Una exótica flor roja en el desierto mendocino

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Viernes, 29 de noviembre de 2013

Una exótica flor roja en el desierto mendocino Por Héctor Ghiretti - Profesor de Filosofía Social y Política. "¡Mañana empezamos a escribir otra historia!" proclamó Nicolás del Caño, candidato a diputado nacional del Frente de Izquierda de los Trabajadores, cuando se confirmó el tercer puesto y su llegada al Congreso. Curioso giro retórico: pareciera que le interesa más la escritura de la historia que un futuro alternativo. Manifestación conmovedora del pensamiento palingenético. ¿Podrá el aguerrido bloque de los tres diputados obreros poner en crisis al Congreso, organismo consuetudinario de representación interburguesa? La desproporción entre medios y fines es una distorsión propia del romanticismo político, algo que debería ponernos en guardia respecto de las propias explicaciones de la izquierda sobre su logro: una probada capacidad para detectar, analizar y poner en evidencia los males y las injusticias sociales se combina con una casi invariable impericia para articular los medios para combatirlas. El resultado electoral obtenido por el trotskismo en Mendoza, provincia poco afecta a los extremos y las estridencias, es sin embargo un fenómeno que vale la pena considerar. ¿Cuáles son sus causas? Es preciso señalar por un lado tendencias generales o estructurales. Un clima social tenso o de insatisfacción favorece a las alternativas en los extremos del espectro ideológico. A fines de los ochenta, el también trotskista Movimiento al Socialismo mejoró sensiblemente su rendimiento electoral en razón del rechazo generalizado contra el gobierno de Alfonsín. Esta situación se ve favorecida en la actualidad por el hecho de que las grandes centrales obreras han estado alineadas con el gobierno hasta fechas muy recientes, ocultando, moderando y deprimiendo las demandas de los trabajadores. Eso contribuye en cierta medida a que algunos sectores opten por planteamientos más confrontativos. El fenómeno -que Pablo Stefanoni señala justificadamente como novedoso- del avance del trotskismo en el Interior por contraposición a la habitual fuerza que poseía en Capital Federal y Buenos Aires, podría deberse a una incipiente proletarización de las masas trabajadoras en el Interior y a una paralela lumpenización/marginalización de las de Buenos Aires, que las ha enajenado de la izquierda y las ha llevado a constituirse en clientelas de los partidos mayoritarios. Pero en realidad parecen más relevantes los aspectos coyunturales, que se derivan de un apoyo electoral predominante de la clase media. La "desactivación simbólica de la amenaza trotskista" a través de la frivolización de su discurso, desde la campaña del periodista de espectáculos Jorge Rial a favor del Partido Obrero ("un milagro para Altamira") a los discursos demagógicos ("que un diputado gane lo mismo que un maestro") pasando por el spot de Altamira arengando a conocidos personajes del dibujo animado considerados "miembros de la clase trabajadora" (Homero Simpson, Popeye, los Picapiedras, Mario Bros).

El voto de la clase media liberal-conservadora, decidió propinar una fuerte paliza a los candidatos oficialistas pero no por ello estaba dispuesta a engrosar con su voto el triunfo del inestable conglomerado ideológico e histórico del cobismo. Prefirieron "neutralizar un cargo" antes que regalárselo a Cobos. En Francia buena parte de los votantes del Frente Nacional de Le Pen, partido ubicado a la extrema derecha del espectro, es de origen o tradición comunista. En Mendoza la inversión se produjo en sentido contrario. Dentro del voto de clase media, el hastío que produce la oferta electoral tradicional conduce a cierta voluntad lúdica o de experimentación, a cierta curiosidad por ver "qué pueden hacer los candidatos de la izquierda". En ese mismo segmento electoral, es la "izquierdización" del debate público operada por el kirchnerismo -que no alcanza a ocultar una brecha cada vez más grande entre discurso y realidad- lo que lleva a sectores sensibles a estos planteamientos, a buscar alternativas más genuinas de izquierda. Ahora bien ¿qué cabe esperar de su desempeño en el Congreso? El trotskismo es un compuesto ideológico en el que se mezcla la tradición marxista leninista, las formas mentales de índole mesiánica y las rivalidades personales de su fundador, León Trotski, con el constructor del Estado Soviético, José Stalin. Trotski, el cerebro táctico organizador del Golpe de Estado bolchevique y del Ejército Rojo, nunca renunció a una concepción política conspirativa, violenta, represiva, totalitaria y antidemocrática (sus pedidos de "democratización" del partido comunista obedecían al hecho de que había sido proscripto y exigía una representación en su estructura). Entonces ¿es que los revolucionarios están a las puertas? El prestigio del trotskismo dentro del movimiento revolucionario se deriva más de haber sido una secta perseguida por Stalin que de haber contribuido eficazmente a las luchas sociales. Beatriz Sarlo se equivoca al presentar a Altamira y su partido como un bloque intransigente de coherencia ideológica. Lo cierto es que se trata de una organización política neutralizada en términos de potencial revolucionario, que hace rato hizo opción implícita por la democracia liberal y se contenta con cierto activismo social de base. Para grandes transformaciones hacen falta grandes medios. Si el trotskismo porfía en sus ambiciosos objetivos, quedará aislado dentro del recinto, limitándose a ser una voz en perpetua disonancia. Hay diversas formas de política testimonial. Una de ellas es ponerse en situación de denuncia e impugnación en bloque al sistema, algo que es propio de los partidos radicalizados. Por lo pronto, quienes pensaron que lo más conveniente era neutralizar un cargo en la representación de los diputados, muy probablemente han acertado en su cálculo, aunque difícilmente sea conveniente para Mendoza. En un contexto de debilitamiento del gobierno nacional, es posible que empiecen a tomar fuerza los reclamos de las provincias. Mendoza, lamentablemente, contará con un contingente disminuido. La política, como se sabe, es el arte de lo posible, no de lo deseable. Lo que para algunos es la buena noticia de la ampliación de la representación ideológica en los órganos deliberativos, en realidad es un retroceso objetivo en términos de cultura política y capacidad de acción, que sólo parecen fortalecerse con el predominio de alternativas moderadas, alejadas de fantasías, impulsos y retóricas maximalistas. Las opiniones vertidas en este espacio no necesariamente coinciden con la línea editorial de diario Los Andes.

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