Un nuevo campo de concentracion. El carácter sinóptico de la televisión actual como nuevo escenario de trabajo y de producción de subjetividad.

May 25, 2017 | Autor: A. Rodríguez | Categoría: New Media, Video Art, New Media Art, Surveillance, Television, Subjetividad
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Descripción

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Arturo Fito Rodríguez-Bornaetxea Un nuevo campo de concentración El carácter sinóptico de la televisión actual como nuevo escenario de trabajo y de producción de subjetividad.

Abstract

Desde el proyecto arquitectónico de J. Bentham hasta el análisis del poder realizado por M. Foucault para describir las sociedades disciplinarias, pasando por la obsesión taylorista por vigilar a los trabajadores, asistimos en todos ellos a una compleja evolución de los métodos de control social. El tránsito que va de la idea de panóptico a la de sinóptico nos sitúa hoy ante un espectáculo mediático que adquiere con el tiempo nuevos y, paradójicamente, artificiosos formatos de reality show. En este sentido, la pantalla, el interface fragmentado que forma la televisión en connivencia con la red, ofrece un dispositivo de determinación ideológica que opera en diferentes niveles del espectáculo medial. La producción sincronizada de subjetividades que deriva de este espectáculo evolucionado y global, tiene por objeto mantener en marcha una máquina capitalista que lleva demasiado tiempo a punto de reventar, pero que no acaba nunca de hacerlo. Esta máquina, que obstinadamente se intenta revisar y hostigar desde el pensamiento crítico añadiendo al capitalismo prefijos y sufijos de todo tipo: “post”, “tardío”, ”líquido” o “hiper”..., no hace más que ofrecernos el sombrío reporte de nuestro tiempo, a la vez que nos mantiene enredados en los matices que ha generado la condición de cautivos. Las nuevas tecnologías nos indican que el concepto de videovigilancia tal como lo hemos conocido hasta ahora comienza a ser anecdótico pues

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atravesó el espacio urbano para llegar a atravesar nuestros propios cuerpos. Del espacio cerrado y de su circuito cerrado de visibilidad hemos saltado a la red, que es el espacio público incrustado en nuestro espacio privado a través de la pantalla. La televisión, el dispositivo televisual (y televisivo), ha conseguido mediante la fragmentación de su interfaz una suerte de ruptura, de quiebra, sustitución o ilusión de la realidad. La aparente naturalidad con la que accedemos a la vigilancia de los otros resulta ser nuestro cautiverio: la ubicuidad es un nuevo campo de concentración. Si para G. Agamben el campo de concentración es el acontecimiento fundamental de la modernidad, porque es el paradigma oculto del espacio político, podemos entender el interfaz de la pantalla como el acceso a ese campo que concita a la vez ocio y trabajo inmaterial, reclusión vigilada y puesto de vigilancia, libertad encubierta y perpetuo estado de excepción, caos y control. Toda una suerte de tensiones que se hacen visibles en la red a través del continuo reality show, la creación de estilos de vida, la publicidad encubierta y el show expandido: los mecanismos actuales de inspección y adoctrinamiento. El presente texto intenta revisar aquellos formatos audiovisuales y tecnológicos que propician este “nuevo campo”, en el que la vida desnuda y la norma entran en un umbral de indistinción, así como aquellas prácticas (artísticas, divergentes, activistas), que surgen como posibilidad de resistencia. Keywords: interface, televisión, control, subjetividad, arte, espectáculo.

Abstract

We have bore witness to a complex evolution of social control methods, such as J. Bentham’s architectural project, the analysis of power carried out by Mr. Foucault to describe disciplinary societies, or the Taylorian obsession for the surveillance of labour. The transition from a panoptical idea towards a synoptic one has ushered in a media show that, paradoxically, as time goes by accepts new, crafty formats of reality show. Accordingly, the screen, the fragmented interface represented by television in connivance with the web, provides a set for ideological determination working at different levels of the media show. The synchronized production of subjectivities spurred by this evolved and global show is destined to keep moving the capitalist machine, one that has been about to collapse for too long a time, but never eventually happening. Critical thinking has doggedly revisited and approached that machine by adding all sorts of prefixes and suffixes to capitalism, e.g. “post”,

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“late”, ”liquid” or “hyper”. However, it only affords us a gloomy report of our time, while keeping us busy in nuances that confirm our status of captives. The new technologies show that the concept of video-surveillance, such as we knew it, is starting to be irrelevant, since it made its way through the urban space over to our own bodies. The enclosed room and its limited visibility CCTV have been superseded by the web, representing the public space brought into our own private space by means of the screen. By way of its fragmentary interface, television, the televisual (and programming) device, has managed to somehow break, shatter, substitute reality, or create an illusion of it. The apparently natural way in which we get access to the surveillance of others is our own captivity; ubiquity is a new concentration camp. The concentration camp is actually for G. Agamben the cornerstone of modernity, since it stands for the hidden paradigm of the political space, and we might as well understand the screen interface as the access to a realm that brings together leisure and immaterial work, surveyed reclusion and watching position, mock freedom and perpetual state of emergency, chaos and control. All that range of tensions can be seen on the web by means of a non-stop reality show, the creation of life styles, subliminal publicity and the “extended show”, namely, the current devices for surveillance and indoctrination. This text aims at revisiting the audiovisual formats and technologies that prompt this “new realm” treading “a fine line between life and norm”, as well as the practices that come up as a way forward for resistance, be they artistic, divergent, or activist. Keywords: interface, television, control, subjectivity, art, show.

1. Introducción. El interfaz como flujo envolvente

Se diría que toda introducción a la idea de interfaz entraña una crítica al sistema de interacción entre el usuario y la máquina. Y no puede ser de otro modo. Si como apunta Stephen Johnson en “Interface Culture”, la interfaz es una especie de traductor, que media entre las dos partes, habrá que admitir que existe la necesidad de organizar una conversación, de posibilitar un encuentro en el que la “naturaleza” de los agentes implicados requiera de nuevas formas de interpretación y de creación de sentido, y este extremo es siempre delicado. Los trabajos de Branden Hookway sobre el interfaz1 inciden en esa misma línea al referirse a un “umbral”, metáfora que nos hace pensar igualmente en 1

Branden Hookway, The Interface, Dissertation (Princeton University, 2011).

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2 La comprensión intuitiva, o la propiedad de hacer evidente el objeto sobre el que hemos de realizar la acción y cómo hacerla, es un principio que se conoce como affordance y constituye un concepto básico de vital relevancia en el diseño de cualquier tipo de interfaz. La definición original es de James J. Gibson, que en 1977 la describe en el artículo “Teoría de Affordances” como todas las posibilidades de acción posibles. Dentro del campo de la Experiencia de Usuario, Donald Norman en 1988 utilizó el término en el sentido de todas las posibilidades de acción que son inmediatamente percibidas por el usuario. En su libro “The Design of Everyday Things” establece el concepto no como una cualidad del objeto, sino como una relación determinada por las cualidades del objeto y las capacidades del usuario, que se nutre de experiencias pasadas, metas, planes, estimaciones comparando otro tipo de vivencias, etc. En http://www.usableyaccesible. com/recurso_glosario.php En inglés, utilidad + usabilidad es lo que se conoce como usefulness.

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mundos escindidos, entornos o hábitats diferentes que precisan de conexiones. La creación y la apertura de estos accesos deberá atender a las especificidades de ambos entornos en una negociación compleja sobre el ejercicio del tránsito o la necesidad de credenciales; umbrales en los que se producirán corrientes de aire, intercambio de agentes víricos y sonoros portazos de toda índole. Alexander Galloway irá algo más lejos al apuntar que la interfaz es un proceso que puede entenderse como independiente de aquellas cosas que media o pone en relación; cuestión que pone de manifiesto que la aparente neutralidad en la que se ha ido desarrollando históricamente este mecanismo de transcripción ha sido igualmente un instrumento para la subordinación. Johanna Drucker, por su parte, se centra en la capacidad del interfaz (a través del concepto de affordance2) para la construcción del sujeto a través de formas inducidas de pensamiento, proponiendo que el interfaz va más allá de ser una simple herramienta para “un mero usuario”; un aspecto que nos debería hacer pensar sobre cómo se ha desarrollado el concepto de “usabilidad” en progresivo alejamiento de la idea de “utilidad”3. Como explica Galloway, además de la mediación técnica que implica diferentes posibilidades de interacción con la máquina (gráfica, táctil, gestual, auditiva), el interfaz tiende a presentar la información en base a capas o niveles, dando preponderancia a unas sobre otras y, en consecuencia, ocultando siempre parte de la información. Por tanto, hay información que oculta información por exceso. Vivimos rodeados de pantallas, la ubicuidad y la familiaridad con que se presentan en nuestro entorno cotidiano acaban naturalizando y haciendo desaparecer la propia interfaz en un proceso de ocultación que es consecuencia directa de su

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sobreexposición; digamos que es el propio interfaz el que se diluye a favor de una medida estructuración de ofrecimientos, proposiciones, invitaciones y seducciones. Una suerte de desaparición programada del interfaz que deviene epistemología gracias a una aplicación eminentemente ideológica de su diseño. Pero en un paso más allá, y como consecuencia de la sobrecarga mediática, el interfaz se fue convirtiendo en imagen en movimiento, se hizo narración o noticia, ficción o documento, saltó al flujo continuo de la programación y se disolvió en esas capas visibles del interfaz que aguantaban en la superficie y que acabaron estructurando nuestra comunicación y nuestra sociabilidad, definiendo así en cierto modo nuestra identidad como sujetos. Imágenes que tapaban imágenes. Imágenes en movimiento convertidas en puro interfaz y que venían a ocultar (en tiempo real) aquellas otras imágenes que no sucumbían a la publicidad, a la propaganda o al mero espectáculo. Así, el verdadero potencial del interfaz se manifestó al mutar en “flujo”4 (R. Williams), al convertirse en movimiento constante de “segmentos heterogéneos”, en derrame informacional de carácter televisual capaz de modular su opacidad. Esta capa opaca, y por momentos reflectante, ha sido capaz de adelantarse a nuestras intenciones como si se tratase de un espejo anticipatorio, como una máquina del tiempo que utiliza el presagio y la conjetura para actuar directamente sobre la volición del sujeto. La televisión fue nuestro espejo. Pero esa capa reflectante que fue la televisión es ahora transparente por efecto de las nuevas formas de organización de la visibilidad en base a la acción combinada de distintas tecnologías, dispositivos y plataformas. Y es envolvente porque su objetivo es cubrir todo nuestro campo de visión y de entendimiento. Esa capa que fue opaca y que fue espejo, es ahora un flujo transparente que hace imposible despegar capas de información y capas de significado, hace imposible despegar la realidad de su espejismo. Y esa cualidad transparente y circundante es ahora su verdadera fuerza. 2. El carácter transparente de la televisión expandida

Ese flujo transparente, incesante y envolvente que hemos denominado interfaz es el que nos interesa analizar aquí. Porque nos plantea una interesante relación dialéctica: cuando todo es transparente, nada es transparente. Cuando todo es visible, nada es visible. Al observar en perspectiva cómo en el tránsito que va desde la idea de panóptico (un vigilante nos ve a todos desde la oscuridad) a la de sinóptico (todos miramos a unos pocos en un mundo-espectáculo), comprendemos el desarrollo 4

Williams, Raymond, Televisión: Tecnología y forma cultural. Buenos Aires: Paidós, 2011

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de las herramientas de control y de subjetivación. Pero en realidad, hoy en día todos y todas nos miramos y nos vigilamos unos a otras, y nuestra voluntaria entrega a la vigilancia opera siempre en condiciones de sobrecarga, como apunta Franco Berardi, Bifo, en su texto “Patologías de la hiperexpresividad”: “El régimen infocrático del semiocapital funda su poder en la sobrecarga, acelera los flujos semióticos, hace proliferar las fuentes de información hasta el punto de alcanzar el ruido blanco de lo indistinguible, de lo irrelevante, de lo indescifrable”5. En el panóptico, la disciplina daba sentido al poder, mientras que en el sinóptico la idea de consumo se pliega de manera indiscutible a la de disciplina, pues el consumo no deja de ser una forma de dominación. En ambos casos se crean subjetividades funcionales para el sistema: subjetividades productivas en un caso y subjetividades ansiosas en otro, con el objeto de mantener en marcha una máquina capitalista que lleva demasiado tiempo a punto de reventar. Esta máquina, que se intenta revisar obstinadamente desde el pensamiento contemporáneo añadiendo al capitalismo prefijos y sufijos de todo tipo: “post”, “tardío”, ”líquido” o “hiper”..., no hace más que ofrecernos la oscura crónica de nuestro tiempo, a la vez que nos mantiene enredados en los matices que ha generado la condición de cautivos sin que aparentemente exista la posibilidad de resistencia. Hoy, el flujo transparente del interfaz nos propone estilos de vida ya formateados, el envasado hermético de las formas de pensar, el etiquetado de las biografías personales y un certificado de ciudadanía que se apoya en la cesión progresiva de la privacidad y que genera diferencias sociales en base a una conectividad más o menos dócil. Si en los trabajos pioneros del videoarte se exploraba a través de los circuitos cerrados de televisión (CCTV) la percepción del “espacio-tiempo”, pretendiendo así demostrar la capacidad tecnológica de modificar la realidad, se produce ahora un salto cualitativo en la traslación de este mecanismo de vigilancia a los espacios abiertos, y en especial al espacio público de la red. Las nuevas tecnologías nos indican que la videovigilancia ha atravesado el espacio urbano para llegar a atravesar nuestros propios cuerpos (como lo supo ver, por ejemplo, Mona Hatoum en “Corps étranger”, 1994)6. Este Berardi Franco. (Bifo) “Patologías de la hiperexpresividad”. Traducción de Marcelo Expósito. En http://eipcp.net/transversal/1007/bifo/es/

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En “Corps étranger”, Hatoum proyecta en el suelo de una cabina cilíndrica uno de los autorretratos más singulares de la historia del arte, un viaje endoscópico por su propio cuerpo.

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viaje modifica el régimen de visibilidad en el que se ha basado el sistema disciplinario para abrir un nuevo campo en el que lo visual será solo una parte del sistema de control. Del espacio cerrado y de su circuito cerrado de visibilidad hemos saltado a la red, que es el espacio público incrustado en nuestro espacio privado a través de la pantalla. La televisión, el dispositivo televisual (tecnológico) y televisivo (programación), ha conseguido mediante la fragmentación de su interfaz la definitiva gran ilusión, la sustitución de la realidad por la transparencia. El interfaz actual incorpora mediante su transparencia todo tipo de datos y de registros en base a algoritmos, dando forma a un espacio omnicomprensivo que todo lo conecta: lo visual, los datos, las filiaciones, los perfiles personales, las redes sociales, la ansiedad, las ilusiones y las experiencias. B. Stiegler7 llamó la atención sobre la industria del software y su determinante papel en nuestra personalidad. Según él asistimos a una sincronización de todas las conciencias, ya que los programas producidos industrialmente son los mismos para todos los públicos y en todas partes. De este modo, para la industria tecnológica ya no se trataría tanto de acceder al control de las conciencias, sino más bien de sincronizarlas para controlar la producción industrial de subjetividad. Y en cierto modo, todo este despliegue de nitidez (pues se sustenta en la tecnología de alta definición) y de limpieza (pues se inhibe ante el concepto de edición), queda ejemplificado en las nuevas formas de televisión expandida, pero sobre todo se explica en la comunidad que genera este tipo de producto, pues es dicha comunidad la que posibilita su reproducción y su desarrollo. El reality show quizá sea el formato televisivo que mejor explica la complejidad de la interfaz transparente, pues instaura una forma distinta de ver la televisión en paralelo a la evolución de las redes sociales y de los contenidos digitales. Pero sobre todo, en paralelo al crédito de las redes como método de estudio en la antropología o la sociología y en paralelo al determinante peso que adquiere su huella en el mercado global. De alguna manera la conciliación de disciplinas como la psicología, la sociología, la sociometría y la informática con los estudios culturales y los estudios de mercado ha determinado la conceptualización de las redes sociales predominante a día de hoy sin que haya habido lugar para una lectura crítica o un análisis de las mismas bajo otras perspectivas o mediante formas de representación diferentes que replanteen las relaciones entre individuos, grupos y gestión de datos. Dos de las principales características de los reality show, como son por un lado, el mero placer de mirar, eso que algunos autores han denominado 7

Bernard Stiegler, For a New Critique of Political Economy, Polity, Londres, 2010.

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“pulsión escópica”, y por otro lado, los procesos de identificación y proyección que crean en la audiencia, se ven potenciadas por esta nueva televisión expandida. Los números dicen que los reality show son los que más “audiencia social” atraen y dan cuenta de que existe una relación directa entre el aumento de número de comentarios en la red y el de porcentaje de audiencia. En este sentido el “share social” se ha hecho un dato indispensable, convirtiendo a estos “espectadores sociales”, no solo en público influyente que marca tendencias sino en auténticos agentes comerciales conectados que generan comunidad, aún sabiendo que el verdadero significado de “comunidad” se tambalea aquí ante la precariedad de los intereses y de los valores que comparten. El desarrollo de aplicaciones informáticas específicas para programas de televisión certifica que el fenómeno de la “segunda pantalla” crea un valor añadido al contenido y que abraza el concepto de interactividad para reconducirlo a un nuevo territorio de pasividad consumista (economía libidinal). Lo cierto es que para la publicidad, los datos generados por la comunidad social de un programa de televisión significan un caudal de información fundamental para introducir sus productos con mucha mayor certeza, pero además certifican que este trabajo inmaterial, que procesa y transforma la información, es hoy una fuente de productividad y constituye un espacio de poder en el capitalismo informacional. Así, dicha comunidad, sujeta a la pulsión escópica y a una sobre-identificación con ciertos agentes del show televisual, trabaja incesantemente para la reproducción ad infinitum de comunidades sociales generadoras de información, en un bucle que se alimenta del rebote de contenidos producido entre las diferentes plataformas, programas, aplicaciones y redes. En este sentido queda demostrado que “dentro de las redes sociales, la subjetivación se convierte en un proceso de ingeniería sujeto a un monitoreo y un control cuidadosos” 8. En este territorio expandido de la televisión, entendido ya como interfaz, se crean nuevos sujetos, nuevos espacios de relación, nuevos territorios en los que la vulnerabilidad se advierte como uno de los principales problemas de nuestra relación con las tecnologías de la comunicación. La aparente naturalidad con la que accedemos a la vigilancia de los otros, la explotación mercantil de la espontaneidad o de la innovación y la poca capacidad de acción colectiva real que ofrecen las redes sociales, resulta ser en cierto modo nuestro propio cautiverio. Hui Yuk, “La individuación colectiva: una nueva base teórica para las redes sociales” http://blogs.cccb. org/lab/es/article_la-individuacio-col%C2%B7lectiva-una-nova-base-teorica-per-a-les-xarxes-socials/

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3. Un nuevo campo de concentración

La fragmentación del interfaz que hemos venido relatando supone una suerte de ruptura, de quiebra, de sustitución o de ilusión de la realidad en la cual se adentra el nuevo y conectado sujeto contemporáneo. Por otro lado hemos visto anteriormente cómo los sistemas evolucionados de control crean subjetividades funcionales tanto productivas como consumistas, a las que cabría unir las denominadas por Suely Rolnik como “subjetividad lujo” y “subjetividad basura” 9, sometidas a una gran tensión ante la constante posibilidad de la exclusión. Todo este panorama de creación y transformación de la subjetividad es posible gracias a un interfaz que hace de la transparencia su característica primordial y que en cierto modo determina un nuevo espacio digital en el que jugarán un papel clave las relaciones conflictuales que surgen entre el abordaje de los derechos humanos en el entorno digital, el poder comunicacional entendido como biopoder y el conocimiento libre o el desarrollo del procomún. Javier Bustamante trata lo que denomina “la cuarta generación de derechos humanos en las redes digitales” como una extensión del concepto de la ciudadanía tradicional y nos advierte: “Las tecnologías actuales no son simples instrumentos que facilitan la realización de un fin previo al diseño de las mismas. Exceden cualquier explicación puramente instrumental, pues en su aplicación por parte de los usuarios se descubren nuevas potencialidades, nuevas posibilidades emancipadoras… o también más sofisticadas formas de control no previstas inicialmente. Proyectamos un horizonte de interpretación sobre las tecnologías que usamos, de forma que las dotamos de significados que varían de un grupo social a otro, y de un individuo a otro dentro de cada grupo social.” 10 Quizá el principal problema al abordar este tipo de temas sea considerar los espacios virtuales y no virtuales como opuestos y excluyentes uno de otro, algo que impide ver cómo ambos se retroalimentan y se solapan. Esta diferenciación propicia que cuestiones fundamentales como son los dereRolnik Suely. “El ocaso de la víctima: La creación se libra del rufián y se reencuentra con la resistencia”. Texto reelaborado a partir de una conferencia pronunciada en el evento São Paulo S.A. Situação #1 COPAN, curaduría de Catherine David (São Paulo, 23 a 27 de noviembre de 2002). Aparece posteriormente publicado en Zehar: revista de Arteleku-ko aldizkaria. Nº. 68, Págs. 115-123. ISSN 1133-844X

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Bustamante Donas, Javier. La cuarta generación de derechos humanos en las redes digitales. Revista TELOS (Cuadernos de Comunicación e Innovación) | ISSN: 0213-084X | pp. 1/10 |Octubre - Diciembre 2010 | www.telos.es 10

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chos y la libertades del sujeto/usuario queden canceladas en los espacios que ofrece la red para la relación social. Porque si entendemos que aquellas comunidades surgidas en torno a fenómenos como el de los reality shows, a los que nos hemos referido con anterioridad, adquieren una masa crítica capaz de movilizar tanto el consumo como las emociones y los afectos, habrá que pensar que existe un espacio político complejo y sometido a pleitos y controversias de todo tipo. Se podría decir entonces que lo que ocurre en la red tiene su reflejo fuera de la misma, y lo que sucede fuera repercute en la red, pero ¿hasta qué punto es sostenible esta diferenciación dentro/fuera? Quizá esta aparente oposición sea la que genera un nuevo limbo productivo, un territorio fuera de toda norma, un territorio de excepción, en el que los sujetos quedan expuestos a una nueva forma de explotación. Nos preguntamos si el concepto de “campo de trabajo” o “campo de concentración” puede ser aplicado aquí, con todas las reservas y puntualizaciones que sean necesarias, para referirnos a un lugar en el que el trabajo inmaterial y la producción de subjetividad tiene lugar sin que existan los mismos derechos y libertades que fueron conseguidos como resultado de los procesos y dinámicas sociales propios de la sociedad moderna. Y nos preguntamos si es posible mantener hoy un posicionamiento político sobre los derechos y libertades que se inhiba del problema que supone mantener activa la diferencia entre espacio virtual y no virtual. Si para G. Agamben el campo de concentración es el acontecimiento fundamental de la modernidad, porque es el paradigma oculto del espacio político, podemos entender el interfaz transparente de la televisión expandida como el acceso a ese campo que concita a la vez ocio y trabajo inmaterial, reclusión vigilada y puesto de vigilancia, libertad encubierta y perpetuo estado de excepción, caos y control. Agamben asegura que la esencia del campo de concentración consiste en la materialización del estado de excepción y en la consiguiente creación de un espacio en el que la vida nuda y la norma entran en un umbral de indistinción. El abordaje político de la vida que Foucault llamó biopolítica se desplegó sobre las poblaciones gracias al desarrollo de las técnicas disciplinarias. Para Agamben la biopolítica es un componente esencial de la política occidental y de sus concepciones jurídicas. En este sentido, el concepto de “campo de concentración” es extensible a todo espacio donde los hombres estén a merced del puro arbitrio de los guardianes, algo que podemos identificar en espacios denominados “virtuales” o redes denominadas “sociales” que aparecen como feudos de guardianes corporativos que operan al margen de los acuerdos democráticos, derechos laborales e incluso de los derechos humanos.

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De este modo, cuando vemos que el poder necesita de una fórmula de dominio total para mantener su hegemonía a través del control y del orden, toda vez que los estados de bienestar con los que buscaron integrar a la clase trabajadora han venido desmoronándose, el estado de excepción se convierte en el modo de gobierno dominante. Y este estado de excepción ha tenido en la red una evidente ámbito de enunciación. En palabras de Carlos Miranda Rozas: “Los planteamientos de Agamben sirven de guía para identificar espacios que se constituyan como campo en la sociedad actual y deben orientar la reflexión que esclarezca el por qué de la aparición del campo. Tarea teórica de gran magnitud. Pero al mismo tiempo conllevan una tarea política de no menor importancia, ya que si se ha de entender la democracia no solo en sus aspectos formales, es preciso combatir esta tendencia moderna a la reproducción del campo, lo que a su vez implica ser capaces de identificar la presencia del campo. Por ello la tarea teórica y la tarea política están estrechamente ligadas.” 11 Un nuevo campo de concentración se viene haciendo patente en la red (en su extensión televisual y en las redes sociales), promoviendo estilos de vida, introduciendo ansiedad consumista y dando lugar a comunidades en las que usuarios y usuarias ven su vida sometida a una suerte de biopoder que se ha incrustado en la red con la misma determinación que en las democracias occidentales y en todas las formas de gobiernos contemporáneas. Porque estos son en realidad los mecanismos en los que se basa el nuevo poder informacional: inspección (control), adoctrinamiento (des-ideologización) y excepción (donde todo derecho queda suspendido). 4. Nuevos escenarios de divergencia cultural

Parecería que al referirnos al interfaz hemos venido retratando aquí un umbral presidido por el mismo lema que fue emplazado sobre los accesos a los campos de concentración y exterminio del régimen nazi: Arbeit macht frei [El trabajo os hace libres]. Pero no se trata tanto de señalizar el interfaz como si se tratase del umbral del infierno sino de dar verdadero sentido a la frase y hacerla legible tanto en la dirección de entrada como en la de salida. El trabajo que supone conquistar la libertad se encuentra sin duda en la transformación Miranda Rozas Carlos. “Biopolítica en el mundo contemporáneo”. Revista Sociedad & Equidad nº3. Enero 2012. Pp 211- 221 11

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misma de la idea de red, en una reapropiación de sus capacidades o en una divergencia política comprometida que permita nuevos espacios de relación. Es cierto que donde hay poder hay resistencia, es algo que el propio Foucault nos avanzaba, pero es igualmente cierto que frente a una subjetividad constituida por y desde el poder, existe, o se hace necesaria, la capacidad de resistencia constante del hombre común frente al poder, tal como apuntaban autores como Michel de Certeau. El uso de astucias, giros y desplazamientos, así como la puesta en marcha de estrategias y de tácticas constituyen hoy los nuevos espacios de acción. Se trata de estrategias y tácticas que ya no pueden caer en el análisis de espacios virtuales y no virtuales como opuestos y excluyentes el uno del otro, sino que han de ser entendidos como escenarios de una misma vida política. La defensa de la libertad y de los derechos encontrarían así una nueva atmósfera para su proclamación, para su reparación, cual es el tránsito mismo que lleva a la indiferenciación de dichos espacios así como a la integración de sujetos y colectivos. La posibilidad de nuevas formas de resistencia pasan por el establecimiento de redes de intersubjetividad paralelas a los grandes poderes, redes de voluntades y de acción colectiva (redes locales, micropolíticas) en las que la acción proveniente del arte y del activismo digital encuentra su verdadera razón de ser. Pasa por las luchas desterritorializadas del presente, por la desterritorialización del deseo; y pasa indefectiblemente por una reelaboración del concepto de “lo social” que, en la era de las redes sociales, sirva para la reocupación de la red global. La evolución y la industrialización de las redes sociales ha transformado lo “social” en un individualismo “atómico”, en los términos que el filósofo francés Gilbert Simondon propuso en su libro “L’Individuation psychique et Collective”. De modo que se hace necesario proponer un replanteamiento desde la perspectiva de lo colectivo como remedio al enfoque individualista de las redes sociales actuales, tal como propone Yuk Hui en el texto “La individuación colectiva: una nueva base teórica para las redes sociales”12: “En lugar de un átomo social, tenemos que descubrir cómo una red social colectiva cambia y conforma al individuo y considerar este fenómeno como el que tiene primacía. Esta será una red social que permita la individuación colectiva, pero también un remedio a la intoxicación industrial y la explotación de la energía libidinal”. Hui Yuk, “La individuación colectiva: una nueva base teórica para las redes sociales” http://blogs.cccb. org/lab/es/article_la-individuacio-col%C2%B7lectiva-una-nova-base-teorica-per-a-les-xarxes-socials/ 12

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Son muchas las acciones o iniciativas que no encuentran visibilidad pero que operan en una suerte de red tensa, resistente, capaz de hacer frente a las diferentes formas de control que operan en todos los órdenes de lo social. Se trata de resistencias locales, puntuales, contingentes o imprevisibles, que demuestran cada día el significado de la divergencia cultural y de la insumisión. De cualquier forma, es precisamente la difusa frontera entre hackerismo, activismo político y movimientos sociales la que ha forzado la revisión de los conceptos de libertad de acción y de los derechos civiles en el ámbito de la red. Como apunta Jorge Alberto S. Machado: “El mayor problema es la dificultad de lidiar con el tema desde el punto de vista legal y político. Porque lo que ocurre en el ciberespacio es, en tesis, asunto de todos y de ningún país al mismo tiempo, ya que todas las jurisdicciones están conectadas. Para la justicia de la mayoría de los países aún no está definida la diferencia entre ciertas formas de activismo virtual y una acción criminal. Los marcos tradicionales de los Estado-nacionales son insuficientes para ofrecer garantías y delinear límites para las movilizaciones y prácticas políticas en el ciberespacio. La mayor parte de los países no tiene legislación específica para tratar del asunto. Así, el tema acaba quedando a la merced de las interpretaciones de jueces locales, lo que, frecuentemente, ha sido la causa de grandes malentendidos” 13. Sería demasiado prolijo detallar aquí acciones o experiencias en las que la red se convierte en el escenario para salir de la propia red, para salir del campo de concentración, y llevar la cuestión de los derechos y libertades a un nuevo estadio de luchas civiles. Por ejemplo, las acciones de Surveillance Camera Players (SCP)14 fueron seguidas en ciudades de todo el mundo con el mapeo colectivo de cámaras de vigilancia. Por su parte, la guía editada por el colectivo RTMARK15 nos inspiró en el sabotaje de estos artilugios vigilantes. Ambos mantuvieron en su momento la frescura de la acción Machado Jorge Alberto. “Movimientos sociales y activismo en la red”. Trabajo presentado en el II Congreso On-line del Observatorio para la Cibersociedad. Barcelona, 2-14 novembro de 2004, GT-46. Redes Digitales: potencialidades de acciones colectivas en el siglo XXI. http://www.forum-global.de/jm/ art04-05/movimientos_sociales.htm 14 Surveillance Camera Players (SCP) es un grupo activista que se opone incondicionalmente a la instalación y el uso de cámaras de videovigilancia en lugares públicos. El SCP se formó en Nueva York en noviembre de 1996 en torno a Michael Carter y de Bill Brown. http://www.notbored.org/the-scp.html 15 “Guide to Closed Circuit Television (CCTV) destruction”. RTMARK, traducida para el proyecto ”Panel de control…” y disponible en: http://www.zemos98.org/paneldecontrol/?p=25 13

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directa y fueron capaces de inhibirse de la diferencia entre espacios virtuales y no virtuales; y ambas supusieron un ejemplo de activismo artístico capaz de inhibirse de la diferencia entre pensamiento y acción. La pregnancia de las imágenes de la plaza del Sol de Madrid durante el 15 de Mayo de 2011 sirvió para aumentar una de esas microresistencias, para impulsar una nueva dimensión de lo visual en lo político. Se trataba de imágenes transmitidas por la red, con los mismos dispositivos y la misma tecnología que sirven para el control y para la vigilancia. Las imágenes de Sol TV llenaron una multitud de pantallas y congregaron en la distancia a un número ingente de participantes en una suerte de proyección performativa de la experiencia política. Las imágenes se sentían como propias, eran imágenes de baja resolución en las que apenas se adivinaba el lento deambular de la gente, su movimiento casi orgánico. El zumbido que producía la vida de aquella plaza y que se transmitía igualmente por internet era sordo, denso, pero quedaba como el sonido de fondo en las habitaciones de toda la gente conectada porque era un modo de participar de su significado. El hecho de desbordar la plaza de Sol y de desbordar todas las demás plazas daba sentido al verbo “politizar”, y en esa politización estaba teniendo lugar una articulación de diferentes dispositivos como son las conexiones cibernéticas, la transmisión de imágenes, las nuevas formas de televisualidad, la red social y las asambleas. Lo analógico y lo digital; esto es, la digitalización de lo analógico pero también la “analogización” de lo digital, proporcionan un nuevo escenario de posibilidades en el que las resistencias se abren a nuevas formas de expresión política. En dicha experiencia televisual confluyen dispositivos tecnológicos que indagan en nuevas concepciones de la experiencia estética así como en los modos de participación colaborativa de aquellos individuos politizados y conscientes de la necesidad de abrir las puertas del campo de concentración. Se trata de fenómenos que abren un amplio horizonte de transformaciones y cambios sociales que apuntan al surgimiento de nuevas dinámicas de acción colectiva con base en redes sociales orientadas por valores “universales”.

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