Trazado de la memoria urbana de San Juan y Santurce en la cuentística de Carmen Alicia Morales

October 15, 2017 | Autor: R. Universidad Si... | Categoría: Literature, Puerto Rico, Teoría del cuento hispanoamericano
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traZaDo DE La MEMoria UrBaNa DE saN jUaN Y saNtUrcE EN La cUENtÍstica DE carMEN aLicia MoraLEs rubén Darío jaimes Universidad simón Bolívar [email protected]

El conflicto de la modernidad en Puerto rico está indisolublemente ligado al establecimiento del Estado Libre asociado en 1952 y, por ende, al proyecto modernizador de la sociedad boricua impulsado por Luis Muñoz Marín. tal proceso ha sido ampliamente representado en la literatura insular por gran parte de los escritores de las diferentes generaciones que se han sucedido desde aquella coyuntura histórica, política, social y económica. Las contradicciones propias de dicho proceso, su colapso y el impacto en los modos de vida de los puertorriqueños son el caldo de cultivo de una vocación literaria que conecta la escritura de la isla con la memoria y la identidad nacional. No debe sorprender entonces que, ante el impacto de los cambios en todos los órdenes de la cotidianidad de la sociedad boricua, una escritora decida narrativizar con una voz poética los recuerdos de dos espacios urbanos ligados a su herencia cultural: san juan y santurce. Luego de la publicación de su primer libro de poemas, Cundeamores (1984), –y en concordancia diacrónica precisamente con la coyuntura escritural del fenómeno literario que se ha observado desde ese año ochenta y cuatro exactamente, cuando las poetas comen-

a partir de la institucionalización del Estado Libre asociado en 1952, el conflicto de la modernidad es un tema recurrente en el sistema literario puertorriqueño. En la década de los ochenta un grupo importante de poetas incursiona en la escritura narrativa. En este contexto, carmen alicia Morales recurre al discurso de la memoria para realizar un trazado de san juan y santurce que le permita testimoniar en su propuesta literaria las contradicciones de dicha modernización. Desde los poemas de su libro Cundeamores (1984) hasta los cuentos de ¡Ay bendito! (1997) y Cangrejeros (2010) se puede rastrear la voz femenina que registra en la historia pequeña los cambios de la ciudad y de los modos de vida de sus habitantes. recibido: 25 de abril de 2012 aceptado: 17 de octubre de 2013

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zaron a incursionar masivamente en la narrativa boricua, proceso estudiado por alberto Martínez Márquez– carmen alicia Morales ha escrito dos libros de cuentos: ¡Ay bendito! (1997) y Cangrejeros (2010). En esta propuesta literaria podemos identificar el trazado de una geografía de la memoria de san juan en general y de los vecindarios de santurce en específico. El trazado del mapa de una poética urbana en tres tiempos. En el texto precursor de la temática trabajada en esta cuentística, Cundeamores, se perfila el interés de la autora por dar testimonio de los cambios acelerados de los lugares ligados afectivamente a su configuración identitaria como puertorriqueña. san juan y santurce son los espacios urbanos desde donde carmen alicia Morales enfoca el recuerdo para darle forma a una memoria que, en el intersticio entre el sentimiento y la reflexión, muestre las estampas de una sociedad en transformación contradictoria y vertiginosa. En esta obra las dos dimensiones de la ciudad conviven en el tránsito de un poema a otro, aspecto que se constituye en un semillero donde germinarán las dos siguientes publicaciones, los libros de cuentos dedicados por separado a san juan y a santurce. En los relatos de ¡Ay bendito! nos encontramos desde el propio título con la manifestación a viva voz de la voluntad identitaria del texto. La expresión apela de inmediato al imaginario insular, a la memoria auditiva que conecta la locución popular con la vivencia de la cultura boricua. son relatos

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Palabras clave: ciudad, Memoria, Historia, Narratividad, Feminidad since the institutionalization of the Free associated state in 1952, the conflict of modernity is a recurring theme in the Puerto rican literary system. in the 1980s an important group of poets ventured into narrative writing. in this context, carmen alicia Morales resorted to discourses of memory to outline the urban spaces of san juan and santurce. this allowed her to testify in her literary project the contradictions of such modernization. From the poems of Cundeamores (1984) to the short stories of ¡Ay bendito! (1997) and Cangrejeros (2010) it is possible to trace the female voice who records, in the features of a small history, changes in the city and the lifestyles of its inhabitants. Key words: city, Memory, History, Narrativity, Femininity.

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muy breves, flashes sobre la vida de la ciudad de san juan que van quedando en el recuerdo. al observar el índice, podemos contar cuarenta y un cuentos que en su mayoría no pasan de dos páginas; y vale destacar que once de los mismos apenas alcanzan a completar una página. Este libro dibuja una geografía mnemónica de san juan, al intentar espacializar el recuerdo a través del metacódigo que es la narración, cuya versatilidad permite el vaciado de una voz marcadamente poética en estos relatos. En la versión corregida, que se estima publicar en el año 2012, la autora incluye ocho nuevas estampas que revisitan quince años después aquel loci de la memoria. La edición revisada también incluye varias fotografías tomadas por la escritora, quien además de ser historiadora se dedica al seguimiento de la arquitectura de la ciudad donde creció, tal como se puede rastrear en su página de Facebook, así como en otra con la cual colabora, Puerto Rico Historic Building Drawings Society. En el caso de Cangrejeros nos encontramos con una hermosa edición ilustrada, que cuenta veinte historias menudas, de vecindario, de la comunidad en pequeño, de lo que María julia Daroqui identifica en el sistema literario boricua como «las miradas oblicuas de la historia» (1993), de esos eventos intrascendentes para la gran historia nacional, pero que son absolutamente imprescindibles para fijar los rostros de un pueblo sitiado culturalmente por la metrópoli colonial. Este libro habla de la memoria citadina, de la reconstrucción del proceso de urbanización de cangrejos –el nombre primigenio de santurce– y de la pérdida proporcional de los vínculos de la convivencia en comunidad, expresión sintomática de los efectos de un progresismo descontrolado y avasallante. Existe un juego de la memoria que dialoga con autores como Pedro juan soto o Edgardo rodríguez juliá, por mencionar apenas un par de narradores reconocidos de dos generaciones diferentes, quienes han fijado también elementos para la edificación de un imaginario urbano, con la distancia de cada proyecto de escritura, pero coincidiendo en el registro de una puertorriqueñidad en constante proceso de transformación. resulta particularmente interesante y sintomático que en la escritura de carmen alicia Morales se puede percibir una sensibilidad femenina, incluso en su dimensión maternal y hogareña, que se atreve a enunciar desde esa postura las vivencias de la metamorfosis acelerada de los espacios urbanos. La mujer testimonia la disolución de la convivencia ante el embate de la modernidad, y en su lugar se posesiona de sus recuerdos para darles viabilidad en el 298

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discurso de la memoria e impedir su disolución en la despersonalización de la ciudad moderna. registrar para resistir pudiera ser el eje que se proyecta desde los poemas de Cundeamores hasta los cuentos de ¡Ay bendito! y Cangrejeros. No se puede dejar pasar por alto que, en la propia enunciación del discurso, también se puede identificar la necesidad de fijar los anclajes individuales para responder a la nostalgia de vivir en la metrópoli, por cuanto la escritora vivió cuarenta años en Washington y apenas desde 2008 regresó a la isla para residenciarse en el Viejo san juan. En los «reconocimientos», que preceden los relatos de ¡Ay bendito!, podemos verificar la presencia de la memoria en la narrativa de carmen alicia Morales: «vagando por las calles de san juan, julita arce Franklin me dijo: “Escríbele a san juan”. Ella nunca supo que desde ese día me perdí en los recuerdos de su san juan adoquines». (iX) ante el develamiento de la pulsión escritural originaria, habría que reconocer la fidelidad que más de una década después se mantiene en Cangrejeros, y que con palabras más o menos similares había testimoniado ya en «Los motivos» del poemario Cundeamores. En estas obras la voluntad de recordar para reconstruir el imaginario de la ciudad vivida se mantiene como hilo conductor de su escritura, del levantamiento de una suerte de catastro de la memoria para confrontarlo con la vorágine de la versión de la modernidad con perfil norteamericanizante que amenaza con arrasar con muchos elementos de la tradición hispana de la ciudad. Posiblemente la inclusión de un viejo mapa del san juan colonial como portada de la próxima edición de ¡Ay bendito! –que la editorial de la primera edición no quiso colocar– sea otra metáfora de ese trazado imaginario de la ciudad de los afectos y las vivencias de una de las variantes del ser caribeño. De la conmutación nominal al alter ego de San Juan. La difuminación de los datos que pudieran marcar con certeza el comienzo de Puerto rico en la línea cronológica de la cultura occidental da pie para una discusión un tanto laberíntica, no obstante, en ese recorrido en busca de los orígenes existe un aspecto ciertamente interesante: caparra fue la primera población fundada en la isla hacia 1509 ó 1510, tal como lo registra fray iñigo abbad y Lasierra en la primera historia insular, escrita en 1778; asentamiento que corresponde –según Edgardo rodríguez juliá en «ciudad lacustre»– a la 299

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ciudad de san juan Bautista, cuyos habitantes fueron trasladados al espacio que actualmente constituye el Viejo san juan. ahora bien, lo significativo de dicho cambio territorial es que se produce análogamente en la nominalización, valga decir, así como se «movió» físicamente la urbe también se produjo una conmutación nominal: Díaz soler rinde cuenta en su Historia de Puerto Rico de que para 1521 ya se había dado el intercambio entre el nombre original de la isla (san juan Bautista) y el del puerto que le daba servicio a la ciudad (Puerto rico) (137). La configuración de la isla como un «situado» –un lugar cuya función consistía fundamentalmente en ser un punto de reabastecimiento y resguardo de las rutas por las cuales la «máquina flota» proveía el oro y la plata desde américa a España– determinó el desarrollo insular como un espacio marginal dentro del imperio, aspecto que ha sido estudiado por josé Luis González y Ángel Quintero rivera. De allí que, en una segunda instancia de análisis, al aplicar la taxonomía que josé Luis romero establece para caracterizar las urbes latinoamericanas (hidalgas, criollas, patricias, burguesas y masificadas), san juan pareciera tener un carácter sui géneris, por cuanto las tensiones particulares producidas entre los modelos de producción de plantación y de contraplantación (casimir: 1997) desarrollaron una especie de ciudad de tránsito, lo cual podría constituir un hito para estudiar el fenómeno de las urbes caribeñas insulares. Los aspectos anteriormente expuestos brindan eslabones pertinentes para la lectura del proceso de transformación del Viejo san juan en san juan, es decir, del crecimiento urbano de la isleta original que, al proyectarse en el espacio más allá de lo que hoy son los puentes Dos Hermanos, terminó por devorar en el siglo veinte a santurce –poblado conocido hace quinientos años como cangrejos de san Mateo– para integrarlo como parte de la ciudad contemporánea. al revisar los mapas o al realizar una visita virtual por Google Earth se constata dicho desplazamiento, que debió implicar además colisiones e intercambios de formas de ser puertorriqueño, sobre todo al recordar la problematicidad étnica relacionada con los lugares en donde se asentaban mayor o menor cantidad de blancos, negros y mestizos. El mapeado diacrónico de esta configuración urbana nos permite comprender entonces la progresiva distinción de la escritura sobre san juan y santurce como espacios integrados primero (en Cundeamores) y diferenciados después (en ¡Ay bendito! y 300

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Cangrejeros). El título del último libro de cuentos, Cangrejeros, devela así un significado que a primera vista no puede ser leído por quien desconozca la referencia cultural que sirve de base para la construcción de los referentes literarios. (Lewis: 1983) Por esa razón carmen alicia Morales declara taxativamente en esta obra «cangrejera soy» (iX) y reafirma sus motivaciones para escribir sobre su entorno afectivamente más próximo. Estos cuentos se tejen en ese paso mío por estas tierras que fueron manglares de cangrejos. tierra que dejó de ser lo que era. Llanto que se ha enroscado en mis venas cimentando paraderos de un “lo que fue”. canto amplio de plazoleta casi abandonada entre san juan y el resto de la isla. Por eso recuerdo ese pedazo de amar donde nací, porque es digna de volver a ser lo que era. Hoy en día en que nos rodea una realidad fecunda en posibilidades del querer, adjunto la agenda de instituir barrios humanizados por el quehacer de un devenir cotidiano como era antes (X). Los desplazamientos en la geografía y en la cartografía de la mentalidad urbana han permitido que santurce sea el alter ego de san juan, como si en las realizaciones del proceso de transformación –con sus traumas y adquisiciones propias– se forjara una identidad bifronte –sanjuanera y cangrejera– sujeta a representación en el discurso literario, más aún si convenimos en asumir, tal como lo plantea Gilbert Durand, que en el plano de lo imaginario existen las sucesiones de formas simbólicas que son expresiones de los antagonismos desde los cuales las motivaciones individuales están condicionadas por la influencia de los medios sociales. aplicado en el caso de esta obra de carmen alicia Morales, podríamos decir con nuestras propias palabras que identificamos una pulsión escritural que, ante la vivencia de una realidad esquizoide de sus raíces urbanas caribeñas, levanta un imaginario que confirma el carácter «terapéutico» de la literatura sobre la historia. El trazado de las vivencias de san juan y su alter ego, en las páginas de las obras estudiadas, equivale a la psicoterapia necesaria para el reconocimiento de los perfiles de la puertorriqueñidad como patrimonio colectivo.

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Cabalgar sobre versos los senderos de la memoria. Un aspecto de la obra de carmen alicia Morales que merece ser comentado lo constituye la hibridación del género empleado, cuya génesis y metamorfosis rinden cuenta de la intertextualidad e interdiscursividad implícitos en el proyecto de escritura. al leer el cuento «¡Ay bendito!», homónimo del libro y pieza de entrada al mismo, encontramos que la escritora marca explícitamente el nexo con la poesía. En los «reconocimientos» ya ella había declarado que le pidieron que escribiera sobre san juan, pero el contrato de lectura del libro de cuentos cambia en el instante en que el lector decodifica en los relatos la voz de la poeta. Este primer texto no tiene estructura narrativa, más bien se proyecta hacia una declaración o un manifiesto literario. El ¡ay bendito! que se escucha una y otra vez representa una letanía, una anáfora en los umbrales de la narrativa. Necesita la narradora de un ritmo que le permita conectarse con su memoria y, una vez sedimentado el ritmo, proseguir con la elocución de un discurso memorial, constituido por fragmentos de vivencias propias o ajenas, que identifican al colectivo cultural al cual se adscribe. No olvidemos que Mnemosina es la madre de las Musas y, por lo tanto, existe una ligazón de la memoria con la poesía. como bien lo dice candau: «cuando le proporcionan al poeta el secreto de los orígenes (…) las Musas lo liberan de los males del momento, hacen que se olvide de la miseria y de la angustia». (2002: 22) Los estribillos presentes en varios de los textos refuerzan el reconocimiento de un sustrato rítmico propio de la lírica en estos relatos. Los cantos o pregones de diversos personajes típicos: como la estrofa usada de entrada en el cuento «El cementerio de san juan (santa Magdalena de Pazzis)» refiere a la venta de las flores para los muertos; los versos del pregón del vendedor de panes viene acompañado del ring ring del timbre de su bicicleta en el relato «La calle o´Donnell»; el canto de nana en «callejón tamarindo» es un eco de la memoria; y la canción archiconocida que cuenta la historia de Mambrú en «La calle tetuán» forma parte de la cultura de masas con rasgo caribeño. Muchas veces esta doble articulación de dos relatos en diálogo dentro del mismo discurso hace más compleja la estructura narrativa que tradicionalmente en una estampa solía ser más simple, más sencilla, por ser monológica.

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Debemos enfatizar en nuestro análisis que desde el segundo cuento, «Punta de tierra», se puede hacer un seguimiento del encabalgamiento de una escritura entre la narrativa y la lírica, donde muchas de las escenas que edifican la ciudad de la memoria adquieren la identidad de «poemas en prosa», género que abreva en ambos lenguajes literarios. Entendemos que la persistencia de estos vínculos de la poesía en esta narrativa se lee no solamente el perfil de poeta de carmen alicia Morales, sino también su formación dramatúrgica, por las conexiones mnemotécnicas usadas para enriquecer la espectacularidad del teatro o el performance. casi pudiéramos atrevernos a afirmar que los cuentos de ¡Ay bendito! también fueron compuestos para ser recitados o escenificados en el quehacer artístico de la autora como cuentacuentos, actividad que puede observarse directamente en la internet a través de varios videos de sus representaciones colgados en Youtube. al enfocarnos más en la lectura de Cangrejeros, podemos verificar el tratamiento de estructuras narrativas más consolidadas dentro del canon de la cuentística, aunque sigue persistiendo en menor grado una intertextualidad con esas voces rítmicas, provenientes de la música o del vecindario, lo cual sería lo mismo que decir que provienen de los recovecos de una memoria rítmica, auditiva, sensorial y, también, afectiva. Existe una maduración de otras formas narrativas en estas historias que, aún siendo diferentes, mantienen los vínculos con la vocación memorística e identitaria de los libros precedentes. Las equivalencias que se pueden establecer entre estos relatos de Cangrejeros con los del libro ¡Ay bendito! son metáforas de los puentes que en el plano físico conectan al Viejo san juan con santurce. Dado el espacio disponible para este estudio, debemos obviar señalamientos específicos, y proseguir con el análisis de la voz de la mujer en esta propuesta literaria, donde corroboraremos los vasos comunicantes entre ambos libros. Finalmente, en esta parte cabe señalar un dato relacionado directamente con la identidad genérica de los textos que conforman los tres libros sobre san juan y santurce: la propia autora concibe Cundeamores y ¡Ay bendito! como libros de poesía narrativa, mientras que a Cangrejeros como un libro de cuentos. Más que diferir de su percepción, nos interesa el estudio de una hibridación genérica que ha sufrido un tránsito en tres tiempos, partiendo de unas formas primigenias hasta alcanzar unas formas recientes claramente diferenciadas. En nuestro criterio, la versificación de la primera obra marca su pertenencia a la 303

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lírica, la presencia de una voz poética hibridiza el género narrativo en el segundo libro, y el énfasis en el tratamiento narrativo de las estampas en la tercera publicación definen el estado actual del trayecto escritural recorrido por la estética de carmen alicia Morales, cuando la cuentística está más distanciada de la poesía como género. La voz femenina que actualiza la memoria del nosotros En un estudio que realiza alberto Martínez Márquez sobre la literatura boricua establece 1984 como el año de ruptura para el desarrollo de la estética de la cuentística a partir de esa década. toma como punto de corte la publicación de Seva de Luis López Nieves, así como una serie de elementos representados en la novela 1984, de George orwell, que coinciden con el contexto político y social del Puerto rico de tal año. En la conjunción de estos elementos se percibe la conceptualización de una estética de nuevo cuño, que la distanciaría de la generación de los setenta. En ese mismo artículo el investigador acota la incursión en ese orbe de un número importante de mujeres poetas que comienzan a escribir narrativa en sus dos formas: cuento y novela. No profundiza en dicho aspecto, porque supera los propósitos de su investigación específica, pero lo señala con el énfasis pertinente por lo significativo del fenómeno. (119) Para alberto Martínez Márquez existen rasgos suficientes que separan la estética de esta generación con la de los setenta, características que se apartan del plebeyismo y lo soez para buscar un lenguaje más literario, más íntimo y desafiliado del tema de la identidad. otra caribeñista que ha abordado el estudio de la cuentística boricua, rita De Maeseneer, en su trabajo «El cuento puertorriqueño a finales de los noventa: sobre casas de locas de Marta aponte alsina y verdaderas historias de Luis López Nieves» identifica «nuevas formas de feminismo y nuevas formas de un fantástico casi neovanguardista». No plantea una ruptura drástica como afirma alberto Martínez Márquez, sino que reconoce la asimilación de técnicas narrativas de la generación de los setenta «los saltos temporales, los cambios de voces, la multiplicación de planos, el punto de vista oscilante, la fragmentación sintáctica, las desviaciones gramaticales», aunque identifica el distanciamiento de la presencia de las voces populares en los relatos.

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El punto de coincidencia de ambos investigadores revela la trascendencia de las escritoras en la cuentística de Puerto rico. como vemos, el año de la publicación del poemario Cundeamores coincide con el inicio del incremento de las voces femeninas en el panorama narrativo insular, con el punto de corte, obra que prefigura la producción narrativa que insertará a carmen alicia Morales con ¡Ay bendito! en 1997 en esta práctica discursiva que estos investigadores han señalado, y que se ratificará con la aparición de Cangrejeros en 2010. Decíamos páginas atrás que se percibía una sensibilidad femenina en este proyecto de escritura. sin embargo, es una voz que incluso desde su postura maternal y hogareña se compromete motu proprio con su memoria, en una perspectiva autoral que es diametralmente distinta a las de otras narradoras que abordan temáticas más desenfadadas, como bien pudiera ser los temas de las subalternidades tratadas en las narraciones de Mayra santos Febres, por citar una propuesta contrastante, referida además en el trabajo de rita De Maeseneer, citado anteriormente. carmen alicia Morales utiliza la forma tradicional de la «estampa» para erigir un imaginario de san juan y santurce, acto que desde su posición enunciativa como mujer establece de entrada el gesto subvertor del canon: retoma ese formato del costumbrismo –cuya emisión original ha sido signada por la voz masculina– para apropiársela e imprimirle la otra perspectiva, la de la mujer que ha visto cambiar su entorno cultural. Este empoderamiento de la mirada que hasta hacía poco fue silente ahora se atreve a ser disruptiva incluso en el escenario literario. En Cangrejeros encontramos las marcas precisas en los relatos que nos permiten analizar la sensibilidad femenina presente en esta mixtura. En esta obra de carmen alicia Morales es posible aplicar la percepción que candau establece para el acto de la memoria: «también es posible concebirlo como una movilización del pasado al servicio de un proyecto personal (un “plan de vida”) o colectivo, proyecto que conlleva las condiciones de recuerdo del acontecimiento memorizado en el momento mismo de su fijación». (32) Cangrejeros y las otras dos obras estudiadas forman un plan de vida –como individuo, como puertorriqueña y como cangrejera, para apelar a su autodenominación– cuya función es hacer del pasado un catalizador de esperanzas en el presente. Quizás es en este gesto que su propuesta se entronca en la literatura boricua escrita por mujeres. «Forman en fin el tejido de estas tramas las 305

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batallas a veces ridículas, a veces desgarrantes que se libran, no en la guerra, sino en la convivencia.» (sola: 1990, 13) Las miradas oblicuas de la historia, que rinden cuenta en estos relatos de los cambios de la ciudad, adquieren las formas del chisme y el rumor, emblemas de la convivencia en los universos reducidos del vecindario o la cuadra. «Ella era de las que siempre se enteraba de todo lo que había pasado e iba corriendo a averiguar lo que pasaba para que nadie le contara. Ella era, como decía don Manuel, el viejo de más abajo, “Prensa Unida” del vecindario.» (2010: 60) Y es que si entendemos que la historia es un discurso de impronta patriarcal, estos cuentos asumen el chisme y el rumor como integrantes del discurso alterno de la identidad cultural, cuya impronta es matricial, es decir, no de poder político en la sociedad sino de poder efectivo dentro del ámbito familiar. La imagen de la madre es uno de los arquetipos femeninos que atraviesa toda la obra, bien sea como personaje o como voz que monitorea los sucesos y las transformaciones del entorno. a través de la madre como personaje se establecen las vinculaciones con la hija, con otras mujeres, y con los hombres que conforman el espacio de la convivencia. así como la historia y el chisme son formas culturales confrontadas, en igual grado el matriciado se relaciona con el machismo en una relación simbiótica, ambos establecen una dialéctica que se enrosca sobre sí misma, un aspecto que puede rastrearse en los predicados colectivos que abundan en las narraciones, predicados que provienen de las enunciaciones precedentes propias de la cultura que impregnan las ciudades. En la memoria cultural resuenan los ecos de los discursos de los pobladores de la urbe en su dimensión espiritual. La vejez que se había visto rodeada de las ternuras de una hija y las caricias de los hijos de una hija, que frecuentemente se quieren más que los hijos de los hijos, se contemplaba ahora llena de sombras e incredulidad porque: –Los hijos varones son de la familia de la esposa cuando se casan. Y los nietos son de las familias de las mujeres.– decía doña Miriam en voz alta aunque no hubiera nadie para escuchar lo que decía. (2010: 59). El levantamiento de un imaginario que registra los anhelos colectivos de la sociedad sanjuanera y cangrejera forma parte del plan personal, aspecto que se 306

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corresponde con las coordenadas identificadas por María sola en Aquí cuentan las mujeres en la escritura femenina boricua, porque en el «así somos colectivo» –en la perspectiva de María julia Daroqui (1990)– de la literatura insular las escritoras (…) han trabajado con profesionalismo, adaptando el código literario a sus significados femeninos, feministas, populistas y solidarios y patrióticos puertorriqueñistas. Han recurrido las escritoras recientes a modalidades de gran aceptación como el humor, la magia y lo sobrenatural; han utilizado y parodiado la subliteratura, como la novela rosa y las revistas comerciales y, en el caso de ana Lydia Vega, la novela policíaca. En cuanto al lenguaje, han manejado y estilizado un amplio registro de discursos, haciendo literatura artística, con todo el prestigio que eso implica, con un lenguaje que incorpora la lengua hablada y los sociolectos o usos distintivos de diferentes sectores puertorriqueños (15). carmen alicia Morales forma parte de las mujeres que desde su papel múltiple de madre, artista polifacética, profesional e intelectual se han posesionado de un lugar propio en el campo cultural, asumiendo su palabra como materia básica para cimentar un discurso recuperativo del sentir colectivo de una sociedad en transformación vertiginosa. El gesto memorístico demarca los espacios compartidos en una convivencia en peligro de disolución en el vórtice de una modernización avasallante. Demarcación de los linderos de la ciudad con las historias personales. son apenas tres los cuentos de ¡Ay bendito! que están identificados con nombres de personajes: «El piragüero», «Pescadores de La Puntilla» y «El chinero», y no existe ninguno que sea mencionado en los títulos de cangrejeros; lo cual puede ser síntoma de que la intención de la narradora en ambos libros de cuentos es demarcar la cuadrícula de la urbe de la memoria. Nótese que en Cundeamores sí proliferan los nombres, los nombres con los apellidos, e inclusive los apodos o los oficios de los personajes en la conformación de los títulos: «Las bodas de Filomena», «jacinta no tiene nietos», «La siestecita de don ruperto», «testamento de don Eleuterio», «Gumersinda Espejuelos», 307

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«jicotero», «La espiritera Paula», «El vendedor de casabe». Estas distancias entre los libros de cuentos y el poemario abogan más por el tránsito hacia la consolidación de una estética que gradualmente fue desplazándose del sujeto al espacio, del habitante individual a la ciudad como expresión del colectivo al cual se pertenece. Los personajes populares, arquetípicos, forman parte de la geografía mnemónica de las ciudades porque encierran las historias de las comunidades pequeñas, dan calor humano a la moderna urbe despersonalizadora y habitan en los espacios del recuerdo del grupo que comparte un imaginario. En ¡Ay bendito! encontramos muchos como la vieja loca en «La iglesia de san josé» (34) o el borracho en «La calle Norzagaray» (10) o junior “El Men”, el puertorro venido de Brooklyn en «La barandilla». No son nombrados en los títulos de los relatos, pero emblematizan los espacios donde las estrategias del «arte de la memoria» (taylor, 1987) los ha ubicado como imagines y loci, en pleno uso de una licencia poética que le permite a la autora apropiarse inconscientemente de este recurso para dibujar con relatos el croquis de la memoria urbana. se ubica en un lugar cada objeto que ha de ser recordado, lo que permite fijar un orden en la memoria. (taylor: 15-18) En el caso de Cangrejeros los entes de papel se corporeizan en el discurso, en algunos casos, menos como referencias de personajes populares que como alegorías a contenidos ideológicos un tanto maniqueos: doña cálculo social, doña social climber, alberto Esqueleto, padre Quijote (13-14) y doña Mete la Pata (15) en el cuento «La Loíza» nos pueden servir para ilustrar lo que queremos decir. Por otro lado, el trazado diacrónico del mapa urbano de la memoria guarda elementos que develan el carácter asincrónico de las ciudades caribeñas: mientras su ritmo modernizante las despersonaliza, la memoria puede actualizar escenas exasperantemente pueblerinas, donde valdría recordar aquel dicho popular que reza: «pueblo chiquito, infierno grande». En Cangrejeros encontramos: Esa noche fueron a visitar a la tía Victoria. La única que quedaba viva. Venían de un fracatán de primas que se hermanaron unas con otras cuando se empezaron a quedar huérfanas. tía siempre había vivido en una casona en Miramar y los hijos, habían tenido tanto dinero, que las sobrinas con308

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taban que un traje solamente se usaba una sola vez y después se los regalaban a las sirvientas. aun durante el periodo de depresión en los años veinte y treinta, se paseaban por las calles de cangrejos en sus autos nuevos, con un chofer que los llevaba a la escuela. En ocasiones, si veían a las primas pobres en la calle, no las saludaban y después decían, si las veían en alguna ocasión, que no las habían reconocido porque habían cambiado mucho (101). La decantación de una estética propia pasa, en el caso particular de la obra de carmen alicia Morales, por haber difuminado de entrada la señalización de los personajes como portadores del significado de los relatos y, en su lugar, haber privilegiado el mapeado de los espacios urbanos. Esta cuentística dibuja a san juan y a santurce como quien va enfocando poco a poco la lente para llegar a reconocer el espíritu que las humaniza, la esencia que les da valor como objetos merecedores del gesto mnemónico. Trazados, trozos, trizas… En uno de los apartados que conforman el estudio que presenta los textos de cinco narradoras puertorriqueñas en el libro Aquí cuentan las mujeres, encontramos el subtítulo que resume bien lo que hemos venido analizando: «Que sepa escribir/ que sepa narrar/ que ponga la pluma/ en el mismo lugar…» (18); porque lo dicho para las escritoras que forman parte de esa antología vale también para la obra de carmen alicia Morales y, por supuesto, para la pléyade de mujeres que han consolidado una sensibilidad femenina que expresa desde ahí su percepción de los cambios de la sociedad donde se desarrollan, y pudiéramos agregar de la ciudad que las habita. como afirma María sola en su estudio «Las diferencias entre las prácticas literarias de hombres y mujeres indican diversidad cultural, no superioridad ni distancia humana.» (19) En este mismo orden de ideas, carmen alicia Morales ejerce un arte que forma parte de su tradición boricua: En Puerto rico hay ahora más mujeres que cuentan, si hablamos de literatura, como de muchas actividades… En realidad desde el principio hemos contado: las crónicas dicen que las taínas no sólo bailaban en los areitos al 309

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igual que los hombres, sino que también podían dirigir los cantos, que relataban todo lo que consideraban digno de memoria. contando se ha transmitido nuestra cultura y echando cuentos nos hemos enseñado y entretenido, hombres y mujeres a la par. Desde que se comenzó a cultivar la literatura escrita en Puerto rico hubo narradoras, aunque en general las escritoras han publicado más poesía (18). ahora bien, no podemos pasar por alto que la memoria está ligada al olvido, la pérdida, la huella, la estela fantasmática, el residuo, lo fragmentario, lo refractado… La necesidad de proteger los elementos que merecen ser registrados nos deja ver los espacios salvados por el acto de memoria que se constituye en una forma de discurso narrativo. El croquis mnemónico de san juan y santurce se traza con trozos y trizas escuchados, vistos, saboreados, tocados y olfateados en vivencias aquí y allá, en las calles, plazas, iglesias y casas de uno y otro espacio. Pareciera que la narradora aguzara el oído para rescatar el pregón proveniente de algún rincón de la «calle recinto oeste», donde el personaje voceaba «Ve-e-engo temprani-i-ito en la maña-a-ana afilando los cuchi-i-illos y las tijee-e-eras./ E-e-el amo-o-lado-o-or» (1997: 56) Hablamos de las voces de la memoria, las que la literatura puertorriqueña se ha dedicado a testimoniar como patrimonio inmaterial de su proceso de resistencia cultural. Posiblemente una visita a los videos de la escritora en You tube brinde imágenes que desde otro medio consoliden la percepción de esta vocación compartida. traer la musicalidad de la palabra permite soltar anclas identitarias que se sustentan en el ritmo que define lo caribeño, en el sentido que antonio Benítez rojo (1998) le ofrece a esta categoría. La presencia de la oralidad en la literatura puertorriqueña puede rastrearse desde la producción literaria de los años treinta hasta las obras más recientes, alcanzando niveles de realización ciertamente significativos dentro del ámbito latinoamericano. si bien, como hemos visto, algunos investigadores han reseñado la disminución de su presencia en los discursos a partir de los ochenta, no es menos cierto que los logros alcanzados siguen formando parte de las obras de autores consagrados en el sistema literario insular. al revisar el código procesal en Cangrejeros encontramos un aspecto que rinde cuenta de lo que venimos señalando: hay dos grafías diferentes para dis310

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tinguir los diálogos de la narración. La primera percepción de la forma hace ruido en la lectura, porque pareciera que sobrecargara visualmente el texto, no obstante, al pasar al análisis del código semántico podemos sospechar la intención simbolizadora de que lo escrito en cursivas fue escuchado más o menos textualmente en algún lugar de la ciudad, es decir, pudiera querer expresar el valor testimonial del libro, lo cual se justificaría plenamente con la intención y la pulsión de su escritura. Existen cuentos que en su construcción lingüística guardan afinidad con el «escribir como puertorriqueño» en la tradición de rené Marqués en obras de teatro como La carreta (1952). Veamos un fragmento que bien pudiera estar en la obra dramática referida: «–Aquí nadie conoce a nadie, ya no se ve na´máj que cara nueva, de loj viejo quedamo muy poco, to´se han io. Cristiano, ya no ej´ como anti–» (2010: 23) sin embargo, la autora no guarda reparos en cultivar también «el escribir en puertorriqueño» en la mejor expresión estética cultivada por Luis rafael sánchez en La guaracha del Macho Camacho (1976) y en La importancia de llamarse Daniel Santos (1989). Un fragmento del cuento «Pescadores de La Puntilla» del libro ¡Ay bendito! dialoga claramente con ambas novelas de Luis rafael sánchez al incluir la voz radiofónica del animador de un programa y la reproducción de una de estrofa de una canción. «– Y ahora, mis amigos radio oyentes, el trío Vegabajeño nos obsequia con la composición del gran compositor puertorriqueño rafael Hernández, “tragedia de viernes santo”». (90) tal como señala el mismo Luis rafael sánchez en sus ensayos, en toda obra literaria hay biografía, que el autor representa en su escritura para hablar por los puertorriqueños, cuya identidad colectiva, está ligada «[al] son, el mestizaje y la errancia», que encuentra sus imágenes en «una cultura callejera, una cultura de vocerío y la estridencia». La obra de carmen alicia Morales puede compartir con Luis rafael sánchez esa vocación biográfica, del país más que la persona, del país «caótico, el despedazado, el hostil» (1998: 92). Más allá de la geografía insular, más acá de los cuatro puntos carcelarios, el caribe endeuda al escritor puertorriqueño. Lo endeudan la pugna entre el pasado cerrado como un mito y el presente hirviente como un problema de solución escasa, lo endeudan otros sones, además de los que emergen de los cueros. El son pesado de las diferencias sociales. El son duro de la cotidiana 311

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hambre. El son negado del prejuicio racial, ese son que suena con la nota baja, con la clave reservada (1998: 162). Posiblemente la obra de carmen alicia Morales, al levantar con sus relatos un mapa de la memoria de san juan y santurce, pueda surtir el efecto de revertir momentáneamente en el imaginario el proceso de conmutación que se dio en tiempos de la colonia, cuando el nombre original que supuestamente le había asignado el almirante de la Mar océano a la isla (san juan Bautista) pasó a denominar la ciudad, y en su lugar la lectura de Cundeamores, ¡Ay bendito! y Cangrejeros –con sus estampas urbanas– nos permita conocer también la razón profunda del ser puertorriqueño. Bibliografía abbad y Lasierra, iñigo, fray (1979) Historia geográfica, civil y natural de la isla de San Juan Bautista de Puerto Rico. río Piedras: Universitaria. (1ª edición: 1778). Benítez rojo, antonio (1998) La isla que se repite. Barcelona: casiopea. (1ª edición: 1989). candau, jöel (2002) Antropología de la memoria. Buenos aires: Ediciones Nueva Visión. casimir, jean (1997) La invención del Caribe. río Piedras: Editorial de la Universidad de Puerto rico. Daroqui, María julia (1990) «Escribir en puertorriqueño» El Nacional. caracas, 22 de julio. Papel Literario 4-5. ------ (1993) Las pesadillas de la historia en la narrativa puertorriqueña. caracas: Monte Ávila. ------ (1998) (Dis)locaciones: Narrativas híbridas del Caribe hispano. Valencia: Grup d Estudis iberoamericans y tirant lo Blanch. ------ (2005) Escrituras heterofónicas. Narrativas caribeñas del siglo XX. rosario: Beatriz Viterbo. De Maeseneer, rita. (2001) El cuento puertorriqueño a finales de los noventa: sobre casas de locas de Marta aponte alsina y verdaderas historias de Luis López Nieves en Casa de las Américas 224: 112-119. 312

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