turismo y los símbolos de la identidad mexicana. El caso de Pueblos Mágicos

July 17, 2017 | Autor: V. Mario Alberto | Categoría: Cultural Studies, Tourism Studies, Mexican Studies, Mexico, Turismo
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Descripción

Eloy Méndez Sáinz Mario Alberto Velázquez García Coordinadores

Turismo e imaginarios / Eloy Méndez Sáinz y Mario Alberto Velázquez García (coordinadores).

280 páginas ; 23 cm. Incluye referencias bibliográficas. ISBN: 978-607-7775-38-6 (colson)

1.Turismo – México. 2. Turismo -- Aspectos sociales. I. Méndez Sáinz, Eloy. II. Velázquez García, Mario Alberto. G155.M6 .T866

El Colegio de Sonora Doctora Gabriela Grijalva Monteverde Rectora Doctor Nicolás Pineda Pablos Director de Publicaciones no Periódicas

Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey Campus Sonora Norte Doctor Javier Quezada Andrade Director General

Licenciada Inés Martínez de Castro N. Jefa del Departamento de Difusión Cultural

ISBN: 978-607-7775-38-6 D. R. © 2013 El Colegio de Sonora Obregón 54, Centro Hermosillo, Sonora, México C. P. 83000

D. R. © 2013 Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey Campus Sonora Norte Blvd. Enrique Mazón López, no. 965 Hermosillo, Sonora, México C. P. 83000

Impreso y hecho en México / Printed and made in Mexico

Índice

Agradecimiento................................................................................. 9 Presentación. .................................................................................. 11 Introducción general Mario Alberto Velázquez García Eloy Méndez Sáinz............................................................... 15 El turismo, la nueva manera de negociar la identidad nacional mexicana



Helene Balslev Clausen....................................................... 27

Turismo y los símbolos de la identidad mexicana. El caso de pueblos mágicos Mario Alberto Velázquez García......................................... 53 La leyenda y la travesía: el imaginario eurocéntrico y el viaje



Adolfo Benito Narváez Tijerina........................................... 79

Sitios con denominación de Patrimonio Mundial Pueblo Mágico: realidades de los habitantes

y

y desarrollo local de las comunidades



Ana Lucía González Ibáñez............................................... 119

Turismo e imaginarios

Imaginarios sociales del turismo en dos ciudades del noroeste de México: Puerto Peñasco y Playas de Rosarito Jesús Ángel Enríquez Acosta............................................. 145 Habitando las ciudades del turismo: estudio de caso de dos ciudades del turismo de sol y playa a partir de los imaginarios



Glenda Bethina Yanes Ordiales......................................... 197

Reconstruyendo el sentido del lugar. Contribuciones teóricas para la aplicación de los imaginarios sociales

en el estudio urbano-turístico



Yanely Consuelo Estrada Santoyo..................................... 227

Lugares y flujos en la modelación

del escenario turístico globalizado. Acercamiento al caso de Puerto Vallarta, México José Alfonso Baños Francia.............................................. 251

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Agradecimiento

E

ste libro constituye el testimonio del trabajo reciente sobre turismo, realizado por colegas, amigas y amigos, quienes aportan conocimientos sobre el tema de las maneras más diversas. Aunque es imposible nombrar a todos los que participaron en este proyecto, por temor a omitir a algunos; mención especial merece la maestra en ciencias Tania Reyes Woodhouse por su apoyo, que a veces parece inagotable. Asimismo, es importante reconocer la ayuda brindada por la comunidad de El Colegio de Sonora y del Centro de Estudios de América del Norte, donde se generó y maduró este producto final.

Presentación

El estudio del turismo invita a los más diversos abordajes, debido a

la gran variedad de destinos y dimensiones o a la repercusión de sus inversiones y flujos y, sobre todo, a los distintos enfoques conceptuales, más aún, a los giros y cambios sutiles del mercado, que crea y recrea nichos de mercado de forma precipitada en una competencia cada vez más ubicua e innovadora. En México, las urbanizaciones turísticas tienen lamentables similitudes con las de América Latina y, en general, con las del mundo en desarrollo: polarización social aguda; expansión urbana acelerada, debida a migraciones; graves deficiencias de servicios y equipamientos urbanos en las franjas de población pobre; deterioro del patrimonio cultural; depredación del medio ambiente y altos índices de segregación social en el espacio ocupado. A lo que en el último quinquenio se suma el incremento alarmante de la inseguridad, violencia y desempleo, con la crisis inmobiliaria de trasfondo, problemas a su vez erigidos en trabas a la inversión, así como a la innovación en campos estratégicos de la movilidad, las comunicaciones y el conocimiento. De ahí que hayamos invitado a un grupo selecto de investigadoras e investigadores a reflexionar sobre la interpretación del fenómeno en sus más recientes presentaciones y re-presentaciones imaginarias, tendencias y alternativas. Es oportuno el texto “El turismo, la nueva manera de negociar la identidad nacional mexicana”, de Helene Baslev Clausen, quien asegura que el turismo “[…] es un espacio privilegiado de contacto entre

Turismo e imaginarios

identidades nacionales donde los actores sociales buscan moldear o confirmar estereotipos, símbolos y narrativas respecto a su idea de nación. Esto tiene consecuencias específicas en la construcción, utilización y repartición de los beneficios del turismo”. Después define la noción desarrollo y funcionamiento del turismo como actividad social y acción humana, que busca cierto tipo de experiencias distintas y significativas, frente a las que tiene en la cotidianidad (MacCanell, 1973), luego pasa a documentar la categoría de identidad nacional con autores como Smith (1991), Eriksen (1993) y Ashworth (1994), entre otros. Selecciona el caso de Álamos, Sonora, una ciudad turística reconstruida por la comunidad estadounidense avecindada ahí desde los años cincuenta, y recientemente nombrada Pueblo Mágico, como marco de análisis de las expresiones de identidad local y global. En la misma línea de análisis, se encuentra “Turismo y los símbolos de la identidad mexicana. El caso de pueblos mágicos”, donde Mario Alberto Velázquez García analiza la relación entre la identidad nacional y el turismo. Las zonas turísticas no sólo son generadoras de ingresos y centros de recreación, sino que constituyen nuevos nichos para la construcción o reafirmación de una identidad nacional a partir de los símbolos y festividades ofertados. “La leyenda y la travesía: el imaginario eurocéntrico y el viaje”, de Adolfo Benito Narváez Tijerina, formula una caracterización de los elementos y representaciones de Occidente en las mentalidades de los occidentales, a través de las representaciones que hacen explícito al imaginario eurocéntrico, que se define como un gran relato que organiza al pensamiento mundial en torno a lo occidental como categoría abstracta. Esta aportación sirve para poner al descubierto los componentes más fundamentales del imaginario dominante de la era de la globalización actual. Concluye con la idea de que para entender a lo imaginario habríamos de ejercitar una codificación de la ingente variedad de representaciones y sus significados alrededor de simples núcleos pulsionales, que permitieran poner al descubierto las fuerzas a través de las que se mueve lo imaginario, y que pudieran ayudarnos a definirlo con mayor claridad.

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Presentación

En “Sitios con denominación de Patrimonio Mundial y Pueblo Mágico: realidades de los habitamtes y desarrollo local de las comunidades”, Ana Lucía González Ibáñez se detiene ante la realidad conformada en función de los sitios de patrimonio mundial y el Programa Pueblos Mágicos, en particular la experimentada por las comunidades donde se impulsa el desarrollo local tras el establecimiento de tales reconocimientos. Ella toma como referencia el pueblo mágico de Tequila, Jalisco, enclavado en El Paisaje Agavero y Antiguas Instalaciones Industriales de Tequila, denominado Patrimonio de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, y concluye que los valores locales, en el contexto de las denominaciones de patrimonio mundial o del Programa Pueblos Mágicos y otros similares, en términos generales, forman parte de un discurso oficial, y no de una realidad concreta. De ahí que el reto es concretar la forma en que estos discursos se convierten en políticas públicas a favor de un reequilibrio de los indicadores de bienestar. “Imaginarios sociales del turismo en dos ciudades del noroeste de México: Puerto Peñasco y Playas de Rosarito”, de Jesús Ángel Enríquez Acosta, se ocupa de dos ciudades mexicanas norteñas integradas a la economía estadounidense, y a la vez definidas en forma dramática por las condiciones de vida de parte importante de su población inmigrante del sur. Los hallazgos apuntan a que “los lugares tradicionales, previos al boom turístico, se vieron transformados irremediablemente frente a la turistificación acelerada de años recientes. En los relatos están presentes las imágenes que identifican a las ciudades en términos del deterioro de las relaciones sociales ocasionadas por el proceso de turistificación y más recientemente por los problemas económicos y la inseguridad. Así también, existe la representación que vincula el turismo a los cambios en las condiciones de vida de las ciudades y al aumento de las diferencias sociales expresadas en mayor exclusión y otredad social.” Glenda Bethina Yanes Ordiales, en “Habitando las ciudades del turismo: estudio de caso de dos ciudades del turismo de sol y playa a partir de los imaginarios”, se aproxima a la ciudad habitada en

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Turismo e imaginarios

la ciudad imaginada de sus residentes. Estudia a Puerto Peñasco, en México, y Roses, en España, ambas ciudades turísticas fronterizas emplazadas en la playa. Las aborda con el instrumento de la entrevista, para registrar y medir la ciudad dibujada y recordada. Encuentra que la ciudad se maneja como producto para vender mediante la imagen, que ha de ser memorable, y a ello se dirigen los promotores turísticos. Asimismo, se detiene a señalar las similitudes y diferencias de los casos. Otro pequeño puerto pesquero y turístico atrae la mirada de Yanely Consuelo Estrada Santoyo quien, en “Reconstruyendo el sentido del lugar. Contribuciones teóricas para la aplicación de los imaginarios sociales en el estudio urbano-turístico”, evidencia la utilidad conceptual del instrumento de los imaginarios en el conocimiento del fenómeno del turismo urbano, para lo que echa mano del caso de Bahía de Kino, ubicado en el mar de Cortés. La estrategia que se propone es la exploración del sentido del lugar. En “Lugares y flujos en la modelación del escenario turístico globalizado. Acercamiento al caso de Puerto Vallarta, México”, de José Alfonso Baños Francia, se sostiene que las ciudades turísticas mexicanas se estructuraron a partir de las cualidades del lugar, modelando una escenografía arquitectónica que responde al imaginario del visitante, desde la identidad como atractivo turístico. Con los procesos de globalización se ha diluido la noción física del lugar y se sobreponen dinámicas virtuales, de “flujos”, lo cual es una característica del paisaje urbano estandarizado. Se concluye que la globalización ha fortalecido el montaje de la escenografía del turismo en ciudades de litoral mexicano, y que este nuevo contexto urbano-arquitectónico homogeneiza el paisaje al transformar la noción tradicional del lugar. Los coordinadores

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Introducción general Mario Alberto Velázquez García* Eloy Méndez Sáinz** El turismo como fenómeno de la modernidad

El tema central de los trabajos que componen este libro es el turis-

mo; práctica social que se ha consolidado como una de las actividades más características de las sociedades contemporáneas, sin embargo, existe poco interés para estudiarla desde el enfoque de las ciencias sociales. Según MacCannell (1999), el turismo no es un rasgo frívolo o periférico de nuestras vidas, todo lo contrario, en él están presentes algunos de los atributos centrales de las sociedades contemporáneas; además, es una de las maneras actuales en que las personas pueden dotar de sentido, en este caso, hacer legibles los espacios físicos y de interacción social (Méndez 2010). El turismo comparte rasgos estructurales de la modernidad. El primero es que el movimiento está inscrito como premisa de todas las actividades humanas contemporáneas. Esto significa que cualquier práctica, tarea o creencia puede ser modificada o desechada a fin de que se adapte a las transformaciones sociales. Esto aplica claramente al turismo; en él no existe domino intocable o sagrado, puesto que ahora los sitios de adoración, los lugares donde grupos humanos sufrieron torturas, los campos de cruentas batallas o las prácticas culturales locales, que buscaban ser preservadas de la

* Profesor-investigador de El Colegio de Sonora. Correo electrónico: mvelazquez@ colson.edu.mx ** Profesor-investigador de El Colegio de Sonora. Correo electrónico: emendez@ colson.edu.mx

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Turismo e imaginarios

“contaminación”, de su comercialización, son promocionados en los paquetes turísticos. El turismo está llegando a todos lados y parece capaz de comercializar cualquier forma de actividad humana, desde playas exclusivas hasta viajes a través de la frontera México-Estados Unidos, para recrear la experiencia de ser migrante indocumentado. No hay sitio vetado a la curiosidad. Es decir, a la ubicuidad de la expectativa humana corresponde la ubicuidad del atractivo turístico. Ante la ausencia de frontera para los interrogantes cada vez más frecuentes del ciudadano en el mundo urbano acerca de qué es, y para qué es este lugar en el que está, emergen respuestas a modo: se achican las distancias de búsqueda, las pantallas exhiben en tiempo real los hechos que modifican los territorios, se multiplican al infinito los fragmentos en que se descomponen las totalidades, o se diversifican sin ton ni son las interrelaciones entre partes y conjuntos. Mientras el mundo sólido se desvanece en cuanto puede ser visto de múltiples maneras, o la materia se licúa cuando trasciende su unicidad, los objetos deseados del turista fortalecen su anclaje y se encierran ante la embestida de la apropiación banal, a la vez que se multiplican en souvenires y se homogeneizan en las formas de socialización. Esta transformación constante se produce dentro de ámbitos generales –instituciones e imaginarios–, que generan definiciones compartidas sobre el buen gusto, las tendencias y las actividades de moda. Esto descansa en el valor compartido por un grupo sobre qué es y qué no es diversión o descanso (MacCannell 1999; Blumer 1969). Como lo retrata Michel Houellebecq en su libro Plataforma, las compañías dedicadas a la promoción de paquetes turísticos se encuentran envueltas en un círculo perpetuo de innovación, cambio y destrucción de lo ya presente. En esta novela, los turistas se presentan como seres insatisfechos y en búsqueda continua de experiencias nuevas. Por su parte, en la novela Arrecife (Villoro 2012), el turismo es una actividad depredadora que termina de arruinar a los países pobres y el turista es un mezquino barril sin fondo de emociones extremas y riesgos prefabricados. La experiencia turística así ubicada es una burbuja que simula la realidad para intensificar su atracción mediante

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Introducción general

su conversión híper real, es un mundo de engaños convenidos, un juego de caídas peligrosas siempre sobre redes de protección. El turismo es un área económica, social y cultural que está transformando las relaciones culturales y sociales de los lugares donde se asienta. La velocidad con la que se están produciendo esta serie de cambios parece rebasar la ya de por sí acelerada transformación de lo social, inaugurada con la revolución industrial. Estas transformaciones constantes se convierten en un tema nuevo por explorar, una vez que el turismo se ha extendido a zonas y regiones consideradas como una especie de “reservas” o referentes centrales para la identidad de las naciones, como son las localidades pequeñas. En este libro se presentan reflexiones sobre las consecuencias del desarrollo del turismo en poblaciones de México. La segunda característica que queremos resaltar es la apertura; el turismo está abierto a la incorporación constante de formas sociales nuevas, es decir, que dentro de esta práctica social es posible crear diversas áreas que cubren intereses distintos, puntos de vista, creencias, experiencias y que, por supuesto, utilizan artefactos y lugares diferentes. Cada una de las áreas dentro del turismo se diferencia por las formas sociales prevalecientes. Esta proliferación de modelos genera una competencia entre ellos por continuar existiendo y así legitimarse. Esto ha significado la diversificación y especialización de tipos de turismo: sol y playa, cultural, de aventura, sexual, revolucionario y un largo etcétera. Cada uno representa el desarrollo de actividades particulares (tomar el sol, subir una montaña, un festival cultural) lo que requiere de infraestructura particular (una playa, equipo de alpinismo, una sala de conciertos, entre otras). El texto permite analizar la forma en que temas como la inseguridad o los problemas económicos son absorbidos, y utilizados por el turismo para generar nuevos productos y sus prácticas. El turismo es rediseñado de tal manera que pueda reorientar su acción a los desafíos planteados por los cambios en los demás aspectos sociales. Estas transformaciones significan modificaciones en los agentes involucrados, tanto en la prestación de servicios como en el posible desarrollo

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Turismo e imaginarios

de la actividad turística. Las ciudades del norte de México han tenido cambios considerables, relacionadas con el flujo del turismo y la inseguridad, aspecto que se analiza en este libro. El tercer principio compartido es que los usuarios de los lugares turísticos pueden escoger opciones, de una manera razonablemente libre. En términos sociológicos, esto implica que las alternativas de cada campo están abiertas a la observación, y que los beneficios y significados están disponibles para su adopción o uso (Blumer 1969). Por supuesto esto no representa una creencia inocente sobre la total libertad de los individuos para elegir. Los tipos de turismo se desarrollan dentro de lógicas sociales generales, como las de la economía. Esto quiere decir que su conformación y prácticas se construyen, en parte, por el interés de obtener ganancias. Los lugares turísticos son elegidos por medio de publicidad, que busca vender un producto que puede ser más o menos parecido a lo que “realmente” queremos. El cálculo de mercado turístico se dirige a relevar, construir y desplazar satisfactores, ningún operador turístico expone su inversión al libre albedrío del consumidor, por ello ha de construir al mismo tiempo la oferta, la demanda y la movilidad que les une. Si aparece una crisis inmobiliaria en los inicios del siglo xxi, la sorpresa es reservada a la hipoteca o a la cancelación del vuelo del turista, que las promotoras han de negociar los márgenes de ganancia. Lo real deseado se encoje o expande, se acerca o retira, se adapta al tamaño y capacidad de compra. El principio general mencionado aquí hace referencia al hecho que en la modernidad operamos bajo el supuesto de nuestra libertad, es decir, elegimos creer que nuestras elecciones son propias; lo que incluye seleccionar “libremente” el lugar donde pasaremos las vacaciones o la ropa con la que iremos a trabajar. A lo largo de esta obra se analizan algunos de los elementos que parecen ser centrales para escoger uno u otro lugar, como zona atractiva de descanso. En el conjunto de los capítulos se examinarán los elementos macrosociales (la economía global) o locales (inseguridad y políticas públicas), que construyen y mantienen la generación de un lugar turístico.

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Introducción general

La cuarta característica es que las elecciones de los usuarios del turismo no están guiadas principalmente por consideraciones racionales o utilitarias. La decisión no está fincada sobre las ventajas o desventajas de un lugar o moda según criterios racionales, sino en consideraciones de sentido, de símbolos, de visiones generales compartidas sobre lo bello, lo “mágico” y lo novedoso, entre otras. Los lugares turísticos descansan en esta búsqueda por la reconstrucción de un sentido general a las vidas fragmentarias y fuera del tiempo de nuestra época. Un turista viaja para encontrar algo que sólo puede hallar en otro (lugar o persona), que le otorgue una experiencia trascendente (MacCannell 1999; Blumer 1969; Clausen y Velázquez 2011). A lo largo del trabajo se examina la forma en que se construye e institucionaliza el sentido de los lugares. Así, cuando algunos de ellos obtienen nombramientos internacionales como “Patrimonio de la Humanidad” o elemento representativo de la “mexicanidad” adquieren significados nuevos, promovidos por actores globales o nacionales, lo que sin duda repercute en las prácticas locales, no sólo por el desarrollo de esta nueva actividad productiva (el turismo) sino por la resignificación que retoma un lugar, una festividad o una comida. Una quinta característica es la capacidad para absorber y utilizar elementos externos que son integrados a las lógicas particulares de dichos fenómenos. En este sentido, el turismo está abierto a la integración de intereses y prácticas nuevos. Esto le permite responder a eventos externos, la introducción de otros actores en el campo y los retos que supone la interacción social misma (Blumer 1969). La exploración espacial, que empezó como una labor científica, se ha integrado al turismo; están por comenzar los viajes turísticos a la base espacial. Otro ejemplo es el narcotráfico, donde sus protagonistas principales eran actores marginales o condenados y ahora, una vez desaparecidos, son integrados como parte del imaginario turístico de ciudades como Medellín, en Colombia, o Culiacán, en México. MacCannell (1999) mencionó una sexta característica, el turismo es un proceso moderno y posmoderno al mismo tiempo. Esto lo ubica en una reproducción de su campo de desarrollo fuera del tiempo, y

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Turismo e imaginarios

significa que las prácticas han dejado de ubicarse en un proceso de suceder temporal, y hace que todos los tiempos sociales puedan convivir en el presente. En este sentido, una zona turística puede contar en una misma calle con edificaciones modernas, de la época de la Colonia, incluso de referentes culturales muy lejanos al pasado histórico “real” del lugar. Este es un tema central en la discusión sobre los imaginarios turísticos y la forma en que son objetivados en edificaciones o usos particulares del espacio. Los imaginarios turísticos dan sentidos nuevos a valores que resultaban alejados dentro del mismo flujo temporal de una historia local o nacional. Más todavía, en la medida que el imaginario se estructura fuera de la lógica del acontecer del tiempo lineal, el súbito reclamo de atención de nodos o segmentos de la ciudad vieja no hace más que llenar un vacío nunca ocupado por la modernidad. O, si se quiere, el proceso también actúa a la inversa: lo urbano memorable “borra” del mapa mental las expresiones recientes sin mayor significado, a la vez que retiene los referentes físicos preexistentes. En estos textos, el referente que se busca plantear es la discusión sobre los valores o normas generales que dan sentido o coherencia al turismo mundial. Sin embargo, estas características generales, que estructuran los procesos sociales dentro de la modernidad, no permiten analizar la forma en que se incluyen o excluyen ciertos elementos como parte de las prácticas mismas del turismo. Para ello es necesario explicar las formas en que los sujetos construyen sentido y su relación con el entorno. El nomadismo y la nostalgia: la modernidad y los imaginarios del turismo

Como enfatiza Adolfo Narváez, en el capítulo cinco, existen grandes relatos que componen un sentido general de coherencia y unen los elementos de una comunidad a través del tiempo, pero también del espacio. Este volumen propone analizar algunas de las ideas que están detrás de la construcción de nuestras formas actuales de vida,

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Introducción general

relacionadas al ocio y al descanso. En este sentido, el eurocentrismo, propuesto por Narváez, contiene algunos de ellos. Sin embargo, como propone Huyssen (2010), una de las características de la actualidad (posmodernidad) es la presencia de varias modernidades, es decir, se multiplicaron los relatos centrales que daban coherencia o sentido. Esto significa que ya no existe una cultura única (culta, de vanguardia, moderna), sino que están presentes distintos focos de centralidad y temporalidades; ahora la modernidad es múltiple y multitemporal. Independientemente de la postura que se adopte respecto al tipo de metarelato predominante, en el turismo existe una serie de imaginarios generales que explican, en buena parte, su desarrollo y crecimiento (Méndez 2010), porque no se reduce a la esfera del consumo o, dicho de otra manera, no sólo se dispara por la emergencia de la oferta de lugares, sino que se engarza en la vida de los individuos desde la esfera de producción del conocimiento sobre el territorio. El destino –y por ende el viaje– se construye desde la percepción de la diferencia y lo distante: el otro lugar. Luego, en la distribución se ejerce la reflexión acerca de los destinos que prolongan no sólo las posibilidades de continuidad y certidumbre procreada desde el lugar de origen, también apunta al margen de utopía (o anti-utopía), o de lo imposible de acariciar en el plano de lo efímero. Sólo entonces viene la realización económica del consumo, cuando el imaginario ya ha esbozado el itinerario en el mapa. Por imaginarios se entiende “el conjunto de creencias, imágenes y valoraciones que se definen en torno a una actividad, un espacio, un periodo o una persona (o sociedad) en un momento dado. La representación que el imaginario elabora de un proceso es construida a partir de imágenes reales o poéticas (inmersas en el campo de la fantasía). Variable y distendido, el imaginario es una construcción social –al mismo tiempo individual y colectiva– en permanente remodelación […] el imaginario ofrece una construcción cambiante, tejida en parte a partir de las interpretaciones fantasiosas que expresa el individuo sobre el tema imaginado” (Hiernaux et al. 2002, 8). Dos de estos imaginarios que configuran al turismo son el nomadismo y la nostalgia.

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Turismo e imaginarios

Maffesoli propuso en su libro El nomadismo (2004) que la modernidad significó para Occidente la concreción de culturas urbanas basadas en el sedentarismo. Las personas que se desplazaban se convirtieron en el otro, que era opuesto a este tipo de proyecto civilizatorio. En este sentido, los viajes (el viajero) son figuras asociadas a las formas de pensar la vida a partir de un acto de búsqueda o de rebeldía; el que viaja está en pos de algo que no tiene en su lugar de origen. Esta idea del desplazamiento como búsqueda fue resaltada por MacCannell (1999), como uno de los rasgos distintivos de esta actividad; el turismo tomó el lugar de los viajes realizados a los templos sagrados, como un medio para darle sentido a la repetición cotidiana de nuestras rutinas. Maffesoli opina que […] los sociólogos de la escuela de Chicago subrayaron la importancia del hombre errante, del vagabundo en la ciudad moderna. El “caminante”, como su nombre lo indica, cumple de algún modo con el papel de mala conciencia. En virtud de su situación, sacude violentamente el orden establecido y hace recordar el valor de hacer camino. Así, no basta analizarlo adaptando categorías psicológicas, como un individuo agitado o desequilibrado, sino que es necesario considerarlo como la expresión de una constante antropológica: es decir, el impulso del pionero que siempre va adelante en su búsqueda de El Dorado. Entendiendo que éste, de la misma manera que el oro de los alquimistas medievales, no tiene tanto que ver con la posesión de algún bien material y amonedable munificente, sino que es el símbolo de una búsqueda sin fin, la búsqueda de sí mismo, en el contexto de una comunidad humana donde los valores espirituales son consecuencia de la aventura colectiva. Esto es lo que hace que la frontera sea siempre empujada hacia adelante y que esta aventura pueda continuar […] (2004, 41 y 42). No es casual que MacCannell (1999) realizara exploraciones analíticas sobre el turismo al mismo tiempo que estudiaba las rebeliones,

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Introducción general

al igual que para Maffesoli, el turista es para este autor una de las claves que permitirá a los hombres salir de la “jaula de hierro” que significa la burocratización del mundo y su desacralización. El turista no es sólo un consumista, es un síntoma sobre el estado de la civilización y una especie de (posible) proto-rebelde. Para Maffesoli, el nomadismo es entonces un imaginario social que ha pasado de ser una forma de vida marginal o extraordinaria en la cultura griega y las primeras etapas de la modernidad, para convertirse en un rasgo central de las aspiraciones individuales de los habitantes de las culturas occidentales contemporáneas. Los antiguos viajeros como Marco Polo o Cristóbal Colón eran personajes extraordinarios. Los nuevos medios de transporte permiten que cualquier ciudadano promedio de Europa realice más viajes durante sus vacaciones decembrinas, que los que hubieran hecho alguno de los grandes aventureros del pasado durante toda su vida. Este desplazamiento para conocer culturas distintas, el encuentro con el otro, es uno de los imaginarios centrales que anima al turismo actual. Es en este sentido que Adolfo Narváez propone al eurocentrismo como un relato que busca encontrar al otro, al primitivo, no sólo como otro, sino como una confirmación de la superioridad de la cultura propia frente al “folclor” y “salvajismo” de aquéllos. Este nomadismo, en tanto un desplazamiento hacia algún lugar, se ve complementado por la idea de nostalgia que, como recuerda Huyssen, significa pérdida o deseo de hogar. Es decir, “ […] remite a la irreversibilidad del tiempo: algo en el pasado que ya no se puede alcanzar […]” (2010, 47). Para este autor, la época contemporánea se caracteriza por esa nostalgia hacia las ruinas del pasado, ya sea las recientes (edificios del siglo pasado) o las antiguas (de civilizaciones ya desaparecidas). Esta nostalgia del pasado funciona como un cuestionamiento a la existencia de un relato único de la modernidad, relacionado con la linealidad del tiempo y el desarrollo progresivo. Existe una crítica creciente hacia las estructuras económicas, culturales y sociales contemporáneas. La nostalgia es entonces una especie de anti-utopía de

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Turismo e imaginarios

la modernidad, que busca en el pasado pistas sobre modelos o formas alternativas de vida (Huyssen 2010). Lo que la gente busca en este deseo de reencontrarse con formas “antiguas” o alejadas de la “civilización” es hallar esas pistas que le permita encontrar un camino distinto. La nostalgia dirigida hacia las ruinas, argumenta Huyssen (2010), está conectada a la autenticidad: un tema central de la modernidad. Durante todo el periodo moderno, la cultura puso una especial importancia en la idea de ser auténticos, como rasgo distintivo de la “verdadera expresión” de lo individual y del desarrollo en los distintos campos sociales. Las ruinas serían algunos de los últimos actos de autenticidad alejados de la producción en masa. Aunque ahora sea posible reproducir con lujo de detalles una pintura, escultura o cualquier otra forma de expresión artística, el original sigue conservando un valor insustituible. Este interés por las ruinas permite explicar, en parte, la expansión del llamado turismo cultural. Las visitas a zonas arqueológicas, ciudades coloniales, medievales o viejas fiestas religiosas son estos refugios de la nostalgia. En ellos permanecen ruinas de civilizaciones anteriores, de los inicios en el proceso de modernización, o de momentos donde el desarrollo podría haber tomado otros rumbos (Ibid.). En otras palabras, el diseño de rutas modernas fue necesario para la certidumbre de la época, acto que dejó sembrada la semilla de la incógnita: ¿qué habría pasado si…?. Ahora recuperar el pasado lleva a la exploración tardía de respuestas eliminadas en su momento, donde el camino se bifurcó sin posible retorno, decisión que luego ha remitido a la búsqueda nostálgica de lo no vivido, de la reconstrucción imposible de universos paralelos que acaso se enunciaron. Estos imaginarios de nomadismo y nostalgia sufren procesos de institucionalización por medio de las prácticas económicas, sociales y tecnológicas propias de la globalización. En este sentido, una de las discusiones centrales de este volumen es sobre los efectos que tiene el turismo –en tanto fenómeno global– dentro de los espacios locales y nacionales. El turismo, ¿destruye o configura las identidades de una localidad pequeña o de toda una nación? La estandarización de

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Introducción general

prácticas que busca este turista global, ¿es diluida por los elementos que identificaban a los espacios o, permite el desarrollo de los lugares? En este último sentido, Sheppard (2002) propone que los procesos de globalización no son del todo igualadores de los lugares, por el contrario, generan un “posicionamiento” de ellos. Es decir, estos procesos generales son posibles gracias a la existencia de sitios que contienen características y cualidades particulares socialmente valoradas para las redes culturales, económicas y políticas. El desarrollo del turismo no está homogeneizando ni dando el mismo valor a todos los lugares en el mundo, existen algunos que conservan un posicionamiento propio. Además, los actores locales están redescubriendo su capacidad de utilizar estos flujos generales para rebelarse o conducir la forma en que se insertan en la globalización. Este libro contiene claves para entender esta discusión sobre la desaparición del espacio dentro de los procesos globales del turismo, o las formas en que se está utilizando este mismo proceso para la reconstrucción de las identidades. Bibliografía Blumer, Herbert. 1969. Fashion: From Class Differentiation to Collective Selection. The Sociological Quarterly 10 (3): 275-291. Clausen Balslev, Helene y Mario Velázquez. 2011. En búsqueda del México auténtico. Las comunidades norteamericanas en ciudades turísticas de México. En Construir una nueva vida. Los espacios del turismo y la migración residencial, editado por Tomás Mazón, Raquel Huete y Alejandro Mantecón, 61-80. Santander: Milrazones. ______. 2010. Desarrollo turístico en comunidades norteamericanas en México: el caso de Álamos, Sonora. Diálogos Latinoamericanos 17: 23-47.

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Hiernaux, Daniel, Allen Cordero y Luisa Van Duynen Montijn. 2002. Imaginarios sociales y turismo sostenible. En Cuaderno de ciencias sociales. Costa Rica: Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. http://biblioteca.clacso.edu.ar/ar/libros/costar/cua123. pdf (15 de abril de 2012). Huyssen, Andreas. 2010. Modernismo después de la posmodernidad. Argentina: Gedisa. Houellebecq, Michel. 2002. Plataforma. España: Anagrama. Goffman, Erving. 1993. La representación de la persona en la vida cotidiana. Argentina: Amorrortu. MacCannell, Dean. 1999. El turista. Una nueva teoría de la clase ociosa. España: Editorial Melusina. Maffesoli, Michel. 2004. El nomadismo. Vagabundeos iniciáticos. México: Fondo de Cultura Económica. Méndez, Eloy. 2010. Topografía de la ciudad turística: un itinerario. Diálogos Latinoamericanos 17: 5-22. Sheppard, Eric. 2002. The Spaces and Times of Globalization: Place, Scale, Networks, and Positionality. Economic Geography 78 (3): 307-330. Villoro, Juan. 2012. Arrecife. Barcelona: Anagrama.

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El turismo, la nueva manera de negociar la identidad nacional mexicana

Helene Balslev Clausen*

La idea central en este artículo es que el turismo es un espacio

privilegiado de contacto entre identidades nacionales, donde los actores sociales buscan moldear o confirmar estereotipos, símbolos y narrativas respecto a su concepto de nación. Esto tiene consecuencias específicas en la construcción, utilización y repartición de los beneficios del turismo. Por lo tanto, sugiero que los lugares turísticos mexicanos constituyen un nuevo espacio para negociar la identidad nacional mexicana. El turismo siempre se ha entendido como una actividad principalmente económica; sin embargo, en años recientes, los analistas de las ciencias sociales se han dado cuenta de que tiene implicaciones que van más allá de la economía, y que ha comenzado a considerarse como un fenómeno sociocultural, que podría ser una articulación fundamental en la forma en cómo se crea y comunica la identidad nacional. En los lugares turísticos, la identidad se está negociando en forma constante, por ejemplo, mediante la comodidad que es una de sus representaciones, y se está transformando en el momento que “el otro” está presente para valorarla o comprarla. Lo interesante es preguntarnos ¿por qué y cómo un lugar particular viene a representar un paisaje nacional idealizado?, ¿cómo se ha comunicado esta imagen a los demás?, y ¿cómo un lugar específico influye en nuestra comprensión de la identidad nacional, en este caso, la mexicana? * Profesora-investigadora de la Universidad de Aalborg. Correo electrónico: helenebalslev@ gmail.com

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Para entender el desarrollo y funcionamiento del turismo en tanto actividad social, MacCannell (1973) propuso considerarlo como una acción humana que busca cierto tipo de experiencias distintas y significativas, frente a las que tienen lugar en la cotidianeidad. Lo que las personas adquieren al realizar un viaje a una zona turística es el uso temporal de un espacio (escenario), que reúne ciertas características positivas, deseables y memorables (Pine y Gilmore 1999; Mantecón 2008; Clausen y Velázquez 2011). Los sitios turísticos son espacios “construidos” físicamente, pero también por sus significados sociales, históricos o culturales. En este sentido, cuando se busca incentivar el turismo de un lugar es necesario resaltar los rasgos más apreciados y considerados como memorables o hermosos (MacCannell 1973). Breve repaso por el desarrollo turístico en México En la última década, el turismo se ha consolidado como una de las principales actividades productivas a escala mundial; en la de 1950 generó 2 mil millones de dólares, y para el año 2000 llegó a los 400 mil millones. De ahí que, desde mediados del siglo xx, el gobierno comenzó a verlo como una fuente de ingresos para México. Los primeros proyectos aprovecharon el creciente interés de norteamericanos y europeos por el llamado turismo de sol. Acapulco es considerado el primer destino turístico internacionalizado por los viajes en avión (Turner y Ash 1975). En los planes de desarrollo del gobierno mexicano de 2006 a 2012, el turismo era prioritario y eje básico para la generación de empleos, inversiones y combate a la pobreza, en especial en las zonas donde ha prosperado. En México, la expansión del turismo ha sido sostenida desde los años cincuenta, y para 2010 ya era su tercera actividad económica más importante, generaba 8.2 por ciento del producto interno bruto. De los países pertenecientes a la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos, México está entre los tres que más bene-

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ficios obtienen en este rubro, sólo superado por España y Portugal (Secretaría de Turismo, sectur 2010). El crecimiento explosivo del turismo cultural ha cobrado importancia en México, lo que constituye un camino hacia la conformación de estos espacios productivos (production spaces) en espacios de consumo. El turismo no está restringido al consumo visual de la cultura o artefactos específicos (artesanías, teatros o arquitectura), sino que ha comenzado a incluir la construcción de experiencias o reproducir atmósferas dentro de los lugares turísticos, como disfrutar la comida típica o participar en eventos locales tradicionales. Un factor clave, adicional a las atracciones históricas o al paisaje de la zona, es el estilo de vida (en este caso de los mexicanos), un elemento esencial en el producto turístico cultural. La amabilidad, la idea de tomar las cosas y la vida de una forma muy relajada y la tranquilidad son características que enfatizan las agencias de viajes, los folletos y las guías sobre México, como algunas de las atracciones esenciales. A continuación se argumenta por qué el turismo es una fuerza poderosa para construir y comunicar la identidad nacional, su dimensión económica crea o reconstruye imágenes, eventos o historias de lugares o personajes de una manera vendible; es decir, dramatizados para que sean interesantes, sentimentales, conflictivos, etcétera. Entonces, la zona turística está construida o reconstruida para satisfacer las expectativas de los visitantes de encontrar o vivir características particulares como autenticidad y tradición (Urry 1995). La identidad nacional se recrea cuando ocurre este proceso de construir imágenes, símbolos, narrativas particulares y auténticas con propósitos turísticos. Dichas expectativas generadas en los visitantes están contestadas y mediadas por las relaciones sociales locales, que existen en México. Esto significa que la aparición del turismo cultural tiene implicaciones profundas para los mexicanos que viven en estos sitios turísticos, ya que ellos mismos se vuelven parte del producto o consumo. Los turistas esperan cierto comportamiento, por ejemplo de los mexicanos, lo que no siempre se cumple.

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La identidad nacional y el turismo El nacionalismo es la ideología que sostiene la identidad nacional, que es un fenómeno colectivo y cultural, con muchas dimensiones, como el lenguaje, los símbolos y sentimientos. Igual que el nacionalismo, que tiene un contenido político y cultural, la identidad nacional también es tanto cultural como política (Smith 1991), y se distingue claramente de otros tipos de identidades colectivas como la clase social, género y religión, aunque se basa en ellos (Hutchinson y Smith 1994), y ofrece varias ideas fundamentales: a) un territorio históricamente específico: b) los mitos y recuerdos históricos; c) una cultura de masas; d) todos los miembros del Estado-nación tienen derechos y obligaciones legales y e) una economía que hace posible que los miembros se muevan dentro del territorio. A través de ritos comunes, mitos, símbolos y tradiciones, los miembros crean un vínculo de solidaridad que representa la identidad nacional (Smith 1991), que se ha construido en un momento y para algún propósito, que a menudo es el resultado de decisiones conscientes y acciones políticas. La mayoría de los investigadores consideran a la identidad como un fenómeno discursivo, por consiguiente la caracterizan como una comunidad imaginada (Ostergaard 1991); además, es entendida como ambigua, es decir, su contenido histórico y cultural es variable, subjetivo y flexible (Eriksen 1993), y puede ser objeto de comercio. Por lo tanto, es importante enfatizar que la identidad nacional no es una esencia observable, sino lo que los integrantes de la nación (los involucrados) dicen que es, así que es la idea de pertenencia y de pertenecer a una comunidad o pueblo particular con ciertas características; se trata de “algo” que la gente pretende que la une (Ostergaard 1991). Las entidades relacionales, constituidas por individuos vinculados entre sí por este “algo”, implica que comparten, por ejemplo, un núcleo de símbolos y representaciones (Barth 1969). Entonces, esta pertenencia se manifiesta en la interacción con el “otro”, al mismo tiempo es importante tener en cuenta que la identidad y lo que dice la gente sobre la suya y la del otro es subjetiva

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(Ibid.). “El otro” se define por distinguirse de uno mismo, por ejemplo tener otros símbolos, representaciones, ritos tradiciones o prácticas de organizarse como se ve en el pueblo mexicano de Álamos, Sonora, donde la identidad se manifiesta en el contacto o interacción diario entre los habitantes locales, los inmigrantes estadounidenses que residen ahí y los turistas, como se analizará más adelante. Esta idea de tener “algo” en común es lo que el sociólogo inglés Benedict Anderson (1991) definió como la “comunidad imaginada”. Él sostiene que la nación es una construcción mental que, a través de medios técnicos tales como mapas, novelas, libros y periódicos los miembros de una nación podrían imaginar que viven en la misma sociedad compartida. Smith (1991) y Connor (1994) entienden la idea sobre la comunidad imaginada como la que está basada en objetos culturales e instituciones como el arte, la educación y periódicos. En este sentido, los símbolos nacionales desempeñan un papel importante; Smith (1991) los divide en dos tipos: las referencias visibles y las ocultas a la identidad nacional. Entre los primeros están una bandera, los desfiles y monumentos, mientras que los segundos son el reingreso de eventos históricos, los paisajes y la artesanía. Estos símbolos, tradiciones, costumbres y mitos crean un vínculo de colectividad, orgullo y el sentimiento entre los miembros de una nación, y los dotan con una identidad nacional (Smith 1991; Eriksen 1993; Barth 1969). Lo que constituye la identidad nacional cambia con el tiempo, es dinámico y está expuesto a negociación. Como establece Clifford (1988), las identidades del siglo xx ya no presuponen culturas o tradiciones continuas. En todas partes los individuos y los grupos improvisan actuaciones locales reconstruidas del pasado. Este comentario de Clifford permite que el enlace entre la identidad y el turismo sea más obvio. Las imágenes del turismo sobre la nacionalidad proveen otro medio a los individuos y grupos para entender quiénes son y de dónde han venido. Como sostiene Ashworth (1994), el pasado es una estrategia de marketing potente, ya que puede definir una identidad nacional a través de algunos estereotipos seleccionados de personas, lugares y mitologías, por ejemplo una imagen muy fuerte de Dina-

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marca son los vikingos, que eran brutos y violentos. Los símbolos que ayudan a construir y trasmitir un sentido de identidad nacional se deben percibir como los que están cerca del “alma” de la nación. Otros elementos que constituyen la identidad son el patrimonio, el paisaje y la historia, etcétera. MacCannell (1973) fue el primero en adaptar a la industria turística el estudio de la utilización e interpretación de los símbolos en la sociedad contemporánea, y sostiene que las atracciones turísticas en realidad son símbolos que representan algo para alguien, como la celebración de Thanksgiving, que es un símbolo poderoso de la norteamericaneidad. El punto clave de los símbolos es su capacidad para comunicar mensajes muy particulares de un país y su cultura. Por lo tanto, la industria del turismo se basa en una forma de retórica nacionalista, como una manera de trasmitir imágenes y significados sobre lo que se considera atracciones del país (Palmer 1999); esta idea de la nación es muy fuerte y poderosa en el lenguaje del turismo. En consecuencia, el uso del turismo como promotor de la identidad trasciende a lo comercial, va al corazón de la gente porque sirve para definir la identidad cultural y hacerla visible, tanto para la gente misma como para el “otro”. Además, la identidad cultural enfatiza la identidad nacional, ya que comunica las tradiciones tanto del pasado como del presente, lo que les permite a los individuos ser identificados como una nación diferente del “otro”. Como dice Barth (1969), se necesita al otro para conocerse a sí mismo. Los mensajes del turismo sobre la nación tienen un efecto en cómo las personas de ésta conciben su identidad, y de la misma manera cómo la nación y su gente son percibidos por el otro (Ibid.). Sin embargo, los mitos, símbolos y tradiciones promovidos por la industria del turismo pueden tener muy poco que ver con la vida real de las personas o con la forma en que ellas entienden su identidad nacional. El proceso de nacionalización y, a menudo de forma simultánea, la transformación de determinados lugares históricos y paisajes no sólo crea espacios simbólicos que incorporan eventos específicos, periodos del pasado, sino que también desempeña un papel funda-

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mental en la contestación, la elaboración y la redefinición de los ideales nacionales y las imágenes. Este proceso ofrece una vinculación concreta entre los ámbitos local y nacional, por erradicar la esencia de la nación en localidades específicas. Entonces, la industria del turismo participa en el suministro de imágenes visuales en forma de atracciones y experiencias, que reflejan los valores y atributos de la nación. Por lo cual es importante ver cuáles se escogen y cuáles se dejan afuera. Esto también significa que no cualquier zona turística puede aspirar a reconfigurar la identidad nacional, tiene que cumplir con ciertas condiciones básicas que le permita negociarla. Dos tipos de turismo en el estado de Sonora, México Sin duda, las ciudades de Puerto Peñasco y Álamos están entre las zonas turísticas más conocidas de Sonora; la primera se caracteriza por su playa, edificios y calles, y no se destaca por haber sido escenario de una batalla histórica, o por ser cuna de un héroe de México, sino que el motivo para desplazarse hacia allá es tomar sol y descansar en la playa, lo que no la distingue de otro lugar, puesto que esto se podría hacer en cualquier parte. En el mundo globalizado y con transporte y medios de comunicación baratos, el turista también ha cultivado sus gustos e intereses por conocer y vivir experiencias particulares, que le dejan una sensación de haber visitado México, y encontrado lugares que representan la imagen que él se ha construido sobre el país. Esto significa que los turistas buscan cumplir con los estereotipos, símbolos y narrativas que le corresponden a México, como lo demuestran los estudios de MacCannell (1973) y Pine y Gilmore (1999). La ciudad de Álamos se localiza en el sureste del estado, fue construida según la traza de todos los pueblos coloniales en la Nueva España, y su gran desarrollo económico comenzó con la explotación de las minas de plata y oro; su pasado es glorioso y lleno de eventos y personajes famosos. Ahora, en el centro se ubica la iglesia principal,

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el palacio de gobierno y una plaza, en cuyo centro hay un kiosco de madera y metal rodeado de jardineras con palmas y flores y bancas de metal en todo el perímetro. Las casas que circundan esta zona son en su mayoría grandes, con arcadas y balcones enrejados, y todas las calles están empedradas (Clausen 2009). En el centro de Álamos hay una diversidad de comercios (farmacias, papelerías, un mercado, tiendas con servicio las 24 horas, etcétera) y muchos hoteles. Existe una oferta creciente de restaurantes especializados en comidas de distintas partes del mundo (tailandesa, africana y española), al igual que cafeterías que expenden productos orgánicos, una galería de arte y una librería que también es tienda de artesanías (Clausen y Velázquez 2010). Para fomentar el turismo, el municipio instaló un mercado de artesanías, donde se venden muebles rústicos, artículos de palma, latón, vidrio, platería, hierro forjado, instrumentos musicales, cerda tejida o cobijas de lana hechas por indígenas mayos. Álamos es uno de los pocos pueblos del norte de México donde se ha realizado una conservación y restauración sistemática de las construcciones coloniales (Clausen 2008). Esta población fue nombrada monumento histórico nacional, por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, el 24 de noviembre del año 2000. Hay 188 casas y mansiones (tres de ellas son propiedad de mexicanos, las demás pertenecen a estadounidenses). En 2005, Álamos fue incluida en el Programa Pueblos Mágicos; que una ciudad sea considerada como parte de este programa federal implica la existencia de ciertas tipologías dentro de la arquitectura y planeación urbana, de importancia para el patrimonio histórico de México (Clausen y Velázquez 2010). No cualquier sitio turístico cumple con las condiciones para negociar la identidad. Al contrario de Puerto Peñasco, que podría ser una playa de cualquier lugar, Álamos representa lo que los turistas esperan de México, este pueblo corresponde a las imágenes, estereotipos y narrativas de lo que constituye el país. De esta manera, también la propagación de la identidad mexicana es en gran medida un proyecto del Estado-nación, que tiene lugar dentro de las instituciones educativas y, más recientemente, en los

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medios de comunicación. A finales de la década de 1960, el gobierno mexicano se enfocó en el fomento del turismo, y canalizó recursos para que las instituciones promovieran a México como lugar de “sol y playa” (Clancy 2001); en los años noventa lo presentó como un país único por su oferta cultural y espacios naturales (Villalobos 2011). Una de las estrategias es implementar políticas públicas como el Programa Pueblos Mágicos, que comenzó en 2001 (sectur 2010), que busca desarrollar zonas turísticas que tienen edificios, festividades o el recuerdo de eventos históricos considerados parte de la “esencia” de lo mexicano. Por ello se necesita crear condiciones físicas, instalaciones (escenarios), pero también infraestructura (transporte, servicios públicos), que permitan vivir o recordar estas experiencias. Ya son 63 poblaciones las que están dentro de esta política pública. El programa fue diseñado para operar en todas las entidades del país e independientemente de la especialización turística de cada estado, con el propósito de impulsar la imagen urbana en las localidades pequeñas que cuentan con un patrimonio histórico y arquitectónico significativo. El objetivo central era dotar de recursos para la conservación y mejoramiento de la imagen urbana, preservar costumbres o formas de vida consideradas “típicamente mexicanas”: “El programa Pueblos Mágicos […] ayuda a revalorar a un conjunto de lugares del país que siempre han estado en el imaginario colectivo de la nación en su conjunto” (las cursivas son nuestras) (Ibid.). Para que una localidad sea incorporada al programa tiene que cumplir una serie de requisitos administrativos pero, sobre todo, con las características que lo hagan representativo de lo “mexicano”. El Programa Pueblos Mágicos define implícitamente al turismo como una actividad positiva para el desarrollo de las comunidades pequeñas y, en tanto que es productiva, requiere que un conjunto de lugares, prácticas, símbolos y relaciones produzcan lo que la mayoría de la gente considera como vivencias de descanso y confort (Clausen y Velázquez 2011). Esto sólo es posible con la construcción social de escenarios donde se pueda experimentar cierto tipo de vivencias. Es en el ámbito rural donde se busca producir lo que el Programa Pue-

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blos Mágicos define como México típico (Ibid. 2010). En esta clase de turismo se busca probar mundos exóticos y sencillos, tal y como los pueblos mexicanos son percibidos por el resto de Occidente. Sin embargo, las políticas nacionales para la gestión y la protección de los sitios turísticos, como el patrimonio cultural, los monumentos y el paisaje, no tienen en cuenta a los proveedores locales y regionales, que a menudo son extranjeros o relacionados con la elite local de México (Villalobos 2011). Esto crea una nueva dinámica en la construcción del espacio social, que desafía las ideas del Estadonación sobre el México típico definido en este programa. El interés económico del Estado mexicano y de los proveedores para la industria turística es la creación de lugares que correspondan a las expectativas del visitante. En este proceso son varios los actores interesados en promover ciertas imágenes y símbolos en las manifestaciones locales de la identidad nacional a través del paisaje, los eventos, fiestas y monumentos. Por lo que cada uno intenta promover lo que le conviene. En las ciudades con la denominación de Pueblo Mágico existen tres actores con interés especial en fomentar un México auténtico: a) el Estado mexicano, que diseñó el Programa Pueblos Mágicos; b) la elite mexicana local, como los proveedores de la industria del turismo, normalmente conformada por los propietarios de restaurantes o los vendedores de souvenirs y c) los inmigrantes de América del Norte, que residen en las ciudades y se ganan la vida como proveedores para los turistas, que por lo general son los dueños de hoteles o agencias de viajes. Lo interesante en este caso de estudio es que los actores en el proceso de definir lo mexicano no son los ciudadanos del país, sino el grupo de inmigrantes estadounidenses, quienes representan a actores poco investigados a pesar de que su presencia en México está creciendo, ellos viven en lugares turísticos por sus características particulares, y la mayoría de estos sitios han logrado construir una plataforma de poder. Cada actor participa en el sector turístico debido a los intereses propios y los recursos socioculturales. De este modo definen los elementos específicos en las ciudades en que se basa la identidad nacio-

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nal mexicana, y el orden de preferencia de preservar, por ejemplo, los edificios, tradiciones o gastronomía como “auténtica” de México es crear mecanismos concretos a través de los cuales negocian su idea del turismo como un producto comercial. Sin embargo, estas prioridades también ponen en juego las características de la identidad nacional. Como los inmigrantes estadounidenses tienen identidad, creencias, prácticas y reglas diferentes a las de los mexicanos, su presencia necesariamente significará una reinterpretación de las reglas locales, creando significados inéditos o “forzando” su definición o uso anterior. Estos actores utilizan sus recursos para negociar sus ideas concretas, y ganan terreno sobre la reconstrucción del México auténtico a tal punto, que incluso se podría dar forma a los temas centrales para entender la construcción de la identidad nacional, como los estereotipos, los símbolos y narraciones. Como los espacios turísticos son lugares “construidos”, están formados por grupos o actores particulares que ejercen su influencia usando sus recursos socioculturales, económicos y políticos. Por lo que es interesante examinar en cuáles características se pone énfasis y más interesante aún, cuáles se dejan afuera. Para Estados Unidos, desde hace décadas México sigue siendo su principal destino turístico, a pesar de las imágenes negativas que se han difundido últimamente en la prensa estadounidense sobre los conflictos actuales entre el gobierno mexicano y los cárteles de las drogas. Este turismo no sólo significa una fuente de ingresos y recursos para el gobierno, sino también un escaparate hacia el mundo, para mostrar la identidad nacional mexicana y el desarrollo interno. Sin embargo, el control gubernamental sobre el turismo se concentró en los grandes complejos costeros. Paralelo a esto, los jubilados estadounidenses comenzaron a escoger ciudades pequeñas y medianas como su nuevo lugar de residencia para parte del año, debido a las ventajas comparativas de su moneda, pero también por las características ambientales y culturales que les parecen deseables. Estos extranjeros son actores políticos y económicos relevantes por sus recursos económicos y socioculturales, y han visto en estos lugares el

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escenario ideal para construir lo que ellos mismos llaman el México auténtico. La presencia de estadounidenses en ciudades mexicanas, con o sin vocación turística, ha ido en aumento. Sheila Croucher (2007 y 2009) estimó que entre 1990 y el año 2000 este grupo se incrementó en 17 por ciento, y llegó a más de 1 millón 200 mil personas. Con esto, México alberga a la mayor cantidad de estadounidenses que viven fuera de su país. Aunque un gran número de ellos son mayores de 50 años o jubilados, han comenzado a desarrollar una importante actividad productiva, política y cultural, y cada vez son más los involucrados en la fundación de organizaciones civiles con diversos fines, desde la conservación de los valores e identidad estadounidense hasta la asistencia a personas necesitadas, como las mujeres embarazadas sin recursos (Clausen 2008). Sin embargo, en el caso de estudio, los estadounidenses parecen alejarse del modelo de turismo residencial (Mantecón 2008), pues su presencia en ciudades como Álamos o San Miguel de Allende no sólo está asociada al descanso o recreación, sino que se han convertido en protagonistas principales de la conservación e incluso reconstrucción de zonas históricas mexicanas que, de no ser por ellos, se hubieran perdido, así como la edificación y operación de hoteles, restaurantes y otros servicios relacionados al turismo. Las comunidades de estadounidenses que viven en estas regiones han buscado financiar organizaciones civiles para ayudar a poblaciones vulnerables, y también inician proyectos ecológicos y culturales que han convertido a lugares como Álamos y San Miguel de Allende en nuevos centros culturales de México (Clausen 2008). Así, su incremento en zonas con vocación turística se enmarca dentro del crecimiento e importancia que ha cobrado esta actividad económica en México. El resurgimiento del turismo en Álamos A principios del siglo xx, una serie de inundaciones, los altos costos del mercurio, la reducción del precio de la plata en el mercado in-

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ternacional y la Revolución Mexicana terminaron con la minería en Álamos. El fin de la principal actividad económica del pueblo y las constantes incursiones de facciones de la guerra interna de México hicieron que la mayoría de las familias acomodadas de la localidad decidieran emigrar. Álamos se convirtió en una especie de ciudad fantasma, dejando atrás su viejo esplendor. Las historias de los pobladores y las escasas estadísticas disponibles coinciden en señalar que la mayoría de los que se quedaron eran familias pobres; un grupo no mayor de 500 personas. Así, la primera capital del occidente mexicano quedó en el olvido (Navarro 1988; Ridley 2004). La situación de abandono de Álamos perduró por más de veinte años, hasta que el estadounidense Levant Alcorn visitó el pueblo en la década de 1940. Admirado por la belleza de las fachadas que quedaban en pie en la parte central, decidió comprar la mayor parte de las casas. Gracias al mal estado de las construcciones, él adquirió los terrenos a un precio muy bajo (Clausen 2008). En pocos años invirtió una suma importante de dinero en la reconstrucción de varias mansiones, esto con el objetivo de ponerlas en venta entre amigos y clientes de su país de origen. Para el final de los años cincuenta, una colonia de estadounidenses había ocupado una gran área del centro. El pueblo comenzó a renacer, en gran parte gracias a que la restauración de las casas respetó el estilo colonial original (Ridley 2004), lo que atraía a más compradores. En este momento, Álamos era una ejemplo típico de lo que Huete, Mantecón y Mazón (2008) denominaron como turismo residencial. Es decir, personas que adquieren inmuebles o visitan el lugar con el único fin del ocio, pasar el invierno en un clima más benévolo, y disfrutar de la belleza del sitio. Estos primeros inmigrantes estadounidenses evitaban, en la medida de lo posible, todo contacto con los pobladores locales, excepto para contratarlos como cocineros, jardineros o cuidadores de sus residencias (Clausen 2008). Con la llegada de una segunda oleada de inmigrantes, a fines de los años ochenta y noventa, comenzó la construcción del turismo cultural. Los recién llegados ya no sólo eran jubilados, sino personas entre los 30 y 50

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años. También había parejas con niños pequeños o adolescentes, que ya no buscaban en Álamos un lugar de descanso, sino otro sitio para su residencia permanente; es decir, un nuevo lugar para trabajar y educar a sus hijos. Para el grupo creciente de estadounidenses, la actividad turística de Álamos presentaba oportunidades de inversión en negocios relacionados, como hoteles, restaurantes, agencias de viajes y transporte desde Estados Unidos, entre otros. Los recién llegados utilizaron a su favor la tasa de cotización del dólar frente al peso mexicano, de forma que sus ahorros les permitían contar con capital suficiente para adquirir viviendas y abrir negocios. Además, aprovechaban sus lazos y amistades en Estados Unidos para atraer clientes. En este mismo sentido, el dominio del idioma y de la idiosincrasia estadounidense constituía una ventaja competitiva importante en este tipo de negocios relacionados con la prestación de servicios (Clausen y Velázquez 2010). Puesto que muchos de los nuevos residentes habían cursado estudios universitarios, compartían algunas referencias culturales, entre ellas el gusto por la llamada música clásica. Ellos comenzaron a invitar a músicos o cantantes de ópera (en general parte de sus redes de amistad), para que hicieran eventos en Álamos (Clausen 2008). Los empresarios, dueños de hoteles o restaurantes pronto descubrieron el potencial económico de esto, y cada año atraía más interesados. Con el tiempo, esto dio origen al festival Doctor Alfonso Ortiz Tirado, llamado así en honor al Tenor de América, nacido en esta ciudad en 1893. La primera emisión se organizó en 1985, justo después de inaugurar el Museo Costumbrista del pueblo, encargado de difundir la “cultura”, y que tiene un papel central como mediador entre las comunidades estadounidense y mexicana. La calidad de los artistas invitados, el número de eventos y de espectadores hizo que esta velada se convirtiera paulatinamente en el festival cultural más importante de Sonora y, a partir de 2005, comenzó a ser considerado uno de los más importantes de México, sólo superado por el prestigioso Festival Internacional Cervantino, del estado de Guanajuato. El aumento continuo en la concurrencia ha hecho necesario que el festival

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amplíe el tipo de espectáculos, ahora incluye bailes regionales, entre otros (Clausen 2008; Clausen y Velázquez 2010). Los inmigrantes estadounidenses apoyan e invierten muchos recursos en este evento, al igual que el gobierno del estado, contrario a lo que ocurre con la fiesta del santo del pueblo, que es muy importante para los pobladores de la zona, pero no la promueve tanto. El estado ya usa el festival como parte del marketing, lo que eleva considerablemente el valor de México como principal símbolo y atributo que lo define y representa como nación. Este proceso involucra al turismo a través de la sección de imágenes y símbolos como representativos de la identidad nacional, es decir, decide enfocarse en el festival y no en la fiesta del santo patrono en las campañas para promover la zona. En consecuencia, la fiesta del santo patrono se celebra en el pueblo vecino de La Aduana, que no tiene construcciones restauradas sino más bien está en ruinas. Esto hace que a la comunidad estadounidense no le interese pasear allá, mientras la fiesta en honor al Tenor de América se festeja en el mero centro de Álamos. Esta descripción muy breve sólo sirve para mostrar quiénes participan en el proceso de toma de decisiones y no tanto de cuáles son las tradiciones o ritos que reflejan lo que corresponde a la imagen del México típico. En este proceso de la construcción de la nación hay tanto inclusión como exclusión de individuos y grupos. Para el inicio del nuevo siglo, los estadounidenses ya se habían convertido en los principales inversionistas en el renacimiento económico de Álamos, sobre todo por el desarrollo del turismo. Esta situación, aunada al hecho de que ahora sus familias e hijos vivían en la zona, llevó a algunos de ellos a influir en la ciudad, primero en las políticas públicas; intervinieron en asuntos como la reconstrucción y ampliación de la carretera que comunica al pueblo con la que viene de Estados Unidos, el mejoramiento del servicio de agua, alcantarillado y recolección de basura, la construcción de un aeropuerto pequeño, en un terreno donado por un estadounidense. Estos inmigrantes se involucran activamente en el desarrollo económico, cultural, educativo y urbano del lugar, que consideran como su nuevo hogar.

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La búsqueda del México auténtico En el caso de Álamos, los estadounidenses han hecho del lugar la concreción de una serie de imágenes y concepciones relacionadas con lo que llaman el “México auténtico” (Clausen 2008). Es importante notar que esta idealización sobre lo mexicano fue construida en Estados Unidos, pero no podía ser realizada allá sino sólo en ciertos lugares de México. En primer lugar, es necesario decir que, en términos generales, los estadounidenses ven a México como un lugar totalmente opuesto a su realidad. Aunque ellos cada vez más perciben a su vecino del sur como un lugar peligroso, donde la gente es fanática, perezosa y poco confiable (Velázquez 2008), y al mismo tiempo existe una fascinación por aspectos de la cultura mexicana: la música, los valores morales, la religiosidad y los paisajes. La misma percepción de que México es un lugar atrasado, lo convierte en un depósito de valores ancestrales, perdidos en la modernidad de Estados Unidos (Ibid.). Esto hace que, para los estadounidenses que decidieron emigrar a Álamos, sus características arquitectónicas y de paisaje estén llenas de significados relacionados a lugares exóticos, salvajes; un tipo de paraíso perdido (Clausen 2008). En otras palabras, Álamos los transporta de la sociedad moderna –enorme, impersonal, riesgosa y cambiante– a una comunidad premoderna, –pequeña, fraterna, tranquila y estable–, un paraje utópico con estilo mexicano (Ibid. 2009). La mayoría de los que inmigraron a este pueblo, dijeron que su razón principal para escoger México había sido su deseo de realizar un sueño (Ibid. 2008). Esta idea de un rincón alejado del mundo moderno se refuerza con las ceremonias, las fiestas y las artesanías mexicanas, que completaban la creación del vínculo emocional. En Álamos todo el mundo se saluda en la calle, los estadounidenses se conocen entre sí, visten como turistas relajados, viven tranquilos y lejos del estrés de las ciudades. El anhelo de encontrar lo que ellos mismos denominan el sueño sobre “lo mexicano auténtico”, una idea que engloba comodidad, bellos paisajes, arquitectura

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colonial, tranquilidad, amabilidad de los mexicanos y algo de mucha importancia, la seguridad. En este grupo, la experiencia migratoria está íntimamente vinculada con un estereotipo creado alrededor del significado de lo mexicano. Esta idea se concretiza en Álamos, por lo que vivir ahí significa una mejora importante en su calidad de vida. Álamos, como otras localidades pertenecientes al Programa Pueblos Mágicos, ha terminado por incorporar parte de la imagen de “lo mexicano”, traída por los estadounidenses. Esto hizo posible que los pobladores redefinieran su imagen ante sí mismos, pero también frente al Estado-nación. Es decir, la identificación con el otro también puede funcionar a la inversa; un grupo puede adquirir parte de la imagen que los demás tienen de sí, y adaptarla como parte de los elementos que conforman su propia identificación (Abercombrie 1991). Por ejemplo, los inmigrantes estadounidenses han rescatado la mayoría de las mansiones y casas coloniales, y ahora Álamos se beneficia con este trabajo considerándolo como parte de su propia identidad local, lo cual le da oportunidad de participar en varios programas federales, mediante los cuales automáticamente obtendrán recursos económicos. La zona en general logra beneficiarse de la imagen estereotipada sobre lo mexicano auténtico, creada por la comunidad estadounidense. En este artículo, la idea no es entrar en discusión sobre qué actores aprovechan o consiguen más prestigio o recursos con este fenómeno, sino establecer el rol que los estadounidenses han jugado en ello. El beneficio general puede ejemplificarse con la entrada de Álamos al Programa Pueblos Mágicos, lo que le otorga al ayuntamiento recursos extra para la renovación de calles, edificios y otras obras de infraestructura relacionadas con el turismo, a la vez que fue incluido dentro del patrimonio nacional por su área central. El gobierno municipal ha adoptado como suya la imagen que guarda la zona habitaba por los estadounidenses y describe así a la localidad: “[…] Álamos conserva muchos edificios y construcciones notables con arcadas majestuosas, calles estrechas y empedradas, balcones enrejados, zaguanes, patios y traspatios de las viejas casonas, con jardines de ensueño, donde todo parece suspendido en el tiempo pa-

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sado, para el reposo de sus actuales residentes […]” (Presidente municipal, inauguración de la plaza, 2006). El presidente municipal mencionó las características culturales del pueblo como parte de la identidad local, en su discurso de la inauguración de una callejoneada de las estudiantinas, en 2006: “[…] para mantener viva su historia y tradiciones cada año se realizan diversos eventos especiales, como el festival cultural reconocido […] y que convierte al pueblo en la capital de la cultura en Sonora […] también se realizan otros eventos importantes a lo largo del año, como las Fiestas de La Virgen de La Balvanera o las Fiestas Patronales de La Inmaculada Concepción […]”. En los folletos y el discurso de autoridades municipales se puede analizar la forma en que el gobierno retomó la imagen construida por los inmigrantes estadounidenses sobre el lugar, a pesar de que ésta no correspondía a la realidad de los barrios donde viven los mexicanos. Lo que hay que resaltar aquí no es lo que esto significa en términos de distribución de la riqueza, sino en la forma en que las instituciones (gubernamentales y culturales) han internalizado una imagen como propia y un definidor importante de su identidad social. En la interacción con los estadounidenses, el pueblo conecta ciertos valores y los hacen parte de su identidad. Como consecuencia del intercambio mutuo, surge una sensación de pertenecer a la misma colectividad; Álamos se constituye como comunidad particular y distinta a los demás o al “otro”. El presidente municipal reconfirma con su actuación la imagen que se está forjando del pueblo. Esta zona tiene varias tradiciones (indígenas) interesantes como la danza del venado, que dramatiza y cuenta la historia sobre los indígenas y la naturaleza, representa y cumple con la idea que los turistas tienen sobre México, como el país donde sus habitantes conviven con y se sienten cerca de la naturaleza. La danza se lleva a cabo cada 15 días en uno de los hoteles del centro, y es ejecutada por un mestizo, un mecánico local contratado por los estadounidenses. Para la presentación, el bailarín se viste con muchos colores, porque se dio cuenta de que eso fascina a los turistas. Como dice Smith (1991),

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las tradiciones son inventadas y lo interesante es que son dramatizadas para que cumplan con las expectativas de los visitantes. Así, las atracciones culturales enfatizan la identidad cultural, ya que comunican las tradiciones tanto del pasado como del presente, lo que le permite a una nación ser identificada como diferente de “otra”. Entonces, los mensajes del turismo sobre el país tienen una repercusión en cómo los individuos dentro de él conciben su identidad, y de la misma manera cómo la nación y su gente son percibidos por el otro. Sin embargo, los mitos, símbolos y tradiciones promovidos por el turismo pueden tener muy poco que ver con la vida real de las personas, o con la forma en que ellas entienden su identidad nacional. El pasado, como patrimonio, es una estrategia de marketing potente, ya que puede definir una identidad nacional a través de algunos estereotipos seleccionados. Esto no significa que se haya dado un paso hacia un nuevo orden sociocultural, en términos de la existencia de una sociedad homogénea o compacta. Por el contrario, aparecen prácticas que pueden ser calificadas provisionalmente como contradictorias; existen costumbres y hábitos (de los dos actores locales: los estadounidenses y los mexicanos). El presente estudio expresa algo novedoso, porque la influencia económica de este grupo es fuerte, no sólo porque se dedica a abrir negocios en distintas áreas, contrata a mexicanos locales y atrae a compatriotas, a través de sus relaciones con su país de origen, sino también por su efecto concreto y visible en la imagen de la ciudad (la arquitectura por el hecho de restaurar casas y mansiones), y su intento por solucionar problemas sociales que considera fundamentales, como fundar organizaciones de caridad. Discusiones sobre las visiones de Álamos Los inmigrantes estadounidenses buscan conservar a Álamos en sus dimensiones actuales, es decir, no les interesa el crecimiento en la

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población o se oponen a la instalación de cadenas comerciales como Seven-Eleven o Wal-Mart, porque serían una amenaza para la imagen de la ciudad. Sin embargo, esto no implica que ellos desean que la zona permanezca estancada, sino que su idea de desarrollo se enfoca en lo turístico y la cultura, tratan de conservar el entorno urbano sin cambios en su apariencia. De esta manera, nos damos cuenta que la idea sobre “lo mexicano” no sólo se trata de discurso y representaciones, sino que parte de su conceptualización está estructurada también por la experiencia física. Como establece Smith (1991), lo importante para una nación y para crear una identidad particular para una comunidad es tener un mito. En Álamos, el hecho de que fuera un estadounidense quien comprara y restaurara, en 1948, las casas y mansiones coloniales, ha hecho posible que la comunidad creada por la visión empresarial de este personaje establezca un mito fundacional, que la define como pionera. Con ello los inmigrantes buscan construir un sentimiento de pertenencia particular, no sólo hacia el lugar sino dentro del mismo grupo; en enero de 2006 consiguieron que el gobierno local colocara una placa en memoria de Levant Alcorn, quien restauró las mansiones, junto con otros cinco personajes mexicanos importantes en la historia de Álamos. Entonces, en esta interacción los mexicanos reconocieron oficialmente la importancia de este “fundador”, y con ello se dio un lugar al mito que representa; la comunidad estadounidense es vista y reconocida como un “otro” que está presente, forma parte de Álamos, al mismo tiempo que se considera diferente. Esto significa que se inscribe en la historia del Estado-nación, y gana un lugar particular importante. Como bien dicen Smith (1991) y Gellner (1983), no importa si las tradiciones son inventadas sino que la gente crea en ellas. Los estadounidenses empezaron a organizar callejoneadas pequeñas con pocos estudiantes mexicanos, que tocaban en las calles en el centro (no en el lado mexicano del pueblo), unos años después ya formaban parte de la imagen de Álamos, como aceptó el presidente municipal, luego invirtieron en trajes adecuados al estilo de España, de donde viene

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esta tradición. Hoy en día ya participan en competencias en Estados Unidos con grupos estudiantiles de allá. Para cumplir con su imagen de México auténtico, los estadounidenses contratan mujeres con apariencia indígena para que vendan muñecas zapatistas, faldas y blusas de colores fuertes, lo que no tiene nada que ver con el vestido tradicional de la región de Sonora, sino más bien de la imagen estereotipada de México: los colores fuertes y las indígenas vendiendo en las calles. Estas mujeres sólo venden los domingos enfrente de los dos hoteles en el centro. Reflexiones finales Quiero poner énfasis en algunos puntos esenciales; este artículo no se trata de que los inmigrantes estadounidenses están desarrollando las comunidades para bien o para mal, sino de analizar cómo este grupo usa sus recursos para sus fines y cómo esta estrategia repercute en las poblaciones mexicanas y en su identidad, tanto local como nacional. Lo interesante es que este fenómeno casi no se ha investigado en los estudios de migración y turismo, a pesar de que es un tema muy relevante y actual, por ejemplo por las olas de migración del norte de Europa hacia España e Italia, donde también hay escandinavos que residen en pueblos españoles y usan sus recursos para influir en las imágenes, símbolos y narrativas de la identidad nacional española. Quiero concluir con algunas observaciones finales: el turismo participa en la construcción y consolidación de las identidades, e influye en lo que se construye desde la perspectiva tanto de los inmigrantes estadounidenses como de las elites mexicanas y los turistas. Cuando se ponen los artefactos, las prácticas y paisajes en el mercado del consumo turístico se promueve una hibridación entre lo global y lo local, donde luego la autenticidad se vuelve fundamental lo que, como se demostró, produce conflictos en varias dimensiones. Con el caso de estudio de Álamos demostramos que la relación entre el turismo y la identidad se puede conceptualizar en términos

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de relaciones sociales. Por un lado, la identidad se transforma cuando grupos, instituciones o individuos actúan para mercantilizar los recursos disponibles como el ambiente, monumentos, la comida o edificios para satisfacer al turismo. Este proceso de intercambio está mediado por las relaciones nuevas entre los individuos o grupos dentro de la zona turística y hacia fuera. Por otro lado, las relaciones sociales existentes y resistentes son decisivas, a tal grado que podrían influir en la mercantilización del lugar para el turismo. Más que homogeneizar o destruir las identidades de una región, como concluyen los estudios tradicionales sobre el turismo, éste contribuye a los procesos continuos de cambio, los cuales al mismo tiempo están mediados por los elementos de continuidad que forman parte de la identidad. El turismo entonces constituye una manera única de ver o analizar cómo se negocian las relaciones globales-locales en un contexto particular, pues permiten/conservan la diferencia y diversidad. Como en Álamos, el desarrollo turístico está mediado por relaciones sociales locales resistentes, a la vez que se construyen otras nuevas, que se superponen a las bases existentes dentro del contexto. Como lo demuestra este caso de estudio, son estas relaciones sociales más que la presencia en sí de los turistas las que repercuten en la identidad. Álamos se ha vuelto una representación y reproducción concreta de la idea de los estadounidenses de “lo mexicano”, manifestada en un paisaje físico y cultural construido. De esta manera, ellos dejan una huella sociocultural significativa por tener recursos disponibles para realizar su utopía sobre México. Por otro lado, el lugar no sólo representa un beneficio para la comunidad estadounidense sino, como Abercombrie (1991) apunta, también funciona a la inversa: la zona turística retoma esta imagen construida, y la convierte en uno de los identificadores particulares frente a los demás pueblos y actores. Este tipo de turismo/inmigrantes hace visible la paradoja que existe entre la utopía y la realidad. Así mismo, el turismo internacional juega un doble papel: por un lado es resultado del proceso de cambio de las sociedades y, por otro, constituye una fuerza poderosa que puede transformar la cultura y el desarrollo de muchos pueblos y ciudades involucrados en el proceso.

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Turismo y los símbolos de la identidad mexicana. El caso de pueblos mágicos Mario Alberto Velázquez García* Introducción

En este artículo se analiza la relación entre la identidad nacional de

una población y el crecimiento del turismo. El objetivo es explorar las conexiones entre el turismo, una actividad productiva, pero también cultural, y los elementos que le permiten a un grupo de personas identificarse como miembros de una comunidad nacional particular. Con ello se busca demostrar que en las sociedades contemporáneas la identidad nacional y el turismo son componentes sociales que se influyen y condicionan mutuamente. El análisis se centra en el desarrollo del turismo en México, con el Programa Pueblos Mágicos. El interés por estudiar la conexión entre la identidad, la nación y el turismo no es nuevo; sobre el tema existen trabajos como los de Craik (1997); Palmer (1999); Shaffer (2001); Villalobos (2011) y Clausen y Velázquez (2011), que dan cuenta de que el turismo no es sólo una actividad productiva, sino un conjunto de relaciones personales y de asociación para la producción de objetos que intervienen e influyen en la conformación de las identidades, tanto de los participantes activos en ella (turistas, prestadores de servicios), como de quienes viven en las localidades que reciben a los visitantes. Shaffer (2001) mostró que la aparición de guías turísticas para realizar viajes en automóvil a lo largo de Estados Unidos ayudó a la construcción de la identidad nacional estadounidense. Por su parte, * Profesor-investigador de El Colegio de Sonora. Correo electrónico: mvelazquez@ colson.edu.mx

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Villalobos (2011) analizó el papel determinante que jugaron los estudios arqueológicos mexicanos como proveedores de imágenes y sitios, que permitieron reconstruir la identidad mexicana a partir de las culturas prehispánicas, pero también como material fundamental para proyectar esta identidad como marca turística de México en el mundo. Y demostraron que el turismo no puede ser entendido sólo como una actividad productiva, en un sentido contrario o nocivo al “sano” desarrollo de la cultura. El turismo ha sido objeto de una especie de satanización, que lo coloca como un agente contaminante de las culturas locales o nacionales, convirtiendo a estas prácticas en meros objetos comerciales y, con ello, trivializando expresiones sociales complejas. El objetivo de este artículo, al igual que los trabajos mencionados, es mostrar que el turismo ocupa un papel central en la configuración de las identidades nacionales en esta época de fenómenos globalizantes como la migración creciente a escala mundial, las nuevas tecnologías para la comunicación y la existencia de una economía mundialmente integrada, que han generado una revisión de los elementos constitutivos de las identidades relacionadas a un Estado y territorio, porque requieren integrar rasgos culturales, raciales, religiosos, políticos y simbólicos diferenciados, que no estaban presentes en sus relatos fundacionales. El turismo mueve cada año a millones de personas alrededor del mundo, poniendo en contacto a culturas distintas y generando el consumo de diferentes aspectos relacionados con las diversas identidades nacionales como festividades, comidas típicas, vestimentas o artesanías. La globalización no sólo significa una mayor interconexión e interdependencia económica mundial, sino la aparición de agentes que juegan un papel importante en la conformación de elementos culturales que antes eran ámbito exclusivo de una comunidad establecida dentro de un territorio particular, como la identidad nacional. Este trabajo no trata en exclusiva sobre identidad nacional o turismo, sino acerca de la forma en que los actores involucrados en este último participan de manera consciente o inconsciente en la reconfiguración de las identidades nacionales.

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Dean MacCannell (2007) tituló Empty Meeting Grounds a uno de sus análisis más conocidos sobre el turismo contemporáneo, donde examinó las consecuencias para las culturas locales de la llegada constante de cientos de visitantes que no buscan adaptarse o entender el nuevo entorno, sino consumirlo. El turismo se ha vuelto una actividad deseable por sí misma, sin finalidad o ideología intrínseca alguna, por ello los lugares turísticos se convierten en escenarios vacíos. No obstante la postura de MacCannell, los sujetos que viven en ellos y los mismos turistas buscan llenar estos espacios sociales con sentidos e imágenes que les recuerden una identidad, una forma de ser o pensar (Craik 1997; Palmer 1999; Shaffer 2001; Villalobos 2011; Clausen y Velázquez 2011). Tanto los países como las identidades nacionales se han convertido en proveedores importantes de imágenes y festividades para dar contenido a estos sitios turísticos. Para tratar de entender la relación entre turismo e identidad nacional se utiliza el concepto de “economía de la experiencia íntima”, que hace referencia a las formas en que esta actividad productiva institucionaliza (genera normas, prácticas, roles y estatus más o menos estructurados) las relaciones sociales y los lugares vinculados con ella: “[el turismo es una] […] actividad productiva [que] busca brindar una serie de vivencias asociadas con lugares considerados como memorables. Es decir los lugares turísticos son espacios que han sido cargados de significados sociales, históricos o culturales al punto de que la mera presencia de la gente en ellos proporciona una experiencia trascendente” (Clausen y Velázquez 2011). Esta definición sociológica de la actividad turística enfatiza la serie de componentes presentes en este tipo de relación social institucionalizada: los actores, las normas, el contexto, los símbolos y el espacio donde tenía lugar la interacción. En algunas de las zonas turísticas, estos elementos institucionalizados y consumidos por los turistas son los que tienen una fuerte relación con la identidad nacional: la visita a edificios históricos, las celebraciones patrias, la representación de bailes tradicionales o de comidas típicas, incluso la venta de vestimentas identificables con un país (el sombrero charro mexicano, los zapatos de madera holandeses).

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Las identidades nacionales han ocupado un lugar central en la historia de Occidente y permanecen dentro del imaginario social (Anderson 1993), incluso en la industria turística. Sin embargo, al formar parte de una transformación productiva, estas identidades han pasado por un proceso de institucionalización particular –al que denominamos economía de la experiencia íntima– que las convierte en productos intercambiables; en mercancías. En otras palabras, los elementos imaginarios que configuran al mexicano, al francés, al italiano, etcétera, son “pasteurizados”, a fin de que puedan ser consumidos, representados o vendibles en un pequeño llavero. Pero, al mismo tiempo, la existencia de estos lugares turísticos le permite a grupos o actores sociales tratar de reconfigurar los contenidos o significados relativos a una identidad nacional. El turismo no es sólo producción de mercancías, sino una arena de reconstrucción de los sentidos sociales. Entonces, la economía de la experiencia íntima busca analizar las relaciones sociales y los mecanismos que institucionalizan dichos elementos culturales de la identidad nacional. Así, en efecto, el turismo es, en tanto actividad económica sobre bienes culturales, un medio para la cosificación de ellos, en este caso fiestas, edificios, objetos relacionados a un levantamiento social, que puedan ser vendidos como mercancías. Sin embargo, la gente que acude a estos lugares no sólo busca consumir un producto, sino acceder a un tipo de representación –por más falsa o artificial que sea– sobre un mundo mejor. En este sentido, el presente trabajo versa sobre la forma en que la identidad nacional y el turismo se relacionan, y las prácticas que los sujetos hacen de dichos componentes identitarios con el interés de tener un conjunto de “experiencias” turísticas. Dos caminos: el turismo y la identidad nacional Las teorías sobre nacionalismo y turismo crecieron en tiempo y escenarios muy distintos. El primero, al menos con tres siglos de antigüedad, trataba de explicar la generación de un sentimiento de pertenen-

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cia alrededor de las nuevas formas de poder y de economía, que se estaban produciendo a partir de las revoluciones políticas e industriales. Las naciones estaban ancladas en elementos territoriales, históricos, culturales y simbólicos, que permitían diferenciar a un pueblo de otro, la existencia de ciertos artefactos culturales sólo posibles en la era industrial como la reproducción masiva de mapas, libros, cantos, etcétera. Esto hizo posible la diseminación de un sentimiento de pertenencia a un grupo imaginado de compatriotas (Anderson 1993), que ahora veían su identidad nacional continuamente confrontada dentro de la globalización, y ésta no puede pensarse anclada o fija en el tiempo o en ciertos elementos, más bien se encuentra en constante proceso de resignificación como todos los demás aspectos culturales y de interacción social (Palmer 1999). Antes que nada, la denominación que damos de turismo es un desplazamiento, desde el lugar (espacial, social y cultural) donde transcurre por lo regular nuestra vida, hacia zonas donde podremos obtener experiencias distintas y significativas (Clausen y Velázquez 2011). Sin embargo, al mismo tiempo, el turismo tiene características económicas específicas; primero, establece una forma particular de relación con el espacio, pues a diferencia de otras mercancías, las turísticas deben ser consumidas en el lugar; una playa no puede ser transportada fácilmente. Segundo, el turismo origina una forma nueva de relación entre dueños de producción y sus empleados, sobre el trabajo y la propia cultura de los segundos (Ibid. 2010). Tercero, el turismo, en tanto economía de experiencia íntima, significa la escenificación, cosificación y mercantilización de objetos, lugares, ceremonias, comidas y símbolos, que permiten a las personas sentir que recrean una experiencia memorable (Ibid. 2011). Finalmente, como sucede con las actividades humanas hechas en asociación con otros, los viajes para visitar un templo, una ciudad o un paisaje determinado ahora se realizan bajo las reglas y normas de intercambio económico contemporáneo; así, los viajes turísticos se contratan con empresas que ofrecen transportación de manera regular, el hospedaje es en establecimientos (hoteles) que brindan diversos servicios re-

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lacionados como la alimentación, la higiene, el descanso y la visita también cuenta con una serie de servicios y venta de guías, folletos, postales, objetos conmemorativos, etcétera. El turismo, que comenzó como una actividad colectiva, que buscaba satisfacer la búsqueda de ciertas experiencias religiosas, se ha institucionalizado en prácticas económicas que regulan su funcionamiento. La identidad nacional está compuesta por objetos materiales (banderas, mapas, edificios, monumentos) e inmateriales (festividades, canciones, lenguaje), que simbolizan la pertenencia a un grupo (Anderson 1993). Por su parte, el turismo es una forma moderna de interacción que ha desarrollado instituciones y prácticas particulares, donde elementos culturales toman valor de intercambio. Ambas áreas de interacción social buscan generarles un sentido a los contactos que tienen los individuos entre sí, al relacionar y dar coherencia a la convivencia de objetos, lugares y símbolos. Es en este punto donde comienza el contacto entre las identidades (nacional y local) y la de los turistas. Si se analiza al turismo y a la identidad nacional como prácticas culturales que institucionalizan cierto tipo de relaciones sociales, las dos se caracterizan por resaltar, –entre otros–, una serie de artefactos culturales que resultan “significativos”, y que por un lado permitían la identificación de un grupo con sus comunes (los miembros de una misma nación), pero también les facilitaban a los demás reconocer las características que los separaban (lo exótico o diferente) de esta identidad nacional (los turistas o los ciudadanos de otro país). Tanto los promotores de las zonas turísticas como los Estados-nación buscan generar un relato escrito, visual, simbólico y cristalizable en objetos que contengan una coherencia interna que permita a sus usuarios tener un sentido de pertenencia (Ibid.), y disfrute de una experiencia memorable en escenarios diseñados para ello. En este sentido, no resulta casual que sean los Estados modernos los principales promotores del turismo, pues no sólo les permite generar formas de desarrollo en zonas donde otro tipo de actividades no podrían hacerlo, sino que el turismo se ha convertido en un escenario importante

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para presentar componentes de la identidad nacional, que se busca resaltar con fines mercadológicos (Villalobos 2011). Como creadores de instituciones, el turismo y la identidad nacional retoman arbitrariamente una serie de elementos (un edificio, una fecha, un personaje, una comida o una vestimenta, de acuerdo a la ideología del grupo que ostente el poder político o económico), y los integran a un relato coherente (el espíritu de la nación mexicana, la estadounidense o cualquier otra) que confiere un sentido de pertenencia, de particularidad, de orgullo, etcétera, a un conjunto de símbolos y representaciones sociales. Este esquema de funcionamiento de las instituciones sociales resulta funcional con el tipo de uso que el turismo hace de factores materiales y simbólicos. Así, esta industria que vende una serie de elementos, como la basílica de Guadalupe o la pirámide de Teotihuacán, permite que las personas que acuden ahí puedan experimentar la “esencia” de una identidad sintetizada en un edificio o ceremonia. Además, esta materia esencial de una identidad puede ser “adquirida” y conservada mediante un recuerdo o representación simbólica (reproducción, fotografía, dibujo y un largo etcétera), que se venden en estos sitios. Como dice Catherine Palmer, las ceremonias y los símbolos de una nación proveen material interminable para generar una sensación de nacionalismo en los lugares turísticos (1999). Una de las críticas más comunes al turismo es la “explotación”, la “mercantilización”, la “banalización” y la “pérdida de sentido”, que genera cuando se desarrolla en lugares o involucra a ceremonias con gran significado cultural. El turismo es visto como un acto “intrusivo”, que le hace perder significado simbólico a un evento, edificio o personaje histórico convirtiéndolos en mercancías, a fuerza de la escenificación, el número creciente de visitantes y a la fabricación masiva de productos que los simplifican o trivializan. Tanto los investigadores como los miembros de grupos, que buscan preservar el patrimonio cultural, suelen caer en el lugar común de adjudicar la responsabilidad de esto al turismo como actividad y a los turistas como individuos.

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Estas opiniones sobre el turismo parecen provenir más de las falsas prenociones contra las que advertía Durkheim, desde sus estudios pioneros en la sociología, donde demostró que algunos comportamientos sociales tienen efectos no visibles desde la percepción de lo evidente. La religión (la religiosidad actual), por ejemplo, no es un rezago de irracionalidad o una mera forma de control, sino una de las instituciones fundamentales para la reconstrucción continua del orden social. De esta forma, el turismo no puede ser pensando, en su relación con la identidad nacional, sólo en términos de una especie de “corruptor” o “destructor” de los valores “fundamentales” y “profundos”, que descansan en ciertos elementos. Por el contrario, puede ser entendido como una de las instituciones sociales contemporáneas fundamentales para definir la identidad cultural, y hacerla visible frente a los mismos miembros de un grupo social y los “otros” (Palmer 1999). El turismo es una institución en tanto contiene normas relativas al comportamiento de los actores relacionados, pero también porque su desarrollo abarca una cantidad creciente de bienes culturales e identitarios, que se consumen como objetos de la experiencia turística. La masividad y su carácter de elemento fundamental en los ritmos de la vida actual le confiere al turismo este atributo primordial en los ámbitos culturales. Economía de la experiencia íntima e identidad nacional El turismo se puede concebir como una acción humana que busca desarrollar cierto tipo de experiencias consideradas como significativas, deseables, memorables y, a fin de cuentas, distintas a las de la cotidianeidad (MacCannell 2004; Mantecón 2008). El calificativo de significativas y distintas se refiere a la alta valoración cultural, que desde finales del siglo xix, comenzó a dársele a los viajes para conocer una iglesia, una ciudad, un paisaje u otras culturas (MacCannell 1973). La experiencia turística no puede ser considerada como un

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acto particular, sino una concatenación de acciones, que en su conjunto le dan forma, como el acto de desplazarse (por algún medio de transporte), llegar a un lugar no frecuentado en nuestra cotidianeidad o nuevo, y también visitar, recorrer o simplemente admirar un espacio cargado con un gran significado por su belleza, historia o un acontecimiento que tendrá lugar (Clausen y Velázquez 2010). El turismo es una actividad económica y social que implica al menos tres actores: los turistas, los habitantes locales y los prestadores de servicios relacionados con el turismo (Miller y Auyong 1991). Estos grupos tienen una visión diferenciada sobre qué es el turismo, según las relaciones, los costos y los beneficios que éste les proporciona. Las posturas de los involucrados –turistas, locales y prestadores de servicio– tienen consecuencias directas para ellos mismos, y en la forma en que el turismo se planea, desarrolla y repercute en cada localidad (Torres y Momsen 2005). En este sentido, los lugares turísticos son “construidos” socialmente, por la serie de significados que le confieren los actores que participan en su diseño y funcionamiento, pero también por quienes se oponen o viven en la misma población (Pine y Gilmore 1999; Ingram et al. 2007; Clausen y Velázquez 2011). Con el paso del tiempo, las actividades, lugares y las experiencias mismas que se podían considerar como turísticas se fueron transformando y ampliando. Así, aunque el turismo se relacionó, durante la segunda parte del siglo xx, con playa, sol o al descanso cada vez aumentan más las experiencias memorables. Un subconjunto de ellas está relacionado con las festividades particulares: el Carnaval de Río de Janeiro, Brasil; la Semana Santa en San Luis Potosí, México, o el Festival de Octubre, en Alemania, y visitar edificios o zonas urbanas: la torre Eiffel o la ciudad de París, en Francia; las ruinas de Chi-Chen Itzá, en México, o la estatua de la Libertad o Nueva York, en Estados Unidos. Aquí se utiliza el concepto de “economía de la experiencia íntima” que hace referencia a que: [el turismo es una] […] actividad productiva [que] busca brindar una serie de vivencias asociadas con lugares considerados como

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memorables. Es decir los lugares turísticos son espacios que han sido cargados de significados sociales, históricos o culturales al punto de que la mera presencia de la gente en ellos proporciona una experiencia trascendente […] La economía de la experiencia íntima son entonces las formas de institucionalización que tienen los lugares, las prácticas, los símbolos y las relaciones que al reunirse producen lo que la mayoría de la gente considera como vivencias auténticas, de descanso y confort relacionadas al turismo. Esta institucionalización pasa por la construcción social de los escenarios o regiones donde ciertas experiencias pueden ser vividas y otras no. Una de las formas de institucionalización más significativas dentro de las zonas turísticas son las relaciones entre los consumidores [visitantes] y los pobladores. Como dijimos, la vida cotidiana de las habitantes se convierte en parte importante de las relaciones económicas dentro de las zonas turísticas; la cultura misma de los pobladores se convierte en parte del producto que se vende […] (Clausen y Velázquez 2011). La economía de la experiencia íntima permite señalar que las personas adquieren, al realizar un viaje, el derecho para el uso temporal de un espacio donde podrán disfrutar de un escenario (Pine y Gilmore1999); la representación de festividades patrias, religiosas o el hecho de adquirir algún objeto conmemorativo o estar en contacto con la “atmósfera” (escenario) donde sucedió un hecho representativo para un país (Ibid.). En otras palabras, los lugares turísticos institucionalizan prácticas –aun las vinculadas con una identidad nacional–, que pueden ser comercializadas. Con la definición de la economía de la experiencia íntima (relacionada con una identidad nacional), nos interesa resaltar que a los lugares turísticos aludidos se les ha cargado de significados sociales, históricos o culturales –afines a algún tipo de identidad–, a tal punto que la mera presencia de la gente en ellos les proporciona una experiencia trascendente relativa a ser “mexicano”, “parisino” o “estadounidense” (MacCannell 1973; 2004). Los lugares donde se desarro-

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lla el turismo de la experiencia íntima de este tipo les permite a las personas vivir por unos días una experiencia socialmente valorada, como la representación de un ser nacional; al celebrar el 4 de julio en Estados Unidos por medio de juegos artificiales, consumir ciertas comidas o seguir la trasmisión de un partido de futbol americano, las personas pueden experimentar por unos momentos ser miembros de esta otra colectividad (Anderson 1993). Es necesario resaltar que los significados relacionados con el turismo de la experiencia íntima no son únicos, todo lo contrario, existen grupos que buscarán darles un sentido particular (Sant Cassia 1999). Esto, en especial, es relevante –aunque no exclusivo– de los lugares relacionados con una identidad nacional, pues por lo general existen interpretaciones diversas sobre el sentido que tuvo un sitio, persona o símbolo en la conformación e historia de un país. Los usos y significados sobre cada espacio social serán construidos por los agentes que participan en el turismo (prestadores de servicios, turistas y población local), pero también por actores como el gobierno que busca generar –y utilizar– algún tipo de imagen (Gustavsen 2009). Por ejemplo, los gobiernos conservan o reconstruyen las plazas o los edificios donde ocurrieron acontecimientos decisivos para la constitución del relato actual sobre la historia nacional, al mismo tiempo se trata de desaparecer los símbolos que podrían enaltecer relatos distintos. Es aquí donde el término turismo de la experiencia íntima colabora para reintroducir el poder a los estudios del turismo. En este caso, por el interés de los grupos por participar y decidir en la construcción (física y social) de lugares y el funcionamiento de ideas socialmente institucionalizadas en el ámbito social, como las utopías. Como ya se mencionó, el turismo de la experiencia íntima nos recuerda que la gente ya no sólo busca descansar, broncearse, emborracharse o practicar algún deporte extremo, hay personas que desean tener contacto con otras culturas e identidades; en parte, por tratarse de una práctica valorada socialmente, por ser un medio histórico para ampliar el conocimiento (la experiencia), pero también como una forma de reafirmar el valor de la propia identidad (Kraftl 2007).

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El estudio sobre la construcción, reconstrucción o uso de lugares históricos como parte de la oferta turística no es nuevo, pero sí el análisis de zonas donde existen conflictos vigentes y donde alguno de los protagonistas de la disputa utiliza el turismo como una herramienta para lograr sus fines. Al respecto, la definición de turismo de la experiencia íntima implica que el espacio (turístico) es objeto de una disputa entre los turistas, los (habitantes) locales y los prestadores de servicios relacionados con el turismo (Miller y Auyong 1991). Algunos de estos actores –como los prestadores de servicios– pueden buscar la perpetuación de ideas o imágenes, que son fuertes atractivos para el visitante, aunque ya estén desfasados de la identidad nacional o local; por ejemplo, los sombreros charros y los mariachis se utilizan como atuendo del personal en algunos restaurantes u hoteles mexicanos, para atraer a los estadounidenses, a pesar de que ya nadie usa dicha indumentaria en México, e incluso no toda la gente podría sentirse identificada con este tipo de música. La identidad nacional mexicana cambió, pero no en las zonas turísticas. En América Latina, el turismo de la experiencia íntima, relacionado con identidades nacionales, tuvo en Cuba uno de sus destinos más importantes el siglo pasado. Después de la revolución de 1959 esta isla se convirtió en el principal destino turístico de la zona del Caribe (Spencer 2010). El régimen revolucionario hizo del turismo uno de los motores principales de su modelo de desarrollo, generando acuerdos con países “amigos” como la Unión Soviética y otras naciones dentro del llamado “bloque comunista”. En Cuba, la actividad recreativa del turismo no estuvo exenta de un carácter político cuidadosamente diseñado por el Estado, que buscaba que los visitantes fueran testigos de los beneficios del socialismo. Debido a las crecientes dificultades económicas que atravesaba la economía, el gobierno tuvo que comenzar a elaborar mecanismos que le permitieran controlar al turismo y la movilidad de los paseantes con el fin de evitar que conocieran zonas que no se querían mostrar. Esta política de control derivó en la separación de los visitantes del contacto con la población en general; los cubanos tenían prohibido el acceso a los hoteles, restaurantes y playas donde se encontraban los turistas (Ibid.).

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Entonces, la dimensión sociológica que nos interesa analizar con el término de turismo de experiencias rebeldes son las instituciones. En el caso de las vivencias turísticas y los significados mencionados, nos referimos a las prácticas concretas que los grupos ofrecen como “relevantes”, para que el visitante pueda “apropiarse” de la experiencia de ser parte de una identidad particular. Estas pueden ser tanto ir a un edificio, una iglesia o una plaza, pero también comprar cierto tipo de souvenirs, consumir algunas mercancías o presenciar una representación o incluso ser parte de una protesta. Un ejemplo muy claro de esto sucedió en la revuelta en Libia, donde un estudiante estadounidense de la Universidad de California en Los Ángeles decidió unirse a los rebeldes porque buscaba una emoción “fuerte”: “[…] es el fin de las vacaciones de verano, así que pensé que sería divertido unirme a los rebeldes. Esta es una de las pocas revoluciones reales […]” (Pijamasurf 2011). El interés aquí es analizar las actividades, relaciones y productos que la gente consume, vende u ofrece en torno a una identidad nacional en una zona turística. El crecimiento del turismo en México: el uso de la identidad nacional

Aunque la intención de este trabajo no es escribir una historia acerca del turismo en México, es necesario hacer un recuento breve sobre su evolución, con el fin de identificar a algunos de los actores y las definiciones que lo han ido conformando, para mostrar que existen actores y temas relacionados con la identidad mexicana que han sido constantes en su definición y desarrollo. Como ya se dijo, en la era de la globalización hay procesos sociales generales que rebasan las viejas formas de soberanía de los Estados-nación. Este es el caso del turismo en México, que comenzó a desarrollarse, no como resultado de la planificación gubernamental, sino debido a transformaciones del contexto internacional, más específico en Estados Unidos: a) la Enmienda xviii a la Constitución

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de Estados Unidos, que dio origen a la Ley Volstead (la llamada ley seca), que prohibió la venta de bebidas alcohólicas a partir del 19 de enero de 1919, fecha de su promulgación; b) la construcción de un sistema nacional carretero en Estados Unidos; c) la masificación en el uso de medios de transporte novedosos, como el automóvil y los aviones, que generó una nueva movilidad para la población. Uno de los usos que se dio a esta capacidad de realizar viajes fue acudir a las fronteras, en particular la mexicana, con el fin de obtener los productos que estaban prohibidos en el país: varios tipos de alcohol. En Tijuana (pero también en otras ciudades fronterizas) comenzó a construirse una gran cantidad de bares, cantinas y prostíbulos, convirtiéndola en el primer destino turístico internacional de México, lo que tiene importancia histórica y cultural. Esta región empezó a convertirse en uno de los imaginarios más significativos y constantes a partir de los cuales los estadounidenses construyen su idea sobre México: las imágenes de casas viejas de adobe con techos de tejas rojas, los cactus, los sarapes, los sombreros, el tequila y las mujeres bonitas comienzan a ser parte de ella. De 1921 a 1928 se produjeron 75 películas estadounidenses donde se representó a la región fronteriza mexicana, sobre todo a Tijuana, como un lugar peligroso, pero al mismo tiempo atractivo y donde todo es posible (Velázquez 2008). Ante la falta de una planeación gubernamental para la realización de este turismo, la constitución de la economía de la experiencia íntima en Tijuana se construyó “libremente”. De tal manera que la existencia de un grupo numeroso de turistas que buscaban consumir alcohol, visitar los bares y prostíbulos determinó el tipo de establecimientos que se abrían. De esta forma, la actividad de la zona principal de la ciudad comenzó a especializarse en estos negocios, lo que explica, en parte, el crecimiento que llegarían a tener las bandas dedicadas a giros ilícitos en Tijuana, su expansión respondió a un mercado creciente para sus productos o servicios, pero también al abandono del gobierno para regular o prohibir la proliferación de estos negocios. La no acción de la autoridad permitió, entre otras

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cosas, que los traficantes abrieran los establecimientos que atraían a los turistas; se toleraba la criminalidad que creció alrededor de los bares y los prostíbulos, y cualquier intento de cerrarlos era acallado. A pesar de la tolerancia gubernamental al turismo, que proliferó en Tijuana, no estaba acorde con la identidad nacional promovida por los regímenes posrevolucionarios. Esto resulta un punto significativo, pues representaba la confrontación de distintas visiones sobre el mexicano. Por un lado, la de los estadounidenses que lo veían como una persona floja, pendenciera, borracha y acostumbrada a la parranda constante. Por otro, estaba la postura del gobierno, de que el mexicano era una persona acostumbrada a superar adversidades, mezcla de dos culturas, pero interesado en participar en el mundo moderno. El imaginario nacionalista del gobierno mexicano olvidó deliberadamente a Tijuana y, en general a la zona fronteriza, que fue excluida de los primeros planes de promoción turística del país. Un segundo lugar que comenzó a ser accesible a los visitantes estadounidenses fue Acapulco. Durante la década de 1940, artistas de Hollywood convirtieron a esta bahía en uno de sus principales sitios de descanso, reconstruyendo así la definición sobre el turismo en México. Acapulco generaba una idea de país diferente a la de Tijuana, aunque completaba las imágenes que se formaban en Estados Unidos sobre él: la playa, el sol, las palmeras eran parte de un lugar “salvaje” todavía por civilizar, al igual que ese nuevo-viejo oeste que era la frontera mexicana. Al igual que en el caso de la ciudad fronteriza, se comenzaron a filmar en Acapulco una cantidad considerable de películas estadounidenses, ya que no era un sitio peligroso sino exótico, tropical, sensual y habitado por amables lugareños siempre dispuestos a servir o ayudar a los extranjeros: una especie de paraíso descubierto por los estadounidenses. Acapulco no sólo era importante por ser el segundo destino turístico de los estadounidenses en México, sino que se convirtió en el primero internacional, conectado por uno de los nuevos medios de transporte, los aviones (Turner y Ash 1991). Los dos primeros destinos turísticos de México no surgieron como resultado de un plan gu-

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bernamental sino al contrario, al turismo no se le consideró como una de las actividades productivas que impulsaría el desarrollo del país, fue su crecimiento lo que comenzó a generar el interés del gobierno mexicano, debido al claro potencial de un país rodeado por playas. Esto se vio reflejado en Acapulco, donde buscó impulsarlo, a diferencia de lo sucedido con Tijuana. Dicha postura en estos dos lugares se puede entender, entre otras cosas, a partir de las imágenes que el mismo gobierno posrevolucionario quería construir sobre la identidad nacional. Tijuana era una ciudad fronteriza que estaba creciendo a partir del aumento en los bares y las cantinas, y Acapulco a partir de la construcción de hoteles y casas “modernas”. Por otro lado, los visitantes de cada ciudad también tenían una diferencia notable: en Tijuana, la mayoría eran estadounidenses buscando emborracharse o cometer actos que seguramente serían condenables en su lugar habitual de vida, en cambio los de Acapulco eran estrellas de cine y paseantes que deseaban asolearse. Todo esto hacía que la playa de Guerrero estuviera acorde con la imagen de modernización y desarrollo de México, que en la administración del entonces presidente Miguel Alemán Valdez (1946-1952) quería proyectar en el mundo. La presencia de extranjeros, pero también una cantidad cada vez mayor de nacionales, no sólo implicaba una fuente importante de recursos y empleos, sino la presencia de un público “cautivo” frente al cual el gobierno podría desplegar su propaganda nacional de desarrollo y modernización. Las inversiones federales en Acapulco empezaron a crecer, con el objetivo de mejorar la infraestructura urbana, sin embargo, este gasto se concentró en la zona costera, donde estaban los turistas. El gobierno comenzó a ser consciente de la importancia de proyectar, a través del turismo, una imagen –por más idealizada o falsa que esta fuera– del país hacia el exterior. Es necesario recordar que la creciente población local de Acapulco (compuesta por locales y gente que llegaba para trabajar en los servicios turísticos) no recibió un programa de construcción de viviendas, casas u hospitales. En este sentido, del puerto es una gran fachada: la zona turística, constituida por apenas un par de cuadras fuera de la línea costera, se remozó y convirtió en una imagen sobre el desarrollo.

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Un tercer elemento que los gobiernos mexicanos comenzaron a explotar, para generar una imagen turística, fue el interés internacional por las zonas arqueológicas. El pasado prehispánico –que en gran parte había permanecido semienterrado y olvidado– se convirtió en un gran atractivo. Primero para expertos en estos temas, pero después para quienes deseaban conocer las pirámides o esculturas (Villalobos 2011). La economía de la experiencia íntima del turismo en México se empezó a conectar en gran medida con el uso de estos elementos mitificados de la identidad mexicana, los clasificamos así porque los descendientes directos de las culturas que construyeron dichas edificaciones estaban muy marginados por el gobierno y por la población en general. Sin embargo, las zonas arqueológicas y otros componentes relacionados como vestidos, fiestas indígenas y artesanías se convirtieron en aspectos centrales de la identidad mexicana, pero también de la oferta turística. Al turismo relacionado con los indígenas no le interesa el desarrollo presente de estos grupos, sino la perpetuación de elementos fijos que pudieran ser vendidos y consumidos. A manera de síntesis, se puede decir que durante gran parte del siglo xx el turismo en México se construyó alrededor de tres imaginarios: Tijuana, Acapulco y Teotihuacán. El gobierno mexicano impulsó alrededor de los dos últimos el crecimiento del turismo nacional; el de sol y playa y la visita a zonas arqueológicas eran dos de las atracciones principales para el internacional. Sin embargo, a fines del siglo xx e inicios del xxi ha aumentado el énfasis en transformar la identidad nacional retomando con más fuerza elementos de la herencia española, como se verá a continuación. El Programa Pueblos Mágicos. Nuevos elementos de la identidad nacional en el turismo El Programa Pueblos Mágicos es una política federal que comenzó a operar en 2001 con 30 localidades en todo el país. En su primer año de operación, el gobierno invirtió 187.11 millones de pesos, para

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2011 sumaban 48 poblaciones, con 880 mil beneficiados, a finales de 2012 ya estaban integradas 83. Los recursos financieros se utilizan en la conservación del patrimonio histórico y arquitectónico de las localidades, la mejora de la imagen urbana y la creación de servicios relacionados con el turismo, como hoteles (Secretaría de Turismo, sectur 2010). Según la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos, ocde (2012), el Programa Pueblos Mágicos es uno de los más exitosos, porque ha logrado impulsar el crecimiento de comunidades y pueblos rurales, además de fomentar la conservación de los paisajes naturales y las tradiciones culturales locales; el gobierno le ha asignado más de 32 millones de dólares. El Programa Pueblos Mágicos no es una política aislada, sino parte de un conjunto innovador de iniciativas para promover el turismo cultural en México, enmarcadas en el Acuerdo Nacional por el Turismo, firmado entre el gobierno y agentes turísticos en 2010 (sectur 2010). Las Rutas de México es un programa paralelo al analizado, pero que lo contempla, y su objetivo es sugerir recorridos que combinen algunas de las zonas turísticas ya consolidas con otras emergentes. Son diez rutas que cubren los 32 estados de la república, y se señalan ciudades particulares de interés, varias de ellas se encuentran dentro del Programa Pueblos Mágicos. En el sexenio de Felipe Calderón (2006-2012), hasta 2012 se había destinado una inversión pública de 1 327 millones de dólares y una privada de 16 222 (López y González 2012). Centrar parte del desarrollo turístico en ciudades medias representa una transformación de las políticas públicas federales, no sólo porque existe un cambio en el enfoque sobre el tamaño de localidad sino, sobre todo, porque se busca explotar un tipo de imaginario nacional, que había permanecido parcialmente descuidado: las ciudades coloniales. Aunque en México existían festividades turísticas exitosas relacionadas con estas poblaciones (Festival Cervantino, en Guanajuato), estos lugares no se habían incorporado por completo al imaginario que el gobierno mexicano presentaba en el exterior. Así que éste realizó un diagnóstico que compartió con diversos grupos

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sobre las potencialidades del turismo cultural en México: a) existen 37 bienes decretados Patrimonio de la Humanidad (27 de ellos culturales, 4 naturales y 7 inmateriales) y b) hay 174 áreas naturales protegidas, de las cuales 31 son reservas de la biosfera (Ibid.; sectur 2003). Que estas localidades fueran incorporadas al imaginario turístico se produjo durante un gobierno federal proveniente de un partido diferente al que rigió al país desde el fin de la Revolución. Este cambio es significativo, si se tiene en cuenta que dicho gobierno buscó generar algunas diferencias en el discurso histórico, para dar peso a épocas o personajes de la historia mexicana que fueron relegados durante mucho tiempo. La herencia española era una parte de la constitución de la identidad mexicana estigmatizada por el discurso del Partido Revolucionario Institucional, y se revaloró por las administraciones federales de derecha del Partido Acción Nacional. Se buscó convertir a las ciudades coloniales en una parte importante del discurso identitario de México por sus lugares turísticos, mediante el Programa Pueblos Mágicos. Para que una localidad sea seleccionada y se incluya en él, requiere contar con atractivos turísticos diferenciados, como elementos arquitectónicos, históricos, edificios, fiestas, tradiciones, productos artesanales y cocina tradicional que se encuentren dentro del “imaginario colectivo de la nación” (sectur 2012); dicho en nuestros términos, desarrollar la economía de la experiencia íntima relativa a los pueblos de México. El Programa Pueblos Mágicos fue diseñado para promover el turismo cultural, y para impulsar la imagen urbana y las ciudades con un patrimonio histórico y arquitectónico, independientemente de la especialización turística de cada estado. En algunos casos este programa resultará un complemento a la oferta de los destinos de playa y sol, en otros será el atractivo principal de ciudades medias o pequeñas, que buscan generar una oferta turística en sus localidades (Ibid. 2010). Los requisitos para ingresar al programa para las localidades candidatas son: a) estar ubicadas cerca de centros turísticos importantes; b) tener un destino turístico de soporte, en un radio de influencia no mayor a una hora de distancia-tiempo (200 km); c) con-

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siderar al turismo como prioridad en los instrumentos de planeación municipal; d) tener un plan urbano turístico o el compromiso de elaborarlo y e) contar con una Agenda 21 y una población base de 20 mil habitantes (Ibid.). La participación popular y la institucional de las 14 dependencias federales que firman el convenio de colaboración se consideran características fundamentales para la operación de este programa. Los objetivos del Programa Pueblos Mágicos (Ibid. 2012), que representan la institucionalización de la economía de la experiencia íntima en estas localidades son: a) estructurar una oferta turística complementaria y diversificada en todo el país, basada en los atributos histórico–culturales; b) aprovechar la singularidad de los lugares, para generar productos turísticos sobre las expresiones de la cultura local: artesanías, festividades, gastronomía y tradiciones, entre otras; c) utilizar la peculiaridad de las poblaciones, para ofrecer opciones como la aventura y el deporte extremo, el ecoturismo, la pesca deportiva y otros; d) fomentar flujos turísticos que generen mayor gasto en beneficio de la comunidad receptora (artesanías, gastronomía, amenidades y el comercio en general) y la creación o modernización de los negocios turísticos locales; e) constituir al turismo local como una herramienta del desarrollo sustentable de las localidades incorporadas al programa, así como en uno de apoyo a la gestión municipal y f) beneficiar a los habitantes con el turismo como actividad redituable como opción de negocio, de trabajo y de forma de vida. Aunque el Banco Interamericano de Desarrollo, bid (2006) consideró al Programa Pueblos Mágicos uno de los principales instrumentos para el crecimiento del mercado turístico interno, existen problemáticas relativas a su funcionamiento: a) su efectividad se ve limitada por el bajo número de poblados considerados y su dispersión geográfica y b) hay pocos recursos financieros para su operación. Así, aunque se exige contar con metas medioambientales específicas, los recursos para la infraestructura y los servicios públicos básicos son escasos (Ibid. 2006) y c) las localidades donde opera el Programa Pueblos Mágicos tienen un índice de marginación (carencias en

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infraestructura básica) mayor, si se les compara con los municipios turísticos costeros (Ibid.; sectur 2012). La incorporación de ciudades pequeñas y medianas a los programas federales para el desarrollo del turismo significó la ampliación de los elementos de la identidad nacional, que buscaban ser promocionados y consumidos como parte del turismo en México. A la playa, el sol y las zonas arqueológicas se sumaron las iglesias y casas coloniales y las festividades parroquiales. Ahora, con esta acción gubernamental es revalorada la era colonial, momento histórico relegado en el discurso predominante de los gobiernos posrevolucionarios. Esto no constituye un tema menor, si recordamos que existían dos componentes fundamentales promovidos como parte de la identidad nacional mexicana experimentable en las zonas turísticas: las playas y las ruinas arqueológicas. Las dos administraciones panistas (20002006 y 2006-2012), con un origen ideológico y político distinto al que rigió México desde el fin de la Revolución, buscaban incorporar sus propias ideas sobre la identidad mexicana. Para dichos regímenes de derecha, que se nutrieron en sus inicios de grupos conservadores y religiosos del centro del país, las ciudades de origen colonial tenían una importancia histórica no valorada lo suficiente en la narrativa gubernamental. Hecho relacionado con el lugar “oscuro” que se le había dado a la herencia española en la historiografía oficial; la era colonial y sus ciudades, que fue un periodo de control de una potencia extranjera sobre el país. La nueva soberanía del Estado mexicano no podía desarrollarse a partir de elementos creados por su conquistador, sino por rasgos provenientes de su pasado anterior (las culturas prehispánicas) y el futuro (los herederos de la Revolución). La economía de la experiencia íntima implica la institucionalización de prácticas. La incorporación de las ciudades medias a la planeación turística federal representa la oficialización, otra vez, de procesos de crecimiento en la oferta turística que no fueron planificados por el gobierno, sino que se desarrollaron según su propia lógica. Así, los festivales culturales realizados en estas ciudades (el caso más significativo es sin duda el Cervantino, aunque también son

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representativos el Festival Internacional de Cine de Morelia, las celebraciones de Semana Santa en San Luis Potosí y Puebla y la fiesta del Tepozteco en Tepoztlán) comenzaban a ser focos de atracción importantes. La política pública de Pueblos Mágicos es un intento por ordenar y extender el turismo a ciudades medias. Sin embargo, como hemos tratado de demostrar, destaca la finalidad de la promoción turística gubernamental, que no sólo es la económica, sino la proyección de una imagen específica sobre los elementos que constituyen la identidad de una nación. México ya no es más un país que sólo tiene un pasado indígena y áreas naturales, sino que existen notables zonas urbanas coloniales en donde, en muchos de los casos, hay iglesias diseñadas y adornadas bellamente. La reintroducción de la religión, al menos en forma de edificios y festividades, al relato sobre la identidad nacional no es menor para un gobierno con claras inclinaciones cristianas, como el del Partido Acción Nacional. Conclusiones Los lugares turísticos son una forma de construir los discursos y figuras de la identidad nacional de un país. En México, los regímenes posrevolucionarios fueron conscientes de ello, y utilizaron el desarrollo de zonas turísticas como escenarios para ilustrar distintas partes del relato sobre la identidad mexicana que querían sostener. Ésta, por supuesto, se basaba en una selección intencionada de pasajes, lugares y símbolos de la historia de México, desde antes de la llegada de los españoles hasta nuestros días. La narración sobre la identidad mexicana buscaba generar una impresión de continuidad, pero también sobre la serie de elementos que sustentaban como necesaria y culminante la etapa de la gestión panista. Los gobiernos priistas escogieron dos escenarios como fundamentales para crear la imagen e identidad de México: las playas y las zonas arqueológicas. El primero les permitía mostrar su “futuro” y “presente”, es decir, los grandes complejos turísticos como una

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imagen del desarrollo y crecimiento de México. Aunque existían rasgos de lo mexicano (cierto tipo de comida, bebidas, vestidos), lo principal en estos sitios era la modernidad de las instalaciones y, por supuesto, la belleza de los paisajes. Acapulco es uno de los lugares donde se inició el turismo internacional. Por otro lado, las ruinas arqueológicas, la construcción y promoción de un pasado “mítico”, era congruente con la narrativa posrevolucionaria, que buscaba encontrar en estos pueblos justificaciones de la lucha continua contra las invasiones sufridas por México. Pero también como una fuente de símbolos, valores y objetos vendibles, que le permitiría generar una imagen particular dentro de la naciente industria turística. Frente a estas dos narrativas, centrales en la época posrevolucionaria, parece que no fue coincidencia que los gobiernos panistas impulsaran de una manera tan contundente el turismo en poblaciones con rasgos coloniales. Después de todo, el panismo se ha identificado siempre con esa parte “oscurecida” de la identidad y la historia mexicana, que es la herencia española. Las ciudades coloniales no sólo son un vestigio de una época de México, sino un elemento cultural relacionado con uno de los enemigos imaginarios de la historiografía revolucionaria, los extranjeros y, en específico, los españoles como invasores. Uno de los núcleos territoriales del panismo está en las ciudades del Bajío (donde muchas de ellas son coloniales), lo que podría indicar que esta imagen de ciudad es un referente sobre el tipo de identidad nacional que ellos imaginan. Bibliografía Anderson, Benedict. 1993. Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo. México: Fondo de Cultura Económica bid.

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La leyenda y la travesía: el imaginario eurocéntrico y el viaje

Adolfo Benito Narváez Tijerina*

Un gran relato penetra profundamente en el pensamiento, y permea

a las mentes que nunca habían oído sus susurros; parece construir la ligazón que da sentido a las cosas que nos rodean que, a pesar de su materialidad y permanencia palpable, se encuentran supeditadas a él por lazos invisibles. Un gran relato supone una construcción colectiva que paradójicamente se ofrece a quien lo experimenta, como el más personal de los recursos para ver al mundo; atrapa a la mente, haciéndole ver lo que puede a través de él, mediante sus poderosas construcciones, que son como metáforas de algo más profundo e inefable. Un gran relato escapa fugitivo penetrando en la niebla del tiempo, desdibujando sus orígenes. Los grandes relatos constituyen acaso la reconocible luz, que emerge de las sombras de lo que se ha dado en llamar lo imaginario, pero han muerto para la civilización posmoderna (Lyotard 1994), híper conectada y materialista, que desde hace tiempo ha perdido el asombro, tras contemplar el horror que proyectó en todas las mentes y corazones el exterminio sistemático, desencadenado por la guerra y la tortura. Ya no funciona, como antes, la reunión para trasmitir la zaga de unos padres primordiales y antiquísimos, que prestaron su vida para darnos un mundo de luz perfecta y protegido; acaso por la perversión institucional que cambió los muros que cobijan, por la

* Profesor-investigador de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Correo electrónico: [email protected]

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vigilancia panóptica del encierro. Acaso porque en nuestras construcciones se acabaron los grandes relatos, por independizarse de sus creadores, y se convirtieron en el Golem vengador1 que persigue y mata, o en la tecnología que, disfrazada de una madre salvadora, arrasa a lo viviente,2 sustituyéndolo por una mascarada de perfección en un corrupto jardín redivivo de las delicias. De ser así, el relato ya no requeriría de la reunión para trasmitirse como un fuego viviente; existiría como un ser independiente, hecho autónomo en el marasmo de cosas que hemos dejado a la deriva con el tiempo, y surgiría un orden que ahora constituye la materia dúctil e invisible que organiza nuestras ideas, cataliza nuestros deseos y habilita a nuestras miradas. Para hablar de los imaginarios del turismo es necesario entender qué y cuáles son, cuáles son sus raíces profundas y sobre qué relatos se edifican. Este texto pretende explicar los imaginarios de una experiencia social particular como es el turismo, a través de la investigación sobre el mito eurocéntrico, uno de los grandes relatos fundacionales de Occidente. Esta exploración no sólo se adentrará en el sentido profundo de la travesía, sino en otras actividades como la urbanización y los hábitos de consumo, que dan sentido a la visión de mundo como una actitud vital total, y difícil de fragmentar. En la última parte de este trabajo se analizará el mito del ascenso del héroe, uno de los componentes del mito, que quizá expliquen mejor la travesía. La exploración que se pretende llevar a cabo en este ensayo supone el intento de “codificar” lo imaginario, a través de las representaciones, sus restos fragmentarios más evidentes, para con ello avanzar en la comprensión del elusivo fantasma. La importancia de los grandes relatos ahora se vuelve insoslayable, a la luz de su influencia en el pensamiento que, hay que decirlo, se diferencia según la profundidad de sus raíces en el ser. Aquí se explorará uno de los

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Película Der Golem, wie er in die Welt kam, dirigida por C. Boese, P. Wegener, en 1920. Película Metrópolis, dirigida por F. Lang, en 1927.

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El imaginario eurocéntrico y el viaje

grandes relatos del mundo contemporáneo, que los especialistas denominan “eurocentrismo”,3 y que tiene en el viaje uno de sus centros más poderosos, cuyos orígenes se podrían remontar a los 7 mil años de antigüedad, y que ahora constituye uno de los que mejor pueden mostrar al mundo en el que vive la mayor parte de la humanidad. Es ahí donde la idea de la travesía resulta interesante, pues explica la profunda necesidad de mudanza que experimentamos los prisioneros de esa gran visión. En este ensayo se pretende explorar primero los componentes del imaginario, que ha sido posible codificar a través de las representaciones del eurocentrismo, como una vía para encontrar una respuesta profunda sobre nuestros deseos y modos de vida, para luego hacer hincapié en las imágenes de viajes y viajeros y tratar de buscar sus resonancias y significados. Elementos y representaciones de Occidente y los occidentales sobre sí mismos

Aunque se reconoce, a través del mito eurocéntrico, a las antiguas civilizaciones del Mediterráneo como los orígenes de lo europeo,4 la 3



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El imaginario eurocéntrico y su desarrollo, a través de la historia de Occidente, ha sido la preocupación de algunos de los pensadores más influyentes de nuestro tiempo, entre los que destaca Braudel (1984), Samir Amin (1988; 2006), Blaut (1993), Hosbawm (1998), Appleby et al. (1998); Allatson et al. (2002); Peet (2005); Marks (2006); Pachón Soto (2008); Grosfoguel (2008); Panayotopoulos (2009); Nieto Olarte (2009); Kallinen (2010); Kayaoglu (2010); Amini (2010); Alcadipani y Reis Rosa (2010); Bhambra (2010); Hall (2011) e Ibáñez (2011), entre otros. Marks adelanta una definición muy certera del mito, en la cual alega que “algunos críticos sostienen que la visión eurocéntrica del mundo ve en Europa el único agente activo de la historia del mundo, su único ‘manantial’. Europa es activa; el resto del mundo, pasivo. Europa hace la historia; el resto del mundo no tiene historia hasta que entra en contacto con Europa. Europa es el centro y el resto del mundo, su periferia. Sólo los europeos son capaces de iniciar cambios y promover la modernización; el resto del mundo es incapaz.” (2006, 24). El autor sostiene que este mito permea ahora la visión, acciones y los proyectos políticos de los países desarrollados,

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construcción de los Estados de la Europa renovada por la época de la Ilustración y del Romanticismo fundaría su visión en lo medieval. Así, el ideal rescatado por los folcloristas e historiadores sobre esta “edad dorada” se volvería un ejemplo vivo; sobre todo visible en el ámbito británico, una parte de la obra urbanística de inspiración en el arte romántico durante este tiempo recuperaría la aldea medieval, como la idea para abordar la producción de las villas suburbanas. Por su parte, los estadounidenses fundarían su visión de futuro en la luminosa reminiscencia del pasado clásico, expuesta en los proyectos de sus grandes ciudades y de la capital federal, pero los poblados pequeños seguirían adoptando una estructura y un sentido estético inspirados en la tradición heredada de los colonizadores ingleses y de ahí hundirían sus raíces –por la vía de un arte importado y luego vuelto propio durante el siglo xix– en la mítica Edad Media revisitada por el Romanticismo. Un acento persistente en la nostalgia de un pasado campesino impregnaría una época, en la que los cottages serían un ideal edilicio a seguir por la burguesía emergente de los países más industrializados afincados en las grandes ciudades. Esta idea, que muy bien puede situarse como originada directamente en la pintura romántica y en un paisajismo pastoral, adoptado por la aristocracia y la alta burguesía, originaría una búsqueda general por la recuperación de la naturaleza y su incorporación a lo urbano, que tendría luego efectos importantes sobre la planeación territorial alrededor de áreas para el rescate de una naturaleza no humanizada en los parques nacionales. En torno a estos hechos, el desarrollo de actividades turísticas, ligadas a la exploración de restos de naturaleza prístina e intocada, jugaría un papel para la difusión de las imágenes, que alimentarían el deseo por estar en los bosques vírgenes, y de acercarlas a la ciudad. De nuevo, los urbanistas ingleses y estadounidenses desempeñarían

lo que hace pensar que dicho imaginario lejos de haber muerto con la modernidad, que fue la condición histórica para su mayor impulso y difusión, ahora está más vivo que nunca.

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un rol preponderante en la producción de proyectos de grandes parques urbanos que atraerían, a través de su diseño, fundamentalmente la idea de contar con pedazos de ese suelo evocador del bosque primitivo, un componente fundamental de la construcción de la imagen de lo medieval en la visión romántica del siglo xix5 en el corazón de las grandes metrópolis de Occidente, como Londres y Nueva York. La difusión de estos modelos o sus derivados más industrializados por Estados Unidos en el medio agrario y en las nuevas planificaciones urbanas inglesas no deja de sorprender; llama la atención que perduren en los nuevos suburbios de Estados Unidos y en el centro de Europa, sobre todo su grado de aceptación y persistencia, adaptados a los tiempos modernos. Otro componente importante de este imaginario está en el cristianismo. Es difícil separar la idea que en la actualidad se ha fabricado de lo medieval, de la idea de un mundo cristiano (lo que de manera tangencial niega la presencia e influencia de lo musulmán y lo mongol en la construcción de lo medieval europeo). En las mitologías en torno a lo medieval, la aldea cristiana, prácticamente autogobernada y constituida como una democracia cristiana primitiva, se convertiría en una imagen idílica a seguir por los fundamentalismos cristianos reformistas. En la formación de las comunidades utópicas cristianas, esta imagen se reflejaría en ideas de autogobierno muy cercanas en su forma a los ideales anarquistas, en el aislamiento y el agrarismo que caracterizaría su forma ideal de vida, en el conservadurismo fundado en una visión religiosa rígida y de una moral inquebrantable basada en el esfuerzo, el trabajo manual y una sexualidad y vida familiar restringidas por preceptos tomados directamente de las interpretaciones de diversas versiones protestantes de la Biblia; lo que quizá alimentó la formación de expresiones urbanas, arquitectónicas y de diseño de

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Como referencia clave de esta corriente del paisajismo urbano romántico del siglo se puede mencionar la obra de John O. Nash, del parque y edificios de Regents Park en Londres, en 1820.

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artefactos basados en una gran austeridad expresiva y un apego amoroso a la naturaleza, tanto por el uso de abstracciones de sus formas, como por el de los materiales naturales como la apariencia final de las cosas.6 A lo que se agrega, en contradicción, un sentimiento profundo de desprecio por los habitantes rurales, a quienes sus compatriotas del rico este de Estados Unidos llaman rednecks, de manera despectiva, en alusión a las duras labores campesinas que realizan a pleno sol, y que tuestan su cuello, como una evidencia visible de su estúpida ignorancia; esta expresión del imaginario está impregnada por una curiosa mezcla de amor y odio. El agrarismo, producto de estas visiones religiosas alimentaría, sobre todo en Estados Unidos, la formación de una imagen nacional basada en el uso y ocupación sistemáticos de la tierra. Con la Land Ordinance del Gobierno de Jefferson, de 1785, del que se derivaría la subdivisión agraria y política impuesta por la retícula territorial nacional, y del plan de Henry Clay, propuesto al Congreso en 1818, para la construcción de infraestructuras para los territorios; se plantaban las semillas de una ocupación extensiva, lo que se convertiría en las grandes autopistas y vías férreas que hoy articulan una retícula, que soporta la tenue urbanización sobre las extensas praderas. Una poderosa ciudad red que ilumina al este de Estados Unidos en las noches claras del verano. A un lado de este componente del mito se situaría lo que a todas luces parecería una contradicción, con la visión desarrollada por las comunidades influyentes del cristianismo utópico protestante: una confianza ciega en el progreso de la ciencia y de la técnica, hasta el osado (y a veces ingenuo) optimismo por un progreso sin límites, proyectado hasta los sueños más inverosímiles. El ascenso de Occidente se presentó junto con el desarrollo de su capacidad de producción y de la invención de artefactos para potenciar la fuerza, a través

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Ciertas tendencias del diseño de objetos que prevalecen hasta ahora son fruto del trabajo artesanal de estas comunidades. Cabe destacar, por la pureza de su expresión y su elegancia, a las producciones de los Shakers del este de Estados Unidos.

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de la explotación de energéticos minerales que sustituían a la madera y carbón de leña utilizados hasta ese momento. Esto conduciría rápidamente a Gran Bretaña y después a Estados Unidos, en paralelo con otros países de Europa central, a adoptar una forma de producción económica distante de la basada en lo que Marks (2006) reconoce como el antiguo régimen biológico, es decir, donde casi toda la fuerza productiva y económica estaba basada y acotada por los límites potenciales de los recursos biológicos y energéticos presentes en el territorio. A esta manera nueva de accionar de la potencia económica se sumaría la posibilidad de procesar materiales como el acero o el vidrio, que cambiaron la base tecnológica de la producción. Huelga decir que las mayores invenciones en torno a la construcción de la arquitectura y las ciudades, a partir del siglo xix, estarían relacionadas con las portentosas obras de ingeniería basadas en el uso intensivo y evidente del acero, que potenciaba las posibilidades estructurales de edificios e instalaciones urbanas hasta confines que los artífices de la construcción en piedra del pasado hubieran considerado imposibles. Situaciones similares ocurrirían en torno a los transportes marítimos y terrestres. La mejora de la máquina de vapor en las últimas décadas del siglo xviii, en la que la hulla ya se utilizaba como combustible, permitiría la invención y mejoramiento de trenes sobre rieles de acero y barcos que aumentaron de manera notable la velocidad de desplazamiento, para mercancías y personas, amén de la capacidad bélica de Inglaterra y luego de Estados Unidos y del resto de las naciones de Occidente. Las repercusiones de la revolución industrial en el ámbito de la producción urbana fueron profundas y de largo alcance. Fue muy evidente que con la mejora de las infraestructuras para el transporte, los ciudadanos podrían desplazarse desde sitios más lejanos, con lo que los suburbios-dormitorio se convirtieron en una realidad funcional potencial. Ya para 1882, con la ciudad lineal de Arturo Soria y Mata, se abrió la posibilidad de una ciudad súper extensa, basada en un eje central de tranvía eléctrico y otras infraestructuras; lo que

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sumado a los ensanches realizados en las urbes medievales, tras el derribo de sus murallas,7 lanzarían a las apretadas ciudades hacia un exterior abierto y extenso. En el campo de las ideas, la producción de literatura de anticipación, durante el siglo xix, proyectaría la imaginación a mundos confiados en un gran bienestar humano, basado en la mejora de la técnica. Además de los trabajos de Julio Verne, al final del siglo xix, el de William Dean Howells (1894) A Traveler from Altruria, un retrato visionario de un nuevo mundo nacido de la ruina final de las ciudades, fue muy influyente y provocador de la fantasía de las masas. Tal confianza, depositada en el progreso tecnológico y científico, no acabaría con este elemento clave del mito eurocéntrico, a pesar de las catástrofes y las guerras mundiales que cortaron de tajo la confianza febril en la tecnología de los científicos e ingenieros del siglo xix, y que abriría el camino hacia la elaboración de ficciones científicas oscuras y pesimistas. En la actualidad aún es visible un discurso que cambia de tiempo en tiempo, de la euforia a la cautela, sobre los beneficios que las nuevas invenciones, descubrimientos y las mejoras tecnológicas aportarán a la sociedad futura. Si lo medieval se encuentra en el corazón de una vida dorada utópica, conectada al campo y a la prístina naturaleza del ideal suburbano, éste sólo puede atraer el bienestar prometido por el arribo de la modernidad ilustrada, a través del uso de una técnica cada vez más sofisticada y ubicua. Pese a que en su expresión estos dos lados de un ideal de vida, que renuncia de manera explícita a la ciudad tradicional, parecen extremos irreconciliables (que podrían remitir a lo 7



Entre las intervenciones más importantes sobre las que pudo basar su proyecto Soria y Mata, vale mencionar el influyente ensanche de Barcelona, España, de Ildefonso Cerdá, de 1860, y el proyecto de urbanización de las tierras del Altstadt en Viena, Austria, de Ludwig von Förster, realizado en 1858. La propia difusión de las ideas sobre una ciudad lineal habrían tenido eco tanto en urbanistas alemanes y soviéticos posteriores, como en el proyecto para la reforma de Magnitogorsk, para su conversión en una urbe industrial, propuesto por Ernst May durante la era de Stalin, en la extinta Unión Soviética, o los trabajos de Nikolai Milyutin para un urbanismo socialista en este mismo contexto y época.

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conservador-liberal de la historia política de la época moderna) en la práctica se solapan y apoyan mutuamente, hasta encontrase en un compendio curioso. La ciudad red parece ser así una buena síntesis espacial de esta aparente tensión en las ideas y un buen vehículo para la expresión del imaginario dominante, que está subsumido en el mito eurocéntrico, apoyado tanto en la idea de un mundo tradicional, anti-urbano, agrario, que rescatara la moral de un mítico medioevo; como en la búsqueda de que la vida se apoyara en artefactos que usaran la técnica más avanzada para conducir la vida urbana hacia un escenario de existencia, que se edificaría con la negación sistemática de la ciudad tradicional. El desarrollo de la técnica se ligó históricamente al del capitalismo como sistema económico dominante, y como respuesta a la necesidad de liberar en forma paulatina al capital de su sujeción a la tierra y a la servidumbre, que fueron los activos que contuvieron por cientos de años a la riqueza en manos de las aristocracias dominantes. Amin (1989; 2006) Marks (2006) y Goody (2006), entre otros, sostienen que uno de los apoyos más importantes del eurocentrismo como idea sin duda lo constituye el propio desarrollo y empoderamiento del capitalismo, que a su vez habría tenido una gran expansión de la mano de la técnica. Si hay un factor contingente del ascenso de Occidente, que pueda ligarse a la capacidad del pensamiento, es el desarrollo tecnológico. Asia, antes de 1750, representó para el mundo el centro neurálgico de la actividad económica, una posición que en el inicio del siglo xxi se avizora recuperada, tras un impasse de al menos dos siglos. Sería la capacidad bélica de las naciones occidentales, con Inglaterra a la cabeza, seguida muy de cerca por los poderosos países coloniales de Europa central y Estados Unidos, la que en muy poco tiempo pondría de rodillas a la portentosa China. Las razones sobran para afirmar que fue a través de una armada provista con embarcaciones acorazadas la que lograría dar la vuelta a la página de la historia. A esto se sumaría la habilidad para intervenir, mediante agentes, a los gobiernos locales de Asia, ya fuera con incursiones militares

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abiertas, la instalación de regímenes títeres o la introducción de estupefacientes que mermaran las capacidades de grandes segmentos de los pueblos volcados al vicio. Huelga decir que el empoderamiento de Occidente sería el acicate para obtener dotaciones importantes de recursos naturales y mano de obra empleada en condiciones de esclavitud, que garantizaran la expansión económica de las naciones coloniales. Si estos recursos cumplieron como sostén de la máquina económica occidental, otro tanto habíamos de pensar de los que –fundamentalmente en forma de metales preciosos, en esencia la plata, que al menos desde el siglo xvi fue la unidad de tesoro adoptada por el imperio Chino– que fueron trasegados de los tesoros de los países asiáticos a través del comercio de drogas, sobre todo hacia los bancos europeos y que fue, entre otras cosas, el acicate para la fundación de los bancos nacionales –que comenzó con el de Inglaterra– y que sirvieron como parte del “capital semilla”, para la formación de la gran industria del siglo xix. Esto no es una novedad, se trata de hechos discutidos en numerosas fuentes históricas y no representan en sí originalidad alguna, pero puestos en el camino de definir al imaginario eurocéntrico, constituyen un componente que parece ser fundamental de éste, y hasta cierto punto son contradictorios. En efecto, una de las exhibiciones más poderosas de la fuerza de Occidente en la actualidad se encuentra en su capacidad para la producción y reproducción de invenciones, en el alarde de su portento intelectual reflejado muy bien en el atrevimiento técnico llevado al límite –de lo que hablan sus grandiosos rascacielos, puentes colgantes, presas, caminos– y en una creatividad llevada siempre a sus expresiones más avanzadas. Si hay una imagen de ello, que lo pueda sintetizar, sería la del héroe, que supera toda expectativa y plan, que se sobrepone a toda adversidad y que en su centro tiene al esfuerzo sobrehumano, que en sí representa a esta pulsión por el dominio, a partir de la invención. Nietzsche (1893), en Also sprach Zarathustra, dibujó con su potente y profética voz el camino del ascenso del superhombre. Tomada en una literalidad burda, esta idea llevaría al programa de una reformulación de lo humano

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a través de la ciencia. Un camino que iría, de la eugenesia racista de los nacionalismos enfebrecidos, hasta la investigación moderna sobre el genoma humano (Baudrillard 2002), que promete hombres diseñados a la medida. Pero en esa confianza, por momentos ilusoria y en otros pueril y en ocasiones perversa en la técnica, se esconde una poderosa contradicción, que tira hacia extremos distintos. Por una parte está la amenaza patente al ideal de una vuelta a un pasado bucólico, que se imagina dorado y perfecto. En sí, la técnica destruye toda posibilidad de recuperar al “buen salvaje”, que plantea como imagen perfecta del propio mito eurocéntrico, a través del cual se intuye que la híper tecnificación del presente aleja al occidental –y pretende arrastrar tras de sí en su ecuménica borrachera al resto de los pueblos– de la inocencia primera y prístina de una era previa a la suciedad de lo moderno. Pero es mediante la técnica, que el habitante de las atestadas y compactas capitales medievales y del Renacimiento pudo al fin recuperar su anhelada vida en los bosques. Esta contradicción se encuentra en el corazón mismo del imaginario eurocéntrico y su expresión más acabada en las extensas ciudades que hoy parecen abarcar todas las llanuras de Renania y Westfalia, o que se extienden por cientos de kilómetros a lo largo de la costa este de Estados Unidos. La otra contradicción tiene que ver con el papel que juega la ciencia y la técnica en el imaginario eurocéntrico en relación con el poder en sí. Si hay una imagen dominante en torno a las ciencias occidentales es que son proveedoras de poder para sojuzgar y cambiar la realidad que, cuando menos, se remite a la filosofía utilitarista de F. Bacon, que declaraba como imperativo la necesidad de contar con la naturaleza tan sólo como un recurso de uso despojando así, por una parte, de toda ánima a los antiguos bosques y animales, estableciendo una división dura entre hombre y naturaleza, noción que persiste hasta hoy como uno de los núcleos más duros del imaginario occidental. Esta imagen ha sido tan intensa, que ha atrapado a las mentes más ilustres de nuestro tiempo, que intuyen un poder humano (occidental, evidentemente) sin límites cuando se basa en el uso de la técnica.

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Morín (2011, 71) advierte, desde muy dentro del utilitarismo-materialista-positivista occidental, que “el extremo desarrollo técnico permite, a la vez, la génesis de la humanidad planetaria, es decir, esta nueva edad de hierro, y su destrucción apocalíptica”. La ambivalencia de una técnica, que crea y destruye en forma potencial a todo lo humano, se opone así a la otra que niega la vida antigua que echa raíces en la tierra, o que hace posible la imagen de una vida bucólica sólo sometiéndose a su imperio. Son imágenes que en sí mismas albergan una violencia descomunal, de tal magnitud que puede acabar con la presencia del hombre en la Tierra. Una imagen así es la de la declaración de un poder omnímodo, al mismo tiempo que la aceptación del horror que pende, paranoico, sobre la cabeza como una espada de Damocles. Se trata de aceptar que ya se ha perdido todo, que se es un despojado del pasado y de todos los antepasados, prostituido por una técnica que lo corrompe todo, que lo vuelve corriente y sin abolengo, y lo único que puede ofrecer es un parque temático o una franja de casinos llenos de las imitaciones más burdas. Se trata de aceptar que se vive encerrado en una sociedad que es puro espectáculo, y que es una cárcel. Esta parte del imaginario, del mito que funda a Occidente es, por un lado un gesto grotesco de poder sin límites –yo soy el centro de todo y todo a mi alrededor es un vacío material para mi uso– y el horror angustioso de la soledad y la muerte: “No sabemos si la agonía en la que hemos entrado es la del nacimiento o la de la muerte de la humanidad” (Ibid., 70). El capitalismo, como una manera de entender las relaciones de poder de unos sobre otros, transformado en panóptico de una vigilancia estatal cuasi carcelaria, se presenta como una consecuencia lógica de la historia; sí, pero antes ha de hilvanarse como una manera violenta de producción que se engrana perfectamente con esta visión de mundo. Otro corazón que palpita fuerte en el imaginario eurocéntrico es una forma de relación entre los hombres, basada en su sometimiento al “mercado”. La desesperación colectiva que desatara primero la pérdida paulatina de los empleos, a partir de la automatización de las actividades

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productivas, y luego (o en paralelo, no existe consenso ni claridad alrededor de estos fenómenos) los procesos de externalización de grandes segmentos de ellas (Narváez 2008) harían evidente para la gran masa de la población el estado carcelario que implica la sujeción de la biografía personal a la laboral. Esa sujeción forzosa al trabajo asalariado ha supuesto la instalación de imágenes de encierro y vigilancia. Es visible cómo, a través del diseño de cárceles, escuelas, fábricas, hospitales o edificios de la burocracia estatal, la vigilancia de los cautivos sigue un patrón diseñado por J. Bentham desde 1790, y que diera a conocer como “panóptico”, de naturaleza tal, que todos los cautivos fueran vigilados permanentemente por un supervisor situado en una posición central y privilegiada. Desde cualquier punto de vista, tal diseño supone un retrato de los ideales de la burocracia en la actualidad, que persiguen de manera permanente la máxima eficiencia y calidad en los procesos, el trabajo limpio y sin descanso, las muestras periódicas de pruebas de que éste se realiza, la sujeción a un estricto y fragmentario flujo del tiempo. El desarrollo del ideal capitalista es al mismo tiempo el de la técnica, como una serpiente ouroboros, el capitalista le otorga recursos al científico, para que rehaga su técnica, amplíe la planta productiva, la haga más veloz, limpia, eficiente y ordenada, para así aumentar su riqueza, para que la técnica siga creciendo y la serpiente continúe mordiéndose la cola, devorándose, acabando con su propia energía, buscando con desesperación más y más allá de su horizonte, en la medida en que los rendimientos de capital por unidad de inversión van cediendo con la saturación del mercado, la disminución de costos y la ampliación de la oferta de bienes y servicios que ofrece el desarrollo técnico. Y de ahí la necesaria conquista del otro, del extranjero salvaje que vive al margen de este sistema basado en un monstruo mercantil insaciable. Entonces, el destino del capitalismo es la búsqueda de alimento nuevo para la bestia, o la muerte. La globalización de los mercados es un destino que está escrito en el corazón del capitalismo. ¿Cómo puede entonces convivir esta forma de imaginar las relaciones

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entre los hombres con la otra idea, la del Estado con la que el eurocentrismo surgiría feroz en el ascenso de Occidente? Una serie de contradicciones poderosas parecen ser la fuerza según la cual el capitalismo se expande desenfrenado y salvaje, y que hace que por necesidad el desarrollo de la técnica solape al crecimiento del capital y de la producción. La misma técnica que poco a poco va llevando a la desaparición de puestos de trabajo y, con ello, a la de consumidores, que son la base de ese sistema que pretende abarcarlo todo (Rifkin 1994; Forrester 1997), y que hace crecer la capacidad y la velocidad de la producción. Que al mismo tiempo va formando una base asalariada con recursos cada vez más exiguos y clases dominantes más ricas y poderosas, mismas que van haciéndose menos numerosas y más impermeables con respecto al resto del edificio social. En ese movimiento desenfrenado se va instalando una sociedad radial, que se va pareciendo más a las medievales cerradas, a los viejos castillos amurallados e inmóviles de los señores feudales, en medio de lo que, paradójicamente, se concibe como un puro movimiento perpetuo de un capital que crece y crece, que se balancea entre crisis financieras en las que el dinero se acumula más y más en menos manos y en las que desaparecen los ahorros y el esfuerzo de las mayorías en el resumidero de la acumulación y empoderamiento de los poderosos. La otra contradicción evidente es la trampa de la libertad. Si la racionalidad ilustrada de la modernidad tuvo éxito político, fue debido al cambio revolucionario del sentido mismo del poder, a través de la invención del Estado. Las promesas de libertad e igualdad cristalizarían en el proyecto de los Estados-nación laicos y democráticos que, después de las revoluciones americana y francesa, garantizaban que todos los ciudadanos deberían sujetarse al imperio de la ley. La fuerza subyacente a este proyecto es la mítica recuperación de las repúblicas medievales cristianas primitivas, una mirada nostálgica recubrió a este proyecto revolucionario de la modernidad, el de que el papel del Estado, como regulador de todas las transacciones entre los individuos y sus instituciones y las poblaciones nacionales,

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tendría que pasar a través de leyes imparciales, que garantizarían a futuro la abolición de todos los abusos. Rosseau se refirió al contrato social como la garantía de cohesión entre los pueblos, y eso llevó a una concepción del Estado ahora envuelto en una piel de leyes e instituciones despojadas de linaje. No pasó mucho tiempo para que fuera evidente la pueril esperanza de la abolición de todo abuso entre los individuos. La sombra perversa del “dejar hacer” al mercado se extendió por las viejas capitales europeas, en la época de la primera industrialización, en la forma de barracas, jornadas laborales inhumanas, trabajo infantil, condiciones sanitarias pobres, en polución y miseria. La inmigración de los campesinos desprotegidos debido a la liberación de la servidumbre hizo que este problema alcanzara dimensiones nunca vistas, a lo que siguió la lucha por los derechos, por el acceso a un Estado de bienestar consonante en grado mínimo con la promesa del mundo moderno. La imaginación constituyó un recurso que tuvo una fuerza inusitada, tras la cadena de abusos a que fue sujeta la población más vulnerable, que arribaba a las viejas capitales. La utopía se instaló como la vía imprescindible para avanzar hacia relaciones más justas entre los hombres que, como se verá, evolucionó de una confianza ciega en la técnica a la anti-utopía de que sería destructiva, coercitiva y carcelaria, para desembocar en el horror apocalíptico de la destrucción final de lo humano, a manos de sus propias creaciones artificiales (Howells 1894); mientras que el bienestar y la libertad evolucionarían en otras vertientes bien desde la búsqueda de la felicidad, a través del despojo de todo lo que tuviera que ver con la confusa vida urbana moderna (Thoreau 1854) en un ideal anárquico de auto liberación personal, o a partir de la idea de cambiar ese estado de cosas imperante, con la revolución socialista. Las cuatro formas que adquiriría la utopía social-tecnológica tendrían una expresión posible en las ciudades, generando imágenes poderosas y sugerentes con puntos en común y contradicciones importantes: a) las de un mundo híper tecnologizado, que no implicaba la exclusión violenta del antiguo régimen de las inmundas capitales,

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para recuperar un contacto con el campo prístino, pero sin perder las comodidades del nuevo mundo urbano moderno; b) las de ciudades de altísima tecnología, pero apretadas, injustas, con claros estamentos sociales inmóviles y excluyentes, súper contaminadas, y donde las tecnologías se usaban para dominar a las masas, o bien como el monstruo Golem, que se debatirían con voluntad propia en la aniquilación de sus creadores. Habría concepciones para imaginar un mundo más justo, intentarían poner en consonancia el nuevo sistema basado en una pulsión irrefrenable para producir, mediante métodos industriales modernos, y la necesidad de que la gente viviera “confortablemente”, que disfrutara de salud y educación, que constituyera una comunidad perpetua de felicidad y trabajo alrededor de la fábrica. A estas propuestas, que serían llevadas a la práctica por industriales socialistas como Owen8 o Fourier (1843), conduciría la experimentación social por el control de los trabajadores en las “ciudades fábrica”, de Pullman (1885), o de Andrew Carnegie, el brutal industrial del acero estadounidense, que lejos de los ideales de justicia e igualdad, propuestos por los socialistas utópicos ingleses y franceses, implantaron, con sus modelos, el control de todos los momentos y eventos de las vidas de sus trabajadores, después imitados en contextos bastante lejanos de sus fuentes occidentales, como medidas por medio de las que el mito de la justicia por el trabajo extendía al imaginario dominante eurocéntrico más allá de sus orígenes europeos y estadounidenses. Más allá de estas visiones de igualdad, justicia o de interpretaciones chapuceras de los industriales más brutales emergió un modelo urbanístico, que reunió a la ciudad y la fábrica como factores 8



Al tiempo que era proyectado por Nash Regent’s Park (1820), el industrial Robert Owen hacía la propuesta de reforma y nuevas obras para la ciudad industrial de New Lanark, en Inglaterra, que albergaría 3 000 personas. El plan se realizó siguiendo ideales socialistas. En apariencia a contracorriente del aristocrático parque de Nash, ambos proyectos plantean una tensión simbólica interesante que va de la visión romántica de un pasado glorioso y natural, a la esperanza por un futuro de fraternidad y libertad. En 1825, Owen propondría un proyecto que nunca llegó a terminarse para el pueblo New Harmony, en Indiana, Estados Unidos.

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que deberían estar contiguos, al amparo de un campo perfecto que convertía a este ideal en sí mismo en una negación de las ciudades históricas. Tony Garnier y su ciudad industrial remitiría a este ideal de emparejar las ganancias de los industriales con un mayor bienestar para los trabajadores. Aunque, en esencia, se trataba de imaginar ciudades para sociedades nuevas, lo que se buscaba era otro comienzo, una tábula rasa de la historia, un impasse que permitiera concebir un mundo nuevo, prístino e ideal mediante el abandono de las viejas y malolientes capitales, como habría advertido Jefferson en sus escritos políticos, un siglo antes del proyecto de Garnier. El ideal anarquista llevado al extremo implicó la renuncia a todo lo urbano, la búsqueda de la pureza de un campo impoluto, en el que el esfuerzo personal se volcara día con día en el trabajo, como la expiación necesaria de la impureza arrastrada hacia ese escenario salvaje, primitivo. El experimento de Thoreau, a las orillas del lago Walden, sería el acicate para toda una mística desarrollada en pos de la ocupación agraria, de la renuncia a la hostilidad urbana, de la esperanza de una felicidad rediviva por los elementos en su estado puro, lejos de lo sintético. En el fondo de estos ideales tecno-socialistas y anarquistas, que clamaron por fraternidad, libertad y justicia, yace un desprecio profundo por la ciudad. Bajo estas imágenes hay simbolismos religiosos fundamentales para el imaginario occidental, el primero apunta hacia la vindicación del débil que, aplastado por el poderoso, encuentra la oportunidad de tomar su poder para ir a la gloria; el segundo, relacionado con la destrucción de todo el statu quo, a través de una vindicación final suprema de los débiles, engendra en sí un hondo sentimiento anti-urbano. De esta forma, lo urbano se concibe como injusto en sí mismo y perpetuador del abuso y de un régimen no deseado. Por tanto, la renuncia explícita a la ciudad y a la historia es uno de los componentes básicos del mito eurocéntrico, bajo lo que yacen deseos e imágenes apocalípticas. La promesa socialista y anarquista era el surgimiento de un mundo prístino, que emergería de las cenizas del viejo orden, habría de sobrevenir tras la revolución radical, como el mítico Fénix.

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Una visión de un purismo tal, que basó la esperanza en la violencia brutal. Hay que ver en ello un indicio poderoso: uno de los ejes más profundos del imaginario eurocéntrico es la guerra que, si bien ha jugado un papel fundamental en la expansión de las visiones e ideales de los conquistadores sobre los conquistados a lo largo de la historia de la humanidad, en el tiempo del ascenso de Occidente ha experimentado una transformación radical, atada profundamente a la razón utilitaria que fundara la posibilidad de explotar a la naturaleza como fuente de los recursos para la multiplicación del capital, en un círculo irresoluto a su vez ligado a la técnica con la que se renovaban de manera continua sus artefactos de violencia; ceñida a la pulsión de dominio, y de extender allende los mares y las tierras más lejanas las ideas, visiones y creencias de los europeos; la guerra jugaría un papel central en la conversión del imaginario eurocéntrico en uno hegemónico. De no haber sido por la armada acorazada inglesa de la segunda mitad del siglo xviii y la primera del xix, la Gran Bretaña no habría podido acceder a los tesoros de Asia con la velocidad y eficiencia que lo hizo. De acuerdo con Marks (2006), en el océano Índico, centro neurálgico de la actividad comercial y económica del mundo antes de 1800, se llevaba a cabo un intercambio comercial pacífico. Las flotas de los países musulmanes, navegantes importantes de esta región, se habrían encargado de erradicar la piratería de esos mares, con lo que consiguieron un espacio de prosperidad comercial como no se había visto en la historia. La primera expansión portuguesa en la circunnavegación de África, de Vasco da Gama, y la vuelta al mundo de Magallanes, supondría la fundación de postas portuarias a lo largo de la ruta occidental y oriental de África, que luego servirían como puntos para la trata de esclavos africanos del imperio portugués, y la expansión comercial ulterior de holandeses e ingleses alrededor del Índico. De acuerdo con el historiador estadounidense, dicha expansión supuso forzar a las poblaciones locales, por medio de la guerra y el terror, a aceptar condiciones comerciales que sin ello hubieran resultado inadmisibles. Al mismo tiempo, una alianza de la guerra se relacionó con un

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aparato de leyes y tratados encaminados a establecer tasas impositivas hacia algunos productos (los textiles de la India, las manufacturas de porcelana de China) durante ciertos periodos, y a eliminar los aranceles comerciales en otros, en un vaivén de apertura-liberalización-control-proteccionismo, que durante el siglo xix funcionaría como un sistema de defensa de las economías europeas y de ataque a las asiáticas, que poco a poco verían mermado su poder económico, hasta caer en una situación miserable para finales del siglo xix.9 Desde este punto de vista, el empoderamiento económico y político de China y la India, de principios del presente siglo, no supondría la emergencia de un cambio brutal en el rumbo del mundo, sino la recuperación hacia las condiciones de hegemonía previas a la revolución industrial. Lo que aquí resulta interesante, en todo caso, no es constatar esta recuperación del Índico, como el centro neurálgico de la actividad política y económica del inicio del siglo xxi, y de seguir las tendencias que a la fecha se avizoran, de presenciar el resurgimiento de la hegemonía de China, sino que en las comunicaciones que circulan por Occidente eso parecería ser el resultado de una revolución histórica sin paralelo ni precedente. Lo que de inmediato revela lo profundamente enquistado del mito eurocéntrico en el corazón de las interpretaciones de mayor alcance comunicativo, que llevan a suponer que en el origen de todo modo de vida ahora conocido se encontraría lo occidental, lo que en sí se revela como una ceguera imponente. En una cadena mexicana, unos comentaristas políticos planteaban cómo concebir al sistema político y económico de la moderna China; sin duda en alusión a su pasado comunista, y al giro que en el presente 9



Dicho sistema de tratados comerciales se haría efectivo a través de enclaves urbanos dispuestos geoestratégicamente en torno al Índico y al Pacífico, para ejercer un control efectivo sobre los flujos del comercio durante el siglo xix, por las naciones coloniales europeas y por Estados Unidos, así como por sus corporaciones y compañías comerciales. La piratería que antecedió a esta instalación, a la luz de los datos del presente, funcionaría como un arma estratégica de debilitamiento de las economías locales de Asia. Una guerra de bloqueos comerciales estratégicos, como las que se usan hoy en día, para poner de rodillas a los regímenes que no se alinean con el establishment.

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ha dado hacia formas de producción capitalista en ciertos sectores de su sociedad. Una de las respuestas me puso a reflexionar seriamente sobre la realidad política internacional de la actualidad; pues se refirió a que lo que hoy hay en China es una dictadura bastante eficiente. Los asuntos de la economía no pasan por las manos de poderes de contrapeso del Poder Ejecutivo –lo que se intuye podría ser el aparato legislativo en los modelos políticos occidentales– sino que son otorgados por el dictador a sus mandos inferiores, para ser ejecutados sin discusión. Lo sorprendente del comentario es que empezó a quedar en entredicho la infalibilidad del sistema político democrático, antes considerado como una condición sine qua non del progreso libertario. ¿Accedemos a una era posdemocrática?; el futuro que se avizora para el resto del siglo xxi ¿es el de la recuperación de los viejos imperios, del empeño de las libertades individuales en pos de la grandeza y fortaleza de las civilizaciones enfrentadas?, ¿estaremos presenciando el declive del mito eurocéntrico y de todas sus condiciones inamovibles, a través de las que nos prometía una felicidad eterna? La guerra moderna hace su aliada a una técnica cada vez más sofisticada, a las estrategias de ataque a las bases económicas locales (guerra económica y de mercado) y a un intervencionismo estatal. Con el tiempo, la guerra que antaño se libraba en los campos de batalla ha pasado al ciberespacio. En efecto, de acuerdo con Backes y Robert (2003), en las últimas décadas del siglo xx pasamos de un predominio de las transacciones bancarias en circulante a uno del “dinero electrónico”; ahora las grandes transacciones entre instituciones circulan por el ciberespacio y son registradas por sociedades de clearing, con sede en Bélgica y Luxemburgo. La apariencia de esto en la economía actual es que cada vez se relaciona más con activos simbólicos que materiales, con lo que en paralelo, una parte del dinero que circula en las economías del planeta ha dejado de estar vinculado con activos del mundo material. Klein (2002) alude a que de 1990 al año 2000 los activos físicos empresariales pasaron de estar constituidos en su mayoría por terrenos, plantas industriales, maquinaria, materiales, productos manufacturados en stock, etcétera,

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a ser mayormente simbólicos, como logos, atributos característicos de marcas, diseño y know how, entre otros. Además de que este proceso ha sido importante para organizar de otras maneras a la producción y al trabajo, ha favorecido la externalización o la automatización de actividades que han disminuido su valor financiero, produciendo efectos laterales como una gran fragilidad laboral, así como de la ubicuidad y gran movilidad del capital productivo, en especial, de sus activos más valiosos. Entre los efectos más visibles y generalizados de esta desmaterialización del capital, sucedido de forma acelerada a partir del crack bursátil de 1929 (Narváez 2006), están que la vida cotidiana se haya empezado a desarrollar recientemente en el ámbito concreto, y en el simbólico a la vez, que había sido dominio del lenguaje, de las imágenes y de los sonidos, pero que en el mundo contemporáneo se ha materializado a través del espacio virtual, creando condiciones para una fragmentación importante en el sentido de tiempo y lugar, y que abarca áreas de la vida cotidiana que cada vez se diversifican más. Una parte de las implicaciones de la virtualización de la vida contemporánea se refleja en la organización de ciertas actividades y servicios, concernientes a los Estados y a empresas privadas, que se relacionan con capacidades que puedan desarrollar tanto las instituciones como las personas. Desde hace tiempo, los servicios financieros se mueven en un espacio ajeno al de la vida cotidiana, que propicia el anonimato y el sigilo de un gran número de acciones, que luego tienen repercusiones importantes en la forma que pueda adoptar el territorio humanizado, pero no es el único aspecto de la vida actual que se ha virtualizado: ciertas zonas de la defensa y control aéreo son gestionadas, casi por completo, desde el espacio virtual; el control de regiones y a veces de la totalidad de las redes de servicios eléctricos, hidráulicos, de transportes, de comunicaciones, etcétera, ocurre en ese ámbito. Y el resultado es que hoy existan objetivos fundamentales en el ciberespacio para decidir el curso de las batallas en el mundo real, y con la posibilidad de provocar grandes afectaciones en las poblaciones civiles.

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Esto se ha visto claramente desde el inicio del siglo xxi en el escenario de conflictos armados. Clarke y Knake (2011) se refieren a la guerra más moderna como “ciberguerra”, y a sus soldados como “ciberguerreros”. Se trata de una clase nueva de soldados que ya no usan armas convencionales, sino que diseñan programas de ataque y espionaje del ciberespacio enemigo, para destruir sus sistemas de defensa e instituciones gubernamentales y económicas. Estos autores estadounidenses narran los acontecimientos e implicaciones para la guerra del futuro, señalando algunos ejemplos notables (y conocidos por el público); en el primero se refieren a cómo los ataques dirigidos por los servicios de inteligencia israelí, en septiembre de 2007, contribuyeron a establecer un bloqueo en los radares del sistema de defensa sirio, el tiempo suficiente para que sus cazabombarderos destruyeran una supuesta instalación de fabricación de armas nucleares en territorio de Siria, en apariencia construida por ingenieros y científicos de Corea del Norte. En otros dos casos reseñados, el del ataque de Rusia a Estonia, en 2007, y el de Rusia a Georgia, en 2008, fue más claro el éxito inusitado que tuvo una combinación de guerra convencional y un ciberataque a las comunicaciones, las instituciones de comercio, bancos, al corte del acceso de la población civil a su efectivo, a comprar en tiendas mediante dinero electrónico o al uso de servicios del gobierno (sanidad pública, tesoro y pensiones, entre otros). Lo que consiguieron con esta estrategia moderna fue aislar de tal forma a la población civil que, en su incomunicación, los medios estonios y extranjeros no pudieron dar cuenta a la comunidad internacional de los atroces ataques militares rusos, ni lo que ocasionaron al ejercer esta clase de bloqueos en la población civil. La estrategia también forzó a estas localidades a un grado tal de incomunicación interna y externa, que para los habitantes fue imposible saber la naturaleza, extensión y el grado de penetración militar que sufrían; no se pudieron defender. Esta alianza siniestra con la tecnología, con el terrorismo y las estrategias de bloqueo de las comunicaciones, del comercio, de los mercados y del conjunto de la economía plantea una guerra total,

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vertiginosa y abierta al terror más profundo. Una guerra así supone un alto grado de intervencionismo. En el imaginario eurocéntrico es posible concebir a la guerra como algo semejante a la evangelización religiosa. Situados en los extremos de un continuo, en apariencia estaríamos tratando con asuntos radicalmente opuestos, aunque no parece ser así, desde la perspectiva de su ser simbólico. La guerra, planteada como un ejercicio violento del poder sobre la vida, de los objetos deseados y cercanos, sobre las fuentes de supervivencia, las casas y las ciudades; como un evento que trastoca todo lo conocido y cotidiano; vista como un ejercicio para pasear la muerte frente a los enemigos y, a través del siniestro espectáculo, someterlos a una hegemonía proveniente de fuera de todo lo que les es familiar, podría verse en sí como una colonización de la vida cotidiana, como una irrupción violenta. La evangelización del salvaje es otro ejercicio del poder, pero ejercido sobre la conciencia, la fe profunda y las creencias. Así, la luz y la oscuridad de la colonización se ven yuxtapuestas como dos aspectos del mismo horror externo que trastoca toda la vida. No es fortuito que en el ejercicio de ese poder sobre el otro, que representa la guerra de colonización desembarcaran, junto con los soldados, los misioneros con sus biblias y sus iglesias que, por cierto, la modernidad empezó a hacer portátiles, industrializadas y de ensamblaje rápido, como si se tratara de cuarteles. ¿Por qué esta yuxtaposición de la guerra y la evangelización en el imaginario eurocéntrico? Acaso podría remitir a una pulsión esencial de dominio, dirigido tanto al cuerpo material como al espíritu del otro. La división en sí del dominio violento por la guerra-convencimiento “amoroso” por la conversión remite a una consideración paradigmática básica del propio imaginario fundador del pensamiento occidental, que se basa en la división básica (¿platónica?) de un universo dual compuesto por lo ideal y lo material, en una complementariedad que hace a lo ideal el principio determinante de lo concreto, que tomaría formas variadísimas, desde la concepción teológica de reinos supraordinados, natural-preternatural-sobrenatural o hasta el

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modelo psicoanalítico de la mente, concebida como el devenir dinámico de ello-yo-superyó, en una mente formada por estratos de profundidad: inconsciente-preconsciente-consciente. Este parece ser uno de los núcleos más “duros” del acuerdo que constituye la visión de mundo occidental, expresa en su forma lo que sus pensadores han concebido como el ser íntimo de la realidad en sí, vista como escindida en dos mitades con naturalezas mutuamente excluyentes, pero encadenadas por la totalidad en sí, que de este modo se presenta inalcanzable y por principio incognoscible, como el horizonte. Otras culturas que entraron en contacto con los colonizadores presentaban maneras distintas de ver la naturaleza y la realidad. Los indígenas americanos, por ejemplo, intuían una continuidad orgánica esencial en la naturaleza, que hacía insustancial cualquier división del tipo objetivo-subjetivo. La comprensión de una visión así para el occidental se volvería una empresa muy difícil; la calificación de estos sistemas de pensamiento como superstición, animismo, primitivismo, etcétera, lo que ha revelado en suma es una incapacidad del imaginario eurocéntrico para ver más allá de los límites de sus propias consideraciones instituidas como una vía única. Desde esta perspectiva, la hermandad de la guerra y la conversión religiosa podría evidenciar una pulsión esencial por abarcar a la persona entera en un afán de dominación que así se revela total. Y esto puede verse como una de sus expresiones más importantes: un afán de controlar todos los aspectos de la vida y del pensamiento del propio y del otro, que se traduce en el encierro, el panóptico moderno de la vigilancia; a lo que subyace una pedagogía dirigida hacia la reeducación del prisionero. Junto al control total, existe también, como expresión del imaginario, una voluntad intervencionista transnacional. Pese a que la modernidad se afianzó como programa político y como idea durante el siglo xix, a través de la fundación de los Estados-nación, la virtud más grande y contradictoria con su propio programa político de la modernidad consistió en plantear un contrato social común, que convertía a los valores de la revolución de las luces en derechos naturales de todos los individuos.

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Así, la igualdad ante las leyes y los tribunales, la libertad, el predominio del bien común sobre el individual, por ejemplo, fueron vistos como las búsquedas legítimas únicas de todo Estado moderno. Al tiempo que las formas de gobierno o los códigos éticos, distintos a los principios naturales de la modernidad, se consideraban muestras de atraso, despotismo, villanía, como el mal en sí, encarnado en tradiciones injustas y salvajes. Cuando países occidentales se enfrentan en suelo propio a ciertas prohibiciones tradicionales, como los eventos que en fecha reciente confrontaron a la población musulmana y a los galos, en Francia, sobre la costumbre de los primeros de cubrir el rostro de sus mujeres, la respuesta más común, la que generó un ánimo de rechazo o críticas sutiles –dependiendo de las circunstancias, de la evolución de los acontecimientos y del carácter propio de los medios en que aparecieron estas noticias– estuvo casi por entero basado en la imagen de costumbres salvajes y abusivas, insoportables en una tierra de libertad, progreso, orden y modernidad. Esta forma de intervencionismo, en ocasiones sutil y en otras contundente, cubre a la historia de Occidente desde su época de expansión hacia el resto del mundo. En su imaginario, la necesidad de llevar al otro a una forma única de pensamiento es parte de un programa que se interioriza como una colaboración, como la necesidad de hacer que el otro cambie hacia lo occidental, como la vía que le conduzca a la felicidad. En otros casos, el intervencionismo, olvidándose de toda sutileza, ha tomado la forma de invasiones violentas, de ataques fraguados en pos del control de recursos naturales, del desplazamiento o exterminio de poblaciones enteras, siempre con el objetivo de implantar un sistema de vida “objetivamente” mejor, progresista, que hará evolucionar al mundo hacia un estado ideal de felicidad. En el fondo de esta imagen parece vivir una mitología finalista, la que describe la separación de los justos y los pecadores por un Dios implacable, apoyada en imágenes de un estado último de paz y felicidad, en un mundo perfecto con jardines de los que brota leche y miel; se basa en la promesa de que la observancia de normas estrictas guiará al observante hacia la salvación. La sombra de esta imagen es

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el fuego eterno, el castigo, el dolor. Es difícil no advertir un paralelismo de este dualismo con el otro, que sitúa en las antípodas al salvaje y al integrado; a la guerra y la evangelización. Así, el intervencionismo, aun si se auxilia de una violencia genocida, es justificado como vía de superación del estado primitivo. Es así que el imaginario eurocéntrico tiene un carácter en esencia universalista y mesiánico, a través de la inoculación de una verdad única en la vida y los pensamientos del otro. El mito eurocéntrico coloniza acaso los propios sueños. El resultado esperado de este sistema de creencias, de las imágenes que brotan de ese imaginario, es un mundo único, ordenado merced a una imagen de perfección final e inalcanzable. Se trata de un mito dirigido compulsivamente hacia el futuro, por lo tanto es insaciable, ansioso, perfeccionista, a la espera de un estado en el que el planeta se convierta en una unidad en todos los sentidos posibles de la vida y los deseos. Hay una compulsión paralela de control, que podría relacionarse con un afán siempre insatisfecho por el poder, de ahí su componente contradictorio de violencia y caridad. Así, el imaginario eurocéntrico se convierte en el motor de la fuerza brutal de la globalización. Si el imaginario guía las compulsiones de progreso, poder y control, hasta cierto punto es explicable la ambivalencia violenta con que cada aspecto de la vida puede convertirse en un instrumento de dominio, explotación e incorporación del otro. Es así que el comercio, la actividad financiera, la propia producción de objetos para el consumo luego se convierten en armas que son usadas para “convencer” y “alinear” a los sujetos que no sueñan el sueño de Occidente. La travesía y el viajero: el héroe en el centro El camino se vuelve un componente fundamental del imaginario eurocéntrico, parece resonar con la mudanza, con el cambio. En la literatura de viajes, un género tan antiguo quizá como la literatura misma, el trayecto del personaje, un escenario en mudanza constante, va

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revelando poco a poco su propósito. Además, la trama de estas obras tiene que ver con el cambio interior que el personaje experimenta a través del tiempo. En el cine, las road movies reinterpretaron este género literario; suelen caracterizarse por un personaje que al dejar su hogar se ve envuelto en circunstancias que lo hacen ir más allá de lo que podría hacer si no estuviera envuelto en lo extraordinario, así que estas cintas suelen terminar con un viaje que se extiende hacia el exilio, el cambio radical del personaje o su muerte. Muy pocas veces estos filmes constituyen el relato de una ida y una vuelta al hogar, y en cuyo caso, el cambio experimentado por el personaje del filme es tal, que se deja sentir que él ya no encaja en la cotidianidad que lo vio partir. Son muy interesantes los caminos que presentan estas películas, pues en su mayoría se trata de lugares en la mitad de la nada; el camino transcurre por el desierto abierto, en medio de ningún lugar. La noción de aislamiento que estos filmes suelen proyectar es tal que, con mucha frecuencia, se ambienten en escenarios desérticos. En las persecuciones, encuentros y desencuentros late el peligro propio de hallarse en el ámbito de lo salvaje y así, en el abandono de toda civilización, suelen manifestarse comportamientos anómalos y extraordinarios, sin tapujos ni frenos. El camino como símbolo en estos relatos retrata de forma muy cercana el arquetipo del héroe,10 o lo remite a través de su sombra: el caballero errante, que sigue la fantasía, montado en el vehículo de sus emociones; vaga y persigue al ánima con su eros, contemplando el deseo también como algo sagrado […] pero el Caballero Errante es también un marginado, un renegado que vagabundea como Caín y nunca es capaz de regresar definitivamente a las estructuras del literalismo, 10

“La importancia creadora del proceso de devenir consciente ha sido desde siempre objeto del mito del héroe. Siempre se describe de nuevas maneras la lucha del héroe con los poderes de las tinieblas que amenazan con aniquilarlo […] Mediante la liberación de la peligrosa vinculación con los padres, adquiere el tesoro difícil de alcanzar, a saber: el secreto de una nueva vida y de una nueva luz” (Frey-Rohn1991,120).

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transparentando sus muros, sus definiciones [y que es excluido consiguientemente de sus normas]: como Belefronte, quien, tras caer de su blanco caballo alado, recorrió cojeando la “llanura de los errabundos”, pasando de ser héroe, a vagabundo y villano. El Caballero Errante […] es en parte un pícaro del inframundo, la sombra de un héroe […] es un mediador que está siempre entre las cosas, sin hogar ni residencia fija; o su hogar como el de Eros, se encuentra en el reino de los demonios, de la metaxy [la región intermedia] ni en un sitio ni en otro (Hillman y Betancor 1999, 324 y 325). El héroe, invertido como su propia sombra durante el viaje, es el que trasgrede las formas habituales. El viaje en sí puede asimilarse como uno de transformación, en el que la persona suele encontrar un sentido diferente, que ya presiona desde el fondo de su alma, en la inquietud de salir de una realidad que ahoga, que atenaza de tal forma al espíritu que no queda otra salida que huir o morir. Por otra parte, el viaje en sí tiene un sentido de iniciación a otra realidad. Es común a las diferentes tradiciones chamánicas del mundo ir en pos de una visión, para ello, el que busca conocimiento se embarca en un viaje que se lo brindará. Según algunas tradiciones de los pueblos precolonizados, los espíritus guía y los adversarios se manifiestan al que busca la visión durante el viaje, guiándolo hacia el conocimiento verdadero.11 Y el que vuelve lo hace transformado, en lo sucesivo ya no se enfrentará solo al mundo, ante éste mediarán los aliados, ganados durante el viaje de transformación. Es así que a su vuelta el chamán es un héroe que porta un conocimiento nuevo, otra forma de ver y actuar en el mundo.

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Downer (1999) sugiere, después de haber visto a un chamán recolectar plantas medicinales en Madagascar, que en el sistema cognitivo de éste opera una transformación que le permite ver más allá de la visión cotidiana, su informante le sugirió que el chamán hablaba con las plantas, de modo que ellas mismas le informaban qué efectos tendrían al administrarlas al enfermo.

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En el mito de Nietzsche (1893), el héroe Zarathustra va al desierto, y de ser un camello que carga con todo, que tiene una obligación asumida mansamente, se deberá transformar en león, que toma lo que quiere cuando lo desea, que rompe las normas, es libre, lucha contra el dragón del “tú debes”, que representa todos los valores creados por la civilización del pasado. Pero, a pesar de su lucha, el león, en su naturaleza trasgresora y salvaje, es incapaz de crear valores nuevos. Para eso es precisa otra transformación: que el león se convierta en niño, un alma nueva, sin memoria, pero con una voluntad capaz de crear otros valores, un alma que ve de nuevo en su soledad esencial: un hombre nuevo. Tal es la transformación del espíritu que promete Nietzsche a través del viaje al desierto; el arribo del superhombre. Bajo el mito del viaje y de la transformación, que ocurre en medio de la nada, en la soledad, subyace el regalo de una humanidad nueva. Es una de las promesas y de las búsquedas de la modernidad como idea doctrinaria de Occidente, como corazón del mito eurocéntrico con el que se nutre a esta civilización; Klein (2007) muestra la idea de una pureza originaria, como una parte intrínseca del mito estadounidense, presentada como una tábula rasa sobre la que fue edificado el nuevo mundo. La búsqueda de esa pureza, que devuelva la potencia prístina original a lo americano, en ocasiones ha animado a la aplicación de acciones y políticas brutales de “limpieza” y “reconstrucción”. A partir de estas resonancias, aquí es posible plantear que la transformación territorial, es decir, la materialización del proyecto de la modernidad tiene que ver con la apertura, con la conquista del desierto mediante un proyecto que irá en pos de civilizar a los bárbaros;12 el hombre nuevo es quien tendrá tal misión. En los escritos políticos de Jefferson, al hombre nuevo se le ve moralmente superior por el trabajo duro, consagrado a la tierra. Luego serían los pensadores anarquistas (Thoreau, Howard, Bellamy, etcétera) quienes darían forma a este 12

Paradójicamente, como advierte Morín (2006), a través de ser más bárbaro que el bárbaro.

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ser soñado, a través de la consagración de los esfuerzos individuales a la edificación de un orden en oposición a lo que tuviera que ver con lo antiguo. Así, la travesía tiene un sentido de cambio, que conecta directamente con el corazón del imaginario eurocéntrico, que se concibe sumergido en el flujo incesante de la evolución y, por lo tanto, del tiempo; que instala en nosotros la noción del devenir como un guardián inconmovible de nuestra realidad. Ese puede ser el fondo de la travesía, de la necesidad imperiosa del viaje que nos hace viajeros por el gran relato que nos ha atrapado. Conclusiones: las pulsiones debajo de las imágenes Es posible echar una mirada al imaginario del eurocentrismo, a través de los componentes que se han podido revelar, por medio de la revisión de sus representaciones, donde la naturaleza juega un papel importante; se presenta mediante imágenes que, con elocuencia, remiten al bosque primitivo y misterioso, de ahí que las representaciones de lo urbano tiendan a remitir al par ciudad-naturaleza. Al ver las imágenes utilizadas con la idea de que el uso es el único valor de la naturaleza, es cuando emerge un símbolo de creación y destrucción, pero no como las potencias primigenias de Eros y Tanatos, sino al amparo de la razón utilitaria y la soberbia de la técnica, como una capacidad humana, a partir de la época de las luces en el siglo xviii, y durante la reacción conservadora y de amor profundo por la naturaleza, del acompañante antagónico de las ideas utilitaristas, durante el Romanticismo del siglo xix. En el fondo de estas imágenes de la modernidad se esconde una pulsión primaria de poder, misma que parece estar relacionada con el desenvolvimiento del capitalismo, que ha construido su eje primordial en el tomar, en la acumulación oral, que deviene en una capacidad enorme para dar, que retrocede alternativa y recurrentemente al egoísmo originario. Las sociedades occidentales modernas se han constituido mediante una necesidad de control, que surge de la energía descontrolada

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que intenta domeñar. El encierro panóptico enmascara, asimismo, a la pulsión básica de poder a través de símbolos del encierro y de la libertad: para hacer, decidir y desarrollar una vida al amparo de los propios impulsos y deseos; lo que por oposición encuentra a la rigidez de los sistemas de trabajo, de ocio, estudio, curación y corrección, que son símbolos de opresión de los deseos; están de hecho constituidos para la vigilancia, que es una exteriorización de la necesidad de controlar toda expresión de la libertad de los individuos. Esa simbolización del impulso de dominio por la vigilancia, el encierro, la auto liberación o por la liberación de los otros se mueve, asimismo, por una pulsión fundamental de poder, que anima la guerra convirtiéndola en la expresión más brutal del control y de la libertad, hasta el extremo del exterminio definitivo. La guerra, como la imagen más directa de la pulsión de poder de Occidente, se presenta ante la conciencia occidental como el desencadenante de la evolución o como una regresión a la barbarie más básica del asesinato, perpetrado con el único fin de borrar del mapa a todo lo humano.13 De ahí esa ambivalencia con que los occidentales viven la guerra: se autocalifican como patriotas o paladines de los ideales más altos, apoyan las matanzas de civiles, la destrucción de sus formas de vida y civilizaciones, o bien se muestran horrorizados ante una destrucción que podría, en potencia, poner punto final a toda la humanidad, a través de la excesiva y sistemática violencia exhibida. Con esa ambivalencia se jugó con las emociones de los occidentales durante la guerra fría. Incluso hoy, el habitante de las naciones desarrolladas conserva la angustia profunda ante la posibilidad de desaparecer debido a un holocausto definitivo, o de ser conquistado por las oscuras fuerzas externas del terrorismo. Y, al lado de esta expresión brutal, se encuentra la evangelización que, por medio de símbolos de transformación, de eliminación de las creencias originales y lo diverso, de unificar, manifiesta la pulsión 13

“Igual que los Halcones de la guerra que claman para bombardear países ‘hasta devolverlos a la Edad de Piedra’” (Klein 2007, 57).

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primaria de poder dirigida hacia la parte trascendente del ser humano. Como artefactos de esta misma pulsión, existen expresiones como el dominio por medio del mercado y del aparato financiero mundial, el imperialismo y el intervencionismo transnacional, la globalización omnímoda; que se basan en atributos como inteligencia-barbarie, avaricia-caridad, controlar-dejar hacer, igualdad-diferenciación, fraternidad-odio, así como por la idea de que caminamos como movidos por un destino trascendente hacia la gran reunión humana, cuya contraparte es un tribalismo creciente en el seno de las sociedades contemporáneas, que luego mueve recurrentemente a sentimientos profundos de xenofobia entre los occidentales hacia esas tribus de “gente extraña”. Expresiones como socialismo o anarquismo se mueven a partir de formas que implican compartir-acaparar, o que remiten a símbolos de libertad-encierro, ambos relacionados a su vez con la pulsión de poder. Es interesante que los símbolos que persiguen los ideales socialistas sean, en el fondo, tan parecidos a los del capitalismo, tan pregonados como antagónicos. Ciertas corrientes críticas de la historia contemporánea sostienen que tal antagonismo es sólo la fachada de movimientos ocultos tras de estas facciones que, entre las sombras, pugnan por el dominio. El caso de la gran semejanza de los programas de recuperación de la economía propuestos por el Gobierno de F. D. Roosevelt o por el nacionalsocialista de Hitler, se exhibe como prueba de una planificación común, acaso cómplice de dos regímenes enemigos durante la Segunda Guerra Mundial, aunque escasean las pruebas para afirmarlo. La confianza ciega en el progreso de la tecnología podría relacionarse con expresiones que remiten a la capacidad para hacer-capacidad para destruir. Y, en forma estricta, vincular esta confianza con la pulsión de poder; pero en el mismo sentido, el ejercicio de esta capacidad despliega tanto imágenes de una esperanza en que, con el progreso de la técnica, se alcanzará un estado más evolucionado de la sociedad, como las que exhiben en sí una luminosidad que remite a expresiones que lindan muy de cerca con ideales de tipo

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religioso,14 y a expresiones de gran desesperanza, que conducen a otras oscuras de un futuro incierto, contaminado, decadente y, en casos extremos, de un exterminio absoluto de lo humano. Lo que a su vez linda con imágenes de la destrucción final del mundo y del juicio de Dios, con visiones religiosas proféticas. Así, las expresiones que ponen en el centro a la técnica y a la ciencia guardarán relaciones muy profundas y significativas con imágenes y expresiones religiosas. Si el núcleo de la expresión de las civilizaciones por lo regular se ubica en un eje religioso-ritual, las respuestas simbólicas y emocionales encontradas en la técnica pueden guiarnos a especular sobre la gran relación de la ciencia en la modernidad con los comportamientos, pensamientos y emociones de tipo religioso del pasado. A partir de ello se puede empezar a ver símbolos de trascendencia y regresión, atados a las manifestaciones científicas y técnicas de la modernidad. ¿Cuál es el motor profundo que está detrás de estos símbolos? Al mismo tiempo que hay un progreso del saber, se solapa una especialización creciente que hace posible manejar informaciones cada vez más raras, y desconectadas de otros conocimientos, y más fragmentarias. Paradójicamente, el aumento de la especialización técnico-científica es un incremento inconmensurable del conocimiento y de la ignorancia. Junto a la pulsión de poder que caracteriza a la técnica y, sobre todo, en su relación con la guerra, estaría una pulsión de vida (eros) y de muerte (tanatos), mezcladas con una sexual básica, que acercaría a los sentimientos, expresiones, narraciones, imágenes y conceptualizaciones sobre la tecnología, a los sentimientos religiosos; y junto a ellas estaría una pulsión de saber. Bajo estas tres fuerzas básicas del imaginario hay una ansiedad insaciable que catapulta vertiginosamente hacia adelante a la técnica y la ciencia, situándolas en un peligro latente y permanente, y en una duda constante que la-

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La ciudad de Dios, la Jerusalén perfecta y divina adornada con joyas, que tanto es una imagen finalista en el Apocalipsis de San Juan (21, 1-8) como en los escritos de San Agustín en su De civitate Dei contra paganos, es una fuente probable de las luminosas anticipaciones de la ciencia y la técnica modernas.

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cera el cuerpo del propio imaginario hasta destruir su sustancia para recrearla, en una carrera interminable y desgastante de las fuerzas físicas y psíquicas. Se trata del movimiento puro: “Lo imaginario, que asociábamos de buen grado a lo real como su sombra cómplice, se desvanece al mismo tiempo […] Hemos investido así a la realidad de todo nuestro imaginario, pero es este imaginario el que se está desvaneciendo, porque ya no tenemos energía de creer en él” (Baudrillard 2008, 12 y 13). Casi como si se tratara de una reacción ante esa técnica vertiginosa, que pretende verificarlo y materializarlo todo, –real-izándolo–, demandante de recursos, esclavizante y liberadora, que como una bestia insaciable engulle todo a su paso; es visible como parte fundamental del mito eurocéntrico, una honda nostalgia por un pasado dorado que se coloca en el medioevo cristiano, antes de esa técnica que devora a lo metafísico; un recuerdo situado en medio del espíritu que, como una luminosa memoria de la infancia ida, asalta al presente dejando el sabor agridulce de la felicidad y del dolor por la pérdida. En medio de esa representación (que entra en juego desde la trama de los cuentos de la niñez, las decoraciones que remiten a la naturaleza y al pasado, las formas de autogobierno de las comunidades locales y religiosas, etcétera) está la nostalgia, que es recuerdo vivo, una atadura a imágenes vividas o imaginadas de un paraíso perdido y el olvido, el abandono en una realidad actual, desprovista de la magia de esas imágenes, y como una contraparte en tensión de ellas se presenta la utopía, otra expresión del mito eurocéntrico, que cristaliza en la mayor parte de las representaciones, a través de imágenes urbanas, que tanto remiten a un futuro luminoso (en muchas ocasiones anti-urbano) como desesperanzador (superpoblado, contaminado, decadente y opresivo). Tanto la nostalgia por el paraíso perdido, como la esperanza por un futuro irrealizado remiten a imágenes cristianas poderosas. Ambas expresiones calan hacia el jardín de las delicias, la casa originaria, la creación en una infancia dorada y protegida o hacia la perfecta Jerusalén descendida de los cielos, nuestra morada anhelada. Si la

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resonancia simbólica más poderosa de las imágenes de la casa –y, por multiplicación, de la ciudad– es la persona misma,15 el fondo pulsional a que parece remitir el Yo mismo es a ser. Y ello nos lleva al superhombre, una de las manifestaciones más potentes del mito eurocéntrico, que por encima de la condición humana se eleva a un grado de evolución, que es como el horizonte para nosotros, que deja atrás los vicios propiamente humanos, para encaramarse en otra etapa, que desprecia la condición de bestia de carga o de fiera que lucha por su libertad o por imponer su poder absoluto, para acceder a un estado de conciencia tal que se encuentra al margen del esfuerzo del trabajo y de la lucha guerrera (Nietzsche 1893). El héroe sobrehumano representa una de las aspiraciones más caras del occidental. Su polaridad, su sombra; es el titán primordial, la bestia prehumana, el monstruo, que en las mitologías más antiguas y fundadoras del mito eurocéntrico adquiere forma serpentina (Tiamat, en su lucha contra Marduk o Heracles enfrentado a la portentosa Hidra) por lo tanto acuática, primigenia, materna. En las representaciones del héroe y el superhombre hay imágenes relacionadas con la claridad del mundo superior, de lo aéreo, de evolución y progreso; mientras que en su sombra, en el titán primordial, en el monstruo, existen imágenes de lo subterráneo, lo acuático y de lo caótico-indiferenciado; por lo tanto, de todo lo regresivo. Estos símbolos están atados al par luz-tinieblas, que también es diferenciado-indiferenciado, lo que los remite a una pulsión primordial de ver, en un devenir, en un camino. La gesta del héroe puede ser el elemento más importante para explicarnos al deseo que enmascara al relato de la travesía del viajero. 15

Bachelard explica cómo, en un juego de correspondencias y de oposiciones, podría equipararse a la casa con la persona: “1) La casa es imaginada como un ser vertical. Se eleva. Se diferencia en el sentido de su verticalidad. Es uno de los llamamientos a nuestra conciencia de verticalidad; 2) La casa es imaginada como un ser concentrado. Nos llama a una conciencia de centralidad.” (1965, 51). Por extensión, a la ciudad, como un agrupamiento de casas, es posible equipararla con el ser colectivo, que subsumido en la idea de indiferenciación, conecta a la persona a una continuidad esencial que es oceánica, del contacto primigenio con la madre.

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Turismo e imaginarios

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Sitios con denominación de Patrimonio Mundial y Pueblo Mágico: realidades de los habitantes y desarrollo local de las comunidades

Ana Lucía González Ibáñez*

En algunas poblaciones de México que cuentan tanto con la deno-

minación de Patrimonio Mundial, de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (unesco, por sus siglas en inglés), como con la de Pueblo Mágico, otorgada en materia de turismo por el Programa Pueblos Mágicos, del Gobierno de México existe, en principio, una relación desequilibrada entre el significado de los nombramientos y la calidad de vida de los habitantes de los sitios que los ostentan, a pesar de que el objetivo de los programas sea mejorarla. Por otro lado, se hace énfasis en lo mágico o en el valor universal que poseen dichos lugares lo que, sin embargo, en muchas ocasiones tampoco tiene relación con los sentires y significaciones de las personas sobre ellos. Estas denominaciones, tan perseguidas por los Estados, se derivan de la Convención para la Protección del Patrimonio Mundial, Cultural y Material de la unesco. ¿Cuál es la relación entre la declaratoria de Patrimonio Mundial de un sitio, con la derrama económica? ¿Cuáles son los elementos y significaciones que los habitantes de estos lugares consideran como suyos? La denominación de Paisaje Agavero y las Antiguas Instalaciones Industriales de Tequila es el ejemplo que puede revelar algunos hechos, para contestar estas preguntas. En este artículo se pretende explorar con números y datos concretos el interés de los Estados * El Colegio de Sonora / Taller Patrimonio y Metrópoli. Correo electrónico: analuciagi3@ gmail.com

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Turismo e imaginarios

integrantes de la Convención por estar incluidos en la Lista de Patrimonio Mundial, y cómo su posicionamiento beneficia a los intereses que van más allá de la declaración de Valor Universal Excepcional y, por tanto ¿en qué medida les sirve a las comunidades dicha declaratoria, para mejorar su bienestar y desarrollo?, esta pregunta es la que se pretende responder en el presente texto. Si la valoración del patrimonio cultural de una localidad es externa, ajena a su percepción y a los valores locales, entonces ¿en qué medida esta denominación es importante para su desarrollo?; ¿cómo se la apropia y la sostiene?; ¿cómo se incorporan los ingresos a los indicadores de bienestar y calidad de vida de los habitantes, así como al mantenimiento y fortalecimiento del recurso cultural como vehículo de desarrollo? Denominaciones de Patrimonio Mundial y Pueblo Mágico Hace 40 años se declaró la Convención para la Protección del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural; en el marco de la Conferencia Mundial de la unesco, de 1972, cuya redacción se inspiró en e hizo eco del movimiento internacional creado para rescatar el templo de Abu Simbel, en Egipto, amenazado por una gran inundación, así como de las campañas subsecuentes de la unesco, durante los años sesenta, para conservar tesoros como la ciudad de Venecia, en Italia, después de la gran inundación de 1966, entre otros. En dicha reunión se definieron las bases para clasificar y declarar los sitios excepcionales por sus valores culturales, y se formuló la primera Lista de Patrimonio Mundial, que en 1979 sólo contaba con 49 sitios y hoy son 936, distribuidos en 153 países. Uno de los puntos más importantes de la Convención fue definir los valores universales excepcionales de los bienes culturales, para construir las herramientas para preservarlos. Se crearon sus directrices operativas, que constituyen las bases para la gestión y el manejo de los sitios declarados, donde se define el valor universal excepcional. A partir de esta declaratoria de valor, las propiedades culturales

120

Sitios con denominación de Patrimonio Mundial y Pueblo Mágico

fueron inscritas, y la definición del concepto ha sido objeto de numerosas reuniones y debates para revisar el significado del término, y hoy en día, después de las celebradas en 2005 y 2008, se llegó a una definición común, que se incluyó en las directrices, y cuyo punto principal es el reconocimiento de la diversidad cultural, pero aún está sujeta a debate (unesco 2001); en su párrafo 49 dice: “Valor universal excepcional significa una importancia cultural y/o natural tan extraordinaria que trasciende las fronteras nacionales y cobra importancia para las generaciones presentes y venideras de toda la humanidad. Por lo tanto, la protección permanente de este patrimonio es de capital importancia para el conjunto de la comunidad internacional. El Comité define los criterios de inscripción de los bienes en la Lista del Patrimonio Mundial” (World Heritage Centre, whc unesco 2012). La declaración de valor es un tema muy polémico y, sumado a ello, los criterios que establecen las significaciones de obra maestra, valores e influencias, testimonio de una época, tipología, el uso del territorio, asociaciones y la belleza natural son conceptos difíciles de definir, sin excluir la subjetividad de los comités evaluadores, aunque esté muy detallado el procedimiento en las directrices operativas (Ibid.). Es necesario detenerse en ese contexto, pues uno de los mayores impactos que sufren las comunidades locales al recibir la denominación de Patrimonio Mundial, en particular las regiones rurales o semirurales, tiene que ver con el del turismo y su aprovechamiento económico. Las transformaciones experimentadas por los habitantes en el ámbito cotidiano, así como en la modificación de la lógica frente a su territorio, y de su sentido de pertenencia, ligado más bien a cuestiones simbólicas, históricas e identitarias se traslada a una lógica de mercado y de explotación de su propio territorio; puesto que sus recursos culturales y naturales ahora son ponderados en su dimensión mercantilista, lo cual propicia su agotamiento trastocando el primer sentido de vínculo de las poblaciones con el territorio, que fue el origen de la declaratoria del sitio. Ligado a lo anterior, se concedió mucha importancia al concepto de valoración, en las reuniones de la unesco, a principios del siglo

121

Turismo e imaginarios

xxi,

para la aplicación de la Convención, y la inclusión de los valores locales en la actualidad, lo que se plasmó en una reunión del Centro de Patrimonio Mundial y el Ministerio de Educación y Cultura de los Países Bajos, en 2003. El tema tratado fue la vinculación entre los valores universales y locales, y el manejo de un futuro sostenible para el patrimonio mundial (Ibid. 2003). Aquí se definió y planteó la importancia de enlazar los valores locales ante las declaratorias universales reconociendo que el objetivo de la Convención para la Protección del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural es proteger el valor universal excepcional de los bienes culturales y naturales, pero los subraya a todos, incluso los locales, intangibles y espirituales, que deben comprenderse, respetarse y tomarse en cuenta en el proceso de identificación y de manejo sustentable, y de igual manera enfatiza que los valores universales son parte de un continuo, no una jerarquía, y no se deben separar. De hecho no es viable identificar o manejar el valor universal, sin el reconocimiento y la permanencia del valor del lugar y de las comunidades locales: Para una integración efectiva del patrimonio en la planeación del desarrollo regional, es crucial que todos los tomadores de decisión reconozcan el vínculo entre los valores universales y locales. De hecho, el valor universal excepcional que justifica la inscripción de la propiedad en la Lista de Patrimonio Mundial no coincide necesariamente con los valores que sostienen los grupos locales que tradicionalmente habitan o usan un sitio o su contexto. A esta luz, para una aplicación óptima de la convención del patrimonio mundial y de desarrollo sustentable económico y social de las comunidades locales, resulta imperativo que sus valores y prácticas juntas en su sistema de manejo tradicional sean completamente entendidos, respetados y alentados así como adecuados en el marco de la estrategias de manejo y desarrollo de los mismos (Ibid., 9). A partir de esta reunión se marca un reconocimiento a los valores locales, sin embargo, aún están muy lejos de ser aterrizados al

122

Sitios con denominación de Patrimonio Mundial y Pueblo Mágico

momento de la implementación de la coordinación de los sitios. El documento mencionado es un referente interesante de las posturas de los investigadores y gestores de sitios de patrimonio mundial que, en su práctica, encuentran obstáculos para aplicar las recomendaciones de la lista, no obstante logran incidir en ellas, por lo menos en teoría. Celia Martínez, investigadora del Subprograma Estancias de Movilidad Postdoctoral en Centros Extranjeros, hace una reflexión útil para explicar lo que subyace en la lógica de las denominaciones; “aunque estas sean definiciones teóricas aceptadas en todo el mundo, la aplicación real de las mismas a la hora de seleccionar los bienes inscritos es un proceso extremadamente complejo en el que, a las cuestiones meramente valorativas y patrimoniales, se añaden los intereses, económicos, culturales, turísticos, de prestigio y visibilidad internacional de los Estados por incluir sus bienes patrimoniales en la selecta lista” (2010, 5). Aunque pareciera muy teórico el debate acerca de la definición de qué es el valor universal excepcional, en definitiva es un punto medular para la reflexión de lo que nos ocupa. Pues es a través de ella que un sitio está in o out. Ello implica el acceso a los recursos tanto de primera instancia como las repercusiones económicas y de mercado, que la denominación tiene per se. Martínez lo explica así: “Además, los términos universal y excepcional no son unívocos ni monolíticos y el número de bienes inscritos en la Lista del Patrimonio Mundial ha crecido rápidamente, desembocando la conjunción de todos estos factores en un serio cuestionamiento en torno a la credibilidad de la lista como conjunto de aquellos bienes más representativos de todo el patrimonio mundial” (Ibid.). Para aterrizar estas reflexiones se propone empezar por presentar la Lista de Patrimonio Mundial, que se divide por regiones: a) Europa y América del Norte; b) América Latina y el Caribe; c) África; d) Asia y el Pacífico y e) Estados Árabes. Se puede suponer que esta división tiene que ver con zonas económicas, por su base geográfica. En la figura 1 se muestran las regiones privilegiadas con denominaciones.

123

Turismo e imaginarios

Figura 1 Número de propiedades con la denominación de Patrimonio Mundial, por región 36 32 28

Sitios

24 20 16 12 8 4 0 1978

1980

1982 1984 1986 1988 1990 1992 1994

1996

1998

2000

2002

2004

2006

2008

2010

Año Europa y América del Norte

2012 Regiones

América latina y el Caribe

Asia y el Pacífico

Cultural Natural Mixto Total %

Estados Árabes

África

Estados miembro con propiedades inscritas

África

45

33

4

82

9

30

Estados Árabes

64

4

2

70

7

16

Asia y el Pacífico Europa y América del Norte América Latina y el Caribe

143

53

9

205 *22

31

384

58

10

452 *48

50

89

35

3

127 14

26

Total

725

183

28

936 100

153

La propiedad cuenca “Uvs Nuur” (Mongolia, Federación Rusa) es transregional, ubicada en Europa, Asia y la zona del Pacífico. Aquí se cuenta en Asia y la región del Pacífico.

*

124

Sitios con denominación de Patrimonio Mundial y Pueblo Mágico

Figura 1 (continuación) Número de propiedades con la denominación de Patrimonio Mundial, inscritas por cada Estado miembro (153) Propiedades Propiedades Estado miembro Estado miembro inscritas inscritas Afganistán 2 Argentina 8 Albania 2 Armenia 3 Algeria 7 Australia 19 Andorra 1 Fuente: whc unesco (2012).

La figura 1 se elaboró con datos de 2012, y muestra que Europa y América del Norte cuentan con 48 por ciento de los bienes declarados, ello implica que la unesco les ayuda, en la parte técnica, con la formulación de los programas de preservación y planes de gestión de los sitios, que incluye la identificación, planificación y fortalecimiento del sector turismo y su derrama económica. También otorga recursos financieros para planeación urbana, desarrollo inmobiliario, el marketing de las ciudades y su posicionamiento en el ranking de competitividad; cincuenta son los Estados beneficiados. La importancia económica que reviste la cultura como objeto de consumo genera una serie de beneficios reales para los países en la medición de los indicadores de consumo, empleos, producto interno bruto, índices de especialización en comercio, industrias y servicios, que sirven para medir los índices de competitividad de las ciudades. En la figura 2, tomada del informe de la Lista de Patrimonio Mundial de 2011, aparecen los sitios inscritos por región y año a partir de 1978; más de 50 por ciento de los declarados en la lista se ubican en Europa y América del Norte (Canadá y Estados Unidos). A América Latina y el Caribe, en promedio anual, les corresponde 14 por ciento de los sitios inscritos, lo cual muestra un desequilibrio, mismo que fue tratado en las conferencias de la Asamblea General de la unesco y del Centro de Patrimonio Mundial desde finales de los años noventa

125

Turismo e imaginarios

Figura 2 Número de propiedades con la denominación de Patrimonio Mundial inscritas por cada año y región Número de Europa y Año propiedades América del inscritas Norte

1978 1979 1980 1981 1982 1983 1984 1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 Fuente:

12 45 27 26 24 29 22 30 29 41 27 7 16 22 20 33 29 29 37 46 30 48 61 31 9 24 34 24 18 22 27 13 21 25

whc unesco

7 25 10 11 3 18 10 14 17 17 12 3 8 8 12 16 15 18 25 25 21 22 34 19 4 8 16 11 5 9 12 6 5 7

Asia y el Pacífico 0 5 3 5 5 4 3 5 5 11 5 1 4 9 6 10 7 6 5 10 5 10 11 3 2 8 11 5 3 7 8 4 12 7

(2012).

126

América Latina y el Caribe 2 2 3 3 4 5 2 4 2 9 4 0 3 3 1 6 4 5 3 6 3 12 12 4 2 3 2 4 3 1 3 1 3 3

Estados Árabes

África

0 9 4 2 9 0 4 6 3 2 3 1 0 0 1 1 1 0 2 3 1 0 1 1 1 2 2 2 2 1 2 0 1 4

3 4 7 5 3 2 3 1 2 2 3 2 1 2 0 0 2 0 2 2 0 4 3 4 0 3 3 2 5 4 2 2 0 4

Sitios con denominación de Patrimonio Mundial y Pueblo Mágico

y, de hecho, se invitó a los países que tenían una sobre representatividad a que limitaran sus postulaciones, para apoyar a los que contaban con menos, y con una diversidad cultural notable. En la última década, el impulso a la región Asia y el Pacífico ha sido relevante, y suponemos que se relaciona con el apoyo a las economías emergentes. De la figura 1 se deriva la información de la figura 3; se tomaron los años en los que los sitios inscritos correspondieron a las regiones de Europa y América del Norte y América Latina, y muestra que en la primera hubo más de veinte. Con periodicidad aleatoria, excepto en el año 2000, cuando se hizo un corte a los cuatro años, y después cada dos hasta 2011, el cuadro ofrece múltiples lecturas; la más evidente es que hay años en que la representatividad de regiones en la Lista de Patrimonio Mundial de Europa y América del Norte es de 67.5 por ciento, como en 1996; de Figura 3 Inscripciones en las Américas Año 1979 1986 1987 1988 1993 1994 1996 1997 1999 2000 2004 2006 2008 2010 2011

Número de Europa y América % Europa% América sitios inscritos América del Norte Latina América del Norte Latina 45 29 41 27 33 29 37 46 48 61 34 18 27 21 25

25 17 17 12 16 15 25 25 22 34 16 5 12 5 7

2 2 9 4 6 4 2 6 12 12 11 3 3 12 3

Fuente: elaboración propia.

127

55.56 58.62 41.47 37.1 48.49 51.73 67.5 54.35 45.84 55.74 47.06 27.78 44.45 23.87 28.00

4.45 6.9 21.96 14.82 18.19 13.8 5.41 13.5 25 19.68 32.36 16.67 11.12 41.67 12.00

Turismo e imaginarios

58.62, en 1986 o de 55.54, en el año 2000. En contraparte, América Latina alcanzó su mayor representatividad en 2010, con 41.67 por ciento, y en 2004, con 32.36. En la figura 4 se presenta otra lectura, referente a las posibilidades que brindan estos números, al cruzarlos tanto con eventos políticos y económicos globales, como con los ingresos por turismo por región. Figura 4 Ingreso por turismo internacional, según la Organización Mundial del Turismo, omt Ingreso por turismo internacional Monedas Cuota locales Precios constantes %

%

Dólares americanos

Euro

Ingreso

Ingreso

(Millones de dólares) por llegar

(Millones de dólares) por llegar

08/07 09/08 10*/09 2010* 2009 2010* 2010* 2009 2010* 2010* Mundo 1.7 Economías 1.8 avanzadas Economías emergentes 1.5 Europa -0.9 Asia y el 4.6 Pacífico Américas 4.9 América del Norte 6.9 El Caribe -3.2 América 0.3 Central América 3.1 del Sur

-5.6

4.7

100

851

919

980

610

693

740

-6.5

4.4

63.1

547

580

1 160

392

437

880

-3.8

5.1

36.9

304

339

770

218

256

580

-6.7

-0.4

44.2 410.9 406.2

294.6 306.4

640

-0.7

12.8

27.1 301.1 248.7 1 220 145.6 187.6

920

-9.9

5

19.8 166.2 182.2 1 220 119.1 137.4

920

-12.4

6.2

14.3 119.2 131.2 1 340

85.4

98.9

1.01

-5.3

2.1

2.6

22.6

23.6

1 118

16.2

17.8

890

-3.4

4.1

0.7

6.1

6.8

850

4.4

5.1

640

-0.3

1.2

2.2

18.3

20.6

880

13.1

15.5

660

850

África

-2.5

-4.1

4

3.4

28.8

31.6

640

20.6

23.9

480

Oriente Medio

5.5

0.8

14.4

5.5

42

50.3

830

30.1

37.9

630

Fuente: omt (2011).

128

Sitios con denominación de Patrimonio Mundial y Pueblo Mágico

En 2010, los ingresos, en millones de dólares, sumados de Europa y de las Américas (406.2 mil más 182.2 mil) fueron de 588.4 mil, mientras que los de América Latina de 111.6 mil. El desequilibrio es significativo, y si se relaciona con las inscripciones a la Lista de Patrimonio Mundial se podría encontrar cierta lógica a primera vista, sin embargo, es necesario investigar a profundidad y con más fuentes, para obtener datos. En otras palabras, esto implica que el turismo internacional contribuyó con cerca de tres mil millones de dólares al día a los ingresos mundiales de exportación, como se puede apreciar en la figura 5. El Programa Pueblos Mágicos nació en 2001 en México, en el marco del Programa Nacional de Turismo de México 2001-2005, como estrategia para apoyar el crecimiento del turismo municipal, estatal y regional; fomentar la oferta turística; propiciar el desarrollo sustentable, así como favorecer la dotación de infraestructura para el turismo. Se constituyó como un programa de turismo integral, para localidades con desarrollo diferenciado, en las cuales dicha actividad Figura 5 Muestra de ingresos por país en América del Norte Principales destinos

Llegadas de turista internacionales 1000 2008

2009

Variación (%) 2010

Ingreso de turismo internacional (Millones de dólares americanos)

2009-2008 2010-2009 2008 2009

Américas 147.953 140.722 149.765 -4.9

6.4

189.097

166.186

2010 182.168

Canadá

17.142 15.737 16.095

-8.2

2.3

15.668

13.707 15.787

Estados Unidos

57.937 54.962 59.745

-5.1

8.7

110.423

94.191 103.505

México

22.637 21.454 22.395

-5.2

4.4

13.289

11.275 11.872

Fuente: omt (2011).

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pudiera contribuir a “elevar los niveles de bienestar, mantener y acrecentar el empleo, hacer rentable la inversión y fortalecer y optimizar el aprovechamiento racional de los recursos y atractivos naturales y culturales” (Secretaría de Turismo, sectur 2012). La fortaleza del programa es “lo mágico de los pueblos es decir sus tradiciones, costumbres, su simbolismo e imaginarios, (elementos de valor patrimonial), señala que su objetivo se dirige hacia el desarrollo y beneficio de esas comunidades al reconocimiento a quienes habitan esos hermosos lugares, y han sabido guardar para todos la riqueza cultural e histórica que encierran” (Ibid.). Las reglas de operación del programa señalan que “contribuye a revalorar a un conjunto de poblaciones del país que siempre han estado en el imaginario colectivo de la nación en su conjunto, y que representan alternativas frescas y diferentes para los visitantes nacionales y extranjeros” (Ibid.). Además, definen que un pueblo mágico es “[…] una localidad que tiene atributos simbólicos, leyendas, historia, hechos trascendentes, cotidianidad, en fin magia que emana en cada una de sus manifestaciones socio-culturales y que significan hoy día una gran oportunidad para el aprovechamiento turístico, para lo cual serán consideradas aquellas localidades que cuenten con una población base de 20 000 habitantes” (Ibid.). Hay alrededor de 83 pueblos mágicos, y el discurso oficial respecto al turismo y en este caso del programa se enfoca en ocho puntos que conformarán los requisitos para solicitar tal denominación: a) involucramiento de la sociedad y de las autoridades locales; b) instrumentos de planeación y regulación; c) impulso al desarrollo municipal; d) oferta de atractivos y servicios; e) valor singular, magia de la localidad; f) valoración por parte de la Dirección General de Desarrollo de Productos Turísticos; g) condiciones y espacios territoriales (accesibilidad terrestre, factibilidad para la comercialización y producto turístico); h) impacto del turismo en la localidad y área de influencia y, por último, i) desarrollo de capacidades locales. Todo lo anterior se traduce en cuatro objetivos, que se centran en darle valor o consolidar y reforzar los atractivos de las localidades

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que poseen este nombramiento: a) mayor gasto en beneficio de la comunidad receptora; b) creación y modernización de los negocios turísticos locales; c) constitución del turismo local en una herramienta del desarrollo sustentable de las poblaciones inscritas en el programa y e) apoyo a la gestión municipal, y que todo redunde en creación de empleos y negocios. Sin embargo, existen dificultades para que estos objetivos se cumplan. En el caso de los municipios del paisaje agavero, hay datos duros que lo confirman: Tequila, Jalisco, tenía 36 371 habitantes en 2010, con 57.1 por ciento de pobreza; de esta población, 28 por ciento tiene por lo menos tres carencias (Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, coneval 2010). En el caso de Magdalena, con 24 646 habitantes, de ellos 54.2 por ciento están en pobreza, según el mismo organismo; El Arenal, con 51.4; Amatitán, con 46.1, y Teuchitlán, con 46.3. Es decir, a pesar de contar con la declaratoria de la unesco, desde hace seis años, esta red de municipios no se ha visto beneficiada como se esperaba. Además, el nombramiento de Pueblo Mágico sólo se le otorgó al municipio de Tequila, desde 2003 y, al parecer, el efecto de los programas y las acciones sobre él tampoco se ven reflejados en la disminución de la pobreza, ni en la mejoría de alguno de los indicadores de bienestar para la comunidad, como lo señalan los objetivos. Si bien es cierto que existe el programa la Ruta del Tequila, y que uno de sus propósitos es establecer pequeños negocios, y capacitar a los pobladores de la zona, para contribuir al desarrollo local y sustentable, hasta hoy aún no se ven resultados, según los datos que ofrece el coneval. El pueblo mágico de Tequila y el paisaje agavero: los niños y sus valores

Un ejercicio realizado en 2010, en las comunidades localizadas en el polígono que obtuvo la denominación de Patrimonio Mundial de

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Paisaje Agavero y las Antiguas Instalaciones Industriales de Tequila, en 2006, para revelar sus valores, arrojó resultados interesantes que no sólo ampliaron el espectro de los declarados por la unesco, sino que la sistematización de ellos dio luz respecto a la realidad que viven estos pueblos y su dimensión en el llamado desarrollo local. Este ejercicio, como ejemplo para evaluar otros sitios con la misma denominación, permite visualizar las oportunidades de desarrollo local integral que presenta esta lectura; genera otras posibilidades para medir de manera integral la pobreza y marginación, con sus necesidades socioculturales y humanas. El proyecto de vinculación con la comunidad: la Ruta del Tequila en el Paisaje Agavero y el producto, un libro de los niños para los niños: La ruta de los niños en el Paisaje Agavero, fue coordinado entre el Consejo Regulador del Tequila y la Secretaría de Cultura, y financiado por la Fundación Cuervo y el Banco Interamericano de Desarrollo. Fue un proyecto de educación-vinculación y de conservación del patrimonio, en el que participaron 1 280 niños que, a través de talleres de dibujo, pintura, crónica, video, fotografía y gastronomía permitió revelar tanto los valores locales del territorio como los universales. Se llevó a cabo en Arenal, Amatitán, Tequila, Teuchitlán, Magdalena, Etzatlán y Ahualulco de Mercado. Estos dos últimos municipios forman parte de la Ruta del Tequila, y de la denominada ruta arqueológica, de los programas estratégicos de la Dirección de Patrimonio Artístico e Histórico de la Secretaría de Cultura de Jalisco. El objetivo principal fue rescatar y dar a conocer un conjunto de percepciones de los pobladores en torno a los valores y significaciones que para ellos tiene el patrimonio cultural. Asimismo, demostrar la importancia de realizar un proyecto de dimensiones económicas y culturales tendiente a lograr un desarrollo integral en beneficio de las comunidades que conforman el paisaje agavero. La convocatoria para los talleres se orientó a una temática general, que permitiera recuperar los discursos sobre el patrimonio y las valoraciones de los componentes tangibles e intangibles; se generó un espacio de identificación grupal de los valores sociales, económicos,

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artísticos o religiosos que los habitantes y usuarios relacionan con determinados atributos del patrimonio. La sistematización de la información obtenida en los talleres se tradujo en “mapas de patrimonio”, donde se registraron las recurrencias de los dibujos, y se clasificaron por categoría, que correspondieron a los conceptos de patrimonio cultural y natural; tangible e intangible. Los dibujos mostraron, además de los valores del patrimonio, la carencia de bienes, servicios, infraestructura e incluso modificación en hábitos alimenticios, puesto que se dibujó como “tesoros” a las pizzas, los refrescos y la comida no saludable. La intención del proyecto fue aplicar el ejercicio en los sitios con la doble nominación para hacer evidente, a través de una herramienta muy sencilla, la realidad comunitaria, por medio de los niños, con base en los dibujos y su interpretación; también, el costo-beneficio actual y su realidad en la perspectiva del desarrollo, en un marco más amplio. Aquí, como en otros sitios con la denominación de Patrimonio Mundial, se trata de proteger y conservar esos bienes culturales y naturales tangibles e intangibles detectados, que requieren un tratamiento diferenciado. De ahí la relevancia de que el proyecto para la identificación participativa de un plan de manejo logre identificar los valores y criterios, para su conservación y manejo. Los mapas de patrimonio revelaron, entre otros elementos, los valores locales aún muy enclavados en la región; las fiestas religiosas y paganas: al Sagrado Corazón, a la Virgen, los tangaixtes; oficios como los opaleros, jimadores, cargadores y los arrieros de mulas en la barranca; las plazas-calles, los paseos del río, las haciendas y casas, patios, los platillos locales y de las fiestas, la música de los habitantes, los caminos y carreteras y los árboles frutales, las cañas, el volcán y los mezcales. La visión es integral, es decir, no tiene un sentido único, ni es monolítica. El tema del agave, sin dejar de ser central, es parte de un sistema, de una visión del mundo que permite explorar otras posibilidades, para la conformación de programas y proyectos a favor de que disminuya la pobreza en las comunidades declaradas como Patrimonio Mundial y Pueblo Mágico.

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Figura 6 Programa Multianual de Inversiones

Fuente: Fondo Nacional del Fomento al Turismo: www.fonatur.gob.mx

A partir de estos resultados podrían instrumentarse proyectos de rescate y conservación de infraestructura, caminos tanto de arriero, entre las comunidades, como las rutas turístico-rurales. Asimismo, se incluyen otros de economía local, para reconocer a las tabernas; apoyo a quienes elaboran tequila de manera artesanal; reconocimiento, fomento y preservación de los oficios tradicionales. También está la recuperación de la cocina tradicional, de recetarios y red de fondas y comedores turísticos locales. Existen presiones sobre el sitio, a partir de la declaratoria de Patrimonio Mundial, que vale la pena enumerar, pues es determinante tomarlas en consideración para implementar proyectos productivos y estrategias de conservación del patrimonio, como: a) desconocimiento entre los habitantes de la región respecto a la declaratoria; b) turis-

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mo cultural incipiente, que requiere atención; c) escasos satisfactores de calidad; d) incremento en la demanda de suelo urbano y rural, para usos distintos a los tradicionales; e) un proceso de modificación de la imagen urbana tradicional; f) riesgo de transformación negativa de las tabernas y las instalaciones productoras de tequila, provocada por la expansión creciente en la demanda; g) plantación de agave sobre los sitios arqueológicos de la tradición Teuchitlán, conocidos como Guachimontones, aún no estudiados y dispersos por todo el polígono delimitado por la unesco. El patrimonio es un concepto vivo, no es algo que se refiera a un pasado estático, sino al contrario, está muy vivo, y nos dice quiénes somos y a dónde vamos; se va transformando en la historia, lo vamos generando con el quehacer cotidiano, en el transcurso del tiempo. Y trasmitir lo que significa para cada grupo de trabajo, y transformarlo en un recurso de desarrollo es un objetivo ambicioso, muestra de lo que existe y punto de partida para detonar muchos proyectos que promuevan la generación de la abundancia y la calidad de vida. Las cartas internacionales, los buenos deseos y las realidades locales

En este texto se toman como referencia dos documentos de la unesco: Culture and Development, de 2010, y Papers N° 13; Linking Universal and Local Values, de 2003, para ejemplificar la importancia que han tenido los temas de la cultura y el patrimonio cultural como vías potenciales de desarrollo, además de las cartas como la de México (1972) y de Nairobi (1976), que lo abordaron, así como de la relevancia de la población como el elemento principal de toda política de desarrollo integral. Ambos documentos externan la necesidad de tomar en consideración los conocimientos, las formas de organización y manejo locales para la gestión del patrimonio cultural y su consecuente derrama de bienestar en las comunidades. Hacer énfasis en que los valores universales son parte de un continuo, no una jerar-

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quía, y no deben ser separados de los locales. De hecho, no es viable identificar o manejar el valor universal sin el reconocimiento y la permanencia de los del lugar y de las comunidades locales. Sin embargo, a pesar de todos los estudios e incluso las conclusiones recientes para elaborar una batería de indicadores para demostrar la relevancia de la cultura en el producto interno bruto, no ha sido posible alcanzar un acercamiento entre la derrama económica para un cierto sector de los sitios con la denominación de Patrimonio Mundial de la unesco o la de Pueblo Mágico. ¿Cómo disminuir esa brecha entre lo local y lo global?, es el planteamiento que se tendría que modificar. Para ello se podría tomar como ejemplo a Bután, pequeño país budista que ha declarado e instrumentado a la felicidad como indicador para la medición del bienestar de su población; hace más de veinte años se constituyó el Ministerio de Felicidad Interna Bruta. El concepto y la gestión de esta perspectiva está sostenida en cuatro pilares de desarrollo: a) buena gestión de los asuntos públicos; b) desarrollo económico equilibrado (modernización desde la identidad local; c) conservación del medio ambiente y d) preservación y fomento a la cultura. En el último informe de 2011, el índice de felicidad interna bruta se midió de acuerdo con ocho indicadores: a) bienestar psicológico; b) estándar de vida y felicidad; c) buena gobernanza y felicidad interna bruta; d) salud; e) educación; f) vida comunitaria; g) diversidad cultural y resiliencia y h) uso del tiempo y felicidad. Es necesario poner en contexto estos valores, ya que en los territorios occidentales son totalmente distintos. Bután es un país budista, religioso; su vida cotidiana está regida por los principios de observación y vigilancia interna, ya que las visiones crean los pensamientos y éstos las acciones, las que a su vez crean la vida misma. También es importante mencionar que este país ha sido el último del planeta al que ha llegado la televisión y un año después internet; lo que en definitiva ha comenzado a repercutir en la vida cotidiana y la ha vulnerado, sobre todo en las áreas urbanas; ha aumentado el consumo de alcohol y drogas y, por lo tanto, de

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violencia, sin embargo se sigue sosteniendo como el país más feliz del mundo. El 2 de abril de 2012 se reunieron expertos en la Organización de las Naciones Unidas, en Nueva York; en la sesión se trató sobre felicidad y desarrollo, con el objetivo de buscar los indicadores y lineamientos para establecer otros criterios para el bienestar de la población en el mundo, más allá de las categorías económicas, siguiendo el ejemplo de Bután. Lo que es importante señalar aquí es que esta discusión es un ejemplo de la aplicación de los valores locales para la determinación de las políticas públicas, para el desarrollo del bienestar de los habitantes. Al comparar los indicadores mencionados con los de la Agenda Hábitat de Naciones Unidas encargada, entre otras cosas, de medir el bienestar de la población en el mundo están: a) derecho a la vivienda; b) desarrollo social y erradicación de la pobreza (acceso equitativo a oportunidades para una vida segura y saludable, integración de grupos marginados, equidad de género); d) manejo sostenible del medio ambiente; e) desarrollo económico y f) gobernanza. Para medir los índices de bienestar y el desarrollo, en el Plan Nacional de Desarrollo de México, de 2012, fueron cinco los ejes rectores: a) Estado de derecho y seguridad; b) economía competitiva y generación de empleos; c) igualdad de oportunidades; d) sostenibilidad ambiental y e) democracia efectiva y política exterior responsable. Ello traducido en el impulso al desarrollo humano sustentable. Según el coneval (2010), la evaluación del desarrollo en México entre 2008 y 2010 tuvo un balance negativo; la pobreza se incrementó en 4.2 millones de personas. A partir de lo expuesto, y para retomar el caso concreto que nos ocupa, el combate a la pobreza en el polígono del paisaje agavero es muy inferior a las expectativas potenciales que generaría la reproducción de la los valores culturales universales que han sido declarados para la región. En la figura 7 se muestra cómo la pobreza, tanto desde la perspectiva del desarrollo económico, como desde la más humana reflejan claramente la situación de pobreza de Jalisco, aunque no hay datos

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Figura 7 Medición de la pobreza, Jalisco, 2010 Incidencia, número de personas y carencias promedio en los indicadores de pobreza, 2008-2010 Miles de Carencias Porcentaje personas promedio Indicadores 2008 2010 2008 2010 2008 2010 Pobreza Población en situación de pobreza 36.9 36.9 2 646.8 2 718.3 2.3 2.2 Población en situación 32.5 32 2 327.4 2356 2.1 2 de pobreza moderada Población en situación 4.5 4.9 3 19.4 362.2 3.6 3.6 de pobreza extrema Población vulnerable 36.9 34.3 2 648.3 2 529.7 1.9 2 por carencias sociales Población vulnerable por ingresos 5.1 6.1 3 66.1 452.7 0.0 0 Población no pobre y no vulnerable 21.1 22.7 1510 1 672.6 0.0 0 Privación social Población con al menos 73.8 71.2 5 295.1 5 247.9 2.1 2.1 una carencia social Población con al menos 21.5 19.4 1 432.1 1 432.1 3.4 3.4 tres carencias sociales Indicadores de carencia social Rezago educativo 21.6 20.2 1 492.2 1 492.2 2.7 2.7 Carencia por acceso 37.2 35.2 2 592 2 592 2.6 2.6 a los servicios de salud Carencia por acceso 58 54.8 4 039.3 4 039.3 2.3 2.3 a la seguridad social Carencia por calidad 9.8 6.7 492.9 492.9 3 3.4 y espacios de vivienda Carencia por acceso 9.8 9.5 702.8 702.8 2.8 2.9 a los servicios básicos Carencia por acceso 17.9 22.1 1 627.9 1 627.9 2.8 2.7 a la alimentación Bienestar Población con un ingreso inferior 9.6 14.4 1 964.4 1 064.4 2.5 2.2 a la línea de bienestar mínimo Población con un ingreso 42 43 3 171.0 3 171.0 2 1.9 inferior a la línea de bienestar Fuente: coneval, (2010).

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específicos sobre el pueblo de Tequila o los municipios que conforman el paisaje agavero. A pesar de la denominación de la unesco, la inversión federal y estatal en Jalisco no se ha enfocado en la generación de condiciones de bienestar para la población o el fortalecimiento de sus capacidades para generar, desde sus propias formas de organización y sus saberes, los proyectos para producir la riqueza material e inmaterial que esas comunidades requieren. El recurso de inversión del estado y la federación para el proyecto estratégico Paisaje Agavero se ha destinado a obras menores de infraestructura: construcción de miradores, señalización, remozamiento de calles, plazas, construcción de paseos, proyectos de imagen urbana. Por su lado, la inversión privada del Consejo Regulador del Tequila, a través de la Ruta del Tequila, ha elaborado planes de desarrollo para fomentar empresas locales aprovechando el conocimiento y los pequeños negocios instalados. El proyecto de vinculación con la comunidad: La ruta de los niños en el Paisaje Agavero permitió generar un cúmulo de información muy importante pero, por desgracia, no se le ha dado seguimiento, ni se ha instrumentado algún proyecto de los que surgieron durante el ejercicio. Se ha quedado en buenas intenciones y en estudios novedosos, pero sin resultados a favor de los pobladores que habitan la región. Conclusiones Según lo expuesto, y en respuesta a la pregunta de ¿qué relación tiene la denominación de Patrimonio Mundial para un sitio, con su derrama económica?, vemos que es horizontal y de importancia potencial, según la región donde se ubique el bien cultural; por lo general es benéfico si pertenece a las de Europa o América del Norte. Para darle a algún sitio la denominación de Patrimonio Mundial o Pueblo Mágico se apela a sus valores culturales, naturales tangibles e intangibles, determinados y decididos desde un corpus de criterios establecidos por las instancias que las otorgan; en el primer caso, por las direc-

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trices operativas de la Convención de Patrimonio Mundial, en el segundo por el Programa Pueblos Mágicos y sus reglas de operación. En ambos, para asignar las distinciones, en la práctica no se toman en cuenta los valores locales ni la implementación de los programas, aunque se mencionan en el discurso. Los valores locales, aunque no son “universalmente excepcionales”, sino cotidianos y próximos desde y para la población, se ven trastocados por estas denominaciones, al exigírseles el cumplimiento de las normas y criterios establecidos por las reglas de operación de los programas, y alteran el sentido auténtico e íntegro que tienen las comunidades sobre sus propios valores. La relación entre las denominaciones mencionadas, el bienestar y el combate a la pobreza es desequilibrada, para los habitantes de las localidades portadoras de ellas; no les resuelve la problemática que viven y sienten, porque los parámetros de bienestar, calidad de vida y riqueza son medidos desde indicadores que tienen poca conexión con sus necesidades y problemáticas. El ejemplo del ejercicio sobre el paisaje agavero pretendió ser una muestra de cómo se revela esta realidad y cómo existen caminos alternativos, que combinan la sistematización de los datos empíricos con los cuantitativos, para medir esta relación. No sólo desde el orden económico, sino desde la identificación de valores, en este caso de los de su patrimonio cultural. En términos generales, es una realidad el hecho de que los valores locales, en el contexto de las denominaciones de Patrimonio Mundial o del Programa Pueblos Mágicos, forman parte de un discurso oficial, y no de una realidad concreta. El reto sería concretar la forma en que estas otras perspectivas se interiorizan verdaderamente en las acciones de quienes toman decisiones y se convierten a corto plazo en políticas públicas, a favor de lograr un equilibrio entre los indicadores de bienestar oficiales y los que revelan las comunidades. A pesar de plantear propuestas desde los ámbitos económico, sociológico y cultural, los resultados hasta hoy siguen arrojando cifras desalentadoras en cuanto al rezago que sufren las poblaciones en materia de combate a la pobreza, acceso al bienestar y a la calidad de

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vida, como las señaladas en esta artículo. Tal vez es conveniente ir más allá de lo establecido, y “dar un salto al vacío” y proponer otros caminos tal vez empíricos, para abordar y encontrar otras alternativas para resolver el desequilibrio económico que genera pobreza, en relación con los programas abordados en este texto. Una alternativa que conduzca a estrategias más adecuadas para que cada comunidad combata los desequilibrios generados puede ser el fortalecimiento de los saberes locales: modos e instrumentos de producción, distribución y comercialización, cuyo hilo conductor tiene que ver más bien con las formas culturales de hacer las cosas, al revelar y recuperar los significados que tiene para cada comunidad el trabajo, y su fin. El tema de “globalizar” los estándares de bienestar es, a la luz de los ejemplos expuestos, un desacierto, que conduce a los desequilibrios señalados; es entrar en lógicas de desarrollo que no corresponden a las comunidades, ni a su autenticidad e integridad. Los conflictos internos que surjan de las formas de organización de los habitantes y residentes de los sitios declarados, para hacer de sus recursos culturales una fuente de riqueza, tendrían que ver más con las formas de organización interna, y menos con las lógicas internacionales del mercado; Bután, como se mostró, es un ejemplo de ello. En el ejercicio sobre el paisaje agavero se revelaron los elementos simbólicos más importantes en cada localidad, por ejemplo, la gastronomía constituyó un tema revelador en la región, lo cual abre un abanico amplio de posibilidades para proyectos productivos de pequeña y gran escala aprovechando que la actividad ha sido denominada Patrimonio Mundial. Otros ejemplos son las leyendas, los paseos colectivos y su imaginería en torno al volcán de Tequila, los campos de caña y maíz, temas que revelaron la riqueza y diversidad de los valores de la región, más allá de los campos de agave objeto de la denominación por la unesco. De aquí que los elementos señalados se conviertan en recursos de desarrollo humano-económico-colectivo-integral, desde una dimensión local, en una perspectiva apropiada, porque la población es la

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que produce y reproduce estos elementos que le dan el carácter de valor universal excepcional al territorio. Frente a las estrategias de City Marketing o Inner Cities (Monge 1994) entre otras, que están más vinculadas con la satisfacción de las necesidades de las personas y con el aprovechamiento de los recursos culturales, territoriales, humanos, de conocimientos y sociales a favor de ellas, y constituyen alternativas para mirar estas relaciones desequilibradas con su desarrollo local integral de los sitios con la denominación de Patrimonio Mundial o Pueblo Mágico. En el terreno de la valorización del patrimonio cultural y su complejo entramado, no resta más que seguir trabajando para que las experiencias locales de la protección y potenciación de la cultura, como vehículo de desarrollo, se conviertan en una realidad, para que los gobiernos y administradores locales las traduzcan en una política pública, cuyos programas, proyectos, estrategias y acciones incorporen los nuevos indicadores, construidos desde el trabajo comunitario empírico, para que en manos científicas se conviertan en indicadores cualitativos-cuantitativos –como binomio, no como componentes separados– y enfocadas en las comunidades productoras y reproductoras de ese patrimonio, objeto de tantas distinciones y denominaciones. Bibliografía coneval.

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Sitios con denominación de Patrimonio Mundial y Pueblo Mágico

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Turismo e imaginarios

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Imaginarios sociales del turismo en dos ciudades del noroeste de México: Puerto Peñasco y Playas de Rosarito Jesús Ángel Enríquez Acosta*

Las ciudades de Puerto Peñasco y Playas de Rosarito tienen algunas

cosas en común: a) son fronterizas con Estados Unidos, de donde procede la mayor parte del turismo; b) los capitales hoteleros y, sobre todo, de segundas residencias han ocupado sus costas en forma masiva y acelerada; c) en el ámbito urbano, los lugares turísticos se encuentran separados de las ciudades; d) el paisaje costero natural se modificó de manera progresiva, y fue sustituido por edificaciones turísticas; e) un proceso de inmigración intenso las hizo crecer muy rápido y f) las actividades económicas tradicionales se encuentran en decadencia debido a la proliferación de las turísticas, entre otras. Ambas ciudades son relativamente nuevas y están integradas a la realidad fronteriza, dominada por la economía estadounidense, pero definida en forma dramática por la marginalización y precarización de las condiciones de vida de parte importante de su población inmigrante. La historia de Puerto Peñasco y Playas de Rosarito, como asentamientos humanos en el noroeste de México, es reciente, de mediados del siglo xx. Hay diferencias en sus condiciones naturales; la primera se ubica en Sonora, en una de las zonas desérticas más secas y extremas de América del Norte, todavía con vocación económica orientada a la pesca; en cambio, la segunda tiene

* Profesor-investigador de la Universidad de Sonora. Correo electrónico: jesusenriquez@ sociales.uson.mx

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mejor clima y recursos naturales, además sobresale su contigüidad con Tijuana, una de las urbes de crecimiento más rápido en México, y asiento de la industria maquiladora fronteriza. Estas semejanzas y diferencias constituyen un mundo objetivo constituido por elementos materiales, naturales, arquitectónicos, urbanos y económicos, entre otros, que se articulan con la dimensión subjetiva de las relaciones sociales dominantes y subordinadas y con los procesos de socialización, donde se aprende e interioriza el mundo simbólico y las experiencias de vida, que permiten la apropiación y resignificación de componentes simbólicos, considerados propios o ajenos, y que se enlazan para dar sentido a las prácticas cotidianas. Las dimensiones objetiva y subjetiva de las ciudades marcan las especificidades de las representaciones, imaginarios y percepciones de los habitantes con respecto a ellas, la experiencia de habitar y, sobre todo, del turismo como una actividad que atraviesa el tejido social y urbano. El objetivo del presente trabajo es conocer los imaginarios que tienen visitantes y residentes acerca del turismo en Puerto Peñasco y Playas de Rosarito. Se hará énfasis en contrastar los imaginarios sociales de ambas, a partir del análisis de tres aspectos: significados, causas y consecuencias del turismo. En las percepciones de los sujetos están presentes las representaciones del cambio y la transformación social posibilitada por la actividad turística. Las imágenes de las ciudades son subjetivadas acorde a las experiencias y prácticas individuales y colectivas, le dan sentido a las expresiones de identidad o desarraigo con los lugares. Es interesante que las percepciones de los sujetos son representadas o significadas de acuerdo el lugar que ellos ocupan en el espacio social, dando pie al reconocimiento de las diferencias y distinciones que conforman el entramado social y turístico, por supuesto a la representación de los problemas sociales y urbanos creados por la turistificación. La investigación se realizó de 2009 a 2011, y el trabajo de campo está basado en la observación y entrevistas semiestructuradas hechas a habitantes locales y turistas, cuyas imágenes y percepciones están

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Imaginarios sociales del turismo

contenidas en los relatos obtenidos durante el mismo,1 los cuales se pueden referir a: a) los significados atribuidos al lugar turístico,2 en términos de las características naturales del enclave, la historia y la identidad local, las cualidades de la gente y la ciudad; b) las causas del fenómeno turístico en cuanto a un proceso de transición y cambio social, cultural y urbano de las localidades y c) las consecuencias de la actividad turística en el tejido social, urbano, natural y cultural. El texto es una interpretación cualitativa de entrevistas semiestructuradas, a partir de un guión y la observación participante en las ciudades, cuyo interés fue conocer los imaginarios de turistas y residentes acerca de los procesos de transición y cambio ocurridos en Puerto Peñasco y Playas de Rosarito, la identificación con los lugares, las representaciones del turismo y de los problemas generados por la actividad, entre otros, para lo que se entrevistó3 a 65 personas, entre turistas, residentes nacidos en ellas o bien inmigrantes. En una primera parte se exponen algunos elementos conceptuales en torno a los imaginarios, y también se incluye un apartado para contextualizar a Puerto Peñasco y Playas de Rosarito en su historia, ámbito urbano, dimensión social y económica, entre otros. Y, en una segunda, se analizan los relatos de las entrevistas realizadas en dichas ciudades, para conocer los imaginarios sociales de turistas y residentes, con base en las significaciones, causas y consecuencias que los sujetos le atribuyen al turismo. 1



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3

Este texto es parte del trabajo de investigación “Segregación y fragmentación urbana en las nuevas ciudades del turismo. Caso Puerto Peñasco, Sonora”, financiada por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (conacyt), y conducida por Jesús Enríquez. Y también del de “Ciudades del turismo. Estudios de las transformaciones, desafíos y soluciones ante la turistificación local (1990-2007)”, financiado por conacyt y conducido por Eloy Méndez. Por lugar turístico se entiende lo definido por Méndez (2012, 28) como “sitio de encuentro. Es espacio público […] el lugar es elemento de identidad al localizar el arraigo del individuo”. El equipo de entrevistadores estuvo conformado por estudiantes de licenciatura, maestría y doctorado inscritos en diversas instituciones de educación superior y también por investigadores de El Colegio de Sonora, la Universidad Autónoma de Madrid y la Universidad de Sonora. Las entrevistas se realizaron entre 2009 y 2011, en diversos viajes de trabajo de campo a Puerto Peñasco y Playas de Rosarito.

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Lo imaginario El concepto de imaginario se define como “el conjunto de creencias, imágenes y valoraciones que se definen en torno a una actividad, un espacio, un periodo o una persona [o sociedad] en un momento dado. La representación que el imaginario elabora de un proceso, es construida a partir de imágenes reales o poéticas [inmersas en el campo de la fantasía]. Variable y distendido, el imaginario es una construcción social –al mismo tiempo individual y colectiva– en permanente remodelación […] el imaginario ofrece una construcción cambiante, tejida en parte a partir de las interpretaciones fantasiosas que expresa el individuo sobre el tema imaginado” (Hiernaux et al. 2002, 8). De ese modo, el imaginario forma parte de una representación en imágenes, creencias y valoraciones de determinadas actividades o espacios. En el presente caso, el imaginario del turismo se refiere a las representaciones que hacen los habitantes de dos ciudades sobre su actividad turística en espacios, imágenes o discursos. En la construcción de imaginarios se relacionan las dimensiones objetiva y subjetiva. Al respecto, es necesario precisar lo siguiente: “[la objetiva] […] son elementos que se desprenden de la estructura en que el actor establece sus prácticas vitales. Constituyen los elementos objetivos o condiciones materiales ya que son externos y no controlables por los individuos […] Los subjetivos se construyen a partir de las aspiraciones, expectativas y valoraciones de este grupo humano” (Goicoechea Rodríguez 2003, 9). El imaginario está constituido por elementos objetivos y subjetivos, presentes en las prácticas sociales donde es posible distinguir las marcas, registros y procesos subjetivos individuales y colectivos. El imaginario y las prácticas sociales permiten establecer “los mecanismos de identidad y pertenencia urbana, pero además de la alteridad también se reproducen la diferenciación, la distinción y la segregación social. De esta manera la ciudad es cargada subjetivamente de significaciones, de sentimientos […]” (Nieto 1998, 125). Por tanto, las ciudades turísticas no son sólo medios físicos y materiales, sino representaciones surgidas de las significaciones e inter-

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pretaciones que realizan los individuos, entre ellas la identificación con la ciudad, la experiencia de habitarla, sus atributos y cualidades y las imágenes urbanas construidas, entre otras, que conforman el sentido de lugar, del que Fuentes Gómez dice que “no está dado por el propio lugar sino por las representaciones que le atribuyen los pobladores a los sitios, es decir, por las imágenes y los imaginarios que elaboran sobre lugares con atributos y significados particulares, que siempre son históricos y determinados por la cultura” (2000, 7). Un componente del imaginario es la imagen, en este caso, los imaginarios de turistas y residentes se conforman de imágenes, creencias y valoraciones construidas y representadas sobre el sitio turístico, que les permite reconocer sus procesos de cambio, así como valorar sus cualidades reales o imaginadas, apreciar los problemas y las consecuencias no deseadas y distinguir la otredad y la exclusión. La imagen es símbolo y, como tal, se encuentra en proceso de resignificación permanente, así como en lucha por su apropiación. Según Lacarrieu, las imágenes urbanas “son construcciones espaciales, culturales y sociales producto de campos de lucha simbólica. Son construcciones parciales, simplificadas y distorsionadas. Las imágenes no son la realidad, sino la representación de esa realidad […]” (2007, 51). Si se considera a las ciudades turísticas y sus imaginarios como procesos surgidos de las interpretaciones de los individuos y grupos, conviene precisar qué se entiende por lugar turístico y cómo se liga al imaginario social. Se parte del supuesto de que éstos están integrados al espacio de los flujos globales y que en ese sentido reproducen las tendencias urbanas contemporáneas que fragmentan el espacio y la diversidad social y reproducen la segregación social. De acuerdo con Borja y Castells (1988), el espacio de los lugares que constituyen una “forma territorial de la cotidianidad y experiencia de la mayoría de la gente, está localmente fragmentado”. Los flujos globales tensan y alteran constantemente a la ciudad turística, el sentido de pertenencia de la comunidad y el lugar como principio de identidad. Sin embargo, aquí se debe entender el lugar turístico como representación construida por las experiencias de las personas, pleno de significa-

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dos valorizados por la cercanía entre el sujeto y espacios concretos; como escenario de la interacción cotidiana, con una carga simbólica y afectiva especial y como constructor de identidad social y territorial (Tuan 1990). El lugar se liga al imaginario, como representación de procesos subjetivos construidos por los individuos y grupos sociales. Breve reseña de Puerto Peñasco Puerto Peñasco es una ciudad relativamente nueva, surgió a fines de la segunda década del siglo xx, como asentamiento de pescadores. Entre los acontecimientos históricos que permanecen en la memoria de sus primeros habitantes están: a) la supuesta estancia del gánster estadounidense Al Capone durante unos días; b) la construcción del ferrocarril a través del desierto, que unió al país con la península de Baja California y que este pequeño poblado de pescadores habitado por 187 personas, en 1941, era su punto de aprovisionamiento; c) la construcción de la carretera que la unió con Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial y d) la declaratoria como municipio en 1952, entre otros. La ciudad ubicada en el noroeste de Sonora, colinda con Estados Unidos, y al norte con el golfo de California o mar de Cortés; se encuentra en el desierto de Sonora, una de las regiones más secas y extremosas de América del Norte. También es importante decir que está situada entre dos amplias zonas de reserva ambiental: El Pinacate, en el desierto, y Alto Golfo de California y Delta del Río Colorado, en el mar, las cuales condicionan y limitan las actividades productivas, a la vez que la acción humana somete y amenaza su frágil ambiente natural. En años recientes el turismo se constituyó en una actividad relevante que transformó a la localidad y a la economía dedicada a la pesca, para constituirse en una de las de más rápido crecimiento en el noroeste de México. Las políticas públicas nacionales y estatales y la inversión privada en materia de turismo se orientaron a convertir

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a Puerto Peñasco en un enclave dirigido, sobre todo, a personas del suroeste de Estados Unidos. El desarrollo turístico de Puerto Peñasco empezó con el declive de la pesca, debido a problemas con el precio del camarón, el fin del cooperativismo pesquero y los cambios neoliberales ocurridos en México en la década de 1990, que modificaron la relación corporativa entre las organizaciones de productores, las instituciones políticas y los gobiernos. Durante décadas, la base económica y social para la ciudad y sus habitantes fue la pesca, proceso que comenzó a cambiar tras la crisis económica de México en los años ochenta; en los noventa, el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá impulsó el acceso de capital extranjero y nacional interesado en aprovechar las condiciones turísticas particulares del desierto de Altar y la tranquilidad del mar de Cortés. Y, a partir de ese momento la historia del puerto tomó un rumbo distinto. La actividad turística en Puerto Peñasco en los años noventa se circunscribía a las estancias de fin de semana de los llamados Spring breakers en las zonas de playa y de grupos de jubilados (conocidos como “pájaros de la nieve”), provenientes del norte de Estados Unidos, y que llegaban a pasar los inviernos. La infraestructura hotelera era incipiente y el turismo empezó a ser importante cuando aparecieron las primeras cadenas hoteleras, a mediados de la década, y las escuelas de educación media superior, especializadas en la formación de personal para prestar los servicios. El boom turístico permitió que Puerto Peñasco se constituyera en poco tiempo en un enclave atractivo para los estadounidenses y para la nueva población de residentes de todo el país. Las corrientes de inmigración, atraídas por las nuevas construcciones y la posibilidad de empleos, ligados a los servicios turísticos, posibilitaron que la ciudad creciera a tasas que cuadriplicaban el índice nacional y estatal. Esto modificó irremediablemente su estructura en poco tiempo, y hoy se observa un marcado proceso de transformación física del territorio y del paisaje, donde se destaca en primer lugar que en la zona costera se estableció una cortina de hoteles y condominios de playa, con

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servicios y equipamiento urbanos superiores, infraestructura para el entretenimiento y campos de golf, dirigida en específico al público estadounidense. Como resultado, el litoral vive una transformación drástica del paisaje, conformado por dunas de arena, flora desértica, mangles y humedales, y en su lugar se han construido paisajes artificiales y exóticos. Pero también la alta densidad de los complejos hoteleros y las torres de condominios sobre el litoral condujeron al cierre de las playas o establecieron restricciones de acceso para la población en general, de hecho las privatizaron. En segundo lugar, Puerto Peñasco observa un proceso de crecimiento acelerado y de precarización en las condiciones de vida de sus habitantes; las diferencias son notorias, en cuanto a la provisión de servicios e infraestructura urbana, que es inferior con respecto a la de la zona hotelera. El comercio y los servicios relacionados con el turismo están revalorando el viejo casco urbano; predominan los establecimientos de venta de artesanías y de comida y los locales de diversión nocturna. Es baja la urbanización del sector contiguo al centro, hacia el norte y este, que es donde residen quienes laboran en el comercio y los servicios. Los sectores recientes, creados por las corrientes de inmigrantes, empleados en la construcción y los servicios turísticos (ubicados en la periferia, lejos del litoral, hacia el noreste y noroeste) contrastan con respecto al litoral hotelero. La precariedad y la marginación social son comunes, así como las carencias de agua potable, energía eléctrica y drenaje. Las colonias conforman un hábitat definido por las penurias materiales y sociales. Puerto Peñasco contaba con 44 875 habitantes en 2005, para 2010 ya eran 57 342. La tasa de crecimiento poblacional previa a la intensificación del turismo fue de 0.4 por ciento, de 1990 a 1995, cifra contrastante con la de 7.34 del año 2000 a 2005, periodo en el cual se constituyó en un polo de atracción poblacional significativo en el noroeste de México. Sin embargo, de 2005 a 2010 la ciudad creció a una tasa cercana a 5 por ciento anual, a pesar del contexto de la crisis económica mexicana y de la desaceleración del desarrollo turístico.

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En consecuencia, de forma paralela, hubo incremento en la demanda de espacios para el turismo, carencia de vivienda, servicios públicos deficientes e infraestructura urbana insuficiente, aunados a un déficit en la oferta y calidad de los mismos. La importancia del turismo en la economía y en la sociedad local contribuyó a formar una estructura urbana dual, es decir, el alto crecimiento poblacional y urbano, junto a un desarrollo significativo del turismo, que facilitó la competencia desigual por servicios, equipamientos e infraestructuras, entre otros. De ese modo, Puerto Peñasco adquirió una imagen de desigualdad, rezago y pobreza de amplios sectores urbanos y sociales, en paralelo con un litoral costero que concentra la mejor cara para el turismo, y desvinculada del contexto urbano, con el que más bien se inhibe la continuidad, la accesibilidad y la movilidad. Se trata de un nuevo centro urbano, que tiene a la ciudad como su periferia. Paisajes rotos En Puerto Peñasco, el espacio turístico se encuentra fragmentado y separado del conjunto urbano, el paisaje costero se transformó muy rápido por las edificaciones hoteleras y de segunda residencia, la ciudad creció de forma acelerada y los problemas sociales se intensificaron. Estos son algunos de los procesos que definen su fisonomía, de la que los turistas, residentes y promotores turísticos tienen una percepción y un imaginario en particular, de acuerdo al lugar que ocupan en el espacio social. En el proceso de construcción de los imaginarios, contenidos en los relatos de los turistas avecindados en La Cholla, Las Conchas y en los trailer parks de Sandy Beach, sobresale la playa, la gente, el clima y la “flexibilidad” de las leyes como las imágenes más significativas y atractivas de Puerto Peñasco. El turista estadounidense hace de los elementos naturales, la cercanía con la frontera, la percepción hacia los mexicanos y su cultura y elasticidad de las normas sociales los elementos ideales para vivir en la ciudad, en su carácter de jubilados.

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Esto se refleja en fragmentos de las entrevistas que se hicieron a algunos de ellos, donde explican sus motivos para vivir ahí: […] me gusta la gente mexicana y su forma de vida, ellos viven la vida, ¿cómo se dice?, se toman la vida más tranquila y son más amigables con todo el mundo, tienen una cultura cálida (jubilada, con residencia temporal). […] primero el clima, eso es lo primero. Vengo de un lugar donde el clima es muy frío, las montañas del norte de Arizona y aquí es más caliente y amo el clima caluroso […] la música, porque esas son las dos primeras cosas. Creo que la primera vez que vine y vi, una vez que me bajé del carro en Puerto Peñasco, siempre escuchas música y por supuesto es mucho más cálido. Supe que me gustaba la gente mexicana y su manera de vivir y realmente no había pensado en retirarme en México pero estaba pensando sobre dónde me iba a retirar porque no me iba a retirar en las montañas de Arizona con toda esa nieve. Y di un paso debajo de mi carro y supe que me retiraría aquí (jubilado, con residencia temporal). Las playas por más […] Están limpias las playas, las mantienen mejor […] las playas son la […] ¡haa!, donde yo vivo aquí en Peñasco, donde yo tengo mi tráiler hay demasiada piedra pero hay playas que directamente son pura arena que salen directo al mar y están limpias. Las playas están bonitas aquí en Puerto Peñasco (jubilado, y avecindado en Puerto Peñasco). La búsqueda de tranquilidad y disfrute de los atractivos naturales implican la adquisición o construcción de vivienda, tal es el caso del turismo de segunda residencia predominante en Puerto Peñasco, que por tradición es sitio de residencia para estadounidenses jubilados. A finales de la década de 1990 se intensificó el fenómeno de la segunda residencia en la ciudad, en particular, en el sector de Sandy Beach y

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Las Conchas, sobre todo de jubilados y pensionados que adquieren un condominio o construyen una casa. Implica el imaginario de sol y playa como lugar seguro y agradable, lejos de los disturbios y los problemas de la ciudad. La arquitectura utilizada por el turismo residencial retoma la tradición, para propiciar los diseños apropiados. El mensaje arquitectónico alude a la comunidad, utiliza materiales y colores para recrear ambientes de pueblo, las fachadas incorporan decorados y molduras que dan la apariencia pretendida de lo mexicano, la vista se antepone a la función para seducir con el mensaje. El estilo arquitectónico articula el discurso con el material para recrear imágenes tradicionales, indaga en la memoria colectiva la nostalgia por la pequeña comunidad perdida, para trasladarlos al diseño de las casas y del conjunto. La forma se adapta a la función para expresar comunidad, tradición, nostalgia, pasado, aunque sin historia, sólo escenografía. Mi casa es, creo es un poco más local, un poco más mexicana, menos americana es más con azulejos y más colorida, más mexicana. Muchos americanos nombran sus casas. Muchas veces la gente las nombra después de ciertos eventos significativos en sus vidas, pero las hace más hogar y más personal y la gente que vive en un vecindario ordinario probablemente no nombre sus casas, pero la gente que tiene casas especiales, ellos las nombran para hacerlas más de ellos, como una firma […] no todos, pero es como las familias que tienen haciendas en México, ellos nombran sus casas (jubilada y residente en Puerto Peñasco). Pero las imágenes que implican la idealización de Peñasco para el turista tienen su lado poco amable o negativo. El estadounidense percibe una realidad más allá del “sueño” placentero y armonioso con la cual se imaginaron la casa, la playa, el clima y los mexicanos; el avecindado en la ciudad suele recorrer y experimentar la realidad exterior a la frágil burbuja del condominio o del resort que lo protege, no puede soslayar la otredad.

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¡Oh!, no es muy placentero, es amigable, es cálido, algunas veces es triste porque hay mucha pobreza en Puerto Peñasco. Pero diciendo eso, incluso la gente pobre es amigable y cálida (jubilada y residente). Puerto Peñasco es muy lindo y es una lástima que la gente, la misma ciudadanía de Puerto Peñasco, no cuidan el tesoro que tienen aquí. Tiran basura en sus calles, no cuidan a sus calles. Hay muchos perros, animales que corren sueltos, que se están muriendo de hambre y se ve que se están muriendo de hambre y necesitan limpiar esa situación y hacer un poco más esfuerzo para mantener limpio lo que tienen aquí (jubilado, con residencia temporal). Bueno la pobreza no me gusta nada, eso es lo principal que me molesta a mí. Personalmente no me gusta ver gente pobre y hay métodos, pero el gobierno tiene que interactuar con la población, tiene que tener una doble responsabilidad […] hay mucha pobreza en Peñasco que no debería de existir (jubilado y avecindado) Puerto Peñasco tiene sus momentos, ahora es un tiempo triste, porque la economía norteamericana desgraciadamente directamente afecta a la economía mexicana, en todo México y Puerto Peñasco no está fuera de eso. A Puerto Peñasco le afecta mucho y hay mucha gente aquí sin trabajo, más perdiendo el trabajo cada día y directamente la gente se está muriendo de hambre aquí en Peñasco, ahora lo veo triste, pero en tiempos atrás era muy alegre (jubilado y avecindado). El imaginario de confort y placer del resort y de la vivienda de segunda residencia en Puerto Peñasco, que es el del turismo dominante, se organiza sobre una franja de hoteles y condominios, en la zona costera y destinada al visitante de Estados Unidos. Este imaginario hace del paisaje de arena, sol y mar un producto vendible y rentable, organiza el espacio en términos de la cercanía con los atractivos na-

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turales y excluye la presencia social indeseable de la ciudad, refuerza la imagen construida del imaginario de quien llega buscando sol y mar, y además encuentra un lugar semejante al de origen. La oferta turística cada vez se vuelve más uniforme, sin importar el país, si es turismo de playa o urbano, identifica a los lugares en el mundo como si fueran el mismo. El turista requiere de la confirmación de un mundo homogéneo, la seguridad del ambiente tematizado y previsible. La autenticidad y originalidad del turismo en Puerto Peñasco consiste en replicar el escenario de las semejanzas globales, el estereotipo y la imitación del confort y el placer como producto para el consumo masivo. Sin embargo, no todos buscan esto; tres de los entrevistados expresaron así su frustración con el resort: […] mucho de Puerto Peñasco es arreglado al estilo nuestro, debería ser al revés, debe estar arreglado al estilo mexicano porque por eso venimos, si yo quiero Phoenix, Arizona, me quedo en Phoenix, Arizona, yo vengo a México es para ver México no para ver Phoenix, si él quiere ver Bisbee se quedara en Bisbee, vine a México para ver México. Yo no vengo aquí para comer bifes, si quiero bife los como en Phoenix, vengo aquí a comer tamales, enchiladas […] (jubilado y avecindado). Los más desagradables, bueno, para mi es Sandy Beach, los condominios tan grandes porque bueno, es horrible y más agradables, aquí, yo creo, el mar, las playas, los esteros tan bonitos (estudiante inglesa con residencia temporal). Pues he escuchado que quieren hacerlo como la nueva Cancún y con todo ese desarrollo, la verdad, ¿sabes ojalá no pase?, porque si eso pasa van a destruir toda la naturaleza y espero que Puerto Peñasco pueda quedarse como un lugar de naturaleza bonita, de los pescadores y que no está completamente llena de turistas, que todos hablan inglés y pagan con sus dólares, ni dicen hola ni gracias, todo eso (residente temporal, menor de 30 años).

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El imaginario del turismo dominante en Puerto Peñasco precisa de la exclusión y la fragmentación para reafirmarse. La franja de hoteles y complejos de condominios se mantiene cuidadosamente separada de la ciudad, la distancia no sólo es física sino social. El turismo ha conformado un espacio prohibitorio para los no turistas, nuevas insularidades junto al mar. Torres de condominios y hoteles exclusivos, protegidos por sistemas de seguridad, aíslan y protegen el confort y el placer del imaginario conocido por el visitante, quien percibe la transformación vivida en la zona de playas, y más la exclusión de los no turistas, así lo dice con disgusto uno de los entrevistados: Sandy Beach definitivamente, te rompe el corazón lo que ha pasado con los condominios, nosotros solíamos ir a la playa ahí y ahora no podemos por todos los condominios, pero por ley dice que debes tener acceso a la playa y debe haber acceso y los cerraron esos accesos. Y si tú eres mexicano ellos no te dejan pasar, ellos me dejan porque si me ven voy a visitar a amigos pero si tú eres mexicano no te dejan entrar y los mismos guardias mexicanos, pero ellos tienen que proteger su trabajo (estudiante inglesa, residente temporal). El turismo de segunda residencia significa una forma nueva de organizar el espacio urbano. Las secciones conformadas por viviendas unifamiliares, a lo largo del litoral, constituyen una fórmula urbanística separada de la ciudad, sin posibilidad de integración a ella por parte de sus residentes, en su mayoría estadounidenses. Los sectores que aglutinan al turismo residencial, en Puerto Peñasco, están escasamente conectados con la ciudad tanto en el ámbito social como urbano; representan un modelo que tiende a la dispersión y a la fragmentación del territorio, como son los casos de La Choya y Las Conchas, comunidades pequeñas y aisladas, y poco articuladas con la ciudad: Pues aquí en Las Conchas está completamente llena de gringos, ahora todos son extranjeros, no hay mexicanos viviendo aquí, eso

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está mal porque yo vine a México porque quiero aprender de la naturaleza y aprender español pero también cómo compartir mi vida con gente de México, que hablan español y aquí no hay nada, no hay nada de eso, tengo que salir de todas Las Conchas y voy al sur, es como un fraccionamiento […] (turista estadounidense jubilada, con residencia temporal). La otra imagen construida para Puerto Peñasco es la del Spring breaker, turismo de fin de semana con diversión y consumo de alcohol sin límites. La calle 13 y el malecón son emblemáticos por encarnar el turismo fronterizo permisible y laxo de fin de semana. El carácter lúdico y hedonista del corredor turístico expresa una imagen más líquida y transitoria que sólida. Los sitios de diversión y entretenimiento, así como los de comida mexicana forman un escenario edificado de manera vertiginosa, como el mismo desarrollo turístico de la ciudad, la única legibilidad es la del desorden y el caos urbano. Un jubilado, avecindado en Puerto Peñasco, piensa así de sus conciudadanos: Ay no sé, la verdad no sé si piensan en eso [conocer la ciudad], yo creo que nada más la mayoría vienen aquí para tomar ‘chelas’ y sentarse en la playa, por ejemplo en Spring break todos vienen aquí y están por todos lados, super-desordenado porque no pueden estar en Estados Unidos, entonces vienen nada más para alborotarse, ¿es esa la palabra?, eso, porque no pueden hacerlo en Estados Unidos y la verdad no sé si piensen en mucho más. Los imaginarios de los residentes de Puerto Peñasco en relación con el turismo son construcciones sociales elaboradas, con base en la experiencia de habitar la ciudad y la información recibida de acuerdo a la ubicación en el espacio social. De ese modo, las imágenes del turismo, por parte del residente, y sus percepciones acerca de los procesos de cambio social operados en la ciudad se pueden analizar a partir de la interpretación de la realidad, elaborada por los habitantes y su posición social como sujetos, que puede ser subjetiva en térmi-

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nos de un antes y un después, valorizada como negativa o positiva en atributos o cualidades, criticada en términos de las desigualdades expresadas o de las oportunidades insatisfechas, entre otros. Los residentes tienen una percepción positiva de los elementos naturales que distinguen a su ciudad e hicieron posible el desarrollo del turismo. La playa, el mar, los atardeceres y el desierto forman parte de la imagen de postal internalizada por los pobladores. Son los elementos que conforman un conjunto paisajístico que dota de sentido a las ensoñaciones acerca de la belleza y las cualidades del lugar, como se puede apreciar en los fragmentos siguientes: Los paisajes más atractivos […] pues si nos vamos por acá por la salida de Sonoyta: el desierto, el volcán, el Pinacate. Si nos vamos por Caborca vamos viendo mar, todo un buen pedazo vas viendo mar. Ahora que hicieron la carretera nueva al Golfo y Mexicali igual vas viendo mar, entonces pues por donde quiera que se vaya uno va viendo paisaje bonito, sí (ama de casa, 35 años). Pues yo creo que la distingue el contraste del desierto con mar porque hay muchas otras playas pero no con ese contraste y que tenemos aquí […] que se deben de explotar para fin de ecoturismo (promotora de ventas). […] yo creo que a la zona geográfica donde está Puerto Peñasco, las playas tan bonitas que hay aquí, fue que pusieron sus ojos sobre Peñasco, por lo bonito de sus playas y la frontera verdad que está cerca de Estados Unidos y pues hay muchos factores, más bien la situación geográfica donde está Peñasco que es desértico, que hay mar, que es un contraste […] (ingeniero, 40 años). En la construcción de imaginarios existe un antes y un después, desde el cual se marca la transición y la transformación operada en la ciudad. El antes se refiere a una imagen distintiva de pueblo chico y tranquilo, con relaciones sociales estrechas entre la población residente.

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Era un pueblo chico pues, en desarrollo, todo mundo se conocía y todo mundo pues convivía. Si yo ponía música en mi casa pues es fulano de tal nomás y ya y ahora ya no, las cosas están cambiando con este boom que se vino pues ya necesitamos respetar a los demás, ya no es como antes. Una ciudad chica, un pueblo chico, muy tranquilo, la gente muy servicial, muy solícita, muy atenta, te ayuda cuando llegas, te recibe muy bien. Últimamente se ha vuelto más, un poquito violenta –vamos a decirle así– yo se lo achaco al desempleo, a la migración también, hay mucha migración flotante aquí, a eso más que nada (maestra). Pero el antes no está exento de drama y dificultad. Los primeros habitantes de Puerto Peñasco tienen una imagen muy cruda y difícil del tiempo que les tocó vivir: […] si ahorita no hay suficientes servicios, entonces [antes], parte de las enfermedades endémicas nos diezmaron, la difteria, como no había agua corriente de tubería, tomábamos de tambos. Las letrinas eran en hoyos. Había muchos insectos, muchos zancudos. Caía la tarde y teníamos una nube de zancudos. Se usaban mucho los repelentes, quemábamos llantas y basura. El calor. No había refrigeración, ni abanicos, no había mucho donde escapar. Todos los pueblos alrededor estaban igual, nos tocó vivir la primera planta de luz, de agua, las primeras pavimentaciones, de drenaje, todo eso nos tocó vivir (pescador jubilado, 65 años). Sin embargo, la imagen nostálgica del antes cambia en el momento de valorar cuánto se ha transformado la ciudad y la comunidad. Se convierte en una tensionada atribuida a los que vienen de afuera. El sentido de la otredad se construye a partir de ver al extraño, al desconocido y se siembra la desconfianza: No […] cálida, es un poquito menos que antes porque, como te digo, ahora ya hay mucha más gente de fuera, se ven más cosas

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entonces como que la gente confía menos ahora que antes. Antes era mucho más amable, daba más confianza. Ahora ya no sale uno tan seguro, tan fácil como antes […] por lo mismo que ha crecido mucho, ha llegado mucha gente de afuera […] (ama de casa, 55 años). Todavía más, el extraño, el “fuereño”, encarna la imagen del aprovechado, los locales son víctimas y desplazados de las oportunidades. La imagen de la exclusión la representa el inmigrante del sur del país, más aún cuando presiona al mercado de trabajo o bien se le achaca la inseguridad. El imaginario social busca culpables de las vicisitudes y los problemas cotidianos, a pesar de que Puerto Peñasco ha sido históricamente una ciudad de inmigrantes; 53 por ciento de su población actual no es nativa. Yo pienso que el grueso de la población de Puerto Peñasco no se está beneficiando como debería por el progreso del turismo, porque están trayendo mano de obra barata de otras partes, todas las personas de aquí no tienen trabajo, nos están ganando los trabajos pues (ex pescador, 60 años). […] están trayendo gente del sur del país. Me comentaba alguien que los traen en camión. Para el primer día pierden a la mitad de la gente que viene, porque se van a la frontera y a la primera semana pierde otra vez a la mitad, entonces les queda una cuarta parte después de una semana. Entonces qué pasa, cuando ellos regresan de Estados Unidos o si los devuelven, se empieza a generar una ola de crimen, se empieza a generar una ola de pobreza, en las periferias se empiezan a formar estas cadenas, o cinturones que les llaman de pobreza y ya lo estamos viendo aquí, y empieza a aumentar sobre todo el crimen, el crimen yo creo que es algo que ya se empieza a notar de manera importante (promotor turístico, de unos 60 años). Los habitantes marcan al momento posterior o al de después como una imagen de transformación completa y rápida de la ciudad provo-

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cada por el turismo. El paisaje costero se modificó de manera vertiginosa, con la presencia de visitantes en la vida cotidiana de Puerto Peñasco empezaron algunos problemas en las playas, asociados con ellos, con el desorden y el cambio, pero también se relajaron las prácticas sociales locales por las introducidas por los turistas. […] a comparación de hace diez años atrás, está muy diferente. No había tantos hoteles, ha crecido mucho. En tan poquito tiempo creció mucho pero hay muchos problemas, por ejemplo en las playas se hace mucho cochinero, no se respeta eso, el no tirar basura pero pues está bonito, a mí me gusta, antes era mucho más tranquilo que ahora, no se oían tantas cosas feas […] nos damos cuenta cómo ha ido cambiando, no, porque, antes era un lugar de pura pesca y a raíz de que empezaron los americanos, eso ha sido lo que más ha llamado la atención, que vienen y que hacen su show con las motos y con su desastre (empleado de comercio, 45 años). Pues Sandy Beach ha cambiado mucho, muchísimo ha cambiado, Las Conchas también han cambiado mucho. La ciudad ha cambiado mucho, por ejemplo, Sandy Beach ya parece un Cancún chiquito, por tantos condominios y hoteles que tiene, la entrada de Las Conchas también porque ya están haciendo muchos condominios y la ciudad ha cambiado porque ha crecido, mucho ha crecido […] (promotor turístico, 45 años). A la par de la turistificación de Puerto Peñasco, se construye un paisaje urbano roto por la dualidad del esplendor y la penuria. La contigüidad de la diferencia social está bien marcada; la percepción de los habitantes acerca de las posibilidades promisorias del turismo contiene su contraparte, sentida como pesar: a la par del cambio en el paisaje del litoral, también lo hicieron las prácticas sociales por influencia del turismo, y aumentaron las carencias y la segregación. Las aspiraciones suscitadas por el turismo en el imaginario social parecen desvanecerse ante la cruda realidad.

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¿Cómo es que se haya venido el desarrollo?, estoy contento pero estoy triste. Por todo lo que está pasando, es lo mismo, si ya lo habíamos visto en otras regiones del país, por qué no se previó. Deberían de darse una vuelta, en un carro, para ver las condiciones en las que vive la gente esa, se ha venido mucha gente chiquita, de esa de Oaxaca, Chiapas, buscando la vida, son mexicanos y luchan a brazo partido, trabajando y buscando la comida y viven en condiciones infrahumanas, yo no sé quién puede aguantar el calor de agosto aquí, la semana pasada […] la semana pasada que bárbaro, era la muerte esto (promotor turístico de unos 60 años). El Peñasco del centro y dos o tres colonias cercanas al centro. Y el Peñasco de la periferia, de las colonias. Es increíble. Yo le voy a decir una cosa, es increíble, que si usted se sitúa por ejemplo en Sonoran Spa o en Sonoran Sea, o en el Sonoran que sea, de los que están ahí en la playa de Sandy Beach. A menos de mil metros, se encuentra usted una zona de casas de cartón y de casas de, bueno, ya muchas ni de cartón. Y, este, la pobreza y la indigencia total. Son gentes que están llegando o que han llegado a Peñasco, pero pues, son mexicanos, y que buscan exactamente lo mismo que los que están trabajando o los que son dueños, los que viven en el primer mundo (cronista de Puerto Peñasco). […] no es que sea desagradable, sino que sientes una, ¿cómo te diré?, no sé, algún sentimiento especial. Porque vas a las orillas y ves casas de cartón o de madera, con familias completas que no tienen ningún servicio, ni agua, ni luz, ni nada y salen caminando, caminan quinientos o mil metros para agarrar un transporte urbano. Esa es la parte que no me gusta de Puerto Peñasco. Porque estamos creciendo muy aceleradamente, pero sin ningún orden (promotor turístico). Junto con la transformación social y urbana, presentada en Puerto Peñasco en los últimos diez años, el imaginario construyó etiquetas

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y estigmas para marcar al turismo y al turista. Las imágenes no son del todo positivas. El desencanto, el caos y el desorden se asocian, sobre todo, a la primera oleada de visitantes que llegaron: los famosos Spring breakers. En el Spring break por lo regular son puros chavalos. Si, puro americano joven y a quebrar botellas y a ponerse bien locos […] hacen aquí lo que no pueden hacer allá. Lo que no pueden hacer en Estados Unidos: tomar en los carros, andar tomando en las calles hacer […], exactamente hacen lo que no pueden hacer allá. Andarse luciendo, desnudarse. En las mujeres eso es muy común. Las mujeres van en los carros […] se suben la playera […] o se bajan el calzón en la calle. Es lo que hacen […] gritar como locos, es lo que hacen las muchachas van en la carretera y es lo que hacen en el Spring break (policía, 50 años). Así como el Spring breaker es etiquetado por el imaginario social, también lo son los espacios utilizados para la diversión y el entretenimiento. La población piensa que los de la Calle 13 son desagradables, el imaginario los representa como Sodoma y Gomorra locales, y donde impera lo efímero. Los más desagradable para mí es que hayan permitido que una calle tan importante para todos los habitantes de Puerto Peñasco se poblara de, como la calle 13 por ejemplo, se poblara de tanto antro de vicio, tan descuidado y tan feo que se ve por esa calle ahí, eso para mí es lo más desagradable (ama de casa, 50 años). Hay muchos centros de prostitución, mucha gente, lugares de masajes eróticos, bailables […] cuando digo prostitución es de los dos lados femenino y masculino. Sí, y bares corrientes y comida pero no buena, no creo que haya mucha seguridad en esos lugares, para mí es un lugar que turísticamente debe de cambiar totalmente, debe de cambiar todo ahí, todo lo que esté mal y que haya algo mejor, no sé (profesora, 45 años).

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[…] el turista a eso viene, el turista viene a relajarse, buscan cerveza, buscan droga, todo, y pues al turista lo tienen como un niño chipilón, lo cuidan, lo dejan hacer todo lo que quiere, entonces ese es el lado negro del asunto, la drogadicción va en aumento (profesor, 50 años). Pero el resort, los conjuntos condominales y las viviendas de segunda residencia establecidas a lo largo de la costa de Puerto Peñasco no están exentos de una imagen positiva o benévola. La comunidad piensa que el turismo los ha despojado de algo valioso, el agravio se acrecienta con la inaccesibilidad a la zona de playas, que cada vez es mayor. El ciudadano tiene la imagen de la playa como un espacio primero arrebatado, luego prohibido y después invisible, por la exclusión social y material practicada por el capital inmobiliario. Los relatos de los entrevistados no dejan lugar a duda, la playa es un espacio restricto: Pues las playas se están haciendo inaccesibles, los inversionistas no quieren que los ciudadanos usen las playas que tienen enfrente. Tapan los accesos y las autoridades se hacen de la vista gorda. Tenemos que entender que el inversionista americano es muy voraz. Ese acceso lo han peleado ciudadanos de aquí del puerto, porque el inversionista por lo regular tiene el poder del dinero, y ese cerco malamente está ahí, ya han tapado ese acceso. El inversionista quiere toda la playa, la quiere para uso exclusivo de ellos, para mí que hubo una mala planeación, porque debieron haber hecho un malecón primero. El mar, un malecón y los edificios atrás (cronista de Puerto Peñasco). Muy bonitas playas, nada más que ahorita están en […] las están construyendo nada más para los turistas, el pueblo ahorita no tiene playas (ama de casa, 45 años). Pues no mucho. Hay una playa, hay un acceso, pero como antes que uno entraba como perro por su casa no, ya no, ya están, ya hay

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límites, los hoteles que están alrededor de la playa ya es privado (ama de casa, 35 años). Es la playa de ellos pues. Peñasco es la playa de Arizona, la playa de Colorado, la playa de Nuevo México. Ellos no tienen playa, esta es la playa de ellos (cronista de Puerto Peñasco, 60 años). […] intenten pasar a la playa pues, inténtenlo, díganle al señor que está ahí en una casita ahí: ‘vamos a la playa’, les va a decir que no. ‘Voy a ir a la playa porque es de los mexicanos’, y te va a decir que no, que no puedes pasar (profesor, 50 años). Un entrevistado recurrió al monumento de la figura de un pescador, ubicado en el malecón, para representar y resumir de la mejor forma cómo el turismo y los inversionistas se vienen apropiando de la ciudad: Aquí hay un monumento a un pescador que ya lo invadieron prácticamente, tiene un remo y un pescado y ya le falta la mitad del remo, porque lo quieren invadir y es él el que se ha defendido prácticamente, eso ha pasado, me preguntan qué lugares bonitos hay que ver, pues eso era un lugar bonito, lo echaron a perder (escritor y promotor cultural). La realidad observada por la comunidad con respecto al turismo y la ciudad dual construida resulta ser devastadora; se encuentra rota. El imaginario social contenido en los relatos de los residentes advierte la gravedad de la situación, como una imagen conformada de colores de alerta: […] recuerdo que cuando todavía unos pocos trienios atrás pudiera haberlo visto de un color azul, con mucha esperanza, ahora para mí yo lo veo de color rojo, de un color rojo alerta, de un color rojo peligro para los vecinos de Puerto Peñasco. Porque yo antes de ser

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maestra soy madre de familia y la verdad no me gusta mucho el ambiente que hay en Puerto Peñasco, ni me gusta mucho que no haya opciones para la juventud (maestra). Aunque para una inmigrante del sur del país, que llegó a la ciudad en búsqueda de oportunidades, el color puede ser diferente. El imaginario es diverso y tiene que ver con la ubicación en el espacio social: Para mí es negro, porque yo todo lo miro en negro porque mucha gente lo pinta de color blanco, color rosa y para mí no es eso. Y todos semos mucha gente que venimos del sur y todos batallamos lo mismo (vendedora ambulante, 40 años). Puerto Peñasco es una comunidad vibrante. Los imaginarios no sólo se nutren de las condiciones materiales o reales de vida, sino de las valoraciones realizadas por los sujetos; entre ellas hay algunas referentes a las imágenes de fantasía, en torno al lugar para expresar identidad, arraigo, sentido de pertenencia, de comunidad, a final de cuentas, como los mitos de Al Capone y las ballenas que cruzan por la península de Baja California. Se dice de un hotel que está cerca de la zona del malecón, construido con pura piedra, se dice que es un centro donde fue refugio del delincuente número uno en los años veintes en Estados Unidos: Al Capone. No, pero no hay una constancia fehaciente de que haya sido así, hay una suposición de que fue eso, sin embargo al hotel se le conoce como precisamente la guarida de Al Capone, es el hotel de piedra […] (cronista de la ciudad, 60 años). Allá de arriba de la casa del Capitán, me dice Cristina la dueña, dice que se ven las ballenas así, se ven, arriba si se ven porque se ve clarito de arriba el mar, entonces dice que se ven así las ballenas. ‘Nosotros las vemos de aquí’ dice, ‘que andan ahí’, porque una vez contamos como unas quince ballenas y estábamos locos

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aquí, ‘mira aquella echó un chorro’ o sea las contábamos por los chorros que echaban por el sifón que tienen ahí. Si es muy raro […] pues no sé, cuentan los pescadores de aquí que hay una abertura, que se cruzan de allá del Pacífico de acá por abajo, dicen ellos, son leyendas que sacan ellos ¿verdad?, pero probablemente que sea, porque de aquí a que den la vueltota pues […] pero en Mazatlán no se han visto ballenas, en Tepic sí se han visto, pero en Mazatlán no y aquí sí, ¿entonces? (encargada de restaurante, 50 años). Breve reseña de Playas de Rosarito En esta investigación, Playas de Rosarito tiene un papel importante, porque ofrece un escenario posible, de lo que puede ser a futuro, Puerto Peñasco, sugerido por los paralelismos de ambas ciudades en cuanto a las características físicas y políticas del territorio, así como su condición fronteriza. Estos son de los pocos casos que permiten observar ese doble efecto turístico y fronterizo, de gran interés para examinar la turistificación como causa de sus paisajes singulares. Entre sus similitudes está su origen común, en los años veinte, reflejado en la cinematografía estadounidense en torno a la época de la prohibición, desde el contrabando de alcohol a los mundos sociales y de vidas peculiares de mafiosos y famosos. Existen registros de la llegada de personas provenientes de San Diego a Playas de Rosarito y Ensenada, desde fines del siglo xix, para realizar actividades ligadas a la pesca y la caza, que desencadenaron el establecimiento de los primeros hoteles, restaurantes y empresas dedicadas a la transportación de turistas. La afluencia de visitantes de entonces estaba relacionada con la vigencia de ley seca en Estados Unidos. En 1924 se construyó en Rosarito el Hotel Beach Resort (Rene´s) y entre 1927 y 1930 el Rosarito Beach Hotel, con casino, y el Hotel Casino Playa (Riviera). Asimismo, en Ensenada hubo iniciativas estadounidenses que detonaron la zona; en 1924 se edificó el

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club privado La Grulla, con pista para aviones pequeños. El primer hotel de Puerto Peñasco es de estas mismas fechas –propiedad de un estadounidense–, con algunas dotaciones e infraestructuras, como la captación y depósito de agua o la conexión, por aeródromo, con el exterior. Además, al igual que Puerto Peñasco, el principal sustento económico de los primeros pobladores mexicanos establecidos en la región era la pesca, y los estadounidenses eran sus mayores clientes. La pesca originó el poblamiento de Puerto Nuevo, un lugar que hoy es tradicional por la venta y consumo de langosta. Las expulsiones realizadas por Estados Unidos en la década de 1930 trajeron a la primera oleada de mexicanos que se establecieron en Playas de Rosarito, y la dotación de tierras ejidales del Gobierno de Lázaro Cárdenas a los mexicanos deportados impulsó su poblamiento (Acevedo 2001). Playas de Rosarito se constituyó en municipio en 1995, con 46 596 habitantes. En 2005, según el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (inegi 2005) había 73 305 pobladores, con un crecimiento a una tasa anual de 8.29 por ciento, el doble del promedio estatal. Para 2010 ya había 90 868, y la tasa de crecimiento era de 4.9 por ciento anual; en 15 años se duplicó la población, y de continuar así se estima que para 2030 habrá 180 mil habitantes. En la actualidad, Playas de Rosarito está orientada al turismo, es uno de los destinos más importantes para los turistas del suroeste de Estados Unidos; nueve de cada diez visitantes son extranjeros. Se estima que la población flotante, representada por los turistas alojados en los hoteles y los extranjeros que viven en los fraccionamientos condominales de playa, es más de 35 por ciento de los residentes. En 1993 se estimó que 992 mil personas visitaron la ciudad; en el año 2000 fueron un millón 423 mil, con un flujo semanal de 28 mil. La oferta hotelera disponible es de 2 213 habitaciones, existen 22 trailer parks con 710 espacios (Gobierno de Baja California 2008). Durante la primera década del presente siglo ha habido acontecimientos que han influido en el declive, que todavía no termina, de la vocación turística de Playas de Rosarito; entre ellos destaca

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la creciente percepción de inseguridad y miedo que sobre México tiene el estadounidense, debido a la guerra librada por el gobierno contra el narcotráfico y la lucha de los cárteles de la droga por la plaza de Tijuana. También es importante referir la corrupción, que parece imperar en las diversas corporaciones policiacas; otro hecho significativo son las medidas de seguridad implementadas por el Gobierno de Estados Unidos desde los atentados del 11 de septiembre de 2001, que restringieron e hicieron más lento los cruces fronterizos por carretera. Y, en fecha más reciente la crisis económica, financiera e inmobiliaria, que golpeó a la sociedad estadounidense, y profundizó aún más los problemas para la actividad turística y la afluencia de visitantes en Playas de Rosarito. Diversos proyectos de desarrollo turístico inmobiliario se vinieron abajo o quedaron abandonados a lo largo del corredor Tijuana-Ensenada. De acuerdo al periódico electrónico El Vigía, del 10 de agosto de 2010, se estima que en 2008 las operaciones de compraventa inmobiliaria cayeron en 11.5 por ciento, con respecto a 2007, y para 2009 la caída fue de 23. La actividad turística es muy significativa para la ciudad, de acuerdo con el inegi (2000), 55.12 por ciento de la población económicamente activa (pea) del sector terciario laboraba en ramos ligados al turismo como restaurantes, comercios y hoteles. Sin embargo, el sector secundario tiene una presencia importante, con 37 por ciento de la pea empleada, sobre todo, en la industria maquiladora (Sistema Nacional de Información Municipal 2007). En Playas de Rosarito existen maquiladoras de capital estadounidense y japonés principalmente, establecidas en dos parques industriales. La ciudad se ubica en el corredor Tijuana-Ensenada, en la denominada carretera escénica por donde circula un promedio de 12 millones y medio de vehículos al año. A lo largo del corredor costero existen alrededor de 60 urbanizaciones cerradas, la mayoría de tipo condominal, destinadas al público de Estados Unidos, que según Davis (2006) significan cerca de 11 mil casas, con un valor cercano a los 3 mil millones de dólares. Algunas de las características relevantes del desarrollo urbano de Playas de Rosarito son: a) alto crecimiento poblacional, con se-

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rios rezagos en infraestructura y equipamiento urbano; imagen poco consolidada, debido a las extensas zonas baldías no urbanizadas; b) playas conurbadas con Tijuana, incluidas en el Programa de Ordenamiento Urbano de la Zona Metropolitana Tijuana-Tecate-Rosarito; c) proceso de invasión de suelo urbano, debido al crecimiento poblacional provocado por los nuevos habitantes que llegan. La ciudad mantiene cerca de 36 mil predios irregulares. Además, el municipio carece de zonas de reserva y en las que están aptas para la vivienda no es factible urbanizarlas o introducir los servicios públicos, por problemas en la tenencia irregular del suelo; d) la oferta turística orientada, sobre todo, al mercado de Estados Unidos, se basa en la oferta de casas en condominio provistas de seguridad privada, hoteles de tres a cinco estrellas para los visitantes de fin se semana y de Spring break, trailer parks, ecoturismo y gastronomía marina. La cercanía con Estados Unidos, los atractivos naturales y las facilidades de compra de casas, a través de fideicomisos, son factores que influyen en el desarrollo del turismo; e) la vocación turística se expresa como segregación espacial. Las zonas residenciales cuentan con mejor equipamiento y mayor infraestructura urbana, a diferencia de las urbanas precarias; f) los hoteles y condominios de playa se extienden en la costa privatizando el espacio público, limitando el acceso a la playa y alterando sin remedio el ecosistema local. Además, indican un patrón de ocupación que fomenta la dispersión y la autonomía del conjunto turístico, frente a la precariedad social y económica de las zonas habitacionales de la mancha urbana; g) los complejos turísticos no pretenden integrarse a la región, cuentan con todos los servicios, estan a lo largo de la costa y son exclusivos para los estadounidenses. De forma paralela o cercana a éstos se establecen los trabajadores y empleados de los hoteles y del servicio doméstico de las casas, muchas veces invadiendo suelo ejidal, difícil de urbanizar y h) el alto desarrollo turístico, el crecimiento poblacional y los precarios procesos de urbanización dañan la ecología costera de la región; las descargas al mar de aguas negras sin tratar contaminan tanto a las playas como a la pesca.

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La crisis y la inseguridad en las percepciones de los habitantes de Playas de Rosarito En términos históricos, como buena parte de las ciudades fronterizas, Playas de Rosarito es relativamente nueva; su expansión urbana está ligada a Tijuana, y constituye, junto con Tecate, la zona metropolitana de más rápido crecimiento demográfico y urbano en México (Carmona y Correa 2008), y se ubica en el corredor costero que va de Tijuana a Ensenada, al noroeste de Baja California. En los últimos 30 años la actividad turística de sol y playa dirigida, sobre todo, a estadounidenses, se ha constituido en su mejor emblema distintivo, y el turismo de segunda residencia en su principal modelo de desarrollo urbano y, desde hace 20 años, se ha observado un aumento rápido de su mancha urbana y de la población. La franja costera se ha modificado con paisajes desarticulados del entramado urbano, lo que ha fragmentado a la ciudad en dos; por un lado, el turismo residencial y hotelero, ligado a los servicios de entretenimiento y ocio frente al mar y, por otro, la ciudad y su dinámica particular, ligada a Tijuana. El imaginario de la población es que la ciudad se transformó muy rápido y, en ese sentido valoran el cambio, representado por la expansión de la mancha urbana, el incremento de edificaciones hoteleras y equipamientos urbanos, la llegada de personas, la transformación del litoral por la actividad turística, entre otros, con la mirada del vértigo por la rapidez de las transformaciones. […] yo tengo 40 años aquí y he visto crecer todo esto a pasos gigantes [señala parte de la ciudad]. A veces no me gusta mucho el crecimiento que ha tenido, porque antes he sentido que andábamos más libres, se podía entrar a muchas partes y no había tantos cobros, en los lugares […] era un lugar turístico al que entrábamos así libre. A los arroyos, por ejemplo ahora, pues todo cobran y antes nadie nos cobraba ni un cinco y yo llevó 40 años, te estoy hablando de cuando esto era un solo carril, uno para allá y otro para acá [señala al bulevar principal de Rosarito]. Y tengo

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muchos años aquí, todo esto era puro polvo, calles empedradas y ahorita pues ya se hizo todo una ciudad, pero para mí, sigue siendo un rancho, para mí sigue siendo un rancho grande, porque todo está muy tranquilo (ama de casa, 60 años). […] ahora ves edificios por todos lados. Antes no, no los mirabas, de nueve años hacia acá que yo llegué aquí, había uno o dos edificios, ahora hay bastantes. Si te vas por toda la playa vas a ver el cambio, la vista hacia la playa cambió, también aquí la ciudad se modificó (ama de casa, 34 años). El imaginario social de Playas de Rosarito está ligado por completo al turismo, la historia del lugar se explica por dicha actividad, de ahí que sus consecuencias negativas o positivas en el presente repercutan en mayor medida en el entramado social. Con el trasfondo del turismo se cargan o valorizan las percepciones acerca de la transformación social, o bien se aceptan o rechazan los cambios al confrontar la realidad frente a lo imaginado. En ese sentido, algunos testimonios refieren que Playas de Rosarito sólo es un buen lugar para ciertas prácticas vinculadas con el turismo fronterizo tradicional de fin de semana, realizado por el estadounidense; su imagen como ciudad fronteriza es la de la mítica leyenda negra ligada al consumo de alcohol y a la permisividad de las normas mexicanas para el turista de Estados Unidos. El turismo viene aquí a Rosarito porque tiene un poco más de libertad que en otros estados o en otros ciudades, como la ciudad de Tijuana […] [En otras ciudades] no tienen las mismas libertades que la ciudad de Rosarito para las bebidas alcohólicas de la juventud. Aquí vienen y andan a media calle tomando bebidas alcohólicas y nadie les dice nada; si pasan de la calle turística, para afuera, los levanta la policía, pero si no, no les dicen nada. Aquí hay mucho lugar para que se diviertan, es una de las atracciones de aquí de Rosarito. Nada más. Porque no creo que tenga

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los mejores hoteles o los mejores lugares, yo pienso que es porque estamos cerca de Estados Unidos, porque aquí viene más juventud que mayores. Más chavalos vienen y cotorrean aquí en los hoteles pero para afuera no va nadie, no tiene zona turística, es lo único que tienen aquí en Rosarito. Aquí nada más el turismo viene por el alcohol (pescador, 65 años). […] está muy very good, si les gusta, lo que pasa es que a ellos les gusta el convivio, eso es lo que les gusta, venir y que no los molesten, que anden tomando en la calle, les gusta que los atiendan, que les den la libertad que les dan. A mí me ha tocado, llevarme algún que otro gabacho por allá, y aunque yo no hablo inglés, ellos hablan poquito español (taxista, 55 años). El turismo ligado al consumo de alcohol y al entretenimiento lúdico son los principales referentes del imaginario social de los habitantes de Playas de Rosarito. A los Spring breakers y jóvenes estadounidenses, que cruzan la frontera los fines de semana, se les percibe como algo necesario para dinamizar la economía local, pero también como un fenómeno estacional circunscrito a la época de calor y de vacaciones. Para el resto del año se piensa en un turismo diferente, con otro público y de temporada baja. Mira, es, tenemos dos tipos de turismo, el turismo que generalmente en semana santa y verano, que es turismo de menor edad, los Spring breakers, esos son los que viene a visitar los bares, tenemos varios bares aquí, donde se hacen conciertos, torneos de surf, se hacen torneos de voleibol, se hacen muchas actividades para turismo joven. Pero lo que es verano, tenemos un poquito de familias con niños, como salen los niños de vacaciones, que no es un fenómeno que se da en Spring break, sino principalmente en verano. El resto del año para nosotros es invierno; comienza la temporada baja con el último fin de semana festivo de Estados Unidos, que es el Labor Day weekend, después tenemos un

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turismo ya más adulto, más de parejas, más de adultos retirados, entonces empieza la etapa tranquila para nosotros (promotor turístico, 65 años). Aparte del turismo de fin de semana, representado por los Spring breakers, también en el imaginario social están presentes los elementos naturales y paisajísticos relacionados con la playa y la orografía accidentada frente al mar. De igual modo, la población considera que las artesanías presuntamente mexicanas para el consumo estadounidense, la gastronomía basada en los productos del mar y la calidez de la gente son atractivos que se ofrecen a los visitantes. El turismo se debe al tipo de ciudad, lo que los atrae son las artesanías, las comidas, las playas, los precios, no sé, los paseos (ama de casa, 34 años). Pues tenemos playas, tenemos una variedad de galerías. Es un atractivo muy grande para el turismo, se ha convertido en un lugar artístico, hay muy buenos restaurantes de langosta, tenemos unas vistas preciosas hacia el mar, con balcones y casas de renta a la orilla del mar, hoteles y todo de primera calidad (pintor, 50 años). La presencia de los estadounidenses en la ciudad es tradicional y habitual. La vida cotidiana de las personas, la economía de servicios y el carácter fronterizo de Playas de Rosarito los tienen como referentes que organizan el mundo social, económico y cultural. El inglés y el dólar son de uso común para la población y son presencias contantes en el imaginario colectivo. Si tú vas a los restaurantes, a las tiendas de curios el precio está en dólares, no nada más en negocios turísticos. Vas a fonditas o a restaurantes y también vas a encontrar precios en dólares y los platillos en inglés, porque tenemos ahora, siempre hemos tenido flujo de turistas, pero tenemos también un porcentaje de la pobla-

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ción norteamericana que es residente y eso lo tenemos desde hace mucho. Entonces los rosaritences estamos acostumbrados a los americanos y ahorita nos toca que el americano, el baby boomer viene buscando condominios, pero los gringos viejitos y retirados se van a vivir a las colonias y se van a convivir con los mexicanos, entonces por allá por las colonias te encuentras de repente una casa de un americano por aquí a un americano por allá, entonces llegamos a esa convivencia diaria y al americano le encanta México, valora mucho lo que son nuestras costumbres mexicanas (promotor turístico, 65 años). Se podría decir que tenemos nosotros esa convivencia diaria, la mayor parte de los americanos no hablan español, porque los residentes locales hablamos inglés y hablamos inglés gracias a ellos (empleada de farmacia, 35 años). En la memoria colectiva hay registro de los lugares considerados emblemáticos que, desde luego, tienen que ver con la historia particular del lugar, ligada al turismo. El sentido de lugar expresa las representaciones que a éste le confieren los habitantes de forma significativa, y que se constituyen en marcas en la memoria, que evocan momentos fundacionales, espacios que refieren experiencias gratas, y cuyo pasado está ligado a la construcción de la identidad local. Los más importantes, pues el Hotel Rosarito es uno de los más importantes, tenemos donde está el Century Fox que es donde hacen las películas, es uno de los lugares más atractivos de aquí, y que otro lugar, pues puede ser Puerto Nuevo (pintor, 50 años). Pues sería Puerto Nuevo, toda la zona centro, que sería la playa, bueno toda la playa, incluye todo el sector inmobiliario, hay muy buenos condominios, un muy buen lugar para vivir, y qué otro puede ser, la zona rural, esos atractivos que incluye campamento, excursiones. Y toda la zona costera (comerciante, 50 años).

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[…] los tres lugares más importantes, uno definitivamente es Puerto Nuevo, el otro es el área del bulevar Popotla, porque está la concentración de todas las tiendas de curios y fábricas de muebles y otra parte, yo creo que debería ser la parte del centro, que es donde se concentra los hoteles, los restaurantes y tiendas turísticas (administrador de hotel, 45 años). Tenemos aquí cerquita la villa langostera que es Puerto Nuevo, donde tenemos más de 30 restaurantes, donde todos te venden la langosta con frijoles, sopa de arroz y tortilla de harina. Cuando tú hablas de langosta, en Estados Unidos es un platillo, en Europa es un platillo exquisito, muy delicado y aquí te la comes con frijoles y tortilla y con la mano, a mí me encanta, entonces creo que es eso, sólo aquí se ve (promotor turístico, 40 años). Sin embargo, en la memoria colectiva están presentes también los sitios considerados desagradables. Las valoraciones negativas del lugar por parte de los habitantes expresan un imaginario en el que se advierten las repercusiones de procesos sociales recientes. Por un lado, hay un tipo de turismo estigmatizado por la población, y relacionado con los denominados Spring breakers; también está el de segunda residencia, cuyos efectos son la privatización de las playas por los condominios a pie de mar, que restringen el uso del espacio público haciéndolo inaccesible. ¿Los más desagradables?, [piensa y luego responde] No te sabría decir, serían los bares de esos que hay aquí, muy ruidosos como los que están aquí el Papas&Beer, donde va mucha gente joven y pueden hacer desastres ahí, esos son los más desagradables (empleada de farmacia, 35 años). Pues no debería de haber, pero sí si hay, sí hay porque aquí hay playas privadas, o sea tienes que entrar con permiso o de algún dueño que tenga una casa ahí a la orilla del mar, hay vigilancia absoluta

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y no dejan pasar así a cualquier gente, para cuidar las casas y a los americanos que están ahí, a los residentes (ama de casa, 34 años). […] a mí me gusta nadar ahí [las playas]. Por los cerros y por todas partes cobran un dineral, digo para entrar a los arroyos, a las playas. Ya no halla uno qué hacer y luego llega uno a ciertas partes donde le ponchan el carro o le bajan el aire a las llantas, porque aquí dice que no te estaciones, aquí es privado y les digo: es que queremos ir a la playa (ama de casa, 60 años). Por otro lado, el crecimiento rápido de la ciudad, en buena medida atribuido al turismo, ha tenido costos sociales importantes. En los relatos de los habitantes aparece como una ciudad dual, que conjunta esplendor y penuria, modelada por el turismo, con una parte frontal moderna y lúdica, dedicada a éste, y otra trasera, compuesta por la ciudad fragmentada, insegura y pobre. Las áreas más desagradables podrían ser consideradas las áreas más pobres de la ciudad, como el ejido Mauro Guzmán, que es un área muy pobre donde los niños todavía tienen que caminar una hora para ir a la escuela, el área de Los Ramos, que también está un poquito desconectada de la ciudad, está en la parte norte, al este, muy al este (ama de casa, 34 años). Para mí son muy desagradables las colonias del este, porque ves gente que vive en extrema pobreza y hay muchas carencias de todo, hay muchas carencias de educación, de trabajo, hay carencias físicas para la gente en sus casas, para mí eso sería lo más desagradable (guardia de seguridad, 45 años) No me vayas a decir que soy muy criticón pero yo trabajo aquí, yo trabajo en el bulevar Juárez y el bulevar Guerrero, el único que arreglan es el bulevar Juárez. No hay otra calle que arreglen, más que la Juárez, pero si te fijas del otro lado de la ciudad en las colonias tenemos todo hecho pedazos, no le meten nada, tienen dos

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o tres años que no le meten nada. El presidente nomás se avoca al centro, donde vienen los turistas (taxista, 55 años). Los imaginarios construidos por los habitantes sobre Playas de Rosarito están relacionados con la forma de caracterizarla según el color que le atribuyen. Las percepciones acerca del color evocan, sin duda, un estado de ánimo referido a las condiciones materiales de vida, al rol social desempeñado y, por supuesto, a las expectativas del sujeto con respecto al lugar. De ese modo, es posible que un entrevistado caracterice a su ciudad de acuerdo con las circunstancias sociales que atraviese en el momento, como la crisis económica y su repercusión en el turismo, a la forma de identificarse con ella o a la imagen surgida de la comparación con otras cercanas. ¿De qué color? […] negro. Bueno ahorita. Antes no, estaba bien [la ciudad] porque había […] la gente era alegre, había música, había negocios, había un poquito de todo […] era más alegre, por lo menos colorada. Pero […] ahorita, bueno, es negro su color (pintor, 50 años). Rosita porque está bonito, vives tranquilo. Como se dice: hay un mundo de color de rosa. Rosa porque está tranquilo, llegan a Tijuana y allá no es tranquilo, allá es negro (ama de casa, 34 años). Es un arco iris, es un arco iris, ah ¡que bonito! ¿Por qué? Pues es que tiene muchas cosas, tiene un área donde está la artesanía; otra donde está la gastronomía; otro lugar que se llama Puerto Nuevo, donde es típico ir a comer langosta, está más hacia el sur; está un lugar donde están los balnearios que se llama cañón Rosarito, están dispersos más hacia el sur; el clima es increíble. Por eso para mí es un arco iris esta ciudad (ama de casa, 60 años). La forma de evocar la ciudad por sus olores también es un elemento de identificación y de exaltación de los problemas cotidianos.

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Para un habitante, el olor de Playas de Rosarito resulta desagradable, debido a la crisis económica y la paralización de la actividad turística observada en fecha reciente. Ahorita huele a panteón, está muerto Rosarito. Huele a panteón, está muerto, con eso te digo todo (taxista, 55 años). En el imaginario social se representa a Playas de Rosarito desde un antes y un después, donde el turismo ocupa un sitio central. En la primera parte, los habitantes reconstruyen su ciudad a partir de las cosas, espacios y prácticas desaparecidas. El pasado es pensado en función del cambio y es significado en la vida cotidiana en función de lo añorado o perdido con el paso del tiempo. Eso es más valorado en el presente, en tanto hay una realidad que abruma y provoca incertidumbre. Falta alegría al lugar, porque ahorita parece cementerio de media noche. Antes era diferente, andaba la gente en la calle, había mucha gente los fines de semana, entre semana, había mucha gente aquí, y ahorita no hay nadie. A las horas de la noche yo camino, a veces voy al Ortegas y me vengo caminando hasta acá […] solo, y digo ¿qué pasa aquí? Me acostumbré a que siempre había gente, siempre había carros y gente, música por todos lados y ahorita ya está todo cerrado (ama de casa, 60 años). Los habitantes atribuyen el ambiente de pesadumbre al declive del turismo, su principal sostén económico, en cuyo trasfondo están los acontecimientos ligados al miedo producido en la sociedad estadounidense a raíz del 11 de septiembre de 2001, la crisis económica mundial y la inseguridad que azota a la frontera. Bueno, ahora ya no hay turismo. Como hace diez años, desde que sucedió lo de las torres gemelas. Desde esa fecha, hasta hoy se están cayendo las ventas, no es como hace quince años, doce años (comerciante, 50 años).

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Yo pienso que hoteles hay en cantidad, hoteles ya hay muchos y de toda clase, de todo tipo, hay casas. Lo que faltan son turistas. Hay casas, para renta, hay miles ahora de casas, pero no, no […] no hay gente. Y mejor turismo, antes era mejor turismo, ahora ya es de baja calidad, esa es la verdad (ama de casa, 60 años). […] tenemos de hace cuatro o cinco años para acá lidiando con la crisis y hace dos años nos pegó muy duro, sobre todo la crisis a nivel mundial nos pegó a nosotros. Muchos de los problemas de inseguridad en México, en todo lo relacionado con Tijuana, nosotros no lo sufrimos aquí, pero la gente tiene que pasar por Tijuana para poder venir para acá, entonces decreció considerablemente la afluencia turística y por ende, hubo escasez de empleo, cerraron muchos negocios, sobre todo en la zona turística […] la gente dejó de tener dinero, dejó de tener empleo y eso afectó también en los negocios indirectamente relacionados con el turismo, por ejemplo las tiendas de abarrotes, las tiendas de ropa. La gente que no tiene dinero porque no tiene empleo pues ya no van a comprar cosas. Entonces se convirtió, en una bola de nieve que nos afectó a todos, creo que le problema más grande que tenemos es ese (promotor turístico, 40 años). El pesar que permea el imaginario de la población, con respecto al turismo, se expresa en una proyección pesimista de la ciudad y de las posibilidades de realización. Aquí dependemos del turismo, se está muriendo de hambre Rosarito, esa es la palabra correcta. Porque se está sujeto a una economía estacionaria del turismo, turismo que no viene. Aquí le apostamos a la inversión de economía extranjera, inversión en condominios que están muertos, son nidos de pájaro, apostamos a eso y perdimos. ¿Por qué no viene turismo? no hay venta inmobiliaria, hoy 80 por ciento de los negocios están cerrados y la economía está derruida y no hay nada que diga uno esperanzador (administrador de hotel, 45 años).

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[…] el turismo es el que nos revive aquí, la verdad. El turismo en primer lugar, por él estamos aquí. Estamos esperanzados en vender, pero ¿a quién? ¡Mira! No hay nadie, llevamos dos años así. Hace tres años era muy diferente, ¿por qué?, porque había más turismo, ahora no (empleado de comercio, 30 años). Los acontecimientos recientes en la ciudad, ligados a la crisis económica y sus efectos, contribuyeron a crear un ambiente social cargado de pesimismo. No se considera que el turismo pueda ayudar a contrarrestar los problemas económicos, incluso se reniega de las actividades lúdicas que durante mucho tiempo caracterizaron y dieron atractivo a la ciudad para el estadounidense: Nada, nada, tiene unos cuantos lugares ahí atractivos que son las terrazas, los llaman table dance, cosas de esas, pero no es una economía firme, dependen de vender licores. Querían a toda fuerza hacer una economía vacacional. Pero nada, una cosa que atraiga, que el turismo venga nada más por eso, no hay. La gente ya nada más está tomando Rosarito como un punto de llegar un rato y luego se van a Ensenada. Vienen aquí a la pesca deportiva, se les atiende. La pesca está muy limitada, pocas personas nos dedicamos a pescar, agricultura no tenemos, ganadería no tenemos, industria, comercio, no tenemos nada (pescador, 65 años). Otros testimonios son todavía más críticos, porque cuestionan la forma cómo el turismo permeó la vida y la historia de la ciudad. Se piensa en la gran dependencia del visitante de Estados Unidos y el tipo de oferta turística ofrecida: El turismo aquí en México, no es mexicano, es internacional. Es hacia los norteamericanos. Lo que queremos hacer aquí es parecernos a ellos, con el supuesto de que si nos parecemos a ellos, van a estar a gusto aquí y no, para estar a gusto, se quedan allá. Tiene que ser algo diferente a lo de ellos y no lo tenemos, dife-

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rente a lo de ellos, que los atraiga, que esté accesible para ellos, pero no, hacemos los mismos hoteles, los mismos condominios (comerciante, 50 años). Otros habitantes consideran que el turismo de fin de semana y el de segundas residencias agotaron sus posibilidades de desarrollo en la comunidad. Se observa a la economía de enclave, que significa el turismo, como una amenaza para el futuro: El turismo es decadente, la inmobiliaria llegó a su tope turístico también, ya no se tiene nada que pueda promover el turismo, que es de lo que se pretende vivir. El futuro de Rosarito yo lo vería si se crea un abanico de oportunidades, que no sea sólo de turismo (pintor, 50 años). El rápido crecimiento demográfico y urbano es un rasgo de Playas de Rosarito. El turismo y la cercanía con Tijuana posibilitaron el flujo constante de inmigrantes; la proveniencia de los nuevos habitantes es diversa, así como sus referentes culturales. Algunos residentes sienten esta particularidad como un indicativo de desarraigo o de falta de identidad cultural, también como un problema social fuerte. […] yo creo que el problema que tenemos con los migrantes es la falta de arraigo, porque mucha de esa gente sólo duerme en Rosarito, trabajan en Tijuana, se van tempranito a Tijuana y llegan en la noche. Entonces no hay mucha convivencia y no hay mucho apego a la ciudad, no hay mucho amor a la ciudad y eso es algo que hace que la ciudad no prospere, porque cuando los ciudadanos estamos preocupados por nuestra ciudad, la queremos ver bonita, la queremos ver limpia, queremos que se hagan cosas por la ciudad, trabajamos, nos damos tiempo. Pero el migrante no se siente que pertenezca, no siente empatía, no se siente parte. Entonces eso hace que si tenemos un alto porcentaje de migrantes, entonces tenemos un alto porcentaje de gente que a lo mejor no va hacer un esfuerzo por trabajar por su ciudad (promotor turístico, 35 años).

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Incluso subsiste una diferenciación social marcada entre los originarios de Playas de Rosarito y los inmigrantes, aunque es una ciudad eminentemente de inmigrantes, la paradoja estriba en la representación de éstos como una fuente de problemas, entre ellos la inseguridad. […] la gente que vivimos aquí y nacimos aquí somos amables, sí lo somos, pero desgraciadamente la gente que está de fuera, de otros estados y que quieren cruzar a Estados Unidos y lamentablemente no los pueden cruzar y se establecen en Rosarito o en Tijuana, y no tienen un domicilio fijo y, entonces, por la misma situación a lo mejor no tienen un trabajo y empiezan a robar a las demás personas, pero en sí, la gente de aquí somos gente amable (ama de casa, 65 años). Está muy difícil la situación y no hay empleos, en primer lugar se han cerrado tantos negocios y pues se ha quedado la gente a la deriva. Luego la gente que viene emigrando de otros lados, que viene aquí, nomás roban (comerciante, 50 años). La velocidad del crecimiento demográfico y urbano propicia problemas en la identidad de la comunidad con respecto a su ciudad. El motivo principal para inmigrar es la búsqueda de empleo o de un lugar que asegure mejores condiciones de vida, esa particularidad genera desarraigo o desapego. La identidad es importante porque define el carácter del lugar, imprime su sello en la fisonomía del espacio urbano y dota de orgullo al habitante. Los testimonios de la población se refieren a esa situación pretendiendo construir un sentido de lugar y una identidad propia. Algo que le falta a Rosarito yo creo, es una conceptualización de ciudad, ahorita no tenemos una identidad. Hay hoteles que se fueron formando, hoteles que se hicieron aquí y allá, de repente hay una casa y de repente hay un negocio y no tenemos un con-

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cepto. Hace muchos años había una americana que traía la idea de convertir Rosarito en la ciudad de las rosas, por el nombre de Rosarito, de plantar rosales en todo el bulevar, que toda la gente tuviera rosales en sus jardines, poner muchos rosales en los negocios y entonces se convirtiera en la ciudad de la rosa, pero no prosperó la idea (promotor turístico, 65 años). Los años posteriores al 11 de septiembre marcaron un giro en la pujante actividad turística, debido a las medidas restrictivas de seguridad instrumentadas por el Gobierno de Estados Unidos al tránsito fronterizo, que inhibieron las visitas de sus ciudadanos a México. Además estaban los problemas de inseguridad, que azolaron a Tijuana a mediados de la primera década del presente siglo, y que provocaron una marcada disminución en las visitas de estadounidenses a Playas de Rosarito. La reciente crisis económica en Estados Unidos, con serias consecuencias para México, significó un duro golpe para el mercado inmobiliario, uno de los sectores económicos más importantes de Playas de Rosarito, lo que prácticamente paralizó al denominado turismo residencial. En el imaginario social, la inseguridad es una de las razones principales del declive del turismo en años recientes, atribuida, en gran parte, a la guerra librada entre los grupos de narcotraficantes de la frontera norte y el gobierno mexicano que intentaba combatirlos. Los testimonios obtenidos en el trabajo de campo muestran un tejido social afectado por la crisis económica, la inseguridad y la dependencia del turismo estadounidense: No pues la delincuencia siempre ha existido, nada más que lo que pasa es que ahora hay una guerra entre el gobierno y los narcos, porque no los dejan trabajar y porque ha habido ese tipo de problemas entre ellos. Entonces ahorita los narcos están atacando más, digamos al gobierno lo están debilitando y con eso afectan la economía de todos los comerciantes, se aleja el turismo, es general, no nomás aquí en Rosarito, está pasando en todo México (comerciante, 50 años).

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Aunque según los entrevistados la inseguridad es ajena, viene de Tijuana, donde se escenifican los principales problemas relacionados con el narcotráfico y las muertes violentas. A Playas de Rosarito le toca recibir el eco de la inseguridad, debido a su cercanía con Tijuana, aunque la percepción del miedo también está contenida en el imaginario y propicia algunas prácticas de protección por parte de la ciudadanía. Ahorita la inseguridad nos pegó demasiado, ya llevamos dos años así. Por la inseguridad cuando uno habla con ellos [los turistas] dicen que ya no quieren venir. Llegan las noticias allá y ¡nombre! Que están matando y así se oye en Tijuana, digo no es en la ciudad, ni en el centro, es en su alrededor. El turismo cuando piensa en Tijuana, piensa que aquí se está haciendo la cosa. Por eso estamos así, mira hoy es lunes y no hay clientes, no hay turismo. Este fin de semana tuvimos algo de turismo porque hicieron unos eventos en la playa, de la bicicleta el sábado y ayer hicieron de surfing. Pero eso es nacional, no es turismo gabacho (empleada de farmacia, 35 años). Andamos caminando y no vemos ni qué rollo aquí de plano, porque tiene miedo la gente de salir. Nosotros estábamos en grupos antes, dejó la gente de ir a los bares y restaurantes porque empezaron las balaceras, les da miedo y luego en el otro lado hacen una propaganda, de aquí horrible, como yo voy para allá, dicen que aquí son las balaceras. Que esto y lo otro y no nada que ves lo que dicen allá, allá espantan para que no vengan para acá (ama de casa, 60 años). A la percepción de la inseguridad, como proveniente de Tijuana, se le agrega la denominada campaña negra realizada en los medios de comunicación estadounidenses en relación con el narcotráfico y la violencia de los cárteles. Sin duda, en Estados Unidos la violencia fronteriza de años recientes es noticia, y es atribuida al narcotráfico.

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Esto influyó para que los visitantes se alejaran de México y de Playas de Rosarito, cuyos habitantes consideran que no es ajena al problema, sin embargo, piensan que los medios lo han magnificado. Son opiniones encontradas. Porque lo que es la prensa, televisión o radio, la pintan muy fea, ‘que no salgan, que no vengan’. Me he topado con gente que dice que eso es pura mentira, que aquí el que realmente sufre algún atentado es porque está relacionado con esas personas, ¿no? Porque a los turistas, como le comento, las personas de aquí los tratamos bien, entonces yo creo que es muy mala información la que dan los medios (administrador de hotel, 45 años). […] es más mala publicidad en Estados Unidos, porque también hay muy mala propaganda. Pasa una cosita aquí y de veras que la hacen gigante allá en Estados Unidos, entonces la mayoría están asustados porque el mismo gobierno de Estados Unidos les dice que no vayan, que no vengan. Entonces hablan mucho de la inseguridad y de las muertes y de todo eso, y en otros lados pasa lo mismo, pero no sé por qué aquí hacen más alarde (promotor turístico, 35 años). Pues definitivamente no hay turismo, está solo, en la actualidad está solo el pueblo. No hay turismo, hace falta motivarlos para que ellos vengan, que se omitan noticias amarillistas de que hay delincuencia, realmente no hay, no la ves, no la puedes palpar, porque tú puedes andar en la noche en la madrugada caminando y no corres ningún riesgo, nada más publicidad amarilla la que se está haciendo (empleado de comercio, 30 años). La corrupción de las policías mexicanas está ligada a la inseguridad, y la población considera importantes ambos elementos para explicar el alejamiento del turista y la decadencia económica posterior de la actividad turística, así narra el problema una estadounidense radicada en Playas de Rosarito:

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[…] pero otra cosa que alejó, aparte la crisis y los narco, fue la corrupción, claro. La corrupción en serio, a mí me pararon también. Tengo un carro completamente americano y me pararon el primer año, me pararon, pero yo sabía lo que querían […] entonces yo les hablaba en inglés, no entendían nada, entonces se cansaban y me dejaban ir. En el imaginario social existe la percepción de que las policías son demasiado corruptas y responsables en parte de la crisis del turismo. La mayoría de los estadounidenses viajan a las ciudades fronterizas mexicanas en automóvil, esto es aprovechado por la policía para realizar actos de corrupción con cualquier pretexto, para pedir dinero a cambio de no infraccionar o imponer multas reales o ficticias. Pues yo pienso que para atraer el turismo necesita también la autoridad poner un poco de su parte, no acosar tanto al turismo porque es lo primero que hacen […] Nomás ven placas americanas y luego se van sobre de ellos, ¿qué es lo que está pasando? ‘horita de por sí está que la matazón aquí, que la matazón allá. Los que vienen de Estados Unidos dicen: no, ya no voy a Rosarito porque pasa esto y pasa esto otro. Entonces la gente no quiere venir por lo mismo, por más que uno trata de protegerlos, de guiarlos, de hacerles sentir que están bien, que están protegidos, que están en confianza, la gente no va a venir si les piden dinero. Necesitamos que venga el turismo porque de ellos son de lo que vivimos (ama de casa, 34 años). […] sí abusa mucho del turismo la policía, más cuando es turismo norteamericano. Los tratan mal, le quitan dinero, con la amenaza de que le quitan el carro. Pasas el sábado, el domingo y el carro ahí y eso no quieren. O si dejas que te detengan el carro, ya cuando vas ya no está como lo dejaste. Nosotros tenemos familiares que vienen del otro lado, y han tenido esas experiencias (empleada de farmacia, 35 años).

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La población considera que a la reciente crisis económica, la corrupción, la inseguridad y la violencia fronteriza se suman las trabas establecidas por el gobierno mexicano para combatir el blanqueo de dólares provenientes del narcotráfico, como las restricciones a los depósitos bancarios en dólares, compra y venta de moneda en casas de cambio, la no recepción de dólares en los establecimientos comerciales y hoteleros, entre otras. Además de las restricciones a la circulación del dólar están los obstáculos del Gobierno de Estados Unidos para la salida y entrada de vehículos en las aduanas, so pretexto de combatir al tráfico de drogas y a medidas contra el terrorismo. Estas dificultades se traducen en largas horas de espera en los puntos de cruce de Tijuana y, en general, de toda la frontera. Todos estos elementos han influido para que el turismo se encuentre en crisis. Uff, si sigue así, menos vienen y aparte con todas las reglas que están haciendo […] el dinero no lo cambian, no cambian el dinero, no se puede poner dinero en el banco, no se puede hacer esto, no se puede hacer lo otro. Dos horas pa’ venir ahora, antes por lo menos al entrar no hacían cola, ahora hasta pa’ entrar y pa’ salir […] ¿para qué vienen? En un día, si uno quiere venir, no le alcanza, tiene que quedarse a dormir, si no, no vale la pena, porque en un día que hace en llegar acá, ya es tiempo de irse otra vez […] (guardia de seguridad, 45 años). Es significativo que hoy en día la inseguridad y la violencia sean problemas que representen una amenazan seria para la actividad turística, y propicien la salida de los avecindados en Playas de Rosarito, ligada históricamente al turismo, donde la presencia del estadounidense es habitual, el dólar y el inglés son comunes en la vida cotidiana, las relaciones fronterizas establecidas entre naciones y culturas son vigorosas, e incluso que la costa de Baja California de manera paulatina se ha ido ocupando por el turismo de segundas residencias.

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[…] uno se siente mal, y no, uno no quiere irse […] después de tantos problemas, preocupado por esto, lo otro. Uno no quiere eso, no viene acá por eso, uno viene acá para estar tranquilo, porque es bonita, porque yo venía aquí antes de vacaciones, yo vivía en Estados Unidos, y me encantó y por eso me vine acá, pero ahora estoy tan […] me quiero ir, sí la verdad, porque venir de vacaciones es una cosa, pero vivir es otra, y no tendría que ser así. Tendría que ser la vida más fácil a la gente que quiere vivir acá porque son entradas fijas que se quedan acá, turismo o no turismo pero si lo tratan mal se van. La gente no quiere eso […] (estadounidense de 50 años, residente en Playas de Rosarito). Está la otra cara, la paradoja entre los habitantes de Playas de Rosarito es que algunos perciben un futuro mejor, son optimistas, creen que las cosas van a cambiar, y que los atractivos que la ciudad ofrece ayudarán. En cambio, otros perciben un futuro nada halagüeño, con más sombras que certezas. Pues pensamos que va a cambiar porque este es un buen lugar turístico, o sea tuvo un descarte muy fuerte en cuestión de turismo y de repente bajó mucho por todo lo que está sucediendo ahorita por la inseguridad. Pienso que si todo eso se normaliza otra vez, pues ya vamos a empezar a atraer el turismo que teníamos antes, eran camiones que venían todos los días a visitarnos, como están muy cerca de la frontera, pues el mismo día pueden ir y venir, venían cuatro, cinco camiones aquí y se desparramaban en el Hotel Rosarito, en la tiendas, en los restaurantes (administrador de hotel, 45 años). Rosarito no tiene mucho futuro, el futuro de Rosarito está muy lejano, no tiene para hacer garitas para Estados Unidos, les queda muy lejos, ningún empresario invierte. Aquí hay unas fábricas pero no le echan muchas ganas. Aquí lo único que tienen es el mar y una buena playa pero se lo va a comer Tijuana y Tecate porque están más cerca de Estados Unidos (taxista, 55 años).

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Conclusiones El imaginario social dominante, que se desprende de los relatos de turistas y habitantes de Puerto Peñasco y Playas de Rosarito, es que los lugares tradicionales se transformaron irremediablemente después del boom turístico, debido a la turistificación acelerada de los últimos años. En los relatos están presentes las imágenes que identifican a las ciudades en términos del deterioro de las relaciones sociales, ocasionado por el proceso de turistificación y, en fecha más reciente, por los problemas económicos y la inseguridad. También existe la representación que vincula al turismo con los cambios en las condiciones de vida de las ciudades y al aumento de las diferencias sociales, expresadas en mayor exclusión y otredad social. Puerto Peñasco y Playas de Rosarito comparten problemas urbanos y sociales, en ambas sobresale que el modelo de turismo, representado básicamente por el de segunda residencia, ha tenido efectos importantes en el tejido urbano. El urbanismo defensivo acrecienta las dificultades de accesibilidad y legibilidad e inhibe la creación de condiciones para la sustentabilidad, lo que favorece la segregación, al establecer barreras físicas a las distancias sociales. En las ciudades estudiadas se observa el caos urbano en la ordenación del territorio, pues está desarticulado y disperso; están divididas en dos, por un lado está la ciudad desarrollada del turismo y, por otro, la marginada; particularidad que fue resaltada ampliamente por los entrevistados de ambas. A la ampliación incesante de la oferta tematizada de ambientes hoteleros sobre el litoral y la estandarización defensiva de segundas residencias, que ocupan mucho territorio, le siguen los grandes espacios vacíos, en apariencia abandonados, o en espera de mejores condiciones económicas. En años recientes se incrementaron los proyectos inmobiliarios y hoteleros sobre el litoral, con ello creció la oferta disponible de cuartos y segundas residencias, pero la recesión y la crisis inmobiliaria de la economía estadounidense repercutieron irremediablemente en el sector turístico, ya que su dependencia del

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visitante de Estados Unidos ocasionó la paralización de los procesos de construcción de hoteles y segundas residencias. Los testimonios de los habitantes no dejan lugar a duda acerca del efecto de la crisis económica. El caos urbano se intensifica debido a la insuficiencia de recursos fiscales, que permitan a las ciudades construir infraestructura y equipamientos de calidad, esto obstaculiza la creación de una imagen atractiva para el turista. Y, como consecuencia, son comunes los rezagos en materia de servicios urbanos y espacios públicos. Lo paradójico es la creación de una ciudad fragmentada, por un lado está el desarrollo inmobiliario incesante frente al litoral y, por otro, una poco urbanizada. Puerto Peñasco y Playas de Rosarito se especializan en la actividad turística, pero con una imagen urbana poco atractiva tanto para el visitante como para el residente. El rápido crecimiento urbano y demográfico de las dos localidades fronterizas lastimó el tejido social, y creó un panorama poco optimista. Para las ciudades dedicadas al turismo, hacer comunidad resulta una empresa difícil entre las carencias y la desconfianza existente entre la población. Bibliografía Acevedo, Conrado. 2001. Rosarito. Ensayo monográfico. Fundación Acevedo, A.C. México. Borja, Jordi y Manuel Castells. 1988. Local y global. La gestión de las ciudades en la era de la información. Madrid: Organización de las Naciones Unidas y Taurus. Carmona, Rosaura y Olga Correa. 2008. Estructura territorial del turismo en el corredor Tijuana-Rosarito-Ensenada. Revista Teoría y Praxis 5. http://www.teoriaypraxis.uqroo.mx/doctos/Numero5/ Carmona.pdf (15 de abril de 2012).

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Imaginarios sociales del turismo

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Habitando las ciudades del turismo: estudio de caso de dos ciudades del turismo de sol y playa a partir de los imaginarios

Glenda Bethina Yanes Ordiales*

En este trabajo se presentan las conclusiones del estudio de caso de 1

dos ciudades del turismo de sol y playa: Puerto Peñasco, Sonora, fundada hace menos de cien años, enclavada en el noroeste mexicano, y Roses, asentamiento milenario, ubicado en la Costa Brava española. Ante las aparentes diferencias, ambas comparten la condición fronteriza, y ofrecen sol y playa; son receptoras de inmigrantes en busca de empleo en los servicios, comercio o industria de la construcción, derivada de la actividad turística; en ellas también se configuran amplias colonias de segundas residencias. En el texto se exponen, mediante el estudio de los imaginarios y de los itinerarios cotidianos, las distintas formas de habitar estas localidades. Para develar a la ciudad habitada fue imprescindible analizar a la ciudad imaginada: la que provee sueños y expectativas, la que se asienta en la memoria y a la que sus habitantes describen y dibujan. Los principales instrumentos para lograrlo fueron la entrevista semiestructurada y el análisis de croquis de recorridos. Este artículo se compone de cuatro apartados; en el primero se resumen los referentes teóricos y el método de aproximación al es* Profesora de arquitectura y diseño en la Universidad del Valle de México, campus Hermosillo. Correo electrónico: [email protected] 1 Este documento recupera, de manera parcial, conclusiones de varios capítulos de la tesis doctoral Imaginarios e itinerarios turísticos: un estudio de la morfogénesis y los relatos arquitectónicos en Puerto Peñasco, Sonora y Roses, Girona (Yanes Ordiales 2011).

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tudio, luego se exponen los dos casos analizados; en el tercero, denominado Entre el relato, el recuento y la construcción de la ciudad simbólica, se sintetizan los tipos de ciudad y los atributos con los cuales los residentes las han descrito y, por último, se presentan las conclusiones generales. Marco teórico y método de aproximación al estudio Como punto de partida se deben señalar las condiciones generales de la mayoría de las ciudades del turismo contemporáneo. En primer lugar, éstas se enfrentan a una serie de contradicciones y ambivalencias, y tienen que elegir entre: a) lo global y lo local; b) la homogeneización y la conservación de la memoria colectiva; c) el consumo y la cultura; d) la disyuntiva de cifrar todas las expectativas de desarrollo económico en el sector de los servicios y la posibilidad de una transformación productiva sostenible y e) la situación en la cual la afluencia de turistas e inmigrantes prevalece en una misma localidad (Augé 1998a; Montaner y Muxí 2011). Las consecuencias son la dualización urbana y social (unos tienen derecho al ocio y al turismo, otros a empleos precarios o estacionales); la conformación de ínsulas de segundas residencias y de anillos de miseria en las periferias; el desplazamiento de la comunidad local, para dar lugar a sitios de disfrute exclusivo para el turista; la tematización; la ocupación de zonas naturales protegidas; la sustitución de la arquitectura local y adecuada al medio natural, por otra que responde al gusto del promotor inmobiliario y del turista, entre otras más (Enríquez 2011; Méndez 2007; Montaner y Muxí 2011, 143-155). Elementos teóricos para el análisis El marco teórico más general de este trabajo es el de los imaginarios, que funcionan como un marco de referencia, a través del cual

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Habitando las ciudades del turismo

las personas interpretan la cotidianidad. Los imaginarios subyacen a las creencias, valoraciones, normas, expectativas y prefiguraciones sobre otras personas, sobre nosotros mismos, sobre un lugar, suceso o época determinada. Su construcción conlleva un proceso multidimensional y constante, en el cual las personas aportan de manera individual, a la vez que retoman del imaginario colectivo, que es común para un grupo social, y es la realidad interpretada (Colombo 1993; Castoriadis 1993) o el imaginario efectivo. La construcción de los imaginarios implica entretejer significados de experiencias e imágenes para recrear una realidad y objetos nuevos, es decir, como parte de este proceso constructivo se generan visiones que representan lo “real posible” y que nos acercan a una imagen de lo deseable o, como contrapunto, de lo indeseable, el prejuicio o el estereotipo (Rojas Mix 2006). En este trabajo resulta útil una aproximación desde los imaginarios, en tanto ha permitido acceder a lo que Augé (1998b, 128) ha denominado los tres polos del imaginario: el colectivo (los mitos); el individual (los sueños y los deseos) y el de creación-ficción (los objetos y las obras). De manera particular, en este trabajo interesa exponer las percepciones que los habitantes de dos ciudades del turismo de sol y playa tienen sobre su habitar cotidiano. Aquí se prefirió el concepto de habitabilidad, más cercano al de calidad de vida en los términos definidos por Rueda (1996), y lejos de las interpretaciones y estudios que abordan la habitabilidad del entorno urbano a partir de indicadores cuantitativos como la calidad sanitaria (dimensión salud y servicios esenciales), la calidad de la vivienda (dimensión habitacional), la movilidad urbana (dimensión accesibilidad), el nivel de instrucción (dimensión educación), las necesidades básicas insatisfechas (dimensión pobreza), la higiene urbana y exposición a impactos ambientales (dimensión ambiental) o bien, en función de los ingresos de diversos grupos sociales, como se puede ver en Jordán y Martínez (2009) y Zulaica y Celemín (2008). Es decir, que la percepción de lo que es habitable o vividero (Montaner y Muxí 2011, 139) depende de la concepción ideológica, de un sistema de valores y de experien-

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cias de vida interpretadas por las personas, es decir, de uno o varios imaginarios. La percepción sobre el habitar urbano es más una evaluación que provoca un sentimiento, una emoción y que depende de “la calidad de la vivencia que de la vida tienen los sujetos” (Rueda 1996, 30). Como medio para aprehender la vivencia, y relacionarla con el espacio físico de la ciudad, se analizó el itinerario cotidiano experimentado por los residentes. La elección de éste, como instrumento, nació de la noción de lugar, entendido como un sitio significativo, cargado de simbolismo porque es histórico, relacional (construido para y desde las personas) e identificable, porque ha sido apropiado y aprehendido desde la experiencia (Augé 2005 y 2007). El lugar es entonces un sitio donde se establecen relaciones sociales, y que es reconocido por quienes han tenido un vínculo vivencial con él. Es por ello que el recorrido o el itinerario cotidiano fue el medio para identificar tanto lugares como intersticios. Esta última noción remite a su vez a dos cuestiones; al espacio vacío entre lugares o áreas deterioradas, en las que no se establecen relaciones sociales (Méndez 2008); y al espacio entre dos tipos de montajes,2 idea extrapolada de los análisis cinematográficos. El intersticio es el pliegue que permite el desencadenamiento de imágenes mentales, es decir, el desenvolvimiento y el flujo de significados atribuidos a un objeto, una persona, un suceso o época específica (Amiel 2005, Deleuze 2004; Méndez 2008; Yanes Ordiales 2011). A la noción de intersticio se contrapone la de meseta, que se refiere al espacio/objeto legible, que encadena (a la vez que separa) distintas partes del montaje urbano (Deleuze 2004 y Méndez 2008).

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Amiel (2005) señala que el montaje debiera llamarse desglose, ya que el armado de secuencias responde a una articulación interna y no de un principio de fragmentación. Este autor identifica tres tipos de montajes: a) narrativo, cuando su arreglo contribuya “a contar historias”; b) discursivo, cuando establezca relaciones de sentido y c) de correspondencias, cuando provoque emociones puntuales.

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Métodos y técnicas de recopilación de información3 Para obtener información acerca de las expectativas, deseos y percepciones de la ciudad, de los residentes y los turistas, es decir, para conocer a la ciudad y a las personas imaginadas, se utilizaron los métodos e instrumentos siguientes: a) entrevistas semiestructuradas a residentes, algunos de los cuales eran turistas extranjeros con segundas residencias en la ciudad, a promotores inmobiliarios y funcionarios públicos y b) revisión de páginas electrónicas personales de turistas o de asociaciones vecinales. Para identificar el recorrido o itinerario cotidiano, así como los lugares, emblemas o singularidades, mesetas e intersticios, se emplearon: a) entrevistas semiestructuradas; b) análisis del croquis mental de recorridos de turistas y residentes; c) el instrumento Selección de la imagen más representativa de la ciudad; d) revisión de relatos y fotografías en páginas personales de turistas o de asociaciones vecinales y e) levantamiento fotográfico de la ciudad turística (núcleo urbano de servicios, franja costera, ínsulas urbanas y periferias). Las pruebas piloto se llevaron a cabo en Puerto Peñasco en septiembre de 2007; se realizaron ocho entrevistas, que incluyeron informantes memoriosos (adultos mayores, historiadores o cronistas), promotores (inmobiliarios o gestores públicos) y residentes (locales y extranjeros). La aplicación del formato definitivo se hizo en enero de 2009, para Puerto Peñasco, y en noviembre de 2008 y junio de 2009, para Roses. Se procesaron 34 entrevistas, que se ajustaban al formato definitivo para Roses, y 31 para Puerto Peñasco. Se le solicitó al informante que dibujara su croquis de recorridos. Sin embargo, puesto que la comunicación entre el aplicador y el entrevistado fue verbal, muchos de estos croquis son demasiado sintéticos. Es decir, suelen conformarse por líneas y puntos y, por lo regular, sólo pueden 3

En Yanes Ordiales (2011) se aplicaron varios instrumentos para el análisis del relato y montaje urbano, así como para el de códigos y formas arquitectónicas. En este artículo sólo se mencionan los que fueron útiles para exponer las percepciones y maneras de habitar las ciudades de estudio.

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interpretarse si de manera paralela se hace la lectura de la trascripción o se escucha la grabación de la entrevista. En contraste, en los croquis de recorridos obtenidos, de las encuestas a niños y jóvenes, abundan los elementos que señalan las singularidades del lugar. Aquí, el procedimiento consistió en proporcionar el formulario por escrito. Se abordó a los estudiantes en el aula, previa solicitud y presentación por parte del profesor (en la mayoría de los casos). El informante no interactuaría verbalmente con el aplicador, salvo cuando tuviera alguna duda. Tanto el cuestionario como el croquis de recorridos para seleccionar la imagen más representativa de Puerto Peñasco / Roses fueron aplicados a los grupos de niños y jóvenes, de entre 11 y 22 años. Las imágenes mostradas fueron postales adquiridas en comercios de la localidad: diez para Puerto Peñasco y ocho para Roses, que respondieron a la búsqueda de diversidad de elementos representativos. Algunos encuestados incluyeron un dibujo propio de lo que, a su parecer, era la imagen más representativa de la ciudad. Dos ciudades del turismo de sol y playa: Roses, Girona, y Puerto Peñasco, Sonora Roses La región conocida como la Costa Brava española se extiende a lo largo de 215 kilómetros de litoral, en la porción noreste del país. Comprende el sector costero septentrional de Cataluña, en la frontera franco-española, y ocupa las zonas marítimas de las comarcas del Alto y del Bajo Ampurdán, así como de La Selva. Se trata de una costa articulada por varios sistemas montañosos. El paisaje general es de acantilados abruptos y de pequeñas bahías, a las que sólo se puede acceder por vía marítima. El clima, la luminosidad y la transparencia visual, producto de la tramontana, sumados al contraste de olivares y pinos, convirtieron a la Costa Brava en sitio frecuentado

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desde finales del siglo xix. Sin embargo, estas visitas estivales no despuntaron en turismo de masas sino hasta la década de 1950, en parte como consecuencia de los planes de desarrollo que promovían la construcción de hoteles y de grandes urbanizaciones para segundas residencias. En consecuencia, a mediados del siglo xx la zona se vio inmersa en un primer periodo de turistificación. El segundo boom turístico tuvo lugar veinte años después y, a partir de entonces, el territorio costero ha sido ocupado en forma agresiva, con una tendencia a la urbanización desmesurada, aunque frenada en la última década por los planes de ordenación territorial4 (Rodríguez Chumillas, 2008). En dicho lapso, Roses aumentó en dos terceras partes su población, de 12 726 residentes en 2001, a 20 379, en 2009,5 y en la actualidad crece hasta alcanzar cerca de los 100 mil habitantes,6 en la época estival. Tanto esta variación estacional, como el abrupto crecimiento de la población fija han hecho sentir su efecto sobre el suelo urbano; así, 70.1 por ciento de las edificaciones rosincas tienen carácter residencial, y tres cuartas partes de ellas son segundas casas, de las cuales, a su vez, casi una tercera parte fueron construidas después del año 2000 (Ministerio de Fomento 2011). Por otro lado, se trata de una localidad multicultural, donde 62.86 por ciento de los residentes son españoles y el resto pertenecen a 81 nacionalidades distintas, aunque la mayoría son marroquíes (11.86) y franceses (7.28). Este conjunto de variables le otorgan a Roses la singularidad de contar con una base de niños muy amplia (debido al índice de natalidad marroquí), a la vez que la quinta parte de la población es mayor de 65 años (Instituto Nacional de Estadística 2009).

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El Plan Territorial del Ampurdán ha buscado detener la proliferación de las segundas residencias, promover el turismo rural y la revalorización del espacio natural. 5 Instituto Nacional de Estadística, 2002. http://www.ine.es/jaxi/tabla.do y censo 2009 (consultado en las oficinas del Ayuntamiento de Roses, en junio de 2009). 6 Dato mencionado por la alcaldesa Magdalenda Casamitjana, en entrevista realizada en Roses, Girona, el 30 de enero de 2009.

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Como contraparte, la demanda de educación básica, aunque proporcional al número de alumnos, afronta el reto de atender a una gran cantidad de niños de habla francesa o árabe. Además, Roses, como muchas otras ciudades turísticas, es receptora de migración interna. Una buena parte del alumnado de la localidad proviene de Andalucía o Extremadura; son hijos de trabajadores de la industria de la construcción o comerciantes que sólo laboran en el verano, o que recorren con sus familias las costas en busca de empleos temporales. Es lo que Juan, docente de instituto de educación primaria llama el “síndrome del yesero”: “Un yesero es una persona que coge, se tira una semana aquí trabajando a destajo, dos semanas en otro la’o, tres semanas en otro la’o, viene aquí tres semanas y se trae al hijo […], son chavales que no están en ningún sitio arraigados, a lo mejor miras en su expediente y vienen de ocho centros diferentes en cuatro años” (Juan es un nombre ficticio, entrevistado en Roses, en enero de 2009). En este transitar de puerto pesquero a ciudad turística, las opiniones son encontradas; hay quienes consideran complicado (vivir, habitar ahí). Ana dijo: “Me gustaba más cuando era un pueblecito, que ahora hemos pasado los veinte mil y somos una ciudad […] ahora hasta el invierno es más difícil. Ahora es muy difícil” (presidenta de la comunidad extranjera francófona de Mas Fumats, entrevistada en Roses en noviembre de 2008; Ana es un nombre ficticio). O, los comentarios de quienes ven transformaciones muy positivas, y que de manera entusiasta y con orgullo destacan el nuevo puerto deportivo o la implementación de programas como el Plan de Barrios, que comenzó en 2011. También son frecuentes las advertencias de quienes, con asombro, han visto a su pueblo superado de tal modo, que no reconocen a las urbanizaciones separadas del tejido urbano compacto, como parte de su ciudad: “Y poco a poco me he ido cambiando el chip, me he dicho: ‘aquello también es Roses tú’, señaló el regidor de servicios territoriales de Roses, al referirse a las “urbanizaciones que están fuera […] Mas Fumat, Mas Boscá, Santa Margarita”. Y concluyó: “Yo he nacido en el casco urbano, he vivido en

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el casco urbano y tengo más una visión de casco urbano que poco a poco me la he tenido que ir corrigiendo para ver que el territorio de Roses es inmenso”. En la zona de montañas, que se extiende casi desde la bahía hasta la parte posterior del casco viejo, se ubican los sectores de segundas residencias. Estas urbanizaciones fueron promovidas durante las décadas de los años sesenta y setenta por turistas franceses, alemanes y barceloneses, que deseaban un lugar asequible económicamente, y alejado de la bulliciosa Santa Margarita. Vale comentar que ésta sintetiza uno de los modelos de ocupación más agresivos de la costa catalana. Desde finales de la década de 1950 sus kilómetros de canales artificiales se abren paso sobre una antigua zona de marismas. Esta urbanización, como cualquiera de las mencionadas, cuenta con una asociación de vecinos, que participa activamente en las decisiones que pudieran tomarse sobre su entorno urbano. La asociación cuenta con el sitio electrónico Empordà Digital, que funciona a modo de foro y noticiero, donde se recuperan entradas desde 2002. El espacio se utiliza para convocar a reuniones, publicar noticias locales o establecer acuerdos internos. Destacan las entradas de 2006, en las que con tinte político, se citaba a la ex alcaldesa Magda Catsamijana (2007-2011), quien comentaba que Santa Margarita se había visto muy desfavorecida al quedarse sin áreas verdes, ni equipamientos, que había reducido su vocación urbana, para convertirse en una de segundas residencias.7 Muchas de las notas publicadas en este medio denotan inconformidad por parte de los avecindados, ya sea por la calidad o escasez de los equipamientos, por la falta de mantenimiento de los canales, porque se ha aprobado un cobro por el uso de los amarres o bien porque existe la posibilidad de que parte de los lotes sean afectados por la Ley de Costas Española, la cual señala una afectación de seis metros

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Nota recuperada del Diario de Girona, y reproducida en Empordá Digital del 12 de diciembre de 2006. http://www.empordadigital.com/roses/santamargarita/default.as p?pg=59&ia=castellano&men=menu1 (2 de agosto de 2011).

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en el litoral de los canales.8 El discurso generalizado en estas publicaciones es doble: por un lado se espera mantener la propiedad y el disfrute privado del canal, pero se reclama el escaso mantenimiento, y se busca eludir la cuota por el uso de amarres. Doble también es el discurso en el cual se exige que los equipamientos de la urbanización sean semejantes a los del centro rosinco, pero se espera que al obtener equipamientos y áreas verdes de calidad ya no sea necesario “desplazarse a Roses”. En las entrevistas aplicadas, de 2007 a 2009, a residentes rosincos de distintos sectores urbanos, la mayoría coincidió en que Santa Margarita está dentro de Roses. Sin embargo, al encontrarse fuera del recorrido cotidiano, la urbanización se omite del mapa mental. Entre los muchachos de 15 y 17 años, que dibujaron un recorrido para mostrar a un amigo que viene de visita, sólo cinco de 41 consideraron al sitio en su croquis. Y de las ocho imágenes que se les mostraron, para que escogieran la que mejor les representara a Roses, la postal fotográfica de Santa Margarita fue la única que no se eligió. Lo mismo que en el caso rocaportense, en Roses la segregación y la fractura urbanas responden a medidas para favorecer al turismo, aunque en realidad se tomaron entre los años cincuenta y setenta. La forma de la villa, ya desde finales del siglo xix por sí misma, respondía a una zonificación de usos: la ciudadela y el barrio central o de servicios, la del ensanche –por detrás de la ciudadela–, donde se llevaban a cabo las actividades agrícolas, y la zona del puerto y de casas de pescadores (Parada 2005). Desde antes de la incursión turística a Roses, la villa se organizó de manera un tanto segregada, pero aún abarcable para casi cualquier residente. Las rieras, ahora en su mayoría cubiertas, favorecieron estas fracturas. Hoy en día las zonas de la ciudadela y del casco viejo, parte del ensanche y el puerto, forman el núcleo compacto y centro urbano de servicios rosinco. La parte 8



Según la Generalitat de Catalunya y la Ley de Costas Española (1969), tanto el agua de los canales como una afectación de seis metros en los linderos de los mismos son propiedad pública. De manera que a gran parte de los lotes en Santa Margarita les perjudica esta disposición.

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posterior y oriental de las murallas de la ciudadela se ha convertido en un intersticio urbano, que alberga a un grupo de inmigrantes magrebíes y de jóvenes desempleados atraídos hace un par de años por el trabajo en la industria de la construcción o de servicios turísticos. Los muros desvanecidos de la ciudadela se alzan sobre una meseta, es decir, favorecen la lectura de la ciudad-villa fragmentada. La ruptura, el intersticio histórico de su perímetro, el cual separaba por un lado la villa y por su parte posterior a los olivares y viñedos, cobra valor para el residente, quien puede relacionarlo con sucesos históricos asentados en la memoria colectiva, como el bombardeo de El Canarias, mas no para el visitante de paso o esporádico. La condición ambigua –de meseta para el residente, de vacío para el visitante poco interesado en la historia local– se acentúa a través del espacio degradado en los perímetros de la ciudadela. El intersticio es evidente: a un costado, cerca de la oficina del correo, se concentra la mayor población de inmigrantes magrebíes. Los pequeños callejones y bloques de departamentos, con banquetas angostas y en mal estado, favorecen la vida dentro de los hogares formando una pequeña isla en la villa. Y, a pesar de que no existen señalamientos que prohíban el ingreso a locales de la zona, es evidente que éstos no están destinados a turistas, quizá ni siquiera a mujeres o niños. De manera general, la zona es percibida como aislada o segregada por parte de los residentes: Bueno, quiero decirte que en Roses, de entrada diría que no hay guetos hee. Pero sí que hay quizá alguna zona diferenciada en donde está la población […] sobrevivida, ésta inmigrante, ¿no?, por ahí por el matadero. Quizás, pero poco hee, porque son gente que se han integrado bien aquí hee. No un gueto y esto, no. Pero sí que hay quizá esa zona del pueblo […] he, he hay más habitantes […] isolados (residente rosinco, Roses, noviembre de 2008). Por otro lado, la alcaldesa señala que esta zona es la más desagradable de la ciudad, no por ser residencia de inmigrantes, sino porque

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las calles estrechas y las plazoletas vacías sirven “de conglomerados de personas jóvenes, de más de 16 años, que no tienen trabajo [... lo que genera] sensación de ‘yo por aquí no paso’ […], haremos una limpieza, pero esta gente se desplaza a otro sitio. Entonces, tienes un pequeño núcleo ocupado por personas que no quieren hacer nada, es cuando tienes miedo” (entrevistada en Roses, en enero de 2009). Hay residentes que opinan algo similar con respecto a los lugares por los que sería mejor no transitar; “por la zona de correos, podrías verla aquí [se abre un mapa] sí, bueno, pues bueno, sí pues podría ser esta zona de aquí, que bueno mmh, sí supongo que la gente, si se puede evitar de pasar por aquí, pues se evita pasar” (residente memorioso, pescador rosinco, Roses, noviembre de 2008). En resumidas cuentas, Roses enfrenta la bipolaridad de un pueblo grande o de una ciudad pequeña, apenas suficiente en servicios e infraestructura durante los meses que rondan el invierno, pero que se desborda en visitantes durante los meses cálidos. El centro urbano se colapsa, se satura y entorpece el tránsito peatonal, sobre todo, el de personas con dificultades de movilidad como los adultos mayores,9 muchos de los cuales prefieren mantenerse a distancia del bullicio en las urbanizaciones elevadas y alejadas del compacto tejido central. El aumento de población en la época de estivo, tanto como de la flotante desocupada en los meses de invierno, acentúan en el residente rosinco local la percepción de ciudad pequeña, pero no tan segura como un pueblo. Puerto Peñasco El mar de Cortés destaca en el mundo por sus cualidades como sistema natural, como por su cercanía a la frontera con Estados Unidos, lo cual lo convierte en un punto estratégico para el desarrollo de

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En Roses no existe un hospital general ni clínica de especialidades geriátricas. Estos son los dos equipamientos que, según el sentir de los informantes rosincos, son los más urgentes y necesarios.

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proyectos turísticos. Puerto Peñasco, con sus 110 km de litoral en el desierto de Altar, se ubica en la porción noroeste de Sonora, a 100 km de la frontera; comparte con Roses la cualidad de ser una ciudad donde la segregación física y social responde al diseño de una ciudad hecha para el turismo. El origen de Puerto Peñasco es dual; por un lado están las inmigraciones estacionales de pescadores provenientes de otras regiones del Pacífico mexicano y, por otro, las visitas de estadounidenses atraídos por la pesca deportiva. Lo cierto es que entre las primeras obras de infraestructura destacan la carretera a Sonoyta, con miras a incentivar los traslados entre Rocky Point y la frontera con Estados Unidos. En la forma urbana fragmentada rocaportense se identifican: a) el núcleo original y compacto alrededor del cerro La Ballena; b) la ocupación litoral de segundas residencias, condominios y hoteles; c) el centro urbano de servicios y d) la ocupación del estero La Pinta, por el complejo La Jolla de Cortés (Mayan Palace Resorts). Salvo el sector del núcleo original, en el cual se localiza la dársena pesquera, el resto de los accesos al frente marítimo está ocupado por segundas residencias y complejos destinados al alojamiento turístico. Incluso el puerto pesquero fue “recortado”, para liberar espacio que ubicaría a los amarres de yates de visitantes, como consecuencia la población de pescadores fue desplazada. Detrás de la franja de ocupación litoral se extiende un espacio baldío, quizá en espera de que los terrenos aumenten su valor. Luego, en las periferias del centro urbano de servicios se han creado asentamientos precarios –invasiones– carentes de la infraestructura básica de agua, drenaje, energía eléctrica o pavimentación. Algunos de ellos se ubican contiguos al depósito de desechos sólidos o de la laguna de desecación, a donde desembocan las aguas negras de la ciudad. Por último, los esteros –legalmente protegidos– se han puesto a la venta. Sobre La Pinta se construye el resort La Jolla del Mar de Cortés, conocido en la localidad como el Mayan. En síntesis, las soluciones urbanas rocaportenses de las últimas dos décadas evidencian y acentúan la segregación social.

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Además de la visible condición de segregación en ambos casos estudiados, hay que diferenciar algunas de las soluciones urbanas y arquitectónicas identificadas. En Puerto Peñasco, la segregación social se acentúa de manera dramática ante las condiciones deplorables en las que se ubican algunos de los asentamientos periféricos. En el centro urbano de servicios y en las urbanizaciones costeras de segundas residencias es común el modelo de fraccionamiento cerrado, con control de acceso y perímetro bardeado. Es probable que esta solución remita al sentir generalizado de aumento de inseguridad, expresado por los residentes entrevistados. La gran mayoría señala con facilidad zonas de la ciudad por las que no se atrevería a transitar, al menos de noche. Para algunos, la barda y el control de acceso ofrece la percepción de seguridad y dominio sobre su entorno inmediato. Quizá, y esto sólo se puede mencionar a manera de suposición, también brinda seguridad la homogeneidad social que espera encontrarse dentro de un fraccionamiento cerrado, pues varios entrevistados manifestaron que una peculiaridad de Puerto Peñasco es que “cualquiera” puede ser tu vecino. Y, entre las características de su casa ideal, agregan que los vecinos limpien el frente de su propiedad, que no se escuchen sus peleas y que puedan llevarse bien con ellos. Luego, uno atinó a decir sobre el barrio donde le gustaría que estuviera su casa: “Pues tranquilo si fuera cerrado, pues mejor ¿no?” Pero la restricción de accesos se torna alarmante, cuando lo que se limita a la población local es el disfrute de la playa. A pesar de que en la Constitución de México las playas están consideradas como propiedad federal, éstas se encuentran en algunos casos concesionadas a grupos hoteleros. Y, aun cuando no sea así, es común que la única entrada sea a través de un hotel, un desarrollo condominal o un fraccionamiento de segundas residencias. En la práctica, de manera legal o no, las playas rocaportenses se han privatizado. Todos los residentes entrevistados señalaron a la playa como una zona restringida en la ciudad. Para dos vendedoras ambulantes de artesanía, esto representa un problema mayor, pues no se trata de una limitación a sus actividades recreativas, sino a su lugar de trabajo.

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En Puerto Peñasco, la barda y el control de acceso –como en Sandy Beach– contrapuestos a las zonas urbanas degradadas –como los cinturones de miseria en las periferias o los asentamientos a lo largo de las vías del ferrocarril– generan un intersticio que desencadena interpretaciones que van de la mano con la seguridad, la exclusión y el estatus (no todos pueden acceder, ni siquiera visualmente a la playa). No hace falta que el visitante conozca datos estadísticos sobre los índices de criminalidad, ni que se detenga a pensar si los condominios están deshabitados la mayor parte del año, pues la yuxtaposición de imágenes evidencia una amplia brecha entre los que poseen y los que no. Por si el montaje (visual) no fuera suficiente, éste se corresponde y refuerza su sentido en los desplegados emitidos por agencias gubernamentales estadounidenses que les solicitan constantemente a sus ciudadanos extremar precauciones durante sus viajes a México. En el caso rosinco, fuera de las limitaciones de accesibilidad por las malas condiciones de banquetas, la topografía o las distancias excesivas para andar a pie, no son evidentes las restricciones para recorrer áreas urbanas o turísticas. Se pudo identificar un par de ingresos con caseta de control, pero estaba desocupada; uno fue a un bloque de departamentos y el otro el que divide a los puertos deportivo y pesquero, que tiene cámara de seguridad. En este sentido, a pesar de que existe una zona relativamente degradada en la parte posterior y oriental de la ciudadela, no es obvia la aprehensión de imágenes antagónicas que remitan a la polarización social, como en el caso rocaportense. Los inmigrantes en condiciones menos favorables, que aún no se integran en la actividad laboral a la comunidad rosinca, se refugian en el casco viejo que, no está de más decir, se encuentra en rehabilitación a través del Plan de Barrios de Roses. Además, los grupos de inmigrantes mayoritarios, sean de origen francés, alemán o magrebí, cuentan con asociaciones bien afianzadas en la comunidad local. De modo que los magrebíes o africanos, que son los que suelen estar en condiciones más adversas, pueden echar mano del capital social de estas asociaciones. Es paradójico que esta misma

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cohesión social dentro de los grupos de inmigrantes rosincos haya favorecido la segregación urbana.10 En contraste, en el caso rocaportense los inmigrantes en condiciones más desfavorables tienden a asentarse en áreas periféricas y sin servicios básicos. La organización o la cohesión en estos grupos no suele generarse desde dentro de ellos, sino que es común que alguien los ubique en terrenos privados, con la intención de que sean expropiados, para obtener un beneficio económico:11 “Hay mucha invasión. Hay muchos invasores, unos por costumbre, por mañosos, porque se unen. Tienen uniones para hacer lo mismo y sabiendo que son terrenos de propietarios van y los invaden y después piden que se les regularice. Yo sueño con ver una ciudad plenamente legalizada en la posesión, ¿verdad? y en la propiedad” (abogado residente de Puerto Peñasco, entrevistado en enero de 2009). La falta de cohesión dentro de estos grupos de inmigrantes supone un perjuicio para su calidad de vida; les dificulta la gestión de servicios básicos, y debilita su seguridad ontológica. Juana es vendedora ambulante, originaria de Oaxaca, hace muchos años que reside en Puerto Peñasco, pero no mantiene una relación cercana con sus vecinos. A veces le ha dado miedo salir a trabajar o a pasear por el centro: “No, yo de mi parte no he ido a ninguna parte. […] Yo he vivido aquí porque me da miedo dejar mi casita sola, porque como tengo mis 10

En las entrevistas a regidores y a la alcaldesa de Roses se externó que en ocasiones resultaba difícil trabajar con algunos grupos de inmigrantes, pues se mantenían herméticos y poco participativos durante las reuniones convocadas por la alcaldía. En contraste, otros aprovechaban su fuerte cohesión interna para organizar sus demandas al municipio. En general, los inmigrantes de segundas residencias se ubican en Santa Margarita, Mas Fumats, Mas Boscà o Mas Matas; mientras que trabajadores, como los magrebíes, lo hacen en el casco viejo. 11 La ocupación ilegal de predios es una práctica común en Puerto Peñasco; representa una problemática urbana y social seria. Este regidor rocaportense comenta: “En la zona también donde hay problemas de agua, en esta zona de aquí, acá ni se diga, son zonas que no tienen ningún servicio, Nuevo Peñasco, sí son zonas de invasiones, de plano ¿no? Sí va a haber que implementar algún proyecto, de desaladora de agua y del cuidado del agua también.” Entrevista a regidores, en la sala de Cabildo, Puerto Peñasco, septiembre de 2007.

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cositas, y a mí me da miedo dejarlo porque este material, cualquier persona me puede abrir y me pueden sacarme mis cositas que tengo y por eso no puedo salir a ninguna parte y ojalá que el gobierno me pueda apoyarme para algo y yo a lo mejor puedo salirme (entrevistada en Puerto Peñasco, en enero de 2009). Así, la barda y el control de acceso rocaportense se ven justificados por el sentir generalizado de aumento de criminalidad y por la condición de carestía de los otros –los desempleados, los policías a quienes no se les paga un buen suelo, los que viven en las invasiones–, que es percibida como un motivo para cometer actos delictivos. Entonces, la venta de exclusión cobra sentido para el turista y para el propio residente. En el aspecto visual, el relato urbano de los sectores de segundas residencias rosincas se percibe homogéneo. No son evidentes las imágenes para contrastar: existe la barda, pero no así una zona precaria o muy vandalizada. Al escuchar de viva voz de los residentes la situación de “oportunidad” delictiva o de vulnerabilidad –adultos mayores, viviendas desocupadas la mayor parte del año– es cuando la barda se asume como necesaria. Y, en este sentido, comparte similitud con el caso rocaportense: el otro, que bien puede ser un desempleado o un aprovechado de la situación, mina la seguridad ontológica de los residentes de las urbanizaciones de segunda casa. Entre el relato, el recuento y la construcción de la ciudad simbólica

El caso del Bulli –elegido como uno de los mejores restaurantes del mundo en 2009– es imaginado como un emblema para visitantes y promotores de la ciudad turística, no así para los residentes rosincos, que encuentra un paralelo con el del Mayan Palace, de Puerto Peñasco, que fue referencia constante en las entrevistas de promotores y pocas veces en las de otras personas. Luego, en el ejercicio donde se solicitó a 41 estudiantes de entre 14 y 15 años de edad que trazaran el recorrido más interesante para mostrar a un turista, nunca se incluyó

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al Mayan Palace. Y en la selección de imágenes representativas sólo se eligió cuatro veces. Esto conduce a la noción de que la construcción de la ciudad imaginaria se hace, sobre todo, a partir de la experiencia y de la vida cotidiana. Por eso, tanto en el caso rosinco como rocaportense, los recorridos se concentran en mostrar lugares dentro de los límites de su ciudad habitada. No sólo se hace énfasis en señalar objetos o zonas emblemáticas de la ciudad turística (paseos, playa, hoteles, ruinas, parques naturales y los puntos desde donde “se hacen buenas fotos”), sino que se incluyen lugares de equipamiento urbano (como plazas, escuelas, la biblioteca o la alberca municipal de Roses) y otros como la casa propia o la del vecino, la ferretería del amigo y hasta el centro de salud. En algunas ocasiones hasta se indicó si el recorrido debía realizarse en automóvil, a pie o en bicicleta. “¿Y dónde hospedarías al amigo que viene a visitarte?”, le preguntó uno de los muchachos rocaportenses a su compañero de clase, “Pues en la casa”. Otro más contestó: “En el hotel donde trabaja mi mamá”, y el compañero respondió: “¡No es cierto!, tú ni has entrado ahí”. Y quizá sean pocos los muchachos de este grupo que conocen el interior de los hoteles de Puerto Peñasco, pero todos han respondido en el cuestionario que hospedarían al visitante en la zona hotelera, la mayoría dio dos o tres opciones; el deseo –el imaginario individual– se superpone a la experiencia. La ciudad del turista y la del residente son diferentes. Ambas se construyen a través de la experiencia, que va desde la vivida físicamente hasta el viaje imaginario emprendido a través de los relatos de otros turistas, profesores, vecinos, promotores, etcétera. Es decir, en la construcción de cada una de estas ciudades memoria se ven sobrepuestas la ciudad encuentro –donde te relacionas con los otros– y la ciudad ficción –la que provee deseos, expectativas e imágenes para llevar– (Augé 1998b). De ahí que los lugares valorados por turistas y residentes no necesariamente sean los mismos o, dicho de otra forma, que las ciudades descritas por unos y otros no sean las mismas. De manera específica, la ciudad ficción se ve influida por los mitos, que pueden ser de origen, y dar pie a la formación de emblemas

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como la ciudadela, el puerto de Roses o la supuesta destilería clandestina de Al Capone, en Puerto Peñasco. O bien, puede tratarse de mitos del futuro, es decir, los que refieren a la ciudad que se piensa será. Cabe destacar que aún cuando el mito emerge del imaginario colectivo, la experiencia vivida repercute en el mito del futuro. Por eso son tan comunes las expresiones: Puerto Peñasco “será como Cancún o Los Cabos” o “un punto de nivel internacional”, cuando se les cuestiona a promotores, abogados, profesores y a todos los que consideran haberse beneficiado con el auge turístico o bien, que se sienten seguros y estables económicamente. Mientras que para otros grupos en condiciones desfavorables el futuro “va a ser mejor, pero para mí yo siento que va a estar igual. Igual o peor. […] Nomás sueñas y no hay nada en el futuro” (Carmen, vendedora ambulante, inmigrante oaxaqueña, entrevistada en Puerto Peñasco, en enero de 2009), o bien, “imagino que no haya violaciones, que no haya gentes malos […] me imagino que me echara alguien la mano, que me apoyaran a tener mi casita de materiales, ya ves que a veces vienen huracanes […]” (Juana, vendedora ambulante, inmigrante oaxaqueña, entrevistada en Puerto Peñasco, en enero de 2009). Ambos fragmentos pertenecen a personas que experimentan una ciudad hostil, con transportes caros y escasos, sin servicios públicos y con poco trabajo, pues no tienen acceso a las playas de los hoteles donde quisieran vender sus artesanías. También la ciudad memoria del turista –en Roses o Puerto Peñasco– se construye a partir de la ciudad encuentro y de la ciudad ficción. En la ciudad encuentro es donde se hace frente al otro; “el ricachón francés”, “las jóvenes dominicanas que trenzan el pelo”, los danzantes flamencos o tahitianos, los habitantes de los shanty towns12 o de las invasiones,13 y el policía corrupto que le saca la argolla de 12

Así es como un visitante de Frankfort le llamó a Puerto Peñasco, en el sitio Trip Advisor: http://www.tripadvisor.com/ShowUserReviews-g153981-d593032r8359734-Laos_Mar_Hotel-Puerto_Penasco_Northern_Mexico.html (6 de agosto de 2007). 13 Así denominan los turistas estadounidenses entrevistados/encuestados a las zonas periféricas y de asentamientos irregulares en Puerto Peñasco.

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matrimonio. También sitio encuentro es donde se “descubren” a sí mismos como enanos, al enfrentarse a la tramontana y a los acantilados del Cap de Creus.14 Luego, las ciudades ficción son las que existen sólo para quien las ha imaginado, como Miradorville,15 que condensa los deseos y las formas de muchas urbes mexicanas. Otras ciudades ficción se materializan en una real, como sucede en Ciutat de Vacances, la ciudad real copia a la ciudad ficción, esperando brindar al turista las formas (y la experiencia, si fuera posible) más representativas de los puertos catalanes. La ciudad ficción habrá cumplido su cometido, si consigue asentarse en la memoria del viajero para ser replicada. En algunos casos, las ciudades alcanzan una condición emblemática, es decir, son presentadas y percibidas como representantes de alguna condición particular. Cuando esto ocurre, la ciudad se convierte en ciudad simbólica, como la de Puerto Peñasco, que quizá deba denominarse Puerto Peñasco Esperanza, pues si desde sus orígenes existe una condición con la cual la identifican sus habitantes, promotores –y hasta algunos de sus visitantes–, es la esperanza. Por eso, en sus orígenes, grupos de pescadores del Pacífico mexicano se trasladaron a tierras inhóspitas tras la mítica totoaba.16 Quizá, hasta

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Se refiere a la experiencia descrita por un viajero en el sitio Ciao, “El faro del fin del mudo”, en Ciao: http://www.ciao.es/Cap_de_Creus__695573 (2 de agosto de 2011). 15 Así es como El Gitano atinó a nombrar a su proyecto imaginado en el mirador de Puerto Peñasco. En su sitio electrónico se lee que si él tuviera dinero, la pericia de un desarrollador y el poder de un presidente haría un proyecto: “Consumado con un hermoso zócalo mexicano (plaza de armas) [con] mil palmeras maduras y un vasto arreglo de hermosas plantas coloridas, arriba y abajo por las que pronto serán calles empedradas del Mirador, que también serían engalanadas en cada esquina con luminarias rústicas de luz tenue para el disfrute de diversión nocturna” (traducción propia). “Walking the Mirador”: http://rptides.blogspot.com/2009/04/walking-mirador. html (7 de mayo de 2009). 16 La totoaba (Totoaba macdonaldi) es el pez más grande de la familia de las Sciaenidae, alcanza hasta dos metros de longitud. Es una especie endémica del mar de Cortés, que requiere de las condiciones específicas del alto golfo de California para reproducirse. Su captura fue prohibida en 1975, cuando la población se hizo casi

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Al Capone se sintió atraído por ese punto desconocido, con la esperanza de operar inadvertidamente una destilería clandestina. Luego, en el último lustro, la ciudad se ha convertido en el punto receptor de miles de inmigrantes quienes, atraídos por la oferta de trabajo, buscan mejorar sus condiciones de vida. Los promotores, por su parte, han apostado que Puerto Peñasco se convertirá en un destino internacional, dotándola de infraestructura como el nuevo aeropuerto y la carretera costera. Ya antes de la construcción de estas obras habían aumentado de manera exorbitante los precios de los terrenos. Puerto Peñasco Esperanza lo es para los turistas que han invertido su jubilación en bienes raíces; pero también para quienes, a través de grupos religiosos, encuentran ahí el espacio idóneo para llevar esperanza a los más necesitados y convertirla en “la ciudad de Dios”. En el proceso de construcción de las ciudades simbólicas es necesario homogeneizar lo que es evidentemente heterogéneo, fragmentado y hasta contradictorio o antagónico. Por eso, mientras exista Puerto Peñasco Esperanza será preciso reconstruir y negar algunas de sus partes. Por ejemplo, reducir el espacio del puerto pesquero para que los turistas puedan anclar sus yates; reformar el malecón Fundadores, para recibir a los gobernadores de los estados fronterizos de México con Estados Unidos o bien, construir un aeropuerto cuya comunicación carretera directa sea la frontera o el resort Mayan Palace La Jolla de Cortés. Sin embargo, no debemos entender que la ciudad simbólica se construye desde las instituciones o por quienes tienen el poder para favorecer u omitir determinados sectores, sino desde la experiencia cotidiana, y a partir de los imaginarios a los que cada persona tiene acceso. Participan e influyen tanto los imaginarios de crea-

inexistente a razón de la pesca comercial y de la construcción de la presa Hoover, ya que ésta alteró las condiciones del delta del río Colorado, donde se reproducía. En la actualidad está catalogada en peligro de extinción por la nom-semarnat-059-2001. Asimismo, existe un proyecto de la Secretaría de Medio Ambiente y de Recursos Naturales (semarnat), para su recuperación (semarnat, 2012; Nacional Oceanic and Atmospheric Administration, noaa, 2012).

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ción-ficción (las obras: “La joya de la corona”,17 los colectivos (los mitos: “El puerto estaba muy próspero […] había mucho trabajo”,18 como los individuales (los deseos: “Que no haya rateros”.19 Puerto Peñasco debe, en mucho, su origen a los primeros visitantes estadounidenses que practicaban pesca deportiva en la década de 1930. En cambio, Roses tiene una fundación antiquísima, antes de ciudad del turismo fue muchas cosas más. Pero quizá sigue siendo un emplazamiento cuyos habitantes una y otra vez han tenido que reformarse, para sobrellevar experiencias severas. Los mitos remiten con constancia a eventos como las grandes heladas y la tramontana, a la filoxera, a la época del estraperlo, al bombardeo de El Canarias. Aún después de haberlo apostado casi todo al turismo de masas, durante los años sesenta y setenta, los residentes se han visto obligados a replantearse, ante la creación de los parques naturales que ahora limitan el crecimiento físico de Roses. Si estamos de acuerdo en que en la construcción de la ciudad simbólica la experiencia cotidiana se suma a los tres polos del imaginario, entonces se llamaría Roses-Fénix. Ahora bien, Roses-Fénix responde a la homogeneización del relato contemporáneo de los distintos hacedores de esta ciudad heterogénea. Pero, de seguro, esta es sólo una de las ciudades simbólicas rosincas que han existido. Por ejemplo, durante los años cincuenta, sesenta y setenta, Roses se afianzó en la endeble dualidad de la modernidad y el turismo; el pueblo se disgregó físicamente (se edificaron las urbanizaciones de Mas Matas, Mas Fumats y Mas Boscà); el asentamiento de pescadores se formalizó y saneó (mediante el barrio de pescadores); se construyó la carretera a Cadaqués y se continuó la que iba al faro, también se urbanizaron el Puig Rom y la Alma-

17

Supuesta frase con la que calificó el gobernador en turno, Eduardo Bours, a la carretera costera inaugurada el 17 de diciembre de 2007. Portal Visit Rocky Point: http:// www.visitrockypoint.com/califica-bours-a-costera-como-la-joya-de-la-corona-delpais (8 de enero de 2009) 18 José, operador de maquinaria pesada, residente desde hace tres años en Puerto Peñasco, originario de Benjamín Hill, entrevistado en enero de 2009. 19 Margarita, ama de casa residente de Puerto Peñasco, entrevistada en enero de 2009.

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drava. El proyecto para la costa alta ampurdanesa incluía también al aeropuerto internacional, y en la publicidad aparecían fotografías de chicas rubias con bikini. Luego, las que no circulaban, pero existían, eran las de los jeques árabes y altos mandatarios gubernamentales visitando algunos pueblos de la costa. Tal vez Roses-Fénix ha existido por mucho tiempo, pero es evidente que también se han relatado otras Roses simbólicas, ante todo, la ciudad simbólica se presenta a sí misma como emblema de una situación o condición específica. Figura 1 La imagen del lugar. Dibujo de lo más representativo de Puerto Peñasco, según un residente de 20 años de edad

Fuente: elaborado por un informante durante el trabajo de campo realizado en Puerto Peñasco, en septiembre de 2007.

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Figura 2 Croquis de recorrido de un estudiante rosinco

Fuente: elaborado por un informante de 15 años, durante el trabajo de campo realizado en Roses, en enero de 2009.

La imagen muestra el recorrido que el informante mostraría a un amigo que visitara Roses. Destacan en la imagen los ámbitos marinos y de la montaña, en el cual se hace referencia al “dolmen más grande Catalunya”. De la franja litoral se aprecia el núcleo compacto y la ciudadela. El informante eligió la propia escuela como punto de inicio de su recorrido. No aparecen las urbanizaciones de segundas residencias, ni siquiera Santa Margarita. Sin, embargo, sí se hace referencia a Cadaqués. En varios croquis los estudiantes mencionaron localidades de fuera de la municipalidad de Roses.

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Contrastes y conclusiones generales 1. Los diseñadores de la ciudad turística contemporánea se enfrentan a la problemática de crear productos atractivos, que satisfagan las expectativas de los visitantes, y que resulten lo suficientemente memorables como para producir en ellos imágenes mentales, que puedan ser replicadas y presentadas a otros posibles turistas. Desde el punto de vista de la promoción turística, a la ciudad cuya imagen no se pueda replicar no se le augura un futuro próspero, al menos no en la venta de sol y playa. 2. En el caso rocaportense, las soluciones se han decantado por importar formatos autorreferidos, copias de ciudades ficción, deseadas y esperadas por los turistas. Cuando a esto se suma la negación de la cultura y de la historia local, un gobierno débil y las redes sociales incipientes, que podrían integrar a los inmigrantes, entonces se le da rienda suelta al promotor inmobiliario para que decida qué hacer, cómo y hacia dónde hacer ciudad. El resultado es una ciudad desarticulada físicamente y polarizada socialmente, poco vividera e inaccesible para muchos de sus habitantes. 3. En Puerto Peñasco esta misma condición de polarización social sirve como pretexto para negar y clausurar algunas partes. El muro perimetral se justifica ante las carencias de los que son excluidos, pues la necesidad es vista como motivo para delinquir. 4. La ciudad del turista y del residente rocaportense no es la misma. La del primero se extiende por todo el litoral, la del segundo se adentra en las zonas ejidales, en los asentamientos periféricos junto a la laguna de desecación, hasta el cerro del Pinacate, pero no llega al Mayan Palace. Esta noción se afianzó al comprobar que tanto en el caso rocaportense como rosinco, por encima de la influencia que los imaginarios externos puedan tener sobre sus habitantes, la ciudad se aprehende y se comprende desde la experiencia cotidiana. Los límites mismos se perciben y demarcan desde el tránsito cotidiano. En este sentido, el uso de croquis de recorrido como instrumento de análisis resulta un recurso valioso

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y muy explotable, y también es útil para recuperar elementos del paisaje –natural o construido– destacados desde la óptica del residente. 5. Mientras que en Puerto Peñasco las formas arquitectónicas tienen referentes del centro del país o del extranjero, en Roses se refieren al contexto comarcal, que se reeditan y se mezclan para originar un híbrido condensado, de lo que el turista puede identificar como característico de un pueblo del norte mediterráneo de España. 6. Los avecindados en urbanizaciones de segundas residencias en Roses se han organizado en asociaciones vecinales, y han aprovechado redes sociales en sus países de origen para hacer frente a situaciones que a su parecer demeritan el valor de su patrimonio o calidad de vida. Estas asociaciones participan de manera activa al plantear sus necesidades y expectativas, tanto a través de medios electrónicos como en reuniones con el Ayuntamiento. Son, en resumidas cuentas, gestores a la vez que contrapeso para el gobierno local. 7. Aun cuando el grupo de inmigrantes magrebíes se percibe como hermético y poco participativo con el gobierno local, se pudo identificar la existencia de una red social bien estructurada que permite la incorporación de los recién llegados. En el caso rocaportense no fue posible identificar estas redes, pero una y otra vez se señaló en entrevistas el hecho de que los asentamientos irregulares fueran en ocasiones promovidos y organizados por personas externas, quienes buscaban un beneficio personal o político. También se pudieron identificar grupos religiosos –todos extranjeros–, que gestionan apoyos para personas necesitadas. Pareciera que las redes sociales no se encuentran bien articuladas dentro de algunos grupos, y que más bien son tejidas desde el exterior. 8. En las ciudades del turismo emergentes, la segregación responde a una solución desde lo efímero de ella. En ninguno de los dos casos abordados se pensó en la permanencia de los habitantes de las ínsulas, que se separaban del centro viejo y compacto; quizá por eso tampoco se les dotó de equipamientos y espacios públicos sufi-

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cientes. El embalaje histórico y el núcleo original fueron, de uno u otro modo, despojados de su condición simbólica, para ajustarse a proyectos gestados desde el exterior del territorio. Tanto en Puerto Peñasco como en Roses, las calles, plazas y elementos urbanos, que referían a la historia fundacional, perdieron sus nombres para ajustarse a proyectos regionalistas, si no es que nacionalistas. 9. El reto para las ciudades del turismo contemporáneo aún estriba en revalorizar el patrimonio local, para que pueda insertarse en el ámbito de lo global. Es evidente que para hacer frente a este proceso los actores locales, en particular los grupos de residentes, deben tomar parte activa en las decisiones sobre la configuración urbana. Bibliografía Amiel, Vincent. 2005. Estética del montaje. Madrid: Abada Editores. Augé, Marc. 2007. Por una antropología de la movilidad. Barcelona: Gedisa. ______. 2005. Los “no-lugares”, espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad. Barcelona: Gedisa. ______. 1998a. El viaje imposible. El turismo y sus imágenes. Barcelona: Gedisa. ______. 1998b. La guerra de los sueños. Barcelona: Gedisa. Castoriadis, Cornelius. 1993. La institución imaginaria de la sociedad. En El imaginario radical, coordinado por Eduardo Colombo, 26-69. Motevideo: Altamira / Nordan Comunidad. Colombo, Eduardo. 1993. El imaginario social. Montevideo: Altamira / Nordan Comunidad.

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Contribuciones teóricas para la aplicación de los imaginarios sociales en el estudio urbano-turístico Yanely Consuelo Estrada Santoyo*

Dar a conocer las oportunidades de aplicación teórica y práctica,

que presentan los imaginarios sociales en los estudios urbano-turísticos, es el objetivo principal del presente artículo. Para lograrlo, el discurso se sustenta en los hallazgos de la tesis Construcción del sentido de lugar. Experiencias del turismo de segunda residencia en Bahía de Kino, Sonora, México (Estrada 2011). La sugerencia aquí es analizar las dinámicas sociales actuales reflejadas en el espacio urbano, lo cual llevará a considerar la propuesta teórica de análisis y de aplicación metodológica, en particular, para localidades con vocación turística. Se propone retomar la singularidad de los abordajes actuales sobre el turismo, aplicados en Sonora, como una vía importante para la interpretación de las dinámicas sociales que permiten dar sentido al lugar turístico. Sin más preámbulo, nos introducimos en los imaginarios sociales y sus exponentes principales como Charles Taylor (2006), con los imaginarios modernos; Daniel Hiernaux (2002; 2009), con sus imaginarios sociales del turismo y Armando Silva (1992; 2006), a partir de los imaginarios urbanos. Se toma en cuenta a los tres autores, con la intensión de integrar un marco teórico-interpretativo, y brindar el soporte necesario para comprender la construcción del sentido de lugar en localidades turísticas, a partir de los puntos siguientes: felicidad, evasión, cultura local, paisaje, territorio, orden urbano y representación.

* Maestra en ciencias sociales por El Colegio de Sonora. Correo electrónico: [email protected]

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El turismo y su influencia en la ciudad Al reflexionar sobre los procesos urbanos es necesario retomar las principales influencias sociales que, en la actualidad, inducen a la transformación del espacio y el efecto de sus usos. Por ende, al cuestionar la condición de lo urbano debemos considerar su representación en la vida moderna, como un punto para observar los cambios económicos, sociales y culturales. Desde las contribuciones de la sociología clásica, George Simmel (2005), en su trabajo de 1903 La metrópolis y la vida mental, permite observar las consecuencias sociales de la vida urbana, a través de la descripción del individualismo y el consumo emergentes, como representaciones de la creciente economía capitalista. Por consiguiente, la ciudad se conformó en torno a una serie de procesos económicos acordes a la “multiplicidad y concentración del intercambio” (Simmel 2005, 2), situación que vino a componer la estructura social con base en nuevos significados para el individuo y su relación con el espacio. Simmel ofrece un importante punto de partida para los estudios urbanos; primero, con una orientación para identificar los elementos que intervienen en la configuración urbana, es decir, señala la actividad económica y cultural como los factores sociales primordiales que intervienen para particularizar cada modelo de ciudad. Segundo, proporciona las bases teóricas para observar las relaciones sociales desde sus principales efectos económicos (Ibid. 2002). En otras palabras, Simmel contribuye a reconocer las dinámicas urbanas en torno a sus actores centrales y las consecuencias espaciales, producto de sus interacciones sociales. En este orden de ideas, tomando en cuenta la diversidad cultural y la capacidad humana para modificar la actividad económica, de acuerdo a las singularidades naturales de cada espacio geográfico, se puede considerar al turismo como una posibilidad latente para generar desarrollo económico, por medio de la redimensión del paisaje. En síntesis, el diseño urbano a favor del turismo ha creado infraestructura para potenciar la panorámica natural, y satisfacer el insaciable deseo del turista de conocer los atributos de cada región en el mundo.

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Por tal motivo, las dinámicas del turismo derivan de un largo proceso histórico, generado a partir de varios acontecimientos coyunturales, como el Estado de bienestar social alcanzado por los países del Primer Mundo, la modernización de los medios de transporte y los avances tecnológicos, los cuales en conjunto lograron mayor movilidad espacial a menor costo (Hernández 2008). De los sucesos mencionados se reconoce al turismo de masas o masivo como una etapa histórica, donde la oferta turística se conceptualiza por medio de modelos o conceptos que inducen a la planeación urbana, que ha estado en proceso continuo de diversificación, de acuerdo a las propuestas de la demanda comercial. El turismo ha traído consigo varias revoluciones sociales, por lo que se le ha considerado como un fenómeno; por ello su definición está en construcción constante, que se ajusta a las transformaciones que surgen de las inimaginables sugerencias humanas, con el fin de satisfacer el deseo y la búsqueda de libertad. Así apareció el ecoturismo, turismo de aventura, deportivo, de diversión, cultural, histórico, religioso y de salud, entre otros, que se siguen multiplicando con el tiempo. No obstante, el turismo se puede definir como la “[…] práctica de actividades que permiten a los individuos desplazarse a diversos lugares por un tiempo determinado con la finalidad desarrollar actividades lúdicas” (Organización Mundial del Turismo, omt 1991). El turismo, como acción, está conformado por el movimiento y la actividad, pero es el individuo, denominado turista, quien lo lleva a la realidad; él rentabiliza su tiempo libre, con la finalidad de lograr su satisfacción personal, mientras con su presencia estimula la explotación del ocio y el consumo de experiencias en diversas partes del mundo (Lagunas 2006). Por eso, el turismo ha cobrado presencia, sobre todo, en el contexto urbano produciendo singulares interacciones económicas, sociales y culturales, cuyo resultado ha sido la creación de espacios turísticos destinados a satisfacer las necesidades de descanso, diversión y evasión. Si se considera el turismo como alternativa para resolver la agenda económica de algunas localidades, es necesario plantear esquemas

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de análisis que permitan reconocer los procesos de comercialización de los recursos naturales, culturales e históricos que genera (Antón 1998). Y ver sus resultados adversos, que ocasionan problemas sociales, como la segregación y dualización económica. En cuanto a las condiciones sociales conforme a las cuales se configura la ciudad, se retoma como “[…] un escenario del lenguaje, de evocaciones y sueños, de imágenes de variadas escrituras” (Silva 1992, 15). De igual manera, como una representación del imaginario social moderno, que para cada espacio urbano presenta formas y significados (Augé 2007), que con el tiempo integran las características de cada sociedad, de acuerdo a su función y organización (Delgado 1999). En suma, la propuesta es analizar la consolidación de localidades turísticas conforme a los imaginarios sociales que imperan en la sociedad actual, lo cual da lugar al espacio turístico en diversas formas, funciones y símbolos, que trasmiten un valor de uso personal y colectivo (Baiily 1989). Por ello, la urbanización en torno al turismo mantiene una vinculación inherente a los deseos de la humanidad, por eso se denomina como una construcción social permanente y apegada a las necesidades de la sociedad moderna. Turismo de segunda residencia A partir de las propuestas urbanas para hacer turismo, aquí se tomará como referencia el de segunda residencia, debido a su impacto urbano y a la importante dinámica que ha tenido en México en los últimos años. Daniel Hiernaux lo define como “ […] aquel por el cual las personas acuden a un destino o una localidad que no es forzosamente turística per se, donde tienen la posesión por compra, renta o préstamo de un inmueble en el cual pernoctan y realizan actividades de ocio y esparcimiento” (2004, 8). Para comenzar la reflexión sobre el tema, es imprescindible observar la intervención de diversos sectores sociales, como promotores inmobiliarios, consumidores, urbanistas y habitantes locales. Pues de

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ellos surge, a su vez, el turismo residencial como “ […] la actividad económica que se dedica a la urbanización, construcción y venta de viviendas que conforman el sector extra hotelero, cuyos usuarios las utilizan como alojamiento para veranear o residir, de forma permanente o semipermanente, fuera de sus lugares de residencia habitual, y que responden a nuevas formas de movilidad y residencialidad de las sociedades avanzadas” (Aledo et al. 2007, 188). En ambas definiciones hay una relación estrecha entre la consolidación de cualquier lugar turístico y cada actor que interviene en su conformación, en particular, en cuanto a su estructura urbana, para la cual resulta evidente considerar las motivaciones de tranquilidad, paz y reposo (Hiernaux 2004), que guían a los individuos hacia los destinos turísticos e impulsan la compra de una vivienda. Por otro lado, aunadas a las motivaciones individuales, existen otras perspectivas que conducen a observar que en el ámbito urbano hay mucho crecimiento para el sector turístico. Daniel Hiernaux (2002) describe algunas de sus ventajas: a) prescindir de los servicios y estructuras turísticas comerciales para la pernocta; b) aprovechar la estancia vacacional a partir de su propia estructura habitacional; c) evadir la vida turística propia de los destinos y d) realizar actividades de ocio, de acuerdo a los criterios personales. Sin duda, estas condiciones han alargado las estadías del visitante que posee una casa, y esto hace ambigua su connotación entre residente y turista. Así mismo, ha evidenciado su intervención en la conformación del lugar, debido a su relación directa con el espacio urbano, a través de actividades que van de lo cotidiano a lo turístico consolidando un estilo de vida particular, a partir de la residencia que han adquirido. Imaginarios sociales Partir a los imaginarios sociales, para interpretar a la sociedad actual conlleva a la capacidad interpretativa que brindan a razón de los idea-

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les modernos y del sistema económico capitalista: individualismo, consumo y hedonismo, como algunos de los ejes organizadores de la cultura actual. En relación con el turismo, dichos ejes están presentes transformando el territorio, de acuerdo a los estilos de vida de los turistas. Según esta lógica, los imaginarios sociales permiten reconstruir la práctica cotidiana en el orden dispuesto por el espacio y tiempo, en un continuo al que llamamos realidad. Por consiguiente, los imaginarios sociales son las imágenes, historias y leyendas compartidas por grupos sociales, que generarán marcos de identificación espacial y temporal (Taylor 2006). De manera simultánea, son “ [...] matrices de sentido o esquemas de representación, [...] a través de estos se configura, percibe, explica e interviene en lo que se considera realidad” (Coca et al. 2011, 9). Sin duda, su función es dar sentido a la vida cotidiana mediante expresiones simbólicas y representaciones reflejadas a partir de las narrativas, imágenes y prácticas que conducen a los diversos significados de la realidad social. En efecto, la influencia de los imaginarios sociales en la sociedad se convierte en un agente activo para la cultura y sus representaciones, el cual permite conjuntar las formas de pensar por medio de las prácticas sociales (Baeza 2011), que cohesionan a la sociedad con la reproducción de contextos e identidades similares (Castoriadis 2007), que remiten a los deseos de cada momento de la historia humana. Imaginario social contemporáneo Charles Taylor (2006) y David Chaney (1996) presentan un punto de vista crítico de la modernidad, y plantean algunas de las vías de análisis para el estudio de los imaginarios sociales contemporáneos, de los que a continuación se analizará la individualización, el consumo y los estilos de vida, como sus características principales.

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Individualización La individualización parte del deseo humano de tomar decisiones personalizadas, de acuerdo a la libre elección de sus preferencias y anhelos. Según este ideal o imaginario, el individuo coloca el primer eslabón de una gran cadena de cambios para la sociedad moderna, pues genera formas de interacción que dan lugar a estilos de vida diferentes (Chaney 1996). No obstante, debemos considerar que el individuo surge con el sistema económico capitalista, el cual difunde las capacidades individualistas con la finalidad de explotar su potencial de elección, así ofrece un sistema rentable en torno a la producción y la comercialización de deseos materializados, sujetos a la necesidad y distracción de la humanidad (Baudrillard 2007). En consecuencia, el individuo experimenta la libertad según los límites sociales del sistema económico, lo cual ha terminado por poner a prueba las estructuras sociales, con el fin de dar margen a nuevas posibilidades personalizadas de realización. Tal como señala Lipovestky: “El ideal moderno de subordinación de lo individual a las reglas relacionales colectivas ha sido pulverizado, el proceso de personalización promovido y encarnado masivamente un valor fundamental, el de la realización personal, el respeto a la singularidad subjetiva, a la personalidad incomparable sean cuales sean por lo demás las nuevas formas de control y de homogeneización que se realizan simultáneamente” (2003, 7). En suma, el énfasis en el individuo responde a la lógica dominante del ser, el instante y el deseo. De ahí que el tiempo sea un recurso invaluable, principal enemigo o aliado para hacer de la presencia humana una verdadera inversión. Así resulta razonable evidenciar la cara del tiempo puntillista; reflejo de los mejores instantes de la vida, de las vivencias intensas, las cuales logran conformar un catálogo de los momentos que vale la pena incorporar como plenos. Estamos frente a una nueva dimensión del tiempo: “En los sueños, las imágenes penetran el inconsciente de forma individual, fuerzan, de alguna manera al individuo a pasarla ‘bárbaro’, es decir, a

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salir de la temporalidad lineal y racional que caracterizan la actividad diurna” (Maffesoli 2005, 63). Es el instante eterno una fractura en la línea unidireccional de la modernidad, que da lugar a significados nuevos del tiempo y, por ende, el pase libre hacia el placer. Entonces, el individuo es fundamental para intervenir en la realidad social, mediante sus prácticas cotidianas apoyadas en su libre elección, la cual propicia que el consumo sea el medio principal para potenciar el tiempo libre. Consumo Al retomar la influencia del sistema económico capitalista en la sociedad, resulta imprescindible abordar la división del trabajo y su efecto en las relaciones sociales asentadas en la producción, el intercambio y la distribución de artículos de consumo. Dean MacCannell señala al respecto: “La relación entre los objetos –su valor relativo, organización en jerarquías, desarrollo progresivo en procesos de producción– se forma sobre la base de las relaciones sociales de la sociedad humana” (2003, 27). En definitiva, se ha conformado un sistema social basado en el intercambio perpetuo, con el propósito de asegurar la supervivencia. Por tal motivo, el tiempo como tal en la modernidad ha recibido un valor agregado; pues, mientras el tiempo laboral deja en claro la postergación del ser, por el contrario el tiempo libre se manifiesta en torno a la libertad y la realización personal (Baudrillard 2007). Por consiguiente, el tiempo libre refleja expectativas importantes para el individuo, al vincularse con el consumo. Surge entonces la industria del entretenimiento, con la finalidad de brindar satisfacción individualista, a través del enaltecimiento social de su exclusividad. A su vez, se han establecido vínculos entre los individuos, mediados por el consumo, y el sentimiento de pertenencia alcanzado al obtener ciertos artículos y experiencias altamente demandados por los grupos sociales dominantes de cierto momento histórico (Bauman 2007).

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De este modo surgen formas culturales, que reconocen la importancia del tiempo libre, y generan espacios destinados al entretenimiento con diferentes ambientes, sensaciones y estilos, que brindan la oportunidad de crear un mercado de consumidores (Chaney 1996), donde el principal producto es la experiencia. Dean MacCannell amplía la idea anterior: “Marx fue el primero en descubrir el aspecto simbólico o fetichista del artículo de consumo: su capacidad para organizar el significado y para hacernos desear cosas por razones que exceden nuestras necesidades materiales [...] En la actualidad, los demás aspectos de la fabricación están subordinados a la integración del estilo, la sensación, el ambiente. Cada vez con mayor frecuencia la experiencia pura, que no deja rastro material, se está fabricando y vendiendo como un artículo de consumo” (2005, 28-30). En definitiva, el individuo se ha transformado en consumidor, para quien las condiciones específicas para su existencia son mediadas por el mercado y la probabilidad de seguir sus preceptos (Bauman 2007), con la libertad capitalista de disponer de ciertos artículos o experiencias, que le permitan expresarse personalmente, y descubrir su estilo de vida propio (Chaney 1996). Estilos de vida Detrás del consumo surge “[...] la preocupación endémica de la modernidad por la distinción, la identidad social y la diferencia [...]” (Ibid., 16). En respuesta, los estilos de vida nacen con el fin de exponer públicamente la elección individual mediante el consumo ofreciendo de manera simultánea identidad social y “[...] las formas de utilizar las cosas más que de consumirlas [...]” (Ibid., 15). Por consiguiente, la sociedad de consumo ha establecido significados y valores para los objetos y experiencias, y ello ha contribuido a un orden social que evoca a la distinción mediante los estilos de vida. David Chaney dice que: “[...] la importancia creciente de los estilos de vida se deriva de una reevaluación de la cultura material,

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que se separa del valor monetario inmediato de los objetos y apunta a su valor social o cultural” (1996, 57). Así, los estilos de vida son “[...] formas pautadas de investir de valor social y simbólico a ciertos aspectos de la vida cotidiana [...]” (Ibid.), a través de la emergencia de estructuras que vuelven complejas las interacciones sociales al sustentarse en el consumo, la ostentación y el prestigio como las principales marcas personales frente a la sociedad. No obstante, su variabilidad está sujeta a las condiciones culturales, por ello debemos repensar los estilos de vida de acuerdo a las “ [...] encarnaciones de las entidades y las comunidades [...]” (Ibid., 93). Raquel Huete agrega: “El estilo de vida tiende a asociarse al modo en el que las personas o los grupos configuran su vida cotidiana (Polsky 1969). La comprensión del significado de la vida cotidiana –concepto estrechamente ligado al de estilo de vida– resulta un trabajo muy complejo. La premisa de que los fundamentos de la vida cotidiana son construidos por las personas y convertidos en pilares de un mundo coherente y lleno de sentido mediante sus pensamientos y acciones, y a través de la interacción de un entramado de interpretaciones subjetivas sobre la realidad social” (2009, 85). En suma, la relación subjetiva de los estilos de vida con la realidad queda explícita al construir “[...] modelos de vida social novelados, idealizados o exagerados que son de dominio público, a través del cine, ficción, retórica política, conversación trivial, tiras cómicas, exposiciones, etiqueta y espectáculos” (MacCannell 2003, 33). Por tanto, los estilos de vida generan un conjunto de signos que determinan las formas de socialización, marcan las tendencias culturales y reconfiguran a cada grupo social de acuerdo a sus expectativas de consumo. Imaginarios sociales del turismo El turismo permite conjuntar cada uno de los imaginarios sociales contemporáneos al ejercer el individualismo, el consumo y los estilos de vida, a través de la actividad del turista y sus expectativas.

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En consecuencia, la conquista de la felicidad, el deseo de evasión, el encuentro con el otro y el regreso a la naturaleza, de acuerdo con Hiernaux (2004), son los imaginarios del turismo y, por ende, las principales motivaciones para emprender el viaje. A continuación analizaremos la influencia del imaginario social contemporáneo en cada uno de los imaginarios sociales del turismo. Conquista de la felicidad La felicidad para la sociedad moderna puede ser atribuida a agentes materiales. En la vida capitalista y el consumo desmesurado, los momentos de la vida calificados como felices se atribuyen a objetos y experiencias, los cuales adquieren valores simbólicos diversos conforme la sociedad se transforma y adopta nuevos estilos de vida. Hiernaux (2004) explica la felicidad en la sociedad occidental como el ideal de una vida plena, donde la satisfacción se logra a través de estereotipos como una vida sana, el regreso a lo natural, el acceso a lo último en tecnología, el lujo y la ostentosidad. Sin embargo, el valor atribuido a cada estereotipo de felicidad se adecua a cada cultura y sus valores, por tanto no existe un modelo único para ser feliz en nuestra realidad social, sino al contrario, estamos en su búsqueda constante, mediante manifestaciones diversas. Entonces, en esta época la felicidad está asociada al consumo, como un ritual establecido por la cultura moderna con la finalidad de obtener la realización personal, la impresión de espontaneidad en la vida y la conciencia de un placer inacabado. Estos fines son transformados por medio de la búsqueda del placer, y con el propósito de hacer más tolerante la incertidumbre, la desconfianza, el escepticismo, es decir, ese lado negativo de la vida en sociedad (Lipovetsky 2003). Por consiguiente, la búsqueda de la felicidad se relaciona con el turismo a partir del consumo, que surge como un proyecto de “[...] construcciones mentales en torno al sitio ideal para vivir; entre estas construcciones mentales imaginarias podemos encontrar la vida de un paraíso perdido [...]” (Hiernaux 2009, 29). Así, la combinación de

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atributos naturales rodeados de un espacio de confort, tranquilidad y evasión son las peculiaridades principales que prefiguran el lugar turístico como un objeto de consumo, que conduce a la tan anhelada felicidad humana (Ibid. 2002). Deseo de evasión El deseo de evasión es la respuesta del individuo a las condiciones laborales y adversidades económicas de la vida moderna. En consecuencia, la esencia humana busca un refugio o un punto de encuentro donde todos los sueños y deseos puedan ser realidad; un lugar utópico con nuevos valores y significados para el uso del tiempo (Ibid.). Así la evasión nace de “[...] la idea de que resulta demasiado complejo vivir en las metrópolis actuales; éstas generan estrés, son inseguras y, por ende, es preferible huir de ellas para reponer fuerzas y aislarse” (Ibid. 2010, 29) Por ello, el turismo funge como un ritual moderno, que permite recargar energías por medio de la movilidad hacia un espacio que rompa con lo rutinario y, con ello, lograr la evasión. En este sentido, el deseo de viajar y la selección del destino son las formas principales de hacer efectiva la evasión. Por tal motivo, las aspiraciones del turista respecto a la evasión serán modeladas de acuerdo a la expectativa de un lugar innovador, mientras la elección del destino se hará prácticamente de acuerdo a las actividades que se desee realizar, lo demás será cuestión de preferencias individuales. El descubrimiento del otro Conocer culturas ajenas a la propia es el motivo más añejo para emprender el viaje, por tanto, el descubrimiento del otro se relaciona con el ideario etnográfico del siglo xx, difundido en sociedades europeas burguesas, mediante los relatos de navegantes, excursionistas, viajeros, poetas y pintores que expresaban el contraste cultural con la creciente sociedad moderna.

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Con el paso del tiempo y el advenimiento del turismo se abrieron las puertas a la gran diversidad de agentes turísticos, que premiaban lo exótico de las culturas como el atractivo primordial. Dean MacCannell (2003) recupera la forma en que surge la experiencia cultural del viaje, a partir de la incorporación de un toque de exageración fantástica a los aspectos ordinarios de la vida, superando los límites de la realidad cotidiana, y generando la fantasía de un nuevo orden social. Entonces, el descubrimiento del otro está anclado a la imaginación del visitante, con el fin de fortalecer la experiencia como oferta turística (Hiernaux 2002). En la actualidad, “[...] todas las atracciones turísticas [son] una experiencia cultural [...]” (MacCannell 2003, 33), debido al espectáculo de la realidad humana y natural, con la finalidad de generar consumidores. A partir de lo anterior, se puede señalar que hoy en día conocer otras culturas no implica necesariamente ir a lugares inhóspitos y exóticos, antes el turismo simulaba una travesía hacia lo desconocido, por el contrario ahora el contacto con el otro ocurre en sitios cada vez más accesibles. Por ello, las ciudades también son un aparador de la excentricidad cultural, representada en la arquitectura y el diseño urbanos. Sin duda, la arquitectura ha jugado un papel preponderante al dar forma al destino turístico, mediante la combinación de diversos ambientes; desde reconstruir sus antecedentes culturales, hasta reproducir los escenarios urbanos emblemáticos de otras ciudades. Por tanto, entre la arquitectura y la urbanización se han abierto puertas nuevas para jugar con el paisaje, con el fin de generar ofertas turísticas de acuerdo al toque singular de cada cultura. Regreso a la naturaleza La difusión del viaje vincula una suerte de descubrimiento de mundos ajenos, donde el turista busca frenéticamente lugares vinculados a la naturaleza. Debido a las representaciones más visibles de la modernidad, como la ciudad y los avances en calidad de vida, surge la

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necesidad de acudir al mundo de lo natural, en oposición a la rutina de las experiencias urbanas (Ibid.). De la misma forma, la representación de las sociedades no modernas conlleva al imaginario de una relación más cordial y libre con la naturaleza, a su vez se presenta como una de las causas primordiales para buscar algo divergente a lo urbano en el espacio turístico, con el afán de valorar la vida desde una visión limpia y purificada. Así, la exploración del paisaje ha dado paso a la intervención humana a partir de una extensión de la urbanización y, por consecuencia, al acceso a lugares nuevos, parte del asentamiento humano, a través de tipos diversos de infraestructura, como la turística. Por tal motivo, el paisaje ha sido intervenido desde los imaginarios sociales contemporáneos, es decir, tocado por los ideales humanos en diferentes formas; se ha evolucionado y configurado reiteradamente en un orden ajeno al natural. Reconstruyendo el sentido de lugar Al retomar al turismo como punto de partida para la transformación urbana, debemos considerar también la intervención humana en la conformación de lugares (Tuan 1979) y la construcción del sentido de lugar, los cuales conjuntan las experiencias de los individuos a partir de la atribución de significados diversos a los espacios urbanos, por lo tanto, los sitios turísticos constituyen una construcción social y geográfica simultánea (Ortiz 2004). De acuerdo con Marc Augé (2000), el lugar mantiene tres rasgos comunes: identidad, relaciones sociales e historia. Fuentes agrega: “Se trata de espacios vividos, defendidos; que reflejan las huellas de la historia y de la memoria colectiva, donde sus usuarios pueden reconocerse. Pero es necesario aclarar, que aunque pueden estar influidos por procesos sociales de larga duración también se encuentran atravesados por transformaciones [...]” (2005, 44). Resulta claro entonces visualizar el factor social al sobrepasar las barreras del tiempo, a través de la memoria,

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dejando para el presente las huellas del pasado en los individuos que internalizan los lugares como propios. Catrogiovanni también aporta: “El lugar es producto de las relaciones humanas, por lo tanto del diálogo entre los hombres, entre los elementos de la naturaleza y entre los hombres. Este proceso se conoce como relaciones sociales que se materializan en las vivencias, garantizando la construcción de una red de significados y sentidos, es decir de comunicación” (2007, 16). Sin duda, los elementos naturales mantienen una carga social importante al momento de construir un lugar para el turismo, produciendo un acercamiento instantáneo al visualizarlos y apropiarse de ellos. Yi Fu Tuan (2003) explica cómo la generación del apego a los lugares es esencial para el individuo, como una respuesta biológica que le permite crear el sentido de lugar. Por ello, éste es construido a partir de la experiencia de las personas al habitar un lugar, al ser influidos por factores naturales y sociales de acuerdo a cada espacio y tiempo. Es como “todo ello guarda relación con la naturaleza del mundo objetivo, con la calidad de las imágenes mentales y con la carga de subjetivismo que corresponde al sentido de lugar. Este sentido varía en el espacio y en el tiempo, se modifica y cambia de unas personas a otras” (Salazar A. 2009, 2). Entonces, podemos decir que el sentido de lugar mantiene correspondencia con las relaciones sociales establecidas en torno a un espacio urbano en un tiempo definido. En sí, para comprender el sentido de lugar es indispensable identificar el arraigo colectivo a un territorio, mediante las experiencias compartidas a lo largo del tiempo, pero también debemos considerar la influencia social que se ejerce en la transformación del espacio urbano, lo que lleva a repensar las dinámicas sociales, como un campo de fuerzas cambiantes. De acuerdo con lo anterior, retomamos los imaginarios sociales del turismo debido a la importancia que presentan en la evolución del espacio urbano y, por ende, del turístico. Porque el turismo se puede concebir como un “sistema dinámico de producción, distribución y consumo de imágenes, imaginarios y sueños” (Pereiro y De León 2008), que ejerce fuerzas complejas en torno a

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la construcción del sentido de lugar. Por tal motivo, éste es validado a partir de la actividad de los turistas y residentes, quienes conforman sus territorios de acuerdo a los imaginarios sociales del turismo que han preconcebido sobre el lugar configurando el territorio con base en las relaciones que han tejido hacia el ambiente (Lindón et al. 2006), las cuales les permiten construir sentidos y significados (Fuentes 2005), a través de las prácticas de residencia y turismo. Para analizar el territorio se sugiere señalar ciertos valores simbólicos, que permiten vincular las relaciones del hombre en torno al espacio y al tiempo (Lindón et al. 2006), como un medio de apropiación en un acto denominativo (Silva 1992). Es decir, la construcción del sentido de lugar conlleva a la distribución territorial desde los imaginarios sociales con los cuales se identifican turistas y residentes. En suma, el territorio adquiere un valor subjetivo y un sentido de apropiación, de acuerdo a la visión de cada grupo sobre su ambiente. Siete elementos teóricos para el análisis de la construcción del sentido de lugar

Al tomar como referentes teóricos los presentados antes, contribuiremos a consolidar un marco conceptual integrado por los imaginarios: los sociales contemporáneos, los sociales del turismo y los urbanos. A continuación se proponen siete elementos para la construcción del sentido del lugar, para el turismo de segunda residencia. Felicidad La búsqueda de la felicidad es un elemento del imaginario social contemporáneo ligado a la calidad de vida, el consumo y la busca individualista de plenitud. Para el turista, ser feliz se traduce en prácticas que intentan consolidar estilos de vida, con el fin de renunciar a la formalidad de la existencia moderna, y encuentran refugio en el espacio turístico. Según lo anterior, sugerimos que la felicidad es alcanzada conforme se realiza la experiencia del viaje. Entre el con-

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sumo desmesurado de servicios turísticos, el contacto con el espacio sin límites y, de ser posible, lograr una estancia prolongada, mediante la compra de una residencia. Por tal razón, la construcción del sentido del lugar en torno al turismo de segunda residencia estará sujeta a las representaciones de un estilo de vida, marcado por las ventajas de habitar en un destino turístico con todas las comodidades que brinda. Evasión El deseo de evasión corresponde a la búsqueda de espacios alternativos a los cotidianos, a los que podemos llamar refugios de la vida moderna. Por otro lado, la accesibilidad a los destinos turísticos es imprescindible, para brindar movilidad espacial a los individuos interesados en ejercer la evasión que, para el turismo de segunda residencia, se plantea conforme a la elección del destino, la cual determinará el estilo de vida de los turistas residentes, mientras el lugar ofrecerá la capacidad de movilidad espacial, fundamental para cumplir con las actividades deseadas en torno a la residencia. Cultura local La cultura local conduce a observar la vinculación entre los turistas residentes y la población receptora, que lleva implícito el descubrimiento del otro. En este punto se parte de dos perspectivas; la primera hace reflexionar en el lugar turístico de acuerdo a su toque distintivo, es decir, las representaciones principales de la cultura local y, en la segunda, se pueden observar algunas de las consecuencias positivas y negativas provocadas por el turismo de segunda residencia en las comunidades receptoras, sobre todo, reflejadas en lo referente a su conformación urbana y social. Paisaje El reencuentro con la naturaleza, sin duda, induce a pensar en el paisaje, como uno de los elementos fundamentales que influyen en la

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selección del lugar turístico, para la compra de una residencia, que habrá de considerar otro elemento imprescindible, la búsqueda de evasión de la vida cotidiana, lejos de la infraestructura urbana clásica. Por tanto, tendrá que contar con un paisaje diferente al de la vivienda ordinaria. Hasta este punto, el imaginario social contemporáneo se relacionó en conjunto con los imaginarios sociales del turismo, sin embargo, para lograr una identificación clara del proceso de construcción de sentido del lugar en el turismo de segunda residencia, se propone incorporar los imaginarios urbanos como un punto de apoyo, para explicar la construcción del sentido del lugar en torno al territorio. Territorio El territorio corresponde a las marcas de habitabilidad producidas por los individuos a partir de imágenes y operaciones simbólicas, que se materializan en contenidos o límites. De acuerdo con Armando Silva: “El territorio, en cuanto marca de habitación de persona o grupo, que puede ser nombrado y recorrido física o mentalmente, necesita, pues, de operaciones lingüísticas y visuales, entre sus principales apoyos” (2006, 50 y 51). A la especificación de los límites espaciales que genera el territorio, le surgirán las características culturales de cada grupo social en torno al espacio, por ello los estilos de vida de los turistas residentes, así como los de los habitantes locales, serán la guía para observar la diferencia entre las expectativas y sus alcances de consumo. Por consiguiente, el territorio será el observatorio más evidente en el cual identificar la construcción del sentido de lugar de cada grupo social sobre el espacio, mediante la representación simbólica del diseño de la vivienda y su ubicación. Orden urbano Armando Silva (2006) reitera que los límites territoriales son fundamentales en la construcción geográfica del sentido del lugar, para el

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turismo de segunda residencia. Una vez establecidos, sólo corresponde indagar, por medio de los imaginarios sociales producidos por los turistas residentes, cómo han logrado interpretar su asociación con el espacio, mediante sus representaciones simbólicas y su cohesión social en torno al espacio. Así, mientras se lleve a cabo el proceso de identificación por parte de los turistas residentes e interesados en invertir en la compra de una vivienda, el sentido del lugar expresará un orden urbano, que llevará a construir la ciudad turística encaminada a un modelo de turismo de segunda residencia. Representación Marcar el territorio equivale a representarlo de diversas formas, “[...] desde el espacio físico reconstruido, hasta mil maneras de nombrarlo; desde el bautizo oficial de sus lugares y espacios, hasta la negación del pomposo nombre originario y su reemplazo por uno modesto pero afín a la comunidad” (Silva 2006, 54). Pero, más allá de la relación entre el lugar y sus habitantes, retomamos la felicidad, la evasión, la cultura local y el paisaje como los referentes principales de influencia en torno a la representación del turismo de segunda residencia. Y planteamos tomar cada uno de estos elementos para analizar al turismo de segunda residencia, y así lograr la construcción del sentido del lugar, de acuerdo a los turistas residentes y habitantes locales. Conclusiones Los imaginarios sociales se presentan como una propuesta filosófica y teórica de análisis para el turismo de segunda residencia; su aportación permite observar cada elemento que conforma el sentido del lugar turístico, de acuerdo a los grupos principales (turistas residentes, habitantes locales y promotores inmobiliarios) que intervienen en su construcción social y territorial.

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De la aplicación teórica de los imaginarios sociales a la tesis Construcción del sentido del lugar. Experiencias del turismo de segunda residencia en Bahía de Kino, Sonora, México (Estrada 2009), se concluye la capacidad para adaptar cada componente al caso de estudio. En Bahía de Kino se pudo recuperar la visión de sus turistas residentes, con las técnicas metodológicas de entrevista semiestructura, foto entrevista y croquis urbanos, con las cuales se logró identificar cómo imaginaban, soñaban, prefiguraban y deseaban el lugar turístico. La aplicación de los imaginarios sociales brindó el soporte necesario para interpretar el sentido del lugar, y su construcción y, con ello, la visión más genuina de los actores sociales principales con respecto al turismo de segunda residencia. Sin más, dejamos en manos del lector la posibilidad de aplicarlos a cualquier modelo turístico, y así continuar haciendo aportaciones nuevas al estudio del turismo de segunda residencia, a través de la construcción del sentido de lugar. Bibliografía Aledo, Antonio, Tomás Mazón y Alejandro Mantecón. 2007. La insostenibilidad del turismo residencial. En Antropología y turismo, coordinado por David Lagunas, 185-208. México: Plaza y Valdés. Antón Clave, Salvador. 1998. La urbanización turística. De la conquista del viaje a la reestructuración de la ciudad turística. Documentos de Análisis Geográficos 32: 17-43. http://ddd.uab.es/pub/ dag/02121573n32p17.pdf (10 de octubre de 2011). Augé, Marc. 2007. Por una antropología de la movilidad. Barcelona: Gedisa. ______. 2000. Los no lugares. Espacios de anonimato. Hacia una antropología de los mundos contemporáneos. Barcelona: Gedisa.

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Lugares y flujos en la modelación

del escenario turístico globalizado. Acercamiento al caso de Puerto Vallarta, México

José Alfonso Baños Francia* Introducción

Esta participación versa sobre el concepto de lugar, primero a par-

tir de un enfoque amplio, y después desde las manifestaciones en la arquitectura y el contexto urbano. Para ello se analiza la relación entre lugar y arquitectura, en tres sitios mesoamericanos, para luego reflexionar en la incidencia urbana. Con estas consideraciones se observan las manifestaciones del lugar en los objetos construidos de las ciudades turísticas de litoral en México, donde se establece una relación significativa entre el sitio, la identidad nacional y las expresiones culturales, para configurar un imaginario turístico nacional. Se revisa el caso de Puerto Vallarta, destino consolidado, que se posicionó gracias a las características únicas de “pueblito” mexicano frente al mar. Sin embargo, la pérdida de competitividad reciente alentó dinámicas de regeneración basadas en la inserción de nuevos artificios arquitectónicos desvinculados de la identidad local, y en concordancia con manifestaciones homogeneizadoras del paisaje construido. Para concluir, el concepto tradicional de lugar entra en un proceso de reformulación ante la transformación súbita del mundo global, cuyas tecnologías de información y comunicación favorecen el espacio de flujos, reconfigurando lo arquitectónico y desurbanizando la ciudad. Las conclusiones no son definitivas, y dejan abierto el debate sobre el lugar y su incidencia en la sociedad y el territorio contemporáneos. * Profesor-investigador del Instituto Tecnológico Superior de Puerto Vallarta. Correo electrónico: [email protected]

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Apuntes sobre la noción de “lugar” La Real Academia Española define lugar como “el espacio ocupado o que puede ser ocupado por un cuerpo cualquiera”. En esta definición se privilegia la noción física del lugar dejando un tanto de lado la relación entre el espacio tangible y los usuarios, quienes al vivirlo establecen una que es dinámica. Así, el lugar no se reduce a su componente físico o como contenedor, sino constituye un diálogo en el que el espacio trasmite a los individuos significados y valores elaborados socialmente y ellos interpretan y reelaboran, pero al mismo tiempo se adueñan de él, ya sea mediante marcas espaciales, la transformación o la apropiación simbólica, en un proceso que enriquece a ambas partes (Rojo, 2012). El concepto de lugar ha sido un tema de interés desde tiempos remotos. Aristóteles se refería a él en su acepción física, como contenedor de objetos, de cuerpos que lo definen o, dicho de otra manera, “el lugar es la primera envoltura interior, en reposo, que posee el cuerpo envolvente”(Muntañola 2001, 25). Veintidós siglos después, Hegel abordó al lugar apoyado en los avances filosóficos insistiendo en la relación simbiótica entre tiempo y espacio, en donde la interacción de ambos genera materia y movimiento. Con ello, el tiempo y el espacio no existen separados, y gracias a la noción temporal se puede construir y modelar este último. Por tanto, el lugar es tiempo en espacio, es decir, una unión de ambos, en la que el espacio se concreta en un ahora a la vez que el tiempo se concreta en un aquí. Estas consideraciones resaltan al movimiento como el instrumento de marcaje del paso del espacio al tiempo y viceversa y, por tanto, como cambio de lugar. A partir del siglo xx, con la expansión de las ciencias físicas y matemáticas y sus aplicaciones tecnológicas, se reformuló la noción de lugar con la incorporación al debate de disciplinas como la psicología, antropología y sociología, sugiriendo que el concepto también se construye social y culturalmente. Para Lindón (2007), el lugar en la sociedad contemporánea se estudia desde los aspectos materiales

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Escenario turístico en Puerto vallarta

y tangibles en cuatro dimensiones: la construcción física de la ciudad (urbanismo), la distribución de la población (demografía), la acción colectiva de los grupos sociales (sociología) y la producción de riqueza por actividades económicas (economía); no se han considerado otras realidades asociadas con la subjetividad y los imaginarios. De esta manera se subraya el interés por adentrarse en los procesos de construcción social del lugar, no tanto en su edificación física sino desde la manufactura cultural. Esta visión se deriva del aporte constructivista a la geografía, en específico la humana, que replantea el concepto del espacio geométrico por uno más vivencial, donde comienza la construcción social de la realidad. Por tanto, el espacio y el territorio son objeto de elaboración subjetiva por parte del sujeto-habitante; un mismo lugar o fragmento territorial puede ser construido de formas diferentes, en función de los puntos de vista individuales. Cada sujeto modela los lugares cotidianamente y, por ello, éstos son resultado de las acciones del sujeto sobre el mundo externo. En ese sentido, no se procede a diseccionar la realidad en fragmentos, para comprender la dinámica compleja de los lugares, sino a partir de la conexión con múltiples dimensiones que la autora designa “hologramas espaciales”, que vinculan la construcción física y social del lugar en la ciudad. La dialéctica entre espacio y tiempo ha conformado una noción sociofísica del lugar, en donde el componente tangible y la historia han estructurado lugares desde los cuales la humanidad se representa a sí misma. El “lugar” en la arquitectura En la arquitectura parece imponerse la consideración material del lugar, donde el espacio se delimita con elementos constructivos que envuelven al usuario, lo separan al tiempo que conectan a lugar y usuario en una interrelación integrada por realidades tangibles, como el terreno, la vegetación, el clima, la topografía (Tedeschi, 1980) y otras rugosidades que dejan su impronta en el mundo material. Los artificios arquitectónicos pueden enriquecer al lugar y aportar nuevos

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lenguajes, que dan sentido cultural al contexto construido, como es el genius loci,1 retomado por Aldo Rossi con la idea de locus, es decir, la relación singular y universal que existe entre cierta situación local y las construcciones de un lugar específico, cuya localización tenía un valor preeminente en el mundo clásico. En la historia de la arquitectura se manifiesta una relación continua entre el lugar y los objetos construidos. En las civilizaciones del mundo antiguo la adecuación de los edificios con el entorno físico fue constante; para sostener dicho supuesto, en este trabajo se evaluarán tres sitios en los que el binomio espacio-tiempo logró una alta sofisticación simbólica, artística y arquitectónica. El primero es Teotihuacán, asentamiento mesoamericano donde la composición urbana obedece a la cosmovisión de sus creadores, conformada en función de las condiciones topográficas y territoriales; así, la calzada de los Muertos se articula como un eje integrador de los conjuntos edificados, y se vincula con elementos astronómicos (García 2009). Además, el remate visual de la calzada es la pirámide de la Luna, ubicada en la porción más elevada, cuyo perfil se delinea con el contorno del cerro Gordo lográndose una integración sofisticada entre arquitectura y paisaje. Esta visión se enriquece gracias al diferencial de niveles en el conjunto, ya que la calzada de los Muertos actúa como una rampa gigantesca en la cual se incrementa la percepción de los edificios en el contexto de la ciudad. El poderoso atractivo que genera el conjunto llevó a los aztecas a designarla, varios siglos después de su abandono, como la “Ciudad de los Dioses”. Otro caso significativo es Palenque, asentamiento maya enclavado en la selva chiapaneca, donde los constructores insertaron con maestría los objetos arquitectónicos estableciendo un lenguaje cargado de simbolismo y abundante en diálogos con el sitio. Uno de los más destacados es el templo de las Inscripciones, la tumba-pirámide

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El concepto de genius loci se remonta al imperio Romano identificándose como el espíritu protector de un lugar expresado en iconografía religiosa, como una cornucopia o serpiente

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del rey Pacal, que se posa envuelta en la formación vegetal y montañosa. Al continuar el recorrido se advierte el templo de la Cruz, con una vinculación muy precisa entre arquitectura y paisaje; la estructura, las escalinatas de acceso y el templo ubicado en la parte superior (De Anda, 2006). Por último, está el templo del Sol, que es un resumen refinado de los elementos arquitectónicos mayas; materializa la belleza y perfección, que desafía el paso de los siglos y las inclemencias del clima. La relación entre el espacio físico y tiempo encuentran en Palenque un referente importante en donde se resaltan las creencias y el entramado social de los constructores, quienes aspiraron a dejar una marca respetuosa y duradera que trascendiera las características del lugar. Un tercer caso lo constituye Tenochtitlan; aquí, el mito del pueblo azteca encontró el lugar para cumplir con sus aspiraciones físicas y simbólicas insertando el corazón de la ciudad en el lago de Texcoco, adecuando al territorio lacustre a las necesidades de sus creadores. Un referente fue el templo Mayor, edificado en diversas capas coronadas con los templos dedicados a Tláloc y a Huitzilopochtli, que integra así el imaginario dual de las culturas mesoamericanas. La potencia de Tenochtitlan cautivó a sus residentes y visitantes, incluso a los conquistadores españoles, quienes a su llegada se quedaron “mudos de hermosura” (Galeano 1984, 83 y 84), carentes de las claves para valorar el profundo significado de su arquitectura. Con la destrucción de la capital azteca y la imposición de formas y técnicas constructivas provenientes de Europa, el valle del Anáhuac transformó su expresión tangible y se consolidó como referente, de manera tan intensa que a la fecha sigue conservando una fuerte carga en el imaginario sociocultural de los mexicanos. Los procesos de excavación en la zona aledaña y el valor simbólico del Zócalo demuestran su importancia en la vida nacional. Con estas consideraciones se resalta la relación entre los componentes físicos de la arquitectura y el lugar, expresado en la delimitación con elementos construidos, cuya vinculación simbiótica entra en una fase de reformulación, ya que la vivencia del espacio

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físico adquiere otros matices generados por los profundos procesos de transformación social, donde los nuevos instrumentos de información y comunicación diluyen el componente material al ubicar sus instrumentos de interrelación en espacios virtuales o de localización variable. Una manifestación de esta nueva relación se refiere a la identidad y el carácter de las edificaciones, que se han transformado desde la concepción tradicional de expresión del lugar y las actividades realizadas, para sustituirlas por otras formas y geometrías que parecen no manifestar, a primera vista, su vinculación con el sitio y su contenido cultural. La arquitectura contemporánea parece más interesada en mostrar formalmente los avances de la tecnología que en adaptarse a las condiciones del lugar y su entorno (Muñoz, 2009). Esto no significa que la inserción de objetos construidos se de-construya de la realidad material, sino que adquiere otras modalidades de expresión que rompen los esquemas habituales de comprensión de lo arquitectónico en el lugar. La noción del “lugar” en la ciudad La interpretación del lugar se presenta de múltiples maneras y su lectura se torna compleja en la escala de la ciudad. Una distinción fundamental radica en la naturaleza del asentamiento humano, ya sea temporal o definitivo; en el primer caso, los pueblos nómadas han establecido lo que Leroi-Gourham (citado por Muntañola, 2001) denomina el espacio itinerante, es decir, la forma de vincular el tiempo y el espacio físico, mientras que en los pueblos sedentarios se presenta el espacio radiante, organizado artificialmente en donde se construye un lugar en el tiempo. Lynch (1966) hace otra aportación al lugar urbano: la percepción del espacio es parcial, fragmentada y diversa, por lo que los contenidos que la ciudad proyecta se detienen en las formas físicas, clasificadas en cinco elementos: sendas, bordes, barrios, nodos y mojones. En conjunto, cada concepto encuentra su raíz en la realidad tangible, sin embargo, la variable mojones (o hitos) aporta mejores elementos

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al conocimiento de las particularidades del lugar. Esta consideración tuvo una relevancia particular en la génesis de las ciudades del turismo en México, donde la relación entre el lugar físico y la arquitectura sirvió como estrategia recurrente para la habilitación de los destinos, a los que se dotó de la infraestructura necesaria y del montaje de la escenografía para la actividad recreativa, sobre todo, de playa. El lugar y la arquitectura en las ciudades turísticas de litoral en México El fortalecimiento del turismo en destinos de playa en México se debió a la interacción de sus condiciones físicas, la presencia del litoral, el clima atractivo y el paisaje natural. A Puerto Vallarta arribaron visitantes desde 1924 (Montes de Oca 1982), mientras que en Acapulco a partir de 1940 se comenzó a recibir poco a poco a más turistas (Alcaraz 2009). En la primera etapa del desarrollo del turismo en México se buscó establecer una relación significativa con el lugar, para lo que se recurrió a elementos de la identidad nacional, como un vehículo de expresión cultural. Este binomio lugar-identidad fue un recurso para proyectar la imagen de lo “mexicano” en los destinos, tanto entre los incipientes viajeros nacionales como entre los extranjeros (Baños 2010). El entorno construido se fue transformando para albergar las instalaciones turísticas, principalmente con la edificación de la infraestructura hotelera. En 1934, Ignacio Díaz Morales proyectó el Hotel Playa de Cortés, cerca de Guaymas, Sonora, donde empleó un lenguaje de arquitectura mediterránea, con un dominio sólido de los espacios interiores y exteriores, vinculados con el paisaje marino circundante (González Gortázar 1994). Un estilo similar sería empleado en el Hotel Tropical, uno de los primeros establecimientos formales en Acapulco (Alcaraz 2009). En el periodo de mayor expansión de la planta hotelera, entre 1940 y 1980, creció mucho la oferta de hospedaje en los destinos

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recreativos de playa en México;2 pero destaca que el lenguaje arquitectónico en estos hoteles no responde formalmente a los postulados de la pretendida identidad nacional, y más bien se emplean expresiones vinculadas al estilo funcionalista, que se adaptan a los principios del movimiento moderno y resaltan las soluciones utilitarias de la actividad. En 1934 se construyó el Hotel La Marina, en Acapulco (véase figura 2) con una arquitectura que respondía a dicho estilo. El edificio guardaba una gran similitud con el El Paraíso, de Puerto Vallarta (véase figura 3), erigido en 1948, y cuya presencia significó una ruptura con el contexto serrano local, al manifestarse con una geometría de líneas sencillas y austeras. Con el fortalecimiento de la industria turística en México, el sentido del lugar en los destinos de playa se fue transformando, para albergar a más visitantes. La expresión arquitectónica se modeló para responder simbólica y funcionalmente a las necesidades planteadas, en particular con el crecimiento de la planta hotelera y los equipamientos turísticos como aeropuertos, centros comerciales y espacios recreativos. Para 1950, Acapulco “creció sobre todo hacia el noroeste y oriente de la bahía, que comprende los fraccionamientos Magallanes, Costa Azul, Playa Guitarrón, Las Brisas y las colonias Progreso, Hogar Moderno y López Mateos” en una superficie aproximada de 537 hectáreas (Ibid., 33). Para ello se contó con un decidido apoyo gubernamental por medio de estímulos fiscales, créditos preferenciales y el desarrollo de infraestructura urbana, lo cual atrajo cuantiosas inversiones, tanto de capital nacional como extranjero, para la construcción de hoteles, fraccionamientos residenciales y comercios, generando fuentes de empleo y el fortalecimiento de actividades turísticas. El paisaje se transformó de manera paulatina con la presencia de hoteles, cuya silueta contrastaba con el perfil del mar y las montañas. 2



Al respecto, Osbelia Alcaraz (2009, 69) documenta que, en Acapulco, entre 1940 y el fin de 1980, se construyeron 256 hoteles; destacó el lapso de 1970 a 1979, en el que la expansión fue mayor, con un incremento de 20 por ciento.

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De esta época destacan el Elcano; con 180 habitaciones y 12 niveles, El Maris, con 84 cuartos, 14 pisos, y una forma funcional semiradial y el Presidente de Acapulco, ubicado en la costera Miguel Alemán, conformado por dos grandes volúmenes de 20 pisos cada uno. En todos los casos, las soluciones formales de los edificios no parecen responder a la expresiones del lugar, y en su lenguaje se valida el discurso de la modernidad en los destinos tradicionales. La expansión del turismo continuó gracias a los avances en los sistemas de transporte y la maduración de las empresas dedicadas a los viajes, en la década de1960. En Acapulco se prolongó la edificación masiva de hoteles, como el Fairway, de 14 niveles; Paraíso Radisson Plaza Las Glorias, de 416 habitaciones, y La Jolla, en donde se dejaron grandes áreas para piscinas, asoleaderos, restaurantes, terrazas, estacionamientos y otras amenidades, ajustándose a los postulados de la arquitectura moderna. El fortalecimiento del imaginario turístico en Acapulco vinculó al lugar como un sitio refinado a escala nacional e internacional, y atrajo a artistas, actores, deportistas, gente del jet set y millonarios. Muchas películas se filmaron en el puerto, como Diversión en Acapulco,3 protagonizada por Elvis Presley; también se llevó a cabo la Reseña Mundial de Cine, entre otras actividades (Secretaría de Turismo, sectur 2000). En Puerto Vallarta, la década de 1960 significó el despegue de la vocación turística local. En 1963 se filmó La noche de la iguana, 3



La película se filmó en 1963, por Paramount Films, significó la décima tercera participación de Elvis Presley en el mundo del cine. El cartel publicitario mostraba una figura en primer plano de Elvis y al fondo paisajes naturales y construidos, como Pie de la Cuesta y edificios en la zona hotelera. En la trama, Presley personifica a Mike Windgren, un cirquero que, al escapar de su pasado, se encontró a sí mismo en Acapulco, donde es contratado como salvavidas en un hotel; por las noches entretenía a los visitantes cantando. El personaje se involucra con dos exóticas mujeres, interpretadas por Ursula Andress (Margarita) y Elsa Cárdenas (Dolores). Al final de la cinta el personaje vence sus miedos, se arroja desde la Quebrada y decide pasar el resto de su vida con Margarita. http://www.elvispresley.com.au/elvis/presley/ fun_in_acapulco.shtml.

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dirigida por John Houston y estelarizada por Richard Burton, Eva Gardner, Deborah Kerr y Sue Lyon. La importancia mediática de este evento se vio incrementada por la relación amorosa entre Burton y la también actriz Elizabeth Taylor, quienes quedaron tan impactados con la belleza del lugar, que adquirieron la casa Kimberly, en el conocido barrio Gringo Gulch. El rodaje influyó en la difusión del destino a escala internacional, y atrajo inversión para el Hotel Posada Vallarta, inaugurado en 1964 (Gómez 2008), de 84 habitaciones; se construyó en una superficie aproximada de 12 hectáreas, y fue proyectado por el arquitecto Francisco Artigas. El inmueble se fue expandiendo, primero a 124 cuartos, hasta llegar a tener más de 500, aunados a salones de convención, plaza mexicana, centro comercial, cortijo, albercas y restaurantes. El estilo del conjunto incorpora elementos de la arquitectura tradicional vallartense, pero adaptada a los nuevos usos; el empleo de cúpulas, arcos de ladrillo aparente y cubiertas con teja trasmiten la sensación de estar en un “pueblito tradicional”. En 1969 se abrió el Camino Real, el primero de cadena nacional, donde también se incorporaron las características de la arquitectura local, pero se recurrió a otras soluciones y manifestaciones ajenas. En la década de 1970 se registró el mayor crecimiento de los destinos de playa en México, tanto por la consolidación de Acapulco y Puerto Vallarta como por la entrada de Cancún, que después se convertiría en la estrella del firmamento turístico nacional. Se fortaleció la masificación de las construcciones y la transformación de una imagen menos nacionalista y funcionalista. Dentro de los ejemplos dignos de mención destacan, en Acapulco, los hoteles Fiesta Americana Condesa, con 435 habitaciones; Calinda Beach, con 357; Acapulco Plaza, con un perfil peculiar, de forma circular, y con 596 unidades; Exelaris Hyatt Regency Acapulco, con 640; Romano Palace, con 252, y La Palapa, una torre alta, con 378 habitaciones. En Puerto Vallarta se expropió una extensa porción de suelo ejidal para el desarrollo turístico, con lo que se dotó de certeza en la tenencia de la tierra, y favoreció el crecimiento económico, turístico y urbano, a través de la estructuración de la zona hotelera norte, y la edi-

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ficación de hoteles como Playa de Oro, Fiesta Americana y Holiday Inn, lo que permitió aumentar las opciones de hospedaje. De acuerdo con Munguía, “en 1973, la oferta de cuartos era de 1 760, y en 1981, las habitaciones disponibles habían aumentado a 4 783” (1997, 217). El modelo consistía en dotar de terrenos frente al mar a los hoteles, dejar la circulación vehicular por la parte trasera, y limitar el acceso público a las playas, con lo que se favoreció la privatización de los recursos del litoral para los turistas y se fortaleció la percepción de despojo de los residentes locales. El surgimiento de Cancún fue resultado de “una decisión política del Estado, una estrategia de la geopolítica internacional que con apoyo de Estados Unidos pretendió poblar la ribera del canal de Yucatán, que hasta esa época estaba controlada por los cubanos de Fidel Castro” (César 2006, 92); fue uno de los primeros centros integralmente planeados, desarrollado por el Fondo Nacional de Fomento al Turismo, con financiamiento del Banco Interamericano de Desarrollo, cuyo plan maestro fue formulado por Agustín y Enrique Landa Verdugo. Dentro de las manifestaciones de arquitectura turística se menciona el Hotel Camino Real, de Ricardo Legorreta, con el que refina y mejora su proyecto para un hotel horizontal. La interesante solución estructural en el edificio de la zona de habitación está resuelta con base en marcos que le permitieron inclinar una de las fachadas, abriendo un espacio central ajardinado; los espacios públicos, las albercas y los jardines están también resueltos con una extraordinaria calidad. El perfil del conjunto del hotel y su emplazamiento, entre el mar y una laguna, son un ejemplo de adaptación a las características ambientales del Caribe Mexicano (Toca 1994). Entre 1980 y 1990 en Acapulco se construyeron 44 hoteles, destacan Do Brasil, con 118 habitaciones; Las Torres Gemelas, con 618, y Playa Suites Acapulco, con 502 (Alcaraz 2009). Puerto Vallarta pasó de 4 783 a 8 646 cuartos en el mismo periodo, casi el doble de

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la oferta de hospedaje, debido a la apertura del Sheraton Buganvillas, en 1980; Buenaventura, en 1987, y Qualton (Gómez 2008). En estos edificios se aspiró a representar una imagen de la arquitectura tradicional vallartense, con la asimilación del estilo serrano imperante en el centro tradicional del poblado, donde se emplearon materiales como azulejo, madera y tejas tradicionales, así como elementos constructivos como columnas, acabados rústicos, arcos y cúpulas. A partir de 1990 y hasta el año 2000 disminuyó la edificación de hoteles en Acapulco y Puerto Vallarta; en el primero sólo se erigieron 32, mientras que en el segundo se añadieron 1 250 habitaciones, con lo que se confirma el descenso de la actividad hotelera tradicional en estos destinos. Aunque en el modelo de turismo en México se buscó incorporar los recursos del lugar y la identidad como atractivos añadidos, en la práctica no se consiguieron estos objetivos y las repercusiones de la masificación en la actividad fueron profundas. De esta manera, se acuñó la expresión acapulquización, en referencia al crecimiento turístico sin control, y a que no se lograron los beneficios multiplicadores que el turismo debería generar en las comunidades de acogida (César y Arnaiz 2002). En la actualidad, el espacio turístico enfrenta procesos inéditos con la adopción de los hoteles pequeños, conocidos como boutique, donde se reutilizan viviendas grandes desde donde se promueve un hospedaje de alto consumo, bajo impacto y enfocado a sectores específicos como de tercera edad u homosexuales. Además, se va imponiendo el modelo de turismo residencial, que comenzó a principios del siglo xxi, y tuvo un auge espectacular hasta el estallamiento de la burbuja inmobiliaria global en 2008, cuya crisis financiera e hipotecaria se presentó con mayor virulencia en Estados Unidos y los principales países desarrollados. De esta manera, el sentido del lugar en las ciudades turísticas mexicanas de litoral se desliga de la esfera física y del concepto de identidad modificando su relación con el sitio que la cobija y en su relación simbólica con los usuarios que la ocupan.

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El espacio de “flujos” y la práctica del turismo global Con la globalización se fortalece la expansión de las tecnologías de la información y comunicación, y se mejoran las redes de transporte mundial. El concepto de lugar toma nuevos matices, en particular, desde la noción sociofísica, donde el espacio tangible se dispersa en su dimensión geográfica, y se adentra en la tesitura de lo “virtual” con ubicaciones remotas y de localización variable, mientras que el tiempo se acelera con “flujos” de información, personas y mercancías modificándose la percepción de la distancia, para expandirse infinitamente, y con ello el principio de vecindad planteado por Bachelard (Muntañola 2001) adquiere otra lectura. Un ejemplo lo constituyen los programas computacionales de interacción digital y otros dispositivos,4 que facilitan la comunicación en tiempo real entre individuos ubicados en espacios tan diversos como la conectividad a internet lo permita, y posibilita así la dispersión de las actividades. Es frecuente que desde la computadora se realicen tareas laborales y, al mismo tiempo, se establezcan relaciones con otros usuarios a los que es posible ver y escuchar, gracias a interfaces. Esta modalidad de comunicación es altamente selectiva, ya que sólo los contactos aceptados por ambos usuarios (o más) pueden participar, en una forma renovada del concepto de espacio público (Delgado 2013). Esta interacción social transforma los usos en la ciudad contemporánea y tiene implicaciones territoriales, ya que se intercambian bienes, pero también circulan “flujos” de ideas, recursos e información, expresándose en un deseo por estandarizar el paisaje arquitectónico y urbano (Muñoz 2008). De esta manera, los nuevos procesos de urbanización se caracterizan por la homogeneización de la manufactura, construida con la aspiración por configurar paisajes uniformes, y acceder a un equilibrio entre las especificidades propias del lugar y el orden visual genérico (Koolhaas 2006). Con ello, la homogenización del paisaje hace las veces de un sistema de señalización de los lugares, 4



Destacan las versiones de chats, como msn Messenger, de conversaciones a distancia como Skype y redes sociales como Facebook, Twitter y otras.

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donde se renueva y transforma el espacio urbano subrayando que las diferencias entre la expresión material de la ciudad no desaparecen, y se asegura que dichos cambios no destaquen demasiado (Sassen 2009). El paisaje, donde se aspira a la repetición, encuentra en las ciudades del turismo un campo fértil de experimentación, ya que el espacio recreativo se planifica para responder a los imaginarios del visitante separando los sitios comunes en el contexto local. Los enclaves turísticos se consolidan como islas y espacios muy segregados, en un entorno de simulacro, para asegurar la emoción, el espectáculo y el ocio, en una escenografía diseñada cuidadosamente para influir en el comportamiento del visitante al alentar el deseo, favorecer el consumo, restringir su movimiento y regular el tiempo (Judd 2003), para ofrecer un escape momentáneo de la realidad cotidiana. Al respecto, Méndez (2008) propone una analogía entre los espacios del turismo y el tinglado de un escenario teatral, ambos edificados para la experiencia efímera, con actividades temporales y cambiantes. Los enclaves turísticos han de cumplir con eficacia las expectativas publicitarias confirmando a los visitantes la cristalización de sus sueños. La actuación debe realizarse en dos espacios con signos específicos y diferenciados: el primero como región “frontal o delantera”, donde el actor o el espacio asumen su caracterización, sostienen la máscara y se presentan en el escenario; y, el segundo, separado y diferente del anterior, como región “posterior o trasera”, en donde el actor deja provisionalmente el personaje, la máscara, disminuyendo la interacción con los demás actores, para conseguir el descanso y refugio. Esta diferenciación ocurre con especial virulencia en los destinos de litoral en México, donde hay una división profunda entre el espacio de los visitantes y el cotidiano de los residentes (Baños 2012). En el enclave turístico se privatiza el espacio, se interponen cortinas de edificios (hoteles y departamentos), se construyen marinas y campos de golf, en procesos intensos de transformación, donde el territorio local enfrenta problemáticas crecientes: fortalecimiento de la segregación residencial, exclusión social y fragmentación del espacio (Gómez 2005).

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El montaje de la escenografía para el turismo parece encontrar similitudes con la expresión arquitectónica de los hoteles funcionalistas de mediados del siglo xx, que tampoco se adaptaron a su contexto tradicional. Sin embargo, la diferencia radica no tanto en los objetos construidos sino en la motivación que les dieron origen; en la experiencia funcionalista, el edificio pretendía adecuarse a las necesidades utilitarias de hospedaje, y expresar un sentido de modernidad. Por su parte, las instalaciones turísticas, producto de la globalización, manifiestan una estandarización banal con el ánimo de repetir y replicar, con independencia del lugar, y generar paisajes homogéneos y descontextualizados del territorio local. El montaje escenográfico en las ciudades contemporáneas se presenta inclusive en las que no cuentan con un patrimonio arquitectónico importante, como las europeas, donde se asiste a una inserción constante de objetos genéricos y descontextualizados del tejido local; un ejemplo reciente acontece en Sevilla, España, con la edificación de la Torre Cajasol, estructura que medirá 180 metros, cuya silueta entra en competencia con la Giralda, el elemento más emblemático de la ciudad. En Colonia, Alemania, se eleva la torre de oficinas Koln Turf, de 150 metros, ubicada en las cercanías de la catedral y lo mismo sucede en Londres, con la torre The Shard, un rascacielos de 310 metros, el más alto de la Unión Europea.5 Lugares y flujos en un destino consolidado: Puerto Vallarta Puerto Vallarta es un destino turístico maduro, localizado en la costa del Pacífico mexicano; en 2010 recibió más de tres millones de personas, más de la mitad eran nacionales y el resto extranjeras (Secretaría de Turismo de Jalisco, setujal 2011). Su vocación recreativa se fortaleció a partir de la segunda década del siglo xx, gracias a las condi5

http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2012/04/120405_giralda_rascacielos_modernidad_unesco_fp.shtml (abril de 2012).

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ciones de su contexto natural y las características edilicias generando una expansión poblacional y territorial sostenida. En este proceso, la arquitectura se expresó en diversas tipologías que materializan, con elementos espaciales, los imaginarios de sus habitantes y, a su vez, estas manifestaciones constituyeron un atractivo turístico y una ventaja competitiva importante, en relación con otros destinos de México. La arquitectura serrana tradicional en Puerto Vallarta La fisonomía original en Puerto Vallarta se deriva de la arquitectura serrana, debido a que los primeros habitantes provenían de poblados cercanos, como San Sebastián del Oeste, Mascota y Talpa de Allende, quienes al establecerse trasladaron con naturalidad su tradición constructiva. Esto le confería al poblado un aire de rústica simplicidad, con calles empedradas, muros encalados y cubiertas con teja de barro, adaptándose a la topografía del terreno, con el predominio de tres colores: gris para los empedrados, blanco para los muros y rojo en las cubiertas. Además, la traza urbana se estructuraba con calles entrecruzadas perpendicularmente, tanto en lo plano como en las zonas montuosas, por lo que subían y bajaban de acuerdo con los accidentes del terreno (Baños 2010). Estas características fisonómicas se dieron de manera natural y armónica, y se conservaron sin alteraciones por más de un siglo, lo que consolidó la imagen de “pueblito típico” mexicano, elemento que constituyó el principal recurso para la comercialización de Puerto Vallarta. Dicha particularidad es poco frecuente, ya que la arquitectura se forjó con una identidad serrana, pero insertada en un poblado costero y de clima tropical. Rupturas con la arquitectura serrana tradicional La adopción del turismo y la transformación gradual de la vocación económica provocó una ruptura en la fisonomía serrana tradicional, y se adaptó el estilo funcionalista como el medio de expresión de la modernidad en Puerto Vallarta. Los primeros hoteles, como el Ro-

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sita, Paraíso y Chula Vista, se edificaron con un lenguaje austero y eficiente para adaptarse a las necesidades de la industria turística, en donde la geometría se modificó para incorporar losas de concreto, balcones y amplios ventanales horizontales, y destacar la simplicidad de líneas. Pero el funcionalismo no sería el único medio de transformación arquitectónica; con la aportación de Fernando Romero se inauguró un estilo nuevo, el Vallarta, donde se reformularon los valores constructivos tradicionales, se involucraron expresiones modernas pero ancladas en la tradición e identidad vallartense (Arel 2013). La suma de estas dos fuentes representó la materialización espacial de una sociedad local, que había evolucionado y que se adaptaba a usos, materiales, técnicas e imaginarios nuevos. Con el devenir del tiempo, tanto el funcionalismo como el estilo Vallarta se consolidaron como tipologías propias, cuya presencia forma parte del patrimonio arquitectónico de la localidad. Intervenciones recientes en Puerto Vallarta Las ciudades de playa en México mantienen altas tasas de expansión, y se van adaptando a las transformaciones del negocio del ocio mundial. En Puerto Vallarta se han invertido cuantiosas sumas en el mercado inmobiliario en la última década, enfocadas a conjuntos habitacionales para turistas. Esto ha cambiado el modelo convencional de desarrollo turístico, más dirigido a la edificación hotelera. El vehículo de expresión formal se alinea con la dinámica de homogeneización del paisaje arquitectónico. Expresiones arquitectónicas recientes en Puerto Vallarta En Puerto Vallarta, las manifestaciones de la arquitectura reciente responden más a una lógica económica que estética. Los edificios se han proyectado con el objetivo de asegurar la rentabilidad de los

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inversionistas, y no como una aportación a la belleza y al tejido arquitectónico local. Las herramientas empleadas para asegurar la eficiencia suponen la violación a la normatividad urbana, la edificación en gran altura, la alteración del medio ambiente y del paisaje natural. La construcción masiva de vivienda para residentes temporales ha tenido efectos territoriales significativos, como el deseo por acceder a una distinción, seguridad física y singularidad, con lo cual se presentan formas renovadas de segregación residencial. Otra característica es el afán por incorporar la materialización de las nuevas arquitecturas y expresiones, alejándose con desdén de la identidad vallartense tradicional. Lo paradójico es que en el pasado se buscó la adecuación a los elementos locales, y ahora se imponen estilos que recurren a la transformación formal, donde se emplean grandes ventanales de cristal, estructuras de acero expuestas, verticalidad pronunciada y densidad excesiva. Los principales edificios contemporáneos se localizan en el espacio turístico, sobre todo en el litoral costero y en la zona de montaña, lo que propicia un territorio fértil para la especulación inmobiliaria. Los procesos de homogenización del paisaje construido han promovido la contratación de arquitectos de firma, con prestigio mundial, como parte de una estrategia de mercadotecnia turística. Así, hay desarrollos entre los que destacan Icon Vallarta, proyectado por el diseñador francés Phillipe Starck, en conjunto con Arquitectónica (véase figura 4), o Enclave, obra de Michael Graves, así como Nima Bay, de Central de Arquitectura, y la propuesta Museo del Tequila, de Casa Cuervo, de Frank Gehry. Las expresiones formales de estos autores aterrizan en la geografía vallartense con resultados mixtos, sobresale la falta de adecuación a la realidad local, al paisaje y medio ambiente, y resultan en proyectos emblemáticos que no se adaptan al contexto propio. De esta manera, la arquitectura contemporánea en Puerto Vallarta parece ignorar el sentido tradicional del lugar, conformado a lo largo de los años, soslayando la tradición, con la inserción de objetos construidos que siguen la lógica del mercado global, antes que la identidad y valores que le dieron origen.

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Intervención en el espacio público: el caso del malecón El malecón es un andador lineal como de un kilómetro de longitud, paralelo al litoral, se extiende desde la calle 31 de Octubre hasta el parque Aquiles Serdán, en el centro de Puerto Vallarta. Su construcción comenzó tras el ciclón del 24 de octubre de 1925, que arrasó gran parte del antiguo poblado (Murguía 1997) y, con el tiempo, se convirtió en el espacio público más importante para los residentes y en uno de los atractivos turísticos. En 2011, el gobierno local promovió la rehabilitación del malecón con el objetivo de regenerar este importante pasaje urbano. Para ello se retomó la idea de peatonalizar y favorecer el comercio público de restaurantes, bares y terrazas. La propuesta consistió en una magna intervención arquitectónica, cuyas principales acciones fueron cerrar el paso al tránsito vehicular, reforzar el muro de contención en la playa, modificar el pavimento, transformar la forma del paseo, incluir una ciclovía, colocar arbolado, adecuar el mobiliario urbano y mejorar la iluminación. Las obras se iniciaron en mayo de ese año, a pesar del rechazo de un sector de la población y de las repercusiones económicas que se tendrían en la franja turística del centro tradicional durante la construcción. La expresión arquitectónica empleada en el “nuevo” malecón se adecua a la tendencia contemporánea de intervención en el espacio urbano, al incorporar bancas y elementos de mobiliario, fusionar el nivel de la banqueta con el del paseo marítimo y modificar la traza original, rectilínea, por una ondulada con rampas para acceder a la playa (véase figura 5). La principal crítica al proyecto es el parecido fiel al Paseo de la Playa de Poniente, de Benidorm, España, que proyectaron los arquitectos Carles Ferrater i Lambarri y Xavier Martí Galí, entre 2005 y 2009. El deseo por contar con un malecón digno, de “clase mundial” y “europeo”, se tradujo en un proyecto que homogeneiza el paisaje local, con las tendencias globales en la arquitectura y el urbanismo. Pero, la debilidad principal radica en la ejecución deficiente de la

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obra, donde la iluminación artificial es escasa, el mobiliario se ha deteriorado rápidamente, la vegetación es excesiva y la colocación inadecuada de las esculturas genera un espacio desarticulado y carente de identidad local. Al respecto, los vallartenses le adjudicaron el apodo de el “malechón”, en alusión a la mala calidad del proyecto y de la obra concluida. Apuntes finales: consideraciones renovadas del lugar En el recorrido se expuso que la noción tradicional de lugar se refiere al espacio tangible, como contenedor de objetos y al tiempo como esfera de soporte (sociofísico). Sin embargo, otras consideraciones se incorporan al debate de este concepto, entre ellas, las aportaciones sobre el aspecto intangible con la construcción social del lugar por parte de los usuarios, quienes conforman su propio imaginario. La arquitectura ha tenido una relación fundamental con el lugar; su materialización ocurre en un espacio y tiempo concretos. La inserción construida aporta y dota al lugar con un sentido nuevo; en el caso de creaciones excelsas, lo enriquece y éste adquiere otros matices. Para retroalimentar ambas realidades se revisaron tres sitios mesoamericanos de gran belleza, en donde la interacción entre lugar y arquitectura logró realidades excelsas. En cuanto a la ciudad, el lugar también cobró una importancia relevante al integrar territorio, tiempo y actores sociales. Las ciudades turísticas de litoral en México se valieron del lugar en su proceso de construcción, que en un primer momento se buscó vincular con la identidad nacional, pero los primeros conjuntos hoteleros se expresaron con una arquitectura funcionalista diferente al imaginario de dicha identidad, y en Acapulco y Puerto Vallarta hay diversos ejemplos que dan muestra de ello. En el mundo global contemporáneo se consolida el espacio de flujos, impulsado por los avances tecnológicos de información y

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comunicación, que reformulan la noción tradicional de lugar extendiéndose en geografías variables, localizadas en espacios alejados y veloces en el tiempo de ejecución. Estos procesos de alcance mundial reconfiguran la práctica arquitectónica en destinos turísticos, que destacan por la homogeneización del paisaje urbano. Al revisar las intervenciones arquitectónicas y urbanas más recientes en Puerto Vallarta, se advierte que el sentido del lugar y la identidad han dejado de ser un concepto recurrente en la modelación del espacio construido, y que más bien se busca adoptar formas estandarizadas y genéricas, que aseguren un sitio entre la competencia urbana mundial. El debate sobre la modelación del espacio turístico en destinos mexicanos de litoral seguirá abierto, así como las modalidades arquitectónicas y la presencia territorial de estos objetos emblemáticos descontextualizados del paisaje natural. Bibliografía Arel, Marie France. 2013. Espacio, forma y técnica del estilo arquitectónico Vallarta. De sus antecedentes a la propuesta de Fernando Romero Escalante. Tesis de licenciatura en arquitectura, Centro Universitario de la Costa, Universidad de Guadalajara. Alcaraz, Osbelia. 2009. Evolución de la arquitectura hotelera en Acapulco, Guerrero. México: Universidad Autónoma de Guerrero. Baños, Alfonso. 2012. Segregación residencial en Puerto Vallarta. Apuntes sobre la división social en el espacio turístico de una ciudad turística de litoral. En Contextos 4, ciudad, territorio y sustentabilidad, compilado por María Pérez y Lucía González, 15-22. Guadalajara: Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño (cuaad), Universidad de Guadalajara.

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Escenario turístico en Puerto vallarta

Figura 1 Hotel Tropical, en Acapulco (1928, desaparecido)

Fuente: Osbelia Alcaraz (2009, 72).

Figura 2 Hotel La Marina, en Acapulco (1934, desaparecido)

Fuente: Osbelia Alcaraz (2009, 25).

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Turismo e imaginarios

Figura 3 Hotel Paraíso, en Puerto Vallarta

Fuente: Catalina Montes de Oca (1982).

Figura 4 Desarrollos de vivienda secundaria en Puerto Vallarta

Fuente: fotografía de José A. Baños.

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Escenario turístico en Puerto vallarta

Figura 5 Imagen de la propuesta de “rehabilitación” del malecón (2011)

Fuente: H. Ayuntamiento de Puerto Vallarta (2010-2012).

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Con un tiraje de 1 000 ejemplares, este libro se terminó de imprimir en el mes de septiembre de 2013, en los talleres de Imagen Digital del Noroeste, S. A. de C. V. Veracruz 19A, Hermosillo, Sonora, México Teléfono: (662) 214-88-22 Diseño de portada y compuedición: Miguel Ángel Campuzano Meza Corrección de estilo: Alma Celina Quiroz Trujillo La edición se formó en InDesign CS4 con tipografía Times New Roman de 11/13 y estuvo al cuidado del Departamento de Difusión Cultural de El Colegio de Sonora.

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