Una perspectiva cristiana de ética, economía y derechos humanos

July 22, 2017 | Autor: Milton R. Villarroel | Categoría: Etica
Share Embed


Descripción

Una perspectiva cristiana de ética, economía y derechos humanos Milton R. Villarroel Introducción La Biblia no habla directamente de ningún sistema económico, pero tomando por ejemplo Levítico capítulo 25, nos brinda una enseñanza de calidad del comportamiento que Dios esperaba de su pueblo, en los aspectos más importantes de la vida social relacionada con el dinero y las relaciones interpersonales. El ser humano en la actualidad tiene que aprender a vivir en base a normas o principios básicos, en un mundo muy difícil, donde imperan por todas partes, los resultados nefastos de la corrupción, tanto en lo individual como en lo colectivo, lo cual sujeta nuestro desenvolvimiento a las condiciones de los sistemas económicos humanos, en los cuales prevalecen los intereses de las minorías en detrimento de las mayorías, que padecen en gran parte, hambre, enfermedades y diversas carencias que no permiten su desarrollo. Ninguna persona puede hacer abstracción de los diferentes ámbitos del quehacer económico, el cual forma parte esencial de la vida social de todo ser humano. En el transcurso de nuestra existencia necesitamos alimentarnos, vestirnos, cuidar nuestra salud y crecer en nuestra capacidad intelectual. Vivienda, vías de circulación y medios de transporte son necesarios para nuestras actividades comerciales, mejorar la producción y alcanzar mejores medios de vida, para vivir además, con más justicia e igualdad de oportunidades para todos. La seguridad social y jurídica es otro requerimiento fundamental para un desarrollo sostenible. Las experiencias que nos brinda la historia y nuestros antepasados nos brindan un cúmulo de conocimientos que no podemos simplemente abandonar en el estante de los recuerdos, además de que en la actualidad contamos con tecnologías emergentes e instrumentación técnica con las cuales nuestro trabajo y esfuerzo se ve favorecido para hacer aplicación más efectiva de nuestra actividad intelectual y poder obtener los bienes y servicios que nosotros y nuestros conciudadanos requerimos para lograr una mejor calidad de vida. Para que todo lo mencionado pueda lograrse de una manera adecuada, concertada y equilibrada en la distribución de la producción nacional y mundial, se requiere que las personas que tienen en sus manos la administración de los bienes nacionales y mundiales, actúen con una nueva cosmovisión, basada en una ética económica que debe necesariamente ser diferente a la que actualmente tienen las grandes empresas transnacionales e instituciones internacionales, la cual

1

además es proyectada a los diferentes países, sus gobiernos y empresas nacionales. Una breve reseña sobre el capitalismo La teoría capitalista o de mercado libre, como se le suele llamar, parece atrayente a primera vista. Pero, bajo el sistema capitalista sin freno, todo poder económico se concentra en las manos de una pequeña minoría, que son las grandes empresas y transnacionales, que pueden llegar a arruinar las economías enteras de los países medianos o pequeños, los cuales son manipulados a su antojo, con la ayuda de organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional, como cita el doctor Joseph E. Stiglitz, premio Nobel de Economía 2001, respecto al caso de la Argentina: “Esto es lo que les pasa a los mejores alumnos del FMI. El desastre no se produce por no escuchar al FMI, sino precisamente por escucharlo”. Bajo esta óptica, lo que es rentable se hace, y lo que no es rentable se desecha. Con tales criterios, el sistema llega a destrozar miles de familias, empresas y muchas economías nacionales. Como cristianos tenemos la convicción de la existencia de un Ser Supremo, que dio entre otros, un mandato económico claro de trabajar la tierra, usar y conservar sus recursos, de manera responsable, para beneficio de toda la humanidad. Pero el capitalismo ha dejado completamente de lado esos mandatos y utiliza al hombre, con su insaciable deseo de riqueza, para enseñorearse de la creación y de la raza humana, para su propio beneficio. El capitalismo es un sistema que fomenta la avaricia, la explotación del hombre por el hombre, la injusticia, la deshumanización y la violencia, habiendo provocado en la era moderna: revoluciones, protestas sangrientas e incluso guerras como las del Golfo contra Iraq. La economía mixta, que es por lo menos teóricamente una inteligente combinación teórica de un sector privado fuerte, con un sector público mayoritario, no representa tampoco una solución eficiente a los problemas actuales, puesto que se ha comprobado que esa simbiosis muy estrecha entre el poder político y el poder económico no favorece un desarrollo económico equilibrado y no garantiza el llamado “estado de bienestar” que pretendía ser la meta original con que fue ideado. El capitalismo ha llevado a casi todo el planeta al materialismo, que es una actitud de consumo totalmente egocéntrica que no tiene ninguna consideración por las personas que no pueden entrar en ese ritmo de gasto. Esto conduce a que los ricos vivan con miedo a la pobreza y los pobres vivan envidiando a los ricos. Los ricos protegen sus

2

riquezas mediante ejércitos, prácticas monopólicas y corrompiendo a la policía y los políticos. Vale decir, que formamos parte de estructuras que encarnan el egoísmo, la avaricia, la violencia humana y que además son culpables de la conculcación de los derechos humanos más básicos. En este mundo, una persona es valorada por sus ingresos y una nación por el valor de su producto interno bruto. Esto implica que, de la misma manera en que normalmente se genera un ídolo, en vez de ser nosotros los que controlemos al dinero, es el dinero el que nos controla a nosotros. No debemos olvidar nunca que Dios aborrece la avaricia y el tema es tratado constantemente en la Biblia (ej.: Ex 18,21, Jer 6.13, Mc 7.22, He 13.5). Compartir no es una carga, sino un privilegio que debe brotar espontáneamente de toda persona que cree y practica genuinamente un verdadero cristianismo. Mateo 6.24 expresa: “Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas”. La visión de Juan Calvino sobre el dinero expresa que es lícita la riqueza obtenida lícitamente. Vale decir, que el que por su trabajo obtiene dinero, realiza una actividad correcta y cumple una parte del mandato cultural de Dios para el ser humano que encontramos en Génesis 1.28. Lastimosamente, el ser humano ve en el dinero, la fuente de su seguridad, sin tomar en cuenta que las cosas verdaderamente relevantes son la vida, la muerte, la salud, la enfermedad, el amor, el desamor, etc., las cuales no siempre son controlables por su voluntad y mucho menos por su dinero. La economía ha evolucionado como una ciencia desde hace cuatro centurias y poco a poco ha intentado convertirse en un conocimiento riguroso, analítico y comprobable de cómo realizar en mejor forma las actividades productivas, distributivas y de consumo. La ciencia económica moderna intenta estudiar y medir los fenómenos económicos para determinar los mejores métodos, mediante los cuales, las personas y la sociedad humana en general pueda satisfacer sus necesidades, logrando una producción más eficiente con menos trabajo y menor gasto de los recursos más costosos, escasos y no renovables, como hidrocarburos, oro o cobre. Indudablemente, como menciona Nussbaum1, uno de los recursos más complejos, importantes y también más desaprovechado es el de las capacidades del ser humano, que en sus formas básicas, internas y

1

Nussbaum Martha C. En defensa de los valores universales, págs. 127-128. Cap. 1 Las mujeres y el

desarrollo humano. Edit. Herder, 2002.

3

combinadas. El uso y desarrollo de estas capacidades es el que ha dado lugar a los enormes avances tecnológicos y científicos alcanzados por la humanidad, desde la época del racionalismo y el humanismo. Lamentablemente las ideas platónicas que fueron el cimiento inicial pretendiendo mejorar la existencia de todo ser humano, han dado paso a los mezquinos intereses de minorías que no dudan en oprimir a las grandes mayorías. En todo este entorno que nos ha tocado vivir, la ética cristiana es una relación de alianza tal como lo narra la Biblia y especialmente los Evangelios y el Nuevo Testamento. Dios, a través de su Hijo Jesús se ha comprometido con nosotros, seres humanos, y nos pide que seamos solidarios, respetuosos con los demás, que amemos al prójimo, lo perdonemos. La ética cristiana es servicio desinteresado, es hacerse responsable de los otros, es respeto por la dignidad de persona con que está revestido todo ser humano. Además implica afirmar que los bienes creados por Dios han sido destinados para el uso de todos los seres humanos. La conflictiva relación entre ética, economía y derechos humanos Muchos consideran que el inicio del pensamiento económico moderno surge a partir de Thomas Malthus y Adam Smith durante el siglo XVIII y la economía se estudiaba como parte de la filosofía moral. Esta corriente formaba un conjunto además con una nueva ética, liberal, utilitaria, que le daba prioridad a la libertad de las personas, a la búsqueda del interés personal y al racionalismo intelectual que buscaba desarrollar un conocimiento riguroso y analítico, con el objetivo de medir y cuantificar todos los fenómenos emergentes de esta nueva ciencia, que en conjunción con la ética pretende moderar los nuevos valores como la libertad de los mercados, la independencia personal para buscar la autosatisfacción dentro de un marco de utilidad personal y social, todo esto intentando medir los costos y beneficios derivados de las acciones de las personas. Al ser una actividad desarrollada por el ser humano para beneficio propio y de sus semejantes, la nueva ciencia tenía una estrecha relación con la ética, puesto que al ser los principales elementos que intervienen en el proceso de producción, distribución y consumo era obvio que más temprano que tarde, los intereses personales de muchos iban a primar sobre las necesidades de la gran mayoría que conforma el estrato consumidor. Vemos de esta manera que el ser humano es el eje sobre el que gira toda la organización y actividad de la economía. Esto implica desde una perspectiva cristiana que el conjunto de procesos económicos que se desarrollan diariamente en la vida de la sociedad debería estar orientado al servicio del bien común, pero lamentablemente en la realidad es la sociedad la que está al servicio de los intereses económicos de una pequeña minoría.

4

El artículo primero de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH)2 especifica que todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos, pero vemos que todo el proceso del aparato económico mundial no se avoca a satisfacer esa dignidad de las personas y sus humanas necesidades. Siendo el ser humano el recurso más valioso e importante en el proceso de producción y distribución de bienes y servicios, para satisfacer las necesidades de sus mismos congéneres, “sin distinciones de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición”3, en pleno uso de los derechos y libertades que le asigna la DUDH, para vivir una vida humana digna, vemos que en lugar de que el consumo racional de bienes esté al servicio de las personas, una gran parte de la sociedad se ha convertido en esclava del consumismo que no consume para vivir mejor y por el contrario vive para consumir más, dejando además al descubierto la gran necesidad de enormes sectores sociales que no pueden satisfacer sus necesidades básicas como alimentación, vestimenta, vivienda, educación y salud, porque carecen de los medios necesarios que le han sido privados por la misma sociedad, sus congéneres y culturas, al no brindarles la posibilidad de cultivar, desarrollar y poner en práctica sus diversas capacidades. Un intento de evaluación de la realidad actual En un sistema económico que funcione racionalmente se debe observar una producción eficiente, una adecuada distribución y un consumo responsable. La eficiencia en la producción implica un equilibrio entre los diferentes factores que intervienen, por ej.: tierra, trabajo, maquinaria, etc., y que se complementan para evitar el desperdicio. Una adecuada distribución requiere un balance en los medios invertidos y las ganancias de los posibles intermediarios. Además, una economía balanceada mantiene un equilibrio entre producción y consumo, a la par que genera trabajo para todos los que tienen la capacidad y la necesidad de trabajar. En el sistema mercantil actual los valores liberales y utilitaristas han pasado a tener preeminencia en la ética de la economía condicionando la libertad de las personas y de los mercados, la propiedad privada de los medios de producción, la productividad, la búsqueda del interés individual, el cálculo privado y social de los beneficios y de los costos, etc. En esta visión muchas veces la persona

2

3

Organización de Naciones Unidas. Declaración Universal de los Derechos Humanos. Ibid.

5

pasa a ser un medio para poder producir más, un engranaje para aumentar la producción. El fin del proceso económico parece que fuera el aumento del Producto Interno Bruto más que el bienestar de las personas. Se suele poner más énfasis en el crecimiento de los bienes que en la mejor distribución de la riqueza. Frente a esta manera de mirar la realidad de los procesos económicos es esencial tener muy claros los fines y que los medios nunca dejan de ser medios. La producción de bienes es un medio. Su fin debe ser satisfacer las necesidades humanas, de todos, sin excluir a nadie. Hablar de la imposición de un ideal ético de la primacía y dignidad de las personas a todo el proceso de la economía, o a una de sus partes, sin ver las condicionantes reales de posibilidad para alcanzar esos fines en el corto o mediano plazo implica caer en un plano de total ingenuidad. Debemos tomar en cuenta que los condicionamientos culturales nos limitan al igual que la historia y la tradición a las que estamos vinculados, las cuales a su vez hacen uso de metodologías y esgrimen pautas de comportamiento que cambian con bastante lentitud y el modificar esos lineamientos de conducta no puede hacerse de la noche a la mañana pues implican cambios de valores y ruptura de costumbres, muchas veces ancestrales. Lo que resulta complejo es determinar en qué punto de su andar el ser humano se desvió del buen camino. Según el relato de la creación todo el sistema fue creado con abundancia de recursos para todos los habitantes que pudieran llegar al planeta. La cooperación que implica el trabajo en pareja, familia, grupo y sociedad también se manifestó desde el principio. Los requerimientos de tierra, trabajo y trabajadores se encontraban en perfecto balance. No había problemas mayores ni entropía que fuera degradando el orden existente. Lo que sí sabemos con certeza es que en un determinado momento se generó escasez, la cual terminó transformándose en competencia productiva y terminó por producir especulación y desbalance del sistema económico. Tampoco podemos dar un brinco al vacío y exigir inmediata nivelación de salarios, desaparición del agio y la especulación, disminución de impuestos, igualdad de oportunidades para todos en trabajo, educación y salud, simplemente porque no existen remedios inmediatos para los males que el mismo ser humano ha plantado sobre la superficie de la tierra, en su cuerpo físico y en su ser interior. De igual manera no podemos satisfacer de manera inmediata los deseos del ser humano de justicia y equidad para todos. En la realidad existe una gran separación entre la justicia y equidad actual, con relación a los ideales que la gran mayoría mantenemos sobre el tema, la cual solamente puede reducirse en base a mucha paciencia, lucidez y valores universales compartidos. Es poco lógico exigir que se mejore substancialmente el monto del salario mínimo, sin tener en cuenta el impacto que esa medida podría tener sobre otras variables de la

6

economía, como por ejemplo el empleo, o los niveles de producción de los pequeños productores al aumentar sus costos de contratar mano de obra, o el impacto en el aumento de la demanda de bienes básicos al aumentar el ingreso de grupos de trabajadores, o el probable impacto sobre el comercio exterior, etc. La ética exige una gran dosis de idealismo en conjunción a un fuerte tratamiento de realismo. Se puede y se debe tener ideales pero también se debe ir adelante con los pies en la tierra para saber con claridad qué es posible hacer aquí y ahora, en estas circunstancias históricas. Aquí entra también el criterio de Nussbaum que indica que “el relativismo es claramente falso como tesis descriptiva acerca de cómo la gente formula realmente juicios morales”4. Hay mucha gente que practica este tipo de relativismo pues habiendo estudiado economía pretenden ser buenos cristianos y como no pueden armonizar la actual ética económica y la ética cristiana, intentan convivir con ambas sin cuestionamientos y considerándolas paralelas o independientes una de otra. Esta es simplemente una posición cómoda que deslinda responsabilidades y tampoco hace ninguna consideración del entorno, cultura, costumbres o condiciones generales bajo las cuales se emiten juicios de valor o se realizan evaluaciones de moralidad. Los posibles valores fundamentales Con esto reconocemos la problemática existente entre la ética cristiana y la ética económica, en su relación con los derechos humanos y las dificultades entre la racionalidad del compartir y de la solidaridad frente a la racionalidad de la eficiencia productiva y de la libertad, ya que cuando estas últimas son utilizadas en función del individualismo, permiten utilizar a los demás para tratar de servirse a sí mismo, sin considerar a los seres humanos y sus entornos que se ven afectados por el egoísmo, la indiferencia y la exclusión. La tarea por tanto está en articular ambas éticas según valores universales. Debemos por tanto encontrar lineamientos básicos y valores universales que nos posibiliten emitir juicios morales concretos y ampliamente aceptados. La reflexión ética suele hacer uso de un marco de referencia ético que son sus principios, y además, suele necesitar criterios éticos, que le permitan sustentar dichos principios o valores. En el marco de referencia ético pretendemos ahora buscar la forma en que los cristianos debemos abordar la dimensión económica, la manera como deberíamos acercarnos a la realidad y como la comprendemos desde nuestra cosmovisión, intentando brindar un ejemplo y posible 4

Nussbaum Martha C. En defensa de los valores universales, págs. 127-128. Cap. 1 Las mujeres y el

desarrollo humano. Edit. Herder, 2002.

7

punto de referencia para personas de otras religiones, culturas y costumbres. Vamos a intentar ahora señalar los valores fundamentales. • La dignidad de toda persona, hijo de Dios y hermano nuestro. Dignidad de la que se deriva la igualdad de todas las personas y el derecho a no ser discriminado. • El respeto constante a toda vida humana y también animal, dependiendo del caso, y en general a la que está en gestación desde la primera hora. • El principio de solidaridad: somos seres intrínsecamente sociales, y debemos preocuparnos y hacernos responsables por la suerte de los demás, y ayudar a construir el bien común. • El principio de la libertad y de la razón: tenemos derecho a ser sujetos de nuestra vida, a responder de nuestras acciones frente a los demás, a ser creativos. De este principio se deriva el principio de subsidiaridad del Estado y de toda organización social intermedia. • El principio del bien común, de estar comprometidos con el bien de todos, también de las generaciones futuras. • La preocupación por los más pobres y por los excluidos del sistema, por los que quedan al margen. • El respeto al medio ambiente que nos cobija y sustenta, buscando regenerar lo que nos brinda, para beneficio de las generaciones venideras. Junto a estos principios hay criterios éticos, que nos ayudan a fundamentar dichos principios. Respetar la vida supone conocer muy bien y querer y estimar los complejos mecanismos de equilibrio que se dan en la naturaleza. La naturaleza está al servicio de las personas, de todas, también de las generaciones futuras, lo que supone preservar, conservar, cuidar los frágiles equilibrios de la naturaleza animal y vegetal. Este es un mundo nuevo y apasionante, que nos desafía a estudiarlo y conocerlo cada vez mejor, para que dejemos deponerle bombas de tiempo como la contaminación del aire, de las aguas, la

8

destrucción de la capa de ozono, la posibilidad de provocar un posible calentamiento global del planeta, el acabar con recursos naturales no renovables y de malgastar los renovables. Una pregunta importante es ¿estamos cuidando y protegiendo la vida para nosotros y para todos, o estamos malgastando y asesinando la vida sobre la tierra? ¿Somos las personas los autores, el centro y la finalidad de la actividad económica? ¿Somos las personas sujetos de nuestro trabajo, donde nos sentimos creando, con libertad, desarrollando nuestras capacidades, trabajando junto a otros en equipo? ¿Las personas tenemos acceso a los bienes y servicios esenciales para mantener la vida y desarrollarnos en igualdad de oportunidades? ¿Recibimos una remuneración justa por el trabajo? ¿Recibimos todos un precio justo en el intercambio de bienes? ¿Podemos todas las personas participar, o nuestros representantes, como actores y sujetos en las diversas decisiones económicas que nos afectan? ¿Se fomenta y se aprecia la actividad solidaria de las personas? ¿Se promueve que todos se sientan responsables de todos, con sentido de nación, de comunidad? ¿Se promueve la igualdad de oportunidades? ¿Todos tienen igual derecho a la educación básica, media y superior, a la salud, a las prestaciones sociales? ¿O hay ciudadanos de primera clase y otros de segunda, de tercera y hasta de cuarta clase? En el entorno en que desarrollo mis actividades: ¿Permito que quien depende de mí pueda desarrollar sus cualidades y potencialidades, para que las coloque al servicio de la sociedad? ¿Premio y estimulo la creatividad puesta al servicio de los demás? ¿Valoro y fomento la diversidad, que enriquece y complementa lo que uno hace? ¿Cuál es la mejor manera que tengo de promover y ayudar a los más pobres, a los excluidos, a los que están al margen de la sociedad, para que se integren, para que se sientan personas, para que puedan aumentar su autoestima, para que descubran los valores que tienen? Estas y otras semejantes son las preguntas que pueden ayudar a acercar los principios éticos a la realidad, y hacernos pensar cómo podemos realizar mejor nuestras actividades económicas, empresariales y laborales, para que efectivamente estén al servicio de todos los seres humanos. Conclusión Todo lo expresado previamente implica que el sistema económico debiera ser juzgado por su aporte al bien de las personas (para su crecimiento y perfección como persona), a su dignificación y realización como ser humano, y conjuntamente, al bienestar de la sociedad, a la “humanización” de ésta, especialmente de los más desfavorecidos. 9

¿Cuánto contribuye la actividad económica a la satisfacción de las “necesidades humanas”? Esta interrogante implica preguntarse si todos tienen acceso a los bienes y servicios necesarios para el desarrollo de la vida material, intelectual, moral y cultural. Al afirmar que la persona es el autor, el sujeto y el fin de la economía estamos afirmando el carácter humano, y por lo tanto ético cristiano de una economía sana y sustentable. Esto nos lleva a que las actividades de producción, distribución y consumo debieran tener presente el bien integral de la persona y el bienestar de toda la sociedad como punto de referencia y horizonte de sentido. Por lo tanto, es urgente que alguien responda cuando en este proceso no se alcanzan los fines perseguidos, y debiera haber responsables cuando se producen males, como contaminación y destrucción del ecosistema. El sistema económico debiera ser juzgado por su aporte al bien de las personas, a su dignificación y realización como ser humano, y conjuntamente, al bienestar de la sociedad y especialmente de los más desfavorecidos. Es de elevada importancia crear más estímulos económicos y reconocimientos públicos para aquellos que son responsables y que desarrollan sus actividades económicas con un sentido más justo, más solidario, y orientado al bien común de sus familias, empresas, de su país y toda la sociedad en general.

10

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.