Transición discursiva a la democracia: Del progreso de lo privado y lo lejano a la reubicación de la participación ciudadana y el re-interés de lo público

July 23, 2017 | Autor: Andrés Estay | Categoría: Social Movements, Critical Discourse Studies, Democracy
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Transición discursiva a la democracia: Del progreso de lo privado y lo lejano a la reubicación de la participación ciudadana y el re-interés de lo público Andrés Estay P.1

el progresos de lo privado, de la necesidad y todo lo “globalizante” hasta la participación ciudadana como por ejemplo los debates sobre una asamblea constituyente y el re-interés hacia lo público, todo lo opuesto a las fases discursivas anteriores, que a pesar de estar situadas en un contexto de redemocratización post dictatorial, se caracterizó por hacer a un lado mutuamente a la ciudadanía y la política.

Abstract El siguiente ensayo intentará dar cuenta de las transformaciones que han sufrido los discursos políticos y los ejes programáticos gubernamentales y/o “promesas de campaña” de los aspirantes a este en torno a las piedras angulares que estos incluyen y que pareciesen ser la prioridad (impuesta o no) para la ciudadanía. Hoy por hoy, estas piedras angulares parecen ser muy distintas, al igual a como ha sido distinto el proceso de constituir estas nuevas prioridades y cómo han llegado a entablarse como demandas y hasta promesas de campaña de muchos candidatos en estas elecciones presidenciales. A partir de las interpretaciones literales y teóricas de lo que significa un discurso, orientaremos nuestro análisis temporal sobre los cambios ocurridos en aquellos argumentos, poniendo especial énfasis en la materialidad de estos discursos, es decir, y tal como lo indica el título: desde

Significados e interpretaciones del discurso Literalmente, podemos encontrarnos con variadas definiciones del discurso como concepto. Entre ellas, entenderemos un discurso como “Escrito o tratado de corta extensión con el que se intenta enseñar o convencer de algo”; “Razonamiento pronunciado en público a fin de convencer a los oyentes o mover su ánimo” o “Argumentación conjunto de ideas sostenidas y defendidas”2. Resulta curioso ver como las dos primeras definiciones se ajustan al plano político y temporal que queremos analizar, siendo el primero remitido a las prioridades “necesarias” propias del discurso de transición a la democracia de los años noventa, y el segundo a los discursos emitidos por quienes aspiran a la presidencia (por ejemplo) o a los mismos mandatarios al expresar los enfoques a los cuales sus eventuales gobiernos apuntan. De estas interpretaciones en el espacio

1

Estudiante de Sociología en Universidad Alberto Hurtado, Departamento de Ciencias Sociales. Cátedra de Sociología Política, segundo semestre de 2013.

2

The Free Dictionary: http://es.thefreedictionary.com/discurso

político del concepto de discurso, ambos, tanto el espectro político como el discurso en sí están claramente asociados, proviene la inclusión dentro de este trabajo, ya que a partir de sus concepciones literales y teórica, enmarcaremos el análisis en pos del contexto pasado y actual de la política chilena. Si integrásemos una perspectiva teórica sobre el discurso en sí mismo, se puede apreciar que por discurso, Michel no entiende una simple actualización verbal, sino “un conjunto de enunciados que dependen de un mismo sistema de formación” (2010, 141). Este sistema de formación mencionado, es un complejo de relaciones que funcionan como reglas. Las formaciones discursivas no se transforman totalmente en su estructura cuando dan paso a los discursos. En ellas hay vacíos, límites, recortes; no son una totalidad uniforme, sino una dispersión de enunciados. El discurso se constituye en las formaciones discursivas y cobra poder en el sujeto que lo hace objeto de deseo. Deseo y poder lo insertan en la ‘voluntad de verdad’, la cual controla, selecciona y redistribuye la producción discursiva. Los grandes procedimientos que han caracterizado los límites de la actividad discursiva, motivados por el deseo y el poder, son la exclusión —lo prohibido—, la separación, el rechazo y la voluntad de verdad. No todo se puede decir, no todo está permitido decirlo y no cualquiera puede hacerlo3.

3

Michel Foucault y Paul Ricoeur: dos enfoques del discurso, Marco Antonio Miramón, Revista La Colmena N° 78, 2013, p, 56.

Lo anterior, da cuenta de cómo los discursos se expresan, en lenguaje foucaultiano, como relaciones de poder que se establecen entre los emisores del discurso y aquellos que lo reciben (específicamente para el discurso político que analizamos, aquellos que oyen), en donde además, estos componentes discursivos además de ser jerarquizados, se limitan en sus estructura, contenido y emisores, los cuales monopolizan el saber afín de controlar y distribuir al discurso en sí mismo, como a manipular mediante el uso del poder, a los individuos oyentes, en este caso la sociedad chilena receptora de los discursos políticos desde la transición democrática hasta nuestros días. Una vez “echada” una mirada a los significados e interpretaciones de lo que es un discurso, podemos adentrarnos a la exposición y el análisis de los discursos políticos desde la transición, comprendida aquí desde los años 90, hasta nuestros días, categorizándolos en dos fases: la primera está remitida al periodo transicional, mayoritariamente a los 20 años de gobierno de la Concertación de partidos por la Democracia los cuales se identifican con todo el periodo de transición. El segundo está constituido por los últimos cinco a seis años de historia política, que a pesar de ser un periodo mucho más corto, ha puesto sobre la mesa nuevas aristas discursivas, sobre todo desde 2011 bajo las movilizaciones estudiantiles que han supuesto un nuevo tipo de empoderamiento ciudadano, cambiando de cierta manera, aquellos discursos políticos provenientes de la

década anterior por parte de los individuos que “manejan” y aspiran a la clase política nacional. Es por esta razón que no debe sorprendernos escuchar hoy en día hablar de “Educación gratuita” o “Fin a las AFP” siendo que hace 20-25 años era impensado tanto por la población chilena como por la clase política dirigente (solo por dar un adelanto de nuestro análisis).

Discurso político de la transición: promesas y objetivos de los 90 Para el caso de los discursos transicionales de fines de los ochenta y a lo largo de los noventa, sería casi lógico asociarlos con “el legado” de los autoritarismos precedentes, específicamente, y aplicable hasta el día de hoy, aquellos enclaves autoritarios definidos por Garretón como aquellos elementos heredados o aun latentes que provienen de la dictadura, pudiendo ser estos institucionales, actorales, socio culturales o ético-simbólicos4. Para el caso que nos compete, aquellos de tipo institucional y actoral, es decir, aquellos enclaves en los cuales aquellos aspectos institucionales como la propia constitución de 1980 y las propias leyes dictatoriales ya sean de índole económica, social o política, la cual orientó una vez terminado el periodo autoritario, a los nuevos mandatarios de la Concertación en 4

Las transiciones a la democracia y el caso chileno. Documento de Trabajo, en La Posibilidad Democrática en Chile, Manuel A. Garretón,.Cuadernos de Difusión FLACSO, 1989.

el cómo encausar sus gobiernos. Por otro lado, los enclaves actorales, de los cuales, los más relevantes o quienes influyeron aún más por medio de presión implícita o mera presión política, están constituidos por el empresariado y la derecha chilena misma. Pues estos enclaves, significativos dentro del espectro político chileno de transición, sin embargo, no son los únicos implicados en la producción discursiva de este periodo. Pues bien, a lo largo del periodo de transición comprendido entre los años noventa en adelante, se lleva a cabo lo que Tomás Moulian denomina el Consenso, pues este se remite a exactamente aquello: el consenso de los actores de la dictadura y de quienes se opusieron a esta, en este caso, los conductores de la transición democrática. Citando textualmente y a manera de contextualización de lo anterior, un conductor del discurso de transición, sería el siguiente sobre el gobierno inaugural de Aylwin: “en el terreno socioeconómico se aplicó una política similar a la de Büchi, lo cual requería cumplir ciertas condiciones para asegurar la reproducción. Entre ellas se requería la conquista del empresariado, desconfiado por los antiguos alardes de algunos personeros de gobierno y por la presencia de ministros socialistas en la conducción económica. Constituía una operación básica conseguir que los agente económicos mantuvieran su confianza. Como muestra Offe y Block, ciertas lógicas estructurales de reproductibilidad condicionan, casi obligan a los gobiernos,

por encima ideológicas”5.

de

sus

creencias

Bajo esta misma línea, la llamada reproductibilidad alude simplemente en la mantención (con pequeños cambios) de la política económica del gobierno militar, la cual se hizo posible con esta idea del consenso. Pues para el campo discursivo, este consenso supuso una eventual aceptación, primero por parte de los trabajadores y de la izquierda y luego de la población chilena en general, de aquellos cambios mínimos como una especia de requisito para la transición exitosa a la democracia. De ahí han de explicarse los nulos cambios en materia económica, la ola de privatizaciones posteriores como por ejemplo la de Chilectra en el gobierno de Frei RuizTagle, en palabras de Moulian “una sociedad cuya forma idiosincrática (no pasajera) mezcla de inserción en el mercado-mundo, acceso a tecnologías de punta, pobreza y precarización del empleo compensada por la masificación 6 crediticia” . Sin duda el discurso de proyecto político de este tiempo está colocado bajo el sello de la modernización, pensando el futuro (de ahí su carácter de proyecto) en el marco del capitalismo globalizado, colocando el énfasis, según el autor, en cambios absorbibles por el sistema, como la equidad y los cambios culturales. Por una parte el discurso principal de este periodo es aquel que remite a la globalización, la modernización neoliberal y la “apertura Chile actual, anatomía de un mito, Tomás Moulian, LOM Ediciones, 2002, p. 40. 6 Ibíd., p. 41. 5

de oportunidades” a la población, por medio de la utilización de recursos neoliberales como la privatización, los recursos crediticios y las concesiones, sosteniendo y reafirmando la herencia dictatorial, por lo menos en el ámbito socioeconómico. Por otro lado, otro factor discursivo presente durante este periodo, por lo menos hasta entrada la década del 2000, es aquel que Ricardo Camargo advierte como la reconstrucción de la identidad discursiva de la nueva elite política democrática, la cual “no está sólo constitutivamente atravesada por el impacto del golpe de 1973, y su innegable remembranza de un ahora renegado discurso de lucha de clases. Más aún, la recepción de dicho impacto lejos de sólo obedecer a un proceso progresivo de aprendizaje de los errores del pasado, configura una peculiar y compleja (racional e irracional) identidad política discursiva de carácter marcadamente generacional: la generación del golpe, que es a su vez la generación de la democracia post-Pinochet. Un factor que está en la base de la especificidad del consenso sobre el modelo chileno y que abre la pregunta sobre los aparatos discursivos desplegados por la nueva elite democrática para su reforzamiento, cuando deja de ser oposición y asume el ejercicio directo del poder político en Marzo de 1990”7. Bajo esta línea, 7

El carácter traumático del consenso en torno al “Modelo Chileno”: una investigación sobre la elite política democrática post-Pinochet, Ricardo Camargo, Revista Nuevos Mundos Mundos Nuevos, 2008, p. 6.

aparecen también los discursos alusivos a los medios, en los cuales, “cualquier alusión argumentativa que otorgase un valor positivo a los conflictos sociales al interior de una democracia, sería estigmatizada como irresponsable”8 es decir, los miedos alusivos al regreso del caos político institucional u económico por medio de la legitimación de estas eventuales luchas sociales, ya vuelta la democracia. A pesar de esto, ambos discursos se han mantenido en el tiempo, en algunos casos modificados, pero han marcado esta etapa de la historia del Chile actual, sin embargo, el autor enfatiza en que parte de este discurso, al menos en su plano “praxiológico” puede cambiar paulatinamente puesto que “el consenso de la nueva elite política sobre el modelo Chileno es básicamente generacional. Está basado en las condiciones específicas que afectaron su reconstrucción identitaria de discurso político. En tal sentido cabría esperar que su perdurabilidad tuviera plazo fijo, sólo a la espera de la próxima generación, aquella nacida y crecida liberada de los traumas y exclusiones que son evidentes en la actual”9. Se proyecta de esta forma, una eventual superación de estos discursos que han hegemonizado la vida social, política y económica de nuestro país.

Nuevo discurso político: Nuevas promesas desde los movimientos sociales Efectivamente, eso fue lo que ocurrió en 2011. Sin previo aviso para unos, para otros, una bomba de tiempo detonada, para Alberto Mayol, “el año 2011 ha sorprendido con sus avatares: la crisis de legitimidad producida por Hidroaysén, las movilizaciones por la educación pública, la caída del gobierno y la oposición en las encuestas, unidos más en la muerte que en la gloria, fueron síntomas de un impreciso algo que parecía buscar vías de expresión”10. Estos malestares, expresados en demandas de un nuevo empoderamiento ciudadano, fueron resultado para el autor, del nulo desarrollo de los intereses y voluntades de esta ciudadanía a lo largo de todo el periodo de transición anterior (este ámbito es ajeno al discurso del periodo transicional recientemente visto). Esta ruptura o nuevo malestar, se explica además por la sensación de injusticia que Mayol señala que “se interpreta desde tres visiones: el determinismo histórico de ciertas injusticias (la dimensión atávica), la clausura o falsedad de las oportunidades basadas en el mérito (el diagnóstico del acceso como relato sin trasfondo) y finalmente el abuso”11. Un ejemplo claro que manifiesta el autor da cuenta de lo anterior: Al respecto, la crisis de la promesa del mérito es la que arrastra el malestar educativo. Se ha prometido 10

8

Ibíd., p. 7. 9 Ibíd., p. 8.

La transición social a la democracia, Alberto Mayol, Revista Anales N°2, 2011, p. 41. 11 Ibíd., p. 45.

por años que, gracias a la educación como fuente legítima de ascenso social, cualquiera puede surgir. La radical mentira cobra hoy como principal víctima el sistema de oportunidades en Chile. La noción de abuso, por último, muy presente en el Chile actual (y que elaboramos en detalle más abajo) terminará por gatillar un resentimiento no solo por los efectos, sino además por sus significaciones. No se trata del malestar de estar perdiendo solamente; sino además de recibir sistemáticamente el recuerdo de ello y la acción proactiva para producirlo. (Mayol, 2011). Lo anterior, remitente a las causas del malestar generalizado hace un par de años atrás, es exactamente todo lo contrario a lo prometido en los discursos principales de la transición en los noventa. Las oportunidades, el acceso a la globalización y la modernidad tienen sus límites y son precisamente estos, prometidos y argumentados hasta el cansancio en el colectivo nacional despolitizado y ajeno a la toma de decisiones de los actores transicionales “en la medida de lo posible”. Pues estos, provenientes de un discurso que defendía lo privado y lo neoliberal, pareciese estar dando pie atrás, sobre todo este último año. Mayol nos advierte: “Desde hace años sabemos que en Chile la ciudadanía preferiría un Estado fuertemente involucrado en los problemas, sabemos también que se desea que la educación sea pública y estatal, que no pertenece al dogma de nuestra sociedad el libre mercado, que el modelo

educacional es inviable y que la desprotección de la ciudadanía frente al sistema financiero es abismante. Desde hace años sabemos que nuestra estructura de impuestos es regresiva, que el Estado focaliza sus beneficios en dos sitios: en los más pobres y en los empresarios”12. Y pareciese que no es solo la población quien busca estos cambios. Es solo cuestión de haber escuchado las múltiples promesas de campaña de la mayoría de los candidatos presidenciales y parlamentarios, resultando hasta “impactante” escucharlo de la misma candidata de la Concertación, esa misma Concertación que en los noventa hacía promesas similares, desde la vereda de enfrente y que aquellas promesas hoy en día “en boca de todos” eran impensables en dicha época; es así como escuchar en los programas de gobierno “Educación gratuita”, “Fin a las AFP”, “Reforma tributaria”, entre otras hoy es casi natural, en comparación a quienes escucharon algo distinto, hace más de veinte años. Un aspecto muy importante a destacar, es el origen de este nuevo discurso, referente a la superación de la desigualdad y la recuperación de los derechos básicos del individuo y el regreso del protagonismo del Estado, en al menos más de una arista de estos derechos. El origen de este discurso, en comparación al anterior, se dio de manera muy diferente: si el discurso de los primeros 20 años de transición era una readaptación de lo impuesto en dictadura, tomado por la elite política y transmitida 12

Ibíd.

a la ciudadanía, hoy es esta última quien desde sus malestares y movilizaciones, es decir, desde el auge de los nuevos movimientos sociales y su significación en la opinión pública la que ha instalado los debates que han incluido estas reformas (provenientes de las demandas ciudadanas) en la elaboración de los nuevos discursos políticos tomados ahora por la clase política desde estos movimientos.

El esquema muestra gráficamente como ha sido esta “transición discursiva a la democracia” dando cuenta de estos dos discursos que aquí hemos clasificado y ampliamente analizados y además de los actores que lo originan y quienes lo adoptan, es decir, de donde vienen y hacia quienes va. Inconclusiones Hemos apreciado cómo ha ido cambiando, para algunos de manera paulatina, para otras apreciaciones, de forma repentina en nuestro espacio político, social y colectivo, los diferentes discursos políticos, específicamente, su contenido y direccionalidad a través de los años de la transición a la democracia,

hasta el día de hoy. Hemos visto a los actores que los originan y hacia quienes los aplican o conducen y lo más importante, hemos visto como de un discurso basado en el consenso, esto es, heredado, en mutuo acuerdo con los enclaves autoritarios y basado en el progreso del neoliberalismo y la promesa de un “pedacito” de globalización para todos, de igualdad de oportunidades afín de que se olvidaran todas las escenas de violencia sistemática ejercida en la dictadura, poniendo énfasis en lo privado, en el limitado rol del Estado en materias socioeconómicas y en la sensación de lejanía de lo propiamente político por parte de los ciudadanos; hacia un nuevo discurso, que ahora sí que si garantizará la igualdad de oportunidades y de inclusión, que pareciese ir más allá del progreso neoliberal para adentrarse en la recuperación de lo público y en la eventual aceptación de las demandas ciudadanas provenientes del auge de los nuevos movimientos sociales, fortalecidos y que en 2011 golpearon duramente el escenario sociopolítico nacional. Solo basta esperar a ver, una vez visto los resultados preliminares de las elecciones presidenciales, si estos nuevos discursos pasan a ser más que eso, es decir, como se diría popularmente, que se pase del “dicho al hecho” y que en palabras de Laclau, no sólo sean parte de significantes vacíos, estos son, “en sentido estricto del término, un significante sin

significado”13, concretamente, aplicado al caso, aquellas promesas del nuevo discurso post-transición y post 2011, que sólo se queden en eso, en un discurso, imposibilitado estructuralmente a realizar aquello que está dentro del significante y que es utilizado (en este caso, el discurso), solo como un agente hegemonizante, concordando con el análisis del significado del discurso como concepto: el discurso político nuevo, estaría contenido de significantes vacíos (al menos por el momento) con el fin de hegemonizar y convencer a los ciudadanos, de ahí que sea tan importante para la política misma. Solo es cosa de tiempo para que comprobemos empíricamente si es que de verdad ha cambiado el discurso de transición y si esta nueva versión no solamente está contenida por significantes vacíos. Es solo cosa de tiempo para que comprobemos si habrán reales cambios en Chile y si dichos cambios serán bajo el alero de un nuevo discurso político, alejado del discurso hegemónico de la transición. De ahí que solo sean inconclusiones y no conclusiones, pues no está todo aun visto y queda mucho por ver y comprobar; no todo está dicho en la política del nuevo discurso, o mejor dicho, no todo está aún hecho (pero si dicho), en la política del nuevo discurso.

13

Emancipación y diferencia, Ernesto Laclau, Ariel, 1996.

Referencias bibliográficas 













The Free Dictionary: http://es.thefreedictionary.com/dis curso Michel Foucault y Paul Ricoeur: dos enfoques del discurso, Marco Antonio Miramón, Revista La Colmena N° 78, 2013. Las transiciones a la democracia y el caso chileno. Documento de Trabajo, en La Posibilidad Democrática en Chile, Manuel A. Garretón, Cuadernos de Difusión FLACSO, 1989. Chile actual, anatomía de un mito, Tomás Moulian, LOM Ediciones, 2002. El carácter traumático del consenso en torno al “Modelo Chileno”: una investigación sobre la elite política democrática postPinochet, Ricardo Camargo, Revista Nuevos Mundos Mundos Nuevos, 2008. La transición social a la democracia, Alberto Mayol, Revista Anales N°2, 2011. Emancipación y diferencia, Ernesto Laclau, Ariel, 1996.

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