Un asentamiento fortificado en la tardoantigüedad: el castro de El Castillón (Santa Eulalia de Tábara, Zamora)

October 12, 2017 | Autor: J. Sastre Blanco | Categoría: Late Roman Archaeology, Antigüedad Tardía, Zamora
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Descripción

9 Un asentamiento fortificado en la tardoantigüedad: el castro de El Castillón (Santa Eulalia de Tábara, Zamora) José Carlos Sastre Raúl Catalán

RESUMEN Desde el año 2007 se vienen realizando una serie de excavaciones y prospecciones sistemáticas en el yacimiento de El Castillón, con el objetivo de determinar unas características precisas del mismo y su cronología. Estas investigaciones se han centrado en determinar los sistemas defensivos, la zona metalúrgica y el área de viviendas. A tenor de los resultados obtenidos hasta el momento este poblamiento posee un marcado carácter estratégico y defensivo, ubicado dentro de los siglos IV-V d.C. PALABRAS CLAVE: Río Esla, osculatorio, toreútica, metalurgia, sistemas defensivos.

1. ASPECTOS GENERALES: LOCALIZACIÓN Y CONTEXTO HISTÓRICO El asentamiento fortificado de El Castillón se sitúa en la provincia de Zamora, a unos 35 km. al norte de la capital, dentro del término municipal de Santa Eulalia de Tábara (Fig. 9.1). Se emplaza sobre un espolón rocoso, que le confiere una posición dominante sobre el cauce del río Esla (Fig. 9.2), justo en el punto dónde el caudal se ve reducido a la menor anchura en varios kilómetros de cuenca. La edafología de la zona se compone esencialmente de arcillas ferruginosas y aportes sedimentarios en la zona más próxima al cauce del río, con abundantes aportaciones pétreas procedentes de los afloramientos de roca metamórfica que configuran el suelo base. En las zonas más elevadas la estratigraf ía natural se estructura sobre una base de roca metamórfica, conformada a base de esquistos y algunos afloramientos secundarios de otros minerales, como limonitas y hematites. Sobre esta plataforma se dispone un estrato de escasa potencia, conformado por arcillas y la degrada-

ción de la propia roca madre, todo ello cubierto por un nivel superficial, poco consistente, de aportaciones vegetales. En la actualidad, el paisaje dominante en la zona se organiza mediante la forma de una dehesa compuesta fundamentalmente por encinas y jara, con abundante monte bajo, dedicada esencialmente al aprovechamiento cinegético y ganadero. Las coordenadas UTM en el punto central de este asentamiento son las siguientes: X: 268.253.38, Y 4.635.629.37, con una altura media sobre el nivel del mar que se sitúa en torno a los 750 m. El asentamiento se organiza en el interior de un recinto amurallado de contornos vagamente ovalados (Fig. 9.3), que circunda al espolón rocoso por sus lados Norte, Oeste y Sur, ya que la zona Este se encuentra protegida de forma natural por los acantilados rocosos que encajonan el cauce del Esla. La superficie total englobada dentro del espacio amurallado se sitúa en el entorno de las tres hectáreas, si bien hay que precisar que en el año 2011 hemos podido constatar la existencia de un segundo recinto, más amplio, que circunda la muralla tardía, por lo que la superficie total amurallada puede ser en realidad algo superior. Hasta el momento se han localizado dos posibles accesos: uno situado en el sector Sur, en una zona de pendiente moderada, próxima al río, y otro en la franja Oeste, en el punto más alejado del Esla, donde el terreno presenta los contornos más suaves, y que, a tenor de las estructuras documentadas en su entorno, podría funcionar como la entrada principal del asentamiento, como veremos más adelante. No obstante, hay que resaltar que no podemos excluir la posible existencia de otros accesos secundarios, sobre todo en la cara norte de la muralla, para dar acceso a los espacios aterrazados situados en este espacio de fuerte pendiente.

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Figura 9.1. Localización de El Castillón en la Península Ibérica.

Figura 9.2. Imagen de satélite del yacimiento.

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Figura 9.3. Planimetría del yacimiento.

En cuanto a la organización del espacio interno, hasta el momento se ha podido confirmar la presencia tanto de espacios productivos como de habitación, que analizaremos en profundidad en las páginas siguientes. Los materiales recuperados, entre los que tenemos que destacar la gran cantidad de cerámicas decoradas así como diversas formas de TSHT, nos remiten a la segunda mitad del siglo V, concretamente a los años comprendidos de una forma aproximada entre el 440 y el 470 d.C. Este hecho nos parece destacable, ya que el volumen de estudios dedicados a este periodo dentro del ámbito de la provincia de Zamora es ciertamente limitado, sobre todo si se compara con la gran cantidad de bibliograf ía existente para las fases alto imperial y para los siglos VI y VII, coincidiendo con la anexión de este territorio al Reino Visigodo (MARTÍN VISO, 2000). Sin duda, esto se debe en parte a la presencia en la provincia de yacimientos paradigmáticos como el campamento romano de Petavonium, en Rosinos de Vidriales, los importantes alfares de Melgar de Tera, que constituyen uno de los centros más importantes

para comprender la implantación de la alfarería romana en Hispania, o la imponente iglesia de San Pedro de la Nave, ya para el periodo posterior. A ello hay que añadir la dificultad para identificar la secuencia material de los últimos compases del Imperio, ya que hasta fechas muy recientes no ha sido posible situar determinados elementos de una forma precisa dentro de este espacio cronológico, lo que ha ocasionado que durante mucho tiempo los materiales de los siglos IV y V se hayan englobado de forma genérica dentro del grupo de materiales «tardorromanos». Este hecho sin duda ha retrasado de forma considerable el establecimiento de modelos cronológicos apropiados con los que tratar de explicar la secuencia evolutiva de los yacimientos de este momento a partir de la evidencia material. Como resultado, al igual que sucede con muchas otras zonas de la Península Ibérica, los trabajos en los que se aborda algún aspecto del siglo V dentro de este espacio territorial son ciertamente limitados, y entre ellos han sido mucho más numerosos los estudios realizados desde el punto de vista de la arqueología que los desarrolla-

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dos desde un punto de vista meramente histórico. Al igual que sucede para el periodo alto imperial, pero a una escala más reducida, este hecho se ha visto favorecido por la importante riqueza que la provincia de Zamora atesora en yacimientos pertenecientes al siglo V, con ejemplos tan notables a nivel peninsular como la necrópolis de Fuentespreadas (CABALLERO, 1974) o el castro del Cristo de San Esteban, en Muelas del Pan (DOMÍNGUEZ, NUÑO, 2001). De hecho, muchas de las apariciones de la provincia de Zamora en la historiograf ía dedicada al siglo V peninsular se deben a la necrópolis de Fuentrespreadas, ya que este yacimiento se consideraba como uno de los exponentes más claros del horizonte de las «necrópolis del Duero» (BLAZQUEZ, 1974; ARCE, 1982). De acuerdo con los postulados de esta teoría, que defendía que este tipo de cementerios eran el reflejo de la instalación de contingentes militares foráneos en el cuadrante norte de la meseta a lo largo de los siglo IV y V, Zamora y su provincia quedaban englobadas dentro de este presunto limes, que venía a solaparse con el último periodo de ocupación de las villae, momento en el que surgirían una serie de castella vinculados a la defensa de esta frontera interna. Hoy en día este modelo explicativo ha sido superado, y la idea imperante es que se trata de fenómenos cuyo origen se encuentra en el sustrato local tardo romano (VIGIL ESCALERA, 2009). Por último, hay que destacar especialmente el trabajo que P. C. Díaz ha dedicado de forma exclusiva a la evolución del reino suevo, desde su instalación en Hispania hasta la anexión por parte del reino visigodo a finales del siglo VI (DÍAZ, 2011), ya que en él se trata en varias ocasiones de la situación política y militar del reino suevo en la provincia de Zamora, en especial en el valle del Esla y la zona denominada sabaria por las fuentes tardías. En su obra el autor refleja la gran complejidad a nivel político y la diversidad de poderes en juego en todo este territorio, con zonas presumiblemente bajo el poder de las aristocracias locales provinciales, y otras áreas dominadas por los monarcas suevos o su entorno. En esta obra se llega a citar de forma implícita El Castillón, como integrante de un sistema defensivo configurado en el siglo VI, junto a otros asentamientos similares como Muelas del Pan, para hacer frente a la amenaza expansionista que la política de Leovigildo representaba para el reino Suevo. Si bien creemos

que esta afirmación nos parece correcta para el caso de Muelas del Pan, pensamos que la evidencia material de El Castillón contradice en parte esta teoría, como veremos a continuación.

2. CARACTERÍSTICAS GENERALES Desde que se inicio este proyecto de investigación en el año 2007, hasta la fecha actual, uno de los objetivos primordiales de la investigación desarrollada en el yacimiento de El Castillón ha sido el de poder realizar un mapa lo más preciso posible de este yacimiento, sobre todo en cuanto a la distribución interna de sus estructuras, sus sistemas defensivos y las estructuras situadas al exterior del recinto amurallado. Algunos de los aspectos que abordamos a continuación ya han sido tratados con anterioridad (RODRÍGUEZ, SAS TRE, 2008; SASTRE, TEJEIRO, 2010), pero la mayoría de los datos que reflejamos en este trabajo son el fruto de las campañas de excavación de los últimos tres años. Al comienzo de este estudio apenas contábamos con los escasos datos que nos ofrecían las prospecciones realizadas anteriormente. Actualmente la información que poseemos al respecto es suficientemente amplia para poder ofrecer un mapa aproximado de lo que sería la distribución interna de este asentamiento, que se verá acompañado por el levantamiento topográfico del mismo que se está realizando en el momento de la redacción de este artículo. Con los datos que tenemos en este momento, apoyados por las numerosas prospecciones y sondeos realizados, observamos un espacio ligeramente superior a 3 Ha, rodeado en su totalidad, excepto por la zona Este, por una muralla de entre 4 y 6 m de anchura, y una altura máxima estimada en el punto más alto de unos 8 m de altura. Los recientes trabajos de prospección han podido localizar una segunda línea defensiva situada al exterior de esta primera muralla, la cual se extendería desde la entrada principal al poblado, localizada en la zona Oeste, en dirección hacia el Sur, cerrando la totalidad de ese espacio. La distancia entre ambas murallas oscila entre los 12 y 14 m. En cuanto a las estructuras interiores hemos podido localizar dos espacios bien definidos, gracias a los diversos sondeos realizados. Por un lado nos encontramos con una zona metalúrgica

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situada en la zona Norte de este asentamiento, muy cercana a la muralla. El otro espacio perfectamente definido es una gran estructura habitacional, relacionada con un lugar de almacenamiento de alimentos, conformado por una construcción con unas dimensiones de 23 × 12 m, de la que se han excavado hasta la fecha un total de 6 habitaciones, en las cuales se ha localizado una gran cantidad de restos de fauna y cerámicas, además de otros elementos como vidrios, metales, lítica, etc. Los trabajos de prospección llevados a cabo en estos cinco años de investigación nos han revelado la presencia de al menos cuarenta posibles unidades habitacionales, destacando la presencia de cuatro estructuras de grandes dimensiones, muy similares a las del almacén excavado. No obstante, hay que señalar que, como es lógico, es muy dif ícil poder establecer un mapa preciso de las diferentes funcionalidades de cada una de las

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estructuras documentadas, en base únicamente a la información obtenida a través de estas prospecciones superficiales.

3. SISTEMAS DEFENSIVOS Uno de los principales objetivos que se plantearon desde el comienzo de la intervención arqueológica en el yacimiento de El Castillón ha sido el estudio de los sistemas defensivos, con el objeto de poder establecer unas características propias de los mismos y una cronología lo más precisa posible sobre la construcción de estos elementos. Con esta finalidad se realizaron dos sondeos en la muralla, en las zonas Norte y Oeste. El efectuado en el sector Oeste documentó una muralla realizada a base de sillarejos trabados entre sí mediante una argamasa rojiza muy compacta, con una anchura de 6 m (Fig. 9.4). Por su parte, el

Figura 9.4. Sondeo realizado en la cara Oeste de la muralla, donde se aprecia el lienzo interior de esta y los derrumbes de la zona superior.

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sondeo del sector Norte (efectuado durante la campaña de 2011), nos ofreció una mayor información, ya que nos mostró un sistema constructivo no documentado en el sondeo realizado en la zona Oeste, descubriendo una muralla construida a base de dos muros realizados mediante mampuestos de diferentes dimensiones, rellenándose su interior con piedras de diversos tamaños, junto con una argamasa rojiza muy compacta. La anchura total de este tramo de muralla se sitúa en torno a los 5 m de grosor. A su vez, dentro de este mismo sondeo, hacia la zona interior del poblado se localizó un nuevo lienzo de muro de unos 70 cm de anchura, realizado mediante sillares de diversos tamaños trabados mediante una argamasa rojiza muy compacta. La distancia entre este muro y la muralla es de menos de 2 m. En esta construcción se llegó a localizar la zanja de fundación del mismo, excavada en el sustrato geológico rocoso. Con los datos que poseemos actualmente no podemos identificar este muro con una posible estructura, de la cual no se observaría ningún tipo de resto en superficie, o con una muralla anterior. Como ya hemos referido anteriormente, las prospecciones realizadas nos han ofrecido una valiosa información sobre los sistemas defensivos de El Castillón. La muralla principal se extiende por la totalidad del asentamiento, a excepción de su zona Este, donde el imponente farallón rocoso la hace totalmente innecesaria. El grosor de la misma es mayor en su zona Oeste —la de más fácil acceso—, donde posee una anchura de unos 6 m. En este sector se aprecia la presencia de varias estructuras adosadas a la muralla, muy cercanas a la puerta principal. Por otra parte, hay que indicar que, si bien las diversas prospecciones llevadas a cabo no han podido determinar la presencia de algún tipo de torre o bastión junto a la puerta, sin embargo, el gran derrumbe que se aprecia en esta zona podría esconder alguno de estos elementos defensivos. Al exterior de este primer recinto amurallado se ha podido localizar una segunda línea defensiva, la cual parte desde la puerta principal en dirección Sureste, con una anchura de entre 4 y 5 m. Más que de una segunda muralla, quizás deberíamos de hablar de un antemuro, que serviría para defender esta zona. No hemos podido localizar una línea defensiva similar en la zona Norte. Por el momento, no nos atrevemos a aventurar una cronología determinada para esta construcción, por lo que no pode-

mos descartar que se trate de una estructura previa a la ocupación tardo antigua.

4. ZONA METALÚRGICA Entre las estructuras documentadas dentro del ámbito amurallado, contamos con un espacio dedicado a la metalurgia (Fig. 9.5), lo que también se ha verificado en otros asentamientos similares de este periodo como en el yacimiento francés de la Roc de Pampelune, en el Sureste de Francia (PAGÉS et alii, 2005). En la zona metalúrgica se han excavado dos grandes estructuras ovaladas, próximas a la muralla, que se han podido identificar como hornos metalúrgicos. Estas estructuras ovaladas, relacionadas con el trabajo del metal, se han podido excavar en casi su totalidad. Los dos hornos alcanzan unas dimensiones de 4 metros de longitud por 2,40 metros de anchura, presentando paredes convergentes de grandes bloques de cuarcitas y adobes en su parte más alta. Contarían además con una pequeña entrada de 40 centímetros de anchura, jalonada por dos grandes bloques verticales de cuarcita. Los dos hornos se han podido datar en época tardoantigua gracias a los aportes de material cerámico recuperado, y en uno de los dos se puede advertir la presencia de dos fases constructivas, de las que la primera de ellas se asienta sobre un posible estrato de la Edad del Hierro, como así lo atestigua la cerámica asociada al muro encontrado en la parte inferior del horno, sobre el nivel geológico. Las escorias recogidas en el interior de los dos hornos superan los 50 kilogramos y han sido analizadas por el Departamento de Ciencia de los Materiales e Ingeniería Metalúrgica de la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Complutense de Madrid. Las escorias fayalíticas encontradas (silicatos de hierro), proceden de hornos de reducción del hierro de los cuales se obtendrían fragmentos para la forja en caliente y enfriado al aire. Del estudio de las piezas se ha podido deducir también que eran hierros acerados, suaves y de bajo contenido en carbono, lo que sugiere la presencia de herreros muy bien cualificados para la realización de estas piezas de tan alta calidad. Destaca también la presencia entre las escorias de ringwoodita, un mineral del que sólo se tiene constancia en toda la Península Ibérica en la provincia de Cáceres.

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Figura 9.5. Sondeos realizados en la zona metalúrgica, con el horno y el muro amortizado por este en primer término.

5. ESTRUCTURAS HABITACIONALES La investigación referente a las estructuras habitacionales se ha concentrado en el sondeo realizado en la zona central del yacimiento, y en las numerosas prospecciones que se han realizado en toda la zona interior de este poblado. Como indicamos anteriomente, los trabajos han revelado la presencia de más de 40 estructuras identificables en superficie. Entre esta gran cantidad de estructuras se han podido localizar al menos siete de grandes dimensiones, de entre 20 y 23 m de longitud, que se sitúan principalmente en la zona occidental del asentamiento. Por el contrario, en la zona oriental nos encontramos con una gran cantidad de edificaciones de un menor tamaño, donde se observan numerosos derrumbes. El sondeo realizado en la zona central, donde se identificaba en superficie una gran estructura, nos ha revelado la presencia de un edificio de

más de 23 m de longitud, por 12 m de anchura. Las excavaciones en este lugar se han prolongado desde 2007 hasta la última campaña correspondiente a 2011. Hasta la fecha se han podido identificar un total de 6 estancias correspondientes a una misma vivienda. Debido a las características generales que hemos podido documentar en cada una de estas estancias, y a falta de poder desarrollar con mayor precisión los datos correspondientes a la última campaña de excavaciones, parece ser que nos encontramos ante un gran edificio relacionado con un lugar de almacenamiento y tratamiento de productos alimenticios. Este complejo habitacional está compuesto por una serie de muros realizados mediante mampuestos de diversos tamaños, trabados entre sí mediante una arcilla rojiza muy compacta. La altura máxima conservada de estos muros es de más de 1,70 m. La techumbre se realizaría mediante un entramado lígneo cubierto con lajas de pizarras, y los suelos de las diversas estancias estarían formados,

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bien por niveles de tierra batida, o por enlosados de pizarras y esquistos, como detallaremos más adelante. La primera estancia que se excavó fue la 01, situada en la parte central de este gran edificio. Los estratos documentados en el interior de esta estancia nos indicaban un importante nivel de destrucción, lo que ha podido ser constatado en el resto de estancias excavadas hasta el momento. Presentaba un nivel de ocupación formado por un suelo de tierra batida y apisonada de color rojizo, y el acceso a esta habitación se encontraba situado en la parte central del muro Sur. Esta estancia se encontraba repleta de restos cerámicos, principalmente tinajas y dolias, además de una importante cantidad de TSHT y cerámica estampillada, así como ollas y cuencos. Por esto, y por la gran cantidad de fauna recuperada en este lugar, hemos podido determinar el uso del mismo como un lugar de almacenamiento. Algunos de los materiales más significativos, los cuales describiremos más adelante, han sido localizados en este almacén, como por ejemplo el osculatorio, el pendiente de bronce y la cuenta de vidrio gallonada. En la Estancia 02 (Fig. 9.6), que se encuentra situada en la zona central de este complejo habitacional, pero ubicada al Oeste del almacén (Estancia 01), se documentó un nivel de destrucción similar al de la Estancia 01, pero de menor potencia. El nivel de ocupación de esta habitación era de tierra batida y apisonada de color rojizo, presentando un pequeño hogar en su zona central. La cantidad de elementos arqueológicos era mucho menor que en el almacén anteriormente descrito, destacando la presencia de unas pinzas de bronce.

Figura 9.6. Vista general de la Estancia 2 tras su excavación.

En tercer lugar se excavó la denominada Estancia 03, situada al Sur del almacén (Estancia 01), en la que hemos podido documentar una interesante sucesión de fases constructivas que nos han pemitido verificar el reducido marco cronológico en el que se mueve este edificio. En esta habitación pudimos confirmar la presencia de, al menos, dos momentos diferentes de ocupación de la misma. La última fase de este espacio correspondería a un muro paralelo al muro Sur de la Estancia 1 —al que se adosa—, y que se asienta sobre un enlosado de argamasa, pizarras y esquistos, muy irregular. Este mismo nivel habría servido como cimentación para la realización de una estructura circular, situada en la esquina Sureste de esta habitación, la cual serviría para contener un dollia, como así demostraron los restos cerámicos allí recuperados. La cimentación del enlosado se asentaba sobre un relleno de materiales muy diversos, donde el aglutinante estaba conformado por arcillas de color naranja, mezcladas con fragmentos de ímbrices, molinos circulares y cerámicas a mano de la Edad del Hierro, a los que hay que añadir pequeños fragmentos de cerámica más modernos. Entre ellos destaca la presencia de abundantes elementos de cerámica estampillada y sigillata tardía, idénticos a los documentados en los niveles de destrucción, lo que nos indica que el tiempo transcurrido entre esta última reforma y la destrucción del edificio no debió de ser demasiado amplio. Bajo el enlosado de esta estancia se encontraba el nivel geológico, por lo que no podemos intuir la presencia de fases anteriores a la de época tardo romana. Si éstas existireron, la edificación de las fases tardoantiguas las desmanteló de forma total hasta alcanzar el sustrato rocoso, lo que parece ser habitual en otros yacimientos de estas características en la zona occidental del Imperio, como se ha documentado en el asentamiento francés de Écrille (GANDEL et alii, 2008). El resto de estancias descubiertas en esta gran estructura habitacional se han excavado durante la última campaña, correspondiente al año 2011, por lo que los datos que actualmente manejamos de las mismas no son del todo completos, al encontrarnos inmersos en los correspondientes trabajos de análisis de los materiales arqueológicos y de toda la documentación recogida. Se trata de tres estancias, la primera de ellas opuesta al almacén (Estancia 01), pero de mucho menor tamaño. Presenta un suelo de tierra batida endure-

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cida, y un pequeño hogar situado en la zona central de la misma, junto al muro Norte. La Estancia 07 es la de mayor tamaño de todas las excavadas hasta la fecha, con unos 12 × 6 m (Fig. 9.7). Posee un nivel de ocupación formado por losas de cuarcitas, esquistos y pizarras, algunas de ellas de gran tamaño. Este enlosado se apoya en algunas zonas sobre un nivel arcilloso, de color anaranjado y muy compacto, que puede relacionarse con un preparado; mientras que en otras zonas están en contacto con el nivel geológico, el cual es apreciable en numerosas zonas. Junto al muro Sur de esta estancia se descubrió la presencia de un posible banco corrido, el cual ocuparía casi la totalidad de la longitud del muro Sur, al cual se adosaba. Adosado al muro Noreste de la Estancia 07 se documentó otro posible banco corrido. La entrada a esta estancia se produciría a través de una puerta situada en la zona central del muro Norte. A tenor de la gran cantidad de restos de fauna que aparecieron en esta habitación, a día de hoy, nos parece identificable con una zona de almacenamiento de productos o un lugar para el tratamiento de los mismos. Por último, nos encontramos con la Estancia 08, la cual es la que menos información nos ha aportado hasta el momento sobre su uso y funcionalidad. Se trata de una habitación rectangular adosada a la Estancia 07, con una entrada situada en su zona Norte, y otra en la zona Sur, desde la cual se accedería a la mencionada Estancia 07. Presentaba restos muy fragmentados de un enlosado, especialmente en su zona Este.

6. MATERIALES ARQUEOLÓGICOS En lo referente a los materiales arqueológicos, el lote más numeroso es el correspondiente a las cerámicas, junto al que se cuentan también numerosos restos metálicos, líticos, óseos y vidrios. En el presente trabajo no es posible realizar una exhaustiva descripción de todos ellos, por lo que nos ceñiremos a una pequeña selección de los que, a nuestro criterio, consideramos más representativos. Antes de pasar a analizarlos con detenimiento nos parece importante señalar la coherencia cronológica del conjunto, ya que pensamos que una de las características más destacables de este yacimiento es la de poder disponer de conjuntos cerrados y con un marco temporal tan definido. Sin duda, esta circunstancia puede ser una

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Figura 9.7. Fotografía de la estancia 7 tras su excavación.

herramienta muy útil a la hora de establecer los límites cronológicos en los que debemos situar determinados elementos de la cultura material del siglo V d.C.

Metales y otros materiales Entre los numerosos objetos metálicos que hemos localizado sobresale la presencia de una gran cantidad de clavos, punzones y cuchillos de hierro, así como herraduras de caballo, arandelas, etc. Todos estos materiales, junto con las escorias recuperadas en estos hornos, están siendo analizados por el Grupo de Investigación de Tecnología Mecánica y Arqueometalurgia de la Universidad Complutense de Madrid, dirigido por el Profesor D. Antonio J. Criado Portal, con el objetivo de conocer con exactitud la duración de los diversos hornos y las diferentes reutilizaciones y reparaciones de los mismos que nos muestra la secuencia estratigráfica. Los objetos de hierro podemos clasificarlos en varios tipos, destacando por un lado los elementos catalogados como útiles (clavos, punzones, cuchillos, herraduras, etc.), y por otro, los clasificados como restos de fundición o reducción, como es el caso de las escorias. Entre los objetos de bronce, además de algunos elementos más comunes, como son determinadas asas y unas pinzas de bronce, así como algún fragmento de pendiente circular, destacan dos elementos muy relevantes y singulares, sobre todo por su valor como marcadores cronológicos: nos estamos refiriendo a un osculatorio (Fig. 9.8) y una f íbula, recuperados en distintos ámbitos pero cuya cronología es coincidente, lo que refuerza la impre-

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Figura 9.8. El osculatorio tras el proceso de restauración (fotografía del Museo Provincial de Zamora).

sión de que nos encontramos ante un asentamiento cuyos límites cronológicos son ciertamente limitados. El osculatorio descubierto en El Castillón se recuperó en un excelente estado de conservación, encontrándose completo. Consta de tres partes perfectamente diferenciadas, anilla, vástago y remate. Está realizado a molde, con una aleación de cobre, estaño, plomo y zinc. La longitud total de esta pieza es de 112 mm. La anilla es de sección circular, presentando un diámetro de 22 mm y estaría formada por una pequeña lámina aplanada, lo que le da una consistencia frágil. El vástago está compuesto por una pieza alargada, más abombada en su parte central, estrechándose en aquellas zonas donde se une con la anilla y el remate (no debemos olvidar que se trata de una pieza maciza, realizada a molde, y que por ello consta de tan solo una pieza y no tres). Este vástago tiene una longitud de 70 mm. Por último, la parte más interesante del osculatorio puede ser el remate, ya que es el que le otorga una singularidad especial a esta pieza. El remate está compuesto por una pareja de aves (posiblemente palomas) afrontadas, unidas por el pico, situadas

sobre una pequeña peana. Los rasgos anatómicos de estas figuras se encuentran muy marcados, mediante pequeñas incisiones con las cuales se ha intentado marcar el plumaje, el pico y los ojos de las mismas. Este tipo de elementos es relativamente común, aunque hasta la fecha son pocos los que se han encontrado dentro de un contexto arqueológico cerrado (ALONSO, 1988). Podemos citar algunos de los casos más interesantes de todos aquellos hallados en la Península Ibérica hasta el momento, como son los de Simancas (Valladolid), Las Merchanas (Salamanca), Las Pizarras (Segovia), Suellacabras (Soria), Clunia (Burgos), Mérida (Badajoz), La Torrecilla (Madrid), Segobriga (Cuenca), Carpio de Tajo (Toledo), Azúa (Álava), Montefrío (Granada), etc. lo que parece indicar una amplia dispersión de este tipo de elementos (SASTRE BLANCO, FUENTES MEL GAR, 2011). En cuanto a los materiales de cobre tan sólo hemos podido recuperar un fragmento correspondiente a una pequeña hebilla cuadrangular. Los elementos de plomo no han sido significativos en estas cuatro campañas de excavaciones arqueológicas, reduciéndose tan sólo a un ejemplar de plomo indeterminado, formando una mole compacta, que nos hace imposible identificar el posible uso de este material. En cuanto a los materiales relacionados con la industria ósea sobresalen varios enmangues para cuchillo o punzones, realizados en asta de ciervo, además de un pequeño botón de hueso decorado con motivos circulares. Entre los materiales de vidrio contamos con un gran número de fragmentos procedentes probablemente del mismo cuenco, y una cuenta de collar gallonada de color verdoso realizada en pasta vítrea, muy común en los contextos de epoca bajoimperial y que va a ser asimismo frecuente en las necrópolis de época visigoda como Duratón o Espirdo, donde se recuperó una idéntica formando parte del collar localizado en la Sepultura 24 (JEPURE, 2004). Finalmente, contamos con numerosos elementos líticos como afiladores, pesas de tejado, etc., cuyo valor como indicador cronocultural es ciertamente muy limitado. Los restos de fauna son muy numerosos, especialmente en las Estancias 01 y 07, correspondientes a la gran estructura habitacional, las cuales han sido identificadas como lugares de almacenamiento. Estos restos corresponden prin-

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cipalmente a ovicápridos, bóvidos, aves y suidos, aunque también se han documentado, en menor medida, cérvidos, malacofauna y pequeños roedores.

Toréutica Hasta el momento, los elementos de adorno personal recuperados en El Castillón son escasos y relativamente sencillos, limitándose a una pequeña hebilla de cobre y un aplique realizado en hueso, que ya hemos mencionado. A ellos hay que añadir la pieza más destacada, una pequeña f íbula de bronce (Fig. 9.9), que por sus características cronotipológicas constituye una de las aportaciones más destacables del conjunto de materiales recuperados en las últimas campañas de excavación. La pieza es un ejemplar de f íbula derivada del tipo Vyškov, que fue recuperada en la zona Norte de la muralla, en uno de los contextos de abandono localizados en la campaña de excavación de 2011. Si bien nos ha llegado incompleta, ya que el extremo inferior de la misma se ha perdido, esta circunstancia no impide en absoluto la identificación del broche, cuyo estado de conservación es, por lo demás, excelente. Se trata de un ejemplar fundido en bronce, de una sola pieza, con la aguja realizada en hierro, que es la parte más deteriorada, como suele ser habitual. La cabeza es de contornos triangulares, con los vértices redondeados, y la parte del pie presenta dos pequeños apéndices circulares, como es frecuente en este tipo de producciones. Tanto la zona del pie como la cabeza presentan una cuidada decoración biselada, que da lugar a un intrincado patrón geométrico, similar al que se documenta en otros ejemplares contemporáneos como los recuperados en Dombovár (Hungría) o Flamincourt (Francia). A pesar de que no podemos precisar con exactitud la longitud total de la pieza, ya que falta una parte considerable del pie, en virtud de las dimensiones de la parte conservada el total no debió de superar los 6 cm. La aparición de una f íbula de este tipo constituye un importante marcador cronológico, ya que la mayoría de las piezas recuperadas hasta la fecha, sobre todo en contextos centroeuropeos, se vienen situando dentro del periodo D2/D3 de J. Tejral, cuyas fechas abarcan entre el 440-480 d.C. (KA

Figura 9.9. Imagen de la fíbula tipo Vyškov.

ZANSKI, 1998). El origen de este modelo de broches se encuentra en la cuenca del Danubio medio (BIERBRAUER, 1989), desde donde se extenderá de forma paulatina hacia el Este —llegando hasta Crimea—, y hacia las regiones occidentales del Imperio Romano, donde el límite más extremo lo encontramos hasta el momento en el ejemplar aparecido en el castrum de Sobrado dos Monxes, en la Coruña (CAAMAÑO, 1984). La mayoría de estos broches han aparecido de forma aislada, en contextos relativamente «descontextualizados», generalmente asociados a niveles de abandono, como es nuestro caso. Son escasos los ejemplares de este tipo de f íbulas que se han recuperado asociados a contextos cerrados, como en el caso de las necrópolis de Argamum o Vajuga, lo que impide poder formular una atribución étnica concreta. No obstante, los hallazgos procedentes del mundo funerario parecen indicar que se trata de un modelo de broches que surge dentro del entramado cultural germano oriental, ya que en estos cementerios se han documentado asociadas fundamentalmente a las inhumaciones femeninas, en las que aparecen portadas por parejas, una sobre cada hombro de la difunta, lo que constituye uno de los rasgos distintivos de la cultura de Chernajov. No obstante, hay que señalar que por sí sólo este tipo de f íbula no puede ser empleado como un marcador étnico —y menos en el contexto en el que apareció nuestro ejemplar—, ya que a lo largo del siglo V se documenta que un buen número de elementos de adorno personal procedentes del Danubio central van a confor-

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mar un modelo prestigioso, que va a ser adoptado en todo el occidente romano por poblaciones de extracción cultural muy diversa.

La cerámica Como es habitual en la mayor parte de los asentamientos de este periodo, la cerámica aporta, de forma indiscutible, la mayor cantidad de material arqueológico recuperado. Dentro del conjunto de producciones documentadas, se ha podido diferenciar una gran variedad de formas y servicios, entre los que es posible distinguir tres grandes grupos. En primer lugar contamos con los grandes contenedores, destinados a almacenar materias primas o productos elaborados, un segundo grupo lo componen los recipientes diseñados para la elaboración de alimentos, denominados de forma común como cerámica de cocina, y por último contamos con las diferentes formas de vajilla cuya función esencial es la presentación de los alimentos una vez finalizados y listos para su consumo. Todos los elementos recuperados hasta la fecha ofrecen un arco cronológico muy coherente, que tenemos que situar en torno al tercer cuarto del siglo V, fundamentalmente a través de los paralelos con otros yacimientos similares —localizados esencialmente en la Meseta Norte—, y gracias a la asociación de los conjuntos cerámicos con cierto tipo de elementos cuya cronología puede darse por segura, como es el caso de la f íbula recuperada en 2011. Por otra parte, hay que señalar que ha sido de gran ayuda poder documentar la presencia de ciertas formas de vajilla asimilables a producciones foráneas, cuya fecha se viene situando de forma generalizada dentro del siglo V d.C. como veremos más adelante. A continuación vamos a pasar a detallar alguna de las formas más significativas de cada grupo, ya sea por su origen, su morfología o la relevancia que algunas de estas producciones tienen como marcador cronológico. Dentro del grupo de los grandes contenedores o dollia nos encontramos con una serie de producciones muy homogéneas, ya que se trata de piezas en las que lo que prima es el sentido funcional, cuya característica principal es su gran tamaño y el marcado espesor de sus paredes y la boca. Los ejemplares documentados están realizados mediante cocciones oxidantes, lo que da lugar a tonos marrones claros y beiges, a

partir de pastas en las que se verifican una buena cantidad de desgrasantes de buen tamaño, fundamentalmente mica y cuarcitas. Su forma es ligeramente globular, con la boca abierta y los labios engrosados, cuyos perfiles son generalmente planos o ligeramente redondeados. La decoración de este tipo de piezas es escasa, limitándose en la mayoría de los casos a una banda situada en la zona de los hombros, que suele configurar ondas u ondulaciones en forma de crestas, como es común en muchas de las cerámicas de yacimientos contemporáneos y que aparece también generalizada en los yacimientos de época visigoda como los documentados en la comunidad de Madrid (VIGIL ESCALERA, 2009). La mayoría de estas piezas se han localizado en el interior de la vivienda, junto a un gran número de cerámicas de cocina, en las estancias que hemos interpretado como almacenes. Hay que destacar un ejemplar recuperado en la campaña de 2010, que apareció formando parte de una estructura construida en uno de los extremos de la Estancia 03. Esta pieza fue reutilizada, ya que el fondo de la misma, que no se localizó, debió de ser recortado para configurar una pequeña alacena, cuyo contenido no podemos precisar. En cuanto a los recipientes de cocina, entre ellos se ha podido documentar una variedad morfológica algo más amplia, si bien hay que señalar que las formas predominantes son las características ollas globulares, de labios ligeramente exvasados y perfil redondeado, asentadas sobre un fondo plano que en muchas ocasiones está ligeramente engrosado. Se trata de piezas realizadas a torno rápido y mediante cocciones de tipo reductor, con pastas en las que es frecuente la aparición de desgrasantes de mica plateada y cuarcitas de tamaños mediano y grande, destinadas a mejorar las propiedades de resistencia al fuego de estos recipientes. La decoración de este tipo de piezas es muy sobria, consistiendo fundamentalmente en la característica banda de motivos ondulados situada entre la boca y el hombro de la pieza (Fig. 9.10), realizada de forma previa a la cocción, y que en algunos casos se llega a enmarcar entre dos listeles. Este tipo de ollas es uno de los elementos más frecuentes dentro del repertorio de cerámicas de El Castillón, y sus características formales las acercan a formas análogas recuperadas en otros yacimientos del interior peninsular, entre los que podemos citar los de la fase más antigua de

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Figura 9.10. Olla de cerámica común, con decoración de bandas en el cuello.

El Pelícano o el Rasillo, en la provincia de Madrid (VIGIL ESCALERA, 2009), o los de Navasangil (LARRÉN, 2003), en Ávila. Dentro de la provincia de Zamora también las encontramos en el cercano yacimiento del castro del Cristo de San Esteban, en Muelas del Pan (LARRÉN, 2003; DOMÍNGUEZ, NUÑO, 2001), un asentamiento fortificado con el que el Castillón comparte buena parte de sus rasgos esenciales y su contexto cronocultural, como veremos más adelante. La cronología que se viene otorgando a este tipo de producciones en los estudios más recientes las sitúa entre mediados del siglo V e inicios del siglo VI. Otra de las formas más significativas son los morteros, de los que se han recuperado varios ejemplares, realizados en pastas muy similares a las de las ollas descritas anteriormente. Su tamaño apenas presenta variaciones, y lo más interesante de este tipo de piezas es su proximidad a los modelos sudgálicos, concretamente a las formas Rigoir 9 y Rigoir 26 de las producciones de DSP, que se vienen fechando a lo largo de un dilatado periodo que viene a abarcar todo el siglo V e inicios del siglo VI. Por último, también hay que mencionar la presencia de algunos ejemplares de barreño, de pequeñas dimensiones, realizados a torno rápido y con facturas muy próximas a las de las ollas y los grandes contenedores. Sin duda, mayor variedad formal encontramos entre el tercer conjunto de cerámicas, las destinadas al servicio de mesa. Entre ellas hay que diferenciar tres grupos distintos. Por un lado conta-

Figura 9.11. Fragmento de escudilla de TSHT, con estampillas de motivos antropomorfos.

mos con las producciones de TSHT de colores rojizos (Fig. 9.11), junto a las que encontramos piezas que se pueden catalogar sin problemas como imitaciones formales de producciones de DSP sudgálica, de las que el ejemplo más claro es el cuenco decorado con estampillas que se puede contemplar en la exposición permanente del Museo Provincial de Zamora (Fig. 9.12). Un tercer grupo, de dif ícil clasificación, está constituido por un extenso grupo de ejemplares, que también parecen guardar una relación muy estrecha con las DSP, pero cuya calidad es superior a la de las

Figura 9.12. Cuenco imitación de DSP, forma Rigoir 18. ¿Producción local? Foto Museo Provincial de Zamora.

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Figura 9.13. Distintos fragmentos de vajillas oscuras estampilladas.

imitaciones de este tipo de cerámicas (Fig. 9.13). A continuación pasamos a ofrecer una descripción de los aspectos más destacables de cada categoría. – Producciones de TSHT: dentro de este grupo contamos con un reducido conjunto de piezas, tanto en cantidad como en lo que respecta a variedad formal, si bien hay que señalar que alguno de los ejemplares recuperados se cuenta entre los mejor conservados de todo el lote de cerámicas. Hasta el momento, hemos podido distinguir cuatro formas diferentes: por un lado, tenemos los cuencos que se pueden asimilar a la forma Ritterling 8 C/Paz 4.7. Este tipo de formas se caracteriza por tener las paredes prácticamente rectas, y fondos asentados sobre un anillo de solero. El engobe es de color anaranjado pálido, poco consistente, y las pastas son de buena calidad, bien depuradas. Entre los paralelos más cercanos hay que mencio-

nar los ejemplares recuperados en los niveles tardíos de Caesaraugusta, que se cuentan entre las producciones más tardías de TSHT, ya que hay autores que opinan que su cronología se sitúa entre mediados del siglo V y los primeros compases del siglo VI (PAZ PERALTA, 2008). Otro de los tipos documentados son las grandes bandejas de fondo plano decorado con estampillas, inspiradas en las formas 58 y 59 de las ARS D de Hayes, y que dentro de las producciones hispánicas se incluyen dentro del tipo 4 de la clasificación de Palol. El tercero de los tipos es muy similar al primero, ya que se trata de una de la formas más reconocibles de la TSHT: la 37 tardía, que también se cuenta entre los tipos terminales de este grupo de cerámicas, ya que la mayoría de los autores acepta que su presencia en contextos del tercer cuarto del siglo V es cada vez más factible. Por último, también contamos con el fondo de una

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escudilla de pequeño tamaño, lo que dificulta su atribución a una forma concreta, y que aparece decorada con motivos antropomorfos, idénticos a los documentados en alguna de las piezas de TSHT procedentes de La Morterona, en Palencia (ABASÓLO et alii, 1984). También hay que señalar que contamos con varios fragmentos de dif ícil atribución, ya que se trata de galbos que pueden ser atribuidos a varias formas sin poder hacer una asociación exacta. Entre ellos hay que mencionar varios ejemplares decorados, que se pueden encuadrar dentro del llamado Tercer Estilo. En uno de ellos aparece un motivo seriado que cuenta con paralelos en un cuenco de la forma 37 tardía localizado en el yacimiento de los Villares, en Villanueva de Azoague (LÓPEZ, RODRÍGUEZ, 1987). Consideramos que este dato es relevante, ya que en este mismo yacimiento también se da la circunstancia de que la sigillata de tonos rojizos es minoritaria frente a las producciones grises, a lo que hay que sumar que, en opinión de los autores, también se verifican fuertes relaciones entre estas últimas producciones y el grupo de la DSP sudgálica. Todos estos datos parecen indicar que tanto El Castillón como Los Villares forman parte, al menos durante un periodo de tiempo, de una misma dinámica sociocultural, en la que parecen tomar protagonismo los talleres de TSHT localizados en la Meseta norte, frente a los productos procedentes del area riojana, que en esta zona de la meseta occidental parecen minoritarios. – Dentro del grupo de cerámicas que podemos considerar como imitaciones de DSP contamos con un nutrido grupo de ejemplares, hasta el punto de que constituye el conjunto más representativo dentro de la vajilla de mesa de El Castillón. Se trata de piezas realizadas mediante cocciones reductoras, con pastas generalmente bien depuradas, lo que da lugar a modelos de colores negro y gris oscuro. En la mayoría de los casos nos encontramos ante formas cerradas, con aspecto globular, entre las que se encuentran las imitaciones de tipos como el 6A, 6B, 23, 18 o 9 de la tipología de Rigoir. Generalmente este tipo de piezas presentan una cuidada decoración estampillada —situada esencialmente en el exterior de las mismas—, que en

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Figura 9.14. Detalle de la decoración estampillada de una de las imitaciones de DSP.

ocasiones llega a configurar motivos muy complejos (Fig. 9.14). También hay que mencionar que hasta el momento no hemos podido encontrar un paralelo exacto para los punzones empleados, ni tan siquiera en las cerámicas contemporáneas de yacimientos similares como Bernardos (GONZALO, 2006) o Navasangil (LARRÉN, 2003). En muchas ocasiones las piezas han sido rematadas mediante un bruñido, lo que ha sido documentado también en otros yacimientos de Álava (AZKARATE et alii, 2003), para tratar de afianzar la similitud con las DSP originales. Entre este tipo de producciones hay que destacar el cuenco carenado recuperado en la zona de los almacenes, al que ya hemos hecho alusión anteriormente (Fig. 9.12), cuya forma imita el perfil del tipo 18 de las cerámicas del Languedoc en la clasificación de Rigoir (RIGOIR, 1968). Su exterior presenta una cuidada decoración estampillada, a base de rosetas y guirnaldas, completado con el bruñido de la pieza, realizado antes de la aplicación de las estampillas. En lo que respecta a los motivos decorativos, la mayoría parten de elementos muy simples, como agrupaciones de pequeños círculos concéntricos o rosetas, a las que hay que añadir guirnaldas inspiradas de forma clara en la tradición alfarera romana clásica, que se van combinando hasta dar lugar a decoraciones más complejas. La cronología en la que se encuadran estas piezas se viene si-

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tuando de una forma bastante laxa a lo largo de todo el siglo V, ya que se ha podido verificar la pervivencia de muchas de estas formas a lo largo de periodos muy dilatados, hasta el punto de que algunas de ellas parecen pervivir incluso hasta entrado el siglo VI. – En último lugar contamos con una serie de producciones que parecen relacionadas de forma muy estrecha con el grupo anterior, tanto por el aspecto final (tonalidades oscuras, decoración estampillada), como por su tipología. Sin embargo, este tercer conjunto presenta una serie de cualidades técnicas superiores a las de las imitaciones de DSP, tanto en lo que respecta a las pastas como en lo tocante a los acabados. Si bien a priori estos datos podrían ser indicativos de un origen sudgálico, por el momento no podemos descartar que se trate de producciones de TSHT gris, ya que hay determinadas formas que parecen ajenas al repertorio tipológico de las DSP, y cuentan por el contrario con paralelos más cercanos en el grupo de la TSHT. Entre ellas podemos mencionar varios modelos, como los distintos tipos de copas (Fig. 9.15), que no forman parte del conjunto tipológico de la DSP, pero que cuentan con paralelos más próximos en ejemplares como el recuperado en la necrópolis soriana de Taniñe (TARACENA, 1924), que se engloba dentro del grupo de las últimas producciones de TSHT. A ello se une el hecho de que estas producciones reciben un buen número de influencias tanto de la ARS tune-

Figura 9.15. Copa con pie diferenciado, ¿Producción local?

cina como de las propias DSP, lo que explicaría la proximidad de ciertas de las piezas tanto de El Castillón como de Villanueva de Azoague a los modelos sudgalicos. Todas estas circunstancias nos obligan a ser extremadamente cautos en cuanto a la atribución de este grupo de cerámicas, lo que no nos impide ofrecer una primera valoración cronológica del mismo, ya que tanto el contexto en el que han sido recuperadas de forma mayoritaria (buena parte de ellas aparecieron en la zona de los almacenes, asociadas tanto al cuenco de TSHT y al osculatorio mencionados anteriormente), como los paralelos verificados en otros yacimientos (como las distintas copas de TSHT), se vienen situando en los últimos años en torno a mediados del siglo V, en una horquilla que viene a abarcar entre el 440 y el 475 d.C. (PINAR, 2009).

7. CONCLUSIONES A partir de los datos que nos han ofrecido las campañas de excavación desarrolladas en los últimos cinco años podemos avanzar una serie de conclusiones, si bien hay que señalar que en buena medida deben de ser consideradas como provisionales, ya que muchos de los datos aún están en proceso de estudio y la superficie sin excavar representa la gran mayoría de la extensión del interior del castro. A pesar de ello, hay que destacar el hecho de que nos encontramos ante contextos cerrados y apenas alterados por intervenciones anteriores —tanto arqueológicas como de «saqueo»—, y la gran coherencia cronológica que muestran los contextos arqueológicos documentados, nos permiten avanzar con seguridad ciertos aspectos de este asentamiento, sobre todo en lo tocante a su cronología y a sus relaciones con otros yacimientos similares del cuadrante Noroeste peninsular. En cuanto al marco cronológico, todos los indicios nos llevan a situar la última fase de ocupación de este yacimiento en el siglo V, en una horquilla que debemos colocar de forma aproximada entre el 440 y el 470 d.C. A partir de los datos aportados por la excavación de la Estancia 03 (donde pudimos verificar que en las UUEE asignadas a los niveles de cimentación aparecían las mismas formas cerámicas que configuran la vajilla presente en los niveles de destrucción), debe-

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mos deducir que el lapso cronológico situado entre la última reforma llevada a cabo en esta habitación y su posterior destrucción es realmente corto, aunque por el momento no podemos precisar si se trata de décadas o de un proceso más rápido. Lo que sí podemos asegurar es que se trata de un final violento, ya que los potentes niveles de ceniza, procedentes del incendio de la cobertura del edificio, así lo indican. No obstante, hay que ser cautelosos a la hora de interpretar este dato, ya que no podemos discernir si el incendio se produjo como fruto de una acción premeditada o si por el contrario su origen fue completamente fortuito, a lo que hay que añadir que no sabemos si esta circunstancia es algo puntual, que solo afectó a este edificio, o si por el contrario estos niveles de incendio se repiten en otras construcciones en el interior del recinto amurallado. A nivel material, hay que señalar los paralelismos que se establecen con otros yacimientos cercanos, como el de Los Villares, en Villanueva de Azoague, o con el cercano castro del Cristo de San Esteban, en Muelas del Pan, también sobre el río Esla. A partir de su estudio todo parece indicar que forman parte de una misma dinámica sociocultural, al menos en torno a los años centrales del siglo V d.C. Por otra parte, las dimensiones de las estructuras excavadas, ya sean de tipo habitacional o bien de carácter defensivo, así como la presencia de ciertos materiales, entre los que incluimos los distintos tipos de vidrios y sigillatas, parecen indicar que nos encontramos ante un centro que es fruto de la iniciativa de un poder que controla unos recursos —tanto económicos como humanos— ciertamente importantes. Si tenemos en cuenta la situación que nos dibujan las fuentes de la época, todo parece indicar que nos encontramos ante dos posibilidades: puede tratarse de un asentamiento vinculado a la aristocracia provincial tardo romana, construido como respuesta a las turbulencias políticas y a la inseguridad que se desprenden de la crónica de Hidacio, o bien, por el contrario, nos encontramos ante un enclave fortificado relacionado con la monarquía sueva, que en torno a los años centrales del siglo V ha alcanzado el punto máximo de su expansión en la Península. En este sentido es importante volver sobre la sugerente idea de P. C. Díaz, que en su reciente obra sobre el reino Suevo situaba El Castillón dentro de un posible sistema defensivo orientado a defender la

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frontera del Esla frente a la política expansionista del reino visigodo en el último tercio del siglo VI (DÍAZ, 2011). Como hemos indicado, la cronología que debemos asignar a los contextos de destrucción de nuestro yacimiento no supera el siglo V, mientras que los trabajos desarrollados en Muelas del Pan parecen indicar que, si bien se han recuperado materiales que indican la existencia de niveles de ocupación coetáneos a la destrucción de El Castillón, su secuencia es mucho más amplia, alcanzando sin problemas el último tercio del siglo VI o inicios del VII (DO MÍNGUEZ, NUÑO, 2001; LARRÉN, 2003). En base a estos datos, si bien la cronología desmiente por el momento cualquier relación entre el Castillón y una hipotética línea defensiva organizada por la monarquía sueva en el siglo VI, no podemos descartar su existencia a mediados del siglo V, ya que en ambos yacimientos parece confirmarse su empleo con un carácter netamente defensivo a mediados del siglo V. Teniendo en cuenta todos estos datos, hay que señalar que la cultura material localizada en El Castillón se enmarca plenamente dentro de los parámetros tardo romanos locales, e incluso la pieza que parece denunciar las influencias foráneas de una forma más clara (la f íbula de tipo Vyskov) puede ser en realidad una producción local, a imitación de los modelos centroeuropeos. Sin embargo, es importante que señalemos que hay determinados aspectos que parecen indicar que el Castillón parece formar parte de una dinámica histórica particular, que le acerca a los yacimientos del Noroeste y que parece segregarlo de otros yacimientos contemporáneos de la Meseta Norte. Como ya hemos indicado, hay marcadas diferencias entre las producciones de cerámicas estampilladas de El Castillón y las de otros yacimientos similares como Navasangil, en Ávila, o el Cerro del Castillo de Bernardos, en Segovia. Es muy posible que este hecho se deba a la desarticulación del entramado provincial romano y a la aparición de dinámicas regionales, en muchos casos sostenidas por una aristocracia local cada vez más aislada del poder central del Imperio, pero no podemos descartar por completo la posible influencia de la nueva monarquía sueva, que a estas alturas del reino ya ha alcanzado la suficiente madurez como para emitir moneda en su propio nombre. Tal vez, la única forma de dar respuesta a los interrogantes que nos plantea la excavación llevada a cabo en este singular yacimiento sea a

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través de nuevas campañas de excavación —y la publicación de sus resultados—, no sólo en el Castillón, sino en otros yacimientos como el de Muelas del Pan o los asentamientos similares hallados en otros puntos de la Meseta. Es posible que los datos aportados en el futuro nos permitan confirmar si el origen de estos asentamientos se encuentra asociado a los romani y rectores de Hidacio o si por el contrario están más próximos a los monarcas suevos. Por el momento, lo que podemos confirmar con seguridad es que la ocupación de época tardía de El Castillón surge en torno al 440-450 d.C., vinculada a una estructura de poder que cuenta con unos recursos ciertamente importantes, pero que aparentemente no logra sobreponerse a la destrucción del asentamiento hacia el 460-470 d.C. A día de hoy, las razones que motivan la destrucción y el posterior abandono de este asentamiento se nos escapan, pero la proximidad de su fecha a las campañas del ejército de Teodorico en la zona, tras la batalla del río Órbigo en el año 458, parece demasiado sugerente como para ser pasada por alto. Como decíamos, tal vez la respuesta a todos estos interrogantes nos la ofrezcan futuras campañas de excavación en este singular yacimiento.

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