Un episodio en la recepción cultural dieciochesca de lo exótico: la llegada del elefante a Madrid en 1773
Descripción
UN EPISODIO EN LA RECEPCIÓN CULTURAL DIECIOCHESCA DE LO EXÓTICO: LA LLEGADA DEL ELEFANTE A MADRID EN 1773 Por GABRIEL SÁNCHEZ ESPINOSA
1. Lorenzo Tiepolo, Mujer con mantilla y otras figuras, 1773 (Colección particular, Madrid).
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El 24 de julio de 1773 la fragata de la real armada Venus, procedente de Manila, desembarcó en la gaditana Isla de León, la actual San Fernando, un elefante asiático adulto que el gobernador de Filipinas don Simón de Anda remitía al rey Carlos III1. Sin tiempo que perder, el secretario de Indias y Marina Julián de Arriaga coordinó los preparativos del traslado del animal hasta el real sitio de San Ildefonso con el presidente de la Casa de Contratación de Cádiz, marqués del Real Tesoro, y con el comandante general del departamento marítimo gaditano, el teniente general don Andrés Reggio Branciforte. La conducción del elefante se confió al joven teniente de fragata y ayudante de mayor general del departamento de Cartagena José de Mazarredo2, al que con fecha 13 de agosto se envió su pasaporte y una detallada Instrucción para el viaje. Todo el papeleo generado por la operación se conserva hoy en el archivo del Museo Naval de Madrid3. El oficial comisionado fue puesto al frente de la partida de tropa juzgada necesaria para que el elefante llegase en el mejor estado a vista del rey, compuesta por un sargento, un cabo y ocho soldados de los batallones de marina –ocupados básicamente de tareas de custodia–, un patrón de bote y dos artilleros de mar –prácticos en el manejo de lonas, hierros, cuerdas y hachas–, un proveedor –encargado de administrar los gastos al por menor que ocurriesen, que se pagarían de una suma de treinta mil reales librada a Mazarredo por el presidente de la Casa de Contratación–, y dos indios malabares capaces de manejar y gobernar el animal, al que habían acompañado desde Asia, de los que conocemos sus nombres cristianos, Francisco de la Cruz y José Espino; este último, al parecer, había sido lastimado por el elefante en algún momento de la larga travesía. Una galera y siete bagajes servirían para transportar los bultos y para el descanso alternado de la tropa. Las horas destinadas a la marcha diaria serían aquellas que iban desde el amanecer hasta las ocho de la mañana, y las que iban desde las cinco de la tarde a la puesta del sol, aquellas en que el fuerte sol veraniego no fatigase demasiado al animal. La salida se diferiría a momento más templado en caso de frío, neblina o demasiado viento. En un principio, la longitud prevista para cada jornada era de unas dos a tres leguas castellanas, es decir, entre 11,14 y 16,17 kilómetros actuales, pero se advertía en el punto 3º de la Instrucción para el viaje que “comoquiera que [el elefante] manifestará su cansancio, ya por el sudor, o ya parándose, servirán éstas u otras señales que comprenda el malabar Francisco de la Cruz para hacer alto, descanso o poner término a la jornada”4. El itinerario propuesto, dejando cualquier variación al arbitrio de Mazarredo, era el siguiente: Isla de León – Jerez – Écija – La Carlota – Córdoba – Aldea del Río – Andújar – Guarromán – Bailén – La Carolina – El Viso del Marqués – Santa Cruz – Valdepeñas – Manzanares – Tembleque – La Guardia – Ocaña – Aranjuez – Valdemoro – Carabanchel – Aravaca – San Ildefonso. Todos aquellos pueblos y ciudades en los que se hiciese parada, avisados con la suficiente antelación, estaban obligados a facilitar a Mazarredo y su comitiva, de acuerdo con su pasaporte y la Instrucción 270
recibida, “no sólo el alojamiento, bagajes y víveres que necesitaren y pidieren, sino también cuantos extraordinarios auxilios considerare el oficial conducentes a la mayor custodia y conservación del elefante, y a evitar toda perjudicial resulta; enteradas las mismas justicias que ésta es la voluntad de S.M., y de que cuantos gastos ocasionen se pagarán puntualmente a los precios corrientes, según está prescrito por reales órdenes”5. El carro y las bestias de carga que formaban parte de la comitiva debían transportar todo lo que pudiese ser necesario para la salud y la alimentación del delicado animal: Una caja con medicinas para administrárselas al elefante, en el tiempo y modo que tenga por conveniente el expresado indio. Cuatro barriles de carga que siempre deben ir llenos de agua, reemplazándolos según se fueren consumiendo. Un cajón con diez arrobas de arroz, a más de otras ocho arrobas que van en los sacos6. Una caja con seis arrobas de azúcar. Un barrilito con una arroba de aguardiente, que entrará por parte de la medicina y podrá servir también para golpes. En el concepto de que el elefante necesita tres hogazas de pan diariamente deberán ir de repuesto para los parajes donde no se encuentre. Igualmente se llevará repuesto de maíz verde, así para podérselo dar al elefante, en los parajes donde no lo haya, como para que coma por el camino, cuya falta cuando no pueda evitarse, se suplirá con otra hierba que se encuentre y sea de la aprobación del indio Francisco de la Cruz, cuyo dictamen se seguirá, en punto de las horas de comer del elefante, y de las cantidades y especies en cada ocasión.
La galera cargaba también los vestidos de grana galoneados de oro del elefante y su elefantero malabar, confeccionados en Cádiz durante los días de aclimatación a un coste de 6.255 reales de vellón, y que se utilizarían en la presentación del elefante al rey Carlos III. Paralelamente a la llegada con vida del animal, la otra gran preocupación de los organizadores del viaje era prevenir “cualesquiera accidentes, que pueden resultar de la concurrencia de gentes atraídas de la curiosidad de verle”. Se temía la reacción imprevisible tanto de la masa, como de un animal difícilmente controlable. Se instaba para ello a Mazarredo a precaver estas ocasiones de peligro solicitando, en caso necesario, tropas auxiliares a las autoridades militares a su paso por las principales localidades. Evacuados todos los preparativos, la comitiva partió finalmente de la Isla de León la tarde del 16 de agosto. Tardarían cuarenta y dos días en llegar al real sitio de San Ildefonso. Las incidencias del viaje las podemos seguir a través de la serie de cartas enviadas por Mazarredo a sus superiores Reggio y Arriaga, en Cádiz y Madrid, respectivamente. El grupo llegó a Jerez en la mañana del 18 y alcanzó la sevillana Lebrija en la tarde del 19. Desde Arahal, el 24 de agosto, Mazarredo despachó una carta al justicia mayor de la ciudad de Écija, advirtiéndole de su próxima llegada con el elefante, requiriéndole alojamiento en una casa sin
2. Vista de la Casa de Vacas, 1775. Grabada por Francisco Muntaner, según dibujo de Domingo de Aguirre.
otro animal y con buena cuadra separada para aquél, capaz de acomodar su partida de diez hombres de tropa y diferentes criados, tres caballos y las seis mulas de una calesa y un carro. A falta de tales circunstancias, le ordenaba desocupar una posada, desalojando de ella a sus huéspedes, carruajes y bestias. Pero para el marino la principal dificultad se hallaba al atravesar el puente sobre el río Genil: Y es por lo que despacho este expreso, de que nadie a pie, menos a caballo, y mucho menos en coche debe salirme al encuentro sobre el camino a la entrada ni a la salida, contentándose todos para satisfacer la curiosidad con apostarse en buen orden, lo menos cuarenta pasos de las orillas del camino, y no seguirme, pues estoy expuesto a que se me desgracie el animal en una caída, asombrado por una parte del tropel y su bullicio, y contenido por otra de los dos indios que lo manejan, o que estropee a alguno de éstos. Y si es ésta la zozobra que tengo en el camino real, considerándose lo más arriesgado de la situación sobre un puente, no se ha de permitir en éste persona alguna7.
La comitiva llegó a la sevillana Écija el 26 de agosto por la tarde, permaneciendo allí todo el día 27 y partiendo el 28 de madrugada. Mazarredo justifica esta detención de un día en carta a Arriaga del día 29 desde La Carlota por el haberme apercibido la tarde antes se sentía [el elefante] algo de las palmas, por lo cual, y atendiendo á que desde allí es más duro el piso, y con algunos pedregales dispuse hacerle unos zapatos abotinados de tres suelas, desvaneciéndome la experiencia el tal cual recelo que tuve de su buen uso, bien que cueste repetidas paradas el conser-
varle. Para mayor seguridad hice que le reconociera el maestro López, que en opinión de los caballeros ecijanos es el mejor mariscal de toda Andalucía, y declaró le advertía sólo una pequeña blandura en la medianía de las palmas, para lo cual eran absoluto remedio y único preservativo los zapatos, recetando para caso de hacer alguna rajadura en las pezuñas, se le bañasen éstas con vino cocido con piedra alumbre, lo que hago practicar diariamente, sin embargo de no aparecer necesidad para precaver ésta. Es la sola novedad que ha ocurrido y hoy la de quedar en el hospital de esta población el indio José Espino, acometido poco ha de una fuerte calentura, que en juicio del médico pide consideración. El concurso de Écija fue tan grande a la entrada, y todo el día de la mansión, que temiéndole para la salida, ejecuté ésta a las dos de la madrugada con muchísimo silencio y dejando cerrado el paso del puente con una partida de tropa 8.
La llegada a Écija del elefante dio pie a que algún avispado comerciante ecijano quisiera hacer su agosto con la manutención del animal, alterando los precios al uso, lo que provocó una seria advertencia de Mazarredo a las autoridades de la ciudad: Me avisan ahora que se me quiere hacer pagar diez reales de vellón por cada carga de maíz. Es un precio tan exorbitante que, desde luego, apuesto cuanto valgo, que no es el corriente. Y debiéndoseme franquear todo a los precios corrientes, que así es la voluntad del Rey, y que S.M. lo costea, espero me avise usted cuales sean, pues a éstos y no otros pagaré tal cosa9.
Córdoba se alcanzó la tarde del 30 de agosto. Allí acometieron a Mazarredo unas calenturas que le for271
zaron a detenerse en la ciudad hasta el 4 de septiembre. Da aviso de todo ello a Arriaga, al que refiere que “ínterin descansaba el animal, que a la verdad no lo necesita, por hallarse en muchas más carnes que el día que le saqué de la Isla”10. No obstante, a fin de evitar “el intolerable bullicio y concurso de aquella ciudad”, la partida con el elefante salió de Córdoba sin Mazarredo en la madrugada del 3, que se les unió en El Carpio la tarde noche del 4. Tras atravesar Bailén y la nueva población de La Carolina y cruzar Despeñaperros, Mazarredo escribió a Arriaga el 13 de septiembre desde la manchega Valdepeñas, resumiéndole las incidencias de las últimas jornadas que he seguido hasta el de hoy, conservándose el elefante en su natural buen estado, y cada día más ágil, como he visto en estos últimos en que ha tirado las cuestas del puerto del Rey a muy buen paso con cortas paradas, cuando en los principios del viaje era una empresa hacerle subir cualquier pequeño repecho. Al partir de Bailén la mañana del 9 acometió una fuerte calentura al indio Francisco de la Cruz, novedad que me puso en sumo cuidado, porque una de sus muchas maldades para hacerse más necesario, ha sido no permitir jamás al compañero Espino que maneje de cerca, conduzca o castigue al elefante, a quien por tanto no dominaba lo suficiente. Si bien que apercibido yo de esta conducta desde el principio del viaje, y considerando sus fatales consecuencias, puse el remedio, que bastó a resolverme a seguir las jornadas, experimentando que ya está el animal tan sujeto (aunque no tan pronto a la voz) a Espino como a Cruz, al que remití inmediatamente al hospital real de La Carolina; recomendándole mucho al subdelegado de aquellas poblaciones, quien le hizo partir ayer ya curado al cargo de un soldado de caballería, y se me ha incorporado hoy en mi tránsito de esta mañana, debiéndome por poco a la salida costar tan cara su llegada, que sólo la resolución de contener por mí al animal me pudo libertar de precipitarme al cauce seco del molino, como hicieron muchas gentes, y de que él no me arrojase, la fortuna de que se contuviera a mi voz, y un palo, no quedándome duda, en que este malvado indio se dirigió, contra mi continuada orden, con mucha violencia, intencionado a atropellar una porción del grande concurso que, colocado en la mejor disposición, estaba esperando la salida del elefante para contentar su curiosidad. Este conocimiento, acreditado con varias acciones, que mi atención no ha dejado pasar de tentativas, es el que me ha hecho doblar el esmero y precauciones a las entradas y salidas de los pueblos, forzándome la de hoy, por si le sirve de escarmiento, a la demostración de haberle tenido un par de horas en la cárcel de esta villa, dándole después a entender que debe su libertad a los empeños que se me han hecho. Y siempre estoy en el ánimo de que no sea solo, ni se distinga como principal en el manejo del elefante, juzgando éste el único medio de que se termine el viaje sin desgracia11.
La partida cruzó La Guardia el 18, dejó enfermo en Ocaña con fortísima calentura al indio José Espino y alcanzó la casa de postas del Cerro de los Ángeles, a sólo dos leguas y media de Madrid, en la mañana del 21 de septiembre. Esa noche quedó postrado con tos y calentura en Carabanchel de Abajo el otro elefantero, 272
forzándome a permanecer en este lugar hasta que se ponga capaz de continuar la marcha, pues otro ninguno de mi comitiva lo es para manejar el elefante como lo he experimentado en las tentativas, que para ello he hecho (...) Ni pudiera haberme cabido para parada otro peor lugar que éste por su cercanía a Madrid, de donde vienen gentes de las primeras jerarquías, que sin atender a las circunstancias presentes, se empeñan en contentar su curiosidad, dándose por muy sentidos de mi providencia absoluta general de que nadie entre, si bien que algunas me han estrechado con su autoridad a recibirlas12.
Repuesto el imprescindible Cruz tras sólo un día de detención, la comitiva llegó a Pozuelo el 23, desde donde Mazarredo escribió al corregidor de Madrid pidiéndole le remitiese a Las Rozas unas cargas de maíz del que había plantado en las cercanías de la Puerta de Segovia, pues parece ser que al elefante no le gustaban las gramíneas que diariamente se le mandaban de Aranjuez 13. El 24 se hizo noche en Galapagar y el 25 en la venta de Santa Catalina. Partiendo de madrugada, se caminaron dos leguas esa mañana a la venta de la Fuenfría, llegando esa misma tarde del 26 de septiembre, tras un recorrido de otras dos leguas y media –casi 14 kilómetros– al sitio real de San Ildefonso, donde esperaban impacientes el ministro Arriaga y el rey. El elefante permaneció en San Ildefonso junto con la Corte hasta los primeros días de octubre, en que Mazarredo y su partida lo condujeron a El Escorial, a donde se trasladaba el rey todos los años por esas fechas. El 27 de octubre el animal estaba en Madrid, donde el grupo se detuvo a la espera de pasar por fin a Aranjuez con el paquidermo, donde tendría su residencia definitiva. Con fecha 1 de noviembre, Mazarredo, escudándose en una indisposición verdadera o posiblemente expresión de su cansancio del asunto, escribió al secretario de Estado Grimaldi pidiéndole el relevo de su comisión, “considerando no haya ya en Madrid persona que no tenga satisfecha su primer curiosidad de ver el elefante, bien que sean a millares las que no se saciarían aun viéndole continuamente”. Grimaldi le contestó desde San Lorenzo comunicándole que el Rey ha dispuesto permanezca en Madrid por más tiempo el elefante para que el público siga viéndole con toda comodidad y que logren de igual satisfaccion las comunidades religiosas y de educandas. Pero para no causar a usted mayor embarazo o incomodidad le exime del cuidado que hasta aquí ha tenido de dicho animal, y a este efecto escribo al conde de O’Reilly encargándole se ponga de acuerdo con usted y nombre en su consecuencia algún otro oficial que tome a su cargo la misma comisión; en la inteligencia de que la tropa, marinería y demás asistentes seguirán del mismo modo hasta que el elefante quede en Aranjuez. En estos términos puede usted disponer lo que más conduzca al restablecimiento de su salud, y yo concluyo asegurándole, sin embarazo de que naturalmente lo sabrá por el señor don Julián de Arriaga, que el Rey está sumamente satisfecho del cuidado y esmero con que usted ha desempeñado esta comisión14.
3. Sitio Real de Aranjuez visto desde el arca del agua junto el camino de Ocaña, 1773. Grabado por José Joaquín Fabregat, según dibujo de Domingo de Aguirre.
Mazarredo dio fin a su comisión presentando con fecha 16 de noviembre las cuentas de lo gastado en el elefante desde su desembarco en la Isla de León. Ascendía a la cantidad de 32.576 reales y cinco maravedís 15. Le sustituyó el venezolano Francisco Miranda, ayudante de la plaza de Madrid y futuro general de los ejércitos de la Revolución Francesa, quien a finales de noviembre o principios de diciembre condujo el elefante a Aranjuez con la veterana tropa que le había acompañado desde el comienzo de su andadura. El revuelo que, entre los madrileños de todas clases, originó la llegada de este exótico animal, lo podemos intuir repasando algunas de las obras a que dio lugar. Ramón de la Cruz, sin apenas respiro, escribió para la compañía de Eusebio Ribera su sainete El elefante fingido, que se estrenó el 12 de noviembre en el teatro del Príncipe, acompañando a la obra de repertorio Don Juan de Espina en Milán de José de Cañizares (1676-1750) 16. Resumimos su argumento. A Mazuecos, lugar de Guadalajara, ante la curiosidad de vecinos y vecinas, llega un soldado portando un pliego urgente para su concejo, en que se anuncia el próximo paso por el lugar del elefante, procedente de Madrid, “que viene calenturiento”. En realidad, todo ello es una traza urdida por una banda de gitanos para sacar comida y dinero del crédulo ayuntamiento y vecindario. El único que desconfía es el médico. Como primera medida para salir del compromiso, propone el alcalde, tío Bizcocho, a los lugareños: Vamos a embargar las huertas pues dicen que la verdura que se le echa en el puchero
son ciento y cuarenta coles, y dos arrobas de puerros. (...) Y que le hagan tres calderos para cenar esta noche; y todos le echen dinero para jugar. (vv. 253-257 y 261-264)
La normal actividad laboral del pueblo se paraliza, perdiéndose los jornales, lo que justifica el alcalde de este modo: lo mejor de este animal es que tiene privilegio para que nadie haga nada donde él va, mas que ir a verlo. Y aun dicen que tiene honores de día de fiesta. (vv. 281-286)
Asistimos a continuación a una pelea entre el matrimonio de hidalgos, debido a que el marido no le deja a su mujer ir a ver al elefante que está acampado junto a la ermita: Hidalga (...) que cuando se han despoblado todos los vecinos pueblos por ir a Madrid a ver el indiano animal nuevo, no me ha querido llevar. Y hoy que pasa por el nuestro, sólo porque no le vea quiere encerrarme.
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Hidalgo Tiempo hay de hacerle la cama y de que cene en tu mesmo plato, y si quieres llevarle en brazos, te lo consiento. Hidalga Yo crei que era bonito, segun rabiaban por verlo todas. Hidalgo Es que todas tienen en lo raro su embeleso. (vv. 503-511)
El gitano que hace de chino elefantero, se dirige a los presentes en una inventada lengua malabar, que el alcalde juzga vizcaína –“que es lo mesmo” (v. 516)–, siendo “traducido” por el gitano vestido de cabo: Chino Tapagui, connoco chaque. Cabo Dice que le deis dinero a recojer con la trompa, para que vean el juego y ligereza. (vv. 524-527)
El desconfiado médico descubre el engaño de los gitanos, al proponer como cura del fingido elefante calenturiento, primero llevarle al estanque de la huerta a 4. Esqueleto del elefante. Estampa LV de la Colección de láminas que representan los animales y monstruos del Real Gabinete de Historia Natural de Madrid, 1784-1786. Alcalde Sentencio que os quedeis; y que si os gusta se le dé el alojamiento en vuestra casa, que es la más grande que tenemos en el lugar. Hidalga alegre Me conformo y ha de cenar en mi mesmo plato, y dormir en mi cama como el perrito faldero. (vv. 352-369)
Acompañado de un redoble de tambores y provocando el miedo de los lugareños y el desmayo de la hidalga, llega finalmente el elefante con su tropa a la plaza. La acotación de Cruz nos señala lo siguiente: Salen Soriano de cabo, Martínez de soldado, con fusil y mochila, y Callejo de chino agarrado del elefante, que figuran dos hombres con la botarga y cabeza en la conformidad prevenida. El médico, desconfiado, les sigue la corriente a los supuestos soldados, citando lecturas de historia natural. La hidalga, miedosa, quiere marcharse presto a su casa, a lo que responde su marido: 274
que tome un baño tres horas y después de aceite hirviendo tomará otro baño, que le vuelva el calor al centro (vv. 572-575)
arrancándole seguidamente un colmillo y descomponiendo a continuación el disfraz. Descubierta la traza, los forasteros piden perdón: Cabo Señor no somos ladrones que somos gitanos, y esto sólo ha sido una invención para poder mantenernos cuatro días. (vv. 597-601)
Perdón que el burlado alcalde otorga a los gitanos, tras la intercesión de todos los lugareños: Alcalde He de ahorcaros: ¡Alborotar a Mazuecos con un elefante falso que no vale nada! Cabo Menos vale el de los abanicos y cuestan cinco o seis pesos.
Lugareña Tiene razón. Y es preciso que interceda todo el pueblo por su perdón, pues al fin o fingido o verdadero hemos visto su figura. Judillas Y nos ahorra el dinero del viaje, y las peloteras que había por ir a verlo. (vv. 602-616)
El sainete da fin con la tonadilla de rigor, entre las protestas de la hidalga del lugar, que no renuncia a su deseo de ir a ver al verdadero elefante: Es horrendo. Me espanta; pero yo he de ir porque otras van, y sobre eso morena. (vv. 620-623)
Este sainete de circunstancias (“del tiempo” le califica Cruz en v. 634), nos manifiesta que el autor, así como sus espectadores madrileños, estaban al tanto de la logística que rodeó el traslado del animal, pues la burla de la pieza se apoya en los estrictos requerimientos que, para su alimentación y alojamiento, se habían impuesto a los pueblos y ciudades de su itinerario. Requerimientos del poder central sobre los pueblos que son puestos en solfa por Cruz. El protagonismo que en el sainete tienen los gitanos vagabundos quizá sea expresión del clima social e ideológico que condujo a la promulgación de la pragmática de 19 de septiembre de 1783, que castigaba el nomadismo de los llamados gitanos y pretendía su integración forzosa. El pastel conocido como Mujer con mantilla y otras figuras (fig. 1), perteneciente a la serie de los Tipos populares españoles del pintor Lorenzo Tiepolo (Venecia, 1736-Madrid, 1776), registra en una imagen contemporánea de pequeño formato el interés suscitado por la llegada a Madrid del exótico animal17. El artista representa una escena de la vida cotidiana, no exenta de insinuación erótica, en la que dialogan o negocian los personajes masculinos de los extremos de la composición, mientras que la mujer del centro mira fijamente al espectador. Ella viste el llamado traje nacional, utilizado por las españolas de todas clases para salir a la calle o ir a la iglesia, compuesto de una falda negra u oscura, denominada basquiña, y la típica mantilla española, que les cubría el torso y la cabeza, en este caso de color blanco, aunque también se llevaba negra. En la sién y junto al ojo lleva un par de lunares decorativos, que en esta época alcanzan un gran tamaño. El personaje de la derecha va vestido de majo, como lo indican las cintas que decoran la costura del hombro, el pañuelo que lleva al cuello, la cofia o redecilla que le recoge el pelo y las generosas patillas. Sobre la cofia se ha puesto el tricornio, que sustituyó al sombrero redondo a partir del bando de las capas y los sombreros de 10 de marzo de 1766. Sobre el hombro derecho lleva la típica capa española (que a partir
5. Portada del vol. II de la Colección de láminas que representan los animales y monstruos del Real Gabinete de Historia Natural de Madrid, 1786.
de dicho bando era corta, debiéndole faltar a lo menos una cuarta para tocar el suelo). El personaje de la izquierda va vestido de arriero segoviano, llevando sobre la cofia o redecilla que le recoge el pelo la montera característica de los arrieros o trajineros que hacían transportes hasta la Corte, que estaban obligados a tocarse con el sombrero de tres picos a partir del tercer día de detención en Madrid. El centro de la composición lo ocupa el abanico abierto de la maja, en cuyo campo vemos al elefante. Los versos 606-608 del sainete El elefante fingido mencionan la existencia de abanicos alusivos a la presencia en Madrid del elefante. Es un ejemplo más de la creciente tendencia de la moda del siglo XVIII a reflejar todo tipo de sucesos contemporáneos en el vestido, los complementos o el peinado –recordemos cómo en 1779, tras la victoria naval francesa de Ouessant, se pone de moda en Francia el peinado a la Belle-Poule, que incluye un modelo en miniatura de dicha fragata en la cima de la peluca femenina–. Podemos datar este pastel entre noviembre de 1773, en que se detuvo el elefante en Madrid, y comienzos de abril del año siguiente, en que Lorenzo Tiepolo presentó a Sabatini una desorbitada 275
cuenta de gastos por los pasteles que había ejecutado para el rey. La epístola “Carta escrita a don José Cadalso en 17 de enero de 1774 por don Tomás de Iriarte” 18, es un poema satírico de ciento cincuenta y un versos que hace un paralelo entre las vidas y las muertes en loor de multitud del elefante y un famoso carmelita descalzo llamado el hermano José, noticias destacadas ocurridas en la Corte que el poeta canario envía a su amigo, acuartelado con su regimiento en Salamanca desde mayo de 1773 19. Al final del poema, la noticia de la muerte del paquidermo se revela falsa, no así la del fraile mendicante. Emilio Cotarelo y Mori, citó algunos de estos versos en su deliciosa obra Iriarte y su época (1897), aunque tuvo la precaución de ocultar aquellos en que Iriarte se explayaba sobre el carmelita, pues sin duda, este poema satírico es una de las composiciones más anticlericales de toda la literatura española 20. Vino a Madrid, señor, el elefante, y escoltado del pueblo y de la tropa paseaba las calles arrogante. El suceso más grave de la Europa en Madrid no causara tanto ruido como atencion un bruto ha merecido. Por esto, con la musa ya caliente dijo un amigo entonces lo siguiente: Si fuera yo el famoso rey prusiano, que a todos los guerreros sometiera; o el inmortal Virgilio y escribiera de la Eneida el poema soberano; si fuera yo Platón o Quintiliano; si D’Alembert, Linneo o Newton fuera, Leibnitz, o el Boerhaave de esta era, un Locatelli, un Garrick o un Ticiano; te juro por quien soy que renunciara toda fama y aplausos al instante, y que por humildad me contentara con que de mi persona en adelante esta gran Corte la mitad hablara de lo que da que hablar el elefante21. Sacáronle tonadas y cuartetas; en delantales, cofias, manteletas, elefantes pintados se veían; y en las mesas por moda se servían elefantes de carne, dulce y masa. Elefantes sin tasa tuvimos que sufrir por varios modos: en la conversación, en los apodos, en cartas, en escritos publicados22, en sermones, sainetes, y plagados nos vimos al segundo o tercer día de enfermedad llamada elefancía23. (vv. 28-61)
Este elefante del año 73 no fue el primero que poseyó Carlos III, que ya había adquirido uno durante su reinado napolitano. Su deseo, en un principio, había sido obtener una pareja, pero sólo pudo conseguir uno en Turquía, desembarcado en Brindisi en septiembre de 1742. Carlos lo alojó en su ménagerie de Portici y le llamó tanto la atención que 276
encargó un cuadro del animal que remitió a sus padres Felipe V e Isabel de Farnesio junto con una pormenorizada relación. En la escena representada vemos al animal bajo techo dentro de su encerramiento. Está encadenado de una pata. Mientras se alimenta acompañado de sus cuidadores, vestidos posiblemente a la turca, también dentro del vallado, le observa y comenta sus acciones una muchedumbre de curiosos tras la valla y, desde lugar privilegiado, el que parece un cortesano. En 1746 el lienzo se hallaba ya en el Palacio de La Granja. Jesús Urrea lo atribuye al pintor Giuseppe Bonito 24. Parece ser que en 1743 este elefante napolitano fue utilizado en la representación de la ópera Alessandro nell’Indie, con música de Domenico Sarro y libreto de Pietro Metastasio. A su muerte en 1756, fue disecado, encargándose al pintor español Juan Álvarez de Quiñón el dibujar su esqueleto. En Aranjuez, el elefante del año 73 fue alojado en la Casa de Vacas, “donde se le hizo un quarto y corral aparente” 25. En dicho edificio se estabulaban las vacas de raza holandesa y suiza, en pretendida explotación modelo cuyo producto de leche y queso al estilo italiano abastecía a la Corte y se vendía a los particulares (fig. 2). Junto a éstos y otros animales de granja, contenía el real sitio animales más exóticos, entre los que cabe destacar camellos y dromedarios, a los que se utilizaba como animales de carga, cuya presencia en Aranjuez se remontaba al reinado de Felipe II. En 1754 se habían traído de Africa doce camellos; en 1769 otros diecinueve, pero parece ser que por falta de los debidos cuidados se extinguieron hacia 1774. Podemos observar algunos de estos camellos, unos ocho, ante el escenario del complejo de edificios del palacio en una estampa de 1773 que representa el sitio real de Aranjuez, visto desde el arca del agua junto al camino de Ocaña 26 (fig. 3). Otros animales exóticos que hubo en Aranjuez fueron un toro cibora, dos cebras y dos guanacos americanos 27. Por su parte, en San Ildefonso, a mediados de los ochenta, vivían unos renos de Laponia, que se habían reproducido en cautividad; y en los madrileños jardines del Retiro había algunas avestruces y una pareja de leones. Don Luis, hermano de Carlos III, coleccionó distintos animales exóticos en su palacio de Arenas de San Pedro, entre los cuales quizá el más preciado fuera una cebra, representada en una aguada del año 1774 del pintor Luis Paret, que la sitúa dentro de un espacio no naturalista con ruina neoclásica. Paret pintó asimismo para el infante una Colección de las aves, serie de veinte aguadas que contenía los ejemplares más llamativos de su valioso aviario y gabinete ornitológico 28. El 17 de noviembre de 1777, el peruano Pedro Franco Dávila, director del Gabinete de Historia Natural de Madrid, recibió un oficio del conde de Floridablanca en que se le comunicaba que “La noche pasada murió el elefante grande de Aranjuez... Y queriendo S.M. que se diseque y traiga para ponerle en ese Real Gabinete, dispondrá usted que el disecador vaya inmediatamente a aquel Sitio”29. El disecador del Real Gabinete, Juan Bautista Bru, sin tiempo que per-
6. Contraportada del vol. I de la Colección de láminas que representan los animales y monstruos del Real Gabinete de Historia Natural de Madrid, 1784.
der, se encontraba en Aranjuez el jueves día 20, poniendo inmediatamente manos a la obra y dejando pasar un par de días antes de informar a su jefe de los trabajos realizados:
sos. El señor gobernador me envió hoy a llamar, en que me leyó una carta del señor ministro en que decía que el Rey había determinado se hiciere un esqueleto y un elefante y que todo cuanto necesitara se me diera, lo que ha hecho con toda puntualidad30.
Mi dueño y señor mío: Recibí la de usted de 21 del corriente con mucho gusto. El jueves fui al cortijo a ver el elefante, y incontinenti se empezó a disecar. El viernes se descansó y se limpió de toda la carne y se trajo a este Sitio en donde estoy trabajando día y noche sin pérdida de tiempo. Los huesos se están cociendo y limpiando; esto es obra de algún cuidado. Tengo hecho un dibujo con todas sus medidas. Igualmente voy trabajando otro de su anatomía para la colocación de los hue-
El activo Bru concluyó en apenas una semana la primera y más urgente fase de la disección del elefante, pues el 29 o el 30 de noviembre ya estaba de vuelta en Madrid con los restos aprovechables del animal, que transportó en un carro junto con la piel y los huesos de un toro cibora, muerto tres años antes, adquiridos con destino al Gabinete. Las siguientes fases tuvieron lugar en Madrid entre el 1 de diciembre y el 28 de febrero de 1778. Paralelamente y bajo la dirección 277
7. Elefante. Estampa LIV de la Colección de láminas que representan los animales y monstruos del Real Gabinete de Historia Natural de Madrid, 1784-1786.
de Dávila, dos maestros carpinteros a la cabeza de su equipo de cuatro oficiales y un peón, ensamblaron el esqueleto del animal (fig. 4), al tiempo que los escultores y académicos Roberto y Pedro Michel, junto con otros dos oficiales, formaban un armazón en madera sobre el que se asentó posteriormente la piel del elefante. No olvidemos que el Gabinete de Historia Natural, que se había inaugurado en 1776, estaba alojado en los pisos superiores del palacio que también albergaba a la Academia de Bellas Artes de San Fernando. El ensamblaje del esqueleto costó entre materiales y jornales 5.727 reales y 7 maravedís, según la cuenta de gastos presentada por los maestros carpinteros José Mercado y Sebastián Pérez. Por su parte, la cuenta presentada por Roberto Michel subió a 5.316 reales, recibiendo los dos escultores a razón de sesenta reales diarios por cincuenta y dos días de trabajo 31. A estos gastos habría que sumar otros 3.094 reales con 13 maravedís gastados en Aranjuez y Madrid en diferentes etapas de la operación. En total, conservar y disponer el cuerpo y el esqueleto del elefante para su pública exhibición costó la suma de 14.137 reales con 20 maravedís. 278
En los años setenta coincidieron, pues, en Aranjuez dos elefantes asiáticos, uno macho, al que Floridablanca calificó de “el grande”, que fue el desembarcado en Cádiz en 1773 y el disecado tras su muerte a finales de 1777, y otro hembra, que falleció en dicho sitio real en los primeros días de septiembre de 1780, según sabemos por nuevos oficios de Floridablanca a Dávila ofreciéndole los restos del animal, del que no conocemos cuándo llegó a España32. A lo largo de la Edad Moderna, conforme se fue intensificando la expansión colonial europea, fueron traídos a Europa, con una frecuencia creciente y al lado de otros productos, animales exóticos vivos de gran tamaño. El combate organizado en 1517 por el rey de Portugal entre un elefante y un rinoceronte, que fue el que luego grabó en madera Durero a partir de las noticias que le llegaron, puede señalar un primer episodio de esta presencia de lo exótico animal. Por las enormes dificultades logísticas que implicaba su traslado, esta actividad coleccionista estaba sólo al alcance de los reyes, que importaban o recibían como regalo estos animales salvajes de fuerte contenido simbólico a los que alojaban en unas ménageries de larga tradición medieval33. En los años sesenta del siglo XVII, Luis XIV ordenó a su arquitecto Le Vau la construcción de una nueva ménagerie en Versalles, en la que alojó en 1668 un elefante hembra procedente del Congo regalado por el rey de Portugal, que sobrevivió hasta 1681. Según Stephan Oettermann, durante todo el siglo XVII sólo llegaron a Europa seis elefantes, frente a los trece que se verían en el XVIII34. Luis XIV mostró mucho interés por su colección de animales vivos, pero durante la Regencia y los primeros años del reinado de Luis XV, más aficionado a la caza que al coleccionismo de animales, la ménagerie real entró en una fase de abandono. No obstante, hacia la mitad del siglo, las ferias se convirtieron en un nuevo espacio de exhibición de animales exóticos a la insaciable curiosidad de un público amplio y heterogéneo. Poco a poco, aquellos individuos que habían estado implicados en la captura o el transporte de estos grandes animales se fueron convirtiendo en empresarios, así durante una década el capitán de navío holandés Van der Mer exhibió por las ferias de Europa un rinoceronte asiático, admirado en la parisina de Saint Germain en 1745 y pintado por Pietro Longhi en Venecia en 1751 35. En 1771 se exhibió en Saint Germain un elefante, el primero que se veía en Francia desde 1681, el cual, según las gacetas descorchaba una botella de cerveza con la trompa y se bebía el contenido. Dos años después se exhibía en la citada feria un elefante hembra. Coincidió esta serie de exhibiciones en las ferias con un nuevo impulso dado a la ménagerie real, para la que se adquirió en 1770 un rinoceronte y, en 1772, un elefante, ambos procedentes de la India36. Sin embargo, al tiempo que subían de tono las protestas contra estas fundaciones en las que se veía un símbolo de la monarquía absoluta –en este sentido escribe el caballero Jaucourt en la Encyclopèdie que “Il faut detruire les ménageries, lorsque les peuples manquent de pain; il seroit honteux de nourrir des bêtes à grand frais, lorsqu’on a autour de soi des hommes qui meurent de faim”–, obras como la Histoi-
8. Cartel anunciando el espectáculo del “Elefante Sabio”, correspondiente al domingo 15 de marzo de 1807 (Archivo Municipal de Madrid).
re naturelle de Buffon –cuyos cuarenta y cuatro volúmenes aparecen entre 1749 y 1804–, diseminaban de modo sistemático los nuevos conocimientos científicos aportados por las expediciones ultramarinas, los nuevos jardines botánicos y los gabinetes de historia natural, generando en el público lector una nueva sensibilidad hacia la naturaleza. Por lo que respecta al objeto de nuestro estudio, tengamos en cuenta que Buffon no sólo sistematiza los diversos datos objetivos y contrastables a su disposición en torno al elefante, sino que desliza en su composición elementos que responden plenamente al Zeitgeist de la Europa de las Luces. En este sentido, tras situar al elefante por su inteligencia en la cúspide de la jerarquía animal, le caracteriza como amable, obediente y leal, afirmando que tras ser domesticado se muestra muy fiel a su amo, pero que disgustado con su estado, rehúsa reproducirse en cautividad. Alaba su obediencia, pero también su espíritu libre y resistente a la autoridad. Recordemos que todavía por estos años se desconocía prácticamente todo lo relativo a su apareamiento, nunca observado
en condiciones científicas. Por todo ello, no es de extrañar que los elefantes vistos en Europa en las últimas décadas del siglo XVIII se perciban revestidos de un aura que los humaniza y los asocia tanto al mito dieciochesco del buen salvaje, como a la creciente mala conciencia europea en torno a la esclavitud y el colonialismo37. Los dos volúmenes de la Coleccion de laminas que representan los animales y monstruos del Real Gabinete de Historia Natural de Madrid, con una descripción individual de cada uno, publicados por el grabador y disecador Juan Bautista Bru de Ramón en 1784 y 1786, al tiempo que manifiestan la influencia directa de la obra del conde de Buffon, no dejan de mostrar la lentitud con que mueren las viejas percepciones y hábitos gráficos38. Su desnuda y elegante portada tipográfica (fig. 5), típica de los nuevos libros de la Ilustración española, contrasta llamativamente con una confusa, abigarrada y retardataria contraportada (fig. 6), en que conviven ejemplos de la nueva representación científica de los animales con otros que podríamos calificar de precien279
tíficos o barrocos. Esta cierta indefinición se manifiesta asimismo en la conjunción en el título de la obra de conceptos tan enfrentados como el de “animal” y “monstruo”, sin duda herencia de la deuda que los nuevos gabinetes científicos de historia natural de la segunda mitad del siglo XVIII tienen para con las cámaras de maravillas del Barroco. Bru acompaña su artículo “Elefante” de una estampa que representa vivo al que disecó en Aranjuez a finales de noviembre de 1777 (fig. 7), que recuerda al representado en el campo del abanico del pastel de Lorenzo Tiepolo. Su texto combina a Buffon con párrafos entresacados del artículo “Éléphant” de la Encyclopèdie escrito por De Jaucourt, reservando un mayor rigor científico para el artículo complementario “Descripcion del esqueleto del elefante, de ocho pies y medio de alto”, que incluye una estampa del esqueleto conservado en el Real Gabinete (fig. 4): Este animal aunque de tan monstruosa forma pasa por el que mas se acerca, y parece al hombre en las facultades intelectuales. (...) A todos aventaja en corpulencia. Su fuerza es prodigiosa. Tiene mucho valor, serenidad, obediencia; y moderacion aun en sus mas vivas pasiones. No olvida los beneficios ni los agravios, que se le hacen. Agradece los primeros, y suele recompensarlos: jamas dexa de vengarse de los segundos; y siente hasta una burla que le hagan. Multitud de hechos confirma su agradecimiento y su venganza, como así mismo cierta inteligencia siempre asombrosa aunque ya sabida. Vive el Elefante en paz con casi todos los animales. En su estado de independencia no es sanguinario ni feroz: bien que su cólera es terrible. Por lo comun no hace uso de sus armas y su fuerza sino para defenderse á sí mismo, ó proteger á sus semejantes. Sin embargo el leon, el tigre, y sobre todo el rinoceronte suelen acometerle: y el último de estos animales pasa por su enemigo capital; pero el mayor que tienen es el hombre; el qual por el placer de la caza, por la locura del luxô, y por el furor de la guerra, los persigue con astucia ó á viva fuerza, y acaba con ellos. (...) Caminan ordinariamente en quadrillas, gobernando y poniéndose al frente el mas viejo: á la retaguardia el que le sigue en edad; y en el centro se colocan los nuevos y los más débiles. (...) No se cuenta que nadie haya presenciado sus amores: y á esta especie de pudor se atribuye el que jamas procreen los Elefantes domesticados39.
Tras la muerte de la elefanta de Aranjuez en septiembre de 1780, parece ser que no se volvió a ver ningún elefante vivo en España hasta la exhibición de uno de estos animales en 1806, formando parte del espectáculo ambulante de animales del empresario José Padovany40. El denominado “Elefante Sabio” se exhibió en Madrid en un primer momento en unas casas de la calle Barquillo, accesorias a la de la duquesa de Alba, entre mediados de octubre y mediados de diciembre. Previamente, en el verano, Padovany lo había exhibido en San Ildefonso ante la familia real en pleno, circunstancia que nos revela la entradilla de un cartel anunciando al público madrileño una nueva oportunidad de admirar su espéctaculo circense, esta vez en la Plaza de Toros, extramuros de la Puerta de Alcalá, el domingo 15 de marzo de 1807 (fig. 8): 280
El Señor Padovany, agradecido á la buena acogida con que le ha honrado este Público desde que ha tenido el honor de exponer a su vista un Elefante, cuyas habilidades han sido, como en todas partes, la admiración de los espectadores; despues de presentarles su justo reconocimiento, deseoso de patentizar más, y enterado de que muchas personas de ambos sexôs solicitan con ansia ver cómo se maneja el Elefante en el hecho de subir y baxar de su carruage, ofrece hacerselo executar á la voz de su conductor: se verá la precaución que toma de tantear con su pie y Trompa si el puente por donde ha de subir está sólido; y cerciorado de ello (á pesar de su enorme masa), se notará la destreza, ligereza y seguridad con que sube y baxa, siguiendo por todas partes á su conductor; lo que desengañará de la falsa opinión que comunmente reina sobre su falta de flexîbilidad en todos los movimientos: se verá tambien la extensura de su paso en plena libertad, solo ó con jinete, en un recinto ó Picadero formado á este fin, así como sus aptitudes en solazarse y divertirse; demostrando, que es animal dotado de la mayor inteligencia, á quien sólo falta el don de la palabra, para cumplir con su obligación de agradecer con viva voz su reconocimiento a los expectadores por el honor de haberle visitado. El sobredicho Elefante, teniendo una inclinación decidida á su dueña, le hablará [a] ésta en el recinto, se le notará sensiblemente las muestras de la más fina amistad, y su gustosa obediencia á quanto le mande.
Esta función de circo, en la que a continuación participaban cuatro monas africanas y un caballo árabe, pudo verse en Madrid en una nueva tanda de sesiones entre el 2 de febrero y el 18 de marzo. El precio de las localidades se extendía entre los dos reales por un asiento de tendido y los cuarenta reales que costaba el alquiler de un balcón general, por lo que, teniendo en cuenta que se mantuvo en cartel durante varios meses, podemos presumir el éxito de este espéctaculo entre los distintos sectores de la pirámide social madrileña. En plena restauración fernandina, probablemente entre octubre de 1816, en que publicó La Tauromaquia, y enero de 1820, comienzo del Trienio Liberal, el pintor Francisco de Goya trabajó su serie de los Disparates, a la que pertenece la estampa Disparate de Bestia (fig. 9), de la que se conserva una prueba de estado antes de letra en el Museo Lázaro Galdiano 41. Cuatro orientales, turcos o moros, intentan atraer a un elefante indio sin colmillos fuera de una pista iluminada, mostrándole un gran libro abierto y unos arreos con campanillas. En el Museo del Prado, se conserva un dibujo a pluma previo que se ha aprovechado para esta estampa (fig. 10). En él se ve a dos elefantes asiáticos, también sin colmillos, junto a su joven domador en lo que parece una escena de circo. El elefante de la izquierda en el dibujo, invertido su sentido, es el que aparece en la estampa, pudiéndose observar entre los orientales y dicho animal, sobre lo que parecen rocas, los débiles trazos de la parte superior del cuerpo del segundo elefante del dibujo. Pierre Gassier data este dibujo en torno a 180042. Es posible que su referente real sea el Elefante Sabio del otoño-invierno de 1806-1807. Tradicionalmente, se ha interpretado el Disparate de Bestia relacionándolo con el inestable contexto
9. Francisco de Goya, Disparate de Bestia, prueba de estado antes de letra, hacia 1816 (Fundación Lázaro Galdiano, Madrid).
político abierto en España tras el regreso de Fernando VII, a finales de marzo de 1814. El 16 de abril de ese año, en Valencia, sesenta y nueve diputados absolutistas entregaron al Deseado el denominado Manifiesto de los Persas, por el que se invitaba al rey a gobernar como un rey absoluto, aboliendo la constitución de Cádiz de 1812 y su régimen monárquico constitucional. Fernando VII no se hizo de rogar y el 4 de mayo de 1814 anuló la constitución, proscribiendo seguidamente a los afrancesados, restableciendo el Santo Oficio, y volcándose en la represión de los patriotas liberales que le habían ganado la corona durante su ausencia. Los diputados persas serían, por tanto, los orientales de la estampa. El elefante, que representa al pueblo español, se estaría dejando embaucar por los partidarios del absolutismo43. En este punto, a nuestro entender, podría ser útil recordar la asociación que, para la nueva sensibilidad ilustrada en relación con la naturaleza y los animales salvajes, posee el elefante cautivo con el ser humano esclavizado. El elefante del Disparate de Bestia, es cierto que no tiene colmillos o defensas, pero no nos parece que se esté dejando engatusar y permanece en su sitio, sin dar un paso adelante o atrás, respondiendo
con su digna inmovilidad a los vanos intentos de los personajes orientales por atraerlo e imponerle unos arreos con campanillas, símbolo máximo de la servidumbre animal. Es muy probable que Goya tuviera ocasión en los años setenta de observar en Aranjuez al elefante traído de Manila en 1773, evocado por Juan Antonio Álvarez de Quindós en su Descripcion Histórica del Real Bosque y Casa de Aranjuez, del año 1804: Estaba muy domesticado, y entendia y executaba quanto le mandaba el Indio Malabar que vino con él, y un manchego que se puso para cuidarle (...) Gustaba mucho de ver y andar entre las gentes, paseando las calles del Sitio con una gran manta de grana galoneada y muchas campanillas de plata. La trompa era tan esponjosa, que chupaba de una vez veinte y tres quartillos de agua, y enroscándola metia la punta en la boca y la tragaba. Con la misma trompa cogia quanto le mandaban, y con la uñita de su extremo alzaba del suelo hasta un realito de plata, y se lo alargaba todo al que iba montado en él y le gobernaba. Bebia el vino que le daban, y si era generoso le gustaba mas. Su comida era por desayuno media azumbre de aguardiente, y entre el dia arroba y media de arroz cocido con agua, y despues de frio, rociado con tres libras de azúcar, y ademas todo género de verduras, melo-
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nes, zandias, frutas, y los dulces que le daban. Creció mucho, y llegó á alcanzar una fuerza tan grande, que jugaba con los sillares de piedra de la obra de su corral, y con los carros y carretas de la casa. Tiraba piedras con la trompa con tanto acierto, que las ponia donde apuntaba y queria. El haberle cercenado la comida á que venia acostumbrado y mudado de alimento, encerrado y amarrado sin sacarle al campo á ver gentes, fuéron las causas de que se muriese44.
Asimismo, quizá podrían aplicarse al pueblo español, en su renovada servidumbre política bajo el absolutista Fernando VII, en su circunstancia temporal de impotencia, algunas de las notas con que Juan Bautista Bru de Ramón caracterizó al elefante: No olvida los beneficios ni los agravios, que se le hacen. Agradece los primeros, y suele recompensarlos: jamas dexa de vengarse de los segundos; y siente hasta una burla que le hagan45.
En Disparate de Bestia, Goya representa al pueblo español a través del animal sentido entonces como más cercano al hombre, aquel que, aunque esclavizado, nunca olvida la libertad. Sin duda, esta estampa, trabajada ya bien entrado el siglo XIX, es un recuerdo final de un animal que, cuatro décadas antes, impresionó a cuantos lo vieron. Sus restos, exhibidos todavía hoy en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, como una de las piezas más destacadas de lo que fue entonces el Real Gabinete de Ciencias Naturales, nos siguen presentando, en este comienzo del siglo XXI, una invitación a recomponer nuestra ambigua relación con la naturaleza (fig. 11). APÉNDICE Carta escrita a don José Cadalso en 17 de enero de 1774 por don Tomás de Iriarte Alá te guarde, ya que, por nacido en Jandala, ser moro te imaginas; o bien, ya que te has ido a habitar las escuelas salmantinas (*), do el latín de breviario abunda tanto, con un Dominus tecum te saludo. Y si éste es cumplimiento de estornudo, te dire en el estilo de mi abuelo santos y buenos días os dé el Cielo. A mí no me los da buenos ni santos, pues acaba de enviarme mil quebrantos; como un dolor de muelas, verbi gracia, tan descortes é ingrato, que ha tenido la osada pertinencia de no dejarme un rato para escribirte carta larga, o corta. Pero vamos amigo a lo que importa. Llena está de pesares y de tedio esta gran villa al ver que, en un instante, se han muerto sin consuelo ni remedio el Hermano José y el elefante. De la naturaleza monstruo el uno, el otro de virtud monstruo igualmente,
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fueron pasmo y delicias de esta gente, ya por mucho comer, ya por ayuno. Oye la historia que con hechos ciertos te contaré de los ilustres muertos. Vino a Madrid, señor, el elefante, y escoltado del pueblo y de la tropa paseaba las calles arrogante. El suceso más grave de la Europa en Madrid no causara tanto ruido como atencion un bruto ha merecido. Por esto, con la musa ya caliente dijo un amigo entonces lo siguiente: Si fuera yo el famoso rey prusiano, que a todos los guerreros sometiera; o el inmortal Virgilio y escribiera de la Eneida el poema soberano; si fuera yo Platón o Quintiliano; si D’Alembert, Linneo o Newton fuera, Leibnitz, o el Boerhaave de esta era, un Locatelli, un Garrick o un Ticiano; te juro por quien soy que renunciara toda fama y aplausos al instante, y que por humildad me contentara con que de mi persona en adelante esta gran Corte la mitad hablara de lo que da que hablar el elefante. Sacáronle tonadas y cuartetas; en delantales, cofias, manteletas, elefantes pintados se veían; y en las mesas por moda se servían elefantes de carne, dulce y masa. Elefantes sin tasa tuvimos que sufrir por varios modos: en la conversación, en los apodos, en cartas, en escritos publicados, en sermones, sainetes, y plagados nos vimos al segundo o tercer día de enfermedad llamada elefancía. Cuadrupedo tan celebre y extraño a principios de este año falleció en Aranjuez y se asegura que ya en Madrid con todo afán procura cierta cuadrilla de poetas zafios componerle una carga de epitafios. ¡Feliz tú, o director (**) del Gabinete de Historia Natural! ¡Ah! Con que gusto habrás pillado ya, pues te compete, la piel y el esqueleto de la bestia, y aquel tronco de carne tan robusto, cuyos elogios callo por modestia. Mas si fue golpe duro e inhumano el que esta adversidad causó a la plebe, no ha sido, no, muy leve el de la muerte del devoto hermano descalzo carmelita y santo lego, que miró las riquezas con despego; como que a su convento cada día ocho duros, o diez, llevar solía, que corriendo en Madrid ocho cuarteles, sacaba de limosna de los fieles, hechos a frailes, que llorando duelos, con su vida ermitaña
10. Francisco de Goya, Los elefantes, hacia 1806-1807 (Museo del Prado, Madrid).
poseen todo el Reino de los Cielos, y dos terceras partes del de España. Hubiera de llenar un gran volumen sólo con emprender aquí el resumen de la vida ejemplar de aquel bendito; pero sólo te cito la rara fe de una virtuosa dama que siempre al levantarse de la cama se lavaba con agua en que el hermano antes soltado había el churre de su rostro sobrehumano. Cuyo licor compraba la señora con plata que el prior hoy atesora. Del beato indagó la gente pía, que atravesando calles enlodadas llevó las alpargatas siempre aseadas y de esta ligereza no me digas que es ilusion de viejas santurronas, pues sin doblar las débiles espigas corren por una mies las amazonas, que así en La Gatomaquia el docto Vega por cosa bien sabida nos lo alega. El venerable (honor de carmelitas) llevaba a prevención bajo el sobaco entre mugre, sudor, vello y tabaco unas pasas, anises o almendritas que a las hembras devotas,
y a machos que más que hembras son idiotas, él daba por fragmentos milagrosos, y ellos se los zampaban fervorosos. Este socorro espiritual y santo ha faltado a este pueblo, que al momento corrió bañado en llanto del hermano al solemne enterramiento. ¡Oh! Quién te diera ver allí la furia con que el vulgo animado de confianza al cadáver haciendo honrosa injuria, se atropa y se abalanza a destrozar el hábito sagrado, y a arrancar al difunto medio lado. Ya del escapulario uno hace presa, otro ya da por suya la capilla, aquél los pelos del fraile mesa, éste una oreja por fortuna pilla. En cueros me han dejado al pobrecito, pónenle segundo hábito y tercero; más de la plebe el bárbaro apetito, reliquias los volvió, como el primero. Predicánsele exequias... ¡Qué concurso! ¡Qué lloros en el templo! ¡Qué alboroto! Déjame suspender aquí el discurso, pues sólo con palabras mal denoto lo que apenas, aun viéndolo, creyeras... Esto escribía, cuando las parleras
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voces que en este público inconstante cada hora derrama la engañadora Fama, pregonan que no ha muerto el elefante. Vuélvome atrás, no hay nada de lo dicho; y perdone el muy bicho, que no soy yo el autor del testimonio. Quédate en paz. Madrid, día de Antonio, el que enseñó a criar puercos cebones. Él te libre de malas tentaciones, y tan sólo te dé la de escribirme, pues Iriarte es tu amigo siempre firme. (*) Se dice que Salamanca es espanto de las ciencias no porque espanta con ellas, sino porque de tal suerte las ha espantado de sí, que no han vuelto más. (**) Don Pedro Franco Dávila.
NOTAS 1. No hemos hallado el cuaderno de bitácora correspondiente a esta travesía. No obstante, la ruta seguida por la Venus, comandada por don Juan de Lángara, en su regreso a Europa, debió ser similar en duración y escalas a la que siguió la Astrea en 1771, bajo el mando de don José de Córdoba. Dicha fragata zarpó el 6 de enero de 1771 del puerto de Manila, a donde había arribado el 16 de julio anterior. El 5 de febrero atravesaba los Estrechos de Malaca. El 7 de marzo aportó en Isla de Francia, hoy Mauricio. El 30 de marzo navegaba el canal entre Madagascar y Mozambique. El 17 de abril dejó atrás la Punta de Natal. El 8 de mayo cruzaba el cabo de Buena Esperanza. El 30 de mayo atracaba en la isla de la Ascensión. Finalmente, el 1 de agosto, tras siete meses de navegación, la Astrea fondeaba frente a la bahía de Cádiz (en carta de José de Córdoba a Andrés Reggio, a la vista de la Bahía de Cádiz, 1 de agosto de 1771, Archivo del Museo Naval de Madrid, ms. 576, fols. 21-22). 2. José de Mazarredo y Gortázar (Bilbao, 1745-Madrid, 29 de julio de 1812), modelo de marino ilustrado, participó como ayudante de mayor general en la expedición a Argel de 1775. En 1785, al mando de una escuadra, impuso a los argelinos un tratado provisional de paz. En abril de 1797, en la guerra contra Gran Bretaña, se le dio el mando de la escuadra del Mar Océano, llevando a cabo con acierto la defensa de Cádiz frente al bloqueo. En junio de 1798 se le nombró capitán general del Departamento de Cádiz. En febrero de 1801, por imposición de Bonaparte, fue separado del mando de la flota española de Brest y reintegrado a la Capitanía General gaditana, retirándose a Bilbao en septiembre de 1802. En el periodo septiembre de 18041807 estuvo desterrado en Burgos, Santoña y Pamplona. Fue diputado en las cortes de Bayona y sirvió al rey José Bonaparte como secretario de Marina y Justicia bajo Urquijo. 3. En la Colección Antonio de Mazarredo, tomo XLVIII: varios, ms. 2378, folios 45-113. Vid. A.-M. Vigón Sánchez, Colección Antonio de Mazarredo (Madrid: Museo Naval, 1987). 4. Instrucción para el viaje de 13 de agosto de 1773 firmada por don Andrés Reggio, Colección Antonio de Mazarredo, tomo XLVIII: varios, ms. 2378, folios 52-54 (Archivo del Museo Naval de Madrid). 5. Pasaporte otorgado por Andrés Reggio, comandante general del Departamento de Cádiz, a José de Mazarredo, 13 de agosto de 1773, en íbid, folio 47.
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6. Cada arroba equivale a 11,5 kilos. 7. José de Mazarredo al señor Justicia Mayor de la ciudad de Écija, Arahal 24 de agosto de 1773, en íbid, folio 64. 8. Minuta de carta de José de Mazarredo al bailío Julián de Arriaga, La Carlota 29 de agosto de 1773, en íbid, folio 78. 9. José de Mazarredo a Joaquín de Pareja, Écija 27 de agosto de 1773, en íbid, folio 61. 10. Carta de José de Mazarredo al bailío Julián de Arriaga, Córdoba 2 de septiembre de 1773, en íbid, folio 69. 11. Minuta de carta de José de Mazarredo al bailío Julián de Arriaga, Valdepeñas 13 de septiembre de 1773, en íbid, folio 80. 12. Minuta de carta de José de Mazarredo al bailío Julián de Arriaga, Carabanchel de Abajo 22 de septiembre de 1773, en íbid, folio 82. 13. José de Mazarredo al corregidor de Madrid Alonso Pérez Delgado, Pozuelo 23 de septiembre de 1773, en íbid, folio 72: “viendo que el elefante, que conduzco para S.M. no entra bien al verde que diariamente se me remite de Aranjuez, tal vez por estar acostumbrado a otros mejores, cuales son el maíz, panizo y mijo, alimentos con que he logrado, no sólo el que no decaezca, antes bien, que mejore mucho en tan largo viaje, y hallándome informado, que en las cercanías de esa villa (determinadamente hacia la Puerta de Segovia) hay varios maizales, recurro a V.S. suplicándole se sirva dar sus providencias para que eligiéndose del más verde y tierno, se me remita esta tarde mismo a Rozas, donde he de pasar la noche, una carga de caballería mayor; y que después en la noche se siegue otra igual cantidad, que también se remita a Rozas, y esté allí para las cuatro de la madrugada, a fin de tener siempre una carga de repuesto, continuando su remesa diaria a los tránsitos en que me hallase hasta San Ildefonso, ínterin no diese yo a V.S. aviso de haber encontrado en mi ruta donde proveerme con más facilidad. Advirtiendo que, si se encontrasen las tres especies, maíz, panizo y mijo, es la preferente el mijo, y sigue a éste el panizo, supuesta la calidad de bien verde y tierno en todos.” 14. Minuta de carta de José de Mazarredo al marqués de Grimaldi, Madrid 1 de noviembre de 1773 y carta del Marqués de Grimaldi a José de Mazarredo, San Lorenzo el Real 6 de noviembre de 1773, en íbid, folios 91 y 95-96. 15. Dicha suma de 32.576 reales y cinco maravedís se desglosaría en los siguientes artículos: Gastos de manutención en la Isla de León 1.524, 24 Vestido del elefante y su elefantero 6.255 Al indio Francisco de la Cruz “por su trabajo desde que se encargó del elefante en Manila” 1.000 Carro, equipajes, rancho y agua desde el 14 de agosto al 12 de octubre 3.850 Calesa “ocupada por mí” desde 16 de agosto al 12 de octubre 1.990 Manutención del elefante y comitiva, posadas, bagajes y ocurrencias del viaje 15.525,15 Socorro para los soldados de los batallones de marina 1.100 Dietas para el regreso de los marinos y el proveedor 600 Salario de doce pesos mensuales para el proveedor 690 (en íbid, folios 109-110) 16. El manuscrito autógrafo de El elefante fingido está contenido en el volumen 4 de Autógrafos de Don Ramón de la Cruz, conservado en la Biblioteca Histórica Municipal de Madrid (sign. I/6.4). Es idéntico al presentado para su aprobación (BHM, sig. 155-45), del que hay dos copias, A y B, conte-
11. El elefante de 1773, disecado por Bru (Museo Nacional de Ciencias Naturales, Madrid).
niendo la A la aprobación del revisor de La Victoria fray Sebastián Puerta Palanco, fechada el 11 de noviembre de 1773. E. Cotarelo y Mori lo editó en su colección de Sainetes de don Ramón de la Cruz en su mayoría inéditos (Madrid: Casa Editorial Bailly-Bailliere, 1928), tomo II, nº 140, pp. 323-329. 17. Mujer con mantilla y otras figuras. Pastel sobre papel. 560 x 470 mm. Colección particular, Madrid. Vid. A. Úbeda de los Cobos, “Los pasteles españoles de Lorenzo Tiepolo”, en el catálogo Lorenzo Tiepolo (Madrid: Museo Nacional del Prado, 1999), pp. 49-77, correspondiente a la exposición celebrada en dicho museo, de la que fue comisario el mismo A. Úbeda. En dicho catálogo el pastel ocupa la ficha nº 17, siendo localizado por errata dentro de los que pertenecen al Patrimonio Nacional. Para lo referente a la moda, me ha sido muy útil el trabajo de A. Descalzo, “Modos y modas en la España de la Ilustración”, en C. García Saiz (coord.), Siglo XVIII. España: el sueño de la razón (Madrid-São Paulo: Ministerios de Educación de España y Brasil, 2002), pp. 167-191. 18. Contenida en un volumen facticio compuesto por manuscritos autógrafos, titulado Poesias ineditas de Dn Tomas Yriarte y otras cosas en prosa como Cartas, Apuntamientos &c. Deben conservarse (BNM ms. 3172 –antiguo ms. J-214–). 19. J. de Cadalso la contesta en su carta escrita en Salamanca en febrero de 1774: “...pienso más en cierta samaritana que en todos los elefantes del Asia y todos los carmelitas de Europa”, en J. de Cadalso, Escritos autobiográficos y epistolario, ed. N. Glendinning y N. Harrison (Londres: Tamesis books, 1979), carta nº 38, pp. 78-79; cita en p. 78. 20. E. Cotarelo y Mori, Iriarte y su época (Madrid: Sucesores de Rivadeneira, 1897), en pp. 133-135. 21. Este soneto, con ligeras variantes, se publicó bajo el título “Á la general aceptación que logró en Madrid un elefante” en las Obras completas en verso y prosa de D. Tomas de Yriarte. Tomo II que comprehende Varias Poesias (Madrid: Imprenta Real, 1805), p. 252.
22. En efecto, en la Gaceta de Madrid correspondiente al martes 7 de septiembre de 1773 se anunciaba la venta en la librería de Miguel Escribano, calle de las Carretas, al precio de dos reales, de una Descripcion del Elefante, de su alimento, costumbres, enemigos é instinto; y explicación del uso que se hace de los Elefantes, modo de cazarlos y utilidades de sus colmillos en la Medicina y en las Artes: con la Estampa y noticias circunstanciadas que se han remitido de Manila para el Rei nuestro Señor (Madrid: Andrés Ramírez, 1773, 4º, 31 pp. + 1 estampa plegada grabada por J. F. Palomino), de la que hay ejemplar en BNM V.E. 360 (26). También se informaba que “en las Gradas de S. Felipe, Puesto de Felipe Tieso, se hallará otra estampa del mismo Elefante con las medidas exâctas de su magnitud”. En la del martes 7 de diciembre del mismo año se anunciaba que en la librería de Escribano “se hallará igualmente la Estampa de marca mayor, que representa el Elefante copiado del natural, y su esqueleto: el Rinoceronte ó Abada: y la Historia natural de uno y otro, con noticia del Elefante y Rinoceronte que hubo en esta Corte en tiempo del Rei Don Felipe Segundo”. 23. Disertación médico-histórica sobre la elefancía y su distinción de la lepra. Con noticias acerca del escorbuto, fuego de San Antón, peste, lúe venérea y otras dolencias cutáneas inmundas... Traducida del francés e ilustrada con notas (Madrid: Pacheco, 1786). Su autor es D. Raymond. Es obra dedicada a Campomanes. En BNM 2-65459. 24. Este cuadro, procedente de la colección de Isabel de Farnesio, se conserva en la actualidad en el palacio de Riofrío (Segovia). Fue incluido por J. Urrea en la exposición Itinerario italiano de un monarca español, Carlos III en Italia (1731-1759), celebrada en el Museo del Prado en febrero-abril de 1989, en cuyo catálogo (Madrid: Museo del Prado, 1989) se consigna con el nº 28, p. 132. Vid. AHN Estado, legs. 2760 y 2612. 25. J.-A. Álvarez de Quindós, Descripcion Histórica del Real Bosque y Casa de Aranjuez, dedicada al Rey Nuestro Señor, (Madrid: Imprenta Real, 1804; edición facsímil: Aranjuez, Doce Calles, 1993), en p. 334. La colección de Vistas de
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Aranjuez incluye una Vista de la Casa de las Bacas. 341 x 462 mm. Talla dulce. Grabada en 1775 por Francisco Muntaner por dibujo de Domingo de Aguirre. 26. Sitio Real de Aranjuez / Visto desde el arca del agua junto el Camino de Ocaña / por D. Domingo de Aguirre Capitan de Infanteria Ingeniero Ordinario de los R.E. Plazas y F. / Delineada en el año de 1773. 550 x 775 mm. Talla dulce. Estampa de la Colección de Vistas de Aranjuez, grabada por José Joaquín Fabregat. Vid. J. Carrete y E. Villena, El grabado en el siglo XVIII: José Joaquín Fabregat (Valencia: Generalitat Valenciana, 1990, núm. 23). En 1766, Manuel Salvador Carmona grabó una lámina siguiendo un dibujo de Antonio González Velázquez que representa la llegada del embajador marroquí Sidi Hamet Elgazel a San Ildefonso con su regalo de camellos, dromedarios y caballos para el rey Carlos III. Vid. J. Carrete Parrondo, El grabado a buril en la España ilustrada: Manuel Salvador Carmona (Madrid: Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, 1989), núm. 72. 27. J.-A. Álvarez de Quindós, ob. cit., pp. 332-334. 28. LA ZEBRA COPIADA POR LA NATURAL QUE EXISTE / Viva en posesion del Serenmo Sor Dn LUIS ANTONIO JAIME / de BORBON INFANTE DE ESPAÑA. Firmada y fechada abajo a la izquierda: Ludovicus Paret pingebat anno MDCCLXXIV. Aguada, 485 x 348 mm. Vid. Luis Paret y Alcázar (Bilbao: Departamento de Cultura del Gobierno Vasco, 1991), nº 53. 29. Conde de Floridablanca a Pedro Franco Dávila, San Lorenzo 17 de noviembre de 1777, Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid (MNCN), Real Gabinete, leg. 469. 30. Juan Bautista Bru a Pedro Franco Dávila, sin lugar ni fecha, en ibid. 31. La cuenta de Roberto Michel está fechada en Madrid a 25 de mayo de 1778. Ambas cuentas reciben el visto bueno de Dávila el 28 de junio. Al día siguiente, el maestro carpintero José Mercado firma haber recibido su dinero, mientras que con fecha 30 de junio, hace lo propio Pedro Michel. Floridablanca, con fecha Aranjuez 26 de junio, ordenó a Francisco Manuel de Mena, impresor de la Gaceta y el Mercurio, que abonase a Dávila las sumas adelantadas, añadiendo que “siempre que en lo sucesivo ocurra en el Gabinete alguna obra de escultura, convendrá me lo avise usted para que yo le indique el profesor que habrá de correr con ella”. En ibid. 32. Conde de Floridablanca a Pedro Franco Dávila, San Ildefonso 9 de septiembre de 1780: “He prevenido a Aranjuez que cuando esté enjuta la piel de la elefanta, y bien descarnados y limpios sus huesos, lo traigan todo, sin perder hueso alguno, y lo entreguen en ese Real Gabinete de Historia natural”. En MNCN, Real Gabinete, leg. 609. 33. Para la historia de las ménageries en la Europa medieval y moderna, vid. C. Lazzaro, “Animals as Cultural Signs: A Medici Menagerie in the Grotto at Castello”, en C. Farago (ed.), Reframing the Renaissance. Visual Culture in Europe and Latin America, 1450-1650 (New Haven-Londres: 1995, pp. 197227); G. Mabille, “La ménagerie de Versailles”, Gazette des Beaux-Arts 83 (1974), pp. 5-36; D. Hahn, The Tower Menagerie: Being the Amazing True Story of the Royal Collection of Wild Beasts (Simon and Schuster, 2003). 34. Vid. S. Oettermann, Die Schaulust am Elephanten. Eine Elephantographia curiosa (Frankfurt: 1982). 35. Pietro Longhi dedicó dos cuadros al rinoceronte, el conservado en Ca’ Rezzonico lleva una inscripción que indica que fue ejecutado por orden del noble veneciano Giovanni Grimani dei Servi; el de la National Gallery de Londres, es muy pare-
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cido, pero no tiene inscripción. Vid. T. Pignatti (ed.), Pietro Longhi. Paintings and Drawings. Complete Edition (Londres: Phaidon, 1969), ilustraciones a color 116 y 118. Quizá este rinoceronte itinerante fue el que dio ocasión a la creación del peluquín a la rinoceronte, de moda por esos años, al que alude el periodista Clavijo a comienzos de los sesenta: “Siendo de esta casta casi todos los Españoles, que viajan, no es de estrañar el verlos à su buelta menos cuidadosos de ser utiles à su patria, que de tener el pelo bien rizado, ò de llevar un peluquin peinado en ala de pichon, en grana de espinacas, ò à la Rhinoceronte.” (El Pensador, pensamiento XIX), pp. 166-167. 36. Vid. el interesante artículo de J.-B. Lacroix, “L’Approvisionnement des ménageries et les transports d’animaux sauvages par la Compagnie des Indes au XVIIIe siècle”, Revue française d’histoire d’outre-mer 65 (1978), pp. 153-179. 37. Véase al respecto el capítulo 7, dedicado a los “Elephant slaves”, del libro de L. E. Robins, Elephant Slaves and Pampered Parrots: Exotic Animals in Eighteenth-Century Paris (The Johns Hopkins University Press, 2002), pp. 186-205. 38. Madrid: en la Imprenta de Andrés de Sotos, 1784-1786, 2 vols. He manejado el ejemplar BNM sig. ER 2796. 39. Ob. cit. vol. II, pp. 38-40. 40. Registrado por J. E. Varey, Cartelera de los títeres y otras diversiones populares de Madrid: 1758-1840, (Londres: Támesis, 1995), docs. nº 221 y 226, pp. 233-234 y 236. El cartel se reproduce como lámina 6 en Fuentes para la historia del teatro VII (Londres: Tamesis Books, 1972). La documentación y el cartel se encuentra en Archivo Municipal de Madrid, Archivo Corregimiento A.C. 1-207-4. Para los espectáculos ambulantes de animales en el siglo XVIII, puede verse el artículo de A. Rieke-Müller, “«ein Kerl mit wilden Thieren». Zur sozialen Stellung und zum Selbstverständnis von Tierführern im 18. Jahrhundert”, Das Achtzehnte Jahrhundert 24.2 (2000), pp. 163-175. 41. Disparate de Bestia. 245 x 356 mm. Cobre, aguafuerte, aguatinta, punta seca y bruñidor. Sobre papel verjurado con filigrana MORATO, 289 x 389 mm. Prueba de estado antes de la letra con anotación manuscrita en ángulo superior derecho, y centrada en el margen inferior: 22 // Disparate de Bestia. Fundación Lázaro Galdiano, Madrid, inv. 11.590. Vid. M. Cano Cuesta, Goya en la Fundación Lázaro Galdiano (Madrid: Fundación Lázaro Galdiano, 1999), p. 227. 42. 206 x 297 mm. Pluma y tinta sepia sobre papel verjurado. Museo del Prado, Madrid, 420. Vid. P. Gassier, Les dessins de Goya (París: Office du Livre-Editions Vilo, 1975), vol. II, pp. 458-459: “Quant à ce dessin, Sánchez Cantón (Bibl. 145, nº 453) suggérait qu’il avait pu être exécuté à Bordeaux, sans doute au même moment que les dessins de cirque qu’on trouve effectivement dans les Albums G et H (vol. I). Mais la technique employée ici est tellement différente de tous les dessins exécutés à Bordeaux qu’il paraît impossible de soutenir pareille hypothèse. A notre avis, il s’agit d’une étude antérieure à 1800 et peut-être inspirée à Goya par une illustration de livre.” P. Gassier y J. Wilson lo catalogan con el nº 1532 en su obra Vie et oeuvre de Francisco Goya (Friburgo: 1970). 43. Vid. en este sentido la ficha correspondiente a esta estampa en Goya y el espíritu de la Ilustración (Madrid: Museo del Prado, 1989), nº 143, pp. 410-412. 44. J.-A. Álvarez de Quindós, ob. cit., pp. 332-334. 45. J.-B. Bru de Ramón, ob. cit., vol. II, p. 39.
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