a sus más importantes prohombres y, reuniendo todos sus recursos, levanta una nueva ciudad, émula –imitatio, speculum, simulacrum– de la propia Urbs, en la que el mármol y la monumentalidad de edificios y estatuas son sólo la manifestación exterior de su profundo cambio ideológico. A partir de este momento entra de lleno en la órbita de Roma: es núcleo rector de la provincia Baetica, una de las más ricas y fieles del Imperio (Haley 2003); cabeza judicial del conventus Cordubensis, y principal garante del culto al Emperador. Para estar a la altura de tan importante rol político, a lo largo del siglo I de nuestra Era se provee de los elementos más significativos de toda ciudad romana, convirtiéndolos de paso en un elemento de autoafirmación, propaganda y prestigio de cara al resto del Imperio, al resto del mundo; entre ellos el abastecimiento de agua en las tierras inmediatas a la ciudad. Desde los primeros tiempos de Augusto, Corduba comienza a dotarse de varios acueductos que captaban el líquido elemento en algunos de los manantiales y arroyos más caudalosos y salubres de la sierra (es decir, del territorio inmediato), atendiendo en todo momento a los preceptos recogidos por la tradición y los tratados de ingeniería hidráulica13. De los tres ya bien identificados (Ventura 1993a, 1996, 2002, 2004 y 2008d; Moreno Almenara 1997; Borrego 2008; Carmona, Moreno, González 2008; Pizarro 2010 y 2014), conocemos por la epigrafía el nombre de dos: Aqua Augusta (después, Vetus Augusta), y Aqua Nova Domitiana Augusta, construidos a principios y finales del siglo I d.C., respectivamente. El tercero (tal vez el que algunas fuentes tardías denominan Fontis aureae; Ventura 2008b, 292 ss.) lo sería entre los siglos II y III d.C. Su aportación, cifrada de manera global –y probablemente exagerada– para los dos primeros en unos cincuenta mil metros cúbicos de agua diarios, aseguraba a los ciudadanos el consumo privado, el abastecimiento permanente de las termas y el suministro de las más de cien fuentes distribuidas por todo el núcleo urbano. Muchas de ellas, como los propios acueductos, obra de grandes evergetas locales (caso del duoviro Lucius Cornelius), que destinaban parte de sus muchos recursos a servicios y dotaciones urbanas, garantizándose así la memoria colectiva y el desempeño de cargos públicos (Melchor 1994; Ventura 1999 y 2009; Stylow, Ventura 2006).

12  Por lo menos, hasta que se abre la de Lugdunum, en 15 a.C. y los ejércitos abandonan mayoritariamente Hispania tras la reorganización provincial de 13 a.C. 13  Tanto la Lex Ursonensis (82, 29-34) como la Irnitana (77, 29-33) regulaban el cuidado y mantenimiento por parte de la colonia de acueductos y caminos, así como en el caso de la primera también el uso del agua, en ámbito rural y urbano (Urs. 79, 39; 99, 1-8; 100, 9-16).

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Ciudad y territorio: transformaciones materiales e ideológicas entre la época clásica y el Altomedioevo  Córdoba, 2014

CIUDAD Y TERRITORIO EN EL VALLE MEDIO DEL BAETIS: APUNTES ALHILO DE UNA REALIDAD ESQUIVA

CIUDAD Y TERRITORIO14 Toda ciudad romana establecía en el momento de su fundación una separación estricta entre su intramuros y su extramuros a través del sulcus primigenius, expresión material que guiaba el perímetro amurallado y solía tomar forma ideal en el pomerium, límite claro entre el mundo de los vivos y el de los muertos, entre las actividades civiles, religiosas, comerciales y domésticas cotidianas (propias de ciudadanos) y las nocivas y malolientes (ejercidas por gente infame), los vertederos y los espacios de explotación agrícola. Muralla y pomerium, en principio coincidentes (pero no siempre, por cuanto además de realidad física eran concepto en permanente evolución), marcaban la separación entre la vida urbana y el terreno extra moenia inmediato a la ciudad: los suburbia, ese espacio híbrido, fronterizo, ambiguo y de transición que daba paso de la urbs al ager, con un fuerte carácter intermedio y liminal (Goodman 2007; Vaquerizo 2010b; Annibaletto 2010; Garriguet 2010a; Liverani 2011). En él, el paisaje cobraba una dimensión diferente, animado por: – las vías de entrada y de salida al centro urbano, que garantizaban el tránsito y prestaban marco a trabajos industriales del más variado signo; – residencias privadas (continentia aedificia), en busca del terreno, las perspectivas y la escenografía habitualmente no disponible intramuros; – espacios recreativos y eventuales huertos o jardines (hortis, praediis); – edificios de espectáculos que por sus dimensiones, sus exigencias infraestructurales por ser centro de reunión de miles de personas, o su carácter funesto, debían disponerse “al otro lado”; – acueductos, – y, por supuesto, el mundo silencioso pero animado de los muertos, que se asomaban al de los vivos gritando en forma de tumbas más o menos monumentales, mármoles e inscripciones, sus ansias nunca bien satisfechas de memoria15. Los suburbios, que no eran en definitiva sino una prolongación de la ciudad fuera de sus límites, funcionaron así, para bien y para mal, como espejos de la misma, respirando con ella; entendidos urbe y periferia como un todo en el que una parte no podía existir sin la otra. Tal ocurrió en el caso de Córdoba (Garriguet 2010a, 374 ss.; Vaquerizo, Murillo 2010)16. En cada uno de los momentos históricos que protagonizó, la imagen urbana de la Corduba romana –temporalmente Colonia Patricia– obedeció a modelos externos matizados por la tradición local; y también en todos y cada uno de

14  Los estudios sobre la relación de la urbe romana con su territorio inmediato ha sido objeto de multitud de trabajos; que en el caso concreto de la Bética cuenta con ejemplos suficientes para hacerse una idea de cómo ha evolucionado el estado de la cuestión en las últimas décadas (entre ellos, Rodríguez Neila 1993-1994; Rodríguez 2008; Garriguet 2010a, o Campos, Bermejo 2013). Otro tanto ocurre con el resto de Hispania (por ejemplo, López Paz 1994; Ariño, Gurt, Palet 2004; Ariño 2013), y del Imperio, si bien intentar siquiera comentar aquí las últimas novedades al respecto excedería con mucho las pretensiones –y los límites– de este trabajo. Sirva como ejemplo la serie de varios volúmenes que viene siendo publicada desde hace ya algunos años por L’Erma di Bertschnneider sobre La forma della città e del territorio, que está completando arqueológicamente, de forma efectivísima, el Corpus Agrimensorum Romanorum. 15  El suburbio “…viene definido por el paso de hombres y mercancías, por el contacto entre culturas diferentes, por la coexistencia entre vivos y muertos; el lugar que permitía el encuentro, arriesgado, pero también necesario y peligroso, con la guerra, la muerte, lo extranjero: todas ellas entidades que debían permanecer excluidas en la medida de lo posible de la ciudad en sentido estricto. Sin esta faceta osmótica, por un lado la ciudad se hubiera cerrado estérilmente sobre sí misma; por otro, el campo y el resto del mundo habrían corrido el riesgo de caer en el caos anterior a la aparición de la cultura. Si es lícito el parangón, se podría concluir diciendo que el suburbio tiene la misma capacidad que Lévi Strauss atribuye al

mito de filtrar, poner en relación y conciliar los opuestos” (Liverani 2011, 203). Al respecto, vid. también, como reciente e interesante síntesis, Garriguet 2010a. 16  En el suburbio occidental cordubense se habría localizado el supuesto auguraculum con decoración de lastras de tradición campana utilizado por Asinio Pollión para sus trabajos de auspicatio e inauguratio de la nueva Colonia Patricia, conforme al modelo utilizado en la Roma palatina, en opinión de Á. Ventura (2008a, 89 ss.; 2009, 377 ss.).

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Lám. 1. Vista aérea de la Córdoba actual y el territorio que la circunda, presidido por el Guadalquivir y Sierra Morena (Fotog. Convenio GMUUCO).

ellos el espacio extramuros ejerció un rol de enorme importancia. Su evolución es, por consiguiente, la del propio centro urbano, de cuya contracción o expansión da cuenta a veces mejor que aquél mismo, habitualmente más castigado desde el punto de vista arqueológico. Otra cosa muy diferente fue el territorio en sentido estricto, las tierras sobre las que la ciudad ejercía posesión y jurisdicción, y de las que se proveía, que según la única referencia con que contamos en las fuentes antiguas englobaban un buen tramo del Valle Medio del Guadalquivir17 (Lám. 1). Como actividades económicas básicas quedan implícitas la agricultura y el comercio fluvial18 (también, como veremos un poco más abajo, las minas, sobre todo inicialmente, y por supuesto la ganadería y la caza); pero ¿cómo se fijaron los límites, y cómo se hizo el reparto de la tierra…?

17  “Tanto en su latitud como en su longitud, el tamaño de esta región no excede de los dos mil stadios. Las ciudades son, empero, numerosísimas, pues dicen ser doscientas. Las más importantes por su tráfico comercial son las que se alzan junto a los ríos, los esteros o el mar. Entre ellas destacan Kórdyba, fundación de Markéllos, y por su gloria y poderío, la ciudad de los gaditanos; ésta sobresale además por sus empresas marítimas y su adhesión a su alianza con los rhomaíoi; y aquélla, que domina un gran trecho del Baítis, por la fecundidad y amplitud de su territorio” (Estrabón III, 2, 1; Ed. España y los españoles hace dos mil años según la ‘Geografía’ de Estrabón, a cargo de A. García y Bellido, Austral/Espasa-Calpe, Madrid, 1976 –5ª ed.–, pp. 68 ss.) 18  Sobre el puerto fluvial de Corduba, vid. como trabajos más recientes León Pastor 2010, a y b, y 2011.

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A este respecto no podemos sino suponer la intervención normativa de los agrimensores tras la fundación republicana, la instalación de un número indeterminado de colonos que durante décadas compartirían las tierras19 con los turdetanos y sus descendientes integrados en la estructura políticoadministrativa romana (no olvidemos los “indígenas selectos” que, según el mismo texto de Estrabón antes citado, formarían parte indisoluble de la fundación republicana), y las sucesivas deductiones de veteranos que acompañaron los cambios de estatuto jurídico por parte de la ciudad, con independencia de quiénes fueran sus patronos; en particular cuando tras las Guerras Civiles y la destrucción que éstas acarrean Corduba es promocionada a Colonia Patricia (Vaquerizo 2005) 20. El territorio no es algo estático, sino el marco que sirve al hombre para desarrollar su vida y abastecerse, por lo que evoluciona al dictado de los tiempos, convertido habitualmente en causa de guerras y controversias que lo van nutriendo periódicamente de sangre. Pero vayamos por partes…

RESIDENCIAS Y VILLAE SUBURBANAS El espacio suburbano fue, como ya he adelantado21, un paisaje mestizo y polivalente, que lo mismo acogía edificios de espectáculos (generalmente sangrientos, por lo que implicaban de funestos), como actividades industriales del más variado tenor, o viae sepulcrales al servicio de la perennitas y la vanitas. Su existencia no fue óbice para que todo aquel ciudadano que podía permitírselo aspirara a construirse una domus extramuros más espaciosa de lo que permitía el codiciado terreno intra moenia o, de ser posible, una villa, a tiro de piedra de la ciudad (o en cualquier caso accesible en un día, a fin de facilitar las obligaciones urbanas; Columela, De re rustica I, 1, 9), que favoreciera la amoenitas, la salubritas, el disfrute del espíritu, la tranquilidad y el descanso en pleno y fecundo contacto con la naturaleza, al tiempo que su explotación y, sobre todo, la creación de una escenografía de poder al servicio exclusivo de su estatus socioeconómico, o de sus aspiraciones en este mismo sentido. Tenían, por tanto, el valor de primeras, o quizá segundas residencias, por lo que no deben, de entrada, ser equiparadas sensu stricto a las villae rústicas propiamente dichas. La construcción de conjuntos residenciales de lujo en los terrenos inmediatos a las más importantes ciudades hispanorromanas tuvo mucho que ver con su uso efectivo como escaparate eficacísimo de la capacidad adquisitiva y el prestigio social de sus domini (también, sin duda, con un reforzamiento de su ideología de clase). A ello se unían, como factores nada despreciables, sus potencialidades paisajísticas, la mayor disponibilidad de espacio y, en consecuencia, la posibilidad evidente de poner en práctica determinadas soluciones arquitectónicas y ornamentales más difíciles de materializar intramuros. Más o menos como hoy22. Por otra parte, no hay que olvidar que el campo era para los romanos extensión de la propia ciudad, “la parte más antropizada de su territorio”, del

¿Tal vez los agri redditi que citan gromáticos y agrimensores en sus escritos…? M. P. García Bellido (2006, 257) ha atribuido a Agrippa, en 19 a.C., la segunda deductio de veteranos realizada en la ciudad. En su mayor parte habrían pertenecido a la Legio I Augusta –quizá también, a la XVI Gallica; el aquila y los signa aparecen en las monedas de la época, pero no ocurre lo mismo con los nombres–, degradada por su cobardía en combate, lo que supuestamente habría privado del cognomen Iulia o Augusta a la ciudad. Á. Ventura (2008a, 101) suscribe esta hipótesis, señalando además que en 19 a.C. se conmemoraría el 150 aniversario de la fundación de la ciudad por Marco Claudio Marcelo. Sobre esta problemática, muy discutida en los últimos años, vid. Vaquerizo, Murillo 2010, 462 ss. 21  Y prueban los mil y un títulos existentes sobre el tema (vid. un estado de la cuestión reciente en Annibaletto 2010; Garriguet 2010ª, o Liverani 2011). 22  “Características de las áreas periurbanas fueron la polivalencia y la falta de criterios de ordenación del espacio desde un punto de vista funcional, porque en realidad los usos del suelo son más coyunturales que en el propio núcleo urbano dado que sobre este espacio la ciudad irá gestando demandas diferentes a lo largo de su devenir” (Fernández Vega 1994, 143-144; sobre la problemática específica relacionada con los espacios residenciales y los jardines, vid. pp. 150 ss.: “poder, privilegio, dominio visual y económico, comodidades, son algunas de las razones que explican, pues, el fenómeno de las zonas residenciales en las áreas periurbanas”. 19  20 

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que las villae serían la expresión más conspicua (Bendala, Abad 2008, 20 ss.), por lo que conviene huir de separaciones absolutas23. Así las cosas, entiendo más prudente a día de hoy no categorizar necesariamente los conjuntos ubicados a las afueras de la ciudad como domus o villae, y hablar, mejor, de “unidades domésticas suburbanas”. Para avanzar algo en este terreno tendríamos que saber si tales asentamientos dispusieron de tierra aneja destinada a la explotación agropecuaria, o al menos de horti entendidos con un valor algo más que paisajístico, como menudearon en la propia Roma (una síntesis del tema en Beltrán Fortes 2007, 186), para poder avanzar algo más en su taxonomía. Sin embargo, lo normal es no disponer de este tipo de información, por lo que en la mayor parte de los casos hemos de limitarnos a elucubrar al respecto. A dicho problema se suman, como ya comenté, los derivados de la definición en sí misma de suburbium y territorium, o de espacio periurbano. ¿Dónde terminaban los límites de la ciudad y empezaban los del campo? La extensión asignada a este trabajo no bastaría para discutir el asunto (consciente siempre de que es terreno más filológico que arqueológico, y por lo tanto resbaladizo en extremo para alguien no formado en tales menesteres), ni llegar a una propuesta que pudiera suscribir de forma unánime la comunidad científica. Hay ya multitud de trabajos al respecto que abordan el tema con más solvencia de lo que yo podría hacerlo (Fernández Vega 1994; Amores 2001; Goodman 2007; Annibaletto 2010; Garriguet 2010a y 2011, o Liverani 2011, además de los contenidos en Vaquerizo 2010b)24. Remito, pues a ellos, para el debate crítico sobre el tema, partiendo simplemente de una declaración de propósitos que puede discutirse, pero que al menos me permitirá trabajar de una manera operativa: eventualmente, podríamos considerar villae suburbanas a aquellos conjuntos domésticos extramuros localizados a cierta distancia de las murallas que incorporen soluciones arquitectónicas poco habituales en las domus y que, por encima de todo, no se integren en un sector de topografía urbanizada (vicus)25, sino que, por el contrario, ocupen localizaciones más o menos privilegiadas y exentas, con entidad, consecuentemente, en sí mismas. Establecido lo cual, ¿qué ocurre en el caso concreto de Córdoba…? Desde los tiempos de Claudio y Nerón las viviendas en Corduba habían excedido el recinto amurallado en casi todo su perímetro, extendiéndose, codiciosas, en forma de barrios suburbanos por el entorno de la ciudad, hasta anular en buena medida el uso industrial y funerario de tales suburbia, cuyos monumentos fueron desmontados, tapados, o integrados en las nuevas construcciones. Estos vici se mantienen ocupados en su mayor parte hasta época tardorromana, cuando las sucesivas crisis que afectan a la ciudad generan una fuerte contracción del núcleo urbano, volviendo las áreas extra-

23  “La villa también participa en la urbanización y control del territorio. No solamente como edificación sino como referente económico en la relación con los demás asentamientos” (Martínez Melón 2006, 127). 24  “Urbe y campo quedaban solidariamente organizados en una retícula común, expresión formal de una vinculación que subrayaba la integración de ambas esferas en una estructura unitaria” (Bendala, Abad 2008, 21-22). En cuanto al punto exacto en el que terminaba el terreno periurbano para dar paso al campo, parece haber cierta unanimidad en entender como tal la milla romana: “… la primera milla difuminaba la pureza del confín representado por las murallas o el pomerio prolongando las competencias de los magistrados civiles y los derechos de la vida urbana por un tramo externo más o menos correspondiente con aquella zona periférica en la que se había extendido el espacio habitado (los continentia edificia)” (Liverani 2011, 202; también, Garriguet 2010a, 367, y 372, y 2011, 206). Abogarían en este sentido la Tabula Heracleensis, o la obligación establecida por la Lex Ursonensis (91, 1-7), ya presente en el capítulo 13 de la Lex Acilia repetundarum, de 123 a.C., de que los magistrados públicos y sacerdotes no pudieran vivir a más de esa distancia de la ciudad a fin de garantizar el desempeño eficaz de sus cargos. 25  Hay ciudades en los que estos vici alcanzaron notable extensión y un nivel urbanístico grande; caso por ejemplo de Córdoba, donde contamos con hallazgos importantes en los suburbios oriental, septentrional y occidental. Algunos, como los realizados en la Plaza de la Corredera tienen ya algunas décadas, pero hay otros que han visto la luz recientemente, y han puesto en evidencia la complejidad arquitectónica y el lujo ornamental de estas residencias fundamentalmente en los siglos centrales del Imperio (Vaquerizo 2004 y 2011; Vaquerizo, Murillo 2010; vid. infra). Sin embargo, ninguna de ellas ha sido excavada en su integridad, por lo que ignoramos si contaron con huertos o terrenos para la explotación agrícola que pudieran haber hecho de ellas unidades domésticas más o menos autosuficientes.

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muros a ser utilizadas como necrópolis, al tiempo que en la segunda mitad del siglo IV son ganados para uso doméstico –modesto, reaprovechando materiales de construcciones ya existentes– algunos de los espacios que en etapas anteriores habían concentrado la vida pública de la ciudad. Hablo de continencia edificia, quizá identificables inicialmente con las nobilissimae carissimaeque possessiones Cordubensium a las que aluden las fuentes, arrasadas por Casio Longino en 48 a.C., cuando vuelve a la ciudad para enfrentarse con las tropas comandadas por M. Claudius Marcellus Aeserninus (Bell. Alex. LIX, 2, y LX, 1). A día de hoy, el complejo más antiguo no integrado en un vicus del que tenemos constancia arqueológica es el de Cercadilla, que remonta al siglo I d.C. (Moreno Almenara 1997; Chavarría 2007, 295 ss., nº 124, Lám. 135)26. Se observa, pues, una ausencia marcada de instalaciones domésticas extra– y periurbanas en época republicana, común para toda la Ulterior –no así para algunas zonas del Nordeste–, que, como señalan algunos autores, podría ser explicada en parte por la falta de prospecciones intensivas del terreno, la escasa definición cronológica de los materiales cerámicos documentados –entre los que destaca la poca frecuencia de las importaciones– y el mantenimiento de la propiedad, o al menos la explotación, de las tierras por parte de los indígenas, además de la inseguridad propia de estos primeros tiempos y de la concentración de recursos en la minería como principal actividad económica. No ocurre así, sin embargo, para tiempos imperiales, cuando las unidades domésticas menudean en los terrenos inmediatos a Colonia Patricia. Disponemos de información sobre casas de lujo en los vici occidental, septentrional y oriental, construidas con técnicas edilicias de primera calidad y dotadas de pinturas parietales y mosaicos pavimentales con decoración geométrica o figurativa a los que se sumarían sin duda fuentes y estanques, vegetación, esculturas y todo tipo de equipamientos (privata luxuria) diseñados para la comodidad y la autorrepresentación de sus dueños, que además competían entre ellos por mostrar al resto de sus conciudadanos riqueza, cultura y fidelidad a la causa de Roma. Basta recordar las grandes residencias excavadas bajo la Plaza de la Corredera, con mosaicos como el de Polifemo y Galatea o Eros y Psique (vicus oriental) (Vaquerizo 2004 y 2011; Neira 2011; Murillo et alii 2009, 54-55); la Domus del Sátiro, con pinturas parietales que dejan entrever por primera vez la altura que alcanzaron en Colonia Patricia las ornamentaciones privadas (Castro, Pizarro, Ruiz 2009; Castro, Cánovas 2010; Cánovas 2010 y 2011); el mosaico de caza recuperado junto a los monumentos funerarios de Puerta Gallegos, en el que un tal Thalassius se hizo representar cazando a caballo en compañía de sus galgos (vicus occidental), o los espléndidos pavimentos con el mito de Baco o aurigas vencedores de las domus excavadas bajo la calle La Bodega y el Palacio de la Merced, respectivamente, en el vicus septentrional (Vaquerizo 2004 y 2011; Neira 2011)27, para hacernos una idea de la compleja sociedad del momento; o, mejor, de los diversos momentos, porque la sociedad romana fue cambiante y no tendría mucho que ver la del siglo I con la del III, o la del III con la del V. Tales residencias se extenderían más allá de los vici, pasando del espacio suburbano al periurbano, y de éste directamente al territorio; una transición progresiva, sin duda, que va tomando poco a poco carta de naturaleza…

26  Una cosa es la “villa” del siglo I y otra muy diferente el conjunto posterior, que sus excavadores interpretaron en su momento como palatium de Maximiano Hercúleo. Una revisión del tema, con nuestra opinión al respecto en Vaquerizo, Murillo 2010, 493 ss. También, Alors et alii 2014. 27  Sorprende, como en tantos otros aspectos de su arqueología, la falta de información sobre la orilla izquierda del río, que quizá respondió a una dinámica algo diferente.

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EL TERRITORIO CORDUBENSE La riqueza y complejidad del poblamiento rural, así como de los sistemas de explotación socieconómica (basados sobre todo en la producción de trigo, vino y especialmente aceite28) en el Valle Medio del Guadalquivir están fuera de cualquier duda. Existe abundantísima bibliografía al respecto, si bien apenas se han abordado estudios desde una perspectiva específicamente territorial, más allá de los publicados en su día por M. Ponsich (1979, 1987) y, algunos años después, por G. Chic (2001)29. No son muchos, además, los asentamientos excavados, o sobre los que dispongamos de información fidedigna, por haber sido intervenidos en su mayoría parcialmente y de antiguo30. Así las cosas, sería necesario un vaciado exhaustivo de la literatura arqueológica para llegar a diseñar, siquiera de forma aproximada, la estructura territorial de la provincia de Córdoba en época romana, e incluso de esa manera resultaría extremadamente difícil entrar en detalles (fases, tipologías, transformaciones, sistemas de producción y ornamentales, etc.), debido a la diferente personalidad de sus comarcas geográficas y, sobre todo, la calidad tan desigual de los datos disponibles y/o conservados. Y es que, con independencia de la conservación diferencial de los yacimientos, de tan amplia casuística, la información sobre ellos aparece dispersa en infinidad de títulos, muchos de ellos derivados de las prospecciones arqueológicas que acompañaron al boom urbanístico y de obras públicas de los años ochenta, noventa y dos mil, que no puedo relacionar aquí por falta de espacio. Sí que conviene, en cualquier caso, tener muy en cuenta la dinámica poblacional por completo diferente del norte de la provincia, donde tras una primera etapa de interés primordial por las minas para financiar las guerras y más de una carrera política31, se da paso a una explotación progresiva del territorio, muy condicionada por las peculiaridades geomorfológicas del mismo, que determinan usos preferentes en relación con la ganadería (carne y lana), los pastos, la madera, el corcho y otros productos del bosque, la apicultura (miel y cera) y la caza, a veces estacionales y, con frecuencia, indetectables desde el punto de vista arqueológico (Vaquerizo et alii 1994; también, Rodríguez 2010a, 31)32. Si a todo ello sumamos la escasa investigación arqueológica desarrollada sobre la zona, a pesar de su amplitud geográfica, su complejidad y su enorme potencial, la ecuación resultante destaca por su parcialidad y también su provisionalidad. Por lo que se refiere al caput Provinciae, contamos ya con numerosos estudios que han intentado en alguna medida una aproximación al territorium cordubense, matizada, como es obvio, cada

28  Una síntesis de los recursos territoriales cordubenses en Melchor 2004, 115 ss. Sobre la problemática específica del olivo, la aceituna y el aceite, vid. los recientes trabajos en relación con la Figlina Scalensia (Cerro de los Pesebres, Hornachuelos), que actualizan la problemática sobre el tema (Barea et alii 2008). No hace falta insistir en la importancia del río a la hora de organizar la explotación del espacio, la producción de aceite y de envases, y su masiva exportación a Roma y otros lugares del Imperio. En este sentido, recomiendo revisar la abundante bibliografía sobre el Testaccio, publicada fundamentalmente en la colección Instrumentum de la Universidad Autónoma de Barcelona, que dirige J. Remesal. En cualquier caso, es interesante señalar que en territorio cordubense sensu stricto sólo han sido señalados dos alfares, ambos en la orilla izquierda del río (Chic García 2001, 11-13). 29  Si bien no se trata del territorio propiamente cordubense, vid. como ejemplo más ambicioso, sistemático y planificado de los realizados hasta la fecha en la provincia los resultados del proyecto que durante diez años llevamos a cabo en la Depresión Priego-Alcaudete, corazón de la Subbética cordobesa (Vaquerizo, Quesada, Murillo 2001, con bibliografía anterior). 30  Dentro de los límites estrictos de la actual provincia de Córdoba, sólo Torreparedones (¿antigua Ituci?) y la villa de Fuente Álamo están siendo objeto de sendos proyectos sistemáticos en estos últimos años. 31  Si bien este proceso se inicia ya en el segundo tercio del siglo II a.C., es durante la primera mitad del I cuando va a dar mayores resultados. Y “su consecuencia más inmediata fue la aparición de numerosos lugares de habitación y almacenamiento y centros para la transformación del mineral en torno a las minas y en los pasos de la sierra que facilitaban la salida

del material” (Valdivieso Ramos 2009, 455). Estos asentamientos han sido objeto de numerosos estudios, entre los cuales, como más recientes, Domergue 1987 y 1990; García Romero 2002; Blázquez, Domergue, Sillières 2002; Penco 2010. 32  Un ejemplo paradigmático y recientísimo de cómo abordar el análisis global de un territorio provincial, desde el punto de vista de la implantación urbana romana, su adaptación a las condiciones geomorfológicas del espacio y del poblamiento previo, la explotación de los recursos y su evolución en el tiempo, en Campos, Bermejo 2013.

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poco, por los avances de la Arqueología y el conocimiento. Destacan, a este respecto, los trabajos recientes de E. Melchor (2004) y, sobre todo, M.C. Rodríguez (2006, 2008 y 2010, a y b)33. Estos últimos, además de revisar con criterio crítico todo lo escrito hasta el momento, se erigen actualmente como el intento más ambicioso y fundamentado de precisar en perspectiva diacrónica los límites del ager de la ciudad (en parte, naturales, y en parte añadidos), sus patrones poblacionales y las huellas posibles de centuriatio (ya rastreadas con anterioridad por otros autores), con base en un intenso trabajo documental y de campo34. No seré, pues, tan temerario como para aventurarme en un camino ya andado sobre el que no se han producido grandes novedades. Mi intención única es, por el contrario, invitar simplemente a la reflexión; traer a colación, en una monografía colectiva que tiene como principal hilo conductor el análisis evolutivo de la ciudad como ente vivo a lo largo del tiempo, que resulta imposible entender a esta última sin el territorio en el que se asentó y que le perteneció, que ciudad y territorio son una realidad dual e indisociable, una simbiosis perfecta que condiciona urbanismo y paisaje, sociedad y economía, administración y política. De ahí que me permita recordar de nuevo el carácter estratégico de Córdoba, la importancia crucial que las tierras dependientes de ella tuvieron en su elección como capital de la Ulterior, y el papel histórico que desempeñó en la conquista, conocimiento y control del Valle Medio del Guadalquivir, primero35, y en la posterior implantación romana en la Bética y el sur de la Meseta, después. En todo ello cumplieron, como es fácil deducir, un papel crucial las vías de comunicación36, bien conocidas a través del Itinerario de Antonino, los Vasos de Vicarello, los estudios específicos sobre ellas (por ejemplo, Sillières 1990; Corzo, Sánchez 1992; Melchor 1995 y 2004, 109 ss., Lám. VIII, o Rodríguez 2010b, particularmente Lám. 15) y los numerosos hallazgos epigráficos. A manera de capilares surcaron el territorio para garantizar por un lado el acceso al mismo, por otro la conexión rápida con otros centros de población y, finalmente, el transporte de tropas e impedimenta, productos agrícolas y ganaderos, manufacturas de todo tipo, artículos de lujo, importaciones y exportaciones, etc., al tiempo que servirían de ejes de referencia para la estructuración catastral y administrativa de las tierras de la colonia (Rodríguez 2008, 59-60). Serían, así, los puntos mejor comunicados los que asumirían responsabilidades administrativas más importantes; o los más importantes los que se dotaron de una red de caminos más completa y mejor diseñada, tanta es su trascendencia. Dado su carácter estratégico y capitalino, es fácil deducir que en el caso de Corduba la red viaria fue vital desde primera hora, y el eje más importante (además del río) la via Augusta; pero también se previó desde el primer momento el acceso a las minas del Norte (posteriormente prolongado hasta Augusta Emerita) (Melchor 1995, y 2004, 113), un territorio que el futuro caput Baeticae se reservó en buena medida desde la llegada de Roma para su propia explotación, como parece demostrar la escasez de centros urbanos en la sierra37. Y es que hablamos de alrededor de cincuenta kilómetros en 33  También, el trabajo de León, Murillo y Vargas contenido en esta misma monografía, con el avance más completo de estos últimos años sobre el estado de la cuestión, particularmente por lo que se refiere al uso del agua en perspectiva diacrónica. 34  Vid. sus propuestas en Rodríguez 2008, 53 ss., y, sobre todo, 2010, 26 ss., Lám. 1. 35  “…la conquista romana de Hispania fue en primer lugar un progresivo proceso de aprehensión de la geografía peninsular” (Pina Polo 2011, 41). 36  “El trazado de la vías configuró el entorno de las ciudades y en muchos su interior, como por otra parte delata la terminología empleada para la designación de sus calles: cardines y decumani, que no son otra cosa que la transposición de conceptos catastrales del ordenamiento del territorium –ejes norte/sur y este/oeste–. Las vías se desplegaban por y servían para el control del territorio, pero también se internaban en las ciudades, dibujando las líneas maestras de sus plantas. Esto explica que en ocasiones se prolongaran, manteniendo rigurosamente la orientación, tras las puertas de la muralla en el cardo maximus o el decumanus maximus …Los caminos que llegan a la ciudad son las visuales desde las que parten las líneas de fuga utilizadas por los arquitectos para construir sus proyectos, sus escenografías arquitectónicas y urbanísticas ” (Liz 2011, 191). 37  En efecto, sólo se tiene constancia de tres municipios en la comarca (sin tener en cuenta Epora, Onuba y Sacili Martiales, ubicadas junto a la orilla derecha del Betis y en estrecho contacto con él): Solia, Mellaria y Baedro (Vaquerizo et alii 1994); pero estas tres últimas al menos (no así Sacili, de fundación cesariana o augustea) recibieron el ius Latii en época flavia, por lo que no se puede aventurar demasiado sobre la situación previa. Sea como fuere, la dispersión poblacional de la

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línea recta, medidos entre el río y las inmediaciones de Espiel, donde apareció el miliario de Villanueva del Rey (Portillo 1987, 345 ss.; HEp 1, 1989, 309; Sillières, 1990, 791-792), que habría marcado el límite con el ager Mellariensis. Tal superficie, que en consecuencia no sería centuriada, manteniendo su carácter público (Rodríguez 2011, 198) 38, garantizaría, entre otros recursos, el control de los más importantes centros mineros, vitales para abastecer las finanzas del Estado y pagar a los ejércitos en tiempos de conquista; agri vectigales –asignados por los censores mediante puja o subasta, teóricamente cada cinco años (Lex. Urs., 82)–, de los que el senado local obtendría sus ingresos más regulares, con los que nutrir las muchas necesidades de la colonia, incluido el ornato público. Así parece demostrarlo la tabula plumbea (pittacium39), de procedencia exacta desconocida, y hoy perdida, destinada a hacer público, posiblemente in situ, un contrato de locatio de algunas tierras comunales para la instalación de colmenas (alvari locus)40 en la sierra de Córdoba, al norte del río. Mediante el pago anual del correspondiente vectigal (en dinero contante y sonante o en especie) la colonia cedía parte de su ager publicus para la práctica de la apicultura a un nuevo occupator (Valerius Kapito41) el 30 de agosto del año en que fueron duunviros L. Valerius Poenus y L. Antistius Rusticus, en el siglo I d.C. (CIL II2/7, 349; Rodríguez Neila 1994 y, especialmente, 2005, 41 ss.). Hacia el Sur, sin embargo, donde las tierras son de feracidad poco común, por lo que la mayor parte de ellas pasarían a manos privadas, la extensión del territorio colonial –coincidente, en esencia, con la del propio conventus Cordubensis– sería bastante menor, debido en parte a la fuerte, y lógica, densidad poblacional de la zona. Así lo revelan los numerosos trabajos arqueológicos desarrollados en ella estas últimas décadas, en muchos casos de la mano, como ya antes advertí, de prospecciones o excavaciones derivadas de grandes obras de infraestructuras públicas que sólo han visto la luz de manera muy parcial y limitada (una síntesis en Rodríguez 2010a, 25). Conviene, a este respecto, tener en cuenta una premisa importante, ya sugerida parcialmente algo más arriba: es muy posible que el ager Cordubensis inicial se viera reducido tras la promoción a municipia de algunos centros de población cercanos y la reestructuración administrativa y territorial que supuso la concesión por los Flavios del ius Latii. Sirve como ejemplo paradigmático en dicho sentido el caso del pagus Carbulensis y Carbula, objeto desde hace tiempo de polémica (Melchor 2004, 107; Rodríguez 2008, 55 ss. y 6142), por el momento no resuelta. A pesar del carácter claramente limitado de la información disponible, la relación de yacimientos documentados hasta la fecha en territorium cordubense excedería por completo los límites de este

zona obedece a otras causas, que tienen que ver con el carácter montuoso de la comarca, la escasez de comunicaciones, o su potencialidad económica. 38  La casuística de las tierras públicas coloniales, que podían incluir también minas o edificia, debió ser enorme, por lo que no es extraño que desde el punto de vista legal y administrativo tendiera a simplificarse, como demuestra por ejemplo, para el caso concreto hispano, la Lex Ursonensis: “Así, los agri publici, silvae et pascuae publicae, beneficia, subsecivae concessa, loca extra clusa y relicta, prefecturae, etc… que sin duda debieron existir, quedan englobados en la ley sólo como agri o silvae publicae colonis coloniae Genetivae Iuliae, o como loca publica en general. Por otra parte, también hemos de tener presente que las tierras públicas ubicadas en colonias no siempre pertenecían a la comunidad, sino que en determinados casos podían ser propiedad del Estado romano” (Sáez 1997, 138). 39  Los pittacia, usados habitualmente para dejar constancia pública del arrendamiento y derecho de explotación de putei mineros, solían ser de madera. El plomo o el bronce se usaban para occupationes de larga duración (in perpetuum), que podían transmitirse a los herederos (e incluso, en ocasiones, pasar a posesión definitiva), siempre que los locatores se mantuvieran al corriente de los pagos (Rodríguez Neila 1994, 426 ss.). Obviamente, la información recogida en este tipo de soportes se correspondía con el contrato original, que se guardaba en el tabularium municipal. 40  El término locus alude a una parte de un fundus sine villa. 41  ¿Tal vez testaferro de uno de los duunviros gobernantes en ese momento, dada su coincidencia gentilicia…? 42  Vid. estos mismos autores para la problemática relacionada con posibles pagi, vici y otros núcleos poblacionales dependientes, o supuestamente dependientes, de Corduba, caso por ejemplo de Ategua, que, sin embargo, es citada en su listado de ciudades por Plinio (N.H. III, 3, 10) (Melchor 2004, 106 ss.; Rodríguez 2008, 54 y 61).

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trabajo43. Me interesa, no obstante, destacar el alto número de los asentamientos rurales conocidos, que como es habitual se disponen de principio a fin en torno a las principales vías terrestres y fluviales, y a distancias bastante uniformes que en algunos sectores no suelen superar la milla romana, lo que aboga por algún tipo de reparto de tierras o centuriatio, detectable particularmente en la zona occidental del ager. Es, de hecho, en el siglo I d.C. cuando el territorio cordubense alcanza su mayor densidad ocupacional, de la mano de la colonización agrícola que trae consigo la refundación de la ciudad y la correspondiente deductio, al tiempo que la colonia se monumentaliza. Sólo tres o cuatro de los yacimientos localizados parecen remontar a momentos tardorrepublicanos, mientras un buen número de ellos perdurarán hasta el Bajo Imperio, durante el cual se rarifican, en beneficio de una mayor concentración de la propiedad que, además de acompañar al renacimiento pagano característico de finales del Imperio, materializa su componente ideológico y representativo en forma de grandes residencias campestres al servicio de unas aristocracias que buscan en sus villae los escenarios apropiados para el otium, pero también el negotium (entendido éste en sentido muy amplio que no excluye el componente político). Huelga decir que muchos de ellos –si es que no todos– contaron con necrópolis anejas, sobre las que disponemos de información muy desigual (Rodríguez 2006 y 2010). Por su parte, los núcleos mineros, que conocen también su momento de mayor auge entre los siglos I y II d.C. (aun cuando, como he reiterado en varias ocasiones, empezaron a ser explotados intensamente ya en época tardorrepublicana), son abandonados en buen número a finales de aquella última centuria o principios del siglo III d.C., confirmando así el triunfo de la agricultura como principal actividad económica, una vez que habían desaparecido las necesidades de monetario, o muchos de los filones habían entrado en crisis. Entre los complejos que permanecen activos hasta cuando menos el siglo IV destaca el de Cerro Muriano (Penco 2010). Algunos de estos yacimientos fueron dados a conocer hace bastantes años con motivo de hallazgos ocasionales de mayor o menor fuste, y no ofrecen novedad alguna44. Otros, en cambio, han sido objeto de estudio en los últimos años, y merecen una revisión en profundidad, que excede de nuevo los límites de este análisis. Finalmente, algunos de los conjuntos, de tipología indeterminada por la falta de trabajos monográficos sobre ellos o el carácter parcial de los mismos, aparecen dispersos en numerosos títulos de difícil catalogación45. Unos y otros son testimonio contundente –e inequívoco– de la enorme riqueza histórica que atesora el paisaje humano antiguo del territorium cordubense, así como de sus posibilidades casi infinitas desde el punto de vista patrimonial e histórico. Veamos, a continuación, varios casos intervenidos de forma reciente.

43  La más reciente, entendida además en perspectiva diacrónica, puede consultarse en Rodríguez 2010, 25 ss., Figs. 1 ss. Esta autora, de la que me nutro en esencia a la hora de valorar estos aspectos, distingue, entre los 112 yacimientos documentados: poblados (1), asentamientos agropecuarios (86 = 78,2%) –de primer, segundo y tercer orden; construcciones de almacenamiento y alfares–, asentamientos mineros y extractivos (23 = 20,9%) –complejos minero-metalúrgicos, fundiciones, poblados mineros, cortas y canteras a cielo abierto y explotaciones subterráneas–, y necrópolis (2 seguras y 21 elementos de diversa categoría, a veces relacionados con otras categorías de asentamientos). Tal tipología –una de las muchas posibles, no exhaustiva en cualquiera de los casos– refleja a la perfección la complejidad demográfica, social, económica, administrativa e incluso política de un territorio en el que parece primar de forma clara la explotación agropecuaria (básicamente, agrícola). 44  Hablo de Cortijo del Alcalde (Vicent 1964-1965), Encinarejo de los Frailes, Camino de Mesta, Choza del Cojo, La Valenzoleja (Alcolea), Cortijo del Chancillarejo (Alcolea)... Una síntesis de la mayor parte de ellos en Vaquerizo 1995, 87 ss. Vid. también al respecto el Catálogo del Patrimonio Inmueble de la Junta de Andalucía (http://www.iaph.es/patrimonioinmueble-andalucia/). 45  Por ejemplo, Godoy, Morena 1991, 125, yacimiento nº 5, Lám. V: “El yacimiento se encuentra emplazado al Este del Polígono de Levante, a unos metros al Noreste del Arroyo de Pedroche y a unos cuatrocientos metros de la línea férrea que une Córdoba con Madrid”, y ha sido caracterizado sólo por materiales cerámicos en superficie.

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Sector septentrional –El Algarrobo-Santa Rosa (Penco 2005; Salinas 2005): conjunto doméstico46 excavado de urgencia en el suburbium noroccidental de Córdoba, a unos doscientos metros de la muralla, en una zona dedicada preferentemente a usos viarios, funerarios y fabriles (en particular, actividades relacionadas con la metalurgia y la alfarería47), inmediata al vicus norte. No demasiado lejos al oeste se ubicó la villa amortizada en el siglo III para la construcción del complejo arquitectónico de Cercadilla (Moreno Almenara 1997)48, las dos al abrigo de la sierra. Desafortunadamente, las dos intervenciones practicadas han sido publicadas de manera muy parcial y, por si esto fuera poco, documentaron dos supuestos sectores de la villa separados entre sí unos cincuenta metros que resulta muy difícil interrelacionar; más aún si tenemos en cuenta que ambos se estructuran en función de su propio peristilo. Si nos decantamos por interpretarlos como pertenecientes a un mismo conjunto la distancia entre ellos es suficientemente grande como para plantear la posibilidad de que el edificio doméstico en sentido estricto fuera el septentrional, mientras el meridional podría haber sido concebido a la manera de pabellón o residencia “de verano” inserta plenamente en el corazón del hortus, combinando así los principios básicos de cualquier instalación de este tipo destinada a impactar al visitante: vegetación abundante, vistas más o menos espectaculares, agua, pintura, mosaico con decoración figurativa de carácter mitológico, posiblemente escultura, etc. En definitiva, un gran decorado con valor de auténtica y consciente escenografía, destinado al descanso, al ocio y quizás también al negocio, pero con los valores añadidos de poder ser mostrado en ocasiones muy determinadas como un claro signo del poder adquisitivo de su dominus, de su sensibilidad y su concepto estético, de su formación cultural49 y de su generosidad al hacer partícipes a sus huéspedes especiales de algo tan íntimo, y al mismo tiempo tan ligado a los valores más excelsos de la cultura clásica.

Sector occidental –Polígono de Poniente (Ruiz Nieto 2001, 69 ss.; López Rey 2001): De nuevo, hablamos de una unidad doméstica ubicada a extramuros de la ciudad, al Suroeste de la misma, cercana por su margen meridional al sector de la vía Corduba-Hispalis que discurría por la orilla derecha del Guadalquivir; una auténtica via sepulcralis en su primer tramo, de gran valor a la hora de recrear la evolución topográfica, formal y ritual del mundo funerario cordubense (Ruiz Osuna 2005 y 2010), que convivió

46  Hasta el momento, la historiografía cordobesa ha catalogado este conjunto como villa, sin entrar en mayores disquisiciones. Como ya he dicho más arriba, a mi juicio, la diferencia fundamental entre domus y villa, al menos en Hispania, debió radicar en su finalidad respectiva, prioritariamente residencial o agropecuaria; aun cuando no debemos descartar la posible existencia de villae con estricta finalidad residencial y de recreo, similares a las que se dieron en otros lugares del Imperio. En este caso concreto lo más seguro es que el dominus que la construyó sólo buscara una vivienda inmediata a la ciudad cuya ubicación, taxonomía, espacios ajardinados y ornamentación lograran epatar a sus conciudadanos, poniendo en evidencia al mismo tiempo su alto poder adquisitivo y el lugar especial que le había correspondido en el mundo. Que, además, una parte de las tierras anejas, englobadas en su propiedad, se dedicara a huertos en el sentido que nosotros entendemos (para el abastecimiento familiar exclusivo o, de manera coyuntural, también para la venta de excedentes en la ciudad inmediata), no repugna en modo alguno a la idea anterior; más bien sería algo que surgiría de forma natural y complementaria, adaptado al discurso cotidiano, a la estacionalidad, a la disponibilidad del fundus y, como es lógico, a la presencia permanente o no de los domini en la que fue, quizás, su segunda residencia. Así ocurre, de hecho, en nuestros días. 47  Vid. al efecto, por ejemplo, Vaquerizo 2002. 48  En la sí se documentaron indicios de labores agrícolas. 49 � “La profusione di immagini è una caratteristica tipica della casa romana. Il possesso di immagini, la conoscenza

dei miti raffigurati, in breve il saper parlare sulle immagini era un segno di cultura e istruzione; la rapida diffusione e intensificazione della moda delle immagini nelle case pompeiane è stata a ragione intesa come un fenomeno di partecipazione culturale e di appartanenza sociale da parte di ampi strati della cittadinanza” (Zanker 2002, 63). Esta afirmación, de alguien que, como P. Zanker, conoce tan bien el papel que la imagen desempeñó en los ámbitos público y privado de Roma, es extrapolable al periodo de esplendor de las villae hispanas (s. IV d.C.), en el marco del renacimiento clásico que conoce dicha centuria.

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en el mismo espacio con instalaciones agrícolas, fabriles y nocivas. Sendas actividades arqueológicas de urgencia practicadas en solares contiguos de la zona con motivo de su reciente reurbanización, permitieron documentar dos sectores de lo que parece ser la pars rustica de una villa suburbana, ubicada junto a un arroyo que le habría servido de límite, con numerosas refectiones en las estructuras excavadas que fijan la vida del asentamiento en tres fases, comprendidas entre finales del siglo I d.C. y los siglos finales del Imperio. Con posterioridad, su abandono se prolongaría bastante en el tiempo, ya que en ningún caso se detectó reaprovechamiento de las estructuras en época islámica; por el contrario, entre la fase romana y la medieval se constató un potente nivel de relleno, muy rico en restos orgánicos que podrían estar indicando la utilización de estas tierras como huertas. Destaca la identificación de un posible horreum (al parecer, pudieron recuperarse varios “amontonamientos” de semilla no determinada en los espacios 5 y 9), integrado en una villa “de plan diseminado”. No obstante, las limitaciones metodológicas de ambas intervenciones impiden grandes precisiones. En los cimientos de un arrabal islámico documentado en un solar vecino fue reutilizada una cabeza femenina de mármol muy rodada, que tal vez formó parte en algún momento de la ornamentación escultórica del conjunto (Ruiz Nieto 2001, 76, Lám. II). –Arruzafa: Una intervención arqueológica de urgencia desarrollada en 2013 junto a la Clínica La Arruzafa ha detectado bajo los restos de una gran almunia de época omeya las huellas de un primer asentamiento romano muy deteriorado por las construcciones posteriores y el saqueo de sus materiales. Podría tratarse, en opinión de sus excavadores, de la pars rustica de una villa, en la que se englobaría de nuevo un posible horreum, un gran pozo de caña circular y algunas huellas de postes para cercados. Se localizaron además dos grandes pilares de silería almohadillada cuya interpretación no ha podido ser establecida. El conjunto habría sido construido a comienzos, o mediados, del siglo I d.C., y sólo permanecería en uso hasta finales de la centuria siguiente. Más tarde, en época tardoantigua, el solar sería atravesado por un acueducto de cierto porte (de origen y destino desconocido), que debía llevar agua a la zona residencial de una villa situada algo más al Sur50. Es difícil saberlo, pero tal vez con esta gran propiedad –o con cualquier otra del entorno– tuvieron que ver las estructuras hidráulicas en opus caementicium documentadas hace sólo unos años en el ángulo noroccidental del Plan Parcial, no lejos del trazado del Aqua Vetus Augusta (Murillo et alii 2010, 577 ss., Figs. 275-281). La mayor, a cielo abierto, con casi ochenta metros de largo por unos cinco de ancho, está conformada por muros de 0,70 m. de anchura que refuerzan diecinueve contrafuertes, ausentes sólo en el sector septentrional de la misma, donde la estructura se adentra en el terreno geológico, excavado al efecto (Lám. 2). La entrada del agua se encuentra en el lado Norte, protegida por un atanor cerámico embutido en el mismo muro que la trae de otra cisterna más pequeña (2,15 x 1,85 m) de fábrica idéntica51, situada a metro y medio de la anterior. Ejercería de piscina limaria o de decantación del agua que llegaba de algún lugar al Noroeste a través de una pequeña canalización de mampostería con specus revestido de opus signinum. La cisterna mayor desaguaba originalmente por un orificio de 20 x 18 cm., bien protegido también mediante cemento hidráulico, abierto en su muro suroccidental. Algo más tarde, entre los siglos III y IV d.C., el sector sur de esta última fue objeto de una importante refectio que da lugar a un nuevo espacio de 9 m de longitud por 3,80 de anchura, por 2,50 de altura, totalmente revestido de opus signinum, al que pasaba el agua desde el sector septentrional mediante un dispositivo de plomo (fistula plumbea?) arrancado de cuajo, pero que se nutría también de las aguas del freático. Posiblemente, este mayor aporte de agua 50  Gracias a Fátima Castillo y a su equipo de trabajo (Arqueoqurtuba S.L.) por hacer una vez más gala de su generosidad habitual, facilitándome copia de los informes de excavación y el material gráfico que reproduzco en estás páginas. Lamentablemente, no puedo entrar en muchos detalles debido a lo limitado de la intervención y a que los trabajos están pendientes aún de ser publicados. Vid., con todo, más abajo, el trabajo de León, Murillo y Vargas. 51  Esta sí revestida completamente de opus signinum, mientras que la mayor sólo lo fue en el pavimento y los boceles de los ángulos.

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Lám. 2. Gran estructura hidráulica documentada en terrenos inmediatos a La Arruzafa (Plan Parcial) (Fotog. Fátima CastilloArqueoqurtuba).

explica que el orificio de salida debiera ser ampliado hasta los 70 x 40 cm. Ambas estructuras sólo han podido ser fechadas de forma genérica en época imperial romana. Al siglo II se atribuye otro depósito de 7,55 x 7,36 m, edilicia similar a la ya descrita y bien reforzado también mediante contrafuertes exteriores, construido al Sureste del conjunto anterior. Pudo ir cubierto con tablazón de madera, si bien no ha conservado pruebas arqueológicas de ello. A diferencia de los otros dos, amortizados entre los siglos VII y VIII, ha debido permanecer en uso hasta no hace demasiado tiempo, a jugar por sus numerosas reparaciones52. Lo que no ha podido ser determinado es si el fin de este importante complejo hidráulico fue exclusivamente agrícola, o hubo de atender también a las necesidades de una pars urbana no localizada53. Es bien sabido que debido a razones económicas, pero también sociales, ideológicas e incluso políticas, los siglos finales del Imperio fueron época pródiga en grandes conjuntos fundiarios, rurales o periurbanos, de los que Córdoba ha proporcionado abundantes ejemplos (Vaquerizo 1995). –Las Moreras (Aparicio 2009): Supuesta villa suburbana (o, mejor, periurbana), de la que sólo conozco esta breve referencia: “De época romana se han localizado los restos de una villa, un tramo de acueducto y algunos enterra52  Entre los limos de su primera época de uso, esta última cisterna proporcionó dos piezas cerámicas con varios ungüentarios vítreos en su interior que han sido interpretadas como ofrendas –ignoro si de fundación, o simplemente a las aguas– (Murillo et alii 2010, 582 ss., Lám. 281). 53  “De lo expuesto podemos concluir, con poco margen de dudas, que ya en época imperial romana existía en esta zona un fundus con un sofisticado sistema hidráulico que incluía la captación de veneros, su canalización mediante pequeños acueductos y su almacenamiento en grandes cisternas, desde la que, a su vez, se repartía hasta los terrenos de cultivo mediante una nueva red de canalizaciones” (Murillo et alii 2010, 583).

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mientos. En cuanto a la villa, se trata de una estructura hidráulica circular consistente en anillos concéntricos realizados en opus caementicium. Esta obra se ha identificado con una fuente y se conserva in situ en el nuevo jardín de Las Moreras. La otra estructura hidráulica supone un tramo del acueducto Aqua Augusta” (Aparicio 2009, 1124). La publicación no remite a bibliografía, pero sí que señala la aparición, en una intervención arqueológica de urgencia posterior, de una interesante secuencia estratigráfica que se inicia en el siglo I d.C. con una cisterna “de decantación” del agua procedente del acueducto para abastecer a la fuente antes indicada, un supuesto edificio funerario (o quizá religioso) de planta cuadrada, decoración de pilastras estriadas talladas en caliza y dos posibles fases o plantas, de época tardorromana (siglos III-IV d.C.), y una estructura semicircular interpretada como la cabecera de una basílica “de época visigoda” (siglos V-VIII) (Aparicio Sánchez 2009, Lám. 7, Láms. V-VII). Hay además otros muros de sillería y restos de opus caementicium reaprovechados en construcciones posteriores, que no se consiguió interpretar. Parece, pues, en cualquier caso, tratarse de un conjunto singular, que merecería la pena bajo todo punto revisar con detalle.

Sector oriental –Santa Marina (Marfil 1997; Cánovas 2006; Cánovas, Salinas 2009-2010; Moreno Rosa 2010). La información disponible sobre este conjunto es mínima, pese a lo cual parece poder identificarse como uno más de los posibles casos de residencias suburbanas cordubenses con un componente de explotación agrícola de los que tenemos noticias más o menos fidedignas en el sector extramuros oriental del caput Baeticae, utilizado fundamentalmente para necrópolis y actividades industriales (vid. al respecto Vaquerizo 2010a). Fue detectada en el nº 20 de la C/ Moriscos-esquina con C/ Aceituno (barrio de Santa Marina), a unos quinientos metros del ángulo nororiental del recinto amurallado romano (la hoy conocida como Puerta del Rincón), y ha sido objeto de dos intervenciones arqueológicas de urgencia, practicadas en 1993 (Marfil 1997, 86-87) y 2006 (Moreno Rosa 2010), respectivamente. Según los datos publicados (Marfil 1997), la zona comenzó recibiendo un uso agrícola y de transformación, materializado desde el punto de vista arqueológico en algunas estancias angulares con pavimentos de cantos de mediano tamaño reparados en diversas ocasiones y una ligera inclinación hacia el Sur54; un horno (sin más especificaciones), que acabaría reutilizado como pozo negro en época medieval (Moreno Rosa 2010, 777), y varias piletas revestidas de opus signinum que se distribuían en terrazas escalonadas, delimitadas por un gran muro de sillería55. Las separaba otro de ladrillos con mortero de cal que parecía englobarlas. También han sido constatados en la zona un suelo de opus signinum con 35 cm de potencia, fechado entre los siglos I y II d.C.; “una conducción hidráulica compuesta por cuatro sillares de calcarenita”, del siglo I d.C.”; “un suelo de mampuestos trabados con mortero de cal y arena … que por su técnica debe corresponder a la preparación de un pavimento, seguramente un mosaico”; algunos elementos de decoración arquitectónica, como fustes y pilastras, o estuco pintado, y diversas estructuras, entre las cuales un nuevo muro de sillares, en un estado alto de arrasamiento. Mucho de este material fue saqueado después en época tardorromana (Cánovas 2006, 362 ss., Lám. 6; Cánovas, Salinas 2009-2010, 345-346 y 349, Lám. 1656). En un segundo momento los pavimentos son de mortero de cal. Creo poder deducir de la última intervención realizada que su excavador se decanta por reinterpretar este muro como parte de un recinto funerario; posterior, en cualquier caso, a las estructuras iniciales de la villa, sobre las que apoya, pero no traba. En su opinión, el muro de ladrillos podría pertenecer a una tumba (Moreno Rosa 2010, 777). Esto hace que mis reservas sobre la identificación del conjunto como un asentamiento de carácter agrícola aumenten. Tal vez las piletas referidas no son otra cosa que cisternas al servicio de la necrópolis, similares a las documentadas en otros sectores del gran yacimiento cordubense, o bien las estructuras de supuesto carácter doméstico, muy dispersas, lo son en realidad del vicus oriental. 56  Estos mismos autores (p. 346, nota 3) sugieren la existencia de una segunda villa en las inmediaciones a partir del “mosaico y fragmentos de una basa y un fuste de mármol” aparecidos en la C/ Tafures (Expdte. 3096. Delegación de la Consejería de Cultura). No he consultado personalmente dicho informe –cuya escasa utilidad es también destacada (Cánovas 54  55 

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Dado el mal estado de conservación de los restos recuperados, sólo se ha propuesto la interpretación de algunos de ellos como parte de una almazara, integrada en la pars rustica o frummentaria de una posible villa suburbana que habría sido construida en la primera mitad del siglo I d.C. y posiblemente ampliada algo más tarde; siempre, antes de finales del siglo o comienzos del siguiente, cuando la zona, y el propio conjunto, habrían sido reconvertidos para usos funerarios (de hecho, un enterramiento de tipo bustum rompe a finales del siglo I o comienzos del II d.C. una de las piletas exhumadas en C/ Moriscos 16). Con posterioridad, se produce un hiato ocupacional que se prolonga hasta las décadas iniciales del siglo IV, cuando el yacimiento es utilizado como cantera, al tiempo que recibe una nueva ocupación de carácter doméstico aún menos definida que la anterior. –El Marrubial (Penco 2004; Ortiz 2011): Ya he comentado más arriba que las vías fueron un atractivo de primera magnitud para la instalación de asentamientos rurales en el territorium cordubense de época romana, y entre ellas ocupó un lugar principal la via Augusta, incluso antes de que abandonara por completo la zona de necrópolis y de actividades industriales y nocivas, que en el caso concreto de Córdoba se extendieron, como media, hasta alrededor de una milla de las murallas. Antes de esa distancia resulta complicado hablar de villae en sentido estricto, como acabo de comentar para el caso de Santa Marina; y después, en algún caso, también. Sirven como ejemplos El Marrubial y su prolongación, cuando menos, hasta el Cuartel de Lepanto, a unos dos kilómetros al Nordeste de la Puerta de Osario, donde las cosas no debieron ser muy diferentes (Murillo, León 2001, 110), por cuanto en ambos sectores se mantenía, como veremos, la compleja y polivalente dinámica suburbana57. En 2008 tuvo lugar en la zona la “Actividad Arqueológica Preventiva del Estudio de Detalle LE-1d” de Ronda de Marrubial, dirigida por L. Ortiz, que puso al descubierto un conjunto singular (Lám. 3), al que se accedería desde una vía secundaria bien documentada en el transcurso de su excavación. Fue construido en el siglo I d.C., en torno a un gran espacio central que no conservaba huella alguna de pavimento u ornamentación arquitectónica (salvo una estructura hidráulica identificada como fuente en su ángulo Nordeste), por lo que fue interpretado como patio, “zona ajardinada o huerta”. Flanqueaba el edificio por el Norte, en toda su longitud, un camino privado de 2,40 m58 que daba acceso directo mediante una escalinata de sillería (Lám. 4) a las estancias identificadas como pars urbana59, donde pudieron ser recuperados “gran cantidad y variedad de mármoles…, un buen número de teselas (aproximadamente 1000) halladas in loco, una vasta cantidad de vidrios de ventanas60, 1 basa de pilastra en mármol blanco, varias cornisas en mármol con molduras talladas, pavimento de opus sectille (sic), ladrillos de arcilla con moldura a lo largo de la cara vista de la pieza, así como importantes fragmentos de estuco con decoración floral” (Ortiz 2011, 260). Según su excavadora, la casa podría haber dispuesto de atrium (Espacio C)61, conectado directamente con la estancia principal del conjunto, de grandes dimensiones y suelo de opus sectile.

2006, 368)–, por lo que no puedo entrar en detalles, pero tales hallazgos parecen abundar en mi idea de que nos encontramos en realidad ante restos del vicus oriental de la ciudad, quizá alternados con estructuras de uso funerario (incluido el de regar posibles jardines). 57  Es posible que el uso funerario de los terrenos inmediatos a la vía se mantuvieran hasta la antigua Choza del Cojo (Melchor 1985 y 1987). No obstante, las excavaciones practicadas en el Cuartel de Lepanto pusieron en evidencia grandes superficies sin ocupar (Murillo, León 2001), por lo que en el mejor de los casos se trataría de una ocupación discontinua, de la que sólo existen datos dispersos y mal contextualizados. 58  Posiblemente monumentalizado en el siglo II mediante pórticos, que podrían haber soportado las basas de columnas o pilares documentados a ambos lados del mismo. 59  Ubicadas en el sector Noroeste, si bien el complejo está orientado al Sur. 60  Más de 2000 fragmentos sólo en relación con el Espacio C (supuesto triclinium), lo que parece hablar de grandes ventanales abiertos al patio central y quizá también a la sierra; muy característicos por cierto de los establecimientos termales. 61  A mi juicio, esta hipótesis carece de fundamentos arqueológicos firmes. No parece necesario un patio de luz cuando todas las estancias abren al gran patio central. Más bien parece tratarse de un espacio de transición y distribución.

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Vendría a continuación el balneum, del que sólo se documentaron un praefurnium y el caldarium por perderse en el solar anejo, todo ello en un estado bastante deplorable de conservación. Recibiría el agua necesaria a través de un canal constatado durante la fase de seguimiento del solar62, que la autora supone abastecido por un manantial o tal vez desde el Aqua Nova Domitiana Augusta, que discurrió cerca, al Norte (Ventura 1996, 43). El problema es que la cronología de éste sería posterior a la supuesta para la primera fase del yacimiento, lo que complica las cosas. En cualquier caso, la riqueza en agua de la zona, atravesada en origen por multitud de arroyos que vertían desde la sierra al río (entre ellos, el Hormiguitas y el de las Piedras, cuya confluencia conformaba una laguna algo más al Este, según testimonian los planos de 1884 y 1928; cfr. Murillo, León 2001, 121), convierte este asunto en irrelevante. Finalmente, la pretendida pars rustica, identificada en la crujía Sur, es interpretada como tal a partir sólo del “empobrecimiento” de los materiales constructivos, los pavimentos de opus signinum y el hallazgo de una pileta de caementicium revestida de cemento hidráulico a la que se asigna un uso industrial. Sin embargo, las precisiones estratigráficas de la excavación son tan escasas que

Lám. 3. Ronda del Marrubial. Planta general de una supuesta villa, con pars urbana, balneum y pars rustica integrados en un mismo edificio (¿tal vez unas termas?) (Ortiz 2011, Lám. 2).

62  “… su técnica consistía en la combinación de paredes de opus camenticium con una cubierta abovedada de ladrillo. Su altura máxima es de 1,05 m y su anchura de 0,45 m” (Ortiz 2011, 271, Lám. 16).

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Lám. 4 Ronda del Marrubial. Escalinata de acceso a la supuesta pars urbana del conjunto (Ortiz 2011, Lám. 6).

cuesta aceptar sincronía para todas las estructuras analizadas en uno y otro sector63. Por eso, y aun cuando obviamente a partir de la información disponible es muy difícil pronunciarse con carácter crítico, dada la particular tipología arquitectónica del conjunto, podría ocurrir que no estuviésemos ante una villa como tal, sino de un establecimiento termal estructurado en torno a una gran palestra64. Su ubicación junto a la via Augusta lo dotaría de pleno sentido (vid. al respecto García-Entero 2001). Aun cuando mi hipótesis fuera acertada, la existencia de un balneum en esta zona (imposible saber si público o privado), no evitaría que en su entorno pudieran haberse dispuesto algunas residencias o espacios habitacionales del tipo que fuese, sepulcreta65 y también actividades industriales diversas, en una prolongación del suburbium cada vez más tenue pero bastante lógica, dada su asociación a la artería de comunicación más importante que conectaba la ciudad y la Bética con el resto del Imperio y la propia Roma. Así podrían estar indicándo-

63  En el trabajo se dan por supuestas varias fases constructivas, que no se especifican. Ocurre lo mismo con el final del conjunto, fijado genéricamente hacia finales del siglo IV o comienzos del siglo V. Le seguiría un último momento de saqueo sistemático y generalizado de las estructuras entre los siglos V-VI. 64  La autora insiste en que zona residencial y balneum se encuentran a cierta distancia, separados además por un “muro de gran entidad, erigido con sillares de módulo idéntico que los destinados a las pars urbana” (Ortiz 2011, 271), que no consigo identificar en planta. 65  Basta recordar el documentado en Avda. de Ollerías, frente al antiguo Hospital Militar: una vía funeraria en toda regla con recintos alineados que conservaban en fachada indicatio pedaturae (Vaquerizo, Sánchez 2008 y 2009).

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lo otros hallazgos –incluidos los de tipo funerario– en la propia zona del Marrubial (Ronda del Marrubial esquina con Poeta Solís y Vázquez Venegas), a sólo 150 metros de la anterior intervención (Penco 2009) y, un poco más al Este, en el Cuartel de Lepanto (Murillo, León 2001). Además de un recinto funerario y de otras sepulturas dispersas (de cremación y de inhumación), en el Marrubial esquina con Poeta Solís y Vázquez Venegas fueron documentados los restos de un edificio industrial muy arrasado, cuya cronología no se llegó a determinar (Lám. 5). No obstante, rompía una tumba de inhumación previa, lo que de entrada parece llevar a un momento tardío, si bien el complejo dista mucho de ser coetáneo, a juzgar por las refecciones observadas. Lo conformaban dos sectores bien diferenciados: uno, claramente industrial, con piletas de diversas características y tamaños, y posibles almacenes, y el otro un “edificio cerrado con las estancias agrupadas en torno a un atrio –sic– con cuatro columnas”, supuestamente de ladrillo (Penco 2009, 486, Lám. 3). Todo el sector sería reocupado más tarde por un arrabal islámico y una necrópolis mozárabe. Por su parte, bajo el antiguo Cuartel de Lepanto pudieron ser constatados “… diversos espacios de habitación que, posiblemente, pertenezcan a un pequeño asentamiento romano de carácter rural, en funcionamiento, muy probablemente desde el último tercio del s. I a.C. hasta el tercer cuarto del s. I d.C.” (Murillo, León 2001, 122, Lám. 3, Lám. VI). Estos mismos autores hablan de otro pequeño asentamiento romano (de características indeterminadas) al Norte de la contigua Avenida de Rabanales, que parece confirmar un paisaje plagado de pequeños complejos rurales (y quizá no tanto), flanqueando siempre la via Augusta. –Rabanales (Vargas et alii 2008; Garriguet 2010b)66: Con motivo de una intervención arqueológica de carácter preventivo practicada entre 2006 y 2007 bajo la dirección de S. Vargas en el marco del convenio de colaboración entre el Grupo de Investigación que dirijo y la Gerencia Municipal de Urbanismo de Córdoba (por entonces aún activo), fueron documentados en esta finca, integrada en el Campus Universitario homónimo67 y muy próxima de nuevo al trazado de la via Augusta, los restos de una villa romana periurbana, básicamente inédita, de la que sólo ha visto la luz hasta el momento un avance relacionado con su decoración escultórica (Garriguet 2010b)68.

Lám. 5. Ronda del Marrubial (Córdoba). Instalaciones industriales junto a la via Augusta (Penco 2009, Lám. 3).

Vid. también más abajo el trabajo de León, Murillo y Vargas. Plan Parcial Parque Tecnológico de Rabanales (PPO (E)1 PTR) y Sistema General del Recinto Ferial (SG-RF). Propuesta de Innovación 2003, del PGOU 2001, en el ámbito de la Ciudad de Levante. 68  Gracias a Sonia Vargas por permitirme generosamente acceder al texto completo del Informe provisional de la excavación para poder redactar estas líneas. 66  67 

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Lám. 6. Rabanales. Vista cenital del conjunto excavado (cortesía de Sonia Vargas).

El complejo, que perduraría durante la etapa islámica (almunia Rabanalis)69, eligió para su emplazamiento un lugar privilegiado, de tierras muy ricas regadas por el arroyo Rabanales y numerosos veneros, y un paisaje de gran belleza, en pleno tránsito entre sierra y campiña, no lejos del Betis. Contaba, pues, con numerosos recursos naturales, a cuya explotación se dedicaron las estructuras integradas en la pars rustica y/o frummentaria de la villa, construida en la primera mitad del siglo I d. C.: cuatro hornos alfareros de tipología variada (tres situados en batería; el otro, a unos cien metros de distancia)70, activos sólo durante algunas décadas; dos estructuras en ladera71, de grandes dimensiones, destinadas al trabajo artesanal y el almacenamiento de los materiales producidos; varias piletas para la decantación de arcillas, otras rubefactadas de uso indeterminado, y un tercer grupo de planta elipsoidal relacionadas quizás con el secado de alimentos; un posible batán, conformado por varias piletas más dispuestas más o menos en cuadrícula, etc. Con esta primera fase se relaciona un conjunto termal72 activo sólo entre mediados del siglo I e inicios del II d.C., que podría haber sido construido en una zona relativamente apartada de la pars urbana a fin de aprovechar los acuíferos

69  La secuencia de ocupación ha sido fijada, de manera ininterrumpida, entre los siglos I y X. Sólo la fitna, que marca el final del Califato Omeya, acabaría con el asentamiento, dedicado después a tierras de labor hasta prácticamente nuestros días. 70  Centrados en la fabricación de materiales de construcción y cerámica común. La constatación en las cercanías de varias balsas de decantación de arcilla pertenecientes a un momento posterior “permite inferir que estas estructuras industriales se deberían relacionar con otros hornos

cerámicos ubicados en las inmediaciones, posiblemente en manzana” (Vargas et alii 2008, 74). 71  Con cimientos de cantos de río y alzados de mampostería alternada con sillarejo. 72  La pregunta es: ¿se trataría de un balneum privado o de unas termas públicas, dada su cercanía a la via Augusta y la no constatación arqueológica de la pars urbana de la villa, que obviamente no se descarta? A día de hoy es arriesgado responder.

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Lám. 7. Rabanales. Estatua fuente en forma de grifo reutilizada en una canalización hidráulica de fecha más tardía. Debió pertenecer a las termas altoimperiales (Garriguet, 2010, Lám. 3; Fotog. cortesía del autor).

(Lám. 6). El edificio se encontraba muy arrasado, pero es que además no pudo ser excavado en profundidad debido a la cota de replanteo del proyecto. Como consecuencia, sólo se documentaron tres salas con muros de sillería: la primera de ellas con piscina circular de ladrillo y mampostería revestidos interiormente de opus signinum (frigidarium); la segunda, dotada de hipocaustum, concamerationes y la cimentación de un posible alveus en su lado septentrional (caldarium), y una tercera de características similares, en bastante peor estado de conservación, que estuvo también calefactada. Estas dos últimas, conectadas a nivel de hipocaustum para favorecer el libre tránsito del aire caliente, debieron tener una finalidad similar (¿quizá caldarium masculino y femenino…?). De su monumentalidad darían cuenta el capitel corintio y el fuste de columna reutilizados en fases posteriores73, como ocurrió con el resto de materiales constructivos y ornamentales del conjunto, nobles o no. Así, el pequeño grifo de mármol (¿hispano?) que apareció calzando una pileta del s. III d.C. tras servir como estatua fuente en alguna estructura hidráulica asociada al balneum (Lám. 7)74. Aun cuando con toda cautela, dado su mal estado de conservación, la cronología de la pieza, singular tanto por su iconografía (¿relacionada quizás con Dionisos?) como por su uso, ha sido fijada en época julio-claudia, en coincidencia con la construcción del establecimiento termal (Garriguet 2010b). En el siglo II las termas dejan de utilizarse como tales y son reaprovechadas para actividades agrícolas y artesanales diversas75, que se extienden también 73  Vargas et alii 2008, 36; UE 663 y Lám. LXIX, respectivamente. Sin embargo, no se aporta más información sobre ellos. Es posible que el capitel sea el que aparece en Lám. CLIV. 74  “Es probable que al citado programa perteneciese también un fragmento de pierna (muslo, rodilla y parte de la pantorrilla, con unos 0,30 m de altura) elaborado en mármol blanco y descubierto durante la fase de seguimiento arqueológico de las obras del Parque Tecnológico” (Garriguet 2010b, 49). 75  En el fondo de un dolium se hallaron restos de esparto. Las numerosas piedras de molino recuperadas han sido interpretadas en relación con la molienda de cereal. Finalmente, en el siglo IV el complejo se dotó de su propia almazara, que reutiliza materiales de edificaciones anteriores, entre ellas algunas placas de mármol procedentes probablemente del balneum.

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por los alrededores en forma de almacenes y estancias de servicio, mientras el resto de las instalaciones ya existentes –en todas las cuales desempeña un papel determinante el agua, omnipresente en el yacimiento en forma de numerosas conducciones (excavadas a veces en los cimientos de sillería de los muros de la primera fase, una vez robados) y estructuras de almacenamiento o redistribución– entran en un ciclo de refecciones y reocupaciones diversas que ya no se interrumpirán hasta época emiral, cuando el conjunto pasa a manos islámicas y se reutilizan de nuevo la mayor parte de los materiales susceptibles de uso (Vargas et alii 2008, 27 ss.). Interesante en este sentido es la “reurbanización” que la pars rustica de la villa experimenta entre los siglos VI y VII, caracterizada especialmente por estructuras de gran tamaño construidas mediante opus africanum que mantienen el uso industrial76. En la segunda mitad del siglo VII el sector oriental del conjunto se ve prácticamente colmatado, y entre los materiales de relleno se documentan tres tumbas de inhumación (Vargas et alii 2008, Láms. LXXIV-LXXVII), restos de canceles y de otros materiales en mármol, además de placas latericias decoradas con cráteras enfrentadas en relieve, que evidencian la existencia de un complejo cristiano77; un dato importantísimo que confirma a Rabanales como ejemplo paradigmático de la capacidad de adaptación a los nuevos tiempos de este tipo de asentamientos, en su caso ocupado de forma continuada durante todo un milenio78.

UN RETO DE FUTURO Obviamente, la reflexión que presento en estas páginas tiene más de desideratum que de complacencia. Es cierto que las numerosas excavaciones de estas últimas décadas han aportado nueva información sobre la ciudad, el territorio y la imbricación entre ambos. Sin embargo, no creo que sea necesario insistir en lo provisional de cualquier propuesta, ante la falta de estudios realmente sistemáticos, interdisciplinares y actualizados por lo que a la metodología se refiere, que se centren en una visión global, diacrónica y transversal del territorio de Corduba, de su iuridictio y las características y evolución de la misma durante los siglos en los que la ciudad perteneció a Roma. La teledetección, los drones, la fotografía aérea y el filtraje óptico, los GPS, los sistemas de información geográfica… y, sobre todo, los proyectos multidisciplinares y bien planificados, son métodos hoy indispensables para un acercamiento en mayor profundidad que permita reconstruir el paisaje antiguo, descifrar su articulación catastral, jurídica y administrativa a partir de las huellas conservadas en superficie, y proponer hipótesis de interpretación, vitales para que avance el conocimiento histórico. La densidad urbana del Valle Medio del Guadalquivir era muy alta ya en tiempos prerromanos. De hecho, la mayor parte de las ciudades que siglos más tarde alcanzarán estatutos jurídicos privilegiados bajo la dominación de Roma tenían origen ibérico o turdetano. Habría, por tanto, que analizar, entre otros muchos aspectos, en qué medida el proceso poblacional posterior a la conquista pudo seguir parámetros parecidos a los detectados en otras zonas también rápidamente romanizadas de Hispania como el Valle del Ebro79; en áreas algo más marginales, como el ángulo suroccidental de la Bética –un territorio extremo de enorme complejidad geográfica, cultural y etnográfica, cuya unificación, reorganización y explotación no debió ser tarea fácil para Roma (Campos, Bermejo 2013)–80, 76  No entro en pormenores del proceso de excavación ni de los numerosísimos restos documentados en cada una de las etapas, casi todos en un estado importante de arrasamiento, porque excedería, con mucho, los objetivos de este trabajo. 77  Quizás pertenecieron a él los dos capiteles visigodos que aparecen en las Lám. LXXIX y XCV. 78  “Esta importante propiedad permanece prácticamente inalterable en uso, sobrevive a los tiempos más convulsos y al cambio de estructuras sociopolíticas, configurándose como un enclave organizador y monopolizador del territorio” (Vargas et alii 2008, 77). 79 � Donde se produce una rápida concentración poblacional en ciudades de nuevo cuño fomentadas por Roma como factores de identidad y fundadas por indígenas. Se puede hablar así “desde el punto de vista urbanístico de auténticas ciudades hispano-romanas, o de ciudades indígenas planificadas y construidas «a la romana»” (Pina Polo 2011, 47) 80 � Fue, de hecho, un proceso complicado y diverso, en el que hubo un poco de todo: oppida en los que se mantuvo inicialmente y sin grandes traumas la vieja población púnica, integrada de forma paulatina en las nuevas estructuras adminis-

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o por el contrario se trata, como parece, de una región con personalidad propia. En las dos primeras zonas citadas las ciudades fueron las claves de un nuevo sistema de jerarquización del territorio, definido por una pluralidad étnica fragmentada. En cambio, si hemos de juzgar a partir de la información textual que nos transmiten los autores antiguos (también, a través de la arqueología, aun cuando ésta es más parca en datos por lo que se refiere a la etapa prerromana), dicha circunstancia no afectó en la misma medida al valle medio del Betis, rápida, sólida y conscientemente integrado con Roma, en una nueva filosofía que implicaba además la asunción de una identidad compartida bajo el nuevo concepto de hispanos. Los yacimientos que constituyen la realidad material de tales hipótesis de trabajo son muchos, casi siempre conocidos a través de: publicaciones antiguas y/o más o menos parciales que no hacen sino poner mínimamente en evidencia su enorme potencialidad, prospecciones superficiales no siempre sistemáticas, o intervenciones arqueológicas de urgencia y escaso alcance (con frecuencia, además, de calidad más que limitada), pendientes en muchos casos de análisis exhaustivo y publicación. Sólo cuando aunemos la revisión de todos estos frentes podremos sistematizar tipologías, analizar modelos arquitectónicos, valorar evoluciones cronológicas, plantear cuestiones sociales, jurídicas y económicas, acercarnos con mayor profundidad el mundo funerario asociado al poblamiento rural…; y, muy particularmente, penetrar las claves de su organización administrativa y su dispersión en el territorio. Es decir, conocer el papel de la ciudad en su ager, y en qué medida condicionó éste la realidad urbana. En el territorio concreto de Corduba llama la atención, por ejemplo, de entrada, la gran cantidad de asentamientos rurales documentados en el entorno de la via Augusta por el Este, a partir, aproximadamente de una milla más allá de las murallas: Santa Marina, Marrubial, Lepanto, Choza del Cojo, Rabanales, Alcolea…, ubicados a distancias casi equidistantes. Son sólo una muestra de un panorama complejo, que muy posiblemente tiene que ver con las centuriaciones y los repartos de tierra, con los procesos de propiedad y concentración de la misma, con las claves socioeconómicas del Imperio a lo largo de su dilatada andadura y el papel en ella de la Bética y de los béticos. Motivos para la reflexión que se convierten, al fin y a la postre, en estímulo para seguir trabajando.

trativas y de poder; otros, que vivieron los cambios de manera traumática, como Ilipla, donde la arqueología deja en evidencia episodios de resistencia y ofensiva, o, finalmente, la insumisión abierta de los pueblos serranos, los celtici de la Baeturia, dispersos por el territorio en núcleos fortificados o de acceso complicado, que no le pusieron las cosas fáciles a la nueva potencia dominadora hasta que Augusto consiguió finalmente pacificarlos por completo y fusionarlos en la nueva provincia Baetica. Potenció para ello la colonización agraria y la fundación de ciudades, al tiempo que una política fiscal de nuevo cuño, al servicio básicamente de las fuertes exigencias tributarias de un Estado romano en pleno crecimiento y cada vez más ambicioso. Algo que se traduce en una reestructuración importante del territorio, basada en unidades poblacionales intermedias al servicio del nuevo modelo tributario. Es justo ahora cuando empieza a cobrar importancia el sistema de villae, “directamente relacionado con el cambio en los sistemas de tenencia, es decir de uso directo y real de la tierra por parte de los elementos romanos, hecho éste que coincide con el final de la República y el principio del Principado” (Toscano, Bermejo, Gómez 2013, 99).

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